FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA MÉXICO Maestría en derechos humanos y democracia V promoción 2012-2014 FORTALECIMIENTO DE LOS JUECES PARA LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS Tesis que para obtener el grado de Maestro en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Sergio Eduardo Alvarado Puente Director de Tesis: Juan Carlos Arjona Estévez Seminario de Tesis: Protección Internacional de los Derechos Humanos Línea de Investigación: Estado, Democracia y Derechos Humanos México, Distrito Federal, Mayo de 2014 RESUMEN La investigación del presente trabajo explica y tiende a establecer que, en materia de derechos humanos, las decisiones que emiten los jueces de la República con base en la Constitución, en las leyes federales y en los tratados internacionales, son la única y verdadera Ley Suprema. PALABRAS CLAVE: control de convencionalidad, control difuso, control político, Corte Interamericana de Derechos Humanos, derechos humanos, independencia judicial, jerarquía de leyes, Jurisprudencia, Ley Suprema, principio pro-personae. ABSTRACT The research of the present work explains and tends to establish that the decisions in human rights field than emit the judges of the Republic based on the Constitution, federal laws and international agreements, are the only true and supreme law. KEY WORDS: conventionality control, diffuse control, hierarchy of laws, human rights, Inter-American Court of Human Rights, judicial independence, jurisprudence, political control, principle pro-personae, Supreme Law. II A mi esposa, hijas e hijo. III AGRADECIMIENTO Finalizar los estudios para alcanzar el grado de maestro es el resultado de un esfuerzo conjunto en el que participa la Institución Judicial a la que pertenezco. Mi gratitud por el interés en capacitar con mayor nivel a todos los juzgadores del país. A los académicos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, quienes durante todo el periodo han sabido reflejar una calidad profesional digna de una Universidad del primer mundo. Su actitud y trabajo así lo revelan. Finalmente, mi reconocimiento a todos aquéllos que con su trabajo cotidiano nutren las ideas que se reflejan en esta pequeña investigación. IV TABLA DE CONTENIDO INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 1 CAPÍTULO I........................................................................................................ 4 DERECHOS HUMANOS Y SU PROTECCIÓN .................................................. 4 I.1. Naturaleza y concepto de los derechos humanos. .................................... 4 I.2. Los derechos humanos en el marco histórico. .......................................... 9 I.3. La corriente mexicana ............................................................................. 14 I.4. Presupuestos de los Derechos Humanos ............................................... 15 I.5. Efectividad de los derechos humanos ..................................................... 18 I.6. Métodos de protección a los derechos humanos .................................... 20 I.6.1. Teoría del desempaque de los derechos humanos. .................................... 21 I.7. Necesidad de respeto y protección de los derechos humanos en un estado de derecho......................................................................................... 24 I.7.1. Estado de derecho como presupuesto al reconocimiento y eficacia de los derechos humanos ................................................................................................ 26 CAPITULO II LOS DERECHOS HUMANOS EN MEXICO ..................................................... 30 II.1 La protección de los derechos humanos en México. ............................... 30 II.1.2 Reglamentación de los derechos humanos en México hasta el reconocimiento de los principios que los identifican. ............................................. 30 II.2. La reforma constitucional mexicana en materia de derechos humanos. 33 II.3. Avance regional en el constitucionalismo latinoamericano..................... 38 II.4. Bloque de constitucionalidad en materia de derechos humanos............ 41 II.5. Principio pro homine. .............................................................................. 43 II.6. Supremacía constitucional. .................................................................... 44 II.7. Los derechos humanos y la interpretación jurisprudencial. .................... 46 II.7.1. Posturas de instituciones nacionales e internacionales en materia de derechos humanos. ............................................................................................... 53 II.7.2 Posturas de organizaciones no gubernamentales........................................ 56 II.7.3. Posturas en el plano académico. ................................................................ 58 CAPÍTULO III ALCANCE DE LA PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO 62 V III.1. Bienestar y dignidad de la persona como finalidad de las normas de derechos humanos. ....................................................................................... 62 III.2. La jerarquía de los derechos humanos en México. ............................... 63 III.2.1 El ejercicio efectivo de la interpretación judicial. ......................................... 66 CONLUSIONES Y PROPUESTAS PARA EL FORTALECIMIENTO DE LOS JUECES EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS ....................... 71 CITAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................... 84 NOTA COMPLEMENTARIA............................................................................. 90 VI INTRODUCCIÓN La violación de los derechos humanos a lo largo de la historia, es un hecho real y constante. En los orígenes, la fuerza constituía el factor primordial que servía para satisfacer los intereses y se erigía como justificación de éstos. Desafortunadamente era ejercida comúnmente con violencia, abusando y vulnerando a los más débiles y desfavorecidos. En contraposición, la propia fuerza fue el recurso del ser humano para hacerse respetar y auto restituirse en el goce de sus satisfactores que, en una época, ni siquiera podían denominarse derechos. Aquella porción de tiempo de gran injusticia en la historia de la humanidad fue denominada el “régimen de autodefensa” (García: 2011). Con posterioridad, el poder público de las naciones adoptó una serie de limitantes a la autodefensa, moderándola para convertirse en el árbitro o conciliador, sustituyendo la lucha con diálogos de amigable solución. Finalmente, cuando las sociedades modernas llegan a una etapa de madurez, surge la función jurisdiccional como método de solución de las controversias, pero a instancia de los gobernados, a través de la conquista del ejercicio de su derecho de acción. En la actualidad, es un hecho que la función jurisdiccional —consistente en la intervención de los tribunales en la solución de controversias—, se erige como la principal posibilidad de defensa de los gobernados y es dónde los jueces determinan mediante una declaración, cuál es el derecho en disputa y a quién corresponde el cumplimiento de la obligación que todo derecho reconocido implica. El objetivo entonces del presente trabajo es el análisis de la función jurisdiccional y su eficacia en relación con los derechos humanos en México, con la pretensión de aportar una solución a un problema recurrente que tienen los tribunales nacionales, relativo a conocer cuáles son las normas que deben 1 prevalecer en la protección de los derechos humanos, en tanto que su desatención constituye un problema cuyo origen generalmente se encuentra en el desconocimiento de éstos. Por ello, en principio, es necesaria la conceptualización desde la dogmática jurídica y conforme a ciertas categorías generalmente aceptadas. Luego, identificar el problema recurrente del Estado mexicano, que se erige en un obstáculo de enormes dimensiones para la protección de los derechos humanos, pues, en lugar de éstos, se atiende objetivamente a normas de carácter orgánico y de proyección o satisfacción a las necesidades generales, en lugar de aquellas que regulan las aspiraciones individuales, inmersas en el concepto de derecho humanos. En efecto, los derechos humanos en México confrontan un escoyo de orden positivista, pues su reconocimiento y eficacia se supeditan a la atención de normas orgánicas internas que se subordinan no sólo al derecho humano, nacional e internacional, sino también al poco rango de libertad en el que se desenvuelven los operadores en los que recae la obligación de proteger esas normas fundamentales inherentes al ser humano. Sobre el particular, el problema de inaplicación de los tratados internacionales, así como la ineficacia de las normas o contenidos que reconocen derechos humanos, surge de la subordinación en que aquéllos y éstas se colocan frente a normas del sistema jurídico nacional, especialmente las de rango constitucional, que se jerarquizan en una posición de mayor nivel. Para comprender mejor el posicionamiento de los derechos humanos frente a diversas normas jurídicas, en un primer plano se expone una definición aproximada de los derechos humanos con el análisis de su naturaleza. Posteriormente se examina la forma en que se encuentran regulados en el marco jurídico constitucional mexicano, así como su protección y las garantías que otorga a los individuos, especialmente su carta fundamental. 2 En un segundo plano, se exponen las posturas nacionales e internacionales que se han adoptado para lograr el establecimiento, el desarrollo y el respeto a los derechos humanos, con evidente reprobación al Estado Mexicano, y que lleva a concluir en una propuesta de solución que propone situar a los jueces, en general, como los únicos intérpretes de todo ordenamiento jurídico —incluyendo la propia Constitución—, en los conflictos que impliquen el modo en que debe reconocerse y hacerse eficaz el o los derechos humanos en juego, pues es en cada caso y sede particular en donde se puede establecer auténticamente el sentido y alcance de ellos. 3 CAPÍTULO I DERECHOS HUMANOS Y SU PROTECCIÓN I.1. Naturaleza y concepto de los derechos humanos. A pesar de que el término de derechos humanos se escucha de manera recurrente en diversos ámbitos de la sociedad, en especial el jurídico, existe gran ignorancia sobre lo que significan en la medida en que no solo los individuos, sino ciertas instituciones, consienten o son indiferentes a conductas de abuso, tortura, racismo, xenofobia, discriminación, miseria, ignorancia, indolencia y descuido, entre otras. Es decir, el desconocimiento de las normas fundamentales de protección individual, sin duda impacta en su respeto o vulneración. Por consiguiente, el conocimiento cotidiano que se tiene de violaciones a derechos humanos, refleja, como factor común, una escasa cultura sobre la dignidad de la persona y de la protección que ésta tiene por el sólo hecho de existir. Así, podría afirmarse que la vulneración a los derechos fundamentales deriva o es desencadenada por factores específicos como el desinterés social, el abuso y omisión por agentes de gobierno en el ejercicio de sus facultades, la falta de capacitación en la mayoría de las instituciones públicas como privadas y la evidente falta de instrucción educativa, entre otros, como los más sobresalientes y que impiden el respeto adecuado de la dignidad humana, que es la esencia de su contenido. (Schmelkes, 1998: 7) El acentuado desconocimiento de los derechos humanos no constituye premisa para realizar una exposición profunda de sus contenidos, sino punto de partida para establecer la necesidad de tener una definición más o menos aceptada que sirva de sustento para el objetivo de la tesis que se plantea. Al respecto, generalmente es aceptada como definición de derechos humanos la serie de atributos reconocidos en instrumentos nacionales e 4 internacionales, para garantizar o hacer efectiva la dignidad del ser humano, considerando diversos planos que integran la vida de las personas, como lo son el individual, el social, el político, el económico y el cultural; sin embargo, ésta definición es insuficiente a la pretensión que se persigue, ya que la propuesta de este estudio, es en el sentido de que el derecho humano quede sujeto, dentro de la teoría jurídica, a la conceptualización de los operadores de las normas, principalmente los juzgadores, ya que es a ellos a quienes corresponde materializar y dar sentido a las normas en lo individual, protegiendo a quien lo requiere y pugnando por su desarrollo o progresividad. El debate actual de los derechos humanos deja en claro que la definición contenida en párrafos anteriores es usada indiscriminadamente y hace que el término se torne ambiguo, provocando la desatención a la esencia del significado. Más aún, no es sencillo conceptualizar el término, pues la expresión llega a los propios especialistas a diferir en un concepto concurrente, dada la multiplicidad de interpretaciones y conceptualizaciones. Aunado a esto, el debate se centra también en establecer el catálogo de los derechos o prerrogativas que deben considerarse fundamentales y que ocasiona el diferendo para establecer si existe un resultado positivo o negativo que deba considerarse para la precisión del término. Ejemplo peculiar de ello es conocer si los derechos políticos constituyen derechos fundamentales para el ciudadano únicamente en su aspiración a ser electo para ocupar puestos de elección popular, o si también se comprende en ellos las facultades o prerrogativas de quienes ya se desempeñan en esos cargos. En efecto, el aumento exponencial de los derechos humanos ha provocado también la disminución de la fuerza de su exigencia, generando con ello la incertidumbre del concepto y del método que sirva para su protección (Laporta, 1987: 23). 5 Se trata pues de una relación inversamente proporcional entre el aumento de derechos que son considerados como humanos. Entre más derechos se adicionen al catálogo respectivo, el poder argumentativo y de exigencia disminuyen. En cambio, entre menos derechos se adicionan al concepto, su argumento adquiere poder y exigibilidad. Ejemplo de éste fenómeno puede advertirse en el reconocimiento del derecho humano a una vida digna, cuyo poder y exigibilidad, dependerá de la afectación que sufra la persona en cualquier sentido, pero si para considerar una vida digna, se formulan clasificaciones; vgr. de atención a la salud, de gozar de una vivienda, de no ser ofendido públicamente, de ser oído sin considerar circunstancias de índole social, económico o de género, etcétera, etcétera, es claro que para un operador simplista que no encuentre dentro del catálogo de vida digna tales características, desatenderá múltiples factores que pueden afectar a la dignidad humana, perdiendo por consecuencia el poder de exigencia que el derecho humano reconoce, en lo general para la protección del individuo. No obstante, predomina la corriente que sostiene que entre más amplio sea el catálogo de derechos humanos, existe una mayor protección y, viceversa, si existen menos derechos en el campo, menor es su exigencia (González, 2013). El sustento de esta teoría, básicamente se centra en un criterio de especialidad, al considerar que al existir un aumento de derechos humanos, existe una específica protección al bien jurídico que se pretende proteger por cada uno de los derechos. Esa divergencia pareciera considerar que no justifica el aumento indiscriminado de los derechos humanos, sino más bien la necesidad de conceptualizar y justificar el término (González, 2013). 6 Entonces, el debate inicial es el relativo a su denominación y conceptualización. Es decir, la protección de la persona queda comprendida en el término Derechos Humanos o es necesario denominarle de una manera distinta, con mayor o menor extensión; vgr. derechos fundamentales o derechos universales. En términos prácticos, la expresión “derechos humanos” ha recibido mayor difusión social y aceptación por la mayoría de las culturas y sistemas jurídicos modernos, considerando en su esencia que son aquellos cuya unívoca condición para ser su titular es la naturaleza humana (OACNUDH, 2008: 16). Por tanto, en la presente investigación se parte de este concepto, que, interrelacionado con la definición dada en párrafos anteriores, resulta de cualquier manera ambigua e insuficiente para el propósito que se persigue, que es el proteger verdaderamente al individuo en su escencia y con el propósito de lograr su desarrollo y bienestar integral. Mónica González Contró y Pedro Salazar Ugarte, en su Teoría Jurídica de los Derechos Humanos, auxilian a ubicar los derechos humanos en tres corrientes principales. 1. La que considera que no hay más derechos, incluyendo los humanos, que aquellos contenidos en el derecho positivo objetivo, negando así un fundamento diverso a aquellos derechos fuera del campo objetivo y positivo del derecho. 2. La que estima que los derechos humanos si tienen un fundamento moral y, por ende, si pueden existir dado su carácter moral a la par de los contenidos en ordenamientos jurídicos. Empero, dicha postura reconoce que para su ejercicio o respeto es necesario su incorporación al derecho objetivo positivo. 7 3. Finalmente, la corriente que estima que los derechos humanos son derechos morales, y por ser antes de la constitución del Estado, tienen como función ser un elemento de su legitimidad (González y Salazar, 2013). La generalidad se desenvuelve entre las dos últimas corrientes, pues se reconoce que efectivamente los derechos humanos son derechos morales, que para hacerse exigibles es necesario su reconocimiento en el orden jurídico positivo. Efectivamente, se reconoce que son previos al establecimiento del orden jurídico. De ahí que el Estado esté constituido para preservar el bienestar de la población mediante el reconocimiento, respeto y protección de los derechos humanos. En efecto, acorde a la fundamentación ética o axiológica de los derechos humanos, el ordenamiento jurídico no crea dichos derechos, sino que simplemente los reconoce y establece las condiciones inexcusables para alcanzar un nivel de vida digno. Es decir, esencialmente la fundamentación ética es la concepción de derechos basados en el bien jurídico superior de la dignidad humana (Fernández, 1952: 97 y 98). Evidentemente que la premisa consistente en que los derechos humanos son de contenido eminentemente axiológico, no surge de la opinión doctrinal o dogmática de esos doctrinistas o de algún autor, menos por un reclamo aislado que haya sido reivindicado por parte de algún Estado o nación. Es el resultado del desarrollo histórico, sistemático y conjunto de las sociedades civilizadas, cuya categorización conforme a las diferentes posturas es importante identificar en tanto que sirve para comprender sólidamente su estudio y para establecer una doble finalidad. El basamento u origen de los hechos y consideraciones que plantean al individuo como el destinatario de las acciones que son necesarias para lograr su desarrollo integral y, como consecuencia natural, el de las sociedades en general. Además, para la 8 identificación de los factores y características que, conforme a las distintas corrientes histórico-filosóficas son útiles para la incorporación al marco normativo de los Estados, pero no sólo para el reconocimiento o conceptualización del derecho humano individualmente considerado, sino para establecer los métodos que hagan verdaderamente efectiva su realización material. En ese sentido, resulta pertinente traer a colación, aunque sea brevemente, las posturas de derechos humanos mayormente identificadas. I.2. Los derechos humanos en el marco histórico. 