'REccióN RADO, I I M.ADPiD, Y . ESR\MA3 ADMINISTRACIÓN: CALLE APARTADO DE CORREOS NÚM. TELÉFONO 5 . 2 3 3 17 JULIO 1920 DEL 139 PRECIOS DE SUSCRICIÓN: MADRID Y PROVINCIAS, UN SEMESTRE, 7 PTAS. - UN AÑO, I 4 PTAS. = = EXTRANJERO, UN AÑO, 2 5 PTAS. • SEMANARIO DE L A VIDA NACIONAL CANÍCULA Y L A acción parlamentaria, política, indirecta o como se quiera denominarla, no ^^ aviene con la estación canicular. La , '3ción adecuada al parlamentarismo es el ^'erno. El ejercicio físico de la oratoria y "Calefacción natural que proviene de los ^""pos humanos constituidos en asambleas S'siativas, bastarían para combatir eficaz' ^nte el frío, aunque no se hubiese inventa^ola Calefacción a vapor. Con este invento, •"ecintos parlamentarios gozan de buena ^"iperatu ra, y la necesidad de gesticular y ^'lerar es menor. Todos vienen observando 1 'a evolución de la oratoria española en el "•'do de una mayor sobriedad y compos"^^^ Serán diversas las causas de este fenó,. '^o; pero si algún filólogo o historiador fario quiere estudiar científicamente el °t)lema, no podrá omitir ese detalle de la ^'acción por agua evaporada. El calor, que dilata los cuerpos, contrae Casi a nada el arte de la elocuencia. Calor (Parlamentarismo son irreconciliables. Una [fin , "^^Peratura alta seca la garganta y dificulta ^^plosión oratoria, añade pesantez ai <:Uer Po y hace torpe el gesto tribunicio, y, , ""e todo, impide la congregación de graniiasas, sin las cuales no hay elocuencia Sible;. Una interpretación climatológica de Política de un país daría imprevistos reos. Tal vez la Historia no sea, en últidistancia, sino una expresión temperatu• c-s curioso que temperatura y tempera'Ico tengan la misma etimología y a veces '^'i'fiquen 1 o mismo. El temperamento . 'amentario corresponde, sin duda, a las ^"^Peraturas frías. Por algo Inglaterra es la ^re del moderno parlamentarismo: sin 1 "-lima inclemente, es probable que no hu1 fa decapitado a Carlos I, el antiparlamen°> si lo hizo, fué por defender el Parlaj, "^'o, esto es, un refugio contra las frías y adoras nieblas del Támesis. 1 . ^y otras razones que explican la diso^, ° i del sistema de política parlamentaria directa en verano. Los políticos de tipo ^nientario propenden a las dolencias donares. La continua vociferación a que POLÍTICA les obliga el invierno, y la atmósfera viciada del salón de sesiones y de los chids políticos, debilitan considerablemente el aparato respiratorio. Emigran al mar y a la montaña a cargar de oxígeno para la nueva temporada los castigados pulmones. Luego vuelven tonificados y estentóreos. Por otra parte, el verano, con el amplio escenario de delicias naturales que ofrece, es la gran estación de la intriga política. Los noticieros están lejos de la playa y del monte, la prensa sestea lánguidamente, y no registra las idas, venidas y conciliábulos de los políticos con la policíaca curiosidad que en invierno. Las grandes maniobras políticas de otoño se preparan en el estío, bajo los árboles, en las casetas de baños, en las salas de juego o en los pecaminosos rincones de los cabarets. ¡Meses de preocupación y zozobra para quienes están en el Poder! Saben que se está incubando la tormenta que va a herirlos, y aunque sean duchos en el pararrayos, temen el advenimiento otoñal, que es época en que caen las cosas maduras, frutas, cabezas o Gobiernos. El calor es propicio, al contrario, a la acción directa. El frío, el viento, la lluvia y todos los demás atributos del invierno invitan escasamente a la lucha violenta en las calles. En cambio, el verano, con su luz embriagadora y sus múltiples ardores, que excitan los nervios y la sangre, convida a huelgas y conatos revolucionarios. En invierno es difícil vivir mucho tiempo sin trabajo. En verano, lo difícil es trabajar. La huelga es, pues', algo así como el estado natural del estío. Pero este verano promete ser, en general, apacible. Hay unas cuantas huelgas en curso, una muy seria en Ríotinto, por la insolente actitud de ese señor Brov/ning que dirige las minas, especie de virrey o gobernador de esa colonia inglesa en España; se repite el caso aún reciente de la huelga de Peñarroya; veremos si el Gobierno repite también la intervención para reducir a obediencia y orden a esos audaces ASO VI.-NÚM. 272 extranjeros. Pero nada indica que este verano se extreme la acción directa. El Partido Socialista, al cambiar de gobierno en su último Congreso, se ha comprometido a una táctica de acción más viva, sin repudiar por eso la acción parlamentaria. Pero el Partido Socialista forma algo así como el Estado Mayor de la clase obrera organizada; el grueso del ejército lo compone la Unión General de Trabajadores. Con motivo de la Internacional de Moscú, estas dos fuerzas, la directiva y la numérica, se han escindido. El viejo Estado Mayor del Partido Socialista, al ser depuesto en el último Congreso, se ha afianzado al frente de la Unión General de Trabajadores. El Partido Socialista se ha quedado, pues, sin masa sobre quien ejercitar su nueva táctica; no le queda otro recurso que irla conquistando poco a poco. Por de pronto, parece que los directores del Partido Socialista deben esperar poco de la Unión General de Trabajadores. Hay una declaración expresa de Largo Caballero en una entrevista con un redactor de La Voz: la Unión General de Trabajadores -—vino a decir— no irá a una huelga como la de 1917, esto es, a una huelga para sustituir la Monarquía por una República burguesa. Y como tampoco es probable que vaya a ningún otro género de huelga revolucionaria, porque en otro caso no habría las discrepancias que ha habido entre adversarios y partidarios de la Internacional de Moscú, resulta que la declaración de Largo Caballero asegura a la Unión General de Trabajadores un período de inacción revolucionaria. Satisfecho habrá quedado el Gobierno de esta espontaneidad de Largo Caballero, habitualmente tan sagaz y discreto. No es prueba de sabiduría enseñar las cartas al enemigo. A falta de fuertes acontecimientos colectivos, es posible que algunos españoles de estirpe clásica, sin duda estimulados por la canícula, nos amenicen este verano: aludimos a ese par de bandidos que han hecho su aparición en dos tierras también clásicas de bandidaje, Galicia y Andalucía. Por lo visto son esos los últimos bandidos románticos. Un bandido práctico de nuestro tiempo ESPAÑA Núm, 272.—4 no ejerce el bandolerismo contra la ley, sino a su amparo, y en vez de saquear a los ricos, esquilma a los pobres, en forma de cacique, de acaparador, de comerciante de todo género, de consejero de grandes Compañías. El perfecto bandido es hoy un hombre de orden. Sólo los trastornos psicológicos que engendra el calor explican el recrudecimiento del bandolerismo romántico en Galicia y Andalucía. M A R I A N O D E CAVIA UÉ Cavia el hombre que no quiso ser más que periodista. Con igual razón podríamos decir que Cavia fué el hombre que no se contentó con menos que con ser periodista. Parece que nace en un periódico, sobre las cajas, y que no se aparta del periódico para morir; antes al contrario: parece que ha muerto porque le apartaban del periódico. Aun los que no están conformes del todo con sus maneras de pensar, con su espinoso españolismo, con su casticismo cerrado, no dejan de pasmarse ante su tenacidad de uno y otro día, cuando ya tenía bien conquistado el reposo. Este hombre, que conversaba diariamente con un extenso público, que estaba al tanto de lo que ocurría en el mundo, y hasta en el otro mundo, era, en cambio, poco dado a las exhibiciones y a comparecer ante las muchedumbres. Un corro de amigos y un montón de papeles le bastaba. Todo lo pasado, en la fecha oportuna, acudía a su memoria a enlazarse con el vivaz comentario de lo presente. Dio también entre nosotros el máximo ejemplo de la influencia directa de un escritor en una sociedad. Muchas «ideas» suyas pasaron, de ser asunto de crónica, a ser impulso de movimiento. Fué, así, un verdadero escritor político, sin militar activamente en las filas de un partido, como fué, en realidad, un académico, aunque, llamado por la Academia, no llegara a ocupar PI sillón que se le ofrecía. Nosotros hemos escrito en más de una ocasión palabras de disentimiento acerca de alguna determinada opinión de Mariano de Cavia; pero siempre vimos con admirativo respeto su actitud decidida de viejo liberal al lado de los ideales nuevos, su empeño en suscitar elevadas cuestiones, su clara y fecunda vena de escritor. F A los señores que nos honran enviándonos espontáneamente trabajos de colaboración^ les recomendamos que guarden copia, pues no respondemos de su devolución, en caso de no utilizarlos, ni sostenemos correspondencia sobre ellos. P O L E M A R I O por Luis Araquistain Tampoco es útil esta clase de emigrante a' sistema colonial británico, porque sus fflO' •LEI director de las minas de Ríoiinio manifestó a la Comisión obre- dos de intemperancia y la dureza de su e^ ra que no le reconocía la represenpíritu pueden ser fernientos de rebeldía ^ tación de sus compañeros.-» independencia. Su lugar adecuado son I"* {Los periódicos, en sus informa- países extranjeros, donde el Poder público 1 ciones sobre la fiuelga.) los órganos de opinión se prestan, servil " A psicología del emigrante inglés suele interesadamente, a colaborar en sus proced'' ser la opuesta de la del emigrante es- mientos de antigua colonización esclavista' pañol. Cuando el español emigra, general- No le importa ser tea revolucionaria, p^"^' mente es porque busca un medio social que vive en país extraño, ni teme un saC' superior, más adecuado a sus necesidades dimiento de independencia nacional, porqi^ espirituales y materiales. Los mejores espa- no todo el mundo ve la similitud de una C' ñoles son emigrantes de hecho o en poten- loiu'a territorial y una colonia economía cia; si no se marchan corporalmente, se — mil veces peoría segunda que la primef^' ausentan en espíritu. En Inglaterra, al con- a causa de la irresponsabilidad de los corff^ trario, cuando emigra un hombre es porque pondientes virreyes o directores de empf'^ usuaimente necesita un medio social inferior sa—, y son pocos los que sienten la necesi donde poder desplegar sin trabas modos de dad de concluir con el ominoso vasallaje. El inglés de tercera clase— por ejemp' ' conducta incompatibles con la atmósfera director de una mina — se instala como " moral de su país. Si nos es lícito el método un poco arbi- monarca absoluto en territorio conquista" ' trario de las clasificaciones, dividiremos a Destruye pueblos — como en Riotinto ''' los ingleses en tres categorías. El inglés de impide la asociación de sus obreros, disp"" primera clase se queda en su patria, perfec- poco menos que de sus vidas y hacieno*' tamente adaptado al sutil tejido, cada día persigue a los organizadores de masas, l^S, más fino, de respetos a la personalidad que de las autoridades y Tribunales de just''' envuelve la vida social británica. El inglés encarcelamientos y destierros de sus doi" de segunda clase emigra a sus colonias y nios, corrompe hombres públicos con co dominios. Su aleación moral, más baja, le sejerías y cargos abogaciles, compra p^"^' lleva a medios sociales menos respetuosos dicos para que no le ataquen, o le defien'' con la personalidad humana. (Esta categoría o guarden silencio — las variedades de podría subdividirse en algunas variedades, corrupción son numerosas —, y se burla •según el emigrante se dirija al Canadá, o a huelgas, intervenciones y laudos del ""(J Australia, o a la India o al Egipto; pero, público. El absolutismo, que va desap^'^ para no complicar el tema, prescindiremos ciendo del mundo político, impera aún ert de ellas. También prescindimos de la clase apogeo en las colonias económicas fundada / de emigrante pobre y perseguido, el irlan- dirigidas por ingleses de tercera clase, coí" dés, por ejemplo, de psicología semejante a míster Browning, el director de las co'" la del español. Aquí sólo nos interesa, no el de Riotinto. ENVÍO emigrante que huye de una dominación, sino el que se ausenta para mejor dominar al usted, mi querido don Roberto Cu"' prójimo.) ninghame Graham, ¡lustre escocéSi d« UN INGLÉS DE TERCERA CLASE L El inglés de tercera clase emigra a países extranjeros de rudimentario desenvolvimiento económico, generalmente a la América ibérica, pero también a algunos países europeos de capitalismo indígena rezagado, al Este y al Mediodía; España conoce bien ese tipo de emigrante británico. Esta clase de inglés necesita abandonar su país. Lo exi ge la buena marcha evolutiva del país mismo, porque el inglés de tercera clase pertenece a ese linaje de hombres iolentos, autoritarios, irrespetuosos con sus semejantes, sobre todo si-son obreros a sus órdenes, que son la llama y el viento de las revoluciones. A prímísima clase, casi andaluz de adopc caballero de la pluma de todas las bel'^ y todas las justicias, quijotesco hasta ^ tipo de hidalgo hispano, millonario colé vista, poderoso accionista de Riotinto, recuerdo de lo que alguna vez habla años atrás, en Londres o donde se hall^i envío estas líneas y esta advertencia: -^ ingleses de tercera clase, hombres turbu tos y despóticos que no admiten mer'" su poder absoluto y se niegan a recon las Asociaciones obreras, son «indeseaD en Inglaterra y en las colonias y dom' británicos porque hacen de fuelles sobf . ^ ^ , . 