ENTREVISTA Por Wilmar Merino Luis Ventura “Soy un Intruso en la Pesca” El famoso periodista dice que le gusta la pesca y el campamentismo como plan para acompañar amigos, aunque se reconoce “impaciente” para esperar los piques. Un amante de la naturaleza que ha encontrado en Los Titanes, Uruguay, su lugar en el mundo. | AIRE LIBRE Nº 6 uis Ventura es uno de los periodistas más seguidos y queridos de nuestro país. Con más de cinco horas diarias de aire entre su labor en radio La Red y haciendo TV en América, más innumerables minutos sumados como invitado en programas ajenos y dando reportajes, el multifacético Luis dice ser un frecuente “intruso” en el mundo del aire libre, ya sea como protagonista o paparazzi de las aventuras que comparte con hijos y amigos. Co-conductor junto a su amigo Jorge Rial de Ciudad Goti-K por la AM 910 y de Intrusos en el Espectáculo, director de la revista Paparazzi y miembro de APTRA (la entidad que entrega los premios Martín Fierro), el periodista no duda en aceptar L esta charla con AIRE LIBRE. Durante la misma sonríe con frecuencia al evocar recuerdos de la infancia con su padre —también periodista, recientemente fallecido—, quien lo inició en el amor a la naturaleza, ya sea pescando ranas en una zanja de Brandsen o pejerreyes en el Salado. Y mantiene desde la adolescencia dos tradiciones: hacer campamentos con sus afectos y salir a pescar a Uruguay con calderín y faroles, para capturar cornalitos que terminen —indefectiblemente— en una fritanga usando “la morocha” (olla de hierro ennegrecida por múltiples usos en una fogata). “Desde chico visito el AIRE LIBRE Nº 6 | ENTREVISTA Uruguay, y allí tengo una casa en Los Titanes. Esto queda al lado de un pueblo de pescadores, km 64 camino de Montevideo a Punta del Este. Es mi lugar en el mundo, el sitio donde me desenchufo de todo. Y allí, a 2 km, hay una isla donde se convocan toninas y muchas especies de peces. Me han llevado a pescar allí y, si bien no soy un pescador fanático, me gusta acompañar a mis amigos”, cuenta. | AIRE LIBRE Nº 6 “Yo me prendo en los planes, pero no tengo el código del pescador. Si no pesco enseguida me pongo a hacer otra cosa. Si me meto y no saco a los 10 minutos me aburro, soy muy impaciente. He logrado corvinas y otras especies de las que no sé bien su nombre. Pero más que nada les hago el aguante a mis amigos, les cebo mates. ¡A mí me gusta comprar el pescado!”, dice sonriendo. Y no es broma, ya que es de los que esperan a la barca que entra al mar a las 4 de la mañana y vuelve, rebosante de frutos de mar, para venderlos en la orilla pasado el mediodía. “Lo que sí pesco yo mismo son los cornalitos”, cuenta orgulloso. Y vuelve a la adolescencia recordando sus primeros tiempos allí en Los Titanes, donde se forjaron rituales que aún perviven: “Comencé a pescar de casualidad, siendo un adolescente, cuando hacíamos guitarreadas en la playa. Hace 42 años que frecuento Los Titanes, y más o menos tendría 15 o 16 cuando armamos una barra de chicos y chicas. Nos íbamos a la playa y armábamos los fogones. Cuando nos picaba el bagre nos metíamos con calderines y soles de noche, llevando bolsas de red para los pescados y los mediomundos para pescar. También llevábamos harina y freíamos los cornalitos después de pescar. ¡Si colábamos algún pejerrey era como hacer un gol en una final! Esta pesca la hacíamos caminando por la orilla, metiéndonos en el mar hasta la cintura, cuidándonos siempre de que no nos piquen los chuchos… Alguna vez un amigo tuvo un disgusto por una picadura de estas rayas. Y cuando se embarcaban a la mañana, algunos pescadores de caña traían corvinas y otros peces que comíamos a la noche con vino blanco”, memora. —¿Y nunca te llevaron a pescar en esas salidas de embarcados? —Sí, varias veces. Una vez me llamó la atención que sacamos un cazón