1 3 – EL PROBLEMA DE MARRUECOS Ya hemos visto el inicio de la ocupación española del Norte de Marruecos (1906). Entre 1912 y 1921 la política fue la de ir penetrando lentamente, sin grandes enfrentamientos con los indígenas, para no soliviantar a la opinión pública, contraria a la presencia española en Marruecos (escasos intereses económicos, sistema de reclutamiento por quintas, etc.). El mayor problema residía en el aislamiento de las 3 plazas más importantes: Melilla, Ceuta y Larache, y en la resistencia de tribus del Rif (cordillera desértica al Sudoeste de Melilla), comandadas por su líder Abd-el-Krim, que practicaban una guerra de guerrillas contra el ejército español. Con el fin de tener unas fuerzas acostumbradas a este tipo de guerra, se crearon hacia 1920 la Legión (soldados españoles voluntarios) y los Regulares (fuerzas indígenas). Pero la mayoría de los soldados eran de recluta, poco entrenados, y peor equipados. Sin embargo, en 1921, el general Silvestre tomó la arriesgada decisión de realizar una rápida incursión para comunicar Melilla con Ceuta, avanzando muchos kilómetros en tierra dominada por las tribus (“cabilas”) marroquíes, sin haber asegurado la retaguardia ni los avituallamientos ¿Consultó al Rey?). Las tribus rifeñas atacaron los puestos avanzados de “Annual” e “Igueriben” (17 de Julio de 1921), y el ejército español emprendió una huida caótica de 120 Km. bajo el fuego enemigo. El resultado fue de 12.000 muertos, miles de prisioneros, pérdidas de material militar, y del territorio conquistado (aunque se pudo recuperar antes de 1923). El “Desastre de Annual” supuso una nueva frustración colonial, un gran descontento entre la sociedad española y su clase política, y el miedo de la jerarquía militar y el Rey a que se les exigiesen responsabilidades. La opinión pública y la prensa fueron muy críticos con el gobierno y el ejército. Se acentuó el divorcio entre clase política y ejército, quien consideraba culpables a los gobiernos por no proporcionar el material adecuado al ejército. El gobierno dimitió, y fue sustituido por un gobierno de concentración nacional (conservadores, liberales, Lliga, Reformistas). Se creó una comisión de investigación, que redactó el “Informe Picasso” sobre las responsabilidades del desastre, sobre el que hubo grandes debates en el parlamento, y fue muy contestado por el ejército. La cuestión de Marruecos se convirtió en un factor más de crisis política, y llevó a un grupo de militares a una postura beligerante frente al sistema político y a tomar la decisión de adoptar una posición de fuerza. El informe Picasso nunca fue definitivamente aprobado por las Cortes, ya que días antes se produjo el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera. En definitiva, la Restauración era un régimen liberal oligárquico en crisis, incapaz de transformarse y modernizarse desde dentro al mismo ritmo que se estaba modernizando la sociedad, muy criticado por la opinión pública y los intelectuales (Unamuno, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, etc.), que había llevado al Estado a un situación de ineficacia, en el que los grupos de poder eran incapaces de ponerse de acuerdo para salvar el sistema, en el que ya no se podía controlar la situación ni siquiera a través de la corrupción electoral por el crecimiento del mundo urbano frente al rural (las ciudades eran menos controlables), por lo que el parlamento cada vez se reunía menos, y los gobiernos eran más inestables, y en el que el intervencionismo del rey iba restando popularidad a la institución monárquica, mientras el ejército estaba dolorido por las frecuentes críticas que se le hacían de ineficacia, cuando él hacía responsables de ello a los políticos que no le dotaban del material moderno adecuado, y se consideraba el guardián del orden público y la unidad y estabilidad del país. Un régimen que gobernaba un país donde las regiones periféricas reclamaban otro modelo de Estado, y en el que los trabajadores exigían un nuevo modelo económico, social y político, el fin de las extremas desigualdades, y una participación en la vida política, pero en el que las fuerzas de oposición también eran incapaces de articular una propuesta alternativa a la Restauración. La situación conducía a un callejón sin salida. La burguesía, los partidos burgueses, el ejército, deseaban una estabilidad política, económica y social, y frenar la expansión del movimiento obrero, por lo que consideraron necesario un régimen de orden, el establecimiento de una dictadura militar como única solución a un régimen que se hundía, pero que no tenía nada para sustituirlo. 