1. El iusnaturalismo. Se sustenta en el derecho natural y afirma como denominador común, la existencia de una juricidad previa y base del derecho positivo, de manera que expresa que los derechos humanos tienen un carácter declarativo y no constitutivo. Destacan como antecedentes el estoicismo que funda la concepción en una razón universal y de alcance cosmopolita. Igualmente, un antecedente destacado se constituye en el cristianismo que afirma como fuente del derecho a la dignidad. Dentro del iusnaturalismo surge, en el siglo XVI y en el siglo XVIII, la idea de los derechos subjetivos que no dependen de la ciudadanía ni de las leyes de un Estado y tampoco están necesariamente limitados a un grupo étnico, cultural o religioso, sino al concepto de derechos naturales. Los principales exponentes del iusnaturalismo son Jhon Locke, Thomas Hobbes y Jean Jackes Rousseau y se fundamentan en que los hombres son los titulares de todos los derechos. (Fernández, 1952: 81-86) Estas ideas son objeto de fuertes críticas por quienes conciben los derechos humanos como producto de exigencia o relaciones interpersonales. Entre otras, el utilitarismo impulsado por Jeremy Bentham, al grado de tacharlas como disparate, así como el comunitarismo, pugnado por Alasdair MacIntyre, 9 que afirma que creer en los derechos naturales es fantasía ya que no son sino producto de las relaciones entre las personas en una comunidad determinada (Sandoval 2010). Igualmente el Marxismo se opone a reconocer al derecho natural como fuente de los derechos humanos, precisamente porque se trata de normas que surgen de la relación entre el capital y el trabajo. (Marx, 2004; 35) 2. El historicismo. La escuela histórica del derecho reconoce como antecedentes la idea de los sofistas griegos en la antigüedad. Su mayor desarrollo se da en Alemania en donde tiene como exponentes a Friedrich Karl von Savigny, Georg Friedrich Puchta y Gustav von Hugo, aunque existen un sinnúmero de exponentes, la concepción de los derechos humanos desde ésta óptica parte de una explicación filosófica del conocimiento histórico que da razón del conocimiento correcto de las actividades humanas. En resumen, el historicismo en los derechos humanos, constituye una consideración de que se trata de derechos históricos, basados en las necesidades sociales y la necesidad de satisfacerlas. Niegan la fundamentación en la naturaleza humana y se basa en la evolución que permite ampliar su catálogo de acuerdo con las propias necesidades. Es decir, satisfacen en principio la vida, las libertades y los derechos políticos, entre otros, como derechos primarios y satisfechos éstos, surgen otros de distinta naturaleza como el derecho a la vivienda, a la salud, a la seguridad social, diversificándose en una gama amplísima, vgr. derechos sociales, derecho a la paz, derecho a ambientes sanos, a la autodeterminación, etcétera. (Moreno, 2007: 4) 3. Fundamentación Ética. Esta corriente es la de mayor peso en la actualidad y sostiene que la ética y el derecho son convergentes porque concurren en un mismo propósito: el respeto incuestionable a la dignidad humana (Jorge Madrazo-Walter Beller). La dignidad se constituye como principio ético y fundamento primordial de los derechos humanos que serían incomprensibles si no estuvieran basados en la idea del valor intrínseco en las 10 personas que para su efectividad debe estar garantizado jurídicamente. En efecto, Jorge Madrazo-Walter Beller explican que las normas legales solo prescriben conductas o comportamientos y no actitudes o convicciones y que la dignidad humana no es propiamente un principio jurídico sino inequívocamente un principio ético (Madrazo, 1997: 236). De ahí que las normas jurídicas reconozcan y converjan con el mandato ético para hacer respetar la dignidad de la persona. Por supuesto que la dignidad como sustancia del fundamento ético, justifica esta corriente de pensamiento, pero no se concreta en esa premisa, sino en el desarrollo de las aptitudes humanas que le permitan alcanzar su felicidad. De ahí que atienda a circunstancias de otra índole pero inherentes a la propia persona y pueden concretarse en la libertad de decidir o en la capacidad de elegir con convicciones individuales que distinguen o unifican frente a los demás seres humanos. 4. Corriente cosmopolita. Se concibe como la universalidad del derecho. Entre sus exponentes se encuentran Jürgen Habermas y Emmanuelle Kant y hacen referencia al estatuto de los individuos y a su libertad de comunicar abierta y potencialmente, lo que le da el sentido de cosmopolita. Es decir, son las relaciones interpersonales y no las internacionales las que le imprimen el carácter. Si bien es cierto que Kant afirma que los estados deben ser gobernados bajo una forma de gobierno determinado con autonomía, soberanía e integridad territorial a fin de no entrar en conflicto, Habermas señala que con la universalidad del individuo, es como se afirma el respeto igualitario por todos y la solidaridad con todo aquel que presenta un rostro humano. (Habermas, 1999: 107 y 108) Lo importante de esta corriente es que excluye al sujeto de las fuerzas del “mercado mundial” concebido en la época moderna de la globalización, así como a la geoestrategia y al fatalismo de los hechos. En resumen, Habermas, 11 como exponente destacado concreta la corriente como cosmopolita, como un humanismo planetario. (Gaspary, 2001: 225) 5. Tesis realistas. Sostienen que es la práctica de las personas la que dota de significación a los derechos humanos. (Pérez, 2005: 619) Asimismo, indican que la positivación o reglamentación es un requisito adicional que influye en la efectividad y critican al iusnaturalismo así como el iuspositivismo puramente formal afirmando que ambas corrientes son excesivamente abstractas y no tienen en cuenta las condiciones económicas y sociales de las que depende el efectivo disfrute de los derechos. Se relaciona principalmente con el socialismo de Carl Marx, aunque existen muchos exponentes. (Marx, 2004; 35) 6. Utilitarismo. Como doctrina ética vale en la medida en que considera la mayor felicidad para el mayor número como la medida de lo justo y de lo injusto. (Bentham, 1973: 3) El utilitarismo rechaza la idea de que los derechos humanos sean derechos naturales e indica que constituye un sinsentido afirmar que existen derechos previos al Estado, en tanto que los derechos son un producto social que se justifica por su utilidad. John Stuart Mill señala que los derechos son reglas para la maximización de la felicidad, que no son absolutos, pues en condiciones excepcionales debe maximizarse la utilidad social. Este enfoque utilitarista tiene como mayor crítica, el hecho de que la atención a la mayor utilidad social no garantiza el derecho en lo individual. (Papacchini, 2003: 89) 7. Comunitarismo. Aparece a finales del siglo XX en oposición a determinados aspectos del individualismo y en defensa de fenómenos como la sociedad civil. Plantea que la tensión entre los derechos individuales y las corresponsabilidades sociales, es el punto esencial para analizar la mayor parte de los problemas éticos de nuestro tiempo: sistema sanitario, aborto, 12 multiculturalismo, libertad de expresión, etcétera. Fundamentalmente se utiliza el término en sentido filosófico, ideológico y sensible. El comunitarismo filosófico considera que el liberalismo clásico es ontológicamente y epistemológicamente incoherente, ya que no se construyen las comunidades por actos voluntarios de individuos ni estos son anteriores a las mismas, remarca el papel de la comunidad en la tarea de definir y formar a los individuos. El comunitarismo ideológico subraya el derecho de la mayoría a tomar decisiones que afecten a la minoría. Se considera "de izquierdas" en los asuntos económicos y "de derechas" en lo social. Finalmente, el comunitarismo sensible propone una nueva regla de oro, para afirmar simultáneamente los derechos y obligaciones tanto comunitarios como individuales: "Respeta y defiende el orden moral de la sociedad de la misma manera que harías que la sociedad respetara y defendiera tu autonomía". Algunos representantes de la corriente comunitarista son Robert Bellah, Charles Taylor, Michael Walzer, también suele incluirse a Alasdair MacIntyre por sus argumentos coincidentes con esta corriente. 8. Iuspositivismo. En los derechos humanos, el iuspositivismo se opone radicalmente a la idea iusnaturalista al decir que son meras ideas morales sin valor jurídico, pues para que lo contengan deben incorporarse al ordenamiento jurídico y, por tanto, no es necesario ni procedente acudir a otro sustento que no sea el legal. Por supuesto que el positivismo concebido en esa simple negación implica el reconocimiento de derechos públicos subjetivos en contravención a los derechos naturales, pero en el subjetivismo se encuentra el sofisma de desconocer a la dignidad de la persona como fuente de la norma material que la protege. Entre los impulsores del iuspositivismo se encuentran Hans Kelsen, Alf Ross, Herbert Hart y Norberto Bobbio. 13 Es pertinente señalar que la influencia del positivismo en el siglo XIX produjo un arrinconamiento, arrumbamiento o negación del derecho natural y motivó la plasmación de los derechos humanos como derechos fundamentales en las constituciones de la mayoría de los países occidentales. (Bulygin, 1987: 79 y 80) I.3. La corriente mexicana La influencia del iuspositivismo se recogió y vio reflejada en la redacción de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pues en 1917, cuando se promulgó, se abandonó el uso del término Derechos del Hombre, que la Constitución de 1857 así reglamentaba en su título Primero, Sección Primera. Incluso, los doctrinistas denominan aún a esa sección como parte dogmática, que se explica en tanto que la influencia iuspositivista apartaba lo que se reconocía en sus antecedentes. En efecto, el Acta Constitutiva y de Reformas emitida por el Congreso Extraordinario Constituyente de los Estados Unidos Mexicanos, el 18 de mayo de 1847, reconocía su expedición “En nombre de Dios, Creador y Conservador de las Sociedades”. Incluso, esa acta consolidaba la primer constitución del país de 4 de octubre de 1824, que también se promulgó “En el nombre de Dios todopoderoso, autor y Supremo Legislador de la Sociedad”. Entonces, si la Constitución de 1917 abandonó el concepto derechos del hombre, para sustituirlo por el de las garantías individuales, es claro que dejo de considerarlos como la base y el objeto de las instituciones sociales como expresamente se reconocía en la redacción de la ley fundamental anterior, en tanto que, en el artículo 1º, se concretó a destacar únicamente la obligación para que todos los individuos gocen de las garantías reconocidas en la Constitución, dejando, por consiguiente, a consideración de los aplicadores el concepto, quienes, por la influencia de la época y consideraciones 14 epistemológicas, concibieron a esa parte de la Constitución federal, y aún lo hacen muchos de ellos, como derechos públicos subjetivos. Así, se puede afirmar que en el Estado Mexicano, conforme a la teoría del iuspositivismo, no creó ningún derecho humano, ya que sólo los reconoció, aunque en un rango jerárquico superior a cualquier orden normativo interno. Empero, con la interpretación reiterada que de su contenido se ha hecho hasta la actualidad, se estima que debe prevalecer e imponerse sobre cualquier otro, aún ante restricciones expresas. I.4. Presupuestos de los Derechos Humanos El autor De Sousa Santos indica que la concepción de los derechos humanos descansa sobre presupuestos bien conocidos, de los cuales se recogen los siguientes: 1. La existencia de una naturaleza humana universal que puede conocerse racionalmente. 2. La naturaleza humana es distinta y superior al resto de la realidad. 3. Toda persona tiene una dignidad absoluta e íntegra que no puede afectarse y que debe ser defendida de la sociedad o del propio Estado (De Sousa, 1998: 353). Entonces, conforme a las corrientes histórico-doctrinales, el concepto “Derechos Humanos” que recoge dicho autor se constituye como el conjunto de derechos referidos a la dignidad y al bienestar del ser humano. Es decir, son todas aquellas normas que tiendan a que la persona alcance una vida digna que le permita alcanzar sus metas y encontrar su felicidad. Por consiguiente, la dignidad y el bienestar del ser humano deben estar plenamente garantizados por el sólo hecho de existir, y dicha garantía, respeto y protección, no le corresponde sino al Estado por ser el ente jurídico 15 encargado de mantener la armonía en el entorno en que el individuo existe. Así, las voces dignidad y bienestar, fungen como presupuestos básicos para el ejercicio de los derechos humanos y se constituyen en su esencia misma. En ese sentido, es claro entender el concepto de derechos humanos elaborado por Jorge Carpizo cuando los define como la serie de atributos reconocidos en instrumentos nacionales e internacionales, para garantizar o hacer efectiva la dignidad del ser humano que conduzca a una verdadera existencia humana desde los diversos planos que integran la vida de las personas, como lo son el individual, el social, el político, el económico y el cultural. (Carpizo, 2011: 3-29) En términos de lo anterior, es importante señalar que los derechos humanos se rigen por principios fundamentales que deben ser tomados en cuenta para asegurar su respeto, protección y garantía. Los principios fundamentales, que recoge la Constitución Mexicana para conceptualizar ciertas normas como derechos humanos son la universalidad, la indivisibilidad, la interdependencia y la progresividad. (CPUM, Art. 1) En efecto, son universales porque son reconocidos y aplicables a todas las personas sin distinción de género ni espacio o lugar. Este principio constituye la característica principal, ya que establece que el reconocimiento a todas las personas debe darse sin considerar ningún tipo de condición o diferencia cultural, social, económica o política; más aún, significa que estas mismas no deben ser utilizadas como excusas para el desconocimiento o ejercicio parcial de los derechos humanos. Un ejemplo típico consiste en que los humanos nacen libres y que la condición de esclavos que pudieran tener en algún lugar del planeta no es condicionante para que se les desconozca en 16 donde la sociedad ha evolucionado al grado de reconocer esa libertad como un derecho humano. La indivisibilidad implica reconocimiento total, no a medias y sin cortapisas, de manera que el derecho inherente a la persona no puede ser fraccionado, pues debe mantenerse en su esencia como una obligación cuyo objeto de protección no puede ejecutarse en partes. El derecho, en general, establece matices muy concretos para las obligaciones indivisibles en función de lo que sería el aspecto activo; vgr. la trasmisión por causa de muerte, la disposición de crédito, la suspensión o interrupción de la prescripción, etcétera. (Definición.De 2014) La dogmática jurídica afirma que los derechos humanos son indivisibles, ya que constituyen un todo intrínseco a la condición humana. En teoría, no pueden respetarse ciertos derechos humanos y violar otros. Los conceptos de universalidad e indivisibilidad sobre los derechos humanos pueden apreciarse en los preámbulos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, así como en la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969, ya que en ellas todos los Estados miembros se comprometen a respetar universal y efectivamente los derechos y libertades fundamentales de los hombres. Por otra parte, la interdependencia, que constituye otra característica esencial de los derechos humanos, comprende la relación, entre sí, de todos ellos, de tal manera que no puede entenderse el reconocimiento y protección de uno de ellos en relación con esa misma obligación respecto de todos los demás. Por ejemplo, el derecho a la vida comprende o está interrelacionado con el derecho a la salud, a la integridad y a un sano desarrollo, entre otros. De tal forma que para ejercer plenamente determinado derecho será necesaria la intervención y respeto de otro o de otros. Estos principios implican, además, 17 que no hay jerarquía entre derechos humanos, por lo que no puede privilegiarse el cumplimiento de uno en detrimento de otro, salvo cuando se trate de derechos humanos encontrados, caso en el que debe delimitarse la esfera jurídica de cada uno, para impedir que el derecho de uno afecte al del otro y viceversa, procurando así la paz social. Ejemplo de esta contrariedad entre derechos es la libertad de expresión, que no es absoluta si infringe o denosta la dignidad de las personas con expresiones o publicaciones infamantes que lleven a la humillación personal o publica a algún individuo. Esta restricción encuentra un referente en el artículo 1º, así como el 32.2 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, al establecer el respeto a los derechos y libertades y garantizar el libre ejercicio, pero sin discriminación de ninguna especie o condición social. Finalmente, los derechos humanos deben atender al principio de progresividad y no regresión. Es decir, siempre deben evolucionar para la protección de la dignidad humana y logrado el avance, no hay cabida para un retroceso, ya que el estatus de protección debe mantenerse o superarse. Esta característica surge de la posibilidad de ampliar el catálogo de derechos establecidos previamente y conforme al reconocimiento que en el futuro se haga de otros diversos, pues así se establece en el artículo 31 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos. I.5. Efectividad de los derechos humanos En el apartado anterior se destacó que la esencia de los derechos humanos constituye la dignidad de la persona y se establecieron los presupuestos que los caracterizan. Entonces, para hacer efectivo el ideal que persiguen, que se reduce al bienestar y felicidad de los individuos, es necesario identificarlos dentro de los ordenamientos jurídicos generalmente establecidos. Es decir, el aspecto filosófico que comprende el concepto de derechos 18 humanos implica necesariamente identificarlos o reconocerlos en las reglas, generalmente de derecho constitucional y en los tratados internacionales. Efectivamente, el reconocimiento de los derechos humanos, principalmente de los países de América Latina, se ha desarrollado en las últimas décadas y reflejado en sus constituciones, a través de la incorporación de las denominadas cláusulas abiertas de derechos humanos, que constituyen reglas que permiten considerar como tales no necesariamente los que se encuentran expresamente declarados en el texto constitucional, sino también las que permiten concebirlos e incorporarlos al sistema jurídico, por la apreciación del operador de la norma de que se trate. (Brewer-Caríasm 2006: 1) Concepción que necesariamente se formula y justifica dentro de la teoría jurídica. Por otra parte, con la autorización de la aplicación inmediata de previsiones sobre derechos humanos reguladas en instrumentos internacionales (Idem 2). La incorporación de esas técnicas en los sistemas jurídicos latinoamericanos constituyen un esfuerzo pujante para objetivar los derechos humanos en juego, ya que con ellas se admite la importancia de hacer efectiva la observancia de los derechos humanos y, mas aún, porque en su ejecución se imprime a la función jurisdiccional una especial relevancia para hacer efectiva la practica de los derechos humanos, pues prácticamente en todas las constituciones se deja en manos de los tribunales la facultad de decidir sobre todas esas previsiones. En efecto, todas las constituciones establecen que los juzgadores son los operadores de las normas de derechos humanos, y que el Estado, a través de ellos, resuelve sobre la protección o reparación de los derechos humanos puestos en juego. De ahí que si las sociedades modernas han reconocido en ellos la responsabilidad de determinar el método, la jerarquía y la forma en que 19 habrá de respetarse cada uno de los derechos humanos puestos a su conocimiento, los jueces se conviertan o se erijan en los protagonistas