PDF - Comunità di Sant`Egidio

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La oración de San Egidio
22/05/2005 - 05/06/2005
http://www.santegidio.org/cast/preghiera
22/05/2005
Liturgia del domingo
Fiesta de la Trinidad
Primera Lectura
Éxodo 34,4-6.8-9
Labró Moisés dos tablas de piedra como las primeras y, levantándose de mañana,
subió al monte Sinaí como le había mandado Yahveh, llevando en su mano las dos
tablas de piedra. Descendió Yahveh en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés
invocó el nombre de Yahveh. Yahveh pasó por delante de él y exclamó: "Yahveh,
Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, Al
instante, Moisés cayó en tierra de rodillas y se postró, diciendo: "Si en verdad he
hallado gracia a tus ojos, oh Señor, dígnese mi Señor venir en medio de nosotros,
aunque sea un pueblo de dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y
recíbenos por herencia tuya."
Salmo responsorial
Daniel 3, 52-56
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Segunda Lectura
Segunda Corintios 13,11-13
Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir;
vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. Saludaos
mutuamente con el beso santo. Todos los santos os saludan. La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
Lectura de la Palabra de Dios
Juan 3,16-18
Porque tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado;
pero el que no cree, ya está juzgado,
porque no ha creído
en el Nombre del Hijo único de Dios.
1
Homilía
Con la fiesta de la Trinidad se abre el tiempo litúrgico denominado «ordinario», porque
no contiene ningún recuerdo especial de la vida de Jesús. Aun así, no es un tiempo
menos significativo que el anterior. Es más, podríamos decir que la fiesta de la
Santísima Trinidad proyecta su luz sobre toda la historia humana. De hecho, la acción
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo está presente desde la creación: «la Palabra
estaba con Dios» y «todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe»,
tal como escribe Juan en el prólogo de su Evangelio. Eso significa que ya el momento
de la creación está radicalmente marcado por la comunión entre el Padre y el Hijo
hasta el punto de poder afirmar que toda realidad humana está hecha de comunión y
por la comunión. Dios, después de haber creado al hombre, dijo: «No es bueno que el
hombre esté solo». Tampoco Dios está solo. El Dios de Jesús no es un ser solitario
sino una «familia» de tres personas. Se podría decir que se aman tanto que son una
sola cosa. Y no se han guardado su alegría sino que la han derramado sobre los
hombres. Escribe Juan: «Dios ha amado tanto al mundo que ha dado su hijo unigénito,
para quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Enviar al hijo
no nace de una obligación jurídica, sino de una superabundancia de amor. La Trinidad
no es otra cosa que este misterio superabundante de amor, que desde el cielo se ha
derramado sobre la Tierra superando fronteras, límites y creencias. Es como una
energía irrefrenable para quien la acoge. El Espíritu Santo empuja, arrastra hacia Dios.
La Trinidad, esta increíble «familia», ha optado por entrar en la historia de los hombres
para llamarlos a todos a formar parte de ella. Este es el horizonte final que el misterio
de la Trinidad nos abre hoy. Y este horizonte es, sin duda, el desafío más grande
lanzado a todas las Iglesias cristianas, a todas las religiones, a todos los hombres. Es
el desafío a vivir en el amor, justo cuando parece fortalecerse el camino de los
particularismos y del individualismo. La Trinidad nos empuja a superar los límites, y
siempre los relativiza hasta destruirlos. Donde hay amor, allí está Dios.
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23/05/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Psaume 90 (91)
El que mora en el secreto de Elyón
pasa la noche a la sombra de Sadday,
diciendo a Yahveh: "¡Mi refugio y fortaleza,
mi Dios, en quien confío!"
Que él te libra de la red del cazador,
de la peste funesta;
con sus plumas te cubre,
y bajo sus alas tienes un refugio:
escudo y armadura es su verdad.
No temerás el terror de la noche,
ni la saeta que de día vuela,
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ni la peste que avanza en las tinieblas,
ni el azote que devasta a mediodía.
Aunque a tu lado caigan mil
y diez mil a tu diestra,
a ti no ha de alcanzarte.
Basta con que mires con tus ojos,
verás el galardón de los impíos,
tú que dices: "¡Mi refugio es Yahveh!",
y tomas a Elyón por defensa.
No ha de alcanzarte el mal,
ni la plaga se acercará a tu tienda;
que él dará orden sobre ti a sus ángeles
de guardarte en todos tus caminos.
Te llevarán ellos en sus manos,
para que en piedra no tropiece tu pie;
pisarás sobre el león y la víbora,
hollarás al leoncillo y al dragón.
Pues él se abraza a mí, yo he de librarle;
le exaltaré, pues conoce mi nombre.
Me llamará y le responderé;
estaré a su lado en la desgracia,
le libraré y le glorificaré.
Hartura le daré de largos días,
y haré que vea mi salvación.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 6,2-8
Habló Dios a Moisés y le dijo: "Yo soy Yahveh. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a
Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahveh no se lo di a conocer. También con
ellos establecí mi alianza, para darles la tierra de Canaán, la tierra en que peregrinaron
y en la que moraron como forasteros. Y ahora, al oír el gemido de los israelitas,
reducidos a esclavitud por los egipcios, he recordado mi alianza. Por tanto, di a los
hijos de Israel: Yo soy Yahveh; Yo os libertaré de los duros trabajos de los egipcios, os
libraré de su esclavitud y os salvaré con brazo tenso y castigos grandes. Yo os haré mi
pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré
de la esclavitud de Egipto. Yo os introduciré en la tierra que he jurado dar a Abraham, a
Isaac y a Jacob, y os la daré en herencia. Yo, Yahveh."
Moisés necesita ser reafirmado en la fe. No ha sido suficiente el encuentro con Dios en
el Horeb (Ex 3). Dios le habla de nuevo con palabras parecidas a las que le había
dirigido antes. Quizás se trata de la repetición de la misma narración con nuevas
palabras, como para grabarlo en la mente y en el corazón de Moisés y de su pueblo.
