ISBN 958710010-7 9 789587 100105 adriana z a pata d e a r b e l e z compiladora derecho internacional de los negocios alcances tomo ii universidad externado de colombia ISBN 978-958-710-010–7 © 2005, universidad externado de colombia Calle 12 n.º 1-17 Este, Bogotá Teléfono (57 1) 342 0288 publicaciones@uexternado.edu.co www.uexternado.edu.co Primera edición: noviembre de 2005; reimpr.: febrero de 2012 Diseño de carátula: Departamento de Publicaciones Composición: Proyectos Editoriales Curcio Penen Impresión y encuadernación: Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A., Tiraje de 1 a 1.000 ejemplares. Impreso en Colombia Printed in Colombia Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son de responsabilidad de los autores. andrea burgos puyo nicols gamboa morales jorge oviedo albn daniel pea valenzuela javier pic mendi nstor restrepo rodrguez edilberto reyes reyes franco vigotti adriana zapata de arbelez grupo de investigacin en comercio electrnico. departamento de derecho de los negocios contenido Presentación 9 La internacionalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Adriana Zapata de Arbeláez Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos Franco Vigotti La excesiva onerosidad sobreviniente (hardship) en los Principios Unidroit para los contratos comerciales internacionales Jorge Oviedo Albán Trasplantes legales: un análisis de la ley sobre garantías en el contexto chino Javier Picó Mendi Un aporte del arbitraje: las Reglas de la iba sobre recepción de pruebas en el arbitraje comercial internacional Nicolás Gamboa Morales Tendencias del arbitraje internacional en materia de bienes intangibles Daniel Peña Valenzuela 15 49 71 105 133 175 El proceso aduanero y su impacto en el derecho internacional de los negocios 209 Néstor Restrepo Rodríguez La autorregulación en los negocios electrónicos internacionales Andrea Burgos Puyo 247 Comunidades virtuales: ¿crisis del paradigma contractual internacional? Daniel Peña Valenzuela 273 Régimen cambiario y de comercio exterior del sector de hidrocarburos y minería Edilberto Reyes Reyes 295 Derecho internacional de los negocios. Alcances Sistema electrónico de contratos en el sector energético colombiano Grupo de Investigación en Comercio Electrónico 319 p r e s e n ta c i n Por segunda vez, el Departamento de Derecho de los Negocios de la Universidad Externado de Colombia se da la tarea de ofrecer una nueva compilación de artículos sobre el tema “Derecho internacional de los negocios. Alcances”, producto del trabajo investigativo de docentes en el área, quienes, vinculados a diversas universidades extranjeras y del país, y a esta Casa de Estudios, participamos de un mismo interés: la difusión del derecho internacional de los negocios. La expresión derecho de los negocios ha adquirido ya carta de ciudadanía dentro de las disciplinas jurídicas, designando al área que se encarga de la reflexión metódica de conceptos jurídicos y extrajurídicos, diversos sí, pero relacionados bajo la noción de negocios en un ambiente empresarial. A tal fin, el estudioso del derecho de los negocios indagará sobre la empresa, su estructura y gestión, los métodos de negociación, el impacto de las decisiones empresariales en términos económicos y financieros, sociales, cambiarios, aduaneros y de comercio exterior. Se preocupará igualmente del estudio de los efectos de las decisiones corporativas en cuanto a sus relaciones con los consumidores y la competencia, en fin, del conocimiento de las formas más usuales de contratación bajo los medios tradicionales de contratación entre presentes y ausentes, ahora enriquecida con las negociaciones por medios electrónicos. El derecho de los negocios es pues una disciplina que se sitúa a medio camino entre los derechos mercantil y económico, entre lo público y lo privado. Este derecho de los negocios, así descrito, enriquece enormemente su ámbito de estudio cuando se desarrolla internacionalmente, es decir, cuando las operaciones interesan al comercio internacional y se celebran entre partes situadas en distintas latitudes: las relaciones devienen de múltiple localización y con ello, la invocación de diversas legislaciones y jurisdicciones es prácticamente obligatoria. Pero, ¿es acaso necesario concebir un derecho internacional de los negocios? ¿No bastará simplemente, con apoyo en las herramientas del derecho internacional privado clásico, identificar los elementos que nos permitan la localización legislativa y jurisdiccional del contrato internacional? La respuesta, para tranquilidad de los defensores y desespero de los detractores, sólo puede ser afirmativa: existe un derecho internacional de los negocios, Derecho internacional de los negocios. Alcances tanto como se reconoce la existencia de un derecho internacional humanitario o un derecho penal internacional. Dado su carácter internacional, la producción de sus normas no depende de la actividad de un Estado en particular, o por lo menos, no en forma preeminente: el derecho internacional de los negocios, cuyo objeto es servir de marco a las operaciones internacionales, se encuentra integrado por normas de origen multilateral, interestatal, regional, usos y prácticas internacionales, y por los principios de la contratación internacional. La disciplina del derecho internacional de los negocios estuvo precedida de una práctica intensa de los operadores del comercio internacional, de forma que los avances en aquélla se ofrecen rezagados frente a la magnitud de los negocios que pretende regular, y ello por cuanto la primera manifestación de la globalización se dio en la integración de mercados, seguida por la de capitales, siendo hasta el momento incipiente la globalización política. Al estar integrados los mercados, sin encontrar avances equiparables en el mundo del derecho, se corre el riesgo de dejar al arbitrio de las fuerzas del mercado los efectos y los costos, deseables e indeseables, del comercio internacional. De allí la urgencia de estructurar esta disciplina, entendiendo que hay en ella más que reglas de conflicto de leyes o un espacio jurídico en el que prima la ley del más fuerte. Debe reconocerse que esta necesidad no es exclusiva de esta área jurídica. Otras acusan la misma urgencia, y para el efecto baste citar los casos del derecho del medio ambiente, el penal internacional, el internacional humanitario, el financiero internacional, cuya consolidación se reclama. Como ya es tradición, la problemática de estas disciplinas ha girado en torno a una de sus más ostensibles falencias: la falta de mecanismos para asegurar su cumplimiento forzado, al punto que al contrastársele con el derecho de producción estatal, este sí coercitivo, se llega al extremo de desconocérsele la categoría de orden jurídico propiamente tal. Pero si ahora, de acuerdo con Ferrajoli, el Estado es pequeño para los grandes problemas que aquejan al mundo, y grande para los pequeños problemas que afectan a la comunidad, por lo menos en cuanto hace al primero de los retos, el de los grandes problemas mundiales, es imprescindible dirigir nuestra mirada, una vez más, hacia el derecho internacional, reconociendo allí la existencia de un verdadero orden jurídico, para cuya consolidación, en todas Presentación sus expresiones, debe concebirse al derecho como un fenómeno no exclusivamente estatal, aceptando el pluralismo jurídico de sus fuentes. El primero de los artículos que conforman esta colección, recuerda los trabajos del maestro Kelsen y sus aportes a la conformación de la disciplina del derecho internacional, como un orden jurídico vinculante. La intención de la suscrita autora es la de incitar una discusión académica en el ambiente colombiano –fuertemente anclado a bases de territorialismo jurídico– sobre una temática que hoy en día es objeto de las más profundas discusiones en el nivel mundial. El siguiente documento corresponde a la transcripción de la conferencia que sobre los contratos internacionales, aspectos teóricos y prácticos, presentara el profesor Franco Vigotti, con ocasión de su participación en el xx Congreso de Derecho Comercial, organizado por el Colegio de Abogados de Medellín, la Cámara de Comercio de Medellín y la Universidad Externado de Colombia. Gracias a la gentil invitación de las instituciones antioqueñas, esta Universidad se ha vinculado al desarrollo de los últimos congresos, en uno de los cuales se hizo presente el profesor italiano. En este artículo, el interesado encontrará importantes reflexiones sobre la negociación de contratos internacionales, acompañadas de recomendaciones prácticas de enorme interés. Aparece a continuación el escrito del profesor Jorge Oviedo Albán, a lo largo del cual se aborda el estudio de la excesiva onerosidad sobreviniente o hardship, en la forma como es tratada en los Principios Unidroit. El autor complementa su trabajo con frecuentes referencias a otros sistemas que, como el colombiano, reconocen la institución de la excesiva onerosidad en aplicación de la regla rebus sic stantibus. De su parte, el artículo del investigador español Javier Picó sobre trasplantes legales, se ocupa del estudio de este concepto que alude a la adopción de modelos legislativos, literalmente tomados de terceros países, para luego abordar el estudio del caso ofrecido por la legislación china, al acoger el modelo legislativo sobre garantías inglés. Importantes referencias se encontrarán sobre la evolución del derecho chino y de sus fuentes. El artículo que aparece seguidamente corresponde a la investigación del reconocido árbitro internacional Nicolás Gamboa Morales sobre las reglas de la iba para la recepción de pruebas en el arbitraje comercial internacional, Derecho internacional de los negocios. Alcances documento en el cual se recrea el camino recorrido hacia la armonización en el arbitraje internacional, la consolidación del principio del debido proceso en dicho ámbito y el estudio propiamente de las reglas iba sobre recepción de pruebas, a través de las cuales, en palabras del autor, se materializa el esfuerzo de este Instituto “para armonizar la ‘pasividad’ propia del derecho anglosajón con la ‘actividad’ propia del derecho continental”. El tema arbitral es nuevamente abordado, en esta ocasión por el profesor e investigador Daniel Peña Valenzuela, quien se encarga de dar cuenta del estado del arte en materia de arbitramento internacional sobre bienes intangibles, particularmente enfocado en el estudio de la propiedad intelectual como materia arbitrable con énfasis en las tecnologías de la información. Los temas relativos al comercio internacional aparecen tratados a continuación, en primer término con el artículo del profesor Néstor Restrepo Rodríguez, en el cual se aborda el tema del proceso aduanero y su impacto en el derecho internacional de los negocios. Seguidamente, el profesor Edilberto Reyes Reyes, experto en la materia de cambios internacionales, trata el tema del régimen cambiario y de comercio exterior aplicable en los sectores de hidrocarburos y minería, filones éstos de incontrovertible importancia para el comercio internacional del país. En su estudio, el profesor Reyes hace un recorrido a través de la historia normativa colombiana, la regulación y el tratamiento de estos sectores. A continuación se presenta un nuevo bloque temático sobre derecho y tecnologías de la información, con un primer artículo de la autoría de la investigadora Andrea Burgos Puyo, quien analiza el tema de gran actualidad sobre los mecanismos de autorregulación en los negocios electrónicos internacionales, explicando lo escenarios de solución de conflictos disponibles en la red para los cibernautas y operadores de comercio por medios electrónicos, como obvia respuesta de los interesados en promover espacios confiables y seguros para los negocios virtuales. De nuevo el investigador Peña Valenzuela diserta sobre los retos que plantean para la contratación internacional las comunidades virtuales, por él definidas como estructuras sociales o tecnológicas de “última hora”, las cuales requieren de un marco legal apto para asegurar los intercambios sociales y económicos que producen. Se revelan entonces los rasgos que identifican Presentación y caracterizan estas comunidades, sus esquemas de contratación virtual, la legalidad de sus operaciones y la responsabilidad que les atañe. Por último, como expresión de tales nuevos esquemas de contratación, se encuentra el trabajo del Grupo de Investigación en Comercio Electrónico del Departamento de Derecho de los Negocios, en el cual se hace una presentación sobre el mecanismo de contratación por medios electrónicos que se aplica en el sector energético colombiano, documento a través del cual se describen los mercados electrónicos de energía, entre otros, y de la posición colombiana frente a los mercados virtuales de energía, vía sistemas electrónicos de contratos normalizados y de subastas. Finalmente, se hace un reconocimiento a los autores que han colaborado en esta publicación, como también a quienes integran el equipo de trabajo del Departamento de Derecho de los Negocios. Por supuesto, ninguna realización sería posible sin la confianza y el estímulo de nuestro querido Rector. Adriana Zapata de Arbeláez Directora Departamento de Derecho de los Negocios Universidad Externado de Colombia a d r i a na z a pata d e a r b e l e z * La internacionalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– introduccin Las doctrinas económicas modernas discuten sobre la conveniencia de adoptar modelos que propendan por la integración de las naciones y la globalización de las economías. Se trata de una problemática que plantea el dilema entre protección y apertura, cuya solución, en uno u otro sentido, se materializa en la definición de las políticas macro y microeconómicas y de las tendencias regulatorias de cada país: en función de la posición que se adopte, las políticas y las regulaciones serán unas u otras. Mientras que en el plano económico la discusión se ha sustentado en análisis profundos sobre las ventajas y desventajas del modelo global, en contraste, en el campo jurídico la discusión está menos desarrollada. Si bien existe el derecho de la integración, como disciplina que se ocupa de la existencia de instituciones supranacionales para definir su alcance y su régimen, como también el derecho internacional de los negocios, que enmarca las prácticas del comercio internacional y el papel de las instituciones representativas en ese campo (Uncitral, Unidroit, icc, entre otras), se cuenta con pocos estudios orientados a discutir las implicaciones de la globalización en el campo de la generación de normas legales. El debate jurídico aparece pues rezagado frente a la realidad mundial: hoy por hoy segmentos importantes de la sociedad y de la economía internacional están de hecho integrados. Las fronteras, las distancias, las barreras culturales, los idiomas, todos ellos elementos que integran la concepción clásica del Estadonación, en buena medida parecen cosa del pasado. El rápido desarrollo de los medios de transporte, de las nuevas tecnologías de la comunicación e información y el multiculturalismo de las grandes ciudades –que, más allá de tolerar la diversidad, se orienta hacia una amalgama de valores e ideologías– expresan una realidad social que el derecho no puede ni debe ignorar. En otras palabras, más que debatir sobre si debe darse o no espacio para la globalización, pareciera que la realidad nos impone definir la manera más adecuada de regular el fenómeno * Directora del Departamento de Derecho de los Negocios de la Universidad Externado de Colombia. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– ya existente y quizá replantear las bases mismas de la producción jurídica, hasta ahora erigida sobre una norma fundamental de alcance local. A través del presente escrito se analizará el concepto de orden jurídico internacional, identificando allí la presencia de instituciones y prácticas que conciernen tanto al derecho público como al privado, para destacar que ni el derecho internacional público convencional ni los cánones conflictualistas clásicos del derecho internacional privado resultan en la actualidad suficientes o adecuados para responder a las necesidades de la sociedad internacional cada vez más interdependiente, orientada hacia un esquema de Estado-unión, que pone en entredicho la concepción clásica de soberanía del Estado-nación y revive la discusión, nunca acabada, sobre la coexistencia o jerarquía entre los órdenes jurídicos interno e internacional. la i n t e r nac i o na l i zac i n d e l d e r e c h o y e l o r d e n jurdico internacional ‒aproximacin doctrinaria‒ – El orden jurídico internacional en la concepción de Hans Kelsen. El derecho es un fenómeno social destinado a regular las relaciones y dirimir los conflictos que se presentan dentro de su competencia espacial. Cada Estado edifica su propia pirámide normativa, y esto es posible porque se le reconoce entidad soberana, capaz de crear e imponer el orden jurídico al interior de cada nación. Si tal es el fundamento del orden jurídico interno, cabe la pregunta de cuál podría ser el del orden jurídico internacional, al carecer de los atributos básicos de un poder legislativo centralizado y de órganos coercitivos. Por ello, para autores como Hart, resulta casi ineludible la cuestión de establecer si el derecho internacional es verdaderamente derecho1. En la historia del pensamiento jurídico positivista del siglo pasado, la figura de Hans Kelsen se destaca por su postulación de una teoría pura del derecho, para la cual el concepto de Estado-nación constituye la base sobre la cual reposa la pirámide de su concepción. No obstante este fundamento 1 H. L. A. Hart. El concepto de derecho, De Genaro Carrió (trad.), Buenos Aires, Edit. Abeledo-Perrot, 2004, p. 264. Adriana Zapata de Arbeláez racional, dentro del pensamiento kelseniano también hubo espacio para conceptuar acerca de la naturaleza jurídica del derecho internacional. En el año de 1941, en el marco de las Conferencias Oliver Wendell Holmes, el profesor Kelsen fue invitado por la Escuela de Derecho de Harvard a impartir un curso sobre el derecho internacional y su aporte para la construcción de la paz mundial. Fruto de esa experiencia fue el libro Derecho y paz en las relaciones internacionales, legado invaluable del maestro, en el que compendia y actualiza su pensamiento sobre la naturaleza del derecho internacional, justo en el momento en que la humanidad se debatía en la peor de las guerras vividas, a consecuencia de la cual Kelsen debió abandonar su cátedra en la universidad de Praga2. En este documento el autor resumió las reflexiones que sobre el orden internacional tenía expuestas desde los albores del siglo xx y dejó plasmado su pensamiento en un punto histórico de especial interés para el desarrollo del derecho internacional, como quiera que sus conferencias fueron dictadas antes de que fuera suscrita la Carta de San Francisco que, como sabemos, permitió la entronización de un nuevo orden económico mundial. – El orden jurídico internacional es orden jurídico primitivo. Convocado, pues, a reflexionar sobre el papel del derecho internacional en la construcción de la paz, Kelsen se ve avocado a indagar sobre la naturaleza y alcance de la norma internacional. Para ello, parte de la idea que con más rapidez surge en punto a uno de los trazos más caracterizados del orden jurídico internacional, a saber, la ausencia de medios coercitivos para su aplicación. Para Kelsen, si bien el elemento coactivo es esencial para el derecho (concepto estático del derecho), existen normas que carecen de ese elemento, pero que deben considerarse derecho si han sido creadas de la manera como lo prescribe la Constitución (concepto dinámico). 2 Sin embargo, son innumerables los escritos de Kelsen sobre la materia, dentro de los cuales cabe destacar: “Les rapports de sistème entre le Droit interne et le Droit international”, Recueil des Cours de l’Académie de Droit international de la Haye, iv, vol. 14, 1926, pp. 227 y ss.; “Théorie du droit international public”, Recueil des Cours de l’Académie de Droit international de la Haye, 1953, vol. 84, p. 16; La teoría pura del derecho, 12.ª ed., Roberto J. Vernengo (trad.), México, Edit. Porrúa, 2002, entre otros. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– En sentido dinámico, el derecho es el creado siguiendo cierto procedimiento, enfoque éste que no responde a las cuestiones de la esencia del derecho y de la manera de distinguirlo frente a otras formas sociales, sino a la pregunta de si una norma forma parte de cierto orden jurídico3. No es entonces la ausencia de un elemento coactivo lo que determina el carácter normativo o no del orden jurídico internacional. Sin embargo, esta ausencia del elemento coactivo lleva implícita la necesidad de responder a otra cuestión: si para que un derecho sea considerado como tal no es menester que cuente con el elemento coercitivo, ¿cómo podría constituirse en un sistema vinculante? Hart plantea la cuestión en términos más descarnados y directos: “¿es posible decir con sentido y verdad que reglas como éstas hacen surgir obligaciones?4. Para Hart, una concepción del sistema jurídico como un orden predictivo del tipo: “si no me conduzco de tal manera, soportaré tal consecuencia”, resulta opuesta a la concepción del derecho en una óptica de postulados del tipo “debo conducirme de tal manera”. En un sistema de derecho local, las disposiciones están orientadas hacia los individuos y es necesario y plausible que exista una consecuencia frente a la transgresión del postulado, pues de no haberla el acto contrario a la norma, poco ostensible, permanecería dentro de la esfera de la víctima y el transgresor. En cambio, en el ámbito de los asuntos internacionales, las transgresiones desbordan la esfera de los Estados agresor y agredido, son públicas y provocan la reacción no sólo del agredido sino, además, de la comunidad internacional5. El concepto de obligación está dado por la potencialidad de provocar una reacción adversa de procedencia incierta. En esta perspectiva, la obligación se acompaña también de una potencial sanción, si bien no centralizada, sí difusa. Una de las notas más relevantes de la norma internacional consiste en el carácter no individual de la sanción, en la medida en que tanto las represalias como las guerras –recursos básicos del derecho internacional– pueden afectar, y de hecho afectan, a una colectividad que normalmente no coincide 3 Hans Kelsen. Derecho y paz en las relaciones internacionales, Florencio Acosta (trad.), México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 38. 4 Hart. El concepto de derecho, cit., p. 267. 5 Cfr. ibíd., pp. 270 y 271. Adriana Zapata de Arbeláez con la figura del agresor, lo cual contradice los principios de individualidad, imputabilidad y responsabilidad como presupuesto de aplicación de la sanción a consecuencia del acto antijurídico. Pero en algunos campos del derecho interno, como acontece por lo general en el derecho internacional, sucede que “la sanción no sea aplicada al individuo que cometió el acto ilegal, sino a otro. En este caso se hace responsable al individuo por el acto ilegal que otro ha cometido”6. En esta responsabilidad colectiva se identifica uno de los elementos que caracterizan al derecho internacional7. Las reglas que propone el derecho internacional en aspectos tales como los derechos humanos, la humanización de la guerra y la protección de menores, etc. se perciben como obligatorias. Frente a ellas existe la convicción de ser obligatorias y en esa medida, aun por fuera de una potencial reacción de la comunidad internacional, se tienen como vinculantes. Por eso, “cuando se hace caso omiso de las reglas no es sobre la base de que no son obligatorias; por el contrario, se realizan esfuerzos para ocultar los hechos”8. Que el derecho internacional carezca para reprimir su transgresión de un sistema centralizado de sanciones no implica por ello que no sean obligatorias, mucho menos que no ameriten la calificación de derecho9. En otro aspecto, a diferencia del orden jurídico interno que se presenta como un orden centralizado, el internacional es descentralizado en cuanto carece de un poder legislativo central. El concepto de derecho no está restringido al orden centralizado del Estado. Tal es el caso del derecho consuetudinario, el cual resulta del esfuerzo creador de carácter difuso de los sujetos que pertenecen al orden jurídico, y no por un órgano central10. Esta descentralización, que es también propia del derecho internacional, hace de éste un derecho primitivo, al decir de Kelsen, y evidencia una paradoja: la organización internacional no puede rebasar los límites compatibles con el derecho internacional (en el sentido de relaciones entre naciones), so 6 Kelsen. Ob. cit., p. 46. 7 Ibíd., p. 47. 8 Hart. Ob. cit., p. 271. 9 Cfr. ídem. 10 Kelsen. Ob. cit., p. 85. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– pena de transformarse en una comunidad nacional; tal sería el caso de los Estados que se cohesionan a tal punto que esa unión de Estados se torna en un Estado11, como aconteció con la Confederación americana en 1789 a través de una fusión de las soberanías12. – El derecho internacional es derecho: teoría del “bellum justum”. En punto a la discusión sobre si el derecho internacional es derecho, Kelsen indica que en la medida en que la sanción se interpreta como la reacción de la comunidad jurídica contra el delito, de la misma manera, el derecho internacional será derecho si la medida coactiva que se adopta como reacción contra el acto ilegal puede interpretarse como una reacción de la comunidad internacional, es decir, sólo si el empleo de la fuerza de un Estado contra otro puede interpretarse como delito o como sanción13. En ese contexto, la discusión sólo es válida frente al derecho internacional general o común, es decir, el consuetudinario, vigente entre los Estados que forman parte de la comunidad internacional. El particular, en cambio, sólo es válido entre los Estados contratantes14. En el derecho internacional se aceptan intervenciones limitadas en la esfera de los intereses de otros Estados, siempre que la conducta de éstos se considere un delito que amerite una sanción: esta es la represalia o “intervención limitada en la esfera de intereses normalmente protegida de otro Estado, tan sólo admitida como reacción a un daño causado por este Estado”. Esta idea tiene aceptación universal y forma parte del derecho internacional positivo15. La intervención puede ser también ilimitada, en cuyo caso toma el nombre de guerra, frente a la cual la cuestión que se plantea es si es posible afirmar que ella está permitida como sanción. Correlativamente, cabe indagar si la guerra que no es sanción está prohibida y por lo tanto constituye un delito16. 