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'REccióN
RADO, I I
M.ADPiD,
Y
.
ESR\MA3
ADMINISTRACIÓN:
CALLE
APARTADO DE CORREOS NÚM.
TELÉFONO 5 . 2 3 3
17 JULIO
1920
DEL
139
PRECIOS DE SUSCRICIÓN: MADRID Y PROVINCIAS,
UN SEMESTRE, 7 PTAS. - UN AÑO, I 4 PTAS.
= =
EXTRANJERO, UN AÑO, 2 5 PTAS.
•
SEMANARIO DE L A VIDA NACIONAL
CANÍCULA
Y
L
A acción parlamentaria, política, indirecta o como se quiera denominarla,
no ^^ aviene con la estación canicular. La
, '3ción adecuada al parlamentarismo es el
^'erno. El ejercicio físico de la oratoria y
"Calefacción natural que proviene de los
^""pos humanos constituidos en asambleas
S'siativas, bastarían para combatir eficaz' ^nte el frío, aunque no se hubiese inventa^ola Calefacción a vapor. Con este invento,
•"ecintos parlamentarios gozan de buena
^"iperatu ra, y la necesidad de gesticular y
^'lerar es menor. Todos vienen observando 1
'a evolución de la oratoria española en el
"•'do de una mayor sobriedad y compos"^^^ Serán diversas las causas de este fenó,. '^o; pero si algún filólogo o historiador
fario quiere estudiar científicamente el
°t)lema, no podrá omitir ese detalle de la
^'acción por agua evaporada.
El calor, que dilata los cuerpos, contrae
Casi
a nada el arte de la elocuencia. Calor
(Parlamentarismo son irreconciliables. Una
[fin
, "^^Peratura alta seca la garganta y dificulta
^^plosión oratoria, añade pesantez ai
<:Uer
Po y hace torpe el gesto tribunicio, y,
, ""e todo, impide la congregación de graniiasas, sin las cuales no hay elocuencia
Sible;. Una interpretación climatológica de
Política de un país daría imprevistos reos. Tal vez la Historia no sea, en últidistancia, sino una expresión temperatu• c-s curioso que temperatura y tempera'Ico tengan la misma etimología y a veces
'^'i'fiquen 1 o mismo. El temperamento
. 'amentario corresponde, sin duda, a las
^"^Peraturas frías. Por algo Inglaterra es la
^re del moderno parlamentarismo: sin
1 "-lima inclemente, es probable que no hu1 fa decapitado a Carlos I, el antiparlamen°> si lo hizo, fué por defender el Parlaj, "^'o, esto es, un refugio contra las frías y
adoras nieblas del Támesis.
1 . ^y otras razones que explican la diso^, ° i del sistema de política parlamentaria
directa en verano. Los políticos de tipo
^nientario propenden a las dolencias
donares. La continua vociferación a que
POLÍTICA
les obliga el invierno, y la atmósfera viciada
del salón de sesiones y de los chids políticos,
debilitan considerablemente el aparato respiratorio.
Emigran al mar y a la montaña a cargar
de oxígeno para la nueva temporada los
castigados pulmones. Luego vuelven tonificados y estentóreos. Por otra parte, el verano, con el amplio escenario de delicias naturales que ofrece, es la gran estación de la
intriga política. Los noticieros están lejos de
la playa y del monte, la prensa sestea lánguidamente, y no registra las idas, venidas y
conciliábulos de los políticos con la policíaca curiosidad que en invierno.
Las grandes maniobras políticas de otoño
se preparan en el estío, bajo los árboles, en
las casetas de baños, en las salas de juego o
en los pecaminosos rincones de los cabarets.
¡Meses de preocupación y zozobra para
quienes están en el Poder! Saben que se
está incubando la tormenta que va a herirlos, y aunque sean duchos en el pararrayos,
temen el advenimiento otoñal, que es época
en que caen las cosas maduras, frutas, cabezas o Gobiernos.
El calor es propicio, al contrario, a la acción directa. El frío, el viento, la lluvia y
todos los demás atributos del invierno invitan escasamente a la lucha violenta en las
calles. En cambio, el verano, con su luz embriagadora y sus múltiples ardores, que excitan los nervios y la sangre, convida a huelgas y conatos revolucionarios. En invierno
es difícil vivir mucho tiempo sin trabajo. En
verano, lo difícil es trabajar. La huelga es,
pues', algo así como el estado natural del
estío.
Pero este verano promete ser, en general, apacible. Hay unas cuantas huelgas
en curso, una muy seria en Ríotinto, por la
insolente actitud de ese señor Brov/ning
que dirige las minas, especie de virrey o
gobernador de esa colonia inglesa en España; se repite el caso aún reciente de la
huelga de Peñarroya; veremos si el Gobierno repite también la intervención para reducir a obediencia y orden a esos audaces
ASO VI.-NÚM. 272
extranjeros. Pero nada indica que este verano se extreme la acción directa. El Partido Socialista, al cambiar de gobierno en su
último Congreso, se ha comprometido a
una táctica de acción más viva, sin repudiar
por eso la acción parlamentaria. Pero el
Partido Socialista forma algo así como el
Estado Mayor de la clase obrera organizada; el grueso del ejército lo compone la
Unión General de Trabajadores. Con motivo de la Internacional de Moscú, estas dos
fuerzas, la directiva y la numérica, se han
escindido. El viejo Estado Mayor del Partido Socialista, al ser depuesto en el último
Congreso, se ha afianzado al frente de la
Unión General de Trabajadores. El Partido
Socialista se ha quedado, pues, sin masa sobre quien ejercitar su nueva táctica; no le
queda otro recurso que irla conquistando
poco a poco.
Por de pronto, parece que los directores
del Partido Socialista deben esperar poco
de la Unión General de Trabajadores. Hay
una declaración expresa de Largo Caballero
en una entrevista con un redactor de La
Voz: la Unión General de Trabajadores
-—vino a decir— no irá a una huelga como
la de 1917, esto es, a una huelga para sustituir la Monarquía por una República burguesa. Y como tampoco es probable que
vaya a ningún otro género de huelga revolucionaria, porque en otro caso no habría
las discrepancias que ha habido entre adversarios y partidarios de la Internacional
de Moscú, resulta que la declaración de
Largo Caballero asegura a la Unión General
de Trabajadores un período de inacción revolucionaria. Satisfecho habrá quedado el
Gobierno de esta espontaneidad de Largo
Caballero, habitualmente tan sagaz y discreto. No es prueba de sabiduría enseñar las
cartas al enemigo.
A falta de fuertes acontecimientos colectivos, es posible que algunos españoles de
estirpe clásica, sin duda estimulados por la
canícula, nos amenicen este verano: aludimos a ese par de bandidos que han hecho
su aparición en dos tierras también clásicas
de bandidaje, Galicia y Andalucía. Por lo
visto son esos los últimos bandidos románticos. Un bandido práctico de nuestro tiempo
ESPAÑA
Núm, 272.—4
no ejerce el bandolerismo contra la ley, sino
a su amparo, y en vez de saquear a los ricos, esquilma a los pobres, en forma de cacique, de acaparador, de comerciante de todo
género, de consejero de grandes Compañías.
El perfecto bandido es hoy un hombre de
orden. Sólo los trastornos psicológicos que
engendra el calor explican el recrudecimiento del bandolerismo romántico en Galicia y Andalucía.
M A R I A N O D E CAVIA
UÉ Cavia el hombre que no quiso ser
más que periodista. Con igual razón
podríamos decir que Cavia fué el hombre
que no se contentó con menos que con ser
periodista. Parece que nace en un periódico, sobre las cajas, y que no se aparta del
periódico para morir; antes al contrario:
parece que ha muerto porque le apartaban
del periódico.
Aun los que no están conformes del todo
con sus maneras de pensar, con su espinoso
españolismo, con su casticismo cerrado, no
dejan de pasmarse ante su tenacidad de
uno y otro día, cuando ya tenía bien conquistado el reposo.
Este hombre, que conversaba diariamente con un extenso público, que estaba al
tanto de lo que ocurría en el mundo, y hasta en el otro mundo, era, en cambio, poco
dado a las exhibiciones y a comparecer
ante las muchedumbres. Un corro de amigos y un montón de papeles le bastaba.
Todo lo pasado, en la fecha oportuna, acudía a su memoria a enlazarse con el vivaz
comentario de lo presente.
Dio también entre nosotros el máximo
ejemplo de la influencia directa de un escritor en una sociedad. Muchas «ideas» suyas pasaron, de ser asunto de crónica, a ser
impulso de movimiento. Fué, así, un verdadero escritor político, sin militar activamente en las filas de un partido, como fué,
en realidad, un académico, aunque, llamado
por la Academia, no llegara a ocupar PI sillón que se le ofrecía.
Nosotros hemos escrito en más de una
ocasión palabras de disentimiento acerca de
alguna determinada opinión de Mariano de
Cavia; pero siempre vimos con admirativo
respeto su actitud decidida de viejo liberal
al lado de los ideales nuevos, su empeño en
suscitar elevadas cuestiones, su clara y fecunda vena de escritor.
F
A los señores que nos honran enviándonos espontáneamente trabajos de colaboración^ les recomendamos que guarden copia,
pues no respondemos de su devolución, en
caso de no utilizarlos, ni sostenemos correspondencia sobre ellos.
P
O
L
E
M
A
R
I
O
por
Luis Araquistain
Tampoco es útil esta clase de emigrante a'
sistema
colonial británico, porque sus fflO'
•LEI director de las minas de Ríoiinio manifestó a la Comisión obre- dos de intemperancia y la dureza de su e^
ra que no le reconocía la represenpíritu pueden ser fernientos de rebeldía ^
tación de sus compañeros.-»
independencia. Su lugar adecuado son I"*
{Los periódicos, en sus informa- países extranjeros, donde el Poder público 1
ciones sobre la fiuelga.)
los órganos de opinión se prestan, servil "
A psicología del emigrante inglés suele interesadamente, a colaborar en sus proced''
ser la opuesta de la del emigrante es- mientos de antigua colonización esclavista'
pañol. Cuando el español emigra, general- No le importa ser tea revolucionaria, p^"^'
mente es porque busca un medio social que vive en país extraño, ni teme un saC'
superior, más adecuado a sus necesidades dimiento de independencia nacional, porqi^
espirituales y materiales. Los mejores espa- no todo el mundo ve la similitud de una C'
ñoles son emigrantes de hecho o en poten- loiu'a territorial y una colonia economía
cia; si no se marchan corporalmente, se — mil veces peoría segunda que la primef^'
ausentan en espíritu. En Inglaterra, al con- a causa de la irresponsabilidad de los corff^
trario, cuando emigra un hombre es porque pondientes virreyes o directores de empf'^
usuaimente necesita un medio social inferior sa—, y son pocos los que sienten la necesi
donde poder desplegar sin trabas modos de dad de concluir con el ominoso vasallaje.
El inglés de tercera clase— por ejemp' '
conducta incompatibles con la atmósfera
director
de una mina — se instala como "
moral de su país.
Si nos es lícito el método un poco arbi- monarca absoluto en territorio conquista" '
trario de las clasificaciones, dividiremos a Destruye pueblos — como en Riotinto '''
los ingleses en tres categorías. El inglés de impide la asociación de sus obreros, disp""
primera clase se queda en su patria, perfec- poco menos que de sus vidas y hacieno*'
tamente adaptado al sutil tejido, cada día persigue a los organizadores de masas, l^S,
más fino, de respetos a la personalidad que de las autoridades y Tribunales de just'''
envuelve la vida social británica. El inglés encarcelamientos y destierros de sus doi"
de segunda clase emigra a sus colonias y nios, corrompe hombres públicos con co
dominios. Su aleación moral, más baja, le sejerías y cargos abogaciles, compra p^"^'
lleva a medios sociales menos respetuosos dicos para que no le ataquen, o le defien''
con la personalidad humana. (Esta categoría o guarden silencio — las variedades de
podría subdividirse en algunas variedades, corrupción son numerosas —, y se burla
•según el emigrante se dirija al Canadá, o a huelgas, intervenciones y laudos del ""(J
Australia, o a la India o al Egipto; pero, público. El absolutismo, que va desap^'^
para no complicar el tema, prescindiremos ciendo del mundo político, impera aún ert
de ellas. También prescindimos de la clase apogeo en las colonias económicas fundada /
de emigrante pobre y perseguido, el irlan- dirigidas por ingleses de tercera clase, coí"
dés, por ejemplo, de psicología semejante a míster Browning, el director de las co'"
la del español. Aquí sólo nos interesa, no el de Riotinto.
ENVÍO
emigrante que huye de una dominación, sino
el que se ausenta para mejor dominar al
usted, mi querido don Roberto Cu"'
prójimo.)
ninghame Graham, ¡lustre escocéSi d«
UN
INGLÉS
DE
TERCERA
CLASE
L
El inglés de tercera clase emigra a países
extranjeros de rudimentario desenvolvimiento económico, generalmente a la América ibérica, pero también a algunos países
europeos de capitalismo indígena rezagado,
al Este y al Mediodía; España conoce bien
ese tipo de emigrante británico. Esta clase
de inglés necesita abandonar su país. Lo exi
ge la buena marcha evolutiva del país mismo, porque el inglés de tercera clase pertenece a ese linaje de hombres iolentos, autoritarios, irrespetuosos con sus semejantes,
sobre todo si-son obreros a sus órdenes, que
son la llama y el viento de las revoluciones.
A
prímísima clase, casi andaluz de adopc
caballero de la pluma de todas las bel'^
y todas las justicias, quijotesco hasta ^
tipo de hidalgo hispano, millonario colé
vista, poderoso accionista de Riotinto,
recuerdo de lo que alguna vez habla
años atrás, en Londres o donde se hall^i
envío estas líneas y esta advertencia: -^
ingleses de tercera clase, hombres turbu
tos y despóticos que no admiten mer'"
su poder absoluto y se niegan a recon
las Asociaciones obreras, son «indeseaD
en Inglaterra y en las colonias y dom'
británicos porque hacen de fuelles sobf
.
^
^
,
.
2o/</^Y
ESPAÑA
°?ueras revolucionarias y sobre las guerras
^ independencia, también representan un
grave peligro para la paz de los pueblos eco"•micamente colonizados y para las buenas
'aciones internacionales entre estos pue-
R
í
O
T
E
N 1888 la metralla de los soldados de
España consolidó en la cuenca mineas Ríotinto el poder de la Compañía extra"J^ra. Noventa y dos mi Iones de pesetas, Pagadas por compra en 1872, fueron el
"tul
° de dominio. Desde aquella fecha Río"'° es inglés. El virrey de la colonia es
^'5r Browning, nombre muy oportuna^f>te sugestivo.
•"'I Londres regula la «Ríotinto Mining
, '^pany» el precio del cobre. La extrac, '^ del mineral, las posibilidades del traba^^ la mina, dependen de los intereses del
•"cado. Ríotinto podría pro lucir mayor
"tidad de cobre. No la produce, y la ra26a ^3 que las minas d-- Ríotinto, aunque
tncli
avadas en España, no lorman parte del
Coa
'pli'jo económico español, sino que est5n
'gadas a los ints'reses de la economía
\V ^sa. La consecuencia es que los trabaja"^''s de Ríotinto suíVen hambre, y que los
^ aptos buscan en la emigración refugio
"'•"a la miseria.
r. *"* mina, sin embargo, no está exhausta.
^•^e al esfuerzo las vetas y filones apri"onad,os en la roca. Pero el agio comercial
^na y manda que se desp.dan obreros.
