Mar en Miavana Burbujas en el tiempo. Allá 1988. Aquí 1898 ¿o será 9198? Serán las cifras que bailan, rondando la copa. Será la historia que sorbe, mamona. Será que tanto tratar con muertos lo ha vuelto todo borroso; cristales, calendarios, cristalinos. Vuelo de memoria en una caja mecida con horario sobre abismos de perfil desconocido. El trago del ahora sí que es insondable. De repente aterrorizo. Y ahora llueve. Llueve en esta nueva ciudad vieja, nuevo paradero de momentos que el murmullo del agua en los cristales bautiza con otro nombre de siempre, de afueras, de mirada siempre al borde de los mapas. Buscando mi ciudad, la mía, buscando Miavana. Y llueve ahora. Y es tan claro el esqueleto coralino de la vida que decirlo es a lo más pretencioso perfil de un broche de lujo. Necesidad ninguna. Pero basta introducir un rayo de luz perlada en una solución salina y está ya, ramaje de cristal, mirada. Y una mesa bajo un sol eléctrico de papel, y una teja vana ante el tiroteo testarudo del invierno, y una ciudad tendida, que aguarda, imprecisa. Necesidad, ninguna. Menos da una piedra, que sólo da vueltas una y otra vez la misma. Pero basta un rayo de luz perlada en una esfera salina sin solución, y la mirada se abisma gota planetaria ya en lo insondable. Entretejidas entre tejados un millón de zapatillas de cristal recorren los pasillos de otra historia de fantasmas. Susurro de ecos MIAVANA (Viaje estampado) estantes, suspensos, entre crestas sin amanecer ríos sin curso vagan neblinosas geografías de latón, canal abajo. Seda latida desemboca sangre gris de mil ahieres a los patios, y entre dientes artificiales tiesas momias de vaivén tendidas rumian cicatrices de rumor de espuma que finjan jeroglífico entreabierto el nublado más acá del horizonte. Llueve ahora insondable mar en Miavana. * Laberinto Confesionario La lluvia en las islas pesa más, como una losa multiplicada que no admite escapatoria. En las llanuras se puede soñar huída en el silencio la al que la apacible crueldad de la vida, boba bobina, le arrancó el palabra que traza tu nombre en renglones negros, saltar a un volante de techo de un bocado en su eterna rumia (vaquedades nubes invisibles al faldas nevadas como horizontes de mármol y no parar hasta ganarle a las fondo). Rendicción de Babel, pero en concreto, el señor Dios confundió sus nubes la carrera, y asomar primero a unos labios morados de vendaval, a silencios con el suyo. Y en un guirigay continuo sin hueco y sin aliento ya vegas con sol aún y chopos ya arqueados a solas en arcoiris de viento sin no hubo manera de desentenderse. Ni espejo, ni pausa, ni sorpresa. blanco. Pero en las islas la lluvia cierra el círculo de la visión en una Laberintos de minúsculos misterios: estancias en que habita la maciza algarabía sola yerba. Una lengua áspera de viento le arrancó el pupila sin sombras. sombrero al mago, ale hop, y se destapó toda la historia. Y en las moradas * más hondas de su temido y amado laberinto, en sus infinitos corredores tantas veces recorridos a tientas en la pulpa buza del dormir sin sueño, En la cintura húmeda de la vida se espera. Melancolía de reflejos sólo había sola yerba. enrejados, nadie absuelve al murmullo de la lluvia. El corazón es una nana Ni abismo ni bruma ni más final del mundo que su principio, ruina que se hizo vieja esperando, meciendo un millón de añicos, vendimiando precoz en medio de sí mismo. Y unos dedos forjados y caídos entre asir el crujidos. Corre espejo borroso por los suelos, a mares, ausentes, que cielo y anclar en la tenaz cimentación del oxidarse sus trazos ilegibles de abrazan la cintura, húmeda, la vida, se espera. En el centro de la sangre el garabato sin lector ni ojo habitante. islote rojo crepita aún entre la costa de tejados de la mirada. Entre Fin del zigurat, dí que es eco de singladuras verticales, y que pasó el párpados de mimbre. En tornados de junco. El mundo susurra su pecado pausado rumor del viento, y que calculó tan mal sus fuerzas para de sueños. En brazos de nadie. Tras la rejilla estrellada no hay quién para alcanzarse multianimal de suspiros que se quedó encallado, en callado absolverle. En la húmeda, esparcida, melancolía, se espera, cintura, la fragor que no fraguó, madriguera sin misterios. Bajo el cielo abierto ya sólo vida. hay lo que falta y queda solo lo que no. Ay. * * Malecón Seistmo A Miavana se asoman de cuando en cuando fantasmas del amar sin ¿Qué abismo de revés enrevesado acoge el diluvio alado de lo sábanas ocupadas todas, que se están amando. Y tratan de imitar el primero en silencio? ¿Qué derrotas enterradas en esta geografía de disperso concierto de los besos, pero les saben a sal y se les rompe en sombras y fulgores abre los ojos en este angosto malecón de las raíces? gotas, y se nubla la vista entera, en su afán por alcanzar la talla de Luz en pálpitos de seda el Viento alcanza apenas, parpadeo, a señalarse hombres. rompiente más acá, rojo fragor mortal donde naufraga, detonación de Se asoman a Miavana, aupados de cuando en cuando, de tarde en cristal, la inmensa quilla alzada, muda, de los días. alba, de una voz de cerca desconcertada. La sola lencería del viento les Imperativo de vuelo, de tendida mano de copa en copa de sombras, presta dedos y siluetas de contraluz enguantada que acariciar, y se de fuente en fuente durada herida. Imperativo de sed, verbo confuso en apaciguan un tiempo solo. Eterno mozo confuso, a la mar en barandilla le substantivo de paso, encarnado en mástiles truncados de sí mismo, vuelven siempre las ganas de tentar todos los géneros y marcar todos los seísmo en pie se escucha temblar el Viento: sé tendido hilo de voz entre números de teléfonos momias en las rocas horadadas del malecón, y ínsulas carnarias de larvados rumbos. Pausado temblor de tierra ensancha revolver el cajón con taxis de los ojos y las ventanas entrecejadas. No sabe en sacudidas habitables sus perfiles. En minúsculos allendes, en el la lo mar lo que sea una falleba, y desconoce y le intriga el juego de diminutos aquendes, palmo a palmo ganado espacio de los ecos enraizados levantar despacio una esquina del tiempo en un preciso desliz de pieles en esfuerzo al anterior, al siguiente, por las cunetas sin niño del camino entrebordadas. Por eso enseguida se le levanta indeciso el la lo algo, o (mirada sólo sin don de adonde). alga, y se navega pretil en un breve embozo que quisiera prolongar a toda costa. Sé istmo fugaz, a riesgo de salobres sombras estancadas que almidonen flores en banderas, en cruces tallos, en plaza abrazo de raíz y Medio río nada más, por eso hay veces que se enfurece y la besos de simiente en monumento. Sé alma dada a riesgo de almidonada emprende a bofetadas aparatosas y blancas con su otra mejilla ausente, ceremonia de etiquetas. Que sale siempre el sol y a la sombra relojera de con la chopera de la ribera de enfrente del horizonte que falta y le hace tan los hitos se hace eterno el todavía y se padece y sofoca; que aviva la ancho el lecho y tan desrumbado, y tan errante su abrazo tan aplazado confusión hospitalaria y umbría el incendio caudaloso de los pasos. Sé entre olas, sin saber que han de ser al tiempo adioses. Y es que no sabe el ístmo, Mudo Marinero, se escucha solo, de rama en rama, el Viento. la lo mar lo que sea, y creído medio río nada más, por eso hay veces, y se enfurece. * * Calixto Aparición de Santa Ginetera a un airoso conductor de furgoneta (Estampa pía) La gloria sin cabeza, que ha hecho del humo su penacho. No la pena pequeñita ni el rincón de la vida, que es cualquiera de la esfera. La estampa representa la leyenda piadosa de la aparición de Santa Fantasmas de ecos oscuros gastan nubes por cimera, tampoco podría ser Ginetera. La santa, a la altura de las circunstancias, aparece aupada sobre ni han sido de otra manera. Y eternamente galopan su reloj de horas de dos tacones y un bordillo. El peregrino viajero aparece en el momento de la bronce, y marcan el regreso indefinido de lo mismo que sigue aspirando a aparición, redundancia en su propio beneficio que además de ser lógica eterno. Carrusel de muñecos vanos y terribles, insustancial tiovivo de debe ocultar una verdad jugosa en sombras de alegoría o atardecer o muertos que gobiernan la nave de la que sólo se salvan los náufragos. En rimmel. Puesto que el viajero va en la gloria mientras Santa Ginetera se su cerco sin salida a la mar que nunca alcanzan, que no alcanzaron. La sujeta los riñones del milagro, que es sacar de meter, y que comparte con innecesaria estatuaria de la espuma sí es precisa, pues no debe rendir los tipos de los bancos –no confundir con las siluetas del fondo, tal vez cuentas ni posan para ella gaviotas muertas. En ella sí que están los que ángeles rendidos o alegoría del infierno trilateral, escarnio grotesco de la son mientras están. Justicia integral, aunque su irónica misericordia de trinidad-. Lo cierto es que el peregrino devoto va en la gloria por el borde tangente se salga a veces del quicio de los mundos por venir a salpicar la del mundo, donde se le aparece a Santa Ginetera justamente cuando ella sed helada de los héroes con apenas unas gotas del océano de adioses que parece cansada ya de su asunción del bordillo y los tacones, dos duros virtieron. paraísos de asumir entrañas de otro, aun para santos jóvenes. * * Veoloncielo Oximoron Se le olvidó a un músico que se marchó al la, al allá, al alado lado de Servum servorum christi. Nada de amo: no sea que el verbo se allá donde las luces de los hombres prometen recompensas a quien les encarne de repente. Y al pie del henchido carnaval de las palabras traiga un jirón de sombras siquiera en que asombrarse. diminutos nos dirigimos al desencuentro, a la vez, puntuales. (La memoria O se arrojó al mar desesperado de la visión de otra ribera que jamás es un asfalto cubierto de signos raros, por la perspectiva, que en su caso sería la suya, aquélla en la que se es y se tiene nombre y balcón, y buzón. casi siempre es aberrante –salvo que algo ¿el amor? venga a ponerle alas-. Y no se pasa vaivén sin rumbo entre la noche y el día, entre el mar y la A vista de pájaro lo que no se ven son las figuritas, tú y yo vueltos puntos bahía noche y día mar y bahía, entre la bruta tarabilla de planeta y la leve suspensivos, esperando, intransitivos transeúntes. Al pie de la sarcástica algarabía nubosa de la lengua lengüeta de incomprensible armonía, de rotundidad del campanazo y el tiro, monos suspensos en la asignatura de escalofrío de oreja, de seso estremecido en paisajes sin relleno. la inminencia. Los tejados se tienden buscando limosna de agua para los Se le olvidó a un músico o lo quiso salvar un músico desesperado o labios sedientos que ocultará la noche. en fuga de la fuga sin fin y sin balcón y sin remitente. Pero ¿qué es? Una funda o una sombra o una puerta que se hunde o que se alza o que se está, sencillamente, en el borde. Esperando, o no. Contemplando acaso. El ocaso. Donde un arco de claroscuros le rasca cuatro notas a la vez, avezado de eternidad acordada. * * cornamentín, en testa coronada de responso y testamento, en los planos Asalto imprescindibles de la metafísica y el metro. Qué entre acto de pasión y antipasto de acción este estampido de historia estampado en histeria de Que lo más importante no se ve. Fuera, debajo, delante de las repetir primera vez ante la cuenca vana de la Máquina Ninguna, posando columnas los culos se cogen un frío nada retórico en la piedra de los para la posteridad los instantes enjambres del Rumor a manotazos. Arriba escalones, de los bancos, junto a cañones de adorno –ahora-. Dos juegan pasa el Viento su húmedo borrador por acullí, por acallá, y no enmudece al ajedrez, y el Viento en las torres. Universidad. En los aleros húmedos. entre los signos de piedra, y escapa por los tejados. Aufgehoben. Aupado a Esperando. El Viento. En las copas desmintiendo el intermedio ampuloso, lomos de sí mismo, blanco. inevitable, que se habita hablando de lo que no se sabe, lo que se supo, o La fenomenología del espíritu ¿no será el placer de rebuscarse en las se sabrá, quién sabe. En los bajos ondulantes de lo alto desmintiendo la heridas? Pero salud, blanca luz.... no devenir, advenir. Haz Viento. Por mil importante retórica importada de imperios con tranvía y con bufanda que hilos de voz, en fugas de alto fuste, por mil hilos de vez, ala vez, quisieron soñarse a su vez la otra vez, aquélla, la prístina y caliente de isla Viento, de voz en cuando, a veces, a sacudidas confusas, asaltos, advenir con mármol y sirena con tritones. Otra vez soñarse otra vez en otras islas alaluz, manojo, haz, Viento... haz donde el mar rezongando de espuma dejaba al fin partir al Viento solo, (Rhin, rhin, rhin. Todavía hay clases. La historia no ha terminado). Y tierra adentro, tras su larga jornada juntos, isla adentro de estrellas sobre rezongando de espuma el Viento sinfín se deja partir al fin a confines que fustes resplandecientes y de aleros húmedos de templos y de culos fríos en no entiende, Mudo Marinero enredado a voces, enmarañado a veces y los bancos, en las piedras de otra vez, a otra vez, de isla en isla, de vez en explicaciones de azul en triste figura de predicar como ejemplo a los que ya vez desmentidor de intermedios desairando airados impasses sin compás saben ignorarse como nadie. Mudo Marinero aterrizado que riza la tierra el Viento. Entre aoristo y litotes, entre diatriba y exordio destrabando el adentro, la isla adentro de estrellas sobre fustes resplandecientes y culos laberinto de forenses, recordando entre los huesos de la lengua la carne fríos en los bancos, tierno asalto de cristal enmarañado a voces, tramado a movediza de zumbido y parra de los dioses, entre ración y ración de razón veces en piedras de otra vez, a otra vez, de isla en isla, de vez en vez a sin corazón, de corte en corte y de choza en choza entre clase y clase. desmentir intermedios y desairar los airados impasses sin compás. Entre Acullá o aquillú del manoseado fresco del asalto, el Viento. clase y clase. Junto al cañón sin empleo, ahora, uno se enroca. En el intermedio. (Rhin, rhin. Porque la historia no ha terminado) Junto a la terca desembocadura de la escena en alto, en el asalto de la raíz a la basa, del tallo al fuste, de la hoja al capitel, del Viento al ciento, al cuando, al calendario. Qué vieja contienda. Qué mercadeo anciano. Qué ampuloso intermedio de ciudades fantaseando marmórea su cintura vegetal porque el débito es el débito y lo que dura dura, aunque en la palma está escrito que será fiel al que pasa, sólo, fantaseando sobre todo que no es todo- el borroso asalto de un recuerdo amante que abanique pero no rompa la sólida posición, el enroque en toque de corneta y * Partida Abuela 1 Fracaso de la inteligencia en el portal de interiores donde los niños De aquí se podría partir como quien sube un momento a casa a por muertos inventan junglas en las macetas y el sueño tiende palacios en las algo que olvidó, sin demasiado dolor, porque la mesa no para y es cuerdas de un paisaje de barrio sin afinar. Fracaso de la inteligencia que evidente. Aquí, al sol, los extravíos de sombra sola en paisajes sin nombre no deja tras de sí más que animales dolidos de una quemadura ni retorno no caben. La mesa está llena, las cartas contadas. Y a fin de desconocida, el tiempo, en la piel de hoja y barranco de la piedra. Abuelos cuentas las caras son un cambiante espejo de agrados y desagrados. escurridos en sémenes historias y patinetes para