FORTALECIMIENTO DE LOS JUECES PARA LA DEFENSA DE

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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
SEDE ACADÉMICA MÉXICO
Maestría en derechos humanos y democracia
V promoción
2012-2014
FORTALECIMIENTO DE LOS JUECES PARA LA
DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Tesis que para obtener el grado de Maestro en
Derechos Humanos y Democracia
Presenta:
Sergio Eduardo Alvarado Puente
Director de Tesis:
Juan Carlos Arjona Estévez
Seminario de Tesis:
Protección Internacional de los Derechos Humanos
Línea de Investigación:
Estado, Democracia y Derechos Humanos
México, Distrito Federal, Mayo de 2014
RESUMEN
La investigación del presente trabajo explica y tiende a establecer que,
en materia de derechos humanos, las decisiones que emiten los jueces de la
República con base en la Constitución, en las leyes federales y en los tratados
internacionales, son la única y verdadera Ley Suprema.
PALABRAS CLAVE: control de convencionalidad, control difuso, control
político, Corte Interamericana de Derechos Humanos, derechos humanos,
independencia judicial, jerarquía de leyes, Jurisprudencia, Ley Suprema,
principio pro-personae.
ABSTRACT
The research of the present work explains and tends to establish that
the decisions in human rights field than emit the judges of the Republic based
on the Constitution, federal laws and international agreements, are the only true
and supreme law.
KEY WORDS: conventionality control, diffuse control, hierarchy of laws, human
rights, Inter-American Court of Human Rights, judicial independence,
jurisprudence, political control, principle pro-personae, Supreme Law.
II
A mi esposa, hijas e hijo.
III
AGRADECIMIENTO
Finalizar los estudios para alcanzar el grado de maestro es el
resultado de un esfuerzo conjunto en el que participa la Institución
Judicial a la que pertenezco. Mi gratitud por el interés en capacitar con
mayor nivel a todos los juzgadores del país. A los académicos de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, quienes durante todo el
periodo han sabido reflejar una calidad profesional digna de una
Universidad del primer mundo. Su actitud y trabajo así lo revelan.
Finalmente, mi reconocimiento a todos aquéllos que con su trabajo
cotidiano nutren las ideas que se reflejan en esta pequeña investigación.
IV
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 1
CAPÍTULO I........................................................................................................ 4
DERECHOS HUMANOS Y SU PROTECCIÓN .................................................. 4
I.1. Naturaleza y concepto de los derechos humanos. .................................... 4
I.2. Los derechos humanos en el marco histórico. .......................................... 9
I.3. La corriente mexicana ............................................................................. 14
I.4. Presupuestos de los Derechos Humanos ............................................... 15
I.5. Efectividad de los derechos humanos ..................................................... 18
I.6. Métodos de protección a los derechos humanos .................................... 20
I.6.1. Teoría del desempaque de los derechos humanos. .................................... 21
I.7. Necesidad de respeto y protección de los derechos humanos en un
estado de derecho......................................................................................... 24
I.7.1. Estado de derecho como presupuesto al reconocimiento y eficacia de los
derechos humanos ................................................................................................ 26
CAPITULO II
LOS DERECHOS HUMANOS EN MEXICO ..................................................... 30
II.1 La protección de los derechos humanos en México. ............................... 30
II.1.2 Reglamentación de los derechos humanos en México hasta el
reconocimiento de los principios que los identifican. ............................................. 30
II.2. La reforma constitucional mexicana en materia de derechos humanos. 33
II.3. Avance regional en el constitucionalismo latinoamericano..................... 38
II.4. Bloque de constitucionalidad en materia de derechos humanos............ 41
II.5. Principio pro homine. .............................................................................. 43
II.6. Supremacía constitucional. .................................................................... 44
II.7. Los derechos humanos y la interpretación jurisprudencial. .................... 46
II.7.1. Posturas de instituciones nacionales e internacionales en
materia de
derechos humanos. ............................................................................................... 53
II.7.2 Posturas de organizaciones no gubernamentales........................................ 56
II.7.3. Posturas en el plano académico. ................................................................ 58
CAPÍTULO III
ALCANCE DE LA PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO 62
V
III.1. Bienestar y dignidad de la persona como finalidad de las normas de
derechos humanos. ....................................................................................... 62
III.2. La jerarquía de los derechos humanos en México. ............................... 63
III.2.1 El ejercicio efectivo de la interpretación judicial. ......................................... 66
CONLUSIONES Y PROPUESTAS PARA EL FORTALECIMIENTO DE LOS
JUECES EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS ....................... 71
CITAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................... 84
NOTA COMPLEMENTARIA............................................................................. 90
VI
INTRODUCCIÓN
La violación de los derechos humanos a lo largo de la historia, es un
hecho real y constante. En los orígenes, la fuerza constituía el factor primordial
que servía para satisfacer los intereses y se erigía como justificación de éstos.
Desafortunadamente era ejercida comúnmente con violencia, abusando y
vulnerando a los más débiles y desfavorecidos. En contraposición, la propia
fuerza fue el recurso del ser humano para hacerse respetar y auto restituirse en
el goce de sus satisfactores que, en una época, ni siquiera podían denominarse
derechos. Aquella porción de tiempo de gran injusticia en la historia de la
humanidad fue denominada el “régimen de autodefensa” (García: 2011).
Con posterioridad, el poder público de las naciones adoptó una serie de
limitantes a la autodefensa, moderándola para convertirse en el árbitro o
conciliador, sustituyendo la lucha con diálogos de amigable solución.
Finalmente, cuando las sociedades modernas llegan a una etapa de madurez,
surge la función jurisdiccional como método de solución de las controversias,
pero a instancia de los gobernados, a través de la conquista del ejercicio de su
derecho de acción.
En la actualidad, es un hecho que la función jurisdiccional —consistente
en la intervención de los tribunales en la solución de controversias—, se erige
como la principal posibilidad de defensa de los gobernados y es dónde los
jueces determinan mediante una declaración, cuál es el derecho en disputa y a
quién corresponde el cumplimiento de la obligación que todo derecho
reconocido implica.
El objetivo entonces del presente trabajo es el análisis de la función
jurisdiccional y su eficacia en relación con los derechos humanos en México,
con la pretensión de aportar una solución a un problema recurrente que tienen
los tribunales nacionales, relativo a conocer cuáles son las normas que deben
1
prevalecer en la protección de los derechos humanos, en tanto que su
desatención constituye un problema cuyo origen generalmente se encuentra en
el desconocimiento de éstos. Por ello, en principio, es necesaria la
conceptualización desde la dogmática jurídica y conforme a ciertas categorías
generalmente aceptadas. Luego, identificar el problema recurrente del Estado
mexicano, que se erige en un obstáculo de enormes dimensiones para la
protección de los derechos humanos, pues, en lugar de éstos, se atiende
objetivamente a normas de carácter orgánico y de proyección o satisfacción a
las necesidades generales, en lugar de aquellas que regulan las aspiraciones
individuales, inmersas en el concepto de derecho humanos.
En efecto, los derechos humanos en México confrontan un escoyo de
orden positivista, pues su reconocimiento y eficacia se supeditan a la atención
de normas orgánicas internas que se subordinan no sólo al derecho humano,
nacional e internacional, sino también al poco rango de libertad en el que se
desenvuelven los operadores en los que recae la obligación de proteger esas
normas fundamentales inherentes al ser humano.
Sobre el particular, el problema de inaplicación de los tratados
internacionales, así como la ineficacia de las normas o contenidos que
reconocen derechos humanos, surge de la subordinación en que aquéllos y
éstas se colocan frente a normas del sistema jurídico nacional, especialmente
las de rango constitucional, que se jerarquizan en una posición de mayor nivel.
Para comprender mejor el posicionamiento de los derechos humanos
frente a diversas normas jurídicas, en un primer plano se expone una definición
aproximada de los derechos humanos con el análisis de su naturaleza.
Posteriormente se examina la forma en que se encuentran regulados en el
marco jurídico constitucional mexicano, así como su protección y las garantías
que otorga a los individuos, especialmente su carta fundamental.
2
En un segundo plano, se exponen las posturas nacionales e
internacionales que se han adoptado para lograr el establecimiento, el
desarrollo y el respeto a los derechos humanos, con evidente reprobación al
Estado Mexicano, y que lleva a concluir en una propuesta de solución que
propone situar a los jueces, en general, como los únicos intérpretes de todo
ordenamiento jurídico —incluyendo la propia Constitución—, en los conflictos
que impliquen el modo en que debe reconocerse y hacerse eficaz el o los
derechos humanos en juego, pues es en cada caso y sede particular en donde
se puede establecer auténticamente el sentido y alcance de ellos.
3
CAPÍTULO I
DERECHOS HUMANOS Y SU PROTECCIÓN
I.1. Naturaleza y concepto de los derechos humanos.
A pesar de que el término de derechos humanos se escucha de manera
recurrente en diversos ámbitos de la sociedad, en especial el jurídico, existe
gran ignorancia sobre lo que significan en la medida en que no solo los
individuos, sino ciertas instituciones, consienten o son indiferentes a conductas
de abuso, tortura, racismo, xenofobia, discriminación, miseria, ignorancia,
indolencia y descuido, entre otras. Es decir, el desconocimiento de las normas
fundamentales de protección individual, sin duda impacta en su respeto o
vulneración. Por consiguiente, el conocimiento cotidiano que se tiene de
violaciones a derechos humanos, refleja, como factor común, una escasa
cultura sobre la dignidad de la persona y de la protección que ésta tiene por el
sólo hecho de existir.
Así, podría afirmarse que la vulneración a los derechos fundamentales
deriva o es desencadenada por factores específicos como el desinterés social,
el abuso y omisión por agentes de gobierno en el ejercicio de sus facultades, la
falta de capacitación en la mayoría de las instituciones públicas como privadas
y la evidente falta de instrucción educativa, entre otros, como los más
sobresalientes y que impiden el respeto adecuado de la dignidad humana, que
es la esencia de su contenido. (Schmelkes, 1998: 7)
El acentuado desconocimiento de los derechos humanos no constituye
premisa para realizar una exposición profunda de sus contenidos, sino punto de
partida para establecer la necesidad de tener una definición más o menos
aceptada que sirva de sustento para el objetivo de la tesis que se plantea.
Al respecto, generalmente es aceptada como definición de derechos
humanos la serie de atributos reconocidos en instrumentos nacionales e
4
internacionales, para garantizar o hacer efectiva la dignidad del ser humano,
considerando diversos planos que integran la vida de las personas, como lo
son el individual, el social, el político, el económico y el cultural; sin embargo,
ésta definición es insuficiente a la pretensión que se persigue, ya que la
propuesta de este estudio, es en el sentido de que el derecho humano quede
sujeto, dentro de la teoría jurídica, a la conceptualización de los operadores de
las normas, principalmente los juzgadores, ya que es a ellos a quienes
corresponde materializar y dar sentido a las normas en lo individual,
protegiendo a quien lo requiere y pugnando por su desarrollo o progresividad.
El debate actual de los derechos humanos deja en claro que la
definición contenida en párrafos anteriores es usada indiscriminadamente y
hace que el término se torne ambiguo, provocando la desatención a la esencia
del significado. Más aún, no es sencillo conceptualizar el término, pues la
expresión llega a los propios especialistas a diferir en un concepto concurrente,
dada la multiplicidad de interpretaciones y conceptualizaciones.
Aunado a esto, el debate se centra también en establecer el catálogo
de los derechos o prerrogativas que deben considerarse fundamentales y que
ocasiona el diferendo para establecer si existe un resultado positivo o negativo
que deba considerarse para la precisión del término. Ejemplo peculiar de ello es
conocer si los derechos políticos constituyen derechos fundamentales para el
ciudadano únicamente en su aspiración a ser electo para ocupar puestos de
elección popular, o si también se comprende en ellos las facultades o
prerrogativas de quienes ya se desempeñan en esos cargos.
En efecto, el aumento exponencial de los derechos humanos ha
provocado también la disminución de la fuerza de su exigencia, generando con
ello la incertidumbre del concepto y del método que sirva para su protección
(Laporta, 1987: 23).
5
Se trata pues de una relación inversamente proporcional entre el
aumento de derechos que son considerados como humanos. Entre más
derechos se adicionen al catálogo respectivo, el poder argumentativo y de
exigencia disminuyen. En cambio, entre menos derechos se adicionan al
concepto, su argumento adquiere poder y exigibilidad. Ejemplo de éste
fenómeno puede advertirse en el reconocimiento del derecho humano a una
vida digna, cuyo poder y exigibilidad, dependerá de la afectación que sufra la
persona en cualquier sentido, pero si para considerar una vida digna, se
formulan clasificaciones; vgr. de atención a la salud, de gozar de una vivienda,
de no ser ofendido públicamente, de ser oído sin considerar circunstancias de
índole social, económico o de género, etcétera, etcétera, es claro que para un
operador simplista que no encuentre dentro del catálogo de vida digna tales
características, desatenderá múltiples factores que pueden afectar a la dignidad
humana, perdiendo por consecuencia el poder de exigencia que el derecho
humano reconoce, en lo general para la protección del individuo.
No obstante, predomina la corriente que sostiene que entre más amplio
sea el catálogo de derechos humanos, existe una mayor protección y,
viceversa, si existen menos derechos en el campo, menor es su exigencia
(González, 2013).
El sustento de esta teoría, básicamente se centra en un criterio de
especialidad, al considerar que al existir un aumento de derechos humanos,
existe una específica protección al bien jurídico que se pretende proteger por
cada uno de los derechos.
Esa divergencia pareciera considerar que no justifica el aumento
indiscriminado de los derechos humanos, sino más bien la necesidad de
conceptualizar y justificar el término (González, 2013).
6
Entonces, el debate inicial es el relativo a su denominación y
conceptualización. Es decir, la protección de la persona queda comprendida en
el término Derechos Humanos o es necesario denominarle de una manera
distinta, con mayor o menor extensión; vgr. derechos fundamentales o derechos
universales.
En términos prácticos, la expresión “derechos humanos” ha recibido
mayor difusión social y aceptación por la mayoría de las culturas y sistemas
jurídicos modernos, considerando en su esencia que son aquellos cuya unívoca
condición para ser su titular es la naturaleza humana (OACNUDH, 2008: 16).
Por tanto, en la presente investigación se parte de este concepto, que,
interrelacionado con la definición dada en párrafos anteriores, resulta de
cualquier manera ambigua e insuficiente para el propósito que se persigue, que
es el proteger verdaderamente al individuo en su escencia y con el propósito de
lograr su desarrollo y bienestar integral.
Mónica González Contró y Pedro Salazar Ugarte, en su Teoría Jurídica
de los Derechos Humanos, auxilian a ubicar los derechos humanos en tres
corrientes principales.
1. La que considera que no hay más derechos, incluyendo los
humanos, que aquellos contenidos en el derecho positivo objetivo, negando así
un fundamento diverso a aquellos derechos fuera del campo objetivo y positivo
del derecho.
2. La que estima que los derechos humanos si tienen un fundamento
moral y, por ende, si pueden existir dado su carácter moral a la par de los
contenidos en ordenamientos jurídicos. Empero, dicha postura reconoce que
para su ejercicio o respeto es necesario su incorporación al derecho objetivo
positivo.
7
3. Finalmente, la corriente que estima que los derechos humanos son
derechos morales, y por ser antes de la constitución del Estado, tienen como
función ser un elemento de su legitimidad (González y Salazar, 2013).
La generalidad se desenvuelve entre las dos últimas corrientes, pues
se reconoce que efectivamente los derechos humanos son derechos morales,
que para hacerse exigibles es necesario su reconocimiento en el orden jurídico
positivo. Efectivamente, se reconoce que son previos al establecimiento del
orden jurídico. De ahí que el Estado esté constituido para preservar el bienestar
de la población mediante el reconocimiento, respeto y protección de los
derechos humanos.
En efecto, acorde a la fundamentación ética o axiológica de los
derechos humanos, el ordenamiento jurídico no crea dichos derechos, sino que
simplemente los reconoce y establece las condiciones inexcusables para
alcanzar un nivel de vida digno. Es decir, esencialmente la fundamentación
ética es la concepción de derechos basados en el bien jurídico superior de la
dignidad humana (Fernández, 1952: 97 y 98).
Evidentemente que la premisa consistente en que los derechos
humanos son de contenido eminentemente axiológico, no surge de la opinión
doctrinal o dogmática de esos doctrinistas o de algún autor, menos por un
reclamo aislado que haya sido reivindicado por parte de algún Estado o nación.
Es el resultado del desarrollo histórico, sistemático y conjunto de las sociedades
civilizadas, cuya categorización conforme a las diferentes posturas es
importante identificar en tanto que sirve para comprender sólidamente su
estudio y para establecer una doble finalidad. El basamento u origen de los
hechos y consideraciones que plantean al individuo como el destinatario de las
acciones que son necesarias para lograr su desarrollo integral y, como
consecuencia natural, el de las sociedades en general. Además, para la
8
identificación de los factores y características que, conforme a las distintas
corrientes histórico-filosóficas son útiles para la incorporación al marco
normativo de los Estados, pero no sólo para
el reconocimiento o
conceptualización del derecho humano individualmente considerado, sino para
establecer los métodos que hagan verdaderamente efectiva su realización
material.
En ese sentido, resulta pertinente traer a colación, aunque sea
brevemente, las posturas de derechos humanos mayormente identificadas.
I.2. Los derechos humanos en el marco histórico.
1. El iusnaturalismo. Se sustenta en el derecho natural y afirma como
denominador común, la existencia de una juricidad previa y base del derecho
positivo, de manera que expresa que los derechos humanos tienen un carácter
declarativo y no constitutivo. Destacan como antecedentes el estoicismo que
funda la concepción en una razón universal y de alcance cosmopolita.
Igualmente, un antecedente destacado se constituye en el cristianismo que
afirma como fuente del derecho a la dignidad.
Dentro del iusnaturalismo surge, en el siglo XVI y en el siglo XVIII, la
idea de los derechos subjetivos que no dependen de la ciudadanía ni de las
leyes de un Estado y tampoco están necesariamente limitados a un grupo
étnico, cultural o religioso, sino al concepto de derechos naturales. Los
principales exponentes del iusnaturalismo son Jhon Locke, Thomas Hobbes y
Jean Jackes Rousseau y se fundamentan en que los hombres son los titulares
de todos los derechos. (Fernández, 1952: 81-86)
Estas ideas son objeto de fuertes críticas por quienes conciben los
derechos humanos como producto de exigencia o relaciones interpersonales.
