EJE TEMATICO: 3. El lugar de las producciones estéticas AUTORES: María Soledad Boero (FFYH-UNC) mail: mariaboero@hotmail.com Juan Francisco Marguch (FFYH-UNC) mail: francisco.marguch@gmail.com TÍTULO: Los topos de Félix Bruzzone, o la memoria como potencia. RESUMEN Dentro de la producción literaria de la última década que revisa tópicos del pasado dictatorial argentino, la novela Los topos de Félix Bruzzone irrumpe con un modo de pensar la problemática de la memoria que la diferencia de otras ficciones del periodo. La novela comienza con la búsqueda del protagonista sobre su origen familiar, escamoteado por la última dictadura militar. Sin embargo, ese relato canónico de la reconstrucción identitaria se ve obturado por una serie de acontecimientos. La búsqueda del pasado comienza a desviarse paulatinamente, como el mismo recorrido vagabundo del narrador. Volver al pasado entonces encarna un replanteo sobre lo que significaría recordar y para qué y sobre las consecuencias que acarrea esta acción en la identidad del protagonista. Desde ese espacio es que procuramos indagar los modos en los que opera la memoria a lo largo de toda la narración. Lo interesante de la novela de Bruzzone es que la memoria no funcionaría como reconstrucción y rememoración de un pasado sino que aquello que retorna lo hace desde un tiempo y espacio en el que se desdibujan los contornos del pasado y del presente. Desde nuestra lectura la memoria aparecería como duración, coexistencia virtual (Bergson) y acumulación del pasado en el presente. Las acciones desplegadas en la novela nos muestran un recorrido por el tiempo actual, una búsqueda y devenir del protagonista y distintos umbrales de transformación. Si hay un “retorno al pasado” no es para ser fiel a un discurso o una historia sino justamente para “traicionar” lo ya dado, tratando de que surja lo intempestivo, lo no pensado, lo inherente a ese pasado que en su momento no se actualizó. A partir de este tratamiento queremos abrir una serie de interrogantes en torno al doble movimiento que se despliega en la trama; por un lado, un pasado que irrumpe en el presente del protagonista y que actualiza otros desvíos y posibilidades. Por el otro y en el mismo gesto, un ir hacia adelante, un bloque de futuro que se abre a la potencia de lo indeterminado y de lo porvenir. PALABRAS CLAVES: memoria, identidad, potencia. La memoria de una vida En el marco de las narrativas que trabajan sobre la memoria de los acontecimientos de la última dictadura militar argentina, nos interesa indagar sobre una novela del año 2008, Los topos de Félix Bruzzone. El autor –hijo de desaparecidos- es un escritor de 35 años reconocido en el campo literario y forma parte de lo que algunos denominaron: hijos mutantes esto es, siguiendo la metáfora de la ciencia ficción, aquellos que asumen su origen pero no quedan presos de él. Nicolás Prividera, en la presentación de la novela, ilustró esta genealogía de la siguiente manera: Podríamos decir que si por un lado hay hijos “replicantes” (que repiten las inflexiones fantasmáticas de la voz del padre), y por el otro lado hay hijos “frankensteinianos” (que pretenden escapar de ese mandato negándose a su destino hamletiano de reclamar simbólica venganza), entre ambos están los hijos “mutantes” (que asumen su origen pero no quedan presos de él). La condición “mutante” ayuda a escapar de ese laberinto por arriba, y a buscar las respuestas en el presente (o incluso en el futuro) más que en el pasado. Y lo más estimulante es que esa “mutación” produce obras abiertas, imperfectas, y de múltiples caras (aunque no escapen a un involuntario “espíritu de época”) cuyo aire familiar es su ofendido pero nunca humillado desamparo, que sabe que esa intemperie puede ser también una condición de posibilidad, para construir desde esa mirada un inquebrantable mundo propio (texto de la presentación de la novela). La novela Los topos de Félix Bruzzone (2008) narra una búsqueda –o mejor, una constante situación de búsqueda- que efectúa el protagonista -un joven que narra en primera persona y de quien no sabemos su nombre- de su familia desaparecida durante la última dictadura militar argentina. Vive con sus abuelos maternos, y su abuela insiste en que la madre desaparecida del protagonista tuvo otro hijo durante su detención en la ESMA. Será entonces ese hermano nacido en cautiverio el motivo principal de la búsqueda que luego de superpondrá con otra en un movimiento que irá desdibujando todos los motores narrativos. Como sostiene Beatriz Sarlo, “Los topos se afirma en el derecho de hablar de cualquier modo sobre la ausencia de padres desaparecidos; es el derecho de la literatura” (Sarlo, 2008). Sin embargo, al contrario de otras ficciones que plantean la misma temática, Los topos nos muestra un horizonte diferente: el pasado no se presentaría como el precedente lógico de un tiempo presente, desde el cual se retorna para descubrir una verdad o develar un misterio. El pasado ya no puede ser recuperado como un fragmento de un tiempo anterior. El pasado coexiste en el presente y es justamente este disloque lo que provoca un efecto transtemporal que inaugura los desvíos y transformaciones en el devenir del protagonista. La novela se divide en dos partes. En la primera, como decíamos, el protagonista vive con sus abuelos, tiene una novia, no le interesa participar en HIJOS para averiguar el destino de sus padres. En un momento de la narración todo cambia y se transforma: muere la abuela, su novia lo deja y decide abortar un embarazo incipiente, conoce a una travesti, Maira, de quien descubre –luego de enamorarse- que es hija de desaparecidos y que actúa como doble agente que se venga matando policías represores. “Todo lo ocurrido, sin duda, había hecho que algo cambiara, y lo que ahora me interesaba era saber el orden y las causas de la transformación” (Bruzzone, 2008: 33). En la segunda parte, y luego de varias andanzas donde el protagonista es despojado de muchos atributos que le otorgan “identidad” (usurpación de la casa, pérdida del DNI, sus pertenencias, etc.) comienza a vagabundear y se traslada a Bariloche, ciudad que se piensa como espacio de felicidad, utopía y sobre todo, el sur como lugar donde encontrar a la travesti Maira, de quien sospecha puede ser, tal vez, su hermano desaparecido. Sin referentes espaciales (a diferencia de su abuela que necesitaba estar cerca de la ESMA, lugar donde su hija había estado por última vez) ni institucionales (el protagonista no quiere participar de la agrupación HIJOS, pese a la insistencia de su novia Romina, quien sí participa) la búsqueda se configura y abre de modo diferente. Utilizando recursos del hiperrealismo y el absurdo pop (con momentos en los que se mezclan lo onírico, imaginerías kitsch, el policial) la búsqueda se instala en la narración y es la que motoriza la coexistencia de pasado y futuro en un presente que se escapa. Se busca al hermano nacido en cautiverio, que también es la búsqueda de Maira, en medio de otras búsquedas superpuestas en el tiempo: la de Romina, la ex novia, la del posible hijo, la búsqueda del padre, de la madre, y luego del Alemán, un personaje violento, autoritario y siniestro que mantendrá –finalmente- una extraña relación con el protagonista. La errancia de la memoria Cuando muere el abuelo, la abuela decide que se mudaran de la casa de la infancia y se instalan cerca de la ESMA, con el propósito de buscar al supuesto hermano nacido en cautiverio. “Era como si todas las cosas de nuestra familia –dice el narrador- que desde ese momento éramos ella y yo, dependieran de la necesidad de encontrar a mi hermano” (Bruzzone, 2008: 12). Tras finalizar su relación con Romina, la novela ingresa en un registro que bordea lo delirante, donde la búsqueda del hermano desaparecido deriva en la búsqueda de Maira, una travesti que se vuelve objeto de deseo del narrador protagonista y que pareciera también formar parte de esa familia desmembrada en la dictadura. Desde esta búsqueda en particular nosotros leemos cómo se desdibujan los límites