LA ESCUELA MODERNA REVISTA PEDAGÓGICA HISPANO-AMERICANA >C>CZIZ>0 Año XI. F E B R E R O DE 1901. N.° 119 de la col.» LA DIDASCOLOGIA EOROPEA DORANTE LA EDAD MEDIA L a s d o c t r i n a s europeas de la E d a d media r e l a t i v a s á la (1) enseñanza. Parece natural que cuanto maj'or sea la ignorancia, mayor deba ser el deseo de estudiar; pero en realidad sucede que los ignorantes no se dan cuenta de los beneficios que Be pueden reportar del saber, y que, por lo mismo, no lo desean ó lo desean poco. No extrañará, pues, que ni el vulgo, ni la nobleza, ni los guerreros, ni la mayoría del cloro hayan mirado con interés la enseñanza, y que sólo hayan pensado en olla, y hayan procurado que so la dioso, las personas que descollaron en la Iglesia por su autoridad y por sus talentos. Ya se sabe que el clero cristiano latino, si bion demostró gran ardor desde el siglo i por difundir la fe, miró con avorBiün la enseñanza de los romanos y no so afanó por oponer á •las Escuelas literarias y científicas del paganismo. Escuelas científicas y literarias cristianas. Todavía en el siglo iv y al •^ J'-n 6l n ú m e r o correspondiente á Diciembre de 1899 iiuWicamos Alguna <•'«» de Didascidoyiii, por el mismo a u t o r , que conviene t e n e r en c u e n t a , p u e s 6U «Has se explica el concepto de esta pa»te do l a P e d a g o g í a . — , ( N . DE LA D.) TOMO X X . — N Ú J I . 2." 11 162 LA líSCriíL.V MOIIHUNA principio del v, poca atención dedicaron los Padres do la Iglesia á este asunto, ni siendo tan ilustres como fueron San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín; ])or manera que ninguno de ellos escribió acerca de la ciencia do la ensenan za, á no ser accidentalmente, breves indicaciones como las que contieno una epístola del primero, dirigida a u n a dama romana, en la cual lo aconseja que cnseilo á loor á su liijita: «poniendo on sus manos letras gral)adas on boj ó en marfil, para que hasta el juogo so convierta en instrucción: cuidando de trastornar á voces el orden de las letras del alfabeto de modo que so confundan las últimas con las medias, y éstas con las primeras, por cuyo medio irá la niña conociendo, no solo su noml)ro y su sonido, sino también su forma»; y «haciéndolo combinar palal)ras mediante la oferta de premios ó do recompensas que ordinariamente agradan á los nii'ios de su edad; que la eduque dándolo com])añoras, para quo los elogios de éstas la cstiundon, absteniéndose do reprocliarlo la dificultad que tenga en comprender, animándola, al contrario, con alabanzas, procurando que soa tan sensible al placer de liaber hecho bien como al dolor do haberse frustrado su esfuerzo, y cuidando do que no lo venga una aversión al estudio que ])odria conservar on edad más avanzada». En la Edad 3[odia cambió do conducta el clero: ensoñó; su enseñanza fué exclusiva hasta el siglo xiii, y puedo decirse que no perdió su preponderancia docente liasta ol siglo xv. Pero, no obstante oso ])0(iorío, no salieron de su sonó, ou toda a([uella larga é])0ca do mil años, sino poquísimos toorizadores do la enseñanza, y no los hubo más tampoco, inora del cloro (1). Boecio, nacido durante el imperio romano, y muerto cuando hacia cerca do medio siglo quo fiouia estalja on poder do los bárbaros, esto os, cuando pudo poseer todas L\Í; ventajas (1) F r i t z , Enijiiisne d'iine lúsloire de Védumiion, cliap. X; D i t t e s , Jlmlnirc de Védiication it de l'iii'tructi'Mt, § 18; Celesia, Sturia ddla pedaguijiu ilaliuna, cap. X; liruni, Siorin dilltt p^duyoí/iH iii Italia. P a r t e prima, IV; Tar-set, Lea ilrtjts ct le.t (TOHirs, cliap. V; tíiciliani, Sturia delle teorie peduyuíjiclti:, l i b , I I , c a p . V; Compayré, J1i>itoirt de la pédayuyii', Icvon I V . 1)1UAS(;0L(.'(;ÍA KUliüPKA IM líANTlí LA líDAl) MiíUlA 1 ()3 de la civilización romana, escribió unos pequeños tratados tío Aritmética, de Geometría y de .Aiúsica, y una Disciplina de las Escuelas, com])uesta de siete pequeños capítulos, en los cuales expone algunas ideas acerca de los temperamentos, del modo de reconocerlos, y do la educación física do los niños: explica el método do enseñarlos á leer, sosteniendo que esto aprendizaje debe comenzar a los siete años y contmuar jirogresivamento; inculca la necesidad do formar el hábito do la obediencia, lamentando Cj^ue'faltara en los niños de su tiempo, y trata do las cualidades que debo tener un buen Maestro, tales como la erudición y la suavidad do carácter. Según esto opúsculo, las lecciones deben darse continuamente y repetirse á fin de mes y del año, ])ara quo penetren hondamente en la memoria, trozos de ilustres escritoi'es, sentencias de filósofos y estrofas de jioetas; no deben sor puramente verbales, sino ex])rcsivas de ideas, ya que en éstas está la ciencia; y la ciencia debo ir j'unto á la práctica, por([ue nada vale sin ésta. El Maestro debe educar á sus akunnos en la constancia do los jn-opósitos, para que no cambien á menudo de educación. El Maesti'O debo sor honesto, veraz, justo, cuidadoso, fiel, constante, erudito, paciente y sabedor de lo que quiero ensoñar. jMaestro y alumnos deben conducirse como en familia, y cuando aquél tenga que recurrir al azote, no debe om])learlo sin anuencia de los padres (11. Después do Boecio hay que dojar transcurrir siete siglos para encontrar en Europa algo que trato do alguna manera asuntos didácticos, y quo detenor la atención en la España arabo. Allá durante el siglo xii, enseñó Tofail con gran éxito la filosofía de Aristóteles, so ganó una brillante reputación como filósofo y médico, y escribió una pequeña novela titidada (1) Yviv¿, 7í*7'í.«.S''' (fnn* ¡tistoir' il' í''''li;í-afi¡jii, chap. XII; Miclieli, S/"i-i>r deda pedayoyin iudiana, lib l í , — Severino Boecio, nació eu liorna, el aüo 470, y murió el 524. Desempeñó a l t a s funciones públicas, se m a n t u v o fiel á l a religión p a g a n a , y fué acusado y condenado á m u e r t e por conspirar c o n t r a la dominación de los bárbaros, y 8e h a licclio célebre por su obra l)s (a ctifiobtciün Jiloíii\ti'->i, que escribió en la prisión. No so tiene certeza do que La disciplina de las I-^xcwlits sea v e r d a d e r a m e n t e de su p l u m a . H a y quien la a t r i b u y o á otro Boecio, á Epo, l i a m e n c o , del .siglo xvi; pero era conocida en el siglo xiii, y so imprime entre la.s obras del primero. 164 LA E S C I ' K L A MODERNA Los secretos de la sabiduría oriental, cuyo protagonista nace ó es expuesto cuando niño en una isla desierta, y solo, observando la naturaleza y pensando, adquiere toda la sabiduría de su tiempo. • Puede presumirse que los procedimientos atribuidos á ese ser no sean los más naturales, y que Tofail haya andado más ó menos cerca de los que conocían los árabes españoles contemporáneos suyos; pero aunque esto sea así, el pensamiento de Tofail, en lo que tiene de fundamental, fué profundamente innovador; pues mientras la enseñanza universal, desde la antigüedad, había reposado en el principio de que las ideas deben ser infundidas por uno que enseña á otro que aprende, el opúsculo venía á sostener el principio opuesto de que cada persona puede adquirir esas ideas por sí mismo, mediante el uso de sus aptitudes y de su propio criterio, y con prescindencia de la emisión hecha por terceros. La forma literaria preferida por el autor, lo inverosímil del siiceso, y quizás la conducta misma del solitario insular, deben liaber perjudicado el- crédito del concepto desarrollado en el opúsculo; tanto más, cuanto éste, en sí, contrastaba con las nociones corrientes; poro la crítica de finos del siglo xix no ])UGdo desconocer la importancia científica de la concepción del sabio árabe (1). El primer escrito didáctico que aparece poco después del do Tofail, ó liacia el mismo tiempo quizás, es uno tan escaso de importancia como de volumen, titulado De la manera de estudiar, atribuido por algunos á Hugo, abad de San Víctor, en el cual se da, breve, seca y árida idea de las materias que liasta el siglo xii se habían enseñado, y reglas para leer con fruto las obras clásicas, partiendo del supuesto de que la lectura os el modo universal do aj^rcnder (2). (1) F r i t z , Esquiase d'une hisloire de l'édiicacaíion, chap. XI; Bouvier, Hhtoriu elemental de la ftlosafín, lib. VI, cap. V. — Abou-Djaí'al-Ebu-Tofail, nació, s e g ú n parece, en l a Siria, y se t r a s l a d ó á E s p a ñ a . A u n q u e de familia distinguida, le afligió aqui la más e x t r e m a d a pobreza, la c u a l le sirvió de incentivo p a r a e s t u d i a r ,con g r a n contracción la Filosofía y l a Medicina. E l libro á que se refiere el t e x t o íuó escrito en E s p a ñ a . (2j Bouvier, Historia elemental de la fllom/ia, lib. V I I , cap. I I ; F r i t z , Etquisse DIDASCOLOGÍA EUROrEA BUEAKTE LA EDAD MEDIA 165 U n siglo más tarde expuso Vicente de Beauvais, en su tratado De la instrucción de los niños reales, las ideas didácticas de sus predecesores, extractándolas y aplicándolas á la educación de los príncipes hijos del rey Luis I X de Francia. Segi'in esa compilación do juicios, siendo Dios el fin de todo, es menester que todo lo que se estudie conduzca á ese fin, y por lo mismo, que se aprenda la ciencia de Dios y de las cosas divinas, que es en lo que consiste la verdadera sabiduría. Por ser los concimientos filológicos y gramaticales los medios por los cuales se adquiere esa ciencia, liay que comenzar por ellos, y que ejercitar en la lectura do buenos libros, en composiciones escritas y en conversaciones útiles. A la ciencia de lo divino conviene agregar conocimientos profanos, por no ignorar este mundo, y como poco vale la sabiduría sin la virtud, claro está que este plan de estudios apropiado á los príncipes debe completarse con el do la moral. E n cuanto á las condiciones do la enseñanza, preciso es que los principes tengan disposiciones naturales, que su conducta sea irreprochable, que tengan amor á la ciencia, que so ejerciten con suficiente esfuerzo y, sobre todo, que so habitúen á la obediencia, «renunciando voluntariamente á su propia voluntad», con rapidez y humildad, y de un modo continuo y absoluto. Menester os que sus preceptores les sirvan de modelo por su ciencia y su conducta. Además, debe precederse con orden en todo; las lecciones deben ser concisas, claras y agradables; no so han de leer fábulas, ni creaciones de imaginación voluptuosa, y sí más bien las Historias evangélicas del sacerdote .luvenco, ú otras poesías i'eligiosas análogas, y leer poco y con reflexión. Cuando los príncipes no se apliquen, ó no observen buena conducta, es menester corregir sus malos hábitos, vencer su pereza y obligarlos á aprender por medio de la reprobación, de las amenazas y del uso de la vara, el zurriago y otros instrumentos de (lime hintoire de l'éducaiion, ohap. XIV.—Hugo de San Víctor fué un religioso •Je la abadía de San Victor, de París, que falleció el año 1140. No falta quien piense que no le pertenece el opúsculo á que se refiere el texto. Enseñó públicamente, por largo tiempo, en París. Moderado en su manera de ser, se abstuvo de tomai parte en las disputas escolásticas de su época y gozó de grande consideración. 166 LA H.SCUKLA MODEUXA eastig'o corporal. Sin embargo, debe evitarse la excesiva sovoi'idad, porque irrita y desanima; debe respetarse el sentiiniento del honor, que es tan hermoso, 3^ no lian de castigarse púl)licamente sino las faltas piiblicas (J). A Vicente de Beauvais siguió el franciscano ingles Ilogerio Bacon, autor de numerosos libros, entre los cuales se cuenta la Ohra máxima, que contieno doctrinas relativas á la enseñanza. J u z g a que el estudio, contraído á las letras, es deficiente; que debe estudiarse tamljién las ciencias, particularmente las tísicas. Combate la costumbre de estudiar exclusivamente en libros, y la manía de ])roferir los autores antiguos. «Si pudiera disponer de las obras de Aristóteles, decía, las haría (quemar todas, })orquo su estudio no j)uedo conducir á otro resultado (|ue perder tiemjia, engendrar el error y pro]>agar la ignorancia, más de lo que puedo imaginarse>. A la lectura do libros, ])reconizada ])or todos, opone la obsei'vación de la naturaleza, fundándose en los procedentes arabos de Es]¡aíla y sii propia vida de sabio ex])oi'imontador. Sostuvo que sin la experiencia no es posible conocimiojito caljal do cosa alguna; que ella descubre las verdades y pone á prueba las conclusiones de la razón. La mente se atiene, naturalmente, al testimonio do los sentidos, admito la verdad de los hechos (]\\o ol)sorva, y no la desecha, aun(|ue no pueda confirmarla con silogismos (2). (1) Bouvier, Ilisiorid ehincntnl de la filo.iofin, lib. V i l , c a p . I I ; F r i t z , h'^rjuiíne lililí' liiitoire de téduintiun, c h a p . XIV; liuis.sou, Jlirlionuirr di' pédagoyie it dinntrnetii'ii priimtire, a r t . Vincent de Beauvais; Damscaiix, Ilistoire di: ¡a páliiyoijie, TroÍKÍ(''ino periodo. — K s t o esoi'itor í'ué un monje dominico m u y erudito, que vivió e n t r e los años l'JOO y l¿ei, según so cree. Se dice de sus obras que n a d a liay en ellas de él, que son meras colecciones de jiárraí'os y frases t o m a d a s de escritores de todos los t i e m p o s a n t e r i o r e s al suyo. (2} García L u n a , Minninf de hiiíoria di la ftlonfifia^ Tlogerio Bacon; Bouvier, Historia rliinciital ili- la fllimiifíii, lib. VII, cap. I I I ; Tibergliien, Knaaiju «ubn- la i/eiieni'-iñu dr los cminrinn'rnfo'i humaiios, É p o c a 11, cap. I; AVeber Jlixtoirc di' la //IiiliiH"¡iliii' eiiropi'-iiiii-, § 42; .Janet y Séailles, líistnriii de lii filiisnfia. S e g u n d a ])arto, cap V I I I . D a m s e a u x , líisíüini de la pédagoyie, Troisiéme periodo. — R o g e rio Bacon, nació el año r2U, en Ilchostor, condado de Sommerset, y falleció el 1292. SG consagró d u r a n t e veinte años íll estudio en Las f n i v o r s i d a d e e de Oxford 5' de P a r i s ; se hizo después monje por consagrarse t r a n q u i l a m e n t ü á las ciencias n a t u r a l e s y físicas; sentó teorías é hizo descubrimientos de m u c h a import a n c i a , que le valieron el concepto do .sor hechicero; escribió n u m e r o s a s obras sobro g r a m á t i c a , m a t e m á t i c a s , física, a s t r o n o m í a , g e o g r a f í a , cronología, quí- I>1DASC0L()(;ÍA lílJBOPKA D U l i A N T E LA líDAD MEDIA 167 Contemporáneo do Bacon fué ol oromita italiano Egidio Colonna, que escribió para su discípulo el príncipe Felipe el Hermoso, la olDra De la conducta de un Principe, compuesta de tres libros titulados: Del gohierno de sí mismo, Del gobierno de la familia, Del gohierno civil. E n la segunda parte dol libro segundo, que trata do los hijos, divido la existencia on tres edades: desdo el nacimieiito hasta los siete años, desde los siete á los catorce, y do ésta en adelanto, é inculca estas ideas: los jmdres, sobro todo si son reyes ó príncipes, deben ciaidar •sus hijos con gran coló y onsoñarles la religión, la lengua y las ciencias, como la gramática, la rotórica, la lógica, la aritmética, la geometría, la astronomía, la música, y si los ])adres son reyes ó ])ríncipos, además la metafísica, la teología, la política y la ética. Discurro acerca de lo cpio se ha de ensoñar en cada una de las tres edades, y recomienda que so tomen on cuenta las ajititudos de los príncipes, qne so ensoñé ciencia á los que tienen vocación para ella, Cjue so destino á las annas á los (|Uo no la tienen, que nunca estén ociosos, y que las mujeres no bailen ni frecuenten las plazas. (1). Otro medio siglo después el italiano, laico. Podro Pablo A^orgorio, el antiguo, redactó un brovo opúsculo titulado De las buenas costumbres. Incnlca que deben desarrollarse el cuerpo y la monte do los niños, y onseñársoios á hacerlos amar las artos liberales, como la fdosofía, la elocuencia, la historia, la música y las ciencias naturales. Los juegos do los niños dol)on ser adecuados para educar el cuerpo, y no h a y que estudiar á lui tiempo varias materias, sino que debo profundizarse primeramente una, después otra, y así las demás, pues ínica, medicina, teología y música, por laa cuales es considerado el liomhre m á s sabio do l a E d a d Aíedia. Pero, m u y superior á su tiempo, no fué comprendido: sus ideas ciísntíficas y didascológicas, v i t u p e r a d a s por sus coírados y condenadas por el Papa, í'ucion causa de que so le tuviese iireso en conventos de franciscan o s , en d i s t i n t a s épocas, d u r a n t e l a m a y o r p a r t o do su l a r g a vida. (1) Bouvier, Ilis/orin ilemenlul ríe l<¡ fllosofia, lib. VII, cap. I I I ; Miclielli, Storia 'leUii j), ilayogia ¿la/lana, lib. I I I . — Gil Colonn», nació en B o m a , fué discípulo do S a n t o Tomás do Aquino en P a r í s , enseñó en esta ciudad, a«cendió A g e n e r a l de l a o r d e n de S a n Agustín, y á arzobispo de Bourges (Francia); escribió n u m e r e s o s t r a t a d o s do filosofía, y m u r i ó el año 1316, gozando del sobrenombre de doctor "'u¡/ funiiailo. 168 LA E S C r i í L A MODERNA querer abarcarlo todo es no retener nada. Conviene hablar á los niños de los asuntos de sus estudios, hacerles objeciones, discutir con ellos, porque de este modo se ejercita su razonamiento. Cuando el alumno está cansado de estudiar, deben permitirse.lecturas amenas ó la inacción comjileta. Y cuídese de dar á los principiantes los mejores Maestros, pues estos comienzos son, á la voz, los más difíciles y los más fecundos. Vergerio discurre acerca de la enseñanza de varias materias, emitiendo principalmente ideas morales, y aconseja á los Maestros que estudien prolijamente las aptitudes y el carácter de sus alumnos, para t r a t a r á cada uno de modo adecuado (1). Contemporáneo de Vergerio fué el dominico J u a n Dominici, autor de un librito titulado Regla del gobierno de la familia, dividido en cuatro partes. La última, que t r a t a de cómo se deben educar los niños, reprueba que éstos lean clásicos, porque así se hacen paganos en vez de cristianos; fundándose en que la infancia tiene la plasticidad de la cera, aconseja que se inculquen las buenas máximas y se formen los liábitos en esa edad, pues desde los doce años empiezan los hijos á librarse del yugo materno; prescribo que el castigo sea doble de la falta cometida; entiende que debe procurarse que los niños se eduquen á sí mismos, de modo que puedan ellos decir: «Somos nuestros, libres somos»; enseña que á los niños, sobre todo á los varones, miembros de la Kepública, debe educárseles de modo que sean útiles á la misma, y a que ella necesita gobernantes, defensores, ciudadanos activos; sugiere que se examine atentamente la índole de cada niño, porque, siguiéndola, se llega á resultados provechosos, en tanto que contrariándola se recogen frutos inútiles, siendo verdad que la naturaleza ayu(1) F r i t z , E»quisst d'une histoire de l'éducaíion, ohAp. X V I I ; Vallet de VirvilleHistoire de íinutruction publique, c h a p . IV, Michelli, Síoria delln pcday<'(jin iutlin na, ]ib. IV; Buisson, Dictionaire de pedayogie, a r t . Vergerio. — Adquirió r e p u t a oión P e d r o Pablo Vergerio, ol a n t i g u o , como l i t e r a t o y erudito en su p a t r i a , Italia, en donde nació el a ñ o 1319 y m u r i ó en 1420. E l señor de P a d u a , F r a n c i s c o 11 de C a r r a r a , le encomendó la educación de sus hijos; y con t a l motivo, s e g ú n era c o s t u m b r e a n t i g u a , escribió su librito, que no ocupa m á s que las 50 ó 60 p á g i n a s d e u n folleto pequeño. DIDASCOLOGÍA KT-IiOPEA D I R A N T E LA KDAD M E M A 169 da al arte, y que el arte contrario á la naturaleza no enseña bien, y atendiendo á que la fortuna es variable, siéntala regla do que se eduque á los hijos de manera que éstos puedan pasar la vida en toda circunstancia (1). Tras de Dominici apareció, también en Italia , Mafeo Vogio ó Vegi, clérigo erudito, que escribió en verso y en prosa. E n t r e sus trabajos so halla el que trata de La educación y las coslumhres de los niños, en seis libros. El primer libro contiene recomendaciones dirigidas á los padres acerca de sus deberes conyugales antes de tener hijos, y como padres resI octo de los recién nacidos, por medio de las cuales les hace conocer cuánto influyen la constitución física y mental de los generadores én la naturaleza de su descendencia, y enseíla á la madre las precauciones que ha de tener para evitar malos accidentes. Piensa el autor que la madre debe amamant a r p o r sí misma á sus niños, que á la lactancia debe seguir una alimentación simple, que debe habituarse á los niños á soportar un frío moderado; que no debe pronunciarse ante ellos palabras inconvenientes, y sí expresiones graves y honestas; que no debe imponérseles ningún trabajo antes de los cinco años, á fin de que no se restrinja su crecimiento; pero que debe ejercitárseles en movimientos moderados para que so desarrollen sus órganos, y que ante todo y sobre todo se les debe instruir en el amor y temor de Dios. El libro segundo trae recomendaciones generales acerca de «las letras y buenas ciencias», que deben enseñarse á la juventud. El tercero habla de las ocupaciones y estudios de los jóvenes, é inciilca, como Tofail, como Rogei'io Bacon y como Dominici, que cada uno «debe tomar la naturaleza por guía de su vida». Los otros libros son de moral aplicada á las relaciones do padres é hijos, de Maesti-os y alumnos, de subditos y magistrados. Vegio atribuye al ejemplo los resultados más importantes de la educación, porque los niños hablan lo que oyen y hacen (1) Michelli, Storia della pedagogía italiaiut^ libro IV, — J u a n Dominici, n a c i ó en F l o r e n c i a el a ñ o 1356 y m u r i ó el 1420. Ingresó en la ordon de Santo Domingo y llegó á ser c a r d e n a l . Escribió el opúsculo r e l a t a d o p a r a u n a d a m a , B a r t o l o m e a *legli Alberti, á petición s u y a . 