HURUKI MURAKAMI*

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HURUKI MURAKAMI*
H Berta Lucía Estrada Estrada**
ace tres años, cuando me encontraba buscando novedades en una librería,
tuve la fortuna de encontrar algunos libros de Haruki Murakami (Ganador del XXIII Premio Internacional de Cataluña 2011), escritor hasta ese
momento desconocido para mí. Y como siempre he tratado de acercarme un poco a la
literatura japonesa decidí comprar uno de sus libros. Sputnik, mi amor. Dos días después adquiría Tokio blues, conocido también como Norwegian Woods, y a la semana
siguiente compré Kafka en la orilla y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. El
descubrimiento de este autor me abrió las puertas a un universo extraordinario, donde todo puede suceder. No obstante, la obra que más me ha impactado es precisamente Kafka en la otra orilla, y a la que me referiré más adelante. Su obra hace gala de una
gran erudición, ya que su autor es ante todo un gran lector, y además un melómano
apasionado, gran conocedor de la música clásica y del jazz. Él mismo dice que el jazz
le cambió la vida para siempre, al punto de haber tenido en su juventud un almacén de
discos y un bar donde sólo se escuchaba dicho género musical.
Por otra parte es un autor poco apreciado por sus colegas japoneses, quienes lo
consideran demasiado occidentalizado. Él mismo ha dicho que la literatura japonesa
actual le llama muy poco la atención. Con respecto a Yukio Mishima confiesa que ha
sido incapaz de leer la mayoría de sus libros. Sin embargo, es un gran admirador de la
literatura clásica japonesa. Es un escritor muy leído por los jóvenes nipones, lo que
lo llena de orgullo y satisfacción. No le gusta dar entrevistas y evita ser fotografiado,
* Recebido em: 11.10.2011.
Aprovado em: 29.11.2011.
** Escritora y crítica literaria
Guará, Goiânia, v. 2, n. 1, p. 7-10, jan./jun. 2012.
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puesto que no desea perder ni un ápice de su privacidad; esto hace que no se mueva
dentro de los círculos intelectuales de su país, lo que acentúa aún más su característica
underground y el rechazo de sus colegas japoneses. Ha sido nominado varias veces al
Nobel de literatura, aunque él mismo siente cierta aversión por los premios literarios.
Su obra está marcada por la música, podría decirse que es la columna vertebral
de su obra. Cómo si la narrativa fuese sólo un pretexto para rendir homenaje a músicos
de la talla de Puccini, Haydn, Beethoven, Mozart, Bach; o del grupo “Million-Dollar
trio”, integrado por Rubinstein, Heifetz y Feuermann. El rock también encuentra su
espacio y en sus páginas encontramos alusiones a The Beatles, Rolling Stones, The
Beach Boys, Simon&Garfunkel, Stevie Wonders o a Prince. Tampoco se olvida del cine
y encontramos a Casablanca o las películas de François Truffaut. En filosofía nos habla
de Aristóteles, de Hegel; y en literatura de Shakespeare, Antón Chejov, Lorca, Hemingway, Kafka, entre otros. Ha traducido a Scott Fitzgerald al japonés. Por otra parte, en
sus obras hace breves análisis de las obras de los autores que más le han impactado, es
el caso de Murasaki Shikibu, la primera novelista en la historia de la literatura, escrita
mucho antes que el Quijote de Cervantes Saavedra.
La obra de Haruki Murakami es, ante todo, una obra surrealista, donde las fronteras entre el sueño, la irrealidad, el inframundo y el mundo real, consciente, se entremezclan, dando como resultado un universo único; donde el onirismo juega un
papel predominante. Otro de sus temas obsesivos es la soledad y la incomunicación
humana. Es un autor que me hace pensar mucho en Ernesto Sábato, aunque no sé si
Murakami lo haya leído alguna vez.
En Kafka en la orilla, nos encontramos con todos estos componentes. Es la historia de un adolescente de 15 años que abandona la casa paterna para huir de una terrible profecía que le ha lanzado su padre, a la manera del oráculo de Delfos, como si
Kafka, el protagonista, fuera un moderno Edipo. Pero nadie escapa a su destino, al
menos es lo que creían los griegos y es lo que de alguna forma proclama Murakami.
En este libro, hermosamente escrito, nos encontramos con prostitutas que seducen
hablando de Hegel, o con soldados que huyeron en la segunda guerra mundial para
esconderse en bosques inhóspitos y que a pesar del tiempo siguen en la flor de la juventud. O encontramos a otro de sus personajes principales, Nakata, un viejo iletrado
y simple, pero poseedor de un gran sentido de altruismo, y que tiene la gran virtud de
poder comunicarse con los gatos. O un transexual, erudito y melómano, cuya verdadera morfología es la de una mujer.