Dios recuerda la historia, hace memoria a Moisés de lo que ha hecho por aquel pueblo
esclavo. Sucede lo mismo aún hoy cada vez que volvemos a escuchar las Sagradas
Escrituras: necesitamos que nos recuerden el gran amor de Dios por nosotros y por
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todos. El recuerdo del vínculo especial de amistad del Señor con nosotros debe ser
fuerte porque continuará el camino de salvación hasta a la plenitud. Su alianza con
nosotros es eterna: «Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios». En un mundo
politeísta como el egipcio el Señor pide a su pueblo que se una sólo a él. Israel
conocerá a Dios y su amistad siguiéndole y escuchándole en el camino hacia la tierra
prometida.
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24/05/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Psaume 91 (92)
Bueno es dar gracias a Yahveh,
y salmodiar a tu nombre, Altísimo,
publicar tu amor por la mañana,
y tu lealtad por las noches,
al son del arpa de diez cuerdas y la lira,
con un susurro de cítara.
Pues con tus hechos, Yahveh, me regocijas,
ante las obras de tus manos grito:
¡Qué grandes son tus obras, Yahveh,
qué hondos tus pensamientos!
El hombre estúpido no entiende,
el insensato no comprende estas cosas.
Si brotan como hierba los impíos,
si florecen todos los agentes de mal,
es para ser destruidos por siempre;
mas tú, Yahveh, eres excelso por los siglos.
Mira cómo tus enemigos perecen,
se dispersan todos los agentes de mal.
Pero tú alzas mi frente como la del búfalo,
derramas sobre mí aceite nuevo; "
mi ojo desafía a los que me acechaban,
mi oído escucha a los malvados.
Florece el justo como la palmera,
crece como un cedro del Líbano.
Plantados en la Casa de Yahveh,
dan flores en los atrios del Dios nuestro.
Todavía en la vejez producen fruto,
se mantienen frescos y lozanos,
para anunciar lo recto que es Yahveh:
mi Roca, no hay falsedad en él.
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Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 12,1-20
Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será para vosotros el
comienzo de los meses; será el primero de los meses del año. Hablad a toda la
comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí una res
de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa. Y si la familia fuese
demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su
casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer. El
animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los
cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la
comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y
untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En aquella misma
noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas
amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y
sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre al amanecer lo
quemaréis. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y
el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh. Yo pasaré
esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto,
desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de
Egipto. Yo, Yahveh. La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando
yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga
exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. Este será un día memorable para
vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en
generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre". Durante siete días comeréis
ázimos; ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que
desde el día primero hasta el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será
exterminado de en medio de Israel. El primer día tendréis reunión sagrada; también el
día séptimo os reuniréis en reunión sagrada. Ningún trabajo se hará en esos días,
salvo la comida para cada uno. Esto es lo único que podréis hacer. Guardad la fiesta
de los Ázimos, porque en ese mismo día saqué yo vuestros ejércitos de la tierra de
Egipto. Guardad este día de generación en generación como decreto perpetuo.
Comeréis ázimos en el mes primero, desde la tarde del día catorce del mes hasta la
tarde del día veintiuno. No habrá levadura en vuestras casas por espacio de siete días;
todo aquel que coma algo fermentado, sea forastero o natural del país, será
exterminado de la comunidad de Israel. No comeréis nada fermentado; en todo lugar
donde habitéis, comeréis ázimos."
La fiesta de Pascua se sitúa en la tradición de Israel antes de la salida de Egipto. Se
compone de dos ritos: la muerte y la comida del cordero y el rito de los panes ázimos,
sin levadura, que se deben comer durante siete días. La Pascua es una memoria
anticipada de la liberación de Egipto. Es uno de los momentos más importantes del
año: durante una semana Israel se abstiene de cualquier trabajo para hacer lugar al
Señor, para celebrar una salvación que sucedió en el pasado. En realidad la revive
cada año, porque siempre necesitamos que el Señor nos libre. Pascua significa paso:
es el paso del Señor por la vida de su pueblo para liberarle de la esclavitud. Es el paso
anticipado del mar, a través del cual Dios liberará a su pueblo. Nosotros, los cristianos,
celebramos en la Pascua el paso del Señor Jesús de la muerte a la vida, celebramos
su presencia de amor entre nosotros y en el mundo y acogemos la fuerza de su
resurrección que cambia el mundo.
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25/05/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 14,5-14
Cuando anunciaron al rey de Egipto que había huido el pueblo, se mudó el corazón de
Faraón y de sus servidores respecto del pueblo, y dijeron: "¿Qué es lo que hemos
hecho dejando que Israel salga de nuestro servicio?" Faraón hizo enganchar su carro y
llevó consigo sus tropas. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de
Egipto, montados por sus combatientes. Endureció Yahveh el corazón de Faraón rey
de Egipto, el cual persiguió a los israelitas, pero los israelitas salieron con la mano
alzada. Los egipcios los persiguieron: todos los caballos, los carros de Faraón, con la
gente de los carros y su ejército; y les dieron alcance mientras acampaban junto al mar,
cerca de Pi Hajirot, frente a Baal Sefón. Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron sus
ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y
clamaron a Yahveh. Y dijeron a Moisés: "¿Acaso no había sepulturas en Egipto para
que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos
de Egipto? ¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los
egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto." Contestó
Moisés al pueblo: "No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahveh os
otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca
jamás. Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos."
El capítulo 14 del Éxodo explica el paso del mar, primer paso hacia la tierra prometida,
primera etapa de la libertad. El gran ejército egipcio con toda su fuerza quiere impedir
el camino hacia la libertad. Israel, un pequeño pueblo, se atemoriza ante el avance del
ejército egipcio y dirige al Señor su lamento y su protesta. En el miedo Israel pierde la
confianza en la fuerza de Dios. Se siente perdido y acaba por preferir la esclavitud de
Egipto. Grita contra Moisés: «¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto?
