Bogotá D.C., 8 de agosto de 2016 Doctor JUAN BAUTISTA PARADA CAICEDO Secretario General Academia Colombiana de Jurisprudencia Referencia: Consulta Oficio Nº 2203 Expediente D-11477 Corte Constitucional Respetado Doctor: En relación con su comunicación de fecha 2 de los corrientes, por medio de la cual se me asigna la consulta de la referencia de la Corte Constitucional, me permito dar oportuna respuesta en los términos expuestos a continuación. 1) LA DEMANDA Con fecha 27 de mayo de 2016, los ciudadanos LUZ DELIA HIGUABITA REY y ALEXANDER ARISMENDY FIGUEROA, radican ante la Corte Constitucional (Radicación: D-11477), demanda de inconstitucionalidad contra la Ley 1754 de 2015, por medio de la cual se reconoce la importancia cultural y religiosa del monumento a Cristo Rey, ubicado en el municipio de Belalcázar, departamento de Caldas, y se adoptan otras medidas legales complementarias. Los demandantes estimaron vulnerados los artículos constitucionales 1º, sobre los caracteres del Estado colombiano; 7º, sobre la diversidad étnica y cultural de la nación y, finalmente, el artículo 19, relativo a la libertad de cultos. Correspondió la sustanciación de este proceso a la Magistrada, Dra. GLORIA STELLA ORTIZ DELGADO, quien mediante Auto de 24 de junio de 2016, y una vez analizadas sus pretensiones y fundamentos, basada en que la demanda carece de los lineamientos técnicos de claridad, certeza, especificidad, pertinencia y suficiencia, resolvió inadmitir la demanda, concediendo a los demandantes el término de tres días para, si tuviesen a bien, corrijan la demanda so pena de su definitivo rechazo. Notificado el Auto de inadmisión (28 de junio de 2016) y presentada en plazo la corrección por parte de los demandantes (29 de junio de 2016), la Corte Constitucional mediante Auto de 19 de julio de 2016, resuelve admitir a trámite de manera parcial la demanda planteada. En el mismo Auto, la Corte resolvió, que una vez agotada la etapa procesal correspondiente al rechazo parcial, se continuara el trámite solamente en relación con los cargos admitidos, contra los artículos 1º y 3º (parcial) de la Ley 1754 de 2015, que a la letra, y subrayado, dicen: “LEY 1754 DE 2015 (junio 25) EL CONGRESO DE COLOMBIA DECRETA: Artículo 1º. Reconózcase la importancia cultural y religiosa del monumento a Cristo Rey, ubicado en el municipio de Belalcázar, departamento de Caldas. Artículo 3º. Autorízase al Gobierno Nacional, para que contribuya al fomento, promoción, protección, conservación, restauración, divulgación, desarrollo y financiación que demande el reconocimiento del monumento a Cristo Rey, ubicado en el municipio de Belalcázar, Caldas”. Se demanda por la supuesta vulneración a los artículos constitucionales 2º, de los fines esenciales del Estado; 13, del derecho a la igualdad y, 19, sobre la libertad de cultos. Valga resaltar que, en la demanda inicialmente inadmitida y que fue objeto de corrección por los demandantes, se indicaba que la violación del orden Superior se hacía patente a través la contradicción de la demandada ley, con los artículos constitucionales 1º, 7º y 19. Posteriormente, en la corrección de la demanda se habla de los artículos 2º, 13, 19 y 136.4. Y se admite finalmente a trámite la demanda, sustentada en la hipotética contradicción de la ley con las normas de los artículos 2º, sobre los fines esenciales del Estado; 13, relativo al derecho fundamental a la igualdad, y, 19, referido a la libertad de cultos. Quedó rechazado por la Corte Constitucional el cargo fundado en el artículo 136.4 constitucional, de las prohibiciones al Congreso y sus cámaras. Igualmente, la Corte rechaza estudiar las demandas dirigidas contra otras normas de la misma Ley, porque siguen sin cumplir con los requisitos de certeza, suficiencia y especificidad (pág. 7 del Auto de 19 de julio de 2016). Nos centramos, por lo tanto, en los cargos y las normas de la referida Ley que, como dijo la Corte, “a primera vista […], cumplen con los requisitos mínimos para configurar un cargo de inconstitucionalidad” (pág. 6 ibídem) y que son el objeto de la consulta. 