170 LA K H C r E L A MODERNA lo que ven, é imitando forman sus hábitos. El que educa no debe nunca dejarse llovaí- por arrebatos do cólera, porque los golpes y las injurias deprimen el carácter y lo hacen servil, taciturno ó insolente, cualidades que deben prevenirse y no fomentar, tanto más cunnto que persisten on el resto de la vida. La bondad, al contrario, despierta el amor de los nulos, y ol amor conduce á la vii'tud. P a r a educar bien se necesita conocer perfectamente al educando, porque hay que adaptar los medios educativos á los vicios, como los remedios á las enfermedades; evitar los extremos, no ser los educadores fuertes ni débiles; seguir on el om])leo do los medios el desenvolvimiento dol educando, atendiendo á sus cualidades y á las circunstancias. Aconseja Vegio que los niilos no vayan á la Escuela antes de haber cumplido los siete aiíos, ])orquo recién desde esta edad pueden recibir impresiones duraderas; que no se cambio á men\ido do maestro, porque los cambios do enseñanza los perjudican, como el cambio do lugar á las plantas; y que, on voz de tomar el primer institutor que se presente, se prefiera al ([uo por su ciencia y sus costumbres ha merecido la estimación general {!). Por último, al pasar de la Edad ]\[edia á la ]\Iodorna, on 1450, escribió Eneas Sylvio Piccolomini para Ladislao, rey de Hungría y de Bohemia, de doce años de odad, el poij^uoño Tratado de la educación de los niños. En los primeros capítulos proscribe que se robustezca la salud de la infancia, que so le privo de comodidades superfiuas, que se lo Jiabitiie á las durezas del clijna. En los siguientes pondera al joven rey ol cultivo de la mente, le ])roceptiía que aprenda las «siete artos liberales», esto os, la (iramática, la Rotórica, la Dialéctica, la Música, la (feomotría, la Aritmética y la Astronomía; se detiene á t r a t a r cuestiones gramaticales, y lo recomienda, como medio de adquirir el arto de la (1) D a m s e a u x , Huiíiiri- de hi ptditgogie, cliap. VI; Michelli, Sioria ddla gia ita/tana, lib. VI; Buigson, Dictiimaire de pédagoyie, a r t . Vegio. — E s t e i t a l i a n o nació en 1408 y falleció en 1458. F u é d a t a r l o del P a p a Nicoláa V, bió varios t r a t a d o s do religión y de moral y a l g u n o s poemas, uno de los c o n t i n u a c i ó n de la Enridn, h a generalÍEado su r e p u t a c i ó n . prdagoescritor y escricuales, DIDASC'OLOGÍA K r i i O P K A DUliAXTH L \ EDAD MKDIA 171 palabra, la lectura de poetas, liistoriadores y oradores clásicos, so1)re todo de Cicerón, no sin liaberle advertido previamente que «un r e y ii;-norante os un asno coronado» (1). II C a r á c t e r de los escritos de la E d s d Media relativos á la e n s e ñ a n z a . Do lo expuesto en este capítulo fluyen varias consecuencias. Transcurren los primeros siete sij^dos do la Edad ]\[edia sin que nadio so consagro á escribir acerca do la ciencia do la enseñanza, como si las pocas ideas do Quintiliano y de ]5oecio fueran todo cuanto en la materia liubieso que decir. Tofail y Hugo de San Víctor interrumpen en el siglo xii osto larguísimo silencio con sus dos jioqueños ojjúsculos, pero sin impedir que luego continúe durante más do un siglo, liasta cpio Vicente do Boauvais, l'ogorio 15acon y (ül Colonna vuelven á interrumpirlo en ol siglo XIV, después do lo cual so prolonga todavía otro siglo, j)ara terminar por los escritos do A'ergorio, de Dominici, de Vogio y de Piccolomini, publicados en la primera mitad ddl siglo xv. Sin embargo do ser tan ])Ocas las pro duccionos didascológicas do la Edad ]N[edia, no puede decirse quo ese número significa un retroceso respecto de los tiempos antiguos, si se ha de juzgar do ellos ])or el número do los escritos del género que se lian conservado, ])Uos la antigílodad ouro])ea, con no babor durado menos tiempo, y sí m á s , no lia logado á las generaciones quo le sucedieron mayor número de t>bras de materia didáctica que las que la Edad JModia produjo. Pero, si bien hubo tantas ó más personas quo teorizaron (1) Miohelli, Sloria (hila pidngoi/in ilnlinna, lib. IV; Buisson, Dirtionairc dp jié'lago(/ie, a r t . l'io I I ; Compayré, Hislaire criliíjm- des dnclrims de l'vducalion en Fraiice, I n t r o d u c t i o n , 111. — E n e a s Syl\jo Piccolomini nació en Oossignano (Italia) el año 1405 y murió el 14B4. Dedicado á la c a r r e r a sacerdotal, fué enviado, siendo Obisiio, como Nuncio por ol P a p a Xicolás V á la corte de Austria; luego, hecho Cardenal (.1458), y dos años desj^ués, sucedió á Xicolás V con el n o m b r o de Pío I I . Se le con" d e r a u n o de los h o m b r e s m á s i l u s t r a d o s de su t i e m p o : fué poeta, geógrafo, hist o r i a d o r , estadista, orador, c a n o n i s t a y teólogo. Escribió su t r a t a d o de educación •nisntras estuvo en Austria, y por lo mismo, a n t e s de sur P a p a . El t r a t a d o h a sido "Bpreso en 27 p á g i n a s in folio, l e t r a gruesa. ]72 LA ESCUELA MODERNA respecto de la enseñanza, no llegan á merecer los trabajos, generalmente, el concepto de ciencia profesional ni de genuina (üdascología. En efecto : Vicente de Beauvais, Egidio Colonna, Vergerio, Piccolomini, maestros de príncipes, escribieron breves monografías, especies de memorándums, para quo sus discípulos recordaran sus exhortaciones orales. No so hicieron estas pe([ueñas obras por hacer progresar la ciencia didáctica, ni por difundirla, ni por conseguir que los maestros enseñaran mejor; se escribieron para que los príncipes, alumnos de los autores, aprovechasen la lectura; fueron consejos dados uor escrito á modo de recapitulación para (^ue en todo tiempo los tuvieran presentes. De ahí que versaran exclusivamente sobre la parto educativa, sobre la conducta que había do observar para consigo mismo ó para con sus hijos el principo á quien se consagraban, que no dieran á los maestros reglas acerca de cómo habían de educar ó instruir al pueblo, y que fueran más apuntes do moral privada que do didascología. El propósito particular y especial con que fueron redactados, explica esto carácter y hasta las dimensiones diminutas de aquellos trabajos. Vegio preceptuó para muchas pe rsonas, como do Beuvais, Colonna, Vei-gorio y Piccolomini, y el mismo Dominici, aconsejaron á una sola : su fin no fué ai'istocratico, fué popular; no escribió sólo para principes, escribió para todos los padres de fixmilia sin excepción. Pero la obra de Vegio os también un tratado de educación y, en gran parte, un tratado do moral contraído á demostrar los deberos que tienen los genitores pai-a con sus hijos respecto de higiene y de enseñanza, y lo restante es de naturaleza ambigua. No está destinada á los Maestros, y menos á los Maestros de Escuela; no tiene por fin enseñarles cómo han de ejercer su profesión; no les da reglas sobre cómo han de organizar una Escuela, ni sobre qué asignaturas han de enseñar, ni sobre cómo han de ensoñar cada una, ni sobre el horario á que han de sujetar su trabajo. E l mérito de Vegio bajo este respecto consiste en haber querido popularizar ideas que otros escritores inculcaron solamente á royos y príncipes. DIDASCOLOGÍA EUHOPEA IH'KAKTK LA EDAD MEDIA 173 Los escritos mencionados revelan, pues, que, si bien sus autores comprendieron la conveniencia de escribir acerca do la educación, fuera por satisfacer intereses particulares ó generales, so dedicaron principalmente á moralizar; no alcanzaron á tenor el concepto de la didascología, esto es, de svi fin, de su naturaleza, de sii comprensión y de la extensión de su aplicabilidad. Puede decirse que la vislumbraron sin llegar á verla, ó que se acercaron á ella sin penetrarla. No convienen tales juicios á Tofail ni á Kogerio Bacon. El primero, bajo una forma literaria y ligera; el segundo, bajo otra más grave y científica, sentaron los grandes principios de que la enseñanza debe abarcar las ciencias físicas á la vez que las racionales, de que se las debe aprender tomando por objeto la naturaleza misma y aplicando la observación, y de que el principal actor de la ciencia debe ser el alumno, de que el alumno debe aprenderlo todo observando por sí mismo y raciocinando luego por sí, según su propio criterio. No desarrollaron estas ideas cardinales de modo que mostrasen cómo surge de ellas toda la ciencia didáctica y cómo se pvxoden aplicar á todos los actos del aprendizaje y á la organización y régimen interno de las Escuelas; pero no por eso es menos cierto que sentaron los fundamentos de la didascología. J u s t o es recordar que también Vogio tuvo ese ponsamien•to cuando, en un pasaje de su obra prescribió que cada uno debe tomar á la naturaleza por guía de su conducta, y que toas acentuadamente que Vegio lo expresó Dominici escri'^lendo que á los niños debe educarse de modo que sean Vitilos 9- la república y que puedan pasar la vida por mucho que cambien las circunstancias, en conformidad con su propia índole, porque nada puede el arte contra la naturaleza, y procurando que los niños se eduquen á sí mismos á fin de que puedan decir que se pertenecen, que son libres. Si en vez do exhortar ^si á los padres de familia solamente hubiesen pensado en dar preceptos á las Escuelas, más vasto campo habría abrazado su toirada y de mayor transcedoncia hubieran podido ser sus especulaciones. Nótase, además, que completamente nula la literatura re- 174 LA KSCCKLA ,M01)i:UNA lativa á la enseñanza en los primeros setecientos a ROS do la Edad Media, asoma apenas en el siglo x i i , reaparece fugaz monto en el siglo .xiii, y so presenta, tal como fué, sin fisonomía bien definida, pero menos escasa, en el siglo xi\^ y primera mitad del XV. Es do advertir también que, si bien en estos tres tiom])os está representada la escuela empírica y rutinaria por Hugo do San \ ' í c t o r , por Vicente de Beauvais y por Gil Colonna, Sylvio Piccolomini y (liasta cierto punto) Pedro Pablo Vergerio, on los tres se manifiesta asimismo la idea científica, tran(pxilamente por conducto de Tofail, enérgica con llogerio Bacon, austera con Dominici y blandamente modesta en Vegio. ITI Causas del movimiento didascológico do fines de la E d a d Media. ¿A qué debo atribuirse esto movimiento do los últimos siglos y la comunidad do ideas científicas fundamentales de los cuatro escritores jjrenombrados? ¿Nació aquel movimiento de modo espontáneo? ¿Fué esta comunidad mera coincidencia? Las Cruzadas provocaron el incremento de las industrias europeas, del comercio y de la navegación; por satisfacer necesidades de estos progresos so mejoró la enseñanza popular de algunas poblaciones, y con muchas ideas y prácticas nuevas volvieron á su patria los cruzados que no perecieron on la empresa ó que no se quedaron on el Asia; ])ero las doctrinas innovadoras relativas á la ciencia de la enseñanza tuvieron otro origen ó fuei-on sugeridas por otros antecedentes. Los árabes ommiadas, que habían fundado el califato liercdTtarií) en el siglo vil, con asiento en Damasco, luego en Bagdad, y elevado la civilización árabe á una altura muy considerable, llevaron una parte do sus progresos á Esj)aña cuando la conquistaron. Vencida la familia Ommiali y exterminada on el Asia por sus rivales los árabes abasidas á mitad del siglo viii, conservaron su poder en f¡spaña gracias á que uno de ellos, Abder-Pahmán, que se había salvado del asesinato de su familia, invadió la Península, fué aclamado por el pueblo y fundó el califato do Oc- D I D A S C O L O Ü Í A KUKOPl'A D r u A N T H LA líDAl) MICDIA 175 cidente con asiento en Córdoba (Tofi). ]Jcsde esto momento la civilización española so desenvolvió rápida y extraordinariamente y tomaron gran vuelo las artos, las letras, las ciencias y la enseñanza. Este esplendor contrastó muclio con la ignorancia y la barbarie del resto de Europa. España ora admirada. De todas las naciones venían hombres, inclusos eclesiásticos eminentes, á estudiar en sus establecimientos y en sus obras, y los profesores árabes-españoles eran solicitados para que llevasen sus luces á los otros países. Las ciencias árabes so hicieron conocer así en Europa y los piáncipios de su enseñanza. La oljra de Tofail reflejó estos principios; líogerio Bacon cita frecuentomonto autores árabes do Es])aña para autorizar sus ideas didascológicas, y liacía más do dos siglos ([uo los mismos árabes-españoles ensoñaban ciencias físicas on Italia cuando A'ergerio, IJominici y Yegio escribieron acerca do la didascología. Así, pues, la civilización arábiga-española])ostorioral siglo VIII, á la que tanto debo el progreso europeo que se realiza on los últimos siglos de la Edad Media, ha sido la fuente do las nuevas doctrinas, tan opuestas á las que prestigiaba el Cristianismo occidental (1). IV F a l t a de enseñanza n o r m a l . No dejó la Edad ]\[edia más trazas do enseñanza normal quG las quo dejara la antigiiodad. No hubo durante ella establecimientos destinados á preparar para la proí'osión del Magisterio ni enseñanza alguna de osta clase. No so pensó tamyxtco que ella fuese conveniente ni que pudiera existir. Ni los mismos que escribieron de educación tuvieron la idea. Boecio especificó las cualidades (jue debe tener un buen ]\Iaestro, diciendo que son : honestidad, virtud, justicia, diligencia, fidoli(1) F i i t z , Esquisfie (fuñe histoiie de Véducatioii, c h a p . X I y X I V ; Súdülot, //'vtoire des arahes, liv. V, cliap. 1; Celesia, Síoria detln pedayia italiana, capitulo X I V ; Ditte.s, Hisluire de t'vducaiiua tí dd'iiíslrucliun, § '¿1; Ducoudray, Iliitoria de la civilizaiión, cap. X V I I . 176 LA ESCUKLA MODERNA dad, constancia, erudición, paciencia, conocimiento de lo que quiere enseñar á otros. No le ocurrió que, además, debe saber cómo ha de enseñar esa misma ciencia que quiere transmitir. La obra de Tofail presenta un ejemplo de automacia, de autoaprendizaje; el estudiante insular adquiere los conocimientos ])or sí solo, sin auxilio do Maestro. Excluido el Maestro por la fuerza de las circunstancias, no había lugar para la demostración de las cualidades que le fueran necesarias, y Tofail no se detuvo á mencionaz-las ni á poner en acción un personaje para descubrir la ciencia de la enseñanza. P a r a Vicente do Beauvais bastaba que el preceptor fuese el modelo del alumno por su ciencia y por su conducta. A pesar de ser Rogerio Bacon un ardoroso propagador de los principios fundamentales de la didascología, no tuvo el concepto de que se precisa enseñar esta ciencia á los Maestros para que la observen en el ejercicio de su profesión. Colonna sí habla do la necesidad de elegir con gran cuidado los Maestros y de lo que éstos deben saber, pero se contrae á exigir tres dotes : «Que 'sean sabios en ciencias de filosofía, sabios en obras Jiumanas y en las cosas que el hombre debe hacer, y de vida buena y lionosta». Falta, en este concepto, la idea do la capacidad 2»'ofesional del docente. Vergerio, tan reputado en su tiem])o, prescribe que se proporcionen á los niños los mejores jNlaostros de que pueda disponerse y a desde los primeros días do sus estudios; ])ero sin expresar que para ser el mejor Maestro, ó siquiera sor Maestro, es indispensable poseer la didascología teórica y práctica. Dominici tiene, de los Maestros do su tiempo, el peor de los conceptos; pero no le ocurre que este mal pueda ser remediado de otra manera que absteniéndose do confiar la educación de la infancia á los educadores de profesión. «]\Ionestor os (dice á la señora degli Alberti) que á los varónos se enseño á loor lo más honestamente quo se puoda. Pero siendo el mundo lo que es, los expondríais á gran peligro si los mandaseis á aprender con religiosos ó clérigos : son como son y poco los enseñarán. Antiguamente se formaban á su lado buenos hijos y se hacían buenos hombres; poro ahora está todo en tierra y sólo produce heno para las DIDASCOLOGÍA EUROPEA D U R A N T E LA EDAD MEDIA 177 bestias. Si los mandáis á la Escuela común, en donde se reúne multitud de desenfrenados, miserables, débiles para el mal, y al bien contrarios ó difíciles, temo que pierdan en un año lo <|ue lia costado siete de fatigas. Y teniendo Maestros en su lugar, ocurren muchas dudas y contradicciones». Parece que, ])ensando así de los enseñantes, lo primero que debiera ocurrir á la mente es la idea do mejorarlos, instruyéndolos y educándolos en lo que ol Maestro debe saber en la teoría y en la práctica didascolügicas; pero no, ni á Dominici le vino tal pensamiento (1). Excepto Eogerio Bacon, los escritores de la Edad Media que algunas páginas consagraron á la educación, pensaron exclusiva ó principalmente en la educación doméstica dada por la familia y á ella dedicaron sus lucubraciones. No ocupó su atención la Escuela; no escribieron, por lo mismo, para los Maestros do profesión; no sintieron la necesidad do comunicarles saber profesional. Si los mismos que escribían de estos asuntos carecían do la idea de que una cosa es saber y otra es ser Maestro, no debe extrañarse que las otras clases do personas estuviesen á mayor distancia de pensar en enseñanzas normales. La Edad Media fuá tan ajena como la antigua á la existencia de Maestros y de Escuelas de didascología. E. A. BEKBA. (1) F r i t z , Bsquiíse if une histoire de I'éducation, chaps. XI, XIV, X V I I ; Michelli, Gloria delta pedagia italhiim, l i b . III, IV. LAS TEMPERATURAS AL FWAL DE LOS SIGLOS XVIII Y XLX En varias revistas se han publicado observaciones comparativas entre 1* temperatura de unes del siglo xviu y la de tin del xix. De esos datos resulta que el tiempo á fines del siglo jcviir y del xix ha ^ido exactiímente igual, distinguiéndose por la temperatura agradable que |}emos venido disfrut.mdo. Por las mismas fases meteorológicas se pasó á nnes del siglo xvii. Esta regularidad inexplicable está siendo objeto de cufosas controversias. T o a o XX.—NÚM. 2." 12 m LAS COSTUMBEES DE LOS GERMAIOS Estudio de «Da Moribus Germanorum», de Tácito (*). (Cunflnt^ióii.) VI Se desprende del anterior estudio que el ideal guerrero, del mismo modo que informaba la religión de los Germanos, constituía también el fondo ¡de su estado social. El valor era para ellos la virtud más noble y la cobardía la mayor iufamia. P u diera creerse que en esto no se diferenciaban de los Romanos, que tan gran tributo han rendido al valor, puesto que las armas son las que fundaron la grandeza de Roma; sin embargo, la misma propiedad ofrece grandes diferencias entre un pueblo y otro. El valor de los Romanos era colectivo y el de los Germanos individual; el romano era militar y el germano sólo guerrero; Roma era un Estado vigorosamente organizado, que cifraba su fuerza en sus ejércitos, sabiamente disciplinados, mientras que las Sociedades germánicas, siendo casi amorfas, descansaban por necesidad eu el heroísmo personal. Se comprende que esta particularidad fomentara la importancia y el valer del individuo, dando origen y desarrollo al individualismo, principio desconocido de los antiguos y que los Germanos trajeron inconscientemente como nuevo elemento social. Por él, el germano adquiría el sentimiento de la dignidad y del honor individual. Claro está que las manifestaciones de dichos sentimientos eran aún toscas, si bien pudimos admirar la fuerza que entre ellos teníala palabra empeñada, lo cual es una prueba elocuente del arraigo de tales principios. Éstos, en lo sucesivo, se dibujaron con más determinación, dando carácter á la caballería de la C^) Véase el número de Diciembre ultimo, pág. 418 del tomo XIX. CÜSTIMBRES DK LOS GKIÍMANOS 179 Edad Media, que representa, como ideal, el culto del honor, y cuyo espíritu se ha perpetuado hasta nuestros días. El individualismo germánico es un elemento de gran transcendencia en la vida social, nacida de las invasiones. Pero el espíritu individualista, exagerado como era entre los Germanos, hacía imposible la constitución de la sociedad y mantenía el estado de barbarie, del que los Germanos no hubieran probablemente salido nunca sin la influencia de la cultura romana y del Cristianismo. En cambio, los Bárbaros salvaron la civilización y el Cristianismo, cuya suerte, sin ellos, hubiese ciertamente sido ligada á la del imperio romano. Era éste un cuerpo caduco, llamado á perecer; de no haber caído bajo el hierro de los invasores del Norte, su fin hubiera sido igual al del imperio de Oriente: hubiera vegetado cierto tiempo, hasta sucumbir á los golpes de la cimitarra, quedando sepultados en sus ruinas la civilización y el Cristianismo; mientras que los Germanos se asimilaron esos elementos, les dieron nuevo impulso y vigor y les imprimieron una nueva dirección. Por tanto, la vida social salida de la conquista germana es esencialmente producto de la acción recíproca del triple elemento latino-germánico-cristiano. Veamos á grandes rasgos cuál ha sido el papel desempeñado por cada uno de estos factores. La Iglesia cristiana (San Agustín, Ciudad de Dios), presintiendo la catástrofe del imperio romano, que se anunciaba por síntomas bien significativos, no quiso unir su destino al de una sociedad decrépita y fundamentalmente viciada, porque su misión providencial concernía á la humanidad entera, y puso su esperanza en los Bárbaros. Recordando la palabra del Divino Maestro, de que el vino nuevo necesita odres nuevos, comprendía que el porvenir del Cristianismo, que por la gran desmoralización de los Romanos no había podido regenerarlos, residia SQ aquella raza joven y fuerte. No llamó á los invasores, pero los consideraba como á los encargados por Dios de castigar la corrupción romana; así lo declaraba de un modo manifiesto, ensalzando la moralidad de los Bárbaros. San Agustín afirma l i e «si se temía á la invasión, era por el recelo de que con eso pudieran destruirse los vicios que entonces corrompían la sociedad». Salbiano dice á los Romanos: '<Vosotros creéis que sois 'Mejores que los Bárbaros, porque ellos son herejes y paganos y "nosotros ortodoxos; pues bien : yo os digo que por la fe somos 180 LA KSCUELA MODERNA mejores, pero por nuestra vida, con lágrimas en los ojos, afirmo que somos peores. Conocéis la ley y la violáis; ellos son herejes y no lo saben; ¿y hemos de admirarnos, por tanto, de que Dios entregue nuestras provincias á los Bárbaros, cuando su pudor purifica la tierra, plagada por las licencias y los extravíos de los Romanos?». Sin embargo, la Iglesia interpuso su influencia moral entre los Bárbaros y los vencidos, «para inspirar, como dice Laurent, la humanidad á los vencedores y moderar por la caridad las desgracias de los vencidos» (*). La Iglesia se constituyó, en medio de esa renovación del mundo, en baluarte de la moral, poniendo sus esfuerzos en que la disolución de las costumbres que había desquiciado la sociedad latina, no carcomiese á las nue vas gentes, lo cual consiguió en parte por su influjo eficaz, aunque no pudo evitar que los Bárbaros se contaminasen de su contacto con las poblaciones latinas y perdiesen gran parte de sus cualidades primitivas. Asi los vemos participar de las malas pasiones de los Romanos, mas no hasta tal punto de no poder realizar su obra de regeneración; pues observamos que se estableció una especie de nivel entre vencedores y vencidos por su mutua influencia. Los primeros perdieron ea moralidad, pero los últimos ganaron en este terreno. Un fenómeno análogo se produjo en el orden intelectual, pero en sentido inverso : los vencidos perdieron en cultura, aproximándose á la barbarie, mientras que los Bárbaros entraron en el camino de la civilización. De suerte que la ley de las compensaciones presidió á la fusión de las dos razas. En esa época calamitosa, la Iglesia realizó una gran obra civilizadora; pues, cuando la anarquía reemplazó á la poderosa unidad política de Roma, que había unido á los pueblos del imperio, la Iglesia, haciéndose depositaría de los principios de orden y de organización que se habían perdido en la sociedad, comprendió que ésta necesitaba de un nuevo lazo común y estableció la unidad religiosa que caracteriza la Edad Media. La Iglesia no se contentó con ser sólo directora de las conciencias; fué además directora de las inteligencias; pues, en el período de ignorancia que siguió á la invasión, ella fué la que conservó un resto de saber y de cultura, siendo durante varios siglos el único elemento algo ilustrado de esa edad bár<.