The Pharmaceutical Letter - Diaz

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The Pharmaceutical Letter
Lib. IX; nº 10
1 de Junio de 2007
Periodicidad quincenal
CARCINOMA DE LAS CÉLULAS RENALES
1. INTRODUCCIÓN:
El cáncer renal supone alrededor de 3% de las neoplasias en adultos y se producen en una relación hombre/mujer de
aproximadamente 2:1. En España se observa una incidencia de 4,1 a 4,5 /100.000 habitantes. Aunque la mayoría de los
casos de carcinoma renal se producen en las personas con una edad comprendida entre 50-70 años, también se ha
observado en niños de 6 años, mejor conocido como tumor de Wilms. En los hombres, el cáncer de riñón es el séptimo
tipo más frecuente de cáncer y la décima causa más común de muerte por cáncer. La tasa de supervivencia relativa a
cinco años es de aproximadamente el 66%. Tanto en Estados Unidos como en Europa se ha observado un aumento de
incidencia en los últimos años (2% por año), en parte debido al empleo de mejores técnicas diagnósticas como la
ecografía, la tomografía axial computarizada y la resonancia magnética, y aproximadamente el 25% de los pacientes
presentan enfermedad avanzada (fase IV) en el momento del diagnóstico. El manejo del CCR metastásico con
quimioterapia estándar y radioterapia ha producido resultados decepcionantes con tasas de respuesta alrededor del 7% y
mejora de la supervivencia muy limitada.
El 80% de los casos de cáncer renal se asientan en el parénquima y son carcinomas, mientras que el resto se localiza en
la pelvis renal. En esta revisión nos vamos a centrar en el carcinoma de células renales (CCR) por ser el más frecuente
y el que más preocupación científica está despertando por su difícil abordaje y la baja tasa de supervivencia.
2. ETIOLOGÍA:
Se han estudiado varios factores ambientales, hormonales, celulares y genéticos como posibles factores causales en el
desarrollo del carcinoma renal. En los estudios de riesgo de sufrir carcinoma renal se han encontrado los siguientes
factores:
■ Tabaco. Fumar supone un factor de riesgo específico, doblando el riesgo y dando lugar una tercera parte de este tipo
de cáncer. Se ha observado una respuesta significativa a la dosis en ambos sexos por el consumo de cigarrillos por
paquete y año. Se estima que provoca aproximadamente el 30% de los casos de CCR en los hombres y aproximadamente
el 25% en las mujeres.
Obesidad. Afecta especialmente a las mujeres, viéndose que el aumento de peso tiene un efecto lineal con el aumento
del riesgo.
■
■
Suponen un riesgo aumentado de sufrir CCR las siguientes situaciones:
1) Abuso de analgésicos, especialmente aquellos que contienen fenacetina.
2) La enfermedad renal en fase terminal cuando desarrolla enfermedad quística adquirida en el riñón.
3) Los pacientes que han estado en diálisis por largo tiempo que desarrollan quistes renales tienen un riesgo aumentado
de hasta 30 veces.
4) Esclerosis tuberosa. Los pacientes que tienen esta enfermedad son más propensos a padecer cáncer de células renales.
5) El transplante renal asociado a inmunosupresores supone un riesgo aumentado de 80 veces.
6) Predisposición genética, el caso más frecuente es la enfermedad de Von Hippel-Lindau.
■
Otros factores asociados al desarrollo de CCR son:
1) Hipertensión y su tratamiento: Los pacientes que tienen exceso de peso e hipertensión arterial presentan un riesgo de
cáncer de riñón tres veces mayor que aquellos pacientes sin exceso de peso y con presión arterial normal. El tratamiento
con diuréticos se ha relacionado con el cáncer de riñón.
2) Terapia estrogénica
3) La exposición laboral (metalurgia, pintores y bomberos) a algunas sustancias nocivas como: petróleo o derivados,
metales pesados (el cadmio puede aumentar el efecto cancerígeno del tabaco), disolventes, emisiones de carbón o
asbesto.
3. FISIOPATOLOGÍA:
Durante varios años se pensó que el carcinoma renal se originaba en los residuos adrenales, dentro del riñón; los análisis
inmunohistológicos y ultraestructurales han demostrado que el epitelio del túbulo renal proximal es el verdadero tejido
de origen. Los tumores renales tienden a ser esféricos, con diámetro medio de 7cm; sin embargo, a menudo pueden
crecer hasta llenar por completo el retroperitoneo. Aunque el carcinoma renal tiende a aparecer en la corteza renal, este
puede originarse en el interior del riñón. No posee cápsula propia, pero frecuentemente se constituye una pseudocápsula
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compuesta por parénquima renal comprimido, tejido fibroso e infiltrado inflamatorio. Las calcificaciones intratumorales
son características de este tumor. La hemorragia y la necrosis pueden estar presentes, y se encuentran frecuentemente
grandes áreas de esclerosis y fibrosis dentro del tumor. Los quistes llenos de líquido, solos o múltiples pueden ser vistos
dentro del tumor.
El carcinoma renal puede producirse en tipos celulares diferentes: la variante de célula clara, la de célula granular y la
variante fusiforme o sarcomatoide. Los carcinomas de célula clara contienen células teñidas ligeramente con un
citoplasma vacuolado que contiene sustancias parecidas al colesterol, lípidos neutros, fosfolípidos y glicógeno. Los
carcinomas de célula granular contienen células que tienen una base con apariencia de vidrio, un citoplasma eosinofílico
teñido con mitocondrias abundantes. En el carcinoma de célula sarcomatoide existen células fusiformes parecidas a los
fibroblastos, rabdomioblastos, lipoblastos, o células mesenquimales pleomórficas. La mayoría de tumores son una
mezcla entre célula clara y granulosa, la variante sarcomatoide sólo se da entre 1-6% de los casos. Algunos estudios
hablan de mejor pronóstico con carcinomas de célula clara respecto a los de célula mixta o granulares.
