Temas de historia argentina y americana 18 Temas de historia argentina y americana 18 Enero - Junio de 2011 Pontificia Universidad Católica Argentina Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación Ilustración de tapa: Edición de “El Mosquito” del 13/4/1873 - Año X, N° 536 que alude a la renovación presidencial de 1874. Rodean a Sarmiento: Bartolomé Mitre, Adolfo Alsina y Nicolás Avellaneda. Corrección de textos: Prof. María Sol Rubio García – Ariel Eiris Traducción: Prof. María Sol Rubio García Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Historia. Instituto de Historia Argentina y Americana Alicia M. de Justo 1500 Edificio San Alberto Magno C 1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina www.uca.edu.ar E-mail: revista_temas@uca.edu.ar Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en los catálogos LATINDEX y EBSCO. Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723 Impreso en la Argentina © 2011 UCA ISSN 1666-8146 AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD Rector Pbro. Dr. Víctor Manuel Fernández Vicerrectora de Asuntos Académicos Dra. Beatriz Balián de Tagtachian Vicerrector de Asuntos Económicos Dr. Horacio Rodríguez Penelas Vicerrector de Asuntos Institucionales Lic. Ernesto Parselis AUTORIDADES DE LA FACULTAD Decano Dr. Enrique Aguilar Secretario académico Dr. Roberto Aras Consejo Directivo Dr. Enrique Amadasi Magíster Gabriela Azar Dra. Teresa Baquerin de Riccitelli Dr. Marcelo Camusso Dr. Miguel Ángel De Marco Director del Departamento de Historia Dr. Miguel Ángel De Marco AUTORIDADES DE LA REVISTA Director Dr. Miguel Ángel De Marco Subdirector Dr. Guillermo A. Oyarzábal Secretaria de Redacción Prof. María Sol Rubio García Consejo de Redacción Dra. Beatriz Figallo Mag. María Fernanda de la Rosa Prof. Julio M. Luqui Lagleyze Dra. Hebe Carmen Pelosi Consejo Editorial ARGENTINA Dr. Edberto Oscar Acevedo (Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional de Cuyo). Dr. Samuel Amaral (Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional de Tres de Febrero). Dr. Néstor Tomás Auza (Academia Nacional de la Historia. Universidad Católica Argentina). Lic. Armando Raúl Bazán (Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional de Catamarca). Dr. Miguel Ángel De Marco (h.) (Academia Nacional de la Historia. Conicet). Dr. César A. García Belsunce (Academia Nacional de la Historia. Universidad del Salvador). Dra. Noemí Girbal-Blacha (Academia Nacional de la Historia. Conicet). Dr. Ernesto J. A. Maeder (Academia Nacional de la Historia. Universidad Nacional del Nordeste). Dr. José María Mariluz Urquijo (Academia Nacional de la Historia. Universidad del Salvador). Dr. Eduardo Martiré (Academia Nacional de la Historia. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho). 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Tocqueville y Sarmiento: dos visiones de la educación para una democracia republicana.......................47 Guillermo A. Oyarzábal, Sarmiento y su visión militar............................91 Investigaciones Carolina Barry, Política y religión en la ayuda social del peronismo....113 Luis María Caterina, El ejercicio de poder en la República de los notables: notas sobre las relaciones clientelares y legitimidad.................139 Lucas Codesido, La idea de “Nación” en el lenguaje político hispanoamericano, 1808-1814: los límites monárquicos de la imaginación liberal....................................................................................165 Jorge Núñez, Notas sobre un jurista olvidado: Julio Herrera y su intervención parlamentaria con motivo de la reforma del código penal en la República Argentina (1902-1936).....................................................193 Horacio Miguel Hernán Zapata – Leonardo C. Simonetta, Las configuraciones de sentido en el Museo Histórico Provincial de Rosario a principios del siglo XX: memorias visibilizadas, actores negados y pasados en pugna....................................................................................213 Estudios y Reseñas Bibliográficas Santo Domingo, cuna de América (María Victoria Carsen).....................255 Armando Raúl Bazán y Luis Navarro Santa Ana (EDS.), Historia y Geografía de Catarmaca (Rodolfo A. Raffino)..........................................261 Fernando Enrique Barba, José Camilo Crotto: un gobierno en medio de la borrasca (Ariel Alberto Eiris)....................................................................263 Miguel Ángel De Marco, La guerra de la frontera. Luchas entre indios y blancos, 1536-1917 (Rogelio C. Paredes).................................................264 Dardo Pérez Guilhou, Los enemigos de la Revolución de Mayo (Federico Miguel Oneto)............................................................................................267 Roberto Russell (Ed.), Argentina 1910-2010. Balance del siglo (Miranda Lida)..............................................................268 Dossier sobre Domingo F. Sarmiento Sarmiento y el primer peronismo. Entre las imágenes y las conmemoraciones: los proyectos de nación1 Beatriz Figallo UCA-CONICET/IDEHESI beatrizfigallo@conicet.gov.ar Resumen Convertido en figura símbolo de la Historia Argentina, Sarmiento ofrece una imagen histórica de gran potencial para indagar y confrontar distintos proyectos de nación. Asociado a una visión liberal del pasado, sus conmemoraciones han atravesado generaciones y gobiernos, arrastrando un caudal ideológico que comenzó a ser enfrentado y cuestionado por los embates del revisionismo histórico. Frente al declive que genera hoy día su memoria, el presente artículo indaga en la visión que Perón dejó trascender sobre el prócer sanjuanino y en su lugar dentro del peronismo, entre sus adherentes, en la educación y en el ámbito militar. Planteos, todos ellos, que ayudan a entender el diferente escenario que se plantea en el peronismo post 1955. Palabras Clave Sarmiento - peronismo - memoria – proyecto de nación - revisionismo Abstract Turned into a symbol in Argentine History, Sarmiento is a figure of great potential taken to analyzing and confronting different nation-building 1 Una versión previa de este artículo fue leído en el panel de clausura del Congreso Extraordinario de Historia en Homenaje a Domingo Faustino Sarmiento en el Bicentenario de su nacimiento (1811-2011), San Juan, 12, 13 y 14 de abril de 2011, organizado por la Academia Nacional de la Historia, la Junta de Estudios Históricos de San Juan y el gobierno de San Juan. 16 BEATRIZ FIGALLO projects. Often related to a liberal view of the past, commemorative celebrations have been made in his honor through different generations and successive governments, dragging with them an ideological corpus that would later be questioned by historical revisionism. Facing the present decline of his figure, this article dives into Juan Domingo Perón’s visions on Sarmiento, and the influence the latter had in Peronist ideology, the education and in the armed forces during the 1940’s. These findings will help understand the changing scenario Peronists had to face after 1955. Key Words Sarmiento - peronism - memoir – nation-building - revisionism Introducción Convertido en personaje símbolo, Domingo F. Sarmiento hizo méritos más que suficientes para sobrevivirse. Ya en su vejez y ni bien fallecido, su figura adquirió en la Argentina la condición de “hombre de mármol”, levantándose monumentos, celebrándose sus aniversarios, acometiéndose la edición de su excepcional producción escrita, componiéndose biografías, reflexionándose sobre su prédica y sus realizaciones. Ya que la magnitud de su vida política, de su obra y de sus escritos encontró una constante disposición póstuma por prolongar su propia actitud polémica en los variados campos que él mismo transitó, casi se podría decir que hubo y hay un Sarmiento para cada época, y en ese sentido, su evocación en cada tiempo es reveladora del devenir histórico del país. Los empeños conmemorativos en pugna son cabal muestra de las pujas por la prevalencia de un ideario asociado a un proyecto nacional. Lo más parecido a un genio que la Argentina diera, en palabras de Oscar Terán,2 la combatividad y la vigencia de Sarmiento deviene de su capacidad única por instalar una serie de cuestiones cruciales en el debate intelectual de la nación. Como ha escrito Elías Palti, “la figura de Sarmiento encierra la clave de una controversia que, de algún modo u otro, se proyecta hacia el presente”.3 Entrevista, “De un tiempo a otro”, Página 12, Buenos Aires, 4 de junio de 2006. Elías José Palti, “Argentina en el espejo: el “pretexto” Sarmiento”, Prismas. Revista de historia intelectual, 1, 1997, p. 33. 2 3 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 17 Si las ceremonias, actos y ritos le han permitido a las naciones una “inmersión en los orígenes, que reanima de las privaciones impuestas por la realidad e induce a la continuidad”,4 el culto a los próceres esta ligado a los valores que representan y por tanto no es común que su intensidad permanezca invariable. De unos años a esta parte, una suerte de opacidad va cubriendo la memoria de Sarmiento; no es la exaltación de 1911, ni las querellas de 1938, ni la culta pero menguante evocación de 1988; 2011 apenas suscita algunas citas referenciales que simplifican al extremo la figura de Sarmiento. En este trabajo nos interesa perfilar la imagen que se recordó y se evocó durante los años del primer peronismo, en momentos en que el proyecto de nación encarado permite reconocer puntos de asociación con premisas planteadas por Sarmiento. Algunos, incluso, han ido bien lejos: Sarmiento fue el Perón del siglo XIX. Para encarar esta aventura del conocimiento es imprescindible, aún asumiéndola como una tarea inconclusa, otear el recorrido previo que ayuda a explicar la toma de posiciones y, por otro lado, dejar expuestas las razones del viraje posterior que se alarga hasta hoy día. Se trata de un ejercicio de indagación y reflexión histórica suscitado como consecuencia del propio bicentenario del nacimiento de Sarmiento. Una percepción que ha recogido aquella prensa que se asume como cuestionadora de las políticas de la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y a la que han prestado su pluma intelectuales e historiadores, que advirtieron que “el gobierno no celebra a Sarmiento”, en un contexto de “desaparición de hombres de la historia que no tienen condecoraciones en el santoral peronista: Sarmiento, por ejemplo“.5 Matizando una explicación también simplista de esos enunciados que crean conductas -que tiene sus excepciones-, la pregunta que guía este trabajo es saber por qué y hasta donde estas actitudes de hoy tienen sustento en la realidad histórica del peronismo, que en su génesis, no rechazó, ni olvidó, ni se detuvo en sus polémicas, ni se regodeó en resaltar las contradicciones de Domingo Faustino Sarmiento. Hebe Clementi, Las fiestas patrias, Buenos Aires, Leviatán, 1984, p. 18. Beatriz Sarlo, “La fuerza de lo imprevisto”, La Nación, Buenos Aires, 27 de diciembre de 2010. 4 5 18 BEATRIZ FIGALLO Al Centenario: honor y gloria Para el 15 de febrero de 1911, Sarmiento tenía la trascendencia de prócer de la nación. El presidente Roque Sáenz Peña había firmado la ley 8109 por la que se declaraba feriado el día designado para conmemorar su centenario, debiendo celebrarse solemnes tedeums en todas las Iglesias Catedrales del país. José María Ramos Mejía, a cargo del Consejo Nacional de Educación le encargó a Leopoldo Lugones, entonces persuadido de la prevalencia de la educación para la formación de la nacionalidad,6 un libro celebratorio, una Historia de Sarmiento, que apareció en marzo en dos imprentas, Buenos Aires Otero y El Monitor de la Educación Común, a la par que las efemérides escolares ponían en un lugar central al sanjuanino. A través de iniciativas didácticas novedosas, lo patriótico iba adquiriendo un ritual propio en los ámbitos educativos, aún vigente: representaciones teatrales, iconografía de próceres, peregrinación a lugares de memoria, cantos e himnos.7 La Comisión Popular del Centenario de Sarmiento organizó en mayo un festival en el Teatro Colón, verdaderos “funerales cívicos”, con una gran concurrencia de público, la presencia del presidente Sáenz Peña, y discursos de Joaquín V. González y los historiadores Adolfo Saldías y Agustín Álvarez. Sarmiento estaba consagrado, una de las mayores visualizaciones de ello lo constituía su estatua hecha por Auguste Rodin, emplazada en el mismo lugar en que se demolió en 1899 la casa que había mandado construir el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas y donde habitó hasta la batalla de Caseros. En aquellos terrenos de Palermo, el mismo Sarmiento presidente había propuesto la creación del Parque 3 de Febrero, fecha de la derrota rosista. Inaugurada el 25 de mayo de 1900 por el presidente general Julio A. Roca, en medio de un desfile militar imponente, los fastos conmemorativos fueron testimonio del predominio político de la generación que había triunfado al imponer su programa para organizar el país. Tanto como el Sarmiento maestro y el Sarmiento político, el Sarmiento militar encontró también fervorosos evocadores. El 19 de julio de 1917 al pie del monumento palermitano, homenajeándolo como fundador del Colegio Militar, su director Agustín P. Justo pronunció un discurso donde lo se- 6 Patricia Funes, Salvar la nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Buenos Aires, Prometeo, 2006, p. 85. 7 Hebe Clementi, op. cit., p. 121. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 19 ñalaba como un predestinado que “tuvo la manía obsesionante de un ideal”, que admiró como modelos favoritos a los guerreros del tipo de José de San Martín y José María Paz, por su disciplina, cultura y corrección, que quería “para el ejército de su país oficiales instruidos, cultos, disciplinados y de sólida contextura moral” y que tenía “la noción de la nación en armas”.8 Años después, en 1921, al inaugurarse las obras del edificio del Colegio Militar, Justo enaltecía a Sarmiento, el “genial fundador”, quién se había puesto al servicio del triunfo contra el régimen rosista. Ello motivó una réplica del coronel Alfredo de Urquiza por parecerle encontrar disminuida la personalidad militar de su ascendiente, motivando una aclaración de Justo que robustecía aún más la figura de Sarmiento: La cruzada libertadora que terminó en Caseros no comenzó el 1° de mayo del 51, ni aún en 1847; algo saben de ello los Avellaneda, los Maza y los Castelli, toda esa falange de mártires de la tiranía; algo escribió el puño de Sarmiento en las piedras de la Cordillera. Mucho antes del 51 o del 47, la pluma de Sarmiento había empezado a disparar sus proyectiles no sólo contra los baluartes del tirano magno, sino contra las cuevas de esos tiranuelos en cuajo, los caudillejos … en Caseros cayó la tiranía, quedó herido de muerte el caudillaje, pero se necesitaron las escuelas de Sarmiento para rematar a los caudillos … Los 25.000 argentinos que Rosas alineó en Caseros mal mandados y mal dispuestos, con todo debieron haber repetido como siempre la epopeya, si no hubieran carecido de la fuerza moral que Sarmiento, el primero, aun cuando no el último, les había espetado, a ellos, analfabetos en su mayoría, con el mágico poder de las ideas.9 Mientras el prestigio de Sarmiento en la formación de la cultura platense se iba asentando solidamente, pocos lo discutían entonces. La figura contrapuesta Utilizando sus escritos como el arma por excelencia para oponerse al gobierno autoritario de Juan Manuel de Rosas, Sarmiento había sido uno de sus principales detractores y fuerza de choque contra su poder. Sin embargo, 8 Citado en Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte de la República verdadera (19101930), Barcelona, Ariel, 2000, p. 209. 9 La Nación, Buenos Aires, 6 de septiembre de 1922. 20 BEATRIZ FIGALLO la figura contrapuesta al prócer venerado había comenzado a demandar cada vez más estudios que develaran su misterio, y encontrando defensores. En 1900, después de haber leído los tomos de la Historia de la Confederación Argentina, definitivo título de Historia de Rozas y su tiempo, de Adolfo Saldías, donde el Restaurador de las Leyes comenzaba a ser estudiado con menos prejuicios, el escritor Manuel Gálvez compone el drama teatral La conjuración de Maza. El revisionismo histórico se abría paso. Diana Quattrocchi-Woison ha estudiado la irrupción de aquellos nuevos aires en la memoria histórica de la nación, situando en el cambio de época que significaron las primeras elecciones democráticas y el triunfo del Partido Radical la introducción de otras percepciones del pasado argentino, diversas a la que los antiguos adversarios de Rosas habían prohijado y plasmado. Junto con ello, una revalorización de la tradición telúrica y de las raíces del país, que devinieron en una renovada admiración por el legado hispánico y también por la figura del gaucho, comenzada de la mano de la crítica literaria y tema central de la literatura gauchesca.10 A poco se fue planteando un debate crecientemente apasionado sobre el tema del rosismo, al cual casi siempre era convocado Sarmiento. Aunque la discusión pública tenía mucho que ver con la irrupción del yrigoyenismo y su estilo político que con la figura de Rosas, se creía llegado el momento de ofrecer una versión menos esquemática del pasado que permitiera “realizar en la historiografía la misma integración nacional que el radicalismo permitía en la vida social y política”.11 Las iniciativas tendían a integrar a Rosas al discurso histórico nacional. La polémica de la que participaron los “intelectuales hegemónicos” de entonces encontró numerosas replicaciones en la prensa y difusión en publicaciones de todo tamaño e incluso en las aulas de estudios superiores.12 Si ya desde 1922 Carlos Ibarguren había cuestionado la tradición histórica liberal en una serie de conferencias que dictó en la Universidad de Buenos Aires, será a partir de 1930 que la constitución del movimiento revisionista dará un paso más allá: reivindicar a Rosas implicará entonces Marysa Navarro Gerassi, Los nacionalistas, Buenos Aires, Editorial Jorge Álvarez, 1968, p. 132. 11 Diana Quattrocchi-Woisson, “El revisionismo de los años 20 y 30. Rosistas y revisionistas: ¿los rivales de la historia académica?”, en Academia Nacional de la Historia, La Junta de Historia y Numismática americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938). Tomo I, Buenos Aires, 1995, p. 298. 12 Diana Quattrocchi-Woison, op. cit., p. 298. 10 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 21 criticar abiertamente a los próceres del denominado panteón consagrado por la visión liberal de la historia. Ya entonces hubo quienes parangonaron yrigoyenismo a rosismo, en particular conservadores y radicales antipersonalistas contribuyendo aún más a recuperar la figura de Rosas. Paradójicamente, disímiles interpretaciones del pasado convergían para hacer retornar al presente al rosismo. Si resultó característico de la campaña preparatoria del clima subversivo de 1930 que una página de Caras y Caretas presentara la caricatura de Yrigoyen en traje de mazorquero,13 hubo quienes, como el mismo Carlos Ibarguren que en su biografía sobre Juan Manuel de Rosas, su vida, su tiempo, su drama, lo mostraban enemigo de parlamentarios, intelectuales, hombres de prensa, masones, y más que nada amigo de la jerarquía, la propiedad y la religión. Al presentar a Rosas y a su sistema político como el modelo del siglo XIX que la Argentina necesitaba para el XX,14 lo identificaban con las elites reaccionarias que acompañaban la dictadura de José Félix Uriburu. Instalado ese escenario, habiendo tenido Rosas “principal catapulta” contra su poder en Sarmiento, se entiende que los hechos conmemorativos del ex presidente despertaran verdaderas luchas por su memoria y, si se quiere, acosos a su figura, en muchos casos con la voluntad de derribarla. Así sucedió en 1934 en los homenajes al cincuentenario de la ley 1420, ocasión en la que Sarmiento fue invocado extensamente al identificarlo con aquel instrumento civilizador. Pero entonces el ahora general Justo, admirador de Sarmiento y gustoso de la Historia, gobernaba el país y el estado dio curso a no pocas iniciativas culturales, muchas de ellas presentadas por el historiador Ricardo Levene, desde la transformación de la Junta de Historia y Numismática fundada por Mitre en Academia Nacional de la Historia en enero de 1938,15 hasta las celebraciones para Sarmiento, al cumplirse cincuenta años de su muerte en Asunción. 13 Luis C. Alén Lascano, La Argentina ilusionada. 1922-1930, Buenos Aires, Ediciones La Bastilla, 1977, p. 327. 14 Mark Falcoff and Ronald H. Dolkart, ed., Prologue to Perón: Argentina in depression and war, 1930-1943, Berkeley, University of California Press, 1975, p. 119. 15 Julio Stortini, “Polémicas y crisis en el revisionismo argentino: el caso del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” (1955-1971)”, en Fernando DevotoNora Pagano, La historiografía argentina académica. La historiografía militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2004, p. 82; Diana Quattrocchi-Woison, op. cit., p. 307. 22 BEATRIZ FIGALLO La reacción no se hizo esperar y seis meses después del decreto de Justo los rosistas replicaron con la creación de un organismo “consagrado a la revisión histórica” de toda la época del general Juan Manuel de Rosas. Impregnado de pasión política, en el naciente revisionismo histórico se manifestaba, sin embargo, otra de las profundas mutaciones en el espíritu de los argentinos. Agudizado por el contexto de crisis ideológica internacional de entonces, aquellos heterodoxos, algunos rosistas y otros no, comenzaron a ser tildados como un grupo de fascistas que escondían sus actividades políticas detrás del pretexto historiográfico. Mientras mucho del revisionismo centraba sus ataques contra Sarmiento como el representante más cabal de su generación -y en definitiva, de la oligarquía-, por su laicismo, antihispanismo, cosmopolitismo, admiración a los Estados Unidos y adhesión al centralismo y a la masonería, soslayando el ataque a fondo contra Mitre,16 la intelectualidad liberal y los partidos Socialista y Comunista se mantuvieron antirrosistas, lo cual ayuda a explicar la posterior asociación entre rosismo y peronismo, compartida por prácticamente toda la oposición desde 1945.17 Amar y discutir a Sarmiento El gobierno de Justo y de su sucesor Roberto Ortiz asumieron como política propia la celebración solemne del cincuentenario de Sarmiento. Los homenajes incluyeron desde escritos de Gabriela Mistral a Eduardo Mallea, a textos homenaje de la revista Sur, de la Universidad Nacional del Litoral y de La Plata. La Comisión Nacional de Museos y Monumentos creada en abril de 1938, también por impulso de Levene, propuso en sus primeras sesiones hacer efectiva la instalación del Museo Histórico Sarmiento, para resguardar los muebles, manuscritos, ediciones originales, retratos, bronces de Sarmiento, que su nieto Augusto Belín Sarmiento había dado en custodia en 1913 al estado nacional y que en su mayoría permanecían encajonados en el Museo Histórico Nacional. El presidente Roberto Ortiz firmó el decreto por el cual dispuso su creación, refrendado por ley nacional. Ello era concreción tardía de la ley de diciembre de 1910, por la cual se había acor- Norberto Galasso, La larga lucha de los argentinos y cómo la cuentan las diversas corrientes historiográficas, Buenos Aires, Colihue, 1995, p. 58. 17 Carlos Altamirano, Peronismo y cultura de izquierdas, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2001, p. 27. 16 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 23 dado declarar de utilidad pública para su expropiación la casa que habitó Sarmiento en sus últimos años, situada en la antigua calle Cuyo -después, Sarmiento 1251-, con el objeto de instalar en ella el Museo que llevaría su nombre. En cambio, se eligió como sede la declarada casa histórica de la Municipalidad de Belgrano, donde en 1880 el Congreso Nacional, alejado de la ciudad de Buenos Aires a causa del levantamiento porteño, celebró sus sesiones.18 Allí se había dictado la ley de su federalización, por la cual se declaró capital de la República. Se creaba así un instituto de cultura histórica, un lugar de “evocaciones retrospectivas”, ámbito para retemplar el espíritu, de “emoción patriótica”, donde su frecuentación pudiera ser, en lo sucesivo, “un acto escolar y público permanente, de indiscutible fuerza evocadora, que las escuelas e instituciones podrán realizar a diario”. Comenzada la Segunda Guerra Mundial, las repercusiones en la Argentina reforzaron la identificación del nacionalismo proclive a una revisión de la historia, con una alineación los totalitarismos que representaban los sistemas imperantes en Alemania y en Italia. Cuando en diciembre de 1940, apareció el benévolo Rosas de Manuel Gálvez, la critica en general lo consideró “un libro “nazi”, en esos días en que, “bajo la influencia del dinero yanqui y la dictadura del periodismo aliadófilo, dominaban los liberales e izquierdistas”,19 pero al cabo de una década, en diferentes ediciones, se llegarían a vender unos ciento veinte mil ejemplares. Tras la revolución de junio de 1943, las embestidas contra la imagen de Sarmiento se reavivaron. Parecía que alguna de las apelaciones propias de la época encontraban el contrincante simbólico ideal en Sarmiento, en especial en el ámbito educativo. Mientras algunos se atrevían a entronizar retratos de Rosas en ámbitos universitarios y a difundir divisas punzó,20 se desató en el país una campaña anti-sarmientina y ministros de Educación y/o Consejos, según los casos, ordenaron en algunas provincias, en forma abierta o encubierta quitar los retratos de Sarmiento de las escuelas. En Santa Fe la intervención del capitán de navío Cárrega Casafouth 18 República Argentina. Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Breve reseña de la fundación e instalación del Museo Sarmiento, Buenos Aires, 1939. 19 Manuel Gálvez, Recuerdos de la vida literaria (II). Entre la novela y la historia en el mundo de los seres reales, Buenos Aires, Taurus, 2003, p. 425. 20 Nicolás Repetto, Mi paso por la política. De Uriburu a Perón, Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1957, p. 273. 24 BEATRIZ FIGALLO nombró al frente del Consejo General de Educación a José María Rosa hijo, un “notable del nacionalismo local”, conocido por su fe rosista.21 Durante su gestión, el 18 de agosto, el Consejo adoptó la resolución sobre la enseñanza de la religión en las escuelas de la provincia, fundamentado en que “el amor a la tierra que nos vio nacer y a sus tradiciones debe fundarse en una sólida moral cristiana, de acuerdo con nuestros orígenes y antecedentes”, a la par que en circular cursada a los directores de escuela reducía a una breve referencia en horas de clase, en vísperas del 11 de septiembre, el homenaje a Sarmiento. Si bien Rosa se cuidó en no introducir la figura de Rosas, se retiraron las imágenes de Sarmiento, y se dieron instrucciones para celebrar al prócer federal de la provincia, Estanislao López, y a Artigas como padre del federalismo argentino, a la par de desaconsejar la lectura del Facundo.22 No siendo posible aún hacer política nacionalista, podía de momento “iniciarse una educación nacionalista”. El objetivo de Rosa era “afirmar primero el terreno antes de hablar de Rosas, que era mala palabra para muchos”.23 En Rosario, las autoridades policiales prohibieron toda concentración en torno a la magnífica estatua de Sarmiento. Pero un desfile incesante de vecinos en silencio durante todo el día fue arrojando flores hasta cubrir totalmente el pedestal de la estatua del sanjuanino.24 La reacción de los docentes, de los periódicos y de los políticos liberales no se hizo esperar. El interventor le pidió la renuncia a Rosa, que también había llevado como funcionario al Consejo al historiador rosista Ricardo Font Ezcurra, y responsabilizó de los ataques a adversarios del nacionalismo santafecino.25 El Boletín de Educación publicó en el mes de setiembre un comunicado del Ministerio “por el cual se expresa que siendo de justicia reconocer que la obra realizada por el prócer D. Faustino Sarmiento en beneficio de la Dario Macor, “Las tradiciones políticas en los orígenes del peronismo santafecino”, en Dario Macor y César Tcach (edit.), La invención del peronismo en el interior del país, Santa Fe, UNL, 2003, p. 90-1. 22 Enrique Mason, José María Rosa. El historiador del pueblo, Buenos Aires, CICCUS, 2008, p. 117. 23 Pablo J. Hernández, Conversaciones con José M. Rosa, Buenos Aires, Colihue, 1978, p. 106. 24 Félix Chaparro, El logista Sarmiento, Rosario, 1956, p. 47. 25 Enrique Mason, op. cit., p. 117. 21 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 25 educación de nuestro pueblo, le hace merecedor al homenaje de gratitud del mismo, y que en ninguna otra parte como en las escuelas argentinas debe tributársele, se ha dispuesto que el retrato del prócer sea colocado en el lugar que corresponde en todas las escuelas dependientes del Consejo General de Educación. En virtud de ello la Dirección General de Escuelas se dirige a los señores directores de establecimientos donde no se haya colocado aún en retrato de Domingo F. Sarmiento, significándole que vería con agrado el cumplimiento de esa disposición a la brevedad posible”.26 Publicaba entonces el diario La Tribuna, de Rosario: “para arrancar el nombre de Sarmiento del corazón de los argentinos, habría que destruir la nación“.27 Dos circunstancias inesperadas contrabalancearon de modo rotundo aquella ofensiva contra la imagen de Sarmiento. En pleno conflicto bélico mundial y con la Argentina en difícil situación, único país neutral de toda América, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt convocó a los gobiernos vecinos a una conferencia de educación. Bajo los auspicios de la Unión Panamericana, el objetivo declarado era crear una universidad, y por ese medio formar un “un estudiantado interamericano, una sólida conciencia continental”. A pesar de las dificultades internas y externas, a fines de julio de 1943, el gobierno del general Pedro Pablo Ramírez, confirmaba su aceptación, disponiendo la concurrencia del ministro de Justicia e Instrucción Pública, general Elvio I. Anaya. El temario era muy amplio, desde el estudio de los sistemas educativos, la enseñanza de la historia, la fundación de bibliotecas, la educación para la paz, la educación indigenista. Realizada entre el 27 de septiembre y el de octubre, la delegación argentina debió ser integrada por funcionarios diplomáticos y docentes debido a la crisis que vivía el gobierno de Ramírez, fue presidida por el embajador argentino en Colombia, Juan G. Valenzuela, y como delegados Luis Podestá Costa, ex director jurídico de la Sociedad de Naciones y asesor jurídico del Ministerio de Relaciones Exterior, José Trimarchi, abogado y profesor de la universidad y el profesor Juan Manuel Corcuera, secretario del Instituto Nacional del Profesorado Secundario. En 26 Amelia Martínez Trucco, Acción del Magisterio de Santa Fe. Su trayectoria y aporte a la construcción del sistema educativo, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2004, p. 485. 27 Félix Chaparro, “Sarmiento y su lucha por la libertad”, La Tribuna, Rosario, 11 de septiembre de 1943. 26 BEATRIZ FIGALLO la comisión de “Acercamiento Cultural del Hemisferio”, la delegación de Nicaragua presentó una moción, en razón de que era actividad “fundamental de la Escuela la educación de los sentimientos”, y “la gratitud y devoción debidas al maestro de la escuela primaria, que... orienta el porvenir espiritual y cultural de nuestros pueblos”, […] ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el Día del Maestro que el 14 de junio, por haber sido este día del año 1842 la fecha memorable en que abrió sus puertas la primera “Escuela Normal de Preceptores” fundada en Santiago de Chile y dirigida en sus albores por un argentino glorioso, ciudadano de América y Maestro de Maestros: Domingo Faustino Sarmiento”. El delegado norteamericano, doctor Patterson, objetó que el 14 de junio era período de vacaciones en su país, y allí intervino Podestá Costa, observador en la comisión, señalando que en la Argentina el día se celebraba el aniversario del fallecimiento desde hacia más de veinte años, fecha en la que no había clases “sino que se celebran solemnidades y se va a la tumba de Sarmiento”. Fijada esa fecha, se salvó la objeción del delegado de los Estados Unidos.28 Sarmiento era ya el maestro de América. Recién dos años después, el gobierno de Farrell, dictó el decreto 21.215, por el cual y conforme a lo decidido por la Conferencia, se decidía hacer efectiva una resolución honrosa para la Argentina, “cuna del ilustre patricio”. Así decretaba que el 11 de septiembre fuera el día del Maestro, que debería ser conmemorado en todos los establecimientos educativos del país. La otra circunstancia fue el estreno a principios de 1944 de la película “Su mejor alumno”, diferente manera de hacer historia por su intención y sus consecuencias. A pesar del clima hostil que se desplegaba contra Sarmiento, la industria fílmica argentina, que vivía momentos de auge de la cinematografía épica -recuérdese el impacto de la reciente La guerra gaucha- lo eligió como protagonista de un tema nacional, en momentos en que la sociedad no sólo aspiraba a encontrar distracción y solaz sino que se mostraba receptiva a una renovación cultural. 28 República de Panamá, Primera Conferencia Interamericana de ministros y directores de Educación. Reunida en Panamá del 25 de septiembre al 4 de octubre de 1943, Panamá, Cía. Editora Nacional, 1944, p. 298. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 27 Tras un anterior intento inconcluso, La Vida del Gran Sarmiento, el mismo año de 1941 el director Lucas Demare había comenzado a preparar este nuevo proyecto. En el guión empezaron a trabajar Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi, quién ya había redactado el guión del film “Huella”, basado en el Facundo. Para “Su mejor alumno” se trabajaron con textos de Sarmiento, en especial Recuerdos de Provincia y La vida de Dominguito. Aún admitiendo que se alteraron algunos hechos,29 el argumento entregó un prócer apasionado y sensible a las necesidades del pueblo. Se trata de un Sarmiento –protagonizado por el actor Enrique Muiño, de gran parecido físico- que tiene la impronta del nacionalismo popular, en el que Manzi fue protagonista como militante de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), el movimiento intelectual de recuperación interna del Partido Radical de tendencia yrigoyenista.30 En la película, los ataques a Rosas se relativizaron: “No debe recibirse como moneda de buena ley todas las acusaciones que hemos hecho a Rosas en aquellas épocas de lucha. ¡Al pasado no hay que criticarlo, hay que superarlo!”, Sarmiento habla de la aristocracia con olor a bosta y dice que la educación asegurara el porvenir de los gauchos. El texto sigue poblado de ideas similares: “... con esos gauchos San Martín formó un ejército”. Y algo mucho más radical: “Cuando se agitan las pasiones políticas es difícil saber de qué lado está la barbarie. Casi siempre llamamos barbarie a lo que no nos conviene”. El ideal que persiguió Sarmiento en su vida pública está descripta en un improvisado discurso: “esta tierra está llena de pobres, desvalidos. Para ellos reclamó justicia, instrucción; para que puedan gozar de los bienes que ahora solo disfrutan los privilegiados”.31 Durante el rodaje el gobierno militar apoyó el proyecto y brindó las instalaciones y el personal de la escuela de suboficiales de Campo de Mayo para la filmación de los exteriores que reflejaban las escenas de la guerra del Paraguay, además de asignar durante su filmación un asesor del Ministerio de Guerra argentino -cuyo jefe de secretaría estaba a cargo del coronel Juan 29 Eduardo Jakubowicz-Laura Radetich, La historia argentina a través del cine. Las “visiones del pasado” (1933-2003), Buenos Aires, La Crujía, 2006, p. 67. 30 Alberto Díaz, “Revisionismo histórico”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci, Gianfranco Pasquino, Diccionario de política, México, Siglo Veintiuno, 2005, p. 1408-1412. 31 Darío Lavio, “Sarmiento, la pluma y la pantalla” (consultado en línea: 1 de marzo de 2011) www.quintadimension.com 28 BEATRIZ FIGALLO Perón, ministro a partir de mayo-, con lo cual se había buscado no herir el honor militar paraguayo. Estrenada en una función a beneficio de los damnificados por el terremoto de San Juan a la que también concurrieron altos funcionarios del gobierno encabezados por el presidente Edelmiro J. Farrell, la película tuvo una excelente acogida de la prensa y se mantuvo veinte semanas en las salas de estreno.32. Ya bajo los gobiernos peronistas con el perfil de un prócer conciliador y de gran fortaleza espiritual, Sarmiento volvió en varias oportunidades a ser tema de películas: el actor Juan Bono lo representó como presidente en Almafuerte (1949), el film Escuela de campeones (1950) incluyó escenas con la exitosa caracterización de Muiño, mientras se presentó también en la biografía de Mariquita Sánchez de Thompson, El Grito Sagrado (1954), que muestra la reconciliación del flamante mandatario nacional con la heroína de la película y presidenta de la Sociedad de Beneficencia en 1868, y que muchos identificaron con Eva Perón,33 y en El Amor nunca muere (1955), donde aparece durante su exilio en Chile, dirigidas por Luis César Amadori. La lucha por apropiarse de la imagen histórica de Sarmiento encontró en el crucial año de 1945 un nuevo escenario de combate: se experimentaba el agotamiento del régimen militar, mientras Perón había adquirido el rango de protagonista. La oposición demandaba la instalación de un gobierno democrático para poder cumplir con las exigencias de los Aliados que habían ganado la guerra en la organización post bélica mundial, y en los ámbitos universitarios aquel rechazo al régimen juniano se sintetizaba en la consigna interpelante de “Sarmiento sí, Rosas no”.34 La Marcha de la Constitución y la Libertad del 19 de septiembre que en Buenos Aires exigió la entrega del poder a la Corte Suprema de Justicia lo hacia portando cartelones en los que escribían que la Argentina que debía reinsertarse internacionalmente no era la de la barbarie ni la de la tiranía de Rosas, sino el país de Rivadavia, 32 Ana Laura Lusnich, “Enrique Muiño: los modos de producción de un actor integral”, en Osvaldo Pellettieri (dir.), De Toto a Sandrini. Del cómico italiano al “actor nacional” argentino, Buenos Aires, Galerna, 2001, p. 174. 33 Agustin Neifert, “Sarmiento en el cine argentino”, Todo es Historia, Nº 523, febrero 2011, p. 33. 34 Norberto Galasso, Perón. Formación, ascenso y caída: 1893-1955, Buenos Aires, Colihue, 2005, p. 255. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 29 de Mitre y de Sarmiento,35 así como se desfilaba con sus enormes retratos. Mientras, el diario La Época elevaba el significado del 17 de octubre al rango de lo que había ocurrido en mayo de 1810 y ubicaba a Perón como heredero de San Martín y Sarmiento.36 En 1945 se conmemoraban también los cien años del Facundo. El filósofo y discípulo de Heidegger que adhirió al primer peronismo, Luis Juan Guerrero, se explayó en un seminario sobre las ideas filosóficas argentinas, que desarrollaba dentro del Instituto de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, con unas conferencias tituladas “Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo”,37 denso texto que sería editado ese mismo año. Tras positivas apreciaciones donde mostraba a un Sarmiento que había roto definitivamente con la actitud nostálgica frente al pasado y al medio, con el horizonte de vida retrospectivo y pasivo propio de los románticos europeos, e inauguró en el romanticismo argentino una actitud prospectiva frente a la existencia y su contexto físico y temporal que se tradujo en un programa de acción cultural y político capaz de dar sentido nacional y americano a todas las formas de la vida histórica”,38 Calificaba a Sarmiento de “último gaucho cantor” y “montonero intelectual”, expresión esta última en la cual hacia converger las dotes del caudillo con el hombre de progreso, las expresiones supremas del gaucho y del civilizador. Guerrero, además de afirmar que con Facundo, Sarmiento fue el primero en haber formulado un cuadro de las condiciones de posibilidad -y un proyecto de realización- de la vida histórico-social americana, Jorge Nállim, “Del antifascismo al antiperonismo: Argentina Libre … Antinazi y el surgimiento del antiperonismo político e intelectual”, en Marcela García Sebastiani (ed.), Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina (1930-1955), Madrid, Iberoamericana, 2006, p. 95. 36 Mariano Plotkin, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ariel, 1993, p. 52. 37 Gerardo Oviedo, “Sarmiento y el canon filosófico nacional” (consultado en línea: 1 de marzo de 2011): www.cecies.org 38 Luis Juan Guerrero, Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo, Buenos Aires, Editorial Docencia, 1981, con estudio preliminar de Rodolfo M. Agoglia, ps. 19-20. 35 30 BEATRIZ FIGALLO entendió que con ello había forjado la utopía argentina.39 Actualidad y eficacia que implícitamente atribuía al peronismo naciente en cuanto forma de “organizar un régimen democrático”, y en general, de civilizar la barbarie. No seria esa la posición, por cierto, de Carlos Astrada, otro filósofo que adhirió al peronismo.40 Ni menos del batallador forjista Arturo Jauretche que años después calificaría el dilema entre la civilización y la barbarie como la principal zonzera argentina, o José María Rosa, equiparando civilización con lo propio de extranjeros y barbarie con lo nacional, o del filósofo Silvio Maresca que ya en 1983 planteaba el reemplazo definitivo de la dicotomía sarmientina por la alternativa de “Liberación o dependencia”, también como un pensamiento genuinamente argentino y latinoamericano.41 Pero aquel año crucial para el mundo y para la Argentina, fue también el del impacto del libro Vida de Sarmiento: el hombre de autoridad, de Manuel Gálvez, quien convertido en “elegante detractor” de Sarmiento, ya veía a Perón como el hombre providencial, un nuevo Yrigoyen.42 En 1945 apareció también la biografía afín a Sarmiento de Ricardo Rojas, El profeta de la pampa, una compleja visión empática del prócer con la nación.43 Aunque Rojas venía escribiendo y estudiando a Sarmiento desde hacia décadas, su obra parecía una respuesta a la del autor nacionalista admirador del coronel del pueblo. Sobre la obra de Gálvez cayó la censura de los enemigos de los militares en el poder, que lo calificaron como un “libelo”, escamoteándosele reseñas en diarios y revistas y exhibición en librerías y vidrieras, mientras 39 Ver Marcelo Velarde Cañazares, “Facundo y Martín Fierro en las claves filosóficas de Luis J. Guerrero y Carlos Astrada“, en Patrice Vermeren y Marisa Muñoz, comp., Repensando el siglo XIX desde América Latina y Francia: Homenaje al filósofo Arturo A. Roig, Buenos Aires, Colihue, 2009, p. 362. 40 “Reportaje a Guillermo David, Filosofía nacional: entre Mao y Perón”, Revista Ñ Clarín, Buenos Aires, 26 de marzo de 2005. 41 Osvaldo Guglielmino, Perón, Jauretche y revisionismo cultural, Buenos Aires, Ediciones Temática, 1985, p. 178. 42 Mónica Quijada, Manuel Gálvez: 60 años de pensamiento nacionalista, Buenos Aires, CEAL, 1985, p. 94 y 116. 43 Diana Sorensen Goodrich, “Ricardo Rojas, lector del Facundo: hacia la construcción de la cultura nacional”, en Saúl Sosnowski, selección, prólogo y notas, Lectura crítica de la literatura americana. La formación de las culturas nacionales, Tomo II, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1996, p. 555-6. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 31 el libro de Rojas agotaba ejemplares. La posición ideológica determinó, en gran medida, las repercusiones. Mientras el paraguayo Juan E. O’Leary, el reivindicador del mariscal Francisco Solano López, se regodeaba con la obra de Gálvez, “Sarmiento es ya un mito en su país. Usted lo ha devuelto a la realidad y a la historia … el paradigma de todas las perfecciones que fue trasunto de imperfección en todas las manifestaciones de su vida, sale de su libro tal como fue”,44 el mismo Gálvez explicaba que su libro había tenido la virtud de terminar con la “invención de los liberales” de que Sarmiento era uno de los suyos, pudiendo ser, en cambio, “bandera del orden”. En los prolegómenos del peronismo, aquella mirada era más afín con el momento, que la que reflejaba un Sarmiento cercano a su versión canónica. El desencuentro que se adivinaba se convirtió en escándalo al fallarse en 1946 el Gran Premio Nacional de Letras de los años anteriores y ser desechada la obra de Rojas. La comisión asesora de notables se había pronunciado por el Profeta de la Pampa, pero desentendiéndose de esa recomendación, la Comisión Nacional resolvió en cambio premiar el libro Proas de España en el Mar Magallánico del ex ministro de Relaciones Exteriores doctor Enrique Ruiz Guiñazu.45 Legisladores electos por las fuerzas peronistas Ernesto Palacio y Diego Luis Molinari, a ambos les correspondió integrar aquella comisión, cuya presidencia ejerció Palacio. El diputado Arturo Frondizi acusaría entonces al cuerpo de estar integrado por “conocidos admiradores de d. Juan Manuel de Rosas, y por tanto, de conocidos enemigos de d. Domingo Faustino Sarmiento”. La ecuación parecía indicar animadversión, tal vez complot, pero no consistía en algo tan sencillo: los autores eran colegas académicos, Ruiz Guiñazú era un hispanista y Rojas también, aunque aquel había sido el canciller del depuesto presidente Castillo, defensor de la neutralidad argentina en la Guerra Mundial, nacionalista, acusado de falangista y por ende, de nazi-fascista. Era autor de obras históricas que habían sido bien valoradas entonces, y el propio libro premiado se consideraba importante para sostener la posición argentina en el contencioso de Malvinas y el Atlántico Sur. Con todo, como en otras ocasiones, se redujo el Manuel Gálvez, op. cit., p. 513. En Filosofía y Letras. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, 1947, Volumen 13, Número 25, p. 167. También Raúl H. Castagnino, Sarmiento visto por Ricardo Rojas, Buenos Aires, Comisión Permanente de Homenaje a Sarmiento en Washington y en Asunción, 1982, Nº 2. 44 45 32 BEATRIZ FIGALLO conflicto a la detracción sarmientina, y por extensión al debate instalado de libertad versus autoritarismo. Difícil es saber si despojar del premio al Profeta de la Pampa fue una medida que se le cobraba a Rojas por haber sido el candidato a senador de la Unión Cívica Radical por la Capital en las elecciones generales de 1946 -para que al final resultó más votado el ex radical Molinari- o como afirmó con sarcasmo uno de sus colegas, “Sarmiento no era en ese entonces figura de buen tono para ser presentada en una sociedad de gente piadosa, decente y ordenada”.46 Aunque la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) le había reparado con la concesión del premio de honor a su Sarmiento, Rojas renunció a sus cátedras universitarias y se sumió en el ostracismo, tras los muros de su casa colonial porteña, edificada en la calle Charcas gracias al Premio Nacional de las Letras que había recibido en 1923 por su Historia de la literatura argentina.47 En verdad, en 1939 Ernesto Palacio había declarado: “soy un viejo argentino, es decir, una víctima de la oligarquía que proclamó la superioridad del extranjero sobre el criollo y del hijo del inmigrante sobre los descendientes de los conquistadores. No es de extrañar mi escasa simpatía por Sarmiento y Alberdi, con quienes tengo una cuenta pendiente de carácter personal”.48 Con todo, en el Congreso se oyeron a partir de 1946 distintas voces evocando a Sarmiento. Si se siguieron señalando como identificación con el autoritarismo las manifestaciones de rosismo, estas se exageraban con el deseo de confrontar políticamente.49 Así, el diputado por La Rioja Oscar Albrieu, de la Unión Cívica Radical-Junta Renovadora, adherido al peronis- 46 Flavia Fiorucci, “Los escritores y la SADE. Entre la supervivencia y el antiperonismo. Los limites de la oposición (1946-1956)”, Prismas, 5, 2001, p. 117; y “El antiperonismo intelectual: de la guerra ideológica a la guerra espiritual”, en Marcela García Sebastiani, (ed.), op. cit., p. 175. 47 Alfredo de la Guardia, Ricardo Rojas. 1882-1957, Buenos Aires, Editorial Schapire, 1967, p. 37. 48 Emma Cibotti, “¿Una colonia italiana en Buenos Aires?”, Temas de Patrimonio Cultural: Buenos Aires italiana, 25, Comisión para la Preservación del Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2009, p. 26. 49 Luis Alen Lascano, prólogo, Ernesto Palacio, Buenos Aires, Círculo de Legisladores de la Nación, 1999, p. 24. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 33 mo, hizo una defensa del personalismo, fundamentándolo históricamente: “se nos dice que somos personalistas. ¿Ha habido algún movimiento argentino de envergadura que no tuviera un jefe … si hubiéramos estado en el año 60, hubiésemos sido todos sarmientinos”. Albrieu insertaba al peronismo como continuador de la tradición popular histórica indicada por el eje Moreno-Sarmiento-Yrigoyen-Perón, línea que también desarrollarán otros diputados.50 En los debates para proceder a la ratificación de los decretos leyes del gobierno militar, entre ellos el de la implantación de la enseñanza de la religión en las escuelas, el diputado oficialista por Corrientes Joaquín Díaz de Vivar, sostuvo su postura con abundantes citas de próceres nacionales que destacaban la enseñanza de la “sagrada religión católica” en la instrucción pública, incluso de Domingo Faustino Sarmiento en carta enviada al doctor Secundino J. Navarro. Todo esto, decía Díaz de Vivar, reforzaba la idea que la ley 1420 no había buscado la instauración de una escuela pública y laica tal como se desarrolló desde 1884, tratando de probar la intrinseca relación que, para Sarmiento, tenía la enseñanza de la fe católica en las escuelas primarias en el marco de su concepción de la enseñanza del país.51 También se expresó con voz oficial en 1948 en el Congreso el canciller Juan Atilio Bramuglia, al rechazar “que el gobierno se base para su acción en discusiones habidas en la historia de nuestro pueblo”, sosteniendo que “el gobierno no es rosista”.52 Posición vehementemente contraria asumiría John William Cooke, entre otros, de los más representativos, pero no el único. En ocasión del debate que suscita en la Cámara de Diputados en 1949 por el tratamiento de un proyecto para homenajear al historiador Adolfo Saldías, afirma cómo desde una postura revisionista: “Nos proponemos demostrar – y lo hemos conseguido 50 Cecilia Pitelli-Miguel Somoza Rodríguez, “Peronismo. Notas acerca de la producción y el control de símbolos. La historia y sus usos”, en Adriana Puiggrós (dirección), Discursos pedagógicos e imaginario social en el peronismo (1945-1955). Historia de la Educación en la Argentina. Tomo VI, Buenos Aires, Editorial Galerna, 1995, p. 225. 51 Sabrina Paula Vecchioni, “1946: el año en que la educación pública se volvió religiosa”, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio Gioja” (consulta en línea: 3 de marzo de 2011) www.derecho.uba.ar/investigacion/ 52 La Prensa, Buenos Aires, 3 de julio de 1948, p. 8, “Convirtió en Ley la Cámara de Diputados el Convenio sobre aprovechamiento de los rápidos de Salto Grande”, en Luis Alen Lascano, Ernesto Palacio, cit., p. 27. 34 BEATRIZ FIGALLO si se estudia el problema objetivamente- dónde estaba la verdadera barbarie, dónde estaban las fuerzas del país y dónde los enemigos de la nacionalidad”. Asumiendo como representativas del lenguaje de la oligarquía diferentes frases extrapoladas de Sarmiento,53 para Cooke el imperialismo estaba detrás de los dogmas históricos de la historia oficial y de los dogmas económicos: “solamente se puede obtener la liberación económica nacional a través de la destrucción de esos dogmas históricos falsamente fabricados”.54 Disputando también por la figura de Juan Bautista Alberdi, otros peronistas se quejan de que la UCR, identificada con la corriente liberal de la historia, intenta monopolizar su legado. Desde que el Partido Peronista “se siente heredero de todas las grandes tradiciones nacionales”, el diputado Raúl Bustos Fierro sostiene que la obra del peronismo estaba en consonancia con el pensamiento de Alberdi, “paladín del pragmatismo”.55 Perón y Sarmiento ¿Y cuál era las visión que Perón había adquirido del pasado argentino, y a la postre, la postura que asumiría sobre la figura de Sarmiento? De tradición familiar nacionalista, es decir, “mitrista” y por extensión, conservadora,56 alumno del Colegio Militar del que egresó como subteniente en 1913, inclinado a la docencia en el ámbito castrense y entendido en historia militar, Perón había manifestado desde su tiempo de joven oficial del ejército su admiración por el general San Martín, habiendo comenzado incluso un libro que dejaría inconcluso en 1941 sobre las campañas militares Melina Natalia Adelchanow, “John William Cooke y su visión del pasado argentino. Reflexiones entre la historia y la política”, Tesina de Licenciatura, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Carrera de Licenciatura en Ciencia Política, Universidad de Belgrano, abril de 2005, p. 29 y passim. 54 Gregorio A. Caro Figueroa, “Las derivas del revisionismo histórico”, en Amelia Royo y Elena Altuna, Literatura e imaginario político. De la colonia a nuestros días, Córdoba, Alción Editora, 2007, p. 230. 55 Alberto Ciria, Política y cultura popular: la Argentina peronista. 1946-1955, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1983, p. 98. 56 Enrique Pavón Pereyra, Perón-Balbín. Patética amistad, Buenos Aires, Editorial Albenda, 1985, p. 39. 53 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 35 del libertador.57 Leyó las obras de los primeros autores considerados protorevisionistas que circulaban en el Colegio Militar -de Saldías a Ernesto Quesada. En tiempos del Centenario, tuvo por profesor a José Juan Biedma, un prolífico historiador ligado a la tradición liberal, y también a Julio Cobos Daráct, que era a la vez docente de Lógica en el Colegio Nacional Mariano Moreno, y quien descubrió a los cadetes la figura de Rosas. Autor de una Historia Argentina en dos tomos publicada en 1920 y reeditada, destinada especialmente a los alumnos de los cursos superiores de los colegios nacionales y normales, este historiador puntano volcó su pensamiento en las páginas de aquel manual que tuvo importante difusión, producto de “quince años de práctica en a enseñanza de la materia”: “no tienen vida los ídolos que tanto halagan el falso patriotismo, ni los monstruos que sólo son el fruto de pasiones malsanas”,58 mostrando a un Rosas como “uno de los hombres y gobernantes más honrados que ha tenido el país”, “gran patriota”, cuya violencia se explicaba “considerando la época y el apasionamiento bárbaro de las luchas internas, de las cuales no fue Rosas ni los federales, los únicos autores”, asignándole a la historia “la sagrada deuda de reivindicar la verdad para Rosas y para su época”.59 Al gobierno de Sarmiento le reconoce “jornadas importantes de progreso para el país, principalmente el desarrollo de la instrucción pública”, aunque señalaba como causas de la seria oposición que despertó, su condición de “hombre de pasiones fuertes”. Siendo entonces muy joven Perón, hay testimonios que mencionan que en cartas familiares reconocía que Rosas, aunque lo consideraba un tirano, había sido un gran argentino por su defensa del Río de la Plata y un buen diplomático,60 pero tanto como ello hay después algunas cartas donde exalta a Mitre y a Sarmiento. Durante el gobierno de Alvear, Perón es capitán e ingresa a la Escuela Superior de Guerra, donde era profesor de historia argentina Ricardo Levene, y donde él mismo, a cargo de la cátedra de Historia Militar, “repara en la insustituible labor de Mitre, como historiador, a quien alaba sin reticencias: 57 Manuel Urriza, San Martín y Bolívar vistos por Perón, Buenos Aires, Colihue, 2007, p. 24. J. Cobos Daráct, Historia Argentina. Tomo I, Segunda Edición, Buenos Aires, 1923, prólogo. 59 J. Cobos Daráct, op. cit., p. 285. 60 Fermín Chávez, Siete escollos sobre Perón, Buenos Aires, Ediciones Theoría, 2000, p. 22-3. 58 36 BEATRIZ FIGALLO “sólo ahora comprendo lo que importa tener un Mitre capaz de darnos en los episodios medulares de nuestra Historia, algo que puede ser norma y pauta para los investigadores del futuro””.61 En los albores del golpe militar de 1930, del cual participa, Perón se adhiere al sector liderado por Justo, que dentro del Ejército se opone a las reformas corporativistas que pretendía Uriburu.62 Jefe en su primer destino el Regimiento 12 de Infantería de Paraná, el coronel Bartolomé Descalzo había ejercido una notable influencia en la formación profesional de Perón. Al organizarse para 1950 el año del Libertador Gral. José de San Martín, se conformó un consejo superior coordinador, dependiente del ejecutivo, al frente del cual se designó a Descalzo. Presidente del Instituto Sanmartiniano, Perón terminará por destituirlo en plena conmemoración.63 Al coronel José María Sarobe, que había sido agregado militar en la delegación argentina en Brasil en 1923 y acompañó al general Justo en su viaje de confraternidad a Brasil en enero de 1933, Perón lo consideró también uno de sus maestros.64 Ya ingresado en la Academia Nacional de la Historia, publica en 1944 Iberoamérica: mensaje a la juventud, donde reivindica la alianza argentino-brasileña como el núcleo del proceso integracionista, capaz de favorecer la complementariedad de las economías y de las políticas industriales,65 proyecto que a su fallecimiento en 1946 esta aún lejos de concretarse. En los libros de Perón, que estaban en 1955 en la Casa de Gobierno, y fueron depositados por años en el subsuelo del Archivo General de la Nación y hoy allí catalogados como Biblioteca Perón, había tomos recolectados desde la época en la que Perón fue profesor en la Escuela de Guerra, 61 Enrique Pavón Pereyra, Perón. Preparación de una vida para el mando (18951942), Buenos Aires, Ediciones Espiño, 1952, p. 153. 62 Jorge Castro, Perón y la globalización. Sistema mundial y construcción de poder, Buenos Aires, Catálogos, 1999, p. 55. 63 Diana Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1995, p. 309. Ver también Robert A. Potash, El ejército y la política en la Argentina (II) 1945-1962. De Perón a Frondizi, Buenos Aires, Hyspamérica, Sudamericana, 1981, 174 y passim. 64 Horacio González, Perón, reflejos de una vida, Buenos Aires, Colihue, 2008, p. 116. 65 Miguel Ángel Barrios, Perón y el peronismo en el sistema-mundo del siglo XXI, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2008, p. 174. SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 37 obras del general Descalzo -San Lorenzo. Combate de los granaderos a caballo (1943); La acción de San Lorenzo (1948)- y del general Sarobe -La Patagonia y sus problemas: estudio geográfico, económico politico y social de los territorios nacionales del sur (1935), El general Urquiza (1941)- y mucho también de escritores correspondiente a la tradición de los “nacionalismos”, desde Leopoldo Lugones, Juan E. Carulla, E. Palacio, Manuel Gálvez, Carlos Ibarguren, José Luis Torres, así como Raúl Scalabrini Ortiz.66 Con todo, el 12 de febrero de 1946 en el acto de proclamación de su candidatura en el centro de Buenos Aires, reivindicando la continuidad con la idea de redención nacional que animaba a la Revolución de 1943, acusando a la fórmula opositora de la Unión Democrática de “contubernio oligárquico-comunista” y dirigiéndose a aquellos que aún no habían “comprendido la esencia de la revolución social, cuyas serenas páginas se están escribiendo en el Libro de la Historia Argentina”, Perón afirmó que: en nuestra Patria no se debate un problema entre “libertad” o “tiranía”, entre Rosas y Urquiza; entre democracia y totalitarismo. Lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un partido de campeonato entre la “justicia social” y la “injusticia social””. Anunciaba, pues, su voluntad de querer saltar por sobre las polémicas históricas.67 Los gobiernos peronistas y las imágenes de Sarmiento En el dinámico y complejo tiempo de los primeros gobiernos peronistas, no fueron pocos los ámbitos en que la imagen tradicional de los próceres fundadores –y entre ellos Sarmiento- se expresó. Como es sabido, una de ellas fue en el tema de los ferrocarriles. A punto de cesar la vigencia de la Ley Mitre, en especial los grupos nacionalistas 66 Matías Rodeiro, “La Biblioteca de Perón”, en Horacio González, compilador, La memoria en el atril. Entre los mitos de archivo y el pasado de las experiencias, Buenos Aires, Colihue, 2005, p. 189. 67 Maristella Svampa, El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1994, p. 244. 38 BEATRIZ FIGALLO desplegaron una fuerte campaña nacionalizadora.68 Scalabrini Ortiz y Palacio le entregaron al presidente Perón un memorandum, donde se le pedía la nacionalización de los ferrocarriles ingleses, como uno de los primeros actos administrativos de gobierno. Efectivamente las líneas de ferrocarriles se compraron a los ingleses, pero Perón les asignó los nombres de Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca, algunos de los más destacados opositores del “Restaurador de las Leyes”, además de San Martín y Belgrano, próceres aprobados por el consenso de los argentinos.69 Con todo, al acto convocado en Retiro el 1 de marzo de 1948, al que no asistió Perón por estar enfermo, tampoco concurrió Scalabrini Ortiz, especialmente invitado.70 No alcanzó tampoco que ese día el centro de Buenos Aires amaneciera embanderado y sus paredes revestidas de grandes afiches, donde un gaucho sostenía una locomotora, con la leyenda: “Perón cumple: ¡ya son nuestros!”. No tuvieron éxito asimismo las campañas que se gestaron entonces para devolver los restos de Rosas. Ni la que inició en 1948 el diario peronista La Época, ni la organización popular que se creó en junio de 1954 presidida por José María Rosa y Ernesto Palacio.71 Declarado rosista, aunque el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé, rosarino que era mayor del ejército, hará conmemorar oficialmente la batalla de Obligado a partir de noviembre de 1953,72 al paso de los años terminaría por alabar a quién había aparecido “en el escenario político, como figura extraordinaria, Domingo Faustino Sarmiento… contra todos y a favor de todos”, resaltando: la acción de Sarmiento -desarrollada en una época convulsionada, llena de pasiones violentas, donde precisamente el eje era Sarmiento, el más terrible, el más violento, el más terco y el más apasionado político de su tiempo, pero también el más grande cerebro”.73 Norberto Galasso, Vida de Scalabrini Ortiz, Buenos Aires, Colihue, 2008, p. 350. Diana Quattrocchi-Woison, “El revisionismo de los años 20 y 30”, cit., p. 296. 70 Juan de la Cruz Argañaraz, El freudismo reformista: en la literatura y la medicina, la política y la psicología, 1926-1976, Córdoba, Editorial Brujas, 2007, p. 129; Arturo Jauretche, Política nacional y revisionismo histórico, Buenos Aires, Peña Lillo, 1975, p. 166. 71 Mariano Plotkin, op. cit., p. 63; Diana Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria, op. cit., p. 318. 72 Diana Quattrocchi-Woisson, “El revisionismo de los años 20 y 30”, op. cit., p. 296. 73 Carlos Aloé, Gobierno, proceso, conducta, Buenos Aires, 1969, p. 11. 68 69 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 39 Algunos funcionarios se manifestaron especialmente entusiastas de Sarmiento. Antonio Castro, quien había ocupado el cargo de director del Museo del Palacio San José, fue nombrado al frente del Museo Histórico Sarmiento ya en 1945 y luego subsecretario de Cultura de la Nación.74 No es sorprendente que en una serie de coloquios organizados por esa Subsecretaria, se escucharan algunos conferencistas para los que el revisionismo histórico se encontraba aún en una “etapa panfletaria”, y se refirieran al gobierno de Rosas como “la dictadura”.75 Aún vuelto Castro a su anterior función, en una fecha tan avanzada como 1954, destaca la circulación de un folleto oficial de distribución gratuita en los que se menciona a Urquiza y Sarmiento como dos “paladines argentinos”, reencontrados en ocasiones del “glorioso aniversario de la batalla de Caseros”. Otra personalidad pro-sarmientina, será el ministro de Transporte hasta enero de 1951, coronel Juan Francisco Castro, hermano de Antonio. Con ocasión del 62 aniversario de la muerte de Sarmiento, en el Museo y ante la presencia de Eugenia Belín, la anciana nieta del prócer, el ministro peronista reconoció en Sarmiento al gran estadista que con su confianza en los valores económicos, multiplicados por el prodigio del riel, había luchado de manera única en su época por formar una conciencia que basara el proceso de engrandecimiento nacional en la técnica y en el progreso. Otro ámbito en donde la recordación de la figura de Sarmiento persistió con fuerza fue en el mundo educativo. Lo fue durante el ministerio de Belisario Gaché Pirán, pero especialmente durante la gestión de Óscar Ivanissevich, primero como secretario de Educación en febrero de 1948 y luego como ministro.76 Embajador en los Estados Unidos al igual que Sarmiento, y como éste admirador de los adelantos educativos de la república del Norte, motivo por el cual se sentía en especial sintonía con su predecesor, Ivanissevich intentó emular experiencias que había visto durante su diplomática, creando gabinetes de orientación vocacional, las consejerías académicas tituladas “El maestro es un amigo”, el sistema de “clubes escolares”, para acercar la Flavia Fiorucci, “Reflexiones sobre la gestión cultural bajo el Peronismo“, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2008 [En línea]. 75 Mariano Plotkin, op. cit., p. 64. 76 Carlos Escudé, El fracaso del proyecto argentino. Educación e ideología, Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella, 1990, p. 162. 74 40 BEATRIZ FIGALLO escuela a la comunidad, las “vacaciones útiles”. Dio, además, un importante impulso a la educación preescolar, ejecutando la primera reforma oficial de los programas de estudio del gobierno peronista.77 El 11 de septiembre de 1948 Ivanissevich habló en el Teatro Colón a los maestros. Afirmó allí: “estamos ciertos que Sarmiento nos acompaña porque el honró a Dios, honró a su Patria y honró el hogar venerando a su madre: Paula Albarracín de Sarmiento”.78 En años sucesivos continuaron las Jornadas Pedagógicas Sarmientinas, denominadas “Sarmiento, Maestro de América”. Para exaltar la figura del sanjuanino, Ivanissevich hizo publicar una Síntesis cronológica, así como se reeditó la Vida de Jesucristo, traducción y adaptación de una obra en francés que Sarmiento hizo publicar durante su exilio en Chile, y como manual destinó en 1872 a la enseñanza de la religión católica en las escuelas. Aunque en el aparato escolar no faltaron acciones en defensa del laicismo y de disconformidad frente a las reformas ensayadas por el peronismo se ofrecieron resistencias para mantener su estructura tradicional, los homenajes a Sarmiento persistieron. Los análisis de los manuales primarios muestran a la vez que un menor interés en la historia del siglo XIX, una evolución en la concepción de patria, apareciendo como algo más concreto y tangible, menos idealizado. No obstante, diversos investigadores de la educación en los años peronistas han señalado que Sarmiento es uno de los pocos “próceres peronistas”.79 Si el programa de conocimientos de primer grado incluía como Padres de la Patria sólo a San Martín, Belgrano y Sarmiento,80 el sanjuanino aparecía a menudo, recordado en términos positivos por su aporte a la organización nacional y por su obra educativa. Se exaltaba su vida humilde y su procedencia Leonardo E. Fuentes, “Imágenes de la desperonización. La Escuela Normal de Tandil durante la “Revolución Libertadora”, 3ras. Jornadas sobre la política de Buenos Aires en el siglo XX, La Plata, 28 y 29 de agosto de 2008, p. 7. 78 Oscar Ivanissevich, Rindo cuenta. 1893-1973, Buenos Aires, 1973, p. 240. 79 Superando, en parte al menos, la idea de que Sarmiento fue parcialmente ignorado. Ver Colin M. Winston ha afirmado que “he is no Peronist hero”, en “Between Rosas and Sarmiento: Notes on Nationalism in Peronist Thought”, The Americas, Vol. XXXIX, january, 1983, n. 3, p. 316. 80 Miguel Somoza Rodríguez, Educación y política en Argentina (1946-1955), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2006, p. 140. 77 SARMIENTO Y EL PRIMER PERONISMO 41 de una familia que sufrió penurias económicas, pero que no obstante, se había educado y pudo llegar a ser presidente de la Argentina.81 Se lo mencionaba como “el coloso de la civilización”, el “gran educador, que trabajó sin descanso por la cultura y el progreso de la patria”, el “maestro presidente”, su “condición de hombre de pueblo, de un hogar humilde y pobre”, “célebre por su inteligencia, voluntad y amor a los libros”.82 Acentuada la intromisión del peronismo en las expresiones cotidianas del mundo escolar, creció la resistencia antiperonista en el magisterio. Sin embargo, y a pesar que aquel fervor sarmientino se enfrió durante el ministerio de Armando Méndez San Martín, reputado de anti-clerical y masón, no se erradicó su figura. En el libro de texto La Argentina de Perón de 1953 Sarmiento ocupaba un lugar destacado: […] escritor brillantísimo, fue un estadista de reconocidos méritos; fue también presidente de la república y, además, hombre de ideales y de progreso; pero por sobre todo, fue maestro. En una época en que la instrucción popular era poco menos que nula, el le dio sus primeros impulsos. Gracias a Sarmiento, millones de chiquillos gozaron de esa ventaja sin par que son los colegios gratuitos, y pudieron educarse y llegar a ser hombres de provecho. Gracias a él, la escuela argentina dejó de ser una utopía y se convirtió en un hecho. … si bien Sarmiento, el “maestro”, fue el fundador de la escuela argentina, sus propulsores máximos, no menos geniales por la amplitud de sus miras ni menos “maestros” por su amor a la infancia, han sido Juan Perón y Eva Perón.83 Aunque no faltaron en la segunda presidencia, menciones a Perón como “el primer maestro de la República” o el “pedagogo de la revolución perfecta”, hay una sintonía entre las propuestas educativas sarmientinas y el general anhelo peronista de educar, formar, capacitar -más allá de que pueda achacársele además un afán de adoctrinamiento- que se tradujo en una ex- 81 Raanan Rein, Peronismo, populismo y política. Argentina 1943-1955, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1998, p. 109. 82 Emilio J. Corbière, Mamá me mima. Evita me ama. La educación argentina en la encrucijada, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999, cit., p. 206; Mónica Esti Rein, Politics and Education, 1946-1962, New York, Sharpe, 1998, p. 75. 83 Ángela C. de Palacio, La Argentina de Perón, Buenos Aires, Editorial Luis Lasserre, 1953, p. 108-9. 42 BEATRIZ FIGALLO tensión de la instrucción primaria, la reparación y construcción de escuelas y reformas del sistema, en clave de lograr mayor inclusión educativa. Afirma en ese sentido el investigador Miguel Somoza84: Creemos que la valoración positiva que Perón tenía de Sarmiento así como la imagen positiva que acerca de él transmitió el currículum escolar peronista, se debía, entre otras muchas razones, a que Perón reconocía en Sarmiento un antecesor y quizás un ejemplo histórico del modo en que se podían cambiar las mentalidades ciudadanas por medio de recursos educativos y de la inversión en educación. En el ámbito militar, la posición de Perón se manifestó clara, y mantuvo una fidelidad de cuerpo con quien había hecho mucho por organizar la clase militar. El 5 de noviembre de 1949 firmó un decreto disponiendo que cuando en los organismos militares se nombrase a Domingo Faustino Sarmiento se lo hiciera anteponiendo siempre el grado de “general”. Los ministros de Ejército y Marina dispondrían que en la primera página de los programas de ingreso al Colegio Militar y Escuela Naval respectivamente se inscribiera: “Fundado por el general de división d. Domingo Faustino Sarmiento”. Los considerandos señalaban que el “benemérito prócer sanjuanino, además de haber ocupado la primera magistratura del país y otros altos cargos, alcanzó también el grado de general de división en el escalafón del Ejército … siendo un deber de las Fuerzas Armadas de la Nación (Defensa Nacional, Ejército, Marina y Aeronáutica), a la par que reconocer los eminentes servicios prestados a las mismas por el extinto general y como un acto de estricta justicia, reparar tal omisión”. Aunque la historia constituía ya un ámbito de discusión fuerte en el peronismo -acusada de declinar su función de ser “depositario fiel y de guardián celoso de la tradición nacional”,85 la Academia Nacional de la Historia había sido intervenida, mientras se criticaban abiertamente obras de sus miembros, de Levene, el P.J. Guillermo Furlong a Enrique de Gandía; se desanimaron ciertas celebraciones como el centenario de Esteban Echeverría, de Caseros o de la Constitución de 1853 por su utilización por la oposi- Miguel Somoza Rodríguez, op. cit, ps. 325-6. José P. Barreiro, El espíritu de mayo y el revisionismo histórico, Buenos Aires, Ediciones Antonio Zamora, 1955, p. 15. 84 85 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 43 ción- se manifestaba en su seno un interés por apaciguar el enfrentamiento, ubicándose por sobre encima de las pujas historiográficas: como ha escrito hace tiempo Alberto Ciria, la propia Carta Orgánica peronista establecía en 1954 que se deberían adoptar medidas para evitar que el partido “… intervenga o aparezca interviniendo a través de sus dirigentes o afiliados en los problemas del revisionismo o antirrevisionismo histórico y en los de carácter internacional”.86 A su vez, se mostraban antirrosistas desde el vicepresidente almirante Alberto Tessaire, electo en abril de 1954, hasta el ministro del Interior, Ángel Borlenghi, sindicados ambos como liberales.87 Múltiples manifestaciones oficiales que sin embargo no alcanzaron a frenar el crecimiento de una consideración adversa de la sola mención del nombre de Sarmiento, pareja a la firme embestida que no cesa –más vale encuentra cada vez más adeptos que son arrastrados por la identificación simplificante, puesta en términos de peronismo-revisionismo/antiperonismo-historia de la oligarquía. Parece sintomática una anécdota que revela que en una conferencia brindada en un instituto de cultura norteamericana de Buenos Aires en julio de 1954 el orador José A. Balseiro, crítico literario portorriqueño y profesor en universidades estadounidenses, observó que dos de los oyentes discutían. Al preguntar el motivo le contestaron que se trataba de dos agentes de los servicios de inteligencia del estado: “y cuando usted exaltaba a Sarmiento, discutían si dar o no por terminada su conferencia”.88 A modo de conclusión Luego del golpe de 1955, el gobierno de la denominada Revolución Libertadora asoció los hechos de septiembre con la batalla de Caseros. En el Libro Negro de la Segunda Tiranía, Perón fue acusado de haber denigrado a los héroes nacionales y de haberlos ofendido, menospreciando el pasado histórico. En virtud de ello, el presidente depuesto había trazado un cuadro pavoroso del país de consecuencias gravísimas para incentivar el recelo del pueblo con su historia y la lucha de clases, al expresar que la Argentina, hasta su llegada al poder, había sido “vilmente gobernado por una oligarquía Cit. Manual del peronista, 1954, p. 386, en Alberto Ciria, op. cit., p. 284. Pablo J. Hernández, op. cit., p. 127. 