Resumen preparado para las 2das Jornadas de Ciencia Política del Litoral, Universidad Nacional del Litoral; 29 y 30 de mayo de 2014 Área temática: Análisis político, opinión pública y comunicación Título del trabajo: El rol de los medios de comunicación en el sistema político. Relaciones de poder y producción periodística de la actualidad Autor: Gustavo Di Palma Correo electrónico: fmciudad@hotmail.com; gustavodipalma43@gmail.com Pertenencia institucional: Centro de Estudios Avanzados-Universidad Nacional de Córdoba Resumen. En el trabajo propuesto se sigue la idea de los medios como actores centrales del sistema político, dado su papel activo en la esfera pública. Se abordan cuatro grandes aspectos: la tensión entre los medios y el poder político, el proceso de producción periodística de la actualidad, la objetividad y subjetividad periodística y la incidencia de las fuentes de información en la producción periodística. Este enfoque apela a la noción que entiende a los diarios como organizaciones que desarrollan un “proceso de construcción social de la realidad”, insertos en un complejo sistema de relaciones políticas, económicas y socioculturales. Palabras clave. Medios de comunicación, periodismo, producción periodística, poder. Introducción En los sistemas democráticos modernos es cada vez más intensa la relación entre los actores políticos y los medios de comunicación que ejercen el derecho a informar y divulgar opiniones sobre las cuestiones de Estado. Esta es una relación dialéctica que evidencia una frecuente tensión, toda vez que los medios posibilitan un ámbito de control y debate de la actividad del poder estatal y del sistema de partidos por parte de la sociedad civil, que se manifiesta a través del fenómeno conocido como “opinión pública”. 1 En el proceso de intermediación que ejercen entre el poder político y la sociedad civil, los medios de comunicación están en condiciones de decidir qué temas incluirán o excluirán de sus espacios. La importancia que adquiere este proceso obedece a que los debates sobre la cosa pública están basados en lo que muestran, dicen y publican los medios sobre situaciones y actores políticos en un ámbito y momento determinado. La mayoría de las investigaciones que se profundizaron desde la década de 1970 se centraron especialmente en los periódicos y la televisión. Algunos de esos estudios determinaron que los diarios, por su tratamiento jerarquizado y profundo de la información, llegan a un público más selectivo y racional (Monzón, 1996), aunque otros estudios ven en la mayor cantidad de seguidores que tiene la televisión uno de los principales factores para asignarle a ese medio más capacidad para influir con sus coberturas. Entre los estudios con base empírica que le otorgan a los diarios más poder de influencia, se pueden resumir los siguientes hallazgos: en la televisión predomina la inmediatez, los temas ocupan espacio durante un periodo breve de tiempo y no se trabaja sobre los detalles; en la prensa gráfica, los temas permanecen durante un periodo mayor (lo que facilita su asimilación por parte del público), se enfatizan los detalles y se puede reconocer la importancia que se le otorga a cada cuestión por el tipo de titular o el número de páginas que ocupa. Con esos elementos, Mackuen (1984:24) formula la siguiente conclusión: “La influencia de los periódicos persiste durante un tiempo, mientras que la de la televisión se evapora rápidamente”, pese a que el medio electrónico cuenta con más público. Los diarios gozan de una cualidad, de simple constatación, que refuerza las posturas de los que le asignan más capacidad de influencia: desde que irrumpieron la radio y la televisión, buena parte de las noticias centrales de los periódicos lograron un mayor alcance social al actuar como disparador o fuente primordial de los contenidos periodísticos de esos medios electrónicos. Esta situación persiste pese al fuerte avance actual de Internet, que encuentra a los diarios en pleno proceso de adaptación frente a ese fenómeno. Según McCombs (2004), un factor que le otorga mayor credibilidad intelectual a los periódicos es que en muchos países la totalidad o la mayor parte del servicio televisivo está bajo control de los gobiernos, mientras que casi universalmente los diarios se hallan en manos privadas. Pero más allá de los diferentes niveles de influencia o capacidad para 2 instalar agendas temáticas, tanto en la opinión pública como en otros medios o el propio gobierno, los distintos tipos de medios de comunicación no sólo constituyen espacios de mediación entre la sociedad civil y el Estado, sino que construyen representaciones del poder y de la sociedad con las que adquieren una importancia central en la esfera pública, lo que implica una fuente permanente de tensiones. 