Conferencia magistral de la Doctora Alba Luz Ramos Vanegas, magistrada presidenta de la Corte Suprema de Justicia y Coordinadora de la Comisión de Género del Poder Judicial en el inicio del Curso de Postgrado “Violencia de Género: Intrafamiliar, Delitos Sexuales y Trata de Personas”. Quiero en primer lugar agradecer la invitación que me ha hecho la Escuela Judicial para impartir esta conferencia inaugural del postgrado “Violencia de Género: Intrafamiliar, Delitos Sexuales, y Trata de Personas”, dirigido a docentes multiplicadores de la materia penal. De forma especial quiero agradecer a la Organización de Estados Iberoamericanos por medio de su directora Milú Vargas, por la dedicación y empeño para la realización de este curso financiado con fondos de AECID/OEI a través del proyecto “Atención integral a víctimas de violencia de género”. Esta conferencia inicial de este curso de postgrado la queremos desarrollar con un enfoque integral de los derechos de la mujer. Para ello, queremos en primer lugar una breve introducción histórica de los derechos de la mujer, en segundo lugar, quiénes y cómo están aplicando la perspectiva de género en el desarrollo de las instituciones del sector justicia y en tercer lugar, la respuesta que se brinda en la protección de los derechos de las mujeres que viven violencia. La libertad de pensar y de actuar sin sometimiento sin subordinación de un sexo a otro, es fruto de las luchas de las mujeres que se resistieron a admitir que el reconocimiento y la titularidad de los derechos civiles y políticos eran para los hombres libres educados y con dinero. En el siglo XVIII algunas mujeres demandaron la igualdad de derechos. El ejemplo que siempre me gusta poner es el de Olimpe de Gouge de Francia, que en 1769 proclamó la declaración de los derechos de las mujeres y las ciudadanas cuando consideró que en la declaración de los derechos del hombre, las mujeres estábamos excluidas. Las mujeres del mundo por tanto llevan centenas de años luchando para se eliminen las barreras que impiden el ejercicio y protección de sus derechos, aunque muchas aún no ejercen con plenitud su ciudadanía en todo el mundo. En Nicaragua, la evolución de los derechos de las mujeres es muy reciente. Por ejemplo, el ejercicio del sufragio fue exclusivo para el hombre ciudadano hasta el año 1950. Las mujeres de entonces no existían como sujetos de derecho. Fue en la Constitución de 1950 en donde se reconocen los derechos laborales, igual trabajo por igual salario, la protección de la maternidad y por primera vez, se habilita a las mujeres para elegir y ser electa. En consecuencia, el derecho ha sido concebido como una institución patriarcal que se expresa en el conjunto de normas, creencias, costumbres y pensamientos derivados de una misión masculina. Esta institución determina en las normas las relaciones sociales, derechos y obligaciones, el control y disposición de bienes por lo que el derecho tiene poder para crear, distinguir o inhibir mediante normas prohibitivas y discriminatorias en asuntos tanto del ámbito de las relaciones familiares, comerciales, laborales y políticas para quienes están excluidos de los grupos de poder, entre ellos, las mujeres. Las diversas constituciones existentes en Nicaragua desde 1939, han establecido el derecho de igualdad ante la ley, sin embargo, esta misma ley establecía que la igualdad para las mujeres era en razón de su naturales y el bien de su familia, lo cual constituyó un obstáculo para que las mujeres ejercieran sus derechos sin discriminación alguna. La Constitución Política de Nicaragua de 1987, al igual que todas las constituciones de América Latina, declaran entre sus principios la igualdad formal en el goce, disfrute y ejercicio de los derechos humanos de las personas, el legislador cambió el referente hombre por persona abandonando el lenguaje masculino por uno que incluye como titulares de derecho a hombres y mujeres. El principio de igualdad y no discriminación es la base para el ejercicio y cumplimiento de nuestras funciones en la tutela de derecho de las personas tal como lo manda el artículo 27 y 48 de la Constitución. Ambos constituyen el fundamento constitucional referido a la igualdad y no discriminación en la titularidad, en el ejercicio y protección de los derechos de las personas. Los principios de igualdad y no discriminación son entonces los cimientos jurídicos para que el poder legislativo apruebe leyes en el ámbito civil, penal, laboral, económico, social y cultural que fomente la igualdad entre hombres y mujeres sin discriminación alguna, para que las instituciones del estado atiendan las