Publicación trimestral de la Asociación Colombiana de Psiquiatría Fundada en 1964 Volumen 37, Suplemento No. 1, 2008 rev.colomb.psiquiat. Cra. 18 N.º 84-87, Of. 403 Bogotá, Colombia Tels.: (571) 2561148, 2563549; fax: 6162706 www.psiquiatria.org.co/revista Correo electrónico: revista@psiquiatria.org.co Director-Editor Carlos Gómez-Restrepo Editor invitado Alejandro Rojas-Urrego Comité Editorial César Augusto Arango Dávila, MD, PhD Rubén Ardila, PhD Jaime Eduardo Bernal, MD, PhD Antonio Bulbena Vilarrasa, MD, MSc España Gerardo Campo Cabal, MD, MMED Carlos Gómez-Restrepo, MD, MSc María Isabel Gutiérrez, MD, MSc, PhD Carlos López Jaramillo, MD, Master Iván Darío Montoya, MD, MSc Estados Unidos Carlos Palacio Acosta, MD, Maestría María Nelcy Rodríguez, Bioestadística, MPH Maritza Rodríguez Guarín, MD, Maestría Comité Científico Nacional Gonzalo Arboleda (Universidad del Rosario) Nora Daníes Lusk Ricardo De la Espriella Guerrero (Universidad Juan N. Corpas) Franklin Escobar Córdoba (Universidad Nacional) Carlos Filizzola Donado (Universidad Javeriana) Marco Fierro Urresta (Universidad del Rosario) Álvaro Franco Zuluaga (Universidad del Bosque) Jenny García Valencia (Universidad de Antioquia) José Antonio Garciandía Imaz (Universidad Javeriana) Luis Eduardo Jaramillo González (Universidad Nacional) Diana Matallana Eslava (Universidad Javeriana) Alexánder Pinzón Amado (Universidad Industrial de Santander) Hernán Rincón Hoyos (CES) Juan Carlos Rivas (Universidad del Valle) Álvaro Rodríguez Gamma (Universidad Nacional) Página web Christian Muñoz Farias (Editor) Alexánder González Gutiérrez (Webmaster) Jorge E. Echeverry Chabur (Colaborador) Publicidad y suscripciones Deyanira Ortiz Ramírez Asistente del Comité Alexánder González Gutiérrez Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz y Ella Suárez Directores anteriores Ricardo Azuero (1964-1965) Humberto Roselli (1966-1970; 1971-1979) Alejandro Pinto (1970-1971) Rafael Salamanca (1979-1983) Roberto Chaskel (1983-1994) Carlos Arteaga (1994-2002) Carlos Felizzola Donado (e) (2002) ISSN: 0034-7450 Germán Rueda Jaimes (Universidad Autónoma de Bucaramanga) Ricardo Sánchez Pedraza (Universidad Nacional) César Sánchez Vergara (Universidad de Cartagena) Manuel Torres Gutiérrez (Universidad Javeriana) Miguel Uribe Restrepo (Universidad Javeriana) Comité Científico Internacional Sergio Aguilar-Gaxiola (Estados Unidos) Renato Alarcón (Estados Unidos) Victoria Arango (Estados Unidos) Shrikant Bangdiwala (Estados Unidos) Germán Berríos (Reino Unido) Francisco Cornejo M. (Ecuador) Javier I. Escobar (Estados Unidos) Neil Fernando (Sri Lanka) Steve Fisher (Australia) José de León (Estados Unidos) Paola Leone Campo (Reino Unido) Manuel Martín (España) Juan Mezzich (Estados Unidos) Ricardo Morla (Ecuador) Robert Schwartz (Estados Unidos) Brigit Racket (Alemania) Mauricio Sierra-Siegerd (Reino Unido) Sergio Strejilevich (Argentina) Rebecca Syed (Reino Unido) Marta Torrens (España) Mark Underwood (Estados Unidos) Benjamín Vicente (Chile) Eduard Vieta (España) Milton Wainberg (Estados Unidos) Junta Directiva de la Asociación Colombiana de Psiquiatría 2007-2008 Presidente: Carlos A. López Jaramillo Vicepresidente: Carlos A. Miranda Bastidas Secretario: Jaider Barros Bermúdez Tesorero: Alfonso Rodríguez González Vocales: Martha Marcela Alzate García, Beatriz Helena Caamaño León, Carlos A. Felizzola Donado, Pedro Gómez Méndez, Ramón E. Lopera Lopera, Christian Muñoz Farias, Víctor M. Salamanca Solís, Gustavo A. Zambrano Sanjuán Revisor fiscal: Ramón Ortega Reyes La Revista Colombiana de Psiquiatría está indexada en: PsycINFO, SciELO, DOAJ, REDALYC, PSICODOC, Publindex (categoría A1), Banco Nacional de Datos en Salud y Ciencias Biomédicas, Periódica, Literatura Latinoamericana y del Caribe en Ciencias de la Salud (Lilacs), Latindex, Índice Mexicano de Revistas Biomédicas (Imbiomed) y Catálogo BIBLOS. Diagramación e impresión Editorial Kimpres Ltda. Esta revista está hecha con papel sin ácido Bogotá, Cra. 18 No. 84-87 Of. 403 • 2561148, 2563549 • Fax 6162706 • acp@psiquiatria.org.co Contenido Nuestra portada Jorge Valencia Rey Maximiliano Agelao Editorial Psicoterapias y psiquiatría Alejandro Rojas-Urrego, Carlos Gómez-Restrepo Artículos Factores comunes e integración de las psicoterapias Miguel Uribe Restrepo Metafísica de la psicoterapia José Antonio Garciandía Imaz Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica Eduardo Laverde-Rubio Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? Bernard Golse Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos Alejandro Rojas-Urrego Anotaciones sobre la noción de terapia bifocal en la adolescencia Maurice Corcos Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace Carlos Gómez-Restrepo Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo Ariel Alarcón Prada Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución Martha Jordán 6 8 14 29 53 63 78 94 100 113 127 Terapia conductual dialéctica Juanita Gempeler Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad María José Sarmiento Suárez Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura Claudia Gutiérrez Ciceri, María Victoria Ocampo Saldarriaga, Juliana Gómez Franco Terapia de pareja: abordaje sistémico Ricardo de la Espriella Guerrero Terapia de pareja: una mirada a sus procesos Eduardo Castrillón Muñoz Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT (trastorno de estrés postraumático) José Manuel Santacruz Escudero Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares Laura Marcela Gil Lemus Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual en pacientes con trastornos límites Guillermo Lencioni, Pablo Gagliesi Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático Harold Muñoz Cortés, Lyda Marcela Lozano Cortés Reglamento de publicaciones 136 149 164 175 187 198 206 216 227 243 Content Our cover Jorge Valencia Rey Maximiliano Agelao Editorial Psychotherapies and Psychiatry Alejandro Rojas-Urrego, Carlos Gómez-Restrepo Articles Common Factors and Integration of Psychotherapies Miguel Uribe Restrepo Psychotherapy Metaphysics José Antonio Garciandía Imaz Research about Analytical Psychotherapy Results Eduardo Laverde-Rubio Father-Mother-Baby Joint Psychotherapies: Triumph or Floating Adrift? Bernard Golse Psychoanalytic Psychotherapy of the Depressed Adolescent: Technical Principles Alejandro Rojas-Urrego Bifocal Therapy in Adolescence Maurice Corcos Short Psychotherapeutic Techniques in Liaison Psychiatry Carlos Gómez-Restrepo Technical Fundamentals of Support Psychotherapy Ariel Alarcón Prada Multidisciplinary Therapy Approach Based on the Organization, not the Institution Martha Jordán 6 11 14 29 53 63 78 94 100 113 127 Dialectical Behavioral Therapy Juanita Gempeler Dialectical Behavioral Therapy in Patients with Borderline Personality Disorder María José Sarmiento Suárez Cognitive Behavioral Therapy in Schizophrenia: A Narrative Review of Literature Claudia Gutiérrez Ciceri, María Victoria Ocampo Saldarriaga, Juliana Gómez Franco Couple Therapy: A Systematic Approach Ricardo de la Espriella Guerrero Couple Therapy: Viewing the Process Eduardo Castrillón Muñoz Review of Debriefing as an Intervention in Crisis and in Preventing Post-Traumatic Stress Disorder José Manuel Santacruz Escudero Eye Movement Desensitization and Reprocessing Laura Marcela Gil Lemus Phone Consultation: An approach from Behavior Dialectic Therapy in Patients with Borderline Disorders Guillermo Lencioni, Pablo Gagliesi Psychotherapeutic Treatment for Posttraumatic Stress Disorder Nightmares Harold Muñoz Cortés, Lyda Marcela Lozano Cortés Publication policy 136 149 164 175 187 198 206 216 227 243 Nuestra Nuestra Portada portada Jorge Valencia Rey Diablo 1962 30 x 75 cm Técnica mixta de temperas con recortes de papel periódico (Reproducido con autorización de la propietaria, Catalina Cavalier) El pintor Jorge Valencia Rey nació en 1932 en Quibdó (Chocó). En 1954 viajó a Nueva York a estudiar bellas artes y continuó su carrera en París en 1956, y en Florencia y Roma, de 1957 a 1959. En 1960 frecuentó la Escuela de San Fernando, en Madrid, y el Atelier Duschamps D’Aubrigny, en Lausana. Terminó su estancia europea en Londres, en 1961. De regreso a Latinoamérica vivió en Ciudad de México, de 1962 a 1963. Regresó a Europa para especializarse en técnica de diseño y estampación textil en Como (Italia), en 1964, y en Barcelona, 1966. En 1967 se vinculó a la empresa Textil y de Plásticos, en Medellín, como director del Departamento de Diseños de la Empresa Coltejer. En 1968, la multinacional Sintéticos, perteneciente al grupo Grace Company, de Nueva York, lo integró a su Departamento Técnico en calidad de jefe de la sección de Estampación sobre PVC. Igualmente, fue asesor de Cueros Artificiales (México), Playdeca (Caracas) y Vulcan (Río de Janeiro) hasta 1975. Al relacionarse con la industria, se retiró voluntariamente de toda actividad artística, pero reapareció nueve años más tarde, en 1975, con una muestra personal en Cartagena. A lo largo de su carrera presentó numerosas exposiciones de pintura personales y colectivas, tanto en Colombia como en el extranjero, entre las cuales se destacan: • 6S 1962: Ciudad de México, Galería Merkup, serie “Catálogo de los horrores de Nabucodonosor a Carlos II el Hechizado”. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Nuestra portada • • • • 1964: Bogotá, Galería de Arte Tercer Mundo, ilustraciones para el Libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges. 1975: Cartagena, Casa de Don Benito, serie “De la zoología zotidiana y cuatro greguerías”. 1976: Caracas, Club de los Cortijos, “Acuariana”. 1988: Medellín, Galería la Francia, “Imaginando caballos”. Expuso en forma colectiva en Nueva York, San Juan de Puerto Rico, Madrid, París, Roma, Florencia, Londres, Ciudad de México y Osaka. También incursionó con éxito en las artes gráficas y en la escultura. Así mismo, recibió los siguientes premios: • • • 1955-1961: Beca otorgada por el Departamento de Bolívar para estudiar bellas artes en Europa. 1958: Roma, Palazzo Venezia. Segundo Premio. “Mostra degli Artisti Latinoamericani”. 1964-1966: Bolsa viajera de estudios concedida por el Icetex, el Instituto Italiano Leonardo Da Vinci y el Instituto de Cultura Hispánica, para especializarse en Investigaciones Textiles en Como y Barcelona. Jorge Valencia Rey falleció en 2007 en Bogotá. Su nombre hace parte de las principales colecciones privadas de la banca y la industria en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 7S Editorial Editorial Editorial Psicoterapias y psiquiatría A pesar de la importancia que ha revestido en los últimos años la psiquiatría de corte biológico, y de la predominancia en ocasiones marcada que se le ha querido dar en algunos programas de residencia alrededor del mundo, la actitud psicoterapéutica —cuando no la psicoterapia propiamente dicha— sigue siendo en la práctica una herramienta indispensable y el sello de identidad del psiquiatra. Sin desconocer en modo alguno la importancia para el tratamiento de nuestros pacientes de los aportes de la biología a la psiquiatría, existe desde los orígenes mismos de nuestra disciplina, e incluso la precede, una actitud psicoterapéutica indispensable. Nos acompaña en nuestro quehacer más cotidiano y ha hecho posible el desarrollo de variadas técnicas psicoterapéuticas, que pretenden aportar el elemento humano indispensable para la atención integral de los pacientes, aquella que se basa en una concepción del bienestar físico, mental y social del individuo, tan pregonado desde hace tiempo en nuestra definición de salud. Desde los aportes esenciales del psicoanálisis, primer intento de sistematización rigurosa de la técnica psicoterapéutica, son muchas y muy variadas las modalidades de intervención en este campo. Todas se apoyan, empero, en la importancia de la relación humana y de la palabra en el tratamiento del dolor humano. Podríamos decir que silenciosa, como en muchas ocasiones podría ser la psicoterapia, es la relación que pretendemos esbozar: la metodología es a la ciencia lo que la psicoterapia es a la psiquiatría. No pasaremos a discutir esta relación —pensamos que se explica por sí sola—, pero sí queremos, en cambio, insistir en la importancia inaplazable de reflexionar sobre cómo la actitud psicoterapéutica ya evocada determina nuestra esencia, e incluso nuestra identidad misma. Es ella, en efecto, la que constituye lo singular de nuestro ejercicio y de nuestro oficio. Lo único que hace genuinamente diferente al psiquiatra de los otros profesionales de la medicina no está en la manera de prescribir un fármaco o de abstenerse de hacerlo. No sobra recordar, en tal sentido, que cada vez son más frecuentes las prescripciones por parte de colegas de especialidades 8S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psychotherapies and Psychiatry distintas a la nuestra y muchas veces de manera acertada. Nuestra identidad se apoya, en cambio, según creemos, en la posibilidad de ejercer la ciencia y el arte de la psicoterapia, en la capacidad de buscar la curación por medio de la palabra. A pesar de ser tan o más antigua que la psiquiatría misma, la psicoterapia encuentra opositores más o menos radicales, algunos de ellos —colmo de la paradoja— dentro de nuestro propio grupo. Los otros, los que se oponen a ella desde fuera, se apoyan a veces en su propia ignorancia, desconociendo incluso las modalidades y técnicas más elementales. Algunos sustentan su posición en experiencias personales desafortunadas. Otros más, finalmente, son guiados no por ideologías propiamente dichas, sino por motivos políticos y económicos, punto sobre el cual quisiéramos detenernos. La resolución 5261 del 5 de agosto de 1994 por la cual se establece el Manual de actividades, intervenciones y procedimientos del plan obligatorio de salud (MAPIPOS) en el Sistema General de Seguridad Social en Salud anota, en su artículo 18 sobre “Exclusiones y limitaciones del Plan Obligatorio de Salud”, en el literal J, lo siguiente: “Se excluirá del Plan en referencia el […] Tratamiento con psicoterapia individual, psicoanálisis, o psicoterapia prolongada. No se excluye la psicoterapia individual de apoyo en la fase crítica de la enfermedad y sólo durante la fase inicial; tampoco se excluyen las terapias grupales. Se entiende por fase crítica o inicial aquella que se puede prolongar máximo hasta los treinta (30) días de evolución”. Vale la pena preguntarse, para comenzar, ¿qué diferencia considera el Plan entre psicoterapia y psicoterapia de apoyo? Podemos preguntarnos, enseguida, si la aquí denominada “psicoterapia de apoyo” ha demostrado utilidad y en qué entidades, toda vez que la mayoría de las evidencias disponibles refuerzan la importancia de la Psicoterapia, en distintas modalidades, para las entidades psiquiátricas más frecuentes. Ahora bien, podríamos ampliar aún más nuestros interrogantes y cuestionamientos: ¿durante estos primeros 30 días se puede hacer 30 sesiones o una?, ¿porqué lo uno y no lo otro? Se incluye, además, la terapia de grupo entre las que sí son posibles, pero no está claro si por cada paciente que asista al grupo de diferente entidad (EPS) se cobrará una suma determinada o si ésta será dividida entre los 6 o 12 pacientes que asistan. ¿Cómo se procede en tal caso en lo administrativo? Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 9S Editorial Son muchas las paradojas y numerosos los vacíos en la legislación, así como es demasiado vasto el desconocimiento sobre qué es y qué importancia tiene la psicoterapia como modalidad de tratamiento. Resulta difícil explicar que, al establecer unas limitaciones semejantes, se desconozca que en el estudio mundial sobre la carga de enfermedad cinco de las primeras diez causas de discapacidad son entidades psiquiátricas. Esto es, por demás, cierto tanto en países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo. ¿Cuál es la respuesta del gobierno ante esta realidad incuestionable? ¿Se limita en la realidad la importancia de la psicoterapia a una modalidad de apoyo y a tan sólo 30 días? ¿Podrá en verdad esto ayudar en algo, servir de algo? ¿Qué hacemos los psiquiatras ante una realidad semejante? Según pensamos, estas preguntas deben ser asumidas como una de las responsabilidades prioritarias desde la nueva Junta de nuestra Asociación Colombiana de Psiquiatría. Esperamos que este suplemento, diverso y con autores de primer orden, sirva a nuestros lectores para tener un mayor conocimiento sobre los desarrollos que se están dando en el campo de las psicoterapias, en sus diversas modalidades. Alejandro Rojas-Urrego Editor invitado Director Instituto Colombiano de Psicoanálisis Carlos Gómez-Restrepo Editor invitado Director Revista Colombiana de Psiquiatría 10 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Editorial Psychotherapies and Psychiatry Editorial Psychotherapies and Psychiatry In spite of the importance biological psychiatry has attained in the last years and the predominance it has been given, some times markedly, in some residence programs the world over, the psychotherapeutic attitude—when not psychotherapy itself—in practice is still the psychiatrist’s indispensable tool and hallmark. Not failing to recognize in any way the importance of the contribution of biology to psychiatry in the treatment of our patients, there exists from the very beginning of our discipline, and even before, and indispensable psychotherapeutic attitude. It accompanies us in our common everyday work and has made the development of different psychotherapeutic techniques possible, which all aims at providing the patients’ integral care with the essential human element, i.e. the element based on a conception of the physical, mental and social well-being of the individual, so extolled since so long ago in our definition of health. Since the essential contributions of psychoanalysis, and the first attempt to rigorously systematize the psychotherapeutic technique, there have been many and very different intervention modalities in this field. However, all are based on the importance of the human relationship and the word in the treatment of human pain. We could say that the relationship we pretend to outline here is silent, as psychotherapy may be in many occasions: Methodology is to science what psychotherapy is to psychiatry. We will not discuss this relationship here, as we believe it explains itself. We wish, however, to insist on the importance - not to be postponed - of reflecting on how the above-mentioned psychotherapeutic attitude determines our essence, if not our very identity. It is this, in fact, that constitutes what is singular in our exercise and trade. The only thing that makes the psychiatrist genuinely different from the other medical professionals is not the way we prescribe a medication or abstain from doing it. In this sense, it is worthwhile to recall that prescribing by colleagues with specialties different from our’s is getting increasingly frequent and often quite appropriately. On the other hand, our identity is based, we believe, on the possibility to exercise the science and art of psychotherapy in the capacity in which we may seek to cure our patients by means of the word. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 11 S Editorial In spite of being so ancient and, as already mentioned, even older than the psychiatry itself, psychotherapy has more or less radical opponents and - height of paradox – within our own group. The other ones, those who oppose it from outside, sometimes do so based on their own ignorance, not even knowing the most elemental modalities and techniques. Others base their position on unfortunate personal experiences. Finally, others are guided, if not by ideologies strictly speaking, they are so by political and economic motives, a point we would wish to dwell on. The resolution 5261, dated August 5th., 1994, by which the “Manual for Activities, Interventions and Procedures of the Obligatory Health Care Plan (MAPIPOS) within the General System of Social Health Security” was established, sets forth in its article 18 on “Exclusions and Limitation of the Obligatory Health Care Plan”, paragraph j, the following: From the reference Plan will be excluded: “Treatment with individual psychotherapy, psychoanalysis, or long-term psychotherapy. Individual support psychotherapy is not excluded during the critical stage of the disease and only during its initial stage; nor are group therapies excluded. Critical or initial stage is understood as that with an evolution lasting up to maximum thirty (30) days”. It is worth while to ask ourselves, to begin with: “What difference does this Plan consider there exists between psychotherapy and support psychotherapy? And then we may ask ourselves if, what here is denominated “support psychotherapy”, has shown any usefulness and in which entities, since most of the available evidence strengthens the importance of psychotherapy in its different modalities for the most frequent psychiatric entities. However, we could extend even further our questions and doubts: During these initial 30 days is it allowed to hold 30 sessions or just one? Why one thing and not the other? Moreover, group therapy is included among the permitted therapies. It is not clear, however, if for each patient who attend the group of a different entity (EPS) a determined sum is to be charged, or if this sum is to be divided between the 6 or 12 patients who attend. In such case, how must one proceed on the administrative side? There are many paradoxes and gaps in the legislation. Likewise, the ignorance about what psychotherapy actually is and what significance it has as a treatment modality is much too large. It is difficult to explain why, when establishing such limitations, it is ignored that in the world- 12 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psychotherapies and Psychiatry wide disease burden study, in the top 10 causes for discapacity at least 5 are accounted for by psychiatric entities. Moreover, this is true in both developed and developing countries. What is the Government’s answer to this unquestionable reality? Is the importance of psychotherapy actually limited to a support modality and then only for 30 days? Does this really help in anything, is it of any use? What can we psychiatrist do in the face of such a reality? It is our belief that these questions must be assumed as one of the responsibilities of the new Board of our Colombian Psychiatric Society. We sincerely hope that this supplement, diverse and with first order authors, will serve our readers to increase their knowledge on the developments taking place in the field of psychotherapies, in their different modalities. Alejandro Rojas-Urrego Editor Invitado Director Instituto Colombiano de Psicoanálisis Carlos Gómez-Restrepo Editor Invitado Director Revista Colombiana de Psiquiatría Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 13 S Artículos Uribe M. Artículos Factores comunes e integración de las psicoterapias Miguel Uribe Restrepo1 Resumen Introducción: Desde hace muchos años se viene discutiendo la presencia de factores comunes y de una eficacia similar en los distintos modelos de psicoterapia. La semejanza entre estos modelos contrasta con las acérrimas discusiones teóricas sobre su especial singularidad. Objetivo: Presentar varias conceptualizaciones sobre la naturaleza de los factores comunes de las psicoterapias. Desarrollo: Se muestran algunos trabajos empíricos y se aborda la posible integración de las diferentes modalidades, con sus ventajas y desventajas. Palabras clave: psicoterapia, integración, eclecticismo. Title: Common Factors and Integration of Psychotherapies Abstract Introduction: Since many years the presence of common factors and of a comparable efficacy in the different psychotherapy models has been discussed. The similarity between these models is quite in contrast with the fierce theoretical discussions on their special singularity. Objective: To present several conceptualizations on the nature of the common factors in psychotherapies. Development: Some empirical works are shown and the possible integration of the different modalities, with their advantages and disadvantages, are discussed. Key words: Psychotherapy, integration, eclecticism. Introducción El tema de los factores comunes y de la integración de los distintos modelos de psicoterapias están estrechamente unidos. En efecto, para que haya una integración entre 1 diversas psicoterapias es necesario que existan algunos puntos en común entre ellas; y lo contrario, si no hay factores comunes, sino una alta especificidad en las psicoterapias, la integración no es posible. Médico psiquiatra y psicoanalista. Director científico de la Clínica La Inmaculada, Bogotá, Colombia. Profesor asistente del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. 14 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias En el primer caso podemos tener una ventaja, si se unen elementos derivados de campos disímiles; en el segundo, no tendríamos más que un vulgar eclecticismo. La analogía con la cocina es pertinente: por una parte, un plato cuyos ingredientes se suman de una manera armoniosa y elegante, y por otra, un menjurje sin identidad ni gracia alguna. En la integración se busca una articulación entre la teoría y la técnica mediante puentes entre las diversas escuelas; en el eclecticismo, por el contrario, prima el lema “lo que sirva, vale”, sin construir relaciones conceptuales. El origen común de las diferentes escuelas de psicoterapia es uno de los fundamentos que permite identificar parentescos estrechos. En primer lugar, es posible afirmar, aunque de una manera un tanto general, que las psicoterapias contemporáneas se derivan de una práctica mucho más antigua, en que los curanderos o médicos, muchos de ellos religiosos, empleaban la palabra como medio para una cura, a través de consejos, explicaciones, recomendaciones. El título de uno de los trabajos de Sigmund Freud (1), Psicoterapia: tratamiento por el espíritu, permite ver ese principio común, con el poderoso eco de la expresión cura del espíritu. Pero sólo hasta la apari- ción de modelos que apoyen la cura por la palabra es posible hablar en sentido estricto de psicoterapias, fenómeno cristalizado en el psicoanálisis de Freud. En segundo lugar, las tres principales modalidades psicoterapéuticas actuales: la psicoterapia psicoanalítica, la cognitiva conductual y la interpersonal, tienen orígenes comunes. Si bien es cierto que en un principio la escuela psicoanalítica y la conductual fueron opuestas, el surgimiento de la psicoterapia cognitiva impulsada por Aaron Beck ha tendido puente entre ellas. El estudio de los factores comunes y de la posible integración en las psicoterapias tiene repercusiones importantes para la clínica en salud mental. Por un lado, suponen el estudio de los mecanismos de cambio, de cuáles son las medidas que realmente llevan un efecto terapéutico, y a quiénes aplica. Por el otro, implica una posición ética, ya que no es justo sostener que la terapia que uno practica es la única, ni siempre la mejor, ni la que se acomoda a todo paciente. El mito de Procusto, que veremos más adelante, ilustra este punto. Por último, la competencia entre las psicoterapias, impulsada por las limitaciones impuestas por los sistemas de salud modernos, se ve atenuada o por el contrario aumentada, de acuerdo con la posición que se tenga sobre los factores comunes. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 15 S Uribe M. Factores comunes en psicoterapias El tema de los factores comunes suele atribuirse a Frank (2) o a Luborsky (3), pero en realidad la primera publicación sobre el tema es la de Rosenzweig (4), quien en 1936 describió los factores comunes explícitos en psicoterapia, y trajo a colación la famosa cita del pájaro Dodo, la que ha hecho carrera en este campo. En el primer párrafo de este trabajo corto pero fecundo, Rosenzweig plantea con precisión la justificación para estudiar factores comunes implícitos. Todo método psicoterapéutico, afirma, cuenta con casos de curaciones a su favor, desde el psicoanálisis hasta la sugestión o la ciencia cristiana. Esto sin contar que el número de modelos existentes se ha calculado en más de 200 y las técnicas en 400 (5). Los proponentes de cada modelo alegan entonces que su teoría ha sido probada, y por ende las demás son falsas. La eficacia de una técnica, sin embargo, no implica la verdad de la teoría que la sustenta. “El punto es simplemente que una verdad completa o absoluta no es necesaria para el éxito terapéutico”, afirma. Más bien, puede que haya factores comunes operando que no hayan sido reconocidos. Rosenzweig (4) identificó los siguientes factores implícitos: reacondicionamiento social, catarsis, la personalidad del terapeuta como estimulante o inspiradora (y diría- 16 S mos, más modestamente, su rol en la relación: como alguien que en la sesión permanece atento, calmado, y busca entender); y la consistencia formal del sistema explicativo del terapeuta, sea éste el psicoanálisis o incluso un sistema religioso. Sin embargo, adopta otra perspectiva interesante: la naturaleza misma de los fenómenos mentales, su complejidad, hace que no sólo no puedan abordarse desde una sola perspectiva, sino que toda perspectiva, todo punto de vista tendrá algo de cierto. Es decir, varias interpretaciones pueden ser correctas, hecho con el cual el psicoanálisis está bastante familiarizado. En cuanto organización compleja y dinámica, la personalidad puede ser modificada al intervenir sobre un factor entre muchos; con esto Rosenzweig se adelanta al concepto de sistemas dinámicos no lineales, en que una modificación, así sea pequeña en algún elemento del sistema, puede llevar a modificaciones finales importantes. Cuadro 1. Factores comunes de las psicoterapias según Rosenzweig (4) Factor Catarsis Reacondicionamiento social Personalidad del terapeuta Organización compleja y sistémica de la mente humana El pájaro Dodo Como se mencionó, Rosenzweig (4) señala que todas las psicoterapias Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias pueden invocar casos exitosos, desde las escuelas mayores hasta psicoterapias menos conocidas o aún esotéricas: la efectividad no puede ser tomada como evidencia de que la teoría en que se apoya sea correcta. Como epígrafe de su trabajo, cita la historia del pájaro Dodo en Alicia en el país de las maravillas. En el tercer capítulo, Alicia ha formado un mar con sus lágrimas, donde todos se han mojado. El Dodo organiza una carrera para secarse, sin reglas ni duración definida, donde todos corren en círculos. Al final, el pájaro Dodo declara a todos ganadores y dice que todos merecen un premio. Si el veredicto del pájaro Dodo es cierto, todas las psicoterapias poseen una eficacia similar, ninguna gana. Ahora bien, las investigaciones sobre eficacia tienden a mostrar que esto es así. Sin embargo, esto no quiere decir que todas las psicoterapias sean iguales para todos los pacientes. El trabajo de Rosenzweig (4) pasó inadvertido (incluso muchos de los que trabajan en este tema no lo conocen), hasta cuando fue nuevamente estudiado por Frank (2) y Luborsky (3). Karasu (7) a su vez propuso una formulación simple de los factores comunes, reuniéndolos en tres clases: inducción de afecto, control cognitivo y regulación de la conducta. La inducción de afecto toma la forma de catarsis, implosión, inundación, o trabajo en la experiencia, en las escuelas mayores, pero forma casi la totalidad de la terapia en otras más periféricas, como la terapia del grito o algunos grupos maratón. Karasu señala, acertadamente, que la sola inducción de afecto sin elaboración deja pocos resultados duraderos. El control cognitivo se refiere a las explicaciones y los nuevos patrones de pensamiento que el terapeuta aporta, que lleva a un mayor entendimiento de sí mismo. La regulación de la conducta, si bien es el sello de origen de la terapia conductual, también se encuentra en las otras terapias. Basta como ejemplo pensar en una psicoterapia dinámica que curse con insight y racionalización, pero sin cambios verdaderos en la conducta del paciente. Tabla 1. Factores comunes según Frank y Frank (6) Factores del paciente Compromiso Motivación Esperanza Confianza Idealización Factores del terapeuta Poder de sugestión Persuasión Calidez Empatía Compromiso Directividad Experticia Factores del vínculo Contacto Apego Grado en que están de acuerdo Contrato Rapport Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 17 S Uribe M. Una lista más reciente de factores comunes, elaborada por Greencavage y Norcross (8) a partir de 50 publicaciones sobre el tema, muestra lo extenso de los elementos encontrados. La relación como factor común El primer candidato obvio para ser el factor común más importante es la relación, ya que es un ingrediente activo en toda forma de psicoterapia. En un sentido, pocos lo cuestionan; el psicoanálisis, por ejemplo, dirá que es a través del análisis de la transferencia como se logra resolver la neurosis de transferencia y pasar a la cura; todo ello se da, claro está, en la relación. Sin embargo, el factor común de la relación apunta más bien a factores más globales, ya que la transferencia y su análisis sistémico es parte de la especificidad del psicoanálisis. La alianza de trabajo se puede incluir dentro de este factor común. Para algunos, es el único factor terapéutico. Freud (9) había sostenido que lograr un rapport con el paciente era indispensable para poder dar curso a un tratamiento, y afirma: Tabla 2. Factores comunes según Greencavage y Norcross (8) Características del paciente Procesos de cambio Cualidades del terapeuta Estructura del tratamiento 18 S • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • Expectativas positivas, esperanza, fe El paciente busca ayuda Catarsis Adquisición de conductas nuevas Racionalidad Insight, darse cuenta Aprendizaje emocional, interpersonal Retroalimentación, prueba realidad Sugestión Logros, experiencias de dominio Persuasión Placebo Identificación con el terapeuta Manejo de contingencias Disminución de la tensión Modelamiento por parte terapeuta Desensibilización Educar, informar Proyecta positividad Cultiva esperanzas, expectativas Brinda calidez Genera empatía Es reconocido como terapeuta Es aceptado por el paciente Uso de técnicas o rituales Foco en el mundo interno, exploración Adherencia a una teoría Setting terapéutico Interacción Comunicación verbal y no verbal Explicación del rol terapeuta y paciente Elementos de la relación Alianza, relación Compromiso Transferencia Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias El primer fin del tratamiento es siempre ligar al paciente a la cura y a la persona del médico. Para ello no hay más que dejarle tiempo. Si le demostramos un serio interés, apartamos cuidadosamente las primeras resistencias y evitamos ciertas torpezas posibles, el paciente establece en seguida, espontáneamente, tal enlace y agrega al médico a una de las imágenes de aquellas personas de las que estaba habituado a ser bien visto (p. 1672). Nótese además, la referencia a muchos de los factores comunes que hemos identificado hasta ahora. Proveer una ideología o racionabilidad No importa si el marco teórico que explica sea correcto o no; en este caso, da lo mismo que sea chamanismo o psicoanálisis. Lo importante es que el paciente lo crea. Ahora bien, el marco teórico que sustenta la técnica no es eficaz sólo como un libro; hay que contar también con un ritual, una situación significativa, un setting. Esto es claro en el chamanismo, en el que el ritual ocupa un primer plano, pero está presente también en el psicoanálisis, en el que el encuadre, el uso del diván y la actitud psicoanalítica se prestan para formar una especie de ritual. Compárese esto con la utilidad de una sesión, cualquiera que sea la escuela, durante un viaje de avión por ejemplo o en un bus intermunicipal. Esto se complementa con la expectativa del paciente, su esperanzan, su capacidad de creer en algo. Se ha documentado una mejoría pretratamiento, es decir, entre el momento en que al paciente se le adjudica la cita hasta que de hecho acude a la primera —por ejemplo, Frank (2)—. Lo interesante es que la expectativa del paciente se suma a la expectativa que el terapeuta tiene, siendo en este sentido, sinérgicas. El terapeuta como factor común Se refiere a ciertas cualidades del terapeuta: su calidez, su disposición de escucha, el deseo de entender y de ayudar. Pero no son tan solo las cualidades que quizá pudieran llamarse “objetivas”, sino a la percepción que el paciente tiene del terapeuta. Esto tiende a ser enfatizado por el psicoanálisis, tanto en la teoría de la transferencia como en la contratransferencia, ya que el rol del psicoanalista resulta esencial, hasta el punto en que no es posible ser analista sin ser analizado antes. A veces, parece que el héroe es el psicoanalista. Las psicoterapias basadas en manuales, por el contrario, diluyen bastante el papel del terapeuta, ya que en principio éste resulta intercambiable, siempre y cuando aplique bien una guía o protocolo. Las cualidades del terapeuta se ven reforzadas por el setting y el contexto en que se practica una Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 19 S Uribe M. psicoterapia. Para empezar, se trata de alguien al que se le ha otorgado un estatus de experto. Se supone que posee un conocimiento especial del que carece el paciente. En suma, alguien “especial”, visto como tal, desde antes del inicio del tratamiento. El paciente como factor común No se trata de que no hay terapia sin paciente, sino de que es el paciente quien hace la mayor parte del trabajo, por así decirlo, y él es artífice de la cura en las diversas psicoterapias (10). El psicoanálisis lo reconoce cuando habla de criterios de analizabilidad, que son una manera de decir que el Yo del paciente puede ser psicoanalizado, o que el Yo del paciente tiene los recursos para mejorar. ¿Hasta dónde alcanzan los factores comunes? De manera esquemática, si se emplean solo los factores comunes y no se busca aplicar otras intervenciones, tendríamos una psicoterapia de apoyo. Para algunos, esto es suficiente. Otro enfoque consiste en tomar los factores comunes como la base del tratamiento, y aplicar otras intervenciones específicas para cada psicoterapia. El grado en que se reconocen y se trabajan de manera propositiva los factores comunes, varía enormemente. En algunos casos, no se reconocen ni se trabajan, pero ahí están. 20 S Estudios empíricos Trijsburg y colaboradores (11) han desarrollado un modelo para estudiar la presencia de diferentes tipos de intervención en el proceso psicoterapéutico. Para estos investigadores, la adherencia al tratamiento tiene dos componentes principales: la adherencia propiamente y la diferenciación terapéutica. La adherencia se define como el grado en que el tratamiento se lleva a cabo de acuerdo con el modelo teórico y siguiendo las prescripciones técnicas correspondientes. La diferenciación se refiere al grado en que las distintas modalidades difieren en la dirección dada con respecto a las intervenciones terapéuticas. Desarrollaron la Comprehensive Psychotherapeutic Interventions Rating Scale (CPIRS), que permite medir las intervenciones derivadas de los modelos principales: centrado en el cliente, psicodinámico, cognitivo, conductual, de grupo, sistémico y también los factores comunes. De esta manera, se puede determinar si una psicoterapia se lleva a cabo de manera ecléctica, integrativa o en “forma pura”. Hay diferencias: el coaching, los procesos directivos, estructuración, conductuales y cognitivos son significativamente más altos en las orientaciones conductuales y cognitivas, comparadas con las Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias Promedio de niveles Figura 1. Validez de constructo de la CPRIS E P C CG I S FAC AUT COA PRD ESTT CON COG EXP CHA PSIA PSID ESTG Categorías de intervención Categorías de intervención FAC: Facilitación. AUT: Apoyo autoritario. COA: Coaching. PRD: Proceso directivo. ESTT: Estructuración. CON: Conductual. COG: Cognitivo. EXP: Experiencial. CHA: Chair work (procesos experienciales). PSIA: Psicoanalítico. PSID: Psicodinámico. ESTG: Estratégico. Niveles E: Experiencial, centrada en el cliente. P: Psicoanlítico-psicodinámico. C: Conductual. CG: Cognitivo. I: Integrativo-ecléctico. S: Sistémico. Fuente: Tomado y adaptado de Trijsburg et al. (11). demás. No hubo diferencias significativas entre las orientaciones conductuales y cognitivas, excepto en la estructuración y orientación conductual. Las intervenciones de coaching fueron mayores en las orientaciones integrativas-eclécticas y sistémicas comparadas con las centradas en el cliente experienciales y psicodinámicas psicoanalíticas. Los procesos directivos, estructuraciones y conductuales tuvieron puntaje más alto en las terapias centradas en el cliente, integrativaseclécticas y sistémicas comparadas con las psicodinámicas y psicoanalíticas. Las intervenciones cognitivas también fueron mayores en las orientaciones integrativas-eclécticas y sistémicas comparadas con las psicodinámicas-psicoanalíticas. Tenemos, según este estudio más actualizado, una diferencia en los énfasis que cada modalidad de psicoterapia posee. Aun así, como es evidente en la Figura 1, las diferentes intervenciones no son exclusi- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 21 S Uribe M. vas de una escuela, sino que están presentes en menor grado en todas las demás. Ahora bien, los factores comunes que encontraron Trijsburg y colaboradores (11) fueron: facilitación, apoyo con autoridad, coaching, procesos directivos, e intervenciones estructurantes. La Tabla 3 explica estos factores. Integración de las psicoterapias Freud en su trabajo de 1910, El Porvenir de la psicoterapia psicoanalítica (12), afirma: En la histeria de angustia (en las fobias) tenemos ya que modificar nuestros procedimientos, pues estos enfermos no pueden aportar el material decisivo para la curación de la fobia mientras se sienten protegidos por la observancia de la condición fóbica […]. Tenemos, pues, que auxiliarles, facilitándoles la traducción de su inconsciente hasta que se deciden a renunciar a la protección de la fobia y a exponerse a la angustia, muy mitigada ya. (p. 1566). La sola interpretación no es suficiente, y se requiere algún grado de exposición: una manera de integrar el psicoanálisis con técnicas conductuales . Pero como sabemos ya, estos (tímidos) acercamientos fueron reemplazados por intensas polémicas y agrias disputas que persisten hasta nuestros días. Karasu (7) propuso un modelo teórico que permite acercarse al problema de la integración o especificidad de las psicoterapias (11). El monismo terapéutico, que en ocasiones se puede llamar sectarismo, sostiene que cada modalidad psicoterapéutica posee cualidades únicas que la diferencia de las demás. Casi siempre esto va acompañado de la afirmación de su superioridad terapéutica. Ejemplos clásicos: la psicoterapia cognitiva conductual es la única útil Tabla 3. Análisis de factores comunes (11) Facilitación Apoyo con autoridad Procesos directivos Coaching Autorrevelación Exploración de actividades Explicación de la guía de sesión Estructuración Formular una agenda Empatía Colaboración Alentar Aceptación Reaseguramiento Terapeuta como experto Involucrarse Responsabilidad Racionalidad del tratamiento Calidez Reformular el problema Guía explícita Recapitular Fijar actividades Control, consejo, educación Retar Automonitoreo Rapport 22 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tareas Revisión de tareas Factores comunes e integración de las psicoterapias en el trastorno obsesivo compulsivo, o “el psicoanálisis es el único que produce cambios estructurales, las demás tratan solo síntomas.” Las consecuencias del monismo incluye (11): • • • Desestimar la importancia de las intervenciones y procesos que son efectivos y comunes a las diversas psicoterapias. En este caso se estudian sólo los mecanismos específicos o distintivos de cada psicoterapia, y se deja de lado la investigación de los que son comunes. “Procustanismo”, es decir, ofrecer a todo paciente sólo la modalidad terapéutica que uno practica o que favorece, desconociendo la particularidad de cada caso, ya que hay solo una terapia, y Las inútiles disputas del sectarismo. El modelo opuesto al monismo es el eclecticismo, con variedades: • • Buscar cuál es la terapia que mejor cuadra para cada paciente en particular, entendiendo que todas tiene un lugar bajo el cielo y Una mezcla de proceso e intervenciones que a la larga diluyen la especificidad de cada terapia, cayendo en el riego de un camino sin rumbo ni guía firme (mejor llamado sincretismo), y • Una verdadera integración. Cada polo, monismo y eclecticismo, tiene sus ventajas y sus riesgos. El monismo tiene la ventaja de un terapeuta con una identidad clara que procede a lo largo de un camino coherente y claro. Pero tiene el riesgo de ignorar otras medidas que podrían ser mejores para el paciente que está tratando. El eclecticismo por su parte evita las orejeras, la visiones en cierto modo reduccionistas por lo absoluta, al proclamar que sólo hay una verdad en la tierra. Pero corre el riesgo de caer en un terreno donde “todo vale” y no se logra profundizar una forma de entender y de intervenir en el paciente. El riesgo de una postura exclusiva y monista está ilustrado en el mito de Procusto, bandido que ofrecía hospedaje a los viajeros cansados. Los acostaba sobre una cama rígida, y forzaba su cuerpo de manera que encajara con exactitud; si eran demasiado largos, los cortaba, y si por el contrario eran cortos, los estiraba violentamente. Un lecho de Procusto es entonces un estándar rígido al cual se deben acomodar los hechos. Especificidad frente a universalidad La especificidad implica que una intervención específica lleva a unos cambios que se pueden describir y definir con precisión, y que son particulares a esa intervención, siguiendo un modelo de causalidad Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 23 S Uribe M. única. La universalidad por su parte supone que hay distintas maneras de obtener un resultado final y, que además las intervenciones no son tan diferentes unas de otras, siguiendo una multicausalidad. Trijsburg y colaboradores (11) sostienen que la especificidad sigue el modelo de las ciencias naturales mientras que la universalidad sigue el de la antropología o sociología. Esto es apenas parcialmente cierto, ya que en las ciencias naturales también cabe la aplicación de procesos comunes cuando se estudia determinado resultado, como en algunos ejemplos del modelo epigenético o de las dinámicas no lineales. No obstante, sí es cierto que la sociología y la antropología brindan una forma de entender la universalidad psicoterapéutica: técnicas que cuentan con una sanción de la comunidad, que son culturalmente aceptadas, administradas por terapeutas que la comunidad reconoce como tales y por ende son portadores de capacidades o poderes especiales. Otra de las analogías ofrecidas para la especificidad, la de la “metáfora del medicamento”, resulta inexacta. En efecto, si bien en la medicina se puede sostener que cada medicamento tiene una acción específica, esto es menos claro en psiquiatría. Una cosa es la especificad de los antihipertensivos, por ejemplo, y 24 S otra la de los ISRS, los cuales son empleados para distintas patologías que tienen poco en común. Las intervenciones de los psicoterapeutas no son parecidos a las medicaciones, es decir, circunscritas y con “ingredientes activos” y moléculas definidas; por el contrario, sus intervenciones forma parte de una relación. Esto abre el camino para entender que uno de los principales argumentos a favor de la existencia de factores comunes es que la relación entre paciente y terapeuta es tal vez el factor curativo más importante y más poderoso para todas las terapias. La relación es entonces el principal factor común, y es el camino para la integración en psicoterapia. Las investigaciones de Luborsky (13), por ejemplo, dan apoyo al rol central de la relación en las terapias. Si bien encontraron que hay grandes diferencias entre los terapeutas aún dentro de una misma escuela, las variables interaccionales, en especial la alianza de trabajo, y no las diferencias teóricas son determinantes para explicar las diferencias entre las terapias. En otras palabras, la calidad de la relación entre terapeuta y paciente puede ser más importante que el tipo de psicoterapia. Ya Frank y Frank (6) habían sostenido que la calidad de la relación era crucial para explicar cualquier “situación de ayuda”. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias Los factores no específicos son factores psicológicos Un malentendido (que nace de la metáfora del medicamento) permea constantemente las discusiones sobre mecanismos terapéuticos en salud mental; cuando se habla de factores inespecíficos en el fondo se habla de elementos altamente específicos: El impacto de la relación, el impacto sobre el paciente de las creencias y expectativas, conscientes e inconscientes, que trae a la situación terapéutica y que ésta se encarga de favorecer. En otras palabras, se trata de una serie de mecanismos psicológicos, estrechamente ligados al concepto de transferencia, y que explican también el efecto placebo. Por esta razón es preferible hablar de factores comunes y no de factores inespecíficos, ya que el término inespecífico les resta importancia y trascendencia. En estudios de Lambert (14) y de Asay y Lambert (15), se encontró que las técnicas específicas daban cuenta de la variación en el cambio terapéutico, mientras que los factores comunes juntos explicaban el 85% del cambio. • • • 40% cliente y factores extraterapéuticos (fortaleza del yo, apoyo social, etc.) 30% relación terapéutica (empatía, calidez, etc.) 15% expectativa y efectos placebo. • 15% técnicas específicas de cada terapia. Aún aceptando que este resultado se pudiera generalizar, el 15% no es despreciable. Formas de integración Tanto para la psicoterapias, como para el caso de otras formas de tratamientos en salud mental (por ejemplo, psiquiatría biológica o psicofármacos con enfoques sociales y familiares y con la misma psicoterapia), la integración se puede dar de distintas maneras. El eclecticismo técnico es empírico: simplemente se combinan o se usan intervenciones de distintos campos sin buscar que haya un modelo teórico que las sustente. Otra forma de integración es a través de las organizaciones, ello es, cuando una institución o un sistema de salud busca ofrecer a sus pacientes diversos tratamientos, cada uno de ellos administrado por alguien especialista en su campo. En tal caso, la tarea es decidir, según la presentación del paciente, cuál o cuáles enfoques se aplicarán a su tratamiento, de manera simultánea o secuencial. Una variedad más de integración es la asimilación, en la que un terapeuta experto en una modalidad adopta técnicas de otras. Es posi- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 25 S Uribe M. ble, por ejemplo, emplear algunas herramientas cognitivas en una psicoterapia psicodinámica. Finalmente, la integración teórica pretende construir puentes entre distintas escuelas o, encontrar explicaciones y modelos que satisfagan varios tipos de explicaciones. Vale la pena recordar que algunas psicoterapias ya tienen alguna integración, como la psicoterapia dialéctica conductual (cognitivo, conductual, zen, psicoanálisis) o la interpersonal (psicodinámica, sistémica, apoyo). La integración no está exenta de riesgos y posibles desventajas. En primer lugar, puede sobre simplificar la complejidad de cada modelo y, diluir su originalidad. En segundo lugar, al desestimar los factores específicos de cada psicoterapia, puede abusar de factores de apoyo tipo cariño y, terminar siendo sólo una consejería u acompañamiento y no, una experiencia de cambio. Finalmente, la analogía con la estética también es aplicable al campo de la psicoterapia. Cada modelo posee una belleza que le es propia; en el contexto de su coherencia, su historia y su identidad, mezclarlas sin ton ni son produce un collage carente de belleza y complejidad. Hay una elegancia en la aplicación de un modelo bien conocido y trabajado, luego de años de esfuerzo. La invocación de la estética no es casual: al fin y al cabo, siempre se 26 S ha dicho que la psicoterapia es arte y ciencia. ¿Y qué ocurre en la práctica real de las psicoterapias? En Colombia, infortunadamente no contamos con estudios que nos permitan abordar esta pregunta, de vital importancia. ¿Qué tan distintas son las intervenciones de los terapeutas de las principales escuelas? ¿Qué orientación y qué enfoque emplean los y las psicoterapeutas colombianos? En otros países, las encuestas muestran que los enfoques integrativos son los más empleados. Por ejemplo, Lambert, citado por Trijsburg y colaboradores (11), encontró que entre la mitad y dos tercios de los terapeutas prefieren ofrecer a sus pacientes una diversidad de intervenciones provenientes de las principales teorías, y no una modalidad única. Conclusión En cierto modo, los factores comunes son parte necesaria de la estructuración de una terapia, sea cual fuere la escuela. Es indispensable que haya una meta común y una alianza del trabajo, una escucha receptiva, una actitud no crítica, una situación de ayuda, sumada a las expectativas del paciente, a lo que trae de expectativa, y su capacidad para obtener ayuda de otros, en una ambiente que difiere de una conversación casual, y brindando así una experiencia nueva, un ambiente seguro en el cual explorar las Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Factores comunes e integración de las psicoterapias dificultades. No se puede perder de vista, sin embargo, que la relación entre factores comunes y factores específicos es sinérgica, similar a la relación que existe entre contención e interpretación en psicoanálisis. Dos factores principales dan cuenta de la presencia y ubicuidad de los factores comunes: la relación terapéutica y las capacidades y expectativas del paciente. La relación de ayuda puede ser el elemento central, y resulta una variante de la temprana relación madre-hijo, de experiencias anteriores en que se ha encontrado un objeto bueno que ayuda a resolver dificultades. El paciente por su lado lleva a la terapia sus capacidades yoicas y sus expectativas. Además, la personalidad humana, como lo anotó Rosenzweig (4), es una organización compleja, que puede reorganizarse a partir de alguna de sus muchas dimensiones, desde sus vértices. Si el veredicto del pájaro Dodo es cierto, ¿quiénes merecen los premios? Los pacientes, sin duda. Las psicoterapias son efectivas gracias a las capacidades de los pacientes. Lograr entender el mecanismo de los factores comunes es pertinente no sólo para las psicoterapias, sino también para otros tratamientos, como los psicofarmacológicos. Ello es, el estudio del efecto placebo. Al igual que en el resto de la medicina, no se puede ignorar el papel singu- lar de la interacción entre paciente y terapeuta en un contexto que posee fuertes connotaciones simbólica y culturales. Ello, sin diluir su importancia como muchas veces ocurre, al subsumirlas en el paraguas del placebo o de los factores inespecíficos. Por último, no deja de llamar la atención la analogía en la discusión entre las psicoterapias con algunos aspectos de las discusiones entre las religiones y las ideologías. Según lo dicho en este trabajo, a las ideologías hay que agradecerles la guía y la coherencia que brindan, y el hecho de que alguien más cree en ellas; pero no hay que ufanarse demasiado de ellas. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. 6. Freud S. Psicoterapia: tratamiento por el espíritu. En: Freud S. Obras Completas. Tomo I. Madrid: Editorial Nueva; 1905. p. 1014-27. Frank JD, Nash EH, Stone AR, Imber SD. Immediate and long-term symptomatic course of psychiatric outpatients. Am J Psychiatry. 1963;120:429-39. Luborsky L, Singer B, Luborsky L. Comparative studies of psychotherapies: is it true that “everywon has one and all must have prizes”? Arch Gen Psychiatry. 1975;32(8):995-1008. Rosenzweig S. Some implicit common factors in diverse methods of psychotherapy. Journal of Psychotherapy Integration. 2002;12(1):5-9. Bergin AE, Garfield SL, editors. Handbook of psychotherapy and behavior change. 4th ed. New York: Wiley; 1994. Frank JD, Frank J. Persuasion and healing: a comparative study of psy- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 27 S Uribe M. chotherapy. 3rd ed. Baltimore: Johns Hopkins University Press; 1991. 7. Karasu TB. The specificity versus nonspecificity dilemma: toward identifying therapeutic change agents. Am J Psychiatry. 1986;143(6):687-95. 8. Greencavage LM, Norcross JC. Where are the commonalities among the therapeutic common factors? Prof Psychol Res Pr. 1990;21:372-8. 9. Freud S. La iniciación del tratamiento. En: Freud S. Obras Completas. Tomo II. Madrid: Editorial Nueva; 1913. p. 1661-74. 10. Tallman K, Bohart AC. The client as a common factor: clients as self-healers. En: Hubble M, Duncan BL, Miller SD, editors. The heart & soul of change: what works in therapy. Washington, DC: American Psychological Association; 1999. p. 91-131. 11. Trijsburg W, Colijn S, Holmes J. Integrative therapies. En: Gabbard GO, Beck JS, Holmes J. Oxford textbook 12. 13. 14. 15. of psychotherapy. Oxford: Oxford University Press; 2005. Freud S. El porvenir de la terapia psicoanalítica. En: Freud S. Obras Completas. Tomo II. Madrid: Editorial Nueva; 1910. p. 1564-70. Luborsky L, McLellan AT, Woody GE, O’Brien CP, Auerbach A. Therapist success and its determinants. Arch Gen Psychiatry. 1985;42(6):602-11. Lambert MJ. Implications of outcome research for psychotherapy integration. In: Norcross JC, Goldfried MR, editors. Handbook of psychotherapy integration. New York: Basic Books; 1992. p. 94-129. Asay TP, Lambert MJ. The empirical case for the common factors in therapy: quantitative findings. En: Hubble M, Duncan BL, Miller SD, editors. The heart & soul of change: what works in therapy. Washington, DC: American Psychological Association; 1999. p. 33-56. Recibido para evaluación: 15 de julio de 2008 Aceptado para publicación: 11 de agosto de 2008 Correspondencia Miguel Uribe Restrepo Clínica La Inmaculada Carrera 7a. No. 68-70 Bogotá, Colombia miguel.uribe@gmail.com 28 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia José Antonio Garciandía Imaz1 Cualquier tipo de psicoterapia ha sido conceptualizada con base en éxitos terapéuticos. Por tanto no se puede decir que unas sean mejores que otras, sino que es preciso encontrar cuál es la más efectiva y útil para cada patología. Albar Malkor Cuando tengo un paciente frente a mí, me pregunto siempre, ¿cuál es el terapeuta que necesita que yo sea para él? Albar Malkor El proceso de crecimiento es un proceso que lleva tiempo. Fritz Perls Resumen Introducción: En este artículo se realiza una reflexión conceptual sobre aquello que es común a cualquier tipo de psicoterapia. Objetivo: Proponer elementos básicos para pensar la psicoterapia. Método: Análisis teórico de diferentes conceptos: cuidar, pensar, felicidad, nosotros, frontera, pasado, voluntad y conversación. Conclusión: Con la proliferación de abordajes terapéuticos, es preciso pensar en un corpus teórico que sirva de base para el ejercicio de cualquier terapia. Palabras clave: psicoterapia, metafísica. Title: Psychotherapy Metaphysics Abstract Introduction: In this article, a conceptual reflection is made on those things common to any kind of psychotherapy. Objective: We propose some basic elements of thinking regarding psychotherapy. Method: A theoretical analysis of different concepts: to look after, thinking, happiness, we, frontier, past, will and conversation. Conclusion: With the proliferation of therapeutic approaches, it is necessary to consider a theoretical corpus that may provide us with the foundations for the exercise of any therapy. Key words: Psychotherapy, methaphysics. 1 Médico psiquiatra. Profesor asociado del Departamento de Medicina Preventiva y Social y del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 29 S Garciandía J. Introducción Cuando nos enfrentamos a la tarea de llevar a cabo una psicoterapia, ¿cuál es su fin? Desde una perspectiva médica, está clara la posición del psicoterapeuta: remitirse a los propósitos del juramento hipocrático (curar, y si no es posible, aliviar, y si no se puede, acompañar). Sin embargo, la psicoterapia, nacida en el ámbito de la medicina, ha realizado unos recorridos y excursos que en la actualidad la han conducido por otro camino o, al menos, uno no tan dependiente de la medicina. Otras profesiones han incursionado en el terreno de la psicoterapia y pretenden hacerla tributaria de sus necesidades, incluso han hecho de ella una especie de patente de corso para un sin número de intervenciones, muchas de ellas irresponsables y de dudosa condición ética. La medicina tiene una cierta ventaja y cierta responsabilidad sobre otras profesiones para reclamar el ejercicio de la psicoterapia como un ámbito profesional que está bajo su tutela. Sólo hay que mirar un poco el panorama de los creadores y teóricos de las diferentes teorías, enfoques y técnicas psicoterapéuticas para percatarse de que en un porcentaje abrumador fueron y son médicos, por lo general, médicos especialistas en psiquiatría. No es de extrañar. Los médicos psiquiatras son quienes están más 30 S en contacto, días tras días con los trastornos, las patologías o las enfermedades mentales. Sin embargo, otras profesiones tienen un carácter terapéutico en sus actividades: la psicología clínica, la terapia ocupacional, la terapia del lenguaje, la psicopedagogía y el trabajo social, que han contribuido con valiosos aportes al desarrollo de los aspectos psicoterapéuticos. La pregunta clave sobre la psicoterapia tiene que ver con su estatuto actual como profesión. ¿Cuál es el propósito o finalidad de una psicoterapia? Los términos más comunes que se utilizan para ello son curar, sanar, cambio y transformación. Pareciera que lo más importante en la psicoterapia fuera curar al individuo de una afección, sanar su existencia —en el sentido de ayudar al individuo a alcanzar el sentido de totalidad y bienestar emocional—, lograr cambiar las circunstancias de sus sufrimientos o, finalmente, transformar su vida hacia un proceso de evolución. Quizás podemos decir que todo ello compete al trabajo terapéutico. La psicoterapia es un proceso de intervención que puede ser breve, de mediano o largo plazo. No es posible tener una idea clara del concepto de psicoterapia sin una comprensión de la constancia y la persistencia en el tiempo, a pesar de los cantos de sirena que prometen curaciones milagrosas y tratan de Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia seducir a los principiantes, quienes ajenos a la poderosa influencia de su propio narcisismo caen en las garras de la omnipotencia terapéutica, y pretenden llevar a cabo acciones terapéuticas del momento con la creencia de ser curadores milagrosos. No hay que engañarse. Un trabajo de psicoterapia bien hecho requiere tiempo. ¿Cuánto? No sabría decirlo, pero todo proceso sucede en el tiempo, una variable que no es posible obviar. Cualquier otra terapia médica o de otro campo tiene una acción local circunscrita al individuo sobre quien actúa: el tratamiento de una infección, una lesión cardíaca u otra patología actúan en el individuo que la padece y su influencia se agota en él. Sin embargo, la acción psicoterapéutica sobre un neurótico, un trastorno de personalidad o un psicótico sobrepasan el umbral de la individualidad, puesto que toda patología mental es una patología relacional y afecta a otros de alguna manera, pero también de forma transgeneracional. Un neurótico que resuelva sus conflictos romperá el hilo transgeneracional de la patología y liberará a su mundo relacional de la influencia nociva de sus conflictos. No es lo mismo ser hijo de un neurótico que no serlo. La mejoría, en el sentido en que se le quiera atribuir, transcenderá en las siguientes generaciones. Así, el proceso de psicoterapia se convierte en un multiplicador de bienestar existencial para una larga y extensa red de seres humanos. Como lo decía Frieda From-Reichman, “salvar a una persona es salvar al mundo”. El universo de la psicoterapia es amplio y extenso. Está compuesto por una multiplicidad de teorías, que son constructos que explican una visión del mundo constituida en paradigma; por enfoques dentro de esas teorías, que son interpretaciones del paradigma en las que se orienta el interés, y, finalmente, por técnicas, que son el modo práctico en que se concreta la teoría y el enfoque para abordar el problema y la solución. Toda psicoterapia se basa en una teoría, en una forma de explicar los fenómenos mentales. Se centra en un determinado tipo de problemática de interés y desarrolla una serie de técnicas de abordaje de los problemas. Si pudiéramos sintetizar los diferentes tipos de psicoterapia existentes, podríamos hacerlo con base en las teorías, los enfoques y las técnicas. Sin embargo, parece más razonable hacerlo en función del relieve puesto en el significado, la acción y la relación, ámbitos donde todas las psicoterapias tienen una participación, aunque en porcentaje y predominancia diferentes. Por ejemplo, las psicoterapias que hacen hincapié en el valor del significado (hermenéuticas), como el psicoanálisis; las prag- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 31 S Garciandía J. máticas, que tienen puesto el acento en la acción o en el comportamiento, como la cognitivo-conductual, o las relacionales, que se centran en la interacción, en la importancia de la conversación y su valor transformador como la sistémica. su modelo de comprensión del ser humano y su mente. Sin embargo, en mi opinión, entre las diversas corrientes terapéuticas tienen verdaderamente efecto terapéutico los rasgos comunes compartidos por todas ellas. La historia de la psicoterapia es un constante proceso de encuentros y adaptación entre teorías, enfoques y técnicas con nuevas poblaciones clínicas, nuevas comprensiones culturales del hombre, sus problemas y la existencia; por ello depende de los tiempos y el contexto. ¿Es útil? Si miramos cualquier tipo de psicoterapia, está basada (en cuanto al constructo teórico, enfoque y técnica) en éxitos terapéuticos. Ningún teórico de la psicoterapia ha basado sus conceptualizaciones en fracasos terapéuticos. En realidad, todas las terapias sirven si se llevan a cabo con conocimiento, práctica y técnicas utilizadas con responsabilidad y pensando en el beneficio del paciente. En este sentido, comparto la idea de Stern (1) sobre que lo que verdaderamente influye en el resultado positivo final de las terapias son esos rasgos comunes, más que los rasgos únicos y específicos de cada una. Al partir de esta idea, pienso en la necesidad de explorar tales rasgos comunes que toda psicoterapia posee y comparte con otras, esto es, analizar una metafísica de la psicoterapia. Hoy en día existen modelos de terapia que tratan de integrar diferentes prácticas terapéuticas. Cada nueva teoría, enfoque o técnica pretende detentar la idea de ofrecer más soluciones a los distintos problemas. Y cada nueva corriente se disputa el espacio terapéutico a brazo partido con las otras para lograr figurar y participar en el gran banquete donde se descuartiza al hombre de mil formas, para rearmarlo según 32 S Más allá de las específicas características de cada terapia, existe algo en común. Lo primero y fundamental es la compasión; esa sencilla pero contundente conexión humana entre quien sufre y quien participa y contribuye en el proceso de curar, sanar, cambiar o transformar. Sin esa condición que permite conectarse desde la pasión más profunda por lo humano, no es posible hacer psicoterapia, la que sea o, mejor, se puede, pero dudo de que se pueda hacer bien o llamarse psicoterapia. Cuidar, pensar, felicidad, sabiduría, lucidez En esencia, todo trabajo terapéutico pasa por propiciar cuidados a otro que padece, como un eco de la Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia relación materna, donde la madre propicia cuidados al niño que no puede valerse por sí mismo. El terapeuta también actúa como cuidador del paciente que acude a él en busca de atención para su angustia, sufrimiento y padecimientos que no ha podido resolver. El cuidado, como concepto, tiene una especial transcendencia en el ámbito de la psicoterapia. La palabra que lo origina, cuidar, tiene significados que van desde vigilar, proteger, poner esmero y diligencia, hasta dar atención a algo o alguien, y que se hacen relevantes para todo aquel que se dedique a la psicoterapia. Esto porque la psicoterapia adquiere un sentido de acción concreta sobre aquel que busca cuidados a partir de la relación con otro. Al fin y al cabo ser cuidado es el deseo de todo aquel que quiere una psicoterapia (2). La palabra cuidar ha derivado en algunas regiones hacia el término cuido, para expresar el alimento seco que se da a los animales. En otras regiones, ese mismo sentido de alimento seco se dice pienso. En cualquier caso, tanto cuido como pienso son alimentos y denotan un sentido de solicitud y atención hacia otro, un fenómeno relacional. Expresan, así mismo, un sentido de preocupación alimenticia y nutrición compartido que invita a explorar la conexión que ambas palabras mantienen. Levi-Strauss menciona algunas tribus primitivas que desig- naban a las comidas como “buenas para pensar” o “malas para pensar” (3), descripción que anuncia la conexión de estos dos conceptos en otras culturas. En un sentido general, la palabra pensar se refiere al acto de formar ideas en la mente, reflexionar; además, tiene otras acepciones como dar pienso a los animales, dar de comer a las personas, cuidar de la manutención y de todas las cosas necesarias a una persona. Su origen en la palabra latina pensare aporta significados como pesar (en el sentido de dolor), pender (en el sentido de algo que cuelga) y discurrir (proceso de tener pensamientos). La palabra cuidar transita por los significados de poner cuidado, asistir, conservar, mirar por la salud, darse buena vida, querer, desear, discurrir y pensar. Por lo tanto, ambas palabras comparten el sentido de alimentar y de discurrir. De hecho, en el pasado fungieron como sinónimos en castellano antiguo. El término medieval coidar tenía el sentido de pensar e imaginar, en los siglos XII a XIV; así lo muestra el Cantar del Mio Cid, sentido que hacia el siglo XVII se mantenía como creer. El coidar, originado en el término latino cogitare (de coagitare), que hereda de este significados como considerar cabalmente, ocuparse mentalmente, reflexionar, meditar y pensar, asume finalmente el Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 33 S Garciandía J. sentido del cogitare en su acepción más sorprendente, agitar el espíritu. Entonces, tanto cuidar como pensar poseen un carácter relacional, nutricio y de actividad mental —en el sentido que Bateson (3) le da al término mental, como un fenómeno social, es decir, relacional—. Cuidar es pensar y pensar es cuidar, decimos “piensa en mi” cuando pretendemos que alguien nos cuide en su pensamiento, “cuídate” cuando lo invitamos a pensar en sí mismo, o preguntamos “¿me has pensado?” cuando deseamos saber si el otro nos ha tenido en su mente, nos ha cuidado en sus pensamientos. Podemos decir, por lo tanto, que el pensar se realiza como un cuidado en relación con un otro, por este y para este (2). En la literatura psicoanalítica es Bion (4) quien con mayor claridad observa esta relación de la ecuación pensar-cuidar, al referirse al vínculo temprano madre-bebé. El pensamiento en el niño (la función simbólica del pensar) emerge en el contorno de las caricias y cuidados y del entorno de las expresiones verbales dentro del marco relacional con la madre. Los aspectos angustiosos (elementos beta) son acogidos por la función contenedora y metabolizadora de la madre (función alfa), quien finalmente los transforma —desde su expresión angustiosa incomprensible, invasora e incontenible— en matrices simbólicas que darán paso 34 S a esbozos de contenidos mentales rudimentarios con los cuales se construirán pensamientos. En esa relación inicial e iniciática madrebebé, la madre (primer cuidador) cuida, alimenta, nutre y piensa. Con la leche materna fluyen los elementos básicos bioquímicos (proteínas, vitaminas, etc.); además, llega cargada de palabras, sonidos en principio indescifrables que anuncian la presencia del mundo extrauterino, hasta ese momento sólo una posibilidad. En este punto, cuidar/pensar aparecen como las dos caras del fenómeno relacional, y por lo tanto son también el sustrato esencial sobre el que se construye la relación y el proceso terapéutico. En la evocación de ese primer vínculo madre-bebe, matriz de cualquier otro posterior, la relación terapéutica se constituye como el reflejo proyectado de aquel, un encuentro que es en realidad un reencuentro (5), en el que de nuevo el primer cuidado del cuidador (terapeuta) es pensar. Y es pensar en sus dos acepciones, la de discurrir (como acto de tener pensamientos con el otro) y agitar el espíritu (como remoción de la interioridad del otro). ¿A qué van las personas con padecimientos a la psicoterapia? Fundamentalmente a pensar, porque los padecimientos, el dolor y el sufrimiento dificultan pensar, cuidarse; aíslan del mundo y repliegan al individuo a los lími- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia tes de sí mismo, al encerrarlo en el reducido contorno de sus incomprensiones. En el acto terapéutico se pone en acción la ecuación pensar-cuidar para articularse en la vida de las personas con padecimientos como el vínculo con el mundo y consigo mismo, a través de otro que agita el espíritu (coagitare: co/con, agitare/llevar adelante) y lo lleva adelante con él, hacia el futuro desde un pasado y un presente dolorosos. Y al hacerlo, el terapeuta (o cuidador o pensador) intenta que el paciente sea más feliz de lo que es, porque quien padece desea tener una buena vida, propiciarse la felicidad de la cual carece, pues los padecimientos —en sus camaleónicas versiones: angustia, obsesiones, fobias, delirios, etc.—, instalados como inquilinos incómodos en su existencia, se la han hurtado. Los pacientes son personas infelices que anhelan ser felices; por ello buscan la ayuda de otro, porque solos no gozan, no saben, no pueden actuar en coherencia y son incapaces de acceder a la felicidad. Así, emerge la figura del terapeuta como el cuidador que alimenta de pensamientos para la felicidad. Y ¿qué es ser feliz? Decimos que alguien es feliz, en el sentido más prosaico, cuando observamos que está contento, dichoso, plácido, tranquilo, a gusto, satisfecho; en fin, cuando es afortunado. En su origen latino felix se refiere a lo favo- rable y lo favorecido por los dioses. Sin embargo, en un inicio su significado más arcaico tenía el sentido de fructífero, fértil, quizás derivado de la palabra indoeuropea que le dio origen, dhe-l-ik (la que amamanta). A su vez, proveniente de la palabra dhei, mamar y amamantar, acciones relacionadas con la fertilidad en la medida en que la alimentación fertiliza. La fertilización hace propicio un terreno o un espacio para la generación de frutos. En nuestra cultura occidental, como vemos, el ser feliz surge como un concepto relacionado con las funciones nutricias y se conecta con el pensar y el cuidar en una tríada que evoca la acción de alimentar, la primera acción relacional a la que todo ser humano se expone en cuanto nace. En este sentido, es posible encontrar sugerentes conexiones entre el terapeuta y su paciente, porque “un terapeuta necesita cuidar, pensar y ser fértil (amamantar) en el frecuentemente árido territorio de los pacientes” (2). La terapia que con frecuencia es entendida como un lavadero de culpas, un basurero donde se botan las incomodidades y molestias, el lugar mágico donde se venden ilusiones de cambios milagrosos o el espacio donde el terapeuta es un testigo silencioso asistente de un proceso como un convidado de piedra, también podría entenderse como la vía donde es posible pensarse y cuidar- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 35 S Garciandía J. se para la buena vida, es decir, la felicidad (fertilidad) y la sabiduría (saber vivir). Es decir, la psicoterapia debe servir para aprender a vivir, un aprender a vivir diferente, al menos, al que se lo posibilita la patología. Felicidad y sabiduría mantienen una relación íntima. Si la etimología de la felicidad se conecta con el acto de mamar, amamantar y preparar el terreno para que sea más fértil, la etimología de la sabiduría nos retorna a la boca; ese lugar del cuerpo que actúa el mamar y las palabras. Saber, del latín sapere (saborear), remite al primer sabor que un ser humano siente, el de la leche materna, el sabor del primer encuentro y, por supuesto, el de nuestro primer saber sobre el mundo que habitamos. Y ese primer sabor/saber es la expresión de un cuidado alimenticio que, acompañado de pensamientos, abona el terreno existencial y se constituye como el primer saber que produce felicidad, es decir, fertilidad para las posibilidades de creación de una nueva forma de vivir la existencia. La experiencia del amamantamiento en que confluyen cuidado, pensamiento, felicidad y sabiduría se constituye en una metáfora para la psicoterapia. En ésta, buscamos la felicidad por medio de una sabiduría que es de uno mismo, porque el paciente va, entre otros afanes, a saber más de 36 S sí mismo, a saborear su felicidad, porque la felicidad sólo puede estar dentro de nosotros mismos, como decía Epicuro: “Ese saber o sabiduría de la propia verdad genera un gozo, un gozar de sí mismo que es, sin lugar a dudas, un profundo contacto con la felicidad, con la propia fertilidad, que es la mayor manifestación de la creatividad” (2). Con esta perspectiva, se puede decir que la psicoterapia es una actividad que, por medio de razonamientos, explicaciones, interpretaciones, discursos, comprensiones y entendimientos a partir de conversaciones, nos procura la posibilidad de vivir de otra manera, una vida más feliz. Las conversaciones y las reflexiones terapéuticas en las que están involucradas las personas que padecen son orientadas a lograr pensar mejor para vivir mejor, a saber pensarse y cuidarse mejor y más claramente, con más luz, con lucidez. Podría decirse que el objetivo de la psicoterapia, de cualquier psicoterapia, es el de alcanzar el máximo de felicidad en la mayor sabiduría, con el máximo de lucidez. Quienes buscan psicoterapia, lo hacen porque la visión de su propia existencia es confusa por la acción de los síntomas, porque necesitan más claridad en sus existencias y porque desean vivir, pero vivir diferente de como lo han hecho, con una gran lucidez, con una clara conciencia, es decir, con-conocimiento (cum-scientia)—. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia Conocimiento y conciencia tienen una íntima conexión, la conciencia es un conocimiento, su origen latino así lo atestigua, con-sciere, conocer con, conocer juntos. Ese es el sentido de la psicoterapia: paciente y terapeuta trabajan para conocer juntos en un tiempo y espacio sagrado —no en un sentido místico, sino en sentido antropológico—, en los que construyen conversaciones desde las cuales destila un conocimiento común, compartido de sus encuentros periódicos y desde el cual cada uno obtiene su propia lucidez. El uno desde la claridad de sí mismo que pretende obtener, el otro desde la claridad que necesita tener de sí mismo en su escucha. Y ¿para qué la claridad y la lucidez? Para hacer una travesía, puesto que la conversación terapéutica es un tránsito, un camino iniciático que media entre el deseo y la felicidad, desde la imposibilidad hasta la posibilidad. Y ese proceso tiene muchos momentos oscuros, de difícil acceso; sucede en una frontera entre terapeuta y paciente, porque no existe algo a lo que podamos llamar terapeuta: … pues este lo es siempre en relación con un otro; pero no otro cualquiera, otro que lo busca para encontrar el camino a la felicidad. Un terapeuta es alguien que no existe solo, es parte de un todo, de una relación donde se cuida, se piensa para la felicidad (fertilidad). (2) Como dice Comte-Sponville, es poder gozar, poder saber y poder hacer (6), y esto nos remite a las tres preguntas en las que se sintetiza, según Kant (7), el interés del ser racional: ¿qué puedo saber? Todo lo que se incluye en el campo de la experiencia posible. ¿Qué debo hacer? Lo que me hace digno de ser feliz. ¿Qué puedo esperar? La felicidad. Inteligibilidad relacional Desde el nacimiento, las relaciones son el océano en el que nos movemos. “Al fin y al cabo, el parto es el punto de encuentro entre el bebé que se encuentra en sus brazos y el que imagina su mente”, dice Stern (1) al respecto del encuentro con la madre. Y en ese instante prosiguen las conversaciones ya iniciadas desde el mismo momento del encuentro de quienes llevaron a cabo la fantasía de su deseo de crear con el espacio de sus cuerpos, el espacio de un tercero imaginario (con límites difusos) que ahora es imaginado (tiene límites concretos). Cualquier otra relación entre seres humanos es posterior a este momento inaugural y es un reencuentro (8). Y la psicoterapia no es una excepción como relación humana que es. Las personas que acuden en busca de psicoterapia esperan que del vínculo generado con el terapeuta emerja la respuesta a sus dificultades. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 37 S Garciandía J. Las metáforas que han predominado sobre la mente insisten en la idea de que los significados, los sentidos y los matices permanecen en un espacio individual interior indefinido; sin embargo, resulta más útil pensar que el significado emerge y se construye en la actividad en conjunto de las relaciones de las cuales es un destilado. Sobre todo de los procesos de socialización primaria con la familia nuclear y extensa, donde se define nuestro calado humano y con el apoyo de la socialización secundaria, que aporta la presencia de los pares y los contextos social, cultural y político: La construcción de significados en el ser humano está atravesada por múltiples dimensiones que tiñen su cotidianeidad durante toda su existencia y se articulan como una noción dinámica y flexible. Sometidos como estamos a las influencias de múltiples dimensiones, mediante procesos de interiorización, objetivación y exteriorización, va construyéndose el proceso de nuestra identidad. (9) De concretarse esta en un mundo relacional, tiene sentido pensar que si abordamos los padecimientos de las personas (de la índole que sean), las relaciones poseen una presencia inevitable. La fisiología de un ser humano no termina en la piel, continua en la piel de otro. Entonces, el padecimiento excede los límites de la corporalidad individual y se instaura en un espacio de frontera 38 S entre el yo y los otros; no es exclusivo del individuo. Los padecimientos no son de tal o cual persona que los sufre, son en realidad un fenómeno que aparece en ella como el espacio prestado a un contexto relacional que está involucrado, implicado y complicado en su emergencia (10). Desde esta perspectiva, es preciso un salto cualitativo en el abordaje de la patología y su observación. El interés se desplaza alternativamente desde lo que ocurre en el “interior” de las personas hacia lo que sucede “entre las personas”, en un proceso circular que los conecta íntimamente. Surge la inquietud de la ubicación de los padecimientos, no ya como algo en el interior de alguien, sino como una confluencia entre lo interior y lo exterior, el síntoma como un límite y frontera (dentro/fuera del cuerpo) entre las corporalidades de los individuos. Toda relación es límite y frontera entre el individuo y el otro, lo cual permite el desplazamiento en ambos sentidos, como un lugar de encuentros en los cuales se construye el individuo y la sociedad, lo mental, porque la mente es una frontera entre cerebros. Aquí “lo uno es lo uno de lo otro y lo otro es lo otro de lo uno” (11). En el límite sucede lo entrañable de la relación con otros, lo que incorporo del otro lo llevo en mis entrañas, en mi recuerdo; resuenan en mí sus voces como ecos de su presencia constante. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia También acontece lo extrañable, el silencio que emerge en forma de incógnita ante el otro, aquello que escapa a nuestra captación, lo que no se puede saber así se esté cerca, es lo extraño y no incorporado del otro, las voces silenciadas (12). En la frontera y límite de lo entrañable y lo extrañable acontece la psicoterapia. Terapeuta y paciente se ubican en un contexto de hibridez del encuentro; ahí, en los bordes de una realidad mestiza poblada de objetos con contornos definidos y contundentes como lesiones estructurales, fisiológicas o bioquímicas, y otros más difusos como el dolor, la ansiedad, los delirios, etc. En este territorio de lo difuso, terapeuta y paciente se ubican para conversar sobre aquello que aún escapa a los límites claros de la comprensión. Sentados cada uno en su silla, en un espacio y tiempo concretos de encuentros, con sus cuerpos presentes, todos ellos con contornos definidos, se mueven en la conversación sumergidos en un magma difuso en fluctuación constante de palabras, emociones, sentimientos, sensaciones, símbolos, intuiciones, representaciones... Ambos conversan y, al hacerlo, construyen un universo de encuentro donde la realidad comienza a parecerse cada vez más a un pensamiento transformador que a un mundo de objetos concretos: En el límite está la conexión de los universos que ambos traen al encuentro terapéutico, donde van tejiendo, como decía Aristóteles, un tejido de asombros, en el que se estampan las palabras con sus ambigüedades, a veces poéticas y sus precisiones técnicas; los objetos de contornos evanescentes (como una emoción) y los más filudos (como un dolor físico); los tiempos lentos de los recuerdos y los veloces como el olvido, o los mitos, que llenan el lugar de mundos mágicos o lo vacían de representaciones y lo convierten en un espacio físico banal que no se sostiene por dentro. En el discurso desarrollado entre ambos, a través del pensamiento, la realidad se expande, y los límites constreñidos del padecimiento estallan para llenarse paulatinamente de elementos que podrán desplegarse en el tiempo y en el espacio. Es el momento inaugural de una realidad en la cual no existe sujeto ni objeto, ambos son integrantes de una realidad total que los atraviesa. El relato de un sueño, de una pesadilla, de un padecimiento, de realidades circunscritas a una gran limitación de espacio y tiempo (un sueño dura segundos) adquiere en el discurso de la conversación la expansión de su realidad hacia la creación de conciencia. (9) La conciencia emerge como un flujo: siempre la misma, pero siempre diferente, como el río de Heráclito, y se renueva en cada encuentro para alcanzar dimensiones que nunca antes los partícipes lograron. Y sur- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 39 S Garciandía J. ge como la confluencia de yo y otro, porque eso es la conciencia, conocer con otro. Así es como vamos armando nuestra identidad, como un juego de integración de múltiples voces que han depositado en nosotros su sello y que, dependiendo de los contextos, adquieren más o menos relevancia en nuestra propia voz. Somos uno y muchos al tiempo (13). Y ahí reside el arte de la psicoterapia, en la posibilidad de expandir la conciencia de sí y del mundo. El pasado No hay nada más omnipresente en cualquier tipo de psicoterapia que el pasado. Cuando las personas asisten a ella, llegan con un pasado, con una historia que sustenta sus síntomas y su sufrimiento. Y siguiendo con la metáfora digestiva, ese pasado está sometido a una serie de vicisitudes: hay quienes quieren vomitarlo y no pueden; algunos lo tienen atorado entre pecho y espalda, en el esófago, como un bolo trancado; otros han sido heridos de tal manera que su alma ostenta una úlcera que sangra; muchos no pueden absorberlo ni utilizarlo para sí mismos, por un problema de malabsorción intestinal; a otros tantos se les atora en el colon, mezclado con sentimientos de rabia y dolor; cantidades de personas no pueden defecar lo que no les sirve de ese pasado y se intoxican. En todo caso, en el paciente el pasado tiene siempre una abrumadora 40 S presencia que no puede eludirse en la actualidad del encuentro terapéutico, porque desde un inicio aparece como el tiempo del relato de los padecimientos. No obstante, cuando abordamos el pasado y su relato, construimos una narrativa, muchas veces la que necesita sostener y sustentar los síntomas. Entonces surge la pregunta por la verdad que encierra el pasado, que ya Freud planteaba en el caso de la neurosis histérica: ¿es real o fantaseado el incidente incestuoso? ¿Qué tanto más importantes son los hechos reales ocurridos o tiene una mayor transcendencia cómo los recordamos, representamos o reconstruimos en las palabras? La idea del conflicto no resuelto anclado en el tiempo es quizás el aspecto que con más ímpetu catapulta el influjo enfermizo del pasado sobre el presente, en la medida en que siempre retorna para intentar resolverse. Una y otra vez el pasado se asoma con persistencia en la vida actual, reeditado en síntomas o en la interacción con el terapeuta en la transferencia y contratransferencia, para conjurarse definitivamente y desaparecer con sus contenidos perturbadores —si se utiliza la metáfora psicoanalítica para entender el padecimiento—. En otras metáforas teóricas, el pasado trae su carga enfermiza desde otras generaciones, como lo expresan Bowen o Wittaker, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia cuando plantean que para que surja una esquizofrenia se precisan, al menos, siete o tres generaciones de particulares formas de interacción familiar. Para Fritz Perlz, “lo perturbador está primariamente en la fantasía” (14), en la reconstrucción llevada a cabo en el tiempo. La fantasía alberga en sus redes los difusos aspectos destilados por el recuerdo, y en ese sentido se constituye en un asomo de verdad, porque no se atiene a los criterios de la razón, sino que se ampara en la carga emocional que la alimenta. La fantasía, como un concentrado de pasado, interfiere en la actualidad contaminando las emociones, los sentimientos, las acciones del paciente, quien en lugar de estar concentrado en la conciencia del momento tiene su presente salpicado del pasado que lo desvía del tomar conciencia de la realidad. Esta última padece la interferencia de contenidos provenientes de otras épocas, que actúan como un lastre cuya influencia alcanza a desvincular al individuo del futuro, como posibilidad de vivir diferente. Por ello, como dice Stern (1), “la narración de la historia pasada puede resultar más importante que la propia historia pasada, convirtiéndose en una exposición de la representación”, lo cual muestra que la coherencia narrativa pesa más que la verdad histórica o, si no es así, tiene más trascendencia sobre las acciones. En este sentido, la historia que un individuo construye y relata sobre el pasado posee una coherencia narrativa que se cierne como una sombra sobre la vida psicológica actual (15), sobre la que influye de manera contundente; mientras la verdad histórica permanece enredada en las palabras que intentan descifrarla. Nunca es posible la verdad histórica, en la medida en que sólo tenemos las palabras para evocarla, y estas sólo alcanzan a traducir, es decir, a retener parcialmente sus circunstancias. Bajo estas condiciones, el acto terapéutico se abre en el presente como un encuentro para una construcción narrativa entre el terapeuta y el paciente, en la cual se conjuran las adherencias enfermizas del pasado en un tejido de entendimientos y comprensiones que abren la posibilidad de acciones desligadas de la parálisis propiciada por la fantasía y el conflicto. En la psicoterapia nunca trabajamos con los hechos reales crudos (lo que sucedió tal y como sucedió). Ese ámbito de experiencia nos está vedado tanto al terapeuta, por obvias razones (puesto que su testimonio siempre es indirecto), como al paciente, porque también él se expone al paso corrosivo del tiempo, que todo lo altera. En este sentido, trabajamos en un espectro de conversaciones lleno de incertidumbre. Nada de lo que se dice Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 41 S Garciandía J. es verdad; todo es especulación, es decir, un reflejo en un espejo de palabras, entre las cuales el pasado logra colarse como un argumento muy débil que intenta restringir las conversaciones al estrecho campo del recuerdo, siempre incompleto, siempre mentiroso, nunca cierto pero siempre verosímil. El pasado trae al espacio terapéutico la verosimilitud, y sobre ello conversamos, acerca de lo que es posible en el pasado y lo que puede ser posible en el futuro. No nos interesa la verdad (siempre sometida a la hermeneusis) de los hechos, pero sí los efectos trascendentes de los hechos, porque ellos están presentes en la conversación terapéutica como una proyección desde ese pasado escurridizo que adquiere su máxima expresión en el síntoma. Los seres humanos somos animales que interpretamos. Permanentemente vivimos interpretando de manera activa nuestra experiencia en la medida en que la sentimos. Recordamos interpretando y, sin duda, no registramos con exactitud las experiencias en bruto tal y como las vivimos (16). El pasado ni es reconstruido ni es reconstruible en su completa dimensión; más bien, lo recreamos todo el tiempo en el presente. Cuando acontece la interpretación, sucede en un determinado marco contextual que propicia un tipo de inteligibilidad que nos habilita para atribuir significado a los sucesos. 42 S Ese marco se erige como una narrativa, y los sentidos que se desprenden del proceso de interpretación no son neutrales; afectan lo que hacemos y como nos mostramos en la vida y en el mundo relacional que compartimos con otros. White expresa que esta historia o narrativa del yo determina cuáles son las experiencias de vida que llegan a expresarse y la forma que adquieren. En gran medida vivimos de acuerdo con las historias que contamos en relación con nuestras vidas, de manera tal que en realidad estos relatos y narraciones las dirigen, constituyen y organizan (17). Cuando los relatos llegan al tiempo terapéutico, con su bagaje sintomático y la coherencia implícita en ello, la fuerza centrípeta del pasado puede absorber la capacidad escrutadora del terapeuta, que se aliará con la narración como si ello fuera verdad. Sin embargo, la tarea terapéutica es precisamente la de romper el poder envolvente de la narración y construir nuevas narraciones posibles del pasado con la intencionalidad de establecer con cada narración una coherencia diferente en la que el padecimiento no tenga sentido. Como lo expresa Boscolo: El pasado se recuerda en el presente dentro de la relación que establecemos con nosotros mismos, con nuestras fantasías, con nuestro mundo interior, y en la relación con los demás. De esta forma, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia las interacciones microsociales y macrosociales pueden cambiar la visión del pasado a diferentes niveles (individual, social, incluso cultural): la memoria histórica no es más que una interpretación del pasado compartida por la mayor parte de los que pertenecen a una cultura, es decir, la creación por consenso más vasta posible. (18) De este modo, es notorio cómo los diferentes tipos de psicoterapia han construido formas particulares de acoger e interpretar el pasado y su trascendencia sobre la vida del paciente, en la medida en que cada paradigma terapéutico interpreta el mundo relacional de manera distinta. Sin embargo, el encuentro psicoterapéutico, con su particular inteligibilidad relacional, nos permite comprender el pasado como un trasudado de relaciones cuya naturaleza se mantiene y necesita ser reestructurada. En el contexto del encuentro terapéutico, se narra y se renarra (19) el pasado, y en cada nueva narración se descubren nuevos argumentos que el terapeuta ayuda a explorar para comprender el significado que el paciente otorga a los descubrimientos que surgen con cada renarración. Es en la conversación terapéutica donde terapeuta y paciente actúan sobre el presente, pero al hacerlo operan sobre la memoria del pasado y sobre las expectativas que desde ellas se proyectaban, con lo cual también actúan sobre el futuro. En cierto modo, el presente ilumina el pasado y, por ello mismo, en el encuentro terapéutico es posible construir historias alternativas, diferentes a las del pasado con sus lastres de padecimiento. El encuentro psicoterapéutico se articula en la vida del paciente como un momento inaugural, como el primer momento de una nueva historia de vida en la que los acontecimientos del pasado adquieren nuevas significaciones desconectadas del sentido patológico y estéril, y así dar paso a formas más creativas de existencia. Implica darse cuenta de aquello de lo cual no nos habíamos percatado del pasado y que permaneció obviado o negado. Al fin y al cabo, es una narrativa construida en medio de unas necesidades determinantes que propiciaron la decisión de cómo relatar el pasado. El yo como un nosotros La frase de Rimbaud “je est un otre” expresa, en un alarde intuitivo, la experiencia transubjetiva de la identidad de un nosotros. Yo es un otro es una sorprendente y misteriosa afirmación que nos impulsa a pensar que la conciencia de nuestra identidad individual se expande e involucra a los otros. Hemos construido nuestra identidad en escenarios donde los otros son las miradas que envuelven (como Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 43 S Garciandía J. contorno de contactos y entorno de interacciones) nuestro desarrollo y nuestra individualidad, que emerge como un producto inevitable en la interrelación de los otros. La unidad psíquica no es el self, sino el diálogo, ser consciente (conocer con), estar consciente y tener un lugar en el espacio-tiempo y entre otros. La unidad individual siempre comienza en medio de un diálogo y, más que la confrontación, es la cooperación lo que integra y consolida todo el proceso de individuación. Cada individuo se articula como un sí mismo inmerso en las innumerables conversaciones que atraviesan su existencia, mucho más que con los excesos de autoafirmación frente a otros (20). Los seres humanos somos construidos en medio de las conversaciones y por ellas, de manera tal que nuestro auténtico yo no solamente está en nuestra individualidad sola, sino en nuestra individualidad conectada, porque sin la concurrencia de otro no podemos llegar a ser nosotros mismos. Como lo expresaba Berkeley, “ser es ser percibido”. En este sentido, Buber se expresa con más precisión cuando dice “no existe el yo en sí, sino sólo el yo de la palabra básica yo-tú y el yo de la palabra básica yo–eso […] La primera palabra básica puede descomponerse en yo y tú, pero no ha surgido de la unión de ambos: es previa al yo” 44 S (21). Esa anterioridad es siempre un nosotros que, como bien lo muestra el embarazo o la primera crianza, es un solo cuerpo, una fisiología en la que la relación y la conversación prolongan y completan la acción de los neurotransmisores. A partir de este punto hay una progresiva desconexión hasta el yo-tú en el que la relación ya no se da en la transubjetividad, sino en la intersubjetividad que, posteriormente, derivará en la subjetividad, que para ser tal, deberá volver circularmente sobre la transujetividad de nosotros. Los tres ámbitos son como una moneda en la que la subjetividad y la intersubjetividad ocupan las caras, mientras la transubjetividad es el perfil de la moneda, justo el punto fronterizo donde se unen. El viejo principio alquímico de la unitas multiplex expresa esa condición plural de nuestra individualidad, y nos permite comprender las complejidades del yo como un nosotros. El sentido de sí mismo del individuo pasa por ser el punto de confluencia e integración de múltiples relaciones que lo conforman a lo largo de su vida. Somos fragmentos de otros incrustados en nuestra existencia: En realidad, uno es uno mismo sólo contra el telón de fondo de las identidades, de las expectativas y de las prácticas que la presencia y Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia las acciones de otros sostienen. El yo y los otros fungen como las dos caras de la misma moneda, y el lenguaje —como reservorio de significados— se constituye en un rol importante para la constitución y la reproducción de esa necesidad para incluir al yo y a los otros en una misma representación simbólica. El nosotros (yo y los otros) incluye al individuo (a mí y a los otros) en un todo coherente de significado y sentido. Nosotros es la única persona que incluye a todos, es un todo (yo y los otros), y es un fenómeno que no sucede con las personas yo, tú, él, vosotros, ellos. En estas existe una división o fisura entre el yo y los otros. Un yo siempre observante. En el nosotros, el yo está incluido e integrado a los otros, nos (yo) y otros (los demás). (22) El espacio terapéutico, como un ámbito de transubjetividad, es decir, de una totalidad nosotros, tiene todos los ingredientes de una relación humana esencial y fundamental. Cuando un niño es concebido, ocurre en medio de una conversación de dos; cuando un niño nace, nace un discurso. El inicio de aquello que es común. Todo un contexto social se moviliza en torno a la indefensa naturaleza orgánica en la que se invierten afectos, conversaciones y relaciones como una capa dérmica que filtra el mundo. De esta manera se constituye la individualidad y su experiencia más sublime, la subjetividad. A través de esa experiencia, en la psicoterapia se establecen las condiciones para que la subjetividad del paciente emerja como una característica nueva, la de sus propias capacidades curativas o transformadoras (Fromm-Reichmann), que surgen por la acción relevante de los aportes del terapeuta a la relación terapéutica (Ferenci), más que por la asepsia afectiva que pueda mantener. El tratamiento no es algo que el médico le hace al paciente; es una interacción entre dos personas en una trama relacional. Entonces, en esta relación, el terapeuta es un “observador participante” (Sullivan), cuyas emociones, sentimientos y reacciones forman parte del proceso transubjetivo, más allá de las limitaciones intersubjetivas de la transferencia y contratransferencia (Freud). En la totalidad que se articula en la relación terapéutica, terapeuta y paciente son partícipes de un mismo proceso, donde se construye un nuevo discurso que organiza la vida de una manera diferente a la solución propuesta por los síntomas. Espacio de frontera: sentido común, imaginario En un artículo anterior (23) abordé algunas dimensiones del sentido común y su influencia en la constitución de la dimensión transubjetiva, que se expresa en un estado de conciencia al que denomino nosotros, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 45 S Garciandía J. diferente a la intersubjetividad, que se expresa en la relación de contemporáneos yo-tú. Esto tiene implicaciones para comprender la relación terapéutica, que entiendo como una frontera en la que se instituye el imaginario, un lugar de creación que se alimenta de la imaginación, la fantasía y el símbolo. Para que se establezca la dimensión transubjetiva, ¿cómo podrá transformarse la experiencia inmediata del paciente en una experiencia inmediata para el terapeuta? Lo que es inmediato para el paciente es mediato para el terapeuta, y supone un gran distanciamiento. ¿Cómo es posible entonces el encuentro terapéutico? ¿Cómo puede acceder el terapeuta a la experiencia inmediata del paciente? En la relación cara a cara, a pesar de ser la más inmediata entre dos personas, sucede un encuentro de conciencias que forman un nosotros. No obstante, este no alcanza a absorber todas las diferencias existentes en la inmediatez de la experiencia de uno y otro. Estas diferencias, sujetas a la interpretación, a la profundidad, a la cercanía y al impacto de la vivencia, generan una gradación de la inmediatez en eso que llamamos nosotros, desde una inmediatez simbiótica, donde en el nosotros se funden las identidades, hasta una mediatez en la que el nosotros se ha podido deslindar en un yo y un tú, en uno y otro que son contemporáneos (24). 46 S Estos habitan el mismo tiempo, el mismo espacio, pero más allá de eso no existe una inmediatez de la experiencia. ¿Dónde está el límite del nosotros? ¿Cuándo lo somos y cuándo no lo somos? ¿Cuándo pasamos de nosotros a contemporáneos? De nuevo volvemos a un concepto que ya esbocé en un artículo anterior (9), la frontera. Estamos en el territorio ambiguo, indefinido, maleable, protéico que es la frontera entre tú y yo, donde es posible en un momento ser nosotros y, al siguiente, ser contemporáneos (yo y tú). Allí las conciencias de las personas se entrecruzan intensamente en el nosotros o se rozan tangencialmente en los contemporáneos. Un dolor puede ser una experiencia intensa e inmediata entre aquellos que viven la muerte de un ser querido común (el padre), lo cual hace que el sufrimiento sea compartido, comprendido como algo nuestro, que nos ocurre a nosotros. Sin embargo, alguien como un vecino estará lejos de esa experiencia inmediata. Es posible que sólo sea un contemporáneo que tangencialmente puede entrever, sentir, palpar, oler esa experiencia mediada para él por medio de lo que ve, oye, siente, palpa, huele cuando asiste en la presencia del otro. En la vida cotidiana vivimos sumergidos en experiencias inmediatas con otros, y la “transición de la experiencia directa a la experiencia Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia indirecta del otro raramente se nos presenta en la actitud natural de la vida cotidiana” (24). Sin embargo, en la psicoterapia, las conversaciones empiezan a modo de un encuentro de contemporáneos: ¿quién no ha sido interrogado por un paciente que le dice “cómo puede saber qué es una depresión si no la ha padecido nunca”?, pregunta que no tiene una intención de invitar a una simbiosis, sino que es una tácita intención de lograr una transformación hacia un nosotros que propicie una cada vez mayor comprensión de la patología, del padecimiento. En la relación nosotros terapéutica, terapeuta y paciente están presentes corpóreamente. Yo terapeuta puedo acceder y conectar con la vida consciente del otro en toda su sintomatología. Estamos sintonizados y formamos una comunidad temporal, espacial y de conciencia. Nos reflejamos mutuamente, y con nuestras experiencias de vida diseñamos una deriva del vivir que tiene un curso común, unos encuentros ritualizados y sagrados que nos permiten envejecer juntos en ese ritual, que construyen nuevas posibilidades (las que sean). Después, cuando la cotidianeidad se cierne sobre ambos, fuera del espacio terapéutico, somos de nuevo contemporáneos. Pero, ahora, con una clara herida en nuestros límites, esa que nos permitirá volver a encontrarnos y acoplarnos como nosotros en la frontera que hemos armado en un espacio de nadie, como un absoluto que se constituye en lugar para una epistemología de vivir y para una nueva ontología de ser, esa frontera es la relación terapéutica, el lugar de la creación. La relación de contemporáneos, por su condición misma de distanciamiento, tiene un muy escaso poder transformador. Frente a la relación nosotros —cuya presencia está permanentemente articulada en la vida cotidiana que mantenemos en nuestros contextos existenciales cercanos, que supera el límite de la distancia yo-tú—, el trabajo de la terapia tiene como uno de sus elementos centrales el poder transformar el contacto inicial del encuentro terapéutico de una relación de contemporáneos en una relación nosotros, lo más cercana a la vida cotidiana. Esto tiene un sentido profundo. Los cambios y la creación suceden en la vida cotidiana de las personas, aquí y ahora, en un contexto de vitalidad, in vivo. La psicoterapia saca al individuo de la cotidianeidad y lo ubica en un contexto artificioso, in vitro, casi inerte. La vida cotidiana de terapeuta y paciente se desplaza hacia un territorio extemporáneo, fuera de aquí y ahora, donde existe un motivo fundamental para los encuentros, las experiencias inmediatas del paciente y el interés por transformar, modificar o cambiar Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 47 S Garciandía J. hacia un nuevo tipo de experiencias inmediatas que le permitan al paciente ser diferente a como ha sido hasta ahora. No obstante, como los cambios se dan en la vida cotidiana, en el vivir del nosotros, la terapia habrá de acercarse lo más que pueda a una experiencia del nosotros transformador. En consecuencia, ese nosotros necesita un mundo de experiencias inmediatas comunes y, por supuesto, un lenguaje común, no cualquier lenguaje; es un lenguaje que precisará de nuevas palabras, nuevos neologismos, que permitan transcribir en la conversación la experiencia de vivir. riencia que avala lo dicho por aquel es única e irrepetible, por lo tanto, intransferible en sentido estricto, porque corresponde a su biografía. Y así los dos actores del encuentro compartan un gran monto de conocimiento a partir de experiencias comunes, porque participan de una misma cultura, sociedad, etc., la historia individual introduce una profunda brecha entre ambos. Y ese espacio de nadie (que siempre es una brecha) es el territorio de la psicoterapia, donde tiempo y espacio terapéutico se articulan e integran en las vidas de ambos. Tras el primer encuentro, claramente contemporáneo, tanto paciente como terapeuta ya han adquirido en la conversación un rudimento de nosotros, ya tienen una experiencia inmediata de conversar los dos. Poco a poco, a base de encuentros, la relación como contemporáneos irá dejando un mayor tiempo y espacio en los encuentros a la relación nosotros. Con ello se logran los cambios que después se verterán en la vida cotidiana. A partir de la vida cotidiana, la psicoterapia se vive como un sucedáneo de la realidad. Cuando se entra en esas coordenadas de espacio-tiempo terapéutico y comienza a operar la relación terapéutica, inicia un nuevo ámbito de sentido, diferente al que terapeuta y paciente traen desde sus vidas personales previas. Si bien anterior al encuentro el acento de la realidad está dominado por los sentidos de sus vidas cotidianas, al entrar en la coyuntura terapéutica se exige a los partícipes un salto hacia ese lugar de frontera fuera de la cotidianeidad. Desde la situación terapéutica asistimos a un gran desencuentro. Nada de lo que diga un paciente puede ser siquiera, por asomo, captado en su esencia íntima, en un nivel de comprensión mínimamente cercano por el terapeuta. La expe- Y esto, lejos de parecer tan banal como traspasar una puerta, exige pensar que no se trata de una conversación trivial, sino un momento de construcción de nuevas vivencias que generan experiencias con sentido útil para implementar en 48 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia la realidad cotidiana. La pregunta en este punto es ¿cómo trasladar estos nuevos sentidos con suficiente acento para insertarse en la realidad cotidiana de los individuos y operar así los cambios necesarios para modificar el padecimiento? La respuesta está en atravesar unos territorios de confluencia e integración (23), lugares de frontera, entre los que están el sentido común y el imaginario, espacios mentales en el primero de los cuales se articulan los sistemas de creencias individual y social para dar lugar a la emergencia de significados. Y en el segundo se integran la imaginación, la fantasía y el símbolo. La psicoterapia es un ámbito de sentido común, imaginación, fantasía y símbolos, todo ello al servicio de crear nuevas posibilidades de entendimiento, comprensión y acción. Sobre la voluntad Enloquecer o desquiciarse implica experimentar la pérdida más contundente y, con frecuencia, absoluta del propio sistema de elección, es decir, del poder para la elección de nuestra conciencia, la voluntad. Esta última es la capacidad de actuar conscientemente, dirigiendo las acciones hacia un fin establecido y que le permite al individuo liberarse de una serie de determinismos. Con ella somos capaces de lograr lo que deseamos, necesitamos, nos interesa, valoramos y soñamos. Es la herramienta necesaria para el ejercicio de la felicidad. Con la voluntad podemos hacer, gozar y saber. Esta facultad se construye en un ámbito de interacciones; emerge en el mundo relacional del individuo. El niño comienza sus acciones como producto de los señalamientos, orientaciones y las órdenes de la madre. Paulatinamente, le añade un mayor grado de autonomía hasta que incorpora el movimiento voluntario de su propia mano para llevar a cabo acciones que parten de su intencionalidad, de la conciencia de algo que está ahí y hacia lo cual dirige su querer, que se concreta en el acto voluntario, en el acto de voluntad. Toda patología, trastorno o enfermedad mental presenta la dificultad de usar la voluntad, de conectar esas dimensiones de la necesidad, el deseo, el interés, los valores y los sueños con los actos para lograrlas. Todas las alteraciones del examen mental son la expresión de la dificultad para utilizar la voluntad. Las alteraciones de atención, concentración, memoria, pensamiento, percepción, etc. se traducen en inatención, compulsiones, alucinaciones, delirios, etc., que sólo son la imposición involuntaria de un funcionamiento mental donde ha sido proscrita la voluntad como herramienta directriz de la existencia. La psicoterapia, cualquiera que sea, enfoca de una u otra forma todo su Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 49 S Garciandía J. esfuerzo en llegar a ese instante en que el paciente es capaz de “mover su propia mano por voluntad propia” hacia los objetivos de su existencia. El trabajo psicoterapéutico sólo puede tener un efecto transformador en la medida en que el terapeuta no teme a estos determinismos incontrolados y el paciente recupera la voluntad. Pero ¿voluntad de qué? De salir de su profunda soledad. Los pacientes mentales viven como los náufragos perdidos en una remota isla, y con frecuencia desisten, después de unos pocos intentos, de comunicarse con el mundo donde viven. Han renunciado a salir de su espacio solitario, han perdido su voluntad. Creen que no es posible salir de la isla. Sin embargo, el trabajo terapéutico necesita rescatar la voluntad para salir y eso sólo se consigue cuando la relación lo permite, cuando se construye el deseo de entrar en el mundo que se abandonó, primero de la mano del terapeuta, después por su propio pie. El concepto de voluntad, un tanto olvidado y criticado por algunos como un anacronismo, es quizás uno de los territorios de lo mental que más reflexión precisan, y sobre todo en el espacio de la psicoterapia, para abordar ciertas patologías como las adicciones y la psicopatía. Conversar, versar con Tal vez, la psicoterapia es la expresión más elaborada de ese arte 50 S básico humano que para Lonhergan es la conversación. No se trata simplemente intercambiar palabras, se trata de crear nuevos términos en una interacción, porque aunque sean las mismas palabras del diccionario, en la psicoterapia —la frontera donde las palabras se vierten— se tiñen de nuevos significados, sentidos y matices exclusivos de ese territorio de encuentros, en un mestizaje que sostiene la esencia de lo que es necesario para el cambio y la transformación. En sentido estricto, conversar es forjar palabras con otro, pero no se trata simplemente de hablar por hablar, sino de orientar este acto hacia la transformación. Es hablar desde dentro de la conversación, como dice Shoter, donde se construye una particular forma de significar los acontecimientos y la vida, porque eso que llamamos la vida interior y a la que atribuimos el origen de las dificultades (denominadas mentales) es en buena parte un diálogo permanente que prolonga las voces provenientes de otros en una conversación iniciada desde el nacimiento, en la que cruzamos palabras en un espacio simbólico e imaginario que denominamos mente, psique o interioridad. De acuerdo con esta perspectiva, cada conversación crea sus condiciones particulares desde las cuales es posible reconstruir la vida y, sobre todo, darse cuenta, tomar Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Metafísica de la psicoterapia conciencia (conocer con otro) y, de ese modo, abordar la realidad sin los velos que con frecuencia la ocultan en los síntomas. Por ello las palabras adquieren una dimensión extraordinaria en la psicoterapia, porque el pasado, la realidad, lo oculto son susceptibles de ser remodelados por ellas. Y cuando se tornan escurridizos, son encauzados por las metáforas, palabras que son más que palabras y que permiten introducir la imaginación en la conversación. Todos construimos metáforas en el trabajo terapéutico. Todo está hecho de metáforas: las teorías, los enfoques y las técnicas, lo que nos dicen los pacientes y lo que decimos nosotros. Todos en la psicoterapia estamos descentrados, porque la metáfora (meta-foros) es en otro lugar, el lugar de la imaginación. Y ahí, en los bordes de la conversación imaginaria, hablamos con los síntomas, que son palabras unas veces en formato celular, otras en formato relacional y algunas en formato verbal, originadas como respuestas en un diálogo infructuoso con el mundo. preferencias del terapeuta (la mayor parte de las ocasiones) y del paciente (quizás en menos ocasiones). A mí me gusta invitar a mis sesiones de psicoterapia con los pacientes a Freud, Jung, Adler, Abrahan, Klein, Bateson, Milton Erickson, Perlz, White, Epston, Linares, Bion, Winnicot, Cechin, Satir, Stern, Wittaker, Arcila, Bowlbi, Bowen, Bóscolo, Lacan, entre muchos otros, cuyos nombres sería largo enumerar y que me han ayudado siempre en las conversaciones con los pacientes. Sobre todo en los momentos difíciles de la conversación terapéutica, su voz ha sido providencial para seguir adelante con palabras prestadas que yo nunca habría podido imaginar sin haber leído todos los enormes aportes que han hecho a este sutil y complejo mundo de conocimiento, que se expresa en el difícil arte de la psicoterapia. Referencias 1. 2. En el proceso terapéutico se congregan muchas voces: las que traen el paciente y el psicoterapeuta, quienes las arrastran desde sus pasados personales y transgeneracionales y que están presentes por derecho propio; pero también acuden otras, las de los invitados, a veces unos con más frecuencia, depende de las 3. 4. 5. 6. Stern D. La constelación materna: un enfoque unificado de la psicoterapia con padres e hijos. Barcelona: Paidós Ibérica; 1997. Garciandía-Imaz JA, Rozo CM. Terapia y felicidad. Rev Colomb Psiquiatr. 2006;35(2):184-209. Ackerman D. Una historia natural de los sentidos. Barcelona: Anagrama; 2000. Bateson G. Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Amorrortu; 1980. Bion WR. Aprendiendo de la experiencia. México: Paidós; 1991. Comte-Sponville A. La felicidad, desesperadamente. Barcelona: Paidós Ibérica; 2001. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 51 S Garciandía J. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. Kant I. Crítica de la razón pura. 18th ed. Madrid: Alfaguara; 2000. Rojas A. Le phénomène de la rencontre et la psychopathologie. Paris : Presses Universitaires de France; 1991. Garciandía-Imaz JA. Inteligibilidad relacional. Rev Colomb Psiquiatr. 2005;34(1):26-53. Garciandía-Imaz JA. Fenomenología y sistémica. Temas. 2000;30(58):130-7. Gadamer HG. Verdad y método. Salamanca: Sígueme; 1998. Fernández-Christlieb P. La sociedad mental. Barcelona: Anthropos; 2004. Samper-Alum J, Garciandía-Imaz JA. Voices of ethnicity: a metaphor for creating conversations that lead to collaborative therapeutic contracts. Human Systems. 2000;11(1):35-46. Perls F. Sueños y existencia; terapia gestáltica. Santiago de Chile: Cuatro Vientos; 2000. Ricoeur P. Tiempo y narración. Madrid: Cristiandad; 1987. Garciandía-Imaz JA. Hermenéutica (traducción/lenguaje/interpretación). En: Garciandía-Imaz JA. Pensar sistémico. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana; 2005. 17. White M. Re-authoring lives: interviews and essays. Adelaida: Dulwich Centre Publications; 1995. 18. Boscolo L, Bertrando P. Los tiempos del tiempo: una nueva perspectiva para la consulta y la terapia sistémicas. Barcelona: Paidós Ibérica; 1996. 19. Payne M. Terapia narrativa: una introducción para profesionales. Barcelona: Paidós Ibérica; 2002. 20. Garciandía-Imaz JA, Samper-Alum J. Un retorno a la familia y al contexto. Rev Colomb Psiquiatr. 2006;35(4):475510. 21. Buber M. Yo y tú y otros ensayos. Buenos Aires: Lilmod; 2006. 22. Garciandía-Imaz JA, Samper-Alum J. El tejido de un nosotros: hilando nuevos significados entre terapeuta y consultante. Rev Colomb Psiquiatr. 2004;33(3):263-84. 23. Garciandía-Imaz JA. Sentido común, psicoterapia e imaginario (primera parte). Revista Conversaciones Sistémicas. 2008;1(1). 24. Schutz A, Luckman T. Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires: Amorrortu; 2003. Recibido para evaluación: 18 de julio de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia José Antonio Garciandía Imaz Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Pontificia Universidad Javeriana Cra. 7a. No 40-62 Bogotá, Colombia jose_garciandia@hotmail.com 52 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica Eduardo Laverde-Rubio1 Resumen Objetivos: Establecer la eficiencia de la psicoterapia analítica como modalidad terapéutica derivada del psicoanálisis y utilizada en el tratamiento de algunos trastornos psíquicos, estimular la consulta de las fuentes bibliográficas registradas y propiciar el desarrollo de este tipo de investigaciones en nuestro medio. Método: En este texto de actualización se revisan las investigaciones sobre resultados de la aplicación de este tipo de terapias, especialmente en los países que han mostrado mayor experiencia en este tipo de trabajos (Suecia y Alemania); esto se hace con la utilización de métodos empíricos y sistemas de prueba de control aleatorio. Los trabajos agrupan un número suficiente de pacientes, lo cual permite llegar a generalizaciones válidas. Resultados: Los trabajos reseñados ponen de presente que las psicoterapias analíticas son eficaces para producir cambios favorables en la sintomatología y el sufrimiento mental, de manera sostenida. Este cambio es posible con las siguientes condiciones: selección adecuada de pacientes, selección de terapeutas y mantenimiento del tratamiento. Conclusión: La psicoterapia analítica es un procedimiento eficaz, si se emplea en las condiciones estipuladas. Palabras clave: psicoterapia analítica, método, investigación. Title: Research about Analytical Psychotherapy Results Abstract Objectives: To establish the efficiency of analytical psychotherapy as a therapeutic category derived from psychoanalysis and used for treating some psychic disorders. To stimulate research through registered sources and to favor the development of this kind of investigations in our field. Method: This updated text revises investigations of the results from applying theses type of therapies, focusing on those countries that have shown a larger experience on this kind of works (Sweden and Germany) and using empirical methods as well as random control. These works have a sufficient number of patients, something that allows reaching valid generalizations. Results: The reviewed works evidence that analytical psychotherapies 1 Médico psiquiatra-psicoanalista. Profesor titular, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. Profesor invitado, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Miembro titular de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, Bogotá, Colombia; de la Asociación Psicoanalítica Colombiana, Bogotá, Colombia, y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 53 S Laverde-Rubio E. are effective in producing favorable and sustained modifications in symptomathology and mental suffering. This change is possible under the following conditions: appropriate selection of patients and therapists, and treatment compliance. Conclusion: Analytical psychotherapy is an effective treatment when used under the cited conditions. Key words: Analytical psychotherapy, method, research. Introducción El presente texto selecciona, sintetiza y reseña los trabajos de investigación sobre resultados de psicoterapia analítica, publicados en las revistas indexadas por parte de los investigadores de mayor experiencia en esta área (Suecia y Alemania), desde el 2000 hasta la actualidad. Se trata, por lo tanto, de un artículo de actualización bastante focalizado, con el objeto de poner a punto el problema seleccionado. Este trabajo debe procurar responder los siguientes interrogantes: ¿qué tan efectiva es la psicoterapia analítica? ¿Qué tan sostenibles son sus resultados? ¿Qué metodologías son utilizadas en estas evaluaciones? Un primer paso en este trabajo es la ubicación y definición de este tipo de psicoterapias: cómo se diferenciaron del psicoanálisis y cuál fue su origen histórico, qué tipo de profesionales están calificados para practicarlas y cuál es su fundamento teórico y técnico. Origen Es un hecho bien conocido que la psicoterapia analítica apareció como una diferenciación del psicoanálisis, 54 S una modificación en el quehacer y el cómo hacer, frente a pacientes necesitados de tratamiento psicológico, pero que en principio no eran los idealmente elegibles para una situación como la analítica, a largo plazo, que requiere tolerancia a la frustración, donde el paciente debe ser capaz de soportar una situación de abstinencia y neutralidad y donde existen alteraciones psicológicas transitorias (que justifican una intervención en crisis), pero no ameritan emprender un psicoanálisis. Mijolla (1) hizo un recuento histórico de los antecedentes tanto teóricos como prácticos de la psicoterapia. En efecto, el término psicoterapia fue usado antes que el de psicoanálisis, introducido este último por Freud, en 1896; pero desde 1872 se mencionaba la psicoterapia en sus modalidades catárticas e hipnóticas. Inicialmente Freud usaba indistintamente las palabras psicoanálisis y psicoterapia, pero a partir de 1920 abandonó la denominación de psicoterapia, para diferenciar su aporte original, frente a otras formas de psicoterapia y también influido por las escisiones y deserciones, que por entonces afectaron el movimiento analítico. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica Él insistió en la individualidad y autonomía del psicoanálisis, centrado en la exploración del inconsciente, el estudio del funcionamiento psíquico de esta dimensión, sus conflictos y la relación transferencia-contratransferencia, que ponía el acento en la realidad psíquica inconsciente, develada mediante la realidad narrativa. teórica, tanto explicativa (conformada por hipótesis sometidas a prueba de refutación) como formada por modelos comprensivos útiles. Su objeto de estudio no es sólo el inconsciente dinámico, como se ha planteado de manera incorrecta; es el ser humano en su totalidad, en la dimensión de su inconsciente dinámico, lo cual es diferente. A partir de 1950, la expresión psicoterapia analítica fue retomada por los propios psicoanalistas para designar una terapia psicológica que, con los principios teóricos del psicoanálisis, pudiera aplicarse para ampliar sus fronteras terapéuticas hacia pacientes necesitados de ayuda, pero no beneficiados en principio del psicoanálisis. Como toda disciplina científica, es sistemática, crítica y metodológica; pero se debe tener en cuenta que su método es particular a su objeto de estudio y que se ha definido como de observación participante y, más recientemente, como intersubjetivo. Se diferencia, por lo tanto, de las demás ciencias factuales naturales por su método, que no sólo es observacional, sino también vivencial y cognitivo (conocimiento derivado del inconsciente dinámico). Definiciones Psicoanálisis: al final de su vida, en un manuscrito inédito, inconcluso, titulado originalmente en inglés, “Some Elementary Lessons in Psycho-Analysis” (2), Freud definió esta disciplina como una ciencia natural, basada en hechos clínicos, cuyos consecuentes se articulan y basan en los antecedentes clínicos, a diferencia del dogma, que afirma sin fundamentos. La dimensión experimental del método no se da en el psicoanálisis clínico, pero sí en otras áreas del psicoanálisis, desarrolladas después de Freud, como son las pruebas experimentales de conceptos y las investigaciones empíricas. Por ende, nos encontramos en un momento en el cual el psicoanálisis expande sus fronteras de estudio y de método. El psicoanálisis, como una ciencia en desarrollo, con bases empíricas, ha creado una técnica para el tratamiento de algunos trastornos mentales y ha desarrollado una superestructura Volviendo a Freud, transcribo su propia definición de psicoanálisis: “tiene dos significados: (1) un método particular para tratar las afecciones neuróticas; (2) la ciencia Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 55 S Laverde-Rubio E. de los procesos psíquicos inconscientes, que también se ha denominado acertadamente psicología profunda” (3). Psicoterapia psicoanalítica No existe actualmente un acuerdo entre los psicoanalistas para definir la psicoterapia de tipo analítico, pues para algunos no están claras las fronteras entre psicoterapia y psicoanálisis. Por un lado, desde el punto de vista teórico, tienen bases comunes, pues la psicoterapia se diferenció del psicoanálisis. Por el otro, desde el punto de vista técnicoencuadral, la psicoterapia trabaja con menos frecuencia de sesiones semanales, cara a cara, con más intervenciones de tipo confrontación, clarificación y apoyo y menos interpretaciones; además, trabaja menos la transferencia. La psicoterapia tiene como objetivo buscar un alivio del sufrimiento mental de los pacientes y, por lo tanto, está más enfocada en trabajar los síntomas, en tanto que el análisis busca un cambio en la estructura de la personalidad. En cuanto a los procesos psíquicos desencadenados por uno y otra, son diferentes a mí manera de ver: en la psicoterapia se efectúa una proyección (transferencia) de objetos parciales sobre el terapeuta, sin que se produzca una mayor elaboración de ello, mientras que el análisis debe transcurrir por una elaboración de 56 S la neurosis de transferencia, a fin de buscarle una resolución. Por otra parte, pensadores psicoanalíticos tan reconocidos como Kernberg (4) opinan que técnicamente la psicoterapia y el psicoanálisis son esencialmente idénticos, puesto que, basados en material clínico, terceros peritos no pueden establecer las diferencias; además, el uso de las intervenciones se da por igual en ambas modalidades. Finalmente, aduce que se han informado cambios estructurales como resultado de la psicoterapia analítica. Debido a esta falta de acuerdo, que no pretendo conciliar en este texto, uso una definición de tipo operativo, empleada por los investigadores orientados por la Guía de psicoterapia analítica de Múnich, Alemania: Método de tratamiento psicológico inspirado en el psicoanálisis, que no promueve mayor regresión en el paciente, que se enfoca en los conflictos y problemas estructurales relacionados con los síntomas actuales del paciente y utiliza preferentemente intervenciones de soporte, aun cuando también se utilicen interpretaciones. Esta psicoterapia tendrá aplicaciones en pacientes en los cuales no se busca un cambio de la estructura de la personalidad, por no ser necesario o posible (5). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica Quién efectúa la psicoterapia Sobre este punto tampoco existe un acuerdo. Algunos investigadores como Sandell y cols. (6) definen los tratamientos por quienes los conducen: el análisis por un psicoanalista y la terapia por un terapeuta certificado; pero también puede darse, y cada vez más, que los analistas practiquen la psicoterapia. En efecto, el informe de Israel (7), patrocinado por la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA, por su sigla en inglés), da cuenta que la parte principal de la actividad profesional de los analistas (con excepción de los didactas) de Suramérica, Europa, Israel, Australia y Norteamérica es la psicoterapia individual. Independientemente de que el terapeuta sea un psicoanalista o un psicoterapeuta certificado, se requiere en este último caso, al igual que el psicoanalista, pasar por una experiencia analítica personal, por los motivos suficientemente conocidos y aceptados: el análisis personal provee una experiencia de primera mano sobre la existencia y funcionamiento del inconsciente dinámico. Permite diferenciar los conflictos propios de los de los pacientes, abre las puertas al conocimiento y elaboración de los conflictos personales y ofrece la oportunidad de clarificar las respuestas contratransferenciales y usarlas como herramientas de comprensión a favor del paciente y del terapeuta. Fundamentos teóricos La psicoterapia analítica tiene los mismos fundamentos teóricos del psicoanálisis, es decir: existencia de un inconsciente dinámico, tendencia en el ser humano a repetir los patrones de experiencias tempranas, importancia de las relaciones interpersonales en la estructura y desarrollo de la personalidad, expresión de los componentes instintivos básicos (en la mente, bajo el concepto de pulsiones) y triangulación de las relaciones interpersonales desde la infancia. A partir de estos fundamentos básicos se establecen diferencias entre grupos, escuelas y tendencias, por el uso o relieve puesto en determinadas nociones y conceptos. Fundamentos técnicos La diferenciación entre psicoanálisis y psicoterapia analítica se da en mayor proporción en los aspectos técnicos, pues los objetivos entre uno y otra son distintos, en la medida en que el psicoanálisis promueve un cambio en la estructura de la personalidad, mientras la psicoterapia busca un pronto alivio sintomático y del dolor mental. De todas maneras, coinciden en valores como: confidencialidad, neutralidad, respeto por la autonomía y determinación de la vida adulta de los pacientes, la importancia que se da a la relación terapéutica y la intersubjetividad. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 57 S Laverde-Rubio E. Las diferencias técnicas se dan en el encuadre y en los medios de intervención. En el encuadre formal predomina un trabajo acordado a más corto plazo, con menor frecuencia de sesiones semanales, el trabajo es cara a cara y las intervenciones que predominan son la confrontación, la clarificación, la legitimación, los momentos de encuentro, las construcciones, el acento puesto en el apoyo (el terapeuta funciona como un objeto contenedor), un menor número de interpretaciones y, menor aún, de interpretaciones transferenciales. Métodos de evaluación de las psicoterapias La psicoterapia analítica, como técnica para tratar algunos trastornos mentales, debe mostrar efectividad, y esta efectividad se evalúa registrando los cambios, favorables o no, inducidos por el proceso terapéutico. Sin embargo, estas investigaciones enfrentan problemas de método difíciles, pero no imposibles de solucionar. Procedimientos de evaluación: • • • 58 S Cuestionarios para los pacientes, que exploran su satisfacción o insatisfacción respecto de los resultados. Uso de inventarios de personalidad. Estudio de protocolos de sesiones de comienzo, mitad y terminación, reconstruidas, grabadas o registradas en videos. • • • • • • • • Pruebas evaluativas de la autoimagen. Cambios en el análisis de los sueños. Uso de pruebas proyectivas. Evaluación de síntomas. Inventarios de problemas interpersonales. Cuestionarios que exploran el bienestar. Cuestionarios que exploran la calidad de vida. Cuestionarios a los terapeutas. Todos estos sistemas evaluativos plantean problemas aún no resueltos por completo: • • • • • • Número reducido de pacientes que conforman las muestras. ¿Cuánto tiempo debe transcurrir para efectuar la evaluación después del tratamiento? Tratamiento de grupos no homogéneos. Habilidad y experiencia de los terapeutas. Remisiones espontáneas. Otras variables no controladas que cursan paralelamente. Tipos de investigación en psicoterapia: • • • • Enfoque de terapias con apoyo empírico. Procedimientos médicos basados en evidencias. Pruebas de control aleatorio. Investigaciones con diseño naturalístico, que escogen elementos Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica comunes: terapias practicadas por psicoanalistas egresados de un mismo instituto, pacientes con rangos de edad, diagnósticos psicopatológicos y trastornos de comorbilidad similares, promedio de duración de las psicoterapias, etc. Dentro de los anteriores diseños, para la presente revisión escogí dos tipos de proyectos: (1) de metaanálisis, que reúnen y estudian en conjunto varios proyectos con una metodología similar y (2) estudios diseñados de manera separada. Todos estos con pruebas de control aleatorio o con apoyo empírico. Son pocos los trabajos reseñados, pero por tratarse de metanálisis, agrupan muchos otros trabajos y un número grande de pacientes investigados. Esto hace que las conclusiones sean significativas. Otro criterio empleado en esta selección de los trabajos reseñados es la escogencia de los investigadores por su origen: Suecia y Alemania, por ser los países con mayor experiencia en la investigación de este campo. Al mismo tiempo, en estos, las instituciones de seguridad médica, tanto privadas como estatales, han aceptado la psicoterapia analítica. Entre tanto, la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis dedicó un simposio, en el 2002, a este tema; mientras la Asociación Psicoanalítica Colombiana lo estudió en el 2001. En nuestro medio existe suficiente experiencia clínica, pero no hay trabajos sistemáticos sobre investigación en psicoterapia. Uno de los métodos más sencillos de evaluación de los resultados de la psicoterapia analítica es aplicar el cuestionario de Strupp a pacientes que han terminado su tratamiento. Kächele (8) aplicó este procedimiento a 91 pacientes tratados y encontró que el 63% de ellos se encontraba entre satisfechos y muy satisfechos con los resultados; además, la capacidad de sustentar en público la significación personal de la terapia tuvo un 72% de aceptación en este grupo. Los investigadores suecos Sandell y cols. (6) llevaron a cabo un trabajo extenso, continuado y a largo plazo, que comparaba los resultados entre pacientes en psicoterapia y psicoanálisis. El número de pacientes es considerable: 756, seleccionados de un total de 1.500, quienes entre 1988 y 1996 fueron subsidiados para este tipo de tratamientos por organismos de seguridad médica en Suecia. La duración promedio de los psicoanálisis fue de 642 sesiones, y las de psicoterapia, 233. Las exploraciones evaluativas ocurrieron antes de tres años de terminados los tratamientos, durante estos e incluso después de este lapso. Fueron objeto de investigación los siguientes indicadores: síntomas, relaciones sociales, actitudes, salud Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 59 S Laverde-Rubio E. en general, utilización de los servicios de salud, capacidad de trabajar. Para todo lo anterior se utilizaron los siguientes instrumentos debidamente normalizados y validados: cuestionarios, listado de síntomas, escalas y entrevistas grabadas magnetofónicamente. Entre tanto, a los psicoanalistas y los psicoterapeutas se les calificó su educación básica y entrenamiento profesional, su experiencia profesional, su entrenamiento en psicoterapia, su orientación teórica y su aproximación técnica. Resultados A mayor duración e intensidad del tratamiento, una mejoría más significativa. El índice más elevado de mejoría se registró en los síntomas. Las otras escalas (sociales y actitudes) no se modificaron tanto. En cuanto al tipo de intervención, el estudio reflejó los siguientes resultados de tipo técnico: el uso del apoyo por parte de los analistas no se vio reflejado en los resultados, en tanto que una actitud técnica de extrema neutralidad afectó negativamente los resultados de la psicoterapia. A continuación reviso dos trabajos significativos efectuados en Gotinga, Alemania, cuyos investigadores tienen una gran experiencia en este tipo de trabajos. El primero de estos (9) fue efectuado sobre el metanálisis de 22 informes de psicoterapia analítica, publicados en revistas indexadas entre 1960 y 2004, el 60 S cual incluye el tratamiento de 753 pacientes. La definición de psicoterapia utilizada fue: “una terapia que incluye la interacción terapeuta-paciente y opera con un uso continuo de intervenciones de interpretación y soporte, variable según las necesidades del paciente”. La duración de estas terapias varió entre 7 y 46 sesiones, con una frecuencia de 1 a 5 sesiones por semana. Se compararon los resultados con lista de espera, hipnoterapia, terapia cognitiva, drogas y tratamientos normalizados o de elección (establecidos en las instituciones correspondientes), para algunas condiciones como anorexia nerviosa, trastorno somatomorfo doloroso y colon irritable. El número de pacientes de cada trabajo varió entre 11 y 124. En la valoración se utilizaron pruebas de control aleatorio (RCT, por su sigla en inglés). Los estudios de efectividad, con control cuasi experimental evidenciaron que la terapia analítica es más efectiva que el no tratamiento (lista de espera), el tratamiento de elección institucional y las formas más breves de tratamiento (terapias cortas o focalizadas), para las siguientes condiciones: depresión neurótica, angustia neurótica, trastorno de estrés postraumático, trastornos somatomorfos, anorexia y bulimia. El segundo trabajo revisado (9) comunica los resultados de la terapia Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Investigación sobre resultados en psicoterapia analítica analítica aplicada a 23 pacientes, por parte de 21 analistas entrenados en el Instituto de Gotinga. La duración promedio de la terapia fue de 37,4 meses, y los diagnósticos fueron depresión, fobias, ansiedad, obsesiones, reacciones de estrés, disfunciones sexuales no orgánicas, trastornos de pareja marital y trastornos alimentarios. Los indicadores de cambio fueron síntomas, problemas interpersonales, calidad de vida y logro de los objetivos fijados por los pacientes, y se valoraron mediante listados de verificación, inventarios de problemas, cuestionarios y escalas; todo ello realizado con los pacientes y algunos corroborados por los terapeutas. Esta valoración se efectuó antes del tratamiento, después de 50 sesiones, después de 160 sesiones, a la terminación del tratamiento y un año después. Las mejorías sostenidas fluctúan entre un 77%, al finalizar el tratamiento, y un 80% de los casos, un año después de la terminación. • • • • Debate • La crítica en cuanto al número reducido de pacientes evaluados se ha visto superada por medio de los procedimientos de investigación de resultados efectuados por metanálisis. Como se ha podido observar, en dos de los trabajos reseñados, el número de pacientes de cada uno de ellos es de más de 700, lo cual permite llegar a generalizaciones conclusivas. En lo relacionado con la sostenibilidad de los resultados, para diferenciarlos de mejorías transitorias, inducidas por sugestión o efecto placebo psicológico, los trabajos estudiados han establecido mejorías sostenidas, que contrastan con cambios al finalizar el tratamiento, un año después e incluso tres años después, con resultados favorables de hasta el 80%. Las exigencias de homogeneidad en las muestras estudiadas se han satisfecho mediante la selección, la elegibilidad y el uso de diagnósticos normalizados e internacionales. La formación y experiencia de los terapeutas se ha satisfecho, incluyendo a analistas o terapeutas certificados, egresados de escuelas de especialización reconocidas por cada Estado. La variable de remisión espontánea se controló comparando los resultados entre pacientes tratados y otros de lista de espera. Resultados • • La efectividad de los tratamientos de psicoterapia analítica fluctúan en los estudios revisados entre un 63% y un 80%. Estos resultados, en algunas investigaciones, demuestran Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 61 S Laverde-Rubio E. • ser permanentes hasta por períodos de cinco años. Los métodos de investigación incluían sistemas de prueba aleatorios y empíricos. 3. 4. Conclusiones 5. Las investigaciones revisadas evidencian que la psicoterapia analítica es efectiva en el alivio de los síntomas de los pacientes con los trastornos anotados. Esto es producto de tener en cuenta la selección apropiada de la muestra, la duración del tratamiento y la formación y experiencia del terapeuta. 6. 7. Referencias 1. 2. Mijolla A. Dictionnaire international de la psychanalyse: concepts, notions, biographies, oeuvres, événements, institutions. París: Hachette Littératures; 2005. 2 vol. Freud S. Some elementary lessons in psychoanalysis. In: Standard Edition. London: Hogarth Press; 1964; 23. p. 279-86. 8. 9. Freud S. Psychoanalysis: Freudian school. In: In: Standard Edition. London: Hogarth Press; 1964; 20. p. 25970. Kernberg OF. Psychoanalysis, psychoanalytic psychotherapy and supportive psychotherapy: contemporary controversies. Int J Psychoanal. 1999;80(Pt 6):1075-91. Leichsenring F, Biskup J, Kreische R, Staats H. The Göttingen study of psychoanalytic therapy: first results. Int J Psychoanal. 2005;86 (Pt 2):433-55. Sandell R, Blomberg J, Lazar A, Carlsson J, Broberg J, Schubert J. Varieties of long-term outcome among patients in psychoanalysis and long-term psychotherapy: a review of findings in the Stockholm Outcome of Psychoanalysis and Psychotherapy Project (STOPP). Int J Psychoanal. 2000;81(Pt 5):921-42. Israel P. Informe del Comité sobre psicoanálisis y terapias afines. Newsletter IPA. 1999;8:14-8. Thomä H, Kächele H, Ahrens S, Jiménez de la Jara JP. Teoría y práctica del psicoanálisis: estudios clínicos. Barcelona: Herder; 1990. Leichsenring F. Are psychodynamic and psychoanalytic therapies effective?: a review of empirical data. Int J Psychoanal. 2005;86(Pt 3):841-68. Recibido para evaluación: 4 de abril de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Eduardo Laverde-Rubio Calle 79 No 18-18, consultorio 204 Bogotá, Colombia elaverde@telecom.com.co 62 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva?* Bernard Golse1 Resumen Introducción: El psicoanálisis es un cuerpo viviente que permite, por consiguiente, plantear modificaciones del encuadre que extienden la praxis psicoanalítica a pacientes con edades o patologías diferentes a las clásicas. Entre estas extensiones, el campo de las intervenciones tempranas —el tratamiento llamado “psicoanalítico” de los bebés— se encuentra en pleno florecimiento desde hace algunos años. Desarrollo: El autor se propone relexionar sobre la pertinencia del calificativo “psicoanalítico” para las psicoterapias conjuntas padremadre-bebé, cuyos principios fundamentales revisa en este artículo. Son así expuestos y desarrollados los siguientes elementos: el encuadre, el análisis de las resistencias, de la transferencia y la contratransferencia, la dimensión tópica y, para terminar, la verbalización frente a la interpretación. Conclusiones: El autor considera que nuestro saber presente no permite concluir sobre la pregunta que introduce el título de su artículo. Resalta, empero, que los derivados del psicoanálisis no son equiparables a un perderse yendo a la deriva y que solamente una actitud metapsicológica honesta y rigurosa puede inclinar la balanza del lado de la conquista. Palabras clave: psicoterapias conjuntas, encuadre, resistencias, transferencia, contratransferencia, verbalización, interpretación. Title: Father-Mother-Baby Joint Psychotherapies: Triumph or Floating Adrift? Abstract Introduction: Psychoanalysis is a living body, therefore allowing modifications to the setting that extend psychoanalytic practice to patients with ages and pathologies that differ from classical ones. In the field of early interventions, the so-called “psychoanalytic” treatment of babies has been flourishing in the last years. Development: The author ponders on the pertinence of the term “psychoanalytic” regarding father-mother-baby joint psychotherapies, * 1 Este texto, modificado para este Suplemento, fue publicado inicialmente en Journal de la Psychanalyse de L’enfant (2005;36:83-100). Con los cambios evocados, se publica aquí con el consentimiento de su autor. Traducción del francés al español de Alejandro Rojas-Urrego. Médico psiquiatra de niños y adolescentes. Psicoanalista. Profesor de psiquiatría de niños y adolescentes, Université René Descartes (París V), Francia. Jefe del Servicio de Paidopsiquiatría, Hôpital Necker-Enfants Malades, París, Francia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 63 S Golse B. even as he reviews its fundamental principles in this paper. Thus, the following elements are exposed and discussed: the setting, the analysis of resistance, of transference and countertransference, the topic dimension, and verbalization versus interpretation. Conclusion: The author concludes that our current knowledge does not allow us to answer the question introduced by the title. He underscores, however, that derivatives of psychoanalysis are not comparable to floating adrift and that only an honest and rigorous metapsychological attitude can tip the scale to the side of triumph. Key words: Joint psychotherapies, setting, resistance, transference, countertransference, verbalization, interpretation. Introducción El psicoanálisis es, por fortuna, un cuerpo viviente y en evolución permanente. Sería, a la vez, lamentable, triste y estéril considerar que sólo el dispositivo de la cura tipo amerita verdaderamente el sello de psicoanalítico y que, por consiguiente, no pudiera ser concebida ninguna modificación del encuadre para permitir una extensión de la praxis psicoanalítica a pacientes con edades o patologías diferentes a las de los neuróticos adultos con los cuales Sigmund Freud trabajó en un comienzo. Si se piensa que el psicoanálisis posee una cierta dimensión de verdad, es sin duda difícil considerar que esta tenga tan sólo valor de “verdad local”, hasta el punto de no poderla aplicar más allá del dispositivo primigenio. Lo que confiere, según mi punto de vista, un valor de verdad científica al material psicoanalítico es la posibilidad de acogerlo y escucharlo con el telón de fondo de la dinámica transferencia-contratransferencia, harto más que cualquier 64 S vinculación inflexible con el dispositivo diván-sillón propiamente dicho, lo que limitaría el psicoanálisis al sólo tratamiento de los adultos. Al mismo tiempo, desde el momento mismo en el que apuntamos a trabajar psicoanalíticamente con pacientes que no pueden acomodarse al dispositivo clásico, chocamos con el problema de saber si lo que hacemos con ellos, en un registro innovador, amerita todavía el calificativo de psicoanalítico o si, por el contrario, nos situamos en el terreno de las aplicaciones o los derivados del método psicoanalítico o, incluso, si vamos a la deriva… En un país como Francia, durante mucho tiempo, el psicoanálisis de niños estuvo sometido a este tipo de críticas, y todavía lo está, en muchos frentes. Inútil precisar además que una cuestión semejante se plantea, de manera aún más aguda, cuando se apunta a tratar a bebés usando puntos de referencia metapsicológicos… Sin embargo, en el campo de las intervenciones tempranas, el tratamiento llamado psicoanalítico Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? de los bebés se encuentra en pleno florecimiento, desde hace algunos años. Esta realidad nos invita a reflexionar sobre su estado actual. ¿Se trata acaso de una conquista reciente y auténtica del psicoanálisis o, como fue ya evocado, vamos tan sólo a la deriva, con una metapsicología que extravía su alma y termina por perderse inexorablemente? Para intentar reflexionar sobre esta delicada problemática, he escogido hablar de las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé que, la mayoría de las veces, son realizadas por psicoanalistas que reivindican con vehemencia la naturaleza psicoanalítica de su práctica. Después de recordar las diferentes formas de psicoterapias conjuntas que se han desarrollado progresivamente, así como las diferentes cuestiones técnicas que se vinculan con ellas, abordo un cierto número de ejes de reflexión que pueden permitirnos pensar de manera no polémica la naturaleza íntima de este tipo de intervenciones, cuestión esencial en la hora presente, cuando violentos debates se adelantan todavía en lo referente a la línea de demarcación entre psicoterapia y psicoanálisis. 2 Los ejes de reflexión que propongo en este texto, a sabiendas de que sería posible acudir a otros bien distintos, son, primero, el encuadre; luego, el análisis de las resistencias, de la transferencia y la contratransferencia y la tópica, y, para terminar, la verbalización contra la interpretación. Psicoterapias padre-madre(padres)-bebé2 Anotaciones generales Fraiberg (1) fue una de las pioneras en este campo, con su trabajo con niños ciegos en particular, a través del recurso de las intervenciones a domicilio. Consideró al niño como un auténtico objeto de transferencia de parte de sus padres y, poco a poco, hizo de las psicoterapias padre-madre-(padres)-bebé herramientas esenciales del cuidado y el tratamiento en el terreno de la infancia temprana. Estas psicoterapias conjuntas se desarrollaron en tres direcciones principales: el seguimiento del desarrollo, la clínica del apego y las psicoterapias conjuntas de inspiración psicoanalítica. Los seguimientos del desarrollo o interactivos los inició Las líneas que siguen son extraídas del capítulo “Historia del psicoanálisis de los bebés”, redactado por el autor de este artículo para el libro Histoire de la psychanalyse de l’enfant-Mouvements, idées, perspectives (C. Geissman y P. Geissmann, con la colaboración de D. Houzel y B. Golse). París: Bayard: 2004. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 65 S Golse B. MacDonough (2), quien se centró en registrar en video las interacciones, para luego llevar a cabo la observación subsiguiente de tales registros por parte de los padres y del terapeuta. Ciertas psicoterapias conjuntas se realizan con referencias explícitas a la teoría del apego (3), pero la perspectiva reparatoria despierta aquí un cierto número de interrogantes. En Francia, se desarrollaron principalmente las terapias conjuntas de inspiración psicoanalítica en el curso de los últimos años. Psicoterapias conjuntas de inspiración psicoanalítica En cuanto a las psicoterapias conjuntas de inspiración psicoanalítica se han propuesto diversos modelos: Male y Doumic-Girard (4) insistieron en la regresión en presencia de un tercero y sobre la reparación de tiempos fallidos de la relación primordial. El concepto de reparación no está a la moda hoy en día, pero Doumic-Girard pensaba que, para una madre y su hijo, la oportunidad de poder jugar libremente en presencia y bajo la mirada de un tercero podía favorecer grandemente la regresión y, por este camino, ayudarlos a recorrer de nuevo las diversas etapas fallidas en el seno de su relación y su historia común tempranas. 