1. La relación entre los medios y el poder político Desde las bases del pensamiento democrático, la función periodística de los medios es entendida como la herramienta fundamental para el acceso de los ciudadanos a la información originada en los ámbitos del poder y como “parte del sistema de equilibrios, frenos y contrapesos en el marco de un régimen pluralista de libertades” (Muñoz Alonso, 1989:36). La plena vigencia de la libertad de prensa posibilita una práctica efectiva de la libertad de pensamiento y de expresión, situación que consolida el pluralismo y la transparencia de la política sujeta al examen de la sociedad. Monzón (1996) señala que, desde una perspectiva histórica, la relación entre el poder político y los medios pasó del sometimiento de estos últimos a una situación de respeto y control mutuo. La incorporación de los medios como cuarto poder en los sistemas democrático-liberales reforzó la teoría clásica del equilibrio de poderes, noción a la que se contrapone la idea de que su condición de cuarto poder no es tal porque en vez de controlar a los otros tres comparte intereses con ellos (Diezhandino, Marinas y Montiel, 2007). El poder es un aspecto de las interrelaciones sociales que se ejerce cuando se intenta modificar o alterar en forma permanente un comportamiento, pero para que exista una relación de poder debe existir un vínculo constante, con proposiciones de conducta de una de las partes y la realización de conducta por parte de la otra. Como expresa Pellegrini (1993:26), “en el caso de la política y los medios, el principal problema se produce porque ambos actores proponen conductas para el otro, en forma casi constante, y más aún, estas proposiciones se entienden como parte inherente e irrenunciable de sus propios roles”. En su carácter de actor social, cada medio dedicado a la cobertura de hechos de actualidad detenta determinados objetivos e intereses, a la vez que tiene la capacidad de afectar el proceso de toma de decisiones en el sistema político con una tipología de discurso 3 social (el discurso periodístico) que incluye información, publicidad y entretenimiento. Enfocado en el caso específico de los periódicos, Borrat (1989) sostiene que la actuación pública le otorga al diario privado e independiente la entidad de actor político, que no apunta a la conquista del Estado sino a la influencia en los asuntos públicos: El periódico pone en acción su capacidad para afectar el comportamiento de cientos de actores en un sentido favorable a sus propios intereses: influye sobre el gobierno, pero también sobre los partidos políticos, los grupos de interés, los movimientos sociales, los componentes de su audiencia. Y al mismo tiempo que ejerce su influencia, es objeto de la influencia de los otros, que alcanza una carga de coerción decisiva cuando esos otros son los titulares del poder político (Borrat, 1989:67-68). El análisis de Borrat se orienta a explicar el juego de relaciones de poder en el que los medios tratan de que su propio discurso encuentre resonancia en la audiencia y en el sistema político. En tal sentido, Page aporta la siguiente reflexión: Los medios no actúan como agencias neutrales de información, proveyendo un espacio para que se expresen otros actores, sino que toman un papel activo en el proceso político, seleccionando y estructurando la información, interpretando y evaluando continuamente la cadena de eventos ocurridos y apoyando o rechazando opciones políticas particulares (1996, c.p. Corvaglia, 2009:20). Un aspecto clave en la relación que se establece entre los medios, el poder político y la ejecución de políticas gubernamentales es la asignación de recursos públicos a las empresas periodísticas, que no debe ser discrecional sino bajo reglas estrictas que garanticen la distribución equitativa, a partir de la vigencia del Estado de derecho por sobre la discrecionalidad, el clientelismo o las prácticas corruptas (Sánchez Ruiz, 2005). Pero el fiel cumplimiento de ese ideal teórico es puesto en riesgo ante la posición crítica que asumen algunos medios frente a gobiernos de turno. Tanto la asignación de recursos publicitarios como el suministro de materia prima (como por ejemplo el papel) son herramientas vitales que pueden ser utilizadas como forma de 4 control sobre la línea editorial de las empresas periodísticas, pero no sólo por parte del poder político ejercido desde el Estado sino también por el poder económico privado. Las pautas publicitarias tienen capacidad para condicionar la actuación pública de los medios, incidiendo eventualmente en la definición de las posiciones de apoyo o las demandas específicas de la prensa hacia los aparatos gubernamentales (Sánchez Ruiz, 2005). Otra forma de articulación entre los medios y el poder político está relacionada a la forma de cobertura de la esfera pública como principal