Dresde: viaje a la cuna de los `respetables` ultras de

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EXTREMA DERECHA
Dresde: viaje a la cuna de los
'respetables' ultras de Pegida que
desafían a Merkel
Son maestros, taxistas o ingenieros. "Tenemos miedo por nuestros hijos", dicen los miembros
del movimiento islamófobo que sacude Alemania.
Dresde, la cuna de Pegida / Sean Gallup / Getty Images
SALVADOR MARTÍNEZ MAS
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23.01.2016 01:59 h.
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Dresde recibe el sobrenombre de la "Florencia del norte” en virtud de su
espectacular casco antiguo, que es parte esencial del Valle del Elba y es un
entorno reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Atractivos como la Iglesia de Nuestra Señora hacen que hoy la ciudad,
reconstruida tras haber quedado en ruinas durante la II Guerra Mundial,
sea hoy uno de los principales destinos turísticos de Alemania.
Sobre las baldosas del Neumarkt, la plaza donde se encuentra esa iglesia
barroca del siglo XVIII, alguien ha arrojado un folleto de la revista
soberanista Compact.
Compact es la publicación que en uno de sus números ponía en su portada
una polémica imagen de Angela Merkel con un chador. Era una forma
de criticar la supuesta orientación multicultural de la política migratoria de
la canciller.
La revista tiene un publico minoritario en Alemania y sus tiradas
mensuales rondan los 60.000 ejemplares. Pero muchos de sus lectores
estaban en el Neumarkt el lunes pasado, cuando se celebró aquí la
manifestación más reciente del movimiento islamófobo Pegida.
Cientos de personas se reunieron entonces a la vera de la Iglesia de Nuestra
Señora de Dresde. Una de esas personas era Michael, un empleado en la
hostelería de 43 años. "Todo el mundo lo sabe: Europa está siendo
islamizada. Se construyen cada vez más mezquitas en Alemania", dice. "Lo
que pasó en Colonia ocurre a diario pero en menor medida”, añade
aludiendo a las agresiones sexuales perpetradas en Nochevieja junto a la
catedral gótica de la capital renana. Según los informes de la policía,
decenas de inmigrantes participaron en esas agresiones.
Una preocupación similar a la que transmite Michael inquieta a Marion y
Peter, una pareja de quincuagenarios. "Tenemos miedo. Estamos
preocupados por nuestros hijos y por nuestros nietos porque los
musulmanes, al menos una gran parte, no quieren integrarse aunque digan
que 'sí'", afirma Peter, que trabaja como ingeniero. "La gran mayoría no se
quiere integrar", subraya su esposa, que trabaja como educadora en la
ciudad.
Los manifestantes que se concentraron el lunes en el Neumarkt no tienen
en apariencia nada que ver con la escena de la ultraderecha alemana. No
había, por ejemplo, individuos de marcada estética neonazi como los que se
ven a veces en otros puntos del país.
MIEDO A LA ISLAMIZACIÓN
"Pegida no es igual en Dresde que en otros puntos de Alemania. En el resto
del país hay movimientos que se presentan como Pegida y que son más
extremos. Aquí el fenómeno no es de extrema derecha ni pertenece a la
escena neonazi", dice Hans Vorländer, politólogo y director del Centro de
Estudios Constitucionales y Democracia de la Universidad Técnica de
Dresde.
"Una parte de los manifestantes, alrededor de un tercio, son nacionalconservadores e islamófobos y otra gran parte están con ellos pese a esas
opiniones racistas", añade Vorländer, autor de uno de los estudios
científicos más recientes sobre el movimiento.
El alcalde de la ciudad es Dirk Hilbert, del Partido Liberal. “Los
que participan a las convocatorias de Pegida suele ser gente que gana más
de la media. También hay parados, pero en general son gente que está
económicamente por encima de la media”, explica en su despacho, situado
cerca del lugar donde se celebran las manifestaciones de la organización
islamófoba.
El alcalde de Dresde. / Salvador Martínez
A simple vista, los congregados componen un grupo muy heterogéneo,
formado por cuadrillas de amigos de todas las edades. También hay
familias, aunque escasean los niños.
"No somos nazis", aseguraba en la última concentración una señora mayor.
Llevaba una pancarta con este mensaje: "Antes era tolerante, ahora soy
extranjera en mi propio país". Otro señor tenía otra con esta frase: "El
islam pertenece a Alemania como la mierda a la mesa de comer". Un
mensaje que alude a las palabras que pronunció hace un año Angela Merkel
según las cuales "el Islam pertenece a Alemania".
La población musulmana en Alemania no llega al 2%, según el último censo
elaborado en 2011. La estimación del Pew Research Center es más
generosa. Calcula que alrededor del 5,8% de los habitantes de Alemania son
musulmanes. Es decir, cerca de cinco millones de personas sobre una
población de 81,3.
"La población musulmana en Dresde es muy pequeña, no hay ninguna
islamización", descarta Hilbert. A su entender, lo que ocurre es que, en el
actual contexto de crisis de los refugiados, "en el Este de Alemania tenemos
un miedo creciente frente a los inmigrantes". Alemania recibió algo más de
un millón de demandantes de asilo en 2015 y prevé acoger este año otros
800.000.
Hilbert cree que el "miedo es menor en el Oeste de Alemania porque allí
hay más inmigrantes".