2) CARGOS Y ARGUMENTOS DE LA DEMANDA Los cargos y argumentos de la demanda indican, de forma general, que “[…] todas las disposiciones acusadas violan los principios de neutralidad y laicidad, así como los derechos a la igualdad y a la libertad religiosa, pues el objetivo de las normas es la difusión, el patrocinio y la promoción de una religión o una de sus manifestaciones” (pág. 8 ibídem). 3) LAS VIOLACIONES CONCRETAS ALEGADAS EN LA DEMANDA 1. Cargo primero. Violación del artículo 2º constitucional: Fines esenciales del Estado. Se alega la inconstitucionalidad de las normas demandadas a título de infracción de los fines esenciales del Estado, al atentar contra la libertad y el pluralismo religioso e ideológico en que se basan todas las democracias, al adscribirse, supuestamente, a un credo en particular contraviniendo el fin esencial del Estado, de garantizar el “pleno equilibro entre las creencias existentes en el País” (págs. 3, 4 y 5 ibídem). 2. Cargo segundo. Violación del artículo 13 constitucional: Derecho a la igualdad. Dice la demanda, se configuraría una infracción del derecho a la igualdad, fundado en un trato “más favorable para la congregación que profesa el credo católico en Belalcázar (Caldas), sin que exista una justificación constitucional para ello”, y añade, que la discriminación “recae concretamente sobre los demás credos religiosos que profesan en Colombia –distintos al católico–, a los que, en igualdad de condiciones, no se les apoya, difunde, patrocina ni financia con recursos del erario, para la ejecución de las diversas actividades que en el devenir de la cosmovisión de su religión tengan a bien desarrollar o sean características de sus creencias” (págs. 5 y 6). La demanda, destaca que “reconocer la importancia cultural y religiosa del monumento a Cristo Rey, socava la neutralidad, la laicidad y la separación como principios que definen básicamente la posición del Estado ante la religión” (pág. 7). 3. Cargo tercero. Violación del artículo 19 constitucional: Libertad de cultos. La demanda afirma que el reconocimiento del monumento referido, refleja los sentimientos religiosos de una determinada confesión y niega, por lo tanto, la libertad de cultos. Los accionantes, nuevamente, estiman que las normas demandadas suponen la adscripción del Estado a una religión concreta, atentando contra el derecho a la libertad religiosa y el carácter no confesional del Estado colombiano (pág. 9). Sobre el reconocido carácter cultura del monumento, la demanda se limita a afirmar, sin ofrecer un desarrollo argumental, que no se trata de “una simple manifestación cultural” (pág. 8). 4) NUESTRO CONCEPTO 1. En primer lugar, procede una constatación de orden metodológico: los reclamos de inconstitucionalidad a la ley ordinaria demandada, se plantean desde una equivocada perspectiva; desde la tergiversación que supone exigirle al legislador ordinario, dar cobertura en extenso a través de la ley demandada, a aspectos reservados al legislador estatutario, como son los modelos de protección efectiva a la pluralidad de confesiones religiosas y generalidad de credos. Ciertamente, los parámetros de la demanda de inconstitucionalidad varían en función del tipo de ley acusada. Estamos ante la demanda de una ley ordinaria, en materia de libertad de cultos, que ya está desarrollada en sus generalidades, en una ley estatutaria. Al mediar una ley estatutaria entre la Constitución y una ley ordinaria, esta última tiende a ser especialmente limitada, precisa y concreta. La ley ordinaria, sería metodológicamente la concreción de las normas constitucionales ya desarrolladas por vía estatutaria, y difícilmente tendrá el alcance general y amplio de la ley estatutaria. A mayor extensión menor comprensión, y viceversa. La ley estatutaria de libertad de cultos es más universal, comparada con las leyes ordinarias en la misma materia, que devienen más particulares. Particularidad que, en la ley demandada gira en torno al valor de un monumento concreto y la necesidad de su protección. La ley demandada es una ley que por su naturaleza jurídica no tiene el alcance amplio y general de