88 José Agustín Balseiro, Obras selectas, Santo Domingo, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990, p. 219. 86 87 44 PABLO FERRARA rapaz”, haciendo caer sobre todos “los hombres públicos su indiscriminada sentencia condenatoria”, a los que había acusado de entregar el patrimonio nacional, de desoír el clamor social por una mayor justicia, de obedecer las instrucciones impartidas desde el exterior.89 La desperonización impuesta volvió a señalar la alteración de la interpretación del pasado que se había impuesto, encarando la modificación de los programas de estudio, que debían oponer: […] al revisionismo histórico destinado a exaltar la tiranía vencida en Caseros, debe oponerse la tradición de libertad que nace con Moreno en el Mayo de 1810 y que cristaliza jurídicamente en la Constituyente de 1853; por sobre el caudillo y la divisa de la anarquía, los principios de la organización nacional con la base de nuestras instituciones libres; a la persecución sectaria, la tradición liberal; a la Mazorca, la Asociación de Mayo y a la sombría dictadura de Rosas, el genio civilizador de Sarmiento.90 A diestra y siniestra, no faltaron aún entonces los críticos sarmientinos. Protestando por el abandono del gobierno de Pedro Eugenio Aramburu de las consignas religiosas con las que las fuerzas antiperonistas habían derrocado a Perón, el pensador católico Jordan Bruno Genta protestaba: “Se está entronizando en las escuelas al gran masón Domingo F. Sarmiento en lugar de entronizar a Cristo, Nuestro Señor y Señor de la Patria”.91 No quedaba ya mucho espacio para el equilibrio pragmático que exhibió Perón, como sostiene Tulio Halperin Donghi, “… eran los antiperonistas victoriosos quienes imponían esa identificación entre el caudillo al que habían derribado y el recuerdo de Rosas a la que el propio Perón se había resistido hasta entonces tan discreta como firmemente”.92 Ya sea como analogía utilizada para alcanzar la adhesión popular, por 89 República Argentina, Libro Negro de la Segunda Tiranía. Decreto Ley Nº 14.988/56, Buenos Aires, 1958, p. 41. 90 Camilo J. Muniagurria, “Conferencias radiales”, Ministerio de Educación y Justicia, 1956, en Gonzalo de Amézola, “El pasado servicial. Elementos revisionistas en los textos de Cultura ciudadana (1852-1955)”, Clio & Asociados. La Historia enseñada, Nº 1, 1996, p. 54. 91 Horacio González, Filosofía de la conspiración: marxistas, peronistas y carbonarios, Buenos Aires, Colihue, 2004, p. 296. 92 Tulio Halperin Donghi. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional. Siglo XXI. Buenos Aires. 2005, pág. 33. EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 45 la cercanía del Perón del exilio con supérstites historiadores y difusores del revisionismo o con su obra y la identificación con el perfil de próceres exiliados de San Martín y de Rosas, lo cierto es que la nueva identidad peronista post 1955 reconocerá una nueva impronta en clave revisionista de la historia. Mientras autores como Hernández Arregui individualizaron en Sarmiento el enemigo, en los ámbitos universitarios muchas de esas perspectivas se hicieron habituales en las aulas, contribuyendo a fisurar la visión del prócer sanjuanino. En el fragor de las crisis argentinas y también con nuevas concepciones sobre las ciencias sociales y el lugar de la historia, empezaron a ralear los homenajes conmemorativos a Sarmiento, mientras se multiplicaron las voladuras de sus bustos, muchas veces apoyados en citas de autores revisionistas.93 Al decir de Caro Figueroa, aquella visión del pasado argentino se erigió en núcleo de articulación del programa y la propaganda de una nueva generación, tratándose de un: […] neo revisionismo de cuño distinto: el de una izquierda populista y violenta, pero igualmente antiliberal y autoritaria. No fue un hecho improvisado, tampoco inocente, que sus cabecillas bautizaran como “Montoneros” al grupo terrorista que hizo su aparición en mayo de 1970. 94 Pero ello ya es otra historia. La pregunta ahora es saber si la denostación, el olvido, la disección en múltiples facetas escindibles como un objeto de estudio puramente académico, han agotado a Sarmiento como una contrafigura valida para seguir pensando el país, o si su prédica, su lucha, sus sueños de progreso, siguen siendo aún una imagen desafiante digna de ser convocada en el presente, para mirar, y quizás, construir el futuro. María Valeria Galván, “La Revolución Libertadora y el uso polémico de la metáfora en el noticiero cinematográfico. El caso de “Por la ruta de Sarmiento””, Question. Publicación Académica de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, No. 11, 2006, p. 5. 94 Gregorio A. Caro Figueroa, op. cit., p. 245. Ver también Horacio González, Filosofía de la conspiración, cit., p. 151. 93 Educar para la democracia. Tocqueville y Sarmiento: dos visiones de la educación para una democracia republicana Pablo Ferrara1 Universidad del Salvador ferrarapablo@salvador.edu.ar Resumen Estados Unidos de América ofreció a Domingo Faustino Sarmiento y a Alexis de Tocqueville una opción de modelo inigualable para el contexto de renovación social que necesitaban sus países de origen. Su experiencia llevó a ambos a forjar una teoría basada en la función de la educación como engranaje de la democracia Americana. El presente trabajo se subsume en el espacio dado por estos autores al Estado y a la religión como eje fundacional de una sociedad y su ejercicio de gobierno democrático. Palabras clave Alexis de Tocqueville - Domingo Faustino Sarmiento – Educación – Religión - Estado. Abstract The United States of America provided Alexis de Tocqueville and Domingo Faustino Sarmiento with a unique model upon a historical context of needful social renewal in their homeland. Common personal experience led them to theorize on the function of education in the mechanics of American democracy. This work focuses on both author´s conception of the role of 1 Max Planck Fellow, Center for International and Comparative Law, Universidad de Heidelberg, Alemania. Doctor en Ciencias Jurídicas, Universidad de California, Berkeley. Profesor de la Universidad de Buenos Aires. 48 PABLO FERRARA State and religion on shaping the educational basis for society, and consequently on their exercise of democratic governance. Key words Alexis de Tocqueville - Domingo Faustino Sarmiento – Education – Religión - State. Entre las cosas nuevas que durante mi permanencia en los Estados Unidos, han llamado mi atención, ninguna me sorprendió más que la igualdad de condiciones. Descubrí sin dificultad la influencia prodigiosa que ejerce este primer hecho sobre la marcha de la sociedad. Da al espíritu público cierta dirección, determinado giro a las leyes: a los gobernantes máximas nuevas, y costumbres particulares a los gobernados. Alexis de Tocqueville2 Separación histórica y alejamiento geográfico de las tradiciones y escena del viejo mundo. (...) ...generalización nacional de la facultad inventiva, para acelerar y multiplicar las producciones de la industria humana y apropiarse la materia; aptitud intelectual generalizada a toda la nación y a todas las generaciones por un plan de educación universal para difundir inmediatamente todo nuevo progreso del saber humano en todos los países; (...) y todo ese conjunto de ventajas naturales o adquiridas, creado, impulsado, regido por un sistema de instituciones políticas que tienen la sanción del tiempo, de la experiencia fructuosa y feliz, y lo que es más, la sanción moral de la conciencia humana en todos los países, puesto que la libertad civil y religiosa, de acción y de pensamiento, está ya como una verdad incuestionable, en la conciencia de los hombres, aunque no en todas partes esté en los hechos. Como se ve por esta reseña, ninguno de los poderes actuales de la tierra, tiene en su seno o en su esencia todos, aunque tenga algunos, de estos elementos de grandeza presente o de desarrollo futuro. Domingo Faustino Sarmiento3 2 Alexis de Tocqueville, La Democracia en América, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 31. 3 Conferencia sobre la Doctrina Monroe, pronunciada el 27 de octubre de 1865 en oca- EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 49 Introducción Alexis de Tocqueville y Domingo Faustino Sarmiento embarcaron hacia los Estados Unidos de América con la intención de encontrar allende los mares la imagen de una sociedad total o parcialmente distinta a la que se habían habituado día a día4. El tiempo y el esfuerzo de una vida terminarían por dar a las imágenes que ambos recogieron allí sustancia esencial a su obra teórica y sentido de Manifiesto a su camino político.5 La senda política de Domingo Faustino Sarmiento hace evidente el protagonismo que el Profeta de la Pampa asigna a la educación como elemento determinante para la correcta configuración de una sociedad. Resulta imperioso reflexionar periódicamente acerca de los motivos que lo llevaron a sostener tal afirmación y a descubrir la importancia que tuvieron los Estados Unidos de América en la culminación de su perspectiva. Amén cometido, Alexis de Tocqueville se hace presente. Autor que encontrara en América el zenit de su producción, Tocqueville puede despertar cierta vacilación al indagar el rol de la educación dentro de su marco teórico. De esta manera, la propuesta que ofrece el presente trabajo es una comparación de la doctrina elaborada por ambos autores a la par de su efectivo ejercicio en la función pública, enfocando el lugar que cada uno de ellos otorga a la educación en la conformación del mismo. sión de la incorporación de Sarmiento a la Sociedad Histórica de Rhode Island, en: Domingo F. Sarmiento, Obras Completas [OC], T. XXI, p. 216. 4 “Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont llegaron a Nueva York el 11 de mayo de 1831, y embarcaron en el mismo Puerto el 20 de febrero de 1832. El objetivo primario de su viaje era la observación directa de un nuevo tipo de sociedad, de las fuerzas que la motivaban y la mantenían unida.” [traducción] En: A. Jardin, Tocqueville: A biography, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1988, p. 101. En el mismo sentido, Sarmiento escribió: “a fines de 1845 partí de Chile, con el objeto de ver por mis ojos, y de palpar, por decirlo así, el estado de la enseñanza primaria, en las naciones que han hecho de ella un ramo de la administración pública.” En: Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas. Viajes por Europa, África y América (1845 – 1847), T. V, p. IX. 5 Para un abordaje en forma global de la teoría de Tocqueville, ver: Raymond Aron, Las Etapas del Pensamiento Sociológico, Buenos Aires, Fausto, 1996, vol. I, cap. II. Para lograr una aproximación general al pensamiento de Sarmiento, ver: Natalio R. Botana, La Tradición Republicana, Sudamericana, Buenos Aires, 1984. 50 PABLO FERRARA Primera parte: democracia y educación para Tocqueville Instruir a la democracia, reanimar si se puede sus creencias, purificar sus costumbres, reglamentar sus movimientos, sustituir poco a poco con la ciencia de los negocios públicos su inexperiencia y por el conocimiento de sus verdaderos intereses a los ciegos instintos; adaptar su gobierno a los tiempos y lugares; modificarlo según las circunstancias y los hombres: tal es el primero de los deberes impuestos en nuestros días a aquellos que dirigen la sociedad.6 I Es posible encontrar el punto de partida para el análisis de la teoría política de Alexis de Tocqueville en una de las tantas afirmaciones rotundas que concibió en su paso por los Estados Unidos: “El estado social de los norteamericanos es eminentemente democrático.”7. Ahora bien, ¿Cuál es la condición que definiría el carácter democrático del estado social norteamericano? La firmeza en la forma de la enunciación presumiría una certera uniformidad en el concepto. Desafortunadamente, ésta nunca se dio. A lo largo de sus textos, Tocqueville asignó al término democracia diversos sentidos sin definirlo nunca con rigor8. De todos ellos, son dos los que deben tenerse Alexis de Tocqueville, op. cit., p. 34. Alexis de Tocqueville, op. cit., p. 67. 8 Así, democratie se define como “[...] una tendencia torrencial hacia la igualdad, que afectaba a la propiedad, a las moeurs, a las leyes, a las opiniones y en último término, también a todas las demás partes de la sociedad”, en: T. Schleifer, Cómo nació la Democracia en América de Tocqueville, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, p. 288. Asimismo, es tanto “[...] esta inmensa revolución social [...]” como “[...] un estado social (état social) especial [...]” en: J. T. Schleifer, op. cit., p. 288. Y es que “el autor no abandonó nunca sus variados significados de démocratie. A lo largo de los cuatro tomos de su obra, el concepto seguía conjurando una multitud de tendencias y condiciones, leyes y actitudes, formas políticas y grupos sociales. Más aún, dentro de ese racimo de definiciones, era frecuente que cambiara su enfoque de una a otra, del état social a las lois politiques y viceversa, o de le peuple a l’egalité, o de le sentiment de l’egalité a le mouvement. Pero estas fluctuaciones no querían decir que se hubiera olvidado de los demás usos, ni que un significado en particular fuera definitivamente el único y más importante; meramente reflejaban su deseo de establecer la definición más amplia y acabada que pudiera y su reiterada tendencia, durante la redacción de los borradores de su grande affaire, a enfocar una sola idea, dejando de lado las que compitieran con ella.” En: J. T. Schleifer, op. cit., p. 298. 6 7 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 51 particularmente en cuenta para el presente análisis: en primer lugar, aquél que refiere un tipo de sociedad que se caracteriza por mostrar personas “[...] más iguales por su fortuna y por su inteligencia [...]”9, por tener sus condiciones igualadas, y porque en ella las distinciones de orden y de clase ya no perduran; en segundo lugar, el que define a la democracia como una forma de ejercicio político del poder10. Queda por tratar una sola cuestión antes de seguir. Se ha hecho mención a la democracia en términos generales. Sin embargo, es un tipo determinado de democracia aquella a la que Alexis de Tocqueville asevera haber observado en su viaje y volcado en su obra: la democracia republicana11. Se torna necesario, por ende, definir qué hacía republicana a una democracia para el autor. II “Estoy convencido, por lo demás, de que no hay naciones más expuestas a caer bajo el yugo de la centralización administrativa que aquellas cuyo estado social es democrático.”12. La exposición que Tocqueville hace de las sociedades que toman el camino democrático concibe que “[...] la tendencia permanente de esas naciones es la de concentrar todo el poder gubernamental en manos del único poder que representa directamente al pueblo, porque, más allá del pueblo, sólo se perciben individuos iguales confundidos en una masa común.”13. El problema, puntualmente, es que “[...] cuando un mismo poder está revestido de todos los atributos del gobierno, le es muy difícil no tratar de penetrar en los detalles de la administración [...]”14. En efecto, esos detalles que la administración intentaría por naturaleza regular, trascienden ya el Ver: Tocqueville, op. cit., p. 72 y 73. Ver: Sheldon S. Wolin, Tocqueville Between Two Worlds, Princeton University Press, New Jersey, 2001, p. 63. En el mismo sentido, ver Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 13. 11 Ver: J. T. Schleifer, op .cit., p. 107 y ss., y 143 y ss. Asimismo, ver: Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 74 y ss. 12 Tocqueville, op. cit., p. 104. Ver, asimismo, A. Jardin, op. cit., p. 216 y ss. 13 Tocqueville, op. cit., p. 105. 14 Ibidem, p. 105. 9 10 52 PABLO FERRARA mundo de la vida en común y avanzan sobre el ámbito puramente personal (sus expresiones intelectuales15, sus expresiones sentimentales16, sus costumbres propiamente dichas17, y su configuración como sociedad política)18. Un peligro tal cerniéndose sobre el común de las sociedades democráticas –parecen haber indicado a Tocqueville su experiencia en los Estados Unidos y una profunda meditación acerca de la dinámica de ese país- debe llevar a afirmar que son fundamentalmente tres los elementos que la mantienen libre de “[...] aumentar indefinidamente las prerrogativas del poder central [...]” y de “[...] hacer la existencia individual cada vez más precaria y más subordinada”19, terminando por darle consistencia –o forma- republicana. Y es precisamente aquí donde es debido retomar el sentido de tipo de sociedad y de forma política de la expresión democracia pues el detenido acercamiento a ambos es lo que da nitidez a las tres elementos que Tocqueville reconoce como imprescindibles para el mantenimiento del carácter republicano de la democracia en los Estados Unidos. A saber: sus circonstances, sus lois y sus moeurs20. No obstante, Tocqueville no parece estar libre de contradicciones. A pesar de su insistencia21, una indagación profunda de sus textos publicados y no publicados22 permite llegar a la conclusión de que sería la interdepen- Ibidem, p. 391 y ss. Ibidem, p. 464 y ss. 17 Ibidem, p. 519 y ss. 18 Ibidem, p. 613 y ss. 19 Ibidem, p. 624. 20 Ibidem, p. 278. 21 Ibidem, p. 302 y ss. 22 Resulta definitorio el eco que Schleifer hace de la reflexión extraoficial de Tocqueville acerca de la interacción de las causas en el sostén de la democracia republicana estadounidense: “’De las tres causas, la que menos influye son las leyes y diríamos que es la única que depende del hombre. [...] Los pueblos no pueden cambiar su ubicación ni las condiciones primarias de su existencia. Una nación puede, a la larga, modificar sus hábitos y sus costumbres, pero no alcanzaría a lograrlo en una generación. Ella [una sola generación] no puede cambiar nada más que las leyes. Ahora bien, de las tres causas de que hablamos, la menos influyente es precisamente la que resulta de las leyes. No sólo el hombre no ejerce ningún poder sobre lo que le rodea, sino que tampoco lo tiene, diríamos, sobre sí mismo, y es casi completamente extraño a su propia suerte.’” En: J. T. Schleifer, op.cit., p. 78. Se podrá apreciar más adelante el motivo por el cual esta reflexión permaneció extraoficial. 15 16 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 53 dencia e interacción en igualdad de jerarquía de los tres elementos enunciados y no su ordenamiento en escala de incidencia lo que sería determinante para la subsistencia del carácter republicano del régimen democrático. Ahora bien, ¿Por qué así? III “Son particularmente las costumbres las que hacen a los americanos de los Estados Unidos capaces de soportar el imperio de la democracia; y son ellas todavía las que hacen que las diversas democracias angloamericanas sean más o menos reglamentadas y prósperas.”23. Esas costumbres (moeurs), según el autor, se plasman en el hecho de hablar la misma lengua; de vivir sus creencias religiosas de la misma manera; de tener los mismos hábitos; de responder a un mismo patrón moral; y de interpretar igualmente el sentido de la soberanía, configurando un modo particular de respetar las leyes, de concebir un lugar en la sociedad y de relacionarse con ella. Esta última faceta costumbrista queda plasmada en una característica que unida al espíritu comunal y a la vocación participativa de la ciudadanía resulta definitoria para el tenor republicano de las instituciones estadounidenses: la doctrina del interés bien entendido24. Queda claro que esa personalización de los hábitos públicos en Estados Unidos es uno de los elementos más importantes y destacables que Tocqueville menciona como contrapeso a la natural tendencia que tiene la democracia a concentrar el poder y la evidente razón de la subsistencia del republicanismo. Esta personalización, sin embargo, no se limita a los hábitos costumbristas, sino que se ve reforzada por una consagración en las leyes Tocqueville, op. cit., p. 305. Ibidem, p. 79; ver: Sheldon S. Wolin, op. cit., p 219 y ss. Remarca Jardín el interés que Tocqueville tenía en estudiar y entender el “[…] espíritu que animaba a esta sociedad […]”, cosa que lo llevaría a escribir en una nota el 20 de septiembre de 1831 que “Una de las consecuencias más felices de la ausencia de gobierno (cuando la gente es lo suficientemente afortunada como para sobrevivir sin él) es el desarrollo de esa fuerza individual que inevitablemente le sigue. Cada hombre aprende a pensar, a actuar por sí mismo, sin contra con el respaldo de una fuerza externa que, por más vigilante que se la pueda concebir, nunca puede satisfacer todas las necesidades sociales. El hombre, acostumbrado entonces a buscar su bienestar a través de sus propios esfuerzos, se eleva en su opinion de sí mismo como en la de otros; su alma deviene al mismo tiempo mayor y más fuerte.” [Traducción de A. Jardin, op. cit., p. 152 y ss]. 23 24 54 PABLO FERRARA (lois)25, particularmente de tres maneras: la forma Federal de gobierno, la instauración de instituciones comunales y la constitución de un Poder Judicial autónomo26. Por fin, el último de los tres elementos determinantes observados por Tocqueville: las circunstancias (circonstances). Y aquí corresponde hacer hincapié en un punto que también requirió una profunda atención por parte del autor en razón de la influencia radical que habría llegado a tener sobre el ejercicio democrático – republicano. La dificultad parece haber surgido al definir el sentido original de circonstances27, cuando fue preciso determinar su papel e influencia concreta. El texto definitivo que vio la luz en el año 1835 concluyó al referirse al peso relativo de las determinantes que “[e]sas tres grandes causas sirven, sin duda, para regular y dirigir la democracia norteamericana; pero, si fuera preciso clasificarlas, diría que las causas físicas contribuyen para eso menos que las leyes, y las leyes infinitamente menos que las costumbres.”28. Al hacerlo, claro está, “[...] Tocqueville reducía el significado de las ‘circonstances’, haciéndolas abarcar sólo las causas físicas. La momentánea desaparición de la historia había hecho más fácil, indudablemente, rebajar la significación de las circunstancias. De tal suerte, en parte se satisfacía a sí mismo cambiando las definiciones, aprovechando el significado indefinido de uno de sus conceptos fundamentales.”29. Ahora bien, ¿Por qué hizo tal cosa? Pues porque al plasmar las causas en su sentido original en los borradores de la obra y realizar su relevamiento comparativo, éste lo llevó a concluir que “[...]’les moeurs’ constituyen la explicación aislada más importante de la asombrosa prosperidad de la república norteamericana”, que “[...] la que menos influye son las leyes”, y que “[...] la primera [las circunstancias] es la más permanente...” dado que “...cambian, en general, menos fácilmente que sus leyes y sus costumbres.”30. El problema era que “Si las leyes fueran la única influencia importante dependiente de la voluntad del hombre y, al Tocqueville, op. cit., p. 85 a 163. Ibidem, p. 286. 27 J. T. Schleifer, op. cit., p. 77 y ss. 28 Tocqueville, op. cit., p. 304. 29 J. T. Schleifer, op. cit., p. 79. 30 Ibidem, p. 78. 25 26 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 55 mismo tiempo, la menos importante de las causas fundamentales, ¿qué control tendría el hombre sobre su propio destino? [...] Tocqueville, como moralista, no podía aceptar su propio argumento, así que denegó su razonamiento original y tachó toda la sección ofensiva.”31. Por eso, las circunstancias quedaron reducidas y relegadas. No obstante, es posible afirmar que su espíritu perduró en su sentido original a lo largo del texto definitivo, desdoblado, si se quiere, en esas causas físicas a las que hace mención explícita y en un sustrato histórico presente en el pueblo estadounidense32. IV El comienzo es tan claro como definitorio: “Los emigrantes que vinieron a establecerse en América a principios del siglo XVII, trajeron de alguna manera el principio de la democracia [...] trasplantándolo al Nuevo Mundo. Allí pudo crecer la libertad y, adentrándose en las costumbres, desarrollarse apaciblemente en las leyes.”33. A primera vista, lo más llamativo de ese conjunto de personas emigradas al nuevo continente puede ser la igualdad general en su condición34, expresada en sus condiciones económicas, en su grado de civilización, en sus intereses comunes35, y en sus valores morales y principios religiosos36. El punto de partida que queda definido “no es ya [...] una pequeña tropa de aventureros que va a buscar fortuna allende los mares; es la simiente de un gran pueblo que Dios va a depositar con sus manos en una tierra predestinada.”37. Ibidem, p. 78 y 79. “He pensado que todas las causas que tienden al mantenimiento de la república democrática en los Estados Unidos podían reducirse a tres: La situación particular y accidental en la cual la Providencia ha colocado a los norteamericanos forma la primera. La segunda proviene de las leyes. La tercera emana de los hábitos y de las costumbres.” Tocqueville, op. cit., p. 278.Ver Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 163. 33 Tocqueville, op. cit., p. 39. Para un desarrollo detallado de este proceso, ver Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 206 y ss. 34 Ver A. Jardin, op. cit., p. 206 y ss. 35 Tocqueville, op. cit., p. 161. 36 Ibidem, p. 64. 37 Ibidem, p. 57. Ver, asimismo, Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 164 y 165. 31 32 56 PABLO FERRARA V De esta manera tuvo lugar el contrato social en Nueva Inglaterra y con él nació la comunidad política -la comuna. En torno suyo: [...] van a agruparse y a unirse fuertemente intereses, pasiones, deberes y derechos. En el seno de la comuna se ve dominar una política real, activa, enteramente democrática y republicana. [...] La comuna nombra todos sus magistrados; establece el presupuesto; reparte y percibe el impuesto por sí misma. En la comuna de Nueva Inglaterra, la ley de representación no es admitida. En la plaza pública y en el seno de la asamblea general de ciudadanos es donde se tratan, como en Atenas, los asuntos que conciernen al interés general.38 En ese marco, subraya Tocqueville, nacen la inteligencia gubernamental y las teorías avanzadas de su expresión legislativa, configurando un punto de partida que en forma de ley “[...] entra en mil detalles distintos para prevenir y satisfacer un gran número de necesidades sociales [...]”39. Asimismo, el contrato resulta ser el comienzo configurativo de una sociedad “de gente de clase media, independiente una de la otra, entre los cuales el gobierno es más o menos invisible”40, pero que sin embargo funciona. ¿Qué la hace funcionar? La respuesta es sencilla. Solamente dos tipos de sociedades podían funcionar a la dispensa de un gobierno fuerte: las sociedades primitivas y las sociedades altamente desarrolladas en las que “el hombre, descubriendo que hay mejoras por hacer en la sociedad, llama a la voluntaria ayuda de sus coetáneos, lo que presupone ‘que ha llegado a un estado social en el que su intelecto le permite tener una clara percepción de lo que le es útil’.”41. El quid de esta sociedad era su nivel de educación42. Tocqueville, op. cit., p. 62. Ibidem., p. 62. 40 Ibidem, p. 286. 41 A. Jardin, op. cit., p. 153. 42 En este sentido, resultan ilustrativas las siguientes líneas: “Como Joseph Coolidge le dijera, los Americanos eran los major educados en el mundo; ninguno dudaba –como sí sucedía en Europa- de la enorme utilidad de la educación pública.” [traducción] Ver: A. Jardin, op .cit., p. 153. Precisamente, otra de las veces que Tocqueville volvió sobre este 38 39 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 57 De todos esos detalles, Tocqueville parece resaltar que es particularmente en los acuerdos relativos a la educación donde “desde el principio, se ve con toda claridad el carácter original de la civilización norteamericana.”43. La razón fundamental que ve el autor es que a través de ella se logra incorporar a las generaciones consecutivas esa síntesis de espíritu de religión y de espíritu de libertad que impregna -y define- al pueblo norteamericano fundacional44. A través de ella se logra “interesar a los hombres en los destinos de su país”45; que la patria se sienta en todas partes; que sea venerada desde la aldea hasta la Unión; que el habitante se ligue a cada uno de los intereses de su país como a los suyos mismos46; que se glorifique de la gloria de su nación y se regocije al reconocer su propia obra en los éxitos que ella obtiene; que se alegre en la prosperidad general de la que se beneficia; que tenga, en definitiva, un sentimiento por su patria análogo al que siente por su familia47. La educación es el medio que configura las bases de la sociedad y que transmite y mantiene incólume el espíritu público de la Unión a través de los años, haciéndole entender que el respeto por la ley general y el derecho de los otros es en definitiva en beneficio propio48. Simplemente resta determi- punto –en este caso analizando los criterios de Montesquieu-, se vió llevado a decir que “otro punto que demuestran los Americanos es que esa virtud no es, como se ha declarado por tanto tiempo, la única cosa que puede mantener una república. La Iluminación, más que otra cosa, posibilita que esa forma social sea posible. Los Americanos no son más virtuosos que otros pueblos, pero son infinitamente más iluminados que otros pueblos que conozco (hablo de la gran masa...) La masa de gente que entiende los asuntos públicos, que maneja leyes y precedentes, que tiene una percepción de los intereses de la nación -bien entendidos- y la capacidad de comprenderlos, es mayor que en cualquier otra parte del mundo.” [traducción] Ver: A. Jardin, op.cit., p. 162. 43 Tocqueville, op. cit., p. 62. 44 “Considerando –dice la ley-, que Satanás, enemigo del género humano, halla en la ignorancia de los hombres sus armas más poderosas, y que nos interesa a todos que las luces que trajeron nuestros padres no permanezcan sepultadas en su tumba; considerando que la educación de los niños es una de las primeras preocupaciones del Estado, con la asistencia del Señor [...]” En: Tocqueville, op. cit., p. 62 y 63. 45 Ibidem, p. 103. 46 Ibidem, p. 244. 47 Ibidem, p. 103. 48 Ibidem, p. 249 y ss. 58 PABLO FERRARA nar qué entiende Tocqueville exactamente por educación. La respuesta a esta pregunta permanecería latente y sólo terminaría de sustanciarse veinte años después49. VI Efectivamente, tan sólo luego de dos décadas de meditación puede Tocqueville arribar al punto de partida de su respuesta: [...] la mayor parte de los economistas, la primera garantía política es cierta instrucción pública impartida por el estado, según ciertos procedimientos y de acuerdo con determinado espíritu. La confianza que muestra en esta especie de medicación intelectual, o, como dice uno de sus contemporáneos, en el ‘mecanismo de una educación conforme a los principios’, es ilimitada.50 Esto no convence para nada al autor, quien al transitar una vez más sobre el punto, se ve llevado a decir: [...] la única garantía que los economistas inventan contra el abuso de poder, es la educación pública; pues, como dice también Quesnay, ‘el despotismo es imposible si la nación es ilustrada’. ‘Víctimas de los males que acarrean los abusos de autoridad’ dice otro de sus discípulos, ‘los hombres han inventado mil medios totalmente inútiles, y han descuidado el único en verdad eficaz, que es la enseñanza pública, general, continua, de la justicia por esencia y del orden natural’. Con la ayuda de este pequeño galimatías literario creen poder suplir todas las garantías políticas.51. Resulta nítido entonces que si el fin de la educación es “[...] formar el espíritu de los ciudadanos”, “[...] imbuirle ciertas ideas [...]” e “[...] inculcar Al redactar el prefacio de El Antiguo Régimen y la Revolución, Enrique Serrano Gómez deja entendido en su análisis de la doctrina de Tocqueville que educar implicaría “la creación de las condiciones que hagan posible mantener el policentrismo del poder y, con ellas, de los factores que inducen a los ciudadanos a participar en la vida política de la nación.” En: Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 35. 50 Ibidem, p. 241. 51 Ibidem, p. 241. 49 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 59 a su corazón aquellos sentimientos que considere necesarios [...]”52, la sustancia detrás de educación formal, aún si la conforma, no resulta para Tocqueville suficiente para completarla. Ahora bien, si no es sólo la educación formal lo que transmite de generación en generación el sentido democrático de un pueblo, ¿Qué cosa lo es? VII Una vez más, la respuesta parece llevar forzosamente a su tiempo vivido en América: Si detengo al primer estadounidense que encuentro, ya sea en su país o en cualquier otra parte, y le pregunto si considera que la religión es útil para la estabilidad de las leyes y el buen orden de la sociedad, sin vacilar responderá que una sociedad civilizada, pero sobre todo una sociedad libre, no puede subsistir sin religión. A sus ojos el respeto a la religión es la mejor garantía de la estabilidad del Estado y de la seguridad de los particulares.53. ¿Por qué es esto así? Tocqueville responde: “la educación y la libertad son hijas de la moral y de la religión”54 Y agrega “los Estados Unidos no hay una sola doctrina religiosa que se muestre hostil a las instituciones democráticas y republicanas. Todos los miembros del clero tienen allí el mismo lenguaje; las opiniones están de acuerdo con las leyes, y no reina, por decirlo así, sino una sola corriente en el espíritu humano”55. Efectivamente: Ibidem, p. 243. Ibidem, p. 235. 54 Tocqueville, op.cit., p. 215. Es importante tener presente el enfoque que utilizó Tocqueville al abordar el tema de la religión. Como recuerda Wolin: “En ambos volúmenes de su Democracia, Tocqueville había sido lo suficientemente cuidadoso como para explicar que discutiría la religión ‘de una perspectiva humanista’. Esto significaba más que tratarla con una visión política y preguntarse cómo podía contribuir a la moralidad, a la auto-limitación y al orden. Significaba -ni más ni menos- preguntarse qué clase de religión tenía que forjarse para confrontar la crisis política creada por la igualdad. Esa pregunta significaba transformar a la religión en un objeto, manipulable teórica y políticamente.” [traducción] En: Sheldon S. Wolin, op. cit., p 324. 55 Tocqueville, op. cit., p. 289. Para una descripción puntillosa del sentido del dogma y sus proyecciones, ver: Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 328 y ss. 52 53 60 PABLO FERRARA Hay una cantidad innumerable de sectas en los Estados Unidos. Todas difieren en el culto que hay que tributar al Creador, pero todas se entienden sobre los deberes de los unos respecto de los otros. Cada secta adora, pues, a Dios a su manera, pero todas las sectas predican la misma moral en nombre de Dios. [...] Por otra parte, todas las sectas en los Estados Unidos se concentran en la gran unidad cristiana, y la moral del cristianismo es en todas partes la misma56. Se puede apreciar cómo la religión se proyecta sobre todo el estado moral e intelectual del pueblo norteamericano. Esto trae como consecuencia, entre otras, que se la pueda considerar “la primera de sus instituciones políticas”57. Se torna definitoria entonces la importancia de la religión58, haciéndose posible decir con certeza que ella penetra en todos los ámbitos de la vida de la población59 y termina de completar una obra de formación insinuada por la educación formal. La primera forja en este contexto como una de sus labores principales la configuración de la moral pública y la concientización de los valores primarios de la sociedad60. La segunda, por su parte, contribuye a la tarea haciendo que cada ciudadano reciba de su mano las nociones elementales de los conocimientos humanos y que conozca la historia de su patria y los rasgos principales de la constitución que la rige61. Coinciden ambas en un devenir diario en el que el legado del comportamiento termina por resultar más importante que cualquier simple conocimiento formal62, siendo éste el modo en el que “el conjunto de la educación de los hombres es dirigido hacia la política”63. A esta altura queda claro cómo “la educación y la religión iluminan y guían la opinión pública, sin la cual las instituciones republicanas no pueden Tocqueville, La Democracia… cit., p. 291. Ibidem, p. 292. 58 Alexis de Tocqueville, El Antiguo… cit., p. 235. 59 Tocqueville, La Democracia… cit., p. 393. 60 Sheldon S. Wolin, op.cit., p. 424. 61 Tocqueville, op.cit., p. 299. Ver en este sentido: Sheldon S. Wolin, op. cit, p. 194. 62 Ibidem, p. 301. 63 Ibidem, p. 301. 56 57 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 61 funcionar.”64. Ellas fueron el origen de ese espíritu de libertad que se plasmó en las costumbres e “hizo libres las instituciones políticas”65. Lamentablemente, no puede evitar proseguir Tocqueville en su pensamiento, “en Francia, son las instituciones las que deben crear las costumbres”66. VIII “...la revolución sólo sucede cuando un país la quiere...”67 “Henri de Saint-Simon, compañero de Tocqueville en su nacionalidad y aristocracia, había declarado que la educación política de la burguesía era la cuestión central pendiente de la Revolución Francesa.”68. Tocqueville retomaría esta idea destacando que la razón fundamental del fenómeno radicaba en un espíritu de auto-interés presente ante todo en la clase burguesa, espíritu que la mantenía alejada de la vida pública y estancada en la pasividad69. Efectivamente, Tocqueville se veía a sí mismo en una Francia cubierta en la apatía, el egoísmo, y la falta de principios, todo lo cual daba como resultante un pueblo dispuesto a ser administrado más que gobernado70. Aún en ese contexto, sin embargo, el hecho era que “la burguesía había devenido la clase gobernante y por lo tanto había heredado la responsabilidad de lo político”71 y por ese motivo “[…] debía ‘servir’ como la clase gobernante y ‘gobernar’ en un sentido literal.”72. Para ello eran necesarias dos A. Jardin, op.cit., p. 154. A. Jardin, op.cit., p. 154. Claramente: “[…] la opinión pública debía ser inculcada a través de la educación y un espíritu cívico, creado a través de las leyes [traducción] En A. Jardin, op.cit., p. 176. 66 A. Jardin, op.cit., p. 154. Ver también A. Jardin, op. cit., p. 256 y ss.; y Sheldon S. Wolin, op. cit., p. 193 y ss., p. 227, y muy en particular la p. 409 y ss. 67 Alexis de Tocqueville, “Discursos acerca de la Situación Doméstica en Francia”, en: Sheldon S. Wolin, op .cit., p. 417. 68 Sheldon S. Wolin, op.cit, p. 413. 69 Sheldon S. Wolin, op.cit, p. 413. 70 “Tocqueville reastreó los orígenes de la alienación hasta los orígenes de la revolución y de la destrucción de un régimen que integraba intereses mediante principios jerárquicos.” [traducción] En: Sheldon S. Wolin, op.cit. p. 417. 71 Sheldon S. Wolin, op.cit., p. 418. 72 Ibidem, p. 418. 64 65 62 PABLO FERRARA cosas fundamentalmente: quebrar su inercia económica y cultivar su interés. Con ese fin, Tocqueville asumió su proyecto. El proyecto “[...] de ganar la atención de una clase con un fino sentido desarrollado del auto-interés y luego persuadirla de que la dirigencia política requería, en cierto grado, la trascendencia de la clase y los intereses personales.”73. Para eso “[...] educaría a esta clase dirigente en los inusuales sentidos del interés común, un proyecto formidable para una clase que, mientras se mostraba indiferente en relación a la política, desarrollaba una economía política que le permitía ejercer el poder a distancia, emplear representativos, y gobernar indirectamente a través del poder económico.”74. La forma correcta de hacerlo sería “[...] elevar el pensamiento liberal-burgués a un plano auténticamente político, no dividir o confrontar la distribución posrevolucionaria del poder o la hegemonía de las clases medias.”75. Para la consecución de su proyecto, Tocqueville era consciente de que sería necesario tratar de reconstruir un pasado histórico y cultural sembrado de elementos conflictivos a fin de dar lugar a ese nuevo conjunto de creencias, mitos, y práctica moral imprescindible para la constitución de un basamento político capaz de dar lugar a una realidad más justa e igualitaria en Francia76. Ahora bien, ¿Solamente en Francia? Segunda parte: educación y democracia para sarmiento “...paladín de un progresismo abstracto.” De esa manera han definido algunos a la persona de Domingo Faustino Sarmiento.77 Un hombre que a lo largo de una vida autodidacta dio a luz en varias decenas de volúmenes un proyecto tan basamental en su espíritu como desordenado en sus fuentes y evolutivo en sus lineamientos78. Ibidem, p. 415. Ibidem, p. 415. 75 Ibidem, p. 415. 76 Ibidem, p. 416 y p. 421. 77 Tulio Halperín Donghi, Proyecto y Construcción de una Nación, Ariel, Buenos Aires, 1995, p. 35. 78 “Como era corriente en Sarmiento, todo le interesa: política, sociedad, educación, 73 74 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 63 I [...] después de haber recorrido las primeras naciones del mundo cristiano, estoy convencido de que los norteamericanos son el único pueblo culto que existe en la tierra, el último resultado de la civilización moderna.79 La experiencia personal e intelectual en sus viajes por Europa, África y América significó para Sarmiento el encuentro de un modelo finalmente viable de conciliación entre la igualdad y la libertad80. Se puede sostener, sin duda, que dicha experiencia significó para su ideología un ordenamiento y un encausamiento lo suficientemente profundos como para significar el verdadero comienzo del proyecto sarmientino81. Previo a cualquier desarrollo conceptual de sus textos, es conducente detenerse un instante en cierta aseveración –en cierta medida tocquevilleana- que realizó Sarmiento al abrir sus puertas: “para que una nación sea eminentemente poderosa o susceptible de serlo, se requieren condiciones territoriales que nada puede suplir permanentemente.”82. Hecha esta salvedad corresponde ahora sí pasar al fondo de la cuestión. Lo primero que es preciso destacar a través de toda la obra de Sarmiento es el dominio ejercido por un elemento particular para la época -preexistente en sí y que lo acompañó siempre desde de su partida. Y es que no hay que olvidar que en realidad “Sarmiento va en busca de ejemplos y modelos, de ratificaciones a lo que cree que [...]” es cada uno de sus destinos -Francia, religión, costumbres, artes, letras, monumentos, industria, comercio, historia, geografía. Y como también es corriente en él, no se le puede exigir ni una relación sistemática ni un tratamiento proporcional a la índole de los temas. En uno de los primeros párrafos de esta parte confiesa su desorden (‘No espere que dé a Ud. Una descripción ordenada de los Estados Unidos’), si bien, tratándose de Sarmiento no hace falta que haga la aclaración.” En: Emilio Carilla, El Embajador Sarmiento (Sarmiento y los Estados Unidos), Universidad Nacional del Litoral, p. 11. 79 Domingo F. Sarmiento, Obras Completas. Viajes por Europa, África y América (1845-1847), T. V, p. 274. 80 Domingo F. Sarmiento, OC, T. V. 81 Ver “El viaje exterior: la revelación de la democracia”, en Natalio R. Botana, La Tradición Republicana, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1997, p. 285 y ss. 82 Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 256. Ver muy en particular Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 258 y ss. 64 PABLO FERRARA España, Italia, Suiza, Alemania, el norte de África y finalmente los Estados Unidos83. Sin embargo, el viaje se desvió del plan teórico original y terminó por desenvolver tres imágenes claramente diferenciadas: una crítica, desarrollada en Francia por su imposibilidad conciliatoria entre la libertad y la igualdad democrática; una desabrida, transmitida por el resto de las visitas que realizó cruzando el Atlántico; y una alternativa y -por sobre todas las cosas- viable, depositada en la realidad existente en los Estados Unidos. Es más que evidente, ahora sí, que el elemento particular al que se hiciera mención, bosquejado tiempo atrás en la doctrina sarmientina y que habría de tomar las riendas al transitar su camino era la educación. II Efectivamente, Sarmiento describe en Viajes su descubrimiento en los Estados Unidos de muchos de los elementos que motivaron su partida, así como la creencia de que los mismos fueran en mayor o menor medida producto de la educación impartida en ese país. Demorado en cierta manera por la sorpresa que le produce el paisaje con el que se encuentra y le hace recordar lo lejos que está de su casa,84 termina Sarmiento por recaer en la imagen de una sociedad marcada por una “igualdad [...] absoluta en las costumbres y en las formas” que hace que “los grados de civilización no” estén “expresados como entre nosotros por cortes especiales de vestido” y una “parte más característica de aquel pueblo”, constituida por “su aptitud para apropiarse, generalizar, ‘vulgarizar’, conservar y perfeccionar todos los usos, instrumentos, procederes y auxilios que la más adelantada civilización ha puesto en manos de los hombres.”85. Inmediatamente describe –en cierto modo libremente- el cuadro de una temática que le resulta altamente novedosa: Emilio Carilla, op. cit., p. 10 y 11. “Tienen caminos de hierro, canales artificiales y ríos navegables, en mayor número y recorriendo mayores distancias que toda Europa junta. Sus líneas de telégrafos eléctricos están hoy, únicas en el mundo, puestas a disposición del pueblo […]” En: Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 275; “La aldea norteamericana es ya todo el Estado, en su gobierno civil, su prensa, sus escuelas, sus bancos, su municipalidad, su censo, su espíritu y su apariencia.” En: Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 261. 85 Ibidem, p. 264. 83 84 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 65 Los norteamericanos se han creado costumbres que no tienen ejemplo ni antecedente en la tierra. La mujer soltera, o el hombre de sexo femenino, él libre como las mariposas hasta el momento de encerrarse en el capullo doméstico, para llenar con el matrimonio sus funciones sociales.86. Ambas realidades, agrega por su parte, son el producto de un pueblo: lleva [...] en su cerebro, orgánicamente, cual si fueran una conciencia política, ciertos principios constitutivos de la asociación: la ciencia política pasada a sentimiento moral complementario del hombre, del pueblo, de la chusma; la municipalidad convertida en regla de asociación espontánea; la libertad de conciencia y de pensamiento87. Y estas realidades se fundan en comunión de intereses: [L]os jefes [que] dejando a un lado el hacha con que destruyen lentamente los bosques para labrarse un campo y crear su propiedad, se reúnen en asamblea deliberante, ‘con el objeto de fijar los principios de libertad civil y religiosa, como la base de todas las leyes y constituciones que puedan en adelante adoptarse’ y estatuyen: [...] 3º [Que] siendo necesarias para el buen gobierno y felicidad de la especie humana, la religión, moralidad e instrucción, serán fomentadas las escuelas siempre y todos los medios de educación.88. Ese parece ser el punto de partida. “En los Estados Unidos la civilización se ejerce sobre una masa tan grande, que la depuración se hace lentamente, reaccionando la influencia de la masa grosera sobre el individuo”89. Sin embargo, termina por imponerse de tal modo que tanto “la educación como el bienestar están por todas partes”90. Comienzan por estar presentes en la uniformidad de las nimiedades más simples de la comunidad, pues así “se educa el sentimiento de la Ibidem, p. 266. Ibidem, p. 289 y 290. 88 Ibidem, p. 288 y 289. 89 Ibidem, p. 274. 90 Ibidem, p. 275 86 87 66 PABLO FERRARA igualdad, por el respeto al hombre”91. Desde allí, avanzan sobre el espíritu político haciendo que las realidades democrática y liberal se conviertan en las características definitorias del sistema. Asimismo, el ámbito moral no escapa a los efectos de esta labor instructiva y cívica que se interrelaciona y retro-alimenta92 sobre las personas cooptando cada uno de sus rincones hasta por fin desplegarse en toda su magnitud sobre el último de sus ambientes consagrables: el económico. La evolución y la dinámica son claras: […] un hombre no llega a la plenitud de su desenvolvimiento moral e inteligente sino por la educación; luego la sociedad debe completar al padre en la crianza de su hijo. Las escuelas gratuitas son coetáneas y a veces anteriores a la fundación de una villa. La sociedad necesita tener una voz suya, como cada individuo tiene la que le sirve para expresar sus sentimientos, opiniones y deseos; luego habrá meetings y Cámara de Representantes que enacte todos los quereres, y prensa diaria que se ocupe de los intereses, pasiones e ideas de las grandes masas. Como la sociedad, aunque naciendo en el seno de los bosques, es hija y heredera de todas las adquisiciones de la civilización del mundo, y aspirará a tener desde luego o lo más pronto posta diaria, caminos, puertos, ferrocarriles, telégrafos, etc. Y de pieza en pieza llega usted hasta el arado, el vestido, los utensilios de cocina perfeccionados, de patente, el último resultado de la ciencia humana para todos, para cada uno.93 En definitiva, ese es el modelo a seguir para Sarmiento y para llevarlo a cabo hay que orientar los esfuerzos y promover las reformas. De manera que sólo resta trasladarse de nuevo a casa y dar comienzo al trabajo. III La empresa gloriosa de nuestro siglo es la de difundir en toda la masa de los habitantes de un país cierto grado de instrucción, para que cada uno pueda abrirse honorablemente acceso a la participación de las ventajas sociales y Ibidem, p. 279. En este sentido ver: para la relación entre la educación y la moral, Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 295; para la relación entre la moral y la democracia, Ibidem, p. 295; para la relación entre la moral y la política, Ibidem, p. 290 y 291; para la relación entre la economía y la política, Ibidem, p. 292. 93 Ibidem, p. 292. 91 92 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 67 tomar su parte en el gobierno de todos y para todos; no hay república –añadió- sino bajo esta condición, y la palabra democracia es una burla donde el gobierno que en ella se funda pospone o descuida formar el ciudadano moral e inteligente.94 La revolución por fin ha concluido en Argentina95. Se ha dejado de lado el tiempo de las urbes aristocráticas, de la tensión montonera96, y de la tiranía del colorado leviatán y ha llegado la hora de tratar de plantar fin las semillas de un proyecto nacional 97. Un proyecto “[...] que se avizoraba desde el desierto bárbaro” dejar en claro en qué consistía98. La respuesta, según Sarmiento, por fin está dada. Y lo está, ciertamente, en la forma republicana de gobierno. Aquí se vuelve nítido el sentido de alternativa posible que Sarmiento le da a la realidad de los Estados Unidos. Sin embargo, no es la solución de llano al problema político lo que parece interesarle más cuando piensa en ese país, sino el “rastrear el surgimiento de una nueva sociedad y una nueva civilización basadas en la plena integración del mercado nacional”99. Y al hacerlo, la “importancia de la palabra escrita [...] se le aparece de inmediato como decisiva”100. Lo es por detalles tales como el valor comercial del aviso frente a la masa de consumidores, 94 Apertura de las sesiones del Honorable Congreso de la Nación, 1870 En: Domingo F. Sarmiento, Obras Completas. Mi defensa. Recuerdos de provincia. Necrologías. Biografías, T. III, p. 311. 95 En relación al vínculo entre Sarmiento y la revolución, ver: Félix Weinberg, Las ideas sociales de Sarmiento, Eudeba, Buenos Aires, 1988, p. 14 y ss. 96 “Y sin embargo de todo esto, Facundo no es cruel, no es sanguinario: es el bárbaro, no más, que no sabe contener sus pasiones, y que, una vez irritadas, no conocen freno ni medida; es el terrorista que a la entrada de una ciudad fusila a uno y azota a otra; pero con economía, muchas veces con discernimiento; el fusilado es un ciego, un paralítico o un sacristán; cuando más, el infeliz azotado es un ciudadano ilustre, un joven de las primeras familias. Sus brutalidades con las señoras vienen de que no tiene conciencia de las delicadas atenciones que la debilidad merece; las humillaciones afrentosas impuestas a los ciudadanos provienen de que es campesino grosero y gusta por ello de maltratar y herir en el amor propio y el decoro a aquellos que sabe que lo desprecian. No es otro el motivo que hace del terror un sistema de gobierno.” En: Domingo F. Sarmiento, Obras Completas. Facundo., T. VII, p. 158) 97 Ver, en este sentido, Domingo F. Sarmiento, OC, T. VII, p. 200 y ss. 98 Natalio R. Botana, op. cit., p. 284. 99 Tulio Halperín Donghi, op. cit., p. 36. 100 Ibidem, p. 37. 68 PABLO FERRARA masa que debe ser letrada en un sentido amplio, es decir, no simplemente con un conocimiento del alfabeto sino con un correcto estado de bienestar permitido por una correcta distribución de la propiedad de la tierra y una permanente aspiración a la mejora económica101. De esta manera, para Sarmiento la educación conformaba el medio de sugerir la ambición de mejora y de indicar las opciones para su satisfacción102. Todo esto en un marco dentro del cual la distribución de bienestar no configuraba el resultado final y la concreción del proyecto, sino su punto de partida y condición necesaria103. A ella seguirá el rediseño del mercado a través de la modernización de la agricultura104, la redistribución de la población y de la tierra en pro de una creciente urbanización105, el establecimiento de los roles y papeles generales dentro de los cuales se destaca el magíster opera -a ser interpretado por la élite letrada a la que dice pertenece. Ahora bien, para todo aquello “la difusión de la instrucción es todavía más imprescindible.”106. La pregunta que resta es, ¿Quién se ocupará de difundirla? Y la respuesta, sencilla como se presenta, es una vez más: la República107. Tulio Halperín Donghi, op. cit., p. 37. “No hace cuarenta años que empezó a comprenderse que en una República fundada en la elección popular, si el votante era del todo ignorante, el juego de las instituciones libres traería a la superficie pasiones en lugar de consejos útiles, hombres en lugar de principios. Desde entonces la educación se encamina a hacerse preparación indispensable del ciudadano, y esta idea ha estimulado su difusión [...]. En la obligación que nuestra Constitución impone a las provincias de dar educación, está ya en rudimento establecida aquella condición, y en ese punto nos habíamos anticipado en el buen camino.” En: Domingo F. Sarmiento, Obras Completas. Ambas Américas, T. XXIX, p. 222 y ss. 103 Tulio Halperín Donghi, op. cit., p. 37. En sentido contrario, Félix Weinberg aduce, al referirse al producto de la estadía de Sarmiento en Estados Unidos, que el “reconocimiento de los altos niveles allí alcanzados no lo conduce a postular su mecánico traslado a estas tierras, sino como método y herramienta para entender los procesos y como una meta a alcanzar una vez transformadas nuestras estructuras socioeconómicas.” En: Félix Weinberg, op. cit., p. 88. 104 Tulio Halperín Donghi, op. cit., p. 38. 105 Natalio Botana recalca que “la tierra y la propiedad rural eran para Sarmiento una maldición histórica. [...] la distribución de la tierra es concomitante con el modo de ser de la sociedad bárbara: grandes extensiones vacías de sociabilidad.” En: Natalio R. Botana, op. cit., p. 325. Ver asimismo, Natalio R. Botana, op. cit., p. 326 y ss. 106 Tulio Halperín Donghi, op. cit., p. 39. 107 “Para Alberdi, la forma de gobierno era un límite, el marco que aguardaba confiado 101 102 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 69 IV “La educación del pueblo es hoy la preocupación de la humanidad; este sentimiento es la expresión de lo que antes se llamó religión, nobleza, cultura; educarse es simplemente ser hombre libre.”108 “La esfera de la educación abraza toda la vida, y no hay género de ideas que esté vedado al pueblo.”109 Sarmiento ha llegado del viaje exterior y está a punto de emprender el nuevo viaje en busca de la virtud –de la moderna virtud110. Ha conformado las visiones de Benjamín Franklin, de Thomas Paine y de Horace Mann, quienes le han señalado tácitamente el camino: Una fuerte unidad nacional sin tradiciones, sin historia, y entre individuos venidos de todos los puntos de la tierra, no puede formarse sino por una fuerte educación común que amalgame las razas, las tradiciones de esos pueblos en el sentimiento de los intereses, del porvenir y de la gloria de nuestra patria111. el contenido que le infundirían el individuo y sus cosas. Sarmiento era más ambicioso. En 1842 escribió que ‘difundir las luces en todas las clases de la sociedad es la empresa de nuestro siglo’. Alberdi no habría vacilado en compartir este juicio, siempre que esa faena quedase reservada a la acción espontánea de la sociedad. Sarmiento, en cambio, imaginaba esas luces emanando de la cosa pública y de quienes participaban en ella. La república era una forma de gobierno que educaba.” En: Natalio R. Botana, op. cit., p. 318. Sarmiento fue más que claro en este sentido: “La enseñanza primaria constituye un ramo de la administración pública. El estado preside a la educación, la dirige e inspecciona.” En: Domingo F. Sarmiento, OC, T. XI, p. 83. 108 Apertura de las sesiones del Honorable Congreso de la Nación, 1869. En: Domingo F. Sarmiento, OC, T. III, p. 296. 109 Ibidem, T. XI, p. 25. 110 Natalio R. Botana, op. cit., p. 319. 111 Domingo F. Sarmiento, “Estado de las repúblicas sudamericanas a mediados de siglo...”, en: Natalio R. Botana, op. cit., p. 320. A fin de avizorar la comparación en los procesos y efectos de la colonización en Norteamérica y las colonias españolas, ver: D. F. Sarmiento, OC, T. XI, p. 36 y 37. 70 PABLO FERRARA Si bien su influencia es omnipresente112 y su efecto, omnímodo, la función principal de la educación es formar ciudadanos113. Para eso hacen falta una voluntad y un plan114. Un sistema creado a través de una ley que fije sus instituciones y contenidos, haciendo primar lo público por sobre lo privado y consagrando finalmente la igualdad real de la ciudadanía. Y es que: [...] en un gobierno como el nuestro, donde el pueblo es el poder soberano, donde la voluntad del pueblo es la ley de la tierra, cuya voluntad es abierta y directamente expresada, y donde cada acto de gobierno puede llamarse con propiedad un acto del pueblo, es esencial que el pueblo sea ilustrado. Debe poseer inteligencia y virtud; inteligencia para recibir lo que es justo; virtud para hacer lo que es justo. Nuestra República puede decirse, por lo tanto, que está fundada en la inteligencia y la virtud. Por esta razón dijo con mucha propiedad el ilustrado Montesquieu que en una República se requiere toda la fuerza de la educación.115 En esas condiciones, el sistema permitirá no sólo formar ciudadanos, Para la influencia de la educación sobre la moral, ver Sarmiento, OC, T. XI, p. 48; para la influencia de la educación sobre las costumbres, ver Ibidem, p. 232 y ss. Para una detallada descripción de la acción de la educación simultáneamente sobre la moral y las costumbres, ver: Domingo F. Sarmiento, Obras Completas. Educación Común, T. XII, p. 27 y ss. 113 Cabe destacar que “cuando Sarmiento formula una política educacional, la misma se acuerda con otros datos necesarios para el cambio; no se retrasa con respecto a ellos sino que, antes bien, quizá se anticipa. Fue aquí como en otros muchos respectos, un adelantado. La educación, por tanto, como la política demográfica, económica y social no pueden ser abordadas en forma aislada.” En: Félix Weinberg, op. cit., p. 87. 114 Una opinión versada sobre el tema destaca que del “análisis pormenorizado que se desprende de la lectura cuidadosa de los escritos sarmientinos pueden señalarse algunas ideas vertebrales en punto ala educación, que podrían ser la modernización, la secularización, la popularización y la democratización. Ver: Félix Weinberg, op. cit., p. 93. En lo que a los detalles de la implementación del plan respecta, menciona el citado autor que cuando “Sarmiento formula premisas para fijar problemas básicos relativos a la educación, enumera condiciones sociales, propiedad territorial y movimiento de población. El grado de bienestar o nivel de vida de la comunidad; la proporción en que se halla distribuida la tierra entre los habitantes del país, y el crecimiento demográfico y sentido de las migraciones internas, constituyen elementos de juicio que deben analizarse con sumo cuidado previa cuantificación de esos datos. Propugna la estadística como instrumento de conocimiento de la realidad.” En: Félix Weinberg, op. cit., p. 90. 115 “Párrafo del informe de la comisión del estado de Nueva York en 1812.”, ubicado en Sarmiento: Educación Común. Ver: Natalio R. Botana, op. cit., p. 323. 112 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 71 sino también abandonar una realidad anclada en un pasado económicamente colonial116 y avanzar hacia el moderno desarrollo industrial117 y la consecuente prosperidad general118. Hay que “difundir en la masa del pueblo conocimientos generales por medio de la enseñanza secundaria y desarrollar las aptitudes técnicas de todos mediante el funcionamiento de escuelas industriales, de minería, comerciales y de agricultura, y por medio de la difusión de gabinetes, laboratorios y museos.”119. Hace falta un “indefinido desarrollo de las bibliotecas populares y una ilimitada difusión del libro.”120. Hay que “fundar institutos especiales que” prepararán “a miles de jóvenes, hombres y mujeres, para ocuparse de las tareas educativas.”121. Muchas otras medidas adicionales son posibles en favor de una adecuada educación elemental y cultura popular: la práctica de la gimnasia en los colegios; […] la inspección técnica de las escuelas; [...] las conmemoraciones patrióticas escolares; […] el censo escolar nacional; […] muchos edificios para establecimientos docentes; ‘El Monitor de la Educación Común’, publicación pedagógica; […] los jardines de infantes; […] la buena letra y para eso […] el uso de los cuadernos llamados de Appleton; y […] el canje de libros escolares122. Por último, queda claro que una “de las mayores preocupaciones de la administración nacional...” para Sarmiento es “difundir la escuela primaria oficial, con el fin de combatir el analfabetismo.”123. El medio que permite el acceso a todos estos objetivos es la dotación de maestros y maestras, y para ello hace falta un sistema de educación normal124. Así, la educación conforma la manera de consagrar los objetivos plan- Ver, en este sentido, Félix Weinberg, op. cit., p. 90. Ver Sarmiento, Obras Completas. Discursos Populares., T. XII, p. 43 y ss. En este sentido, Félix Weinberg, op. cit., p. 91. 118 Natalio R. Botana, op. cit., p. 322. 119 José S. Campobassi, Sarmiento y su época, Losada, Buenos Aires, 1975, p. 152. 120 Ibidem, p. 152. 121 Ibidem, p. 152. 122 Ibidem, p. 153. 123 Ver: Ibidem, p. 152. En el mismo sentido, Félix Weinberg, op. cit., p. 91 y ss. 124 José S. Campobassi, op. cit., p. 154 y ss. 116 117 72 PABLO FERRARA teados desde el espacio público. Específicamente: desde arriba y mediante la descentralización125. De hecho, es la única capaz de contener la virtud a medida que opera sobre las masas existentes e ingresantes, y de dar por tierra al mismo tiempo con su más profundo problema: la corrupción126. Resulta claro, entonces, que la “reforma del habitante” debe “correr paralela con la reforma de la sociedad”127, a las que parece agregarse una tercera y última128, conformando de esta manera un tríptico de la virtud. Sin embargo, la ciudadanía es una institución que tradicionalmente se presenta compleja en su sustancia, y no es una excepción la concepción que Sarmiento tiene de ella. El contexto de paz posterior a Caseros abrió las puertas de la urbe de Rosas, otorgando al extranjero seguridad civil al precio de su libertad política. También -aunque Sarmiento no podía reconocerlo- esas garantías habían permitido que crecieran escuelas y con ellas la instrucción. ¿Por qué no avanzar entonces un paso más y recrear en esa ciudad una comunidad política mediante la ‘amalgama íntima entre los descendientes de los colonos antiguos y los nuevos arribantes’?129. La argamasa que unirá a criollos e inmigrantes es la libertad política: “presente en el punto de partida, esa intuición de la ciudadanía –mezcla, según las épocas, de esperanza y padecimiento- acompañará a Sarmiento hasta su tumba”. No es suficiente ser “agricultor y habitante instruido”. Por encima está “la república, patria de todos, ámbito público” de los que participan “para elegir gobernantes y armarse en su defensa. El deber cívico, el voto y las armas [...] hacen un ciudadano”. Y esos principios son exigibles 125 Ver Natalio R. Botana, op. cit., p. 324. Sarmiento se refirió asimismo reiteradas veces al sustento de la educación, ver: D. F. Sarmiento, Obras Completas. Discursos Parlamentarios., T. XX, p.67. Para completar la línea argumentativa del coste económico de la educación, ver D. F. Sarmiento, Obras Completas. Educar al soberano., T. XLVII, p. 81. 126 Ver Natalio R. Botana, op. cit., p. 466. 127 Ibidem, p. 324. 128 “A la educación y la democracia agraria se sumaba la reconstrucción de la ciudad.” En: Natalio R. Botana, op. cit., p. 328. 129 Ibidem, p. 330. EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 73 al nativo y al extranjero130. Estamos parados aquí ante un destino dividido en su esperanza: “la creación de una nueva sociedad gracias a la libertad civil” o “la redención del habitante a través de la virtud131”. ¿Qué cosa podrá traducir en acto estas conjeturas? Indudablemente, el orden político. V La década de 1880 se abría como una década de consolidaciones y de cambios132. Pacificada la república nuevamente133, parecía estar encaminado el proyecto alberdiano134; para muchos, incluso podían observarse en plenitud algunas de las más destacadas variables que conformaban los puntos de partida135. De todas, una en particular llamó la atención de Sarmiento: “esa fusión de los inmigrantes con su nueva patria, a quienes recibe la educación pública consagrada a formar ciudadanos era, en los umbrales de la Argentina moderna, una esperanza de difícil concreción [...]. En ausencia de una ley que uniese los fragmentos del progreso en una ‘civitas’ orgánica, el interés del habitante debería necesariamente escindirse de la virtud del ciudadano. Se formaría entonces un híbrido”136. Para entonces, Sarmiento ya había dejado en claro su opinión respecto a esta potencialidad: con esos enjambres de inmigrantes de todas las nacionalidades, vienen oleadas de barbarie no menos poderosas que las que en sentido opuesto Ibidem, p. 330. Ibidem, p. 331. 132 Ver Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 95 y ss. Destaca Botana las resultantes de los acontecimientos definitorios y configurativos del punto de inflexión: “El resultado de estos acontecimientos se tradujo en dos leyes nacionales; una federalizó la ciudad de Buenos Aires que, desde el 8 de diciembre de 1880, quedó sometida a la jurisdicción exclusiva del gobierno nacional; el otro instrumento legal prohibió a las provincias la formación de cuerpos militares bajo cualquier denominación que fuera.” En: Natalio R. Botana, El orden conservador, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998, p. 35. 133 Ibidem, p. 32. 134 Ver Juan B. Alberdi, Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2000. También, Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 30. Muy en particular, ver Natalio R. Botana, op. cit., p. 40 y ss. 135 Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 42 y ss. 136 Natalio R. Botana, op.cit., p. 453. 130 131 74 PABLO FERRARA agitan a la Pampa [...] Los obreros y trabajadores que sirven por enormes salarios a las múltiples necesidades de una gran población, no se toman ya el trabajo de aprender el castellano, porque siempre hallarán empresarios, mayordomos comerciantes, artesanos de su propia lengua para entenderse con ellos. Buenos Aires no es una ciudad sino una agregación de ciudades con sus lenguas, sus diarios, sus nacionalidades distintas [...] Era aquí, pues, donde debía organizarse un poderoso sistema de educación para salvar la lengua y crear la República, apoderándose de los que nacen y levantando a los naturales para que no queden sepultados bajo los gruesos aluviones humanos que por la mayor industria y la laboriosidad, se les van depositando encima137. A fin de evitar la concreción de aquella imagen rastrera, alguien debía tomar la dirección del espacio público. La primera concepción directiva del proyecto sarmientino ofrece como principal característica en el aspecto político esa “relativa indefinición”, que “se continúa en una indefinición por lo menos igualmente marcada acerca de la articulación del grupo políticamente dirigente que tendrá a su cargo guiar la construcción de una nueva nación y la sociedad argentina en su conjunto”138. Pero si aquel delineamiento se muestra aún borroso, hay otros que se manifestaban ciertos: “Sarmiento no cree [...] que las consecuencias del avance de la nueva economía sobre las áreas marginales [...] sean siempre benéficas”, y en consecuencia postula: un poder político con suficiente independencia de ese grupo dominante [la élite económica] para imponer por sí rumbos y límites a ese aluvión de nuevas energías económicas que había contribuido a desencadenar sobre el país. ¿Quiénes han de ejercer ese poder político, y en qué se apoyarán para ejercerlo? Sarmiento nunca se planteó la segunda pregunta; en cuanto a la primera, en el momento de retorno del destino su respuesta es contraria a la de Alberdi: es desde luego la élite letrada, de la que se declara orgulloso integrante, [...] la que tendrá a su cargo la función directiva139. Ibidem, p. 453 y 454. Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 40. 139 Ibidem, p. 41. Asimismo, Sarmiento, Obras Completas. Instituciones Sudamericanas., T. IX, p. 52. 137 138 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 75 Sin embargo, el tiempo lo decepcionará una y otra vez hasta convencerlo finalmente de que: en el presente esa élite letrada no estaba más interesada que otros sectores de la sociedad en favorecer el interés de la nación o el Estado; deplorablemente carente de espíritu público, usaba su superior ilustración como justificativo para ver realizado su ideal de ‘otium cum dignitate’ a costa del erario público140. Es entonces cuando nace la segunda concepción directiva: Sarmiento no descubre ningún otro sector mejor habilitado para asumir esa tarea, y desde entonces se resigna a que su carrera política se transforme en una aventura estrictamente individual; sólo puede contar sobre sí mismo para realizar una cierta idea de la Argentina, y puede aproximarse a realizarla a través de una disposición constante a explorar todas las opciones para él abiertas en un panorama de fuerzas sociales y políticas cuyo complejo abigarramiento contrasta con ese orden de líneas simples y austeras que había postulado Alberdi141. ¿Y cuál es la opción más conveniente? Claramente, educar a las masas, para lograr por fin de esta manera el tan anhelado orden político. Sin embargo, se ha llegado a un punto en el discurso en el que no se habla ya solamente de una educación formativa que al ejercer su influencia dé lugar a un “...número de hombres adultos [...] todos educados, leyendo escribiendo...”142, sino de una educación cívica que a través de su carga Ibidem, p. 41. En los hechos, Sarmiento no estuvo solo ni en lo que respecta a la creencia de la importancia educativa ni en la implementación del proyecto de ella derivado. Dos de las figuras más destacables que lo acompañaron a la par fáctica o espiritualmente fueron Juana P. Manso, en el primer sentido, y Mary Mann, en el segundo. Para un acercamiento al primer acompañamiento, ver Myriam Southwell, “Juana P. Manso (1819 – 1875): transgresión y debates sobre la emancipación”, en: Thinkers on Education, Oficina Internacional de Educación, UNESCO, Ginebra, para ser publicado en http://www.ibe.unesco.org/International/ Publications/Thinkers/thinhome.htm. Para un abordaje del segundo acompañamiento, ver Barry L. Velleman, Mi estimado señor. Cartas de Mary Mann a Sarmiento (1865 – 1881), Ediciones Fundación Victoria Ocampo – ICANA, Buenos Aires, 2005. 142 Domingo F. Sarmiento, OC, T. V, p. 276. 140 141 76 PABLO FERRARA moral haga posible una convivencia en armonía143. Educación que permitirá esta vez con certeza la configuración de “una mayoría de votantes respetable y respetada’, capaz de imponer ‘ideas de orden, honradez y economía en el manejo de los caudales públicos”, logrando así “un régimen electoral menos sistemáticamente falseado”144 y desde allí una concientización de los deberes y derechos de la ciudadanía. De lo contrario, el peligro que se cierne sobre el Estado y sus habitantes es mucho mayor de lo que pudieron haber concebido sus ideólogos y ejecutores, ya que sin “libertad política, la libertad civil no sobreviviría en una república”145. Pues no hay que olvidar que “la república es un aprendizaje político mediante la paulatina incorporación de un número creciente de individuos al ejercicio del gobierno representativo.”146. Corresponde, entonces, dedicarse de lleno a la formación de los representados147. VI “¿Por qué se aprovecharían del sudor de cien protestantes los cien mil católicos restantes?”148 “La ‘ley de Educación Común para la República’ -así la llamó en su último informe de 1881149, cuando desempeñaba el cargo de superintendente general de educación- ‘y la vida de millares consagrada a ejecutarla’, era para Sarmiento un programa pendiente.”150. La década de 1880 terminó por decantar la tendencia liberal, progresista e innovadora, emplazada en la cúpula dirigente nacional desde Urquiza. Los resultados se vieron concretados en la secularización de los registros de los nacimientos, matrimonios y fallecimientos, hasta entonces en manos de la Iglesia Católica; en el establecimiento del matrimonio civil; y, finalmente, Ver nota 127, ut supra. Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 100; Natalio R. Botana, op.cit., p. 464. En relación al funcionamiento del sistema electoral, ver Ibidem, Capítulos III y IV. 145 Ver Ibidem, p. 463 y 464. 146 Ibidem, p. 465. 147 Ver D. F. Sarmiento, Obras Completas. Educar al Soberano., T. XLVII, p. 16 y ss. 148 D. F. Sarmiento, Obras Completas. La escuela ultrapampeana., T. XLVIII, p. 115. 149 Ver José S. Campobassi, op.cit., p. 369. 150 Natalio R. Botana, op.cit., p. 454. 143 144 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 77 en el debate, proyecto y concreción de la educación laica, pública, común y oficial151. Para ello, el Poder Ejecutivo convocó a un congreso pedagógico el 2 de diciembre de 1881 con el fin claro: conocer `el estado de la educación común en la República y las causas que obstan a su desarrollo, independientemente de la extensión del territorio y de la densidad de la población’, así como ‘los medios prácticos y eficaces de remover las causas retardatrices’, con el objeto de impulsar ‘el progreso de la educación’; asimismo, debía ocuparse de ‘la acción e influencia de los poderes políticos’ en el desenvolvimiento de la educación pública y el ‘rol que en la educación les corresponde constitucionalmente152. El congreso funcionó durante los meses de abril y mayo de 1882. Si bien Sarmiento no participó oficialmente en el mismo, contribuyó a través de su tarea previa, de su rol de presidente honorario y de tu producción periodística en el diario El Nacional, donde sostuvo que “el mal de las democracias era la ignorancia popular y el falso saber de las oligarquías gobernantes”, pues la “atención de la educación pública [...] era un deber del Estado y una función social, y tenía que ser, por lo tanto, una cuestión política”153. Para ello definió, a la par del congreso, el camino más conveniente: la creación de recursos especiales para el sostenimiento de la educación pública; la implantación de los principios básicos fundamentales de la organización docente, tales como la obligatoriedad y la gratuidad de la enseñanza pública primaria, así como el laicismo; la construcción de edificios escolares; la modernización pedagógica de la enseñanza; los métodos ; los métodos y sistemas didácticos; los materiales docentes; la higiene escolar; la graduación de la enseñanza; la educación de la mujer; los textos escolares; los planes y programas de estudio; la supresión de los castigos disciplinarios y los premios en las escuelas públicas; las técnicas docentes; etcétera154. Para un detalle del debate y del rol particular de Sarmiento en el mismo, ver José S. Campobassi, op.cit., p. 372 y ss.. 152 Ibidem, p. 378. 