Entre otras, el utilitarismo impulsado por Jeremy Bentham, al grado de tacharlas
como disparate, así como el comunitarismo, pugnado por Alasdair MacIntyre,
9
que afirma que creer en los derechos naturales es fantasía ya que no son sino
producto de las relaciones entre las personas en una comunidad determinada
(Sandoval 2010). Igualmente el Marxismo se opone a reconocer al derecho
natural como fuente de los derechos humanos, precisamente porque se trata de
normas que surgen de la relación entre el capital y el trabajo. (Marx, 2004; 35)
2. El historicismo. La escuela histórica del derecho reconoce como
antecedentes la idea de los sofistas griegos en la antigüedad. Su mayor
desarrollo se da en Alemania en donde tiene como exponentes a Friedrich Karl
von Savigny, Georg Friedrich Puchta y Gustav von Hugo, aunque existen un
sinnúmero de exponentes, la concepción de los derechos humanos desde ésta
óptica parte de una explicación filosófica del conocimiento histórico que da
razón del conocimiento correcto de las actividades humanas. En resumen, el
historicismo en los derechos humanos, constituye una consideración de que se
trata de derechos históricos, basados en las necesidades sociales y la
necesidad de satisfacerlas. Niegan la fundamentación en la naturaleza humana
y se basa en la evolución que permite ampliar su catálogo de acuerdo con las
propias necesidades. Es decir, satisfacen en principio la vida, las libertades y
los derechos políticos, entre otros, como derechos primarios y satisfechos
éstos, surgen otros de distinta naturaleza como el derecho a la vivienda, a la
salud, a la seguridad social, diversificándose en una gama amplísima, vgr.
derechos sociales, derecho a la paz, derecho a ambientes sanos, a la
autodeterminación, etcétera. (Moreno, 2007: 4)
3. Fundamentación Ética. Esta corriente es la de mayor peso en la
actualidad y sostiene que la ética y el derecho son convergentes porque
concurren en un mismo propósito: el respeto incuestionable a la dignidad
humana (Jorge Madrazo-Walter Beller). La dignidad se constituye como
principio ético y fundamento primordial de los derechos humanos que serían
incomprensibles si no estuvieran basados en la idea del valor intrínseco en las
10
personas que para su efectividad debe estar garantizado jurídicamente. En
efecto, Jorge Madrazo-Walter Beller explican que las normas legales solo
prescriben conductas o comportamientos y no actitudes o convicciones y que la
dignidad humana no es propiamente un principio jurídico sino inequívocamente
un principio ético (Madrazo, 1997: 236). De ahí que las normas jurídicas
reconozcan y converjan con el mandato ético para hacer respetar la dignidad de
la persona. Por supuesto que la dignidad como sustancia del fundamento ético,
justifica esta corriente de pensamiento, pero no se concreta en esa premisa,
sino en el desarrollo de las aptitudes humanas que le permitan alcanzar su
felicidad. De ahí que atienda a circunstancias de otra índole pero inherentes a la
propia persona y pueden concretarse en la libertad de decidir o en la capacidad
de elegir con convicciones individuales que distinguen o unifican frente a los
demás seres humanos.
4. Corriente cosmopolita. Se concibe como la universalidad del
derecho. Entre sus exponentes se encuentran Jürgen Habermas y Emmanuelle
Kant y hacen referencia al estatuto de los individuos y a su libertad de
comunicar abierta y potencialmente, lo que le da el sentido de cosmopolita. Es
decir, son las relaciones interpersonales y no las internacionales las que le
imprimen el carácter. Si bien es cierto que Kant afirma que los estados deben
ser gobernados bajo una forma de gobierno determinado con autonomía,
soberanía e integridad territorial a fin de no entrar en conflicto, Habermas
señala que con la universalidad del individuo, es como se afirma el respeto
igualitario por todos y la solidaridad con todo aquel que presenta un rostro
humano. (Habermas, 1999: 107 y 108)
Lo importante de esta corriente es que excluye al sujeto de las fuerzas
del “mercado mundial” concebido en la época moderna de la globalización, así
como a la geoestrategia y al fatalismo de los hechos. En resumen, Habermas,
11
como exponente destacado concreta la corriente como cosmopolita, como un
humanismo planetario. (Gaspary, 2001: 225)
5. Tesis realistas. Sostienen que es la práctica de las personas la que
dota de significación a los derechos humanos. (Pérez, 2005: 619) Asimismo,
indican que la positivación o reglamentación es un requisito adicional que
influye en la efectividad y critican al iusnaturalismo así como el iuspositivismo
puramente formal afirmando que ambas corrientes son excesivamente
abstractas y no tienen en cuenta las condiciones económicas y sociales de las
que depende el efectivo disfrute de los derechos. Se relaciona principalmente
con el socialismo de Carl Marx, aunque existen muchos exponentes. (Marx,
2004; 35)
6. Utilitarismo. Como doctrina ética vale en la medida en que
considera la mayor felicidad para el mayor número como la medida de lo justo y
de lo injusto. (Bentham, 1973: 3) El utilitarismo rechaza la idea de que los
derechos humanos sean derechos naturales e indica que constituye un
sinsentido afirmar que existen derechos previos al Estado, en tanto que los
derechos son un producto social que se justifica por su utilidad. John Stuart Mill
señala que los derechos son reglas para la maximización de la felicidad, que no
son absolutos, pues en condiciones excepcionales debe maximizarse la utilidad
social. Este enfoque utilitarista tiene como mayor crítica, el hecho de que la
atención a la mayor utilidad social no garantiza el derecho en lo individual.
(Papacchini, 2003: 89)
7. Comunitarismo. Aparece a finales del siglo XX en oposición a
determinados aspectos del individualismo y en defensa de fenómenos como la
sociedad civil. Plantea que la tensión entre los derechos individuales y las
corresponsabilidades sociales, es el punto esencial para analizar la mayor parte
de los problemas éticos de nuestro tiempo: sistema sanitario, aborto,
12
multiculturalismo, libertad de expresión, etcétera. Fundamentalmente se utiliza
el término en sentido filosófico, ideológico y sensible.
El comunitarismo filosófico considera que el liberalismo clásico es
ontológicamente y epistemológicamente incoherente, ya que no se construyen
las comunidades por actos voluntarios de individuos ni estos son anteriores a
las mismas, remarca el papel de la comunidad en la tarea de definir y formar a
los individuos. El comunitarismo ideológico subraya el derecho de la mayoría
a tomar decisiones que afecten a la minoría. Se considera "de izquierdas" en
los asuntos económicos y "de derechas" en lo social. Finalmente, el
comunitarismo sensible propone una nueva regla de oro, para afirmar
simultáneamente los derechos y obligaciones tanto comunitarios como
individuales: "Respeta y defiende el orden moral de la sociedad de la misma
manera que harías que la sociedad respetara y defendiera tu autonomía".
Algunos representantes de la corriente comunitarista son Robert Bellah,
Charles Taylor, Michael Walzer, también suele incluirse a Alasdair MacIntyre
por sus argumentos coincidentes con esta corriente.
8. Iuspositivismo. En los derechos humanos, el iuspositivismo se
opone radicalmente a la idea iusnaturalista al decir que son meras ideas
morales sin valor jurídico, pues para que lo contengan deben incorporarse al
ordenamiento jurídico y, por tanto, no es necesario ni procedente acudir a otro
sustento que no sea el legal. Por supuesto que el positivismo concebido en esa
simple negación implica el reconocimiento de derechos públicos subjetivos en
contravención a los derechos naturales, pero en el subjetivismo se encuentra el
sofisma de desconocer a la dignidad de la persona como fuente de la norma
material que la protege. Entre los impulsores del iuspositivismo se encuentran
Hans Kelsen, Alf Ross, Herbert Hart y Norberto Bobbio.
13
Es pertinente señalar que la influencia del positivismo en el siglo XIX
produjo un arrinconamiento, arrumbamiento o negación del derecho natural y
motivó la plasmación de los derechos humanos como derechos fundamentales
en las constituciones de la mayoría de los países occidentales. (Bulygin, 1987:
79 y 80)
I.3. La corriente mexicana
La influencia del iuspositivismo se recogió y vio reflejada en la
redacción de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pues en
1917, cuando se promulgó, se abandonó el uso del término Derechos del
Hombre, que la Constitución de 1857 así reglamentaba en su título Primero,
Sección Primera. Incluso, los doctrinistas denominan aún a esa sección como
parte dogmática, que se explica en tanto que la influencia iuspositivista
apartaba lo que se reconocía en sus antecedentes. En efecto, el Acta
Constitutiva
y
de
Reformas
emitida
por
el
Congreso
Extraordinario
Constituyente de los Estados Unidos Mexicanos, el 18 de mayo de 1847,
reconocía su expedición “En nombre de Dios, Creador y Conservador de las
Sociedades”. Incluso, esa acta consolidaba la primer constitución del país de 4
de octubre de 1824, que también se promulgó “En el nombre de Dios
todopoderoso, autor y Supremo Legislador de la Sociedad”.
Entonces, si la Constitución de 1917 abandonó el concepto derechos
del hombre, para sustituirlo por el de las garantías individuales, es claro que
dejo de considerarlos como la base y el objeto de las instituciones sociales
como expresamente se reconocía en la redacción de la ley fundamental
anterior, en tanto que, en el artículo 1º, se concretó a destacar únicamente la
obligación para que todos los individuos gocen de las garantías reconocidas en
la Constitución, dejando, por consiguiente, a consideración de los aplicadores el
concepto, quienes, por la influencia de la época y consideraciones
14
epistemológicas, concibieron a esa parte de la Constitución federal, y aún lo
hacen muchos de ellos, como derechos públicos subjetivos.
Así, se puede afirmar que en el Estado Mexicano, conforme a la teoría
del iuspositivismo, no creó ningún derecho humano, ya que sólo los reconoció,
aunque en un rango jerárquico superior a cualquier orden normativo interno.
Empero, con la interpretación reiterada que de su contenido se ha hecho hasta
la actualidad, se estima que debe prevalecer e imponerse sobre cualquier otro,
aún ante restricciones expresas.
I.4. Presupuestos de los Derechos Humanos
El autor De Sousa Santos indica que la concepción de los derechos
humanos descansa sobre presupuestos bien conocidos, de los cuales se
recogen los siguientes:
1. La existencia de una naturaleza humana universal que puede conocerse
racionalmente.
2. La naturaleza humana es distinta y superior al resto de la realidad.
3. Toda persona tiene una dignidad absoluta e íntegra que no puede
afectarse y que debe ser defendida de la sociedad o del propio Estado
(De Sousa, 1998: 353).
Entonces, conforme a las corrientes histórico-doctrinales, el concepto
“Derechos Humanos” que recoge dicho autor se constituye como el conjunto de
derechos referidos a la dignidad y al bienestar del ser humano. Es decir, son
todas aquellas normas que tiendan a que la persona alcance una vida digna
que le permita alcanzar sus metas y encontrar su felicidad.
Por consiguiente, la dignidad y el bienestar del ser humano deben estar
plenamente garantizados por el sólo hecho de existir, y dicha garantía, respeto
y protección, no le corresponde sino al Estado por ser el ente jurídico
15
encargado de mantener la armonía en el entorno en que el individuo existe. Así,
las voces dignidad y bienestar, fungen como presupuestos básicos para el
ejercicio de los derechos humanos y se constituyen en su esencia misma.
En ese sentido, es claro entender el concepto de derechos humanos
elaborado por Jorge Carpizo cuando los define como la serie de atributos
reconocidos en instrumentos nacionales e internacionales, para garantizar o
hacer efectiva la dignidad del ser humano que conduzca a una verdadera
existencia humana desde los diversos planos que integran la vida de las
personas, como lo son el individual, el social, el político, el económico y el
cultural. (Carpizo, 2011: 3-29)
En términos de lo anterior, es importante señalar que los derechos
humanos se rigen por principios fundamentales que deben ser tomados en
cuenta para asegurar su respeto, protección y garantía.
Los principios fundamentales, que recoge la Constitución Mexicana
para conceptualizar ciertas normas como derechos humanos son la
universalidad, la indivisibilidad, la interdependencia y la progresividad. (CPUM,
Art. 1)
En efecto, son universales porque son reconocidos y aplicables a todas
las personas sin distinción de género ni espacio o lugar. Este principio
constituye la característica principal, ya que establece que el reconocimiento a
todas las personas debe darse sin considerar ningún tipo de condición o
diferencia cultural, social, económica o política; más aún, significa que estas
mismas no deben ser utilizadas como excusas para el desconocimiento o
ejercicio parcial de los derechos humanos. Un ejemplo típico consiste en que
los humanos nacen libres y que la condición de esclavos que pudieran tener en
algún lugar del planeta no es condicionante para que se les desconozca en
16
donde la sociedad ha evolucionado al grado de reconocer esa libertad como un
derecho humano.
La indivisibilidad implica reconocimiento total, no a medias y sin
cortapisas, de manera que el derecho inherente a la persona no puede ser
fraccionado, pues debe mantenerse en su esencia como una obligación cuyo
objeto de protección no puede ejecutarse en partes. El derecho, en general,
establece matices muy concretos para las obligaciones indivisibles en función
de lo que sería el aspecto activo; vgr. la trasmisión por causa de muerte, la
disposición de crédito, la suspensión o interrupción de la prescripción, etcétera.
(Definición.De 2014) La dogmática jurídica afirma que los derechos humanos
son indivisibles, ya que constituyen un todo intrínseco a la condición humana.
En teoría, no pueden respetarse ciertos derechos humanos y violar otros.
Los conceptos de universalidad e indivisibilidad sobre los derechos
humanos pueden apreciarse en los preámbulos de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos promulgada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en 1948, así como en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos de 1969, ya que en ellas todos los Estados miembros se
comprometen a respetar universal y efectivamente los derechos y libertades
fundamentales de los hombres.
Por otra parte, la interdependencia, que constituye otra característica
esencial de los derechos humanos, comprende la relación, entre sí, de todos
ellos, de tal manera que no puede entenderse el reconocimiento y protección de
uno de ellos en relación con esa misma obligación respecto de todos los
demás. Por ejemplo, el derecho a la vida comprende o está interrelacionado
con el derecho a la salud, a la integridad y a un sano desarrollo, entre otros. De
tal forma que para ejercer plenamente determinado derecho será necesaria la
intervención y respeto de otro o de otros. Estos principios implican, además,
17
que no hay jerarquía entre derechos humanos, por lo que no puede privilegiarse
el cumplimiento de uno en detrimento de otro, salvo cuando se trate de
derechos humanos encontrados, caso en el que debe delimitarse la esfera
jurídica de cada uno, para impedir que el derecho de uno afecte al del otro y
viceversa, procurando así la paz social. Ejemplo de esta contrariedad entre
derechos es la libertad de expresión, que no es absoluta si infringe o denosta la
dignidad de las personas con expresiones o publicaciones infamantes que
lleven a la humillación personal o publica a algún individuo. Esta restricción
encuentra un referente en el artículo 1º, así como el 32.2 de la Convención
Americana Sobre Derechos Humanos, al establecer el respeto a los derechos y
libertades y garantizar el libre ejercicio, pero sin discriminación de ninguna
especie o condición social.
Finalmente, los derechos humanos deben atender al principio de
progresividad y no regresión. Es decir, siempre deben evolucionar para la
protección de la dignidad humana y logrado el avance, no hay cabida para un
retroceso, ya que el estatus de protección debe mantenerse o superarse. Esta
característica surge de la posibilidad de ampliar el catálogo de derechos
establecidos previamente y conforme al reconocimiento que en el futuro se
haga de otros diversos, pues así se establece en el artículo 31 de la
Convención Americana Sobre Derechos Humanos.
I.5. Efectividad de los derechos humanos
En el apartado anterior se destacó que la esencia de los derechos
humanos constituye la dignidad de la persona y se establecieron los
presupuestos que los caracterizan. Entonces, para hacer efectivo el ideal que
persiguen, que se reduce al bienestar y felicidad de los individuos, es necesario
identificarlos dentro de los ordenamientos jurídicos generalmente establecidos.
Es decir, el aspecto filosófico que comprende el concepto de derechos
18
humanos implica necesariamente identificarlos o reconocerlos en las reglas,
generalmente de derecho constitucional y en los tratados internacionales.
Efectivamente,
el
reconocimiento
de
los
derechos
humanos,
principalmente de los países de América Latina, se ha desarrollado en las
últimas décadas y reflejado en sus constituciones, a través de la incorporación
de las denominadas cláusulas abiertas de derechos humanos, que constituyen
reglas que permiten considerar como tales no necesariamente los que se
encuentran expresamente declarados en el texto constitucional, sino también
las que permiten concebirlos e incorporarlos al sistema jurídico, por la
apreciación del operador de la norma de que se trate. (Brewer-Caríasm 2006: 1)
Concepción que necesariamente se formula y justifica dentro de la teoría
jurídica. Por otra parte, con la autorización de la aplicación inmediata de
previsiones
sobre
derechos
humanos
reguladas
en
instrumentos
internacionales (Idem 2).
La
incorporación
de
esas
técnicas
en
los
sistemas
jurídicos
latinoamericanos constituyen un esfuerzo pujante para objetivar los derechos
humanos en juego, ya que con ellas se admite la importancia de hacer efectiva
la observancia de los derechos humanos y, mas aún, porque en su ejecución se
imprime a la función jurisdiccional una especial relevancia para hacer efectiva la
practica de los derechos humanos, pues prácticamente en todas las
constituciones se deja en manos de los tribunales la facultad de decidir sobre
todas esas previsiones.
En efecto, todas las constituciones establecen que los juzgadores son
los operadores de las normas de derechos humanos, y que el Estado, a través
de ellos, resuelve sobre la protección o reparación de los derechos humanos
puestos en juego. De ahí que si las sociedades modernas han reconocido en
ellos la responsabilidad de determinar el método, la jerarquía y la forma en que
19
habrá de respetarse cada uno de los derechos humanos puestos a su
conocimiento, los jueces se conviertan o se erijan en los protagonistas
principales de la actividad que persigue hacer efectivo el bienestar y la felicidad
de todos los integrantes de la sociedad. De ahí la importancia mayúscula de no
restringir sus facultades por contradicciones que pudieran existir en sus propios
ordenamientos jurídicos.