"-Clonando los más dóciles. El personal,
"^cido, no trabaja a diario. Por estas cirh, ^tancias, el jornal medio del minero de
I 'nto oscila entre 3,50 y 4 pesetas. En
. ^sto de España es de 8 a 10 pesetas.
barreneros de contramina se decíaraj . ^fi huelga, pidiendo tres pesetas más
Hai "^'' ^® decir, menos aún que los jorP ^ de sus compañeros de España. La
Pañía ha declarado, por la autoritaria
^^ míster Broviming, que concederá a
."nos
1 "* nada y a los otros ni cinco céntimos.
K empleados de las oficinas, que en huelI anteriores hicieron causa suya la de la
jjj "^"^^sa, se han unido esta vez a los trabaja ""^s de la mina, los que manejan el pico
Cj "^rreno. Es un síntoma digno de men''arse.
IQ "empresa alega empobrecimiento para
U ^^eder a las demandas, aparte de plañid , ^ tradicional cuestión de dignidad que
tratar de poder a poder con los
'lo °^'' "^"cho más ahora que los empleaL ^^ han rebajado a los proletarios. La
1|Q ^^^3 es pobre, pues sólo reparte 28 mi%(»
ganancia anual. Las acciones, hay
' '"^'^onocerlo, han bajado de 2.300 pese-
Núm. 2 7 2 . — 5 .
blos y la Gran Bretaña. Ya no va quedando
espacio para estos ingleses de tercera clase
en el mundo. Tendrá que buscar otra isla
John Bull.
(De La Voz.)
I
N
T
O
tas, en 1912, a 900 pesetas en 1920. La
disminución correspondiente del dividendo
es obstáculo para que puedan comer los
obreros españoles que codician esas tres pesetas más diarias. Sin embargo, las pérdidas
de la «Ríotinto Mining Company» son ganancia para los manejadoras londinenses y
los magnates del cobre. Lo cual no impide
a míster Browning solicitar la buena voluntad de los obreros sufridos para que sigan
trabajando a un precio ínfimo, a fin de salvar el negocio de la ruinosa Empresa.
El director de Ríotinto plantea el problema sobre tan sólidas premisas, que ya al
plantearlo ofrece la solución al Gobierno. La
lógi-a se vuelve contra los intereses de míster Browning y de la explotación inglesa.
Ante la declaración de pobreza de míster
Browning, ¿cómo se atrevería el Gobierno a
coaccionarlo para que conceda a los obreros
el aumento de jornal pedido? El (robierno no
tiene derecho a causar la ruina de una Empresa. I'ero la cuestión presenta otro aspecto. Este es el aspecto español. Parece probado cpe en esta tierra feliz es imposible humanamente vivir con un jornal de 3,50 pesetas. La emigración no resuelve el problema, porque el Gobierno no puede resignarse
a que la economía nacional se empobrezca
perdiendo brazos. Urge, pues, en el caso de
Ríotinto, arbitrar una solución de gobierno,
que impida a la Empresa sostener un negocio ruinoso y evite que los trabajadores se
mueran de hambre. El remedio ha sido ya
ensayado con éxito en otras ocasiones. Consiste en la incautación, pura y simple, de las
minas de Ríotinto. Claro está que se trataría
de una incautación provisional, hasta que el
Gobierno, resolviendo dificultades de otro
orden, y fomentando en la bocamina misma
la industria metalúrgica y de aprovechamiento de productos, se decidiera a socializar todas las minas de España, para que las
de Ríotinto, a pesar de obrar en régimen de
excepción, no sufrieran, a su vez, como represalias, un régimen de excepción.
Véase, pues, cómo el conflicto de Ríotinto, planteado por una cuestión de salario,
se convierte en problema nacional, que exige inmediata solución. No se resuelve dando
la razón a los obreros o regateándosela a la
Compañía. Se resuelve reincorporando las
minas de Ríotinto al sistema de la Economía
española. Y mayor dificultad que la del pabellón inglés defendiendo intereses industriales privados de sus subditos, sería para
esta obra nacional la resistencia de los políticos sometidos al dorado yugo inglé.s, que
es comunión fraterna de libras esterlinas.
Los hombres que manejan los negocios públicos son, antes que servidores de la nación, criados del capital. De ellos no puede
esperarse la incautación de las minas de
Ríotinto. Tiene que surgir de las entrañas
mismas de la nación una fuerza que la imponga.
La historia de la colonización inglesa en
Ríotinto, si no llega a los horrores de Putumayo, a los del Congo, ni a los procedimientos en práctica con los negros africanos, es
de sobra cruel e injusta para ser tolerada
por un pueblo civilizado. En Ríotinto no hay
ley. Es Ríotinto un gran señorío regido por
la arbitrariedad. Tierras y viviendas son propiedad de la Empresa. En caso de conflicto,
conmina a los obreros que las desalojen. Si
alguien se muestra reacio a obedecer, lií^ne
Browning autoridades civiles y judiciales que
traen a razón al rebelde. La Compañía tolera
o expulsa a quien le venga en gana. No hay
fuerza que se le resista. Forma y deshace a
su antojo los Ayuntamientos españoles, con
aquiescencia del gobernador de la provincia
El obrero español que reside en la cuenca
minera de Ríotinto está por completo entregado a una potencia extranjera. Más le valdría, para el respeto de su persona y sus derechos, trabajar en Gibraltar o en Inglaterra,
donde las leyes protegen a nacionales y extranjeros, que en Ríotinto, donde el capricho
de míster Browning es ley, el país su propiedad privada y los obreros sus criados.
La actual huelga ofrece un ejemplo de los
procedimientos por los cuales se gobierna la
colonia. Míster Browning ha prohibido a los
Economatos suministrar géneros a los obreros en huelga. Esta medida, no sólo pro luce
el encarecimiento del doble en primeras materias, como el pan y el aceite, sino que priva de alimento a los obreros por las dificultades de abastecimiento, que corría casi exclusivamente de cuenta de los Economatos.
De esta manera poco escrupulosa pretende
la Compañía reducir por hambre a los huelguistas. Y contra este indignante procedimiento no se sabe que el Gobierno haya tomado más medida que la de custodiar con
fuerzas del Ejército y Guardia civil los Economatos, que acaparan primeras materias,
mientras que los estómagos de los huelguistas padecen hambre.
Las culpas de Ríotinto están ya juzgadas,
aunque no sancionadas. El mejor apuntamiento lo constituye la Memoria del señor
Palacios (don Leopoldo), que, delegado por
el Gobierno, fué a dicha cuenca con motivo
Núm. 272.—6.
^'
de la huelga de 1914. Al leer los cargos que
el recto espíritu del señor Palacios hacía contra la Compañía, el Gobierno relegó la Memoria en los Archivos del Instituto de Reformas Sociales. Ahora ha vuelto el señor
Palacios a Ríotinto, y si esta vez su obra ha
de reducirse a la de amigable componedor,
sin que el Gobierno haga caso de sus consejos y advertencias, el problema de Ríotinto
habrá perdido una ocasión de resolverse de
modo que no sea aplazamiento, sino obra de
interés nacional.
NOTAS
ESPAÑA
7CPI
Como en el caso de Peñarroya, insistimos
en que la socialización de las cuencas mineras españolas es la única solución. Sólo así
podría reintegrarse la riqueza minera a la
Economía nacional. Esta acción debiera ser
empeño eficaz de todas las fuerzas obreras
españolas. Y el Gobierno que apoyado en
esta corriente de opinión llevara a cabo la
obra, podría, reconociendo la eficaz ayuda
obrera, vanagloriarse de haber servido al
interés nacional, salvando conflictos que el
capital expropiado intentaría fomentar.
SUELTA
S
cabo que obedeció las órdenes de la disC'
plina, pide el fiscal diez años de reclusiófl'
NUEVA ARISTOCRACIA
L viaje del rey a Barcelona aumentaf'
el número de nobles. En el ministef"
de Gracia y Justicia se está trabajando c°^
celo en la confección de estos títulos. Din^'
ro ennoblece, y todos los que lo hicier""
durante la guerra se ven nobles por obf
de su afán. Cada día aparece en l a Gacetín
la rehabilitación de un viejo título olvida*
y ahora pagado. Poco valía la aristocraC'
española, pero con esta nueva hornada ^
desprestigia aún más. Los que por sus so^'
pechosas relaciones de «café-concert» '
«bar» y otros lugares ambiguos, lografO"
tiempo mediar en un suministro de judiad '
de cueros y mantener el negocio multip'
candólo, se ven hoy elevados sobre el n''
de sus conciudadanos. Mañana aspiraran
dirigir los negocios públicos que exijan f
presentación. Ya golpean, con sus puños,
las puertas de la diplomacia. Y, a pesar
su frescura nobiliaria, tienen desarrollado
instinto de clase. Un conde de anteayer
indigna de que hagan marqués al que ^1
no era nada.
E
cegadora; el egoísta calla ante la voz de sus
intereses, pero los espíritus de aventura
arrostran
la empresa y afrontan los peliON dos nuevas sentencias de muerte
gros.
Esta
es una característica de la psicoy cuatro de cadena perpetua, a más
de otras penas inferiores, ha liquidado el logía humana, que ha de poner siempre en
Consejo de guerra de Zaragoza la subleva- el ánimo de los jueces en conflicto las duras
ción ocurrida en 9 de enero en el cuartel leyes de la disciplina con los puros motivos
de Artillería de aquella ciudad. El fiscal ma- de su quebrantamiento. No dudamos que
nifestó en su informe que esta rebelión mili- estas consideraciones estuvieran en el ánitar no tenía precedentes en la delincuencia mo de los jueces de Zaragoza.
Contra lo que se cree en momentos de
del Ejército español. Hasta ahora, todas las
LA EMPERATRIZ HA MUERTOrevoluciones fueron políticas, sin que se hervor social, la benignidad y no la repreviese la convivencia de los soldados con los sión han de imperar en los Tribunales de
o ecos de la gran leyenda napoleón'
que quieren trastornar la actual organización justicia comunes, y aún más en los militahan resonado en las columnas 0^
social. Estos sucesos podrían ser, según el fis- res, en que rigores de procedimiento y de prensa con ocasión de la muerte de 'a
cal, un síntoma alarmante para el porvenir. pena hacen más difícil la situación del reo. emperatriz Eugenia. En «Badinget» se a
No creemos que el fiscal, dispuesto, según
El indulto puede restablecer este desequi- bó la leyenda de las Pirámides, para entef
declaró, a inclinarse hacia la benignidad, li- librio e impedir que no vuelvan a resonar en a Francia en el sepulcro de la derrota
mitándose a pedir de cuatro penas de muer- los viejos muros de Zaragoza los tiros de
La prensa sólo ha podido, en política)
te y ocho de reclusión perpetua, pueda mauser dirigidos contra muchachos de uni- zar los desaciertos del reinado de N^P
ver en esta forma de delito social una agra- forme. Ya en una mañana trágica se ofre- león III y de su corte y consejeros. •''^^''.1,
vante respecto a la rebelión política, por la cieron a la justicia implacable víctimas bas- en elogio de la dama española, perseg^
libertad o por obtener cambio de personas tantes. La ejemplaridad se agravaría con la por el dolor de haber perdido un tron
en la gobernación del Estado. La forma del reiteración. El indulto de los condenados un hijo napoleónida, ha volcado todas
antiguo delito político se revela ahora en sería el mejor regalo a la justicia ideal.
flores del gran cesto lírico de frases olie"
estas empresas arriesgadas de intentos de
a tinta fresca. Ha faltado, sin embarg'^' ,^
EL TIRO DE SAL
transformación social. La esencia es la misla muerte de la ex emperatriz el comenta
ma, un ansia de ideal, un espíritu de sacrifiA leyenda infantil del proyectil de sal del más interesante aspecto de su pe:rso"'
cio, que, despreciando la propia vida, lleva
con que tienen cargados sus fusiles, lidad: la energía y ambición indómitas ^ ^
al hombre a dar el salto en la incertidum- para espanto de los muchachos, los guardas
que una damita española logró impone^
bre de la irrealidad. Esta es la razón de que de los cercados donde crece fresca ensalaun pueblo extranjero. Esta es una ot""*,,
los delitos políticos se aprecien con criterio da, deliciosa fruta, graneadas uvas, ha teconstancia femenina interesante de estu
distinto que los comunes, y no puede ser nido realidad terrible en el polvorín de AlEs verdad que la intervención en Ro'"' ,,
circunstancia agravante para su castigo que janeca. Esta realidad la ha sentido en sus
defensa del poder temporal del Papa, >-^ j
la nueva forma del delito político amenace
entrañas, atravesadas por el salitre, mortífe- pedición a China a favor de las
con pérdidas de fortuna o expropiación de
ro en esta ocasión, un muchacho, casi niño,
hernia'"',1
bienes. La justicia no debe dejarse influir
quien obedeciendo a rigores de la discipli- de San Vicente de Paúl, son sombras o ,
por materialidades.
na, se prestó a ser blanco en quien el te- labor, agravada por la catástrofe final) 4^.
Más bien en el caso de Zaragoza podía niente encargado de la guardia distrajera sus la hizo huir de París, abandonando el ^'^ „
apreciarse, aparte del ejemplo de relaja- ocios. A este crimen cooperaron, bajo el te- pero estas mismas faltas prueban 1^ ''
j
miento de la disciplina que dieron las Jun- rror de la disciplina, un recluta y un cabo, tancia de su ánimo español.
a
quien
el
teniente
García
Moreno
ordenó
Aunque
la
historia
del
segundo
If^^P
jjs
tas militares, la circunstancia atenuante del
está muy trillada, faltan en ella interesa
estado de conciencia en el mundo, influido traer y cargar con sal los fusiles.
por la guerra y la revolución rusa.
El fiscal militar ha calificado el hecho de aspectos de la influencia de esta dama ^
El primer despertar de justicia se realiza homicidio con atenuantes de no haber que- ñola de singular energía. Acaso nos lo .Á
en el alma, que abre los ojos a las emocio- rido causar un daño tan grave y no tener le la obra que Loliée entregó hace ^ (
nes de un mundo nuevo. El pusilánime los completa su responsabilidad. En suma: diez años a una casa editorial de HamburgO) .
vuelve a cerrah al ver el peligro de la luz y sisiete años de reclusión militar. Para el la condición expresa de que no se puo ¡;,
hasta después de la muerte de la emp^*^ L
ZARAGOZA, EPISODIO TRÁGICO
C
N
L
Núm. 272.—7.
LA REACCIÓN
Y LOS SABIOS
por
G.
F.
Nicolai
'^lartículo que sigue ha sido escrito expre- bien haberse escrito, del mismo modo, du
^"•^nte para E'apmkpor el profesor G. F. Ni- rante la guerra. Pudo comprobarse que las
'•'^J', no hemos de insistir sobre la personali-características que la guerra ha evidenciado
^ * de su autor, pues Nicolai no es un des- en los profesores son esenciales en ellos. La
^cido para nuestros lectores. Durante la guerra fué sólo la ocasión de que se mani^^rra referimos su valiente y digna actitud, festaran.
"^ nobleza, frente a la vesania patriótica
La ciencia puede acaso ser progresión;
^^ (''probaba cualquier crimen y violencia. pero no cabe duda de que el científico no
colai es un buen alemán, pero un europeo es partidario del progreso. Crea el científico
(corazón. No cesaron con la paz las perse- las condiciones, basándose en las cuales
'^^ones contra el hom.bre que durante la gue- avanzan otros hombres de sanos y prácticos
niióo de expatriarse para huir del acoso instintos; pero el progresar no es asunto
^^s enemigos. Ya referimos cómo los pro- suyo, pues conoce mejor los límites de su
'^-f de la Universidad de Berlín declara- saber que el profano, que generaliza los
, '^ Nicolai indigno de la cátedra. Con me- principios a la ligera, y se decide difícilmen^^^ntido, y en homenaje a la justicia, el te a transmutarlos en realidad. Su espíritu
^^tro de Instntcción pública de Prusia escolarizado es ajeno al fanatismo del cre'"'• de revocar tan absurda excomunión yente que quiere llenar con esperanzas que
'^da por el janatismo
pangermanista.
