UNC 4OO AÑOS HISTORIA Y FUTURO Córdoba, miércoles 26 de septiembre de 2012 capítulo 5 La rebelión de los hombres libres Pabellón Argentina, Ciudad Universitaria. Fotografía: Andrés Fernández, Prosecretaría de Comunicación Institucional, UNC Auspicia: Fotografía: Archivo Museo Casa de la Reforma Universitaria. UNC. Reforma Universitaria de 1918 La rebelión de los hombres libres La gran polémica después de los jesuitas Universitarios para la patria nueva Se abren las puertas de la modernidad En el agitado invierno de 1918, los estudiantes profundizaron su lucha y lograron escribir un capítulo cuyas banderas aún flamean: la Reforma Universitaria. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 La rebelión de los hombres libres “Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”. La fuerza, la convicción, la claridad con que fueron dichas y escritas, hacen que las palabras del Manifiesto Liminar todavía vibren pletóricas de presente. El camino del gran movimiento que encendieron los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba en 1918 sigue señalando un rumbo. El siglo 20 había amanecido muy agitado. Los cambios avanzaban. Argentina, que aún vivía a pleno la conmoción que trajo la ola inmigrante, había alcanzado una democracia con estatura popular cuando en 1916 el voto secreto, universal y obligatorio había ungido al radicalismo de Hipólito Yrigoyen, según la voluntad de las mayorías. El mundo se sacudía con la enorme guerra de 1914 y, luego, con la revolución comunista en Rusia, entre otros hechos. Nuevas ideas, nuevos pensamientos y los logros de la ciencia puesta en práctica modificaban desde la vida cotidiana hasta las concepciones políticas y filosóficas. Pero, entre tanto, había ámbitos que seguían aferrados al pasado. Uno de esos era la Universidad de Córdoba, con una fuerte influencia de la Corda Frates, una cofradía clerical. Estudiantes en acción En 1917 –cuando en la ciudad Córdoba ya se habían multiplicados los teléfonos y la gente viajaba en tranvía eléctrico–, se habían expresado reclamos estudiantiles para pedir el cambio en los estatutos, en los planes de estudio y cuestionando a las autoridades, aunque no fueron oídos. Al año siguiente, las demandas se hicieron cada vez más enérgicas. En marzo se constituyó un Comité El apoyo de La Voz “Sin la existencia de La Voz del Interior, ni su soporte periodístico y su estilo espontáneo, no hubiera habido revolución universitaria. Su intervención en los prolegómenos y en las instancias decisivas fue principalísima. Su sede en calle 9 de Julio fue el cuartel general de esta revolución”. Con estas palabras, hace unos años, el escritor Juan Filloy evocaba la férrea comunión entre el diario y los estudiantes en los días de la Reforma. El diario, que desde su mismo nacimiento se posicionó críticamente con respecto a los privilegios y acomodos comunes en aquella Universidad, acompañó y estimuló con páginas diarias completamente dedicadas al movimiento. “Era a nuestra casa adonde venían cada día o cada noche esas enormes puebladas bulliciosas que hacían de nuestros balcones tribunas para el verbo sonoro de aquellas aspiraciones”, recordaría La Voz en uno de los aniversarios de la Reforma. El reconocimiento al apoyo y más aún, a la participación del diario en los sucesos que culminaron con la renuncia del Rector Nores y el triunfo de la causa de los jóvenes, quedó plasmado en el acta final del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, realizado en Córdoba en julio de 1918, donde quedó constancia del “voto de aplauso” para el diario. Pro Reforma y se realizó la primera manifestación en las calles, pero el Consejo Superior decidió “no tomar en cuenta ninguna solicitud estudiantil”. Resueltos, los reformistas decidieron llamar a la puerta del presidente de la Nación. El 18 de abril, Yrigoyen recibió a una delegación en la que estaban Enrique Barros, Gumersindo Sayago y Horacio Valdés. “No hemos venido a ver al presidente de la República, sino al hombre que ha conspirado durante 30 años contra la oligarquía”, dijo Barros. Y se ganó la atención del líder, quien lo llamaría “el canciller de la Reforma”. La entrevista duró algo menos de una hora. Poco después, la delegación envió un telegrama al Comité Pro Reforma: “Impresión óptima. (El presidente) dijonos que apoyaría a la juventud universitaria siempre que ésta aspirase a la reforma de los estatutos y mejora del profesorado, porque si nuestra época avanza en civilización, tenemos el derecho a nivelarnos con ella”. Ese mismo día, en un encuentro con estudiantes porteños, se formó la Federación Universitaria Argentina (FUA), cuyos dirigentes fueron recibidos por Yrigoyen. “Veo en la Reforma Universitaria la posibilidad de una decisiva contribución al renacimiento idealista de la República”, les dijo. Unos días después, el 16 de abril, llegó a Córdoba José Matienzo, quien había sido designado por la Nación como interventor de la Universidad. Se instauró entonces un nuevo estatuto, que terminó con el régimen vitalicio e incorporó dentro del gobierno académico a los profesores, aunque no a los estudiantes. Huelga y manifestaciones El Comité Pro Reforma se convirtió en Federación Universitaria de Córdoba (FUC), presidida por el triunvirato conformado por Enrique Barros, Horacio Valdés e Ismael Bordabehere. Las expectativas se enfocaron a la nueva Asamblea Universitaria, ya con los profesores integrados, que había sido convocada para el 31 de mayo. Los partidarios reformistas se impusieron y proclamaron vicerrector a Belisario Caraffa. La elección del rector se programó para el 15 de junio y los estudiantes descontaban que el hombre señalado sería Enrique Martínez Paz. Pero la Asamblea, contra todo pronóstico, eligió a Antonio Nores, miembro de la Corda Frates. Los estudiantes, asumiendo la decisión como una traición, impidieron la proclamación de Nores y se declararon en huelga. “Era un día soleado. La muchachada se metió dentro de la Universidad. Invadimos el rectorado y arrojamos por las ventanas muebles y retratos de profesores. No hizo falta echar a los docentes y a las autoridades: ellos salieron huyendo”, recordaría años después el escritor Juan Filloy. De todos modos, Nores asumió dos días después. La FUC demandó su renuncia y el 21 de junio se publicó en La Gaceta Universitaria el Manifiesto a los Hombres Libres de Sud América, redactado por Deodoro Roca y firmado por un grupo de alumnos reformistas. Esa proclama conmoverá a toda América latina. Mientras tanto, todos los estudiantes del país se plegaron a la huelga. La vieja Córdoba asistía estupefacta al movimiento de los jóvenes destinado a dejar una marca profunda en la historia. El obispo de Córdoba, fray Zenón Bustos, acusó a los estudiantes de incurrir en “prevaricato franco y sacrilegio”; el 11 de julio, el Consejo Superior clausuró la Universidad. Los estudiantes no sólo que siguieron en pie de lucha, sino que también profundizaron sus demandas. El 21 de julio se reunió en Córdoba el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA, con consignas contundentes: autonomía universitaria, gobierno