El carcinoma renal se produce tanto de forma esporádica como hereditaria y en ambos casos está asociado a una
alteración en el brazo corto del cromosoma 3(3p). Los estudios genéticos de familias de alto riesgo de desarrollar un
cáncer renal han llevado a la clonación de genes cuyo resultado ha sido la formación de un tumor. Estos genes están
asociados a supresores tumorales (VHL,TSC) o a oncogenes (MET). Al menos existen 3 síndromes hereditarios
relacionados con el cáncer renal:
1) Síndrome de Von Hippel-Lindau (VHL): se trata de una enfermedad autosómica dominante familiar que confiere
cierta predisposición a sufrir múltiples variedades de neoplasias en distintos órganos, incluyendo los riñones, el cerebro
(hemangioblastomas), la espina dorsal, los ojos (angiomas retinianos), las glándulas adrenales, el páncreas (quistes y
tumores en los islotes), el oído interno y el epidídimo (cistadenomas). El carcinoma de células renales se desarrolla en
un 40% de los pacientes con VHL, y mayoritariamente se trata de CCR de célula clara y quistes, siendo la principal causa
de muerte entre este grupo de pacientes. El gen que se asocia a la transmisión se ha localizado en la región 3p26 y es un
gen supresor. Las dos copias del gen se encuentran inactivadas en los pacientes con síndrome de Von Hippel-Lindau
(VHL). Las delecciones en 3p son comunes en carcinoma renal asociado a esta enfermedad. Un alto porcentaje de
tumores y líneas celulares de pacientes con CCR claras esporádico presentan mutaciones en el gen de VHL. Estas
mutaciones son causadas por la acumulación de factores que inducen hipoxia y estimulan la angiogénesis por medio del
factor de crecimiento del endotelio vascular y de su receptor (VEGF y VEGFR, respectivamente). Ambos se han
convertido en nuevas dianas terapéuticas.
2) El Carcinoma renal papilar hereditario (HPRC): Es una forma de cáncer renal hereditario que se trasmite de forma
autosómica dominante, y que los individuos afectados desarrollan un carcinoma renal bilateral multifocal. Este trastorno
no está unido a marcadores polimórficos en el cromosoma 3p, no existe heterozigosidad en el lugar 3p en estos tumores
renales, y han sido detectadas mutaciones en la línea germinal del dominio tyrosinkinasa del gen MET.
3) Oncocitoma familiar renal (FRO) asociado al síndrome Birt-Hogg-Dube (BHDS): Los individuos afectados por el
FRO pueden desarrollar un oncocitoma bilateral multifocal en el riñón. BHDS es un síndrome hereditario cutáneo, los
pacientes que lo sufren tienen una predisposición hereditaria dominante a desarrollar tumores benignos del folículo
piloso (fibrofoliculomas), sobretodo en la cara, cuello y la parte alta del tronco. Estos pacientes tienen un elevado riesgo
de formar tumores renales, pólipos o tumores en el colon y quistes pulmonares.
4. CLÍNICA:
El carcinoma renal puede permanecer clínicamente oculto en la mayoría de su curso. La triada clásica de dolor
abdominal, hematuria y masa en el costado es poco común (10%) y es indicativo de enfermedad avanzada. Entre un 2530% de los pacientes permanecen asintomáticos y su carcinoma se detecta por un estudio radiológico casual. Un número
considerable de pacientes presentan síntomas sistémicos de la enfermedad entre los que cabe destacar: anemia
hipocrómica (debida a hematuria o hemólisis, ha sido observada en el 29 al 88% de los pacientes); fiebre (20%);
caquexia, fatiga y pérdida de peso, en 33%; hipertensión (20%); amiloidosis secundaria (3-5%); sudoración nocturna,
malestar y varicocele (2% de los hombres).
El CCR es un tumor con elevada incidencia de síndromes paraneoplásicos (provocados por el propio tumor) como
hipercalcemia, eritrocitosis y disfunción hepática no metastásica (síndrome Stauffer). La hipercalcemia asociada a
procesos malignos se debe a la producción por parte del tejido tumoral de una proteína relacionada con la parathormona
(PTHrP) capaz de inducir efectos paracrinos o endocrinos, tales como reabsorción del hueso o hipercalcemia. La
eritrocitosis es provocada por una fuerte señal para la producción de eritropoietina, este hecho fue observado al analizar
el tejido tumoral de 3 pacientes dónde se demostró que las células malignas eran capaces de producir constitutivamente
eritropoietina, con niveles elevados de fibrinógeno en plasma. Con estos hallazgos los investigadores Silva y cols.
postularon una posible relación de éstos con la fase tumoral, la actividad de la enfermedad y la respuesta terapéutica. La
disfibroginemia adquirida se da también en asociación con el carcinoma renal y puede ser un marcador sensible en
plasma de la enfermedad y la progresión del tumor. La disfunción hepática no metastásica es un síndrome reversible
asociado al carcinoma renal, que tiende a producirse asociado a fiebre, fatiga y pérdida de peso y que se resuelve cuando
el tumor primario es extirpado. La presencia de este síndrome se asocia a un mal pronóstico a largo plazo (7% de los
pacientes), pero el funcionamiento hepático anormal se observa hasta en el 40% de los pacientes con CCR.
Los niveles de renina están a menudo elevados en estos pacientes, pero tienden a volver a la normalidad después de la
extirpación del riñón. Algunos estudios inmunocistoquímicos indican que el carcinoma renal puede producir renina,
inducida por compresión del tejido adyacente o producción del propio tumor, aunque parece ser biológicamente inactiva.
El tumor crece de forma local, invadiendo las estructuras renales y los tejidos de alrededor, y tiene una diseminación a
distancia, por vía hemática, los órganos más afectados son: los pulmones (75%), tejidos blandos (36%), huesos (20%),
hígado (18%), tejido cutáneo (8%) y sistema nervioso central (8%). Aproximadamente el 30% de los pacientes con CCR
presenta enfermedad metastásica en el momento del diagnóstico y otro 50% son portadores de micrometástasis que se
manifestarán, en un intervalo de tiempo variable, de forma metacrónica tras la nefrectomía radical. El 25% de los casos
con CCR detectados se encuentran en estado localmente avanzado y un 45%, con enfermedad localizada.
