Las tres morillas de Jaén (zéjel) Zéjel es la hispanización de la palabra árabe zagal, con la que se designa un género poético, de carácter popular, que nació en la España musulmana, tuvo su máximo cultivador en Ibn Quzmán y se difundió ampliamente también por Oriente, llevado a sus países de origen por los viajeros que, procedentes de aquellas regiones, visitaban al-Andalus. Probablemente “Las tres morillas” sea el zéjel más socorrido de la historia y cualquier escolar lo habrá leído en un momento u otro de su vida académica. El arabista Julián Ribera cuyo discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua versó sobre el “Cancionero de Abencuzmán” (1912) lo estudió a fondo y encontró la fuente en una canción del siglo IX del propio Harum al-Rashid, el popular sultán de "Las mil y una noches". El texto evoluciona y es popularizado en oriente por la célebre cantora Oraib. En Al-Andalus aparece en el mencionado “Cancionero de Abencuzmán” (1159), manuscrito único conservado en San Petersburgo, con forma lírica de zéjel y con la exótica cuestión de darles a las tres mujeres nombres de Axa (musulmana), Zohra (judía) y Mariem (cristiana). Este manuscrito sólo contiene textos ya que la música que hacen los musulmanes es de tradición oral, para encontrarla hay que ir al Cancionero de Palacio. En el folio 16 hay dos versiones muy similares del "Tres morillas", en ambas, la música es a tres voces y además la segunda mujer cambia de nombre y pasa a llamarse Fátima (nombre muy usado por moros y cristianos). La primera versión es anónima y tiene tres estrofas de texto; la segunda es de Diego Fernández con seis estrofas y aunque a las tres se las llame "morillas", esta última versión dice: "...cristianas qu’eramos moras de Jaén". Estas letras gastadas, alteradas y descompuestas por el uso del pueblo dan testimonio de su antigüedad. La leyenda La leyenda cuenta, al margen de investigaciones historiográficas, que en el castillo de Abrehui, bajo el reinado de Muhammad I al-Ahmar, en el lugar que hoy ocupa el castillo de Santa Catalina -erigido tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo en 1246, tras arrebatar Jaén al rey moro al-Ahmar- un capitán, hombre de LAS TRES MORILLAS DE JAÉN confianza del rey, sufrió la muerte de su esposa tras el parto de tres niñas gemelas: Aixa, Fátima y Marien. Al cabo de los años, las niñas se transformaron en unas hermosas damas, cuya belleza trascendió las fronteras de Jaén, lo que impulsó a su padre, a asegurarse de tenerlas en lugar seguro, apartadas de las miradas de los hombres. En una ocasión en que llegó a Jaén un emisario del rey de Castilla, Fernando III el Santo, para entregar una carta, al-Ahmar dispuso que el soldado cristiano se alojara en el castillo mientras permaneciera en la ciudad, esperando la respuesta al mensaje de Fernando III. Siendo el mensajero un noble caballero, pariente del rey de Castilla, se le tributaron toda clase de honores y atenciones y, entre otras, el mencionado capitán, padre de las tres bellezas, le invitó una noche a cenar. A los postres, las tres hermanas entraron jugando en la estancia y al encontrarse al invitado quedaron tan azoradas que salieron del comedor con tanta presteza como habían entrado. Sintiéndose obligado a dar una explicación al invitado, el capitán presentó formalmente a sus hijas, quedando tan prendado el caballero, que, a partir de ese momento, no hizo sino buscar afanosamente la ocasión para volver a ver a las tres morillas. Una vez lista la respuesta de al-Ahmar para el rey castellano, el enviado tuvo que volver a Burgos, pero llevando en su pensamiento a las muchachas que había conocido en Jaén. Meses después, el caballero seguía obsesionado por los rostros de aquellas moras y con la esperanza de volver a encontrarse con ellas emprendió viaje a Jaén. Cuando llegó a las puertas de la ciudad pensó que la mejor forma