66 S Winnicott (5) trabajó principalmente sobre las maneras de poner en relación los diferentes sistemas preconscientes. La base esencial de su práctica con las madres y los bebés se apoyaba en la posibilidad de ofrecerse él mismo como un “objeto transicional” para la díada madre-hijo, con referencia a posiciones teóricas bien conocidas en cuanto a la dinámica de los sistemas inconscientes y preconscientes. Apuntaba, por consiguiente, a una diferenciación extrapsíquica delicada y cuidadosamente manejada. Lebovici (6) intentó determinar y sacar a la luz los diferentes “mandatos transgeneracionales inconscientes” que pueden venir a entorpecer la libertad del despliegue del self del niño. Al final de su vida, recurría con fuerza a los conceptos de enaction y de enactment, de gran riqueza y sin ninguna relación con la cuestión del acting. Al contrario, se vinculan con la emoción que toma cuerpo, como condición previa a la comprensión empática e intuitiva de una situación clínica. De ahí su referencia frecuente a la noción de empatía metaforizante, que constituía el centro mismo de sus terapias conjuntas. Lebovici proponía habitualmente dos o tres sesiones relativamente prolongadas con los padres y el niño, con el fin de develar y clarificar los diferentes mandatos transgeneracionales que pesaban sobre el desarrollo del niño Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? y entorpecían sus posibilidades de desplegarse. Consideraba, en principio, que de este modo podía ofrecer al niño y a sus padres un mayor grado de libertad, gracias a la puesta en circulación de un material inconsciente hasta entonces detenido (6). En la Tavistock Clinic de Londres, Daws (7) y toda la escuela poskleiniana utilizaba el grupo padre-madre-(padres)-terapeuta-niño como un aparato psíquico colectivo capaz de realizar una cierta capacidad de ensueño colectivo, que representa el mecanismo principal de la función continente y de la transformación de las producciones psíquicas del niño, en particular de sus elementos beta. El objeto grupal está constituido por el bebé, sus padres y los coterapeutas, quienes dejan que se desarrolle una conversación no dirigida, en el curso de la cual emergen progresivamente las fantasías y las reconstrucciones que se organizaron alrededor de los síntomas del niño. Cramer y Palacio-Espasa (8) propusieron un modelo detallado y profundo de las terapias madre-bebé en el marco de las intervenciones denominadas breves. Dos puntos son esenciales para ellos: por una parte, la naturaleza de las proyecciones parentales sobre el niño; por la otra, el concepto de secuencias interactivas sintomáticas, capaces de representar, figurar y materializar, de cierto modo, la conflictualidad psíquica del cuerpo y del comportamiento del niño. Ciertas proyecciones parentales son absolutamente necesarias, estructurantes y fisiológicas (proyecciones anexantes), mientras otras son demasiado intensas o cualitativamente anormales, violentas, destructivas y capaces, por consiguiente, de venir a distorsionar, alterar, entorpecer o encerrar el desarrollo del niño (proyecciones alienantes). La clarificación o la elucidación de tales proyecciones por parte del terapeuta permite su reapropiación y su integración psíquica por parte de la madre, lo que alivia y aligera su relación con su hijo, cuyos síntomas pierden entonces su “utilidad” psicodinámica. Este movimiento de reapropiación psíquica de las proyecciones que están en juego se acompaña frecuentemente de la aparición de un movimiento depresivo en la madre, vinculado con la toma de conciencia de su implicación en el determinismo de los trastornos de su bebé. Una tipología de las proyecciones parentales fue propuesta por Cramer y Palacio-Espasa (8), desde las más neuróticas y las más idealizadas hasta las más deletéreas y las más persecutorias, que se encuentra siempre vinculada a contraidentificaciones de la madre con sus propias imágenes parentales, las que tuvo, las que creyó tener o las que quisiera haber tenido. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 67 S Golse B. Rosine Debray (9), finalmente, consideraba que la idea misma de terapia breve era en parte una falacia. Entonces recurrío a las terapias conjuntas, como una primera etapa que ofrecía la oportunidad de incitar a la madre a realizar un trabajo psicoanalítico personal clásico, tanto más beneficioso por cuanto el período perinatal resultaba particularmente plástico y propicio para transformaciones más rápidas y más profundas que en otros períodos de la vida de la mujer. Se trataba de una posición, en cierto modo, radical que, en nuestros días no la comparte la mayoría de los clínicos. Sea cual fuere la teoría personal de cada autor, sea cual sea su modelo de referencia, estamos en la obligación de reconocer que cada uno de ellos hace siempre más de lo que dice y quizás de lo que cree. En el fondo, todo modelo no es más que un medio para describir, explicar y comprender una experiencia y una práctica dadas. En tal sentido, sabemos que toda experiencia es irreductible a una descripción singular en la medida en que compromete al conjunto de la persona del terapeuta y su funcionamiento como sujeto. Las reflexiones de Watillon-Naveau (10) parecen ser útiles en este punto, cuando intentó elaborar teóricamente las terapias conjuntas refiriéndose ya sea al modelo del traumatismo temprano, ya sea al modelo de la disfunción transgeneracional. Alrededor de estas distintas prácticas 68 S han surgido, evidentemente, múltiples cuestionamientos: ¿El bebé es capaz de transferir y, en tal caso, de qué tipo de transferencia se trata? Numerosos autores se interrogan sobre la legitimidad misma de acudir a la expresión transferencia en los bebés. Ciertamente, son capaces de inducir en los adultos que se ocupan de ellos modalidades interactivas derivadas de sus primeras experiencias relacionales, pero dichas inducciones no se sitúan con respecto a la dinámica del après-coup en el mismo grado que la transferencia. Se sabe que esta cuestión, que representa en cierto modo la versión moderna del célebre conflicto entra Anna Freud y Melanie Klein, fue objeto de una importante controversia entre Cramer y Lebovici, controversia publicada por La Psychiatrie de L’enfant, en 1994 (11). ¿Qué tiempo debe ser dedicado directamente al niño en el curso de las sesiones? ¿Se debe comenzar por una restauración narcisista de los padres (12) o se puede entrar directamente a analizar los “fantasmas de la nursery” (13)? ¿La presencia del bebé no corre acaso el riesgo de activar de manera excesivamente intensa la transparencia psíquica de los padres? (14-16) ¿Cuáles son las cualidades requeridas por los terapeutas de bebés? Son por supuesto cualidades esenciales para todo terapeuta, mas parecerían ser aquí particularmente necesarias. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? Importa, en primer término, que el terapeuta haya podido renunciar por completo a la clásica fantasía del super-padre reparador, pues ocuparse de un bebé o de un adolescente pensando que sus dificultades se deben a tal o cual falla de los padres sólo lleva a acentuar la depresión de estos pacientes avergonzados o culpabilizados al no haber podido hacer de sus padres unos padres suficientemente buenos (17). Es fundamental que el terapeuta sea particularmente sensible a las proyecciones y a la empatía, gracias a la contratransferencia, en razón de la importancia de la comunicación analógica en los bebés y los adolescentes, comunicación que se debe aprender a decodificar. Una disposición para el enactment o la enaction (6) resulta igualmente útil en estas terapias, cuyas dinámicas son en ocasiones muy rápidas e intensas. La frecuente presencia de los padres reales supone, además, la capacidad del terapeuta para trabajar sobre la hipótesis de la transferencia invertida (18), es decir, sobre esa forma particular de la transferencia en el seno de la cual el paciente pone al terapeuta en posición de niño y lo hace vivenciar, por proyección lo que él mismo pudo vivir en su relación con las imagos parentales. Estas transferencias particulares son, con fecuencia, relativamente masivas y están marcadas por una dimensión narcisista o adhesiva intensa. Innegables en ciertas ocurrencias de los sujetos de mayor edad, se puede discutir por supuesto su existencia en los bebés. En realidad, el estilo interactivo específico que un bebé induce en cada uno de sus partenaires relacionales adultos, en particular en el adulto terapeuta, se encuentra inscrito en el entrecruce preciso de la parte personal del bebé y de las particularides del funcionamiento del adulto. Pero estos dos componentes “narran”, cada uno a su manera, algo de la historia primera de cada uno de los dos protagonistas del encuentro (historia interactiva temprana del niño y del bebé que el adulto fue). Por todo esto, cada uno de los dos relatos, cada una de las dos narraciones, traen a la interacción presente huellas de las imagos adultas primordiales del bebé y del adulto terapeuta. Si este último permanece suficientemente atento, puede sentir las inducciones interactivas por parte del bebé del cual se ocupa, como si le “contara” de este modo acerca de los primeros encuentros relacionales vivenciados por este bebé en particular. De aquí a evocar una transferencia invertida, hay quizás un paso que no convendría dar demasiado rápido, no fuera más que en función de las reservas evocadas sobre la pertinencia de la noción misma de transferencia en los bebés. Sin embargo, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 69 S Golse B. difícil negar que nos enfrentamos, a pesar de todo, a una dinámica cuyas analogías con la transferencia podría resultar fecundo considerar. La “maleabilidad” del terapeuta (19) y su narratividad, finalmente, son en verdad cruciales. Volveremos sobre este punto para insistir tan sólo en el rol de estas cualidades particulares en la ayuda prestada a los procesos de subjetivación y de diferenciación extrapsíquica. Todo lo anterior subraya que una de las cualidades centrales de los terapeutas de bebés es, sin lugar a dudas, la capacidad de encontrar la “distancia justa” (20) con sus pacientes, posición que resulta más fácil de decir que de realizar. Algunas anotaciones técnicas Sin buscar clasificarlas en orden de importancia, me limito a citar las siguientes: • • 70 S La importancia del estilo interactivo desde el primer encuentro con las díadas o las tríadas padre-madre-(padres)-bebé. Todo el porvenir de la alianza y del proceso terapéuticos depende en gran medida de dicho estilo. La importancia de un encuadre relativamente flexible y suficientemente firme, que permita dar testimonio de una bisexualidad bien elaborada. Todo encuadre es, en efecto, fundamentalmente bisexual (21), en la medida • • en que, desde un punto de vista metafórico, incluye siempre una dimensión continente (maternal o femenina) y una dimensión limitante (paterna o masculina), cuya calidad integrativa comanda y dirige en parte el efecto de nuestras intervenciones. La importancia de la verbalización de los afectos y de las sensaciones al lado del trabajo interpretativo propiamente dicho que no debe ser descuidado. La importancia, finalmente, del grupo alrededor de los bebés, cuyo manejo atento permite evitar los riesgos de escisión entre el cuerpo y la psiquis, escisión que representa siempre al enemigo público número uno con los bebés y los niños muy pequeños. Por supuesto, se podrían evocar otros aspectos técnicos; sin embargo, me limito a señalar que la atención del terapeuta, en el sentido bioniano del término, y la historización del material son, con seguridad, los eslabones centrales de los efectos terapéuticos con los bebés, cuyo cuerpo y cuyo comportamiento aportan, sin dudas, un material clínico central y con frecuencia preponderante. Entonces, en fin de cuentas, ¿se trata de una conquista o hay un riesgo de ir a la deriva? La pregunta es difícil y quizás no haya posibilidad, hoy en día, de Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? responder de manera absoluta. En lo que a mí se refiere, hago parte de aquellos que piensan que es posible ocuparse de niños muy pequeños, incluso de bebés, sin sacrificar ninguno de los puntos de referencia metapsicológicos habituales, y que se puede tener la pretensión legítima de seguir siendo psicoanalista en estas condiciones particulares. Desde tal perspectiva, me parece que el bebé no nos impone ninguna renuncia particular (22), ni a la teoría de las pulsiones, ni a la teoría de la anaclisis, ni incluso a la teoría del après-coup, lo que un autor como Geissmann (23) ha subrayado con vigor al comparar, desde el punto de vista de su naturaleza como proceso, el trabajo de oscilación entre la posición depresiva y la posición esquizoparanoide con aquel que existiría entre el avant-coup y el après-coup (dando por entendido que el primero no es más que un concepto límite y un tanto ficticio). La pregunta sigue, no obstante, abierta e importa elegir un cierto número de ángulos de reflexión. En el marco de este trabajo me limito a abordar aquellos que enuncié con anterioridad. bisexualidad psíquica, tanto en el encuadre como en el terapeuta (quien es a la vez parte integrante del encuadre y su garante). Esto es probablemente cierto en un contexto más general y resulta, por consiguiente, válido más allá del campo de las solas terapias conjuntas. Estas últimas plantean de manera específica la cuestión del encuadre, en cuanto apelan —como en el caso de las terapias o los análisis de niños, o como en ciertas técnicas de tipo psicodramático— a lo que Dupeu denomina una triple descondensación del encuadre (24). Con esta expresión el autor subraya que, a diferencia de lo que ocurre en la cura-tipo, el tratamiento psicoanalítico de los niños (mediatizado por el juego, el dibujo o por el juego de roles) se despliega, en realidad, de tres maneras concomitantes: (i) el tratamiento no se adelanta tan sólo a través de la palabra, (ii) la transferencia no se focaliza siempre en el terapeuta (concepto de coterapeutas) y (iii) el tratamiento difracta el juego de identificaciones posibles, al no dirigirse tan sólo a estructuras exclusivamente neuróticas, sino, con mayor frecuencia, a estructuras en curso de estructuración, si puedo expresarme de tal modo. La cuestión del encuadre Ya he dicho cuánta importancia tienen para las terapias conjuntas la maleabilidad, la narratividad y la calidad de la integración de la Las terapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé realizan al máximo esta triple descondensación, o este triple despliegue, del encuadre, en la medida en que aun cuando Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 71 S Golse B. hay intercambio de palabras entre los padres, los terapeutas y el bebé, este último no resulta afectado por la palabra del mismo modo como los adultos. Los terapeutas suelen ser dos o más y, finalmente, el bebé es en esencia un ser en curso de diferenciación intra y extrapsíquica. Pero descondensación no significa desnaturalización, y considero que hay lugar para sustentar la naturaleza psicoanalítica de tal proceso terapéutico, incluso si se acepta la posibilidad de debatir sobre este punto específico. Análisis de las resistencias de la transferencia y la contratransferencia Se ha sostenido que más allá del encuadre, lo que definía la naturaleza psicoanalítica de un tratamiento residía en el hecho de apuntar el análisis a la vez a un trabajo sobre los contenidos de pensamiento, sobre la transferencia y sobre las resistencias. El psicoanálisis francés se ha centrado principalmente en este último aspecto: el análisis de las resistencias (25). En todo caso, se sabe que los tres niveles de análisis no pueden ser disociados y que, la mayoría de las veces se abordan de manera conjunta. Esto es particularmente cierto en el caso de los niños, y algunos autores han dicho que el análisis de las resistencias no podía adelantarse 72 S como un trabajo en sí mismo, ¡condenándolo de este modo irremediablemente a no poder ser considerado un tratamiento psicoanalítico! Con seguriad, la posición anterior es excesiva, por cuanto, como en el caso del adulto, el análisis de las resistencias del niño debe estar intrincado con el de los contenidos psíquicos propiamente dichos. En el marco de las terapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé sucede lo mismo y, por ejemplo, el análisis de las proyecciones parentales va a permitir confrontar a los padres con sus resistencias frente al impacto que su dinámica fantasmática inconsciente tiene en el comportamiento de su bebé y en la edificación de su mundo representacional, así como confrontarlos a resistencias semejantes para elaborarlas de manera progresiva. En lo que se refiere al lugar de la transferencia en el marco de las terapias conjuntas, se trata de una cuestión compleja y, a la vez, consistente. Los padres transfieren, por supuesto, sobre el(los) terapeuta(s) y hemos visto cómo para ciertos autores (6) el bebé, por su parte, es quizás capaz de “transferir” igualmente sobre el(los) terapeuta(s). Sea como fuere, lo que según mi punto de vista reduce un tanto el lugar de las interpretaciones transferenciales con los padres en el marco de las terapias conjuntas es que su relación con su hijo es desde ya, en Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? cierto modo, cuestión de transferencia (vía las dinámicas del hijo de la fantasía, del hijo imaginado, del hijo narcisista e incluso del hijo mítico), hasta un punto tal que su transferencia sobre el(los) terapeuta(s) no representa aquí más que una faceta parcial de tal dinámica. Por el contrario, en el campo de las terapias conjuntas, así como en el marco de la observación directa analítica de bebés (26), una atención sostenida se dirige hacia la contratransferencia del (o de los) terapeuta(s) y esto confiere, en los buenos casos, una auténtica dimensión psicoanalítica al trabajo que allí se realiza. La cuestión de la tópica Quizás esta es la dimensión metapsicológica que el bebé pone en mayores dificultades, por así decirlo. En efecto, hoy día debemos tener en cuenta todo aquello que la psiquiatría del bebé nos ha enseñado en materia de funcionamientos díadicos y tríadicos. Pero quien dice díada o tríada dice igualmente registro de lo interpersonal, más que registro de lo intrapsíquico. ¿Cómo tener en cuenta la transparencia psíquica materna (14-16), la neotópica perinatal (8) y la unidad originaria (27) para pensar en términos metapsicológicos la díada y la tríada con esta dificultad central que representa, sin dudas, el paso de lo interpersonal a lo intrapsíquico? ¿Tenemos acaso el derecho de suponer que el sistema padre-madre-bebé es en sí mismo portador de la dinámica apta para transponer triadificación y triangulación? Nada es menos seguro, en realidad, y con esto se plantea como elemento central toda lo vinculado a la interiorización. Pero podemos quizás pensar, en cambio, que la presencia de un tercero no puede ser evacuada en este caso y que, por ello, el dispositivo de las terapias conjuntas sería justamente capaz de brindar a la díada y a la tríada, en el mismo seno de la tópica grupal, la función de tercero observante y participante, capaz de inducir el movimiento de psiquización de las interacciones comportamentales. No es menos cierto que las reflexiones actuales se centran en la validez o no del concepto de tópica intersubjetiva y que, en tal sentido, el marco de las terapias conjuntas ofrece posiblemente un paradigma fecundo para esta problemática esencial. Aunque es aún muy temprano para saber si este marco de acción aportará o no elementos de reflexión decisivos en este campo, desde ya es posible afirmar que el sistema padremadre-bebé abordado en las terapias conjuntas ofrece una figuración comportamental de la triangulación intrapsíquica en los bebés en cuestión y que, por ello, estas pueden aspirar al estatus de psicoanalíticas, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 73 S Golse B. desde el momento en el cual se interpretan los materiales recogidos y se hace referencia al concepto de trans o de intergeneracional (28). justamente el trabajo en el seno del encuadre terapéutico les va a permitir forjarse e interiorizar su propio marco interno. ¿Verbalización o interpretación? En este punto, numerosos autores consideran que un trabajo interpretativo, en el sentido estricto, no es posible en un comienzo, no sólo porque se trata de pacientes que no han accedido aún al lenguaje verbal propiamente dicho (en efecto, algunos de estos pacientes no hablan, pero pueden ser muy sensibles al lenguaje del otro), sino porque la naturaleza misma de su psicopatología reclama un primer tiempo de verbalización, por parte del terapeuta, de sus contenidos de pensamiento (sensaciones, percepciones, afectos y emociones, protofantasías y protosímbolos), con el fin de ayudarlos a realizar un verdadero trabajo de aclaración identificatoria primaria, gracias a la “presencia bien viva” del terapeuta (29). Este eje de reflexión es, sin duda, el que más se presta para ser conflictivo. En mí opinión, lo es en potencia, por cuanto el trabajo con sujetos o futuros sujetos que se sitúan mucho antes de la organización neurótica, como es el caso de los bebés o de los niños con patologías de tipo arcaico (autismos y psicosis tempranas), implica trabajar con pacientes que no han instaurado aún sus envolturas psíquicas de manera suficientemente estable y fiable. En razón de ello, no han interiorizado todavía un marco psíquico interno suficientemente sólido y diferenciado. A los sujetos neuróticos, al contrario, el encuadre de la terapia les ofrece en cierto modo una figuración material de su marco interno, ya instalado, y permite así una forma de trabajo a cielo abierto, con los vínculos internos presentes entre sus continentes y sus contenidos de pensamiento, en particular en términos de representaciones verbales ya diponibles. Con los bebés y los pacientes no neuróticos, el encuadre de la terapia sirve como preámbulo o estímulo exterior a su propio marco, todavía en curso (in statu nascendi) y 74 S Los autores que se sitúan en el movimiento lacaniano rechazan, por supuesto, estas propuestas y consideran que la interpretación verbal y simbólica (o, mejor, simbolizante) es en realidad susceptible de ser utilizada desde un comienzo con cualquier tipo de paciente, puesto que, según ellos, el lenguaje es percibido por todo sujeto, sin importar su grado de diferenciación, en razón del valor simbólico que le es inherente y que permite incluso fundar al sujeto en cuanto sujeto. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? Los trabajos sobre el desarrollo temprano de los bebés no se orientan hacia una dirección semejante; por el contrario, nos muestran que si bien son muy sensibles al lenguaje, lo son sin lugar a dudas más a la parte analógica de este que a su porción propiamente digital, es decir, más a la música del lenguaje que a su dimensión simbólica en estricto sentido (30). Sea como fuere, con este tipo de pacientes, la técnica psicoanalítica se encuentra, en todos los casos, profundamente cuestionada en cuanto nos lleva a adoptar una praxis, con frecuencia, muy alejada de aquella que caracteriza a la cura-tipo, según fue dicho en la introducción de este artículo. La verbalización por parte del terapeuta de los contenidos psíquicos del paciente puede requerir mucho tiempo y el riesgo existe, sin duda, de limitarse sólo a ella, sin lograr abordar nunca la fase en la cual el recurso a las interpretaciones deviene al fin posible. Esto, aunque pienso, y lo digo tan claro como me es posible, la interpretación sigue siendo la herramienta central y privilegiada del psicoanálisis. Así, las terapias conjuntas padremadre-(padres)-bebé acumulan diversas dificultades, por cuanto las intervenciones del terapeuta deben alcanzar simultáneamente al bebé y a sus padres, quienes son evidentemente personas cuyo grado de diferenciación y de individuación no es de ninguna forma comparable ni simétrico (31). ¿Cómo decir algo que pueda a la vez alcanzar “analógicamente” al bebé y “digitalmente” a sus padres, si puedo decirlo de este modo? ¿Sería posible imaginar intervenciones que tuvieran simultáneamente valor de interpretación para los padres y de verbalización para el niño? Tal y como puede entenderse, la cuestión es extremadamente delicada y sería una falacia pensar que es posible resolverla enteramente hoy en día. En efecto, para hacerlo deberíamos disponer de una teoría completa de la interpretación verbal del analista, que tuviera en cuenta a la vez su contenido y su continente, es decir, a la vez el sentido simbólico del lenguaje y su valor de acto (en el sentido de los pragmáticos), es decir, finalmente sus componentes segmentario y suprasegmentario (en el sentido de los lingüistas saussurianos). En la actualidad, distamos mucho de disponer de una teoría semejante, pero podemos apostar, precisamente, a que la práctica de los analistas con los bebés y el estudio profundo de los mecanismos que participan en las terapias conjuntas serán capaces de ayudarnos a profundizar en nuestra teoría de la interpretación, incluso en el marco de la cura de adultos, y a com- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 75 S Golse B. prender cómo lo que se dice puede “hacer algo” al otro, en términos de un acto de lenguaje susceptible de tener un efecto sobre el mundo representacional interno. el niño reconstruido no es el niño observado. Referencias 1. Se abriría de este modo, gracias al bebé, un neoestructuralismo de los procesos, muy diferente del estructuralismo de los estados, cuyo éxito epistemológico fue grande en el tiempo que fue el suyo (28). Esto correspondería, sin lugar a dudas, más a una conquista del análisis que a un ir a la deriva. 2. 3. 4. Conclusiones ¿Las psicoterapias conjuntas padremadre-(padres)-bebé representan una conquista del análisis o un perderse e ir a la deriva? La cuestión es compleja y no he pretendido resolverla en el marco de este escrito, ni siquiera haberla circunscrito totalmente. Mi objetivo ha sido indicar los ejes o las pistas de reflexión que pueden ser las nuestras en el momento presente, señalando que establecer anatemas en este campo no resulta en ningún modo fecundo. 5. 6. 7. 8. 9. 10. Los derivados del psicoanálisis no son equiparables a un perderse yendo a la deriva, y solamente una actitud metapsicológica honesta y rigurosa puede inclinar la balanza del lado de la conquista, pues no está escrito que el bebé deba ser siempre un desterrado del psicoanálisis, con el débil pretexto de que 76 S 11. 12. 13. Fraiberg S. Fantômes dans la chambre d’enfants. Paris: Presses Universitaires de France; 1999. McDonough SC. Interaction guidance: understanding and treating early infant-caregiver relationship disturbances. In : Zeanah CH, editor. Handbook of infant mental health. New York: Guilford; 1993. p. 414-426. Bowlby J. Attachement et perte. Paris: Presses Universitaires de France; 1978-1992. 3 vol. Mâle P. Psychothérapie du premier âge: de la théorie à la pratique. Paris: Presses Universitaires de France; 1975. Winnicott DW, Monod C, Pontalis JB. Jeu et réalité: l’espace potentiel. Paris: Gallimard; 1975. Lebovici S. La pratique des psychothérapies mères-bébés par Bertrand Cramer et Francisco Palacio-Espasa. Psychiatr Enfant. 1994;37(2):415-27. Daws D, Kiéfé L. Les enfants qui ne dorment pas la nuit. Paris: Payot; 1999. Cramer B, Palacio-Espasa F. La pratique des psychothérapies mères-bébés: études cliniques et techniques. Paris: Presses Universitaires de France; 1993. Debray R. Bébés/mères en révolte: traitements psychanalytiques conjoints de déséquilibres psychosomatiques précoces. Paris: Le Centurion; 1987. Watillon-Naveau A. Essai d’élaboration théorique des thérapies conjointes: magie ou psychanalyse? Revue Belge de Psychanalyse. 1996;28:51-65. Cramer B, Palacio-Espasa F. Les bébés font-ils un transfert? Réponse à Serge Lebovici. Psychiatr Enfant. 1994;37(2):429-41. White B. L’évolution d’un modèle. Devenir. 1998;10(4):7-22. Fraiberg S, Adelson E, Shapiro V. Fantômes dans la chambre d’enfants. Psychiatr Enfant. 1983;26(1):57-98. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Las psicoterapias conjuntas padre-madre-(padres)-bebé: ¿conquista o viaje a la deriva? 14. Bydlowski M. La transparence psychique de la grossesse. Etudes Freud. 1991;32:2-9. 15. Bydlowski M. La dette de vie: itinéraire psychanalytique de la maternité. Paris: Presses Universitaires de France; 1997. 16. Bydlowski M. Je rêve un enfant: l’expérience intérieure de la maternité. Paris : Odile Jacob; 2000. 17. Searles HF. Le contre-transfert. Paris: Gallimard; 1981. 18. Tisseron S. Le patient-parent et le thérapeute-enfant. À propos de quelques difficultés thérapeutiques et de leur interprétation. Evol Psychiatr (Paris). 1985;50(1):173-85. 19. Milner M. Le rôle de l’illusion dans la formation du symbole. Les concepts psychanalytiques sur les fonctions du symbole. J Psychanalyse Enfant. 1990;8:244-78. 20. Bouvet M. La relation d’objet: névrose obsessionnelle dépersonnalisation. 2nd ed. Paris: Payot; 1985. 21. Houzel D. Le bébé et son action sur l’équipe. Devenir. 1997;9(2):7-19. 22. Golse B. Du corps à la pensée. Paris: Presses Universitaires de France; 1999. 23. Geissmann C. Les fondements de la psychanalyse de l’enfant: névrose de transfert et après-coup. J Psychanalyse Enfant. 1996;19 (Formations):25-47. 24. Dupeu JM. Le psychodrame psychanalytique avec les enfants. Paris: Presses Universitaires de France; 2003. 25. Rosolato G. L’analyse des résistances. Nouvelle Revue de Psychanalyse. 1979;20:183-215. 26. Bick E. Notes on infant observation in psycho-analytic training. Int J Psychoanal. 1964;45:558-66. [Traduction française: Remarques sur l’observation des bébés dans la formation des analystes. J Psychanalyse Enfant. 1992;12:14-35.] 27. Pérez-Sánchez M, Abello N. Unité originaire: narcissisme et homosexualité dans le ébauches de l’oedipe. Rev Fr Psychanal. 1981;45(4):777-86. 28. Golse B. Structure des états ou structure des processus? Comment le bébé nous invite à un néo-structuralisme. Le Carnet PSY. 2004;93:26-32. 29. Alvarez A. Live company: psychoanalytic psychotherapy with autistic, borderline, deprived, and abused children. London: Routledge; 1992. [Traduction française: Une présence bien vivante: le travail de psychothérapie psychanalytique avec les enfants autistes, borderline, abusés, en grande carence affective. Larmor-Plage: Editions du Hublot; 1997.] 30. Golse B, Desjardins V. Du corps, des formes, des mouvements et du rythme comme précurseurs de l’émergence de l’intersubjectivité et de la parole chez le bébé (Une réflexion sur les débuts du langage verbal). J Psychanalyse Enfant. 2004;35:171-91. 31. Laplanche J. Entretien avec Jean Laplanche (réalisé par Alain Braconnier). Le Carnet PSY. 2002;70:26-33. Recibido para evaluación: 9 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Bernard Golse Hôpital Necker-Enfants Malades 149 rue de Sèvres, 75015 París, Francia bernard.golse@nck.ap-hop-paris.fr Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 77 S Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos Alejandro Rojas-Urrego1 Resumen Introducción: Mientras la adolescencia significa, en esencia, “crecimiento”, la depresión, en cambio, sería lo contrario: la tendencia al desfallecimiento, abatimiento, inhibición, inmovilidad, postración y, en ocasiones, incluso la nada. Desarrollo: A partir de un intento de articulación entre estos dos conceptos y las nociones de historia, estructura y coyuntura, el autor se propone subrayar la importancia del adecuado manejo psicoterapéutico de la depresión en la adolescencia. Considera, para comenzar, la multideterminación de este trastorno y, por consiguiente, los vértices de intervención posibles. Se centra en la psicoterapia psicoanalítica, apenas una de las modalidades psicoterapéuticas posibles en este contexto. Aborda algunas generalidades sobre la psicoterapia psicoanalítica y pasa enseguida a tratar tres temas no suficientemente estudiados en la literatura médica: las entrevistas iniciales, las indicaciones y, finalmente, la denominada terapia bifocal. Conclusión: En su conclusión, invita al lector a reflexionar sobre la importancia del encuentro terapéutico con el adolescente deprimido y sobre la trascendencia de analizar y de dar sentido a su depresión. Palabras clave: adolescencia, depresión, psicoterapia psicoanalítica. Title: Psychoanalytic Psychotherapy of the Depressed Adolescent: Technical Principles Abstract Introduction: While adolescence in essence means growth, depression on the other hand would by definition be the opposing “movement”: a tendency towards languor, abatement, inhibition, immobility, prostration, zero, sometimes even towards nothing. Development: In an attempt to articulate these two concepts and the notions of history, structure, and juncture, the author underscores the importance of an appropriate psychotherapeutic management of adolescent depression. To begin, he takes into account the fact that this disorder is multidetermined and in consequence, the existence of various vertexes of possible interventions. This paper focuses on psychoanalytic psychotherapy, one of several possible psychotherapeutic modalities available in this context. He discusses some of the generalities of psychoanalytic psychotherapy and then goes on to examine three themes not sufficiently explored in 1 Médico psiquiatra y psicoanalista de niños y adolescentes. Miembro titular de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Didacta y director del Instituto Colombiano de Psicoanálisis, Bogotá, Colombia. 78 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos the literature: the initial interviews, the indications, and finally, what is known as bifocal therapy. Conclusion: To conclude, he invites the reader to ponder on the importance of the therapeutic encounter with the depressed adolescent and on the transcendence of analyzing and giving meaning to her depression. Key words: Adolescence, depression, psychoanalytical psychotherapy. Introducción El término adolescencia proviene del latín adolescere, que significa crecer. En tal sentido, la adolescencia es la edad del cambio, pues crecer implica siempre cambiar. Las transformaciones inherentes a dicha metamorfosis se realizan en múltiples esferas, y el individuo, al final de la adolescencia —cuando las condiciones interiores y del entorno son “suficientemente buenas”— puede acceder a una identidad estable y a unas relaciones afianzadas y diferenciadas consigo mismo y con los otros. La depresión, en cambio, es, por definición, el “movimiento” contrario: tendencia al desfallecimiento, al abatimiento, a la inhibición, a la inmovilidad, a la postración, al cero, en ocasiones incluso a la nada. Fijación en la tristeza, ausencia de deseos, carencia de proyectos y de investiduras, desaparición del otro; la depresión es frecuentemente vivida como soledad extrema, pérdida de energía, carencia de sentido y, algunas veces, abandono de la esperanza, dolor puro (1). Como al abordar otros campos de la vida psíquica del ser humano —y con la finalidad de vincular territorios tan aparentemente contradictorios—, cabría destacar aquí la articulación que estas dos dimensiones suponen entre la historia del sujeto, su estructura y la coyuntura, siguiendo aquí los planteamientos de Jeammet (2). La historia se refiere al peso del pasado y de las relaciones establecidas con el entorno desde siempre y a la herencia transmitida de múltiples formas a través de las generaciones; la estructura designa a la organización del aparato psíquico, tal y como se fue conformando desde la primera infancia y que caracteriza a un determinado individuo en su manera de funcionar, y la coyuntura se refiere, en este caso, a la adolescencia, con la doble dimensión que la caracteriza (fisiológica y psicosocial), que debe incluir allí además toda una serie de eventos vitales que puede marcarla (duelos, separaciones, encuentros, y en el tema que nos concierne particularmente depresiones) y, sobre todo, la naturaleza y las características del entorno del adolescente, tanto familiar como social, y las capacidades de este para brindar o no al adolescente un apoyo eficaz. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 79 S Rojas-Urrego A. Aunque la historia y la estructura determinan en buena medida las características de la adolescencia, es un hecho que el potencial transformador de esta última es capaz, muchas veces, de modificar de manera significativa a la primera y a la segunda, en ocasiones para bien, en otras para mal. Las dimensiones de la depresión y de su eventual manejo psicoterapéutico, a las cuales dedico este artículo, pueden ser esenciales en todo este proceso. Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido Todo adolescente deprimido amerita, en principio, una evaluación cuidadosa, una atención específica y, eventualmente, la indicación de un tratamiento apropiado. El abordaje terapéutico se organiza según modalidades y grados de intensidad variables, en función de los resultados de la evaluación clínica y de la reflexión psicopatológica que la debe acompañar siempre. En este campo, así como al enfrentar tantas otras perturbaciones psicológicas del adolescente, importa evitar los dos extremos representados, primero, por las posiciones expectantes y banalizadoras —que se suelen abstener por principio de cualquier forma de intervención— y, segundo, por las actitudes que tienden a volver patológico todo comportamiento del adolescente de manera harto indiferenciada y a prescribir 80 S tratamientos de distintos tipos en forma indiscriminada. Del mismo modo en que, siguiendo los planteamientos de Freud sobre las series complementarias —hoy día llamadas en este campo etiologías multifactoriales—, consideramos que el origen de las depresiones en la adolescencia es siempre multideterminado, aprehendemos el tratamiento de este tipo de trastornos y debemos tener en cuenta toda una serie de medidas terapéuticas de distinto orden que abarca los terrenos biológico, psicológico y del entorno. Lo anterior no implica, sin embargo, que situemos las distintas modalidades de intervención en un mismo plano. En efecto, mientras no todas las depresiones del adolescente requieren que el psiquiatra prescriba un tratamiento farmacológico o la instrumentación de una acción directa sobre el entorno, sea este familiar o escolar, todas las depresiones del adolescente necesitan —si no de una psicoterapia estructurada— intervenciones que incluyan siempre una dimensión psicoterapéutica, incluso en el solo marco de las consultas espaciadas o únicas. La psicoterapia psicoanalítica es, por lo tanto, apenas una de las modalidades psicoterapéuticas posibles en este contexto, particularmente apropiada según nuestro punto de vista, pero no es la única. Tal y como el título del artículo lo precisa, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos aquí me dedico a tratar sólo el tema de la psicoterapia psicoanalítica y dejo de lado no sólo al psicoanálisis propiamente dicho, cuya indicación en pacientes adolescentes genera no pocas controversias entre las distintas escuelas —véanse, por ejemplo, las posiciones opuestas sostenidas por una parte por Jeammet y Corcos (3), Corcos y cols. (4), Jeammet (5) y Cahn (6) y, por otra parte, por Laufer y Laufer (7) y Ladame (8,9)—, sino otras modalidades terapéuticas fundadas en la teoría psicoanalítica: psicoterapia de apoyo, psicoterapia breve, psicodrama psicoanalítico, etc. El tema de la psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido es, por supuesto, sumamente vasto. Me limito, por consiguiente, a señalar una serie de generalidades sobre la psicoterapia psicoanalítica, para pasar a abordar tres temas no suficientemente tratados en la literatura médica y que considero esenciales. Son ellos: las entrevistas iniciales, las indicaciones y la denominada terapia bifocal. En lo que a las generalidades se refiere, básteme con recordar algunos elementos básicos de la psicoterapia psicoanalítica. En primer término, la psicoterapia psicoanalítica se deriva tanto en su técnica como en su teoría del psicoanálisis (sin ser psicoanálisis), y cuenta como este último con un encuadre y con un proceso. Se la considera una de las modalidades terapéuticas de elección en el caso de la adolescencia, en general (10,11), y del adolescente deprimido, en particular (4). La frecuencia de las sesiones se sitúa entre una y tres por semana, aunque es ideal el ritmo que proporcionan dos sesiones a la semana. A diferencia del psicoanálisis, se realiza cara a cara, posición que además de limitar la regresión, proporciona información muy valiosa sobre el lenguaje paraverbal —de particular utilidad tanto para la comprensión por parte del psicoterapeuta como para la formulación de las interpretaciones—. Aunque se acude a la herramienta esencial del psicoanálisis, la interpretación transferencial, de manera puntual y siempre cuidadosa, se suele otorgar un lugar importante a sus fases preparatorias: la confrontación, la aclaración y la nominación de los afectos (1114). Todas estas intervenciones se realizan dentro del contexto de la transferencia —cfr. diferencia entre intervenciones en la transferencia y de la transferencia— (15). En este sentido, la transferencia es siempre utilizada para comprender lo que está sucediendo en el aquí y ahora en su relación indisociable con la contratransferencia. En tales intervenciones importa conservar una proximidad con el lenguaje del adolescente, no en el sentido de “ha- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 81 S Rojas-Urrego A. blar como un adolescente”, sino en el de prestar a las palabras el mismo sentido que el adolescente les otorga (10). Todo esto con una preocupación constante por la regulación de la distancia relacional. Finalmente, insisto en el rol más activo del psicoterapeuta, si lo comparamos con el caso del psicoanálisis propiamente dicho o con las psicoterapias psicoanalíticas en otras etapas de la vida. Este punto resulta tanto más importante en el caso del adolescente deprimido. Entrevistas iniciales El lugar ocupado por las entrevistas iniciales en la psicoterapia psicoanalítica del adolescente, en general, y del adolescente deprimido, en particular, es esencial. Permiten no solamente evaluar y, por lo tanto, indicar eventualmente la psicoterapia, sino que además poseen en sí mismas una acción terapéutica y establecen incidentalmente las bases de la ulterior relación terapéutica. No me voy a centrar por el momento en aquello que las entrevistas iniciales o preliminares buscan evaluar (qué evaluar), pues este aspecto se trata en el apartado de “Indicaciones”. Me limito a evocar algunos aspectos del encuadre formal y del proceso de las entrevistas, es decir, al cómo se realiza dicha evaluación (11,16). 82 S En primer término, es necesario proponer un encuadre específico para las entrevistas, diferente del que caracterizará a una eventual psicoterapia ulterior. Basta con precisar, tanto al adolescente como a su familia, el marco espacial y temporal, los objetivos de la evaluación y la manera según la cual se desarrollará esta fase específica. Rara vez se trata de una sola entrevista y resulta, en principio, preferible considerar un proceso de evaluación que incluya entre dos y cuatro encuentros con el adolescente y, eventualmente, con los padres. En efecto, aunque no todos los terapeutas consideran importante entrevistar largamente a los padres, la mayoría piensa que es esencial tener un contacto inicial “suficiente” con ellos. Este “suficiente” es, sin embargo, variable no sólo en función de los terapeutas, sino además de las características tanto del adolescente como de su entorno, tal y como será propuesto al tratar sobre las indicaciones. En la relación con el adolescente importa conversar, así como precisar y cuestionar los elementos que vayan surgiendo, especialmente si se muestran evidentes. Esto se aplica no sólo a los temas evocados, sino además, y de manera importante, a los afectos involucrados y que es necesario aclarar en el curso del proceso de evaluación. La interacción entre el adolescente Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos y el entrevistador se ve caracterizada desde un comienzo por la intensidad de los afectos en juego. No debemos olvidar nunca, en tal sentido, lo inusual que resulta para un adolescente encontrar a un adulto con el cual puede establecer un diálogo novedoso, capaz de sorprenderlo y de sorprenderse, dispuesto a interesarse genuinamente por sus preocupaciones y preparado para brindarle la posibilidad de una escucha sin juicios de valor y, a la vez, sin concesiones (10). Ni el silencio sistemático del entrevistador ni el bombardeo de preguntas suelen resultar provechosos, menos aún cuando se trata de un adolescente deprimido. En lo que al primero se refiere, “si al desierto responde el silencio” (17), resulta usual ver al adolescente encerrarse progresivamente en un mundo donde sólo cabe la desesperanza. Si, por el contrario, las preguntas y las intervenciones del entrevistador surgen en exceso, las vivencias de intrusión en el adolescente suelen llevarlo a callar, a disimular o, muchas veces, a descargar a través de la actuación la excitación inherente a este tipo de interacción, lo que rompe cualquier posibilidad de contacto. Estas dos posiciones extremas ilustran la importancia de la regulación de la distancia relacional con el adolescente deprimido. Resulta esencial, en cambio, que en el curso de estas entrevistas surja el reconocimiento por parte del entrevistador del afecto depresivo del adolescente. Tal reconocimiento suele brindar la posibilidad al interesado de tomar conciencia de este y desencadenar o reanimar la eventualidad de un trabajo asociativo. En la relación con la familia, durante esta fase de las entrevistas iniciales me limito a subrayar que existen diferentes modalidades en la manera de abordarla y a señalar que es más una cuestión de “estilo” del psicoterapeuta, que de técnica propiamente dicha. Algunos prefieren ver a los padres solos en una primera entrevista; otros, en compañía del adolescente. Otros más se limitan a recibirlos unos minutos, con el adolescente; otros finalmente prefieren no entrevistar a los padres. Cada una de estas maneras de proceder tiene sus pros y sus contras, y no existe en definitiva unanimidad a este respecto. La forma de abordar este problema depende, además, de otros factores, como la edad del adolescente, y en esto coinciden en cambio los distintos autores: las entrevistas suelen ser manejadas de distinta manera con adolescentes menores o mayores de 15 años de edad. En todo caso, según mi punto de vista, resulta beneficioso a corto, mediano y largo plazos involucrar Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 83 S Rojas-Urrego A. de algún modo a los padres en la definición del marco de intervención, haciéndolos partícipes de una decisión que en adelante no concernirá sólo al adolescente, sino a la familia en su conjunto. Esto no implica que se traicione de forma alguna la confidencialidad, garantía esencial para el adolescente. Por tal motivo, se recomienda —y este es mi punto de vista— evitar los contactos ulteriores con los solos padres (personales, telefónicos y de cualquier otro tipo), en particular si se trata de contactos “secretos” que sólo sirven para establecer alianzas patológicas. Indicaciones De manera esquemática, la indicación de una psicoterapia psicoanalítica para un adolescente deprimido se apoya en cuatro elementos: el diagnóstico, las características del adolescente, las características del terapeuta y, finalmente, las características del entorno. Diagnóstico: clínica y psicopatología La indicación de una psicoterapia psicoanalítica supone, en primer lugar, una evaluación clínica detallada, que no se limita a la sola recolección de síntomas, y, en segundo lugar, una reflexión psicopatológica que permita situar la sintomatología depresiva actual en el marco de una historia infantil y reciente, de una estructura y un funcionamiento de 84 S la personalidad y de un entorno específico. Aquí la función de la psicopatología es hallar un sentido al episodio depresivo en cuestión, dentro de la economía psíquica actual del adolescente y habida cuenta de su historia y su entorno (4,18). En los términos planteados con anterioridad, se requiere una reflexión que incluya la posibilidad de articular los datos provenientes de la evaluación clínica, con los factores inherentes a la historia, la estructura y la coyuntura del sujeto adolescente. Considero la depresión del adolescente como un síndrome clínico que tiene múltiples formas de expresión y cuya presentación, significado, manejo y pronóstico dependen, en gran medida, de la estructura de la personalidad en la cual se manifiesta. A muy grandes rasgos, en lo que a la presentación clínica se refiere, me basta con recordar que la sintomatología de la depresión en el adolescente suele ser extremadamente polimorfa, diferente de la forma clásica hallada en los adultos. Signos básicos como la lentificación psicomotora, los trastornos francos del afecto, los signos físicos, las preocupaciones corporales, los trastornos del comportamiento y los denominados equivalentes depresivos se manifiestan con relativa especificidad y sólo se acercan de los habitualmente hallados en los Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos adultos, en los casos correspondientes a los adolescentes mayores. Aunque resulta evidente afirmar que ninguna clasificación puede suplir al trabajo de reflexión evocado, sí permite una herramienta semejante orientar al clínico en este proceso. Tal es el caso de la Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente (CFTMNA) (19-22), en su versión revisada del 2000 (CFTMEA-R-2000) (23). Esta clasificación, apoyada en criterios clínicos y psicopatológicos, considera a muy grandes rasgos que el síndrome depresivo del adolescente puede darse en cinco contextos radicalmente diferentes, distinguidos en función de la estructura de personalidad subyacente y de la modalidad de funcionamiento psíquico predominante: psicosis, trastornos neuróticos, patologías límite o fronterizas, trastornos reactivos y variaciones de la normalidad. Sin entrar en detalles (las categorías en cuestión son evocadas en el Anexo), resulta fácil suponer que la clasificación del síndrome depresivo presentado por el adolescente en una u otra de estas categorías principales orienta de manera significativa la decisión terapéutica. Así, por ejemplo, en el campo que nos corresponde tratar, la psicoterapia psicoanalítica estaría indicada a 2 grandes rasgos en las depresiones clasificadas en los capítulos 1 (Psicosis), 2 (Trastornos neuróticos), 3 (Patologías límite o fronterizas) y, algunas veces, en el 4 (Trastornos reactivos), siempre y cuando la gravedad del caso así lo justifique.2 Las depresiones correspondientes al capítulo 9 (Variaciones de la normalidad) y algunos de los trastornos reactivos, en cambio, no suelen requerir una psicoterapia psicoanalítica propiamente dicha, sino algunas veces una psicoterapia de apoyo, y otras, una psicoterapia breve. Sin embargo, muchas veces suele bastar una serie de consultas terapéuticas. No trato aquí la necesidad de acudir o no a otras modalidades terapéuticas —en particular farmacológicas, de intervención directa sobre el entorno o, finalmente de tipo institucional—, en función de los diagnósticos evocados. Características del adolescente La indicación de una psicoterapia psicoanalítica depende, igualmente, de las características del adolescente deprimido. Me refiero a lo que podría denominarse el potencial psicoterapéutico, que siempre importa evaluar (11,16). No debemos olvidar que, con muy pocas excepciones, Como ya fue dicho, no discuto en este artículo la indicación de psicoanálisis en el caso de un adolescente deprimido. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 85 S Rojas-Urrego A. nada predispone a un adolescente corriente para comprometerse en un trabajo psicoterapéutico que le va demandar innegables esfuerzos, en múltiples esferas, cuya eficacia no es inmediata, sino diferida; cuyos resultados benéficos no se obtienen de manera pasiva, sino activa, y cuyos efectos transitorios no son obligatoriamente tranquilizantes, sino muchas veces generadores de ansiedad. El compromiso del adolescente, por lo tanto, requiere un mínimo de condiciones, entre las cuales importan una cierta tolerancia a la frustración y una motivación que persista a lo largo del tiempo necesario. Esta última incluye tres variables esenciales en el adolescente: • • • Una curiosidad suficiente por su mundo interior. Una ansiedad, un malestar (depresivo) suficientemente importante y generador de dolor y sufrimiento (importa que el adolescente reconozca dicho malestar como propio). Lasitud frente a la percepción de que los eventos se repiten (a pesar suyo). Aunque, evidentemente, es poco usual que estas tres variables se encuentren presentes desde la primera entrevista, constituye uno de los resultados exitosos del proceso de evaluación el que el terapeuta logre llevarlas a la conciencia 86 S del adolescente y que posibilite la manifestación de una demanda de ayuda. Características del terapeuta En este texto no entro en la discusión tan actual de si la psicoterapia psicoanalítica debe o no ser realizada obligatoriamente por un psicoanalista (15). Considero, por una parte, que una formación psicoanalítica puede facilitar tanto el aprendizaje de la psicoterapia estrictamente psicoanalítica como su diferenciación de la psicoterapia de apoyo (14); por otra parte, creo que en todos los casos la psicoterapia psicoanalítica —que no es de modo alguno un “psicoanálisis de segunda”— supone una formación específica y suficiente en este campo. Además de lo anterior, el terapeuta psicoanalítico de adolescentes debe tener como características indispensables, según mi punto de vista, las siguientes: • • Un conocimiento suficiente de las peculiaridades del funcionamiento adolescente, en este caso específico de la depresión en la adolescencia. La capacidad para realizar un constante esfuerzo para “ajustar” la distancia relacional adecuada: ni excesivamente próximo (se torna intrusivo), ni excesivamente distante (genera sensación de abandono). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos • • La disposición para sorprender al adolescente y para sorprenderse. Un contacto suficiente —gracias a la experiencia de un análisis personal— con su propia adolescencia (6,13). Todos estos aspectos, que no son exhaustivos, contribuyen mucho a posibilitar un constante análisis de la contratransferencia —o, mejor, de la díada indisociable transferencia-contratransferencia, uno de los elementos técnicos esenciales en la psicoterapia psicoanalítica— sin que esto implique que dicho análisis se traduzca habitualmente en una interpretación, como fue subrayado con anterioridad. Características del entorno No voy a entrar en detalles a propósito del entorno. Me limito a evocar la importancia de tenerlo en cuenta —en particular a la familia del adolescente— en el marco de la evaluación y en el momento de establecer la indicación de una psicoterapia psicoanalítica. El acuerdo y la adhesión de los padres al tratamiento es parte esencial del trabajo que ha de llevar al terapeuta a indicar una psicoterapia psicoanalítica. En efecto, resulta evidente que el apoyo de la familia es condición indispensable para el inicio, el desarrollo y el final de la psicoterapia. La descripción de la familia y, muy particularmente, la comprensión de su dinámica, donde se identifica tanto la calidad de las relaciones entre las generaciones (aspectos transgeneracionales) como el grado de diferenciación entre los miembros de la familia, son aspectos esenciales que ofrecen elementos no sólo diagnósticos, sino pronósticos. Es bien sabido que el adolescente, más allá de las apariencias, es extremadamente dependiente de su entorno familiar. En razón de esto, la problemática de la familia interfiere en la del adolescente, y este amenaza frecuentemente el equilibrio familiar, ya sea con su adolescencia propiamente dicha, ya sea con el eventual trastorno psicopatológico que presenta. En el caso de la depresión, el tan frecuente sentimiento de culpabilidad de los padres frente a los problemas de sus hijos adolescentes se ve incrementado. En efecto, la confrontación a la realidad de la depresión del adolescente ataca muchas veces tanto la imagen ideal que los padres pueden tener de ellos mismos como la que tienen de su hijo o hija adolescente. La agresión inherente a la depresión se ve así reforzada por esta dimensión narcisista del vínculo. Importa no olvidar, además, que la evolución presente de la sociedad occidental ha llevado cada vez más Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 87 S Rojas-Urrego A. al establecimiento de una mutua relación de dependencia, en la cual el hijo desempeña frecuentemente un rol de complemento narcisista: el hijo sostiene a los padres y los padres sostienen al hijo (3). particularmente con adolescentes “difíciles”, en razón de lo que estos autores denominan problemáticas vinculadas a la dependencia y, por lo tanto, con una clara tendencia a la descarga a través de la acción. En este contexto, cuando la indiferenciación en la familia es importante, la depresión del adolescente puede a grandes rasgos, o bien reforzar los vínculos de dependencia recíproca, o bien desencadenar o precipitar el derrumbe de un equilibrio familiar extremadamente frágil. Eventualmente, la indicación de una ayuda terapéutica a uno de los padres, a ambos o a la familia debe ser evaluada con sumo cuidado. Más adelante evoco en tal sentido el interés de la llamada terapia bifocal. Radica, a grandes rasgos, en prescribir al adolescente y a su familia una serie de parámetros dentro del encuadre terapéutico mismo, en función de las resistencias más frecuentes de los adolescentes para el desarrollo de la psicoterapia. Esto limita el riesgo de rupturas brutales del tratamiento. Terapia bifocal Desde un punto de vista descriptivo, la terapia bifocal hace intervenir a dos terapeutas, cada uno en un tiempo y un lugar diferentes. En general, después de evaluar la naturaleza del cuadro clínico, de la organización de la personalidad y del tipo de conflictos, el denominado psiquiatra referente —a saber aquel que recibe al potencial paciente y a su familia por primera vez— propone —conjuntamente y además de su intervención— la realización de una psicoterapia psicoanalítica con otra persona: el psicoterapeuta. La terapia bifocal —propuesta inicialmente por Jeammet y desarrollada en la actualidad por Corcos— consiste no en una modalidad específica de psicoterapia psicoanalítica del adolescente, sino en la manera de hacer posible la realización de esta última, Se trata de asociar la psicoterapia psicoanalítica propiamente dicha con un seguimiento del adolescente —y ocasionalmente de sus padres— por parte del psiquiatra que los recibe inicialmente. El ritmo, la forma y la duración de las consultas pueden variar y ajustarse a las En resumen, importa que el terapeuta evalúe cuidadosamente el contexto familiar, apuntando a crear por lo menos una cierta movilización en los padres y, en el mejor de los casos, a obtener de ellos una colaboración en la organización y desarrollo del tratamiento. 88 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos necesidades y a la demanda de cada protagonista. Resulta posible evocar con mayor claridad las funciones de cada uno de los terapeutas confrontándolas en dos columnas, como se señala en la Tabla 1. El psiquiatra referente asume un vínculo de continuidad, se presta fácilmente a la idealización y se convierte de forma rápida en una figura de apoyo para el adolescente, en particular para su narcisismo. El psicoterapeuta, en cambio, está más abierto y expuesto a la vida pulsional del adolescente y, por ende, a un conflicto inevitable (3). Ciertamente, este dispositivo se vincula con una disociación entre estas dos dimensiones (narcisista y objetal), mas no la induce sino que la permite. Se evitan de este modo las investiduras en exceso masivas y excitantes, que son las que acarrean buena parte de las rupturas tempranas de la psicoterapia. La disociación es así mantenida tanto tiempo como sea necesario. La terapia bifocal autoriza, de este modo, una cierta difusión de las investiduras, una relativa escisión de los objetos y una conflictualidad más tolerable que se Tabla 1. Funciones de los terapeutas en la terapia bifocal Psiquiatra referente Psicoterapeuta • Toma más en cuenta la realidad externa (médica, escolar o social). • Se concentra predominantemente en la realidad interna. • Interviene sobre esta de manera activa. • Interviene sobre esta por medio de la T-CT. • Se encarga más específicamente de la depresión sintomática. • Puede concentrarse en el trabajo elaborativo de la depresión. • Prepara, abre o mantiene la posibilidad de un trabajo psicoterapéutico. • • Reconoce explícitamente el afecto depresivo y lo nombra como tal. El trabajo sobre la realidad psíquica requiere un apoyo para la realidad externa. • Se aparta de la neutralidad y frecuentemente toma partido. Permite la instalación de un movimiento depresivo franco. • Tiende hacia la neutralidad y busca recuperarla e interpretarla cuando la pierde. • No asume ninguna prescripción. • El espacio de la psicoterapia pertenece tan sólo al adolescente. • Las amenazas de ruptura son abordadas en el marco de la psicoterapia. • • Se encarga de la eventual prescripción de antidepresivos. • Interlocutor siempre disponible para los padres del adolescente. • Interlocutor siempre disponible para el adolescente cuando existe amenaza de ruptura. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 89 S Rojas-Urrego A. va sustentando cada vez más, a pequeñas dosis, gracias al incremento de la tolerancia del adolescente. • Por otra parte, la diferenciación entre los dos terapeutas, claramente inscrita en la realidad externa, permite sostener una función tercera o de terceridad (13), por lo general mínima en estos adolescentes, que evita el riesgo del encierro en una relación dual que fácilmente se torna totalitaria y alienante para el adolescente. Para terminar enumero algunas de las condiciones y de las ventajas inherentes a la terapia bifocal: • • • • 90 S Requiere un trabajo conjunto, con un mutuo respeto por los espacios y las funciones de cada quien. Permite que ambos terapeutas piensen conjuntamente en el adolescente y se brinden apoyo mutuo. Puede incluso hablarse en estos casos de una “supervisión recíproca”, nunca despreciable cuando se trata de pacientes que solicitan con tanta intensidad a cada uno de los terapeutas. La disociación ya aludida entre las dos personas que intervienen favorece el trabajo de desplazamiento y de simbolización en el adolescente. En efecto, la existencia en la realidad externa de dos lugares y tiempos terapéuticos, separados y distantes, permite establecer un espacio en el cual se irá inscri- biendo una actividad de desplazamiento y, consiguientemente, un trabajo de simbolización. La terapia bifocal limita el riesgo de una ruptura temprana de la psicoterapia, como ya fue dicho, gracias a la posibilidad que brinda al adolescente de regular la intensidad de la transferencia. En otras palabras, esta se diluye o se reparte entre los dos terapeutas, mientras progresivamente el adolescente va siendo capaz de integrar las distintas modalidades relacionales en una sola persona. Resulta evidente que esta modalidad de trabajo sólo sea posible si existe una marcada coherencia entre el psiquiatra referente y el psicoterapeuta. Sólo de este modo es posible tanto el trabajo conjunto como la elaboración común, que reúne las distintas imágenes que cada uno va teniendo del adolescente. Para esta tarea se impone, por supuesto, el que compartan las mismas referencias teóricas. A manera de conclusión Más que concluir, quiero subrayar dos puntos que pueden invitar a la reflexión. Por una parte, la importancia del encuentro terapéutico con el adolescente deprimido; por la otra, la trascendencia de analizar y de dar sentido a su depresión. De la respuesta del psicoterapeuta y de la calidad de su comprensión Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos van a depender en buena medida no sólo el presente, sino también el futuro del adolescente. La depresión en este período de la vida, sea cual fuere su origen, traduce siempre dificultades en los procesos de identificación, de diferenciación y de individuación (6). Así mismo, hace manifiesta la presencia de un rechazo violento de una parte esencial de sí mismo, del propio cuerpo, de los pensamientos y los deseos propios. No partir a la búsqueda de aquello que ha sido expulsado puede amputar al adolescente de parte de sus potencialidades (con frecuencia las más ricas), pues son las más cargadas de afecto, las más vitales, las más creativas, las más pulsionales, más allá de la depresión, más allá de las apariencias. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. 6. Pelicier Y. Angoisse et tranquillité. Paris: Ed. Roger Dacosta; 1985-6. 2 vol. Jeammet P. Dynamique de l’adolescence. En : Encyclopédie MédicoChirurgical Psychiatrie. Paris: Editions Techniques; 1997;37-213-A20. Jeammet Ph, Corcos M. Évolution des problématiques à l’adolescence : l’émergence de la dépendance et ses aménagements. París: Doin; 2001. Corcos M, Speranza M, Clervoy P, Jeammet Ph. Les troubles maniacodépressifs à l’adolescence. París: Masson; 1999. Jeammet P. Enjeux actuels des thérapies à l’adolescence. L’autre. 2001;4(2):29-51. Cahn R. L’adolescent dans la psychanalyse: l’aventure de la subjectivation. Paris: Presses Universitaires de France; 1998. 14. 15. 16. 17. Laufer M, Laufer ME. Adolescence and developmental breakdown: a psychoanalytic view. New Haven: Yale University Press; 1984. Ladame F. L’adolescence, entre rêve et action. Rev Franç Psychanal. 1991;55(6):1493-541. Ladame F. Courtes remarques sur l’analyse des adolescents. Rev Franç Psychanal. 1992;56(3):827-35. Jeammet P. Psychothérapie de l’adolescent. En: Encyclopédie Médico-Chirurgical Psychiatrie. Paris: Editions Techniques; 1989;37-812B10:5-1989. Corcos M, Lamas C, Jeammet Ph. Psychothérapies à l’adolescence. En: Encyclopédie Médico-Chirurgical Psychiatrie. Paris: Editions Techniques; 2008 [en prensa]. Jeammet Ph. L’interprétation en psychothérapie et psychanalyse d’adolescents. En: Manzano J, editor. L’interprétation en psychothérapie d’enfants et d’adolescents. Paris: Médecine et hygiène; 1997. p. 47-58. Rojas-Urrego A. Del “allá y ahora como aquí y entonces” al “aquí y (entonces) ahora”. Consideraciones sobre la interpretación transferencial en el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica del adolescente. En: Psicoanálisis y sexualidad. Barcelona: International Psychoanalytical Studies Organization; 1997. p. 121-130. Kernberg OF. Psychoanalysis, psychoanalytic psychotherapy and supportive psychotherapy: contemporary controversies. Int J Psychoanal. 1999;80(Pt 6):1075-91. Green A. Idées directrices pour une psychanalyse contemporaine: méconnaissance et reconnaissance de l’inconscient. Paris: Presses Universitaires de France; 2002. Marcelli D. Entretien avec l’adolescent et son évaluation. En: Encyclopédie Médico-Chirurgical Psychiatrie. Paris: Editions Techniques; 1991;37-213A10. Corcos M. La thérapie bifocale dans la dépression de l’adolescent: intérêts et indications. Neuropsychiatr Enfance Adolesc. 1999;47:191-9. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 91 S Rojas-Urrego A. 18. Jeammet Ph. La dépression chez l’adolescent. En: Lebovici S, Diatkine R, Solué M. Nouveau traité de psychiatrie de l’enfant et de l’adolescent. Vol. 2. Paris: Presses Universitaires de France; 1999. 19. Misès R, Rojas-Urrego A. La clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente. Rev Colomb Psiquiatr. 1991;20(1):9-31; 20. Misès R, Rojas-Urrego A. La clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente. Rev Colomb Psiquiatr. 1991;20(4):265-88. 21. Misès R, Rojas-Urrego A. La clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente. Rev Colomb Psiquiatr. 1992;21(3):172-86. 22. Misès R, Rojas-Urrego A. La clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente. Rev Colomb Psiquiatr. 1992;21(4):259-70. 23. Misès R, Fortineau J, Jeammet P, Lang JL, Mazet P, Plantade A, et al. Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente. Buenos Aires: Polemos; 2004. Recibido para evaluación: 20 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Alejandro Rojas-Urrego Instituto Colombiano de Psicoanálisis Cra. 14A Nº 102-52 Bogotá, Colombia alejandrorojasurrego@gmail.com 92 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos Anexo La Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente (CFTMNA) (19), en su versión revisada del 2000 (CFTMEA-R-2000) (20), propone los siguientes capítulos, categorías y subcategorías para la depresión del adolescente: En el Capítulo 1 (Autismo y psicosis), la categoría 1.4 (Trastornos tímicos) incluye en 1.41 (Trastornos tímicos del adolescente) distintas formas de un episodio depresivo (1.411): • • • • • 1.4110 Episodio depresivo actual inscrito en un trastorno afectivo bipolar. 1.4111 Episodio depresivo grave sin dimensión melancólica manifiesta. 1.4112 Episodio depresivo grave sin dimensión melancólica manifiesta, con síntomas psicóticos. 1.4113 Episodio depresivo grave con dimensión melancólica. 1.4114 Episodio depresivo grave con melancolía delirante. La categoría 1.5 (Estados depresivos después de un episodio psicótico) permite clasificar, de manera transitoria, cuadros clínicos relativamente frecuentes en la adolescencia. Entre los trastornos neuróticos del Capítulo 2, la subcategoría 2.5 se denomina depresión neurótica, para un cuadro clínico que responde a los criterios generales de los trastornos neuróticos y en el cual predomina el síndrome depresivo. En el Capítulo 3 (Patologías límite), la subcategoría 3.4 da cabida a las depresiones vinculadas a una patología límite. El Capítulo 4 (Trastornos reactivos) considera la depresión reactiva (4.0), para trastornos de aparición reciente y en los cuales resulta posible establecer una causa desencadenante precisa, mientras se mantiene la integridad de la personalidad del sujeto. Finalmente, el Capítulo 9 (Variaciones de la normalidad) incluye los momentos depresivos (9.1), para trastornos transitorios que son frecuentes en la evolución normal del adolescente y pueden corresponder, incluso, a momentos fecundos del desarrollo. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 93 S Anotaciones sobre la noción de terapia bifocal en la adolescencia Maurice Corcos1 Resumen Introducción: A partir de la reflexión alrededor de las especificidades del funcionamiento psíquico en la adolescencia han surgido propuestas novedosas sobre la posibilidad de elaborar un marco terapéutico igualmente específico. La terapia bifocal (propuesta por Jeammet y desarrollada por el autor de este artículo) es una de estas respuestas. Intervienen en ella dos terapeutas, cada uno en un tiempo y un lugar diferentes: un psiquiatra consultante (o referente) y un psicoterapeuta. Desarrollo: El autor propone una serie de hipótesis sobre el porqué de la no adaptación a la adolescencia de los enfoques psicoterapéuticos tradicionales, particularmente cuando existen fallas en las capacidades de mentalización, dificultades para mantener la diferenciación entre realidad externa y realidad interna y una clara tendencia a la actuación. Recorre, además, el difícil territorio de la participación del entorno, en particular familiar, en las vicisitudes que rodean al adolescente que requiere de un tratamiento y cómo éstas dan testimonio de la inevitable intrincación de elementos de la realidad externa con aquellos que pertenecen al marco de la relación terapéutica. Define y sustenta, finalmente, las funciones que en el marco de la terapia bifocal asumen el psiquiatra consultante y el psicoterapeuta. Palabras clave: adolescencia, terapia bifocal, psiquiatra consultante, psicoterapeuta. Title: Bifocal Therapy in Adolescence Abstract Introduction: Stemming from musings around the specificities of psychic functioning in adolescence, novel proposals have emerged regarding the possibility of a just as specific therapeutic framework. Bifocal therapy (proposed by Ph. Jeammet and developed by the author of this article) exemplifies one of these proposals. Two therapists intervene, each one in a different time and place: a consultant psychiatrist and a psychotherapist. Development: The author proposes a series of hypothesis on why adolescence does not adapt to traditional psychotherapeutic approaches, particularly when failures exist in the ability to mentalize, to maintain a differentiation between inner and outer realities and a tendency to act is clearly present. He also explores the difficult territory of the environment’s concurrence, specially the family, and the vicissitudes that surround the adolescent that requires treatment, 1 Médico, psiquiatra de niños y adolescentes, psicoanalista. Profesor de psiquiatría de niños y adolescentes, Université René Descartes (París V). Jefe del Servicio de Psiquiatría del Adolescente y del Adulto Joven, Institut Mutualiste Montsouris, París, Francia. 94 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Anotaciones sobre la noción de terapia bifocal en la adolescencia shedding evidence on the inevitable intrication of elements from external reality with those that belong to the therapeutic relationship. Finally, he defines and explains the functions of the consultant psychiatrist and the psychotherapist in bifocal therapy. Key words: Adolescence, bifocal therapy, consultant psychiatrist, psychotherapist. Introducción La reflexión alrededor de las especificidades del funcionamiento psíquico en la adolescencia ha determinado aportes esenciales para la elaboración de un marco terapéutico igualmente específico. La terapia bifocal es una de estas respuestas. Hace intervenir a dos terapeutas, cada uno en un tiempo y un lugar diferentes: un psiquiatra consultante y un psicoterapeuta. Tras la evaluación de un episodio agudo, esta terapia se indica generalmente después de encontrar la persistencia de síntomas, de una organización problemática de la personalidad y del hallazgo, finalmente, de la naturaleza y de la intensidad de conflictos que llevan al psiquiatra consultante a proponer, de manera paralela al tratamiento por él indicado y asegurado, la indicación de una psicoterapia de inspiración analítica con objetivos esencialmente profilácticos, si no curativos. La importancia de conductas actuadas —en detrimento de las capacidades de mentalización—, el recurso a lo perceptivo como modalidad defensiva frente a una realidad interior generadora de inseguridad, pero también como intento para mantener la diferenciación entre realidad externa y realidad interna, llevan a interrogarse sobre la pertinencia de modalidades terapéuticas que favorecen la regresión, reposan sobre la abstinencia por parte del terapeuta y asignan prioridad a la mentalización y a la actividad de elaboración. La frecuencia de interrupciones y rupturas del tratamiento por parte de los pacientes adolescentes —consecuencia seguramente y en gran medida del desarrollo de relaciones que favorecen la indiferenciación y la sensación de dominio por parte del otro—, subraya el riesgo que conlleva toda relación en el contexto de la problemática adolescente y hace hincapié en la necesidad y la dificultad que suponen construir y respetar una justa distancia relacional. El lugar de la familia y las intervenciones frecuentes de esta última en la terapia, así como todo aquello que está en juego en materia de porvenir escolar y profesional, dan testimonio de la inevitable intrincación de elementos de la realidad externa con aquellos que pertenecen al marco de la relación terapéutica La propuesta de una mediación en la relación psicoterapéutica, gracias a la introducción de un tercero (el psi- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 95 S Corcos M. quiatra consultante), se deriva de las constataciones previamente evocadas. Las terapias bifocales se basan, por consiguiente, en la presencia de una pareja psicoterapeuta-psiquiatra consultante en el tratamiento integral del adolescente, como figuración de la dualidad psíquica del paciente entre realidad externa y realidad interna, estableciendo una cierta tensión, pero también una articulación entre las dos personas que intervienen. Esta representación proyectada del aparato psíquico en el dispositivo terapéutico propuesto, “espacio psíquico ampliado” (1,2), permite el despliegue de la problemática del paciente y su disolución en los elementos del encuadre terapéutico. Esto conlleva un valor no solamente figurativo, sino, además, elaborativo. En efecto, un dispositivo semejante aporta una función supletoria a la función del aparato psíquico del paciente que, justamente y en razón de sus dificultades, evidencia fallas en distintos niveles. El psiquiatra consultante garantiza la continuidad y la coherencia de la relación terapéutica, asegura las condiciones de eficacia de la psicoterapia y restaura una tercera función que permite un cierto grado de diferenciación. Su objetivo es alcanzado, en buena medida, gracias a la intervención activa en la realidad externa del paciente, proponiendo y asegurando distintas modificaciones pertinentes (contacto con el medio escolar y familiar, medidas educativas 96 S o institucionales eventuales, etc.). Él también es el encargado de prescribir un tratamiento farmacológico eventualmente necesario, permitir la discusión sobre la pertinencia de proseguir o suspender la terapia y decidir, cuando así lo requiera el estado del adolescente, una hospitalización durante una situación de crisis. Gracias a un dispositivo semejante, la investidura de la relación con el psicoterapeuta —un terapeuta “impuesto desde afuera”— resulta posible en la medida en que no se requiere una afirmación previa por parte del adolescente de un deseo propio de reconocimiento de una necesidad, con el riesgo que conlleva esta última al manifestarse de alienarlo, en el sentido de apresarlo o atraparlo, de dejarlo en manos de ese otro ahora “indispensable”. De este modo, el psiquiatra consultante, quien según fue dicho indica la necesidad de una psicoterapia, protege la relación terapéutica de intrusiones de la realidad externa (actuaciones, contexto de crisis, intrincación de las problemáticas del adolescente con las de su familia, etc.), que suele ser “llamada” para responder a dificultades de la realidad interna, y contribuye a la restauración de unas fronteras más claras del yo del adolescente. Paralelamente, la psicoterapia se puede concentrar en sus objetivos más clásicos: los que corresponden Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Anotaciones sobre la noción de terapia bifocal en la adolescencia a un intento de sobrepasar las dificultades impuestas por un antagonismo entre las necesidades del narcisismo y las que corresponden a la relación con los objetos. En la medida en que gracias al dispositivo resultan tolerables, los deseos que conducen hacia el otro son despertados y permitidos, para que el adolescente pueda encontrarse y no perderse en una relación intensa y novedosa. Puede construirse y reconstruirse, sin estar en la obligación de reconocer plenamente todo lo que le debe al aporte de ese otro. Pero para lograr alcanzar la posibilidad de pensar, de representarse y de elaborar estas dimensiones, se impone ayudar al adolescente a crear las condiciones que le hagan tolerable una experiencia semejante. La terapia bifocal, a la vez psiquiátrica y psicoterapéutica, permite articular la realidad interna y la realidad externa, siempre y cuando logre evitar, en razón de la problemática narcisista característica de estos adolescentes, dos riesgos principales: la seducción (atraer hacia sí) y la educación (dirigir hacia el exterior). Lo esencial se sitúa en la posibilidad de hallar progresivamente la buena y justa distancia relacional, en función de aquello que generalmente está en juego en la vida del paciente, tanto en su realidad interna como en su realidad externa; se trata, en otras palabras, de evitar tanto la “toxicidad” potencial de una excesiva presencia del objeto, como la desvitalización que resultaría de una excesiva ausencia de éste. Se tratará, entonces, de mostrarse suficientemente disponible para un “encuentro identificatorio” (3) que permita establecer un vínculo y mantenerlo a pesar de los ataques, evitando empero una respuesta a la avidez afectiva y a la búsqueda identificatoria que se deriva de una relación transferencia-contratransferencia excesivamente intensa. Las indicaciones de la terapia bifocal son amplias. Idealmente, se dirigen a todos los adolescentes que requieren un tratamiento psicoterapéutico. En la práctica, sin embargo, su indicación se impone en el contexto de carencias importantes del funcionamiento psíquico que hace temer una fragilidad narcisista y, por consiguiente, el riesgo de que se establezcan relaciones indiferenciadas. Estas últimas determinan una excitación psíquica que desbordaría las capacidades continentes del aparato psíquico del adolescente. Desde un punto de vista metapsicológico, el encuadre bifocal, con su corolario de alianza terapéutica, resulta útil en los registros narcisistas cuando los mecanismos de escisión del yo y de los objetos invasivos, la idealización y la identificación proyectiva se asocian a una marcada intensidad de los afectos y a trastornos de la simbolización. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 97 S Corcos M. La existencia y la presencia de un tercero (el psiquiatra consultante, “en el horizonte”) reduce estos mecanismos o, mejor, varía su distribución y orienta la atribución inconsciente de un rol al objeto (en particular maternal persecutorio) hacia el terapeuta alterno (el psiquiatra consultante), apoyado sobre la idealización del otro terapeuta. Se presenta, entonces, un uso terapéutico de los mecanismos de escisión del paciente (objeto idealizado, objeto persecutorio). Recordemos lo planteado por David (4), para quien Desde un punto de vista clínico, la terapia bifocal resulta particularmente apropiada para el tratamiento de las patologías fronterizas del adolescente con una fuerte dimensión narcisista, estructuras en las cuales prevalecen la vertiginosa proximidad del objeto o el abismo que resulta de su alejamiento, haciendo oscilar al sujeto entre el derrumbe depresivo, e incluso psicótico, y el intento de recuperarse por medio del recurso al acto. Nos encontramos, en efecto, enfrentados a estructuras de la personalidad en las cuales el tejido narcisista es poco sólido frente a un yo dividido y poco fiable. Estos estados se caracterizan, entre otros aspectos, por la imposibilidad para contener una tendencia interior a la actuación, en la cual se mezclan una solicitud de amor y un sufrimiento narcisista importante. Existe una tendencia a la actuación violenta en los trastornos fronterizos. En razón de la masividad de la transferencia, puede determinar una violencia transferencial y una versatilidad brutal de las identificaciones, que paraliza al analista en su posibilidad de pensar y que incluso, en algunos casos, desorganiza su yo, le impide mantener la atención flotante, lo involucra más allá de lo habitual y lo obliga a salir de su neutralidad, cerrando de este modo la puerta a su potencialidad para ser objeto de múltiples identificaciones. Estos estados corresponden a ciertas disposiciones estructurales, ciertas modalidades de funcionamiento psíquico poco propicias para el desarrollo de una cura analítica típica. Esto es particularmente cierto cuando existe una desarticulación más o menos importante entre la seguridad narcisista y la apetencia objetal, situación que se manifiesta en la clínica por medio de la intensidad de la dependencia de los otros, la masividad y la rigidez de las investiduras de tales relaciones. 98 S ... no existen distorsiones importantes de la organización relacional sin la presencia de fallas esenciales en la cohesión narcisista […] la precariedad o la excesiva conflictividad de los vínculos objetales remite generalmente a una falla en la integración de las pulsiones y, por consiguiente, a fallas de la función sintética del yo. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Anotaciones sobre la noción de terapia bifocal en la adolescencia El psiquiatra consultante asegura la posibilidad de canalizar tales actuaciones, sostiene con su presencia al terapeuta analista y responde a las inquietudes e interrogaciones del paciente adolescente sobre sus capacidades de destruir el pensamiento del analista y el vínculo con él. este modo investido y “sostenido” (en el sentido del holding según Winnicott [8]). Así, el paciente puede poco a poco y en limitadas cantidades disponer de la energía al fin liberada y susceptible de ser aportada a un verdadero trabajo psíquico. Referencias Estos “actos síntoma”, según la expresión de McDougall (5), lo “afectos acciones” (6), requieren un contrapunto al acto del adolescente: un acto terapéutico como punto de encarnación, de anclaje y de apoyo potencial a un proceso de transformación psíquica. Es este un punto de vista económico, en el sentido de la metapsicología freudiana. Este acto es asumido de manera clara por el psiquiatra consultante, quien tendrá a cargo establecer límites igualmente claros, el expresar exigencias, y contener procesos pulsionales (desempeñando una función de barrera protectora, clínica y/o farmacológica). El “acto terapéutico”, bien temperado, implica asumir distintos afectos contratransferenciales (7) y genera frecuentemente un efecto de alivio para el adolescente que se siente de 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Jeammet P. Réalité externe et réalité interne: importance et spécificité de leur articulation à l’adolescence. Rev Fr Psychanal. 1980;44(3-4):481-521. Jeammet P. Les destins de la dépendance à l’adolescence. Neuropsychiatr Enfance Adolesc. 1990;38(4-5):190-9. Kestemberg E. L’identité de l’identification chez les adolescents. Psychiatr Enfant. 1962;2:441-522. David C. Ruptures du lien transférentiel. In: Liens. Nouvelle Revue de Psychanalyse 28. París: Gallimard; 1983. p. 229-44. McDougall J. Entretien sur la boulimie avec Alain Fine. In: Brusset B, Couvreur C, Fine A, editors. La boulimie. París: Presses Universitaires de France; 1991. p.143-51. Freud S. Deuil et mélancolie. In: Freud S. Métapsychologie. Paris: Gallimard; 1968. p. 145-68. Searles H. Le “médecin dévoué” dans la psychothérapie et la psychanalyse. In : L’amour de la haine. Nouvelle Revue de Psychanalyse 33. París: Gallimard; 1986. p. 249-62. Winnicott DW. Jeu et réalité: l’espace potentiel. París: Gallimard; 1975. Recibido para evaluación: 22 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Maurice Corcos Institut Mutualiste Montsouris 42, Boulevard Jourdan, 75014 París, Francia Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 99 S Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace Carlos Gómez-Restrepo1 Resumen Introducción: Los pacientes y las condiciones que trata el psiquiatra de enlace requieren técnicas terapéuticas breves que aporten soluciones a los problemas y que disminuyan la carga que existe sobre las familias y los profesionales de la salud. Objetivo: Hacer una revisión narrativa de algunas técnicas terapéuticas de uso en enlace. Método: Revisión de la literatura. Desarrollo: Se provee una revisión de algunas técnicas de terapia breve, modalidades grupales, técnicas de relajación, hipnosis, terapia de ordalía y otras usadas en los profesionales de la salud, como los grupos Balint, y en los pacientes y sus familias, como la psicoeducación. Palabras clave: psiquiatría de enlace, terapia breve, terapia de grupo, técnicas de relajación. Title: Short Psychotherapeutic Techniques in Liaison Psychiatry Abstract Introduction: Liaison psychiatrist treat patients and conditions that require short psychotherapeutic techniques, which will contribute to solve the patient’s problems, and reduce the burden on both family and health professionals. Objective: To do a narrative review of some therapeutic techniques used in liaison psychiatry. Method: Literature review. Development: Some short therapy techniques are reviewed, i.e. group therapy, relaxation techniques, hypnosis, ordalia therapy and others used by health professionals, such as Balint Groups, as well as psychoeducation for the patients and their families. Key words: Liaison psychiatry, short therapy, group therapy, relaxation techniques. 1 Médico psiquiatra. MSc en epidemiología clínica. Psicoanalista. Profesor asociado y coordinador del Programa de Especialización en Psiquiatría de Enlace del Departamento Psiquiatría y Salud Mental y profesor del Departamento de Epidemiología Clínica y Bioestadística, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. 100 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace Introducción De acuerdo con Goldberg y Green (1), podemos enmarcar la psicoterapia en psiquiatría de enlace en el entendimiento e intercambio de experiencias del médico psiquiatra y el paciente, donde este último comunica sus vivencias, ideas, imaginarios y emociones sobre los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de su enfermedad. La enfermedad y, en muchos casos, la hospitalización subsecuente son eventos emocionalmente perturbadores y movilizan gran cantidad de emociones personales y familiares. El interjuego de los componentes biológicos, psicológicos y sociales de la enfermedad tiene manifestaciones particulares en cada persona, y lleva a que individuos con patologías similares puedan producir manifestaciones totalmente diversas en lo psicológico. De acuerdo con Green (2) la dinámica de la enfermedad tiene diversos aspectos según sus componentes físicos, mentales y sociales. Así, en lo biológico podemos esperar diversas respuestas dependiendo del tipo de enfermedad, la gravedad, el tiempo de evolución, el órgano afectado, la función o el umbral al dolor, entre otros aspectos. En lo psicológico influyen la estructura o madurez yoica, los me- canismos de defensa que utiliza el individuo, sus rasgos de personalidad, la etapa del ciclo vital en que se encuentra, sus antecedentes psiquiátricos, sus antecedentes médicos y hospitalarios, por citar algunos elementos. Y en lo social, el tipo de familia y sus relaciones familiares, la actitud familiar hacia la enfermedad, los imaginarios familiares sobre la enfermedad, los antecedentes de enfermedad en la familia, los duelos familiares, la cultura, las relaciones interpersonales, la responsabilidad del enfermo con su familia, la historia de relaciones con el equipo médico, entre otras circunstancias. Esta diversidad y las múltiples combinaciones posibles hacen que cada enfermo y cada relación médicopaciente tengan una singularidad dada. Las situaciones antes anotadas pueden llevar a diversas manifestaciones clínicas en las personas enfermas, las cuales se pueden evidenciar en la práctica como respuestas con un predominio de negación a la enfermedad, de ansiedad, agresión, depresión, dependencia, rompimientos de tipo psicótico, etc. que requieren diversos manejos y el empleo de diversas técnicas terapéuticas con las cuales se espera que el paciente recobre el equilibrio y pueda manejar de mejor forma sus dificultades. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 101 S Gómez-Restrepo C. Factores psicológicos y psiquiátricos asociados a la hospitalización y a la enfermedad La enfermedad y la hospitalización producen un sinnúmero de reacciones personales y familiares que debe ser conocidas para realizar una intervención psicoterapéutica oportuna y eficiente. Diversos autores (3,4) describen factores asociados a la enfermedad y a la hospitalización que predisponen a una mayor vulnerabilidad para trastornos mentales; estos factores deben ser tenidos en cuenta al momento de realizar intervenciones psicoterapéuticas (Cuadro 1). Es fundamental tener en cuenta los factores enumerados al momento de realizar una intervención. El predo- minio de uno u otro llevará a interacciones y pautas de intervención diversas dentro de las cuales se debe contar, por lo general, con la familia o, en su defecto, con el acudiente. Es habitual que muchos pacientes requieran asistencia psiquiátrica durante su hospitalización o en su proceso de enfermedad. No obstante, una vez culminado la primera o el segundo, muchos deciden no continuar su manejo psicoterapéutico. Así mismo, los promedios de estancia cada vez más cortos y las restricciones que imponen las aseguradoras hacen que nuestro encuentro con el paciente deba durar muy poco, de tal manera que muchas intervenciones tienen que ser cada vez más breves y eficaces. Más aún cuando otros especialistas solicitan nuestra ayuda días Cuadro 1. Factores asociados a la hospitalización y enfermedad • • • • • • • • • • • • • • • • • 102 S Procedimientos médicos intrusivos Aislamiento Pérdida de la autonomía y privacidad Dolor Cambio del medio ambiente Posibilidad de incapacidad o muerte Deprivación de sueño Incertidumbre respecto a la etiología, el diagnóstico y el pronóstico Dificultades para asumir las responsabilidades habituales Carga económica y problemas financieros derivados de la enfermedad Consecuencias sobre el cuerpo y sobre la imagen corporal derivadas de la enfermedad o las intervenciones Pérdidas y duelos derivados de la enfermedad Conocimiento incompleto o equivocado acerca de la enfermedad Fantasías y representaciones sobre la enfermedad Temores acerca de la confidencialidad y el manejo de terceros Dudas acerca de la pertinencia o no de informarle al familiar acerca de su estado (esto con mayor frecuencia en menores de edad o en la tercera edad, lo cual se refleja en dificultades de los acudientes) Claridad o inquietudes sobre el soporte familiar Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace después del ingreso del paciente al hospital. Modalidades terapéuticas en psiquiatría de enlace A continuación presentaremos algunas modalidades terapéuticas (Cuadro 2) que pueden ser utilizadas por el psiquiatra de enlace para manejar algunas de las situaciones con las cuales nos enfrentamos en nuestro quehacer diario. Esta presentación pretende esbozar someramente algunas de las técnicas propuestas que pueden ser utilizadas durante la hospitalización o con pacientes con patología somática en la consulta externa. Cuadro 2. Algunas modalidades terapéuticas de uso en psiquiatría de enlace • • • • • • • Terapia breve de diversas orientaciones Técnicas de relajación Técnicas de hipnosis Terapia de grupo Terapia (técnica) de ordalía Grupos Balint Psicoeducación Terapia breve de diversas orientaciones2 Abarca opciones como la terapia cognitivo-conductual, diversas modalidades de terapia Gestalt, terapia 2 rogeriana, programación neurolingüística, técnicas ericksonianas, terapia racional emotiva, etc. En el presente artículo no se pretende resumir cada una de las diferentes modalidades, sino dar algunos parámetros que son comunes a la mayoría. En términos generales la terapia breve en el ámbito de la psiquiatría de enlace debe ser dinámica y flexible y en ella debe predominar lo directivo sobre lo interpretativo, dado que con muchos pacientes tendremos un número muy escaso de reuniones. En ocasiones la interpretación puede mejorar ostensiblemente un cuadro como el temor a la muerte en una persona que no duerme, o darle nombre a alguna sensación en el caso de un paciente con alexitimia. En estos casos una interpretación oportuna y adecuada puede cambiar el rumbo de un síndrome. Durante la intervención, el psiquiatra de enlace debe identificar y describir claramente el problema, así como evidenciar la gama de posibles soluciones. Una vez delimitado, se procura precisar la historia de los intentos de solución que se han dado en el pasado (si existen) y se utiliza la estrategia Para este tema recomendamos la lectura del artículo “Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo”, de Ariel Alarcón, publicado en este mismo Suplemento de la Revista Colombiana de Psiquiatría. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 103 S Gómez-Restrepo C. que haya demostrado mayor eficacia. Así mismo, es útil estructurar el problema en términos de los comportamientos, interacciones y tipos de comunicación implicado, así como definir cuándo, cómo, con quién, con qué frecuencia y a quién afecta. Por último, se fijan las metas o alcances del tratamiento y se diseñan las intervenciones plausibles al problema definido. • Refiere Halley (5) que mientras la terapia prolongada se basa en la interpretación, en la breve predomina lo directivo. En este sentido, el terapeuta es más activo. Por otra parte, la terapia breve suele centrarse en un problema y pretende devolverle su funcionamiento basal lo más rápidamente posible. Se ha propuesto que la terapia breve sea precisa y que cada intervención teóricamente debería producir un efecto. • Binder (6) establece una serie de conceptos básicos que deben incluirse en una terapia breve, los cuales adaptamos a continuación: • • Problemas y metas concretos: El énfasis y los objetivos de la terapia deben estar dirigidos a las problemáticas predominantes y sus metas deben estar claramente definidas. Por ejemplo, se debe definir el insomnio o los temores que tiene el paciente durante su hospitalización. Límites y manejo del tiempo: Establecer límites en el tiempo 104 S • no sólo lleva a centrarse en lo relevante, sino también a tener una actitud más proactiva tanto del paciente como del terapeuta para resolver el problema. El tener un tiempo limitado nos lleva a actuar como si fuera la última vez que nos encontráramos y ello puede tener efectos benéficos en psicoterapia o intervenciones breves. Criterios específicos de selección: Existen muchas características que hacen la terapia más exitosa. Dentro de estos criterios se destaca la historia de adecuadas relaciones interpersonales, el ajuste premórbido, la motivación, los rasgos de personalidad y la habilidad para la comunicación. Dentro de estas, la primera ha sido habitualmente recalcada y predictora de éxitos. Actitud del terapeuta: En terapia breve y en concreto “ultrabreve”, como la de muchos casos de enlace durante la hospitalización, el terapeuta debe ser más activo, facilitar la comunicación, dirigir la exploración de temas relevantes, explicar y, en ocasiones, educar sobre problemas clínicos. Cálculo de la duración del tratamiento y terminación: En general, durante la primera entrevista el terapeuta debe calcular el número de sesiones deseable y posible con cada paciente. En caso de requerirse, se Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace le sugiere continuar después de su hospitalización; por ejemplo, cuando se ven problemáticas previas que incrementan o favorecen la actual, como en casos de abuso de alcohol, depresiones recurrentes, trastornos de personalidad, etc. No obstante, la mayoría de veces se limita a la hospitalización. Terapia de relajación La relajación y su entrenamiento son una de las metas más buscadas en el ámbito hospitalario y con pacientes enfermos. Desde los estudios clásicos de Walter R. Hess, W.B Cannon y Hans Seyle sobre respuestas del hipotálamo a diversas estimulaciones, homeostasis (respuesta de lucha y huida) y síndrome general de adaptación, respectivamente, la importancia de la respuesta de relajación ha sido referida por diversos autores (7-15) y su uso es cada vez más difundido. En psiquiatría de enlace, la relajación ha sido utilizada para el manejo de diversos tipos de dolor, el insomnio, la mejoría de la respuesta inmune y el manejo de diversos síntomas, como la ansiedad por procedimientos médicos. Igualmente, es coadyuvante en el manejo de la hipertensión, el síndrome de colón irritable y otras problemáticas psicosomáticas, y se ha empleado como parte de otras técnicas, como la desensibilización sistemática y el manejo de dolor con programación neurolingüística. En general, se han descrito varias técnicas dentro de las cuales están la relajación autógena de Shultz, la relajación progresiva de Jacobson y la respuesta de relajación de Benson. Cada una de ellas tiene sus ventajas; no obstante, por facilidad se recomienda utilizar las dos últimas en el ámbito hospitalario. La de Jacobson, por su conveniencia para pacientes menores, y la de Benson, por su facilidad y rapidez en la mayoría de los pacientes. Podríamos catalogar la relajación autógena como el patrón de oro, pero tiene dificultades para enseñarla en unas pocas sesiones y su uso se recomienda más en pacientes ambulatorios y en quienes se pueda suponer una asistencia a mediano o largo plazo a la psicoterapia. La descripción de las diversas técnicas puede ser consultada en diversas fuentes (8,14,16) En términos generales, es importante tener en cuenta que se debe manejar para ellas un ambiente silencioso, una posición cómoda, un objeto en el cual concentrarse y propender por una actitud pasiva. El entrenamiento de relajación se puede realizar de manera individual en la cama de los pacientes hospitalizados y de manera grupal en el caso de pacientes con hipertensión arterial, VIH-sida, enfermedad Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 105 S Gómez-Restrepo C. acido-péptica, fibromialgia, entre otros. Para su adecuado manejo, el entrenamiento habitualmente requiere entre tres y cinco sesiones, en las cuales se realizan prácticas que el paciente aprende para practicar posteriormente de una a tres veces al día. Técnicas de hipnosis La hipnosis pretende centrar la atención o llevar a concentrarse sobre algo en particular, reduciendo al máximo la generación de “ruido” por otros agentes externos o internos, con el fin de poder describir situaciones o recuerdos que puedan promover un entendimiento sobre eventos que fueron disociados o excluidos de la conciencia y que afectan al individuo o se manifiestan de una forma poco deseable para él. En general sus usos se han limitado al control y manejo del dolor, del insomnio de difícil manejo por otras técnicas y de los trastor nos conversivos de diversa índole (por ejemplo, ceguera y parálisis histéricas); así mismo, es coadyuvante en el tratamiento para dejar el cigarrillo y controlar el peso y en algunas entidades o síntomas gastrointestinales, neurológicos, dermatológicos, osteomusculares y cardiopulmonares (17-21). El éxito de esta técnica, de acuerdo con Restrepo (22) depende de: • • • En psiquiatría de enlace se emplean algunas veces técnicas de hipnosis; no obstante, es importante recordar que todo lo que uno puede lograr mediante estas técnicas se puede lograr también con otras psicoterapias. Desde que se acuñó el término hipnosis por Braid en el siglo XIX, este tipo de técnica se ha utilizado para tratar diversas dolencias y se ha observado repetidamente que tiene la particularidad de acortar o acelerar el impacto de nuestras intervenciones (16), lo cual la hace susceptible de ser utilizada cuando requerimos resultados a corto plazo. 106 S La susceptibilidad hipnótica del sujeto, que guarda relación con su habilidad discociativa e imaginativa. La motivación del individuo para este tipo de procedimiento. La relación de confianza que se establezca con el terapeuta hipnotizador. Existen un sinnúmero de técnicas que podríamos denominar métodos clásicos (levitación, cierre de los párpados, etc.) y otros que llamaríamos naturalistas. Estos últimos fueron creados por Milton Erickson, quien describe técnicas adecuadas para aplicar en el ámbito de la psiquiatría de enlace por su sencillez y eficacia (23,24). Por otra parte, el modelo de Erickson plantea una serie de modalidades de terapia breve que pueden ser combinadas con hipnosis y que podrían Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace ser útiles para intervenir sobre el paciente: el cambio de la frecuencia, velocidad, momento, ubicación, intensidad, cualidad, secuencia o duración del síntoma. Una o varias de estas modalidades pueden ser utilizadas para cambiar algunos de los síntomas con los que habitualmente nos topamos en el ejercicio de la psicoterapia en enlace (24). Terapia de grupo Podemos considerar al médico internista Joseph Pratt como el pionero en psicoterapia grupal. Él formó grupos de discusión para tratar los aspectos físicos de la tuberculosis que más tarde llevaron a una discusión de los problemas emocionales derivados de su enfermedad (25). Los grupos pueden tener diversas orientaciones: de sensibilización (ayudan a “conectarse” con las emociones; por ejemplo, para personas con alexitimia), terapéuticos (para profundizar en problemáticas de los asistentes), y de apoyo o autoayuda (dentro de estos los más reconocidos son los de alcohólicos anónimos y aquellos para pacientes con determinada patología). Dentro de las tendencias corrientemente utilizadas en los grupos terapéuticos, están aquellos con orientación psicodinámica (privilegian los procesos transferenciales, contratranferenciales, el porqué y la interpretación) y con orientación gestáltica (privilegian más los aspectos emocionales, catárticos y el cómo de las situaciones). Los grupos terapéuticos son habitualmente utilizados con pacientes con una determinada patología y que acepten trabajar en grupo las dificultades psicológicas derivadas o concurrentes con su trastorno somático de base. Por lo general, los grupos se componen de 8 a 12 pacientes, quienes trabajan una vez por semana por espacio de dos horas. En la actualidad estos grupos se han desarrollado para patologías como el cáncer de diverso tipo, los trastornos de la alimentación, los eventos traumáticos (violaciones, amputaciones, etc.), la hipertensión o el VIH-sida, entre otros, donde los pacientes tienen un espacio para ventilar y comprender sus dificultades, y aprender, sobre la base de sus propias vivencias y las de terceros, manejos diversos para su problemática. Así mismo, tienden a convertirse en grupos de apoyo en el tránsito de la enfermedad. En general los grupos fomentan la salud mental de los participantes, mejoran las relaciones interpersonales, la expresión verbal, la comprensión de las dificultades de otros y las propias, y brindan otras alternativas o repertorios a las personas. La terapia de grupo comparada con técnicas individuales tiene la ventaja Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 107 S Gómez-Restrepo C. de que el paciente cuenta con mayor apoyo (el de los otros integrantes del grupo). Así se disminuye el aislamiento en que viven algunos pacientes, se brinda la opción de observar otras respuestas a la enfermedad e interacciones con sí mismo o con otras personas y, en general, tiene un menor costo económico. La silla vacía ha sido utilizada con éxito en el contexto de duelos patológicos con el fin de cerrar situaciones que de otra forma habrían sido difíciles de elaborar mediante técnicas de otro tipo. Ejemplo de ello son las culpas de difícil resolución que se suscitan después de abortos provocados. Terapia de ordalía Dentro de la terapia gestáltica se destaca la técnica de la silla vacía, introducida por Fritz Perls, la cual se puede realizar en el contexto de una terapia de grupo o como técnica en la terapia individual. En esta modalidad le propone al paciente iniciar diálogos con personas u objetos internos o externos con las cuales tenga dificultades o situaciones inconclusas (26-28). Esta técnica se puede usar en: • • • Una situación de carácter traumático (por ejemplo, violación, maltrato, duelo, etc.), en la cual se ha inhibido o bloqueado alguna función de la persona. Con una persona que no esté disponible y con la cual se tenga una situación inconclusa del presente o el pasado. Con aspectos de la persona. Se trata de aspectos de la personalidad del paciente, que mediante el uso de esta técnica se vuelven más tangibles para ser comprendidos y manejados por él. Además, sirve como método catártico que disminuye las tensiones internas. 108 S Ordalía significa experiencia penosa, prueba severa o prueba de fuego. Esta terapia o modalidad tiene por objeto imponerle al paciente una ordalía o tarea penosa y más severa que el problema que la persona desea cambiar. La ordalía debe tener las siguientes características, de acuerdo con Halley (29): • • • Producir una molestia igual o mayor a la del síntoma que pretende erradicar. Ser algo que el paciente pueda ejecutar y que no pueda oponer objeciones válidas. Algunas veces se debe mantener por largos periodos para curar el síntoma. En este tipo de técnica el terapeuta, después de conocer claramente alguna problemática o síntoma que por lo general no ha cedido a ninguna medida terapéutica—, identifica algo que el paciente desearía realizar pero no lo ha hecho (por ejemplo, arreglar la casa o hacer ejercicio), y trabaja sobre el deseo del paciente de hacer cualquier cosa para impedir que su problema o síntoma continúe. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace Entonces, se le propone realizar la ordalía cada vez que quiera hacer o haga lo que quiere eliminar. De esta manera, las etapas de la terapia de ordalía son: 1. 2. 3. 4. 5. 6. Definir claramente el problema. Comprometerse a superar el problema. Seleccionar la ordalía. Trazar una directiva para realizar la ordalía si se presenta el síntoma o conducta. Continuar realizando la ordalía hasta que el síntoma se resuelva. Insertar la ordalía en el contexto social. Este tipo de técnica en psiquiatría de enlace puede ser útil para el manejo de casos de insomnio graves en los cuales no habido una buena respuesta a los tratamientos convencionales. Así mismo, para el manejo de algunas conductas de riesgo, como el fumar en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica o con antecedentes de infarto agudo del miocardio. Grupos Balint Fueron creados por el psicoanalista húngaro Michael Balint cuando se radicó en Londres y trabajó en la Clínica Tavistock. En 1925 publicó sus primeros artículos que muestran claramente su línea, titulados “Sobre las psicoterapias para el médico general” y “Psicoterapia y psicogénesis de los síntomas físicos”. En 1950 inició los Seminarios de Discusión Grupal sobre Problemas Psicológicos en la Práctica Médica General y en 1955 publicó su libro El médico, el paciente y la enfermedad. Hacia 1970 se funda la Sociedad Balint de Inglaterra y se edita la Journal of the Balint Society (30-32). El grupo Balint se puede definir como “un grupo homogéneo de médicos que opera como un instrumento de investigación, enseñanza y aprendizaje de la relación médico-paciente” (30). En estos grupos, de manera resumida, se procura mejorar el ejercicio médico estudiando los problemas que se suscitan en la relación médico-paciente. Se plantea que todo encuentro médico-paciente, denominado situación médica, depende de: • • • El ámbito en que se realiza (características y condiciones particulares). El médico y su intervención (incluye la concepción del ejercicio del rol médico). El paciente, sus características y el tipo de padecimiento que tiene. Los grupos Balint son actividades realizadas por el psiquiatra de enlace, idealmente psicoanalista, con médicos o profesionales de la salud, donde se trabaja específicamente sobre una situación, problema o hecho médico significativo planteado por alguno de los asistentes, no sobre el caso como una historia clínica, historial psicopatológico o intervención técnica. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 109 S Gómez-Restrepo C. Por lo general, se trabaja con un grupo de 6 a 14 profesionales, por espacio de una a dos horas semanales, con el objeto de analizar situaciones médicas, sus encuadres y procesos relacionándolos con los problemas que se suscitaron en la relación médico-paciente. Esto, en procura, como decía Balint, de “ayudar a los médicos a adquirir mayor sensibilidad ante el proceso que se desarrolla, consciente o inconscientemente, en la mente del paciente cuando el médico y el paciente están juntos”, produciendo “un limitado pero considerable cambio en la personalidad del médico” y profundizando en el entendimiento y manejo de la contratransferencia (31). Estos grupos tienen como fin enriquecer la praxis médica, aumentar sus posibilidades diagnósticas y terapéuticas mediante el análisis de los problemas (casos) en el grupo, mejorar la escucha del médico, entender su contratranferencia e introducir la noción de acción terapéutica del médico. Psicoeducación La psicoeducación es la actividad educativa que se provee sobre la enfermedad, sus consecuencias y manejos en diversos ámbitos (personal, familiar, social) de las personas que sufren problemas mentales y/o somáticos. Se pretende que en la medida en que la persona enferma y su familia 110 S entiendan la enfermedad, podrán ser capaces de manejarla mejor y de vivir con su condición. En los trastornos psiquiátricos existe un desarrollo en diversas áreas de la psiquiatría involucrando pacientes y familias de personas con esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de personalidad, trastornos de estrés postraumático, entre otros, con éxito evidenciado en la disminución de las angustias que suscitan la enfermedad, la emoción expresada por la familia, la mejoría de la adherencia de los pacientes y sus familias a los tratamientos o recomendaciones, la disminución global de las recaídas y la mejor aceptación, introspección y desenvolvimiento del paciente con su enfermedad (33). En el campo de la psiquiatría de enlace, la psicoeducación ha logrado mediante intervenciones mejorar el conocimiento, las estrategias de manejo, el bienestar y la calidad de vida de los pacientes y cuidadores de personas con trastornos de diversa índole. Quisiéramos recalcar los trastornos demenciales donde la sobrecarga del cuidador y el síndrome de agotamiento (Burnout) pueden repercutir enormemente sobre las posibilidades de tratamiento y rehabilitación de los pacientes. Así mismo, estos grupos han ayudado a que los cuidadores tengan un espacio para compartir y entender en muchos Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace casos dificultades inherentes a la patología de su familiar o paciente. Por otra parte, existen intervenciones de psicoeducación sobre personas cuyo familiar se encuentra en una unidad de cuidado intensivo o está programado para una cirugía; en estos casos, la sola explicación de los procesos que se dan habitualmente dentro de estos servicios ayuda a que disminuyan las tensiones que supone esta situación y puedan colaborar de mejor manera con el personal que labora en estos servicios. 5. 6. 7. 8. 9. 10. Conclusión La labor del psiquiatra de enlace requiere el uso de diversas técnicas psicoterapéuticas para el manejo de los pacientes. En el presente artículo se revisan algunas de las técnicas individuales, familiares y con los profesionales de la salud que pueden ser empleadas en el ámbito de la psiquiatría de enlace. 11. 12. 13. 14. Referencias 1. 2. 3. 4. Goldberg R, Green S. Medical psychotherapy. Am Fam Physician. 1985;31(1):173-8. Green SA. Principles of medical psychotherapy. En: Stoudemire A, Fogel BS, Greenberg DB. Psychiatric care of the medical patient. 2nd ed. New York: Oxford University Press; 2000. Wise MG, Rundell JR. Clinical manual of psychosomatic medicine: a guide to consultation-liaison psychiatry. Arlinton VA: American Psychiatric Publishing; 2005. Stoudemire A, Fogel BS, Greenberg DB. Psychiatric care of the medical 15. 16. 17. patient. 2nd ed. New York: Oxford University Press; 2000. Halley J. ¿Por qué no hacemos terapia prolongada? En: Zeig JK, Gillian SG, editores. Terapia breve: mitos, métodos y metáforas. Buenos Aires: Amorrortu; 1994. Binder JL. Competencias clave en psicoterapia breve dinámica: la práctica clínica más allá del manual. New York: Guilford; 2004. Ader R. Psychoneuroimmunology. New York: Academic Press; 1981. Benson H, Klipper MZ. Relajación. Barcelona: Pomaire; 1977. Cannon WB. The emergency function of the adrenal medulla in pain and the major emotions. Am J Physiology. 1914;33(2):356-72. Elliott GR, Eisdorfer C. Stress and human health: analysis and implications of research: a study. New York: Springer; 1982. Gómez-González B, Escobar A. Estrés y sistema inmune. Rev Mex Neuroci. 2006;7(1):30-8. Hess WR. The functional organization of the diencephalon. New York: Grune and Stratton; 1958. Irwin M, Daniels M, Bloom ET, Smith TL, Weiner H. Life events, depressive symptoms, and immune function. Am J Psychiatry. 1987;144(4):437-41. Jacobson E. Progressive relaxation: a psychological and clinical investigation of muscular states and their significance in psychology and medical practice. 2nd ed. Chicago: University of Chicago Press; 1938. Moreno-Benavides C. El estrés, vino viejo en botellas nuevas. Avances en psiquiatría biológica. 2002;3:6-16 Gómez-Restrepo C, Cárdenas LA. Entrenamiento en relajación. En: Gómez-Restrepo C, Hernández-Bayona G, Rojas-Urrego A, Santacruz-Oleas H, Uribe-Restrepo M, editores. Psiquiatría clínica: diagnóstico y tratamiento en niños adolescentes y adultos. Bogotá: Editorial Médica Panamericana; 2008, p. 643-6. Maldonado JR, Spiegel D. Medical hipnosis. En: Stoudemire A, Fogel BS, Greenberg DB. Psychiatric care of the Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 111 S Gómez-Restrepo C. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. medical patient. 2nd ed. New York: Oxford University Press; 2000. Procter HG. Escritos esenciales de Milton H. Erickson. Barcelona: Paidós; 2002. 2 vol. Kopelman MD. Somatization and conversion disorders. In: Fogel BS, Schiffer RB, Rao SM, editors. Neuropsychiatry. Baltimore: Williams & Wilkins; 1996. p. 625-34. Sadock BJ, Kaplan HI, Sadock VA, editors. Kaplan and Sadock`s synopsis of psychiatry: behavioral sciences/clinical psychiatry. 9th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins; 2003. Spiegel H, Greenleaf M, Spiegel D. Hypnosis: an adjunct for psychotherapy. In: Sadock BJ, Sadock VA, editors. Kaplan and Sadock’s comprehensive textbook of psychiatry. 8th ed. Baltimore: Lippicott Williams and Wilkins; 2005. p. 2548-68. Restrepo GM. Hipnosis. En: GómezRestrepo C, Hernández-Bayona G, Rojas-Urrego A, Santacruz-Oleas H, Uribe-Restrepo M, editores. Psiquiatría clínica: diagnóstico y tratamiento en niños adolescentes y adultos. Bogotá: Editorial Médica Panamericana; 2008, p. 652-8. Erickson MH, Rossi EL. The collected papers of Milton H. Erickson on hypnosis. New York: Irvington; 1980. O’Hanlon WH. Raíces profundas: principios básicos de la terapia y de la hipnosis de Milton Erickson. Barcelona: Paidós Ibérica; 1995. 25. Restrepo GM. Psicoterapia de grupo. En: Gómez-Restrepo C, HernándezBayona G, Rojas-Urrego A, Santacruz-Oleas H, Uribe-Restrepo M, editores. Psiquiatría clínica: diagnóstico y tratamiento en niños adolescentes y adultos. Bogotá: Editorial Médica Panamericana; 2008, p. 631-5. 26. Castanedo-Secadas C. Grupos de encuentro en terapia Gestalt: de la “silla vacía” al círculo gestáltico. Barcelona: Herder; 2003. 27. Perls F. El enfoque guestáltico: testimonios de terapia. Madrid: Cuatro Vientos; 2001. 28. Casso P. Gestalt, terapia de autenticidad: de “ego” a “sí mismo”: la vida y obra de Fritz Perls. Barcelona: Kairós; 2003. 29. Haley J. Terapia de ordalía: caminos inusuales para modificar la conducta. Buenos Aires: Amorrortu; 1984. 30. Luchina IL. El grupo Balint: hacia un modelo clínico-situacional. Buenos Aires: Paidós; 1982. 31. Balint M. El médico, el paciente y la enfermedad. Buenos Aires: Libros Básicos; 1961. 32. Balint M, Balint E. Técnicas psicoterapéuticas en medicina. México: Siglo XXI; 1966. 33. Hogarty GE, Anderson CM, Reiss DJ, Kornblith SJ, Greenwald DP, Ulrich RF, et al. Family psychoeducation, social skills training, and maintenance chemotherapy in the aftercare treatment of schizophrenia: II. two-year effects of a controlled study on relapse and adjustment. Arch Gen Psychiatry. 1991;48(4):340-7. Recibido para evaluación: 10 de julio de 2008 Aceptado para publicación: 11 de agosto de 2008 Correspondencia Carlos Gómez-Restrepo Hospital Universitario de San Ignacio Carrera 7a. No. 40-62, piso 2 Bogotá, Colombia cgomez@javeriana.edu.co 112 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo Ariel Alarcón Prada1 Resumen Introducción: La psicoterapia de apoyo es la modalidad terapéutica más utilizada en psiquiatría. Objetivo: El presente trabajo busca explicar los principios básicos teóricos y técnicos que sustentan su práctica. Método: Revisión bibliográfica en la cual se definen los términos, filosofía, indicaciones y alcances de la psicoterapia de apoyo. Desarrollo: Se presentan las estrategias técnicas fundamentales en este tipo de psicoterapia, como lo son la formulación de caso, el encuadre, la escucha terapéutica, la alianza terapéutica, el ambiente facilitador, el manejo de la transferencia y la interpretación en la psicoterapia de apoyo, aportando ejemplos clínicos. Palabras clave: psicoterapia de apoyo, formulación de caso, encuadre, alianza terapéutica, escucha terapéutica. Title: Technical Fundamentals of Support Psychotherapy Abstract Introduction: Support psychotherapy (ST) is the most used treatment modality in psychiatry. Objective: The present work explains the basic theoretical and technical principles that support the practice of ST. Method: A bibliographical review is carried out, in which the terms, philosophy, indications and scope of support psychotherapy is defined. Development: The fundamental technical strategies in this psychotherapy type are presented, such as case formulation, setting, therapeutic listening, therapeutic alliance, the facilitating atmosphere, transference management and interpretation in ST. Clinical examples are given. Key words: support psychotherapy, case formulation, setting, therapeutic alliance, therapeutic listening. 1 Médico psiquiatra y psicoanalista. Docente adscrito a los departamentos de Psiquiatría de las universidades Javeriana y del Rosario, Bogotá, Colombia. Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Clínica de Marly, Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 113 S Alarcón A. Introducción A pesar de que la psicoterapia de apoyo (PA) es la modalidad psicoterapéutica más empleada en la clínica, hay pocos manuales sobre su técnica, y la investigación empírica es escasa. La PA es muy utilizada debido a que una gama amplia de pacientes se puede beneficiar de ella, y aunque tiene sus raíces en el psicoanálisis, hoy en día existen muchas escuelas psicoterapéuticas, enfoques y técnicas que la usan. De ahí que entre todas ellas sea sencillo que el psicoterapeuta en entrenamiento pierda de vista la realidad del paradigma empleado para el trabajo con la mayoría de enfermos mentales, para los cuales este es el tratamiento de elección, y se encuentren al principio con una amalgama confusa de teorías que no los ayuda en la práctica a abordar su paciente (1). En muchas escuelas psiquiátricas y psicológicas se promulga la idea que la psicoterapia de apoyo es algo “menor”, comparada con otras formas más profundas, como el psicoanálisis o la terapia cognitivoconductual, y creen que con el simple sentido común se puede hacer PA. Esto lleva a que se descuide la enseñanza de la teoría y la técnica de la psicoterapia, que más va a tener que practicar el profesional (1). Un descuido similar ocurre con la investigación científica en este campo (2,3). 114 S Por el contrario, la PA puede ser muy demandante de habilidades terapéuticas, ya que requiere comprender el papel de la historia del paciente en la formación de sus síntomas, así como el manejo de los efectos de la alianza de trabajo y la transferencia en la relación paciente-terapeuta (4). Definiciones Con Joan Coderch (2), entendemos la psicoterapia como aquella actividad con fines curativos, realizada por un profesional especialmente capacitado y entrenado para ella, que utiliza medios psicológicos para entender y tratar los sufrimientos emocionales de los seres humanos. Para que una psicoterapia pueda ser considerada verdaderamente como tal es necesario que cumpla dos requisitos fundamentales: (a) que las herramientas técnicas empleadas por el terapeuta sean sustentadas por sólidos fundamentos teóricos y científicos y (b) que el terapeuta haya recibido un entrenamiento formal en la técnica de la psicoterapia. Su calidad depende de la experiencia del terapeuta y de la sujeción a las normas, demostradas científicamente, de su práctica (2,3). Tradicionalmente a las psicoterapias psicoanalíticamente orientadas (PPO) se las ha dividido entre la modalidad expresiva y la de apoyo (PA) (4). Las primeras, cuyo paradigma es el psicoanálisis clásico (y cuya Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo herramienta técnica por excelencia es la interpretación), buscan develar el conflicto inconsciente subyacente a la patología. Las segundas, por el contrario, se orientan a mantener o reforzar las defensas adaptativas del paciente, de tal modo que estas le permitan sobrellevar lo mejor posible su cotidianidad. Las terapias expresivas buscan el cambio de la estructura psíquica; las de apoyo, la mejor adaptación posible al medio y a las circunstancias que rodean al paciente. La PA hace hincapié en la movilización de las fortalezas del paciente para realzar su autoestima, y usar defensas adaptativas y estrategias de afrontamiento positivas (4,5). Habiendo definido la PA, veamos ahora lo que no es, para aclarar aún más su definición. Qué no es psicoterapia de apoyo Usualmente no son consideradas psicoterapias, estrictamente hablando, las intervenciones originadas principalmente en el sentido común, como los consejos, las orientaciones o las pautas brindadas espontáneamente sin que medie un saber científico y técnico en ellas. Estas intervenciones espontáneas y naturales —que en otro lugar (6) he denominado, no desdeñosamente, palmoterapia— de ofrecer unos minutos de simple escucha, un hombro para llorar, un abrazo, palmaditas en la espalda, una cari- cia, palabras cálidas de aliento, un guiño de humor, etc., son consideradas maniobras o estrategias de apoyo emocional. Basadas en el sentido común (en muchos casos sumamente útiles), son las intervenciones que pueden brindar los profesionales no especializados en psicoterapia, los médicos generales o de otras especialidades involucradas, las enfermeras no especializadas y las asistentes sociales no especializadas; también pueden ser ofrecidas por personas del entorno de los pacientes, como sus familiares, amigos o guías espirituales no especializados. Desde luego, también son brindadas por psicoterapeutas entrenados, como quiera que tales intervenciones hacen parte de la empatía y del proceder natural de las relaciones humanas. La importancia de estas maniobras, más allá de su utilidad práctica en determinados momentos de crisis, descansa en el hecho de que generan o ayudan a hacer consciente un vínculo humano significativo en términos emocionales entre el paciente y quien le brinda apoyo. El paciente se siente acogido, querido, respetado, dignificado y, por consiguiente, aliviado en su dolor psíquico; pero estas intervenciones espontáneas, por sí solas, no pueden se consideradas psicoterapia (7). Al medir su impacto en términos de cambio psíquico, estudios Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 115 S Alarcón A. empíricos han demostrado que (en muchos casos utilísimas e importantísimas) no logran llegar a propiciar un cambio psíquico estable de una condición psicopatológica, lo que sí está demostrado ocurre, y es lo que se busca, con la psicoterapia propiamente dicha, tanto en sus modalidades expresivas y de apoyo de las PPO, como en la terapia cognitivo-conductual, tal como lo hemos definido (2). Indicaciones Dado que la PA se puede utilizar en una serie muy amplia de trastornos y de pacientes mentales, su indicación depende de la situación clínica específica de cada uno, más que de la entidad nosológica de que se trate. Así, más que un listado de los trastornos en los que se puede utilizar la PA, depende de la formulación psicodinámica que hagamos del paciente, de sus fortalezas y debilidades por la que esté pasando en el momento de la evaluación. Como vimos, la PA busca reforzar las defensas para que la persona enfrente del mejor modo posible una crisis vital. La cantidad y cualidad de apoyo requerido difiere de un paciente a otro, de una situación a otra. En general, los pacientes “clásicos” para PA caen dentro de dos categorías: por un lado, individuos muy sanos psíquicamente y bien adaptados que se han afectado debido a un evento vital sobrecogedor; 116 S por el otro, individuos con una enfermedad psiquiátrica tan seria que están crónicamente incapacitados y tienen déficits significativos en su funcionamiento yoico (4). Sabemos que entre más grave sea la crisis y más frágil el paciente, más apoyo requerirá. Del mismo modo, podemos decir que entre más deteriorada esté la estructura psíquica del individuo, más apoyo requerirá (1,4). Así, por ejemplo, si a un hombre o mujer muy estructurados, con un buen desempeño psíquico, emocional, laboral y social le diagnostican un cáncer, entra en una situación en la que puede requerir una PA mientras restablece su homeostasis psíquica. Por otro lado, un paciente esquizofrénico no bien tratado ha deteriorado tanto su funcionamiento psíquico que requiere apoyo permanente para enfrentar su vida cotidiana. Entre estos dos extremos, encontramos toda clase de posibilidades clínicas, que comprenden una baja tolerancia a la ansiedad y dificultades en ser reflexivos, así como pacientes en quienes es importante prevenir una regresión muy fuerte y se debe estabilizar el ajuste, fortaleciendo sus defensas y no analizándolas, ya que el análisis las debilitaría y aumentaría la ansiedad a un nivel no soportable para el paciente en ese momento (4). Por otro lado, entre las PPO se ha demostrado que las técnicas expre- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo sivas se combinan con las de apoyo, en psicoanálisis o en PPO de larga duración. La intensidad y frecuencia con que se usan unas u otras dependen de la fase del tratamiento y de la situación clínica por la que esté atravesando el paciente. Si en el curso de un psicoanálisis un paciente con un trastorno de personalidad pasa por una crisis vital intensa (por ejemplo, un divorcio o un duelo agudo), el psicoanalista utiliza más técnicas de apoyo que interpretaciones en ese momento (2,8). Como la PA tiene una amplia paleta de herramientas técnicas de baja a alta complejidad, la única contraindicación absoluta es una inteligencia subnormal. Además, contraindicaciones relativas, pero no menos importantes son las referentes a dificultades en la empatía y la contratransferencia por parte del profesional hacia su paciente. En personas muy regresadas o muy deficitarias, es cierto que el caudal de herramientas técnicas se reduce, pero se puede seguir realizando una PA (2,9,10). Herramientas técnicas de la psicoterapia de apoyo Sin pretender ser exhaustivos, a continuación se revisan algunas 2 de las herramientas técnicas más utilizadas en la PA, como lo son la formulación del caso, el encuadre, la escucha silenciosa y la alianza terapéutica, que se resumen en lo que he denominado el ambiente facilitador en psicoterapia, y siguen las ideas de Winnicott en torno al desarrollo infantil y la función analítica (11). Formulación del caso Una vez se ha escuchado detenidamente al paciente, en una o varias entrevistas, sobre lo que le está pasando y su historia personal y antecedentes, se formula su caso.2 La formulación del caso o psicodinámica es esencialmente un conjunto de hipótesis acerca de las causas, los precipitantes y las influencias que mantienen los problemas psicológicos, interpersonales o del comportamiento de una persona; es una conceptualización del paciente mucho más amplia que el simple diagnóstico psiquiátrico, que lo incluye. Ayuda al terapeuta a organizar la información compleja y amplia sobre su paciente, orientando su proceder, los cambios buscados, la forma de lograrlos y las posibles interferencias que se puedan lle- Una descripción y explicación detallada de la teoría y la práctica de la formulación del caso, también conocida como conceptualización del caso o formulación psicodinámica, por ser un tema extenso y complejo en sí mismo, rebasa los objetivos del presente artículo. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 117 S Alarcón A. gar a presentar en el tratamiento (12). La formulación es el elemento primordial e imprescindible que se de be esclarecer antes de iniciar cualquier psicoterapia, ya que es el punto de partida que nos va a llevar a su éxito. vantado unos planos y una maqueta de lo que quiere hacer, del mismo modo ningún psicoterapeuta puede iniciar una psicoterapia sin una formulación del caso. Es la teoría que cada terapeuta construye de lo que está ocurriendo con su paciente, basándose en los fundamentos teóricos que sustentan su práctica y, como tal, le sirve de hoja de ruta para diseñar sus futuras intervenciones. Debe incluir explicaciones del terapeuta acerca de por qué y por qué ahora le ocurre esto a su paciente (13). Puede parecer llamativo incluir este elemento de tanta importancia en las PPO como una herramienta de apoyo en la PA. Sin embargo, el encuadre, con sus diferentes componentes, principalmente el de la habitualidad, configura aspectos que cuando se hacen conscientes por parte del paciente estructuran y dan un sentido de confiabilidad a la psicoterapia y al terapeuta, fundamentales para el logro de sus propósitos. En una PA de orientación PPO la formulación psicodinámica incluye, además del diagnóstico psiquiátrico, el diagnóstico del grado de estructuración del yo, su desarrollo psicosexual, la influencia que han tendido en su vida sus relaciones tempranas, la estructuración y dinámica de sus relaciones objetales, los recursos de su personalidad, los mecanismos de defensa más habituales, todo esto para definir ampliamente su personalidad, el conflicto por el que atraviesa, los recursos con los que cuenta y los que le faltan para superarla (12). Podemos utilizar la metáfora de los planos y la maqueta en arquitectura. Así como a ningún arquitecto que se precie de tal se le ocurriría iniciar una obra sin antes haber le- 118 S Encuadre Naturalmente, se ha considerado que para que el encuentro entre dos personas lleve a algún fin son necesarias una temporalidad (momento) y una espacialidad (lugar), definidas. En psicoterapia, a la expresión consciente —aunque, desde luego, con muchos elementos inconscientes—, voluntaria y propositiva de estas coordenadas (momento, lugar y fin) es lo que se ha denominado encuadre (12-14). Encuadres o contratos hay en todas las interacciones humanas. Es un aporte de la teoría psicodinámica el hacerlo consciente, el ponerlo de relieve y el destacarlo, no sólo como parte esencial de la vida en sociedad, sino el convertirlo en un Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo poderoso instrumento para el cambio psíquico. El encuadre define quiénes, por qué o para qué, cuándo, dónde, cómo y a qué precio se encontrarán paciente y terapeuta. Tiene estos elementos conscientes o explícitos que es necesario aclarar antes de comenzar la psicoterapia, así como otros elementos implícitos, que para el terapeuta son la neutralidad, la abstinencia y la atención libremente flotante, y para el paciente, la asociación libre. Originalmente, estos elementos del encuadre psicoterapéutico fueron explicado por Freud para el psicoanálisis en sus escritos técnicos de 1910 y 1911, de los consejos al médico y sobre la iniciación del tratamiento (15,16). Son igualmente válidos y aplicables a la PPO, excepto algunas particularidades. Cuando hablamos de los elementos explícitos, estamos no sólo dando una serie de coordenadas formales de propósito, persona, tiempo, lugar y costo, sino que estamos brindando al paciente un marco estable de referencia sobre el terapeuta y un sentido de pertenencia a un estrecho vínculo de trabajo psíquico y afectivo con él o ella. Estos elementos, por la sensación de estabilidad en cuanto a las variables vitales de espacio, tiempo y persona que trasmiten, son aliviadores y estructuradores. Entre otras cosas, porque el paciente, después de un tiempo, toma conciencia de que tiene una persona, un lugar y un momento donde sus ansiedades serán contenidas (14). La neutralidad y la abstinencia en PPO, que son igualmente válidas en cualquier otro tipo de psicoterapia, no se refieren para nada al anticuado y difundido prejuicio de un analista frío, muy silencioso y desapacible, sino que se refieren a trascendentales ideales terapéuticos y éticos hacia los que todos los psicoterapeutas deben tender, independientemente de la escuela a la que se suscriban. Imponen al terapeuta un profundo respeto por la persona humana del paciente, por su padecer psíquico y por sus propios recursos para superar sus dificultades. Técnicamente, la neutralidad se refiere a que el terapeuta no toma, aunque está muy interesado en la mejoría de su paciente, partido preferencial por alguna de las instancias de la vida psíquica del paciente, es decir, no se inclina ni hacia su ello, ni hacia su superyó; tampoco se expresa a favor o en contra de cualquiera de los objetos internos de los pacientes. Esto quiere decir que el terapeuta no privilegia ni rechaza ninguno de los temas, vivencias o situaciones que el paciente trae a la terapia. Su obligación perentoria es no juzgar (con juicios de valor) ninguna de las Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 119 S Alarcón A. vivencias o fantasías del paciente, sino recibirlo y aceptarlo tal cual es, sea como sea. La abstinencia implica que el terapeuta se debe inhibir de gratificar las tendencias pulsionales y las necesidades de los pacientes (¡tanto como las suyas propias!). La relación humana paciente-psicoterapeuta debe permanecer exclusivamente en ese plano, que no puede sobrepasarse jamás. Aunque en términos transferenciales (y, por lo tanto, defensivos) los pacientes nos busquen, además de la psicoterapia y el psicoanálisis, para que seamos sus amigos, sus padres, sus amantes, sus sacerdotes, sus cómplices, sus jueces, sus socios en los negocios, sus amigos, sus enemigos, etc., nuestro lugar inmutable en el mundo del paciente debe ser el de su psicoterapeuta y nada más. Sistemáticamente nos debemos abstener de gratificar las pulsiones tanto libidinosas como agresivas (necesidades de amor o de castigo) del paciente (13,14). Comenzar una psicoterapia sin saber concretamente qué se quiere obtener de ella, es como salir de casa sin saber adónde se quiere ir. Uno de los elementos centrales a la hora de definir el encuadre es acordar con el paciente las metas que se propone lograr con la psicoterapia y, si se puede, un tiempo en el cual sea realista que esas metas se cumplan. ¿Qué quiere usted lograr con esta psicoterapia? En caso que 120 S la terapia que vamos a comenzar produzca resultados en seis meses, ¿cómo cree que se estará sintiendo en ese momento?, ¿cómo será su vida en ese momento?, son algunas preguntas que se pueden formular en este momento. Lo realista de estos objetivos es algo que debe acodarse conjuntamente, para no estarle ofreciendo al paciente algo que la terapia no puede darle. Entre más claro y estable sea el encuadre, más apoyado y protegido se va a sentir el paciente. Esto no quiere para nada decir que el terapeuta deba ser una persona fría, distante emocionalmente, que no pueda mostrar su interés y aprecio por el paciente. Todo lo contrario, se trata de recibirlo tal cual es, meterse en su pellejo con la máxima empatía y simpatía posibles, no juzgarlo y tratar al máximo de comprenderlo, sin involucrarse en su vida real más allá del consultorio. Escucha terapéutica Nuestro deber inicial ante todo paciente en psicoterapia es escuchar, escuchar y escuchar, sin interrupciones. El silencio terapéutico, el quedarse callado de un modo especial, es una de las principales herramientas técnicas de los psicoterapeutas, tan básica como frecuentemente irrespetada. Aunque pueda parecer una obviedad, la escucha silenciosa, respetuosa y atenta del paciente es un elemento Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo técnico fundamental, estrechamente relacionada con el encuadre. Escuchar atentamente con un silencio activo es permitirle a la persona, en nuestra compañía, expresar libremente y a su manera sus sentimientos, temores, conflictos y necesidades. Para nada se trata de un silencio retador demasiado incómodo ni mucho menos desinteresado. Todo lo contrario. Inicialmente no debemos decir muchas palabras, sino transmitirle al paciente la sensación de que nos interesa mucho, lo acompañamos y respetamos profundamente. Desde luego, las entrevistas tipo “lista de revisión” están en este momento completamente contraindicadas. En general, los pacientes inician las sesiones con unas cuantas frases de introducción de un tinte social o médico, sin que nos hablen de lo que realmente están sintiendo. Si nos quedamos en silencio, en ese momento ellos mismos pasan a relatarnos sus verdaderos motivos de consulta y lo que más los hace sufrir en ese momento. Este silencio debe ser sólo un poco incómodo en la PA y un poco mayor en el psicoanálisis. Si sentimos que el paciente se turba demasiado o espera de nosotros una actitud más activa, podemos intervenir con frases cortas que les demuestren nuestro interés, estimulándolos a continuar su relato. La escucha terapéutica no sólo implica abrir un espacio en nuestro corazón y en nuestro consultorio a todas las emociones del paciente, sean cuales fueren, que respetamos profundamente (no sólo sus sentimientos), sino también a su idiosincrasia, sus convicciones, su modo de ser, sus ideas, aunque no las compartamos. Le permitimos ser el mismo sin ninguna crítica o rechazo de nuestra parte; no nos precipitamos a corregir sus distorsiones antes de haberlos escuchado completamente. El mejor ejemplo (entre varios) de la importancia del silencio como herramienta de apoyo es cuando los pacientes irrumpen en llanto. Estar ahí muy atentos y en silencio es permitirles expresar en ese momento todo su dolor en nuestra compañía. Después de un tiempo, que debemos dejar transcurrir sin interrupciones, el llanto cesa y, por lo general, el propio paciente se queda reflexionando sobre su dolor o comienza a darse a sí mismo palabras de aliento. Ahí podemos intervenir expresando nuestra comprensión y empatía con sus afectos y su situación vital, y al hacerlo habremos reaccionado de un modo opuesto a como lo habría hecho una enfermera no especializada o el vecino de la esquina y habremos utilizado otras tres herramientas técnicas de la PA: la abreacción, la catarsis y el fortalecimiento de la alianza terapéutica (13). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 121 S Alarcón A. Alianza terapéutica El primer deber, según Freud, de todo terapeuta es allegar al paciente tanto a la terapia misma como a la persona del terapeuta (16). La alianza terapéutica (AT), también denominada alianza de trabajo o alianza de ayuda, se refiere al grado en el cual el paciente experimenta la relación con el terapeuta como sólida y útil para el logro de sus objetivos en la terapia (13). Según Gaston, citado por Arredondo (17), la AT contiene cuatro componentes principales: 1. La relación afectiva entre el paciente y su terapeuta. 2. La capacidad del paciente [y del terapeuta] para actuar conforme al propósito de la terapia. 3. La comprensión empática y el compromiso del terapeuta. 4. El acuerdo entre paciente y terapeuta sobre los objetivos y las tareas del tratamiento (17). En otras palabras, repasamos algunos puntos ya tratados cuando hablamos del encuadre, que vale la pena destacar en relación con la AT: la relación paciente-terapeuta es una relación afectiva intensa para ambos, que se debe circunscribir estrictamente a normas y propósitos claramente definidos, en las cuales ambos participantes deben estar de acuerdo, cumplirlas y dar lo mejor de sí para el logro de las metas propuestas. Diferentes es- 122 S tudios empíricos en PPO muestran la importancia de la AT como un poderoso determinante del cambio psíquico obtenido en una psicoterapia (5,13,18,19). Un aspecto que resalta una y otra vez Luborsky, en su famoso manual Principles of Psychoanalitic Psychotherapy (13), es la importancia de que el paciente sea consciente de la AT y, por lo tanto, que el terapeuta se la señale cuando él mismo no se dé cuenta que se está desarrollando y está produciendo resultados. Hay varias formas como el terapeuta le puede mostrar que el vínculo y el trabajo de ambos es sólido y eficaz: 1. 2. 3. El estricto cumplimiento del encuadre por parte del terapeuta. El mostrar al paciente que somos conscientes del esfuerzo que hace por mejorar. Por ejemplo, cuando el paciente te dice “estoy mejor”, señalarle: “¿que será lo que está haciendo usted para estar mejor?”. El desarrollo del aprecio por el paciente. Se trata aquí de un aprecio general y respetuoso que no lleva al terapeuta a contradecir sus necesidades pulsionales ni a perder objetividad en su análisis. Estudios empíricos han demostrado que aquellos pacientes que eran apreciados por sus terapeutas mejoraron más que los que no lo eran (13,18-20). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo 4. 5. El señalar al paciente de un modo realista y discreto que hay esperanzas para la mejoría. Está demostrado empíricamente que un terapeuta desesperanzado, que no cree en su trabajo, le transmite esta actitud al paciente y la terapia no produce resultados (13, 18,19). El vínculo nosotros. Se le transmite al paciente la sensación del vínculo y que los dos están comprometidos en un trabajo conjunto, con frases como: “por esto ya hemos pasado”, “tratemos de entenderlo mejor”, “miremos si estamos o no equivocados”. De este modo, el paciente siente que hace parte del equipo, que él hace parte del terapeuta y el terapeuta de él. Ambiente facilitador Lo hasta aquí expuesto en relación con la PA se relaciona con el concepto de ambiente facilitador, introducido por Winnicott a partir de observaciones clínicas y del desarrollo infantil (11). Según este autor, todos tenemos un potencial innato para crecer y desarrollarnos; lo único que precisamos es de un ambiente que nos facilite tal desarrollo. Para el caso del bebé, el ambiente lo proporcionan los padres, principalmente la madre, con una serie de funciones que él ha definido como madre suficientemente buena, entre ellas la del sostén o apoyo. El terapeuta que observe cuidadosamente los cuatro elementos hasta aquí descritos con sus pacientes en PA se estará constituyendo en un terapeuta suficientemente bueno, que permitirá y estimulará el crecimiento de su paciente. Con la formulación de caso, sabemos quién es el paciente, cuál es su historia y qué lo ha llevado a la crisis actual. Con el encuadre establecemos los parámetros desde los cuales trabajaremos con el paciente. Con la escucha terapéutica, le brindamos toda la libertad y acogida posibles para que se encuentre consigo mismo. Por último, con la alianza terapéutica, lo hacemos consciente de su capacidad de establecer vínculos humanos sanos y de crecimiento interior. En el caso de la PA, los elementos y estrategias técnicas presentadas configuran el ambiente básico para que el paciente se desarrolle y reestablezca o mantenga su equilibrio emocional. Manejo de la transferencia en la psicoterapia de apoyo Sabemos que la transferencia es el fenómeno psíquico inconsciente donde se reviven figuras posteriores en la vida, modos de relación originalmente pertenecientes a figuras anteriores, generalmente figuras parentales de la infancia (15). En todos los tipos de psicoterapia, independientemente de su Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 123 S Alarcón A. enfoque, los pacientes reviven con sus terapeutas patrones de relación emocional inapropiados para esta situación, correspondientes a una relación con sus padres, cuando ellos eran niños. El ser consciente de esta situación y darle un manejo apropiado es un elemento fundamental en la PA. Por medio de la transferencia y de su hermana siamés, la contratransferencia, el terapeuta sabe el momento clínico del mundo interno del paciente, se ubica frente a él y reacciona apropiadamente. En una PPO o en el psicoanálisis, que el paciente sea consciente de lo inapropiado de la transferencia, por medio de la interpretación, es el motor de cambio psíquico más poderoso (14). En la PA, la transferencia casi nunca es interpretada, sino que nos valemos de ella para comprender lo que está pasando en el paciente, para mostrarle luego alternativas de manejo a su situación o el significado de la demanda infantil (4). Uso de la interpretación en la psicoterapia de apoyo Aunque la interpretación no es la herramienta técnica principal en la PA, tampoco está absolutamente contraindicada, sólo que su uso difiere del de la PPO de largo plazo o del psicoanálisis. En la PA, el paciente debe estar preparado para recibir la interpretación después de un proceso en el cual se han utili- 124 S zado otras estrategias y el vínculo y la AT estén funcionando. En la PA, la interpretación no se formula de manera categórica, sino como una posibilidad que le permite al paciente un espacio y un afecto para tomarla, rechazarla o trabajar sobre ella (4). Muchas de las interpretaciones formuladas en estos casos son indirectas, es decir, se muestra al paciente la semejanza de una situación dada en el presente con la misma situación en la infancia, sin incluir, en principio, a la persona del terapeuta —o si uno decide incluirse en la situación actual de la terapia, debe señalarle al paciente el proceso mental que lo lleva a uno a establecer la semejanza entre el allá y entonces del pasado del paciente con el aquí y ahora de la situación terapéutica—. En el caso de pacientes muy regresados, cuando el terapeuta detecta un material producto de conflictos inconscientes que “amenaza” la estabilidad global del proceso y si existe una relación paciente-terapeuta sólida, debe formular una interpretación. Por ejemplo, una joven del servicio de trasplante de médula ósea se negaba a dejarse aplicar inyecciones de antibióticos, a pesar de estar presentando una grave infección. Tenía “miedo a que las inyecciones le fueran a hacer daño”. En la entrevista relató varios episodios en los Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Fundamentos técnicos de la psicoterapia de apoyo que ella había sido víctima de persecuciones. Su novio era perseguido político. Ella había salido huyendo de su familia, que le quería hacer daño. Además, por estar enferma, su jefe la había despedido del trabajo, entre otras cosas. Al percibir un conflicto inconsciente de tipo paranoide, que este paciente estaba desplazando y proyectando en la clínica y en las inyecciones, el terapeuta le dijo: “Ante tantas persecuciones de las que has sido objeto últimamente, nada raro que también creas que aquí nosotros te queremos hacer algo malo también”. La paciente abrió los ojos y miró al psiquiatra con asombro, sin decir nada. Un rato después de estar a solas, permitió que se le hicieran las venopunciones que fueran necesarias (7). 2. 3. 4. 5. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. Referencias 1. 6. Hellerstein DJ, Pinsker H, Rosenthal RN, Klee S. Supportive therapy as the treatment model of choice. J Psychother Pract Res. 1994; 3:300-6. Coderch J. Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Herder; 1987. Luborsky L, Barrett MS. The history and empirical status of key psychoanalytic concepts. Annu Rev Clin Psychol. 2006; 2:1-19. Ursano RJ, Sonnenberg SM, Lazar SG. Concise guide to psychodynamic psychotherapy: principles and techniques of brief, intermittent, and long-term psychodynamic psychotherapy. 3rd ed. Washington, DC: American Psychiatric.; 2004. Miller NE, Luborsky L, Barber JP, Docherty JP, editors. Psychodynamic 15. 16. 17. treatment research: a handbook for clinical practice. New York: Basic Books; 1993. Gabbard GO. Psychodynamic psychiatry in clinical practice. Washington, DC: American Psychiatric; 1990. Alarcón A. Principios básicos de psicoterapia para oncólogos. In: Alarcón A, editor. Manual de Psicooncología. Bogotá: Javegraf; 2006. p 400-30. Wallerstein RS. Psychoanalytic treatments within psychiatry: an expanded view. Arch Gen Psychiatry. 2002;59(6):499-500. Alarcón A. La depresión en el paciente renal. Rev Colomb Psiquiatr. 2004;33(3):298-320. Murillo M, Alarcón A. Tratamientos psicosomáticos en el paciente con cáncer. Rev Colomb Psiquiatr. 2006;35 Suppl 1:92-111. Winnicott DD. Procesos de maduración y el ambiente facilitador. Buenos Aires: Paidós; 1994. Eells TD. Handbook of psychotherapy case formulation. New York: Guilford; 1997. Luborsky L. Principles of psychoanalytic psychotherapy: a manual for supportive-expressive treatment. New York: Basic Books; 1984. Sánchez G. Técnica del psicoanálisis. 1st ed. Bogotá: Centro Profesional Gráfico; 1994. Freud S. Conferencias de introducción al psicoanálisis. En: Freud S. Obras completas. Vol X. Buenos Aires: Amorrortu Editores; 1988. Freud S. Sobre el comienzo del tratamiento. En: Freud S. Obras completas. Vol XII. Buenos Aires: Amorrortu Editores; 1988. Arredondo ML, Salinas PA. Alianza terapéutica en psicoterapia: concepción e importancia atribuida por psicoterapeutas con distintas orientaciones teóricas que trabajan en el Centro de Psicología Aplicada de la Universidad de Chile [tesis]. [Santiago de Chile]: Universidad de Chile; 2005 [citado: 15 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2005/arredondo_m/sources/arre- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 125 S Alarcón A. dondo_m.pdf. 18. Luborsky L, McLellan AT, Woody GE, O’Brien CP, Auerbach A. Therapist success and its determinants. Arch Gen Psychiatry. 1985;42(6):602-11. 19. Misch DA. Basic strategies of dynamic supportive therapy. J Psychother Pract Res. 2000;9(4):173-89. 