fuente de información. Los órganos públicos tienen la posibilidad del control y ocultamiento de la información, como así también criterios de selectividad informativa que implican decidir qué se da a conocer, cómo se lo da a conocer y a qué medio, mientras el poder de los medios reside en dar visibilidad selectiva a determinadas cuestiones (Sánchez Ruiz, 2005). Según lo descripto anteriormente, las fuentes públicas pueden conducir la relación en el primer nivel (producción informativa) pero no en el segundo (tratamiento noticioso), lo que significa que pueden decidir qué se informa pero no cómo se informa. El ideal de los políticos es que los medios transmitan sus mensajes sin cambios y en el momento que más les conviene (Corvaglia, 2009). Las empresas periodísticas, desde el auge de la prensa como actividad informativacomercial a fines del siglo XIX, mostraron su preocupación por romper con los compromisos partidarios o los condicionamientos ejercidos por distintos factores de poder. Si se observa el caso de los medios gráficos, esa posición está expresamente reflejada, por ejemplo, en las declaraciones de principios y los manuales de estilo de grandes diarios argentinos con fundamento en la teoría liberal tradicional de la prensa. Dos ejemplos son Clarín y La Voz del Interior (uno de los diarios más importantes del interior del país, con sede en la provincia de Córdoba): La independencia económica de la empresa periodística es condición esencial para la independencia ideológica de la información que ella pública. Esta función propia del periodismo independiente genera tensiones con los poderes, en especial los gobiernos. La tensión entre los medios y el poder es una parte constitutiva y funcional del sistema democrático (Manual de estilo del diario Clarín, 1997:20). 5 En materia política seremos independientes, en la más amplia acepción del concepto, pues no pertenecemos a partido alguno; y así no tendremos inconvenientes en criticar los actos de esta naturaleza, pero sin apartarnos de los principios, cuando el gobierno o los partidos en lucha obren en contra de la ley o produzcan actos dignos de censura (nota editorial publicada en la primera edición del diario La Voz del Interior, 15 de marzo de 1904). “El rechazo expreso a todo tipo de alineamiento con partidos políticos, corporaciones o grupos de presión”, tal como lo plantea La Voz del Interior en su Manual de principios, valores y estilos (2006:21), señala la tendencia objetivista como ideología profesional, aunque con compromisos editoriales bien definidos ante decisiones políticas y económicas de cada época. En sus orígenes, la teoría libertaria a ultranza no imponía responsabilidades morales a los editores, pero en las democracias contemporáneas la “teoría de la responsabilidad social de la prensa” impone una serie de obligaciones por las funciones esenciales del periodismo, como recuerda Alfonsín (2006). Las seis tareas atribuidas a la prensa en el marco de su responsabilidad social son: servir a la democracia brindando información, discusión y debate sobre los asuntos públicos; ilustrar al público para capacitarlo en el auto-gobierno; proteger los derechos del individuo actuando como “perro guardián contra el gobierno”; servir al sistema económico, acercando principalmente a los compradores y vendedores de bienes y servicios mediante los avisos de publicidad; brindar entretenimiento y mantener su propia autosuficiencia financiera para librarse de las presiones de los intereses especiales (Alfonsín, 2006). Al intentar una posición equidistante del Estado, los gobiernos y los partidos y entrar en contradicción permanente con estos y otros actores, los medios deben asumir el conflicto como una categoría clave de las actuaciones públicas, tanto propias como ajenas. Para el caso de la prensa gráfica independiente, por ejemplo, Borrat (1989:67-68) postula los siguientes aspectos sobre su rol en una sociedad democrática: - El periódico independiente se define y actúa como tal en cuanto excluye toda dependencia estructural con cualquier otro actor que no sea su propia empresa editora. 