tripartito paritario (cogobierno), asistencia libre, régimen de concursos y periodicidad de la cátedra, concursos con jurados con participación estudiantil, investigación como función de la Universidad, extensión universitaria y compromiso con la sociedad. Nores dio finalmente por perdida la pulseada y renunció al cargo; junto con él, también se fueron muchos profesores. Tras las numerosas manifestaciones que se sucedieron, otra vez llegó un interventor, en este caso José Salinas, y la reforma de los estatutos que sobrevino contempló muchas de las aspiraciones estudiantiles. El sol de la Reforma había asomado UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 Fotografía: Archivo Museo Casa de la Reforma Universitaria. UNC. La juventud siembra las bases del porvenir El movimiento reformista de 1918 fue un grito de modernidad expresado por los estudiantes de la Casa de Trejo. Aunque no fue un hito fundacional de la transformación universitaria argentina, se constituyó en un acontecimiento sumamente trascendente, por hacer público a todo el país y también a América latina las diversas falencias del sistema educativo superior. Por Gardenia Vidal (*) UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 L os estudiantes cordobeses de 1918 consideraban que las transformaciones indispensables que el clima de época y la situación concreta de la UNC demandaban sólo podían ser realizadas por la juventud. Por ser este el único sector social “no contaminado”, estaba capacitado para finalizar con la tradición conservadora arraigada en la Universidad desde hacía siglos y erigir así las bases de un nuevo presente y, sobre todo, del porvenir. La meta por “corregir” el tiempo, por eliminar el pasado “infausto” y trabajar para un futuro promisorio es un tema recurrente que embarga la retórica emocional de los protagonistas. La tradición juvenilista, con su connotación “salvadora”, se repite junto a otras pocas categorías (integración, tolerancia, liberación, ciencia…) con el fin último de instaurar, de manera consciente o inconsciente, un corpus teórico alternativo que terminara instalándose en la opinión pública. ¿Cómo fue posible que en una ‘ciudadela inexpugnable’, como parecía ser la cordobesa, se produjeran estos desafíos retóricos y empíricos cotidianos durante todo el año 1918? En primer lugar, la capacidad organizativa de los jóvenes, mediante sus centros de estudiantes, y la unión de estos en un único Comité Pro Reforma Universitaria, constituyeron los elementos básicos para alcanzar ese alto nivel de movilización (petitorios, huelgas, asambleas, manifestaciones…). Acciones deliberadas y prolijamente planificadas posibilitaron neutralizar conflictos internos, incrementar el apoyo estudiantil y de otras entidades (egresados, legisladores, líderes partidarios, prensa), Por ser la juventud el único sector social “no contaminado”, estaba capacitado para finalizar con la tradición conservadora arraigada en la Universidad desde hacía siglos y erigir así las bases de un nuevo presente y, sobre todo, del porvenir. atraer recursos económicos, etcétera. Las finalidades de la Reforma Universitaria se trazaban y cambiaban sobre la marcha; el hacer unificaba a los estudiantes, pese a la heterogeneidad ideológica y partidaria de sus miembros: ello se convirtió en una fuerza que los volvía imbatibles. A su vez, el respaldo de otras universidades, en particular de la UBA –y de dirigentes e intelectuales nacionales–, ya invitando a estudiantes cordobeses para que contaran sus experiencias, ya enviando delegados a la ciudad mediterránea, ya realizando propaganda oral y escrita en cada uno de sus ámbitos, dotaron a la protesta de un respaldo externo invalorable no sólo para expandirla por todo el país, sino para afianzarla a nivel de Córdoba. La rebelión estudiantil se fue integrando paulatinamente alrededor de algunos temas claves, de los cuales creo necesario destacar dos porque concentran y traducen la situación política y pedagógica por la que atravesaba la UNC: el cuestionamiento de la capacidad de los profesores y la exigencia de reforma de los órganos del gobierno universitario a fin de terminar con las “camarillas vitalicias”. De allí la exhortación a realizar concursos docentes y a reformular el sistema de conducción. La segunda intervención nacional, a cargo del ministro de Culto e Instrucción Pública, doctor José Salinas, tendrá cierto éxito, en especial respecto de la modificación del segundo ítem. Los nuevos estatutos emanados de la misma establecen un grado de democratización y transparencia destacado para seleccionar a las autoridades. De ese modo, el Consejo Superior se integrará por docentes surgidos de una lista elaborada por una asamblea en cada facultad; además, los miembros de las comisiones directivas de los centros de estudiantes podrán estar presentes en sus reuniones con voz, aunque sin voto. Los consejos directivos de las facultades también resultarán de nombres propuestos por una asamblea de titulares, suplentes y estudiantes que deberá incluir, al menos, un tercio de docentes que efectivamente dictaran clases. El cuestionamiento de la capacidad de los profesores y la exigencia de reforma de los órganos del gobierno universitario, a fin de terminar con las “camarillas vitalicias”, eran dos temas claves de los reformistas del 18. La alternancia en las funciones se convertía en un requisito inherente al cargo, en tanto todas las elecciones se realizarían por votación pública. La participación estudiantil en el gobierno universitario –si bien restringida si se compara con la actualidad– no sólo se aplicará en la UNC, sino en todas las universidades nacionales como consecuencia de esta lucha iniciada en Córdoba. Sin embargo, los concursos docentes no fueron implementados por la intervención; el cuerpo de profesores se reorganizó por decreto y de ese modo se incluyeron nombres emblemáticos, como los de Deodoro Roca y Arturo Orgaz, entre otros, dejando en manos de las nuevas autoridades designadas la realización de los concursos al año siguiente. La falta de implementación de este requisito, bandera por excelencia de los reformistas, introdujo grietas insalvables en el interior del grupo, que junto con la contraofensiva católica iniciada en octubre y conflictos político-partidarios, favorecieron el debilitamiento del movimiento y, por ende, que los nuevos estatutos no fueran respetados conforme se presumía. Con todo, el reformismo como categoría políticaideológica identificada con el cambio, el anticlericalismo, la militancia activa de la juventud, el vínculo con otras universidades, etcétera, se convertirá para Córdoba –y también para el país y algunas naciones de América latina– en el sello de una alternativa política que, aunque difusa, contribuirá a fortalecer un “público” alternativo al conservadorismo (*) Investigadora del Centro de Investigaciones de la FFyHH, UNC. Por Guillermo Vazquez (*) E l año en que Marcel Duchamp iniciaba su estadía en la Argentina, Oswald Spengler publicaba La decadencia de Occidente y culminaba la Gran Guerra, Córdoba decidía recién