entre presente, pasado y futuro. El pasado que sigue siendo todavía pasado y que enlaza con posibilidades del tiempo que vendrá, no del presente sino del futuro, donde cada desvío instaura una transformación. El presente, desde esta perspectiva no sería más que un escenario efímero, un teatro donde se debate el pasado que no cesa de pasar y las actualizaciones que se abren a un tiempo nuevo. ¿Qué significa recordar?, ¿cómo irrumpe en esta ficción la experiencia de la dictadura?, ¿qué efectos producen los recuerdos? Intentaremos situar nuestra lectura tomando algunos elementos del trabajo que hace Deleuze sobre noción bergsoniana de memoria. El pasado y el presente no designarían dos momentos sucesivos sino dos elementos que coexisten: uno, que es el presente que no cesa de pasar; el otro que es el pasado que no cesa de ser, pero mediante el cual todos los presentes pasan (Deleuze, 1987: 59) 1 . 1 No vamos del presente al pasado, de la percepción al recuerdo, sino del pasado al presente, del recuerdo a la percepción. Desde esta perspectiva, el presente es sólo el nivel o el grado más contraído del pasado (Deleuze, 1987: 95). En esta coexistencia del pasado en el presente (la duración según Bergson) el protagonista, como decíamos, se encuentra en medio de una búsqueda: de su hermano nacido en cautiverio y de Maira. Pareciera, según el protagonista que ambas búsquedas se fusionaran: “Como si las dos búsquedas tuvieran algo en común, como si fueran parte de una misma cosa o como si fueran, en realidad, lo mismo…” (Bruzzone, 2008: 41). Aunque las búsquedas se efectúan en el presente, lo que predomina es cierta desdiferenciación temporal que presentifica el pasado. Como si ambas búsquedas fueran dos mapas superpuestos, donde lo único que cambia es la percepción de los hechos pero no su actualización. La experiencia del tiempo está marcada por la intensidad de las afecciones que pueblan al narrador protagonista. La intensidad del amor incide en la consideración del pasado y del futuro: A veces, ya en casa, me preguntaba si seguir a Maira no era una forma de evitar averiguaciones sobre mi hermano. ¿Qué era primero, salvar el amor o el pasado? El amor era el futuro. El presente y el futuro. ¿Y el pasado? También, presente y futuro; pero la intensidad del pasado en el presente -y ni hablar del futuro- era pequeña en comparación a la intensidad del amor” (Bruzzone, 2008: 48) “Recordar” entonces no tendría que ver únicamente con un retorno al pasado sino con un conjunto de virtualidades futuras que la actualización de ese pasado genera en el tiempo presente. Un presente que no existe como tal, sin espesor ni profundidad. Como dice el protagonista: “por qué no pensar sólo en dos términos pasado y futuro, y olvidarse del presente” (2008: 48). La segunda parte de la novela se desarrolla en Bariloche, donde viaja el narrador con la misión de encontrar a Maira. Ese tránsito produce una inflexión en el texto y en el personaje: un devenir vagabundo del narrador, que pierde sus documentos, su casa, su familia: Un linyera que cada tanto aparecía en la plaza con su cajita de vino me dijo que buscar restos entre la basura, monedas en la vereda, es buscar pedazos de un espejo. No hay nada nuevo, es lo mismo de siempre, dijo, sos vos, pero roto” (Bruzzone, 2008: 86). El vagabundeo coincide con una transformación del yo: ya no una subjetividad formada, susceptible de ser reflejada como una imagen total en el espejo, sino un yo astillado, roto. Transitar por el vagabundeo y la mendicidad es estar abierto a la contingencia y el azar de los encuentros. Sin la clausura identitaria, el proceso de singularización del narrador se abre a nuevas errancias. La búsqueda de Maira abre paso a un devenir en el protagonista que lo lleva a volverse también travesti, en una mutación que lo aproxima físicamente a Maira, hasta llegar a sentirla dentro de sí: Yo no esperaba encontrarla, ni averiguar cuáles habían sido sus pasos. Estaba en el lugar donde ella había querido estar, y listo. Era como si