nietos que soñarán a su Érase una vez una tierra que alzó ubres quietas de piedra, éranse vez con llegar a su vez, a alguna conclusión algo menos transitiva que el animales pertinaces que alrededor congregados inventaban la memoria. El regazo de vivir, que este largo despuntar piedra en los huesos. cordero degollado o te mato con el as, la tangente interior por la que ¿Y qué habrá sido esta calle? ¿A qué asomarse? Qué estrecho patio, escaparse ha quedado rodeada, y si no se rinde, al menos titubea. Un rato qué colmado, el sueño, qué bolsillo sin monedas, pellejo el tiempo. La piel sólo, del alba al ocaso, sorprendida y cautivada al verse de pronto rozando de vista. La calle. La monda. el interior de una esfera, inconcebible figura, Fracaso de una inteligencia incapaz de resumir el todo ni salvar las tan sólo en signos circulante. partes. Condenados cojones, condenada fuga de la foca trotando en su En Miavana el muerto se reparte a plena luz, en cualquier sitio, y las pelota. Incapaz de mirar el ojo que despunta en el centro del dolor extinto. diversas incidencias de tajadas contadas constituyen el coro concurrido de Ya sin sílabas cometas, ya sin manos nebulosas que estrujen el regazo ya la historia. En Miavana el muerto se repite a plena luz, en cualquier sitio, sin ángeles ni leches, consumido hasta el final de la ceniza en mirada y las diversas incidencias de tajadas contadas reconstituyen el corro ardida entre renglones o partituras o raíles de abuelas traviesas recorrido de la historia. En Miavana se repite la luz a pleno muerto y los atravesadas en horizonte de negro mármol de inminencia. diversos concurrentes son tajadas incidentes de sombras en el corro. En Fracaso de una inteligencia incapaz a pesar de todo de pesar el pesar de todos, o calcular lo que vale la pena. Miavana nunca es lo mismo el mismo, en cualquier parte, y las manos incidentes se suceden en el plano tajado de las calles. Ni el gesto de engendrar ni el de matar perturban una escena en que * los mutis han quedado cercados en una burbuja que es el círculo de la desesperación vuelta del revés inenarrable, de la derrota tornada imposible envés de la esfera en superficie visible donde irse es adentrarse, y perder el tiempo ganarlo a veces, mano sobre mano. Y fuera, un dentro de intimidad intimada a caminar metódica a ninguna parte sin partenaire, viento varado solo, sólo sabe guiñar en cortinillas mecánicas un gesto de comprensión cada vez más oxidado. De aquí se podría partir sin demasiado dolor, pues la partida es evidente. Tal vez al otro fondo superficial de la visión murmure aún en Calcomanías faldas de despechos manantiales la burla del siempre convexo sin nuncas, que se ignora por tanto, y por tan poco sonría contemplando los esfuerzos Vienen de pasillos en que la primera vez rezagada pierde el tren del de manos tangentes por alcanzarla cercada en vacío centro. Tal vez en ese por lo tanto y los contornos, confusos alrededor de una calcomanía recién detrás de enfrente, al fondo de las manos y las veces, contemple el mineral llovida, ¿yo vida?, y se queda en el andén de trasatlánticos somieres de carne con círculos de asombro su propia redondez convertida en infinitos y tibios, viendose partida en chucuchucu de palabras hacia premio. O tal otra la recta perfore aquí enfrente un atrás de rumbo y calle empresas serias. Pero el álbum de Las Cosas ¡es tan grande!, y hay que en la palabra. Tanto da. En Miavana el sitio se reparte en pleno muerto, a encontrar el cromo que falta, ¡adelante! Y tan henchido de banderolas, cualquier luz, y jugar o mirar bien barajados constituyen el corro ¡cómo no, si es la tarta de cumpledaños del Animal Estrellado! inamovible de las calles, entre órbitas calladas más allá y acaso un más acá corto de objetivos. ¡Hale, a enarbolar la yerba! ¡La gloria! ¡Las hebras de la inasible sustancia del durarse! Hale, a endurecer blanduras, que se tengan. A algunas un secreto agujero les susurra sótanos aún, y siempres. El tirón * de izar quiendura aún no alcanza sino a alzarles sin desprenderles ni gota, campanas dulces o pechos iglús, depende. A otros, un inesperado mástil les empuja a las alturas, izados en su burbuja flotan años a través en la inmensidad de la pompa azul, pif, un día. ¿Pero cuál? El día señalado. El día tatuado. El día abanderado. De papas o de frijoles, de matrias o de arreboles. O de arrabales de abultados taruguillos de calor que no se caben, ya, que todavía no se sobran. El día cualquiera que una calcomanía se arranca de un pasillo oscuro sin género ni número, y ¡hale!, cabe las estanterías, a lo largo de los nombres de las hebras infinitas, hacia la puerta. Hacia la puerta del Álbum. Donde aguarda un breve guiño que regala sin alardes el cromo que faltaba. * Descaro Ecce Momo Si se diera la vuelta, al menos, se le vería la cara. Así, de frente, se le Todo el año es carnaval, más caras las fechas, o menos, mas para ve sólo la cruz. Señalado lugar de aterrizaje del verduguillo paulatino, todas hay ocasión, Miavana da lugar a cualquier figura, los museos ríen en tiquitaque tiquitaque, déjame a mí que saque, ¡pero si yo era tú! las esquinas y por las galerías comentan las olas curiosas la errata En Míavana guardan los estantes barquichuelas de corteza de pino impronunciable del reloj, que es leló y es chino, los títeres sabihondos se talladas a navaja con torpeza de muchos años de abrecartas. Y cometas de mueren de aburrimiento con sus espléndidos trucos y las gaviotas cañas y sábana en jirones prematuramente envejecida por falta de riegos aplauden fuera de sí, de no, de todo tono, al pelele deshuesado y la broma tibios, toma ésta, es igual, total no se va a usar, gracias mamá. Como el sin mañana, crecen las obras maestras entre los párvulos, y los entendidos famoso bateador, el cid campeador, el navegante sin miedo o el astuto de pie se pierden la corrida, en tanto diestro el sol calamar de luces consejero. Sólo se usará el oficinista. El faquín. El jorobado, no te joroba. modela inestantes por cada instante, y por hallarse sombras en un Mudo La res pública con la cruz marcada a fuego, lento. Marinero el verbo se hace poste y embrollo vegetal sin solución se Si se diera la vuelta, asomarían todos por el vano con tortícolis del crucifica. cuarto de no estar, para jugar. A mirar. A no tocar. Que es falta. Que es ayeres. Que es aquí eres y no es más que una espalda. Que es soy y le pasa la pelota a mañana, que de espaldas contra el muro gris lo ignora. Y ruge el estadio entero de las estrellas, enfervorizadas, y el Oscuro Puchero con los humos se levanta la tapa de los Esos. Y se asoman todos al Niño en confusa vaharada, no es nada, sólo queríamos jugar otro poco a todos. Con torpeza de escribanos a hacer magia. Con la chepa de las cuentas a aguerrido dromedario. Con la cuerda tiquitaque del calendario a la comba de espumas, ¿papá, qué es un paquebote?, pues un barco de goma, por si se ponen duras las olas. En América los hay. O en Yanunca, que es el pueblo de la Abuela. Pero pónte ya, que te paso yo la bola. En Miavana guardan los estantes mentiras piadosas como espaldas genuflexas ante la hornacina del centavo, que no se le vea al santo el rabo. Asomados por el vano vano de jugar a mirar, ruegan todos que no se dé la vuelta. ¿Qué cara iban a ponerle al ver que no la tiene? * * en jirones congregados arrastra por el asfalto el pausado entretejido de los Multitú gestos que hace raigambre fértil el vano mucho de la arena. Multitú por el desierto busca Sinaí que le devuelva su sombra de montón alzada en eco ¿Qué miran todos? Su ausencia. Pero su ausencia en figura, coja, tonante. Filo del inestante, el trayecto congelado se desliza en avenida de tullida a palabras que prometen. Una venida. Una avenida. Partícipes espejo pendiente, y en las orejas del Marinero quedan solo adorno los presentes instalados en participios pasados. Comuniones caducas se gritos sin atrás de las gaviotas. encorsetan como pueden el único perfil del multitú. Pero el yo protésico se retrasa y nadie les dirige la palabra. Será viejo. Será otro portavoz del verbo, y otro anuncio. El anuncio de su santidad. El anuncio de su perfección. De un pretérito perfecto para sagrada horma del presente: ha venido. Avenida. De presente multitú que se da la espalda. Que se desmira. Que se desvive. Miavana, ciudad del hombre, es un guante del revés que se vomita en besamanos harto de esperar que se la besen. Y aprende a hacer que odia su callejón rezumante de miradas y susurros. Su húmeda hendidura de recepciones y palmas. Su callejón del gato, inminente siempre, y sabio. Su sestear de perro escarmentado de tanto roer luegos sin carne, correosos participios pasados en corsé de carnes fantasmales. Miavana es un ombligo con pestañas hacia dentro buscándose el Viento. Que entre tanto espejear de amplio espectro se peina en finas hebras de cirros y palmeras. Que entretanto aquí abandonado se dispersa en ceremonias sin testigo de charcos y epidermis. Que tan bien añora el juego de quererse anatomía completa del anhelo que olvida que está jugando y por su parte prieto en banderín suda y no vuela. Lo que falta en la suma es el total. Mas no le basta al multitú para la dicha de hallarse dicho el vacilante rumor del Viento o del aliento, la mirada pavoreal volandera de la espuma. Y la esfera de su espera se le cierra en un espejo de luces asombradas y ayunas lentejuelas, donde la vela del corazón engendra monstruos y su aliento alumbra vaguedades. Falta el total en la serie larga de cruces y de abrazos que pespuntean las cifras inestantes. Y su promesa venida desata en avenida inmóvil el intangible peso de las tramas volanderas que hacen hogar de estancias, y * De Miavana no ha venido un barco Cópula cargado de singladuras en las nubes que sólo los ojos escribieron Ellos, siempre ahí. Tras el escritorio y el que escribe. En el centro de perezosos, una y otra vez, en el envés de las veces con siesta y moscardón. calles y renglones. Ellos sin nombre, o con uno gastado de antes de Boca arriba llena de siempre porque la sólida ruina almenada de otros se Danton y los derechos del individuo. Ellos bestias deslumbrantes o verso lo permite. Cabe el castillo que no se dio lugar, donde el vigía que no se bufo, o incidente en la palabra vagabunda. Ellos sin almohadas arrugadas dejó sitio los sueña todos, roda liviana de espumas sin fundamento. Y ni baldosas empapadas de mugre y de simiente. Ellos solos, ellos astro, deshoja la rosa nebulosa de los ecos sin levar las amarras dolorosas de ellos antes, ellos sótano inerme sobre el que vive un quién vive. una pregunta. Cierto, sin cola de habitaciones de alquiler ni poemas sucedáneos de Oh sí, cargado de los dorados caramelos de lo impreciso. Oh sí, de dondes habitables. A lo más, pulgas. ¿Recordarán las uñas tras de la rumorosas estancias, de aromas vagos, de morenos cuerpos entregados a oreja? Esto no iba a ser así, qué mosqueo la memoria. Ah caros recuerdos, la ceremonia del sudor sin pasaporte. Atestadas las bodegas de contornos cómo pican. El ecuador se cruzaba donde se olvida el nombre de un abismales como espacios a pico que hacen tajadas de tiquitaque el dónde, cuerpo amado. Empieza, entonces, este ralo hemisferio del superviviente. oh sí. Ni los orgasmos con Beethoven han valido, ni las galaxias Con su pesada carga de liviandad que se evapora aguarda. Mecido transitables de rostros con farola, ni los vertiginosos patinajes de cometa entre podridas mantillas de dinosaurios muertos. Arrullado en la bahía de acometido en lo hondo de la voz, lo somero del rizoma, a flor de mundo, los presentes eternos. En el murmullo redondo de perpetuas inminencias. ¡tan abajo! Al cabo ellos persisten, ellos centro, ellos nife, ni esperanza, ni Pero entretanto la luz huye sorda. Con su hatillo de colores a la espalda caridad, ni siquiera resignación donde no hubo signos. Y lejos la corteza de del azul. este fruto nebuloso asiste al tiovivo de espectros con cumpledaños. Paseantes contornean la corona cariada de atalaya que a hurtadillas Pero ellos no pueden meter la pata ni sacarse del bolsillo un roe su más acá nuestro de cada día. El viaje crucificado entre aquendes y descolorido billete de autobús, capicúa como un 69 o un par de historias allendes se acomoda oxidado a su pasión, y razonando en sus muelles de amor (geminadas por el canto insufrible del que perdió y asoló, del que luego entonces ahoras organiza una bonita compostura de tangentes y los pidió y se negó, por ese canto negro de pez sin volumen entre el planeta perdona a todos, porque no saben lo que hacer, ni lo que hacen. ahogo y la apisonadora ausencia que debiera unirlas en la nuca transitable de una foto de carnet). Por eso la ingeniosa, el pudoroso, el * ajetreado y el trajeado, el peatón y el motorizado, trilirililí, rodamos por el invento de los ríos de Asia y los calendarios, de las infancias y los mañanas sin podernos despegar la distancia de reojo o de embutido de pavor bromitado en chiste que nos une. Sin poder siquiera con un cachito de palabra pontón vuelta acera sin amarras descender del tiovivo a su tierra firme del calor que suelda. Cópula sin predicación que valga, queda el nombre correa boba entre los dedos del figurín, y el bozalito y el vozarrón que airado se reclama Abuela 2 propietario. Ni siquiera la ventana de los trenes ni la Heroica tocan este puerto sin lugar donde el ancla de los vientres se abisma en el revés de los Del tesoro de tu vientre poco saben los imperios de extensión que plazos extensibles como esferas y hace fondo en figura de pálpito solo al inauguras y concluyes, isla de adentro en el naufragio de las cornisas sol. doradas y el estruendo de los pasos. A lo más palomas en la mar del sueño te predicen, galas hacen ajenos ojos de la frontera de espumas que te ¿Y no has tirado piedras tú a los perros enganchados, Marinero? Una vez, sí, pero antes del ecuador, cuando aún la singladura de latir esconde donde allende quillas voraces yaces, callas, y aguardándote en abrazo de mirada posada un segundo sobre tu costa guardas. guardaba en su camarín de porcelana las cartas del otro mundo. Luego ¡Y qué extraño labrantío de velas te pretende, noche a través, llegó ¿de dónde? la pedrada repentina.Y la frase se rompió en espuma de denominada! ¡Y qué tráfago feroz de planetas abreviados en minúsculas sílabas sin amo. Sin temo. En cáscara azul sin rumbo. momias doradas de tu cintura, de mano en mano, te confunde! Pálpito Amo. Amo. Primera persona que asciende al segundo a segundo, suspenso tú, laberintos de cicatrices rompientes ya rompidas en faltas sin ¿qué ha sido del cabo que asido me sostenía sujeto? Antes del siguiente, maestro te invocan y sonríes, sin trazo en tu presencia de no ser, del seguirse mecanismo puntual de hacerse tarde. Antes de la hora, insoslayable, el dulce tajo de gaviota en el melón azul de lejanías, o un después de todo luego. Amo. Palabra entre dos caras, palabra que reclama paréntesis de palmas sin destino. a sus casillas a los perros para que ansíen salirse, que la cópula deshace Si una entre las velas urdió cuentas de cristal para el engaño que tu inocencia leal volvió rubíes; si una entre las sendas de los ecos tocó en tu para que dure el aullido. corazón de ensenada la cuerda de horizonte que tornó en inmensidad tu Perra vida, ¿dónde te metes? * escalofrío; si asolado entre las olas un ser sólo aprendió asombro de son entre tus sombras, si al pie de la letra cumpliste tú el camino que en