*) Historia de la Humanidad, t. V. COSTrMliUES DK LOS GHUMANOS 181 bara. Pero el Cristianismo sufrió también la influencia de los tiempos. Con el siglo v acabó la era gloriosa de los Padres de la Iglesia, siendo el mismo clero invadido por la ignorancia general de la época, aunque, como dije antes, no de una manera tan completa como los otros elementos de la sociedad. El Cristianismo entonces perdió todo carácter especulativo y se hizo eminentemente práctico y asequible á las gentes incultas de aquella edad. Además, tuvo en muchos casos que amoldarse á las contingencias de una época en que imperaba la fuerza, y revestir un carácter guerrero, para realizar su fin de la catolización de la Europa. En esos tiempos, el concepto de civilización estaba estrechamente unido al de religión, por cuanto la Iglesia era la institución civilizadora, y cuando era necesario implantar en un territorio la civilización por medio de las armas, se imponía también la religión por el mismo recurso; ejemplo memorable de esto es la cristianización cruenta de los Sajones, llevada á cabo por Carlomagno. También se puede citar la empresa de los caballeros de la Orden Teutónica civilizando á los Borusos. Se ve, pues, por lo que precede, la gran importancia y el carácter de necesidad que tuvo la unidad cristiana en la Edad Media. Pero esta unidad hubiera producido el mismo resultado que la unidad política de Roma, sin el influjo del individualismo germánico, «que impidió, como indica Laurent, que la unidad cristiana acabase en el aniquilamiento de toda vida individual, en la destrucción de toda libertad» (*), á cuyo saludable efecto convirtió, según creemos, la influencia del Renacimiento que trajo la libertad de pensar. Pasemos ahora á formar idea de la significación de los otros dos factores que hemos señalado : el espíritu romano y el germánico. La invasión de los Germano.^ no fué un cataclismo tan completo como la imaginación pudiera pintárnoslo; pues, en primer término, los Germanos no eran tan bárbaros como otros pueblos, los Hunos, por ejemplo, los que, si hubiesen triunfado del imperio hubieran dado al traste probablemente con la civilización, por ser incapaces de recoger la herencia de Roma. A.demás, el fenómeno de la invasión germánica es de los hechos C ) Historia de la Humanidad, t. V. 182 LA K.SCI KLA MODKIiNA históricos que han tenido un largo período de preparación. Desde el primer siglo, antes de Jesucristo, amenazaron los Germanos invadir el territorio de los Romanos, y, no habiendo éstos logrado s u b y u g a r á aquellos indomables hijos de las selvas, sostuvieron con ellos una lucha constante, á fin de oponer un dique al desbordamiento de ese torrente arrasador que cuando el imperio, en su decadencia, fué impotente para resistirle, inundó el mundo civilizado. En esta lucha, cinco veces secular entre ambos pueblos, los Bárbaros estuvieron en contacto y comunicación con los Romanos, aprendiendo á admirar la cultura del adversario, que muchos quisieron imitar, llegando á declararse en favor de los Romanos, como sucedió con Segesto, suegro de Arminio, que formó entre los Qneruscos, los Gatos, etc., todo un partido propicio á Roma y funesto al héroe de Teutoburgo, según indiqué en otro lugar. A veces los Germanos se aprovechaban de la ciencia militar de los Romanos para hacerse más fuertes, como prueban las dos tentativas principales de organización estratégica, realizadas, la una por Marbodio, jefe de los Marcomanos, y la otra por Decébalo, jefe de los Dacios, que consiguieron reunir respectivamente un ejército disciplinado á la romana, con el que fueron poderosos entre las tribus germanas, no obstante lo cual fueron vencidos, el primero por Tiberio y el segundo por Trajano, porque esos intentos organizados de independencia se verificaban de un modo parcial y aislado entre los Bárbaros. Mencionaré también el notable imperio godo de Hermanrico, que fué destruido por la invasión de los Hunos. Muchas tribus germanas fueron haciéndose tributarias y aliadas del imperio romano; además, fueron admitidos los Bárbaros en los ejércitos romanos, los cuales, en las postrimerías del imperio, se formaron, en su mayor parte, con tales auxiliares, para quienes era una gloria el tomar puesto en las legiones, á la par que un provecho, por ser mercenarios; defendían los intereses del imperio contra los bárbaros hostiles á la dominación romana. De manera que hubo la barbarie tributaria y la barbarie independiente, y los Emperadores adoptaron la política de oponer la primera á la segunda, cuya medida explica que el edificio en ruina del imperio resistiese tanto tiempo á los rudos embates de sus enemigos. En el último período, algunos bárbaros ilustres tomaron parte directa y preeminente en la dirección (le los destinos de Roma, queriendo preservarla de la muerte; rOSTUMBUlíS DE LOS GlíliMANOS 183 bastará con citar los nombres del vándalo Estilicón, del godo Ata'ilfo, del suevo Ricimero y del escita Aecio, que abrazaron con ardor la causa del imperio y lograron con su talento y su energía retardar la catástrofe. Por los datos que acabo de exponer brevemente, se comprende que, desde lar,^a fecha, Bárbaros y Romanos hubieran aprendido á conocerse. Pero no se mezclaron entre si, porque los Emperadores prohibieron, so pena de muerte, los casamientos mixtos; de modo que permaneció la oposición de razas y de costumbres, por lo que la invasión de los Germanos tuvo un carácter de gran violencia que, sin embargo, hubiera sido incomparablemente mayor, sin el conjunto de circunstancias antes expuesto. Éstas explican por qué sólo el imperio quedó destruido, sobreviviéndole los pueblos por él regidos, la lengua latina, la tradición política de Roma y su tradición jurídica; en una palabra, la civilización romana. Los Bárbaros, que despreciaban á los Romanos por su degradación, reconocían su superioridad intelectual y admiraban su cultura, y los Reyes invasores trataban de apoyarse en las instituciones del imperio, para afirmar su poder y dar mayor realce á su dignidad. Solían hacer sancionar su autoridad por el Emperador de Oriente, queriendo que los vencidos los considerasen como los sucesores de sus anteriores monarcas. Sostenían las instituciones de los vencidos en cuanto no pugnaban con la soberanía del vencedor. Teodorico proclamó su reino Oothorum •íiomanorumque regnum, y promulgó disposiciones jurídicas que rigiesen á Ostrogodos y á Latinos, con el ñu de establecer la armonía entre ambos pueblos. Pero el antagonismo que separaba al uno del otro y al cual venia á unirse la diferencia de religión, por ser los Ostrogodos arríanos, hizo infructuoso el laudable esfuerzo del gran Teodorico: pues la fusión entre vencedores y vencidos no podía verificarse con la rapidez soñada por f^l ilustre monarca; tal fusión debía realizarse mediante un proceso lento y al través de muchas convulsiones sociales. Eurico, ^1 poderoso Rey de los Visigodos, se inspiró en el orden político romano para dar á su autoridad la fuerza de la de un monarca representante del Estado; y, como prueba mayor de soberanía, legisló, dando á sus subditos godos un Código de leyes adecuadas á sus costumbres, mientras que mantuvo para los HispanoRomanos su propio derecho, comprendiendo que el carácter de 184 LA ESCUELA MODERNA los Germanos era incompatible con la jurisdicción romana. Sólo cerca de dos siglos después, pudo Chindasvinto reunir bajo una misma legislación á todos sus subditos. Más tarde Carlomagno quiso hacer rediviva la antigua forma romana del poder público, y constituyó el imperio de los Francos como recuerdo del de los Césares, tratando de restablecer la poderosa organización política de Roma, con el poder central y la encarnación del Estado en la persona del Jefe (*). Pero este intento de restauración no era viable, porque era opuesto á las tendencias de la época, que reclamaban la formación de otro orden de cosas; pues la sociedad había de reconstituirse sobre una base nueva y no sobre los gastados moldes antiguos. De suerte que el edificio levantado por el genio del gran Carlos se derrumbó bajo su sucesor y la sociedad se precipitó hacia el feudalismo, que representa el predominio transitorio del espíritu germánico y constituye el punto culminante de la Edad Media. Observamos, por tanto, que hubo lucha entre los dos elementos sociales, el antiguo y el nuevo, en cuya lucha se modificaron mutuamente. Los Romanos, á pesar de su decadencia, pudieron mantenerse en medio de la invasión merced á la superioridad que les prestaba su cultura, de la que los Bárbaros tomaron alguna idea de orden y de organización. Mas, á su vez, la civilización de los vencidos recibió la inñuencia de los Germanos, por la cual fué transformada; pues las poblaciones latinas, en convivencia con los invasores, se contagiaron de la rudeza é ignorancia de los mismos, retrocediendo en la cultura lo que los Bárbaros en ella adelantaban. De modo que, al finalizar el primer período de la Edad Media, se ofrece, como resultado de la fusión entre vencedores y vencidos, cierta preeminencia del elemento germánico, que se traduce por el establecimiento del régimen feudal. La invasión tuvo por efecto inmediato suprimir el gobierno despótico de los Emperadores y libertar á los curiales del yugo que sobre ellos pesaba, pues la tiranía imperial les hacía res(*) La intentada restauración del Sacro imperio romano por Carlomagno, es debida, tanto á la asimilación de la antigua organización de Roma, como á la tendencia del Cristianismo á unificar creencias y legislación, punto do coincidencia entre el antiguo factor romano y el nuevo dol Cristianismo, que ponderan el impulso individualista de los Germanos, y, en parte, preparan la í^intesis relativa ^e la civilización cristiano-europea. COSTUMURES DK LOS GKRMANOS 185 ponsables de las contribuciones. La intervención de los Bárbaros vino á comunicar nueva vida á las poblaciones decrépitas del imperio; pues Roma estaba al término de su exis.tencia, la cual se había señalado por una lucha incesante con los pueblos rebeldes á su dominación y por frecuentes contiendas intestinas, en las que los Ramanos gastaron sus energías y perdieron mucho de su virilidad, enervados, además, por el exceso de los placeres; así acabaren por someterse al despotismo, que labró su ruina. Porque los Romanos no tenían el verdadero espíritu de libertad; tenían, es cierto, la verdadera idea de la constitución de la sociedad; es decir, que la sociedad, para subsistir, ha de tener un poder sobre sus miembros ó sea el Estado, con el que el hombre libre debe relacionarse directamente. Mas Romaexafjeró esa idea del Estado y sacrificó todo al robustecimiento de dicha institución; así es que el Estado, en vez de ser considerado como medio para favorecer el desarrollo de la personalidad humana, fué mirado como un fin, á la realización del cual el ciudadano servía de medio. Por tanto, el Estado iba comprimiendo cada vez más la personalidad de los ciudadanos, y, cuando se encarnó en la persona de un solo hombre, el envilecimiento hizo rápidos progresos en aquel pueblo antes tan altivo. En cambio, los Germanos, por su espíritu de una extremada individualidad, ofrecían un contraste completo con los Romanos. De un lado, un principio de unidad exagerado; del otro, un principio de diversidad aún más excesivo. Del choque y combinación de estos dos principios opuestos surgió la nueva vida social, tan distinta de la antigua. Los Germanos, por sí solos, eran incapaces de fundar nuevos estados; necesitaron para ello de la inñuencia del espíritu romano. Pero aun así, su tendencia á la individualización y la localización les impidió formar vastas asociaciones; se fraccionaron en multitud de pequeñas soberanías; mas éstas fueron el origen de las naciones modernas, que tienen su propia individualidad, á diferencia del carácter uniforme que la unidad de Roma había impuesto á los pueblos por ella subyugados, y que fué una de las causas de la decadencia del imperio. Esta particularidad de las naciones modernas es un elemento de vida para ellas; la fuerza del sentimiento nacional es una garantía para su prosperidad. El hecho de la conquista dio fuerza á los Reyes bárbaros sobre sus guerreros; además, trabajaron en acrecentar su autori- 18f> LA ];.T;cri;LA M Ü I J K U N A dad, apoyándose en la civilización romana. Pero los grandes se inquietaron al ver las pretensiones del poder real, al que empezaron á hacer una viva competencia; su influjo fué rápidamente aumentando y lograron intervenir en la potestad real, arro gándose cada vez mayores prerrogativas. Al principio el poder real contemporizó con los hombres poderosos, porque necesitaba su apoyo; pero luego luchó contra ellos, aunque inútümen te. Brunequilda, Reina de la Austrasia, tratando de poner á raya á los Leudes y pereciendo victima de la cruel venganza de los mismos, es un ejemplo memorable del antagonismo entre la autoridad real y la aristocracia. Sin embargo, bajo los primeros Carlovingios, el poder real tomó una nueva fuerza en Francia y adquirió grandísimo esplendor bajo Carlomagno. Pero muerto este monarca, la aristocracia recobró su ascendiente, hasta el punto de que, al llegar el siglo x , el poder del Rey era puramente nominal y el Estado había desaparecido, cediendo e! puesto á la vasta jerarquía feudal. En efecto; la aristocracia había conseguido poco á poco comprimir la masa general de la población, haciéndose dueña de <;lía; los pequeños propietarios, ó sea los simples hombres libres, habían desaparecido, ya por las usurpaciones de los señores, ya renunciando voluntariamente á su independencia, para ponerse bajo la protección de un señor poderoso, á fin de mejorar su condición, expuesta á los azares de la violencia de aquellos tiempos. Además, las incursiones de los invasores del siglo ix, los Húngaros, los Sarracenos y los Normandos, produjeron uu gran trastorno. Como el Rey era impotente para defender el territorio contra los ataques de esos nuevos bárbaros, las poblaciones, buscando amparo y dirección, se agruparon alrededor de los jefes que tenían el valor de hacer frente al enemigo, lo cual contribuyó á aumentar el prestigio y los privilegios de los se ñores. Por tanto, la fuerza de las circunstancias fué, en parte, también causa de la disolución de la sociedad; al menos, aceleró la constitución definitiva del feudalismo. Las clases inferiores cayeron bajo la potestad de los nobles, y éstos (por la tendencia germánica á las relaciones personales en sustitución de las relaciones con el Estado) se unieron los unos á los otros por los lazos vasalíticos, siendo cada uno, dentro de esa vasta asociación jerárquica, á la vez vasallo y soberano (Suzerain). El nuevo régimen de subordinación y de desigualdad repre- ('(),STU.Mi!liES DH LOS GEliMANÜS 187 senta un retroceso respecto del orden social antiguo; pero el progreso en la historia no se cumple en línea recta; el mundo europeo necesitó pasar por el feudalismo, que no dejó de ser útil á la humanidad. En primer término, por el feudalismo se verificó la transición de una sociedad fundada en la esclavitud á una sociedad compuesta de hombres libres. El esclavo se incorporó á la jerarquía social de la Edad Media; la esclavitud se transformó en servidumbre, «3% como dice Laurent, tuvo sus grados que le aproximaban á la libertad, y la libertad tuvo sus grados que la aproximaban á la esclavitud. Se diría que la libertad perdía y que la esclavitud ganaba» (*). El siervo ya no era una simple cosa como el esclavo de la antigüedad; aunque estaba sometido al poder ilimitado y arbitrario de su amo, era, no obstante, considerado como un hombre que tenia su familia, había salido del primer padre de la humanidad y estaba hecho ó, imagen de Dios. La moral del Cristianismo contribuyó á esta modificación favorable en la condición del esclavo. Además, los siervos entraban en la Iglesia, y algunos, como Adriano IV y Gregorio ''/II, llegaron al pontificado, de donde tenían el pie sobre la cabeza de los Reyes. En cuanto á la clase dominante, los nobles eran, es verdad, dependientes unos de otros, hasta llegar al rey, jefe de la jerarquía; sin embargo, sus derechos y privilegios eran muy extensos : primeramente, el vasallo era soberano en la tierra de su pertenencia, con la única condición de cumplir las obligaciones de fidelidad al señor, del que había recibido dicho dominio, en el que era á la vez propietario, juez, jefe de guerra y legislador. Semejante autoridad, enfrenada solamente por el deber moral de observar la justicia y de proteger al débil, se prestaba á muchos abusos y daba lugar á la opresión y la tiranía. Pero el ideal que tal disposición representa no deja de tener elevación moral, por la teoría de que el fuerte había de amparar ^1 débil. Además, la personalidad del vasallo se hallaba muy ^.firmada respecto de su superior : las condiciones del lazo vaí^alítico estaban bien determinadas y eran aceptadas previamente por el vasallo, no pudiendo imponérsele nuevas condiciones sin su consentimiento. Esto constituye una teoría política del ( ) Historia de la Humanidad, t. V. 188 LA ESCl'IOLA MODKKNA feudalismo y dio origen á algunas máximas notables de derecho público : ningún impuesto puede ser exigido sin el consentimiento de los contribuyentes : ninguna ley es válida, si no es aceptada por los que le habrán de prestar obediencia; ninguna sentencia es legítima, si no es pronunciada por los iguales del acusado. Las citadas máximas, á pesar de las mil violaciones que sufrieron, porque en la Edad Media la vida social estaba entregada á las arbitrariedades del más fuerte, formaron los principales derechos de la sociedad feudal. Fueron relegados al olvido, cuando el absolutismo de los reyes se estableció sobre las ruinas del feudalismo; pero la Revolución francesa restauró aquellos principios. Luego, el rey, en la Edad Media, debía someter los asuntos importantes á la deliberación de la Asamblea nacional, trasunto de la Asamblea primitiva de los Germanos, la cual constituyó, durante los primeros siglos que siguieron á la invasión, El Campo de Marte, y más tarde, respectir vamente. Las Cortes, Les Élats Geiieraux, The Parliament, Der ReicTistag. Como garantía de sus derechos, el vasallo podía romper el lazo vasalítico, devolviendo su feudo ó respondiendo con la guerra á una denegación de justicia de su superior. Este derecho de resistencia armada conducía, es cierto, á la anarquía; hacía á la sociedad débil, pero hacia al individuo muy fuerte. Era lo que debía de realizarse ante todo; pues antes de poder constituirse sabiamente el Estado, era menester que se realzase el individuo y, al propio tiempo, la familia. Este doble resultado fué alcanzado por la Edad Media. En efecto; aquella existencia en que el hombre no contaba, para hacer respetar sus derechos, más que con su espada y su valor, fomentó en él una gran virilidad, y desarrolló los principios que hemos visto se señalaban entre los Germanos : el sentimiento de la personalidad y el de la dignidad y del honor; si bien semejante disposición tenia el inconveniente de erigir la defensa propia en represalia y de establecer lo del «ojo por ojo y diente por diente». Las relaciones entre los sexos experimentaron un notable progreso. En los primeros tiempos que siguieron á la conquista germana, los invasores, por la influencia de la corrupción moral de las poblaciones latinas, habían olvidado la pureza de sus costumbres, entregándose á grandes.desórdenes; los divorcios me- COSTUMBRES DK LOS ÜHUMANOS 189 Qudearon y la poligamia fué frecueate. Pero en el período del feudalismo se produjo un cambio muy favorable en las costumbres. El aislamiento en que el señor feudal vivía separado de la sociedad, le hizo apreciar el hogar doméstico; pues cuando la guerra no lo reclamaba, dejándolo ocioso en su castillo, no encontró, para ocupar su vida y su corazón, más que á los suyos. Entonces entró en comunión con su esposa y aprendió á estimar los méritos de la madre de sus hijos. Así las circunstancias permitieron que renaciera en el hombre la consideración y respeto á la mujer que caracterizaba á los antiguos Germanos. Dicho sentimiento santificó la familia, donde la esposa ocupó el puesto que le correspondía y que la antigüedad le había negado. Este feliz resultado no fué solamente debido al espíritu germánico y á la acción de las circunstancias; fué, en parte también, obra de la Iglesia que, en la Madre de Jesucristo, hizo respetar y estimar las virtudes de la mujer por aquellos rudos guerreros. Mas la nobleza feudal no se contentó con reconocer á la mujer sus derechos naturales y darle en la familia y en la sociedad el rango que debía ocupar. Elevó los sentimientos que ella le inspiraba á la categoría de una especie de adoración ó culto, que hizo brotar la poesía lírica de la Edad Media y fomentó la grandeza de alma en la brillante y heroica caballería de aquel tiempo. De aquí el espíritu de galantería y caballerosidad que, uniéndose al pundonor, constituyó la hidalguía que distinguió á esa raza varonil. No dejan, por lo tanto, de ofrecer importancia los beneficios que nuestra civilización tiene que agradecer al régimen feudal. Pero semejante régimen no podía subsistir, porque estaba fundado en una falsa concepción del orden social. Por una parte, los reyes lucharon contra los señores, tratando de debilitar la constitución del feudalismo, y fueron gradualmente ganando terreno. Por otra parte, el estudio renacía y el del antiguo derecho romano tomó especial desarrollo en el pueblo, que se sirvió de él cual de un arma poderosa para atacar el régimen feudal; los legistas invocaron el recuerdo de la constitución política de Roma, y opusieron la idea de la única soberanía del Estado y de la igualdad de los ciudadanos á la aristocrática organización social de la Edad Media. Además, por el movimiento municipal y comunal, que empezó ya en el siglo xi, muchas ciudades fueron sustrayéndose á la dominación de los señores, 190 LA ESCUELA MODEKXA y algunas, las repúblicas italianas, alcanzaron la libertad política; pero en los demás países, aunque escaparon á la servidumbre feudal, obteniendo la libertad individual, quedaron sometidas á la autoridad soberana del rey. Acabó por sucumbir el régimen feudal bajo el esfuerzo simultáneo de los tres factores mencionados. Mas el feudalismo no fué reemplazado por un régimen de libertad; pues la soberanía de los diversos señores feudales vino á condensarse en la persona del rey, que consideró á sus subditos, no como á ciudadanos libres, sino como á servidores suyos. También procedió este nuevo régimen de que los reyes, en