EL TESTIMONIO CRISTIANO Y EL CUMPLEAÑOS DE ESTADOS UNIDOS Columna semanal del arzobispo Charles J. Chaput, O.F.M. Cap. 02 de julio del 2013 En su gran biografía de Benjamín Franklin, Walter Isaacson señaló que Franklin donó dinero a «los fondos de construcción de cada una de las sectas en Filadelfia». Para Franklin y sus hermanos fundadores, la religión promovió la virtud cívica esencial para sostener el modelo republicano de gobierno. Franklin fue un deísta durante toda su vida; pero él entendió, sin embargo, que las creencias religiosas tienen consecuencias concretas, poderosas y muy positivas para formar la vida pública. Hay muchos Benjamín Franklin hoy, que creyentes o no, le dan la bienvenida a los aportes de la fe religiosa a la arena pública. Muchos otros, sin embargo, entre ellos algunos que ocupan cargos públicos, ven la religión como un problema y una amenaza a los valores democráticos. Ven sus normas morales no como beneficio al público, sino como un límite a los derechos individuales. Sin embargo, sin la vigorosa libertad religiosa que fue apoyada por Franklin y consagrada por Madison y otros –en contraposición a la mucho más restringida «libertad de culto» preferida por algunos de los funcionarios públicos de hoy –Estados Unidos enfrenta la posibilidad de socavar las mismas virtudes cívicas que estaban destinadas a sostenerlo. En este Año de la fe, los católicos estamos llamados a sacar algún tiempo para el silencio diario; para examinar nuestras prioridades en forma fresca; y educarnos a nosotros mismos en los elementos fundamentales de nuestra fe. Desafortunadamente, durante las últimas dos generaciones, la catequesis católica, muy a menudo ha tendido a ser aburrida y poco informativa. Como Iglesia, demasiado a menudo hemos hecho un mal trabajo al transmitir la alegría y la urgencia del mensaje del Evangelio de la liberación del pecado. A nuestro apetito para evangelizar, para predicar el mensaje del Reino de Dios a través del ejemplo de nuestra vida cotidiana, no le ha ido mucho mejor. Pero eso puede cambiar; y por el bien de las generaciones que nos seguirán, –y por nosotros– necesita cambiar. El papa Benedicto y ahora el papa Francisco han pedido a los católicos que hagan un esfuerzo consciente y sostenido para volver a los fundamentos del discipulado cristiano. Algunos de las medidas prácticas que los católicos pueden adoptar para enriquecer su experiencia del Año de la fe son obvias: estudiar lo que enseña la Iglesia a través de las Escrituras, el catecismo y los documentos del Vaticano II; participar en los sacramentos con renovado celo; cultivar una oración más profunda y vida familiar; y realizar obras de caridad y servicio. Estas cosas no son diferentes de lo que a los católicos se les pide hacer cada año. Pero el Año de la fe es una oportunidad para revitalizar nuestro discipulado con atención e intención. También debemos considerar dos sugerencias más prácticas, especialmente para los jóvenes católicos: cultivar buenas amistades y cultivar la esperanza. Buenas amistades cristianas es la forma más poderosa de construir, compartir y fortalecer nuestra fe y promover la comunión con los demás. Tenemos que recordar todos los días que Jesucristo ya ganó la victoria final a través de su muerte y resurrección. Nunca debemos perder la esperanza para nosotros mismos o el mundo que nos rodea. La fieldad al Evangelio a veces puede parecer una tarea abrumadora e ingrata; la cultura popular es a menudo fría a la práctica religiosa; el Gobierno parece cada vez más hostil a la buena labor realizada por organizaciones religiosas; pero vivir nuestro bautismo con valentía y fidelidad es la mayor contribución que podemos hacer a la Iglesia y nuestra nación. Los obstáculos a la vigorosa fe religiosa y la práctica son mucho mayores de lo que eran en la época de Franklin. Pero las consecuencias de la indiferencia religiosa –para la Iglesia y para nuestro país, son extraordinariamente perjudiciales. La renovación moral de nuestra nación comienza con la renovación moral que permitimos que Dios obre en cada uno de nuestros corazones. Eso es algo por lo que podemos orar esta semana al honrar el cumpleaños de Estados Unidos y todos los días de nuestras vidas en los próximos meses y años. Que Dios bendiga a todos nosotros, y la nación que llamamos casa, este Día de la Independencia.