2o/</^Y ESPAÑA °?ueras revolucionarias y sobre las guerras ^ independencia, también representan un grave peligro para la paz de los pueblos eco"•micamente colonizados y para las buenas 'aciones internacionales entre estos pue- R í O T E N 1888 la metralla de los soldados de España consolidó en la cuenca mineas Ríotinto el poder de la Compañía extra"J^ra. Noventa y dos mi Iones de pesetas, Pagadas por compra en 1872, fueron el "tul ° de dominio. Desde aquella fecha Río"'° es inglés. El virrey de la colonia es ^'5r Browning, nombre muy oportuna^f>te sugestivo. •"'I Londres regula la «Ríotinto Mining , '^pany» el precio del cobre. La extrac, '^ del mineral, las posibilidades del traba^^ la mina, dependen de los intereses del •"cado. Ríotinto podría pro lucir mayor "tidad de cobre. No la produce, y la ra26a ^3 que las minas d-- Ríotinto, aunque tncli avadas en España, no lorman parte del Coa 'pli'jo económico español, sino que est5n 'gadas a los ints'reses de la economía \V ^sa. La consecuencia es que los trabaja"^''s de Ríotinto suíVen hambre, y que los ^ aptos buscan en la emigración refugio "'•"a la miseria. r. *"* mina, sin embargo, no está exhausta. ^•^e al esfuerzo las vetas y filones apri"onad,os en la roca. Pero el agio comercial ^na y manda que se desp.dan obreros. "-Clonando los más dóciles. El personal, "^cido, no trabaja a diario. Por estas cirh, ^tancias, el jornal medio del minero de I 'nto oscila entre 3,50 y 4 pesetas. En . ^sto de España es de 8 a 10 pesetas. barreneros de contramina se decíaraj . ^fi huelga, pidiendo tres pesetas más Hai "^'' ^® decir, menos aún que los jorP ^ de sus compañeros de España. La Pañía ha declarado, por la autoritaria ^^ míster Broviming, que concederá a ."nos 1 "* nada y a los otros ni cinco céntimos. K empleados de las oficinas, que en huelI anteriores hicieron causa suya la de la jjj "^"^^sa, se han unido esta vez a los trabaja ""^s de la mina, los que manejan el pico Cj "^rreno. Es un síntoma digno de men''arse. IQ "empresa alega empobrecimiento para U ^^eder a las demandas, aparte de plañid , ^ tradicional cuestión de dignidad que tratar de poder a poder con los 'lo °^'' "^"cho más ahora que los empleaL ^^ han rebajado a los proletarios. La 1|Q ^^^3 es pobre, pues sólo reparte 28 mi%(» ganancia anual. Las acciones, hay ' '"^'^onocerlo, han bajado de 2.300 pese- Núm. 2 7 2 . — 5 . blos y la Gran Bretaña. Ya no va quedando espacio para estos ingleses de tercera clase en el mundo. Tendrá que buscar otra isla John Bull. (De La Voz.) I N T O tas, en 1912, a 900 pesetas en 1920. La disminución correspondiente del dividendo es obstáculo para que puedan comer los obreros españoles que codician esas tres pesetas más diarias. Sin embargo, las pérdidas de la «Ríotinto Mining Company» son ganancia para los manejadoras londinenses y los magnates del cobre. Lo cual no impide a míster Browning solicitar la buena voluntad de los obreros sufridos para que sigan trabajando a un precio ínfimo, a fin de salvar el negocio de la ruinosa Empresa. El director de Ríotinto plantea el problema sobre tan sólidas premisas, que ya al plantearlo ofrece la solución al Gobierno. La lógi-a se vuelve contra los intereses de míster Browning y de la explotación inglesa. Ante la declaración de pobreza de míster Browning, ¿cómo se atrevería el Gobierno a coaccionarlo para que conceda a los obreros el aumento de jornal pedido? El (robierno no tiene derecho a causar la ruina de una Empresa. I'ero la cuestión presenta otro aspecto. Este es el aspecto español. Parece probado cpe en esta tierra feliz es imposible humanamente vivir con un jornal de 3,50 pesetas. La emigración no resuelve el problema, porque el Gobierno no puede resignarse a que la economía nacional se empobrezca perdiendo brazos. Urge, pues, en el caso de Ríotinto, arbitrar una solución de gobierno, que impida a la Empresa sostener un negocio ruinoso y evite que los trabajadores se mueran de hambre. El remedio ha sido ya ensayado con éxito en otras ocasiones. Consiste en la incautación, pura y simple, de las minas de Ríotinto. Claro está que se trataría de una incautación provisional, hasta que el Gobierno, resolviendo dificultades de otro orden, y fomentando en la bocamina misma la industria metalúrgica y de aprovechamiento de productos, se decidiera a socializar todas las minas de España, para que las de Ríotinto, a pesar de obrar en régimen de excepción, no sufrieran, a su vez, como represalias, un régimen de excepción. Véase, pues, cómo el conflicto de Ríotinto, planteado por una cuestión de salario, se convierte en problema nacional, que exige inmediata solución. No se resuelve dando la razón a los obreros o regateándosela a la Compañía. Se resuelve reincorporando las minas de Ríotinto al sistema de la Economía española. Y mayor dificultad que la del pabellón inglés defendiendo intereses industriales privados de sus subditos, sería para esta obra nacional la resistencia de los políticos sometidos al dorado yugo inglé.s, que es comunión fraterna de libras esterlinas. Los hombres que manejan los negocios públicos son, antes que servidores de la nación, criados del capital. De ellos no puede esperarse la incautación de las minas de Ríotinto. Tiene que surgir de las entrañas mismas de la nación una fuerza que la imponga. La historia de la colonización inglesa en Ríotinto, si no llega a los horrores de Putumayo, a los del Congo, ni a los procedimientos en práctica con los negros africanos, es de sobra cruel e injusta para ser tolerada por un pueblo civilizado. En Ríotinto no hay ley. Es Ríotinto un gran señorío regido por la arbitrariedad. Tierras y viviendas son propiedad de la Empresa. En caso de conflicto, conmina a los obreros que las desalojen. Si alguien se muestra reacio a obedecer, lií^ne Browning autoridades civiles y judiciales que traen a razón al rebelde. La Compañía tolera o expulsa a quien le venga en gana. No hay fuerza que se le resista. Forma y deshace a su antojo los Ayuntamientos españoles, con aquiescencia del gobernador de la provincia El obrero español que reside en la cuenca minera de Ríotinto está por completo entregado a una potencia extranjera. Más le valdría, para el respeto de su persona y sus derechos, trabajar en Gibraltar o en Inglaterra, donde las leyes protegen a nacionales y extranjeros, que en Ríotinto, donde el capricho de míster Browning es ley, el país su propiedad privada y los obreros sus criados. La actual huelga ofrece un ejemplo de los procedimientos por los cuales se gobierna la colonia. Míster Browning ha prohibido a los Economatos suministrar géneros a los obreros en huelga. Esta medida, no sólo pro luce el encarecimiento del doble en primeras materias, como el pan y el aceite, sino que priva de alimento a los obreros por las dificultades de abastecimiento, que corría casi exclusivamente de cuenta de los Economatos. De esta manera poco escrupulosa pretende la Compañía reducir por hambre a los huelguistas. Y contra este indignante procedimiento no se sabe que el Gobierno haya tomado más medida que la de custodiar con fuerzas del Ejército y Guardia civil los Economatos, que acaparan primeras materias, mientras que los estómagos de los huelguistas padecen hambre. Las culpas de Ríotinto están ya juzgadas, aunque no sancionadas. El mejor apuntamiento lo constituye la Memoria del señor Palacios (don Leopoldo), que, delegado por el Gobierno, fué a dicha cuenca con motivo Núm. 272.—6. ^' de la huelga de 1914. Al leer los cargos que el recto espíritu del señor Palacios hacía contra la Compañía, el Gobierno relegó la Memoria en los Archivos del Instituto de Reformas Sociales. Ahora ha vuelto el señor Palacios a Ríotinto, y si esta vez su obra ha de reducirse a la de amigable componedor, sin que el Gobierno haga caso de sus consejos y advertencias, el problema de Ríotinto habrá perdido una ocasión de resolverse de modo que no sea aplazamiento, sino obra de interés nacional. NOTAS ESPAÑA 7CPI Como en el caso de Peñarroya, insistimos en que la socialización de las cuencas mineras españolas es la única solución. Sólo así podría reintegrarse la riqueza minera a la Economía nacional. Esta acción debiera ser empeño eficaz de todas las fuerzas obreras españolas. Y el Gobierno que apoyado en esta corriente de opinión llevara a cabo la obra, podría, reconociendo la eficaz ayuda obrera, vanagloriarse de haber servido al interés nacional, salvando conflictos que el capital expropiado intentaría fomentar. SUELTA S cabo que obedeció las órdenes de la disC' plina, pide el fiscal diez años de reclusiófl' NUEVA ARISTOCRACIA L viaje del rey a Barcelona aumentaf' el número de nobles. En el ministef" de Gracia y Justicia se está trabajando c°^ celo en la confección de estos títulos. Din^' ro ennoblece, y todos los que lo hicier"" durante la guerra se ven nobles por obf de su afán. Cada día aparece en l a Gacetín la rehabilitación de un viejo título olvida* y ahora pagado. Poco valía la aristocraC' española, pero con esta nueva hornada ^ desprestigia aún más. Los que por sus so^' pechosas relaciones de «café-concert» ' «bar» y otros lugares ambiguos, lografO" tiempo mediar en un suministro de judiad ' de cueros y mantener el negocio multip' candólo, se ven hoy elevados sobre el n'' de sus conciudadanos. Mañana aspiraran dirigir los negocios públicos que exijan f presentación. Ya golpean, con sus puños, las puertas de la diplomacia. Y, a pesar su frescura nobiliaria, tienen desarrollado instinto de clase. Un conde de anteayer indigna de que hagan marqués al que ^1 no era nada. E cegadora; el egoísta calla ante la voz de sus intereses, pero los espíritus de aventura arrostran la empresa y afrontan los peliON dos nuevas sentencias de muerte gros. Esta es una característica de la psicoy cuatro de cadena perpetua, a más de otras penas inferiores, ha liquidado el logía humana, que ha de poner siempre en Consejo de guerra de Zaragoza la subleva- el ánimo de los jueces en conflicto las duras ción ocurrida en 9 de enero en el cuartel leyes de la disciplina con los puros motivos de Artillería de aquella ciudad. El fiscal ma- de su quebrantamiento. No dudamos que nifestó en su informe que esta rebelión mili- estas consideraciones estuvieran en el ánitar no tenía precedentes en la delincuencia mo de los jueces de Zaragoza. Contra lo que se cree en momentos de del Ejército español. Hasta ahora, todas las LA EMPERATRIZ HA MUERTOrevoluciones fueron políticas, sin que se hervor social, la benignidad y no la repreviese la convivencia de los soldados con los sión han de imperar en los Tribunales de o ecos de la gran leyenda napoleón' que quieren trastornar la actual organización justicia comunes, y aún más en los militahan resonado en las columnas 0^ social. Estos sucesos podrían ser, según el fis- res, en que rigores de procedimiento y de prensa con ocasión de la muerte de 'a cal, un síntoma alarmante para el porvenir. pena hacen más difícil la situación del reo. emperatriz Eugenia. En «Badinget» se a No creemos que el fiscal, dispuesto, según El indulto puede restablecer este desequi- bó la leyenda de las Pirámides, para entef declaró, a inclinarse hacia la benignidad, li- librio e impedir que no vuelvan a resonar en a Francia en el sepulcro de la derrota mitándose a pedir de cuatro penas de muer- los viejos muros de Zaragoza los tiros de La prensa sólo ha podido, en política) te y ocho de reclusión perpetua, pueda mauser dirigidos contra muchachos de uni- zar los desaciertos del reinado de N^P ver en esta forma de delito social una agra- forme. Ya en una mañana trágica se ofre- león III y de su corte y consejeros. •''^^''.1, vante respecto a la rebelión política, por la cieron a la justicia implacable víctimas bas- en elogio de la dama española, perseg^ libertad o por obtener cambio de personas tantes. La ejemplaridad se agravaría con la por el dolor de haber perdido un tron en la gobernación del Estado. La forma del reiteración. El indulto de los condenados un hijo napoleónida, ha volcado todas antiguo delito político se revela ahora en sería el mejor regalo a la justicia ideal. flores del gran cesto lírico de frases olie" estas empresas arriesgadas de intentos de a tinta fresca. Ha faltado, sin embarg'^' ,^ EL TIRO DE SAL transformación social. La esencia es la misla muerte de la ex emperatriz el comenta ma, un ansia de ideal, un espíritu de sacrifiA leyenda infantil del proyectil de sal del más interesante aspecto de su pe:rso"' cio, que, despreciando la propia vida, lleva con que tienen cargados sus fusiles, lidad: la energía y ambición indómitas ^ ^ al hombre a dar el salto en la incertidum- para espanto de los muchachos, los guardas que una damita española logró impone^ bre de la irrealidad. Esta es la razón de que de los cercados donde crece fresca ensalaun pueblo extranjero. Esta es una ot""*,, los delitos políticos se aprecien con criterio da, deliciosa fruta, graneadas uvas, ha teconstancia femenina interesante de estu distinto que los comunes, y no puede ser nido realidad terrible en el polvorín de AlEs verdad que la intervención en Ro'"' ,, circunstancia agravante para su castigo que janeca. Esta realidad la ha sentido en sus defensa del poder temporal del Papa, >-^ j la nueva forma del delito político amenace entrañas, atravesadas por el salitre, mortífe- pedición a China a favor de las con pérdidas de fortuna o expropiación de ro en esta ocasión, un muchacho, casi niño, hernia'"',1 bienes. La justicia no debe dejarse influir quien obedeciendo a rigores de la discipli- de San Vicente de Paúl, son sombras o , por materialidades. na, se prestó a ser blanco en quien el te- labor, agravada por la catástrofe final) 4^. Más bien en el caso de Zaragoza podía niente encargado de la guardia distrajera sus la hizo huir de París, abandonando el ^'^ „ apreciarse, aparte del ejemplo de relaja- ocios. A este crimen cooperaron, bajo el te- pero estas mismas faltas prueban 1^ '' j miento de la disciplina que dieron las Jun- rror de la disciplina, un recluta y un cabo, tancia de su ánimo español. a quien el teniente García Moreno ordenó Aunque la historia del segundo If^^P jjs tas militares, la circunstancia atenuante del está muy trillada, faltan en ella interesa estado de conciencia en el mundo, influido traer y cargar con sal los fusiles. por la guerra y la revolución rusa. El fiscal militar ha calificado el hecho de aspectos de la influencia de esta dama ^ El primer despertar de justicia se realiza homicidio con atenuantes de no haber que- ñola de singular energía. Acaso nos lo .Á en el alma, que abre los ojos a las emocio- rido causar un daño tan grave y no tener le la obra que Loliée entregó hace ^ ( nes de un mundo nuevo. El pusilánime los completa su responsabilidad. En suma: diez años a una casa editorial de HamburgO) . vuelve a cerrah al ver el peligro de la luz y sisiete años de reclusión militar. Para el la condición expresa de que no se puo ¡;, hasta después de la muerte de la emp^*^ L ZARAGOZA, EPISODIO TRÁGICO C N L Núm. 272.