ULTIMA LECCIÓN Fernando López Alaniz Morelia-Tacámbaro 1985 Primera edición 1986 Segunda edición 1994 © Todos los derechos para la presente edición están reservados por la SEE, Michoacán y CREFAL. CREFAL Quinta Eréndira, Pátzcuaro, Michoacán, México. SEE Av. Siervo de la Nación y Constitución de Apatzingán, Fraccionamiento Lomas del Valle, Morelia, Michoacán. ISBN 968-6078-97-5 Impreso en México. Cuando, en aldeanas escuelas pusiste fe de maestro para enseñar tiernas bocas a cantar el alfabeto... Tenía la nobleza por entraña y la práctica del bien como norma inquebran ta ble. LOE PRESENTACIÓN uando fue necesario escribir una presentación para este libro, lo primero que vino a nuestra consideración fueron los nombres de amigos del profesor Ortiz y los nombres de algunas personalidades comprometidas actualmente con el quehacer educativo; sin embargo, se tomó la decisión de que fuera el propio Lucas Ortiz quien se presentara. Siguió entonces la tarea de buscar un texto significativo, no usado en la obra, que sirviera para tal efecto. Encontré este fragmento de su discurso al inaugurar la Escuela Normal Superior de Michoacán, y que sintetiza su pensamiento sobre lo que él mismo fue, un maestro. "Compañeros, discípulos y amigos: "Pretendemos capacitarlos no sólo para que alcancen la competencia pedagógica, sino, ante todo y sobre todo, para que conquisten esas actitudes morales en cuyo desarrollo ninguna técnica acierta a propiciar la verdadera formación del maestro, de ese profesional del bien colectivo que, para serlo cabalmente, necesita de entrega absoluta, ya que nada máximo se consigue sin pasión. "Se habla hoy, con escepticismo y hasta con ironía, de una mística del maestro de la Revolución, mística que, al parecerles 9 acabada, algunos pretenden sustituir con un profesionalismo casi burocrático, el cual, carente de alma, de ética y responsabilidad, suena a falso. No os dejéis engañar. Decid a todos que conocéis la vehemencia que se adueña del hombre íntegro cuando, para alcanzar una meta, funde en el crisol de su voluntad, la convicción, la sabiduría y el amor. "Extirpad de entre vosotros a quienes entre vosotros se han colado, cual figuras híbridas de ambigua profesión, constriñendo su quehacer a recitar saberes en acumulamiento de horas. Vocación; vocación definida como dimensión creadora, ayuna de comportamientos estereotipados, preñada de talento y entusiasmo. ¿No decía Sócrates que puede enseñarse la virtud? Y en principio y en fin, ¿no es ésta la sustancia de la educación misma? "Mas si os parece vago el término vocación, sustituidlo por otro más actual y connotativo, digamos compromiso. Porque efectivamente el maestro es un hombre comprometido, moral, profesional y socialmente, máxime cuando su actividad se ata al desarrollo de la nación, circunstancia que lo obliga a una profunda solidaridad con las causas del pueblo, con los destinos de cada generación que se prepara en las aulas. "Vuestro compromiso es, pues, múltiple: con vuestro ánimo, con vuestro grupo, con vuestra escuela, con vuestra tierra; con el 10 pasado, el presente y el porvenir; con México y su pueblo, y, en el vértice, con el hombre universal. "Pero entended que no estáis solos en esta liga de honor, porque os apoyan antaño la obra misional realizada entre los suelos y los cielos; la entereza de los proceres de la Independencia, la Reforma y la Revolución Social, y, en el presente, las instituciones todas de educación". Esto es indudablemente un autorretrato del Profr. Ortiz y creo que es la mejor forma de presentarlo. El Autor. 