20. Freud S. Sobre la dinámica de la transferencia. En: Freud S. Obras completas. Vol XII. Buenos Aires: Amorrortu Editores; 1988. Recibido para evaluación: 3 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia Ariel Alarcón Prada Calle 50 No. 9-67, consultorio 321 Bogotá, Colombia arielalarconp@hotmail.com 126 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución. La construcción de un tratamiento “a la carta” Martha Jordán1 Resumen Introducción: La psicoterapia implica para el terapeuta un largo camino de reflexión conjunta entre colegas, a fin de responder a las necesidades de pacientes que sufren patologías mentales complejas y en cuyo tratamiento es fundamental tomar en consideración tanto las particularidades de su mundo interno, como las del entorno. Objetivo: Compartir una forma de llevar a cabo el oficio de la psicoterapia. Desarrollo: El tratamiento “a la carta” es una invitación a pensar que es posible hacer uso de los recursos con los que contamos para construir una propuesta terapéutica plural considerando las personas, los lugares y el móvil, de forma que se ajuste a los requerimientos del paciente y de su familia, favoreciendo no sólo el pronóstico, sino la vida misma de los implicados. Palabras clave: cura, práctica institucional, trabajo. Title: Multidisciplinary Therapy Approach Based on the Organization, not the Institution Abstract Introduction: For the therapist psychotherapy means an extended journey of thinking together with colleagues to be able to respond to the needs of patients suffering from complex mental pathologies, and in the treatment of which it is necessary to take into consideration the peculiarities both of their inner world and of their environment. Objective: The purpose of this paper is to share a way of carrying out our job. Development: The “a la carte” treatment” is an invitation to think that it is possible to use available resources in order to create a therapeutic proposal characterized by its plurality, taking into consideration the people, the places and the motive, and that is adapted to needs of the patient and his/her family, favoring not only the outcome, but life itself of those involved. Key words: Cure, institutional practice, work. 1 Médica psiquiatra. Psiquiatra de niños y adolescentes. Profesora y coordinadora de la Especialización en Psiquiatría de Niños y Adolescentes, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 127 S Jordán M. Introducción A fin de hacerse cargo globalmente de un niño con una patología mental compleja, es una necesidad sentida requerir la intervención de personas de distintas disciplinas, orientadas por una de ellas. La revisión bibliográfica del tema nos remite en su gran mayoría a la historia y el funcionamiento de instituciones en las que se emplea la modalidad de cura institucional (1). Sin embargo, en nuestro medio éstas son escasas o acogen pacientes con patologías específicas, o no se ajustan a las necesidades de algunos pacientes. Por tanto, es necesario construirlas, no tanto en términos de lugar, de edificio, sino más bien de organización; en palabras de Misès: “un dispositivo cuya esencia terapéutica está dada por la función terapéutica de múltiples parámetros, articulados entre sí” (1). Hablamos entonces de la construcción de un engranaje terapéutico “a la carta”2 cuyas “piezas” varían según las necesidades del paciente en cada etapa del proceso. Por tanto decir que es “entre consultorios” tiene el riesgo de quedarse corto, excluyendo al colegio —con profesores que llevan a cabo mediaciones, las psicólogas educativas que pueden 2 servir de puente entre el clínico y el colegio, y el proyecto educativo—, a los padres, otros espacios de socialización… Perspectiva histórica Hacia los años cincuenta, a raíz de la ampliación del campo de acción de las psicoterapias psicoanalíticas, se pensó que podría resultar benéfica su introducción en los establecimientos médico-educativos orientados primordialmente bajo una perspectiva educativa. Fue así como se solicitó la intervención de psicoanalistas externos al equipo, para que iniciaran procesos de psicoterapia individual, sin hacer modificaciones en el plano institucional. No se había contemplado, sin embargo, que el inicio de ésta movilizaría diferentes aspectos en los niños, ni que dicho movimiento trascendería el espacio de la psicoterapia individual, complicando el manejo cotidiano bajo la forma de funcionamiento previamente establecida. Surgieron entonces propuestas diferentes para dar respuesta a la nueva necesidad; todas con el denominador común de “trabajo en un marco institucional que permita al equipo sostener los abordajes individuales pero sobretodo conferiría a La experiencia aquí reconstruida se basa en la formación adquirida en el CJPA Centre de Jour pour Adolescents de la Fondation Vallée (Gentilly, Francia) y a la constante reflexión y trabajo en equipo con Alejandro Rojas y Patricia Barón. 128 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución la institución per sé, una auténtica función dinámica, capaz de generar transformaciones estructurales en el niño. Surgen así los conceptos de psicoterapia institucional, de cura en institución y de función terapéutica de la institución.” (1) de las distintas áreas del funcionamiento: relacional, intelectual, académico, y por tanto también, en los entornos en los que éstos se llevan a cabo, como la casa, la institución educativa, y el marco terapéutico vigente en cada momento. De los cambios en la institución al incentivo para crear la “organización- institución” En términos históricos, este planteamiento dio origen a cambios en el tratamiento, tales como la disminución progresiva de la solicitud de camas en los pabellones de hospitalización de tiempo completo, o en los servicios de urgencias (con internaciones aisladas, no formando parte de un proyecto terapéutico a largo plazo), la vinculación del proceso educativo al terapéutico etc. Para lo que nos atañe en el presente artículo, nos sitúa en una posición que debe ser móvil y permeable, cuidando siempre las razones que motivan tanto la permanencia como las modificaciones; hay que estar atentos a los cambios en la estructura psíquica, en el funcionamiento, y hacer los ajustes pertinentes a la forma de intervenir. Queda atrás la idea de tratamiento exclusivo mediante psicoterapia individual, para dar cabida a la forma de articular los planos de acción, eligiendo entonces “los soportes institucionales que mejor se adapten a las distintas etapas de la evolución de una cura” (1). Esta orientación va de la mano de la transformación de los hospitales psiquiátricos hacia la “terapia institucional”, y aquí yo añadiría que también o fundamentalmente, la necesidad de ver al niño con enfermedad mental como una persona (2), como un sujeto heterogéneo —que tiene unos aspectos más funcionales que otros— y con una característica esencial a no perder de vista al momento de hacer un diagnóstico, hablar del pronóstico, o diseñar, o evaluar una propuesta terapéutica: la evolutividad o potencialidad de cambio. No es posible en consecuencia, bajo esta óptica, trabajar con un propósito terapéutico sin contemplar estos dos aspectos, a saber: la disarmonía y la evolutividad. Consideramos entonces al niño como un sujeto que evoluciona, que va en una perspectiva dinámica, que trasciende la idea de evolución lineal del desarrollo que frecuentemente rige la idea del desarrollo sano, para dar cabida también a un movimiento continuo en el interior A manera de ejemplo Una paciente de siete años y nueve meses de edad llega a mi consulta Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 129 S Jordán M. de psiquiatría referida por una colega dedicada a la psicoterapia de adultos, y quien hace parte de ese equipo que está dispuesto a trabajar “a la carta.” Tiene un diagnóstico de un síndrome genético que genera repercusiones globales en su desarrollo: físico, intelectual y relacional. Asiste a un colegio regular, en el que se ha dado prelación a sus dificultades en el ámbito académico; el compromiso en las distintas áreas ha requerido intervención por terapia del lenguaje, ocupacional, física y apoyo domiciliario para la realización de sus tareas. Asimismo, el componente somático ha determinado la necesidad de hospitalizaciones varias; una cirugía; actualmente debe asistir a consultas médicas variadas con alta frecuencia. El funcionamiento de la familia ha sido modificado de forma importante para atender a las necesidades de la paciente; el tiempo dedicado a ella es esencialmente dirigido a un fin terapéutico preciso cada vez. Resulta impactante, al reunirse con los padres en las entrevistas iniciales, ver como la espontaneidad dejó de tener cabida, hablar de placer, de “rico hacer tal cosa” genera expresiones de sorpresa; la cotidianidad está organizada en una agenda estricta de “lo que hay que hacer” y se pasa del afán, de la necesidad de dar cubrimiento a todas las prescripciones, al agotamiento. Hay tantas cosas en marcha que decido inicialmente verla en consultas esporádicas, 130 S sin hacer un encuadre a pesar de saber que lo necesita… o de pronto precisamente por lo que lo necesita tanto considero que añadir “otra terapia más” no aporta; por el contrario siento que en ese momento, puede aumentar el agotamiento de la paciente y la sensación de desesperanza de la familia. Comienzo a ver a M con una frecuencia de una vez al mes, y a responder a inquietudes y preguntas de la madre. La situación en el colegio de M es cada vez más difícil, ella se siente mal, no aprende y los padres sienten que se da prelación a lo que no puede hacer; están inquietos de sentirla triste. Se propone una opción educativa diferente. Es acogida en este espacio educativo cuya filosofía conocemos y consideramos le será de gran beneficio. Lo académico es trabajado mediante proyectos de tal forma que le resulta más fácil darle sentido a sus conocimientos; la socialización va dándose en un ritmo que ella no siente ajeno; “descubre” que aprender no sólo es posible, sino que se puede disfrutar. El apoyo terapéutico diferente a la psicoterapia (terapia de lenguaje, ocupacional y física), así como el apoyo que ha requerido para cumplir con las exigencias académicas se llevan a cabo en el interior del colegio, y durante el horario de éste. Es así como la forma en que se lleva a cabo el proceso escolar, y las Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución repercusiones que el mismo tiene al liberar tiempo y en consecuencia llevar a la búsqueda de opciones de su uso, diferentes a las determinadas por “aquello que no está bien”, sirven a su vez de apoyo al trabajo individual, centrado en ese entonces en el temor a crecer y a asumir retos en el desarrollo. Las tareas que se dejan en el colegio corresponden a los requerimientos académicos, y también al proceso evolutivo que M está viviendo, y después de discutirlo en conjunto con la persona encargada de su proceso educativo, es el momento indicado para dar inicio a un proceso psicoterapéutico formal a razón de una vez a la semana. La misma psiquiatra que me remitió a M, le propone una psicoterapia individual a la madre —a realizarse con una psicóloga que también forma parte del equipo— que ella acepta e inicia pronto. En el proceso psicoterapéutico individual de la madre, ella puede resolver dudas relacionadas con la cotidianidad, se ha permitido validar las emociones fuertes y encontradas en ocasiones, surgidas a lo largo del camino recorrido con su hija, pero sobre todo recuperar una vida individual rica, opacada durante años por lo que hoy me atrevería a considerar como un aspecto de su vida, y no la esencia, que es ser madre de M. Aquí jugó también un papel muy importante una psicóloga cercana a la madre de M, quién propició este trabajo, ayudándola a permitirse explorar su mundo interno y recuperar la ilusión. De acuerdo con Pérez (3), en el proceso educativo que sigue M —con una perspectiva terapéutica que tiene en cuenta sus múltiples aristas—, se parte entonces de un enfoque constructivo en el que “éxito” en lo académico no va a estar “casi a su alcance”, para que sea la ilusión de lograrlo la que jalone a M. “El éxito” será un personaje cotidiano con el que ella tendrá que enfrentarse a diario y con el que aprenderá a relacionarse; encontrando su mejor perfil para cuando él le sonría y buscando cómo pararse frente a él, cuando le sea esquivo. En este entorno de “tolerancia igualitaria” (no de “tolerancia caritativa”) a M le ha resultado un poco más fácil hacerle frente a retos por los que sí es posible luchar…, retos que traen de la mano la esperanza…, retos que se dejan acariciar(3)... Con un escenario escolar construido casi a la medida de unas dificultades como las suyas, ha sido posible poner a prueba la internalización de controles externos por parte de M, para manejar asuntos álgidos de su patología, como son los temas de la alimentación, en los que M ha tenido que aplazar, sustituir o deponer sus deseos buscando metas relacionadas con su propio cuerpo, el que por otro lado es victima de sus constantes agresiones (3). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 131 S Jordán M. Estos son algunos de los elementos que adornan los días y los meses de M. en su “colegio especial”; elementos que en gran medida han exorcizado la tristeza con la esfinge de la esperanza frente a la que M en forma esporádica continúa presentando oscuras dudas que se empeña en resolver mediante doloridos interrogatorios a su mundo (3). El padre, a su vez, busca un espacio terapéutico individual en el que se siente cómodo. Las reuniones puntuales de los padres con la terapeuta de M, por modificaciones de síntomas, por aparición de síntomas que pueden ser leídos como descompensaciones severas si no contempláramos las vivencias múltiples, para analizar de antemano las posibles repercusiones de manejos sugeridos para su patología genética de base o para recordarnos mutuamente la empresa en la que estamos, han sido fundamentales para aclarar dudas, dar sentido a las decisiones, y ante todo, cohesión ante M, de aquello que le proponemos como benéfico. En la última reunión, después de hacer una reconstrucción entre todos del proceso vivido, surgió de nuevo la idea de aumentar el número de sesiones en su proceso individual —cosa que ya está en marcha—, la necesidad de discutir con su endocrinóloga los beneficios frente a los riesgos de asociar un antipsicótico atípico al tratamiento, 132 S y la posibilidad de hablar con un terapeuta de familia, “alguien que se ocupe de todos, porque hay momentos más difíciles para cada uno”, en términos de alguno de los padres, refiriéndose a ellos y los hermanos de M, con quienes tiene una relación cercana, con mucho afecto. Escribir acerca de esta experiencia me hace pensar en conceptos como el de permeabilidad, movimiento, capacidad de espera; no una espera pasiva, sino tolerancia a la frustración; a no obtener todo lo que uno quisiera, o al menos no pronto, dándole prioridad al timing —al de la paciente y al de cada una de las personas vinculadas— a fin de lograr los objetivos terapéuticos. Discutiendo de nuevo el proceso con la terapeuta de la mamá, nos pareció importante señalar que compartíamos la idea de considerar un logro el proceso que hay en curso en el momento. Yo, de forma privilegiada, en calidad de psicoterapeuta individual de la paciente, pero todos en las distintas áreas hemos podido ser testigos de la evolución satisfactoria de M, desde una psicosis precoz deficitaria, a una disarmonía evolutiva de estructura psicótica con esbozos de apertura hacia la neurosis (4). Su funcionamiento actual se caracteriza por la necesidad de llevar a cabo todo de manera obsesiva, ritualizada, con una postura paradójica frente al cambio: le genera mucho temor y al Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución mismo tiempo una gran curiosidad; su sentido del self se ha complejizado de forma importante, alcanzando una organización mental entre la bi y la tridimensional en términos de D. Meltzer (5) o la “integración” —patrón de continuidad existencial— en los de Winnicott (6): el camino que va del “yo”, al “yo soy” hasta el “yo existo” (este último paso cuando “soy visto y comprendido por alguien”). Ahora, es decir, después de cuatro años de trabajo “a la carta”, estamos disfrutando de ésta, siendo partícipes como sujetos diferenciados, pero teniendo que enfrentar las dificultades que su nueva estructura supone: la toma de conciencia de las dificultades y lo que ella llama “la diferencia” —en sentido negativo, lo que no puede hacer y los demás sí— con los sentimientos de rabia, desesperación y recientemente de tristeza; ésta última de la mano con el acceso a la mentalización: “¿Cierto que cuando hablamos de esas cosas difíciles es cuando yo me hago daño?” (mientras se lesiona la piel) seguida de “tú sabes que yo no puedo hacer dos cosas al tiempo; mejor no juguemos y sólo hablemos”. Reflexión final Misès había planteado que cualquiera que fuera el dispositivo elegido, se trata de introducir un proceso curativo para un niño con una organización mórbida severa que exige un abordaje multidimensional: No es suficiente entonces, disminuir los síntomas más molestos, ni llevar a cabo una acción educativa o pedagógica que se limite a una mejor utilización de las capacidades presentes en el sujeto: la cura debe permitir igualmente, auténticas modificaciones estructurales. Tal empresa se refiere a un modelo dinámico que otorga un lugar importante a la perspectiva psicoanalítica, sin desconocer por tanto, la multiplicidad de factores en juego y la necesidad de un abordaje pluridisciplinario. (7) Aparece el término de “mediación terapéutica”: las vivencias experimentadas en los distintos espacios vitales pueden ser pensadas en conjunto, para obtener significados, razones, para comprender los movimientos psíquicos subyacentes. Esta experiencia con M no habría sido posible de no contar con un equipo de profesionales respetuosos del trabajo del otro, persiguiendo un objetivo común, dispuestos a aceptar las fallas señaladas por otro de los participantes de esta empresa y a buscar una solución —entre todos— del tropiezo al proceso de M, a acompañarse en los puntos de intersección, sin invadir el territorio del otro, sabiendo que de hacerlo se reproduciría en el equipo la confusión existente en el mundo interno de la paciente. Cuando Winnicott dijo “cuando no puedo hacer psicoanálisis, hago otra Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 133 S Jordán M. cosa”, no quería decir “cualquier cosa”, sin una razón de ser; podríamos leerlo como la propuesta a ver lo que sí podemos hacer, con los medios con los que contamos y con la problemática a la que debemos hacer frente en nuestro entorno. Su noción de área transicional —“el área intermedia… le es permitida al niño entre la creatividad primaria y la percepción objetiva basada en la prueba de realidad” (2)— sería el espacio compartido entre yo y no yo, aquél en el que se construye el self, en el que se da la individualidad, a partir de la ilusión y el recurso a la creatividad. Existe entonces en el dispositivo terapéutico, la necesidad de ser creativo, de proveer un medio que sostenga y que permita el desarrollo del funcionamiento psíquico “hasta que no se hayan introyectado las funciones de contención, es imposible que aparezca el concepto de un espacio dentro del self” (8). El psiquiatra o psicólogo tratante hace las veces de un “director de orquesta”, abriendo la posibilidad a la intervención de uno o de varios músicos, determinando el momento en el que un instrumento que ha sido tocado deja de serlo e invita uno nuevo o, uno que dejó de sonar durante un periodo, pero siempre sabiendo que no sería posible ser director de orquesta, si no contara con la acción conjunta de la misma. Retoma las reacciones de los miembros del equipo (incluyendo las suyas por supuesto) para solucionar 134 S los callejones sin salida y mantener activa la tarea de establecer lazos entre el funcionamiento psíquico del paciente, su vida cotidiana y su vida de fantasía. Conceptualiza así los movimientos de la cura; detecta tanto los puntos de apertura, como los bloqueos de la misma; teje puentes, sostiene, apoya, acompaña y ensaya una y otra vez… Agradecimientos Las personas que han contribuido directamente en este proceso son: Patricia Barón, Catalina Deeb, el equipo docente y terapéutico del Gimnasio el Torzal, bajo la dirección de Clemencia Pérez, y por supuesto M y su familia. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. Misés R. Psychothérapie institutionnelle, cure et institution. En: Ferrari E. Psychiatrie de l’enfant et de l’adolescent. París: Flammarion MédecineSciences; 1993. Winnicott DW. Transitional objects and transitional phenomena. En: Winnicott DW. Playing and Reality. New York: Routledge; 2005. Pérez C (psicóloga educativa y directora del Colegio El Torzal, Bogotá). Comunicación personal. 30 de abril de 2008. Beraudi-Luppi A. Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente: CFTMEA-R-2000. Buenos Aires: Asociación Franco Argentina de Salud Mental-Polemos; 2004. Meltzer D. La dimensionalidad como un parámetro del funcionamiento mental: su relación con la organización narcisista. En: Meltzer D. Exploración Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Enfoque terapéutico multidisciplinario basado en la organización, no en la institución 6. 7. 8. del autismo: un estudio psicoanalítico. Buenos Aires: Paidós; 1979. Winnicott DW. La integración del yo en el desarrollo del niño. En: Winnicott DW. El proceso de maduración en el niño: estudios para una teoría del desarrollo emocional. 3rd ed. Barcelona: Laia; 1981. Misès R. Les supports institutionnelles de la cure. En: Les pathologies limites de l’enfance: étude clinique et psychopathologique. Paris: Presses Universitaires de France; 1990. Bick E. La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas. Rev Psicoanal. 1970;27(1):111-7. Bibliografía complementaria Anzieu D. Le moi-peau. Paris: Dunod; 1985. Charbit C, Cervoni A. L´enfant psychotique et l´école. Paris: Bayard; 1993. Feder F. Un cas de pathologie limite de l’enfance, “TOO MUCH”. Inf Psychiatr. 1989;65(1):21- 32. Winnicott D. Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión dentro del marco psicoanalítico. En: Winnicott DW, Beltrán J. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Barcelona: Paidós; 1999. Winnicott DW, Winnicott C. Talking to parents. Reading, Mass: Addison-Wesley; 1993. Recibido para evaluación: 13 de abril de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Martha Jordán Departamento de Psiquiatría Facultad de Medicina Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7a. Nº 40-62, Piso 8 Bogotá, Colombia mijordang@yahoo.com Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 135 S Terapia conductual dialéctica Juanita Gempeler1 Resumen Introducción: Un importante aporte de la terapia cognoscitivo-comportamental al área clínica es la terapia conductual dialéctica (TCD), desarrollada a finales de los años noventa por la psiquiatra Marsha Linehan, como respuesta a las dificultades en el tratamiento del trastorno de personalidad limítrofe (TPL). Se destaca su carácter integrador, pues se basa en principios conductuales y cognoscitivos e incorpora elementos del zen. Es un tratamiento desarrollado y evaluado con mujeres que no sólo presentaban TPL, sino que, además, tenían historias de intentos de suicidio. La TCD resulta muy útil en el tratamiento de depresión, ansiedad, trastornos del control de los impulsos, ira e impulsividad. Objetivo: Presentar el origen y el desarrollo de la TCD. Desarrollo: La TCD usa técnicas que se centran en el cambio conductual, con estrategias de aceptación o de validación, subrayando que la aceptación no excluye el cambio (componente dialéctico). Estas tres estrategias (cambio, aceptación y comprensión dialéctica) y las teorías en las cuales se basan son los pilares de la TCD. Se describen las estrategias de intervención (nucleares, dialécticas, estilísticas y de dirección de caso), en las cuatro modalidades de tratamiento: terapia individual, contacto telefónico, entrenamiento grupal en habilidades y consulta del terapeuta; así como los estadios del tratamiento y las metas de cada uno de ellos. Finalmente, se revisa la evidencia empírica de este abordaje clínico. Palabras clave: terapia conductual dialéctica, personalidad limite, cambio, validación, impulsividad, control de impulsos. Title: Dialectical Behavioral Therapy Abstract Introduction: One of the most interesting developments of the Cognitive Behavioral Therapy in the clinical area is the Dialectical Behavioral Therapy. Dr. Marsha Linehan (M.D. Psychiatrist) was looking for answers in the treatment of borderline personality disorders (BPD), and ended up designing a treatment program for this condition. It has an integral approach that uses behavioral and cognitive principles, adding oriental Zen elements. It is therefore a Cognitive Behavioral treatment developed and evaluated in women suffering from BPD 1 Psicóloga clínica, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Diplomada en Terapia Cognoscitiva-Comportamental, Universidad de Londres, Inglaterra. Codirectora de la Clínica del Programa Trastornos de la Alimentación y Desórdenes RelacionadosEquilibrio, Bogotá, Colombia. 136 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual dialéctica and with a history of non-fatal suicide attempts. It is a very useful in the treatment of other pathologies, such as anxiety, depression and impulse control disorder, as well as in the management of behavioral difficulties such as rage and impulsivity. Objective: To present the origin and development of DBT. Development: DBT uses techniques focused on behavioral change, with strategies of acceptance o validation of the actual behavior. This last component is the dialectical one implying that validation and acceptance do NOT excludes change. DBT has four different intervention strategies: nuclear, dialectical, stylistic and case direction. And four intervention modalities: individual therapy, telephone calls, ability group training and case consultation, organized in stages with specific treatment goals. Empirical evidence for this clinical approach is revised. Key words: Dialectical behavior therapy, borderline personality disorder, behavior change, validation, impulsivity, impulse control. Origen de la terapia conductual dialéctica En los años setenta, Marsha M. Linehan2 empezó a utilizar TCC (terapia cognoscitiva comportamental) estándar en mujeres adultas con historias de intentos de suicidio crónicos, ideación suicida, urgencia para hacerse daño y automutilaciones, y encontró dificultades en la imposibilidad temporal de manejar los problemas clínicos (intentos de suicidio, urgencia de automutilarse, falta de adherencia al tratamiento, no realización de las tareas comportamentales, problemas del ánimo, ansiedad, etc.), y paralelamente desarrollar sesiones terapéuticas dirigidas a la utilización de estrategias de manejo más adaptativas (1). A raíz de este problema, Linehan estructuró lo que ahora conocemos 2 como TCD (terapia conductual dialéctica). Parte de la revisión de las conceptualizaciones y abordajes al trastorno de personalidad límite, y propone una teoría biosocial a partir de la cual desarrolla su propuesta de intervención. El trastorno de personalidad limítrofe La TCD conceptualiza el trastorno de personalidad límite como una alteración dominante del sistema de regulación emocional (1,2). Según Linehan, TPL es un trastorno en el que la disfunción biológica en el sistema de regulación emocional interactúa con un ambiente invalidante, desarrollando una disregulación emocional dominante, que se expresa en la inhabilidad para modular las emociones (Figura 1). Para los interesados en el tema, Linehan tiene una página en Internet en la que además de información general sobre la TCD ofrece cursos de formación en este abordaje; disponible en http:// www.behavioraltech.org. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 137 S Gempeler J. Un ambiente invalidante se entiende como aquél que permanentemente niega o pasa por alto los comportamientos de un sujeto dado, independientemente de su validez actual. una estrategia de cambio, para que puedan desarrollar una vida significativa con sentido para ellos. La aceptación no excluye el cambio. Es este movimiento entre aceptación y cambio lo que lleva a Marsha Linehan a plantear el componente dialéctico, entendido como la búsqueda de balance entre esos dos elementos. Este balance ayuda a romper la rigidez de los pensamientos, sentimientos y comportamientos propios del TPL, la tendencia a polarizar las posiciones en extremos. Lo dialéctico implica conceptos como integralidad (holismo) y síntesis, que facilitan el movimiento en el interior de la terapia. Surgimiento de la TCD La TCD surge como una alternativa para el manejo de pacientes difíciles, crónicos, con múltiples diagnósticos en los ejes I y II. Es una modificación de la TCC estándar. Utiliza técnicas como entrenamiento en habilidades sociales, tareas comportamentales, escalas de síntomas y análisis del comportamiento que están centradas en la búsqueda de cambio conductual, pero adiciona estrategias de aceptación o de validación que buscan transmitir a los pacientes la idea de que ellos son aceptables tal como son, y que sus comportamientos (aun los de automutilación) tienen sentido y son susceptibles de ser comprendidos. A partir de esta aceptación se empieza a construir Estas tres estrategias —cambio (TCC), aceptación (validación), y comprensión dialéctica—, así como las teorías en la cuáles están basadas, se constituyen en los pilares de la TCD (3) (Figura 2). Figura 1. Trastorno de personalidad limítrofe (borderline) Es un trastorno pervasivo del sistema de regulación emocional Disfunción biológica en el sistema de regulación emocional 138 S + Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Ambiente invalidante Terapia conductual dialéctica Figura 2. Estrategias de la TCD Comunicación dialéctica Cambio Aceptación Irreverente Recíproca Solución de problemas Validación Centro Consulta al paciente Intervención ambiental Consulta con el equipo Manejo del caso Estrategias de intervención en TCD La TCD utiliza varias estrategias: nucleares, dialécticas, estilísticas y de dirección de caso (Figura 3) Estrategias nucleares Las técnicas básicas de la TCC utilizadas por la TCD son el entrenamiento en habilidades, la terapia de exposición, la terapia cognoscitiva (con énfasis en la solución de problemas), y el manejo de contingencias. Validación (énfasis en la aceptación) TCC (énfasis en el cambio) La TCC hace énfasis en la adquisición de nuevos comportamientos, y ese elemento está presente en cada una de las sesiones. Comportamiento se refiere a todo lo que la persona piensa, siente y/o actúa. La persona, junto con el terapeuta, lo monitorea, lo analiza, identifica los cambios a ser logrados, y se entrena para esto en grupo e individualmente. El objetivo es el de aprender a identificar qué factores mantienen su comportamiento en el tiempo, y cómo modificar estos factores. La búsqueda del cambio del comportamiento se convierte para algunos pacientes en un elemento perturbador. Reportan sentirse presionados, invalidados. Esta razón motivó a Linehan a utilizar estrategias de validación en las que se parte de un planteamiento de comprensión y aceptación del comportamiento, para luego moverse entre éste y el cambio de los comportamientos que van siendo identificados como inapropiados. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 139 S 140 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 D. Hacer limonada a partir de limones. C. Jugar al abogado del diablo. B. Uso de metáforas, parábolas, mitos, cuentos. A. Asumir la paradoja. - El terapeuta busca permanentemente el equilibrio entre tensiones (análisis de opuestos para llegar a síntesis). - Se busca que el paciente abandone el pensamiento dicotómico, aceptando la realidad como compleja y con múltiples contradicciones, tolerando el malestar. - Las situaciones presentan movimiento permanente, el paciente busca la síntesis. Dialécticas B. Resolución de problemas - Análisis conductual. - Análisis de soluciones. (Entrenamiento en habilidades, procedimientos de contingencias, técnicas de exposición y modificación cognoscitiva). A. Validación Las respuestas tienen sentido en cierto contexto, no se invalidan las respuestas. Hay seis niveles diferentes de validación: 1. Interés genuino por el paciente. 2. Trasmitirle al paciente entendimiento y reflexión de lo dicho. 3. Trasmitir comprensión de aspectos no comunicados por el paciente. 4. Validación de la conducta a través de mostrar por qué es causada. 5. Mostrar aspectos razonables y bien basados en relación con la respuesta del entorno, evitando comentarios de aspectos disfuncionales. 6. Creer en el paciente como sujeto capaz de cambio, como persona de igual estatus y merecedor de respeto. Estrategia de “animar”. Nucleares B. Comunicación irreverente Estilo humorístico, ingenuo, de confrontación, irónico pero respetuoso y no agresivo. A. Comunicación recíproca Estilo cercano, empático, afectuoso, cálido, que implica compromiso en la relación. Se refieren al estilo de comunicación. Estilísticas C. Estrategia de supervisión y asesoría. B. Estrategia de intervención en el entorno. A. Estrategia de asesorar al paciente. Dirección de caso Figura 3. Estrategias de intervención (2) Mezcla de todas las anteriores. Integradas Gempeler J. Terapia conductual dialéctica La validación no implica estar de acuerdo con el o los comportamientos analizados, sino la posibilidad de entender porqué tienen sentido dada la historia de vida de la persona. Hay varios tipos de validación en TCD. Una básica es estar alerta frente al paciente, prestarle atención de manera respetuosa. Otra forma de hacerlo es la de encontrar el sentido al comportamiento de la persona, y tratarlo como a un igual, no como a un enfermo mental. En todos los módulos de tratamiento se hace énfasis en la importancia de aceptar aquello que no podemos cambiar, así como en cambiar lo que es susceptible de ser cambiado. Estrategias dialécticas (énfasis en la integración de opuestos) Este concepto implica entender que: • • • Cada cosa está relacionada con todas las otras. El cambio es constante e inevitable. Los opuestos se pueden integrar para acercarse a la verdad (que está en constante evolución). Linehan describe varias formas de implementar estas estrategias. El terapeuta tiene que estar buscando continuamente el equilibrio entre las tensiones que se producen en la terapia, entre la aceptación y el cambio, entre prestar atención a las capacidades y las limitaciones o déficits. Este equilibrio se busca a través la revisión juiciosa de cada una de las situaciones traídas a la terapia, en las que se trata de que el paciente abandone su pensamiento dicotómico, y vaya haciendo suya una forma de pensamiento que ve la realidad como compleja y múltiple, que tolere sus contradicciones internas (1-4). Son dos estilos de comunicación, la recíproca (cercana, empática, afectuosa, cálida), y la irreverente (humorística, ingenua, de confrontación irónica, pero respetuosa y no agresiva). Ambos estilos son utilizados por el terapeuta, dependiendo del momento del tratamiento y de la meta a ser lograda. Estrategias de dirección del caso Se refieren a la importancia de asesorar al paciente y reestructurar su entorno, así como a que el terapeuta reciba supervisión y asesoría. Modalidades de intervención La TCD implica un trabajo entre un terapeuta individual y un equipo que lo apoya permanentemente, con el que se reúne una vez a la semana para mantener el balance en su aproximación al paciente y acompañarlo en la aplicación de técnicas efectivas. Hay cuatro modalidades en el tratamiento: terapia individual, contacto telefónico, consulta del terapeuta y Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 141 S Gempeler J. entrenamiento grupal en habilidades (1): • • • • El terapeuta individual mantiene la motivación del paciente para el tratamiento. Es el terapeuta primario. El grueso de la intervención se realiza en estas sesiones individuales. Entre sesiones el paciente puede utilizar el contacto telefónico para obtener apoyo en la utilización de las habilidades que están siendo trabajadas, evitar la automutilación y fortalecer la relación terapéutica. Este contacto se hace siguiendo reglas que se acuerdan con el terapeuta para regular las razones del contacto y los horarios de atención. Los terapeutas reciben TCD entre sí, en los grupos de consulta organizados para tal fin, con el objeto de aprender a mantener una posición dialéctica y a apoyarse en las dificultades que pueden aparecer en la implementación de este tipo de tratamiento. Estos grupos son considerados esenciales para los terapeutas que utilizan la TCD para el tratamiento del TPL. Las habilidades que el paciente necesita desarrollar son adquiridas, desarrolladas y fortalecidas en grupos de entrenamiento en habilidades, apoyo telefónico y en vivo, y tareas comportamentales: 142 S – – – – Habilidades centrales de toma de conciencia activa y de atender cuidadosamente (core mindfullness skills): Se derivan de técnicas de meditación budista. Se utilizan como estrategias psicológicas sin una intencionalidad religiosa en su aplicación. Buscan facilitar en el paciente una conciencia clara del contexto de su experiencia. Habilidades de efectividad interpersonal: Buscan centrarse en formas efectivas para el logro de los objetivos personales que impliquen a otras personas. Incluyen aprender a pedir lo que se necesita, a decir no y ser respetado, mantener relaciones con otros y fortalecer la autoestima. Habilidades de modulación de emociones: Buscan entrenar al sujeto en sentir y tolerar emociones negativas como parte de su experiencia. Habilidades de tolerancia al malestar. Al igual que las anteriores, éstas buscan entrenar al sujeto en sentir y tolerar emociones negativas como parte de su experiencia. El ambiente se estructura de varias maneras: desde el terapeuta, desde el paciente y desde la familia, buscando que no haya un reforzamiento diferencial de comportamientos. Específicamente se busca que no haya refuerzo de comportamientos maladaptativos y/o castigo de comportamientos efectivos (Tabla 1). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual dialéctica Tabla 1. Modalidades de intervención (2) Modalidad Características Terapia individual - Una sesión por semana de 50 a 90 minutos de duración. En momentos críticos puede ser más larga. - Se trabajan objetivos señalados de modo jerárquico, atendiendo a la relevancia (uso de tarjetas diarias). - Identificar contingencias involucradas en el mantenimiento de la conducta disfuncional. Entrenamiento en habilidades - Sesiones grupales de 2 horas o de 2 horas y media, una vez por semana, por lo menos durante el primer año de tratamiento. - Manejo de contingencias y generalización de habilidades. - Se persigue reforzar el vínculo del paciente con el terapeuta o, al menos, con un miembro del grupo que Consulta de habilidades ayude a que el paciente asista a las sesiones. (se usa en pacientes que tienen - Fortalecimiento por medio de líderes en entrenaproblemas con consumo de miento de habilidades (un alumno aventajado lleva drogas) un seguimiento directo de las tareas, ejercicios, etc. del paciente). - Dirigir la puesta en práctica de habilidades favoreciendo su generalización en ámbitos cotidianos. - Intervenir en crisis de emergencia. Consultas telefónicas - Reparar la relación terapéutica sin que haya que esperar a la siguiente sesión (mantener al paciente en la terapia). - Manejo de contingencias. Estructuración de entorno - Qué aspecto del tratamiento mantiene la conducta. Atención a los terapeutas - Supervisiones semanales individuales o colectivas. Organización del tratamiento La meta central de la TCD es ayudar a los clientes a crear “vidas que valgan la pena ser vividas” (1). Organiza el tratamiento en cuatro estadios, cada uno con sus metas, buscando evitar que el tratamiento se vuelva una permanente solución de crisis. Es un proceso ordenado y lógico que va desde el abordaje de los comportamientos que permiten al paciente mantenerse vivo y adherirse al proceso terapéutico, hasta aquellos asociados a construir una mejor calidad de vida con la adquisición de nuevas habilidades de manejo efectivas. Estadios y metas del tratamiento El tratamiento se divide en una etapa de pretratamiento y en cuatro estadios, con sus metas particulares: • Pretratamiento: orientación y compromiso. A lo largo de las primeras entrevistas, el terapeuta y el paciente llegan a un Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 143 S Gempeler J. • acuerdo y un compromiso de trabajar juntos, a partir de las expectativas que el paciente tiene. Este tratamiento no es un programa de prevención de suicidio, sino que pretende, a través del trabajo en equipo, crear una vida que merezca la pena vivirse. Se exponen las bases del tratamiento, describiéndolo como una terapia cognitivo-conductual, que pone especial énfasis en el aprendizaje de habilidades. En el primer estadio, se busca ir de un comportamiento descontrolado a uno controlado: – Meta 1: reducir y eliminar los comportamientos que atentan contra la vida del paciente (p. ej.: intentos de suicidio, pensamientos suicidas, autoagresión intencional). – Meta 2: reducir y eliminar los comportamientos que interfieren con el tratamiento. (p. ej.: comportamientos que alejan a quienes tratan de ayudar al paciente, no ejecución de tareas comportamentales, inasistencia a las sesiones, poca colaboración con los terapeutas). Esta meta incluye la disminución y si es posible, la eliminación de la hospitalización como una manera de manejar crisis. – Meta 3: disminuir los comportamientos que atentan 144 S • contra la calidad de vida. (p. ej.: depresión, fobias, trastornos de alimentación, inasistencia al trabajo o estudio, descuido de problemas médicos, falta de dinero, no utilización de las redes de apoyo social) y aumento de comportamientos que mejoran la calidad de vida (p. ej.: ir al trabajo o estudio, tener amigos, tener dinero suficiente, vivir en un sitio apropiado). – Meta 4: aprender habilidades que les permitan: a) centrarse en el “momento presente”, disminuyendo el énfasis en el pasado y el futuro; b) mantener las relaciones interpersonales que les ayudan a su bienestar, terminar las que no lo hacen y buscar nuevas si es necesario; c) entender qué son las emociones, cómo funcionan y cómo las pueden experimentar sin sentirse inundados por ellas; d) tolerar dolor emocional sin usar autoagresión u otros comportamientos autodestructivos. El segundo estadio busca romper la inhibición de la experiencia emocional para lograr una experiencia completa de las emociones. – La meta de este estadio es ayudar a los pacientes a experimentar sentimientos sin tener que disociarse, evitar Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual dialéctica • • la vida o tener síntomas de TSPT. El tercer estadio pretende ayudar al paciente a construir una vida propia, resolviendo los problemas que esto implica y buscando mayor estabilidad: – La meta es poder trabajar temas como conflictos interpersonales con su pareja o sus compañeros de trabajo, insatisfacción con el trabajo, metas de su carrera profesional, etc. Este estadio no necesariamente tiene que darse en el interior de un proceso terapéutico, pero podría ser necesario hacerlo así. El cuarto estadio se plantea como un movimiento de la sensación de estar incompleto a la de sentirse completo y conectado. El trabajo en este estadio busca que el paciente tenga un crecimiento espiritual, y es trabajado desde el zen. – Este estadio se da al final del proceso, y se centra en el momento en el cual el paciente ya tiene una vida propia, pero enfrenta una sensación de vacío. La Figura 4 esquematiza los diferentes estadios y sus objetivos. Evidencia en TCD Dos estudios controlados (5,6) financiados con fondos del Instituto de Salud Mental y el Instituto Nacio- nal de Abuso de Drogas mostraron que la TCD es más efectiva que el tratamiento usual TAU (Treatmentas-usual) en el tratamiento del TPL y sus diagnósticos comórbidos de abuso de sustancias. Quienes recibieron TCD al compararlo con TAU, presentaron una menor probabilidad de dejar la terapia, reportaron menos comportamientos para suicidas y si los presentaron, fue menos probable que necesitaran una hospitalización, estuvieron menos días en el hospital y tuvieron mayores puntajes en las escalas de ajuste global y social. La TCD ha sido usada en varios estudios controlados, aleatorizados, fuera de la Unidad de Investigación de Linehan en la universidad de Washington. Koons, Robins, Tweed & Lynch (7), asignaron al azar a veinte mujeres diagnosticadas con TPL a TCD o TAU. A diferencia de los estudios originales de Linehan (1991, 1993), los sujetos no debían tener una historia reciente de parasuicidio. Los sujetos que recibieron TCD mostraron una reducción estadísticamente significativa en la ideación suicida, depresión, desesperanza y rabia, al compararlos con los sujetos que recibieron TAU. Verheul et al., (8) llevaron a cabo un estudio controlado aleatorizado en Noruega, comparando TCD y TAU. Sus resultados son consistentes con los obtenidos en los estudios reportados anteriormente. Los sujetos en Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 145 S Gempeler J. Figura 4. Terapia conductual dialéctica para trastornos de personalidad limítrofe. Estadios de la terapia y objetivos del tratamiento Pretratamiento (Orientación y compromiso) Tres entrevistas Estadio 1 (Logro de capacidades básicas) Mínimo un año Contenedora Habilidades conductuales 1. Toma de conciencia activa, describir vivencias sin juicio ni crítica “atender cuidadosamente” (zen). 2. Regulación de emociones. 3. Efectividad interpersonal. 4. Mantenimiento de autonomía mínima. 5. Tolerancia del malestar (rotular). Objetivos - Estudio de las expectativas del paciente (si son realistas o no). - No es un programa de prevención de suicidio. Por medio del trabajo de equipo se debe crear una vida que merezca la pena ser vivida - Se describen las bases del tratamiento (cognoscitivo-comportamentales, basadas en aprendizaje de - Habilidades, lo cual equivale a aceptar sin juicio y percibirlo como algo esencial en la vida). Objetivos - Conseguir un modo de vida razonablemente funcional y estable. - Disminuir de conductas suicidas y parasuicidas. - Disminuir de conductas que interfieran en la terapia. - Disminuir de conductas que interfieren en la calidad de vida. - Fortalecer el vínculo terapeuta-paciente. Sesiones grupales e individuales, una vez por semana Estadio 2 (Reducción de angustia postraumática) Descubrimiento Objetivos Mínimo un año - Elaborar traumas previos (procesar). - Reducir la negación. - Resolver tensiones dialécticas. (culpa-asociado al trauma). Continuar fortaleciendo habili- Toma de conciencia de motivaciones, temores dades conductuales estableciy conflictos internos. das en el estadio 1 Estadio 3 (Resolver problemas de la vida e incrementar auto-respeto) Fortalecer actitudes Tiempo indefinido Habilidades - Validar emociones, opiniones y acciones individuales del terapeuta, así como disminuir la vergüenza y el odio a sí mismo. Estadio 4 (Lograr capacidad de sostener la alegría) 146 S Objetivos - Logro de confianza en sí mismo. - Autoestima y autorrespeto (independiente de valoración externa). - Promoción de la independencia del terapeuta. - Autonomía. Objetivos - Ampliar la conciencia. - Lograr plenitud espiritual y movimiento dentro del flujo de la vida (por medio de terapias largas orientadas a insight y prácticas espirituales). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual dialéctica la condición de TCD reportaron una mayor adherencia al tratamiento, reducción de comportamientos suicidas, reducción de episodios de autodaño y automutilación. Varios autores han revisado la evidencia de la eficacia de la TCD para el tratamiento del trastorno de personalidad límite con o sin comorbilidad de abuso de sustancias (9-12), encontrando su superioridad en el tratamiento de estas patologías. Linehan (13) presenta un estudio aleatorizado, controlado, de dos años de duración (un año de tratamiento propiamente dicho y otro de seguimiento de los pacientes), comparando la TCD con el tratamiento dado por expertos en comportamiento suicida y TPL, encontrando que la TCD estuvo asociada a mejores resultados en la mayoría de la áreas medidas (comportamientos suicidas, utilización de servicios de emergencia y funcionamiento psicológico general). Las conclusiones de este estudio señalan que la efectividad de la TCD no puede ser atribuida al hecho de que la terapia sea administrada por expertos. La TCD parece ser más efectiva en la disminución de intentos de suicidio. 2. 3. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Conclusiones 1. La TCD es un tratamiento cognoscitivo y del comportamiento integral. La TCD ha sido evaluada y señalada como el tratamiento de elección para el TPL. La TCD ha sido reformulada como un tratamiento para poblaciones con múltiples diagnósticos resistentes al tratamiento. 8. Linehan MM. Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: Guilford Press; 1993. Linehan MM. Skills training manual for treating borderline personality disorder. New York: Guilford Press; 1993. Behavioral Tech, LLC. Dialectical Behavior Therapy Frequently Asked Questions [citado: 20 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www. behavioraltech.com/downloads/dbtFaq_Cons.pdf. Lynch TR, Chapman AL, Rosenthal MZ, Kuo JR, Linehan MM. Mechanisms of change in dialectical behavior therapy: theoretical and empirical observations. J Clin Psychol. 2006;62(4):459-80. Linehan MM, Armstrong HE, Suárez A, Allmon D, Heard HL. Cognitivebehavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Arch General Psychiatry. 1991;48(12):10604. Linehan MM, Schmidt H 3rd, Dimeff LA, Craft JC, Kanter JW, Comtois KA. Dialectical behavior therapy for patients with borderline personality disorder and drug-dependence. Am J Addict. 1999;8(4):279-92. Koons CR, Robins CJ, Tweed JL, Lynch TR, González AM, Morse JQ, et al. Efficacy of dialectical behavior therapy in women veterans with borderline personality disorder. Behav Ther. 2001;32(2):371-90. Verheul R, Van Den Bosch LM, Koeter MW, De Ridder MA, Stijnen T, Van Den Brink W. Dialectical behaviour therapy for women with borderline persona- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 147 S Gempeler J. lity disorder: 12-month, randomized clinical trial in The Netherlands. Br J Psychiatry. 2003;182:135-40. 9. Lynch TR, Trost WT, Salsman N, Linehan MM. Dialectical behavior therapy for borderline personality disorder. Annu Rev Clin Psychol. 2007;3:181205. 10. Robins CJ, Chapman AL. Dialectical behavior therapy: current status, recent developments, and future directions. J Personal Disord. 2004;18(1):73-89. 11. Bohus M, Haaf B, Simms T, Limberger MF, Schmahl C, Unckel C, et al. Effectiveness of inpatient dialectical behavioral therapy for borderline personality disorder: a controlled trial. Behav Res Ther. 2004;42(5):487-99. 12. Linehan MM, Dimeff LA, Reynolds SK, Comtois KA, Welch SS, Heagerty P, et al. Dialectical behavior therapy versus comprehensive validation therapy plus 12-step for the treatment of opioid dependent women meeting criteria for borderline personality disorder. Drug Alcohol Depend. 2002;67(1):13-26. 13. Linehan MM, Comtois KA, Murray AM, Brown MZ, Gallop RJ, Heard HL, et al. Two-year randomized controlled trial and follow-up of dialectical behavior therapy vs therapy by experts for suicidal behaviors and borderline personality disorder. Arch Gen Psychiatry. 2006;63(7):757-66. Comment in: Evid Based Ment Health. 2007;10(1):18. Recibido para evaluación: 8 de mayo 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Juanita Gempeler Rueda Programa Equilibrio Calle 108 No. 14-22 Bogotá, Colombia jgempeler@cable.net.co 148 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad María José Sarmiento Suárez1 Resumen Introducción: El trastorno de personalidad limítrofe es uno de los trastornos de personalidad más frecuentes en poblaciones clínicas; sin embargo, aunque en la actualidad se dispone de una serie de abordajes tanto farmacológicos como psicoterapéuticos, la adherencia a los tratamientos no es adecuada. Tratando de mejorar dicha adherencia, Marsha Linehan y su equipo de colaboradores diseñaron la terapia conductual dialéctica como una modificación de la terapia cognitiva comportamental estándar. Objetivo: Revisar las bases teóricas y los principios fundamentales de la terapia conductual dialéctica, así como la evidencia clínica disponible sobre su efectividad para el tratamiento de los pacientes con trastorno de personalidad limítrofe. Método: Revisión narrativa de la literatura. Desarrollo y conclusiones: La terapia conductual dialéctica fue el primer tratamiento psicoterapéutico para pacientes con trastorno de personalidad limítrofe que demostró efectividad en ensayos clínicos controlados, especialmente en el manejo de las conductas autolesivas y en la adherencia al tratamiento. Palabras clave: terapia conductual dialéctica, trastorno límite de personalidad, psicoterapia. Title: Dialectical Behavioral Therapy in Patients with Borderline Personality Disorder Abstract Introduction: Borderline personality disorder is one of the most frequent personality disorders in clinical populations. However, although currently a series of both pharmacological and psychotherapeutic approaches is available, treatment compliance is inadequate. Trying to improve compliance Marsha Linehan and her collaborators designed a dialectical behavioral therapy (DBT) as a modification of the standard cognitive behavioral therapy. Objective: To review the theoretical bases and fundamental principles of DBT, as well as the clinical evidence available on its efficacy in the treatment of patients with borderline personality disorder. Method: Narrative review of literature. Development and conclusions: DBT was the first psychotherapeutic treatment for patients with borderline personality disorder that showed its efficacy in controlled clinical trials, especially regarding the management of self-injury behaviors and treatment compliance. Key words: Dialectical behavioral therapy, borderline personality disorder, psychotherapy. 1 Médica residente de tercer año de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 149 S Sarmiento M. Introducción El trastorno límite de la personalidad (TLP) es uno de los trastornos más frecuentes en las poblaciones clínicas, dada su alta tasa de comorbilidades. Se presenta como una entidad heterogénea, cuyos factores etiológicos y formas de presentación clínica y comportamental varían no sólo de un individuo a otro, sino de una etapa de la vida a otra en el mismo individuo. Por estas razones se constituye en un reto diagnóstico y terapéutico (1). La principal característica de los pacientes con TLP es la inestabilidad, que se refleja tanto en el afecto como en las relaciones interpersonales, los pensamientos y la conducta (2). Con esta entidad, la personas tienen alterada la capacidad para manejar las emociones, aparte de que hay una marcada tendencia a la impulsividad, por lo que fácilmente se ven involucrados en conductas autolesivas, especialmente en conductas suicidas y parasuicidas (3). La vivencia interna de estos pacientes es a su vez inestable, ya que la imagen de sí mismos, sus objetivos personales y sus tendencias son a menudo confusas o se encuentran alteradas. Por lo general, su autoimagen se basa en ser “desgraciados” o “incompletos”, incluso a veces experimentan la sensación de “no existir”. Esta experiencia es vivida de una manera extremadamente do- 150 S lorosa, con una profunda sensación de ausencia de sentido de la vida y desesperanza (3). El TLP es un trastorno que suele aparecer en la adolescencia y perdura durante la vida adulta. Presenta períodos de mejoría evidente, alternados con períodos de crisis, generalmente desencadenados por algún suceso vital (separaciones, divorcios, pérdida del empleo, duelos, entre otras). La mayoría de los pacientes que sufren este trastorno refieren estabilizarse cerca de la cuarta década de la vida (3,4). Tiene una prevalencia estimada, que varía según los estudios, entre el 1,1% y el 4,6%. Es mayor en mujeres que en hombres, en proporción de 3:1 (5,6). Algunos autores plantean que el TLP es un trastorno vincular, ya que la inestabilidad en las relaciones interpersonales causa un malestar significativo en las personas que los rodean, quienes al estar expuestas al comportamiento típico de estos pacientes pueden, sin saberlo, transformase en parte del problema. Amigos, parejas y familiares usualmente toman este comportamiento como una cuestión personal y se sienten atrapados al tratar de afrontar la situación de una manera que no funciona en el largo plazo o que la empeora (7). Teniendo en cuenta el gran malestar que genera este trastorno tanto en el individuo como en sus allegados, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad las consultas a los especialistas en salud mental son frecuentes y constituyen el 10% de estas (3). Pese a que actualmente se dispone de una variedad de estrategias, tanto farmacológicas como psicoterapéuticas para el manejo de estos pacientes, los estudios muestran que en general los individuos con TLP intentan varios tratamientos a lo largo de su vida y que los cambios de médicos y psicoterapeutas son frecuentes, debido a que el grado de satisfacción con ellos no siempre es el esperado (4). Marsha Linehan (2) encontró que el grado de satisfacción con el tratamiento mejoraba cuando a un grupo de mujeres con conductas autolesivas que cumplían criterios para diagnóstico de TLP se les combinaban las estrategias para el cambio, usualmente utilizadas en terapia cognitiva-comportamental (TCC) estándar, con estrategias para la aceptación. De esta manera, las pacientes sentían que sus terapeutas las entendían mucho mejor, y así fortalecían la alianza terapéutica, con lo que se lograba una mejor adherencia al tratamiento y una mejoría más rápida (3). Así fue como Linehan y su equipo diseñaron la terapia conductual-dialéctica (TCD), el primer tratamiento psicoterapéutico que mostró efectividad en ensayos clínicos controlados (8), por lo que actualmente es recomendada como el tratamiento de elección para los pacientes con TLP por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y por el Departamento de Salud del Reino Unido (9,10). La TCD se basa en la teoría biosocial del TLP, propuesta por Marsha Linehan, y se fundamenta en los principios de la ciencia comportamental, la filosofía dialéctica y la práctica zen (11). Aunque inicialmente fue diseñada para pacientes con TLP, hoy en día ha sido reformulada y conceptualizada para el tratamiento de pacientes con depresión y algunos trastornos de la conducta alimentaria, que han sido resistentes a otros tratamientos (11). Método Se revisó la literatura médica disponible consultando la base de datos de PubMed, con los términos MeSH: dialectical behavoiur therapy y borderline personality disorder, que arrojó 96 artículos, de los cuales se escogieron 20 por considerarlos relevantes. Además, se revisaron libros de texto sobre el tema y se consultó personalmente a autores interesados en la práctica e investigación en esta área. Teoría biosocial del trastorno límite de la personalidad La TCD se basa en la teoría biosocial del funcionamiento de la personalidad, que sostiene que la principal Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 151 S Sarmiento M. alteración en los pacientes con TLP es la desregulación de las emociones, que implica el uso poco adaptativo e inadecuado de estrategias para la modulación emocional. La desregulación de las emociones sería el resultado conjunto de una vulnerabilidad emocional determinada biológicamente, un ambiente invalidante y la interacción entre estos dos factores durante el desarrollo del individuo (12). Vulnerabilidad emocional La vulnerabilidad emocional se refiere a las siguientes características: una alta sensibilidad a estímulos emocionales, una respuesta intensa a dichos estímulos y un lento retorno a la calma una vez inducida la respuesta emocional. Es decir, los pacientes con TLP se activan fácilmente ante situaciones donde no se esperaría esa respuesta. Dichas emociones producen una respuesta más intensa de lo predecible y el retorno a la calma toma más tiempo que el usual en otras personas. Las emociones se hacen tan insoportables que el paciente busca de forma urgente regresar a la calma y es en ese momento donde aparecen las llamadas conductas impulsivas (2,12). Ambiente invalidante Un ambiente invalidante es aquel que tiende a responder de manera errática e inapropiada a la experien- 152 S cia privada, es decir, a las creencias, sentimientos y pensamientos del individuo, quien reacciona exageradamente o muy poco a las experiencias privadas compartidas por el grupo, pero especialmente a aquellas no compartidas (12). Tal tipo de ambiente contribuye a la desregulación de las emociones, porque fracasa a la hora de enseñar al individuo a ponerle nombre a sus emociones, a modular la activación, a tolerar el malestar y a confiar en sus propias respuestas emocionales como interpretaciones válidas de los eventos. También le enseña a invalidar sus propias experiencias, por lo que se hace necesario obtener en el ambiente claves acerca de cómo actuar y cómo sentirse (12). Si bien un ambiente invalidante es nocivo para una persona con vulnerabilidad emocional, a su vez provoca que este invalide un medio que de otra manera sería sustentador (3). Una de las experiencias invalidantes más traumáticas es el abuso infantil. Se calcula que aproximadamente entre el 66% y el 75% de los pacientes con TLP han experimentado algún tipo de abuso sexual en la infancia (13). Este tipo de experiencias permiten la formación de creencias relacionadas con el rechazo, la desilusión y la amenaza constante de ser abandonados, al mismo tiempo que favorecen la autoinvalidación y el rechazo de las propias experiencias emocionales, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad lo que reduce la capacidad para identificarlas y modularlas (14). Principios de la TCD Principios dialécticos La TCD, como su nombre lo sugiere, se basa en una visión dialéctica del mundo. Para los griegos, la dialéctica significaba “el arte de conversar, discutir o debatir”; posteriormente, Hegel la asumió como un proceso que se encuentra en la historia como un todo y consiste en un movimiento necesario de la tesis a la antitesis y después una síntesis entre las dos (15). La perspectiva dialéctica de la naturaleza y de la conducta humana tiene tres características principales, esenciales para entender a los pacientes con TLP. La primera consiste en la interrelación fundamental, donde el análisis de cada una de las partes de un sistema no tiene mucho valor si no se relacionan las partes con el todo. Por lo tanto, la TCD involucra no sólo el aprendizaje de habilidades de autogestión, sino también capacitarse para influir en su medio ambiente (12). La segunda característica se refiere a que la realidad no es algo estático, sino un conjunto de fuerzas que se oponen entre sí (tesis-antítesis), de cuya síntesis surge un nuevo grupo de fuerzas oponentes. Desde el punto de vista de la TCD, los pacientes con TLP presentan pensamientos, conductas y emociones dicotómicos y extremos, que son considerados fracasos dialécticos, ya que al encontrarse atrapados en la polaridad, son incapaces de lograr una síntesis (12). Existen tres grandes polaridades a las que el terapeuta debe prestar especial atención para ayudar al paciente a lograr una síntesis viable: la primera es la dialéctica entre la necesidad de aceptarse a sí mismo tal como es en ese momento y la necesidad de cambio, la segunda es la polaridad entre obtener lo que necesita y perder la ayuda una vez se haga más competente y la tercera es la dialéctica entre mantener la integridad y la confirmación de sus propios puntos de vista acerca de sus dificultades frente al aprendizaje de nuevas habilidades que lo ayudarán a salir del sufrimiento (12). La tercera característica se basa en el supuesto de que la naturaleza fundamental de la realidad es el cambio o el proceso, más que el contenido o la estructura. Por lo tanto, la terapia no se concentra en mantener un ambiente estable y consistente, sino en ayudar al paciente a sentirse cómodo con el cambio (12). Validación y aceptación La principal característica de la TCD es buscar la síntesis entre la aceptación y el cambio; por lo tanto, la Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 153 S Sarmiento M. validación y las estrategias para la resolución de problemas son partes esenciales de la TCD (2). La validación es la estrategia más importante en la aceptación, ya que conduce a la persona a entender sus acciones, emociones y pensamientos. Por su parte, la resolución de problemas es la estrategia directa para el cambio, pues lleva al paciente a analizar su comportamiento y a tomar medidas activas en el camino hacia el cambio (2). propia visión del mundo y de sus sentimientos. Por lo tanto, lo que se valida son las emociones, no las conductas (3). En la TCD existen distintos niveles de validación, que se resumen en la Tabla 1; sin embargo, el principal paso para validar es observar y escuchar atentamente, respetando lo que el paciente dice, siente y hace (3,14). Terapia cognitivo-comportamental La esencia de la validación es que el terapeuta le comunique al paciente que sus respuestas tienen sentido y son entendibles si se tiene en cuenta el contexto y la situación actual (2). Es importante tener presente que validar no significa estar de acuerdo ni darle la razón al otro; es aceptar y reconocer las emociones como expresión auténtica de su La TCD es una modificación de la TCC estándar que incorpora a las técnicas conductuales del cambio algunas estrategias de aceptación, para buscar el cambio conductual a través de la experiencia. La TCD utiliza herramientas terapéuticas fundamentales de la TCC, como el análisis comportamental, la expo- Tabla 1. Niveles de validación 1. Escuchar y observar Mantener una actitud de atención e interés 2. Reflexión certera Afirmar que su conducta tiene sentido de acuerdo con las circunstancias 3. Expresar lo no verbal 4. Validar en términos de eventos pasados 5. Validar en términos de las circunstancias actuales 6. Sinceridad radical Ayudarle a comunicar al paciente lo que puede estar pensando o sintiendo, pero no puede manifestar, como una forma involucrarse en las experiencias del paciente Ayudarle al paciente a darles sentido a sus acciones o reacciones, en términos de eventos pasados y predisposición biológica Reconocer que en un momento dado la respuesta del paciente es entendible dado el contexto, las habilidades adquiridas y su historia Tratar al paciente como capaz, efectivo y razonable, no como una persona frágil Fuente: Traducido y adaptado de Feigenbaum (14). 154 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad sición, el manejo de contingencias y la reestructuración cognitiva (14). En la TCD se recalca la importancia de encontrar un equilibrio entre el cambio y la aceptación, y por ello se le enseña al paciente a aceptarse a sí mismo y al mundo tal cual es en el momento (3,12). Otra de las modificaciones a la TCC estándar que hace Linehan en la TCD es la importancia que le da tanto a la relación terapéutica (parte esencial del tratamiento) como al manejo de las conductas que interfieren en la terapia por parte del paciente y del terapeuta (12). Principios de práctica Zen Linehan incluyó dentro de la TCD versiones psicológicas y conductuales de las prácticas espirituales orientales, fundamentalmente de las prácticas Zen, que permiten a las personas comportarse de una forma más eficiente y poder vivir una vida más equilibrada (11,12). Una de las habilidades centrales en la TCD, derivada de estas prácticas, es la conciencia plena —traducción del término en inglés mindfulness—, que se refiere a la habilidad de adquirir una mayor conciencia de sí mismo y del contexto donde se encuentra. Implica adoptar una postura no sentenciosa, enfocarse en una sola cosa a la vez y ser efectivo. El objetivo es identificar las acciones más adecuadas para generar soluciones efectivas y aplicables, atendiendo al estado emocional actual y a los pensamientos asociados, que muchas veces son disfuncionales (12,14). La conciencia plena facilita los estados de “mente sabia”, que son una integración entre la “mente racional” y la “mente emocional”, es decir, son estados en los cuales el individuo puede encontrar la síntesis entre la experiencia emocional y los pensamientos lógicos (12). Funciones del tratamiento y herramientas terapéuticas La TCD es un tratamiento completo, diseñado para cumplir cinco funciones básicas: reforzar las capacidades y aptitudes del paciente, mejorar la motivación, realzar la importancia de generalizar a la vida diaria lo aprendido durante el tratamiento, estructurar el ambiente y destacar las capacidades y motivaciones del terapeuta para tratar a los pacientes con TLP (14). En la Tabla 2 se resumen las funciones de la TCD y se dan algunos ejemplos sobre las intervenciones utilizadas para cada una. Para cumplir estas funciones, la TCD cuenta con cinco modalidades básicas de tratamiento: (i) psicoterapia individual, (ii) grupo para el entrenamiento en habilidades, (iii) asistencia telefónica, (iv) reuniones de equipo y (v) grupos de psicoeducación para familiares y allegados. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 155 S Sarmiento M. Tabla 2. Funciones de la terapia conductual-dialéctica Reforzar las capacidades del paciente Mejorar las capacidades y aptitudes del paciente, enseñándole nuevas habilidades y el uso más efectivo de las ya adquiridas Entrenamiento en habilidades, psicoeducación y tareas conductuales Mejorar la motivación Incentivar el uso de nuevas habilidades en la vida cotidiana, para que cuando el paciente se active emocionalmente, pueda utilizarlas efectivamente, ya que cuando estas habilidades se han adquirido de manera reciente o no se usan con frecuencia tienden a olvidarse en los momentos de mayor activación, y por ello recurre a los comportamientos disfuncionales Análisis comportamental, análisis en cadena, manejo de contingencias y reestructuración cognitiva Generalizar Asegurarse de que las nuevas habilidades van a ser usadas en un rango amplio de situaciones y experiencias de la vida cotidiana. En el grupo para el aprendizaje de nuevas habilidades, el paciente se encuentra en un ambiente donde tiene un adecuado control emocional, se siente seguro, y tanto el terapeuta como el grupo le proveen apoyo y retroalimentación en el uso de las habilidades, a través de la discusión, el juego de roles o ensayándolas entre los miembros del grupo. Sin embargo, los pacientes deben aprender a utilizar estas habilidades en la vida diaria y, en especial, cuando: se presenta la activación emocional, se encuentran en un contexto donde se resiste a usar la habilidad o en el cual una variación en el uso de la habilidad puede ser efectivo Asistencia telefónica, intervenciones en vivo y tareas Estructurar el ambiente Suministrarle al paciente un ambiente que apoye tanto al terapeuta como al paciente en el uso de nuevas habilidades, para reforzar las conductas adaptativas y eficaces, tratando de no estimular o promover las conductas problemáticas Intervenciones familiares o de pareja Realzar las capacidades del terapeuta Apoyar al terapeuta para reforzar sus propias capacidades y su motivación para trabajar con estos pacientes de manera efectiva y segura, a través del desarrollo constante de habilidades, haciéndole seguimiento a los síntomas de estrés (burnout) e identificando los esfuerzos del paciente por modificar la conducta del terapeuta Reuniones de equipo, supervisión y educación continuada Fuente: Traducido y adaptado de Lynch y cols. (11) y Feigenbaum (14). 156 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad Psicoterapia individual Implica la relación diádica tradicional entre paciente y psicoterapeuta. El psicoterapeuta individual es quien se encarga de dirigir el tratamiento del paciente y de supervisar el cumplimiento de las metas terapéuticas; de ahí que sea el punto de integración entre las otras modalidades de tratamiento y maneje los momentos de crisis y las conductas que amenazan la vida del paciente (11). La psicoterapia individual se organiza alrededor de los siguientes objetivos: • • • Eliminar las conductas que amenacen la vida del paciente, principalmente los intentos de suicidio y las conductas autolesivas, así como las conductas que interfieran en la terapia. Disminuir los factores y las conductas que van en detrimento de la calidad de vida del paciente, como el aislamiento, el abuso de sustancias y otros trastornos en el eje I (11). Enseñar al paciente (en pro de cumplir estos objetivos) a relacionar las habilidades aprendidas con sus metas y problemas específicos. Todas las personas en la TCD reciben entre 60 y 90 minutos a la semana de psicoterapia individual (14). Grupo para el entrenamiento en habilidades El grupo para el entrenamiento en habilidades es una intervención didáctica, diseñada para reforzar las capacidades del paciente. El formato es psicoeducativo y está estructurado para el aprendizaje de nuevas habilidades. El entrenamiento en habilidades se divide en cuatro módulos básicos: conciencia plena, efectividad interpersonal, regulación de emociones y tolerancia al malestar (14). En el modulo de conciencia plena se enseñan habilidades para integrar la experiencia emocional y los pensamientos lógicos a través de observar, describir, participar activamente, no criticar, centrarse en una cosa en el momento y ser efectivo (12). El entrenamiento en efectividad interpersonal está diseñado para ayudar al paciente a relacionarse con los otros en una vía que permita fortalecer la relación sin perder los valores y el respeto (11). Incluye estrategias efectivas para pedir lo que se necesita, para decir “no” y para manejar un conflicto interpersonal (12). Enseñar habilidades para la regulación de emociones en los pacientes con TLP resulta difícil, ya que por lo general estos pacientes resisten cualquier intento de controlar sus emociones, y esto sólo es posible en un contexto de autovalidación emocional, donde se pueda enseñar al individuo a identificar y etiquetar las emociones; a ser consciente de sus emociones actuales sin juzgarlas, inhibirlas, bloquearlas o distraerse Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 157 S Sarmiento M. de ellas; a identificar los obstáculos para el cambio de las emociones cuando decida hacerlo, y a incrementar la frecuencia de acontecimientos emocionales positivos (11,12). Las habilidades de tolerancia al malestar están dirigidas a tolerar y sobrevivir a la crisis aceptando la vida tal como es en un momento determinado, es decir, aceptando aquello que no se puede cambiar (11,12). Lo ideal es que cada paciente reciba, al menos, dos horas a la semana de entrenamiento en habilidades (3). Asistencia telefónica Por lo general, estas consultas son intervenciones breves, enfocadas en ayudar al paciente a utilizar una habilidad ante una circunstancia específica (11). El propósito de la consulta telefónica es disminuir las conductas de crisis, suicidio y autolesión, para enseñarle al paciente a pedir ayuda de forma más adaptativa y ayudarlo a aplicar las habilidades aprendidas durante el tratamiento en la vida diaria. Es esta una oportunidad de mejorar o reforzar la relación terapéutica (16). Reuniones de equipo Esta modalidad de tratamiento está diseñada para apoyar a los miembros del equipo tratante y tiene dos objetivos principales: supervisar los casos clínicos y desarrollar habilidades en el terapeuta. Las re- 158 S uniones de equipo también buscan disminuir la carga emocional del terapeuta, fomentar la empatía por los pacientes y discutir en equipo las dificultades de cada paciente, ya sea en la psicoterapia individual o en los grupos de habilidades (11). Grupos de psicoeducación para familiares y allegados Si tenemos en cuenta que el TLP es un trastorno vincular que causa un elevado malestar en las personas que rodean a los pacientes, el trabajo con los familiares y allegados es de vital importancia, ya que muchas veces sus conductas pueden empeorar la situación (7). Uno de los objetivos de los grupos de familiares es brindarles psicoeducación sobre el TLP, así como el entrenamiento en algunas habilidades que les permitan entender, aceptar e identificar los factores relacionados con las manifestaciones del trastorno y actuar de un modo más efectivo frente a las crisis y a las conductas problema, para así crear un ambiente validante (17). Objetivos y etapas del tratamiento El objetivo principal de la TCD es ayudar a los pacientes a crear “una vida que valga la pena ser vivida”; por lo tanto, este objetivo varía de una persona a otra, ya que cada paciente le da su propio significado; sin embargo, el objetivo común a todos los pacientes con TLP es Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad mantener bajo control todas las conductas, especialmente aquellas que ponen en riesgo su vida (3). La TCD es un tratamiento flexible que puede variar de acuerdo con el grado de malestar y las necesidades del paciente (11). El tratamiento se ha estructurado en cuatro etapas, interconectadas entre sí, cada una de las cuales tiene sus propios objetivos y conductas problema asociadas (3). Etapa I. Pasar de tener conductas fuera de control a estar en control Entre los objetivos de esta etapa están eliminar los comportamientos letales, como los intentos de suicidio, la ideación suicida y las conductas autolesivas y los comportamientos que puedan interferir con el tratamiento (por ejemplo, aquellos comportamientos que no favorecen una alianza terapéutica, como la inasistencia a las sesiones y la falta de cumplimiento con las tareas asignadas). Así mismo, disminuir la necesidad de hospitalización para el manejo de las crisis, en la medida en que el paciente aprenda a entender sus emociones y como tolerarlas sin recurrir a conductas autolesivas (3). Otro de los objetivos es reducir los comportamientos que afectan la calidad de vida e incentivar los comportamientos que conduzcan a una vida más plena. Es decir, dar un manejo adecuado a las comor- bilidades, tanto psiquiátricas como médicas, y mejorar las condiciones de vida, buscando estrategias para tener una actividad académica o laboral que sea gratificante, conservar a los amigos, ganar suficiente dinero para mantenerse, vivir en un lugar agradable, comenzar nuevas relaciones, mejorar las actuales, terminar con aquellas que sean problemáticas, entre otras (3). Etapa II. De la clausura emocional a experimentar las emociones plenamente El objetivo principal de esta fase es ayudar al paciente a experimentar las emociones sin necesidad de disociarse. En esta fase, tiene control sobre su conducta, pero se encuentra enfrentado a sus emociones, por lo que el trabajo se orienta a enseñarle a experimentar todas sus emociones, sin negarlas. Así, se trabaja sobre los síntomas del estrés postraumático y se orienta hacia conductas que lo activen, no hacia las conductas problema que se trabajan en la etapa I (3). Etapa III. Construir una vida normal y resolver problemas de la vida cotidiana El objetivo de esta fase es trabajar sobre los estresores familiares, sociales o laborales, como disfunción de pareja, insatisfacción laboral o aspiraciones profesionales. Aquí los pacientes pueden decidir Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 159 S Sarmiento M. si continúan con el mismo psicoterapeuta, si interrumpen la terapia y trabajan en esta meta solos o si continúan con un psicoterapeuta en otra clase de terapia (3). Etapa IV. De la sensación de falta de sentido a la sensación de plenitud/conexión Algunos de los pacientes, a pesar de haber completado la tercera fase de la terapia y haber conseguido lo que buscaban en la vida, manifiestan una “sensación de vacío” o de “estar incompletos”, por lo que en esta fase muchos pacientes le encuentran un nuevo sentido a la vida, a través de caminos espirituales, o tanto cambiando su rumbo profesional o sus relaciones como encontrando una sensación de plenitud (3). El objetivo es ayudar al paciente a sentirse libre y disfrutar (11). El tratamiento está estructurado de tal manera que sin cumplir los objetivos de una etapa no se puede pasar a la siguiente, por eso lo esencial es eliminar las conductas que amenacen la vida para tener un paciente a quien tratar y que este vaya a terapia. Esta última sólo termina hasta que todas las metas sean alcanzadas (3). Evidencia clínica de la terapia conductual-dialéctica En 1991, Linehan y sus colaboradores llevaron a cabo el primer estudio 160 S controlado aleatorizado que comparaba la TCD con un tratamiento usual en un grupo de pacientes con TLP, que fueron seguidos durante un año. Los pacientes que recibieron la TCD mostraron una reducción en la frecuencia y en la gravedad de las conductas parasuicidas, menos días de hospitalización y una mejor adherencia al tratamiento (18,19). Así mismo, los pacientes reportaban que se encontraban menos irritables y que su funcionamiento social había mejorado. Posteriormente, se reprodujo el estudio en pacientes veteranos de guerra con diagnóstico de TLP y se encontró una merma en la ideación suicida, en la desesperanza y en los síntomas depresivos (20). En un estudio llevado a cabo en Holanda con pacientes diagnosticados con TLP con abuso de sustancias y sin este, se comparó la TCD con un tratamiento usual y se encontró que la primera se asociaba con una mejor adherencia al tratamiento y una reducción en las conductas autolesivas e impulsivas en un seguimiento de seis meses (21,22). En 2006, Linehan y sus colaboradores, en el estudio controlado aleatorizado más amplio y riguroso que se haya realizado hasta el momento, compararon la TCD con un tratamiento con expertos en la comunidad. Se siguieron a 101 pacientes, que cumplían criterios para TLP y habían tenido, al menos, un Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad intento de suicidio o alguna conducta autolesiva en las últimas ocho semanas antes de ser incluidos en el estudio, durante dos años. Los pacientes en ambos grupos mostraron alguna mejoría, pero aquellos que recibieron la TCD evidenciaron una mejor respuesta terapéutica, en especial al disminuir los intentos de suicidio y las conductas autolesivas, así como las visitas y admisiones a los servicios de urgencias (23). Desde que se dio a conocer la TCD se han adelantado estudios sobre su eficacia en otras entidades, como depresión crónica en adultos mayores y trastorno por atracones, o en otros grupos de pacientes como pacientes hospitalizados con TLP y en adolescentes suicidas (24-28). Aunque los hallazgos disponibles sugieren una buena respuesta terapéutica en este grupo de pacientes, debe considerarse un tratamiento experimental en espera de estudios clínicos controlados que sustenten su eficacia (11). tratamientos ha demostrado suficiente eficacia terapéutica, debido a algunos factores, como la validez de los criterios diagnósticos para TLP, la presencia de comorbilidades y las altas tasas de abandono del tratamiento. Sin embargo, la TCD ha sido ampliamente estudiada y parece ser la más efectiva para el tratamiento de los pacientes con TLP, especialmente en la reducción de las conductas que afectan la vida y en la adherencia al tratamiento. Su utilidad en otras entidades aún se está estudiando. Agradecimientos A los doctores Pablo Gagliesi, Guillermo Lencioni, Carola Pechón, Sergio Apfelbaum, Juan Pablo Boggiano y Collin Stoewsand, del grupo Foro Argentino de TCD, en Buenos Aires, Argentina, que me acercaron al conocimiento sobre esta terapia, en especial a las pacientes y a sus familiares que nos permitieron compartir esta experiencia terapéutica. Referencias Conclusiones 1. En los últimos años se ha considerado que el mejor tratamiento para los pacientes con TLP es la combinación de los abordajes farmacológicos y psicoterapéuticos, con el fin de aliviar los síntomas y las conductas que más alteran su calidad de vida. No obstante, ninguno de los dos 2. 