pieles de aliento sin tu allá se figuraba, errante desbandada de los vientos, estatuaria de gloria y monumento, si en sílabas vivas pronunciaste el ancla inapelable de los tiempos, si tu vientre se prolonga en otras oquedades de acaso insostenible, si mi si tan sostenido sin acento ni pendones, si tú, yo entonces... * doblado final de las cervices. Y los monitos que estrenan herida de tiempo Al margen le llevan cacahuetes que se escapan de las manos como senos prietos o palomas de selva presa. Y heridos ya maduros de vez en vez aún vuelven a El siglo de las luces toca a su fin, y es un esternón en su barbilla asomarse a su grotesca rumia de frutos secos pese al diluvio de bombillas adormecida. A su lado mira la que seguirá mirando pasar ciclistas alados instantes, ya sin día al que instar, que está cayendo, y un restante gotear como nombres, la parca en palabras que no duerme. Mira la ávida el de distorisones. Y su trompa por el barro puntualmente regresado palpa a tráfico de apellidos por su vientre negro de pez. Sigue al velociraptor de su sílabas tentadas la infranqueable epidermis de un mensaje redondo, corazón que persigue un bulto o una quimera, el automóvil que no se desleído y sin remite. mueve por sí solo sino a pulpa de reptiles muertos. Un sepelio de siglos en ¿Acaso le sirve aún el balbuceo de linde y de criterio para ordenar la tartamudeo de explosiones racionales, racionadas, pasa fugaz por la incesante procesión de las hormigas entre sus patas salomónicas? Barritar mirada azul de la que seguirá mirando. Las luces, por su lado que es el de abanicos de luz sobre los mares, no, sin duda. Alzarse surtidor de soles en él, declinan. Responsabilidades, ocasos y otras ilusiones ópticas. En triunfo del remedo por desiertas medianoches, nunca ya. Menos aún, espigados sucesores que iluminen multitúes en su camino a la espera. enredar Quedan las islas sin faros de la civilización. La inaccesible cámara jugosas carnes de la tierra y arrastrarlas a la monótona maquinaria que acecha tras los labios. oscura donde velan los Muñecos su sueño eterno. A un lado de la calzada Llanto de bombillas de días sumergidos tras pupilas sin balcón plana con emulsión de impresionables. Se extiende la humanidad sobre la asoma, acaso, por la punta cavilosa del viejo elefante eléctrico. Rostros que tierra y en un parpadeo pasa su vistazo de soles el Aquello. Se extiende un revientan ampollas en el durísimo pavimento resquebrajado del espejismo hálito de humos regulables sobre el hueso y a la piedra le crece tiempo. atestiguan el invisible enfriamiento del planeta detrás. Se extinguirán los Probóscide invisible replegada contra el pecho, ¿dónde ponen los elefantes dinosaurios para llevar puntuales frenéticos turistas a su sábana de el ayer para dormir, y soñar tal vez? Presumiblemente presumido algún nuevas citas viejas con la piedra. La cortinilla estrellada acabará su farol recita a Shakespeare para sus adentros fundidos. Nombres entre parpadeo y la foto estará hecha. paréntesis de torsos apretados rezuman mosto de días. Patas alzadas de perro saludan el confuso advenimiento del reino del único año pero mil veces. Reverente se instituye el imperio de memoria. Y los ojos de las nubes fueron felices y comieron cervices. Se resueña otro abuelo en funda de piel negra. El suelo del asilo estaba empedrado igual de ahieres. Otras eran las rosas, las paredes y las luces otras, y el eterno multitú por los pasillos salmodiaba su inconexo balbucear de zapatillas. Pero igual el calendario desprendido con los dientes y los pelos formaba parte ya del barullo aún cercano. La trompa del animal memoria es el único apéndice que crece sin menguar hasta el * La mirada de vidrio sin ocupante en desiertos verticales donde Chou momias de abismo con antenas emergen bamboleantes, sin prisa, Hacia la puerta de al lado el mono cansado pasa sin mirar y arruina el inefable chou de las cinturas que se ofrecen de horizonte a la escurridura universal de la espermanza en un manzañana mejor, en el quicio en que se secan del que se sacan los labios húmedos de fantasmas neblinosos, divertidos, sin más gravedad que la que atrae al fruto carmín de la metáfora a la trampilla, caliente, caliente, de la toc, calavera, inocente, inocente, pura mecánica grave de Nuevotono o Newtrova. Hacia la puerta de al lado de la calle indiscernible del tiempo vaya un hoy desollado, vaya un títere de arrugas, siempre tiene que cruzarse en mitad del chou, vaya bayeta, vaya pellejo, a enjugar el empapuce global de la mirada instantánea en zumo de carnolvido, millones de miradas mariposas que se ciernen invisible mermelada de ciudad palpitante ante tal portal donde el ojo se hace carne de antepechos para habitar entretantos. Y al remitir el diluvio de lentejuelas primogenitales el hambriento animal sueño se halla perdido rebañándose piel en un plato mondo de huesos, el ayuno animal sueño se halla otro, segundo, rebajado, a segundo, entre dos manecillas ajenas siempre y hastiadas ya de presencia tan semejante. Y al remitir el diluvio de imparpadeos centelleantes la piel de gloria descubre el esqueleto de mirada que sustenta sus estancias incitantes y sus instantes patios, y no obstante el deseo guante del revés abofetea las mejillas del cuadro y le desafía a un velocísimo pálpito mecánico, ah, donde se descorra instantánea la cortina sobre patios interiores de los nombres y un afuera de aquí descubra embustes de memoria, ah, donde se corra instantánea la cortina de sucedidos portales y fechas numeradas entre labios húmedos en el quicio del chou que contempla ¿quién? insaciables, a este remitir de portal en portal el diluvio centelleante de animal gloria, animal guante... (¿y quién diablos te mandaba, Marinero, hacerte un arca?) * momento emergida, mas no para que la holle el mono saltimbanqui que Autoretracto del Marinero, cara al Viento todo lo desoye menos su baile frenético entre las formas. Silencio sin defensores, al borde del amar de la memoria la carne se Qué listo, Calixto. Sin embargo este lugar donde vacilan las rehúye instrumento de sombras y presente calla. imágenes, entre la tierra y el mar, ¿cuántas veces ha servido de amparo al hambre? A la soledad del que cree haber llegado de nuevo viejo adonde ¿Y cómo que “la estampa representa...” ¿Representa? Paso atrás, siempre se acompaña, ausente. Si se rodea el pedestal y se mira hacia comillas, distancia ya no jugada, sino hasta el juego. La contemplación de dentro, al continente contenido en la espuma, como siempre, esta ciudad la estampa como estampa se alza y se interpone, pánico emparedado, es La Habana y al que mira se le caen las pretensiones como al prócer la cuando aparece la figura humana por antonomasia, por tanta onomástica cabeza, con rara frecuencia, justicia y facilidad. Sublimidad permanente arrendada, el perfil sin cara de una cualquiera. El bulto sobre el que se de los bustos frente al mar, perspectiva desolada de siempre o nunca: monta insoportables honduras. Empacho del simbolismo contorno. Desconchado, representación, la ficción del teatro sale a relucir cuando sale a oscuras la el muro negro ofrece unos cuantos huecos, escasos pero ideales para jinetera: ¿sucinta historia del verbo? sentarse a comer un bocado al amor de los ideales. el milenario garito de la diferencia. La distancia de la Paladina radiografía del Marinero. No es aquí un capitel ni un suelo mojado ni un pantalón colgando, a no ser de sus caderas. Es la imagen del ¿Y qué decir de la acera de las raíces? Al alzar con sublimidad imaginar la que se presta a este juego de fantasmas. Es sobre la ficción zoológica la mirada de la máquina, dos gendarmes miran asombrados insondable del asfalto tangente sobre lo que esta prosa versa, da la cara, como la historia. Con razón esta tan vacía la acera de la simbólica, con es ser ficción la verdad lo que finge. Es de cosas que fingen fingido lo razón tan despejada de humanidad y otros opacos. A las mismísimas humano de lo que se habla, trucado el mercado del trueque sagrado de puertas de la Seguridad definitiva, ante el sagrado ministerio del interior cuerpos y voces. Aquí, en este siguiente peldaño de la escalera en que inexpresado, ¿no es lo más lógico ponerse a buscar raíces? Demasiado nadie me sigue, ¡tan de cerca! joven el primero, el otro cano ya y con perezas para reaccionar al escaparate sin escapatoria, a su espalda un clic asesina toda retaguardia argumento antes de que siga el viajero imperturbable acera adelante de sublimidad en espejos sin culo. Por eso con pantalones, por eso es una ¿Raíces? Cuando alcanzan la hipótesis del objetivo trucado y la conjura estampa de vana ciudad imaginada y no Miavana, ciudad imaginaria. Culminación extranjera de palabras y miradas, ya ha doblado la esquina. ¿Desde dónde, tanta lírica y tanta contemplación?... Desde el lujo metafórico del libre desplazamiento literal de los sentidos. ¿Y confesarse mirón que al amparo del crepúsculo hace a la amiga instrumento? Silueta humana, silueta querida, silueta muda al borde de un tejado suspenso, de una casa submarina de ilusión y luces sólo, por un * del Multitú 2 Marinero de mar bella, aroma como a sé al día, mira empero que amar calla, que tu oficio de pasión no tiene nada que hacer ni en tu vida. Hablar de imágenes ausentes es rozar de palabra más o menos Que si entras en escena al Gran Actor arderá Troya para apagar otro breve anchurosa la apretada tibieza de los cuerpos. Encerrarse en la inmanencia picor de alcoba. Que si describes el acto desde un palco de memoria le a esponjarla de inminencia. Mirada Miavana, un subproducto pretencioso robarás el aplauso de carne en que se traman quienes. aunque avezado constituye la réplica a la que intiman las formas: de fábrica oyentes y locutores, y su mirón acoplable la cacamía parlante intimidad y sujeto (al sujetador cósmico, por su puesto flotante), superviviente en sus botes de informol y tremendina al naufragio de su tempestad e impulso y otros borborigmos románticos. Negras figuras primera erección; y sin duda que se duda con razón quien se ha de llevar juegan y se enrocan en los cuadros de memoria: interiores del Vedado, la palmatoria en tal concurso de sombras, un ensayo sobre arte o un donde la cámara oscura con estrellitas sólo tiene accesos de palabra. postema con erratas que insinúe logros el errado en algún local con Es el culo parte crucial de la anatomía del animal espejo. Ojo ciego, contrafigura en la visión del recinto en que se produce hombre. Mas no es Ya trae el saber humos. Pero mira, Marinero, aroma como sé al día, que a tí no te dan lugar ni flores ni narices. el culo residencia del sujeto trascendental. Pese a Ticiano y Velázquez, ni Si cupiera hallarse a ciegas estatua y escultor, y mirón mirado Venus ni el pintor alcanzan a plantarle cara al culo; alcanzar, lo alcanza acompasarse al mundo en la mirada distante hasta inexistir de un verbo sólo otra mano. Ahondar el retroceso en el espacio helado del espejo tan sin personas numeradas; si cupìera el juego trino que fuera canto, filo de sólo da cuerpo iluso a la ilusión de huirlo y dejarlo atrás: en las papel, tangente en que habitamos un verbo indecidible en el tiempo... mas mismísimas narices. Figuración del fondo que úberrimo sostiene el el anuncio de tan hábil urdimbre que tramara ¿cómo lo habría de hacer espectáculo, la ubre es el sostén, el rostro el velo. Ni en el actor ni en el ver el cuadro? ¿Cómo, que ver y decir, que sentido y sentir se casan a hecho se cumple el sueño, sino en el acto en el lecho de inestantes sin veces a voces, en silencio a veces que son instantáneas celestinas aquendes, sin allendes ¿De qué río pues? desechables, sin ingresar eo ipso en algún honrado gremio de latinistas, (Mansa carcajada de espuma en curso que se prolonga a toda costa). Multitúes o solilocos, avenidas ya venidas son ahieres, equívocos presentes de caras ausencias, e inconfundibles. Los remansos de mirada pedantes, inductores, seductores y otros guías? (Deberías poner, entre paréntesis, una saneada tienda de anzuelos, interrogantes y demás artículos de pesca) son hermosos de milagro: estilo o teoría, de intento son estanques, lugares Hablar de imágenes ausentes. Encerrarse en la inmanencia a adecuados como nada a la cría de croar y ancas de rana. De salto en salto esponjarla de inminencia. Mirada Miavana, primer movimiento del por el escalafón del fango tras el zumbido de todo o sembrando laberintos concepto, un subproducto pretencioso aunque avezado constituye la en círculos de bellas partes, donde parece estremecimiento el alboroto que réplica de sombras a que intiman los cuerpos. Multitú y Marinero. producen en un curso extraviado los brincos de animales pesados y diminutos. vertical de inestante repartiendo amuletos y bocadillos. Va a empezar la (¿Y qué haces con saber que la mar aguarda? ¿Que el amar derrocha? (Pausa para publicidad, transitan diversos filósofos platija la planicie ¿Qué viceversa? ¿Pescarte por sorpresa con un jugoso interrogante, trenzado al cabo de un hilo de voz?) segunda parte del encuentro: que sabemos amañado, aunque jugamos a olvidarlo para entretenimiento de la empresa). * Cancerebro (Tentación del Infierno quedante) Monobandera del Marinero ...y el mono de piel de noche desencantada da la espalda en el umbral a cuentos de hadas descascarillados por el diluvio de barrios de Bandera volandera una Ciudad sin centro, suya, vana, pura corteza mirada azul en el césped ave nido ha venido a la avenida, negro con estrellitas. Y doblado el cuello del peso de sus certezas vanas, ala venida para enseñar a la enseña suyas, espera nada al borde de la acera que tampoco, ay, entrelazando los a ser a la vez, aire y piel, vuelo y destino, dedos en oraciones o celdas impronunciables (Acaso en lo imperceptible continente contenido en el perfil de un aliento, caminen otros hacia estuarios, bahías, rumbos) geografía de una ausencia, y viajero. Atrapado donde al borde sólo cabe desear ya ser armario. Ni siquiera celebrar las glorias del remiendo en cielos de naftalina. (Ángeles famélicos Bandera devanadera roen la imitación de astracán de un sueño de laberintos) ¿Y no se podrá de un hilo de voz pendiente, entretejida ser seráfica polilla? En su quicio de ahieres el cancerebro se ha muerto de en abismo habitable sin sustento, aburrimiento royendo su hueso sin abrir hueco. A sus espaldas los vaivén sin ocupante ni trayecto, condenados no quieren salir bajo ningún concepto, instantánea perspectiva, ala redonda, sino en andas, ya dorados, y en la clamorosa mudez de las estampas fingen quietud con la vida entera. grotesca explicitud de la memoria. En su trípode mofético mofetiza malolientes porvenires ya venidos, y desalentadas letras gusaneras se Bandera lavandera retuercen de memoria en frescos infernales que son planos sin volumen de sucios crucifigramas, victoria que latir, planes sin manos. Separados del distante estante del horizonte frente a enigmas calendarios con legañas por el fino infinito de una mirada naúfraga en su confín sin fondo. blanquinegras, gris enseña (Pero en la noche las negras órbitas del mundo hormiguean de entreacto en equilibrio indemostrables chiribitas de plata y entre guiños de cansancio se (dentrifugado bulto de planeta): restriegan dédalos los cráteres urdiendo otra travesura) en piel funambulista de historia y cicatrices (Pero en el cielo –raso- del oscuro paladar retumban turbios pasos de sangre de más allá, angular y colorida, por corredores