—7. LA REACCIÓN Y LOS SABIOS por G. F. Nicolai '^lartículo que sigue ha sido escrito expre- bien haberse escrito, del mismo modo, du ^"•^nte para E'apmkpor el profesor G. F. Ni- rante la guerra. Pudo comprobarse que las '•'^J', no hemos de insistir sobre la personali-características que la guerra ha evidenciado ^ * de su autor, pues Nicolai no es un des- en los profesores son esenciales en ellos. La ^cido para nuestros lectores. Durante la guerra fué sólo la ocasión de que se mani^^rra referimos su valiente y digna actitud, festaran. "^ nobleza, frente a la vesania patriótica La ciencia puede acaso ser progresión; ^^ (''probaba cualquier crimen y violencia. pero no cabe duda de que el científico no colai es un buen alemán, pero un europeo es partidario del progreso. Crea el científico (corazón. No cesaron con la paz las perse- las condiciones, basándose en las cuales '^^ones contra el hom.bre que durante la gue- avanzan otros hombres de sanos y prácticos niióo de expatriarse para huir del acoso instintos; pero el progresar no es asunto ^^s enemigos. Ya referimos cómo los pro- suyo, pues conoce mejor los límites de su '^-f de la Universidad de Berlín declara- saber que el profano, que generaliza los , '^ Nicolai indigno de la cátedra. Con me- principios a la ligera, y se decide difícilmen^^^ntido, y en homenaje a la justicia, el te a transmutarlos en realidad. Su espíritu ^^tro de Instntcción pública de Prusia escolarizado es ajeno al fanatismo del cre'"'• de revocar tan absurda excomunión yente que quiere llenar con esperanzas que '^da por el janatismo pangermanista. él cree seguras las lagunas del saber. El científico puro y veraz encuentra en la prács verdad corriente que la ciencia es la tica obstáculos difíciles de vencer, porque, única base sólida del progreso huma- según las implacables leyes de la lógica, iodo lo. p, or eso asombra ver a sus representan- lo que al futuro se refiere sólo puede ser en ^1 falange cerrada al lado de la reac- último término hipótesis. En circunstancias %. más simples, por ejemplo, en Astronomía, Hay que reconocer que nunca, desde que es la probabilidad casi seguridad, y aunque 'lombres hacen ciencia, se ha visto a las no pueda yo demostrar nunca que mañana Van S'^ardias de las luchas del espíritu tan saldrá el sol, como sucede desde hace cienI siastas de la eficacia de la fuerza bruta. tos de miles de años, puedo, sin embargo, considerar como seguro este acontecimiento. j s los investigadores de la verdad han Pero especialmente allí donde la voluntad (. .^^"^o con tan pocos escrúpulos, y con s los medios de la mentira (es decir, con humana entra en juego, es tanta la compli°s específicamente anticientíficos), la cación, y por esto lo futuro tan incierto, Pol:'tic; a de fuerza, de los «dominados», ya que el científico apenas se atreve a dar el lüe ello tg """S mismos son incapaces de una in- salto de la obscuridad de la teoría a la completa tiniebla del futuro. ^'^ición activa. El científico conoce que todas las cosas tti3 • ^^ *^"^ tomar en serio el desdichado tienen dos aspectos, y que la más hermosa, aU ^^t^o de los noventa y tres profesores ^nes, pues cuando el Capitolio está ame- y al parecer más segura, esperanza puede (ÍQ "^O gritan los asustados gansos. Apelan- en la realidad afearse. Por lo cual se mantieSg ^ «psicosis guerrera», puede disculpar- ne escéptico frente a todas las novedades, y lUp ^"^inquenio de antiespiritualidad de es por su naturaleza conservador. Y por pQ "^^s hombres de espíritu científico, que consecuencia, no tiene el científico fe en sus "-lían"^ ^f^ sentimiento de pretendido patrio- convicciones. t¡s^ La Historia cita muchos hombres que pu\\ñ ^^^^^ SU deber jurado de ser investiTM ^ ^ y anunciadores de la verdad. El sieron toda su personalidad al servicio de su Sjj ^'' de los tambores espanta a las mu- convicción, incluso la propia vida; pero en\ ' y ' sobre todo, al Apolo rey, el dios de tre ellos no hay ni un científico. Sócrates, f(>c. '^^^d, clara como el sol. Pero los pro- el filósofo, bebió consciente la cicuta; pero "fes f^o podían callar, y, en vez de la Arquímedes murió por una casualidad fútil. Nad, tifjZ*^' ^ue estaba prohibida, decían men- Y en aquellos casos en que hombres que . • El siler íncio hubiera sido humanamen- representan un papel en la ciencia mueren por su convicción, como el italiano Giordab°"^Prensible. ero • • lo p /finieron el armisticio y la paz. Ya no Bruno o el español Miguel Servet, nótese 'l¡jQ peligro decir la verdad; pero no se que salieron de un claustro, es decir, de una W1 Universidades, y el informe so- escuela donde no se aprende ciencia pura, ^utopsia de Liebknecht pudo muy sino fe en la convicción personal. E Los científicos obran de otro modo. Galileo fundó una nueva concepción del mundo; pero renegó de ella sonriente. La teoría de Darwin ha dado a todas las modernas teorías, ante todo a las religiones, la más fuerte lanzada; pero Darw^in siguió dentro de la Iglesia que él mismo hirió de muerte. No; la ciencia, au i en su más pura y elevada forma, da sólo ?»la humanidad las armas para la lucha y para el progreso, sin preocuparse de cómo se aprovecharán estos medios. Nobel nos dio un arma: la dinamita, que sirve a la cultura en tanto que en la profundidad de las minas abre nuevas fuentes de energía, pero que, encerrada en granadas y torpedos, sirve para destruir esa misma cultura. La misma filosofía de Hegel, que en manos de su fundador fué apoyo del militarismo prusiano, se convirtió, en manos de su discípulo Marx, en la más poderosa arma de la revolución socialista. Pero Marx no es para los cofrades profesorales propiamente un científico, y, en cierto sentido, tienen razón. Pues quien se ocupa con el futuro puede equivocarse, y sólo quien permanece pegado al presente no yerra acaso jamás... Así educa la ciencia a tener una concepción conservadora del mundo, sin desdeñar una alianza con el optimismo cobarde, pues, al punto que la «fantasmagoría del profano» se ha convertido en realidad, se convierte en objeto digno de que la ciencia lo defienda. Así, por ejemplo, mientras que nuestra joven República alemana parecía representar una fuerza, no había voz de profesor que se alzase por la Monarquía vencida. La «científica guardia de corps de los HohenzoUern» sólo recobró el uso de la palabra cuando se dio cuenta de tener detrás de ella la compacta mayoría. Gentes que hoy me injurian a causa de mi actitud durante la guerra, me propusieron entonces, reconociendo la realidad de las circunstancias, para ser nombrado profesor supernumerario. Si el profesor ideal no es, por lo común, y sólo por excepción, lo que según su nombre debiera ser, es decir, un confesor, hay que tener también en cuenta que no es lo mismo la ciencia que el científico. Los hombres que profesan la ciencia están también presos en las redes de las pequeñas miserias humanas, y no se distinguen de la masa de sus hermanos no científicos, que con toda paz y tranquilidad trabajan, ganan dinero y desean vivir cómodamente. Cuando los sabios de Europa, antes de las revoluciones de marzo de 1848, carecían de todas estas cosas, y, mal pagados, vivían en un Estado en el cual sólo valían la nobleza, los dignatarios y los militares, eran, como hoy el proletariado, revolucionarios y progresistas, porque veían que el derrocamiento de los antiguos poderes sólo ventajas podía traerles. Pero he aquí que ya hace cuarenta años que están sentados a la áu- rea mesa del banquete de la vida, y que el Estado les proporciona oro, dignidades y honores; la industria les da oro, plazas de consejeros, y los magnates del carbón les levantan magníficos laboratorios; así es que el mfls pequeño profesor ordinario de la mis pequeña Universidad se jree, no sin faltarle del todo razón, un gran ;oy. Están ahitos, y el principio: «Alto, c u a . J o ya se ha hecho la carrera», rige, no sólo para los individuos, sino para toda la clase de ellos. Saben muy bien, o instintivamente lo sienten, que cualquier nuevo rumbo no mejorará su situación. ¿Qué tiene, pues, de extraño si han de alabar al que les da el pan, que sólo unos cuantos idealistas —más raros en las academias que en otras partes, por los motivos indicados — luchen por el bien mismo? Toda una clase no se compromete a eso, y como el postillón odiaba a los ferrocarriles, así odia el promedio de los profesores toda reforma social. El espíritu de la verdad ha transformado sólo a pocos hasta el punto de hacerles obrar en contra de sus intereses personales. Estos pocos no son, precisamente por haber abarcado la ciencia CDmo totalidad, especialistas, por lo cual, debido a la exageración de hoy día por la puramente mecánica especialización, no es tarea difícil para los científicos oficiales la de desacreditar a estos inadaptados, tachándolos de poco científicos. Hacen esto com"> principio, lo mismo en loa casos en que estos investigadores extrauniversitarios lleguen a resultados perfectos técnicocientíficos. La leyenda de Lessing, de Mehring, por ejemplo, e?, en forma y contení.lo, una obra perfecta; trata la época a que se refiere desde amplios puntos de vista, y trabaja las fuentes con cuidadosa escrupulosidad. Es un l'bro clásico en la literatura universal, y, sin embargo, hasta ahora no ha sido ni siquiera citado una vez por ningún representante oficial de la ciencia histórica. Contra este boicot oficial no hay genio que se salve (menos aún en las ciencias del espíritu, donde los resultados no son tan evidentes como en las exactas físiconaturales), pues la gran masa culta pone su debido respeto por la ciencia en las personas de sus representantes oficiales, y cuando el señor consejero secreto Eduard Meyer dice que un libro es malo, no hay remedio, y es malo. No hay que tomar a mal a los científicos el que sean hombres esclavos sometidos a las flaquezas humanas. Pero sí puede echárseles en cara el que utilicen conscientemente la ciencia, que por su naturaleza significa verdad, para la mentira. Así han hecho durante la guerra, lo siguen haciendo hoy, sin sentir siquiera vergüenza. Cuando, por ejemplo, el actual rector de la Universidad de Berlín, el historiador Eduard Meyer, ensalzado hasta los cielos por los pangermanistas, el que incita a sus estudiantes nacionalistas al sabotage de los cursos de aquellos profesores no gratos, el que quisiera expulsar de las Universidades ESPAÑA I10I V s 7 Núm. 272.—8. No por ser los científicos reaccionarlo' hay que criticarles, sino por mal usar, coii' virtiéndolo en instrumento de mentira,"" instrumento de verdad, pues si tales prác»' cas se asientan, no podrá la ciencia ni *'' quiera ser lo que hasta aquí, es decir, cual' do menos, un medio indirecto para el pf' greso de la humanidad. a los extranjeros, soporta con envidiable tranquilidad los cargos de lalsario y calumniador, es ya cosa mala. Pero aún es peor ver cómo sus compañeros, los estudiantes y la opinión pública no toman a mal estas mentiras, sino que las disculpan como un niedio lícito en la lucha política. Todo lo cual es una señal sospechosa de decadencia moral y científica. SOBRE EL S E N T I M I E N T O POPULAR por Luis Bello ETENGÁMONOS un momento en estas cosas que son tan nuestras como la lengua, como la historia, como la cultura... Don Antonio Maura fué a rezar a la capilla ardiente en que el buen pueblo de Madrid velaba el cadáver de Joselito. Yo me pregunté entonces: |i:ior qué ha ido este hombre a la casa del torero muerto? ¿Con quién le une relación sentimental? ^'Con el héroe? ¿O, más bien, con el pueblo? Don Antonio es balear. En Mallorca el torero pasa de vez en cuando como un cometa sin importancia, mientras que los «boleros» son elemento indispensable en el regocjo popular. En los días infantiles en que se formaron los sentimientos capitales de Antonio Maura —esos sentimientos que han de acompañarnos ya toda la vida—, el bolero, el bailarín, con su traje de lu^es, sus castañuelas, sus piruetas cómicamente graves, su descompostura y su sudor villano, tenía más raíces estéticas que el lidiador de reses bravas. Yo imagino que para un mallorquín el torero tiene siempre algo de bolero, y qu», por consiguiente, la emoción trágica ha de perder bastante fuerza con el recuerdo, demasiado bufo, de las danzas y de sus compañeras, las teresetas. El ex presidente del Consejo iba, pues, impulsado por sentimientos ajenos, como ocurre en todo acto político. Se busca un movimiento del ánimo popular y se camina en una corriente distinta de nuestros impulsos, porque la creemos respetable o, por lo menos, utilizable. De otra manera, procuraríamos no aumentarla con nuestro concurso. Por eso he seguido yo siempre con gran interés las apariciones periódicas de la infanta Isabel, que en esta dinastía tiene como una especie de función delegada cerca de la otra majestad, la que ni reina ni gobierna. Era, en efecto, una ocasión para que los guías, los jefes, los primates fuesen como palafreneros en el cortejo de S. M. el Pueblo, ¡Sale a la calle tan pocas vecesl D No deseo más que dejar transcrita ' ti' estas Unas una sencilla nota sobre los sef mientos populares, aceptándolos tal <^°^ se manifiestan y sin ánimo de estable'comparaciones o jerarquías. Pero el te"" es serio y fuerte y se ha reproducido poco tiempo con dos variantes que n'^ cían algo más que este comentario. Primero, Talavera Madrid-Sevilla.!'"'' vimos entonces habría ocurrido proba'' mente en todos nuestros pueblos, if'- ,. Bilbao y Barcelona. Fluyó el sentim"^ popular, que está muy a fl')r de piel V ta como sangre viva cuando cualquier S" so nos hiere. No pasaba de ser un s'' • 11' miento de dolor. El' héroe representa'ha' juventud, la destreza, el dinero y el tri"-" Era el «virtuoso», v se comprendía ^ bien que sus cronistas dijeran de ci murió «asesi ado por un toro crimina'' Sí, Yo he visto el retrato de ese toro en'•til .ffCl primera plana áz A B C, y daba, en e la sensación de una cara de criminal- i qué? No es fácil decirlo. Esos animal^* ^ '_ ,ü^ pintan los dibujantes norteamericanos , rros, caballos, vacas, elefantes—, niir^ nos con ojos de persona y con una g' ,, sa furia, sen pintados. Este toro ha^"^ y tado el hilo de una vida privilegia o excepcional, y parecía —[perdón!— i(,, si lo hubiera hecho a conciencia. Co^ ^ el sentimiento popular no podía ser S' puro de más duelo. ^ O" tfi Porsentimiento eso es mucho interesante el — j^ vist^ caso: Vallecas-Madrid. Aquí henios < aparecer, al mismo tiempo que el .^^ miento de dolor, un sentimiento de J^ M ¿Se me perdonará si recojo como ^^^'.j)i)' de un tema predilecto la idea del Ma" Jgareño, nacido de la Sagra mancheg^ J ^jí do a ella por lazos filiales que nO " ,{, romper? Tan fuertes son estos la^^ .