¿No te dijimos en Egipto: Déjanos en paz, serviremos a los egipcios, pues más nos
vale servir a los egipcios que morir en el desierto?» Moisés, hombre de Dios, invita al
pueblo de Israel a la fe y a la calma: Dios no abandonará a su pueblo en la dificultad,
sino que lo salvará con su fuerza. «No tengáis miedo», es la invitación que a menudo
resuena en la Biblia ante mujeres y hombres atemorizados. Es una invitación que
también Jesús repite a sus discípulos. El miedo se vence con la fe. Y en la fe se puede
luchar contra el mal incluso cuando parece imposible.
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26/05/2005
Memoria de la Iglesia
Recuerdo de san Felipe Neri (1515-1595), «apóstol de Roma».
Canto de los Salmos
Psaume 92 (93)
Reina Yahveh, de majestad vestido,
Yahveh vestido, ceñido de poder,
y el orbe está seguro, no vacila.
Desde el principio tu trono esta fijado,
desde siempre existes tú.
Levantan los ríos, Yahveh,
levantan los ríos su voz,
los ríos levantan su bramido;
más que la voz de muchas aguas
más imponente que las ondas del mar,
es imponente Yahveh en las alturas.
Son veraces del todo tus dictámenes;
la santidad es el ornato de tu Casa,
oh Yahveh, por el curso de los días.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 15,1-13
Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico a Yahveh. Dijeron: "Canto a
Yahveh pues se cubrió de gloria
arrojando en el mar caballo y carro. Mi fortaleza y mi canción es Yah.
El es mi salvación.
El, mi Dios, yo le glorifico,
el Dios de mi padre, a quien exalto. ¡Un guerrero Yahveh,
Yahveh es su nombre! Los carros de Faraón y sus soldados precipitó en el mar.
La flor de sus guerreros tragó el mar de Suf; cubriólos el abismo,
hasta el fondo cayeron como piedra. Tu diestra, Yahveh, relumbra por su fuerza;
tu diestra, Yahveh, aplasta al enemigo. En tu gloria inmensa
derribas tus contrarios,
desatas tu furor y los devora como paja. Al soplo de tu ira se apiñaron las aguas,
se irguieron las olas como un dique,
los abismos cuajaron en el corazón del mar. Dijo el enemigo: "Marcharé a su alcance,
repartiré despojos,
se saciará mi alma,
sacaré mi espada y los aniquilará mi mano." Mandaste tu soplo, cubriólos el mar;
se hundieron como plomo en las temibles aguas. ¿Quién como tú, Yahveh, entre los
dioses?
¿Quién como tú, glorioso en santidad,
terrible en prodigios, autor de maravillas? Tendiste tu diestra y los tragó la tierra.
Guiaste en tu bondad al pueblo rescatado.
Tu poder los condujo a tu santa morada.
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Moisés y los israelitas cantan al Señor la alabanza y el agradecimiento por el primer
paso hacia la libertad. En la alabanza el creyente reconoce la fuerza de Dios que obra y
salva del poder del mal. En este sentido, el Señor se presenta como uno que lucha (un
guerrero), como uno que no admite la esclavitud ni el mal. En este texto, como en
muchos salmos, Dios es celebrado como el vencedor del enemigo porque no permite
que el mal se apodere de los débiles y de los pobres. Pero no se debe buscar en ellos
la exaltación de la violencia y de la guerra. Un midrash hebreo explica que, mientras el
pueblo hebreo cantaba victoria tras la salida del mar Rojo con los egipcios ahogados en
el mar, los ángeles del cielo querían unirse al coro de la tierra, pero Dios les reprendió:
«¿Mis criaturas se están ahogando y vosotros entonáis un canto ante mí?» En este
lamento se expresa todo el escándalo de Dios ante todas las guerras y ante todas las
esclavitudes. La unicidad de Dios nos hace descubrir la fraternidad fundamental de
todos los hombres, de todos los pueblos.
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27/05/2005
Memoria de Jesús crucificado
Recuerdo de san Agustín de Canterbury († 605 aprox.), obispo, padre de la Iglesia
inglesa.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 15,22-27
Moisés hizo partir a los israelitas del mar de Suf y se dirigieron hacia el desierto de Sur:
caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Luego llegaron a Mará, porque
era amarga. Por eso se llama aquel lugar Mará. El pueblo murmuró contra Moisés,
diciendo: "¿Qué vamos a beber?" Entonces Moisés invocó a Yahveh, y Yahveh le
mostró un madero que Moisés echó al agua, y el agua se volvió dulce. Allí dio a Israel
decretos y normas,
y allí le puso a prueba. Y dijo: "Si de veras escuchas la voz de Yahveh, tu Dios, y haces
lo que es recto a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y guardando todos sus
preceptos, no traeré sobre ti ninguna de las plagas que envié sobre los egipcios;
porque yo soy Yahveh, el que te sana." Después llegaron a Elim, donde hay doce
fuentes de agua y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas.
Empieza el camino de Israel en el desierto, lugar inhóspito e inhabitable, como a
menudo es la vida en nuestras ciudades. Israel está sediento, pero no hay agua. Por
segunda vez, el pueblo se rebela. La «murmuración» es una reivindicación ante el
Señor. El pueblo cree conocer su destino mejor que el Señor. En aquella protesta
emerge la desconfianza y el orgullo de quien se cree autosuficiente y no se deja amar
por el Señor. Moisés recoge la protesta y la transforma en una demanda de interés
ante el Señor. Y el Señor le escucha. En la dificultad Israel está atrapado por el miedo y
por la duda, pero Dios responde a la demanda descompuesta de su pueblo y, a través
de Moisés, indica el camino de la salvación. Dios no nos abandona en las dificultades.
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El Señor se acerca a su pueblo y lo cura. Muchos pueblos están obligados a beber
cada día las aguas amargas de una vida difícil, pero no tienen intercesores que se
ocupen de ellos. La comunidad de los creyentes debe sentir la responsabilidad de la
oración por el mundo entero, especialmente por aquellos pueblos que sufren por la
aridez de la vida.
