Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 MARAS Y PANDILLAS EN CENTROAMÉRICA por Emilio Goubaud1 En la región norte de Centroamérica –comprendida por Guatemala, El Salvador y Honduras- actualmente se presenta un acelerado crecimiento de violencia y criminalidad; por ejemplo, El Salvador tiene una tasa de homicidios de 55 por cada 100 mil habitantes en 2008, a razón de 10 y 12 homicidios diarios. Las cifras son alarmantes y rebasan el promedio de homicidios que ocurren en otros países de Latinoamérica. Esta situación, asociada a múltiples factores históricos, políticos y sociales, contribuye a hacer de la violencia un medio utilizado por muchos sectores y actores para mantener o ganar poder, resolver conflictos y beneficiarse económicamente. Es difícil establecer con certeza el origen de los actos violentos y criminales, debido a que las autoridades no investigan ni esclarecen los hechos, quedando la mayoría de éstos impunes. De hecho, en El Salvador, la tasa de esclarecimiento de homicidios no alcanza el 3%. Los gobiernos de los tres países del triángulo norte de Centroamérica tienden a la implementación de estrategias reactivas para responder a la violencia juvenil y detener la expansión de las maras y pandillas. Estas medidas incluyen las detenciones masivas de jóvenes –porque se presume que pertenecen a estos grupos– y la imposición de sentencias drásticas de prisión (WOLA 2006). También, en algunos países, se realizan ejecuciones extrajudiciales de niños y jóvenes y se observan prácticas de “limpieza social” por parte de grupos vinculados a las fuerzas de seguridad del Estado. En términos generales, las políticas oficiales para combatir la delincuencia juvenil son reactivas, y prestan poca atención a la comprensión y solución de las causas estructurales del problema y a promover medidas preventivas. 1. Director Regional Proyecto POLJUVE – INTERPEACE, Guatemala Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 1 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 Algunos conocedores de la historia de las pandillas sostienen que se iniciaron hacia 1870 con la llegada de los irlandeses a Estados Unidos. Luego, su estructura se afianzó con el modelo organizativo de las mafias sicilianas que llegaron a Nueva York, los Ángeles y Chicago. En lo que respecta a Centroamérica, estos grupos empezaron a organizarse en los años posteriores a 1980, haciéndose visibles en la región, porque sus integrantes correspondían geográficamente a estos países, siendo las que más se ajustaron a las características de las poblaciones jóvenes la pandilla 18 y la 13, más conocida como Salvatrucha. La inserción de los latinos a dichas pandillas en Estados Unidos se debió a la necesidad de defender sus espacios laborales y los barrios donde se habían asentado por haber tenido que migrar a raíz del conflicto interno en Guatemala y El Salvador. También se agruparon para reaccionar a las políticas migratorias del país, donde, por cualquier causa, eran deportados y no lograban obtener la residencia o la nacionalidad. Durante la década de los ochenta las políticas migratorias se hicieron más severas y las deportaciones se hicieron masivas, y las condiciones en las cuales se realizaba eran denigrantes y humillantes, situación que generó mucha agresividad y violencia en ellos. Incluso se les capturaba por no tener licencia o portarla vencida, por estar en las esquinas con los homies o compadres, sin estar cometiendo delito o acto ilícito alguno, pero también muchos otros que sí lo habían cometido por ley debían ser deportados al finalizar sus condenas. Cuando se tomaba la decisión de deportar a un centroamericano, éste era capturado y permanecía alrededor de tres meses en un bus, que recorría varias cárceles en distintos estados de la nación hasta llenarse y se luego procedía a la deportación. En ese entonces y ahora son recibidos por la Oficina de Migración, donde también hay autoridades policiales y miembros de las oficinas de la INTERPOL y del FBI. En este proceso les retiran los documentos personales, los fichan y los registran como delincuentes, los mantienen por algunas horas en el aeropuerto y luego, al arribar a su propio país, se encuentran en la calle y sin documentos. De acuerdo con la información de la Unidad de Repatriaciones de la Dirección General de Migración de El Salvador, las deportaciones por vía aérea desde EE.UU. en 2008 se han reducido en un 3%, mientras que aquellas provenientes de México por vía terrestre se han reducido en un 40% entre enero y junio del mismo año. La mayoría de los jóvenes o adultos jóvenes buscan regresar a EE. UU. debido a que las familias en pleno radican en ese país, normalmente sus parejas e hijos no hablan español y tampoco conocen su país de origen, pues seguramente salieron muy niños y, aunque nacieron en algún país centroamericano, se consideran estadounidenses, gabachos gringos o pandilleros. Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 2 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 Durante los últimos 20 años los distintos gobiernos del Triángulo Norte de Centroamérica han venido abordando de manera represiva la violencia que afecta a los jóvenes. Sabiendo perfectamente que son manifestaciones a sus carencias socioeconómicas, han promovido la violencia en su contra desde todas las instancias del Estado y han promovido la penalización hasta llegar a la estigmatización, negándoles la posibilidad de acceder a las oportunidades para su desarrollo integral. Es a través de las actitudes violentas de nuestros gobiernos que nuestros pueblos han adoptado la cultura de la violencia. La mejor forma para demostrar la indiferencia del Estado radica en que se ven a simple vista los esfuerzos de muchas ONG que implementan programas basados en los derechos constitucionales y universales como salud, trabajo, deporte, estudio, etc. Es indignante ver en esos lugares la ausencia del Estado y la falta de solidaridad de quienes ostentan el poder y manejan la economía. Las pandillas y los medios de comunicación se han convertido en el complemento perfecto para que en nuestros países contemos con una cultura de miedo. Las pandillas en Centroamérica son, según los medios y las autoridades policiales, los culpables de todo cuanto sucede, y cometen todos los delitos habidos y por haber: desde el robo de una bolsa hasta secuestros y robo a bancos. Si hay un desfalco en alguna institución de gobierno, seguramente los funcionarios estaban vinculados con las pandillas. Es que debido a esa dinámica constante, el Ministerio Público no realiza las investigaciones correspondientes, todo se queda en lío de maras y pandillas o ajuste de cuentas entre pandillas. Es indignante escuchar el discurso político, cuando se dice que los que tienen 20 y 30 ingresos a la cárcel tienen que podrirse allí adentro. La percepción ciudadana es que los muchachos y muchachas en pandillas y maras entran y salen de la cárcel cuando les da la gana. La cultura de la denuncia se perdió, y en Guatemala, por ejemplo, los linchamientos aumentan día a día. Algunas poblaciones, barrios y municipios, en cualquier área del país, han tomado la justicia por sus manos porque ya no creen en el sistema de justicia; no hay denuncias “porque no pasa nada”. Esto se refleja en el Informe de Desarrollo Humano de la Alta Comisionada de Derechos Humanos, donde se demuestra que de 100 denuncias que ingresan al sistema judicial, sólo el 2% llega a sentencia. En El Salvador, dicha tasa es del 3% y en Honduras se aprecia un porcentaje similar. Según nuestra percepción, lo que sucede en realidad es que cuando el trabajo policial es deficiente, cuando no existe un debido proceso, el Ministerio Público no tiene el sustento legal para que los tribunales de justicia sancionen y castiguen; se sigue persiguiendo el tatuaje, la apariencia y el delito de portar cara fea. Los sistemas judiciales continúan en la época feudal al seguir afirmando que “la cárcel es para el feo”, sinónimo del que no tiene y no puede: no tiene dinero para pagar un abogado y no tiene poder o amigos influyentes en el gobierno que puedan Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 3 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 hablar en su favor y así no entrar a la cárcel. Jóvenes y violencia: aspectos para la reflexión En Centroamérica el 52% son jóvenes menores de 18 años y el 71%, menores de 30 años; es decir que es una región de jóvenes a quienes nuestros gobiernos ven como enemigos, como posibles pandilleros y delincuentes. No son tomados en cuenta, no tienen protagonismo y son manipulados constantemente por los adultos. La violencia que afecta a los jóvenes ha dejado de ser un simple fenómeno social y en lugar de continuar estudiándolo, hay que entenderlo como un conflicto social, donde el Estado ha dejado de tener el control, situación más patente frente al fracaso de las metodologías represivas, las leyes antimaras, la mano dura, la súper mano dura, el plan navideño, el plan escoba, etc. Es obvio que un muchacho que nace, crece y se desarrolla en la violencia tiene la ventaja sobre aquellos de quien recibe violencia y creen que lo pueden dominar. A partir de los años ochenta en Centroamérica muchos jóvenes han sido víctimas de la violencia. El problema no está resuelto, es más: los índices de violencia y de muertes violentas son cada día más altos. El promedio de muertes violentas en el triángulo norte de la región centroamericana es de entre 17 y 20 asesinatos diarios. Guatemala y El Salvador registraron una tasa de 48 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, las tasas más altas entre países que están oficialmente en paz. Esta violencia también se refleja en la exclusión y el desarraigo. APREDE tiene experiencia de recibir a quienes han llegado al país luego de la deportación sin ningún contacto. Por ejemplo, la llegada de tres jóvenes guatemaltecos deportados que habían perdido el juicio y tenían que regresar. Al arribo a Guatemala fueron recibidos por la organización, llevados a comer y luego de un recorrido por la ciudad ninguno de ellos tenía la más mínima idea del lugar donde estaban sus casas de origen ni disponían de información fidedigna para ubicarlos. Fue necesario un diálogo sobre la situación en Guatemala como forma de prevenirlos de la violencia y la persecución a pandilleros, los actos que son considerados delitos por las autoridades y la advertencia de la falta del debido proceso y el Estado de Derecho, mencionando que