necesidades y protejan los derechos de hombres y mujeres corrigiendo las desigualdades evidentes en que se encuentran las mujeres fomentando políticas que mejoren el desarrollo humano ya sea de forma especializada o como una política general y para modificar los patrones culturales, sociales y políticos que justifica discriminar a las personas. Aplicación de la perspectiva de género en el desarrollo de las instituciones del sector justicia y la respuesta que se brinda en la protección a las mujeres. Este es el segundo aspecto que debíamos abordar en esta conferencia y son las medidas y acciones que buscan la protección de los derechos de las mujeres en el ámbito institucional, subrayando que algunas de estas propuestas provienen de las demanda s de organizaciones de las mujeres. Estas respuestas también provienen de las mujeres que estaban y estamos en cargos de dirección en las diferentes instituciones del Estado, sobre todo en las del sistema de justicia penal. En lo que concierne a la Policía Nacional, tenemos que referir que esta institución es pionera en la incorporación del principio de equidad de género en su funcionamiento interno y en la especialización del servicio para la mujer desde los años 90. Un resultado de esto fue la creación de las comisarías de la mujer y la niñez tomando en cuenta que la violencia intrafamiliar y sexual era un problema de seguridad ciudadana. Partiendo de que la violencia intrafamiliar y sexual era un problema de seguridad ciudadana es que la policía se convierte en pionera y crea las comisarías de la mujer. A nivel interno, se creó el Consejo Consultivo de Género el 8 de marzo de 1996, instancia consultiva de análisis y discusión. En ese tiempo, dirigido por la comisionada Sacasa llevó a cabo el análisis y discusión de las inquietudes, intereses y problemática de las mujeres en la institución policial. Esta experiencia resultó exitosa y la institución en ese tiempo ganó el premio a la mejor política de equidad de género en América latina otorgado por el BID en el año 2005. En lo que se refiere al Ministerio Público, en esta institución se creó la Unidad Especialidad de Violencia de Género y la Oficina de Atención Especializada a la Víctima del Delito. Ella también dictó las directrices en materia de violencia intrafamiliar, aprobó el protocolo de actuación de la gestión fiscal en la parte investigativa y judicial llamada violencia de género y suscribió el protocolo de actuación con el objetivo de obtener una herramienta de trabajo y consulta para coordinar la actuación de los jueces, fiscales, policías y médicos forenses. Este protocolo lo firmamos todas las instituciones del sistema de justicia penal que éramos miembros de la Comisión Interinstitucional y fue promovido por la Corte Suprema. En lo que concierne al poder judicial, en 1994 esta institución inicia el proceso de sensibilización de género para los jueces, precisamente con Ilanud para identificar los obstáculos que limitan o impiden el acceso de las mujeres a la justicia, para poner en marcha medidas que mejoren la protección de derechos de hombres y mujeres. Desde el año 2003, las mujeres de la Corte Suprema de Justicia venimos trabajando poco a poco en institucionalizar la perspectiva de género en la actividad judicial por intermediación de la Comisión de Género. Estamos impulsando la idea de una justicia equitativa para hombres y mujeres, por ello, aprobamos y se está implementando la política de género del poder judicial y ahora, como estamos viendo, la Escuela Judicial, también está involucrada en este postgrado cada vez comprometida con aplicar la justicia de género en el poder judicial. A pesar de estas medidas, durante las consultas de la ley integral contra la violencia hacia la mujer, en los departamentos de Chontales, Rivas, Estelí y Boaco, policías, jueces y fiscales de ambos sexos participantes en la consulta, expresaron conceptos, prejuicios y valores que reflejan un total desconocimiento de las necesidades de las mujeres y actitudes machistas que evidencian la desprotección en que pueden estar las mujeres víctimas de violencia. Todo lo que expresaron fue encubierto con argumentaciones y afirmaciones jurídicas propias de personas que desconocen el fenómeno de la violencia y más bien justifican y toleran el daño que produce la violencia en la vida de las mujeres. Esta situación nos ha llevado a revalorar las estrategias de formación judicial impulsadas para alcanzar el cambio de actitud de las y los funcionarios que están obligados a ser verdaderos servidores públicos y cumplir con la obligación de tutelar los derechos de las mujeres sin