principales de la actividad que persigue hacer efectivo el bienestar y la felicidad de todos los integrantes de la sociedad. De ahí la importancia mayúscula de no restringir sus facultades por contradicciones que pudieran existir en sus propios ordenamientos jurídicos. I.6. Métodos de protección a los derechos humanos La dificultad para determinar el método de protección de los derechos humanos es muy complicada si se toma en cuenta la amplia gama o catálogo reconocido en la doctrina. Incluso, en la mayoría de los órdenes jurídicos modernos, entre los principales, existen ya establecidas varias categorías a saber: Derechos humanos referidos a las libertades; vgr. libertad personal; libertad de trabajo, profesión, industria o comercio; libertad de expresión; libertad de imprenta; libertad de asociación y reunión; libertad de tránsito y residencia; libertad religiosa. Derechos humanos referidos a la integración social de los individuos; vgr. igualdad, derecho de petición; derecho a la información; garantía de audiencia; garantía de legalidad; derecho a la jurisdicción; derecho a un medio ambiente sano; protección de la integridad física y moral de las personas en libertad y bajo condena; derecho a la educación; derecho a la paternidad; Derecho a la protección de la salud; derecho a la vivienda; derechos sociales a favor de los trabajadores; derechos de los niños; derecho a la propiedad comunal y ejidal de tierras. Derechos humanos referidos a la organización democrática; vgr, derecho para auto determinar sus órganos y métodos de gobierno, derecho a la 20 nacionalidad, derecho a la ciudadanía y derecho a participar en los órganos de gobierno. Derechos humanos referidos a la seguridad personal; vgr, irretroactividad de las leyes; seguridad Jurídica en materia penal internacional; inviolabilidad de las comunicaciones privadas; inviolabilidad del domicilio; seguridad Jurídica en materia de órdenes de aprehensión o detención; seguridad Jurídica para los procesados en materia penal; seguridad Jurídica en las detenciones ante autoridad judicial; garantías del procesado en materia penal; derechos de la víctima o del ofendido; seguridad Jurídica respecto a la imposición de penas y multas; seguridad jurídica en los juicios penales, etcétera; protección jurídica al derecho a la vida; prohibición de las penas de muerte, de tortura y de aquellas inusitadas o trascendentes; Derecho a la propiedad. El anterior catálogo de derechos es de carácter personal y meramente enunciativo, formulado de los ya reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos realizada por la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1948, así como los que comprende la Carta de la Organización de los Estados Americanos de 1948, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre de 1948 y la Convención Americana Sobre Derechos Humanos del 22 de noviembre de 1969 adoptada en la ciudad de San José, Costa Rica. Además, es acorde al bloque de constitucionalidad mexicano, con la indicación de que este catálogo de derechos evoluciona y se perfecciona precisamente en base al principio de progresividad. I.6.1. Teoría del desempaque de los derechos humanos. La metodología del desempaque de los derechos humanos, consiste básicamente en hacerlos operables. Es decir, que cumplan con su finalidad de protección al ser humano. 21 El creador del término (unpacking) es Paul Hunt, quien señala que el desempaque de los derechos humanos implica el “análisis de un derecho humano a partir de las diversas obligaciones que lo constituyen”, el cual comienza con la desagregación en los múltiples sub-derechos que lo integran y conlleva el objetivo de conocer el alcance de su contenido y las implicaciones de las obligaciones que conlleva cada derecho humano. (Vázquez y Serrano, 2011: 136) Así, desde el punto de vista personal, no se puede establecer la protección y mucho menos la violación de los derechos esenciales si se desconocen sus contenidos y los alcances de las obligaciones que contienen. Resulta indispensable identificar en su integridad la norma fundamental a fin de garantizar plenamente su operatividad. El derecho humano a la vida por ejemplo, implica determinar en principio su esencia, que se conforma con la integridad de la persona. Enseguida, el grado de protección colateral a fin de establecer las consecuencias de la violación y, por ende, las medidas de reparación que deben adoptarse para el caso de violación. Luego, si la vida constituye el presupuestó esencial de ese derecho humano, conviene formular la siguiente interrogante ¿se considerará satisfecho por el sólo hecho de no afectar la integridad?. La respuesta, conforme al principio de interdependencia, sería que no, pues la vida no es posible desarrollarla con un fin de bienestar si no se satisfacen otro factores que giran en torno a ella; vgr. el derecho a una vivienda digna, el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a un trabajo digno, etc. Además, si se atiende a la teoría del desempaque se requiere precisar mayores factores. Es decir, si estimar protegido el derecho a la vida, conlleva la obligación de atenderlo, entre otras cosas, con una vivienda digna, convendría afirmar que sobre ciertos derechos subyacen otros que, aunque marginales, no dejan de ser esenciales si están en relación con la dignidad de las personas. 22 Por tanto, respetar el derecho a la vida requeriría la protección también del derecho a una vivienda digna, entre otros diversos derechos colaterales. Y, aun mas, establecer cómo puede considerarse que sea digna una vivienda. En efecto, si se continua en el examen de esa obligación subyacente, es fácil decir que las características de una vivienda varían enormemente de un lugar a otro, pero ¿esa variación justificaría que sea válido que en una región se habiten chozas y, en otra, casas de ladrillo o de madera, si todas son viviendas?. Con esa distinta interrogante, sin duda es indispensable indicar los contenidos y características de una vivienda para establecer cómo se estimaría digna y, por consecuencia, satisfecho en su integridad el derecho humano a la vida. En términos de concreción, tanto la choza como la casa son viviendas, pero la dignidad de la vivienda no dependerá solo de la obtención, sino de la especie que pueda establecerse a priori, con las características especificas que permitan vivir con comodidad, ya que una que no las satisfaga implicaría posiblemente el sufrimiento permanente con afectación del derecho a la vida intrínseca e integralmente considerado. En otras palabras, al desambiguar el derecho humano, se conoce el contenido y alcance de las obligaciones, y se da lugar a los denominados subderechos. Al respecto, Vázquez y Serrano indican que los sub-derechos son factores que integran un derecho, los cuales pueden advertirse claramente del tratado internacional que lo prevé o bien de la interpretación jurisprudencial que sobre él se ha hecho (Vázquez y Serrano, 2011: 138 a 140). Es decir, los subderechos son aquellos otros derechos que pueden desprenderse del derecho internacional de los derechos humanos, que resultan ser su presupuesto y cuyo reconocimiento y precisión permite disfrutar todo el derecho humano en su conjunto. 23 Con la determinación de los sub-derechos, es fácil identificar las obligaciones incumplidas; y, con conciencia, la responsabilidad en que incurre el Estado en caso de vulneración, así como la posible reparación que deba adoptarse. En conclusión, el método de desempaque de derechos humanos, a través de la desambiguación, que generalmente corresponde a los aplicadores de la norma y más concretamente a los juzgadores, permite precisar los subderechos que se integran a ellos y las obligaciones correlativas, permitiendo, por consecuencia, una comprensión simplificada a manera de facilitar el estudio de los derechos humanos, sea en la labor académica, jurisdiccional —como ya se indicó—, o gubernamental en la implementación de políticas públicas que normalmente son propias de un estado de derecho democrático y constitucional. I.7. Necesidad de respeto y protección de los derechos humanos en un estado de derecho. Definido el concepto de los derechos humanos, los principios que los rigen, el enfoque de derechos que debe tenerse al ejercer la función jurisdiccional y la metodología de su “desempaque”, es válido preguntarse por qué la necesidad del respeto y la protección de los derechos fundamentales de los gobernados, si el Estado tiene como elementos de su existencia, precisamente la obligación de respetarlos (Jellinekm 1954: 234 a 254). En efecto, si en el territorio determinado, las personas integrantes del pueblo no encuentran condiciones que les permitan desarrollarse adecuadamente por omisión o abuso del poder, ello tornaría imposible la vida armoniosa en el Estado, cuya justificación teleológica es precisamente favorecer los intereses solidarios individuales, nacionales o generales y con la dirección de una evolución progresiva y común de la población. (Jellinek, 1954: 157) 24 Es decir, pareciera un contrasentido que el individuo deba defenderse de aquél que tiene obligación de protegerlo. En esa medida, se establece como premisa fundamental para el respeto de los derechos humanos, la existencia de un estado de derecho, pues es a través del respeto al orden jurídico establecido como se permite que los seres humanos sean capaces de desarrollar o satisfacer sus necesidades y alcanzar sus metas e ideales. Por tanto, un estado constitucional de derecho se define por el sometimiento de la autoridad a las disposiciones fundamentales de orden jurídico, que permiten su organización política para el beneficio del individuo. Así, el estado de derecho requiere de ordenamientos que le dan vida, destacando los que por jerarquía se les denomina fundantes, comúnmente denominadas constituciones, pues son las que crean los organismos que se encargarán de la Administración del Estado, imponiendo ciertas garantías y limitantes en relación con los gobernados, constituyendo precisamente los derechos humanos reconocidos. En esa medida, un estado de derecho requiere necesariamente de mecanismos de protección de la libertad y de los derechos innatos y adquiridos, contra el abuso del poder político (Böckenforde, 2000). Empero, queda sin responder aún por qué el individuo debe defenderse en contra de las acciones emprendidas por aquél que tiene obligación de cumplir su anhelo y en éste último aspecto se encuentra la respuesta, pues el incumplimiento por razones de variada índole, normalmente de desconocimiento, omisión o abuso de poder, es lo que obliga a las personas a emprender acciones vinculadas con el propio Estado para llegar al respeto de sus derechos humanos que, al lograrlo, permitirán satisfacer ese anhelo. 25 Al respecto, Gil Rendón considera que la vinculación e interdependencia entre los derechos humanos, el control constitucional y el estado de derecho, logran el bienestar del ser humano atendiendo a su dignidad. (Gil Rendón, 2011: 16) Guerrero Verano complementa que esa vinculación debe darse sin tener en consideración factores de raza o condición social de las personas, ya que así se garantiza un eficaz desarrollo de los individuos. (Guerrero, 2012: 279) En mérito de las ideas plasmadas, puede vislumbrarse que para la existencia de un verdadero estado de derecho, el poder público debe atender necesariamente a la dignidad y bienestar integral del ser humano y, ante su omisión o incumplimiento, es necesario establecer las garantías que le permitan acceder a tal finalidad a través de acciones contra el propio Estado, con derechos reconocidos y garantizados en su marco jurídico. Así, el estado de derecho se constituye necesariamente con mecanismos constitucionales y legales efectivos que garanticen el respeto de los derechos de sus gobernados, ya sea por descuido, omisión o por abuso autoritario, pues sólo de esa manera, el ser humano puede lograr alcanzar sus objetivos y anhelos personales. I.7.1. Estado de derecho como presupuesto al reconocimiento y eficacia de los derechos humanos Es paradójico señalar que el origen de los derechos humanos sea inherente a la persona humana si ellos no pueden concretarse de la interrelación organizada de las personas que conforman un determinado conglomerado. En efecto, si los derechos humanos existieran antes de la creación de las organizaciones políticas comúnmente denominadas Estados, resultaría sencillo prescindir de éstos en la medida en que los individuos, por sí solos, lograrían la satisfacción de sus necesidades y, por consecuencia, su bienestar y felicidad; sin embargo, esa afirmación es ilusoria porque para la 26 satisfacción de tales necesidades, es necesaria la organización política que dará vida o concretará el derecho humano a favor de uno o varios individuos. De ahí que, en cierta medida, se justifiquen las teorías utilitaristas que indican que los derechos humanos, así concebidos, son fantasía, pues, en realidad, son producto de las relaciones de exigencia entre los seres humanos. Bajo ese parámetro, es claro que el desarrollo de las sociedades en la actualidad requiere la presencia de un estado de derecho. Entendido como aquel que se rige por un sistema de leyes e instituciones ordenado en torno de una constitución, la cual es el fundamento jurídico de las autoridades y funcionarios, que se someten a ella para organizar y fijar los límites de los derechos y obligaciones de los individuos (Böckenforde, 2000). La definición de estado de derecho puede tener múltiples contenidos, pero su esencia radica en el establecimiento de leyes e individuos sujetos a una constitución. El origen del término se encuentra en la doctrina alemana del Rechsstaat, aunque los propios alemanes atribuyen el término a algunas de las obras de Immanuele Khant (García, 1986: 9 a 12). Por tanto, la concepción del estado de derecho hace patente la necesidad de que exista una norma fundamental que sirva de partida para el establecimiento de una organización política y para el reconocimiento de los derechos humanos y, posiblemente para su eficacia, pues a partir de la carta fundamental o norma fundante, es donde los operadores quedan sujetos a la obligación de hacerlos florecer en beneficio de los individuos y contribuyendo al fortalecimiento del propio estado de derecho. Entonces, el estado de derecho resulta necesario e indispensable para la operatividad y conlleva una organización política determinada que comúnmente se identifica como estados democráticos. 27 A este respecto, es fácil concluir que México constituye un estado de derecho democrático en la medida en que mantiene una carta fundamental como fuente de la existencia y continuidad de los derechos humanos. Y es democrático porque esa carta, denominada comúnmente como Constitución federal, es el producto de la participación organizada de todos los ciudadanos. No obstante, aunque el país pueda considerarse dentro de esa clasificación de estado de derecho democrático y constitucional, es preciso saber conforme a las categorías ya referidas si el reconocimiento a los derechos humanos se hace con o sin la cláusula abierta a la que ya se hizo referencia con anterioridad. En este aspecto, la continua modificación que a través de los años ha tenido la Constitución federal, sirve para reflejar contenidos eclécticos, pues respecto de ciertos derechos existe un reconocimiento limitado y respecto de otros, es clara la referencia al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, sin necesidad de reglamentación legislativa. En efecto, es fácil identificar el reconocimiento limitado de derechos humanos para ciertas personas. Por ejemplo, en determinada época los miembros pertenecientes a iglesias u organismos religiosos no eran sujetos de derecho, simplemente no se les reconocía en actividades de orden contractual y político por la circunstancia de ser ministros de algún culto. En la actualidad, si bien es cierto, ya existe un mayor reconocimiento, no deja de ser limitado en tanto que en ciertas actividades políticas tienen restringida la posibilidad de participar en las actividades de representación popular. Por otro lado, el propio Estado Mexicano mantiene cláusulas de apertura sin restricción constitucional, en la medida en que autoriza la aplicación de tratados que sean conformes con la propia constitución federal, sin limitación específica. Ejemplo de ello es la redacción de sus artículos 1º y 133, en tanto que el primero señala que las normas relativas a los derechos 28 humanos se interpretaran de conformidad con la Constitución y los tratados internacionales. Incluso, reconociendo la aplicación del principio pro personae. Mientras que el segundo señala con la categoría de supremos a los tratados internacionales que estén de acuerdo con la propia Constitución. 29 CAPITULO II LOS DERECHOS HUMANOS EN MEXICO II.1 La protección de los derechos humanos en México. Para efectos del presente estudio, habrá de analizarse específicamente el estado de derecho mexicano a efecto de comprender de qué forma se encuentran previstos los mecanismos de respeto y garantía de los derechos humanos en el orden jurídico interno y determinar así su jerarquización. En México existen procedimientos específicos para hacer respetar los Derechos Humanos en caso de infracción. Por excelencia el juicio de amparo y, en menor medida, las controversias constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad. Hasta antes de la reforma constitucional de junio de 2011, evidentemente tales procedimientos no fueron suficientes, pues el cúmulo de violaciones y la gran cantidad de procesos reflejan, sin lugar a dudas, que la violación a los Derechos Humanos fue el mayor estimulo para emprender la reforma por el constituyente permanente. De manera que de su comprensión e implementación dependerá su eficacia. II.1.2 Reglamentación de los derechos humanos en México hasta el reconocimiento de los principios que los identifican. Ya se indicó, al referirse a las corrientes que pugnan por la identificación de los derechos humanos, que México está influido enormemente por el iuspositivismo, que en gran medida es contrario o se aparta de la teoría iusnaturalista. En efecto, se indicó que la Constitución de 1917 —que actualmente rige—, abandonó la concepción de los Derechos del Hombre como se reglamentaban en la constitución de 1824, en el Acta de Reformas de 1847 y en la Constitución de 1857. Es preciso aludir al termino concepción porque con seguridad se puede afirmar que Derechos del Hombre no es un término simple de carácter 30 legislativo. Efectivamente, es claro que se uso como referente de las aspiraciones que motivaron las luchas armadas de emancipación y de reconocimiento a las aspiraciones que sirvieron para sacudirse con ideas religiosas el yugo de la explotación y miseria en la que se desenvolvía la sociedad en general. En ese sentido, puede afirmarse que la culminación de esos documentos o constituciones refleja verdaderamente los antecedentes y los acontecimientos en que se desenvolvieron las comunidades que integraban el México de los siglos XVII al XIX, y constituyen una corriente filosófica de defensa a los Derechos Humanos, que válidamente puedo denominarse como la corriente mexicana. El carácter iusnaturalista se lo imprimen las expresiones textuales con la que se inspiraron, pues la constitución de 1824 se expidió “En el nombre de Dios todopoderoso, autor y Supremo Legislador de la Sociedad”, mientras que el Acta de Reformas de 1847, se promulgaba “En nombre de Dios, Creador y Conservador de las Sociedades”. Incluso, aunque se desconoció la ciudadanía para el “estado religioso” en el artículo 3º de dicha Acta, se reafirma su identificación con el iusnaturalismo, precisamente por ser autorizada bajo el término “Dios y Libertad”. Luego, el fenómeno de explotación que motivo la insurrección de 1910 con el denominado Plan de San Luis Potosí (Rabasa, 1996: 80), generó la combinación de ideas liberales identificadas con la corriente iuspositivista; y, sin duda, por el laicismo de la época al culminar el movimiento, con la expedición de la Constitución de 1917. Así es, se abandona en ésta el concepto iusnaturalista de derechos del hombre, para considerar únicamente al término derechos públicos subjetivos. 