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5. DIAGNÓSTICO:
Para diagnosticar el cáncer de riñón, el médico realizará un examen físico y una palpación del abdomen del paciente y
de otras zonas del cuerpo para controlar la presencia de masas.
A) Pruebas analíticas:
■ Estudio inicial incluye: análisis de orina, hemograma completo diferencial, electrolitos y perfil renal. Detección
síndromes paraneoplásicos.
■ Control de función hepática.
■ Velocidad de sedimentación eritrocitaria.
■ Tiempo de protrombina.
■ Tiempo de tromboplastina parcial activada.
■ Otras pruebas adecuadas según síntomas.
B) Estudios de imagen: A menudo es difícil determinar si la masa de una lesión renal ocupante de espacio es benigna o
maligna. Las pruebas incluidas para el diagnóstico y valoración del estadio del tumor, son las siguientes:
Urografía excretora: No se suele usar para la evaluación inicial de las lesiones renales debido a su baja especificidad
y sensibilidad, ya que se obtiene urograma excretor normal en presencia de tumores pequeños o medianos. Esta técnica
proporciona información importante sobre la localización y funcionamiento del riñón contralateral, y es particularmente
útil cuando se está considerando la cirugía.
■
■ Ultrasonografía: El examen por ultrasonidos proporciona una información excelente sobre el estadio tumoral y el
diagnóstico, y puede proporcionar un detalle anatómico preciso de la extensión extrarrenal del tumor, la afectación
adrenal, la afectación de los ganglios linfáticos y la infiltración de las vísceras adyacentes. También puede ayudar a la
detección y delimitación de la afectación de la vena renal o de la vena cava inferior. Frecuentemente se utiliza para
evaluar lesiones quísticas renales en caso de que la tomografía computerizada no haya sido concluyente.
■ Tomografia computerizada (TC): La TC potenciada con contraste se ha convertido en la técnica de imagen de
elección para el diagnóstico y estadio del CCR, desplazando la urografía y la ultrasonografía. En la mayoría de casos
permite diferenciar masas quísticas de masas sólidas y dar información adicional sobre la afectación a nivel de los
nódulos linfáticos, vena renal y vena cava inferior.
Arteriografía renal: Actualmente se utiliza cuando se sospecha de una afectación de vena cava inferior aunque es
preferible la resonancia magnética por imagen (MRI). Es importante para valorar la situación vascular del paciente antes
de cualquier intervención.
■
Tomografía por emisión de positrones (PET): Aunque sigue siendo controvertido su uso para determinar la presencia
de un cáncer renal primario. Se recomienda como prueba complementaria por su sensibilidad para detectar lesiones
metastásicas.
■
■
El escáner óseo se recomienda en los pacientes que presenten síntomas óseos con elevación de la fosfatasa alcalina.
C) Estadio tumoral:
El sistema para determinar el estadio tumoral utilizado actualmente por la mayoría de médicos es la modificación de
Robson del sistema Flocks y Kadesky. La clasificación de Robson es la siguiente:
- Fase I: carcinoma renal confinado al riñón.
- Fase II: el carcinoma se extiende a través de la cápsula renal, pero esta confinado a la fascia de Gerota.
- Fase III: el carcinoma afecta la vena renal o vena cava inferior (IIIA), a los ganglios linfáticos (IIIB) o a ambos (IIIC).
- Fase IV: el carcinoma invade vísceras adyacentes o distantes, metástasis.
Este sistema aunque es ampliamente utilizado presenta como desventaja que combina fases que pueden tener pronósticos
distintos en la supervivencia. La afectación cabal de la vena renal inferior (IIIA) está en la misma fase que la metástasis
local del ganglio linfático (IIIB). Aunque los pacientes con un CCR en fase IIIB tienen unos índices de supervivencia
bastante reducidos, el pronóstico de los pacientes en fase IIIA no es marcadamente diferente del de los pacientes con
CCR en fase I o II. Los pacientes que tienen una enfermedad que afecta a vena cava inferior a menudo tienen un tumor
localmente avanzado o micrometastásico. Sin embargo los pacientes que no tienen evidencia de enfermedad metastásica
y que sufren una escisión quirúrgica completa pueden esperar una supervivencia razonable de 5 años.
La clasificación tumoral de los nódulos y de las metástasis (TNM) aprobada por el Comité Estadounidense Conjunto
sobre el Cáncer (AJCC, en inglés) es un método más seguro para la clasificación de la afectación del tumor.
Clasificación TNM de riñón:
Tumor Primario
TX No se satisfacen los requisitos mínimos
TO No hay evidencia de tumor primario
T1 Tumor pequeño (=7cm), mínima deformación; neovascularización y parénquima normal
T1a: Tumor de 4 cm o menos en su mayor dimensión, y limitado al riñón
T1b: Tumor mayor de 4 cm pero menos de 7 cm o menos en su mayor dimensión, y limitado al riñón
T2 Tumor grande (> 7cm) con deformación del riñón o sistema de recogida
T3 El tumor se extiende a las venas principales o invade la glándula suprarrenal o los tejidos perinéfricos, pero no más
allá de la fascia de Gerota
T3a El tumor invade directamente la glándula suprarrenal o la grasa perirrenal o la de los senos renales pero no más allá
de la fascia de Gerota
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T3b El tumor se extiende macroscópicamente a la vena renal, o sus ramas segmentales (como las que contienen
músculos) o se extiende a la vena cava debajo del diafragma
T3c El tumor se extiende macroscópicamente a la vena cava arriba del diafragma o invade la pared de la vena cava
T4 El tumor invade más allá de la fascia de Gerota)
Afectación del Ganglio (N): Los ganglios regionales son los ganglios paraaórtico y paracavo; los ganglios linfáticos
yuxtarregionales son los pélvicos y mediastínicos.
NX
N0
N1
N2
N3
N4
No satisface los requerimientos mínimos.
No hay evidencia de afectación de los ganglios regionales.
Afectación nodal regional homolateral única.
Afectación múltiple de los ganglios regionales contralaterales o bilaterales.
Ganglios regionales fijos (evaluables sólo en la exploración quirúrgica).
