Memoria - Diputación de Albacete

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CELEBRADA LOS DÍAS 3 Y 4 DE OCTUBRE DE 2009
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Antonio Matea Martínez
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Centro Excursionista de Albacete
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DÍA 3 DE OCTUBRE ONSARES-VILLAVERDE DE GUADALIMAR
DÍA 4 DE OCTUBRE VILLAVERDE-VILLAVERDE
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Un río nunca es el mismo río, decía Jaume Terradas en su Biografía del mundo,
pues el agua que vemos pasar nunca pasó antes por ese mismo lugar. De igual forma
pretendemos hacer aquellos a quienes se nos ha encomendado la loable labor de
organizar la Ruta del Pernales, pues siempre tratamos de huir de la uniformidad,
buscando nuevas sendas, nuevas veredas y nuevos conocimientos, actuando muy
contrarios a aquel bandolero, Procusto, que dicen las gentes habitó la antigua Grecia
hace luengos siglos.
Procusto era dueño y señor de los caminos de Eleusis, ciudad muy cercana a la
capital Atenas, y era un maniático de la uniformidad. Le preocupaba que los hombres a
los que asaltaba no fuesen todos iguales, sobre todo en lo referente a la altura.
Procusto no toleraba ni a los cortos de talla ni a los altos; quería imponer la igualdad
entre todos los humanos. Todo aquel que se atrevía a aventurarse por sus dominios y
caía en sus manos era primeramente desvalijado y tras dejarlo limpio era tumbado en
una cama, que pasó a la historia con el nombre de “el lecho de Procusto”.
Si el infeliz encajaba exactamente en la cama, podría dejar de serlo y retirarse
felizmente, aunque eso sí, desvalijado. Pero si no alcanzaba el canon marcado por
Procusto en su lecho, era dolorosamente estirado hasta alcanzar el tamaño apuntado.
Si era más alto, el bandido lo emparejaba serruchando las piernas de la víctima en
aras de tan noble emparejamiento y en su búsqueda incansable de alcanzar la
uniformidad. Otras versiones que cuentan la historia de Procusto dicen que nadie
coincidía jamás con el tamaño de la cama, ya que ésta era secretamente regulable:
Procrusto la alargaba o acortaba a voluntad antes del examen a sus víctimas.
Todo terminó cuando Teseo, el héroe que venció al minotauro en Creta, lo
capturó y lo sometió a su propio examen de emparejamiento en su lecho. Teseo marcó
las medidas que le vinieron en gana, de tal manera que lo ajustó a ellas cortándole a
hachazos la cabeza y los pies.
Nosotros, aunque regresamos todos los años a Villaverde de Guadalimar a la
Ruta del Pernales, en busca de la felicidad y la libertad, por mucho que Sabina cantara
una vez que no se debiera volver nunca al lugar donde uno ha sido feliz, huimos de la
uniformidad procustiana, rechazando los ajustes que nadie nos quiera imponer a lecho
alguno. Por ello cambiamos anualmente los recorridos y sendas para alcanzar esta
hermosa y serrana villa, buscando nuevas experiencias y conocimientos. Año tras año
volvemos de nuevo a la villa del Guadalimar a buscar la felicidad metacultural, a
disfrutar del senderismo, principal objetivo de esta ruta, y a recordar la famosa
leyenda del bandolero Pernales, que, muerto en Las Morricas por la Guardia Civil, aún
se guarda como un tesoro en los anales de de las sierras de Alcaraz y Segura y en la
memoria de sus gentes.
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Por una tortuosa carretera, dibujada entre serrijones, olivos y pinares, llegamos
a Onsares, pedanía de Villarrodrigo situada en pleno Parque Natural de Cazorla,
Segura y las Villas. Desde allí iniciamos la andadura por una umbría de pinos hacia el
Collado de las Lagunillas, situado a pies del Cambrón, monte al que subimos, atraídos
siempre por nuestra fascinación de remontar las altas cumbres, imantados por las
coordenadas de la coyuntura cósmica, o quizás o por el deseo de encontrar algún día la
fuente de la sabiduría, el alma mater del conocimiento total.
