RESEÑAS 1037 en su texto. Sin duda, la tortura de mujeres durante la dictadura intentó borrar su subjetividad a través de la destrucción del cuerpo. No obstante, el acto de crear el cuerpo femenino vía un diálogo entre mujeres también puede ser, según Schlau, un acto emancipador de la re-autorización de la subjetividad a través del uso de la palabra. Las dos novelas terminan con la muerte o posible muerte de mujeres. Sin embargo, Schlau nos muestra que las autoras no quieren enfatizar la victimización de sus personajes, sino ayudar a sus lectores a participar en la creación de nuevos géneros literarios que abren un espacio femenino. El concepto de la mujer como víctima perpetua del sistema patriarcal es algo que va en contra de lo que propone Schlau en este libro. El uso de la palabra por las autoras que estudia aquí las remite a un espacio en que ya no son víctimas de la represión patriarcal, sino sujetos con “agencia” que participan y transgreden su momento socio-político. El libro de Schlau ofrece un espacio en donde sus narrativas pueden dialogar con sus antepasados femeninos literarios y sus contemporáneas, y en donde sus ideas y logros podrán ser retomados por las que vendrán después aunque, a veces, la autora manifiesta un concepto algo dogmático del feminismo que no siempre se contextualiza suficientemente dentro de su momento histórico. El éxito del libro de Schlau es el planteamiento de una genealogía de la escritura femenina que muestra la continuidad de una tradición literaria de mujeres, mientras expone la heterogeneidad y diversidad de tal tradición. Las escritoras estudiadas en este libro son activistas, entregadas a la participación en lo que llama Schlau “the ongoing project of narrating gynocentric visions of the past, present, and future” (186). El libro de Schlau no sólo describe esta tradición de activismo por mujeres, sino que también participa en ella, haciendo una contribución fundamental al campo de la crítica sobre la escritura de mujeres hispanoamericanas. New York University STEPHANIE KIRK ILÁN STAVANS. Octavio Paz: a Meditation. Tucson: The University of Arizona Press, 2001. El Octavio Paz de Ilán Stavans me hace pensar en los volúmenes que durante un par de años publicó la Editorial Vuelta (en coedición con Heliópolis) bajo la dirección de Octavio Paz: libros breves, de pequeño formato, de un diseño exquisito y dedicados a grandes figuras literarias. Fue en esta colección que Octavio Paz publicó, en los años noventa, dos de sus ensayos más personales: Un más allá erótico (1993), sobre el Marqués de Sade, y La estrella de tres puntas (1996) sobre André Breton y el surrealismo. Al igual que los estudios de Paz, el ensayo de Stavans presenta una lectura apasionada de un gran escritor con quien el autor se identifica y a quien busca comprender a través de su obra; y como los libros de Vuelta, el de Stavans es un ensayo literario que deslumbra por su soltura, elegancia y elocuencia. En ochenta y cuatro páginas Stavans logra hacer lo que tantos estudiosos de Paz han intentado sin éxito: presentar un perfil equilibrado e informativo de quien fuera la figura 1038 RESEÑAS más importante en la segunda mitad del siglo veinte en la república de las letras mexicanas. En general, quienes se ocupan de Paz tienden a ocupar uno de dos campos antagónicos: por un lado están los discípulos incondicionales del escritor, incapaces de criticar o de cuestionar ningún aspecto de su obra; por el otro están sus detractores, apasionados oponentes del itinerario político de Paz que solamente ven en él –y en sus textos– un escritor reaccionario. Stavans es uno de los pocos críticos que ofrece una apreciación equilibrada, resaltando los muchos aciertos de Paz –el compromiso intelectual que demostró en el 68, su pasión por las ideas, su excelente labor como editor de revistas literarias– al tiempo que cuestiona muchas de las posturas políticas y decisiones editoriales que el poeta tomó durante su larga vida. Aunque se han escrito páginas excelentes sobre Paz –pienso en los agudos textos de Enrico Mario Santí sobre el Laberinto de la soledad y en El árbol milenario de Manuel Ulacia– hay pocos textos que logren dar una visión panorámica del escritor, situando su obra y su pensamiento en relación con México y con la historia literaria del siglo veinte, y esto es precisamente lo que hace Stavans. Es admirable que este pequeño libro contenga un resumen de la vida del escritor, un análisis de su itinerario político –incluyendo el famoso viraje ideológico que lo alejó