\\t para romperlos, sería preciso volar la cl« de Toledo, y la de Atocha, que lle^* ^i Vallecas, y los Cuatro Caminos, q"^ ESPAÑA ¿^a/VT"<F íetuán, y es posible que algunas arterias virales. El entierro de ese otro torero muerto ^1 el Mediodía francés; la llegada del cadá^^r en hombros, como el de un rey o un caudillo; el dolor sincero de la muchedumbre, eran ya algo. Pero el rasgo de carácter ^•"amático primitivo fué la ejecución pública "^^ la familia, la aparición de un espíritu vindicativo, que en la hora final del pobre héroe ••fipasa la historia de sus desdichas y castiga ' quienes se portaron mal con él. DeclareJ'^os que no suelen hacer los pueblos esos JiJicios inapelables y esas ejecuciones de tan'0 rigor plástico en la fría y blanda civilizaClon europea. Eternamente va detrás de cada 'Cortejo fúnebre la moraleja murmurando en *c' >z baja. Son los amigos, que conocían las ^^enturas del hombre que acaba de morir; °s testigos de su drama íntimo; a veces los indiferentes, que sólo tenían noticias confu°^s y que se las transmiten como un rumor, lia maledicencia, más grata que nunca cuando sirve para llenar las horas interminables de esos acompañamientos absurdos. En el comentario muchas veces se le rinde justicia al muerto y hay una condenación para los que le hicieron su víctima, los que le explotaron, los que le llevaron a la ruina, los que le hirieron toda la vida con el peso abrumador de un trabajo excesivo, los que le engañaron, y, especialmente —cuando ese caso ocurre—, la que le engañó... Se habla de la ruindad de los padres, de la ingratitud de los hijos, de la crueldad de la mujer, y el cuadro íntimo de la vida familiar aparece como un paisaje del valle de lágrimas. Lo excepcional, lo único, es que el coro disperso una sus voces y sea el verdadero coro de la tragedia griega. Más aún, que no se satisfaga con el planto ni con la sentencia, sino que pase a la acción y se prepare a lapidar a los culpables. Para que esto ocurra, hace falta una tierra y una gente de corazón muy primitivo. ¿La de Vallecas? ¿La de Madrid? ¿La de toda nuestra España, noble, justa y bárbara? E L A L M A S E R E N A DE DON JUAN MANUEL por Carlos Pereyra L os niños d e E s p a ñ a y de la A m é r i c a desviarse de lo normal sino en condiciones española no han sido hasta hoy m u y excepcionales y anormales.» "Hados p o r la pedagogía oficial, ni por ninEl cultivo de los sentimientos estéticos es, sUna pedagogía, sobre todo c u a n d o se trata por lo mismo, una gimnástica moral. libros escolares. Todo paso que se dé para corregir la deMientras en otras estirpes de la h u m a n i - sidia en la formación de una literatura infan^ civilizada el libro d e lectura para niños til, debe celebrarse como un movimiento literariamente noble y editorialmente be- trascendental en el desarrollo de la cultura l o s o t r o s carecemos d e todo escrúpulo, humana. Püei•s fintregamos a la niñez obras mal escriCuando individual o colectivamente sale ^ impresiones descuidadas, la humanidad del analfabetismo, y refirién^^s almas tiernas son acreedoras, no sólo donos al caso del alumno de una escuela "la;5 meditaciones de la generación p r e s e n moderna, cuando el niño deja las envolturas te . •sino a las g r a n d e s literaturas d e todos los rosadas de la ignorancia, se efectúa una in, "^Pos. P e r o h a s t a h o y , bien poco h e m o s dividualización de la palabra^ que pasa a ^^lio en esta línea. tomar el asiento que le corresponde en la i-a educación estética es fundamental para memoria, con el signo gráfico que sirve para íl r] desarrollo del niño, y no constituye un expresarla. Así, toda palabra y toda frase p u r a m e n t e o r n a m e n t a l , c o m o se que leemos es moneda que acuñamos para , ® Comúnmente. El psicólogo Sergi lo dice la circulación mental. Sí la palabra es impropia o la frase desgarbada, nos hacemos "^n m o d o persuasivo: «Por su aplicación ll '^ desarrollo, los sentimientos estéticos circuladores de moneda falsa. ^1 al perfeccionamiento funcional, y , p o r Pasando del signo gráfico al contenido de Siguiente, al perfeccionamiento indivila lectura, hay qye troquelar, como para la ^Uai sirven también p a r a afinar los sentipalabra, el conjunto de imágenes, emociones tiie . '^^os, y sobre todo, los sentimientossim- e ideas que presenten al niño, resumidas en cos. Si se adquiere el sentido de la eurit- expresiones lapidarias, los espectáculos de iJia Como carácter de cada función y de la naturaleza y las manifestaciones más altas acción, la función y la acción no podrán del espíritu. Pát: Núm. 272.—9. En cierto sentido, podría decirse que todo está escrito ya, o por lo menos que casi todo está ya escrito. No hay sino canalizar las corrientes de poesía que bajan de las cumbres eternas. ¿Habéis reflexionado alguna vez en lo que significa la aplicación de un genio literario como el de Lamb a la presentación simplificada de la Odisea para los niños ingleses? Si lo mejor de la educación está en el sentimiento, y si lo mejor del sentimiento está en el amor a la belleza, la más ingente expresión de la belleza está en la poesía. Ahora bien; yo creo que no hay sino una poesía: la grande, la que se ha eternizado en el apólogo indio, en la epopeya de Homero, en el Evangelio de Lucas, en la novela de Cervantes, en el mundo infinito de Shakespeare, en el espectáculo grotesco de Swift... Pero ¿cuántas vidas de hombre son necesa rías para absorber ese tesoro, parte sólo de un conjunto infinito? Demos, pues, a los niños el buen vino añejo, para que digan después por sí mismos si el niño nuevo es digno de un gusto cultivado. «Admirar es el goce más alto de la vida», dijo el autor de un evangelio de belleza. Pero ¿qué cosa debe admirar el niño? La respuesta es obvia: lo mismo que admira el hombre en el conjunto de la gran poesía. El niño no es un ser inferior. El niño comprende cuanto comprende un adulto, menos las complicaciones de la perversidad. Fuera de ellas, ¿a qué emoción le consideraríamos extraño? Experimentad, y veréis cuánto trabajo cuesta desviar el espíritu infantil, imponiéndole las aficiones bajas y antiestéticas del libro mediocre, del clásico anticlásico para niños. Elegid a un niño cualquiera, el que os parezca menos despejado y menos sensible; leedle páginas de Homero, de Cervantes, de don Juan Manuel, de Bernal Díaz del Castillo, de Rabelais, de Goethe, de cualquier gran imaginativo. El espíritu del oyente desarrollará una atención proporcionada al interés que despiertan infaliblemente los creadores excelsos. Después, leedle un libro vulgar, y al instante notaréis los signos de la distracción o de la fatiga en su semblante. Por eso, cuando vi en las vitrinas de las librerías de Madrid un donjuán Manuel abreviado, modernizado, bien impreso, con ilustraciones de una sencillez elegante, como había visto tantas veces en las vitrinas de París el Rabelais, de Marie Butts, en Alemania el fértil Eulenspiegel, en Bélgica a su hermano, el Ulienspígel de Coster, en Nueva York los cuentos shakesperianos, de Carlos y María Lamb, sentí que se revelaba ante mi espíritu de contemplativo una España más dueña de sí misma, a la vez qué más 9o/¥s^ Núm. 272.—10. íntimamente vinculada en la cultura moderna. La obra de don Juan Manuel es tan española como humana. Modernizarla ha sido una proeza que constituye un servicio eminente para la pedagogía de veinte naciones. Yo no sé si España y la América Española se han dado cuenta de la significación que tiene este librito de 136 páginas, como Inglaterra, los Estados Unidos, Francia, Europa, en suma, se dio cuenta de lo que significan las Narraciones de la Grecia heroica, \. por Elsie Finnimore Buckiey. El alma serena de don Juan Manuel se aduna admirablemente, como t o d a alma grande, con el alma infantil. Es el abuelo simbólico que, sentado en el CRÓNICA INTERNACIONAL EL CARBÓN Y SPA A (.Conferencia A de Spa entre aliados y al emanes ha estado a punto de termi|t nar bruscamente. La causa ha sido los sui ministros de carbón que, según el Tratado '• de Versalles, tiene Alemania obligación de hacer a los aliados, especialmente a Francia, '• en compensación de las minas inutilizadas I en el Norte del país. I Los aliados se quejaban de que, estando obligada Alemania a entregar 39 millones I de toneladas de carbón, que fueron rebajadas luego por la Comisión interaliada a 29, I o sea a 2,42 millones de toneladas al mes, I de las cuales 2,08 a Francia, no habían cumI piído este compromiso, siendo, en algunos I meses, los suministros inferiores a la mitad ! de estas cifras. Calculan los franceses que la ¡ producción y suministros actuales cubren I las necesidades alemanas en un 79 por 100 f y las francesas en solo un 59 por 100, en [ vez de la relación debida de un 83 por lOO ' para Francia y un 67 por lOO para Alemania. Los alemanes complican esta cuestión del i carbón con la situación general del país. Hugo |Stinnes, en un mal discurso, eco de los malos sentimientos pangermanistas que en su partido dominan, aprovechó la cuestión para hacer argumento a favor de un mayor ejército que el que los aliados habían dejado a Alemania, pues sin fuerza para mantener el orden en las minas no hay producción segura. Los delegados alemanes hacen depender esta producción del aumento de alimentación y condiciones de vida de los obreros mineros, de los cuales, en último término, depende la efectividad de todas las promesas que pudieran hacer los delegados, y hasta pidieron los alemanes que se desistiera del plebiscito en la Alta Silesia, pues. L sitial del salón y acariciándose la luenga barba florida, apela a su experiencia para evocar todo cuanto engendra emociones placenteras y proporciona enseñanzas provechosas a los amados netezuelos. Es el anciano, que calla lo que tiene la vida de más amargo, reprimiendo las palabras disonantes del desencanto y destilando sobre los oídos atentos el elixir de un dulce humorismo. La adaptación de Tenreiro es una creación. En su primoroso librito, donjuán Manuel es la sabiduría oriental, es la poesía sencilla y fi.ierte, poseedora de la fórmula eterna que presta interés a todo relato: Este era un rey que tenía un hijo único y heredero, mozo de no mal natural, pero turbulento... ESPAÑA nia de conlribuir a ellas con materiales y carbón, a más del pago de 3.000 millones anuales durante cuarenta y dos años, que se capitalizarían en una serie de empréstitoSi uno de los cuales recibiría Alemania. Es interesante el informe que la Comisión alemana ha presentado en Spa. Aunque sus redactores hayan tenido cierto interés en realzar las dificultades de la situación, permite, sin embargo, formarse idea del estado en que la ambición militarista que estallo en 1914 ha sumido a un pueblo. Según e' informe, la población ha disminuido notablemente. En vez de afán de trabajo, reina el cansancio y la intranquilidad. La agricultura ha perdido gran parte de su retidimien' to antiguo. La producción del hierro ha disminuido en tres cuartas partes. La del carbón fué en 1919 de 108 millones de toneladas, o sea el 57 por lOO de la producción deT9i3. Antes de la guerra se calculaba la riqueza de Alemania en 220.000 millones. (1"* cálculos de Steimann Biicher la hacían subir a 350); hoy, después de las pérdidas territoriales, de la flota, de los valores extranjeros, consumo de las reservas y desgaste durante seis años de los instrumentos 0^ producción, será, a lo sumo, de loO.OOO m'' llones. La balanza del comercio revela un3 diferencia pasiva de 50.OOO millones de maf eos. Para un próximo futuro se cuenta con ufl' exportación de 35 a 40 mil millones de niaf' eos-papel, frente a una importación de prinuS' ras materias por 80 mil millones de marcoS' El informe oficial aplica estos datos a ju^ gar la dureza de las cargas que el Tratad" de paz impone a Alemania. Un gravaffl^" de 60.000 millones oro, repartido sobre '* población alemana, supondría una deuda o 40.000 marcos por familia compuesta de cuatro personas, que, al tipo de 6 por ICO, supondría el pago de 2.400 marcos anuales, ^ que, unido a 30.OOO millones, exigencias o^ presupuesto interior, supondría para una 1*' milia de cuatro personas un tributo ao'^* de 4.400 marcos. Y frente a estos datpSj ^ digno de notarse que, según el presupueS' de 1920, la suma de 30.950 millones se <^^ bre por iguales partes con impuestos rectos (15.250 millones) y los indirecto (13.200 millones, más 2.500 millones ?° aduanas). caso de perder las minas por pasar a poder de los polacos el territorio, disminuiría la producción carbonífera alemana. En consecuencia , los alemanes proponen entregar 1.700.000 toneladas mensuales como máximun en I921, en vez de 2.400.OOO, y esto sólo si pudiera asegurarse la alimentación de los obreros y la construcción de viviendas. Estas proposiciones alemanas determinaron el ultimátum aliado y la llamada de los generales para tomar las medidas conducentes a la ocupación de mayores zonas de territorio alemán. Los alemanes niegan a los aliados el derecho a la constante amenaza con la ocupación, mientras que aquéllos afirman que es cuestión de su incumbencia disponer de los medios que crean procedentes para asegurar el cumplimiento del Tratado. Es decir, que la situación no es lisonjera. Por una parte, los aliados no quieren modificar el Tratado de Versalles; aunque éste pudiera ser pernicioso para la economía europea, insisten en su aplicación. Los alemanes, alegando imposibilidad económica, intentan eludirlo, y toman por arrogancia del vencedor las exigencias de cumplimiento, todo lo cual provoca en el país una explosión de odios. Como se ve, no es el de Versalles un ti-atado de paz. En esta cuestión del carbón, Alemania ha Estas son las ganancias del militaris'^^' tenido que ceder ante el ultimátum aliado, y que ha empobrecido al mundo y se etnp eñ3 promete entregar dos millones de toneladas en seguir perturbándolo. con ciertas ventajas en la calidad y excepY es que frente al espectro de Alema'nía ciones en los casos de fuerza mayor, obte- empobrecida se da la desdichada situad niendo que Inglaterra asegure a Alemania el de los países victoriosos con su econo'" tonelaje marítimo necesario a su abasteci- deshecha como precio de la victoria. El P , miento. vencido no paga las pérdidas sufridas. Resuelta esta dificultad, caso de que los puede pagarlas. Sólo alimenta la cólera del aliados admitan la proposición alemana, que- desquite. Y del otro lado impera el mied'^ '^ da la cuestión de las reparaciones. la agresión. Y así, a pesar de la mejof voParece ser que el proyecto aliado supone, luntad, es imposible que Europa se reco'' en primer término, la obligación de Alema- ti tuya. ESPAÑA CRÓNICA AMERICANA C OMENCEMOS por cosas de poca importancia. Comencemos por trasteos de cancillerías. IJicen las agencias de noticias que la RePublica del Salvador ha dirigido una invita'^'on a las otras cuatro Repúblicas centro"'^cricanas, para que, reunidos sus represen^ntes el 15 del próximo septiembre, discu^^ las bases de una Confederación. íHásta dónde podrá llegar la unión de los '^"ico países? O, hablando con precisión, ¿en ^^ grado de posibilidad se encuentran esos Pulses para volver a reunirse? •después de disuelta la antigua y pasajera "'°n, se hizo una tentativa en 1907 para establecer, al menos, ciertas bases de inteS^ncia común y crear un organismo capaz resol- ^r los conflictos entre los cinco Estados. 