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28/05/2005
Vigilia del domingo
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 16,1-20
Partieron de Elim, y toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que
está entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de su salida del país
de Egipto. Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y
Aarón en el desierto. Los israelitas les decían: "¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de
Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne,
cuando comíamos pan hasta hartarnos! Vosotros nos habéis traído a este desierto para
matar de hambre a toda esta asamblea." Yahveh dijo a Moisés: "Mira, yo haré llover
sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le
pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley. Mas el día sexto, cuando preparen
lo que hayan traído, la ración será doble que la de los demás días." Dijeron, pues,
Moisés y Aarón a toda la comunidad de los israelitas: "Esta tarde sabréis que es
Yahveh quien os ha sacado del país de Egipto; y por la mañana veréis la gloria de
Yahveh. Porque ha oído vuestras murmuraciones contra Yahveh; pues ¿qué somos
nosotros para que murmuréis contra nosotros?" Y añadió Moisés: "Yahveh os dará esta
tarde carne para comer, y por la mañana pan en abundancia; porque Yahveh ha oído
vuestras murmuraciones contra él; pues ¿qué somos nosotros? No van contra nosotros
vuestras murmuraciones, sino contra Yahveh." Dijo entonces Moisés a Aarón: "Ordena
a toda la comunidad de los israelitas: Acercaos a Yahveh, pues él ha oído vuestras
murmuraciones." Aún estaba hablando Aarón a toda la comunidad de los israelitas,
cuando ellos miraron hacia el desierto, y he aquí que la gloria de Yahveh se apareció
en forma de nube. Y Yahveh habló a Moisés, diciendo: He oído las murmuraciones de
los israelitas. Diles: Al atardecer comeréis carne y por la mañana os hartaréis de pan; y
así sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios. Aquella misma tarde vinieron las
codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío en
torno al campamento. Y al evaporarse la capa de rocío apareció sobre el suelo del
desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha de la tierra. Cuando
los israelitas la vieron, se decían unos a otros: "¿Qué es esto?" Pues no sabían lo que
era. Moisés les dijo: "Este es el pan que Yahveh os da por alimento. He aquí lo que
manda Yahveh: Que cada uno recoja cuanto necesite para comer, un gomor por
cabeza, según el número de los miembros de vuestra familia; cada uno recogerá para
la gente de su tienda." Así lo hicieron los israelitas; unos recogieron mucho y otros
poco. Pero cuando lo midieron con el gomor, ni los que recogieron poco tenían de
menos. Cada uno había recogido lo que necesitaba para su sustento. Moisés les dijo:
"Que nadie guarde nada para el día siguiente." Pero no obedecieron a Moisés, y
algunos guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió; y
Moisés se irritó contra ellos.
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El camino de Israel en el desierto está marcado por la murmuración y la protesta. Hay
otra dificultad: falta la comida. Preocupado por la comida Israel olvida la esclavitud de
la que ha sido liberado. Es más, interpreta lo que Dios ha hecho por él como un camino
que lleva a la muerte. El amor por uno mismo, la filautía, lleva a la ceguera, a no
comprender el amor y a endurecer el corazón. ¡Qué contraste con el amor de Dios que
no tiene en cuenta la protesta y la desconfianza de Israel y está preparado para
saciarlo con las codornices y el maná! En el don de Dios hay una indicación preciosa
que libera del afán por la comida: cada uno recogía lo que necesitaba para un día y a
nadie le faltaba. Lo superfluo se pudría. El don de Dios es siempre desmesurado.
Aprendamos a ser generosos en el don, a dar gratuitamente, para que nuestra vida
rebose de amor.
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29/05/2005
Liturgia del domingo
Fiesta del Cuerpo del Señor
Recuerdo de la masacre de Panzós, pueblo de Alta Verapaz (Guatemala) donde en 1978
fueron asesinados más de 100 campesinos.
Primera Lectura
Deuteronomio 8,2-3.14-16
Acuérdate de todo el camino que Yahveh tu Dios te ha hecho andar durante estos
cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu
corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo pasar hambre, te
dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no
sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de
Yahveh. tu corazón se engría y olvides a Yahveh tu Dios que te sacó del país de
Egipto, de la casa de servidumbre; que te ha conducido a través de ese desierto
grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones: que en un lugar de sed,
sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; que te alimentó en el desierto
con el maná, que no habían conocido tus padres, a fin de humillarte y ponerte a prueba
para después hacerte feliz.
Salmo responsorial
Salmo 147 (147, 12-20)
¡Celebra a Yahveh, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
ha bendecido en ti a tus hijos;
pone paz en tu término,
te sacia con la flor del trigo.
El envía a la tierra su mensaje,
a toda prisa corre su palabra;
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como lana distribuye la nieve,
esparce la escarcha cual ceniza.
Arroja su hielo como migas de pan,
a su frío ¿quién puede resistir?
Envía su palabra y hace derretirse,
sopla su viento y corren las aguas.
El revela a Jacob su palabra,
sus preceptos y sus juicios a Israel:
no hizo tal con ninguna nación,
ni una sola sus juicios conoció.
Segunda Lectura
Primera Corintios 10,16-17
La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de
Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun
siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un
solo pan.
Lectura de la Palabra de Dios
Juan 6,51-58
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar,
es mi carne por la vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo:
si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna,
y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mí,
y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado
y yo vivo por el Padre,
también el que me coma
vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron vuestros padres,
y murieron;
el que coma este pan vivirá para siempre.»
Homilía
La fiesta del Corpus Domini no es de las más antiguas. Se celebró por primera vez en
Lieja en junio de 1246, tras las visiones de una monja, Juliana de Mont Cornillon, que
deseaba reforzar el honor por la Eucaristía ante las insurgentes polémicas contra la
presencia real de Jesús en el pan y en el vino. Varios prodigios que tuvieron lugar en el
mismo periodo, entre los que cabe destacar el milagro de Bolsena, con el corporal
ensangrentado por una hostia partida por un sacerdote dubitativo, bajo los ojos de la
corte pontificia que se encontraba en Orvieto, convencieron a Urbano IV a extender la
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fiesta a toda la Iglesia latina. Esta fiesta tiene sus raíces en la última cena de Jesús con
sus discípulos, cuando transformó el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre. Este
misterio se encuentra en el corazón de la iglesia, es más, es la fuente y la culminación
de su misma vida. La fe ininterrumpida de la iglesia confiesa que en la Eucaristía –y
tocamos una de las dimensiones de la «carnalidad» del cristianismo– está el «cuerpo»
de Cristo, según las palabras que Jesús pronunció. Con esta fiesta se subraya de
modo especial la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Y podríamos añadir que
Jesús no está presente de un modo cualquiera en la Eucaristía, sino como pan
«partido», es decir, como uno que continúa dando su vida para la salvación de todos.