de la izquierda en los años sesenta–, un comentario de sus principales obras y una discusión sobre su labor como editor de las revistas Plural y Vuelta. Al examinar el pensamiento político, Stavans aventura la hipótesis de que Paz, desilusionado por la política –especialmente después de su entusiasmo juvenil por el comunismo–, se refugió en sí mismo, en un mundo de poesía trascendental desconectado de la historia y la política: “Paz had moved from Marxism through anarchy, to a vision of society characterized by a form of solipsism” (26). Este es un argumento semejante al que hace Jean Franco en su libro The Decline and Fall of the Lettered City: Latin America in the Cold War (2002): la conclusión de que los temas poéticos predilectos de Paz –el amor, el erotismo, la poesía– deben verse como una evasión de la realidad y del compromiso político. Stavans analiza cómo esta ceguera ante los acontecimientos políticos de México se acentuó en los últimos años de Paz: con excepción de la rebelión zapatista en Chiapas, el poeta se preocupó poco por los grandes eventos que sacudieron a México en la década de los noventa (el desmoronamiento del PRI, el surgimiento de un nuevo partido de izquierda, los escándalos de corrupción asociados con el ex presidente Salinas). Stavans, sin embargo, enfatiza que esta evasión caracteriza solamente a la poesía –y no a los ensayos– de Paz. Los detractores de Paz tienden a distorsionar el itinerario político de este intelectual al enfatizar casi exclusivamente las relaciones que el escritor mantuvo con las altas esferas del poder en los años noventa (su cercanía con los últimos dos presidentes del PRI, Salinas y Zedillo, y con empresarios mexicanos como Carlos Slim, quienes apoyaron económicamente a la revista Vuelta y patrocinaron la Fundación Octavio Paz) y olvidan las largas décadas (desde su juventud hasta fines de los años setenta) en las que Paz fue uno de los más duros y honestos críticos del sistema político mexicano. Stavans no cae en este error: recuerda que en el momento de su publicación El laberinto de la soledad fue una acérrima crítica al sistema político mexicano, un libro de una gran honestidad RESEÑAS 1039 intelectual publicado en un periodo en que la gran mayoría de los intelectuales del país no se atrevían a cuestionar al aparato burocrático que los sostenía con becas, puestos oficiales y todo tipo de sobornos disfrazados. “La crítica” –escribió Paz en Posdata– “es el ácido que corroe a las imágenes”. Stavans demuestra que Paz ejerció este tipo de crítica en contra del sistema mexicano durante gran parte de su vida: en la masacre de Tlatelolco en 1968 (cuando el escritor renunció a su puesto como embajador de México en la India para protestar por las acciones del gobierno), en los años setenta, durante el “golpe” al diario Excelsior, cuando el poeta renunció a su puesto como editor de Plural, la revista que dirigía y que dependía del diario… Una de las secciones más originales del libro de Stavans está dedicada al trabajo de Paz como editor de revistas literarias. Al regresar a México en los años setenta, después de un largo y heterodoxo peregrinaje intelectual, Paz fundó Plural, que se publicó hasta el golpe de Excélsior en 1976, y Vuelta, una continuación –aunque esta vez con financiamiento privado– del proyecto Plural. Vuelta se convirtió en la revista literaria más influyente del mundo hispanohablante y siguió publicándose hasta unos meses después de la muerte de Paz en 1998. Resulta sumamente difícil resumir y analizar el proyecto de una revista literaria que publicó números mensuales durante más de veinte años y Stavans logra hacerlo de manera magistral: en unas cuantas páginas presenta una elegante síntesis del proyecto editorial de Vuelta, un balance de sus muchos aciertos y no pocos tropiezos, y una interesantísima comparación con otras célebres revistas literarias como Les temps modernes, Orígenes y Sur. Vuelta, nos dice Stavans, logró reunir en sus páginas a intelectuales de todo el mundo, amigos de Paz que se congregaban en sus páginas como si lo hicieran en la sala de la casa del poeta. Por ella circularon Juan Goytisolo, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Enrique Krauze y Saúl Yurkievich, pero también pensadores de otras lenguas y otras tradiciones como Daniel Bell, Dore Ashton, Isaiah Berlin, Joseph Brodsky y Leszek Kolakowski. Pero Vuelta también tuvo sus limitaciones y entre éstas Stavans subraya dos: “throughout its history the journal appears to have been uninvolved in local issues