las posibilidades de desarrollarse en el país son muy lejanas, con lo que al final de la charla comentaron que era más duro quedarse en Guatemala que intentar el regreso a EE.UU. Como medida de apoyo, fueron ingresados a LA CASA JOVEN DE APREDE, donde lograron establecer contacto con sus familias y acordaron probar unos meses y ver las posibilidades de trabajo y estudio. Buscaron Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 4 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 trabajo e intentaron inscribirse en el colegio o en la universidad. En ambos sitios les requirieron antecedentes policiales y penales. Fueron a hacer el trámite, y después de dar muchas vueltas para reponer sus documentos personales se les solicitaron los antecedes: en ese momento reafirmaron su decisión de regresar a EE. UU. Nunca habían cometido delitos en el país, jamás habían cumplido una condena, nadie los había discriminado por los tatuajes, simplemente los deportaron por ser jóvenes y no tener documentos. Al parecer el hecho de estar indocumentados los hacía delincuentes. ¿Cómo se sienten los centroamericanos cuando sus países los expulsan por no tener la capacidad de generar oportunidades para su desarrollo y, al regreso, su mismo país de origen los recibe como delincuentes y le vuelven a negar las oportunidades? Otro tema para abordar son las policías privadas. El problema no son los agentes, sino cómo se justifican estas empresas de seguridad y cómo operan en nuestros países. En el caso de Guatemala existen 72 empresas de seguridad con 170.000 agentes de seguridad privada. Por su parte, la Policía Nacional Civil (PNC) cuenta con 19.700 efectivos, es decir que hay ocho policías privados por cada policía nacional. De las 72 empresas de seguridad que existen, sólo 30 están legalizadas, por lo que están operando alrededor de 95.000 efectivos de seguridad privada de manera ilegal, sin control alguno por parte de las autoridades de gobierno. Un artículo elaborado por Javier Monterroso señala que un 30% del costo de un producto en el mercado nacional se asigna al pago de seguridad privada, es decir que, al comprar en el supermercado, la tienda del barrio o el mercado, se está pagando un porcentaje de la seguridad de las empresas y las familias de quienes fabrican dicho producto. Las Constituciones de los países en Centroamérica establecen que es un derecho de todo ciudadano que el Estado garantice la seguridad nacional y personal. Hoy muchos pagan por ella aduciendo que el Estado no garantiza la seguridad y que no confía en la PNC, que son las pandillas las responsables de que el Estado no pueda garantizar dicho derecho constitucional y que habrá que asumir el hecho que la seguridad en la región está privatizada. Propuestas de políticas públicas Hay adolescentes y jóvenes que quieren salir de las pandillas, mujeres y hombres que han vivido en la violencia desde que nacieron, en condiciones de vida que sólo les ofrecieron entrar en ese mundo complejo, absurdo y limitado en todo sentido, en pobreza o pobreza extrema, sin acceso a las oportunidades de estudio, recreación, deporte, cultura, salud y trabajo, que además de esas condiciones, la mayoría de ellos han sido víctimas de maltrato, de violación, de violencia intrafamiliar antes de manifestar con violencia su resentimiento y su odio, hasta convertirse en victimarios. En un inicio lo hacen por entrar en el ambiente, por ser reconocidos, por Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 5 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 sentirse parte del grupo o por vengarse de quienes los maltratan o violentan. Cuando estos muchachos y muchachas han vivido en la violencia y descubren que hay otras maneras de vivir, tratan de salir de ella, pero la sociedad, el grupo y el estigma no les dan opción de salida. Se encuentran de nuevo con la exclusión, con la marginación, con el racismo, con la descalificación, con el miedo a ellos, y vuelven a recurrir a la violencia, para terminar en la cárcel o muertos. Las muertes violentas en estos años han ido en aumento y es realmente frustrante no saber a quién preguntarle por los victimarios y por las víctimas. Nadie asume la responsabilidad. La cantidad de leyes contra el delito es exagerada, y también vemos la ausencia total de leyes de prevención o políticas públicas que brinden o garanticen el desarrollo integral de la niñez, adolescencia y juventud. Ante tal situación y en la indignación, pero con mucha esperanza de hacer algo para que no mueran más niños, niñas, adolescentes y jóvenes en nuestros países, la comunidad internacional dio la oportunidad de promover la participación de muchos colegas que, junto a nosotros, sufren cotidianamente la indiferencia del Estado y siguen apostando por los modelos de mano dura en vez de iniciativas razonables e integrales. Tenemos la esperanza de poder incidir en este proceso para que todos los políticos, funcionarios e instituciones de gobierno responsables de generar oportunidad para el sector de niñez y juventud de nuestros países cambien sus actitudes, se capaciten y empiecen a ver de otra manera a los jóvenes, y de que sus presupuestos se enfoquen en posibilidades para el desarrollo de nuestra región. Según la Alianza Internacional