MO YAN: UN NOBEL A LA IMAGINACIÓN LITERARIA Taciana Fisac* Conocí a Mo Yan a finales de los años ochenta, y me comentó entonces que leía numerosas obras de la literatura universal, e incluso había disfrutado una versión de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez en chino, que yo había traducido junto con Zhang Baowei. Era frecuente en aquel momento que los escritores chinos mostraran interés por los múltiples autores extranjeros que se publicaban en aquel tiempo en China, en un momento de apertura y transición política, con la que los autores se sentían plenamente implicados. Es así como Mo Yan entraría en contacto con obras como Cien Años de Soledad, del también laureado con el Nobel Gabriel García Márquez. De hecho, en una entrevista recogida por la profesora Laifong Leung, Mo Yan cuenta que la primera vez que leyó a García Márquez se quedó impactado e indignado, porque textos semejantes podrían fácilmente haber salido de una pluma china. Sintió que si el autor colombiano no hubiera existido, habría nacido un “García Márquez chino”. Aunque también es cierto que aquella lectura le inspiró para volver a reexaminar sus propias experiencias vitales. Y es por eso que, en múltiples ocasiones, se ha subrayado la influencia que el realismo mágico ha tenido en la obra de Mo Yan, aunque –en mi opinión– de un modo exagerado. La obra de Mo Yan derrocha imaginación y es fruto de la creatividad de un autor que ha vivido, durante la segunda mitad del siglo XX, en un país con una historia ciertamente convulsa y siempre compleja. Sus novelas se inspiran en su conocimiento directo y profundo del mundo rural. Nació en 1955 en el seno de una familia campesina y conoció directamente lo que suponía el trabajo en el campo. Como otros relevantes autores actuales chinos, la carrera literaria de Mo Yan se inició entre los militares. Ingreso en el Ejército en 1976, buscando, como muchos jóvenes, tener así una oportunidad para mejorar su posición social. Una de sus novelas más interesantes es La vida y la muerte me están desgastando (Sheng Si Pilao), publicada inicialmente en el año 2006. En ella es evidente la inspiración en la novela clásica Jin Ping Mei. Ambos textos se estructuran en torno a la idea de la retribución budista y hacen uso de recursos literarios de claro origen oral. Pero Mo Yan no copia los textos antiguos, sino que consigue que en su prosa de ficción resuene la tradición, sin traicionar tampoco a su tiempo, ya que en este, como en otro muchos de sus relatos, se centra en los avatares de los campesinos durante el pasado siglo, especialmente tras la llegada del Partido Comunista Chino al poder. El juego de narradores que el escritor introduce en esta obra, ironizando sobre sí mismo, resulta sumamente sugerente. He aquí lo que dice en un fragmento que aparece en el primer capítulo de esta novela: “En su cuento, “Memorias de la vesícula biliar”(Kudan Ji), Mo Yan escribió sobre este puentecillo de piedra y los perros que devoraban muertos hasta enloquecer. Escribió también sobre la piedad filial de un hijo, que extrajo la vesícula biliar de un hombre al que acababan de ejecutar, se la llevó a su casa y se la dio a su madre para curarle la vista. Es conocido el uso de la vesícula biliar del oso como remedio curativo, pero nunca se ha oído hablar del poder curativo de la vesícula biliar humana. Por tanto, aquel relato no era más que una osadía fabricada por ese tipejo, y las historias que describe en sus novelas no son más que disparates, que ni se han de creer ni hay que darlas por ciertas.” Mo Yan realiza toda una declaración de intenciones en estas breves líneas: afirma claramente que sus novelas no son sino una pura invención. De ese modo trata de evitar que se le pueda achacar cualquier crítica social o política. Situándose en el ámbito de la imaginación escapa a cualquier posible reprobación. De hecho, muchos hispanohablantes se sorprenderían al leer algunos libros que se publican en China, ya que es en el mundo de la literatura en donde existe un menor control. Aunque no se puede negar la existencia de una autocensura por parte de los propios autores chinos, es en la ficción en donde se han traspasado los límites más audaces. La literatura china ya no goza de ávidos lectores, como sucedió al inicio de la transición política en los años 80, y por eso a lo largo de las últimas décadas se han ido ampliando los márgenes