31 Entonces, es posible identificar el desarrollo de los derechos humanos en México bajo las dos corrientes, que afortunadamente no son excluyentes entre si. Al contrario, constituyen un fenómeno de integración único, ya que la constitución mexicana no crea ningún derecho humano, sino que sólo los garantiza como algo contenido en la propia naturaleza humana. El antecedente es importante para efectos de la finalidad que se persigue, pues aunque con la interpretación que hasta la fecha se ha realizado, prevalece la idea de que la Constitución federal de 1917, es una norma piramidal de carácter cerrado, a partir de la cual se desarrolla toda la legislación secundaria (Arjona, Rodríguez y Fajardo, 2013: 7), y se le coloca en un rango jerárquico superior a cualquier otro orden normativo interno, es de atender a su génesis en donde se reconoce al ser humano como objeto de protección esencial. Por tanto, la interpretación reiterada de que su contenido prevalece y se impone sobre cualquier otro, dada la jerarquía que se le atribuye, debe reorientarse al fin original que persiguió el pueblo con su concepción, que es el de poner al ser humano como origen y fin de cualquier orden normativo, precisamente porque es en el sentido en que se orienta la reforma constitucional del 10 de junio de 2011. En efecto, a partir de 1917 y hasta la reforma de 2011, la atención de los derechos humanos era de carácter meramente doctrinal, pues prevalecía la idea de que la Constitución sólo contiene derechos públicos subjetivos, respecto de los que, si bien se les reconoce que están en relación con la persona y con el ideal de sus aspiraciones, no constituyen para el Estado sino una obligación de carácter garantista. Esto es, en la práctica se cultiva la idea de que, aunque están contenidos en la carta fundamental, las instituciones y funcionarios tienen la obligación de hacerlos respetar sólo en el caso de reclamo o por la intervención oficiosa en caso de violación evidente. Es decir, no constituían, por si mismos, acicate para que las instituciones constriñan su 32 actuación al cuidado primario de todos ellos, ya que la realidad indica que reducen su actuación al cumplimiento de las funciones orgánicas de gobierno que previamente están determinadas en la propia Constitución y en las leyes secundarias. Peor aún, en el examen jurídico que en casos concretos se ha formulado, la experiencia y sentido común indican que la generalidad de los tribunales, desgraciadamente con apoyo en leyes y corrientes de interpretación jurisprudencial, se han dirigido a justificar la actuación que vulnera o restringe derechos humanos, fundamentalmente con razones de orden gubernamental que se estiman de interés superior por estar basadas en la idea de protección al orden público. Incluso, se han desarrollado teorías de interpretación, como la denominada interpretación conforme, con las que se fuerza el sentido de la norma para adecuar el acto gubernamental a objetivos o fines de Estado mas que de orden individual. Criterios que desafortunadamente permean como infortunio de los derechos humanos. En efecto, en México hasta ante de la reforma constitucional de 10 de junio de 2011, en la defensa de los derechos humanos prevalecía la idea del liberalismo francés del siglo XIX, de dejar hacer y dejar pasar. Desafortunadamente esas ideas aun prevalecen en gran medida en muchos funcionarios gubernamentales. II.2. La reforma constitucional mexicana en materia de derechos humanos. El veintitrés de noviembre de dos mil nueve, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia que sentó un precedente histórico en el sistema legal mexicano, pues la condena impuesta al Estado mexicano por la responsabilidad internacional en que incurrió dejó como consecuencia diversos cambios trascendentes a nuestro sistema legal. El asunto se denominó Radilla Pacheco contra el Estado Mexicano, cuyos hechos básicamente consisten en la indefinida desaparición forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco, desde el 33 veinticinco de agosto de mil novecientos setenta y cuatro, a manos de efectivos del Ejército en el Estado de Guerrero. En la sentencia se impuso como reparaciones a favor de la víctima la obligación de investigar los hechos e identificar, juzgar y, en su caso, sancionar a los responsables; medidas de satisfacción y garantías de no repetición, entre las que se comprendieron: la determinación del paradero de Rosendo Radilla Pacheco; reformas constitucionales y legislativas en materia de jurisdicción militar; la tipificación adecuada del delito de desaparición forzada de personas; además se condenó a la capacitación de operadores de justicia y educación en derechos humanos; publicación de las partes pertinentes de la sentencia; acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional; restablecimiento de la memoria: semblanza de la vida del señor Rosendo Radilla Pacheco; atención psicológica e indemnizaciones, compensaciones, costas y gastos; finalmente, que el Estado debería continuar con la búsqueda efectiva y la localización inmediata del señor Rosendo Radilla Pacheco o, en su caso, de sus restos mortales (Corte IDH. Caso Radilla). El gran impacto que ha tenido la sentencia en el país, se ha dado especialmente en la función jurisdiccional, ya que se condenó a ejercer por parte del Poder Judicial un “control de convencionalidad ex officio” entre las normas internas y la Convención Americana, en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes, especificándose que en esta tarea el Poder Judicial debe tener en cuenta tanto el tratado como la interpretación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El legislativo, por su parte impulsó una reforma constitucional que se vio materializada en el diario Oficial de la Federación el diez de junio de dos mil 34 once, y que en los foros jurídicos se conoce como la Reforma Constitucional en materia de Derechos Humanos. En la gestación de la reforma, el Senado de la República reconoció la necesidad de adecuar el marco constitucional a los estándares internacionales en materia de derechos humanos. En primer término, se propuso la sustitución del término de garantías al de derechos humanos, pues se sostuvo que referirse al término de garantías individuales, dista de concordar con el reconocimiento universal de los derechos humanos que prevalece desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, hecha por la Organización de las Naciones Unidas. Señaló el órgano legislativo, que más allá de una modificación a los términos, se trata de un cambio conceptual del sistema jurídico que tiene como consecuencia el fortalecimiento de los derechos de la persona y la protección de su dignidad, pues la expresión “derechos humanos” es la que se ha adoptado por el derecho internacional de los derechos humanos y del derecho humanitario, por la doctrina constitucional moderna y por el derecho comparado. De ahí que a efecto de actualizar la constitución se planteó incorporar a nuestro sistema jurídico el derecho internacional de los derechos humanos, pues se advertía la existencia de la necesidad de armonizarla bajo los más altos estándares del derecho internacional de protección a la dignidad de la persona humana (Dictamen del Senado). Así, la reforma constitucional en materia de derechos humanos tuvo como aspectos más importantes los siguientes: Se estableció que en México todas las personas, además de gozar de los derechos humanos reconocidos en la Constitución, disfrutarían también de aquéllos contenidos en los tratados internacionales de los que nuestro país sea parte. 35 Se estableció además que los tratados internacionales en materia de derechos humanos, sirven como elementos de interpretación, en cuanto a normas relativas a la materia, debiendo atender siempre a la interpretación más favorable a la persona. Se estableció la obligación de todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad, conceptos derivados o que tienen su origen en el sistema internacional de los derechos humanos, estableciéndose además el deber estatal de prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezcan las leyes. Se dispuso el respeto a los derechos humanos como uno de los principios básicos de la educación. Se estableció dentro de los principios que organizan el sistema penitenciario el respeto a los Derechos Humanos. Se determinó que ciertos derechos y garantías no pueden restringirse ni suspenderse por el Ejecutivo, si no es con previo acuerdo de otros entes públicos. Se expresó adicionalmente como obligación del Ejecutivo, aplicar el principio de respeto, protección y promoción de los derechos humanos en la dirección de la política exterior y celebración de tratados. Se confirió facultades a la Comisión Nacional de Derechos Humanos para investigar hechos que constituyan violaciones graves a los derechos humanos, atribución que antes correspondía a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En lo que al presente trabajo interesa, el cambió más trascendente de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, se da en la 36 obligación de atender y aplicar los derechos humanos contenidos en tratados internacionales, favoreciendo en todo tiempo la protección más amplia a las personas Es decir, a través de la reforma se incorporan a nuestro marco constitucional disposiciones que permiten la adopción de los derechos contenidos en los instrumentos internacionales, elevándolos a rango constitucional, además de introducir la interpretación que favorezca en todo tiempo el mayor beneficio al ser humano. Así, a partir de la reforma se crea un nuevo modelo constitucional de protección a los derechos humanos, ya que el Constituyente Permanente, en aras de otorgar una mayor protección a los gobernados en contra de los actos del poder, en vez de limitarse a otorgar las garantías individuales únicamente previstas en la Constitución, decidió reconocer aquellos derechos humanos que se encontraren consignados en la ley fundamental, así como en los tratados internacionales en los que el Estado Mexicano sea parte, ampliando así la tutela efectiva de prerrogativas básicas en beneficio de la población. Con posterioridad a la reforma, el veintiuno de septiembre de dos mil once, se reafirmó el avance en materia de protección a los derechos humanos, pues, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el expediente de varios 912/2010, emitió la sentencia en cumplimiento a la de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Padilla Pacheco, donde el máximo tribunal determinó que todos los jueces del país están obligados ejercer un control difuso de convencionalidad, definido éste medularmente como el deber de los jueces nacionales de realizar un examen de compatibilidad o de confrontación, entre las disposiciones y actos internos que tienen que aplicar a un caso concreto, con los tratados internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. (Ferrer, 2011: 176) 37 Como puede verse, el impacto de las determinaciones jurisdiccionales en nuestro país ha evolucionado a tal magnitud, que se dotó a todos los juzgadores con la fuerza necesaria para aplicar el derecho internacional a los casos que versen sobre un derecho humano sometidos a su conocimiento, permitiendo a los contendientes obtener una justicia ajustada a los derechos universales, considerando conjuntamente el marco jurídico nacional, como el internacional. Con la libertad para el juzgador de aplicar lo resulte mas favorable al ser humano, y que se conoce como el principio pro personae. Por consiguiente, el juez de estos tiempos, está obligado a contar no sólo con los conocimientos jurídicos nacionales inherentes a la función jurisdiccional, sino que debe ser un sujeto con conocimiento especializado en materia constitucional y en el derecho internacional, para que al momento de juzgar, pueda realizar la respectiva confrontación entre el derecho interno cuestionado ante él y el marco constitucional o internacional aplicable. Sólo de ese modo podrá juzgarse con eficiencia y efectividad el derecho humano que ante él se cuestione y deba proteger. En ese sentido, el pronunciamiento de los jueces, ya no se limita sólo a la resolución de controversias con aplicación de derecho interno, sino que se trata ya de un juez materialmente constitucional e internacional. II.3. Avance regional en el constitucionalismo latinoamericano. La reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de diez de junio de dos mil once, vale como un avance regional en el constitucionalismo latinoamericano, pues México era de los pocos países que aún no establecía clausulas abiertas que reconocieran derechos humanos no establecidos expresamente en el texto constitucional. (Brewer, 2006: 2 En efecto, en la actualidad existen países de Latinoamérica que han incorporado a sus textos constitucionales cláusulas de apertura que posicionan 38 a los derechos humanos en algunos casos, incluso, por encima del propio texto fundamental, en tanto existen otros Estados que simplemente les dan igual jerarquía. Como ejemplo de lo anterior, están las constituciones de Ecuador, Venezuela y Argentina, de las que a continuación se realiza un análisis de similitud respecto de nuestro artículo 1° constitucional. Dispone el punto 7 del artículo 11 de la Constitución Ecuatoriana: “7. El reconocimiento de los derechos y garantías establecidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos, no excluirá los demás derechos derivados de la dignidad de las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades, que sean necesarios para su pleno desenvolvimiento.” Por su parte, establece el artículo 22 de la Constitución Venezolana: “La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no figuren expresamente en ellos. La falta de ley reglamentaria de estos derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos.” Finalmente, dispone la Constitución Argentina en su numeral 33 lo siguiente: “Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.” 39 A diferencia de lo dispuesto en el artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los textos constitucionales de Ecuador, Venezuela y Argentina, puede advertirse una cláusula de apertura constitucional, al establecer que los derechos contenidos en la constitución no implican negación a otros derechos que siendo inherentes a la persona y su dignidad, no aparezcan expresamente en el texto constitucional. Por su parte, la Constitución Mexicana establece que todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte. Una comparación entre las cláusulas de apertura constitucional de los países que se han señalado anteriormente, refleja una tendencia protectora de los derechos humanos; sin embargo, se estima que la Constitución mexicana adolece de un defecto en relación con las analizadas, pues dispone que los derechos humanos deben necesariamente contenerse en la propia constitución y en los tratados internacionales suscritos por México, lo que podría propiciar que ante la existencia de algún derecho humano aun no explorado por el derecho nacional o internacional, se dejare sin aparente protección. En ese aspecto, las constituciones de los otros países son más progresistas al generalizar que el contenido de la constitución no implica negación a otros derechos que siendo inherentes a la persona y su dignidad, no aparezcan expresamente en su texto. Dejando de lado la deficiencia apuntada, la reforma mexicana en materia de derechos humanos es un gran avance en la protección de la dignidad humana, propiciada por el interés de la comunidad internacional de proteger verdaderamente los derechos humanos de las personas. Es decir, ya no se habla solamente de un derecho internacional en que los involucrados son únicamente los Estados como partes de tratados internacionales, sino que se 40 habla de los seres humanos sin importar su nacionalidad, como destinatarios de los derechos humanos previstos por el derecho internacional. II.4. Bloque de constitucionalidad en materia de derechos humanos. El avance en la protección de los derechos humanos, se reafirmó con la introducción al sistema jurídico interno, de diversos conceptos de corte internacional, de entre los cuales se encuentra el bloque de constitucionalidad. Es pertinente destacar que la Constitución federal es concebida como un documento rígido, pues sus modificaciones se realizan a través del método establecido con esa característica (Guastini, 1992: 100). Desde este punto de vista, la Constitución mexicana comprende un conjunto cerrado de disposiciones normativas. Establece reglas relativas tanto a la organización política, como a los derechos fundamentales de los individuos, que no pueden ser otros que los que se refieren en el propio texto constitucional. De manera que para adicionar algún derecho fundamental, es necesario realizar el procedimiento de reforma previsto y diverso al procedimiento correspondiente a las leyes secundarias y a la normatividad. En un punto de vista flexible, la constitución puede conformarse de disposiciones normativas que a su vez pueden remitir a diversas disposiciones, para lo cual es necesaria la implementación de cláusulas de apertura constitucional. Incluso, que la propia constitución permita ser superada por la ley sin precisiones jerárquicas (Guastini, 1992: 239). Con esa apreciación, la Constitución dejaría de ser un instrumento rígido para convertirse en un instrumento abierto, flexible y dinámico. El bloque de constitucionalidad comprende ya ese concepto, el cual, según Uprimny, consiste en la existencia de normas constitucionales que no aparecen directa y expresamente en el texto constitucional (Uprimny, 2001: 2). 41 Así, con dicha figura es posible expandir a grandes proporciones los derechos fundamentales de un orden jurídico determinado. En efecto, al desarrollar esa teoría, las disposiciones constitucionales no se limitan a aquellas que se encuentran expresamente establecidas en el texto constitucional, sino que se multiplican alojando, incluso, normas internacionales que podrían poseer mejores privilegios o condiciones que las que ofrece nuestro sistema jurídico. De ahí la importancia de la figura que se precisa. En el caso específico de México, el bloque de constitucionalidad se desarrolla a través de la reforma de diez de junio de dos mil once, pues con ella se introdujeron los derechos humanos previstos en los tratados internacionales de los que México es parte. Se permite que la ley suprema ya no sea solamente lo que expresamente la Constitución establece, sino que comprende también los derechos humanos previstos en reglas de carácter internacional aunque con la limitante de que sean aceptadas a través de un tratado, pero como sea, es ya un avance en la flexibilidad de la carta fundamental. En efecto, sirve para establecer como nuevo paradigma constitucional, el que las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con la constitución y con los tratados internacionales de la materia. Actividad que también puede desarrollarse en la ya señalada “interpretación conforme”. Es decir, la interpretación armónica entre las normas de derechos humanos, independientemente de su fuente constitucional o internacional, con el resto del texto de la propia Constitución y con los tratados de derechos humanos (Carmona, 2003: 46). Un mayor avance en el reconocimiento a lo ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es el que reconoce que en la interpretación de normas, se atienda, en todo tiempo, a las personas con la protección más amplia y que implica necesariamente un esfuerzo intelectual, de 42 consecuencia necesariamente material, en beneficio de la persona. Esa actividad compone el denominado principio “pro homine”. II.5. Principio pro homine. El principio jurídico es de vital importancia en el respeto y protección de los derechos humanos, por ello la importancia de definirlo de la mejor manera posible. Mónica Pinto lo define como un criterio de interpretación en tratándose de derechos humanos, que implica acudir a la norma de mayor amplitud, o a la interpretación más extensiva, cuando ha de reconocerse derechos protegidos o bien, inversamente, a la norma o a la interpretación restringida cuando se trata de establecer restricciones a los derechos; por ello, indica, este principio contiene el rasgo fundamental de los derechos humanos, al tener la dignidad y bienestar del hombre como premisa (Pinto, 1997: 163). Básicamente puede definirse el principio pro homine como la obligación de interpretar las normas de la forma más favorable al ser humano, aplicando la que provoque un mayor beneficio o bien, la que lesione en menor medida los intereses de la persona. El principio fue integrado al sistema jurídico nacional, específicamente en el artículo 1°, segundo párrafo, de la Constitución federal, al precisar que las normas relativas a derechos humanos se interpretaran "favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia", aunque con la limitante a que sea con la constitución y con los tratados internacionales de la materia. De cualquier manera, con la redacción así ya es un gran avance sin importar el contrasentido que constituye la obligación de atender asimismo el principio de universalidad, que no necesariamente puede comprenderse en la Constitución o en los tratados internacionales, verbigracia, la denominada “Ley Miranda” estadounidense. 