2 I. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923 – 1929) Ya desde principios de 1923 se oyeron voces reclamando el establecimiento de un régimen dictatorial como única solución a la crisis del sistema. A partir de Junio de 1923 un grupo de militares, encabezados por el general Miguel Primo de Rivera decidió tomar el poder y apartar de él a toda la clase política anterior, a la que se consideraba responsable de la situación de crisis. El golpe se gestó en Barcelona. El 13 de Septiembre de 1923 Primo de Rivera anunciaba desde Barcelona que asumía el poder de modo temporal para regenerar la situación del país. Se suspendió la Constitución, se declaró el Estado de Guerra y un Directorio Militar encabezado por él asumió el poder. En las primeras horas no estuvo claro el triunfo del golpe, pero finalmente Alfonso XIII le encomendó la formación de un nuevo gobierno. La implicación directa del monarca tuvo como consecuencia que el fin de la Dictadura fuese también el fin de la Monarquía. El golpe de estado se justificó con la crisis del sistema de la Restauración y el peligro de revolución social. Era un “remedio” indispensable, y en teoría temporal, para encontrar una solución a la situación de crisis a la que los “políticos” habían conducido al país. Otra interpretación del golpe insiste en que la auténtica voluntad del general era evitar la progresiva democratización del sistema, y la exigencia de responsabilidades al ejército y al Rey por el desastre de Annual. La opinión pública española recibió el golpe con absoluta indiferencia, mientras las clases medias y altas lo acogieron positivamente. A pesar de que el golpe iba dirigido contra ellos, los partidos del régimen, e incluso los nacionalistas catalanes y los socialistas acogieron el golpe con cierto alivio, al suponer un poco de orden dentro del panorama de inestabilidad. A – LA REORGANIZACIÓN DEL ESTADO En principio la Dictadura se presentó como una solución excepcional y provisional. Sin embargo, con el tiempo el general quiso prolongar su poder personal para crear un nuevo Estado, autoritario, que sustituyera al sistema parlamentario liberal de la Constitución de 1876. Sus primeras medidas fueron la suspensión de la Constitución, la disolución de las Cortes, la prohibición de las actividades de los partidos políticos, el cese de las autoridades civiles y la creación de un Directorio Militar para dirigir el país, aunque en realidad todo el poder recaía sobre el presidente del directorio, Primo de Rivera. El dictador dirigió al país de un modo personalista, dando al régimen una personalidad particular, derivado de su carácter socarrón, paternalista, dicharachero, cínico, bastante impetuoso y autoritario, y denotando una cierta admiración por el régimen fascista que estaba creando en Italia Benito Mussolini. La Dictadura puede ser dividida en 2 etapas por el sistema político implantado: 1 – El Directorio Militar (1923-1925). Continúa situación de excepcionalidad. 2 – El Directorio Civil (1925-1929). Intento de perpetuación del Dictador a través de la instauración de un régimen fascista. 1ª etapa: La administración del Estado quedó totalmente militarizada. Todos los cargos de responsabilidad fueron asumidos por militares: gobernadores provinciales, mandos policiales, etc. Se elaboraron sendos Estatuto Municipal y Estatuto Provincial, que acababan con los municipios y diputaciones provinciales elegidas por sufragio y creaban un sistema totalmente centralizado. En cuanto al orden público, se suspendieron las garantías constitucionales, incluyendo las libertades de reunión, expresión y de prensa. Se inició la represión de los líderes sindicales más significados, se ilegalizó la CNT. No se persiguió con tanta saña al PSOE ni a la UGT. También se inició una campaña contra los nacionalistas, especialmente los catalanes. Se suprimió la Mancomunitat Catalana, se prohibió el uso del catalán en actos oficiales, se impuso la educación en castellano, se prohibió la exhibición de los símbolos nacionales catalanes. También se prohibieron los periódicos y locales del PNV. Para crear una base social al régimen: - Se creó un Somatén Nacional, milicia civil similar a las squadras italianas. 