discriminación alguna. Por ello es trascendental que la Escuela Judicial se esté ocupando de poner en marcha este eje dos de la política de género como decía antes, capacitar con perspectiva de género a funcionarios y funcionarias, servidores y servidoras del poder judicial. Este es el mandato por el cual hoy estamos inaugurando con la Escuela Judicial este postgrado que se oferta en la modalidad de los cursos de formación continua y que tiene como prioridad la especialización del derecho penal y procesal desde la perspectiva de género con especial énfasis de los delitos vinculados con la violencia de género; violencia intrafamiliar y sexual y trata de personas. Estamos obligados a mejorar las investigaciones policiales y evitar procesos judiciales revictimizantes, estamos obligados a superar la aplicación inadecuada e incoherente de leyes, especialmente en el ámbito de los delitos contra la vida, la libertad sexual e integridad causada por la violencia hacia las mujeres. El último estudio realizado a 525 sentencias sobre los delitos de violencia sexual e intrafamiliar del año 2010 que realizó la comisión de género del poder judicial con el apoyo de UNFPA, nos plantea una reflexión seria de la actuación del sistema de justicia penal, a saber: Un 36.95 por ciento de la muestra corresponde a delitos contra la libertad e integridad sexual y de violencia intrafamiliar, pero este delito resultó con menor sentencia condenatoria. En el 98 por ciento de los casos el sujeto activo fue un hombre. Las sentencias absolutorias y sobreseimientos representan un 63 por ciento. Tenemos que ver qué motivó esas resoluciones absolutorias. El 15 por ciento de ellas señala que no hubo actividad probatoria lo cual indica que hay dificultad para probar el delito. 46 por ciento se resolvió por clausura anticipada de conformidad con el artículo 305 CPP, o sea, insuficiencia de prueba también, y en un 15 por ciento hubo alguna prueba lo cual plantea la necesidad de un estudio a fondo sobre la valoración científica de la prueba. Aquí lo que estamos viendo claramente es que no se está aplicando lo que el CPP dice ni lo que dice el Protocolo de Actuaciones que fue aprobado por la Corte Suprema de Justicia y que ha tenido mucho rechazo por parte de los judiciales alegando cosas totalmente falsas, incluso que no está basado en el Código Procesal Penal, cuando si está basado en el Código Procesal Penal. En el Código Procesal Penal y en el protocolo se remarca que la declaración de la víctima debe ser tenida como una declaración testimonial entonces, si en la mayoría de los casos la sentencia absolutoria se basa en que hay falta de pruebas, estamos claros que estos delitos no se cometen en público, se cometen en privado, salvo aberraciones muy claras donde se dan en público, lógicamente, si los jueces se cierran en no aceptar la declaración de la víctima como una prueba testimonial nunca va a haber prueba en estos delitos. Por eso la importancia que profundicemos en la valoración probatoria en este tipo de delitos. En esta representación del 63 por ciento de sentencias absolutorias y de sobreseimiento tenemos que el 96 por ciento de estas sentencias son de sobreseimiento, en 123 sentencias se decretó la extinción de la acción penal como causal, la mediación representa el 43.90 por ciento del sobreseimiento, o sea que es una de las más frecuentes causas de la extinción penal. Ya sabemos que en estos delitos graves no debe haber mediación. Se registra una tendencia a dictar el sobreseimiento a partir de la expresión verbal de haber realizado mediación ya sea por parte de la víctima o de la fiscalía con la persona acusada, sin consignar esta mediación en acta o presentarla al juez, simplemente diciendo “ya hicimos mediación” y con solo ese simple hecho ya se dicta el sobreseimiento. Hay casos en que la autoridad judicial fundamentó su sentencia de sobreseimiento por extinción de la acción penal en la mediación en delitos en los que ésta no procede como son la violación agravada y la violencia intrafamiliar con resultados de lesiones típicas graves tal como lo establece el artículo 156 del Código Procesal Penal. En el primer caso bastó que la esposa se presentara a expresar verbalmente que ya había hecho mediación con el esposo para que se dictara la sentencia, o sea la hizo en la casa parece, lo cual podría reflejar que el juez o la juez, no concibe la violación dentro del matrimonio y que en todo caso se trata de un delito privado susceptible de mediación, o así lo concibe el juez cuando en realidad es un delito de orden público. La segunda causa más frecuente de la extinción de la acción