él cree seguras las lagunas del saber. El
científico puro y veraz encuentra en la prács verdad corriente que la ciencia es la tica obstáculos difíciles de vencer, porque,
única base sólida del progreso huma- según las implacables leyes de la lógica, iodo
lo. p,
or eso asombra ver a sus representan- lo que al futuro se refiere sólo puede ser en
^1 falange cerrada al lado de la reac- último término hipótesis. En circunstancias
%.
más simples, por ejemplo, en Astronomía,
Hay que reconocer que nunca, desde que es la probabilidad casi seguridad, y aunque
'lombres hacen ciencia, se ha visto a las no pueda yo demostrar nunca que mañana
Van
S'^ardias de las luchas del espíritu tan saldrá el sol, como sucede desde hace cienI siastas de la eficacia de la fuerza bruta. tos de miles de años, puedo, sin embargo,
considerar como seguro este acontecimiento.
j s los investigadores de la verdad han
Pero especialmente allí donde la voluntad
(. .^^"^o con tan pocos escrúpulos, y con
s los medios de la mentira (es decir, con humana entra en juego, es tanta la compli°s específicamente anticientíficos), la cación, y por esto lo futuro tan incierto,
Pol:'tic;
a de fuerza, de los «dominados», ya que el científico apenas se atreve a dar el
lüe ello
tg """S mismos son incapaces de una in- salto de la obscuridad de la teoría a la completa tiniebla del futuro.
^'^ición activa.
El científico conoce que todas las cosas
tti3 • ^^ *^"^ tomar en serio el desdichado
tienen
dos aspectos, y que la más hermosa,
aU ^^t^o de los noventa y tres profesores
^nes, pues cuando el Capitolio está ame- y al parecer más segura, esperanza puede
(ÍQ "^O gritan los asustados gansos. Apelan- en la realidad afearse. Por lo cual se mantieSg ^ «psicosis guerrera», puede disculpar- ne escéptico frente a todas las novedades, y
lUp ^"^inquenio de antiespiritualidad de es por su naturaleza conservador. Y por
pQ "^^s hombres de espíritu científico, que consecuencia, no tiene el científico fe en sus
"-lían"^ ^f^ sentimiento de pretendido patrio- convicciones.
t¡s^
La Historia cita muchos hombres que pu\\ñ ^^^^^ SU deber jurado de ser investiTM ^ ^ y anunciadores de la verdad. El sieron toda su personalidad al servicio de su
Sjj ^'' de los tambores espanta a las mu- convicción, incluso la propia vida; pero en\ ' y ' sobre todo, al Apolo rey, el dios de tre ellos no hay ni un científico. Sócrates,
f(>c. '^^^d, clara como el sol. Pero los pro- el filósofo, bebió consciente la cicuta; pero
"fes f^o podían callar, y, en vez de la Arquímedes murió por una casualidad fútil.
Nad,
tifjZ*^' ^ue estaba prohibida, decían men- Y en aquellos casos en que hombres que
. • El siler
íncio hubiera sido humanamen- representan un papel en la ciencia mueren
por su convicción, como el italiano Giordab°"^Prensible.
ero • •
lo p /finieron el armisticio y la paz. Ya no Bruno o el español Miguel Servet, nótese
'l¡jQ peligro decir la verdad; pero no se que salieron de un claustro, es decir, de una
W1
Universidades, y el informe so- escuela donde no se aprende ciencia pura,
^utopsia de Liebknecht pudo muy sino fe en la convicción personal.
E
Los científicos obran de otro modo. Galileo fundó una nueva concepción del mundo; pero renegó de ella sonriente. La teoría
de Darwin ha dado a todas las modernas
teorías, ante todo a las religiones, la más
fuerte lanzada; pero Darw^in siguió dentro
de la Iglesia que él mismo hirió de muerte.
No; la ciencia, au i en su más pura y elevada forma, da sólo ?»la humanidad las armas
para la lucha y para el progreso, sin preocuparse de cómo se aprovecharán estos medios. Nobel nos dio un arma: la dinamita,
que sirve a la cultura en tanto que en la profundidad de las minas abre nuevas fuentes de
energía, pero que, encerrada en granadas y
torpedos, sirve para destruir esa misma cultura. La misma filosofía de Hegel, que en
manos de su fundador fué apoyo del militarismo prusiano, se convirtió, en manos de
su discípulo Marx, en la más poderosa arma
de la revolución socialista.
Pero Marx no es para los cofrades profesorales propiamente un científico, y, en cierto
sentido, tienen razón. Pues quien se ocupa
con el futuro puede equivocarse, y sólo quien
permanece pegado al presente no yerra acaso jamás...
Así educa la ciencia a tener una concepción conservadora del mundo, sin desdeñar una alianza con el optimismo cobarde,
pues, al punto que la «fantasmagoría del
profano» se ha convertido en realidad, se
convierte en objeto digno de que la ciencia
lo defienda. Así, por ejemplo, mientras que
nuestra joven República alemana parecía representar una fuerza, no había voz de profesor que se alzase por la Monarquía vencida.
La «científica guardia de corps de los HohenzoUern» sólo recobró el uso de la palabra cuando se dio cuenta de tener detrás de
ella la compacta mayoría. Gentes que hoy
me injurian a causa de mi actitud durante
la guerra, me propusieron entonces, reconociendo la realidad de las circunstancias, para
ser nombrado profesor supernumerario.
Si el profesor ideal no es, por lo común,
y sólo por excepción, lo que según su nombre debiera ser, es decir, un confesor, hay
que tener también en cuenta que no es lo
mismo la ciencia que el científico. Los hombres que profesan la ciencia están también
presos en las redes de las pequeñas miserias
humanas, y no se distinguen de la masa de
sus hermanos no científicos, que con toda
paz y tranquilidad trabajan, ganan dinero y
desean vivir cómodamente.
Cuando los sabios de Europa, antes de las
revoluciones de marzo de 1848, carecían de
todas estas cosas, y, mal pagados, vivían en
un Estado en el cual sólo valían la nobleza,
los dignatarios y los militares, eran, como
hoy el proletariado, revolucionarios y progresistas, porque veían que el derrocamiento de los antiguos poderes sólo ventajas
podía traerles. Pero he aquí que ya hace
cuarenta años que están sentados a la áu-
rea mesa del banquete de la vida, y que el
Estado les proporciona oro, dignidades y
honores; la industria les da oro, plazas de
consejeros, y los magnates del carbón les
levantan magníficos laboratorios; así es que
el mfls pequeño profesor ordinario de la mis
pequeña Universidad se jree, no sin faltarle
del todo razón, un gran ;oy. Están ahitos, y
el principio: «Alto, c u a . J o ya se ha hecho
la carrera», rige, no sólo para los individuos,
sino para toda la clase de ellos. Saben muy
bien, o instintivamente lo sienten, que cualquier nuevo rumbo no mejorará su situación.
¿Qué tiene, pues, de extraño si han de alabar
al que les da el pan, que sólo unos cuantos
idealistas —más raros en las academias que
en otras partes, por los motivos indicados —
luchen por el bien mismo? Toda una clase no
se compromete a eso, y como el postillón
odiaba a los ferrocarriles, así odia el promedio de los profesores toda reforma social.
El espíritu de la verdad ha transformado
sólo a pocos hasta el punto de hacerles obrar
en contra de sus intereses personales. Estos
pocos no son, precisamente por haber abarcado la ciencia CDmo totalidad, especialistas,
por lo cual, debido a la exageración de hoy
día por la puramente mecánica especialización, no es tarea difícil para los científicos
oficiales la de desacreditar a estos inadaptados, tachándolos de poco científicos. Hacen esto com"> principio, lo mismo en loa
casos en que estos investigadores extrauniversitarios lleguen a resultados perfectos
técnicocientíficos. La leyenda de Lessing, de
Mehring, por ejemplo, e?, en forma y contení.lo, una obra perfecta; trata la época a que
se refiere desde amplios puntos de vista, y
trabaja las fuentes con cuidadosa escrupulosidad. Es un l'bro clásico en la literatura
universal, y, sin embargo, hasta ahora no ha
sido ni siquiera citado una vez por ningún
representante oficial de la ciencia histórica.
Contra este boicot oficial no hay genio que
se salve (menos aún en las ciencias del espíritu, donde los resultados no son tan evidentes como en las exactas físiconaturales), pues
la gran masa culta pone su debido respeto
por la ciencia en las personas de sus representantes oficiales, y cuando el señor consejero secreto Eduard Meyer dice que un libro
es malo, no hay remedio, y es malo.
No hay que tomar a mal a los científicos
el que sean hombres esclavos sometidos a las
flaquezas humanas. Pero sí puede echárseles
en cara el que utilicen conscientemente la
ciencia, que por su naturaleza significa verdad, para la mentira. Así han hecho durante
la guerra, lo siguen haciendo hoy, sin sentir
siquiera vergüenza. Cuando, por ejemplo, el
actual rector de la Universidad de Berlín, el
historiador Eduard Meyer, ensalzado hasta los
cielos por los pangermanistas, el que incita a
sus estudiantes nacionalistas al sabotage de
los cursos de aquellos profesores no gratos,
el que quisiera expulsar de las Universidades
ESPAÑA
I10I V s 7
Núm. 272.—8.
No por ser los científicos reaccionarlo'
hay que criticarles, sino por mal usar, coii'
virtiéndolo en instrumento de mentira,""
instrumento de verdad, pues si tales prác»'
cas se asientan, no podrá la ciencia ni *''
quiera ser lo que hasta aquí, es decir, cual'
do menos, un medio indirecto para el pf'
greso de la humanidad.
a los extranjeros, soporta con envidiable tranquilidad los cargos de lalsario y calumniador,
es ya cosa mala. Pero aún es peor ver cómo
sus compañeros, los estudiantes y la opinión
pública no toman a mal estas mentiras, sino
que las disculpan como un niedio lícito en la
lucha política. Todo lo cual es una señal sospechosa de decadencia moral y científica.
SOBRE
EL S E N T I M I E N T O
POPULAR
por
Luis Bello
ETENGÁMONOS un momento en estas cosas que son tan nuestras como la lengua, como la historia, como la cultura...
Don Antonio Maura fué a rezar a la capilla
ardiente en que el buen pueblo de Madrid
velaba el cadáver de Joselito. Yo me pregunté entonces: |i:ior qué ha ido este hombre a la casa del torero muerto? ¿Con quién
le une relación sentimental? ^'Con el héroe?
¿O, más bien, con el pueblo? Don Antonio
es balear. En Mallorca el torero pasa de vez
en cuando como un cometa sin importancia, mientras que los «boleros» son elemento indispensable en el regocjo popular. En
los días infantiles en que se formaron los
sentimientos capitales de Antonio Maura
—esos sentimientos que han de acompañarnos ya toda la vida—, el bolero, el bailarín,
con su traje de lu^es, sus castañuelas, sus piruetas cómicamente graves, su descompostura y su sudor villano, tenía más raíces estéticas que el lidiador de reses bravas. Yo
imagino que para un mallorquín el torero
tiene siempre algo de bolero, y qu», por
consiguiente, la emoción trágica ha de perder bastante fuerza con el recuerdo, demasiado bufo, de las danzas y de sus compañeras, las teresetas. El ex presidente del Consejo iba, pues, impulsado por sentimientos
ajenos, como ocurre en todo acto político.
Se busca un movimiento del ánimo popular y se camina en una corriente distinta de
nuestros impulsos, porque la creemos respetable o, por lo menos, utilizable. De otra
manera, procuraríamos no aumentarla con
nuestro concurso. Por eso he seguido yo
siempre con gran interés las apariciones periódicas de la infanta Isabel, que en esta dinastía tiene como una especie de función delegada cerca de la otra majestad, la que ni
reina ni gobierna.
Era, en efecto, una ocasión para que los
guías, los jefes, los primates fuesen como
palafreneros en el cortejo de S. M. el Pueblo, ¡Sale a la calle tan pocas vecesl
D
No deseo más que dejar transcrita '
ti'
estas Unas una sencilla nota sobre los sef
mientos populares, aceptándolos tal <^°^
se manifiestan y sin ánimo de estable'comparaciones o jerarquías. Pero el te""
es serio y fuerte y se ha reproducido
poco tiempo con dos variantes que n'^
cían algo más que este comentario.
Primero, Talavera Madrid-Sevilla.!'"''
vimos entonces habría ocurrido proba''
mente en todos nuestros pueblos, if'- ,.
Bilbao y Barcelona. Fluyó el sentim"^
popular, que está muy a fl')r de piel V
ta como sangre viva cuando cualquier S"
so nos hiere. No pasaba de ser un s''
• 11'
miento de dolor. El' héroe representa'ha'
juventud, la destreza, el dinero y el tri"-"
Era el «virtuoso», v se comprendía ^
bien que sus cronistas dijeran de ci
murió «asesi ado por un toro crimina''
Sí, Yo he visto el retrato de ese toro en'•til
.ffCl
primera plana áz A B C, y daba, en e
la sensación de una cara de criminal- i
qué? No es fácil decirlo. Esos animal^* ^
'_
,ü^
pintan los dibujantes norteamericanos
,
rros, caballos, vacas, elefantes—, niir^
nos con ojos de persona y con una g' ,,
sa furia, sen pintados. Este toro ha^"^ y
tado el hilo de una vida privilegia o
excepcional, y parecía —[perdón!— i(,,
si lo hubiera hecho a conciencia. Co^ ^
el sentimiento popular no podía ser S'
puro
de más
duelo.
^ O"
tfi
Porsentimiento
eso es mucho
interesante el
—
j^
vist^
caso: Vallecas-Madrid. Aquí henios <
aparecer, al mismo tiempo que el .^^
miento de dolor, un sentimiento de J^ M
¿Se me perdonará si recojo como ^^^'.j)i)'
de un tema predilecto la idea del Ma" Jgareño, nacido de la Sagra mancheg^ J ^jí
do a ella por lazos filiales que nO " ,{,
romper? Tan fuertes son estos la^^ .\\t
para romperlos, sería preciso volar la cl«
de Toledo, y la de Atocha, que lle^* ^i
Vallecas, y los Cuatro Caminos, q"^
ESPAÑA
¿^a/VT"<F
íetuán, y es posible que algunas arterias virales. El entierro de ese otro torero muerto
^1 el Mediodía francés; la llegada del cadá^^r en hombros, como el de un rey o un
caudillo; el dolor sincero de la muchedumbre, eran ya algo. Pero el rasgo de carácter
^•"amático primitivo fué la ejecución pública
"^^ la familia, la aparición de un espíritu vindicativo, que en la hora final del pobre héroe
••fipasa la historia de sus desdichas y castiga
' quienes se portaron mal con él. DeclareJ'^os que no suelen hacer los pueblos esos
JiJicios inapelables y esas ejecuciones de tan'0 rigor plástico en la fría y blanda civilizaClon europea. Eternamente va detrás de cada
'Cortejo fúnebre la moraleja murmurando en
*c' >z baja. Son los amigos, que conocían las
^^enturas del hombre que acaba de morir;
°s testigos de su drama íntimo; a veces los
indiferentes, que sólo tenían noticias confu°^s y que se las transmiten como un rumor,
lia maledicencia, más grata que nunca cuando sirve para llenar las horas interminables
de esos acompañamientos absurdos. En el
comentario muchas veces se le rinde justicia
al muerto y hay una condenación para los
que le hicieron su víctima, los que le explotaron, los que le llevaron a la ruina, los que
le hirieron toda la vida con el peso abrumador de un trabajo excesivo, los que le engañaron, y, especialmente —cuando ese caso
ocurre—, la que le engañó... Se habla de la
ruindad de los padres, de la ingratitud de
los hijos, de la crueldad de la mujer, y el
cuadro íntimo de la vida familiar aparece
como un paisaje del valle de lágrimas. Lo
excepcional, lo único, es que el coro disperso una sus voces y sea el verdadero coro de
la tragedia griega. Más aún, que no se satisfaga con el planto ni con la sentencia, sino
que pase a la acción y se prepare a lapidar
a los culpables.