Jesús continúa «partiéndose» por nosotros y derramando su sangre para nuestra
salvación. El «pan consagrado» polemiza con nuestro modo consumista de vivir, con la
búsqueda espasmódica de salvarnos a nosotros mismos con nuestros intereses
particulares; aquel «pan santo» es una respuesta, silenciosa pero decidida, de un
mundo doblegado sobre sí mismo. Son significativas, pues, las tradicionales
procesiones con la Eucaristía que en este día se realizan por las calles de varias
ciudades. Hace falta que se vea a Jesús pasando nuevamente por nuestras calles para
salvar y ayudar a todos. Hace falta que el «Cuerpo de Cristo» se vea caminando de
nuevo por las calles del mundo. Y se podría añadir a esta procesión eucarística la otra
procesión cotidiana de pobres que atraviesa nuestras ciudades. También ellos son el
«cuerpo de Cristo» y atraviesan, entre la indiferencia de la mayoría, las calles de
nuestras ciudades. Estamos llamados a meditar más sobre las palabras de un antiguo
y valiente obispo de Constantinopla, Juan Crisóstomo: «Si queréis honrar el cuerpo de
Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo. No honréis el cuerpo de Cristo
eucarístico con paramentos de seda, mientras fuera de las iglesias no os preocupáis de
este otro Cristo afligido por el frío y la desnudez». El mensaje es claro: ambos son el
cuerpo real de Cristo. Y Cristo no está dividido si no lo dividimos nosotros.
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30/05/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Psaume 93 (94)
¡Dios de las venganzas, Yahveh,
Dios de las venganzas, aparece!
¡Levántate, juez de la tierra,
da su merecido a los soberbios!
¿Hasta cuándo los impíos, Yahveh,
hasta cuándo triunfarán los impíos?
Cacarean, dicen insolencias,
se pavonean todos los agentes de mal.
A tu pueblo, Yahveh, aplastan,
a tu heredad humillan.
Matan al forastero y a la viuda,
asesinan al huérfano.
Y dicen: "No lo ve Yahveh,
el Dios de Jacob no se da cuenta."
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¡Comprended, estúpidos del pueblo!,
insensatos, ¿cuándo vais a ser cuerdos?
El que plantó la oreja, ¿no va a oír?
El que formó los ojos, ¿no ha de ver?
El que corrige a las naciones, ¿no ha de castigar?
El que el saber al hombre enseña,
Yahveh, conoce los pensamientos del hombre,
que no son más que un soplo.
Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahveh,
a quien instruyes por tu ley,
para darle descanso en los días de desgracia,
mientras se cava para el impío la fosa.
Pues Yahveh no dejará a su pueblo,
no abandonará a su heredad;
sino que el juicio volverá a la justicia,
y en pos de ella todos los de recto corazón.
¿Quién se alzará por mí contra los malvados?
¿quién estará por mí contra los agentes de mal?
Si Yahveh no viniese en mi ayuda,
bien presto mi alma moraría en el silencio.
Cuando digo: "Vacila mi pie",
tu amor, Yahveh, me sostiene;
en el colmo de mis cuitas interiores,
tus consuelos recrean mi alma.
¿Eres aliado tú de un tribunal de perdición,
que erige en ley la tiranía?
Se atropella la vida del justo,
la sangre inocente se condena.
Mas Yahveh es para mí una ciudadela,
mi Dios la roca de mi amparo;
él hará recaer sobre ellos su maldad,
los aniquilará por su malicia,
Yahveh, nuestro Dios, los aniquilará.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 17,1-7
Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin, a la orden de Yahveh,
para continuar sus jornadas; y acamparon en Refidim, donde el pueblo no encontró
agua para beber. El pueblo entonces se querelló contra Moisés, diciendo: "Danos agua
para beber." Respondióles Moisés: "¿Por qué os querelláis conmigo? ¿Por qué tentáis
a Yahveh?" Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió murmurando contra Moisés:
"¿Nos has hecho salir de Egipto para hacerme morir de sed, a mí, a mis hijos y a mis
ganados?" Clamó Moisés a Yahveh y dijo: "¿ Qué puedo hacer con este pueblo? Poco
falta para que me apedreen." Respondió Yahveh a Moisés: "Pasa delante del pueblo,
llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado
con que golpeaste el Río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la piña, en Horeb;
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golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a
la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de la
querella de los israelitas, y por haber tentado a Yahveh, diciendo: "¿Está Yahveh entre
nosotros o no?"
La resistencia de Israel es fuerte y el pecado repetitivo. Basta una nueva dificultad para
lamentarse una vez más y olvidar lo que el Señor ha hecho. Así le había sucedido en
Mará (Ex 15,22-27) y así le sucedió en el desierto de Sin (Ex 16). Así sucedió otra vez
más en Masá y en Meribá por falta de agua. ¿Quién podría negar las razones de la
protesta de Israel? Se trata de dificultades y problemas concretos: falta el alimento,
falta el agua. ¿Cómo se puede vivir en el desierto? Dios fue quien les liberó de Egipto.
Él debía proveer para que no le faltase nada a su pueblo. ¡Cuántas pretensiones ante
Dios! Israel no sabe hacer tesoro del pasado, porque deja que los problemas le
sobrepasen. De ese modo pone a prueba al Señor cuestionando su presencia y su
protección. ¡Cuántas veces en las dificultades cotidianas vivimos como si el Señor no
existiese, como si Dios no estuviese a nuestro lado, en medio de este mundo para
ayudar y salvar! ¡Cuántas veces también nosotros nos lamentamos pretendiendo que el
Señor resuelva nuestros problemas, poniéndolo a prueba junto a sus siervos! Jesús
dirá a los discípulos: «Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os
darán por añadidura» (Mt 6,33).
