PRESENTACIÓN DE LA NOVELA DE ELIO QUIROGA, IDYLL Probablemente la mayor parte del público conozca el nombre de Elio Quiroga, casi siempre relacionado con el mundo del cine desde que, en 1996, obtuvo el Premio al Mejor Guión y el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sitges por Fotos, su primer largometraje. Luego se han sucedido más películas, como La hora fría y NO-DO, y cortometrajes que han tenido mucho respaldo crítico y destacado recorrido, especialmente Home Delibery y My name is María. Desde Fotos, que cosechó, además, elogios de figuras tan importante como Tarantino, Elio Quiroga se ha convertido en una referencia del cine español, diría que porque sus películas siempre sorprenden, independientemente del género. Tenemos a la mesa, por lo tanto, a un hombre de cine, en el que ha desempeñado diversos cometidos además de su acreditada dirección; ha sido y es guionista, productor, dinamizador de festivales multimedia o, ejerciendo su título de ingeniero informático, investigador en el terreno de las nuevas tecnologías aplicadas al cine; y mil cosas más dentro de la industria cinematográfica, desde los ámbitos más creativos a los claramente ejecutivos o técnicos. Claro, ahora lo presentamos como novelista y eso puede sorprender. A mí no, porque cuando conocía a Elio Quiroga, hace unos veinte años, a principios de los años 90, fue a través de uno de sus libros. Por entonces yo codirigía la colección Nuevas Escritura Canarias, y entre el centenar de originales que llegaban a la mesa del comité selectivo surgió un magnífico poemario titulado Amantes de vapor eterno. Cuando leímos el currículum del autor resultó ser un joven que tenía ya un recorrido como cineasta en ciernes y que muy pronto filmaría Fotos, una película que fue un aldabonazo en el panorama cinematográfico español. ___________________________________________________________________________________ Emilio González Déniz, Museo Domingo Rivero. Las Palmas de G.C. 19 de septiembre de 2014 Cuando lo traté personalmente me pareció una persona muy tímida y con un aire de gran despiste. Lo preguntaba todo –y lo pregunta- y si no lo conoces te puede dar la impresión de que ignora absolutamente el asunto del que se habla. Luego te das cuenta de que tiene una curiosidad en permanente funcionamiento, y en los rebotes ves que casi siempre lo que busca con sus preguntas es cubrir flecos, porque da igual de lo que hables, sea ciencia, historia, música, filosofía, medios de comunicación, tecnología, literatura… Elio ya había estado allí, pero no lo dice si no es necesario porque es lo opuesto a la soberbia, la prepotencia o la egolatría. Como ya lo conocía en su doble faceta de poeta y cineasta en todas sus vertientes, no me sorprendió que en 2003 su ensayo La materia de los sueños formase parte de los premios otorgados por la Universidad de Deusto. Tampoco me sorprendió su irrupción en la novela, como no me sorprendería que mañana montase una ópera o dirigiera un festival de cine submarino. Se utiliza mucho la expresión “creador multimedia”. Pues bien, si ustedes buscan en Google “creador multimedia”, seguro que sale una foto de Elio Quiroga. Desde que nos conocimos, hemos mantenido una relación constante y cercana, y no es porque su residencia en Las Palmas esté a trescientos metros de la mía, porque su otra residencia madrileña está a 1.700 kilómetros. He tenido la oportunidad de conocer la mayor parte de sus trabajos en todos sus estadios, y de alguna forma he sabido de las complicaciones de un mundo tan complejo como el del cine, las peripecias, los frenos, los aceleradores, las carencias y las personas que interactúan para que una película entre en los circuitos. Por el contrario, si bien, como dije, no me sorprendió su llegada al mundo de la novela, sí tengo que decir que no tenía ni idea que era aquí y ahora hasta que él mismo me puso en las manos su primera novela, El despertar, hace poco más de un año. ___________________________________________________________________________________ Emilio González Déniz, Museo Domingo Rivero. Las Palmas de G.C. 19 de septiembre de 2014 Sabía de su sensibilidad como poeta, de su profundidad como ensayista, de su creatividad como informático, de su talento como director de cine y de su persistencia y resistencia como productor. Entendía que las historias que quería contar las escribía en forma de guiones, para dirigirlos él o para que lo hicieran otras personas, que su faceta de narrador literario se completaba con la escritura de guiones, que es un caballo de batalla que cabalgo hace años, porque no se le da valor literario a los guiones cinematográficos con el argumento de que es solo un paso de la creación final que es la película en la intervienen otras creaciones: dirección, fotografía, montaje, dirección artística y, por supuesto, la interpretación. Es cierto, pero ocurre lo mismo con el teatro, pues no le negamos los valores literarios a autores de textos que vemos en un escenario, y que también contienen el trabajo superpuesto de muchas creaciones que