43 Por otra parte, no se establece en la propia constitución, en caso de contradicción entre ésta y los tratados internacionales, en qué forma habrá de resolverse dicha antinomia normativa. Aspecto sobre el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, primeramente estableció que ambos dispositivos tienen el mismo rango; empero, posteriormente precisó que en caso de restricciones expresas establecidas en la constitución, deberá estarse a éstas (Contradicción de tesis 293/2011). Esta decisión en materia de defensa de derechos humanos, constituye sin duda, un evidente retroceso, en relación con el gran avance que inicialmente se había logrado con la reforma constitucional de dos mil once y la sentencia Radilla Pacheco de la propia Suprema Corte, emitida en cumplimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En ese sentido, el mérito inicial que la Corte logró pareciera desmerecido o que no es propio, pues si lo emitió en cumplimiento a lo ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y existe una actuación de retroceso, pareciera que fue sólo la obligación de cumplimiento, ya que las actuaciones posteriores en sentido contrario, revierten el mérito y vuelven al establecimiento del sistema rígido y tradicional de protección con prevalencia al interés del Estado y no del individuo. II.6. Supremacía constitucional. La definición jurídica de la supremacía constitucional es sencilla. Medularmente consiste en establecer que la constitución se encuentra jerárquicamente por encima de cualquier otro ordenamiento jurídico, sea de índole nacional o internacional. Es decir, esencialmente significa que la constitución es la Ley Suprema de la Unión y en ella se encuentran contenidas las disposiciones elementales que rigen tanto la organización política del país, como los derechos fundamentales reconocidos a sus habitantes; es por ende un atributo del poder soberano, que es por tanto el más alto o supremo (García, 2011). 44 La supremacía constitucional es frecuentemente utilizada por los operadores jurídicos conservadores para establecer que al ser la Constitución la norma suprema, no puede existir nada por encima de ésta, lo que incluye a los tratados internacionales. Es aquí donde empieza el problema jurídico en la aplicación de respeto y garantía a los derechos humanos, pues con la reforma constitucional en materia de derechos humanos a la que ya hemos hechos referencia, no parece válido hablar ya de jerarquía normativa, sino más bien de armonía entre el sistema jurídico interno y el internacional, a efecto de alcanzar el mayor beneficio al ser humano. Sobre el particular, a más de dos años de la reforma, han surgido innumerables debates y posturas en uno u otro sentido. Incluso, como ya se indicó al final del apartado anterior, la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación se vio envuelta en una cerrada discusión para definir la problemática en estudio, al resolver la contradicción de tesis 293/2011, en la que en términos generales estableció que los derechos humanos contenidos en tratados internacionales en los que México es parte, tienen rango constitucional pero, en caso de que éstos se enfrenten a una restricción expresa de la Constitución, deberá darse prevalencia a ésta, conclusión que envuelve, sin duda, un contrasentido. Por ello, la necesidad y el interés de aportar una posible solución diversa, que atienda más a los bienes supremos del individuo, que a lo que se considera tradicionalmente como Ley Suprema según se ha hablado en este capítulo. Es decir, la dignidad y el bienestar de las personas. En esa antinomia, la Constitución federal no es más que un catálogo de normas establecido para el servicio del ser humano. Ello es así, pues precisados los conceptos y elementos más importantes de los derechos humanos como son: su desempaque; la necesidad de su protección en México; la reforma constitucional de 6 y 11 de junio de 2011; el bloque de constitucionalidad; el principio pro-hominne; la interpretación conforme; la 45 supremacía constitucional y la postura ambivalente del máximo tribunal de la nación, corresponde examinar esa conclusión y la problemática jurídica en torno al modo en que deben protegerse de los derechos humanos en México. II.7. Los derechos humanos y la interpretación jurisprudencial. Ya se hizo referencia a la forma en que constitucionalmente están previstos los derechos humanos. Se indicó que a través de la reforma constitucional de dos mil once, se introdujo al sistema jurídico, por la vía del denominado bloque de constitucionalidad, los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales de los que México es parte. Se instituyó el principio pro personae como rector en la interpretación de normas de derechos humanos; sin embargo, se mencionó también, que aun y cuando dichos derechos humanos contenidos en tales instrumentos internacionales adquirieron rango constitucional, el máximo tribunal del país estableció que en caso de contradicción entre los tratados internacionales con la Constitución, deberá estarse a lo previsto por ésta (contradicción de tesis 293/2011), lo que constituye un retroceso claro en la defensa de los derechos humanos. En efecto, determinar si los derechos humanos contenidos en cualquier ordenamiento jurídico, entre ellos, los contenidos en tratados internacionales, tienen una mayor jerarquía o son de aplicación preferente respecto de las normas constitucionales que los restrinjan, origina un grave problema al tener que abandonar el tradicional principio de supremacía constitucional, al menos como está entendido. Empero, ese conflicto puede resolverse desde el plano filosófico si se reconoce lo que verdaderamente constituye la Ley Suprema. Previo a explicar lo anterior, es necesario analizar la forma en que fue recibida y percibida materialmente la reforma constitucional en materia de derechos humanos, para posteriormente examinar la postura de las principales 46 corrientes que impulsan los foros jurídicos nacionales e internacionales en la materia. La reforma constitucional fue recibida por los operadores jurídicos en su labor diaria en dos aspectos. En la forma que ha sido aplicada y en el modo en que ha sido concebida. Tanto la concepción como su aplicación han evolucionado hasta la fecha; sin embargo, ambas maneras de percibir la reforma hacen indispensable aclarar el punto específico de divergencia que se da en ellas para lograr un verdadero avance en la protección de los derechos fundamentales. En un inicio, la Suprema Corte de Justicia de la Nación se atribuyó criterios vanguardistas, al determinar el establecimiento de un control de convencionalidad ex officio en un modelo de control difuso de constitucionalidad, por medio del cual se determinó que todos los juzgadores del país pueden llevar a cabo el control de convencionalidad aún y cuando no puedan ejercer un control de constitucionalidad. Además, sostuvo que para resolver asuntos en materia de derechos humanos deberían de tomarse en consideración los criterios emitidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. (Tesis 1ª. CCCLX/2013 (10ª)), (Tesis 1ª. CCCLIX/2013 (10ª)), (Tesis 1ª. LXVIII/2014 (10ª)) y (Tesis 1ª. LXVII/2014 (10ª)) Con ese posicionamiento se abandonó el paradigma que sostenía que únicamente el Poder Judicial de la Federación tenía a su cargo el control de constitucionalidad de las normas generales, pues ahora, a través del nuevo modelo constitucional y en aplicación del control de convencionalidad, todos los jueces están facultados para dejar de aplicar cualquier disposición que atente contra los derechos humanos de los gobernados, además de la obligación que tienen de realizar siempre la interpretación que más favorezca a la persona (expediente varios 914/2011). 47 En sintonía, la Primera sala del Alto Tribunal complementó el enfoque vanguardista con interesantes criterios sobre el significado y avance del control de constitucionalidad y del diverso control de convencionalidad ex officio. Sostuvo que esta expresión no significa que siempre y sin excepción los jueces deban hacer únicamente un control de convencionalidad de los derechos contenidos en la constitución y en los tratados internacionales, sino que se trataba sólo el reconocimiento de una facultad que pueden hacer por virtud de su función de juzgadores. Es decir, aunque no sean jueces de control constitucional y aunque no existiera una solicitud expresa de las partes. Así, la expresión ex officio significa la facultad de los juzgadores para proteger los derechos humanos por el simple hecho de ser jueces. Así es, la Primera Sala sostiene que en el sistema jurídico mexicano, los jueces nacionales, tanto federales como del orden común, están facultados para emitir pronunciamientos en respeto y garantía de los derechos humanos reconocidos por la Constitución federal y por los tratados internacionales, con la limitante de que en los casos que se sometan a su consideración, distintos de las vías de control previstas en la norma fundamental, no podrán hacer declaratoria de inconstitucionalidad de normas generales, pues únicamente los órganos integrantes del Poder Judicial de la Federación, actuando como jueces constitucionales, podrán declarar que una norma no es conforme con la Constitución o los tratados internacionales, mientras que las demás autoridades jurisdiccionales, en materia de derechos humanos, sólo podrán dejar de aplicar la norma si consideran que no es conforme a la Constitución federal o a los tratados internacionales. Es decir, abiertamente se estableció la postura de que son los juzgadores quien en última instancia resuelvan qué interpretación adoptarán para favorecer en la mayor medida a las personas. (Jurisprudencia 1ª./J. 18/2012 (10a)), (Tesis 1ª. CXL/2013 (10ª)), (Tesis 1ª. CCXIV/2013 (10a)). 48 Empero, la Segunda Sala del Máximo Tribunal tuvo una postura definitivamente conservadora. Incluso, en algunos casos, limitó la extensión protectora de la reforma constitucional, tal como se advierte del criterio que adoptó al resolver el amparo directo en revisión 2126/2012, en donde sostuvo que era prohibido adoptar una interpretación más favorable a la sostenida por la jurisprudencia del Alto Tribunal. En efecto, sostuvo que la práctica de desaplicar la jurisprudencia emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación no está autorizada en ninguna disposición legal, pues la seguridad jurídica que proporcionan esos criterios vinculantes no puede desconocerse so pretexto de su posible contradicción con alguna norma convencional, ni siquiera porque se estime que infrinjan tratados en materia de derechos humanos, pues la reforma constitucional de derechos humanos solamente instituyó un método hermenéutico para la solución de conflictos en los que esté bajo examen el alcance de los derechos humanos, el cual permite acudir a una interpretación extensiva para reconocer esos derechos, o bien estricta, tratándose de restricciones a los mismos, pero siempre teniendo como límite, en uno y otro caso, el texto constitucional y las leyes coincidentes con ella. Consecuentemente, si existe jurisprudencia del Máximo Tribunal exactamente aplicable al caso, los órganos jurisdiccionales obligados a cumplir con la jurisprudencia emitida por este Alto Tribunal carecen de atribuciones para reinterpretar su contenido (ADR 2126/2012). Incluso, con las consideraciones expuestas, quedó patente la posibilidad de sancionar a los juzgadores, pues sin examinar la aplicación que del principio pro homine se realizó, simplemente se prohibió la desaplicación de la jurisprudencia aún cuando ésta no contuviera la aplicación más favorable al ser humano. Esa actuación constituye evidentemente una acción regresiva en la defensa de los derechos humanos y en la aplicación de la reforma 49 constitucional con un claro amedrentamiento hacia todos los juzgadores al descalificar y denostar a quienes lo hicieron, pues consideró la notoria ineptitud como causa de responsabilidad y solicitó su sanción y, peor aún, censuró el criterio de beneficio que ya había sido publicado en el Semanario Judicial de la Federación. (Tesis IV.1º.A.2 A (10ª)) y (Tesis IV.1º.A.1 A (10ª)) Los criterios de protección a los derechos humanos que desaprobó la Segunda Sala de la Suprema Corte, vale la pena citarlos como referentes del conflicto jerárquico de normas: POLICÍAS. PARA EL PAGO DE SU INDEMNIZACIÓN PROCEDE DESAPLICAR LAS REGLAS QUE, EN LA INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL, HA ESTABLECIDO LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. En la jurisprudencia 24/95, de rubro: "POLICÍAS MUNICIPALES Y JUDICIALES AL SERVICIO DEL GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO Y DE SUS MUNICIPIOS. SU RELACIÓN JURÍDICA ES DE NATURALEZA ADMINISTRATIVA.", el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación estableció que tanto el artículo 123 de la Constitución federal, como las leyes secundarias, reconocen un trato desigual en las relaciones laborales entre los particulares y para los miembros de las instituciones policiales. Por su parte, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emitió la jurisprudencia 119/2011, de rubro: "SEGURIDAD PÚBLICA. PARA DETERMINAR LOS CONCEPTOS QUE DEBEN INTEGRAR LA INDEMNIZACIÓN ESTABLECIDA EN EL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, NO ES APLICABLE, NI AUN SUPLETORIAMENTE, LA LEY FEDERAL DEL TRABAJO.". Sin embargo, las reformas constitucionales publicadas en el Diario Oficial de la Federación los días seis y diez de junio de dos mil once, obligan a los juzgadores a eliminar tecnicismos y formalismos extremos en el juicio de amparo y a ampliar su marco de protección a fin de que mediante el juicio de amparo se protejan de manera directa, además de las garantías que preveía nuestra Constitución, los derechos contenidos en los instrumentos internacionales que en materia de derechos humanos ha ratificado el Estado Mexicano. En esos términos, conforme a los artículos 1o. y 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y a la determinación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de catorce de julio de dos mil once, emitida en el expediente varios 912/2010; y a fin de asegurar la primacía y aplicación efectiva del derecho humano consistente en la ocupación, como una forma de proveerse de recursos económicos para la manutención personal y de la familia, reconocido en el Convenio relativo a la Discriminación en Materia 50 de Empleo y Ocupación, del que el Estado Mexicano forma parte, publicado en el Diario Oficial de la Federación el once de agosto de mil novecientos sesenta y dos, que constriñe a hacer efectiva la igualdad en materia de empleo y ocupación y a eliminar cualquier forma de discriminación; procede desaplicar las reglas de interpretación que ha establecido la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el sentido de que en relación con los policías o encargados de la seguridad pública, debe estarse sólo a lo dispuesto en el artículo 123, apartado B, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y, en su caso, a las leyes administrativas correspondientes. En efecto, si las relaciones de trabajo comprendidas en el artículo 123, apartado A, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se rigen por la Ley Federal del Trabajo y conforme a este ordenamiento la indemnización, en caso de despido injustificado, se integra por el importe de tres meses de salario, veinte días de salario por año laborado, pago proporcional de vacaciones, aguinaldo, cualquier otra prestación a la que la parte quejosa tuviera derecho, así como los salarios y emolumentos que hubiera dejado de percibir, desde la fecha de su baja y hasta el momento en que se le pague la indemnización aludida, resulta evidentemente discriminatorio que los miembros de las instituciones policiales, que también resientan la separación injustificada de su empleo, no reciban los beneficios mínimos que, en ese supuesto, se establecen para aquéllos, pues ello implica que respecto de una misma situación jurídica no se logre el trato igual al que constriñe el Convenio relativo a la Discriminación en Materia de Empleo y Ocupación, que el Estado Mexicano se encuentra obligado a respetar y a hacer cumplir en sus leyes ordinarias. Por tanto, para hacer efectiva la garantía de igualdad y para garantizarles una protección equivalente a los trabajadores en general y, fundamentalmente, para eliminar un trato discriminatorio a los miembros adscritos a los cuerpos de seguridad cuando resientan la separación injustificada de su empleo, la indemnización debe calcularse conforme se establece en la Ley Federal del Trabajo, pues en dicho ordenamiento se reconocen mejores prestaciones laborales. (Tesis IV.1º.A.1 A (10ª)) POLICÍAS. LA NATURALEZA DE SUS FUNCIONES OBLIGA A QUE, ANTE LA SEPARACIÓN INJUSTIFICADA DE SU EMPLEO, SU INDEMNIZACIÓN SE CALCULE CON EL MÍNIMO DE PRESTACIONES ESTABLECIDAS PARA LOS TRABAJADORES EN GENERAL. Conforme al artículo 155 de la Ley de Seguridad Pública para el Estado de Nuevo León, los integrantes de las instituciones policiales tienen el deber de velar por la seguridad y protección de los ciudadanos y de la integridad de sus bienes; proteger a los menores, ancianos, enfermos, débiles o incapaces que se encuentran en situaciones de riesgo, amenaza o peligro en su integridad física y corporal; atender sin dilación ni objeción alguna las órdenes emitidas por sus superiores jerárquicos; investigar y perseguir a delincuentes, así como apoyar en situaciones de grave riesgo, catástrofes o desastres. Así, tales funciones son sustanciales para el orden, la estabilidad y la defensa de la sociedad a la que pertenecen, lo que constriñe a ésta a reconocerles el esfuerzo que desarrollan para mantener 51 el orden social. En esos términos, los miembros pertenecientes a los cuerpos de seguridad que sufran la separación injustificada de su empleo deben ser indemnizados, en igualdad de trato, como los trabajadores en general pues, de no hacerlo, no sólo se desconoce su labor trascendental en la que incluso está implícito el riesgo a