“Estando en el centro penitenciario de Topas se me concedió un permiso de tres días. Al segundo recaí en una espiral de consumo de drogas que yo no conocía como la ketamina, cocaína y MDMA, lo cual me provocó que sin darme cuenta me encontrara varios días después en Oviedo. Al darme cuenta de lo que estaba haciendo decidí dejarme llevar y ayudar a mi hijo que está en Tenerife. Como en Oviedo no conocía a nadie vagué varios días por Asturias. Un día estando en Gijón me indicaron que para comprar hachís tengo que ir a la Plaza de Europa. Y lo hago. Me dirijo a un grupo de moros que estaban en un banco y les pregunto por hachís. Me di cuenta de que desconfiaban de mí así que me veo obligado a decirles que no era policía y que me había fugado de la cárcel. Al día siguiente les veo otra vez y les pregunto por un moro del que me hablaron en Salamanca para alquilar un sitio, ya que estaba en hostales y no me sentía seguro. Quedé con un tal Hamid en una cafetería. Le dije lo que había y que tenía dinero y cocaína, lo que me abrió las puertas de su piso de par en par. El único problema era que tenía que compartir el piso con otros tres paisanos suyos, a lo cuál le digo que sólo me interesa una habitación y derecho a la cocina. Yo no quería tratar con nadie. Todo fue bien durante algunos días. Como tenía marihuana y cocaína, porque iba a Salamanca cada dos o tres días, me empezaron a comprar hierba y cocaína a cambio de hachís. Me dieron muchos privilegios, al final parecía que el dueño del piso era yo. Pasados varios días me propusieron comprar varios objetos de oro, lo que para mi significaba dinero rápido, porque sólo tenía que venderlos. Sabía de sobra que era robado pero me daba igual ya que yo no estaba robando. La verdad es que se lo comprobaba muy barato, lo cual me permitía “vivir”. Un día llegó un tal Abdul que me dijo que la Policía estaba buscando un tío que estaba cometiendo robos con violencia en Gijón y Oviedo y que tuviera cuidado ya que yo estaba fugado y salía muy poco a la vez que no conocía a la Policía Judicial. Por entonces yo tenía algo de trato con una anciana que vivía debajo nuestro ya que un día le inundaron la cocina y yo me ofrecí a repararle los daños para que no llamara al seguro ni a la propietaria del piso y la verdad que yo notaba que la señora estaba cansada de aguantar los ruidos de las reuniones que hacían en el piso. Les dije que tenían que dejar de vivir allí, ya que si llamaban a la Policía pringaba yo que estaba fugado. Discutimos un poco pero me salgo con la mía y se cortan las reuniones. Al fin de semana siguiente me llama Abdul y me trae un recorte de periódico, que me deja flipando ya que habla de un personaje, que no me lo creía, por eso del sensacionalismo, ya que vi muchos casos como ese en los 17 años que llevaba preso pero me impresiona y me preocupa mucho ya que se como funciona la Policía. Si estás fugado o tienes antecedentes te imputan todo lo que puedan y listo. Dejé de salir de casa. Varios días después me entero que la Policía está haciendo preguntas sobre un moro quebrantó de Topas y por un canario, lo cual me asustó mucho. Sabía que si me cogían me iban a imputar, ya que relacionarían las joyas con los robos. Tuve una pelea con el moro y le dije que si las joyas eran robadas de esa manera al dar yo mi DNI me buscaba muchos años de cárcel. Como estaba muy colocado y tenía muy mal pronto me juraron que no habían cometido esos delitos y podía estar tranquilo. Yo no me lo creía y sólo pensaba ir a Madrid. Salí de casa el viernes por la tarde y no dejaba de pensar en el recorte del periódico, que fue lo que desató en mi un instinto de fuga como fuera. Después de estar varias horas caminando sin rumbo vi una tienda de compra y venta de oro. Sin saber por qué entré y pregunté algo que no recuerdo. Salí y seguí bajando por la calle con mi estado después de haber estado consumiendo todo el día llegó a la estúpida conclusión de robar en la tienda y pirarme a Madrid. Acto seguido entro en la compra y venta y como no tenía armas engaño a la dependienta y me abre el escaparate. De manera inconsciente le doy un golpe y me llevo un muestrario de cadenas y otro de colgantes. Las cadenas las vendo el mismo día en otro local y al llegar al piso le doy a Hamid un bolsito con los colgantes para que me los guarde ya que pensaba irme el lunes a Madrid. Cuando se me pasa el efecto de la droga pienso en lo que hice y me doy cuenta de que soy un estúpido, primero por agredir a la dependienta y segundo porque podía haberme llevado todo el dinero de las joyas pero por estar drogado ni me paré a pensarlo. Y como ya lo había hecho lo único que podía hacer era arrepentirme de haberle hecho daño a la pobre mujer y de no haberme llevado