"En mi opinión, la escasez de contacto propicia que la gente no conozca a
los inmigrantes. Ante lo desconocido, hay miedos”, manifiesta el alcalde,
que recuerda un detalle de la historia de Sajonia, que durante décadas
perteneció a la Alemania comunista: "En el Este de Alemania, tras la
reunificación, la gente ha experimentado el cierre de fábricas, el paro, la
necesidad de volver a formarse. Ahora muchos tienen miedo a perder lo
que han construido después de la reunificación".
Georg en las galletas. / Salvador Martínez
Georg, un veinteañero que vende galletas en la estación central de Dresde,
apunta a este otro temor cuando dice que "comprende" a los que van a las
manifestaciones de Pegida: "Aquí la gente ha trabajado duro para tener lo
que tiene. Ahora temen que la llegada de nuevos inmigrantes implique
perder eso por lo que han trabajado".
En Dresde se celebran contramanifestaciones y hay gente decidida a
contraprogramar las marchas de los lunes. Pero muchos habitantes de la
ciudad toleran el fenómeno de Pegida.
"Hay que preservar la libertad de expresión y el derecho a
manifestarse aunque yo nunca iría a una de sus manifestaciones", dice
Michael, un camarero de 36 años que trabaja en un restaurante español del
centro de la ciudad. "Lo que ocurre es que esas manifestaciones son algo
malo para la ciudad", explica. "La gente de Dresde, por ejemplo, sale menos
los lunes".
UN PROBLEMA PARA EL TURISMO
En los comercios del centro, dejó de haber clientes a la hora de la reunión
de Pegida. Además, el turismo ha bajado y por eso Martin Dulig,
responsable de Turismo de Sajonia, se ha referido a los efectos del
movimiento en la ciudad como unos "daños enormes, económicos y
culturales".
"Para nosotros esto es algo doloroso porque da una imagen negativa de
Dresde como ciudad", reconoce el alcalde. Hilbert y su equipo se esfuerzan
por convencer a los habitantes de la capital sajona de acudir a
unas sesiones informativas en las que intercambian opiniones sobre el
contexto multicultural que vive Alemania. El país de Angela Merkel es el
que más solicitantes de asilo ha acogido desde que estallara la crisis de los
refugiados este verano.
La marcha por el primer aniversario de Pegida en octubre. / Sean Gallup
El alcalde de Dresde pone cara de circunstancias cuando explica que no
todos los que van a las manifestaciones de Pegida son de su ciudad. "Hasta
el 70% de quienes participan en esas reuniones no son de aquí sino de los
alrededores o de otras regiones", dice Frank Richter, director de la Agencia
Sajona para la Educación Cívica. "Dresde es una ciudad floreciente, con
mucho turismo, pero en los alrededores, la gente no participa de este
crecimiento".
En este sentido, no es casualidad que Lutz Bachmann, cofundador de
Pegida, viva en Kesseldorf, una pequeña localidad de los alrededores de la
capital sajona. Bachmann fue quien empezó a convocar protestas contra la
islamización de Europa en el otoño de 2014 a través de Facebook. Sin su
empeño, Pegida no habría sido posible, según Hans Vorländer, el politólogo
de la Universidad Técnica de Dresde.
Dresde y la región de Sajonia son lugares muy conservadores. Desde la
desaparición de República Democrática de Alemania, Sajonia siempre
estuvo en manos de la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU).
"Este movimiento siempre ha gozado de la atención de los medios de
comunicación y desde el primer momento generó reacciones muy fuertes
en el ámbito político”, dice el politólogo Vorländer. Angela Merkel se refirió
a Pegida como gente "con odio en el corazón" en su mensaje de Nochevieja
de 2014. "Ralf Jäger, el responsable de Interior de Renania-Westfalia, los
tachó de neonazis a todos", recuerda Richter.
Según los expertos, esos comentarios reforzaron al grupo, que llegó a
superar las divisiones de principios del año pasado, cuando miembros
relevantes de las primeras manifestaciones decidieron marcharse por no
estar de acuerdo con la línea adoptada por Bachmann y compañía. Esto
hizo perder capacidad de movilización.
Thomas trabaja como taxista y dice tener "cincuenta y muchos años". Al
principio iba a las manifestaciones de Pegida. Pero luego la cosa se orientó
hacia la dirección equivocada, "demasiado a la derecha". Según Vorländer,
"Pegida se ha hecho más radical con el tiempo aliándose con grupos de la
nueva ultraderecha como Jurgen Elsasser [el editor de la revista
Compact]".
Según Tino Heim, sociólogo y también investigador de la Universidad
Técnica de Dresde, "Pegida depende cada vez más de fenómenos externos".
Antes de la explosión de la crisis de los refugiados, a las manifestaciones
sólo iban unas 3.000 personas. En otoño y coincidiendo con la llegada
masiva de demandantes de asilo, la formación llegó a reunir a unas 20.000
personas en el centro de la ciudad.
De acuerdo con los medios de comunicación locales, el lunes pasado y pese
al intenso frío, se dieron cita casi 4.000 personas frente a la Iglesia de
Nuestra Señora. Al lado de este magnífico templo se encuentra la Escuela
Superior de Bellas Artes de la ciudad. Sobre sus rejas hay una cita de
Johann Wolfgang von Goethe: "El país que no protege a los extranjeros se
hunde pronto".
Un ejemplar de la revista Compact. / Salvador Martínez
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