I.6. Métodos de protección a los derechos humanos
La dificultad para determinar el método de protección de los derechos
humanos es muy complicada si se toma en cuenta la amplia gama o catálogo
reconocido en la doctrina. Incluso, en la mayoría de los órdenes jurídicos
modernos, entre los principales, existen ya establecidas varias categorías a
saber:
Derechos humanos referidos a las libertades; vgr. libertad personal;
libertad de trabajo,
profesión, industria o comercio; libertad de expresión;
libertad de imprenta; libertad de asociación y reunión; libertad de tránsito y
residencia; libertad religiosa.
Derechos humanos referidos a la integración social de los
individuos; vgr. igualdad, derecho de petición; derecho a la información;
garantía de audiencia; garantía de legalidad; derecho a la jurisdicción; derecho
a un medio ambiente sano; protección de la integridad física y moral de las
personas en libertad y bajo condena; derecho a la educación; derecho a la
paternidad; Derecho a la protección de la salud; derecho a la vivienda; derechos
sociales a favor de los trabajadores; derechos de los niños; derecho a la
propiedad comunal y ejidal de tierras.
Derechos humanos referidos a la organización democrática; vgr,
derecho para auto determinar sus órganos y métodos de gobierno, derecho a la
20
nacionalidad, derecho a la ciudadanía y derecho a participar en los órganos de
gobierno.
Derechos humanos referidos a la seguridad personal; vgr,
irretroactividad de las leyes; seguridad Jurídica en materia penal internacional;
inviolabilidad de las comunicaciones privadas; inviolabilidad del domicilio;
seguridad Jurídica en materia de órdenes de aprehensión o detención;
seguridad Jurídica para los procesados en materia penal; seguridad Jurídica en
las detenciones ante autoridad judicial; garantías del procesado en materia
penal; derechos de la víctima o del ofendido; seguridad Jurídica respecto a la
imposición de penas y multas; seguridad jurídica en los juicios penales,
etcétera; protección jurídica al derecho a la vida; prohibición de las penas de
muerte, de tortura y de aquellas inusitadas o trascendentes; Derecho a la
propiedad.
El anterior catálogo de derechos es de carácter personal y meramente
enunciativo, formulado de los ya reconocidos en la Declaración Universal de
Derechos Humanos realizada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
de 1948, así como los que comprende la Carta de la Organización de los
Estados Americanos de 1948, la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre de 1948 y la Convención Americana Sobre Derechos
Humanos del 22 de noviembre de 1969 adoptada en la ciudad de San José,
Costa Rica. Además, es acorde al bloque de constitucionalidad mexicano, con
la indicación de que este catálogo de derechos evoluciona y se perfecciona
precisamente en base al principio de progresividad.
I.6.1. Teoría del desempaque de los derechos humanos.
La metodología del desempaque de los derechos humanos, consiste
básicamente en hacerlos operables. Es decir, que cumplan con su finalidad de
protección al ser humano.
21
El creador del término (unpacking) es Paul Hunt, quien señala que el
desempaque de los derechos humanos implica el “análisis de un derecho
humano a partir de las diversas obligaciones que lo constituyen”, el cual
comienza con la desagregación en los múltiples sub-derechos que lo integran y
conlleva el objetivo de conocer el alcance de su contenido y las implicaciones
de las obligaciones que conlleva cada derecho humano. (Vázquez y Serrano,
2011: 136)
Así, desde el punto de vista personal, no se puede establecer la
protección y mucho menos la violación de los derechos esenciales si se
desconocen sus contenidos y los alcances de las obligaciones que contienen.
Resulta indispensable identificar en su integridad la norma fundamental a fin de
garantizar plenamente su operatividad. El derecho humano a la vida por
ejemplo, implica determinar en principio su esencia, que se conforma con la
integridad de la persona. Enseguida, el grado de protección colateral a fin de
establecer las consecuencias de la violación y, por ende, las medidas de
reparación que deben adoptarse para el caso de violación. Luego, si la vida
constituye el presupuestó esencial de ese derecho humano, conviene formular
la siguiente interrogante ¿se considerará satisfecho por el sólo hecho de no
afectar la integridad?. La respuesta, conforme al principio de interdependencia,
sería que no, pues la vida no es posible desarrollarla con un fin de bienestar si
no se satisfacen otro factores que giran en torno a ella; vgr. el derecho a una
vivienda digna, el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a un
trabajo digno, etc.
Además, si se atiende a la teoría del desempaque se requiere precisar
mayores factores. Es decir, si estimar protegido el derecho a la vida, conlleva la
obligación de atenderlo, entre otras cosas, con una vivienda digna, convendría
afirmar que sobre ciertos derechos subyacen otros que, aunque marginales, no
dejan de ser esenciales si están en relación con la dignidad de las personas.
22
Por tanto, respetar el derecho a la vida requeriría la protección también del
derecho a una vivienda digna, entre otros diversos derechos colaterales. Y, aun
mas, establecer cómo puede considerarse que sea digna una vivienda. En
efecto, si se continua en el examen de esa obligación subyacente, es fácil decir
que las características de una vivienda varían enormemente de un lugar a otro,
pero ¿esa variación justificaría que sea válido que en una región se habiten
chozas y, en otra, casas de ladrillo o de madera, si todas son viviendas?. Con
esa distinta interrogante, sin duda es indispensable indicar los contenidos y
características de una vivienda para establecer cómo se estimaría digna y, por
consecuencia, satisfecho en su integridad el derecho humano a la vida. En
términos de concreción, tanto la choza como la casa son viviendas, pero la
dignidad de la vivienda no dependerá solo de la obtención, sino de la especie
que pueda establecerse a priori, con las características especificas que
permitan vivir con comodidad, ya que una que no las satisfaga implicaría
posiblemente el sufrimiento permanente con afectación del derecho a la vida
intrínseca e integralmente considerado.
En otras palabras, al desambiguar el derecho humano, se conoce el
contenido y alcance de las obligaciones, y se da lugar a los denominados subderechos.
Al respecto, Vázquez y Serrano indican que los sub-derechos son
factores que integran un derecho, los cuales pueden advertirse claramente del
tratado internacional que lo prevé o bien de la interpretación jurisprudencial que
sobre él se ha hecho (Vázquez y Serrano, 2011: 138 a 140). Es decir, los subderechos son aquellos otros derechos que pueden desprenderse del derecho
internacional de los derechos humanos, que resultan ser su presupuesto y cuyo
reconocimiento y precisión permite disfrutar todo el derecho humano en su
conjunto.
23
Con la determinación de los sub-derechos, es fácil identificar las
obligaciones incumplidas; y, con conciencia, la responsabilidad en que incurre
el Estado en caso de vulneración, así como la posible reparación que deba
adoptarse.
En conclusión, el método de desempaque de derechos humanos, a
través de la desambiguación, que generalmente corresponde a los aplicadores
de la norma y más concretamente a los juzgadores, permite precisar los subderechos que se integran a ellos y las obligaciones correlativas, permitiendo,
por consecuencia, una comprensión simplificada a manera de facilitar el estudio
de los derechos humanos, sea en la labor académica, jurisdiccional —como ya
se indicó—, o gubernamental en la implementación de políticas públicas que
normalmente
son
propias
de
un
estado
de
derecho
democrático
y
constitucional.
I.7. Necesidad de respeto y protección de los derechos humanos en un
estado de derecho.
Definido el concepto de los derechos humanos, los principios que los
rigen, el enfoque de derechos que debe tenerse al ejercer la función
jurisdiccional y la metodología de su “desempaque”, es válido preguntarse por
qué la necesidad del respeto y la protección de los derechos fundamentales de
los gobernados, si el Estado tiene como elementos de su existencia,
precisamente la obligación de respetarlos (Jellinekm 1954: 234 a 254).
En efecto, si en el territorio determinado, las personas integrantes del
pueblo
no
encuentran
condiciones
que
les
permitan
desarrollarse
adecuadamente por omisión o abuso del poder, ello tornaría imposible la vida
armoniosa en el Estado, cuya justificación teleológica es precisamente
favorecer los intereses solidarios individuales, nacionales o generales y con la
dirección de una evolución progresiva y común de la población. (Jellinek, 1954:
157)
24
Es decir, pareciera un contrasentido que el individuo deba defenderse
de aquél que tiene obligación de protegerlo.
En esa medida, se establece como premisa fundamental para el
respeto de los derechos humanos, la existencia de un estado de derecho, pues
es a través del respeto al orden jurídico establecido como se permite que los
seres humanos sean capaces de desarrollar o satisfacer sus necesidades y
alcanzar sus metas e ideales.
Por tanto, un estado constitucional de derecho se define por el
sometimiento de la autoridad a las disposiciones fundamentales de orden
jurídico, que permiten su organización política para el beneficio del individuo.
Así, el estado de derecho requiere de ordenamientos que le dan vida,
destacando los que por jerarquía se les denomina fundantes, comúnmente
denominadas constituciones, pues son las que crean los organismos que se
encargarán de la Administración del Estado, imponiendo ciertas garantías y
limitantes en relación con los gobernados, constituyendo precisamente los
derechos humanos reconocidos.
En esa medida, un estado de derecho requiere necesariamente de
mecanismos de protección de la libertad y de los derechos innatos y adquiridos,
contra el abuso del poder político (Böckenforde, 2000).
Empero, queda sin responder aún por qué el individuo debe defenderse
en contra
de las acciones emprendidas por aquél que tiene obligación de
cumplir su anhelo y en éste último aspecto se encuentra la respuesta, pues el
incumplimiento
por
razones
de
variada
índole,
normalmente
de
desconocimiento, omisión o abuso de poder, es lo que obliga a las personas a
emprender acciones vinculadas con el propio Estado para llegar al respeto de
sus derechos humanos que, al lograrlo, permitirán satisfacer ese anhelo.
25
Al
respecto,
Gil
Rendón
considera
que
la
vinculación
e
interdependencia entre los derechos humanos, el control constitucional y el
estado de derecho, logran el bienestar del ser humano atendiendo a su
dignidad. (Gil Rendón, 2011: 16)
Guerrero Verano complementa que esa vinculación debe darse sin
tener en consideración factores de raza o condición social de las personas, ya
que así se garantiza un eficaz desarrollo de los individuos. (Guerrero, 2012:
279)
En mérito de las ideas plasmadas, puede vislumbrarse que para la
existencia de un verdadero estado de derecho, el poder público debe atender
necesariamente a la dignidad y bienestar integral del ser humano y, ante su
omisión o incumplimiento, es necesario establecer las garantías que le permitan
acceder a tal finalidad a través de acciones contra el propio Estado, con
derechos reconocidos y garantizados en su marco jurídico. Así, el estado de
derecho se constituye necesariamente con mecanismos constitucionales y
legales efectivos que garanticen el respeto de los derechos de sus gobernados,
ya sea por descuido, omisión o por abuso autoritario, pues sólo de esa manera,
el ser humano puede lograr alcanzar sus objetivos y anhelos personales.
I.7.1. Estado de derecho como presupuesto al reconocimiento y eficacia
de los derechos humanos
Es paradójico señalar que el origen de los derechos humanos sea
inherente a la persona humana si ellos no pueden concretarse de la
interrelación organizada de las personas que conforman un determinado
conglomerado. En efecto, si los derechos humanos existieran antes de la
creación de las organizaciones políticas comúnmente denominadas Estados,
resultaría sencillo prescindir de éstos en la medida en que los individuos, por sí
solos, lograrían la satisfacción de sus necesidades y, por consecuencia, su
bienestar y felicidad; sin embargo, esa afirmación es ilusoria porque para la
26
satisfacción de tales necesidades, es necesaria la organización política que
dará vida o concretará el derecho humano a favor de uno o varios individuos.
De ahí que, en cierta medida, se justifiquen las teorías utilitaristas que indican
que los derechos humanos, así concebidos, son fantasía, pues, en realidad, son
producto de las relaciones de exigencia entre los seres humanos.
Bajo ese parámetro, es claro que el desarrollo de las sociedades en la
actualidad requiere la presencia de un estado de derecho. Entendido como
aquel que se rige por un sistema de leyes e instituciones ordenado en torno de
una constitución, la cual es el fundamento jurídico de las autoridades y
funcionarios, que se someten a ella para organizar y fijar los límites de los
derechos y obligaciones de los individuos (Böckenforde, 2000).
La definición de estado de derecho puede tener múltiples contenidos,
pero su esencia radica en el establecimiento de leyes e individuos sujetos a una
constitución. El origen del término se encuentra en la doctrina alemana del
Rechsstaat, aunque los propios alemanes atribuyen el término a algunas de las
obras de Immanuele Khant (García, 1986: 9 a 12).
Por tanto, la concepción del estado de derecho hace patente la
necesidad de que exista una norma fundamental que sirva de partida para el
establecimiento de una organización política y para el reconocimiento de los
derechos humanos y, posiblemente para su eficacia, pues a partir de la carta
fundamental o norma fundante, es donde los operadores quedan sujetos a la
obligación de hacerlos florecer en beneficio de los individuos y contribuyendo al
fortalecimiento del propio estado de derecho.
Entonces, el estado de derecho resulta necesario e indispensable para
la operatividad y conlleva una organización política determinada que
comúnmente se identifica como estados democráticos.
27
A este respecto, es fácil concluir que México constituye un estado de
derecho democrático en la medida en que mantiene una carta fundamental
como fuente de la existencia y continuidad de los derechos humanos. Y es
democrático porque esa carta, denominada comúnmente como Constitución
federal, es el producto de la participación organizada de todos los ciudadanos.
No obstante, aunque el país pueda considerarse dentro de esa clasificación de
estado de derecho democrático y constitucional, es preciso saber conforme a
las categorías ya referidas si el reconocimiento a los derechos humanos se
hace con o sin la cláusula abierta a la que ya se hizo referencia con
anterioridad.
En este aspecto, la continua modificación que a través de los años ha
tenido la Constitución federal, sirve para reflejar contenidos eclécticos, pues
respecto de ciertos derechos existe un reconocimiento limitado y respecto de
otros, es clara la referencia al Derecho Internacional de los Derechos Humanos,
sin necesidad de reglamentación legislativa. En efecto, es fácil identificar el
reconocimiento limitado de derechos humanos para ciertas personas. Por
ejemplo, en determinada época los miembros pertenecientes a iglesias u
organismos religiosos no eran sujetos de derecho, simplemente no se les
reconocía en actividades de orden contractual y político por la circunstancia de
ser ministros de algún culto. En la actualidad, si bien es cierto, ya existe un
mayor reconocimiento, no deja de ser limitado en tanto que en ciertas
actividades políticas tienen restringida la posibilidad de participar en las
actividades de representación popular.
Por otro lado, el propio Estado Mexicano mantiene cláusulas de
apertura sin restricción constitucional, en la medida en que autoriza la
aplicación de tratados que sean conformes con la propia constitución federal,
sin limitación específica. Ejemplo de ello es la redacción de sus artículos 1º y
133, en tanto que el primero señala que las normas relativas a los derechos
28
humanos se interpretaran de conformidad con la Constitución y los tratados
internacionales. Incluso, reconociendo la aplicación del principio pro personae.
Mientras que el segundo señala con la categoría de supremos a los tratados
internacionales que estén de acuerdo con la propia Constitución.
29
CAPITULO II
LOS DERECHOS HUMANOS EN MEXICO
II.1 La protección de los derechos humanos en México.
Para efectos del presente estudio, habrá de analizarse específicamente
el estado de derecho mexicano a efecto de comprender de qué forma se
encuentran previstos los mecanismos de respeto y garantía de los derechos
humanos en el orden jurídico interno y determinar así su jerarquización.
En México existen procedimientos específicos para hacer respetar los
Derechos Humanos en caso de infracción. Por excelencia el juicio de amparo y,
en menor medida, las controversias constitucionales y las acciones de
inconstitucionalidad. Hasta antes de la reforma constitucional de junio de 2011,
evidentemente tales procedimientos no fueron suficientes, pues el cúmulo de
violaciones y la gran cantidad de procesos reflejan, sin lugar a dudas, que la
violación a los Derechos Humanos fue el mayor estimulo para emprender la
reforma por el constituyente permanente. De manera que de su comprensión e
implementación dependerá su eficacia.
II.1.2 Reglamentación de los derechos humanos en México hasta el
reconocimiento de los principios que los identifican.
Ya se indicó, al referirse a las corrientes que pugnan por la
identificación de los derechos humanos, que México está influido enormemente
por el iuspositivismo, que en gran medida es contrario o se aparta de la teoría
iusnaturalista. En efecto, se indicó que la Constitución de 1917 —que
actualmente rige—, abandonó la concepción de los Derechos del Hombre como
se reglamentaban en la constitución de 1824, en el Acta de Reformas de 1847 y
en la Constitución de 1857.
Es preciso aludir al termino concepción porque con seguridad se puede
afirmar que Derechos del Hombre no es un término simple de carácter
30
legislativo. Efectivamente, es claro que se uso como referente de las
aspiraciones que motivaron las luchas armadas de emancipación y de
reconocimiento a las aspiraciones que sirvieron para sacudirse con ideas
religiosas el yugo de la explotación y miseria en la que se desenvolvía la
sociedad en general.
En ese sentido, puede afirmarse que la culminación de esos
documentos o constituciones refleja verdaderamente los antecedentes y los
acontecimientos en que se desenvolvieron las comunidades que integraban el
México de los siglos XVII al XIX, y constituyen una corriente filosófica de
defensa a los Derechos Humanos, que válidamente puedo denominarse como
la corriente mexicana.
El carácter iusnaturalista se lo imprimen las expresiones textuales con
la que se inspiraron, pues la constitución de 1824 se expidió “En el nombre de
Dios todopoderoso, autor y Supremo Legislador de la Sociedad”, mientras que
el Acta de Reformas de 1847, se promulgaba “En nombre de Dios, Creador y
Conservador de las Sociedades”. Incluso, aunque se desconoció la ciudadanía
para el “estado religioso” en el artículo 3º de dicha Acta, se reafirma su
identificación con el iusnaturalismo, precisamente por ser autorizada bajo el
término “Dios y Libertad”.