11 Ibíd., p. 51. 12 Thomas C. Heller y Abraham D. Sofaer. “Sovereignty. The Practitioners’ Perspective”, en Problematic Sovereignty. Contested Rules and Political Possibilities, New York, Columbia University Press, 2001, p. 26. 13 Kelsen. Derecho y paz en las relaciones internacionales, cit., p. 52. 14 Ibíd., p. 53. 15 Ibíd., p. 56. 16 Ibíd., p. 57. Adriana Zapata de Arbeláez Se expone en esta indagación la tesis del bellum justum, según el cual sólo pueden ser consideradas legítimas las guerras adelantadas por razones de vendetta o de defensa. En contra del bellum justum aparecen las tesis de la soberanía según las cuales no se puede limitar al Estado el recurso a la guerra. Otros críticos avanzan la idea de la desproporcionalidad: el recurso a la guerra no garantiza que será el agresor quien recibirá los efectos de la guerra: “En la guerra, el victorioso no es necesariamente el que tiene el derecho, sino el más fuerte”17. Más contundente aparece el argumento según el cual la guerra no puede ser interpretada en el derecho internacional ni como sanción ni como delito, pues no existe un tribunal internacional que tenga la competencia para dirimir esta cuestión. Kelsen responde a los contradictores alertando sobre las consecuencias de llevar al extremo las críticas a la teoría de la guerra justa: todo Estado quedaría en libertad de acudir a la guerra si se interpretara que no es posible hacer un juicio sobre cuándo se está frente a una guerra injusta o una guerra justa: “si cualquier Estado está en libertad de recurrir a la guerra contra otro, entonces el derecho internacional deja de proteger la esfera de intereses de los Estados sujetos a su ordenamiento; los Estados no tienen en absoluto ninguna esfera de intereses protegidos, y la situación de cosas creadas por el así llamado derecho internacional no puede ser una situación jurídica”18. En otras palabras, la teoría de la guerra justa se ofrece como una necesidad lógica para explicar la existencia del derecho internacional y una opción política, en tanto “se justifica por el hecho de que tan sólo esta interpretación concibe el orden internacional como derecho”19. Si bien la competencia del Estado sería ilimitada, existe una sola excepción a esta regla: el Estado está limitado por el derecho internacional20. A esta concepción se enfrenta la noción de soberanía de Austin que Kelsen resume así: “si suponemos que el orden nacional es el más alto posible, entonces no 17 Ibíd., p. 70. 18 Ibíd., p. 76. 19 Ibíd., p. 78. 20 Ibíd., p. 98. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– se puede concebir otro orden que exista por encima del Estado o de su orden jurídico, que pueda obligar al Estado o a los individuos que lo representan”21; en otras palabras, para esta concepción del derecho, y en particular del derecho internacional, la “existencia de cualquier orden normativo que regule la conducta mutua de los Estados es incompatible con la soberanía del Estado, o con la de los órganos que representan al Estado en sus relaciones con otros Estados”22. En este sentido, para algunos autores, la soberanía corresponde a la esencia del Estado, es aquello por encima de lo cual no se admite poder; sin embargo, al considerar al Estado como parte de la comunidad internacional, sólo podría haber soberanía estatal en aquellos dominios en los que no primen los intereses de la comunidad internacional. De allí que para Kelsen, si el derecho internacional es un sistema de normas con carácter obligante en tanto y en cuanto “trata de producir la conducta deseada, aplicando al comportamiento contrario medidas coercitivas que se consideran como perjuicios para la persona sujeta a ellas”, los Estados en el derecho internacional están sometidos a una autoridad también ella soberana23, constituida por la comunidad jurídica internacional, que funge como sostén, garantía o fuente del derecho internacional, “de la misma manera que el Estado puede llamarse el sostén, la fuente o la garantía del derecho nacional”24. Esta afirmación del maestro permite inferir la superioridad del orden internacional frente al orden interno, no sólo porque existe un derecho internacional general –al paso que hay muchos derechos nacionales–, sino además porque las obligaciones y derechos de carácter internacional no podrían quedar al arbitrio de lo que al respecto definan los derechos nacionales25. 21 Ibíd., p. 105. 22 Ibíd., p. 106. 23 Ibíd., p. 107. 24 Ibíd., p. 108. 25 La concepción de bellum justum pareciera coincidir con el ideal kantiano de la paz perpetua, basado en “una asociación de naturaleza especial que se puede llamar liga de la paz, por contraposición al pacto, ya que mientras éste se propone sólo acabar con una guerra, aquélla quiere terminar para siempre con todas”. En la lectura que Bobbio hace de la propuesta de Kant, se interpreta este ideal como una propuesta de formación de confederaciones de Estados soberanos, posible en la medida en que se trate de Estados Adriana Zapata de Arbeláez – Diferencias entre el derecho internacional y el derecho interno. Partiendo entonces de la base de que el derecho internacional es derecho en el mismo sentido y alcance que el derecho interno, Kelsen postula que la diferencia entre uno y otro obedece a razones de técnica. Descarta así la clásica diferenciación entre el derecho interno y el internacional en función de los sujetos (en el sentido que el derecho internacional sólo regularía las relaciones entre Estados, al paso que aquél las relaciones entre individuos), pues entiende que el derecho internacional también regula las relaciones de ciertos individuos cuyas actuaciones comprometen al Estado. Descarta igualmente la distinción a partir del ámbito de uno y otro derecho: el interior y exterior, para el interno y el internacional, respectivamente, pues las normas internacionales llegan a regular situaciones internas y las internas a adquirir alcance internacional cuando así lo disponen acuerdos internacionales. En sus palabras: “ciertos asuntos son asuntos interiores del Estado porque y en tanto que los regula el derecho nacional; y ciertos otros son exteriores porque y en tanto que se rigen por el derecho interno”26. La diferencia técnica entre uno y otro ordenamiento estribaría, entonces, en lo siguiente: en tanto que el derecho internacional impone deberes y derechos a los Estados (de manera directa) como a los individuos (de manera indirecta), debe aceptarse que el derecho internacional prescribe obligaciones para individuos tan sólo de una forma especial27: “El derecho internacional obliga y autoriza a los individuos, pero no lo hace como el derecho nacional, de modo inmediato, sino mediatamente, es decir, por medio del orden jurídico nacional”28, salvo excepciones, dentro de las cuales se encuentra algunas normas de derecho internacional privado que imponen precisas conductas y conceden específicas prerrogativas a los individuos. No obstante esta precaria situación, que deriva de la aplicación indirecta de la norma y que más que a un problema de método corresponde al estado de homogéneos. Cfr. Norberto Bobbio. El tercero ausente, Pepa Linares (trad.), Madrid, Edit. Cátedra, 1997, p. 143. 26 Kelsen. Derecho y paz en las relaciones internacionales, cit., p. 111. 27 Ibíd., p. 114. 28 Ibíd., p. 116. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– desarrollo del derecho internacional, algo se ha avanzado. Aun los más escépticos reconocen que en la materia “nos encontramos muy lejos de aquella época en que el derecho internacional recibía el nombre de ius publicum europaeum, porque era el derecho público exterior, como se decía, de los principales Estados europeos”29. La evolución actual del derecho internacional apunta hacia un derecho global, en el cual encuentran representación todos los Estados pertenecientes a las Naciones Unidas, por una parte, y ciertamente no en una perspectiva de derecho público exterior. Partiendo entonces de la existencia de un orden jurídico internacional, resulta oportuno indagar sobre la suficiencia de las concepciones tradicionales del derecho, esto es, derecho internacional público y derecho internacional privado, para explicar los mecanismos de creación del derecho internacional, su ámbito y la manera como se relaciona con el orden interno de cada Estado. A. la s a p rox i m ac i o n e s d e l d e r e c h o a l o r d e n j u r d i c o i n t e r n a c i o n a l : p e r s p e c t i va s p u b l i c i s ta y p r i vat i s ta El derecho internacional se concibe como el derecho aplicable a la sociedad internacional30. La noción lleva implícita la existencia de una sociedad internacional, que se diferencia de la sociedad interna o local. El término lo debemos al jurista inglés Bentham, si bien los autores recuerdan que la expresión jus inter gentes se encontraba en obras de autores como Vitoria, en el siglo xvi31. El concepto de derecho internacional designó originalmente el derecho que regula las relaciones entre los Estados; sin embargo, al no ser los Estados los únicos sujetos del derecho internacional, la expresión resulta limitada, más aún al constatar la existencia de sus dos vertientes: la pública y la privada; frente a esta última, la expresión resulta inconveniente en forma más ostensible, por no tratarse, en principio, de relaciones entre naciones, sino entre particulares. 29 Bobbio. El tercero ausente, cit., p. 146. 30 Nguyen Quoc Dinh, Patrick Daillier, Alain Pellet. Droit international public, 4.ª ed., Paris, lgdj, 1992, p. 32. 31 Ídem. Adriana Zapata de Arbeláez En el ámbito del derecho internacional público encontramos un llamado derecho internacional general, de origen consuetudinario, el cual correspondería a reglas de las que participan las naciones y que, por consiguiente, son válidas para todos los sujetos que integran la sociedad internacional. Para los positivistas, las normas del derecho internacional general se comparan con la norma constitucional a partir de la cual se construye el sistema jurídico de un país. Estas normas no son fácilmente identificables y su función estaría más orientada a la conformación de los acuerdos particulares entre los Estados, o derecho internacional particular. “Habría derecho internacional general, aun cuando sólo consistiera en la norma pacta sunt servanda, que es la regla que posibilita la celebración de los acuerdos internacionales”32. Existen, pues, normas de derecho internacional público generales y particulares, sin dejar de observar que el derecho internacional clásico “está dando lugar a la aparición de un nuevo derecho internacional que tiene en cuenta las exigencias de una sociedad internacional universalizada y de carácter más democrático que la anterior”33. En cuanto hace al derecho internacional privado, la visión de la disciplina, en términos de su objeto y áreas que lo integran, está lejos de ser uniforme: para algunos autores, este derecho está llamado a resolver los conflictos de leyes en situaciones que podrían estar regidas por más de una legislación. Este conjunto de reglas, o normas de conflicto, es paradójicamente de origen interno: cada Estado se dota de sus propias reglas de conflicto de leyes, salvo el caso en que, mediante tratado, ellas sean objeto de unificación. Para los llamados universalistas, el derecho internacional privado debe privilegiar la formulación de normas materiales de origen internacional, llamadas a regir las relaciones internacionales. Se adicionan a las categorías anteriores los principios del derecho internacional privado, cuya edificación e identificación se presentan con más claridad en el ámbito internacional de los negocios y la contratación. Se encuentran pues normas de conflicto internacionales y locales, normas materiales de origen convencional y normas generales o principios de la contratación internacional. 32 Kelsen. Derecho y paz en las relaciones internacionales, cit., p. 141. 33 José A. Pastor Ridruejo. Curso de derecho internacional público y organizaciones internacionales, 6.ª ed., Madrid, Tecnos, 1996, p. 75. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Entonces, cuando se habla de orden jurídico internacional, ¿a qué se alude: a dos órdenes, uno público y el otro privado? La respuesta negativa parece imponerse: el orden internacional es un orden único integrado por dos áreas, la pública y la privada, cada día más interdependientes y articuladas. Dentro de la vasta panoplia de normas de alcance internacional se encuentran el derecho de gentes, la lex mercatoria, los tratados y los convenios entre naciones, los acuerdos regionales y bilaterales, los usos y prácticas del comercio internacional, entre otras posibles subcategorías, dentro de las cuales se encuentran normas que tendrán aplicación únicamente en las relaciones internacionales del Estado o de sus nacionales o residentes, con personas naturales o jurídicas extranjeras; en otros casos las normas internacionales pueden tener alcance interno e internacional. Lejos están aquellas épocas en que el concepto Estado-nación emergía franco con todos sus atributos: territorio, idioma, raza, creencias, y en las que las relaciones entre los Estados se limitaban a regular los intercambios y las alianzas. Con el devenir de los siglos, particularmente en Occidente, estas características han perdido vigor, en parte porque los Estados mismos se han encargado de generar espacios supranacionales por imposiciones del desarrollo social y económico, retrayendo los espacios de expresión de las soberanías locales. Hoy las distancias se franquean con velocidad nunca antes imaginada y aun se habla de recorridos virtuales, se reconoce la existencia de un idioma de los negocios, y los hábitos y aficiones se comparten entre las nuevas generaciones de todo el orbe. Incapaz de evolucionar a ese ritmo vertiginoso, el derecho internacional, público y privado, se ha protegido en las soluciones tradicionales: celebración de tratados internacionales, creación de normas para la solución de conflictos de leyes y de jurisdicción, sin percibir que por entre los intersticios de las soluciones tradicionales emerge la realidad de un mundo integrado en muchos aspectos. Como obvia respuesta, las colectividades han buscado darse sus propias soluciones, a la espera de que un derecho verdaderamente internacional postule soluciones que partan de concebir a la comunidad internacional no como la concesión o gracia que las soberanías individuales acuerdan a los valores que interesan a la colectividad, sino como lo que es: un concierto de naciones que comparte un mismo mundo, en el que las fronteras ente lo público y lo privado aparecen cada vez más desdibujadas. Adriana Zapata de Arbeláez En los apartes siguientes se presentan las aproximaciones del derecho internacional público y privado, a través de la formulación de marcos normativos para el orden internacional. 1 . d e r e c h o i n t e r n a c i o n a l p b l i c o : d e l e s ta d o - n a c i n a l e s ta d o - u n i n La expresión derecho internacional alude en primera instancia a un conjunto de normas destinado a regular la relación entre las naciones. Podría decirse que éste es su significado originario, sólo posible cuando los Estados se conforman como nacionalidades. El desarrollo de las naciones conlleva igualmente la aparición de organismos estatales (p. ej., ministerios y agencias gubernamentales), de manera que a la nación se agregan las agencias, a quienes el derecho interno de cada Estado reconozca capacidad para representarlo internacionalmente. De esta forma, la sociedad internacional se integra por los Estados, allí incluidas sus desmembraciones con capacidad para obligarlos; correspondería al derecho internacional público regular sus relaciones. También a las personas jurídicas y naturales se les reconoce entidad como sujetos indirectos del derecho internacional público. No en cuanto al reconocimiento del jus estandi para acceder a los tribunales internacionales, pero sí para poder valerse de ciertas instituciones de protección que el derecho internacional público les acuerda frente a sus intereses conculcados por otros Estados. Es el caso de la protección diplomática que busca corregir una situación que atenta contra el orden internacional, aunque indirectamente beneficia al individuo en cuyo nombre se ejerce la protección. Kelsen, por ejemplo, se aparta de la idea según la cual el derecho internacional no se aplicaría a los particulares: Dado que todo derecho es, esencialmente, regulación de conducta humana, ningún deber jurídico, ni ningún derecho subjetivo, puede tener otro objetivo que conducta humana […] Que el derecho internacional obligue y faculte a los Estados significa a la postre que los seres humanos individuales sólo son obligados y facultados, no en forma inmediata, sino mediatamente, por intermedio del orden jurídico de cada Estado34. 34 Kelsen. Teoría pura del derecho, cit., pp. 327 a 328. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Más recientemente, los acuerdos interestatales han llevado a la creación de organismos internacionales, a quienes se les reconoce entidad como sujetos del derecho internacional público. Así, al concierto de los Estados y sus agencias con capacidad de obligarlos, se suman los organismos internacionales y multilaterales. Históricamente este proceso encuentra antecedente en las postrimerías del siglo xix, pero sus mayores expresiones se sitúan en el año de 1945 con la firma del Pacto de San Francisco y la creación de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Finalmente, por razones de diversa índole, los Estados se han visto compelidos a crear uniones entre ellos. Con la aparición de formas más desarrolladas de integración surgen las figuras de las uniones aduaneras, las integraciones económicas, las uniones entre los Estados, tipo Unión Europea. Este derecho interestatal, de rasgo regional especialmente, presenta a todas luces una mayor eficacia en el plano de la formulación de su propio régimen y la instauración de normas y consecuencias para sus transgresores, características que se echan de menos en el derecho internacional universal. Mientras que en el primer caso la base de este derecho es el reconocimiento de la soberanía estatal, en el segundo, los Estados, en el proceso de conformar una estructura que se sitúa por encima de ellos repliegan parte de sus expresiones soberanas en beneficio de la superestructura creada35. De esta descripción surgen algunas conclusiones: – De un derecho internacional que postula el derecho aplicable a las relaciones entre los Estados-nación, el derecho internacional público evoluciona hacia un derecho que rige las relaciones entre sujetos de derecho internacional en un sentido menos restrictivo. – Muchas instituciones del derecho internacional público consideran la situación de los particulares, reconociendo para los Estados acudir a instituciones que tienden a la protección de los intereses de sus nacionales frente a los Estados extranjeros, en principio como mecanismo de restablecimiento 35 Pastor Ridruejo. Curso, cit., p. 72. Adriana Zapata de Arbeláez del orden internacional alterado e indirectamente del derecho de los propios sujetos de derecho privado. – El derecho internacional público evoluciona hacia un sistema de normas que más que a las relaciones entre estos sujetos apunta a la consagración de un derecho interestatal particular, que se concreta en la formación de bloques, originado en la necesidad de creación de espacios comunes como respuesta a concretas necesidades económicas, sociales o territoriales. 2 . d e r e c h o i n t e r n a c i o n a l p r i va d o : d e l c o n f l i c t u a l i s m o a l a s n o r m a s m at e r i a l e s En el análisis kelseniano del derecho internacional se desestima el papel del llamado derecho internacional privado en la conformación del orden jurídico internacional. En otras palabras, al exponer Kelsen la diferencia entre el derecho internacional y el derecho interno lo hace tan sólo desde una perspectiva publicista del derecho internacional, dejando de lado el papel del Derecho internacional privado, entendiendo por tal no el clásico derecho que busca establecer normas para resolver los conflictos de leyes, por ello llamado “conflictualista”, sino el derecho internacional privado verdaderamente internacional, es decir, aquél de origen internacional, sea consuetudinario o convencional. Hasta hace algunos años, los especialistas en derecho internacional denunciaban el origen interno de las reglas de conflicto y veían allí una limitación para el desarrollo de esta área del derecho internacional. Para algunos autores, como el decano Loussouarn36, no es aún concebible el derecho internacional privado sin las normas de origen interno que establecen las reglas de conflicto. Para otros autores, la situación actual es diferente: emergen con vigor normas convencionales de tipo material, ratificadas por muchos Estados y principios 36 Yvon Loussouarn. Droit international privé, 3.ª ed., Paris, Dalloz, 1988, p. 88: “nous pensons que le droit international privé a vocation à appréhendre les rapports internationaux quelle que soit la méthode adoptée. Il connaît donc un pluralisme de méthodes, la méthode conflictuelle demeurant la toile de fond sur laquelle se détachent le règles matérielles qui ne sont encore que des exceptions fort rares, sauf dans le domaine du commerce international”. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– del derecho internacional privado, bajo el ropaje de una lex mercatoria de observancia general y alcance universal. Estas normas, que integran el orden jurídico internacional, son especialmente de tipo económico y mercantil, orientadas a regular las relaciones entre particulares, y entre éstos y los Estados y los organismos que los representan. Frente a su impacto en la paz mundial, nadie podría negar su importancia: no por ser ellas de estirpe privada, mercantil o económica, integran menos que las normas destinadas a regular las relaciones entre los Estados. Kelsen basó su concepción del derecho internacional en una perspectiva iuspublicista, que debe ser complementada con elementos del derecho internacional privado. En el camino de integración de las disciplinas pública y privada, cabe mencionar que esta clásica distinción ha hecho crisis, por lo que los autores aluden con frecuencia a las nociones de publicización del derecho privado y privatización del derecho público. Esta situación habrá de reconocerse, pero al mismo tiempo, para que ello sea posible, es menester integrar al análisis de las normas de derecho internacional tanto las normas que buscan regular las relaciones entre los Estados y el logro de la paz en las relaciones internacionales, como las que buscan regular las relaciones entre particulares y entre éstos y aquellos. Se reconoce igualmente la proyección del Estado en tanto que operador público del comercio internacional. Se encuentran así ejemplos exitosos de participaciones del Estado en actividades que están por fuera de sus áreas tradicionales de intervención. No sólo sería ésta la manifestación de una creciente interacción entre los Estados y los contratistas extranjeros de obra pública, normalmente personas jurídicas privadas extranjeras, con efectos sobre el régimen de inversiones extranjeras, si que también la participación en actividades propiamente comerciales como el aprovisionamiento de bienes e insumos para su funcionamiento, dentro de lo que se conoce como actividades de gestión del Estado o de iure gestioni. Sin embargo, el que se trate de actos de gestión y no de iure imperi, no menoscaba las prerrogativas exorbitantes de que goza el Estado y, en tal medida, el contratista o socio extranjero percibirá en esta contratación un desequilibrio relativo, aunado al alea jurídico derivado de cambio regulatorios, como reacción del Estado frente a contratos que han impuesto condiciones percibidas con posterioridad como no favorables, campo dentro del cual el derecho internacional no es escaso en ejemplos. Adriana Zapata de Arbeláez Mousseron37 identifica dentro de las relaciones comerciales que se desarrollan entre Estados y personas extranjeras algunos rasgos característicos: la tendencia a sustraer los litigios de las autoridades judiciales del Estado, favoreciendo el recurso al arbitraje internacional; el marco normativo aplicable a estas relaciones que pasa por la consideración de la legislación del Estado, el derecho internacional y los principios de la contratación internacional, que se concretan en el reconocimiento de la validez de cláusula arbitral internacional, la aceptación a la renuncia que haga el Estado de su inmunidad de jurisdicción y el deber de minimización de pérdidas, entre otras aplicaciones concretas de los principios de la contratación internacional. En conclusión, las aproximaciones clásicas del derecho al orden internacional deben ser reformuladas en procura de una concepción unificadora, en dos perspectivas: matizando las diferencias entre lo público y lo privado, como viene de verse y, más importante aún, entre el derecho interno y el derecho internacional, como se verá a continuación. B. orden jurdico nico Las relaciones entre el derecho internacional y el derecho interno están marcadas por una confrontación de tesis que van desde una concepción independiente de los dos sistemas (los dos órdenes jurídicos existen de manera autónoma), hasta una concepción unificada (el derecho sólo es uno), que lleva forzosamente a la cuestión de saber si se trata de dos órdenes o de uno solo y, en este último caso, cuál de ellos prima sobre el otro. El alcance de la discusión es enorme dado que, para los autores, el dualismo conduce a que el orden jurídico interno se aplique de manera más libre, e independiente de imposiciones internacionales: “permite mantener la teoría clásica de la soberanía parlamentaria y la sacralización de la ley; él satisface el nacionalismo jurídico de las jurisdicciones internas”; al paso que el monismo mantiene los sacrificios de la soberanía consentidos en procura de “una 37 Jean Marc Mousseron, Régis Fabre, Jacques Raynard y Jean-Luc Pierre. Droit du commerce international, 2.