Para que esto ocurra, hace falta una tierra
y una gente de corazón muy primitivo. ¿La
de Vallecas? ¿La de Madrid? ¿La de toda
nuestra España, noble, justa y bárbara?
E L A L M A S E R E N A DE
DON JUAN
MANUEL
por
Carlos Pereyra
L
os niños d e E s p a ñ a y de la A m é r i c a desviarse de lo normal sino en condiciones
española no han sido hasta hoy m u y excepcionales y anormales.»
"Hados p o r la pedagogía oficial, ni por ninEl cultivo de los sentimientos estéticos es,
sUna pedagogía, sobre todo c u a n d o se trata
por lo mismo, una gimnástica moral.
libros escolares.
Todo paso que se dé para corregir la deMientras en otras estirpes de la h u m a n i - sidia en la formación de una literatura infan^ civilizada el libro d e lectura para niños til, debe celebrarse como un movimiento
literariamente noble y editorialmente be- trascendental en el desarrollo de la cultura
l o s o t r o s carecemos d e todo escrúpulo, humana.
Püei•s fintregamos a la niñez obras mal escriCuando individual o colectivamente sale
^ impresiones descuidadas,
la humanidad del analfabetismo, y refirién^^s almas tiernas son acreedoras, no sólo donos al caso del alumno de una escuela
"la;5 meditaciones de la generación p r e s e n moderna, cuando el niño deja las envolturas
te .
•sino a las g r a n d e s literaturas d e todos los rosadas de la ignorancia, se efectúa una in, "^Pos. P e r o h a s t a h o y , bien poco h e m o s dividualización de la palabra^ que pasa a
^^lio en esta línea.
tomar el asiento que le corresponde en la
i-a educación estética es fundamental para
memoria, con el signo gráfico que sirve para
íl r]
desarrollo del niño, y no constituye un
expresarla. Así, toda palabra y toda frase
p u r a m e n t e o r n a m e n t a l , c o m o se que leemos es moneda que acuñamos para
, ® Comúnmente. El psicólogo Sergi lo dice la circulación mental. Sí la palabra es impropia o la frase desgarbada, nos hacemos
"^n m o d o persuasivo: «Por su aplicación
ll '^ desarrollo, los sentimientos estéticos circuladores de moneda falsa.
^1 al perfeccionamiento funcional, y , p o r
Pasando del signo gráfico al contenido de
Siguiente, al perfeccionamiento indivila lectura, hay qye troquelar, como para la
^Uai
sirven también p a r a afinar los sentipalabra, el conjunto de imágenes, emociones
tiie
. '^^os, y sobre todo, los sentimientossim- e ideas que presenten al niño, resumidas en
cos. Si se adquiere el sentido de la eurit- expresiones lapidarias, los espectáculos de
iJia
Como carácter de cada función y de la naturaleza y las manifestaciones más altas
acción, la función y la acción no podrán del espíritu.
Pát:
Núm. 272.—9.
En cierto sentido, podría decirse que todo
está escrito ya, o por lo menos que casi
todo está ya escrito. No hay sino canalizar
las corrientes de poesía que bajan de las
cumbres eternas.
¿Habéis reflexionado alguna vez en lo
que significa la aplicación de un genio literario como el de Lamb a la presentación
simplificada de la Odisea para los niños ingleses?
Si lo mejor de la educación está en el
sentimiento, y si lo mejor del sentimiento
está en el amor a la belleza, la más ingente
expresión de la belleza está en la poesía.
Ahora bien; yo creo que no hay sino una
poesía: la grande, la que se ha eternizado en
el apólogo indio, en la epopeya de Homero,
en el Evangelio de Lucas, en la novela de
Cervantes, en el mundo infinito de Shakespeare, en el espectáculo grotesco de Swift...
Pero ¿cuántas vidas de hombre son necesa
rías para absorber ese tesoro, parte sólo de
un conjunto infinito?
Demos, pues, a los niños el buen vino
añejo, para que digan después por sí mismos
si el niño nuevo es digno de un gusto cultivado.
«Admirar es el goce más alto de la vida»,
dijo el autor de un evangelio de belleza.
Pero ¿qué cosa debe admirar el niño?
La respuesta es obvia: lo mismo que admira el hombre en el conjunto de la gran
poesía.
El niño no es un ser inferior. El niño comprende cuanto comprende un adulto, menos
las complicaciones de la perversidad. Fuera
de ellas, ¿a qué emoción le consideraríamos
extraño?
Experimentad, y veréis cuánto trabajo
cuesta desviar el espíritu infantil, imponiéndole las aficiones bajas y antiestéticas del libro mediocre, del clásico anticlásico para
niños.
Elegid a un niño cualquiera, el que os parezca menos despejado y menos sensible;
leedle páginas de Homero, de Cervantes, de
don Juan Manuel, de Bernal Díaz del Castillo, de Rabelais, de Goethe, de cualquier
gran imaginativo. El espíritu del oyente desarrollará una atención proporcionada al interés que despiertan infaliblemente los creadores excelsos. Después, leedle un libro vulgar, y al instante notaréis los signos de la
distracción o de la fatiga en su semblante.
Por eso, cuando vi en las vitrinas de las librerías de Madrid un donjuán Manuel abreviado, modernizado, bien impreso, con ilustraciones de una sencillez elegante, como
había visto tantas veces en las vitrinas de
París el Rabelais, de Marie Butts, en Alemania el fértil Eulenspiegel, en Bélgica a su
hermano, el Ulienspígel de Coster, en Nueva York los cuentos shakesperianos, de Carlos y María Lamb, sentí que se revelaba ante
mi espíritu de contemplativo una España
más dueña de sí misma, a la vez qué más
9o/¥s^
Núm. 272.—10.
íntimamente vinculada en la cultura moderna.
La obra de don Juan Manuel es tan española como humana. Modernizarla ha sido una
proeza que constituye un servicio eminente
para la pedagogía de veinte naciones.
Yo no sé si España y la América Española se han dado cuenta de la significación
que tiene este librito de 136 páginas, como
Inglaterra, los Estados Unidos, Francia, Europa, en suma, se dio cuenta de lo que significan las Narraciones de la Grecia heroica,
\. por Elsie Finnimore Buckiey.
El alma serena de don Juan Manuel se
aduna admirablemente, como t o d a alma
grande, con el alma infantil.
Es el abuelo simbólico que, sentado en el
CRÓNICA
INTERNACIONAL
EL CARBÓN Y SPA
A (.Conferencia
A
de Spa entre aliados y
al emanes ha estado a punto de termi|t nar bruscamente. La causa ha sido los sui ministros de carbón que, según el Tratado
'• de Versalles, tiene Alemania obligación de
hacer a los aliados, especialmente a Francia,
'• en compensación de las minas inutilizadas
I en el Norte del país.
I
Los aliados se quejaban de que, estando
obligada Alemania a entregar 39 millones
I de toneladas de carbón, que fueron rebajadas luego por la Comisión interaliada a 29,
I o sea a 2,42 millones de toneladas al mes,
I de las cuales 2,08 a Francia, no habían cumI piído este compromiso, siendo, en algunos
I meses, los suministros inferiores a la mitad
! de estas cifras. Calculan los franceses que la
¡ producción y suministros actuales cubren
I las necesidades alemanas en un 79 por 100
f y las francesas en solo un 59 por 100, en
[ vez de la relación debida de un 83 por lOO
' para Francia y un 67 por lOO para Alemania.
Los alemanes complican esta cuestión del
i carbón con la situación general del país. Hugo
|Stinnes, en un mal discurso, eco de los malos
sentimientos pangermanistas que en su partido dominan, aprovechó la cuestión para
hacer argumento a favor de un mayor ejército que el que los aliados habían dejado a
Alemania, pues sin fuerza para mantener el
orden en las minas no hay producción segura. Los delegados alemanes hacen depender esta producción del aumento de alimentación y condiciones de vida de los obreros mineros, de los cuales, en último término, depende la efectividad de todas las
promesas que pudieran hacer los delegados,
y hasta pidieron los alemanes que se desistiera del plebiscito en la Alta Silesia, pues.
L
sitial del salón y acariciándose la luenga barba florida, apela a su experiencia para evocar todo cuanto engendra emociones placenteras y proporciona enseñanzas provechosas
a los amados netezuelos. Es el anciano, que
calla lo que tiene la vida de más amargo,
reprimiendo las palabras disonantes del desencanto y destilando sobre los oídos atentos
el elixir de un dulce humorismo.
La adaptación de Tenreiro es una creación. En su primoroso librito, donjuán Manuel es la sabiduría oriental, es la poesía
sencilla y fi.ierte, poseedora de la fórmula
eterna que presta interés a todo relato:
Este era un rey que tenía un hijo único y
heredero, mozo de no mal natural, pero turbulento...
ESPAÑA
nia de conlribuir a ellas con materiales y
carbón, a más del pago de 3.000 millones
anuales durante cuarenta y dos años, que se
capitalizarían en una serie de empréstitoSi
uno de los cuales recibiría Alemania.
Es interesante el informe que la Comisión
alemana ha presentado en Spa. Aunque sus
redactores hayan tenido cierto interés en
realzar las dificultades de la situación, permite, sin embargo, formarse idea del estado
en que la ambición militarista que estallo
en 1914 ha sumido a un pueblo. Según e'
informe, la población ha disminuido notablemente. En vez de afán de trabajo, reina
el cansancio y la intranquilidad. La agricultura ha perdido gran parte de su retidimien'
to antiguo. La producción del hierro ha disminuido en tres cuartas partes. La del carbón fué en 1919 de 108 millones de toneladas, o sea el 57 por lOO de la producción
deT9i3.
Antes de la guerra se calculaba la riqueza de Alemania en 220.000 millones. (1"*
cálculos de Steimann Biicher la hacían subir a 350); hoy, después de las pérdidas territoriales, de la flota, de los valores extranjeros, consumo de las reservas y desgaste
durante seis años de los instrumentos 0^
producción, será, a lo sumo, de loO.OOO m''
llones. La balanza del comercio revela un3
diferencia pasiva de 50.OOO millones de maf
eos. Para un próximo futuro se cuenta con ufl'
exportación de 35 a 40 mil millones de niaf'
eos-papel, frente a una importación de prinuS'
ras materias por 80 mil millones de marcoS'
El informe oficial aplica estos datos a ju^
gar la dureza de las cargas que el Tratad"
de paz impone a Alemania. Un gravaffl^"
de 60.000 millones oro, repartido sobre '*
población alemana, supondría una deuda o
40.000 marcos por familia compuesta de cuatro personas, que, al tipo de 6 por ICO, supondría el pago de 2.400 marcos anuales, ^
que, unido a 30.OOO millones, exigencias o^
presupuesto interior, supondría para una 1*'
milia de cuatro personas un tributo ao'^*
de 4.400 marcos. Y frente a estos datpSj ^
digno de notarse que, según el presupueS'
de 1920, la suma de 30.950 millones se <^^
bre por iguales partes con impuestos
rectos (15.250 millones) y los indirecto
(13.200 millones, más 2.500 millones ?°
aduanas).
caso de perder las minas por pasar a poder
de los polacos el territorio, disminuiría la
producción carbonífera alemana. En consecuencia , los alemanes proponen entregar
1.700.000 toneladas mensuales como máximun en I921, en vez de 2.400.OOO, y esto
sólo si pudiera asegurarse la alimentación de
los obreros y la construcción de viviendas.
Estas proposiciones alemanas determinaron el ultimátum aliado y la llamada de los
generales para tomar las medidas conducentes a la ocupación de mayores zonas de territorio alemán. Los alemanes niegan a los
aliados el derecho a la constante amenaza
con la ocupación, mientras que aquéllos afirman que es cuestión de su incumbencia disponer de los medios que crean procedentes
para asegurar el cumplimiento del Tratado.
Es decir, que la situación no es lisonjera. Por
una parte, los aliados no quieren modificar
el Tratado de Versalles; aunque éste pudiera
ser pernicioso para la economía europea, insisten en su aplicación. Los alemanes, alegando imposibilidad económica, intentan eludirlo, y toman por arrogancia del vencedor
las exigencias de cumplimiento, todo lo cual
provoca en el país una explosión de odios.
Como se ve, no es el de Versalles un ti-atado
de paz.
En esta cuestión del carbón, Alemania ha
Estas son las ganancias del militaris'^^'
tenido que ceder ante el ultimátum aliado, y que ha empobrecido al mundo y se etnp eñ3
promete entregar dos millones de toneladas en seguir perturbándolo.
con ciertas ventajas en la calidad y excepY es que frente al espectro de Alema'nía
ciones en los casos de fuerza mayor, obte- empobrecida se da la desdichada situad
niendo que Inglaterra asegure a Alemania el de los países victoriosos con su econo'"
tonelaje marítimo necesario a su abasteci- deshecha como precio de la victoria. El P ,
miento.
vencido no paga las pérdidas sufridas.
Resuelta esta dificultad, caso de que los puede pagarlas. Sólo alimenta la cólera del
aliados admitan la proposición alemana, que- desquite. Y del otro lado impera el mied'^ '^
da la cuestión de las reparaciones.
la agresión. Y así, a pesar de la mejof voParece ser que el proyecto aliado supone, luntad, es imposible que Europa se reco''
en primer término, la obligación de Alema- ti tuya.
ESPAÑA
CRÓNICA
AMERICANA
C
OMENCEMOS por cosas de poca importancia. Comencemos por trasteos de cancillerías.
IJicen las agencias de noticias que la RePublica del Salvador ha dirigido una invita'^'on a las otras cuatro Repúblicas centro"'^cricanas, para que, reunidos sus represen^ntes el 15 del próximo septiembre, discu^^ las bases de una Confederación.
íHásta dónde podrá llegar la unión de los
'^"ico países? O, hablando con precisión, ¿en
^^ grado de posibilidad se encuentran esos
Pulses para volver a reunirse?
•después de disuelta la antigua y pasajera
"'°n, se hizo una tentativa en 1907 para
establecer, al menos, ciertas bases de inteS^ncia común y crear un organismo capaz
resol- ^r los conflictos entre los cinco Estados.
1^1 resultado de esa tentativa fué la Corte
justicia Centroamericana, establecida en
^^•'tago, ciudad de la República de Costa
•^ica.
, ^as estipulaciones hechas en 1907 llevan
'Implícita la tendencia a una consolidación
de ]
'°s cinco países. Pero debe tenerse en
^'^'a que si bien hay fuerzas indiscutible"'6 activas que obran en el sentido de la
"i^, hay otras, de mayor pujanza tal vez,
, ^ Origen eterno, que imprimirán al mo'snto determinadas formas.
^ ^a creación de Ja Corte de Justicia CenI j . l^^ricana se- hizo en
Washington,
t » — ' bajo
—j"
""ección de la cancillería de Washington,
•len Méjico tuvo también una intervenen Su"^rnamental, desechada más tarde, aun
aparienia, por la tensión permanente
j • 'la habido en las relaciones de los Establos
'
°^Ünid
os con Méjico a partir de la crisis
lie;ara
güense de igog.