Luego, el fenómeno de explotación que motivo la insurrección de 1910
con el denominado Plan de San Luis Potosí (Rabasa, 1996: 80), generó la
combinación de ideas liberales identificadas con la corriente iuspositivista; y, sin
duda, por el laicismo de la época al culminar el movimiento, con la expedición
de la Constitución de 1917. Así es, se abandona en ésta el concepto
iusnaturalista de derechos del hombre, para considerar únicamente al término
derechos públicos subjetivos.
31
Entonces, es posible identificar el desarrollo de los derechos humanos
en México bajo las dos corrientes, que afortunadamente no son excluyentes
entre si. Al contrario, constituyen un fenómeno de integración único, ya que la
constitución mexicana no crea ningún derecho humano, sino que sólo los
garantiza como algo contenido en la propia naturaleza humana.
El antecedente es importante para efectos de la finalidad que se
persigue, pues aunque con la interpretación que hasta la fecha se ha realizado,
prevalece la idea de que la Constitución federal de 1917, es una norma
piramidal de carácter cerrado, a partir de la cual se desarrolla toda la legislación
secundaria (Arjona, Rodríguez y Fajardo, 2013: 7), y se le coloca en un rango
jerárquico superior a cualquier otro orden normativo interno, es de atender a su
génesis en donde se reconoce al ser humano como objeto de protección
esencial. Por tanto, la interpretación reiterada de que su contenido prevalece y
se impone sobre cualquier otro, dada la jerarquía que se le atribuye, debe
reorientarse al fin original que persiguió el pueblo con su concepción, que es el
de poner al ser humano como origen y fin de cualquier orden normativo,
precisamente porque es en el sentido en que se orienta la reforma
constitucional del 10 de junio de 2011.
En efecto, a partir de 1917 y hasta la reforma de 2011, la atención de
los derechos humanos era de carácter meramente doctrinal, pues prevalecía la
idea de que la Constitución sólo contiene derechos públicos subjetivos,
respecto de los que, si bien se les reconoce que están en relación con la
persona y con el ideal de sus aspiraciones, no constituyen para el Estado sino
una obligación de carácter garantista. Esto es, en la práctica se cultiva la idea
de que, aunque están contenidos en la carta fundamental, las instituciones y
funcionarios tienen la obligación de hacerlos respetar sólo en el caso de
reclamo o por la intervención oficiosa en caso de violación evidente. Es decir,
no constituían, por si mismos, acicate para que las instituciones constriñan su
32
actuación al cuidado primario de todos ellos, ya que la realidad indica que
reducen su actuación al cumplimiento de las funciones orgánicas de gobierno
que previamente están determinadas en la propia Constitución y en las leyes
secundarias. Peor aún, en el examen jurídico que en casos concretos se ha
formulado, la experiencia y sentido común indican que la generalidad de los
tribunales, desgraciadamente con apoyo en leyes y corrientes de interpretación
jurisprudencial, se han dirigido a justificar la actuación que vulnera o restringe
derechos humanos, fundamentalmente con razones de orden gubernamental
que se estiman de interés superior por estar basadas en la idea de protección al
orden público. Incluso, se han desarrollado teorías de interpretación, como la
denominada interpretación conforme, con las que se fuerza el sentido de la
norma para adecuar el acto gubernamental a objetivos o fines de Estado mas
que de orden individual. Criterios que desafortunadamente permean como
infortunio de los derechos humanos.
En efecto, en México hasta ante de la reforma constitucional de 10 de
junio de 2011, en la defensa de los derechos humanos prevalecía la idea del
liberalismo
francés
del
siglo
XIX,
de
dejar
hacer
y
dejar
pasar.
Desafortunadamente esas ideas aun prevalecen en gran medida en muchos
funcionarios gubernamentales.
II.2. La reforma constitucional mexicana en materia de derechos humanos.
El veintitrés de noviembre de dos mil nueve, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos emitió una sentencia que sentó un precedente histórico en
el sistema legal mexicano, pues la condena impuesta al Estado mexicano por la
responsabilidad internacional en que incurrió dejó como consecuencia diversos
cambios trascendentes a nuestro sistema legal. El asunto se denominó Radilla
Pacheco contra el Estado Mexicano, cuyos hechos básicamente consisten en la
indefinida desaparición forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco, desde el
33
veinticinco de agosto de mil novecientos setenta y cuatro, a manos de efectivos
del Ejército en el Estado de Guerrero.
En la sentencia se impuso como reparaciones a favor de la víctima la
obligación de investigar los hechos e identificar, juzgar y, en su caso, sancionar
a los responsables; medidas de satisfacción y garantías de no repetición, entre
las que se comprendieron: la determinación del paradero de Rosendo Radilla
Pacheco; reformas constitucionales y legislativas en materia de jurisdicción
militar; la tipificación adecuada del delito de desaparición forzada de personas;
además se condenó a la capacitación de operadores de justicia y educación en
derechos humanos; publicación de las partes pertinentes de la sentencia; acto
público de reconocimiento de responsabilidad internacional; restablecimiento de
la memoria: semblanza de la vida del señor Rosendo Radilla Pacheco; atención
psicológica e indemnizaciones, compensaciones, costas y gastos; finalmente,
que el Estado debería continuar con la búsqueda efectiva y la localización
inmediata del señor Rosendo Radilla Pacheco o, en su caso, de sus restos
mortales (Corte IDH. Caso Radilla).
El gran impacto que ha tenido la sentencia en el país, se ha dado
especialmente en la función jurisdiccional, ya que se condenó a ejercer por
parte del Poder Judicial un “control de convencionalidad ex officio” entre las
normas internas y la Convención Americana, en el marco de sus respectivas
competencias
y
de
las
regulaciones
procesales
correspondientes,
especificándose que en esta tarea el Poder Judicial debe tener en cuenta tanto
el tratado como la interpretación de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
El legislativo, por su parte impulsó una reforma constitucional que se vio
materializada en el diario Oficial de la Federación el diez de junio de dos mil
34
once, y que en los foros jurídicos se conoce como la Reforma Constitucional en
materia de Derechos Humanos.
En la gestación de la reforma, el Senado de la República reconoció la
necesidad de adecuar el marco constitucional a los estándares internacionales
en materia de derechos humanos. En primer término, se propuso la sustitución
del término de garantías al de derechos humanos, pues se sostuvo que
referirse al término de garantías individuales, dista de concordar con el
reconocimiento universal de los derechos humanos que prevalece desde la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, hecha por la
Organización de las Naciones Unidas.
Señaló el órgano legislativo, que más allá de una modificación a los
términos, se trata de un cambio conceptual del sistema jurídico que tiene como
consecuencia el fortalecimiento de los derechos de la persona y la protección
de su dignidad, pues la expresión “derechos humanos” es la que se ha
adoptado por el derecho internacional de los derechos humanos y del derecho
humanitario, por la doctrina constitucional moderna y por el derecho
comparado. De ahí que a efecto de actualizar la constitución se planteó
incorporar a nuestro sistema jurídico el derecho internacional de los derechos
humanos, pues se advertía la existencia de la necesidad de armonizarla bajo
los más altos estándares del derecho internacional de protección a la dignidad
de la persona humana (Dictamen del Senado).
Así, la reforma constitucional en materia de derechos humanos tuvo
como aspectos más importantes los siguientes:

Se estableció que en México todas las personas, además de gozar de los
derechos humanos reconocidos en la Constitución, disfrutarían también de
aquéllos contenidos en los tratados internacionales de los que nuestro país
sea parte.
35

Se estableció además que los tratados internacionales en materia de
derechos humanos, sirven como elementos de interpretación, en cuanto a
normas relativas a la materia, debiendo atender siempre a la interpretación
más favorable a la persona.

Se estableció la obligación de todas las autoridades, en el ámbito de sus
competencias, de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos
de
conformidad
con
los
principios
de
universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad, conceptos derivados o
que tienen su origen en el sistema internacional de los derechos humanos,
estableciéndose además el deber estatal de prevenir, investigar, sancionar
y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que
establezcan las leyes.

Se dispuso el respeto a los derechos humanos como uno de los principios
básicos de la educación.

Se estableció dentro de los principios que organizan el sistema
penitenciario el respeto a los Derechos Humanos.

Se determinó que ciertos derechos y garantías no pueden restringirse ni
suspenderse por el Ejecutivo, si no es con previo acuerdo de otros entes
públicos.

Se expresó adicionalmente como obligación del Ejecutivo, aplicar el
principio de respeto, protección y promoción de los derechos humanos en
la dirección de la política exterior y celebración de tratados.

Se confirió facultades a la Comisión Nacional de Derechos Humanos para
investigar hechos que constituyan violaciones graves a los derechos
humanos, atribución que antes correspondía a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
En lo que al presente trabajo interesa, el cambió más trascendente de
la reforma constitucional en materia de derechos humanos, se da en la
36
obligación de atender y aplicar los derechos humanos contenidos en tratados
internacionales, favoreciendo en todo tiempo la protección más amplia a las
personas
Es decir, a través de la reforma se incorporan a nuestro marco
constitucional disposiciones que permiten la adopción de los derechos
contenidos
en
los
instrumentos
internacionales,
elevándolos
a
rango
constitucional, además de introducir la interpretación que favorezca en todo
tiempo el mayor beneficio al ser humano.
Así, a partir de la reforma se crea un nuevo modelo constitucional de
protección a los derechos humanos, ya que el Constituyente Permanente, en
aras de otorgar una mayor protección a los gobernados en contra de los actos
del poder, en vez de limitarse a otorgar las garantías individuales únicamente
previstas en la Constitución, decidió reconocer aquellos derechos humanos que
se encontraren consignados en la ley fundamental, así como en los tratados
internacionales en los que el Estado Mexicano sea parte, ampliando así la tutela
efectiva de prerrogativas básicas en beneficio de la población.
Con posterioridad a la reforma, el veintiuno de septiembre de dos mil
once, se reafirmó el avance en materia de protección a los derechos humanos,
pues, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el expediente de varios
912/2010, emitió la sentencia en cumplimiento a la de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el caso Padilla Pacheco, donde el máximo tribunal
determinó que todos los jueces del país están obligados ejercer un control
difuso de convencionalidad, definido éste medularmente como el deber de los
jueces nacionales de realizar un examen de compatibilidad o de confrontación,
entre las disposiciones y actos internos que tienen que aplicar a un caso
concreto, con los tratados internacionales y la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. (Ferrer, 2011: 176)
37
Como puede verse, el impacto de las determinaciones jurisdiccionales
en nuestro país ha evolucionado a tal magnitud, que se dotó a todos los
juzgadores con la fuerza necesaria para aplicar el derecho internacional a los
casos que versen sobre un derecho humano sometidos a su conocimiento,
permitiendo a los contendientes obtener una justicia ajustada a los derechos
universales, considerando conjuntamente el marco jurídico nacional, como el
internacional. Con la libertad para el juzgador de aplicar lo resulte mas favorable
al ser humano, y que se conoce como el principio pro personae.
Por consiguiente, el juez de estos tiempos, está obligado a contar no
sólo con los conocimientos jurídicos nacionales inherentes a la función
jurisdiccional, sino que debe ser un sujeto con conocimiento especializado en
materia constitucional y en el derecho internacional, para que al momento de
juzgar, pueda realizar la respectiva confrontación entre el derecho interno
cuestionado ante él y el marco constitucional o internacional aplicable. Sólo de
ese modo podrá juzgarse con eficiencia y efectividad el derecho humano que
ante él se cuestione y deba proteger.
En ese sentido, el pronunciamiento de los jueces, ya no se limita sólo a
la resolución de controversias con aplicación de derecho interno, sino que se
trata ya de un juez materialmente constitucional e internacional.
II.3. Avance regional en el constitucionalismo latinoamericano.
La reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
de diez de junio de dos mil once, vale como un avance regional en el
constitucionalismo latinoamericano, pues México era de los pocos países que
aún no establecía clausulas abiertas que reconocieran derechos humanos no
establecidos expresamente en el texto constitucional. (Brewer, 2006: 2
En efecto, en la actualidad existen países de Latinoamérica que han
incorporado a sus textos constitucionales cláusulas de apertura que posicionan
38
a los derechos humanos en algunos casos, incluso, por encima del propio texto
fundamental, en tanto existen otros Estados que simplemente les dan igual
jerarquía.
Como ejemplo de lo anterior, están las constituciones de Ecuador,
Venezuela y Argentina, de las que a continuación se realiza un análisis de
similitud respecto de nuestro artículo 1° constitucional.
Dispone el punto 7 del artículo 11 de la Constitución Ecuatoriana:
“7. El reconocimiento de los derechos y garantías establecidos en la
Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos, no
excluirá los demás derechos derivados de la dignidad de las personas,
comunidades, pueblos y nacionalidades, que sean necesarios para su pleno
desenvolvimiento.”
Por su parte, establece el artículo 22 de la Constitución Venezolana:
“La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta
Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no
debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona,
no figuren expresamente en ellos. La falta de ley reglamentaria de estos
derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos.”
Finalmente, dispone la Constitución Argentina en su numeral 33 lo
siguiente:
“Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución,
no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no
enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la
forma republicana de gobierno.”
39
A diferencia de lo dispuesto en el artículo 1 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, en los textos constitucionales de Ecuador,
Venezuela
y
Argentina,
puede
advertirse
una
cláusula
de
apertura
constitucional, al establecer que los derechos contenidos en la constitución no
implican negación a otros derechos que siendo inherentes a la persona y su
dignidad, no aparezcan expresamente en el texto constitucional. Por su parte, la
Constitución Mexicana establece que todas las personas gozarán de los
derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados
internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte.
Una comparación entre las cláusulas de apertura constitucional de los
países que se han señalado anteriormente, refleja una tendencia protectora de
los derechos humanos; sin embargo, se estima que la Constitución mexicana
adolece de un defecto en relación con las analizadas, pues dispone que los
derechos humanos deben necesariamente contenerse en la propia constitución
y en los tratados internacionales suscritos por México, lo que podría propiciar
que ante la existencia de algún derecho humano aun no explorado por el
derecho nacional o internacional, se dejare sin aparente protección. En ese
aspecto, las constituciones de los otros países son más progresistas al
generalizar que el contenido de la constitución no implica negación a otros
derechos que siendo inherentes a la persona y su dignidad, no aparezcan
expresamente en su texto.
Dejando de lado la deficiencia apuntada, la reforma mexicana en
materia de derechos humanos es un gran avance en la protección de la
dignidad humana, propiciada por el interés de la comunidad internacional de
proteger verdaderamente los derechos humanos de las personas. Es decir, ya
no se habla solamente de un derecho internacional en que los involucrados son
únicamente los Estados como partes de tratados internacionales, sino que se
40
habla de los seres humanos sin importar su nacionalidad, como destinatarios de
los derechos humanos previstos por el derecho internacional.
II.4. Bloque de constitucionalidad en materia de derechos humanos.
El avance en la protección de los derechos humanos, se reafirmó con la
introducción al sistema jurídico interno, de diversos conceptos de corte
internacional, de entre los cuales se encuentra el bloque de constitucionalidad.
Es pertinente destacar que la Constitución federal es concebida como
un documento rígido, pues sus modificaciones se realizan a través del método
establecido con esa característica (Guastini, 1992: 100). Desde este punto de
vista,
la
Constitución
mexicana
comprende
un
conjunto
cerrado
de
disposiciones normativas. Establece reglas relativas tanto a la organización
política, como a los derechos fundamentales de los individuos, que no pueden
ser otros que los que se refieren en el propio texto constitucional. De manera
que para adicionar algún derecho fundamental, es necesario realizar el
procedimiento de reforma previsto y diverso al procedimiento correspondiente a
las leyes secundarias y a la normatividad.
En un punto de vista flexible, la constitución puede conformarse de
disposiciones normativas que a su vez pueden remitir a diversas disposiciones,
para lo cual es necesaria la implementación de cláusulas de apertura
constitucional. Incluso, que la propia constitución permita ser superada por la
ley sin precisiones jerárquicas (Guastini, 1992: 239). Con esa apreciación, la
Constitución dejaría de ser un instrumento rígido para convertirse en un
instrumento abierto, flexible y dinámico.
El bloque de constitucionalidad comprende ya ese concepto, el cual,
según Uprimny, consiste en la existencia de normas constitucionales que no
aparecen directa y expresamente en el texto constitucional (Uprimny, 2001: 2).
41
Así, con dicha figura es posible expandir a grandes proporciones los
derechos fundamentales de un orden jurídico determinado. En efecto, al
desarrollar esa teoría, las disposiciones constitucionales no se limitan a
aquellas
que
se
encuentran
expresamente
establecidas
en
el
texto
constitucional, sino que se multiplican alojando, incluso, normas internacionales
que podrían poseer mejores privilegios o condiciones que las que ofrece
nuestro sistema jurídico. De ahí la importancia de la figura que se precisa.
En el caso específico de México, el bloque de constitucionalidad se
desarrolla a través de la reforma de diez de junio de dos mil once, pues con ella
se introdujeron los derechos humanos previstos en los tratados internacionales
de los que México es parte. Se permite que la ley suprema ya no sea solamente
lo que expresamente la Constitución establece, sino que comprende también
los derechos humanos previstos en reglas de carácter internacional aunque con
la limitante de que sean aceptadas a través de un tratado, pero como sea, es ya
un avance en la flexibilidad de la carta fundamental. En efecto, sirve para
establecer como nuevo paradigma constitucional, el que las normas relativas a
los derechos humanos se interpretarán de conformidad con la constitución y
con los tratados internacionales de la materia. Actividad que también puede
desarrollarse
en la ya señalada “interpretación conforme”. Es decir, la
interpretación
armónica
entre
las
normas
de
derechos
humanos,
independientemente de su fuente constitucional o internacional, con el resto del
texto de la propia Constitución y con los tratados de derechos humanos
(Carmona, 2003: 46).
Un mayor avance en el reconocimiento a lo ordenado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, es el que reconoce que en la
interpretación de normas, se atienda, en todo tiempo, a las personas con la
protección más amplia y que implica necesariamente un esfuerzo intelectual, de
42
consecuencia necesariamente material, en beneficio de la persona. Esa
actividad compone el denominado principio “pro homine”.
II.5. Principio pro homine.
El principio jurídico es de vital importancia en el respeto y protección de
los derechos humanos, por ello la importancia de definirlo de la mejor manera
posible.