ª ed., Paris, Litec, 2000, p. 54. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– correlación internacional más eficaz o de una armonización del derecho más favorable a los individuos”38. Como posible respuesta al dilema monista, pareciera claro que si el problema se aborda desde una perspectiva internacional, no cabe más que conceder superioridad a este orden. Tal supremacía aparece ahora casi sin discusión en ámbitos como los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la protección de los derechos de los menores, para sólo citar los ejemplos más recurridos: en todos estos dominios, resultaría inaceptable internacionalmente que un Estado, so pretexto de invocar su propia soberanía interna, desconociera los estándares internacionales de protección mínima a estos intereses que rebasan las discusiones locales. En cambio, bajo una perspectiva, podría decirse, localista, el orden interno reclama superioridad frente al orden internacional no sólo apelando a razones históricas, como que se dice anterior al orden internacional, sino además con apoyo en las tesis de la soberanía estatal, que no reconoce orden por encima de la cúspide de su pirámide normativa. Sobre uno y otro enfoque trataremos en los apartados siguientes. 1 . d ua l i s m o y m o n i s m o : u na d i s c u s i n v i g e n t e ? La noción de orden jurídico internacional, como sistema normativo vinculante, se debe confrontar con los ordenamientos domésticos: como sistemas jurídicos que son, las relaciones entre ellos deben ser definidas, y es concebible que este ejercicio se plantee en términos de relaciones coexistentes o superpuestas. Para el análisis, la noción de soberanía estatal ha provisto una perspectiva poco esclarecedora en cuanto que al ser considerado el Estado como sujeto soberano, esto es, hacedor del derecho y por fuera de él, parecería que los órdenes en cuestión sólo pueden ser independientes o, si coexistentes, con prevalencia del orden interno, como consecuencia lógica del dogma de la soberanía que considera imposible el sometimiento del Estado al orden internacional, salvo como expresión de su propia voluntad. 38 Quoc Dinh, Daillier y Pellet. Droit international public, cit., p. 93. Adriana Zapata de Arbeláez Debe registrarse el aporte que a la discusión en lo internacional hace la aplicación de la noción de soberanía en el plano interno. ¿Podría la noción de soberanía interna implicar que el Estado puede actuar por fuera de todo límite? En la actualidad, las teorías modernas del derecho constitucional determinan que una vez que el Estado se define como Estado de derecho o Estado social de derecho, el poder legislativo encuentra sus límites en dichas nociones. Extrapolada la discusión al plano internacional, ¿podría afirmarse que, prevalido del atributo de soberanía, el Estado se encuentra por fuera de las limitaciones que le impone el derecho internacional general? Al margen del derecho internacional convencional, en el que sin duda reinan las teorías voluntaristas, el fundamento del carácter vinculante de la norma de derecho internacional general no podría residir en la decisión de autolimitación, porque aun en contra de esa voluntad tales normas tienen un carácter obligatorio. A dar respuesta a estas cuestiones se consagran las doctrinas de los internacionalistas. Para Triepel39, defensor del dualismo, el orden jurídico internacional se concibe como un orden dual basado en la constatación de que los derechos interno e internacional se nutren de fuentes diferentes y están llamados a regular diferentes tipos de relaciones40. En esa medida, se trata de órdenes no relacionados e independientes, por lo que en caso de ser necesario aplicar el orden internacional en el ámbito interno sería menester surtir un proceso de transformación y recepción: “Así, un tratado no será ‘recibido’ sino a condición de su introducción formal en ese orden […] y de su transformación en ley o reglamento nacional: es en esa última calidad que será aplicado en derecho interno”41. Para los dualistas el único punto de contacto entre los dos órdenes estaría dado por la responsabilidad internacional; el orden internacional, si bien 39 “Les rapports entre le droit interne et le droit international”, Recueil des Cours de l’Académie de Droit international de la Haye, 1923, pp. 82 a 83. 40 Pastor Ridruejo. Curso, cit., p. 194. 41 Quoc Dinh, Daillier y Pellet. Ob. cit., p. 93: “Ainsi, un traité ne sera “recu” qu’au prix de son introduction formelle dans cet ordre – la promulgation dans le droit francais antérieur a la Constitution de 1946 – et de sa transformation en loi ou règlement national: c’est en cette dernière qualité qu’il sera mis en oeuvre en droit interne”. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– no interfiere en la validez de las normas internas (que lo son según el orden interno)42, no significa que su contradicción por normas internas no conlleve consecuencias internacionales: Al participar de la creación de una norma internacional que será contradicha por una norma interna, el Estado se compromete jurídicamente, hace una promesa a los otros sujetos de derecho internacional. Al emitir una norma contraria, comete una falta y debe reparar los perjuicios que su actitud pueda causar a los otros sujetos. Sin embargo, una norma interna “internacionalmente contraria” no es “ilegal” sino un “hecho” indemnizable43. En defensa de las tesis dualistas, algunos autores denuncian en las tesis monistas una suerte de “reduccionismo”, no viable en la práctica dada la evidencia incontestable de la existencia de sistemas jurídicos bien diferenciados que hacen difícil, por no decir imposible, afirmar que el derecho sea uno sólo44. De su lado, en su Teoría pura del derecho, Kelsen plantea que desde un punto de vista estrictamente lógico el dualismo sólo sería posible si no pudiera existir el monismo; es decir: si entre el orden interno y el internacional pudiesen existir contradicciones irreconciliables, el monismo no sería viable, lo cual implicaría que los dos órdenes sólo podrían ser independientes, esto es, sólo cabría un orden dual. Pero es allí donde el dualismo encuentra su imposibilidad lógica; en términos de Kelsen: Si aparecieran conflictos insolubles entre el derecho internacional y el derecho estatal, y si fuera por ende inevitable una construcción dualista, toda vez que se 42 Ibíd., p. 92. 43 Ibíd., p. 93: “En participant à la création d’une norme internationale qui sera contradite par une norme interne, l’État s’engage juridiquement, il fait une promesse aux autres sujets du droit international. En émettant une norme contraire, il commet un manquement et doit réparer les préjudices que son attitude peut causer aux autres sujets. Cependant, la norme interne ‘internationalement contraire’ n’est pas ‘illégale’, elle ne peut être qu’un ‘fait’ dommageable”. 44 Entre los autores que sostienen esta teoría se encuentra el profesor J. J. Arnaud. Adriana Zapata de Arbeláez considere al derecho estatal como un sistema de normas válidas, no podría tenerse por derecho al derecho internacional, no podría considerársele un orden normativo obligatorio que tuviera validez simultáneamente con el derecho estatal45. Pero el punto es que el derecho internacional es también para los dualistas un orden jurídico y no un orden moral y no es posible concebir que dentro de un Estado existan dos órdenes simultáneamente válidos. Los monistas, de su lado, consideran que la existencia de los órdenes interno e internacional de manera independiente es imposible. El orden jurídico es único, y puesto que todo ordenamiento deriva su fuerza vinculante de la Grundnorm, corresponde establecer si el derecho internacional se subordina al orden interno o viceversa. A consecuencia de esta unidad, el derecho internacional se aplica directamente en el orden local, pudiendo incluso regular las relaciones jurídicas entre particulares46. Algunos autores han cuestionado la utilidad de esta suerte de “búsqueda del grial” que constituye la identificación de la Grundnorm como fundamento del derecho internacional. Hart, por ejemplo, plantea que la discusión ha resultado hasta el momento difícil y apunta: “La prueba de que existen reglas ‘obligatorias’ en una sociedad cualquiera, es simplemente que ellas son concebidas de esa manera, que en el lenguaje se alude a ellas en esos términos y que funcionan como tales”47. Así, tal y como los individuos aceptan someterse al derecho local, acontece de igual forma con los Estados. Plantear la existencia de una “norma básica” del derecho internacional supone concebirlo como sistema y no como un conjunto de disposiciones aisladas. Más aún, de la existencia de la norma básica del derecho internacional deriva la congruencia de las tesis monistas, de forma que si tal norma no existiese o no fuera necesaria como presupuesto de validez del orden jurídico internacional, resultaría por lo mismo superfluo indagar sobre qué orden está subordinado al otro: siendo el orden interno un sistema que deriva su validez de una regla de última instancia y, en contraste, no siéndolo el derecho internacional, sería 45 Kelsen. Teoría pura del derecho, cit., p. 332. 46 Cfr. Quoc Dinh, Daillier y Pellet. Droit international public, cit., p. 92. 47 Hart. El concepto de derecho, cit., p. 285. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– posible afirmar que el derecho no es uno solo y, en consecuencia, resultaría inocuo indagar sobre la subordinación entre sistemas aislados. En términos de Hart, la invocación del principio pacta sunt servanda ha sido abandonada por la mayoría de los teóricos en la medida en que resulta fácil advertir que hay obligaciones internacionales, más allá de la existencia de pacto que las reconozca48. Por esto, este fundamento se ha reemplazado por la noción de que “los Estados deben conducirse como acostumbran hacerlo”49, que para el mismo autor no es más que “una mera reduplicación inútil del hecho de que los Estados aceptan un conjunto de reglas como obligatoria”50. Hart afirma que “no hay regla básica que establezca criterios generales de validez para las reglas del derecho internacional, y que las reglas que son de hecho operativas constituyen no un sistema sino un conjunto de reglas, entre las cuales están las que establecen la fuerza obligatoria de los tratados”51. Pero, pese a esta ausencia de norma básica, para el autor el derecho internacional es obligatorio. La anterior solución planteada por Hart, consistente en constatar que el derecho internacional carece de la norma básica, sin que ello implique que el derecho internacional no sea derecho, resulta insatisfactoria pues deja sin solución las potenciales contradicciones entre los sistemas jurídicos internos y el internacional: éste queda reducido a un collage de disposiciones desarticuladas, que precisamente por no corresponder a un sistema pierde la capacidad para generar nuevas disposiciones, lo que, en cambio, sí resulta posible para los derechos internos. Y frente a éstos, poseedores de un referente normativo del cual derivan su validez, resultaría casi obligado aceptar su primacía sobre el internacional. El regreso a Kelsen parece necesario. Sin embargo, ¿cómo fundamentar en las teorías kelsenianas al derecho internacional, cuando justamente de él proviene la teoría positivista moderna, descriptiva de un orden legal de estructura piramidal, en cuya cúspide se sitúa la norma fundamental? Sus reflexiones sobre la naturaleza de la norma 48 Cfr. Hart. Ob. cit., p. 289. 49 Cfr. ibíd., p. 288. 50 Ibíd., p. 291. 51 Ídem. Adriana Zapata de Arbeláez jurídica están inexorablemente atadas a la concepción de un Estado-nación soberano, en tanto que único agente legitimado para la producción de normas de alcance vinculante. Limitada al campo local, la concepción kelseniana consagra una estructura cerrada, en el sentido de no ser concurrente con normas extranjeras. Kelsen, al efectuar una valoración entre los órdenes local e internacional, concluye que se trata en ambos casos de órdenes jurídicos, y puesto que resulta lógicamente imposible que los dos órdenes coexistan dentro de un Estado (rechazo del dualismo), sólo es posible la existencia de un orden (monismo). Ahora bien, como el presupuesto del monismo es la no presencia entre los órdenes interno e internacional de contradicciones insalvables, Kelsen acomete la tarea de descartarlas. Observa así, por ejemplo, que cuando entre una norma interna y una internacional existe contradicción, la norma interna es válida hasta que otra norma la modifique o derogue, so pena de que el Estado infractor comprometa su responsabilidad internacional, tal y como ocurre en el plano interno cuando la norma es inconstitucional, pero se considera válida hasta el momento en que una decisión judicial la declara inconstitucional u otra norma la deroga. No existe pues contradicción insoluble entre los órdenes, o por lo menos no es mayor a la que existe en el plano puramente interno. Para Kelsen, los dos órdenes pueden constituir un sistema unitario, siempre que uno se encuentre subordinado al otro, o que, tratándose de sistemas coordinados, estén “recíprocamente delimitados en sus dominios de validez”52, pero en este último caso va implícita la existencia de un tercer orden superior que, o bien determina el procedimiento de producción de normas, o bien establece las instancias facultadas para producirlas53. 2. orden nico y jerarqua Se asume como cierto que la discusión para establecer la superioridad del orden interno sobre el internacional o viceversa no es posible dentro de la 52 Kelsen. Teoría pura del derecho, cit., p. 334. 53 Ídem. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– tesis dualista: al ser independientes, la cuestión simplemente no se plantea. Es pues propio del monismo determinar cuál de entre los dos órdenes prima sobre el otro, con la precisión de que el planteamiento es válido tanto frente a la ley como frente a la Constitución. La comunidad internacional fue originalmente concebida como una “derivación” de lo local o interno. En tal sentido, lo internacional existe en la medida en que existen Estados dispuestos a reconocer existencia a organismos de alcance supranacional. Bajo esta concepción, no es posible considerar la existencia de dos órdenes (interno e internacional) sino uno solo, siendo preeminente el interno. También el criterio de “anterioridad” de lo interno frente a lo internacional sirve de apoyo a un sector del monismo para declarar la supremacía del orden interno: puesto que el derecho interno fue primero en el tiempo, éste es forzosamente superior al orden internacional54. Sin embargo, esta anterioridad histórica bien podría ser cuestionada si se considera que el derecho local fue precedido de un derecho primitivo no estatal, de cuyas características participa completamente el derecho internacional, a saber, la descentralización en la producción de las normas y en la aplicación de las mismas. Aunque en sus escritos iniciales Kelsen no consideró forzoso adscribir a una solución frente a esta cuestión55, en su Teoría pura del derecho postula la necesaria superioridad del orden internacional, en los siguientes términos: el derecho parte de una unidad epistemológica, es decir, “cabe concebir al derecho internacional, junto con los órdenes jurídicos particulares de cada Estado, como un sistema unitario de normas, de igual modo que se acostumbra ver en los órdenes jurídicos estatales particulares una unidad”56. La conclusión emana de la propia lógica de lo que se discute, en el sentido que si se acepta la existencia de un orden internacional, éste sólo puede ser superior al orden interno. Si el primero estuviese sometido al segundo, no existiría un orden internacional pues bastaría con que un Estado decidiera desconocer sus compromisos internacionales –p. 54 Dentro de los autores que sostiene esta teoría se encuentra Henry Batiffol. 55 Pastor Ridruejo. Curso, cit., p. 195. 56 Kelsen. Teoría pura del derecho, cit., p. 331. Adriana Zapata de Arbeláez ej., emitiendo una norma contraria a un tratado o a la costumbre internacional– para que tales compromisos desaparecieran del mundo jurídico. En otras palabras, así como un trasgresor de las leyes penales no está en condiciones de escapar a las consecuencias de su actuar so pretexto de no reconocer validez a la norma trasgredida, tampoco un Estado podría sustraerse del cumplimiento de sus compromisos internacionales por la sola razón de considerar que este compromiso, por ejemplo, es contrario a una norma interna. Para quienes, como Kelsen y Verdross, preconizan la supremacía del orden internacional, éste es el todo, y el papel de cada Estado es el de integrar esa unidad: aquél delega en favor de los Estados “una determinada competencia legislativa dentro de la esfera de su libre apreciación”57. En esa perspectiva, la competencia legislativa del Estado-nación resulta claramente subordinada a la competencia del Estado-unión o Estado-región, según se exprese. A partir de allí surge un nuevo concepto de soberanía legislativa, capaz de imponer contenidos normativos para las naciones que lo integran; la soberanía de ese Estado-unión deja espacio a la soberanía del Estado-nación sólo y en la medida en que no sean contrarios. La respuesta sobre la existencia de un orden dual o único no está resuelta por el derecho internacional, de forma que corresponde a los derechos internos definir sobre su posición. Sin embargo, para la justicia internacional, en caso de conflicto entre el orden interno y el internacional, éste prevalece. Esta superioridad obliga a que el Estado introduzca en su legislación las modificaciones necesarias para asegurar el cumplimiento de sus compromisos58; hace que un Estado no pueda respecto a otro invocar su propia Constitución para sustraerse de los compromisos que le impone el derecho internacional o los tratados en vigor59, e impide que una sentencia internacional pueda ser invalidada por una sentencia interna60. 57 Pastor Ridruejo. Ob. cit., p. 194. 58 Corte Permanente de Justicia Internacional, Serie B, n.º 10, p. 20. 59 Corte Permanente de Justicia Internacional, Serie A/B, n.º 44, p. 24: “(un) État ne saurait invoquer sa propre constitution pour se soustraire aux obligations que lui imposent le droit international ou les traités en vigueur”. 60 Corte Permanente de Justicia Internacional, Serie A, n.º 17, pp. 33 a 34. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– De su lado, el artículo 27 de la Convención de Viena señala que un Estado no podría invocar sus disposiciones internas para justificar un incumplimiento a sus compromisos internacionales. De esta forma, tanto el derecho internacional que reconocen y aplican los tribunales internacionales como el derecho internacional convencional determinan la preeminencia del orden internacional sobre el interno. En relación con la aplicación en el derecho interno del derecho internacional, se encuentran, según la tipología de De Visscher, recogida por Pastor, cuatro tipos de normas constitucionales: 1. Las que entrañan la adopción obligatoria, aunque no automática, de las reglas de derecho internacional general; 2. Las que suponen la adopción automática en el orden interno de dichas normas; 3. Las que suponen la adopción automática de las normas internacionales, proclaman su superioridad, y 4. Las que enuncian de manera formal e individual ciertas reglas del Derecho internacional general61. Se llega así a la cuestión de saber si la norma internacional es supralegal, pero infraconstitucional, o si, por el contrario, es también supraconstitucional. Para el caso de la ley, el esquema de De Visscher plantea adecuadamente el problema y enmarca las posibles soluciones a la antinomia. Pero la formulación no pareciera posible extenderla hasta el análisis que debe hacerse frente a la norma de rango constitucional: ¿es procedente el análisis de la constitucionalidad del tratado o el de la conformidad de la Constitución con el orden internacional? Debe admitirse que la cuestión no encuentra una respuesta satisfactoria en el campo de la lógica jurídica, y que las soluciones que plantean los doctrinantes parecen ante todo inspiradas en consideraciones de tipo político y social. Visto el asunto desde un plano internacional, aceptada la unicidad del orden jurídico, la norma internacional es superior a la norma constitucional; lo contrario entraña la desaparición del orden internacional, en tanto y en cuanto su existencia quedaría sometida a los cambios en las constituciones locales: si la norma local fuera superior, bastaría con la expedición de una norma de este tipo para modificar o aniquilar los compromisos internacionales de Estado. 61 Pastor Ridruejo. Curso, cit., p. 198. Adriana Zapata de Arbeláez La superioridad del orden internacional es, pues, una consecuencia lógica de admitir la existencia de un orden internacional. Para quienes se alinean en la tesis contraria62, la cuestión de la superioridad de la norma constitucional resulta de evidencia: si la norma constitucional es aquella de la cual deriva toda la jerarquía normativa de un Estado, al admitir la superioridad de la norma internacional quedaría sin piso la estructura jurídica del mismo: si la contrariedad se resuelve a favor de la norma internacional, ello supone la inaplicación de la norma constitucional por parte de un juez que, paradójicamente, deriva su existencia de una norma constitucional. En términos prácticos, el juicio de conformidad de la norma constitucional al orden internacional por parte del juez supondría, además, un desplazamiento del poder soberano del pueblo al de un juez que se constituye en censor de su propia Constitución: puesto que “L’ordre juridique étatique se forme en dehors du droit international et sans lui”63, no es admisible que el orden interno ceda frente al orden internacional. El razonamiento anterior, más que responder a un encadenamiento lógico de ideas, limita su análisis a medir los efectos inconvenientes de una decisión judicial que declarara la contrariedad de la norma constitucional frente a la internacional, pero no puntualiza sobre las consecuencias de tal solución en cuanto a la integridad del orden internacional. Pareciera que en el fondo del asunto subyacen consideraciones de oportunidad que orientan el análisis64. El sector francés de la doctrina que sostiene la supremacía del orden interno ha visto confortada su tesis en recientes pronunciamientos del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de ese país. Llamadas a pronunciarse sobre dos leyes constitucionales que, de acuerdo con los demandantes, serían contrarias al Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, a la Convención 62 Cfr. Bertrand Ancel e Yves Laquette. Les grands arrêts de la jurisprudence francaise de droit international privé, 4.ª ed., Paris, Dalloz, 2001, pp. 762 y ss. 63 Ibíd., p. 767. 64 Cfr. Rémy Libchaber, citado por Ancel y Laquette: “quelque effort que fasse la France pour favoriser une hiérarchie des normes fidèle à la primauté des règles internationales, elle ne pourra consacrer la suprématie de l’ordre international qu’à la condition de cesser d’être un État souverain”: ob. cit., p. 768. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Europea para la Salvaguardia de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y al Tratado de la Unión Europea, las altas jurisdicciones consideraron que la supremacía que acuerdan las normas constitucionales francesas al tratado sobre las leyes no se aplica en el orden interno a las disposiciones de naturaleza constitucional65. En el sistema jurídico colombiano, el artículo 241 de la Constitución de 1991 plantea la subordinación del tratado frente a la Carta Política. De acuerdo con el precepto citado, la Corte Constitucional es competente para pronunciarse de manera definitiva sobre la exequibilidad del tratado y de la ley aprobatoria. Esta disposición, luego de un largo camino de dudas jurisprudenciales, arroja claridad sobre los siguientes aspectos: – El sistema colombiano es monista en la medida en que plantea la subordinación del tratado a la Constitución. Al efecto, debe recordarse con Kelsen que el problema de la subordinación sólo es pertinente frente al monismo. – Como sistema monista, el régimen colombiano ha optado por la posición según la cual el tratado se encuentra en inferior jerarquía frente a la Constitución, así como también, obviamente, la ley que lo aprueba. – La norma no define si el tratado puede considerarse supralegal (aunque sí infraconstitucional, como se acaba de ver). La jurisprudencia colombiana ha sostenido que los tratados corresponden a normas de rango superior66, tradición que no tendría razón para perderse 65 Conseil d’État, Ass. 30 de octubre de 1998, y la Cour de cassation, Ass. Plén 2 de junio de 2000. En contra: Tribunal Constitucional Federal de Alemania 9 de mayo de 1974; Corte Permanente de Justicia Internacional, Serie A/B, n.º 44, p. 24, y Corte de Justicia de las Comunidades Europeas, cjce. 15 de julio de 1964 y 17 de diciembre de 1970. 66 Cfr. Germán Cavelier. Régimen jurídico de los tratados internacionales en Colombia, 3.ª ed., Bogotá, Legis, 2000, quien cita como antecedentes jurisprudenciales las sentencias de la Corte Suprema de Justicia del 13 de junio de 1925, xxxi, p. 250, 1.