penal es por plazo máximo de duración del proceso, eso representa el 26.83 en donde no se dictó sentencia en el plazo legal establecido. Aquí estaríamos en presencia de algunos subterfugios legales para dictar el sobreseimiento, dejar pasar el tiempo para que se venza el término. En quince sentencias se declaró la extinción de la acción penal por renuncia o perdón de la víctima cuando no era procedente hacerlo, volvemos a lo mismo. Igual que lo señalado en la mediación, estas resoluciones se generan a partir de la manifestación verbal o escrita de la víctima ante el Ministerio Público o ante el juez. El colmo de todo es la sentencia por un estupro que se cerró por el perdón de la víctima en virtud de la aplicación del Código Penal de 1974, que si permitía el perdón en ese tipo penal pero que el caso ya se había cometido en el año 2009, cuando ya estaba vigente el Código Penal del 2008. Así es que, como vemos, creo que necesitamos más que un postgrado. El mayor número de sentencias condenatorias, 126 de las 194, se dictaron por fallo, de manera que la mayor parte de los casos, 72 por ciento (126 de 175) fueron a juicio y se evacuó toda la prueba. De ello deducimos que cuando hay prueba suficiente los fallos son condenatorios. Pero ¿Qué cosa es prueba suficiente? O sea, como que hubiera habido un homicidio en la vía pública con testigos y demás, pues, sin tomar en cuenta la naturaleza propia de estos delitos, su contexto cultural y social en que se dan, o sea no aplicamos la perspectiva de género en este tipo de delito. La admisión de hecho y el acuerdo representan el 40 por ciento de las sentencias condenatorias respecto a la aplicación del acuerdo como criterio de oportunidad, es conveniente reflexionar sobre su alcance y el rol que está desempeñando la autoridad judicial en su aprobación a partir de los siguientes ejemplos, o sea, el principio de oportunidad está establecido en nuestra legislación y se debe aplicar correctamente. En una de las sentencias estudiadas, el acusado admitió su responsabilidad y fue declarado por varios delitos, sin embargo, se le impuso pena por uno solo. Si el admitió su responsabilidad en todos los delitos, es cierto que la ley admite que se le baje la pena pero a cada uno de los delitos en que admitió su responsabilidad. En otro caso de violación se impuso la pena que correspondía al delito de abuso sexual, ningún código está autorizando eso. Si bien la aplicación de este principio permite disminuir la sanción penal y su disminución debería aplicarse a cada delito admitido, de acuerdo al artículo 78 y 81. Otros ejemplos, en un caso de violencia intrafamiliar con resultados de lesiones físicas leves y lesiones físicas gravísimas, las sanciones aplicadas al acusado no constituyen pena en la legislación penal vigente como son; compromiso de no volver a maltratar o amenazar a la víctima, no acercársele, abandonar el hogar y someterse a terapia sicológica por dos años. Se inventaron penas, estaban aplicando unas sanciones inexistentes. Continua sin uso el Protocolo de Actuaciones, como ya decía antes, el delito de maltrato familiar y agresiones sexuales, el estudio revela que solo en 10 sentencias de las estudiadas se hizo mención del mismo, en muchas de esas fue la misma judicial la que hizo mención del protocolo. Hay que darle un premio, es de Chinandega. Es conocido que el protocolo busca propiciar el uso de buenas prácticas que ayudan al juez a una aplicación de las normas relacionadas con la violencia intrafamiliar y sexual y evitar la revictimización, esa es la finalidad del protocolo. El estudio evidencia que sigue la desprotección de las víctimas, hay una aplicación indebida de las normas procesales e interpretación de la legislación penal en el ámbito de la sanción. Estos asuntos debemos corregirlos con una capacitación que provoque una nueva visión para abordar el derecho de las víctimas de violencia para no seguir con esos resultados que a mi manera de ver los vamos a mejorar cuando especialicemos la jurisdicción de violencia que es la que está propuesta en la nueva ley integral. En el ámbito de atención a las víctimas podemos ver que se están mejorando las capacidades de los médicos y sicólogos en técnicas especiales para entrevistas a mujeres, niñas, niños y adolescentes que sufren violencia intrafamiliar y sexual, se crearon la Comisión Nacional Médico-Legal y las comisiones médico-legales departamentales, se aumentó el servicio médico forense con los médicos del sistema de salud en todo el país, se hizo un convenio entre el Minsa y la CSJ, creamos los primeros juzgados especializados en materia de familia en