la ley estatutaria de libertad de cultos. La estatutaria, es una ley que sí da cobijo a un sinnúmero de sujetos y situaciones; comprende una gran amplitud y diversidad de supuestos. Así, la Ley Estatutaria 133 de 1994, regula situaciones generales atinentes a las diferentes iglesias y confesiones religiosas, como, por ejemplo, su reconocimiento de la personería jurídica (art. 9º), o su derecho a la honra (art. 14,d), entre otros muchos aspectos. La ley ordinaria por el contrario, como es el caso de la ley demandada, tiene un alcance de suyo menor, dada la reserva de ley estatutaria que exige la Carta Política. La ley atacada realmente es una ley aplicativa para un caso concreto, y que parte del marco general establecido en la misma Constitución, y del marco estatutario que sí desarrolla el esquema general del derecho a la libertad religiosa y de cultos. Por lo anterior, entendemos que hay un error en la perspectiva técnica del análisis y juzgamiento que presenta la demanda, consistente en interpretar el alcance de la ley ordinaria demandada, como si se tratase de una ley estatutaria, al manifestar en su memorial, que la ley atacada, violando el derecho a la igualdad (art. 13 C.N.), discrimina, por su especificidad, a los demás credos religiosos profesados en Colombia, a los que, según su criterio, en igualdad de condiciones no se les apoya, difunde, patrocina, ni financia con recursos del erario, para la ejecución de sus diversas actividades. 2. En segundo lugar, consideramos que una ley ordinaria que aborda aspectos propios de la libertad religiosa y de cultos, deberá confrontarse y adecuarse no solamente con la Carta Superior, sino que también debe confrontarse con la interpretación legítima y avalada de la misma, que hiciera el máximo Juez de lo Constitucional al validar los contenidos de la propia Ley Estatutaria, que regula ampliamente las relaciones del Estado con las distintas confesiones y cultos religiosos. Al referirnos a aquella Ley Estatutaria, no incurrimos en una interpretación meramente legal de la Constitución, que no es nuestro planteamiento, pues como dice la doctrina internacional, concretamente Martín BOROWSKI, las normas de rango infraconstitucional no pueden entrar en consideración para fijar el contenido constitucional, ya que la ponderación de normas prima facie de inferior jerarquía no sirve a la fundamentación de normas definitivas de superior jerarquía 1. Advertido lo anterior, no puede desconocerse, por una parte, que nuestro propio ordenamiento sí que contempla expresamente la posibilidad de integrar excepcionalmente el bloque de constitucionalidad con leyes estatutarias 2, tal como es el caso de la ley estatutaria sobre los estados de excepción (art. 214-2 C.P.) 3; y por otra, que en los demás casos donde las leyes estatutarias no hacen parte del bloque de constitucionalidad, “no quiere decir” que ellas “no sean un parámetro de control de constitucionalidad sin ser parte del bloque en sentido estricto” 4. Y es en este sentido, que debemos observar qué dice la Ley 133 de 1994, estatutaria que desarrolla el derecho de libertad religiosa y de cultos reconocido en el artículo 19 de la Constitución. Así, el artículo 2º nos indica, que: “Ninguna iglesia o confesión religiosa es ni será oficial o estatal. Sin embargo, el Estado no es ateo, agnóstico, o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos. BOROWSKI, Martín. “La restricción de los derechos fundamentales”, en la Revista Española de Derecho Constitucional, Nº 59, Mayo – Agosto de 2000, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, pág. 43. 2 “Es importante precisar que siempre que se habla de bloque de constitucionalidad, se hace porque en la Constitución una norma suya así lo ordena y exige su integración, de suerte que la violación de cualquier norma que lo conforma se resuelve en últimas en una violación del Estatuto Superior”, Sentencia de la C. Constitucional C-578, de 4 de diciembre de 1995, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. Véase también la Sentencia C-358, de 5 de noviembre de 1997, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. 