para la Consolidación de la Paz (INTERPEACE, por su sigla en inglés) y el programa POLJUVE, el problema de la violencia juvenil y la proliferación de las maras y pandillas en Centroamérica debe ser abordado con un enfoque integral y holístico, que trate tanto los problemas estructurales que provocan la violencia y sus manifestaciones particulares como el restablecimiento de las relaciones sociales entre los sectores involucrados y afectados por la misma. Esta dinámica incluye a los jóvenes, a los funcionarios del Estado, a los representantes de las organizaciones de la sociedad civil y a la sociedad en general. A partir de julio de 2007, se inicia la implementación del programa “Hacia una política de consenso sobre la problemática de las maras y pandillas juveniles en Centroamérica” (POLJUVE), que busca fortalecer la capacidad de los Estados y de la sociedad civil en Centroamérica para enfrentar, mediante un enfoque integral y políticas de prevención, el creciente problema de la delincuencia juvenil y la proliferación de las maras y Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 6 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 pandillas en la región. La estrategia de INTERPEACE es investigativa-participativa y promueve el diálogo entre diferentes actores sociales involucrados en la formulación de políticas públicas, planes de acción y estrategias a nivel nacional y centroamericano para enfrentar este problema. INTERPEACE trabaja con socios locales en todos los países donde interviene. En el caso del Programa POLJUVE, colaboran organizaciones con amplia experiencia en el tema. En El Salvador, el Programa se realiza en colaboración con la Fundación para el Estudio de la Aplicación del Derecho (FESPAD) y el Centro de Formación y Orientación Padre Rafael Palacios (CEFO); en Guatemala, en colaboración con el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales de Guatemala (ICCPG); y en Honduras, con el apoyo de Unidos por la Vida, Organización JHA-JA y el Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH). Estas organizaciones realizan actividades de investigación y facilitan espacios de diálogo con representantes del Estado, de la sociedad civil y de la comunidad internacional para discutir sobre las causas y manifestaciones del problema de la violencia juvenil, buscar soluciones y alcanzar consensos para promover políticas públicas con miras a prevenir la delincuencia juvenil. Desde hace varios años, distintas instituciones estatales y ONG realizan trabajos de investigación y propuestas de políticas públicas para enfrentar el problema de la violencia juvenil y la proliferación de las maras y pandillas en Centroamérica. Sin embargo, la mayoría de estos esfuerzos se realizan de manera independiente, existiendo muy pocos espacios de coordinación intersectorial que permitan compartir las experiencias y conocimientos sobre el tema, formular estrategias y coordinar líneas de acción. En este sentido, el propósito de INTERPEACE es llenar este vacío y facilitar un espacio de diálogo entre diferentes actores clave para debatir y alcanzar consensos sobre la manera de enfrentar apropiadamente dicho problema. A partir de 2008, el Programa POLJUVE, en colaboración con los socios locales, realiza un análisis preliminar del problema de la violencia que afecta a los jóvenes y la proliferación de las maras y pandillas en cada país. En Honduras, Guatemala y El Salvador se lleva a cabo una revisión documental sobre el tema. En los dos primeros países, también se realizan mesas de trabajo con diferentes grupos sociales para recoger sus percepciones sobre las causas del problema, sus manifestaciones y sus posibles soluciones. En estas mesas de trabajo participan representantes de instituciones de gobierno y del sistema de administración de justicia, representantes de organizaciones de niños y jóvenes, de organizaciones de mujeres, de derechos humanos y de organismos internacionales, así como de algunos ex miembros de maras y pandillas. El Programa POLJUVE tiene un componente regional que promueve el desarrollo de estrategias a nivel Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 7 Policy Brief Serie Prevención del Delito, n.º1, septiembre de 2009 centroamericano a través de su incidencia y negociación en el Sistema de Integración Centroamericano (SICA). De esta forma, presenta varias iniciativas y ofrece asistencia técnica a la Comisión Regional de Prevención de la Violencia Juvenil y la Unidad de Seguridad Democrática del SICA. Estos espacios son estratégicos debido a la participación de los representantes de los gobiernos centroamericanos miembros del sistema y, particularmente, de sus Ministros de Gobernación y de Seguridad. Ésta es una de las alternativas para seguir trabajando; si no se realiza un esfuerzo por incidir, por insistir con las autoridades locales, nacionales y regionales sobre una manera razonable, inteligente e integral de tratar con los jóvenes y reconocer que tenemos un conflicto social, que es necesario construir mecanismos de diálogo con ellos e invertir en oportunidades para su desarrollo, los jóvenes de la región continuarán llenando nuestros cementerios a causa de la violencia. Grupo de Trabajo sobre Prevención del Delito 8