153 Ibidem, p. 379. 154 Ibidem, p. 379. 151 78 PABLO FERRARA Todo quedó plasmado en la “ley de educación” que “con los defectos de que adolece como obra humana, ha dado los resultados que son conocidos hoy por todos aquellos que han mandado sus hijos a la escuela.155. Puntualmente, en lo que al debate laico respecta156, la opinión de Sarmiento sobre la religiosidad existente en la Argentina de esa época se puede resumir en las palabras que pronunció “admirando el profundo sentido religioso que mantiene en actividad la mente y el corazón de este pueblo”157, en ocasión de su visita a diversas iglesias cristianas libres en los Estados Unidos en 1865: “Nosotros ni cristianos somos; convenido como está que hemos nacido católicos y que fuera del jirón de la Iglesia no hay salvación, descansamos en la dulce y consoladora esperanza de que todos los demás se condenarán.”158. Las obras de Sarmiento dejan claro que existe para él una confrontación entre el Estado y la Iglesia: El lento progreso de las sociedades humanas ha creado en estos últimos tiempos una institución desconocida a los siglos pasados. La instrucción pública, que tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna nacida de las disensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual159. Aquella circunstancia exigió que Sarmiento tomara una postura, que terminó por inclinarse hacia una inconmensurable labor cívica, dentro de la que se destacan particularmente dos hitos ilustrativos. El primero de ellos es el artículo titulado En el congreso pedagógico, del 13 de abril de 1882, donde volcó su opinión de que “las escuelas comunes oficiales no podían ser católicas porque ‘las rentas públicas, contribuidas por todos los habitantes, D. F. Sarmiento, Obras Completas. Condición del Extranjero en América., T. XXXVI, p. 64. 156 Para una interesante aproximación sociológica al laicismo de Sarmiento, ver Leonardo Paso, La Idea del Cambio Social, C.E.A.L., Buenos Aires, 1993, p. 96. 157 D. F. Sarmiento, Obras Completas. Memorias., T. XLIX, p. 282. 158 D. F. Sarmiento, OC, T. XLIX, p. 282. 159 Ver D. F. Sarmiento, OC, T. XI, p. 33. 155 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 79 no son católicas, y es simplemente dar a cada uno lo que le pertenece hacer que se empleen en beneficio de todos y cada uno de los contribuyentes’”160. Para él era más que claro: “La declaración propuesta por los demagogos ultramontanos es, pues, una violación flagrante de la Constitución Nacional y de las leyes, un retroceso a los tiempos anteriores a la misma, un robo en provecho propio de las rentas pagadas por todos para el beneficio y provecho de todos, y un acto de tiranía disimulado con las formas de la religión”161. Sobre esta línea volvería en su segundo hito, esta vez ya durante los debates parlamentarios de la ley de educación común, dejando claro que los principios fundamentales de la Constitución Nacional “gobernaban a los habitantes de la Argentina y obligaban por igual a todos”, siendo sus “disposiciones sobre prohibición de adoptar el Estado una creencia religiosa determinada, según su artículo 2, y sobre implantación de la libertad de cultos, de acuerdo con su artículo 14, eran [...] las que daban fundamento al laicismo escolar”162. A modo de cierre, tal vez sea necesario aclarar que Sarmiento nunca dejó de mostrarse sensible a la fe religiosa, aún si se apartara por razones filosóficas y razonamientos jurídicos de la política clerical. La “conducta, al variar las circunstancias, impónele deberes en campos que no pertenecen a las instituciones religiosas sino a las instituciones políticas, sobre todo cuando desempeña una magistratura y unas y otras se rozan o interfieren.”163. Es por estos motivos que polemizó a favor de la escuela laica y de las ciencias físicas, sin denostar el sentido de la fe religiosa, dando eventualmente como resultado la Ley de Educación 1820. José S. Campobassi, op.cit., p. 380. Ibidem, p. 380. 162 Ibidem, p. 382. Ver asimismo José S. Campobassi, Ley 1420: antecedentes históricos (1810-1884), debates parlamentarios (1881-1884), enseñanza neutral, religiosa o laica, texto y opiniones sobre los artículos de la ley, aplicación, resultados, vicisitudes y actualidad de la ley, GURE, Buenos Aires, 1956. 163 Ricardo Rojas, El Profeta de la Pampa. Vida de Sarmiento., Editorial Losada, Buenos Aires, 1945, p. 595. 160 161 80 PABLO FERRARA Tercera parte: realidades Y abriendo los ojos ardientes yo vi el horror de mi tugurio, y sentí que mi alma volvían a punzar cuidados malditos; el reloj con acentos fúnebres las doce daba brutalmente, y el cielo sombras derramaba al mundo triste y embotado.” Rêve Parisien164 “Era la tarde, y la hora en que el sol la cresta dora de los Andes. El Desierto inconmensurable, abierto y misterioso a sus pies se extiende, triste el semblante, solitario y taciturno como el mar, cuando un instante el crepúsculo nocturno pone rienda a su altivez.” El Desierto165 I Los contextos históricos en los que tocó a Tocqueville y a Sarmiento insertarse a través de una labor política fueron por demás extraños. El primero de ellos debió confrontar un país donde la clase media era la más desarrollada y donde el elemento más común era un pequeño propietario 164 165 Charles Baudelaire, Las flores del mal, Cátedra, Madrid, 2000, p. 393. Esteban Echeverría, La Cautiva. El Matadero, Losada, Buenos Aires, 1984, p. 33. EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 81 atemorizado por cualquier indicio revolucionario que lo pudiese alejar de su propiedad, sentimiento que habría de imponerse a cualquier remanente de aquel amor por la libertad plasmado en 1789166. Asimismo, puede decirse que “A diferencia de la monarquía prusiana con su administración centralizada; a diferencia de Inglaterra, con su sistema descentralizado y representativo, centralizada; el sistema francés era una especie de híbrido [...] entre la centralización heredada del absolutismo monárquico y un sistema representativo” 167. Sarmiento, por su parte, debió enfrentar la realidad emergente del régimen rosista, una realidad signada por la mala administración y por el derroche producto de la labor de esos aventureros que conforman la clase política, aspirantes que buscan abrirse camino cómo y por donde se pueda168. Fue en el ilustrado contexto Francés donde Alexis de Tocqueville debió insertarse hacia el año 1830, en una vida política que lo hizo transitar por los tres poderes del Estado dentro y fuera de su país169. Durante su permanencia en ellos, y muy en particular durante su labor desde 1842 hasta 1846 en la Cámara de Representantes, buscó la concreción de ese detalle que terminaría por coronar la proyección de su doctrina, es decir, la elevación a la jerarquía de ley de las convicciones morales y virtudes civiles del conjunto del electorado (clases no privilegiadas, en su enorme mayoría)170. Esta tendencia puede verse sin duda insinuada a lo largo de su postura en el tratamiento de distintos núcleos temáticos que surgieron a lo largo de su mandato, fundamentalmente al tratarse la supresión del régimen de trata de esclavos171, la cuestión jurisdiccional de las islas del Pacífico172, los problemas del liberalismo español heredados de la primera Guerra Carlista173, y los conflictos internacionales surgidos en relación a la anexión de Texas y A. Jardin, op.cit., p. 351. Ibidem, p. 352. 168 Tulio Halperín Donghi, op.cit., p. 100. 169 Ver A. Jardin, op.cit., p. 279 y ss. 170 Ver páginas 24 y 25, ut supra. 171 A. Jardin, op.cit., p. 353. 172 Ibidem., p. 353 y ss. 173 Ibidem, p. 357 y ss. 166 167 82 PABLO FERRARA Oregon por parte de los Estados Unidos174. Sin embargo, el núcleo duro de la disquisición gubernativa de Tocqueville siempre terminaron por ser las instituciones -como ya se ha dicho, en Francia por demás centralizadas-, fuente inquebrantable de la triste apatía del pueblo175. En ésta línea, la escena tal vez más ilustrativa en su labor política es el tratamiento que una disputa sobre el ejercicio de la libertad de enseñanza desarrollada entre 1844 y 1846. Durante ese episodio, Tocqueville defendió su clara postura concebida durante la redacción de La Democracia en América: “la religión, una fuerza moral independiente del Estado que podía elevar las preocupaciones de la gran masa de gente por encima de sus patéticos intereses, era indispensable para el funcionamiento de una sociedad democrática.”176. Pues, “¿Qué es la democracia sino el constante y poderoso esfuerzo hecho por la sociedad para mejorar, elevar y dar sustancia moral a la vida de cada uno de sus miembros, para venir a la ayuda de los desafortunados, para echar mano a todas las formas de miseria?”177. En el mismo sentido, ya desde una perspectiva más pragmática, la posición de Tocqueville en relación a la enseñanza –sobre todo secundaria- era que debía ser un puente hacia el mundo moderno y que sus elementos -la diversidad o complejidad como uno de los más característicos- eran una conditio sine qua non para evitar el estancamiento propio del monopolio estatal. Esa fue la postura que tomó en su reporte de 1842 a favor de la pluralidad, de la participación de diversas congregaciones religiosas con un plan de estudio alternativo al de la Universidad pública. Sin embargo, la cuestión se diluyó tanto en las discusiones del grupo formado ad hoc para tratar el tema como por la eventual conformación años después de un nuevo grupo y su alejamiento del mismo en 1846. Precisamente, fue esa posición de infranqueable voluntad ante los temas que más importancia concebía para la correcta configuración de la sociedad178 la que le valió más disgustos. “Más a menudo que raramente, lograría alcanzar la correcta visión teórica pero no la satisfacción personal Ibidem, p. 358 y ss. Ibidem, p. 360. 176 Ibidem, p. 364. 177 Ibidem, p. 365. 178 Sheldon S. Wolin, op.cit. p. 102 y 103. 174 175 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 83 o política.”179. Eventualmente llegó a creer que la teorización y la práctica eran alternativas, e incluso excluyentes. Dudó incluso acerca de cuál debía ser su camino definitivo: el teórico o el político: [...] lo teórico había llegado a simbolizar la defensa de un ideal político, el plano donde la política era transfigurada y hecha el vehículo de la verdad y el bien, donde adquiría un significado definitivo, y donde el teórico asía su voluntad a la desinteresada y pura pasión por la libertad y el bien común. Teorizar implicaba la esperanza de que lo político podría ser redimida de la lucha por el poder y los intereses materiales180. La teoría se convertía de esa manera para Tocqueville en la defensora de lo político frente a la política e impedía su separación definitiva. Al mismo tiempo, en la medida en que no pudiera develar lo político a través de los esfuerzos del teórico, no terminaría por abandonar el ejercicio de la política; tendría que adentrarse “no en esa política Plutarqueana de hechos memorables”181 sino en la “política de la modernidad: burguesa, liberal, parlamentaria, organizada alrededor de partidos y elecciones, definida por intereses materiales, peleada por coaliciones y alianzas, y acordada por negociaciones.”182. Fue ese el modo en que Tocqueville no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar por la desafiante, dicotómica y contradictoria cruzada del disgusto y la gratificación183. II La persona de Domingo Faustino Sarmiento terminó por mostrarse incapaz de lograr una moderación en las opiniones y por lo tanto, cualquiera fuera el motivo, su postura era de amor u odio. El segundo de esos sentimientos le valió la imputación de innumerables defectos y falencias, tanto en sus concepciones teóricas como prácticas. Se lo ha acusado de ser sim- Ibidem, p. 294. Ibidem, p. 298. 181 Ibidem, p. 300. 182 Ibidem, p. 300. 183 Ibidem, p. 298 y 299. 179 180 84 PABLO FERRARA plista, de carecer de un plan, de un sistema, de un método, en su esfuerzo por implantar esa panacea correctora conformada por la instrucción general del ciudadano; de equivocarse siempre que hace concesiones y de acertar mejor vaticinando; de errar en la perspectiva al concebir al país como una escuela y al gobernante como un educador, configurando una sobreestimación nostálgica, propia del desterrado; de haber sido un desacomodado en un contexto al cual sin duda pertenecía y del cual para muchos era el representante más genuino184. Es posible afirmar, sin embargo, que “Sarmiento no era un improvisado en los estudios sociales. Durante años, pacientemente, indagó con alguna amplitud y profundidad las características vertebrales de la estructura de la sociedad, su tendencia a la evolución y la resistencia al cambio, todo dentro de un contexto histórico.”185. De allí concluyó que “es muy seguro que no educando a las generaciones nuevas, todos los defectos de que nuestra organización actual adolece continuarán existiendo, y tomando proporciones más colosales, a medida que la vida política desenvuelve mayores estímulos de acción, sin que se mejore en un ápice la situación moral y racional de los espíritus.”186. A pesar de la diversidad de funciones que ejerció y de cargos que ocupó, siempre “[s]iguió siendo maestro y periodista en el resto de su existencia, porque estos son esencias de un destino e instrumentos de una misión.”187. Asimismo, es posible agregar como nota distintiva de su labor el hecho de haber tenido siempre resortes intelectuales más que habilidad política, aptitud que terminó por granjearle la simpatía de las masas de la gran Este no es el lugar para debatir acerca de los numerosos opositores que tuvo que enfrentar Sarmiento a lo largo de su vida. Entre ellos, destaca el análisis realizado por Ezequiel Martínez Estada, motivo por el cual remitimos a su obra (Ezequiel Martínez Estrada, Sarmiento, Argos, Buenos Aires, 1946) para un desarrollo pormenorizado. Para un detalle de la posición y del desenvolvimiento de otros de sus opositores, ver José S. Campobassi, op.cit., p. 477 y ss. Asimismo, para un análisis genérico menos faccioso acerca de la labor sarmientina, ver A. Puiggrós, R. Gagliano, M. Southwell, “Complejidades de una educación a la americana: liberalismo, neoliberalismo y modelos socioeducativos”, en Entrepasados (Revista de Historia) Nº 24-25, Buenos Aires, 2003, p. 211. 185 Félix Weinberg, op. cit., p.12. Para una ponderación de las cualidades sociológicas sarmientinas, ver Ibidem, p. 16. 186 D. F. Sarmiento, OC, T. XI, p. 39. 187 Ricardo Rojas, Op. cit., p. 134. 184 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 85 aldea y la confianza de sus correligionarios188. Esta última se vio alimentada por su laboriosa e informada condición de político así como por un profundo sentido estético de la vida pública, mostrada en la originalidad de su oratoria189. Por supuesto que su transitar político no fue un camino de rosas, pues también se vio signado en numerosas oportunidades por la fatalidad y la espalda de muchos que lo abandonaron ante su decisión de quebrar rutinas, herir intereses y remover obstáculos190. El hecho es que en su primer tramo político, las cualidades de Sarmiento lo llevaron a la Legislatura de Buenos Aires, y de allí a presidir el Departamento de Escuelas: cargo que hizo crear para aplicar sus ideas, apartando de la enseñanza primaria a la Universidad y a la Sociedad de Beneficencia. No creía en la capacidad de esos doctores y matronas para estos asuntos; y trabajo costóle obtener autoridad, recursos y leyes adecuadas, según los planes expuestos en su libro ‘Educación Popular’. Estrellábase contra la ignorancia de muchos, la presunción de algunos, la rutina de los más. [...] Para crear ese nuevo mundo escolar, gastó paciencia y elocuencia en conversaciones y debates. Proyectó leyes sobre rentas propias, edificación y preceptores, aunque sólo obtuvo parte de lo que pedía. Sólo treinta años después sus ideas entraron en la legislación y en la opinión pública. Las prácticas del sistema de educación popular que ahora vemos, obra es de su predicación y de su apostolado191. Retomaría la labor de educación masiva al volver de Estados Unidos como Presidente de la República, proponiéndose “concluir con todos los elementos de desorden que retardaban la evolución legal del país y convertir en programa gubernativo el ideario de Civilización y Barbarie (1845), de Ibidem, p. 405. Ibidem, p. 404 y ss.. 190 Se destaca en este sentido la muerte de su hijo Domingo en el asalto de Curupaytí, en la Guerra del Paraguay, mientras él se desempeñaba como embajador ante los Estados Unidos de América. “’En Washington –dice él mismo- recibieron los oficiales de la Legación la infausta nueva, que comunicaron con delicados intervalos y a dosis preventivas primero, hasta vaciar el amargo cáliz y mostrar las heces’. (XLV, 259)” En: Ricardo Rojas, op. cit, p. 479. Así también, Ibidem, p. 426. 191 Ibidem, p. 409. 188 189 86 PABLO FERRARA Educación Popular (1849), de Viajes (1849), de Argirópolis, de Comentarios a la Constitución (1854), los libros que escribió en el destierro”192. Ese propósito dio como resultado una presidencia aborrascada en sus aspectos políticos193, pero luminosa en sus aspectos intelectuales, lo que se pudo apreciar en el celoso Patronato Nacional que ejerció194. Por último, resulta imprescindible reiterar la contribución de Sarmiento a la consecución de la Ley 1820, que permitió la centralización educativa en el centralizado Estado y produjo una transición en la alfabetización que partió de menos de un quinto del país para llegar a casi tres cuartos195. Y sin embargo, no alcanzó. III En cierto modo cabe pensar que los esfuerzos de Tocqueville y Sarmiento no fueron suficientes para consumar el objetivo final de sus concepciones. La realidad explícita en la Argentina en la república fuerte no pudo evitar una evolución que terminó alejándose paso a paso del deseo de Sarmiento196. El espíritu faccioso y la consiguiente ocupación exclusiva en los intereses propios parecieron demasiado enraizados en la sociedad, la que no tardaría finalmente “en percibir, entre viejos hábitos criollos y el solitario aprendizaje del inmigrante, que más allá de aquella escisión de partida entre lo público y lo privado se abría el horizonte de reconciliación de la democracia.”197. Para Tocqueville, por su parte, el final vino de la mano del Segundo Imperio. Entonces, dos acciones muy distintas entre sí signaron el adiós a su Ibidem, p. 521. Ibidem, p. 508 y ss.. 194 Ibidem. p. 524 y 525. Para más información acerca de su obra presidencial, ver los Tomos L y LI de sus Obras Completas, dedicadas exclusivamente a los papeles del presidente y precedidas por un índice cronológico de su labor en ese cargo. 195 Para una evolución detallada de la alfabetización en la República Argentina durante el siglo XIX, ver Juan P. Ramos, Historia de la instrucción primaria en la República Argentina 1810-1910: atlas escolar, Consejo Nacional de Educación, Buenos Aires, 1910. 196 Para una amplia descripción de la evolución del cambio argentino desde la perspectiva sarmientina, ver Félix Weinberg, op.cit., p. 17 y ss. 197 Natalio R. Botana, op.cit., p. 491. 192 193 EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 87 carrera política. Una fue la adopción de una postura a largo plazo, algo así como un compromiso provisional con el futuro: la única alternativa posible al despotismo imperial era una monarquía liberal con sus libertades, su representatividad, su libre y público debate parlamentario, y por sobre todas las cosas, su libertad de prensa. El otro motivo de su alejamiento del ágora fue una reflexión en retrospectiva que lo mantuvo displicentemente errático intentando conciliar la política teórica y práctica198. Conclusiones El primer balance del presente trabajo destaca la profunda similitud de espíritu que enhebrara el planteo de Alexis de Tocqueville y de Domingo Faustino Sarmiento, producto tanto del eventual contacto que ambos tuvieron con la obra del otro como de otras razones más circunstanciales199. El origen de la semejanza puede remontarse en parte a la semblanza histórica de sus países de origen. Tanto Francia como la República Argentina se veían necesitadas de una reforma en el sustrato humano capaz de sustentar una inevitable democracia preservando el espacio de individualidad de todas las personas afectadas. Tanto Tocqueville como Sarmiento transitaban una penumbra de inquietudes cuando parecieron encontrar una respuesta a sus planteos en los Estados Unidos de América200. Allí fueron testigos de un sistema en funcionamiento que les permitió teorizar, proyectar más allá de su respectivo regreso a casa y analizar variables en juego para ejecuciones que permitieran terminar la configuración de un modelo. Los respectivos paradigmas coincidieron en la percepción del origen y de la forma que parecía configurar el espacio público estadounidense: desde los particulares hacia el Estado. La disensión se dio en la proyección del dogma. Por un lado, Tocqueville quiso ver en Francia un fenómeno similar al existente en los orígenes de Estados Unidos, posibilitado por una educación en el llano del estrato humano destinado a gobernar el Estado -la burguesía- y a partir de allí la consecuente configuración del espacio público -y A. Jardin, op.cit., p. 471. Natalio R. Botana, op.cit., p. 270. 200 Ver Introducción, p. 4 ut supra. 198 199 88 PABLO FERRARA democrático- liberal. Contrariamente, Sarmiento era consciente de la imposibilidad de repetir en la Argentina ese elemento del modelo estadounidense, por lo que pretendió que fuera un Estado consolidado el que educara y diera forma a la masa en todas las áreas posibles de la vida, obteniendo de ese modo como resultado esa sociedad democrática y liberal que tanto ansiaba. A pesar de la citada diferencia en los proyectos, un nuevo acercamiento a sus puntos de partida permite destacar que para ambos el elemento determinante y definitorio que los configura es la moral –en el sentido de aquellos preceptos que tornan posible la convivencia armoniosa de la sociedad-. Precisamente, la moral se muestra en cada caso como la fuente primaria de un proceso educativo que se muestra para ambos como definitorio para la correcta configuración de sus sociedades, dando respuesta a otra de nuestras disyuntivas201. Sin embargo, un paso más allá en la lectura de los modelos vuelve a situarlos en extremos opuestos, pues cada autor decide definir de manera distinta los elementos determinantes de su educación, terminando por marcar una irreconciliable disidencia. La referencia es por supuesto a la religión. En efecto, como se ha podido apreciar a lo largo del trabajo, es nítida la oposición de las dialécticas de Tocqueville y Sarmiento en lo que respecta a la recepción política de la religión en sus modelos. Para el primero, el lugar ocupado por la ella en la sociedad era y debía seguir siéndolo protagónico. Para el segundo, en cambio, el depósito de la formación social en el Estado debía significar el fin del ejercicio de la competencia educativa por parte del aparato religioso y su relego a un lugar secundario. Esto debido a la necesidad de salvar las desavenencias del sentimiento religioso a través de la razón y de la libertad de conciencia, elementos ambos imprescindibles en la configuración del Estado y de la sociedad202. Es preciso dejar bien en claro que el origen de la postura de Tocqueville y de Sarmiento frente a la religión es producto de sus vivencias personales y de su análisis acerca del rol que ella desempeñó en la configuración de las realidades históricas francesa y argentina, matizadas sin duda por el balance que cada uno arrojó de su experiencia en los Estados Unidos de América. Ello, por un lado, derivaría en la aceptación teórica por parte de uno y en el 201 202 Ver Introducción, p. 4 ut supra. Ver Ricardo Rojas, op. cit., p. 590. EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA. TOCQUEVILLE Y SARMIENTO 89 repudio teórico de parte del otro. Pero más importante aún significaría la implementación en sus vidas políticas de una conducta consecuente con esas concepciones teóricas y su traducción a la prosecución de sus objetivos, particularmente contrapuestos en este punto a las realidades de sus países. El último detalle mencionado se sumó a la generalidad del caso, dando como resultante una posición de permanente extranjería en espacio y tiempo203. Para finalizar, se debe hacer mención a un hecho tan sencillo en su enunciado como fundamental en su concepción, y es que tanto Sarmiento como Tocqueville tuvieron como motor de su obra teórica y política la consecución de la libertad. En este sentido, resultan tan determinantes las palabras del primero que sólo con ellas es posible dar por concluida la presente labor: La educación del pueblo es hoy la preocupación de la humanidad; este sentimiento es la expresión de lo que antes se llamó religión, nobleza, cultura; educarse es simplemente ser hombre libre.204. La libertad, como todos los beneficios sociales, requiere larga preparación. No nos basta que hayamos sacudido un yugo extraño y proclamado las formas de la democracia o la igualdad de derechos entre los asociados. Lo primero importa tanto como el rescate de una propiedad, largo tiempo usurpada, y lo segundo como el plan que para su cultivo se propusiera el que logró apoderarse de ella; mas es preciso en seguida desembarazar el terreno de las malezas que consumen su sustancia, y diseminar la buena simiente que ha de dar al fin los apetecidos frutos. Esta es nuestra misión y la difícil tarea que nos impone la época. Prepararnos para la libertad, allanar los caminos que conducen a la perfecta asociación, cuyo prospecto encierran nuestras instituciones, realizar el programa de la revolución ésta es la ocupación primordial del momento presente y a la que deben dirigir sus conatos el pueblo y el gobierno, las cámaras y la prensa.205. Para Sarmiento se recogió en el adagio de provinciano en Buenos Aires y porteño en las provincias, mientras que para Tocqueville, claramente se podría adaptar al sentido de aristócrata en la Modernidad y moderno en la Aristocracia. 204 D. F. Sarmiento, OC, T. III, p. 39. 205 D. F. Sarmiento, OC, T. IX, p. 41 y 42. 203 Sarmiento y su visión militar1 Guillermo Andrés Oyarzábal Universidad Católica Argentina Departamento de Estudios Históricos Navales gaoyarzabal@yahoo.com.ar Resumen Las grandes naciones se construyen a partir de la visión alentadora de un grupo de hombres, que en la comprensión cabal de la realidad son capaces de encontrar las soluciones necesarias. Para el estadista ningún asunto puede reconocerse sin su relación con el otro y todos adquieren importancia en tanto puedan contribuir al desarrollo nacional y el bienestar ciudadano. En Sarmiento, la educación habría de ser el origen, y su realización, el instrumento inapelable en la construcción de un estado moderno. En este esquema las instituciones aparecen como los pilares sobre los que se apoya la verdadera esencia del espíritu nacional, y el único sostén legítimo del Estado; de allí la preocupación por su consolidación. A la organización de la política, de la justicia y de la administración en general, Sarmiento sumó un interés medular en torno al fortalecimiento del Ejército y la Armada, que tuvo como punto de partida las guerras civiles argentinas, continuidad con la experiencia adquirida en los Estados Unidos y su afirmación tras las consecuencias de la guerra con el Paraguay. Esta investigación aborda los aspectos más profundos de su pensamiento castrense, materializado en obra a partir de un agudo trabajo de organización desarrollado a lo largo de sus servicios militares, y en la presidencia de la Nación con la adquisición de modernos armamentos y la creación de las primeras escuelas para oficiales. 1 Este trabajo fue presentado en el Congreso Extraordinario de Historia en Homenaje a Domingo Faustino Sarmiento en el Bicentenario de su Natalicio (1811-2011), San Juan, 12,13,14 de abril de 2011, organizado por la Academia Nacional de la Historia, La Junta de Estudios Históricos de San Juan y el Gobierno de San Juan. 92 GUILLERMO A. OYARZÁBAL Palabras clave Sarmiento – ejército y marina – poder militar Abstract Great Nations are the result of the encouraging vision of a group of men, who with a thorough understanding of reality are capable of finding the necessary solutions. For Sarmiento, education was the ultimate instrument for the making of a modern state, but he was also concerned about the strengthening of the Army and the Navy after his experiences in the Argentine and American civil wars and the war of the Triple Alliance. This paper focuses on Sarmiento’s military thoughts, which materialized during his different appointments, and especially during his presidency with the acquisition of modern military equipment and the creation of the first military academies. Key Words Sarmiento – Army - Navy – Military strength. Introducción Extraña, aunque no alcance a sorprender, la escasa trascendencia que la vasta bibliografía le ha otorgado al pensamiento y a la actuación militar de Sarmiento. Es cierto que no faltan obras de relevancia, pero estas son muy pocas y en general del conocimiento de círculos reducidos de corte netamente profesional. Se cargan tintas sobre sus dos grandes creaciones, el Colegio Militar y la Escuela Naval, lo que tiene sentido por estar entroncadas en esa visión medular que tomaba a la educación como eje de todos los proyectos, pero que desatiende en su comprensión, la experiencia del sanjuanino transformada en conciencia. Una experiencia que se va materializando en su adolescencia al servicio de los ejércitos que operaban en el interior del país y que crece a lo largo de su vida, forjando en torno suyo la conciencia sobre la importancia y dimensión de fuerzas armadas nacionales. Origen e influencias en su pensamiento militar Por su edad Sarmiento no hubo de participar en los ejércitos de la Independencia y por eso, desde la temprana adolescencia, fueron las guerras SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 93 civiles las que lo tuvieron como protagonista. Indudablemente forjó su carácter con el dramático testimonio de los enfrentamientos entre hermanos y en el cuadro turbulento de los cuerpos de milicias, que como haciendo un culto de la indisciplina se mostraban fieros e irrefrenables: “veíamos los espectadores avanzar una nube de denso polvo, preñada de rumores, de gritos, de blasfemias y carcajadas, apareciendo de vez en cuando caras empolvadas aún, entre greñas y harapos y casi sin cuerpo” La escena recrea su primer contacto con los militares argentinos de entonces, y refleja su impresión de las montoneras de Facundo: “He aquí mi visión del Camino de Damasco, de la libertad, de la civilización. Todo el mal de mi país se reveló de improviso entonces: ¡la barbarie!”2 Más allá de la influencia que en lo político tuvo en su espíritu el acontecimiento, que según él mismo lo decidió en contra del partido federal, trasciende su aversión al caos y la impresión de que fuera de los principios regidos por el orden ninguna construcción sería posible. Desde el principio las guerras civiles lo ubican como un observador secundario y en ellas advierte los males que en todos los ámbitos aquejan al país. Por cierto hacia el final de la década de 1810 se dibujaba el carácter de las facciones que terminarían por romper la unidad, y la atomización provocada por los caudillos de las principales ciudades iría gestando la nueva fisonomía del país. Las Provincias Unidas que precisamente en unidad se habían enfrentado a la trascendente decisión de declarar la Independencia, no se mostraban, más allá de lo formal, tan unidas como antes. La Nación, que desde la Revolución de Mayo se había mostrado inconmovible, ahora cedía a la presión de las provincias que renegaban de su tradición con, hasta entonces, novedosos criterios de autonomía. El Congreso General Constituyente de 1824, apenas había logrado detener ese proceso, pero al definir en su seno las divisiones entre federales y unitarios, no había hecho más que alimentar con argumentos para las dos facciones la guerra civil que se mostraba irrefrenable. El fracaso de Bernardino Rivadavia en la guerra con el Brasil, su incapacidad para conciliar posiciones con el interior y el crecimiento de los federales porteños conducidos por Manuel Dorrego, cerraron la posibilidad de mantener la unidad abriendo paso a una violenta y extendida guerra civil. 2 Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas, tomo XXII, p. 224. 94 GUILLERMO A. OYARZÁBAL En junio de aquel año, un incidente ocurrido mientras prestaba servicios con el grado de subteniente en el Batallón de Infantería de la provincia de San Juan, lo había alejado del ejército provincial. Según la interpretación de Augusto G. Rodríguez, Sarmiento no concebía la milicia tal como aparecía en la montonera, en tanto representaba la barbarie contra la civilización, pero desde mi perspectiva, su alejamiento tiene más que ver con su visión de país y la idea de que los ejércitos locales, producto del federalismo impuesto por los caudillos, contribuía al mantenimiento de un sistema anárquico para la Nación. La revolución encabezada por Juan Lavalle el 1 de diciembre de 1828 y las acciones de José María Paz en el interior fueron el origen de la actuación militar de Sarmiento, quien se alistó a las órdenes del coronel Nicolás Vega contra los federales de José Félix Aldao, Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas. No es mi intención detenerme en el entramado político que acuñaba la guerra, sino en la íntima composición de esos ejércitos, que por encima de cualquier filiación mostraban siempre su caótica esencia, donde residía el germen de la indisciplina, la ausencia de técnica y doctrina y la subordinación a líderes circunstanciales, que anunciaban la descomposición de cualquier organización militar. Sucede, que aún cuando Sarmiento hace hincapié en los extravíos federales, no puede desconocer por evidentes los mismos males en la facción unitaria y por eso, se mostrará dispuesto a imponer los cambios necesarios. Estimulado por las circunstancias inicia entonces una tarea formativa proveyendo instrucción básica al soldado y táctica a los oficiales, en el marco de una administración minuciosa para lograr un sistema eficiente en la conducción de los hombres y en el manejo de los medios. Esta misión autoimpuesta comienza a desarrollarse a partir de su nombramiento como ayudante del Escuadrón de Dragones de la Escolta del gobernador y capitán general de la provincia de San Juan en 18303. Convencido de que era imperativa la imposición de orden y disciplina como fundamento para la constitución de los ejércitos, se abocó a esa tarea con singular dedicación. A las actividades rutinarias como pasar lista, cubrir 3 Nombramiento en el empleo de ayudante del Escuadrón de Dragones de la Escolta del teniente Domingo Faustino Sarmiento, Museo Histórico Sarmiento; citado por Augusto G. Rodríguez, en Sarmiento Militar, Editorial Peuser, Buenos Aires, 1950, p. 43. SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 95 guardias y distribuir el racionamiento, integró otras ligadas directamente a la formación profesional técnica del soldado y táctica del oficial. Y en su afán por la eficiencia impuso también una estricta administración que hacía hincapié en una minuciosa aplicación de los gastos. Por encima de todo, su acción no tendría otro objetivo que la dignificación del soldado, en oposición a aquellos milicianos que advertía en las montoneras de Quiroga y que retratara en la ocasión “medio desnudos, desgreñados y sucios”; factor de inspiración –según sus propias palabras- en la medida que le trajeron “la idea de la educación popular como institución política”4. Por estos tiempos crece y se apuntala la admiración de Sarmiento por José María Paz, a cuyo Ejército de Línea sirve en el regimiento de Coraceros comandado por el coronel Santiago Albarracín. Escribirá luego en Facundo: “Paz es el militar a la europea; no cree en el valor si no se subordina a la táctica, a la estrategia y a la disciplina […] Es el espíritu guerrero de la Europa hasta en el arma en que ha servido; es artillero y por lo tanto matemático, científico, calculador […] es un militar hábil, y un administrador honrado, que ha sabido conservar las tradiciones europeas y civiles, y que espera de la ciencia lo que otros aguardan de la fuerza bruta”5. La idea del militar se integra y crece junto con el proyecto político. El modelo europeo de soldado, que aparece en su criterio a la vanguardia de la civilización, se compone dentro del sistema republicano de Nación; que rechaza el atomizado esquema de ejércitos regionales y promueve la existencia del ejército único. De esta manera y desde muy temprano va madurando la idea del ejército profesional. En efecto, durante las guerras civiles fue desarrollando su concepción respecto de las fuerzas armadas y el papel que habrían de sobrellevar en la República. Desde Chile su labor periodística y formadora también se ocupó de la virtud del soldado, para cuyo ejemplo señalaba las acciones de los generales de la Independencia, particularmente de José de San Martín y Gregorio Las Heras. Resulta oportuno reparar en esta mirada, pues las dos figuras representan algo más que mero espíritu guerrero, en tanto son protagonistas principales en la guerra de emancipación americana. En ellos, y en el uso estricto del papel militar, Sarmiento advierte el sentido nacional y la 4 5 Ibídem, p. 44. Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Calpe, Madrid, 1924, p. 191. 96 GUILLERMO A. OYARZÁBAL proyección continental del pensamiento sanmartiniano, y ennoblece el papel de los ejércitos sobre el mismo ideal de una Nación organizada. Si en Paz ve al táctico, en San Martín reconoce al estratega. Las positivas referencias del sanjuanino a los ejércitos de la Independencia responden precisamente a la visión integradora que lo anima; al tiempo que reniega de los ejércitos populares, de la milicia ligada a sus jefes por lazos clientelares, rescata aquellos, en los que ve un proyecto de aliento, que apoyado en el sentir nacional es capaz también de trascender por su ideario las propias fronteras. Sarmiento, el Ejército Grande y Urquiza Con la esperanza de mayores libertades y convencido que la caída de Rosas traería consigo la unión del país sirvió en el ejército de Urquiza con el grado de teniente coronel. Escribiría en 1849: “En las edades más bárbaras de la Europa […] los señores feudales tenían sus tropas de siervos armados para arrancar contribuciones a los pasantes y quitarles parte de lo que llevaban…”6 La apelación, que tiene por objetivo condenar las aduanas interiores impuestas por las provincias sujetas a la estructura trazada por la confederación, permite percibir el carácter que le otorgaba a sus ejércitos, ligados a intereses regionales y distantes por su esencia de cualquier aspiración conciliadora. En 1850, Sarmiento, como siempre enfrentado al sistema de pactos interprovinciales trazado por Rosas idealiza en Argirópolis una organización federal: Terminar la guerra, constituir el país, acabar con las animosidades, conciliar intereses de suyo divergentes, conservar las autoridades actuales, echar las bases de desarrollo de la riqueza, y dar a cada provincia y a cada Estado comprometido lo que le pertenece7 Para ese propósito fija la mirada en el poder político, económico y militar del gobernador de Entre Ríos. Hacia junio de 1851 Justo José de Urquiza parecía materializar en su pensamiento los ideales de la oposición a Rosas Domingo Faustino Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande Aliado de Sud América, Fondo de Cultura Económica, México – Buenos Aires, 1958, p. 5. 7 Domingo Faustino Sarmiento, Argirópolis o capital de los Estados Confederados del Río de la Plata, Imprenta de Julio Belin, Santiago de Chile, 1850, introducción, p. 4. 6 SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 97 con expresiones contundentes y reveladoras, donde afirmaba su resolución de atacar “el miserable” espíritu provincialista, respetar el principio bajo el cual debemos constituirnos y la integridad del territorio “a todo trance”8. Sarmiento no puede menos que adherir a estas ideas y seguirlo en la campaña. Pero las decisiones políticas adoptadas por Urquiza inmediatamente después de la victoria exigieron su alejamiento y ahondaron las diferencias entre ellos. Hacia 1852 el vencedor de Caseros aparecía ante sus ojos como aquél caudillo caprichoso indisciplinado y salvaje, aquél monstruo de “libertinaje, de petulancia, de grosería y de egoísmo que produjeron nuestras guerras civiles”9. Sarmiento se muestra entonces como un apasionado federal, desestimando de hecho la confusión que los identificaba con Rosas. Ciertamente en este país distinto, el unitarismo desde su interpretación más pura se había extinguido desde la derrota de la coalición del Norte y la muerte de Juan Lavalle en 1841; ya nadie podía pensar seriamente en una organización semejante. En realidad el federalismo más puro, el doctrinario y moderado poco tenía que ver con el que se había impuesto desde Buenos Aires y de alguna manera era aquel pensamiento el que con sus características habría de imponerse. Esto fue reconocido pragmáticamente por los tradicionales opositores y Sarmiento escribía en el epílogo de aquella obra que su pasión era llegar a los “santos fines de organizar el país bajo la forma federal, que –señalaba- he explicado, ennoblecido y justificado”10. Me he extendido en este punto para demostrar que su convicción en torno de la organización nacional estaba directamente implicada en la concepción de los ejércitos, cuyo servicio debía concentrarse únicamente en la Nación. Esto atenúa la idea que la organización que sostiene para las fuerzas armadas tiene que ver solamente con la nefasta opinión de las montoneras; va más allá, pues no sólo son condenadas por el sanjuanino en virtud de su ferocidad sino por la figura del caudillo a quien responden y la parcialidad de sus objetivos. Sarmiento necesariamente habría de alejarse de Urquiza en quien advierte la continuación de las políticas de Rosas: Domingo Faustino Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande…, cit., p. 22. Ibídem, p. 315. 10 Ibídem. 8 9 98 GUILLERMO A. OYARZÁBAL El caudillismo –dice Tulio Halperín Donghi- adaptado a las nuevas exigencias del comercio con las metrópolis europeas lo conoció Sarmiento en Entre Ríos; monopolios comerciales del gobernador y sus amigos; producción orientada hacia los pingues negocios de exportación, trabajo esclavo de los rehenes de las pasadas guerras… Sarmiento se negó a ver en ello el fruto largamente soñado de veinte años de lucha11. La organización nacional implicaba un salto hacia adelante que mayoritariamente fue interpretado en favor de la consolidación institucional. El relativo fracaso de Urquiza en este sentido había distanciado nuevamente a Sarmiento, quien desde Chile se mantuvo políticamente activo, pero alejado de cualquier vinculación con lo castrense. Recién en marzo de 1855 retornó al país y esta vez como oficial jefe del Ejército de Buenos Aires. Me detengo en la visión de Sarmiento de este tiempo, para quien la cuestión militar, como muchos otros aspectos, ya no aceptaba aplazamientos. En 1857, y tras ser elegido senador por San Nicolás en la provincia de Buenos Aires, se centró en la organización del ejército con sólidos argumentos, envueltos en un discurso de significativos alcances, donde comparaba la dignidad alcanzada por los soldados de San Martín, con la desaprensiva actitud de los militares de su época. A aquellos opuso la distorsionada flojedad del oficial contemporáneo que, sin distinguir clases, había visto “tendido de barriga jugando con el soldado”12. Más allá del éxito o no de las propuestas e iniciativas, lo señalado muestra la naturaleza de su pensamiento en la materia, en tanto las instituciones castrenses, según las concibe, debían estar regidas por la disciplina y señaladas por el prestigio. La mirada profesional que se centra en ellas iría materializando entonces el perfil de su tratamiento y obviamente las acciones conducentes a obtener el ejército ideal. Esta etapa lo muestra debatiendo por fuerzas armadas profesionales ceñidas estrictamente al servicio de las necesidades del Estado, al tiempo que categóricamente reniega de la tradición sudamericana que a diferencia de la europea –explica- hace jefes de sus ejércitos a hombres públicos de influencia política y económica. Sostiene que deben promoverse pocos generales y Ibídem, Introducción Tulio Halperín Donghi, p. XXVIII. Domingo Faustino Sarmiento, Discursos Parlamentarios, Augusto Belín Sarmiento, Buenos Aires, 1898. 11 12 SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 99 todos ellos laureados por sus méritos y servicios en el campo de la guerra, para que no puedan convertirse en la ocasión en caudillos del pueblo: “Yo entiendo –decía- que para enaltecer la carrera militar […] lo que se debe hacer es hacerles conquistar por servicios brillantes los grados”13 Pero mientras en el parlamento porteño se debatían esta y otras cuestiones la relación con la Confederación se tensaba. El 31 de marzo de 1859 Urquiza exigió la unión de Buenos Aires mediante un documento que además del de Entre Ríos tuvo el consenso generalizado de las provincias de Corrientes y Santa Fe. El manifiesto conocido como Segundo Pronunciamiento de Urquiza y apoyado por resoluciones del gobierno de Derqui, marcaba de hecho un nuevo enfrentamiento en el campo de batalla. Sarmiento volvió a enrolarse y fue destinado como jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva de Buenos Aires, funciones que conocía bien y que por otra parte se adecuaban perfectamente a su temperamento militar. Resulta casi redundante a esta altura de la exposición decir que este es el ámbito militar donde se siente más cómodo, pues lo ubica en el núcleo desde donde surgirán las decisiones logísticas y estratégicas para las que por su formación está más preparado. Desde Palermo y hacia fines de agosto, escribe una enfática e instructiva nota a Pastor Obligado, ministro de Guerra y Marina, donde exhibe no sólo su empeño por la organización y el control administrativo, sino una legítima preocupación por contar con medios suficientes, adecuados y modernos para llevar adelante el conflicto. Pide la renovación y adquisición de armamento moderno para reemplazar el existente que considera obsoleto, y premura para lograr una distribución acertada, que permita a su vez el adiestramiento necesario. Sarmiento compara la eficiencia de los viejos fusiles a chispa e insiste en dotar a todos de los nuevos a percusión, bregando así por ponerse también a la vanguardia de la tecnología. Así, juzga que aún el ejército de Reserva, por la posibilidad de entrar en campaña, debe ser dotado de “medios eficaces de acción” creándole “prestigios” que lo eleven ante sus propios ojos y los del enemigo; “eso no se obtendrá –dice- si por un constante fogueo el soldado no ha adquirido completa confianza en su arma, y la idea de su superioridad”14 13 Ibídem. Sarmiento al ministro de Guerra y Marina Pastor Obligado, Campamento en Palermo, 31 de agosto de 1859. Citado por Augusto G. Rodríguez, op. cit., pág 144. 14 100 GUILLERMO A. OYARZÁBAL Por eso, aconseja también la provisión de la mayor cantidad de cartuchos de fogueo y a bala que “sin reparar en gastos” permitan tanto el adiestramiento como una efectiva capacidad de acción15. Al ser derrotado en Cepeda (23 de octubre) el ejército de Buenos Aires, e imponerse entonces la acción militar de la Reserva, fue nombrado segundo jefe de la Línea de Fortificaciones, acompañando al coronel Wenceslao Paunero en el Comando General. Frente a las escasas posibilidades de victoria parte de la ciudadanía se inclinaba por la rendición, el resto en cambio se mostraba dispuesta a sostener la resistencia. Sarmiento que coincide con los últimos, pretende combatir hasta el final y en un dialogo con Rawson desnuda la racionalidad de su pensamiento: “Para ser vencido es necesario ponerse en el campo de batalla. Así se conserva el carácter de los hombres”. Augusto G. Rodríguez, en la documentada biografía del Sarmiento militar señala: Tenía la seguridad de que en la guerra ningún acto heroico puede resultar estéril. El de menor trascendencia siempre constituye un ejemplo que ejercerá, tarde o temprano, su eficaz influencia sobre el espíritu de los soldados y el pueblo del futuro16. Por esa y otras razones concurrentes Sarmiento se mostró categóricamente contrariado con el Senado cuando sin lucha terminó aceptando las condiciones de Urquiza; pero por encima de los acontecimientos y la visión política de aquel momento lo que interesa en este estudio es la mirada que sobre lo militar tiene el sanjuanino, incapaz de claudicar frente a la convicción de cada acto debe también ejercer una función formativa sobre el ciudadano. Tiempos de organización La victoria de Mitre sobre Urquiza en Pavón fue despejando el escenario político, y Sarmiento tras cubrir fugaces cargos en el Ejército es desig- 15 16 Ibídem. Ibidem, p. 149. SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 101 nado gobernador interino de San Juan. Tanto en el Norte como en Cuyo, la amenaza de la guerra se mantiene, y el gobernador sanjuanino comprende que no es momento de dilaciones, compra armas y uniformes en Chile, forma dos escuadrones de caballería, una escolta de gobierno y consigue el apoyo del Regimiento 1 de Caballería para la provincia, poco después crearía la legión de extranjeros de San Juan. Cree firmemente en la importancia de una sólida estructura militar, que además trascienda los designios locales, y en ese sentido le escribe a Mitre mientras lleva adelante sus proyectos: “Un escuadrón o un regimiento de caballería creado bajo mi inspección, donde hay alfalfa, caballos y mulas, y posibilidad de civilizar la caballería, daría a la República un modelo, créamelo”17. En otra carta le diría: “algún punto de esta parte de la República debe ser estación de tropas nacionales y desde Catamarca a San Luis, San Juan me parece más adecuado. Ha de crearse caballería de línea. ¿Por qué no hacerlo aquí?”18 La profesionalización y organización militar, la adecuada ilustración de la tropa y consolidación de fuerzas armadas nacionales eran su obsesión: “Voy, pues, marchando a fuerza de coraje, y en cuanto a ilusiones tengo a mi público embaucado y boquiabierto, sobre todo en materia militar, pues no se imagina usted cuanta sorpresa ha causado ver un ejército equipado a la porteña, y guardadas las formas en todo”19. Por exceder los propósitos de este trabajo no me detengo en la esforzada, consistente y exitosa actividad de Sarmiento en la guerra contra Peñaloza, ni en el acompañamiento militar que ya con el grado de coronel desarrolló al lado del Ejército Nacional. Establecido Mitre en la presidencia, cumpliría misiones diplomáticas en Chile y Perú, hasta recalar en mayo de 1865 como ministro plenipotenciario en los Estados Unidos. Llegaba al país apenas un mes después de terminada la larga guerra civil y se sorprende ante aquel despliegue que pueden mostrar los vencedores por la magnitud de las fuerzas, la aplicación de los recursos, la simplicidad de los equipos y arneses para la artillería y Sarmiento a Mitre, San Juan, 22 de enero de 1862, Archivo del General Mitre, Tomo XII, Buenos Aires, 1913. 18 Sarmiento a Mitre, Buenos Aires, 12 de marzo de 1862, Archivo del General Mitre, op. cit. 19 Sarmiento a Mitre, sin fecha, Páginas Confidenciales, Buenos Aires, Elevación, 1944. 17 102 GUILLERMO A. OYARZÁBAL caballada y los avances en la tecnología militar tanto terrestre como naval. Junto a su preocupación por la tecnología en armamentos se manifiesta igualmente preocupado por lograr sistemas de abastecimiento eficientes. En los Estados Unidos toma contacto con un significativo informe “Las raciones del Ejército. Cómo disminuir su peso y volumen, seguridad y economía en su administración, evitar la escasez y aumentar el bienestar, la eficiencia y la movilidad de las tropas”20. Según sus propias afirmaciones el problema lo había preocupado durante su gestión en el ejército de Reserva de Buenos Aires, donde había aplicado un procedimiento de administración y distribución de raciones que evaluaba como “económico y nutritivo”; pero evidentemente el que se le presentaba era superador, sobre todo porque en el Paraguay donde había que proveer a ejércitos con más de cincuenta mil hombres y en territorios donde no abundaba el ganado era necesario adoptar procedimientos que reemplazaran a los anteriores. Como en otras oportunidades Sarmiento volvía sobre el ejército de los Andes, que en su campaña, según cita, había preparado “carnes secas asadas y molidas, mezclándola con galleta y los necesarios condimentos, a fin de que estuviesen en estado de comerlas, con sólo echarles agua caliente, lo que hacía un alimento sabrosísimo. Esta carne seca se prepara en Chile con el nombre de charqui, y en nuestros ejércitos sería de útil aplicación”21. Al análisis sistematizado de las novedades existentes en la materia, agregaba Sarmiento una ansiedad asombrosa por incorporarlas en la Argentina. Se venden por millares objetos de material de guerra, en remates y a precios ínfimos, y se me va el alma de no poderlos asegurar22. 20 Título original en inglés: Army Rations. How to diminish its weight and bulk, secure economy in its administration, avoid vast, and, increase the comforts, efficiency, and, mobility of the troops. 21 Domingo F. Sarmiento a D. B. N. Horsford, Nueva York, 22 de octubre de 1865. En: Las escuelas: base de la prosperidad y de la República en los Estados Unidos. Informe al ministro de Instrucción Pública de la República Argentina de Domingo F. Sarmiento, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario cerca de los gobiernos de Chile, Perú y Estados Unidos, Nueva York, 1966. 22 D. F. Sarmiento, B. Mitre, Correspondencia 1846-1868, Museo Mitre, Ed. Coni, 1911. SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 103 Desde su comisión, inició una activa campaña para convencer al gobierno, y en especial a Mitre, de los beneficios de adquirir los equipos y armamentos de los que se desprendía el gobierno del presidente Andrew Johnson. Al tiempo que piensa en la compleja e integral modernización del ejército atiende también al desarrollo de los medios navales. Y mientras reclamaba la adquisición de pertrechos y armas, mostrándose particularmente sensible frente a los desarrollos de la tecnología naval, se lamentaba por la oportunidad perdida de adquirir los modernos buques que se rematan a un quinto de su valor23. En efecto había mantenido sólidos contactos con oficiales de los dos ejércitos. En el Norte le llamaron particularmente la atención un nuevo tipo de buque, el monitor, cuya actuación fue determinante en los combates navales de la Guerra de Secesión, y del Sur rescató otro original sistema de armas basado en la acción de un proyectil de gran poder destructivo, el torpedo, que apoyaba su eficacia en la sorpresa. Sus características, además de disminuir el grado de vulnerabilidad ante el fuego enemigo, permitían el movimiento de los cañones en los 360º independizándolos de las limitaciones impuestas a la maniobra por las condiciones del teatro de operaciones, lo que representaba una ventaja particularmente apreciable en aguas restringidas. Los torpedos, en cambio, eran un arma de remotos antecedentes, cuya consideración había crecido extraordinariamente durante los últimos años. Sarmiento, centrado en la visión de los hombres de la generación del 37´ consideraba el Río de la Plata como centro y eje de los esenciales intereses argentinos y fue precisamente sobre estos principios y tras los conocimientos y la experiencia adquirida en los Estados Unidos que maduró el proyecto de la Marina que quería para el país. Forjaba así la idea de contar con una modesta escuadrilla de acorazados de río y se sintió particularmente inclinado a ver en el torpedo la solución más pronta y viable para resolver el problema de la defensa naval argentina. Con respecto a los medios navales que por sus características técnicas y de vanguardia representaban lo más interesante escribía: Vide nota de Sarmiento al ministro de Relaciones Exteriores, Nueva York, 16 de junio de 1865. En: Sarmiento, Obras Completas, tomo XXXIV, op. cit. 23 104 GUILLERMO A. OYARZÁBAL Se están vendiendo en pública subasta los buques de vapor de guerra que formaron las escuadras fluviales [...] se han rematado algunos por el quinto de su costo y están anunciados otros para la semana entrante24. No perdía el tiempo y extremando el mandato de sus instrucciones antes de finalizar la comisión había adquirido y remitido armas, junto con la contratación de ingenieros militares y hasta de un jefe del sur con conocimientos en la aplicación técnica y táctica de los torpedos25. Pero la guerra con Paraguay ocupaba demasiado al presidente argentino como para que pudiera concentrarse en proyectos de aliento. Todo aquel bagaje adquirido en el extranjero habría de aplicarlo luego, muy pronto desde la primera magistratura. En la presidencia La elección de Sarmiento, con una significativa mayoría de votos del colegio electoral para la presidencia, lo obligó a volver precipitadamente al país. La Nación estaba empeñada en la sangrienta guerra que había requerido el sacrificio de sus hombres más jóvenes y a él, que en ella había perdido un hijo, le tocaría darle fin. En el orden que apuntamos, la guerra de la Triple Alianza no podía menos que dejar la amarga sensación de que el país había sido sorprendido por el conflicto sin la preparación necesaria. Mitre había movilizado a las guardias nacionales provinciales y al reducido aunque mejor organizado Ejército de Línea, para combatir en un teatro de operaciones lejano y que ofrecía las peores condiciones de vida, en el contexto de un país que no había podido erradicar el flagelo de las divisiones internas y donde la guerra civil todavía dificultaba tristemente la posibilidad de consolidar la organización nacional. La Armada era poco menos que un proyecto, pocos buques mal pertrechados, peor armados y sin la necesaria cantidad de hombres adiestrados para llevar adelante operaciones de la magnitud reclamada. Mientras los primeros a costa de ingentes sacrificios se habían mantenido al frente en los campos de batalla, la Marina había conformado un mal dis- Domingo Faustino Sarmiento, Cuestiones Americanas, tomo XXXIV, Ed. Luz del Día, Buenos Aires, 1952. 25 D. F. Sarmiento, B. Mitre, Correspondencia 1846-1868, Museo Mitre, Ed. Coni, 1911. 24 SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 105 puesto conjunto de barcos contribuyendo sólo con acciones aisladas y más concretamente operaciones logísticas y de abastecimiento. Sarmiento que a lo largo de toda su vida había bregado por la ilustración, equipamiento y organización de los ejércitos tanto de mar como de tierra, indudablemente no podía estar conforme con el papel de la Argentina que salvando el honor del soldado, no había estado a la altura de las circunstancias debido a la falta de medios. Si esto había sido percibido por el sanjuanino al concentrarse en el esfuerzo de guerra ni bien asumió la presidencia, mucho más habrían de movilizarlo las consecuencias inmediatas de la paz que enfrentó a la Argentina en la mesa de negociaciones con su aliado más poderoso, el Brasil. La relevancia del poder naval brasileño se convirtió en un factor predominante al dirimirse los intereses de las distintas naciones que participaron en el conflicto, con proyecciones que permitieron la franca influencia del Brasil en los tratados de límites que la Argentina libró con el Paraguay. La herencia que había recibido en lo militar era abrumadora. A la guerra y sus consecuencias se sumaban las fatigas del conflicto de fronteras con el indio y las réplicas revolucionarias y desestabilizadoras del caudillo entrerriano López Jordán. La lucha interna había señalado un tono aún más dramático a la contienda internacional, que tras sus derivaciones señalaba con evidencia incuestionable la necesidad de formar por fin y definitivamente fuerzas armadas nacionales, comprometidas con los intereses de todos y sostenidas por el espíritu de cuerpo que se alcanza con la profesionalización en escuelas propias. Este ejército nacional es el que en la mente de Sarmiento se materializaba casi con naturalidad, ante la visión de un país cercado por minorías locales aferradas al poder de las armas. Así lo revelaba en su circular a los gobernadores de abril de 1870 en ocasión del asesinato de Urquiza, donde sostenía la omnipresente figura del presidente de la República, en tanto jefe único de las fuerzas de mar y tierra y la indiscutible autoridad militar sobre los gobernadores de provincia26. El perfil que habría de darle tendría que ver necesariamente con lo que él había visto y aprehendido en el extranjero. La evolución de las armas y la necesidad de conocimientos técnicos, es decir de una sólida formación Sarmiento a los gobernadores, Buenos Aires, 25 de abril de 1870. En: Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas, tomo XXII, op. cit. 26 106 GUILLERMO A. OYARZÁBAL del soldado, para la utilización eficiente de los sistemas de armas simples y complejos, aparece con claridad entre sus cavilaciones; a esto uniría la suma de conocimientos científicos que contribuyeran a proyectar el pensamiento de nuestros militares donde no podían faltar, junto a los estudios tácticos, una comprensión geopolítica y una visión estratégica. De esta manera advertía que la guerra científica reemplazaba sin solución de continuidad a la guerra intuitiva, diluyéndose necesariamente aquel soldado en la medida que se materializaba otro de mayor preparación. El militar de conocimientos complejos e integrales surge en el pensamiento de Sarmiento antes que en ningún otro estadista argentino de la época. A esos objetivos responde la creación del Colegio Militar en octubre de 1869: “Me prometo contraerme a preparar a la carrera militar nuevo prestigio con mayor contingente e instrucción científica”27. En mayo de 1872 a un año de funcionamiento del instituto ratificaba con juicios precisos el camino señalado por sus decisiones, al reafirmar en la labor de los profesores la misión de dotar al ejército de “oficiales científicos” indicando entonces que el arte de la guerra, por el material y sus medios poderosos de destrucción, ponían el valor al servicio de la ciencia y del genio y donde el saber –decía- “era una guía hasta en los campos de batalla”28. A la acción concreta aplicada en la organización, alistamiento e instrucción del Ejército sumó una labor aún más significativa en lo naval, pues por sus condiciones se hallaba en una mucho más desmerecida posición. No hay exageración al decir que Sarmiento fue el creador de la marina moderna. La ley de armamentos sancionada en mayo de 1872, y que estimaba la inversión de 2.600.000 pesos fuertes para la compra de armas portátiles de precisión y de “tres buques de guerra encorazados, del sistema más adelantado y más adecuado al servicio en las aguas de la República”29, abría un camino de realizaciones impensado, desde las guerras de la Independencia la Argentina había suplido sus necesidades navales con buque mercantes adaptados para Augusto G. Rodríguez, op. cit., p. 345. Mensaje al Congreso al abrir las sesiones parlamentarias, mayo 1872. En: H. Mabragaña, Los Mensajes, tomo III, Guerra, Buenos Aires, 1910. 29 Congreso de la Nación Argentina. Actas de las Sesiones de la Cámara de Senadores, Ley n° 498 del 27 de mayo de 1872, autorizando la inversión de 2.6000.00 pesos fuertes en la compra de buques y armas. Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1894. 27 28 SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 107 la guerra, adquiridos por medio de requisas circunstanciales y sin ninguna proyección. Los que la ley contemplaba eran buques de guerra concebidos como tales y a la vanguardia de los adelantos tecnológicos de la época. La influencia de su paso por los Estados Unidos se advertía no sólo por el tipo de unidades que luego se adquirieron, dos monitores con aquellas características que desde su comisión tanto había valorado, sino también por la designación de ingenieros militares norteamericanos confederados para desenvolver luego los primeros desarrollos sobre torpedos en la Argentina. El proyecto inicial fue modificado y ampliado poco después con la adquisición de cuatro bombarderas y dos cañoneras que acompañarían a los dos únicos monitores que se compraron. Ese mismo año y sobre la base del ejemplo del Colegio Militar fue creada la creada la Escuela Naval Militar, el consenso alrededor de la necesidad de organizar la Marina y la adquisición de los primeros buques de guerra daban sentido a la iniciativa. La escuela comenzaría funcionar en un viejo vapor el General Brown, de pobres condiciones y sin ninguna aptitud para el combate, pero que en su modestia se mostraba adecuado para el aprendizaje de los primeros conocimientos marineros. La cuestión, sintetizaba, sin embargo, la impronta del presidente argentino, para quien la educación y la cultura eran el punto de partida de cualquier aspiración. Sobre el rumbo dispuesto y en coincidencia con aquel espíritu, también se estableció en Zárate el primer Arsenal de Marina30. La elección del lugar respondió naturalmente a la defensa del Río de la Plata, y todas las consideraciones giraron alrededor del apoyo que podría brindar a las unidades de río dispuestas en las embocaduras del Paraná, del Uruguay y en Martín García. Las creaciones del Colegio Militar en 1869 y de la Escuela Naval en 1872 responden a este pensamiento sobre el carácter, función y papel de los ejércitos en los estados contemporáneos. Una idea que se fue materializando en la conciliación de la experiencia con la teoría y que cobró definitivamente forma en el ejercicio de la presidencia. En la visión de Sarmiento las instituciones se entroncaban con objetivos similares: “dotar al ejército –dice en relación con el Colegio Militar - de oficiales científicos ya que el arte de Ley nº 1425, del 4 de octubre de 1873, autorizando al Poder Ejecutivo la inversión de hasta trescientos mil pesos fuertes en la construcción de arsenales y depósitos de marina. Colección de Leyes y Decretos Militares, tomo II, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1898. 30 108 GUILLERMO A. OYARZÁBAL la guerra, por el material que requiere y sus medios poderosos de destrucción, pone el valor al servicio de la ciencia y del genio”; para la Marina, cuya escuela comenzó funcionando a bordo del viejo vapor General Brown se apuntaba a la formación teórico practica que a bordo de los buques imprimiera la preparación necesaria para el arte de la guerra marítima junto al conocimiento de las costas de la larga extensión del mar argentino. Conclusiones La historia impone sobre los hechos un análisis complejo, dinámico y reflexivo, que en última instancia permite comprender al hombre por sus intencionalidades en acción. Sarmiento no ofrece al historiador grandes dificultades en este sentido, pues debido a su protagonismo vital ha dejado notables testimonios materiales, al tiempo que, consciente de su responsabilidad formadora quedan en nuestros archivos las notables páginas que ilustran su pensamiento. Como todos los hombres de su tiempo transitó entre la inacabable guerra civil y los esporádicos conflictos nacionales. En efecto, entraba a la adolescencia cuando se desató en el Río de la Plata la guerra con el Brasil y fue testigo entonces de una violencia entre hermanos que no menguaba ni aún en presencia del enemigo extranjero. Determinado por la ferocidad que advertía irracional en las montoneras renegó de ellas tanto por las formas como por los propósitos que defendían y a sus manifestaciones opuso la necesidad de dotar a los ejércitos no sólo del vestuario y armamento adecuados sino de una sólida administración regida por la más férrea disciplina, técnica y doctrina. En su azarosa carrera militar Sarmiento trabajaría por la imposición de estos pilares al tiempo que en la medida que la Nación se organizaba diseñaba el perfil de las fuerzas armadas que quería para la patria. Por eso y aunque probablemente haya querido destacarse con la espada sólo encontró su verdadero lugar en los estados mayores donde por su temperamento, inteligencia y aptitudes pudo dar aún más de lo que se esperaba de él. Al entender el estado nacional como la única forma viable de organización política, advirtió en las fuerzas armadas un factor de orden que apoyado en la disciplina interna, el respeto por las jerarquías y la división de funciones contribuiría a establecer la supremacía de la sociedad sobre el individuo. SARMIENTO Y SU VISIÓN MILITAR 109 Esta visión de ejército profesional sobre la que empezó a trabajar en San Juan cuando era gobernador fue la que pudo plasmar luego al ocupar la primera magistratura. Sarmiento, entonces dotado con la madurez de su larga experiencia y enfrentado a una dura y nueva realidad tomó el camino por el que había trabajado siempre, la necesidad de imponer el orden en la Nación. Las consecuencias de la guerra del Paraguay sirvieron como catalizadores en la toma de decisiones. No era la primera vez que el país se enfrentaba al enemigo extranjero haciendo gala de una improvisación irresponsable. Había ocurrido frente al Brasil en 1825 y en la guerra que Rosas mantuvo junto a Manuel Oribe en contra de Fructuoso Rivera en la década de 1840. Pero lo sucedido antes, en el marco de un país cercado por guerras intestinas, y donde prevalecían los localismos sobre las aspiraciones nacionales, no habría de ser admisible en los nuevos tiempos donde la organización mostraba sus beneficios. Desde la presidencia Sarmiento tuvo la oportunidad de animar con acciones y hechos todo lo aprehendido en el extranjero, adaptando a la propia realidad la experiencia de los más adelantados. Su obra en el orden militar fue sin duda la más trascendente, pues quebró la práctica anterior mediante la cual el país -enfrentado al conflicto- arbitraba la constitución y alistamiento de sus ejércitos apelando a medios no probados, a veces obsoletos o forzadamente adaptados, por un sistema iluminado por pautas de previsibilidad. En efecto, su obra, al apoyarse en los desarrollos bélicos de vanguardia y crear instituciones educativas forjó una tradición basada en principios de estricta profesionalidad; criterios a los que por otra parte se abreva, cada vez que por distintas razones la Nación sufre la tentación de apartarse de aquella senda, trazada en la huella fundadora del pensamiento de Sarmiento. Investigaciones Política y religión en la ayuda social del peronismo1 Carolina Barry UNTREF/ CONICET cbarry@fibertel.com.ar Resumen La laicidad de las instituciones de ayuda social durante el peronismo, pretende ser revisada, a partir de las características de los hogares de tránsito de la Fundación Eva Perón. Se ha hecho hincapié en la entrega o facilitación de bienes materiales pero poco o nada se ha dicho, de la labor netamente religiosa que se llevó adelante en ellos y de la impronta moral que tuvieron estas instituciones. Este trabajo propone repensar algunos aspectos y capturar algunos matices de la relación entre el peronismo y la Iglesia Católica. También, describir y analizar la manera en que se impartió la actividad religiosa en la institución benefactora por excelencia del gobierno, la FEP. Palabras Clave Peronismo- Fundación Eva Perón- Iglesia Católica- Ayuda Social- Hogares de TránsitoAbstract The secularization of institutions of social help during the peronist decade, intended to be revised based on the characteristics of temporay homes in the Eva Peron´s Foundation. Emphasis has been placed in the delivery Este trabajo es una derivación de uno anterior: Carolina Barry: “Mujeres en Tránsito”, en: Carolina Barry, Karina Ramacciotti y Adriana Valobra (compiladoras) La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión, Buenos Aires, Biblos, 2008, 77 – 117. 1 114 CAROLINA BARRY or facilitation of material goods but little or nothing has been said, the distinctly religious work was carried out on them and the moral stamp that had these institutions. This paper proposes to rethink some aspects, capture some nuances of the relationship between Peronism and the Catholic Church. Also, describe and analyze how religious activity was held at the Eva Perón´s Foundation. Key Words Peronism - Eva Peron´s Foundation - Catholic Church - Social assistance - Temporary Homes La laicidad de las instituciones de ayuda social durante el peronismo pretende ser revisada, a partir de la evidencia de lo sucedido en los hogares de tránsito de la Fundación Eva Perón (FEP). Esta asistencia ha sido descripta como la entrega o facilitación de bienes materiales de distinto tipo y valor a toda persona careciente que lo solicitara. Pero poco o nada se ha dicho, respecto de la labor netamente religiosa que se llevó adelante en ellos y de la impronta moral que tuvieron sus instituciones. Hay un primer interrogante del que surgen otros: en qué tipo de instituciones se incluyeron dichas prácticas; dicho de otra manera, qué sector social buscaban alcanzar. Por otra parte, cabría preguntarse por qué se eligió a la congregación de las Hermanas del Huerto, y si ellas consumaron una religiosidad formal o un “cristianismo peronista” apartado de las prácticas religiosas tradicionales como lo define Lila Caimari2. Este trabajo persigue el propósito de repensar algunos aspectos y capturar los matices de la relación entre el peronismo y la Iglesia Católica. Al tiempo que propone describir y analizar la manera en que se impartió la actividad religiosa en la institución benefactora por excelencia del gobierno, la FEP. Esta intervención social procuraba, también, consolidar las bases de la constitución política del gobierno. No podemos dejar de tener en cuenta que estas políticas se aplicaban mientras se movilizaba a la mitad de la 2 Lila Caimari, Perón y la Iglesia Católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina (1943-1955), Buenos Aires, Ariel, 2002, 444. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 115 ciudadanía en pos de un fin electoral con la creación del Partido Peronista Femenino (1949) y la preparación de las mujeres para la primera elección en la que participarían (1951). En ese sentido, trataremos de analizar si existieron posibles puntos de imbricación. A su vez, observar si se entreveraba la religión y la política en dichas instituciones y cuál fue el papel asumido por las religiosas. Este trabajo también, es una excusa para analizar la Congregación de las Hermanas del Huerto (HH) y su relación con el peronismo. La Fundación La Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón se creó, formalmente, el 8 de julio de 1948; en septiembre de 1950 pasó a llamarse FEP. En poco tiempo se formó una estructura administrativa y burocrática centrada en la ciudad de Buenos Aires que permitió llegar a los lugares más aislados del país. Esta institución tuvo una notoria función social de la que se desprende, también, un contenido netamente político. Su definición se torna compleja, pues si bien su estatus era privado, actuaba en forma paralela, por encima o valiéndose del Estado. Esto planteaba una rica, compleja y no exenta de conflictos relación entre la FEP y otras áreas de la administración estatal, y también, con la Iglesia Católica con quien se disputaban las poblaciones a asistir. Loris Zanatta, en una reciente publicación, advierte que el sacerdote jesuita, Hernán Benítez, habría sido el inspirador de la FEP. Según el mismo Benítez, él sugirió a Eva remediar los fracasos del comunismo y del individualismo por medio de la creación una organismo capaz de dar ayuda monetaria y puestos de trabajo a los sectores más necesitados de la sociedad. También, que edificase hospitales, escuelas, centros recreativos y otras obras sociales y asistenciales3. De alguna manera, el abordaje de las políticas de la FEP concentró ansiedades vigentes que se remontaban a períodos anteriores. El análisis del alcance, funciones y potestades que tuvo la FEP no puede ser entendido sin considerar cuál fue el papel que cumplió Eva Perón dentro del gobierno peronista. Ella ejerció un marcado liderazgo carismático a partir de una serie de roles informales y fuera de toda estructura política, pues Loris Zanatta; Eva Perón. Una biografía política; 1º edición, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, 222. 3 116 CAROLINA BARRY no llegó a ocupar ningún cargo oficial en el gobierno. Sin embargo, su poder provenía de la presidencia que ejerció en dicha estructura de ayuda social y del Partido Peronista Femenino. Su presencia generó un reacomodamiento dentro de la estructura administrativa y política del Estado, ya que en ciertas, y no pocas oportunidades, sus decisiones pesaban muchísimo más que las emanadas de ministros o gobernadores. Las políticas sociales han adoptado formas específicas según las distintas sociedades y los regímenes políticos; su valor está conformado por su capacidad de asegurar el orden público y de preservar el equilibrio social de una porción importante de la población imposibilitada de dominar el desamparo, y que vive en un estado de inseguridad social. La FEP implementó políticas sociales destinadas a diferentes sectores, siendo los más beneficiados las mujeres y los niños, en definitiva la familia en conjunto. Dentro de sus instituciones se encontraban los hogares de tránsito. Los hogares La Fundación abrió tres hogares de tránsito, y solo en la ciudad de Buenos Aires. Todos, en 1948 y en un radio cercano a la residencia presidencial. Los tres tuvieron ceremonias inaugurales muy similares y fueron bendecidos por el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Santiago L. Copello. El proyecto de los hogares generaba muchas expectativas, esas “hermosas y cristianas” realidades4, eran obras “muy peronistas”. Por esto se entendía “amparar a las desamparadas” al punto tal que sus inauguraciones se transformaron en un hecho político, a las que concurrieron no sólo Evita, sino también el Presidente de la nación, el gabinete completo, legisladores e incluso integrantes del cuerpo diplomático. Los hogares de tránsito de la FEP buscaron incluir a un sector doblemente excluido: las mujeres, que en su mayoría se encontraban en grado de pobreza extrema o en riesgo de desafiliación –utilizando las palabras de Castel–. El autor define la desafiliación como una ruptura en las redes de integración primaria, cuando el conjunto de las relaciones de proximidad que mantiene un individuo sobre la base de su inscripción territorial, que es también una inscripción familiar y social, sufre una falla que le impide 4 Zanatta, op.cit., p. 221. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 117 reproducir su existencia y asegurar su protección5. Las alternativas al trabajo asistencial han tomado formas particulares en distintas sociedades y la FEP constituyó una de estas. Es probable que, en la medida en que fuera tomando cuerpo el abanico de necesidades a cubrir, las políticas sociales fueran reacomodándose a nuevas circunstancias. Desde un inicio, los hogares procuraban llegar a la franja de mujeres en vías de socialización. La respuesta fue un conjunto de medidas destinadas a promover su integración y protección. Las nuevas respuestas permitieron también redefinir los propósitos y poblaciones de los hogares. De acuerdo con los estatutos de la FEP, nacieron con el fin de proteger a la mujer que, con o sin hijos, estuviera privada accidentalmente de vivienda. Al poco tiempo, y teniendo más conciencia de la población a tratar se agregó un elemento por demás significativo: asistencia espiritual y moral; una suerte de educación para que la mujer aplicase en la familia y el hogar a cargo de las HH. Los hogares estaban destinados sólo a mujeres y sus hijos, aunque si estos eran varones, serían admitidos únicamente hasta los 14 años de edad. Los maridos, parejas e hijos mayores se alojaban en el Instituto Municipal Moreno, donde solo podían pasar la noche y en el cual recibían un subsidio temporario. Ellos tenían prohibida la entrada a los hogares, excepto en situaciones extraordinarias. Los varones no contaron con un sistema de protección equivalente al de los hogares de tránsito femeninos, lo que produjo como consecuencia una discriminación etária, por sexos, por necesidades sociales y sobre quiénes era perentorio asistir. Toda acción social requiere una toma de decisiones respecto de aquellas poblaciones sobre las cuales se ha de intervenir. Una vez establecido quiénes serían los beneficiarios de las políticas sociales de la FEP, se definió sobre qué perfil social específico se llevarían a cabo estas políticas. No sólo se tenía en cuenta la ausencia de recursos económicos que imposibilitaran la subsistencia, sino también la privación de medios, de capacidades, de posibilidades de revertir sus propias situaciones personales y familiares. Las condiciones de las mujeres alojadas en los hogares de tránsito eran pobreza extrema o indigencia, junto con escasos niveles de sociabilidad y de instrucción, desnutrición, falta de empleo, de vivienda, de acceso a Robert Castel, Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Buenos Aires, Paidós, 1997, p. 43. 5 118 CAROLINA BARRY la salud y dificultad de ocuparse de la supervivencia de sus propias familias. La tipificación realizada por las asistentes sociales era la siguiente: madre soltera, madre abandonada, familia ilegalmente constituida, prole numerosa, niños anormales, ancianidad, invalidez, enfermedad crónica, tratamiento médico, desocupación, tránsito justificado e inmigrantes, falta de vivienda. Se trataba de sectores socialmente excluidos que se constituían, tal como los define Pierre Rosanvallon, como la sombra proyectada de los disfuncionamientos de la sociedad, producto de un proceso de desagregación6. En su mayoría provenían de las provincias del norte, especialmente de Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero, Misiones, Chaco, Formosa, Buenos Aires; también de Capital Federal. Asimismo, de países limítrofes, como por ejemplo de Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. La heterogeneidad de situaciones permite apreciar la diversidad de las problemáticas de los pobres en una sociedad de migración donde había trabajo pero también gran vulnerabilidad, sobre todo entre las mujeres. En ese sentido, los hogares se presentan como una institución muy flexible en términos de la población a la que pueden captar, lo cual da cierta eficacia al asistencialismo de la manera en que éste era concebido por Evita. Los fines de los hogares eran protección, amparo, rehabilitación social, inclusión, integración. Una de las características de lo social – asistencial es la localización de las prácticas. Esto representa una línea de fuerza importante para el desarrollo de lo social asistencial que se dio de una manera singular en la FEP, dadas las características internas que ostentaban los hogares comenzando con su misma denominación. El hogar implica calidez, y ésta fue pregonada tanto desde el discurso como por la estética que a estas instituciones se les imprimió. La armonía, la ambientación, la decoración, exteriorizaban una apariencia agradable a la vista y formaban parte de los puntales estratégicos de las políticas de inclusión y protección de las mujeres y de la ideología que el peronismo les imprimió a las instituciones sociales. Las imágenes de la época refrendan un estilo refinadísimo que se presentaba como provocativo e incitante; lejos estaba de ser una institución “fría y desalmada”; todo en el hogar era bello, pulcro, armonioso. La decoración no estaba librada al azar: los muebles y los adornos eran Pierre Rosanvallon, La nueva cuestión social. Repensar el Estado providencia, Buenos Aires, Manantial, 1995, p. 195. 6 POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 119 de una calidad superlativa para los estándares de entonces, y de hoy, también. La estética era subversiva en todo el significado de la palabra; buscaba provocar en quienes allí se hospedaban una reacción, una respuesta; es decir, una acción conducente a desear cambiar sus existencias. Ballent plantea que la arquitectura del exceso era deliberada, cuanto más convencional y poco innovadora mejor cumpliría con su objetivo político: la reapropiación y resignificación de lo existente a quienes antes estaban excluidos de su goce7. El lujo era entendido como reivindicación siendo una manera de politización de la acción social. Esta estética implicaba también un choque, y es probable que haya generado cierta perturbación en las mujeres; quizás el lujo las inhibiera, en especial porque en la mayoría de los casos no hacía más que dejar en evidencia sus infortunios. El modelo ideal a imitar o a “ocupar” se asemejan al de los sectores medios y medio altos y el estilo de vida recreado en los hogares buscaba confrontar con realidades muy diversas, por no decir con su extremo opuesto. Las imágenes dan cuenta de un estilo de vida de mujeres muy diferentes a las amas de casa o trabajadoras de las clases populares que debían desempeñar tareas múltiples en el hogar y fuera de él. El hogar de tránsito las presume sentadas en bellos sillones, cómodas, rodeadas de sus hijos, leyendo o haciendo labores femeninas como tejido o bordados. Despreocupadas. Sin embargo, el hecho de confrontar y la ansiedad de ocupar realidades culturales tan diversas implicaban la apropiación de una cultura que se presentaba como alternativa, la de los sectores dominantes, que sin duda no era el reflejo de su propio estilo de vida. En el peronismo, y en especial en la FEP, las imágenes ofrecen un aspecto alegre, gozoso, de bienestar y felicidad. La estética, la sonrisa y la alegría cobran una suerte de valor político. Lo feo deshonra y marca a quien lo recibe: “es lo merecido”. Por el contrario, lo lindo, lo agradable, considera y dignifica a quien lo acoge. Esto era considerado “justicia social”. Había un cuidado exhaustivo de los detalles, por medio de los cuales se buscaba recrear el clima de una familia de clase media y no precisamente el de una perteneciente a los sectores obreros, y menos aún de mujeres en estado de indigencia o de pobreza extrema. Los hogares de tránsito pronto se transformaron en un símbolo de la Anahi Ballent, Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1945-1955, Buenos Aires, Prometeo-Universidad Nacional de Quilmes, 2005, p. 67. 7 120 CAROLINA BARRY revolución peronista, “la plasmación más real de la justicia social” y de esa manera se presentaban y exhibían a numerosos visitantes nacionales y extranjeros. En estos casos las religiosas ordenaban el Hogar hasta en sus mínimos detalles, para mostrar “con orgullo” lo que la “Nueva Argentina” ofrecía a los más necesitados. El hogar más visitado era el Nº 2: presidentes, príncipes, princesas, nobles, altos mandatarios de la Iglesia, representantes de distintos credos, políticos, embajadores, ministros, jeques árabes, empresarios, deportistas, actores, actrices. Todos dejaban, junto a su firma, unas palabras halagadoras hacia la obra que estaban apreciando.8 De más está decir que, dentro de la visita, la impronta católica no pasaba desapercibida. Los hogares se convirtieron en una suerte de espectáculo en vivo donde las protagonistas principales, más allá de la novedad de conocer a importantes personajes, siempre en compañía de Evita, exponían sus escenarios de vida a un público que se maravillaba al apreciar los alcances de la obra. Durante las visitas, Eva Perón comentaba con orgullo a quienes la acompañaban que “[…] la manera de conservar el orden en mis Hogares es confiarlo a las religiosas […] pues tengo el orgullo de tenerlas en mis hogares […]”9. La madre Eufemia redactó un informe sobre las visitas diciendo que desde la apertura del hogar hasta el 17 de marzo de 1951, “la Excelentísima señora de Perón concurrió al hogar sesenta y seis veces; siete veces lo hizo acompañada del Excelentísimo Señor Presidente y otras veces acompañada de grandes personalidades… este Hogar es visitado continuamente, especialmente por personas extranjeras, quienes quedan admiradas de la higiene y el orden que reina dentro de él. Parte de esto, se debe a que el personal es dirigido exclusivamente por las Religiosas, a las que son adictas y dóciles a su mandato”. De más está decir que, dentro de la visita, la impronta católica no pasaba ni buscaba pasar, desapercibida. Estas firmas se encuentran en los dos Libros de Oro del Hogar de Tránsito Nº 2 que fueron donados a la autora por una ex directora y una ex empleada del Hogar. Hoy forman parte del Patrimonio del Museo Evita. 9 Hermanas del Huerto, Cuadernos Internos Congregación, Hogar de Tránsito n° 2. 11 de octubre de 1948. Archivo Hermanas del Huerto, en adelante Archivo HH. (Todos los Cuadernos Internos pertenecen al Archivo HH). 8 POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 121 La profesionalización de la ayuda social Una vez delimitada la esfera de intervención social surge la necesidad de personal específico para instrumentarla. Es decir, quien se hace cargo de este tipo de problemas no es cualquiera, ni lo hace de cualquier manera ni en cualquier lugar, se trata de individuos o grupos que tienen por lo menos un mandato parcial, y son identificados como tales10. Cada hogar de tránsito funcionaba con una triple estructura y cada una con su debida jerarquía: las empleadas administrativas, las religiosas y las asistentes sociales. Las religiosas eran las Hermanas del Huerto, una congregación dedicada a la caridad y la educación, que formaban una comunidad por hogar, es decir, cuatro religiosas en cada uno. No era una novedad que un centro asistencial incorporara religiosas para la atención de los “menesterosos”, de hecho, las principales y primeras prácticas asistenciales se realizaron en los conventos y las instituciones religiosas. La Iglesia fue durante mucho tiempo la primordial administradora de asistencia, y dejó el paso luego a manos laicas; un pasaje que se realizó sin rupturas. El trabajo apostólico destinado a ayudar a los enfermos o los más necesitados fue desarrollado por congregaciones como las HH. Las hermanas comenzaron a trabajar en la Fundación desde su inauguración, en 1948. Eva Perón, conjuntamente con la Casa Provincial, nombró a las religiosas. Una serie de reglas debían respetarse para que la Congregación aceptase formar parte de una institución como la FEP: el respeto de la moral, la práctica de la religión y el tiempo necesario para que las hermanas practicasen su vida consagrada. Ellas se ocupaban del economato y de la instrucción religiosa y estaban en relación directa con las mujeres alojadas. Tanto las asistentes sociales como las administrativas trabajaban en dos turnos, mientras las religiosas lo hacían a tiempo completo, de hecho, vivían dentro de los hogares en un lugar apartado conocido como “la clausura”. Las Hermanas del Huerto La Congregación de las Hermanas de la Caridad Hijas de María del Huerto fue fundada por el padre Antonio María Gianelli en Chiavari, Italia, en 1829. En 1859 llegaron a Argentina solicitadas por las damas de la So- 10 Castel, op. cit., p. 41. 122 CAROLINA BARRY ciedad de Beneficencia para ocuparse de la vigilancia de los asilos y hospitales11. Cuando comenzaron su labor en la Fundación, Eva Perón, conjuntamente con la Casa Provincial de las Hermanas del Huerto nombró a las religiosas12. En un primer momento, dependían laboralmente de la Sociedad de Beneficencia Intervenida; luego, y en coincidencia con el cambio de estatus, de la Dirección Nacional de Asistencia Social, y recién en 1952, de la FEP. Sin embargo, estaban exceptuadas del cumplimiento del Reglamento del Personal de la FEP normalizado en 195513. Los sueldos y aguinaldos de las religiosas eran abonados por la Fundación y entregados a la vicaría provincial. Para pertenecer a la FEP, era necesario no solo estar comprometido con “la justicia social y el asistencialismo”, sino también, con los postulados justicialistas. El consejo de administración, puso en la letra en 1952, lo que en verdad regía en vida de su fundadora; al punto que estableció separar de los puestos clave a quienes no hayan cumplido con los preceptos profesionales y justicialistas14. Las Hermanas no fueron alcanzadas por estas resoluciones. La Congregación establecía que para formar parte de una entidad como la FEP debía respetarse la moral, la práctica de la religión, y el tiempo necesario para que las hermanas practicasen su vida consagrada. Antes de incorporarlas a la FEP, escrutó pormenorizadamente sus antecedentes, como lo hacía con toda persona que ingresaba, amén de la rigurosa y aparentemente informal entrevista personal, indispensable para olfatear a las candidatas en cuestión. Eva Perón quedó muy bien impresionada con ellas, sobre todo con sus postulados de atención a los pobres que “desconocía el cansancio y los límites” como también con la vida y milagro de la joven fallecida hermana 11 Carlos Correa Luna, Historia de la sociedad de beneficencia: 1823-1852, Buenos Aires, Sociedad de Beneficencia de la Capital, 1923, p. 57. 12 Hogar de Tránsito n°1 la Hermana Superiora era María Pía Biasutti y formaba comunidad junto con las hermanas María del Buen Pastor Faccin, María Esther Abba y Angela Allegrezza, María del Nazareno Corvati, María Antonia Fernández y María Vicenta Landri. En el Hogar n° 2 la Hermana Superiora era María Eufemia Petraglia junto con las hermanas María Isabel Rubini, sor María López, más tarde ingresarían María Bernardita Servidia, Dominga Arias y María Anunciación Rausch. En el Hogar n° 3 la Hermana Superiora era María G. Basualdo, junto con las hermanas María Teresa Gallo, María Querubina Bolla. 13 FEP, Reglamento de Personal, Artículo 2. Buenos Aires, 1955. 14 Martín Stawski, Asistencia social y buenos negocios. La política de la Fundación Eva Perón,1948-1955, Buenos Aires, Imago Mundi, 2009, p. 68. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 123 Crescencia Pérez, que había entregado su vida a los más desfavorecidos y necesitados. Además porque no era una congregación relacionada con los “bienudos” como recuerda una de las directoras de los hogares, aunque habían trabajado para las damas de la Sociedad de Beneficencia. El sacrificio era parte de su apostolado. Según consta en los reglamentos de creación, fueron “instituidas para hacerse santas, haciendo bien a sus prójimos, sobretodo a los pobres y a los enfermos,[...] procurando el bien espiritual y corporal del prójimo, no sirven a los hombres sino verdaderamente a Dios. El cual, cómo dice el Evangelio, se esconde en los pobres”15. Gianelli dejó también, directivas expresas: “se ocuparán, con mayor caridad de las personas angustiadas y no omitirán nada para consolarlas…en especial para quien ha de cuidar enfermos, es necesario una caridad que no conozca ni cansancio ni limites... tendrán siempre presente que cuanto más pobres sean [...]. Abandonadas, indisciplinadas y aún malas [...] tanto más dignas son de su caridad, recordando que Jesús vino a salvar a los pecadores [...]. No desesperarse por las más indisciplinadas [...] deben vivir como pobres [...] que sirven a los pobres”16. Evita tenía una especial confianza en ellas de quienes decía “ [...] es una de las congregaciones que más aprecio pues han sabido comprenderme y mis deseos son confiar a esta institución, la parte espiritual de mis obras y agradezco a las religiosas todo lo que han hecho y hacen a favor de mi obra [...]”17. Se entabló entre las hermanas y la pareja presidencial una relación muy estrecha sobre todo con la madre superiora Eufemia Petraglia, quien era capaz de cualquier sacrificio en pos de la causa peronista. Muchas anécdotas refieren a dicha relación, por ejemplo el único lugar donde el Presidente Perón y Eva Perón aceptaban tomar o comer algo era en el Hogar de tránsito N° 2 a cargo de ella18. Si llegaban de visita al Hogar en horario en 15 Antonio María Gianelli, Reglamento de las Hijas de María del Huerto, 1829. Archivo HH. 16 Gianelli, op. cit. 17 Hermanas del Huerto, op. cit., 26 de agosto de 1950. 18 La madre Eufemia, según cuentan sus compañeras, era tal el grado de identificación que sentía con ellos, que cuando enfermó gravemente de cáncer y tiempo antes de fallecer, ya caído el gobierno peronista, ofreció todo su sufrimiento y dolor por la conversión de Perón al catolicismo. Entrevista de la autora a la hermana María Magdalena. Buenos Aires, 28 de junio de 2000. 124 CAROLINA BARRY que estaban dedicadas a la oración, no permitían bajo ninguna circunstancia que las interrumpieran para atenderlos, es más, esperaban a que ellas terminasen para ser recibidos19. Los elogios se multiplicaban de ambos lados. La Reverenda Madre General agradeció a Eva Perón, en varias oportunidades, por la distinción con que las trataba a quien denominaba como la “Dignísima Señora” 20. Perón, por su parte, decía que las hermanas eran lo mejor que tenía la Argentina21. Las HH pronto fueron tildadas como las “monjas peronistas”. La relación con las religiosas parecía mantener un camino propio, independiente de las dificultosas relaciones que comenzaban a vislumbrarse entre la Iglesia y el Estado. Desde 1947 el gobierno había facilitado un considerable número de prerrogativas a la Iglesia como la duplicación del número de puestos eclesiásticos mantenidos con fondos oficiales, el aumento de salarios y aguinaldos (entre un 50 y 100%) de la misma manera que se aplicaban en el estado nacional, además de solventar los gastos de peregrinaciones a Europa, entrega subsidios para la compra y reparación de edificios eclesiásticos, entre otras cosas22. Sin embargo, el personal religioso de los Hogares de tránsito estaba regido por convenios que en la mayoría de sus disposiciones, se ajustaba al Reglamento del Personal de la FEP y no del estado nacional y por supuesto contaban también con sus salarios y aguinaldos, además de otras prerrogativas. Debido a la naturaleza del servicio que prestaban en los hogares, no gozaban de licencias reglamentarias por descanso u otros beneficios propios de los agentes de la administración pública. Sin embargo, recibían ciertas dispensas, como por ejemplo cuando en 1951 se canonizó al fundador de la Orden Religiosa. Algunas hermanas fueron a Roma y se ausentaron por un par de meses. Eva Perón, por medio de la Dirección Nacional de Asistencia Social, autorizó la licencia con goce de haberes, además de hacerse cargo del costo viaje y de todos los gastos que éste pudiera ocasionar23. Este “privilegio” tuvo lugar cuando el Estado 19 Entrevista de la autora a la hermana María del Huerto. Buenos Aires, 10 de mayo de 2000. 20 Hermanas del Huerto, op. cit. 27 de septiembre de 1950. 21 Ibidem, 1949. 22 Caimari, op. cit., p. 452. 23 Dirección Nacional de Asistencia Social. Resolución 2986. Buenos Aires, 13 de POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 125 había iniciado un proceso de reducción de los fondos públicos destinados a las partidas del ítem “Culto” en el presupuesto nacional, lo que da la pauta de la autonomía con que se manejaba la FEP y de la independencia que mantenían las religiosas y Eva Perón, más allá de las políticas de gobierno. Entre el cielo y la tierra La inclusión de religiosas no era una novedad, como ya señalamos anteriormente, la mayoría de los hospitales, asilos e instituciones dedicadas a la beneficencia contaba con su colaboración, debido, entre otras cosas, a su honestidad, organización, pulcritud, manejo de las internas, experiencia pero también la enseñanza del catecismo católico. Aunque se podría inferir que estaba relacionada con el grupo social a proteger. Las asistentes sociales estaban a cargo de solucionar las múltiples necesidades de las mujeres; no obstante, las HH eran las que mantenían un contacto cotidiano y permanente con ellas. Cumplían una suerte de tarea educativa y evangelizadora; la primera implicaba la enseñanza de “normas de conducta” aceptables para la época, que abarcaban desde aprender a tender una cama (aunque las mucamas se ocupaban de la limpieza de los dormitorios) hasta cómo sentarse a comer en un la mesa. También instruían en puericultura, cocina, costura, limpieza, planchado y pautas generales sobre el cuidado y la salud de la familia. No eran éstas actividades muy diferentes de las que la revista católica Criterio indicaba que debía desempeñar una joven casadera de “familia sana” para ser buena ama de casa, esposa y madre: “no hay que olvidarse de adiestrar a la joven en los quehaceres propios de su sexo que no se sienta disminuida por manejar la aguja o el sartén”24. Sería difícil creer que la autora estuviera pensando en las moradoras de los hogares de tránsito, sino en las jóvenes casaderas católicas. Incluso, estos aspectos tienen varios puntos en común con los descriptos por Marcela Nari sobre la acción de la educación maternal aplicada en la década del ‘30, que buscaba prevenir y curar enfermedades, supervisar y controlar todo proceso de reproducción biológica y moralizar a la población con los casamientos y reconocimiento agosto de 1951. 24 Susana Bianchi, Catolicismo y peronismo. Religión y política en la Argentina 19431955, Tandil, Instituto de Estudios Histórico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”, 2001, p. 208. 126 CAROLINA BARRY de hijos25. Todas vestían un hábito negro con un pulcro delantal blanco. El economato comprendía el manejo de la despensa, cocina, ropería, lavadero, inventarios y la formación del personal de servicio. Era una tarea muy ardua y delicada que estaba directamente relacionada con el abastecimiento de la casa y la atención de todas las internadas, donde una hermana se hacía cargo de cada sector. La comida que se servía en los hogares era un tema en sí mismo y mantenía las características de atención individualizada, teniendo en cuenta que la mayoría de las alojadas arrastraba generaciones de alimentación deficitaria. La comida que se daba en los hogares no escapaba a toda la ideología impresa por la FEP para el cuidado de las mujeres alojadas. El plan nutricional lo confeccionaba la sor de la cocina con la supervisión de la médica del hogar que sobrepasaba las indicaciones calóricas sugeridas por el ministro de Salud Ramón Carrillo. Nada era más importante que la alimentación de las mujeres y los niños: la mujer, perpetuadora de la especie; los niños, el futuro. Las hermanas también se ocupaban del depósito de ropa y blanquería, que entregaban a las mujeres y niños tanto mientras estaban alojados en el hogar como cuando se retiraban. El manejo de estos espacios estaba relacionado con la simbología de la llamada justicia social del peronismo. La vestimenta formaba parte de los símbolos de cambio para las mujeres. La indumentaria guardaba una estética muy especial propia de la época, parecía sacada de los figurines de moda. Los vestidos estaban diseñados y realizados con gusto, con el fin de “realzar todo lo posible la belleza femenina”, y para evitar que, al usarlos, la mujer “se sienta disminuida o humillada”. La exaltación o la búsqueda de la “belleza femenina” y de la familia en conjunto se puede rozar con las reflexiones de Lobato acerca de las “Reinas del Trabajo”, donde señala que la relación entre rituales, belleza femenina y política conformó una densa malla que le dio forma a la cultura de masas durante el primer peronismo26. No era un tema menor estar a cargo de los depósitos de ropa provenientes de la FEP, pues implicaba manejar a su 25 Marcela Nari, Políticas de maternidad y maternalismo político. Buenos Aires, 18901940, Buenos Aires, Biblos, 2004, p. 202. 26 Mirta Lobato, María Damilakou y Lizel Tornay, “Las reinas del trabajo bajo el peronismo”, en: Mirta Zaida Lobato (ed.), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblos, 2005, p.181. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 127 arbitrio y ponderación un dispositivo que, más allá de paliar necesidades puntuales, implicaba también una suerte de manejo de poder. La pregunta que surge es por qué las religiosas se ocupaban de esta tarea siendo que las asistentes sociales eran las que llevaban el registro de las necesidades de cada interna. Las repuestas pueden ser varias, se podría inferir que había una relación estrecha entre ambos sectores. Por otra parte, quizás Eva Perón tenía una mayor confianza en la “honestidad” de las monjas y en que no utilizarían esta ocupación en beneficio político propio. La religión, un servicio social La especialización, la profesionalización, la institucionalización y la discriminación de las poblaciones a intervenir estructuran la organización del campo social asistencial, señala Castel. A este principio básico, la FEP le incorporó otros elementos, como residencias lujosas con características singulares y novedosas y una relación particular y especial con la beneficiada. Los tres hogares en conjunto efectuaban unos 30.000 servicios sociales anuales. Por “servicio social” se entendía cualquier tipo de tramitación: desde una operación médica, la entrega de una vivienda, un pasaje o un bautismo27. No era necesario estar alojada en el hogar para obtener un servicio social. Una mujer podía instalarse sólo por un día para realizar una práctica médica y dejar a sus hijos en él, donde eran alimentados y cuidados por las HH. El fin del hogar se transformó en una manera singular de “ordenar” u “organizar” a la familia, empezando por la madre, a quien se le otorgaba un papel transformador. Si se lograba cierto equilibrio entre las necesidades de la mujer y la solución a algunas de éstas, y que tuviera los medios básicos de reinserción, eso fortalecería a la familia en su conjunto. Es decir, la mujer, sujeto de intervención, actuaba como un motor de cambio, y por su intermedio se intentaba dar inicio a una nueva etapa de la vida familiar. Consolidar la vida familiar aparece como la estrategia más económica de la supervivencia de los sectores más pobres, entre quienes los lazos de solidaridad y ayuda mutua permiten aliviar la carga del Estado28; de allí el énfasis 27 28 FEP, Memoria, op. cit. Castel, op. cit., p. 41. 128 CAROLINA BARRY por normalizar las situaciones de hecho. Los hogares de tránsito no dejaban de ser una alternativa más de ayuda o protección social, sin embargo, se presentaban como una suerte de pasaporte a una “segunda oportunidad” que era insuficiente si no se alternaba con otro servicio social más: inculcar valores morales y religiosos, indispensables para encauzar la vida de una mujer y cumplir con su misión sagrada: la maternidad. La tarea evangelizadora o la “ayuda espiritual” intentaba corregir aquellas situaciones que se consideraban “anormales”, como por ejemplo que una mujer no estuviera casada por Iglesia, que los niños no estuvieran bautizados o que no hubiesen recibido la Primera Comunión. No sólo se impartían sacramentos, sino que también se otorgaba, dentro de las posibilidades, algún tipo de enseñanza religiosa y de buenas costumbres y, por supuesto, de principios morales. La asistencia de las HH buscó ayudar a estas mujeres a las que “la vida no les había sido muy grata dándoles el alivio de la palabra divina”29. Las apreciaciones de Criterio, sin embargo, parecieran desconocer lo que sucedía en los hogares, pues denunciaban la falta de contenidos cristianos en el asistencialismo del Estado, así lo manifestaba un artículo que decía: “o todo se resuelve con sentido materialista y entonces caemos en la esclavitud del hombre o se reconoce y acepta el sentido espiritual de la vida y los fines superiores del hombre”30. El recambio era ágil, haciendo honor a su denominación “de tránsito”. La función de los hogares no se circunscribía sólo a dar alojamiento temporal y alimentación a las mujeres sino que se trabajaba sobre las cuestiones particulares de cada una de ellas, de sus hijos menores y, en definitiva, de la familia. Esta atención personalizada que buscaba responder a las necesidades individuales implicaba acaso una intromisión en la vida privada y en escenarios de la intimidad de las mujeres. En ese sentido se aprecia una ruptura con formas anteriores de ayuda social. No se trataba de una intervención pasiva, sino que se apuntaba a superar las barreras que genera la pobreza estructural íntimamente ligada a carencias de infraestructura básica, salud, educación, y también a realidades particulares. Una suerte de imbricación entre lo macro y lo micro. Una persona que requiere asistencia debe estar dispuesta, como señala Estela Grassi, a ventilar sus intimidades que 29 30 Hermanas del Huerto, op. cit., 17 de marzo de 1951. Citado en Bianchi, op. cit., p. 219. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 129 quedaban asentadas en fichas, informes y expedientes31. Los estatutos de la FEP indicaban que la ayuda que se brindaba en los hogares era material, y nada decían de la actividad religiosa implementada en ellos aunque dentro de los servicios figuran los sacramentos religiosos. Las prácticas religiosas se presentaban como un servicio social más que brindaba la FEP, y eran cuantificadas y categorizadas como el resto de los servicios prestados en los hogares. De esta manera, compartían la misma jerarquía una operación médica, la entrega de una vivienda, un pasaje o un bautismo32. Todas las instituciones de la FEP, especialmente las dedicadas a los niños y a las mujeres, promovían las prácticas religiosas formales; pero el caso de los hogares de tránsito fue distinto, pues fueron las únicas obras de la Fundación donde existió una clausura (área exclusiva de las religiosas), una capilla y la asistencia permanente de las religiosas. La imagen de la Virgen de Luján entronizaban los altares; los retratos oficiales de Perón y Evita presidían todos los salones y dormitorios. En un principio los hogares iban a tener solamente un oratorio y, eventualmente, se oficiaría una Misa. Pero un hecho originó la necesidad de instalar en cada hogar de tránsito una capilla permanente. Antes de la inauguración del hogar de la calle Lafinur y ya habiendo algunas internas alojadas, una tarde Eva Perón pasó por su hogar preferido. Ante su sorpresa, las hermanas no se encontraban y azorada preguntó a dónde se habían ido. Le contestaron que a escuchar la Misa diaria en la Parroquia Santa Elena. Inmediatamente partió con su chofer a buscarlas, pero al llegar a la puerta de la Iglesia decidió esperar. Las hermanas al salir de la Misa se encontraron con tamaña sorpresa y una Eva que les reprochaba haber abandonado los hogares33. Al día siguiente comenzaron las obras de la capilla en el Hogar. Un mes después, el vicario general autorizaba a abrir un oratorio semipúblico con el debido permiso de la reserva habitual del Santísimo Sacramento siempre que por lo menos se celebre una Misa semanal y se observen los cánones correspondientes. El Arzobispo concedió al padre Hernán Benítez, confe- Estela Grassi, La mujer y la profesión de asistente social. El control de la vida cotidiana, Buenos Aires, Editorial Humanitas, 1989, p. 22. 32 FEP, Memoria, cit. 33 Entrevista de la autora a Julia Viglioglia, Jefa de Asistentes Sociales de La Fundación Eva Perón. Buenos Aires, 17 de julio de 2000. 31 130 CAROLINA BARRY sor de Evita, licencias generales para “ejercer el sagrado ministerio”.34Las prácticas religiosas debían ajustarse a un cronograma de celebraciones35. A la capilla no sólo concurrían las hermanas, sino que también se invitaba a las empleadas del hogar y a las mujeres alojadas, aunque su asistencia no era obligatoria. Los domingos explicaban los misterios de la religión y los deberes y obligaciones que debían asumir como cristianas. Según la madre Eufemia: “la señora de Perón dio a las religiosas amplia libertad para ejercer su apostolado a favor de las almas,… aunque las personas que se alojan será por poco tiempo, y por consiguiente a aquellas que poseen escasa noción de religión, será difícil prepararlas”36. La intención de brindarles apoyo espiritual y pautas morales a las mujeres era darles la posibilidad de reiniciarse “dignamente”, elemento indispensable para ser una buena mujer y madre, pero también era una forma de brindarles una red de contención. La valoración era de época y no privativa del peronismo, que la aplicó en todas las instituciones que involucraban a las mujeres, como el Partido Peronista Femenino (PPF). Se podría inferir que cuando se pensaba en las políticas destinadas a proteger e integrar a las mujeres, la moral no era un tema menor: una mujer debía ser preservada en tanto ella maneja el don de ser madre: un deber sagrado y única fuente de gratificación femenina. Al reconocer estas capacidades, consideradas “esencialmente femeninas”, el peronismo logra distinguir a las mujeres como sujetos fortalecidos que ganan visibilidad sobre la base de un reconocimiento de sus virtudes y capacidades. Aunque, a la par que las fortalece, les establece –en una instancia discursiva- límites, tanto para su actuación en el ámbito público como para su posición en el ámbito privado, ya que se legitima la división sexual del trabajo hombre trabajador /mujer administradora del hogar. Ellas se ocupaban de brindarles ayuda moral y religiosa y procuraban por todos los medios “ordenar y reorganizar” sus vidas. En ese sentido la religión generaba límites, en especial gracias a una valoración sobre lo “bueno y lo malo” muy estricta que implicaba, por ejemplo, que si la mujer no esta- El Arzobispado de Buenos Aires a la Hermana Superiora Provincial, Buenos Aires, 24 de agosto de 1948. Archivo HH. 35 Vicario General Mons. Antonio Rocca a la Madre Superiora, Buenos Aires, 8 de Mayo de 1948. Archivo HH. 36 Madre Eufemia Petraglia, Informes, 1948, Archivo HH. 34 POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 131 ba casada por Iglesia se encontraba en “pecado mortal”. Según los registros de las hermanas, en muchas ocasiones las mismas mujeres les pedían ayuda para “arreglar sus vidas”. Las religiosas, acostumbradas a tratar problemáticas muy delicadas y, en algunos casos, tabú para la época, no las juzgaban ni discriminaban por sus comportamientos morales, al menos no se traduce esto en los cuadernos internos. En ese sentido, por ejemplo, hubo una mujer que estuvo meses internada y luego largo tiempo alojada en el hogar por intentar autopracticarse un aborto que derivó en una profunda infección que casi la llevó a la muerte. Ella y sus hijos pequeños permanecieron al cuidado y servicio de todo el personal del hogar. Es decir, por mucho que las acciones contradijesen los postulados religiosos, no se discriminaba a una mujer, por el contrario, era un desafío intentar hacerla cambiar de conducta. Podría cuestionarse cuál era la preparación de las religiosas para manejarse con mujeres con el tipo de problemática planteada. En general, su labor había estado circunscripta al trato con enfermos, sin embargo, las religiosas, en general, no tenían mayor experiencia de vida, muchas habían entrado al convento siendo apenas adolescentes; además, la rígida educación recibida y el encierro que implicaba la clausura como parte de su formación acarreaba una falta de conocimiento y quizás también de comprensión de la vida extramuros, más allá de la buena voluntad que pudieran manifestar. De alguna manera, esta situación quedó reflejada en el Primer Congreso de los Estados de Perfección, celebrado en Buenos Aires en 1954, cuando la Congregación de las Hermanitas de la Asunción puso en la mira la vida de las religiosas encerradas en sus obras y manifestaron la necesidad de que aquellas que enseñasen religión y moral deberían conocer la miseria de cerca, en sus realidades tristísimas y saber cómo se vive fuera de los conventos para poder orientar verdaderamente una conducta37. Sin duda podían dar lecciones de catecismo, pero qué tanto podían entender u orientar, descartando la buena voluntad, situaciones de la vida íntima de estas mujeres cuando ellas mismas carecían de una perspectiva más integral del mundo. Su concepción las llevaba a pensar que estas mujeres eran como “ovejas descarriadas” a quienes era necesario traer al redil, y para las religiosas la forma de hacerlo era a través de los sacramentos, y por ello su empeño en contabilizarlos. 37 Ana Quiñones, Del “estado de perfección” a “seguir a Jesús con el pueblo pobre”. El comienzo de la vida religiosa inserta en medios populares en Argentina. (1954-1976), Buenos Aires, CONFAR, 1999, p. 21. 132 CAROLINA BARRY Las hermanas llevaban un registro diario de quienes se acercaban a la capilla, donde se cuantificaba hasta el número de comuniones impartidas durante el año. En el hogar Nº 2, desde septiembre de 1948 hasta el 31 de diciembre de 1951, se realizaron “treinta matrimonios, ochenta Primeras Comuniones y ciento ochenta y seis Bautismos. De estos Bautismos, 23 eran externos enviados por Eva Perón, siendo ella y el presidente de la Nación padrinos; en catorce oportunidades estuvieron ambos presentes”. Un incendio en Isla Maciel destruyó gran cantidad de viviendas y las Hermanas, luego de darles alojamiento, comenzaron con su tarea evangelizadora y, en el término de tres semanas, lograron Primeras Comuniones, Bautismos y que se “normalicen cuatro matrimonios”. Según los registros de las hermanas, el 16 de mayo “las personas que vinieron de la Isla Maciel se fueron muy contentas y agradecidas a ocupar las casitas mandadas a construir por la Dignísima Señora de Perón. En acción de gracias, todas asistieron a la santa Misa, damos gracias a nuestro Señor por el bien espiritual que nos ha permitido hacer…”.38 No solo se ocupaban de “normalizar” las situaciones de las internas sino también las de los empleados, como por ejemplo la del jardinero Juan Piccirelli y su concubina quienes, a instancias de las hermanas, fueron casados por el Padre Benítez en una ceremonia a la que asistieron Perón y Evita39. Los niños de la Ciudad Infantil también recibían allí su Primera Comunión, ocasión en que la Fundación les entregaba a las nenas un vestidito blanco y a los varones, bermudas de color azul, camisa blanca y el correspondiente moño para el brazo. Estas ceremonias terminaban transformándose en hechos políticos ampliamente graficados en los medios, pues era habitual que Evita asistiese y que fuera ella quien condujera a las niñas al comulgatorio. Luego les regalaba una medalla con la imagen de la Virgen y compartía con ellas un refrigerio en el comedor, que estaba adornado con flores blancas y amarillas. La conocida “debilidad” y orgullo de Eva Perón por el hogar Nº 2 generó que funcionarios y adeptos al gobierno quisieran bautizar a sus niños pequeños en la capilla del Hogar como una manera de lograr bendiciones religiosas y de las otras. En la mayoría de los casos Perón 38 39 Hermanas del Huerto, op. cit., 16 de mayo de 1950. Democracia, Buenos Aires, 4 de septiembre de 1949. POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 133 y Evita eran los padrinos, aunque no siempre concurrían a la ceremonia.40 También procuraban casarse allí empleadas y enfermeras de la FEP, obreros y sindicalistas. Las capillas de los hogares se transformaron en los lugares preferidos para pedir oraciones y Misas por la salud de Evita. Nada mejor que hacer las súplicas en un lugar tan apegado al peronismo y tan apreciado por ella41. Se transformaron en un símbolo del peronismo, un lugar donde la religión católica no era el único factor aglutinante. Las festividades católicas como Navidad o las Pascuas eran celebradas luego de importantes preparativos en los hogares de tránsito. Los niños preparaban cánticos y villancicos y los familiares de las internas eran recibidos para cenar en el hogar. Era una de las escasas ocasiones en que los hombres podían ingresar, aunque debían retirarse inmediatamente luego del festejo. Esta prohibición de ingreso para los hombres, salvo en ocasiones especiales, era equivalente a las políticas implementadas en las unidades básicas del Partido Peronista Femenino42. Las Navidades adquirían connotaciones políticas y religiosas: las internas aguardaban primero las palabras alusivas de Eva Perón por radio y luego asistían a la Misa de Gallo, y al culminar realizaban una procesión hasta el pesebre, donde colocaban la imagen del niño Jesús. Todos recibían un regalo de parte de Evita, generalmente un corte de género, juguetes y una canasta con productos navideños. El cultivo de prácticas religiosas formales que contaban con el aval de Perón y el estímulo de Evita tenía lugar mientras las relaciones con la Iglesia comenzaban a enfriarse y algunos cuadros católicos del peronismo iniciaban su migración del gobierno. Estas prácticas llevarían a pensar que habría una intención de mantener los hábitos de la religiosidad formal mientras el mismo Perón criticaba a los católicos que profesaban una religión formal y Los más renombrados fueron los de Eva Gatica, la hija del famoso boxeador; un hijo del presidente de la Cámara de Diputados, Héctor Cámpora, fue bautizado, y otro tomó la Primera Comunión; el hijo del ministro de Salud Pública, Ramón Carrillo, el hijo del secretario general de la Confederación General del Trabajo, José Espejo. Incluso dos sobrinos de Evita, los mellizos Juan y Blanca, hijos de Blanca Duarte de Álvarez Rodríguez. Hermanas del Huerto, Fundación de la Comunidad del Hogar de tránsito Nº 2, Archivo HH. 41 Los pedidos llegaban de todos lados: los gremios, el partido, los funcionarios, diputados, gobernadores, todos solicitaban que celebrasen misas en la capilla del Hogar N° 2 “por la salud de la Señora”. 42 Carolina Barry, Evita Capitana, El Partido Peronista Femenino 1949-1955, Buenos Aires, Editorial Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2009, p. 76. 40 134 CAROLINA BARRY superficial. Es probable que los hábitos mantenidos en los hogares entraran en conflicto con lo que Lila Caimari dio en llamar el “cristianismo peronista”, definido como una religión popular desinteresada de las formas pero fiel a la esencia social del mensaje cristiano43. De acuerdo con los análisis de la documentación de las HH, las prácticas religiosas efectuadas en los hogares eran las mismas que desde hacía años llevaban a cabo otras instituciones católicas, como ser los colegios o los internados. La tarea evangelizadora logró que reclutaran a una monja y un sacerdote: una de las empleadas del hogar de tránsito Nº 2, María Angélica Savoy, que se ocupaba con “sumo profesionalismo” de la ropería y patrimonio, adoptó los hábitos44, y Rafael Sánchez, hijo de una interna, ingresó en el Pre Seminario de San Isidro. La FEP le obsequió el ajuar reglamentario.45 Muerta Evita, y en pleno conflicto del gobierno con la Iglesia, se produjeron algunos hechos que perturbaron la vida en los Hogares: una orden firmada por Alberto Bolaños, gerente de la FEP, indicaba que debían quitar todos los crucifijos de las oficinas y las habitaciones. Dócilmente, los retiraron y guardaron envueltos en paños blancos esperando una respuesta, ante el desesperado lamento de la madre Eufemia diciendo a todo el que se le cruzaba: -“¿A usted le parece, María?”. Según consta en el registro del año 1955 firmado por la Madre Eufemia, “En la persecución contra la religión en que por permisión de Dios Nuestro Señor nos hemos visto sometidos este año, en que hemos tenido que sufrir, fue en tener que ejecutar la orden recibida de retirar de los dormitorios los Crucifijos... En cuanto a lo demás hemos seguido como siempre haciendo el bien espiritual, sin ser molestadas por alguien,... los días que tuvieron lugar las dos revoluciones, los Señores Jefes de nuestra repartición se presentaron al Hogar diciéndonos que estuviéramos tranquilas que nada nos sucedería... y ordenaron que las empleadas administrativas permanecieran constantemente en el hogar para hacernos compañía, durante los días trágicos no teníamos Santa Misa en casa, [...] y salíamos para poder oírla y recibir la Sagrada Comunión46. Los Caimari, op. cit., p. 460. En la actualidad, la hermana Magdalena es directora del Colegio del Huerto de la ciudad de Buenos Aires. 45 Hermanas del Huerto, op. cit., 21 mayo de 1953. 46 Hermanas del Huerto, Informe Movimiento Espiritual del año 1955, Hogar de tránsito n º2. Archivo HH. 43 44 POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 135 informes de las monjas muestran cierta ingenuidad y poco conocimiento de los acontecimientos que estaban en ciernes. La Madre Eufemia increpó a Perón por el tema de los crucifijos, quien como no podía ser de otra manera, le dijo: -“No puede ser Hermanita, acá debe haber un error. Usted no descuelgue ningún crucifijo, porque eso no puede ser!”. La hermana volvió al hogar y dijo a la directora: -“María, hablé con el presidente: deje todo como está”47. Ese día la Madre Eufemia escribió en el cuaderno: “Hoy gracias a Dios los crucifijos han sido colocados nuevamente en los dormitorios”48. Este fue el único episodio de conflicto real que mantuvieron las religiosas con el gobierno, pues respecto de otros temas se manejaban por carriles independientes de lo que sucedía con la Jerarquía eclesiástica; incluso, ellas nunca dejaron de usar sus hábitos, como sí sucedió con la mayoría del clero. Más allá de las razones reales del conflicto, la situación que se vivía era de suma tensión, al punto que los Jefes de Servicio y de Departamento de la FEP entregaron a cada directora de los hogares un revolver Colt 45 (pertenecientes a la Policía Federal), para defender el hogar en caso de ataque; incluso, tomaron clases de tiro49 mientras cada hogar estaba custodiado por policías de civil”.50 Los informes internos de las monjas muestran cierta ingenuidad y poco conocimiento de los acontecimientos que estaban en ciernes. Es probable entonces, que el punto del conflicto no fuese la religión en sí misma, aunque muchas veces se encontró atacada y cuestionada en sus formas hasta por el mismo Perón. Una de las de las claves quizás para comprenderlo, es como concluye Caimari, el del conflicto político general de la Argentina en los últimos años peronistas. La disolución de los hogares Los hogares sufrieron dos estocadas fatales. La primera, la muerte de Evita, un parteaguas del peronismo y en especial, en sus áreas de injerencia directa. La segunda, el golpe de estado de 1955, donde la suerte de los Hogares se vio ligada a la del gobierno. La FEP fue disuelta por decreto el 23 Entrevista de la autora a Adela Magistrelli. Buenos Aires, 3 y 20 de julio de 2000. Hermanas del Huerto, op .cit. 49 Entrevista de la autora a Adela Magistrelli y Nelly Magistrelli, Buenos Aires, 3 de julio de 2000. 50 Hermanas del Huerto, op. cit. 47 48 136 CAROLINA BARRY de diciembre de 1955, y sus inmuebles, transferidos al Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública. La llamada Revolución Libertadora en su fase primera autorizó a que terminasen de atender y solucionar los problemas de las mujeres alojadas, pero no permitieron el ingreso de otras, a fin de poder cerrar los hogares. No era fácil conseguir la comida, los puestos de trabajo, los tratamientos médicos. De manera llamativa, el registro confeccionado por las HH no hace mención alguna a estos “cambios” de gobierno, y los cuadernos, si bien ya no se detallan tan pormenorizadamente, mantuvieron el registro del Bautismos y Comuniones. El último Bautismo fue asentado el 21 de enero de 1956, cuatro meses después del golpe de Estado. Mientras se iniciaba la “desperonización del país”, algunas empleadas y hermanas se hicieron eco de la Revolución Libertadora y declararon en las comisiones investigadoras, como lo hizo la Superiora del hogar Nº 3, que testificó acerca de “situaciones y personas que vieron por la ventana que daba atrás del Palacio Unzué que conectaba con el hogar Nº 3”51. Mientras otras siguieron fieles a la súplica de Evita, que les había pedido en su lecho de muerte que no abandonasen nunca los hogares, y permanecieron hasta su liquidación final. Fueron cerca de seis meses en los que fueron invadidas por la angustia, la resignación, algo de miedo y muchos recuerdos. En los que vivieron muy sugestionadas y proclives a sentir, oír y ver cosas extrañas: ruidos, luces que se prendían y se apagaban inexplicablemente. La ocurrencia de alguna que hablaba de la existencia de un fantasma las hacía pasar de la risa nerviosa a lágrimas de profunda tristeza. La madre Eufemia había instalado en lo que era el jardín de invierno un pequeño altar con la foto de Evita y una cinta argentina alrededor. No faltaban ni las flores ni los rezos. Eufemia Petraglia fue la religiosa más apegada al gobierno peronista y, según los testimonios recogidos, se hizo eco del culto que se dispuso alrededor de Eva Perón en esa suerte de religión política en que se había transformado el peronismo52. Las Hermanas se retiraron de los hogares en diferentes fechas y con distintos destinos. Las últimas en retirarse lo hicieron en marzo de 1956, porque fueron “instigadas a hacerlo”53, de lo que se desprende que Las entrevistadas pidieron que no se las mencione. Según sus testimonios, la declaración versó sobre el caso de la adolescente Nelly Rivas. 52 Barry, op.cit., p. 198. 53 La Vicaría Provincial de las Hermanas de Caridad Hijas de María Santísima del Huerto al Jefe de la Dirección del Personal del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pú51 POLÍTICA Y RELIGIÓN EN LA AYUDA SOCIAL DEL PERONISMO 137 no se retiraron por su propia voluntad sino obligadas por el nuevo gobierno. Consideraciones finales Los hogares de tránsito constituyeron un enclave social, político y religioso. La política estaba presente de diversas maneras, en estas instituciones organizadas y manejadas por mujeres y para mujeres. El peronismo alberga una caracterización muy singular en su relación con la Iglesia Católica: formar parte de la tradición política más católica de nuestro país y también la más hereje. El punto de mayor acercamiento entre la Iglesia y el Estado y también el de más violento enfrentamiento54. Desde los inicios del gobierno de Perón, si bien la relación era idílica en ese entonces, comenzaron a definirse las áreas potenciales de conflicto entre la Iglesia y el Estado peronista: familia, educación, asistencia social. De cualquier manera no era la misma impronta religiosa que movilizaba a las organizaciones católicas dedicadas a la caridad. El conflicto se localizaba en el control de aquellos espacios considerados claves para la reproducción de la sociedad55. El sentido de las políticas sociales es asegurar el orden público y preservar el equilibrio social. No hay una forma única de intervención social y en ese sentido, la FEP, tal como hemos señalado a lo largo del presente trabajo, constituyó una alternativa coyuntural, si se quiere. En los hogares se entrecruzaron no solo las estrategias implementadas por la FEP sino también la valoración política que tuvieron, y fueron de una importancia sustantiva en el imaginario peronista. Los hogares de tránsito apuntaban a desarrollar estrategias de protección e inclusión social a partir de la solución a necesidades sanitarias, habitacionales y laborales pero también, religiosas de mujeres y niños desafiliados o en riesgo de desafiliación. Las estrategias utilizadas fueron peculiares, y sus características, distintivas. Los objetos de lujo, la decoración, la indumentaria, la nutrición, la relación entre benefactora y beneficiada, la individualización de cada caso y la religión, formaron parte de las estrategias de protección e igualación social femenina. También, respecto de varios puntos significaron una ruptura con otras políticas de blica, 13 de septiembre de 1957. Archivo HH. 54 Caimari op. cit., p. 444. 55 Ibidem. 138 CAROLINA BARRY protección social implementadas por la Sociedad de Beneficencia, aunque se pueden apreciar algunas superposiciones entre ambas esferas que no implicarían una continuidad. Si bien las mujeres se presentaban como receptoras pasivas de la ayuda destinada a “mejorar sus vidas”, el hecho de que se pusiera el énfasis en ellas las colocaba como potenciales operadoras del cambio en el hogar, como promotoras de dinámicas transformaciones sociales, pues indirectamente modificaban también la situación de sus hijos y las de sus maridos. Estas mujeres recibieron ayuda en dos planos: el material y el religioso. Del primero, se ocupaba la Fundación a través del cuerpo de asistentes sociales. Del segundo, las Hermanas del Huerto, en quienes Evita confió la asistencia espiritual. ¿Por qué fue elegida esta congregación? Es probable que por su experiencia anterior en la Sociedad de Beneficencia, dando la pauta de una cierta continuidad con algunas de las estrategias implementadas en períodos anteriores, aunque el peronismo buscó deliberadamente separarse de las mismas. Aunque también, los fundamentos de creación de la Congregación hicieron lo suyo. La estrecha relación con Perón y Evita, y la identificación de ayuda a los pobres postuladas por la FEP, le valieron a las religiosas la denominación despectiva, “las monjas peronistas”. Algunas prácticas analizadas a lo largo del artículo, llevarían a pensar en alguna tensión, aunque imprevista, entre Eva y María. El ejercicio del poder en la República de los notables: Notas sobre relaciones clientelares y legitimidad Luis María Caterina Universidad Católica Argentina providencia1995@hotmail.com Resumen La vinculación entre la elite dirigente –principalmente rural en el interior de la Argentina- y los sectores dependientes, durante la república de los notables en la Argentina (1880-1916), ha sido vista como una relación clientelar. El objeto de este trabajo es explorar algunas pautas culturales que aparecen como el fundamento de esas relaciones y que permiten profundizar en el funcionamiento del sistema político durante esos años Palabras claves República de los notables – clientelismo político – gobierno – sistema político – liderazgo carismático. Abstract The entailment between the elite leader - mainly rural inside the dependent Argentina- and sectors, during the republic of the notables in Argentina (1880-1916), it has been seen like a relation to clientelar. The object of this work is to explore some cultural guidelines that appear like the foundation of those relations and that allow to deepen in the operation of the political system during those years. Keys Words Republics of the notables – political clientelism - gobernorship - politic system - charismatic political Leadership 140 LUIS MARÍA CATERINA 1.- La “repùblica de los notables”: de la legitimidad de los caudillos a la legitimidad democrática Entre 1880 y 1916, el gobierno de la Argentina –tanto a nivel nacional como provincial- estuvo conformado por un grupo de personas, que se veían a sí mismo, y se nombraban como los notables: hombres que por su origen, educación, fortuna o posición social, se consideraban naturalmente llamados a protagonizar la vida política. Particularmente en las provincias –y en algunas más pronunciadamente que en otras-, un grupo relativamente reducido de familias principales –en general emparentadas entre sí- ejercieron el poder. Por ello se ha hablado de “aristocracias”, “oligarquías”, “gobiernos de familia”, de “redes familiares”. Si bien no cabe duda que las familias fueron las piezas fundamentales, - y por lógica la manera de relacionarse era formar grupos más o menos poderosos, más o menos estables, que podían mantener incluso enemistades prolongadas con otros miembros de las elites-, se observa también una cierta participación popular. Por más acotadas y controladas que estuvieran, siempre hubo elecciones y electores, cumpliéndose como un rito establecido a intervalos regulares, que solo las intervenciones del gobierno nacional podían demorar, pero nunca eliminaron. La relación entre esos sectores de elite que gobernaron en forma permanente y los sectores dependientes, ha sido visto como una relación “clientelar”, algo común a toda la América contemporánea. Los hombres principales, grandes propietarios rurales en la mayoría de los casos, podían no tener grandes riquezas, pero ejercían una influencia importante –en muchos casos decisiva- sobre sectores que dependían económicamente de ellos, constituyéndose al mismo tiempo en hombres a quienes se podía recurrir en búsqueda de consejo y ayuda ante las continencias más variadas –particularmente cuando el estado se hacía presente a través de algún requerimiento arbitrario. Esa posibilidad de recurrencia, tenía un correlato político al momento de las elecciones, pues había una lealtad que estaba prevista y esperada por ambos extremos de relación.1 1 Un buen ejemplo de estos análisis, es el trabajo de Tulia Gabriela Falleti, “Redes familiares y clientelismo político en el noroeste argentino, 1880-1930” p. 10-103, en: Tulia G. Falleti – Fabian E. Sislian, Dominación política, redes familiares y clientelismo, Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 1997, prólogo de Waldo Ansaldi. La brevedad de estas notas nos impide extendernos en el concepto de legitimidad; una síntesis en Artemio Luis Melo, Compendio de Ciencia Política, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1979, p. 239-258. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 141 Esa relación clientelar ha sido objeto de reiterados estudios en los tiempos previos a la república de los notables. Luego, la relativamente pronta aparición –ya en 1890- de serios cuestionamientos a la libertad del sufragio, ha menguado el interés respecto a esas relaciones, que de todas maneras habrían disminuído hasta cesar con la ley Sáenz Peña, que en 1912 consagra impulsa una libertad electoral sin precedentes. Nos ha parecido sin embargo, que más allá de la confluencia de intereses que se buscaban satisfacer a través de esa relación clientelar, podría haber algunas pautas de comportamiento –comunes en algunos casos, reconocidos en otros- que llevaban a robustecer o debilitar la misma, que podrían servir de explicación de la pervivencia de determinadas prácticas políticas que las vivificaban. El propósito de estas notas apunta a poner de relieve algunas de esas pautas, que nos parece un camino que merece ser explorado con más detenimiento, no solo en busca de las pautas de legitimidad contemporáneas, sino de su transformación ulterior. 2.- “… el primero de sus gauchos …” El tema de las relaciones entre caudillos y sus seguidores, puede rastrearse desde los albores de nuestra organización política independiente. Mata ha sintetizado las opiniones contradictorias sobre Martín Miguel de Güemes; para algunos autores (Bernardo Frías por ejemplo), sus usos y habla, era una mera afectación para ganar el favor de los gauchos, algo suficientemente importante como para –con una masiva movilización popular- salvar la revolución de Mayo, a despecho de las reiteradas derrotas en el Alto Perú. Sin embargo, esas relaciones no iban en una sola dirección –la causa revolucionaria-. Así lo expresa también Mata: Las relaciones de compadrazgo o clientelares adquieren relevancia en el contexto de una sociedad en la cual las vinculaciones personales son determinantes. Solo así se explica que aún en 1820, las fuerzas realistas lograsen reclutar hombres cuando invadieron nuevamente a Salta. Las redes sociales, aún cuando maltrechas por los años de guerras eran capaces todavía de responder positivamente. 2 2 Sara Emilia Mata, Los Gauchos de Güemes – Guerras de independencia y conflicto social. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008, p. 162. 142 LUIS MARÍA CATERINA Tanto en uno como en otro caso, tanto a favor de la revolución como en contra, nos encontramos en presencia de modos de comportamiento compartidos por los distintos actores sociales; así, los modos de Güemes, no serían no serían tan extraños y forzados como lo presentaba Frías. Los patrones de estancias conocían y compartían costumbres y modo de comportamiento y habla con sus peones. Quizá las ventajas de Gûemes sobre otros propietarios que comandaban milicias residieran en su inquebrantable decisión de autonomía frente al ejército porteño. Lo cual, además significaba sostener la guerra contra las incursiones españolas con los únicos medios que brindaba la provincia, es decir, organizando milicias rurales y alentando una guerra de recursos que habría de afectar en primer lugar a los comerciales y propietarios de la jurisdicción”. 3 No nos parece aventurado extender esa relación entre Güemes y sus gauchos, al resto de los caudillos del período de la organización nacional, en una larga enumeración que puede iniciarse con Estanislao López en Santa Fe, Juan Bautista Bustos, y continua con muchos otros, incluído el mismo Juan Manuel de Rosas. Del profundo conocimiento de la psicología del criollo y de las habilidades ecuestres de los caudillos hay sobrados testimonios. Luego de la sanción de la constitución nacional de 1853, si bien hay cambios profundos en el régimen institucional, las prácticas políticas no cambiaron tan drásticamente. Quienes han profundizado el estudio en distintas provincias, advierten siempre la estrecha identificación de los sectores –principalmente rurales- con determinados hombres que los representan. Había nuevos comportamientos (como los clubes políticos que empiezan a aparecer en las ciudades), pero los antiguos perduraban con firmeza. Así se ha señalado para Corrientes: La participación desinteresada y numerosa del correntino,… se exteriorizaba en la acción del os movimientos políticos violentos, en los cambios revolucionarios, en la formación de los batallones de combates, en accio- 3 Mata, op. cit., p. 93. Esta misma autora relata la decidida protección de Güemes respecto a sus gauchos, exhortando incluso a un oficial del Ejército Auxiliar del Norte – Martín Rodríguez- que había apresado a algunos salteños exhortándolo a que “no los incomodara”. Esa firme defensa tenía que ver con la relación personal y clientelística. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 143 nes de valentía y de culto al coraje, antigua y esencial herencia hispánica de manifestación valorativa del hombre criollo [...]” 4 Sin embargo, son múltiples los testimonios respecto a que la transición se produjo en todas las provincias, pivoteando sobre esos hombres que tenían mando militar y poder económico, pero también una afinidad sobre los sectores populares. Y ello valía tanto para una provincia importante como Córdoba, o de escaso desarrollo económico –La Rioja- o una que estaba iniciándose vertiginosamente en el camino del progreso alberdiano –Santa Fe-. 5 c) “… Eran verdaderos gauchos en el campo …” Como decíamos al principio, entre 1880 y 1912, la estructura estatal en las provincias fue ocupada por una elite que era básicamente homogénea. Usualmente se repetía el esquema nacional: los hombres que la ocupaban, concentraban toda forma de poder –político, económico, social, cultural-. Nadie que lo tuviera estaba fuera del esquema existente. Nadie que aspirara seriamente a tenerlo –y demostrara capacidad para ello- quedaba definitivamente afuera, a menos que mantuviera –el radicalismo lo haría- una intransigencia absoluta y permanente. En las elites provinciales –probablemente más todavía que en la nacional- convivían las familias que hundían sus raíces en los fundadores con los llegados a lo largo del período hispánico o los Dardo Ramirez Braschi, , Origen de las agrupaciones electorales en la provincia de Corrientes – de Caseros a las presidencias liberales, Corrientes, Moglia Ediciones. 2004, p. 116. 5 Puede verse al respecto, en relación a provincias muy distintas los trabajos de Norma L. Pavoni para Córdoba, Marta Bonaudo sobre Santa F, Norma Pavoni sobre Córdoba y de Ariel de la Fuente sobre La Rioja. Marta Bonaudo, “Las elites santafecinas entre el control y las garantías: el espacio de la jefatura politica”, Hilda Sabato y Alterto Lettieri, La vida política en la Argentina del siglo XIX – Armas, votos y voces, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003. p. 259. Norma L. Pavoni “Las jefaturas políticas y su incidencia sobre el clientelismo político: Córdoba, 1870-1890”, Cuadernos de Historia III, Serie de Economia y Sociedad, Córdoba, Area de Historia del Ciff y H-Unc, 2000, p. 113 y ss. Ariel De La Fuente, Los hijos de Facundo – Caudillos y Montoneras en la Provincia de La Rioja durante el proceso de formación del estado nacional argentino (1853-1870), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007. 4 144 LUIS MARÍA CATERINA exitosos inmigrantes que a su prestigio por el hecho de ser originarios de naciones poderosas –franceses o ingleses-, sumaban su empuje económico, que les había forjado riquezas sólidas a ellos y por extensión a las provincias que los habían cobijado. Hombres que tenían “casa” en la ciudad, y en las zonas rurales eran grandes propietarios, ejercían una influencia decisiva. Eran señores patriarcales, pero en general –y con la excepción notoria de los hombres de Buenos Aires- de costumbres tradicionales y sencillas. Si bien sus riquezas –en la dimensión provincial o regional- podían ser importantes, eran más que nada hombres de influencia y prestigio para ser designados o hacer designar a las personas que ellos desearan en los cargos electivos. Su lealtad con muchas de las personas que directa o indirectamente les dependían, su ayuda económica, las mismas relaciones de “compadrazgo” con algunos de ellos, la común adscripción a prácticas religiosas y más aún a patrones culturales esenciales, era respondida por una equivalente lealtad de muchas personas que se traducía en apoyos políticos, sin necesidad en muchos casos, de coacción al menos explícita. Los hombres de las elites provinciales -lo tenían absolutamente claroestaban en la cima de un orden social que consideraban justo -, aunque los más lúcidos tenían conciencia que no era inmutable y los cambios que ellos mismos estaban generando, terminarían por destruirlo, o al menos alterarlo profundamente. Igualmente claro tenían lo que consideraban sus deberes de clase. Sin embargo, no solo tenían afinidades –muy grandes por cierto- con los sectores dependientes, especialmente los rurales, sino que apreciaban hacer gala de las mismas. Eran conscientes que los tiempos habían cambiado y lo seguirían haciendo de manera acelerada. Lo expresaría de manera nostálgica Joaquín V. González al escribir en 1894, en su obra Mis Montañas ¡Oh, ya se extinguieron estos tipos de la lealtad a muerte, nacida de la comunidad del sufrimiento entre señores y criados, en cuyas relaciones más parecía el vínculo del amor que el de la servidumbre¡ Alli se conserva la tradición del negro Joaquín, esclavo de mi bisabuelo, que se ponía quejoso cuando se le prohibía servir la brasas en la palma de la mano, donde la sostenía sin el menor dolor, porque las faenas del campo le habían encallecido la piel. Y era, sin embargo, un hombre libre que pagaba con abnegación el cariño acendrado de sus amos, quienes le llamaban “Tata”. En sus brazos EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 145 se criaron mi abuelo, mi padre y mis tíos; él les enseñó a montar a caballo, enjaezado primorosamente con monturitas a la moda criolla; él los entretenía por las tardes, en los paseos por las faldas pintorescas ó por los arroyos silenciosos de las sierras cercanas; él les trenzaba lacitos para que aprendieran a pealar en la yerra como verdaderos gauchos, asimilándolos a la vida campesina, y se los prendía al costado del apero, mostrándoles también el arte difícil de enlazar de a caballo en el plano y en el cerro empinado, él les enseñó a no tener miedo a los difuntos ni a los vivos; llevándolos a largas expediciones a pasar la noche al raso, durmiendo sobre el suelo en el fondo de una quebrada oscura, donde se decía que bajaba el diablo y donde las brujas celebraban sus fiestas espeluznantes. Era el negro Joaquín el maestro de una educación vigorosa, sana y varonil, de que era el mismo la mejor pruebas con su estatura gigantesca, sus brazos como un gajo de algarrobo, sus manos con enguantadas de acero y sus piernas como columnas de granito; y así también aquella armadura inquebrantable se animaba con un alma pura, llena de virtudes y capaz de las emociones más suaves. [...] El negro transmitía de hijos a nietos la tradición de la familia; y en sus lecciones experimentales, solía sellar, con el ejemplo de los antepasados, la moral de sus sencillas pero santas doctrinas. Era el geógrafo que tiene el mapa en la retina, el historiador de buena fe que conserva con amor los anales caseros, el filósofo de observación y de creencias sincera. En aquella aldea no había más escuela en las familias que la de la tía o la de la hermana mayor, provistas de omnímodos poderes sobre todos los niños de la casa y de los ranchos vecinos. Joaquín no sabía leer, pero poseía la ciencia de la vida y la educación adquirida en el trato prolongado con las gentes cultas; su inteligencia destellaba claridades de relámpago y esparcía influencias vivificantes, [...]. Patriarca de la aldea y de algunas leguas alrededor, era al mismo tiempo consejero y juez de las pendencias familiares de sus paisanos, quienes lo revistieron de una autoridad de la cual nunca hubieron de arrepentirse. 6 Observemos las funciones complejas que el negro Joaquín cumplía en el ámbito de una familia de la elite provinciana: era el depositario de la historia, ocupándose nada menos que de la transmisión de la tradición familiar, enseñaba a montar y enlazar “[...] como verdaderos gauchos[...]”, como parte de una educación no formal, pero no por ella menos valorada. El hombre, Joaquin V. Gonzalez, Mis Montañas. Buenos Aires, W.M. Jackson Inc. Editores, 1953, pp. 37-38. (La primera edición es de 1893). 6 146 LUIS MARÍA CATERINA que desarrollaría un largo cursum honorum, con distintas funciones políticas –diputado nacional, gobernador, senador nacional-, que era considerado un intelectual relevante, recordaba al negro Joaquín, en una rememoración que no puede considerarse un mera expresión de afecto, sino la valoración de una educación “vigorosa, sana y varonil”, que había sido la base sobre la cual había construído su carrrera política e intelectual. González expresaba así una vinculación –estrecha, profunda, visceral-, con los hombres de pueblo (un ex esclavo), sobre la cual había construído su propia identidad. En el universo en transformación, y pese a la exhortación alberdiana a favor de la paz y que el heroísmo era en un mal en nuestro país, el coraje físico podía constituir todavía una carta de presentación muy importante, al menos para iniciar una carrera política. El caso de Julio Argentino Roca –que obtiene todos sus ascensos militares hasta coronel en el campo de batalla- es quizá el más evidente, pero no el único. El hombre más influyente de la política correntina durante todo el período –José Ramón Vidal-, recibe un impulso formidable en su carrera política, en un medio que como vimos el culto al coraje era fundamental- cuando enfrenta decididamente a un tal coronel Toledo, conocido como “El Bravo”. Ese episodio –en el cual es dificil distinguir lo real de lo legendario-, lo posiciona como candidato a gobernador que culminará con una senaduría nacional casi perpetua. El coraje debía impresionar a sus contemporáneos –no solo a los ilustrados-, pero a ello sumaba nuevas aptitudes –estudios universitarios y una capacidad negociadora que fue altamente valorada-. El coraje gaucho, no era una credencial para la guerra, sino el pasaporte a una nueva modalidad de hacer política; era la base a partir de la cual construir un punto de identificación vital con los hombres, a los que conduciría paulatinamente a nuevas formas de hacer política. 