3 “Las reglas del derecho internacional humanitario y las disposiciones de la ley estatutaria sobre los estados de excepción, integran junto a las normas de la Constitución del capítulo 6 del título VII, un bloque de constitucionalidad al cual debe sujetarse el Gobierno cuando declara el estado de conmoción interior”. Sentencia de la C. Constitucional C-135, de 9 de abril de 1996. 4 ARANGO OLAYA, Mónica. “El bloque de constitucionalidad en la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana”, en la Revista Precedente. Anuario Jurídico de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Icesi, ICESI, Cali, 2004, pág. 83. 1 El poder público protegerá a las personas en sus creencias, así como a las iglesias y confesiones religiosas y facilitará la participación de éstas y aquéllas en la consecución del bien común. De igual manera, mantendrá relaciones armónicas y de común entendimiento con las iglesias y confesiones religiosas existentes en la sociedad colombiana”. De lo anterior se deduce que el Estado no sólo, no puede permanecer impasible ante el fenómeno religioso, sino que insta a sus representantes a canalizar y formalizar sus relaciones con las diferentes confesiones y cultos que existen en el país; con todas ellas. A partir de esta norma estatutaria que regula las relaciones del Estado con las diversas religiones, a finales de 1997 el Estado colombiano suscribió un Convenio de Derecho Público con 19 distintas confesiones religiosas, y entró en vigor tras la ratificación hecha por el gobierno nacional mediante el Decreto 354 de febrero 19 de 1998. La moderna concepción del poder público no pretende ofrecer al ciudadano la respuesta a la pregunta del sentido y el fin último de la existencia. No debe interferir negativamente con el libre desarrollo de la personalidad, ni con su búsqueda del sentido de su existencia. El poder público, no debe erigirse en árbitro que determine la validez de la pretensión normativa, correctiva y exclusiva de cualquier credo. Ello excedería tanto la razón de nuestras instituciones, como su misma capacidad epistemológica para conocer y dar respuesta válida en un asunto que, por su propia naturaleza, en términos generales le desborda y es ajeno a su conocimiento, como lo han señalado reiteradamente Jürgen Habermas y John Rawls, dos de los más autorizados filósofos contemporáneos sobre la relación entre el Estado y el credo de sus ciudadanos. Este último, el recientemente fallecido profesor John Rawls, en su libro sobre el “Liberalismo Político” defiende ─desde una perspectiva eminentemente laica─ un mínimo de libertades, de igualdad y de principios éticos compartidos entre todos los ciudadanos. Y lejos de desconocer el valor fundamental del hecho religioso, su tesis se funda en la importancia de las convicciones religiosas y personales más profundas, como sentido último del respeto a la autoridad y elemento ético instrumental para afianzar una vida en una sociedad fundada en derechos y libertades. En suma, estos filósofos que tanto han incidido en el avance del constitucionalismo europeo y estadounidense, han destacado la importancia de respetar las diferentes manifestaciones del hecho religioso, siempre que no atente seriamente contra los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. Interpretando el sentido de la demanda, diríamos que las confesiones religiosas e iglesias serían igualmente libres ante la ley, pero unas con reconocimiento expreso y recursos del Estado, y otras no. Este cargo de la demanda está recogido en los siguientes términos: “La violación de este derecho fundamental recae concretamente sobre los demás credos religiosos que se profesan en Colombia –distintos al católico–, a los que, en igualdad de condiciones, no se les apoya, difunde, patrocina ni financia con recursos del erario, para la ejecución de las diversas actividades que en el devenir de la cosmovisión de su religión tengan a bien desarrollar o sean características de sus creencias, como sucede por ejemplo con la exaltación del monumento a Cristo Rey, deidad que por consabido encarna por