ella, poco a poco, hubiera entrado en mí. Una astilla que al principio duele porque no se puede sacar pero que al final, sin infecciones, sin pus, pasa a formar parte de uno y ya no duele ni molesta porque eso es lo que uno es, un hombre con astilla. (Bruzzone, 2008:118). De este modo, vemos como la dimensión transtemporal, la coexistencia virtual de temporalidades se vuelve pura afirmación, pura potencia, en la medida en que activa mutaciones, devenires intensivos inusitados en un cuerpo. Podríamos sugerir que este modo de entender y pensar la memoria de la novela, es el que permite el devenir del protagonista y en el que se pone jugar las virtualidades de una vida. Según Žižek, El devenir es estrictamente relativo al concepto de REPETICIÓN: lejos de oponerse al concepto de lo nuevo, la paradoja deleuzeana es que algo verdaderamente nuevo sólo puede surgir por medio de una repetición. Lo que una repetición repite no sólo es lo que el pasado “efectivamente fue” sino la virtualidad inherente a ese pasado que la actualización traicionó (Žižek, 2007: 155). En ese sentido, la transtemporalización que presenta Los topos referiría, en última instancia, a la paradoja de que lo nuevo solamente viene de una repetición distinta del pasado, una repetición que actualiza las virtualidades inherentes de ese pasado, como explica Žižek. Si hay un “retorno al pasado” no es para ser fiel a un discurso o una historia sino justamente para “traicionar” lo ya dado, tratando de que surja lo intempestivo, lo no pensado, lo inherente a ese pasado que en su momento no se actualizó. Creemos que la apuesta de Los topos…no pasaría por una búsqueda que religa a un pasado cristalizado sino la repetición como búsqueda que actualiza ese pasado a través de ciertas mutaciones y desvíos que lo abren a un campo de posibilidades indeterminadas. La memoria y la potencia de la literatura Por último, algunas reflexiones que se abren en torno al discurso literario y su capacidad para experimentar con temáticas y nociones como la de memoria. La literatura, en tanto lenguaje estético, permite una plasticidad que no es la de otros discursos, una plasticidad que vuelve maleable el tiempo, el recuerdo y la memoria, interrumpiendo las historiografías canónicas y es en este sentido que produce algo nuevo. En Los topos, pensar la repetición del pasado como traición -que contamina presente y futuro- se vuelve siempre posibilidad de algo nuevo. La memoria es siempre un devenir. De tal modo, la novela de Bruzzone no busca descifrar una Verdad del pasado, porque, como dice Jacques Rancière “la diferencia literaria se desplaza, en efecto, del desciframiento de los signos a la captura de intensidades” (2011: 46). Es esa captura de intensidades que se evidencia en la mezcla de tiempos, donde la memoria no aparece como descubrimiento de un pasado petrificado, sino como la pura presencia de la memoria de una vida. Por ello, continúa Rancière, “la literatura se ha vuelto una poderosa máquina de autointerpretación y de repoetización de la vida, capaz de convertir todos los desechos de la vida ordinaria en cuerpos poéticos y en signos de historia” (2011: 53). La propuesta de Los topos invita a repensar y reflexionar –desde la experimentación literaria- sobre las posibilidades de la memoria en tanto pasado vivo y apertura hacia el porvenir. Es desde esa perspectiva que nos interesa estudiar la memoria no como sedimentación de un pasado, sino como potencia de devenir. BIBLIOGRAFÍA BRUZZONE, FÉLIX (2008) Los topos, Buenos Aires: Mondadori.. DELEUZE, GILLES (1987) El bergsonismo, Madrid: Cátedra. ŽIŽEK, SLAVOJ, (2007) “Deleuze” en GIORGI, GABRIEL y RODRÍGUEZ, FERMÍN (Comps.) Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida, Buenos Aires: Paidós. RANCIÈRE, JACQUES, (2011) Políticas de la literatura, Buenos Aires: El Zorzal. SARLO, Beatriz, (2008), «Condición de búsqueda» en Diario Perfil, 7 de diciembre. PRIVIDERA, NICOLÁS, (2009) “Plan de evasión” http://haciaelbicentenario.blogspot.com/2009/05/plan-de-evasion.html en