6 - La configuración histórica de los estados occidentales ha hecho del periódico independiente de información general un actor político de existencia necesaria en todo sistema democrático. - Para que el periódico independiente cumpla adecuadamente sus funciones en el sistema democrático, debe ser objeto permanente de un análisis crítico tan riguroso como el que se hace sobre otros actores que ocupan el poder, que pugnan por él o influyen sobre él. - (…) Al mismo tiempo que reafirma sus señas de identidad ya reconocidas como productor y comunicador público de la actualidad, cada periódico presenta otras señas como participante de los conflictos políticos, a título de parte principal o de tercero involucrado. El cuarto postulado apunta al ya citado papel activo de la prensa en los procesos políticos, que implica su frecuente competencia con la dirigencia política y los gobiernos para definir la agenda temática de la opinión pública, a partir de la posición privilegiada que le otorga su rol en la sociedad. Así es como puede exceder su papel de intermediación entre los políticos y la ciudadanía y mostrar su capacidad para establecer las expectativas de una porción significativa de la sociedad. Es necesario señalar que existen perspectivas teóricas que cuestionan el modelo de prensa liberal o independiente, al considerar que tiene como principal preocupación la restricción que ejerce el poder político estatal sobre la libre circulación de informaciones y opiniones, poniendo al Estado en el papel de “peligroso enemigo a vencer”. Dentro de esa postura, más afín al poder político, López Noriega (2007:51) señala que el mayor peligro para el libre acceso de los ciudadanos a la información es el crecimiento sin trabas de los medios como intereses comerciales, porque la arbitrariedad privada se incrementa por la acumulación y concentración de medios y muestra que su desempeño, lejos de ser neutral, “se reduce más bien al desahogo de una agenda de intereses”. Para continuar esta discusión en el campo de los diarios, que por su naturaleza pueden ser considerados como los medios periodísticos por excelencia, Salgado Andrade (2001:135) plantea que “una de las características distintivas del discurso de la prensa escrita es su carácter de mercancía”, porque la información contenida en sus páginas es un 7 discurso que produce actualidad y opinión pública pero a la vez se ofrece para su venta a un variado universo de lectores, lo que le da a las empresas que editan los periódicos un doble anclaje: político y económico. En el mismo sentido, Granados (1980, c. p. Salgado Andrade, 2001:135) señala que “puestas a elegir entre la libertad de empresa y la libertad de prensa, las compañías periodísticas optan por la primera”, por su condición de negocios destinados a obtener ganancias o poder político. Si se toma como eje la tensión entre libertad de prensa y libertad de empresa para contraponer los modelos antes expuestos, surge una contradicción fundamental: por un lado, la prensa tiene la necesidad de defender su condición de espacio de debate pluralista y de instrumento de canalización de las demandas de la sociedad; por otro, la compleja relación de las empresas periodísticas con los poderes políticos, económicos y sociales, lleva a los medios a ejercer autorregulaciones en el trabajo de sus periodistas más allá de sus propios códigos de ética. La resolución de esta contradicción juega un papel clave en la definición de los comportamientos del medio periodístico y en su nivel de credibilidad. 2. El proceso de producción periodística de la actualidad La información periodística, como una forma de relato, es en sí misma una construcción discursiva, pero más allá de la artificialidad que presupone una construcción, siempre debe tener un anclaje en la realidad. Los medios ponen aquí en juego sus jerarquizaciones, caracterizaciones y representaciones de esa realidad para justificar y legitimar los criterios con los que deciden qué es noticia (Martini y Lucchessi, 2004). Sobre el proceso de jerarquización de los temas que realizan los medios, Monzón (1996: 264-265) considera que “se realiza sobre la base de criterios más o menos inconfesos e interesados (…) seleccionando unos temas sobre otros, destacando algunos y silenciando el resto, consiguen canalizar la atención pública hacia aquellos mensajes que difunden los medios y no otros”. De esta manera, aprovechan el monopolio de la condición de “fuentes fácilmente accesibles de conocimientos sobre la realidad social que se escapa de la experiencia personal, directa e inmediata” (Wolf, 1994:120). La relación entre los medios y sus destinatarios se encuentra establecida por un “contrato fiduciario social e históricamente definido”, es decir que la actividad periodística es un rol 8 legitimado e institucionalizado por la sociedad para producir construcciones de la realidad públicamente relevantes, que se realizan en el interior de los medios de comunicación como aparatos especializados. Los propios medios “son los primeros que llevan a cabo una continua práctica de autolegitimación para reforzar ese rol social” (Alsina, 1989:31). Wolf (1994:119) señala que “los sujetos utilizan las representaciones que hacen los medios sobre los fenómenos sociales como recursos para orientarse, para comprender, para alinearse en las propias interacciones cotidianas”. Pero más allá de la relación asimétrica que esta dependencia de la oferta mediática supone, el público puede incidir sobre la actuación de los medios a través de sus expectativas