de libertad, que nada tienen que ver con los que se imponían durante el maoísmo e incluso al inicio de la era de Deng Xiaoping. En noviembre de 2010, Mo Yan participó en un encuentro con escritores españoles organizado por el Centro de Estudios de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Madrid. En dicho evento, un conocido novelista español, en lo que debía ser un diálogo entre autores ante un público joven universitario, recriminó a Mo Yan la situación de los derechos humanos en China, marchándose posteriormente sin despedirse siquiera. Aquel incidente me hizo preguntarme por qué cuando se trata de economía o negocios con China rara vez se ponen sobre la mesa debates de carácter ético, mientras que se reclama a los escritores chinos una responsabilidad ante un tema ciertamente importante, pero también sumamente complejo. Aquel no era ni el lugar ni el momento y demostraba un enorme desconocimiento de la situación actual de los literatos en China, y de su historia durante el siglo XX. Este es un escenario que el escritor Mo Yan tendrá que afrontar probablemente más de una vez en el futuro, ahora que ha sido laureado con el premio Nobel de literatura. De hecho Mo Yan ha estado en la lista de los posibles candidatos a este premio durante muchos años, y tanto su actual cargo como Vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos, como su participación en actos oficiales del gobierno parecía siempre pesar en la balanza negativamente. Afortunadamente, la Academia Sueca ha tomado en consideración su alta calidad como escritor y ha dejado de lado otras consideraciones que poco tienen que ver con la literatura. Las novelas de Mo Yan suelen ser muy extensas, como la mayoría de las obras maestras de la literatura china. Esa puede haber sido también una de las razones por las que este autor no ha sido reconocido con anterioridad. Si traducir del chino una novela de un buen autor es siempre una tarea difícil, cuando se trata de una obra voluminosa, lo es aún más. Desafortunadamente, las obras de Mo Yan que podemos leer en lengua española son prácticamente todas ellas traducciones indirectas. Y la belleza de su lenguaje y su creatividad indudablemente se van perdiendo al pasar por tantas manos. Eso no quita para reconocer la valentía de la editorial española que hace años apostó por Mo Yan y ve hoy que se le reconoce como un gran maestro de la ficción. Por lo mismo, tiene ahora una espléndida oportunidad para corregir en la reimpresión de sus libros algunos detalles que desmerecen la obra de un autor que ocupa ya un lugar en la historia de la literatura universal. Es más, quizás deba repensarse en el futuro si es preferible traducir a Mo Yan a partir de una buena traducción en una lengua más cercana, en lugar de hacerlo a partir de una pobre versión realizada inicialmente por una persona cuya lengua materna es el chino y corregida posteriormente por un hispanohablante. Eso es lo que ha hecho con la última novela, Rana (Wa), sin conseguir en esta versión un resultado excesivamente brillante. Aunque la traducción de literatura al español por parte de hispanistas chinos ha sido una práctica muy habitual en China, no es ese el camino ideal para que los lectores hispanohablantes disfruten de la buena literatura china. Son cada vez más las personas que estudian chino y es de esperar que, en el futuro, todos los libros chinos estén traducidos directamente con un lenguaje que, como el original, atrape al lector. La concesión del Nobel a Mo Yan, un autor de reconocido prestigio en China, alabado tanto por los lectores chinos como por las propias autoridades, así como por los especialistas extranjeros, en cierto sentido reconoce la realidad del gran gigante asiático: pese a la existencia de notables contradicciones políticas y sociales, existe en el País del Centro una enorme creatividad literaria que está todavía por descubrir en muchos lugares del mundo. Y las obras de Mo Yan nos ofrecen una excelente oportunidad para adentrarnos en esa sugestiva narrativa de la China contemporánea. ________________ *Taciana Fisac es Catedrática de Lengua y Literatura Chinas, y Directora del Centro de Estudios de Asia Oriental, en la Universidad Autónoma de Madrid. El pasado mes de agosto le fue concedido en Pekín el Premio Especial del Libro de China, por su labor como traductora y divulgadora de literatura china en el mundo hispanohablante.