11 o nací para ser maestro. Pertenezco a esa clase de hombres privilegiados que durante toda su vida hacen lo que les gusta, realizan la tarea para la que llegaron a este mundo. Por eso mis conflictos personales nunca darán para un poema épico, ni siquiera para una mala obra teatral, y sí, apenas, para algunos versos líricos que yo mismo escribí: Otros dicen que mi verso es el río que cerca de cascadas nuestro pueblo... Lo que no significa ausencia de lucha. Sí, me tocó luchar tanto por mi vocación, ¡no, por mi vocación no: por realizarla más y más, en profundidad y amplitud! No sé si me comprenderá usted. De ninguna manera deseo parecer pretencioso, y menos hacia el pasado, que es la forma más tonta de pretensión. Cuando uno ha cumplido siete décadas de vida y mira para atrás con la conciencia de haber cumplido, puede afirmar cosas como las que yo afirmo, y, claro, ofrecer una que otra prueba: maestro rural, director de escuela rural, inspector escolar, director federal de educación, director general de enseñanza primaria en los estados y territorios, asesor y delegado de mi país en otras naciones y organismos educativos internacionales, y mi 13 máximo orgullo: el CREFAL, el Centro Regional de Educación de Adultos y Alfabetización Funcional para América Latina y el Caribe. ¿Usted cree que todo eso me lo fueron regalando por... pues como luego dicen por ahí, por mi linda cara? Con decirle que mi hermana me decía: ¡con ese nombre y con esa nariz no sé cómo te atreves a andar por la calle! Y tenía razón, vea usted qué nariz, y ciertamente Lucas no es el nombre más apropiado para andar luciéndolo por allí. Así que no, no fue por mi linda cara ni por compadrazgos ni amiguismos, sino por mi intenso trabajo en cada etapa, para salir del aula improvisada abajo de una ziranda hasta llegar a exponer los criterios pedagógicos de mi país y los míos propios en los foros internacionales y en naciones tan disímiles como Bolivia y Egipto. Las nuevas generaciones no saben de mí. Algunos recuerdan mi nombre, y los viejos que en cierta manera fueron mis compañeros, están muertos o se han retirado. También aquellos maestros que recibieron de mí beneficios o favores. Últimamente, sin embargo, me dieron un puesto donde de nuevo mi nombre fue escuchado con el respeto de siempre, aunque no más allá de mi natal estado de Michoacán, y sólo en algunos círculos de poder dentro de la Secretaría de Educación Pública. Me tocó nuevamente ser fundador de una institución, la Delegación General de la SEP, y 14 mis conocimientos y experiencias fueron aprovechados tanto cuanto quisieron, desde el propio Secretario de Educación, hasta el gobernador del Estado quien por cierto no hacía mucho me había llamado para fundar la Escuela Normal Superior del Estado, a la que bautizamos con el nombre de José María Morelos. En realidad le estoy hablando de dos gobernadores, sólo que a veces se me confunden la continuidad de las instituciones con la discontinuidad de sus titulares. Tengo el grato recuerdo del gobernador que aprobó el inicio de la Normal Superior, precisamente por eso, y porque me dio todo lo necesario para su fundación y consolidación. Con el gobernador que le siguió yo inauguré el edificio de la Normal y la dejé trabajando con una excelente planta de profesores; inauguramos la primera especialidad en México para la educación de adultos dentro de las normales, la llamada Educación Permanente, y presentamos nuestra renuncia, para dedicarnos completamente a la Delegación... Poco después el pueblo de Michoacán me hizo un magno homenaje, al cual asistieron autoridades nacionales, estatales de todo tipo: Supremo Tribunal, Congreso local, municipios y, desde luego, autoridades educativas de todos los niveles. Y fui condecorado con la medalla Vasco de Quiroga, que Pátzcuaro instituyó para conmemorar los 450 años de su denominación como ciudad. 15 sted insiste en que yo le dé nombres y fechas. Dígame ¿para qué los quiere? Sí, sí: en una conversación como ésta no tienen importancia alguna los nombres de personas a las que además usted no conoce. Si yo le digo, por ejemplo, el nombre de ese Secretario de Educación, tan amigo y tan importante, don Jaime Torres Bodet, ¿qué significa para usted? Nada. Sabrá usted eso, que fue Secretario de Educación, a lo mejor ha leído algunos de sus poemas de exquisito lirismo, pero nada más. Nada más. Por otra parte, mi buen amigo, ¿cuál es la importancia de las fechas? Quiero mejor mostrar a usted algunas fotografías. Usted es periodista y conoce aquel acertó: dice más una fotografía que todo un artículo. Venga, por favor. No son buenas fotos, y algunas están muy mal tomadas; pero están todas cargadas de historia y de recuerdos. 