Afectación de los ganglios yuxtarregionales.
Metástasis distante (M):
MX No determinado.
M0 Metástasis distante no reconocida.
M1 Metástasis distantes en lugares específicos
Invasión del sistema venoso: El CCR invade el sistema venoso en el 4% al 9% de los casos al momento del diagnóstico.
La supervivencia es mayor cuando el CCR invade la vena renal que cuando invade la vena cava y en ambos casos, hay
una mayor supervivencia cuando el trombo tumoral no supera el nivel del diafragma, lo que ha establecido que el estadio
T3 sea dividido en T3b y T3c.
Invasión de la glándula suprarrenal: La invasión de la glándula suprarrenal es infrecuente en el CCR cuando ocurre
se la incluye en el estadio T3a que son los tumores renales que se extienden a la grasa perirrenal pero no atraviesan la
fascia de Gerota. La supervivencia de los pacientes con este estadio es del 45% a los 5 años. Hasta la fecha no se han
hecho estudios comparando el valor pronóstico del estadio T3 con invasión de la glándula suprarrenal versus la invasión
de las grandes venas.
Compromiso linfático: El riesgo global de las metástasis en los ganglios linfáticos (GL) por parte de un CCR, es del
20% y la supervivencia a los 5 años oscila entre el 11% y el 35%. El riesgo de metástasis de GL depende del estadio y
del tamaño del tumor y de la invasión de las grandes venas. En los pacientes con CCR localizado, el riesgo de metástasis
en los GL es inferior al 10%.
Los pacientes con metástasis en GL tienen una mala respuesta a la inmunoterapia, pero cuando se efectúa una
linfadenectomía adecuada la respuesta es sensiblemente mejor.
6. TRATAMIENTO:
El 50% de los pacientes con CCR son curados en los estadios iniciales de la enfermedad, pero los resultados en estadios
avanzados (fase IV) son muy precarios. La probabilidad de curación está directamente relacionada con la fase de la
enfermedad y el grado de diseminación, así se puede decir que es curable en estadios tempranos. Algunos pacientes
seleccionados responden a inmunoterapia pero para muchos pacientes con enfermedad avanzada el tratamiento es
básicamente paliativo. Por lo tanto, cuando sea posible conviene considerar a todos los pacientes recién diagnosticados
con cáncer de células renales como candidatos idóneos para los ensayos clínicos.
Las opciones de tratamiento para CCR son cirugía, radioterapia, quimioterapia, terapia hormonal, inmunoterapia o una
combinación de éstas. Siempre se valoran las distintas opciones de manera individualizada y de acuerdo con el paciente
o familiares.
Tratamiento Quirúrgico:
El procedimiento normal actualmente para el tratamiento del CCR localizado es la nefrectomía radical. La nefrectomía
radical incluye la extirpación completa del fascia de Gerota y su contenido, incluyendo el riñón y la glándula adrenal,
y proporciona un mejor margen quirúrgico que la simple extirpación del riñón. Existen varios métodos quirúrgicos para
extirpar el CCR, los más comunes son: el acceso transperitoneal anterior, el acceso lateral y el acceso troncoabdominal.
La elección del método quirúrgico depende de la localización y tamaño del tumor en el cuerpo del paciente. El tipo de
escisión es elegido con el fin de asegurarse de que el tumor pueda ser extirpado con seguridad. Entre un 20-30% de los
pacientes con CCR localizado desarrollan enfermedad metastásica después de la nefrectomía. Algunos cirujanos son
partidarios de no extirpar la glándula adrenal debido a la baja probabilidad de metástasis adrenales y la morbilidad
asociada a la adrenalectomía. En ausencia de metástasis distales con tumores invasivos y localmente extendidos a
estructuras adyacentes como intestinos, bazo, o músculo del psoras podría ser necesaria la extirpación en bloque durante
la nefrectomía radical.
La linfodenectomía regional a menudo se efectúa en el momento de la nefrectomía radical, aunque su papel en la
prolongación de la supervivencia no ha sido demostrado. En la linfadenectomía regional se extirpa el tejido nodal
ipsilateral del diafragma a la bifurcación de la aorta, así como el tejido nodal en la región interaortocava en el hilio del
riñón. Los partidarios de la linfadenectomía la justifican debido a que el índice de supervivencia a los 5 años de pacientes
con CCR N+ es bastante reducido, y no se conoce una terapia eficaz para el carcinoma renal metastásico.
■
■ Aproximadamente el 5% de los pacientes con CCR sufren afectación de la vena cava inferior. La invasión del tumor
hacia la vena renal y cava suele suceder a causa de la buena vascularización del tumor cubierto con la propia capa íntima.
Cuando existe afectación de la vena renal, ésta puede ser ligada de forma distal al trombo del tumor. Si el tumor se ha
extendido hacia la vena cava, puede ser necesario hacer una resección parcial de la vena cava. Si el tumor ha crecido en
la pared lateral de la vena cava o si la afectación es demasiado extensa puede ser reseccionada una parte de la misma.
A pesar de realizar cirugías agresivas el pronóstico en este grupo de pacientes es bastante pobre.
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■ La nefrectomía paliativa debería ser considerada en pacientes con CCR metastásico (CCRM) para aligerar los
síntomas como dolor, hemorragia, malestar, hipercalcemia, eritrocitosis, o hipertensión. Varios estudios randomizados
han demostrado una mejora en la supervivencia global en estos pacientes sometidos a nefrectomía seguida de interferón
o IL-2. Algunos casos clínicos documentados han mostrado la regresión del CCRM después de la retirada del tumor
primario.
En los pacientes con neoplasmas bilaterales en estadio I (concurrentes o posteriores), la nefrectomía bilateral parcial
o la nefrectomía unilateral parcial con nefrectomía contralateral radical, cuando sea técnicamente factible puede ser una
opción preferible a la nefrectomía bilateral con diálisis o trasplante.
■
■ Cada vez hay más ensayos que indican que la nefrectomía parcial es curativa en casos seleccionados, siendo necesario
que un patólogo analice la muestra macroscópica y la sección congelada del margen parenquimal de la escisión.