La sabiduría, decía Séneca, es la única libertad que existe y la vida, apuntaba en
este caso Jaume Terrados, es como un mar batido por mil vientos, en el que el hombre
navega como un frágil velero. Si no tenemos la fuerza del conocimiento para
orientarnos y navegar con todas las velas desplegadas, difícilmente podremos salir a
flote y jamás podremos arribar a buen puerto. Quizás ahí este la razón de nuestro
deseo de aprender nuevas cosas sobre los caminos de la sierra y sobre el legendario
bandido Pernales, que dicen las gentes fue el más valiente, el más enamorado y el más
generoso bandolero que jamás anduvo por estas tierras albaceteñas.
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Tras la ascensión por la pinada, llegamos a la Fuente del Oso, donde hicimos en
contubernio el alto del almuerzo, envueltos entre pinos negrales y algún salgareño.
Acabado la connivencia seguimos ascendiendo hasta llegar al Collado de las Lagunillas,
por el que dicen los lugareños y cuenta la historia penetró Pernales en la provincia de
Albacete, aquel 31 de agosto que habría de ser el último día de su vida. Desde este
collado marcharía hasta el Cortijo del Puerto, donde la mala fortuna le llevó a
encontrarse con el guarda forestal Gregorio Romero Henares, licenciado de la Guardia
Civil. Este antiguo miembro de la Benemérita debió atisbar algo sospechoso en los
bandidos, por lo que decidió dar aviso del encuentro con los forasteros al Juez de
Villaverde de Guadalimar, quien mandó recado a su vez, por medio de un alguacil, al
segundo teniente Juan Haro López, jefe de la Línea de Alcaraz.
El segundo teniente y sus hombres acabarían con la vida de Pernales en Las
Morricas, dentro del término de Villaverde de Guadallimar. Muerto el bandido,
“vestido, calzado y sin sacramentos”, como decía Fernández y González deben morir
los bandoleros, solo había un pequeño paso para que naciese la leyenda, y de hecho así
nació y como tal se conserva en nuestros días, extendiéndose por cada peña, cada
mata y cada rincón de la Sierra de Alcaraz.
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El Collado de las Lagunillas marca la línea fronteriza entre las provincias de
Jaén y Albacete, provincias que divide igualmente la peña de El Cambrón, a la que
ascendimos en procesión por un pequeño paso al que llaman el Portillo. La cumbre de
esta peña, de 1.551 metros de altitud, semeja un inmenso mar de piedras, un cars o
kars, según los gustos, cuyo fenómeno cárstico más representativo es una sima, que no
vimos porque no buscamos y por estar cerca de la caseta forestal de la provincia de
Jaén, algo retirada de nuestro camino.
Sí que estuvimos en la de Albacete, justo en el límite contrario de La Piedra,
que es como llaman los originales de esta tierra a esta inmenso peñasco, desde el que
se ven unas impresionantes vistas de toda la sierra de Albacete: la Sarga, el Padrón, el
Almenara a la derecha, el Padroncillo, el Calar del Mundo, etc. Desde esta caseta de
vigilancia forestal, sin vigilante desde finales de septiembre, disfrutamos un buen
rato de las impresionantes sierras y valles que forman, por los que corren arroyuelas
que alimentarán más tarde los caudales de los ríos Mundo y Guadalimar.
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Tras dejar la impresionante peña de El Cambrón, que separa o une, según el
cristal con que se mire, las provincias de Albacete y Jaén seguimos nuestro camino
senderista hacia Villaverde de Guadalimar, aunque antes hicimos un alto metafísico en
la Fuente de Carrascosa. En Villaverde, previo a la cena en la pensión Guadalimar,
pudimos asistir en el cine a la Cantata del Pernales, un recitar flamenco para un
cantaor, un narrador y un guitarrista, que fue estrenado por primera vez en 1998 en el
auditorio de Ceutí (Murcia). Es autor de esta obra Alonso Palacios, un albaceteño de
Reolid, maestro en la escuela pública, que está afincado en la localidad murciana de
Archena.