el renacimiento del espíritu romano, provocado por el estudio de la cultura antigua, se inspiraron en la forma política del Imperio romano, en el Ce~ sarismo. De suerte que se halló el Estado reconcentrado en la persona del rey, si bien no quedó asentado el absolutismo real de un modo tan completo como en Roma, porque al lado del trono subsistió el Parlamento, sólo que había perdido gran parte de su fuerza y de su prestigio. Los nobles, bajo este nuevo orden de cosas, no tenían ya, es cierto, el poder que les daba la constitución feudal; pero conservaban, no obstante, aún muchos privilegios. Mas el pueblo, que había gemido bajo la tiranía del feudalismo, tuvo que seguir sufriendo, á pesar de haberse mejorado su situación, bajo el despotismo real. Las naciones de Europa necesitaban un cambio radical. Tal cambio se verificó de un modo violento mediante la formidable conmoción social del siglo pasado. La Revolución francesa es la tragedia más terrible que la humanidad ha presenciado. El poder real y la aristocracia expiaron cruelmente los siglos de opresión que habían impuesto á las clases inferiores de la sociedad. Si Francia no tuviera otros muchos títulos de gloria, le bastaría el de haber arrostrado los males de la Revolución, para difundir luego generosamente por el mundo entero los beneficios que obtuvo de calamidad tan grande. El pueblo, que ya en la Edad Media había alcanzado la existencia política, por su admisión en las Asambleas nacionales, llegaba á la plena conciencia de sus derechos, y los reivindicó, haciendo triunfar la equidad sobre el privilegio, por la proclamación del triple principio de libertad, igualdad y fraternidad. Protestó contra el principio del derecho divino del rey, y fijó el de que la soberanía ha de residir en la nación misma. De aquí arrancan las constituciones contempo- COSTUMBRES DK LOS GKIÍMANÜS 191 raneas, ora de monarquías, ora de repúblicas, por las que la autoridad del jefe del Estado se halla limitada, mientras que el poder legislativo de los Parlamentos es sig-no indeleble de la soberanía nacional. El Estado está constituido, no ya como un fin, sino como el medio de favorecer el desarrollo de la personalidad, sin detrimento empero del interés comün, tratando de mantener el equilibrio entre el individuo y la sociedad. La fecha memorable de 1789 ha abierto, por tanto, la era de la libertad de los pueblos. Tal es, en el orden social y político, el resultado importante de la fusión del elemento germano con el latino-cristiano. Veamos ahora, brevemente, cuál ha sido, en el orden intelectual, el efecto de dicha fusión. Atenderemos primeramente al desarrollo de la literatura, qiie es el fiel reflejo do las distintas épocas de la civilización. La literatura de la Edad Media es el trasunto de aquel período, que puede considerarse como el período heroico de las naciones modernas. Se distingue por una eminente espontaneidad y por la fuerza de los sentimientos y de las pasiones, pero no tiene casi más mérito que la inspiración ó la fantasía; ofrece un sello primitivo, conforme al carácter de esa edad, que representa la infancia de la Europa de nuestros días. Ostenta pocas diferencias de un país á otro, porque las distintas nacionalidades estaban aún poco dibujadas; de modo que las manifestaciones literarias reflejaban la homogenidad relativa de costumbres y de carácter que, la teocracia de un lado, y el feudalismo del otro, imprimieron á los pueblos de los tiempos medios. Pero la literatura de dicha época, además de su valor intrínseco, que es muy apreciable, tiene el mérito de haber sido la base de las literaturas modernas, las cuales son esa misma literatura de la Edad Media más determinada en sentido nacional y modificada, desarrollada y perfeccionada por el inñujo|de la antigüedad clásica que el Kenacimiento hizo rediviva. Este influjo fué tan grande, que la imitación servil de los géneros antiguos amenazó suplantar los nuevos. Mas semejante restauración artificial pugnaba con el carácter de las nuevas nacionalidades, tan distinto del de los Griegos y Romanos. Por eso triunfaron las literaturas modernas, con su genio peculiar, tomando un amplio vuelo y una gran perfección, merced á los elementos que reclutaron de los modelos greco-latinos, de los que adquirieron disciplina en el pensamiento y forma artística, es decir, las condiciones de 192 LA ESCUELA MODERNA que carecían las literaturas de la Edad Media. De esta manera han llegado los autores modernos á superar en enjundia y en vigor á los maestros de la antigüedad clásica. Tocante al terreno científico, se observa que los primeros pasos de la Edad Media en la ciencia consistieron en asimilarse los restos del saber antiguo que, en parte, fueron sacados de Jo.s monasterios, donde se habían refugiado, y en parte, fueron transmitidos por los Árabes, que arrojaron mucha luz sobre la cultura greco-romana, mediante las importantes obras que cayeron en su poder por sus conquistas. Las inteligencias sacudían, por fin, el prolongado letargo de los siglos anteriores; se fundaron en el siglo xiii las primeras Universidades, que llegaron á ejercer una gran influencia por su acción intelectual y moral. Entonces nació y tomó considerable desarrollo la Escolástica, ó sea la filosofía de aquellos tiempos, que se reducía al arte de razonar ó dialéctica. En esa época se comenzó á entrar, con Alberto el Magno, en el camino de la observación para el estudio de la naturaleza física, y con Bacon en el de los descubrimientos. Sin embargo, la ciencia por entonces era muy diferente y se resentía de ciertas aberraciones, de las que eran las principales la alquimia y la astrología. Por tanto, puede considerarse como una mera preparación, pero preparación necesaria y eficaz del Renacimiento, por el que los sabios se imbuyeron de los conocimientos de la antigüedad y comunicaron á los estudios un nuevo impulso y una mayor robustez y consistencia. Semejante movimiento intelectual fué tan fecundo, que todas las ramas del saber se han desarrollado de un modo prodigioso, realizando un enorme progreso sobre la Edad Antigua. La superioridad de nuestra civilización respecto de la romana es, pues, debida principalmente á la cooperación de los tres factores que hemos estudiado con la concisión obligada; decimos principalmente, porque no hay que echar en olvido la parte que en dicha obra han tomado, de un lado, el tiempo y las circunstancias, y del otro, el elemento de los pueblos que Roma había sometido y que conservaban, aunque modificado por la dominación romana, su carácter propio. En efecto; se observa, por ejemplo, que el espíritu de los Iberos se revela todavía eu la nación española y el de los Galos en la nación francesa. La civilización moderna puede conceptuarse, eu definitiva, como la civilización romana transformada y perfeccionada por COSTUMBlilíS DK LOS GERMANOS 193 el concurso de todos los demás factores. De suerte que si Roma fué vencida por la espada de los Germanos y destruida en sentido político, ha sido vencedora por su cultura. Fenómeno semejante se había producido en Roma al conquistar á Grecia, cuya civilización se impuso á los Romanos que se asimiláronla cultura helénica, mas imprimiéndole su carácter, su sello pecuculiar. Tal sucedió con los Bárbaros del Norte, cumpliéndose una ley que parece constante en la Historia, la de que el conquistador inculto cae bajo la influencia de la civilización del vencido. La civilización romana es, por consiguiente, un elemento capital en la constitución de la cultura moderna; pero los otros dos elementos principales, el cristiano y el germano, ofrecen, según hemos visto, no menos importancia, por el cambio feliz y necesario para la humanidad que la influencia de sus respectivos principios determinó en la dirección de la cultura r o mana. VII Al proponerme demostrar, como derivación natural del estudio que ocasiona este trabajo, la importancia que tuvo la i n tervención de los Germanos en la vida de la humanidad civilizada, me era forzoso exponer el desenvolvimiento de la vida social salida de la conquista germana, por lo que no podía prescindir de tratar al mismo tiempo de los otros dos factores esenciales, ya que la civilización cristiano-europea es producto de la acción simultánea de los tres elementos principales que h e naos sometido á nuestra consideración. He juzgado pertinente hacer, como final de mi discurso, la Diencionada exposición, porque, además de estar por ella puesto de relieve el alcance que tuvieron en la Historia los diversos i'asgos característicos de los Germanos, reciben comprobación los datos que Tácito suministra acerca del carácter y de las costumbres de aquellos bárbaros. De modo que el conocimiento de la Historia sirve, en este caso, de poderosa piedra de toque, por la que se puede declarar fidedigno el relato del historiador romano. Efectivamente, vemos que los Germanos de las invasiones trajeron y desarrollaron todos los principios y rasgos particulares que se descubren en la obra de nuestro autor. TOMO X X . — N Ú M . 2.» lU 194 I.A ESCrULA MODKRNA De Moribus Germanornm, es la única obra dedicada por los Romanos al estudio especial de los Germanos, lo cual acrecienta aún su valor. Otros autores de la época, segiin se ha podido observar por las citas aducidas en el curso de mi disertación, traen noticias acerca de dichos bárbaros; pero son meramente incidentales, y, por tanto, |muy incompletas; sin embargo, no dejan de ser útiles, porque esos autores concuerdan en substancia con Tácito en las referencias que hacen al carácter y costumbres de los Germanos, apoyando así las informaciones de Tácito. En el estudio crítico que he intentado hacer de I)e Morihu!< Oermanorum, he procurado poner de relieve los méritos de la obra, como también puntualizar sus deficiencias; y como resultado de tal estudio dejo en pie el libro de Tácito, pues no soy de los que entienden que la crítica equivale al empeño de destruir la obra puesta en tela de juicio; y realmente, las objeciones que aquí y allá he podido dirigir al autor, no merman ei valor de su hermoso escrito (*). La intención que visiblemente tiene Tácito de que su relato sea una censura de los vicios de Roma, no debe de hacer sospechosas sus referencias; pues es un escritor demasiado serio para tejer una trama fantástica y presentarla como un conjunto de datos auténticos por él recogidos. «Hmc in commune de omnium Germanorum origine ac moribus accepimus; he aquí las noticias que he podido obtener acerca del origen y de las costumbres de los Germanos considerados en conjunto» (27) (**). Además, su imparcialidad se muestra eu el hecho de hallarse retratadas, lo mismo las malas pasiones como las buenas cualidades de los Germanos. (*) Ha dicho FouiUóe que «la gran critica consiete en hacer resaltar las bellezas de las obras maestras y las cualidades de los grandes hombres •. (**) Tácito no declara cómo ha reunido dichos datos. Larousse (Dic. enc,^ página 1385, art. TariU), dice : «De la misma época data su libro acerca de Las Costumbres fíe U>^ (iermanoSf cuya notable exactitud y precición en los detalles han hecho suponer que su autor había vivido en Germania». Ksta opinión es digna de tomarse en cuenta. Pero, por otra parte, extraña que Tácito, al haber visitado la Germania, no haga siquiera alusión á circunstancia tan importante, que le hubiera dado la autoridad de un testigo ocular. No es, por tanto, menos plausible el suponer que Tácito se haya limitado á consignar lo que en Roma se sabía tocante á los pueblos de Ultra-Khin, interrogando, probablemente, con esmero á los funcionarios romanos que habían estado en aquellas tierras, como también é» los individuos Germanos que se hallaren en la metrópoli del mundo. (X)STUMHRKS UK L(J.S GKliMANOS lUÓ La admiración que á Tácito causan las rudas virtudes germanas, y que excita su aversión por el envilecimiento de los Romanos, no le impide ser acendrado patriota, según lo prueba la exclamación que lanza al mencionar la destrucción de los Bructeros por los Camavos y Angrivarios, y mediante la cual hace votos porque los enemigos de Roma se aniquilen entre si: 'iManeat, dice, qumso, duretgue geiitibus. si non amor noslri, at certe odium sui, quando urgentihus imperii faíis niJiií iam prasíate fortuna maius potest quam hostium discordiam! ¡Ojalá se perpetúe en esas gentes, ya que no nos quieren, el odio entre si!, pues en la apurada situación del Imperio, con nada mejor puede favorecerle la fortuna como con la discordia de sus enemigos». (33). He llegado al término de mi modesto trabajo; reclamo para sus imperfecciones la indulgencia invocada por las palabras del poeta latino : üt desint vires, tamen est laudanda voluntas. CARLOS LICKKFETT ENGLISH. ^'^^^^—^TSÍ^ÍPÍS^W^FÍI^——^"^ DICHOS Y HECHOS El mercado de marfil de Amberes, que se organizó hace cinco años, es hoy el mayor del mundo; tanto, que en la actualidad ocupa una extensión fnayor que la de los dos grandes mercados de Londres y Liverpool juntos. — En Siam se fabrican monedas do porcelana. — El reloj de una administración de Correos de Sydney, en vez de dar la hora por medio de campanas, emite un número de reUmpagos eléctricos igual al número de la hora, con lo cual se consigue que los habitantes de muchos kilómetros en contorno puedan saber la hora con exactitud. — En América del Sur hay una raza de gatos que no maullan. — La policía de Calcuta tiene, además de las obligaciones de las demás policías del mundo, la de capturar los tiburones que infestan el río Hugli. — El vegetal más maravilloso del mundo es la trufa, pues no tiene raices, tallos, llores ni hojas. — El crecimiento rápido de las niñas se considera como signo de buef>a salud. — Durante la pasada guerra del Paraguay se observó que los hombres l ú e no habían comido alimentos condimentados con sal desde hacía tres meses y que eran heridos, aunque fuese la herida poco grave, morían, porgue no se cicatrizaba nunca. . —La limpieza del cutis ejerce un efecto sorprendente en la asimüación del alimento. Se ha probado que lavando los cerdos á diario dan una luinta parte más de carne que los que no se lavan. - ^ jj^omenaje á Campcamor. ^ Ha muerto el Gran Anciano, el poeta tierno y melancólico, el que decía debía preferir Inglaterra á su dominio sobre la India contar entre los suyos á un Shakespeare. iQué vacio más difícil de llenar deja el poeta!... Más que hacer un juicio á vuelapluma de la representación de Oampoamor, «poeta de afición y filósofo de oído», como él se llamaba con falsa modestia, cuando resulta el poeta y el pensador más original y personal, nos decidimos á publicar el Boceto que le consagró el malogrado Revilla y la Silueta que escribió hace poco nuestro colaborador González Serrano. Aquél ¡e profesó y éste le sigue profesando una admiración que casi no excede á méritos positivos del gran artista, cuya pérdida lamentan y lamentarán todos los hombres cultos. «Que no me olviden»; que «me quieran mucho»; así se despedía de sus amigos (y no conoció jamás enemigos) el «bueno de D. Ramón», que así le apellidaban las gentes. Recordarle y quererle, esa es la eficaz recomendación que nos permitimos hacer á nuestros lectores. Para estimular el cariño y el recuerdo de todos y como expresión del que sentimos, le dedicamos este modesto Homenaje. LA DIRECCIÓN. BOCETO LITERARIO por Manuel de la Revilla. I Exceptuando á los iniciadores del romanticismo, pocos poetas han ojorcido t a n profunda influencia en nuestra l i t e r a t u r a contemporánea como el distinguido vate con cuyo nombro encabezamos estas mal trazadas líneas. Fundador de una escuela poética de indisputable importancia, creador de u n género lírico que ha de prevalecer sin duda alguna, impulsor de uu movimiento literario mucho más profundo de lo que acaso se HOMÍÍNAJE Á CAMrOAMOK 197 cree, Campoamor está destinado á ocupar Ingar m u y eminente en la historia de nuestra literatura, en la que ha dejado estampada indeleble huella su genio peregrino. No esperen nuestros lectores una biografía del ilvistre poeta. Ni creemos oportuno ni hacedero biografiar á los vivos, ni hallamos grande interés en una descarnada relación de fechas y sucesos de escasa importancia. Hacer u n retrato de la persona nos parece más conveniente, y . sobre todo, más ameno. Los que por ventura no conozcan personalmente á Campoamor y juzguen al hombro por el poeta, quizás se imaginarán que el autor de las Dolaras es un personaje fúnebre y desesperado, de luenga barba, romántica melena y mirada fatal, devorado por los pesares, amargado por la duda y sumido en negra melancolía, fruto de agitada y tormentosa existencia. Nada menos exacto. Ese oscéptico implacable tiene todo el aspecto de un creyente. Es un liombre de edad madura, más bajo que alto, grueso y bien conservado, do mirada franca y leal, de frente espaciosa y serena, cuya boca no está plegada por el amargo rictus del dolor, sino por la más bonachona de las sonrisas; cwja cabeza corona blanca cabellera, que nada tiene de romántica, y cuyo rostro, agraciado y simpático en su conjunto, rodean unas blancas patillas de bolsista, que antes le dan expresión de acaudalado y satisfecho banquero, que de melenudo y tétrico poeta. E n ese cuerpo, que casi parece el de u n epicúreo, se alberga un alma bondadosa y dulce, un carácter franco y jovial, un corazón sencillo, candido, casi infantil, y una podex'osa inteligencia. Y esa alma y ese cuerpo viven sin pesares profundos, en medio de todas las satisfacciones del amor propio satisfefecho, de los goces de la familia y de los atractivos del confort. La suerte de ese escéptico pesimista, que do todo reniega, la envidiarían más de cuatro creyentes. Afable en su t r a t o , m u y amigo de sus amigos, indolente para todo lo que no sealiacor versos, Campoamor es persona por extremo simpática y de todos querido. Ha hecho política (como ahora se dice), y la ha hecho bastante mal, como buen español; se ha dedicado á la filosofía, escribiendo dos libros, 198 LA ESCt-'ELA MODERNA El Personalismo y Lo Absoluto, que son dos dolerás de bastante mérito; ha peleado contra la democracia con éxito no m u y afortunado; y tiene varias manías especiales {cosas, como diría Larra), á saber : hablar m u y mal de los krausistas y de Quintana ; dedicarse al teatro (que es quizá el único género poético para oi que le faltan condiciones); darse aire do metafísico (de lo cual tiene tanto como de dramático), y en enfadarse con todos los que no dan el nombro de doloras á las composiciones en que lo imitan. Tal es el hombre. Veamos ahora lo que es el poeta. II El poeta es una de las individualidades más originales y podei'osas de la época presente. Su originalidad os tal, que difícilmente puede determinarse su filiación poética, por más que sean m u y conocidas las fuentes en que se inspira. Que la tendencia alemana domina en sus obi'as, es evidente; que no pocas veces ha tratado de imitar la manera de Víctor Hugo, también lo es; sin embargo, Campoamor es un poeta eminentemente original; se ha dicho que antes que él ha habido quien ha escrito doloras; que sus pequeños poemas no son género nuevo, sino cultivado por Heine, Musset, Byron y el mismo Víctor H u g o ; todo esto es cierto, pero no lo es monos que la dolora, tal como él la ha concebido, es cosa enteramente nueva y que sus pequeños poemas no se parecen á los do ningún otro escritor. No ha mucho tiempo que algunos rebuscadores do defectos, que se engalanaban con el nombre de críticos, creyeron poner una pica en Flandes, como el vulgo dice, y acabar de un golpe con el crédito do Campoamor, mostrando que en algunos pasajes de sus obras había ésto imitado pensamientos y frases de Víctor Hugo. El hecho era cierto, y aunque muchos de los supuestos plagios eran coincidencias perfectamente explicables, había algunos que no dejaban lugar á duda. Pero el crédito y la originalidad de Campoamor no por esto sufrieron menoscabo; estimóse el hecho más como puerilidad que UOMICNAJH Á CAMPOAMOK 199 como verdadero delito litei-ario, y hubo de reconocerse que aquellos plagios en nada impedían que Campoamor fuera verdadoramento original, pues reducidos á alguna frase suelta, no afectaban á la poderosa originalidad de la idea y de la forma interna é imaginativa en qiie ésta so expresaba. La originalidad, con efecto, no consiste sólo en decir lo que nadie ha dicho ya, sino en decirlo de un modo nuevo, y se refiere, no tanto á los detalles de la composición, como al conjunto de ésta. Cumplidamente probó el Sr. Valera, al ocuparse de este asunto, que plagios de frases y conceptos abundaban en todos los grandes escritores; pero ¿qué importa si el edificio poético en que se colocan esas frases es enteramente nuevo? Si un monumento reproduce fielmente las formas de otro, será vm plagio, una copia sin novedad alguna; pero si su conjunto arquitectónico á ninguno otro se asemeja, poco importará que algunas de sus piedras estén arrancadas de otros edificios. Los que tanto alborotaron con los plagios de Campoamor, no pudieron probar que una sola de sus composiciones constituyera Un plagio, y su rebusco de frases sueltas en nada menoscabó la fama del insigne vate, y, en cambio, causó no poco daño á los rebuscadores. Campoamor es un poeta que no encaja en la tradición literaria española; su poesía nada tiene de nacional. La riqueza de formas, los primores y galas de la versificación, que son tradicionales entre nosotros, le agradan poco, y rara vez se encuentran en sus obras. Poeta de idea, á ella lo sacrifica todo, y su constante conato es encerrar en sus versos un pensamiento transcendental, sin curarse mucho de la forma, que si en ocasiones es bellísima, en otras peca de descarnada é incoi'recta. Acérrimo partidario del arte docente ó transcendental, mira con desdén á toda composición (pie no haga pensar, y considera como juego frivolo del ingenio todo lo que no sea la traducción poética de un concepto filosófico. A veces, sin embargo, dando de mano á este excesivo rigorismo, ha sabido pulsar la cuerda del puro sentimiento y conmover al lector con tiernos y delicados acentos. Su admirable dolora ¡Qu¿én supiera escribir!, sus bellísimos poemas El tren expreso, La 200 LA KSCCELA MODKKNA novia y el nido, Dulces cadenas, Los grandes problemas, son buena prueba do lo que afirmamos. Pero en Campoamor, por punto general, el sentimiento y la imagen no son más que auxiliares de la idea. Su poesía es en realidad la razón cantada, como Lamartine quería que fuese la poesía moderna, y no hay concepción suya, por ligera que parezca, en que á través del poeta no se adivino al filósofo, y no sólo al filósofo moralista, sino al psicólogo y al metafísico. Esta constante tensión filosófica del espíritu poético de Campoamor, unida á lo poderoso, acentuado y original de su personalidad, es causa do que su f)Oesía sea eminentemente subjetiva. P a r a él, la realidad exterior no es otra