ª, por cuyas voces: “Es principio de derecho público que la Constitución y los tratados públicos son ley suprema del país, y sus disposiciones prevalecen sobre las simplemente legales que les sean contrarias, aunque fueren posteriores”; 18 de noviembre de 1930, xxxvi, pp. 236 a 240; 18 de marzo de 1941, l, 1961-1969, pp. 701 y ss., de acuerdo con la cual se “prohíbe al Congreso inmiscuirse por medio de resoluciones o de leyes en asuntos que son de la privativa competencia de otros órganos de poder”. Adriana Zapata de Arbeláez con ocasión del cambio de Constitución. Durante muchas décadas la Corte Suprema de Justicia se consideró competente para conocer de las demandas de inexequibilidad en contra de leyes presuntamente violatorias de tratados internacionales; sin embargo, a partir de los años setenta la Corte estimó que era incompetente para conocer de estas demandas, a falta de texto constitucional que así lo autorizara67. Para el ilustre tratadista Germán Cavelier, “Cuando el Congreso aprueba el tratado, reconoce por ese mismo hecho que la materia cubierta por el tratado queda sustraída de su propia competencia como legislador, que le impide en el futuro adoptar norma legal contraria al tratado, que ya pasó a la esfera constitucional del presidente”; y agrega: “Si el Congreso dicta ley contraria al tratado, invade la órbita constitucional del presidente”; para concluir, en cuanto a la competencia de la Corte para conocer de las demandas, que “en puro derecho interno y en la jurisprudencia de la propia Corte, la ley que viola la separación de los poderes es inconstitucional, y la que viola tratado internacional viola la separación y es inconstitucional”68. Luego de 1983, la Corte vuelve sobre sus tesis anteriores, admitiendo su competencia para conocer demandas en contra de leyes presuntamente violatorias de tratados internacionales69, evolución jurisprudencial que se ha mantenido aun después de expedida la Constitución de 1991. La discusión de la supremacía de lo interno frente a lo internacional se plantea más frecuentemente en el ámbito de lo público. En materia privada, existen los llamados tratados-leyes de derecho privado, susceptibles del mismo análisis anterior: la cuestión de la supremacía puede verse desde una perspectiva internacionalista o localista. Para el caso colombiano, la jurisprudencia de la 67 Ídem. Sentencias de la Corte Suprema de Justicia del 28 de febrero de 1973, cxlix-cl, 2390-2391, pp. 82 y ss.; 30 de octubre de 1978, clvii, 2397, pp. 231 y ss.; 10 de diciembre de 1981, cxliv, 2405, pp. 50.355. 68 Ibíd., p. 157. 69 Ibíd., sentencias del 13 de febrero de 1984, clxxix, 2418, p. 66, de acuerdo con la cual: “Ha sostenido (la Corte) además y lo reitera, que hay cierto tipo de leyes, como las aprobatorias de tratados o las orgánicas, que aun cuando no tiene categoría constitucional, sin embargo ocupan una jerarquía superior a la de otras leyes”; 7 de junio de 1984, clxxix, 2478, pp. 437 y ss. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Corte Suprema de Justicia ha suspendido la aplicación de ciertas normas locales del estatuto mercantil por considerarlas contrarias a la norma de rango regional que regula la misma materia70, si bien el fundamento de la decisión de suspensión no resulta de la adopción de una tesis monista como habría de esperarse (pues concibe los órdenes interno y comunitario, autónomos y separados), sino del “efecto directo del principio de aplicación inmediata y de la primacía que en todo caso ha de concederse a las normas comunitarias sobre las internas”. Esta discusión, referida principalmente a las fuentes legales del derecho, adquiere un realce novedoso cuando se plantea frente a otras fuentes como la costumbre, la jurisprudencia y los principios generales del derecho, lo que invita a una reflexión adicional. En todo caso, es previsible que también sean elementos extrajurídicos los que determinen la solución a aplicar: cuanto más arraigo tenga el concepto de soberanía, más fácilmente se optará por la tesis monista en la que prevalece el orden interno, en caso contrario simplemente se optará por las tesis dualistas. conclusiones El orden jurídico internacional en una perspectiva moderna, evidencia una transferencia de soberanía de los Estados en su favor, que podría llevar a replantar el modo tradicional de producción del derecho. Este hecho ha llevado a la doctrina a reestudiar el concepto de soberanía legislativa y jurisdiccional, a la luz de estos nuevos desarrollos, los cuales no habrían sido posibles si el orden internacional continuara con las tradicionales limitaciones, ampliamente expuestas por los estudiosos, en particular, el problema de su aplicación. Desde una perspectiva clásica, la norma internacional, sea que ésta tenga como destinatarios a los Estados o a los particulares, será considerada como obligatoria, bien con apoyo en una concepción voluntarista del derecho internacional que encuentra en el concepto de soberanía la facultad de autoimitación de los Estados y de allí la fuerza obligatoria de la norma (tesis positivistas), o bien en la 70 Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena. Proceso 2-IP-88, sentencia del 25 de mayo de 1988. Adriana Zapata de Arbeláez constatación objetiva de la existencia de necesidades sociales incontestables que hacen del derecho internacional un derecho vinculante (tesis objetivistas). En esa perspectiva clásica, la falta de órganos judiciales de alcance internacional aptos para reestablecer el orden jurídico alterado encuentra otras formas de solución en el plano de la responsabilidad internacional y en el uso legítimo de contramedidas de cualquier índole, en lo que hace al derecho público, o en la ejecución local de fallos y laudos extranjeros previo trámite de revisión, en el dominio privado. A esta aproximación tradicional al problema de la fuerza vinculante de la norma internacional se contraponen nuevas tendencias: por un lado, la existencia de tratados de normas materiales con vocación universal y de fallos internacionales con efectos locales directos, de una parte, y el uso cada vez más frecuente por parte de los actores de la sociedad internacional de códigos de deontología y escenarios de autocomposición, de otra. bibliografa Ancel, Bertrand e Yves Laquette. Les grands arrêts de la jurisprudence francaise de droit international privé, 4.ª ed., Paris, Dalloz, 2001. Cavelier, Germán. Régimen jurídico de los tratados internacionales en Colombia, 3.ª ed., Bogotá, Legis, 2000. Hart, H. L. A. El concepto de derecho, 2.ª ed., Genaro R. Carrió (trad.), Buenos Aires, Edit. Abeledo-Perrot, 2004. Heller, Thomas C. y Abraham D. Sofaer. “Sovereignty. The Practitioners’ Perspective”, en Problematic Sovereignty. Contested Rules and Political Possibilities, New York, Columbia University Press, 2001. Kelsen, Hans. Les rapports de sistème entre le Droit interne et le Droit international, Recueil des Cours de l’Académie de Droit international de la Haye, iv, vol. 14, 1926. Kelsen, Hans. Derecho y paz en las relaciones internacionales, Florencio Acosta (trad.), México, Fondo de Cultura Económica, 1996. Kelsen, Hans. Théorie du droit international public, Recueil des Cours de l’Académie de Droit international de la Haye, 1953, vol. 84. La internalización del derecho y el orden jurídico internacional –aproximación doctrinaria– Kelsen, Hans. La teoría pura del derecho, 12.ª ed., Roberto J. Vernengo (trad.), México, Edit. Porrúa, 2002. Loussouarn, Yvon. Droit international privé, 3.ª ed., Paris, Dalloz, 1988. Mousseron, Jean Marc; Régis Fabre, Jacques Raynard y Jean-Luc Pierre. Droit du commerce international, 2.ª ed., Paris, Litec, 2000. Pastor Ridruejo, José A. Curso de derecho internacional público y organizaciones internacionales, 6.ª ed., Madrid, Tecnos, 1996. Quoc Dinh, Nguyen; Patrick Daillier y Alain Pellet. Droit international public, 4.ª ed., Paris, lgdj, 1992. franco vigotti* Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos El fin de esta intervención** es enmarcar en términos muy generales el tema de los contratos internacionales y proporcionar algunas indicaciones sobre técnicas de redacción. I . c o n t r at o i n t e r n a c i o n a l y r e g l a m e n t o c o n t r a c t ua l La especificidad de los contratos internacionales respecto de los contratos comunes se entiende fácilmente al reflexionar acerca de la diferencia entre contrato y reglamento contractual: se trata de una diferencia absolutamente fundamental, que sin duda alguna es clara para todo el mundo, respecto de la cual me permito hacer alguna observación. El reglamento contractual puede ser definido como el conjunto de aquellas normas que regulan las relaciones entre las partes; en un sistema de civil law, como el colombiano y como el de casi todos los países de Europa continental, el reglamento contractual está constituido por las leyes que regulan el contrato en general, las leyes que regulan el tipo contractual, las cláusulas del contrato, las leyes u otras fuentes normativas eventualmente citadas por las partes, los documentos de cualquier tipo, anexos o mencionados por el contrato; así como los usos, la buena fe y la equidad, que en la mayoría de los ordenamientos jurídicos son considerados fuentes para la integración del contrato. Por tanto, el contrato que las partes estipularon para regular su relación jurídica se inserta en un esquema legal que es en parte rígido (porque contiene unas normas imperativas y, por ende, indelegables) y en parte flexible (puesto que contiene, en amplia porción, normas derogables por voluntad de las partes); evidentemente, el esquema legal no es igual en los distintos ordenamientos jurídicos, porque cada ordenamiento pueden contener disposiciones diversas, y porque normas similares pueden tener carácter inderogable en un determinado ordenamiento y no tenerlo en otro; de ahí la relevancia * Profesor italiano del Departamento de Derecho Privado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Génova, abogado consultor y árbitro internacional. ** Intervención realizada por el profesor Vigotti en el marco del xix Congreso Nacional de Derecho Comercial en la ciudad de Medellín, 16 y 17 de octubre de 2003. Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos absolutamente decisiva que tiene la identificación del ordenamiento aplicable a la relación contractual. Por ende, la identificación de la legislación aplicable es necesaria no solamente, como es consabido, para fines de solucionar controversias, sino también, y sobre todo –como requisito pre-contencioso– para fines de reconstruir el reglamento contractual en su conjunto. II. l e g i s lac i n a p l i c a b l e. l ey e s nac i o na l e s La mayoría de los ordenamientos jurídicos, aunque sea con muchas excepciones y cuyo estudio debe ser profundizado caso por caso, en materia de obligaciones y en ausencia de un interés público relevante permiten a las partes escoger libremente la legislación aplicable a la relación y, en la hipótesis que las partes no lo hicieron, dicta normas (de derecho internacional privado), con el fin de identificarla. Por supuesto, es ampliamente preferible que sean las partes quienes decidan a qué ordenamiento jurídico someter el contrato, ya que las normas de derecho internacional privado son normas de derecho interno de cada país y no podemos tener certeza de si nacerá un conflicto entre las normas que pertenecen al derecho interno de una y otra parte. Al determinar convencionalmente la legislación aplicable al contrato, pueden darse diversas hipótesis: puede ocurrir que las partes decidan aplicar la legislación de una de ellas; también puede ocurrir que decidan aplicar la legislación de un país “tercero” respecto de ellas dos; así mismo, puede presentarse que quieran aplicar exclusivamente determinadas convenciones internacionales o que hagan referencia a la lex mercatoria, a los usos y los principios del comercio internacional. Finalmente, la voluntad de las partes puede ser redactar un contrato que sea self-regulatory, es decir, un contrato que discipline (o mejor, que pretenda disciplinar) cabalmente la relación en todos sus aspectos, excluyendo expresamente cualquier referencia a un ordenamiento jurídico nacional. Cada una de estas hipótesis debe ser brevemente examinada, puesto que plantea problemas de naturaleza diversa. La escogencia de que la legislación aplicable sea la de una de las partes es sin duda la solución más simple; es obvio que cada una de las partes preferirá Franco Vigotti ampliamente someter la relación contractual a su propio ordenamiento, aunque sea porque, presumiblemente, es el que mejor conoce. Y si una de las partes tiene, respecto de la otra, una fuerza contractual suficiente –es decir, puede usar la técnica del “tómalo o déjalo”– obtendrá el resultado esperado. En caso contrario, sucede que las partes de diversa nacionalidad deciden someter el contrato a la legislación de un “tercer” país. En los contratos entre sujetos europeos, en ocasiones se hace referencia a legislaciones como la suiza, inglesa o sueca. La única ventaja de esta solución consiste en poner a las partes en un plano de igualdad, esto es, frente a dificultades análogas. Naturalmente, los diversos ordenamientos jurídicos pueden ser más o menos similares, y por tanto se presume que, dada la decisión de aplicar al contrato la legislación de un país diverso de aquel de las partes, la escogencia del ordenamiento es todo menos indiferente; por ejemplo, imagino que un colombiano que debe escoger, en un contrato estipulado con un japonés, un ordenamiento “tercero” para aplicar a un contrato, preferirá hacer referencia a la legislación italiana, española, o francesa, antes que, por ejemplo, a la legislación del Estado de Nueva York o a las australianas. Tanto para el caso que el contrato prevea la posibilidad de aplicar la legislación nacional de una de sus partes, como en el evento que se escoja la legislación de un país diferente, es necesario tener presentes algunos posibles problemas: 1. Debe comprobarse que la legislación nacional de una o ambas partes permite, en línea general, la escogencia de una legislación extranjera como ley aplicable para el contrato. Casi siempre ocurre de esta manera, pero existen ordenamientos (p. ej., China y algunos países árabes) en los que la derogación de la legislación nacional a veces no se permite, ni siquiera en materia de relaciones obligatorias. 2. Debe comprobarse que la legislación nacional de una o ambas partes, aun si permite derogar la jurisdicción, no contenga normas de orden público –que como tales son inderogables incluso mediante la aplicación de una legislación extranjera– en contraste con los pactos contractuales. 3. En todo caso, existe un área de relaciones –particularmente las societarias– en las que la utilización, como “ley del contrato”, de una legislación Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos diversa de aquella del país de domicilio de la sociedad, concretamente, resulta difícil de practicar (p. ej., en lo que concierne a los pactos parasociales). Estos problemas son más o menos relevantes, de acuerdo con: 1. Cuál es el juez que deberá decidir sobre las controversias, 2. Si la decisión está destinada a ser ejecutada en el país de la parte que renunció a aplicar su propia legislación, siempre y cuando la ejecución deba ser antecedida por un juicio de deliberación u otros tipos de control. III. m s a l l d e la s l e g i s lac i o n e s nac i o na l e s. los arbitramentos internacionales Las dificultades que acabamos de mencionar, derivan de la aparente necesidad para cualquier juez de referirse a un ordenamiento jurídico estatal, al decidir cualquier controversia, sin importar que sea su propio Estado u otro. En realidad, es verdaderamente necesario que quien debe juzgar una controversia contractual tenga un ordenamiento jurídico al que referirse, o por lo menos un sistema de normas generales, abstractas y con el requisito de la integridad, sin que sea requisito que este ordenamiento sea el de un único país. Desde hace años, existe una tendencia imparable hacia la unificación del parámetro normativo destinado a regular todos los contratos internacionales, independientemente de la nacionalidad de las partes, del lugar de estipulación y de ejecución. Entre los factores que llevan a la internacionalización del derecho de los contratos internacionales, es decir, a la unificación de las normas de referencia del reglamento contractual, debemos poner en el primer lugar, ex aequo, la difusión del arbitramento como medio de resolución de las controversias entre sujetos económicos de países diversos y la existencia de una serie de costumbres conocidas, aplicadas y consideradas vinculantes por los operadores de todos los países, la llamada lex mercatoria. En segundo lugar, la internacionalización se impulsa y se favorece por la adopción de convenciones internacionales que crean lo que se define como un derecho uniforme, pero que atañen por ahora de manera individual a las categorías de relaciones contractuales, por importantes que sean. Franco Vigotti Acerca del primer aspecto, podríamos decir que es lógico que a un ordenamiento jurídico de referencia no estatal debe corresponder un juez que tampoco sea estatal, como justamente lo son los colegios arbitrales internacionales. En realidad, nada impide que también los jueces del Estado, al decidir una controversia sobre esta materia, apliquen costumbres o normas de fuente no estatal. Lo que a menudo se constata es que la formación cultural y las ideas de los jueces de profesión están fuertemente atados al sistema jurídico de su propio país, y no siempre es viable pretender que un juez ignore un principio consolidado de su “propio” derecho, para aplicar una regla diversa. En todo caso, es indiscutible que en muchos países existe un problema de objetividad de los jueces del Estado, que, de manera más o menos consciente, pueden estar más propensos a escuchar las razones de su propio conciudadano antes que las de un extranjero. En la Unión Europea tuvimos una experiencia muy significativa respecto de la aplicación del derecho comunitario por parte de los jueces de los diversos Estados, que desde hace tiempo opera directamente al interior de todos los ordenamientos: fueron necesarios algunos años para que la generalidad de los jueces considerase “normal” aplicar una norma comunitaria para decidir una controversia, y más cuando ambas partes son ciudadanos del mismo país. Aquí, quisiera abrir un pequeño paréntesis acerca de una norma contenida en la Convención de Ciudad de México de 1994, en el ámbito de la Organización de Estados Americanos (oea), que reconoce la posibilidad para los jueces estatales de aplicar directamente a los contratos de comercio internacional “los principios generales del derecho del comercio internacional”, “las costumbres comerciales y las prácticas generalmente adoptadas en el comercio internacional”. Se trata de una norma muy avanzada, que no tiene parangón en otros ambientes jurídicos; no conozco a fondo la jurisprudencia de los países que pertenecen a la oea, como para decir si este principio ha tenido una aplicación más o menos amplia. Pero volvamos al discurso que hacíamos; los problemas mencionados explican la preferencia de los operadores económicos hacia el arbitramento internacional y explican cómo la comunidad internacional codificó –me refiero por supuesto a la Convención de Nueva York de 1958, además de la Convención de Ginebra de 1961, que interesa a los Estados europeos– reglas Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos que garantizan la eficiencia plena de las sentencias arbitrales en cada país, y sobre todo ponen las sentencias arbitrales al reparo de impugnaciones fundamentadas en la violación de esas normas internas que, con base en el derecho de cada país, deberían haber reglamentado la relación y conducir a decisiones diversas y opuestas. En este sentido, es muy emblemática la norma del Código de Procedimiento Civil italiano según la cual el laudo arbitral internacional, a diferencia del interno, no puede ser impugnado por error de derecho cometido por los árbitros, ni siquiera cuando la cláusula compromisoria establecía que los árbitros debían juzgar en derecho (no importa si se trata de un árbitro italiano o de otro país). Si esta disposición se conecta a aquella contenida en el artículo 834, de conformidad con la cual los árbitros internacionales deben “tener en cuenta las costumbres del comercio”, es evidente que en el tema de los contratos internacionales el ordenamiento italiano de hecho dejó el camino abierto para la lex mercatoria; y se explica así la tesis, que defienden varios internacionalistas, según la cual en la jerarquía de las fuentes normativas la lex mercatoria puede considerarse incluso supraordenada a la ley de un país. I V. c o s t u m b r e s d e l c o m e r c i o i n t e r n a c i o n a l , “ l e x m e r c at o r i a ” , p r i n c i p i o s u n i d r o i t Volvamos brevemente a la que, de manera universal, se llama lex mercatoria, constituida por principios comunes, costumbres, reglas generalmente aceptadas en las relaciones comerciales internacionales, que solo en parte fueron plasmados en las convenciones. Se trata de principios jurídicos que son de común aplicación en las decisiones de los colegios arbitrales internacionales, pronunciadas en equidad o, justamente, de conformidad con los “principios del comercio internacional”. Naturalmente, cuando hablamos de lex mercatoria nos referimos a un conjunto de reglas no enteramente definido; lo que representa un serio problema, puesto que la certeza de la regla es una exigencia vital para la economía. A la “codificación” de la lex mercatoria han contribuido algunas iniciativas tales como la creación de los Incoterms, por parte de la Cámara de Comercio Internacional, y el trabajo del Instituto Internacional para la Unificación del Franco Vigotti Derecho Privado (Unidroit) al que se debe, entre otras cosas, la publicación de los Principios de los Contratos Comerciales Internacionales en 1994, actualmente en proceso de actualización. Los principios Unidroit, como todo el mundo lo ha reconocido, tienen una enorme validez, a la que necesariamente se acompaña un posible inconveniente. Su validez deriva de dos factores principales: 1. El hecho que dichos principios son extremadamente fieles a lo que podríamos definir el “sentir común” de quienes operan en el comercio internacional, así que creo que es casi imposible que un agente económico, al leerlos, pueda advertir una disonancia respecto de lo que considera conforme a las reglas de la rectitud y de la justicia; 2. La independencia efectiva de los principios frente a la peculiaridad de cualquier sistema jurídico. Uno de los méritos de los redactores del texto fue establecer reglas compatibles con el common law y con el civil law, aun cuando se separa de ambos en ciertas particularidades. El posible inconveniente deriva del hecho de que necesariamente los Principios hacen uso constante y sistemático de unas “cláusulas generales”, tales como la razonabilidad, la buena fe, la rectitud comercial, la adecuación a las circunstancias, incluso la “injusticia manifiesta”. Acerca de este tema, valdría la pena abrir un discurso mucho más amplio de lo que se permite aquí; sabemos –para simplificar al máximo– que las cláusulas generales representan la técnica legislativa más “flexible”, porque permite adecuar continuamente el precepto a la realidad de las relaciones sociales y económicas, evitando la “cristalización” de las reglas jurídicas (para tener un ejemplo más claro, la historia nos demuestra cuántos problemas nuevos y cuántas realidades no previstas por el legislador histórico pudieron solucionarse con el uso de la cláusula general de la buena fe); pero también es la técnica legislativa que menos garantiza la certeza de la regla y que más espacio deja al intérprete, para bien o para mal. Es evidente que establecer que una declaración determinada debe hacerse dentro de un “término razonable” es una cosa que, en el plano de la certeza de la relación, difiere mucho de afirmar que debe hacerse, por ejemplo, dentro de los quince días. En todo caso, y para extremar el concepto, el peligro es que la norma formulada así se transforme de “fuente” en “vacío”, esto es que, ante la cláusula Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos general, quien es llamado a decidir se transforme, él mismo, en la fuente de la regla, de tal manera que las convicciones y opiniones del intérprete –que en el sistema del arbitramento internacional no son reprochables, e incluso si lo fuesen, faltaría el parámetro para el control– se pondrían como la única regla efectiva. De esta manera, la norma general y abstracta se reduciría a un simple modelo de decisiones fundadas tan sólo en aquellas opiniones subjetivas de quien decide. No creo que los redactores de los Principios no fuesen conscientes de estos riesgos; pienso que justamente debían perseguir la finalidad de la “universalidad”, sacrificando en alguna medida el requisito de la certeza, y que estaban conscientes que las reglas más ciertas y más apremiantes habrían inducido a muchos agentes económicos a excluir, en los contratos internacionales, la aplicación de los Principios, frustrando la finalidad esencial de éstos. Escapar a estos riesgos, por un lado, es tarea de los legisladores, quienes deberán avanzar en la creación de un derecho uniforme de los contratos; y por el otro, de los redactores de los contratos, los cuales, respetando los principios generales, podrán crear reglas más detalladas y ciertas, para reducir la discrecionalidad en las decisiones. A estos aspectos volveremos brevemente, al tratar las técnicas de redacción. V. l a i l u s i n d e l c o n t r at o “ s e l f - r e g u l at o ry ” Durante mucho tiempo, los teóricos han insertado en las clasificaciones de los contratos internacionales, y los prácticos han querido efectuar, los llamados contratos self-regulatory, es decir, un tipo de contrato que no haga referencia a ninguna legislación nacional, a ninguna convención o uso, y que, por tanto, agote completamente en sí mismo el reglamento contractual. En últimas, se trata de un contrato completamente autosuficiente, completo y desvinculado de cualquier otra fuente normativa. Este tipo de contrato, más que una realidad, constituye un objetivo difícilmente alcanzable, y manifiesta un notable grado de presunción por parte de quien lo redacta. Es normal, e incluso aconsejable, que las partes regulen convencionalmente su relación en la mayor medida posible, mediante la previsión de todos Franco Vigotti los desarrollos, fisiológicos y patológicos, que pueden darse en el trascurso de la ejecución; este objetivo, como veremos, puede ser alcanzado con técnicas de redacción del contrato de tipo sintético, de tipo analítico, de acuerdo con la cultura jurídica y el “estilo” de los redactores. Pero es verdaderamente imprudente excluir la posibilidad de integrar el contrato mediante fuentes externas, más si se trata de fuentes que reflejan, con absoluta razón y con el máximo equilibrio, las costumbres comerciales internacionales (p. ej., las normas Unidroit); no solamente imprudente, sino también inútil: en caso de controversia, la decisión que no deberá pronunciarse en derecho –porque no existe un derecho aplicable al contrato– sino en equidad, tan sólo podrá referirse a los usos del comercio internacional, a la lex mercatoria, en fin, a aquellas fuentes que las partes quisieron dejar fuera de la puerta, y que inevitablemente vuelven a entrar por la ventana. V I . c r i t e r i o s g e n e ra l e s d e r e dac c i n d e l o s c o n t r at o s i n t e r n a c i o n a l e s . ordenamiento jurdico aplicable Espero que esta introducción, tal vez muy larga, pueda dar mayor claridad sobre los problemas que se plantean a quien es llamado a redactar un contrato internacional. Las técnicas de redacción de los contratos constituyen un argumento complejo y fascinante para el jurista. Fascinante sobre todo porque en materia de contratos estamos acostumbrados a analizar los problemas –de validez, interpretación– en la perspectiva de solucionar las controversias, mientras que al estudiar las técnicas de redacción nos planteamos el problema de evitar que las controversias surjan. En fin, hagamos medicina preventiva; tratemos de evitar que el paciente se enferme, más que ocuparnos de la manera de curar la enfermedad. Naturalmente, la problemática de la redacción de un contrato internacional comprende todos los problemas propios de un contrato ordinario, más que algún problema específico. En esta conferencia, claramente no pretendo hacer un excursus sobre todo el argumento, y por ende me limitaré a señalar algunos aspectos que me parece útil tener en cuenta en el momento de redactar un contrato internacional. Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos Por tanto, no me detendré en exponer de qué manera se estructura un contrato internacional (identificación de las partes, definiciones, premisas, parte dispositiva, etc.), porque la estructura general de un contrato internacional no se diferencia de aquella de cualquier otro contrato. Me limitaré a tratar cuatro aspectos: 1. La referencia al sistema jurídico aplicable y al criterio de decisión de las controversias; 2. La relación entre el contrato y la ley del contrato; 3. El modo de redacción de las cláusulas que definen las obligaciones de las partes; 4. Las cláusulas que contienen declaraciones. 1. La primera referencia será al sistema jurídico aplicable y al criterio de decisión de las controversias, aun cuando, en la práctica, a este tema se dedican las últimas cláusulas de los contratos. He hablado tanto de ley aplicable como del criterio de decisión de las controversias, puesto que, contrariamente a lo que podría suponerse mediante un examen superficial, los dos criterios pueden no coincidir para nada: en un contrato nacional, para el cual claramente no se plantea el problema de indicar la legislación aplicable, es normal y a menudo aconsejable que en la cláusula compromisoria se establezca que los árbitros juzguen en equidad. Por tanto, el contrato será reglamentado por la legislación nacional de un país determinado, pero las controversias deberán decidirse no en estricto derecho sino, justamente, en equidad; y la equidad ciertamente es un criterio diverso, aun cuando no es para nada fácil definir exactamente en qué consiste. Dicho todo lo anterior, al referirnos a la legislación aplicable es inútil insistir en el hecho de que el contrato debe precisar con extrema claridad, y sin dejar espacio a posibles dudas, las siguientes situaciones: a. Si es reglamentado por una ley nacional, y, en caso afirmativo, por cuál; b. Si, por el contrario, es reglamentado por la lex mercatoria y/o una convención de derecho uniforme. Para el primer caso, la cláusula tendrá una formulación muy simple: “El presente contrato se encuentra reglamentado por la ley… (colombiana, francesa, etc.)”. Si se reenvía a la ley de un Estado federal, como los Estados Unidos de América, por supuesto que se deberá citar la ley del estado federado; sin embargo, quien se planteará el problema será nuestro interlocutor norteamericano, quien habrá logrado, valiéndose de su fuerza contractual, imponernos su legislación. Franco Vigotti Para el segundo caso, es necesario prestar mucha atención al mencionar de manera precisa el sistema normativo en el cual se pretende insertar el contrato, y que por tanto estará destinado a conformar, junto con el contrato, el reglamento contractual. Como se ha dicho, la referencia a las costumbres del comercio internacional o a la lex mercatoria, que todavía son muy comunes en la praxis contractual, puede ahora ser sustituido de manera mucho más útil por el reenvío a los Principios Unidroit; así, la referencia se liga a un texto normativo existente, del que quienquiera puede tener conocimiento previo. El margen de indeterminación que existe en las normas Unidroit podrá ser disminuido, como veremos, justamente mediante una atenta redacción de las cláusulas. Unidroit ha proporcionado un modelo muy simple de la cláusula de reenvío, con el siguiente texto: “El presente contrato será reglamentado por los Principios Unidroit (2004)”1, con la eventual exclusión de unos artículos determinados. Luego, se propone adicionar la fórmula anterior: “integrados, de ser necesario, por el derecho… (sigue la indicación de un derecho nacional)”. Naturalmente, la fórmula puede complementarse de varias maneras, incluso con el reenvío a convenciones internacionales o praxis comerciales específicas (p. ej., las costumbres del comercio internacional de un tipo de mercancía determinado); lo que importa es que las fuentes a las que las partes reenvían para “completar” los Principios Unidroit justamente quedan circunscritas a dicha función, y por ende están destinadas a no ser aplicadas en caso de contradicción con los Principios. En cuanto al pacto relativo al criterio de decisión de las controversias, que por lo general se inserta en las cláusulas compromisorias, evidentemente es necesario evitar que se generen contradicciones entre la cláusula que indica el ordenamiento jurídico aplicable, es decir, la ley del contrato, y la cláusula compromisoria, que establece los criterios de juicio que los árbitros deberán adoptar. La anterior observación puede parecer trivial, pero el suscrito se ha ocupado de un contrato –redactado, nótese, por personas calificadas– en el que 1 Principios Unidroit sobre los Contratos Comerciales Internacionales, 2004, en [www. unidroit.org]. Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos las partes, en la penúltima cláusula, declararon que el contrato se entendía regulado “por las costumbres generalmente aceptadas en el comercio internacional (lex mercatoria)” y, en la última cláusula, previeron que las controversias se decidirían por un colegio arbitral internacional que debería “juzgar en equidad”. Tan sólo podemos imaginarnos las elegantes y complejas cuestiones que los defensores de cada parte discutieron, puesto que una parte afirmaba que la decisión en equidad debía coincidir con aquella conforme a la lex mercatoria, mientras que la otra parte afirmaba que se debía dar una interpretación de tipo equitativo a las reglas de la lex mercatoria. El problema se resuelve simple y llanamente constatando que en un contrato internacional el reenvío a la equidad siempre y en cualquier caso debe evitarse; si las partes quieren que la relación sea regulada en perfecta conformidad con una ley nacional, o con una convención internacional, deberán prever, de manera coherente, un arbitramento en derecho; si quieren que los árbitros tengan en cuenta la lex mercatoria, deberán declarar que el contrato es regido por ella y con base en ella se decidirán las controversias. Nada impide formular la hipótesis de otras soluciones intermedias, pero muy posiblemente ellas generarán serios problemas de interpretación. V I I . c o n t r at o y l e y d e l c o n t r at o ; o b l i g a c i o n e s d e r i va d a s d e n o r m a s d i s p o s i t i va s 2. La segunda advertencia atañe justamente a la relación, a la que ya me referí, entre contrato y reglamento contractual. Si partimos del supuesto que, al redactar un contrato, las partes dan eficacia, completan y modifican –donde se les permita– un sistema normativo que, para el caso de los contratos internacionales, por lo general escogieron ellas mismas, es ante todo necesario que quien redacta el contrato esté consciente de los mecanismos que regulan las relaciones entre las fuentes del reglamento contractual. El problema es simple cuando nos referimos a las normas imperativas, porque ellas constituyen límites que el redactor del contrato simplemente no debe superar; otro es el problema que debemos plantearnos en relación con las normas dispositivas. Es preciso estar muy consciente que las normas dispositivas se aplican en cualquier caso en el que no se exprese lo contrario por las partes; lo anterior Franco Vigotti significa que todo lo que cabe dentro de la disciplina que las partes quisieron aplicar al contrato, no debe formar el objeto de un pacto expreso, para entrar a ser parte del reglamento contractual. Se trata de una observación completamente obvia, pero la experiencia demuestra que raramente quienes redactan los textos contractuales la tienen presente; casi siempre leemos contratos que, en buena parte, constituyen paráfrasis, reenvío o trascripción de normas dispositivas que, en todo caso, regularían la materia. Este método de redacción debería evitarse, dado que, en el mejor de los casos, la remisión a normas dispositivas de ley simplemente es inútil y, en muchos otros casos, es dañino porque puede acarrear problemas interpretativos. Dichos problemas surgen, por ejemplo: – Cuando el contrato resalta, con alguna variación lingüística, una disposición de ley (o de la otra fuente normativa) aplicable; en estos casos, el intérprete deberá preguntarse si estas variaciones de léxico reflejan la voluntad de las partes de derogar aquella disposición –y en qué sentido lo hacen–, o bien si son irrelevantes, por ser la cláusula una simple paráfrasis de la norma; – Cuando el contrato recuerda expresamente, o contiene la trascripción o la paráfrasis, solamente de algunas de las normas dispositivas aplicables; en estos casos, se planteará el problema de atribuir un significado al hecho de que no se haya remitido a las demás normas. – Cuando las partes declaran que quieren excluir la aplicación de una norma dispositiva determinada, pero no se aclaran las consecuencias de la desaplicación. Por tanto, para asegurar la homogeneidad del reglamento contractual –y por ende la correcta coordinación entre normas de ley y pactos contractuales– es necesario: a. Que haya claridad acerca de cuáles son las normas de ley –o de convenciones internacionales– en cuyo ámbito se inserta la contratación. Lo anterior no constituye un problema cuando se redacta un contrato típico (acerca de cuya tipicidad no existen dudas), mientras que requiere de referencias expresas en el texto cuando estamos ante un contrato atípico o mixto. b. Que haya claridad sobre cuáles son las derogaciones que las partes quisieron hacer a la disciplina que ellas quisieron aplicar por vía general. Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos c. Que la inaplicación o la derogación de una norma dispositiva esté ligada a pactos que recrean la integridad del reglamento contractual, puesto que, al derogar los esquemas dispuestos por la ley, las partes deben –ellas mismas– dar a su relación una disciplina completa, coherente y clara. Respecto de la primera exigencia, es aconsejable que en el texto del contrato se indique la calificación que las partes quisieron dar; para el caso de un contrato atípico, por tanto, es oportuno que se especifique –por lo menos en los casos en los que pueden existir dudas– que las partes lo quisieron considerar como tal, y que por tanto a él no puede aplicarse ninguna norma dictada para los contratos de manera individual, sino tan solo aquellas relativas al contrato en general. En lo que se refiere a la segunda exigencia (exacta identificación de las derogaciones a la disciplina de la ley, que las partes quisieron), las reglas a seguir pueden resumirse así: i. Evitar la inserción en el texto de cláusulas que constituyan mero reenvío a normas individuales ya incluidas entre aquellas que ciertamente son aplicables al tipo contractual, o bien incluidas en el eventual reenvío general insertado en el modo indicado arriba; ii. Expresar con la máxima claridad posible las derogaciones a la disciplina legislativa, eventualmente calificándolas como tales. En cuanto a la tercera exigencia (integridad del reglamento contractual), el redactor del contrato debe evitar que la simple enunciación de la voluntad de las partes acerca de no aplicar una norma de ley se traduzca en un vacío, con todos los problemas y dudas interpretativas que eso implica. Por ende, es oportuno que cada cláusula de este tipo contenga también la enunciación precisa de la disciplina convencional que será aplicable en lugar de la legal; lo anterior ocurre en todas las hipótesis en las que se constata, justamente, el riesgo efectivo de un vacío. V I I I . l a s c l u s u l a s q u e e s ta b l e c e n l a s o b l i g a c i o n e s d e l a s pa r t e s 3. La tercera advertencia atañe al modo de redacción de las cláusulas contractuales que describen las obligaciones que las partes recíprocamente asumen. En términos muy generales, podemos afirmar que existen dos técnicas opuestas de redacción de este tipo de cláusulas: una técnica de tipo sintético y una de tipo analítico. Franco Vigotti Cláusulas de tipo sintético son aquellas que indican en términos generales el objeto de la obligación contractual; cada caso concreto, que puede presentarse en fase de ejecución y que puede dar vida a una controversia, no encontrará una respuesta inmediata en una previsión contractual, sino que la solución deberá deducirse de la aplicación del criterio general. Cláusulas de tipo analítico son las que tienden a (o pretenden) prever y reglamentar todos los casos concretos que pueden presentarse en la ejecución, de tal manera que las partes siempre encuentren una respuesta directa, en el contrato, a las posibles dudas interpretativas. La escogencia entre una u otra técnica constituye en parte la expresión de una costumbre mental, y por ende de una decisión subjetiva del redactor del contrato; es una escogencia fuertemente condicionada por el tipo de cultura jurídica que le es propia, puesto que las expresiones sintéticas son conformes a la mentalidad del jurista europeo, por lo menos en la misma medida en que los listados detallados lo son para la mentalidad del jurista norteamericano. La experiencia ha demostrado que la técnica analítica y la sintética deberían usarse alternativamente, habida cuenta de las características específicas del caso que debe regularse; y, salvo hipótesis particulares, las cláusulas analíticas deberían estar ligadas a disposiciones sintéticas “de cierre”. Un método muy acostumbrado –que permite sustraerse a los riesgos propios de las dos técnicas examinadas– consiste en enunciar en términos sintéticos el objeto de la obligación contractual, y luego hacer que a esta enunciación le siga la especificación analítica de los comportamientos debidos por la parte obligada, pero con la precisión que el listado es ejemplificativo y no taxativo. El tope de la síntesis, al redactar un pacto o, en general, al fijar un criterio de comportamiento o de juicio acerca de un comportamiento, se alcanza con el uso de algunas expresiones que usualmente se designan con el término “cláusulas generales”; expresión que utilicé hace poco, al hablar de la técnica legislativa usada en los Principios Unidroit. Se trata de un término históricamente adoptado por la doctrina para designar algunas expresiones usadas por el legislador –tales como la buena fe, el interés meritorio, el orden público, las buenas costumbres, la diligencia del buen padre de familia– cuyo significado no puede deducirse al interior del ordenamiento positivo, sino que se refiere a criterios extraídos del lenguaje común, de la praxis de los negocios o de la llamada conciencia social. Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos La utilización de las cláusulas generales, en los textos de ley, constituye una decisión de política legislativa de la que, en el tiempo, fueron ampliamente discutidos tanto las supuestas ventajas como los supuestos riesgos: el uso de las cláusulas generales permite una continua adaptación del contenido de la norma jurídica al cambio de la realidad social y económica; permite al juez tener en cuenta, para la aplicación de la norma, requisitos a los que el legislador histórico no ha podido o no ha querido responder; en general, permite una forma de “apertura al mundo externo” del ordenamiento jurídico positivo. Nuestros ordenamientos utilizan de manera bastante sistemática unas cláusulas generales, y efectivamente su aplicación jurisprudencial ha permitido solucionar de manera adecuada los problemas planteados por la evolución de la realidad social y económica, que el legislador histórico no podía prever y que, de otra manera, no habrían encontrado soluciones razonables. En la redacción de un contrato, por supuesto, no nos plantearemos el problema de adecuar la norma a la evolución de la realidad social, sino que nos debemos plantear el de la posibilidad que, en la etapa de ejecución, se verifiquen hechos o que las partes tengan unas conductas no previsibles al momento de celebrar el acuerdo, o en todo caso no valorables a priori, ante las cuales resultará indispensable, en ausencia de una cláusula que específicamente reglamente el caso, un criterio de juicio objetivo, pero suficientemente elástico para constituir un eficaz “cierre” del esquema normativo contractual. Con este fin, se puede útilmente recurrir a las cláusulas generales utilizadas por los legisladores de nuestros países (particularmente, a la buena fe, a la diligencia del buen padre de familia), o bien a otras expresiones que tienen naturaleza análoga (razonabilidad, buena regla técnica, relevancia económica, y otras similares). Inevitablemente, a la ventaja que se deriva de utilizar esta técnica corresponde un menor grado de certeza acerca de la solución correcta de los problemas que se plantearán en la etapa de ejecución, y por ende acerca de la suerte de las posibles controversias, cuyo resultado depende de la aplicación de la cláusula general. Personalmente, defiendo la utilidad de utilizar, en los contratos, las cláusulas generales, con la condición de que no sea posible, o que sea demasiado riesgoso, optar por cláusulas formuladas de manera específica. Franco Vigotti Así que, para dar un ejemplo y regresar a las consideraciones expuestas respecto de los Principios Unidroit, es lógico que en ese texto, en muchos casos, se hable de un “término razonable”; pero es igualmente lógico que, en el texto contractual las partes indiquen de manera precisa el término (que, por supuesto, no deberá ser irrazonable) para el cumplimiento de un acto o de una declaración. En caso contrario, la cláusula general contenida en el contrato destacaría la cláusula contenida en las normas de referencia y dejaría abierto, en el reglamento contractual, un elemento de excesiva indeterminación. IX. la s c l u s u la s q u e c o n t i e n e n d e c la rac i o n e s 4. En la redacción de los contratos, con mucha frecuencia, se insertan unas cláusulas que no son formuladas en forma prescriptiva, es decir, como una indicación de lo que una u otra parte “debe” hacer o pagar, esto es, la indicación del término en el que deben darse las conductas previstas por el contrato; sino unas cláusulas formuladas en términos de declaraciones que las partes rinden conjuntamente, o bien una hacia la otra. En el contexto del contrato, las declaraciones pueden cumplir diversas funciones: a. Pueden ser necesarias, en cuanto expresamente requeridas por la ley para la validez del contrato. Por ejemplo, en algunos ordenamientos europeos, un contrato de compraventa de inmuebles debe contener, so pena de nulidad, unas declaraciones que vinculan al vendedor acerca de la regularidad de la construcción desde el punto de vista de las normas urbanísticas, o bien de la inexistencia de materiales peligrosos, o bien de la cancelación de los tributos que gravan al propietario. b. Pueden estar destinadas a eliminar posibles dudas acerca de la validez del contrato. A este requisito responden, por ejemplo, las declaraciones de las partes, o de una parte, sobre el cabal cumplimiento de unos requisitos administrativos, o sobre la obtención de autorizaciones del Gobierno, exigidas por ley para la validez o la ejecución del acuerdo. c. A menudo, deben insertarse en los textos contractuales unas declaraciones destinadas a determinar la aplicación de un régimen fiscal específico; éste es el caso de las disposiciones aclaratorias referentes al sometimiento a Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos tributación en uno u otro país, a la definición sobre la aplicación de convenciones para evitar la doble tributación, y otras de similar alcance. d. De nuevo, puede ser oportuno insertar en el contrato unas declaraciones orientadas a la aplicación de ciertas normas de ley más que otras. Me refiero, por ejemplo, a las manifestaciones que atañen al tipo contractual o a la aplicación de leyes especiales que regulan, con disposiciones inderogables, determinadas operaciones económicas (p. ej., la sub-concesión de obras públicas). e. Las declaraciones que más nos interesan son aquellas orientadas a la tutela del interés de la parte que las rinde, o de la parte para la cual se rinden, y que producen derechos y obligaciones a cargo de estas. Ante todo, podemos afirmar que, en general, este tipo de manifestaciones tiende a excluir o limitar la responsabilidad de una parte, o bien, por el contrario, a asignar a una parte una responsabilidad específica. Las declaraciones de este tipo pueden configurarse: i. Como declaraciones de una parte, en orden al conocimiento, por ella, de hechos específicos. Por ejemplo, en un contrato de compraventa, el comprador puede declarar que tiene conocimiento de determinados defectos del bien vendido; de esta manera, precluirán las acciones de garantía por aquellos vicios. ii. Como declaraciones hechas por una parte, en orden a hechos cuyo conocimiento por la otra parte tiene efectos en el plano contractual. Evidentemente, se trata de unas declaraciones reflejo de las que examinamos anteriormente, y que producen un efecto jurídico idéntico: en el primer caso, la parte declara conocer un hecho determinado; en el segundo, es la otra parte quien lo declara en el contrato. Por ejemplo, en un contrato de transporte de mercaderías, el remitente podrá declarar que los bienes están sometidos al riesgo de deterioro en ciertas condiciones ambientales; el efecto de esta declaración será asignar al transportador, que celebró el contrato con plena conciencia, la obligación de adoptar las cautelas necesarias para evitar la avería. iii. Como declaraciones de una parte, en orden a hechos o situaciones respecto de las cuales la otra parte tiene un interés específico y cuya correspondencia a la verdad es objeto de garantía. De nuevo, volvamos al ejemplo de la venta: podrá ocurrir que el vendedor declare que el bien objeto del contrato presenta determinadas características, que es idóneo para usos específicos o Franco Vigotti que superó positivamente ciertas pruebas, y de esta manera asumirá una responsabilidad concreta, de conformidad con el artículo 35 de la Convención de Viena sobre venta internacional de bienes muebles. De lo dicho, se entiende que las declaraciones son una técnica de redacción para muchas cláusulas que regulan obligaciones recíprocas, y que puede tener amplias aplicaciones. Entre las más significativas, es necesario citar las que encontramos en los contratos de compraventa de participaciones sociales (venta de paquetes accionarios), en los que el uso de la técnica de las declaraciones de una parte –en la práctica, la parte vendedora– es muy común, y responde a la necesidad de hacer que el vendedor asuma una serie de riesgos y responsabilidades contractuales. Se trata de las declaraciones (representations and warranties) que el vendedor de la participación accionaria rinde, en orden a la sociedad cuyas acciones o cuotas son objeto de contratación, y por ende en orden a la regularidad de la constitución de la sociedad y del pago del capital, a la rectitud y veracidad de los balances, a la regularidad de los libros contables, al personal, a la posibilidad de cobrar la cartera, al buen funcionamiento de las instalaciones, a la validez de patentes y marcas, a las licencias o autorizaciones, y otras similares. En los modelos corrientes de contratos de este tipo –modelos eminentemente de origen anglosajón– las representations and warranties son extremamente detalladas, y se extienden a todos los aspectos contables, empresariales y patrimoniales de la sociedad, a las relaciones con terceros, a los riesgos de futuros pasivos; evidentemente, la finalidad es mantener para el vendedor el nivel máximo del riesgo inherente a la situación empresarial en conjunto. Es claro que cada una de estas declaraciones hace que nazca una obligación de garantía para el vendedor, quien deberá hacer frente a las consecuencias de la eventual renuencia o inexactitud de la declaración misma. Sin profundizar en el argumento, es importante resaltar que si cada declaración de una parte, referente a hechos o situaciones en los que la otra parte tiene un interés específico, hace que nazca para el declarante una responsabilidad contractual que puede ligarse al perfil de la garantía, no es automático que esta responsabilidad sea suficientemente reglamentada por los principios generales que regulan el incumplimiento; por el contrario, casi Contratos internacionales: aspectos teóricos y prácticos siempre es oportuno que el contrato reglamente expresamente los efectos de las declaraciones hechas y los efectos de sus eventuales faltas a la integridad o la veracidad. jorge oviedo albn* La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit para los contratos comerciales internacionales introduccin Dentro del derecho mercantil internacional, cobran cada día mas fuerza y aceptación los Principios Unidroit para los contratos comerciales internacionales. Los mismos, han sido asumidos como un resurgimiento y clara expresión de la denominada “nueva lex mercatoria” y del también denominado soft law1, o derecho no legislado, manifestado fundamentalmente en recopilaciones de reglas y principios, elaborados por algunas instituciones internacionales. Sobre este particular, Fernández Rozas señala: Desde un punto de vista amplio o impropio, las normas reguladoras del comercio internacional incluyen una serie de elementos normativos y pseudonormativos que sirven para fundamentar las decisiones y proposiciones jurídicas. La flexibilización como tendencia general del derecho encuentra una primera manifestación en el ámbito de los procedimientos de producción normativa. […] A unas normas blandas o abiertas para el juez o el árbitro corresponden unos instrumentos, soportes o fuentes también blandos. Estaríamos pues ante un conjunto normativo que carece de fuerza vinculante y que, sin embargo, ejerce una influencia decisiva en la voluntad de los operadores jurídicos a los que se dirigen en materias de carácter preferentemente dispositivo2. Como se recordará, los Principios para los Contratos Comerciales Internacionales, idea surgida en el año 1968 con ocasión de la celebración de los 40 años de fundación de Unidroit, y tras la inclusión en la agenda del Consejo Directivo del Instituto en reunión de 1971 y creación del grupo de trabajo en * Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, especialista en derecho comercial. Profesor de Derecho Comercial y Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Sabana. 