El cantaor, Manolo Cano, nacido en la
población sevillana de La Puebla de Cazalla,
interpretó con maestría esta pieza flamenca.
Aunque este hombre no se ha dedicado al
cante de manera profesional, es un artista de
dilatada carrera, como así demostró magistralmente en el escenario del cine de Villaverde. Acompañó al cantaor con las cuerdas
de su guitarra Fernando Rodríguez, también
como el anterior de la Puebla de Cazalla; la
narradora fue Fuensanta Muñoz, profesora y
escritora afincada en Murcia.
Alonso Palacios ha basado la Cantata
del Pernales en las historias de tradición oral
recogidas sobre la vida y muerte del bandolero. La obra relata la vida del bandolero
estepeño en ocho cantes, correspondientes a otros tantos palos flamencos. Cada cante
va precedido de un breve texto, que ilustra los aspectos más legendarios del “último
bandido de los pobres”, el primero de los cuales dice así:
Fincas inmensas de eternos caciques
-regalos y prebendas reales antañonesdisponiendo a su antojo las vidas miserables
de hombres que se olvidaron de levantar el puño.
Tórridos pueblos,
desoladas afueras de muchachos famélicos,
un cuartel de civiles
y mucho desamparo.
En esta Andalucía se forjará El Pernales
como antes se forjaron bandidos de leyenda:
Corrientes, Tempranillo, El Lero y Juan Palomo,
Tragabuches y Aroca, Los Siete Niños de Écija.
Pronto aprenderá el oficio
y sabrá el valor que tiene
comprar silencios y amigos
y el respeto de la gente.
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Tras la Cantata, muy aplaudida por los numerosos asistentes, y muy llorada por
un niño de poca edad, no sabemos si por la pena de la muerte del bandolero o por la
poca educación de sus progenitores, nos fuimos a cenar un guisado de bacalao a la
pensión Guadalimar. Hemos de señalar la presencia en la cena de Domingo Herreros,
antiguo alcalde de Villaverde de Guadalimar, estudioso de la vida del Pernales y poeta
de vocación. En alguna ocasión nos ha regalado tras los postres con algunas de sus
poesías, pero en ese momento no llevaba ninguna a mano para la recitación. Hemos de
reflejar también que nos dedicó hace un par de años uno de esos poemas al Centro
Excursionista de Albacete y a todos los que participamos en esta ruta.
La dormida fue en la Casa del Médico, como es uso y costumbre en los últimos
años, por lo que hay que agradecerle la dejada de esta casa para el sueño un año más a
Antonio Peinado, primer edil de Villaverde de Guadalimar. Los cubatas fueron en el pub
de la plaza del Ayuntamiento, como también
es tradicional cada año. No es menester
decir que también es usual los síntomas de
alumbramiento que llevaban algunos miembros y miembras de esta marcha tras las
copas, lo que les consecuenció al día siguiente
andar algo trastocados, amén de ver las
estrellas en pleno viaje matinal por la sierra.
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Mucho se ha escrito sobre Pernales tras su muerte, con versiones a veces muy
dispares. Pero su leyenda, esta vez sin contradicción alguna, estará por siempre unida
a Villaverde de Guadalimar, población en cuyo término municipal se produjo su muerte
aquel fatídico día de agosto. Ese 31 de agosto de 1907 murió el hombre, murió el
bandido, pero al mismo tiempo nacía el mito y la leyenda, que corren en carrera
continua por las sierras albaceteñas durante más de un siglo.
Abandonado a su suerte
como fiera perseguida.
Abandonado a su suerte.
Si quiere salir con vida
ha de burlar a la muerte,
que viene muy decidida.
Muy decidida iba la muerte aquel día en busca del estepeño y de su compañero,
el Niño de Arahal. El segundo teniente de la Guardia Civil Juan Haro López, que
comandaba a una partida de guardias, era su emisario aquel 31 de agosto y puso fin a
los pasos de Pernales por el mundo de los bandoleros. Formaban esa partida de
guardias el cabo Calixto Villaescusa Hidalgo y los guardias Lorenzo Redondo Morcillo,
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Andrés Segovia Cuartero y Juan Codina Sosa. Todos ellos aparecían premiados en el
Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de 13 de septiembre de 1907 con las cruces
al mérito militar con distintivo rojo, pensionada por entonces con 7,50 pesetas
mensuales durante su permanencia en el servicio.