7 Solis Carnicer, María del Mar, Liderazgo y politica en Corrientes, - Juan Ramón Vidal (1883-1940), Corrientes, Moglia Ediciones, 2005, p. 71 y ss. La autora transcribe uno de los relatos que se hicieron del incidente: Vidal “[...] llama al segundo jefe y le intima la entrega del Batallón a uno de sus compañeros. Por toda respuesta el jefe lo lleva a su lado y mostrándole unos oficiales que allí cerca estaban le advierten tenían órdenes de matarlo. Vidal repite la orden en alta voz y sube en su caballo. Fue en ese momento cuando los oficiales lo atacaron desnudando su espadas y Vidal sacando su revólver hirió a uno de ellos en la cara. Media docena de amigos habían seguido a Vidal a pie y llegaron [...] en el momento en que la compañía salía [...] Pero la conducta heroica del Dr. Vidal se había impuesto y la tropa remolineó a la voz de fuego.” (p. 72). 7 EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 147 Son pocas las biografías de los notables, que nos hagan ver cómo manejaban las relaciones con sectores dependientes, y muy especialmente, cuáles eran sus comportamientos al respecto. Un caso paradigmático es Luciano Leiva –caudillo roquista cuyo cargo más importante fue el de gobernador en Santa Fe-. Sus opositores le nombraban como el “hombre de los bosques”, en alusión a su caracter hosco y su profunda vinculación con el trabajo rural que desarrollaba en el ámbito bravío de montes del norte provincial. De Marco (h), afirma: Disponía de su propia “mesnada”, que no era más que los peones de y establecimientos y gauchos correntinos con los que estaba vinculado. En momentos políticamente críticos no tenía más que mandar a bajar (desdel norte) hasta la capital su legión de paisanos a caballo. Se le atribuía hablar en guaraní como ellos, conocer sus modalidades y gestos. Había adquirido hábitos que algunos políticos opositores de Rosario consideraban “salvajes” o “incivilizados”. Los más destacados, entre todos, eran el uso de la fuerza, el autoritarismo y la falta de estudio y lectura.8 Con esos prejuicios sin duda se acerca un periodista, que comprueba una realidad distinta: [...] me lo representaba como un Júpiter tonante, altanero y brusco. La sorpresa fue enorme. El señor Leiva es un hombre de manera cultas y finas, de un trato ameno y simpático que revela que posee una regular instrucción y mucho conocimiento social.9 Leiva se preocupaba por concurrir a asado con cuero, para asegurarse la inscripción en los padrones electorales de los criollos de los suburbios de Santa Fe y Rosario, pero también era capaz de organizar banquetes para más de doscientas personas, “…no vestidas de chiripá y alpargatas, sino de frac y guantes blancos…”, tal como subrayó el ministro de guerra de la nación al agradecerlo, una aclaración que aparecía conveniente para enaltecer a Miguel Angel De Marco (h), Santa Fe en la transformación argentina – El poder Central y los condicionamientos políticos, constitucionales y administrativos en el desarrollo de la provincia. 1880-1912. Rosario, Museo Histórico Provincial Rosario, 2001, p. 209-210. 9 Ibídem, p. 210 8 148 LUIS MARÍA CATERINA una personalidad que podía ser confundida con caudillo de segundo orden, precisamente por su capacidad de alternar cómodamente en ambientes populares [...] y movilizar en ellos voluntades.10 Creemos que esos dirigentes que servían de lazo de unión entre hombres de distinta condición social eran frecuentes en distintas partes del país. Un militar –de origen anglosajón pero profundamente acriollado- como Ignacio Fotheringham recordaría al escribir sus memorias a la familia González -en la provincia de Mendoza, que lo recibiera en sus fincas y haciendas al momento de grandes maniobras que se realizaron durante la paz armada con Chile en 1898: No parece que aquellos campesinos alegres y bulliciosos de camiseta y botas sean los mismos que vimos anoche de smoking o de frac en los lujosos salones, conduciendo del brazo a damas elegantes y deslizándose suaves”, con sus zapatos de charol. El pialador era el banquero don Daniel y los gauchos profesionales de la montaña no les ganaban en destreza con el lazo o las boleadoras a don Carlos y sus robustos mocetones 11 En años posteriores (no podemos precisar exactamente pero alrededor de las dos primeras décadas del siglo veinte), un miembro de la clase alta salteña, Roberto Luis Patrón Costa, se expresaría en términos parecidos respecto a los dueños de estancias de esa provincia, más precisamente en la zona de Anta: En la provincia de Salta los dueños de las estancias y fincas eran reales señores que sabían adaptarse con amo y decisión al difícil medio en el que les tocaba actuar. Así como eran capaces de sentarse en un redomón, tirar el lazo tanto a caballo como a pie, tampoco tenían complejo para tomar una pala o un hacha; dormir y matear con sus hombres en medio del monte, a la luz de las estrellas o con temporal, compartiendo el asado y la amable charla. Esos desvelos y cuidados en los momentos bravíos eran correspondidos Ibídem, p. 211 y p. 225. Ignacio H. Fotheringham, La vida de un soldado – reminiscencia de las fronteras. Buenos Aires, Editorial Ciudad Argentina, 1998. Presentación y arreglo de la edición a cargo de Isidoro J. Ruiz Moreno, p. 632. La primera edición es de 1909. 10 11 EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 149 por parte de aquellos con singular afecto y medido respeto hacia la figura del patrón. Eran verdaderos gauchos en el campo como señores en todas sus actitudes, y tanto sabían conducirse en la selva o en el descampado como cuando, vestidos de frac, bailaban el vals en los engalanados salones de la ciudad12 Liberado de las precisiones históricas, un escritor como Juan Carlos Dávalos –pariente del anterior-, en un cuento breve, completará las cualidades ideales que se presumía debía tener un patrón, delineándolo con caracteres casi legendarios: [...] El patrón era tan apuesto gaucho como el capataz [...] Lucía don Santiago en su estancia la misma indumentaria que el capataz. Pero lo distinguían del gaucho de medio pelo, su altivo gesto hecho a mandar, su persona y barba más aliñado, sus sillones de estima que solo él montaba, su rico tirador con piezas de oro, su indiscutible pericia en las cosas de a caballo. Nadie lo superaba en elegante destreza cuando en las yerras dábase a pialar por pasatiempo; nadie como él era capaz de largarse monte adentro como flecha por detrás de algún toro arisco para ir a pialarlo de las patas y tumbarlo de costillas en el primer descampado.13 Como puede advertirse, el patrón reunía todas las cualidades de un hombre de pueblo, y podía expresarlas cuando quisiera “por pasatiempo”. Tenía sin embargo un plus indiscutido: la aptitud para el mando, algo innato Roberto Luis Patron Costas, Estancia El Rey, Salta, Equestri Editores, 1980, p. 27 Juan Carlos Davalos, “De hombre a hombre”, en “El viento blanco y otros relatos”, Buenos Aires, Eudeba. 1963. Introducción de Augusto Raúl Cortazar, p. 64. En este largo cuento, contrastan nítidamente el gaucho leal y el desleal. Este, desafía a un duelo criollo al patrón que lo ha despedido. Derrotado y herido, en el final reconoce la superioridad de su contrincante “Quiero pedirle perdón, patrón [...] Usté ha sido más hombre [...]”, p. 83. Dávalos (1887-1959), publica este relato en 1922, por lo cual podemos asignarle contemporaneidad al momento institucional que estamos analizando. La prosa no es solo un magnífico relato costumbrista, sino una acabada expresión del pensamiento de la clase alta salteña, de la cual Dávalos era un conspicuo representante: el subordinado desleal ha sido derrotado en un duelo entre iguales, en el que ha vencido el más diestro, precisamente el patrón. En el relato no hay referencias a la actuación política del personaje principal –el patrón-, aunque sí se recuerda su “coronelato en las guardias cívicas”. 12 13 150 LUIS MARÍA CATERINA (estaba “hecho para mandar”), que elegancia y riqueza acompañaban, pero de ninguna manera reemplazaban. c) “… como señores en todas sus actitudes …” Sarmiento –uno de los intelectuales propulsores de los cambios profundos del siglo XIX y que haría gala permanentemente de su desprecio al elemento nativo-, había advertido con sagacidad que un criollo –por humilde que fuere su condición social y económica- exhibía ciertos rasgos distintivos. [...] Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de importancia individual y de la superioridad. Los argentinos, de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer como nación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esa vanidad y se muestran ofendidos de su presunción y arrogancia [...] [...] arrogancia de estos gauchos argentinos que nada han visto bajo el sol mejor que ellos, ni el hombre sabio ni el poderoso. El europeo es para ellos el último de todos, porque no resiste a un par de corcovos del caballo. Y añadía un poco más adelante, una nota preciosa para encontrar el sentido y origen de ese orgullo: [...] La vida del campo, pues, ha desenvuelto, en el gaucho las facultades físicas, sin ninguna de las de la inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza: es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia, como sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces ni extendió más alto sus deseos.14 No muy diferente es la semblanza que hace José Hernández de Martín Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Ediciones Peuser. Buenos Aires, 1955. Fijación del texto, prólogo y apéndices de Raúl Moglia, p. 32-33. La primera edición es de 1845. La referencia a la altivez o arrogancia del gaucho es un lugar común en los relatos del siglo XIX. 14 EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 151 Fierro; en el primer canto, para definir claramente a su personaje: Yo soy toro en mi rodeo Y toraso en rodeo ajeno ……………………………. No me hago al lao de la huella Aunque vengan degollando Con los blandos yo soy blando Y soy duro con los duros Y ninguno en un apuro Me ha visto andar tutubiando En el peligro ¡que Cristos! El corazón se me ensancha Pues toda la tierra es cancha Y de estos nadies se asombre: El que se tiene por hombre Donde quiera hace pata ancha Soy gaucho y entiéndalo Como lo lengua lo explica Para mí la tierra es chica Y pudiera ser mayor Ni la víbora me pica Ni quema mi frente el sol15 Ambos escritos, separados por treinta años –además de la sanción de la constitución, y el abismo ideológico de sus autores-, permite vislumbrar –solo vislumbrar porque el tema es muy amplio- las razones del comportamiento político de las elites provinciales, y de sus búsquedas esenciales de legitimidad. En medios rurales, ser “tan gauchos como los gauchos”, dominar la recia tarea campestre, era la manera de ser reconocido como un “primus inter pares”. Era el primer escalón de un reconocimiento social. Un Jose Hernández, Martín Fierro, Madrid, Edimat Libros, , s/f., p. 15. La primera edición es de 1872. 15 152 LUIS MARÍA CATERINA hombre que no fuera capaz de entender esos comportamientos, respetarlos y a su vez, lograr el respeto de esos hombres, no podía pretender sin más, reconocimiento alguno. De los fragmentos que antes hemos transcripto puede observarse que los “notables”, reconocían –y subrayaban complacidos- no solo su identificación con formas de vida rurales, sino su pertenencia a ellas. No era un comportamiento adquirido, sino una vivencia compartida con los sectores populares. Pero algo había algo más, que surge –implícita o explícitamenteen todos los testimonios y que expresa cabalmente Patrón Costa: se veían a sí mismo y a los de clase como “señores en todas sus actitudes”; el cartabón para distinguir y distinguirse, era precisamente ese señorío, que la condición social o económica, contribuían a manifestar más acabadamente. La arrogancia del gaucho que señalaba Sarmiento y que también describe Hernández, no podía ser objeto –al menos no exclusivamente- de una dominación basada en una cuestión económica; debía haber siempre –aunque en grados variables- una dominación carismática, que para los contemporáneos se expresaba en ese señorío. El señorío era una actitud de vida, un ethos propio, con características particulares. Una característica liminar, era la posibilidad de alternar en distintos ambientes sin desentonar en ninguno (recuérdese el caso del santafecino Leiva y la aclaración sobre los asistentes a un banquete); era “saber conducirse”, como decía Patrón Costas, lo que descartaba actitudes meramente complacientes, chabacanas o demagógicas para mantener o adquirir lealtades. Esto significaba una sutil diferencia con los inmigrantes, señalados siempre como la antítesis. 16 Señorío era no dejarse presionar por nadie, ni enemigos políticos ni un subordinado o dependiente levantisco; o de vencerlo llegado el caso; era “morir matando”, o “no apartarse de la huella aunque vinieran degollando”. Señorío era no ver cuestionada su autoridad ni por los opositores políticos ni por quienes invocaran derechos de sus trabajadores. La relación con éstos era directa, de una lealtad recíproca. No había mediaciones posibles que 16 El inmigrante –particularmente el italiano-, aunque reconocido por su laboriosidad, era visto como la sumatoria de las torpezas en cuanto actividad emprendiera, la antítesis de la elegancia más elemental. Curiosamente, se confiaba en las circunstancias redentoras de la vida social argentina. V. Jose Maria Ramos Mejia, Las multitudes argentinas –. Buenos Aires, La Cultura Popular, 1934, p. 247. La edición original es de 1899. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 153 incluso podían ser vistas como desdorosas. El señorío precisamente, era no necesitar de tales mediaciones, porque la autoridad no se discutía sino con los iguales, nunca con quienes no eran considerados como tales. La aparición de las organizaciones obreras –inicialmente en muchos casos “sociedades de resistencia”-, fue cuestionada no solo por cuestiones económicas, sino también, porque aparecía como una mediación nacida de una elección que le era ajena, originada en una representación que le era también ajena y por tanto, desconocida, dirigida por gentes a los que no se reconocía el mérito del trabajo, atribuyéndoles solo vivir del trabajo ajeno. Dos situaciones –con cierta distancia en el tiempo y los protagonistasnos servirán para ilustrar el concepto, cuando era aplicado a las cuestiones políticas, incluso a las de dimensión nacional. Juan Ramón Cárcano relata lo que ocurre luego del mitin del Frontón, prolegómeno de la revolución de 1890. Un grupo de manifestantes se dirige a la residencia del presidente. Cuando la columna popular llega a la esquina de Lavalle, a sesenta metros de la residencia presidencial, aparece el coronel Capdevila, jefe de policía seguido de un oficial auxiliar, montado en un caballo negro, botas relucientes, pantalón de paño blanco, casaca militar azul oscuro, un rebenque de plata en sus manos de guantes claros, algunas medallas militares sobre su pecho erguido. Apenas la multitud advierte su presencia ralean los gritos, y a una señal del coronel con su látigo de plata, dobla silenciosamente por Lavalle para disolverse en las calles centrales sin el menor incidente. 17 Que una manifestación se pierda en las calles sin mayores disturbios – es un hecho contingente-, pero sin duda lo que impresionó al observador es precisamente el gesto de autoridad, reflejado en las pinceladas con las que describe la escena. El relato es preciso: nada sobra; todo subraya el gesto, que para ser más teatral –¿y por qué no más imperioso?- es acompañado por un rebenque de plata. ¿Hay algo más jerárquico, que señalar a una muchedumbre la dirección que debe recorrer con un látigo? El gesto de autoridad –y el éxito obtenido-, contrastan con las actitudes de otros hombres que el Ramon J. Carcano, Mis primeros ochenta años. Buenos Aires, Ediciones Pampa y Cielo, 1965, p. 104. 17 154 LUIS MARÍA CATERINA mismo Cárcano relata momentos antes: entre quienes están en la residencia “cunde la alarma” e incluso “algunos preparan sus armas”. No cabe duda que para el autor, la conducta correcta era la del jefe de policía, quizá precisamente por la forma en que fue ejecutada. No olvidemos que Cárcano, será uno de los pocos gobernadores que podrán superar –y en dos oportunidades- al pujante radicalismo como gobernador conservador de la provincia de Córdoba. Otro hecho de características exteriores absolutamente disímiles ocurrirá más de treinta años después. Ya no gobiernan los “notables”, pero es presidente Marcelo T. de Alvear, un hombre –por origen y formación- bastante cercano. Un hombre –que a diferencia de su antecesor y correligionario- no fomentará las huelgas, pero tampoco las reprimirá. En 1923, el congreso ha sancionado la ley 11.289 de jubilaciones para empleados y obreros. En el empresariado nacional crece el descontento, Quien encabeza la oposición es Joaquín de Anchorena, que durante tres años impulsará la derogación de la ley. Una de las tantas medidas de lucha, es un lock-out patronal, una forma de expresar al titular del poder ejecutivo, la pretensión que suspenda los efectos de la ley, ínterin el Congreso se expide sobre las reformas propuestas por el propio poder ejecutivo. Alvear sin embargo, contesta no solo institucionalmente a Anchorena –un hombre que aunque no sea de su partido puede ser reconocido como un igual- , sino que hace de la cuestión, algo personal: [...] aún cuando se encontrare facultado constitucionalmente par hacerlo, no lo haría, ante la situación de fuerza que ha determinado el paro, pues sería un desmedro para sí mismo y para su investidura de primer magistrado…18 Quizá la circunstancia que la pertenencia de ambos interlocutores a la misma clase social, haya hecho más directa la contestación de Alvear: un hombre de su clase no podía siquiera hacerle mención a una actitud tal; una medida de fuerzas para presionar a las autoridades, podía ser entendida propiciada por los sindicatos –compuesto por gentes de otra condición social-, pero nunca por un igual. 18 “El locaut patronal”, La Vanguardia, , 6 de mayo de 1924, p. 2, col. 3, Buenos Aires, 1924. El marco general del conflicto puede verse en Luis Maria Caterina, Los empresario y el obrerismo en tiempos radicales (1916-1930), Buenos Aires, Educa, 2008, p. 223 y ss. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 155 Señorío era “mandar”, cuando las circunstancias lo exigían. El ejercicio de la autoridad implicaba el mando, cualquiera fuera el nivel en que se desarrollara. Obsérvese la crítica que realiza Matienzo a los gobernadores de la república de los notables: [...] la preocupación principal de los gobernadores de provincia, salvo escasas excepciones, no es gobernar, sino mandar. La manera usual de expresar que un gobernador ha tomado posesión de su cargo es decir que ha asumido el mando… Y por mando entienden en primer término el derecho de imponer su propia voluntad a los demás en todos las asuntos en que las facultades legales o la influencia del gobernador puedan intervenir, y muy especialmente, en los asuntos políticos y electorales [...] 19 El gobernador era el máximo referente institucional en el ámbito local, con una autoridad que le venía de los tiempos coloniales y que el nuevo orden constitucional instaurado a partir de 1853, no había hecho sino reconocer, consolidando y aumentando su legitimidad No parece demasiado aventurado suponer que el ejercicio del mando era precisamente la actitud política que la sociedad provincial esperaba; toda en su conjunto, todos sus miembros, cualquiera fuera su ubicación en ella, y aunque discrepara en el quién. Si se reconocía que algunos hombres estaban “hechos para mandar” (como el personaje de Dávalos), era difícil que esa sociedad provinciana reconociera autoridad a quien no lo ejerciera. d) “… muestra a través de sus ropas su opinión politica …” Joaquín V. González se lamentaba que se hubieran extinguido “esos tipos de lealtad a muerte”, pero quizá fuera nostalgia de un caso que le resultaba paradigmático como el negro Joaquín. Sin embargo, todos los relatos más o menos contemporáneos hacen hincapié en esa forma de fidelidad, nacida por la “comunidad de sufrimiento” (para González), pero que en otros casos, insisten en la comunidad de trabajos compartidos y de afectos recíprocos nacidos de la convivencia. Así, en un relato sobre la estancia El Cachiyuyo (cercana a Tinogasta en la provincia de Catamarca), realizado Jose Nicolas Matienzo, El gobierno representativo federal en la República Argentina, 2ª. Edición. Madrid, Editorial América, 1917, p. 198. (La primera edición es de 1910). 19 156 LUIS MARÍA CATERINA por uno de sus propietarios, manifiesta: No citar en estos antecedentes a los abnegados, sufridos y fieles servidores radicados en el Cachiyuyo, de abuelos a nietos, que acompañaron a sus patrones a labrar la noble tierra desde su fundación, sería una ingratitud.20 Esa lealtad tenía fechas ciertas de expresión en las elecciones. El presidente de comité electoral de Orán le comunicaba al candidato conservador en 1912, los esfuerzos que debía hacer para convencer a los hombres claves de la –administradores y dueños de finca-, porque era sabido que los peones y empleados votaban al candidato que aquellos les indicaban. 21 El ya citado Roberto Luis Patrón Costa nos ha dejado su visión de la elección en el que aparece la Unión Cívica Radical. Los peones eran invitados a las reuniones políticas. En aquel entonces si un empleado concurría al invitación del patrón era seguro que votaría por la inclinación política de éste. El gaucho era leal, no solo en los actos diarios de la vida en común, sino también en las ideas políticas de su empleado. Todos los que estaban presentes habían sido invitados por sus respectivos patrones y muchos de éstos acompañaban a su personal, con su presencia, en la reunión de ese comité. Interesa el relato del mensaje que transmitió el principal referente de la zona: El discurso fue corto, con frases sencillas y sin falsas promesas electorales. Les habló de la importancia del orden en la provincia y de los progresos que se hacían en todos los ámbitos, sin fines demagógicos, aspirando el partido a gobernar para todos, sin distinción, estando a las órdenes de los 20 Carlos Emilio Garnica, Mi Tinogasta de Cuanta …!, Tinogasta, Ediciones Artesanales Capac-Ñan, 2010, p. 20. El autor recoge unos recuerdos del general de Brigada Guillermo Ramón Brizuela, que fue gobernador durante el gobierno militar de 1966-1971, Senador nacional durante los años 1973-1976 y diputado nacional 1985-1987 (en ambos casos dentro del justicialismo). El relato enumeras las familias y los hombres más señalados en sus respectivos oficios; en ningún caso hace referencia a alguna forma de participación política. 21 Ernest S. Sweeney, Robustiano Patrón Costas – Una Leyenda Argentina, Buenos Aires, Emece, 1998, p. 66. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 157 allí reunidos para zanjarles cuantas necesidades se les pudieran presentar.22 Puede apreciarse que la pieza oratoria –que fue recibida con calurosos aplausos según el mismo relato- ilustra de manera clara y precisa relaciones clientelares. A esos hombres –que difícilmente salían de su comarca, apegados incluso emocionalmente a una ganadería tradicional- la palabras “orden” y especialmente “progreso”, les podían resultar lejanas, o un tanto vagas; pero saber que los hombres para los cuales trabajaban, que eran “tan gauchos como ellos”, y de los que solo se diferenciaban porque tenían mayor poder y riqueza les decían que estaban a su disposición por “cuantas necesidades” tuvieran, era bastante para decidirles el voto. Estos ejemplos de Salta –y en una de las postreras elecciones del orden conservador-, puede ser extendido a la mayoría de las provincias, especialmente a las zonas más tradicionales, menos expuestas a la urbanización y a la inmigración. Si los sectores dependientes adscribían a esas formas, no era solamente por sumisión o necesidad; sino también porque reconocían en el “patrón” o en el propietario principal que se desenvolvía como caudillo regional, una forma de autoridad tradicional, con algunos rasgos carismáticos. Que la relación de dominación fuera asimétrica, no significa que careciera de profundo significado: el sector “notable”, podía considerar que continuaba ejerciendo “[...] a pesar de las ideas republicanas y democráticas que fueron la bandera de la Revolución, su predominio natural y legítimo en la dirección de la cosa pública y en la cultura nacional [...]”23; debía sin embargo, actualizarlo permanentemente a través del ejercicio de ese señorío sobre quienes ejercían los niveles intermedios de “mando”, que a su vez lo transmitirían a los sectores dependientes; y además, validarlo frente a los iguales, para no ser reemplazado por uno de éstos. En ese universo, las tareas rurales, las fiestas y celebraciones religiosas compartidas eran una forma de fraternización, en las cuales las jerarquías sociales no se fundían, sino que por el contrario, se afianzaban24 y posibili- Patron Costas, op. cit., p. 212. Joaquin V. Gonzalez, La tradición nacional, Librería Hachette,. Buenos Aires, 1957, p. 213. La primera edición es de 1889. 24 En la ya mencionada estancia “El Cachiyuyo” en la provincia de Catamarca había cuatro festejos importantes: el 25 de mayo, el 9 de Julio, San Ramón y el día del santo del dueño de casa. En esos días, “[...] se reunían los familiares ya amigos, con la participación 22 23 158 LUIS MARÍA CATERINA taban su explicitación política en tiempos de elecciones. Ese ejercicio del señorío no excluía el fraude, el comicio violento, ni tampoco la asonada revolucionaria, pues en definitiva eran entendidos como formas de astucia o valentía política. El caso extremo –y más permanente en el tiempo-, lo ha señalado la provincia de Corrientes, con su tradicional división entre liberales y autonomistas, unidos en el ocaso del predominio conservador en el Pacto Autonomista Liberal, para hacer frente a los enemigos extraños, con una perdurabilidad que llega a finales del siglo XX. Un protagonista lo expondrá con inocultable orgullo: En nuestra familia, siempre fuimos políticos. Consideramos que serlo es una obligación [...] Años de lucha solitaria no amilanan en su espíritu, aún hoy vemos como el paisano, que es quien no ha sido influenciado y preserva sus tradiciones, en una actitud que confirma su manera de ser, franco, leal, valiente y altivo, muestra a través de sus ropas su opinión política y lo hace con el orgullo de quien no tiene nada que ocultar y que hará respetar sus ideas, ante todos. …los colores tradicionales en Corrientes, el celeste y el colorado, no agotaban el demostrar la militancia, también el tuce del caballo los distinguía. Y a continuación, el autor expresa su credo político, actualizado, pero en el que se alcanza a percibir en la forma de asumir esa “obligación”, ecos del pensamiento de Joaquín V. González respecto al “predominio natural y legítimo”: El político sano se preocupa y sirve a su patria por vocación, excluyendo de este concepto a quien la ejerce como medio de encumbrarse y lograr enriquecimiento personal. A nosotros, la política siempre nos ha costado empobrecimiento. Dentro de este compromiso existe uno que la estancia lo vive en forma especial y es el “Día de elecciones” que en la zona rural tiene ribetes propios. La movilización de aquellos que viven alejados de las mesas corre de la peonada bajo el histórico algarrobo, [...] ello hacía las delicias de aquellas gentes tan apegada a la tierra, respetuosa y leal hacia sus patrones, por lo que sentían verdadero cariño y les prestaban tan inestimable colaboración”. Como se puede apreciar hay fiestas compartidas en la cual sin embargo, las jerarquías se mantienen incólumes, a punto de equipararse el día del santo del patrón con las fechas patrias. Garnica, op. cit., p. 31. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 159 poscuenta de los partidos políticos, los cuales proveen vehículos y también la comida, ya que mucha gente sale de madrugada y vuelve depuse del mediodía. [...] Todo retorna a su lugar por la noche en los depósitos y el lunes la estancia vuelve a su natural rutina, hasta dentro de dos años, en que esta tradición del “día de las elecciones”, como una verdadera responsabilidad, vuelve a aceitar su mecanismo”. 25 e) La política de “los notables” ¿final, mutación, Transición? La Argentina criolla –tradicional y patriarcal- estaba tocando a su fin hacia 1880. Prácticas y comportamientos políticos cambiaron de manera importante, porque la sanción de la constitución implicaba un hecho político y jurídico que conmocionaba de manera estructural la realidad social argentina. La constitución puso al país en un rumbo de progreso, tal cual lo reclamaba la generación del 37. Alberdi impulsó un diseño institucional para solucionar los problemas organizacionales que hasta el momento la sociedad argentina no había podido superar. Sin embargo, la lectura de Las Bases, permite advertir dos cuestiones sobre las que lanzó una rápida mirada, sin profundizar las propuestas, aunque advirtiendo con claridad los peligros y señalando rumbos que debían seguirse. Uno de ellas fue el de los grupos dirigentes del interior. Las dos constituciones unitarias de la República Argentina, de 1819 y 1826, han sucumbido casi al ver la luz, ¿Por qué? Porque contrariaban los intereses locales. ¿Del país? No precisamente, de gobernantes, de influencias personales, si se quiere, pero con ellos se tropezará siempre, mientras que no se consulten esos influjos en el plan constitucional.26 El buen criterio práctico que siempre acompañó a Alberdi, le hacía recomendar la aceptación de los grupos dirigentes provinciales; era una condición esencial para que la constitución funcionara. Por el otro lado, Alberdi señalaba la necesidad de la representación indirecta, 25 Diego Mantilla, Historia de una Estancia Correntina – Carta a mis hijos, Corrientes, Moglia Ediciones, 2005, pp. 109-110. 26 Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, París, Benzason, 1856, p. 135 (Capítulo XXIX). 160 LUIS MARÍA CATERINA La inteligencia y la fortuna en cierto grado no son condiciones que excluyan la universalidad del sufragio, desde que ellas son asequibles para todos mediante la educación y la industria. Sin una alteración grave en el sistema electoral de la República Argentina, habrá que renunciar a la esperanza de obtener gobiernos dignos por la obra del sufragio. Para obviar los inconvenientes de una supresión brusca de los derechos que ha estado en posesión la multitud podrá emplearse el sistema de elección doble y triple, que es el mejor medio de purificar el sufragio universal, pero sin reducirlo ni suprimirlo, y de preparar las masas para el ejercicio futuro del sufragio directo. 27 El diseño institucional de Alberdi ¿no estaba apostando a las potencialidades dominadoras y a la vez transformadoras de las elites, a las cualidades de dominio de las familias tradicionales, pero también a su capacidad de adaptaciòn? ¿no estaba jugando con los tiempos, previendo la dinámica transformadora de la constitución y la nueva estructura de poder nacional? Sabía más que de sobra –la historia se lo había enseñado- que los grupos provinciales habían consolidado una cierta institucionalidad, y que ahora restaban insuflarles nuevos objetivos y direccionar su función de dominación de los sectores populares –que habían cumplido acabadamente- en el sentido del progreso. A esos grupos dirigentes, les quedaba por resolver una cuestión que Alberdi había abordado de manera casi marginal: el problema de la representación: ¿cuál debía ser la relación con los sectores populares, tradicionalmente subordinados? En la mentalidad de los sectores dirigentes, era impensable que abdicaran del manejo de la cosa pública. No entraba en su universo mental, y muy probablemente tampoco en el de los sectores dependientes hasta la década de 1890 y en algunos lugares, aún mucho después. El régimen institucional, sin embargo, planteaba nuevas y continuas exigencias, fundamentalmente un ritmo de elecciones y renovación de autoridades, que excluían los simples continuismos; por de pronto debía haber elecciones periódicas y renovación de autoridades. En suma, un nuevo y complejo universo de situaciones. Lo original fue que las oligarquías provinciales asumieron el nuevo 27 Ibidem, p. 91 (capítulo XXII). EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 161 desafío. Se reacomodaron frente al cambio y se adaptaron a ese ritmo de elecciones y renovaciones periódicas, sin abdicar en ningún momento de su predominio. Paulatinamente los caudillajes de larga duración y las revoluciones violentas fueron desapareciendo. Es cierto que el gobierno nacional jugo un nuevo papel –a través de diversos medios-. Pero el hecho más importante, que se fue consolidando progresivamente, era que la renovación de autoridades, debía pasar siempre por el filtro de continuas elecciones, que por espúreas y fraudulentas que fueran, debían ser superadas en forma periódica. Las elites respondieron a las nuevas exigencias con el esquema tradicional: mantener la relación habitual con los sectores dependientes, adaptándolo a la nueva institucionalidad vigente, y buscando privilegiar de entre sus miembros, a quienes eran capaces de alternar en ambientes diversos, observando tanto las pautas y comportamientos tradicionales que los hacían creíbles a los dependientes, como los objetivos políticos y económicos del progreso que buscaban los notables. Esos hombres de provincia estaban realizando los grandes cambios que había soñado la generación de 1837, y que había propuesto como norte de la nueva constitución Alberdi. Eran esas oligarquías provinciales (¿por qué no hablar de “viejas” oligarquías?), las que superaban los grandes temores de aquellos ideólogos: el temor al igualitarismo plebeyo que había sembrado la Revolución de Mayo, y que Sarmiento señalaba al iniciar el Facundo; el temor a las masas rurales indomables que seguían caudillos bárbaros – Facundo o Rosas-; el temor al peso retrógado del interior, que mencionaba Alberdi, ansioso para que el puerto penetrara profundamente donde se encontraban la tradición colonial, el atraso. Eran esas oligarquías –más allá de los profundos reacomodamientos políticos que se sucedieron hasta 1880-, las que estaban realizando en cada provincia y a través de su participación en la estructura nacional, los cambios que habían soñado generaciones de ilustrados argentinos. Sus integrantes no tenían ninguna duda que eran ellas las que debían dirigir esta etapa de la vida nacional –como lo habían hecho antes-, porque era “natural” su predominio (no la había tenido tampoco Alberdi al redactar la constitución). No se ponía en riesgo la dirección correcta de la cosa pública, porque enmarcaban la cuestión en una democracia restringida, recurriendo a la manipulación del sufragio cuando era necesario para garantizar la continuidad política. En ese contexto de participación popular acotada y reducida, las re- 162 LUIS MARÍA CATERINA laciones clientelares constituían uno de los pilares fundamentales del entramado político. Al análisis de sus contenidos y modalidades, nos parece importante sumarle la indagación de las afinidades que le daban forma y sustento, cuestión sobre la que tenemos la visión de los sectores dominantes, que aún así es menester profundizar. De todas maneras, a partir de los ejemplos que hemos traído –de las provincias de Salta, Catamarca, La Rioja, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Corrientes-, podemos advertir pautas culturales que –especialmente en las regiones rurales del interior- eran vistos como puntos de unión entre los diferentes sectores sociales y permitían la estabilidad del sistema.28 En algunas personas se reconocía un señorío que posibilitaba el mando, porque a partir de algunos valores ampliamente compartidos –desde el más elemental de la pericia ecuestre, hasta la valentía o la lealtad-, sumaban otras cualidades o condiciones –posición social o económica y las ventajas de ellas derivadas-, y podían unir todas ellas, superando diferencias, acortando distancias, dispuestos a cubrir “cuantas necesidades” pudieran. Eran ellos los grandes mediadores de una sociedad que muchas veces podía estar escindida (recordemos el ejemplo de los asados con cuero y los banquetes del santafecino Leiva), pero que advertía como valor la vinculación entre los que aparecían como opuestos. Por eso, se apoyaba a unos notables y no a otros. Por eso era apreciada la capacidad de alternar en todos los ambientes, lo que implicaba la posibilidad de unión entre los distintos sectores sociales. Recién a medida que cambiaron las condiciones sociales, fueron cambiando las cualidades requeridas para el ejercicio del mando. Santa Fe y Tucumán, por distintas razones fácilmente perceptibles son buenos ejemplos de ello. En un caso, los hijos de inmigrantes no tenían lazos con la elite tradicional y por eso integraron las filas de los revolucionarios radicales en 1893; en el otro, la explotación capitalista de los ingenios reducía la relación clientelar a la mera dependencia de los sectores asalariados, controlados durante mucho tiempo a través de las rigurosas leyes de conchabo. 28 Pavoni ha señalado “Teóricamente, puede aceptarse que el tradicional comportamiento paternalista del patrón y el reconocimiento y respeto que despierte en el peón generen en este –sobre todo si la relación es estable- una transferencia natural de la identidad de aquel, que se incorpora al juego clientelar y tiene su traducción política”. Señala sin embargo, con mucho acierto, las dificultades para conocer la visión del cliente, a partir de las fuentes en el período analizado en su trabajo. Pavoni, op. cit., p. 131. EL EJERCICIO DE PODER EN LA REPÚBLICA DE LOS NOTABLES 163 La sanción de la constitución fue un paso gigantesco. Ella sola implicó un mandato formal de organizar un régimen republicano, que tardó en ser cumplido, pero que actuó como causa ejemplar del rumbo que debía seguir la vida institucional. La práctica rutinaria de las elecciones, la necesidad de contar con la participación popular –por acotada que fuera-, impulsó la presencia de hombres que podían unir y salvar las diferencias, porque eran reconocidos por sus habilidades en distintos ambientes; representaban la transición entre formas puras de caudillismo y liderazgos carismáticos, que se insinuaban entre las prácticas clientelares que formaban un trasfondo de continuidad. Quedaba así abierto el camino hacia una participación más real y efectiva, que se traduciría en la Ley Sáenz Peña, de voto universal, secreto, libre y obligatorio, sancionada por diputados y senadores de la nación, la mayoría de ellos originados en los grupos dominantes de las provincias. La idea de “Nación” en el lenguaje político hispanoamericano, 1808-1814: Los límites monárquicos de la imaginación liberal Lucas Codesido1 UNGS-CONICET lcodesid@ungs.edu.ar Resumen Este trabajo aborda el concepto de Nación y otros relacionados con la noción de soberanía en el lenguaje político hispanoamericano para el período 1808-1814. Se analizan algunos trabajos que dan cuenta de los diversos significados asociados a este concepto en los procesos revolucionarios americano y español. Las distintas concepciones sostenidas por los actores sociales del período señalado se vinculan luego en perspectiva con su posible derivación como proyección de la Nación en la cultura constituyente de Cádiz. Palabras claves Independencias hispanoamericanas - Concepto de Nación - Estado Soberanía política - Lenguajes políticos Abstract This work it aproaches the concept of nation and related others to the notion of sovereignty in the political Spanish-American language for the 1 Este artículo forma parte de un trabajo mayor desarrollado como tesis de maestría en el IV Master de Historia del Mundo Hispánico (Centro de Humanidades, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC y Universidad San Pablo CEU, España): “Apuntes para la Nación: La conformación político-pactista de los reinos americano y español y su posible derivación como proyección de la Nación en la cultura constituyente de Cádiz, 1808-1814”, dirigido por el doctor José Andrés Gallego. 166 LUCAS CODESIDO period 1808-1814. There are analyzed some works that realize of the diverse meanings associated with this concept in the revolutionary processes American and Spanish. The different conceptions supported by the social actors of the notable period link themselves then in perspective with his possible derivation as projection of the Nation in the constituent culture of Cadiz. Key words Spanish-American independences - Concept of nation - State - Political sovereignty- Political languages Objetivos La intención de este trabajo es reflejar como trató la historiografía algunas diferencias notables, conceptuales e ideológicas entre el lenguaje político de los revolucionarios españoles y de los revolucionarios americanos en torno de la idea de nación y otros ideas relacionadas a partir de 1808, y hasta la restauración absolutista de 1814. Analizando esas nociones en principio, desde una visión comparada acerca de las características atribuidas al organismo político sobre el que debería residir la soberanía. Al comenzar a examinar por separado algunos trabajos acerca de lo ocurrido en España y otros sobre la situación Americana expresada en los movimientos juntistas nos fuimos haciendo una cierta idea de lo que se puede comprender en uno y otro continente sobre las características que en cada lugar se atribuye a la entidad política en la que se deposita la soberanía, llámese nación, patria, pueblo/s. Haciendo ese intento fue como llegamos al proceso constituyente de las cortes de Cádiz. Tratamos de encontrar en esos trabajos que desde diferentes perspectivas abordan los procesos independentistas cómo se reflejaron ideas, conceptos y definiciones de nación y a qué tipo de proyecto de nación podía apuntar aquel que lo postule, si es que alguien lo hacía. Y más importante todavía era intentar encontrar otros tipos de referencias, coordenadas mentales, políticas, jurídicas, étnicas, religiosas, que se enlazaran con el imaginario cultural de una determinada concepción. LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 167 Introducción: La nación como profecía autocumplida En un trabajo de análisis conceptual José Chiaramonte2 sostiene que no tiene sentido preguntarse por el término nación, o por situarse en los límites de alguna definición del término y luego hacer el intento de buscar esa dentro de las referencias del período a estudiar. Asegura que es más conveniente para la labor del historiador concentrarse en el organismo que pudo llamarse según lugar y tiempo nación, provincia, ciudad, pueblo3. Entonces, y siguiendo aquel planteo, porqué habría de preguntarse por el sentido del concepto de nación cuando cabe la duda de la trampa o el juego de asumir una pregunta cuya respuesta es conocida por decantación. El triunfo y ascenso del Estado asociado a la nación en el transcurso del siglo XIX condiciona la labor historiadora al riesgo de intentar encontrar unas causas determinantes para unas consecuencias conocidas; el triunfo del estado nacional. Este riesgo representaría el problema de buscar los orígenes de la nación tal y como la conocemos, buceando en los archivos, las ideas y el imaginario de unos actores que tal vez escapen a esas representaciones. La “invención” de la nación, tan comentada en la historiografía de los últimos años, consiste básicamente en la creación de una imagen del pasado histórico que concluye en la consecuente afirmación de la propia existencia de naciones diferentes con unos rasgos culturales determinados compartidos e interiorizados por la mayoría de los ciudadanos de la misma. Hacer el análisis de la nación sin tener en cuenta estas prevenciones puede ser considerado hoy como un ejercicio de pura tautología, que conllevaría de forma implícita alguna concepción ideológica de tipo determinista, fatalista, providencialista, o esencialista, y que no aportaría mayor luz al descubrimiento de la riqueza histórica del período analizado. Compartimos estas premisas, por ello consideramos que el camino a recorrer no debería conducir a intentar encontrar los gérmenes de la nación o el encuentro con alguna que otra estructura protonacional que nos guíe por algún sendero seguro hasta la justificación del Estado/Nación. El carácter artificial de la construcción nacional, el invento, que supone la introducción de la modernidad en sociedades de antiguo régimen se sitúa 2 José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamericana, Buenos Aires, Sudamericana, 2004. 3 Ibídem, p. 55. 168 LUCAS CODESIDO en la necesidad de construir estructuras políticas secularizadas cuya legitimidad aparece asociada a la idea de un pacto voluntario entre individuos libres para dotar de legitimidad a las instituciones del estado. Tal como lo señaló Eric Hobsbawn, el fracaso del liberalismo como ideología de constitución política estuvo marcado por el hecho de que no pudo asegurar los vínculos sociales de lealtad y lazos de autoridad de sociedades anteriores. Y tuvo que llenar este vacío con prácticas inventadas. Prácticas que consisten básicamente en un proceso de ritualización y formalización por referencia al pasado de, por ejemplo, el simbolismo de cohesión social o pertenencia al grupo; otras establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad; otras simplemente tienen como fin inculcar creencias o sistemas de valores. De esta manera, la tradición desarrollada por el liberalismo para llenar el vacío que sembró su propia ideología individualista, fue la recurrencia a un pasado mítico de la nación, en la que esta aparecía ya dotada de los rasgos característicos o en estado embrionario de una comunidad política liberal4. En otro texto del mismo autor se lee: “el nacionalismo antecede a las naciones. Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre al revés”5 , Hobsbawn sostiene que la nación adquiere una entidad social únicamente en la medida en que se refiere a “cierta clase de estado territorial moderno”, el “estado nación”6, o a la aspiración a crearlo -entonces puede haber nación antes de la creación del estado-, y cuyo itinerario traza a partir de la irrupción del estado ciudadano de la revolución francesa y dentro del contexto de una determinada etapa del desarrollo tecnológico y económico. Estas ideas podrían considerarse hoy en día casi como parte del sentido común historiográfico a la hora de pensar en el surgimiento de los Estados nacionales. Concepto de nación. Su historia cultural y política El concepto étnico proveniente de la antigüedad correspondiente al término latino natio-nationis tuvo una importante difusión en tiempos medie- Eric Hobsbawm y Terence Ranger, La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2001, p. 21. 5 Eric Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 2004, p. 18. 6 Ibídem., pp. 18-19. 4 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 169 vales y modernos, y seguía siendo de uso frecuente durante los siglos XVIII y XIX, paralelamente al uso político del término proveniente del contractualismo. Este uso del concepto de Nación en el Imperio Romano incluía diferentes sentidos. Podía designar a una tribu extranjera, un pueblo, una clase. Y era intercambiable con otros términos como gens, populus, civitas y res pública, algunos de ellos comúnmente utilizados por los romanos para referirse a los pueblos y tribus no romanos7. Gentes por ejemplo tenia esta aplicación y en este sentido surge la denominación del derecho de gentes en contraposición con el derecho romano. Como decíamos, el vocablo nación durante la edad media fue utilizado de manera bastante frecuente; y en nuevas circunstancias se adaptaba su utilización para designar, por ejemplo, a las naciones de alumnos en las universidades o en las votaciones de los concilios de la Iglesia donde sus miembros se dividían en naciones identificadas por una lengua en común a la hora de votar8. Encarar un estudio del concepto en sus diferentes usos en torno del período abierto por la crisis de las llamadas revoluciones hispánicas, supone encontrar en los lenguajes políticos unos conceptos resemantizados, con una fluctuación deliberadamente cargada de ideología si la coyuntura lo requiere, y otros no tanto; arraigados en concepciones naturalizadas por una tradición. Habría que tener presente tres modalidades básicas de la utilización del vocablo nación a lo largo de la historia: El primer uso es el de la tradición grecorromana que acabamos de resumir, concebido para designar a conjuntos humanos en función de rasgos culturales comunes, sin alusión a una existencia como comunidad separada en función de un componente de soberanía. El segundo uso, que surge sin que el anterior desaparezca, es estrictamente político. Surge con los teóricos del iusnaturalismo del siglo XVII y es materializado y difundido por la revolución francesa. Este sentido hace referencia a una voluntad individual de los miembros de una comunidad territorial de constituirse a través de un pacto consentido en una sociedad política que hace uso de la soberanía. Excluye el componente étnico. El tercer uso viene de una conjunción de los dos anteriores y se constituye en Chiaramonte, op. cit., p. 41. Para este tema ver también: José Andrés Gallego, Diez años de reflexión sobre el nacionalismo, el Estado, la Nación, la Soberanía y lo Hispánico, Valencia, Tirant lo Blanch, 2008. 8 Federico Chabod, La idea de Nación, México, FCE, p. 24. 7 170 LUCAS CODESIDO función de que postula a la etnicidad como fundamento de la legitimidad política. Cada etnicidad sería desde este punto de vista portadora de una Nación-Estado potencial. Este uso comienza a hacerse generalizado junto con la difusión del romanticismo, y en el llamado principio de las nacionalidades. Ya existen abundantes estudios dentro de la historiografía moderna que demuestran que, efectivamente, respecto de la nación-estado contemporánea la definición étnico-lingüística, la propagada por el principio de las nacionalidades, es posterior a la solamente política proveniente del siglo XVIII. Aclaremos, es posterior porque en el transcurso de la conformación de los estados nacionales comienza a utilizarse un concepto cultural de nación, que ya existía, en un sentido político que atribuía a la nación el componente de soberanía y la idea de que cada conjunto cultural nacional podía aspirar legítimamente a constituirse en estado soberano. Nación española. Nación imaginada En su “Mater dolorosa” J. Álvarez Junco9 utiliza la palabra nación para definir a “aquellos grupos humanos que creen compartir unas características culturales comunes –lengua, raza, historia, religión- y que basándose en ellas, consideran legitimo poseer un poder político propio, sea un Estado plenamente independiente o un gobierno relativamente autónomo dentro de una estructura política más amplia”10. Esta definición incluye todos los componentes atribuidos a la nación tradicionalmente, los rasgos culturales que definen el sentimiento de pertenencia; que Junco menciona como datos objetivos, y por otro lado el aspecto subjetivo de la voluntad de los miembros de esa comunidad de mantenerse unidos bajo unas mismas leyes e instituciones. Definición que recuerda bastante al principio de las nacionalidades de contenido étnico-político, pero matizada por nuevos enfoques, o ya no tanto, en los estudios introducidos por las no tan nuevas corrientes historiográficas modernistas11. Ya no se postula la existencia real de los José Álvarez Junco, Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 2001. 10 Ibídem, p.10. 11 Hay que recordar también que algunos de los planteos mas significativos de los modernistas ya habían sido enunciados por Renán en una conferencia dictada en la Sorbona 9 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 171 rasgos culturales que definen a una comunidad, sino solo la creencia que tienen los miembros de la misma de que esos rasgos son decisivos a la hora de reclamar que su “comunidad imaginada”12 ejerza la soberanía sobre un territorio determinado. El dominio del territorio aparece como requisito para el paso de la etnia a la nación. El problema de las etnias con características muy definidas (Ej. gitanos en España, hispanos en Estados Unidos) es que no están agrupadas en un territorio común. Álvarez junco adhiere explícitamente a los enfoques modernistas o instrumentalistas del fenómeno nación (Hobsbawm, Anderson, Gellner, Kedourie) y en este marco teórico inscribe su trabajo sobre España. A la vez que reconoce los límites de los enfoques puramente instrumentalistas, sobre todo para dar cuenta de un resurgimiento del problema de los nacionalismos y de fuertes conflictos que parten de la reafirmación de identidades nacionales. Fenómenos que no cuadran bien con las visiones meramente voluntaristas del pacto social que establece una soberanía y postulan que el factor étnico se introduce a posteriori de la decisión política, para justificar y sostener una legitimidad que disimule el carácter artificial de esta construcción. De todas maneras al referirse a la independencia lo hace en los términos de la “invención” de la guerra de independencia, en un registro en el que acentúa la mitificación que la historia tradicional española hizo del proceso abierto en 1808. Historia nacional que situaría en la lucha contra el invasor francés un florecimiento de la unidad y el carácter español, sumado a los componentes identitarios que desembocaran en la moderna nacionalidad española. en 1882. Bajo el influjo del positivismo intenta extirpar de la política las abstracciones metafísicas y teológicas, concluyendo que el único vínculo por el que una Nación permanece unida es por el deseo, la necesidad y la voluntad de sus miembros: “la existencia de una nación es un plebiscito de todos los días”. Y su mas que interesante profecía antiesencialista de la Nación: “Las naciones no son algo eterno. Han comenzado y concluirán. Probablemente las reemplazará la confederación europea. Pero no es esta la ley del siglo en que vivimos”. Ernesto Renán, ¿Qué es una Nación?, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, pp. 38-39. 12 Denominación exitosamente introducida por B. Anderson para caracterizar a las naciones. En Benedict Anderson, Imagined Communities. Reflections on the Origins and Spread of Nationalism, Verso, Londres-Nueva York, 1983. 172 LUCAS CODESIDO Nación pactada. La alteración de la costumbre Ubicándonos en una región dada, la rioplatense por ejemplo, podemos observar que se era español frente al resto del mundo, español americano frente a lo español peninsular, rioplatense frente a lo peruano, provinciano frente a lo capitalino, porteño frente a lo cordobés [...] El dominio español no deja otra cosa que un mosaico de sentimientos de pertenencias grupales, con frecuencia manifestados como colisión de identidades cuya relación con los sentimientos de identidad política construidos luego de la independencia será variada y pocas veces armónica13. Así de variado aparece señalado por Chiaramonte el entorno de América, como una multitud de identidades superpuestas que no son incompatibles entre sí; que coexistieron durante varios siglos y ninguna de ellas por sí misma podía haber provocado la ruptura con la monarquía, y a la vez, tampoco podía proporcionar una base de sustento para la formación de un Estado nación moderno14. Dentro de una variedad de grupos que constituyen a la sociedad de antiguo régimen, las identidades territoriales ocupan un lugar preponderante, en la medida en que en general tienden a englobar a las demás. En primer lugar aparece la identidad local como el referente más elemental e inmediato. Los pueblos, villas o ciudades son el primer reflejo del apego por el suelo y la impregnación de la costumbre. La cultura entendida como aquella idiosincrasia colectiva sostenida en hábitos de comportamiento asentados en la costumbre, tiene un alto grado de referencia local; por ser este el primer gran marco de producción de la sociabilidad15. Para describir las pequeñas comunidades, y las múltiples referencias identitarias antes mencionadas, habría que mencionar como era la estructura de la monarquía en la época de los austrias. Esta aparecía como un conjunto José Carlos chiaramonte, “Modificaciones del pacto imperial”, en Antonio Annino y Francois Xavier Guerra (eds), Inventando la Nación. Iberoamérica. Siglo XIX, México, FCE, 2003, p.111. 14 Para este tema: Francois Xavier Guerra, Modernidad e Independencias, México, FCE, 2000. 15 El desarrollo de este concepto de cultura se puede revisar en: José Andrés Gallego, “De la cultura animi a la cultura como hábito: Estado de la cuestión”, Revista Rocinante, en prensa. 13 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 173 plural, conformado por la agregación de reinos y provincias, en la península como en América, unidos por la referencia a un monarca como soberano en común para todos. Ese rey era la cabeza de un conjunto de comunidades políticas relativamente autónomas. Si bien, hay un aparato administrativo central, cada reino cuenta con representantes del rey e instituciones propias. Hay bastante ya dicho pero cabría mencionar que los principios que rigen a la monarquía son de tipo pactista, devienen de un pacto entre el rey y sus estados y entre el monarca y sus súbditos16. Y comprometen a ambas partes en una relación hecha de deberes y derechos recíprocos que obliga a unos y otros. Tal es así que el incumplimiento por parte del rey de sus deberes para con sus súbditos, desde el punto de vista de éstos, justificaba toda una serie de reacciones, que se canalizan por diferentes medios. O bien, reclamando a través de los cuerpos o individuos agraviados, ante la autoridad, en negociaciones, o se expresa en revueltas. Y que podía llegar en ocasiones a la suspensión de aquella decisión real que desde el punto de vista del agraviado contradice sus derechos, el “se obedece pero no se cumple”17. En ese sentido Andrés Gallego apunta la idea de que la posibilidad de la independencia ya estaba inscripta en la propia composición del imperio español18. Sostiene que la alteración de la costumbre era una razón reiterada de protesta y que para constatar este hecho no hay que recurrir a la “cultura libresca” o a unas teorías determinadas sino a una tradición históricamente conformada por prácticas cotidianas basadas en el consensus, el consentimiento, que el reformismo borbónico vino a trastocar. Agrega, que el estudio del punto de partida de los movimientos precursores de la Independencia que comenzaron a surgir con la entronización de Carlos III y la imposición de su estilo –despótico- de gobierno, desde 1762 ante todo, permite concluir el hecho de que no hace demasiada falta que se busque en Suárez la inspira- 16 Un balance historiográfico acerca de las doctrinas populistas de la soberanía y, en especial, la influencia del pensamiento de Francisco Suarez en el período independentista puede verse en Dario Dawyd, “Las independencias hispanoamericanas y la tesis de la influencia de las doctrinas populistas”, revista Temas de Historia Argentina y Americana, XVI (Enero-Junio de 2010), pp. 99-128. 17 Francois Xavier Guerra, “Identidades e independencia”: Cuadernos de Historia Latinoamericana, Nº2, 1994, pp. 93-99. 18 José Andrés Gallego, “La pluralidad de referencias políticas”, en F. X. Guerra, Revoluciones Hispánicas. Independencias americanas y liberalismo español, Madrid, Complutense, 1995, p. 129. 174 LUCAS CODESIDO ción para los precursores; porque el pactismo estaba en la esencia de la propia constitución política de América, y en cotidiana vigencia hasta los días en que el reformismo borbónico comenzó a quebrantarlo sistemáticamente, dando lugar así a una infinidad de protestas19. Si descartamos la idea de una nacionalidad, en el sentido con el que fue comprendida luego de la construcción de los estados-nación, inexistente para el período abierto por las independencias lo que habría que proponerse evaluar para la etapa borbónica según Andrés Gallego es “la colisión entre las tendencias centralizadoras de la monarquía y las tendencias autonómicas de sus súbditos”20, y estas ultimas que desembocaron en la “soberanía de los pueblos”. Andrés Gallego y Chiaramonte coinciden en sugerir que deben vincularse con unos antecedentes y una tradición que las reformas borbónicas no solo no pudieron interrumpir sino que a la vez habrían contribuido a reforzar. La organización política de las indias americanas que sobrevivió al intento centralizador de las reformas borbónicas está relacionada como dijimos con una tradición monárquica de tipo representativa y descentralizada en donde las leyes firmadas por el rey reflejaban las diversas aspiraciones de algunos grupos de la sociedad corporativa. En América no existieron las asambleas o las cortes de manera formal como en la península. Pero cada una de las corporaciones principales, tales como los cabildos, universidades, gremios de artesanos, los distintos grupos eclesiásticos o las repúblicas de indios gozaban en gran medida de gobierno autónomo para los suyos, y podían llegar a hacer oír sus demandas e influir en las decisiones finales, a través de sus representantes acreditados ante el consejo de Indias y el Rey. O también por intermedio de los virreyes y audiencias, de una forma menos directa21. La crisis abierta en 1808. Dueños o depositarios de la soberanía Chiaramonte sostiene que hay dos tendencias que pueden observarse claramente en los procesos iniciales de la independencia de América. Por 19 José Andrés Gallego, 15 revoluciones y algunas cosas más, Madrid, Mapfre, 1992, p. 230. Chiaramonte, “Modificaciones del pacto imperial.”, cit., p. 87. Ver: John Leddy Phelan, The people and the King: The Comunero Revolution in Colombia, 1781, University of Wisconsin Press, Madison, 1978, Introduction. 20 21 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 175 un lado aparece la doctrina de la “reasunción”del poder por los pueblos, según antigua tradiciones pactistas, expresadas en pequeñas unidades políticas con pretensiones de autonomía, que al darse cuenta de su propia debilidad para salvaguardar el ejercicio de la soberanía generan diversos proyectos de unidades políticas mayores, que resultan de la reunión de varias de ellas. Situación que desemboca en formas de unión confederales. Por otro lado surgen también otros proyectos derivados de la posición privilegiada que la administración borbónica otorgo a las ciudades sede de las autoridades principales, cabeceras de alguna gran división política –Virreinato, capitanía general, intendencia- y apuntan a la forma de Estado centralizado sustentado en la preeminencia de la ciudad principal22. A estas dos tendencias mencionadas se corresponderían dos usos diferentes de la palabra pueblo. Que a su vez refieren a dos significados distintos de la soberanía. El primero de ellos tiene que ver con el uso del vocablo en plural, que en referencia a los términos políticos de la organización virreinal, menciona a las ciudades en las que ha revertido la soberanía anteriormente ejercida por el monarca. En cambio, el uso de pueblo en singular, suele utilizarse, aunque no siempre, para referir al pueblo soberano en el sentido de la doctrina moderna de la soberanía popular23. Para clarificar estos dos usos posibles de la soberanía también hay que tener en cuenta la particular estructura política de los reinos americanos; con una sociedad conformada en una organización territorial jerarquizada, centrada en las ciudades principales, capitales o cabeceras de toda una región, que ejercen su jurisdicción sobre un conjunto de villas y pueblos. Esta estructura aparece con fuerza a pesar de los intentos borbónicos por neutralizarlas y uniformizarlas sobre todo con la introducción de la figura del intendente24. Igualdad decretada por la junta central. “Se cumple, ergo, no es necesario obedecer” Una muy interesante reflexión sobre la historia constitucional en el Chiaramonte, “Modificaciones del pacto imperial.”, cit., p. 86. Para este tema: José Carlos Chiaramonte, “¿Provincias o Estados? Los orígenes del federalismo rioplatense”, en F. X. Guerra, Revoluciones Hispánicas. Independencias americanas y liberalismo español, Madrid, Complutense, 1995, p. 169 y ss. 24 Francois Xavier Guerra, Revoluciones Hispánicas, cit., p. 38. 22 23 176 LUCAS CODESIDO mundo hispánico, es realizada por José M. Portillo Valdés. Este autor señala que en el período abierto por el vacío del poder en la corona española, al que denomina “momento provincial de la crisis hispánica”25 lo que sucede en los territorios americanos no es un proceso de “retroversión” de la soberanía del monarca en el pueblo sino simplemente un depósito de la misma. Que podría traducirse en que no se trataba de una asunción activa y literal de la soberanía por parte de las juntas, concebida como capacidad para crear un nuevo orden, tal y como, por ejemplo, había proclamado el tercer estado al constituirse en asamblea nacional en Francia, o harán luego las cortes hispanas en su momento. Añade además que esta constatación puede verse en los nombres adoptados por las juntas mismas: Junta conservadora de los Derechos de Fernando VII, Junta Suprema, Junta superior, Junta Gubernativa, Junta Tuitiva, etc. Aludían mas a su carácter de administradoras, tutoras y curadoras de un legado que a una condición de asambleas prestas a ejercer un poder revolucionario26. De esta manera el autor expresa la idea de que los territorios americanos no reclamaban un derecho a existir políticamente al margen de la monarquía sino la necesidad de administrar autónomamente el depósito de la soberanía producido tras la ausencia de la figura del monarca. A contramano de la historiografía tradicional que interpretó la formación de juntas como una resolución heroica que condujo poco después hacia la formación de repúblicas. Portillo encuentra que toda la documentación producida por esos cuerpos esta enmarcada legalmente en los fundamentos constitucionales de la monarquía tradicional. Esto explica desde su punto de vista que las juntas hicieran uso de la soberanía –formaron ejércitos, hicieron la guerra, circularon moneda, enviaron ministros con plenos poderes, nombraron autoridades y magistrados- pero que no dispusieran de la misma, es decir, que nunca derivaran su actuación hacia la formación de un poder constituyente27. 25 José María Portillo, “La federación imposible: los territorios europeos y americanos ante la crisis de la Monarquía Hispana”, en Jaime Rodríguez (ed), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Madrid, MAPFRE-Tavera, 2005, p. 100. 26 Ibídem, p. 113. 27 Sobre la aplicación del principio de “retroversión” de la soberanía véase Noemí Goldman, El pueblo quiere saber de qué se trata, Buenos Aires, Sudamericana, 2009. LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 177 Otro aspecto importante que retoma este historiador es la idea de que los americanos debían demostrar que la crisis afectaba de igual manera a territorios americanos y peninsulares. Aunque no haya habido invasión militar en América. Para esto debían afirmar que la ausencia del príncipe significaba también una pérdida de legitimidad de las autoridades que debían su capacidad a un encargo del rey. Además debían dejar en claro que los territorios americanos estaban unidos directamente a la corona y no al reino de Castilla. Por lo tanto, una posible reunión de reinos para un gobierno colectivo debía contar con su participación en igualdad de representación y para ello se debía reconocer desde la península la legitimidad de las juntas americanas28. Algunas juntas habrían de tomarse demasiado en serio la idea de la igualdad en las dos partes de la monarquía -Buenos Aires y Caracas- y siendo consecuentes con esta actitud optaron por no reconocer el llamado desde la península para formar parte de un proceso constituyente convocado sin su aprobación y por un poder central que no reconocieron. España, 1808-09. Patria y Nación Cuando la junta central se dirige la Nación española en octubre de 1808, insiste en que “la patria no debe ser un nombre vago”29. El discurso liberal se construye en el marco de una coyuntura que deja entrever en la lucha por la independencia de España además de un conflicto internacional, también una “guerra de opiniones” en la que se debe recurrir a discursos claros y convincentes. Estos deben servir para movilizar voluntades y para desacreditar a los adversarios. De esta manera se impone la necesidad de poner en claro las expresiones y definiciones de conceptos que eran objeto de polémicas prolongadas, tales como <constitución>, <democracia>, <pueblo>, <Nación>, y otros. Esta necesidad de poner en claro los diferentes conceptos que se barajan aparece reflejada con tono humorístico en un famoso diccionario crítico burlesco de Bartolomé J. Gallardo, escrito en aquella época. También en la misma situación, los llamados afrancesados y Ibídem, p. 112. Jean René Aymes, “La literatura liberal en la guerra de la independencia: Fluctuaciones y divergencias ideológico-semánticas en el empleo de los vocablos pueblo, patria y nación-“, en Alberto Ramos Santana (ed.), La ilusión Constitucional: pueblo, patria, nación: de la Ilustración al Romanticismo : Cádiz, América y Europa ante la Modernidad, 1750-1850, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1997, p. 13. 28 29 178 LUCAS CODESIDO los absolutistas se ven incluidos en la necesidad de pulir su bagaje léxicopolítico. En su estudio de las juntas catalanas, A. Moliner Prada30 constata que “patria” en su sentido más inmediato y concreto refiere a la tierra o el pueblo donde uno a nacido. Marcelo Capmany al referirse a los franceses sitúa al vocablo en el mismo sentido y escribe: No hay patria señalada para los franceses, porque ni tiene nombre la tierra que les vio nacer, ni la del padre que los engendró31. El uso que dan al término patria, -patriotas liberales, absolutistas y “afrancesados”- no percibe una contradicción entre la patria-provincia y la patria-España, no se las confunde, aparecen a veces con cierta ambigüedad y otras en superposición. Pero hay una creciente politización del sentido de “patria” que J. R. Aymes verifica en el Catecismo católico-político de 1808: P-¿Qué es nuestra patria? R- El conjunto o agregación de muchos pueblos regidos por el Rey y por unas mismas leyes32. La “patria” es identificada en todos los casos con una fuerte carga afectiva, con expresiones comunes como la “madre patria”, “madre España”. Los liberales son más propensos a introducir matices en la definición de patria; tanto para absolutistas como liberales, “la patria está en peligro”, pero la patria de los absolutistas no puede desaparecer porque es una esencia que existe eternamente, por eso no insisten tanto en definirla, por su carácter de realidad evidente. Así, la lealtad a la patria será más identificable y localizada, en primer lugar como lealtad a la tierra donde se ha nacido. En cambio la nación un término polivalente, es difícil de ser asimilado en ese entorno Antonio Moliner Prada, “El concepto de patria y nación en la Junta Superior de Cataluña (1808-1812)”, en Historia i els joves historiadors catalans, Ediciones de la Malgrana/ Institut Municipal d´Historia de l´Ayuntament de Barcelona, 1984, pp. 340-341. 31 Capmany es citado en Aymes, La literatura liberal, cit., p. 23. 32 Ibídem, p. 23. 30 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 179 de lo conocido y corporizable que suscita una adhesión afectiva inmediata33. La politización del concepto de patria en el lenguaje liberal y en los requerimientos de todos los bandos para “salvar la patria” la aproxima al de nación, que comienza a ser de uso frecuente y es esta convivencia de ambos conceptos la que en realidad contagia al concepto tradicional y afectivo de patria de ribetes políticos34. “La patria es una proyección ideal de la nación para los liberales de 18081813”35. Vilar plantea esta fórmula a partir de la constatación de que se vuelve cada vez mas frecuente en el lenguaje liberal, la necesidad de introducir una suerte de ideal para la noción de patria en relación con el derecho civil y público que crea ciudadanos libres. Lo que se hace cada vez más común en este contexto es, como dijimos, afirmar que la patria es algo más que el lugar en donde uno nació. Será también, desde la interpretación que hace Vilar, el lugar en donde uno se hizo ciudadano. Donde hay una libertad amparada en leyes consentidas por todos en su condición de ciudadanos. Este uso es común en los liberales como Argüelles, Quintana o Capmani. Aymes corrige esta fórmula de Vilar. La da vuelta afirmando que para los liberales en realidad “la nación viene a ser la proyección ideal o en vías de configuración, de la patria”36. Pues la fórmula de Vilar daría a entender que la existencia de la nación seria anterior a la de la patria, siendo que tanto liberales como absolutistas postulaban la larguísima existencia anterior de la patria. Pero serian los liberales quienes buscarían en el modelo ideal de la nación, la plasmación institucional de la patria. Luego de su conocida afirmación inspirada en un trabajo de M.C. Seoane37, Vilar asegura que en torno de los debates y sesiones de las cortes de 33 Monica Quijada, “¿Qué Nación? Dinámicas y dicotomías de la Nación en el imaginario Hispanoamericano”, en Antonio Annino y Francois Xavier Guerra (eds.), Inventando la Nación. Iberoamérica. Siglo XIX, México, FCE, 2003, p. 291. 34 Ibídem, p. 25. 35 Pierre Vilar, Hidalgos, amotinados y guerrilleros, Barcelona, Crítica, 1982, p. 219. 36 Aymes, La literatura liberal, cit., pág. 35. 37 Ver Maria Cruz Seoane, El primer lenguaje constitucional, Madrid, Moneda y crédito, 1968. 180 LUCAS CODESIDO Cádiz, se intentaba librar al concepto de patria de toda vinculación territorial porque “el territorio no debe contar, al ser preciso que el indio más lejano se sienta español”38. También constata que la palabra nación no forma parte del vocabulario de la resistencia popular espontánea contra el invasor francés, porque asegura que en España como en otros sitios lo que suena a “jacobino” no es “patria” sino “nación”. Así, se verificarían diferencias conceptuales no solo ideológicas, sino también de acuerdo al contexto de enunciación en el que circulan los conceptos. Vilar concluye afirmando que en los debates de las cortes es lógico que se maneje más el concepto de nación que el de patria debido a la antes mencionada plasmación Constitucional. En las canciones y proclamas es más común la referencia al pueblo o la patria, porque en su mayoría están destinadas a provocar una reacción emocional concreta, y para este fin se apela a voces familiares. Cádiz. La plasmación constitucional de la nación La lógica de la reconquista devenía constituyente, fundadora de una situación nueva que, mediante el proceso catártico de la crisis de la independencia, permitía a la nación recuperar entidad política e iniciativa para la reformulación del pacto político39. El proceso constitucional se abrió en Cádiz con el juramento expreso y de reconocimiento a la obediencia hacia Fernando VII y en su nombre a la institución del monarca. Pero a la vez significó la posibilidad de ejercitar un rechazo formal de las cesiones realizadas en Bayona por él mismo y por su padre a favor de Napoleón por haberle faltado el consentimiento de la Nación. Portillo Valdés presenta la labor de Cádiz como una lucha entre los partidarios de la “libertad” y los de la “obligación”. Una lucha del grupo católico conservador y monárquico contra el de los liberales que pretendían replantear el status político de la monarquía sobre la base de un pacto social que no era nuevo. Con victoria transitoria de estos últimos. Vilar, Hidalgos, cit., p. 220. José María Portillo Valdés, Revolución de Nación. Orígenes de la cultura constitucional en España. 