3 - Se creó una organización política, la Unión Patriótica (1925), un partido sin ideología definida, interclasista, derechista, autoritario, tradicionalista, monárquico antiparlamentario y católico, con el objetivo de movilizar a la población y proporcionar apoyo social al régimen, gracias a la protección gubernamental y el control de la prensa (partido único, como el PNF italiano). El régimen necesitaba un gran éxito para ganar apoyo popular: solucionar de una vez por todas el problema de Marruecos. En Septiembre de 1925 se realizó el desembarco en el Peñón de Alhucemas, que sorprendió por detrás a las tropas de Abd-el-Krim y logró su rendición, y la ocupación de todo el territorio marroquí correspondiente a España. 2ª etapa: En Diciembre de 1925 se modificó la composición del Directorio, dando entrada a civiles que sustituyeron a los militares. El régimen pretendía crear un nuevo régimen corporativo, de orientación fascista. Se creó una Asamblea Nacional Consultiva (1927) con la intención de crear un sistema autoritario y antidemocrático. Era una asamblea de composición corporativa (representantes del ejército, la Iglesia, funcionarios, grupos económicos, organizaciones patronales, etc., elegidos por el régimen), sin capacidad legislativa, con funciones sólo consultivas. El dictador encargó a la Asamblea la elaboración de un anteproyecto de una nueva Constitución. Dicho proyecto, finalizado en 1929, pretendía crear un régimen corporativo, no democrático, autoritario y católico, pero fue inútil, pues a esas alturas el régimen estaba ya en crisis. En España no arraigó el fascismo, y cuando se vio que un régimen que había nacido como temporal y excepcional pretendía su permanencia, resucitaron todas las fuerzas de oposición que inicialmente incluso habían aplaudido su aparición. B – LA POLÍTICA ECONÓMICA Y SOCIAL La Dictadura de Primo de Rivera coincidió con una coyuntura internacional de crecimiento económico (los “Felices años 20”), lo que permitió un crecimiento económico, que incrementó el proceso de modernización del país, y en la 1ª etapa le dio popularidad al dictador. La política económica del régimen se caracterizó por un fuerte intervencionismo estatal: - Proteccionismo arancelario. - Control gubernamental de los sectores productivos: precios, niveles de producción, inversión de capital, comercio exterior. - Creación de monopolios en los sectores energético y de telecomunicaciones: en 1924 se creó la Compañía Telefónica Nacional de España; en 1927 se creó CAMPSA, que monopolizó la importación, refino, distribución y venta del petróleo. - Concesión de ayudas y subvenciones estatales a empresas privadas. - Fomento de la concentración industrial, por ejemplo en el sector siderúrgico. - Aumento de la inversión estatal en infraestructuras: red de carreteras, política hidráulica (embalses, sistemas de regadío). - Toda esta política se hizo aumentando el déficit presupuestario, por lo que hacia 1929, antes de iniciarse la crisis internacional, el Estado estaba ya muy endeudado, y la cotización de la peseta se estaba hundiendo en los mercados financieros internacionales. Las dificultades económicas ayudaron al hundimiento de la Dictadura. SOCIEDAD: El crecimiento económico, más que la represión, fue el causante de la pacificación social. El relativo aumento de los salarios y el descenso del desempleo hicieron que disminuyese el número de huelgas. Para evitar la conflictividad se crearon los “Comités Paritarios”, que basándose en principios corporativistas (representantes de empresarios, trabajadores y del Estado), estaban encargados de solucionar los conflictos entre patronos y trabajadores en cuestiones laborales (jornada, salarios, despidos, condiciones de trabajo, etc.). La UGT llegó a participar en tales comités, no así la CNT, prohibida, y en la oposición al régimen. C – LA CRISIS DE LA DICTADURA (1929 – 1931) Ya desde 1926 varios escándalos de corrupción económica habían deteriorado la imagen del régimen. También hubo algún escándalo personal, y un primer intento de golpe de estado. 