Ür
c, "i escritor norteamericano, William R.
J^^Pherd, que ha dado a la excelente Home
q ^'^^^ity Library un tomo de criterio yan5 ^°ore las Repúblicas del mundo iberoiL '^'^ano, dice, con la más perfecta ciarit. > que los Estados de la zona del Caribe
p '' sólo una supuesta independencia)
d^ que viven bajo una forma de tutela
., Onocida en cualquiera otra parte del
K '•'^ se acentúa en casos como el de Ni%K' ^' ^ '^ ^"^ ^^ '® "^^"^ y ^^ ^® quitan
% •''"°^' '"'^^ formas de mediatización tan
Lg '.^ ' ^^^ ^1 edificio construido para la
p. 'on de los Estados Unidos tiene como
\u '"^^grante un cuartel destinado a las
'^^s de ocupación.
^. ^ ^^^ti'al and South America, by Professor
'*• Ca .P'^srd.—London.—Williams and Norga•^'^Ulo sobre Relaciones internacionales.
Nnm. 2 7 2 . — 1 1 .
'So/'^Co
Dentro de esta condición, la República de
Nicaragua ha entregado lo que constituye,
no sólo su independencia, sino aun la mera
autonomía. Entre las enajenaciones hechas
por los Gobiernos de Nicaragua, hay derechos que forman parte esencial de los países
limítrofes.
Tal es la situación general que una verdadera unión de las cinco Repúblicas tendría
que rectificar.
¿Tienen elementos para ello?
Encerradas dentro del muro de acero formado por la Marina yanqui, instrumento del
capitalismo, que se ha adueñado de los recursos más valiosos en esa zona americana,
la tentativa del Salvador será registrada más
bien como una heroica protesta, si es que no
degenera en una farsa útil a los intereses
preponderantes.
LOS PROLETARIOS DE AMÉRICA
T
ENEMOS el propósito de que estas crónicas no salgan vaciadas en los moldes
que fabrica la prensa política.
Así, cuando hablemos de la opulenta República x'^.rgentina, procuraremos abstenernos de seguir el centelleo de los brillantes
del rastacuerismo, y consagraremos nuestro
esfuerzo a conocer y describir la situación de
los que cultivan el trigo y enlazan los toros»
cuyos productos se convierten a veces en
champaña para las cocottes de Montmartre.
Hay en América un paraíso, del que vamos a hablar hoy. Puerto Rico es el diamante de las Antillas, si Cuba es la perla.
Puerto Rico está bajo el pabellón de los Estados Unidos, cuyo Gobierno tiene, como se
sabe, el fanatismo de la escuela, del hogar,
del respeto a la mujer, de la dignidad humana, y hasta de la ventura de los pájaros.
¿No una tierna y dulce niña, hija del presidente, daba funciones de teatro en la Casa
Blanca para propagar sus ideas contra el uso
de las plumas en los sombreros?
Dos miembros de la American Federation
of Labour que visitaron la isla encantadora,
vieron a las mujeres desempeñando tareas
agotantes en campos y fábricas. Y vieron a
niños en edad escolar obligados a devengar
un jornal miserable; pero, sobre todo, les
impresionó que aquella tierra de abundancia
fuera un cementerio di vivos, un campo de
concentración, una colonia penal, donde se
trabaja y no se come.
No se come. ¿Se come acaso café, se
como caña de azúcar, se come tabaco?
No. Eso se exporta. Eso se convierte en
trufas, en faisanes, en vino de Borgoña, en
automóviles, en rubias muchachas de Broadway...
¿Trigo para los productores? No; eso los
enervaría. ¡Es tan dado a la pereza el obrero
tropical!
Uno de los comisionados de la American
Federation oj Labour^ que visitaba las escuelas de la ciudad de Ponce, presenció el síncope sufrido por un niño hambiento.
El visitante oyó de labios de una de las
profesoras que son frecuentes los casos de
ese género.
CAPITALISMO, CANIBALISMO
c
UANDO se publicaron las declaraciones
de los dos investigadores, el mundo
de los beneficiarios que explotan el trabajo
en Puerto Rico se movió indignado, y gritó:
—¡Esos hombres mienten; son bolcheviques!
—[Bolcheviques los correligionarios de
Gompers!
Un portorriqueño que leyó el informe ha
jurado, dice, consagrar su vida a luchar contra el capitalismo o canibalismo, monstruo
con entrañas de plata y oro, que hace de
los centavos y pesetas, indispensables para
la vida de los muchos, montañas de escudos
y onzas para los pocos.
«En la campaña anticapitalista —agrega
el propagandista, cuyo nombre sentimos no
haber encontrado en los periódicos que resumen estos datos—, en la campaña anticapitalista, guardaos de leer, brutos de aquí y
de allá que me escucháis, odio tonto y mezquino al capitalista, pues no es el individuo,
sino el sistema el que tiene la culpa... Sistema infame, que produce la deformidad social llamada pobre-, junto a la deformidad social llamada millonario.-¡i
EL HAMBRE EN PANAMÁ
os capitalistas norteamericanos decían:
«Consumada la obra del Canal, esta
creación estupenda de la ingeniería tendrá
que ser por fuerza el factor de encumbramiento económico de una zona maldita, condenada secularmente a todos los azotes de
una cruel naturaleza y a todas las desdichas
del atraso.»
Si en América no hay cuestión social,
como dicen muchos candidos, en Panamá
puede haberla menos aún, como aseguran
los aduladores apologistas de los arbitros del
bienestar, la escuela y la higiene.
Don J. M. Blázquez de Pedro, que vive en
Panamá, comunica algunos datos extraordinariamente interesantes. Según el señor
Blázquez de Pedro, los jornaleros de la zona
del Canal ganan apenas lo suficiente para la
vida individual de un hombre austero, sin
mujer ni hijos. Hay excepciones en ciertos
oficios; pero la diferencia no constituye verdaderos privilegios.
Las mujeres ganan menos y trabajan más.
Una cajera de farmacia y nevería, empleada
que no recibe propinas, gana de veinte a
treinta pesos mensuales, en moneda de plata, por un trabajo de nueve a doce horas
L
Núm.
dd %
272.—12.
diarias. A l g u n a s mujeres q u e trabajan pasan días e n t e r o s sin comer...
N o h a y sino ver en las calles d e P a n a m á
niños, mozos y hasta h o m b r e s descalzos. N o
hay sino visitar los chamizos q u e habitan los
trabajadores. No h a y sino enterarse d e lo
q u e guardan en sus despensas.
E n el interior, n a t u r a l m e n t e , la situación
excede a cuanto pudieran representar Panamá y Colón.
¿Podrá esperarse un estudio s i s t e m á t i c o
acerca d e la condición d e los trabajadores?
Estudio, decimos; no estadísticas amañadas.
C u a n d o se n o s habla del P u t u m a y o y d e
\Q%yerbales á€\. P a r a g u a y , t o d o s nos h o r r o rizamos, y los más sensibles son los m á s
convencidos d e las bendiciones del capitalismo.
Esa sensibilidad especial tiene una causa
tal vez subconsciente. Mientras haya horrores e n el P u t u m a y o , mientras haya crímenes
en los yerbales, se aleja el peligro d e q u e
sean denunciados los Putiimayos
y yerbales
q u e florecen, n o sólo en P a n a m á , en Cuba,
en P u e r t o Rico y en otros países d e relativo
adelanto, sino e n los c e n t r o s mismos d e la
civilización industrial, c o m o P i t t s b u r g y
Chicago.
EL PANAMERICANISMO
SOCIAL
DEL MIEDO
E
XISTE ya un m o v i m i e n t o d e solidaridad
continental, formado p o r los aterrorizados e l e m e n t o s d e la explotación económica.
El r e p r e s e n t a n t e s u p r e m o , la divinidad;
más bien, d e esa corrriente, es el c a v e r n a r i o
A . Mitchell Palmer, attorney general d e los
E s t a d o s Unidos.
La divinidad tiene un pontífice tan i n t e r e sante c o m o ella.
El s u m o pontífice d e la n u e v a fe — l a fe
en el m i e d o y e n los recursos del m i e d o —
es u n b í p e d o q u e r e s p o n d e al n o m b r e d e
Nicholas M u r r a y Butler.
Nicholas M u r r a y Butler rige y p r e s i d e la
Universidad d e H a r v a r d .
[Descubríosl
H a r v a r d es ilustre p o r sus h o m b r e s d e
ciencia y p o r sus investigadores, p o r sus laboratorios, p o r su golf, p o r su maravillosa
situación e n el m á s h e r m o s o d e los paisajes
d e A m é r i c a . P e r o H a r v a r d se s u p e r a a s í
m i s m a p o r el t r a s c e n d e n t a l y sublime cretinismo d e su p r e s i d e n t e .
'
¿Imagináis al h o m b r e d e C r o m a g n o n asist i e n d o al Grand
Prix?
E s e es míster Butler escribiendo los e n sayos d e su r e c i e n t e libro Is America
Worth
Daving?
¡Delicioso ironista este s e ñ o r Butler!
1 Vale la pena de salvar a América (los
E s t a d o s Unidos)?
Sí vale la p e n a d e salvar a América, a m e nazada d e m u e r t e , es necesario c o g e r el
chuzo y salir c o n los d e la Legión
Americana para r o m p e r cráneos duros d e bolchev i q u e s , d e sindicalistas, d e marxislas, d e
h o m b r e s antiamericanos, e n e m i g o s del ideal
d e los p a d r e s , del e x c e l e n t e u s u r e r o J o r g e
W a s h i n g t o n , el p r i m e r o en la guerra, el prim e r o en la paz y el p r i m e r o en los Registros
de la Propiedad.
D e b e r í a hacerse u n a edición p o p u l a r d e
la obra d e Butler, a fin d e q u e nuestros atrasados países conozcan a este s e r q u e habla
d e K a r l Marx, entendiéndolo como podría
e n t e n d e r Muñoz Seca el L i b r o d e J o b .
BOL CHEX'IOUES Y G A N A D O ;
SOCIALISMO y EPIZOOTIAS
'>L Gobierno a r g e n t i n o se s o r p r e n d e y
j alarma al v e r u n a noticia telegráfica
p o r la q u e sabe q u e el G o b i e r n o español
prohibe la importación d e g a n a d o argentino c o m o medida precautoria c o n t r a u n a supuesta epizootia reinante en aquel país a m e
ricano.
E
Según La Nación, d e Buenos Aires, n o
h a y tal epizootia, y el Gobierno q u e rige los
intereses económicos d e l a s calumniadas
p a m p a s , se a p r e s u r a a hacer las rectificaciones del caso y a pedir la revocación d e las
medidas perjudiciales para los e x p o r t a d o r e s
de ganado.
E S PA Ñ A
de la Encina, I^íez-Canedo, Araquistain, Tomás Borras, Nilo F a b r a , A l v a r o Calzado,
etcétera. La Redacción también está escogida c u i d a d o s a m e n t e . Con todos estos elementos d e hombres y técnica, bajo la égi^^
del entusiasmo, laboriosidad e inteligencia
de Fabián Vidal, La Voz será pronto uno
d e los periódicos más importantes d e Esp3'
ña. Nuestros votos p o r q u e así sea.
MOTIVOS
CREPÚSCULO
REPÚSCULO dramático, que tienes
una larga hora lívida
y un momento de sangre,
dale a mi alma una razón siquiera
antes de que te acabes;
¡no dejes que en las sombras de la noche
se hunda, la pobre, como en una cárcel!
C
ESTE DOLOR...
T^STE dolor impuro y lancinante,
JLL fruto de liviandad,
pretendió hacer su cómplice del A *,
para flechar la Eternidad;
mas en el arco poderoso y brusco
el efímero dardo se quebró,
y de este mal impuro en verso impuro
¡sólo sabremos el presente y yo!
TONADA
A mañana era muy clara,
el camino, muy derecho;
el sonar de las esquilas
era de la ermita eco.
El sol, como una conciencia,
echaba sobre el sendero
las siluetas paralelas
y obscuras de nuestros cuerpos.
Las rosas, recién abiertas,
daban ansias, no deseos;
virginal llama era el día,
sin oscilación de viento;
y aunque marchábamos juntos,
iba entrambos el respeto.
L
¿Qué Gobierno d e E u r o p a ha d e m o s t r a d o
la misma solicitud c u a n d o los Estados d e
A m é r i c a e m p e z a r o n a seguir las reglas del
p a n a m e r i c a n i s m o blanco, e n t r a n d o e n las
vías d e una palmerización desenfrenada?
A lo q u e e n t e n d e m o s , el d i p u t a d o a r g e n tino Carlos Meló es el iniciador d e una ley
q u e «sirve d e salvaguardia contra e l e m e n t o s
e x t r a ñ o s , causa d e degeneración física o d e
p e r v e r s i ó n moral»; d e u n a l e y q u e tiene p o r
objeto conseguir «la exclusión d e e l e m e n t o s
malsanos eliminados p o r E u r o p a » .
¿Qué sucedió en la mañana
para que ocurriera aquello?
El asunto tiene tal importancia para las
clases g o b e r n a n t e s , q u e a u n se ha creído necesario reunir un Congreso internacional
a m e r i c a n o c o n t r a las ideas subversivas.
Se establecerá un sistema para examinar,
aislar y r e e x p e d i r h o m b r e s , c o m o S'i examina, aisla y r e e x p i d e g a n a d o .
La luz se tornó rojiza;
pasaron rachas de fuego;
un hálito sofocante
trajo de lejos deseos;
y el sol, demasiado alto,
DO proyectó en el sendero
las dos sombras, separadas
tan sólo por el respeto.
SEGUNDAS NUPCIAS
"LA
V O Z •'
ESDE hace unos días se publica en M a drid un nuevo periódico d e la n o c h e .
La Voz, dirigida p o r el antiguo colaborador
d e EsPAÍÍA. y amigo nuestro, d o n E n r i q u e F a j a r d o , m á s conocido p o r Fabián Vidal, n o m b r e d e pluma q u e ganó gran resonancia
c o m o crítico militar d u r a n t e la g u e r r a . La
Voz es, en lo tipográfico, un diario excelen
te; en lo periodístico, vivaz, vario, a m e n o ;
en lo político, burlón, c o m o c o r r e s p o n d e a
este período d e decadencia y monotonía; e n
lo literario, c o n u n a colaboración discretam e n t e escogida: R o b e r t o Castrovido, Juan
D
M
UJER: la ley y la muerte
te han consentido cconocer» dos hofflO'
sin que el cieno mordente de la injuria
ponga indelebles manchas en tu escudo.
Embozada en la toga, que mil veces
cubrió putrefacciones de pecado,
pondrás en la balanza del recuerdo
el gusto de los besos diferentes;
y mientras inocentes mesalinas
buscan, por los caminos de la carne,
un ideal imposible, satisfecha
entre los pliegues de la honrada toga,
sonreirás con tus labios voluptuosos,
que saben ablandar los juramentos,
a la Diversidad, la tentadora
«sirena de la tierra».
t
A. HERNÁNDEZ C A T ^
ESPAÑA
90/ ¥é
DIÁLOGO DE AQUILES Y ELENA
por
Alfonso Reyes
E
SCENARIO no muy vasto, no tan vasto
como se asegura: la cabeza de Walter
Savage Landor. Ambiente romano convencional.
En el fondo, templos en ruinas, grises, ol^dados, duermen con una solemnidad fotoSi'íSfica. Abundan las inscripciones jurídicas,
'^5 piedras históricas. La yerba, descolorida,
i-as cigarras han huido de todos los árboles
•~~írboies en forma de parasol—. Parece
lúe nunca hubo cigarras, o se las confunde
Con Unas viejecitas romanas que hierven su
Caldo, a mediodía, entre las grietas del Capitolio.
