Nicodemo Nicodemo aparece en tres ocasiones a lo largo de los 21 capítulos del evangelio de san Juan. Se le presenta como uno de los jefes de los judíos, probablemente un miembro del Sanedrín, que viene a visitar a Jesús una noche (Jn 3, 1ss). Más adelante, defiende a Jesús delante de sus colegas (7, 50-52) y por último participa en su sepultura (19, 3842). Nicodemo es mostrado sin duda como una persona recta, miembro de la clase dirigente, aunque su influencia sea limitada. Estas apariciones escalonadas nos permiten seguirle la pista, percibir su evolución y nos abren a un pequeño itinerario que puede ayudarnos a mirar nuestro propio camino de fe. La primera vez que oímos hablar de Nicodemo es en el capítulo tercero (3, 1-21). Aparece como una persona en búsqueda, yendo al encuentro de Jesús. Acude a él de noche. El deseo de ocultarse parece el motivo más obvio, pero no tiene por qué ser el único. Aunque sea luego el momento de la traición de Judas (13, 30), también podría reflejar la costumbre de los rabinos de permanece despiertos por la noche para estudiar la ley. Además hay que contar con el hecho de que Jesús también se oculta en algunas ocasiones en el evangelio de Juan. Este encuentro sigue al enfrentamiento en el templo que puede haberlo hecho necesario, como después Jesús oculta su viaje a Jerusalén a sus hermanos (7, 3-4) y de hecho alterna apariciones con períodos de ocultación (8, 59; 11, 54; 12, 36). Por tanto escondiendo su visita a Jesús, Nicodemo está en buena compañía pues Jesús también se esconde. Con todo las palabras que Jesús le dirige, «los hombres amaron la oscuridad más que la luz, porque sus obras eran malas» (3,19), sugieren en su visita nocturna una preferencia por la oscuridad. Aunque Nicodemo se acerque a Jesús, a la luz que brilla en la oscuridad (1, 5), la respuesta de Jesús «vosotros no aceptáis nuestro testimonio» (3,11) indica que el simbolismo negativo de la oscuridad domina la escena. La proclamación inicial de Nicodemo «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas» (3, 2), si bien puede parecer suficiente mirando la de Andrés o Natanael en el capítulo primero, no es aceptable a los ojos de Jesús. Está apoyada en los signos que Jesús ha realizado, algo insuficiente como acaba de afirmar el evangelista (2, 23-25). Nicodemo sería un representante de aquellos cuya fe se apoya en signos. Al final del diálogo Nicodemo calla y no responde a Jesús. Ahora bien, considerando que es un fariseo su silencio es elocuente. Lo diferencia de otros fariseos del cuarto evangelio que no callan ante Jesús sino que lo acusan y buscan matarlo (8, 12-59). Su silencio podría indicar escucha atenta y empática. Siendo evidente que Nicodemo como fariseo y dirigente judío pertenece al grupo que está en la oscuridad por no reconocer a Jesús, el hecho de que Jesús lo reciba lo sitúa en otra categoría. Parecería entonces, con esta sola escena, que hay que situar a Nicodemo del lado de aquellos con buenas intenciones pero que finalmente permanecen en la oscuridad. Sin embargo, Nicodemo vuelve de nuevo, a Jesús y a la narración. La segunda comparecencia de Nicodemo (7, 45-52) tiene lugar delante de los sumos sacerdotes y fariseos. Los jefes de los sacerdotes y los fariseos comienzan preguntando a los guardias que han quedado impresionados por Jesús, «nadie nunca ha hablado como habla él», si es que alguien de las autoridades creyó en él. Inmediatamente Nicodemo, ligado a estos grupos, defiende a Jesús: «¿es que nuestra ley condena a uno sin oírlo antes y sin saber qué hizo?». Reclama que no hay que condenar a Jesús sin escucharlo. ¿Es sólo una preocupación por procedimientos legales o indica algo más? Sus palabras son una defensa superficial, lejos por ejemplo de la confesión de fe del ciego de nacimiento. Pero Nicodemo pretende escuchar a Jesús y conocer lo que hace. Eso apunta a la fe. Además el contexto refuerza esa impresión porque la acusación a Nicodemo de ser galileo lo identificaría ulteriormente con Jesús. Aparece la ironía cuando ellos niegan la posibilidad de que de Galilea surja ningún profeta. Una vez más en el cuarto evangelio ‘los judíos’ se equivocan, lo que refuerza la posición de Nicodemo. La tercera vez que nos encontramos con él es en la escena del entierro de Jesús (19, 38-42). Nicodemo aparece junto a José de Arimatea, ayudándole a envolver el cuerpo de Jesús y a ponerlo en el sepulcro. Nicodemo es quien trae las especias, que resultan ser una increíble cantidad, cien libras, que se utilizan en la sepultura. ¿Cómo explicar su presencia? José de Arimatea es «discípulo de Jesús pero secretamente, por miedo a los judíos» (19, 38). Este ‘miedo a los judíos’ coloreaba el contexto amplio del segundo pasaje sobre Nicodemo, que motivaba su tibia defensa de Jesús. Aquí se atribuye a José y por asociación a Nicodemo una actitud que claramente el autor del evangelio ha rechazado (12, 42-43). Sin embargo, el hecho de pedir públicamente el cuerpo de Jesús, contaría a favor de Nicodemo, y no podemos olvidar que el miedo a los judíos también atenaza a los discípulos (20, 19). No hay ninguna expresión de fe en los labios de Nicodemo, pero lo mismo se aplica en el cuarto evangelio a la mujer samaritana, al paralítico, a María Magdalena, a María de Betania, que cae a los pies de Jesús y le unge, y a la misma madre de Jesús. Su regalo de mirra y especias puede parecer innecesario y sin duda es redundante en vista de la resurrección y de la ascensión, de las que de alguna manera Nicodemo escuchó hablar a Jesús (3, 1314), pero cabría una interpretación positiva en conexión con la unción de María en Betania, que criticada por Judas, es valorada por Jesús. Nicodemo y María expresan su fe y su amor con hechos más que con palabras. Tampoco Pedro entendió la resurrección hasta la aparición de Jesús (20, 9). La ambigüedad que rodea a Nicodemo se resolvería finalmente en su favor. Como la samaritana siembra la palabra, pues junto con José de Arimatea pone a Jesús en un ‘jardín’ del que resucitará (19, 41-42). Al ‘recibir’ el cuerpo de Jesús (19, 40) se encuentra entre aquellos de Israel que lo ‘recibieron’, que caracteriza a quien se convierte en hijo de Dios (1, 12-13). En definitiva, aunque su primer encuentro con Jesús ocurrió de noche, como la traición de Judas (13, 30), ambos personajes circulan por así decirlo en sentido opuesto. Mientras Nicodemo sale de la oscuridad hacia Jesús, Judas deja la luz del Señor para ir a las autoridades del templo. Nicodemo se convierte abiertamente en un discípulo, se convierte en servidor de Jesús, que arriesga su vida para estar con él. Algunas preguntas para profundizar: • ¿Puedo hablar de un itinerario en mi camino de fe? ¿con qué etapas? • ¿Doy testimonio de mi fe?, ¿cómo lo hago: con palabras o con obras? • ¿Arriesgo algo por Jesús?