ENTRE EL SALARIO DE LA VIDA Y LA BALADA DE LA MOSCA EN LA LECHE. Ricardo Castillo Sevilla Departamento de Estudios Literarios Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades Universidad de Guadalajara I. Una fecha, 1456. “Albergue nocturno”, un breve pero intenso relato Robert Louis Stevenson, ubica al irrefrenable Francois Villon en el año de 1456, una helada noche en París. Esta fecha lleva a considerar que han pasado tres años desde que el ejército francés derrotara por completo a los ingleses en la batalla de Castillon, al este de Burdeos. Con ello concluía la guerra de los cien años (al cabo realmente de ciento dieciséis años) y lo único que Inglaterra habrá ganado después de toda esta gesta es la ciudad de Calais. La guerra de los cien años acaba pues en 1453, un año considerado por algunos autores como el comienzo de la Edad Moderna y en la que surge, según Gustave Cohen, el primer poeta moderno: Villon. Carlos VII, el desdeñado Delfín de los días anteriores a Juana de Arco, se ha convertido de pronto en el rey que expulsa a los ingleses. Morirá en 1461 y ese año, su hijo, el nuevo rey Luis XI (1423-1483), de quien se dice que era un monarca sagaz, excelente diplomático, poseedor de la sabia propiedad de sobornar en el momento oportuno y mentir inteligentemente, libera magnánimamente al pobre Francisco quien a la sazón ve sus huesos castigados en una mazmorra del Castillo de Meung-del-Loira. En esa mazmorra Villon habrá escrito su Gran Testamento, segunda parte y referente complementario del Lay, su primera obra escrita precisamente el mismo año en el que Stevenson sitúa la nevada noche de su relato: Finalizaba noviembre de 1456. La nieve caía sobre París con obstinada persistencia1. Debemos pensar en un Villon que hace 4 años ha recibido su título de licenciado (con derecho a enseñar y adquirir beneficios) y que hasta esa noche ha vivido 26 años. En enero de ese 1456 termina de ser un fugitivo que ha estado reducido a vivir fuera de París, lejos de sus dudosas amistades. Gracias a una carta de indulto se le exonera de castigo alguno por la muerte del sacerdote Phillippe Sermoise, con quien se había batido unos meses antes a cuchilladas. En dicha carta se ve descrito de una forma que será excepcional en la vida del ilustre delincuente y poeta: En enero de 1456, y merced a la influencia de amigos y protectores que ocupan altos cargos, recibe una carta de remisión, es decir de indulto, y hasta dos: la una a nombre de Francois des Loges, llamado Villon, la otra a nombre de Francois de Monterbier (en vez de Montcorbier). En ellas, el relato del homicidio se halla hábilmente suavizado, y nuestro maestro en artes se le describe como "bien y honorablemente gobernado, sin haber sido 1 Stevenson Robert Louis. “Albergue nocturno” en El club de los suicidas. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1995. alcanzado, aprehendido ni convencido por ningún caso feo, reproche o censura, cual hombre de vida decente". Desde luego, ésta es la única vez que se referirán a él de este modo2. Por otra parte las postrimerías de noviembre de 1456 es la víspera de un par de fechorías de Villon. Por Navidad, esto es, unas cuantas semanas después al día del cuento, cometerá el robo del tesoro del Colegio de Navarra, junto con algunos monjes picardos y clérigos de mala vida, bastante parecidos a los que prestan compañía a Francisco en el relato de Stevenson. De hecho, Guy de Tabary, quien es mencionado como interlocutor del poeta en la narración del “Albergue nocturno”, no sólo es el autor del poema ahora perdido del Roman del Pedo del Diablo, que narraría una célebre revuelta de estudiantes en la participó Villon, sino que además Guy de Tabary fue cómplice y delator del robo del Colegio de Navarra. Del mismo modo aparece Damp Nicolás, quien Stevenson llama el monje de la picardía, y que