Radioterapia:
La radioterapia coadyuvante a la cirugía ha sido muy discutida por no haber demostrado un claro beneficio en los
dos ensayos aleatorizados realizados. Parece ser que los pacientes que podrían ser buenos candidatos para radioterapia
postoperatoria serían aquellos pacientes con una evidencia patológica de invasión profunda de la fascia de Gerota, los
órganos adyacentes o los ganglios linfáticos regionales, y no tienen una enfermedad metastásica conocida. En los
pacientes que no son candidatos para la cirugía, la radioterapia de haz externo (EBRT, en inglés) o la embolización
arterial puede ser paliativa.
■
Sobre un 11% de los pacientes desarrollan metástasis cerebrales en el curso de la enfermedad. Aunque el CCR es
radioresistente se ha observado una mejora significativa de la calidad de vida, control localizado, y aumento de la
supervivencia global. En los pacientes con metástasis cerebrales sin tratamiento, la supervivencia se reduce a un mes y
ésta mejora con corticoterapia y irradiación cerebral. La radiocirugía estereostática es un avance reciente diseñado para
optimizar la dosis de radioterapia que se aplica a una zona específica sin dañar el tejido cercano. La ablación por
radiofrecuencia se utiliza para tumores de pequeño tamaño (diámetro de 3cm). La técnica se basa en insertar una aguja
en el tumor para destruirlo por la aplicación de corriente eléctrica. Este procedimiento dura varias horas y requiere una
sedación leve y anestesia local.
■
Quimioterapia: El CCR es refractario a la mayoría de agentes citostáticos debido a la producción de la glicoproteína–p
que se expresa tanto en los túbulos proximales de riñones sanos como en los casos de CCR en concentraciones elevadas
dando lugar a un patrón de multiresistencia. Esta proteína parece ser la responsable de una disminución en los niveles
de fármaco en el interior de las células tumorales mediante un mecanismo de transporte dependiente de ATP. Existen
algunos fármacos, como los bloqueadores de canales de calcio, capaces de interferir en la actividad de la glicoproteínap disminuyendo la resistencia a vinblastina y a las antraciclinas en líneas celulares humanas de CCR.
■
Se han usado para el tratamiento CCR los siguientes citostáticos: Floxuridina, 5-FU, vinblastina, paclitaxel,
carboplatino, ifosfamida, gemcitabina y antraciclinas pero ninguno ha mostrado unas tasas de respuestas que justifiquen
su uso como agente único. Los más ampliamente utilizados han sido la vinblastina y la floxuridina, pero en los estudios
más recientes no han alcanzado respuestas suficientemente significativas. El 5-Fu sólo obtuvo un ratio de respuesta del
10% pero combinado con interferón alcanzó una tasa de respuesta de hasta el 19% reflejado en algunos estudios.
Un estudio fase II reciente con pauta de gemcitabina endovenosa semanal 600mg/m2 en los días 1, 8 y 15 con infusión
continua de 5-FU dosis 150mg/m2/día durante 21días en ciclos de 28 días en pacientes con CCR metastásico produjo un
tasa de respuesta parcial de 17%. El 80% de los pacientes tenían múltiples metástasis y el 83% habían recibido
tratamientos previos. La supervivencia media libre de progresión fue de 28.7 semanas, significativamente más larga que
los controles históricos.
■
Inmunoterapia: A diferencia de la mayoría de los cánceres, el cáncer avanzado de riñón no responde satisfactoriamente
a la quimioterapia, pero sí a la inmunoterapia, por lo que resulta una buena alternativa de tratamiento. La inmunoterapia
está diseñada para reforzar el sistema inmunológico del organismo. El uso de estos agentes se ha basado en la
observación de la existencia de recaídas tardías tras la nefrectomía, así como de estabilizaciones prolongadas de la
enfermedad en ausencia de tratamientos sistémicos, y de remisiones ocasionales, sugiriendo la existencia potencial de
mecanismos inmunitarios en la regulación del crecimiento celular en este tipo tumoral. En las dos últimas décadas la
inmunoterapia sola o en combinación se ha convertido en el tratamiento estándar para el CCRM.
Interferón (INF): Es un glicopéptido natural con actividad antiviral, antiproliferativa e inmunomoduladora. Los
interferones tienen actividad directa in vitro sobre CCR, estimulando las células mononucleares y potenciando la
expresión de las moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad. Los estudios preclínicos han demostrado
sinergia entre interferones y antineoplásicos pero en varios estudios prospectivos randomizados se ha observado que las
combinaciones no parecen suponer mayor beneficio que la monoterapia. Diferentes tipos de interferones han sido usados
sin apreciar diferencias en la eficacia. El interferón parece actuar por alteración de las proteínas superficiales de las
células cancerosas y por retardo de su crecimiento. La tasa de respuesta con INF-α descrita en una revisión de 1042
pacientes se sitúa en el 12%. El tiempo medio desde el inicio del tratamiento y la respuesta es de 3-4 meses. El tiempo
medio hasta la progresión es de 4-5 meses. La duración de la respuesta es de 6-10 meses, aunque en ocasiones se han
documentado respuestas de hasta dos años de duración.
Motzer y cols. establecieron una serie de factores pronósticos para la supervivencia, analizando 463 pacientes tratados
con interferón alfa como primera línea en seis ensayos prospectivos realizados en el Memorial Sloan Kettering Cancer
Center. Los factores pronósticos que predecían una supervivencia corta fueron los siguientes: Estado general malo
determinado por un índice de Karnofsky inferior al 80%; Valor elevado de la LDH; Cifra baja de hemoglobina;
Concentraciones de calcio corregido elevados; tiempo de diagnóstico inicial al principio de tratamiento con interferón
inferior a un año. Los pacientes se agruparon en tres grupos pronósticos según tuvieran ningún factor (buen pronóstico),
entre uno y dos factores (pronóstico intermedio), o más de dos factores (mal pronóstico). El tiempo medio de
supervivencia fue de 30 meses en los pacientes con buen pronóstico, 14 meses en aquéllos con pronóstico intermedio y
5 meses en los de mal pronóstico. Esta clasificación debe utilizarse en la actualidad para estratificar a los pacientes con
CCRM según estos criterios de riesgo a la hora de comparar tratamientos de primera línea con el INF-α en los ensayos
de fase III. Se está generalizando su aplicación para establecer la predicción de la supervivencia en este grupo de
pacientes.