Mónica Pinto lo define como un criterio de interpretación en tratándose
de derechos humanos, que implica acudir a la norma de mayor amplitud, o a la
interpretación más extensiva, cuando ha de reconocerse derechos protegidos o
bien, inversamente, a la norma o a la interpretación restringida cuando se trata
de establecer restricciones a los derechos; por ello, indica, este principio
contiene el rasgo fundamental de los derechos humanos, al tener la dignidad y
bienestar del hombre como premisa (Pinto, 1997: 163).
Básicamente puede definirse el principio pro homine como la obligación
de interpretar las normas de la forma más favorable al ser humano, aplicando la
que provoque un mayor beneficio o bien, la que lesione en menor medida los
intereses de la persona.
El principio fue integrado al sistema jurídico nacional, específicamente
en el artículo 1°, segundo párrafo, de la Constitución federal, al precisar que las
normas relativas a derechos humanos se interpretaran "favoreciendo en todo
tiempo a las personas la protección más amplia", aunque con la limitante a que
sea con la constitución y con los tratados internacionales de la materia. De
cualquier manera, con la redacción así ya es un gran avance sin importar el
contrasentido que constituye la obligación de atender asimismo el principio de
universalidad, que no necesariamente puede comprenderse en la Constitución
o en los tratados internacionales, verbigracia, la denominada “Ley Miranda”
estadounidense.
43
Por otra parte, no se establece en la propia constitución, en caso de
contradicción entre ésta y los tratados internacionales, en qué forma habrá de
resolverse dicha antinomia normativa. Aspecto sobre el que la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, primeramente estableció que ambos dispositivos
tienen el mismo rango; empero, posteriormente precisó que en caso de
restricciones expresas establecidas en la constitución, deberá estarse a éstas
(Contradicción de tesis 293/2011). Esta decisión en materia de defensa de
derechos humanos, constituye sin duda, un evidente retroceso, en relación con
el gran avance que inicialmente se había logrado con la reforma constitucional
de dos mil once y la sentencia Radilla Pacheco de la propia Suprema Corte,
emitida en cumplimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En ese sentido, el mérito inicial que la Corte logró pareciera
desmerecido o que no es propio, pues si lo emitió en cumplimiento a lo
ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y existe una
actuación de retroceso, pareciera que fue sólo la obligación de cumplimiento, ya
que las actuaciones posteriores en sentido contrario, revierten el mérito y
vuelven al establecimiento del sistema rígido y tradicional de protección con
prevalencia al interés del Estado y no del individuo.
II.6. Supremacía constitucional.
La definición jurídica de la supremacía constitucional es sencilla.
Medularmente consiste en establecer que la constitución se encuentra
jerárquicamente por encima de cualquier otro ordenamiento jurídico, sea de
índole nacional o internacional. Es decir, esencialmente significa que la
constitución es la Ley Suprema de la Unión y en ella se encuentran contenidas
las disposiciones elementales que rigen tanto la organización política del país,
como los derechos fundamentales reconocidos a sus habitantes; es por ende
un atributo del poder soberano, que es por tanto el más alto o supremo (García,
2011).
44
La supremacía constitucional es frecuentemente utilizada por los
operadores jurídicos conservadores para establecer que al ser la Constitución la
norma suprema, no puede existir nada por encima de ésta, lo que incluye a los
tratados internacionales. Es aquí donde empieza el problema jurídico en la
aplicación de respeto y garantía a los derechos humanos, pues con la reforma
constitucional en materia de derechos humanos a la que ya hemos hechos
referencia, no parece válido hablar ya de jerarquía normativa, sino más bien de
armonía entre el sistema jurídico interno y el internacional, a efecto de alcanzar
el mayor beneficio al ser humano.
Sobre el particular, a más de dos años de la reforma, han surgido
innumerables debates y posturas en uno u otro sentido. Incluso, como ya se
indicó al final del apartado anterior, la propia Suprema Corte de Justicia de la
Nación se vio envuelta en una cerrada discusión para definir la problemática en
estudio, al resolver la contradicción de tesis 293/2011, en la que en términos
generales estableció que los derechos humanos contenidos en tratados
internacionales en los que México es parte, tienen rango constitucional pero, en
caso de que éstos se enfrenten a una restricción expresa de la Constitución,
deberá darse prevalencia a ésta, conclusión que envuelve, sin duda, un
contrasentido. Por ello, la necesidad y el interés de aportar una posible solución
diversa, que atienda más a los bienes supremos del individuo, que a lo que se
considera tradicionalmente como Ley Suprema según se ha hablado en este
capítulo. Es decir, la dignidad y el bienestar de las personas.
En esa antinomia, la Constitución federal no es más que un catálogo de
normas establecido para el servicio del ser humano. Ello es así, pues
precisados los conceptos y elementos más importantes de los derechos
humanos como son: su desempaque; la necesidad de su protección en México;
la reforma constitucional de 6 y 11 de junio de 2011; el bloque de
constitucionalidad; el principio pro-hominne; la interpretación conforme; la
45
supremacía constitucional y la postura ambivalente del máximo tribunal de la
nación, corresponde examinar esa conclusión y la problemática jurídica en torno
al modo en que deben protegerse de los derechos humanos en México.
II.7. Los derechos humanos y la interpretación jurisprudencial.
Ya se hizo referencia a la forma en que constitucionalmente están
previstos los derechos humanos. Se indicó que a través de la reforma
constitucional de dos mil once, se introdujo al sistema jurídico, por la vía del
denominado bloque de constitucionalidad, los derechos humanos contenidos en
los tratados internacionales de los que México es parte. Se instituyó el principio
pro personae como rector en la interpretación de normas de derechos
humanos; sin embargo, se mencionó también, que aun y cuando dichos
derechos
humanos
contenidos
en
tales
instrumentos
internacionales
adquirieron rango constitucional, el máximo tribunal del país estableció que en
caso de contradicción entre los tratados internacionales con la Constitución,
deberá estarse a lo previsto por ésta (contradicción de tesis 293/2011), lo que
constituye un retroceso claro en la defensa de los derechos humanos.
En efecto, determinar si los derechos humanos contenidos en cualquier
ordenamiento jurídico, entre ellos, los contenidos en tratados internacionales,
tienen una mayor jerarquía o son de aplicación preferente respecto de las
normas constitucionales que los restrinjan, origina un grave problema al tener
que abandonar el tradicional principio de supremacía constitucional, al menos
como está entendido. Empero, ese conflicto puede resolverse desde el plano
filosófico si se reconoce lo que verdaderamente constituye la Ley Suprema.
Previo a explicar lo anterior, es necesario analizar la forma en que fue
recibida y percibida materialmente la reforma constitucional en materia de
derechos humanos, para posteriormente examinar la postura de las principales
46
corrientes que impulsan los foros jurídicos nacionales e internacionales en la
materia.
La reforma constitucional fue recibida por los operadores jurídicos en su
labor diaria en dos aspectos. En la forma que ha sido aplicada y en el modo en
que ha sido concebida. Tanto la concepción como su aplicación han
evolucionado hasta la fecha; sin embargo, ambas maneras de percibir la
reforma hacen indispensable aclarar el punto específico de divergencia que se
da en ellas para lograr un verdadero avance en la protección de los derechos
fundamentales.
En un inicio, la Suprema Corte de Justicia de la Nación se atribuyó
criterios vanguardistas, al determinar el establecimiento de un control de
convencionalidad
ex
officio
en
un
modelo
de
control
difuso
de
constitucionalidad, por medio del cual se determinó que todos los juzgadores
del país pueden llevar a cabo el control de convencionalidad aún y cuando no
puedan ejercer un control de constitucionalidad. Además, sostuvo que para
resolver asuntos en materia de derechos humanos deberían de tomarse en
consideración los criterios emitidos por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. (Tesis 1ª. CCCLX/2013 (10ª)), (Tesis 1ª. CCCLIX/2013 (10ª)), (Tesis
1ª. LXVIII/2014 (10ª)) y (Tesis 1ª. LXVII/2014 (10ª))
Con ese posicionamiento se abandonó el paradigma que sostenía que
únicamente el Poder Judicial de la Federación tenía a su cargo el control de
constitucionalidad de las normas generales, pues ahora, a través del nuevo
modelo constitucional y en aplicación del control de convencionalidad, todos los
jueces están facultados para dejar de aplicar cualquier disposición que atente
contra los derechos humanos de los gobernados, además de la obligación que
tienen de realizar siempre la interpretación que más favorezca a la persona
(expediente varios 914/2011).
47
En sintonía, la Primera sala del Alto Tribunal complementó el enfoque
vanguardista con interesantes criterios sobre el significado y avance del control
de constitucionalidad y del diverso control de convencionalidad ex officio.
Sostuvo que esta expresión no significa que siempre y sin excepción los jueces
deban hacer únicamente un control de convencionalidad de los derechos
contenidos en la constitución y en los tratados internacionales, sino que se
trataba sólo el reconocimiento de una facultad que pueden hacer por virtud de
su función de juzgadores. Es decir, aunque no sean jueces de control
constitucional y aunque no existiera una solicitud expresa de las partes.
Así, la expresión ex officio significa la facultad de los juzgadores para
proteger los derechos humanos por el simple hecho de ser jueces.
Así es, la Primera Sala sostiene que en el sistema jurídico mexicano,
los jueces nacionales, tanto federales como del orden común, están facultados
para emitir pronunciamientos en respeto y garantía de los derechos humanos
reconocidos por la Constitución federal y por los tratados internacionales, con la
limitante de que en los casos que se sometan a su consideración, distintos de
las vías de control previstas en la norma fundamental, no podrán hacer
declaratoria de inconstitucionalidad de normas generales, pues únicamente los
órganos integrantes del Poder Judicial de la Federación, actuando como jueces
constitucionales, podrán declarar que una norma no es conforme con la
Constitución o los tratados internacionales, mientras que las demás autoridades
jurisdiccionales, en materia de derechos humanos, sólo podrán dejar de aplicar
la norma si consideran que no es conforme a la Constitución federal o a los
tratados internacionales. Es decir, abiertamente se estableció la postura de que
son los juzgadores quien en última instancia resuelvan qué interpretación
adoptarán para favorecer en la mayor medida a las personas. (Jurisprudencia
1ª./J. 18/2012 (10a)), (Tesis 1ª. CXL/2013 (10ª)), (Tesis 1ª. CCXIV/2013 (10a)).
48
Empero, la Segunda Sala del Máximo Tribunal tuvo una postura
definitivamente conservadora. Incluso, en algunos casos, limitó la extensión
protectora de la reforma constitucional, tal como se advierte del criterio que
adoptó al resolver el amparo directo en revisión 2126/2012, en donde sostuvo
que era prohibido adoptar una interpretación más favorable a la sostenida por la
jurisprudencia del Alto Tribunal.
En efecto, sostuvo que la práctica de desaplicar la jurisprudencia
emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación no está autorizada en
ninguna disposición legal, pues la seguridad jurídica que proporcionan esos
criterios vinculantes no puede desconocerse so pretexto de su posible
contradicción con alguna norma convencional, ni siquiera porque se estime que
infrinjan tratados en materia de derechos humanos, pues la reforma
constitucional
de
derechos
humanos
solamente
instituyó
un
método
hermenéutico para la solución de conflictos en los que esté bajo examen el
alcance de los derechos humanos, el cual permite acudir a una interpretación
extensiva para reconocer esos derechos, o bien estricta, tratándose de
restricciones a los mismos, pero siempre teniendo como límite, en uno y otro
caso,
el
texto
constitucional
y
las
leyes
coincidentes
con
ella.
Consecuentemente, si existe jurisprudencia del Máximo Tribunal exactamente
aplicable al caso, los órganos jurisdiccionales obligados a cumplir con la
jurisprudencia emitida por este Alto Tribunal carecen de atribuciones para
reinterpretar su contenido (ADR 2126/2012).
Incluso, con las consideraciones expuestas, quedó patente la
posibilidad de sancionar a los juzgadores, pues sin examinar la aplicación que
del principio pro homine se realizó, simplemente se prohibió la desaplicación de
la jurisprudencia aún cuando ésta no contuviera la aplicación más favorable al
ser humano. Esa actuación constituye evidentemente una acción regresiva en
la defensa de los derechos humanos y en la aplicación de la reforma
49
constitucional con un claro amedrentamiento hacia todos los juzgadores al
descalificar y denostar a quienes lo hicieron, pues consideró la notoria ineptitud
como causa de responsabilidad y solicitó su sanción y, peor aún, censuró el
criterio de beneficio que ya había sido publicado en el Semanario Judicial de la
Federación. (Tesis IV.1º.A.2 A (10ª)) y (Tesis IV.1º.A.1 A (10ª))
Los criterios de protección a los derechos humanos que desaprobó la
Segunda Sala de la Suprema Corte, vale la pena citarlos como referentes del
conflicto jerárquico de normas:
POLICÍAS. PARA EL PAGO DE SU INDEMNIZACIÓN PROCEDE
DESAPLICAR LAS REGLAS QUE, EN LA INTERPRETACIÓN DEL
ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII, DE LA CONSTITUCIÓN
FEDERAL, HA ESTABLECIDO LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE
LA NACIÓN. En la jurisprudencia 24/95, de rubro: "POLICÍAS
MUNICIPALES Y JUDICIALES AL SERVICIO DEL GOBIERNO DEL
ESTADO DE MÉXICO Y DE SUS MUNICIPIOS. SU RELACIÓN JURÍDICA
ES DE NATURALEZA ADMINISTRATIVA.", el Pleno de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación estableció que tanto el artículo 123 de la
Constitución federal, como las leyes secundarias, reconocen un trato
desigual en las relaciones laborales entre los particulares y para los
miembros de las instituciones policiales. Por su parte, la Segunda Sala de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emitió la jurisprudencia
119/2011, de rubro: "SEGURIDAD PÚBLICA. PARA DETERMINAR LOS
CONCEPTOS QUE DEBEN INTEGRAR LA INDEMNIZACIÓN
ESTABLECIDA EN EL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII,
DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS, NO ES APLICABLE, NI AUN SUPLETORIAMENTE, LA LEY
FEDERAL DEL TRABAJO.". Sin embargo, las reformas constitucionales
publicadas en el Diario Oficial de la Federación los días seis y diez de junio
de dos mil once, obligan a los juzgadores a eliminar tecnicismos y
formalismos extremos en el juicio de amparo y a ampliar su marco de
protección a fin de que mediante el juicio de amparo se protejan de manera
directa, además de las garantías que preveía nuestra Constitución, los
derechos contenidos en los instrumentos internacionales que en materia de
derechos humanos ha ratificado el Estado Mexicano. En esos términos,
conforme a los artículos 1o. y 133 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos y a la determinación de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, de catorce de julio de dos mil once, emitida en el expediente
varios 912/2010; y a fin de asegurar la primacía y aplicación efectiva del
derecho humano consistente en la ocupación, como una forma de
proveerse de recursos económicos para la manutención personal y de la
familia, reconocido en el Convenio relativo a la Discriminación en Materia
50
de Empleo y Ocupación, del que el Estado Mexicano forma parte, publicado
en el Diario Oficial de la Federación el once de agosto de mil novecientos
sesenta y dos, que constriñe a hacer efectiva la igualdad en materia de
empleo y ocupación y a eliminar cualquier forma de discriminación; procede
desaplicar las reglas de interpretación que ha establecido la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, en el sentido de que en relación con los policías o
encargados de la seguridad pública, debe estarse sólo a lo dispuesto en el
artículo 123, apartado B, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y, en su caso, a las leyes administrativas correspondientes. En
efecto, si las relaciones de trabajo comprendidas en el artículo 123,
apartado A, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
se rigen por la Ley Federal del Trabajo y conforme a este ordenamiento la
indemnización, en caso de despido injustificado, se integra por el importe
de tres meses de salario, veinte días de salario por año laborado, pago
proporcional de vacaciones, aguinaldo, cualquier otra prestación a la que la
parte quejosa tuviera derecho, así como los salarios y emolumentos que
hubiera dejado de percibir, desde la fecha de su baja y hasta el momento
en que se le pague la indemnización aludida, resulta evidentemente
discriminatorio que los miembros de las instituciones policiales, que
también resientan la separación injustificada de su empleo, no reciban los
beneficios mínimos que, en ese supuesto, se establecen para aquéllos,
pues ello implica que respecto de una misma situación jurídica no se logre
el trato igual al que constriñe el Convenio relativo a la Discriminación en
Materia de Empleo y Ocupación, que el Estado Mexicano se encuentra
obligado a respetar y a hacer cumplir en sus leyes ordinarias. Por tanto,
para hacer efectiva la garantía de igualdad y para garantizarles una
protección equivalente a los trabajadores en general y, fundamentalmente,
para eliminar un trato discriminatorio a los miembros adscritos a los
cuerpos de seguridad cuando resientan la separación injustificada de su
empleo, la indemnización debe calcularse conforme se establece en la Ley
Federal del Trabajo, pues en dicho ordenamiento se reconocen mejores
prestaciones laborales. (Tesis IV.1º.A.1 A (10ª))
POLICÍAS. LA NATURALEZA DE SUS FUNCIONES OBLIGA A QUE,
ANTE LA SEPARACIÓN INJUSTIFICADA DE SU EMPLEO, SU
INDEMNIZACIÓN SE CALCULE CON EL MÍNIMO DE PRESTACIONES
ESTABLECIDAS PARA LOS TRABAJADORES EN GENERAL. Conforme
al artículo 155 de la Ley de Seguridad Pública para el Estado de Nuevo
León, los integrantes de las instituciones policiales tienen el deber de velar
por la seguridad y protección de los ciudadanos y de la integridad de sus
bienes; proteger a los menores, ancianos, enfermos, débiles o incapaces
que se encuentran en situaciones de riesgo, amenaza o peligro en su
integridad física y corporal; atender sin dilación ni objeción alguna las
órdenes emitidas por sus superiores jerárquicos; investigar y perseguir a
delincuentes, así como apoyar en situaciones de grave riesgo, catástrofes o
desastres. Así, tales funciones son sustanciales para el orden, la
estabilidad y la defensa de la sociedad a la que pertenecen, lo que
constriñe a ésta a reconocerles el esfuerzo que desarrollan para mantener
51
el orden social. En esos términos, los miembros pertenecientes a los
cuerpos de seguridad que sufran la separación injustificada de su
empleo deben ser indemnizados, en igualdad de trato, como los
trabajadores en general pues, de no hacerlo, no sólo se desconoce su
labor trascendental en la que incluso está implícito el riesgo a su integridad,
sino que se genera un trato evidentemente discriminatorio, al ni siquiera
pagarles el mínimo de prestaciones que tienen aquellos trabajadores, y que
prohíbe el Convenio relativo a la Discriminación en Materia de Empleo y
Ocupación, publicado en el Diario Oficial de la Federación el once de
agosto de mil novecientos sesenta y dos. (Tesis IV.1º.A.2 A (10ª))
En resumen, de la actuación de la Suprema Corte puede advertirse el
grave problema que se ha suscitado en la aplicación de la reforma
constitucional que reconoce la protección de los derechos humanos, pues en la
interpretación de mayor beneficio para las personas, existe ahora la limitante
jurisprudencial.