Cohen a su vez señala como otro cómplice en el atraco al Colegio de Navarra. Por último respecto a este inicial “Finalizaba noviembre de 1456” es pertinente señalar el comienzo del primer poema del Lay, que Gustave Cohen, aconseja ser cauto en cuanto a los motivos amorosos del poeta para viajar por aquellas fechas a Angers: Cuatrocientos cincuenta y seis el año ; yo, Francisco Villon, estudiante, considerando sin sosaño, mas con sosiego y arrogante como el sabio varón romano Vegecio lo supo aconsejar, las obras se han de examinar , pues si no el yerro está cercano. En ese tiempo que ya dije, por Navidad en que no hay vida, el lobo en aire encarna, y uno dentro de casa anida para ampararse junto al lar; vínome idea de quebrar la muy amorosa cárcel que me endulzaba el corazón. (...) Apelo contra ella venganza A todos los dioses venusianos (...) Adios para Angers me despido Ya que ella no quiéreme impartir 2 Cohen Gustav. La vida literaria en la edad media. FCE, México, 1981. Su gracia, cúmpleme partir. Por ella muero estando sano, Amante mártir soy en vano Según Cohen el poema que da inicio a la obra de Villon fue escrito como una coartada bajo la cual cobijarse, luego de que el verdadero motivo del enamorado fue preparar el terreno para un robo de seiscientos escudos atesorados por un viejo canónigo de Angers y no, ni mucho menos, para huir de la esquiva y librarse de su cautiverio como lo sugiere el poema. Se nos recuerda que a Francisco nunca le cuadraría el papel de “amante martir” propio del amor cortés de la poesía precedente. Queda pues establecido por la fecha, precisamente al inicio del relato, que se trata de un periodo en la vida del poeta en el que el poeta está escribiendo Lay, su primera obra, y a pesar de tener un título y derecho a enseñar y adquirir beneficios; a pesar de ser joven y talentoso, ya ha matado a un hombre y ha dado vivas muestras de ser incapaz de sostenerse honestamente. Y este personaje, magnífico y locuaz, a buen recaudo de la nieve, dentro de una taberna y en compañía de rufianes, es auxiliado por el narrador, para introducir bajo la forma de una pregunta, la alternativa que será crucial en todo el relato: Aquella velada, en una taberna, el maestro en artes Francisco Villón propuso una alternativa. ¿Era pagano? ¿era creyente? Él nada más era un maestro en artes, y como el tema tocaba en algo las cosas divinas, no se aventuró a seguir adelante. II Una incongruente combinación de cualidades opuestas La cuestión ¿pagano o creyente? no puede resultar secundaria cuando se trata de un escritor como Stevensson, quien si no es antípoda de Villon, sí está muy distante respecto al credo moral del poeta parisino. Hijo único, educado bajo rígidos principios, de su austero ancestro presbiteriano hereda, según H. G. Rawlinson, “la tendencia moralizante tan evidente en todos sus escritos. (...) A su madre debió, además, la constitución delicada, el coraje y la fortaleza frente al sufrimiento. (...) Había pues en él una incongruente combinación de cualidades opuestas” 3 A causa de su salud, quebrantada por la tuberculosis desde la juventud, viaja con frecuencia en busca de climas benignos a sus problemas respiratorios. Gran parte de su obra está impregnada de estos viajes. Pero sus primeros escritos son ensayos morales y literarios El contrastar la experiencia de sus viajes con la severa educación puritana, así como la comparación entre la convivencia con todo tipo de gentes y el modo de vida de la sociedad 3 Varios Autores. “ Stevenson o la gentileza y el coraje” en Stevenson y su obra, Grupo Editorial Norma, México, 1994. victoriana, de fatuas obligaciones y rancia hipocresía, llevará a Stevenson a un rompimiento familiar, que lo arrojará a cuestionar los valores de la sociedad puritana en la que se ha formado. Estos cuestionamientos, escritos en forma de ensayos, podrían