Este último personaje me hace pensar que es imperioso que hable un poco sobre
la visión que Murakami tiene de la mujer. Siempre había creído que los japoneses son
extremadamente machistas y es posible que así sea; puesto que mi visión de ese país
es bastante sesgada por la poca información a la que tenemos acceso en Colombia.
Los libros de Murakami me han abierto la ventana a un mundo lleno de respeto y admiración del autor en cuestión por el sexo al que pertenezco; algo no muy usual en la
literatura de todos los tiempos. Sus mujeres son todas poseedoras de una gran inteli-
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gencia, inmensamente cultas, melómanas, libres, independientes y liberadas sexualmente hablando. En sus obras se habla sin tapujos del amor entre mujeres (Sputnik,
mi amor), o de transexuales (Kafka en la orilla), como acababa de anotar. Murakami
dice que la primera persona en leer sus manuscritos es su esposa, y agrega que ella es
una crítica implacable, que no deja nada en suspenso.
Para terminar quisiera señalar que la lectura de Haruki Murakami es un regalo
inmenso para el intelecto y un gran placer dado su gran manejo narrativo. Sus obras
destacan por su alta calidad estética y por su originalidad. Al mismo tiempo que es un
paseo por la historia de la literatura y de la música.
Akira Yoshimura
Akira Yoshimura (1927-2006), ganador de múltiples premios y autor de una obra
prolífica, poco conocido en Colombia; tal pareciera que estuviésemos condenados a
navegar por un pequeño mar de conocimiento, ignorando los inmensos océanos que
existen. Hace poco leí Libertad bajo palabra, llevado al cine por Shohei Imamura, con
el título de La anguila (Premio a la Mejor Película Extranjera en el Festival de Cannes
– 1998). Yoshimura fue Director de la Asociación Japonesa de Escritores y del Museo
de Literatura Japonesa Moderna, entre otros cargos de importancia cultural.
“Libertad bajo palabra” (Emecé Editores-2002), es la historia de un hombre condenado a prisión por el asesinato de su esposa. La obra se desarrolla cuando sale libre
bajo palabra y decide trabajar como obrero en la construcción de una represa. Hasta
ahí la historia pareciera banal, sino fuera porque los trabajos a desarrollar tienen lugar en un valle prácticamente inaccesible rodeado de montañas y espesos bosques. En
dicho lugar vive una comunidad de 300 personas que no tiene contacto con el mundo
externo y que ha estado allí por generaciones. El libro narra el choque entre la comunidad y los empleados de la compañía encargada de los trabajos y de los empleados
estatales, que buscan indemnizar a la población al menor costo posible, sin tener en
cuenta, además, lo que podría sucederle después. Es decir, sin llevar a cabo estudios
sociológicos que permitan una mejor comprensión de la comunidad y por lo tanto que
permitan asegurarle un mejor futuro.
La obra es una pequeña tragedia al mejor de los estilos griegos, contada con un
lenguaje simple. El destino del narrador, al cual él no puede ni quiere escapar, se entrelaza con el drama que llega como un huracán devastador a ese valle otrora bucólico;
aunque con códigos sociales bastante estrictos. Los acontecimientos, que van desde
la violación, pasando por el suicidio y el asesinato, son contados con un lenguaje de
una poesía sutil, delicada, refinada. El lector observa los acontecimientos detrás de la
bruma, a través de la cual ve desfilar el pasado del protagonista y el presente del que es
testigo obligado. Esta pequeña obra de arte (173 páginas), nos pone delante de la condición humana y toda la miseria que ella conlleva. Es un libro que invita a la reflexión
sobre nuestra propia historia y el drama de los más de tres millones de desplazados por
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los paramilitares, las FARC, y porque no decirlo por el ejército; en esta guerra fratricida a la que los colombianos asistimos de espaldas, ignorando la tragedia que tiene
lugar en el patio de nuestras casas. Pero también me hizo pensar en los pueblos desaparecidos bajo las aguas, bien sea intencionalmente, como es el caso de las represas,
o en los pueblos borrados del mapa por el invierno que estamos viviendo.
Akira Yoshimura murió en la primavera de 2006, él mismo decidió el momento
de su deceso; ya que estaba aquejado de un cáncer terminal y prefirió una muerte digna al insoportable tratamiento médico que a veces se realiza con el único fin de alargar
más la vida, ya de por si dolorosa, de un paciente condenado irremediablemente a la
muerte. Lo hizo en su casa, acompañado de su esposa, Setsuko Tsumura, también escritora. A su hija, y cuidadora, le había anunciado horas antes que partiría para siempre. No obstante, tuvo la fuerza suficiente para trabajar en una novela hasta el último
momento. Una hermosa forma de morir.
Referências
Blog: Voces del silencio: http://beluesfeminas.blogspot.com
Blog El Hilo de Ariadna: http://elespectador.com (sección cultura)
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