su integridad, sino que se genera un trato evidentemente discriminatorio, al ni siquiera pagarles el mínimo de prestaciones que tienen aquellos trabajadores, y que prohíbe el Convenio relativo a la Discriminación en Materia de Empleo y Ocupación, publicado en el Diario Oficial de la Federación el once de agosto de mil novecientos sesenta y dos. (Tesis IV.1º.A.2 A (10ª)) En resumen, de la actuación de la Suprema Corte puede advertirse el grave problema que se ha suscitado en la aplicación de la reforma constitucional que reconoce la protección de los derechos humanos, pues en la interpretación de mayor beneficio para las personas, existe ahora la limitante jurisprudencial. Debe reconocerse que la actuación de los señores ministros es divergente. Existe una postura abierta y protectora (Primera Sala) y otra restrictiva (Segunda Sala), pero la perspectiva de ésta es la que predominó al resolver la contradicción de tesis 293/2011. En efecto, la Corte arribó a la conclusión de que los derechos humanos tienen rango constitucional, pero en caso de una restricción expresa en la constitución Federal, dicha restricción es la que debe prevalecer. Tan fuerte es la divergencia que la decisión se tomó el 3 de septiembre de 2013 y la elaboración de su engrose concluyo el mes de febrero de 2014. Esto es, tardó más de 5 meses. En efecto, de las discusiones públicas puede advertirse básicamente que el Alto Tribunal consideró que del artículo 1º constitucional se advierte la introducción de un nuevo catálogo de derechos humanos, al incluir todos aquellos previstos no sólo en la constitución sino también en los tratados internacionales, además de la reiteración al reconocimiento del principio pro personae como método de rector de interpretación en controversias relativas a 52 derechos humanos. Empero, se dijo que no podía hablarse de una jerarquía de mayor respecto a los derechos humanos, pues se sostuvo que al no haberse reformado el artículo 133 Constitucional, es posible establecer parámetros para la validez de los tratados internacionales, momento en que surge el Control de Regularidad Constitucional, que no puede contravenir el principio de supremacía constitucional, por lo que se finalizó el debate en el sentido de que en caso de una restricción expresa en la Constitución respecto de derechos humanos contenidos en tratados internacionales, dicha restricción era la que debía prevalecer sobre el derecho humano de que se tratare. Así, lo resuelto por la Corte, referente a la restricción de derechos humanos que no sean coincidentes con la Constitución, parece deja sin sustento la defensa de los derechos humanos en los términos de la sentencia emitida por la propia Corte en el expediente 912/2010, y hace ver que ella solo fue en cumplimiento a lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Radilla, disminuyendo posiblemente el mérito que pudo atribuirse la propia Suprema Corte para el desarrollo en la protección de los derechos fundamentales. Afortunadamente, aunque persiste esa ambivalencia y la indecisión generada por la posibilidad de sanción, la determinación de la contradicción de tesis 293/2011, contiene situaciones hipotéticas poco probables de realización pero que no dejan de denotar el gran retroceso del tribunal constitucional. II.7.1. Posturas de instituciones nacionales e internacionales en materia de derechos humanos. Entre las principales instituciones nacionales encargadas de la defensa directa de los derechos humanos, está la Comisión Nacional de Derechos Humanos, así como a las Comisiones Estatales de Derechos Humanos, quienes recibieron con júbilo la reforma constitucional de dos mil once, dado el 53 avance progresista de nuestro sistema jurídico en la materia de protección de los derechos fundamentales. En el Comunicado de Prensa CGCP/317/12, de 23 de noviembre de 2011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, estableció que los jueces deberán velar, a través del control de convencionalidad, porque no se aplique norma jurídica alguna, contraria, incompatible o restrictiva de derechos humanos, pero a la vez, para que se amplíen y perfeccionen, en lo necesario, con una interpretación siempre a favor de las personas, a fin de que aquella norma que mejor proteja o menos restrinja sea la que se imponga, sin importar si dicha norma proviene de la constitución o de los tratados internacionales, sino que lo importante es la forma de garantizarlos y hacerlos efectivos. Por su parte, también la Organización de las Naciones Unidas en México celebró la aprobación de la reforma constitucional a través de un comunicado de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, donde manifestó que se congratula por la aprobación de la reforma en materia, expresando que para la ONU, el nuevo marco constitucional responde positivamente a los compromisos internacionales asumidos por el país, pues dentro de sus avances, destacan la elevación a rango constitucional de los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales, así como la aplicación prevalente de la norma más favorable a la persona, además de la consagración de las obligaciones de las autoridades, la enunciación de los derechos humanos en el eje de la educación, el sistema penitenciario y la política exterior. A su vez, en el comunicado de prensa 73/2011, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reconoció el avance en materia de protección de derechos humanos en México al considerar que los jueces federales y locales deberán verificar la compatibilidad de sus decisiones con los 54 tratados internacionales de derechos humanos de los que México es parte, incluyendo la Convención Americana y las resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La postura de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es posible advertirla de la sentencia pronunciada en el caso Radilla Pacheco en contra del estado mexicano, pues lo condenó a ejercer, por parte del Poder Judicial, un “control de convencionalidad ex officio” entre las normas internas y la Convención Americana, en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes. Se especificó que en esta tarea el Poder Judicial debe tener en cuenta tanto el tratado como la interpretación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Específicamente en el párrafo 339 de la sentencia a que se hace referencia, la Corte Interamericana esencialmente estableció la obligación de los juzgadores de preferir o dar prevalencia a los derechos humanos contenidos en instrumentos internacionales ratificados por el Estado Mexicano, pues cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional el estado está obligado a eliminar cualquier obstáculo que impida el ejercicio de dichos derechos fundamentales, además de que esa prevalencia debe atender siempre al mayor beneficio del ser humano. Como consecuencia de esa sentencia, algunas de las principales instituciones tanto nacionales como internacionales encargadas de la defensa de los derechos humanos recibieron con beneplácito la reforma constitucional en materia de derechos humanos, pues es la base del gran avance regional en la protección de los derechos fundamentales conjuntamente con la sentencia de la Suprema Corte emitida en el expediente varios 912/2010. 55 II.7.2 Posturas de organizaciones no gubernamentales. Otros organismos cuya opinión debe ser tomada en cuenta, son aquéllos que, sin ser gubernamentales, contribuyen en la defensa de los derechos humanos. Sobre el particular, en el marco de la resolución del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la contradicción de tesis 293/2011, sobre el alcance de la reforma constitucional de derechos humanos, diversas personas y organizaciones destacaron que la resolución adoptada impacta en la consolidación de la reforma constitucional de dos mil once, en el sistema de protección de los derechos fundamentales en el país y, por ende, en la vida de millones de personas. Efectivamente, las organizaciones no gubernamentales precisadas al final de este apartado, en un documento conjunto sostienen que la reforma en materia de derechos humanos del 10 de junio de 2011 representa el avance constitucional más sustantivo y de mayor alcance en cuanto a la protección de derechos en décadas. Sin embargo, precisan que su vigencia material sigue siendo una asignatura pendiente para el Estado mexicano, pues a pesar de que la nueva arquitectura constitucional debería representar un nuevo marco de actuación de los poderes públicos del país existen expresiones que abogan por su derogación o limitación. En términos genéricos señalan que lo resuelto por la Corte es una posición totalmente regresiva en materia de derechos humanos, desconociendo el objeto de la reforma, dejando de proteger derechos humanos reconocidos internacionalmente. Indican también que la Corte debió emitir un criterio en el que se otorgara la mayor protección de la dignidad humana. Critican también que el criterio de jerarquía normativa entre derechos constitucionales y de tratados internacionales resulta irrelevante y un falso debate: los derechos humanos reconocidos en el artículo 1º son, con 56 independencia de su fuente, derechos humanos constitucionales. Eso se corrobora con el principio de interpretación conforme, y el principio pro personae establecidos en el segundo párrafo de dicho artículo. En el documento de critica hacen ver que el contenido y alcance de los derechos humanos debió resolverse mediante criterios de proporcionalidad y ponderación, no en razón de la jerarquía de normas. Refieren que las normas sobre derechos humanos contenidas en tratados internacionales de los que México es parte, han ampliado a la Constitución, conformando un nuevo parámetro de control de regularidad constitucional y convencional, armonizando el contenido de los artículos 1º y 133, con lo cual se fortalece y complementa el concepto de supremacía constitucional y los objetivos de vigencia y salvaguarda de los derechos humanos. El documento de referencia fue firmado por el Doctor John M. Ackerman, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM; Mtro. Luis Arriaga, Loyola Law School; Dr. Luis Daniel Vázquez Valencia, Flacso México; Dr. Miguel Rábago Dorbecker, Universidad Iberoamericana; Dr. Manuel Fuentes Muñiz, UAM-Azcapotzalco; Mtro. Migue Sarre Iguíni y el Mtro. Santiago Corcuera Cabezut, Comité sobre las Desapariciones Forzadas de la ONU; Asistencia Legal por los Derechos Humanos A.C. (ASILEGAL); Asociación Jalisciense de Apoyo a los Grupos Indígenas (AJAGI); Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD); Casa y Ciudad, A.C.; Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, A.C.; Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP., A.C.; Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh); Centro de Derechos Humanos Victoria Diez; Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD); Centro de Reflexión y Acción Laboral proyecto obrero de Fomento Cultural y Educativo A.C. (CEREAL); Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C. (CADHAC); Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha, A.C. (Codigodh); Comisión 57 Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C.; DECA Equipo Pueblo A.C.; Defensa Estratégica en Derechos Humanos, A.C.; Equis: Justicia para las Mujeres.; Espacio DESC; Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, A.C.; FUNDAR, Centro de Análisis e Investigación.; Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE); Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, S. J.; Instituto Mexicano Para el Desarrollo Comunitarios, A.C. (IMDEC); Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y Católicas por el Derecho a Decidir y; SERAPAZ, Servicios y Asesoría para la Paz. II.7.3. Posturas en el plano académico. Jorge Carpizo señala en primer término, que la soberanía y el derecho internacional de los derechos humanos no son conceptos antagónicos, sino que atienden al valor de la persona y su dignidad. Deben ser armonizados en el bloque de constitucionalidad que se integra por la Constitución y los preceptos secundarios que los reconocen; tratados internacionales; derecho consuetudinario y el ius cogens o derecho imperativo internacional; así como con la jurisprudencia nacional e internacional. Sostiene que todos esos componentes deben ser contemplados como una unidad armónica que guardan afinidad en hacer vigente y real el principio de la dignidad humana a través de la protección de los derechos humanos. Por ende, en aplicación del principio pro personae, concluye que no existe una regla general de aplicación (Carpizo, 2012: 813 a 818). El mencionado autor sostiene básicamente que debe realizarse una interpretación armónica entre derechos humanos contenidos en tratados internacionales y el demás conjunto de normatividades que constituyen el bloque de constitucionalidad mexicano, y en aplicación del principio pro personae, buscar siempre la dignidad humana, sin que exista regla de aplicación de normas. Es decir, se encuentra en una tendencia en que se 58 antepone el valor de la dignidad humana a cualquier disposición normativa en razón de su jerarquía, lo que implica considerar que los derechos humanos contemplados en tratados internacionales, en caso de contravención con la constitución, son superiores, si éstos proporcionan a la persona una real dignidad humana. Por su parte, Sergio García Ramírez, sostiene que las interpretaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos puede verse superada por actos, sea instrumentos internacionales, disposiciones nacionales o actos de jurisdicción interna, que reconozcan al individuo mayores derechos u libertades, pues, indica, el derecho internacional de los derechos humanos, es el piso y no el techo de los derechos humanos, considerando que puede preferirse siempre la interpretación más favorable, sin importar la jerarquía normativa, afirmación que se soporta en el principio pro homine referido en las reglas de interpretación contenidas en el artículo 29 de la convención Americana de Derechos Humanos (García, 2011: 139). De igual forma, refiere que los tribunales internos en el desempeño del control de convencionalidad que tienen obligación de ejercer, pueden formular interpretaciones propias acerca de normas de derecho internacional cuando no exista jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre la norma de que se trate, pues de no realizar la interpretación se dejaría de aplicar la norma, con la eminente consecuencia del perjuicio al derecho humano a que la misma se refiere (García, 2011: 139). Con García Ramírez, puede advertirse una total postura de defensa, orientada básicamente a aplicar en todo momento la norma que más favorezca al ser humano, rebasando, incluso, la interpretación que en torno a las normas de derechos humanos pudiere efectuar la propia Corte Interamericana, lo que denota una evidente apertura a un modelo de interpretación en el que la 59 finalidad es la dignidad del hombre y no así la jerarquía de los dispositivos que prevén los derechos humanos. Por su parte, Héctor Fix-Zamudio, al estudiar el tópico concerniente a la jerarquía que presentan los derechos humanos confrontados con la Ley Fundamental, sostiene que debe concluirse ya no inferior como si fueran leyes generales, sino todo en beneficio del ser humano (Fix-Zamudio: pp. 232-255). El tratadista considera que la jerarquía mínima de los Derechos del Hombre es suficiente para garantizar su eficacia. Tan es así, que los denomina como fuente internacional que se ve reflejada en el derecho interno. Debido a la reciente resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la contradicción de tesis 293/2011, apenas el tres de septiembre pasado, no existen documentos de investigación profundos que analicen lo determinado por el Máximo Tribunal del País. Al respecto, Miguel Carbonell opina en el sentido de que lo resuelto es un retroceso que anuncia nuevas condenas contra México en los tribunales internacionales (El Universal: publicación de 5 de septiembre de 2011). Es muy explícito al decir que los tratados internacionales en materia de derechos humanos deberían prevalecer aún ante la existencia de restricciones expresas en la Carta Magna. No hacerlo es un evidente retroceso. Ulises Carmona, señala que la reforma constitucional de 2011 armoniza la Constitución federal con los compromisos internacionales que México ha adoptado con la suscripción de los tratados internacionales de la materia. Indica también que la reforma introduce cambios sustantivos y de operación. En cuanto a los primeros, éstos reflejan estándares internacionales en materia de derechos humanos, en tanto que los segundos fortalecen los mecanismos y garantías para hacerlos efectivos. 60 José Luis Caballero indica que con la reforma se aleja al sistema legal mexicano del paradigma clásico de supremacía constitucional, al reconocer un bloque de constitucionalidad y un sistema de interpretación conforme a lo más favorable a la persona, a efecto de solucionar las probables antinomias que pudieran darse respecto de los instrumentos jurídicos que conforman el bloque (Caballero, 2011: 103-104). En conclusión, de la postura de los investigadores, se advierte la tesis referente a que los derechos humanos deben prevalecer frente a cualquier disposición normativa incluyendo las constitucionales, al hacer ver que lo debe imperar siempre es el principio de la dignidad humana, sin atender a jerarquías normativas. Puede verse entonces cómo la concepción de la reforma constitucional en materia de derechos humanos es evidentemente protectora; sin embargo, lo resuelto por la Suprema Corte en la contradicción de tesis 293/2013, es indicativo de que falta mucho por hacer a efecto de atender verdaderamente al bienestar y dignidad del ser humano como finalidad de la propia constitución. 