aéreos entretejidos tras los tímpanos de un templo de afueras) (Pero en la piel cenicienta darán las doce cicatrices broncíneos esplendores de fuga al clamor de lo restante, invisibles planos que a ninguno correpondan en esta procesión de los ídolos, que ateos se recitan dioses de memoria, y no acuden). * tejidas y quejidos, de quita y pon, persistes. II Renuncias Renuncias al combate perdido de antemano, de ante pie, de anteayer ante mirada quieta abrirse abismo sobre abismo de ahieres inaccesibles, donde un tenue patinazo del acento aún delata la tentación de habitar. Renuncias al disfraz de las historias que no suponen más que el zumbido de las moscas, el olor a faja vieja y despedida, el vano referir a esferas muertas, a heridas secas, como quien dice nada. No vela, sueño del amar despierto a los paisajes sin alba de piedra y de penumbra. Nada de tumulto y polvareda, nada de retales de carne en rebeldía consolándose con títeres de niebla en la tenaz ceremonia del bautismo sin testigos. Y sin embargo tus puertas, una vez y otra, Miavana, incitan a cerrar el tramposo trato del rescate. Laberintos de párpados descubren al pasar pasillos de pato torpe, menguantes cuartos de estar estado, alcobas bobas encrespadas en ecos de piel a nombre de ningunos ¿Qué atrás no calla la calle de cascos y polvaredas, de vientos y lagartos? ¿Qué insondable esqueleto de brocales acoge en sus regresos al curvo cubo del ojo desletreado, desleído, descarnado aun del azul en que la noche planeta se asoma a sus entrañas niñas? Amujereado abismo en que se mece la oscura carne de compás que cierra el círculo, un húmedo temblor de todavía a flor de fondo arrastra los senderos al cerco inexpugnable del vértigo arrostrado en que nacen cielo, lejos, los espejos. ¿Y qué osado paladín de qué cruzada portezuela de cuál memoria otromóvil plantará regado con qué sangre ajena su pendón en tu desierto? ¿Qué destreza se valdrá en tu palenque sin dóndes de qué don, de qué apellido, de qué voz de los muertos que aúne a los fugados? ¿Y cuál dios se atrevería a hacerse hombre en tus portales? ¿Y qué burro alentaría aún con esperanza y sin aire tu berrido helado? Ay, negrura. Único amor, Miavana, insondable animal de raíz y callejones, que al mujer. Que es la brújula quien conjura la hechicería ridícula y minúscula fondo de tu cuarzo aún escondes en los huesudos muros de la estrella una de capitanes en ese vagar que llaman metáfora quienes atienden sólo a los hoja clausurada tras cortinas de arañazos humillados. Que la blanca extremos del atracarse y partir. avenida suspensa que allí aguarda no conoce término ni cauce. ¿Y no será todo esto bálsamo de vaivén para capones nostálgicos? ¿Taimada consolación de adelantarse al fracaso cierto de la empresa * Tentación teológica: hacerse presente en el mundo. Sin precio ayer ni compensación mañana, hacerse presente mundo. Regalarse. Descartada la novela del Timonel Borracho, el libro de derrotas del eligiéndose hazaña no hacedera, y por gesta la perpetua gestación de gazapos en los montes?¿Se juega la vida o nada el bufón que desafía a combate singular a una hueste entera de acreditadas armaduras con facciones permutables? Y de creer esta insensatez que tan garboso repite, Espíritu Obsoleto –disuelto en vino y se fue por un mar de llantas, quillas, ¿qué diferencia habría? calles-, queda la tentación profética de oficiar de airoso palanganero del Otra cosa no es, aunque lo parezca, preguntarse por qué una y otra vez Autor. Si eso es poesía, recreación del mundo desafinada in re, acaso no deriva en las imágenes el intento de pensar el arte de marear ¿No sería les falte razón a quienes llaman novelista eunuco al poyeta. Acaso no sea modesto y juicioso empezar por echar ancla, recurrir a los conceptos, abrir razón lo que les falte. Caballeros de la Tenaza, acaso sea sola gloria de surco tras surco, sembrar retazos de verdad y aguardar cuidando fruto? humano su tenacidad que persigue entre las olas invisibles rastros que Acaso el Marinero, por una vez (¿pero cuál?), no dejara seguir la inventan. Prestidigitación de memoria es la historia; treta de poyeta ésa reprimenda: es que la tierra entera la ocupan tropas de palabras que sustenta no velas, sino ya tiendas ancladas, nomadeos de raíz mercenarias; es que desertar del país de los abuelos y sus linderos amados artificial e industriosa. pagados con sangres, y hacerse al desierto o al amar, es la última No vela, pero velado sueño. Que sigue el pozo cercado, defendido el resistencia posible a la invasión de títeres sanguinarios, de informes caudal y administrado por fundadores de linajes fantasmas para puntual morteruelos palpitantes de avidez embutidos en corazas de ojalatanto; es regadío de sus nabos y arrullo de asnos sujetos, en sarta interminable de que desde que se diera el valor de hablar por hecho, la suplantación del crujidos, a un artefacto que empujan a ojos vistas, a renglón seguido. viaje por el souvenir y la memoria blindada ha atestado el país de la Puede que el poyeta sea diminutiva prótesis del eunuco poder sin acto. Puede que sus lunas navegantes sean espejos sólo de la potencia que se quiere a la vez todas las veces, de una voz por todas. La cerca de una huerta, el manojo de horas vistas y no vistas, mas contadas, la espada humilde de unos cuantos nombres propios prestados tiene entonces la única verdad de nuestra farsa frente al imperio que sienta sus reales irreales en la campaña continua, en la avidez sin fronteras. Puede que la mar este de más, pero está además la ventura de regalar espejismos sin heredero ni dosis. De hacer presente el mundo de una vez sin vuelta como se desnuda de una voz a la gacela para atisbarla palabra de fetiches dichos y hechos de la dicha de decir. Es que el Verbo aparcelar todo el verbo. Tu fuga es pues pusilánime excusa. Sácame de se ha hecho silicona sustantiva y habita entre nosotros en sagrarios bajo aquí, que yo te ampararé. Y triunfarás, y fumarás puros o tendrás clave. Es que las ciencias humanas por su objeto se han hecho tan chistera. Y tu navegación por amarillentas viñetas de infancia ganará el inhumanas en el quehacer de sus sujetos que sólo cabe mostrar con alejarse el horizonte que expenden en postales. Es que es vano desembarcar en pleno multitú y tratar de predicar al predicador que el lugar común que ocupa está en quienquiera, con que quiera. Y que además el desierto aplaude a palmerales sin frutero, y la mar a olas que van y vienen, sin oir tasado, a quien decide reclinarse en sus divanes a decirle al cielo sus ahíeres de incierto propietario. Es que las calles instantáneas de Miavana acogen tales retales y cuales cualquiera, ciudad de afueras sin centro y náufragos de la última palabra que iba a llevar la historia a puerto. Es que al irse por las ramas de su árbol sin genealogía la mirada se topa con las sombras de los pájaros que no posan para la foto, pero en alguna se posan, curiosos, y en ese préstamo redondo de espejos mutuos el interés se hace presente y se abona en el acto: en la sombra de abismo gozoso y azul que de sonido en sonido lo prolonga aún y empuja al vuelo. * ¿Pero es que alguna vez fue esto distinto? Adentrarse por un pasillo cualquiera, tras una puerta cualquiera de un paisaje de fechas cancelas y dóndes portales. Abrir una habitación de viejos terrores polvorientos y tuertos (se le cayó un botón al Muñecote en alguna brega dulcemarga de jergón manado en brazos): ¿pero es que alguna vez, pero cuál, fue esto distinto? ¿Y qué debe hacer el Marinero desembarcado y perdido, embrazar algún retal de Kant ilustre, poner aire de sabido en lides de armas, ampararse para hablar en algún muerto? Ni hablar. Ni callar. ¿Y entonces qué? Y la voz tuerta en la penumbra suena sin procedencia: ¿pero es que alguna vez fue esto distinto? ¿A qué echarle la culpa -¡ah, confeti, qué bien, qué familiar, esto sí conocemos!- a los actuales ocupantes inactuales de las celadas brillantes? Ni ahora ni nunca pueden ocupar toda la tierra, puerto buscado: paladín del balancín en el Parque, te podrás volver al fin tranquilamente a enchufarte al ombligo de la lámpara de pie, y que te olviden. Pues si no puede decirse el chispazo de existir, la relámpaga de serse repartido, sí cabe por el contrario demostrar esa impotencia. En general. En negativo, a oscuras encerrado en el cuarto de daño. En vaciado, a tientas. Que el único perfil de lo plural es la arrogancia de sujetarlo que le traza una frontera, que el único retrato del sujeto es el sujetador que impone para luchar por soltarlo, con diversa fortuna, hay que decir. Hay que decirlo. Vuelve a la calle y sienta plaza, parque, espacio abierto, y defiende sus bardales con honor. Ay, negrura desleída. ¿Y qué decir? ¿Tantos lances repetidos en que el héroe mordió el polvo –que es cosa que también cabe hacer en el polvo, con diversas fortunas- sobre tantos viejos lomos de piel curtida pero igualmente vencida en el empeño, en la cuesta Moyano, en el atrás de pupitres y otras escenografías del siempre que la tarde de gorriones ignoraba cerca tras el cristal? ¡Novela, eso es, lo que yo decía, novela!, se alza otra voz sin dónde por ahí cerca, en algún desván adjunto. Ejem ejem –porque aun las voces sin donde necesitan aclararse para disertar- a mi Pí pirupí. Parece que por ahí fuera piden pan pero ya mismo. Y es parecer la novela realiza la universalidad de la historia en la particularidad que ya no hay público del de antes en los desvanes. Blanco bofetón, celosa de una historia, logrando huir a la vez -¡pues claro, ¿adónde si no?, se Miavana se precipita alud de abrazos y revuelca al Marinero en cinturas de atreve a murmurar el Marinero- huir a la vez de la Esquila del Sistema y la colores, que poco a poco se alejan y palidecen nubes con una miga de Caribedisc de salsa y discoteca del pluralismo el esteticismo y el carpediem ahora entre el silencio y el Morro. Mientras conversan sus pies obstinados por los pelos, que ahora se llevan mucho y mayormente en el sobaco, sólo con el manso rumiar de las farolas. donde siempre habitó la feromona. Da la impresión de que estos fantasmas han padecido cierto deterioro intelectual por su largo * encerramiento, pero no se atrevería a sugerirlo ni en potencial el Marinero. Si la dialéctica de la razón pura en nada ha conseguido perturbar la feroz campechanía del garrulo que vende incondicionados de caducidad vertiginosa, también es cierto que puede hacerse remedio de la Patio enfermedad, y trasladar con cuidado y la inestimable ayuda de unas manoplas lo interminable al otro lado de la barda, y hacer infinito no al Isla en la isla en la isla. Y no volvería a ti, patio del Entonces. Ya no producto, ni al productor, no a la barra de mejunje con vivaldi y sé donde voy, hace tiempo. Ya no se escriben con mayúsculas las cosas, margaritas ni al airoso metalúrgico de canto en la medalla, sino al proceso. sino los nervios candentes de nombre con que trenzamos las aéreas La fuga del existir por la tangente del pensamiento y el ser ha de llevarse cicatrices de este pasar, ¿adónde? Pero no volvería a ti. A tus mañanas de hoy a cabo sin acabarla, paloma y rumor de autobuses al otro lado de la Valla. De la Casa de la costeando, sin engolfarse en el la lo mar ni vararse en alcaldías, cetros, falos ni programas, que el hecho del Hacedor Bruja. De los ladrillos roídos y los ruidos carcomidos del Aquí Invierno. está vacío y estéril sin carne que le acompañe, y le llene al vaciarle. Si lo Isla en la isla de la isla, tus brazos, madre. Prolongados en espiga y sabré yo, asiente la Muñeca de los Ojos Verdes y se palpa el vientre. Algo trazo de golondrina en la mirada hasta un hoy vecino a tus cenizas. han aprendido éstos en la penumbra de los gemidos ajenos, admite el Asomado al alféizar amarillo de los locos. Con el baúl de los libros secretos Marinero, que sin embargo se nota en las uñas de los pies un creciente y las cortinas viejas y los pantalones sin remendar. Bajo el techo de los desasosiego con forma de palmera y sesteado banco y palmito volandero Abuelos, otra vez. Y aquel caserón de funcionario de máquinas de escribir con zumba y traje de flores. y cajitas del tesoro con lazos verdes, eran sólo cartapacios, qué de horas De modo que no es lo mismo contar derrotas que trazar rumbos, pues se brinda lo uno mientras lo otro se impone, o se argumenta, o no robó al romano diminuto y sus guerras de pasillo. Un rubí en la empuñadura de la palabra triunfante del olvido: era mentira. seduce, que todo viene a parar en uno, aunque diversa sea ciertamente la Y no volvería a tí, aunque el ía ía de los asnos emborrone a cortesía. Sácanos de aquí, que plurales e invencibles divertiremos en mil potenciales decisión e impotencia. Un rosario de ventanas de alquiler que historias al déspota que sujeta estas colinas, estas olas, estos gustosos yo trenzé me diste. Una sombra de miel caliente que libé por labios para bultos –ejem ejem- de las horas y las tierras, y entretanto... estas horas de nadie me diste. Un tambor hundido detrás de la última bambalina roja y sin bautizar me diste. Y golpeo aún la tierra con estos huesos en que tus labios de mármol y raíz no se abrirán ya en el cuento de los cerditos. Incontables pocilgas de niños muertos quedan atrás, holladas, dejadas, que me diste. Los nudos de la sangre que aún desato con los dientes en el vientre que me diste. El amor confundido con el miedo a la Puerta Verde y la escalera y la calle llena de hombres y atrases de Puertas Verdes que me diste en las narices, oscuras, de mi cara de esperanza con cuadritos cuando sonabas a ascensor. Isla en la isla de la isla, paseas en algún borroso antes de cada pálpito, de cada bocanada que se adentra y se muda en mí, de cada contracción y cada peso por las calles de esta vida mía, vana. ¿Son las palmeras como se sueña en Medinaceli? Los puertos huelen a salazón de coleta, y en las grúas cuelga pulcro un lazo colegial de libros e incertidumbres. ¿Será beso la bahía, barco el pecho liso del que vendrá, cuándo? Una muda sirena aulla incansable pasillo regreso y bolsa de acelgas por la que sale corriendo tu tentativa. Tu tartamuda tartana de sílabas nuevas, yo, al cuello bracitos tiernos. Y no volvería. Demasiado confundirte con el bacín de la hora, con el plato de derrumbes insaciables como fechas en que se hartaron las moscas de mi papilla de espejo. Demasiada teta azul rodada en tecnicolor de barrica cuesta abajo hasta el somero fondo de noches en barra móvil. Demasiado carrusel de figurines haciendo mofa del tiempo y del camino en la cima desierta de su parque de repulsiones. Cada paso arrancó esquirlas de mar pintado al voluntarioso monigote de cartón aferrado a tu lapicero, azul, y rojo, y azul, entre los dedos campana. Cada palabra anclada costó mares de verdad por el sumidero espiral de los relojes. Cada nunca clavado a corazón en los portales te sacó berreando del quicio del Aquí hundido entre las ventanas parpadeantes del llanto. Y en cualquier recodo de Miavana por una herida me asaltas, vértigo tendido para siempre en la mirada, y yo, relámpaga oxidada de piezas y mecanismos, me echo la cara a la máquina y te disparo en silencio un nombre. * esperarse callejón sin salida de permanencia tozuda sin afeitar. Y volverán Camión caparazón las oscuras golondrinas a hacer de frac en el baile de disfraces de la luna en madriguera de calle abandonada sueña niños sin casco no y de sonrisa en el rostro apátrida del aire. Y volverá a reir la primavera de