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31/05/2005
Memoria de la Madre del Señor
Fiesta de la Visitación de María a Isabel
Canto de los Salmos
Salmo 94 (95)
Venid, cantemos gozosos a Yahveh,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
con acciones de gracias vayamos ante él,
aclamémosle con salmos.
Porque es Yahveh un Dios grande,
Rey grande sobre todos los dioses;
en sus manos están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues él mismo lo hizo,
y la tierra firme que sus manos formaron.
Entrad, adoremos, prosternémonos,
¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su pasto,
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el rebaño de su mano.
¡Oh, si escucharais hoy su voz!:
No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
donde me pusieron a prueba vuestros padres,
me tentaron aunque habían visto mi obra.
Cuarenta años me asqueó aquella generación,
y dije: Pueblo son de corazón torcido,
que mis caminos no conocen.
"Y por eso en mi cólera juré:
¡No han de entrar en mi reposo!"""
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 18,1-12
Jetró, sacerdote de Madián, suegro de Moisés, se enteró de lo que había hecho Dios
en favor de Moisés y de Israel, su pueblo, y cómo Yahveh había sacado a Israel de
Egipto. Entonces Jetró, suegro de Moisés, tomó a Séfora, mujer de Moisés, a la que
Moisés había despedido, y a sus hijos; el uno se llamaba Guersom, pues Moisés dijo:
"Forastero soy en tierra extraña," y el otro se llamaba Eliezer, pues dijo Moisés: "El
Dios de mi padre es mi protector y me ha librado de la espada de Faraón." Llegó, pues,
Jetró, suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de Moisés, al desierto, donde estaba
acampado junto al monte de Dios. Y dijo a Moisés: Yo, Jetró, tu suegro, vengo a ti con
tu mujer y sus dos hijos." Moisés salió al encuentro de su suegro, se postró y le besó.
Se saludaron ambos y entraron en la tienda. Moisés contó a su suegro todo lo que
Yahveh había hecho a Faraón y a los egipcios, en favor de Israel; todos los trabajos
sufridos en el camino y cómo Yahveh les había librado de ellos. Jetró se alegró de todo
el bien que Yahveh había hecho a Israel, librándole de la mano de los egipcios. Y dijo
Jetró: "¡Bendito sea Yahveh, que os ha librado de la mano de los egipcios y de la mano
de Faraón y ha salvado al pueblo del poder de los egipcios! Ahora reconozco que
Yahveh es más grande que todos los dioses..." Después Jetró, suegro de Moisés,
ofreció un holocausto y sacrificios a Dios; y Aarón y todos los ancianos de Israel fueron
a comer con el suegro de Moisés en presencia de Dios.
Es hermoso este encuentro en el desierto entre dos hombres de fe: Jetró, sacerdote de
Madián (Ex 2,16) y Moisés, enviado del Dios de Israel. A pesar de sus diferencias
reconocen los beneficios del Dios altísimo y bendicen al Señor. Se podría decir que se
trata del primer encuentro explicado por la Biblia de dos hombres de diferente religión.
La alegría de Jetró al encontrar a Moisés se expresa en el agradecimiento a Dios y en
la alabanza por la salvación que él ha obrado, hasta el punto que, en un cierto sentido,
ayuda a Moisés con su cántico de alabanza a reconocer de los prodigios obrados por el
Señor. El encuentro entre creyentes, cuando es sincero, siempre ayuda a descubrir la
grandeza del amor de Dios que obra en cada hombre recto y justo. Así sucedió en el
encuentro entre Abraham y Melquisedec (Gn 14). El encuentro entre hombres y
mujeres de fe aumenta el conocimiento y el amor recíproco, refuerza a cada uno en su
itinerario religioso y ayuda a descubrir la obra de Dios en el mundo.
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01/06/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 19,1-8
Al tercer mes después de la salida de Egipto, ese mismo día, llegaron los hijos de Israel
al desierto de Sinaí. Partieron de Refidim, y al llegar al desierto de Sinaí acamparon en
el desierto. Allí acampó Israel frente al monte. Moisés subió hacia Dios. Yahveh le
llamó desde el monte, y le dijo: "Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los
hijos de Israel: Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os
he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis
mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los
pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una
nación santa." Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel." Fue, pues,
Moisés y convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todas estas palabras que
Yahveh le había mandado. Todo el pueblo a una respondió diciendo: "Haremos todo
cuanto ha dicho Yahveh." Y Moisés llevó a Yahveh la respuesta del pueblo.
Con el capítulo 19 empieza la parte legislativa del libro del Éxodo, que se extenderá
con alguna excepción hasta el capítulo 10 del libro de los Números. La ley que Dios da
a su pueblo se encuentra en la relación de alianza, aquella relación privilegiada que
hace de Israel el pueblo de Dios. El éxodo de la esclavitud del propio mundo conduce
hasta el Señor: «Os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí». La alianza es
entre Dios y el hombre y es posible en la escucha de la palabra de Dios. Israel
comprende el privilegio al que es llamado y responde con obediencia. En el Señor
Jesús, también nosotros, los cristianos, somos elegidos pueblo de Dios, propiedad
suya, nos hemos convertido en un pueblo de sacerdotes y en una nación santa, como
dice la primera carta de Pedro (2,9). Alegrémonos de esta pertenencia, que nos permite
vivir la libertad de hombres y mujeres liberados de todas las esclavitudes de nuestra
vida, y abandonémonos con confianza a la amistad de Dios que lleva hacia la plenitud
de su reino.
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02/06/2005
Memoria de la Iglesia
Canto de los Salmos
Salmo 95 (96)
¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,
cantad a Yahveh, toda la tierra,
cantad a Yahveh, su nombre bendecid!
Anunciad su salvación día tras día,
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contad su gloria a las naciones,
a todos los pueblos sus maravillas.
Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues nada son todos los dioses de los pueblos.
Mas Yahveh los cielos hizo;
gloria y majestad están ante él,
poder y fulgor en su santuario.
Rendid a Yahveh, familias de los pueblos,
rendid a Yahveh gloria y poder,
rendid a Yahveh la gloria de su nombre.