Managua, Chinandega, Matagalpa, Jinotepe, Bluefields, Estelí y Masaya, la defensoría pública también amplió su servicio al ámbito de familia en Managua, Masaya y Matagalpa, y actualmente, impulsa un modelo de atención a víctimas de violencia. ¿Qué es lo que queremos compartir con la Comisión Interinstitucional en torno a esta temática? Queremos compartir cómo estamos aplicando la justicia para las víctimas de violencia con el objetivo de garantizar las medidas necesarias para que la violencia hacia la mujer se aborde en capacitaciones especializadas como esta que hoy iniciamos. Insistimos en que la igualdad y no discriminación debe ser un principio que oriente las labores de las instituciones del sector justicia, pues se trata de aplicar no el artículo 27 que habla de la igualdad en lo que respecta a la igualdad formal sino al artículo 48 de la Constitución que establece la igualdad material, igualdad real. El artículo 48 después de reconocer la igualdad absoluta entre hombres y mujeres, después de declararla, dice que es obligación del Estado que de hecho incidan en esa igualdad. Esa es nuestra guía porque no se trata solamente de la igualdad formal, porque en base a la igualdad formal, muchos jueces argumentan que aplicar la perspectiva de género violenta esa igualdad formal pero la misma Constitución nos habla del principio de no discriminación en el artículo 48 cuando nos habla de la igualdad real, de la igualdad material, cuando nos dice que es obligación del Estado eliminar todos los obstáculos que en la práctica, en la vida real, impidan esa igualdad. Esto nos da la pauta para eliminar barreras sociales, ideológicas o de otra índole que limiten la capacidad de las mujeres de decidir, pensar, movilizarse y que se promueva el respeto a los derechos individuales sin discriminación ni exclusión. El gobierno y su compromiso con la ejecución de las políticas de género. El gobierno está comprometido con la superación de la inequidad de género y ha orientado que todo programa social privilegie a las mujeres especialmente a las jefas de hogar. Estamos en una etapa en que se restituye el derecho a las mujeres por eso resulta paradójico que aún no se respete la integridad de las mujeres y se justifique la violencia de género que mata y mutila a mujeres. Esta realidad nos llevó a presentar la iniciativa de ley integral contra la violencia hacia las mujeres. Esperamos que esta ley sea aprobada que va a venir a mejorar, la prevención la atención y sanción de la violencia contra las mujeres porque es una manifestación de discriminación y desigualdad existente en las relaciones de poder que ejercen los hombres en cualquiera de sus formas y ámbitos. Una medida que va a mejorar la protección para las víctimas, es establecer la improcedencia de la mediación. Como ya lo vimos antes, los ejemplos en que se está aplicando mediación en casos que no proceden, aquí en esta ley se prohíbe aplicar la mediación en estos casos porque están en condiciones absolutas de desigualdad entonces no puede haber mediación. También en esta ley se establecen juzgados especializados para el juzgamiento de estos delitos. Pese a estas acciones, los datos policiales en violencia nos arrojan que la violencia hacia la mujer es un problema social que no ha bajado en su incidencia, que las secuelas afectan la salud, la integridad física y síquica, la seguridad, la libertad y la vida de las mujeres a quienes se les violentan sus derechos humanos. Cerramos el año 2010 con 39 mujeres muertas, este es el dato oficial de las comisarías de la mujer, que como vemos difiere del dato de la red de mujeres contra la violencia. 30 de esas mujeres que tiene reportadas la comisaría, habían realizado mediación antes de ser muertas. Hubo 37 mil denuncias en la Policía Nacional, para efectos de contraste, les digo que solo el 10 por ciento de las denuncias llegaron a juicio. ¿Cuál debe ser el compromiso de la Escuela Judicial en el acompañamiento del cambio de actitud de las personas operadoras de justicia frente al fenómeno de la violencia? Después de leer y escuchar opiniones que expresan el valor social que se tienen de los hechos de violencia contra la mujer provenientes de jefes policiales, jueces y juezas, fiscales, espero que la revisión de los contenidos de la Escuela Judicial, a la luz la perspectiva de género mejore el cambio de actitud de quienes estamos obligados a proteger a las víctimas de estos delitos, pues con independencia del valor social y jurídico que tengamos del problema, la ley reconoce a todas las personas el derecho de ser defendidas y de impedir que otras las ataquen. Muchas gracias.