retornables para inundar el asfalto de acera a acera –negro, infranqueable- las frases hechas prisión y los lugares comunes abarrotados. Y un patinete de barba abuelo cargado de carcajadas obreras de miel de calle abrirá paso en enfurruñada y planetaria y momia que se quedó las pelotas de los demás, zumbidos sin bum ni bang ni piñu en los talones a no ser de viento en vientos desahuciados, y ahora toca pitos como silbidos con bum, palmas vacaciones y aliento malabar, tiroteos de sílabas estrellas en una guerra con bang, castañeteos con dientes mondos y banderolas. Un hirsuto relámpaga que alumbre fronteras muertas de estreno en el cine de las diccionario de páginas de mármol fracasa aquí, pasa de largo por las sombras. torrentera riente que arrastre las alambradas de una avenidas de la historia empapelada de principios y finales, y deja en paz y pasos sueltos el callejón donde las Cosas se dan respaldo y se Camión caparazón de memoria sin remolque, heroísmos de durar regresan hoyes mudos a la primera batalla. desaprenden ignorante hombre prófugo de espejos estrellados. En el callejón donde las Cosas se son una estación de transbordo en el infierno y cogen por los pelos sin navaja el último tren del lucero y el monigote del alba. Camión caparazón, caracol de madrugadas de calzón corto y caricia larga, lápices de labios sin rasurar te dibujan en el bloc de imposible revocar guerras de lata y muertes de mentira animal de verdad en la tierra por cavar de nuestra historia. Con el zancudo plumier y la pelota asustada; con el arco despensado y el dardo calamar del altísimo arrecife de Las Puertas; con el casco batracio de romano -no retornable- y la espada luciérnaga del Cid. Entre patios sin castigo y carteras de esperanzas sin sustracciones mal hechas –algún quiste de conquista siempre quedará, suspenso, pero no importa: la lección de las manos pacientes plantará siempre la estrella en cabezas que habrán perdido el cuerpo blindado de cascos y cascarillas y cascarones de plagas con pabellón, enloquecida en brote de primavera con tirantes-. Camión caparazón de ojos redondos como planetas latientes de par en par, de vario en vario, de juego en juego por el tablero de tribus ya sin otra soledad que la del árbol, instante de enramada aupado por verse mejor la plaza, de puntillas la órbita de cristal de noches te guiña contraseña de después contra señas sañudas, ceñudas sañas, muros infranqueables a la fuerza que son abismos a la alada paciencia de * Farola Y todas se apagan en la tormenta, menos la de una alcoba en la otra punta de Miavana. El mar se aúpa comosuele a fecundar los Escampado ya el diluvio oscuro consideras atentamente los restos. muslos inacabables de las avenidas con abismos sin trayecto, movedizas Muy atento de tu parte. De tu migaja de cristal tirado por los suelos. En quillas sin rumbo y calamares de sombra gigantescos. Un naufragio ello debe estar tu respuesta, puesto que ello era todo. Ello panzudo, automóvil incapaz de moverse se deja llevar por la corriente ciudad rayudo, preñudo de informes extensiones que se vinieron abajo con el adentro con un conductor pescado al volante y asido al frenético arco de la arriba, que todo lo confundieron. En un nunca de pasos precipitados y llave de contacto. Labios de alcantarilla chupan con avidez cuantos retazos sucios chapoteos y sílabas de subterráneo gorgoteadas y vomitados de forma les logra la marea desenfrenada, y en la parte inmóvil de la tarta desechos y luegos desiertos de nadie. Ello ceñudo, ahondado sin de negrura las farolas apagadas celebran el puntual cumplebaños de la resquicios en sí mismo, un suponer, volteado en crecientes de vértigo tierra. Agua a través avanzan pantalones llenos de miedo que sostienen un adentro de sus adentros. Ello tormentoso se acabó. Y escampado ya el busto de milagro. diluvio oscuro consideras atentamente los restos. El siglo de las luces tartamudas te jorobó, eso para que ilumiraras De milagro amarillento empapelado de amanecer y noches surcadas con timones de memoria, y ciudades entrevistas en la costa lejanía de un mejor a los que pasan. Aunque sea a saltos. Huyendo del inminente ajeno continente. De copas de nieve fundida en pasado. Sorteando el futuro ya inasible de tan cercano. Y cargado con el nostalgia. Destartalado milagro dulce sin azúcar ni café con una ventana peso de cuanto pasa a tus pies, la red de mansos fuegos que te respalda chica de mujer al acantilado de la furia que corre taxi sin ocupante por las sólo pesca sustos, hipos, ataques al corazón de la noche pertinaz. Tu razón calles. Faro de querido engaño con alféizar, no hay brújula mejor para pies perdida dispara al azar códigos morsa con caries y sin sentido de la a la deriva ya sin balsa de goma ni playa ni pozal de colores. Milagro a un manto de armiño oportunidad con que interrumpes el desmayo sostenido de los amantes y el insostenible curso de la noche. Pero persistes en tu pesca de iluminaciones que tu inocente veleidad vuelve caprichos, mutilados ídolos, símbolos tullidos, difuminadas estelas de astros erráticos. Y escampado ya el diluvio oscuro señaló tu turno llegado por los suelos. Otra luz que no has de ver y representas te vuelve de improviso la tierra espejo, lo negro cielo. Y sin barquito de cuerda ni pies menudos de salpicar abuelos ¿cómo entrar alborotando espuma en lo cierto? Luego observas. Luego de restos en que adivinarte substante de lo que está, no locura de remate de una panza de asfalto con ombligo. Luego de tiesos antes que dan la talla de tu bajeza. Luego sin fondo, o con tampoco para la mano ávida de porfines. Y atentamente consideras. medias, de mesías chapuza, menudo es el chapuzón tan sólo: de alocada * juventud con retraso considerable y atentamente considerado.Pero la pesca de seis penas y seis besos ajenos y apropiados basta a saciar el Metáfora, lo que se dice metáfora, es algo que no se entiende, como hambre de la inmensa multitud de noches que agolpada en una rompe por susurro de inundación ahogando bocas de alcantarillas, por decir un todas la como. Metáfora, lo que se dice metáfora, es encuentro insensato, tormenta redundancia. Y de remate las farolas apagadas por un aliento de nadie partes el mundo malecón de locura memorable, valga a través, en algún lugar de Miavana. Enmudecidos desplazamientos a celebran el puntual cumplebaños de la carne. ciegas de ciegos hacia una luz y pieles hacia una voz, destartalada y sin café, que se crece palacio de repente en la crecida. Memorables extravíos * irrepetibles a los que volver siempre. Faros de pedernal con los que dan infalibles los barcos de la sangre. Con los que dan que pensar para otro Las parábolas son charcos de vida en el pensamiento. Imágenes ratito, amable rendimiento marginal, a las farolas chepudas. salvadas de milagro en el intento de alcanzarse ideas. O mejor, darlo a entender, e insinuar que persiguen lo que huyen en verdad como al mismísimo esqueleto de las nubes. Las parábolas son tangentes por las que escapa un poco la luz del siempre y del ahora Las Cosas. Inmóviles viajes presos entre el laberinto habitado del recuerdo y el desierto azul. Y hay un arte del charco que no figura en las enciclopedias. Tal vez, rara, cuando se acierta, sale uno rebotando espejo a través a la otra ribera, tercera, que es el salto. Pero si uno se descuida, y la especialidad del charco es despistar transeúntes y camellos con espejismos imprevistos, acaba uno tropezándose con otro que no había visto, o secándose los pies con juramentos al borde de un turbio asunto sin secreto como un mono amaestrado. Ya se sabe que las parábolas se van siempre por las ramas al infinito al que tienden en pañales sospechosamente amarillentos o calcetines con restos de blasfemia. No en vano –aunque tampoco de lleno- son resultados de un tajo limpio aunque oblicuo en el cucurucho del Payaso, ése que lo mismo le sirve de ridículo bacín que de sombrero de mago. Por las ramas sí, mas no alzan vuelo. Pájaros domados, tienen vértigo y la gracia conmovedora de tullidos semejantes. Son como farolas que dan luz anclada al cómo, y llegan tan lejos como se pueda sin perder el contacto. Por eso suelen estar jorobadas, de tanto seguir mirando ese ombligo frágil que llaman conciencia estética las enciclopedias, siempre atentas a la perspectiva y con los calcetines frecuentemente empapados de barro. * Gato No me mires así. Yo conozco tu destino de asfalto. Te he visto aplastado por la Máquina Temible que emerge en un bramido del inestante No me mires así. También yo ando de caza por geografías que no lugar sin sitio. Te he hallado calcomanía de espejismo arrollada por turbe el maullido cojitranco del mono alto. Lo que tú ves lo alcanzo en caravanas frenéticas de delirio. No me mires así. No intervengo hoy en tu pasos de niebla por los tejados a veces. No hay turistas ni mañana donde partida. O sólo de un minúsculo zarpazo de mirada, nada. Mecánicas de se vive de muerte. seda embalsamada. Momias niñas en párpados herméticos. Está en salvo Lo empujas con la pata, lo zarandeas entre los dientes. Juegas a tu secreto sin enigmas. En el lugar más seguro. Del que no hay mapas. En hacer lo muerto vivo para que siga redondo el juego. Pero tus presas un rincón de Miavana. No hay aquí turistas ni mañanas. Sólo la luna. descuartizadas te encadenan a una cola de uñas y jeroglíficos en el lomo Rojas lunas del cruel laboratorio dulce de los sueños. Latidos de espejo inminente de la presencia. Por eso buscas callejones sin tacones, recovecos menguante, creciente sangre, redondeles de plata vana. sin ecos, apartados tejados donde a veces te aúpas a soñar ratón la luna. Eres amoroso. No me mires así. Yo conozco tu destino de nube. Te he visto a la deriva sobre las geometrías del barro que albergan a los hombres. Te he Mientes. ¿A qué alzas el bigote con el finísimo gesto de alerta bien perdido tantas veces navío blando de los astros. No me mires así. Te aprendido? A ti no te sorprende nada. Tu enigma de superficie es levedad acompaño hoy en tu partida. O sólo en un minúsculo paso de mirada. En de zarpas ocultas para andar las pìeles de los globos. El ábaco disperso a aguas de seda imprevisibles. A mares vientres en cielos desanclados. Está fin de cuentas te aburre tanto que empujas, y zarandeas, y maúllas a en salvo tu secreto sin enigmas. En el instante más frágil. Del que no hay veces a la luna. Tu caza es la muerte viva. Pero una y otra vez en el fecha. En un rincón de Miavana. No hay aquí habitantes ni recuerdos. Sólo instante final sacas a relucir interrogantes encarnados, y repasas y la luna. Dulces lunas crueles en el laboratorio blanco de la vela. Latidos de relames, y ella se escapó por los desvanes. Ahí te quedas, con tus piltrafas sangre menguante, creciente espejo, plateado redondel de vanidades. desalentadas y lacias. Arrugas de colores, harapos replegados, te queda sólo sacar prórrogas del despojo. Para intentarlo de nuevo. Y la luna. Poemas prosaicos en tus colmillos. Jugando a jugar, anticipas o consumas en tu baile los salones de espejos de la conciencia. No me mires así. Este balancín sin fondo ni testigos nos constituye en circo eterno de prodigios. Más difícil todavía, en juego de jugar a sabiendas ignoradas, a ignorancias sabihondas, a subibaja a compás que Por mueve nadie. Fuego y cristal, tu ojo y el mío que son fieles solamente a la toboganes de plata en tus ojos resbalan pirámides y hogares sin dejar balanza. La leve gravedad que bombea almas y mundos a este canto de huella. Dioses de la carne quieres. En que sumirte. Por tu lomo alzan las papel sembrado de arañazos. manos tempestades de fuegos invisibles como las tramas del tiempo, como Y la luna. sustancia de acecho. Por eso en las madrugadas de tu vida o de la luz te persigues con pasión cola de sombras. No pueden ser en otro tus atrases. Por eso te abandonas en el centro del sillón de tus orejas a las amantes zarpas de otros juegos. No pueden ser tus atrases sino en otros. Y tangente tocada mientes siempre. * Observo que ha irrumpido el tú por tus paseos, murmura el astroso ECCE MOMO 2 Elefante de Felpa, sin dejar de ramonear las flores marchitas del empapelado. Por una herida en el costado se le sale eterno el corcho, pero Y el verbo se hizo maraña y habitó en los alambres. Se tiraba a él la cercanía de acabar calcomanía sin volumen le da igual, que ya holló derecho al cielo desde una memoria vegetal que tenía virgen aunque bastantes palabras vírgenes para saber lo que puede dar de sí detrás una labrada, de arañazos de viento y otros gatos invisibles. Pero algo pasó, que membrana. ¿Con quién hablas que te metes última mente en tantos allí mismo se quedó seco. Enzarzado en florituras sin miel ni abeja. berenjenales sin fruto? Ni le va ni le viene, bien lo nota el Marinero, que al Seguramente fue que quiso, o le quisieron, tanto da, echar un cable. Un entreabrirle la alcoba no se inmutó su trompa un punto en su paciente entretanto, ¿por qué no?, una tertulia. Y se quedó, pendiente de otra oreja cartografía de las flores. Quién sabe, con las arañas acaso. Los desvanes sorda como una tapia, desbaratado en cascadas sílabas de siemprevivas de Miavana estais tan habitados, añade en un murmullo. A este paso muertas en penúltimas parodias de regreso. despatarrado de tejedor de todos los rumbos se te va a olvidar mirar la Pero no desmayes, hombre. Desganado de tí mismo en loco empeño, calle. ¿Qué esperas que te digamos, que tú no veas?, dice al rato, al cielo no llegarás, pero puedes pedir al instante un postre. Rhin. Una aprovechando entre dientes una pausa en la laboriosa extracción de un pizza o una mujer, rhin rhin. ¿Qué más se puede pedir? Que te despierten palillo de carlonia. ¿No tendrás nostalgia de tripulantes, eh, amasijo? tarde, mañana. O nunca. Hecho: rhin, rhin, rhin, puntualmente sonarán Cosquillas desde la quilla de hueso hasta la cofa erizada recorren al las campanillas y los ángeles con número te llamarán a la vista, y a una marinero. Acaso. voz, y habrás de responder a todo. Sobre todo, ¿dónde ha puesto sus Se te despartirá la balsa, se irá la tablazón a hacer puñetas de preguntas?, ¿algo que debatir? Bueno, sí: mayormente esta contorsión de espuma a los cuatro vientos, se descuadernará tu escenario como lo altanero impulso en espasmo interrogante, ¿dígame? Enmarañado en el aborden tantas voces de mando. Leva butacas, que nadie sino tú las habrá intento de anidarse en fuga, ¿oígame? Responda de una vez, que no habrá echado, y házte otra vez callado al ojo. Apacienta cegadoras lejanías, que otra: ¿hay alguien ahí? ya criarán paisajes, y los paisajes voces. Yo no te pido salidas ni Quién sabe, si de tanto echarle un cable se hizo araña equilibrista y explicaciones, te doy gracias por tu visita. Pero no son así todos mis huyó por él al hombre. Y al enigma del nido vacío acuden enjambres vecinos. Como andes mucho huroneando adentros, en una de éstas no representantes, corredores de metas, comisionistas de surtidas omisiones. sales. Mil zumbidos de cobre prometen alcanzarlo, saltarse pasos, quemar Pero tú has visto muchas islas de aceite reconocerse en el plato, etapas, y un soberbio tostador neutrónico para abreviar infiernos. Y un buscarse sin pestañear sopa a través, redondearse de golpe en un breviario con iconos para glorias con prisa. ¿Oiga? ¿Diga? Nadie contesta. horizonte sus dos miradas. Ya, ¿y la Cuchara? ¿Por qué no te entras a La Quien sabe sí se hizo araña equilibrista. Y payaso mortal partió a costear Cocina, si