Traed ofrendas y en sus atrios entrad,
postraos ante Yahveh en esplendor sagrado,
¡tiemble ante su faz la tierra entera!
"Decid entre las gentes: ""¡Yahveh es rey!""
El orbe está seguro, no vacila;
él gobierna a los pueblos rectamente."
¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,
retumbe el mar y cuanto encierra;
exulte el campo y cuanto en él existe,
griten de júbilo todos los árboles del bosque,
ante la faz de Yahveh, pues viene él,
viene, sí, a juzgar la tierra!
El juzgará al orbe con justicia,
a los pueblos con su lealtad.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 19,9-15
Dijo Yahveh a Moisés: "Mira: Voy a presentarme a ti en una densa nube para que el
pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre." Y Moisés refirió a
Yahveh las palabras del pueblo. Yahveh dijo a Moisés: "Ve donde el pueblo y haz que
se santifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer
día; porque al día tercero descenderá Yahveh a la vista de todo el pueblo sobre el
monte Sinaí. Deslinda el contorno de la montaña, y di: Guardaos de subir al monte y
aun de tocar su falda. Todo aquel que toque el monte morirá. Pero nadie pondrá la
mano sobre el culpable, sino que será lapidado o asaeteado; sea hombre o bestia, no
quedará con vida. Cuando resuene el cuerno, subirán ellos al monte." Bajó, pues,
Moisés del monte, adonde estaba el pueblo, y ellos lavaron sus vestidos. Y dijo al
pueblo: "Estad preparados para el tercer día, y absteneos de mujer."
No se puede subir al monte de Dios y estar delante de él con los vestidos de siempre.
Es necesario purificarse y cambiar el vestido del corazón. El monte de Dios está
marcado por un límite, que no se puede sobrepasar quedándose iguales a sí mismos.
Tenemos que prepararnos al encuentro con Dios para que cuando él venga no nos
encuentre dormidos o atrapados en nuestros quehaceres, como les sucedió a las
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vírgenes necias de las que habla el Evangelio de Mateo (25, 1-13). En demasiadas
ocasiones nos presentamos al Señor con el vestido viejo de nuestras costumbres y con
un corazón distraído por nuestros quehaceres. Desde el monte, el lugar de la
manifestación de Dios, él hace oír su voz para que nosotros la escuchemos, la
custodiemos y la pongamos en práctica. Acerquémonos al lugar del encuentro con Dios
con el corazón purificado para poder alegrarnos de su presencia y ser transformados
interiormente.
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03/06/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Fiesta de san Carlos Lwanga que junto a doce compañeros sufrió el martirio en Uganda
(1886). Recuerdo de Juan XXIII, beato y obispo de Roma; inició el Concilio vaticano II.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 19,16-25
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el
monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el
campamento se echó a temblar. Entonces Moisés hizo salir al pueblo del campamento
para ir al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí
humeaba, porque Yahveh había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como
de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se
hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. Yahveh
bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte; llamó Yahveh a Moisés a la cima de la
montaña y Moisés subió. Dijo Yahveh a Moisés: "Baja y conjura al pueblo que no
traspase las lindes para ver a Yahveh, porque morirían muchos de ellos; aun los
sacerdotes que se acercan a Yahveh deben santificarse para que Yahveh no irrumpa
contra ellos." Moisés respondió a Yahveh: "El pueblo no podrá subir al monte Sinaí,
porque tú nos lo has prohibido, diciendo: Señala un límite alrededor del monte y
decláralo sagrado." Yahveh le dijo: "Anda, baja, y luego subes tú y Aarón contigo; pero
los sacerdotes y el pueblo no traspasarán las lindes para subir hacia Yahveh a fin de
que no irrumpa contra ellos." Bajó, pues, Moisés adonde estaba el pueblo y les dijo...
La presencia de Dios es como un terremoto, sacude la vida de los hombres y del
mundo. Su voz es fuerte como el trueno: él se dirige a los hombres para despertarles
del sueño de las costumbres de siempre y abran el corazón a la escucha. Su palabra
cambia la vida. Pero el lugar de Dios es santo y no todos pueden acercarse a él.
Quítate las sandalias, había dicho Dios a Moisés en el monte del Horeb (Éxodo 3, 5).
Sólo quien se despoja de su seguridad y de su autosuficiencia puede subir al monte de
Dios y hablar con él. La carta a los Hebreos contrapone el monte Sinaí, al que se
acercó Moisés, al monte al que se acercan los cristianos, el monte de la nueva alianza:
“Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, la
Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne, y a la asamblea de los
primogénitos inscritos en el cielo...” (12, 22-23). Esto no exime de la responsabilidad de
acoger el don de Dios hecho en el Señor Jesús. “Guardaos de rechazar al que os
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habla” dice el autor de la carta. Prestemos atención en el lugar de Dios al que habla,
para que la nueva alianza de Dios se realice también en nosotros.
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04/06/2005
Vigilia del domingo
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 20,1-17
Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: Yo, Yahveh, soy tu Dios, que
te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros
dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en
los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la
tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un
Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me odian, y tengo misericordia por millares con los que me
aman y guardan mis mandamientos. No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu
Dios; porque Yahveh no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso. Recuerda
el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero
el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú,
ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu
ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto
contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo
sagrado. Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra
que Yahveh, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No
darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni
nada que sea de tu prójimo."
Hemos leído las normas de una ley antigua, que ha guiado la vida de muchos
creyentes. Estas normas se fundamentan sobre la fe en Dios y sobre la memoria de su
salvación: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto”. Observar la
ley significa reconocer a Dios sin hacerse ídolos, interrumpir la prisa de la vida para
reposar con el Señor en el sábado, honrar la presencia de Dios en la vida de los
demás, respetándola en todas sus formas. No obstante, la ley no atañe sólo el hacer,
sino también al corazón. Por esto el decálogo también nos aconseja “no codiciar” (v.