grande. Fuimos detrás de la isla que está cerca de Los Titanes, con un guía, y allí pescamos ese pez. Me gustó mucho la explicación que nos dio este hombre, que nos dijo que tenía cuatro filas de dientes y otras características que ya ni me acuerdo. Era un cazón de unos seis kilos y yo ayudé a pescarlo. Digo ayudé porque, como todo pescador novato, todo el tiempo creía tener pique hasta que dejaron de darme bola en mis avisos. Hasta que sentí que algo me tiraba muy fuerte; y cuando avisé, no me creyeron. Hasta que este baqueano se dio cuenta y me pidió la caña para sacarlo. Estaba contentísimo, imaginate. Yo ya era periodista y a los dos minutos se enteró todo el balneario de mi pequeña hazaña… ¡No lo publiqué en El País de Montevideo de casualidad! —dice Ventura, sonrisa ancha, evocando aquel recuerdo con gran ternura—. Luis ama tanto Los Titanes que recientemente fue elegido vicepresidente del club local. ¿Cómo llegó a ocurrir eso? “Fácil, había elecciones, me propusieron integrar la lista, dije que sí y ganamos. Ahora tengo más excusas para ir a pasar los veranos allá”. Minutos antes de llegar a nuestra producción de fotos en el lugar de encuentro, llega acompañado de la vedette Mónica Farro, con quien a su vez arregló una sesión fotográfica para su revista. La despide, previa presentación, y toma nuestros regalos como una promesa de volver pronto a la pesca: “Esta caña y este reel los voy a estrenar cuando vaya a Los Titanes. Les voy a mandar, fotos, lo prometo”, dice agradeciendo los obsequios de AICACYP. Generoso, en el muelle donde hacemos las tomas para AIRE LIBRE se saca fotos con todo el mundo y bromea con un pejerrey que acaban de pescar a su lado. “Como éstos eran los de la fritanga que hacíamos de pibes”, dice el periodista. Y en un alto de la producción, disfrutando los últimos rayos solares de una tarde de otoño, seguimos la charla. —¿Y cuáles fueron tus experiencias de pesca en nuestro país? —Debo decirte que mis primeras experiencias de pesca fueron con ranas y no con peces. Pescaba ranas en los espumones de los arroyos y en alguna laguna de Don Celar (Brandsen), localidad que frecuenté de muy pibe con mi viejo, Antonio Ventura, y mi tío. Allí íbamos a comer asado y pescábamos las ranas para el aperitivo. Con caña tuve una experiencia en Mar del Plata, en un espigón, y saliendo muy joven en barca con un guía me morí de frío y no pesqué nada, así que no la seguí. Pero después, cuando armamos la barra, acompañaba a mis amigos. Y cuando un pescador amigo tenía que ir al baño, yo le tenía la caña y a veces pescaba algo. Vuelvo a insistir, me gusta pescar en tanto y en cuanto saque; si no saco me aburro. Veo que el pescador tiene como un sacerdocio, hace de la pesca una liturgia. Pero yo con 3 °C de temperatura ni en pedo voy a pescar: ¡me gusta el beneficio de la pesca, no el sacrificio! Prefiero ir en verano, con calor, es más divertido. Como suele suceder, una mala iniciación a veces aleja a los debutantes de una actividad. Y en el caso de Ventura, recuerda una salida de pibe con su padre que le marcó para siempre que la pesca debe entrar en la órbita del placer y no —como acaba de admitir— en la del sacrificio: “Mi viejo armó su barra de pescadores amigos, con Juan Manco, periodista que laburó en Crónica, un tipo muy culto, y el diseñador gráfico de apellido Parpagnoli, que laburó en Brasil. Junto a ellos se sumó un periodista llamado Padilla. Y mi viejo, Antonio, que quería meterse en la órbita de la pesca, nos llevó a mi hermano y a mí en unos jeeps al Salado, un día de muchísimo frío, a las 4 de la mañana… Nos metimos en unos botes a pescar en el medio del río… ¡De eso yo recuerdo sólo el frío que nos chupa- mos! Me han quedado fotos en pasamontañas; pero en lo que respecta a la pesca, en lugar de disfrutar la búsqueda de la pesca la sufrimos”. Futbolero de ley, recientemente recibido de director técnico y devenido DT de El Porvenir, en su relato Ventura mete metáforas relacionadas al fútbol permanentemente. Por eso no es raro que defina como un 9 de área: “¡Pescar es hacer un gol y el festejo es comerse el premio!”