A lo lejos —clara campiña— se colum"••^n, como liras abiertas, los cuernos de los
to•"OS latinos. Anochece.
Aquiles y Elena, en primer término. Ella,
de pie; él, tendido, reclinado sobre la yerba.
'Unque hechos a todas las cabezas, se encuentran incómodos: hubieran preferido un
escenario mñs adecuado. ¿Qué han de hacer
'^uí, entre kis de.spojos de la gente romana?
I^-'" Landor! Muy a tu pesar, los dos se
acuerdan, en (excelente griego arcaico, del
*^5camandro, de los muros de Ilion, de las
"aves huecas en la playa.
^-ste diálogo acontece inmediatamente
^^Spués del que escribió Landor. Es como
''•""la de bastidores adentro entre gente su9ue se ha violentado para representar un
^^' drama: Aquiles, amoscado de haber he"O el necio; Elena, más que sofocada (¡nues^^^ pobres mujeres!) de haber hecho la niña
boba.
'ín Landor, Aquiles se preocupa de las
'tas ajenas, y ostenta puerilmente la atra"'a botánica —botánica de maestro curan''''0. de saludador— que heredó de su prePtor Quirón. En Landor, Elena, al recono*" a Aquiles, sólo piensa en suplicarle que
Y," naga de ella su esclava, su hembra. Y
ena —todos la conocéis— ha dicho siem]^^'- *Si en algo me complazco yo, es en que
"^os los hombres me hagan su escla\a.>
_ ^i"ü las hipóstasis están sujetas a los ca'chos de la mente que las concibe. Y
nuiles y Elena, muy a su pesar, salieron al
«Se,diario del diálogo como quiso Landor,
aron un poco (|rara charla, por cierto!;
IPer,
^'^regrina concepción de Grecia! Una chartejida de interrogaciones y excl- nacio1 •'' y, al íin, abandonaron la esc na. Y
(j /^^ ^ue no saben a qué dioses darse, meUn°^ ^" aquella cabeza más bien romana:
escenario no muy vasto.
^^i^iles trae el resquemor de las últimas
palabras que le hicieron decir: cierta alusión muy lamartiniana al corazón, a! único
sitio vulnerable. Elena trae la incomodidad
de haber tenido que portarse con miedo y
dar unas disculpas ociosas (¡ella nunca se
disculpó!); de haber dicho tanta trivialidad.
Las liebres, entre las ruinas, se burlan
gloriosamente de su meditación, correteando como faunos y ninfas que se persiguen:
Y Elena:
—[Oh, cuan puros éramos ayer!
Aquiles finge no escucharla; pero lo denuncia un cantarcillo que le viene a los labios, que musita entre dientes, y que dice,
más o menos: «Sí, sí, cualquiera tiempo pasado fué mejor.»
Como Elena es mujer mimosa (de niña,
sus hermanos la subían a sus caballos), conversación que se propone no la perdona.
Insiste:
—¿Aquiles? ¡Oh, cuan puros éramos ayer!
Aquiles, como todo ser dotado de naturaleza doble y confusa,es meditabundo, dado
al silencio. A veces, descuidaba la guerra,
divertido con la vista del mar. Quién afirma
que lo ha oído requebrar a las olas, diciéndoles: «Sólo tú me comprendes.» Quién asegura que lo ha sorpr.índido confiando sus
secretos a los caballos de su carro y cuchicheando a sus orejas: «Pero no se lo digas a
nadie; ni a Patroclo.» Su doble naturaleza
lo hace concentrado y altivo. Algo tiene de
los animales domésticos, que no siempre entienden bifn lo que les queremos; algo de
los poetas, que casi nunca escuchan lo que
les decimos. Aquiles es tan inconsciente y
profundo como Elena es avizora, locuaz,
dueña de sus alfileres y sus encantos: ¡buena
mujer, al fin!
Aquiles no experimenta la necesidad de
hablar. Tampoco ama precisamente a Elena,
a despecho de la suspicacia de Landor. Si la
amara, comenzaría por declararlo. Los griegos no disimulaban su placer, ni su ira, ni
su miedo. (Antes del combate no era extraño verles llorar.) Pero Aquiles piensa que no
es necesario conversar con Elena: basta contemplarla. Tiene razón.
Y, sin quererlo, por el hábito de la duda
metódica, tan desarrollado en los seres de
doble esencia, se pregunta si, después de
todo, Elena será tan hermosa como dice la
fama... Medita, compara y resuelve:
—Es, en verdad, muy linda. Pero... ese
cuello blanco, tan largo... Bien se ve que es
hija del Cisne.
Elena, aunque acostumbrada a estos chis-
Núm. 2 7 2 . — 1 3 .
morreo» vulgares que corren entre las comadres a propósito de su paternidad y su nacimiento, protesta con una patadita ligera.
(¡La infiel tiene unos pies de diosa!) Y, ya
irritada, insiste con un tonillo impertinente:
—[Aquiles! [Aquiles! ¡Centauros te habían
de educar, que no en la corte del rey de
Francia! Por los pies de plata de tu madre,
¿no me harás caso? Escucha; ¡Oh, cuan puros éramos ayer! ¿Qué me respondes?
Aquiles, cuyo sentimiento del espectáculo
es a sus horas más hondo que el de las cigüeñas de Egipto ante el crepúsculo (rojo y
oro sobre el Nilo, palmeras de cobre, inmensidad), ha sorprendido el piececito inquieto de Elena; ha oído la invocación —algo
imprudente— a los pies de plata de su madre; asocia lo que ve con lo que oye. Medita, compara, resuelve:
— [Si ésta hubiera tenido los pies de plata! ¡Ay, pero ni una huella en el suelo, ni
cómo rastrearla y seguirla! [Triste Menelao!
Más ligeros son los pies de Elena que los
míos. Ella, como Iris, no toca el suelo; pisa
en la voluntad de los hombres con unas pisadas invisibles, como tentaciones. Sus plantas huelen al jugo de todas las flores. ¡f)h,
qué hurtos, qué correrías por los jardines!
Elena a todos los hombres podría decirles;
«¡Acuérdate, acuérdate de aquel día!»
Elena, anonadada, se sonreía trémulamente. Si aquello fuera galanteo de jovencete o
reclamo de enamorado, ahí de las habilidades y composturas que ella sabía. Pero oírse elogiar así, en tercera persona, frente a
frente y —como si fuera cristiana— ¡por sus
pecados!, es cosa que la desvanece, trémulamente.
La luna, entre las ruinas inoportunas, asoma, vieja Celestina, fría a la vez que rozagante, pagada de sí. Algún pajarraco burlón,
en el horizonte, desde su rama, proyectado
sobre el astro como una sombra chinesca,
lo picotea, lo picotea, con un regocijado
chiar.
Cuando Elena advierte que ha anochecido, echa atrás el manto, descubre los brazos
hacia la luna, y canta:
—El ansia de la tierra está suspendida de
mis manos...
Es una antigua canción de rueca. Los ojos
de Elena relampaguean furtivamente hacia
Aquiles, el soldadón. Aquiles se acuerda de
la infortunada Briseida, su dulce esclava.
—El ansia de la tierra está suspendida de
mis manos. Venid a buscarme por las tapias
de mi jardín, al hora en que duerme mi señor y enmudece la pajarera. Las fuentes se
han vuelto de luz. ¡Ay, Romeo! ¡Ay, Calixto!
>En la sangre de mi palomar se han teñido vuestros halcones. Al hora de la alondra
os iréis de mí. Venid a buscarme por las
tapias de mi jardín.
»Me cortejaréis con adivinanzas, como
Salomón a la reina Balquis. Yo os propon-
Núm. 272.—14.
dré los enigmas que me enseñaba mi nodriza la Esfinge, con que supe conducir al Infierno, como a tigre por el cordón de seda,
a aquel caballero alemán que me evocó, espantado, desde el trípode de las Madres.
»E1 ansia de la tierra está suspendida de
mis manos.
»iAy padre, hermanos, esposo míol No
os lo ocultaré: lo han querido todos los dioses. Me ostentaré desde la torre de Troya,
para ver a los que luchan por mí, y todos lo
adivinarán en esta cabellera desordenada, en
esta cabellera que me denuncia, revuelta
con las hojas del suelo,
»Gira, gira, gira, rueca mía, devanando el
hilo déla plata. Las Parcas ya no saben tejer. Las princesas llamarán a los pájaros para
desenredar la madeja. Lo que haga de día la
hilandera casta, yo lo desharé por la noche.
|Kedes de la mar, redes de la mar! | 0 s he
tejido con mis cabellos de cáñamo! ¡Túnica,
túnica de mi amado muertol Yo la tejí para
él; la teñí en mi sangre venenosa.
»Y el ansia de la tierra está suspendida
I de mis hábiles manos.
»Día llegará: mis taloncitos sonrosados os
redoblarán sobre el corazón. Día llegará: os
llevaré en rastra al cielo, estrangulados en
mis trenzas de cáñamo. Porque yo soy vuestro dueño. Hombres, todos los hombres:
«¡Acuérdate de Aquel Dial», gritadme to1 dos, y yo desfalleceré, trémulamente.»
—Bien —comenta Aquiles a media voz,
mientras ella se recoge en el manto, jadean; te, y lo abre y lo cierra como las alas de
IJ! una mariposa lunar—. Bien: el gusto, algo
asiático, poco ponderado: confusión de estilos y de épocas; el sabor, de clavo; el olor,
de mirra. Pero ello va con las aficiones del
tiempo. Y menos mal que no ha hecho el
menor caso de estas ruinas romanas.
(Arde bajo la luna, al fondo, una ruina en
forma de herradura, desportillada como una
dentadura vieja.)
Y:
—¡El ansia de la tierra está chorreando
de mis brazos! -—exagera Elena, arrebatada,
mientras, en una ola de luz, la túnica se le
arrolla a los pies, formando un nido, de donde salta ella, dorada, desnuda, hija del Cisne.
»Forma substancial de la luz. Cisne, flor
de hielo: ahógame en tu cíngulo de seda, y
yo flotaré, cabellera inútil, sobre el río en
que se baña mi madre —¡oh hermanos
míos!—, mientras vuestra honestidad se da
topes en los picos de las estrellas.»
Y después, cruzando los brazos, arrullando su propio seno:
—Dos gemelos traigo yo en brazos, dos
hermanos de leche. Castor se llama el de la
izquierda, y el otro es Pólux. Tiemblan
como corderinos los dos. Los Caballeros del
Día y de la Noche, mis dos hermanos, me
buscan cuando me les pierdo en las nubes
crepusculares. Dos estrellas traigo en las manos: una la ambicionan para su corazón los
E S P A Ñ A
•d&i^6>i
mancebos; la otra la imploran las vírgenes
para su frente.
»Día llegará, día llegará... Yo soy vuestro
dueño, y me transfiguro siguiendo la ley de
vuestros anhelos. Pero hay que desfallecer:
algo inefable nos reclama.»
Y Elena tirita, entre la noche.
Entretanto, Aquiles, como marido que
despierta de mal humor:
—¿Elena?
—¿Aquiles?
—Mis grebas están sin lustre; mi escudo
padece abolladuras; el filo de rñi espada está
sordo. Haz que todo me sea alistado para la
hora de partir.
Elena, descuidada, exhala su alma en una
canción indiscreta:
LA
—Volveré contigo en cuanto el otro...
Pero se detiene, sobresaltada, al canto del
gallo.
Aquiles, ya entre sueños y desvaneciéndose, reintegrándose en el color y los
perfiles del suelo, tiene pesadillas de mi'
tólogo.
— Esto del talón vulnerable... —masculla—. Gota hereditaria... Juventud disipada de mi padre Peleo... Sólo tú me comprendes... No se lo digas a nadie, ni a P^'
troció...
Elena, entretanto, el vello cuajado de rocío, corre de puntillas a refugiarse en el tronco de cualquier árbol.
Y el gallo, a voz en cuello, clarinea:
— ¡Acuérdate de aquel dial
HUELLA
PERDIDA
por
Claudio
de
LIBERTAD
EJÁBAMOS la ciudad al amanecer. Un
mar hondo, transparente, nos separaba ya del puerto. El barco cruzó la Isleta.
Como final de un acto, la niebla comenzó
a bajar. El telón tocó las aguas, y la tierra
desapareció, poco a poco, definitivamente.
Quedamos entonces rodeados de niebla; y
oíamos, sin embargo, como un prodigio de
la escena, las campanas de la catedral, oscuras, emocionadas...
D
MILLONARIOS
ERO ¿usted cree todavía que esa mujer
pide limosna por capricho? ¿Es usted
tan candido que ha aceptado la leyenda de
los pobres ricos? Mire usted, amigo mío: yo
no creo en eso. Creo más bien que los humanos todos aspiran sabrosamente a un
bienestar. Vivir sin fatigas, sin quebrantos,
sin la dolorosa tarea de la convivencia, es el
dulce anhelo en esta vida. Y este esfuerzo
para la tranquilidad, aun en el más avaro y
en el más pródigo, nos hace derrochar y
guardar dinero, y hasta ni una cosa ni otra.
Es imposible que usted crea que esa mujer
pide por pedir, sin noción clara de su acto.
¿Que es rica? ¡Ja, jal Y casi le faltan las
tuerzas para andar, y anda; y viste tristemente, y tiene hambre... Sí, señor; tiene
hambre. ¡No sabe usted la dolorosa impresión que me produce el oír cómo se llama
naturalmente, a una mendiga, rica y caprichosa!
—Verá usted; allá en mi tierra, lejos de
P
(I) Del libro que con este título publicará en
breve nuestro colaborador Claudio de la Torre.
la
Torre
esta Castilla andrajosa y mísera, hay tambié''
pobres. Pobres hay en todas partes dono^
se viva con dinero. Allá se vive. Entre lo
pobres de mi tierra tuve yo, en un tiemp"'
cierta simpatía. Jamás hice caridades, y es'
gran delicadeza me proporcinó su amista^'
Hablaban con frecuencia de mi esplendió
posición económica, cosa que a ellos entr'^'
tecía y daba motivo de justa discusión. tJ
día les oí quejarse; un pobre negro que ap^
ñas se hacía entender por ellos, había reun''
do una fortuna, según decían, que ocultab»
ferozmente. Se trataba de que la repartiC
Yo escuché sus razones, y, convencido, ^
fui en busca del negro. El negro vivía sobr
el mar, en una cueva espaciosa. lintfs. '-'
negro no estaba. A poco le divisé tend'o
sobre unas rocas. Me acerqué, y le dije s
veramente:
—Amigo mío, sé que es usted mi''"
nario.
El negro me miró sonriendo, y luego se
puso a temblar. Yo insistí. El bajó la cabe
resignado. Entró en la cueva, y le vi esca
bar en un rincón. Sacó una caja
brienta, su caja de caudales, y me dijo:
—Es verdad; tenga usted mi dinero
Yo conté; había treinta y siete pesetaS'
Me reí estrepitosamente... y repartí la '
tuna entre los pobres.
EL ENEMIGO
EDIA noche. El tren se detuvo. Af^^
una estación pequeña, envuelta P
la bruma, se pegaba a los cristales del
gón. La luna, en menguante, apenas le
tada del horizonte, bañaba el límite de
llanura con una claridad siniestra
M
¿?o/¥69
ESPAÑA
Núm. 2 7 2 . — 1 5 .
Se encontraron algunas veces, y ni siquieLa niña despertó; sintió frío. De pie, jun- Fritz. El gerente, beligerante a su manera,
ra se miraron.