cosa que una ocasión favorable para revelar su propio pensamiento, y por eso nunca la canta por el mero gusto de exponerla, vaciarla ó describirla, sino por el de sacar de su contemplación alguna enseñanza transcendental. Esta falta do objetividad explica la flaqueza de Campoamor en lo épico y lo dramático, y su excelencia en lo lírico, género que constituye su legítimo dominio, y del cual nunca sale por más que hace, pues líricos son sus ensayos épicos, y líricas sus composiciones dramáticas. Y, sin embargo, gran parte de sus doloras parecen objetivas, tanto por razón de su asunto como de sus formas. P o cas son, con todo, las que así pueden considerarse. La n a r r a ción, que es forma de algunas, el pequeño drama que otras encierran, casi nunca son otra cosa que un medio original empleado por el autor para expresar un pensamiento propio. Alguna que otra se exceptúa de esta regla, pero estas excepciones son tan escasas, que antes confirman que desvirtúan la ley general. Lo expresado, lo manifestado, el fondo constante de todas las composiciones de Campoamor, no es la realidad objetiva, sino el espíritu de Campoamor. E s nuestro poeta eminentemente humano, y r a r a voz son objeto y fuente de inspiración de sus cantos la Divinidad ó la Naturaleza, sobre todo la segunda, que no parece inspirarle mucha simpatía. Cuánto priva de frescura y sentimiento á sus poesías esta falta, no h a y para qué decirlo, ni es necesario HOMENAJE Á CAMPOAMOR 201 añadir que en eso no se asemeja á sus modelos alemanes, amantes fervorosos de la Naturaleza. E l alma y la vida del hombre individual y hombre colectivo, consideradas bajo los aspectos que más pueden interesar al filósofo, lie aquí el línico objeto de la inspiración de Campoamor. Original en sumo grado, como antes hemos dicho, pocos poetas le aventajan en ingenio para escoger asuntos, y,en fantasía para darles las más peregrinas ó inusitadas formas. Esta condición explica uno do sus mayores méritos: el de saber convertir en materia poética los más alistrusos problemas de la ciencia; el de conomover é interesar con asuntos abstractos, difícilmente compatibles con las exigencias del estro poético; el de haber sabido crear una poesía didáctica y transcendental, por todo extremo amena y deleitable. Gracias á él, todos los pi-oblemas de la filosofía moderna, todos los sistemas más abstractos, desde el idealismo subjetivo de K a n t hasta el idealismo transcendental de Schelling, han podido tener en el arte poético la expresión que les es posible; gracias á él, la poesía ha expresado los más profundos y levantados pensamientos, y ha difundido entre las gentes menos cultas las más importantes enseñanzas. Y esto lo lia hecho Campoamor de un modo inimitable y sin caer en los graves errores y descaminos á que pueda arrast r a r la tendencia docente á espíritus de menos genio poético que el suyo. Poco cuidadoso, sin duda, de la forma puramente externa, ha atendido mucho á la interna, y no ha olvidado que la idea por si sola no basta á dar valor estético á las obras de arte, que éste es una forma y nada más, y que sus mismas poesías, con ser tan profundas, despojadas del encanto de la forma, no serían otra cosa que la exiiosición de un conjunto de ideas de todos sabidas, que en sí no tienen valor poético. Campoamor ha sabido dar á la doctrina docente una aplicación recta, y reconociendo que la poesía no enseña ni puede enseñar, hase cuidado de vestir su pensamiento con formas •originales y bellas, para que de esta suerte sea atractivo y so difunda y popularice, único fin didáctico que, con estricta subordinación al estético, puede el poeta proponerse. 202 LA HSCIELA MODERNA No son, con efecto, las poesías de Campoamor una descarnada exposición didáctica de principios metafisicos. El carácter profundamente subjetivo y el buen sentido del poeta no han permitido cosa semejante. Nacidos los conceptos que en ella se desenvuelven del fondo mismo del alma del poeta, vestidos de poéticas foi-mas, encerrados unas veces en animados relatos, otras en pintorescos cuadros, otras en dramáticas escenas; presentados por lo general como vivas explosiones de u n sentimiento personal, nunca ofrecen las producciones de Campoamor el carácter antiartístico de la mayoría de las obras didácticas. P o r eso fuera vano intento buscar en ellas una verdadera enseñanza; por eso, con estar llenas de filosofía y hasta de metafísica, leyéndolas no se aprende ciencia; pero las ideas que encierran se graban en el alma con caracteres de fuego y cau~ san en ella emoción vivísima y profunda, que en espíritus reflexivos puede más tarde despertar verdaderas convicciones. Tal es el único sentido en que el arte puede ser docente; no le es posible enseñar á la manera de la ciencia; pero sí difundir las enseñanzas de ésta, llamar la atención sobre sus conclusiones y preparar al espíritu, mediante la excitación del sentimiento y de la fantasía, para el conocimiento reflexivo de la verdad. La originalidad de Campoamor es la única causa de los lunares quo á veces empañan sus obras más perfectas. El afán de imaginar y decir cosas nuevas é inusitadas le arrastra en no pocas ocasiones á verdaderas extravagancias, que se muestran, ora en la singularidad de los asuntos, ora en la rareza é inverosimilitud do los incidentes de sus poemas, y a en lo paradógico de los conceptos, ya también en lo rebuscado y artificioso de las imágenes. Sus poemas Las tres rosas y Las glorias de los Austrias son buena prueba de lo que aquí decimos. Este afán de la originalidad es causa de que Campoamor incur r a con frecuencia en un vicio asaz común en muchos poetas del siglo do oro, cual es el escepticismo, y caiga en la tentación de inventar combinaciones métricas poco aceptables, como las empleadas en las doloras ¡Más! ¡Más!, ¡El beso!, Acliaques de la vejez. HOMENAJE Á CAMPOAMüU 203 Desigual en extremo, muéstrase Campoamor en ocasiones versificador primoroso, y en otras peca de duro é incorrecto; ora se levanta á grandiosas concepciones, ora imagina verdaderas niñerías; ya parece enardecido por robusta inspiración, ya se duerme como Homero, y en breve plazo lanza á la publicidad poemas tan admirables como Los grandes prohlemas y El tren expreso, y engendros tan extraños como Las tres rosas y Las glorias de los Austrias. Explícanso fácilmente estos fenómenos por el carácter subjetivo de sus obras, eco fiel y reflejo fidelísimo de la movilidad incesante de su espíritu, de suyo impresionable, candoroso, y por naturaleza repulsivo al artificio y á la reflexión. Porque Campoamor, á pesar de ser filósofo, de reflexivo tiene m u y poco; su filosofía es más bien fruto de la intuición y del instinto, y tiene más de poética que de científica, y de personal que de objetiva. De aquí la vacilación constante do su criterio, en el cual no hay más que una nota fundamental é invariable: el escepticismo. Pero el escepticismo de Campoamor, capítulo aparte merece. III Campoamor es un poeta sin ideal. Hijo fiel del presente siglo, la duda es su musa predilecta, y la negación escéptica el alma de sus cantos. No h a y poeta que con él compita en pesimismo y desaliento, y el hecho de que poesías inspiradas en tales sentimientos logren popularidad tan extraordinaria, es sin duda elocuentísimo signo de los tiempos. El escepticismo poético no es nuevo en España. Casi todos nuestros poetas románticos, señaladamente Espronceda, en él se inspiraron; pero Campoamor ofrece caracteres originales que merecen estudiarse. E l escepticismo de Espronceda revela una época en que la duda es un tormento para el espíritu; el ¿o Campoamor anuncia un estado social en que ya nos hemos connatux-alizado con la duda. Aquél arranca del corazón y es nijo de los desengaños; éste nace de la cabeza y es fruto de serena y fría reflexión. El primero denuncia una existencia 204 LA HSCUELA MODERNA atormentada y dolorosa; el segundo la vida tranquila de un espíritu á quien no molesta gran cosa la falta de creencias. El escepticismo de Campoamor es más amargo, más desconsolador y más peligroso que el de Espronceda, por lo mismo que es más sereno y razonado. Los desesperados gritos de Espronceda conmueven y repelen á la vez; el estado psicológico que revelan pone miedo en el ánimo. El tranquilo escepticismo de Campoamor no produce iguales efectos, antes su plácida calma es señuelo que convida á reposar la cabeza sobre aquella almohada agradable al espíritu, como á la duda apellidaba Montaigne. Campoamor no tiene motivos personales para ser escéptico. La experiencia de la vida no ha podido causar profunda mella en su alma infantil y candorosa; su plácida y feliz existencia, antes que á la duda, debiera invitarle á la fe. En su serena fisonomía, en su constante buen humor, es imposible adivinar el escepticismo que le devora; nadie quizá tiene menos derecho que él á ser escéptico. Y sin embargo, lo es, con mayor universalidad y transcendencia que los escépticos románticos. No se limita á renegar de los hombres, sino que su duda alcanza á las ideas; no se circunscribe á negar el amor, la poesía y la amistad por virtud de añejos desengaños, sino que lo niega todo, inclusa la realidad del conocimiento. Y lo niega con imperturbable calma, con serenidad pasmosa, á veces nublada por ligero tinte de tristeza. Tranquilamente, sin los apasionados arrebatos de Espronceda, los alaridos de dolor de Byron, ó la deseeperación intensa de Leopardi, afirma que hiitno las glorias de la vida son; se pregunta melancólicamente: La dicha que el hombre anhela, ¿dónde está? sostiene que vivir es olvidar; que tarde ó temprano es infalible el mal; que todo es sombra, ceniza y viento; que vivir es dudar; que todo se jñerde; que el bienestar del hombre es la muerte; que HOMENAJE Á C'AMPOAMOIl 205 al hombre sólo le afectan el calor y el frío; que él es quien regula la conciencia; que no hay honor ni virtud más que en la lengua; que fuego es amor que en aire se convierte; que gloria y fe para el hombre son U7i sueño; que el placer es la fuente del hastío; que la belleza sólo está en los ojos del que mira; que todo espectáculo está dentro del espectador; que sobre arena y sobre viento lo ba fundado el cielo todo; que el variar de destino sólo es variar de dolor; y después de dudar si tendrá razón Cabanis, concluye afirmando que en este mundo traidor nada bay verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira. No cabe escepticismo más universal y profundo, ni es posible exponerlo con mayor y más implacable impasibilidad. Y sin embargo, esta poesía, escéptica en más alto grado que la de Espronceda, es saboreada con deleite por una sociedad que de creyente se precia. Damas aristocráticas que contribuyen al dinero de San Pedro y son enemigas del art. 11; gentes que se cuentan en el número de las personas sensatas que tienen que perder; niñas románticas y llenas d_e ilusiones devoran con placer estas máximas que en otros labios les p a recerían impías, escandalosas y dignas de anatema. ¿A qué se debe este singular fenómeno? ¿Cómo este poeta revolucionario y heterodoxo os el niño mimado de las altas clases? A nuestro juicio, á la perfidia de Campoamor, que semejante á la serpiente bíblica sabe revestir de bellos colores el fruto envenenado ^lue entrega á las Evas y Adanes de esta generación. Un ligero toque de sentimentalismo, tal cual nota piadosa y naística, alguno que otro alarde de respeto á las creencias tradicionales que recuerda involuntariamente las reservas de 20(5 LA ESCUKLA MOUlíliNA Montaigne, los distingos de Descartes y la devoción de Rabelais, bastan para que Campoamor pueda deslizar impunemente sus venenosas doctrinas. 11 connait son 'puhlic, ce gaillard-la y no le cuesta gran ti-abajo rociar con agua bendita sus audacias volterianas y sus arranques escépticos y pesimistas, dignos de Kant y de Schopenhauer. En tal concepto, Campoamor es á la vez reflejo exacto de su época y de su país. Esta poesía escéptica, pesimista, amarga é irónica, es la única propia do estos tiempos de crisis y de duda. El poeta do h o y no puede tener ideal, porque el siglo tampoco lo tiene; su canto ha de ser desconsolador y negativo, amargo y desesperado, ó indiferente y frío, según su temperamento. Si su escepticismo lucha con el deseo de creer y de esperar, sus acentos serán protestas enérgicas y sollozos penetrantes y desesperados; si, por el contrario, se aviene á no creer en nada, su canto reunirá á la impasibilidad del estoico la indiferencia del cínico, si por ventura no lanza la irónica carcajada do Mofistófeles. Y si vive en una sociedad descreída en el fondo, hipócrita en la forma como en la nuestra, fácilmente se hará perdonar sus temeridades si sabe deslumhrar á los ignorantes con alardes místicos y hacerles creer que es posible tener fe en lo divino cuando se reniega de lo humano, y que en un mismo espíritu pueden reunirse la fe de Schopenhauer y la de Santa Teresa de Jesús. IV Hacemos un boceto y no un estudio crítico, y nos creemos dispensados, por tanto, de entrar en el examen detallado de las obras de Campoamor, tan conocidas de todos, por otra parte, que os inútil enumerarlas. Limitémonos á declarar que ni las obras filosóficas, ni las polémicas políticas, ni los ensayos dramáticos y épicos de Campoamor constituyen la base de su merecida fama. Compoamor es el poeta do las doloras y de los pequeños poemas, ni más ni menos, y tiempo perdido será el que emplee en buscar por otros caminos el público aplauso. Sus trabajos filosóficos y po- HOMENAJE Á CAMPOAMOlí 207 líticos, SUS producciones dramáticas y épicas abundan, sin duda, on detalles admirables (principalmente El drama universal): pero, considerados en conjunto, no son más q\iedoloras muy inferiores á las verdaderas. Estas son su creación original, éstas y los pequeños poemas los títulos legítimos de su pluma. ¿Qué es la dolora? Según Ruiz Aguilera, es «una composición poética en la cual debe hallarse constantemente, unida á un sentimiento melancólico, más ó menos acerbo, cierta importancia filosófica»; según Laverde, «una composición'didáctico• simbólica en la que se armonizan el corte ligero y gracioso del epigrama y el melancólico sentimiento de la endecha, la exposición rápida y concisa de la balada y la intención moral ó filosófica del apólogo ó de la parábola»; según el mismo Campoamor, «una composición poética en la cual se dele Jiallar unida la ligereza con el sentimiento, y la concisión con la importancia filosófica»; en nuestra opinión, <'-una composición poética de forma épica ó dramática, y de fondo lírico que en tono, á la vez ligero y melancólico, exprese un pensamiento trascendental»; definiciones todas que convienen en el fondo, y que claramente revelan: 1.°, que la dolora es un género nuevo entre nosotros; 2.°, que la dolora es la forma más adecuada de la lírica en nuestro siglo. Haber creado este género (pues aunque tuviera precedentes en la historia, al hacer de estos elementos esparcidos una individualidad persistente, Campoamor ha sido creador verdadero); al hallar la fórmula de la poesía lírica filosófica, de la poesía de la inteligencia, á la par que Becquer hallaba la de la poesía del corazón; al t r a e r á España el sentido y tendencias de la lírica alemana, profundamento filosófica y subjetiva; al formar una escuela cada vez más numerosa é iniciar un movimiento de día en día más potente; al llevar á cabo en la épica análoga transformación mediante la importación del pequeño poema de Byron, ]\Iusset, Heine, Victor Hugo, o t e , única forma posible de la épica en nuestro tiempo, Campoamor ha verificado una profunda revolución on nuestra literatura, y ha logrado ser digno de figurar en el número de esos atrevidos 208 LA ESCUELA MODERNA innovadores que son punto de partida en una época literaria. Su influencia é importancia en la historia de nuestra lírica serán por eso no menos grandes que las de Boscán y Garcilaso, Quintana y Espronceda. Rindamos, pues, merecido tributo de admiración y respeto á tan insigne vate, y dejemos en la sombra sus flaquezas y defectos. No faltarán sucesores que saquen las últimas consecuencias de sus ideas, y, prescindiendo de escrúpulos, desarrollen en toda su extensión los gérmenes que ha sembrado. Cuando esto suceda (y y a empieza á verificarse, aunque lentamente), se comprenderá el alcance de la lírica campoamoriana, y se medirá la profundidad de la revolución poética que ha llevado á cabo. Entonces se reconocerá que el autor de las Doloras y los Pequeños poemas es uno de los poetas más originales, innovadores y profundos, uno de los espíritus más revolucionarios y una de las inteligencias más poderosas de nuestra Patria, y su nombre ilustre y sus producciones admirables serán el lábaro poético de la nueva generación, como su numen ha sido el voz'bo de la nueva idea. SILUETA por U. González Serrano. Germinal, revista malograda de la gente moza, y Vida Nueva, semanario radical, estimaban al octogenario Campoamor como uno de los suyos y le consideraban más revolucionario que muchos pseudo-liberales, á pesar de que el insigne autor do las Dolaras ha sido y sigue siendo, quizá por el buen parecer, reaccionario y conservador. No pretendían, como humorísticamente decía el ilustre vate, que le llevasen á la cárcel á concluir su envidiable vejez; declaraban que el gran poeta, dont VEspagne est si justenient fiére, contra su conservaduría y fx-ente «á sus aficiones á pasarlo bien y á sus hábitos de Ijeroza», resulta un agitador de ideas. Sin ser filósofo, ni didáctico (poeta docente,) ni reflexivo, HOMENAJE Á CAMPOAMOIi 209 Campoamor se prenda de la intuición plástica, del lenguaje por imágenes, y proclama como dogma de su estética el arte por la idea. De su filosofía (El Personalismo y Lo Absoluto, dos doloras en prosa), formula el juicio zumbón de uno de sus administradores, que parece pidió dichas obras, las que devolvió diciendo: «La remesa de las Metafísicas del amo equivale á mandar expresiones, que es como no mandar nada». De su afán didáctico protesta el escepticismo (el color del cristal con que se mira) de todas sus poesías, que rabia de verse junto con el plácido y bonachón aspecto de creyente que de su exterioridad de burgués apacible irradia el pastoso Campoamor. De su criterio político, que acentuó refutando la Fórmula del Progreso de Castelar y que confirmó con sus doctrinai'ismos aristocráticos, no se ha separado un ápice, sin llegar á la Meca, á la poltrona ministerial, porque nunca supo quitar motas, ni tomar aires de seriedad ridicula. No es de los que identifican la seriedad aparatosa con el valor positivo de las gentes. Si le preguntaban: «¿Por dóndo es usted diputado, don üamón?», contestaba: «Por Romero Robledo». Al argüirle que Cánovas le miraba con cierto desvío, añadía: «No me perdona haber divulgado su avanzada edad». De su ambición, dice: «Yo tengo el honor de despreciar la gloria y el dinero». Quizá es esta declaración de las que carecen de ingenuidad (¡y cuidado si el gran poeta es ingenuo!). '<No he necesitado dinero nunca», repito y aun es creíble que lo haya despreciado siempre. Pero, ¡la gloria! ¿despreciarla? ¡Qué candida mentira, aun aplicada á lo que llama la fama infame, la que convierte á Voltaire de principe de los hombres ^1G talento en dios de los imbéciles! Campoamor, que es una sensitiva, ha soportado la censura; pero ¿agradarle? Jamás. Por evitar una crítica acerba era capaz do Hogar hasta la injusticia consigo mismo. Para negar 1^6 había plagiado una poesía de Víctor Hugo, dijo que no Sabía una palabra de francés, y no ha liabido quien le a r r a n que declaración en contra; porque — ¡debilidad de los granToMo X X . —NÚM. 2." 14 210 LA ESCriíLA MODERNA des!—quiere ante todo aparecer como hombre que nada sabe y que nada estudia... él, el gran poeta-psicólogo. A través de su ortodoxia (garantida por la elegancia devota, que mezcla en el houdoir el incienso á que huelo el devocionario con la mostaza do las doloras) apenas si podría caminar, sin gravo riesgo, el ingenio sutil de IJuns Seott. Las raíces del sensualismo poético de Campoamor ahondan on el misticismo literario, pero, como todos los místicos, convierte lo religioso en la novela de lo infinito y habla de la religión del amor (Los Grandes Prohlemas) como el más emancipado de los dogmáticos. No contradice, sino que confirma, la verdad innegable do que en todo místico late el germen do un heterodoxo. Carece Campoamor de la fe del carbonero, aunque «prefiere ir á misa á reñir con su mujer»; no le seduce la fe razonadora de Balmos, ni el celo ardiente de Fernán-Caballero, ni la creencia militante do tanto obispo de levita; cree en la religión de la belleza, odia la democracia por antiestética, y del cristianismo acepta la hermosa melancolía de su pesimismo, que concibo, pero que no siente, pues, como dico en Los buenos y los sabios: Vive con la manía Pe maldecir de su propia estrella, Y cual buen pesimista en teoría, Ls va en la vida bien y habla mal de ella. Convierte Campoamor la ictericia moral del pesimismo, tinte gris de su g r a t a existencia, en penumbras y contrastes para describir los flagrantes delitosde inconsecuencia do la gente d'élile (Los Grandes Hombres, Antinomias del Genio) con una originalidad raj^ana en lo paradójico. Es él mismo una paradoja de carne, complaciéndose en darse airos do conservador y en verse evocado por los revolucionarios como portaestandarte do toda protesta. ¿So engañan sus admiradores? ¡No! Campoamor, agitando ideas aun las más opuestas, es un poeta de cuerpo entero, es el POETA, y, por tanto, «resumen del hombre on general». Cnanto en circunstancias dadas ha sentido la naturaleza HÜMHNAJlí Á CAMPOAMOR 211 humana, cuanto alguna vez ha hecho latir el corazón, otro tanto es la materia sobre la cual trabaja el poeta, apto para ser Anacreonte ó Ángel Silesio, escribir trágica ó cómicamente y r e t r a t a r un carácter elevado o vulgar. Nadie puede impedirle ser moral, piadoso, cristiano, sin censurarle que no lo sea; verdadero espejo do la humanidad, pone ante su vista cuantos sentimientos le agitan. Los grandes poetas hablan como ventrílocuos por la boca de las personas que representan, ahora con el tono del héroe, después con la delicadeza del niño inocente, siempre con igual verdad y naturalidad; jamás son protagonistas de sus obras, ni lloran fe perdida, ni maldicen dudas que no se disipan. De tan buena cepa es Campoamor. ¿Por qué han de acusarle alguaciles de la conciencia, cuando ésta es incoercible, si ha conseguido que sus audacias volterianas y su perfidia sean paladeadas hasta por los luás timoratos? Ha sabido unir la candidez de la paloma con la astucia de la serpiente, administrando aun á los más ortodoxos el veneno (según otros, el tónico) de la duda en pildoras doradas. ¿Es o no revolucionario? Jefe político de la provincia de Castellón el 54, Campoamor contestó al Conde de San Luis, cuando le estimulaba á la reacción y á la arbitrariedad: «En esta provincia no hay temor de ([ue el orden se altere, porque no tenemos ni un solfiado». De Campoamor, que ha asistido y aun afortunadamente asistirá á la apoteosis de su gloria (y el inocente embustero dice (pie la desjn-ecia), no habla mal nadie, ni los muchos que le envidian. A su excelsitud como artista, añade la condición ingénita de la Ijondad. No tiene que esperar á no llenar hueco para (jue le llegue el período de las alabanzas. El coro general do ellas suena continua y armoniosamente. Hace y a tiempo, Ayala, sintiendo la influencia de Campoamor y viéndole tan descreído, no le quería tan bueno: ¡Hombre, no inspires amor! Te lo ruego por Dios vivo. ¡Hazte malo, j)or favor; 212 LA. ESCUELA MODERNA Pues no serás tan nocivo En siendo un poco peorl A n a d i e e x t r a ñ a r á q u e c u a n d o el G r a n A n c i a n o l l e g a á la p u e r t a d e la l i b r e r í a d e F e , sin p o d e r b a j a r d e s u coche, en b u s c a de a l g u n o d e los m u c h o s y m u y sinceros a d m i r a d o r e s q u e se c o m p l a c e n en s a l u d a r l e , se s o m b r e e su r i s u e ñ a fisonom í a c o n el t e m o r del G r a n M i s t e r i o (la m u e r t e ) . Si a l g u n o q u i e r e a n i m a r l e con p a l i a t i v o s oA iisum Deli^hini, p o d r á c o n t e s t a r el i n m o r t a l C a m p o a m o r como A r i s t i p o . A s u s t a d o ésto do u n a t e m p e s t a d , e x c i t a b a l a r i s a d e los i g n o r a n t e s , q u e c a r e c í a n ó a p a r e n t a b a n c a r e c e r de miedo, y A r i s t i p o les d e c í a : « H a y m u c h a diferencia e n t r e los q u e t e n e m o s que perder». DICHOS Y HECHOS Se dice que los trabajadores de Irlanda, que se alimentan principalmente de la patata, no padecen nunca gota. — Si moviésemos las piernas con una velocidad proporcionada á la de las hormigas, se calcula que podríamos andar 1.500 kilómetros por hora. — Si todo el Océano se secase, para volverlo á llenar tendrían que estar vertiendo sus aguas en él todos los ríos del mundo durante cuarenta mil años. — Los elefantes y los camellos no pueden saltar. — Casi todos los leones son zurdos. Un explorüdor famoso dice que cuando esta fiera quiere dar un zarpazo fuerte, emplea la garra de la mano izquierda. — La cerda de la cola del caballo es, según los hombres do ciencia, el pelo animal más fuerte que se conoce. — El corav.