1^1 resultado de esa tentativa fué la Corte justicia Centroamericana, establecida en ^^•'tago, ciudad de la República de Costa •^ica. , ^as estipulaciones hechas en 1907 llevan 'Implícita la tendencia a una consolidación de ] '°s cinco países. Pero debe tenerse en ^'^'a que si bien hay fuerzas indiscutible"'6 activas que obran en el sentido de la "i^, hay otras, de mayor pujanza tal vez, , ^ Origen eterno, que imprimirán al mo'snto determinadas formas. ^ ^a creación de Ja Corte de Justicia CenI j . l^^ricana se- hizo en Washington, t » — ' bajo —j" ""ección de la cancillería de Washington, •len Méjico tuvo también una intervenen Su"^rnamental, desechada más tarde, aun aparienia, por la tensión permanente j • 'la habido en las relaciones de los Establos ' °^Ünid os con Méjico a partir de la crisis lie;ara güense de igog. Ür c, "i escritor norteamericano, William R. J^^Pherd, que ha dado a la excelente Home q ^'^^^ity Library un tomo de criterio yan5 ^°ore las Repúblicas del mundo iberoiL '^'^ano, dice, con la más perfecta ciarit. > que los Estados de la zona del Caribe p '' sólo una supuesta independencia) d^ que viven bajo una forma de tutela ., Onocida en cualquiera otra parte del K '•'^ se acentúa en casos como el de Ni%K' ^' ^ '^ ^"^ ^^ '® "^^"^ y ^^ ^® quitan % •''"°^' '"'^^ formas de mediatización tan Lg '.^ ' ^^^ ^1 edificio construido para la p. 'on de los Estados Unidos tiene como \u '"^^grante un cuartel destinado a las '^^s de ocupación. ^. ^ ^^^ti'al and South America, by Professor '*• Ca .P'^srd.—London.—Williams and Norga•^'^Ulo sobre Relaciones internacionales. Nnm. 2 7 2 . — 1 1 . 'So/'^Co Dentro de esta condición, la República de Nicaragua ha entregado lo que constituye, no sólo su independencia, sino aun la mera autonomía. Entre las enajenaciones hechas por los Gobiernos de Nicaragua, hay derechos que forman parte esencial de los países limítrofes. Tal es la situación general que una verdadera unión de las cinco Repúblicas tendría que rectificar. ¿Tienen elementos para ello? Encerradas dentro del muro de acero formado por la Marina yanqui, instrumento del capitalismo, que se ha adueñado de los recursos más valiosos en esa zona americana, la tentativa del Salvador será registrada más bien como una heroica protesta, si es que no degenera en una farsa útil a los intereses preponderantes. LOS PROLETARIOS DE AMÉRICA T ENEMOS el propósito de que estas crónicas no salgan vaciadas en los moldes que fabrica la prensa política. Así, cuando hablemos de la opulenta República x'^.rgentina, procuraremos abstenernos de seguir el centelleo de los brillantes del rastacuerismo, y consagraremos nuestro esfuerzo a conocer y describir la situación de los que cultivan el trigo y enlazan los toros» cuyos productos se convierten a veces en champaña para las cocottes de Montmartre. Hay en América un paraíso, del que vamos a hablar hoy. Puerto Rico es el diamante de las Antillas, si Cuba es la perla. Puerto Rico está bajo el pabellón de los Estados Unidos, cuyo Gobierno tiene, como se sabe, el fanatismo de la escuela, del hogar, del respeto a la mujer, de la dignidad humana, y hasta de la ventura de los pájaros. ¿No una tierna y dulce niña, hija del presidente, daba funciones de teatro en la Casa Blanca para propagar sus ideas contra el uso de las plumas en los sombreros? Dos miembros de la American Federation of Labour que visitaron la isla encantadora, vieron a las mujeres desempeñando tareas agotantes en campos y fábricas. Y vieron a niños en edad escolar obligados a devengar un jornal miserable; pero, sobre todo, les impresionó que aquella tierra de abundancia fuera un cementerio di vivos, un campo de concentración, una colonia penal, donde se trabaja y no se come. No se come. ¿Se come acaso café, se como caña de azúcar, se come tabaco? No. Eso se exporta. Eso se convierte en trufas, en faisanes, en vino de Borgoña, en automóviles, en rubias muchachas de Broadway... ¿Trigo para los productores? No; eso los enervaría. ¡Es tan dado a la pereza el obrero tropical! Uno de los comisionados de la American Federation oj Labour^ que visitaba las escuelas de la ciudad de Ponce, presenció el síncope sufrido por un niño hambiento. El visitante oyó de labios de una de las profesoras que son frecuentes los casos de ese género. CAPITALISMO, CANIBALISMO c UANDO se publicaron las declaraciones de los dos investigadores, el mundo de los beneficiarios que explotan el trabajo en Puerto Rico se movió indignado, y gritó: —¡Esos hombres mienten; son bolcheviques! —[Bolcheviques los correligionarios de Gompers! Un portorriqueño que leyó el informe ha jurado, dice, consagrar su vida a luchar contra el capitalismo o canibalismo, monstruo con entrañas de plata y oro, que hace de los centavos y pesetas, indispensables para la vida de los muchos, montañas de escudos y onzas para los pocos. «En la campaña anticapitalista —agrega el propagandista, cuyo nombre sentimos no haber encontrado en los periódicos que resumen estos datos—, en la campaña anticapitalista, guardaos de leer, brutos de aquí y de allá que me escucháis, odio tonto y mezquino al capitalista, pues no es el individuo, sino el sistema el que tiene la culpa... Sistema infame, que produce la deformidad social llamada pobre-, junto a la deformidad social llamada millonario.-¡i EL HAMBRE EN PANAMÁ os capitalistas norteamericanos decían: «Consumada la obra del Canal, esta creación estupenda de la ingeniería tendrá que ser por fuerza el factor de encumbramiento económico de una zona maldita, condenada secularmente a todos los azotes de una cruel naturaleza y a todas las desdichas del atraso.» Si en América no hay cuestión social, como dicen muchos candidos, en Panamá puede haberla menos aún, como aseguran los aduladores apologistas de los arbitros del bienestar, la escuela y la higiene. Don J. M. Blázquez de Pedro, que vive en Panamá, comunica algunos datos extraordinariamente interesantes. Según el señor Blázquez de Pedro, los jornaleros de la zona del Canal ganan apenas lo suficiente para la vida individual de un hombre austero, sin mujer ni hijos. Hay excepciones en ciertos oficios; pero la diferencia no constituye verdaderos privilegios. Las mujeres ganan menos y trabajan más. Una cajera de farmacia y nevería, empleada que no recibe propinas, gana de veinte a treinta pesos mensuales, en moneda de plata, por un trabajo de nueve a doce horas L Núm. dd % 272.—12. diarias. A l g u n a s mujeres q u e trabajan pasan días e n t e r o s sin comer... N o h a y sino ver en las calles d e P a n a m á niños, mozos y hasta h o m b r e s descalzos. N o hay sino visitar los chamizos q u e habitan los trabajadores. No h a y sino enterarse d e lo q u e guardan en sus despensas. E n el interior, n a t u r a l m e n t e , la situación excede a cuanto pudieran representar Panamá y Colón. ¿Podrá esperarse un estudio s i s t e m á t i c o acerca d e la condición d e los trabajadores? Estudio, decimos; no estadísticas amañadas. C u a n d o se n o s habla del P u t u m a y o y d e \Q%yerbales á€\. P a r a g u a y , t o d o s nos h o r r o rizamos, y los más sensibles son los m á s convencidos d e las bendiciones del capitalismo. Esa sensibilidad especial tiene una causa tal vez subconsciente. Mientras haya horrores e n el P u t u m a y o , mientras haya crímenes en los yerbales, se aleja el peligro d e q u e sean denunciados los Putiimayos y yerbales q u e florecen, n o sólo en P a n a m á , en Cuba, en P u e r t o Rico y en otros países d e relativo adelanto, sino e n los c e n t r o s mismos d e la civilización industrial, c o m o P i t t s b u r g y Chicago. EL PANAMERICANISMO SOCIAL DEL MIEDO E XISTE ya un m o v i m i e n t o d e solidaridad continental, formado p o r los aterrorizados e l e m e n t o s d e la explotación económica. El r e p r e s e n t a n t e s u p r e m o , la divinidad; más bien, d e esa corrriente, es el c a v e r n a r i o A . Mitchell Palmer, attorney general d e los E s t a d o s Unidos. La divinidad tiene un pontífice tan i n t e r e sante c o m o ella. El s u m o pontífice d e la n u e v a fe — l a fe en el m i e d o y e n los recursos del m i e d o — es u n b í p e d o q u e r e s p o n d e al n o m b r e d e Nicholas M u r r a y Butler. Nicholas M u r r a y Butler rige y p r e s i d e la Universidad d e H a r v a r d . [Descubríosl H a r v a r d es ilustre p o r sus h o m b r e s d e ciencia y p o r sus investigadores, p o r sus laboratorios, p o r su golf, p o r su maravillosa situación e n el m á s h e r m o s o d e los paisajes d e A m é r i c a . P e r o H a r v a r d se s u p e r a a s í m i s m a p o r el t r a s c e n d e n t a l y sublime cretinismo d e su p r e s i d e n t e . ' ¿Imagináis al h o m b r e d e C r o m a g n o n asist i e n d o al Grand Prix? E s e es míster Butler escribiendo los e n sayos d e su r e c i e n t e libro Is America Worth Daving? ¡Delicioso ironista este s e ñ o r Butler! 1 Vale la pena de salvar a América (los E s t a d o s Unidos)? Sí vale la p e n a d e salvar a América, a m e nazada d e m u e r t e , es necesario c o g e r el chuzo y salir c o n los d e la Legión Americana para r o m p e r cráneos duros d e bolchev i q u e s , d e sindicalistas, d e marxislas, d e h o m b r e s antiamericanos, e n e m i g o s del ideal d e los p a d r e s , del e x c e l e n t e u s u r e r o J o r g e W a s h i n g t o n , el p r i m e r o en la guerra, el prim e r o en la paz y el p r i m e r o en los Registros de la Propiedad. D e b e r í a hacerse u n a edición p o p u l a r d e la obra d e Butler, a fin d e q u e nuestros atrasados países conozcan a este s e r q u e habla d e K a r l Marx, entendiéndolo como podría e n t e n d e r Muñoz Seca el L i b r o d e J o b . BOL CHEX'IOUES Y G A N A D O ; SOCIALISMO y EPIZOOTIAS '>L Gobierno a r g e n t i n o se s o r p r e n d e y j alarma al v e r u n a noticia telegráfica p o r la q u e sabe q u e el G o b i e r n o español prohibe la importación d e g a n a d o argentino c o m o medida precautoria c o n t r a u n a supuesta epizootia reinante en aquel país a m e ricano. E Según La Nación, d e Buenos Aires, n o h a y tal epizootia, y el Gobierno q u e rige los intereses económicos d e l a s calumniadas p a m p a s , se a p r e s u r a a hacer las rectificaciones del caso y a pedir la revocación d e las medidas perjudiciales para los e x p o r t a d o r e s de ganado. E S PA Ñ A de la Encina, I^íez-Canedo, Araquistain, Tomás Borras, Nilo F a b r a , A l v a r o Calzado, etcétera. La Redacción también está escogida c u i d a d o s a m e n t e . Con todos estos elementos d e hombres y técnica, bajo la égi^^ del entusiasmo, laboriosidad e inteligencia de Fabián Vidal, La Voz será pronto uno d e los periódicos más importantes d e Esp3' ña. Nuestros votos p o r q u e así sea. MOTIVOS CREPÚSCULO REPÚSCULO dramático, que tienes una larga hora lívida y un momento de sangre, dale a mi alma una razón siquiera antes de que te acabes; ¡no dejes que en las sombras de la noche se hunda, la pobre, como en una cárcel! C ESTE DOLOR... T^STE dolor impuro y lancinante, JLL fruto de liviandad, pretendió hacer su cómplice del A *, para flechar la Eternidad; mas en el arco poderoso y brusco el efímero dardo se quebró, y de este mal impuro en verso impuro ¡sólo sabremos el presente y yo! TONADA A mañana era muy clara, el camino, muy derecho; el sonar de las esquilas era de la ermita eco. El sol, como una conciencia, echaba sobre el sendero las siluetas paralelas y obscuras de nuestros cuerpos. Las rosas, recién abiertas, daban ansias, no deseos; virginal llama era el día, sin oscilación de viento; y aunque marchábamos juntos, iba entrambos el respeto. L ¿Qué Gobierno d e E u r o p a ha d e m o s t r a d o la misma solicitud c u a n d o los Estados d e A m é r i c a e m p e z a r o n a seguir las reglas del p a n a m e r i c a n i s m o blanco, e n t r a n d o e n las vías d e una palmerización desenfrenada? A lo q u e e n t e n d e m o s , el d i p u t a d o a r g e n tino Carlos Meló es el iniciador d e una ley q u e «sirve d e salvaguardia contra e l e m e n t o s e x t r a ñ o s , causa d e degeneración física o d e p e r v e r s i ó n moral»; d e u n a l e y q u e tiene p o r objeto conseguir «la exclusión d e e l e m e n t o s malsanos eliminados p o r E u r o p a » . ¿Qué sucedió en la mañana para que ocurriera aquello? El asunto tiene tal importancia para las clases g o b e r n a n t e s , q u e a u n se ha creído necesario reunir un Congreso internacional a m e r i c a n o c o n t r a las ideas subversivas. Se establecerá un sistema para examinar, aislar y r e e x p e d i r h o m b r e s , c o m o S'i examina, aisla y r e e x p i d e g a n a d o . La luz se tornó rojiza; pasaron rachas de fuego; un hálito sofocante trajo de lejos deseos; y el sol, demasiado alto, DO proyectó en el sendero las dos sombras, separadas tan sólo por el respeto. SEGUNDAS NUPCIAS "LA V O Z •' ESDE hace unos días se publica en M a drid un nuevo periódico d e la n o c h e . La Voz, dirigida p o r el antiguo colaborador d e EsPAÍÍA. y amigo nuestro, d o n E n r i q u e F a j a r d o , m á s conocido p o r Fabián Vidal, n o m b r e d e pluma q u e ganó gran resonancia c o m o crítico militar d u r a n t e la g u e r r a . La Voz es, en lo tipográfico, un diario excelen te; en lo periodístico, vivaz, vario, a m e n o ; en lo político, burlón, c o m o c o r r e s p o n d e a este período d e decadencia y monotonía; e n lo literario, c o n u n a colaboración discretam e n t e escogida: R o b e r t o Castrovido, Juan D M UJER: la ley y la muerte te han consentido cconocer» dos hofflO' sin que el cieno mordente de la injuria ponga indelebles manchas en tu escudo. Embozada en la toga, que mil veces cubrió putrefacciones de pecado, pondrás en la balanza del recuerdo el gusto de los besos diferentes; y mientras inocentes mesalinas buscan, por los caminos de la carne, un ideal imposible, satisfecha entre los pliegues de la honrada toga, sonreirás con tus labios voluptuosos, que saben ablandar los juramentos, a la Diversidad, la tentadora «sirena de la tierra». t A. HERNÁNDEZ C A T ^ ESPAÑA 90/ ¥é DIÁLOGO DE AQUILES Y ELENA por Alfonso Reyes E SCENARIO no muy vasto, no tan vasto como se asegura: la cabeza de Walter Savage Landor. Ambiente romano convencional. En el fondo, templos en ruinas, grises, ol^dados, duermen con una solemnidad fotoSi'íSfica. Abundan las inscripciones jurídicas, '^5 piedras históricas. La yerba, descolorida, i-as cigarras han huido de todos los árboles •~~írboies en forma de parasol—. Parece lúe nunca hubo cigarras, o se las confunde Con Unas viejecitas romanas que hierven su Caldo, a mediodía, entre las grietas del Capitolio. A lo lejos —clara campiña— se colum"••^n, como liras abiertas, los cuernos de los to•"OS latinos. Anochece. Aquiles y Elena, en primer término. Ella, de pie; él, tendido, reclinado sobre la yerba. 