^0 a la puerta del coche, distinguió un nuevo decía a cada paso:
^''íijero. La luz casi velada del pasillo le caía
El puente de plata de la amistad conti— ¡Mentecato! ¡Sustituir a Fritzl ¡Fritz,
Sobre la frente; era alto, delgado, de perfil por lo menos, no es neutral!...
nuaba, sin embargo, tendido, invisible y mis^Sudo;se alisaba el cabello, como procurando
Nuestro alemán, entretanto, no osaba pa- terioso.
ocultar algo, y brillaba la mano pálida en sar cerca del Banco. De lejos lo veía, y se
(Cuatro años. Fritz entristecía de modo
'odos los movimientos. Más las uñas. Los contentaba.
alarmante. El gerente sonreía:
°los, de vez en cuando, fijaban la mirada, y
—¡Ser un enemigo! ¡Qué pensaría mister
—Oh, to morrowl
•^sspedían resplandores de esmeralda, inten- White!
Y el mañana llegó. El armisticio, nunca
sos, rápidos. El viajero entró, inclinando
Pero mister White no le abandonó. Por más doloroso, fué lluvia del estío en la ciu'geramente la cabeza, y se sentó frente a la caminos extraviados, extrarradio de la vigi- dad. Fritz comienza a renacer. .iQué espera
'^'ña. La niña le miró con curiosidad. ¿Dón- lancia consular, enviaba mensualmente un nuestro buen amigo el alemán? ¿Qué busca
^^ lo había visto antes?
sueldo clandestino. Fritz estaba asombrado. rondando el Banco a altas horas de la noche?
—¡Oh, mister White; excelente mucha- ¿Por qué acerca el oído a las puertas cerraEl tren corría por los campos, como si
l^ubiese perdido la vía. Tan pronto pasaba- cho! ¡Gran país Inglaterra! (Ach, mister das de la oficina, percibiendo el silencio, y
lUnto a una hondonada, un árbol o una mon White! P^iner kerl! England, was lür ein por qué se le ilumina la cara con una sonrisa maliciosa?
'3ña. Parecía perseguir, buscando el mejor grosses Land!)
'lamino. La niña no se dormía; sentía un
'Malestar profundo, un frío distinto, que le
•^Día por las piernas temblorosas y le Ilega^ al corazón, desvaneciéndola. Después, un
M A D R I D
Calor en la cabeza, en la boca. El viajero
^'lora sonreía.
ijDe dónde venía este viajero? La niña se
^ovi6. Los ojos de fuego se le clavaron en
pecho. Cruzando los brazos, con el cuerpo
por
Oandonado, comenzó a rezar. El hombre
^sapareció. El tren se detuvo de nuevo. La
Ramón Gómez de la S e r n a
'la miró a todas partes; buscó al viajero
Por los rincones de la nueva estación. La
'^^va estación, como la pasada, era un jirón
L disco del xilofón es el que más suena chas de servir, hijas de Vallecas, no se oyen
^ bruma. Entonces sintió una angustia muy
en todos los gramófonos del domingo. más que insultos al tren: «cucaracha», «ca
sfande, un deseo irresistible de llorar, de
P'tar... Y se quedó dormida. Y soñó que la Por esta profusión de xilofones parece que iraca», «cangrejo». Se teme que el tren, al
suenan alegremente los huesos de todos los oír todo eso, se pare o vuelque.
basaban
,
en la boca.
de las casas en que suenan (los huesos de
El trayecto a Vallecas es largo y está melos niños en las notas delicadas y los de los tido en una cuneta, en medio del sol más
UN DOLOR
mayores en las graves).
seco, por entre los trigales más secos, ya
(EL ALEMÁN Y TAL)
rastrojos de paja brillante, de la que no que¿Cómo les duele tanto las muelas a los al- da ya más que el cañón, porque en todo el
ODO el daño que el armisticio sembró
por Alemania trajo de bien y de es- quilas de los simones, en domingo sobre término de Vallecas la cosecha es precoz y
^^fanza para Fritz. Fritz, viejo empleado del todo?
es peligroso que se agoste o que caiga sobre
^nco Anglo-Africano, veía acercarse el moella el peor de los granizos, el granizo que
gato de recuperar el empleo. El empleo
El domingo las señoritas de los balcones estaba destinado a Madrid para romperle
"abía perdido allá en el año IQlSi por la se pasean por ellos como el lobo en la jaula, todos los faroles y todas las claraboyas, gra^ ave presión de Londres. Fritz era emplea- de un lado al otro del balcón, de un lado al nizo contra los grandes pecados mortales de
re sucursal, y, por añadidura, alemán.
otro del balcón.
la corte.
, ^^ vio, pues, en la calle, ante un porveVamos en ese tren perdidos como codor"" "tenebroso, sin dinero, sin oficio, lejos de
El domingo es el día de ir a Vallecas. En nices debajo de los trigos, disimulados entre
^ cajas —Fritz era cajero—, tan llenas de Vallecas se encuentra uno con el domingo los matorrales hirsutos, perdidos como la
Cuerdos como de libras. La despedida de cara a cara, viéndole en toda su evidencia, cochinilla va perdida por la vereda entre las
. ''z fué a]go dramático. Abrazado al geren- su nitidez y su estulticia.
tierras de labor.
.' ^11 fraternal amigo, inglés de pura cepa.
Para ir a Vallecas se coge un tren hecho
Por fin llegamos a Vallecas, extraviado,
de
cajones
y
con
una
máquina
enana,
el
tren
como
descubierto, igual que en los avances
cómo llegaba, por primera vez, una
en
que
viajó
Gautier,
no
camino
de
Vallecas,
de África descubren los soldados un pobla^•"aña emoción a conmoverlos. Francia es'aba niuy distante, y en la sucursal africana sino de Andalucía, porque este tren y esta do, tan fracasado como el primer día, sin
no
. ^e oían, ni remotamente, los ecos del ca- máquina hacían entonces ese recorrido. (No ayuda de nadie. Casi no existe pueblo. El
domingo se lo ha comido, aunque lo de^- El gerente le decía, completamente me creáis ni una palabra.)
Se le espera en el Puente de Vallecas, de- vuelva con su último bostezo.
Está uno perdido en el campo en Valle~Don't cry, please. Can you believe it? biéndose sentar uno en la penumbra del café
Lo cierto es que Fritz se encontró en la Nueva Numancia, para que no se nos paren cas. Es el pueblo como incrustado.
"^ail
En la plaza sólo hay dos o tres puestos de
^- Fué un día de luto en la oficina. El las moscas en los ojos y para no ver el es'ib:
° de caja quedó abierto, olvidado en pectáculo deplorable del escabeche bajo la chucherías para los niños: almendras, rosas,
triesa, con su letra alemana como un gran plaga, ni el de las salchicherías, tan la- torraos y barras de dulce. Las moscas se
comen materialmente las cosas, y no puede
crdimiento.
mentables también.
Un;joven neutral de la oficina sustituyó a
Ya en el tren, entre numerosas mucha- ni quiere tampoco oxearlas la pobre mujer.
D
E
T
O
M
I
N
G
O
Núm. 272.—16.
Disuadiríamos a los niños que vienen con
sus cinco céntimos a elegir una chuchería; pero nos contenemos, porque pensamos
que esa será la vacuna de todas las enfermedades, y si salen de la prueba vivirán
mucho.
Una vieja, quizás la auténtica «Viejecita»,
que se ha trasladado a vivir aquí, pasa desconfiada, mirando de reojo, con la cabeza y
la frente cubiertas de eso de que se cubren
las de los niños de tres o cuatro meses,
cuando todavía no se les puede lavar ni tocar porque aún está el cráneo abierto. (El de
la pobre viejecita se ha vuelto a abrir.)
Pasan unas señoritas vestidas de verde,
del verde de las tablillas en que se anuncia
lo de cPuente de Vallecas» en los tranvías,
verde venenoso, verde enfermedad, verde
difteria.
Todo en seguida resulta monótono, se re-
LA
VIDA
EL
TEATRO DE LOS NIÑOS.
NOTÁBAMOS, en el número anterior, algunas opiniones de relevantes personalidades argentinas acerca del teatro, tomándolas del gran diario bonaerense La Nación.
Otro número recién llegado a Madrid continúa la serie con unas palabras del doctor
Ángel Gallardo, presidente del Consejo Nacional de Educación. Lo más interesante en
laj declaraciones de un hombre que niega
entender en el asunto es lo que se refiere a
li influencia del teatro en los niños. El problema del «teatro de los niños», que tanto
ha dado que hablar aquí, sin llegar a resolverse, lo trata el doctor Gallardo con sumo
acierto; he aquí un fragmento de la entrevista:
«—¿Considera usted factible que los autores arj^rentinos compongan obras de teatro
infantil para las escuelas públicas?
—No veo inconveniente en que se compongan tales obras. ¡Clarol Pero siempre que
sean bellas. Siempre que sean morales. Y,
sobre todo, siempre que no estén escritas
«en tonto>... La mayor parte de los adultos
cree que para aproximarse al entendimiento
de un niño hay que escribir ingenuidades y
tonterías, cuando, en realidad, los niños tienen más imaginación que los hombres. Observe usted cuando los niños juegan: les bas
tan cuatro sillas para creer que viajan en un
tren, y les basta un canasto para imaginarse
que tienen a sus pies un abismo. Intente usted convencerlos de que el abismo es un canasto y de que el ferrocarril son cuatro sillas... Se reirán de usted, que no posee ese
exquisito caudal de ensueños —esa varita
mágica de la imaginación— que transforma
A
QóHk
r
pite la misma mirada cien veces, como s! la
proyección del pueblo fuese la de un cristal
de linterna, cristal inmóvil y único. El domingo está escalfado en esta plaza, llena por
el humo del tren, que aquí reposa y se para
hasta el próximo viaje, dentro de media
hora.
No hay una cervecería ni una dulcería.
Sólo pone en una tapia: «Especialidad los
garbanzos finos de Castilla»; pero no vamos
a comprar garbanzos para obsequiar nuestro tedio mientras sale el otro tren.
Por fin, viendo cómo las moscas cubren,
como las obscuras alambreras acampanadas,
las chucherías para los niños, llega la hora
de salir de Vallecas, y montamos como sobre
la montura de un burro en el asiento del
vagón de este tren, que es como los carritos
en que los niños se llevan unos a otros entre
tumbos y zarándeos.
LITERARIA
y eleva las vulgaridades de la tierra. Los niños consideran zonzo a quien no los compren(''e, y casi siempre aciertan en su juicio...
— ¿Cuáles medios considera usted que deben ponerse en práctica, a fin de que los
buenos autores argentinos escriban obras
teatrales para niños?
—¿Estímulos artificiales? [No, señor! No
creo en ellos. Nunca creí en la belleza de las
obras hechas de encargo. Si alguna persona
de talento y de corazón «siente» a la niñez
y se dirige hermosamente a ella, ¡bienvenida
sea! No creo que le falte entonces el estímulo público. Pero con concursos, premios, etcétera, es probable que sólo se obtuvieran
grotescos mamarrachos.
—¿Qué opina, doctor, de los niños que
trabajan en los teatros?
— ¡Es uno de los espectáculos más tristes,
más dolorosos, más crueles! La explotación
de esos inocentes, expuestos a toda clase de
peligros morales, hiere la dignidad de quien
los mira. Cuando se hace intervenir a esos niños en obras de carácter lascivo o simplemente equívoco, considero que se comete un delito. Sí, señor, un grave delito que debiera
estar expresamente penado como corrupción
pública de menores... En pequeñas fiestas
familiares o escolares de aficionados, sin propósitos lucrativos, pueden intervenir niños
sin mayor peligro. Pero conviene evitar que
su amor propio se excite demasiado o que
se aficionen mucho al exhibicionismo. Con
mayor razón se evitará lo que pueda despertar sus sentidos. El profefionalismo teatral
debiera estar prohibido hasta cierta edad,
como se ha legislado sobre el trabajo de las
fábricas y sobre otras profesiones peligrosas.»
No hace mucho hubo en un teatro de esta
ESPAÑA
corte, en uno de los más favorecidos por el
público durante su habitual temporada —habitualmente desastrosa para el arte—, cierta
«compañía infantil». Algo de lo que aquí se
recoge se dijo entonces, no con la autoridad
ni con el convencimiento necesarios. L^s
compañías infantiles son cosa malsana que a
nadie contenta. Niños y grandes, por mot''
vos diversos, se encuentran poco a gusto efl
esas representaciones.
En cuanto a las obras del llamado «teatro
de los niños», la declaración de que a 1°'
niños divierte lo que las personas mayo''^'
no entienden, pudiera dar lugar a dudas.
Será buena para los niños una obra que 1"
sea también para los que han pasado de es*
edad, dentro de unas estrictas exigencias o*
moral y de arte, tan imperativas las u"*^
como las otras.
Precisamente en otro número de L(i J^^'
aón vemos ahora un artículo de Alberto o
Ángelis acerca del Teatro dei Piccoh, P^'^'
blecido en el palacio Odescalchi de R""'
desde 1914 por Víctor Podrecca, que va
emprender un viaje por distintos palsea de
Europa y América con sus muñecos a"-'
tores.
El Teatro dei Piccoli realiza cump''^*
mente las condiciones que se n^quieren p^
la diversión de chicos y grandes. La susti
ción del comediante por el muñeco h^
sonreír a muchos de nuestros empingc""
dos genios de la escena. Mas, casualnien
al supriinir el cómico — no alsLipi¡mirlo, 6'
al sustituirlo — se aparta el mayor inCOO
niente con que ha trojjezado aquí toda r^
zación análoga. Del intento de Benaveo
fracasado, aún pueden quedar algunas o»
del mismo Benavente y de Valle InclaOi
tre los que recordemos; pero queda
bien, agravado por las recientes experie"
de Pascuas en el Español y en la PrinC
el ejemplo de la imposibilidad de H^^ _
cabo alguna cosa buena con nuestros p'
sionales.
^
El muñeco, por de pronto, carece de
nidad. Además, tiene sus recursos esps
les: le está, en parte, negada la imp''°
ción, pero la sustituye con una estilita
• \-n se£^
expresiva que rige todo el conjunto
= &
leyes armónicas. No aspira a dar la ^^ ^
ción de la vida, como el teatro realista
un»
cual casi nunca lo consigue: aspira a "dar „
spn«af!ón n
prnliar a
rrp«ihlp a
loS f l " ^
sensación
peculiar,
accesible
a los
ocup»'
los que saben prescindir de sus pre"
g
clones o razonarlas hasta convertir e & ^
el razonamiento.
, AO
Da el Teatro dei Piccoli ejemplo ?^^^^^^.
de amplitud crítica en la admisión de
^
Tiene sus clásicos: véase la lista de ^^^I^Q
representadas, según el artículo oe
de AnPfelis:
El gato con botas, de Perrault, c ° " ^ ¿e
de
ca de Cui; La caperucita roja, ^^^
de
Perrault y música de Cui; La Cenicí^f^ l^^i^
Perrault, con música de Massenet; >o/
ESPAÑA
«f/ rey Farfán, de los hermanos Quintero,
'^'n música de Vives; Piñoncito, de Coliodi,
'^on música de Giannetti; El amor de las
'^•r naranjas y El pajarito Belverde, de Car°s Gozzi; las obras cómicas: La Serva Pa'^''om, de Pergolesi; El barbero de Sevilla,
^^ f aisiello; Don Juan, de Mozart; Livietta
' ^racollo, de Pergolesi; La ocasión hace al
"•drón de Rossini; El elixir del amor, de
°ni2etti; Crispino e la Gomare, de los h éranos Ricci; La campanilla del boticario, de
°nizetti; IJ)S novios, de Petrella; las come'as del arte: Arlequín en las camas que vue"•", El jugador arrepentido. Los dos golosos;
^pantomimas: Fátima,\iz!\\e: persa; Pierrot
'"• mariposa, Dido abandonada; las farsas
usicales: 11 signor Bruschinos, de Rossini;
^ zapatilla extraviada en la nieve, y las dirsiones para títeres El negrito en la soga,
"^ tres ladrones. El equilibrista y el payaso
^ '-a abiielita milagrosa.