ón del hombre late 81 veces por minuto cuando está de pie, 71 cuando está sentado y 66 cuando está tendido. — En igualdad de tamaño, un hilo de seda de araña es mucho más resistente que uno de acero. Esta resistencia se calcula en un 50 por 100 más para la seda que para el acero. — En la Biblioteca del Museo Británico hay más de 70 kilómetros de anaquelería, en la que se ponen un millón setecientos cincuenta y nueve tomos. — En las fondas de San Petersburgo está prohibido presentar los menus escritos en francés solamente. Un edicto recientemente promulgado, ordena que 9I menú francés acompañe una traducción rusa. RESUMEN DE UNA LECCIÓN (1) H I S T O R I A Y DESAKKOLLO D E LAS DE COMUNICACIÓN Y T R A N S P O R T E , É I N F L U E N C I A E N E L COMERCIO, LA A G R I C U L T U R A Y LA VÍAS DE LAS MISMAS INDUSTRIA E n t r e los medios materiales necesarios para que la riqueza circule y, por lo tanto, para que el comercio pueda ejercerse, figuran, al lado de la moneda, las vías de comunicación y de transporto. No sólo puede el hombre, por medio de dichas vías, trans])ortar cosas materiales, sino que de igual manera puede transmitir sus sentimientos y afectos, sus pensamientos, sus deseos y voliciones, por medio de los llamados Correos y Telégrafos. Correos y telégrafos son los niveladores del comercio universal, y de su importancia responde claramente el hecho do que ninguna nación sufra escasez de artículos de consumo, ni, por lo tanto, los horrores del hambre, puesto que por su m e diación las naciones más lejanas pueden transmitir á las que los demanden, artículos suficientes para satisfacer sus necesidades. Las vías de comunicación y de transporte se clasifican en naturales y artificiales. Son vías naturales, aquellas que la naturaleza ofrece al hombre y éste aprovecha mediante la adaptación que de ellas hace. Estas son: el mar, los ríos y (1) E s t e resumen de lección es el ejercicio escrito hecho por la señorita que lo firma p a r a la reválida del t i t u l o de Profesora de Comercio que expide la Asociación p a r a l a enseñanza de l a mujer, previos los estudios correspondientes que se hacen en u n curse, después de h a b e r aprobado la s e g u n d a enseñanza (dos cursos) o sufrido el e x a m e n de las m a t e r i a s propias de este g r a d o , según lo t i e n e e s t a Wecido dicha Asociación. (N. D E I.A D.) 214 LA ESCUELA MODERNA lagos. Vías artificialos son las que el hombre ha construido mediante su actividad orgánica, cuyo concepto merecen los caminos, carreteras, canales y vías férreas. Se ha comparado las vías de comunicación y transporte con los remos de las embarcaciones, con las alas de las aves, y más propiamente, con los sistemas arterial y venoso del cuerpo humano. En cuanto á las vías naturales, el mar figura en primer término; por él surcan infinidad de embarcaciones, tanto de vapor como de vela; el mar sostiene sobre sus ondas toda clase de pesos y volúmenes, es la vía más barata en cuanto que no necesita de las reparaciones que constantemente h a y que hacer en las vías férreas, y al mismo tiempo la más corta, puesto que puede seguirse la línea recta, lo cual no ocurre en las vías terrestres sino en m u y pequeños espacios. En cuanto á la seguridad de los transportes por mar, casi puede decirse que son más seguros que los transportes por tierra; para lo cual el homljre ha inventado infinidad de medios á fin do salvar los obstáculos que el mar en sus inmensos espacios le ofrece, tales como bancos de arena, ciclones, choques, la obscuridad de la noche, la posibilidad do extravío en ol rumbo, las fieras y monstruos marinos, las iras del cielo, la maldad do los hombres, etc., por medio de cartas náuticas, brújulas, faros, puertos y los prodigios todos de la ciencia; y comparando el infinito número de barcos de vapor y de vela que cruzan durante el ano los mares con el número do siniestros, resultan éstos en cantidad m u y poqueíla. Bíos. •—• Se definen diciendo que son caminos que andan, refiriéndose siempre á la dirección de la corriente, por la que es fácil la flotación y navegación. La dificultad do navegar en los ríos se presenta cuando se verifica la navegación en contra de la corriente, cuya dificultad ha venido á vencer ol vapor; poro en invierno á causa de las heladas, y en el estío por la escasez de caudal que los ríos llevan, es m u y escasa la navegación. Lagos. —• Cuanto se ha dicho de los ríos es apropiable también á los lagos, lagunas y albuferas, puesto que la comunica- RESUMEN OH UNA LECCIÓN 215 ción se realiza por el mismo elemento y empleando el mismo género de máquinas, esto es, las embarcaciones, para vencer las distancias. La primera vía artificial que se nos presenta es el camino, el cual nunca desaparecerá por muchos que sean los adelantos y por muclio que avance la civilización. El primer camino lo hizo el liomlare por las huellas que en el suelo marcaban sas pies al querer trasladarse de un sitio á otro ó al reunirse con uno de sus semejantes. Carreteras. — Son caminos especiales hechos por el hombre para su traslación de un lugar á otro, y siemjjre en relación con los adelantos que existen en cada época. Las carreteras se dividen en generales, ó sean construidas por el Estado, para comunicación de la capital de la nación con las capitales de provincia, departamentos de marina y puertos habilitados para el comercio de importación y exportación; carreteras provinciales, ó sean las que unen la capital de la provincia con las cabezas do partido, y carreteras vecinales que unen unos pueblos con otros. Estas últimas se subdividon en caminos carreteros ó carretiles que permiten el paso de carruajes; en caminos do herradura, ó sea de locomoción á caballo, y sendas y veredas, que consienten ó facilitan el paso del hombro. Canales. —- Los canales se definen diciendo que son ríos artificiales, y so utilizan unas veces para la navegación, otras para el riego, y en ocasiones para ambas cosas á la vez, y hasta para usos industriales de la mayor importancia. Suelen construirse los canales sobre el lecho de algunos ríos para darles más solidez á sus márgenes y más profundidad á su cauce. La construcción de los canales no es tan pendiente como la de los ríos; sino quo están construidos formando escalones ó t r a mos de una longitud de kilómetros acomodada á las condiciones del suelo y sus pendientes, y con motivo do los cuales se ha inventado un aparato ó mecanismo que recibe ol nombre de esclusa, y que tiene por objeto nivelar el caudal de agua del canal, al pasar por él los barcos. Dicha esclusa consisto en una caja de ladrillo y argamasa, hecha en el interior del canal y de un tamaño proporcionado al de los mayores barcos que 216 LA ESCUELA MODERNA pasan por los canales. Cuando se necesita que baje el nivel del agua, se abre una de las compuertas que tiene la esclusa, donde se deposita el agua sobrante, lo cual acontece cuando ha de descender el barco, saliendo después el agua por la compuerta contraria á nivelar el caudal. Del mismo modo, pero en sentido contrario, se procede cuando el barco \a en dirección ascendente. Vías férreas. — Puede considerarse la historia de las vías férreas como la del siglo en que vivimos; pues aun cuando hasta el año 1829 no tuvieron una aplicación general, hoy cruzan la tierra BOO.OCK) kilómetros de vías férreas, lo que equivale á doce veces la circunferencia de nuestro planeta. La importancia de estas vías es tan grande, que sin ellas, á pesar de los transportes marítimos, no tendría el comercio el gran incremento que por su mediación ha alcanzado. Como ventajas, presenta infinitas este medio do comunicación y transporte. En primer lugar, ahorra tiempo y dinero, une en los viajes al rico con el pobre, contribuyendo á los continuos avances de las ideas democráticas; une con su cinta de acero las naciones de rivalidades históricas más pronunciadas, y hace que el mundo piense como un solo cerebro y sienta como un gigantesco corazón; regula los precios de los diferentes mercados, haciendo posible su velocidad que los productos fáciles de descomposición lleguen al lugar de consumo en perfectas condiciones de ser utilizables. La primera locomotora se empleó en las minas de Inglaterra, alcanzando una velocidad máxima de 9 kilómetros por hora. Los rumores á que dio motivo este primer invento fueron terroríficos, y el periódico londinense The Times decía, que sería de todo punto imposible el transpoi'te de viajeros por semejante medio de locomoción, puesto que corrían el gravo peligro de ser lanzados de los vagones como el proyectil de un cañón, que las cosechas se perderían por los sitios donde el ferrocarril pasara, que los pájaros morirían asfixiados, los edificios se demolerían y derrumbarían á causa de la trepidación. Todos estos ridículos temores desaparecieron con la aparición del primer tren, compuesto de 24 carruajes, arrastrado RESUMEN DE UNA LECCIÓN 217 por cinco locomotoras de cuatro ruedas y cuatro toneladas de poso, que, en el año 1829, condujo viajeros de Manchester á Liverpool á la prometida velocidad de 24: kilómetros. H o y hay locomotoras hasta de 16 ruedas (las de la vía de San (lotardo), siendo lo general seis ú ocho, pudiendo ser su peso de BO y más toneladas, y hacer un recorrido hasta de 100 kilómetros por hora, sin contar las velocidades alcanzadas en los ensayos de las locomotoras eléctricas. La extensión de las vías férreas en tres cuartos de siglo es colosal. Hasta el continente negro, como suele llamarse al suelo africano, los pueblos del porvenir, contaba hace quince años 7.000 kilómetros de ferrocarrailes, repartidos principalmente entre Argelia y Egipto. H o y existen en Natal, Colonia del Cabo, Orange y Transvaal, y pronto unirán al Cabo de Buena Esperanza con Asia y Europa. Kefií'iéndonos á la influencia que las vías de comunicación y transporte tienen para la agricultura, la industria y el comercio, diremos que por medio de ellas, los productos todos, cualquiera que sea su clase, los transportan á centenares de leguas, donde encuentran al comprador, así como también se provee la industi-ia de máquinas y primeras materias, y esto m u y especialmente por mediación de los ferrocarriles, sin t e ner necesidad el industrial de emplear capitales de consideración en ellas, en vista do que el ferrocacarril con su velocidad le suministra m u y á menudo todo cuanto necesita. E n resumen: las vías de comunicación y transporte, cuyo tema he desarrollado ligeramente, rejaresentan un himno al trabajo perseverante de la humanidad, levantándose de su ignorancia y de su debilidad para poseer la tierra y dominar el espacio. ENCARNACIÓN ROMERO KSPANOLES ILUSTRBS V SUS KSTATUAS Las obras de arte destinadas á perpetuar un hecho ó una personalidad vienen á quedar como un libro abierto á las generaciones sucesivas, que para leerlo basta la razón natural del espectador, pues para ello no se necesita más que contemplar la obra artística transportando el espíritu al tiempo de las glorias patrias allí representadas. Signo es do generosidad y grandeza en los pueblos el honrar la memoi'ia de sus hijos más ilustres. Una g r a n ciudad sin estatuas es un buen libro en blanco. ¡Hermoso impulso el que lleva á rendir homenaje y realzar las figuras de los preclaros varones á quienes debemos hechos dignos de ser enaltecidos en todo tiempo, y admirados! Francia é Inglaterra, países ricos y m u y devotos de honr a r el nombre de sus personajes, cuentan con una profusión de estatuas increíble para los que no conocen aquellos países. Las grandes ciudades de una y otra nación ofrecen á la vista multitud de monumentos levantados por las municipalidades ó por la gratitud de las corporaciones. Tal es el derrocho en este punto, que en cierta población de Inglaterra tiene una estatua el inventor do la máquina que sirve para hacer los taladros en los pliegos de sellos de correo. E n t r e nosotros han tomado algún incremento esas honrosas manifestaciones desde hace algunos años, pero no llega España, ni con mucho, á donde rayan casi todos los pueblos de Europa. KSPAÑOLKS ILUSTRES Y SUS ESTATUAS 219 Y, sin embargo, son precisas; el pueblo aprende Historia en la iglesia, en la plaza pública, en el cementerio, en el teatro. El monumento es una página que nadie olvida, porque entra por los ojos y la leemos un día y otro y otro. Alguien ha escrito (jue no sentiría el que no le erigieran estatuas, sino que pudieran preguntarle por qué se las habían levantado. Parodiando esta frase, diremos que malo será quo un pueblo no se adorne con monumentos, pero mucho peor es que, teniéndolos, ignore quiénes fueron los personajes allí representados. Evitar esta posible ignorancia nos proponemos en los siguientes capítulos (1). D. N I O O M E D E S P A S T O R DÍAZ Fueron sus padres D. Antonio Díaz, oficial del Cuerpo administrativo de la Armada, y D." María Corbelle, pertenecientes á pobres pero honradas familias de la ciudad de Vivero (Lugo). Recibió en la pila bautismal los nombres de Nicomedes Pastor, aunque el segundo, por el uso, pasó á formar parte del apellido. Ingresó muy niño en el Seminario Conciliar do Vivero, en el cual eran notables los estudios clásicos, que amplió después con los de Filosofía en el de Mondoiledo; pasó más tarde á Santiago para hacer la carrera de Ley es, como entonces se decía, hasta que, cerradas todas las Universidades en 1830, marchó á ]\[adrid, terminando al abrirse las aulas, en Alcalá de Henares (1833), los estudios de Jurisprudencia. A l regresar á la Corte tuvo tres valiosísimos patronos: D. Manuel José Quintana, el general Latre y el Comisario general de Cruzada, Fernández Várela. La amistad del gran poeta con<¡[uistárons6la sus versos, escritos, aun en temprana edad, con verdadera y tiornísima inspiración, tomada de la naturaleza del país eñ que se meció su cuna. La mediación del general Latre influyó activamente en la carrera de Pastor (1) El que dedicamos en el número ant esta serie. Or á D. Claudio Moyano, pertenece íi 220 LA KSCVFXA MODERNA Díaz, haciendo que el ministro D. Javier do Burgos le nombrara Oficial segundo y luego primero del Gobierno político de Cáceres. A l cumplir los veintidós años de edad, y el mismo día que murió Fernando V I I , se recibió de abogado en la Audiencia de Madrid. Entrando en la vida política, fundó con varios amigos El Siglo, que vivió poco; publicó algunas bellísimas poesías en El Artista y La Aleja, dejando la literatura para desempeñar los cargos de Secretario del (Jrobierno de Santander, (3ficial del Ministerio do la Cioberna,ción y Jefe político de Lérida y Segovia sucesivamente. Antes de salir de la capital para este último punto escribió el prólogo (14 Octubre 1837) de las obras de Zorrilla, siendo el primero que proclamó el mérito del gran poeta nacional. Tras muchas vicisitudes, Díaz estuvo preso un mes en el cuartel de Salvaguardias de Madrid, sin motivo alguno, y allí dedicóse á sus tareas literarias con mayor empuje, escribiendo fulminantes artículos en El Correo Nacional, colaborando en El Conservador, El Heraldo, El Sol y La Patria, y publicando en un volumen las poesías que á ratos perdidos había hecho durante diez años. Sin pretenderlo, fué elegido Diputado y reelegido después once veces; el comercio de Madrid hízole Secretario del Banco de Isabel I I , que por entóneos se estableció; el Gobierno le puso al frente del Consejo de Agricultura, Industria y Comercio; la Reina nombróle Subsecretario del Ministerio de la Gobernación y, á poco. Ministro de Comercio, Instrucción y Obras públicas, al que deben no poco la Biblioteca Nacional y la Universidad de Sevilla. E n 1848 fué Rector de la de Madrid; Consejero de Estado en 1856; Senador del Reino desde 1858; Ministro de Estado el 56 y, poco antes de su muerte. Ministro de Gracia y Justicia. Poseía cinco grandes cruces y murió pobre, de una hipertrofia al corazón, teniendo que votar las Cortes una modesta pensión para su madre y hermanas. La ciudad de Vivero inauguró el 26 de Septiembre de 1891 el monumento levantado á su memoria en la plaza de la ESPAÑOLES I L U S T R E S Y SUS ESTATUAS 221 Constitución. La estatua es de bronce, modelada en Barcelona por D. José Campeny; representa al ilustre patricio en actitud noble y expresiva; en la mano derecha tiene una pluma y en la izquierda, que descansa sobre el corazón, un rollo do papeles. En lápidas de mármol adheridas al pedestal, además de la del frente que puede leerse en el grabado, aparecen las siguientes inscripciones: s u PAÍS N A T A L , LA PU()VIN(;iA, E L ESTADO Y SUS ADMIRADORES, DEDICARON E S T E M O N U M E N T O . EL CENTRO GALLEGO DE LA HABANA. D. NICOMEDES-PASTOR DÍAZ NACIÓ EN VIVERO EL 1 5 DE SEPTIEMBRE DE 1 8 1 1 . FUÉ RECTOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL, ACADÉMICO DE LA L E N G U A Y C I E N C I A S MORALES Y P O L Í T I C A S , MINISTlíO DE ESPAÑA EN TURÍN Y LISliOA, MINISTRO DE COMERCIO, INSTRUCCIÓN Y OBRAS P Ú l i L I C A S ; DE ESTADO Y DE GRACIA Y J U S T I C I A . F A L L E C I Ó EN MADRID EN 12 DE MARZO DE 18()3. LAS MUSAS L E LLORAN; LA PATRIA BENDICE SU R E C U E R D O . E l estadista y poeta insigne murió el 22, y no el 12, do Marzo de 18B3. MURILLO El fundador de la escuela sevillana de pintura nació en la capital de Andalucía el 131 de Diciembre de 1G17. Desdo m u y niño manifestó inclinación al divino arte y su padre lo dio por maestro á J u a n del Castillo. 222 LA K.SCUELA MODERNA Establecido éste en Cádiz, Murillo tuvo que pintar solo, hasta que llegó á Sevilla Pedro Moya, discípulo do Van Dick, cuyo estilo quiso imitar. Sintió entonces la necesidad de buenos modelos, y, comprando un pedazo de lienzo, pintó varios cuadritos de asunto reli/^ioso, los vendió y, sin participar a nadie sus intenciones, costeóse el viaje á Madrid, en 1643. Ya en la Corte, su paisano Velázquez proporcionóle todos los cuadros que quiso de las colecciones do Palacio, sitios reales y 3Ionastorio del Escori-al, y á los dos años dé copiar á Rubens, El Tiziano, Van Dick, Rivera y al inismo Velázquez, regresó á Sevilla, donde comenzó á trabajar para el claustro pequeño del convento de San Francisco. Esta obra le dio gran reputación y, propoi-cionándole muchos encargos, contribuyó á sacarle de la indigencia en que se hallaba. Casó Murillo con D."' Beatriz de Cabrera, de una familia pudiente do la villa de Pilas, y tuvo tres hijos. Carlos I I le nombró pintor do cámara, honor que rehusó por su e x t r e m a da modestia y poca afición á la corte. E n Cádiz, cuando acababa el cuadro Los desposorios de Santa Catalina, para el altar mayor de los Capuchinos, cayó del andamio y, trasladado á su ciudad natal, falleció poco después á consecuencia del golpe. Su muerte, acaecida el día 3 de Abril de ir)82, produjo general y grandísima pesadumbre. E l ataúd le llevaron á hombros dos marqueses y cuatro caballeros de las diferentes Ordenes, hasta la iglesia do Santa Cruz, donde recibió sepultura. Bartolomé Esteban Murillo era liijo do Gaspar Esteban y de Jalaría Pérez, resultando do aquí á primera vista una diferencia en el segundo apellido, que algunos creen tomó el artista de una do sus bisabuelas muerta en olor de santidad, según tradición do la familia. Es grande el número de obras quo á su magistral pincel so deben: las principales son imágenes de santos ó asuntos religiosos; pero en lo quo no tuvo rival fué en la pintura do la Concepción y del Niño Dios. KSPAÑOLKS ILUSTlíK.S Y St'K ESTATUAS 223 Sevilla, q u e se h o n r a con t a n p r e c l a r o hijo, dedicóle u n a e s t a t u a en b r o n c e , de c u a t r o m e t r o s ^ q u e se l e v a n t a en la p l a za del Museo y c u y o m o d e l o r e g a l ó al A y u n t a m i e n t o de Mad r i d el a u t o r , D . S a b i n o ]\[edina y P o n a s . R e p r o d u c i d a e n la C o r t o , fué colocada f r e n t e al M u s e o del P r a d o ; c o m e n z a n d o l a s o b r a s el 3 do A b r i l d e 1 8 7 1 , y celeb r á n d o s e s o l e m n e m e n t e su i n a u g u r a c i ó n el 2 5 do J u n i o sig u i e n t e . E l p e d e s t a l lo ]iagó D . J o s é Lois é I b a v r a ; el a u t o r del p r o y e c t o ipio so a p r o b ó , D. F e r n a n d o de l a T o r r i e n t o , dir i g i ó g r a t u i t a m e n t e los t r a b a j o s , y los i n d i v i d u o s del E s t a d o M a y o r de la Milicia c i u d a d a n a c o s t e a r o n la c i m e n t a c i ó n . E s t á r e p r e s e n t a d o el a r t i s t a e n t o d o el e s p l e n d o r d e su vida; l a c a b e z a es h e r m o s a y t i e n e p a r e c i d o con los r e t r a t o s q u e d e él e x i s t e n , si b i e n so h a l l a u n t a n t o r e j u v e n e c i d o el rostro. E n el f r e n t e del p e d e s t a l , q u e da al P r a d o , se von en r e l i e v e u n a p a l e t a , u n p i n c e l y dos r a m a s d e l a u r e l , debajo d e la jialabra MUHILLO. L r i s 1)!: GiiANAiJA. _^=i_3-.cá-.T -es.