tanto te gusta fisgar, y le preguntas a ella? Bonito oficio de lo imposible y pagarle un océano sin techo a su costa. revolver el suyo; por no hablar del Mamón que sorbe, que Él me ha dejado así... y calla mientras sacude su oreja restante para espantar una mosca, * lo que le hace completar vuelta y media en el sitio como un barco manco en el Mississipi. Interiores, interiores... guaridas de carnívoro, que no se tramarle una historia apasionante al otro lado de la Cosa, y que de grado bastan con flores de papel. Tu sabrás. Ñiiiic (la puerta). el cliente se avenga al desenlace en bolsa ajena. O como el puesto de al lado, numismática y medallas, optar por seducir mejor que avasallar y * lanzar con convicción, que es madre de victorias, el guante del diálogo fiado en la común certidumbre del engaño. Alharacas y mamporros y muertos en los armarios animan mucho la ostentosa intimidad del trueque y el cambiazo, tanto que al final los que miran aplauden por recordar que tienen manos. O más allá, con corbata y elegancia de ser posible, tentar la suerte del argumento, de la Cosa sin allende y sin aquende resplandeciente en su empíreo de saliva y celofán; pura anécdota, mi desenvoltura y su envoltorio, mi olla y su estantería que sustentan los posibles del mejor mundo. Lo importante era ¿qué Cosa?, como para acordarse, pero importaba, ¿cuánto? Se le van cayendo al caminar sus cuentas de colores y sus ojos al Marinero, o las regala o las roban. En todos los rumbos de la palabra, en todos los sentidos de la vista, ve extenderse la alfombrilla de luces por la que rueda todo, las manos y las ajorcas, pendientes y apetitos, oídos y ¿Tampoco drama?, ¡pues vaya! Mas de presentes no hay disputa, satisfechos. Y le viene la ocurrencia de regalarle el tapete a un niño sin ¿no querías regalar? Pues despídete de apasionantes peripecias que son el Aladino que le robaron el cuento. Menos mal que el municipal quinquenal alma del mercado, que tanto animan el regateo de pérdidas irreparables en su ronda puntual exhibe su cachiporra, que todo tiene su límite menos con recambio y generosas entregas con tasa. Más fácil es que los la manía de hacerlos. Comprenda usted caballero que sin suelo nos vendedores descubran de pronto las virtudes confederales y la delegación mareamos. Suele ser. Acostumbrado a otro suelo de azules sin costumbre en la cachiporra de su derecho intransferible a transferirse el impotente en todas direcciones, desiste por esta vez de su excursión y se embarca envés pudiente que precisan sus fetiches. Y que expulsen a mamporros del otra vez callado en calle. mercado al hacedor de presentes, y aun que le paguen un poste monoplaza con respaldos extensibles para brazos. (Los derechos de la foto y la memoria ya se discutirán luego, centurión, ¿le importaría echarse a un lado?, es un momento solo; pero ¿y lo que rinde estirado?). (En el fondo de una alcoba sin testigos el Elefante prosigue su cartografía de flores) * Del rizoma al cerebelo, del genoma al alfabeto y en un brinco a redes ¿Será la luz que juega sobre los puestos hortaliza, antigüedad, de cristal, el milagro del huído pescador que pesca a voces sigue enigma filatelia? Sin drama y sin historia, perplejo el avezado Marinero de tantas pero sacia. Porque saltan los peces donde no se les arrastra, y en su tintas se pregunta aún qué género ofrecer entonces ¿Prosa gástrica o fracaso de ramas derrama el poste lejanías. Sosegada la tertulia debate rítmica versión anal?¿Ensayo de pacotillas o retórico bordado? Bien cabe luego el prodigio, y hasta se escuchan blupblups ciertamente meritorios en un lucio ¿Oiga?, ¿diga? (esto es el contexto, imprescindible como un cesto para ir al regateo). Que el verbo se haga carne, o tallo o fibra de vidrio, lo importante es conservar el humor en que pululan tenacidades con nombre, escama y linde. Y a ser posible alquilarlo. Clin clin cantan campanillas registradoras en columnas procesionales y periódicos rituales. El pontificado universal abre puentes, echa cables, tiende lazos y subsiste de conejos con ansia de cultivarse (no se olvide usted de Lewis Carroll, señorita, página nosécuántos que tengo prisa). Brazos abiertos y portales desplegados acogen mesías calcomanías de espejo, y qué van a hacer si los curiosos acuden, sino cobrarles la silla. ¿Oiga?,¿diga? (esto es chatear, y sin olerse siquiera ante tan cortas narices que el acudir constituye el lugar de encuentro, póngame un tinto y le mando un emilio, ite misa est, vilgueits gratia). Mas sola que la una, que es el poste del reloj pero un poco torcido por asomarse a las otras, la hora de la verdad interrumpida oye campanas Interreferencias Ni tenderete ni Hay en Miavana lugares ciegos. Bocas hambrientas de puerto sin altar, atenderéte más tarde no es su divisa: tras la primera falda helada y calle ni quilla que llevarse a la época. Todas se confunden en su parpadeo hueca que pasa se pierde lanzada en un hilo de voz que licúa el bronce en opalino de tiempos muertos. Todo se confunde y se revuelve, pero sin miel de cadera y acrisola el viento en cuenco de ecos del que nacen luegos. ganas, pero sin fuerzas. Inútil gira el botón del sol por todas las ¿Religión, comunión, política asamblea? Bienvenido al portal de belén, estaciones. No hay señal, peor aún, demasiadas. Calañamñamverales de instantáneo acceso febril a todos, su seguro servidor, con que acceda roídos dedos sin blanco yacen mecidos en pulpa voraz de mama negra. usted en mi nombre ¿Qué menos puedo pedir, qué más mínimo óbolo que Parvas visiones se pudren en el mismo instante de otro. La boca de la encomendarme a mí la parábola? (Celestin gates humildemente a la puerta tierra del local ilocalizable le desea feliz navidad y tiende servicial como siempre desconfituras de viajes pasados de sazón sin compañía. El bocado es su sombrero). repugnante, se comprende; se rumia; se pasa de un lado al mismo, se y sí sabe dónde aunque no repitan, pues ella las toca. se llena entonces de muertemelada debida, de recelosas ¿Qué le pasa al Marinero, que pasa de largo en largo engolfado por la marea bajo los cielos del paladar, por mares de saliva, sin que el timón de calle como un poste a la deriva, que no quiere cooperar y que derrama de la lengua manca de hombre aclare más rumbos que coletazos en fango. rama en rama no sé qué oro de lejos, no sé que incienso de nubes, no sé Mas no hay quien lo trague. Se comprende. Se sabe. Mas no hay sabor, qué mirra con esa cara de estrella? tan sólo gusto. Inútil gira el botón del sol por las estaciones. La rosa de los sentidos retorcida se deshoja, y en ninguno se halla figura ni mascarón. * Sólo sin fondo ni cubiertas se contonea la red de orgullosa grasa entre montes desdentados (algún castillo sin héroes queda, por que no falte la caries de memoria). Intereferencias sin remitente ni destino prometen esa boca en pleno puerto. Y engulle la penumbra al cabo a las figuras y a zumbidos falsos de más miel para el estrago. los fondos y se engolfa de vez en vez, sin vista ni visiones. * El Marinero se sienta cansado. Se siente en el malecón, en la linde rota, en dispersos semilleros sin surco de gaviotas. En todo parte. En nada queda. En musitada ausencia que todo le reclama. En presencias musitadas al mismo borde de la caída tendida que salobre empaña su sinfín y sus espaldas. En otra roca el Abuelo explora sin alzar las cuencas del suelo su roída isla de sueños y percebes. Guerras de cangrejos y rumor unísono de gotas desfilan por su vega de piedra eterna. Bien está que un estallido minúsculo de espuma le devuelva fugaz un moño y un peroleñe vestidos de negro amor con luceros (eso es de tantismo trote como lleva el mandil de la anochecida). Pero el viento se la despeina y la desbarata en hilos de ecos inquilinos sin caracola. Bien que en el mismo borde arrulle Ella un glotón vagido contra los bosques de un chaquetón de piel de mentirijilla blanca. Pero un bramar de pasillos de colegios del otoño Infraarrojos pusilánimes declinan el mando. Ultravioladas epidermis que fueron cosas desentrañan avidez las osadías. Nieva gris de refilón que sin ojo no rebota, sin corazón azul no se encuentra tangente tibia en que fugarse canguro de aguas. Se espera. Se espera nada más. Se espera nada, más. En vano amuela el sol la parva de estaciones. Ni grana ni verdea lo seguido. Con hoces sin filo, con voces sin canto, trata aún la treta de abrir labios en el agua, fechas en el rostro. Hay lugares mudos en Miavana. Peor aún, tartas mudas de algarabía y espuma batida y nonata. Baila tanto todo inmóvil por el plato que ni el llanto se derrama ni da otro fruto el ojo. Sólo porcelana de final asoma de tanto en tanto entretanto a ras de noche en jirones, por soñarse todavía cebra entre las zarpas su hueso ya desnudo. Ni Áfricas hinchadas con levadura de lejos ni encandiladas orejas de faldas y tabernas tapan delibera y concluye al tiempo la expulsión inapelable de los suspensos ensalmos a la prosa sin vientos del parto y aquí me quedo, entre pañales de callar y caquizales de nunca con acelgas y estropajo. No está, también, pensando si bien o mal, el ojo falto del Muñecote Tuerto, en su chirla blindada clasificando incansable por orden alfabético los ríos del mundo, por fechas las perlas grises que supuró puntual en su álbum de faltas sin haber sabido aún que eran su llanto. Y es verdad que en su visera de mirar de súbito nublado le apaña el Viento al Marinero un guiño de veranos y balsas rojas de donde sale remando, perplejo y feliz de garbearse un instante, el naúfrago escapado al naufragio de Muñeco en las buhardillas, el hombre casi completo que le faltó, que el ojo arrancado de raíz aún le echa en cara a todos y cada uno del mar y sus habitantes, del muelle y sus paseantes, en un incabable reproche de espumas grises como horas ordinarias sin cobrar. Y es verdad y es mentira que se le bruñe al Marinero un segundo, plata a cantil, la niebla de su mirar cuando se encuentran en ella, clave fugaz de un arco abrasador, las desiguales mitades de su mirar primero. Pero está ya hecha añicos la luna aquélla, y escoba el viento a sus espaldas las sombras y en su mirada las luces. Se enciende invisible Miavana de interiores y rincones adonde dóciles vuelven a su incansable trajín de figura los vestigios, se apaga en ceniza gris la indiferente promesa ondulada de la vista. Llueve amares por los tejados y un millón de zapatillas de cristal entre las algas se pierden siempre. Sólo la espesura de un cristal sin canto queda, lugar confuso de marañas sin salida alzado en pie de red sin cara y sin reveses. Donde todo se entreteje para nada y se remite postales de ceniza dispersa a la dirección equivocada. * diente en busca de tajada, del colgajo en pos de vaina donde saberse UMBRALES informe sin conclusión? ¿A la sociología del predador que junto asola, y come, que a solas y uno ayuna? ¿Habrá regreso a la calcolatría venerable Hombre fuera de quicio esperando el asunto. La cadena de antes y después, y que le zurzan. ¿Cuánto tiempo puede esperarse a pie enjuto el del espejero andante? Extravíos de trenecito con delirios de horizonte. El axioma diluvio que no existe? Envejecen las máquinas y los gentilicios, y el rodar encarrilante del tránsito sin fin, del arrobo en propiedad de un nombre de los propietarios por las cosas deja surcos tan fértiles en el parabrisas propio, de tan perpetuas transiciones habitables, es tomarse y ser tomado del viento que está tentado a llorar de risa. Pero el hombre fuera de quicio por otro. Toma y daca, díme, y diréte. Tan lejana parece tras el ojo de pez sigue esperando la moto que trae el, la carta que lo dice, la hora de quedar del Marinero, seguramente besugo, la abolición de los mercados de cosas con o mediar entre o engañar a. O la lluvia a secas. con embalaje como la de otros que se anuncian con guiños y no con luces, No dará igual la pobreza. Espigas bien distintas son los cuerpos con manos correderas y voces de adelante, pase y me vea, coja lo que duchados o sudorosos a la puerta del almacén de sombras de actos quiera, que lo tendré con lo que me da. Cierto que el personaje de la luna esmaltadas barnizadas adornadas que aguardan lo que. Permita posibilite se reconstruye cristal en el acto. De la escritura. De la mirada. Del tránsito lleve a impida que. Pero en la puerta, entre las piezas de mundo soldados transitado. Cierto no menos que el zumbido de minúsculos ahieres no ha yayaúnes a la piel de rutina imperceptible en caja de aire que suena a casa huído por desoído, ni por fundido se ha hundido allende la raya de lo a las espaldas, y los desencajados bultos de enfrente de los que todo puede huesudo, piedrudo, mundudo. No duda de lo insalvable de la deuda. Sí de prometerse, nuevos brazos, multiplicados vientres, sentidos nuevos de que aun la gimnasia ésta de desanclar de los ecos pueda algún día sacar a ignoradas dimensiones en carne capaz de todo, es el hombre fuera de la luz del día los días que la conforman. Que la conformaron a esperar el quicio el que arrostra al Marinero. Que el Marinero arrostra. En cualquier arcoiris. parte. Despegado con el baño caliente de la holganza de la calcomanía de actos, del esqueleto de verbos que se le dijo ser. Con las manos sucias de escayola de otros para un vaciado del que sólo le interesa el perfil ausente. Con los ojos sucios de escrutar despropósitos en los mapas de propuestas y respuestas postpuestas. Con los oídos como tapias de goma negra donde se estrellan aerolitos silababeados y arden perforadas estrellas como hallazgos conservados en mosaicos de ilegible fulgor. Con el bulto holgazán en el baño pasado de paro del calendario, mecido o adormecido o estremecido en su pálpito reflejo del corazón en agua. De la sangre lencería íntima de bordadas palpitaciones en carne sin timón, de esta extrañeza tanta ¿habrá regreso a los asuntos del vivir Eso, lo que suda ahí tan cerca, valladar de arterias o raíces, de huesos o vejigas? ¿A la epistemología del Pero ¿qué responder si preguntan por esta ausencia en la alharaca convencida del engaño profeso? No hay cuidado, que no preguntarán los Multitú 3 practicantes. Pero sí quienes quiere. ¿A qué viene entonces, a qué entonces viene este romper una tras otra las soldaduras del ejército Si cupiera hallarse a ciegas, acompasarse así al mundo en la mirada adorado de los instantes de plomo, venenosos en disfraz de colorín, o de distante hasta inexistir, si cupiera el juego trino que fuera canto, filo de plástico tarde para modelar a besos, o de madera pintada de mobiliarios, papel, tangente en que habitamos. Si cupiera la tercera jugada que debiera calendarios y sordina de ciudades, de los inestantes amados que defienden rematar al pobre mirar perfecto... Hablar de imágenes ausentes es rozar de el fuerte? ¿A qué este desertar, puntual como coronel prusiano, de las palabra más o menos anchurosa la apretada tibieza de los cuerpos. guerras que le dan, que le toman, de que resulta? ¿Cómo explicar que el Encerrarse en la inmanencia a esponjarla de inminencia. Mas no por fuerte azul es una caja vacía? ¿Que ha salido él a por vituallas, muertallas, mudable muda es mejor carne de voz la espuma. Miavana y el Marinero: antiguallas y otras agallas del planeta ballena anfibia, aunque sabe que no alguien debe de jugar sin embargo este yoyó de tutúes que se juega adorno serán suficiente? ¿Que esta jungla de lejanías acercadas a valladares de a toda costa. pálpito y labios no podrá parar los blindados de costumbre, las