'Unque hechos a todas las cabezas, se encuentran incómodos: hubieran preferido un escenario mñs adecuado. ¿Qué han de hacer '^uí, entre kis de.spojos de la gente romana? I^-'" Landor! Muy a tu pesar, los dos se acuerdan, en (excelente griego arcaico, del *^5camandro, de los muros de Ilion, de las "aves huecas en la playa. ^-ste diálogo acontece inmediatamente ^^Spués del que escribió Landor. Es como ''•""la de bastidores adentro entre gente su9ue se ha violentado para representar un ^^' drama: Aquiles, amoscado de haber he"O el necio; Elena, más que sofocada (¡nues^^^ pobres mujeres!) de haber hecho la niña boba. 'ín Landor, Aquiles se preocupa de las 'tas ajenas, y ostenta puerilmente la atra"'a botánica —botánica de maestro curan''''0. de saludador— que heredó de su prePtor Quirón. En Landor, Elena, al recono*" a Aquiles, sólo piensa en suplicarle que Y," naga de ella su esclava, su hembra. Y ena —todos la conocéis— ha dicho siem]^^'- *Si en algo me complazco yo, es en que "^os los hombres me hagan su escla\a.> _ ^i"ü las hipóstasis están sujetas a los ca'chos de la mente que las concibe. Y nuiles y Elena, muy a su pesar, salieron al «Se,diario del diálogo como quiso Landor, aron un poco (|rara charla, por cierto!; IPer, ^'^regrina concepción de Grecia! Una chartejida de interrogaciones y excl- nacio1 •'' y, al íin, abandonaron la esc na. Y (j /^^ ^ue no saben a qué dioses darse, meUn°^ ^" aquella cabeza más bien romana: escenario no muy vasto. ^^i^iles trae el resquemor de las últimas palabras que le hicieron decir: cierta alusión muy lamartiniana al corazón, a! único sitio vulnerable. Elena trae la incomodidad de haber tenido que portarse con miedo y dar unas disculpas ociosas (¡ella nunca se disculpó!); de haber dicho tanta trivialidad. Las liebres, entre las ruinas, se burlan gloriosamente de su meditación, correteando como faunos y ninfas que se persiguen: Y Elena: —[Oh, cuan puros éramos ayer! Aquiles finge no escucharla; pero lo denuncia un cantarcillo que le viene a los labios, que musita entre dientes, y que dice, más o menos: «Sí, sí, cualquiera tiempo pasado fué mejor.» Como Elena es mujer mimosa (de niña, sus hermanos la subían a sus caballos), conversación que se propone no la perdona. Insiste: —¿Aquiles? ¡Oh, cuan puros éramos ayer! Aquiles, como todo ser dotado de naturaleza doble y confusa,es meditabundo, dado al silencio. A veces, descuidaba la guerra, divertido con la vista del mar. Quién afirma que lo ha oído requebrar a las olas, diciéndoles: «Sólo tú me comprendes.» Quién asegura que lo ha sorpr.índido confiando sus secretos a los caballos de su carro y cuchicheando a sus orejas: «Pero no se lo digas a nadie; ni a Patroclo.» Su doble naturaleza lo hace concentrado y altivo. Algo tiene de los animales domésticos, que no siempre entienden bifn lo que les queremos; algo de los poetas, que casi nunca escuchan lo que les decimos. Aquiles es tan inconsciente y profundo como Elena es avizora, locuaz, dueña de sus alfileres y sus encantos: ¡buena mujer, al fin! Aquiles no experimenta la necesidad de hablar. Tampoco ama precisamente a Elena, a despecho de la suspicacia de Landor. Si la amara, comenzaría por declararlo. Los griegos no disimulaban su placer, ni su ira, ni su miedo. (Antes del combate no era extraño verles llorar.) Pero Aquiles piensa que no es necesario conversar con Elena: basta contemplarla. Tiene razón. Y, sin quererlo, por el hábito de la duda metódica, tan desarrollado en los seres de doble esencia, se pregunta si, después de todo, Elena será tan hermosa como dice la fama... Medita, compara y resuelve: —Es, en verdad, muy linda. Pero... ese cuello blanco, tan largo... Bien se ve que es hija del Cisne. Elena, aunque acostumbrada a estos chis- Núm. 2 7 2 . — 1 3 . morreo» vulgares que corren entre las comadres a propósito de su paternidad y su nacimiento, protesta con una patadita ligera. (¡La infiel tiene unos pies de diosa!) Y, ya irritada, insiste con un tonillo impertinente: —[Aquiles! [Aquiles! ¡Centauros te habían de educar, que no en la corte del rey de Francia! Por los pies de plata de tu madre, ¿no me harás caso? Escucha; ¡Oh, cuan puros éramos ayer! ¿Qué me respondes? Aquiles, cuyo sentimiento del espectáculo es a sus horas más hondo que el de las cigüeñas de Egipto ante el crepúsculo (rojo y oro sobre el Nilo, palmeras de cobre, inmensidad), ha sorprendido el piececito inquieto de Elena; ha oído la invocación —algo imprudente— a los pies de plata de su madre; asocia lo que ve con lo que oye. Medita, compara, resuelve: — [Si ésta hubiera tenido los pies de plata! ¡Ay, pero ni una huella en el suelo, ni cómo rastrearla y seguirla! [Triste Menelao! Más ligeros son los pies de Elena que los míos. Ella, como Iris, no toca el suelo; pisa en la voluntad de los hombres con unas pisadas invisibles, como tentaciones. Sus plantas huelen al jugo de todas las flores. ¡f)h, qué hurtos, qué correrías por los jardines! Elena a todos los hombres podría decirles; «¡Acuérdate, acuérdate de aquel día!» Elena, anonadada, se sonreía trémulamente. Si aquello fuera galanteo de jovencete o reclamo de enamorado, ahí de las habilidades y composturas que ella sabía. Pero oírse elogiar así, en tercera persona, frente a frente y —como si fuera cristiana— ¡por sus pecados!, es cosa que la desvanece, trémulamente. La luna, entre las ruinas inoportunas, asoma, vieja Celestina, fría a la vez que rozagante, pagada de sí. Algún pajarraco burlón, en el horizonte, desde su rama, proyectado sobre el astro como una sombra chinesca, lo picotea, lo picotea, con un regocijado chiar. Cuando Elena advierte que ha anochecido, echa atrás el manto, descubre los brazos hacia la luna, y canta: —El ansia de la tierra está suspendida de mis manos... Es una antigua canción de rueca. Los ojos de Elena relampaguean furtivamente hacia Aquiles, el soldadón. Aquiles se acuerda de la infortunada Briseida, su dulce esclava. —El ansia de la tierra está suspendida de mis manos. Venid a buscarme por las tapias de mi jardín, al hora en que duerme mi señor y enmudece la pajarera. Las fuentes se han vuelto de luz. ¡Ay, Romeo! ¡Ay, Calixto! >En la sangre de mi palomar se han teñido vuestros halcones. Al hora de la alondra os iréis de mí. Venid a buscarme por las tapias de mi jardín. »Me cortejaréis con adivinanzas, como Salomón a la reina Balquis. Yo os propon- Núm. 272.—14. dré los enigmas que me enseñaba mi nodriza la Esfinge, con que supe conducir al Infierno, como a tigre por el cordón de seda, a aquel caballero alemán que me evocó, espantado, desde el trípode de las Madres. »E1 ansia de la tierra está suspendida de mis manos. »iAy padre, hermanos, esposo míol No os lo ocultaré: lo han querido todos los dioses. Me ostentaré desde la torre de Troya, para ver a los que luchan por mí, y todos lo adivinarán en esta cabellera desordenada, en esta cabellera que me denuncia, revuelta con las hojas del suelo, »Gira, gira, gira, rueca mía, devanando el hilo déla plata. Las Parcas ya no saben tejer. Las princesas llamarán a los pájaros para desenredar la madeja. Lo que haga de día la hilandera casta, yo lo desharé por la noche. |Kedes de la mar, redes de la mar! | 0 s he tejido con mis cabellos de cáñamo! ¡Túnica, túnica de mi amado muertol Yo la tejí para él; la teñí en mi sangre venenosa. »Y el ansia de la tierra está suspendida I de mis hábiles manos. »Día llegará: mis taloncitos sonrosados os redoblarán sobre el corazón. Día llegará: os llevaré en rastra al cielo, estrangulados en mis trenzas de cáñamo. Porque yo soy vuestro dueño. Hombres, todos los hombres: «¡Acuérdate de Aquel Dial», gritadme to1 dos, y yo desfalleceré, trémulamente.» —Bien —comenta Aquiles a media voz, mientras ella se recoge en el manto, jadean; te, y lo abre y lo cierra como las alas de IJ! una mariposa lunar—. Bien: el gusto, algo asiático, poco ponderado: confusión de estilos y de épocas; el sabor, de clavo; el olor, de mirra. Pero ello va con las aficiones del tiempo. Y menos mal que no ha hecho el menor caso de estas ruinas romanas. (Arde bajo la luna, al fondo, una ruina en forma de herradura, desportillada como una dentadura vieja.) Y: —¡El ansia de la tierra está chorreando de mis brazos! -—exagera Elena, arrebatada, mientras, en una ola de luz, la túnica se le arrolla a los pies, formando un nido, de donde salta ella, dorada, desnuda, hija del Cisne. »Forma substancial de la luz. Cisne, flor de hielo: ahógame en tu cíngulo de seda, y yo flotaré, cabellera inútil, sobre el río en que se baña mi madre —¡oh hermanos míos!—, mientras vuestra honestidad se da topes en los picos de las estrellas.» Y después, cruzando los brazos, arrullando su propio seno: —Dos gemelos traigo yo en brazos, dos hermanos de leche. Castor se llama el de la izquierda, y el otro es Pólux. Tiemblan como corderinos los dos. Los Caballeros del Día y de la Noche, mis dos hermanos, me buscan cuando me les pierdo en las nubes crepusculares. Dos estrellas traigo en las manos: una la ambicionan para su corazón los E S P A Ñ A •d&i^6>i mancebos; la otra la imploran las vírgenes para su frente. »Día llegará, día llegará... Yo soy vuestro dueño, y me transfiguro siguiendo la ley de vuestros anhelos. Pero hay que desfallecer: algo inefable nos reclama.» Y Elena tirita, entre la noche. Entretanto, Aquiles, como marido que despierta de mal humor: —¿Elena? —¿Aquiles? —Mis grebas están sin lustre; mi escudo padece abolladuras; el filo de rñi espada está sordo. Haz que todo me sea alistado para la hora de partir. Elena, descuidada, exhala su alma en una canción indiscreta: LA —Volveré contigo en cuanto el otro... Pero se detiene, sobresaltada, al canto del gallo. Aquiles, ya entre sueños y desvaneciéndose, reintegrándose en el color y los perfiles del suelo, tiene pesadillas de mi' tólogo. — Esto del talón vulnerable... —masculla—. Gota hereditaria... Juventud disipada de mi padre Peleo... Sólo tú me comprendes... No se lo digas a nadie, ni a P^' troció... Elena, entretanto, el vello cuajado de rocío, corre de puntillas a refugiarse en el tronco de cualquier árbol. Y el gallo, a voz en cuello, clarinea: — ¡Acuérdate de aquel dial HUELLA PERDIDA por Claudio de LIBERTAD EJÁBAMOS la ciudad al amanecer. Un mar hondo, transparente, nos separaba ya del puerto. El barco cruzó la Isleta. Como final de un acto, la niebla comenzó a bajar. El telón tocó las aguas, y la tierra desapareció, poco a poco, definitivamente. Quedamos entonces rodeados de niebla; y oíamos, sin embargo, como un prodigio de la escena, las campanas de la catedral, oscuras, emocionadas... D MILLONARIOS ERO ¿usted cree todavía que esa mujer pide limosna por capricho? ¿Es usted tan candido que ha aceptado la leyenda de los pobres ricos? Mire usted, amigo mío: yo no creo en eso. Creo más bien que los humanos todos aspiran sabrosamente a un bienestar. Vivir sin fatigas, sin quebrantos, sin la dolorosa tarea de la convivencia, es el dulce anhelo en esta vida. Y este esfuerzo para la tranquilidad, aun en el más avaro y en el más pródigo, nos hace derrochar y guardar dinero, y hasta ni una cosa ni otra. Es imposible que usted crea que esa mujer pide por pedir, sin noción clara de su acto. ¿Que es rica? ¡Ja, jal Y casi le faltan las tuerzas para andar, y anda; y viste tristemente, y tiene hambre... Sí, señor; tiene hambre. ¡No sabe usted la dolorosa impresión que me produce el oír cómo se llama naturalmente, a una mendiga, rica y caprichosa! —Verá usted; allá en mi tierra, lejos de P (I) Del libro que con este título publicará en breve nuestro colaborador Claudio de la Torre. la Torre esta Castilla andrajosa y mísera, hay tambié'' pobres. Pobres hay en todas partes dono^ se viva con dinero. Allá se vive. Entre lo pobres de mi tierra tuve yo, en un tiemp"' cierta simpatía. Jamás hice caridades, y es' gran delicadeza me proporcinó su amista^' Hablaban con frecuencia de mi esplendió posición económica, cosa que a ellos entr'^' tecía y daba motivo de justa discusión. tJ día les oí quejarse; un pobre negro que ap^ ñas se hacía entender por ellos, había reun'' do una fortuna, según decían, que ocultab» ferozmente. Se trataba de que la repartiC Yo escuché sus razones, y, convencido, ^ fui en busca del negro. El negro vivía sobr el mar, en una cueva espaciosa. lintfs. '-' negro no estaba. A poco le divisé tend'o sobre unas rocas. Me acerqué, y le dije s veramente: —Amigo mío, sé que es usted mi''" nario. El negro me miró sonriendo, y luego se puso a temblar. Yo insistí. El bajó la cabe resignado. Entró en la cueva, y le vi esca bar en un rincón. Sacó una caja brienta, su caja de caudales, y me dijo: —Es verdad; tenga usted mi dinero Yo conté; había treinta