17 Visita del Sr. Lic. Adolfo López Mateos, Presidente de México, al CREFAL. 18 ues sí, usted me comprenderá completamente a partir de que conozca a mi familia. Sin embargo, le anticipo que no seré el indiscreto que usted espera. Cuando los hombres viejos recordamos a nuestros padres, a nuestros hermanos y a los parientes, nos llenamos de añoranzas y el sentimiento hace presa de la memoria, obligándola a ser agradablemente infiel; sin embargo, yo hace algún tiempo que dedico a los recuerdos familiares lo estrictamente necesario para no causarme daño, pues las ausencias tienen un peso muy grande en el corazón. Ahora yo me voy a valer de un artificio. Algunos sufrimientos he tenido ya con todo esto que le platico, y no quiero agravarlos... al menos no demasiado. El artificio seré yo mismo, pero muchos años atrás, quizás a la mitad de mi vida, cuando escribí de mi tierra natal Taretan, rodeado de incontables lomas de verde, de agua y de caña de azúcar. Brisa que nace en el monte baja por la cuesta, rueda; vaho que nace entre las cañas sube por la cuesta, trepa... Y por eso los naranjos que decoran la plazuela ofrecen en su dación la perfumada incongruencia de gajos que dan ardores y de gajos que refrescan. Los cuatro portales vierten sobre pañuelo de siesta inútil llanto de luto por las "cincojas" que dieron rosas sonrisas paganas a las tardes de cuaresma, cuando extendía el tabachín su paliacate de seda sobre el quiosco, penitente en ayuno de escoletas. Bronce que olvidó la guerra... sobre el techo de la iglesia, concierto que de ahí baja para inundar las callejas así es, o fue mi pueblo, allá a principios del siglo, y mientras yo regresaba de vacaciones, con sus muchachos y muchachas, y esa quietud que a mí, ahora, me inquieta un poco, pues por no 20 romperla quizás hemos perdido oportunidades de progreso. En fin, que allá en Taretan nací Casa mía, de mis mayores, donde mi abuelo el poeta, oro de nísperos puso junto al olor del receda... Y en el corredor patriarca las raras flores de cera bajo cuyas guías mi madre, con voz de ternura plena, entonaba villancicos y coplas en Nochebuena. ¡Casa mía republicana, de tricolores empresas! Yo pienso que quien no tiene profundas raíces en una familia, carece de un elemento importante no sólo dentro de sí mismo, sino para con los demás. Venir de un hogar donde hay una tradición, donde los rasgos de las familias son manifestación de una esencia, es venir capacitado para entender al pueblo, la nación y la cultura a la que se pertenece. El no tener todo eso no significa incapacidad para entender lo que digo, sino falta de referencias innatas y, aunque usted lo dude, ausencia de profundidad para ciertos 21 valores que impiden a alguien ser traidor, y dan a otro la capacidad para ser heroico. ¿Soy demasiado rotundo en mis afirmaciones? Puede ser, pero los años que me han enseñado a ser prudente en tantas cosas, me han también obligado a tratar con dureza a los enemigos de mi patria... entre los que se encuentran, precisamente, y son los más terribles, los mexicanos descastados, en especial los que lo son por voluntad propia. Naturalmente yo los he encontrado en el magisterio, y en todos los niveles de la administración educativa, y he sido con ellos algo más que duro, despectivo; pero también los he encontrado en las rancherías, despreciando lo autóctono, y en las ciudades, admirando todo lo extranjero, y hasta en las relaciones internacionales; entreguistas e incapaces de manifestar el más leve gusto por ser mexicanos; pero quizás ningunos tan despreciables como los empresarios y capitalistas en general, llenos de poder y de orgullo, que prestan su nombre y su nacionalidad para que los extranjeros se apropien de nuestra riqueza, de nuestra cultura, de nuestras conciencias... Por eso yo me siento enormemente satisfecho de venir de una familia mexicana de gran tradición. Mi abuelo peleó contra franceses y belgas, y la bandera de los soldados que Taretan dio a la patria, se guardó en mi casa; y mi padre fue un hombre revolucionario y mi madre la mujer que guardó y nos transmitió la virtud, la fuerza, pues, de una patria, y el orgullo de ser hijo de esa patria. 