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Interleuquina-2 (IL-2): Actúa como factor de crecimiento de las células T y las células NK favoreciendo la destrucción
de las células tumorales. En el estudio inicial realizado por el Instituto Nacional del Cáncer se observó que el tratamiento
combinado de dosis altas de IL-2 con células asesinas activadas por linfoquinas (LAK) producía tasas de respuesta
objetiva del 33%. En un estudio multicéntrico posterior, el ratio de respuesta fue del 16%. Estudios posteriores también
han demostrado que la adición de las células LAK no da lugar a mayor beneficio terapéutico pudiendo ser eliminadas
del esquema de tratamiento. El régimen de altas dosis basado en 600,000-720,000IU/kg/8h durante 14 días alcanzó
respuestas del 19% con un 5% de respuestas completas. La mayoría de respuestas fueron duraderas, con una media de
duración de 20 meses. El 80% de los pacientes que alcanzaron una respuesta completa con la terapia con IL-2
sobrevivieron hasta 10 años. La recomendación general para el tratamiento con dosis altas es mantener el tratamiento
para alcanzar la máxima respuesta hasta 6 ciclos o efectos tóxicos no tolerables. El tratamiento debería abandonarse si
después de 2 ciclos no ha habido regresión del tumor. Los efectos tóxicos asociados a la administración de IL-2 a dosis
altas están relacionados sobretodo con un aumento de la permeabilidad vascular y la secreción de ciertas citoquinas (IL1, INF-α, TNF y NO). El manejo de los efectos tóxicos y su monitorización puede requerir ingreso en UCI del paciente.
El efecto más grave es el síndrome sepsis-like que supone una caída de la resistencia vascular y del volumen
intravascular por extravasación capilar, asociados a fatiga, hipotensión, escalofríos y fiebre. Este tratamiento está
contraindicado en pacientes con riesgo cardíaco, insuficiencia renal y disfunción pulmonar debido al elevado riesgo de
entrar en shock y muerte.
El tratamiento combinado de IL-2 e INF-α u otros citostáticos como 5-FU no ha demostrado mayor eficacia que el
tratamiento de IL-2 a altas dosis sólo.
Se han estudiado los factores que pueden estar asociados a una mayor probabilidad de respuesta al tratamiento con IL2 a altas dosis, entre los cuales figuran: buen estado general, histología de células claras e inexistencia de tratamiento
previo con inmunoterapia. Los pacientes con histología distinta al carcinoma clásico de células claras no se benefician
del tratamiento con IL-2. Un marcador molecular de reciente descubrimiento con valor predictivo de respuesta al
tratamiento con IL-2 es la anihidrasa carbónica IX (CA-IX o G250) enzima cuya expresión está aumentada en la mayoría
de células claras del CCR. La anhidrasa carbónica regula el pH intra y extracelular en las células tumorales durante
períodos de hipoxia. Se ha observado que la detección por inmunoensayo de la presencia de este enzima tiene relación
directa con el pronóstico y la respuesta a IL-2. Se fijó que la detección de CA-IX en un 85% del tejido tumoral como
punto de corte por debajo del cual el pronóstico era peor y la respuesta al tratamiento menor, especialmente en pacientes
con CCRM. También se observó que la respuesta completa a la inmunoterapia con IL-2 se lograba en pacientes con un
punto de corte > 85%.
Tratamiento farmacológico:
Inhibidores de la multiquinasa: Los receptores con actividad de tirosina quinasa parecen tener un papel prominente en
la malignificación, crecimiento y metástasis de los CCR, frecuentemente a través de la inactivación del gen VHL. El VHL
es un gen supresor tumoral que codifica una proteína reguladora de la transcripción del VEGFR, del PDGFR, así como
de los receptores de otras proteínas inducibles mediante hipoxia. La inactivación parcial o completa del gen VHL
conduce a la sobreexpresión de los mencionados ligandos, que inducen la angiogénesis tumoral y la actividad autocrina
de las células implicadas.
Sorafenib (Nexevara®): Aprobado en julio de 2006 por la EMEA, se trata de un inhibidor de la multiquinasa
disponible en forma oral (cRAF, bRAF, KIT FLT-3, VEGFR-2, VEGFR-3 y PDGFR-ß), está aprobado para el
tratamiento de pacientes con carcinoma avanzado de células renales que han fracasado a la inmunoterapia o ésta es
inadecuada. El principal estudio disponible es un amplio ensayo clínico realizado sobre 903 pacientes con cáncer de
células claras renales, histológicamente confirmado, no resecable y/o metastático, tratados anteriormente (hasta ocho
meses antes) con interferón alfa y/o interleuquina-2 u otras terapias antineoplásicas, que no hayan respondido
satisfactoriamente al tratamiento. El estudio fue diseñado como multicéntrico, doble-ciego, controlado frente a placebo,
con asignación aleatoria de los pacientes a los grupos de tratamiento. Los pacientes recibieron sorafenib en dosis de 400
mg/12 h por vía oral, de forma continua. Los resultados mostraron una mediana de supervivencia global de 19,3 meses
en los pacientes tratados con sorafenib y de 15,9 meses con placebo. La mediana del tiempo transcurrido hasta
progresión tumoral o muerte del paciente fue de 5,5 meses (168 días) con sorafenib, frente a 2,8 meses (84 días) con
placebo, aunque esta diferencia no alcanzó la significación estadística predeterminada.
■
Las tasas de respuesta objetiva fueron del 10% (parcial, más un 0,2% de pacientes con respuesta completa) con
sorafenib, frente a un 2% de respuestas con placebo (todas parciales). Adicionalmente, un 74% de los pacientes con
sorafenib y un 53% con placebo presentaban enfermedad estable, en el momento de la evaluación. No se observaron
diferencias entre los distintos subgrupos analizados (sexo, edad, nefrectomía previa, fase evolutiva tumoral, tipo de
terapia antitumoral previa, tiempo desde el diagnóstico, etc.); en todos ellos, sorafenib mostró una diferencia
estadísticamente significativa frente a placebo.