poner sobre la mesa de la cultura y la política locales la cuestión de la “modernidad”: un proyecto –que había tenido sus anticipos en episodios como la tesis de Ramón J. Cárcano años atrás–, que marcaba distancia respecto del Antiguo Régimen imperante en cátedras y órganos de gobierno universitario, pero que no era protagonizado por sans-culottes ni descamisados, sino mayormente por linajes no muy disímiles de los anteriores. Por ello, hablar de un “demos” –palabra de larga tradición en el pensamiento político, y mencionada entre otros por Germán Arciniegas a propósito de la Reforma– estudiantil sería interesante en un punto, pero cuestionable en este otro. Sin embargo, fue quizá esa lejana afinidad inter pares, esas ascendencias compartidas en grupos diversos, lo que hizo escuchar más el grito estudiantil y docente en las jornadas cuya fecha simbólica, el 15 de junio de 1918, marcan una inflexión hacia el reconocimiento de lo nuevo. En referencia al candidato a rector por el reformismo –Enrique Martínez Paz–, los estudiantes escribirán en La Gaceta Universitaria, rondado la fecha del Manifiesto Liminar, que el profesor representaba un “escepticismo racional” que lo ponía en sintonía con sus reclamos (que, claro está, lejos estaban de reducirse a reformas edilicias o estatutarias puntuales). Era, para aquellos, un Descartes. Laicidad, pluralidad, apertura a lo social, autonomía: modernidad, entonces, como un proyecto complejo, nunca culminado, con claroscuros, con potenciaciones y restauraciones de lo vetusto; en fin, abierto y en disputa. Sobre las “fuentes ideológicas” de la Reforma y las trayectorias políticas e intelectuales de sus partícipes y seguidores, que arrastraron la inercia del acontecimiento en el mote de “reformistas” a lo largo de sus vidas, incluso como si entre Juan Filloy y Sebastián Soler, o entre Enrique Barros y Saúl Taborda hubiera tantos puntos de conexión, se ha escrito mucho, y siempre con una inevitable vacilación: son tantas y tan diversas las tangentes, que no representa tarea fácil ni obvia. Un ejemplar en la cuestión es Deodoro Roca y la imposibilidad para reducir sus criterios teóricos y su pensamiento político a determinaciones conclusivas. Juan Carlos Portantiero lo describe en términos gramscianos, mencionando que la mezcla de humanismo utópico, socialismo liberal y nacionalismo que allí se respiraba, comprendió “la más vasta empresa de reforma ideológica que ha conocido el continente en este siglo” (vale la pena decir que escribió esto en 1978). Se jugaba dicho asunto no sólo a nivel teórico, sino vivencial: fue la cuestión de cierto positivismo con algún asiento higienista –la suspensión del internado estudiantil en el Clínicas–, lo que derivó en el primer contraste fuerte de la protesta. Que el reformismo, en el medio de un contexto argentino democráticopopular inédito, abrevó de luchas y revoluciones sociales varias –y de geografías no necesariamente eurocéntricas, lo que le daba una particularidad que hasta hoy sobrevive–, es ya tan incuestionable como su perspectiva continental fenomenal, aún sostenida en el joven siglo 21: basta con mirar las compilaciones y los trabajos publicados de académicos, investigadores y ensayistas latinoamericanos –de Bolivia a Nicaragua, de México a Paraguay– en los homenajes del 90º aniversario de la Reforma, cuatro años atrás. Y hoy, acaso, contraponer las mejores prosas reformistas con textos antirreformistas por izquierda –Paulino González Alberdi– y por derecha –Julio Irazusta–, resultarían en un diálogo que sigue tornándose indispensable para ir a fondo en el conocimiento del despliegue y los repliegues de los episodios y protagonistas cordobeses del ’18. Retomando términos gramscianos –que más arriba reconocimos en Portantiero–, la Reforma, allende sus pretensiones racionalistas, aparece como un “mito” fundante del anticlericalismo y de las aspiraciones del lado progresista e igualitario de la frontera de Córdoba. Que dicho mito, como el del Cordobazo, sea ya referenciado por una cultura institucionalizada –en cualquier nivel–, de ningún modo puede verse como una paralización o una neutralización de sus potenciales emancipatorios: sólo que ahora entran en un espectro político donde todo aparece como posible y donde sus legados pesan más porque están más presentes y llevan consigo el arduo arrastre de la historia que ha continuado (*) Licenciado en Filosofía, Abogado, Adscripto en las cátedras de Filosofía Política y Derecho Político (UNC). Co-Editor de la Obra Reunida de Deodoro Roca. Hipólito Yrigoyen, el líder radical que había incluso tomado las armas para buscar el camino que le permitiera a las mayorías llegar al poder, llegó a la Presidencia en 1916, aupado en el voto popular. La Ley Sáenz Peña, que dispuso el voto secreto y obligatorio, sancionada en 1912, finalmente le dio las llaves de la Casa Rosada. Con Yrigoyen, entraron en la escena de la política nacional la nueva clase media que se había gestado en muchos casos con el aporte inmigrante, y sectores silenciados del campo, entre otros. Mientras tanto, el mundo ardía. El 28 de junio de 1914, el asesinato en Sarajevo del heredero de la corona del Imperio Austro-Húngaro, fue la chispa que hizo finalmente estallar el polvorín en el que se había convertido Europa. Los intereses contrapuestos de las potencias industriales europeas respecto de sus espacios de acción y de influencia, habían generado una tensión sin retroceso. Austria le declaró la guerra a Serbia; Alemania a Rusia, a Francia y a Bélgica; Inglaterra a Alemania. El fuego se propagó por el norte africano y el Medio Oriente. De un lado: Alemania, Austria, Turquía y Bulgaria. Del otro: Rusia, Francia, Inglaterra, Bélgica, Serbia, Montenegro; después Italia, y más tarde Estados Unidos, Cuba, Costa Rica, Panamá, Grecia, China, Liberia, Honduras, Brasil, República Dominicana, Guatemala y Nicaragua. La guerra duró más de cinco años, hasta que el 11 de noviembre de 1919 los alemanes firmaron su rendición ante Francia. En medio de las noticias sobre la gran balacera, aparecieron, a finales de 1917, los bolcheviques de Lenin derrocando a los zares e instaurando la “dictadura del proletariado” en Rusia. Yrigoyen mantuvo la neutralidad argentina en la primera gran guerra del siglo 20, a pesar de las presiones externas e internas, mientras se conquistaban nuevas libertades y progresos sociales. Pero mientras llevaba adelante su gestión, nada estaba en calma. Había pobreza y desocupación; además, los obreros que acababan de conseguir la jornada de ocho horas y el descanso dominical todavía tenían muchos reclamos esenciales que formular. Los inmigrantes con ideas anarquistas se pusieron al frente de grandes movimientos huelguistas que por momentos parecieron la antesala de una revolución social. Hubo momentos de caos y represión y corrió mucha sangre, como al despuntar enero de 1919, cuando se registraron los violentos sucesos que después serían conocidos como la Semana Trágica. En el seno del partido gobernante, se habían abierto dos cauces irreconciliables alrededor de la figura del líder: antipersonalismo y personalismo. El antipersonalismo era liderado por la figura de Marcelo T. de Alvear, quien sería el presidente del segundo gobierno radical. Yrigoyen regresaría en 1928 con el doble de votos que el resto de sus adversarios (incluidas fracciones antipersonalistas), pero pronto vio menguar en parte su caudal, mientras su acción política perdía bríos y era duramente cuestionada por sus opositores, y en especial por aquellos sectores que habían quedado marginados por el voto popular del poder después de haberlo usufructuado por décadas. Si en el final de la década de 1920 el mundo se asomaba a las honduras de una crisis financiera que repartió zozobra aun para los bolsillos más abultados (“crack”, tal la onomatopéyica palabra empleada en 1929 para retratar la quiebra de la Bolsa de Valores de Nueva York), aquí, entre los argentinos, el naufragio sería institucional. Así, el 6 de septiembre de 1930 sobrevino el golpe anunciado. Con el general José Uriburu, volvían a comandar aquellos viejos sectores dirigentes que también trajeron de regreso, el fraude de antaño. Se inauguraba así una época de gris escepticismo, llamada “década infame”. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 las patas en las fuentes Los radicales en el poder, mientras el mundo estalla PEQUEÑA SEMBLANZA DE DEODORO ROCA Por Pablo Manuel Requena (*) A rturo Capdevila, su amigo de toda la vida, escribió a finales de la década de 1950 un poema en el que decía: Él era ciertamente la voz más cálida del coro; aquel de la palabra melodiosa y el pensativo silencio de oro Deodoro Roca fue devorado por un cruel cáncer en junio de 1942, en la misma ciudad de Córdoba en la que había nacido en 1890. Provenía de familias de prosapia en una ciudad con una elite orgullosa de sus apellidos: los Roca y los Argüello por parte de padre y madre, respectivamente; un miembro del grupo de familias tradicionales que, a través del matrimonio, se emparentó con la familia Deheza. Todos apellidos que Gustavo Lazcano Colodrero había incluido en su Linajes de la Gobernación del Tucumán: los de Córdoba, publicada en 1936. Fantasmal autor del Manifiesto Liminar del 21 de junio de 1918 –texto que no lleva su firma, porque para ese momento ya era un graduado, pero es incluido usualmente dentro de sus antologías–, Roca pudo ver tempranamente que el horizonte político inicial de la Reforma era muy estrecho. En 1920, afirmaba que “el mal de las universidades es un mero episodio del mal colectivo”. O ya en 1936, cuando los márgenes para el optimismo de la voluntad que habían motorizado los días que siguieron a junio de 1918 se habían achicado y el ascenso del fascismo en Europa y la coyuntura política local posterior al 6 de septiembre de 1930 dejaba entrever que se avecinaba un difícil tiempo nuevo, escribía una de las consideraciones más lúcidas sobre el devenir del reformismo: “[la juventud] ha comprendido que el problema de la Universidad no es un problema solo, aislado y asilado. Es más que nada la resultante de un problema profundo, amplio, concreto y formidable: el problema social. De la injusticia social”. Ese mismo año, el del estallido de la Guerra Civil Española, escribía esta frase que sintetizaba el derrotero del reformismo y los primeros reformistas: “Buscando un maestro ilusorio se dio con un mundo”. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 Sin embargo, debemos decir que la cultura cordobesa ha congelado a Deodoro en su “momento reformista”, obviando, por ejemplo, experiencias locales tan fugaces como intensas y disímiles: me refiero a su paso por el Comité Pro Dignidad Argentina, la Universidad Popular, el Ateneo Córdoba Libre o la Federación Universitaria de Córdoba. Un “momento pre reformista” que no podríamos reducir a un mero aprendizaje político, pues empobreceríamos un rico proceso político cultural desarrollado durante toda la década de 1910, en el que también participaron figuras que, como los hermanos Orgaz o Arturo Capdevila, tendrían participación activa en 1918 y después. Por el contrario, se trata de experiencias que hablan de un período de juventud muy dinámico y muy fructífero en la vida de Roca y de los mencionados en general. Los días que siguieron a 1918 lo encontraron tanto ejerciendo la docencia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC Deodoro Roca. Archivo de La Voz del Interior en la cátedra de Filosofía General, como interviniendo en el flamante Consejo Directivo de la misma unidad académica. Sin embargo, un llamativo silencio sobre las cuestiones universitarias tiñó su reflexión, tal vez porque, al igual que su amigo Arturo Orgaz pensaba a comienzos de los ‘20, o como el reformista platense Julio V. González escribía a fines de la misma década, el reformismo como mero programa de demandas estrictamente pedagógicas no le interesaba en lo más mínimo. En cambio, su pensamiento y su praxis se corrió hacia zonas de la política como el antimperialismo (participó de la Unión Latinoamericana que desde Buenos Aires alentaba José Ingenieros), el antifascismo (la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores lo contó entre sus miembros) o la solidaridad con la República Española (intervino en el Comité de Ayuda al Pueblo Español). Fueron los años de su polémica con su otrora mentor, Leopoldo Lugones, a quién le enrostró su decepción y la de toda su generación respecto de su giro hacia el militarismo en 1924 y el fascismo en 1930; apenas un mes después del golpe que llevó a la presidencia a José F. Uriburu, Roca publicó una nota en el diario local El País en la que fustigaba a su coterráneo del siguiente modo: “Hoy ya no nos asusta. El espectáculo nos hace reír. El hombre mesiánico, en quien alguna vez creímos, también”. De la década de 1930 data también su siempre tensa y difícil relación con la política partidaria: revaluando toda su trayectoria política iniciada casi dos décadas atrás, en 1931 decía que pertenecía “a una generación crecida bajo el influjo de una educación, en cierto modo venenosa, que nos hacía mirar la política, o como un oficio más, o como de una cosa de la que más valía no ocuparse”. A principios de ese década, fue candidato a intendente de la ciudad en las elecciones de 1931 por la Alianza Civil conformada por el PS y el Partido Demócrata Progresista; al igual que otros viejos reformistas como Arturo Orgaz, Gregorio Bermann o Benjamín Barros se había sumado al Partido Socialista, del que fue expulsado luego de un entredicho con las autoridades partidarias en 1937 y hasta su muerte mantuvo una relación de cercanía con las organizaciones político-culturales del Partido Comunista. Por siempre joven retoño de la elite, a la vez que conciencia burlona de la Córdoba doctoral, orador de junio pero también el aguafiestas que pronto se desencanta del programa reformista, miembro del partido de Juan B. Justo y Nicolás Repetto que no logra encajar dentro de la disciplina partidaria, la trayectoria de Deodoro parece ser difícil de encasillar. Después de todo, en el temprano final de su vida él mismo lo escribió: “No he actuado en la vida