61 CAPÍTULO III ALCANCE DE LA PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO III.1. Bienestar y dignidad de la persona como finalidad de las normas de derechos humanos. Aún y cuando en apartados anteriores se ha hablado de los términos bienestar y dignidad, su puntual conocimiento es fundamental para precisar el alcance de la protección de los derechos fundamentales. El bienestar, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es el conjunto de las cosas necesarias para vivir bien. La dignidad, es un concepto abstracto y, por tanto, difícil conceptualizarlo. Rodrigo Guerra López, refiere que la dignidad parece ser un valor supremo, irreductible, propio de la condición personal (Guerra: 97-110). La Real Academia señala que cuando se usa de una manera absoluta, indica siempre un buen concepto y se refiere al decoro de las personas en la manera de comportarse. Así, el bienestar y la dignidad son el eje rector que siempre ha de tenerse en mente cuando se trata de la defensa de los derechos humanos, pues la naturaleza de éstos, tiende al objetivo de encontrar aquéllos. Por tanto, para la protección de los derechos humanos es indispensable conjuntar los referidos a la dignidad humana y, por ende, el bienestar del ser humano, es decir, entender todos aquellos derechos que tiendan a que el ser humano alcance una vida valiosa, positiva y buena o bondadosa que le permita alcanzar sus metas y encontrar su felicidad. Derechos que deben estar plenamente garantizados por el Estado. Con base en lo anterior, discutir la jerarquía normativa sobre los derechos humanos, resulta inocuo, pues al atender la teleología de las 62 disposiciones constitucionales, para proteger al ser humano, sólo se requiere la reflexión cualificada de los jueces en general. III.2. La jerarquía de los derechos humanos en México. Como se ha detallado en la defensa de los derechos humanos, basta con atender la interpretación o normatividad que procure al ser humano una vida digna que merece por el sólo hecho de existir. Es decir, la dignidad y el bienestar del hombre constituyen los bienes supremos que es necesario identificar por sobre cualquier documento normativo. En efecto, para sostener lo anterior, es necesario recordar lo ya indicado en el capítulo anterior sobre México y remontarse a los acontecimientos históricos más importantes del país y que son coincidentes en sus objetivos a la mayoría de otras naciones, pues la guerra de independencia iniciada en 1810 y la revolución ocurrida 100 años después, constituyen sucesos que, al igual que en otras naciones, tienen en común en que derivaron esencialmente del abuso del poder y cuyo resultado se reflejó en la precisión de los anhelos del pueblo con el establecimiento de una Constitución o Carta fundamental que se consideró ajustada a sus demandas mínimas. En efecto, en ese documento se reconocieron los derechos que en aquellos días les darían oportunidad para desarrollarse y vivir dignamente con armonía y bienestar. Así, tanto la guerra de independencia, como la revolución, tuvieron su origen en el reclamo popular para el establecimiento de condiciones dignas de vida para todos los habitantes, logrando una organización política que permite ahora el libre ejercicio de autodeterminación que los lleva a la consecución de tales fines. Es decir, vivir con el mayor bienestar posible. Vale recordar al presidente Venustiano Carranza, quien el 1 de diciembre de 1916, cuando convocó a un Congreso Constituyente en la ciudad de Querétaro, señaló “Las reformas constitucionales son todas tendientes a 63 asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la ley, a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el funcionamiento de una justicia administrada por hombres probos y aptos y a llamar al pueblo a participar, de cuantas maneras sea posible, en la gestión administrativa”. El ideal plasmado en aquel discurso de hace casi cien años, puso énfasis en garantizar los derechos con el funcionamiento de una justicia administrada por hombres probos y aptos, así como en la participación del pueblo en la gestión de gobierno. Por tanto, es claro que la organización política de la nación, tiene como prioritaria finalidad, garantizar los derechos de los habitantes en el país; de ahí que la protección, sean fundamentales o no, constituye la finalidad teleológica de la Constitución federal. Efectivamente, el hecho de que determinados derechos humanos pudieran escapar a la redacción constitucional, no significa que éstos estén excluidos, sino que debe atenderse que la principal teleología constitucional es el bienestar de todos y cada uno de los gobernados y en esa medida, si un derecho previsto en un tratado viene a otorgar ese bienestar, debe ser adoptado por el sistema legal, aún cuando en apariencia contravenga la propia carta magna, ya que al atenderse al espíritu de ésta, debe buscarse ante todo, el bien de los ciudadanos sujetos a su imperio. En congruencia con lo anterior, Jorge Carpizo señala: “es el pacto jurídico, político y social sobre el cual se asienta la vida de los mexicanos, la Constitución es el baluarte de nuestras libertades y aspiraciones, La Constitución crea, organiza y hace funcionar todo el orden jurídico mexicano”. El propio Carpizo señaló que la soberanía y el derecho internacional de los derechos humanos no son conceptos antagónicos, sino que, al atender al 64 valor de la persona y su dignidad, deben ser armonizados en la Constitución y con los preceptos secundarios a los que ya se hizo referencia, constituyendo una unidad armónica que haga vigente y real el principio de la dignidad humana a través de la protección que deben brindar los juzgadores. Por ende, en aplicación del principio pro personae, no existe una regla general de aplicación (Carpizo, 2012: 813 a 818). La Constitución sólo es pilar de los derechos fundamentales y organización política del Estado Mexicano; empero, no es un documento absoluto que excluya al conjunto de normatividades que constituyen el bloque de constitucionalidad que, en aplicación del principio pro personae, busca proteger los derechos humanos, sin prevalencia a jerarquías normativas. La principal finalidad de una constitución política no es simplemente establecer la forma de gobierno o de organización pública de un Estado, sino que la única finalidad es lograr el bienestar del hombre a través del reconocimiento y protección de sus derechos fundamentales. Protección que se brinda mediante mecanismos efectivos reflejados en la adecuada distribución de facultades entre las autoridades de la nación. Así, son los juzgadores a quienes compete la facultad para decidir el derecho humano más benéfico para el gobernado. Esa delicada función implica el conocer y establecer las limitantes a los propios derechos humanos que, en situaciones hipotéticas y materiales pueden desbordarse e invadir la esfera de los demás individuos o afectar el bien común, que toca precisar a quien está preparado y facultado para ello. En efecto, es necesario el análisis y la determinación de cada caso particular para establecer si es posible armonizar los derechos en juego u optar por la medida que lesione de la menor manera los derechos en pugna. Esto es, 65 para que se establezca qué derecho tiene prevalencia y cuál debe ser restringido. Por consiguiente, el análisis particular de oposición o aceptación individual o colectiva, dependerá de la actuación que corresponda a figuras específicas y previstas dentro de la organización pública. Los jueces. En efecto, la función o finalidad de proteger el bienestar de las personas, así como la de establecer prohibiciones o restricciones fundadas en diversos derechos, entre ellos los humanos debe ser el resultado del análisis casuístico de los problemas específicos por parte de los juzgadores del país en términos de los establecido en el artículo 133 de la Constitución federal. En dicha norma existe la precisión de que la ley suprema se constituye por la Constitución, las leyes federales y los tratados internacionales. Concluye que los jueces de cada estado se arreglarán a los tres ordenamientos a pesar de las disposiciones en contrario. De ahí que en esa norma específica se puede advertir la respuesta concreta a la problemática presentada en relación con la jerarquía de las normas y de los derechos humanos, pues se deja en manos de los jueces ese ejercicio interpretativo. III.2.1 El ejercicio efectivo de la interpretación judicial. En la práctica actual los juzgadores han admitido la problemática derivada de la existencia de derechos humanos reconocidos en normatividad nacional e internacional, pues encuentran obstáculos de aplicación normativa de carácter interno. Es decir, enfrentan la disyuntiva de a cuál regla deben atender si algunas son reconocidas de mayor rango. Los envuelve la teoría desarrollada en torno a la denominada jerarquía de leyes. El problema se agravó por la Suprema Corte, quien en la jurisprudencia derivada de la contradicción 293/2011, estableció que los derechos humanos contenidos en tratados internacionales tienen rango constitucional, pero que en caso de una restricción expresa contenida en la Constitución, deberá darse 66 prevalencia a la restricción. Esta premisa contradice la regla básica de protección pro homine, que indica que ha de preferirse siempre aquella norma que procure un mayor beneficio al ser humano. Ese principio sin duda excluye y resuelve el concepto de jerarquías normativas porque para la protección de los derechos humanos no debe atenderse a jerarquías normativas, sino sencillamente da preferencia a normas e interpretaciones más benéficas al ser humano. Sobre el particular, Sergio García Ramírez, en el artículo “El control judicial interno de convencionalidad”, sostiene que los sistemas de protección de derechos humanos, son el piso y no el techo de los derechos humanos y que puede preferirse siempre la interpretación más favorable, sin importar la jerarquía normativa. Si se atiende ese principio básico se resolvería el problema en el desarrollo de la protección que debe darse a los Derechos Humanos. Empero, ahora debe bregarse en contra de la limitación establecida por la Suprema Corte que establece un lineamiento de actuación contrario y que resulta obligatorio para todos los jueces del país. Por un lado se piensa, en lo general, que en la interpretación de normas relativas a derechos humanos el bienestar de la persona debe anteponerse a cualquier problema de jerarquía normativa y, por otro lado, el máximo tribunal sostiene que la interpretación de dichas normas, debe ajustarse a las restricciones expresas de la constitución. El debate sobre ese tema surge propiamente en la función jurisdiccional y, por tanto, es ahí donde debe decidirse el rango jerárquico de los derechos humanos con base en el ejercicio de interpretación desarrollado por los propios jueces. 67 En efecto, ya se estableció que con la reforma constitucional de junio del 2011, el artículo 1º expresamente establece la obligación de interpretar las normas relativas a los derechos humanos favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. El artículo 27 de la Convención de Viena prohíbe a los Estados que formen parte de un tratado, invocar disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento del tratado. Eso es indicativo de que si se prevé el reconocimiento de un Derecho Universal en un tratado, éste debe excluir a la norma de oposición del derecho interno. Incluso, es concordante con la regla de aplicación establecida en el artículo 133 de la Constitución federal, que, como se explicará mas adelante, se ha interpretado de modo inadecuado por un sentido de mayor conveniencia política. La Corte Interamericana de Derechos sostiene que los juzgadores deben ejercer el control de convencionalidad oficiosamente entre las normas internas y los tratados internacionales, en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes, a efecto de preferir la que favorezca mas al ser humano, para lo cual debe tenerse en cuenta no solo el tratado sino también la interpretación que del mismo ha realizado la propia corte. En el caso Cabrera y Montiel Flores contra México, determinó esencialmente que las autoridades del Estado Mexicano deben tomar en cuenta, al efectuar a su vez una interpretación de las leyes ordinarias los estándares relevantes del derecho internacional en materia de derechos humanos, pues su ignorancia u omisión origina responsabilidad a la nación. Igualmente, ordenó preferir una interpretación que armonice las normas nacionales con las internacionales y evitar que aquellas las pongan en conflicto. Finalmente, mandó dar preferencia a la norma y a la interpretación más favorable a los derechos del ser humano sobre las más restrictivas. 68 La propia Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el expediente de varios 912/2010, ordenó a todos los jueces del país ejercer un control difuso de convencionalidad, definido éste medularmente como el deber de examinar la compatibilidad entre las disposiciones internas con los tratados internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a fin de decidir un caso concreto de modo mas favorable a la persona (Ferrer: 176). Puntualizó que el control de convencionalidad debe ejercerse ex officio por todos los juzgadores nacionales dentro del marco de sus atribuciones, con la sola limitante para los que no tienen la facultad, de no realizar declaratoria general de inconstitucionalidad. Por su parte, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, en su artículo 29, inciso b), refiere que ninguna disposición de la Convención puede ser interpretada en el sentido de limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados. En conclusión, de las premisas descritas, puede válidamente establecerse como regla de interpretación, que los jueces mexicanos en la interpretación de normas relativas a los derechos humanos, deben ejercer ex officio el control de convencionalidad entre la Constitución, las leyes internas y los tratados internacionales de la materia, prefiriendo la interpretación o norma que más favorezca al ser humano, sin importar la jerarquía de las disposiciones aplicables, y sólo podrán restringir dichos derechos por causa justificada cuando se afecten derechos humanos preferentes de terceros o bien, se afecte gravemente, el bien común. En efecto, la teleología de las disposiciones constitucionales en materia de derechos humanos, obliga a atender que el bienestar de la persona 69 es el valor supremo jurídicamente protegido en los términos expuestos anteriormente. 70 CONLUSIONES Y PROPUESTAS PARA EL FORTALECIMIENTO DE LOS JUECES EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS El problema de jerarquía normativa si bien encuentra una solución práctica con base en las consideraciones previas, implica superar la larga tradición mexicana de considerar a la Constitución federal únicamente como la Ley Suprema. En efecto, afirmar que la Constitución es la Ley Suprema constituye un sofisma derivado de la inadecuada interpretación constitucional y obedece, desafortunadamente, al control político o falta de independencia judicial que permeó por muchos años en el país. Incluso, aunque ya se reconoce constitucionalmente al igual que los derechos humanos, esa independencia todavía no se ejerce adecuadamente, la mayoría de las veces por factores que atañen al propio sistema judicial. El artículo 133 de la carta fundamental claramente indica que la Ley Suprema de toda la Unión se comprende con tres ordenamientos: La propia Constitución, las leyes del Congreso de la Unión y por todos los Tratados Internacionales que estén de acuerdo con la misma. En ese sentido normativo, la Ley Suprema no es un ordenamiento singular como se ha venido sosteniendo de modo tradicional. Es cierto y se reconoce que es el documento fundante de la organización política y jurídica de la nación mexicana y, desde ese punto de vista, vale considerarlo con el término supremo. Empero, el precepto contenido en el propio código fundamental claramente distingue lo que debe entenderse como ley suprema, refiriéndolo, como ya se indicó, a tres cuerpos normativos. No debe desatenderse que la Carta fundamental es una regla fundante porque constituye el cimento jurídico de la nación mexicana, pues en ella, como se indico, se plasmaron las conquistas y anhelos del pueblo mexicano. Sin embargo, la consideración de supremacía sobre cualquier otro tipo de normas es un defecto que vale la pena explicar, grosso modo, para regresar al sentido 71 original que realmente tiene y cuya interpretación es regla básica de actuación para todos los jueces norteamericanos. En efecto, el artículo 133 es una regla similar a la contenida en el artículo III, sección 2, de la Constitución de los Estados Unidos de América, en la que se indica que el Poder Judicial se extenderá a todo caso que en derecho y equidad surja de esa Constitución, de las leyes de los Estados Unidos, así como de los tratados celebrados o que se celebraren bajo su autoridad. Es cierto que en ella no se indica lo que constituye la Ley Suprema, pero en su aplicación, está claramente establecido que los tribunales federales determinan las causas relacionadas con el gobierno de los Estados Unidos o sus funcionarios, la Constitución Política de los Estados Unidos o leyes federales, o controversias entre estados o entre los Estados Unidos y gobiernos extranjeros. Y con base en ese sistema de competencias tienen establecida la denominada cláusula de supremacía de la Constitución, que consiste en que una ley federal prevalecerá sobre cualquier ley estatal que sea contraria a aquélla. Los jueces estatales al igual que los jueces federales, tienen la obligación de velar por el cumplimiento de la Constitución Política Federal y pueden invalidar las leyes estatales que ellos consideren que van en contra de la Constitución Política. Esa facultad de los jueces norteamericanos existe también establecida objetivamente en la redacción del artículo 133 de la Constitución Política Mexicana, porque la segunda parte de la propia regla establece que los jueces de cada Estado se arreglaran a dicha Constitución, leyes y tratados. 72 Sin embargo, hasta antes de la reforma de junio de 2011, había sido restringida por disposiciones reglamentarias y jurisprudenciales, que si bien, no hicieron desaparecer la norma constitucional, si limitaron la actuación de los jueces en general. En efecto, fue a partir de la publicación de la Ley Reglamentaria del Juicio de Garantías, en 1936, cuando se estableció que cinco ejecutorias de las Salas, con el voto de cuatro ministros, o del Pleno, con la aprobación al menos de once ministros, constituyen jurisprudencia obligatoria para los magistrados de Circuito, jueces de Distrito, Tribunales de los Estados, Distritos y Territorios Federales y juntas de conciliación y arbitraje. Es decir, con el establecimiento de la aplicación obligada de la jurisprudencia, se estableció un control en la interpretación de leyes federales o tratados celebrados con las potencias extranjeras, pues las autoridades formalmente jurisdiccionales quedaron constreñidas a resolver conforme al criterio jurisprudencial que hubiera establecido la Suprema Corte. Ese control judicial ha servido para que la Corte, al arrogarse la facultad de decir, como lo hace en infinidad de jurisprudencias, que la Constitución federal es únicamente la Ley Suprema, constriñó a los jueces del país a impedir el ejercicio del denominado control difuso de la propia Constitución, sin poder arreglar sus decisiones a la propia Constitución, a las leyes federales y a los tratados internacionales, que sin duda se comprenden en ese concepto por disposición especifica de su artículo 133, Empero, el ejercicio de esa facultad constitucional volvió a renacer con especial fuerza a virtud de la reforma constitucional de junio de 2011 y a lo establecido por la propia Suprema Corte en el expediente varios 912/2010, pues en sus contenidos se reconoció la necesidad de adecuar el marco constitucional a los estándares internacionales en materia de derechos 73 humanos, con un cambio conceptual del sistema jurídico, precisando la obligación de todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad, y para los jueces del país la obligación de ejercer un control difuso de convencionalidad, definido medularmente como el deber de realizar un examen de compatibilidad o de confrontación, entre las disposiciones y actos internos que tienen que aplicar a un caso concreto, con los tratados internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos En otras palabras, se vuelve a reconocer que los jueces, como operadores principales en la defensa de los derechos humanos, cuentan con la fuerza necesaria para aplicar a los casos que versen sobre derecho humanos, tanto el marco jurídico nacional, como el internacional. Y, obviamente, con la libertad de aplicar la norma que resulte mas favorable al ser humano conforme al principio pro personae. Al respecto, es necesario establecer que la efectividad de la reforma no requiere mayores disposiciones constitucionales o legales, pues los jueces, en general, deben tomar convicción de que para la protección de los derechos humanos contaban con un marco jurídico suficiente que, si bien había sido restringido por reglas de aplicación interna, ahora, con la reforma constitucional del 10 de junio de 2011, están facultados para remover todo obstáculo material y normativo que se oponga a la protección real del derecho o derechos fundamentales en juego y que sólo con sus actos y decisiones pueden constreñir al cumplimiento y evolución de los derechos humanos. Indudablemente resulta difícil la tarea si los órganos superiores de dirección no comprenden la función protectora en el sentido que le imprimió el 74 Poder Constituyente y que una gran mayoría de sectores en la sociedad entiende como una necesidad. Mas aún, que exigen una profunda transformación judicial. Sin embargo, será la persistencia y el