Esos guardias civiles, condecorados y pensionados por el impagable servicio
hecho a la sociedad, acabaron con el último bandido de los pobres, que dice la Cantata
del Pernales en su letra, pero iniciaron una de las más arraigadas leyendas de la
provincia albaceteña: la leyenda del bandido generoso que robaba a los ricos para dar a
los pobres.
Pero, ¿realmente era el Pernales el bandido rumboso que cuenta la Cantata del
Pernales? Se ha hablado de la dureza de sus sentimientos, de su maldad y crueldad, de
su cobardía… Pero no todos los que lo conocieron pensaban igual manera, y muchos lo
tenían por el bandido generoso y gallardo que repartía lo que robaba entre los pobres.
Opiniones las habrá siempre para todos los gustos y disgustos.
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Alfonso Sánchez Rodríguez presenta un interesante estudio en las Segúndas Jornadas sobre el Bandolerismo, que anualmente
celebran en la localidad de
Jauja, patria de José María
el Tempranillo. En su trabajo, presentado en 1998,
cuenta que un tal Ramón
Ángel Moreno, llamado Ramonsaco por su gran talla,
había recibido unos zapatos
de Pernales.
-Estaba un día con las
ovejas –cuenta Ramonsacoy al verme con las alpargatas destrozadas me dijo que
al día siguiente me traería
unas nuevas. Y así fue, al día
siguiente me trajo unos
buenos zapatos que le costaron sus buenos treinta
reales. Otras veces nos correspondía de otra forma,
nos traía comida, pan, chorizo. Él robaba para comer y no le conocimos ninguna muerte.
Hernández Girbal, en su obra Bandidos célebres españoles nos cuenta el origen
de su fama:
“Sus halagos a braceros, pastores y gañanes son constantes. Sabe que de ellos
depende en buena parte su seguridad. Esta nueva conducta va a ser el fundamento y
origen de su fama, la razón de su gloria popular”.
Alfonso Sánchez presenta también en esas mismas jornadas sobre
bandolerismo, citadas anteriormente, el testimonio de Rosario del Pozo, nacida el
mismo año de la muerte del Pernales. En ese testimonio dice que la gente de Estepa y
los alrededores “quería bien a Pernales, pues vían que no robaba y les daba de comer y
lo repartía too en Estepa y jue mu bueno pa esa gente”.
La imagen de Pernales como bandido generoso está muy arraigada entre la gente
humilde. Para el pueblo la figura del estepeño siempre tuvo un cariz romántico, del que
deriva la leyenda del bandido que robaba a los ricos para dar a los pobres. Para la
gente humilde, los bandoleros eran hombres valerosos, héroes populares, que se
apartaban de la sociedad para llevar una vida libre y montaraz. Estas gentes, además,
estaban esperanzadas que en alguna medida serían también partícipes de los robos del
bandolero.
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Otra opinión bien diferente es la de los que eran asaltados por Pernales y
quitados de sus “mil pesetas”. Éstos formaban parte de la clase dominante, que jamás
se preocupó por mejorar la situación social y económica de esa gente campesina, que a
principios del siglo XX tenían por principal ocupación la de llevarse algo a la boca para
poder sobrevivir.
Pernales tuvo en jaque a las autoridades de la época, que encontraban
dificultosa su captura, a pesar de que dos mil guardias iban tras sus pasos. Al menos
eso es lo que se dice. Esta ineficacia e impericia provocó las chanzas al ministro de
Gobernación, don Juan de la Cierva y Peñafiel, en Las Cortes, como así refleja la
Cantata del Pernales:
¡Ministro de la Cierva,
cuida bien de tu bolsa,
que anda suelto el Pernales!
Los diarios madrileños se burlan del Ministro,
de las torpes medidas que tiene que adoptar
y aparece en las coplas jocosas de la corte,
como un politicastro mediocre e incapaz.