17). ¿Cómo se puede dominar el deseo? Este es el secreto de la ley antigua de Israel:
el pecado en todas sus formas, el olvido de Dios, la idolatría, el desprecio del otro, la
violencia, todo empieza en el corazón, empieza con el deseo. Por esto la ley hasta osa
gobernar el deseo, para purificar el corazón, para cambiar los sentimientos. Prestemos,
pues, atención a los deseos y a los sentimientos del corazón, para que sean los
mismos de Jesucristo como escribe Pablo a los Filipenses.
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19
05/06/2005
Liturgia del domingo
X del tiempo ordinario
Recuerdo de san Bonifacio, obispo y mártir. Anunció el Evangelio en Alemania y fue
asesinado mientras celebraba la Eucaristía (+754).
Primera Lectura
Oseas 6,3-6
Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh:
cierta como la aurora es su salida;
vendrá a nosotros como la lluvia temprana,
como la lluvia tardía que riega la tierra." ¿Qué he de hacer contigo, Efraím?
¿Qué he de hacer contigo, Judá?
¡Vuestro amor es como nube mañanera,
como rocío matinal, que pasa! Por eso les he hecho trizas por los profetas,
los he matado por las palabras de mi boca,
y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor, no sacrificio,
conocimiento de Dios, más que holocaustos.
Salmo responsorial
Salmo 49 (50)
El Dios de los dioses, Yahveh, habla
y convoca a la tierra desde oriente hasta occidente.
Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece,
viene nuestro Dios y no se callará.
Delante de él, un fuego que devora,
en torno a él, violenta tempestad;
convoca a los cielos desde lo alto,
y a la tierra para juzgar a su pueblo.
¡Congregad a mis fieles ante mí,
los que mi alianza con sacrificio concertaron!
Anuncian los cielos su justicia,
porque es Dios mismo el juez. Pausa.
Escucha, pueblo mío, que hablo yo,
Israel, yo atestiguo contra ti,
yo, Dios, tu Dios.
No es por tus sacrificios por lo que te acuso:
¡están siempre ante mí tus holocaustos!
No tengo que tomar novillo de tu casa,
ni machos cabríos de tus apriscos.
Pues mías son todas las fieras de la selva,
las bestias en los montes a millares;
conozco todas las aves de los cielos,
mías son las bestias de los campos.
Si hambre tuviera, no habría de decírtelo,
porque mío es el orbe y cuanto encierra.
20
¿Es que voy a comer carne de toros,
o a beber sangre de machos cabríos?
Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias,
cumple tus votos al Altísimo;
"e invócame en el día de la angustia,
te libraré y tú me darás gloria."
"Pero al impío Dios le dice:
""¿Qué tienes tú que recitar mis preceptos,
y tomar en tu boca mi alianza, "
tú que detestas la doctrina,
y a tus espaldas echas mis palabras?
Si a un ladrón ves, te vas con él,
alternas con adúlteros;
sueltas tu boca al mal,
y tu lengua trama engaño.
Te sientas, hablas contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre.
Esto haces tú, ¿y he de callarme?
¿Es que piensas que yo soy como tú?
Yo te acuso y lo expongo ante tus ojos.
¡Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
no sea que yo arrebate y no haya quien libre!
"El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria,
al hombre recto le mostraré la salvación de Dios."
Segunda Lectura
Romanos 4,18-25
El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas
naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad. No vaciló en su fe al
considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente
estéril. Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad;
más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que
poderoso es Dios para cumplir lo prometido. Por eso le fue reputado como justicia. Y la
Escritura no dice solamente por él que le fue reputado, sino también por nosotros, a
quienes ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos en Aquel que resucitó de
entre los muertos a Jesús Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados, y
fue resucitado para nuestra justificación.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 9,9-13
Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el
despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió. Y sucedió que
estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y
estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los
discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» Mas él,
al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id,
pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»
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Homilía
Jesús vio a Mateo, uno de los cobradores encargados de recoger las tasas que
iban a construir las casas del tetrarca o del gobernador de la región. Es el autor del
Evangelio que nos está acompañado en este año litúrgico. Como cobrador, pertenece a
la odiada clase de publicanos, considerados tramposos y un explotadores. Para
muchos son considerados impuros, porque manejan dinero y acaban realizando
sospechosas transacciones de dinero. Por lo tanto, es gente que hay que evitar. Se les
compara con los ladrones y los usureros, no hay ni que saludarlos. Jesús, en cambio,
se acerca y se pone a hablar con él. Al final incluso le hace una invitación: “Sígueme”.
Un publicano ha sido llamado a formar parte de los discípulos, en lugar de no acercarse
y no darle ni siquiera la mano. Mateo, a diferencia de tantos hombres que se
consideraban religiosos y puros, se levanta rápidamente de su banco y se pone a
seguir a Jesús. De pecador como era, se convierte en un ejemplo de cómo se sigue al
Señor. Y aún más, con el Evangelio que lleva su nombre se ha convertido en guía de
muchos. También nosotros, hoy, seguimos a este antiguo publicano y pecador que nos
conduce hacia el conocimiento y el amor del Señor Jesús.
Mateo enseguida invita a Jesús a un banquete. Van también sus amigos. Era un
banquete extraño formado por publicanos y por pecadores. Pero Jesús no se
avergüenza de estar con ellos. Algunos fariseos, escandalizados por esta escena,
dicen a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y los
pecadores? Jesús oye la objeción e interviene directamente en la polémica con un
proverbio irrefutable por su claridad: “No necesitan médico los que están fuertes sino
los que están mal”. Jesús no quiere decir que los fariseos estén sanos y los otros
enfermos. Para él nunca hay en la tierra una división maniquea entre gente buena y
gente mala, entre justos y pecadores. Jesús sólo quiere explicar cuál es su misión: él
ha venido para ayudar y para sanar, para liberar y para salvar. No ha bajado de los
cielos para traer condenas y castigos. Por eso, dirigiéndose directamente a los fariseos,
añade: "Id, pues, a aprender qué significa: Misericordia quiero, que no sacrificios". E
invita a todos ellos a ser como él: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29). Y, acercándose todavía más a cada uno de nosotros, añade: "No
he venido a llamar a justos, sino a pecadores". Por eso no es difícil sentir al Señor
cercano a nosotros.
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