— DICHOS y HECHOS Anualmente nacen, por término medio, treinta miOones de niños. — En Rusia es obligatoria la enseñanza del inglés en las Escuelas de Comercio. Los rusos ven venir la guerra con Inglaterra. — Los tisiólogos dicen que los jóvenes que no fuman crecen en estatura, en peso y en ancho de peclio y en capacidad pulmonar, mucho más rápidamente que los aficionados al tabaco. — En Munich hay un hospital cuya principal renta consiste en la venta do plumas de acero, usadas, que le mandan de todas partes do Alemania, y que sirven para fabricar muelles de reloj, cortaplumas, navajas de afeitar, etc. — Por término medio, en la vida humana, se está enfermo nueve días cada año. — Las autoridades de Nueva York tienen mandado que, cuando ocurra un caso de enfermedad contagiosa, se coloque en la fachada del ediflcio una tablilla azul, blanca ó encarnada, según sea la enfermedad. SOBRE GCETHE El culto y erudito literato Martínez Ruiz, que sabe el entusiasmo con que hemos estudiado cuanto á Goíthe se refiere, porque le consideramos como prisma refulgente de todo un siglo, nos ha proporcionado la siguiente nota, que ha hallado en el Memorial literario de 1802, núm. lü, (tomo 2.°), de la Biblioteca de San Isidro, nota que nos limitamos á reimprimir.—ü. Gl. S, Anécdotas varias de la vida de Goethe, sacadas del «Mouthly Magazine», diario literario inglés. Yon Gaitlie, del Consejo secreto del Duque de Saxe Woimar, Intendente do sus minas y teatros, individuo de la Academia de pintura, y uno de los más célebres poetas de Alemania, nació en Francfort, en cuya ciudad hizo amistad con el Duque de AVeimar, que fué allí pai'a casarse con una Princesa Hesesa. Claítlie se había ya dado á conocer por su Werter su Gadz von Berlicliingen, y por una especie do farsa satírica intitulada los Dioses, los Héroes y Wieland, dirigida contra las observaciones do ésto, sobre el Alcestes de Eurípides. Cxciítlio pasó á AV'eimar con el Duque, con motivo de ver á su contrario Wieland, que había respondido á su sátira en el mismo tono. Habíase introducido entonces en la corte de Weimar un gusto desenfrenado á las diversiones más extravagantes; los cortesanos se divertían en combatos de puñadas y do palos, en correr siempre en patines ó sobre zancos y en beber en calaveras en los banquetes más magníficos; y lo peor es que estas extravagancias se extendieron por. toda la Alemania, mezcladas con las modas á lo Werther. A estas diversiones se SOBRE GdíTHE 225 reunió una especie de manía por la comedia, pues el Duque y sus cortesanos representaban en un teatro particular las farsas satíricas do tlo'tlie, en las cuales había renovado la comedia antigua y la licencia extremada de Aristófanes. AVieland, cuyo carácter apacible so resistía á esto desorden, excusándose de unas fiestas que acababan á porrazos, fué ridiculizado también en público teatro. Pero todas estas locuras se acabaron al fin, y Guíthe tomó desde entonces un tono serio y arreglado. Este autor, que ha escrito varias elegías amorosas con todo el fuego y voluptuosidad do Proporcio, y una novela titulada Willielm Meister, en donde pinta muy bien el carácter de las mujeres, no ha estado jamás verdaderamente enamorado, y aun es de oj^inión que los cuidados y lazos del matrimonio comprimen y ahogan el talento, por lo cual nunca so ha casado, aunque siempre ha tenido el jnojor partido con las damas. No le ha sucedido á Gojthe lo (^ue á la mayor parto de los poetas, pues los Clrandes y las musas parecen haberle favorecido á porfía: así, pues, de grado en grado ha ascendido hasta el ministerio, y aun logrado toda la confianza del Duque, el cual nada hace sin consultarle. Guitho tuvo precisión de acompañarle en la campaña (j^uo en 1792 hizo contra los franceses, pero sin dejar por eso el trato de las musas, pues durante su residencia en Italia encargó á sus subalternos los negocios monos importantes, para que de este modo le quedase más tiempo de estudiar. El exterior de (icütho es enteramente diferente del de Wieland; ésto tiene un airo dulce, modesto y amistoso, y el Otro de orgullo y desconfianza, sobro todo á primera vista; pero en medio de esta apariencia, nada agradable, se traduce Una cierta firmeza y elevación do carácter que, bien conocida, no puede monos de atraerse la estimación y confianza general. GcBtho reside con preferencia en Jena, en donde ocupa una parto del palacio, gozando allí de una paz y sosiego que no encuentra en Weimar, no obstante de quo en los bosques de este pueblo ha compuesto su Ijigenia, leyéndose aún en las TOMO XX.—NÚM. 2.* 15 226 LA v.scriíLA MHDKIÍNA paredes do la ermitita en que la escribió unos versos que vienen á decir: «l^íoina la mcás profunda calma on la cima de estos árboles, ])ucs sus ramas no forman ni aun ol más lif^ero murmullo. IJuormon los pájaros en estas grutas, y si uno mismo se detiene aquí un instante, también se adormecerá». So ve on todo su cuerpo la gordura y robustez (pie dan la salud y los alimentos más substanciosos, pudiéndose decir que es el cuerpo de un filósofo ejiicúreo con una cabeza platónica. Algunos mal intencionados lian extendido que jamás hace tan buenos versos como cuando está en la mesa; poro él asegura que Venus lo inspira aim. más bien qiie Baco. (¡(jjtlio ha formado su gusto en la contemplación y goce do todo lo IjoUo, ])rocurando examinar las cosas on sí mismas, sin atenerse á la opinión de los domas, cualidad sin la cual ninguno ha sido hasta ahora gran escritor. Ama con ansia todos los estudios, y aun los científicos, y toma ol mayor interés en los jsrogrosos do las l)ollas artes, y ])rinci])almonte do la pintura, protegiendo á los mejores artistas del ])aís. Podemos dividir la vida literaria do Cbi'the on tros é])ocas, cada una de las cuales ha dado un cierto carácter distintivo á sus obras : la primera fué ])olémica, agitada y aun tempestuosa. Como pai'to do su Wilhein J^íeíater fué compuesta en esto tiempo, aunípic la ol)ra se ])ublicó después, el estilo lleva el carácter tle aquella éjioca, pudiendo decirse lo mismo dol A'enicn. ó céleljros opigi-amas contra la mayor parto do los autoros y Academias <lo Alemania, y los cuales so ]>ublicaron on el almanak ])oético do Schiller, ano do 171)7. En la segunda época compuso su Ifujenia, su Taso, su Egniont, y varias otras obras trabajadas con más madurez, y las cuales corrigió ci)n sumo cuidado on I taba, donde residió cuatro años. La última ol)ra do esto período fné su poema, ó por mejor decir, su idilio Heriiiann ij J>orotea. La tercera éi)oca, en la que actualmente se halla, pertenece á las bollas artos; su ingenio no so remonta y a á regiones tan elevadas, reduciéndose á ostudiai- la teoría do la imitación y el ])oder del i-azonamionto. H a puesto en versos y lenguaje del día sn antiguo ])ocma satírico Reynaldo, ha arreglado para soiiiii': (;(i"j'iuí 227 el t e a t r o a l e m á n m u c h a s t r a g e d i a s do V o l t a i r e , y t a m b i é n p u blica de poco tiem])0 á esta p a r t e n n a oljra p e r i ó d i c a t i t u l a d a Propileos, en la c u a l se h a p r o p u e s t o p r o f u n d i z a r las r e g l a s de las b e l l a s a r t e s . Jiln fin, h a c e dos ó t r e s a n o s (pie estableció á su costa u n jiromio de ])¡ntura p a r a los a r t i s t a s a l e m a n e s , al c u a l c o n c u r r i e i ' o n el p r i m e r a ñ o v e i n t i s i e t e o b r a s , con las q u e se h i z o en A\'eimar u n a ex])osiciün ])ública. LA POLÍTICA D E L ALMA El alma os una verdadera república. El gobierno es popular, eleclivo, alternativo y re.sponsable. El poder público reside en la hiteliíjencia, en la Vuluntad y en la Conciencia: es decir, la Inteligencia legisla, la Voluntad ejecuta y la Conciencia, como tribunal inapelaljle, administra justicia en toda la extensión del territorio. El poder municipal reside en los sentidos, los cuales ejercen su autoridad bajo la dependencia inmediata de los poderes generales de la república. La población está dividida en dos grandes razas: los sentimientos y las ideas. La memoria constituye un establecimiento nacional, que es á la vez Archivo público, Biblioteca y Musco do antigüedades. En esta oficina so recoge también la historia patria. El alma es un país esencialmente revolucionario, razón por la cual el gobierno es inestable ; tan pronto gobierna un sentimiento como otro, y (•onio las instituciones son eminentemente democráticas, luchan por obtener el mando de la re[)ública. Hay, sobre todo, dos bandos ijolíticos intransigentes (|ue viven en guerra continua: la Virtud y el Vicio. Felizmente, la Conciencia abre su tribunal tan pronto como se i)acifica el ánimo y queda establecido el orden público; y después de analizar los hechos y des|)ués de instruir el proceso, sentencia irrevocablemente en conformidad con los códigos do la .Moral. Estos e.xpedientes pasan íntegros á los archivos de la Memoria para los efectos legales del remordimiento. Mantiene esta república muy buenas relaciones de amistad y comercio con otros Estados. Hay guerras internacionales en que combaten las ideas, siendo la prensa, por lo regular, el campo de batalla. Un secreto es un preso político cuya fuga puedo traer á la república graves conflictos internacionales. En general, la república del alma tiene lo que las demás, á saber: Diplomacia, en la educación. Tiranía, en el capricho. Política, en la curiosidad. Deuda pública, on la gratitud. Anarquía, en la locura. Golpe de Estado, en el arrepentimiento; y la política del Coleste lm[)erio en el egoísmo. El desengaño es un terremoto que mata de un gol|)e ¡deas y sentimientos. Moraleja. — Sólo es feliz esta república cuando gobierna la filosofía con un ministerio de buenos sentimientos. INFORMACIÓN PEDAGÓGICA La segunda enseñanza en Francia.—Opinión de FouHk'e.—La segunda enseñanza en Alemania.—La segunda enseñanza en España,—La cátedra Je Pedagogía superior.—La enseñanza y las Congregaciones religiosas.— ün articulo de Berlhelut (La ciencia y la educación popular). La segunda enseñanza va á recibir en Francia una nueva orientación. El Consejo Superior de Instrucción pública ha coordinado y comparado extensamente los 19(5 dictámenes recogidos en la enqucte de 1899, y de este paciente estudio ha salido una reforma. Se sospecha ya el espíritu de ésta por la misma extensión dada al campo de las investigaciones ; la opinión de los Profesores está mezclada con la de las Cámaras de comercio. .Se ha comprendido que había un interés apremiante en variar la enseñanza de los Liceos, en apropiarla á las exigencias diversas de la vida econÓMiica y social. Ya bajo el se.;undo imperio, para corresponder al deseo de las familias que querían dedicar á sus hijos á un aprendizaje comercial é industrial, Duruy había creado la enseñanza especial, (\\w no comprendía sino cuatro años de estudios. Pero la vieja rutina persistió y la enseñanza especial, á la cual se añadió dos años, perdiósu carácter práctico y llegó á ser una copia déla enseñanza clásiciu Estaba así calcada sobre el modelo del cual se había querido apartar. Tomó entonces el nombre de enseñanza moderna. Es el sistema que actualmente rige. Notoria es su insuíiciencia. Se ha atendido en el nuevo sistema á disociar lo más posible estos dos modos de enseñanza. Se ha pensado que era preciso aproximar la enseñanza moderna á su forma primitiva, dotándola de un programa de estudios aparte, que permita á los alumnos prepararse á las carreras comerciales, industriales, agrícolas ó coloniales. Al efecto, ha sido dividida en dos ciclos, de los cuales el primero, que comprende cuatro años, termina por la obtención de un diploma. Tres años de enseñanza restarán á aquellos alumnos que quieran llevar más lejos su carrera científica ó literaria. Es l&high School de los Estados Unidos, seguida facultativamente del colegio. El verdadero carácter de la reforma muéstrase aún más patente en la franca Bustitución del carácter científico al carácter literario eu la enseñanza llamada moderna. La especialización llevará hasta excluir del INFORMACIÓN PKDAGÓGICA 229 programa la ciencia pura, comprendiéndose en él únicamente las ciencias aplicadas. Además, llevado del mismo espíritu se propone el nuevo plan transformar completamente la enseñanza de las lenguas vivas : el estudio de la Gramática perderá importancia j habrá de ceder su preferente papel á la conversación. Hasta el presente han sido estudiadas las lenguas vivas á la manera del latín ó del griego, como si se tfatase de llegar á leer á Shakespeare ó Goethe en el texto, más que de comprender lo que en su idioma nos digan los interlocutores extranjeros. Se hacía penetrar al alumno con mil ceremonias en el fondo de la sintaxis inglesa ó alemana, pero el iniciado, una vez que salía de esta cripta, veíase ofuscado por la luz del día y no hacía otra cosa que frotarse los ojos, siendo incapaz de articular ó de entender una palabra de alemán ó de inglés. Por estas indicaciones aisladas no es fácil formar concepto preciso de una reforma tan compleja. Pero j a se adivina que el propósito principal es el de sustraer la enseñanza secundaria á la uniformidad que padecía. Tendrá ahora mucha mayor elasticidad; las diferentes aptitudes encontrarán allí cuatro ó cinco grandes vías preparadas para las carreras á que llame á los alumnos su vocación. * En el número de 10 de Febrero de la. Reviie Polittque et Parlamentaire se ha publicado un artículo de A. FouiUée (de l'Institut), titubado La reforme de I'enseignement classique el Tíioderne. Examina el ilustre filósofo francés los proyectos de reforma que deben ser sometidos á la aprecia ción del Parlamento, y algunas de sus ideas merecen ser generalmente conocidas : «La educacióu secundaria, dice, debe formar al hombre, al principio para sí mismo, después, en vista del medio social. Ni la individualidad ni la sociedad se comprenden aisladas : ambos términos se implican. Cuando el medio social se va modificando con rapidez creciente, la educación no puede permanecer inmutable. Si, pues, se quisiese tratar do la enseñanza sociológicamente, sería preciso mostrar cómo y en qué medida las condiciones de la vida colectiva, modificándose, modifican la enseñanza misma. Este punto de vista dinámico, que diría Comte, es bastante olvidado por ciertos educadores, que se atienen demasiado exclusivamente al punto de vista estático... El nuevo medio social, como quiera que sea, pesa sobre la enseñanza. Hace menos de un siglo la segunda enseñanza se dirigía á veinte mil familias; hoy doscientas mil familias aspiran á ella, ó sea diez veces más. Estas familias, careciendo de «la ociosidad honrada y elegante» de los ricos de antaño, quieren una enseñanza á la vez liberal y útil para el porvenir». FouiUée pide que desaparezca el nombre de enseñanza moderna, que, según dice, no ha sido inventado sino para arrojar el descrédito sóbrelos llamados 230 LA KSCriíLA MODKliNA estudios antiguos. De liecho la enseñanza clásica debe ser y es tan moderna como cualquier otra. En cuanto á la enseñanza de miras prácticas, debe llamarse «enseñanza científica práctica». «Once años hace, exclama Fouillé, que la segunda enseñanza sufre á la enseñanza moderna, que, sin hacer nada serio para los estudios prácticos, ha comprometido los estudios clásicos, ha comprometido la clientela y la influencia de la Universidad, y por ende ha comprometido el espíritu liberal y democrático». Al tratar de las reformas en la segunda enseñanza, debe ser mencionado un decreto del Emperador prusiano, que acaba de modificar en una serie de puntos el programa de la segunda enseñanza. Estas reformas (llamémoslas así para acomodarnos á la terminología oficial) tienen un carácter francamente utilitario muy en relación con las aspiraciones de la política actual. Las tres categorías de los establecimientos de segunda enseñanza en Alemania, los Gimnasios, los Gimnasios Reales y las Escuelas lleales, han adquirido el mismo rango, y disfrutarán las mismas prerrogativas. Sabido es que en los Gimnasios se estudia el latín y el griego; en los Gimnasios Reales solamente el latín, y en las Escuelas Reales se prescinde de las lenguas muertas. De éstas la lengua griega es la más sacrificada, puesto que se la descarta de todos los grados de enseñanza, excepto de los de la Teología y la Filología. Además, (iuillermo II recomienda que se desprecien los detalles inútiles y puramente formales. ;Guerra á los aoristos segundos! parece ser la consigna. Respecto alas lenguas modernas, se deja á las circunstancias y necesidades locales la elección entro el francés y el inglés. Otra disposición del nuevo programa de estudios del Emperador germánico es la de multiplicar y prolongar las horas de recreación entre los escolares. Dice Compayré que los planes de segunda enseñanza vivan en Francia todavía menos que las Constituciones. Estas palabras irónicas aplicadas á España no bastarían á reflejar la instabilidad de nuestra legislación de segunda enseñanza, que dado lo vertiginoso de sus mudanzas, si cada una de éstas hubiese mejorado en algo lo anteriormente estatuido, hubiera puesto á nuestra nación á la cabeza de los pueblos más progresivos en materia de instrucción pública. En medio siglo aproximadamente ha sufrido la segunda enseñanza en España once reformas totales. El recuento es difícil. Moyano establece en la ley del 57 el primer plan sistemático de segunda enseñanza, dividiendo ésta en dos órdenes, uno de estudios generales y otro de estudios de aplicación á las IXFORMAC'IÓX PK1)A(KJÜK,'\ 2^\ profesiones industriales. Kn Octubre de 18(58, Ruiz Zorrilla refórmala segunda enseñanza, estableciendo dos órdenes de bachillerato: el clásico y el moderno . En Junio de 1883, D. Eduardo Chao reorganizó la segunda enseñanza, suprimiendo el Latín, incluyendo el Derecho usual y los estudios del año preparatorio de las carreras de Derecho, Medicina y Farmacia, lín Octubre de 18G0 reforma D. Fermín Lasala la enseñanza de los Institutos, estableciendo uno de éstos en cada provincia y volviendo al punto de partida de la clasificación de los estudios en generales y de aplicación. En 1893 proyecta Moret una reforma délos estudios de segunda enseñanza, distribuyendo los estudios en dos períodos de tres años cada uno. En Septiembre de 1894 la reforma de Groizard divide el bachillerato en dos periodos, uno de cuatro años de estudios generales y otro de estudios preparatorios en dos años para cada una de las bifurcaciones de Ciencias y Letras. En Noviembre del mismo año Puígcerver modifica el plan de Groizard, suprimiendo la bifurcación. En Julio de 1895 Bosch y Fustegueras intentahacer de la segunda enseñanza un i)eríodo á la vez complementario de la instrucción primariay preparatorio de la superior que estuviese al alcance de la inmensa mayoría de las inteligencias y de las fortunas. En Septiembre de 1898 el plan de Gamazo reforma la enseñanza con novedad de criterio, apreciable, por ejemplo, en el estudio de las lenguas, donde se comienza por el castellano, pasando de éste al francés y de éste al latín, al contrarío de lo que se venía haciendo en los planes anteriores, donde se empezaba por el latín. En Mayo de 1899 el Marqués de Pídal aumenta la duración de los estudios y los reviste de uu carácter excesivamente clásico. La reforma vigente de la segunda enseñanza por el Sr. (Jarcia Alix lleva la fecha de 20 de Julio de 19O0. No se ha seguido en España el procedimiento que en Francia, el procedimiento de información pública que entre nosotros ha sido propuesto por D. Francisco Giner, quien también propuso que se continuara la información iniciada por el Sr. D. Eduardo Vincenti en el tomo que díó á luz siendo Director de Instrucción pública en 189-1; pero extendiéndola, no sólo al Profesorado y las corporaciones oficiales, sino á otros muchos órdenes, y debiendo dirigirla una Comisión técnica donde se asociasen las principales tendencias, por radicales y heterogéneas que fuesen. Así, d.ecia el Sr. Giner, reunidos (de dentro y de fuera de España) los elementos de juicio necesarios, acaso se lograría remover la dura costra de la opinión, é interesarla en el problema, para que, algo mejor enterada, prestase simpatía á alguna solución. Sin esto, y desatendido el problema de las relaciones entre la primera y la segunda enseñanza, que debiera ser problema inicial de toda reforma, no es fácil que las disposiciones legislativas arraiguen en instituciones pedagógicas. El preámbulo del Decreto de reformas en el bachillerato del Sr. García Alix comienza declarando que la segunda enseñanza constituye hoy en todas las naciones un problema no resuelto. Pero en otras 232 LA ESCUELA MODERNA naciones está resuelto el problema de la enseñanza primaria, que puede ventajosamente sustituir á la segunda enseñanza, mientras que en E s paña ni las Escuelas, ni el Instituto, ni la Universidad, responden actualmente á las aspiraciones de la Pedagogía. Recientemente, al abrir un popular periódico madrileño una información sobre este punto, una inteligencia tan prestigiosa como la de D. Eduardo Benot en cuestiones de educación, se pronunció resueltamente por la supresión de la segunda eiiseñama, como se ha hecho en Inglaterra y los Estados Unidos. «El niño que empieza su instrucción á los cuatro ó seis años en la clase de párvulos debe estar constantemente sujeto á la misma disciplina escolar hasta que de quince ó diez y siete aiíos haya de emprender una carrera ó buscarse un honrado modo de vivir. La segunda enseñanza es un grado artificial que no responde á ninguna exigencia. ¿Qué límite taxativo puede haber para decir : «Esto es lo primario y aquí empieza lo secundario?» Benot insiste en su radical opinión: «Debe suprimirse la segunda enseñanza». Desde luego que á las palabras de Benot se las puede poner un reparo: antes de suprimir el Instituto antiguo, hay que crear la Escuela moderna. Lo contrario sería desconocer el profundo sentido de aquella frase del conceptuoso Gracián: «Son Iiambres de jigante los hartazgos de enano». Por un Real decreto del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes ha establecido el Sr. García Alix el estudio de la Pedagogía en las Universidades. En una de las crónicas anteriores, refiriéndome á los certificados de aptitud pedagógica, indicaba que más eficaz hubiera sido para los Doctores y Licenciados el que aprovechando la conyuntura de las reformas en la enseñanza superior se hubiera incluido en las/acüZtodes madres de Ciencias y de Letras el estudio de la