Si la Cierva al caco vil
contemplar quiere en prisiones,
mande a la Guardia Civil,
a más de las instrucciones, un candil.
En La Roda andaluza se concentran las tropas
que han de dar con el rastro del temible bandido.
Dicen que dos mil hombres han sido necesarios
para hacer que el Pernales salga de su guarida.
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El domingo día 4, tras desayunarnos unas tostadas con aceite y sal y unas tortas
de manteca en la pensión Guadalimar, iniciamos la ascensión por la pista forestal del
Arroyo del Tejo, siempre guiados y conducidos popr Gerardo Gonzále, luz y norte de
esta marcha. Nuestra intención era alcanzar la Cruz del Pernales, lugar de la muerte
del célebre bandido.
Antes de llegar a este mítico lugar hicimos un alto en el Prado de la Rosinda
para dar cuenta, sin prosopopeya alguna, de un almuerzo, apañado y compuesto por
Zoraida y Crescenciano con gran maestría, aunque hemos de decir que Juan fue el
maestro y mentor de tal combinación. Componían los simples del compuesto unos
torreznos, con huevos duros al estilo del Pernales, algunos tomates morunos, jamón,
tortilla, queso y algunos frutos secos, entre otros menesteres. Todo ello estuvo
regado con unas cerveza y con un buen vino.
¡Ya lo hubiese querido para sí el famoso bandolero estepeño aquel 31 de agosto,
cuando almorzó con el de Arahal en La Casica, algo más arriba del Prado de la Rosinda!
En la Cruz del pernales se ha colocado una placa y un panel en el que se explica
brevemente la historia y leyenda del bandido. En este lugar permanecen todavía como
recuerdo de su muerte un buen puñado de piedras, que han ido dejando como
homenaje al bandido los caminantes a lo largo de los años.
Estas piedras, esta placa, este panel, y todos aquellos que habitualmente
visitamos este lugar, contribuimos a ensalzar la leyenda del bandido de los pobres,
engrandada más aún por un pastor de Estepa que había llegado a Alcaraz el día 2 de
septiembre a identificar el cadáver del bandolero. Este pastor, si ante las autoridades
dudó de que aquel muerto fuera el Pernales, pues le faltaba su mechón de pelo
característico, una vez ante sus paisanos perdió toda duda, afirmando con rotundidad
que ninguno de los muertos de Alcaraz era el famoso bandido.
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15 de la Sierra de Alcaraz era en realidad
Se llegó a decir incluso que el muerto
otra persona, un anónimo malhechor con quien las autoridades ocultaron sus reiterados
fracasos en el intento de captura del verdadero bandido. Este rumor se extendió
como la pólvora por la comarca de Estepa y hay quien decía haber visto en persona al
Pernales. Otros afirmaban que el estepeño había huido a Méjico con la cuadrilla del
torero Antonio Fuentes, donde murió pocos años después de una vulgar pulmonía. Esta
huida fue novelada por el prosista Blasco Ibáñez en Sangre y arena, en la que Pernales
está representado por Plumitas y Antonio Fuente por Gallardo
Lo que sí que es cierto, al menos eso dice la rumorología popular, es la copla que
se extiende entre las gentes de la sierra, copla que permanece escondida en cada
esquina, en cada peña y en cada rincón de la sierra:
Ya mataron al Pernales,
ladrón de Andalucía,
el que a los pobres robaba
y a los ricos socorría.
Hemos de reseñar que tras las fotos de rigor y de obligación en este punto
clave de la Sierra de Alcaraz, Lanciano, un hombre muy sabio y muy leído, poeta y
cantante, y técnico otrosí de la Diputación Provincial, nos contó y nos cantó el romance
y leyenda del Pernales. Fue muy aplaudido y admirado por los escuchantes, lo que le
hizo hincharse y contentarse como si fuera un niño, como sin duda lo es a pesar de su
edad.
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Seguidamente, tras la epopeya, los caminantes nos dirigimos a la finca del
Masegar, cuya puerta nos abrió Valentín, guarda de ese predio. En ella pudimos
admirar los grandiosos alazanes que se crían, a los que hay que añadir los ciervos, los
muflones y la cabra montés, como especies de interés cinegético. También se crían
algunos vacunos, entre ellos un morlaco que nos miraba con muy malos ojos y con
peores intenciones.