antonomasia la fe católica” (pág. 5 de la Demanda). Este cargo, en nuestro criterio, no parece estructurado como fundamento jurídico de una demanda de inconstitucionalidad dirigida a la ley ordinaria atacada, aproximándose sí, a un reclamo legítimo en sede parlamentaria. Cuando la ley demandada asume el reconocimiento y abre la puerta para una futura financiación de un monumento religioso en particular, no está legislando como si se tratase de una ley estatutaria que regula las pautas de interacción del Estado con las distintas confesiones religiosas, sino que legisla como procede: una ley ordinaria; que evidentemente se ocupa de un monumento en concreto y de una religión en particular. La demanda juzga esta ley como si debiese en ella contemplarse el reconocimiento y la financiación de aquellas actividades o monumentos característicos de la totalidad de los cultos religiosos, lo cual sí pudiera ser un reclamo de haberse establecido dentro del ámbito de una ley estatutaria, pero no es el caso. Y es verdad lo que dice la demanda, cuando afirma que la confesión religiosa católica “no es la que profesa toda la población en Colombia” (Destacado original), pero este hecho no nos autoriza para ir en sentido contrario al que señala la Ley Estatutaria 133 de 1994, pues se conmina al Estado justamente, a lo contrario, a no ser “indiferente con los sentimientos religiosos de los colombianos” (art. 2º), sin dejar de lado que se trata de la confesión mayoritaria en la población colombiana. Entendemos que todas las religiones y cultos pudieran acudir a los mecanismos políticos pertinentes para que se estudie y apruebe una ley ordinaria, que recoja el sentir religioso de cada sector de la población. De esa manera no se ve afectada la pluralidad de cultos. En definitiva, entendemos que no se trata de una ley estatutaria que limite en modo alguno la posibilidad de financiación a las diferentes confesiones religiosas. No. Es de aplicación a un caso puntual en una zona determinada de la geografía colombiana. No implica discriminación para iglesias del mismo credo en otras partes del país, como pudiera deducirse de los mismos términos planteados por la demanda, ni para credos distinto del católico. No se le puede reprochar a esta ley ordinaria en concreto, que no de cobijo a monumentos de otros cultos, ni a monumentos de la misma confesión localizados en otros territorios del país. De hecho encontramos, por mencionar tan sólo un ejemplo, la histórica Iglesia Bautista de La Loma o “Mission Hill” en la Isla de San Andrés, exaltada con la condición de BICNAL, o Bien de Interés Cultural de Ámbito Nacional por el Ministerio de Cultura (Resolución 788 del 31 de julio de 1998). Reconocimiento que, de seguirse la misma lógica planteada por el demandante, también sería contrario a la libertad de cultos, y a la aconfesionalidad del Estado. Finalmente, si de un argumento propio del control de constitucionalidad se tratase, pudiera entenderse que en el planteamiento de la demanda se presenta un caso de inconstitucionalidad por omisión legislativa, al excluir de su objeto a otras confesiones religiosas, pero tampoco es lo que se propone técnicamente en la demanda presentada. 3. En tercer lugar, entendemos que el juicio de constitucionalidad, como decíamos, entraña directamente la confrontación de las normas legales demandadas con las disposiciones constitucionales, pero también nos sirve de orientación argumentativa la legislación estatutaria que ha sido previamente sometida a control constitucional. La Corte Constitucional al realizar el control previo, analizó el alcance del artículo 2º de la Ley Estatutaria 133 de 1994, por el cual se establece que “ninguna iglesia o confesión religiosa es ni será oficial o estatal”, advirtiendo a renglón seguido que, “sin embargo, el Estado no es ateo, agnóstico, o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos”. Mediante ponencia del Magistrado Dr. Fabio Morón Díaz, la Corte analizó su constitucionalidad, concluyendo que este artículo es conforme con la Carta Política, “ya que se trata del señalamiento de unas declaraciones de