todo. El domingo empezó mal, tenía una sensación muy rara, no podía estar en el piso así que salí a tomar un café en la cafetería de enfrente para pasar allí la tarde ya que al día siguiente me marchaba para Madrid. Cuando entro en la cafetería veo llegar a cuatro tíos, al momento me doy cuenta de que son policías, ya que se les notaba mucho. Pienso en sacar un cuchillo que tenía en el bolsillo para cortar el hachís y pirarme pero algo me dice “acaba con esto” y me quedé quieto. Procedieron a mi detención y cuando llego a Comisaría me doy cuenta de que algo chungo pasaba ya que todos hablaban a la vez y con los móviles en la mano. Me sacaron fotos y luego me dijo uno “o sea que tú eres el asaltaviejas”, a lo que le respondí que no. Me preguntaron si permitía que realizaran un registro en el piso y yo contesté que sí, ya que sólo me hacían autor del robo en la tienda de compra y venta de oro y les repetí mil veces que yo no robaba a viejas. En el registro sólo encontraron la chaqueta con la que cometí el robo. A Hamid le quitaron el robo y me pareció escuchar que se lo había dado yo, por lo que le dije a la Policía que lo que yo le había dado eran los tenis que tenía puestos. Me llevaron a los calabozos y sobre las ocho o las nueve trajeron a Hamid porque tenía orden de expulsión. Le dije que fuera legal y que dijera la verdad y me dijo que la Policía lo sabía todo y que él se piraba para Marruecos al día siguiente. No se qué fue lo que dijo en su declaración pero estoy seguro de que me acusó a mi de todo, ya que los otros moros que compartían el piso también tenían expediente de expulsión y en vez de detenerlos les llamaron para que acudieran a Comisaría a recoger las llaves y le trajeron las pertenencias de Hamid, lo que a mi me pareció un trato de favor. Yo me quejé y le dije a los Policías que el que vino a coger las llaves se parecía a mi en altura y también tenía la cabeza rapada, a lo que me respondieron que “eso me lo comía yo” porque lo decían ellos. A partir de ese momento yo me quiero morir porque sabía lo que me esperaba. Después de 17 años en la cárcel lo que menos quería era que me metieran esos delitos. Sin poder hacer nada me encontré preso con una causa muy jodida y los demás en la calle. Todo esto me hundió y me autolesioné cortándome las venas. Estaba muy jodido y me fui al hospital. Después de varios meses en enfermería fui cogiendo algo de ánimo gracias a una persona muy especial, C. H., que me ayudó en prisión y a mi abogada, ya que tenía la mirada limpia y dijo que confiaba en mi, me dijo que le contara toda la verdad y así lo hice. Lo único que saco en claro es que yo soy culpable hasta que se demuestre lo contrario y que si no tuviera a Sylvia como abogada, lo mejor sería quitarme la vida ya que para los demás lo único que importaba era que habían detenido a un tio super peligroso y que se podía hacer un juicio mediático. Vendieron las imágenes a un canal de televisión y un exdirectivo de Foro Asturias colgó una foto mía en un red social, lo que no me ha hecho ningún bien. Yo por mi parte de lo único que me arrepiento es de causarle daño a la dependienta de la tienda de compra y venta de oro, pues no se lo merecía y espero que si la justicia se imparte que me lo demuestren haciéndome pagar por lo que hice y que de igual forma actúe tanto con la Policía como con las personas que se creyeron con el derecho de divulgar mi imagen como si yo fuera un ogro. Con esto que escribo no pretendo dar pena ni mucho menos. Entiendo la postura de la gente. Pero sí me gustaría dejar claro que adoro a mi abuela, que tiene 98 años y que son incapaz de hacer lo que hicieron con esas señoras, pues el remordimiento de conciencia no me dejaría vivir. También quiero dejar claro que no soy estúpido y sabiendo como está la vida en la calle no te compensa ya que como mucho llevan dinero para comprar el pan y poco más; al igual que se la condena que te cae por ese tipo de robos y se que sería más rentable robarle los móviles a los tíos en las discotecas ya que todos llevan teléfonos de 500 euros. No me hacía falta robar. Con lo que conseguía con los trapicheos tenía de sobra para vivir el día a día. Me gustaría dejar claro que yo no soy lo que intenta vender la Policía y los medios de comunicación. Tan sólo soy una persona que por circunstancias de la vida tuvo que vivir en la calle desde muy pequeño, lo cual me llevó a la cárcel. Se que esto que escribo no sirve para exculparme de lo que hice mal, pero sí deseo que los que lean esto que escribo se den cuenta de que el bolígrafo no lo está usando un desalmado y sí una persona muy arrepentida de los errores cometidos. Sin más que decir y deseando lo mejor para las víctimas me despido. José David Castillo.