Tras salir de esta finca de El Masegar y dejar a un lado el Cortijo de Valentín,
Juan nos sorprendió con su “ángelus”, muy frío y muy dulce, aunque mostró pro domo
sua una actitud exacerbada negadora en el avituallamiento, excesivamente tautológica
y procustiana, pues no dejó meter la mano a nadie en el cubo de las cervezas, dicho
sea esta aserción metafórica sin animus ofendi alguno y con mucho talante. Hay que
decir por añadidura, y todo ello en honor a la verdad, que esta interdicción y exégesis
dicotómica tuvo una validez temporal parcial, pues bajado el ángelus a los estómagos
de los participantes de esta ruta, permitió y validó que cada uno de ellos se gobernase
de las neveras las cervezas que le viniera en gana.
Tras el refrigerio interno se cogió la enfilada hacia Villaverde para consumar y
consumir el final de esta ruta. Es de reseñar el atrevimiento de la Lola al llegar al
pueblo, pues con mucha filosofía y predisposición, sin coacción ni antimonia alguna, se
dio un baño en el pilón de la fuente de Villaverde. Hay que reconocer que el calor del
día era intenso y ella llevaba muchos arrestos y tenía mucha voluntad desde hace
tiempo en consumar este supuesto fáctico y externo refrigerio.
La jornada y la V Ruta del Pernales, la mejor sin duda que se ha organizado y
perfeccionado hasta la fecha, finalizaron con una comida en el restaurante
Guadalimar. En esta ocasión el menú estuvo dispuesto por un gazpacho andaluz con
tropezones de pan y un guiso de rabo de toro aderezado a la manera Eduardo y
Esteban, regidores entrambos de este negocio hostelero.
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ANTONIO MATEA MARTÍNEZ
GERARDO GONZÁLEZ MONTERO
JUAN AGUSTÍN MOLINA GUIRAO
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ALFONSO JOSÉ GARCÍA GONZÁLEZ
ALICIA CONSUELOIBÁÑEZ VEGA
ALMUDENA LÓPEZ MARTÍNEZ
AMPARO VALLS CANTOS
ANASTASIO SÁNCHEZ ROYO
ANDRÉS ALARCÓN HERREROS
ÁNGEL PIÑA GARCÍA
ÁNGEL ROLDÁN PASTOR
ANTONIA SÁNCHEZ VERDEJO
ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA
ANTONIO ORTEGA CAMPILLO
BEGOÑA VILLAESCUSA NAVALÓN
CARMEN CONCHÁN BALLESTEROS
FRANCISCO ANDREU PLA
FRANCISCO JOSÉ SÁNCHEZ PONCE
JESÚS ORTEGA CAMPILLO
JESÚS MARÍA GONZÁLEZ MORAGA
JORGE MARTÍNEZ NAVARRO
JOSÉ LUIS MOTOS GARCÍA
JOSÉ MANUEL JIMÉNEZ JUÁREZ
JUANFRESNEDA PÉREZ
JUANSALMERÓN RUESCAS
JUAN A. RODRIGUEZ VELENCOSO
JUAN MIGUEL MATEA MARTÍNEZ
JULIÁN ROMERO DÍAZ
JULIO LORENZO LÓPEZ
LOLA PEINADO SÁNCHEZ
LUISA CUEVAS NAVÍO
MARÍA EMILIA LÓPEZ PÉREZ
MARÍA LLANOS VALERA GASULL
MIGUEL A. FERRERAS GÓMEZ
ÓSCAR GARCÍA RODRÍGUEZ
PEDRO ALARCÓN HERREROS
PILAR VILLAESCUSA JIMÉNEZ
RAMÓN A. S GONZÁLEZ MARTÍNEZ
ROSA MARÍA DONATE GONZÁLEZ
SABINA VALERO MARTÍNEZ
SERGIO H. GARCÍA GONZÁLEZ
TINERFER HERNÁNDEZ ALTUVE
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