and isolated in a self-created bubble” (50) y “it served also as a temple of adoration with Paz on its supreme altar, and as a compass to his intricate, extraordinary mind” (61). Stavans también discute dos de las obras más representativas de Paz: La llama doble, uno de sus últimos libros, dedicado a la que fuera una de las obsesiones del poeta (la relación entre amor, erotismo y poesía) y el estudio monumental sobre Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Sobre el primero, Stavans ofrece la siguiente apreciación: “He simply does what he always did best: he uses his poetic voice to engage us in a rendezvous of ideas, all of which makes the volume a synthesis of sorts” (68); del segundo libro nos dice que es “a mystifying game of mirrors: a contemporary poet looking into the past to explain his own intellectual journey” (62-3). Stavans también discute la labor de Paz como traductor de poesía, sus famosas polémicas con Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y otros intelectuales, y señala un hecho curioso que ha pasado casi totalmente inadvertido: la falta de interés que Paz, un intelectual tan cosmopolita y multifacético, mostró por la literatura y los temas judíos. Hay un tema de la obra de Paz que merece un análisis más detallado: la poesía. Stavans reconoce que prefiere la prosa de Paz y que su poesía le parece demasiado abstracta, 1040 RESEÑAS demasiado distanciada de la realidad. Aunque se trata de un juicio válido sobre la poesía más surrealista de Paz, hay poemas fascinantes sobre el lenguaje, sobre el erotismo y sobre la relación de la palabra con el acto erótico que no encajan dentro de este juicio y que hubieran merecido un examen más cuidadoso. Stavans escribe sobre todos estos temas con gran entusiasmo y fluidez: esta pasión se debe a que él mismo es un escritor que se identifica con Octavio Paz. Así como Paz se encontró a sí mismo en Sor Juana, Stavans encuentra en Paz un modelo de escritura y un ejemplo de vida intelectual. Su libro cierra con una imagen que demuestra esta admiración: “I emulate him vigorously,” escribe Stavans refiriéndose a Paz, “even when I don’t write about him he looks over my shoulder” (83). Esta apreciación es emblemática de los sentimientos de toda una generación: para muchos escritores jóvenes mexicanos, Octavio Paz se ha transformado no solamente en fuente de inspiración sino también en un superyó literario. Princeton University RUBÉN GALLO PAULETTE SILVA BEAUREGARD. De médicos, idilios y otras historias: relatos sentimentales y diagnósticos de fin de siglo. Santafé de Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2000. A lo largo del siglo XIX, en el espacio de la escritura se fueron plasmando diferentes construcciones alrededor de cierta identidad nacional y, de algún modo, se fue dibujando una comunidad imaginada que trazaba maneras de exponer el cuerpo; es decir, los comportamientos específicos que garantizaban o impedían “pertenecer” a la nación. Hay muchos modos de acercarse a los textos pero, sin duda, las miradas más recientes se cuelan entre los pliegues de la escritura misma para vislumbrar cómo las narraciones, además de proyectar una visión racionalmente homogeneizada de la nación –con una supuesta lengua, raza y tradiciones en común–, intentaban amoldar los deseos, modales, gestos, actitudes, que prácticamente se debían sentir para identificarse con el imaginado “cuerpo” nacional. En De médicos, idilios y otras historias: relatos sentimentales y diagnósticos de fin de siglo (1880-1910), Silva Beauregard examina el papel de la novela venezolana en la construcción del espacio de la intimidad y de la cultura sentimental de finales del siglo XIX y principios del XX y analiza diferentes representaciones culturales que se pueden asociar con la sensibilidad, la privacidad y la exaltación de los sentimientos (siguiendo la línea de Peter Brooks, Nancy Armstrong y Peter Gay, entre otros). El libro de Silva Beauregard aparece –en esta su primera edición– con un encuadre de lujo poco común en este tipo de trabajos; lujo que se le otorga por ser ganador del Premio de Pensamiento Latinoamericano Convenio Andrés Bello (2000). El formato del libro podría hacerlo pasar fácilmente por un libro de “decoración”: es grande (incómodo de transportar y hasta de leer), de tapa dura, está lleno de imágenes (unas en blanco y negro y otras a color); sin embargo, no se trata –como lo señala Beatriz González Stephan en el prólogo del libro– sólo de un libro ilustrado, pues las imágenes funcionan como “otro