1 Jorge Oviedo Albán. “Los Principios del Derecho Europeo de Contratos: aspectos generales y formación del contrato”, en Foro de Derecho Mercantil. Revista Internacional, n.º 4, Bogotá, Legis, 2004, p. 88. 2 José Carlos Fernández Rozas. Ius mercatorum, Autorregulación y unificación del derecho de los negocios transnacionales, Madrid, Colegios Notariales de España, 2003, p. 188. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… 1980, vieron la luz, en una primera versión, en el año 19943. En dos ocasiones fueron traducidos al castellano, siendo la primera del año 1995 y la segunda de 20014. La estructura original estaba dividida en siete capítulos, que trataban los siguientes temas: disposiciones generales; formación del contrato; validez; interpretación; contenido; cumplimiento; incumplimiento. En el año 2004 se ha publicado una segunda versión, que ha agregado cinco nuevos capítulos referidos a: agencia; derechos de terceros; compensación; cesión de derechos, transferencia de obligaciones y cesión de contratos, y prescripción5. El tema del que hemos querido ocuparnos en esta ocasión es el relativo al tratamiento que en los Principios recibe la excesiva onerosidad sobreviniente. Antes de proceder sobre el particular, consideramos preciso recordar el tema 3 Sobre el origen de los Principios, su naturaleza jurídica, funciones y aplicaciones jurisprudenciales y arbitrales nos hemos referido en varias oportunidades, entre otros, en los siguientes trabajos: Jorge Oviedo Albán. “Unidroit y la unificación del derecho privado: referencia a los Principios para los contratos comerciales internacionales”, en aa.vv. Compraventa internacional de mercaderías, Comentarios a la Convención de Viena de 1980, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2003, pp. 51 a 143; d. “El derecho mercantil internacional: introducción histórica y conceptual”, en aa. vv. Estudios de contratación internacional. Régimen uniforme e internacional privado, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2004, pp. 27 a 108. 4 Sobre la primera versión en castellano, cfr. la edición colombiana, con prólogo del profesor Fernando Hinestrosa, Unidroit. Principios sobre los contratos comerciales internacionales, Bogotá, Ministerio de Justicia y del Derecho, 1997. La segunda traducción en castellano, dirigida por el profesor Alejandro Garro, puede consultarse en la página web del Instituto para la Unificación del Derecho Privado [www.unidroit.org]. Las reglas, sin los comentarios, fueron publicadas en Colombia en el libro Convención de Viena de 1980 sobre compraventa internacional de mercaderías, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2002, pp. 107 a 150. 5 Unidroit Principles of International Commercial Contracts. Unidroit, Rome, 2004. Las reglas de la versión 2004, sin los comentarios, pueden verse en la página web de Unidroit. Vale la pena anotar que en 1998 se publicó un estudio realizado por varios profesores españoles cuyos comentarios y recomendaciones fueron tenidos en cuenta en la elaboración de la segunda traducción. Igualmente, algunos de los comentarios se han considerado para la versión 2004. Cfr. David Morán Bovio et ál. Comentario a los Principios de Unidroit para los Contratos del Comercio Internacional, Aranzadi, 1993. En 2003 se ha publicado una segunda edición de esta obra. Jorge Oviedo Albán relativo a la aplicación de los mismos, simplemente con el ánimo de contribuir a la claridad en su entendimiento. Tal como lo reconoce un gran sector de la doctrina, basándose para ello en lo que dispone el preámbulo de los Principios, éstos resultarán aplicables cuando las partes de un contrato internacional hayan acordado que el mismo se rija por ellos. En este punto, los Principios no hacen más que reconocer el valor de la regla internacional privatística de la autonomía de la voluntad en sentido conflictual: esto es, la posibilidad que tienen las partes de un contrato internacional de escoger la ley por la cual quieren que se rija su acuerdo. Esto sin embargo no es de pleno recibo dentro del derecho internacional privado. Para tales efectos téngase en cuenta cómo a nivel europeo se ha negado el valor de las cláusulas por las cuales se acuerda que los contratos se rijan por los Principios, toda vez que se entiende que ello no está permitido por el Convenio de Roma de 1980, el cual en el artículo 3.º señala que las partes son libres para escoger la ley que regirá el contrato, lo que ha sido entendido por doctrina y jurisprudencia en el sentido de que tal pacto debe referirse es a una ley de carácter nacional expedida por un legislador6. No obstante lo anterior, debe tenerse en cuenta el grueso número de fallos que han optado por reconocer a los Principios como un claro reflejo de la lex mercatoria, y reconocerles valor, aun cuando las partes no hubieren estipulado su inclusión7. 6 Cfr. sobre el particular las anotaciones de Fernández Rozas quien al respecto señala: “domina, sobre todo en el Continente europeo, un sentimiento a favor de que las partes únicamente pueden elegir un ‘derecho estatal’, atribuyéndose dicha limitación al artículo 3.º del Convenio de Roma (‘los contratos se regirán por la ley elegida por las partes’), que no permite la designación de la lex mercatoria, los Principios Unidroit o cualquier otro sistema jurídico no estatal, como ley rectora del contrato”: Ius mercatorum, cit., p. 91. También sobre el punto, los españoles Alfonso Luis Calvo Caravaca y Javier Carrascosa González. Derecho internacional privado, t. 2, 5.ª ed., Granada, Comares, 2004, pp. 503 a 509, donde hacen referencia a las objeciones teóricas y jurisprudenciales a la aplicación de la lex mercatoria como ley del contrato. 7 En los anteriores trabajos citados, de mi autoría, se hace referencia a varios fallos en este sentido. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… No ocurre lo mismo a nivel de laudos arbitrales, los cuales sí han reconocido valor al pacto de escogencia de ley, cuando éste se refiera a los Principios Unidroit8. Por último, valga también la pena recordar que los Principios no restringen la aplicación de normas de derecho nacional, internacional o supranacional que tengan carácter imperativo, tal como lo señala el artículo 1.4. Igualmente, deben ser tenidas en cuenta las decisiones judiciales o arbitrales que han acudido a los Principios Unidroit para suplementar vacíos de instrumentos internacionales, como el caso de la Convención de las Naciones Unidas para los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías de 1980, y además para fundamentar o reforzar decisiones basadas en derecho interno9. Sobre este particular, y por tratarse de casos relacionados con el derecho colombiano, ténganse en cuenta el laudo arbitral cci 1946, sede: Barranquilla-Colombia10, y los siguientes laudos arbitrales ccb: laudo arbitral de Guillermo Alejandro Forero Sáchica vs. Consultoría Óscar G. Grimaux y Asociados, sat, y Citeco Consultora S. A., del 10 de mayo de 200011; laudo arbitral de Augusto Ruiz Corredor y Cía. Ltda. vs. Constructora Andrade Gutiérrez S. A., del 30 mayo de 200212; laudo arbitral de Cooperativa Nacional 8 Téngase en cuenta sobre el particular la recomendación contenida en el comentario 4 al preámbulo que señala que la cláusula por la cual se escoge los Principios Unidroit como ley del contrato, es aconsejable que vaya acompañada de una cláusula arbitral. 9 Sobre estas dos aplicaciones nos hemos referido, además de en los trabajos citados, en: Jorge Oviedo Albán. “Derecho uniforme del comercio internacional. Los Principios de Unidroit para los Contratos Comerciales Internacionales”, Revista Derecho Comercial y de las Obligaciones, año 36, Buenos Aires, Lexis Nexis-Depalma, 2003, pp. 701 a 708. 10 Arbitral Award 10.346 icc International Court of Arbitration (Barranquilla-Colombia) 2000. Unilex. Para una referencia a este laudo cfr. nuestro “Derecho uniforne del comercio internacional”, cit., p. 703. 11 Cámara de Comercio de Bogotá, Árbitro: Jorge Cubides Camacho. Sede del arbitramento: Bogotá, Colombia. Publicado en Laudos arbitrales, Cámara de Comercio de Bogotá y Legis, CD Rom. 12 Cámara de Comercio de Bogotá. Árbitros: Antonio De Irisarri Restrepo, María Cristina Morales de Barrios y Juan Pablo Cárdenas Mejía. Sede del arbitramento: Bogotá, Colombia. Administrado por el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Bogotá. Publicado ibíd. Jorge Oviedo Albán de Ahorro y Crédito Ltda., Crear Cooperativa vs. Hernando Horta Díaz, del 5 de junio de 200213; laudo arbitral de Teleconsorcio S. A. vs. Radiotrónica S. A. y Sistemas Asesorías y Redes S. A., sar S. A. Radiotrónica S. A. vs. Teleconsorcio S. A., Nec Corporation, Nissho Iwai Corporation, Mitsui & Co. Ltd. y Sumitomo Corparation, del 22 de agosto de 200214. I . l a a lt e r a c i n s o b r e v i n i e n t e d e l c o n t r at o La alteración del equilibrio contractual, por hechos o eventos sobrevinientes que hagan más difícil, costoso o imposible el cumplimiento de las obligaciones contractuales, ha sido objeto de tratamiento en diferentes ordenamientos jurídicos, aunque no de la misma manera15. Como indican Zweigert y Kötz, la cuestión relativa a si una persona puede ser liberada de sus obligaciones contractuales por eventos sobrevinientes es familiar a los juristas europeos desde hace siglos16. Como lo comentan los autores, la regla rebus sic standibus consistió en que el valor del contrato dependía de la continuación de las circunstancias existentes al momento de la formación del mismo17. Igualmente sobre el particular escribe el profesor Carlos Ignacio Jaramillo: 13 Cámara de Comercio de Bogotá. Árbitro: Nicolás Gamboa Moráles. Sede del arbitramento: Bogotá, Colombia. Administrado por el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Bogotá. Publicado ibíd. 14 Cámara de Comercio de Bogotá. Árbitros: Rafael Bernal Gutiérrez, Álvaro Mendoza Ramírez y Jorge Cubides Camacho. Sede del arbitramento: Bogotá, Colombia. Administrado por el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Bogotá. Publicado ibíd. 15 Para una resumida referencia a la diversidad de soluciones en el derecho europeo, cfr. Luis Díez Picazo, Encarna Roca Trías y Antonio María Morales Moreno. Los Principios del Derecho Europeo de Contratos, Madrid, Civitas, 2002, pp. 292 a 293. 16 Zweigert y Kötz. An Introduction to Comparative Law, 3.ª ed., Tony Weir (trad.), New York, Oxford, 1998, p. 518. 17 Ídem. Para los antecedentes en el derecho romano y su evolución cfr. Ricardo Cardilli. “Imprevisión y peligros contractuales en el sistema jurídico romano”, en aa. vv. El contrato en el sistema jurídico latinoamericano. Bases para un Código Latinoamericano Tipo, ii, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2001, pp. 253 y ss. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… … en lo que toca con la socorrida teoría de la imprevisión, es de señalar que, junto con los canonistas, los comentaristas se encargarán de sentar sus bases y su estructura jurídica medular, de tanta valía en el derecho contemporáneo (pretoriano y codificado) […] Este remedio aparece perfilado diáfanamente por los comentaristas, principalmente por Bartolo y por Baldo, en desarrollo del siguiente texto, sin duda elocuente: Contractus qui habent tractum successivum et dependientiam de futurum, rebus sic standibus intelliguntur (los contratos a término o de tracto sucesivo, se entienden permaneciendo las cosas en el mismo estado)18. Esta teoría sería aceptada más tarde por el Codex Maximilianeus bavaricus civiles de 1756 y por la Ley General de Prusia de 179419. Sin embargo, la teoría no sería reproducida en los códigos francés de 1804 y alemán de 190020. Para entender el origen y desarrollo actual de esta figura es necesario recordar que el Código Civil francés de 1804, basado en la autonomía del individuo, concibió al contrato como ley para las partes. Por esta razón, se dispuso que el mismo solo podía ser invalidado por el consentimiento libre de las partes para darlo por terminado, o por alguna causa legal, tal como son los modos de extinguir las relaciones obligatorias (pago, novación, transacción, remisión, compensación, confusión, pérdida de la cosa que se debe), o bien por alguna vicisitud que alterara la base de la relación contractual, esto es: la 18 Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo. El renacimiento de la cultura jurídica en Occidente, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana y Temis, 2004, p. 430. En la misma obra, pp. 544 y 545. 19 Zweigert y Kötz, An Introduction, cit., p. 518. 20 Como anotan Zweigert y Kötz, la comisión que revisó el proyecto de bgb consideró que ponía en riesgo la seguridad del comercio, lo cual impedía que fuera reconocida: ob. cit., p. 519. Cfr. igualmente a Zimmerman, quien sobre el particular señala: “a medida que la filosofía de la Ilustración se impuso sobre las ideas aristotélicas basadas en las virtudes del cumplimiento de las promesas, de la justicia conmutativa y de la liberalidad y en una comprensión de la doctrina de las cosas, y palideció la ética contractual del Medioevo, también perdió fuerza convicente la cláusula rebus sic stantibus. Se acentuó el principio pacta sunt servanda, y una reserva general rebus sic stantibus parecía sacudir con demasiada confianza en la seguridad jurídica y en el tráfico”: Reinhard Zimmerman. “Rasgos fundamentales de un derecho contractual europeo”, en Estudios de derecho privado europeo, Antoni Vaquer Aloy (trad.), Madrid, Civitas, 2000, p. 141. Jorge Oviedo Albán rescisión por nulidad, o la resolución por incumplimiento de cualquiera de las prestaciones. De esta manera, el Código no previó nada en relación con la posibilidad de revisar los términos del contrato, para determinar su terminación o ajuste, en caso de que alguna circunstancia no prevista por las partes al momento de la celebración, alterara las prestaciones, en grado tal que las convirtiera en excesivamente onerosas. En este estado de cosas, el derecho francés pensó que dado que el contrato era ley para las partes y no podía terminarse, sino por alguna de las causales señaladas, y teniendo en cuenta que ambas partes habían consentido de manera libre y en situación de igualdad, no podía excusarse alguna de ellas del incumplimiento de las prestaciones nacidas del contrato, alegando que la prestación era difícil de cumplir por haber sobrevenido un cambio de carácter económico que hiciere excesivamente onerosa dicha prestación. La única posibilidad de justificar el incumplimiento sería cuando una causa extraña –caso fortuito o fuerza mayor– impidiere definitivamente el cumplimiento, razón que justificaría tal situación, y en consecuencia liberare al deudor de la prestación alterada por la mencionada causa21. Sin embargo, con los adelantos tecnológicos, los efectos de las guerras y el desarrollo de la economía de los dos últimos siglos se presentaron eventos que no cabían dentro de los supuestos fuerza mayor o caso fortuito, dado que éstos no hacían que la prestación fuera imposible de cumplir, sino que por el contrario, la misma era posible, solo que para efectuarla el deudor debería hacer esfuerzos originalmente no concebidos. La jurisprudencia administrativa francesa fue la que marcó la pauta para el desarrollo de la teoría de la imprevisión, que bajo dicha denominación, o como teoría de la excesiva onerosidad sobreviniente, sería recogida por legislaciones posteriores, como es el caso del Código Civil italiano de 1942 (art. 1467), el Código Civil peruano de 1984, el artículo 1198 del Código Civil argentino, modificado por Ley 17.711, y el Código de Comercio colombiano de 1971 (art. 898), entre otros. El caso al que debe hacerse obligada referencia es el de la Compañía General de Iluminación de Burdeos, fallado por el Consejo de Estado francés 21 Sobre los argumentos de los tribunales franceses, cfr. Zweigert y Kötz. Ob. cit., p. 525. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… el 30 de marzo de 1916. En el año 1904, se había celebrado un contrato de concesión en favor de la compañía encargada de suministrar el alumbrado a cambio de un determinado precio, el que se determinó teniendo en cuenta el valor del carbón, que era la materia prima básica para la prestación del servicio22. El problema fáctico se refería a la pretensión de la Compañía de Gas para que se declarara que el precio del contrato debía aumentarse y además obtener una indemnización que reparara las pérdidas que había sufrido por el alza del precio del carbón23. Entre los puntos que se trataba de determinar se encontraba el de si “la variación de los precios de las materias primas en razón de circunstancias económicas constituye un riesgo del contrato, que, según el caso, puede ser favorable o desfavorable para el concesionario y continúa siendo por su cuenta y riesgo, por cuanto se reputa que cada parte tuvo en cuenta ese riesgo en los cálculos y previsiones que efectuó antes de comprometerse”24. El Consejo de la prefectura de la Gironda, en decisión del 30 de julio de 1915, absolvió al municipio, por lo cual la Compañía apeló ante el Consejo de Estado, el cual mediante el fallo al que hemos aludido dio la razón a la Compañía de Gas ordenando la revisión de las condiciones del contrato y ordenando la indemnización a cargo del municipio. Entre las cosas que consideró el fallo, pueden destacarse las siguientes: – Deben acaecer una serie de sucesos excepcionales que no dependen de la voluntad de las partes y que razonablemente no se podían prever al celebrarse el contrato25. – La alteración debe ser de carácter temporal, pues si fuere definitiva, cabría la acción de resolución del contrato por fuerza mayor26. Jurisprudencialmente, la teoría de la imprevisión sería desarrollada con ocasión de la primera y segunda guerras mundiales27. 22 Jeanet Barbosa Verano y Ariel Ignacio Neyva Morales. La teoría de la imprevisión en el derecho civil colombiano, Bogotá, Jurídica Radar, 1992, p. 28. 23 Marceau Loung et ál. Los grandes fallos de la jurisprudencia administrativa francesa, Bogotá, Ediciones Librería del Profesional, 2000. 24 Ibíd., p. 117. 25 Ibíd., p. 119. 26 Ibíd., p. 120. 27 Sobre los fallos pertinentes, cfr. Barbosa y Neyva. Ob. cit., p. 25 y ss. Jorge Oviedo Albán En Alemania, se presentaron fallos donde los tribunales determinaron que el evento imprevisto podía hacer más difícil el cumplimiento del objeto del contrato, o también cuando se tratara de algo que se tornaba más costoso en su ejecución28, desarrollando la teoría de la base del negocio, consistente en la posibilidad de terminar o renegociar el contrato, en la medida en que dichos eventos hagan desaparecer la base negocial que había sido acordada por las partes29. Así lo señalan Zweigert y Kötz: A raíz de la abrumadora inflación que siguió a la Primera Guerra Mundial, los tribunales desarrollaron una doctrina según la cual, aun de acuerdo con el § 279 bgb, el deudor puede, de manera excepcional, liberarse de una obligación que no resultara del todo imposible de ejecutar si, como resultado de una caída imprevista de la divisa, un cambio legislativo o una conmoción política, la ejecución exigiera esfuerzos excepcionales que trasciendan los límites del deber (Überoblogationsmässig)30. Recientemente, la teoría ha sido incorporada al derecho alemán, en la reforma de 200231 al Código Civil, en el § 31332. 28 Zweigert y Kötz. An Introduction, cit., p. 519. Sobre el desarrollo jurisprudencial en Alemania, cfr. ibíd., pp. 518 a 524. 29 Cardilli. “Imprevisión y peligros contractuales”, cit., p. 271. 30 El párrafo transcrito ha sido tomado de la traducción al castellano de la misma obra titulada Introducción al derecho comparado, realizada por Arturo Aparicio Vásquez, México, Oxford University Press, 2002, p. 520. 31 La reforma al bgb de 2002 ha codificado varias figuras que en el derecho alemán habían tenido origen jurisprudencial, entre ellas la referente a la alteración de la base del negocio jurídico. Klaus Jochen Albiez Dhorman. “Un nuevo derecho de obligaciones. La Reforma 2002 del bgb”, Anuario de Derecho Civil, Madrid, julio-septiembre de 2002, p. 1143. 32 “(1) Si hubiesen cambiado de forma importante las circunstancias que servían de base al contrato una vez celebrado el mismo, y las partes no lo hubiesen pactado o lo hubieran hecho con otro contenido de haber previsto ese cambio, en tal caso se puede solicitar la adecuación del contrato, siempre que no se pueda imponer a una parte el mantenimiento del mismo sin variación, teniendo en consideración todas las circunstancias, especialmente el reparto del riesgo contractual o legal. (2) Se equipara a la alteración de las circunstancias el hecho de que importantes expectativas que se hubiesen convertido en la base del contrato resultaran falsas. (3) Si no es posible una adecuación del contrato o éste no se le puede La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… En Italia, los tribunales habían solucionado varios casos de alteración de la equivalencia contractual, básicamente a partir de la Primera Guerra Mundial33. No obstante lo anterior, en el Código de 1942 se dio solución a la situación de los eventos sobrevinientes, mediante la regulación de la excesiva onerosidad, contemplada en los artículos 1467 a 1469. El artículo 1467 estableció que en los contratos de ejecución continuada o periódica, o de ejecución diferida, si la prestación a cargo de una de las partes se vuelve excesivamente onerosa por el advenimiento de hechos extraordinarios e imprevisibles, la parte deudora de dicha prestación puede demandar la resolución del contrato, dándose a la parte demandada la posibilidad de ofrecer la modificación de las condiciones alteradas34. En el derecho inglés, se desarrolló la teoría de la frustración del contrato, que consiste en considerar libres a las partes de las obligaciones del contrato, en la medida en que el propósito del contrato se hubiere frustrado. La teoría de la frustración del contrato se desarrolla en el derecho inglés a partir de los casos Taylor vs. Caldwell35, Geipel vs. Smith36, Jackson vs. Union Marine Ins. imponer a una de las partes, podrá pedir la parte perjudicada la resolución del contrato. Cuando se trata de relaciones obligatorias duraderas se tendrá, en lugar del derecho de resolución, el derecho de desistimiento”: María Luisa Vives Montero, traducción de la Reforma 2002 del bgb, Anuario de Derecho Civil, Madrid, 2002, pp. 1260 y 1261. 33 Cfr. Cardilli. “Imprevisión y peligros contractuales”, cit., p. 273. 34 Codice civile e leggi complementari. I codici di guida al diritto, 6.ª ed., Roma, 2002, pp. 310 a 311. 35 1863, 3B. & S. 826, 122 Eng. Rep. 309, citado por Zweigert y Kötz. An Introduction, cit., pp. 509 y 528. Igualmente se puede ver una referencia a este caso en E. Allan Farnsworth. Contracts, 3.ª ed., New York, Aspen Law & Business, 1999, p. 639. Zimmerman. “Rasgos fundamentales”, cit., p. 124. En el caso de Taylor vs. Caldwell, el demandante (arrendatario) había celebrado un contrato de arrendamiento de una sala de conciertos para utilizarla en cuatro fechas futuras. Antes de su utilización, la sala fue destruida por un incendio, razón por la cual el demandante (Taylor) demandó la declaración de incumplimiento del contrato por Caldwell y exigió una indemnización de perjuicios por el hecho de que no se realizaron los conciertos. La pretensión fue negada en razón a que se consideró que el contrato llevaba una condición implícita según la cual las partes son exoneradas en caso de que la ejecución del contrato resulte imposible por la destrucción de la cosa. 36 1872, LR 7 QB 404, citado por Zweigert y Kötz. Ob. cit., p. 529. Jorge Oviedo Albán Co.37, Dahl vs. Nelson, Donkin & Co.38, la cual se aplica tanto a los supuestos de imposibilidad de hecho o derecho, en los de frustración del propósito, y cuando los cambios de circunstancias retrasan el cumplimiento o alteran la naturaleza del mismo, de forma que el cumplimiento sería radicalmente diferente a lo que consideraron las partes al celebrar el contrato39. Los jueces ingleses han solucionado las diferentes situaciones asumiendo en unos casos la teoría del término implícito, que consiste en que el juez debe indagar sobre el acuerdo al que habrían llegado las partes si al celebrar el contrato hubiesen previsto los eventos posteriores, teniendo en cuenta los intereses y los objetos del contrato40. En otros casos los tribunales pueden, basándose en la equidad, adaptar o terminar el contrato, según la nueva situación41. También en Estados Unidos se ha dado solución al tema de los eventos sobrevinientes en los contratos, distinguiendo tres supuestos: uno, en aquellos casos en que la ejecución de la obligación se vuelve imposible o impracticable; otro cuando se vuelve más difícil, y uno más cuando se frustra, o es inútil42. En los casos de ejecución imposible como impracticable, tanto en el Restatement of contracts (the second) § 261 como en el ucc § 2-615, el deudor se libera de su obligación. Los casos de frustración, en el derecho estadounidense, son solucionados por los jueces, y se refieren a aquellos en los cuales el cumplimiento de la prestación es posible, pero carente de valor o inútil43, según el Restatement of contracts (the second) § 26544, por frustrarse el propósito del contrato. De todas maneras deberá analizarse el caso en concreto, para poder 37 LR 8 CP 572, citado ibíd., p. 529. 