Debe reconocerse que la actuación de los señores ministros es
divergente. Existe una postura abierta y protectora (Primera Sala) y otra
restrictiva (Segunda Sala), pero la perspectiva de ésta es la que predominó al
resolver la contradicción de tesis 293/2011. En efecto, la Corte arribó a la
conclusión de que los derechos humanos tienen rango constitucional, pero en
caso de una restricción expresa en la constitución Federal, dicha restricción es
la que debe prevalecer.
Tan fuerte es la divergencia que la decisión se tomó el 3 de septiembre
de 2013 y la elaboración de su engrose concluyo el mes de febrero de 2014.
Esto es, tardó más de 5 meses.
En efecto, de las discusiones públicas puede advertirse básicamente
que el Alto Tribunal consideró que del artículo 1º constitucional se advierte la
introducción de un nuevo catálogo de derechos humanos, al incluir todos
aquellos previstos no sólo en la constitución sino también en los tratados
internacionales, además de la reiteración al reconocimiento del principio pro
personae como método de rector de interpretación en controversias relativas a
52
derechos humanos. Empero, se dijo que no podía hablarse de una jerarquía de
mayor respecto a los derechos humanos, pues se sostuvo que al no haberse
reformado el artículo 133 Constitucional, es posible establecer parámetros para
la validez de los tratados internacionales, momento en que surge el Control de
Regularidad Constitucional, que no puede contravenir el principio de
supremacía constitucional, por lo que se finalizó el debate en el sentido de que
en caso de una restricción expresa en la Constitución respecto de derechos
humanos contenidos en tratados internacionales, dicha restricción era la que
debía prevalecer sobre el derecho humano de que se tratare.
Así, lo resuelto por la Corte, referente a la restricción de derechos
humanos que no sean coincidentes con la Constitución, parece deja sin
sustento la defensa de los derechos humanos en los términos de la sentencia
emitida por la propia Corte en el expediente 912/2010, y hace ver que ella solo
fue en cumplimiento a lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en el caso Radilla, disminuyendo posiblemente el mérito que pudo
atribuirse la propia Suprema Corte para el desarrollo en la protección de los
derechos fundamentales.
Afortunadamente, aunque persiste esa ambivalencia y la indecisión
generada por la posibilidad de sanción, la determinación de la contradicción de
tesis 293/2011, contiene situaciones hipotéticas poco probables de realización
pero que no dejan de denotar el gran retroceso del tribunal constitucional.
II.7.1. Posturas de instituciones nacionales e internacionales en
materia de derechos humanos.
Entre las principales instituciones nacionales encargadas de la defensa
directa de los derechos humanos, está la Comisión Nacional de Derechos
Humanos, así como a las Comisiones Estatales de Derechos Humanos,
quienes recibieron con júbilo la reforma constitucional de dos mil once, dado el
53
avance progresista de nuestro sistema jurídico en la materia de protección de
los derechos fundamentales.
En el Comunicado de Prensa CGCP/317/12, de 23 de noviembre de
2011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, estableció que los jueces
deberán velar, a través del control de convencionalidad, porque no se aplique
norma jurídica alguna, contraria, incompatible o restrictiva de derechos
humanos, pero a la vez, para que se amplíen y perfeccionen, en lo necesario,
con una interpretación siempre a favor de las personas, a fin de que aquella
norma que mejor proteja o menos restrinja sea la que se imponga, sin importar
si dicha norma proviene de la constitución o de los tratados internacionales,
sino que lo importante es la forma de garantizarlos y hacerlos efectivos.
Por su parte, también la Organización de las Naciones Unidas en
México celebró la aprobación de la reforma constitucional a través de un
comunicado de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos en México, donde manifestó que se congratula por la
aprobación de la reforma en materia, expresando que para la ONU, el nuevo
marco constitucional responde positivamente a los compromisos internacionales
asumidos por el país, pues dentro de sus avances, destacan la elevación a
rango constitucional de los derechos humanos reconocidos en los tratados
internacionales, así como la aplicación prevalente de la norma más favorable a
la persona, además de la consagración de las obligaciones de las autoridades,
la enunciación de los derechos humanos en el eje de la educación, el sistema
penitenciario y la política exterior.
A su vez, en el comunicado de prensa 73/2011, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos reconoció el avance en materia de
protección de derechos humanos en México al considerar que los jueces
federales y locales deberán verificar la compatibilidad de sus decisiones con los
54
tratados internacionales de derechos humanos de los que México es parte,
incluyendo la Convención Americana y las resoluciones de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
La postura de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es
posible advertirla de la sentencia pronunciada en el caso Radilla Pacheco en
contra del estado mexicano, pues lo condenó a ejercer, por parte del Poder
Judicial, un “control de convencionalidad ex officio” entre las normas internas y
la Convención Americana, en el marco de sus respectivas competencias y de
las regulaciones procesales correspondientes. Se especificó que en esta tarea
el Poder Judicial debe tener en cuenta tanto el tratado como la interpretación de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Específicamente en el párrafo 339 de la sentencia a que se hace
referencia, la Corte Interamericana esencialmente estableció la obligación de
los juzgadores de preferir o dar prevalencia a los derechos humanos contenidos
en instrumentos internacionales ratificados por el Estado Mexicano, pues
cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional el estado está obligado
a eliminar cualquier obstáculo que impida el ejercicio de dichos derechos
fundamentales, además de que esa prevalencia debe atender siempre al mayor
beneficio del ser humano.
Como consecuencia de esa sentencia, algunas de las principales
instituciones tanto nacionales como internacionales encargadas de la defensa
de los derechos humanos recibieron con beneplácito la reforma constitucional
en materia de derechos humanos, pues es la base del gran avance regional en
la protección de los derechos fundamentales conjuntamente con la sentencia de
la Suprema Corte emitida en el expediente varios 912/2010.
55
II.7.2 Posturas de organizaciones no gubernamentales.
Otros organismos cuya opinión debe ser tomada en cuenta, son
aquéllos que, sin ser gubernamentales, contribuyen en la defensa de los
derechos humanos.
Sobre el particular, en el marco de la resolución del Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación en la contradicción de tesis 293/2011,
sobre el alcance de la reforma constitucional de derechos humanos, diversas
personas y organizaciones destacaron que la resolución adoptada impacta en la
consolidación de la reforma constitucional de dos mil once, en el sistema de
protección de los derechos fundamentales en el país y, por ende, en la vida de
millones de personas.
Efectivamente, las organizaciones no gubernamentales precisadas al
final de este apartado, en un documento conjunto sostienen que la reforma en
materia de derechos humanos del 10 de junio de 2011 representa el avance
constitucional más sustantivo y de mayor alcance en cuanto a la protección de
derechos en décadas. Sin embargo, precisan que su vigencia material sigue
siendo una asignatura pendiente para el Estado mexicano, pues a pesar de
que la nueva arquitectura constitucional debería representar un nuevo marco de
actuación de los poderes públicos del país existen expresiones que abogan por
su derogación o limitación. En términos genéricos señalan que lo resuelto por la
Corte es una posición totalmente regresiva en materia de derechos humanos,
desconociendo el objeto de la reforma, dejando de proteger derechos humanos
reconocidos internacionalmente. Indican también que la Corte debió emitir un
criterio en el que se otorgara la mayor protección de la dignidad humana.
Critican también que el criterio de jerarquía normativa entre derechos
constitucionales y de tratados internacionales resulta irrelevante y un falso
debate: los derechos humanos reconocidos en el artículo 1º son, con
56
independencia de su fuente, derechos humanos constitucionales. Eso se
corrobora con el principio de interpretación conforme, y el principio pro
personae establecidos en el segundo párrafo de dicho artículo.
En el documento de critica hacen ver que el contenido y alcance de los
derechos humanos debió resolverse mediante criterios de proporcionalidad y
ponderación, no en razón de la jerarquía de normas. Refieren que las normas
sobre derechos humanos contenidas en tratados internacionales de los que
México es parte, han ampliado a la Constitución, conformando un nuevo
parámetro de control de regularidad constitucional y convencional, armonizando
el contenido de los artículos 1º y 133, con lo cual se fortalece y complementa el
concepto de supremacía constitucional y los objetivos de vigencia y
salvaguarda de los derechos humanos.
El documento de referencia fue firmado por el Doctor John M.
Ackerman, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM; Mtro. Luis Arriaga,
Loyola Law School; Dr. Luis Daniel Vázquez Valencia, Flacso México; Dr.
Miguel Rábago Dorbecker, Universidad Iberoamericana; Dr. Manuel Fuentes
Muñiz, UAM-Azcapotzalco; Mtro. Migue Sarre Iguíni y el Mtro. Santiago
Corcuera Cabezut, Comité sobre las Desapariciones Forzadas de la ONU;
Asistencia Legal por los Derechos Humanos A.C. (ASILEGAL); Asociación
Jalisciense de Apoyo a los Grupos Indígenas (AJAGI); Asociación Nacional de
Abogados Democráticos (ANAD); Casa y Ciudad, A.C.; Centro de Derechos
Humanos de la Montaña Tlachinollan, A.C.; Centro de Derechos Humanos Fray
Francisco de Vitoria OP., A.C.; Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín
Pro Juárez (Centro Prodh); Centro de Derechos Humanos Victoria Diez; Centro
de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD); Centro de Reflexión y Acción
Laboral proyecto obrero de Fomento Cultural y Educativo A.C. (CEREAL);
Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C. (CADHAC); Comité de
Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha, A.C. (Codigodh); Comisión
57
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C.; DECA
Equipo Pueblo A.C.; Defensa Estratégica en Derechos Humanos, A.C.; Equis:
Justicia para las Mujeres.; Espacio DESC; Fundación para la Justicia y el
Estado Democrático de Derecho, A.C.; FUNDAR, Centro de Análisis e
Investigación.; Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE); Instituto
de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, S. J.; Instituto Mexicano Para el
Desarrollo Comunitarios, A.C. (IMDEC); Observatorio Ciudadano Nacional del
Feminicidio y Católicas por el Derecho a Decidir y; SERAPAZ, Servicios y
Asesoría para la Paz.
II.7.3. Posturas en el plano académico.
Jorge Carpizo señala en primer término, que la soberanía y el derecho
internacional de los derechos humanos no son conceptos antagónicos, sino que
atienden al valor de la persona y su dignidad. Deben ser armonizados en el
bloque de constitucionalidad que se integra por la Constitución y los preceptos
secundarios
que
los
reconocen;
tratados
internacionales;
derecho
consuetudinario y el ius cogens o derecho imperativo internacional; así como
con la jurisprudencia nacional e internacional. Sostiene que todos esos
componentes deben ser contemplados como una unidad armónica que guardan
afinidad en hacer vigente y real el principio de la dignidad humana a través de la
protección de los derechos humanos. Por ende, en aplicación del principio pro
personae, concluye que no existe una regla general de aplicación (Carpizo,
2012: 813 a 818).
El mencionado autor sostiene básicamente que debe realizarse una
interpretación armónica entre derechos humanos contenidos en tratados
internacionales y el demás conjunto de normatividades que constituyen el
bloque de constitucionalidad mexicano, y en aplicación del principio pro
personae, buscar siempre la dignidad humana, sin que exista regla de
aplicación de normas. Es decir, se encuentra en una tendencia en que se
58
antepone el valor de la dignidad humana a cualquier disposición normativa en
razón de su jerarquía, lo que implica considerar que los derechos humanos
contemplados en tratados internacionales, en caso de contravención con la
constitución, son superiores, si éstos proporcionan a la persona una real
dignidad humana.
Por su parte, Sergio García Ramírez, sostiene que las interpretaciones
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos puede verse superada por
actos, sea instrumentos internacionales, disposiciones nacionales o actos de
jurisdicción interna, que reconozcan al individuo mayores derechos u libertades,
pues, indica, el derecho internacional de los derechos humanos, es el piso y no
el techo de los derechos humanos, considerando que puede preferirse siempre
la interpretación más favorable, sin importar la jerarquía normativa, afirmación
que se soporta en el principio pro homine referido en las reglas de
interpretación contenidas en el artículo 29 de la convención Americana de
Derechos Humanos (García, 2011: 139).
De igual forma, refiere que los tribunales internos en el desempeño del
control de convencionalidad que tienen obligación de ejercer, pueden formular
interpretaciones propias acerca de normas de derecho internacional cuando no
exista jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre la norma de que se trate,
pues de no realizar la interpretación se dejaría de aplicar la norma, con la
eminente consecuencia del perjuicio al derecho humano a que la misma se
refiere (García, 2011: 139).
Con García Ramírez, puede advertirse una total postura de defensa,
orientada básicamente a aplicar en todo momento la norma que más favorezca
al ser humano, rebasando, incluso, la interpretación que en torno a las normas
de derechos humanos pudiere efectuar la propia Corte Interamericana, lo que
denota una evidente apertura a un modelo de interpretación en el que la
59
finalidad es la dignidad del hombre y no así la jerarquía de los dispositivos que
prevén los derechos humanos.
Por su parte, Héctor Fix-Zamudio, al estudiar el tópico concerniente a la
jerarquía que presentan los derechos humanos confrontados con la Ley
Fundamental, sostiene que debe concluirse ya no inferior como si fueran leyes
generales, sino todo en beneficio del ser humano (Fix-Zamudio: pp. 232-255).
El tratadista considera que la jerarquía mínima de los Derechos del Hombre es
suficiente para garantizar su eficacia. Tan es así, que los denomina como
fuente internacional que se ve reflejada en el derecho interno.
Debido a la reciente resolución de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, en la contradicción de tesis 293/2011, apenas el tres de septiembre
pasado, no existen documentos de investigación profundos que analicen lo
determinado por el Máximo Tribunal del País. Al respecto, Miguel Carbonell
opina en el sentido de que lo resuelto es un retroceso que anuncia nuevas
condenas contra México en los tribunales internacionales (El Universal:
publicación de 5 de septiembre de 2011).
Es muy explícito al decir que los tratados internacionales en materia de
derechos humanos deberían prevalecer aún ante la existencia de restricciones
expresas en la Carta Magna. No hacerlo es un evidente retroceso.
Ulises Carmona, señala que la reforma constitucional de 2011 armoniza
la Constitución federal con los compromisos internacionales que México ha
adoptado con la suscripción de los tratados internacionales de la materia. Indica
también que la reforma introduce cambios sustantivos y de operación. En
cuanto a los primeros, éstos reflejan estándares internacionales en materia de
derechos humanos, en tanto que los segundos fortalecen los mecanismos y
garantías para hacerlos efectivos.
60
José Luis Caballero indica que con la reforma se aleja al sistema legal
mexicano del paradigma clásico de supremacía constitucional, al reconocer un
bloque de constitucionalidad y un sistema de interpretación conforme a lo más
favorable a la persona, a efecto de solucionar las probables antinomias que
pudieran darse respecto de los instrumentos jurídicos que conforman el bloque
(Caballero, 2011: 103-104).
En conclusión, de la postura de los investigadores, se advierte la tesis
referente a que los derechos humanos deben prevalecer frente a cualquier
disposición normativa incluyendo las constitucionales, al hacer ver que lo debe
imperar siempre es el principio de la dignidad humana, sin atender a jerarquías
normativas.
Puede verse entonces cómo la concepción de la reforma constitucional
en materia de derechos humanos es evidentemente protectora; sin embargo, lo
resuelto por la Suprema Corte en la contradicción de tesis 293/2013, es
indicativo de que falta mucho por hacer a efecto de atender verdaderamente al
bienestar y dignidad del ser humano como finalidad de la propia constitución.
61
CAPÍTULO III
ALCANCE DE LA PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO
III.1. Bienestar y dignidad de la persona como finalidad de las normas de
derechos humanos.
Aún y cuando en apartados anteriores se ha hablado de los términos
bienestar y dignidad, su puntual conocimiento es fundamental para precisar el
alcance de la protección de los derechos fundamentales.
El bienestar, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española
de la Lengua, es el conjunto de las cosas necesarias para vivir bien.
La
dignidad,
es
un
concepto
abstracto
y,
por
tanto,
difícil
conceptualizarlo. Rodrigo Guerra López, refiere que la dignidad parece ser un
valor supremo, irreductible, propio de la condición personal (Guerra: 97-110).
La Real Academia señala que cuando se usa de una manera absoluta,
indica siempre un buen concepto y se refiere al decoro de las personas en la
manera de comportarse.
Así, el bienestar y la dignidad son el eje rector que siempre ha de
tenerse en mente cuando se trata de la defensa de los derechos humanos,
pues la naturaleza de éstos, tiende al objetivo de encontrar aquéllos.
Por tanto, para la protección de los derechos humanos es indispensable
conjuntar los referidos a la dignidad humana y, por ende, el bienestar del ser
humano, es decir, entender todos aquellos derechos que tiendan a que el ser
humano alcance una vida valiosa, positiva y buena o bondadosa que le permita
alcanzar sus metas y encontrar su felicidad. Derechos que deben estar
plenamente garantizados por el Estado.
Con base en lo anterior, discutir la jerarquía normativa sobre los
derechos humanos, resulta inocuo, pues al atender la teleología de las
62
disposiciones constitucionales, para proteger al ser humano, sólo se requiere la
reflexión cualificada de los jueces en general.
III.2. La jerarquía de los derechos humanos en México.
Como se ha detallado en la defensa de los derechos humanos, basta
con atender la interpretación o normatividad que procure al ser humano una
vida digna que merece por el sólo hecho de existir.