1780-1812, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, p. 350. 38 39 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 181 La postulación de la soberanía nacional fue uno de los ejes de la polémica. Y del malestar mayor de los absolutistas. La atribución de la soberanía en la nación se presentaba en una coyuntura específica en la que su objetivo era justamente la defensa de la monarquía. Pues se entendía (los liberales) que la crisis abierta en 1808 no se había generado en la nación sino en la monarquía que procedió arbitrariamente a ceder la soberanía en un príncipe extraño40. Entonces, desde esta lógica, asegura Portillo Valdés, correspondía a la Nación crear un orden constitucional que instituyera de nuevo el orden monárquico y dinástico en la persona de Fernando VII. La constitución se contemplaba entonces como el vínculo nuevo que relacionaba nación, soberanía y monarquía. A la vez, era un conjunto de leyes fundamentales que permitía diferenciar rey y nación. Importante esto último, desde el punto de vista de la historia conceptual para romper con la visión tradicional que asociaba el término Nación con el “conjunto de la monarquía”41. La importancia de lo que Portillo Valdés denomina como “liberalismo católico” de Cádiz es la fusión entre filosofía política moderna y tradición cultural católica. Cita como ejemplo ilustrativo de esta hibridación a Francisco Martínez Marina con su Teoría de las Cortes42. Marina discrimina entre los principios naturales esenciales y las realizaciones políticas. Los primeros de origen natural, -verdad, orden, justicia y libertad-, nacían de Dios. El orden político en cambio es lo contingente, una creación puramente humana, y por eso, fuente de errores y aciertos. La sintonía entre ambos órdenes debía encontrarse en la perfección constitucional. La libertad humana está conectada con el carácter natural de las asociaciones. El orden social emana esencialmente de la naturaleza, pero su forma es variable y depende de pactos y convenciones arbitrarias43. Lo que deja claro Marina es que el despotismo y dominio absoluto no eran connaturales a las sociedades humanas. Portillo Valdés hace referencia entonces al proceso constitucional en los términos de esta la lucha por obtener consenso y legitimidad por parte de los liberales. Para unas cortes que buscaban posicionar a la Nación española por Ibídem, p. 323. Francois Xavier Guerra, Modernidad e Independencias, cit., p. 321. 42 Portillo, Revolución de Nación, cit., pp. 329-330. 43 Ibídem, p. 331. 40 41 182 LUCAS CODESIDO encima de las arbitrariedades de Bayona y el despotismo que desemboco en una cesión cuasi patrimonial de la corona española hacia el enemigo francés. No hay en este análisis una referencia explícita a la contribución de los diputados americanos en el proceso. Nación y nacionalidad. América en las cortes Manuel Chust44 intenta recuperar la trascendencia que tanto para la historia de España y la historia de América tuvo la participación de los diputados americanos en las cortes de Cádiz. Para este autor la fase iniciada en 1808 constituye el comienzo del proceso revolucionario de la burguesía liberal española entendido como un movimiento antifeudal. Asegura que para los americanos, Cádiz representaba en primer lugar la reivindicación de propuestas anticoloniales, que tuvieron su plasmación en las conocidas 11 propuestas; que contenían aspiraciones autonomistas en lo económico, en lo político y en lo social, y estaban destinadas a mantener tanto la alianza con la península como con los sectores autonomistas americanos. Según Chust, la unión entre liberales españoles y americanos tiene como objetivo cambiar el Estado sin modificar su forma de legitimidad –la monarquía-; hacer compatibles monarquía y constitución. Pues las referencias mentales y culturales del período eran tradicionales y ancestrales; la legitimidad estaba encarnada en la figura del rey.45 Propone que el recurso de recurrir a la legitimidad de la religión y la monarquía no es una concesión liberal como a veces se afirma sino una necesidad imprescindible del liberalismo hispano46. Si bien las posturas de los diputados americanos no constituían un bloque común y homogéneo –no todos eran liberales por Ej.47, Chust encuentra diferencias entre las concepciones de los liberales peninsulares y los americanos, en los debates en torno de los tres primeros artículos de la consti- 44 Manuel Chust Calero, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, 1810-1814. Valencia, Fundación Instituto Historia Social, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1999. 45 Manuel Chust, “El rey para el pueblo, la constitución para la Nación”, en Manuel Chust, Víctor Minguez (eds), El imperio sublevado, Madrid, CSIC, 2004, p. 230. 46 Ibidem, p. 238. 47 Sobre el grupo absolutista americano: María Teresa Berruezo León, “Los ultraconservadores americanos en las Cortes de Cádiz”, en Revista de Indias, XLVI, núm. 177, 1986. LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 183 tución en los que se define la Nación, sus componentes y en donde reside la soberanía. Encuentra ejemplificada en las propuestas del diputado por la Nueva España José Miguel Guridi y Alcocer una diferencia no muy trascendente en términos lingüísticos sobre la definición propuesta de Nación, pero importante en cuanto a las concepciones latentes, las verdaderas intenciones y las implicancias contenidas. Cuando se postuló el artículo 1 que definía a la nación como la “reunión de los españoles de ambos hemisferios” Guridi planteó su desacuerdo con los términos <reunión> y <españoles>. Sostuvo que si se tomaba físicamente a la nación española esta se correspondía solo con los habitantes de la península, y que: La unión del Estado consiste en el gobierno o en la sujeción a una autoridad soberana, y no requiere otra unidad. Es compatible con la diversidad de religiones, como se ve en Alemania, Inglaterra y otros países; con la de territorios, como en los nuestros, separados por un océano; con la de idiomas y colores, como entre nosotros mismos, y aun con la de naciones distintas, como lo son los españoles, indios y negros. ¿Porqué, pues, no se ha de expresar en medio de tantas diversidades en lo que consiste nuestra unión, que es en el gobierno?48. La definición que proponía de Nación: La colección de vecinos de la península y demás territorios de la monarquía unidos en un gobierno, o sujetos a una autoridad soberana49. Para Chust estas palabras de Guridi tienen la intención de plantear una Nación hispana que incluya diferentes nacionalidades y que a la vez contenga el ejercicio de diferentes soberanías, lo cual se encamina a la creación de un Estado-Nación federado. Propuesta demasiado atrevida para obtener consenso y sobretodo la legitimidad que para este momento se daba a través de la religión y la monarquía. Nadie apoyó públicamente a Guridi y Alcocer tal vez por hacer demasiado explícitas las pretensiones autonomistas del 48 49 Chust, “El Rey para el Pueblo”, cit., p. 242 Ibídem, p. 243. 184 LUCAS CODESIDO liberalismo americano50. Aquí convendría introducir una aclaración en la intervención de Guridi. En la primera cita se refiere a las “naciones distintas” con relación a distinguir a españoles, indios y negros en donde, desde nuestro entender y también lo señala Chust, este diputado utiliza una definición cultural del término que relaciona la cuestión étnica de “idiomas y colores” con la existencia de la nacionalidad. Por otro lado, el diputado novohispano ante esta evidencia de constatar diferentes nacionalidades se pregunta cuál será la unión entre los habitantes de ambos hemisferios, y concluye que es en el gobierno. Este hecho de identificar a un conjunto humano como unido en un gobierno, también incluye de manera sutil la equivalencia entre Nación y Estado, teniendo en cuenta que para este período el estado era todavía comúnmente pensado como conjunto de personas y no de instituciones51. Chust concluye que la propuesta de Alcocer, que reflejaba el consenso liberal americano constituía un intento de formar un “Estado-nación con parámetros plurinacionales” 52. Podemos estar de acuerdo con esta afirmación si concedemos que las diferentes nacionalidades que constituyen a este estado no incluyen necesariamente el ejercicio de una soberanía por parte de cada una. El primer uso que da Guridi al término nación también podría referirse a la necesidad de construir un Estado-Nación con parámetros pluriétnicos; porque se trata de un uso del vocablo nación, en este caso las naciones comprendido en un sentido premoderno, o pre-contractualista, y que luego es retomada en otro sentido por el mismo diputado, esta vez político que si incluye la soberanía. Aquí hacemos presente la primera y segunda definición del concepto de nación, de las tres que distinguimos al comienzo. La transición entre las épocas, también es una transformación semántica de los discursos, que no es lineal, y refleja a veces una yuxtaposición de diferentes sentidos en un mismo agente discursivo. Lo cual no hace tan sencillo reflejar este proceso desde esquemas excesivamente lineales, como pude resultar de asociar inmediatamente la cuestión de la nacionalidad con el ejercicio de la soberanía política. Otro punto de vista sobre la participación americana en la construcción Ibídem, pp. 243-244 Chiaramonte, Nación y Estado, cit., p. 35. 52 Chust, La cuestión americana, cit., p 57. 50 51 LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 185 constitucional de 1812 es apuntado por Rafael Estrada Michel53. Este autor sostiene que si bien en muchos temas los diputados americanos actuaron en conjunto hubo una clara división con respecto a otros no menos importantes. En especial con respecto a la definitiva conformación político-institucional que debía conformarse en los territorios americanos. Alude a una división entre los “regnícolas” y los “provincialistas”. El autor considera que la América española participó de un regnicolísmo semejante al que sucedió en Europa durante el período pre-estatal, solidamente fundado en la presencia de figuras que, a manera de personalidades alternas a la del Rey, expandían el poder y la influencia de los grandes territorios multiprovinciales y en ocasiones multirregnícolas. Y que ni siquiera con la introducción de las reformas borbónicas que superpusieron la figura intendencial a fines del siglo XVIII perdieron totalmente sus sellos de identidad y pertenencia54. Menciona, por ejemplo, al reino de México, que continuó identificándose confusamente con las fronteras de un extensísimo Virreinato, el de la Nueva España. Por otro lado señala que esta situación no se debería a una supuesta “tradición austracista” que el reformismo borbónico no habría podido romper. Sino que las figuras del superior gobierno -Virreyes y Capitanes generales- resultaron bastante atractivas para el reformismo español. Y que en ocasiones la historiografía no ha estado dispuesta a admitirlo. Advierte que en México, con la crisis abierta en 1808 habría que poner énfasis en el hecho de que lo que los mexicanos proponían una Junta-Congreso de todo el reino para evitar en la Nueva España las divisiones “provinciales” que por todos lados aparecían en la Península. La capital del reino en la exposición del 3 de agosto se declara “cabeza de todas las provincias y reinos de la Nueva España”55. Modelos de nación. Referentes constitucionales en el proceso de Cádiz Joaquín Varela Suanzes insinúa una tipología sobre los modelos cons- 53 Rafael Estrada Michel, “Regnícolas contra provincialistas. Un nuevo acercamiento a Cádiz con especial referencia al caso de la Nueva España”, Historia Constitucional. Revista electrónica, número 6, septiembre de 2005, http://constitucion.rediris.es/revista/hc/uno/ dario2.html, párrafo 1. 54 Ibídem, Párrafo 2. 55 Ibídem, Párrafo 15. 186 LUCAS CODESIDO titucionales que estaban presentes en el proceso de Cádiz56. Estos serían el modelo republicano de los Estados Unidos, la monarquía francesa sancionada en 1791, y el modelo constitucional inglés. A grandes rasgos sitúa a los diputados americanos como simpatizantes del primero, a los liberales españoles en el segundo, y a los diputados realistas en el tercero. El mayor peso y triunfo de los liberales españoles en las sesiones de Cádiz significarían entonces que de los tres modelos, el que mayor influjo representó fue el constituyente francés de1791, que introdujo una monarquía con poderes limitados. Los liberales de Cádiz, como el conde de Toreno o Agustín Argüelles veían en el modelo estadounidense un “federalismo” que atentaba contra la idea de una sola nación. Situación que alentaba el temor de que las provincias de ultramar siguieran su camino y desembocaran en estados separados57. Varela Suanzes también recalca la inexistencia en Cádiz de algún grupo anglófilo liberal. La imagen que llegaba a España del constitucionalismo inglés era la de un monarca con un predominio importante sobre el poder del senado y la cámara de los comunes. En alguna discusión en sesiones, el liberal Argüelles advirtió sobre los peligros del veto regio que se ejercía en Inglaterra, sobre los males que podría acarrear a la nación el traslado de esta disposición58. También era común asociar la imagen de esta monarquía con la corrupción, sobre todo a partir de mediados del siglo XVIII. Y con un sistema que permitía compatibilizar el cargo de ministro u otro cargo de la corona con la condición de miembro de las cámaras legislativas. Además el Joaquin Varela Suanzes, “Los modelos constitucionales en las Cortes de Cádiz”, en revoluciones Hispánicas, cit., pp. 243-268. 57 Según Toreno: “Lo dilatado de la nación la impele baxo un sistema liberal al federalismo; si no lo evitamos se vendría a formar, sobre todo con las provincias de ultramar, una federación como la de Estados unidos....y acabaría por constituir estados separados”. Diarios de las discusiones y Actas de las Cortes (DDAC), t.11, p.212. Citado por Varela Suanzes, “Los modelos constitucionales.”, cit., p.245. En un análisis reciente, B. Clavero ha hablado de las posibilidades republicanas que abrió la Carta de 1812, a pesar de las constantes referencias que líderes del grupo liberal metropolitano, como Argüelles o el Conde de Toreno, hicieron respecto un cierto sistema federal como el peor de los fantasmas que enfrentaba la acéfala Nación española. Bartolomé Clavero, “Cádiz como Constitución”, en Constitución política de la Monarquía española, promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812. Estudios, vol. II, (Universidad de Cádiz, Ayuntamiento de Cádiz, Sevilla, 2000), p. 234. 58 Ibídem, p. 253. 56 f. x. guerra, LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 187 contexto histórico en el que se producía Cádiz era el de un pueblo protagonista de la resistencia, que contrastaba con la ausencia del rey y la deserción de buena parte de la nobleza, que había decidido colaborar con las autoridades francesas. Monarca y cámara aristocrática; dos componentes fundamentales del sistema inglés; ausentes o pasados al bando enemigo en España59 . Este autor insiste al fin en señalar algunas semejanzas y diferencias entre el liberalismo doceañista y el francés de 1791. La monarquía perfilada en la constitución francesa de 1791, disponía al monarca como servidor de un parlamento de carácter netamente nacional. Situación que encajaba perfectamente con las aspiraciones del liberalismo revolucionario peninsular y también con el contexto popular creado a consecuencia de la guerra de independencia. También prevaleció el criterio individualista o “democrático” según el cual las cortes no debían componerse de más de una cámara. Aquel criterio triunfó sobre la propuesta de Jovellanos, quien sostuvo en la junta central que las cortes debían convocarse de acuerdo con la antigua representación estamental y territorial y dividirse en dos cámaras60. Una forma compleja, como lo era la estructura política de la monarquía. Si ésta se componía de diferentes clases de personas y cuerpos con distintos estados o modos de pertenecer a la monarquía, tal hecho debía quedar reflejado en la representación del reino. Por ello, según Jovellanos, se debería de formar unas Cortes en las que nobleza, clero, ciudades, provincias manejaran fuero propio (las vascas, Navarra y Asturias), y otras personas y cuerpos estuvieran representadas por sí mismas, es decir, no diluidas en una representación conjunta de la nación, sino con pie propio. De este modo, los conservadores ansiaban unas Cortes que, dada su compleja estructura de representación de privilegios y estados diferenciados, no pudieran ser constituyentes, es decir, no fueran a variar la antigua constitución del reino. Otra semejanza importante señalada por Varela Suanzes entre el liberalismo francés y español tiene que ver con el recelo con el que los liberales de ambos países veían al poder ejecutivo. En España este se vinculaba al desprestigio sufrido por la monarquía durante el reinado de Carlos IV. Con respecto a aquellas diferencias que encuentra Varela Suanzes entre los dos modelos constitucionales, la más notable a simple vista está dada en 59 60 Ibídem, p. 261. Ibídem, pp. 261-262. 188 LUCAS CODESIDO el carácter mucho más conservador del producido en Cádiz con relación a la religión. Significó en la práctica la adopción de la religión católica como religión de la Nación española61. Paralelamente a ello se aunaba defensa de la libertad con la exaltación de la edad media y la introducción de doctrinas revolucionarias con la apelación a una supuesta tradición nacional. Constitución republicana Varela Suanzes señala que una de las virtudes del texto gaditano fue que estableció las bases para un régimen de monarquía republicana. El principio de división de poderes se instituyó distinguiendo tres “potestades”, la de “hacer las leyes”, la de “hacer ejecutar las leyes” y la de “aplicar las leyes en las causas civiles y criminales”. La primera potestad la compartían las Cortes y el rey, de la segunda gozaba en exclusiva el monarca mientras la tercera se asignaba a los tribunales. Agustín de Argüelles, uno de los críticos de la república en la constitución, decía que esta división debía entenderse como un complicado mecanismo en el que cada ruedecilla conducía movimiento a otra que le daba sentido. Este diputado junto con el conde de Toreno fue uno de los más acérrimos críticos de toda propuesta por parte de los americanos que se inspirara en el federalismo norteamericano, o peor aún en el republicanismo francés. Sin embargo, hay que situar a esta retórica en un contexto en el que seguir los ejemplos de Estados Unidos o de Francia significaba mucho más que adoptar un modelo constitucional. Seguir a Estados Unidos era lo mismo que resignarse a perder a América, porque esta seguiría inexorablemente su ejemplo; y proclamar una república era además de “antipatriótico” por hacer referencia a lo francés, un suicidio político para el grupo que lo mencionara en la búsqueda de una legitimidad que solo se situaba en la monarquía y la religión. Consideraciones finales La historiografía sobre los llamados procesos independentistas ha planteado que la crisis abierta en 1808 fue una crisis de disolución de la monarquía. Visto este período en relación con la situación de Brasil, allí el tránsito hacia un cambio de régimen fue menos traumático debido al traslado de la familia real a la colonia. En Francia unos años antes, el triunfo del tercer 61 Ibídem, pp. 267-268. LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 189 estado y la asamblea nacional desembocó en el triunfo de la Nación y la guillotina que descoronó a Luis XVI. En la monarquía hispánica se fue el rey, pero el trono vacío siguió siendo una referencia legítima. Como la ausencia real fue un hecho no provocado por disensiones internas hay que insistir en el carácter inaudito que dio comienzo al proceso. Si la modernidad hizo una aparición forzada en este contexto, tiene que ver con el carácter excepcional de la situación. Teniendo en cuenta esa coyuntura creemos que no tiene demasiada trascendencia realizar la valoración de si es más o menos moderno el proceso a nivel del análisis discursivo o en el resultado constitucional de esa crisis. A partir de lo analizado en este trabajo sobre las características del lenguaje político de la época retomamos para coincidir con Varela Suanzes, una constatación en las palabras de Martínez Marina y en las discusiones en las cortes de un aspecto relevante para comprender ese contexto discursivo: La facilidad con que es posible trabar ciertos axiomas de procedencia tradicional con otros de claro origen democrático-radical, inspirados en el dogma de soberanía popular62. Hay bastantes estudios dedicados a comprender cómo se produce esa inflexión por la cual habrán de generarse en el interior de los lenguajes tradicionales principios que eran ya, sin embargo, extraños a ellos en procedencia, pero no inasimilables, como se podría sostener desde una historia dura de los conceptos o de una historia intelectual relativamente autónoma de los procesos políticos. Leído según la perspectiva de una rígida dicotomía entre tradición y modernidad, es decir, como orientado simplemente a precisar el momento exacto en que un ideal social de corte “moderno” vino finalmente a desplazar a otro “tradicional”, esta cuestión no alcanzaría a desarrollar todo su sentido. A partir de lo analizado en este trabajo creemos preciso señalar que el hecho de eludir la dicotomía tradición-modernidad en su versión esquemática, no quiere decir dejar de explorar la relación entre ciertas formas de vida social y unas formas de ejercicio de la soberanía y de representación 62 Joaquín Varela Suanzes, La teoría del Estado en los orígenes del Constitucionalismo Hispánico: Las Cortes de Cádiz, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, p. 428. 190 LUCAS CODESIDO política. Es útil por ejemplo estudiar para el caso de los diputados presentes en Cádiz, la posible correspondencia entre una representación corporativa con un mandato imperativo y ciertas formas de vida social, y por otro lado la representación individual y el mandato libre, que podrían corresponderse con otras. Si bien es importante que los estudios históricos hayan hecho abandono en los últimos años de un uso estructurado de la historia social y económica esto no conduce, por el mismo motivo, a derivar en una historia intelectual autónoma. Sería buena la mayor articulación de estas diferentes perspectivas. En este sentido, y teniendo en cuenta que la idea de la “parte esencial” que un determinado reino ocupaba en la monarquía era una expresión muy habitual en los debates sobre la relación entre monarquía y territorios en la edad moderna. Aragoneses, navarros o asturianos, entre otros muchos, habían usado de este lenguaje y de las consecuencias que planteaba para componer un discurso “foral” en sus relaciones con la monarquía. A partir de esta situación, también rescatamos la sugerencia de Portillo quien sostiene que una cuestión pendiente es estudiar la “foralidad” americana, en la relación de estos territorios con la monarquía. En el movimiento juntísta, y también tener presente la idea de reivindicación de fueros en las pretensiones autonómicas o federalizantes como comúnmente se entiende, de la participación de los diputados americanos en las cortes. Es decir que habría que estudiar además, esta cultura constitucional no solo en relación con los modelos escritos en Francia, Estados Unidos o Inglaterra, y su posible inspiración, sino además, con las particularidades del modo de vida, la organización político-jurídica previa, la circulación de ideas, las divisiones económicas regionales, la costumbre, su alteración y la necesidad de recuperarla, y los tipos de representación o tutelaje derivados de estos componentes. Las tendencias preborbónicas mencionadas al principio no solo podrían apreciarse en la crisis abierta en 1808, en la formación de juntas provinciales o en los debates de las sesiones en las cortes. También en el resultado constitucional de la crisis. En el texto de la constitución de Cádiz. En lo que dice y en lo que no dice. El texto de la constitución no definía claramente la capacidad y las competencias políticas de los nuevos cuerpos representativos –diputaciones, ayuntamiento, jefe político- y esta situación hizo que algunos de estos cuerpos se consideraran a sí mismos como gobiernos territoriales. Se puede invocar en este sentido, lo sucedido en Cataluña donde la institución de la diputación se entendió prácticamente como una abolición de los decretos de Nueva Planta que a comienzos del XVIII habían liqui- LA IDEA DE “NACIÓN” EN EL LENGUAJE POLÍTICO HISPANOAMERICANO, 1808-1814 191 dado las instituciones políticas de los territorios de la corona de Aragón63. La aplicación en México donde el texto de Cádiz tuvo más vigencia que en España también es una muestra de la variedad de lecturas a que podía dar lugar. Antonio Annino habla en este sentido de una “revolución silenciosa” en el momento en que se difundió la cultura representativa abierta por las interpretaciones al texto de Cádiz. Cuando los ayuntamientos en Nueva España se adjudicaron funciones judiciales y civiles, adquiriendo poderes que el texto constitucional dejaba huecos o no destinaba a la figura del jefe político. Situación que se tradujo en la transferencia de una parte significativa de los poderes del Estado a los ayuntamientos64. En la historiografía española al hablar de la participación americana en las cortes, se introduce por lo general un capítulo dedicado a las propuestas autonomistas de los americanos65. Una nueva historia del constitucionalismo moderno intenta deliberadamente alejarse de los pasos de la historia constitucional de tipo nacional e inició una perspectiva más general. La dimensión hispana del proceso constituyente en Cádiz todavía está por alcanzarse, según mi entender cuando se integre la visión de la descomposición de la monarquía junto con los efectos de la cultura constitucional abierta en Cádiz, y sus alcances en América. Los efectos del proceso de Cádiz no han sido reflejados de manera suficiente sobre todo en la historiografía americana. Y no menos importante también, es que todavía queda por reconstruir el papel abierto por esta cultura constitucional incluso en aquellos lugares en donde no se reconoció el proceso constituyente. Caracas o Buenos Aires; los que cumplieron con la declaración de igualdad de todos los reinos decretada por la Junta Central y no obedecieron, por lo mismo, al llamado del poder central. 63 Marta Friera, “Notas sobre la constitución histórica asturiana: el fin de la Junta General del principado de Asturias”, Historia Constitucional. Revista Electrónica de Historia Constitucional, núm. 4, 2003, párrafo 12. 64 Antonio Annino, “Soberanías en lucha”, cit., p. 175-176. 65 Así lo hace Varela Suanzes en “La Teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo...” o Rieu-Millán en “Los diputados americanos en las cortes...”. Manuel Chust en “La cuestión americana...” intenta reflejar el carácter hispano del proceso constitucional aunque parece demasiado preocupado por discutir con la historiografía españolista que ensalzó al liberalismo peninsular, y en demostrar como el centralismo de los liberales españoles se mostró condicionado por las pretensiones federalizantes de los americanos. 192 LUCAS CODESIDO Es interesante también la propuesta que hace Portillo Valdés de que durante la crisis de la monarquía, lo que se produjo con la ausencia del soberano debiera considerarse como la formación de “un depósito de la soberanía” más que como una “revolución en la misma”. Esto explicaría que las juntas hicieran uso de la soberanía pero no que dispusieran de ella, pues de su actuación no se derivó la formación de un poder constituyente. Es relevante además, por ser contraria a la idea de revolución y su consecuente teleología interpretativa. Y permitiría concentrar la atención en el proceso en sí mismo sin referencia a los resultados, cuestión que abriría el descubrimiento de distintas potencialidades y horizontes de expectativas distintos por parte de los actores del período. De este modo se podrían analizar también los posibles cambios en esta percepción de un depósito de la soberanía no constituyente luego del proceso abierto por la crisis de 1808. Más allá de que esta idea de depósito transitorio de la soberanía tal vez no sea universalizable para todo el proceso juntísta americano66. 66 En este sentido, Noemí Golman, constata que en la primera junta de la llamada Revolución de Mayo se alude explícitamente a que la retroversión de la soberanía retorna a su detentador original el pueblo, en una circular emitida en un oficio de la junta conservadora al gobierno ejecutivo. Situación que habilitaría una posible derivación constituyente. En Noemí Goldman, Historia y lenguaje, los discursos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Espasa Calpe, 2000. Susana Bandieri, también en el caso del Río de la Plata, sostiene que la preocupación más visible en algunos se relacionaba con la idea de incrementar la autonomía por sobre la independencia, al menos en la etapa más próxima a los sucesos de 1810; para otros, como es el caso de los masones, asegura que la idea de independencia estaba más firmemente instalada, al menos desde 1808, mientras el régimen político más aceptado era la monarquía atemperada al estilo británico. En Susana Bandieri, “La historiografía y los fundamentos ideológicos del movimiento revolucionario en el Río de la Plata”, en Revista Pilquén, Dossier Bicentenario, Año XII, Nº 12, 2010. Notas sobre un jurista olvidado: Julio Herrera y su intervención parlamentaria con motivo de la reforma del código penal en la República Argentina (1902-1903)1 Jorge Núñez Universidad Autónoma de Madrid Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho jorgealber75@yahoo.com.ar Resumen Este trabajo pretende contribuir a una producción historiográfica en desarrollo en los últimos años cuyo objetivo es el estudio de los discursos y prácticas de un conjunto de juristas argentinos adherentes al positivismo penal que desde fines del siglo XIX impulsaron una serie de iniciativas de reforma penal y penitenciaria (creación y dirección de instituciones carcelarias y post penitenciarias; renovación de la producción científica y universitaria; elaboración de propuestas legislativas; etc.). En esta ocasión, analizaremos la figura de Julio Herrera, uno de los más distinguidos penalistas argentinos, aunque paradójicamente ignorado por los estudios históricos e histórico-jurídicos, centrándonos en su intervención parlamentaria con motivo del proyecto de reforma del código penal presentado en la Cámara de Senadores en 1903. Palabras clave Julio Herrera - Derecho Penal - Libertad Condicional - Reincidencia Criminal. Agradezco los comentarios realizados por el Dr. José Daniel Cesano a una versión anterior de este trabajo. 1 194 JORGE NÚÑEZ Abstract This work is a contribution to a line of historiographic production in development since the last few years. Its objective is the study of the `speeches’ and `practice’ of a set of argentinian jurists who adhered to `penal positivism’, that since the 1930’s proposed some modifications on penal reform (creation of new carcelary institutes, renovation of scientific production, elaboration of new law proposals, etc.). In this work, we will analyze a project for a reform of penal code presented in 1903 by Julio Herrera, one of the most distinguished argentinian penalists, though paradoxically ignored by historical studies. Key words Julio Herrera- Penal Law- Release on Parole- Criminal Reincidence. Introducción Mí estimado amigo: Le devuelvo los discursos pronunciados por el Senador Herrera en el Senado, los que he leído con el mayor interés. Ud. tenía razón: es un estudio notable de las escuelas penales y una refutación concienzuda y concluyente de nuestro Código… El autor de estos discursos ha probado un intelecto vigoroso y una amplia preparación en la materia. Quiera Vd. felicitarlo, porque su estudio hace honor a nuestro Parlamento2. Provisto de una sólida erudición, de un saber concienzudo, de un preciso don de análisis, de una alta conciencia científica, de un criterio muy moderno en el derecho penal en formación, [Julio Herrera] se ha propuesto darnos su opinión tan autorizada cada vez que el país ha tenido que considerar los grandes problemas penales3. Este trabajo intenta contribuir a una producción historiográfica en desarrollo en los últimos años que tiene en el centro de sus preocupaciones el conocimiento y análisis de un conjunto de ideas y prácticas (así como los Carta del Dr. Roque Sáenz Peña al Dr. Narciso Rodríguez Bustamante. Citado en Cornelio sánchez oviedo “Apuntes biográficos del Dr. Julio Herrera”, Boletín de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca, Catamarca, 1944, p. 35. 3 Juan P. Ramos prólogo a Julio Herrera Anarquismo y Defensa social. Estudio de la Ley de Defensa Social Nº 7029, precedido de una exposición general sobre el anarquismo, Buenos Aires, M. A Rosas, 1917, p.25. 2 NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 195 alcances y los límites) impulsadas por un grupo de juristas argentinos adherentes al positivismo penal, en el período que va desde fines del siglo XIX hasta los años treinta de la pasada centuria. Dichas ideas y prácticas pueden observarse en el manejo por parte de estos juristas de las principales instituciones carcelarias y post-penitenciarias, la reformulación de los contenidos dictados por las cátedras de Derecho Penal, la producción de congresos, reuniones científicas y revistas especializadas y la labor desempeñada en los recintos parlamentarios. En esta oportunidad, abordaremos la figura de Julio Herrera, uno de los más distinguidos penalistas argentinos que, paradójicamente, ha sido objeto de escasa atención por parte de los estudiosos de la Historia y del Derecho. En 1903, Herrera, desde su banca en el Senado, planteó la necesidad de sancionar un nuevo código penal para la República Argentina. Si bien la intervención parlamentaria de Herrera -en la que señaló la necesidad de reemplazar al vetusto corpus jurídico de Carlos Tejedor, sancionado en los años ‘80 del siglo XIX- no fue apoyada, pocos años después, ejerció una considerable influencia sobre Rodolfo Moreno (h), artífice del código penal sancionado en 1922. El trabajo está organizado de la siguiente manera: en primer lugar, haremos una breve presentación de Julio Herrera, deteniéndonos en su desempeño como gobernador de Catamarca y en su actuación como senador. A continuación, analizaremos los principales aspectos del código penal que estaban siendo discutidos en ese entonces y presentaremos los puntos más importantes de la intervención parlamentaria del jurista catamarqueño en 1903. Finalmente, señalaremos algunas cuestiones sobre el desconocimiento que aún hoy existe en la historiografía sobre la figura de Julio Herrera. Breve semblanza de Julio Herrera Hijo de Próspero Andrés Herrera y Azucena González, Julio Herrera nació en Catamarca el 28 de junio de 1856 en el seno de una familia tradicional de la sociedad criolla4. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio 4 Sobre la genealogía de la familia de Julio Herrera, véase Marcelo Gershani Oviedo “Notas sobre la ascendencia del Gobernador Julio Herrera” (conferencia inédita, obtenida por gentileza del autor). 196 JORGE NÚÑEZ Nacional de Catamarca de donde egresó a los quince años de edad5. Debido a circunstancias familiares (a edad muy temprana perdió a su padre) no pudo iniciar estudios superiores en la Facultad de Derecho de la provincia de Córdoba. Esta situación llevó a Herrera, aislado de los principales centros de cultura, pero dotado de una férrea disciplina, a convertirse en un estudioso autodidacta. En 1874, con 18 años de edad, fue designado secretario del Juzgado Federal de Joaquín Quiroga, un notable jurista del noroeste argentino con quien cosechó una larga amistad. Algunos autores señalan que el ejercicio de esta función despertó en Herrera su temprana afición a las Ciencias Jurídicas y Sociales6. Pocos años después, debido a sus capacidades intelectuales fue impulsado a formar parte en la política provincial: la administración de José Dulce (1888-1891) lo designó ministro de Hacienda. En 1890, contando con 34 años de edad, fue elegido diputado nacional por la provincia de Catamarca, cargo que desempeñó durante cuatro años. Una vez finalizado su mandato en la Cámara Baja, Julio Herrera fue designado -previa intervención federal a la provincia- gobernador de Catamarca por un período de tres años7. Armando Bazán señala que en el Colegio Nacional de Catamarca se formaron importantes nombres de la elite argentina tales como Fray Mamerto Esquiú, Marco Avellaneda, Ramón S. Castillo, etc. Véase, Armando Raúl Bazán “Gobernador Julio Herrera: el hombre y su tiempo”, Revista de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca, Año XV, 2005-2006, p.44. 6 Armando Bazán señala “dice con fundamento el P. Olmos que la relación laboral del joven Julio Herrera con el juez Quiroga influyó para definir su vocación intelectual por el estudio del Derecho. Impedido de hacer estudios sistemáticos en la universidad se benefició con el magisterio del juez Quiroga, quien lo encauzó en la ciencia jurídica donde llegaría a ser una autoridad en la especialidad del derecho penal”. Armando Raúl Bazán, op.cit. p, 44. 7 Para conocer aspectos biográficos de Julio Herrera pueden consultarse los siguientes trabajos: Cornelio Sánchez Oviedo op.cit; manuel soria Fechas catamarqueñas, Catamarca, Propaganda, 1920; Ricardo Piccirilli y Francisco L. Romay Diccionario Histórico Argentino, Buenos Aires, Ediciones Históricas Argentinas, 1953; Vicente Cutolo Nuevo Diccionario biográfico argentino (1750-1930), Buenos Aires, Ediciones Elche, 1978. Trabajos recientes podemos mencionar: Armando Luis Bazán “Julio Herrera…”, op.cit y Diego Monllau, Josefa Batallán, Luis Alvero, Carlos H. Ibáñez y Miriam Coronel “La ley es el resorte del progreso de los pueblos”: Julio Herrera: un hombre de convicción y principios”, La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste argentino (1900-1950), Tucumán, Fundación Miguel Lillo, 2000, pp.240-252 (Agradezco la gentileza de Luis Horacio Navarro Santa Ana y Armando Bazán en la orientación bibliográfica sobre Julio Herrera). 5 NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 197 Julio Herrera Gobernador de Catamarca Los pocos especialistas que se han ocupado de la figura de Julio Herrera destacaron la importancia de su labor como gobernador de Catamarca8. Aquí, nos detendremos brevemente en tres aspectos de su gestión: a) Su administración progresista; b) La centralidad otorgada a la educación y c) Las transformaciones operadas en la codificación y la constitución provincial. En lo que respecta a la administración, Julio Herrera impulsó el suministro de energía eléctrica, alumbrado público y agua corriente para amplios sectores de la población (priorizando la situación de los más desfavorecidos) y dictó una ley de expropiación de tierras para utilidad pública. Asimismo, creó el Registro Civil, determinó el libre acceso a los cargos públicos -sin otro requisito que la buena conducta y capacidad- y estableció la responsabilidad de los empleados y funcionarios públicos9. El gobernador Herrera también atendió la situación de la población reclusa mejorando los presidios y construyendo nuevas instalaciones, al tiempo que encargó a una congregación religiosa (Hermanas del Buen Pastor) el manejo del Correccional de Mujeres. Respecto a la cuestión educativa, la labor de Herrera fue muy destacada. No obstante la escasez de recursos de la provincia y gracias al aporte de los empleados estatales, pudo crearse la Biblioteca Pública de la ciudad de Catamarca, reconocida por la riqueza de sus colecciones10. Herrera también impulsó la creación del Consejo General de Educación que tenía a su cargo 8 Cabe señalar que Julio Herrera gobernó una provincia asolada por una profunda crisis económica, social y política, marginada del plan de desarrollo nacional. Como señala Bazán “el plan del progreso simbolizado por el ferrocarril, el flujo inmigratorio masivo y la revolución agropecuaria de la Pampa Húmeda, había relegado a nuestra provincia a una situación de marginalidad que tuvo grave impacto en su aparato productivo. La minería del cobre desarrollada por empresas de capitales locales. Padecía decadencia por falta de una política minera. El gobierno nacional apostaba a la expansión agropecuaria de la Pampa y a la creación de polos complementarios de desarrollo agro-industrial en Tucumán y Cuyo”. Más adelante, Bazán señala “…cereales y carne en la Pampa Húmeda, azúcar en Tucumán, vitivinicultura en Cuyo. La minería catamarqueña quedó desahuciada por falta de medios modernos de transporte y ausencia de crédito”. Armando Raúl Bazán op.cit. 45-46. 9 Véase, Cornelio Sánchez Oviedo, op.cit, p. 23. 10 Julio Herrera Discurso pronunciado en la inauguración de la Biblioteca Provincial por el Gobernador Julio Herrera y el Presidente de la comisión de la misma Doctor Joaquín Quiroga (25 de mayo de 1895), Catamarca, Publicación oficial, 1895, p.2. 198 JORGE NÚÑEZ la dirección de todas las escuelas ya que la “educación común -señaló- es un deber supremo de los gobiernos y de los argentinos todos que están obligados a colaborar en esa tarea”11. Preocupado por el afán materialista que atravesaba a la Argentina de fines del siglo XIX, Herrera bregó contra el cierre de establecimientos educativos en la provincia y la indiferencia existente hacia la educación. “Sin civilización y sin libertad -solía decir- sólo existe el populacho brutal, servil y corrompido, agobiado bajo el peso de las miserias sociales”12. En el trienio durante el cual gobernó Catamarca, Julio Herrera llevó a cabo reformas constitucionales y jurídicas que perduraron durante casi medio siglo. En primer lugar, reformó la constitución provincial que tuvo vigencia (exceptuando el período peronista de 1949-1955) hasta 1965, siendo la de mayor duración en la historia catamarqueña. También amplió a cuatro años la duración del cargo de gobernador; creó el cargo de vicegobernador e impulsó la centralización administrativa y el sometimiento del régimen municipal al poder ejecutivo provincial, quedando bajo la órbita de ese poder el nombramiento de los intendentes municipales, los jueces de paz y de distrito. Respecto a las reformas de índole jurídica, Herrera fundó la Escuela Provincial de Derecho y dictó los Códigos de Procedimiento en lo Civil, el Código Rural y el Código de Policía. En 1897, tras finalizar su gestión como gobernador, rindió examen ante un tribunal -integrado por un juez federal, el presidente del Superior Tribunal de Catamarca y otros magistrados- y se recibió de abogado. Ese mismo año, el gobierno de la provincia lo designó miembro de la Suprema Corte. En 1898, fue elegido senador nacional y desde allí presentó sus distinguidos trabajos en los que rechazó el proyecto de reformas al Código Penal que se discutía en ese momento y propuso la elaboración de un nuevo corpus jurídico. Ibídem, p. 5. Julio Herrera op.cit., p. 7. Fue prioritaria la atención otorgada a la educación por la administración de Julio Herrera. Como señala Bazán “[…] funcionaban en la provincia 112 escuelas fiscales, 2 departamentos de aplicación anexos a las escuelas normales y 6 particulares. La matrícula registraba un total de 9500 alumnos, que duplicaba la del gobierno anterior”. Armando Raúl Bazán, op.cit., p.47. 11 12 NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 199 Julio Herrera y su actuación en el Senado Como señalamos, Herrera fue senador por la provincia de Catamarca en el período 1898-1907. Fue en ese período (en el año 1903) cuando tuvo lugar su intervención en la Cámara Alta para rechazar el proyecto de reformas al código penal que estaba en discusión. Antes de abordar esta cuestión, nos detendremos, de manera necesariamente breve, en una alocución anterior del senador catamarqueño, que creemos, nos permitirá conocer, en parte, su pensamiento político y tradiciones intelectuales. La primera intervención destacada de Julio Herrera tuvo lugar en el año 1899 en ocasión de la presentación de un proyecto enviado por la Cámara de Diputados al Senado, cuya finalidad era intervenir la provincia de Catamarca por los episodios revolucionarios que se estaban produciendo13. Ante la crítica situación política, el Poder Ejecutivo Nacional había enviado a Catamarca a Miguel Cané y a Valentín Virasoro (ambos miembros de la Cámara Alta) para que dieran cuenta del estado de la provincia y aconsejaran soluciones posibles. La misión de los senadores fue la de ponerse en contacto con los distintos espacios políticos y procurar una conciliación entre las partes. A su regreso de Catamarca, Cané y Virasoro presentaron un informe ante el Senado en el que, entre otros puntos, señalaron: a) Que existía un profundo odio en la provincia ya que era gobernada hacía largo tiempo por una oligarquía estrecha e impenetrable (recordemos que Julio Herrera había dejado el gobierno hacía sólo dos años); b) Que la oposición era “infinitamente” superior, no sólo numéricamente, sino también en “calidad moral” y que estaba conformada por personas cultas e ilustradas; c) Que no había libertades políticas de ninguna índole, las elecciones eran fraguadas sistemáticamente y la Legislatura estaba conformada por un grupo de parientes que controlaba todos los cargos de la administración pública; d) Que en Catamarca no existía libertad de opinión ya que la ley vigente -promulgada en tiempos de la administración de Herrera- dejaba a criterio del Jefe de Policía la aplicación de las penas que el código estipulaba para los redactores o escritores que criticasen al gobierno; por último, e) Cané y Virasoro propusieron la “autodisolución” de los tres poderes y el nombramiento de Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Período de 1899, Buenos Aires, Establecimiento Tipográfico El Comercio, 1900. 13 200 JORGE NÚÑEZ dos ciudadanos virtuosos que llevasen a cabo una profunda reforma en la provincia14. Una vez presentado el informe, Julio Herrera pidió la palabra procurando refutar los argumentos del tándem Cané-Virasoro. Herrera señaló que la situación en Catamarca era de absoluta normalidad y que no debía plantearse como una cuestión menor el allanamiento de la soberanía de una provincia. También arguyó que la situación vivida en Catamarca (igual que en otras provincias argentinas) era producto de la falta de educación cívica y la carencia de partidos en la “verdadera y sana acepción de la palabra”. Para el jurista catamarqueño, los dirigentes de los principales partidos políticos argentinos creían que el camino más sencillo para acceder al poder era la violencia y la revolución y que, paradójicamente, esos movimientos solían encontrar buena acogida en los medios metropolitanos. Herrera, sirviéndose del ejemplo de las transiciones pacíficas de Inglaterra y Estados Unidos (a diferencia del caso español y sus colonias) y contrariando los argumentos spencerianos sobre la “incapacidad congénita” de los sudamericanos a gobernarse, sostuvo que los males de la nación argentina (principalmente la anarquía y la revolución) debían ser desterrados a través del progreso de la razón pública y de la educación. Citando a Domingo Faustino Sarmiento y a los constitucionalistas norteamericanos Hamilton y Madison, Herrera argumentó que en Catamarca no había tenido lugar una alteración del orden constitucional y que la forma republicana de gobierno y sus tres poderes funcionaban regularmente. En la misma dirección, criticó el argumento de Virasoro y Cané respecto a que la provincia era gobernada por una oligarquía. “Esa oligarquía -señaló Herrera- la constituye el gran partido que luchó y triunfó en las elecciones de 1893 bajo los auspicios de la intervención nacional…elecciones que fueron una de las más reñidas y más libres que hayan tenido lugar en la República”15. Desde ese año, prosiguió Herrera, la oposición no se había presentado nunca más a los comicios. Finalmente, Herrera sostuvo que era preciso ampliar la mirada ya que lo que ocurría en la ciudad de Catamarca no reflejaba la situación del conjunto de la provincia (en especial del interior) donde el partido de gobierno contaba con gran apoyo. 14 15 Diario de Sesiones op.cit, p. 420. Diario de Sesiones, op.cit, p. 847. NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 201 No obstante, el encendido discurso de Herrera contrariando la intervención, no encontró el apoyo necesario en la Cámara Alta. El Poder Ejecutivo Nacional realizó finalmente la intervención federal a la provincia. Pasemos ahora a analizar el accionar de Julio Herrera en la discusión sobre la reforma del código penal argentino. La reforma del código penal en 1903. Antecedentes y proyectos El primer proyecto de código penal de la República Argentina fue elaborado a comienzos de la década del sesenta del siglo XIX por el jurista “clásico” Carlos Tejedor. Sin embargo, tuvo que esperar más de veinte años para ser aprobado por el Parlamento y poco después comenzó a ser severamente cuestionado16. Para 1890, a instancias del Presidente Miguel Juárez Celman, se conformó una comisión que propuso reformas al código. Integrada por tres destacados juristas (Norberto Piñero, Rodolfo Rivarola y José Nicolás Matienzo) la comisión no elaboró reformas parciales sino que directamente redactó un nuevo proyecto de código. El proyecto, luego de una larga peregrinación por las instituciones legislativas, fue tratado y aprobado en septiembre del año 1900 en la Cámara de Diputados. Una vez enviado al Senado, la Comisión de Legislación, integrada por Carlos Pellegrini (Senador por Buenos Aires), Dámaso Palacio (Senador por Santiago del Estero) y Manuel Mantilla (Senador por Corrientes), argumentó que era urgente aprobar el mismo. Entre los fundamentos esgrimidos por la Comisión de Legislación se destacó que el acelerado proceso que atravesaba la nación (crecimiento poblacional y de la riqueza), los vacíos legales que existían y la frecuencia de delitos que la ley no había logrado contener o limitar, hacían imprescindible la aprobación del proyecto. También señalaron que el proyecto tomaba casi en su totalidad al elaborado en 1890 por Piñero, Rivarola y Matienzo y que su prestigio ya había quedado demostrado. 16 Zaffaroni y Arnedo argumentan que es incorrecto referirse al “proyecto Tejedor” y que es preciso hablar del “código Tejedor”, ya que éste fue gradual y sucesivamente aprobado por la mayor parte de las provincias -a excepción de Córdoba- antes de su sanción por parte del Congreso Nacional. Véase Eugenio Zaffaroni y Miguel A. Arnedo Digesto de codificación penal argentina, Buenos Aires, tomo I, AZ Editora, 1996, p.123. 202 JORGE NÚÑEZ Entre otros puntos, la Comisión de Legislación de la Cámara Alta había argumentado que era preciso: a) Aumentar la represión de los actos punibles: debido a la frecuencia con que se repetían hechos delictuosos, la represión sancionada por el código no bastaba para impedirlos o aminorarlos, por lo que era preciso dejar a los jueces suficiente amplitud para graduar la duración de la pena o el tiempo de condena en cada infracción. De esta manera, la proporción de las penas debía ser eficaz a la conservación del orden, al restablecimiento del derecho perturbado por el delito y al imperio de la justicia en la colectividad social; b) Eliminar la figura de grados de complicidad y diferente escala penal: para la Comisión, era preciso -sin equiparar a los cómplices con los autores- agravar las penas para los primeros; c) Reprimir la “asociación”, forma más eficaz y peligrosa de delinquir en aquel entonces; d) Instalar la figura de la deportación para los reincidentes segregando de los centros poblados a aquellos que mostraran una tendencia invencible al crimen17; e) Eliminar lo estipulado en el Código Tejedor respecto a que para determinar la reincidencia debía tratarse de delitos de la misma especie18; y finalmente, f) Proponía endurecer la represión contra los excesos de los huelguistas: para la Comisión era preciso reprimir a los agitadores que atacaban a los obreros que no tomaban parte en sus propósitos y también a aquellos que atentaban contra las reuniones públicas o celebraciones de ceremonias religiosas de cualquier culto. Una vez presentados los principales argumentos, la Comisión de Legislación solicitó la aprobación inmediata del proyecto. Así las cosas, el senador Julio Herrera pidió la palabra para realizar algunas observaciones al proyecto en discusión y durante las sesiones del 2, 4 y 11 de julio de 1903, desplegó una artillería de autores, estadísticas y legislación extranjera con la finalidad de demostrar que el proyecto en tratamiento debía ser rechazado y que el código penal debía ser transformado 17 Sobre la cuestión de la deportación, la Comisión señaló que la impulsaba sin ocultar las vacilaciones y temores que le generaba su aplicación, pero que había debido aceptarla en presencia de la estadística de la delincuencia que tenía la República Argentina y los antecedentes exitosos que su aplicación había mostrado en Francia. Véase Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Período de 1903. Buenos Aires. Establecimiento Tipográfico El Comercio. 1904. 18 Por otro lado, el proyecto presentado por la Comisión de Legislación proponía derogar la Ley 2755 que regulaba sobre las penas redimibles por dinero. NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 203 por completo, “desde el concepto del delito hasta el concepto de la pena”. También, Herrera argumentó que debido a las numerosas reformas que había sufrido el código penal, había perdido su unidad primitiva, convirtiéndose en una colección de artículos que obedecían a los criterios más dispares. Conocemos el fin de esta historia: la larga y erudita exposición de Julio Herrera no encontró eco ni apoyo político entre los senadores y el proyecto de la Comisión de Legislación fue finalmente aprobado bajo la Ley nº 4189. No obstante, como creemos que la historia también la escriben los “perdedores” pasemos al análisis de los principales argumentos elaborados por Herrera sobre la necesidad de la reforma del código penal. La propuesta de reforma penal de Julio Herrera Julio Herrera señaló que la reforma del código debía ser total para contribuir a solucionar el problema penal y transformarse en una herramienta eficaz que permitiera contener la ola creciente de criminalidad que asolaba a la República Argentina. Las críticas de Herrera al código se orientaron en dos direcciones: por un lado, cuestionó las concepciones que sostenía la “Escuela Clásica” en torno a la pena y al delito y presentó el análisis superador elaborado por la escuela positivista. Por el otro, realizó un trabajo de disección del proyecto de código penal en discusión para demostrar que éste no podía ser sancionado por la ausencia de un concepto general y científico y por vicios de detalle. En lo que respecta al primer punto, Herrera dio por tierra con los postulados “clásicos” que partiendo de la noción de libre albedrío centraban su atención en el delito (en su objetividad y materialidad) prescindiendo del agente que lo cometía. Para Herrera, esta concepción aparecía nítidamente plasmada en el código de Tejedor y señaló que en este corpus jurídico: La materialidad del hecho es todo, el delincuente es dejado de lado como un factor extraño a su propio hecho, y tan extraño que de antemano y sin conocerlo se sabe cuál será la pena que le será impuesta. El juez abre el código y fija la pena. Tiene todos los elementos de juicio: no necesita conocer al criminal, ni su pasado, ni las causas que lo han impulsado al hecho. Es verdad que la pena así aplicada, hará de un delincuente primario un reincidente, corromperá al delincuente de ocasión y entregará a la sociedad indefensa en manos de los incorregibles. Pero, ¡la pena es justa y basta! [...].!la 204 JORGE NÚÑEZ ley, que pretende ser igual para todos, en nombre de esa mentida igualdad, de esa igualdad de etiqueta, sanciona la más bárbara injusticia19! Para Herrera era preciso considerar las subjetividades que rodeaban al agente que caía en el delito: su historia personal, su temperamento moral, su mayor o menor corrupción, las tendencias más o menos peligrosas de su alma y los motivos que lo habían impulsado a cometer dicho delito, etc. Respecto al segundo punto mencionado, nos detendremos en los cuestionamientos y planteos que Herrera dirigió a la Comisión de Legislación de la Cámara Alta que elaboró el proyecto. Recordemos brevemente que dicho proyecto planteaba la necesidad de imponer penas más duras en el código; fijar la misma pena para cómplices y autores; la deportación para los reincidentes y la necesidad de otorgarle una mayor arbitrariedad a los jueces a la hora de determinar el castigo. El agravamiento de las penas Con respecto a la imposición de penas más duras, Julio Herrera señaló que la criminalidad no habría de descender por aumentar algunos años las penas de penitenciaría, sino que esto sucedería si se orientaba en otros rumbos la legislación represiva, poniéndola a tono con los avances de la ciencia penal en el mundo desarrollado. Esta nueva orientación era la política criminal y había encontrado su consagración definitiva en las legislaciones de las naciones más avanzadas (Holanda, Italia, Hungría, etc.). A juicio de Herrera, en el nuevo código penal era preciso implementar tres figuras claves: a) la individualización de la pena; b) la condena condicional y c) la libertad condicional. Veamos brevemente estos tres tópicos. Individualización de la pena, libertad y condena condicional Como señalamos anteriormente, Herrera argumentó que durante el predominio de los postulados “clásicos” había tenido lugar una aplicación abstracta e injusta de las penas por medio de la cual se juzgaba a todos por igual, sin tener en consideración la naturaleza y el carácter del agente que 19 Julio Herrera Discurso pronunciado por el Senador Don Julio Herrera en la discusión del proyecto sobre reforma al Código Penal, Buenos Aires, Imprenta El Comercio, 1903, p. 6. NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 205 había caído en el delito. Por el contrario, para Herrera, la pena no podía tener por objeto contraponer al mal que había producido el delito otro mal, sino que su misión debía ser más noble y elevada, debía ser un instrumento para el bien, para la regeneración del delincuente (en los casos en que fuera posible) y para la preservación de la sociedad siempre. Por eso, Herrera abogó por la individualización de la pena, ya que una pena aplicada en abstracto sólo podía producir consecuencias negativas, no solamente dando lugar a los abusos de quienes imponían la pena sin otro objeto que causar sufrimiento al delincuente, sino que esto no beneficiaba en nada a la sociedad. Por ello, Herrera sostuvo que si no se producían reformas de fondo la pena seguiría siendo un instrumento de injusticia, de corrupción y de reincidencia. Respecto a la condena condicional, ésta consistía en la aplicación de la condena a aquellos sujetos que infringían la ley pero con suspensión de su ejecución por un término llamado de prueba20. Si durante este período aquellos mantenían buena conducta, la pena era descontada como si realmente la hubieran sufrido, si por el contrario, recaían en el delito, sufrían ambas penas juntas. Para Herrera, la condena condicional representaba el más alto grado de individualización de la pena. En lo referente a la libertad condicional -figura jurídica que había demostrado su éxito en las naciones desarrolladas21. Herrera argumentó que era preciso implementarla de manera inmediata ya que la posibilidad de 20 La condena condicional (probation) fue inventada en los Estados Unidos y se aplicó por primera vez en Boston en 1878, extendiéndose luego a Nueva York, Pensilvania y otros estados. A través de la probation se procuraba evitar el ingreso a prisión de aquellos que habían cometido delitos leves. Para ello se instaló un sistema a través del cual altos miembros de la policía (probation officers) se informaban detalladamente de cada preso que pasaba a los tribunales. Si aquellos creían que no iba a delinquir, le pedían a los jueces que el sentenciado quedara libre en situación de prueba (on probation). Así, si la probation se le concedía, debía vigilar al condenado condicional para que no reincida. Cumplido el tiempo de la pena, el probation officers pedía que el condenado condicional fuese descargado de la pena que aún pesaba sobre él (discharged). Los especialistas señalan que en Europa la condena condicional perdió su carácter originario, transformándose en sustituto de las penas cortas de prisión al aplicarse a delitos leves y a delincuentes no reincidentes. 21 Inglaterra fue el primer país que puso en práctica la libertad condicional, en sus colonias penales de Australia, en el año de 1791. Debido al éxito obtenido, muchos países -adaptándola a su realidad- comenzaron a aplicarla. Esta figura jurídica estipulaba que los presidiarios que habían cumplido 2/3 de su condena y mostrado una buena conducta en la cárcel, podrían obtener su libertad y cumplir el resto de la pena fuera de los establecimientos carcelarios. 206 JORGE NÚÑEZ obtener la libertad anticipada para los que purgaban condenas en los establecimientos carcelarios funcionaría como un aliciente para la reforma del delincuente. A diferencia del carácter irrevocable de la gracia que estipulaba el código de Tejedor, la libertad condicional se otorgaría bajo la condición de que si se cometía un nuevo delito, se habría de sufrir la pena íntegra sin descontar el tiempo pasado en libertad. Por el contrario, si se mantenía buena conducta se podría adquirir el derecho a la liberación definitiva. De esta manera, Herrera argumentaba que no habría nadie más interesado que el propio preso en mantener una buena conducta, lo que permitiría reducir los niveles de reincidencia delictiva, que solía tener lugar en los primeros meses de libertad, ante la dificultad de encontrar un trabajo u ocupación (a lo que debía sumarse la ausencia de eficaces sociedades de patronatos de liberados). Similar castigo a cómplices y autores En este punto, Julio Herrera comenzó argumentando que: Si hay algún instituto en Derecho Penal que haya resistido triunfante durante siglos, que haya perdurado a través de las civilizaciones más diversas, resistiendo la profunda revolución que el genio de Beccaria iniciara y que hoy continúa la escuela positivista, es precisamente la diferente penalidad de los autores y de los cómplices. Si hay algún hecho que haya echado hondas raíces en la conciencia humana -y ya se sabe que no arraiga profundamente en el corazón de los pueblos sino lo que es conforme a la verdad y a la justicia- es precisamente la diferencia de punibilidad de los participantes de un delito22. Para Herrera, este inciso -repudiado tanto por los “clásicos” como por los positivistas- no sólo contrariaba la ley penal, sino que también era impolítico. El jurista catamarqueño argumentó que parecía una disposición sugerida por los propios criminales ya que se daba aliciente al delito realizando el propósito de todos los criminales que obran en común: que el peligro sea igual para todos. Por ello, para Herrera era preciso diferenciar a los autores de los cómplices, ya que ambos estaban profundamente separados los unos de los otros por su naturaleza física y moral, por sus caracteres y pasiones 22 Julio Herrera Discurso, op.cit. p. 54. NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 207 y por el peligro desigual y desemejante que su impunidad presentaría. Respecto a lo señalado por la Comisión de Legislación -castigar la tentativa de complicidad aunque hubiera sido ineficaz a la ejecución del delito-, Herrera, argumentó, por el contrario, que era preciso penar la complicidad cuando ésta había ejercido una eficacia real en la ejecución de un hecho, alegando que castigar la tentativa de complicidad era una “monstruosidad jurídica”. La deportación de los reincidentes Julio Herrera también criticó la utilización de la deportación como un elemento para combatir la reincidencia. Para Herrera, la deportación era una “pena nueva, exótica, sin antecedentes en nuestra legislación y costosísima”, que había fracasado en todas partes donde se había procurado implementar e incluso había sido suprimida por el despotismo moscovita. El proyecto de 1890 (Rivarola, Piñero, Matienzo) la había adoptado cuando aún no existían estudios sobre su efectividad, sin embargo, quince años después ya no se podía seguir sosteniendo su utilidad. Herrera señaló que los deportados eran generalmente personas ociosas, libertinas, incapaces para el trabajo y que preferían cualquier castigo antes que doblegarse a aquel. Además, la deportación implicaba alimentar, vestir, alojar y custodiar por tierra y agua a los penados. Herrera también cuestionó la eficacia geográfica de Tierra del Fuego -en Ushuaia, se estaba construyendo un penal para los deportados- ya que se encontraba a un paso de la región poblada del país y de la nación vecina de Chile. Más allá de los argumentos planteados sobre los costos e ineficacia de la deportación, a juicio de Herrera, era necesario atacar el mal de raíz, en sus causas y no en sus efectos. Para el jurista, la principal causa de reincidencia era provocada por el mal sistema carcelario, acompañado de la existencia de una multiplicidad de penas (arresto, penitenciaría, prisión, presidio), que debido a la pobreza material del conjunto de las provincias, terminaban cumpliéndose en los mismos establecimientos, yendo a parar allí, indistintamente -argumentaba Herrera- “…el ladrón, el asesino, el condenado político, el contraventor, el detenido y hasta el niño”23. Para el jurista catamarqueño, las cárceles eran escuelas del crimen, de la corrupción y del vicio, adonde se ingresaba tal vez honrado, pero se salía fatalmente reincidente, para no 23 Julio Herrera Discurso, op.cit. p 85. 208 JORGE NÚÑEZ abandonar nunca más la carrera del delito. Por último, respecto a las penas, Herrera había señalado que: ¿[…] no es verdad que es mejor no castigar, que castigar de este modo, imponiendo una pena depravadora, veneno en vez de remedio, medio de aumentar el mal en vez de restringirlo, iniquidad para aquel a quien ha sido impuesta, calamitosa para el interés común, una verdadera monstruosidad en derecho penal […]?24. La arbitrariedad del juez El último punto tratado por Julio Herrera está referido al rol que debía cumplir el juez a la hora de fijar la sentencia. El proyecto de código penal en discusión otorgaba a los jueces una importante amplitud para graduar la duración de la pena o el tiempo de condena en cada infracción, utilizando la figura de los atenuantes y agravantes del delito. Para Herrera esta interpretación presentaba dos problemas: por un lado, era necesario eliminar la categoría de atenuantes y agravantes, ya que era imposible detallar todos. Además, éstos se aplicaban bajo un punto de vista puramente objetivo a todos aquellos que eran juzgados y se terminaba cayendo en el arbitrio del juez del que pretendidamente se había procurado escapar. Finalmente, Herrera apuntó que en muchas ocasiones los tribunales letrados argentinos caían en la individualización arbitraria dictando absoluciones totalmente injustificadas o dejando sin castigo delitos que verdaderamente se lo merecían. Como señalamos, los argumentos presentados por el jurista catamarqueño no lograron convencer a los legisladores (abogados y políticos) quienes influenciados por la situación político-social atravesada en esos años por la República Argentina (hegemonía del anarquismo en el movimiento obrero, huelgas generales, etc.) votaron en abrumadora mayoría el proyecto de fuerte carácter represivo presentado por la Comisión de Legislación. Algunas Razones para explicar un olvido Como señalamos al comienzo de estas breves líneas, la figura de Julio Herrera no ha sido objeto de atención prioritaria por parte de los estudiosos Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Período de 1903, Buenos Aires, Establecimiento Tipográfico El Comercio, 1904, p.283. 24 NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 209 de la Historia y del Derecho25. Es por eso que consideramos necesario un análisis más profundo del jurista catamarqueño (de su producción intelectual, su participación en la política penal y penitenciaria, su labor legislativa y en los Tribunales, etc.)26, quien, a nuestro entender, merece un sitial de privilegio en la historia del derecho penal argentino. Si en la actualidad Herrera es prácticamente ignorado, paradójicamente, entre sus contemporáneos, fueron muchas -y muy destacadas- las voces que reconocieron su importancia en el ámbito universitario y jurídico de la República Argentina y, como dijimos, el código penal sancionado en 1922, por obra de Rodolfo Moreno (h), incorporó muchos elementos propuestos años antes por el propio Julio Herrera. Escuchemos algunas testimonios sobre Julio Herrera: acerca de su obra La Reforma Penal, escrita en 1907, el prestigioso jurista Juan P. Ramos señaló que “era la mejor y más completa sistematización de los más fundamentales problemas de la ciencia penal publicado en la Argentina”, mientras que Carlos Octavio Bunge argumentó que “el más eminente y autorizado representante de la escuela intermedia del derecho penal en la Argentina es el Dr. Julio Herrera autor de la erudita y concienzuda obra La Reforma Penal”27. En las últimas décadas asistimos a un creciente interés de la historiografía argentina por la problemática del delito y el castigo implementado por el Estado desde fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Sin embargo, aún no se ha profundizado en el estudio de figuras del sistema penal-penitenciario, juristas, etc. Por su parte, los historiadores del Derecho, con escasas excepciones, se han mostrado poco proclives al estudio de las cuestiones penales y penitenciarias en el mismo período. Han sido los penalistas quienes más interés mostraron en el análisis de estas cuestiones. 26 En 1907, luego de finalizar su mandato senatorial, el Presidente José Figueroa Alcorta lo designó al frente de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal, pero Herrera no aceptó la propuesta ya que su designación habría significado un privilegio al carecer éste del título universitario. Alejado de la escena política, Herrera se dedicó al estudio en forma sistemática y fue en esta etapa en la cual publicó sus trabajos más renombrados. Entre ellos es preciso mencionar sus Conferencias dictadas en la Universidad de Buenos Aires y Córdoba sobre el nuevo Código Penal de 1922; Anarquismo y Defensa Social; Educación y criminalidad, Sistemas carcelarios y Admisibilidad de los penados provinciales en las cárceles nacionales. Asimismo, Herrera también participó en una importante cantidad de eventos científicos (entre otros podemos señalar que fue miembro delegado del Congreso Americano de Ciencias Sociales de 1910 y relator oficial del Congreso Penitenciario de 1914, ambos realizados en la República Argentina). 27 Cornelio Sánchez Oviedo, op.cit, p.33. 25 210 JORGE NÚÑEZ Los más importantes penalistas argentinos (Sebastián Soler, Eusebio Gómez, Osvaldo Magnasco) como extranjeros (Jiménez de Asúa, Enrico Ferri) no ahorraron elogios para la figura de Julio Herrera. Tampoco faltaron las loas a Herrera por parte de la elite política vernácula: los presidentes Julio Argentino Roca y Roque Sáenz Peña, así como los pensadores Estanislao Zeballos, Manuel Laínez y Rafael Castillo, entre tantos otros, destacaron la labor del jurista catamarqueño. Así las cosas, no sería ocioso preguntarse a qué debemos atribuir el desconocimiento que todavía hoy pesa sobre la prominente figura de Julio Herrera. Una carta del procesalista Tomás Jofré, dirigida en aquellos años a una autoridad catamarqueña, puede aportarnos algunas pistas. Allí, Jofré señalaba que “…no conozco personalmente al doctor Herrera pero lo tengo por el primer penalista del país por más que vive en Catamarca. Si viviera en Buenos Aires sería un sabio…los provincianos tenemos el inconveniente de no usar el bombo y los platillos y de ahí viene que valgamos menos en el concepto de los gacetilleros que hacen la opinión pública”28. Más de diez años después de su muerte, Herrera seguía cosechando elogios. En 1939, al tratarse en la Cámara Alta un proyecto para otorgarle un aumento en la pensión a la viuda de Herrera -proyecto impulsado en la Cámara Baja por José P. Tamborini, José Peco y Leónidas Anastasi, entre otros-, Alfredo Palacios, histórico senador del Partido Socialista Argentino, apoyó el proyecto argumentando que Herrera “ha sido uno de los hombres más eminentes del país por su talento y sus virtudes. Fue el precursor en este Senado de las nuevas corrientes del derecho penal que cristalizaron en nuestro país”29. Finalmente, en la exposición de motivos para otorgarle la mencionada pensión a la viuda del jurista catamarqueño se señaló que “Herrera perteneció pues a una generación de varones constructivos que no tuvieron otro norte que el bienestar de la nación, menospreciando el sensualismo del mando y la sugestión de la fortuna…[Herrera] consagró su vida a la patria y a la ciencia del derecho y en este momento tenemos el deber de rendirle un homenaje diciendo que después de Carlos Tejedor, es el jurisconsulto argentino que ha cavado más hondo en la osatura del derecho penal, empleando 28 29 Cornelio Sánchez Oviedo, op.cit. p. 38. Vicente Cutolo, op.cit. NOTAS SOBRE UN JURISTA OLVIDADO 211 en su honor esta frase feliz de Von Ihering: gobernador, diputado, senador, magistrado, profesor, publicista, murió en medio de la dignidad de su pobreza y el respeto de sus conciudadanos”30. Diego Monllau, Josefa Batallán, Luis Alvero, Carlos H. Ibáñez y Miriam Coronel “La ley es el resorte del progreso de los pueblos”: Julio Herrera: un hombre de convicción y principios”, La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste argentino (19001950), Tucumán, Fundación Miguel Lillo, 2000, p.247. 30 Las configuraciones de sentido en el Museo Histórico Provincial de Rosario a principios del siglo XX: memorias visibilizadas, actores negados y pasados en pugna1 Horacio Miguel Hernán Zapata y Leonardo C. Simonetta Escuela de Historia - CIESo - UNR horazapatajotinsky@hotmail.com; leosimonetta@hotmail.com Resumen El artículo aborda los discursos e imágenes del pasado en el Museo Histórico Provincial de Rosario en las primeras décadas del siglo XX. En principio, se reseña cómo la creación de este museo fue una de las tantas estrategias que generó la burguesía rosarina para estimular ciertos procesos identitarios en el ambiente cultural e intelectual local y legitimar su preeminencia como clase social. Luego analiza de qué forma dichos imaginarios se expresaron en los modos de exposición museográfica, discutiendo las configuraciones de sentido que se construyeron a partir de la delimitación de agencias político-territoriales (Nación, provincia, ciudad), la escenificación de ciertos actores con sus memorias y, finalmente, la invisibilización de otros agentes de la trama social, operaciones en la cual se hacían jugar de forma polémica sujetos e identidades, espacios e imaginarios, algunas veces compartidos y otras enfrentados, pero siempre vinculados a asuntos importantes para la sociedad rosarina. 