22 Caminantes de epopeya van por senderos de Charo don José María Morelos y el cura Miguel Hidalgo. A h , de las voces pasadas que en presente voces son dualidad de resonancias, notas de igual diapasón; Morelos las dijo entonces y por decirlas murió, si otra vez h o y las dijera otra vez muriera hoy... Jirones de la bandera que las mujeres del pueblo bordaron con lentejuelas el día que todas llevaron sus hijos a las trincheras, porque supieran las balas de franceses y de belgas que preferían la ventura de ver sus entrañas muertas a la angustia de sentirlas palpitando con afrenta. Bajo el patio gentil de las m a ñ a n a s te e n c u e n t r a mi misión, Patria bendita, c o n n i m b o de virtud y de exquisita serenidad, que glosan las fontanas. Estás de pie, tendiendo la infinita caricia de tus ojos tropicales sobre c a m p o s de mieces recentales q u e en p a z d o m e ñ a n ubre que se irrita... Patria, mi partitura ha terminado. No h a y acorde d o n d e tú no quepas, pues en tu corazón tu propia ley de contenido egregio, lo que el á n i m a puso en el arpegio del balbuciente son que te ha ensalzado. í, a mí me tocó padecer de muchas maneras el antagonismo de los fanáticos religiosos. Quiero que entienda una cosa: la religión es tan buena o tan mala como cualquier otra cosa que haya inventado el hombre para sentirse seguro; pero indudablemente será siempre mala cuando se convierte en fanatismo como cualquier otro fanatismo. Esto que suena a discurso de mala calidad es tan real, que a nuestro país le ha tocado padecer desde crueles guerras hasta sordas y soterradas controversias, que no acaban nunca. Las nuevas generaciones no saben lo que es una guerra de religión, si no es por una historia generalmente mal contada; y esto es una ganancia muy buena, pues más vale que aprendan mal la historia a que tengan que vivirla, con toda su crueldad. Por primera vez me enfrenté al fanatismo religioso en Coalcomán, hermoso pueblo en la Sierra Madre Occidental, tan alejado que tuvimos que dar la vuelta por Jalisco y unirnos a unos arrieros y subir la sierra caminando durante cinco días para llegar a él. Paisajes hermosísimos, pinos que apenas abarcaban tres hombres, bosques impenetrables y una vereda que subía y subía y subía interminable. En aquella atmósfera natural, en aquellos panoramas grandiosos, en aquel cielo ora tan azul ora tan estrella- 26 do que abrumaba, es donde un hombre siente de una manera especial su grandeza y su pequenez. Pues llegué a Coalcomán. Ya comprenderá usted por ese coa que la palabra tiene en su significado la idea de la serpiente. Yo la encontré tan pronto como dije que era el maestro enviado por el gobierno para fundar una escuela primaria: fue el sacerdote. Fue una desilusión muy grande, claro: caminar tantos días, cansado, hambriento, pero con el deseo de llevar un poco de luz, de conocimientos a esa población alejada; y llegar para sentirse no sólo desatendido, sino rechazado, a grado tal, que las personas más prudentes del pueblo evitaban saludarme. Lo rehuían incluso los jóvenes, con quienes inicialmente comencé algo así como una amistad por afinidad. Esto que le platico fue allá por 1923, cuando yo tenía 18 años. ¿De dónde sacó el curita ése que yo era comunista? ¿Por qué se le ocurrió llamarme hijo de satanás? Sí, lo adivinó usted: de su fanatismo. La autoridad del cura era en Coalcomán mayor que la del presidente municipal; era una teocracia donde Dios se confundía con su representante, y la doctrina de Dios con el criterio de su sacerdote. Semejante modelo de cura no podía sino acabar, cinco años más tarde, como capitán de una guerrilla cristera. Imagínelo usted... y piense en la cantidad de curas que durante la guerra cristera empuñaron de algún modo las armas, y comprenderá 27 