trabajo jurisdiccional que se desarrolle por la mayoría de los jueces del país, conforme al espíritu constitucionalista, la que terminará por hacer evolucionar el método de protección de los derechos humanos, ya sea por el cambio y aceptación de los operadores de oposición o por el desplazamiento que de éstos haga la propia sociedad y en cuyas raíces descansan todos y cada uno de los derechos que, precisamente, por la fuerza de la exigencia han venido a ser declarados. A ese respecto, hay que apuntar que la actividad jurisdiccional debe estar en comunión con la exigencia social, pues de estar en contraposición al objetivo propuesto por la reforma constitucional, es sencillo predecir que los resultados serán negativos, no sólo con una evidente reprobación al sistema judicial, sino también como factor que impide el desarrollo del país en todos los sentidos. Es de advertir, por lo ya expuesto, una confrontación por la actuación del sistema judicial y el espíritu reformador, pues la adversidad y reticencia de ciertos jueces para aceptar el cambio que demanda la sociedad y que es necesario para lograr esa transformación, implica una doble tarea para los que si están convencidos en el rumbo que debe tomar su dinamismo jurisdiccional y satisfacer adecuadamente la demanda de justicia. En efecto, por un lado, debe asumirse la necesaria capacitación para rebasar el paradigma en que se desenvuelve el trabajo judicial; y, por otra parte, debe enfrentarse no sólo a los opositores y factores externos, sino superar también la incomprensión e indiferencia del propio sistema judicial. En efecto, existen las situaciones de hecho que como trabajo cotidiano corresponden al juzgador y en las que interviene para resolver las controversias 75 particulares que comúnmente ante ellos se plantean, pero que ahora deben remediarse bajo la nueva óptica o nuevo paradigma que comprenden los derechos humanos. Empero, en la actuación de ese nuevo prototipo existen factores que constituyen verdaderos escoyos que no es fácil superar, pues la falta de independencia en la que se desenvuelven hace doblegar a la mayoría. En efecto, aunque está garantizado en el artículo 94 de la Constitución federal que los juzgadores gocen de autonomía e independencia, en la realidad esos principios encuentran una oposición aparentemente indisoluble, pues la propia Constitución en el artículo 107, fracción XVIII, así como su ley reglamentaria en el artículo 217 establecen que la jurisprudencia que establezca la Suprema Corte de Justicia y los Tribunales Colegiados de la República será obligatoria para los tribunales, conforme a la competencia territorial que ahí se determina, lo que, en la practica, se ha convertido en un efectivo medio de control que afecta la independencia de posición y decisión de los jueces en general. En efecto, para nadie es desconocido que la participación de Suprema Corte en las decisiones trascendentales del país, interviene con fines y propósitos de orden político, que se justifican en cierta medida si sus decisiones atienden y son importantes en la solución y conformación del fenómeno socioeconómico, en la proyección de la macroeconomía y con el fin de lograr la cohesión de los individuos que conforman la Nación mexicana; sin embargo, en situaciones de orden estrictamente jurídico, al establecer criterios en casos particulares, produce un doble fenómeno. En primer termino, obliga a los juzgadores a su estricto acatamiento sin posibilidad de que ejerzan su independencia con razonamientos y argumentos bajo distinta óptica. Además, genera que los jueces se conviertan en meros operadores de maquila de asuntos con similares características, con clara afectación de la autonomía que se les reconoce, pues la similitud muchas de las veces no lo es o no existe si se tienen en cuenta situaciones que acontecen en distinto lugar y al caso particular. Por ejemplo, si un criterio jurisprudencial estableciera métodos para 76 sancionar, es de advertirse que no es igual considerar la culpabilidad de un infractor en una ciudad con las características de una gran metrópoli, que al infractor en un pequeño pueblo o villa; sin embargo, el operador de la norma estará constreñido a acatar el criterio con clara afectación de la independencia y de la autonomía en que podría desenvolverse, y con obvio perjuicio del justiciable. Ante ello, la solución se encuentra en el nuevo paradigma constitucional al poder decidir bajo los principios de convencionalidad y pro personae, pero implicará que el juzgador desatienda normas de oposición de carácter constitucional y de reglamentación específica. No obstante, al hacerlo, su actuación lo coloca en situación paradójica, pues por un lado respeta la norma protectora de derechos humanos y, por otra, incurre en la desobediencia de dichas leyes . La solución que al respecto puede darse en estos momentos de divergencia interna y de adecuación o de transformación al sistema judicial, puede encontrarse en dos propuestas. En el empoderamiento singular de los jueces –conforme al ejercicio de las libertades jurisdiccionales que les reconoce la Constitución en el mencionado artículo 94 y en los tratados internacionales que permiten desenvolverse en un clima de respeto a su función–, para confrontar y hacer de lado toda norma que se oponga al respeto irrestricto de los derechos humanos, incluso las de rango constitucional. Por otro lado, la negociación interinstitucional que permita establecer acuerdos dentro del sistema judicial, para establecer el modo de eludir normas y criterios de oposición, situación que se plantea extremadamente complicada si no se comprende aun el espíritu de transformación constitucional; y, peor aun, si se agrega el ingrediente de la arrogancia de los superiores. De cualquier manera, no es descabellada la posibilidad de plantear congresos judiciales o 77 reuniones entre juzgadores para definir los derroteros a seguir, pues a la larga, la insistencia y reclamo de la sociedad hará que se superen esas normas de oposición. El segundo camino a seguir tiene que ver con la intervención del legislador que, ante el problema destacado, necesariamente debe participar para hacer evolucionar el sistema judicial con el fin protector que él estableció en la reforma constitucional del 10 de junio del 2011; y, al respecto, deberá ponderar por que se supriman y deroguen los preceptos que sirven para establecer controles de actuación en los juzgadores a través de la jurisprudencia; o bien, modificándolos para quitar la obligatoriedad de ella y dejarla sólo como guía de actuación. Aunque si proveyendo reglas para que la intervención de los órganos superiores se limite a que sean revisores definitivos de la actuación judicial secundaria. Además, concretar la actuación de la Suprema Corte de Justicia a la de un verdadero tribunal constitucional. Por consiguiente, al atender la teleología constitucional es de concluir que solo a los jueces, en un caso y sede particular, les corresponde decidir sobre la conformación y protección de los derechos humanos. Efectivamente, corresponde a los propios juzgadores en general empoderarse para reivindicar la facultad que nacional e internacionalmente tienen reconocida; y, en ejercicio de ese poder, podrán establecer que la ley suprema no es la Constitución federal, sino lo que, en aplicación de ella, de las leyes federales y de los tratados internaciones, dicen, en cada caso particular, los jueces del país. Esa es la esencia de la Reforma Constitucional del año 2011 y el germen que servirá para hacer renacer un nuevo sistema de justicia en México. Es de reiterar que el artículo 217 de la Ley de Amparo, establece que la 78 aplicación que la jurisprudencia de la Suprema Corte, es obligatoria para todos los tribunales y autoridades del país; y, por tanto, si los jueces en general establecen que una restricción de la Carta fundamental no es aplicable porque no es la Ley Suprema, sin duda caerán en un contrasentido a lo establecido por la jurisprudencia de la Suprema Corte que así lo establece. No obstante, el control de convencionalidad ex officio y el principio propersonae, constituyen el nuevo fortalecimiento con el que se vigorizó a los jueces de toda la Nación; y, por tanto, vuelven a tener la potestad de ejercer el control difuso de la Constitución, a fin de decidir, con libertad, los conflictos sometidos a su jurisdicción. En efecto, tales razonamientos tienen un sentido de armonía y método que debe desgranarse para entender y justificar el alcance del nuevo empoderamiento del Sistema judicial, pues por virtud de la referida Reforma Constitucional de junio de 2011, a los jueces se les reconoce y faculta para identificar, reconocer y proteger los Derechos Universales. Así es, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de modo categórico condenó al Estado Mexicano por violación a los Derechos Humanos de sus connacionales; y, a la vez, ordenó reparar esas violaciones, así como reestructurar el sistema de justicia de nuestro país, cumplimiento que ya se realizó con la emisión de las siguientes medidas. La promulgación de los decretos de 6 y 10 de junio de 2011, con los que el Congreso de la Unión reformó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, confirma que el Estado mexicano mostró su acuerdo con la obligación de proteger los Derechos Humanos bajo los principios de Universalidad, Interdependencia, Indivisibilidad y Progresividad. El reconocimiento para que el Poder Judicial ejerza el control de 79 convencionalidad ex-oficio entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco de las competencias y de las regulaciones procesales. La capacitación a los funcionarios públicos en materia de Derechos Humanos, de los que quiso resaltar los límites de la protección judicial, y en los que necesariamente se involucra el análisis de la jurisprudencia del sistema interamericano, así como la obligación de aplicar, por los jueces y tribunales internos, las disposiciones vigentes en concordancia con los tratados internacionales. Con el establecimiento de una nueva manera de tramitar y resolver el juicio de amparo, al privilegiar el interés simple de los quejosos y proscribir el exceso de tecnicismos, se erigieron nuevas fórmulas para la elaboración de la jurisprudencia. La ilustración no sólo para juzgadores, sino para todos los integrantes del Poder Judicial en su conjunto, a fin de que conozcan y se involucren de manera decidida en la protección de los Derechos Humanos y transformen el sistema de justicia mexicano. En esos términos, la protección judicial conlleva la obligación para desaplicar las normas que vulneran o impiden la protección de los Derechos Humanos sin delimitar jerarquías normativas, ya que para proteger los Derechos Humanos, no existe, ni es válido determinar un catálogo de normas que el juzgador deba atender en preferencia a otras, pues establecer la jerarquía normativa de unas frente a otras, envuelve el sofisma que procura desaparecer el espíritu de la reforma. Así es, aplicar una regla reconocida con jerarquía superior implica desatender la percepción del juzgador sobre el derecho humano, que es la 80 regla de mayor validez que se debe atender y proteger. De continuar señalándose que para la protección de los Derechos Humanos un ordenamiento es mayor que el otro, no permitiría rebasar el sistema judicial condenado ya por la Corte Interamericana de Justicia, pues atender aisladamente la jerarquía normativa implica desatender el derecho humano en juego. En ese sentido, a fin de darle validez al espíritu del constituyente original, que es la protección de los Derechos Humanos y por cuya violación fue condenado el Estado Mexicano, debe privilegiarse la facultad o potestad de los jueces de la República para desaplicar reglas de cualquier naturaleza, que impidan el goce y el disfrute de los Derechos Humanos, que son las únicas y especiales normas que deben privilegiarse y hacer prevalecer frente a otras, así como permear la conducta de los juzgadores. Es preciso establecer que en cualquier decisión judicial el objeto o esencia fundamental del juicio es conocer si se protegieron adecuada o inadecuadamente los Derechos Humanos. Es decir, es inocuo atender a la jerarquía normativa de las reglas emanadas o establecidas incluso por la propia Suprema Corte, en tanto que lo único que debe aceptarse del análisis judicial, es la actuación que lleve a proteger los Derechos Universales. En efecto, aunque en el examen de normas se encuentran algunas que impidan o vulneren los Derechos Humanos y se genere la confrontación de grados, no es valido resolver la causa sólo atendiendo la de mayor investidura. Así es, si se pretende resolver la prevalencia de unas normas jurídicas respecto de otras, poco habrá de lograrse en la protección de los derechos fundamentales, pues permeará el método de control que precisamente viene a ser superado por la reforma constitucional. 81 Efectivamente, tampoco la ley suprema es lo que dice la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino lo que dicen todos los jueces del país y cuyos criterios, en última instancia, sí deben ser moldeados por el Alto Tribunal si entraran en conflicto. El artículo 133 de la Constitución federal establece que la propia Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y que todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con la aprobación del Senado, serán la ley suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados. Es de observar que en dicha norma fundamental, claramente se establecen tres cuerpos normativos como ley suprema, pero que, por su abstracción, corresponde al aplicador interpretar y determinar lo que debe entenderse como supremo en cada caso particular. Además, se hace reserva para todos los jueces en general, no para uno solo. Por tanto, dicha norma se ha mantenido en su concepción original y renace en su propósito y objetivo teleológico por virtud del reconocimiento que hace el propio Congreso de la Unión al promulgar las reformas del 6 y 10 de junio del 2011, así como por mandato de la propia Suprema Corte para que los jueces atiendan el principio de convencionalidad ex-oficio. Entonces, entender que para la protección de los Derechos Humanos, la Carta Fundamental no es ya únicamente lo que dice la Suprema Corte de Justicia, sino lo que dicen todos los jueces de la República en cada caso particular, reconociendo, por supuesto, la supremacía del Alto Tribunal para resolver las contradicciones de la interpretación jurisdiccional, constituye el nuevo fortalecimiento y vigor que se reconoce a los jueces de la República para 82 que se constituyan en los verdaderos garantes del Derecho. En las controversias, la ley suprema no es lo que dice la Carta Fundamental, los tratados internacionales ni las leyes emanadas del Congreso de la Unión, la ley suprema es lo que, en concordancia con tales ordenamientos, dicen los jueces de la República. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, en las consideraciones que emitió para dar cumplimiento a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y, en conjunción con el mandato del Poder Constituyente, pretende fortalecer el poder de los juzgadores para dirimir los conflictos sometidos a sus competencias con el objetivo de beneficiar a todo el país mediante decisiones que atiendan real y materialmente el respeto a los Derechos Humanos. Por tanto, no debe desperdiciarse el momento histórico que obliga a la transformación jurídica de todo México. Es preciso hacer evolucionar el sistema de justicia con jueces no sólo probos y preparados en el conocimiento de las ciencias jurídicas y humanistas, sino también con jueces comprometidos y entregados a la verdadera labor de proteger los derechos de los justiciables, lo que se logrará si se privilegia su labor sin distracción de disputas internas de prevalencia personal. En fin, el trabajo jurisdiccional debe colaborar en la ejecución real de los mandatos dados por el Poder Constituyente, como por la propia Suprema Corte de Justicia, con el fin de dar satisfacción a las demandas de justicia que son comunes a todos los juzgadores. 83 CITAS BIBLIOGRÁFICAS (NU) Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948 en París, Francia. Arjona Estévez, Juan Carlos, Zamir Fajardo Morales y Graciela Rodríguez Manzo (2013). 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SU EJERCICIO NO NECESARIAMENTE LLEVA A LA INAPLICACIÓN DE UNA NORMA. 10a. Época; 1a. Sala; Gaceta S.J.F.; Libro 1, Diciembre de 2013, Tomo I; p. 511. Tesis 1a. CCCLX/2013 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO. SU SIGNIFICADO Y ALCANCE. 10a. Época; 1a. Sala; Gaceta S.J.F.; Libro 1, Diciembre de 2013, Tomo I; p. 512. Tesis 1a. CCXIV/2013 (10a.) DERECHOS HUMANOS. INTERPRETACIÓN CONFORME, PREVISTA EN EL ARTÍCULO 1o. DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XXII, Julio de 2013, Tomo 1; p. 556. Tesis 1a. CXL/2013 (10a.) IGUALDAD JURÍDICA. EL JUZGADOR, AL ANALIZAR DIFERENCIAS DE TRATO, NO ESTÁ LIMITADO A TOMAR EN CUENTA SÓLO LAS NORMAS DEL ORDEN JURÍDICO NACIONAL. 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XX, Mayo de 2013, Tomo 1; p. 540. Tesis 1a. LXVII/2014 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO. CONDICIONES GENERALES PARA SU EJERCICIO. 10a. Época; 1a. Sala; Gaceta S.J.F.; Libro 3, Febrero de 2014, Tomo I; p. 639. Tesis 1a. LXVIII/2014 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO. NO ES UNA CUESTIÓN DE SUBSIDIARIEDAD, POR LO QUE DEBE LLEVARSE A CABO AUN CUANDO EL DERECHO HUMANO DE QUE SE TRATE ESTÉ CONTENIDO EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. 10a. Época; 1a. Sala; Gaceta S.J.F.; Libro 3, Febrero de 2014, Tomo I; p. 639. Tesis 1a./J. 18/2012 (10a.) CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y DE CONVENCIONALIDAD (REFORMA CONSTITUCIONAL DE 10 DE JUNIO DE 2011). 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XV, Diciembre de 2012, Tomo 1; p. 420. 88 Tesis IV.1o.A.1 A (10a) POLICÍAS. PARA EL PAGO DE SU INDEMNIZACIÓN PROCEDE DESAPLICAR LAS REGLAS QUE, EN LA INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII, DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL, HA ESTABLECIDO LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. 10a.Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 3; p. 2051. Tesis IV.1º.A.2 A (10a) POLICÍAS. LA NATURALEZA DE SUS FUNCIONES OBLIGA A QUE, ANTE LA SEPARACIÓN INJUSTIFICADA DE SU EMPLEO, SU INDEMNIZACIÓN SE CALCULE CON EL MÍNIMO DE PRESTACIONES ESTABLECIDAS PARA LOS TRABAJADORES EN GENERAL. 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 3; p. 2050. Uprimny, Rodrigo (2001). "El bloque de constitucionalidad en Colombia. Un análisis jurisprudencial y un ensayo de sistematización doctrinal" en Compilación de urisprudencia y doctrina nacional e internacional, ogotá, Colombia, Oficina Alto Comisionado de NU para los derechos humanos, p.2 Vázquez, Luis Daniel y Sandra Serrano (2011). “Los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Apuntes para su aplicación práctica” en La reforma constitucional de derechos humanos: un nuevo paradigma, México, D.F. Instituto de Investigaciones Jurídicas de las UNAM. 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Evolucionar en este sentido implica un cambio de conductas evidentes. Es necesario abandonar inercias, dependencias y simulaciones. La adecuada actuación judicial no solo comprende la solución de las controversias, sino el compromiso para participar en el desarrollo y el bienestar del pueblo en general. Se requieren jueces proactivos que, sin afanes de protagonismo personal, sepan enfrentar, luchar y superar los obstáculos que se les presenten. El logro de esa tarea posiblemente no se alcance en breve tiempo, pero el trabajo que otros iniciaron y en el que otros estamos comprometidos, seguramente servirá para el bienestar presente y futuro de nuestra descendencia. SERGIO EDUARDO ALVARADO PUENTE 90