y sanciones (Alsina, 1989). A partir de esa forma de articulación es significativa la incidencia de los cambios sociales y culturales en los contenidos de los medios, configurados según los valores políticos o socio-culturales de los distintos sectores de la opinión pública. Cuando Van Dijk (1990) explica la noticia como una forma del discurso público a partir de las cogniciones sociales de todos los que participan en la noticia, proponiendo un enfoque interdisciplinario alternativo al análisis de contenido, llega a la siguiente conclusión: Las complejas estructuras de las informaciones periodísticas pueden relacionarse sistemáticamente con las prácticas sociales de los fabricantes de noticias, sus ideologías grupales y las restricciones institucionales de los medios informativos. A la inversa, esto significa que las macrodimensiones de la estructura social, la historia o la cultura se establecen o trasladan a este micronivel del discurso periodístico y de su procesamiento (Van Dijk, 1990:259). Pero esto no significa que las agendas de información respondan acabadamente a las necesidades del público, porque es frecuente que se produzca una disociación entre ambas. Martini y Lucchesi (2004) interpretan que este comportamiento está fuertemente influenciado por la presión empresarial que implica la “mercantilización de la noticia”, es decir, la circulación de la información como mercancía entre grandes clientes como los anunciantes, la opinión pública y las instituciones del poder, según la configuración que adquieren las empresas de medios como parte de la sociedad capitalista. Según Shoemaker y Reese (1994), los condicionamientos que inciden en la producción de los mensajes responden a factores como las características individuales de los 9 periodistas, las rutinas de trabajo, las pautas organizacionales del medio, las fuentes externas y la ideología social predominante. Entre los factores que inciden sobre los medios desde los grandes ámbitos externos se deben tener en cuenta la influencia que ejercen otros medios de comunicación, los compromisos comerciales que genera la publicidad contratada por los anunciantes (lo que incluye su deseo de que no se publique material controvertido), los intereses institucionales, las presiones de los gobiernos y partidos políticos y las características del público. Respecto a las características individuales que influyen en la tarea de los periodistas, se encuentran el sexo, la edad, la clase social, la educación, las actitudes políticas y orientaciones religiosas y los valores personales. Muchos coinciden en que los valores profesionales, entre los que se encuentra la objetividad periodística, se sitúan en un nivel más organizacional que individual, “debido a que son las instituciones de medios las que imponen códigos de conducta y aspiraciones de profesionalismo a sus comunicadores” (Lozano Rendón, 2007:46). La rutina de producción periodística, en la que se toman las decisiones sobre lo que se pretende transmitir al público, traduce esos factores condicionantes a través de un marco editorial-empresarial y un “contexto práctico-operativo en el que los valores-noticias adquieren significado” (Wolf, 1991:248). El proceso se materializa con los miembros jerárquicos de la redacción como los encargados de definir los contenidos, su estilo y los lineamientos editoriales que los redactores y cronistas deben seguir para decidir el tema a cubrir, el enfoque, las fuentes que deben ser consultadas, el criterio de selección de datos y otros aspectos relacionados a la presentación pública de los temas. Una de las corrientes de investigación que indagan con profundidad el procesamiento de los discursos periodísticos es la sociología de la producción de noticias. Mediante la aplicación de métodos de tipo etnográfico estudia las formas de construcción mediática de la realidad social a partir de la selección de los acontecimientos que serán convertidos en noticias, las interpretaciones de los periodistas al redactar, las fuentes consultadas y los marcos o estereotipos implícitos en la información (Tuchman, 1983). Otra metodología de investigación muy usual, sobre todo en el campo de la prensa gráfica, es el análisis de contenido, que permite conocer de manera directa las actuaciones públicas de la empresa periodística, mientras que las actuaciones no públicas pueden 10 conocerse por inferencia, de manera parcial y tentativa, a partir de esas actuaciones públicas. Como lo expresa Borrat: En la medida en que se encuentren en los temarios publicados ciertos rastros del proceso de producción y de la toma de decisiones que lo encauzan, es posible un conocimiento aproximativo e hipotético de los intereses del periódico, los objetivos que persigue, los recursos de que dispone para alcanzarlos, los riesgos con que se enfrenta (1989:69). 