38 1881, 6 App. Cas. 38, citado ibíd., p. 529. 39 Ídem. 40 Ídem. Posición asumida en el caso Hirji vs. Cheon Yue S.S. Co. 1926, AC 497, 537. 41 Zweigert y Kötz. Ob. cit., p. 529. Posición asumida en el caso Denny, Mott y Dickinson Ltd. vs. Fraser, 1944, AC 265, pp. 274 y ss., entre otros. 42 Ibíd., p. 563. 43 Ibíd., p. 532. 44 En relación a la jurisprudencia norteamericana, cfr. Zweigert y Kötz, y Farnsworth, en la obra citada. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… determinar cuáles son los efectos de la imposibilidad o la frustración, en orden a ajustar los derechos y deberes de las partes45. En el derecho colombiano, la llamada teoría de la imprevisión fue introducida en principio por vía jurisprudencial, por medio de las sentencias de casación civil de la Corte Suprema de Justicia del 29 de octubre de 1936 y 23 de mayo de 1938. En la primera de las sentencias citadas, puntualizó la Corte: Ante el principio de la autonomía de la voluntad y el postulado de que los contratos son una ley para las partes, se ha suscitado la cuestión de si los tribunales pueden corregir o modificar cómo se ha de ejecutar un contrato cuando han surgido, posteriormente a la celebración de éste, ciertos hechos que vienen a constituir un desequilibrio en la prestación de alguna de las partes, hechos extracontractuales y que no pudieron ser previstos cuando el contrato se celebró. Señaló además la Corte que el juez tiene el poder de “modificar la ejecución de un contrato cuando han variado de tal manera las circunstancias que se hace imposible para una de las partes cumplir lo pactado, sin que sufra lesión en sus intereses”46. En el Código de Comercio fue regulada la teoría de la imprevisión, en el artículo 868, de la siguiente manera: Cuando circunstancias extraordinarias, imprevistas o imprevisibles, posteriores a la celebración de un contrato de ejecución sucesiva, periódica o diferida, alteren o agraven la prestación de futuro cumplimiento a cargo de una de las partes, en grado tal que le resulte excesivamente onerosa, podrá ésta pedir su revisión. El juez procederá a examinar las circunstancias que hayan alterado las bases del contrato y ordenará, si ello es posible, los reajustes que la equidad indique; en caso contrario, el juez decretará la terminación del contrato. 45 John D. Calamari y Joseph Perillo. The Law of Contracts, 4.ª ed., St. Paul, Minn., West Group, 1998, p. 534. 46 Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. 29 de octubre de 1936, xliv, 1918, p. 457. Jorge Oviedo Albán Esta regla no se aplicará a los contratos aleatorios ni a los de ejecuión instantánea. Más recientemente, la excesiva onerosidad ha sido recogida en los Principios Unidroit para los contratos comerciales internacionales, en el artículo 6.2.2. Tambien los Principios del Derecho Europeo de Contratos, elaborados por la Comisión Lando, han regulado el tema en el artículo 6111 de manera similar a los Principios Unidroit. En el artículo 6.2.3 de los Principios Unidroit se señalan los efectos de la excesiva onerosidad, a los que nos referiremos. I I . l a e x c e s i va o n e r o s i d a d en los principios unidroit La sección 2 del capítulo sexto de los Principios, relativo al cumplimiento de las obligaciones contractuales, se refiere a la excesiva onerosidad (hardship). El artículo 6.2.1 sienta el principio de obligatoriedad del contrato, al establecer: Cuando el cumplimiento de un contrato llega a ser más oneroso para una de las partes, esa parte permanece obligada, no obstante, a cumplir sus obligaciones salvo lo previsto en las siguientes disposiciones sobre “excesiva onerosidad”. Para interpretar el sentido de esta norma, debe tenerse en cuenta la idea general sobre la cual se basan los Principios, que es la de la fuerza obligatoria de los contratos, en el sentido de que todo contrato válidamente47 celebrado es obligatorio para las partes, tal como lo indica el artículo 1.3. Señala igualmente la doctrina48 que el artículo 6.2.1 es un recordatorio del principio de la buena fe y lealtad negocial, establecido en el artículo 1.7, que dice: 47 El concepto “validez” debe ser entendido no solamente siguiendo lo previsto en el capítulo tercero, que enuncia algunas causales que pueden originar la anulación del mismo, sino también lo prevenido en el comentario al artículo 1.3, en el sentido de que el tema de la validez del contrato también se rige por las normas nacionales que resulten aplicables según el derecho internacional privado. 48 En este sentido Agustín Madrid Parra. “Comentario al artículo 6.2.1”, en aa. vv. Comentario a los Principios de Unidroit para los Contratos del Comercio Internacional, cit., p. 313. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… (1) Las partes deben actuar con buena fe y lealtad negocial en el comercio internacional. (2) Las partes no pueden excluir ni limitar este deber. Esta idea es reforzada con el comentario al artículo 6.2.1, según el cual “el propósito de este artículo es aclarar que, conforme al principio general de que los contratos se celebran para ser cumplidos (cfr. art. 1.3), el contrato debe cumplirse siempre que sea posible e independientemente de la carga que ello importe para la parte obligada”. Los Principios siguen la regla establecida en varias legislaciones, entre ellas la colombiana, según la cual las obligaciones están llamadas a ser cumplidas, soportando las partes el alea o “riesgos normales”49 del contrato salvo en el caso en que dicho cumplimiento se haga imposible, como en el caso de la ocurrencia de un caso fortuito o fuerza mayor50, o en caso de pérdida no culpable de la cosa que se debe51. Como se puede advertir, los Principios Unidroit regulan dos situaciones que pueden alterar el cumplimiento de un contrato, que son: la fuerza mayor, 49 Como bien lo señala Madrid Parra: “Es evidente que no se puede dejar el cumplimiento o no de las obligaciones contractuales de cada contratante a la confirmación del resultado –económico, por ejemplo– que un contratante espere obtener. Quienes celebran un contrato han de asumir los riesgos normales que conlleva toda transacción económica”: ob. cit., p. 313. 50 David Morán Bovio. “Incumplimiento”, en aa. vv. Comentario a los Principios de Unidroit para los Contratos del Comercio Internacional, cit., p. 337. Sobre el tema de la fuerza mayor como causal que exonera el incumplimiento del deudor en el derecho comparado, cfr. Zweigert y Kötz. An Introduction, cit., pp. 486 y ss. En el derecho colombiano, cfr. lo previsto en el artículo 1604 del Código Civil en concordancia con el artículo 1.º de la Ley 95 de 1890. Cfr. Guillermo Ospina Fernández. Régimen general de las obligaciones, 7.ª ed., Bogotá, Temis, 2001, pp. 106 y ss.; íd. y Eduardo Ospina Acosta. Teoría general del contrato y de los demás actos o negocios jurídicos, 4.ª ed., Bogotá, Temis, 1994, p. 571; Ricardo Uribe Holguín. De las obligaciones y de los contratos en general, 2.ª ed., Bogotá, Temis, 1982, p. 114, entre otros. 51 Numeral 7 artículo 1625 y título xix libro iv del Código Civil colombiano. Para el caso del derecho comparado, cfr. Zweigert y Kötz. Ob. cit., p. 517. Jorge Oviedo Albán y la excesiva onerosidad. El incumplimiento (art. 7.1.1), que “consiste en la falta de ejecución por una parte de alguna de sus obligaciones contractuales, incluyendo el cumplimiento defectuoso o el cumplimiento tardío”, puede excusarse, de acuerdo con el artículo 7.1.7, “si una parte prueba que el incumplimiento fue debido a un impedimento ajeno a su control y que, al momento de celebrarse en contrato, no cabía razonablemente esperar haberlo tenido en cuenta, o haber evitado o superado sus consecuencias”. Ante este planteamiento, cabe hacerse la pregunta que se han formulado tanto el derecho nacional como comparado, consistente en establecer qué sucederá cuando el objeto de la obligación no se torna imposible, sino que más bien los eventos sobrevinientes lo hacen más difícil o más costoso en su ejecución52, aunado lo anterior a que las partes no pudieron prever la ocurrencia de dichos eventos. Este es precisamente el tema que se estudia bajo el concepto de excesiva onerosidad sobreviniente. Como pudo verse anteriormente, las soluciones del derecho comparado a los eventos sobrevinientes que alteran las prestaciones del contrato, varían entre las teorías de la imprevisión y la frustración53, incluyendo la excesiva onerosidad, para quienes pretenden verla como una teoría diferente de la imprevisión54. Como habíamos comentado anteriormente, los Principios siguen la regla según la cual los contratos deben cumplirse, no obstante que en principio 52 Ídem. Díez Picazo et ál. Los Principios, cit., pp. 291 y 292. 53 Cfr. Zweigert y Kötz. Ob. cit., p. 517, quienes para analizar los casos diferencian entre circunstancias que vuelven imposible la ejecución del contrato y aquellas que lo tornan más difícil y las que frustran el propósito. 54 Algunos autores señalan diferencias entre la teoría de la imprevisión y la excesiva onerosidad. Entre los autores que insisten en la distinción cfr. Madrid Parra, quien al analizar los artículos pertinentes de los Principios Unidroit señala: “En todo caso, hay que señalar que la teoría de la excesiva onerosidad es una más de las que han surgido con la pretensión de buscar la equidad para situaciones sobrevenidas imprevistas que, rompiendo el equilibrio o finalidad del contrato, causan un grave perjuicio a un contratante […] Por su parte, la teoría de la imprevisión justifica la libertad del deudor como consecuencia de circunstancias extraordinarias sobrevenidas que fueron imprevisibles y que hacen la prestación muy difícil” (ob. cit., p. 317). La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… la equivalencia de las prestaciones, originalmente asumida por las partes, llegue a alterarse durante la ejecución de los mismos. De todos modos debe considerarse que esta no es una regla general, puesto que el mismo artículo determina que así será, sin perjuicio de lo que se dispone con relación a la excesiva onerosidad. Habrá que considerar, antes de proceder a establecer el concepto de excesiva onerosidad que manejan los Principios, que la alteración en la prestación no será aquella que definitivamente impida el cumplimiento de las obligaciones contractuales, puesto que si así sucediere la regla aplicable será la de la fuerza mayor, establecida en el artículo 7.1.7 según el cual el incumplimiento de una parte se excusa si ésta prueba que el mismo se debió a un impedimento ajeno a su control, y que al momento de celebrarse el contrato no cabía razonablemente esperar haberlo tenido en cuenta, o haber evitado o superado sus consecuencias. En el comentario 1 al artículo 7.1.7 precisamente se indica que éste hace relación más bien a la doctrina de la “frustración e imposibilidad de cumplimiento”55. El artículo 6.2.2 consagra una definición de excesiva onerosidad, en los siguientes términos: Hay “excesiva onerosidad” (hardship) cuando el equilibrio del contrato es alterado de modo fundamental por el acontecimiento de ciertos eventos, bien porque el costo de la prestación a cargo de una de las partes se ha incrementado, o porque el valor de la prestación que una parte recibe ha disminuido. Este concepto establece en términos generales que la excesiva onerosidad alterará la base conmutativa o equivalente que originalmente hubieren acordado 55 En la docrina internacional se insiste en que la diferencia entre la fuerza mayor y la excesiva onerosidad, en el contexto de los Principios, radica en que el primer concepto hace referencia a la imposibilidad en el cumplimiento, mientras el segundo a la desventaja en la equivalencia de prestaciones. Cfr. Joern Rimke. Force Majeure and Hardship: Application in International Trade Practice with Specific Regard to the cisg and the Unidroit Principles of International Commercial Contracts, New York, Pace Law School Institute of International Commercial Law, [www.cisg.law.pace.edu]. Jorge Oviedo Albán las partes. La forma como dicha base puede ser alterada, no necesariamente es aumentándose el costo de la prestación, sino disminuyéndose el mismo. En suma, cuando se alterare el equilibrio originalmente acordado, siempre y cuando dicha alteración tenga el carácter de “fundamental”. En el comentario 2 al artículo 6.2.2 se indica que las circunstancias del caso en concreto determinarán cuándo una alteración es fundamental. Un parámetro a seguir puede ser que la parte cuya prestación fue alterada deba incurrir en costos que originalmente no fueron o no debían haber sido previstos, o sea obligada a hacer esfuerzos más allá de lo normal, para cumplir. En principio no creemos que se deban establecer reglas matemáticas exactas, razón por la cual discrepamos del comentario 2 que dice: “De ser posible cuantificar en dinero el costo o valor de la prestación, una alteración del 50% o más podría ser considerada como una alteración fudamental”56. Por otro lado, consideramos que hay un aspecto que, por lo menos para quienes pertenecen a la familia romano germánica, donde se adopta la teoría de la excesiva onerosidad e incluso la alteración de la base del negocio, puede llevar a equívocos, y es la forma como se entienda el término onerosidad, en el contexto de los Principios. Si se atiende a la traducción al castellano, puede verse que quienes hacen tal traducción asimilan el término hardship que aparece en la versión inglesa, a excesiva onerosidad. En este sentido, el término oneroso se concibe en un sentido económico, por tanto, la alteración que sufrirá el contrato, para que sea objeto de estas normas, deberá tener tal carácter. Así lo entiende Madrid Parra quien afirma: “Cuando se utiliza el término onerosidad se está haciendo referencia a carga económica. Se trata, pues, 56 Como señala De La Puente y Lavalle: “Constituye una continuada preocupación de la doctrina precisar el concepto de excesiva onerosidad. Se han propuesto criterios matemáticos […] Lamentablemente, no parece posible llegar a una definición concreta, porque se trata precisamente de un concepto que hay que apreciar caso por caso, pues consiste en determinar cuándo se produce el paso de lo normal a lo anormal, de lo soportable a lo insoportable, de lo permitido a lo descomedido, lo cual depende de las circunstancis de cada contrato y de la situación de cada contratante”: Manuel De La Puente y Lavalle. El contrato en general, Comentarios a la sección primera del libro vii del Código Civil, Biblioteca para Leer el Código Civil, vol. xv, segunda parte, t. v, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1999, pp. 161 y 162. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… de que tengan lugar eventos que impliquen un desmedido incremento en el costo de la prestación que se ha de realizar o bien que den lugar a recibir una pretación con un valor muy disminuido”57. Esta misma conclusión, es decir, que se trata de una alteración de contenido económico, puede sostenerse al analizar el comentario 2 sobre el sentido de la alteración fundamental en el equilibrio del contrato. No obstante, en los mismos comentarios se indica que en la reducción del valor debe tenerse en cuenta, como se indica en el comentario al artículo 6.2.2, que la misma incluye la pérdida de valor o interés de la prestación para la persona que la recibe. Se aclara igualmente que la prestación no necesariamente debe ser de naturaleza dineraria. Así se precisa: La segunda manifestación de la excesiva onerosidad (hardship) se caracteriza por una reducción significativa del valor de la prestación recibida por una parte, incluyendo el supuesto en que la prestación ha perdido todo valor para la parte que la recibe […] Naturalmente que la disminución sustancial del valor de la prestación, o la pérdida total de su valor, puede responder a un cambio brusco en las condiciones del mercado […] o a la frustración de la finalidad a la que se destina la prestación. Y se agrega: Obviamente que la disminución del valor de la prestación ha de poder cuantificarse objetivamente. Un simple cambio de opinión de una parte respecto al valor de la prestación carece de importancia. La frustración de la finalidad de la prestación sólo se tomará en consideración cuando dicha finalidad sea conocida, o por lo menos debiera haber sido conocida, por ambas partes. Por lo anterior, podemos concluir que con este comentario los Principios tratan de conciliar dos fórmulas diferentes, pertenecientes a diferentes familias jurídicas, como son la doctrina de la frustración del contrato y la excesiva onerosidad. Por otra parte, el comentario 3 al artículo 7.1.7 precisa que éste debe ser interpretado junto con el capítulo 6, sección 2, de los Principios que se 57 Madrid Parra. “Comentario”, cit., p. 315. Jorge Oviedo Albán refiere a la excesiva onerosidad. Igualmente se hace referencia al comentario 6 al artículo 6.2.2, el cual señala que los conceptos de excesiva onerosidad y fuerza mayor podrían presentarse conjuntamente, caso éste en el que le corresponde a la parte perjudicada por los eventos extraordinarios decidir cuál de los recursos invocar. “Si alega la fuerza mayor (force majure) podría ser excusada de cumplir, mientras que si invoca la excesiva onerosidad (hardship), en principio lo hará con el propósito de renegociar los términos del contrato y mantenerlo en vigor, aunque adaptando las cláusulas del contrato a las circunstancias”. Como hemos indicado anteriormente, en sistemas jurídicos como el colombiano, la diferencia entre figuras como la fuerza mayor y la imprevisión contractual radica básicamente en que mientras en la primera los eventos fortuitos hacen de imposible cumplimiento la prestación, en el segundo se refieren a eventos que alteran la prestación, sin volverla imposible de ejecutar. Este comentario a los Principios parece optar, a nuestro juicio, por una especie de conciliación entre elementos extraídos de diferentes sistemas jurídicos, mezclando figuras como la frustración del contrato con la fuerza mayor, y de esa manera tratando de establecer que una alteración contractual puede dar lugar a una como a otra situación, y en últimas permitiendo a la parte perjudicada escoger entre las dos. Sin embargo, nosotros, y tal vez influenciados por la tradición jurídica en la que nos hemos formado, creemos que una lectura detallada de los artículos en mención permite llegar a una conclusión diferente a la propuesta en los comentarios a los Principios. Así las cosas, puede verse cómo el incumplimiento de las obligaciones, originado en un impedimento, ajeno a su control, libera de la ejecución a la parte perjudicada, mientras es la alteración de la base equivalente la que dará paso a la figura de la excesiva desproporción. Esta alteración no necesariamente puede ser un impedimento para el cumplimiento, razón por la cual no vemos por qué deban unos mismos hechos dar lugar a escoger entre una u otra figura. I I I . r e q u i s i t o s d e l a e x c e s i va o n e r o s i d a d El artículo 6.2.2, después de señalar la fórmula básica sobre la cual configurar la excesiva onerosidad, precisa una serie de requisitos que deben concurrir La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… con la alteración fundamental. Tal planteamiento puede dar lugar a dudas interpretativas, en razón a establecer si los requisitos deben concurrir todos necesariamente con la regla básica para que ocurra la excesiva onerosidad, o pueden faltar todos o alguno de ellos. En la primera traducción al castellano, el primer párrafo incluía la expresión “y, además, cuando”. En la segunda versión en castellano se ha eliminado dicha frase, dejando tan solo el “y”. Es decir, la excesiva onerosidad (hardship) ocurrirá cuando se presente la alteración fundamental y cuando ocurran los requisitos mencionados en dicho artículo58. Una interpretación de tipo meramente gramatical lleva a concluir que los requisitos son concurrentes con la fórmula básica establecida en el párrafo primero del artículo. Esta conclusión se puede apoyar además en el comentario 3, que lleva por título “Requisitos adicionales para que pueda presentarse la excesiva onerosidad (hardhsip)”, es decir: no basta la fórmula básica, sino en concurrencia con los requisitos allí enumerados. En la doctrina el profesor Madrid Parra sostiene: El concepto básico de excesiva onerosidad se encuentra en el párrafo primero del artículo 6.2.2. En los apartados (a) (b) (c) y (d) se especifican cuatro requisitos, todos ellos concurrentes, que han de darse para que se pueda afirmar la existencia de excesiva onerosidad y aplicar los efectos jurídicos contemplados en el artículo siguiente. Si falta uno cualquiera de los cuatro requisitos no se estará en presencia de un supuesto de excesiva onerosidad59. Así entonces, los requisitos en mención son los siguientes. A. los eventos tienen lugar o llegan a ser c o n o c i d o s p o r l a pa r t e e n d e s v e n ta j a d e s p u s d e l a c e l e b r a c i n d e l c o n t r at o El requisito hace referencia al desconocimiento sobre la ocurrencia de la causal de excesiva onerosidad, es decir, a que sea sobreviniente. Se puede asumir que 58 Madrid Parra, “Comentario”, cit., p. 314. 59 Ibíd., p. 315. Jorge Oviedo Albán si la parte deudora de la prestación celebra el contrato, contrata a sabiendas de la ocurrencia actual o futura de la circunstancia que altere o pueda llegar a alterar el equilibrio contractual, está asumiendo dicho riesgo. Invocar la excesiva onerosidad sería ir en contra de la regla rectora de los Principios, que es la buena fe consagrada en el artículo 1.7. En el comentario 3.a se señala además: “Si ya conocía los hechos al celebrar el contrato, dicha parte habría podido tomar las medidas oportunas y necesarias, por lo que no podría invocar la excesiva onerosidad (hardship)”. B. los eventos no pudieron ser razonablemente t e n i d o s e n c u e n ta p o r l a pa r t e e n d e s v e n ta j a e n e l m o m e n t o d e c e l e b r a r e l c o n t r at o Se trata de la cuestión referida a que los acontecimientos que generan la excesiva onerosidad, deban ser extraordinarios e imprevisibles, además de sobrevinientes, como se indicó en el comentario anterior. Ambos requisitos son consagrados en diferentes legislaciones, tal como se señala en varios códigos, como es el caso del artículo 1467 del Código Civil italiano, 1440 del Código Civil peruano, y 868 del Código de Comercio colombiano. Lo extraordinario del hecho que genera la excesiva onerosidad significa que el mismo no ocurre en circunstancias normales, y lo imprevisible, que las partes no pudieron prever su ocurrencia. Siguiendo a Scognamiglio, consideramos que dichos requisitos no pueden ser apreciados de manera demasiado rígida, sino que deberá apelarse a las circunstancias del caso, tales como “la naturaleza del contrato, las condiciones del mercado, etc., que permitan conmensurar la excepcionalidad del hecho, teniendo también en cuenta la capacidad de previsión de unos contratantes de aptitud mediana”60. Igualmente, y si se tratare de empresarios, deberá considerarse el conocimiento de estos del sector económico donde ocurriese la circunstancia, etc. Los Principios Unidroit insisten en este requisito, así como lo hace el derecho comparado, de que el hecho que origina la excesiva onerosidad debe 60 Renato Scognamiglio. Teoría general del contrato, Fernando Hinestrosa (trad.), Bogotá, Universidad Externado de Colombia, reimp. de la 1.ª ed., 1991, p. 377. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… ser extraordinario e imprevisible. Se pide que el desconocimiento de tales circunstancias sea “razonable”, o como se indica en el comentario 3.b, que “dichas circunstancias[…] hayan podido ser razonablemente conocidas por la parte en desventaja en el momento de celebrarse el contrato”. De manera coincidente señala Madrid Parra: “Se deberá estar, por tanto, a las circunstancias concretas que se daban en el momento de la contratación para determinar si los hechos futuros pudieron ser previstos o no en aquel momento anterior”61. C . l o s e v e n t o s e s c a pa n a l c o n t r o l d e l a pa r t e e n d e s v e n ta j a Tal requisito se refiere a que las circunstancias originadoras de la excesiva onerosidad sean irresistibles, esto es, que ocurriendo, las partes del contrato, o por lo menos la parte afectada con su ocurrencia, no puede hacer nada para controlarlas. Si efectivamente los hechos ocurriesen, y no obstante el ser extraordinarios e imprevisibles, pudieren ser controlados por la parte afectada, el no hacerlo implicaría actuar de mala fe, y en consecuencia no podría aquella invocar la excesiva onerosidad de la prestación. D. e l r i e s g o d e ta l e s e v e n t o s n o f u e a s u m i d o p o r l a pa r t e e n d e s v e n ta j a La autonomía de la voluntad en sentido material significa que las partes del contrato pueden determinar el contenido del mismo. Tal regla es reconocida por los Principios Unidroit, en el artículo 1.1. En el contexto analizado implicaría que las partes conocen y expresamente señalan la posible ocurrencia de un hecho que pueda llegar a afectar alguna de las prestaciones contractuales. En el comentario 3.d al artículo 6.2.2 de los Principios se indica: El verbo “asumir” señala claramente la necesidad de una declaración expresa al asumir el riesgo, aunque también puede ser una consecuencia directa de la 61 Madrid Parra. “Comentario”, cit., p. 316. Jorge Oviedo Albán naturaleza del contrato. La parte que celebra un contrato para llevar a cabo una operación de especulación debe aceptar correr ciertos riesgos, aunque en el momento de celebrar el contrato no haya tenido una noción cabal del riesgo que asumía62. Ahora bien, no obstante establecer el artículo 6.2.2 la regla básica y los requisitos para que opere la excesiva onerosidad y produzca los efectos que más adelante señalaremos, es del caso mencionar que en varias regulaciones se agregan otros que a pesar de que no aparecen claramente indicados en la norma en mención, sí son objeto de los comentarios oficiales, razón esta por la cual creemos que los requisitos no se agotan en los cuatro que hemos mencionado, sino que además deberán tenerse en cuenta los siguientes. E . p r e s ta c i o n e s p e n d i e n t e s d e c u m p l i m i e n t o El comentario 3.e al artículo 6.2.2. expresa: En razón de su naturaleza, la excesiva onerosidad (hardship) sólo será relevante respecto de prestaciones que todavía no han sido cumplidas. Una vez que una parte ha cumplido, ya no tiene derecho a alegar un incremento fundamental del costo de su prestación, o una disminución sustancial del valor de la prestación, ocasionadas por un cambio de circunstancias posteriores al cumplimiento. En la doctrina Madrid Parra está de acuerdo con esta interpretación, señalando: “Un pretendido efecto retroactivo podría dar lugar a un enriquecimiento injusto, ya que estarían aplicando los efectos de una excesiva onerosidad a unos momentos en que tal situación gravosa no se daba”. También se consagra el mismo requisito en el Código Civil peruano (art. 1440, el Código Civil argentino (art. 1198 d, modificado por la Ley 17. 