Sófocles, Molière o Buero Vallejo nunca imaginaron. Pero no, resulta que Elio Quiroga también ha cruzado la línea de la narración y ya nos ha entregado tres novelas, porque antes que la que hoy presentamos están la ya mencionada El despertar y en medio Los códices del Apocalipsis. En la primera nos muestra un curioso y original mundo reconstruido desde otra visión del propio concepto de la vida a través de la utilización del concepto zombi, y en la siguiente monta una inquietante historia de cataclismos, desastres y hecatombes, como se anuncia ya en el propio título. Como se ve, Elio, tanto en su cine como en sus novelas, se mueve en territorios de ensoñación, fantasía o irracionalidad, pero con muchos matices distintos en cada una de sus creaciones, lo cual impide encasillarlo en tal o cual género como no sea dejarlo en esa expresión genérica que sería “Lo fantástico”. Con sus novelas pasa lo mismo que en su cine, cada una se mueve en coordenadas diferentes, siempre fuera del realismo. ___________________________________________________________________________________ Emilio González Déniz, Museo Domingo Rivero. Las Palmas de G.C. 19 de septiembre de 2014 Y ahora con IDYLL ya es una exhibición, porque al principio parece una especie de homenaje literario a la novela de Ira Levin Las mujeres perfectas, que hemos visto en el cine en varias adaptaciones y remakes, y que nos encontraríamos a familias artificialmente felices con esposas sumisas robotizadas, como las que en diferentes versiones de la novela interpretaron en la pantalla Katherine Ross y Nicole Kidman. Pero no, la novela toma otros derroteros, y otros y otros, de manera que se convierte en un festival del horror físico y psicológico, al tiempo que participa de la intriga y hasta de las especulaciones sobre los peligros que corremos cuando creemos que el dinero puede proporcionar la felicidad, un término que no es definible porque, como se preguntaba Cicerón, “por qué el que ya es feliz se empeña en buscar más felicidad”. Es decir, la búsqueda de la felicidad es imposible porque el ser humano no encuentra el momento de parar en el supuesto caso de que encontrase algo que se le pareciera. Nos encontramos por lo tanto en una clara novela que hoy llamamos de género, lo que ocurre es que no estoy seguro de que podamos encuadrarla solamente en el epígrafe “terror”. Es cierto que se ven en la escritura las huellas de Stevenson, Lovecratf o Stephen King, pero también el rastro de Bioy Casares y hasta del Kafka de La metamorfosis, y por supuesto de autores tan carismáticos como Stanislaw Lem, viejo conocido de Elio. Hay un detalle importante que me llama la atención en las dos últimas novelas de Elio, y es que transcurren en Estados Unidos, bien en las inquietantes llanuras del Medio Oeste, en la ruidosa Nueva York o en IDYLL, esa idea de construir un paraíso físico artificial que primero quisieron materializar en Beverly Hill y luego en el colmo de la artificialidad que es Palm Spring. ___________________________________________________________________________________ Emilio González Déniz, Museo Domingo Rivero. Las Palmas de G.C. 19 de septiembre de 2014 Tal vez sea porque este tipo de argumentos funciona mejor en sociedades que viven entre las carencias de los pioneros de hace siglo y medio y la opulencia de quienes sueñan con los viajes en el tiempo o en la congelada inmortalidad de Walt Disney. Ningún otro lugar en el mundo puede dar tales contrates, entre lo primitivo y los futurista. Otro detalle, y este sí que es importante, es la necesidad de conocimientos previos en docenas de materias que son necesarios para dar verosimilitud a una novela como IDYLL. Desde la astronáutica a la filosofía, la psicología, la robótica, la historia o las corrientes esotéricas, hay que manejar mucha información para armar un universo tan complejo, inquietante y terrorífico como el que aquí aparece. Eso, claro, solo puede hacerlo un tipo como Elio Quiroga, una especie de enciclopedia aleatoria, inencasillable porque su mente no se detiene ante nada. Si bien es cierto que sus películas tendrían que haberlo colocado ya en la cima que su talento merece y los problemas de infraestructura y financiación solo le han permitido ser lo que se suele llamar “un director de culto” (vivimos donde vivimos), puedo decir que en su carrera como novelista creo que llegará muy lejos, porque en este caso las circunstancias externas afectan menos, aunque afectan, sin duda. Yo al menos se lo deseo y me precio de tener ojo para esto. Como decía el clásico, Elio ha conseguido en esta novela transmitir el terror que es capaz de imaginar un niño cuando le apagan la luz, el más paralizante de todos. Por ello auguro a IDYLL y a Elio Quiroga como novelista un futuro moderadamente feliz; para no caer en la infelicidad de la frustración no hay que pasarse pidiendo y anunciando (por lo que decía Cicerón). ___________________________________________________________________________________ Emilio González Déniz, Museo Domingo Rivero. Las Palmas de G.C. 19 de septiembre de 2014