Desde el punto de vista toxicológico, sorafenib muestra un perfil superponible con el de otros fármacos del grupo de
inhibidores de tirosina quinasas. La incidencia es elevada (más del 80% de los pacientes experimentó algún efecto
adverso en el ensayo clínico comentado, frente a un 50% con placebo). Los más comunes fueron diarrea, erupciones
cutáneas, alopecia y el síndrome palmo-plantar, siendo también muy frecuentes linfopenia, hipofosfatemia, hipertensión,
náuseas, vómitos, fatiga y elevación de los enzimas hepáticos. En lo que se refiere a la incidencia de efectos adversos
graves, ésta fue del 10% con sorafenib, frente a un 4% con placebo.
En el uso de este fármaco es muy importante la monitorización y manejo de la presión arterial, especialmente durante
las primeras 6 semanas de tratamiento junto con la valoración de los parámetros analíticos. La dosis recomendada es de
400mg/12h en ayunas (1hora antes de las comidas o dos horas después). El manejo de los efectos adversos
frecuentemente se consigue con la reducción de la dosis o la interrupción temporal del tratamiento.
Sunitinib (Sutent®): Aprobado en agosto de 2006 por la EMEA para CCR avanzado o metastásico. Se desconoce el
mecanismo de acción exacto. Entre los receptores de tipo tirosina quinasa inhibidos por sunitinib, se encuentran los
PDGFR, VEGFR y muchos otros.
■
Se dispone de dos estudios clínicos de fase 3 para esta indicación. El primero de ellos es multicéntrico y abierto,
realizado sobre 106 pacientes con cáncer de células renales que previamente habían sido tratados infructuosamente con
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citoquinas (INF-α y/o IL-2), o bien no habían tolerado este tratamiento. Los resultados obtenidos en este estudio, según
los investigadores, fueron una tasa de respuesta objetiva en el 35,8% de los pacientes (con un 0,9% respuesta completa)
más un 41,5% de pacientes con enfermedad estable. El valor mediano del tiempo de supervivencia sin progresión en los
pacientes fue 34 semanas y el del tiempo hasta progresión tumoral fue de 37,7 semanas.
El segundo de los ensayos clínicos es un estudio multicéntrico realizado sobre 750 pacientes con cáncer de células
renales no tratados anteriormente. Los pacientes fueron aleatoriamente asignados a recibir sunitinib (50 mg/d, oral,
durante cuatro semanas, seguidas de dos de descanso) o INF-α-2a (9 millones de UI, subcutáneo, tres veces por semana).
Según la evaluación clínica realizada por los investigadores, la tasa de respuesta objetiva en los pacientes tratados con
sunitinib fue del 37% (1% completa y 36% parcial), frente a un 9% (todas parciales) con INF-α. La mediana del tiempo
transcurrido sin progresión tumoral fue de 11 meses con sunitinib y de cuatro con INF-α. El sunitinib mostró una
superioridad estadísticamente significativa frente a INF-α también en todos los subgrupos analizados (nefrectomía
previa, edad, sexo, tiempo desde el diagnóstico, etc.).
Sunitinib presenta un perfil toxicológico importante, dando lugar a reacciones adversas graves en un 20% de los
pacientes aproximadamente, siendo frecuentes la fatiga, las alteraciones gastrointestinales (náuseas, vómitos,
estomatitis, dispepsia, estreñimiento, etc.) y la anorexia. También son comunes anemia, trombocitopenia, neutropenia,
disgeusia, cefalea e hipertensión. Los datos sobre calidad de vida parecen indicar una mejor tolerabilidad del sunitinib
frente al INF-α.
Los últimos estudios nos llevan a plantear tanto Sorafenib como Sunitinib como posibles opciones de primera línea de
tratamiento, respectivamente, para pacientes de bajo riesgo, aúnque para ello son necesarios más datos que aporten la
evidencia necesaria.
El mecanismo de acción de los agentes dirigidos al VEGF en el tratamiento de CCR es similar. No obstante,
Bevacizumab inhibe la unión del factor (VEGF) con el receptor mientras que Sunitinib y Sorafenib inhiben la
fosforilación del receptor de VEGF. y Sorafenib, además, inhibe el enzima Raf-kinasa involucrada en la activación
intracelular después de la interacción VEGF y el receptor.
Fármacos antiaangigénicos:
Bevacizumab: Anticuerpo monoclonal contra el VEGF que bloquea y neutraliza todas las isoformas biológicamente
activas de VEGF. El bevacizumab está aprobado por la FDA para tratar el cáncer de colon, de pulmón y de mama. En
un estudio clínico (fase II) se investigó la eficacia del bevacizumab en el tratamiento del carcinoma metastásico de
células renales. En este estudio se observó una demora significativa en el crecimiento del cáncer en los pacientes que
recibieron altas dosis del fármaco. En los Estados Unidos, en julio de 2005 concluyó un estudio de gran magnitud de
fase III en el que se comparó el interferón con el interferón más bevacizumab; actualmente se están analizando los
resultados. En Europa también concluyó un segundo estudio de fase III. Un estudio publicado recientemente informó
que se agregó la administración del fármaco erlotinib (Tarceva) al bevacizumab, y se logró una reducción de
aproximadamente el 40% de los cánceres tratados. Sin embargo, un estudio clínico de fase II que comparó bevacizumab
como monoterapia con bevacizumab y erlotinib no demostró beneficio alguno con el tratamiento combinado. Esto
significa que hay varios medicamentos descubiertos recientemente, que actúan activando o desactivando partes del
proceso de desarrollo de los vasos sanguíneos o controlando la proliferación de células cancerosas, que se están
evaluando para el tratamiento del CCR. Los resultados preliminares son alentadores, y es un área con cambios científicos
rápidos.