mejor no sólo mi posición en Coalcomán, sino la de muchos maestros en toda la nación. Cuando se habla de la heroica escuela rural mexicana, no se le da ese título gratuitamente, créame. Permanecí en Coalcomán. Tenía un cargo que cumplir y una obligación muy grande conmigo mismo. Sin embargo, comencé a desesperar. No veía por dónde romper el aislamiento, y la soledad comenzaba a confundir el anochecer con el alba y a dar a los días una largura cansada y dolorosa. ¿Por dónde... ? Por favor, no dude de mis palabras: el obispo de aquel cura fue conmigo el fundador de la primera escuela primaria en Coalcomán. Cuando llegó, porque alguna vez llega siempre un obispo a cualquier lugar, entre otras cosas se enteró de lo que me acontecía y pontificó: déjenlo trabajar, sólo atiendan a que no ataque la religión y las buenas costumbres. Y aparecieron los niños, y se abrió la escuela, y comencé a trabajar. ¡Con cuánto cariño recuerdo aquellos días de enseñanza intensa y apasionada, tanto para reponer el tiempo perdido en la incertidumbre, como para demostrar que no era comunista ni tenía parentesco alguno con satanás, sino que era simplemente un maestro rural! Por otra parte, ahora que lo miro en la distancia, aquella primera fundación no señalaba entonces que fuera yo a ser un fundador de, ¿de qué? Pues sí, de escuelas a cual más variadas, como ya hemos tenido, y tendremos oportunidad de platicarlo. 28 Mientras tanto, decía a usted que el fanatismo religioso es malo. Perogrullada horriblemente real. Otra experiencia tengo yo, otra que me estruja aquí, en el corazón y hace que los recuerdos sean malos. ¿Qué importa cuál era su nombre? Ya le advertí que no quiero aumentar mi desazón con los nombres; sólo considere que era una maestra rural, no mal parecida, entregada a su trabajo apostólico, atendida por su madre... "Los cristeros, de la sierra bajando bajaron ya; centellas hay en sus ojos que senda marcando van, centellas de su lujuria que se van a reflejar en las medallas benditas que llevan sobre el gabán..." ¿Cuál puede ser sufrimiento mayor, el de verse una jovencita atropellada delante de su madre, o el de la madre ver cómo atrepellan a su hija, ¡en el nombre de Dios!? "El Jefe de los cristeros la ropa le despedaza, hasta dejarla desnuda en su pudor refugiada... 29 El Jefe de los cristeros bajo toldo de miradas robó primicias de amores al compás de carcajadas. Después los otros pasaron hollando lirio sin mancha..." Perdóneme usted, pero comprenda que el recuerdo se aviva con el tiempo, si no desaparece. Y esto que ahora le cuento es lacerante, aunque también trascendente en la historia de la escuela mexicana. ¡Tanta persecución, tantas víctimas! "El Jefe de los cristeros con su cuchillo de plata los senos cortó a la niña, senos cual flores tempranas... En la cal de la pared letrero con letra llana un cristero así escribió, dejando fija su infamia: Muera la escuela rural y viva la iglesia santa. Efectivamente, muchos años de mi vida profesional están íntimamente unidos a la escuela rural. Además de aquel año en 30 Coalcomán, estuve en las escuelas llamadas Centrales Agrícolas de 1926 a 1929 en Michoacán, en Guanajuato y en el estado de Hidalgo. En 1930 ingresé a las Misiones Culturales, que entonces eran la gran novedad, traían a todo mundo de cabeza, y que habían sido fundadas en 1927. Después como Director Federal de Educación de 1935 a 1943, y como Director General de Enseñanza Primaria en los Estados y Territorios de la República de 1944 a 1949, continuaron esas ligas de manera muy fuerte. Yo me considero todavía un maestro rural, un maestro misionero, no por mi actividad, sino por mis ideales y, con el debido respeto y total inmodestia, por mi vida toda... Cuatro años hacía que la Constitución había sido proclamada: todavía estaba en el aire el humo de la pólvora con que el general Obregón llegó al poder, cuando se fundó la Secretaría de Educación y se nombró al primer secretario, el inolvidable y trascendente José Vasconcelos. Y comienza ahí la enorme tarea de la escuela rural. Usted no