pública de mi país desde la angostura de programas y partidos políticos. Pero he hecho, al margen de ellos, y desinteresadamente, una intensa y riesgosa vida pública. La haré hasta que muera, porque me interesa hasta la pasión el destino de la patria y sobre todo el destino del hombre” (*) CONICET/ Instituto de Antropología de Córdoba - UNC La UNC en los años 20 El movimiento reformista después de LA REFORMA E n 1918 se produjo en Córdoba la llamada Reforma Universitaria, interpretada como un hito para Córdoba. En la misma época, una serie de movimientos similares se llevaron a cabo en otras ciudades de nuestro país y naciones vecinas. De ahí en más, se desarrolló el imaginario de que este acontecimiento había impuesto en la UNC un cambio radical sobre lo que era en sí misma la Universidad, su modelo de enseñanza y su funcionamiento como institución política. El estudiantado reformista reclamó en el ’18 un nuevo modelo universitario sobre la base de una reconfiguración de roles y funciones de los actores. Los estudiantes identificaron un enemigo en común: el clericalismo tradicional que privaba a la casa de estudios de la evolución que se estaba viviendo en el mundo moderno. Las demandas eran: supresión de las academias vitalicias y transparencia del gobierno universitario, concurso docente obligatorio para cubrir las cátedras, asistencia y docencia libres, actualización de programas de estudios y desarrollo científico. Algunas de estas exigencias fueron contempladas en el Estatuto sancionado por José Salinas, generando la percepción de éxito que cimentó en parte el imaginario reformista desarrollado luego. Ergo, esto no significó que la letra del Estatuto fuera suficiente para transformar la práctica institucional. Poco tiempo después, al entrar en la década de 1920, comenzaron a ser cada vez más evidentes los silencios de la reglamentación y los objetivos no conseguidos en el ‘18. En la primera mitad de esta década, acontecieron tres huelgas estudiantiles en la UNC, en 1922, 1923 y 1924. Sus objetivos eran los mismos que en 1918: la transformación de la Universidad en un espacio moderno, más participativo y abierto al debate de nuevas ideas y propuestas. Por este motivo, las reivindicaciones defendidas no eran sólo las que quedaron pendientes en la Reforma, sino que se sumaron otras no presentes en Córdoba anteriormente. En 1922, el conflicto surgió en la Facultad de Derecho frente a una resolución del Consejo Directivo que concedía el ingreso a la carrera de Notariado a un grupo de procuradores. Los estudiantes de Derecho declararon la huelga de inmediato, puesto que el título de procurador no habilitaba el ingreso, por ser accesible con mínimos requisitos sin que fuera necesario tener certificado de estudios secundarios. Pocos días después, la protesta se generalizó en toda la UNC, alcanzó a las demás facultades y activó la respuesta de la Federación Universitaria. Este accionar conjunto y decidido de los estudiantes devino en la pronta finalización del conflicto según los objetivos perseguidos. En 1923, el enfrentamiento surgió en la Facultad de Medicina por cuestiones internas. Una nueva intervención a la UNC impuso un Estatuto que anulaba ciertas conquistas alcanzadas luego de 1918, que si bien no eran muchas, habían significado un logro para los estudiantes. Se sancionó el voto secreto y obligatorio, el secreto en las sesiones de los consejos directivos y del Consejo Superior; de los 14 miembros que formarían los consejos directivos ocho serían representantes del profesorado titular, con lo que se dio predominancia a dicho sector. Lo que determinó en parte un desenlace tan desolador, vino de mano del estudiantado, que no supo luchar unido y se fragmentó desde el inicio por cuestiones políticas, partidarias e ideológicas. El conflicto producido en 1924, que exigió la sanción de un Estatuto elaborado por la propia institución, marcó un importante punto de recuperación para el movimiento estudiantil, que encontró el camino para consolidarse y mantener su intransigencia frente a un reclamo que exigían como innegociable. Demandaban de manera urgente el concurso docente, la participación estudiantil en el gobierno universitario, la anulación de las condiciones de voto impuestas en 1923 y del secreto de las sesiones de los consejos. Exigían, al igual que en 1918, la modernización de la UNC. Finalmente, luego de largos meses de protesta el Consejo Superior sancionó un Estatuto que incorporaba parcialmente algunas bases para el concurso docente, aunque no era obligatorio para quienes contaran con trayectoria académica. El movimiento estudiantil en la primera mitad de los años ‘20 se proclamó continuador de la obra iniciada en 1918. La necesidad de instaurar un nuevo modelo de Universidad los llevó a plantearse un proyecto y una forma de concretarlo. Fue notoria la radicalización en los momentos de mayor conflictividad, fortaleciendo la capacidad organizativa de los jóvenes reformistas y ampliando el eco causado en la sociedad cordobesa y argentina. En esos momentos, la Federación Universitaria desplegaba todos sus canales para entablar comunicación con las distintas facultades. Su objetivo era, precisamente, mantener y potenciar la función de paladines del pensamiento reformista y defensores de las ideas de renovación que invadían la UNC. Independientemente de los objetivos alcanzados o no por la Reforma de 1918, sirvió como fuente de inspiración para los jóvenes, que desde entonces se han planteado el engrandecimiento de la UNC. El símbolo del ‘18 actuó en numerosas oportunidades como punto de referencia del reformismo y, en ciertas ocasiones, como aglutinante de los sectores reformistas militantes de Córdoba (*) Becaria Conicet CIFFyH-UNC UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 Por Gabriela Alejandra Schenone (*) De Córdoba al Continente La Reforma universitaria, el gran movimiento de renovación espiritual y pedagógica protagonizado por los estudiantes de Córdoba, se extendió no sólo por las cinco casas de estudios del país, sino por toda la extensión de América Latina. Por Roberto A. Ferrero UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 L a Reforma fue, como señaló Víctor Raúl Haya de la Torre, “la revolución latinoamericana por la autonomía espiritual”. Ya en su Manifiesto Liminar de 1918 se dirigía a “los hombres libres de Sudamérica” y sentenciaba: “Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten; estamos viviendo una hora americana”. Dieciocho años después, Deodoro Roca, uno de sus principales inspiradores, dirá expresamente que la Reforma universitaria había sido “el movimiento de juventud más rico y germinativo de América latina, desde su emancipación política. Entronca con ella”. Superando los límites de Córdoba y del país, el movimiento había prendido intensamente en las juventudes de Latinoamérica: el líder estudiantil peruano Haya de la Torre organiza en el Perú –adonde había sido llevado por Alfredo Palacios– un partido fundado en los ideales de la Reforma: la Alianza Popular Revolucionaria Americana (Apra); en Chile se expande