principios legales que reproducen valores superiores del ordenamiento jurídico, como son los del carácter pluralista de la sociedad, la igualdad, la libertad y la convivencia; en efecto, el legislador reitera que ninguna religión será oficial o estatal, pero advierte que el Estado no es ateo, agnóstico ni indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos, lo que significa que en atención a los mencionados valores constitucionales de rango normativo superior dentro del ordenamiento jurídico, el Estado debe preocuparse por permitir que se atiendan las necesidades religiosas de los "colombianos" y que en consecuencia éste no puede descuidar las condiciones, cuando menos legales, que aseguren su vigencia […]”. Y prosigue la Corte: “En relación con el inciso que establece que el Estado no es ateo, agnóstico o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos, es preciso señalar que ello significa que el Estado no profesa ninguna religión, tal como lo consagra el inciso primero del artículo, y que su única interpretación válida es la de que todas las creencias de las personas son respetadas por el Estado, cualquiera sea el sentido en que se expresen o manifiesten, y que el hecho de que no sea indiferente ante los distintos sentimientos religiosos se refiere a que pueden existir relaciones de cooperación con todas las iglesias y confesiones religiosas por la trascendencia inherente a ellas mismas, siempre que tales relaciones se desarrollen dentro de la igualdad garantizada por el Estatuto Superior” (Sentencia C-088/94). 4. De otra parte, la demanda afirma que la libertad religiosa apunta a las creencias íntimas, personales y privadas, con las que un ser humano se relaciona a su manera con la Divinidad, sin que el Estado se pueda inmiscuir en esa esfera constitucionalmente: “le está vedado tal proceder respecto a una religión en especial, situación que en el asunto bajo estudio no puede tomarse como una simple manifestación cultural, en la medida que la exaltación al monumento de Cristo Rey refleja con total brillo sentimientos religiosos de quienes profesan la fe católica, por lo que NO resulta admisible tal entronización a través de una Ley” (pág. 8), lo que conlleva, dice la demanda, a que la ley demandada sea la materialización de “la adscripción del Estado colombiano con la religión católica”, lo que no sería constitucionalmente válido pues contraría el carácter no confesional del Estado. Sin embargo, entendemos exagerado deducir la pretendida adscripción del Estado colombiano a la religión católica, una vez considerada la previsión del artículo 2º de la Ley Estatutaria 133 de 1994, avalada por la interpretación vinculante de la Corte Constitucional, en el sentido de no ser indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos. Este criterio no es, ni mucho menos, exclusivo de la Corte Constitucional colombiana, sino que ha sido objeto de análisis y aceptación en la jurisprudencia europea. En efecto, la Gran Cámara -es decir, la Sala Plena- del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, en una sentencia de 15 votos a favor y 2 en contra, aprobó finalmente el uso de los crucifijos en las paredes de las aulas de los colegios públicos italianos, al considerar que no se trata de una exaltación que atente contra los principios de neutralidad, laicidad, aconfesionalidad del Estado, igualdad y libertad religiosa. Ni siquiera en lo que respecta a las apropiaciones del presupuesto público, necesarias para la compra, mantenimiento y exhibición de los crucifijos de los colegios públicos italianos que atienden al 92% de los alumnos, no quedando el Estado, de esta forma, al margen del fenómeno religioso de la sociedad que lo compone (Sentencia de 18 de marzo de 2011). En un escenario similar, el Tribunal Constitucional español tuvo que resolver una demanda contra el patronazgo de la Santísima Virgen, tradicional del Colegio de Abogados de Sevilla, Colegio que, valga la pena señalar, es de derecho público y tiene carácter de administración pública corporativa5. El Tribunal consideró, que “cuando una tradición religiosa se encuentra integrada en el conjunto del tejido social de un determinado colectivo, no cabe sostener que a través de ella los poderes públicos pretendan transmitir un respaldo o adherencia a postulados religiosos; concluyéndose así que, en el presente caso, el patronazgo de la Santísima Virgen […], tradición secular del Colegio de Abogados de Sevilla, no menoscaba su aconfesionalidad” 6. 