tiene idea, los jóvenes de los años setenta jamás podrán imaginar lo que era entonces el país. Acababan de morir violentamente más de un millón de mexicanos, mandaban en el país los caudillos de la guerra, que seguían matando, y estaba a punto de soltarse la guerra cristera. Además, no había comunicaciones; fuera de lo limitado del ferrocarril, nos trasladábamos a pie o en bestias. Los pueblos que hoy están a veinte o treinta minutos en los veloces automóviles, entonces estaban a una jornada de 31 Alumnos pakistanos y el Profr, Ortiz en el CREFAL. camino. Todo era lento, difícil y fuera de tiempo. ¿Cómo cree usted que eran los maestros rurales de la época? Ah, porque Vasconcelos no hizo sino tomar la Secretaría y fundar escuelas rurales, y nombrar, al año siguiente, 1922, los primeros maestros misioneros. ¡Qué misión, qué valor y qué voluntad de tiempo! La escuela rural como motor de los cambios que la recién concluida revolución deseaba, ¡Y a trabajar! Estaba entonces en México Gabriela Mistral, a la que conocí y tuve el gusto de frecuentar alguna vez. Ella dio algunas ideas sobre la base de los maestros misioneros, que tanto le impresionaron, y un diputado de apellido Gálvez presentó un proyecto sobre Misiones Culturales. Fue el segundo arranque, el cual fructificó en 1927, en los tiempos del doctor Puig Casauranc como secretario de educación, y con las ideas administrativas y pedagógicas de Francisco César Morales, Elena Torres y del gran Rafael Ramírez. Cuando en febrero de 1930 salí por primera vez al frente de una Misión, con rumbo al entonces Territorio de Baja California Sur, sentí que ingresaba a una actividad en la que me movería como... perdóneme por usar la frasecita: como pez en el agua. Mucho trabajo, quizás demasiado, pero las satisfacciones eran siempre mayores. ¿Cómo se lo diré a usted? En esto de las Misiones luché codo con codo con Miguel Leal, algo para mí más que hermano y amigo, más... Mi nombramiento decía, lo recuerdo tan 33 bien y durante mucho tiempo con tanto orgullo: "El C. Presidente de la República, en ejercicio de la Facultad que le concede el Artículo 89 de la Constitución Política, en su Fracción II, ha tenido a bien nombrar a usted Jefe de la Misión Cultural Viajera Número Once..." ¡con trece pesos diarios de sueldo!, y me mandaron hasta California. Cada Jefe de Misión llevaba consigo una trabajadora social, un agrónomo, un profesor de industrias, un maestro de lo que llamaríamos ahora artesanías, otro de Música y Danza y otro de Educación Física. A veces un doctor, y hubo quien contara con un economista y, cosa curiosísima, con un etnólogo. ¡Ya lo tengo! Para que tenga usted una idea cabal de lo que fue esto de las Misiones Culturales, de su importancia entonces y de su trascendencia, contaré a usted lo que pasé, lo que pasamos en Coatlán, ¡ese coa, serpiente!, de Yautepec, municipio de Oaxaca. Y comenzaré, claro, por el principio. ¡Lo tengo todo tan presente ahora! Salimos de la ciudad de Oaxaca, y durante cinco días ascendimos, a lomo de muía, desde Mitla hasta la comunidad indígena de Coatlán de Nativitas, situada en una estribación del Cempoaltépetl. Cinco jornadas de fuego, de músculos magullados, de jadearlas bestias sangradas por tábanos implacables, de temor a los reptiles traicioneros, de subir y bajar, cruzar, recorrer o bordear lomeríos 34 y montañas, vallecillos, selvas, cañones y barrancos; de vigilias salpicadas arriba de luceros y abajo de grillos y de hormigas, de un constante pensar en la ventura de la empresa que nos guiaba y que habría de retenernos durante los seis meses venideros, en aquellos, para nosotros, rumbos de magia y soledad. Pero, en cambio, qué placidez la de siestas reparadoras echadas al amparo de capomos y madroñales; qué dulzor de los chicozapotes disputados a bandadas de loros o de guacamayas; qué gozo renovado en la conquista de cada peldaño de aquella escalera de Dios y, sobre todo, qué admiración por nuestra presencia ahí, frente al azoro de los hombres, las mujeres y los niños, que, desde los jacales, desde las