desde 1919 y tiene su primer mártir en el estudiante y poeta Domingo Gómez Rojas; México le brinda cordial acogida para la celebración del Primer Congreso Internacional de la Reforma, en 1921; José Antonio Mella la lidera en Cuba desde 1923, en su lucha contra la dictadura de Gerardo Machado; Colombia le da figuras como Germán Arciniegas, autor de El estudiante de la Mesa Redonda; en Uruguay da origen a la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU). Dará incluso más de un presidente –unos buenos, otros malos–, tales como Rómulo Betancourt en Venezuela, J. Natalicio González en el Paraguay, Juan José Arévalo en Guatemala, Arturo Frondizi en la Argentina… Renovación universitaria y entusiasmo latinoamericano A todas las dispersas repúblicas de la gran nación inconclusa, llevó la Reforma su programa de renovación universitaria y modernización pedagógica. Y en todas fueron escuchados su mensaje y sus planteos, porque en todas las latitudes las oligarquías lugareñas mantenían a las universidades en el mayor atraso cultural, cerradas a los vientos del mundo, a la ciencia y al espíritu nuevo. En todos los países, el desarrollo económico y social, lento pero real, había creado nuevos estratos –burguesía, proletariado, clases medias– que ansiaban y necesitaban el acceso a una cultura universitaria moderna tanto como al poder político. Y no se trataba sólo de una cuestión de prestigio social, como pudiera pensarse, sino de un objetivo de carácter instrumental que sirviera eficazmente a la prosecución de su propio autodesarrollo. Pero la Reforma universitaria no tenía sólo un programa para la renovación integral de las casas de estudios: tenía también –o principalmente– un designio y un entusiasmo latinoamericano y nacional que informaría toda la primera década de su existencia. Latinoamericanismo y socialistmo romántico y democrático Herida por la balcanización de América latina, y conmovida por la nueva aurora de la revolución rusa, el despertar de los pueblos, la guerra mundial y la caída de los viejos imperios multinacionales, la juventud universitaria de Córdoba y del continente todo buscaba confusamente en el latinoamericanismo y en su aproximación a los ideales de un socialismo romántico y democrático un camino propio y una ideología que expresara sus aspiraciones. Esa honda intuición latinoamericana de la Reforma, así como la rápida y entusiasta adhesión que alcanzó en los medios estudiantiles e intelectuales Collage: Agustín Massanet, Prosecretaría de Comunicación Institucional, UNC. de todos los países del sur del Río Grande, obedecía contradictoriamente a la ausencia de bases materiales para que las clases medias y burguesas realizaran la unidad democrática de la antigua heredad ibérica: políticamente reducida a la impotencia, su generación más joven trató de realizar en el “reino del espíritu” –como decía Manuel Ugarte– los proyectos revolucionarios de los libertadores que les eran vedados por la inmadurez de la situación histórica. Con el exilio, el asesinato y la muerte oscura de los grandes paladines de la emancipación (San Martín, Sucre, Bolívar), la idea de la unidad latinoamericana se había ido borrando de la faz del continente, salvo los esporádicos momentos de pánico causados por los ataques de las tropas francesas en México o las incursiones navales de las potencias europeas en las costas del Pacífico. En el filo del deslinde de los siglos 19 y 20, la revivieron Martí, Vasconcelos, Ugarte, José Enrique Rodó, Ingenieros. De ellos la tomó y reverdeció la generación del ‘18. Todavía en el Manifiesto del 1° de julio de 1928, durante la gran huelga del 10° aniversario, la Federación Universitaria de Córdoba diría: “Las circunstancias de Latinoamérica han querido que sea en sus Universidades donde se elaboren las modalidades del futuro, y que la Nueva Generación sea su intérprete y arquitecto. Estamos dispuestos a nuestra misión… para proseguir con sacrificio la Reforma, cada vez más orgánica –la pura y tensa voluntad dirigida hacia los ideales/fines, hermanados con nuestros compañeros de Latinoamérica, hasta su completa realización”. Así sea Texto publicado en la edición especial del periódico Hoy la Universidad, 90 Aniversario de la Reforma, Número 40, Junio de 2008. (*) Historiador. Manifiesto Liminar H ombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana. La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta, porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y porque era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarevolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y –lo que es peor aún– el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la Ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar la enseñanza, y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria. Nuestro régimen universitario –aún el más reciente– es anacrónico. Está fundado sobre una especie del derecho divino: el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico. La Federación Universitaria de Córdoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio, radica principalmente en los estudiantes. El concepto de Autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios, no sólo puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la substancia misma de los estudios. La autoridad en un hogar de estudiantes no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: Enseñando. Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. (...) Mantener la actual relación de gobernantes a gobernados es agitar el fermento de futuros trastornos. Las almas de los jóvenes deben ser movidas por fuerzas espirituales. Los gastados resortes de la autoridad que emana de la fuerza no se avienen con lo que reclama el sentimiento y el concepto moderno de las universidades. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes. (...) Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de una orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección. Entonces la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. El sacrificio es nuestro mejor estímulo; la redención espiritual de las juventudes americanas nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son –y dolorosas– de todo el continente. Que en nuestro país una ley –se dice– la de Avellaneda, se opone a nuestros anhelos. Pues a reformar la ley, que nuestra salud moral los está exigiendo. (...) La Federación Universitaria de Córdoba cree que debe hacer conocer al país y América las circunstancias de orden moral y jurídico que invalidan el acto electoral verificado el 15 de junio. (...) En la Universidad Nacional de Córdoba y en esta ciudad no se han presenciado desórdenes; se ha contemplado y se contempla el nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar bien pronto bajo su bandera a todos los hombres libres del continente. Referiremos los sucesos para que se vea cuánta vergüenza nos sacó a la cara la cobardía y la perfidia de los reaccionarios. (...) Grupos de amorales deseosos de captarse la buena voluntad del futuro rector exploraban los contornos en “a los hombres libres de Sud América” el