de acercarse a ellas era acceder a un huerto, adosado a los muros de la parte posterior de la fortaleza, que tenía un fácil acceso. Para burlar los centinelas incendió unos matorrales del otro extremo y aprovechando la alarma sembrada subió por un pequeño muro que daba al huerto, donde las tres morillas, muy asustadas, corrían a refugiarse en el castillo. Mientras tanto, el caballero se escondió en un rincón del huerto, a la espera de que apagaran el fuego y las tres hermanas volvieran a su lugar de juego. Al poco tiempo, Aixa, Fátima y Marien salieron de la fortaleza entonando una canción: ¿Do estarás ahora hermoso galán que solo pude verte un día? ¿Qué triste se tornó mi vida desde que te perdiste en la lejanía!. El caballero se acercó a ellas y preguntó si ese caballero era él, confesando que desde que las vio estaba perdidamente enamorado de ellas. Las tres morillas de Jaén 2 /3 LAS TRES MORILLAS DE JAÉN Aixa, con lágrimas en los ojos, le dijo que ella misma también había quedado herida de amor por él, pero que su amor era imposible porque su padre les había desposado con un poderoso señor de Granada, pariente del propio rey. Las hermanas, entre gemidos, decidieron entrar en el castillo y el caballero cristiano, al intentar seguirlas, fue apresado por la guardia que le condujo ante el capitán que, al reconocerle, le preguntó por el motivo de su irrupción, a lo que no respondió el caballero, desatando la ira de su captor, que no la emprendió contra él al recordar que era pariente del rey de Castilla y, por esa misma razón, aplazó cualquier decisión para someterse al juicio del rey al-Ahmar. Pocos días después, el monarca nazarí se entrevistó con el caballero cristiano, que le reveló sus verdaderos motivos. El rey decidió conocer a las tres moras y, quedando también hechizado, después de hacerlo convocó al pariente granadino, que pretendía casarse con ellas, al caballero cristiano y al padre de las jóvenes. Al-Ahmar se dirigió a su capitán, manifestándole que los tres hombres allí presentes estaban enamorados de sus hijas, proponiendo que cada una de ellas se casara con uno de los enamorados. Puesto que el caballero cristiano tenía preferencia por Aixa, entendía que Fátima y Marien, debían ser quienes decidieran con quién de los otros dos pretendientes –el rey o el pariente granadino- estarían dispuestas a casarse. El capitán, desconcertado, no pudo sino expresar a su señor que de cien hijas que tuviera, cien le entregaría, por lo que, de todo corazón, si sólo deseaba una, no se la podría negar. Y que tampoco podría hacerlo con el pariente al que ya le había concedido las tres. Sin embargo el capitán se lamentaba, diciendo: “Pero mi corazón se acongoja al tener que dar mi Aixa a un cristiano, no por su religión, porque sé que es buen caballero, de hombría y linaje, sino porque se irá lejos y no volveré a verla jamás”. Inmediatamente, el caballero, prometió que le visitaría, al menos, una vez al año por lo que, disipado éste reparo, sólo faltaba que Fátima y Marien eligieran a sus esposos. Al día siguiente, el rey moro envió un despacho a Fernando III dándole cuenta de todo lo que había acontecido y Fernando III, que estaba en Úbeda, le comunicó que deseaba apadrinar la boda del caballero y Aixa. Se trasladaron a la ciudad de Úbeda, donde se celebró primero el bautizo de la bella mora y a continuación, tuvieron lugar las bodas. Muhammad I al-Ahmar (Arjona, 1195-Granada, 1272) Rey de Granada (1231-1272), fue el fundador de la dinastía nazarí. Aprovechando la descomposición del Imperio almohade, conquistó las plazas de Jaén, Guadix y Baza y se proclamó emir de al-Andalus (1232). En 1238 entró en Granada. Tras perder Jaén a manos de Fernando III de Castilla (1246), se proclamó vasallo del rey castellano, a quien ayudó durante el sitio de Sevilla. Inició la construcción de la Alhambra. Las tres morillas de Jaén 3 /3