■
Temsirolimus (Torisel®): El primer fármaco dirigido a inhibir la diana de rapamicina en mamíferos (mTOR1), una
proteína con actividad quinasa relacionada con la PI3-quinasa, que forma parte de un gran complejo proteico que incluye
otros componentes como la proteína Raptor y GbetaL. mTOR está implicada en el crecimiento celular, tanto en la
regulación del ciclo como en la señalización que induce la producción de citoquinas relacionadas con la señalización
angiogénica, como el VEGF. Se ha comprobado que la administración de un inhibidor de mTOR como temsirolimus
reduce la transcripción de los genes implicados en el ciclo celular, así como del VEGF.
1La proteína mTOR se descubrió en los estudios que valoraban el mecanismo de acción de la rapamicina, un macrólido
producido por bacterias del género Streptomyces. Esta proteína se encuentra muy conservada evolutivamente en los
mamíferos, y sirve de intermediario de señales derivadas de nutrientes y factores de crecimiento, para el control de la
maquinaria de crecimiento celular. Para ejercer su acción, mTOR forma un complejo con dos proteínas recientemente
descubiertas, GbetaL y raptor, que 'secuestra' la proteína denominada rictor, cuya función aún está estudiándose. La
señalización de mTOR es crucial en el desarrollo de algunos tumores, precisamente por su capacidad de estimular la
transcripción de diferentes citoquinas y la reestructuración del citoesqueleto, e inducir la síntesis de proteínas y la
proliferación celular, lo que permite el crecimiento tumoral
Aprobado recientemente por la FDA (30/05/2007) en base a un estudio en fase III sobre 600 pacientes, que fueron
aleatorizados a recibir tres tratamientos diferentes: interferón alfa (terapia estándar), temsirolimus o una combinación de
ambos. Los resultados mostraron que la administración de temsirolimus en monoterapia consigue mejoras significativas
en la supervivencia global, que ascendió a una media de 10,9 meses, respecto a la monoterapia con interferón alfa, con
la que se cifró en 7,3 meses; lo que representa un aumento de un 49 por ciento. También se confirmó un aumento en el
promedio de la supervivencia libre de progresión con este nuevo fármaco. En el grupo de combinación no se observaron
diferencias significativas respecto a la administración de temsirolimus solo.
Temsirolimus es el primer fármaco que demuestra un aumento significativo de la supervivencia global en pacientes con
la forma más agresiva de cáncer renal.
Nuevos medicamentos en estudio Lenalinomida (Revlimid): Inmunomodulador derivado de thalidomida que inhibe el
VEGF, estimula los linfocitos T y las células NK, y inhibe las citoquinas proinflamatorias. Ha sido evaluado
extensamente en neoplasias hematológicas y recientemente ha demostrado eficacia en regresión del CCR y retraso del
tiempo para la progresión en un estudio de fase II de CCRM.
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Axitinib (AG 013736): Un estudio fase II con un sólo brazo, multicéntrico en pacientes CCR refractarios a citoquinas
con n=52 demostró una tasa de respuesta global del 40%. La enfermedad se estabilizó en 21 de los pacientes y en 20 de
los pacientes se observó una reducción del tumor. El tiempo para la progresión no ha sido alcanzado con una media de
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seguimiento de 12-18 meses. Los efectos adversos son parecidos a otros inhibidores de la tirosina quinasa. Está en
marcha un estudio sobre pacientes con CCRM refractarios a Sorafenib.
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Otros fármacos en estudio: lapatinib (Tykerb), Pazopanib (GW786034), Volociximab (M200),...
Ensayos con vacunas: Pocos antígenos han sido identificados que puedan inducir una respuesta de las células T frente
al CCR. Un ejemplo de estrategia para la obtención de una vacuna es inducir el gen para el factor estimulador de colonias
granulocito-macrófago (GM-CSF) en líneas autólogas de células renales cultivadas para la transducción retroviral. Los
pacientes luego son inmunizados con células tumorales irradiadas que secretan grandes cantidades de GM-CSF y son
evaluados por la respuesta inmunitaria y la regresión clínica del tumor. Otras aproximaciones a la vacuna incluyen
fragmentos tumorales y células dendríticas. La terapia con vacunas autólogas esta en estudio actualmente combinada con
la inmunoterapia con citoquinas. Los médicos están probando el uso de una serie de vacunas contra el cáncer en personas
con carcinoma de células renales en estadio avanzado para tratar el cáncer establecido y para prevenir la recurrencia de
la enfermedad.
Trasplante alogénico de células madre o minitrasplante: Puede inducir la regresión sostenida del tumor en pacientes
con CCRM que no han respondido a la inmunoterapia convencional. En un estudio reciente, con 19 pacientes con CCRM
refractario previamente acondicionados con quimioterapia (ciclofosfamida y fludarabina), seguida de infusión de células
madre de sangre periférica de un donante HLA-idéntico o un HLA-compatible no idéntico. Los pacientes no
respondedores recibieron hasta 3 infusiones adicionales de linfocitos del donante con el fin de aumentar los efectos
inmunes contra las células cancerosas. Dos pacientes murieron a causa del trasplante y 7 por la progresión de la
enfermedad. En 10 pacientes (53%) se dio la regresión del CCRM, en 3 de ellos hubo una respuesta completa y en 7 ésta
fue parcial. La duración de la respuesta sigue siendo analizada, pero serán necesarios más estudios con la finalidad de
confirmar estos hallazgos y evaluar los beneficios a largo alcance. La implantación de las células del donante provoca
la destrucción de las células cancerosas, aunque es posible que se dé la reacción del injerto contra el huésped provocando
el fracaso del trasplante y la muerte del paciente.
La emergencia de nuevas terapias y marcadores biológicos para potenciar el uso de las terapias existentes ha creado áreas
de incerteza en lo que se refiere al manejo de los pacientes con CCRM. Para los médicos los resultados de los últimos
estudios son una ayuda para empezar a definir el papel más apropiado de las citoquinas, las nuevas terapias biológicas,
y la cirugía en el desafío que supone el tratamiento de esta enfermedad. Para los investigadores los últimos resultados
destacan las lagunas existentes entre los datos disponibles y la evidencia necesaria para las decisiones clínicas. Los
futuros estudios deberían ser diseñados para resolver estas necesidades.
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