primer escrutinio, para inclinarse luego al bando que parecía asegurar el triunfo, sin recordar la adhesión públicamente empeñada, en el compromiso de honor contraído por los intereses de la Universidad. Otros –los más– en nombre del sentimiento religioso y bajo la advocación de la Compañía de Jesús, exhortaban a la traición y al pronunciamiento subalterno. (¡Curiosa religión que enseña a menospreciar el honor y deprimir la personalidad! ¡Religión para vencidos o para esclavos!). Se había obtenido una reforma liberal mediante el sacrificio heroico de una juventud. Se creía haber conquistado una garantía y de la garantía se apoderaban los únicos enemigos de la reforma. En la sombra los jesuitas habían preparado el triunfo de una profunda inmoralidad. Consentirla habría comportado otra traición. (...). La sanción moral es nuestra. El derecho también. Aquellos pudieron obtener la sanción jurídica, empotrarse en la ley. No se lo permitimos. Antes de que la iniquidad fuera un acto jurídico, irrevocable y completo, nos apoderamos del Salón de Actos y arrojamos a la canalla, sólo entonces amedrentada, a la vera de los claustros. Que es cierto, lo patentiza el hecho de haber, a continuación, sesionada en el propio Salón de Actos de la Federación Universitaria y de haber firmado mil estudiantes sobre el mismo pupitre rectoral, la declaración de la huelga indefinida. (...) No podemos dejar librada nuestra suerte a la tiranía de una secta religiosa, no al juego de intereses egoístas. A ellos se nos quiere sacrificar. El que se titula rector de la Universidad de San Carlos ha dicho su primera palabra: “Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes”. Palabras llenas de piedad y amor, de respeto reverencioso a la disciplina; palabras dignas del jefe de una casa de altos estudios. No invoca ideales ni propósitos de acción cultural. Se siente custodiado por la fuerza y se alza soberbio y amenazador. ¡Armoniosa lección que acaba de dar a la juventud el primer ciudadano de una democracia Universitaria! Recojamos la lección, compañeros de toda América; acaso tenga el sentido de un presagio glorioso, la virtud de un llamamiento a la lucha suprema por la libertad (...) La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa. La juventud universitaria de Córdoba, por intermedio de su Federación, saluda a los compañeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad que inicia. Fimantes: Enrique F. Barros, Horacio Valdés, Ismael C. Bordabehere, presidente. Gurmensindo Sayago, Alfredo Castellanos, Luis M. Méndez, Jorge L. Bazante, Ceferino Garzón Maceda, Julio Molina, Carlos Suárez Pinto, Emilio R. Biagosch, Angel J. Nigro, Natalio J. Saibene, Antonio Medina Allende, Ernesto Garzón. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 Fragmentos del pronunciamiento de la Federación Universitaria de Córdoba redactado por Deodoro Roca y publicado el 21 de junio de 1918. Creación del Instituto de Sociología Raúl Orgaz, en homenaje al precursor de esa disciplina en Córdoba. Su antecedente fue la Cátedra de Sociología, fundada en 1907 en la Facultad de Derecho, cuyos profesores fueron Enrique Martínez Paz y, posteriormente, Raúl Orgaz, hasta 1946. Instituto de Ciencias Químicas Carrera de Servicio Social Canal 10 inició sus transmisiones Se fundó el Instituto de Ciencias Químicas sobre la base de la Escuela de Farmacia y Bioquímica, que dependía de la Facultad de Ciencias Médicas. Sobre la base del Curso de Asistencia Social, se creó la carrera de Servicio Social. Todavía seguía dependiendo de Ciencias Médicas. 11 de mayo Su primer director fue Félix Garzón Maceda. Los estudios funcionaron en el Pasaje Muñoz, en el centro de Córdoba, y la antena se ubicó en la Caja de Jubilaciones. Planificación de la Ciudad Universitaria 1962 1960 Concurso para el nuevo edificio del Manuel Belgrano Ley Domingorena habilitó a privadas a expedir títulos Durante el gobierno de Arturo Frondizi se dictó la ley 14.557 o Ley Domingorena, a pesar de la gran oposición en las universidades públicas nacionales. A partir de esa legislación, las universidades privadas pudieron expedir títulos habilitantes sin necesidad de validación en las universidades nacionales. 1961 Agosto Los arquitectos Taranto, Hobbs, Díaz y Revol ganaron el concurso para la Planificación de la Ciudad Universitaria. 1959 Se creó el Curso de Asistencia Social en la Escuela Universitaria de Auxiliares de Medicina, de la Facultad de Ciencias Médicas. Instituto de Sociología Raúl Orgaz 1957 1958 línea de tiempo 4OO años UNC 1610- 1876 1877- 1918 1942- 1956 1957- 1966 1918- 1938 capítulo 1 capítulo 2 capítulo 3 capítulo 4 capítulo 5 capítulo 6 capítulo 7 capítulo 8 capítulo 9 capítulo 10 UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 10 Curso de Asistencia Social Radio Splendid pasó a la UNC 23 de abril A través de un decreto del Poder Ejecutivo, Radio Splendid de Córdoba, que había iniciado sus transmisiones en 1942, pasó a ser patrimonio de la UNC. Fue renombrada Radio Universidad. Intervención y fin del gobierno de Zanichelli Julio Se definió el equipo ganador del concurso para el nuevo edificio de 17 de febrero la Escuela Superior de El atentado de un Comercio Manuel “comando derechista” a Belgrano (sede actual), la Shell en Córdoba que había sido fundada provocó la intervención en 1938 y funcionaba en provincial. Con esta un viejo inmueble. Estaba medida, el presidente integrado por Osvaldo Arturo Frondizi decretó el Bidinost, Jorge Chute, fin del gobierno de Arturo José Gassó, Mabel Zanichelli. Lapacó y Martín Meyer. Autorización para construir una estación de TV Agosto El Consejo Superior de la UNC autorizó la inversión necesaria para instalar una estación de televisión abierta. Este es el antecedente de la creación de Canal 10. Illia asumió como presidente constitucional Donación de los fondos para Hemoderivados Las actas de este congreso, realizado en Córdoba, fueron publicadas en 1964 por la revista Estudios de Sociología, cuyo comité honorario incluía sociólogos de fama mundial, como Robert Merton y Talcott Parsons. 12 de octubre Arturo U. Illia asumió como presidente constitucional, y en Córdoba el radical Justo P. Molina como gobernador. Se realizaron manifestaciones por mayor presupuesto. El Gobierno destinaba un 22 por ciento del presupuesto nacional a educación. Se respetó la autonomía universitaria. Docentes-investigadores de la cátedra de Farmacología, por iniciativa de Ricardo Landaburu, presentaron al presidente Illia un proyecto para crear una planta productora de derivados plasmáticos, con el objetivo de producir medicamentos de bajo costo. El Presidente donó los fondos reservados para crear el Laboratorio de Hemoderivados. La UNC sintonizaba así con la política nacional propuesta por la Ley Oñativia, que declaraba a los medicamentos bienes sociales. 