armas de repetición de la conciencia, las ráfagas viscosas de fárragos sin espárrago y verdades sin payaso? De la acera de enfrente mira el lugar que nadie veda. Nadie vigila. Nadie guarda. Y finalmente vencido despliega él también su mercancía, sus juguetes de ser nuncio sin anuncio, cid sin babieca por un pasillo de entonces, a lomos solo del Muslitos con heridas de pupitre y abrazo sin enseñar, gorrión y redondo y globo, entero en nidos de pecho. Y finamente vencido tiende también su pregón y esta sábana de quincallas, y vituallas, y muertallas para cambiar, ¿adónde? * * Miavana centro Soy el testigo. Nada tengo que añadir, ni dónde. Ni tiempo. Miro y callo. Oigo y digo. La pleamar de voces en unánime desgarro que se alza. Háblame, Mudo Marinero. Que hay en tu alarde equilibrista por el Que reposa. Que realza el vuelo. El duelo. Yo soy dolor, no el duelo. Soy canto de las calles anticipos y atrasos que no son bofetón sanguinolento de volar asolado, soy solar del sol en suelo sin asombros. Claroscuras payaso con un suelo de costumbre. Que no son arre doble de pon, pero cegueras me transitan. Solo levanto acta de horizontes incontables, de pon propón, pero pon repón. No te devuelva al silencio el mandamiento insondables vientos presos en epidermis de olvido que ignorados se trastabillado de una historia tartamuda entre prólogo y reseña, entre entreveran, que barruntados se huyen voz y se buscan eco. En centro sin espejismo y esquela, entre será que y es que la circunstancia y el entorno lugar multiplicado persisto. Soy dolor que no se duele, soy caliente calado habla, Mudo Marinero, con lo puesto en cintura de horizonte desnudo, del estiércol sin fondo de las lluvias, soy el hielo alado, posado paso, peso deshaz ya tu haz cumplido sin ayer ni imperativo, tu corola de ahieres en pasado, soy color colado al ojo vivo en vaciado presente. Centro que ni acechas ni hieres, sin proponerte, sin reponerte, pónte en tu lugar invulnerable de la hoguera soy. Cristal precioso. Piedra precisa. Soy el de una vez que es componerse como se puede con lo que ay, que se cae. testigo. El objetivo. De mano en mano pasado. De cuerpo en cuerpo Para pasar has nacido con los ojos bien abiertos entre los labios apuntado. Dispar disparo de un solo blanco. Dardo ardo en el arco de los voraces de tu imposible sustento. Rompe encanto el cristal de instante vientres a punto de la línea, tarde tardo en dar alud las sombras que oprimido entre vanas inmensidades, rompe en canto en que habitemos el alumbro en mi demora. Me marran las cadenas, los ecos me conjuran. A paisaje preso a pico de oro en calcomanías ilustres, en la manía del calco veces me llaman Viento, a quietudes Centro, sexo en las entrañas y entre de caídas estatuas por alzar en la ausente dimensión de nuestros cuerpos. extraños pensamiento. Que de siempre bronceó el tuyo la niña azul de siempre, que su piel de luz guarda por leve el paso de tus caricias, que sin orden ni artimaña ancha su carne en mundo la huella que le ofreciste sin interés y sin deuda, y por hacerte regalo tú te hace presente ella. Leve, leve ancla la espuma, rompe encanto de una vez el rumor de la fuga en que te hallas, en que te pierdes, que Miavana se muere, que nuestro ahora de siempre aún no, de nunca ahora, en tí se abre astro labio en la noche artificial del esplendor con enchufe. Leve, leve ancla de una vez el prescindible regreso en arquitecturas como besos avezados a veces y a heridas dulces, como niños avisados por los atajos del tiempo y a tiempo huidos, a tiempo voces, a tiempo sidos. Que se muere Miavana sin tu voz que se asiló en su silencio de abajos, en su vientre de tritones sin fechar cuando sonó la primera campana de bronces graves. * Nada tengo que decirte. Déjame el rumor en este juego atroz en que verdad tu engaño, de un viento ciento, de los ecos voces y dé lugar al te juegas al silencio y a la voz en nuestras trizas, déjame hecho trazos por tiempo. Morir aquí me arrancará tu yerro. Morir aquí esparcido en cientos. las calles, déjame el azar de la inocencia avezada. Vampiro de raíces me Mil veces muerto de una vez por la que pasas tú presto. Así me hiciste, arrancaste dulces tramas de enjambres esparcidos en miel de hoyes por preámbulo y pretexto para escucharte y partir; déjame a mí seguir donde los aires ¡Déjame al menos el rumor del mar de muchos, consuelo de me encuentro perdido, en el centro sin tañir de estas vísperas de nunca. tantos sin más suelo que de costumbre! ¡Véte a saber a qué viniste al mundo, pero no me lleves! Yo te conozco, no eres el Viento, sólo su * máscara de luego, mas te lo arrogas. Sé que eres tú sirena quien salmodia en los portales, tú añagaza de agazapados años porvenir, por volver, quien se intenta una y otra vez singladura en mis derrotas, tú quien me arrancó al tibio puerto del oso de mentiras con botones. Tú me esparciste a montones de regresos de alquiler y carmines desleídos en faros con enchufe y orinal rompiente. Pero el párrafo de viento al que me arrastras no abordará nunca la redonda costa prometida de siluetas y cabañas, y cintura de palmeras ciñendo el desembarco de la mano en el bote de cacao con leche de luceros. Y en el bordado altavoz de la noche los grillos noticieros jamás encadenarán más mensaje que más tarde, más después, más sigue. Demasiado te conozco para creer que me creas engañado una vez más con cuentas de otros colores y espejuelos de otros días, demasiado para creerte engañado si te sigo pese a todo por calles de pacotilla que tú me tiendes ribera al temblar de mi paso. Nada tengo que explicar en los estrados. De la promesa de la mar se mantienen los asnos de la memoria en la noria, ¡déjame que la oiga entera en el latón abollado de un latido!, ¿por qué no me dejas trenzar el rumor del planeta ahora en cada crujido de sus máquinas cansadas de regarse calendarios ajenos con esperanza? Demasiado te conozco para creer que creyeras que iba yo a buscar aún más culpables que tú de mis derrotas. Disfraces de tu agravio con bigotes y coronas mantengan a otros en la rueda: demasiado me conoces para ignorar que te sigo a tus adentros prestados, a mis atrases pagados, por amor de las mentiras con que me urdiste mañana entonces. Quédate con tus Muñecos jugando al te escondí, y déjame a mí Miavana donde haga El Marinero me pone en una situación, difícil. No estoy hecho yo para diálogos, salvo las veces, es cierto, en que en disfraz de crítico o de mueble decido echarme una siesta de mundo y circunstancia. Por mí que hable con gatos y farolas, que en tanto haya Anafranil y carniceros de guardia estoy a salvo. Pero me acaba de invocar directamente, y ese envés del tú que hace plástico la página del mundo me ha arruinado el espectáculo. Podría convocar al multitú justiciero que tan bien me oculta siempre, y hasta clamar indignado ¡¿y quién va a tomar ahora la parábola por todos, y qué hacemos ahora con las estampas de un viaje iniciático tan prometedor de gozos con chubasquero para el equitativo mirón amante del reparto?! ¿En disfraz de experto por ejemplo descargar el anatema y la tarifa por líneas sobre la hibridación de géneros y el amontonamiento el bardal, ni les has visto jamás mayor provecho que el de anestesia contra natura, de tan mal gusto y tan parecido al pecado de Sodoma, de suplente que facilite al dentista la inspección de tus empastes! Onán y de Jiménez en una pieza? Mas ¿para qué?, el retablo está cascado, Pues muy bien, aquí me tienes. Te quedarás sin Miavana y sin vista a los santos ya se les ve la caña y la escayola, y de pronto las imágenes pintoresca los turistas, y yo tendré que tramarme otra cara para oficiar de han de venir a abrir y no a cerrar la feliz excursión de turno. ¿Por qué me vacante con delirio a plazo fijo. Te parecerá bonito. piensas tanto, criaturita?, ¡que manía de amargar la fiesta!, ¿no te vale tu instamatic para la desazón metafísica? ¿Pero no te has enterado que el * lugar de lo vacante se llama vacación y es sustantivo, y aun sustancioso si Multitú Miavana centro, Miavana espera de otra voz temida redonda te lo montas como es debido, en la postura del misionero? Que nunca amada, achatada por los pelos de la ocasión, a ti me acojo. Miavana centro buscó reproducir significados, sino el gesto de descubrirlos, la gesta del de la parábola errática del balón que pasa del padre al hijo y de vuelta en descubrimiento a cubierto y cama puesta. Y ahora este Marinero me el sueño sin fecha del encuentro decisivo, la parada oportuna y el disparo desembarca en Finisletre y viene diciendo que ultramar es un color de tu más certero. Miavana multitú donde sumarme sumida cicatriz de lejanías, falda en este armario, y gentil por convertir en saludo el gesto usual el donde sumirme sumada nada en las cuentas del collar, en tí me acojo. Y panadero de este pueblo en donde escribo, y que está la Tierra Firme en en la sombra del ausente por venir, por volver, nos hallamos parejos el terror oscilante de mirar y no en el suelo que suele darse por fondo de disparates, disparatados disparos singulares en el blanco de tus calles, en ojo el que factura y transita cuando precisa una ojera de vida anímica que las dianas cimbreantes de tus aceras. Y la Música se late y en un son de realce el brillo inocente de su pupila gerente. Vaya vaya. ser se oye. Y entre las sombras la luz persiste. Y lo que es verdad somos ¿Y qué va a pasar ahora cuando le hable no a mí, pero al gato? nosotros. ¿Cómo jugar ya a planes y jerarquías si abordar a lo más sacro que soy yo andará en el mismo plano que susurrarle a los charcos? Y más, que en cualquier momento me veo que este irredento extenderá el parlamento universal y el derecho a voz a un frutero, a una alpargata o un abrelatas, y en tamaña floración de primeras personas lo más probable es que ingrese el pobre Fichte en la trapa y Rimbaud en una botella, aunque les pille entrenados, eso es verdad. Y las brillantes irrupciones del absoluto en la historia se quedarán sin el misterioso refulgir que proporciona la aparición calculada de la primera persona en el plano de los tantos, a saber, Miavana. Lindo ardid, Marinero; aprender ya has aprendido. Pues no creerás que fuera a creerme a estas alturas que me quieres en el cuadro, que sin mí no estás completo, que te falto y que te duelo. ¡Si a tí la guesamcunsverque y las valquirias se te hacen corderitos saltando en fila * TOBOGANES ¿Te has cansado de huir, Mudo Marinero? ¡Qué!, ¿no ibas a ser cualquiera en tu Miavana?¿Y qué interés vas a atraer a la perdición de nadie? Teatro de tí otro, teatro del malo, es lo que es... ...teatro de tí, otro, musita el Marinero. La calle parece más lejos que nunca, el plácido seno de luces y palmas, rodar por el Sótano de Toboganes a sumarse en un clinclin perdido entre las incontables cuentas desenhebradas que ruedan invisibles por la tiniebla sin partes. Te debía esta visita, Gusano. Ninguna otra has tenido, jamás, en este revés del centro. Desde que cerré la puerta de luz de mis párpados sobre el Primer Sueño a mis espaldas. Yo no sé por qué quedaste preso tras la losa gris de los otoños, la cartera colegial aún latía losa blanda de tu pálpito cercano, inaccesible ya, y las fachadas se hacían plátano pocho desleyéndose oro sucio en la lluvia de sumandos y batallas. Yo no sé por qué te encuentro hoy tan de repente en Miavana. Pero la quiero, es mía, la hago tierra a cada ahora con el ancla de mis pasos y mis voces. Pero te quiero, eres mío, te hago tierra a cada entonces de mi vela inmóvil. Tú también eres teatro, bulto de ecos y sombra de mis entrañas, ¿sabes? Teatro del Malo, teatro sin manos ni pies ni cabeza ni tramas de hilos de seda por la que huirte nadie. Tú no tenías labios, que los abrió sellados de aquí mi llanto. De aquí con lámpara de pie y bolsa de hule, de aquí con risa y guantes de distancia, de aquí latido mínimo e insalvable. De aquí en que las baldosas del cuarto de daño se incendiaran de repente en jeroglíficos de tí, y volvieras casi. De un aquí distinto y vertical como páginas fachadas de tarde callejón para el regreso que ojeara entre jaurías de autobuses y fritanga y lejanías el Viento. Tu no tenías carne de tiempo, casa en el viento donde correrte pasillo carmín zumbando de asfixia a los Brazos rosas de cristal de ausencia rota en pétalos de besos. Tu no tenías formas en tu dolor como mi cuna, como Miavana. Si nací de tu condena vengo a pedirte perdón. Te necesito también, además, parte y vez. Te necesita Miavana. Después de todo, tú nos alumbraste; antes de nada vengo a dibujos grotescos de destino sin rechistar, algún cometa a lo sumo por buscarte. burlarse de tus ansias de rúbrica con faros y espigones. Pero ¿por qué no Después de todo vienes a buscarme... antes de nada, tú me me dejas en paz?, ¿qué me quieres, vez otra vez, dispersarme, alumbraste, tú me hundiste el yerro candente del sol y los quioscos en el confundirme, librarte de mí en cenizas de colorín acalorado? Más cercanos pausado silencio de mi vaivén sin viaje ¿Que te perdone? ¿Y eso qué es? que el envés de la inminencia se traman millones de helados toboganes en Los Toboganes nacen del Invisible y sin otro lado flotan enmarañados rostro tras de sus labios, tras el revés de su frente y se embeben y se fulgores verdes, raigambre de nenúfar sin globo ni cometa en sombra espesan máscara de limo adentro, exprimido recinto menguante de la estancada ¿Perdón? (verde a púrpura furioso), ¿perdón?, avenidas sin asistencia que es Mudo Marinero, asido ya solo a lo que asido en el Viento ciudad, venas sin carne, te olvidas, te olvidas, claro, ¿qué otra cosa has mantiene un hilo certero hasta palmas estremecidas y mirada en donde. hecho tú, te ha hecho tú, techo, dónde, cuándo?, te olvidas que soy sólo el Miavana, Miavana, debe de oir alguno en este instante en un aún no que lecho del Primer Sueño, nada, la pesadilla del fondo, algo, el culo de tu sostiene pese a todo abierto este labio blanco, minúscula herida de puerta espejo de pasillo a los Escalones, la Puerta Verde, los Calendarios y el aún entreabierta a ti, que salvas. Por lo demás ya no hay nada. Por lo resplandor,¡ah, tus luces!, ¡tus malditas luces!, al límite de todo color, demás siempre vuelvo a congregarme sin traza, musita en un borboteo el sombra candente alrededor se ciñe, se aprieta, mosca sin espacio el Mudo fango que es todo casi, ¿dónde estás?, ¿cuándo? ¿En qué dónde? Traidor. Marinero teme y deja de temer, asiste. Acrisolado su silencio, amares y En un rincón de Miavana, una pausa con ventana. Que entreabierta soledades. Te olvidas que no hay olvido ni perdón donde nadie da lugar ni bate el viento lentamente ante la invisible penumbra donde se extinguen da la vez, en el fondo del pasillo, en este aquendeaquí donde has venido, de espacio doradas las cicatrices de sol en polvo. Por los labios en regla de ¿a qué has venido?, ¿a herirme de qué veces esta vez?, a torturarme, ¿por la contraventana musita algún pecadillo falso la tarde, por no desairar del qué no sigues tu fuga de juguetes en el espejo de piedra?, mi parte nube todo a los curiosos que acaso aún esperen confesiones y secretos de las no se duele; mi parte río se te presta aun rechistando a guante de cosas. Abajo, en la tierra vuelta jardín, el corro de las hojas y las luces esplendores y rumor de lentejuelas; mi parte estrellada incluso soporta tus prosigue su recreo, y en silencio reemprende su infinito calleabajo el Marinero. * No hay perfil de no ser éste No hay perfil del que no