3. Objetividad y subjetividad en la información periodística Las principales banderas del periodismo y de las empresas de medios son la independencia y la imparcialidad como fundamentos para lograr objetividad, pero en la práctica esos valores no pueden pensarse en términos absolutos. La libertad para decidir determinado tratamiento de los hechos y el equilibrio frente a los actores de la realidad están atados a un hecho inexorable: tanto el periodista como el medio de comunicación son también parte de esa realidad, de la que es sumamente complejo abstraerse totalmente. La “mistificación de la objetividad (el periodista como humilde mensajero)” se asienta sobre dos premisas: la posibilidad y el deber de una presentación estrictamente objetiva de los hechos y la posibilidad de separar exposición de los hechos y evaluación crítica (Rodriguez Borges, 1998). El lenguaje neutro, las citas de fuentes y el equilibrio en la distribución de contenidos son las alternativas para resolver el dilema que plantea la búsqueda de objetividad. La también denominada “sacralización de los hechos” es lo que logró, según Muraro (1997) institucionalizar un conjunto de prácticas en la elaboración del mensaje para provocar un efecto de imparcialidad de la fuente entre sus lectores. El resultado de ese recurso reside en que normalmente “logra que sectores sociales de muy distinta orientación política, con valores a menudo opuestos entre sí, integren el mercado potencial de un mismo periódico, radioemisora o noticiero de TV” (Muraro, 1997:52). De todas maneras, el concepto de objetividad entra en crisis cuando aparece la inevitable decisión respecto a qué tipo de hechos pueden ser convertidos en noticia o merecen la atención de los medios, proceso conocido en la literatura de la sociología de la producción de noticias como gatekeeping (o filtro editorial). Luego siguen la valoración de los 11 elementos con los que se construirá el relato periodístico y su puesta en contexto con relación al resto de los contenidos, proceso denominado newsmaking. El proceso de producción de la actualidad, como ya se explicó, está atravesado por múltiples factores, que ubican al periodismo (como oficio o práctica profesional) inmerso constantemente en el circuito de relaciones entre los medios, las instituciones, los sistemas político y económico y los ciudadanos (Martini y Lucchesi, 2004). Es inevitable que la objetividad sea afectada cuando entran en juego los intereses del medio como empresa, la relación de los periodistas con las fuentes (políticos, grupos de presión, instituciones sociales o políticas, empresas), las rutinas y la presión del tiempo en las redacciones (competencia por la primicia), el público meta, la propia ideología de los periodistas y la relación del medio con el gobierno y con los anunciantes. Los factores señalados, que parten del modelo desarrollado por Shoemaker y Reese (citado en el punto 2) explican claramente los condicionamientos que afectan a la objetividad periodística. Hillard (1999) también sugiere como elementos condicionantes la oportunidad en que se da a conocer la información y su transformación en entretenimiento, la exaltación producida por los medios sobre algunas historias que “venden” y las etiquetas que se le ponen a determinados hechos (y con las que el público identifica los temas). Fattorelo (c.p. Gonzalez Reyna, 1997:19) considera que “todo proceso informativo presupone una ineludible dosis de subjetivismo, de intencionalidad, de intento de captación de las opiniones ajenas por parte del sujeto promotor que elabora la forma del mensaje”. Este concepto apunta a que la impersonalidad de una noticia no implica la desaparición del “yo” del periodista, cuestión que contradice el concepto de objetividad como ausencia de mediación durante los procesos de producción (Villafañé, Bustamante y Prado, 1987). Desde la perspectiva de Villafañé, Bustamante y Prado, los modos de racionalización del proceso productivo adoptados por los grandes medios de información tienden a ceñirse continuamente a las demandas y necesidades del poder, porque son fundamentalmente “la información sobre el poder mismo” (1987:147). Una de las formas de romper esa tendencia es el periodismo de investigación, al que Muraro considera como una “fuerza democratizadora” que es posible llevar a la práctica con “empresas periodísticas independientes de los partidos políticos, del gobierno y de los grupos de presión, además de la existencia de un consenso social” (1997:31). 