. ¿Pesca y devolución? No, pero tampoco sacrificios innecesarios. “Después de aquel mal recuerdo volví a descubrir la pesca de grande. Si lo tengo que hacer, lo hago; pero más bien en plan de compartir momentos con mis amigos. Soy muy amiguero, me gusta la charla, el mate, la ronda, eso me lleva a hacer la pata a gente. Por mis amigos aprendí a encarnar, a manejar adminículos que no debería saber… pero no tengo la paciencia necesaria. Si me AIRE LIBRE Nº 6 | ENTREVISTA dan la caña soy como los chicos: ¡quiero que pique ya!”. Casi como una consecuencia de su historia familiar, Luis Ventura no podía ser otra cosa que periodista. “A los 17 empecé a trabajar a sueldo en Crónica, pero mucho antes ya laburaba con mi viejo, que era un periodista consagrado. Mi hermano menor es muy cazador, y cuando laburaba en Casa de Gobierno como fotógrafo, armó un grupo de caza en el que al guna vez me metí como acompañante. Él fue fotógrafo de Gobierno durante siete presidencias. Y con su grupo de ami gos siempre organizaron | AIRE LIBRE Nº 6 partidas de caza. Una vez me llamó y lo acompañé, pero yo no quería integrarme a este grupo de Go bierno y no fui más. Lo mío iba por otro lado. Cuando iba a visitar a mis suegros por Pergamino, salí alguna —¿Tuviste experiencias como campamentista? —El campamentismo sí me encanta: mi viejo nos hizo en ese criterio. Yo en carpa fui a Carlos Casares y General Belgrano durante mucho tiempo. Soy “Amo los campamentos y la naturaleza” vez a cazar perdices. Pero no disparaba yo, iba de acompañante. Las armas a mí no me gustan. Pero, en la fa milia, el que ama el tiro y las armas es mi hermano menor”. muy campero, me gusta arreglármelas con pocas cosas. Me gusta, por ejemplo, armar la parrilla con un par de ramitas de árboles, engrasarlas y cocinar allí. Me encanta recorrer luga- res, ir a la pulpería del lugar, convivir con los gauchos. Tengo una buena interacción con la gente de campo. Me encanta cuando vienen guitarreros y se arman bailes. Cuando me voy a la zona de Pergamino y están en tiempos de cosechar maíz, sigo haciendo esas cosas que hacía de pibe: meterme en los campos con algunas bolsas y juntar choclos para comer. Los degrado con aceite y limón, y me los morfo. Esto lo hice toda mi vida. Mi viejo nos enseñó a disfrutar de un tren con asiento de madera, levantarse temprano, meterte en el campo a disfrutar los pájaros y la naturaleza. —Te enseñó a disfrutar la naturaleza sin maltratarla… —Totalmente. Él nos enseñó a no ensuciar el medio ambiente, no arrancar flores sin sentido o dañar plantas al cuete. También nos enseñó a no matar a un ser vivo si no se justifica. Este mensaje no sé si lo leyó o lo estudió, pero a él, que era muy leído y seguía mucho a Yupanqui, le encantaba defender la naturaleza. Él te instruía sobre el tema de no matar por matar, cuando para muchos matar un pajarito era una cosa cotidiana. Él te explicaba que si matabas un pescado era para morfar. Y que a los seres vivos había que disfrutarlos. Si veía un pájaro, insisto, te decía que en lugar de bajarlo, ese bichito le daba música a la vida. —¿Y eso lo aplicaste a tu vida y con tus hijos? —Sí, claro. Me he metido cuando veía gente que les pegaba a perros o caballos. Y eso me lo enseñó mi viejo. O me he metido cuando cazaban pajaritos por el simple hecho de cazar. Por lo demás, les inculqué a mis hijos el amor por los campamentos, que ellos practicaron luego por su cuenta durante los muchos años que formaron parte de un club de rugby de Lanús en donde hacían estas experiencias ■