sustentar, al menos parcialmente y en apariencia, una vida como la de Villon. Por ejemplo, cuando Stevenson opone al concepto de laboriosidad, su “apología de los ociosos” o cuando ante la prudencia, defiende la audacia o como cuando ante valor de la experiencia postula la irresponsabilidad de la juventud, no parece ser un escritor tan distante de los preceptos que animaron la vida y obra del poeta medieval, sin embargo en el relato de Stevenson, el duro narrador omnisciente, cuya reciedumbre moral es implacable, hace un retrato poco caritativo del poeta francisco. La adjetivación despectiva del narrador estará dando prueba desde el principio de una reprobación del poeta, clara y categórica. Leamos la primera descripción que hace de Villon: El poeta era un auténtico desperdicio humano; flaco, negro, enclenque, de pelo lacio y mechoso. La codicia había sembrado de pliegues sus ojos; su boca, estereotipada de sonrisas maliciosas, se había sumido. Su rostro tenía la expresión del lobo y del cerdo al mismo tiempo. Una cara movible, afilada, perversa, mundana. Sus manos, pequeñas y contraídas, de dedos nudosos como sarmientos, se movían sin cesar mientras hablaba, como complemento de sus palabras, siempre corrosivas e intencionadas. La distancia de un narrador que reprende al personaje del poeta, no en tanto hombre, sino en tanto poeta, nos hace pensar en un ensayo de Stevenson, Carta a un Joven que se propone abrazar la carrera del arte. En ese ensayo está expresada la distancia que separa al narrador del poeta. En los argumentos de Stevenson queda comprometida la ética artística de Villon, ya que según lo señala en su ensayo, el escritor no ama ni el placer, ni la verdad, sino que su propósito y recompensa será “verificar su propia existencia y saborear la variedad del destino humano”4. Este postulado inicial junto a otros, como el concerniente al “inextinguible entusiasmo por los logros técnicos”, podría todavía albergar sin demasiado conflicto la figura de Villón en el relato. Acaso su amor al placer junto con su afición a las recompensas podría ponerle en entredicho, pero en donde francamente empieza a reprobar las exigencias es en lo que el escritor escocés llama la inexpugnable fortaleza para el ejecutante sincero. Las retribuciones directas (los salarios del oficio) son exiguas, pero las indirectas (los salarios de la vida son incalculables) Villon parece quedar fuera del credo estético de Stevenson por la falta de constancia, temple y gentileza de la que hace gala en el relato, ya que para Stevenson el arte de la escritura es una suerte de ministerio, un código de caballería que encuentra sentido y deleite en sí mismo. 4 Stevenson Robert Louis. “Carta a un joven que se propone abrazar la carrera del arte” en Juego de niños y otros ensayos. Grupo editorial Norma. México, 1994. (...) El ejercicio del arte no sólo reporta placer. Trae consigo, además, una admirable disciplina, pues el trabajo del artista se basa en el honor. (...) El artista debe día a día ser fiel a su ideal. Es esta fidelidad la que ennoblece su vida, es debido a ella que templa y madura su carácter. (...) Este idealismo, esta honestidad solamente puede sustentarse mediante el esfuerzo perpetuo. (...) el primer deber de un hombre en este mundo es ser capaz de mantenerse. Cuando ya esto se ha logrado, tiene derecho a hundirse en las excentricidades que desee. Pero la disciplina, el honor, la fidelidad y la honestidad son algo que el Villon del relato no parece tener como prioridad. Para él, el honor o la constancia, son privilegios de aquellos que tienen dinero y no como él, la panza vacía. Y en cuanto a estar preocupado por mantenerse, parece más bien estarlo en pulir las excentricidades y caprichos que al azar lo sacuden. Las desavenencias no terminan aquí. La carta afirma que no debería haber honores para el