Es decir, la dignidad y el bienestar del hombre constituyen los bienes
supremos que es necesario identificar por sobre cualquier documento
normativo. En efecto, para sostener lo anterior, es necesario recordar lo ya
indicado
en
el
capítulo
anterior
sobre
México
y
remontarse
a
los
acontecimientos históricos más importantes del país y que son coincidentes en
sus objetivos a la mayoría de otras naciones, pues la guerra de independencia
iniciada en 1810 y la revolución ocurrida 100 años después, constituyen
sucesos que, al igual que en otras naciones, tienen en común en que derivaron
esencialmente del abuso del poder y cuyo resultado se reflejó en la precisión de
los anhelos del pueblo con el establecimiento de una Constitución o Carta
fundamental que se consideró ajustada a sus demandas mínimas. En efecto, en
ese documento se reconocieron los derechos que en aquellos días les darían
oportunidad para desarrollarse y vivir dignamente con armonía y bienestar.
Así, tanto la guerra de independencia, como la revolución, tuvieron su
origen en el reclamo popular para el establecimiento de condiciones dignas de
vida para todos los habitantes, logrando una organización política que permite
ahora el libre ejercicio de autodeterminación que los lleva a la consecución de
tales fines. Es decir, vivir con el mayor bienestar posible.
Vale recordar al presidente Venustiano Carranza, quien el 1 de
diciembre de 1916, cuando convocó a un Congreso Constituyente en la ciudad
de Querétaro, señaló “Las reformas constitucionales son todas tendientes a
63
asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la ley, a garantizar
los derechos de todos los mexicanos por el funcionamiento de una
justicia administrada por hombres probos y aptos y a llamar al pueblo a
participar, de cuantas maneras sea posible, en la gestión administrativa”.
El ideal plasmado en aquel discurso de hace casi cien años, puso
énfasis en garantizar los derechos con el funcionamiento de una justicia
administrada por hombres probos y aptos, así como en la participación del
pueblo en la gestión de gobierno.
Por tanto, es claro que la organización política de la nación, tiene como
prioritaria finalidad, garantizar los derechos de los habitantes en el país; de ahí
que la protección, sean fundamentales o no, constituye la finalidad teleológica
de la Constitución federal.
Efectivamente, el hecho de que determinados derechos humanos
pudieran escapar a la redacción constitucional, no significa que éstos estén
excluidos, sino que debe atenderse que la principal teleología constitucional es
el bienestar de todos y cada uno de los gobernados y en esa medida, si un
derecho previsto en un tratado viene a otorgar ese bienestar, debe ser
adoptado por el sistema legal, aún cuando en apariencia contravenga la propia
carta magna, ya que al atenderse al espíritu de ésta, debe buscarse ante todo,
el bien de los ciudadanos sujetos a su imperio.
En congruencia con lo anterior, Jorge Carpizo señala: “es el pacto
jurídico, político y social sobre el cual se asienta la vida de los mexicanos, la
Constitución es el baluarte de nuestras libertades y aspiraciones, La
Constitución crea, organiza y hace funcionar todo el orden jurídico mexicano”.
El propio Carpizo señaló que la soberanía y el derecho internacional de
los derechos humanos no son conceptos antagónicos, sino que, al atender al
64
valor de la persona y su dignidad, deben ser armonizados en la Constitución y
con los preceptos secundarios a los que ya se hizo referencia, constituyendo
una unidad armónica que haga vigente y real el principio de la dignidad humana
a través de la protección que deben brindar los juzgadores. Por ende, en
aplicación del principio pro personae, no existe una regla general de aplicación
(Carpizo, 2012: 813 a 818).
La Constitución sólo es pilar de los derechos fundamentales y
organización política del Estado Mexicano; empero, no es un documento
absoluto que excluya al conjunto de normatividades que constituyen el bloque
de constitucionalidad que, en aplicación del principio pro personae, busca
proteger los derechos humanos, sin prevalencia a jerarquías normativas.
La principal finalidad de una constitución política no es simplemente
establecer la forma de gobierno o de organización pública de un Estado, sino
que la única finalidad es lograr el bienestar del hombre a través del
reconocimiento y protección de sus derechos fundamentales. Protección que se
brinda mediante mecanismos efectivos reflejados en la adecuada distribución
de facultades entre las autoridades de la nación.
Así, son los juzgadores a quienes compete la facultad para decidir el
derecho humano más benéfico para el gobernado.
Esa delicada función implica el conocer y establecer las limitantes a los
propios derechos humanos que, en situaciones hipotéticas y materiales pueden
desbordarse e invadir la esfera de los demás individuos o afectar el bien común,
que toca precisar a quien está preparado y facultado para ello.
En efecto, es necesario el análisis y la determinación de cada caso
particular para establecer si es posible armonizar los derechos en juego u optar
por la medida que lesione de la menor manera los derechos en pugna. Esto es,
65
para que se establezca qué derecho tiene prevalencia y cuál debe ser
restringido. Por consiguiente, el análisis particular de oposición o aceptación
individual o colectiva, dependerá de la actuación que corresponda a figuras
específicas y previstas dentro de la organización pública. Los jueces.
En efecto, la función o finalidad de proteger el bienestar de las
personas, así como la de establecer prohibiciones o restricciones fundadas en
diversos derechos, entre ellos los humanos debe ser el resultado del análisis
casuístico de los problemas específicos por parte de los juzgadores del país en
términos de los establecido en el artículo 133 de la Constitución federal.
En dicha norma existe la precisión de que la ley suprema se constituye
por la Constitución, las leyes federales y los tratados internacionales. Concluye
que los jueces de cada estado se arreglarán a los tres ordenamientos a pesar
de las disposiciones en contrario. De ahí que en esa norma específica se puede
advertir la respuesta concreta a la problemática presentada en relación con la
jerarquía de las normas y de los derechos humanos, pues se deja en manos de
los jueces ese ejercicio interpretativo.
III.2.1 El ejercicio efectivo de la interpretación judicial.
En la práctica actual los juzgadores han admitido la problemática
derivada de la existencia de derechos humanos reconocidos en normatividad
nacional e internacional, pues encuentran obstáculos de aplicación normativa
de carácter interno. Es decir, enfrentan la disyuntiva de a cuál regla deben
atender si algunas son reconocidas de mayor rango. Los envuelve la teoría
desarrollada en torno a la denominada jerarquía de leyes.
El problema se agravó por la Suprema Corte, quien en la jurisprudencia
derivada de la contradicción 293/2011, estableció que los derechos humanos
contenidos en tratados internacionales tienen rango constitucional, pero que en
caso de una restricción expresa contenida en la Constitución, deberá darse
66
prevalencia a la restricción. Esta premisa contradice la regla básica de
protección pro homine, que indica que ha de preferirse siempre aquella norma
que procure un mayor beneficio al ser humano.
Ese principio sin duda excluye y resuelve el concepto de jerarquías
normativas porque para la protección de los derechos humanos no debe
atenderse a jerarquías normativas, sino sencillamente da preferencia a normas
e interpretaciones más benéficas al ser humano.
Sobre el particular, Sergio García Ramírez, en el artículo “El control
judicial interno de convencionalidad”, sostiene que los sistemas de protección
de derechos humanos, son el piso y no el techo de los derechos humanos y que
puede preferirse siempre la interpretación más favorable, sin importar la
jerarquía normativa.
Si se atiende ese principio básico se resolvería el problema en el
desarrollo de la protección que debe darse a los Derechos Humanos. Empero,
ahora debe bregarse en contra de la limitación establecida por la Suprema
Corte que establece un lineamiento de actuación contrario y que resulta
obligatorio para todos los jueces del país.
Por un lado se piensa, en lo general, que en la interpretación de normas
relativas a derechos humanos el bienestar de la persona debe anteponerse a
cualquier problema de jerarquía normativa y, por otro lado, el máximo tribunal
sostiene que la interpretación de dichas normas, debe ajustarse a las
restricciones expresas de la constitución.
El debate sobre ese tema surge propiamente en la función jurisdiccional
y, por tanto, es ahí donde debe decidirse el rango jerárquico de los derechos
humanos con base en el ejercicio de interpretación desarrollado por los propios
jueces.
67
En efecto, ya se estableció que con la reforma constitucional de junio
del 2011, el artículo 1º expresamente establece la obligación de interpretar las
normas relativas a los derechos humanos favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia.
El artículo 27 de la Convención de Viena prohíbe a los Estados que
formen parte de un tratado, invocar disposiciones de su derecho interno como
justificación del incumplimiento del tratado. Eso es indicativo de que si se prevé
el reconocimiento de un Derecho Universal en un tratado, éste debe excluir a la
norma de oposición del derecho interno. Incluso, es concordante con la regla de
aplicación establecida en el artículo 133 de la Constitución federal, que, como
se explicará mas adelante, se ha interpretado de modo inadecuado por un
sentido de mayor conveniencia política.
La Corte Interamericana de Derechos sostiene que los juzgadores
deben ejercer el control de convencionalidad oficiosamente entre las normas
internas y los tratados internacionales, en el marco de sus respectivas
competencias y de las regulaciones procesales correspondientes, a efecto de
preferir la que favorezca mas al ser humano, para lo cual debe tenerse en
cuenta no solo el tratado sino también la interpretación que del mismo ha
realizado la propia corte. En el caso Cabrera y Montiel Flores contra México,
determinó esencialmente que las autoridades del Estado Mexicano deben tomar
en cuenta, al efectuar a su vez una interpretación de las leyes ordinarias los
estándares relevantes del derecho internacional en materia de derechos
humanos, pues su ignorancia u omisión origina responsabilidad a la nación.
Igualmente, ordenó preferir una interpretación que armonice las normas
nacionales con las internacionales y evitar que aquellas las pongan en conflicto.
Finalmente, mandó dar preferencia a la norma y a la interpretación más
favorable a los derechos del ser humano sobre las más restrictivas.
68
La propia Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el expediente de
varios 912/2010, ordenó a todos los jueces del país ejercer un control difuso de
convencionalidad, definido éste medularmente como el deber de examinar la
compatibilidad entre las disposiciones internas con los tratados internacionales
y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a fin de
decidir un caso concreto de modo mas favorable a la persona (Ferrer: 176).
Puntualizó que el control de convencionalidad debe ejercerse ex officio por
todos los juzgadores nacionales dentro del marco de sus atribuciones, con la
sola limitante para los que no tienen la facultad, de no realizar declaratoria
general de inconstitucionalidad.
Por su parte, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, en
su artículo 29, inciso b), refiere que ninguna disposición de la Convención
puede ser interpretada en el sentido de limitar el goce y ejercicio de cualquier
derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de
cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea
parte uno de dichos Estados.
En conclusión,
de las premisas descritas,
puede válidamente
establecerse como regla de interpretación, que los jueces mexicanos en la
interpretación de normas relativas a los derechos humanos, deben ejercer ex
officio el control de convencionalidad entre la Constitución, las leyes internas y
los tratados internacionales de la materia, prefiriendo la interpretación o norma
que más favorezca al ser humano, sin importar la jerarquía de las disposiciones
aplicables, y sólo podrán restringir dichos derechos por causa justificada
cuando se afecten derechos humanos preferentes de terceros o bien, se afecte
gravemente, el bien común.
En efecto, la teleología de las disposiciones constitucionales en
materia de derechos humanos, obliga a atender que el bienestar de la persona
69
es el valor supremo
jurídicamente protegido en los términos expuestos
anteriormente.
70
CONLUSIONES Y PROPUESTAS PARA EL FORTALECIMIENTO DE LOS
JUECES EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS
El problema de jerarquía normativa si bien encuentra una solución
práctica con base en las consideraciones previas, implica superar la larga
tradición mexicana de considerar a la Constitución federal únicamente como la
Ley Suprema.
En efecto, afirmar que la Constitución es la Ley Suprema constituye un
sofisma derivado de la inadecuada interpretación constitucional y obedece,
desafortunadamente, al control político o falta de independencia judicial que
permeó por muchos años en el país. Incluso, aunque ya se reconoce
constitucionalmente al igual que los derechos humanos, esa independencia
todavía no se ejerce adecuadamente, la mayoría de las veces por factores que
atañen al propio sistema judicial.
El artículo 133 de la carta fundamental claramente indica que la Ley
Suprema de toda la Unión se comprende con tres ordenamientos: La propia
Constitución, las leyes del Congreso de la Unión y por todos los Tratados
Internacionales que estén de acuerdo con la misma. En ese sentido normativo,
la Ley Suprema no es un ordenamiento singular como se ha venido sosteniendo
de modo tradicional. Es cierto y se reconoce que es el documento fundante de
la organización política y jurídica de la nación mexicana y, desde ese punto de
vista, vale considerarlo con el término supremo. Empero, el precepto contenido
en el propio código fundamental claramente distingue lo que debe entenderse
como ley suprema, refiriéndolo, como ya se indicó, a tres cuerpos normativos.
No debe desatenderse que la Carta fundamental es una regla fundante
porque constituye el cimento jurídico de la nación mexicana, pues en ella, como
se indico, se plasmaron las conquistas y anhelos del pueblo mexicano. Sin
embargo, la consideración de supremacía sobre cualquier otro tipo de normas
es un defecto que vale la pena explicar, grosso modo, para regresar al sentido
71
original que realmente tiene y cuya interpretación es regla básica de actuación
para todos los jueces norteamericanos.
En efecto, el artículo 133 es una regla similar a la contenida en el
artículo III, sección 2, de la Constitución de los Estados Unidos de América, en
la que se indica que el Poder Judicial se extenderá a todo caso que en derecho
y equidad surja de esa Constitución, de las leyes de los Estados Unidos, así
como de los tratados celebrados o que se celebraren bajo su autoridad.
Es cierto que en ella no se indica lo que constituye la Ley Suprema,
pero en su aplicación, está claramente establecido que los tribunales federales
determinan las causas relacionadas con el gobierno de los Estados Unidos o
sus funcionarios, la Constitución Política de los Estados Unidos o leyes
federales, o controversias entre estados o entre los Estados Unidos y gobiernos
extranjeros. Y con base en ese sistema de competencias tienen establecida la
denominada cláusula de supremacía de la Constitución, que consiste en que
una ley federal prevalecerá sobre cualquier ley estatal que sea contraria a
aquélla.
Los jueces estatales al igual que los jueces federales, tienen la
obligación de velar por el cumplimiento de la Constitución Política Federal y
pueden invalidar las leyes estatales que ellos consideren que van en contra de
la Constitución Política.
Esa facultad de los jueces norteamericanos existe también establecida
objetivamente en la redacción del artículo 133 de la Constitución Política
Mexicana, porque la segunda parte de la propia regla establece que los jueces
de cada Estado se arreglaran a dicha Constitución, leyes y tratados.
72
Sin embargo, hasta antes de la reforma de junio de 2011, había sido
restringida por disposiciones reglamentarias y jurisprudenciales, que si bien, no
hicieron desaparecer la norma constitucional, si limitaron la actuación de los
jueces en general.
En efecto, fue a partir de la publicación de la Ley Reglamentaria del
Juicio de Garantías, en 1936, cuando se estableció que cinco ejecutorias de las
Salas, con el voto de cuatro ministros, o del Pleno, con la aprobación al menos
de once ministros, constituyen jurisprudencia obligatoria para los magistrados
de Circuito, jueces de Distrito, Tribunales de los Estados, Distritos y Territorios
Federales y juntas de conciliación y arbitraje.
Es decir, con el establecimiento de la aplicación obligada de la
jurisprudencia, se estableció un control en la interpretación de leyes federales o
tratados celebrados con las potencias extranjeras, pues las autoridades
formalmente jurisdiccionales quedaron constreñidas a resolver conforme al
criterio jurisprudencial que hubiera establecido la Suprema Corte.
Ese control judicial ha servido para que la Corte, al arrogarse la facultad
de decir, como lo hace en infinidad de jurisprudencias, que la Constitución
federal es únicamente la Ley Suprema, constriñó a los jueces del país a impedir
el ejercicio del denominado control difuso de la propia Constitución, sin poder
arreglar sus decisiones a la propia Constitución, a las leyes federales y a los
tratados internacionales, que sin duda se comprenden en ese concepto por
disposición especifica de su artículo 133,
Empero, el ejercicio de esa facultad constitucional volvió a renacer con
especial fuerza a virtud de la reforma constitucional de junio de 2011 y a lo
establecido por la propia Suprema Corte en el expediente varios 912/2010,
pues en sus contenidos se reconoció la necesidad de adecuar el marco
constitucional a los estándares internacionales en materia de derechos
73
humanos, con un cambio conceptual del sistema jurídico,
precisando la
obligación de todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, de
promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de
conformidad
con
los
principios
de
universalidad,
interdependencia,
indivisibilidad y progresividad, y para los jueces del país la obligación de ejercer
un control difuso de convencionalidad, definido medularmente como el deber de
realizar un examen de compatibilidad o de confrontación, entre las
disposiciones y actos internos que tienen que aplicar a un caso concreto, con
los tratados internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos
En otras palabras, se vuelve a reconocer que los jueces, como
operadores principales en la defensa de los derechos humanos, cuentan con la
fuerza necesaria para aplicar a los casos que versen sobre derecho humanos,
tanto el marco jurídico nacional, como el internacional. Y, obviamente, con la
libertad de aplicar la norma que resulte mas favorable al ser humano conforme
al principio pro personae.
Al respecto, es necesario establecer que la efectividad de la reforma no
requiere mayores disposiciones constitucionales o legales, pues los jueces, en
general, deben tomar convicción de que para la protección de los derechos
humanos contaban con un marco jurídico suficiente que, si bien había sido
restringido por reglas de aplicación interna, ahora, con la reforma constitucional
del 10 de junio de 2011, están facultados para remover todo obstáculo material
y normativo que se oponga a la protección real del derecho o derechos
fundamentales en juego y que sólo con sus actos y decisiones pueden
constreñir al cumplimiento y evolución de los derechos humanos.