y siete pesetaS' Me reí estrepitosamente... y repartí la ' tuna entre los pobres. EL ENEMIGO EDIA noche. El tren se detuvo. Af^^ una estación pequeña, envuelta P la bruma, se pegaba a los cristales del gón. La luna, en menguante, apenas le tada del horizonte, bañaba el límite de llanura con una claridad siniestra M ¿?o/¥69 ESPAÑA Núm. 2 7 2 . — 1 5 . Se encontraron algunas veces, y ni siquieLa niña despertó; sintió frío. De pie, jun- Fritz. El gerente, beligerante a su manera, ra se miraron. ^0 a la puerta del coche, distinguió un nuevo decía a cada paso: ^''íijero. La luz casi velada del pasillo le caía El puente de plata de la amistad conti— ¡Mentecato! ¡Sustituir a Fritzl ¡Fritz, Sobre la frente; era alto, delgado, de perfil por lo menos, no es neutral!... nuaba, sin embargo, tendido, invisible y mis^Sudo;se alisaba el cabello, como procurando Nuestro alemán, entretanto, no osaba pa- terioso. ocultar algo, y brillaba la mano pálida en sar cerca del Banco. De lejos lo veía, y se (Cuatro años. Fritz entristecía de modo 'odos los movimientos. Más las uñas. Los contentaba. alarmante. El gerente sonreía: °los, de vez en cuando, fijaban la mirada, y —¡Ser un enemigo! ¡Qué pensaría mister —Oh, to morrowl •^sspedían resplandores de esmeralda, inten- White! Y el mañana llegó. El armisticio, nunca sos, rápidos. El viajero entró, inclinando Pero mister White no le abandonó. Por más doloroso, fué lluvia del estío en la ciu'geramente la cabeza, y se sentó frente a la caminos extraviados, extrarradio de la vigi- dad. Fritz comienza a renacer. .iQué espera '^'ña. La niña le miró con curiosidad. ¿Dón- lancia consular, enviaba mensualmente un nuestro buen amigo el alemán? ¿Qué busca ^^ lo había visto antes? sueldo clandestino. Fritz estaba asombrado. rondando el Banco a altas horas de la noche? —¡Oh, mister White; excelente mucha- ¿Por qué acerca el oído a las puertas cerraEl tren corría por los campos, como si l^ubiese perdido la vía. Tan pronto pasaba- cho! ¡Gran país Inglaterra! (Ach, mister das de la oficina, percibiendo el silencio, y lUnto a una hondonada, un árbol o una mon White! P^iner kerl! England, was lür ein por qué se le ilumina la cara con una sonrisa maliciosa? '3ña. Parecía perseguir, buscando el mejor grosses Land!) 'lamino. La niña no se dormía; sentía un 'Malestar profundo, un frío distinto, que le •^Día por las piernas temblorosas y le Ilega^ al corazón, desvaneciéndola. Después, un M A D R I D Calor en la cabeza, en la boca. El viajero ^'lora sonreía. ijDe dónde venía este viajero? La niña se ^ovi6. Los ojos de fuego se le clavaron en pecho. Cruzando los brazos, con el cuerpo por Oandonado, comenzó a rezar. El hombre ^sapareció. El tren se detuvo de nuevo. La Ramón Gómez de la S e r n a 'la miró a todas partes; buscó al viajero Por los rincones de la nueva estación. La '^^va estación, como la pasada, era un jirón L disco del xilofón es el que más suena chas de servir, hijas de Vallecas, no se oyen ^ bruma. Entonces sintió una angustia muy en todos los gramófonos del domingo. más que insultos al tren: «cucaracha», «ca sfande, un deseo irresistible de llorar, de P'tar... Y se quedó dormida. Y soñó que la Por esta profusión de xilofones parece que iraca», «cangrejo». Se teme que el tren, al suenan alegremente los huesos de todos los oír todo eso, se pare o vuelque. basaban , en la boca. de las casas en que suenan (los huesos de El trayecto a Vallecas es largo y está melos niños en las notas delicadas y los de los tido en una cuneta, en medio del sol más UN DOLOR mayores en las graves). seco, por entre los trigales más secos, ya (EL ALEMÁN Y TAL) rastrojos de paja brillante, de la que no que¿Cómo les duele tanto las muelas a los al- da ya más que el cañón, porque en todo el ODO el daño que el armisticio sembró por Alemania trajo de bien y de es- quilas de los simones, en domingo sobre término de Vallecas la cosecha es precoz y ^^fanza para Fritz. Fritz, viejo empleado del todo? es peligroso que se agoste o que caiga sobre ^nco Anglo-Africano, veía acercarse el moella el peor de los granizos, el granizo que gato de recuperar el empleo. El empleo El domingo las señoritas de los balcones estaba destinado a Madrid para romperle "abía perdido allá en el año IQlSi por la se pasean por ellos como el lobo en la jaula, todos los faroles y todas las claraboyas, gra^ ave presión de Londres. Fritz era emplea- de un lado al otro del balcón, de un lado al nizo contra los grandes pecados mortales de re sucursal, y, por añadidura, alemán. otro del balcón. la corte. , ^^ vio, pues, en la calle, ante un porveVamos en ese tren perdidos como codor"" "tenebroso, sin dinero, sin oficio, lejos de El domingo es el día de ir a Vallecas. En nices debajo de los trigos, disimulados entre ^ cajas —Fritz era cajero—, tan llenas de Vallecas se encuentra uno con el domingo los matorrales hirsutos, perdidos como la Cuerdos como de libras. La despedida de cara a cara, viéndole en toda su evidencia, cochinilla va perdida por la vereda entre las . ''z fué a]go dramático. Abrazado al geren- su nitidez y su estulticia. tierras de labor. .' ^11 fraternal amigo, inglés de pura cepa. Para ir a Vallecas se coge un tren hecho Por fin llegamos a Vallecas, extraviado, de cajones y con una máquina enana, el tren como descubierto, igual que en los avances cómo llegaba, por primera vez, una en que viajó Gautier, no camino de Vallecas, de África descubren los soldados un pobla^•"aña emoción a conmoverlos. Francia es'aba niuy distante, y en la sucursal africana sino de Andalucía, porque este tren y esta do, tan fracasado como el primer día, sin no . ^e oían, ni remotamente, los ecos del ca- máquina hacían entonces ese recorrido. (No ayuda de nadie. Casi no existe pueblo. El domingo se lo ha comido, aunque lo de^- El gerente le decía, completamente me creáis ni una palabra.) Se le espera en el Puente de Vallecas, de- vuelva con su último bostezo. Está uno perdido en el campo en Valle~Don't cry, please. Can you believe it? biéndose sentar uno en la penumbra del café Lo cierto es que Fritz se encontró en la Nueva Numancia, para que no se nos paren cas. Es el pueblo como incrustado. "^ail En la plaza sólo hay dos o tres puestos de ^- Fué un día de luto en la oficina. El las moscas en los ojos y para no ver el es'ib: ° de caja quedó abierto, olvidado en pectáculo deplorable del escabeche bajo la chucherías para los niños: almendras, rosas, triesa, con su letra alemana como un gran plaga, ni el de las salchicherías, tan la- torraos y barras de dulce. Las moscas se comen materialmente las cosas, y no puede crdimiento. mentables también. Un;joven neutral de la oficina sustituyó a Ya en el tren, entre numerosas mucha- ni quiere tampoco oxearlas la pobre mujer. D E T O M I N G O Núm. 272.—16. Disuadiríamos a los niños que vienen con sus cinco céntimos a elegir una chuchería; pero nos contenemos, porque pensamos que esa será la vacuna de todas las enfermedades, y si salen de la prueba vivirán mucho. Una vieja, quizás la auténtica «Viejecita», que se ha trasladado a vivir aquí, pasa desconfiada, mirando de reojo, con la cabeza y la frente cubiertas de eso de que se cubren las de los niños de tres o cuatro meses, cuando todavía no se les puede lavar ni tocar porque aún está el cráneo abierto. (El de la pobre viejecita se ha vuelto a abrir.) Pasan unas señoritas vestidas de verde, del verde de las tablillas en que se anuncia lo de cPuente de Vallecas» en los tranvías, verde venenoso, verde enfermedad, verde difteria. Todo en seguida resulta monótono, se re- LA VIDA EL TEATRO DE LOS NIÑOS. NOTÁBAMOS, en el número anterior, algunas opiniones de relevantes personalidades argentinas acerca del teatro, tomándolas del gran diario bonaerense La Nación. Otro número recién llegado a Madrid continúa la serie con unas palabras del doctor Ángel Gallardo, presidente del Consejo Nacional de Educación. Lo más interesante en laj declaraciones de un hombre que niega entender en el asunto es lo que se refiere a li influencia del teatro en los niños. El problema del «teatro de los niños», que tanto ha dado que hablar aquí, sin llegar a resolverse, lo trata el doctor Gallardo con sumo acierto; he aquí un fragmento de la entrevista: «—¿Considera usted factible que los autores arj^rentinos compongan obras de teatro infantil para las escuelas públicas? —No veo inconveniente en que se compongan tales obras. ¡Clarol Pero siempre que sean bellas. Siempre que sean morales. Y, sobre todo, siempre que no estén escritas «en tonto>... La mayor parte de los adultos cree que para aproximarse al entendimiento de un niño hay que escribir ingenuidades y tonterías, cuando, en realidad, los niños tienen más imaginación que los hombres. Observe usted cuando los niños juegan: les bas tan cuatro sillas para creer que viajan en un tren, y les basta un canasto para imaginarse que tienen a sus pies un abismo. Intente usted convencerlos de que el abismo es un canasto y de que el ferrocarril son cuatro sillas... Se reirán de usted, que no posee ese exquisito caudal de ensueños —esa varita mágica de la imaginación— que transforma A QóHk r pite la misma mirada cien veces, como s! la proyección del pueblo fuese la de un cristal de linterna, cristal inmóvil y único. El domingo está escalfado en esta plaza, llena por el humo del tren, que aquí reposa y se para hasta el próximo viaje, dentro de media hora. No hay una cervecería ni una dulcería. Sólo pone en una tapia: «Especialidad los garbanzos finos de Castilla»; pero no vamos a comprar garbanzos para obsequiar nuestro tedio mientras sale el otro tren. Por fin, viendo cómo las moscas cubren, como las obscuras alambreras acampanadas, las chucherías para los niños, llega la hora de salir de Vallecas, y montamos como sobre la montura de un burro en el asiento del vagón de este tren, que es como los carritos en que los niños se llevan unos a otros entre tumbos y zarándeos. LITERARIA y eleva las vulgaridades de la tierra. Los niños consideran zonzo a quien no los compren(''e, y casi siempre aciertan en su juicio... — ¿Cuáles medios considera usted que deben ponerse en práctica, a fin de que los buenos autores argentinos escriban obras teatrales para niños? —¿Estímulos artificiales? [No, señor! No creo en ellos. Nunca creí en la belleza de las obras hechas de encargo. Si alguna persona de talento y de corazón «siente» a la niñez y se dirige hermosamente a ella, ¡bienvenida sea! No creo que le falte entonces el estímulo público. Pero con concursos, premios, etcétera, es probable que sólo se obtuvieran grotescos mamarrachos. —¿Qué opina, doctor, de los niños que trabajan en los teatros? — ¡Es uno de los espectáculos más tristes, más dolorosos, más crueles! La explotación de esos inocentes, expuestos a toda clase de peligros morales, hiere la dignidad de quien los mira. Cuando se hace intervenir a esos niños en obras de carácter lascivo o simplemente equívoco, considero que se comete un delito. Sí, señor, un grave delito que debiera estar expresamente penado como corrupción pública de menores... En pequeñas fiestas familiares o escolares de aficionados, sin propósitos lucrativos, pueden intervenir niños sin mayor peligro. Pero conviene evitar que su amor propio se excite demasiado o que se aficionen mucho al exhibicionismo. Con mayor razón se evitará lo que pueda despertar sus sentidos. El profefionalismo teatral debiera estar prohibido hasta cierta edad, como se ha legislado sobre el trabajo de las fábricas y sobre otras profesiones peligrosas.» No hace mucho hubo en un teatro de esta ESPAÑA corte, en uno de los más favorecidos por el público durante su habitual temporada —habitualmente desastrosa para el arte—, cierta «compañía infantil». Algo de lo que aquí se recoge se dijo entonces, no con la autoridad ni con el convencimiento necesarios. L^s compañías infantiles son cosa malsana que a nadie contenta. Niños y grandes, por mot'' vos diversos, se encuentran poco a gusto efl esas representaciones. En cuanto a las obras del llamado «teatro de los niños», la declaración de que a 1°' niños divierte lo que las personas mayo''^' no entienden, pudiera dar lugar a dudas. Será buena para los niños una obra que 1" sea también para los que han pasado de es* edad, dentro de unas estrictas exigencias o* moral y de arte, tan imperativas las u"*^ como las otras. Precisamente en otro número de L(i J^^' aón vemos ahora un artículo de Alberto o Ángelis acerca del Teatro dei Piccoh, P^'^' blecido en el palacio Odescalchi de R""' desde 1914 por Víctor Podrecca, que va emprender un viaje por distintos palsea de Europa y América con sus muñecos a"-' tores. El Teatro dei Piccoli realiza cump''^* mente las condiciones que se n^quieren p^ la diversión de chicos y grandes. La susti ción del comediante por el muñeco h^ sonreír a muchos de nuestros empingc"" dos genios de la escena. Mas, casualnien al supriinir el cómico — no alsLipi¡mirlo, 6' al sustituirlo — se aparta el mayor inCOO niente con que ha trojjezado aquí toda r^ zación análoga. Del intento de Benaveo fracasado, aún pueden quedar algunas o» del mismo Benavente y de Valle InclaOi tre los que recordemos; pero queda bien, agravado por las recientes experie" de Pascuas en el Español y en la PrinC el ejemplo de la imposibilidad de H^^ _ cabo alguna cosa buena con nuestros p' sionales. ^ El muñeco, por de pronto, carece de nidad. Además, tiene sus recursos esps les: le está, en parte, negada la imp''° ción, pero la sustituye con una estilita • \-n se£^ expresiva que rige todo el conjunto = & leyes armónicas. No aspira a dar la ^^ ^ ción de la vida, como el teatro realista un» cual casi nunca lo consigue: aspira a "dar „ spn«af!ón n prnliar a rrp«ihlp a loS f l " ^ sensación peculiar, accesible a los ocup»' los que saben prescindir de sus pre" g clones o razonarlas hasta convertir e & ^ el razonamiento. , AO Da el Teatro dei Piccoli ejemplo ?