cercas, desde los atrios olorosos a copal y a retamilla, nos veían hollar sus veredas ancestrales, a manera de fantasmas caídos sobre aquel paisaje diseñado para ellos, marco natural para su piel de canela y sus trajes floreados, señorío indiscutible de su mirada tranquila, madura de sencillez, de grandeza, de abandono y de misterio. Coatlán, tierra de culebras... Y culebras de leche fingían aquel atardecer, a distancia, las hiladas de vecinos descendiendo del pezón serrano, asiento de su caserío, por vericuetos inverosímiles que, tras de embarcinar los flancos del picacho, convergían en las vegas del arroyo. Los indios mixes bajaban a recibir a la Misión Cultural. 35 Cuando llegamos al sitio del encuentro, la albura de la manta, los sombreros cónicos sobre los rostros magros, los tigres y las águilas multicolores estampados sobre el gris de los sarapes, el estallido de cohetes ensartados en ruedas de carrizo y las notas sandungueras echadas al aire por músicos nativos, inundaban la arenosa plazoleta. Las autoridades nos entregaron sus bastones de mando mismos que, tras breve retención, devolvimos cortésmente algunas botellas de mezcal, cigarrillos, pan, frutas y sendos ramos de hojas lustrosas, iguales a las que todos llevaban a guisa de adorno y abanico. Un anciano —que era el presidente electo de la comunidad—, dijo su discurso, vertido al español por el maestro de la escuela: "Bendigamos a Dios que los trajo con nosotros. Aquí estamos para servirles, para darles agua, para enseñarlos a matar al jabalí, al venado y a la chachalaca; para hacer todo lo que manden sus buenas mercedes". Montamos de nuevo y de nuevo a subir, a trepar la última parte de aque' cenoso camino, olvidado momentáneamente por la emoción de h escena vivida. Nos convertimos en la cabeza de la gran culebra de leche que regresaba, ya por una sola vereda, a sus alturas. 36 Cerca de la aldea estaban las mujeres: huípiles amarillos tableados de negro y rojo, faldas moradas con olanes que descendían cual niveo borbollón de floripondios, penachos de trenzas y de flores, y en sus manos, palmas, palmas que semejaban hisopos de gracia destinados a esparcir sobre nuestra fatiga la bendición de sus sonrisas. También estaban los niños: los mayorcitos alineados por orden de estaturas, bajo la vigilancia de sus profesores, agitando banderines; los más pequeños correteando, muchos desnudos, entre la abigarrada concurrencia y los crios a horcaj adas sobre la cadera materna, succionando las ubres erectas mostradas sin embozo a plena luz como el árbol enseña sin rubores su fruto. La plaza de la aldea tenía construcciones por tres de sus lados; en uno se levantaba la residencia de las autoridades, en otro la escuela y en el tercero la iglesia, una capilla y el curato. La casa comunal y la escuela eran de bajarete, de fábrica reciente y bien blanqueadas, mientras que el templo y sus anexos eran de cal y canto, aunque maltrechos, más que por el tiempo, a causa del cotidiano bailar de la tierra, al grado de que daban la sensación de ayudarse entre sí para mantenerse en pie y no dar al traste con su prestigio. Los maestros rurales concentrados en la aldea para recibir enseñanza de la Misión, ocupaban, desde antes de nuestra llegada, dos salones de la escuela como dormitorios, otro lo habían arregla37 do para comedor y tan sólo el restante seguiría cumpliendo su objeto, puesto que fue destinado a clases y reuniones. Nosotros quedamos instalados así: las mujeres en las habitaciones mejor conservadas, o, mejor dicho, en las menos deterioradas del curato; los hombres en una pieza reducida y mal ventilada, de la casa comunal, razón por la que algunos decidimos cambiarnos nada menos que al campanario nuevo, cuyos lados cercamos con ramas de caimito, convirtiendo así el espacio abierto en fresca, perfumada y orquestal vivienda, balcón desde el cual nuestra mirada prendía su admiración en los distintos planos del escenario gigantesco donde cumbres, rocas, bosques, torrentes, valles, nubes, aves y reptiles, tormentas y brisas, el sol y el hombre, repetían cotidianamente el drama de la creación. 