0?oí ¥é>é
algunas afirmaciones suyas, y logra en la
guerrilla causar algún descalabro al general
victorioso.
Para Lyautey la Constitución democrática
de Atenas tuvo la culpa de su caída ante los
espartanos de Lisandro. Para Lyautey a
Napoleón le llegó su Waterloo, que es el
verdadero, no sólo porque Soult había reemplazado a Berthier en el mando del Estado Mayor, sino por otras molestias que le
ocasionó la necesidad de resolver dificultades suscitadas incesantemente a su paso por
la Cámara de representantes, o, lo que es
igual, por el parlamentarismo.
Y Souday objeta: Si a la Constitución de
Atenas se la hace responsable de la derrota
de Egos Potamos, también hay que atribuirle las victorias de Maratón y Salamina; si a
Napoleón le vencieron por el régimen parlamentario, ¿cómo le vencieron los ingleses,
más parlamentarios todavía?
Núm. 272.—17.
haces mucha falta aquí
para que estemos completoa.
Nadie dirá que nos sobras,
¡oh guerrero inexpugnable!
¡Qué íias de sobrar, si tu sable
vale más que nuestras obras!
El señor Cavestany se ha sentido modesto
por sí y por sus compañeros de Academia.
Tanta modestia es acaso excesiva; si hablase
en primera persona, no disgustaría a nadie...
y estaría más cerca de la verdad.
LA
LEY
DE J U R I S D I C C I O N E S
T ^ N la Cárcel Modelo se halla detenido, a
J~^ disposición de la autoridad militar, el
escritor socialista José López y López. La
ley que le amenaza es la de Jurisdicciones, que de vez en cuando aún da señales
de vida. El delito consiste en la publicación
de un folleto. Temas vulgares: Patria y
Ejército.
No sabemos qué ha podido encontrar el
juez militar de punible en las páginas de
este folleto. Se refiere, sí, a temas militares
y los trata desde su punto de vista socialista;
y no eremos que sea delito el mero hecho
de abordar temas militares sin renegar de
las convicciones a que todo hombre libre
tiene derecho.
Parece inoportuna la persecución que sufre López y López. La ley de Jurisdicciones
caminaba h a c i a el desuso. Pendiente de
aprobación se halla en las Cortes un proyecto aboliendo esta ley de excepción. No
hay Gobierno que no haya consignado en
su programa esta imprescindible exigencia
de justicia y sentido jurídico.
Por eso creemos que la detención de
López y López no tendrá consecuencias
desagradables y que el juez sabrá interpretar el Císo con amplio criterio, devolviendo
la libertad al encausado y sobreseyendo el
proceso a su debido tiempo.
"^ro al lado de estos clásicos hay también
La totalidad del discurso del general fué
^^ lucida falange moderna. Los más mo- un himno a la Francia victoriosa... y un sus^rnos compositores de Italia, Casella, Ma- piro por el antiguo régimen. El general no
^P'ero, Lualdi, Respighi; pintores de ten- entra en la corporación por sus actuales
''Cías avanzadas, como Depero y Prampo- méritos de guerra: se le h a b l a elegido
'i poetas nuevos, como el francés Pierre en I912.
°ert-Birot, han contribuido al éxito del
EL FONDO DEL BAÚL
^tro dei Piccoli. Ahora prepara obras de
^°2art, de Wa gner, de Stravinski.
WEYLER NO HA DE SER MENOS.
^caso más que nadie los pequeños misA Academia Española quiere ponerse a
, ^> a quienes se pide su opinión, facilitantono con la de la República vecina, y
^^ papel en que escribirla y recogiéndola
se
propone
llamar a su seno al bizarro genezones especiales, puedan señalar el caral
Weyler,
que acaba de ser agraciado con
no del éxito, aunque esto último, que quiel
título
de
duque
de Rubí y grandeza de
Qé a veces gran resultado, nos parece un
España.
El
fondo
del baúl considera esto
j'° artificial.
como
un
triunfo
propio.
En efecto, el día de
/ a mejor crítica es la explosión de la ale' del asombro, de la sorpresa, que un la recepción todos los invitados, lo mismo
j "^0 infantil nunca finge; un observador que el ilustre procer, según costumbre, sauto de la sala, durante la representación, carán del fondo del baúl sus mejores galas,
*^^ sacar enseñanzas sutilísimas y leccio- sus trapitos de cristianar.
Una consideración ha determinado el lla'nestimabl es.
, liigo Cipriano Rivas Cherif, .ipor qué no mamiento del general Weyler a ocupar el
P' ^ntre nosotros un Teatro dei L-'iccoli}— sillón que la Academia le destina. No es la
EÑOR director de ESPAÑA. Mi distinguido
de sus obras literarias, ni la de su elocuencia
"'TILO.
amigo: Como lector constante de ESPApersonal:
ya
se
sabe
que
lo
de
«limpia,
fija
M Á S GENERALES EN LA
ÑA,
me
atrevo a dirigirle esta carta con la
y da esplendor» no reza con don Valeriano,
ACADEMIA F R A N C E S A .
que intento contribuir a la buena informaEs que la Academia ha dado forma españo- ción de la revista, en lo que a «La vida liteI ^^ la recepción del general Lyautey la al famoso verso francés, tan repetido en raria» se refiere. He podido observar, hasta
A acaba de ser ocupada militarmente la estos últimos tiempos:
ahora, que existe en esta sección una genestnia Francesa. El general, o sea el Rien ne manque a sa gloire; il manquait a la nStre. ral curiosidad para toda manifestación liteDe darle forma presentable en español se raria, nuestra o ajena. Curiosidad que siem\ ^''•^i y la Iglesia, o sea monseñor Du"esa,^i el primero, con una elocuencia pre- ha encargado uno de los académicos, para pre alcanza una interesantísima aportación
\
de datos, preciosa para los lectores. No es
quien la versificación apenas tiene secretos:
|, ^c Viejo militar; el segundo, con un flo
ditícil hallar, frecuentemente, apuntes o no1¡(" '"genio de viejo eclesiástico, hicieron hemos nombrado al señor Cavestany. La ver- ticias de otras literaturas, comentarios a la
Pf "^ente las delicias de la concurrencia, sificación no tiene secretos para él; pero su nuestra, tan necesitada de justa crítica, que
^Via
\\ "^^íite maltratada por los porteros obra nadie la conoce. Es decir, nadie la co- van formando poco a poco en el espíritu de
noce más que El fondo del baúl, que lo sabe las gentes un afán sincero de revisión.
^ ' a entrada del Instituto.
La curiosidad del redactor le ha llevado
\^"'^inador de Marruecos cantó las vic- todo; no será hoy, sin embargo, tan indishasta
países verdaderamente exóticos. Com6^
coloniales de la Francia republicana, creto, que reproduzca la nueva obra maesprendo
que con este calificativo nadie, ni
\ "^ ^ tanta parte ha tenido su acero. Mas tra; le bastará un trozo, el más significativo, nuestros políticos, entenderá la alusión a CaIÍQ '^ fué alabanza de la política democrá- por cierto, para dar idea de... eso. Las dos narias. De Canarias ha hablado alguna vez.
H^ "^e las ha determinado. La democracia primeras redondillas dicen así:
Dos, recuerdo, más próximas: cuando el últi^^^ Parece bien al general más que en sus
timo libro de Tomás Morales, y cuando unos
Recibe nuestros respetos,
versos, bellos y diminutos, de esa gran poeP°s. Paul Souday recoge en Le Temps
noble duque de Rubí:
L
CARTA ABIERTA
S
ESPAÑA
dol y?í?
Núm. 272.—18;
tisa en miniatura que es Josefina de la
Torre.
Sin embargo, se prepara ahora, en Las
Palmas, a l g o indudablemente interesante
que, por lo visto, no ha querido recoger «La
vida literaria». La ciudad canaria quiere inmortalizar la figura de su hijo más ilustre, de
don Benito Pérez Galdós, en un monumento
de Victorio Macho. Prepara, además, una
solemne velada necrológica. Y se da el caso,
quizá por primera vez en la historia de las
PÁGINAS
A L F R E D
veladas en provincias españolas, de prescindir del docto aóadémico. No irá siquiera un
orador político. La Comisión organizadora ha
acordado, esta vez, evitar en lo posible efectos teatrales, sustituyéndolos, con todas las
ventajas, por la palabra exacta y sugestiva
de Enrique Díez-Canedo. Esta es la noticia.
Y esto, señor director, no lo ha dicho «La
vida literaria».
Mande siempre a su amigo y s. s., q. e. s. m.,
Néstor de la Torre y Millares.
EXTRANJERAS
K R E Y M B O R G
Entre los nuevos poetas norteamericanos,
uno de los más discutidos es Al/red Kreymborg. La revista Others, de que tomó nombre
un grupo radical de escritores, ha afrontado
_ muchos ridiculos y reñido muchas batallas.
Las poesías de Kreymborg, reunidas con el
titulo de Mushrooms {Setas, ¡gió), capturan muy a menudo en sus ritmos libi'es un
pensamiento original^ una imagen nueva, y
no siempre huyen de la trivialidad o la extravagancia. Hay en los más de sus versos
ese humorismo lírico que caracteriza, en los
diversos países, a la poesía nueva. Otro libro
suyo, Plaj^s for Poem-Mimes (igi8), encierra
seis breves dramas para muñecos. « Los que
han visto representadas estas obras —dice
Poetry— refieren que con la representación
ganan inmensamente en belleza e intensidad.it
Están concebidas, de modo primordial, para
la escena; las palabras, trágicas e irónicas,
del poeta, sugieren, sin ernbargo, esa plenitud, como ocurre con toda verdadera obra
dramática. La lectura de una obra dramática
nos da de ella un conocimiento semejante al
que de una obra artística puede darnos un
fotograbado; asociando a ella el recuerdo de
la representación o de obras que hemos visto
representar; el efecto de la lectura puede acrecentarse; pero sólo tendrá plena eficacia la
representación misma; aunque a veces, por
defectos materiales, la representación no sea
más que un trasunto aproximado de la obra
poética.—E. D.-C.
TEOLOGÍA
L
A noche es lona d e circo.
Las estrellas, agujeros
q u e los malos han abierto
para espiarnos.
¿Por qué no han de ser los dioses
como nosotros? ¿Por q u é no pagan
para e n t r a r como e n t r a m o s nosotros?
¿Son pobres?
¿Son gorrones?
¿Temen que los t o m e m o s por payasos?
Y a u n q u e así fuera,
¿no son los payasos los dioses del circo?
¿Pues q u é quieren ésos?
Decidles q u e bajen
y e n t r e n sin miedo.
No nos gusta q u e nos estén mirando d e s d e fuera.
Es molesto para los q u e trabajan.
¿QUÉ H A C E R ?
f q u e es absurdo
s e r tan dichoso,
Y aún es más g r a v e
ser tan bobo.
Y p e o r aún
estar chiflado:
ser tan dichoso
y sin un cuarto.
En los bolsillos,
mira, n o hay nada;
y aún soy más p o b r e :
busca en mi casa.
Ni t e n g o c r é d i t o :
¡si estoy t r o n a d o !
¿Ser tan dichoso
y sin un cuarto?
S
¿Tabaco? ¡Nada!
Y estoy c o n t e n t o .
¿Comer? ¿En dónde?
Y aun más me alegro.
¡Vaya! ¿Qué hacer?
¡Absurdo caso!
¡Ser tan dichoso
y sin un c u a r t o !
VISTA
L
A nieve,
ay, sí, ya lo c r e o ,
es blanca y bonita, blanca y bonita,
bonita d e veras...
d e s d e mi v e n t a n a .
E l mar,
ay, sí, ya lo creo,
es v e r d e y tentador, v e r d e y t e n t a d o r ,
t e n t a d o r d e veras...
d e s d e la orilla.
El amor,
¡ay, sí, ay, sí, ya lo creo,
sí, d e veras, sí ya lo creo!
DICE E L HOMBRE
j / ' Q U I E R E S a aquella mujer?
\ ¿ Sí, a la q u e yo m e figuro.
¿No es la más bella d e todas?
Sí, p o r q u e tal m e p a r e c e .
¿La d e corazón más bueno?
Sí, p o r q u e y o así lo estimo,
¿Y otra como ella no habrá?
Sí, la q u e tú quieras.
E L ÁRBOL
o soy cuatro monos.
Uno se q u e d a colgado,
como de !a cola,
parloteando, a la tierra;
o t r o se llena la panza con pulpa d e coco;
el t e r c e r o en las ramas cimeras
se mofa del cielo;
y el cuarto...
da caza a otro m o n o .
¿Cuántos m o n o s e r e s tú?
Y
VIEJO M A N U S C R I T O
l. cielo
es un buen p e r g a m i n o antiguo
en el q u e escriben
su diario
la luna y el sol.
Para leerlo t o d o
hay q u e ser lingüista
más d u c h o q u e el P a d r e Saber.
E
y visionario
más sutil q u e la Madre Fantasía.
Mas p;ira sentirlo
hay q u e ser apóstol:
hay que ser más q u e íntimo,
por haber sido s i e m p r e
el confidente único,
tal como la tierra
o el mar.
MISTRESS A R T
E vieron trabajando sus vagos ojos brujos,
y la mirada q u e los encendió de pronto
reveló el deseo de su corazón,
d e s e o q u e al i n s t a n t e dejó escapar su lengua:
«¡Ay, Niño! Ven a mí. Sírveme. Escucha:
Q u i e r o una copa azul de oro.»
Y él hizo para ella la copa azul de oro.
«No está mal», ella dijo. «Pero ya m e ha cansa
Quiero un canto de amor.»
Y él le hizo un canto de amor.
«Mo está mal», ella dijo. «Pero también me cao*
Q u i e r o una sirena esculpida.»
Y él hizo para ella la sirena esculpida.
«No está mal», dijo ella. «Pero también me cao
Quiero una mariposa anaranjada.»
En lugar de la mariposa anaranjada,
le dio él una queja:
«Basta, Señora, no p u e d o más.
Basta, Señora, estoy cansado.
Ay, basta, basta. Señora, estoy enfermo, me
caigo, m e muero...»
Pero ella no le oye.
Sus vagos ojos brujos ven trabajar a otro.
Y en seguida la oyeron gritar:
«¡Ay, Niño! Ven a mí. Sírveme. Escucha:
Quiero...
IDEALISTAS
RBOL h e r m a n o :
¿Por q u é creces y creces?
¿Piensas que un día llegarás al cielo'
H e r m a n o Arroyo:
¿Por qué corres y corres?
¿Sueñas q u e un día llenarás el mar?
Pájaro h e r m a n o :
¿Por q u é cantas y cantas?
¿Sueñas.,.?
Muchacho,
(por qué hablas, y hablas, y hablas?
L
A'
UN DÍA C L A R O
C
~>iELo:
^ No
¿Es q u e
¿Es que
Cielo:
Súbeme
hay nada afectado en ti.
eres azul tusólo?
tú solo e r e s alto?
hasta ti.
GRABADO
E
RAN e n t r e todos siete,
vestidos d e negro,
siete cuervos silenciosos,
en pie,
no del todo verticales,
j u n t o a una caja de ébano;
y en la caja,
el octavo,
t e n d i d o y horizontal.
(Traducciones de E, D.-C.)
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