artista, “el tiene ya su recompensa en el ejercicio de su arte”; “antes que el arte”, dice, “otros oficios, menos agradables y quizá más útiles, tienen mayor derecho a los honores” Y continúa: Si usted decide que su oficio sea un arte, renuncie a cualquier ambición económica. (...) Es claro que no me inspiran simpatía los vulgares lamentos de los artistas (...) sobre un punto no puede existir duda: si un hombre no es frugal nada tiene que hacer en el campo del arte. Si no es frugal le resultará difícil continuar siendo honesto. Por su parte Villon se quejárá en el relato (como lo lamenta en sus poemas) por lo pobre que es, mostrándose en lo absoluto frugal a la hora de tener a su alcance los manjares y el vino. Respecto a su ambición económica será ésta su principal surtidor de problemas y, por otro lado, su principal incompetencia. III Gambito de voz narradora La voz narradora dice por ejemplo “Villón maldijo su mala estrella”. Pero no se trata de un narrador que crea en la mala estrella, sino de uno que enseguida se limita a describir lo que produce esa maldición. Una relación de causa y efecto entre lo que dice y lo que sucede atraviesa todo el relato. En el cuento Villon será constantemente azuzado por lo que sale de su boca y mortificado por los sucesos que parece producir. Este es el artificio del relato, la distancia que logra Stevenson entre el narrador y el personaje, pero sobre todo el efecto independiente que experimenta el lector. Un efecto independiente de la implícita opinión del narrador y de las explicitas opiniones del poeta y el resto de los personajes. Esa distancia manifiesta entre uno y otro es lo que permite que se verifique una polémica de ética y estética que cada lector tendrá que enfrentar de manera profundamente personal. Por un lado el narrador parece enarbolar una estética de la que se desprende una profesión de fe ética que finca responsabilidades en el individuo, una ética poética en la que el individuo es, por medio de sus actos, responsable de su destino, y en la que todo determinismo social queda excluido como posible justificación de los errores. En cambio en la poética de Villon, quien, según anota Cohen, es el primer filólogo romanistas de Francia, está animada por la transgresión característica de “la curiosidad extraordinaria que un artista verdadero siente por todos los recursos del francés antiguo y moderno” Hay en sus poemas (y en el personaje del relato), en contraste con las obras de Stevenson, un determinismo social que pone en crisis los valores y sus significados. Así en su Gran testamento dice: Necesidad equivoca a las gentes y el hambre hace salir al lobo En el relato el personaje posee un agudo sentido de las determinantes sociales. Por ejemplo Villon comete todo tipo de transgresiones pero todas éstas quedan enmarcadas, según él, por el hecho de haber correspondido a su cuerpo la pobre vida de Francisco y no otra más afortunada, en la que sin duda él sería capaz de ser virtuoso. Así las transgresiones están determinadas por el destino: ser cómplice de un robo y un asesinato, huir y luego robar a una mujer muerta en un lugar al que ha ido a parar buscando refugio, o maldecir su mala estrella porque lo robaron, o bien maldecir a su protector, a quien primero llama padre y luego “zorro viejo, piojoso” O bien cuando sabemos por medio del narrador que incluso los amigos lo han abandonado a causa de lo que de su boca a salido: “sus versos, humillando a unos, ridiculizando a otros, burlándose de todos, los habían distanciado”, todas estas transgresiones, violaciones al honor, se deben entender como la consecuencia ineludible de ser el individuo Francisco Villon, en guerra con el mundo y sus entrañas. Así, al final del relato, en medio de la desesperación y el temor a la muerte, el poeta decide tomar albergue por la fuerza, pero al observar luz en