12 A partir de las marcas que dejaron el faccionalismo del siglo XIX o el compromiso político asumido en el siglo XX, existe un periodismo que no se esfuerza en buscar imparcialidad y asume posiciones muy claras con relación al poder político. Aquí la intencionalidad del medio abandona el territorio de lo implícito, porque sus variadas formas discursivas no tienden al equilibrio. La apuesta es que el público decida si es más creíble y confiable el periodismo imparcial o el periodismo comprometido con una determinada causa, o si la sociedad puede tener mayor preferencia por medios inocuos para el poder, cercanos al oficialismo o con fuerte actitud crítica. La discusión sobre la forma de construcción de la actualidad, la relación con la opinión pública y los climas políticos favorables o desfavorables que se pueden provocar, muestran la enorme responsabilidad que tienen los medios periodísticos (Borrat, 1989). 4. La influencia de las fuentes en la producción de la actualidad Las fuentes públicas son primordiales en el proceso de construcción de la actualidad, porque constituyen la principal usina de información y su articulación con periodistas, medios y opinión pública tiene importantes efectos políticos sobre la sociedad. La divulgación de datos o información responde en todos los casos a una determinada intencionalidad, que implica una mezcla de intereses, negociaciones, presiones y también posicionamientos y alineamientos en el seno del poder político (Martini y Lucchesi, 2004). La interdependencia mutua entre los políticos o funcionarios públicos y los periodistas implica una relación de intercambio en la que cada uno tiene algo que requiere del otro: los políticos están muy interesados en cómo se informa sobre ellos y los periodistas necesitan acceder a los políticos como fuentes de información, o como verificación de datos obtenidos de otras fuentes (Corvaglia, 2009). La construcción de los contactos y las relaciones con las fuentes de la política, por lo tanto, es uno de los niveles más complicados de la rutina periodística. Además de requerir la publicidad de sus actos a través de los medios, en determinadas ocasiones las fuentes necesitan desviar la atención pública hacia determinadas cuestiones y sacar de foco otras. El gatekeeping que se ejerce en los medios se enfrenta con el que, desde las fuentes, se realiza entregando o negando contactos e información a partir del 13 interés en provocar determinados efectos políticos (Martini, 2004). En consecuencia, la cooperación que caracteriza la relación entre fuentes, periodistas y público no está exenta de una importante dosis de desconfianza. Según la actitud que asumen frente a la prensa, Caminos Marcet (1997) distingue dos clases de fuentes: activas, ya que toman la iniciativa para ponerse en contacto con los periodistas, a veces a través de conferencias de prensa y en otras ocasiones comunicándose discretamente con determinados medios o periodistas para divulgar datos en forma confidencial (esto se da con frecuencia en el periodismo de investigación y en muchos casos se suele suministrar informaciones sesgadas, por lo que es necesario contrastar los datos aportados); pasivas, porque no toman la iniciativa y sólo suministran datos ante la requisitoria periodística. Es muy importante recordar que entre las fuentes de la política no sólo existen las gubernamentales (u oficiales) sino también las opositoras, cuyo valor adicional es proporcionar información útil para contrastar los datos que surgen de los ámbitos principales del poder. Ambos tipos de fuentes tratan de lograr la mayor influencia entre los periodistas y su repercusión en la opinión pública se producirá según los medios estén más próximos a más alejados de uno u otro sector. La relación de necesidad se hace también relación de afectos y desafectos. Es común que los funcionarios recompensen a los periodistas “amables” con mayor acceso a la información, privando de esto a los periodistas que no los tratan bien (Kavanagh, 1996, c.p. Corvaglia, 2009). La afinidad desarrollada en la rutina diaria puede generar también una situación como la que describen Martini y Lucchesi (2004:162-163): “La connivencia, la fidelidad o las sencillas relaciones con las fuentes generan tensiones entre la curiosidad (como elemento fundamental para el ejercicio del trabajo) y los compromisos que se adquieren en términos de negociación”. El poderoso aparato estatal también cuenta con las secretarías o direcciones de prensa, el mecanismo formal para dar publicidad a los actos de gobierno que tiene una enorme capacidad para producir información rápidamente utilizable por los distintos medios de comunicación. Pese a la valiosa función de esos órganos de prensa, los temas sensibles obligan inexorablemente al periodista a procurar información complementaria por otras vías y es aquí donde entran en juego las fuentes personales. 