1 Versiones anteriores de este trabajo fueron expuestas como ponencias en dos ocasiones: la primera, en el Congreso “El Bicentenario desde una mirada interdisciplinaria: Legados, conflictos y desafíos” (Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 27-29 de mayo de 2010); y la segunda, en las Terceras Jornadas Rosarinas de Arqueología “Año del Bicenterio de la Revolución de Mayo” (Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 18 y 19 de noviembre de 2010). Asimismo, se han atendido a los valiosos comentarios y sugerencias recibidas en ambas oportunidades, especialmente los vertidos por los comentaristas que permitieron realizar una revisión general, hacer algunas ampliaciones y las correspondientes modificaciones de estilo. 214 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA Palabras claves Museo histórico – discursos del pasado – configuraciones de sentido – memorias – Rosario – siglo XX Abstract The article approaches the discourses and images about past in the Provincial Museum of History of the city of Rosario in the first decades of the XX century. In principle, it points out how the creation of this museum was one of the many strategies that generated the local bourgeoisie to stimulate certain identity processes in the cultural and intellectual atmosphere of the city and to legitimate his hegemony as social class. Then it analyzes in which ways this social imaginaries were expressed in the museographic exhibitions, discussing the configurations of sense that were built from the delimitation of political-territorial agencies (Nation, county, city), the representation of certain actors with their memoirs and finally, the invisibilisation of other agents of the social plot. In this ideological operations social subjects and identities or spaces and imaginary, sometimes shared and others faced but always linked to important matters for the society of Rosario, played a relevant and polemic role. Key words Museum of History – discourses about past – configurations of sense – memories – Rosario – XX century Introducción […] la historia en su forma tradicional, se dedica a “memorizar” los monumentos del pasado, a transformarlos en documentos y a hacer hablar a esos rastros que, por sí mismos, no son verbales a menudo, o bien dicen en silencio algo distinto de lo que en realidad dicen. En nuestros días, la historia es lo que transforma los documentos en monumentos, y que, allí donde se trataba de reconocer por su vaciado lo que había sido, despliega una masa de elementos que hay que aislar, agrupar, hacer pertinentes, disponer en relaciones, constituir en conjuntos […] en nuestros días la historia tiende a LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 215 la arqueología, a la descripción intrínseca del monumento2. Es una imagen común, repetida y bastante consensuada en las diferentes investigaciones sobre el surgimiento de los primeros museos de historia aseverar que tal proceso institucional y social ocurrió, con sus derroteros y desafíos, a la luz de la consolidación de los Estados Nacionales a fines del siglo XIX3. Precisamente, la Argentina presenció la apertura de las puertas de los inaugurales museos históricos conforme a los designios de una clase de dirigentes políticos e intelectuales preocupada por construir una sociedad nacional y culturalmente homogénea según el ideal de la Europa moderna, a la vez que necesitada de instrumentos idóneos para la reproducción del orden hegemónico. En esta lógica explicativa, la revisión de las políticas culturales y la constitución de un modelo de arte/historia/cultura nacional se volvieron tareas urgentes y vitales al punto de motorizar un considerable movimiento de creación de museos a escala nacional4. Michel Foucault, La arqueología del saber, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 11. Las itálicas pertenecen al autor. 3 Cf. George W. Stocking (comp.), Objects and Others. Essays on Museums and Material Culture. Madison, University of Wisconsin Press, 1985; Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Buenos Aires, Sudamericana, 1992; Eilean Hooper-Greenhill, Museums and the Shaping of Knowledge, Londres, Routledge, 1992; Flora S. Kaplan (comp.), Museums and the Making of “Ourselves”: The Role of Objects in National Identity, Londres, Leicester University Press, 1994; Tony Bennet, The Birth of the Museum, Londres, Routledge, 1995; David Boswell y Jessica Evans (comps.), Representating the Nation: A Reader. Histories, Heritage and Museums, Londres, Routledge, 1999 y Carol Duncan, “Art museums and the ritual of citizenship”, en Susan Pearce (Ed.), Interpretating Objects and Collections, New York, Routledge, 2005, pp. 279286. 4 Cf. Antonio Castro, “Museos Históricos Nacionales Argentinos. La Creación de la Comisión Nacional de Museos”, en Argentina en Marcha, t. I, Buenos Aires, 1947, pp. 141-171; Tomás Diego Benard, Experiencias en Museografía Histórica, Buenos Aires, Anaconda, 1957; Alfonso Enrique Rodríguez, Museología Argentina. Guía de Instituciones y Museos, Colegio de Museólogos de la Argentina, Instituto Argentino de Museología, 1978; Alfonso Enrique Rodríguez, “Museología histórica en la Argentina. Diálogo con el arquitecto Rodolfo J. Berbery”, Revista Summa, nº 1, 1983, pp. 38-39; Isabel Laumonier (ed.), Museo y sociedad, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1993; Marta Dujovne, Entre musas y musarañas. Una visita al Museo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1995; Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1993; Beatriz González 2 216 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA El otro punto central de estos análisis es la periodización y la cadena causal en que se inscriben y motorizan estos procesos. En tanto tales instituciones dispensaban múltiples acciones y elementos clave en la formación de una identidad colectiva, la mayoría de los estudios no dudan en ubicar los primeros pasos de los museos de toda Argentina a partir de los últimos años de la década de 1870, o bien, en la coyuntura abierta por la conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910 o en la década inmediatamente posterior. Los análisis al respecto trazan un vínculo entre la emergencia de tales entidades y el rol pedagógico que desempeñan al intentar forjar imágenes de una Nación homogénea en el imaginario social de los argentinos. Este aspecto no resulta problemático. Pero el dilema central radica en el presupuesto empírico desde donde entender los logros observados en la manifestación de una conciencia argentina frente a la amenaza de un cosmopolitismo que imperaba en la sociedad5. Stephan Y Jens Andermann (eds.), Galerías del progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2006; Laura Malosetti Costa, “Arte e Historia. La formación de las colecciones públicas en Buenos Aires”, en Américo Castilla (comp.), El museo en escena. Política y cultura en América Latina, Buenos Aires, Paidós/Fundación TyPA, 2010. 5 El caso más paradigmático de este tipo de lógica omnicomprensiva es el del Museo Histórico Nacional, creado por el gobierno argentino en 1888 y abierto al público en 1890, fue la institución que por varios años monopolizó la tarea de recolectar, mostrar y construir discursos históricos sin contar con otros espacios similares en el resto de Argentina, por lo que más tarde operaría como el ejemplo para la conformación de otras instituciones similares en diversos puntos del país. El Museo Histórico Nacional tenía una colección exclusivamente compuesta por objetos coloniales y de la época de la Independencia. Su fundación misma tuvo el propósito de conservar “las tradiciones de la Revolución de Mayo y de la guerra de la Independencia”, acontecimientos declarados de “trascendental interés nacional”. El museo se dedicaba a exponer, por lo tanto, los muebles y otros objetos domésticos de los antepasados de la misma elite porteña que estableció el museo. Como ha sugerido Jens Andermann así como otros autores, este museo “nacional” era, en efecto, un relicario del hogar criollo y porteño. Para los arquitectos del museo, la historia argentina verdadera era ésta, o por lo menos, la que se quería que fuera. Los partidarios del Museo opinaban, por ende, que éste contenía “todo el pasado argentino”. Cf. Jens Andermann, “Reshaping the Creole past”, Journal of the History of Collections, v. 13, nº 2, Buenos Aires, Oxford University Press, 2001, pp. 145-162; Andermann, “Evidencias y ensueños: el gabinete del Dr. Moreno”, Filología, v. 31, nº 1-2, Buenos Aires, Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, Universidad de Buenos Aires, 1998, pp. 57-66 y Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, 2º edición, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 101. Aún cuando el pasado allí expuesto fuera tilda- LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 217 Sin embargo, este diagnóstico debe ponerse a prueba en los planos regionales y locales. Si bien el Centenario de la Revolución de Mayo de 1810 se vislumbraba como una fecha propicia para despertar un interés notable por la identidad nacional, concibiendo a la historia como uno de los elementos fundamentales en los discursos legitimadores y fundacionales, las acciones emprendidas desde Buenos Aires no fueron necesariamente imitadas en el resto del país o –al menos– no con la misma intensidad aparente. En principio, como un hecho que salta rápidamente a la vista, no hablamos de museos surgidos a partir de la primera década del siglo XX, sino en la segunda y tercera con recursos privados y el impulso de grupos intelectuales liberales. Entre ellos, se cuentan algunos personajes que por su holgada situación económica, podían desempeñar prácticas coleccionistas y contribuir en pos de la edificación de este tipo de instituciones. En muchos casos, la legitimación por parte de los gobiernos municipales y provinciales se formulaba a través de la fundación institucional cuando los museos ya habían adquirido cierta notoriedad. Un punto significativo que cuestiona esta serie de generalizaciones concierne, entonces, al surgimiento de estos museos en contextos históricos, políticos, sociales y económicos singulares, englobados en un mismo Estado central pero diferentes entre sí, marcados por escenarios y actores específicos que les dan su impronta e identidad. En el cuadro de estas discusiones, el presente artículo examina los tem- do de “nacional”, ello no implicaba necesariamente que estuvieran representados todas las regiones y todos los actores de la historia argentina. El patriotismo, el amor al pasado, pero sobretodo la necesidad de encontrar un lugar particular en la escritura de esa historia nacional actuaron en buena medida como catalizadores y disparadores de nuevas experiencias museísticas. Así vieron la luz el Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires (1918), el Museo Municipal de Buenos Aires (1921), el Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires (Lujan, 1923), el Museo Histórico Sarmiento (1938), el Museo Histórico Nacional del Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo (1939), a los que se irán sumando otros de carácter regional. Cf. María Élida Blasco, “Los museos históricos en la Argentina entre 1889 y 1943”, Historiapolítica.com [en línea], Buenos Aires, Programa de Historia Política del Siglo XX, 2008: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blasco1. pdf; Blasco, “Iniciativas privadas, intereses políticos y del Estado en la reorganización de los museos de historia entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX”, Historiapolítica.com [en línea], Buenos Aires, Programa de Historia Política del Siglo XX, 2008: http:// historiapolitica.com/datos/biblioteca/blasco3.pdf; Blasco, “Comerciantes, coleccionistas e historiadores en el proceso de gestación y funcionamiento del Museo Histórico Nacional”, Entrepasados. Revista de Historia, nº 35, Buenos Aires, 2009. 218 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA pranos procesos de constitución, organización y puesta en funcionamiento del Museo Histórico Provincial de Rosario (hoy Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc) que tuvieron lugar desde las década de 1920 hasta la de 1950. La elección de dicho recorte temporal no es aleatoria, sino que responde a una de las principales premisas del trabajo: durante esa coyuntura se conformó un horizonte compartido de necesidades y concepciones que terminó por definir el conjunto de orientaciones museográficas que habrían de dejar una impronta imborrable en el desarrollo posterior de las políticas culturales del mencionado museo. En efecto, el Museo Histórico Provincial de Rosario (de ahora en más: MHP) se perfiló como una de las primeras instituciones públicas de la región que albergó aquellas colecciones de objetos y documentos con las cuales la burguesía rosarina6 se identificaba y con las que se produjo una particular retórica de la memoria histórica local y nacional. Se intenta repensar críticamente la compleja relación establecida en la Rosario de principios del siglo pasado entre las políticas museológicas 6 Entenderemos por burguesía al conjunto de sujetos que se constituyen, desde fines del siglo XIX y principios del XX, como la clase dominante a nivel local y regional a partir de sus estrategias específicas de acumulación económica (vinculadas con los procesos de producción y circulación del modo de producción capitalista) y a sus modalidades de intervención en los ámbitos de decisiones y de participación en la esfera pública (auspiciados por una cultura política liberal y un imaginario republicano). En Rosario y su región, tal actor social se hallaba conformado por un grupo de propietarios rurales a los que se incorporó sucesivamente un número importante de comerciantes extranjeros y profesionales liberales, fundiéndose todos en un sujeto colectivo que desarrollaba sus actividades en distintos sectores de la economía y que además –a pesar de la diversidad de los orígenes étnicos–, trataron de apropiarse de las convenciones sociales y representaciones culturales para legitimarse frente a las elites patricias con mayor raigambre colonial y tradición, como son los casos de Santa Fe y Buenos Aires. En este proceso de ascenso social y conformación de una clase dominante, estos grupos burgueses participaron en diferentes dependencias gubernamentales, órganos de autoridad, asociaciones civiles e instituciones privadas. Acerca de la discusión sobre la aplicación de las categoría conceptual burguesía en el ámbito historiográfico y en la perspectiva regional, cf. Sandra R. Fernández, “El escenario y sus actores: burgueses, burguesía y región en el cambio de siglo (XIX-XX). La búsqueda de un modelo de interpretación para la historiografía regional”, en Belín Vázquez Y Gabriela Dalla Corte (Comps.), Empresarios y Empresas en América Latina (Siglos XVIII-XX), Maracaibo, Universidad del Zulía, 2005, pp. 223-242 y Horacio Miguel Hernán Zapata, Leonardo Simonetta Y Misael Esquivel, “De las fruiciones privadas a las políticas públicas: colecciones, exhibiciones y museos en la configuración de la burguesía. Rosario, primera mitad del siglo XX. Recapitulando una experiencia investigativa”, en Elena Achilli et al (coords.), Vivir en la ciudad: tendencias estructurales y procesos emergentes, Rosario, CEACU / Laborde Editor, 2010, pp. 447-461. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 219 y una cultura urbana local con características propias y significativas. A tal fin, se abren dos expectativas principales. Como primer eje, se analizan brevemente los factores que posibilitaron la edificación de esta institución en la ciudad de Rosario en las primeras décadas del siglo XX y no antes. Con ello se pretende poner en tensión algunos presupuestos de carácter general en torno a la emergencia de los museos de carácter histórico en la Argentina y remarcando la especificidad regional de la coexistencia y/o yuxtaposición de decisiones oficiales y de intereses públicos con proyectos personales e intereses privados que, asentados en un entramado de relaciones sociales locales, permitieron vehiculizar y aglutinar recursos materiales, sociales y simbólicos disponibles en una coyuntura histórica determinada. En este sentido, para dilucidar cuáles fueron las matrices a las cuales apeló la burguesía rosarina para promover y estimular la fundación del museo histórico, nos centramos en dos momentos temporales decisivos. Por un lado, las conmemoraciones del Centenario trajeron consigo una miríada de iniciativas impulsadas desde el Estado a los fines de configurar una memoria histórica a escala nacional. Sin embargo, y como lo muestra claramente el caso rosarino, dichas iniciativas evidenciaron límites muy marcados, en especial en una Rosario que continuaba siendo atravesada por procesos de cambios políticos, sociales y económicos abiertos en épocas anteriores mas no acabados aún. Tal es el caso de la lenta consolidación como clase de los sectores burgueses, quienes se hallaban abocados por estas fechas en generar oportunidades propicias de intervención en el espacio público con el objetivo preciso de adjudicarse mayores cuotas de legitimidad social y simbólica así como justificar su preeminencia no sólo económica sino también cultural en la arena local. A continuación, otro momento clave se ubica en las décadas de 1920 y 1930, décadas signadas por las mutaciones sociales, políticas y económicas –deparadas a partir de la clausura del ciclo democrático con el golpe de Estado de 1930, los síntomas de agotamiento del modelo agroexportador a partir de la crisis de 1929 y los intentos de releer al pasado y al presente bajo las directrices de un revisitado nacionalismo cultural– así como por las cada vez más fuertes y constantes intervenciones de los poderes públicos en concordancia con los proyectos de la cultura burguesa rosarina. Como segundo eje de análisis, se propone repensar las caracterizaciones más simplistas que oscilan en torno a la noción del museo como un mero 220 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA “agente de la ideología hegemónica” para sostener una mirada que, si bien no se aparta diametralmente de este postulado en la medida en que retoma algunos de sus elementos fundantes, sí demarca una senda alternativa para complejizarlo. Siguiendo a Fernández Bravo, se plantea la posibilidad de considerar a las instituciones museales como “teatros de memoria”, en otras palabras, como espacios de encuentro y confrontación entre distintas versiones de la identidad, en un intento por dotar de cierto sentido y direccionalidad a la cultura material que se decide preservar en tanto legado patrimonial7. En el caso particular del MHP, trabajar con la categoría acuñada por Fernández nos permite atender simultáneamente dos frentes: por un lado, ponderar al museo como un continente integral cuya colección sustantiva y existente es de contenido histórico; por otro, el hecho de que este proyecto museal buscó librar a Rosario de las visiones negativas gestadas en relación a la misma y que resaltaban solamente su faceta comercial, lo que a su vez suponía que la burguesía local era el único actor social capaz de invertir los términos de esta “condena” simbólica pero sólo por medio de su intervención directa en la esfera pública. Como se observará, la edificación de una conciencia histórica en Rosario, una urbe caracterizada por su carencia de un pasado colonial prestigio, la ausencia de una elite capaz de refrendar credenciales patricias y la preeminencia de inmigrantes españoles e italianos, no impidió que la institución rindiera tributo a esa prosapia colonial que no había existido en Rosario o que entronizara la etapa moderna y cosmopolita que comenzaba tras los procesos de organización nacional y de inserción capitalista del espacio provincial, puesto que en esas configuraciones se encontraban no sólo las claves de la historia patria y regional, sino de la propia invención de la tradición8 de la burguesía local. En la lucha por este sentido, cierta noción de “cultura” y de “historia” –vinculadas a un conjunto de valores eruditos, cultos, propios de la sociedad capitalista y occidental– cumplieron una función estratégica para la sanción de un corpus de saberes, para la delimitación Álvaro Fernández Bravo, “Memorias materiales: tradición y amnesia en dos museos argentinos”, Anclajes, v. VI, nº 6, Santa Rosa, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa, 2002, pp. 329-358. 8 Eric Hobsbawm Y Terence Ranger (ed.), The Invention of the Tradition, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; Hobsbawm, “Inventando tradiciones”, Historia Social, nº 40, Valencia, Universidad de Educación a Distancia, 2001, pp. 203-214. 7 LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 221 de diferentes colectivos sociales (indígenas, inmigrantes, negros, mujeres, héroes patrios) y político-territoriales (Nación, provincia, ciudad); y, por ende, para la elaboración de propuestas de representación del pasado, en las cuales se hacían jugar de forma polémica sujetos e identidades, espacios e imaginarios, algunas veces compartidos y otras enfrentados, pero siempre vinculados a asuntos importantes para tal sociedad. Si nos avocamos con mayor detenimiento a una descripción de la organización del MHP, es porque los desarrollos que se dieron allí involucraron intercambios materiales e ideales que, entre otras cuestiones, pretendían fijar el sentido de la memoria en una dirección y no en otra. A través de su estudio, podremos dilucidar cómo operaron las construcciones y reconstrucciones de sentido que tuvieron por objeto representar las voces propias de las clases dominantes, escenificar la memoria y posibilitar el olvido de otros actores sociales de la trama social. Un “templo de la historia” para la ciudad “sin pasado” Construir la Nación Argentina significa, entre otras cuestiones, la constitución de una ciudadanía que respetara y aceptara la idea de estar unida por algo que trascendiera los lazos familiares, los vínculos étnicos y las lealtades particulares; era necesaria la creación de una cultura argentina, pero sobre todo de una memoria común. Esa tarea suponía, además de la organización territorial y productiva, la sumisión de diferentes grupos étnicos y regionales a la potestad de esa nueva entidad política, la creación de un pasado común y la aceptación de un cuerpo legal que rigiera la vida civil del país. De esta manera, la ciencia, la educación y la cultura jurídica sentarían las bases de la estructura nacional. Así, tanto la década de 1890 como la coyuntura abierta por la conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910 fueron testigos de numerosos programas educativos, culturales y políticos que se pusieron en marcha, para despertar un interés notable por la identidad nacional, en un contexto social y político que se pensaba amenazado por el cosmopolitismo que imperaba en la sociedad.9 Los programas, llevados a cabo en Buenos 9 Cf. Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia. Buenos Aires, 2º edición, Siglo XXI Editores, 2005 y Bertoni, Patriotas, op. cit. 222 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA Aires y repetidos en el resto del país (con disímil alcance e intensidad según las posibilidades), incluían la construcción de escuelas, la realización de actos, certámenes y concursos, la publicación de documentos históricos, la erección de monumentos a los héroes patrios y la inauguración de bibliotecas, archivos e institutos. No resulta ocioso señalar que en todos estos actos la Historia –como relato, saber y hacer– era tenida por un elemento cardinal de los discursos legitimadores y fundacionales de la conciencia argentina10. En la ciudad de Rosario, los proyectos ligados a la pedagogía nacionalizante, llevados a la práctica con un éxito más o menos inmediato, fueron relativamente pocos. Ciertamente se diagramaron algunos planes para esa coyuntura, pero debieron esperar por años hasta tener una concreción definitiva, sorteando los escollos de los avatares políticos y, en ocasiones, valiéndose de los cambios en los grupos de poder. La puesta a punto de una Biblioteca Pública Municipal hacia 1910 (hoy Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez”) y de la asociación cultural El Círculo de la Biblioteca (que hacia 1912 pasaría a ser conocido como El Círculo de Rosario) contrastó con la demora en la creación de un museo cívico y etnográfico relacionado con la historia local, que quedó solamente expresado en el papel. Dichos emprendimientos se inauguraron como coaliciones culturales donde se reunían letrados, profesionales, comerciantes, artistas y demás miembros conspicuos de la burguesía rosarina en respuesta a lo que se percibía como una amenaza al afianzamiento tanto a nivel económico como simbólico de un grupo de notables que paulatinamente comenzaba a cerrar 10 Cf. Pablo Buchbinder, “Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los orígenes de la historiografía argentina”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, nº 13, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani”, Universidad de Buenos Aires, 1996, pp. 59-82; Devoto, “Entre ciencia, pedagogía patriótica y mito de los orígenes. El momento de surgimiento de la historiografía profesional”, en Devoto et al., Estudios de historiografía argentina, t. II, Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 11-36; Nora Pagano Y Marta Rodríguez, “Las polémicas historiográficas en el marco de la profesionalización de la disciplina en Argentina”, Estudios Sociales, nº 17, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1999, pp. 35-48; Alejandro Eujanian, “Método, objetividad y estilo en el proceso de institucionalización, 1910-1920”, en Alejandro Cattaruzza Y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia. Argentina 1860/1960, Buenos Aires, Alianza editorial, 2003, pp. 69-99; Fernando Devoto Y Nora Pagano, Historia de la Historiografía Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, pp. 53-188. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 223 filas y a perfilarse en el espacio público como la elite11. De hecho, fue tal la impronta de El Círculo en esta materia que varios de los directores y contribuyentes de los museos que se fundarían en los años siguientes formaron parte del distinguido cenáculo e intervinieron en las prácticas que desde allí se emprendieron. Ello posibilitó la configuración de rol claramente definido: una clase letrada administradora del capital simbólico, abocada a organizar y acrecentar un patrimonio cultural percibido como escaso, caótico, disperso y necesitado de estímulo estatal. En efecto, la burguesía que se abroquelaba en aquella asociación cultural se dedicó a motorizar la estructuración de entidades museológicas de carácter público y a asignar funciones específicas a los mismos, en la mayoría de los casos asociados a la historia y al arte, que sirvieran para difundir los valores nacionales y espirituales en un medio que era mentado como un lugar dominado por el afán de riqueza12. Por otro lado, esta discusión también 11 Las polémicas en torno a la trascendencia que se daba –aunque más no fuera en el terreno simbólico y discursivo– a la instalación de una serie de instituciones y mecanismos aptos para neutralizar los estigmas fenicios y mercantiles que recaían sobre Rosario, su elite advenediza y sus habitantes ya han sido estudiados, por lo que no nos detendremos en este aspecto. Para ello, cf. Fernández, “La arena pública de las ambiciones privadas. Relaciones sociales y asociacionismo en la difusión de la cultura burguesa: Juan Álvarez y El Círculo de Rosario (1912-1920)”, Tierra Firme. Revista de Historia y Ciencias Sociales, v. 20, nº 78, Caracas, Fundación Tierra Firme, 2002, pp. 229-247; Fernández, “La negación del ocio. El ‘negocio’ cultural en la ciudad de Rosario a través de la asociación ‘El Círculo’ (19121920)”, Andes. Revista de Historia y Antropología, nº 14, Salta, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropología “Dr. Guillermo Madrazo”, Universidad Nacional de Salta, 2003, pp. 247-274; Fernández, “Poder local y virtud. Legitimación burguesa en el espacio local. Rosario -Argentina- en las primeras décadas del siglo XX”, en Pilar García Jordán (ed.), Estado, región y poder local en América Latina, siglos XIX-XX, Barcelona, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2007, pp. 229-250 y Fernández, La revista El Círculo o el arte de papel. Una experiencia editorial en la Argentina del Centenario, Murcia, EDITUM/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, 2009. 12 García Canclini plantea que la misión conservadora de los museos se para frente a la mercantilización y al impacto de la cultura de masas. Tenidos por “templos o parques nacionales del espíritu”, se opondrían, en concordancia con esta matriz, a la obra de arte reproducida mecánicamente. Esta posición implica concebir a los museos como reservorios estáticos de un pasado inmutable e implica una fetichización de los objetos exhibidos, lo que García Canclini denomina el tradicionalismo sustancialista. Según veremos, uno de los pilares del Museo Histórico Provincial de Rosario estuvo centrado en torno a una política cultural que privilegió una pedagogía nacionalista inclusiva sobre valorizaciones esencialistas de lo auténtico. Cf. Néstor García Canclini, “El patrimonio cultural de México y la construcción 224 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA supuso el diseño de un público que sería imaginado de diversas maneras, aunque en general como un sujeto pasible de ser civilizado y al que se le asignó la posición de simple observador y consumidor de la cultura material exhibida en los museos. Los primeros pasos siguieron la senda del fomento de las bellas artes. La continuada realización de los Salones patrocinados por El Círculo permitió la adquisición de las primeras obras de arte que, junto a donaciones de particulares y a compras, funcionarían como el acervo inicial del museo municipal de artes plásticas (hoy Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”). Si la faceta “artística” de la ciudad había sido en parte cubierta tras la creación de la Comisión Municipal de Bellas Artes por decreto y ordenanza de la Municipalidad, por la ejecución de salones, exhibiciones y muestras y la inauguración de este museo13, la faceta histórica estaba aún un poco rezagada. No obstante, la exhibición de una memoria nacional y imaginaria de lo nacional”, en Enrique Florescano (ed.), El patrimonio nacional de México, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 83. 13 Fueron numerosos los sucesos que dieron origen al Museo de Bellas Artes de Rosario pero la mayoría de ellos resultaron conflictivos y burocráticos, llevando incluso hasta el borde del abismo todos los esfuerzos por concretarlo. Todo se inició con la creación de la Comisión Municipal de Bellas Artes que data de 1917 (Decreto Municipal y Ordenanza, 27XI-1917 – nº 24), integrada por Ortiz Grognet, Juan B. Castagnino, Nicolás Amuchástegui, Ricardo Caballero, Jorge Rodríguez, Antonio Cafferata, Augusto Flondrois y Magin Anglade. En ese mimo año, se inaugura también el Primer Salón de Otoño que abarcó diferentes disciplinas de las artes plásticas y que fuera organizado por la asociación El Círculo. Luego de agotadoras negociaciones con el municipio que duraron años, la iniciativa filantrópica de la Sra. Tiscornia de Castagnino en nombre de su fallecido hijo Juan Bautista Castagnino (1884-1925), fue la acción que finalmente sentó las bases para la concreción del proyecto, quien presentó la propuesta de donar un edificio para el museo que fue aceptada por un decreto de la intendencia en abril del año 1937, denominándose finalmente Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”. El hecho de colocar el nombre del hijo fallecido obedecía al acto de ponderar la memoria de quien fuera un notable coleccionista de arte en el espacio local de comienzos del siglo XX y que, en tanto burgués preocupado por el fomento de la cultura y las artes, participó activamente como miembro de la primera Comisión de Bellas Artes de Rosario. Cf. Nicolás Amuchástegui, Álbum. Al Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, Rosario. Su origen. Compilación donada por el autor. Repositorio documental del Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”. Hemos abordado esta problemática en Simonetta, Zapata Y Esquivel, “En busca del arte. La cultura asociativa burguesa y las prácticas sociales de la exhibición en Rosario, 1912-1940”, Cambios y Continuidades, nº 7, Concepción del Uruguay, Instituto de Historia, Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Entre Ríos, pp. 11-46. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 225 la puesta en escena de la cultura material como un terreno de disputa por el control de los sentidos adquiriría condiciones de posibilidad recién en la segunda década del siglo XX, cuando se conjugaron un programa de educación cívica y estética y un proyecto para forjar un planteo político. Sería en 1925, un momento clave dado que en ese año la ciudad conmemoraba por decreto su Bicentenario, cuando las iniciativas de creación de un museo histórico se retomaron con ímpetu renovado. La ocasión no parece accidental. Los rosarinos ocupaban un rango menor e insuficiente en los estandartes del discurso oficial de la historia de la Nación del que consideraban que debían detentar en la construcción de esta memoria patria. Tanto más necesaria se tornaba aquí la afirmación de la propia identidad local cuanto más elevado y significativo era el número de inmigrantes –fundamentalmente españoles e italianos– con sus propias celebraciones laico-nacionales y tradiciones culturales y étnicas14. En esta coyuntura, el olvido de la historia local buscaba ser replicado mediante la celebración de la memoria misma de la ciudad. Rosario había transitado su mejor período de esplendor carente absolutamente de credenciales sobre su origen, escollo que permanentemente se salvaba con el argumento consistente en afirmar que esta ciudad era “hija de su propio esfuerzo”15. No obstante, las autoridades nunca perdieron esperanzas de poder localizar un hecho concreto o un personaje sobresaliente, susceptibles de ser ubicados en fecha precisa que posibilitara instalar una conmemoración 14 Cf. Devoto, “Idea de nación, inmigración y cuestión social en la historiografía académica y en los libros de texto de Argentina, 1912- 1974”, Estudios Sociales, nº 3, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1992, pp. 9-30; Devoto, “La construcción de la identidad nacional en un país de inmigrantes. El caso argentino”, en Historia y presente en América Latina, Valencia, Fundaciò Bancaixa, 1996, pp. 95-126; Devoto, “Relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad nacional”, en Margarita Gutman (ed.), Construir bicentenarios: Argentina, Buenos Aires, New School-Caras y Caretas, 2005, pp. 65-78; María Gabriela Micheletti, “Las conmemoraciones cívicas a fines del siglo XIX en Santa Fe, en épocas de inmigración masiva y exaltación nacional”, Investigaciones y Ensayos, v. 57, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2008, pp. 171-210 y Micheletti, “Entre gauchos y gringos. Costumbres nacionales y extranjeras en Santa Fe (1880-1900)”, Temas de Historia Argentina y Americana, nº 16, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana, Universidad Católica Argentina, 2010, pp. 227-257. 15 Cf. Mario Glück, “Juan Álvarez y la consagración historiográfica de un mito de orígenes para Rosario: la hija de su propio esfuerzo”, en Alicia Megías et al, Los desafíos de la modernización. Rosario 1890-1930, Rosario, UNR Editora, 2010. 226 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA digna de actos, inauguraciones, discursos y publicaciones. De este modo, la teoría de la existencia de una aldea en los albores del siglo XVIII como antecedente directo de la ciudad de Rosario, que desde hacía tiempo sostenían varios historiadores locales, adquirió fuerza institucional y fue adoptada por el gobierno municipal que la plasmó a través de un decreto16. Dentro del clima festivo imperante, un grupo de hombres de la ciudad, designados por el Intendente Manuel Pignetto, se nuclearon en torno a la Junta Ejecutiva Pro Festejos del Segundo Centenario de la Fundación del Rosario, dedicada a la organización de los respectivos actos, homenajes, concursos públicos y muestras artísticas. Dicha Junta, encabezada por el Dr. Calixto Lassaga y por sus secretarios Antonio Cafferata y Ángel Ortiz Grognet, elaboró como número central un proyecto de construcción de un complejo museográfico que aunara a la ciencia y las artes comprendiendo diversas secciones, especificadas en la carta que se enviara a la Intendencia comunicando la resolución de creación del museo, la elección del solar y pidiendo colaboración pecuniaria: El Museo cuya piedra fundamental se colocaría el 4 de octubre tendrá un carácter artístico y científico, y debe constar del número de edificios necesarios para instalar por lo menos las siguientes sesiones: a) Local para el gran Museo Municipal de Bellas Artes, b) Local para el gran Museo En el camino de construir este consenso en torno a la fecha precisa, se generaron una serie de debates entre los estudiosos de la ciudad. Cabe mencionar la carencia absoluta de instituciones que albergaran el accionar como historiadores de estos profesionales, en su mayoría abogados. Jefes de archivos, académicos de la Junta de Historia y Numismática, eclesiásticos, estudiosos (de la ciudad y del exterior), todos fueron convocados a participar del debate que se desarrolló principalmente en la prensa, emitiendo su opinión a favor o en contra de la versión oficial, por lo cual se ponía en discusión no sólo el día exacto, sino el año, el nombre del fundador y hasta la existencia misma de una fundación. La falta de instituciones de producción histórica legitimadas permitió que todas las voces fuesen válidas al momento de determinar la veracidad histórica sobre los orígenes de Rosario. Entre todas las versiones, sin embargo, existía un consenso general en la necesidad de encontrar un origen y un relato coherente que lo explicara. Cf. Natalia Milanesio, “Del poblado precario a la ciudad opulenta: representaciones del pasado urbano y debate historiográfico en la década de 1920 en torno al surgimiento de Rosario”, en Beatriz Dávilo et al (coords.), Territorio, memoria y relato en la construcción de las identidades colectivas, t. III, Rosario, UNR Editora, 2001, pp. 293-303 y Diego P. Roldán, “Inventar el pasado: el bicentenario de Rosario”, en Diego Roldán (dir.), Historia del Concejo Municipal de Rosario. Ciudad, política, planificación y gobierno local (1930 a 1976), Rosario, Editorial del Concejo Municipal de Rosario, 2010. 16 LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 227 Zoológico, Étnico, Arqueológico, Colonial Histórico; c) Local de amplias dimensiones para conferencias y actos públicos con bibliotecas artísticas y científicas; d) Locales auxiliares necesarios, talleres, dependencias administrativas, etc. El sitio más a propósito para estas construcciones sería la primera manzana de entrada al Parque Independencia, limitada por las calles Bv. Oroño, Balcarce, Avenida Pellegrini y Montevideo, a la que se debe destinar por la Municipalidad del Rosario para el fin indicado17. De semejante tenor, es la nota que Lassaga y Cafferata procuraron hacer llegar a manos del gobierno provincial: Anticipándome a la presentación del programa definitivo de festejos, que oportunamente me será grato someter a la aprobación del señor Intendente, envío el proyecto de creación de un museo científico por requerir previamente los trámites administrativos necesarios a la creación de todo edificio público en terrenos de propiedad de la Comuna18. Desde la intendencia y la provincia llegaron respuestas positivas y de aliento a la iniciativa. El gobierno municipal aseveraba que dotar a la ciudad de un museo de este tipo era una aspiración que el poder público debía auspiciar, más aún cuando obedecía al propósito de dejar testimonio a las futuras generaciones no sólo del rol que la ciudad desempeñara en la historia del país sino de la capacidad de organización y de consecución de iniciativas públicas que evidenciaran el “grado de progreso” del espíritu de la ciudad “en las más elevadas manifestaciones”19. Al mismo tiempo, la provincia decidía la adjudicación de una suma de dinero que ayudara a la puesta en mar- Carta al Intendente Municipal de Rosario, Rosario, 7-VIII-1925, en Oscar Luis EnArchivos y Museos de Rosario, Separata del t. V, 1ra parte, de la Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Santa Fe, Comisión Redactora, s/f. ed., p. 401 y Nota del Intendente Manuel Pignetto al Presidente de la Junta Ejecutiva Pro festejos del Segundo Centenario de Rosario, Dr. Calixto Lassaga, Rosario, 8-VIII-1925, en Municipalidad De Rosario, Segundo Centenario de la Ciudad (1725-1925) Correspondencia, t. I, pp. 190-191. 18 Carta de Calixto Lassaga y Antonio Cafferata al Sr. Gobernador de la Provincia D. Ricardo Aldao, Rosario, 20-VII-1925, en Ensinck, Archivos y Museos de Rosario, op. cit., p. 402. 19 Carta de la Intendencia al Sr. Presidente de la Junta Ejecutiva Pro festejos del Segundo Centenario de la Fundación del Rosario, 8-VIII-1925” en Ensinck, Archivos y Museos de Rosario, op. cit., p. 401-402. 17 sinck, 228 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA cha del proyecto y se determinaba la donación por parte de la misma de la bandera que se encontraba en le Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto y que había pertenecido al batallón “Centeno” que debería lucirse en la novel institución rosarina. Desde el punto de vista de la gobernación, la empresa era fundamental para la elevación cultural del pueblo y para plasmar el interés que la provincia y Rosario demostraban por el pasado y la patria: […] el propósito de la Junta Ejecutiva al crear un gran Museo Histórico, Artístico y Científico para lo cual se cuenta ya con recursos efectivos par asegurar su realización merece por otra parte el apoyo del Estado, desde que representa la exteriorización de un anhelo de alta cultura pública que honra a quien sabe cultivarla y constituye un complemento necesario para elevar el nivel intelectual del pueblo en concordancia con los progresos generales manifestados en todos los otros géneros de actividad. La obra proyectada tiene así caracteres amplios y será como el reflejo de la cultura de la Provincia20. Más allá de los buenos augurios y de la predisposición de la Junta para materializar el proyecto, la creación del museo no pudo ser realizada por diferentes cuestiones. En primer lugar, se encuentra la reacción de la Comisión Municipal de Bellas Artes motivadas por estas presentaciones. Es así que la Comisión envía una nota al Intendente, exigiendo explicaciones sobre su apoyo a un proyecto de construcción de los edificios necesarios para un museo general sobre el que no ha sido consultada, sobre todo teniendo en cuenta que tal proyecto comprenderá un museo de Bellas Artes y sobre el cual dicha Comisión entendía que poseía las atribuciones, acordadas por ordenanza municipal, para intervenir21. Ante tal situación, Cafferata en su doble rol de representante del Consejo Deliberante de Rosario y miembro de la Junta del Segundo Centenario, argumenta que en ningún momento fue puesta en entredicho la autoridad de la Comisión Municipal de Bellas Artes. El debate se llevó adelante durante varias sesiones del Concejo, donde Cafferata expuso los fundamentos para su proyecto y la mala interpretación 20 Carta de la Gobernación, Santa Fe, 10-VIII-1925, en Ensinck, Archivos y Museos de Rosario, op. cit., p. pp. 403-404 21 Nota al Intendente Manuel Pignetto, Rosario, 11-VIII-1925, en Comisión Municipal De Bellas Artes, Libro Copiador, t. 5, Rosario, 1928-1935, p. 176-177. Repositorio Documental del Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 229 que del mismo hizo la Comisión22. El debate continuará durante meses, sin resolverse, ya que a la discusión sobre el carácter del futuro museo se sumará el de su ubicación. En efecto, distintos actores discuten en torno a la conveniencia de uno u otro sitio, y en el caso de aquellos inclinados por su emplazamiento en una de las manzanas aledañas al Parque Independencia (frente a la que finalmente será su ubicación definitiva) nos habla sobre una intención pedagógica que incluía argumentos higienistas, ya que “[…] estándolo en un parque el pueblo aprovecha la oportunidad de tomar aire con la de visitar el museo, utilizando de esta manera sus enseñanzas”23. Así, el proyecto se estancaba en los vericuetos burocráticos generados por cuestiones económicas y por el recelo del Consejo Municipal a la cesión de una parcela en el parque Independencia, lo cual va tornando cada vez más dificultosa la disponibilidad de los fondos votados tanto por la Municipalidad como la Nación y el gobierno provincial, que pronto caducarían en sus plazos24. La suma de todos estos factores –enfrentamiento entre los miembros, dificultad para gestionar la construcción del museo definitivo, roces con otras instituciones que actúan en un terreno similar, además de los apremios económicos sufridos durante todos esos años– hizo que el proyecto perdiera fuerza. Recién en 1936, el interventor de la provincia, el Dr. Carlos Bruschman, dio nuevamente curso a la iniciativa a través del dictado de un decreto que habilitaba la creación de una Comisión Honoraria, en la que recaía la responsabilidad de hacer las gestiones pertinentes para la obtención de un solar y para la creación de un Museo Científico que debía contener las secciones de historia natural, etnografía e historia. Para la gobernación, la iniciativa del Museo estaba más que justificada a partir de la cantidad de Intervención del Concejal Antonio F. Cafferata, Rosario, 20-X-1925, en Honorable Concejo Deliberante, Diario de Sesiones, p. 556. Es interesante en este sentido seguir las argumentaciones esbozadas a lo largo de la discusión, en donde la pertenencia institucional de Cafferata como represente ante el Concejo Deliberante y en su rol de miembro de la Comisión Municipal de Bellas Artes simultáneamente se habría tornado insostenible. A fines de Octubre presenta su renuncia a la Comisión, y en su lugar es designado el Dr. Rubén Vila Ortiz. 23 Intervención del Concejal Antonio F. Cafferata, op. cit., p. 557. 24 Nota de la Junta Ejecutiva Pro Festejos del Segundo Centenario de Rosario al Intendente Municipal Dr. Manuel Pignetto, Rosario, 25-VIII-1925 Archivo del Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”. 22 230 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA habitante e importancia de la ciudad a nivel nacional, por la existencia de un número importante de instituciones de enseñanza de diversos niveles, por la necesidad de reforzar los estudios científicos que ya se desarrollaban en las mismas y propender a la difusión de la cultura pública25. No obstante, se decidió que el museo científico quedara circunscripto solamente al ámbito de la historia, cuya nueva denominación “Museo Histórico Provincial” era justificada desde varios flancos: en primer lugar, la necesidad de albergar la donación de un conjunto de cerámicas del grupo chaco-santiagueña efectuada por el gobierno de Santiago del Estero26; en segundo lugar, los propios límites señalados por la ley de presupuesto de 193827; y, en tercer lugar, el tipo de discurso histórico que pesaba sobre dos de los principales hombres consagrados “a la digna labor de ‘hacer’ el museo”28: el Dr. Julio Marc (1884-1965)29 y el Ing. y Arq. Ángel Guido (1896-1960)30. 25 Decreto de IP - nº 479, Rosario, 20-VII-1936, en Ensinck, Archivos y Museos de Rosario, op. cit., p. 405. Como era de esperarse, la Comisión Honoraria estuvo integrada por personalidades reputadas del ámbito local, entre las que sobresalían las figuras de los doctores Julio Marc, Clemente Álvarez, Carlos J. Díaz Guerra, Alberto Baldrich, Silvio Francesio, el ingeniero Juan Devoto y el arquitecto y urbanista Ángel Guido. 26 Nancy Genoves et al, “Las colecciones arqueológicas del Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc”, CD Actas de las I Jornadas sobre Rosario y su región, Rosario, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 2003. 27 Juan Mantovani, Los museos y la realidad histórica, Santa Fe, Publicación del Ministerio de Instrucción Pública y Fomento, Imprenta de la Universidad Nacional del Litoral, 1939, pp. 13-14. 28 [Anónimo] “Rosario tendrá un Museo Histórico digno de su importancia”, en La Tribuna, Rosario, 7 de julio de 1939, p. 12. 29 Hijo de Eugenia Dusarrat y Augusto Marc, Julio Marc realizó sus primeros estudios en Rosario para trasladarse luego a Buenos Aires donde cursó el colegio secundario y la universidad, graduándose de abogado. Mostró fervor por la numismática y la heráldica. []Una vez que retornó a Rosario se dedicó a la educación. Fue profesor de Filosofía y Geografía en el Colegio Nacional Nº 1, vicedecano de la Facultad de Ciencias Comerciales, Políticas y Económicas de la Universidad Nacional del Litoral, profesor de política comercial y régimen aduanero comparado y profesor de historia en la Escuela Nacional Superior de Comercio.[] Dentro de su profesión se desempeñó como Secretario de la Cámaras de Apelaciones de la Provincia de Santa Fe y de la Cámara de Apelaciones Federal de Rosario, de la que luego fue Presidente.[] También fue miembro de la Academia Nacional de la Historia, del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, de la Sociedad Argentina de Antropología, del Instituto de Derecho de Gentes, del Instituto Argentino de Monumentos y de Cultura Histórica y del Instituto Argentino de Derecho Internacional. 30 Ángel F. Guido nació en Rosario. Cursó sus estudios en la Universidad Nacional LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 231 De acuerdo a lo expresado por el mismo Cafferata en su defensa del proyecto ante el Concejo Deliberante, el modelo a seguir era el del Museo Colonial e Histórico de Luján, no sólo por su organización sino por el hecho de que la colección del museo había ido formándose gracias a las donaciones de los vecinos, que deseaban contribuir con la formación de la memoria pública31. No es casualidad, entonces, que haya sido este museo el que sirviera como ejemplo, porque si bien no cumplía con la diversificación de secciones propias de un museo general, su guión de fuerte impronta colonial, hispana y católica coincide en gran medida tanto con las coordenadas históricas de lo que se pretendería resaltar como con las características de las propias colecciones artísticas existentes en Rosario, muchas de las cuales fueron el origen de los objetos donados al Museo Histórico Provincial. Finalmente, el 8 de julio de 1939 se inauguró el Museo Histórico Provincial. El carácter y el sentido que una empresa de tal índole revestía se pusieron de manifiesto a través de las palabras de Juan Mantovani, representante del gobierno provincial en la inauguración del Museo. Éste político fue el encargado de poner en palabras la concepción que desde el poder provincial se tenía sobre la historia y sobre el surgimiento de los museos en particular. Inauguraba su discurso afirmando que la creación del Museo Histórico representaba no sólo un signo de apego y apoyo a la patria sino de Córdoba, graduándose como ingeniero civil en 1920 y como arquitecto en 1921. Fue el creador del proyecto del Monumento Nacional a la Bandera y del Plan Regulador de Rosario de 1935, que concebía a esa obra unida con el Parque Nacional a la Bandera y el ingreso a Rosario desde el río. En arquitectura, Guido es considerado como un referente del movimiento neocolonial. Además, fue un poeta marginal de la generación del ‘22, historiador y autor de ensayos sobre historia, arte y arquitectura influenciados por las ideas de Ricardo Rojas. 31 Intervención del Concejal Antonio F. Cafferata, op. cit., p. 556. Como ha mostrado María Elida Blasco, la pedagogía de los objetos sumada a una buena disposición de las salas, organizadas de modo tal que el visitante recorriera los nudos temáticos previamente dispuestos en un discurso histórico que recuperaba la herencia colonial, la figura del gaucho como baluarte de la nacionalidad y el rol de la fe en la defensa contra el indio, eran algunas de las características principales del museo lujanense, cuyo director, Enrique Udaondo, llevó adelante empleando novedosas técnicas de exhibición. Cf. BLASCO, “La fundación del Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Cultura y política en Luján, 1918”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, nº 25, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de Buenos Aires, 2004, pp. 89-119 y BLASCO, “Política, hispanismo y catolicismo a través del Museo Histórico y Colonial de la Provincia de Buenos Aires (Luján), entre 1930 y 1932”, Prohistoria, nº 8, Rosario, 2004, pp. 39-58. 232 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA también un mirador hacia los valores del pasado que deberían guiar los pasos de la joven ciudad. […] una nueva actitud afirmativa de nacionalidad y patriotismo, por son sentimientos de esa índole los que mueven al conocimiento del pasado para comprender los orígenes del país, y apoyar sobre ellos sucesivas construcciones materiales y morales que contribuyan a la creciente grandeza de la Nación. […] Un pueblo como este, impulsado enérgicamente hacia el futuro, no puede temer el paso de los valores del pasado y necesita acaso de ellos para mirar hacia delante32. A ello sumaba una concepción particular de la disciplina histórica que, según su vocero, había llevado al Poder Ejecutivo a apoyar de manera decisiva la creación del museo, pero considerando pertinente recortar las atribuciones del mismo sólo a la historia dado que esta necesitaba un tratamiento especial que la dotaba de una especificidad innegable. De hecho, “la realidad histórica es muy diversa de la realidad natural, y por lógica consecuencia, profundamente diferente es la ciencia de la historia de la ciencia de la naturaleza”33. Por otro lado, al provecho especificado en base a la historia, se sumaba la utilidad del Museo no sólo intelectual sino también para la formación de valores y dotación de sentido a la vida de la juventud: Es importante para el hombre joven conocer el pasado. […] uno de los ejes mayores de la formación humana es el estudio de la historia. Es una de las humanidades más influyentes en la vida juvenil. Muestra los valores específicos del hombre a través de su actividad en el curso del tiempo; da el sentido de la continuidad del esfuerzo humano; entabla contacto con diversas formas e instituciones de la sociedad, aviva el entusiasmo por acontecimientos de trascendencia y la admiración por los grandes hombres. […] El adolescente necesita del saber histórico para reconocer en él los valores que alientan su vida34. Centrando su atención en el museo histórico, le atribuía al menos dos Mantovani, Los museos, op. cit., pp. 7-8. Mantovani, Los museos, op. cit., p. 15. 34 Mantovani, Los museos, op. cit., p. 23. 32 33 LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 233 funciones que, afirmaba, debía desplegar. Por un lado, la de reunir y ordenar una cantidad de objetos que se hallaban dispersos en la provincia y cuyo valor residía no en la exterioridad de los mismos (su belleza, su antigüedad, etc.) sino en tanto podían concebirse como “puertas” para penetrar “objetivamente” en los acontecimientos del pasado. Pero por otra parte, los objetos reunidos eran portadores de “significaciones”, de un “lenguaje” de otros tiempos que debía ser comprendido para poder “tomar contacto con la historia.”. Por ello, el museo también cumplía una “función cultual” invalorable ya que “facilita el saber del pasado, que es un saber indispensable en al formación del hombre. […]” dado que “La vida de un hombre es un lapso de tiempo lleno, concreto, es historia”35. A principios de la década de 1940, el periodista César Carrizo, quien se hallaba en aquel momento visitando la ciudad, no dejaba de impresionarse por el desarrollo que la misma evidenciaba en diversos aspectos. Afirmaba que Rosario no se encontraba entre los “pueblos materialistas” sólo abocados a la producción de riquezas, sino que era un ejemplo claro de ciudad en “estado de madura plenitud”. Entre sus notas, la reciente inauguración del Museo Histórico Provincial ocupa un lugar importante y venía a dar por tierra con la imagen de una urbe movida solo por el afán de lucro. En todo caso: Un desconocimiento de los orígenes, del desenvolvimiento y de la hora actual de Rosario difundió la versión apriorística de que la ciudad carecía de “sentido histórico”. Pero ya en el curso de estas notásemos ido descubriendo y reuniendo las pruebas objetivas de todo lo contrario. Nos faltaba entrar en la casa de la historia para acabarnos de convencer. Y no es aventurada esta afirmación: Rosario mismo, al acudir en romería al museo, y al frecuentarlo, está descubriendo uno de los mejores atributos de su personalidad36. Son justamente estas ideas esbozadas por Carrizo de las que se hacen eco los principales impulsores rosarinos del proyecto, muchos de los cuales eran destacados profesionales de la ciudad con fuertes inquietudes culturales, intelectuales e históricas, y para quienes afrontar la tarea de construir un Mantovani, Los museos, op. cit., pp. 9-10 César Carrizo, Imagen y jerarquía de Rosario, Rosario, Publicación de El Círculo, 1940, p. 121. 35 36 234 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA museo de carácter histórico en Rosario significaba poner en marcha significativos esfuerzos por inscribir a la ciudad en el devenir histórico de la Nación. Si Rosario podía jactarse del rápido y sostenido desarrollo económico y de haber alcanzado un lugar de relevancia y notoriedad a nivel nacional, no podía quedar relegada del gran relato histórico general así como de las gestas de los grandes hombres. De esta manera, la creación del Museo Histórico Provincial, que se unía a otras experiencias anteriores como el establecimiento de la Junta de Historia y Numismática-Filial Rosario en 1929, estaba a tono tanto con la postura que el gobierno de Agustín P. Justo había puesto en marcha desde 1932 como con la empresa de expansión historiográfica dirigida desde Buenos Aires por el historiador Ricardo Levene: ambos pivotes trasformaban a la memoria histórica en una de las preocupaciones de la época37. Entonces, si se afirmaba que Rosario era más que 37 En la Argentina que se embarca en la vía autoritaria posterior a la crisis política y económica de 1930, comenzaban a campear en el clima de ideas imperantes las exaltaciones del nacionalismo explícitamente antiliberal y las apelaciones a un hispanismo antimoderno que intentaban establecer en el imaginario social nuevas representaciones del pasado. Cf. Alejandro Cattaruzza, “Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en Cattaruzza (dir.), Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2001, pp. 431-466. Por su parte, la presencia en 1934 de Ricardo Levene en la presidencia de la Junta de Historia y Numismática Americana por segunda vez comportó, entre otras medidas, la organización de filiales en el interior del país (Rosario, Entre Ríos, San Juan, Santa Fe, Tucumán, y Salta) en las que se fueron nucleando estudiosos del pasado nacional provenientes del clero, el periodismo y la abogacía. Cf. Nora Pagano Y Miguel Ángel Galante, “La Nueva Escuela Histórica: Una aproximación institucional del Centenario a la década del ’40”, en Devoto (comp.), La Historiografía Argentina en el siglo XX, 2º edición, Buenos Aires, Editores de América Latina, 2006, pp. 65-108; Maria Cristina De Pompert De Valenzuela, “La Nueva Escuela Histórica (1905-1947). Su proyección e influencia e la historiografía argentina”, Folia Histórica del Nordeste, nº 10, Resistencia, Instituto de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Nordeste / Instituto de Investigaciones Geohistóricas – CONICET, 1991; Noemí Girbal, “Renovación y proyección nacional e internacional de la Junta. Ricardo Levene (1927-1931-1934-1938) y la gestión Carlos Correa Luna (1931-1934)”, en La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina, 1893-1938, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1995; Eduardo Alberto Escudero, “Ricardo Levene: un historiador-orador y su modus operandi”, Modernidades. La Historia en diálogo con las ciencias sociales [En línea], año V, nº 9, Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, 2009: http://www.ffyh.unc.edu.ar/archivos/modernidades_a/IX/DEFINITIVOS/articuloescudero.htm; Devoto y PAGANO, Historia de la Historiografía Argentina, op. cit., pp. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 235 comercio y negocios, resultaba imprescindible desarrollar estrategias que rescataran a los prohombres locales del olvido: Observando los monumentos que adornan nuestras plazas y paseos, se pregunta uno cómo es posible que aquí no haya nacido jamás un hombre cuyo recuerdo mereciera perpetuarse en el mármol o en el bronce, un guerrero, un estadista, un escritor [...] pero, ¿es que aquí no se distinguió nadie? Sí, se distinguieron muchos, pero la ciudad ha olvidado sus nombres, y con ellos el prestigio que debiera, en otra época, a esos hijos preclaros38. Sin embargo, la apuesta del Museo Histórico Provincial era un poco más amplia que la de una institución dedicada meramente a la contemplación del pasado de la localidad. Diferenciándose del Museo Histórico Nacional, para el que sólo tenían valor los acontecimientos acaecidos a partir de las gestas de Mayo y de la Independencia, el museo rosarino reunía piezas de “culturas y sucesos bien alejados de nuestro medio”. La relativamente poca participación de la ciudad en los acontecimientos tenidos como “los más importan- 139-200 y Escudero, Ricardo Levene: Políticas de la Historia y de la Cultura, 1930-1945, Córdoba, Ferreyra Editor, 2010. En este cuadro, la fundación de la Filial Rosario de la Junta de Historia y Numismática se produjo luego de un intensivo intercambio epistolar entre Nicolás Amuchástegui y Levene, acto que se concretó el 11 de octubre de 1929, en la Biblioteca Argentina (hoy Biblioteca Argentina “Juan Álvarez”). Quedó así fundada la primera institución en Rosario dedicada al estudio de la historia, cuya tarea principal consistía en la organización de conferencias y discursos, así como la edición de algunas publicaciones, pero con el objetivo fundamental de erigirse como el referente indiscutido y legitimador de la práctica historiográfica. Cf. Valeria Príncipe y Pablo Montini, “El Museo Sanmartiniano y la Junta de Historia y Numismática, Filial Rosario”, Actas de las V Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identidad [CD-ROM], Rosario, Centro de Estudios Espacio, Memoria e Identidad, Universidad Nacional de Rosario, 2008. En tren de promocionar a los intelectuales locales con el objetivo de crear la filial, Amuchastégui presenta a Antonio Cafferata ante Levene como “actual presidente de la Comisión Municipal de Bellas Artes, numismático e historiólogo”, a Juan Álvarez, Alejandro Carrasco, Julio Marc (“Numismático, coleccionista de plata americana”), Camilo Muniagurria (Director de la Biblioteca Argentina) y Antonio Caggiano (futuro obispo de la ciudad) de los cuales quedaron Álvarez, Cafferata, Marc y Amuchástegui, hombres que tendrían una actuación decisiva en la formación del Museo Histórico Provincial. Cf. Nicolás Amuchástegui, Granos de arena, Buenos Aires, [s. n.], 1941, p. 57. 38 Juan Álvarez Y Nicolás Amuchástegui, “Apéndice: Instalación de la Filial en Rosario de Santa Fe”, Boletín de la Junta de Historia y Numismática Americana, v. VI, Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática Americana, 1929, p. 326. 236 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA tes” llevó a los creadores del museo a dar un giro interesante al incorporar objetos de variadas épocas y procedencias. De este modo, a dos años de su apertura oficial, después de haber acrecentado su patrimonio, de haber logrado juicios laudatorios por parte de la Academia Nacional de la Historia y de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos, y Lugares Históricos, de mantener una concurrencia constante de público y de visitas cotidianas de escuelas e institutos de estudios superiores de toda la provincia, Julio Marc afirma, en el marco de la Exposición de Arte Religioso Retrospectivo que adhería a los actos de Coronación de la Virgen del Rosario39, lo siguiente: Hasta ayer, todavía, hemos vivido como si no tuviéramos un pasado propio; como si todo, en nosotros, fuera improvisado, desde el rumbo de las líneas férreas y el emplazamiento de los pueblos, hasta nuestras ideas, filtradas siempre con anterioridad por otros países y otras civilizaciones. Después, sin alardes de prosapia, sin otro orgullo que el que nos había comunicado la tierra en que luchamos, hemos buscado y descubierto nuestro origen, y hemos atesorado las obras plásticas que nos unen a nuestra historia, con un noble afán de mirarla en ellas y de ennoblecerla, como ha exaltado el bronce la memoria de nuestros próceres, en las plazas de todas nuestras ciudades. Por eso, el Museo Histórico Provincial aprecia tanto sus colecciones de pinturas, telas, estofas, tallas, y orfebrerías del arte colonial y del arte indígena; las ha exhibido como un tesoro de excepcional valor desde el día de su inauguración40. Ello no sólo evitaba que la institución pudiera ser etiquetada como “museo regional” sino que trazaba una línea histórica a través de sus objetos que se remontaba, incluso, a las sociedades prehispánicas y al período colonial, insertando a la ciudad que los albergaba en una historia que no se correspondía solamente con “lo local” sino que rompía las fronteras regionales. 39 Acerca de este evento, cf. Montini, “El gusto por lo religioso: La Exposición de Arte Religioso Retrospectivo en el Museo Histórico Provincial de Rosario, 1941”, en Patricia Artundo Y Carina Frid (eds.), El coleccionismo de arte en Rosario. Colecciones, mercados y exhibiciones, 1880-1970, 1º edición, Buenos Aires, Fundación Espigas / Centro de Estudios Históricos e Información Parque España, 2008, pp. 201-237. 40 Julio Marc, “Introducción”, en Museo Histórico Provincial, Exposición de arte religioso retrospectivo. Coronación de la Virgen del Rosario, Rosario, 4 al 19 de octubre de 1941, p. 18. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 237 Superaba incluso a los acontecimientos de la historia argentina o rioplatense, para inscribirse en el devenir histórico de Latinoamérica en su conjunto. Pasiones privadas, gestos públicos y cultura material Ahora bien, la propuesta sólo podía volverse acto mediante la posesión de una profusión de objetos diversos que, divididos y dispuestos en distintas salas, trazaran y narraran con su materialidad la línea histórica imaginaria que justificaba y legitimaba en cierto modo las pretensiones de un pasado más o menos amplio y “relevante” según los cánones que regían a la historiografía de la época. Si bien las donaciones señalan, en la historia de cualquier museo, un momento bisagra en que la mayor parte de los objetos cedidos pasan del ámbito privado al público, en el caso del Museo Histórico Provincial de Rosario es posible advertir una continuidad de ese movimiento: muchas de las prominentes familias de la ciudad, que poseían el mobiliario y los retratos típicos de aquellas épocas, o las armas, los uniformes y otras reliquias de las gestas revolucionarias en sus residencias particulares, podrían ahora compartirla con el resto de los ciudadanos en el ámbito público del museo. Por otra parte, también los eruditos coleccionistas que hicieron donaciones estuvieron implicados en el proyecto de formación del museo y en algunos casos también en la escritura del guión museográfico. En este sentido, la figura de Julio Marc es paradigmática: autor de los grandes relatos que dieron forma al diseño historiográfico del Museo Histórico Provincial, formó junto con parte de la comisión encargada de organizarlo y fue uno de los primeros en donar una importante colección de objetos. Su mirada de experto fue ampliamente reconocida por sus colegas y por las autoridades que le dieron amplias facultades para tomar todo tipo de decisiones. Una vez nombrado director del Museo Histórico Provincial, Julio Marc solicitó continuamente mayores partidas presupuestarias al gobierno y apeló con insistencia a sus relaciones de amistad con personas de la ciudad de holgada posición económica que podían permitirse hacer donativos importantes en dinero para solventar los emprendimientos del museo. Por otra parte, buscó contactarse con todos aquellos que, en su carácter de eruditos, anticuarios, coleccionistas e ilustres, tenían importantes acervos y recuerdos y que habrían comprometido previamente su participación en todas las actividades que tuvieron por finalidad el crecimiento de la institución en 238 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA cuestión. Buena parte de esos varones y mujeres que se interconectaron, a través de redes de sociabilidad firmes y muy bien articuladas, para aparecer como benefactores de la causa del museo, terminaron consagrando su papel de mecenas al formar la Asociación “Amigos del Museo Histórico de Rosario” en 1950. Por su puesto que no fueron esos los únicos medios para hacerse con los bienes. Marc deseaba ciertos objetos a toda costa, aún cuando las estrategias puestas en juego implicaran la inversión de mucho esfuerzo, paciencia y tiempo. Así, según se lee en la crónica Oliveira César, ciertas donaciones fueron objeto de largas negociaciones; y en los casos en que las palabras, solicitudes y cartas no valían, Marc debió recurrir a prácticas no del todo legales como el hurto41. Sus decisiones deben juzgarse como las de un intelectual de época, empeñado en reunir artefactos representativos de todos los tiempos y orígenes, aun cuando la mayor parte del patrimonio fueron objetos de historia americana y argentina. Por su parte, Ángel Guido aparece como el hombre que funcionó como nexo entre el Museo Histórico Provincial y el proyecto del “primer nacionalismo cultural”. Se trataba de un programa que planteaba la restitución del “espíritu del Centenario”, rehabilitabando lo prehispánico y lo colonial para dar respuestas a los orígenes de nuestra nacionalidad. La operación, que comportaba la extensión de la “argentinidad” a todo lo americano, era deudora de los lineamientos lanzados por Ricardo Rojas en sus obras La Restauración Nacionalista (1909) y Eurindia (1924). Desde temprano, Guido publicó sus ideas acerca de la necesidad de fundar un museo histórico para Rosario, las políticas a favor de las actividades artísticas y culturales en la ciudad, su interpretación y periodización de la historia argentina y sus impresiones acerca del arte nacional y americano42. Si los promotores del desarrollo del campo cultural local –nucleados en torno a la experiencia de la asociación El Círculo– podían ver una estética verdaderamente america- 41 Eduardo Oliveira Cézar, Julio Marc y sus amigos del Museo, Rosario, Talleres Gráficos de Ami Impresos, 1999. 42 Adriana Armando, “Ángel Guido: conquistas europeas, reconquistas americanas”, en Dávilo et al (coords.), Territorio, memoria y relato en la construcción de las identidades colectivas, t. I, Rosario, UNR Editora, 2001, pp. 259-265. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 239 nista en la amalgama de lo indígena y lo colonial43, el modelo historiográfico y los aspectos museográficos de la naciente institución también debían responder a estos ribetes. Es por ello que Ángel Guido desempeñó el cargo de secretario del museo, política que no sólo ratificaba el estrecho vínculo con la institución en su rol de consejero y consultor permanente, sino que conjuntamente confirmaba su papel de intelectual orgánico. El patrimonio inicial del Museo Histórico Provincial de Rosario fue entonces parcialmente construido con compras directas y con reliquias donadas por algunas de las principales familias rosarinas, muchas de las cuales por aquel entonces poseían reputadas colecciones de arte e historia44, desplazadas ahora hacia el sitio público de la memoria que había sido recientemente establecido por el Estado provincial. Una vez en el museo, la cultura material ya no estaría bajo el control familiar, e incluso aquellos sectores burgueses que antes poseían esos objetos tendrían ahora que observarlos 43 Armando, “Entre los Andes y el Paraná: La Revista de ‘El Círculo’ de Rosario”, Cuadernos del Ciesal, año IV, nº 5, Rosario, Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, 1998, pp. 79-88. 44 Como hemos comprobado en otros trabajos, la práctica cultural de coleccionismo de objetos artísticos e históricos que desarrolló la burguesía rosarina en las primeras décadas del siglo XX gozó de un “uso social” particular que incubaron sobre las obras. Este uso particular transformaba al objeto coleccionado en un espejo del sujeto poseedor que no refleja la imagen real de este sino las “imágenes deseadas” por aquel. Por lo cual, la constitución de los primeros coleccionismos en Rosario estuvo guiada por la voluntad de trascendencia pública que se vincularía más tarde a un rol pedagógico y edificante en función de una idea no muchas veces explicitada de “museo”, cuya materialidad residiría en la posterior donación a instituciones gubernamentales de ese acervo patrimonial para el deleite y goce del gran público, pensando a ese ingreso de las obras privadas en los museos públicos como una instancia de restitución de la obra de arte en tanto “neutralización” de la misma como bien económico, favoreciendo la “aprehensión pura” que había sido solapada en su oferta como artículo a la venta; pero también como una forma de participación en aquellas luchas por el capital simbólico y por los procesos de legitimidad. Acerca de la cuestión, cf. Simonetta y Zapata, “Las caras del burgués. Un ejercicio de reflexión acerca del coleccionismo, arte y cultura asociativa en Rosario, 1907-1930”, en CD Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Social, Córdoba, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” y Centro de Estudios de Historia Americana Colonial, Universidad Nacional de La Plata, 2009 y Simonetta. Y Zapata, “Alta cultura, distinción pública y memorias burguesas en el prisma de la modernidad. Repensando la relación entre coleccionismo y museos en un espacio local. Rosario, primera mitad del siglo XX”, en CD Recordando a Walter Benjamin “Justicia, Historia y Verdad. Escrituras de la Memoria” Actas del III Seminario Internacional Políticas de la Memoria, Buenos Aires, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, 2010. 