5. Finalmente, la demanda se plantea también contra el reconocimiento del monumento a Cristo Rey como monumento cultural, sin apenas desarrollar su planteamiento. La demanda se limita a sugerir que el monumento a Cristo Rey del municipio caldense de Belalcázar, no sea considerado como “una simple manifestación cultural”. En este punto, partimos de la presunción de constitucionalidad de la ley acusada hasta que no se acredite fehacientemente lo contrario. En efecto, la libertad configuradora del legislador debe presumirse conforme a la Norma Superior, que para este caso es la consideración de bien de interés cultural. No ha sido desarrollado el cargo en contra de este preciso apartado de la ley demandada, por lo que se entiende infundado. Y es que elementos culturales importantes confluyen en este monumento, sin que pueda afirmarse 5 FERNÁNDEZ ROJAS, Gabriel y FERNÁNDEZ ROJAS, Ulises. Derecho público y reformas institucionales: estudios para la reforma de la administración pública y de justicia. Academia Colombiana de Jurisprudencia. Bogotá. 2013. 6 Tribunal Constitucional, Sentencia 034, de 28 de marzo de 2011. como si se tratase de una verdad de Perogrullo, que no se puede considerar como un valor cultural más allá del meramente religioso. En efecto, por citar unos pocos ejemplos, el monumento de Belalcázar, de carácter religioso sin duda, también parece tener un carácter cultural a juzgar por los símbolos municipales de Belalcázar, a saber: su escudo y su himno. Imagen del Escudo de Belalcázar: en su campo superior está la efigie del monumento reconocido legalmente como “de importancia cultural”. La letra del Himno de Belalcázar, aprobada mediante acuerdo 011 de diciembre de 1995, dice: “Coro Gloria a ti oh Belalcázar Colina hermosa que dio la naturaleza Dos celosos ríos y un altivo Cristo Cuidan por siempre tu belleza. […] IV Y en lo mas alto de tu colina airosa Suspendido entre la tierra y el cielo Surge solemne, grande y majestuosa La imagen del Dios del universo Nuestro orgullo y nuestra insignia perdurable Signo de paz y progreso para siempre”. Inevitablemente, nos viene a la mente la sentencia C-469 de 1997, mediante la cual la Corte Constitucional denegó las pretensiones de la demanda de inconstitucionalidad interpuesta en contra del Himno Nacional de la República de Colombia y las normas legales que lo adoptaron, y que se basaba en que “ciertas expresiones [del Himno Nacional] incitan a la violencia, atentan contra la libertad de cultos, [y] son discriminatorias” porque “consagra y privilegia preceptos religiosos del cristianismo”. A pesar de la explícita referencia a la religión católica, primó su valía como elemento cultural de la nación. La importancia cultural del monumento, a la que también alude la demandada Ley 1754 de 2015, no ha sido desvirtuada y por el contrario, existen argumentos que avalan tal dimensión cultural, que en un principio y con una simple afirmación no explicada suficientemente, la demanda pretende que sea tenida por válida para declarar la inexequibilidad solicitada. Y consecuencia de lo anterior, es que tampoco aborda la inconstitucionalidad de la autorización al Gobierno Nacional, para que contribuya a la financiación que demande el reconocimiento del monumento a Cristo Rey, ubicado en el municipio de Belalcázar, Caldas, en consonancia con su importancia cultural. Por las circunstancias concretas del caso, los argumentos anteriormente expuestos, y una vez valorados los términos en que han sido formulados los cargos de los demandantes, nuestro concepto no es favorable a las pretensiones expuestas en la demanda. De esta forma, damos contestación a la consulta planteada. Cordialmente, ULISES FERNÁNDEZ ROJAS Miembro Correspondiente