1966 1964 1963 Junio Aparición de la revista Pasado y Presente, que involucró a intelectuales de la UNC y marcó un hito en el pensamiento crítico. Fue dirigida, durante su primer año, por Oscar del Barco y Aníbal Arcondo, sumándose, a partir del segundo año, José Aricó, Samuel Kieczkovsky, Juan Carlos Torre, Héctor Schmucler, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luis J. Prieto y Carlos R. Giordano, entre otros. XX Congreso Internacional de Sociología Abraham Kozak, presidente de la FUC Creación de Ciencias Agronómicas La Noche de los Bastones Largos Movilización contra el cierre del Comedor 11 de junio El Congreso Regional de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) eligió como presidente a Abraham Kozak, chaqueño y estudiante de Derecho en la UNC. Fue dos veces presidente de la FUC. denuncias por negociados contra varios miembros del Consejo Superior. El rector Orgaz tuvo que enfrentar las protestas estudiantiles por la expulsión de su dirigente. 21 de marzo A través de la ordenanza 4/66, el Consejo Superior de la UNC creó el Instituto de Ciencias Agronómicas. Kozak, expulsado del Consejo Superior 2a Bienal Americana de Arte en la UNC 31 de julio El Consejo Superior expulsó al consiliario Abraham Kozak (presidente de la FUC) y lo suspendió como estudiante. Él había interpuesto graves 25 de septiembre Se abrió la 2a Bienal Americana de Arte en el Pabellón Argentina. Aunque sin inauguración formal, el Pabellón había comenzado a funcionar entre 1960 y 1961. 29 de junio El general Juan Carlos Onganía protagonizó el golpe que derrocó al presidente Illia. Un mes más tarde, todas las universidades nacionales fueron intervenidas, se reprimió violentamente a los docentes y a los alumnos de Ciencias Exactas en la UBA, hecho conocido como La Noche de los Bastones Largos. Se produjo el mayor éxodo de docentes e investigadores. Se disuelven las agrupaciones estudiantiles. La persecución y las cesantías ocasionaron el desmantelamiento de equipos de investigación y docencia. 7 de septiembre Santiago Pampillón, estudiante de la Universidad Tecnológica Nacional, fue herido frente al edificio Cinerama, en la Av. Colón al 300, de la ciudad de Córdoba. La agresión se produjo durante una movilización estudiantil contra el cierre del Comedor Universitario, la cesantía de docentes y las restricciones a la libertad de cátedra. Inauguración del edificio de Ciencias Económicas Abril Durante los 60, comienza la búsqueda de una solución edilicia adecuada a las necesidades de Ciencias Económicas. La construcción de su sede actual, en la Ciudad Universitaria, es la primera de carácter integral que se concreta en ese ámbito. Muere Pampillón 12 de septiembre El estudiante Santiago Pampillón muere en el Hospital de Urgencias. Cesantías y renuncias La llamada Revolución Argentina cesantea a los docentes que se resistieron a la intervención. Entre ellos, a 5 titulares y 23 adjuntos y asistentes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, incluidos el decano en funciones, Bernardino Taranto, y el ex decano Luis Rébora. En otras facultades, muchos docentes renunciaron ante las restricciones a la autonomía y a la libertad de cátedra. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 Revista Pasado y Presente 11 Fotografía: Prosecretaría de Comunicación Institucional. UNC. Hospital Nacional de Clínicas Un emblema de la ciencia y de un barrio de leyenda Fue inaugurado en 1913 y amparó a notables figuras de la medicina cordobesa y nacional. También le dio nombre a un barrio marcado por el espíritu rebelde de los estudiantes. UNC 400 AÑOS PRESENTE Y FUTURO Miércoles 26 de septiembre de 2012 “ 12 A principios del siglo 20, cuando con mi familia viajábamos en break a Villa Allende, pasábamos por esos terrenos baldíos –desde la plaza Colón en adelante todo era monte cerrado– y veíamos las paredes en construcción del hospital. Más de 20 años demoró su construcción”. Esto contaba hace tiempo el doctor Juan Martín Allende, quien estuvo presente el 24 de mayo de 1913, cuando se concretó la inauguración, y después sería docente en ese mismo edificio. El paisaje que rodeaba al Hospital Nacional de Clínicas cuando estaba en gestación sería muy diferente una vez que estuvo en acción. A su alrededor, se erigiría un emblemático barrio de leyendas de rebeldía, marcado por el espíritu estudiantil. La Facultad de Ciencias Médicas, creada en 1877, comenzó a funcionar en 1878, con el San Roque como hospital escuela, pero pronto se planteó la necesidad de contar con instalaciones más adecuadas. En 1883, el intendente de Córdoba, Juan de la Serna, donó unas 400 hectáreas, y dos años después comenzaron las obras, según los planos de Rafael Aranda, luego completados por el ingeniero Francisco Tamburini. El trabajo se hizo lento después de varias interrupciones. La inauguración fue el acontecimiento “...más trascendente para nuestra Facultad de Medicina...”, pues “...con ello satisfacíase la más premiosa exigencia de la higiene pública de Córdoba y las necesidades crecientes de la enseñanza...”, dice Félix Garzón Maceda en su Historia de la Facultad de Ciencias Médicas. Tenía capacidad para 282 enfermos, y aulas para 621 estudiantes de las carreras de Medicina, Obstetricia y Farmacia. En el acto, al que asistió el entonces gobernador de la Provincia, Ramón J. Cárcano, un alumno, Jerónimo González, habló en nombre de sus compañeros y expresó “...el júbilo del estudiantado, que desde este día cuenta con un hospital digno de Córdoba y de su facultad de Medicina...”. Pronto comenzaron a instalarse a su alrededor los estudiantes, sobre todo en casas de pensiones. La Gaceta Universitaria, en 1918, retrataría a las pensiones como “...una calamidad en todo: higiene, alimentación, precio...”, en las que además se exigía pagar por adelantado para evitar “fugas”, aunque reconocía que éstas no eran infrecuentes. Los fugitivos dejaban “...una esquelita de despedida abandonada con insinuante ironía sobre un clavo, que antes sostenía el erótico desnudo con el que es de buen grado adornarse el cuarto”. Fue en el Hospital de Clínicas donde se prendió la primera chispa de lo que fue la Reforma Universitaria, cuando en 1917 los estudiantes impugnaron la supresión del internado donde se alojaban los alumnos de medicina de otras ciudades“...por razones de economía y moralidad que no existen” . La foto más emblemática de la Reforma es esa en la que se ve a los estudiantes sobre el techo del Clínicas izando la Bandera. El barrio, siempre impregnado de la impronta estudiantil, sería también, y por varios días, uno de los escenarios más calientes de aquellas jornadas de rebelión popular de mayo de 1969 que pasaron a la historia como el Cordobazo. Parte del edificio actual del Hospital fue declarado monumento histórico nacional en 1995. Durante la última dictadura, se derrumbaron pabellones sin más razón que la arbitrariedad; el 24 de mayo de 1988, al inaugurar un flamante sector del edificio, el rector Luis Rébora dijo: “La de hoy es una jornada de desagravio”. El hospital Nacional de Clínicas fue el amparo por el que pasaron notables figuras de la medicina cordobesa y nacional, donde se dieron trascendentes pasos en la investigación científica y es la institución que hoy, casi un siglo después, sigue formando médicos y prestando invalorables servicios a la salud de la población.