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Opinión
LanzaDigital, Domingo 21 de Junio de 2015
Constantino López / Sociedad Cervatina del Lugar de Don Quijote
España sigue ignorando a Cervantes 400 años
después de su muerte
- 21/06/2015
De profunda decepción califico lo que me ha sucedido en la mañana de este viernes de mediados de junio
cuando, habiendo viajado a Madrid para asuntos particulares, pasé por el convento de las Trinitarias
Descalzas con la intención de visitar la tumba de Miguel de Cervantes, recientemente localizada por el
equipo multidisciplinar encabezado por el antropólogo forense Francisco Etxeberría.
Y digo con la intención, porque después de la parafernalia que se montó para la búsqueda de los restos de
nuestro primer escritor (como lo define Juan Goytisolo -último premio Cervantes-) y que concluyó
felizmente con el hallazgo de su enterramiento (en forma de reducción), aún hoy es imposible visitar la
tumba libremente y sin cortapisas.
Es verdad que los restos de Miguel de Cervantes se encuentran en un convento de clausura y que las MM
Trinitarias Descalzas no han querido que sus restos salgan al exterior del convento. Pero que sólo pueda
visitarse la tumba de Miguel de Cervantes media hora antes del horario de las misas (eso sí, de forma
gratuita) me parece que está fuera de lugar. Aunque según me ha contado una persona que salía del
convento, los grupos pueden girar visita a la tumba siempre que hayan concertado previamente una cita
telefónica en el número 91 429 56 71.
Como digo, mi decepción ha sido grande, pero Madrid está relativamente cerca de Alcázar de San Juan y
puedo volver en cualquier otra ocasión, siempre que lo haga entre las 9:00 y las 9:30 por la mañana y entre
las 19:00 y las 19:30 por la tarde, en días laborables, y entre las 9:30 y las 10:00 y 11:30 a 12:00 de domingos
y festivos, que son los horarios de las misas del monasterio de San Ildefonso y San Juan de Mata (lugar
donde se encuentra la tumba de Cervantes en el número 18 de la calle Lope de Vega de Madrid).
Caso distinto es el que les puede ocurrir a unos turistas mexicanos y a otros estadounidenses con los que he
coincidido (con la misma intención que la mía) en los alrededores de la puerta de la iglesia y que a buen
seguro lo van a tener más difícil para regresar a ver la tumba de nuestro famoso Manco de Lepanto. No deja
de ser una paradoja que uno recorra medio mundo, cruzando a la inversa el océano de Colón, para llegar a
España, la patria de Cervantes y que a las puertas del convento se quede con el agridulce sabor de no poder
haberle rendido admiración.
Me pongo en sus pieles y me imagino la desazón que yo mismo sentiría si por un azar del destino pudiese
viajar a los Estados Unidos y que una vez allí, siguiendo con esas casualidades que a veces la vida nos
regala, me pudiese acercar hasta Baltimore y que llegado a esta ciudad, me atrajese con fuerza irrefrenable
la idea de girar una visita a la tumba de Edgar Allan Poe en los campos de Westminster Hall and Burying
Ground (que ahora están dentro de la Universidad de Maryland) y me encontrase con que no es posible
hacerlo por mantenimiento de los jardines, pongamos por caso… Pues algo así es lo que está pasando con la
tumba de nuestro primer escritor.
La tumba de Miguel de Cervantes, ya encontrada, debería estar puesta en valor. No sirve de nada haberla
localizado si no se enseña al mundo, si no se hace visitable, si no se permite que un admirador de su obra –
como por ejemplo yo mismo-, pueda estar frente a ella y sentir que se halla frente al genuino escribidor, al
padre de la novela y al eterno pedagogo.
Lo que a cada uno motive estar frente a ella, una oración por su alma, unas palabras quedas de
agradecimiento, un callado y respetuoso reconocimiento por su valor y su inagotable experiencia en la vida
o un mohín de complicidad por los tantos sinsabores que don Miguel sufrió en vida; es cosa personal, pero
que hoy es de todo punto imposible sentir a menos que, apreciados lectores, un día de estos quedemos y
nos vayamos todos juntos (previa llamada al teléfono en cuestión) a visitarla.
Por eso digo en el titular que España sigue ignorando a Cervantes incluso cuatrocientos años después de su
muerte. Es inconcebible para una mente moderna (al menos para la mía) que no se hayan podido arbitrar
medidas que concilien el respeto al monasterio con la visita a la tumba de Miguel de Cervantes y apunto
una: ¿No habría sido posible situar la tumba de Miguel de Cervantes Saavedra en un lugar situado lo más
exterior posible del convento, con un itinerario poco invasivo del mismo, de forma que los visitantes hagan
un circuito relativamente corto para la visita de la tumba del escritor sin molestar a las hermanas allí
recluidas? ¿Era eso tan difícil de conseguir en la época de los viajes interplanetarios y de la tecnologías que
incluso pueden llegar a asustarnos?
Y lo más inconcebible aún es que una vez encontrados los restos y reubicada la tumba, uno busque por
internet y no encuentre que el lugar, de importancia capital para nuestras letras y nuestra historia, ni
siquiera tenga un sitio oficial donde se informe de los detalles de la tumba, de las vicisitudes de su hallazgo,
de las características del monasterio también, así como de todo lo relativo a la vida de Miguel de Cervantes
y especialmente a su vida en Madrid; no en vano el cenáculo se encuentra ubicado ni más ni menos que en
pleno barrio de las letras madrileño.
El monasterio está ubicado en un edificio del barroco entre las calles de Huertas y Lope de Vega. Es
conocido por su antiguo nombre de Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso. La fundación
del convento tiene su origen en 1609 y se debe a doña Francisca Romero Gaytán (hija de Julián Romero,
general de los ejércitos en Flandes del rey Felipe II), si bien no será hasta 1612 cuando se emplace en su
actual ubicación. La iglesia conservada se erige entre 1673 y 1698, mientras que el convento, hospedería y
casa de capellanes se alzan entre los años 1718 y 1752. La iglesia del siglo XVII declarada Bien de Interés
Cultural (BIC) el 17 de septiembre de 1921, mientras que el convento del siglo XVIII fue declarado Bien de
Interés Cultural (BIC) el 11 de noviembre de 1943.
En la promoción de sus tesoros nos llevan una ventaja que se me antoja insalvable otros países. Las tumbas
de otros escritores famosos y que son referentes en sus literaturas nacionales, atraen en torno a 750.000
visitantes cada año. Así la tumba de William Shakespeare en la Holy Trinity Church de Stratford-uponAvon, donde está enterrado el dramaturgo inglés recibe 250.000 visitas anuales (a quienes se cobra 3
euros por ello). Y la tumba del italiano Dante Alighieri en Ravena (que es gratuita) es visitada por cerca de
500.000 personas cada año.
Por lo tanto, mi opinión es que hay que hacer algo más por la tumba de Miguel de Cervantes y hay que
hacerlo ya.
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