Indudablemente resulta difícil la tarea si los órganos superiores de
dirección no comprenden la función protectora en el sentido que le imprimió el
74
Poder Constituyente y que una gran mayoría de sectores en la sociedad
entiende como una necesidad. Mas aún, que exigen una profunda
transformación judicial. Sin embargo, será la persistencia y el trabajo
jurisdiccional que se desarrolle por la mayoría de los jueces del país, conforme
al espíritu constitucionalista, la que terminará por hacer evolucionar el método
de protección de los derechos humanos, ya sea por el cambio y aceptación de
los operadores de oposición o por el desplazamiento que de éstos haga la
propia sociedad y en cuyas raíces descansan todos y cada uno de los derechos
que, precisamente, por la fuerza de la exigencia han venido a ser declarados.
A ese respecto, hay que apuntar que la actividad jurisdiccional debe
estar en comunión con la exigencia social, pues de estar en contraposición al
objetivo propuesto por la reforma constitucional, es sencillo predecir que los
resultados serán negativos, no sólo con una evidente reprobación al sistema
judicial, sino también como factor que impide el desarrollo del país en todos los
sentidos.
Es de advertir, por lo ya expuesto, una confrontación por la actuación
del sistema judicial y el espíritu reformador, pues la adversidad y reticencia de
ciertos jueces para aceptar el cambio que demanda la sociedad y que es
necesario para lograr esa transformación, implica una doble tarea para los que
si están convencidos en el rumbo que debe tomar su dinamismo jurisdiccional y
satisfacer adecuadamente la demanda de justicia. En efecto, por un lado, debe
asumirse la necesaria capacitación para rebasar el paradigma en que se
desenvuelve el trabajo judicial; y, por otra parte, debe enfrentarse no sólo a los
opositores y factores externos, sino superar también la incomprensión e
indiferencia del propio sistema judicial.
En efecto, existen las situaciones de hecho que como trabajo cotidiano
corresponden al juzgador y en las que interviene para resolver las controversias
75
particulares que comúnmente ante ellos se plantean, pero que ahora deben
remediarse bajo la nueva óptica o nuevo paradigma que comprenden los
derechos humanos. Empero, en la actuación de ese nuevo prototipo existen
factores que constituyen verdaderos escoyos que no es fácil superar, pues la
falta de independencia en la que se desenvuelven hace doblegar a la mayoría.
En efecto, aunque está garantizado en el artículo 94 de la Constitución federal
que los juzgadores gocen de autonomía e independencia, en la realidad esos
principios encuentran una oposición aparentemente indisoluble, pues la propia
Constitución en el artículo 107, fracción XVIII, así como su ley reglamentaria en
el artículo 217 establecen que la jurisprudencia que establezca la Suprema
Corte de Justicia y los Tribunales Colegiados de la República será obligatoria
para los tribunales, conforme a la competencia territorial que ahí se determina,
lo que, en la practica, se ha convertido en un efectivo medio de control que
afecta la independencia de posición y decisión de los jueces en general.
En efecto, para nadie es desconocido que la participación de Suprema
Corte en las decisiones trascendentales del país, interviene con fines y
propósitos de orden político, que se justifican en cierta medida si sus decisiones
atienden y son importantes en la solución y conformación del fenómeno
socioeconómico, en la proyección de la macroeconomía y con el fin de lograr la
cohesión de los individuos que conforman la Nación mexicana; sin embargo, en
situaciones de orden estrictamente jurídico, al establecer criterios en casos
particulares, produce un doble fenómeno. En primer termino, obliga a los
juzgadores a su estricto acatamiento sin posibilidad de que ejerzan su
independencia con razonamientos y argumentos bajo distinta óptica. Además,
genera que los jueces se conviertan en meros operadores de maquila de
asuntos con similares características, con clara afectación de la autonomía que
se les reconoce, pues la similitud muchas de las veces no lo es o no existe si
se tienen en cuenta situaciones que acontecen en distinto lugar y al caso
particular. Por ejemplo, si un criterio jurisprudencial estableciera métodos para
76
sancionar, es de advertirse que no es igual considerar la culpabilidad de un
infractor en una ciudad con las características de una gran metrópoli, que al
infractor en un pequeño pueblo o villa; sin embargo, el operador de la norma
estará constreñido a acatar el criterio con clara afectación de la independencia y
de la autonomía en que podría desenvolverse, y con obvio perjuicio del
justiciable.
Ante ello, la solución se encuentra en el nuevo paradigma constitucional
al poder decidir bajo los principios de convencionalidad y pro personae, pero
implicará que el juzgador desatienda normas de oposición de carácter
constitucional y de reglamentación específica. No obstante, al hacerlo, su
actuación lo coloca en situación paradójica, pues por un lado respeta la norma
protectora de derechos humanos y, por otra, incurre en la desobediencia de
dichas leyes .
La solución que al respecto puede darse en estos momentos de
divergencia interna y de adecuación o de transformación al sistema judicial,
puede encontrarse en dos propuestas. En el empoderamiento singular de los
jueces –conforme al ejercicio de las libertades jurisdiccionales que les reconoce
la Constitución en el mencionado artículo 94 y en los tratados internacionales
que permiten desenvolverse en un clima de respeto a su función–, para
confrontar y hacer de lado toda norma que se oponga al respeto irrestricto de
los derechos humanos, incluso las de rango constitucional.
Por otro lado, la negociación interinstitucional que permita establecer
acuerdos dentro del sistema judicial, para establecer el modo de eludir normas
y criterios de oposición, situación que se plantea extremadamente complicada si
no se comprende aun el espíritu de transformación constitucional; y, peor aun,
si se agrega el ingrediente de la arrogancia de los superiores. De cualquier
manera, no es descabellada la posibilidad de plantear congresos judiciales o
77
reuniones entre juzgadores para definir los derroteros a seguir, pues a la larga,
la insistencia y reclamo de la sociedad hará que se superen esas normas de
oposición.
El segundo camino a seguir tiene que ver con la intervención del
legislador que, ante el problema destacado, necesariamente debe participar
para hacer evolucionar el sistema judicial con el fin protector que él estableció
en la reforma constitucional del 10 de junio del 2011; y, al respecto, deberá
ponderar por que se supriman y deroguen los preceptos que sirven para
establecer controles de actuación en los juzgadores a través de la
jurisprudencia; o bien, modificándolos para quitar la obligatoriedad de ella y
dejarla sólo como guía de actuación. Aunque si proveyendo reglas para que la
intervención de los órganos superiores se limite a que sean revisores
definitivos de la actuación judicial secundaria. Además, concretar la actuación
de la Suprema Corte de Justicia a la de un verdadero tribunal constitucional.
Por consiguiente, al atender la teleología constitucional es de concluir
que solo a los jueces, en un caso y sede particular, les corresponde decidir
sobre la conformación y protección de los derechos humanos.
Efectivamente, corresponde a los propios juzgadores en general
empoderarse para reivindicar la facultad que nacional e internacionalmente
tienen reconocida; y, en ejercicio de ese poder, podrán establecer que la ley
suprema no es la Constitución federal, sino lo que, en aplicación de ella, de las
leyes federales y de los tratados internaciones, dicen, en cada caso particular,
los jueces del país.
Esa es la esencia de la Reforma Constitucional del año 2011 y el
germen que servirá para hacer renacer un nuevo sistema de justicia en México.
Es de reiterar que el artículo 217 de la Ley de Amparo, establece que la
78
aplicación que la jurisprudencia de la Suprema Corte, es obligatoria para todos
los tribunales y autoridades del país; y, por tanto, si los jueces en general
establecen que una restricción de la Carta fundamental no es aplicable porque
no es la Ley Suprema, sin duda caerán en un contrasentido a lo establecido por
la jurisprudencia de la Suprema Corte que así lo establece.
No obstante, el control de convencionalidad ex officio y el principio propersonae, constituyen el nuevo fortalecimiento con el que se vigorizó a los
jueces de toda la Nación; y, por tanto, vuelven a tener la potestad de ejercer el
control difuso de la Constitución, a fin de decidir, con libertad, los conflictos
sometidos a su jurisdicción.
En efecto, tales razonamientos tienen un sentido de armonía y método
que debe desgranarse para entender y justificar el alcance del nuevo
empoderamiento del Sistema judicial, pues por virtud de la referida Reforma
Constitucional de junio de 2011, a los jueces se les reconoce y faculta para
identificar, reconocer y proteger los Derechos Universales.
Así es, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de modo
categórico condenó al Estado Mexicano por violación a los Derechos Humanos
de sus connacionales; y, a la vez, ordenó reparar esas violaciones, así como
reestructurar el sistema de justicia de nuestro país, cumplimiento que ya se
realizó con la emisión de las siguientes medidas.
La promulgación de los decretos de 6 y 10 de junio de 2011, con los
que el Congreso de la Unión reformó la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, confirma que el Estado mexicano mostró su acuerdo con la
obligación de proteger los Derechos Humanos bajo los principios de
Universalidad, Interdependencia, Indivisibilidad y Progresividad.
El reconocimiento para que el Poder Judicial ejerza el control de
79
convencionalidad ex-oficio entre las normas internas y la Convención
Americana, evidentemente en el marco de las competencias y de las
regulaciones procesales.
La capacitación a los funcionarios públicos en materia de Derechos
Humanos, de los que quiso resaltar los límites de la protección judicial, y en los
que necesariamente se involucra el análisis de la jurisprudencia del sistema
interamericano, así como la obligación de aplicar, por los jueces y tribunales
internos, las disposiciones vigentes en concordancia con los tratados
internacionales.
Con el establecimiento de una nueva manera de tramitar y resolver el
juicio de amparo, al privilegiar el interés simple de los quejosos y proscribir el
exceso de tecnicismos, se erigieron nuevas fórmulas para la elaboración de la
jurisprudencia.
La ilustración no sólo para juzgadores, sino para todos los integrantes
del Poder Judicial en su conjunto, a fin de que conozcan y se involucren de
manera decidida en la protección de los Derechos Humanos y transformen el
sistema de justicia mexicano.
En esos términos, la protección judicial conlleva la obligación para
desaplicar las normas que vulneran o impiden la protección de los Derechos
Humanos sin delimitar jerarquías normativas, ya que para proteger los
Derechos Humanos, no existe, ni es válido determinar un catálogo de normas
que el juzgador deba atender en preferencia a otras, pues establecer la
jerarquía normativa de unas frente a otras, envuelve el sofisma que procura
desaparecer el espíritu de la reforma.
Así es, aplicar una regla reconocida con jerarquía superior implica
desatender la percepción del juzgador sobre el derecho humano, que es la
80
regla de mayor validez que se debe atender y proteger.
De continuar señalándose que para la protección de los Derechos
Humanos un ordenamiento es mayor que el otro, no permitiría rebasar el
sistema judicial condenado ya por la Corte Interamericana de Justicia, pues
atender aisladamente la jerarquía normativa implica desatender el derecho
humano en juego.
En ese sentido, a fin de darle validez al espíritu del constituyente
original, que es la protección de los Derechos Humanos y por cuya violación fue
condenado el Estado Mexicano, debe privilegiarse la facultad o potestad de los
jueces de la República para desaplicar reglas de cualquier naturaleza, que
impidan el goce y el disfrute de los Derechos Humanos, que son las únicas y
especiales normas que deben privilegiarse y hacer prevalecer frente a otras, así
como permear la conducta de los juzgadores.
Es preciso establecer que en cualquier decisión judicial el objeto o
esencia fundamental del juicio es conocer si se protegieron adecuada o
inadecuadamente los Derechos Humanos. Es decir, es inocuo atender a la
jerarquía normativa de las reglas emanadas o establecidas incluso por la propia
Suprema Corte, en tanto que lo único que debe aceptarse del análisis judicial,
es la actuación que lleve a proteger los Derechos Universales.
En efecto, aunque en el examen de normas se encuentran algunas que
impidan o vulneren los Derechos Humanos y se genere la confrontación de
grados, no es valido resolver la causa sólo atendiendo la de mayor investidura.
Así es, si se pretende resolver la prevalencia de unas normas jurídicas
respecto de otras, poco habrá de lograrse en la protección de los derechos
fundamentales, pues permeará el método de control que precisamente viene a
ser superado por la reforma constitucional.
81
Efectivamente, tampoco la ley suprema es lo que dice la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, sino lo que dicen todos los jueces del país y cuyos
criterios, en última instancia, sí deben ser moldeados por el Alto Tribunal si
entraran en conflicto.
El artículo 133 de la Constitución federal establece que la propia
Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y que
todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se
celebren por el Presidente de la República, con la aprobación del Senado,
serán la ley suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán
a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario
que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.
Es de observar que en dicha norma fundamental, claramente se
establecen tres cuerpos normativos como ley suprema, pero que, por su
abstracción, corresponde al aplicador interpretar y determinar lo que debe
entenderse como supremo en cada caso particular. Además, se hace reserva
para todos los jueces en general, no para uno solo.
Por tanto, dicha norma se ha mantenido en su concepción original y
renace en su propósito y objetivo teleológico por virtud del reconocimiento que
hace el propio Congreso de la Unión al promulgar las reformas del 6 y 10 de
junio del 2011, así como por mandato de la propia Suprema Corte para que los
jueces atiendan el principio de convencionalidad ex-oficio.
Entonces, entender que para la protección de los Derechos Humanos,
la Carta Fundamental no es ya únicamente lo que dice la Suprema Corte de
Justicia, sino lo que dicen todos los jueces de la República en cada caso
particular, reconociendo, por supuesto, la supremacía del Alto Tribunal para
resolver las contradicciones de la interpretación jurisdiccional, constituye el
nuevo fortalecimiento y vigor que se reconoce a los jueces de la República para
82
que se constituyan en los verdaderos garantes del Derecho.
En las controversias, la ley suprema no es lo que dice la Carta
Fundamental, los tratados internacionales ni las leyes emanadas del Congreso
de la Unión, la ley suprema es lo que, en concordancia con tales
ordenamientos, dicen los jueces de la República.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, en las consideraciones que
emitió para dar cumplimiento a la sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos y, en conjunción con el mandato del Poder Constituyente,
pretende fortalecer el poder de los juzgadores para dirimir los conflictos
sometidos a sus competencias con el objetivo de beneficiar a todo el país
mediante decisiones que atiendan real y materialmente el respeto a los
Derechos Humanos. Por tanto, no debe desperdiciarse el momento histórico
que obliga a la transformación jurídica de todo México.
Es preciso hacer evolucionar el sistema de justicia con jueces no sólo
probos y preparados en el conocimiento de las ciencias jurídicas y humanistas,
sino también con jueces comprometidos y entregados a la verdadera labor de
proteger los derechos de los justiciables, lo que se logrará si se privilegia su
labor sin distracción de disputas internas de prevalencia personal.
En fin, el trabajo jurisdiccional debe colaborar en la ejecución real de
los mandatos dados por el Poder Constituyente, como por la propia Suprema
Corte de Justicia, con el fin de dar satisfacción a las demandas de justicia que
son comunes a todos los juzgadores.
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SU EJERCICIO. 10a. Época; 1a. Sala; Gaceta S.J.F.; Libro 3, Febrero de
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Tesis 1a. LXVIII/2014 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y
CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO. NO ES UNA CUESTIÓN DE
SUBSIDIARIEDAD, POR LO QUE DEBE LLEVARSE A CABO AUN
CUANDO EL DERECHO HUMANO DE QUE SE TRATE ESTÉ
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Tesis 1a./J. 18/2012 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y DE
CONVENCIONALIDAD (REFORMA CONSTITUCIONAL DE 10 DE JUNIO
DE 2011). 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XV, Diciembre de
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Tesis IV.1o.A.1 A (10a) POLICÍAS. PARA EL PAGO DE SU
INDEMNIZACIÓN PROCEDE DESAPLICAR LAS REGLAS QUE, EN LA
INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII,
DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL, HA ESTABLECIDO LA SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. 10a.Época; T.C.C.; S.J.F. y su
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Tesis IV.1º.A.2 A (10a) POLICÍAS. LA NATURALEZA DE SUS FUNCIONES
OBLIGA A QUE, ANTE LA SEPARACIÓN INJUSTIFICADA DE SU
EMPLEO, SU INDEMNIZACIÓN SE CALCULE CON EL MÍNIMO DE
PRESTACIONES ESTABLECIDAS PARA LOS TRABAJADORES EN
GENERAL. 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XVIII, Marzo de
2013, Tomo 3; p. 2050.

Uprimny, Rodrigo (2001). "El bloque de constitucionalidad en Colombia. Un
análisis jurisprudencial y un ensayo de sistematización doctrinal" en
Compilación de urisprudencia y doctrina nacional e internacional, ogotá,
Colombia, Oficina Alto Comisionado de NU para los derechos humanos, p.2

Vázquez, Luis Daniel y Sandra Serrano (2011). “Los principios de
universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Apuntes para
su aplicación práctica” en La reforma constitucional de derechos humanos:
un nuevo paradigma, México, D.F. Instituto de Investigaciones Jurídicas de
las UNAM.

Videoconferencia de Rodrigo Uprimny, “Control de convencionalidad y
principio pro personae”, Suprema Corte de Justicia de la Nación, disponible
en:
http://www.scjn.gob.mx/paginas/videoteca.aspx?fn=/conferencias/2012/CF_
01022012 0002.mp4>>, página consultada en noviembre de 2013.

Villán Durán, Carlos (2004), “La protección internacional de los derechos
humanos en el Sistema de las Naciones Unidas y de sus órganos
especializados”, en Los Instrumentos de Protección Regional e Internacional
de los Derechos Humanos, México, SRE.
89
NOTA COMPLEMENTARIA
El presente trabajo es una propuesta de actuación para los jueces
mexicanos que están comprometidos con su vocación por la justicia. Es un
impulso para que, en su ardua tarea, reflexionen sobre la oportunidad de
transformar el sistema de justicia en México. La desconfianza en el sistema
judicial, sin distinción de competencias, es un signo de identificación social que
debe superarse. Evolucionar en este sentido implica un cambio de conductas
evidentes. Es necesario abandonar inercias, dependencias y simulaciones.
La adecuada actuación judicial no solo comprende la solución de las
controversias, sino el compromiso para participar en el desarrollo y el bienestar
del pueblo en general. Se requieren jueces proactivos que, sin afanes de
protagonismo personal, sepan enfrentar, luchar y superar los obstáculos que se
les presenten. El logro de esa tarea posiblemente no se alcance en breve
tiempo, pero el trabajo que otros iniciaron y en el que otros estamos
comprometidos, seguramente servirá para el bienestar presente y futuro de
nuestra descendencia.
SERGIO EDUARDO ALVARADO PUENTE
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