queda. No hay perfil de no ser éste, de trazo en fuga. No hay perfil de no ser éste, aquél, epidermis de reveses de las Cosas en su derecho a la voz, franqueadas a la lenta caricia de la espera, ala vez de frenesí parado en seco. No hay perfil de no ser este enjuto por el que despunta el sol entre párpados segados, sobre las vegas otra vez sembradas de las niñas. Ni retrato del fracasado timador en negocios sucios y tantos con la carencia insobornable de nombres en el curso. Ningún fichero policial ordena momias amadas en nupciales cortejos caníbales de aliento hombre, de corazón bamboleo. No hay altares ruines de cifra y de polilla donde al candor de varadas velas amarrarse al amar en légamos de oro y reparar de memoria los daños de horas contadas sin contar. Ni altísimos estrados de sombras de remate en que jurar decir la verdad ante nadie. Las huellas dactilares del sujeto son palmeras desatadas en dedos de barrunto por allende, en sombras de desplome por aquende el espejismo sediento de caras vanas sin rumbo por la celda. Isocaras infinitas por los cielos pacientes del detenido espacio van trazando la piel inconfundible de un planeta simultáneo. Y el vértigo a una de millones de pelotas de colores ha lugar sin dudas y procede en la vista de las niñas estrelladas contra la caja fuerte con pito de génesis encarrilados a la gloria del escriba. Ni pluma alguna ni pelo suscriben la identidad del sujeto huído, mudo, discurriendo callejones y tejados. Mortíferas denotaciones de repetición no alcanzan al que huye tras las culatas de apuntados esqueletos la cantata desafinada de los santos y las señas. Aplomo llueve resquicio entre las sílabas que si han de acertar no pueden dejar de dejar pausa por ser distintas y tantas. Rezumado por las tramas, resumido en lo restante, se confunde en el furor unánime de cuerpos múltiplos de nadie. Se estrella en las bocamangas, se asombra en las hombreras de lluvias de oro, habita entre los hábitos y asoma burlona jirafa en el alzacuellos, se le agarra a la gorra en los adentros de creciente calva y fecundo aluna la asolada medalla de reflejos vivos, de danzarines casis la rotunda frase, los Veletas formados hombros de informantes niños que avizoran luego y patalean antes, cuchicheando hojas en los cuchillos secos y pregonando bosque en los talados cráneos de calaveras prontas. Pasea el Marinero coágulo de viento oliendo las veletas. Acaso pronto sepa para qué su invierno largo de estaciones vagabundas en las entrañas Y disfrazado de canto inadvertido se ríe entre las fichas de la fecha inadvertidas del cristal. Ficción de adioses, crueles inocencias de espejo por hacer. Tan sólo algún disparo de plata mansa sin recámaras nupciales de Miavana, que se asoma sólo a su belleza en las bordas de los ojos que acierta al azahar sin ceremonia recién florido en labios aún entornados. se alejan. Un rojo rugido sordo delata las calderas que despiertan, ¿pero Desde entonces, desde atrás, desde luego se suicida dulcemente, por dónde? querer ponerse guapo y hacerse el permanente para la foto, que nunca ¿Y qué cargo de desechos, y hacia dónde, hará el Viento a ese sale como es de vida: no hay cuidado, que en el laboratorio del pecho la deshacerse que aún pasea con garbo su visera de hoyes y de miras? luna roja la vela siempre. Revueltas humedades en el aire anuncian otra siembra de bautismos Ceremoniosamente llevarán luego el borroso despojo a lapidar al infinitos en abismo. Musitará la lluvia los nombres todos de los seres en la álbum de mármol. Explotará el solemne bumbúm de licor de palabra en la rota general de las aceras, mas nadie una vez más oirá el que juntas dicen cajita con lazos. Y entre labios aterrados de allí a poco una sonrisa de las al oído infinito de la isla. La malla de rodeos y de lazos tramada en calles y siemprevivas regresará guasona y cordial la primavera sin plazo a los horas se deshará pañuelo en hilos de susurro, y los bordillos abrirán amantes ojos que holgazanes paseen su amor vedado por los contornos indiferentes sus sapos de metal por las esquinas y engullirán sin diferir los solemnes de la nariz. restos. ¿Y qué, qué cargo quedará, salvo en alta mar de incertidumbre, que Pues no hay perfil de no ser éste, o aquél, sino la luz gozada de la que son testigos y defensa al tiempo los certeros rumbos que alumbrara. * valga tal certeza? Revuelto aliento y hojas esparcidas vuelan desbandados y trajinan revisando vanamente puntuales mecanismos del automatador que se sabemos, ¿a que me ha quedado bien esa ráfaga gallarda en aquellas pantaletas? Ahora presumo yo y tú compruebas. Es lo justo. despereza y en nada les precisa. Ha huido la luz de los mismos cristales, Recuerda el Marinero, y a cada palmo que vuelve de memoria se no rondan sombras en las ramas de la palmera desierta, y todo sin atrás desprende en una escama de cristal ante la reja. Repasa ante el camión del resbala ya anticipo de torrentes en fachadas que se huyen sin decir disparo de mieles y nota ahora el respaldo silencioso de enseñanzas y palabra. Perdido en inminencia desatada, sólo el callejón sin gato le señales en que apoyó su objetivo. Asoman en el montón de todo desde contempla largo y tendido en olvidadas banderolas de pañales. ancianas soledades en talleres checoslovaco apretando el minúsculo Hendidura final de los paisajes, frente a frente asiste al congregarse tornillo imprescindible al disparo hasta agobiantes bañeras de alquiler del Viento en remolino para su próxima entrada en escena que le donde el Muñecote Tuerto, eslabón tras eslabón en blanquinegro consagrará tampoco y le deshace. No sorprende al Marinero, le traspasa. tiquitaque de viejos despertadores leva a oscuras el ancla de un ojo Ya le ha visto en otras veces destrabarse el primer ojal de la ceguera que atracado a un escritorio polvoriento. Recorre de espaldas la acera de la precede en poco a la verdad de gabanes sin adentro por los suelos de una ausencia de los perros, y aúllan desenganchados por todas partes vagones estancia sin miradas. ¿Y qué quieres?, dice el que habla lentamente de veranos y de huertas que le llevaron en palmas silenciosas de presencia mientras se prueba y desecha en hojalatas y hojarascas espirales sus por los paisajes del cimiento apedreado de la vida, y a espaldas negras de nuevos figurines, sus nuevos retintines. Yo te he creado de una pausa mía, prefectos y otras visiones atentas a su objetivo le soplaron lo esencial para de un aliento contenido. Ahora toca expirar. Ya lo sabías. No te cuadra a ti la imprescindible pregunta de la carne que no estaba en su libro, quedado alegar rebuzno ni tontería. Paralelos existimos, mientras sigas tú mirada y en blanco de tantas dulces espinas de egoísmo ignorantes como él del calle yo, mientras decías tu paso y hablaba yo con moscas y veletas. No te arquero alerta en sus raigambres de espalda. Y las uñas rosas de Ella quejarás, ya lo sé, pero recuerda; que por liviano no deja de dejar entre dos arrullos arrancan una tira de cristal de donde su vientre estaba. cicatrices aun tu paso en esta ciudad de aire. Holgabas tú, y yo extraviado en explicaciones para cubrirte la espalda me desangraba por el cantil de aquende de tus espejos. Vagabas tú y deshilachado alzaba yo planos de tu tesoro. Tras tu amable rendición a cada asalto me devanaba los esos y los aquellos para hacerlos baluarte y revellín inexpugnable de esta empresa ¿O no me has visto rondar tantas veces por el Morro?, que las metáforas también tomamos taxis y maestros donde podemos por abreviar a veces. Y últimamente ¿no me has oído, acaso, repasarte extenuado en retintines entre las cofas del puerto? Pero tú, a tu melodía, que lo tuyo es ser letrista; ya habrá otro que haga los arreglos. Y aun sabiendo la mentira de ser tu solo el son, la has disfrutado. Y yo entre tanto entretanto repasando tretas viejas, y galleando tú y yo exprimiéndome el alero para poner nuevos gallos a la veleta, y hacer fosos amares y asegurar posiciones. Así es, ya lo La deuda azul te reclama, marinero. Y ténte un poco, ¿quieres? Como pase el barrendero, que soy yo, ¿qué te crees que va a hacer con tu tesoro de añicos? Esparcirlo, repartirlo, como ahora mismo empujo por las calles tu casquijo hacia el borde del espejo. A que sirva al terraplén de otras miradas, que el tesoro está todo en defenderlo. No te apures porque vengan que vendrán más piratas respetables a la isla, y le hinquen cuál bandera entre las piernas. Parecerá que le gusta, pero será porque la haga flamear yo de recuerdo de cintas de bailes idos y restallar de labios en el aire ¿Para qué crees que sirven los fortines, si no es para dar tiempo a que escape la victoria de las manos memorables y las voces triunfadoras? Y no es que te eche nada en cara, ¡para qué más, si eso es la que te queda! El cargo que te hago, continúa el que habla en el callejón, es Miavana. O Miavana es el cargo que te hago; que después de todo son las paralelas mitades perezosas de mi aro. Que te vayas es su espejo donde se salve aún hermosa como luna de alféizar. Tu haber sido es su haber todo. Las deudas de que naciste, déjalas a mi cargo, que se entretengan con ellas sus ingenios y sus topos. La azul te queda, que es mi cuna y la mía. ¿No ves como traigo ahora de donde puedo mis nubes para tapar mis vergüenzas? Diversión, dilación, estratagema, Miavana se presta a todo lo que le quieras prestar, pero no acepta intereses: no te empeñes por pagarlos. Ya he desplegado mis planos sobre la mesa, ya están al caer otras miradas por sus aceras. Será de otros entonces y será aún ella. Y yo volveré a enredarme en disfraz de otras marañas por recorrerla otras veces. Tienes listo el corazón y ya te echa humo el cráneo. Y aunque quizás debería ser al revés, no está mal para zarpar al anverso. Que aprenda así cada cuál lo que le falta. Hale, a hacer puñetas de espuma. Clinquirinclines de vidrio para envidia de veletas alocadas silabean por la última vez adelante al Mudo marinero deshecho en calles rumbo al puerto. * Panorama en el extremo repentino del cumplimiento, el vuelco de las Cosas sin más allá atesta de arrojados héroes el pasillo donde discurren brisas flojas Sumida cuna de novelas naufragadas, personajes abismados sin nuevas empresas sin oficio. Conquistarte despojarte infamarte blasonarte visión ni horizonte fecundan los bancos de gestos que medran entre los cabecean en un eco unísono de arte aguardando su momento de nuevo brazos de tu tendido coral de asfalto. Desanclados de luegos y gallardetes, viejo amarrados a los muelles de tu lecho indiferente a los principios, no hay derrotas en bullir sin rumbo. Invencible silencio aplastado bajo terminación sola de actos y caminos. líquidas eternidades salobres sin pestañas, ni los astros parpadean su Doloroso zarpazo de quilla hacia otro abismo calla quien caiga cortante díanoche donde alumbra sin tregua la gesta hundida gestos desgajado de tu espera en la esperanza azul del Viento sin cartas ni vivitos y calleando. garantía. En vano atruenan ya a lo lejos las dulces baterías de tus labios, Inmemorables cuentas sin contar, los besos y las mesillas, el revelado animal de muerte caliente en el morro ansioso de la estela que te microscópico plancton de enigmas que trazan los meñiques en la esquina nombra a la distancia precisa ciudad entre ciudades, bulto amado, querido de las mesas, que borran las espaldas en el lomo de las sillas, que a veces entonces. Adiós, Miavana. Sálvete quien crea en tu quejumbre entreabierta examinan ojos yertos habitantes en islotes de sangre fría sin buscar otra de patios ausente su pisada. Adiós, Miavana. Sálvete quien crea erguidos respuesta en ellos que el bocado, desenhebrados todos flotan en la trama por su sombra los laberintos temblantes de tus pechos de palmera. En tu insustancial de tu abismo madre. Vanidad roída de vanos ruidos una red a bahía de infancia arrullen de ópalos estremecidos las tardes de los barrios veces desciende y posa fracaso en el fondo de Las Veces sin cuento. la anclada cuna de los destinos, que serán petróleo. Fabulosos animales Trenzados hilos de voz que confundidos se esfuman entre los planos podridos alimentan el furor necesario de la fuga. Mecánicas aletas infinitos que sueña el agua en el ocaso. Cuando el manso declinar del sol inconmovibles se alejan en la salsa de marea danzarina que las quisiera se te sube a la cabeza de espumas llena juegas Miavana a rumor de nubes aún desleídas hojas del agua, ilimitado baldío de hermosura por hollar. que te pronuncie nácar de espejo. Y descreída juegas a arquitecturas Adiós, Miavana. Yo sé bien en qué palacio del aire que será camaranchón a fugaces de cúpulas y estatuas conmemorativas del viento, desempeñado la deriva en las fechas vendrás a la puntual ceremonia del amor de las papel cebolla del héroe insolvente que de estrecharte en sus brazos saca gaviotas. Donde un mínimo clamor animal y sin testigos garabatee en el deudas y lágrimas de cuándos pendientes de tus plazas, sordas a otra cosa cielo de un instante nuestro rostro. que el trajín de las gaviotas y los aros de los niños. Reiterados cercos de amor que por dar nombre digno a la insondable extensión de lo restante traen a la voz del día húmedos rincones de tu cuerpo al punto secos, marchitas momias, memorables frases de desechos olvidadas a lo largo de tu piel de playa inacabable. ¡Cuántas combinaciones de banderas, cuántos sostenes de epíteto a tus pechos, cuántas medias palabras ufanas han pasado por victoriosas tus avenidas arriba hacia el puntual sumidero del latiente olvido! Ganada ganas siempre, codiciado botín de remate de tí misma. Puntapié de nunca ** III Burbujas en el agua. San Sebastián 1988. La Habana 1998. Serán las cifras que bailan, rondando la copa. Será la vida que sorbe, sedienta. Será que tratar con vivos lo vuelve todo tan claro como una ausencia; cristales, calendarios, cristalinos. Una lápida es un avión cernido con horario sobre abismos de perfiles conocidos. El trago de la memoria sí que tiene fondo. De repente aterrorizo. Castilla año 0. Y ahora llueve. Llueve en esta nueva tierra vieja, nuevo paradero de momentos que el murmullo del agua por el surco bautiza con otro nombre de ahora, de adentro, de manos otra vez en el centro de sus mapas. Haciendo mi lugar, el mío. Y llueve entonces. Y tan oscura vuelve el sol la epidermis pedregosa de mi tierra que callarla es a lo menos ociosa pretensión de sombras en el cuadro. Necesidades todas. Pero basta introducir un rayo de luz perlada en una azuda irresoluble de agua dulce y está ya presa, raíces de cristal, la memoria en cara vana. Y una huerta bajo un sol sin contador, y una teja llena de agua trabajada por el testarudo invierno de las manos, y una aldea alzada que permanece, precisa. Necesidades, todas. Deshilachadas entre tejados un millar de zapatillas de cristal recorren las acequias de una historia de presencias. No da menos una piedra, quieta y de una vez a otra la misma. Y basta un rayo de luz perlada en una dulce esfera sin preguntas, y emerge la mirada planetario de gotas en el cielo. Susurro de voces inestantes, transcurridas, entre crestas amanecidas cursa el río la geografía despejada de la vega en frente, surcos abajo. Su dorado sudor no aguarda y busca sangre azul de un soy con título y con fecha ciprés adelante, y entre labios de mármol muertos sin retorno acunan besos de brisas que acreditan incertidumbre entreabierta el más allá de mis palabras. Llueve tiempo emergido a mar en mi pueblo. *