4 Desde mediados de 1928 se inició un deterioro imparable. Cuando se vio que la Dictadura intentaba eternizarse y crear un régimen autoritario y corporativo, los apoyos iniciales desaparecieron. La popularidad del dictador cayó, sus relaciones con el Rey empeoraron, volvieron a resurgir problemas de desunión entre los grupos de poder, etc.: - Los problemas de salud del dictador, le llevaron a adoptar una postura menos enérgica, más apática ante los problemas que surgieron. - Pérdida del apoyo de parte del ejército, que se implicó en conspiraciones contra el régimen, como la “Sanjuanada” de 1926 (conspiración de Weyler y Aguilera). - El agravamiento de las dificultades financieras y presupuestarias del Estado, con el endeudamiento de Hacienda y la devaluación de la peseta. Las grandes obras públicas desaparecieron. Aparecieron los primeros síntomas de la crisis de 1929, que agravaron las dificultades económicas del Estado. - La crisis económica trajo el aumento de la conflictividad social. La CNT empezó a recuperarse. En 1927 se creó la Federación Anarquista Ibérica (FAI), más partidaria de acciones violentas que los históricos líderes de la CNT (Pestaña). - El enfrentamiento de los intelectuales (Unamuno, Ortega, etc.) y las universidades. - La aparición de una creciente oposición política desde todas las tendencias políticas, especialmente al constatar que Primo de Rivera pretendía institucionalizar su régimen, y no ser una solución temporal como había anunciado al principio. Realizaron tal oposición tanto los antiguos partidos del turno, como el PSOE, los republicanos, unidos en la “Alianza Republicana” (Lerroux, Azaña, etc.), de creciente influencia y apoyo social, los partidos nacionalistas, especialmente los catalanes (la Lliga, y sobre todo el partido de Macià, Estat Català), ante la dura represión de toda muestra de catalanidad. - La desaparición del apoyo de las clases conservadoras, al ser incapaz de conciliar los distintos clanes monárquicos, militares, cacicatos, y de encontrar una salida al régimen que garantizase la transición hacia un sistema constitucional. Alfonso XIII, temeroso de que el desprestigio de la Dictadura acabara afectando a su propia imagen acabó pidiendo la dimisión a Primo de Rivera en Enero de 1930. Primo dimitió y se exilió en París, donde murió 2 meses más tarde. El general Dámaso Berenguer sustituyó al frente del gobierno a Primo de Rivera. Pero el régimen era ya tan débil frente a la oposición, sus reformas tan lentas y dubitativas, que recibió el apelativo popular de “Dictablanda”. En teoría su misión era salvaguardar la figura de la monarquía y hacer la transición hacia un régimen constitucional, la vuelta al sistema de la Restauración, con la vuelta a la Constitución de 1876. La vuelta a un sistema que ya estaba en crisis en 1923 era absolutamente inviable e impensable, por lo que todas las fuerzas de oposición partidarias del establecimiento de una República firmaron el “Pacto de San Sebastián” en Agosto de 1930 (republicanos, catalanistas de izquierda y socialistas) y crearon un Comité Ejecutivo Revolucionario. A éstos se les unieron figuras del anterior régimen, que ahora se proclamaban como republicanos, como Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura (hijo de Antonio) e incluso el propio Ortega y Gasset. La conflictividad social en las calles aumentaba a pesar de la represión policial; la oposición política crecía, especialmente el sentimiento republicano, al asociar al Rey con la Dictadura en crisis por su consentimiento en 1923. En Diciembre hubo un intento de insurrección militar en Jaca, cuyos líderes, los capitanes Galán y García Hernández fueron fusilados. Como la gestión de Berenguer no tenía ningún éxito, fue sustituido en Febrero de 1931 por el almirante Juan Bautista Aznar, quien presidió un gobierno donde tuvieron entrada casi todas las facciones de los partidos liberal y conservador. Aznar intentó normalizar la situación, volviendo a la normalidad (Constitución de 1876), como si nada hubiese ocurrido entre 1923 y 1931, y prometió convocar elecciones, aunque primero se celebrarían las municipales. Se prometió total libertad en la campaña, y que no se volvería a la corrupción de la Restauración. Se convocaron las elecciones municipales para el 12 de Abril de 1931. Para la población eran un plebiscito sobre el sistema de gobierno: continuar con la Monarquía o sustituirla por una República. Los candidatos republicanos vencieron en las grandes ciudades de un modo aplastante, mientras en el campo triunfaban los partidos monárquicos (por el caciquismo). Pero el resultado del plebiscito estaba claro: el pueblo español se decantaba por la República. Alfonso XIII, aconsejado por militares y su círculo, dimitió y abandonó España. El 14 de Abril de 1931 se proclamaba la II República en medio del entusiasmo popular.