una casa dice: Y si están despiertos ¡todo sea por Dios¡, me parece que por esta vez podré acercarme honestamente y pedir una cena, aunque sea engañando al mismo diablo. Villon es recibido por un hombre que es un retrato del caballero, quien incluso llega a apelar la ley del amor cortés, tan cara a la poesía precedente a Villon. Sin embargo la respuesta del poeta mostrará de qué tamaño es la fractura que separa lo que en apariencia son dos prácticas éticas antagónicas. Villon replica al venerable caballero: -¿Pero creéis que yo no poseo el sentido del honor? -exclamó--. iSoy bastante pobre, Dios lo sabe! Es muy triste ver a los ricos con las manos enguantadas y que uno tenga que soplarse los dedos. Una panza vacía, aunque vos habléis de ello tan a la ligera, es cosa bien amarga. Si lo hubieseis experimentado tantas veces como yo, tal vez hablarías de otro modo. Admitamos que yo sea un ladrón..., el más ladrón, pero no soy un desalmado ¡así Dios me confunda! Yo puedo demostraros que poseo un honor de mi exclusividad, tan digno como pueda ser el vuestro, sin necesidad de estar a todas horas jactándome de él, como si fuera un milagro de Dios. A mí me parece lo más natural del mundo tener honor; lo que ocurre es que yo lo mantengo guardado hasta que lo necesito... ¡Fijaos!... ¿Cuánto tiempo llevo aquí con vos? ¿No me dijisteis que os hallabais completamente solo en la casa? ...¡Contemplad esa vajilla de oro! ...Podéis ser un hombre fuerte, no lo dudo, pero sólo eres un anciano y no lleváis. armas, y yo tengo mi cuchillo. ¿Quién me impide, con un pequeño movimiento de la mano, hundiros el cuchillo en las tripas y marcharme a la calle tranquilamente con un buen botín?.. Pero me repugna esa acción. Vuestros tesoros están tan seguros como si se hallasen en una iglesia; vuestro corazón puede latir como si fuera nuevo... y aquí estoy yo, decidido a irme, tan pobre como vine, con la blanca5 que tanto me habéis echado en cara... ¿y vos os figuráis que carezco de honor?. ¡Así Dios me mate! Por todo ello destacamos lo importante que resulta la distancia entre el narrador y el personaje poeta, esa distancia manifiesta entre uno y otro es lo que permite, decíamos, una polémica ética y estética que cada lector tendrá que enfrentar de manera profundamente personal. Porque hay que señalar que el narrador, no obstante la antipatía implícita que dispensa al personaje, no encarna una voz cuyo tono sea del todo virtuoso. Es más bien un tono acre y descarnado, en el que no hay demasiado sitio para la piedad y sí en cambio para un registro que bien podría corresponder al mismo Villon contando su historia. Un Villon que se reprueba a la vez que se corrobora en sus actos. El final del relato es abierto, el lector participa en la polémica, más allá de tomar partido por el narrador o el personaje, sino conforme haya sido su experiencia personal de la lectura del texto. ¿Era pagano? ¿era creyente?. La respuesta puede ser cualquiera, pero por nuestra parte casi nos atreveríamos de decir que se trata de un pagano creyente y no simplemente de un hombre que es una cosa u otra. Nos parece que este criterio está más cercano a Stevenson y a Villon, reuniéndolos más allá de las diferencias, en uno solo en permanente contradicción.. Stevenson en sus obras tiende hacia una escritura en la que la exploración de la dualidad humana anima el centro de la fábula. Las aspiraciones del hombre civilizado hacia el bien, pero también sus instintos primitivos. Los actos de un ser dividido y en contradicción con la época y consigo mismo. Las consecuencias y la responsabilidad que se desprende de esos actos. Un sujeto contradictorio; bueno y malo, fuerte y débil, ora honorable, ora indigno. Un personaje en crisis situado en la disyuntiva ética. Las consecuencias de actuar -en pensamiento, y/o palabra y obra- . Así