Ciencia de la educación, que aun no ha logrado penetrar en nuestras Universidades, cuando ya existe en todos los pueblos adelantados, para proporcionar la necesaria cultura pedagógica á todos los que han de desempeñar funciones docentes. Pueblo hay, como Bélgica, donde la enseñanza de la Pedagogía no falta en ninguna de sus Universidades, ni en la Universidad oficial de Louchay, ni en la Universidad católica de Lovaina, ni en la Universidad libre de Bruselas. Dispone el Decreto de nuestro Ministerio de Instrucción pública la creación en el plazo máximo de cinco años de una cátedra de Pedagogía superior en el Doctorado de la Sección de estudios filosóficos de la F a cultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. De la misma exposición que precede á este Real decreto parece deducirse que el Ministerio de Instrucción pública reconoce exclusivamente la necesidad y la urgencia de esta reforma en la Facultad de Filosofía y Letras, decía- INFORMACIÓN PKDAGÓGICA 233 rando que no se juzgó oportuno darle entrada desde luego en el nuevo plan de estudios de esta Facultad por su índole especial y asimismo para poder meditar por más tiempo, y con la consulta de los doctos, la manera de llevarla á cabo con el mayor acierto posible. Acometida ahora esta j-eforma adicional de las anteriores, el mismo sentido exclusivista parece como que relega la Pedagogía al orden de las enseiían/.as filosóficas, con lo cual deja exentos de esta nueva disciplina á los futuros Profesores de Ciencias, y aun á los futuros Profesores de I^etras, como 8i la Pedagogía fuese tan sólo una asignatura y no el medio inexcusable de formación de las aptitudes profesionales para el ejercicio de la enseñanza en todos sus grados, conforme á la índole educativa que hoy se ha extendido á todo el Profesorado, desde el Magisterio de primera enseñanza, para el cual de antiguo se consideraba indispensable la preparación pedagógica. El lapso de tiempo que se concede por esta disposición ministerial para proveer la cátedra de Pedagogía superior, denota un aplazamiento injustificado en lo que debió ser resuelto inmediatamente, puesto que tratándose de establecer una cátedra de Pedagogía en la Universidad Central, no es menester salir de la Universidad misma para encontrar el Catedrático adecuado á la nueva disciplina en condiciones de excepcional competencia. D. Francisco Giner de los Ríos es en España el Maestro de los Maestros. F'uera de España, la reputación pedagógica del Sr. Giner, lejos de disminuir, aumenta. Recuérdese el capitulo titulado «Un pedagogo español», del libro de M. Gabriel Corapayré Eludes sur Venseignement el sur réducalion, donde se hace justicia á los méritos del sabio Maestro, quien ha podido y ha debido ser nombrado ipsofacto Profesor de Pedagogía en nuestra Universidad como fué nombrado Marión Profesor de Ciencia de la educación en la Sorbona. De todas suertes, la consagración oficial desde el Ministerio de Instrucción pública del problema de la educación, mediante la creación de una cátedra de Pedagogía en la enseñanza superior; la determinación explícita del doble trabajo que ha de efectuarse; las lecciones públicas de carácter teórico y las investigaciones personales de carácter privado, y sobre todo el acierto en la designación provisional del Profesor á quien se encomienda el curso de Pedagogía superior, el Director del Museo Pedagógico Nacional, el mismo Profesor verdaderamente ilustre Sr. Cobsío, por cuyos admirables cursos sobre «Los problemas contemporáneos de la Ciencia de la educación» puede recabar la Escuela de Esludios superiores del Ateneo la prioridad en el establecimiento de las enseñanzas pedagógicas desde el curso de 189G-97, todo ello constituye un título altamente honorífico para el Ministro de Instrucción pública, que con tal acierto ha acometido la urgente reforma tanto tiempo demorada en España por la frecuente complicidad de la desidia de los de arriba con la ignorancia de loa de abajo, formas distintas de una misma pereza mental que presta 234 LA ESCUELA ilOUEKKA oportunidad constantemente á aquella irónica advertencia~de Séneca; «Y conste que tengo por vulgo á muchos que usan clámide», ó como si dijéramos, á muchos que usan uniforme de Ministro... <'En ningún puesto debe ocultarse el pensamiento; pero desde el Gobierno considero como un deber el exponerlo, y por tanto, hago la decía' ración terminante de que respetando por el estado de derecho creado todo aquello que se mantiene y vive al amparo de la ley, considero la enseñanza como la más principal de las funciones del Estado. Individuo de un Gobierno, entiendo que el deber me impone defender á toda costa las prei'rogativas del Estado, y aspiro, por medio de medidas de organización y de régimen académico, á que se convenzan las familias, á que nos convenzamos todos, de que la mejor enseñanza, lamas barata, la menos peligrosa y la que abre mayores horizontes á la juventud escolar en los azares de la vida, es la enseñanza oficial*. Tan explícitas declaraciones pertenecen al Ministro de Instrucción publica D. Antonio García Alix. En el Prólogo á su colección de disposiciones legislativas están impresas, é impresas están en el ánimo de cuantos le hemos oído más de una vez en elocuentes discursos enaltecer las instituciones docentes del Estado, defendiéndolas de «Colegióse instituciones que van como la hiedra secando el tronco de la enseñanza oficial, y para evitar que la Universidad muera á manos de «otras instituciones de enseñanza, que disponen de medios no visibles, pero efectivos, para apoderarse primero del hogar y de la enseñanza después». He transcrito estas palabras de viril elocuencia, para contraponerlas á las declaraciones que el Sr. D. Francisco Silvela ha formulado en reciente inlervieír con un repórter del periódico francés Le Gaulois. El Sr. Silvela ha afirmado la superioridad en España de los establecimientos de enseñanza de las Congregaciones religiosas. Los gratuitos juicios del Sr. Silvela han sublevado justamente la dignidad del Magisterio. Este hombre político ha gobernado y aspira á gobernar nuestro país. ¡Admirable programa de regeneración éste que preconiza las excelencias de la educación clerical! Ko repudiaría la opinión del Sr. Silvela el famcso P. Du Lac, que acaba de coleccionar en un libro titulado Jesuítas, algunos artículos publicados en Le Correspondant, dirigidos principalmente á hacer una apología de los beneficios de la educación en las Casas de Loyola. Según el P. Du Lac, los principios pedagógicos de los jesuítas son: obediencia, sumisión, sacrificio. Su Pedagogía tiene un sentido negativo. Niega la pasión, niega la juventud, niega la vida. El mismo P. Du Lac aporta el testimonio de su experiencia personal para corroborar una famosa máxima del P. Boylesve, quien aseguraba que los dos años de noviciado en- IN.\()liM.Vfl(')N PEDACiÓCiU'A 235 vejecían diez años al novicio. Octavio Mirbeau, en una crónica de Le Journal^ ha llamado á los jesuítas los pelrijicadores de almas. ¡Ouán distante se llalla esto de la Pedagogía de hoy! Marión pide que el educador se esmere en el más cuidadoso respeto á la personalidad del niño. Es preciso respetarla, con tanta más razón, cuanto que ell» se ignora á si misma, y desconoce lo que vale. Hay que temer, ante todo, continúa el experto psicólogo, el quebranto de la voluntad del niño; eso equivaldría á destruir el germen de la moralidad futura. Evitemos á todo trance que una voluntad sea esclavizada por otra voluntad. La libertad está implícita en la idea de obligación, como demostró Kant, el gran ülósofo que asestó el más duro golpe á la pedagogía ignaciana, al afirmar con sublime expresión, que la persona no puede ser tratada como un medio, porque esencialmente es un fin. Sabíamos ya que Voltaire fué discípulo de los jesuítas. Según recientes indagaciones de un erudito escritor, el Presidente del Ateneo de Sevilla, Sr. liodríguez Marín, y por conjeturas que expone en el discurso inaugural de esta Corporación, leído á mediados del mes corriente, sabemos que Cervantes íué también discípulo de los jesuítas. A primera vista parece inexplicable cómo de los Colegios de la Compañía de .Tesús han podido salir los dos ingenios más libres, más desenfadados, menos jesxiUicos... Si Voltaire no hubiese escrito sino sus versos yertos, y Cervantes no hubiese escrito sino sus versos fríos, ])üdria fácilmente explicarse que la literatura de colegio hubiese inspirado la Henriada de Voltaire, ó la Numaucia de Cervantes. Pero ¿cómo explicarse la influencia á&lRalio studioruiii ante el Cimdido, esa tragedia cómica, ó ante el Quijote, esta comedia trágica? Dice Macaulay, muy justamente, que los jesuítas parecen haber hallado el punto hasta donde puede llevarse la cultura intelectual, sin llegar á la emancipación de la inteligencia. Añádase á esto la enemiga que al albedrío profesa la disciplina de los jesuítas, y dígase si después de sus inmortales producciones literarias lo más admirable en Cervantes y Voltaire no es la pasmosa fuerza de voluntad y de entendimiento que fué menester sin duda á aquellos dos grandes ingenios para sustraer su espíritu y su corazón al letal ambiente del Colegio ignaciano. ¡Almas fuertes aquellas que no logró abrumar «el peso de las conciencias ajenas», para decirlo con frase de un escritor contemporáneo! ¡Almas fuertes como el alma de Kenan, quien salió del claustro de San Sulpicio para escribir aq\iella oración de la Acrópolis, himno del arte, canción de la vida, rebosante con la alegría helénica y luminosa que en el siglo xvi, nuestro siglo de oro, llevaría al alma de Cervantes, bajo el cielo azul de Sevilla, el gozo de vivir, como un rayo de sol que alegraría su juventud al salir del Colegio sombrío... 236 LA ESCUELA MODERNA 'Firmado por un nombre de los más ilustres de la Ciencia contemporánea, por el nombre del sabio Berthelot, lia publicado la Revue de Paris en su número de 1.° de Febrero un artículo, que á ser posible traduciría íntegro para que mis lectores pudieran admirarla elevación de pensamientos con que habla Berthelot del tema siguiente : Za Ciencia y la Educación popular. Seguramente no ae liabráborrado de la memoria de aquellos que siguen con atención el movimiento intelectual en el extranjero aquel otro artículo con que Berthelot, desde las columnas de la misma publicación francesa, refutó enérgica y razonadamente las opiniones de Brunetinre sobre lo que este crítico de la Revista de ambos mundos llamó con írase que se hizo célebre la bancarrota de la Ciencia. Baste algún fragmento del admirable trabajo de Berthelot para que los partidarios de la educación científlca popular sientan la necesidad de leer íntegro este notable articulo. «Hasta nuestro tiempo (comienza diciendo Berthelot) la fuerza y la Religión han sido los dos principios directores de las sociedades humanas: la fuerza garantizaba el orden material; la religiÓQ el ordea moral. La una y la otra tenían por principal objeto la estabilidad perpetua de las cosas establecidas en un estado declarado definitivo: la fuerza, hostil á todo cambio material, mantenía la explotación del mayor número á cumplir una obra servil en provecho de algunos; mientras que la religión se esforzaba en calmar los odios y endulzar las costumbres por sentimientos de caridad. Pero ella predicaba la permanencia de las servidumbres sociales, y enseñaba á los pobreá y á los humildes que debían resignarse á su destino sobre esta tierra, con la esperanza de una justicia divina reservada á un mundo futuro y sobrenatural. Estas concepciones de una sociedad inmóvil en sus crencias y en su organización han sido quebrantadas desde el siglo xvi por la protesta individual de los librepensadores contra el dogmatismo teológico, y por la rebelión colectiva de las masas populares contra la servidumbre feudal. Un nuevo principio director se ha levantado poco á poco en Europa; la Ciencia, es decir el conocimiento de las leyes del mundo material y moral en el seno del cual vivimos, leyes á las cuales nosotros debemos conformar á la vez la reglamentación de nuestra vida privada y el gobierno de las sociedades humanas». A continuación traza Berthelot el cuadro del dominio científico en el orden material y en el orden moral; resume en términos precisos el desenvolvimiento de la enseñanza popular, y observa que «las clases populares han comprendido la necesidad de completar su educación científica imponiéndose así un trabajo voluntario que viene á añadirse á su trabajo de jornaleros. Es que el pueblo ha reconocido el provecho que podrá reportarle tanto desde el punto de vista personal como desde el punto de vista colectivo; tanto en el orden material como en el orden intelectual y moral». Explana Berthelot estos conceptos en forma clarísima y con extensión á que nos- INFORMACIÓN PEDAG')GU'A 237 Otros no podemos alcanzar, viéndonos reducidos á indicar como de preferente interés el concepto de la transformación del obrero manual en ingeniero mecánico, con lo que se eleva la jerarquía social del trabajador, y el concepto del acrecentamiento incesante de las riquezas sociales como resultado de la unión íntima que existe entre la ciencia pura y la ciencia aplicada, y el concepto de la cultura cientiüca como escuela de sinceridad, porque plega el espíritu humano al respeto absoluto de la verdad; como escuela de dignidad, porque substituye el dogma ciego por el deber consciente; como escuela del desenvolvimiento del sentido estético, señaladamente por obra del arte industrial, y como escuela de solidaridad universal, noción la más elevada que se despiende de la enseñanza cientííica popular. «Toda obra científica, dice Barthelot, es una obra colectiva; niugúu descubrimiento nuevo es aislado, pero cualquiera que sea el genio individual del inventor en la teoría como en la práctica, se apoya necesariamente sobre el conjunto de los descubrimientos anteriores de los investigadores que le han precedido, tanto como sobre los esfuerzos más ó menos felices de sus contemporáneos». La obra de la ciencia, concluye diciendo Berthelot, es una obra de paz: «Propaguemos por todas partes la educación científica bajo sus formas materiales y morales más comprensibles... ¡acaso la ciencia nos conduzca á los tiempos benditos de igualdad y fraternidad entre todos los hombres, solidarios por la santa ley del trabajol-) Así sea, ó por mejor decir, haciendo de la fe religiosa esperanza científica: Así será. ANDRÉS OVEJERO. -s<v^EXCENTIUCIDADES V RAREZVS DE GRANDES HOMBRES Montaigne, para meditar, salía de su casa é iba á esconderse en un viejo desván, en el que nadie penetraba. «Está lleno de mis pensamientos—decía—y si olvido alguno de ellos, estoy cierto de encontrarlo al siguiente, tal como lo dejó la víspera». Juan Jacobo Rousseau se sujetaba la cabeza y se tapaba las orejas con unos taponcillos de algodón blanco. Milton, el célebre inmortal autor del Paraíso perdido, no podía escribir sus páginas magistrales sin estar envuelto con una vieja capa de lana, lo mismo durante el verano que en los fríos más rigurosos. Schiller escribía sus tragedias con los pies desnudos y colocados sobre un trozo de hielo, que tenía cuidado de reemplazar á medida que se fundía. Bentham, el erudito lilósofo, escribía sentado sobre montones de papel blanco. Buffon no encontraba ninguna idea si no vestía un traje elegmte, con alhajas de valor, y teniendo al lado su espada de ceremonia. (iOSAS P E rUER.3. DE TSSPAXA" MI-CARÉME» BEL&A, por Roárip Soilaiio. París es la voz y Bruselas el eco; Bruselas es un París en la infancia, un París con andadores. París tiene sus inmensos boulevares incapaces para contener el torrente de coches y transeúntes : Bruselas se ha permitido el lujo de abrir avenidas de tres ó cuatro kilómetros, en las cuales es difícil hallar una persona. París levanta la Torre Eiffel, ventana abierta al cielo para que desde ella miren los viajeros de todo el mundo : Bruselas fabrica el Palacio de Justicia, muralla china de piedra para uso de los abogados de seis millones de habitantes. Mientras en París se representa el drama del Panam-á, estrénase en Bruselas el Vandecille del sufragio universal. París tiene su Zola : Bélgica su Lemonnier. París lucha, se renueva, riñe batallas artísticas en grandes llanuras y con innumerables ejércitos : Bruselas juega con soldados de plomo sobre una mesa de billar ó agita tempestades en un vaso de agua. Mientras los parisienses hablan el francés decadente, francés de viejo caprichoso hastiado en placeres, los de Bruselas balbucean un francés infantil, sencillo y primitivo. París tiene su jAlluelo: Bruselas su huérfaua. Cuando el trueno de la revolución estremece á París, apenas caen en Bruselas cuatro gotas; cuando París ríe á carcajadas, como un loco, Bruselas se divierte sin ofender á nadie, como burgués en domingo. París inventó hace años la fiesta de los confetti, la Mi-Caréme medio italiana, arlequinesca y ebria. Bruselas quería también ser París, ser arlequín y embriagarse durante unas horas. Confetti! Confetti! Confetti: ¡Paría! ¡París! ¡París! ¡Barullo, belén, ja(1) No tan sólo i)or dar variedad á esta R K M S T A , .sino con ol deseo de a p o r t a r materiales de educación, i n s e r t a r e m o s los usos y costumbres extranjeros que, producto de sus l e c t u r a s , tienen á bien enviarnos a l g u n o s de n u e s t r o s a m a b l e s favorecedores.—N. i'K LA D . COSAS DK Fi:i:uA ])!•: H S P A Ñ A '2'.¥.) leo, juerga! — repetían los habitantes de Bruselas, que no en balde tienen mucho de flamencos. Y hubo juerga, y hubo belén, y hubo jaleo. El día estaba hermoso; el cielo azul, azul velado del Norte, con reflejos de rosa y temblores de aurora boreal. El sol pálido transparentaba las torres de blanco encaje de la Catedral, y caía sobre los tejados azules, las dentelladas rojizas chimeneas y piñones de las casas flamencas, y las doradas estatuas y balcones, y relojes, que como un ascua brillan en los palacios señoriales de Bruselas. Sobre ese fondo de decoración á lo Brueghel corrían y saltaban las máscaras parisienses : los blancos arlequines, rebozados de pastosa harina, los diablos rosas, rojos y verdes, los payasos azules, amarillos y rojos, los incoherentes pintarrajeados de carmín, betúu y pez, las mueríes tenidas de sepia y cal, moviendo tremendas guadañas; lus místicos, en tin, disfrazados de frac y en calzoncillos, resplandecientes con sus instrumentos de música, y ensordeciendo con sus roncos y feroces relinchos y rebuznos de murga. Los boulevares estaban intransitables; los pasajes eran un mar de colorines; las calles estrechas vomitaban de continuo gentío loco y ebrio; en barrios altos y bajos culebreaba, estirábase y se recogía el monstruoso Carnaval. Gritos, chillidos, carcajadas, voces de tiple, frases en francés, y en inglés, y en alemán, y en flamenco, acompañaban á la estruendo.sa orquesta. Llegó la hora de los confetti, y entonces de balcones, ventanas, miradores y tejados brotó un chaparrón primero, un diluvio después, una inundación más tarde, una tromba, en íin, de papelillos de los mil colores del Kaleidoscopo, que caía sobre el público, que dispersaba á la muchedumbre, que cubría sombreros, caras y trajes de motas rojas, azules, blancas y verdes, siendo imposible escapar al torrente de júbilo desbordado, al vendaval de locura, á la tempestad de entusiasmo que arrollaba y envolvía á todo el mundo. Original batalla de armas arrojadizas, combate de pompas de jabón en el cual se oyen de continuo las voces escandalosas de los soldados, las carcajadas y chillidos de los combatientes, los gritos de alegría de heridos y contusos. En esta lucha, dispútase el terreno palmo á palmo: por un lado avanzan batallones de arleq\iines, por el otro compañías de diablos; al flanco guerrillas de incoherentes, grupos de clowns; las músicas enardecen á los luchadores; consúmense las municiones rápidamente; caen y se levantan muertos y heridos, entre el diluvio de mariposas que vuelan sin cesar, brillando al sol. Mas ¿qué es aquello que avanza entre una fila de gendarmes? Los gritos cesan, aglomérase la gente en las calles. ¡La procesión, la procesión, la procesión se acerca! Y pasan lentamente carros, máscaras, borrachos, soldados, farsantes, músicas, anuncios y símbolos. El culto á 240 LA ESCUELA MODERNA la carne, al pau, al vino, al placer, al reclamo, eu todas las formas y con todos los trajes; la caricatura grosera, la burla pedestre de la política, de la religión, de las costumbres j vicios. Aquí uu carro enorme, arrastrado por buejes de dorados cuernos; más allá una cocina en que se guisa, por cocineros gordinflones, colosal pernil; luego, rodeada por uu escuadrón de granaderos, montados eu caballo* de palo, asoma una frutería entera j verdadera, y flamencas coloradas, vinosas y exuberantes, como un cuadro de Jordaens, florecen entre montañas de berzas, alcachofas y coles; temblando sobre las ruedas adelántase una carroza; mujeres vestidas de chillones colores^ semejantes á caricaturas de El Motín, verduleras bastas y carnosas disfrazadas con mantos y coronas de talco, siéntanse en ella; es el sufragio universal lo (jue simbolizan esas hijas del pueblo; es el candor poli, tico, de que padecen hoy día los belgas; entre músicas, llega después la casa holandesa de cartón, cou buejes, vacas y carneros de veras, y aldeanos que gritan, y mozas ebrias que saltan, y carnicerías, tabernas, comedores, interiores holandeses, escenas, eo ñu, de Teuiers, Bruegliel o Van Ostade... y los dioses flamencos, las muchachas de rubio cabello, las jamonas gordinflonas, los bribones y malandrines, los borrachos, cocineros, locos, cantores, murguistas y canalla forman un acompañamiento extravagante y característico, y parece que entonan escandaloso coro triunfal á la lujuria, al vino, al queso, á la manteca y á la grasa, á la carne, á la cerveza, á la embriaguez y á la gula. Por ultimo, el dios Baco, á caballo sobre inmenso barril, la panza al aire, los verdes pámpanos sobre la frente, preside esta nueva tiesta del papa de los locos. Y entre esta ttesta originalísima se confunden abominables reclamos modernos. El sombrerero Schogen viste á sus dependientes de caribes con sombreros de copa, para demostrar que sus sombreros son los mejores del mundo; el zapatero Smith ofrece una columna de zapatos y botas bonitas, que dejan insoportable olor á cuaro; el sastre,el hortera, el fabricante presentan mamarrachos de percal, de cuero y de cartón. Y apenas termina la procesión, desátase de nuevo la multicolor nevada y vuelven las payasadas y los gritos y el jaleo. Y se oyen broncas eu flamenco, caricias feroces de teutón, palabras duras como un cepillo y erizadas de erres y de eses y de caes, dichas con voz de tiple y de contralto. La tarde acaba, y el crepúsculo rosa y nacarado del Norte envuelve en sus temblores la ciudad. MADRID.—Impreuta de Heraaado y C " , Quintana, '¿'i.