3. Ballus C, Vicens E. Trastorno límite de la personalidad (TLP). Quaderns de salut mental 8. Consejo Asesor sobre Asistencia Psiquiátrica y Salud Mental. Barcelona: Generalitat de CatalunyaCatSalut; 2006. Linehan M. Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: Guilford; 1993. Apfelbaum S, Gagliesi P, Lencioni G, Pechon C, Herman L, Kriwet M, et al. Manual psicoeducacional para pa- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 161 S Sarmiento M. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. cientes, familiares y allegados sobre el desorden límite de la personalidad. [Curso de terapia cognitiva e integrativa del trastorno límite de la personalidad]. Bueno Aires: Universidad de Buenos Aires (en prensa). Clarkin JF, Yeomans FE, Kernberg OF. Psychotherapy for borderline personality. New York: Wiley; 1999. American Psychiatric Association. Practice guideline for the treatment of patients with borderline personality disorder. Washington, DC: American Psychiatric Association; 2001. Mattia JI, Zimmerman M. Epidemiology. In: Livesley WJ, editor. Handbook of personality disorders: theory, research, and treatment. New York: Guilford; 2001. p. 107-23. Gunderson JG. The borderline patient’s intolerance of aloneness: insecure attachments and therapist availability. Am J Psychiatry. 1996;153(6):752-8. Lineham MM, Heard HL, Armstrong HE. Naturalistic follow-up of a behavioral treatment for chronically parasuicidal borderline patients. Arch Gen Psychiatry. 1993;50(12):971-4. American Psychiatric Association. Treating borderline personality disorder: a quick reference guide. Washington, DC: American Psychiatric Association; 2004. National Institute for Mental Health for England. Personality disorder: no longer a diagnosis of exclusion. London: National Institute for Mental Health for England; 2003. Lynch TR, Trost WT, Salsman N, Linehan MM. Dialectical behavior therapy for borderline personality disorder. Annu Rev Clin Psychol. 2007;3:181205. Linehan M. Manual de tratamiento de los trastornos de personalidad límite. Barcelona: Paidós Ibérica; 2003. Zanarini MC, Frankenburg FR, Reich DB, Marino MF, Lewis RE, Williams AA, et al. Biparental failure in the childhood experiences of borderline patients. J Personal Disord. 2000;14(3):264-73. Feigenbaum J. Dialectical behaviour therapy. Psychiatry. 2008;7(3):112-6. 162 S 15. Urmson JO. Enciclopedia concisa de filosofía y filósofos. Madrid: Cátedra; 1979. 16. Ben-Porath DD. Intercession telephone contact with individuals diagnosed with borderline personality disorder: lessons from dialectical behavior therapy. Cogn Behav Pract. 2004;11(2):22230. 17. Apfelbaum S, Gagliesi P. El trastorno límite de la personalidad: consultantes, familiares y allegados. VERTEX. 2004;15(58):295-302. 18. Linehan MM, Armstrong HE, Suárez A, Allmon D, Heard HL. Cognitivebehavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Arch Gen Psychiatry. 1991;48(12):1060-4. 19. Swales M, Heard HL, Williams JGM. Linehan’s Dialectical Behaviour Therapy (DBT) for borderline personality disorder: overview and adaptation. J Ment Health. 2000;9(1):7-23. 20. Koons CR, Robins CJ, Tweed JL, Lynch TR, González AM, Morse JQ, et al. Efficacy of Dialectical Behavior Therapy in women veterans with borderline personality disorder. Behav Ther. 2001;32(2):371-90. 21. Verheul R, Van Den Bosch LM, Koeter MW, De Ridder MA, Stijnen T, Van Den Brink W. Dialectical behaviour therapy for women with borderline personality disorder: 12-month, randomized clinical trial in The Netherlands. Br J Psychiatry. 2003;182:135-40. 22. Van Den Bosch LM, Koeter MW, Stijnen T, Verheul R, Van Den Brink W. Sustained efficacy of dialectical behaviour therapy for borderline personality disorder. Behav Res Ther. 2005;43(9):1231-41. 23. Linehan MM, Comtois KA, Murray AM, Brown MZ, Gallop RJ, Heard HL, et al. Two-year randomized controlled trial and follow-up of dialectical behavior therapy vs therapy by experts for suicidal behaviors and borderline personality disorder. Arch Gen Psychiatry. 2006;63(7):757-66. 24. Bohus M, Haaf B, Simms T, Limberger MF, Schmahl C, Unckel C, et al. Effectiveness of inpatient dialectical beha- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia conductual-dialéctica para pacientes con trastorno límite de la personalidad vioral therapy for borderline personality disorder: a controlled trial. Behav Res Ther. 2004;42(5):487-99. 25. Telch CF, Agras WS, Linehan MM. Dialectical behavior therapy for binge eating disorder. J Consult Clin Psychol. 2001;69(6):1061-5. 26. Katz LY, Cox BJ, Gunasekara S, Miller AL. Feasibility of dialectical behavior therapy for suicidal adolescent inpatients. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry. 2004;43(3):276-82. 27. Linehan MM, Dimeff LA. Dialectical behavior therapy manual of treatment interventions for drug abusers with borderline personality disorder. Seattle: University of Washington; 1997. 28. Lynch TR, Morse JQ, Mendelson T, Robins CJ. Dialectical behavior therapy for depressed older adults: a randomized pilot study. Am J Geriatr Psychiatry. 2003;11(1):33-45. Recibido para evaluación: 9 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia María José Sarmiento Suárez Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Hospital Universitario San Ignacio Cra. 7a. Nº 40-62 Bogotá, Colombia majosar@hotmail.com Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 163 S Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura Claudia Gutiérrez Ciceri1 María Victoria Ocampo Saldarriaga2 Juliana Gómez Franco3 Resumen Introducción: La esquizofrenia es un trastorno grave e incapacitante. Aunque el tratamiento farmacológico ha sido efectivo, hasta 60% de los pacientes muestran una respuesta insuficiente. Desde el inicio de las terapias psicológicas ha existido interés en el uso de estas intervenciones en pacientes con psicosis. Objetivo: Revisar los aspectos más importantes de la terapia cognitivo conductual (TCC) en el tratamiento de pacientes con esquizofrenia y los datos más relevantes que sustentan su utilidad en este trastorno. Desarrollo: El psicoanálisis, la terapia conductual, la terapia de apoyo y las intervenciones familiares fueron las únicas intervenciones psicológicas durante largo tiempo. Se llegó al consenso de que el psicoanálisis no está indicado en estos pacientes. Las terapias conductuales más ortodoxas hicieron aportes importantes, pero han estado dirigidas a compensar el déficit comportamental. La terapia de familia ha demostrado efectos positivos en resultados clínicos importantes, como recurrencias psicóticas, rehospitalización y cooperación con el tratamiento. La TCC ha sido implementada para compensar algunos déficits y, principalmente, para complementar los tratamientos farmacológicos, así como para tratar síntomas positivos, emocionales y negativos. Conclusiones: Varios estudios controlados y metaanálisis han demostrado que la TCC es útil para reducir los síntomas positivos y tratar las alteraciones emocionales; también ha tenido impacto en los síntomas negativos. Palabras clave: esquizofrenia, terapias psicosociales, terapia cognitivo-comportamental, tratamiento. 1 2 3 Médica psiquiatra, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia. Estudiante de la Especialización en Terapia Cognitiva, Universidad de San Buenaventura, Medellín, Colombia. Profesora del Departamento de Psiquiatría, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Médica psiquiatra, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia. Estudiante de la Especialización en Terapia Cognitiva, Universidad de San Buenaventura, Medellín, Colombia. Profesora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Pontificia Bolivariana, , Medellín, Colombia. Médica psiquiatra, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Especialista en Terapia Cognitiva, Universidad de San Buenaventura, Medellín, Colombia. Profesora del Departamento de Psiquiatría, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. 164 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura Title: Cognitive Behavioral Therapy In Schizophrenia: A Narrative Review of Literature Abstract Introduction: Schizophrenia is a severe and disabling disorder. Although pharmacological treatment has been effective for this condition, up to 60% of patients show an insufficient response. Since the beginnings of psychological therapies, there has been an interest in these interventions in psychotic patients. Objectives: This paper reviews the most important aspects of CBT in the treatment of patients with schizophrenia and the most relevant data supporting its usefulness in this severe disorder. Development: Psychoanalysis, behavioral therapy, supportive therapy and family interventions were the only available psychotherapies for a long time. Consensus was reached in that psychoanalysis is not indicated in patients with schizophrenia. Orthodox behavioral therapy made valuable contributions, but was mostly aimed at compensating behavioral deficits. Family therapy has shown positive effects in important clinical outcomes like psychotic relapse, rehospitalization and medication compliance. Cognitive behavioral therapy (CBT) has been introduced not only for helping to compensate certain deficits of schizophrenia, but also to complement medication in the treatment of positive, emotional and negative symptoms. Conclusions: Several controlled studies and metanalysis have shown that CBT is useful in reducing positive symptoms, for treating emotional disorders, and has had some impact on negative symptoms. Key words: Schizophrenia, psychosocial therapies, cognitive behavioral therapy, treatment. Introducción La esquizofrenia, en su definición actual, se concibe como un grave trastorno psiquiátrico donde coexisten varias dimensiones sintomáticas: distorsión de la realidad (psicosis o síntomas positivos), pobreza psicomotora (o síntomas negativos), desorganización de la conducta, alteraciones cognitivas y una serie de alteraciones del ánimo (depresión, ansiedad, etc.). Se trata de un problema de salud que con frecuencia causa discapacidad prolongada en todos los ámbitos (p. ej., laboral, académico, relacional, en el autocuidado y utilización de recursos de la comunidad), así como menoscabo en la calidad de vida (1). Los pacientes con diagnóstico de esquizofrenia tienen, además, dificultades relacionadas con el consumo patológico (abuso o dependencia) de sustancias psicoactivas (2), presentan una mortalidad más elevada que la población general (por suicidio y enfermedad cardiovascular), al igual que una mayor morbilidad por enfermedades sistémicas (p. ej., cardiovasculares y metabólicas). A pesar de los avances logrados con los tratamientos farmacológicos, en términos de mejoría de las principales dimensiones sintomáticas, al menos entre un 50 y un 70% de los pacientes presenta una respuesta insuficiente (3). Son frecuentes los síntomas psicóticos y desorganizados residuales, así como los Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 165 S Gutiérrez C., Ocampo M., Gómez J. síntomas negativos y disfunción cognitiva persistentes (4-6). Por diversos factores, durante largo tiempo se consideró (generalmente por parte de los psiquiatras) que las intervenciones psicológicas no tenían cabida en el plan de tratamiento. Esto, en contraposición a las expectativas y demandas de los pacientes y familiares frente a alternativas a la propuesta biomédica (centrada en el concepto de enfermedad y el uso de medicamentos) (7). Además, desde tiempo atrás las diferentes corrientes de la psicología clínica plantearon propuestas estructuradas, destinadas a mejorar algunos aspectos de estos trastornos, aunque no lograron el impacto suficiente (bien fuera empírico, teórico, ideológico o terapéutico) como para ser aceptadas por una comunidad psiquiátrica que consideraba estos trastornos un territorio de dominio exclusivo. Sin embargo, durante los últimos años esta situación ha estado cambiando (también por diversos factores) y las terapias psicológicas han comenzado a considerarse parte fundamental del tratamiento adecuado de la esquizofrenia (8). El propósito de este artículo es revisar, a partir de la literatura médica, el papel que desempeñan en la actualidad diferentes terapias psicológicas, al tiempo que se hace hincapié en la terapia cognitivo-conductual (TCC) en el tratamiento interdisciplinario y multimodal de la esquizofrenia. 166 S Intervenciones psicológicas en esquizofrenia Terapias psicoanalíticas Hasta mediados del XX, los tratamientos psicológicos eran predominantemente psicoanalíticos. Las terapias psicoanalíticas específicamente dirigidas a las psicosis tardaron más en desarrollarse, tal vez por el escepticismo del mismo Freud acerca de la eficacia del psicoanálisis en estos pacientes. Freud consideraba que por ser la transferencia un requisito básico para la terapia psicoanalítica y al no ser posible con el paciente psicótico, debido al retiro de la libido de los objetos, la terapia no serviría. Fueron Federn y luego otros autores psicoanalíticos quienes revisaron este precepto freudiano y plantearon la posibilidad de implementar (de manera supuestamente exitosa) terapias de orientación analítica para estos pacientes. Sin embargo, este tipo de tratamientos no ha logrado o intentado demostrar su eficacia para los pacientes con esquizofrenia. Por lo tanto, en la actualidad se considera que las terapias psicoanalíticas no tienen un papel establecido e incluso están contraindicadas (especialmente en su formato más ortodoxo) en pacientes con esquizofrenia (9). Terapias de la conducta Hacia los años sesenta y setenta del siglo pasado, especialmente luego Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura del desarrollo de la noción de condicionamiento operante y su aplicación para modificar la conducta, las terapias conductuales se integraron al manejo de la esquizofrenia. La estrategia más conocida, pero no por ello la única, fue la de la economía de fichas, ampliamente usada en los contextos de la hospitalización crónica y la rehabilitación. Posteriormente, otras estrategias inspiradas en los tratamientos conductuales y la teoría del aprendizaje lograron un papel significativo. Las principales son el entrenamiento en habilidades sociales y las estrategias de control de la ansiedad; sin embargo, los resultados del entrenamiento en habilidades sociales han tenido dificultades para ser generalizados y mantenidos por fuera del ambiente institucional o del grupo de tratamiento (10). ban elementos sistémicos, educativos y cognitivo-conductuales dominaron la intervención familiar en pacientes con esquizofrenia (11). Se reconoce que el trabajo de Brown fue fundamental en este desarrollo. Este autor estudió y validó el concepto de alta expresión emocional, que se refiere a una serie de interacciones caracterizadas por hostilidad, crítica excesiva o sobreinvolucramiento. Para mejorar esta situación, las terapias de familia han integrado varios componentes básicos: educación acerca del problema de salud, identificación de las interacciones desadaptativas y entrenamiento en estrategias de comunicación. Estas terapias cuentan con un mejor respaldo desde el punto de vista de los estudios clínicos. Han mostrado que influyen en la disminución de recaídas, rehospitalización y una mejoría en el cumplimiento con el tratamiento (3). Terapias de familia Terapia de apoyo y otras terapias A partir de observar cómo luego de la desinstitucionalización masiva de pacientes —efecto de los tratamientos antipsicóticos— aquellos que retornaban con sus familias tenían más recaídas y reingresos, se planteó que factores dependientes de la interacción entre la persona esquizofrénica y sus familiares influían en el curso del trastorno. Si bien las terapias de orientación sistémica tuvieron un gran auge, posteriormente terapias que integra- No existe una definición exacta de este tipo de terapia; sin embargo, se basa en la relación terapeutapaciente. Por esto se destacan aspectos del terapeuta considerados centrales, como empatía, honestidad, calidez, confiabilidad, flexibilidad, paciencia, entre otros. Incluye algunos elementos de afrontamiento adaptativo de las dificultades, psicoeducación, apoyo e instrucciones para la resolución de problemas (consejería) (1,12). Además, se pone Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 167 S Gutiérrez C., Ocampo M., Gómez J. el acento en mejorar las relaciones interpersonales y en lograr una vida independiente. Las dificultades principales se derivan de su falta de estructuración y de que varios de los elementos mencionados ya están incorporados en la TCC (13). Otras intervenciones que se han ensayado (con éxito discutible) en pacientes con esquizofrenia son el psicodrama, los grupos de apoyo, el análisis transaccional, la danzaterapia, la musicoterapia y las terapias humanistas. Terapias cognitivas Antes de que las TCC fueran estudiadas en el tratamiento de la esquizofrenia, se pensaba que imposible de lograr el manejo de los síntomas positivos (ideas delirantes y alucinaciones) con terapias psicológicas. De hecho, a partir de los resultados adversos del psicoanálisis, se temía que las terapias psicológicas dirigidas a modificar estos síntomas fueran en realidad nocivas. Algunos pensaban que la intervención psicológica podía actuar como un estímulo estresante que precipitara la recaída psicótica, o bien que hablar de los delirios a la postre fortalecería la convicción delirante. En la década de los setenta, Beck reportó efectividad de las técnicas de TCC en pacientes con delirios residuales (13). Desde entonces, y especialmente partir de los años 168 S ochenta, el interés por desarrollar esta aplicación de la TCC ha ido creciendo, al igual que los estudios que apoyan su utilidad en pacientes con esquizofrenia y sintomatología residual de tipo psicótico (14). Adicionalmente, otras técnicas utilizadas para el manejo de la ansiedad y la depresión ayudaron a los pacientes esquizofrénicos a enfrentar los síndromes de este tipo que con frecuencia acompañan a la esquizofrenia (15,16). Se produjeron dos cambios fundamentales. Primero, ya no se trató de terapias psicológicas que actuaban como tratamientos remediales o compensatorios de las secuelas psicosociales del trastorno, sino de un tratamiento de los síntomas psicóticos en sí mismos. Segundo, se diseñaron terapias específicas para los pacientes con esquizofrenia (17,18). Se tiende a hablar de TCC en plural, pues aunque comparten elementos fundamentales, no existe una estandarización de las terapias con variaciones importantes en algunos de sus componentes (duración, individual frente a lo grupal, número de sesiones, etc.) (19). Tratamientos integrados, interdisciplinarios y multimodales: la tendencia actual Durante las dos últimas décadas del siglo XX, la concepción de la esquizofrenia como una enfermedad de manejo psiquiátrico fue cambian- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura do para ser reemplazada por una perspectiva de intervenciones interdisciplinarias (varios tipos de profesionales) y multimodales (diferentes tipos de tratamientos), donde se integran los medicamentos con terapias psicológicas (individuales, grupales y familiares), la rehabilitación y los cuidados y protección social. Tipos de intervenciones psicosociales Como ya se mencionó, hoy en día las intervenciones interdisciplinarias y multimodales son la regla. Los llamados tratamientos psicosociales en la esquizofrenia (TPSE) incluyen medidas específicamente psicológicas, pero también acercamientos que provienen de otras disciplinas (cuidados, rehabilitación, entrenamientos, etc.). Las que se han sometido a contrastación empírica y han mostrado alguna utilidad son la psicoeducación, los entrenamientos en habilidades sociales, la rehabilitación cognitiva, el tratamiento asertivo en la comunidad, las TCC y las terapias de familia. Los resultados de los estudios no han sido uniformes y estas inconsistencias dificultan su implementación. Además, la psicoeducación y el entrenamiento en habilidades sociales parecen necesitar la combinación con otras formas de terapia para ser efectivas (3,20). Las inconsistencias en los estudios muy probablemente tienen relación con una serie de di- ficultades metodológicas en relación con el estudio de las TPSE. Terapia cognitivacomportamental en esquizofrenia Resultados de los estudios Los resultados de los estudios de la TCC en esquizofrenia contienen información importante acerca de su eficacia (efecto en el problema específico en estudios controlados). Sin embargo, hay menos datos frente a su efectividad (efecto en la clínica cotidiana sin condiciones controladas) y su eficiencia (balance costo-beneficio). También falta obtener información más sólida acerca de predictores de respuesta (y de falta de respuesta), efectos de la combinación con medicamentos y limitaciones para su aplicación. Eficacia Los diferentes metanálisis (Kar y Dasi, Rathod, Kingdon, Weiden, Turkington) y revisiones sistemáticas (Cochrane Database Systemic Review) disponibles verifican la eficacia de la TCC en pacientes esquizofrénicos cuya sintomatología ha respondido parcialmente al tratamiento con medicamentos (5,17,21,22). La TCC ha mostrado eficacia principalmente en la gravedad global de la sintomatología, la sintomatología aguda, los síntomas positivos residuales (23) y los síntomas negativos de los esquizofrénicos. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 169 S Gutiérrez C., Ocampo M., Gómez J. En cuanto a los síntomas positivos, los resultados han sido benéficos para los delirios y creencias peculiares y también para las alucinaciones (2325). La eficacia no sólo ha sido estadísticamente significativa frente a las intervenciones con que se compara, sino los resultados se han considerado clínicamente importantes (26). También hay datos que sugieren que a corto, mediano y largo plazos (20) se mantienen los efectos benéficos. El number needed to treat (NNT), una importante medida acerca de la relevancia clínica de un tratamiento, se ha calculado entre 5 y 10 para la TCC, dependiendo de los síntomas evaluados. Esto significa que se necesita tratar entre 5 y 10 pacientes para encontrar uno que tenga buena respuesta. Sin embargo, debido a la gravedad de los pacientes incluidos en los estudios, este es un indicador de buena utilidad (23). De manera preliminar, hay resultados favorables para la TCC en pacientes de primer episodio (27), pacientes que nunca han recibido tratamiento con medicamentos y pacientes con comorbilidades (depresión, ansiedad y diagnóstico dual) (21). No obstante, otros estudios no apoyan el uso de la terapia cognitiva en un primer episodio de esquizofrenia, recaída aguda y comorbilidades como abuso de sustancias, trastornos de personalidad, dificultades del aprendizaje, adolescentes y ancianos (3). 170 S Son interesantes también los estudios que sugieren algún efecto en la conducta suicida (28,29), y se ha visto que con la TCC hay una mejoría de la conciencia de la enfermedad en estos pacientes, pero se advierte que ellos pueden tener una mayor tendencia a deprimirse. Si en la TCC se incluye la psicoeducación y la intervención familiar de manera estructurada, se logra un efecto positivo en el cumplimiento con el tratamiento y las rehospitalizaciones. Las terapias cognitivas diseñadas específicamente para mejorar la adherencia al tratamiento (por ejemplo, la conocida como entrevista motivacional y la compliance therapy o terapia de adherencia) han arrojado resultados inconsistentes (20). Efectividad Los estudios de efectividad son un complemento de los de eficacia, en cuanto la información proviene de contextos de práctica clínica no controlada y, por lo tanto, son importantes para entender cómo se traslada o no la eficacia a escenarios cotidianos en poblaciones de pacientes y circunstancias más representativas. Por desgracia no existen estudios naturalísticos o de efectividad en esta área, fuera de uno que evaluó la efectividad de una intervención TCC breve implementada por enfermeras de salud mental con resultados positivos (30). En consecuencia, en Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura el momento no se conoce qué tan amplia puede ser la llamada brecha eficacia-efectividad (dificultad para trasladar resultados de estudios controlados a la práctica clínica cotidiana) de la TCC en esquizofrenia. Relación costo-beneficio Al tratar de especificar la relación costo-beneficio de una intervención, son varios los aspectos que deben tenerse en cuenta: la gravedad del problema, la efectividad de las otras intervenciones, la definición adecuada de los desenlaces, el tipo de costos que se evalúa (p. ej., costos directos frente a costos indirectos), etc. En lo relativo a la TCC en pacientes con esquizofrenia, los datos son aún preliminares y limitados. graves al inicio del tratamiento. No hay estudios publicados que estén específicamente diseñados para definir predictores de respuesta o de falta de respuesta. Es posible que a medida que aumenten los datos sobre pacientes de primer episodio, fases prodrómicas, pacientes de gravedad intermedia, diagnóstico dual, etc., se puedan definir perfiles con mayor probabilidad de respuesta a la TCC. Descripción de la terapia El proceso de la TCC incluye los siguientes pasos y componentes (3): • • Por lo general, los autores le encuentran una relación costo-beneficio favorable en poblaciones de pacientes muy graves o resistentes al tratamiento con psicofármacos (3,31). No se conoce bien si este costo-beneficio favorable se extiende a otros pacientes con diferentes características en cuanto a gravedad y tipo de sintomatología. Perfil del paciente • La TCC ha sido mejor estudiada en poblaciones de pacientes con síntomas residuales, con respuesta parcial a medicamentos, depresión y ansiedad. La mejoría parece ser menor en pacientes con síntomas negativos • Establecer una alianza terapéutica y una relación terapeutapaciente positiva. Explicar o plantear discusiones encaminadas a normalizar las experiencias y síntomas. Estas buscan disminuir el recelo que tiene el paciente a hablar y cuestionarse acerca de estos fenómenos y así permitir generar hipótesis alternativas acerca de sus síntomas. Lo anterior si se tiene en cuenta que las creencias y experiencias peculiares se presentan en un importante número de personas no afectadas por problemas de salud mental. Compartir con el paciente una formulación de caso basada en el modelo diátesis-estrés. Trabajar en atenuar la ira, la depresión o la ansiedad que pueda desencadenar o mantener los síntomas psicóticos. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 171 S Gutiérrez C., Ocampo M., Gómez J. • • • • Para los delirios, generar un proceso muy gradual de desconfirmación y someter a prueba los delirios, por medio de experimentos conductuales y atención a las explicaciones alternativas. Para las alucinaciones, proponer estrategias conductuales de afrontamiento y autoayuda, a fin de disminuir la frecuencia de las voces, la respuesta emocional, el temor o la ira frente a las voces, o cuestionarlas. Trabajar acerca de la adhesión/ cooperación con el tratamiento: explorar actitudes y creencias frente a los medicamentos o a las dificultades para cumplir con lo prescrito, y cómo se pueden mejorar. Sugerir estrategias para identificar y prevenir exacerbaciones del trastorno. Dificultades para implementar la TCC en esquizofrenia La principal dificultad mencionada en la literatura médica se deriva de la necesidad de que los expertos en el tema entrenen a los terapeutas, pues se trata de una terapia compleja, cuyas particularidades la diferencian de los tratamientos en TCC para otros pacientes, y donde la experiencia clínica y la supervisión son importantes. Esto limita la oferta de esta terapia de manera extendida, pues son pocos los terapeutas que pueden 172 S certificar dicho entrenamiento. Además, es llamativa la poca difusión e implementación de esta terapia por fuera del Reino Unido, a pesar de la cantidad de estudios que muestran su eficacia (20). Discusión y conclusiones El abordaje exclusivamente centrado en el tratamiento biomédico de los problemas de salud ha ido dando paso al enfoque e intervención interdisciplinaria. Sin duda, esto es el reflejo de los avances en las diferentes profesiones de la salud, pero también de cambios en la sociedad, en cuanto a sus expectativas y demandas a la profesión médica. Estos cambios de perspectiva también han permeado la conceptualización y tratamiento de los trastornos psiquiátricos, incluso aquellos que tradicionalmente se han considerado más “biológicamente” determinados. En el tratamiento de la esquizofrenia esta tendencia se ha acentuado en las últimas dos décadas. Si bien el tratamiento farmacológico se sigue considerando la piedra angular, también se ha visto que tiene importantes limitaciones en su efectividad y seguridad. Adicionalmente, el reciente acento puesto en la calidad de vida y funcionalidad psicosocial han dado nuevos ímpetus a la investigación en las terapias psicosociales. La TCC es, en la actualidad, una de las intervenciones más prometedoras Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia: una revisión narrativa de la literatura en el tratamiento tanto de las manifestaciones clínicas como de las diversas comorbilidades (ansiedad y depresión) y consecuencias psicológicas y psicosociales de la esquizofrenia. La TCC ha mostrado eficacia principalmente en la cronicidad global de la sintomatología, la sintomatología aguda, los síntomas positivos residuales y los síntomas negativos. Adicionalmente, los estudios sugieren que la TCC y la conceptualización cognitivo-conductual de los problemas clínicos en esquizofrenia pueden aportar beneficios en conjunto con las otras terapias psicosociales y farmacológicas que han demostrado utilidad en estos pacientes. Sin embargo, se deben tener en cuenta ciertos factores que pueden actuar como limitantes al momento de evaluar la respuesta a una intervención psicológica y que debe tener cierto entrenamiento y dominio de la técnica al momento de su implementación, para mostrar mayor beneficio y respuesta. 2. 3. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. Referencias 1. 4. Hirsch SR, Weinberger DR. Schizophrenia. Malden, Mass.: Blackwell Science; 2003. Haddock G, Barrowclough C, Tarrier N, Moring J, O`Brien R, Schofield N, et al. Cognitive-behavioural therapy and motivational intervention for schizophrenia and substance misuse: 18-month outcomes of a randomized controlled trial. Br J Psychiatry. 2003;183:418-26. Turkington D, Dudley R, Warman DM, Beck AT. Cognitive-behavioral therapy for schizophrenia: a review. J Psychiatr Pract. 2004;10(1):5-16. 13. 14. 15. Penadés R, Catalán R, Salamero M, Boget T, Puig O, Guarch J, et al. Cognitive remediation therapy for outpatients with chronic schizophrenia: a controlled and randomized study. Schizophr Res. 2006;87(1-3):323-31. Kar N, Dasi R. CBT for treatment-resistant schizophrenia. Br J Psychiatry. 2006;188:87. Muñoz F, Ruiz S. Terapia cognitivo-conductual en esquizofrenia. Rev Colomb Psiquiatr. 2007;36(1):98-110. Kingdon DG, Turkington D. Cognitive therapy of schizophrenia. New York: Guilford; 2005. Tarrier N, Kinney C, McCarthy E, Humphreys L, Wittkowski A, Morris J. Twoyear follow-up of cognitive-behavioral therapy and supportive counseling in the treatment of persistent symptoms in chronic schizophrenia. J Consult Clin Psychol. 2000;68(5):917-22. Willick MS. Psychoanalysis and schizophrenia: a cautionary tale. J Am Psychoanal Assoc. 2001;49(1):27-56. Bradshaw W. Integrating cognitivebehavioral psychotherapy for persons with schizophrenia into a psychiatric rehabilitation program: results of a three year trial. Community Ment Health J. 2000;36(5):491-500. Pilling S, Bebbington P, Kuipers E, Garety P, Geddes J, Orbach G, et al. Psychological treatments in schizophrenia: I. Meta-analysis of family intervention and cognitive behaviour therapy. Psychol Med. 2002;32(5):763-82. Bachmann S, Resch F, Mundt C. Psychological treatments for psychosis: history and overview. J Am Acad Psychoanal Dyn Psychiatry. 2003;31(1):155-76. Turkington D, Kingdon D, Weiden PJ. Cognitive behaviour therapy for schizophrenia. Am J Psychiatry. 2006;163(3):365-73. Turkington D, Sensky T, Scott J, Barnes TR, Nur U, Siddle R, et al. A randomized controlled trial of cognitive-behavior therapy for persistent symptoms in schizophrenia: a five-year follow-up. Schizophr Res. 2008;98(1-3):1-7. Gournay KJ, Rogers P. CBT for refractory psychotic symptoms. Br J Psychiatry. 2005;187:387. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 173 S Gutiérrez C., Ocampo M., Gómez J. 16. Halperin S, Nathan P, Drummond P, Castle D. A cognitive-behavioural, group-based intervention for social anxiety in schizophrenia. Aus N Z J Psychiatry. 2000;34(5):809-13. 17. Jones C, Cormac I, Silveira da Mota Neto JI, Campbell C. Cognitive behaviour therapy for schizophrenia. Cochrane Database Syst Rev. 2004;(4): CD000524. 18. Mitchell AJ. CBT for psychosis. Br J Psychiatry. 2004;185:438; author reply 438. 19. Beck AT. The past and future of cognitive therapy. J Psychother Pract Res. 1997;6(4):276-84. 20. Patterson TL, Leeuwenkamp OR. Adjuntive psychosocial therapies for the treatment of schizophrenia. Schizophr Res. 2008;100(1-3):108-19. 21. Tarrier N. Cognitive behaviour therapy for schizophrenia: a review of development, evidence and implementation. Psychother Psychosom. 2005;74(3):136-44. 22. Rathod S, Kingdon D, Weiden P, Turkington D. Cognitive-behavioral therapy for medication-resistant schizophrenia: a review. J Psychiatr Pract. 2008;14(1):22-33. 23. Zimmermann G, Favrod J, Trieu VH, Pomini V. The effect of cognitive behavioral treatment on the positive symptoms of schizophrenia spectrum disorders: a meta-analysis. Schizophr Res. 2005;77(1):1-9. 24. Tarrier N, Lewis S, Haddock G, Bentall R, Drake R, Kinderman P, et al. Cognitive-behavioural therapy in first-episode and early schizophrenia: 18-month 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. follow-up of a randomized controlled trial. Br J Psychiatry. 2004;184:231-9. Chadwick P, Sambrooke S, Rasch S, Davies E. Challenging the omnipotence of voices: group cognitive behaviour therapy for voices. Behav Res Ther. 2000;38(10):993-1003. Gaudiano BA. Is symptomatic improvement in clinical trials of cognitive-behavioral therapy for psychosis clinically significant? J Psychiatr Pract. 2006;12(1):11-23. Addington J, Gleeson J. Implementing cognitive-behavioural therapy for firstepisode psychosis. Br J Psychiatry Suppl. 2005;48:s72-6. Bateman K, Hansen L, Turkington D, Kingdon D. Cognitive behavioral therapy reduces suicidal ideation in schizophrenia: results from a randomized controlled trial. Suicide Life Threat Behav. 2007;37(3):284-90. Tarrier N, Haddock G, Lewis S, Drake R, Gregg L, SoCRATES Trial Group. Suicide behaviour over 18 months in recent onset schizophrenic patients: the effects of CBT. Schizophr Res. 2006;83(1):15-27. Turkington D, Kingdon D, Rathod S, Hammond K, Pelton J, Mehta R. Outcomes of an effectiveness trial of cognitive-behavioural intervention by mental health nurses in schizophrenia. Br J Psychiatry. 2006;189:36-40. Turkington D, Kingdon D, Turner T, Insight into Schizophrenia Research Group. Effectiveness of a brief cognitive-behavioural therapy intervention in the treatment of schizophrenia. Br J Psychiatry. 2002;180:523-7. Recibido para evaluación: 10 de julio de 2008 Aceptado para publicación: 11 de agosto de 2008 Correspondencia Claudia Gutiérez Ciceri Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia Calle 67 Nº 53-108 Medellín, Colombia ceciceri@yahoo.es 174 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico Ricardo de la Espriella Guerrero1 Resumen Introducción: La pareja es un sistema con el elementos particulares, y el psicoterapeuta debe abordarlo como tal. Objetivo: Presentar aspectos conceptuales de la pareja humana, evidenciando elementos fundamentales, con el marco de referencia de la teoría sistémica y con énfasis en el contexto. Desarrollo: Se abordan los fundamentos de la terapia de pareja, su estructura, sus indicaciones y contraindicaciones, así como las características que debe tener en cuenta el terapeuta de pareja en la conducción de las sesiones. Conclusiones: Se debe reconocer la terapia de pareja como un campo con elementos propios que si bien se relacionan con los conceptos aplicables a la terapia de familia, debe desligarse de ellos. El terapeuta debe emplear métodos que respeten las creencias, valores e historia de los integrantes de la pareja. Palabras clave: terapia de pareja, teoría sistémica. Title: Couple Therapy: A Systematic Approach Abstract Introduction: The couple is a system with special elements, and the psychotherapist must approach it as such. Objective: To present conceptual aspect of the human couple, showing fundamental elements, using systemic theory as reference framework and with emphasis on the context. Development: Couple therapy fundamentals, i.e. its structure, indications and contraindications are discussed, as well as those features that the couple therapist must take into account when conducting the sessions. Conclusions: Couple therapy should be acknowledged as a field with its own elements and although these are related to the concepts applicable to family therapy, it must be separated from these concepts. The therapist has to use methods that respect the beliefs, values and history of both parts of the couple. Key words: Couple therapy, systemic theory. 1 Médico psiquiatra. Terapeuta sistémico, Kensington Consultation Centre, Londres, Inglaterra. Magíster en Epidemiología Clínica. Gestor de Docencia e Investigación, Clínica de Nuestra Señora de La Paz, Bogotá, Colombia, y de la Clínica San Juan de Dios, Chía, Colombia. Profesor del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 175 S De la Espriella R. Introducción La pareja como unidad vincular parece ser una definición evidente; sin embargo, un abordaje más cuidadoso exige tener en cuenta el contexto donde se fundamenta, los participantes y los términos que la definen. Hablamos aquí de la llamada pareja matrimonial, y aun cuando puede no existir matrimonio en sentido estricto, muchas veces se usan las palabras pareja o matrimonio en forma intercambiable. La pareja supone una estructura diferente a la de la familia con hijos, pues tiene dinámicas propias que deben ser estudiadas y abordadas en forma particular, no únicamente en referencia a la familia, ya que no todo lo que se establece para esta última puede generalizarse a la primera. La aplicación del abordaje terapéutico a la relación de pareja ha sufrido transformaciones, al definirse campos de acción y evaluación de resultados. Por lo tanto, si bien el modelo de patología o disfunción aplicado a las relaciones, incluidas las parejas, tiene limitaciones, es ampliamente usado (1). En el presente artículo se describen, desde la teoría sistémica, aspectos contextuales y teóricos sobre la pareja, al igual que situaciones especiales susceptibles de manejo en la terapia de pareja. Dado que no 176 S se trata el tema de la familia, nos centramos en la pareja, con independencia a la existencia de hijos. Qué es la pareja Una primera dificultad y necesidad de principio es establecer qué es una pareja. Usamos aquí la palabra pareja para definir una relación significativa, consensuada, con estabilidad en el tiempo, con un referente obvio, cual es el matrimonio; pero existen parejas humanas que no coinciden con los límites que aquel impone. En la literatura médica se aplica muchas veces la expresión pareja matrimonial. Caillé (2) afirma que “… en la cultura actual, en particular, la estructura de la pareja parece querer ser tan proteiforme que elude toda posibilidad de descripción”; sin embargo, intentamos algunas explicaciones generales, teniendo en cuenta que no existe una definición simple de la pareja. La pareja humana no es pareja, en el sentido de no ser igual; supone la diferencia. Tampoco es semejante, ni parecida, ni similar, ni idéntica, ni lisa; está llena de facetas. No es tampoco una organización homogénea o monótona. Tampoco es continua, ni es tersa o suave, aunque su definición nos lleva a pensar en esos sinónimos (3). Por el contrario, la pareja humana supone contrastes, variaciones e inestabilidades que pretenden la estabilidad. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico Se podría pensar que la pareja es una estructura simple, por el menor número de integrantes que otros sistemas humanos; pero dadas las características citadas, observamos una organización humana compleja, diferente a los individuos que la conforman. Caillé (2) afirma que “Además de compleja, la díada es paradójica”. Y esto último porque se considera, por ejemplo, que ella es mayor (o diferente) que la suma de sus integrantes o que es una organización estable, pero cambia. La pareja humana descansa en interacciones no siempre visibles, tal como lo anotan Puget y Berenstein (4) en el concepto de zócalo, tomado de la arquitectura, que es la “base profunda sobre la cual se apoyan los elementos sostenidos por aquella”. Reich (5) anotaba que las funciones del matrimonio incluyen aspectos económicos, políticos y sociales, que llevan a perpetuar modelos de relación limitantes para quienes lo integran. Por lo tanto, el modelo de familia nuclear sería un modelo que tiende a perpetuarse de manera transgeneracional. La referencia a la familia es frecuente en el estudio de los sistemas humanos (6-9), mas no se encuentra con igual frecuencia el tema de la pareja, a la cual se alude como un paso para la conformación de una familia, que se reconoce a través de la existencia de hijos; por lo tanto, se desconoce independiente a la referencia familiar. Considerada de esta forma, la pareja sería sólo un subsistema de una estructura más amplia (la familia) y no tendría existencia si no es en referencia a ella. Por otra parte, la pareja, en sí, es un sistema con estructura, organización, reglas, roles, etc., diferentes a las de la familia y, a su vez, que se relacionan con sistemas más amplios, ya sea familia nuclear, familia extensa, etc. Con frecuencia, para tratar el tema de la pareja se utiliza la palabra matrimonio, es decir, la unión avalada socialmente bajo un sistema de creencias específico, que incluye procedimientos rituales. Se han descrito algunos elementos comunes en la definición de matrimonio, extensivos a nuestra definición de pareja: • • • • • Cohabitación doméstica. Reconocimiento de la comunidad. Reglas de conducta habituales. Alguna forma de ceremonia de establecimiento. Alguna extensión en el tiempo. De acuerdo con Halsall (10), algunas definiciones no incluidas como esenciales son: • Reconocimiento legal: el matrimonio existe en sociedades sin funciones legales o existe matrimonio no legal en sociedades “legalmente constituidas”. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 177 S De la Espriella R. • • • • Relación de amor. Existencia de hijos. Monogamia. Permanencia: divorcio o separación permanente es permitido en la mayoría de sociedades. La pareja en Colombia En los últimos 50 años se han reconocido cambios en las parejas (11), entre otros: aspectos económicos, laborales, mayor autonomía de sus miembros, postergación en la edad de conformación, mayor existencia de uniones previas, dependencia de las familias de origen. Estos cambios reflejan, a su vez, variaciones culturales que incluyen, por ejemplo, los conceptos de masculinidad y feminidad, los ritos de conformación y la existencia de hijos (12,13). Algunos aspectos históricos que se deben tener en cuenta se asocian con el estudio de 1997 sobre las relaciones de pareja, inicialmente inmersos en el análisis de la estructura familiar. Gutiérrez de Pineda (14) estableció los complejos culturales existentes en Colombia y las tipologías familiares correspondientes. En la actualidad se deben redefinir sus características por procesos que incluyen las migraciones, los cambios culturales, la secularización, las uniones de integrantes de diversas regiones, etc. En cuanto a la pareja, deben incluirse nuevos aspectos emergentes como son las parejas sin hijos, las 178 S uniones posteriores a separaciones o viudez, etc. (15-18). Aspectos legales De acuerdo con la asociación Colombia Diversa, en el país existe poca regulación constitucional sobre el matrimonio (19). Si bien la legislación establece que la convivencia o el registro de la unión dan beneficios legales —como la sustitución pensional, la afiliación a salud como cónyuge o el derecho a herencia—, estos aspectos tienen importancia en asegurar un aval a la unión. Además, recientemente se ha avanzado en equiparar uniones no registradas con el matrimonio, como en el caso de la unión libre. En lo que respecta a parejas del mismo sexo, se requieren más de dos años de convivencia para tener algunos de estos beneficios (se excluye, por ejemplo, la adopción). Las garantías más importantes de las que goza la familia son: la sociedad conyugal, la tutela y curaduría legítima del cónyuge incapacitado, la obligación alimentaria, la intimidad familiar, entre otros (19). La psiquiatría se ha centrado en el individuo, pero el reconocimiento de pareja, familia y grupos susceptibles de intervención se ha ido incrementando en los últimos años, quizás en forma gruesa en los diagnósticos del eje IV del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) (20). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico Historia En la Roma clásica, el matrimonio (conubium) sólo podía contraerse entre ciudadanos. Los esclavos no podían casarse, ni ciudadanos con no ciudadanas. La ley romana definía el matrimonio como “conjunctio maris et feminae” (unión de hombre con mujer). El matrimonio en la Iglesia católica está definido como la unión sacramental entre un hombre y una mujer bautizados, y una definición similar es la encontrada en el Corpus iurus civiles, texto básico del derecho romano (21). Entre otras formas de unión entre hombre y mujer, se pueden mencionar la poliginia, la poliandria, la unión de un hombre adulto con una menor de edad, el matrimonio por poder, el matrimonio “arreglado” por familiares, etc. Además, existen otros tipos de parejas que buscan terapia y se definen a sí mismas como pareja (matrimonial), como son las parejas del mismo sexo, no convivientes o no reconocidas por sistemas de origen. Cuando intentamos demarcar el matrimonio de otras formas de unión, nos enfrentamos al problema de que no existen límites claros para definir a los integrantes que buscan terapia como tales. En Colombia se ha presentado una mayor aceptación de parejas que no consideran el matrimonio. La Constitución Política de 1991 ha su- puesto un mayor reconocimiento de libertades y estilos de vida diversos (15,19,21). Estas consideraciones de cultura, política, etc. constituyen una fuerza contextual evidente en la terapia y en las actuaciones del terapeuta que debe estar atento a definiciones cambiantes. Parejas en situaciones especiales Se denominan neofamilias (12) las agrupaciones que incluyen nuevos sistemas sociales (redes) instaurados, como las parejas homosexuales, las amistades casi fraternas y solidarias no consanguíneas, los padres solteros, etc. Sin embargo, el definir neofamilias nos lleva, a su vez, a definir neoparejas, por considerar que sus definiciones utilizan un lenguaje que sufre transformaciones y no que estas no corresponden a definiciones previas: estas incluyen, por ejemplo, amigos especiales, amigos con derechos, amigovios, novios que viven juntos, socios, partners o simplemente “pareja”. Por ejemplo, las parejas del mismo sexo se han afianzado en nuestra cultura, incluso en medio de la crisis social del VIH- sida. Si bien se afirma que las parejas tienen como modelo de sus roles sociales a sus padres, las modificaciones que ha tenido la pareja ha sido evidente entre generaciones. Estas modificaciones son más acusadas en las parejas del mismo sexo, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 179 S De la Espriella R. donde “en cierto modo (se deben) reinventar estos roles” (22). Los estereotipos masculinos y femeninos han cambiado, al igual que los roles en la pareja, en consonancia con cambios culturales que incluyen el fenómeno de la globalización, del cual surgen aspectos intrigantes sobre las exigencias de estos cambios en la definición de la familia (9) y, obviamente, también de la pareja. Intervenciones sistémicas Si bien existen muchas escuelas de terapia de pareja, con diversos enfoques, presupuestos, técnicas y definiciones (23), todas hacen hincapié en la importancia de la comunicación y la necesidad de desarrollar estrategias de resolución de conflictos (1,7). Los objetivos generales de la terapia de pareja son: • • • • Manejar la queja motivo de consulta, que en muchas ocasiones requiere una mayor exploración. Promover un cambio que favorezca la metacomunicación y que siempre respete los valores y creencias de sus integrantes (2,24). Permitir redefiniciones y evitar las interacciones rígidas. Aunque no se reconoce como un objetivo general, intentar mantener la definición de los integrantes como pareja luce 180 S • coherente con la expectativa de los miembros que la organizaron dentro de un proyecto vital compartido. De no ser posible, mantener la unión o procurar una separación con el menor grado de traumatismo. Haley (25), a propósito de la psicoterapia (aplicable también a la terapia de pareja), estableció algunos principios como: expresar opiniones terminantes, sentar objetivos, ocupar la posición de experto, imponer determinadas estructuras a las sesiones y asumir la responsabilidad directa por los resultados. También es necesario tener en cuenta que “la complejidad de las expectativas que se depositan en la pareja ya debería ser motivo suficiente para intentar alejarse de ámbitos comunes y dedicarle un estudio que respete su originalidad” (2); por lo tanto, cualquier esquema descrito debe ser tomado como un punto de partida, pues la terapia de pareja es un proceso creativo, estético y único; no se trata únicamente de aplicar una técnica. Como ventajas del abordaje de pareja encontramos que se trata de una intervención en un grupo natural formado, con una situación establecida y estructurada, que cuenta con reglas, definiciones e interacciones. Se puede realizar terapia en vivo con los integrantes que demuestran Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico en el consultorio las interacciones observables y no sólo referidas, con un enfoque, sobre las quejas actuales. Así mismo, es posible desarrollar un enfoque centrado en la queja o problema, no solamente en un síntoma o diagnóstico. Esto da a la pareja un lugar propio, independiente de otros sistemas, pues, como se mencionó al principio del texto, no se trata únicamente de un subsistema familiar. Por lo tanto, permite incluir elementos, como registros, diarios, prescripciones, rituales y ordalías, para continuar entre sesiones con el trabajo terapéutico, lo que les da a los participantes mayor responsabilidad en el cambio. Igualmente, permite realizar el seguimiento a los cambios y evidenciar la característica dinámica de este grupo humano. Características del terapeuta Un terapeuta de pareja debe estar dispuesto a abandonar los prejuicios (26) frente a las interacciones entre los participantes, a los diferentes modos de convivencia (que pueden chocar con sus propios valores) e, incluso, a los motivos de consulta novedosos. Se debe ser respetuoso de los valores y creencias, al igual que tener especial sensibilidad con respecto a temas como la etnia y el sexo. Para fracasar como terapeuta Haley (21) recomienda: • • • • • • • Sea pasivo. Sea ambiguo (vago). Imponga sus valores y creencias. Busque las causas. Concéntrese en lo intangible. Réstele importancia a los cambios. Concéntrese en la técnica. Existen algunos supuestos orientadores del terapeuta que realiza terapia de pareja, indicados por Warketin y Whitaker (6), que pueden resumirse así: • • • • • • • • • • La pareja se ha elegido sabiamente. La aceptación mutua existe. La pareja es diferente de quienes la integran. La intimidad (incluye relaciones sexuales) está presente en ella. La relación sentimental se mantiene equilibrada y recíproca. Las reglas sociales no aplican en este tipo de uniones (por ejemplo, la equidad, las apariencias o la sinceridad). Los estancamientos de la relación están presentes. Las metas secretas individuales son importantes. El proyecto vital consciente de permanecer relacionadas existe. Las personas tienden a mantener sus esquemas; por ejemplo, nuevas uniones pueden ser copias de la anterior. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 181 S De la Espriella R. Indicaciones de la terapia de pareja • Las indicaciones de la terapia de pareja deben responder a una necesidad de los participantes; pero en caso de que ello no ocurra, por ejemplo, en parejas referidas por el sistema judicial, se debe intentar construir en conjunto una expectativa realista de trabajo. Muchas parejas acuden por situaciones relacionadas con el ciclo vital, infidelidad, algún problema médico en uno de los integrantes o, simplemente, para afianzar la relación. • Contraindicaciones de la terapia de pareja Aun cuando no hay contraindicación absoluta de la terapia, es necesario realizar algunas adecuaciones previas que posibiliten una terapia justa y equitativa, que mantenga la neutralidad del terapeuta. Algunas de estas situaciones pueden ser: • • • Cuando no haya intención de cambio, como en los casos de parejas referidas por instancias judiciales, en las cuales no se consiga establecer una necesidad real de terapia. Cuando haya una “agenda oculta” por parte de uno o ambos miembros. Cuando se hace partícipe al terapeuta de “secretos” con la intención de obtener la alianza de uno de los miembros. 182 S Cuando hay evidente psicopatología que requiera intervención. Cuando se presenten contextos de amenaza o chantaje. Una consideración especial la constituyen situaciones en las cuales la terapia mantenga una situación de violencia intrafamiliar actual sin cambio o cuando se hace evidente abuso sexual y maltrato de niños o jóvenes. En este caso, se debe cambiar el foco de atención hacia la protección del menor de edad y queda postergada la intervención de pareja. De especial importancia es la identificación con uno de los miembros de la pareja, que lleva a que se pierda la neutralidad, como en el caso de los recomendados. No hay necesidad de realizar terapia de pareja en caso de que el problema no tenga un significado o repercusión actual, así como en parejas sin continuidad histórica y sin participación emocional, en las cuales no se pueda concertar un cambio como objetivo (27). Algunas situaciones especiales en la terapia las constituyen: 1. 2. 3. Cuando no hay un problema aparente. Cuando uno o ambos miembros padecen algún trastorno mental (alcoholismo, juego patológico, trastorno afectivo bipolar o depresión). Cuando existe una enfermedad física incapacitante. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico 4. Cuando el paciente identificado es un tercero (generalmente un hijo). Fases de la terapia de pareja Si bien se puede tener una estructura diferente, podemos resumir las fases de la terapia de pareja así (1,11,23): en evaluación, intervención y seguimiento. Evaluación En esta fase se incluye la entrevista inicial, con la definición del motivo de consulta, los intentos previos de solucionarlo y sus resultados; la creación de una vínculo terapéutico; la definición de las expectativas reales de la terapia (incluida la motivación para mantener la unión), y la catarsis emocional. Es necesario disminuir las ansiedades de los participantes acerca de la terapia; por ello el terapeuta debe mostrarse neutral, al permitir a ambos participantes la expresión de sus puntos de vista, además de reconocerles los esfuerzos realizados previamente y la asistencia a la terapia. En esta etapa se debe realizar la historia de la relación y ampliar la información a las familias de origen. Se recomienda, al menos, conseguir la información de tres generaciones y consignarla en el genograma. Además, se ha hecho hincapié en ubicar a la pareja dentro del ciclo vital propio (tablas 1 y 2). Correa y Ortiz (11) propusieron un ciclo vital de la familia reconstituida, que incluye las fases de noviazgo, la fantasía, el choque y ajuste o Tabla 1. Ciclos vitales normativos de la pareja* Etapa Centralidad Noviazgo Formación de la pareja La “forja” de la pareja Del sistema familiar de origen (SFO) al sistema familiar constituido (SFC), de la filiación a la conyugalidad De lo real a lo deseado Del SFO al sistema familiar querido o deseado (SFQ/D) El crecimiento interno de la pareja La estabilidad de la pareja La disolución evolutiva de la pareja * Explican las crisis normativas de la pareja. Fuente: adaptado de Ríos (28). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 183 S De la Espriella R. Tabla 2. Etapas adicionales del ciclo evolutivo familiar con la ruptura Fase Problemas de desarrollo Decisión de divorciarse Aceptación de la responsabilidad en el fracaso de la unión Planear la ruptura del sistema División de bienes, espacios y relaciones Si hay hijos: custodia, visitas, finanzas Afrontamiento del impacto de familias extensas y redes de apoyo Separación Duelo por la relación-familia Reestructuración de las relaciones con ex pareja-hijos… Adaptación a vivir solo Redefinir relaciones familiares extensas Mantenimiento de relación con familia de cónyuge Divorcio Duelo por la unidad pareja-familia Recuperación de las esperanzas por una nueva pareja Permanecer conectado con familias extensas Fuente: adaptado de Ochoa de Alda (1). la resolución. Hicieron hincapié en los temores de los integrantes y subsistemas si hay hijos, además de los duelos ante la pérdida o separación. En la fase de choque puede haber dificultades en armonizar los intereses de los miembros. Finalmente, en la etapa de ajuste se logra mejorar la convivencia, incluidas las relaciones con el “mundo astral” (padrastro, madrastra, etc.). Se puede evaluar la satisfacción matrimonial, aplicando escalas diseñadas para tal fin, como elementos auxiliares (23). Intervención Esta etapa está centrada en las características de la comunicación de la pareja y se intentan cambios en los patrones rígidos. Se pueden incluir estrategias como el entrenamiento, el juego de roles y las tareas. 184 S Es necesario intentar incrementar los intercambios reforzadores gratificantes, reconocerlos y disminuir o evitar las interacciones adversas o pautas rígidas de interacción. Seguimiento En esta fase se verifican las tareas, se trata de obtener pruebas de los cambios, se introducen nuevas estrategias de solución (partiendo de las estrategias ya utilizadas) y se refuerza el compromiso por el cambio. En la terapia sistémica se acostumbra dejar un intervalo prolongado entre sesiones para evidenciar el cambio y permitir que la pareja utilice estrategias propias. El terapeuta sistémico puede actuar solo, aunque es recomendable en algunos casos el uso de un Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: abordaje sistémico coterapeuta, no necesariamente de equipo terapéutico. Tampoco es mandatario el uso de recursos como la cámara de Gessell. Referencias 1. 2. Conclusiones Es necesario reconocer la terapia de pareja como un campo con elementos propios, que si bien se relacionan con los conceptos aplicables a la terapia de familia, debe desligarse de ellos. La pareja es un sistema en sí y debe abordarse como tal, teniendo en cuenta sus particularidades, que los métodos de terapia son variados, que es necesario que el terapeuta respete sus integrantes, sus creencias, sus valores y su historia. Se debe poner el relieve en el estudio de la pareja en Colombia, teniendo en cuenta los cambios en su definición y funciones. Tal estudio debe hacerse con respeto por el contexto e incluir elementos de investigación que lleven a aumentar la efectividad de la terapia de pareja. Pese a que existe gran difusión de que elementos constitutivos de la pareja son el amor (29), el sexo o los hijos, la literatura sistémica no los considera constituyentes esenciales de la pareja humana; más bien estos elementos giran en torno a una permanencia temporo-espacial con la validación de la unión por redes sociales y su establecimiento ceremonial. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. Ochoa de Alda I. Enfoques en terapia familiar sistémica. Barcelona: Herder; 1995. Caillé Ph. Uno más uno son tres: la pareja revelada a sí misma. Barcelona: Paidós Ibérica; 1992. Ignacio-Alonso J. Diccionario de sinónimos y antónimos. 8a ed. Madrid: Espasa Calpe; 2000. Puget J, Berenstein I. Psicoanálisis de la pareja matrimonial. Buenos Aires: Paidós; 1989. Reich W. La revolución sexual: para una estructura de carácter autónoma del hombre. Barcelona: Planeta-Agostini; 1993. Warrentin J, Whitaker C. El programa secreto del terapeuta que realiza terapia de parejas. En: Zuk GH, Boszormenyi-Nagy I, editores. Terapia familiar y familias en conflicto. México: Fondo de Cultura Económica; 1993. Rojas de González N. Conflictos de pareja y de familia: un nuevo enfoque terapéutico. 2a ed. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana; 1985. Glick ID, Clarkin JF, Kessler DR. Marital and family therapy. 4th ed. Washington, DC: American Psychiatric Press; 2000. Botero-Giraldo JS. La familia en una sociedad globalizada: ¿objeto de la globalización? ¿sujeto de la mundialización? Bogotá: San Pablo; 2006. Halsall P. Lesbian and gay marriage through history and culture [citado: 25 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www.geocities.com/WestHollywood/Heights/5393/gaymarriage. html Biscotti O. Terapia de pareja: una mirada sistémica. Buenos Aires: Lumen; 2006. Tessina T. Parejas especiales para hombres y mujeres. Los Angeles: Mabera; 1998. Viveros M, Olavarría J, Fuller-Oseros NJ. Hombres e identidades de género: investigaciones desde América Latina. Bogotá: CES-Universidad Nacional de Colombia; 2001. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 185 S De la Espriella R. 14. Gutiérrez de Pineda V. La familia en Colombia: trasfondo histórico. 2a ed. Medellín: Ministerio de Cultura-Universidad de Antioquia; 1997. 15. Millán de Benavides C, Estrada-Mesa AM, editores. Pensar (en) género: teoría y práctica para nuevas cartografías del cuerpo. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar; 2004. 16. Balderston D, Guy DJ, editores. Sexo y sexualidades en América Latina. Buenos Aires: Paidós; 1998. 17. Bersani L. Homos. Cambrigde, MA: Harvard University Press; 1995. 18. Bly R. Iron John: una visión de la masculinidad. 2a ed. Madrid: Gaia; 1998. 19. Fajardo LA. Voces excluidas: legislación y derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en Colombia. 2a ed. Bogotá: Tercer Mundo; 2006. 20. Quick reference to the diagnostic criteria from DSM IV. 4th ed. Washington, DC: American Psychiatric Association; 1994. 21. Serrano-Amaya JF, editor. Otros cuerpos, otras sexualidades. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar; 2006. 22. Klinger RL, Cabaj RP. Characteristics of Gay and Lesbian relationships. En: Oldham JM, Riba MB, Tasman A, editors. Review of Psychiatry: volume 12. Washington, DC: American Psychiatric Press; 1993. p. 101-26. 23. Liberman RP, González-Díaz JD, Catalán-Frías MJ. Manual de terapia de pareja: un enfoque positivo para ayudar a las relaciones con problemas. 6a ed. Bilbao: Desclée de Brouwer; 1987. 24. Watzlawick P. La realidad inventada: ¿cómo sabemos lo que sabemos? 4a ed. Barcelona: Gedisa; 1998. 25. Haley J. Las tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos. Barcelona: Paidós Ibérica; 1991. 26. Cecchin G, Lane G, Wendel AR. Irreverencia: una estrategia de supervivencia para terapeutas. Barcelona: Paidós Ibérica; 2002. 27. Wynne LC. The state of the art in family therapy research: controversies and recommendations. New York: Family Process; 1988. 28. Ríos JA, editor. Vocabulario básico de orientación y terapia familiar. Madrid: CCS; 2003. 29. Kernberg OF. Relaciones amorosas: normalidad y patología. Buenos Aires: Paidós; 1997. Recibido para evaluación: 27 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Ricardo de la Espriella Guerrero Clínica de Nuestra Señora de La Paz Calle 13 Nº 68F-25 Bogotá, Colombia rdelae@gmail.com 186 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos Eduardo Castrillón Muñoz1 Resumen Objetivo: Revisar algunos de los aspectos básicos en el proceso de la terapia de pareja. Desarrollo: Se parte de una primera aproximación al tema de la familia, sus características, su dinámica y factores que determinan su funcionalidad, como guía para el abordaje específico del tema de la terapia de pareja. En el tema de la pareja se contemplan los aspectos de su conformación, evaluación, curso y dinámica, revisando aspectos esenciales en los casos de intervención. Se adiciona al presente trabajo una breve reseña de una revisión histórica del curso de la evolución de la terapia de pareja. Finalmente se da paso a una somera descripción de algunos de los procesos de intervención más utilizados en la actualidad. Palabras clave: terapia de pareja, pareja, terapia familiar. Title: Couple Therapy: Viewing the Process Abstract Objective: To review some of the main aspects of the process of couples therapy. Development: Therapy begins with an initial assessment of the family, its characteristics, family dynamics and the factors that determine its functionality. This will then be used as a guide for approaching the couples therapy. Important topics to consider will be the couple’s conformation, evaluation, course and dynamics. Attached to this work is a brief historical review of a couple’s therapy as a means to examine the essential aspects of intervention. Finally some of the most used intervention processes are described. Key words: Couple therapy, couple, family therapy. Introducción Adentrarnos en una sistematización de los procesos de terapia de pareja requiere un contexto que de alguna 1 forma va a actuar como guía del territorio por recorrer. Para ello es necesario abordar algunos aspectos de la familia; sin embargo, aquí no es preciso reforzar la importancia de la Médico psiquiatra, Universidad del Valle, Cali, Colombia. Especialista en Familia, Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia. Profesor asociado, Departamento de Psiquiatría, Universidad del Valle. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 187 S Castrillón E. familia en el orden social, aun cuando cobre una vida psíquica propia y tenga una dinámica cambiante, que se aparta cada vez más de la tradicional familia del siglo recientemente finalizado. Diferentes patrones conllevan situaciones distintas que generan una sensación de inestabilidad, incertidumbre y temor. Por lo tanto, debemos mantener en mente una actitud de flexibilidad. Los problemas planteados crecerán y, en forma directamente proporcional, demandarán soluciones de manera constante. Sin importar lo cambiante de los tiempos, permanecen determinadas dimensiones de las familias funcionales. Cualquier grupo familiar demanda alguna forma de organización, unos canales o modos de comunicación y, si existen, un modelo de protección para los menores de edad. En el desarrollo de un individuo, la familia (cualquiera sea su modelo) se convierte en el grupo más importante para alcanzar desde el desarrollo psicológico, el aprendizaje de las interacciones emocionales y el mantenimiento de la autoestima. En una familia, las emociones se mostrarán de diversas maneras y en diversos momentos. Las familias y las parejas son diferentes a cualquier otro grupo humano, ya que difieren en aspectos como la duración, la intensidad y las relaciones funcionales de sus miem- 188 S bros. La familia es un grupo en el que sucederán las experiencias más fuertes de amor y odio, a la par que se experimentarán en ella las más profundas satisfacciones y, a la vez, los más profundos desacuerdos. Por lo tanto, dadas las múltiples interacciones entre sus miembros, su principio fundamental como unidad familiar será mucho más que la suma de las partes. El conocimiento de cada uno de ellos como individuo en ningún momento nos conducirá al inmediato conocimiento de la familia como un sistema. Esta posee una historia y un funcionamiento que le son propios, los cuales difieren de la historia y funcionamiento de cada uno de sus individuos. Por consiguiente, las familias y, por ende, las parejas necesitan ser entendidas en contextos de interactividad en los cuales de manera constante vamos a tener una serie de transacciones entre las diferentes partes del sistema. Desde esa perspectiva, la acción de un miembro necesariamente afectará a la familia y la acción de la familia afectará a cada uno de los individuos. Existe una estabilidad basal en cada grupo, que mantiene a cada miembro dentro de su posición en el sistema familiar. La familia es un sistema en equilibrio dinámico que se mantendrá oscilando entre unos períodos de balance y unos períodos de desequilibrio. El concepto de ho- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos meostasis familiar, que se refiere a la tendencia de la familia a mantenerse en una relativa estabilidad, es fundamental para comprender las acciones que desde la intervención terapéutica en un momento dado se nos proponen. cesos que caracterizan a las familias funcionales: A partir de dicho concepto, debemos considerar que cuando el sistema, como un todo, o alguno de sus miembros se encuentra en un estado de desequilibrio, ocurrirán las acomodaciones necesarias para volver a esa línea de base. Nuestra misión entonces es comprender cómo las familias y las parejas se mueven hacia un nuevo equilibrio. 2. Dado lo anterior, debemos pensar que dentro de las familias los individuos van a tener ciertos patrones característicos, lo cual conlleva estilos de pensar y maneras de interactuar. Así, algunos autores han caracterizado los grupos familiares tanto por los elementos cognitivos utilizados en los procesos de resolución de problemas como por su estructura organizacional. 1. 3. 4. 5. Funcionalidad La funcionalidad de una familia se evalúa desde los patrones característicos que le permiten moverse y responder a las diferentes situaciones de tensión generadas en el interior o en el exterior del sistema, acaecidas a lo largo de su ciclo vital. En 1993, Walsh (1) propuso los pro- 6. Una comunicación y conectividad entre sus miembros, para sentirse cuidados entre ellos y con una sensación de apoyo mutuo. El respeto por las diferencias del individuo, esto es, permitir su autonomía, procurando el desarrollo y el bienestar de cada uno de los miembros de cada generación, desde los más jóvenes hasta los más viejos. Un principio de liderazgo y autoridad por parte de alguno de los miembros del sistema familiar, para el cuidado, la protección y la socialización de los niños, lo mismo que de los miembros más vulnerables del sistema familiar. Para las parejas, el mantenimiento de una relación caracterizada por el respeto mutuo, el apoyo y el compartir equilibrado del poder y las responsabilidades. Una estabilidad de la organización, caracterizada por la claridad, la consistencia y la predictibilidad de los patrones de interacción. Adaptabilidad, es decir, la flexibilidad para enfrentarse a las demandas internas y externas para el cambio, para manejar las situaciones de tensión, lo mismo que para superar las transiciones propias del ciclo vital. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 189 S Castrillón E. 7. Una comunicación abierta, caracterizada por la claridad de las reglas; una interacción placentera, y un rango de expresiones emocionales empáticas. 8. Unos procesos efectivos de resolución de problemas y conflictos. 9. Un sistema compartido de creencias, que genere confianza, conectado con las generaciones pasadas y futuras, así como con un conjunto de valores éticos. 