El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde expresa de manera ejemplar al personaje escindido de un yo monolítico, un individuo sin el asidero de un comportamiento único y consistente, un personaje sin certezas garantizadas ni valores estables, poco o nada melindroso a la hora de hurgar las zonas oscuras de su fracturada individualidad. Lo mismo se podría decir de Villon quien, citando nuevamente a Gustav Cohen, “quizá no se haya conocido a sí mismo, o siquiera lo haya intentado, pero con una franqueza desconcertante, en el siglo XV todavía única, nos ha brindado cuantos descubrimientos logró en esa exploración interior. Tenemos ahí la confesión de un hijo del siglo, amasada con vicios y remordimientos, y al 5 Se refiere a la moneda que robó la la mujer muerta. que Dios, en su misericordia, concedió genio bastante, y sinceridad bastante en el arrepentimiento, para asegurarle el perdón”. En pugna pero unidos aparecen en el relato el escritor escocés y el poeta parisino. Esta imagen parece más justa para dar la dimensión y la complejidad de dos escritores cuya característica fue indagar la variedad del destino humano, con sus encrucijadas y contradicciones. Si no veamos este diálogo entre el cuerpo y el corazón escrito por Villon y que parece concentrar y exponer el centro de la polémica: El cuerpo: ¿Qué oí? El corazón: ¿Yo soy? El cuerpo: ¿Quién? El corazón: Tu corazón que sólo por hilillo está sujeto. Ni fuerza tengo, sustancia. ni infusión. al verte así, aislado y recoleto cual pobre can, arrinconado y quieto. El cuerpo: ¿y por qué? El corazón: Por tu loco recreo. El cuerpo: ¿Qué te hace? El corazón: Háceme misereo. El cuerpo: En paz me dejes. El corazón: ¿Por qué? El cuerpo: Pensarélo. El corazón: ¿Será cuándo? El cuerpo: Cuando de infancia salga. El corazón: No digo más. El cuerpo: Ni creas que lo anhelo El corazón: ¿Qué ideas? El cuerpo: Ser hombre que prevalga. El corazón: Los treinta ya cumpliste. El cuerpo: Edad de mula es. El corazón: ¿Infancia? El cuerpo : En modo alguno. El corazón: Locura, pues. la que te apresa. El cuerpo: ¿Por el cuello me aceche? El corazón: Lo ignoro. . El cuerpo: Sábeslo. El corazón: ¿El qué? El cuerpo: Mosca en leche: alba una. otra negra. es toda la renuencia. El corazón: ¿Y eso es todo? El cuerpo: ¿y cuál otra violencia? De no bastar. de nuevo empezaré. El corazón: Perdido estás. El cuerpo : Opondré resistencia. El corazón: No digo más. El cuerpo: Ni creas que lo anhelo. El corazón: Duelo háceme; para ti. malignidad y dolor. Fueras un pobre estúpido alelado. aún tendrías de excusarlo color; mas te da igual lo bello y malhadado. o más dura tu testa es que canto rodado. o más que honra complácete demencia. ¿Qué puedes responder a dicha consecuencia? El cuerpo : A salvo me tendré cuando muerto estaré. El corazón: ¡Qué ayuda, Dios! El cuerpo: i Qué discreta elocuencia! El corazón: No digo más. El cuerpo: Ni creas que lo anhelo. El corazón: ¿Dó viene el mal? El cuerpo: Viene de mi desgracia: Saturno. cuando a bien tuvo ser protector. tales males me dio, supongo. El corazón: Es falacia; por tu señor le tienes, y tú su servidor. Oye de Salomón lo que escritos dijeron : ”Hombre discreto poderío tiene sobre planetas y cuan de ellos viene." El cuerpo: No lo creo yo así: seré como me hicieron El corazón: ¿Qué dices? El cuerpo: Así es. Tal mi creencia. El corazón: No digo más. El cuerpo: Ni creas que lo anhelo. Estamos en la intimidad del primero de los grandes poetas modernos. “Nunca antes había llegado un poeta hasta el fondo de sí mismo para analizar sus flaquezas y sus fallas”. En este diálogo me parece encontrar el centro de la polémica establecida por el cuento, en el que el cuerpo representa el determinismo del personaje Villon, y en el que el corazón estaría en sintonía con el indeterminismo ético del narrador de Stevenson. De todos modos, dos, esto es, uno en pugna.