^^^^^^. de amplitud crítica en la admisión de ^ Tiene sus clásicos: véase la lista de ^^^I^Q representadas, según el artículo oe de AnPfelis: El gato con botas, de Perrault, c ° " ^ ¿e de ca de Cui; La caperucita roja, ^^^ de Perrault y música de Cui; La Cenicí^f^ l^^i^ Perrault, con música de Massenet; >o/ ESPAÑA «f/ rey Farfán, de los hermanos Quintero, '^'n música de Vives; Piñoncito, de Coliodi, '^on música de Giannetti; El amor de las '^•r naranjas y El pajarito Belverde, de Car°s Gozzi; las obras cómicas: La Serva Pa'^''om, de Pergolesi; El barbero de Sevilla, ^^ f aisiello; Don Juan, de Mozart; Livietta ' ^racollo, de Pergolesi; La ocasión hace al "•drón de Rossini; El elixir del amor, de °ni2etti; Crispino e la Gomare, de los h éranos Ricci; La campanilla del boticario, de °nizetti; IJ)S novios, de Petrella; las come'as del arte: Arlequín en las camas que vue"•", El jugador arrepentido. Los dos golosos; ^pantomimas: Fátima,\iz!\\e: persa; Pierrot '"• mariposa, Dido abandonada; las farsas usicales: 11 signor Bruschinos, de Rossini; ^ zapatilla extraviada en la nieve, y las dirsiones para títeres El negrito en la soga, "^ tres ladrones. El equilibrista y el payaso ^ '-a abiielita milagrosa. 0?oí ¥é>é algunas afirmaciones suyas, y logra en la guerrilla causar algún descalabro al general victorioso. Para Lyautey la Constitución democrática de Atenas tuvo la culpa de su caída ante los espartanos de Lisandro. Para Lyautey a Napoleón le llegó su Waterloo, que es el verdadero, no sólo porque Soult había reemplazado a Berthier en el mando del Estado Mayor, sino por otras molestias que le ocasionó la necesidad de resolver dificultades suscitadas incesantemente a su paso por la Cámara de representantes, o, lo que es igual, por el parlamentarismo. Y Souday objeta: Si a la Constitución de Atenas se la hace responsable de la derrota de Egos Potamos, también hay que atribuirle las victorias de Maratón y Salamina; si a Napoleón le vencieron por el régimen parlamentario, ¿cómo le vencieron los ingleses, más parlamentarios todavía? Núm. 272.—17. haces mucha falta aquí para que estemos completoa. Nadie dirá que nos sobras, ¡oh guerrero inexpugnable! ¡Qué íias de sobrar, si tu sable vale más que nuestras obras! El señor Cavestany se ha sentido modesto por sí y por sus compañeros de Academia. Tanta modestia es acaso excesiva; si hablase en primera persona, no disgustaría a nadie... y estaría más cerca de la verdad. LA LEY DE J U R I S D I C C I O N E S T ^ N la Cárcel Modelo se halla detenido, a J~^ disposición de la autoridad militar, el escritor socialista José López y López. La ley que le amenaza es la de Jurisdicciones, que de vez en cuando aún da señales de vida. El delito consiste en la publicación de un folleto. Temas vulgares: Patria y Ejército. No sabemos qué ha podido encontrar el juez militar de punible en las páginas de este folleto. Se refiere, sí, a temas militares y los trata desde su punto de vista socialista; y no eremos que sea delito el mero hecho de abordar temas militares sin renegar de las convicciones a que todo hombre libre tiene derecho. Parece inoportuna la persecución que sufre López y López. La ley de Jurisdicciones caminaba h a c i a el desuso. Pendiente de aprobación se halla en las Cortes un proyecto aboliendo esta ley de excepción. No hay Gobierno que no haya consignado en su programa esta imprescindible exigencia de justicia y sentido jurídico. Por eso creemos que la detención de López y López no tendrá consecuencias desagradables y que el juez sabrá interpretar el Císo con amplio criterio, devolviendo la libertad al encausado y sobreseyendo el proceso a su debido tiempo. "^ro al lado de estos clásicos hay también La totalidad del discurso del general fué ^^ lucida falange moderna. Los más mo- un himno a la Francia victoriosa... y un sus^rnos compositores de Italia, Casella, Ma- piro por el antiguo régimen. El general no ^P'ero, Lualdi, Respighi; pintores de ten- entra en la corporación por sus actuales ''Cías avanzadas, como Depero y Prampo- méritos de guerra: se le h a b l a elegido 'i poetas nuevos, como el francés Pierre en I912. °ert-Birot, han contribuido al éxito del EL FONDO DEL BAÚL ^tro dei Piccoli. Ahora prepara obras de ^°2art, de Wa gner, de Stravinski. WEYLER NO HA DE SER MENOS. ^caso más que nadie los pequeños misA Academia Española quiere ponerse a , ^> a quienes se pide su opinión, facilitantono con la de la República vecina, y ^^ papel en que escribirla y recogiéndola se propone llamar a su seno al bizarro genezones especiales, puedan señalar el caral Weyler, que acaba de ser agraciado con no del éxito, aunque esto último, que quiel título de duque de Rubí y grandeza de Qé a veces gran resultado, nos parece un España. El fondo del baúl considera esto j'° artificial. como un triunfo propio. En efecto, el día de / a mejor crítica es la explosión de la ale' del asombro, de la sorpresa, que un la recepción todos los invitados, lo mismo j "^0 infantil nunca finge; un observador que el ilustre procer, según costumbre, sauto de la sala, durante la representación, carán del fondo del baúl sus mejores galas, *^^ sacar enseñanzas sutilísimas y leccio- sus trapitos de cristianar. Una consideración ha determinado el lla'nestimabl es. , liigo Cipriano Rivas Cherif, .ipor qué no mamiento del general Weyler a ocupar el P' ^ntre nosotros un Teatro dei L-'iccoli}— sillón que la Academia le destina. No es la EÑOR director de ESPAÑA. Mi distinguido de sus obras literarias, ni la de su elocuencia "'TILO. amigo: Como lector constante de ESPApersonal: ya se sabe que lo de «limpia, fija M Á S GENERALES EN LA ÑA, me atrevo a dirigirle esta carta con la y da esplendor» no reza con don Valeriano, ACADEMIA F R A N C E S A . que intento contribuir a la buena informaEs que la Academia ha dado forma españo- ción de la revista, en lo que a «La vida liteI ^^ la recepción del general Lyautey la al famoso verso francés, tan repetido en raria» se refiere. He podido observar, hasta A acaba de ser ocupada militarmente la estos últimos tiempos: ahora, que existe en esta sección una genestnia Francesa. El general, o sea el Rien ne manque a sa gloire; il manquait a la nStre. ral curiosidad para toda manifestación liteDe darle forma presentable en español se raria, nuestra o ajena. Curiosidad que siem\ ^''•^i y la Iglesia, o sea monseñor Du"esa,^i el primero, con una elocuencia pre- ha encargado uno de los académicos, para pre alcanza una interesantísima aportación \ de datos, preciosa para los lectores. No es quien la versificación apenas tiene secretos: |, ^c Viejo militar; el segundo, con un flo ditícil hallar, frecuentemente, apuntes o no1¡(" '"genio de viejo eclesiástico, hicieron hemos nombrado al señor Cavestany. La ver- ticias de otras literaturas, comentarios a la Pf "^ente las delicias de la concurrencia, sificación no tiene secretos para él; pero su nuestra, tan necesitada de justa crítica, que ^Via \\ "^^íite maltratada por los porteros obra nadie la conoce. Es decir, nadie la co- van formando poco a poco en el espíritu de noce más que El fondo del baúl, que lo sabe las gentes un afán sincero de revisión. ^ ' a entrada del Instituto. La curiosidad del redactor le ha llevado \^"'^inador de Marruecos cantó las vic- todo; no será hoy, sin embargo, tan indishasta países verdaderamente exóticos. Com6^ coloniales de la Francia republicana, creto, que reproduzca la nueva obra maesprendo que con este calificativo nadie, ni \ "^ ^ tanta parte ha tenido su acero. Mas tra; le bastará un trozo, el más significativo, nuestros políticos, entenderá la alusión a CaIÍQ '^ fué alabanza de la política democrá- por cierto, para dar idea de... eso. Las dos narias. De Canarias ha hablado alguna vez. H^ "^e las ha determinado. La democracia primeras redondillas dicen así: Dos, recuerdo, más próximas: cuando el últi^^^ Parece bien al general más que en sus timo libro de Tomás Morales, y cuando unos Recibe nuestros respetos, versos, bellos y diminutos, de esa gran poeP°s. Paul Souday recoge en Le Temps noble duque de Rubí: L CARTA ABIERTA S ESPAÑA dol y?í? Núm. 272.—18; tisa en miniatura que es Josefina de la Torre. Sin embargo, se prepara ahora, en Las Palmas, a l g o indudablemente interesante que, por lo visto, no ha querido recoger «La vida literaria». La ciudad canaria quiere inmortalizar la figura de su hijo más ilustre, de don Benito Pérez Galdós, en un monumento de Victorio Macho. Prepara, además, una solemne velada necrológica. Y se da el caso, quizá por primera vez en la historia de las PÁGINAS A L F R E D veladas en provincias españolas, de prescindir del docto aóadémico. No irá siquiera un orador político. La Comisión organizadora ha acordado, esta vez, evitar en lo posible efectos teatrales, sustituyéndolos, con todas las ventajas, por la palabra exacta y sugestiva de Enrique Díez-Canedo. Esta es la noticia. Y esto, señor director, no lo ha dicho «La vida literaria». Mande siempre a su amigo y s. s., q. e. s. m., Néstor de la Torre y Millares. EXTRANJERAS K R E Y M B O R G Entre los nuevos poetas norteamericanos, uno de los más discutidos es Al/red Kreymborg. La revista Others, de que tomó nombre un grupo radical de escritores, ha afrontado _ muchos ridiculos y reñido muchas batallas. Las poesías de Kreymborg, reunidas con el titulo de Mushrooms {Setas, ¡gió), capturan muy a menudo en sus ritmos libi'es un pensamiento original^ una imagen nueva, y no siempre huyen de la trivialidad o la extravagancia. Hay en los más de sus versos ese humorismo lírico que caracteriza, en los diversos países, a la poesía nueva. Otro libro suyo, Plaj^s for Poem-Mimes (igi8), encierra seis breves dramas para muñecos. « Los que han visto representadas estas obras —dice Poetry— refieren que con la representación ganan inmensamente en belleza e intensidad.it Están concebidas, de modo primordial, para la escena; las palabras, trágicas e irónicas, del poeta, sugieren, sin ernbargo, esa plenitud, como ocurre con toda verdadera obra dramática. La lectura de una obra dramática nos da de ella un conocimiento semejante al que de una obra artística puede darnos un fotograbado; asociando a ella el recuerdo de la representación o de obras que hemos visto representar; el efecto de la lectura puede acrecentarse; pero sólo tendrá plena eficacia la representación misma; aunque a veces, por defectos materiales, la representación no sea más que un trasunto aproximado de la obra poética.—E. D.-C. TEOLOGÍA L A noche es lona d e circo. Las estrellas, agujeros q u e los malos han abierto para espiarnos. ¿Por qué no han de ser los dioses como nosotros? ¿Por q u é no pagan para e n t r a r como e n t r a m o s nosotros? ¿Son pobres? ¿Son gorrones? ¿Temen que los t o m e m o s por payasos? Y a u n q u e así fuera, ¿no son los payasos los dioses del circo? ¿Pues q u é quieren ésos? Decidles q u e bajen y e n t r e n sin miedo. No nos gusta q u e nos estén mirando d e s d e fuera. Es molesto para los q u e trabajan. ¿QUÉ H A C E R ? f q u e es absurdo s e r tan dichoso, Y aún es más g r a v e ser tan bobo. Y p e o r aún estar chiflado: ser tan dichoso y sin un cuarto. En los bolsillos, mira, n o hay nada; y aún soy más p o b r e : busca en mi casa. Ni t e n g o c r é d i t o : ¡si estoy t r o n a d o ! ¿Ser tan dichoso y sin un cuarto? S ¿Tabaco? ¡Nada! Y estoy c o n t e n t o . ¿Comer? ¿En dónde? Y aun más me alegro. ¡Vaya! ¿Qué hacer? ¡Absurdo caso! ¡Ser tan dichoso y sin un c u a r t o ! VISTA L A nieve, ay, sí, ya lo c r e o , es blanca y bonita, blanca y bonita, bonita d e veras... d e s d e mi v e n t a n a . E l mar, ay, sí, ya lo creo, es v e r d e y tentador, v e r d e y t e n t a d o r , t e n t a d o r d e veras... d e s d e la orilla. El amor, ¡ay, sí, ay, sí, ya lo creo, sí, d e veras, sí ya lo creo! DICE E L HOMBRE j / ' Q U I E R E S a aquella mujer? \ ¿ Sí, a la q u e yo m e figuro. ¿No es la más bella d e todas? Sí, p o r q u e tal m e p a r e c e . ¿La d e corazón más bueno? Sí, p o r q u e y o así lo estimo, ¿Y otra como ella no habrá? Sí, la q u e tú quieras. E L ÁRBOL o soy cuatro monos. Uno se q u e d a colgado, como de !a cola, parloteando, a la tierra; o t r o se llena la panza con pulpa d e coco; el t e r c e r o en las ramas cimeras se mofa del cielo; y el cuarto... da caza a otro m o n o . ¿Cuántos m o n o s e r e s tú? Y VIEJO M A N U S C R I T O l. cielo es un buen p e r g a m i n o antiguo en el q u e escriben su diario la luna y el sol. Para leerlo t o d o hay q u e ser lingüista más d u c h o q u e el P a d r e Saber. E y visionario más sutil q u e la Madre Fantasía. Mas p;ira sentirlo hay q u e ser apóstol: hay que ser más q u e íntimo, por haber sido s i e m p r e el confidente único, tal como la tierra o el mar. MISTRESS A R T E vieron trabajando sus vagos ojos brujos, y la mirada q u e los encendió de pronto reveló el deseo de su corazón, d e s e o q u e al i n s t a n t e dejó escapar su lengua: «¡Ay, Niño! Ven a mí. Sírveme. Escucha: Q u i e r o una copa azul de oro.» Y él hizo para ella la copa azul de oro. «No está mal», ella dijo. «Pero ya m e ha cansa Quiero un canto de amor.» Y él le hizo un canto de amor. «Mo está mal», ella dijo. «Pero también me cao* Q u i e r o una sirena esculpida.» Y él hizo para ella la sirena esculpida. «No está mal», dijo ella. «Pero también me cao Quiero una mariposa anaranjada.» En lugar de la mariposa anaranjada, le dio él una queja: «Basta, Señora, no p u e d o más. Basta, Señora, estoy cansado. Ay, basta, basta. Señora, estoy enfermo, me caigo, m e muero...» Pero ella no le oye. Sus vagos ojos brujos ven trabajar a otro. Y en seguida la oyeron gritar: «¡Ay, Niño! Ven a mí. Sírveme. Escucha: Quiero... IDEALISTAS RBOL h e r m a n o : ¿Por q u é creces y creces? ¿Piensas que un día llegarás al cielo' H e r m a n o Arroyo: ¿Por qué corres y corres? ¿Sueñas q u e un día llenarás el mar? Pájaro h e r m a n o : ¿Por q u é cantas y cantas? ¿Sueñas.,.? Muchacho, (por qué hablas, y hablas, y hablas? L A' UN DÍA C L A R O C ~>iELo: ^ No ¿Es q u e ¿Es que Cielo: Súbeme hay nada afectado en ti. eres azul tusólo? tú solo e r e s alto? hasta ti. GRABADO E RAN e n t r e todos siete, vestidos d e negro, siete cuervos silenciosos, en pie, no del todo verticales, j u n t o a una caja de ébano; y en la caja, el octavo, t e n d i d o y horizontal. (Traducciones de E, D.-C.) NUEVO TESTAMENTO y P N V I E usted a la Sociedad ^}' ^ blica, Flor Alta, 2 y 4, Madn^' 1,35 pesetas en s e l l o s de ^^''''^fj y recibirá un ejemplar esmera'' mente impreso y artísticam®".^ encuadernado e n t e l a , d e ^^ colección de escritos d e l ^^f tianismo primitivo, c u y o ^^.j? aumenta a medida que pasaO *,, :-: : : g e n e r a c i o n e s . '•'• '_,, MADRID.—Imprenta de Fortanet, Libertad, i9-