10. Recursos adecuados para una seguridad económica y un apoyo psicosocial generado en una red de amigos y del sistema comunitario y social que lo rodea. Otro modelo se basa sólo en tres dimensiones: resolución de problemas, organización y clima emocional. Estas dimensiones se consideran fundamentales para una rápida revisión de la evaluación y representan el núcleo central de la escala Global Assessment of Relational Functioning Scale (GARF). Al enfocarnos en la pareja como un sistema, consideremos lo que planteaba Lewis, en 1998 (2): el proceso y decisión más importante que cada miembro en una pareja realiza es el de seleccionar a una persona con quien va a gastar su existencia y con quien conjuntamente va a estar construyendo una relación. Esta decisión no ocurre en un sitio aislado. Está íntimamente conectada con los otros. La relación de pareja es de alguna forma la más importante 190 S relación para el crecimiento de cada uno de sus miembros. La habilidad de la pareja para comunicarse claramente, para resolver problemas y para tener una proyección interna razonable de cada uno como individuo, de manera independiente, sin que esto llegue a convertirse en agendas incompatibles, se construirá sobre las necesidades intrapsíquicas de sus miembros y a partir de los comportamientos reflexivos que cada uno trae desde su familia de origen. En resumen, la pareja es una combinación de las necesidades de cada uno de los individuos junto con las necesidades propias que ha generado la relación. De ahí que en el territorio de la pareja —recorrido previo al tema central de nuestro trabajo— consideremos los aspectos tempranos de la construcción de la pareja y cómo su constitución estará mejor hecha cuando ambos individuos hayan completado sus tareas de reestructuración de las relaciones con sus familias de origen. En términos de los procesos de individuación y diferenciación, cuando los miembros de la pareja hayan aprendido de sí mismos, en términos del reconocimiento de sus propios caracteres, esto los conducirá a desarrollar una identidad como pareja, a alcanzar formas efectivas de comunicación y resolución de problemas y a establecer un patrón Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos mutuo de relación con sus familias, amigos y ámbitos de trabajo. En este punto la pareja comprenderá que se trata básicamente de lograr proveerse de manera mutua un espacio para el crecimiento personal. 3. Calidad de la relación de pareja En 1998, Lewis (2) planteaba cinco aspectos fundamentales para tener en cuenta cuando deseamos determinar la calidad de una relación: 1. 2. Poder. ¿Quién está a cargo? Este es un aspecto complejo, dada la definición misma del término. Existen muchas clases de poder que estarán presentes en la dinámica de las parejas, por ejemplo, será ejercido por un miembro o por el otro en diferentes circunstancias o será compartido en otras; pero lo esencial es que de la manera como se resuelvan estas situaciones de poder, se determinará buena parte de la evolución de las parejas. Proximidad-distancia. Se entiende como la intensidad emocional, la cantidad de actividades y valores compartidos. Cada uno de los miembros de la pareja determinará qué tipo de distancia emocional considerará como próxima y en qué momentos se asumirá como muy distante. También se establecerá qué clase de comportamientos denotarán intimidad. 4. 5. Inclusión-exclusión. Esta dupla indica quién es más considerado como parte del sistema de la pareja. Esta clase de límites no solamente se aplicarán a familiares y otras personas, sino que también involucran aspectos como intereses profesionales, lo mismo que los recreativos. Compromiso de pareja. Ambos miembros de la pareja necesitan experimentar y sentir que cada uno y los dos están comprometidos con la relación y que son prioritarios en la vida del otro. Intimidad. Comprendida como la posibilidad del conocimiento del otro más allá de la imagen construida en la interacción familiar o social, por ejemplo, la posibilidad de compartir de manera recíproca los aspectos vulnerables de cada uno. Adicionalmente, la construcción de espacios y tiempos propios de la pareja. Dado que es muy probable que la terapia de pareja tendrá como escenario de trabajo parejas en conflicto, de acuerdo con Olson (3), es necesario plantear cuáles factores podrían ser considerados los mejores predictores de lo que es una buena relación. Básicamente son la comunicación, la habilidad para resolver conflictos, la capacidad de comunicar las diferentes necesidades frente al otro, las compatibilidades en la personalidad, unas expectativas Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 191 S Castrillón E. realistas frente al otro como compañero y como pareja y un acuerdo en los principios religiosos. Momentos de la terapia de pareja La terapia de pareja constituye un área de la psicoterapia que, en la opinión de muchos, es larga en historia pero corta en tradición. Olson (3), el primer cronista del campo de la terapia de pareja, se refería a esta como una joven que no ha desarrollado sus bases teóricas de manera sólida y que no ha evaluado sus principales fundamentos. Un aspecto interesante lo constituye el que los tempranos pioneros de la terapia familiar explícitamente consideraban la terapia de pareja como un asunto no fundamental en su labor. El asumir la terapia de pareja como un elemento de segunda importancia en el amplísimo campo de la terapia familiar se mantiene aún, pese a las afirmaciones de uno de los fundadores de la terapia familiar, como Nathan Ackerman (4), quien identificaba la terapia de los trastornos de pareja como el núcleo del cambio familiar. Lo mismo ocurría con Fraenkel (5), otro de los grandes en el campo, quien sugería que al menos históricamente las dos modalidades, la terapia de familia y la terapia de pareja, se manejaban desde el mismo cuerpo de conceptos y de técnicas, aunque esto pareciera en ocasiones ser menos cierto. 192 S El estatus de segundo plano de las representaciones de la terapia de pareja se ha dado dentro de lo que Gurman y Fraenkel (5) llamaban la larga negación del hecho de que la mayoría de los terapeutas de familia predominantemente trabajan con parejas, más que con dos generaciones de familias. Así, una encuesta de Rait entre terapeutas familiares mostraba cómo una quinta parte de sus casos eran terapia de pareja y, además, halló en las intervenciones familiares que los tres problemas más frecuentemente identificados eran dificultades de pareja. Simmons y Doverty (6) evaluaron los patrones de práctica de los terapeutas de familia y encontraron que las dificultades de la pareja, con el 59% de los casos, excedían los problemas familiares. Recordemos la importancia que cobra como asunto de salud pública la terapia de pareja, si consideramos las consecuencias de las rupturas, cada vez más frecuentes. No es tan reciente que un alto porcentaje de personas demanden la atención de terapeutas desde lo individual, pero en muchas ocasiones la causa de la consulta se origina en dificultades maritales: conflictos de roles, insatisfacción sexual o violencia. En 1960, Gurin (7) mostraba cómo en el 40% de las personas que buscaban ayuda psicológica centraban sus problemas en dificultades de pareja. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos El conflicto marital recurrente y las rupturas están asociados con un amplio número de secuelas en adultos y niños. Los miembros de las parejas en problemas tienen cada uno una mayor probabilidad de sufrir ansiedad, depresión y suicidio, sin descontar abuso de sustancias, problemas médicos generales, así como conductas que los exponen a enfermedades de transmisión sexual. Dados los antecedentes anteriores y a la hora de trabajar con parejas en conflicto, es necesario definir la expresión terapia de pareja, que ha venido a reemplazar la de terapia marital, porque la primera está centrada en el enlace y en el vínculo entre dos personas, sin el tono de juicio social o de valor implicado por el término tradicional previo. Así mismo, es necesario tener en cuenta el aspecto temporal en que se va a realizar la terapia, y que se refiere a la fase de la relación en que ocurre el problema. El foco de la mayor parte de las terapias de pareja es remedial, es decir, ocurre durante la fase prolongada de la relación, que continúa o prosigue a alguno de los rituales simbólicos que afirman un acuerdo de continuidad de largo término. Cuando una intervención en esta fase ocurre y no es de carácter remedial, podríamos verla como prevención primaria o enriquecimiento. Cuando ocurre previo a un ritual, se habla de consejería premarital, y si reviste un carácter remedial, se considerará prevención. Curiosamente, se ha incrementado su ejercicio, pero no se ha desarrollado un cuerpo de doctrina. Gurman y Fraenkel (5) plantearon cuatro etapas en su desarrollo histórico. En el trabajo de estos dos autores, se examinan las mayores influencias conceptuales en el campo de la terapia de pareja en cada período y se presta particular atención a las teorías y métodos que han mostrado influencias más fuertes y perdurables. La primera fase se describe como la comprendida entre 1930 y 1963, denominada formación no teórica en el campo de la consejería matrimonial. De manera oficial, por asuntos de organizaciones que trabajaban en este campo, al menos, en Estados Unidos, los primeros institutos se constituyeron justamente entre 1930 y 1932. Básicamente, la intervención se dirigía a parejas sin afectaciones en su desempeño que las hicieran francamente disfuncionales. Tampoco estaban incluidas dentro de los grupos de intervención aquellas parejas en quien alguno de sus miembros padecía algún tipo de padecimiento psiquiátrico grave. La idea central de su discurso era el de hacer que las parejas funcionaran mejor. La aproximación estaba enfocada en el motivo de consulta, de carácter breve y con elementos claramente didácticos. Un aspecto que llamaba la atención era que aunque los terapeutas estaban interesados en el bienestar de las parejas, la inter- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 193 S Castrillón E. vención conjunta con ella ocurría con poca frecuencia. De hecho, en 1940 tan sólo alcanzaba un 5%, y en 1960, un 15%. Este período se caracteriza por la carencia de un cuerpo de doctrina o filosofía a la cual se adhirieran las intervenciones. Para entonces la terapia familiar apenas estaba creciendo. La segunda fase de esta evolución histórica se denomina de experimentación psicoanalítica, y va desde 1931 hasta 1966. Mientras que la consejería matrimonial trataba de establecer su identidad profesional, un modelo de intervención en la pareja fue emergiendo progresivamente como una nueva fuerza, que caminaba en paralelo con la otra corriente. Era el grupo de quienes tenían una formación psicoanalítica o proponían las intervenciones desde ahí. los años cincuenta y sesenta, pero como lo anotara Sager, en 1966, la mayoría de estas contribuciones no evidenciaban nuevos desarrollos en el campo de lo teórico, más bien comprendían diferentes formatos de intervención terapéutica (8-10). La tercera fase corresponde a la incorporación de la terapia familiar, entre 1963 y 1985. Durante este período se destacaron cuatro teóricos, Don D. Jackson, Virginia Satir, Murria Bowen y Jay Haley. Ellos estimularon una línea de pensamiento que continúa teniendo influencia en todos los modelos contemporáneos de práctica. Jackson propuso la homeostasis familiar. De hecho, durante décadas algunos autores psicoanalíticos habían estado profundamente interesados en el complejo proceso de la selección de compañero, en el significado del matrimonio, así como en los efectos de la intervención psicoanalítica en algunos de sus miembros, y cómo afectaba o no la relación de pareja. En 1948, Mittelman planteaba la intervención concurrente, en que ambos miembros de la pareja eran tratados individualmente, pero sincrónicamente por el mismo terapeuta (8). El denominado quid pro quo fue la piedra angular en el desarrollo de los métodos de la terapia de pareja. Su esencia era el esfuerzo inconsciente de ambos compañeros por asegurarse a ellos mismos que eran iguales, que ellos eran pares. De alguna forma, Jackson estaba luchando contra algunos postulados de la perspectiva de la psicoterapia psicoanalítica y utilizando como ideas centrales la de la homeostasis familiar; por ende, el quid pro quo marital definía sus intervenciones que además se caracterizaban por ser conjuntas y cortas en duración. Las parejas podían recibir su ayuda entre tres y diez sesiones. Nuevos modelos de experimentación psicoanalítica se dieron entre En los años sesenta, Virginia Satir fue la más carismática de las figuras 194 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos de la terapia de familia y de pareja entre las audiencias profesionales. Al igual que Jackson, fue fundadora del Mental Research Institute (MRI). Ella fue la primera en establecer el primer programa formal de terapia familiar en un programa de residencia en psiquiatría. Lo esencial que planteaba en su pensamiento era el funcionamiento y la experiencia del individuo en términos de cómo se relacionaba dentro del contexto, el papel que asumíamos las personas en las relaciones más próximas (razonables, culpables, irrelevantes o acusadores), todo lo cual contribuía a la formación de la autoestima y al cómo me relaciono dentro de una pareja. En su teoría familiar de los sistemas, el psiquiatra Murray Bowen trabajó sobre los conceptos de la diferenciación del self, esencialmente en la habilidad para distinguir entre lo racional y lo emocional. Además, en su propuesta contaba con el elemento transgeneracional, en términos de cómo determinados patrones van de generación en generación y cómo nosotros-individuos deberíamos alcanzar el proceso de diferenciación en relación con nuestra familia de origen. Jay Haley planteó cómo la dinámica central de la relación de pareja correspondía a los elementos de control y poder. Los problemas en la pareja emergen cuando la estructura jerárquica no está clara, cuando existe una carencia de flexibilidad o cuando la relación está marcada por una rígida simetría o complementariedad. Esto conducía a que sus intervenciones terapéuticas fueran planeadas y enfocadas en romper los patrones de comportamiento que parecían mantener el problema principal de la pareja. Correspondía a una intervención dentro de un modelo estratégico. La cuarta fase se ha denominado la fase del refinamiento, la extensión, la diversificación y la integración, y se ubica entre 1986 y el 2002, fecha en que se publica la revisión que plantea estas cuatro etapas (5). Para mediados de los años ochenta, la terapia de pareja se había reafirmado en su existencia y establecido en sus teorías. Finalmente, se han puesto sobre el tapete unos modelos de intervención que son los predominantes en la actualidad. Modelos de intervención Terapia psicoanalíticamente orientada Desde esta perspectiva se exploran los conflictos no resueltos con las figuras parentales y en el interior de la relación de pareja se evalúa cómo los comportamientos que son parte de un problema recurrente en la relación proceden de dichos conflictos no resueltos. Se trata de entender las interacciones interpersonales en conexión Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 195 S Castrillón E. con el desarrollo temprano del individuo, trabajando de manera simultánea con los procesos de separación e individuación, hasta alcanzar la constitución de un self independiente. Implica también analizar la introyección como introyecto del objeto de amor, que es la madre y, por lo tanto, esta será la base de la representación consciente e inconsciente de los otros. Terapia de pareja centrada en las relaciones objetales Se explora el modelo de las relaciones objetales. Se trata de crear un ambiente de neutralidad e imparcialidad para entender las distorsiones y los conflictos intrapsíquicos interiorizados con los que cada miembro está contribuyendo para llegar a un comportamiento disfuncional. Este modelo propone que hay una personalidad complementaria entre las parejas, que es inconsciente y que llena ciertas necesidades. Además, sostiene que el pensamiento de una figura materna es la principal institución para la selección de un compañero. El escoger una figura materna induce más represión, así como el no desarrollo de determinadas porciones de la personalidad, que no fueron bien desarrolladas, entonces se experimenta una pérdida de una parte de sí mismo. En consecuencia, esto originaría las dificultades en la pareja. 196 S Terapia comportamental de pareja Está dirigida a incrementar los intercambios positivos, tratando de que se reduzcan aquellas interacciones negativas y de acusación. Este modelo se enfoca en la influencia del ambiente para crear y mantener un comportamiento determinado en la relación. El intercambio de comportamientos fluye entre los miembros de la relación, y las historias previas afectan las interacciones. Se trata de cómo mantener un balance entre los reforzadores positivos y ansiosos que conducen al sentimiento de insatisfacción en la relación. Terapia cognitiva-comportamental Este modelo propone que cada uno de los miembros de la pareja, a través de un proceso de educación, tenga un mejor conocimiento sobre cómo asumir al otro miembro y sepa cuáles son las percepciones acerca de él mismo y cómo son las interacciones entre la pareja. Está basado en el modelo de la terapia marital-comportamental. Se plantea que una disfunción emocional y comportamental está relacionada con un proceso de información inapropiada, así como una aproximación cognitiva que podríamos calificar como negativa. Este modelo intenta descubrir los llamados tipos negativos de pensamiento que conducen a comportamientos negativos. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Terapia de pareja: una mirada a sus procesos Terapia emocionalmente enfocada La propuesta en este modelo es la de ayudar al paciente para conocer, acceder y expresar las emociones relacionadas con las situaciones de angustia o sufrimiento. El modelo propuesto analiza la emoción y la cognición, al tiempo que plantea cómo el pensar se constituye en una acción interdependiente y la emoción sería el conductor primario de la expresión interpersonal. El planteamiento primario en este modelo es que el malestar de la pareja proviene de necesidades emocionales no expresadas o desconocidas. Por lo tanto, la disfunción emerge de las interacciones negativas o de las emociones que han estado encubiertas por cada uno de los miembros. Referencias 1. Walsh F, editor. Normal family processes. 2nd ed. New York: Guilford; 1993. 2. Glick ID, Berman EM, Clarkin JF, Rait DS. Marital and family therapy. 4th ed. Arlington: American Psychiatric Press; 2000. 3. Thomas V, Olson D. Problem families and the Circumplex Mode: observational assessment using the Clinical Rating Scale (CRS). J Marital Fam Ther. 1993;19:159-76. 4. Carter EA, McGoldrick M. Conceptual overview. In: Carter B, McGoldrik M, editors. The changing family life cycle: a framework for family therapy. 2nd ed. New York: Gardner; 1988. pp 3-25. 5. Gurman AS, Fraenkel P. The history of couple therapy: a millennial review. Fam Process. 2002;41(2):199-260. 6. Doherty WJ, Simmons DS. Clinical practice patterns of marriage and family therapists: a national survey of therapists and their clients. J Marital Fam Ther. 1996;22(1):9-25. 7. Framo JL. A personal retrospective of the family therapy field: then and now. J Marital Fam Ther. 1996;22(3):289316. 8. Gurman AS, Jacobson NS, editors. Clinical handbook of couple therapy. 3rd ed. New York: Guilford; 2002. 9. Gottman JM. Predicting the longitudinal courses of marriage. J Marital Fam Ther. 1991;17(1):3-7. 10. Johnson S, Lebow J. The “coming of age“ of couple therapy: a decade review. J Marital Fam Ther. 2000;26(1):23-38. Recibido para evaluación: 15 de julio de 2008 Aceptado para publicación: 11 de agosto de 2008 Correspondencia Eduardo Castrillón Muñoz Departamento de Psiquiatría Escuela de Medicina, Facultad de Salud Universidad del Valle Hospital Universitario del Valle, piso 6 Cali, Colombia educas50@yahoo.es Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 197 S Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT (trastorno de estrés postraumático) José Manuel Santacruz Escudero1 Resumen Introducción: Ante el incremento de la amenaza o exposición real a eventos generadores de gran tensión emocional —sean estos naturales o provocados por el ser humano—, resulta muy importante contar con intervenciones efectivas para el manejo de las situaciones de crisis que se desencadenan luego de estos eventos y para la prevención de los trastornos de estrés postraumático resultantes, en especial si estas intervenciones son sencillas y poco costosas. Objetivo: Revisar los estudios más recientes sobre la técnica del debriefing. Método: Revisión de la literatura. Desarrollo: El debriefing es una intervención breve que promueve la catarsis, y sobre la que existen debates con respecto a sus resultados. En la revisión de la literatura se encuentran datos contradictorios, pues algunos autores plantean beneficios y otros la califican de inocua e incluso peligrosa. Lo más llamativo —y que podría explicar parcialmente estas inconsistencias— es que se han dado variaciones en la modalidad original, aunque se mantiene el mismo nombre. Conclusión: Se recomienda realizar más estudios, pero definir con precisión cuál es la versión que se va a evaluar. Palabras clave: debriefing, trastorno de estrés postraumático, intervención en crisis. Title: Review of Debriefing as an Intervention in Crisis and in Preventing Post-Traumatic Stress Disorder Abstract Introduction: The risk or actual exposure to an emotionally challenging event can lead to post-traumatic stress disorder. The increase in such situations, whether caused by natural phenomena or by human beings, creates a need for effective preventive or management strategies. Debriefing is a simple and low-cost intervention. Objective: To review the debriefing technique. Method: Literature review. Development: Debriefing is usually brief and based on catharsis, but with debatable results. A review of the available literature shows opposite points of view. Some authors praise its benefits, while others classify it as plain and risky. One possible explanation to these confusing results is the variations in the application of the original technique. Conclusion: Studies detailing which of the variations is employed are required to achieve reliable results. Key words: Debriefing, post-traumatic stress disorder, crisis intervention. 1 Médico psiquiatra. Fellow de Psiquiatría de Enlace, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. 198 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT Introducción La intervención en crisis ha ocupado un papel muy importante en las funciones de los trabajadores de la salud mental desde hace muchos años, dadas las diversas situaciones a las que nos enfrentamos todos los días y cada vez con más frecuencia. La multiplicación de la exposición a situaciones estresantes, también el riesgo y la amenaza de estos sucesos, como lo son en particular las catástrofes naturales y las consecuencias de la guerra y el terrorismo han dado lugar a un crecimiento importante del número y la modalidad de las técnicas de intervención en crisis, así como de los estudios acerca de éstas. Fue durante el siglo pasado, con la primera y segunda guerras mundiales, cuando la preocupación por las denominadas psicosis o neurosis de guerra dio paso a las primeras intervenciones, para tratar las reacciones al estrés agudo generadas por las circunstancias bélicas. Dentro de las diversas intervenciones que se desarrollaron posteriormente, y asociada con distintos enfoques psicoterapéuticos es común la idea del poder curativo de la abreacción o catarsis y de otras intervenciones parecidas: reflexión, elaboración, ampliación, aclaración y cambios en el contenido de los recuerdos. Es decir, la posibilidad de descargar la tensión emocional generada por las situaciones impactantes que provocan sufrimiento y malestar; también, limitaciones y dificultades en la vida social y laboral. Dentro de esta línea, en 1983, Jeffrey Mitchell describió la técnica de CISD (Critical Incident Stress Debriefing) que después fue profundizada por otros como el noruego Dyregrov (1) quien le dio el nombre de debriefing psicológico (2). El debriefing psicológico es una intervención breve que se realiza en los primeros días luego del evento traumático (3); generalmente es una sesión grupal de más o menos tres o cuatro horas de duración, en la que los afectados por exposición a esta situación traumática hacen una especie de catarsis, contando sus sentimientos y reacciones frente al evento (4,5). La manera usual de realizar esta intervención consta de siete fases (1,6,7), la primera es la introducción en la que el moderador aclara que el debriefing no es una psicoterapia y, que lo que busca es aliviar parte de los síntomas presentes después de una exposición traumática. Luego el moderador da la palabra a cada uno de los participantes para que describa la situación vivida; ésta se llama la fase de los hechos. Después la fase de pensamiento en la que el facilitador le pide a cada uno de los participantes que narre sus pensa- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 199 S Santacruz J. mientos a lo largo de todo el desarrollo del evento. Posteriormente, en la fase de los sentimientos el entrevistador promueve la elaboración de éstos teniendo en cuenta el suceso, basándose en la teoría de que cada uno tiene sentimientos que valen la pena ser contados y admitidos; esto lo hace preguntando cosas como, cuál fue la peor parte para cada uno de lo ocurrido. Después de esto se le pide a las personas que expresen, si lo desean, alguna reacción física o psicológica, esta es la fase de reacción. Como siguiente paso el moderador sintetiza las reacciones y respuestas relatadas y las califica como no patológicas frente a una situación de tales características; ésta es la fase de estrategia y, por ultimo, en la fase de reentrada se hace un gran resumen de lo ocurrido en la sesión, y se valora la posibilidad de que alguno de los participantes requiera una intervención futura. De una manera más simple, se puede resumir la intervención en cuatro fases, una de introducción, luego de narración, otra de intervención y por ultimo de educación (8). Otro cambio importante en el debriefing fue su aplicación a todas las personas que habían sufrido una experiencia traumática, cuando de manera original se había utilizado sólo con grupos de equipos de rescate o auxiliares voluntarios (9), así también, el empleo de esta técnica de manera individual y no grupal como fue planteada inicialmente (9,10). 200 S En un estudio acerca del estrés postraumático agudo y crónico en personas que han sufrido un accidente de tránsito, Ursano et al. (11) se refieren al debriefing “natural” que realizan las personas después de tener un accidente, al hablar acerca del mismo como un posible factor que se debe examinar en los estudios, ya que puede ayudar a “metabolizar” los síntomas de un posible TEPT. Esto nos da un claro ejemplo de la gran diversidad con la que se ha llegado a entender este tipo de intervención. Con lo anterior se observan distintas maneras de entender y aplicar esta técnica de intervención en crisis, pues desde su formulación han surgido varias modificaciones generando modalidades que se alejan de la original (12,13). Este es precisamente, uno de los puntos centrales de la polémica acerca de la efectividad del debriefing como intervención en crisis para el trastorno de estrés postraumático, ya que la diversidad de sus formas no permite realizar estudios con una adecuada calidad (9). Objetivo La intención de esta revisión es examinar algunas de las publicaciones acerca de la utilidad del debriefing en la intervención en crisis para prevención del estrés postraumático, ya que dada su fácil aplicación, su bajo costo y la necesidad creciente de realizar intervenciones en este tipo de situaciones han generado Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT que su uso sea muy extenso a pesar de que la evidencia de su efectividad sea contradictoria (12,14,15). Método Se realizó una búsqueda en Internet revisando bases de datos, principalmente PubMed, y también se llevó a cabo una búsqueda especifica de artículos en diferentes revistas como: American Journal of Psychiatry, British Medical Journal y New England Journal of Medicine. Algunos artículos se desecharon por su carácter descriptivo, analizándose los que podían brindar información relacionada con el objetivo del trabajo. Resultados Los esfuerzos para prevenir la aparición de los síntomas del trastorno del estrés postraumático por medio de la intervención en crisis, con la técnica de debriefing, han arrojado resultados contradictorios que van desde la respuesta exitosa (16), sin respuesta (17,18) y la gran mayoría de ellos muestra, incluso, posibles efectos desfavorables (19-23). Las publicaciones con reportes desfavorables son abundantes, incluidas las ya mencionadas en el párrafo anterior, pero siendo más específicos, encontramos otras publicaciones, como de Mc Nally (24), quien concluye no sólo que la evidencia encontrada a favor del debriefing no es convincente, sino que continuar su uso puede llevar a retardar el desarrollo de una intervención en crisis verdaderamente efectiva, además de representar una pérdida de tiempo, dinero y recursos en una técnica que en el mejor de los casos es inocua. En otra publicación, en esta oportunidad una revisión clínica, Bisson (25) menciona que los resultados de la utilización del debriefing en una sola sesión individual reportó respuestas negativas, particularmente en aquellas personas que presentaban niveles elevados de sintomatología; además agrega que ninguna intervención de rutina ha mostrado prevenir el desarrollo del TEPT. Por otra parte, Mayor (26), basándose en las recomendaciones de las guías de manejo del trastorno del estrés postraumático (disponible en http://www.nice.org.uk), señala que las personas expuestas a eventos traumáticos deben recibir como primera medida terapia psicológica, antes incluso que medicamentos o debriefing, y agrega que este tipo de intervención no aporta el tiempo suficiente para que la persona pueda trabajar sobre sus pensamientos, emociones y sentimientos. Yamey (27) habla de trabajadores en el Reino Unido que habían estado expuestos a situaciones traumáticas, y a quienes se les ofrecía este tipo de intervención; dice que algunos de los autores creen que esos manejos pueden “retraumatizar” a los pacientes. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 201 S Santacruz J. Mayou (28) reporta en uno de sus trabajos con pacientes que fueron víctimas de accidentes de tránsito, y que recibieron debriefing, que ellos presentaban en un seguimiento a tres años una cantidad mayor de sintomatología psiquiátrica. Veteranos de la guerra del Golfo que recibieron debriefing no mostraron ninguna diferencia con el grupo control en dos escalas de medición para trastorno de estrés postraumático (16). Un metaanálisis en el que se evaluaba una sola sesión después del trauma no mostró, tampoco, ninguna efectividad (17). En otro estudio no sólo no encontraron evidencia de la intervención individual de debriefing para la reducción de síntomas del trastorno de estrés postraumático, sino tampoco para ansiedad o depresión después del evento traumático (29). Aunque la mayoría de los datos encontrados reportan no mejoría o peor aún, efectos desfavorables, algunos estudios sí muestran efectividad con esta intervención. Como ya se anotó, algunos autores exponen a favor del debriefing el hecho de encontrar en muchas de las revisiones realizadas distintas técnicas de aplicación, como lo son el uso de manera individual y en momentos no adecuados (9,16,17,30,31). Kaplan et al. (32) reportan que los resultados podrían ser favorables, pero que necesariamente se deben realizar estudios controlados, para poder apoyar esta técnica. Hammond y Brooks (16) hacen una revisión en la que exponen cómo el 202 S debriefing dentro del manejo que realizan puede mitigar la respuesta a los estresantes. Por su parte, Cassen et al. (33) en su trabajo acerca de reacción a estrés agudo como un predictor del trastorno de estrés postraumático describen haber tenido una impresión clínica de beneficio en el uso de debriefing, ya que las personas expuestas al evento traumático se mostraron abiertas a contar sus experiencias, aunque no se describe claramente la intervención. Otros estudios aplicaron la técnica también de manera distinta a la planteada inicialmente, y obtuvieron buenos resultados como Chentob et al. (34), quienes investigaron a personas expuestas a un desastre natural (huracán) a quienes se les aplicó debriefing seis meses después del desastre; los resultados mostraron disminución en la escala de impacto del evento. Galliano, Cervera y Prada (31) describen en su artículo los ajustes a la técnica y aclaran los pasos específicos de ésta para evitar la variabilidad de la misma, y así asegurar su efectividad protegiendo a las personas que la reciben. Hasta la fecha no hay estudios que evalúen el uso de debriefing en niños y adolescentes (35). El debate continúa vigente, con posturas expuestas en varios trabajos (ya anotados) y también en foros virtuales como el de e-mergencia.com (36), Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT (comunidad virtual de emergencistas). En éstos se plantean distintas variables que podrían explicar los resultados negativos o contradictorios, en relación con el debriefing, por ejemplo: su utilización como sesión única en contra de la propuesta inicial que la considera como un componente de un programa; su aplicación por personal no idóneo dada la difusión amplia; la elección de los indicadores de resultados, particularmente el de prevención del TEPT, pues señalan que debería considerarse más bien el efecto del debriefing sobre la comorbilidad psicopatológica, la disfunción social, el abuso de alcohol (37) o, por el contrario, asumir que la técnica no se dirige a sujetos con patologías, sino a aquellos capaces de recuperarse. De esta manera, su objetivo es acelerar la elaboración del evento crítico, ofrecer y compartir información práctica, aclarar dudas, cohesionar grupos (38); también es una opción para rearmar de manera organizada una experiencia que podría ser caótica y traumática, es decir, el relato de la vivencia posibilita elaborar una historia (narrativa), aclarando hechos y emociones y guardarla en la memoria (39). Conclusiones Revisados los estudios, los datos disponibles por una parte no permiten establecer la efectividad de la técnica del debriefing, y por otra arrojan indicios acerca de posibles efectos nocivos tales como la retraumatización o el riesgo de retardar el acceso a otras intervenciones. Además, muestran los problemas debidos a la disparidad y variaciones en el uso de la técnica, lo que hace más difícil el análisis de resultados o las comparaciones, y por tal razón las decisiones para su aplicación. Por todo lo anterior, sería necesario llevar a cabo nuevos estudios que corrijan esas dificultades, permitan valorar la técnica y, antes que nada definir cuál de las versiones se sometería al análisis, teniendo en cuenta los señalamientos que se han hecho y los resultados contradictorios. Referencias 1. 2. 3. Finalmente, en lo que muchos autores coinciden es en la limitación del conocimiento actual y, en la necesidad de llevar a cabo más investigación que permita evaluar ésta y otras modalidades de intervención psicológica temprana (40-43) 4. 5. Center for Humanitarian Psychology [citado: 30 de julio de 2008]. URL disponible en: http://www.humanitarian-psy.org/pages/debriefing.asp. Dyregrov A. Caring for helpers in disaster situations: psychological debriefing. Disaster Manage. 1989;2(2):25-30. Raphael B, Wilson JP, editors. Psychological debriefing: theory, practice, and evidence. Cambridge: Cambridge University Press; 2000. Mitchell JT. When disaster strikes…the critical incident stress debriefing process. JEMS. 1983;8(1):36-9. Alexander DA. Psychological intervention for victims and helpers after disasters. Br J Gen Pract. 1990;40(337):345-8. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 203 S Santacruz J. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. Mitchell JT, Everly GS Jr. Critical incident stress debriefing: an operations manual for CISD, defusing and other group crisis intervention services. 3rd ed. Ellicott City, MD: Chevron Publishing Corporation; 2001. Everly GS Jr, Mitchell JT. Critical incident stress management (CISM): a new era and standard of care in crisis intervention. 2nd ed. Ellicott City, MD: Chevron Publishing Corporation; 1999. 2 vol. Hodgkinson PE, Stewart M. Coping with catastrophe: a handbook of postdisaster psychological aftercare. 2nd ed. New York: Routledge; 1998. Bisson JI, Brayne M, Ochberg FM, Everly GS Jr. Early psychosocial intervention following traumatic events. Am J Psychiatry. 2007;164(7):1016-9. Dyregrov A. Psychological debriefing – An effective method? Traumatology. 1998;4(2):6-15. Ursano RJ, Fullerton CS, Epstein RS, Crowley B, Kao TC, Vance K, et al. Acute and chronic posttraumatic stress disorder in motor vehicle accident victims. Am J Psychiatry. 1999;156(4):589-95. Vera-Poseck B. Debriefing: una revisión acerca de la polémica actual. Cuadernos de crisis. 2004;3(2):7-26. Bisson JI, Deahl MP. Psychological debriefing and prevention of post-traumatic stress: more research is needed. Br J Psychiatry. 1994;165(6):717-20. Stuhlmiller C, Dunning C. Challenging the mainstream: from pathogenic to salutogenic models of posttraumatic intervention. In: Violanti JM, Paton D, Dunning C, editors. Posttraumatic stress intervention: challenges, issues, and perspectives. Springfield, IL: C. C. Thomas; 2000. p. 10-42. Stuhlmiller C, Dunning C. Concerns about debriefing: challenging the mainstream. In: Raphael B, Wilson JP, editors. Psychological debriefing: theory, practice and evidence. New York: Cambridge University Press; 2000. p. 305-320. Hammond J, Brooks J. The World Trade Center attack. Helping the helpers: the role of critical incident stress management. Crit Care. 2001;5(6):315-7. 204 S 17. Deahl MP, Gillham AB, Thomas J, Searle MM, Srinivasan M. Psychological sequelae following the Gulf War: factors associated with subsequent morbidity and the effectiveness of psychological debriefing. Br J Psychiatry. 1994;165(2):60-5. 18. Van Emmerik AA, Kamphuis JH, Hulsbosch AM, Emmelkamp PM. Single session debriefing after psychological trauma: a meta-analysis. Lancet. 2002;360(9335):766-71. 19. Rose S, Bisson J, Churchill R, Wessely S. Psychological debriefing for preventing posttraumatic stress disorder (PTSD). Cochrane Database Syst Rev. 2002;(2):CD000560. 20. Sijbrandij M, Olff M, Reitsma JB, Carlier IV, De Vries MH, Gersons BP. Treatment of acute posttraumatic stress disorder with brief cognitive behavioral therapy: a randomized controlled trial. Am J Psychiatry. 2007;164(1):82-90. 21. Mayou R, Farmer A. ABC of psychological medicine: trauma. BMJ. 2002;325(7361);426-9. 22. World Health Organization (WHO). Single-session psychological debriefing: not recommended [citado: 30 de julio de 2008]. URL disponible en: http://www.helid.desastres.net/?e=d000who--000--1-0--010---4-----0--0-10l-11es-5000---50-about-0---01131-001110utfZz-8-0-0&a=d&c=who&cl=CL 4&d=Js8245e. 23. Aulagnier M, Verger P, Rouillon F. [Efficiency of psychological debriefing in preventing post-traumatic stress disorders]. [Article in French]. Rev Epidemiol Sante Publique. 2004;52(1):67-79. 24. McNally RJ. Psychological debriefing does not prevent posttraumatic stress disorder. Psychiatric Times [en línea]. 2004;21(4) [citado: 30 de julio de 2008]. URL disponible en: http://www. psychiatrictimes.com/display/article/10168/47841. 25. Bisson JI. Post-traumatic stress disorder. BMJ. 2007;334(7597):789-93. 26. Mayor S. Psychological therapy is better than debriefing for PTSD. BMJ. 2005;330(7493):689. 27. Yamey G. Psychologists question “debriefing” for traumatized employees. BMJ. 2000;320(7228):140. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Una revisión acerca del debriefing como intervención en crisis y para la prevención del TEPT 28. Mayou RA, Ehlers A, Hobbs M. Psychological debriefing for road traffic accident victims: three-year follow-up of a randomized controlled trial. Br J Psychiatry. 2000;176:589-93. 29. Sijbrandij M, Olff M, Reitsma JB, Carlier IV, Gersons BP. Emotional or educational debriefing after psychological trauma: randomized controlled trial. Br J Psychiatry. 2006;189:150-5. 30. De Gaglia J. Effect of small group crisis intervention (defusing) on negative affect and agreeableness to seeking mental health services. Brief Treat Crisis Interv. 2006;6(4):308-15. 31. Galliano S, Cervera-Goizueta M, Parada-Torres E. El CIPR (Procesamiento y Recuperación tras Incidentes Críticos): un marco para la intervención postrauma y el desarrollo del debriefing psicológico. Cuadernos de crisis. 2001;2(1):12-4. 32. Kaplan Z, Iancu L, Bodner E. A review of psychological debriefing after extreme stress. Psychiatr Serv. 2001;52(6): 824-7. 33. Classen C, Koopman C, Hales R, Spiegel D. Acute stress disorder as a predictor of posttraumatic stress symptoms. Am J Psychiatry. 1998;155(5):620-4. 34. Chemtob CM, Tomas S, Law W, Cremniter D. Postdisaster psychosocial intervention: a field study of the impact of debriefing on psychological distress. Am J Psychiatry. 1997;154(3):415-7. 35. Kaminer D, Seedat S, Stein DJ. Posttraumatic stress disorder in children. World Psychiatry. 2005;4(2):121-5. 36. Emergencia. Urgencias, emergencias y catástrofes prehospitalarias: Comunidad virtual de emergencistas [citado: 30 de julio de 2008]. URL disponible en: http://www.e-mergencia.com/. 37. Deahl MP, Srinivasan M, Jones N, Neblett C, Jolly A. Evaluating psychological debriefing: are we measuring the right outcomes? J Trauma Stress. 2001;14(3):527-9. 38. Brunet N. Intervención niños. En: emergencia.com [foro de discusión en línea]. Septiembre de 2002 [citado: 20 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www.e-mergencia.com/foro/ showthread.php?t=11624&page=4. 39. Perren-Klingler G. Debriefing psicológico grupal [citado: 22 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www. institut-psychotrauma.ch/publicaciones/trabajosoriginales/debriefingpsicologicogrupal.pdf. 40. Rose S, Bisson J. Brief early psychological interventions following trauma: a systematic review of the literature. J Trauma Stress. 1998;11(4):697-710. 41. Bisson J, Andrew M. Psychological treatment of post-traumatic stress disorder (PTSD). Cochrane Database Syst Rev. 2007;(3):CD003388. 42. Bisson JI, Ehlers A, Matthews R, Pilling S, Richards D, Turner S. Psychological treatments for chronic post-traumatic stress disorder: systematic review and meta-analysis. Br J Psychiatry. 2007;190:97-104. 43. Wessely S, Deahl M. Psychological debriefing is a waste of time. Br J Psychiatry. 2003;183:12-4. Recibido para evaluación: 12 de abril de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia José Manuel Santacruz Escudero Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Facultad de Medicina Pontificia Universidad Javeriana Cra. 7 No. 40-62, piso 8 Bogotá, Colombia jmsantacruz@hotmail.com Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 205 S Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares Laura Marcela Gil Lemus1 Resumen Introducción: La técnica de desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares (EMDR, por sus iniciales en inglés) es un método terapéutico relativamente reciente que ha mostrado eficacia en el tratamiento de diferentes entidades psiquiátricas y somáticas. Se postula que sus resultados se logran a través de cambios en el proceso de almacenamiento de recuerdos y en las respuestas físicas y emocionales relacionadas. Objetivo: Describir las características principales de la EMDR y sus aplicaciones. Método: Revisión de la literatura. Desarrollo y conclusiones: La EMDR es una técnica útil para el tratamiento de una gran variedad de trastornos psiquiátricos y somáticos. Se han descrito algunas reacciones adversas, lo cual resalta la importancia de elegir adecuadamente los pacientes candidatos a ser tratados con esta terapia. Palabras clave: desensibilización, movimientos oculares, trastornos psiquiátricos. Title: Eye Movement Desensitization and Reprocessing Abstract Introduction: The Eye Movement Desensitization and Reprocessing technique (EMDR) is a relatively new treatment method that has shown to be effective in treating different psychiatric and somatic entities. It is postulated that its results are achieved through changes in the process of memory storing and in the related physical and emotional responses. Objective: To describe the main characteristics of EMDR and its applications. Method: Literature review. Development and conclusions: EMDR is a useful technique in the treatment of a large series of psychiatric and somatic disorders. Some adverse reactions have been described and this stresses the importance of selecting adequately those patients to be treated with this therapy. Key words: Desensitization, eye movement, psychiatric, disorders. 1 Médica psiquiatra. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Psiquiatra del Servicio de Enlace, Hospital Federico Lleras, Ibagué, Colombia. 206 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares Introducción La técnica de desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares (EMDR) fue creada en los años ochenta por Francine Shapiro, una psicóloga norteamericana que descubrió que los movimientos oculares sacádicos voluntarios reducían la intensidad de la ansiedad, asociada a pensamientos y cogniciones negativas relacionadas con experiencias traumáticas. Su implementación incluye movimientos oculares, creación y rechazo de imágenes, abordaje y reestructuración cognitiva, reorganización de los estímulos sensoriales relacionados con la experiencia traumática, organización secuencial de la información y delimitación de la conciencia de las sensaciones físicas relacionadas (1). En los trabajos iniciales sólo se empleaban los movimientos oculares, y posteriormente se encontró que estos pueden ser reemplazados por cambios en el tono de voz y otros estímulos que se aplican bilateralmente (2). Los objetivos principales de esta técnica son: facilitar de manera rápida la reducción de sentimientos y pensamientos negativos, y disminuir el estrés psicológico asociado, lo que permite desarrollar actitudes distintas y, alcanzar un funcionamiento global más adaptativo (3). Uno de los componentes más importante del tratamiento es el reproce- samiento que busca que el paciente logre almacenar de manera adecuada la información relacionada con la experiencia traumática o el evento blanco; para cumplir con este objetivo debe adquirir la habilidad de expresar los afectos y emociones, así como la capacidad de guiar de una manera efectiva sus acciones futuras (1). Una de las ventajas de EMDR es que el paciente se prepara para entrar en contacto con la experiencia perturbadora de manera imaginaria por periodos cortos que puede interrumpir; esto le permite tener el control del tiempo de exposición y, reducir el “temor al temor” característico de diferentes entidades psiquiátricas, como los trastornos de ansiedad. El protocolo general del tratamiento comprende ocho fases (Tabla 1) que tienen algunas modificaciones de acuerdo con la patología a tratar. Bases neurobiológicas Las experiencias con una carga emocional significativa se almacenan en la amígdala, cuando un evento se recuerda pueden reproducirse las sensaciones y emociones que lo acompañaban, con el paso del tiempo la información más importante de estas experiencias se almacena en la neocorteza donde se integra permitiendo que el individuo tenga experiencia para enfrentar eventos en el futuro (2). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 207 S Gil L. Tabla 1. Etapas del tratamiento Fase Objetivo 1. Historia clínica y plan de tratamiento Evaluación de síntomas y comportamientos disfuncionales. 2. Preparación Establecer una relación terapéutica adecuada, plantear expectativas razonables, realizar psicoeducación y entrenamiento en técnicas de autocontrol. 3. Valoración Identificar el recuerdo más significativo; identificar las cogniciones negativas y expresar las positivas. 4. Desensibilización Lograr cambios en la experiencia sensorial relacionada con el trauma o la situación blanco; aumentar la sensación de auto eficacia y mejorar la introspección. 5. Instalación Incorporar y extender las cogniciones positivas, reemplazando las negativas. 6. Exploración corporal Lograr que sensaciones corporales como la tensión muscular residual desaparezcan. 7. Cierre Tener sensación de autocontrol, aprender a manejar situaciones perturbadoras. 8. Reevaluación Plantear nuevos objetivos y estrategias para optimizar los efectos alcanzados Cuando la información se almacena en la neocorteza el hipocampo queda libre para almacenar memorias de nuevos eventos. Dentro de la génesis de los trastornos relacionados con experiencias traumáticas se describen alteraciones en este proceso de almacenamiento de la información principalmente en la memoria declarativa que depende del hipocampo y se define como la habilidad para recordar los detalles de los eventos incluyendo tiempo, lugar y circunstancias (4). Los resultados terapéuticos de EMDR se relacionan con el hallazgo de que a través de los movimientos oculares y el reprocesamiento de la información 208 S se reduce la vivencia de las imágenes estresantes, aparentemente esto se relaciona con cambios en la función viso espacial y la memoria de trabajo que hacen que se reduzca la intensidad de la emoción asociada a la imagen y el recuerdo traumático (1). Algunos estudios demuestran que después del tratamiento con EMDR los recuerdos tanto positivos como negativos se hacen menos “vividos”, es decir tienen una carga emocional menor (5). Algunos de los cambios en imágenes como la tomografía por emisión de positrones (SPECT) descritos después del tratamiento con EMDR incluyen hiperactividad del cíngulo anterior y el Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares lóbulo frontal izquierdo, este hallazgo señala que el tratamiento aumenta la actividad del sistema límbico lo que termina mejorando la capacidad del individuo para diferenciar una amenaza real de una imaginaria (6). Aplicaciones en psiquiatría Trastorno de estrés postraumático Fue la primera entidad en ser tratada con EMDR; en 1989 Francine Shapiro probó su eficacia para disminuir los síntomas de reexperimentación y la ansiedad en 22 veteranos de guerra con diagnóstico de trastorno de estrés postraumático (1); desde entonces se han realizado múltiples estudios que incluyen reportes de caso, estudios comparativos y metaanálisis, la mayoría de los cuales reportan utilidad de esta técnica para el manejo de los síntomas de este trastorno, incluso indican que junto con la terapia cognitivo-comportamental y el manejo farmacológico con antidepresivos del grupo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina es una forma efectiva de tratamiento (7). Trastornos de alimentación El protocolo de EMDR para tratar este grupo de patologías aún no es claro, a pesar de que varios reportes de caso señalan su eficacia en aspectos como la percepción de la imagen corporal y la autoestima (8); los estudios comparativos no han encontrado diferencias entre esta técnica y otros tipos de terapia. Dentro de los riesgos descritos para su implementación en trastornos de alimentación, se ha señalado que teniendo en cuenta que la asociación de estos cuadros con experiencias traumáticas, como abuso sexual, no es especifico; centrarse en estos hechos puede dilatar el uso de terapias que sí han mostrado eficacia clínica, como el tratamiento farmacológico con antidepresivos y la terapia cognitivocomportamental. De otro lado, no se ha demostrado que los recuerdos que se “recuperan” a través de este método sean completamente reales, y se sugiere que los componentes de sugestión presentes en esta técnica podrían aumentar el riesgo de falsos recuerdos que compliquen el curso de la enfermedad (9). En conclusión, no existe evidencia suficiente para recomendar el uso rutinario de esta técnica en el abordaje de trastornos de alimentación. Abuso de sustancias Se ha postulado que EMDR al ser una técnica que modifica pensamientos y creencias disfuncionales podría ser benéfico en el manejo de trastornos mentales y del comportamiento por abuso y dependencia de diferentes sustancias psicoactivas; se postula que al disminuir la respuesta emocional a recuerdos traumáticos que son disparadores potenciales de recaídas y craving físico mejoraría los síntomas. Adicionalmente podría ser Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 209 S Gil L. útil para que este grupo de pacientes incorpore nuevas habilidades de afrontamiento y, tenga comportamientos más adaptativos (10). En un estudio realizado por Cercero en 11 pacientes que cumplían criterios de dependencia de cocaína, a los que se les realizaron tres sesiones de EMDR, los resultados fueron poco conclusivos dado que la sensación de control aumentó, pero no sucedió lo mismo con el craving y el consumo (11). Estos hallazgos ratifican que se requieren más estudios para determinar si esta terapia puede o no ser útil en el tratamiento de este tipo de patología. Trastorno de personalidad límite El trastorno de personalidad límite es una entidad psiquiátrica con múltiples comorbilidades y hallazgos fenomenológicos; se calcula que su prevalencia es del 2% en la población general, del 10% entre los pacientes que acuden a consulta psiquiátrica ambulatoria y del 20% entre los pacientes hospitalizados en unidades de salud mental. Entre los factores etiológicos relacionados se encuentran experiencias traumáticas, como abuso físico y sexual en la infancia, fracaso escolar y separación de los padres (12). Los individuos diagnosticados con TPL (trastorno de personalidad límite) se caracterizan por un alto grado de impulsividad e inestabilidad, así como por la presencia de 210 S dificultades importantes en las relaciones interpersonales, asociados a problemas de identidad (13). Hace algunos años se consideraba como una patología crónica con pocas posibilidades de mejoría; sin embargo, las investigaciones recientes plantean que algunos síntomas pueden remitir durante el tratamiento psicoterapéutico (14). En cuanto al EMDR dada la importancia de las experiencias traumáticas, se postula que podría ser una herramienta útil en el tratamiento de estos pacientes; esto se evidenció en un reporte de caso en el que la impulsividad y la inestabilidad del paciente disminuyeron después de la realización de varias sesiones en las que se reprocesaron las experiencias traumáticas (15). Sin embargo, no hay hallazgos conclusivos que recomienden el uso sistemático de esta terapia en este tipo de patología. Terapia de pareja Algunos estudios plantean que EMDR podría mejorar la efectividad de la terapia de pareja, cuando se realiza un abordaje emocional y basado en las experiencias previas, especialmente en parejas que no han tenido una respuesta adecuada a las terapias convencionales, al parecer esta técnica aumenta la disposición de los miembros de la pareja para hacer acercamientos emocionales. Protinsky y Sparks plantean que un reprocesamiento exitoso podría mejorar la reactividad Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares emocional de la pareja, al disminuir la influencia de las experiencias pasadas dolorosas (16). Fobias específicas En algunos estudios comparativos y reportes de caso, EMDR resultó ser tan efectiva como las terapias de exposición en el tratamiento de diferentes fobias específicas; adicionalmente se reporta disminución de los síntomas hasta en el 90% de pacientes con una única sesión de 2,5 horas, lo que señala una de las ventajas más importantes de esta técnica relacionada con un menor tiempo de tratamiento comparada con las técnicas clásicas (17). Trastorno de pánico En estudios realizados en grupos pequeños que comparan EMDR con placebo, se encuentra disminución en la frecuencia del pánico y en el número de ataques de pánico; sin embargo, no hay cambios en las distorsiones cognoscitivas características de esta patología, por lo que la tasa de recaída es alta; en conclusión, hasta el momento el uso de EMDR en el tratamiento de este trastorno de ansiedad no es apoyado por resultados clínicos (17). Trastorno de ansiedad generalizada con agorafobia En los estudios que comparan EMDR con placebo se observa una disminución de la severidad de los síntomas de este trastorno; sin embargo, el número de ataques de pánico no muestra diferencias estadísticamente significativas, por lo que para el abordaje de esta patología se recomienda la terapia cognitivo-comportamental que tiene una mayor evidencia clínica (18). Otras aplicaciones Manejo del dolor Cuando una persona se enfrenta a una experiencia traumática o sufre de dolor crónico, su cerebro no puede procesar la información como lo hace cotidianamente; las experiencias y recuerdos se almacenan de manera inadecuada, lo que tiene un efecto negativo en la calidad de vida. Se sugiere que la estimulación bilateral contribuye al reprocesamiento de la información, a través de una secuencia similar a la que ocurre durante sueño REM. Se ha descrito que las personas con dolor crónico después del tratamiento con EMDR reorganizan la información relacionada con esta experiencia, lo que se evidencia en los cambios en las sensaciones dolorosas y, en la manera en que el paciente las vivencia; en otras palabras, cambia la manera en la que el dolor “se recuerda” físicamente. La técnica busca cambiar la manera somática y emocional en la que se vivencia el dolor (19). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 211 S Gil L. Estos hallazgos están soportados en estudios realizados por Grant y colaboradores, que han encontrado que en el comienzo del tratamiento y durante el seguimiento existe una disminución significativa en la percepción del dolor y los afectos negativos relacionados, así como una percepción de aumento en la capacidad de control. matológicas; es el caso de entidades como la psoriasis y la dermatitis atópica, que se considera pertenecen al grupo de los trastornos psicosomáticos (20). Este hallazgo ha conducido al empleo de diferentes técnicas psicológicas como hipnosis, biofeedback y relajación en el abordaje integral de los pacientes con este tipo de patologías (21). En lo referente a la técnica, el paciente debe concentrarse en el dolor y, en todos los pensamientos y sensaciones que experimente. Se dan instrucciones al paciente para que no se esfuerce en controlar los contenidos, es decir, que debe saber que no hay una manera incorrecta de hacer la terapia. Cada persona procesará la información únicamente basada en su experiencia y valores personales. La terapia se realiza hasta cuando las sensaciones y pensamientos son menos disruptivos y aparecen cogniciones positivas (por ejemplo, “Puedo controlar el dolor”). Durante las sesiones de EMDR, el paciente puede experimentar diversas sensaciones, incluso dolor creciente, pero para el final de la sesión la mayoría de personas presenta una reducción significativa de los síntomas (3). En cuanto al EMDR, se postula que esta técnica disminuye la reactividad autonómica, lo que se traduciría en una disminución de la hiperhidrosis y el eritema característico de varias entidades dermatológicas. Adicionalmente las sensaciones físicas expresadas en manifestaciones cutáneas como prurito pueden representar memorias corporales de eventos traumáticos que disminuyen al ser reprocesadas a través de esta técnica (21). Alteraciones dermatológicas El estrés y las emociones negativas son factores relacionados con la aparición, exacerbación y mantenimiento de diferentes patologías der- 212 S En un estudio realizado en la Universidad de Toronto, en Canadá, con cuatro pacientes con alteraciones dermatológicas graves (psoriasis, acné, dermatitis atópica, urticaria generalizada) y antecedente de diferentes alteraciones psicológicas (ansiedad, alteraciones en la imagen corporal después de abuso sexual y trastorno de estrés postraumático) a los que se les realizaron entre tres y seis sesiones de EMDR, se encontró una mejoría significativa tanto de los síntomas dermatológicos como emocionales, por lo que se postula que esta técnica podría Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares servir como terapia coadyuvante en el tratamiento de diferentes patologías dermatológicas (22). Alteraciones gastrointestinales La serotonina es un neurotransmisor que se produce en las neuronas del núcleo del rafe dorsal, y está implicada en diferentes entidades psiquiátricas como la depresión y la ansiedad; también se produce en el tracto gastrointestinal, lo que podría explicar por qué algunas emociones generan sensaciones particulares en el abdomen. Algunas experiencias traumáticas, como los accidentes de tránsito, los asaltos e incluso los eventos traumáticos ocurridos en la infancia pueden dejar una memoria corporal asociada, sensaciones y emociones intensas asociadas con esos acontecimientos; en ocasiones estas sensaciones físicas pueden reaparecer tiempo después de la ocurrencia del evento y, generar síntomas de difícil abordaje y tratamiento, como el síndrome de colón irritable, la enfermedad ácido péptica y otras entidades que se considera forman parte de los trastornos psicosomáticos; en estos casos EMDR sería efectiva, dado que al disminuir la influencia de las vivencias traumáticas, la severidad y frecuencia de los síntomas en el tracto gastrointestinal mejorarían (23). Crisis no epilépticas Las crisis no epilépticas o pseudocrisis son entidades frecuentes en la práctica clínica; se definen como eventos clínicos paroxísticos que tienen una clínica semejante a las crisis epilépticas, pero que no se asocian a alteraciones medibles en la actividad eléctrica del cerebro, y no tienen un origen orgánico (24). En términos psicodinámicos se considera que son comunicaciones somáticas de procesos mentales, que ocurren en respuesta a un conflicto psicológico u otros estresantes (25). En estudios realizados a personas con este diagnóstico se ha encontrado que tienen una alta comorbilidad con entidades como trastorno de estrés postraumático (entre el 33% y el 58%) y en niños y adolescentes pueden constituir manifestaciones de flashbacks (26). Por lo que se postula que al disminuir la influencia de las experiencias traumáticas, EMDR podría ser una herramienta útil en el abordaje de estos pacientes (27). Conclusiones La desensibilización y reprocesamiento a través de movimientos oculares es una técnica útil para el abordaje de una gran variedad de trastornos psiquiátricos. Se han descrito algunas reacciones adversas como empeoramiento de los Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 213 S Gil L. síntomas y sensación de pérdida del control (28); hallazgo que resalta la importancia de elegir adecuadamente los pacientes candidatos a ser tratados con esta terapia, y aquéllos que deben recibir adicionalmente tratamiento farmacológico. A futuro se deben realizar estudios clínicos comparativos, para determinar la utilidad de esta terapia en otras entidades psiquiátricas, como los trastornos afectivos, los trastornos disociativos y conversivos y en el grupo de otras entidades psicosomáticas como la migraña. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Shapiro F. Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) and the anxiety disorders: clinical and research implications of an integrated psychotherapy treatment. J Anxiety Disord. 1999;13(1-2):35-67. Stickgold R. EMDR: a putative neurobiological mechanism of action. J Clin Psychol. 2002;58(1):61-75. Grant M. EMDR: a new treatment for trauma and chronic pain. Complement Ther Nurs Midwifery. 2000;6(2):91-4. Passig-Villanueva C. Los sistemas de memoria. Revista de Psicología. 19941995;5:27-33. Van den Hout M, Muris P, Salemink E, Kindt M. Autobiographical memories become less vivid and emotional after eye movements. Br J Clin Psychol. 2001;40(Pt 2):121-30. Levin P, Lazrove S, Van der Kolk B. What psychological testing and neuroimaging tell us about treatment of Posttraumatic Stress Disorder by Eye Movement Desensitization and Reprocessing? J Anxiety Disord. 1999;13(12):159-72. Van Etten ML, Taylor S. Comparative efficacy of treatments for post-traumatic 214 S 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. stress disorder: a meta-analysis. Clin Psychol Psychother. 1998;5(3):12644. Dziegielewski SF, Wolfe P. Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) as a time-limited treatment intervention for Body Image disturbance and self esteem: a single subject case study design. Journal of psychotherapy in independent practice. 2000;1(3);1-16. Hudson JI, Chase EA, Pope HG Jr. Eye movement desensitization and reprocessing in eating disorders: caution against premature acceptance. Int J Eat Disord. 1998;23(1):1-5. Shapiro F, Vogelmann-Sine S, Sine LF. Eye movement desensitization and reprocessing: treating trauma and substance abuse. J Psychoactive Drugs. 1994;26(4):379-91. Cecero JJ, Carroll KM. Using eye movement desensitization and reprocessing to reduce cocaine craving. Am J Psychiatry. 2000;157(1):150-1. Gunderson JG, Shea MT, Skodol AE, McGlashan TH, Morey LC, Stout RL, et al. The Collaborative Longitudinal Personality Disorders Study: development, aims, design, and sample characteristics. J Personal Disord. 2000;14(4):300-15. American Psychiatric Association Practice Guidelines. Practice guideline for the treatment of patients with borderline personality disorder: American Psychiatric Association. 2001;158(10 Suppl):1-52. Gunderson JG, Daversa MT, Grilo CM, McGlashan TH, Zanarini MC, Shea MT, et al. Predictors of 2-year outcome for patients with borderline personality disorder. Am J Psychiatry. 2006;163(5):822-6. Brown S, Shapiro F. EMDR in the treatment of borderline personality disorder. Clinical Case Studies. 2006;5(5):403-20. Protinsky H, Sparks J, Flemke K. Using eye movement desensitization and reprocessing to enhance treatment of couples. J Marital Fam Ther. 2001;27(2):157-64. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Desensibilización y reprocesamiento con movimientos oculares 17. Muris P, Merckelbach H. Traumatic memories, eye movements, phobia and panic: a critical note on the proliferation of EMDR. J Anxiety Disord. 1999;13(1-2):209-23. 18. Goldstein AJ, De Beurs E, Chambless DL, Wilson KA. EMDR for panic disorder with agoraphobia: comparison with waiting list and credible attentionplacebo control conditions. J Consult Clin Psychol. 2000;68(6):947-56. 19. Ernst E. The usage of complementary therapies by dermatological patients: a systematic review. Br J Dermatol. 2000;142(5):857-61. 20. Bilkis MR, Mark KA. Mind body medicine: practical applications in dermatology. Arch Dermatol. 1998;134(11):143741. 21. Shapiro F. Eye movement desensitization and reprocessing: basic principles, protocols, and procedures. New York: Guilford; 1995. 22. Gupta MA, Gupta AK. Use of eye movement desensitization and reprocessing (EMDR) in the treatment of dermatologic disorders. J Cutan Med Surg. 2002;6(5):415-21. 23. Kneff JC, Krebs K. Eye movement desensitization and reprocessing (EMDR): another helpful mind-body technique to treat GI problems. Gastroenterol Nurs. 2004;27(6):286-7. 24. Harden CL. Pseudoseizures and dissociative disorders: a common mechanism involving traumatic experiences. Seizure. 1997;6(2):151-5. 25. Abubakr A, Kablinger A, Caldito G. Psychogenic seizures: clinical features and psychological analysis. Epilepsy Behav. 2003;4(3):241-5. 26. Fleisher W, Staley D, Krawetz P, Pillay N, Arnett JL, Maher J. Comparative study of trauma-related phenomena in subjects with pseudoseizures and subjects with epilepsy. Am J Psychiatry. 2002;159(4):660-3. 27. Chemali Z, Meadows ME. The use of eye movement desensitization and reprocessing in the treatment of psychogenic seizures. Epilepsy Behav. 2004;5(5):784-7. 28. Kaplan R, Manicavasagar V. Adverse effect of EMDR: a case report. Aust N Z J Psychiatry. 1998;32(5):731-2. Recibido para evaluación: 22 de mayo de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia Laura Marcela Gil Lemus Departamento de Psiquiatría Hospital Federico Lleras Acosta Calle 33 Nº 4A-50 Ibagué, Colombia l.gil@javeriana.edu.co Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 215 S Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual en pacientes con trastornos límites Guillermo Lencioni1 Pablo Gagliesi2 Resumen Introducción: La comunicación telefónica es un medio efectivo para el tratamiento de los pacientes, cualquiera que sea el grado de complejidad de su padecimiento. Objetivo: Revisar la literatura sobre la consulta telefónica en el tratamiento psicológico y psiquiátrico. Método: Revisión de la literatura. Desarrollo: Se revisa el material y se compara con la terapia dialéctico-conductual. Se presenta una guía para que el terapeuta tenga práctica en la realización de preguntas y comentarios. Conclusión: El uso por parte de los profesionales de determinadas tecnologías implica una instancia de reflexión que lo acompañe. Es importante que los terapeutas reciban el entrenamiento suficiente en el manejo de la asistencia telefónica y estén preparados para dar este tipo de apoyo. Se espera contar con una mayor cantidad de estudios que investiguen esta línea de acción. Palabras clave: terapia dialéctica conductual, consulta telefónica, trastorno límite de la personalidad. Title: Phone Consultation: An approach from Behavior Dialectic Therapy in Patients with Borderline Disorders Abstract Introduction: Phone consultation is an effective way for the treatment of patients with problems of any level of complexity. Objective: To review the literature on phone consultation during psychological and psychiatric treatment. Methodology: Revision of the topic and its comparison with DBT. Development of a question-and-answer protocol for therapists. Conclusion: The use of certain technologies by professionals implies also to reflect on them. It is important for therapists to get an effective training in phone consultation and to be prepared for providing this kind of support. Further studies are expected about this topic. Key words: Behavior dialectic therapy, phone consultation, borderline personality disorder. 1 2 Licenciado en psicología. Docente de Psicoterapias, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Médico psiquiatra. Director de La Fundación Foro, Buenos Aires, Argentina. 216 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual... Introducción El inusitado avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha impactado casi todos los campos del conocimiento y los diferentes planos de la vida de los individuos. La comunicación telefónica, cualquiera sea (celular, domiciliaria, vía internet, etc.), sigue siendo una herramienta para el tratamiento de los pacientes, independientemente de la complejidad de su padecimiento. En algunos casos resulta ser fundamental. dos efectivamente en el esquema o en la estructuración original de una forma de trabajo. Consecuentemente, esto apareja muchas dudas al profesional, de las que mencionamos sólo algunas: • • • • Es larga la bibliografía que trata la temática y que llama a la reflexión permanente sobre los acomodamientos que se van realizando de manera constante en los diferentes ámbitos disciplinarios. En el caso de los profesionales de la salud mental, como psicólogos y psiquiatras, en múltiples ocasiones se interrogan por la utilidad y pertinencia de los contactos telefónicos, en particular, con los pacientes: si es ético o no, cuándo es necesario y cuándo no se justifica, los límites que se deben establecer para su uso, etc. Sin duda, el llamado telefónico de los pacientes a los profesionales de la salud mental está mediado por horarios, circunstancias prescriptas, motivos o pedidos particulares. En este sentido, aparecen muchas disyuntivas en el momento de encauzar los llamados telefónicos, cuando estos no están contempla- • • Atender llamados de los pacientes fuera del horario de sesión. En qué circunstancias habilitar al paciente a llamar por fuera del horario de atención. En el caso de profesionales médicos, realizar ajustes de dosis de medicación telefónicamente. Las características y la duración de una llamada telefónica previa al inicio del tratamiento del teléfono. El seguimiento de los pacientes de forma telefónica por iniciativa del propio profesional. Las condiciones y particularidades en las que estas llamadas interfieren en la cotidianeidad de la vida del profesional o la medida en que estas lo perjudican. Desarrollo conceptual de la asistencia telefónica Ante todo, existen algunos hallazgos científicos que apoyan la idea de que el contacto telefónico en los tratamientos con pacientes ambulatorios es bueno, aparte de que mejora la adherencia al tratamiento farmacológico y, por ende, los resultados se alcanzan más rápido y son más estables. Y aunque casi todas estas Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 217 S Lencioni G., Gagliesi P. investigaciones se relacionan con los trastornos mentales (depresión, alcoholismo, etc.), este artículo se centra en los aportes de la asistencia telefónica a los pacientes que sufren de trastornos de personalidad, especialmente con pacientes límites o limítrofes. Los hallazgos consolidan la idea de su utilidad en adicciones, alcoholismo (1,2), suicidio (3,4), depresión (5), en la adherencia a los tratamientos (6), programas de afrontamiento en diversos trastornos de ansiedad (7,8) trastorno límite (9,10), duelo, cesación del fumar, trastornos alimentarios (11), trastorno obsesivocompulsivo (TOC) (12,13), insomnio (14,15), entre otras. • • • • • La creencias de que los contactos por fuera de las sesiones atentan contra el proceso de la terapia (17-20). El temor a que los profesionales sufran altos índices de estrés (burnout) (21). Las preocupaciones acerca de que la vida privada del profesional vaya a ser interferida con los consiguientes efectos (22,23). El miedo a tomar alguna decisión clínica difícil en ausencia del apoyo de otros colegas (24). El riesgo a reforzar en el paciente, mediante la comunicación telefónica, conductas desadaptativas (25,26). De hecho, la mayoría de los terapeutas reciben llamadas de sus pacientes fuera del horario de sesión. Gran parte de ellas son administrativas (60%), otra parte son importantes (35%) y en una mínima proporción son urgentes (5%). Las terapias de desarrollo más reciente dedican algún capítulo a contemplar los alcances y las posibilidades de utilizar el teléfono como una herramienta útil en determinadas circunstancias. Tal como observa Beutler (16), lo nodal acá es “qué decir, en qué momento y a quién”. Muchas de las explicaciones que los terapeutas dan —seguramente basados en la experiencia en el tratamiento de estos pacientes— se deben a que la asistencia telefónica brindada no descansa en los principios del aprendizaje y a que esta ha estado excluida de los modelos clínicos más tradicionales. En el primero de los casos (la inadecuación a los principios del aprendizaje), no existe una clara estructura sobre lo que se debería reforzar y lo que se debería extinguir: ¿reforzamos el autocontrol o aprender a pedir ayuda? ¿Extinguimos la sensación de desamparo? En principio, muchos investigadores y profesionales rechazan esta práctica de apoyo, basándose en diferentes explicaciones: Cuando el llamado telefónico se estructura como una parte de un tratamiento integral, con objetivos claros y teniendo en cuenta los 218 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual... principios del aprendizaje, los resultados deseados se logran con mayor efectividad. De cualquier manera, existen muy pocos modelos terapéuticos que expliquen cabalmente qué se debe o no se debe hacer en esos contactos telefónicos. El modelo de tratamiento para pacientes con trastorno límite de la personalidad (TLP), validado por Marsha Linehan, llamado terapia dialéctico-conductual (TDC) (27), es uno de los pocos que mostró, en estudios controlados, ser eficaz para el manejo de las conductas autolesivas de pacientes con TLP. Este tratamiento se basa en un modelo biosocial y hace hincapié en la imposibilidad o falta de habilidades que tienen estos pacientes para modular efectivamente sus emociones. Para este modelo, lejos de estar “sólo permitidos” los contactos telefónicos, estos son uno de los cuatro componentes del tratamiento. De ahí que muchas veces sean los terapeutas quienes llamen a sus pacientes, para animar a estos últimos a que ellos los llamen. Siempre es importante que se especifiquen con claridad: (i) cuál es el objetivo de las comunicaciones telefónicas, (ii) en qué circunstancias se pueden utilizar y (iii) los límites que cada terapeuta tratante pondrá para su uso. A todas las personas que comienzan un tratamiento de TDC se les permite el llamado telefónico a sus terapeutas, para favorecer el uso, en su vida cotidiana, de las habilidades que se están aprendiendo en la terapia. En este contexto, la asistencia telefónica ayuda al terapeuta a brindar al paciente el apoyo necesario para poder sobrevivir durante los períodos de crisis, lo que aumenta la probabilidad de ocurrencia de las conductas adaptativas. Se espera que al mismo tiempo se extingan tanto la pasividad-activa como las conductas dependientes y que se refuercen activamente las habilidades competentes (28,29). En resumen, en la TDC la asistencia telefónica persigue cuatro objetivos o funciones: (i) darle al paciente la oportunidad de reducir las conductas suicidas, parasuicidas y desadaptativas que le sirven para regular su estado de ánimo; (ii) enseñarle al paciente cómo pedir ayuda en forma más adaptativa; (iii) facilitar los procesos de generalización de las habilidades, al facilitar el uso de las habilidades aprendidas en el contexto terapéutico hacia contextos cotidianos, y (iv) cuando sea necesario, proveer la oportunidad de reparar la relación terapéutica (28). Como decíamos, lo principal en la asistencia telefónica es reducir la ocurrencia de la conducta metas que, en la primera fase del tratamiento, son aquellas conductas que atentan contra la vida del paciente. La asistencia telefónica sólo se brindará si y solo si el paciente llama Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 219 S Lencioni G., Gagliesi P. antes de incurrir en la conducta problema (más adelante explicamos la importancia de llamar antes junto con la regla de las 24 horas). Durante la llamada telefónica, el terapeuta deberá utilizar las estrategias de resolución de problemas, cuyo objetivo será —siempre que estemos hablando de las conductas que atenten contra la vida— evaluar el grado de destructividad de las conductas y las soluciones más adaptativas que podrían ponerse en práctica. Dentro de este modelo terapéutico, el paciente tiene terminantemente prohibido llamar al terapeuta después de haber incurrido en la conducta problema durante las 24 horas posteriores. Esta regla sólo se quebranta si el paciente necesita conseguir ayuda médica. Si el llamado ocurre después de la conducta problema y el terapeuta evalúa la necesidad de asistencia médica, él deberá instruir al paciente en forma breve y efectiva sobre cómo conseguir dicha ayuda y luego se mantendrá la regla de las 24 horas, donde no podrá haber contacto entre paciente y terapeuta. La explicación de la regla de las 24 horas se basa en los principios del aprendizaje, ya que, como dijimos, no queremos que el llamado telefónico refuerce la aparición de las conductas desadaptativas, y esto es lo que a muchos terapeutas les resulta más dificultoso: suponen 220 S inhumano terminar la asistencia telefónica o no brindarla justo cuando el paciente ya se involucró en conductas problemas. El quid de esta situación es que la atención brindada al paciente en este momento se presente cuando aparece una conducta adaptativa, por ejemplo, un pedido de ayuda “anterior” a una autolesión. Lo que muchas veces se pierde de vista es que no atendemos a estos pacientes cuando llaman con angustia y desesperación antes de utilizar conductas suicidas, porque consideramos esta conducta “manipulativa”, y si los escuchamos una vez que el paciente intentó suicidarse o autolesionarse, estamos transmitiendo, como seguramente ya aprendió en el entorno de su familia, que sólo escucharemos si está en riesgo su vida. La asistencia telefónica ayuda y entrena al paciente en cómo pedir y conseguir ayuda de aquellas personas que le son significativas. Esto se debe, como se le explica cuidadosamente al paciente, a la regla de las 24 horas. Este, por un lado, conoce y aprende vivencialmente qué sucede si recurre a las conductas desadaptativas; por el otro, el terapeuta le dedica tiempo y atención al paciente cuando ellos aún no se han autodañado, y esto es una manera experiencial de cómo utilizar otros medios, esta vez adaptativos de pedir ayuda. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual... A su vez, si el paciento falló en pedir ayuda de manera adaptativa (llamadas excesivas, amenazas durante la llamada, llamar por motivos que no estarían acorde con los límites personales del terapeuta), esto se tomará como conductas que interfieren en la terapia y serán objeto de la sesión siguiente. Con aquellos pacientes que llaman demasiado se puede establecer una agenda estructurada para las llamadas, enfocada en la asistencia telefónica sólo a lo aquello estrictamente pautado. Si la conducta no puede ser extinguida o modelada, quizás deba recurrir a la interrupción temporal de las comunicaciones por teléfono, para evitar que el terapeuta se estrese o incurra en errores durante la asistencia telefónica. Sabemos que cuando adquirimos nuevas habilidades (de cualquier tipo), es más probable que las utilicemos en contextos calmos y seguros. Lamentablemente, las habilidades que estamos enseñando a un paciente con TLP son aquellas que le permitirían sobrevivir a las crisis, y, por definición, estas deben ser efectivas en contextos poco seguros y poco calmos. En consecuen- 3 cia, el uso de habilidades nuevas y funcionales es crucial. La TDC garantizaría, por medio de la asistencia telefónica, que lo aprendido en el contexto terapéutico pueda ser utilizado en el mundo real. El terapeuta debe, como lo dijimos, utilizar habilidades de resolución de conflictos para identificar y evaluar el problema inmediato. Para ello tiene en cuenta la evaluación de las habilidades ya utilizadas, y dentro de ellas cuáles fueron exitosas y, por lo tanto, reforzarlas. Al evaluar qué habilidades fracasaron, debería poder identificar qué impidió su éxito. Una vez hecho esto, el terapeuta ayudará al paciente a elaborar un plan de acción, teniendo en cuenta los problemas potenciales que lo dificultarían o impedirían. Por último, el paciente deberá comprometerse con este plan de acción3. Algo fundamental para recordar es que todos los contactos telefónicos no son terapia individual telefónica, sino que están centrados en que los pacientes sepan “echar mano” de las habilidades para actuar según diferentes situaciones. Marsha Linehan recomienda que el contacto telefónico sea: Los pacientes, una vez que entran en el plan de tratamiento con la TDC, se comprometen a aceptar la ayuda cuando la piden. No es poco frecuente que los terapeutas recuerden esta regla cuando el paciente no quiere comprometerse en el plan a acción ideado, bajo las reglas TDC, durante la asistencia telefónica. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 221 S Lencioni G., Gagliesi P. • • • Breve: no debe superar los 20 minutos. Directivo. Enfocado en el uso de las habilidades. Es esencial que esto se respete, porque en caso de que la asistencia telefónica se convierta en una charla cálida y contenedora, se estaría reforzando la aparición de las crisis a cambio de contención y atención. Por último, y no menos importante, los contactos telefónicos pueden ser utilizados para reparar la relación terapéutica cuando esto fuera necesario. Muchos pacientes malinterpretan algunos comentarios realizados durante las sesiones, y el llamado telefónico puede reparar ese error: por ejemplo, si el lapso entre sesión y sesión es muy largo, y una mala interpretación de una indicación o intervención podría ocasionar algún tipo de deterioro tanto en el paciente como en la relación terapéutica. Si estamos atentos a estas situaciones, estaremos en la capacidad de prevenir algún tipo de crisis interpersonal en la relación entre el terapeuta y el paciente, y como sostiene Linehan, cuando estos conflictos crecen o aparecen, no se espera que el paciente deje transcurrir con tranquilidad una semana completa para resolverlos. En estos casos, la asistencia telefónica provee un contacto adicional entre sesiones 222 S cuando existe mayor probabilidad de que las crisis ocurran. Es importante que los terapeutas que atienden a pacientes con TLP reciban el entrenamiento suficiente en el manejo de la asistencia telefónica y estén preparados a la hora de realizar este tipo de apoyo. Es crucial que el terapeuta tenga práctica en la utilización de preguntas y comentarios como: ¿qué habilidades pudiste utilizar? ¿Qué conseguiste al utilizar las habilidades? O “recuerda que el objetivo de la asistencia telefónica no es resolver la crisis, sino lograr mantenerte viva para poder llegar a la próxima sesión”. Ir directo al uso de las habilidades y evitar que el paciente nos relate la historia de cómo y por qué llegó a estar en medio de esta crisis. Guía marco para la atención telefónica A continuación, describimos algunos puntos que parecen importantes al momento de dar marco a las llamadas telefónicas y hacerlas realmente útiles en el ciclo de vida de un proceso terapéutico: • • Explicitar los límites personales del propio profesional, tomando en cuenta que el paciente no necesariamente los conoce y que negar su existencia no facilitará el proceso terapéutico. Dejar claro y expreso cuáles serán los horarios disponibles Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual... • • • • en los que se puede llamar por teléfono. En esta línea de pensamiento, resulta importante entrenar a los pacientes en recursos y herramientas disponibles para reducir su malestar. De otra manera, el terapeuta no contará con dispositivos de los cuales echar mano ante la llamada del paciente, y esto generará una intensa ansiedad en el terapeuta, la que devendrá en estrés fácilmente. Habilitar la capacidad para solicitar ayuda, lo que implica un cotejo de pertinencia para el paciente y de evaluación de circunstancias. Una manera de identificar la pertinencia es categorizar las llamadas como administrativas, importantes o urgentes, y prever alternativas de solución en caso de indisponibilidad. Cada una de ellas tendrá una respuesta específica. Protocolizar la práctica y hacer su registro. Comentar abiertamente lo ocurrido en la entrevista siguiente (necesidad de ajustes, valoración, conductas que interfieren con los resultados deseados). que lo acompañe. En toda circunstancia se debe tener presente que la falta de claridad en las prácticas del terapeuta provocarán inestabilidad, incertidumbre o, al menos, confusión en los pacientes. Una breve guía como la sugerida en este trabajo puede ser enriquecida, discutida o refutada, pero principalmente se espera que sea la base o una herramienta para ser pensada y considerada en la práctica profesional. Se espera contar con mayor cantidad de estudios que investiguen esta línea de acción y con trabajos que sistematicen la eficacia, los recursos y las consideraciones que narran los propios terapeutas en relación con esta particular forma de comunicación. Referencias 1. 2. 3. 4. A manera de síntesis El uso por parte de los profesionales de determinadas tecnologías, cualquiera que sea su complejidad, implica una instancia de reflexión 5. Murphy SA, Collins LM, Rush AJ. Customizing treatment to the patient: adaptive treatment strategies. Drug Alcohol Depend. 2007;88 Suppl 2:S1-3. Kaminer Y, Napolitano C. Dial for therapy: aftercare for adolescent substance use disorders. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry. 2004;43(9):1171-4. Bongar BM. The suicidal patient: clinical and legal standards of care. Washington, DC: American Psychological Association; 1991. Rhee WK, Merbaum M, Strube MJ, Self SM. Efficacy of brief telephone psychotherapy with callers to a suicide hotline. Suicide Life Threat Behav. 2005;35(3):317-28. Mohr DC, Hart SL, Julian L, Catledge C, Honos-Webb L, Vella L, et al. Telephone-administered psychotherapy for depression. Arch Gen Psychiatry. 2005;62(9):1007-14. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 223 S Lencioni G., Gagliesi P. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. Fisher EB, Thorpe CT, Devellis BM, Devellis RF. Healthy coping, negative emotions, and diabetes management: a systematic review and appraisal. Diabetes Educ. 2007;33(6):1080-103; discussion 1104-6. Hecker JE, Losee MC, Roberson-Nay R, Maki K. Mastery of Your Anxiety and Panic and brief therapist contact in the treatment of panic disorder. J Anxiety Disord. 2004;18(2):111-26. Katon WJ, Roy-Byrne P, Russo J, Cowley D. Cost-effectiveness and cost offset of a collaborative care intervention for primary care patients with panic disorder. Arch Gen Psychiatry. 2002;59(12):1098-104. Linehan MM, Armstrong HE, Suárez A, Allmon D, Heard, HL. Cognitivebehavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Arch Gen Psychiatry. 1991;48(12):1060-4. Wisniewski L, Ben-Porath DD. Telephone skill-coaching with eating disordered clients: clinical guidelines using a DBT framework. Eur Eat Disord Rev. 2005;13(5):344-50. Linehan MM, Schmidt H 3rd, Dimeff LA, Craft JC, Kanter J, Comtois KA. Dialectical behavior therapy for patients with borderline personality disorder and drug-dependence. Am J Addict. 1999;8(4):279-92. Mataix-Cols D, Marks IM, Greist JH, Kobak KA, Baer L. Obsessive-compulsive symptom dimensions as predictors of compliance with and response to behaviour therapy: results from a controlled trial. Psychother Psychosom. 2002;71(5):255-62. Nakagawa A, Marks IM, Park JM, Bachofen M, Baer L, Dottl SL, et al. Selftreatment of obsessive-compulsive disorder guided by manual and computer-conducted telephone interview. J Telemed Telecare. 2000;6(1):22-6. Bootzin RR, Stevens SJ. Adolescents, substance abuse, and the treatment of insomnia and daytime sleepiness. Clin Psychol Rev. 2005;25(5):629-44. Ouellet MC, Morin CM. Cognitive behavioral therapy for insomnia associated with traumatic brain injury: 224 S 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. a single-case study. Arch Phys Med Rehabil. 2004;85(8):1298-302. Beutler LE, Clarkin JF, Bongar BM. Guidelines for the systematic treatment of the depressed patient. New York: Oxford University Press; 2000. Hoch P, Polatin P. Pseudoneurotic forms of schizophrenia. Psychiatr Q. 1949;23(2):248-76. Kernberg O. The treatment of patients with borderline personality organization. Int J Psychoanal. 1968;49(4):60019. Masterson JF, Baiardi J, Fischer R, Orcutt C. Psychotherapy of borderline and narcissistic disorders in the adolescent: establishing a therapeutic alliance. Adolesc Psychiatry. 1992;18:3-25. Zetzel ER. A developmental approach to the borderline patient. Am J Psychiatry. 1971;127(7):867-71. Gunderson JG. The borderline patient’s intolerance of aloneness: insecure attachments and therapist availability. Am J Psychiatry. 1996;153(6):752-8. Lester D. Counseling by telephone: advantages and problems. Crisis Intervention and Time-Limited Treatment. 1995;2(1):57-69. Hymer SM. The telephone session and the telephone between sessions. Psychotherapy in Private Practice. 1984;2(3):51-65. McIntyre SM, Schwartz RC. Therapists’ differential countertransference reactions toward clients with major depression or borderline personality disorder. J Clin Psychol. 1998;54(7):923-31. Darely M. Crisis telephone consultation for deliberate self-harm patients. Br J Psychiatry. 2000;176:91. Evans MO, Morgan HG, Hayward A, Gunnell DJ. Crisis telephone consultation for deliberate self-harm patients: effects on repetition. Br J Psychiatry. 1999;175:23-7. Linehan MM, Heard HL, Armstrong HE. Naturalistic follow-up of a behavioral treatment for chronically parasuicidal borderline patients. Arch Gen Psychiatry. 1993;50(12):971-4. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Asistencia telefónica: una aproximación desde la terapia dialéctico-conductual... 28. Linehan MM. Cognitive behavioral therapy of borderline personality disorder. New York: Guilford; 2003. 29. Linehan MM. Skills training manual for treating borderline personality disorder. New York: Guilford; 2003. Recibido para evaluación: 4 de abril de 2008 Aceptado para publicación: 23 de julio de 2008 Correspondencia Pablo Gaglesi Fundación foro Malasia 857 1426 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina pablogaglesi@fibertel.com.ar Anexo Hoja para el llamado telefónico La meta es asistir a la persona para identificar las habilidades que la ayuden a evitar conductas suicidas, parasuicidas u otras conductas impulsivas y que se comprometa a utilizarlas. El objetivo del entrenamiento es aplicar las habilidades. La siguiente es una lista de control. Revise los niveles que utilizó y brevemente responda cada pregunta. El equipo encontró útil examinarla en la reunión de la mañana. Esto ha sido también de ayuda para terapeutas individuales, a fin de analizarla con el consultante en su próxima sesión y darle una copia. Día: Consultante: Tiempo de la llamada hasta: 1. Definición del problema ¿Qué está pasando? Evento Pensamientos ¿Cuándo comenzó? Evaluación de la letalidad suicida o daño a terceros. Sentimientos Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 225 S Lencioni G., Gagliesi P. 2. Evaluación de la vulnerabilidad Enfermedad física Comida: ¿cuándo fue la última? Drogas que alteran el ánimo: cafeína, alcohol, etc. Sueño: demasiado, no suficiente. Actividad física 3. ¿Qué habilidad intentó? Nombrar la habilidad aun cuando el consultante no la haya podido reconocer. Reforzar el esfuerzo. 4. Generar habilidades alternativas Mente plena: mente sabia, observar, describir, no juzgar, una cosa a la vez con mente plena, efectividad: enfocarse en lo que funciona. Regulación emocional: reducir la vulnerabilidad, construir domino, construir experiencias positivas, acción opuesta. Tolerancia al malestar: • • • • • Distraerse: mente sabia, aceptar. Actividades (tareas que ayudan a distraerte), contribuciones (p. ej., hacer algo por alguien más), comparaciones (compararte contigo mismo o con otro), emociones (un evento que cree una emoción distinta), sacando afuera (p. ej. ponerle sufrimiento en la repisa), pensamiento (contar, leer, rompecabezas), sensaciones (hielo en la mano, apretar una pelota, caminata enérgica). Cálmate: visión (mira algo hermoso), oído (música, escucha la naturaleza), olfato (potpurrí, velas, sahumerios), gusto (come tu comida o tomate tu té favorito), tacto (toca una frazada, báñate, acaricia a tu mascota). Mejora el momento: imaginación (imagina un lugar seguro y relajante), significado (encuentra o crea algún propósito), reza (meditación), relajación (baño caliente, ejercicio de respiración), una cosa en cada momento, vacaciones (tómate 20 minutos), aliento (aliéntate diciendo “yo voy a poder”). Pros y contras. Aceptación radical. Efectividad interpersonal: efectividad en los objetivos, efectividad en la relación o efectividad en el autorrespeto. 5. En caso de que el plan no funcione, hacer resolución de problemas para un plan B. 6. Planear, verificar la habilidad tratada llamando, preacordando el próximo contacto. 226 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático Harold Muñoz Cortés1 Lyda Marcela Lozano Cortés2 Resumen Introducción: Las pesadillas son un síntoma frecuente y característico del trastorno por estrés postraumático. Su presencia se relaciona directamente con la gravedad del trastorno; suelen tener un impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes y, como frecuentemente se convierten en un síntoma residual y refractario, requieren especial atención y tratamiento específico. Objetivo: Revisar y actualizar los conocimientos acerca del tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático. Método: Revisión de la literatura. Desarrollo: Se revisan los tratamientos psicoterapéuticos propuestos hasta la fecha. Palabras clave: pesadillas, trastorno por estrés postraumático, psicoterapia. Title: Psychotherapeutic Treatment for Posttraumatic Stress Disorder Nightmares Abstract Introduction: Nightmares are a frequent and hallmark symptom of posttraumatic stress disorder. They are directly related with the severity of the disorder, usually have a negative impact on patients’ quality of life and because they often become a refractory and residual symptom, they require special attention and specific treatment. Objective: To review and update the knowledge on psychotherapeutic treatment of posttraumatic stress disorder nightmares. Method: Literature review. Development: Current psychotherapeutic treatments are reviewed. Key words: Nightmares, posttraumatic stress disorder, psychotherapy. 1 2 Médico psiquiatra, Hospital Militar Central, Bogotá, Colombia. Profesor asociado, Facultad de Medicina, Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá, Colombia. Médica cirujana, Universidad del Quindío, Armenia, Colombia. Residente de Psiquiatría, tercer año, Hospital Militar Central-Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá, Colombia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 227 S Muñoz H., Lozano L. Introducción Diversas intervenciones psicoterapéuticas han mostrado ser eficaces para el manejo de las pesadillas en el TEPT. La mayoría de los reportes han sido informes de caso y tan sólo se han publicado unos pocos ensayos controlados. Además, en su mayoría, los estudios que se han llevado a cabo con muestras extensas y protocolos de investigación formales se han realizado con terapias cognitivas y conductuales, pues han sido las de mejores resultados. A continuación se presenta la revisión y actualización de los conocimientos acerca del tratamiento de las pesadillas en el trastorno de estrés postraumático (TEPT), que pretenden ampliar las herramientas farmacológicas y psicoterapéuticas con las que pueden contar los clínicos para su manejo. El presente artículo revisa la información disponible hasta el momento respecto a los tipos de psicoterapias más utilizadas y los estudios que sobre ellas se han publicado. Terapia cognitivo-conductual para las pesadillas Uno de los puntos de partida para este tipo de psicoterapias es la teoría clásica del aprendizaje que, asociada con los estudios neurobiológicos realizados en las dos últimas décadas, han dado un sólido sustento a sus bases conceptuales. Un aspecto 228 S olvidado, pero no menos importante, y de donde en gran medida surgieron los fundamentos para este tipo de intervenciones es el de las observaciones antropológicas llevadas a cabo por el etnólogo y psicólogo británico Kilton Stewart (1902-1965) a los integrantes de la tribu senoi, en Malasia, tras convivir con ellos durante quince años. En sus escritos, Stewart resalta el valor que en esta tribu se les da a los sueños, hasta el punto que se les erige como una de las más importantes instituciones sociales alrededor de los cuales giran las relaciones interpersonales. El autor describe la madurez psicológica excepcional y la gran capacidad de adaptación de sus habitantes (están exentos de enfermedades mentales), así como el tipo de convivencia totalmente pacífica y armoniosa que mantienen, características que atribuye a la forma como se aprovechan e interpretan los sueños en la comunidad. Todas las mañanas, la familia se reúne alrededor del desayuno a escuchar los sueños de los más pequeños. Se analizan, se busca su significado y luego se exponen en un consejo comunitario para extraer las lecciones que de ellos se desprendan: sueños no placenteros o que produzcan temor son interpretados de forma tal que se busca siempre hacer de ellos algo positivo. Si, por ejemplo, un niño sueña que es atacado por un amigo, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático al despertar su padre le aconseja que informe al amigo del hecho; el padre del amigo le dice que es posible que él haya ofendido al soñante involuntariamente, por lo que debe darle un regalo, ser nuevamente amistoso con él y prevenir así que vuelva a ocurrir lo mismo en un futuro. Al niño se le enseña que todo personaje onírico es real e importante y, en esencia, permanente, que puede y debe ser domesticado y que siempre tendrá que enfrentarlo. El objetivo es traer los personajes oníricos a la vida cotidiana y no asustarse con ellos. El senoi cree que cualquier ser humano, con la ayuda de sus compañeros o familiares, puede desafiar, dominar y hasta utilizar todos los entes y fuerzas del universo onírico. Los personajes de los sueños sólo son malos mientras la persona les tema, retroceda ante ellos y se niegue a unirse estrechamente con ellos (1). La relación entre las prácticas de los senoi, la psicoterapia conductual que propone la exposición a las pesadillas y la psicoterapia cognitiva, que busca alterar su contenido, queda entonces en evidencia. La psicoterapia cognitivo-conductual, como se expone a continuación, ha demostrado ser eficaz, superior a la psicoterapia de apoyo y a grupos control y es, en la actualidad, el tratamiento psicoterapéutico de elección para las pesadillas en el TEPT. Terapia conductual El enfoque conductual sugiere que los síntomas del TEPT surgen tanto del aprendizaje del miedo durante el trauma, a través del condicionamiento clásico, como del subsiguiente mantenimiento del aprendizaje de evitación de las situaciones-estímulo, condicionadas a través del condicionamiento instrumental (2). En condiciones normales, las situaciones vividas en la vigilia son interpretadas de acuerdo con los esquemas cognitivos de cada persona, pero cuando el individuo se enfrenta a una situación desconocida y traumática, como un evento amenazante para la vida o el bienestar de sí mismo o de otra persona (lo que sucede en el TEPT), no se logra integrar la experiencia de una forma adecuada, ya que no existen esquemas cognitivos para dicho suceso. Los procesos de exposición consisten en enfrentar al paciente con información asociada al trauma, con el fin de activar así la memoria traumática y exponer al paciente a sus recuerdos durante un período suficiente para que se habitúe y maneje la ansiedad, pero también para que pueda integrar nueva información correctiva (por ejemplo, que el reexperimentar la pesadilla no significa que el evento vaya volver a ocurrir o que esté ocurriendo en ese momento y que, por lo tanto, deje de percibirlo como una amenaza). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 229 S Muñoz H., Lozano L. En un comienzo, la presentación de la pesadilla produce un rápido incremento de la ansiedad, para luego estabilizarse y luego de algunos minutos comenzar a descender gradualmente. La ansiedad inicial disminuye con el paso de las sesiones de exposición. Se considera que este tipo de psicoterapia es efectiva, porque: con movimientos oculares rápidos (3). Difieren básicamente en la intensidad de la exposición: la primera utiliza la exposición masiva con afrontamiento en la imaginación de la totalidad de las escenas de las pesadillas, y las dos últimas, la exposición gradual, que pasa de las escenas que producen menor ansiedad a las de mayor intensidad. • Exposición prolongada • • • La exposición rompe la asociación entre el estímulo y la respuesta emocional condicionada, lo que promueve la extinción de la respuesta por habituación. El proceso de confrontar deliberadamente lo temido bloquea el refuerzo negativo conectado al miedo, con anulación cognoscitiva de los pensamientos y sentimientos asociados al trauma. El revivir la pesadilla en sesiones terapéuticas da seguridad al paciente, pues la información enviada esta vez será que el sueño displacentero no es peligroso (información correctiva). Va relegando el sentido de incompetencia personal y brinda al paciente la sensación de dominio y valor. Las técnicas de exposición que se han utilizado en el tratamiento de las pesadillas en el TEPT y que han mostrado mejores resultados son: (i) exposición prolongada /inundación (implosión), (ii) desensibilización sistemática y (iii) desensibilización 230 S La terapia de exposición prolongada es una técnica psicoterapéutica basada en la evidencia y avalada por la comunidad científica por su eficacia en el tratamiento del TEPT (4). En 1998, Jaycox y Foa sugerían que la exposición prolongada a los recuerdos traumáticos conduce a una reducción de los síntomas, porque el individuo aprende que los estímulos que le recuerdan el trauma no le causan daño, que recordar el trauma no implica revivir la amenaza, que se puede habituar a la ansiedad mientras permanece próximo a los recuerdos temidos, pues esta no será permanente y que la experiencia de ansiedad no concluye en la pérdida de control que tanto se teme (5). De esta manera, la exposición da lugar a la mejoría, a causa de dos procesos distintos: por la habituación de la ansiedad y por el aprendizaje de que la exposición no conduce al sujeto a la amenaza. Numerosos reportes han mostrado que con la Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático terapia de exposición prolongada disminuyen los síntomas del TEPT (6, 7). Así, un estudio con seguimiento a seis meses, realizado en 49 pacientes con diagnóstico de TEPT y pesadillas frecuentes, en el que se empleó la terapia de exposición prolongada y relajación, mostró que tuvieron una mejoría significativa en la frecuencia de presentación de las pesadillas y una reducción en la intensidad de la angustia generada por estas (8). En 1989, Cooper y Clum asignaron al azar a ocho veteranos de la guerra de Vietnam con TEPT a un grupo de tratamiento estándar (psicofarmacológico) y a igual número de veteranos a un grupo de tratamiento estándar más inundación en la imaginación. Los sujetos tenían similares condiciones sociodemográficas, comorbilidad y medicación psicotrópica. Los resultados mostraron que el componente terapéutico adicional mejoraba considerablemente los síntomas del TEPT, entre estos las pesadillas. Aunque no se realizó en pacientes exclusivamente con diagnóstico de TEPT, es de mencionar un estudio efectuado en 170 pacientes con pesadillas crónicas, que compara la terapia de exposición, la terapia de relajación y el grupo control (pacientes en espera de tratamiento), pues evidenció una mejoría significativa en la frecuencia de las pesadillas y del malestar asociado en los pacientes del primer grupo en comparación con los dos restantes (9). Keane, Farbank, Caddell y Zimering asignaron al azar a once veteranos de la guerra de Vietnam a un grupo experimental (inundación en la imaginación) y otros trece a un grupo control. Los pacientes cumplían criterios para TEPT, y tenían características sociodemográficas similares. Luego de un seguimiento a seis meses los autores observaron en los veteranos del primer grupo una mejoría significativa en los síntomas de reexperimentación e hiperactivación (5). Cuando la exposición se realiza sobre la pesadilla más temida y se potencia la aparición inicial de sentimientos de ansiedad muy fuertes, se está empleando la modalidad de exposición, que se conoce como implosión o inundación. Utiliza el afrontamiento masivo de las escenas, hasta que la ansiedad se reduce de manera natural por el proceso de habituación. La terapia de exposición puede usarse en personas de todas las edades que hayan experimentado eventos traumáticos diversos, como asalto, robo, violación, combates, etc. Se debe realizar en un ambiente psicoterapéutico seguro. La persona debe estar en capacidad de recordar los detalles de los sueños traumáticos y ser capaz de tolerar la ansiedad creciente, que inicialmente produce Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 231 S Muñoz H., Lozano L. el recuerdo de las pesadillas (10). El tratamiento estándar se realiza entre nueve y doce sesiones, una o dos veces por semana. Sesiones 1 y 2. Se recolecta la información pertinente acerca del trauma, específicamente de las pesadillas; se presentan a la persona los fundamentos de la psicoterapia; se le explican las medidas de higiene del sueño (modificación de hábitos), y se realiza el entrenamiento en técnicas de relajación muscular. Por último, se listan las pesadillas en orden ascendente en relación con la ansiedad que producen. Sesiones 3 a 8. Se revisan las tareas realizadas en casa y se inicia la exposición en el consultorio. Se le solicita al paciente que imagine la pesadilla mientras la describe con el mayor detalle posible. A medida que la va recordando, se le alienta a recordar detalles más específicos, sensaciones, sentimientos, pensamientos, etc. hasta alcanzar la emoción más intensa que pueda experimentar. Se le indica que no debe utilizar ninguna estrategia de evitación, pues la ansiedad paulatinamente disminuirá sola. El objetivo es que se exponga, se habitúe y se extinga la ansiedad sin utilizar la relajación. La exposición se realiza entre 40 y 60 minutos y se debe reservar siempre un período posterior suficiente para que el paciente pueda procesar la experiencia y, ahora sí, 232 S relajarse. Nunca se debe terminar la sesión antes de que esto suceda ni en el momento de máxima ansiedad, pues aumentaría esta última y reforzaría la evitación. Como se comentó, el paciente debe sentirse en un ambiente seguro y protegido, donde pueda experimentar lo que tanto teme. Una vez superada la primera pesadilla, se continúa con la siguiente en la escala realizada al comienzo de la terapia. Una técnica útil para utilizar en casa como tarea es pedirle al paciente que inmediatamente ocurra la pesadilla la escriba y la repase, al menos, una hora al día, durante varias semanas (9). Sesiones finales. Se revisan los progresos y las habilidades aprendidas, así como la discusión con el paciente de los planes para mantener los logros obtenidos. El curso del tratamiento puede ser acortado o alargado, dependiendo de las necesidades de la persona y del progreso del tratamiento. Desensibilización sistemática Inicialmente denominada inhibición recíproca, esta técnica, ideada a finales de los años cincuenta por el psiquiatra sudafricano Joseph Wolpe, está basada en el hecho de que al presentar al paciente un estímulo ansiogénico de forma gradual —en nuestro caso la pesadilla— y asociarlo a otro estímulo incompatible, Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático como es la relajación, la respuesta condicionada (ansiedad) se inhibe paulatinamente. Las escenas de los sueños son jerarquizadas desde las que producen menor a mayor malestar, y se trabaja gradualmente con cada una de ellas, alternándolas con relajación. Dos estudios controlados (11) en pacientes con pesadillas crónicas, aunque no asociados al TEPT, y utilizando como grupo control a pacientes en lista de espera, y con un total de 61 personas, mostraron que la desensibilización sistemática fue significativamente superior al grupo control en reducir la frecuencia de las pesadillas (12). En lo que respecta al procedimiento: 1. 2. 3. 4. Se le enseña al paciente la técnica de relajación muscular profunda. Se establece una escala que mide el grado de ansiedad ante cada una de las escenas de las pesadillas y se entrena al paciente en el uso de las unidades subjetivas de ansiedad (USA), que van de 0 a 100 para cuantificarla. Se le solicita al paciente recordar una de sus pesadillas repetitivas y escribir en una tarjeta, con el mayor detalle posible, cada una de las escenas en la secuencia que se presentan. Se construye con el paciente una jerarquía de las escenas provocadoras de respuestas de 5. 6. 7. ansiedad, así: el puntaje superior, es decir, el que corresponde a la escena que produce la mayor ansiedad, se ubica alrededor de 100 USA, y el inferior, entre 5 y 15 USA. El punto intermedio entre los dos anteriores se puede ubicar alrededor de 50 USA, y a partir de ahí se van generando calificaciones sin que existan saltos de más de 15 USA entre ítems consecutivos. Una vez jerarquizadas las escenas, se le pide al paciente que imagine la menos temida y que cuando llegue al momento de mayor ansiedad, a diferencia de lo que ocurre en la terapia de exposición prolongada, se relaje por completo, al igual que lo hizo al inicio de la sesión. Se le instruye para que vuelva a imaginarla y a relajarse nuevamente en el punto de máxima ansiedad y a repetir así el procedimiento, varias veces. Una vez relajado, y tras haber imaginado la escena sin llegar a sentir ansiedad, se le cita para una próxima sesión, la cual se inicia con esta misma escena, para continuar con la que sigue en la jerarquía, hasta eliminarlas todas y cada una de ellas (13). Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares: estimulación sensorial bilateral La técnica descrita inicialmente por la doctora Francine Shapiro, en Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 233 S Muñoz H., Lozano L. 1987, surge de observar que cuando se realizan movimientos oculares sacádicos, por ejemplo, al leer un libro, se puede reducir la ansiedad provocada por pensamientos negativos o por preocupaciones (13). Alrededor de este hecho se inicio una serie de investigaciones, la primera de ellas con veteranos de la guerra de Vietnam y denominada Estudio de Mendocino, por el sitio donde fue llevada a cabo, y que dio como resultado el desarrollo de la técnica denominada desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (DRMO) o Eye Movement Desensitization Reprocessing (EMDR), y que se ha convertido en uno de los tratamientos eficaces para el TEPT, aprobado por la American Psychiatric Association, y que ha mostrado ser efectiva en reducir síntomas como las pesadillas (14, 15). El método combina elementos teóricos, derivados de la teoría del apego, del afecto, de los aspectos neurofisiológicos del procesamiento de la información, e integra elementos de varias escuelas psicoterapéuticas, como son la cognitiva, la conductual, la sistémica, la psicodinámica, la gestalt, la programación neurolingüística, entre otras. En términos generales, la DRMO busca que la información congelada que queda en el cerebro después de un trauma y que se revive de diferentes formas, una y otra vez en el TEPT, sea desensibilizada, procesa- 234 S da e integrada adaptativamente en el presente de una forma consciente. Cuando una persona se expone a un evento traumático, la información que el cerebro recibe no se procesa de igual forma a como se hace con los eventos cotidianos. Debido a la sobrecarga de información y a lo inesperado del suceso, este queda almacenado tal como se experimentó, sin contexto de tiempo y espacio (en la mente del paciente ocurre de forma vívida y exacta una y otra vez). En circunstancias normales, las experiencias del día se procesan en la noche durante el sueño REM, en un mecanismo complejo que involucra diferentes neurotransmisores, especialmente acetilcolina y flujo de información entre distintas zonas cerebrales, como amígdala, hipocampo y corteza cerebral, lo que permite la integración de los recuerdos a nuestro archivo general de información. En los pacientes con TEPT se han observado, por medio de la electroencefalografía y de la tomografía por emisión de positrones, alteraciones neurofisiológicas que parecen ser las responsables del inadecuado procesamiento de la información: inhibición de la corteza cerebral izquierda, sobreactivación del hemisferio cerebral derecho e inhibición de las neuronas colinérgicas pedúnculopontinas del tegmento (responsables de generar el sueño REM) (16). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático El aumento de la norepinefrina circulante, como consecuencia del evento estresante, hace que la concentración de acetilcolina disminuya drásticamente y que se inhiba así el proceso de integración de la información a la vida cotidiana de los sujetos, de forma tal que el recuerdo de los hechos, las emociones y los pensamientos relacionados con el suceso traumático se almacenen tal como sucedieron, sin ninguna modificación. La DRMO funciona al estimular bilateralmente el cerebro mediante movimientos oculares sacádicos sincrónicos, ya que normaliza las ondas cerebrales en ambas cortezas y resincroniza la actividad de ambos hemisferios. Si la estimulación se realiza en presencia del recuerdo consciente del evento traumático, es posible el reprocesamiento de la información de este último (16). La estimulación bilateral puede realizarse sea con el movimiento de los ojos, escuchando sonidos por ambos oídos o por el golpeteo bilateral de los dedos de la mano (tapping), lo que facilita la activación del cerebro mediante la liberación de acetilcolina y el flujo de nueva información al hipocampo y al cerebro anterior, lo que da como resultado el procesamiento adecuado del recuerdo. El efecto clínico es la desensibilización de las cargas emocionales, la resolución de las sensaciones cor- porales, el cambio en las cogniciones disfuncionales y las imágenes asociadas al trauma, la instalación de nuevos esquemas cognitivos y la adquisición de habilidades para el manejo de las situaciones vitales. Shapiro, en una muestra de 72 pacientes con diagnóstico de TEPT y divididos en grupo experimental y placebo, observó un alivio significativo de las pesadillas en el grupo de tratamiento con DRMO. Los resultados obtenidos se mantuvieron a los tres meses de seguimiento, con mejoría además de la autovaloración y de las relaciones interpersonales (14). Vaughan K. Wiese, de forma similar, con 10 sujetos con TEPT y con un promedio de tres sesiones de DRMO de una duración aproximada de 45 a 60 minutos, observó la mejoría de los síntomas, especialmente de las pesadillas (17). Entre tanto, Forbes, Creamer y Rycrott, en una muestra de ocho pacientes con TEPT y quienes recibieron cuatro sesiones semanales de 90 minutos de DRMO, observaron una notable mejoría de los síntomas (18). Scheck, Shaeffer y Gillete, en un estudio con 60 mujeres con antecedente de trauma, divididas en grupo experimental y grupo control (“escucha activa” de sus síntomas) reportaron que hubo una mejoría en ambos grupos, pero significativamente mayor en el grupo experimental (19). Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 235 S Gómez-Restrepo C. Marcus y cols. (20), en un estudio con 67 pacientes diagnosticados con TEPT, y repartidos aleatoriamente uno a uno en dos grupos, compararon la psicoterapia psicodinámica, la cognitiva o conductual con la DRMO. Los autores encontraron una mejoría significativa en todos los pacientes, pero especialmente en aquellos que recibieron manejo con terapia de movimientos oculares. De forma similar, Carlson y cols. (21), en una muestra con 35 veteranos de guerra con TEPT y divididos en tres grupos de tratamiento: DRMO, relajación biorretroalimentada y cuidado clínico rutinario (grupo control), demostraron la superioridad de la DRMO sobre las otras intervenciones, con una mejoría sostenida a los tres meses de seguimiento. Vale la pena mencionar que en la mayoría de los estudios mencionados se evidenció una mejoría no sólo de las pesadillas, sino también de los síntomas depresivos, de evitación y de todas las formas de reexperimentación del trauma. Aunque parezca una técnica sencilla de llevar a cabo, no lo es, y se requiere una formación como clínico y un entrenamiento previo (22). Se han descrito las siguientes fases (18): 1. Toma de historia clínica y plan de tratamiento: en esta fase se evalúa el caso particular del paciente, su habilidad para 236 S 2. 3. 4. manejar las emociones y se fijan los objetivos específicos del tratamiento. Fase de preparación: se realiza el encuadre terapéutico y la alianza con el paciente. Se le enseñan técnicas de relajación y autocontrol para que pueda manejar la información perturbadora que pueda aparecer durante las sesiones o entre estas. Se evalúa también aquí la posible presencia de ganancia secundaria, pues en caso de que exista, deberá resolverse previo al inicio de la terapia. Fase de evaluación: en esta el paciente identifica la pesadilla que más le provoca malestar, la cognición y el afecto acompañante. Cada uno de estos elementos se cuantifica a través de unidades subjetivas de perturbación (USP, de 0 a 10, de menor a mayor perturbación) y de la Escala de Validez de Cognición (VC, de 1 a 7, también de menor a mayor). Desensiblización: se solicita al paciente que centre su atención y visualice la imagen de la pesadilla, así como que repita interiormente las verbalizaciones o cogniciones negativas que lo acompañan, y que se concentre en la sensación física de ansiedad. Esto se hace mientras sigue con sus ojos el dedo índice del terapeuta, que es movido rápidamente de lado a lado, de 10 a 20 veces, a 30 Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace 5. 6. 7. 8. o 35 centímetros de la cara del sujeto (16). Cada grupo de 10 a 20 movimientos sacádicos es considerado un set. Después de cada set, se le pide al paciente que borre la imagen y que haga una respiración profunda. Seguidamente, que vuelva a traer la imagen y la cognición negativa. Por lo tanto, mientras se centra en el grado de ansiedad generado y valora esta ansiedad en la escala USP, al mismo tiempo se le pregunta “si ha cambiado la imagen”, “si otra imagen le viene a la mente”, utilizando las respuestas del sujeto como indicadores de cambio (16). Instalación: en esta fase se instala una cognición positiva que desplace a la negativa, que fue desensiblizada. Se repite la acción de la fase 4, pero en torno a la cognición que se desea establecer. Escáner corporal: se identifica y procesa el material disfuncional residual, que usualmente se manifiesta como sensaciones corporales desagradables. Fase de cierre: se reinstruye al paciente con técnicas de relajación y autocontrol y se lleva a su estado de equilibrio. Reevaluación: esta fase se realiza al comenzar cada sesión. Se le solicita al paciente acceder a las memorias previamente reprocesadas para observar sus respuestas y verificar que la mejoría se haya mantenido. En caso de que exista material perturbador, deberá trabajarse nuevamente con DRMO (18). Como puede observarse, el tratamiento reconstituye la elaboración de los recuerdos traumáticos y toma el papel de agencia reguladora de los sueños. Terapia cognitiva: tratamiento con ensayo de imágenes Esta modalidad de intervención psicoterapéutica tiene sus raíces en el trabajo de Isaac Marks, quien hacia la década de los setenta postuló como tratamiento para las pesadillas la alteración consciente de su contenido, a través del ensayo de un final diferente, bajo la premisa de que la exposición, la abreacción y el dominio sobre estas lograba su desaparición (23). Años más tarde, Barry Krakow y colegas retomaron este trabajo y postularon que las personas pueden transformar el contenido de las pesadillas repetitivas si cambian y ensayan en su imaginación las escenas displacenteras por unas más agradables. Así iniciaron una serie de estudios con lo que llamaron tratamiento por ensayo de imágenes (en inglés imagery rehearsal therapy), con hasta ahora prometedores resultados. Las investigaciones sobre este tipo de terapia parten de reconocer que Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 237 S Muñoz H., Lozano L. las pesadillas no son eventos incontrolables para el ser humano. Se plantean, en cambio, como “hábitos” o conductas aprendidas, y se reconoce que lo que las mantiene es el “hábito” de tener malos sueños. De este modo, tales estudios han desafiado algunas teorías acerca de que los sueños están fuera del comando e influencia consciente de la persona (24). Se considera que por ser las pesadillas una representación en imágenes de un evento traumático, el trabajar mientras se esté despierto en configurar nuevas imágenes logra cambiar el contenido del sueño en la noche. Ensayar las nuevas imágenes positivas (el nuevo sueño) no sólo reduce o elimina las pesadillas, sino que brinda dominio sobre estas, pues la persona cambia paulatinamente la sensación de amenaza por una de satisfacción, a medida que el sueño va transformándose progresivamente (25). A los pacientes se les indica escribir minuciosamente los detalles de la pesadilla; se les invita a cambiar el sueño de cualquier forma, según su deseo, y a escribir su versión alterada, para repasarla cada vez que vayan a acostarse. Se piensa que la mejoría ocurre porque el paciente, al tener que recordar la pesadilla, se expone repetidamente a ella; porque el cambiar el final y ensayarlo le da dominio sobre esta, y porque el observar que puede influir sobre su 238 S contenido tiene un efecto de reestructuración cognitiva, en cuanto a que las pesadillas son incontrolables e inmodificables por quien las padece. Hasta el momento, Krakow y cols. han publicado cuatro estudios que evalúan la eficacia de la terapia por ensayo de imágenes en pacientes con TEPT (24). El primero de ellos fue realizado en 169 mujeres adultas jóvenes, víctimas de delitos sexuales, con diagnóstico de TEPT y pesadillas, por lo menos, una vez a la semana durante seis meses, como mínimo. Las participantes fueron asignadas al grupo de tratamiento (n=87) o al grupo control (lista de espera para tratamiento) (n=82), y se les realizó un seguimiento a tres y seis meses. Los resultados indicaron que el tratamiento fue efectivo en reducir la frecuencia y la gravedad de las pesadillas; el malestar asociado a estas, con mejoría de la calidad del sueño, y la cronicidad del TEPT (26). El segundo estudio fue realizado en 19 mujeres adolescentes con síntomas de TEPT y pesadillas de cinco años de evolución y con seguimiento a tres meses. Los resultados mostraron que el 71% de las pacientes reportó una disminución de la frecuencia de las pesadillas y del malestar asociado. El tercer estudio fue realizado con 62 pacientes con TEPT, pesadillas e insomnio, y mostró que la terapia por ensayo de imágenes fue efectiva Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático en disminuir la frecuencia de las pesadillas asociadas y no asociadas al trauma después de 10 horas de tratamiento. No hubo grupo control (27). El cuarto estudio se efectuó en 66 pacientes, quienes recibieron seis sesiones grupales de dos horas cada una, que incluían educación, higiene del sueño, control de los estímulos, terapia cognitiva para el insomnio y terapia con ensayo de imágenes, con un seguimiento a tres meses. La frecuencia de las pesadillas, el insomnio, la ansiedad, la depresión y la gravedad del TEPT disminuyeron con el tratamiento (28,29). Un estudio realizado en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Pittsburg en siete adultos víctima de crímenes violentos, con un diagnóstico de TEPT, y a quienes se les administró terapia de ensayo con imágenes para reducir las pesadillas postraumáticas y el insomnio, mostró una disminución clínicamente significativa en la frecuencia de las pesadillas, así como mejoría en los autorreportes de la calidad de sueño (30). Forbes y cols. (31), en un estudio con doce veteranos de la guerra de Vietnam, con diagnóstico de TEPT y pesadillas crónicas hasta de 20 años de duración, luego de administrar seis sesiones grupales de terapia de ensayo de imágenes, encontraron a los seis y doce meses de seguimien- to, una mejoría considerable de la sintomatología (31). Neidhardt y cols. (24), en un estudio con 20 pacientes con diagnóstico de TEPT, con un promedio de edad de 17 años y seguimiento a tres meses, utilizando como grupo control a pacientes en espera de tratamiento (n=10), encontraron entre el 72% de quienes recibieron terapia con ensayo de imágenes (n=10) una disminución en la frecuencia de las pesadillas; mientras en el grupo control la mejoría fue de tan sólo el 47% (24). El tratamiento puede hacerse de forma individual o grupal. Se recomiendan tres sesiones de tres horas cada una. Las dos primeras espaciadas una semana, y la última, a los 20 días de iniciado el tratamiento: Sesión 1. Su contenido es primordialmente educativo. Se discuten algunos aspectos importantes de las pesadillas, como su relación con el insomnio, la interferencia que producen en el funcionamiento global de cada persona y los errores cognitivos (p. ej., su incontrolabilidad e inmodificabilidad). Luego de ello, se enseña que las pesadillas pueden ser entendidas como hábitos aprendidos, que modificar unas puede contribuir a cambiar otras y que trabajar con ellas estando despierto puede modificar su contenido, pues los sueños son una extensión de la vigilia. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 239 S Muñoz H., Lozano L. Así se entrena al paciente en ejercicios de visualización e imaginación, que se dejan como tarea para la casa, y se le enseña la utilización de técnicas de relajación y de parada del pensamiento, para poder controlar las imágenes desagradables que pueden aparecer en la imaginación. Se explican, además, las reacciones que se pueden presentar a lo largo del tratamiento. Sesión 2. El paciente debe escoger una de sus pesadillas y escribirla con el mayor detalle posible. Lo puede hacer como tarea para la casa o en el consultorio, con ayuda del terapeuta, si hacerlo le ha resultado muy angustiante. Una vez la ha escrito, se instruye a la persona para “cambiar su pesadilla según lo desee”, pero se le indica que el final debe ser placentero, pues la idea es apaciguar la emoción que produce el recuerdo y no crear finales matizados por sentimientos de rabia y de venganza. Se le indica escribir el nuevo sueño. En el caso de sesiones grupales, se invita a los participantes a discutirlo entre ellos, a olvidar la primera versión y a enfocarse primordialmente en la nueva. Los pacientes serán instruidos para ensayar el nuevo sueño, por lo menos, 5 a 20 minutos diarios, pero se les recuerda que no se deben trabajar más de dos distintos nuevos sueños en una semana. De aquí en adelante no deben escribir más, 240 S sino realizar el proceso mentalmente. La recomendación es ensayar el nuevo sueño inmediatamente antes de acostarse y, ojalá, sin realizar ninguna actividad. Algunos autores sugieren repasar el nuevo sueño también durante el día. Al ensayo del sueño puede seguir un ejercicio de relajación muscular progresiva. Sesión 3. Se discute con el paciente los progresos, los cambios en la experiencia del sueño y las dificultades que hayan podido surgir. Se le indica que utilice la técnica cada vez que sea necesario (27). Conclusiones Sin lugar a dudas, la psicoterapia es una intervención indispensable, necesaria y útil en el manejo de las pesadillas en el TEPT. La psicoterapia cognitivo-conductual, con sus diversas técnicas, es definitivamente la modalidad que ha mostrado los mejores resultados. Pese a las dificultades en la objetivación de los datos y en la utilización de grupos control, se puede afirmar que sus distintas técnicas son eficaces en reducir la frecuencia de las pesadillas y que la mejoría se mantiene a largo plazo. Las que hasta el momento han mostrado mejores resultados son: terapia de exposición prolongada, terapia de DRMO y terapia de ensayo de imágenes. Se requieren más estudios controlados para evaluar la efectivi- Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Tratamiento psicoterapéutico de las pesadillas en el trastorno por estrés postraumático dad de las distintas intervenciones psicoterapéuticas. Independientemente de la modalidad que se utilice, los objetivos buscados con estas terapias son que el paciente modifique la cognición que acompaña la pesadilla y se fortalezca frente a ella, haciéndose dueño de la situación, de manera que logre redirigir su sueño, manejar la pesadilla y hacerse vencedor frente a ella. 8. 9. 10. 11. Referencias 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Menegazzo CM. La teoría de los sueños en Malasia [citado: 20 de mayo de 2008]. URL disponible en: http://www. fvinculo.org.ar/articulos/malasia.php. Rothbaum BO, Mellman TA. Dreams and exposure therapy in PTSD. J Trauma Stress. 2001;14(3):481-90. Báguena-Puigcerver MJ. Tratamientos psicológicos eficaces para el estrés post-traumático. Psicothema. 2001;13(3):479-92. Foa EB, Riggs DS, Massie ED, Yarczower M. The impact of fear activation and anger on the efficacy of exposure treatment for posttraumatic stress disorder: mechanisms, populations, and treatment innovations in anxiety disorders.. Behav Ther. 1995;26(3):487-99. Keane TM. Psychological and behavioral treatments of post-traumatic stress disorder. In: Nathan PE, Gorman JM. A guide to treatments that work. New York: Oxford University Press; 1998. p. 398-407. Falsetti SA, Resnick HS, Davis J, Gallagher NG. Treatment of posttraumatic stress disorder with comorbid panic attacks: combining cognitive processing therapy with panic control treatment techniques. Group Dyn. 2001;5(4):252-60. Schlenger C, Caddell JM, Ebert L, Jordan BK, Rourke KM, Wilson D, et 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. al. Psychological reactions to terrorist attacks: findings from the National Study of Americans’ Reactions to September 11. JAMA. 2002;288(5):581-8. Sheikh JI, Woodward SH, Leskin GA. Sleep in post-traumatic stress disorder and panic: convergence and divergence. Depress Anxiety. 2003;18(4):187-97. Burgess M, Gill M, Marks I. Postal selfexposure treatment of recurrent nightmares: randomised controlled trial. Br J Psychiatry. 1998;172:257-62. Foa EB, Davidson JRT, Frances A. Expert Consensus Guideline Series: treatment of traumatic stress disorder. J Clin Psychiatry. 1999;60(Suppl 16). Cellucci AJ, Lawrence PS. The efficacy of systematic desensitization in reducing nightmares. J Behav Ther Exp Psychiatry. 1978;9(2):109-14. Davis JL, Wright DC. Randomized clinical trial for treatment of chronic nightmares in trauma-exposed adults. J Trauma Stress. 2007;20(2):123-33. Universidad Complutense de Madrid. Proyecto de Innovación Educativa 2005. Guión para la presentación de técnica de exposición [citado: 25 de mayo de 2008]. URL disponible en: www.ucm.es/info/psclinic/intervencion/ exposicion/guion_exposicion.doc. Shapiro F. Eye movement desensitization: a new treatment for posttraumatic stress disorder. J. Behav Ther Exp Psychiatry. 1989:20(3):211-7. Tirapu J, Alcaiza C, Arrondo A, Górriz F, Hernández R, Lapeña P, et al. Tratamiento del trastorno por estrés postraumático mediante la desensibilización por movimientos oculares. Psiquis. 2001;22(2):80-8. Shepherd J, Stein K, Milne R. Eye movement desensitization and reprocessing in the treatment of posttraumatic stress disorder: a review of an emerging therapy. Psychol Med. 2000;30(4):863-71. Nicosia G. A mechanism for dissociation suggested by the quantative analysis of electroencephalography. Paper presented at the International EMDR Annual Conference, Sunnyvale; 1994. Trejos-Parra JJ, Betancur-Sánchez AV, Montoya-Alzate LS. Desensibilización Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 241 S Muñoz H., Lozano L. 19. 20. 21. 22. 23. 24. y reprocesamiento mediante movimientos oculares: terapia efectiva para el trastorno por estrés postraumático [citado: 22 de mayo de 2008]. URL disponible en: www.amauta-international. com/ArtRevMDRis.htm. Scheck MM, Shaeffer JA, Gillette C. Brief psychological intervention with traumatized young women: the efficacy of eye movement desensitization and reprocessing. J Trauma Stress. 1998;11(1):25-44. Marcus SV, Marquis P, Sakai C. Controlled study of treatment of PTSD using EMDR in an HMO setting. Psychotherapy. 1997;34(3):307-15. Carlson JG, Chemtob CM, Rusnak K, Hedlund NL, Muraoka MY. Eye movement desensitization and reprocessing (EMDR) treatment for combat-related posttraumatic stress disorder. J Trauma Stress. 1998;11(1):3-24. EMDRIA Latinoamérica, Asociación Civil [citado: 18 de mayo de 2008]. URL disponible en: www.emdr.org.ar. Marks I. Rehearsal relief of a nightmare. Br J Psychiatry. 1978;133:461-5. Neidhardt EJ, Krakow B, Kellner R, Pathak D. The beneficial effects of one treatment session and recording of nightmares on chronic nightmare sufferers. Sleep. 1992;15(5):470-3. 25. Krakow B, Zadra A. Clinical management of chronic nightmares: imagery rehearsal therapy. Behav Sleep Med. 2006;4(1):45-70. 26. Krakow B, Hollifield M, Schrader R, Koss M, Tandberg D, Lauriello J, et al. A controlled study of imagery rehearsal for chronic nightmares in sexual assault survivors with PTSD: a preliminary report. J Trauma Stress. 2000;13(4):589-609. 27. Miró-Morales E, Martínez-Narváez P. Tratamientos psicológicos de las pesadillas: Una revisión. International Journal of Psychology and Psychological Therapy. 2004;4(1):11-36. 28. Krakow B, Kellner R, Pathak D, Lambert L. Imagery rehearsal treatment for chronic nightmares. Behav Res Ther. 1995;33(7):837-43. 29. Krakow B, Krakow J. Turning nightmares into dreams. Albuquerque, NM: The New Sleepy Times; 2002. 30. Germain A, Shear MK, Hall M, Buysse DJ. Effects of a brief behavioral treatment for PTSD-related sleep disturbances: a pilot study. Behav Res Ther. 2007;45(3):627-32. 31. Forbes D, Phelps A, McHugh T. Treatment of combat-related nightmares using imagery rehearsal: a pilot study. J Trauma Stress. 2001;14(2):433-42. Recibido para evaluación: 23 de junio de 2008 Aceptado para publicación: 31 de julio de 2008 Correspondencia Harold Muñoz Cortés Servicio de Psiquiatría Hospital Militar Central Transversal 3 Nº 49-00 Bogotá, Colombia hmcbgc@hotmail.com 242 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Reglamento Técnicas de psicoterapia breve en psiquiatría de enlace de publicaciones Objetivos La Revista Colombiana de Psiquiatría (RCP) es una publicación oficial de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, de carácter trimestral (marzo, junio, septiembre y diciembre) y su finalidad es difundir los distintos modelos de conocimiento que actualmente configuran el cuerpo teórico y práctico de nuestra especialidad. En ésta pueden participar psiquiatras, residentes de psiquiatría, médicos no psiquiatras, psicólogos, filósofos y otros profesionales de la salud o interesados en esta área. Publica, en español o en inglés, trabajos originales, artículos de revisión o de actualización, reportes de caso de todas las áreas de la psiquiatría y la salud mental, artículos de epistemología, filosofía de la mente y bioética y artículos sobre metodología de investigación y lectura crítica. Contenido y forma de presentación Idioma. Se publicarán artículos en español o en inglés. Editorial. El editorial es un comentario crítico, hecho con profundidad y preparado por el director, los editores asociados o personas con gran experiencia del tema tratado. Presentación del número. La presentación del número es un comentario escrito por el(los) editor(es) asociado(s) o editores invitados para que presenten los temas principales tratados en el número. Artículos originales. Los artículos originales presentan resultados inéditos de investigación cuantitativa o cualitativa; contienen toda la información relevante para que el lector que lo desee pueda repetir el trabajo, así como evaluar sus resultados y conclusiones. Estos artículos deben tener resumen en español e inglés cada uno hasta de 1.500 caracteres, introducción, materiales y métodos (cuando sea pertinente se informará tipo de diseño, lugar dónde se realizó, participantes, desenlaces principales e intervención), resultados, discusión, conclusiones, agradecimientos (si se requiere) y referencias. Extensión máxima: 25 páginas. Los artículos pueden contener hasta 5.000 palabras sin tener en cuenta las referencias, las tablas y las figuras. El total de tablas y figuras no debe exceder de 6. En este tipo de artículos es fundamental aclarar cuáles fueron las consideraciones éticas y si el estudio y el consentimiento informado (cuando sea necesario) fueron presentados y aprobados por el Comité de Ética de la Institución. Artículos de revisión. Los artículos de revisión son enviados a la RCP o solicitados por el director o los editores asociados a especialistas del área y tratan a fondo un determinado tema, esto es, con amplia bibliografía, análisis y comentarios acerca de trabajos de otros autores. Estos artículos deben tener un resumen en español e inglés cada uno hasta de 1.500 caracteres, planteamiento del problema o introducción, desarrollo del tema, discusión, conclusiones y referencias. Extensión máxima: 20 páginas. Los artículos pueden contener hasta 4.000 palabras sin tener en cuenta las referencias, las tablas y las figuras. El total de tablas y figuras no debe exceder de 5. Artículos de actualización. El artículo de actualización está destinado a poner al día la información sobre temas relevantes en psiquiatría y salud mental. Son menos completos que los artículos de revisión y se enfocan en los últimos hallazgos. Estos artículos deben tener resumen en español e inglés, cada uno hasta de 1.500 caracteres, planteamiento del problema o introducción, actualización del tema, discusión, conclusiones y referencias. Extensión máxima: 15 páginas. Los artículos pueden contener hasta 3.000 palabras sin tener en cuenta las referencias, las tablas y las figuras. El total de tablas y figuras no debe exceder de 4. Reporte de caso. El reporte de caso es la presentación de la experiencia profesional basada en el estudio de casos particulares que revistan interés para el profesional y en el cual se discuta el tema y las posibles aproximaciones futuras. En general, los reportes de caso sugieren nuevas aproximaciones terapéuticas e hipótesis. Estos artículos deben tener, como mínimo, resumen en español e inglés (hasta de 1.500 caracteres), introducción, presentación del caso, breve revisión del tema, discusión, conclusiones y referencias. Extensión máxima: 8 páginas. Deben contener hasta 1.200 palabras, pero se exceptúan las referencias, las tablas y las figuras. Es necesario escribir un párrafo con consideraciones éticas y con las precauciones que se tuvieron para proteger la confidencialidad del(a) paciente. Sección de Epistemología, filosofía de la mente y bioética. Con el fin de suscitar controversia y grupos de discusión, esta sección presenta, de manera educativa y crítica, artículos sobre los temas referidos. Éstos deben tener máximo 15 páginas de extensión. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 243 S Reglamento de Publicaciones Sección de Metodología de investigación y lectura crítica. Esta sección presenta, de una manera educativa y crítica, artículos sobre los temas referidos e ideas sobre protocolos de investigación, que susciten controversia y grupos de discusión. Los artículos deben tener máximo 12 páginas de extensión. Revista de libros y revistas. La «Revista de libros y revistas» es una sección dedicada a los comentarios y a las presentaciones de libros y artículos de revistas que orienten al lector respecto a su potencial uso. Extensión máxima: 2 páginas. Correo, noticias y comunicaciones breves. Esta sección recopila opiniones y comentarios sobre el contenido de la Revista, su línea editorial o sobre temas de relevancia científica. Asimismo, presenta cartas con noticias de relevancia para el gremio. Extensión máxima: 2 páginas. Agenda. La «Agenda» divulga eventos o hechos de contenido de interés para el área, actividades de la Asociación Colombiana de Psiquiatría o de otras asociaciones. Cómo enviar material a la RCP Lugar de envío, requerimientos y forma de evaluación. Los autores enviarán sus trabajos al director de la RCP, por correo electrónico (cgomez_restrepo@yahoo.com) o por correo físico (carrera 18 No. 84-87, oficina 403, Bogotá, Colombia). Éstos deben ajustarse a los Requisitos uniformes para los manuscritos enviados a revistas biomédicas, del Grupo de Vancouver (1997). Todas las contribuciones serán evaluadas por dos revisores anónimos del Comité Editorial, que determinarán la calidad científica del material, la originalidad, la validez, la importancia del trabajo y la adaptación a las normas de publicación de la RCP. Dicho Comité comunicará su aceptación provisional o su no aceptación para publicación, así como las posibles modificaciones sugeridas en un plazo máximo de tres meses a partir de su recepción. La redacción se reserva el derecho de suprimir ilustraciones y alterar el texto sin que ello modifique el contenido. Cada uno de los autores principales recibirá tres ejemplares de la Revista. Carta de presentación. El artículo debe ir acompañado de una carta firmada por el autor principal y por los demás autores, en la cual se manifieste la revisión y aprobación del material por todos ellos. La carta debe especificar si el material ha sido o no publicado en otros lugares, así como el nombre, la dirección, el teléfono y el correo electrónico de la persona a la cual se debe dirigir la correspondencia. En caso de haber sido parcialmente o totalmente publicado en otro medio se requiere la aprobación, por escrito de los editores, para ser publicado en la RCP. Los conceptos de los trabajos son de total responsabilidad de los autores. Ni la Asociación Colombiana de Psiquiatría ni la Revista Colombiana de Psiquiatría se responsabilizan por tales conceptos emitidos. Una vez aceptado para publicación, el artículo admitido es de propiedad de la ACP y su reproducción física o por medios digitales deberá ser convenientemente autorizada por el director, por los editores asociados de la RCP y por el coordinador de publicaciones de la ACP. Antes de la publicación, los autores deben informar si hay una relación (filiación, financiación) entre ellos y alguna institución pública o privada, que pudiera derivar en conflictos de intereses. Los autores aceptan la responsabilidad definida por el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (N Engl J Med. 1997:336(4):309-15) y las recomendaciones sobre investigación clínica. Cuando se informe sobre experimentos en humanos es indispensable tener la aprobación del comité de ética de la institución donde se realizó el estudio y el desarrollo de éste debe ser seguir lo lineamientos expuestos por la Declaración de Helsinki de 1964 y sus posteriores enmiendas, que se pueden encontrar en http://www.wma.net/s/ethicsunit/helsinki.htm. En los artículos originales y reportes de caso no se deben mencionar los nombres de los pacientes, ni sus iniciales, ni los números de historia clínica, ni cualquier dato que permita su identificación. Los experimentos clínicos deben estar registrados en alguna base pública para (ClinicalTrials: http: //www.clinicaltrials.gov; International Clinical Trials Registry Platform [ICTRP]: http://www.who.int/ictrp/en/; LatinRec). Finalmente, en caso de estudios con animales, se deben añadir las consideraciones sobre investigación en éstos (si existe o no comité de investigación en animales, los cuidados que se tuvieron con estos, etc.). Copias del material. Se deben enviar tres copias completas del artículo o material enviado (mecanografiado a doble espacio, en papel blanco tamaño carta, escrita en una sola cara, con márgenes no inferiores a 2,5 cm), acompañadas de un disquete 3,5 HD o un CD con el texto en un único archivo PC de tipo DOC o RTF (MS-Word), gráficas en formato JPG o BMP y tablas con archivos para PC de tipo DOC (MS Word), XLS (MS Excel), AI (Adobe Illustrator) o EPS (Encapsulated Post Script). Las tablas o las figuras deben ser enviadas en hojas y archivos independientes del archivo de texto. Derechos de autor. Se solicita a los autores enviar, con la firma de cada uno, una carta dirigida al director de la RCP en la cual transfieran los derechos de autor, de acuerdo con el siguiente 244 S Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 Reglamento de Publicaciones modelo: “Yo/Nosotros... autor(es) del trabajo titulado ‘...’, someto(emos) a la aprobación de la Revista Colombiana de Psiquiatría y cedemos, en caso de ser publicado por la Revista Colombiana de Psiquiatría, los derechos sobre el artículo a favor de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, la cual podrá publicar el artículo en cualquier formato, ya sea físico y/o electrónico, incluido Internet. Por lo tanto, está prohibida cualquier reproducción total o parcial en cualquier otro medio de divulgación. En caso de desear publicar en otro medio, solicitaré autorización por escrito de la RCP y la ACP. Fecha: ... Firma: ...”. Preparación del manuscrito. Los artículos deben ser mecanografiados en espacio doble (esto incluye tablas de referencias), usando un solo lado de la hoja, con márgenes (laterales, superiores e inferiores) de mínimo 2,5 cm en todas las páginas. Todas deben estar numeradas. En la primera página debe aparecer: (a) título; (b) nombres y apellidos de los autores con sus grados académicos más importantes y su afiliación institucional acompañada de la respectiva dirección (los nombres serán publicados en el orden y manera que fueron enviados); (c) indicación del autor responsable de la correspondencia; (d) un título abreviado (titulillo) que no exceda los cuarenta caracteres, para identificación de las páginas impares; (e) si el artículo recibió ayuda o auxilio de alguna agencia de financiación; (f) si el artículo se basa en una tesis académica, se debe indicar el título, el año y la institución donde fue presentado; (g) si el trabajo fue presentado en reunión científica, se debe indicar el nombre del evento, el lugar y la fecha, y (h) si alguno de los autores tiene conflicto de interés en el tema expuesto en el artículo por ser ponente o speaker del laboratorio, trabaja como asesor, consultor o comité de algún laboratorio. La segunda página debe presentar un resumen (en español y en inglés) estructurado, con una extensión no superior a 1.500 caracteres y con una lista de máximo cinco palabras clave (en español y en inglés). Éstas últimas deben corresponder a las propuestas en la lista de los Descriptores en Ciencias de las Salud (DeCS), de BIREME (disponible en http://decs.bvs.br/E/ homepagee.htm) y a las keywords indexadas en el Medical Subject Headings (MeSH) del Index Medicus (disponible en http://www.nlm.nih.gov/mesh/). El resumen indicará los objetivos del trabajo, los procedimientos básicos utilizados (métodos), los resultados principales (aquí se presentan datos específicos y su significación estadística, si es el caso) y las conclusiones principales. Las tablas y las figuras (gráficas, fotografías, dibujos o esquemas) deben aclarar o aportar al texto, no duplicar el contenido. En términos generales, se recomienda un máximo de seis. Cada una debe tener un título en la parte superior y si es el caso anotaciones en la parte inferior. Deben clasificarse (números arábigos) de acuerdo con el orden de aparición en el texto y sitio de inclusión. Algunas requieren permiso del editor y el crédito respectivo a la publicación original. Estas tablas y figuras deben ser enviadas en archivos y hojas independientes. Las referencias en el texto, en subtítulos y en figuras deben ser enumeradas consecutivamente en el orden en que aparecen en el texto. Se utilizarán para ello números arábigos (números índices) dentro de paréntesis. Respecto a las abreviaturas, serán indicadas en el texto en el momento de su primera utilización. Posteriormente se seguirá utilizando únicamente la abreviatura. Los agradecimientos deben ser concisos, directos y dirigidos a personas o instituciones que contribuyen sustancialmente al artículo. Deben ir antes de las referencias bibliográficas. Las referencias bibliográficas se insertan en el texto y se numeran consecutivamente siguiendo el orden en que se mencionan por primera vez. El estilo y la puntuación de las referencias sigue el formato que recomienda Requisitos uniformes, citados anteriormente. Las abreviaturas de las revistas deben estar conformes con el estilo utilizado en el Index Medicus. Aun cuando todo depende del artículo en general, se aconseja la inclusión de hasta cuarenta referencias bibliográficas para artículos originales, sesenta para artículos de revisión, cuarenta para artículos de actualización, quince para reportes de caso y doce para las secciones de «Epistemología, filosofía de la mente y bioética», «Metodología de investigación y lectura crítica». La exactitud de las referencias bibliográficas es de responsabilidad de los autores. La lista de las referencias debe seguir el modelo de los ejemplos citados a continuación: 1. Artículos de publicaciones periódicas (un autor): Streiner DL. Thinking small: research designs appropriate for clinical practice. Can J Psychiatr. 1998;43(7):737-41. 2. Artículos de publicaciones periódicas (dos a seis autores): enumere todos los autores: Vega KJ, Pina I, Krevsky B. Heart transplantation is associated with an increased risk for pancreatobiliary disease. Ann Inter Med. 1996;124:980-3. 3. Artículos de publicaciones periódicas (más de seis autores): enumere los primeros seis autores seguido por et al. Ramos A, Fraga S, Krieger M, Jardim S, Curi R, Ferreira F, et al. Aspectos psiquiátricos da intoxicacao ocupacional pelo mercúrio metálico: relato de un caso clínico. Rev Bras Psiquiatr. 1998;20:200-6. Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37, Suplemento No. 1, 2008 245 S Reglamento de Publicaciones 4. Artículos sin nombre del autor: Cancer in South Africa (editorial). S Afr Med J. 1994;84:15. 5. Libros: Reichel-Dolmatoff G, Desana P. Simbolismo en los indios tukano del Vaupés. 2 ed. Bogotá (Colombia): Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura; 1986. 6. Capítulos del libro: Kessler HH. Concepto de rehabilitación. En: González R. Rehabilitación Médica. Barcelona (España): Masson S. A.; 1997. p. 1-5. 7. Libros en que los editores son autores Norman IJ, Redfern SJ, editors. Mental health care for elderly people. New York: Churchill Livingstone; 1996. Otros tipos de referencia deberán seguir las indicaciones dadas en el documento del International Committee of Medical Journal Editors (Grupo de Vancouver), disponible en internet en http://www. icmje.org. El autor debe enviar los datos de correspondencia: la dirección de su oficina o consultorio y la dirección electrónica. Si son varios autores, sólo es necesario enviar los datos de uno de ellos. Anualmente la RCP ofrece a los autores, como estímulo a su participación, los premios (mención de honor y reconocimiento en dinero o especie) Héctor Ortega Arbeláez, al mejor artículo publicado por un profesional en el área de la salud, y Humberto Rosselli Quijano, al mejor artículo publicado por un residente de psiquiatría y el premio al mejor artículo no original. El jurado calificador está integrado por un miembro del Comité Científico de la ACP, un miembro del Comité Editorial y el director de la Revista o su delegado. Estos premios serán entregados en el marco del Congreso de nuestra asociación. El director y el Comité Editorial de la RCP invitan a los colegas y otros profesionales a participar y permitir así el desarrollo y crecimiento de la Revista. Publicación trimestral de la Asociación Colombiana de Psiquiatría. ISSN: 0034-7450. Las opiniones expresadas en los artículos firmados son de los autores y no coinciden necesariamente con las de los editores de la Revista Colombiana de Psiquiatría. Las sugerencias diagnósticas o terapéuticas, como elección de productos, dosificación y método de empleo, corresponden a la experiencia y al criterio de los autores. Todos los textos incluidos en la Revista Colombiana de Psiquiatría están protegidos por derechos de autor. Conforme a la ley, está prohibido su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico, sin permiso escrito del autor. Suscripciones: Internacional: 120 dólares anuales. Nacional: 100.000 pesos anuales Incluye 4 números y un suplemento. 246 S Rev. Colomb. Colomb.Psiquiat., Psiquiat.,vol. vol.XXXVI, 37, Suplemento SuplementoNo. No.1,1 2008 / 2007