711), y el Código de Comercio colombiano (art. 869). Personalmente considero 62 En igual sentido Madrid Parra: “Tal cláusula de asunción de riesgo suele incluirse en los contratos basados en la especulación. Quien especula hace una previsión del riesgo que está asumiendo”: ídem. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… que la figura de la excesiva onerosidad debería tener cabida incluso para las prestaciones cumplidas, en los eventos en que el deudor llegare a demostrar que cumplió apelando a esfuerzos inequitativos, acudiendo en consecuencia los efectos de la excesiva onerosidad. F. c o n t r at o s d e t r a c t o s u c e s i v o El artículo 6.2.2 no hace referencia a que la excesiva onerosidad quepa solo en los contratos de ejecución periódica o sucesiva. En las legislaciones extranjeras, como los artículos 1467 del Código Civil italiano, 1440 del Código Civil peruano y 869 del Código de Comercio colombiano, se requiere que se trate de contratos de ejecución periódica, sucesiva o diferida. En el comentario 5 al artículo 6.2.2, se señala: La excesiva onerosidad (hardship) suele tener importancia en los contratos de larga duración. Aunque este artículo no excluye expresamente la posibilidad de que la excesiva onerosidad (hardship) se aplique a otra clase de contratos, por lo general suele tener importancia en los contratos de larga duración, esto es, aquellos contratos en donde la prestación de por lo menos una de las partes debe realizarse a lo largo de cierto período de tiempo. I V. e f e c t o s d e l a e x c e s i va o n e r o s i d a d Los efectos de la excesiva onerosidad (hardship) están consagrados en el artículo 6.2.3 de los Principios, en los términos que pasamos a expresar. A . r e n e g o c i a c i n d e l c o n t r at o El primer efecto consagrado en el numeral 1 artículo 6.2.3 se refiere a la renegociación del contrato. Dispone el artículo: “En caso de ‘excesiva onerosidad’ (hardship), la parte en desventaja puede reclamar la renegociación del contrato. Tal reclamo deberá formularse sin demora injustificada, con indicación de los fundamentos en los que se basa”. Jorge Oviedo Albán Como se deriva de la lectura completa del artículo, esta renegociación a la que invitan los Principios debe darse directamente entre las partes del contrato, sin intervención de tribunal o autoridad judicial alguna63. Para proceder a tal reclamo, la parte que pretenda dicha renegociación debe actuar de buena fe, comportamiento que no solo entendemos derivado del principio general mencionado en el artículo 1.7, sino también de lo dispuesto en dicho artículo, al requerir que el reclamo se deba formular “sin demora injustificada”64. Actuar de manera diferente podría llegar a implicar que el destinatario de la reclamación pueda negarse, con fundamento en el actuar negligente de la parte en desventaja, a la renegociación, e incluso un tribunal ante quien se acuda, teniendo en cuenta la posibilidad referida en los numerales 3 y 4 que mencionaremos, negar dicha pretensión. Debe agregarse, siguiendo lo expresado en los comentarios oficiales: No es admisible un reclamo de renegociación cuando el mismo contrato ya contiene cláusulas que prevén la adaptación automática del contrato (v. gr. una cláusula de indexación del precio para el supuesto de que ocurran ciertos eventos) […] Sin embargo, puede proceder la renegociación en este supuesto si la cláusula de adaptación incorporada al contrato no contempla los hechos que ocasionan la excesiva onerosidad (hardship). B . n o s u s p e n s i n d e l c u m p l i m i e n t o d e l c o n t r at o El numeral 2 artículo 6.2.3 indica: “El reclamo de renegociación no autoriza por sí mismo a la parte en desventaja para suspender el cumplimiento”. 63 También en los Principios Europeos se sigue esta tendencia, obligando a las partes a entablar negociaciones para adaptar el contrato o ponerle fin, antes de acudir a un tribunal. Cfr. num. 2 art. 6.111. 64 Téngase en cuenta que en el caso del Código Civil peruano, artículo 1445, la acción por excesiva onerosidad de la prestación caduca a los tres meses de producidos los acontecimientos extraordinarios e imprevisibles. Aunque en los Principios Unidroit no se señala un término exacto, en el comentario 2 al artículo 6.2.3 se indica: “El plazo para reclamar la renegociación dependerá de cada caso en particular. Si las circunstancias se han presentado progresivamente, el término será mayor”. La excesiva onerosidad sobreviniente (“hardship”) en los Principios Unidroit… Según se indica en el comentaio 4 al mencionado artículo, esto busca evitar posibles abusos con la reclamación por excesiva onerosidad, procediendo la suspensión solo en el caso de ocurrencia de circunstancias extraordinarias65, las cuales, creemos, deberán probarse debidamente. C. solucin judicial o arbitral El numeral 3 artículo 6.2.3 indica que si no pudiere llegarse a un acuerdo, dentro de un tiempo prudencial, cualquiera de las partes puede acudir a un tribunal. Para entender este artículo, téngase en cuenta que según el artículo 1.10 la expresión “tribunal” incluye un tribunal arbitral. También debe tenerse en cuenta, como se aclara en el comentario 6, que la correspondiente reclamación ante un tribunal puede ser interpuesta sea por la parte afectada con la circunstancia o por el destinatario de dicha reclamación, que se opusiere a la misma. En tal caso, y como dispone el artículo 6.2.3 en el numeral 4, el tribunal correspondiente podrá optar por alguna de las siguientes soluciones “si lo considera razonable”, en caso de determinar que se presentó excesiva onerosidad: a. Resolver el contrato en fecha y condición a ser fijadas. b. Adaptar el contrato con miras a restablecer su equilibrio. En el derecho comparado, las posibilidades son variables. Así, mientras en el artículo 1467 del Código Civil italiano el demandante puede solicitar la resolución del contrato con sus efectos correspondientes, en el Código de Comercio colombiano (art. 868) el demandant puede tan solo pedir la revisión del contrato, y es el juez el que entrará a determinar el reajuste o terminación, apelando a criterios objetivos, tales como las circunstancias del caso y la equidad. En el Código Civil peruano, por su parte, el artículo 1440 da la posibilidad a la parte perjudicada de solicitar al juez que reduzca o aumente la prestación, a fin de que cese la excesiva onerosidad, y si ello no fuere posible por la naturaleza de la prestación, por las circunstancias, o si lo solicitara el demandado, el juez decidirá la resolución66 del contrato. 65 De la misma opinión es Madrid Parra. Ob. cit., p. 319. 66 Ibíd., p. 321. Jorge Oviedo Albán Personalmente me parece que son más adecuadas las soluciones señaladas en el Código colombiano, como en los Principios Unidroit, puesto que es el tribunal judicial o arbitral el que objetivamente entrará a determinar lo que objetivamente se considere más equitativo, y que mejor atienda a las necesidades e intereses de las partes y del contrato. La razonabilidad del juez puede conducir a que encuentre que ninguna de las dos opciones anteriores cabe, y por tanto ordene a las partes reiniciar las negociaciones. Esta posibilidad, aun cuando no aparece señalada en el artículo en comento, es admitida en los comentarios oficiales en los siguientes términos: El parágrafo 4 de este artículo establece expresamente que el tribunal podrá resolver o adaptar el contrato siempre que lo encuentre razonable. Las circunstancias podrán ser tales que ni la resolución ni la adaptación del contrato sean apropiadas, por lo que la única solución factible sería o bien ordenar a las partes que reasuman las negociaciones a fin de llegara un acuerdo acerca de la adaptación del contrato, o bien convalidar los términos del contrato originalmente pactado. Finalmente, y a pesar de que en los Principios Unidroit no se señale expresamente tal posibilidad, podría pensarse, como sí se establece en los Principios europeos, el que el tribunal otorgue una indemnización de perjuicios por las pérdidas sufridas a causa de la negativa de una de las partes a negociar o de la ruptura de las negociaciones que sea contraria a la buena fe y a la lealtad. bibliografa Albiez Dhorman, Klaus Jochen. “Un nuevo derecho de obligaciones. La reforma 2002 del bgb”, Anuario de Derecho Civil, Madrid, julio-septiembre de 2002. aa. vv. Compraventa internacional de mercaderías. 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Ahora bien, a pesar de que la expresión utilizada tal vez no sea la más conocida, es de uso más que frecuente en diversos países y diferentes sectores del derecho; ejemplo de ello son los diferentes programas de asistencia técnica de instituciones multilaterales tales como el Banco Mundial y su proyecto de reforma de la justicia2, e históricamente la adopción de los códigos franceses (civil y de comercio) en todo el mundo, que puede ser el caso más obvio3. En la actualidad y dentro del campo del derecho de los negocios existen varias manifestaciones de los trasplantes legales, como son las leyes uniformes emitidas por Unidroit, Banco de Desarrollo y de Reconstrucción Europeo, las que conllevarán un trasplante legal en el momento en que sus contenidos sean acogidos por la legislación de un país. * Abogado de la Universidad de Burgos (España). Máster en dirección de comercio internacional de esic (Valencia-España), máster en derecho de los negocios internacionales (lla), London School of Economics (Reino Unido). Actualmente asesor legal. 1 Un buen summaries sobre trasplantes con énfasis en Estados en vías de transición se encuentra en T. Waelde y J. Gunderson. Legislative Reform in Transition Economies: Western Trasplants: Short-cut to Social Market Economy Status?; y en A. Seidman, R. B. Seidman y T. Waelde (eds.). Making Development Work: Legislative Reform for Institutional Transformation and Good Governance, Kluwer Law International, 1999, pp. 84 a 90. 2 [www.worldbank.org/legal/leglr/index_english.html]. 3 Comparación que han realizado algunos académicos con el trasplante de órganos: “We speak of trasplanting the cornea of an eye, the trasplanting of a kidney, even the trasplanting of the heart. But no one ever says that the carburettor or a wheel is trasplanted from one car to another, though here too part of an entity which serves a purpose is taken out of one specimen and inserted into another specimen of the same species […] It makes sense to ask whether the kidney can be ‘adjusted’ to the new body or whether the new body will ‘reject’ it - to ask these questions about the carburettor is ridiculous. Do these questions of adjustment and rejection arise in the situation in which we are interested here, the trasplantation of transfer of foreign institutions? Do they belong to the category of the kidney or to that of the carburettor?”: Kahn-Freund, 37 mlr, pp. 5 y 6. Trasplantes legales: un análisis de la ley sobre garantías en el contexto chino La estructura de este escrito parte del concepto de trasplante legal y los aspectos más relevantes de su implementación en un proceso de cambio legislativo, donde surgen preguntas sobre el fondo de la norma a ser implantada así como sobre la forma de hacerlo. El siguiente paso será el de analizar las posturas de la doctrina respecto de los trasplantes legales y su factibilidad, para posteriormente identificar las áreas del derecho en que es más conveniente su aplicabilidad. Posteriormente se perfilará el estudio del caso chino4, en el que no se ha pretendido exponer el proceso de implantación de la ley en sí mismo, sino analizar dicha norma una vez ya ha sido asimilada por el ordenamiento jurídico, de manera que se busca observar los contenidos y trasladarlos al contexto político, social y legal chino, con el objeto de conocer efectivamente si ha funcionado el experimento. Para el fin perseguido se debe hacer referencia al contexto histórico-legal de este país, con miras a pasar a la revisión de la ley sobre garantías, más concretamente, sobre garantías sobre bienes muebles, por la importancia para el desarrollo económico y empresarial de un país. A . d e f i n i c i n y a s p e c t o s m s r e l e va n t e s 5 Trasplante (o préstamo) legal es un término que ha sido utilizado para denominar la importación de modelos legislativos, conceptos, tendencias o quizás lenguaje legal de una jurisdicción a otra, típicamente a través de oficinas de expertos en el país de origen o programas de asistencia técnica promovidos por gobiernos e instituciones multilaterales. En algunos países se ha dado o se está dando el llamado proceso de transición; como es el caso de los países de la Comunidad de Estados Inde- 4 Cabe recordar que este estudio se ha realizado antes del evento que supuso un cambio radical en la legislación china, la admisión de la propiedad privada a nivel constitucional. (14 de marzo 2004). Para más información cfr. los siguientes artículos: [www.wsws.org/ articles/2004/apr2004/npca02.shtml] y [www.rieti.go.jp/en/china/03111001.html]. 5 Notas extraídas de seminarios impartidos por Scott Newton. Javier Picó Mendi pendientes (antigua Unión Soviética), ciertos países árabes (Yemen) y China, que se analizará en profundidad al final de este documento. La palabra transición adquiere una especial fuerza en estos países, en el contexto de una reconfiguración total del marco legislativo de una economía planificada a una economía de mercado. Esta reconfiguración ha de tener por definición alguna forma de trasplante; ciertamente este término parece ir unido (aunque no necesariamente) a una transición. Los factores que van a marcar esta transición son de diferente índole: por un lado nos encontramos con las propias fuerzas de los mercados internacionales y el efecto integrador de la globalización (integración de los mercados), y por otro lado con las presiones de diferentes Estados de primer orden, así como de instituciones multilaterales, para que se dé el proceso de transición a economías de mercado mediante el instrumento de los trasplantes legales. Por lo tanto, cabría decir que la existencia y uso de los trasplantes legales es hoy en día una realidad. En los procesos de trasplante así como en los de transición, los trabajos llevados a cabo para tal efecto intentan poner énfasis en la legalidad más que en la legitimidad. Aquellas personas que trabajan en reformas legislativas en numerosas ocasiones han observado un cierto orden de preferencia, acudiendo en primer término a criterios de legalidad, en segundo término a criterios de política pública y, por último, a criterios de legitimidad. Así, tanto los actores externos como los internos, participantes en estos procesos, han mostrado una tendencia a tratar el proceso de trasplante o reforma legislativa en principio en términos legales formales, lo que significa que están ocupados fundamentalmente en asuntos de legalidad o técnica legal: la consistencia de las nuevas leyes con las leyes internas existentes, la calidad de la redacción, la fidelidad a la función económica que le ha sido asignada y la capacidad legal para hacer cumplir, prohibir, organizar y regular el comportamiento o práctica respectiva. Al mismo tiempo, se observa que el significado de asuntos sobre política pública es de importancia secundaria (el rationale económico o social sobre una ley concreta, su función en el sistema para localizar bienes y regular relaciones). Los actores en mención han dejado a un lado cuestiones tales como la justificación de la autoridad en cuyo nombre la ley es emitida, el trasfondo político del proceso de elaboración legislativo, o el grado de atención a los principios de deliberación, transparencia y revisión. Pero una pregunta persiste: ¿puede Trasplantes legales: un análisis de la ley sobre garantías en el contexto chino ser asegurada la legitimidad de un régimen legal joven simplemente sobre la base de su legalidad formal? Atención ha de prestarse al proceso y a la política que traen a discusión el problema de las instituciones encargadas de la emisión de las nuevas leyes, el cual sirve como fundamento de los comentarios venideros. ¿Quiénes son los actores y cuáles son sus roles en el proceso de transformación legal? ¿Qué tan diferentes estos de aquellos procesos que se dan en democracias desarrolladas donde la redacción legal es campo para expertos especializados y el íter es adelantado presumiblemente de una manera racional y legítima? En conclusión, un examen exhaustivo del proceso de creación legislativa puede revelar la tensión entre legalidad técnica y legitimidad política como un aspecto importante de derecho del Estado en países en transición, lo cual hace de su ejecución, aceptación y significación práctica algo problemático. B. posturas doctrinales Roscoe Pound: “History of a system of law is largely a history of borrowings of legal materials from other legal systems and of assimilation of materials from outside the law”. R. H. Lowie: “Cultures develop mainly through borrowings due to chance contact”. En esta sección se presentarán las opiniones de respetados académicos dentro del campo del derecho comparado, referentes al término o efecto de los trasplantes legales, se hace mención al papel central que juega el derecho comparado en esta materia y viceversa, pero no es objeto de este documento el analizar los fundamentos y el rol de tal rama del derecho. Se debe aclarar que el derecho comparado va a permitir a los juristas, especialmente en el marco de reformas legales, prever el resultado del préstamo de previsiones de otros sistemas legales. En lo que hace a las posturas doctrinales de la materia los académicos se encuentran divididos a este respecto, algunos están en contra del concepto de trasplantes legales, al considerar que no funcionan puesto que el derecho es cultura; otros por su parte adoptan una posición intermedia. Algunas de estas posturas son: Javier Picó Mendi A favor: el trasplante es posible (el trasplante es quizás un factor importante y común en el cambio legal de un país). La recepción del derecho romano en Europa Occidental demuestra que los trasplantes son viables. “La recepción muestra que las normas legales pueden ser prestadas muy exitosamente cuando las circunstancias relevantes de tipo social, económico, geográfico y político del receptor son diferentes de aquellas del sistema donante”: Watson6. Tras esta afirmación el autor enumera algunos ejemplos de la historia del derecho y cita a Japón como el ejemplo de una transferencia exitosa: “Lo que ha contado para la rapidez del éxito de este trasplante en general ha sido el deseo de Japón para ello, no su conocimiento del contexto político de las leyes de Francia y Alemania con respecto al existente en Japón”. En este punto la pregunta es: ¿funciona del mismo modo? Es decir, ¿es igual el principio de buena fe en Alemania y en Japón?7. “Alan Watson […] provee adicionalmente rica evidencia histórica al expresar que la transferencia de instituciones legales entre sociedades ha tenido un enorme éxito histórico, aun cuando las sociedades han mostrado una diversidad de estructuras socio-económicas”8. “Los trasplantes son en realidad la fuente más fértil de desarrollo. Muchos cambios en muchos sistemas legales son el resultado de esta labor de tomar prestado”: Watson. En contra: los trasplantes no pueden funcionar: “el derecho es cultura”. Esta postura viene defendida principalmente por Seidman y Legrand: en su opinión las culturas no pueden ser transferidas; el derecho es parte de la cultura, por lo tanto no puede cederse. Por ello se afirma que los trasplantes legales son imposibles9. 6 Alan Watson. Legal Trasplants: An Approach to Comparative Law, 2.ª ed., Athens, University of Georgia Press, 1993, caps. 4.º (“Introduction to Legal Trasplants”) y 16 (“Some General Reflections”). 7 Se encuentran ejemplos históricos: Oriente Medio, derecho romano en Egipto, recepción del derecho romano en Escocia, y del derecho inglés en Nueva Zelanda. 8 Günther Teubner. “Legal Irritants: Good Faith in British Law or how Unifying Law Ends Up in New Divergences”, 1998, 61 mlr 11, pp. 14 a 18, acá p. 15. 9 Pierre Legrand. “European Legal Systems are not Converging”, 1996, 45 iclq 52. Trasplantes legales: un análisis de la ley sobre garantías en el contexto chino Seidman10, por su parte, habla del “derecho de no transferibilidad del derecho”: “las mismas normas de derecho y sus sanciones en diferentes tiempos y lugares, con diferentes ambientes físicos e institucionales, no inducirán al mismo comportamiento sobre su rol en diferentes tiempos y lugares”; “los trasplantes legales prácticamente nunca funcionan”; dicho derecho casi siempre falla: “inducir en su nuevo hogar comportamientos similares a los que induciría en su lugar de origen”. Teubner11 describe la opinión de Legrand en los siguientes términos: “las convergencias son observables al nivel de normas legales e instituciones, pero para aquellas estructuras más profundas del derecho, cultura legal, mentalidad legal y lo inconsciente del derecho como se expresa en las mitologías legales, se mantienen históricamente únicas y no pueden ser superadas”. Otra opinión relevante es la de Woodman12 sobre el caso de trasplantes intentados en Ghana: “Generalmente el derecho implementado debe haber parecido incomprensible, irracional y disfuncional. Esto continúa siendo el caso hoy en día, 35 años después el aparato estatal pasó bajo el control de los gobiernos indígenas”. Otras citas interesantes y que pueden ayudar a dejar más claras estas opiniones doctrinales son las siguientes: La profundidad de la diferencia fundamental de las mentalidades entre derecho civil y common law puede ser captada mejor si nos aproximamos a ellos como a dos morales: Legrand. El derecho civil y el common law deben, por lo tanto, ser vistos como dos formaciones epistemológicas discretas […] Estas epistemologías están condicionadas por y constantemente reafirmadas en su vuelta, profundamente arraigadas en las visiones del mundo dentro de las sociedades en las cuales se han desarrollado, 10 Seidman, Seidman y Waelde (eds.). Making Development Work: Legislative Reform for Institutional Transformation and Good Governance, cit. 11 Teubner. “Legal Irritants: Good Faith in British Law or How Unifying Law Ends up in New Divergences”, cit., pp. 14 a 18, acá p. 14. 12 G. R. Woodman. Essays in Ghanaian Law, Legon, University of Ghana, 1976, xii, p. 273. Javier Picó Mendi hasta el punto que cuando ellos son encontrados (no por sorpresa), debería pensarse un patrón de congruencia entre una cultura legal y una cultura tout court: Legrand13. Postura ecléctica. Los trasplantes son contemplados en función de las condiciones existentes en el momento de implementación. Dependerá en gran medida de las circunstancias en las que el derecho es trasplantado; por ejemplo, el proceso colonial impuso derecho en circunstancias desfavorables: “el common law al ser implantado fue en alguna medida derecho imperial más que derecho inglés”: Woodman. Además de las circunstancias en las cuales se desarrolla el proceso de trasplante, también habría que tener en cuenta los grados de transferibilidad de los preceptos o instituciones legales (Kahn-Freund). La transferibilidad depende de “qué tanto la norma está unida con la estructura de poder extranjero”: como ejemplos se cita el divorcio, con un enorme éxito, y otros, como reformas laborales, que no lo han obtenido. Por lo tanto la condicionalidad viene marcada por las circunstancias de cada caso y los grados de transferibilidad existentes. La copia simple de una ley acarrearía numerosos problemas de implementación, por lo tanto sería aconsejable realizar una labor más profunda de estudio de las circunstancias políticas, legales y sociales del Estado receptor. Todo ello con miras a una mejor labor de adaptación de la norma a su nuevo contexto. Como conclusión, se pueden citar además: No podemos dar por sentado que normas o instituciones son trasplantables […] (El uso del método comparativo) requiere un conocimiento no solo del derecho extranjero, sino también de sus contextos social y político. El uso del derecho comparado para propósitos prácticos se convierte en un abuso solo si está informado por un espíritu legalista el cual ignora este contexto del derecho (Kahn-Freund). Sería relativamente un ejercicio simple el copiar directamente los derechos de los trabajadores alemanes. Pero mucho más arriesgado es realizar un trasplante 13 Pierre Legrand. “Against a European Civil Code”, 1997, 60 mlr 44. Trasplantes legales: un análisis de la ley sobre garantías en el contexto chino del modelo alemán de representación de los trabajadores al nivel de la junta directiva de una empresa. Las formas institucionalizadas de participación de trabajadores en Europa parten de una premisa basada en una afirmación fundamental que algún interés común existe entre los trabajadores y la dirección. Las normas laborales de sistemas legales basados en el common law a menudo parten de lo opuesto (Vranken)14. C. t ra s p la n t e s l e g a l e s e n e l d e r e c h o c o m e rc i a l Se ha visto que las áreas en donde los trasplantes son de mayor interés son aquellas en las cuales no se está demasiado atado a la vida privada de las personas, esto significa, por supuesto, que la esfera más importante de los trasplantes legales es el derecho comercial. Así en palabras de Kahn-Freund: Hoy en día existe lo que M