240 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA desde la distancia: la misma burguesía se volvía una audiencia frente a la memoria de la Nación y de la ciudad, aunque con el privilegio de verse reflejada en los anaqueles de las distintas exhibiciones como la orgullosa clase que aportó sus bienes para dignificar la empresa histórica. Las colecciones y su puesta en escena El Museo Histórico Provincial fue, ante todo, una colección patrimonial venerable, un relicario, un santuario de la patria y, en particular, de las diferentes tradiciones de esa patria. En estrecha relación con la importancia simbólica de los retratos y reliquias, el museo fue concebido como un “templo de la historia”45. En efecto, el Museo Histórico Provincial proponía un recorrido que atravesaba desde algunas antiguas culturas americanas hasta el legado hispanoamericano colonial, para llegar y detenerse en determinados hitos y personajes de la historia argentina. Las luchas de independencia, las acciones del General José de San Martín y de Manuel Belgrano, los derroteros de los caudillos del interior –con especial atención a Estanislao López– se entroncaban en una línea de continuidad con la historia local, vinculándola a la creación de la bandera, a la figura del General Justo José de Urquiza y al desarrollo económico de la región. Esto también se inmortalizó a partir de la colocación de tres estatuas en el frontispicio del edificio –hechas por el escultor italiano Troiano Troiani– con las leyendas “América Indígena”, “América Colonial” e “Historia Patria”– que representaban a cada una de las culturas y elementos que se conjugaban en una historia no sólo rosarina sino también americana46. 45 Cf. Zapata y Simonetta, “Un ‘templo de la historia’ para la ciudad ‘sin pasado’. Las memorias de la Nación y las tradiciones hispano-colonial y criolla en los primeros derroteros del Museo Histórico Provincial ‘Dr. Julio Marc’ (Rosario, 1912-1950)”, en CD Actas del XXX Encuentro de Geohistoria Regional (Resistencia – Chaco, del 19 al 21 de agosto de 2010), Resistencia, IIGHI – CONICET / Universidad Nacional del Nordeste, 2010. 46 Dicha lógica de organización y de percepción interna prosiguió, con ínfimas modificaciones, a lo largo de las siguientes décadas. Esta forma de pensar la distribución de las salas y el montaje de las exhibiciones será la línea de continuidad que observemos con mayor claridad desde una perspectiva de larga duración. Se trató de una imagen que perduró muchos años, atravesando –a pesar de las continuas pujas por imponer otras visiones políticas no menos controvertidas y pergeñadas desde otros códigos– todo el siglo XX y mostrando algunas señales, quizás menos fuertes pero ciertamente claras, en los inicios de la nueva centuria que nos toca vivir. Pero sólo será marcada, en términos de mutaciones, por los nuevos ritmos LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 241 Es por ello que, desde sus orígenes, las salas de Arte Americano estaban integradas por una colección de tejidos, cerámica y alfarería en la que se hacía presente el arte de diversos pueblos peruanos. El criterio que daba orden a la colección agrupaba los objetos en función de la clásica división en grandes áreas culturales, y a partir de la tafonomía que seguían diversos estilos cerámicos, como por ejemplo, Estilo Nazca, Estilo Mochica, Estilo Tiwanaku, Estilo Chimú, Estilo Paracas y Estilo Chancay. La inclusión de la cultura material de los pueblos prehispánicos al museo desplazaba aquellos horizontes interpretativos y con las retóricas museológicas que organizaban las colecciones arqueológicas de las poblaciones indígenas dentro del viejo precepto positivista de una historia natural, la antecámara del pasado nacional y del verdadero episodio de la dinámica humana y cultural. Corriéndose de esta concepción, las poblaciones originarias ya no fueron mentadas, como sucedía en otras instituciones museísticas a lo largo del país, como simples elementos dados per se e integrantes del ambiente al igual que los gliptodontes, los pájaros o, en un sentido más amplio, el paisaje. No obstante esta salvedad gnoseológica de los fundadores del Museo Histórico Provincial, se caía en otro prejuicio no menos difundido que el primero: si bien la entrada en los museos históricos argentinos del arte indígena se hallaba muy ligada a la arqueología y, para el caso del Museo Histórico, se engarzaba con las concepciones de Ángel Guido sobre el arte y la estética hispanoamericanos –generado a partir de la fusión original de elementos indígenas e hispanos–, tales objetos eran valorados no tanto por las significaciones sino por sus características de “exotismo” y “rareza estética”. Así, la mirada que prima sobre estas colecciones es la de su valoración estética, el uso de co- institucionales y administrativos propios de esta entidad (cambios de direcciones, ingreso de nuevo personal, etc.), por aquellas semánticas que nutren los criterios museológicos, museográficos y de conservación –muchas veces esquivas a ser detectadas de forma rápida, pero que con seguridad patentizan un cambio más profundo en la manera de gestionar las colecciones y en el significado de la misma– y por determinadas actividades de extensión que se desarrollan en paralelo a las muestras permanentes, modelando la vida del Museo Histórico Provincial. Cf. Zapata y Simonetta, “Dos formas de recordar, una forma de valorar. Las experiencias del Museo Histórico Provincial ‘Dr. Julio Marc’ y del Museo Municipal de Arte Decorativo ‘Firma y Odilo Estévez’ de la ciudad de Rosario (Argentina)”, en Juan Andrés Bresciano (comp.), Las dimensiones de la Memoria Histórica en un Mundo Globalizado. Una aproximación interdisciplinaria, Montevideo, Tradinco Editorial, 2011. 242 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA lores y formas llamativas y su rareza. Eran, en el mejor de los casos, piezas de arte extrañas que reforzaban una visión particularmente sesgada de sus creadores47. El espacio dedicado al arte y al pasado colonial era uno de los más relevantes del museo. Desde la Dirección se procuró obtener obras representativas de todas las escuelas que podían hallarse en América del Sur y exponerlas a través de la pintura, la platería y la escultura, marcadas en su mayoría por una notable impronta religiosa. La importancia de la colección era innegable tanto para la prensa rosarina, cuyo caso más ejemplar era la alocución del diario local La Tribuna acerca de lo magnífico de “la primera colección del país, por la cantidad de piezas reunidas y por su alto valor artístico e histórico”48, como también lo era para Julio Marc, quien indicaba que tales colecciones de arte hispanoamericano “podían ser estudiadas, como en ningún otro museo del país, todas las escuelas, fundadas en las expresiones de un arte primitivo y cálido, impregnado de religiosidad, como se fundieron las razas y los hombres”49. El recorrido cronológico de aquel pasado nacional del Museo Histórico Provincial, que comenzaba a andar su camino en la mencionada síntesis del espíritu y la magnificencia de las civilizaciones prehispánicas con la “grandiosa epopeya española”50 en estos orbes, se cerraba con éxito en la Sala Patria, dedicada a la historia del país y especialmente a la provincia de Santa Fe y a la ciudad de Rosario. En ella, la epifanía nacional, la Independencia, el gobierno de Juan Manuel de Rosas y el proceso abierto por la Organización Nacional a partir de 1852 se concretizaban en diferentes elementos y materialidades. A pesar de no conceder la preponderancia central a los sucesos revolucionarios de Mayo de 1810 como lo hacía el Museo Histórico Nacional, éstos tuvieron un espacio a través de la iconografía que 47 Hemos abordado este aspecto en Zapata, “¿Galerías del progreso o vitrinas del olvido? Discursos e imágenes del pasado indígena en el Museo Histórico Provincial ‘Dr. Julio Marc’ de Rosario: ayer y hoy”, en I Congreso Internacional de Arqueología de la Cuenca del Plata, Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 2011. 48 La Tribuna, Rosario, 8 de julio de 1939. 49 Discurso dado por el Dr. Julio Marc en la inauguración del Museo Histórico Provincial, Rosario, 8-VII-1939. Archivo del Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”. 50 Discurso dado por el Dr. Julio Marc, op. cit. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 243 el mismo proceso histórico tendió a inaugurar. La misma fue rescatada a través de los bienes de la vida cotidiana característicos de un período en donde una nueva organización política cobraba vida, enumerándose “…moblaje, objetos de adorno, instrumentos musicales, objetos de uso personal y todo aquello que contribuye a evocar el ambiente de una época y su vida interior y exterior…”51. Muchos de estos elementos observaban referencias directas e indirectas de los hombres que integraban el panteón histórico que se estaba formalizando desde el momento del Centenario. Los próceres no se hacían presentes solamente a partir de cuadros, imágenes u objetos vinculados a su vida sino también a través de fuentes originales o reproducciones fotográficas de las mismas (documentos, planos, litografías, grabados) y libros que dieron forma al archivo y la biblioteca del museo. Para hacerse de estos bienes de diferente procedencia y origen, tanto el gobierno central como las dependencias provinciales y municipales cargaron con los gastos de las compras que se efectuaban bajo los categóricos mandatos de Julio Marc por conseguir “… todos los objetos, trofeos y documentos que se hallaban dispersos en las oficinas públicas o en manos de particulares”, teniendo Marc a éstos últimos como personas que debían habituarse a “…entregar a los archivos y museos públicos, los documentos y objetos que puedan establecer la verdad sobre la vida y también sobre los errores de los hombres públicos, que cuando han de entrar en la historia, se deben a la Nación como las obras intelectuales y artísticas”52. Un elemento caro a esta galería de figuras en el museo era la del General José de San Martín, prócer que mereció contar con dos salas nutridas de majestuosos cuadros sobre la vida y la muerte de “nuestro héroe máximo”, la “más importante colección de medallas sanmartinianas”, litografías, documentos, grabados y los facsímiles de los retratos más celebrados y consu- La Tribuna, Rosario, 8 de julio de 1939. Discurso dado por el Dr. Julio Marc, op. cit. El éxito de la empresa podía corrobarse al momento de la inauguración del museo, instancia en la cual ya contaba con más de 200 documentos. Sólo para indicar la magnitud de los logros, en esta documentación estaban los papeles de Oribe en su campaña contra Lavalle (compuesta por 500 proclamas), partes de batallas y otra serie de corpus bibliográficos que reunía folletos, bandos y proclamas editadas por la Imprenta del Río de la Plata antes de 1826 y que sumaban una cantidad de 600 ejemplares. También se constata la presencia de una riquísima colección de mapas. La Capital, Rosario, 16 de julio de 1939. 51 52 244 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA midos por toda la cultura escolar53. No es accidental la reseña de la persona de San Martín. El Museo Histórico Provincial aprovechó para insertarse más decididamente en el proceso estatal de la conciencia histórica que por entonces podía definirse como “sanmartinismo”54 y posicionarse, de manera más o menos solvente, en una sociedad que pareció entrar en una serie de disputas porque la figura simbólica de San Martín, una y muchas a la vez, había llegado a reemplazar a su figura real. Este fenómeno, sin duda singular, concernía a dilemas de corte historiográfico y, más que nada, a controversias políticas de la contemporaneidad. Para todos, San Martín expresaba un sentimiento general de tipo nacionalista e identitario. En la cultura histórica de la época podían reconocerse dos grandes concepciones. Una de ellas se apoyaba en la tradición militarista, alimentada por la retórica de las Fuerzas Armadas en el gobierno y con la cual se vanagloriaba la genialidad a la hora de las tácticas de la guerra y el ahínco en la batalla. La otra incorporó la mirada del político y del abnegado padre de la patria, el líder nato que condujo a la liberación, nacional o social, potenciando las posibilidades de su pueblo, capaz de realizar la reconstrucción y encaminar al país. Los cuadros del San Martín guerrero se enfrentaban a los del San Martín anciano, resaltando tanto su habilidad militar como su constante preocupación por el destino –bastante incierto– de las zonas independientes de América. De manera que frente a los conflictos provocados en un campo donde pugnaban diferentes grupos por imponer su visión a través de la donación de objetos que conmutaran los sentidos del guión museográfico establecido, el Museo Histórico, que aspiraba a encarnar ambas vertientes, terminó por montar una muestra que no se desprendía de ninguno de los dos polos. Este aspecto sorprende por su capacidad de sacar a la luz tantos anhelos y trazas encarnadas en el hombre que cruzó los Andes y libertó a Argentina, Chile y Perú. A la imagen casi indiscutida del “Santo de la Espada”, le seguía la controvertida figura de Juan Manuel de Rosas. La sala dedicada a este problemático momento del pasado argentino en que tal individuo gobernó el Río de la Plata trataba de no incurrir en aspectos lacerantes o polémicos del La Tribuna, Rosario, 8 de julio de 1939. Eduardo Hourcade, “Ricardo Rojas hagiógrafo (A propósito del Santo de la Espada)”, Estudios Sociales, año VIII, nº 15, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1998, pp. 71-89. 53 54 LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 245 campo historiográfico del momento: para unos, Rosas era el restaurador de las leyes, signo por antonomasia de la defensa de la soberanía nacional y de las causas federales; mientras que para otros era un cruel tirano y representaba el principal obstáculo para la organización nacional55. Dejando de lado cualquier consideración sobre los aspectos políticos, sociales y económicos de la gestión del gran federal, la muestra ofrecía un arsenal de bienes artísticos e históricos cuyos signos más notables fueron las recurrentes estampas, rótulos, efigies y sellos de Rosas presentes en los peinetones diseñados por Manuel Masculino, los chalecos federales, guantes, cuatro impresos en raso con elogios al gobernador, como así también en los retratos del pintor oficial de la confederación Fernando García del Molino, en los grabados de Bacle y Morel y en las acuarelas de D’Astrel56. Finalmente, el Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”, además de diseñar y producir una interpretación del pasado tanto nacional como ame- 55 Cf. Tulio Halperín Donghi, El revisionismo histórico argentino, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1970; Halperín Donghi, “El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”, en Ensayos de historiografía, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996, pp. 107-126; Diana Quattrocchi-Woison, “Historia y Contra-historia en Argentina, 1916-1930”, Cuadernos de Historia Regional, nº 9, Luján, Universidad Nacional de Luján, 1987, pp. 34-60; Quattrocchi-Woison, “El revisionismo de los años 30 y 40. Rosistas y revisionistas: ¿los rivales de la historia académica?”, en La Junta de Historia, op. cit., pp. 295-316; Cattaruzza, “El revisionismo: itinerarios de cuatro décadas”, en Cattaruzza Y Eujanián, Políticas de la historia, op. cit., pp. 143-182; Julio Stortini, “Polémicas y crisis en el revisionismo argentino: el caso del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, en Devoto Y Pagano (eds.), La Historiografía Académica y la Historiografía Militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 81-106; Stortini, “Historia y política. Producción y propaganda revisionista durante el primer peronismo”, Prohistoria, nº 8, Rosario, 2004, pp. 229-250; Stortini, “Los orígenes de una empresa historiográfica: El Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, 1938-1943”, en Devoto, La Historiografía Argentina, op. cit., pp. 153-194; Eduardo Zimmermann, “Ernesto Quesada, la Época de Rosas y el Reformismo Institucional del cambio de siglo” en Devoto, La Historiografía Argentina, op. cit., pp. 37-63. 56 La Tribuna, Rosario, 8 de julio de 1939. Es necesario destacar que aquella tarea de montar una prolífica colección de piezas, documentos, imágenes y medallas tanto de Juan Manuel de Rosas como de todos los caudillos federales convirtió al Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”, hasta la actualidad, en uno de los reservorios más importantes del país sobre la materia. Sin embargo, hoy en día no es posible observar en la sala actual dedicada a la etapa rosista muchos de estos objetos que mencionamos debido a la falta de una infraestructura y de condiciones adecuadas tanto para la conservación como para la exhibición de los mismos. 246 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA ricano, producía su referente territorial y tramaba un dispositivo identitario, proyectando imágenes exclusivas y concretas sobre cierta región y localidad del país. Es así que, y como era de esperarse, la bandera nacional y su creador, Manuel Belgrano, tenían un lugar destacado en la escena museográfica dado que implicaba un rol directo de la ciudad tanto en el acontecimiento del primer enarbolamiento a orillas del río Paraná como en los repetidos intentos de inmortalizar el hecho con un monumento57. Lógicamente ello llevaba a sobredimensionar la importancia del suceso a través de múltiples maniobras: la presentación de un nutrido corpus de imágenes que representaban tanto el acto de la jura como el de la bendición (como la obra “La jura de la bandera” de Pedro Blanqué, por citar el ejemplo más representativo) y de las diferentes experiencias históricas que tuvieron lugar en la ciudad para evocar tal efeméride patria (como por ejemplo, el dibujo del primer monumento a la bandera ejecutado por Nicolás Grondona en 1872, la piedra fundamental de lo que debió ser el segundo homenaje y que fue colocada finalmente bajo el gobierno municipal de Luis Lamas en 1898 y la litografía que exponía el monumento de la Plaza 25 de Mayo realizado por Alejandro Biggi). A ello se sumaban algunas medallas acuñadas en Génova en ocasión de la inauguración de un monumento al General Belgrano en esa ciudad italiana (1927) y cientos de banderas argentinas que, habiendo pertenecido a distintos batallones rosarinos que operaron en la guerra del Paraguay y en la etapa de las luchas civiles, ahora engalanaban las paredes de la sala a modo de lienzos testigos de la historia. Una segunda escena de la historia local tenida por importante para su representación fue la elevación de la vieja villa al rango de ciudad en 1852, exteriorizada en una línea cronológica que tenía por elementos matrices un cofre de cristal y bronce en el que se exhibía un documento que certificaba esta decisión, cuatro escritos vinculados a las gestiones pioneras realizadas por el cura Dr. Pascual Silva Braga para dotar con el título de “villa” al pueblo del Rosario en 1823 y un llamativo mueble que tenía por misión conservar un corpus documental referente a los actos del segundo centenario de la 57 Acerca del Monumento Nacional a la Bandera, cf. Leticia Rovira; Diego Pablo Rol- dán e Ignacio M. Martínez, “La Patria a su Bandera. Discusiones en torno a la erección de un Monumento a la Bandera en la ciudad de Rosario”, Prohistoria, nº 3, Rosario, 1999, pp. 299310 y Hourcade, “Rosario, cuna de la bandera”, en Pagano Y Rodriguez, La historiografía rioplatense, op. cit., pp. 139-155. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 247 ciudad así como la bandera confeccionada con tal motivo. Al igual que estas problemáticas de índole política, la sala recalcó a los personajes y a los espacios conectados al desarrollo capitalista experimentado por la urbe a partir de la segunda mitad del siglo XIX, adquiriendo un rol protagónico el Genera Justo José de Urquiza, cuyos ardides posibilitaron los futuros horizontes de expectativas y crecimiento en la Rosario decimonónica. Mientras que los dibujos de León Palliere coloreaban con maestría la vitalidad del puerto rosarino, las fotografías, litografías e impresos eran seleccionadas como los soportes visuales adecuados a los fines de exhibir los espacios regionales y locales de actividades productivas y económicas de la época58. Por otro lado, la historia de la localidad se unía a los desarrollos pretéritos del espacio regional en su conjunto. Lo hacía en una sala que giraba en torno a dos pilastras principales: una primera pilastra era la “versión” santafesina del caudillismo, encarnada en la figura del Brigadier Estanislao López59, y en los múltiples objetos del caudillo que hablaban sobre su lucha en pos de la autonomía provincial, estableciendo una relación causal que conectaba a los miembros de su familia y a los gobernadores de la provincia con el dictado de la Constitución Nacional sancionada en la ciudad Santa Fe, es decir, con el segundo pilar de ese espacio museal en particular. La sala procuraba asimismo la legitimación del orden político conservador que había nacido en la provincia con la gobernación de Simón de Iriondo, régimen político que –para el momento en que el Museo Histórico Provincial abrió sus puertas– era sostenido por su nieto, el gobernador antipersonalista Manuel de Iriondo60. La Tribuna, Rosario, 8 de julio de 1939. Micheletti, “Ramón Lassaga y la recurrente ‘historia del gaucho López’ como expresión de un intelectual comprometido con la reivindicación provincial”, Res Gesta, nº 46, Rosario, Instituto de Historia, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, Pontificia Universidad Católica Argentina, 2008, pp.127-163 y Micheletti, “Primeros esfuerzos historiográficos en defensa de las provincias y sus caudillos: la “Historia de López” de Ramón Lassaga”, Revista de la Escuela de Historia, nº 10, Salta, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Salta, 2010. 60 [Anónimo] “La donación de José María Iriondo al Museo Histórico Provincial”, La Capital, Rosario, 21 de julio de 1939. Simón de Iriondo nació en Santa Fe en 1836 y falleció en Buenos Aires en noviembre de 1883. Fue abogado. Como político, se desempeñó como gobernador de la Provincia de Santa Fe en dos oportunidades (1871-1874 y 1878-1882), senador, ministro y líder del Partido Autonomista de la provincia durante dos décadas. Su 58 59 248 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA De ese modo, la provincia de Santa Fe y la ciudad de Rosario quedaron elegantemente registradas como “regiones representables” en la escena nacional y americana. Las salas describen el relato de una provincia en plena consolidación en el marco de la construcción de una nación y la postulación de la historia local como equivalente a los logros demostrados por la burguesía rosarina en política, cultura y economía. El Museo Histórico Provincial desplegaba así un mapa hermenéutico en una doble dirección: a la vez que era un instrumento de territorialización de las relaciones históricas también se construía como un canal a través del cual se podía fijar la identidad de aquellos que buscaban hacer oír su voz desde el ámbito local y regional. A modo de cierre: Destejiendo configuraciones de sentido Es un hecho conocido que el museo se configura como una institución a partir de una práctica social específica. Tal práctica consiste en la actitud de disponer cosas en un lugar y de una manera deliberada con diferentes propósitos: crear la posibilidad de comprender un todo más grande y complejo, construir un cuadro semántico-pedagógico-moralizante y/o mostrar las similitudes y diferencias entre lo antiguo y lo moderno, entre la sociedad que elige rememorar determinadas pautas culturales y aquella sociedad que es representada en esos productos socialmente elaborados y selectivamente escogidos/negados. Así es como dentro del proceso de negociaciones simbólicas que va constituyendo una cultura nacional determinada, las exposiciones de los museos cumplen no pocos roles: o bien diseñan una audiencia a la que buscaban interpelar en tanto ciudadanía, definiendo los valores culturales que contribuyen a la consolidación de una “comunidad imaginada”61, o bien –y al mismo tiempo– participan de los llamados fenómenos de construcción de tradiciones. En el marco del proceso de consolidación de la nacionalidad argentina nieto, Manuel María de Iriondo, nacido en Santa Fe en 1873 y fallecido en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1958, fue abogado y ejerció el cargo gobernador de la Provincia de Santa Fe entre los años 1937 y 1941. Perteneció a la Unión Cívica Radical y desde 1924 a la Unión Cívica Radical Antipersonalista. 61 Anderson, Comunidades imaginadas, op. cit.; Sharon Macdonald Y Gordon Fyfe (comps.), Theorizing Museums: Representating Identity and Diversity in a Changing World, Oxford, Blackwell Publishers, 1996, p. 32. LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 249 que fue iniciado a fines del siglo XIX y que se extendió hasta las primeras décadas de la siguiente centuria, el proyecto político cultural de la clase burguesa de la ciudad de Rosario dialogó sin lugar a dudas con las estrategias emanadas de los círculos dirigentes del Estado Central, pero también debió priorizar y sujetarse a las necesidades y urgencias de la localidad. Es por ello que, dentro del abanico de posibilidades, la burguesía local encontró en la creación de un museo histórico un resquicio para consolidar su prestigio en el espacio regional y para definir una historia y una identidad para la ciudad. A la sazón, se procuró conservar en la institución aquellos objetos con que los elencos dominantes de Rosario mayormente se identificaban. El Museo Histórico Provincial exhibió entonces una muestra cultural, histórica, y artística incompleta, pues priorizaba determinadas voces sobre otras que no eran tenidas por legitimas o que carecían de aquellos valores como la civilidad, la cultura, el progreso, la educación y el orden. Tal tratamiento convertía al museo de Rosario, por un lado, en el reservorio inclusivo de aquella parte de la cultura material y simbólica de una sociedad reconocida oficialmente como el mejor baluarte de la misma; mientras que, por otro lado, lo instituía como una entidad que excluía otros productos materiales e inmateriales que contradecían el sistema de valores vigente El Museo Histórico Provincial operaba a través de formas de accionar propias de una actitud conservadora y elitista, como por ejemplo, el enciclopedismo, la conservación y la exhibición, manteniendo una posición más bien alejada respecto al gran público y atendiendo a las necesidades de un reducido elenco de notables. La práctica conllevaba la tarea de recortar, discriminar, recordar y exhibir el pasado en función de los dictados que cada proyecto. No es de extrañar que se privilegiaran las gestas de los grandes hombres mientras se condenaba a la oscuridad a numerosos actores sociales (mujeres, indígenas, afrodescendientes, inmigrantes, etc.). La apuesta consistía en erigir una institución museal cuyos objetivos y razón misma de existencia giraran en torno a la recolección, conservación y exhibición pública de piezas, documentos y demás materiales del pasado que proponían una perspectiva cronológica identitaria. Se trataba de una colección de objetos presentados al selecto auditorio bajo la forma de exhibiciones permanentes, por lo general ligadas por su origen a la definición de una ciencia, una historia y un arte nacionales en el marco del Estado Nacional que se estaba consolidando. En este clima, el Museo Histórico Provincial venía a responder a la pre- 250 HORACIO MIGUEL HERNÁN ZAPATA - LEONARDO C. SIMONETTA gunta por la identidad mediante objetos y representaciones del patrimonio cultural que tuvieran una materialidad tangible y en donde la Nación (como el cuerpo cívico homogéneo en el cual todos se sentían referenciados) y la ciudad (como la plataforma simbólica del poder de la burguesía local) pudieran ser observadas alejadas de toda inestabilidad. La memoria y los objetos que suponían condensarla serán los instrumentos para controlar una movilidad percibida con inquietud. Los “lugares de la memoria” eran establecidos, por tanto, como un reaseguro estable donde quedaran exhibidas, inmóviles, las memorias materiales de un grupo determinado de la sociedad. En este sentido, el museo se oponía a un tipo específico de producción escrita altamente polémica y vacilante, que es la historiografía, no tanto por lo que ella comenzaba a decir, sino ante la percepción de una sociedad que cambiaba rápidamente y en la que los vestigios del pasado corrían peligro. Según lo caracteriza Andreas Huyssen, podríamos denominar a esta práctica del museo como “anclaje temporal”, es decir, una voluntad por detener la proliferación del sentido,62 dar un significado fijo a la historia nacional y local y construir una versión unívoca del pasado, alejado de las conflictivas memorias de facción. En definitiva, la práctica del anclaje temporal trataba de despolitizar tanto al pasado patrio como a sus héroes, preservarlos de las disputas historiográficas del contexto, intervenir sobre la inestabilidad hermenéutica y acoplar en la trayectoria de la historia nacional aquellos acontecimientos que robustecieran el significado histórico de la ciudad de Rosario; todo ello dentro del espacio inmóvil del museo. Lo cierto es que los llamados procesos de invención de tradiciones patrias, consciente o inconcientemente, plantean la edificación de un orden simbólico a partir de ciertos olvidos. En un museo histórico, la clasificación y la selección de “lo museable” responde a la confección de un relato y de una puesta en escena de diversos “actos del pasado” calificados como “nacionales, provinciales y locales” que, mientras dan forma a determinadas memorias, generan una cuota análoga de olvidos. Ocurre esto porque en el museo opera como un espacio donde se construyen, deconstruyen e interactúan formas de recuerdo y formas de omisión, porque la identidad y la Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 13-40. 62 LAS CONFIGURACIONES DE SENTIDO EN EL MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ROSARIO 251 alienación, en las palabras de Slavoj Žižek, son precisamente correlativas63. En esta línea, Pompeyo Audivert sostiene que “los museos siempre son más por lo que callan que por lo que dicen”64 y, por extensión, son más por el patrimonio que excluyen que por el que exhiben. En principio, este hecho puede parecer paradójico si se acuerda que es una de las principales moradas que lucha contra el devenir y la superación constante del tiempo. En efecto, hay una porción significativa del cuerpo social de la localidad que nunca atravesó las puertas del museo para hablar por sí mismo: indígenas, mujeres, afrodescendientes, trabajadores, etc. Ellos son el componente olvidado que por regla acompaña la invención de las tradiciones, dado que el recuerdo y la amnesia son movimientos paralelos en el tejido de la memoria65. Y la memoria de los rosarinos no es la excepción. Todos estos actores fueron raramente invitados al podio principal del museo estudiado en este trabajo, y si lo hicieron fue de manera reducida y estereotipada. Esos “otros” pueden ser objeto de las representaciones presentes en las exhibiciones permanentes, pero no ingresaron enunciando un discurso donde se pueda escuchar su propia voz, donde aparezcan como sujetos con saberes, experiencias e identidades disímiles, aunque legítimamente propias. No obstante, estos actores nos muestran constantemente su lucha por obtener un reconocimiento material y simbólico en el imaginario nacional, pero más que nada un lugar justo en la construcción ciudadana, abriendo espacios para otras reflexiones, desde otros parámetros y para dar cabida a las memorias contrahegemónicas que pugnan día a día. Slavoj Zizek, El sublime objeto de la Ideología, México, Siglo XXI Editores, 1992. Pompeyo Audivert, “Museo ocultismo”, Funámbulos. Revista bimestral de teatro y danza alterativos, año IV, nº 15, Buenos Aires, 2001, pp. 18-19. 65 Cf. Irina Podgorny, “Historia, minorías y control del pasado”, Boletín del Centro Dirección de Museos de la Provincia de Buenos Aires, v. 2, Buenos Aires, 1991, pp. 154-159; Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós, 2000 y Helenice Rodrígues Da Silva, “’Rememoração’/Comemoração: as utilizações sociais da memória”, Revista Brasileira de História, vol. 22, nº 44, São Paulo, Associação Nacional de História, 2002, pp. 425-438. 63 64 Estudios y Reseñas Bibliográficas Santo Domingo, cuna de América Comentario sobre la obra Historia de la República Dominicana1. María Victoria Carsen Universidad Católica Argentina carsenvictoria@gmail.com Historia de la República Dominicana forma parte de una colección de historias del Caribe que desde el año 2009 ha publicado trabajos sobre Cuba, las Antillas no hispanas y Puerto Rico, entre otros. A través de este breve comentario no nos proponemos realizar una reproducción parcial del contenido del libro ni hacer una injusta síntesis, sino destacar algunas cuestiones que contextualizan el desarrollo específico del país. El espacio geográfico elegido, forma parte de un conjunto considerado “escenario privilegiado para el intercambio y la convivencia de diferentes culturas y poblaciones”, enlace, además, entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Pero a pesar de la relevancia que objetivamente tiene en términos históricos y culturales, se puede constatar que el Caribe ha sido muchas veces relegado en las historias generales del continente americano. Por lo tanto, la atención puesta sobre este escenario es el primer gran logro de la obra. En segundo lugar la vasta documentación que avala las investigaciones con material de archivo procedente de República Dominicana, España y Estados Unidos, ha permitido reunir las miradas de especialistas en la economía, la historia y las letras. Esta obra colectiva contó con la coordinación del actual presidente de la Academia Dominicana de la Historia, Dr. Frank Moya Pons. Desde Cristóbal Colón a Rafael Leónidas Trujillo y aún hasta tiempos más recientes, se desenvuelve la historia de la isla habitada por la población taína, posteriormente elegida por la compañía norteamericana United Fruit, por diversos motivos ampliamente conocida. Los colaboradores de este volumen logran condensar su historia en poco más de 700 páginas que Frank Moya Pons (coord.), Historia de la República Dominicana, Santo Domingo, Ediciones Doce Calles, 2010. 1 256 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS convencen al lector sobre la excepcionalidad de La Española como primer territorio americano en implantar la cultura europea, y el primero, además, en tener escuelas, conventos, sedes epistolares, y Real Audiencia. El tercer gran logro del libro es sin lugar a dudas la capacidad de síntesis de tan vasta historia. El lector no encontrará en sus páginas un desarrollo cronológico sino temático, donde se abordaron las principales cuestiones vinculadas a la población, la economía, la sociedad, la política, y la cultura dominicanas. La última sección es particularmente interesante ya que nos aproxima a la historia reciente con un capítulo titulado La lucha por la democracia 19612004. Es un trabajo equilibrado que combina la historia colonial con la contemporánea. El punto de partida del libro no podía ser otro que la catástrofe demográfica que ocurrió como consecuencia del choque entre la población nativa y los europeos que arribaron en 1492. Como explica Moya Pons este impacto fue de tal magnitud que llevó al colapso de la sociedad taína. Si bien es verdad que la mayoría de las historias dominicanas comienzan con este relato, el libro analiza la situación demográfica de la isla también más allá del primer encuentro entre Colón y la población taína hasta la actualidad, cuando el país cuenta con una sociedad urbanizada y con clara tendencia a la mulatización global2. Diferentes autores abordaron la estructura económica de la isla con una detallada sucesión de la extracción y producción de variados bienes, entre ellos metales preciosos, azúcar, café, tabaco y cacao, así como la explotación de la madera y el desarrollo de la ganadería, principal riqueza de Santo Domingo. También se analiza la decadencia de la colonia, en particular durante el siglo XVII conocido como el siglo de la miseria por una sucesión de epidemias, plagas, catástrofes naturales y las “despoblaciones de Osorio” ordenadas por la Corona3. Estos episodios son destacados en el texto ya que 2 El panorama actual del cuadro poblacional dominicano nos aleja de la composición de comienzos del siglo XX cuando la raza blanca y la negra constituían la mitad de la población. Las últimas mediciones indican que el 82% se autodenomina “indio”, término descriptor del mulato dominicano. 3 Las llamadas “despoblaciones de Osorio” se refieren al notable episodio por el cual la Corona buscó poner fin al elevado tráfico ilícito a través del decreto de 1603 de la Real Audiencia que ordenaba destruir todo el occidente insular, demoler las ciudades allí asentadas y dejar la región completamente deshabitada al trasladar a la población a la región oriental. ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 257 generaron una igualdad de la población en la pobreza y provocaron la ocupación francesa del territorio occidental. Especialistas comentan, a su vez, la notable revolución económica y demográfica que ocurrió en la década de 1870 cambiando el panorama dominicano. Hasta entonces la región oriental de la isla tenía ciudades cosmopolitas pero más allá de Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata, el territorio estaba mayormente deshabitado y sin explotar. En el último tercio del siglo XIX, con la llegada de capitalistas de Cuba, Estados Unidos, Italia y Alemania, además de obreros agrícolas y nuevos métodos de trabajo ligados a la industria azucarera, aparecen cambios a todo nivel: el desarrollo de una red básica de infraestructura vial, que estuvo estrechamente ligado al crecimiento de las grandes plantaciones de azúcar y banano, e innovaciones en el sector comercial, traídas por inmigrantes árabes. A estas transformaciones se sumó la expansión de las letras y de la vida cultural gracias a la labor de destacados hombres y mujeres. El objeto de estudio, República Dominicana, ha sido sin duda un territorio anhelado por sus riquezas y posición geográfica que a lo largo de más de 500 años de historia, frecuentemente se vio amenazado u ocupado por diferentes naciones; españoles, franceses, haitianos y norteamericanos ansiaron el dominio parcial o total de la isla. Durante los primeros 300 años los dominicanos conocieron el poder del monarca español y aprendieron a reverenciar su figura, aunque muchas de las normas que emitiera no tuvieran real cumplimento en estas tierras, como ocurrió frecuentemente en el extenso territorio americano. Fue la primera fase de una intensa vinculación con España que se quebraría en 1795 con el traspaso de la “siempre fiel” colonia a Francia a causa de la guerra europea desatada por la Revolución Francesa. No es posible hablar de la historia dominicana sin considerar la evolución política de la parte occidental de la isla, actualmente Haití, porque de muchos modos sus historias están enlazadas y a su vez atadas al devenir político europeo. La Revolución Francesa llegó a la isla La Española y allí estremeció las bases del sistema de plantación. En agosto de 1791 una rebelión de esclavos haitianos reclamó Libertad e Igualdad Universal. En una de sus proclamas los líderes Jean Francois, Biassou y Toussaint Louverture, afirmaron: Nosotros somos negros, es verdad, pero dígannos, caballeros, ustedes que son sabios, ¿cuál es la ley que dice que el hombre negro debe pertenecer al 258 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS hombre blanco? […] no podrán mostrarnos donde ella existe, si no es en otro lugar que su imaginación, […]. Sí, caballeros, somos tan libres como ustedes […]. Somos sus iguales, por derecho natural, y si la naturaleza se congratula asimismo dando una diversidad de colores a la raza humana, no es un crimen haber nacido negro, ni una ventaja haber nacido blanco4. La primera república negra del mundo nacería el 1 de enero de 1804, y sería, además, la primera nación americana independiente al sur de Estados Unidos. Por estos años los haitianos provocarían el sufrimiento de los dominicanos con sucesivas invasiones, intentando extender la revolución. Estas incursiones ayudarían a consolidar un criollismo colonial que más tarde daría lugar a una cruzada nacionalista por la independencia basada en valores hispánicos. Paralelamente, gran parte de la obra es recorrida por el desarrollo del concepto de nación que se forjó en la sociedad criolla desde el siglo XVIII. En palabras del colaborador Orlando Inoa esta identidad se pudo ver en el apego a la tierra, a la lengua, al refranero, a la comida y a la religión así como en la mezcla racial entre negros esclavos y mulatos. Todo esto contribuyó a dar unidad y sentido de pertenencia a un mismo territorio y a una misma comunidad. La tensión entre los habitantes de la isla aumentaría hacia 1937 con el asesinato de 20.000 haitianos que cortaban caña en territorio dominicano, a manos del ejército de Trujillo5. Sin lugar a dudas, los vínculos que unen a la Republica Dominicana con Haití trascienden los lazos de su historia y se entrelazan con el presente en la especial colaboración brindada con motivo del terremoto que asoló a la parte occidental de la isla en enero de 2010. Como mencionamos anteriormente también la relación de los dominicanos con España ha sido especial. Uno de los episodios distintivos del proceso de independencia del país, al compararlo con otras colonias españolas en América, ha sido su voluntad de regresar al dominio ibérico en 1861. Como se recordará, mientras España atravesaba un siglo de retroceso a nivel internacional, el “Gobierno Largo” de la Unión Liberal aspiró a revitalizar “Carta a la Asamblea General de Jean Francois, Biassou y Belair (Toussaint Louverture ), Julio 1792” Compilada por Jean Bertrand Aristide y Nick Nesbitt en Toussaint Louverture and The Haitian Revolution, Verso, 2009. 5 Un acuerdo de resarcimiento comprometió a este último a pagar 750.000 dólares como indemnización, o en otras palabras, la sorprendente suma de 30 dólares por persona. 4 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 259 la política exterior con la intención de que “las potencias europeas tuviesen que contar con España y para que los españoles se desviaran un poco de sus endémicas querellas internas”6. La acción dominicana vino de este modo a acompañar las ambiciones del líder liberal Leopoldo O´Donnell. La anexión fue recibida con simpatía por la población dominicana por lo menos en un primer momento, porque se sentían a resguardo de invasiones haitianas, amenaza que quizás pueda resultarnos insólita con los parámetros actuales, ya que Haití es la nación americana más pobre. Probablemente los dominicanos también hayan especulado con las ventajas de recibir el apoyo de una nación europea si se unían a la Corona. Pronto el entusiasmo, sin embargo, dio lugar a la irritación y se disipó cuando España envío tropas desde Cuba. A diferencia de la anexión a España la ocupación militar norteamericana que se extendió entre 1916 y 1924 fue resistida desde un primer momento, de acuerdo al relato del volumen que comentamos. Estados Unidos ha sido sin lugar a dudas otro de los actores fundamentales en la historia dominicana, con gran influencia en el desarrollo político y económico de la isla. La intervención directa se repetiría más recientemente hacia 1964. Un capítulo aparte merece la llamada Era Trujillo (1930-1961), caracterizada por Frank Moya Pons como un “régimen de rapiña” que buscó “controlar todos los negocios existentes en el país”. “El Jefe” es uno de los personajes de mayor impacto en la isla; el autor destaca que entre otros objetivos se propuso controlar la vida económica de todo el territorio para lo cual usó ilimitados fondos personales y estatales que le permitieron comprar la mayoría de los ingenios. Buscó en esta tarea, el respaldo de empresarios extranjeros con el objetivo de crear una planta industrial de sustitución de importaciones en la República Dominicana. Además, Trujillo realizó diversos esfuerzos por presentar al mundo una renovada imagen del país como “nación blanca” para que fuera percibida como un estado “avanzado”. Una anécdota relata que se instruyó a los empadronadores del censo de 1960 a registrar menor cantidad de población negra que la real con la advertencia de la entrenadora censal de que “después de todo lo que ha hecho el Jefe por el país la República Dominicana no 6 1999. José Luis Comellas, Historia de España Moderna y Contemporánea, Madrid, Rialp 260 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS puede presentarte con una población mayoritariamente negra como si fuera una nación africana”. Así como la vida de Trujillo marcó tres décadas de la historia contemporánea dominicana también su muerte en 1961 dio paso a una nueva era que desató “todas las energías de la nación” y le permitió iniciar un proceso de democratización que continúa al día de hoy y que probablemente este libro contribuye a fortalecer dando a conocer la historia de la nación. En síntesis, el relato didáctico de la obra la convierte en un libro de consulta para el estudiante y el público en general, pero a su vez, la contribución de los mayores referentes del ámbito intelectual del presente, la transforman en un profundo estudio que atrae al lector erudito. Con impecable edición, redacción clara, y numerosas ilustraciones, cuadros comparativos y gráficos, el lector podrá acercarse a la historia dominicana escuchando las voces de diferentes escuelas historiográficas, instituciones y disciplinas. ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 261 Armando Raúl Bazán y Luis Navarro Santa Ana (eds.), Historia y Geografía de Catamarca, San Fernando del Valle de Catamarca, Junta de Estudios Históricos de Catamarca-Editorial Sarquis, 2010. Un calificado grupo de autores locales, pertenecientes a la Junta de Estudios Históricos de Catamarca, han confluido en la concreción de una obra integradora que aborda un fárrago de temáticas tales como la arqueología, geografía, arquitectura, urbanismo, historia regional, eclesiástica e institucional. Las plumas de Bazán, Azurmendi de Blanco, Bazán de Blas, Caro, Correa de Garriga, Oviedo, Kriscautzky, Vera, Navarro, Orden de Peracca, Seco, Trettell de Varela y Navarro Santa Ana son las artífices de estos dos tomos que, además de ofrecer la ya anticipada eximia académica, posee una estupenda puesta en escena a cargo de la editorial catamarqueña Sarquis. El primer volumen, coordinado por Armando Bazán, cuenta con 20 capítulos. En ellos se exponen artículos sobre arqueología, geografía, poblamiento, demografía, urbanismo, la Constitución y autonomía provincial. Sus intérpretes son los profesionales Kriscautzky, Seco, Azurmendi de Blanco, Correa de Garriga, Orden de Peracca, Bazán y Navarro. En ellos se advierte que sus temáticas exceden largamente y con méritos los límites provinciales, articulando la problemática con la del vasto noroeste argentino en el cual Catamarca es virtualmente su epicentro geográfico. Más puntuales son los aportes a cargo de Orden de Peracca, Santa Ana, Correa de Garriga y Bazán sobre la fundación de la ciudad capital, su cabildo, el papel de la iglesia como institución y la historia familiar de los Nieva y Castilla. Por su parte Azurmendi de Blanco aborda el espinoso tema de la trata de esclavos y la conformación de la sociedad criolla catamarqueña. El segundo tomo contiene diecinueve capítulos bajo la coordinación de Luis Navarro Santa Ana quien, a su vez, firma tres artículos donde trata sobre los gobernadores, el rol jurídico de la mujer catamarqueña y el origen y evolución de la prensa local. Inicia el tomo Armando Bazán, imposible no pensar que debía ser este autor quien rinde tributo su acostumbrada precisión historiográfica a su alter ego el legendario caudillo federal Felipe Varela. El nepotismo en la elite dirigente tiene lo suyo en la pluma de Oviedo, por su parte Correa de Garriga trata sobre la evolución del sistema educativo provincial y el geógrafo Seco aborda el tema del nacimiento y decadencia de los ferrocarriles regionales. Un análisis sobre la evolución demográfica de la provincia entre 1947 y 1970 tiene en Azurmendi de Blanco su intérprete. 262 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Correa de Garriga vierte pincelazos sobre la labor parlamentaria de Ramón Gil Navarro y en torno a los conceptos de “regionalización y globalización”. La inmigración europea es abordada por Trettel de Varela y Bazán de Blas. Finalmente el tomo es concluido por reflexiones sobre el derrotero político de Catamarca a cargo de Raúl Caro. No debe sorprendernos este producto científico regional: Catamarca fue la primera provincia que sancionó la ley de educación obligatoria y gratuita de la Argentina (1871). Su Junta de Estudios Históricos es la segunda en antigüedad, creada un año después de la de Mendoza (1936). Lleva realizados tres congresos de Historia de Catamarca (1958, 1971 y 2006) además de reuniones de carácter nacional asistida por los mejores historiadores del país. En sus legajos sobresalen los homenaje a los caudillos Vicente (Chacho) Peñaloza y Felipe Valera. Asimismo su Boletín cuenta con una continuidad permanente además de varias ediciones de libros dedicados a temáticas regionales. En definitiva esta obra Historia y Geografía de Catamarca trasmite sin tapujos un espíritu francamente federal, respira y transpira la vieja causa de los Peñaloza, los Esquiú y los Varela. Es además un verdadero antídoto científico y cultural para quienes históricamente han sostenido que lo que solamente se edita en Buenos Aires tiene dimensión nacional. Mientras que los productos científicos y literarios que surgen en las provincias son apenas un producto encajonado en los regionalismos. A propósito de esta última reflexión concluyo esta breve nota recordando lo que alguna vez sostuvo el historiador Pérez Amuchástegui: “La Historia se hacía y se escribía en Buenos Aires, desde Buenos Aires y para Buenos Aires, islote civilizado al borde de las llanuras y serranías salvajes […] Era el resabio de la vieja antinomia planteada por Sarmiento sobre civilización y barbarie”. Fue el prólogo que este destacado historiador dedicó al libro La Rioja y sus Historiadores de Armando R. Bazán. Este producto de la Junta catamarqueña confirma la sentencia de Pérez Amuchástegui, aunque en mi opinión debemos excluir al gran Sarmiento de la cuestión. Rodolfo Adelio Raffino ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 263 Fernando Enrique Barba, José Camilo Crotto: Un gobierno en medio de la borrasca, La Plata, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, 2010, pp. 131. La obra integra la serie Estudios sobre la Historia y la Geografía histórica de la Provincia de Buenos Aires, desarrollada por el Archivo Histórico “Dr. Ricardo Levene”, y es una continuación del trabajo Los tiempos perdidos: La política de Buenos Aires entre 1880 y la intervención federal de 1917, publicada en 2004. En este libro se analiza la acción de los primeros gobernadores radicales bonaerenses del siglo XX, es decir, se desarrollan los gobiernos que se sucedieron desde el interventor José Luis Cantilo y Luis Monteverde (19171921). El eje principal de la investigación son los conflictos políticos ocurridos durante el gobierno de José Camilo Crotto. Este tema, poco estudiado pero de notable interés para la historia política nacional y provincial, es abordado por el doctor Fernando Enrique Barba en el contexto de conflictividad y tensión política del período. Los acontecimientos son comprendidos dentro del marco de división entre los grupos provincianos y metropolitanos que dominaban la política bonaerense desde los gobiernos del PAN y que permanecieron vigentes durante las presidencias radicales. El análisis se realiza con un fuerte respaldo documental. Su sustento incluye importantes periódicos provinciales y nacionales entre los que se destacan La Nación, La Prensa, El Argentino, El Día y La Unión entre otros medios periodísticos también citados. La investigación además incorpora referencias a los diarios de sesiones de las cámaras de Diputados y de Senadores de la provincia de Buenos Aires junto con el Registro Oficial de la misma, en donde se reproduce la lista de diputados electos durante el período en cuestión. El elaborado estudio contiene además un apéndice documental conformado por cinco documentos que permiten enriquecer la investigación gracias a la explicación del autor sobre los aspectos que desea destacar de cada fuente. El trabajo se completa con una cronología de la vida de Crotto y una importante bibliografía general. Ello permite especificar el contexto propio del momento político estudiado, donde se abarcan sus antecedentes y consecuencias más directas. 264 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS En síntesis, la obra constituye un aporte completo y muy bien documentado sobre un período importante de la política bonaerense y nacional, expresado en forma clara y precisa. Ariel Alberto Eiris Miguel Angel De Marco, La guerra de la Frontera. Luchas entre indios y blancos 1536-1917. Buenos Aires, Emecé, 2010, 558 pp. El conflicto plurisecular que enfrentó a los europeos y a sus descendientes criollos con las sociedades indígenas de la pampa argentina constituye uno de los rasgos distintivos de la historia nacional que atravesó todas sus etapas. Esta centralidad histórica de una guerra a la vez étnica y cultural es la que rescata la reciente obra de Miguel Ángel De Marco La guerra de la Frontera. Luchas entre indios y blancos 1536-1917, donde el autor documenta, a la vez con detalle y un gran esfuerzo de síntesis, sus etapas, episodios y características más relevantes. Los primeros capítulos del libro están dedicados a presentar una visión general de los antecedentes coloniales del conflicto: la llegada de los españoles al Río de la Plata, el proceso de colonización en el litoral y en el interior, las experiencias jesuíticas en las fronteras y la legislación indiana relativa al tratamiento de los naturales. Las transformaciones sociopolíticas y económicas originadas en la creación del Virreinato y la aparición en la región pampeana del proceso conocido como “araucanización” procedente de los indígenas de Chile son los procesos que, como se advierte en el desarrollo del libro, comienzan a otorgar a los enfrentamientos entre cristianos e infieles un nivel cada vez mayor de continuidad y de violencia. De Marco detalla durante el siglo XVIII –que, sin embargo, concluye con una relativa calma instalada por el virrey Juan José de Vértiz (1778-1784)- episodios de memorable crueldad, como la campaña punitiva del mariscal de campo Juan de San Martín y la matanza de indios y cristianos ocurrida en Sierra de la Ventana, en la que pereció el brillante piloto español y explorador de las costas patagónicas, Basilio Villarino. Las invasiones inglesas, la Revolución de Mayo y las guerras revolucionarias y civiles parecieron abrir una nueva etapa en las relaciones blancoindias tal como se las describe en La guerra de la Frontera. El autor expone ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 265 cada una de estos ciclos a través de algunas de sus acciones más célebres: la participación de los indígenas en la defensa de Buenos Aires (1807), la excursión del capitán Pedro Andrés García a los indios pampas luego de la formación del gobierno revolucionario, las negociaciones de José de San Martín con los indígenas del sur mendocino previas a sus operaciones para el cruce de los Andes (1816) y el feroz e injustificado ataque al pueblo de Salto por un contingente de indios y montoneros al mando del militar y político chileno José Miguel Carrera durante las guerras civiles entre Buenos Aires y el litoral (1820). El de Salto, se advierte, fue apenas una de las acciones más violentas de una zaga que se repetía y extendía a todas las regiones fronterizas de las Provincias Unidas en camino a conformarse como la nueva nación argentina: la guerra revolucionaria y la descomposición de la administración colonial española acarreó la multiplicación de los enfrentamientos con los indígenas en los bordes del Chaco –Salta, Santiago del Estero- en Santa Fe y en las provincias cuyanas. Ese incremento de las luchas se originaba, como se desprende de la lectura del libro de De Marco, tanto en la incapacidad de las nuevas autoridades para reunir los hombres y los medios necesarios para enfrentar a los indígenas –recursos empleados, primero, en la guerra contra las autoridades españolas, y poco después en los conflictos interprovinciales- como así también en la avidez creciente de los blancos por extender su control sobre tierras y ganados, recursos cada vez más necesarios y disputados por la angustiosa situación del comercio y de la producción en las anárquicas provincias argentinas. Ello explica que todos los intentos de consolidación de un poder más centralizado y eficaz por parte de los dirigentes criollos se hayan visto acompañados, a su vez, de un esfuerzo paralelo por consolidar la frontera con los indios y, en lo posible, por someterlos al control definitivo de las nuevas autoridades. Con profusión de detalles y precisiones, el autor señala y describe los períodos de acentuación de la lucha en la década de 1820 –correspondiente a la organización de los poderes provinciales tras la crisis de ese año- durante la Campaña al Desierto de Rosas (1833) –primer intento preconstitucional de conformar una laxa autoridad central-, a lo largo de las décadas de l850 y 1860 -decisivas para la organización definitiva del Estado nacional- y, por último, en el transcurso de las cruciales acciones militares que terminarían de configurar el territorio argentino con la incorporación de los territorios pampeanos, patagónicos y chaqueños, impulsadas en mayor 266 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS media por la actuación de Julio Argentino Roca, primero como ministro de guerra de Nicolás Avellaneda (1878-1880) y luego como presidente de la Nación durante su primer período de mandato (1880-1886). El relato de La guerra de la frontera se ciñe muy estrictamente y con detalles de espléndido rigor a los episodios tanto militares como políticos de las relaciones entre blancos e indios como de las cambiantes coyunturas del naciente Estado nacional argentino;: se adentra menos en sus contextos socioeconómicos y culturales pero presenta una extensa lista bibliográfica al final de cada uno de los capítulos que ayuda a consolidar una mirada más amplia y, a la vez, más precisa, si cabe, sobre los episodios de armas y sobre los –cada vez efímeros- tratados de paz entre indios y cristianos. Las penosas incidencias cotidianas de las fuerzas en pugna, en particular las de los milicianos y soldados de línea criollos, constituyen otro de los aspectos muy enfatizados por La guerra de las Fronteras. Desperdigadas en enormes extensiones, libradas a su sola suerte sin refuerzos, sin alimentos ni agua y sin instrumentos de guerra, las expediciones y las guarniciones cristianas se estrellaban con la inflexible superioridad de los indios, que conocían sus movimientos, el terreno de operaciones y, sobre todo, las cambiantes luchas intestinas entre sus enemigos, que debilitaban o anulaban todos sus esfuerzos –del mismo modo que la convocatoria a un congreso en Buenos Aires puso fin inesperado a los esfuerzos de Martín Rodríguez por aniquilar a las parcialidades que asolaban las estancias del sur bonaerense-. Sólo la modernización irresistible del Estado argentino después de 1860 – que proporcionó armas y tácticas nuevas, comunicaciones y ferrocarriles- y, sobre todo, la gradual supresión de las tensiones político-militares internas que venía sufriendo desde su gradual conformación luego de las guerras civiles, permitieron poner fin a la lucha que tan eficazmente sostuvieron, durante siglos, los nativos pampeano-patagónicos y chaqueños. Esa eficaz resistencia de las sociedades indígenas alumbró en ellas liderazgos políticos y miliares descollantes: Painé, Mariano Rosas, Catriel, Coliquei, Pincén y, por sobre todo, Calfucurá –a cuya figura el autor dedica un capítulo entero- que jugaron un papel decisivo en del desarrollo de las luchas de frontera, equivalentes al de verdaderos jefes de Estado. Este encumbramiento de los jefes nativos invita a pensar que la enorme gravitación que tuvieron las relaciones políticas y culturales entre blancos e indios en la nueva configuración de sus sociedades no podría comprenderse sin considerar, además, el aporte material y organizativo de los cristianos, y el efecto ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 267 que el mismo tuvo en el intenso y continuo proceso de mestizaje recíproco Por su rigor histórico, su abundante información –que recopila, sintetiza y agrega nuevos datos- y, sobre todo, por el sugerente aporte realizado a otras formas de interpretación de las relaciones socio-culturales entre blancos e indios, La guerra de la Frontera. Luchas entre indios y blancos, de Miguel Ángel De Marco, constituye una obra enriquecedora para la investigación histórica y para el público lector en general. Rogelio C. Paredes Dardo Pérez Guilhou, Los enemigos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2010, pp. 92. En el presente trabajo, el doctor Dardo Pérez Guilhou, miembro de las academias nacionales de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas, se propone enriquecer la interpretación sobre el proceso revolucionario de 1810, al estudiarlo desde la perspectiva contrarrevolucionaria de la época a través del análisis de testimonios de diversos personajes contrarios al proceso revolucionario. La obra está organizada en tres capítulos, pues radica en el origen de los testimonios que presentan. El primero, “Los funcionarios peninsulares en el Río de la Plata”, analiza la revolución desde testimonios de los mandatarios peninsulares, tanto civiles como militares, que se encontraban en el Río de la Plata. Entre ellos se destacan el comandante del Apostadero Naval de Montevideo, José María Salazar, y los virreyes Baltasar Hidalgo de Cisneros, del Río de la Plata, y José Fernando de Abascal, del Perú. También se incluyen misivas o informes procedentes de la Real Audiencia. A través de ellos el autor ilumina sobre distintos temas ampliamente discutidos en la historiografía argentina: la teoría de la “máscara de Fernando VII”, el origen de las ideas revolucionarias, el carácter independentista y popular de la revolución, los actores socio-políticos involucrados en el movimiento, los episodios de “terror” acaecidos, y el fenómeno de criollofobia entre los peninsulares. Sobre todos estos tópicos, Pérez Guilhou alcanza conclusiones muy interesantes y reveladoras. En el segundo capítulo “Los anónimos realistas”, el autor desarrolla otros temas como las probables causas del movimiento revolucionario, la 268 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS importancia del regimiento de Patricios en su gestación y el papel de los ingleses, no ignorado por los funcionarios peninsulares. El tercer capítulo, “Los americanos fidelistas”, se aboca específicamente al análisis de tres testimonios de criollos fidelistas o pro-españoles: el oidor Manuel José de Reyes, el brigadier José Manuel de Goyeneche, y el jurista Pedro Vicente Cañete. De los dos últimos se desprenden lineamientos muy semejantes en relación con sus críticas a la revolución y sus líderes. El caso de Goyeneche es muy interesante ya que se incluye su correspondencia con los generales patriotas Juan Martín de Pueyrredón y Manuel Belgrano, en la que se pueden apreciar el diálogo entre actores de la revolución y la contrarrevolución. Finalmente, la obra incluye como anexo el “Catecismo Real Patriótico”, escrito por el ya mencionado Cañete, que resulta notable ya que demuestra argumentos históricos e ideológicos realistas para contrarrestar el avance de los principios revolucionarios. Otro aspecto tan relevante como revelador que resulta de la lectura de los testimonios pro-españoles, es el de las ideas que estos personajes tenían sobre distintos temas políticos, sociales, culturales y económicos, lo cual, indudablemente, permite comprender mejor la época en cuestión. La obra constituye, pues, un aporte significativo a los estudios sobre la Revolución de Mayo y brinda una perspectiva enriquecedora acerca de ese momento crucial de la historia argentina. Federico Miguel Oneto Roberto Russell (ed.), Argentina 1910-2010. Balance del siglo, Buenos Aires, Aguilar- Altea- Taurus- Alfaguara, 2010, pp. 398. Pocas veces se encuentran libros compilados que presenten tanta cohesión interna como el que ofrece Roberto Russell. No sólo pesa la talla de los colaboradores del libro en el resultado final: Carlos Altamirano, Pablo Gerchunoff, Luis Alberto Romero y Juan Carlos Torre. Es tanto o más significativo el hecho de que el editor de este libro invitara a colaborar a sus autores con una clara idea de lo que aspiraba a lograr como resultado final: un balance del siglo transcurrido entre el primer y el segundo centenario de la Argentina. El libro puede ser leído de muchas maneras. Una de ellas es ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 269 como si se tratara de un análisis de la historia argentina, desde las vísperas de la Ley Sáenz Peña, hasta la actualidad. Un balance historiográfico, y no un juicio, de un siglo XX que llevó a la Argentina del optimismo de 1910, con su inagotable promesa de progreso, al desencanto actual, signado por un amenazador nubarrón que sugiere una profunda decadencia En un siglo, el país atravesó un camino, sin duda sinuoso, en el que por momentos se dejó invadir por la sensación derrotista —y algo exagerada— de que se avecinaba una catástrofe inminente. Y ello a pesar de que Argentina, al menos, tuvo la suerte de no sufrir en su propio territorio ninguna de las devastadoras guerras, algunas de ellas mundiales, que destrozaron países y sociedades enteras en Europa y otras partes. En pleno siglo XX, con sus guerras totales y sus genocidios de millones y millones de personas, Argentina no sufrió, pese a todo, ninguna catástrofe de comparable envergadura a las que, por ejemplo, padeció Europa entre las dos guerras mundiales. Por ejemplo, cuando Stefan Zweig visitó la Argentina en 1936 tuvo la sensación de que aquí las cosas estaban muchísimo mejor que en Europa, a la que creía ya en crisis terminal, y eso que el nazismo no había desplegado todavía toda su potencial agresividad. No hay nada más poderoso que la sensación subjetiva de fracaso, decadencia y desazón para distorsionar la comprensión histórica. En este sentido, pues, nada más atinado que el modo en que este libro plantea este problema, con la intención de deshacer lugares comunes y abordar con ecuanimidad la historia argentina del siglo XX, con todos sus claroscuros. Los autores de los diversos ensayos abordan la evolución histórica de la Argentina en el siglo XX atendiendo a distintos ejes: la política (Romero), la economía (Gerchunoff), la sociedad (Torre), las relaciones internacionales (Russell) y los intelectuales (Altamirano). La política argentina en el siglo XX estuvo atravesada, en un sentido u otro, por la cuestión de la democracia que, en las últimas décadas, despertó intensos entusiasmos, así como también hondas desilusiones que jaquean día a día —todavía hoy— la estabilidad republicana. La economía, con sus marchas y contramarchas, osciló entre el crecimiento, la inflación endémica y la ilusión de haber sido alguna vez, en un pasado devenido mítico, un país que nadaba en la abundancia. La sociedad fue capaz de alentar durante mucho tiempo la movilidad social ascendente, aunque en las últimas décadas esto se haya vuelto por demás discutible. El universo de las relaciones internacionales fue testigo de cómo la Argentina tuvo en los últimos años una serie de intervenciones no del todo felices en la política exterior pero, no obstante ello, se ha exagerado mucho 270 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS la idea de que el país carece de rumbo y se halla casi a la deriva. Los intelectuales por su parte han tendido a enfatizar más de una vez la “excepcionalidad argentina” como si fuera un misterio casi imposible de explicar el hecho de que un país “tan” rico en sus recursos naturales y su geografía atravesara hondas crisis y conflictos —muy similares, en el fondo, a los de todos los demás países, aunque resulte difícil darse cuenta de ello a primera vista—, de ahí que esta cuestión se haya convertido en una especie de lugar común ineludible entre los intelectuales que se dedicaron a “pensar la Argentina”. Si hay algo que enseña la perspectiva histórica al abordar el desarrollo de un país, sea cual fuere, es a desdramatizar los problemas: no hay necesidad de exagerar las penurias o las crisis padecidas, por más graves que hayan sido. En este sentido, cabe destacar que a pesar de lo dispar de los enfoques de los autores de este libro, todos ellos parecen coincidir en lo infausta que resultó la experiencia que se inauguró en 1976 con la dictadura militar, experiencia cuyas consecuencias no sólo fueron negativas en lo social y en lo político, dada la puesta en marcha del terrorismo de Estado y, años después, la esquizofrénica guerra de Malvinas, sino además en las relaciones internacionales, la economía y la vida cultural en su conjunto. Sus rasgos —se insiste en este libro— fueron más persistentes de lo que se dio en creer luego de 1983 cuando, con un espíritu refundacional, se pretendió, al menos por un momento, borrar de un plumazo el pasado. Pero ese pasado volvió de una y otra forma, ya sea a través de la propia experiencia democrática que no pudo evitar construirse sobre la forzosa retirada de los militares; de las transformaciones económicas iniciadas en los setenta, que tendrán continuidad en políticas neoliberales implementadas años después; de la cerrazón en las posibilidades de ascenso social, que desde la década de 1970 han venido obstaculizándose progresivamente en un país que, hasta esa fecha, a grosso modo, se había caracterizado por una intensa movilidad; de la necesidad de reposicionar a la Argentina en el plano internacional, donde perdió credibilidad no siempre bien recuperada en tiempos posteriores, debido a la falta de brillo de la mayor parte de los que lideraron la clase política en la nueva era democrática; de la necesidad de superar la encrucijada que supuso la herencia de los años setenta cuyo legado se transmitió a la vida cultural e intelectual de la democracia, tiñendo buena parte de los debates políticos e intelectuales que vinieron después. Sin duda, para los que hemos vivido la mayor parte de nuestras vidas bajo la democracia fundada en 1983, que ya lleva —si bien con altibajos— ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 271 más de veinticinco años de existencia, y tenemos algún recuerdo, aunque fuere lejano, de la dictadura de 1976, los “años de plomo” representan todo aquello a lo que no quisiéramos nunca más volver. No obstante ello, los historiadores sabemos cuánto puede distorsionarse —sin querer— la comprensión de la historia reciente por obra de la cercanía histórica con la coyuntura que analizamos. Porque, más tarde o más temprano, ya llegarán historiadores que, en clave revisionista, mostrarán que la dictadura de 1976 no fue una discontinuidad radical, desquiciada y patológica, en la historia argentina que echó por tierra todo lo bueno que el país había logrado construir hasta esa fecha; quién sabe cuánto tardemos en contar con una historia del Proceso más matizada, en una escala de grises. Cuando la historiografía de la época de la dictadura logre “enfriarse” un poco, quizás redescubramos —como le ocurrió a la interpretación de la década de 1930 o a la de la época peronista, demonizados hace no mucho tiempo atrás en la historiografía— que hay todavía mucha tela que cortar. Desdramatizar la historia, incluida la más reciente, como propone este libro, parece ser el mejor punto de partida. Miranda Lida Política editorial Temas de Historia Argentina y Americana es la publicación periódica del Instituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su edición trabajos originales relacionados con la historia argentina y americana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboraciones se reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y para el segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada año. Los autores de los artículos publicados en el presente número ceden sus derechos a la editorial, en forma no exclusiva, para que incorpore la versión digital de los mismos al Repositorio Institucional de la Universidad Católica Argentina como así también a otras bases de datos que considere de relevancia académica. Normas sobre la presentación de originales para las Publicaciones del Instituto de Historia Argentina y Americana Facultad de Filosofía y Letras Pontificia Universidad Católica Argentina 1- Extensión La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de alrededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser presentado con la tipografía Times New Roman, tamaño 12, con interlineado de 1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdo debe ser de 3 cm. 2- Subtítulos y citas en el texto Los subtítulos serán en Versalita. Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tamaño 10, interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas. 3- Aparato erudito 3.1- Citas bibliográficas a) De libros Autor (en versalita); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en adelante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página o de las páginas extremas. Ricardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del Virreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114116. b) De artículos Autor (versalita); título del artículo (entrecomillado); título de la revista o diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s). Julio César González, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º serie, t.13, año 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1971, p. 10. c) Cita segunda y sucesivas de una misma obra Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consigna Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen, se consigna también el número de éste. Carbia, op.cit., p. 41. Levene, op.cit., t.23, p.120. Ibidem, p. 124. Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras del título para individualizarla. Levene, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24. Levene, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99. Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila. Ricardo Levene, op.cit, p. 29. Gustavo Gabriel Levene, op.cit, p.66. En el caso de los artículos, se procede de la misma manera. González, op.cit., p.11. Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título. González, “La misión Guido” cit., p. 11. 3.2 - Citas de documentos a) Inéditos Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y signatura topográfica. Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788, Archivo General de la Nación IX-45-6-6. b) Editados Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en versalita); título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página. El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en Biblioteca Nacional, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires, 1949, pp. 304-305. c) Cita segunda y sucesivas de un mismo documento Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página. Sanz a Loreto, 23-VIII-1788 cit. Funes a O`Leary, 16-X-1824 cit., p.304. 4.1 Abstract y palabras clave Todos los trabajos deberán hallarse acompañados de un resumen en castellano y de un abstract en inglés, de no más de diez líneas cada uno, en que se formule con precisión la síntesis del artículo, y de cinco “palabras claves” en ambos idiomas, que permitan su utilización informática. Nota: el no cumplimiento de las normas arriba expresadas implicará la devolución del artículo remitido para su publicación. Se terminó de imprimir en Amerian S.R.L. Uruguay 1371 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires Telefax: 4815-6031 / 4815-0448 E-mail: info@ameriangraf.com.ar Septiembre de 2011