14 El poder político puede influir en el tratamiento informativo de la actualidad mediante la producción de acontecimientos artificiales dotados de sentido, que permiten redefinir la realidad. Grossi (1981, c.p. Alsina, 1989) señala que cuando se producen hechos extraordinarios, en los días sucesivos el sistema político-institucional produce una serie de hechos secundarios o colaterales que le permiten recuperar el control de la situación y se transforman en las fuentes informativas principales de los periodistas, aunque no se puede afirmar que sea una característica natural del poder político producir siempre hechos artificiales para controlar el impacto de la información periodística. Para aliviar las presiones del periodismo sobre temas de gran interés y actualidad, el poder político puede producir confidencias o informaciones de “atribución reservada” (versiones o trascendidos) que se enmascaran con expresiones ambiguas como “fuentes gubernamentales” o “fuentes allegadas o cercanas al gobierno”, pero también las informaciones off the record, que no pueden ser utilizadas por el periodista (Caminos Marcet, 1997) o pueden ser publicadas conviniendo los términos con la fuente (La Voz del Interior, 2006). Las informaciones divulgadas de esta manera por el poder político, o bien los rumores (sin origen determinado y de veracidad absolutamente condicionada) pueden responder también a dos estrategias: ser un globo de ensayo para auscultar a la sociedad sobre determinadas medidas de gobierno o poner a circular “intoxicaciones informativas” (La Voz del Interior, 2006), es decir, “carne podrida”, según la jerga periodística. Los aparatos de prensa y propaganda de los partidos y del propio Estado tratan de influir en la agenda periodística nutriendo de material en forma permanente a los medios y, en el caso del aparato estatal, ejerciendo una carga de coerción decisiva (Borrat, 1989). El proceso de producción de los medios hace que los mensajes sean filtrados y no en todos los casos lleguen al público como fueron elaborados originalmente. 5. A modo de conclusión La relación entre los medios y el poder político es naturalmente dificultosa, hasta el punto que en determinados periodos o situaciones se traduce en recurrentes presiones y ataques a través de distintos mecanismos, sobre todo en sociedades en las que los principios democráticos atraviesan crisis o no tienen vigencia. También es necesario tener en cuenta la 15 fuerte influencia que ejerce sobre los medios la permanente relación que entablan con su público y sus anunciantes, factor que junto a la relación con los actores de la política configuran un escenario donde entran en tensión la libertad de prensa y la libertad de empresa, origen de buena parte de las autorregulaciones que los propios medios se imponen. El delicado equilibrio que los medios de comunicación deben llevar a la práctica frente a cada uno de esos actores pone en juego su credibilidad, principal patrimonio que pueden esgrimir como elemento para tamizar las presiones y condicionantes externos. En el proceso de producción periodística que llevan a cabo lo que Verón define como “fábricas” que producen “modelos de actualidad”, las demandas sociales o del público (que muchas veces encuentran en ellas el único refugio frente a la falta de respuesta de los distintos estamentos del Estado) entran en juego con la inexorable convivencia que los medios deben llevar a la práctica con los poderes y factores de presión públicos y privados, que en distintas ocasiones alcanzan a ponerlos bajo control, restringiendo la capacidad de acción del periodismo. En el caso de los recursos que proveen el Estado y los anunciantes privados a partir de la publicidad, los medios y por supuesto los propios periodistas transitan un estrecho camino que contrapone la necesidad de no ser concesivos ante las pretensiones de los grandes intereses políticos, empresariales y comerciales y la necesidad de obtener recursos para su funcionamiento. La experiencia demuestra que no basta con el valor abstracto de la credibilidad para poder sostenerse. Desde este punto de vista parece indispensable que los medios de comunicación logren la mayor independencia económica posible para garantizar una mayor fortaleza frente a los factores de presión externos, aunque esta situación engendra a su vez el riesgo de que los medios entren en la lógica impuesta por grupos económicos que muchas veces son los únicos en condiciones de desarrollar capacidad de autosustentación. Así planteados los distintos escenarios, si no se respetan los principios de la función social de los medios, siempre habrá situaciones que van en detrimento de la veracidad y la calidad de información que se le brinda al público. 16 6. Bibliografía - Alfonsín, Raúl (2006). Fundamentos de la república democrática. Curso de teoría del Estado. Buenos Aires: Eudeba. - Alsina, Miguel Rodrigo (1989). La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós. - Borrat, Héctor (1989). 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