38 eintitrés maestros, en su mayor parte jóvenes, constituyeron el valioso contingente de aquel Instituto en Coatlán. Por aquellos tiempos casi en todas partes se notaba en el maestro rural un gran deseo de mejorarse, un verdadero desasosiego interior, que le salía a los ojos, por saber algo que le permitiera trabajar mejor; pero en Coatlán, ese deseo era máximo. Esos maestros, verdaderos líderes en sus comunidades, a las que habían transformado en muchos casos, eran incansables para todo aquello que les abriera un horizonte nuevo. Preguntan, anotan minuciosamente, siguen las indicaciones que se les hacen, repasan los coros escolares que pondrán más tarde en sus escuelas y que serán valioso material para la enseñanza del idioma; consultan al agrónomo y durante el trabajo de industrias materialmente se olvidan de todo. A los deportes les prestan atención y se entregan a ellos con cariño. Lástima grande que en muchos casos nos faltaran materiales. En industrias, por ejemplo, curtieron pocas pieles e hicieron algo de jabón y de dulces; en derredor de un bote donde hervía un kilo de ingredientes, se agrupaban todos. Aprovechando el carrizo y la caña brava, muy abundantes en la región, hicieron trabajos de construcción de muebles, que juzgué muy importantes ya que uno de los grandes problemas de los maestros de ese rumbo, era enseñar a las gentes a sentarse en sillas y a comer en mesa. 39 De la clase de artes plásticas se llevaron los maestros elementos de trabajo cuyo valor se aprecia más en aquellas comunidades: hablo del teatro de títeres y fantoches cuyos elementos fueron construidos por ellos mismos bellamente y con todo lo necesario. Los juguetes de carrizo y cartón, las máscaras y las esculturas en barro, permitieron que los maestros pudieran encauzar el sentido artístico de sus niños. El arreglo de obras teatrales adaptadas al medio, la selección de canciones y recitaciones, la presentación de la danza local y de la foránea ajustable a la mentalidad y manera de ser de los habitantes, fueron motivos para dejar en el ánimo de los maestros-alumnos que los festivales requieren de mucho cuidado y de un carácter definido. Si en todas partes el maestro tiene que atender a la solución de problemas comunales, en aquellos pueblos donde él lo era todo: juez, médico, topile, maestro y todo, puede asegurarse que necesita una preparación especial que nadie, ni menos las escuelas normales, pueden darle. Esta es la causa por la que la Trabajadora Social tuvo un magnífico terreno para sus enseñanzas, las que casi siempre fueron prácticas para los arreglos e higiene de los hogares, y por la atención médica, tan pobre pero útil que se prestó a la gente. Aunque asistieron únicamente varones, las clases de corte de ropa sencilla fueron normales: camisas, calzones, ropa infantil. También aprendieron a fabricar pan y a condimentar platos sencillos aprovechando que la cooperativa de alimentos tuvo que estar atendida, en gran parte, por todos. 40 ¿Me sigue usted? ¿No era todo esto maravilloso, y altamente educativo? Dígame, el orgullo y la soberbia ¿dónde dejan que ahora se vean cosas como éstas? En música, aparte de algunas bellas canciones, prestamos atención principal a los coros escolares, sencillos y bellos, pues aparte de otras ventajas, considere usted que se encuentra en ellos material rico para enseñar a hablar el español a aquellas gentes. Tuvimos especial cuidado de que tanto los coros como las canciones se escribieran con música y letra para garantizar así que no se olvidaran. La vida que llevaban los maestros en aquellas lejanías, vida llena de problemas y de trabajos, de tristeza y aislamiento, hacía que con la clase de deportes, su entusiasmo se desbordara. Las tardes tristes se interrumpieron para dar lugar a la alegría de los juegos atléticos y organizados. Más interés pusieron cuando descubrieron que también el juego enseña palabras nuevas. En el aspecto agrícola bien poco pudo hacerse. El pueblo estaba situado en la cima de una montaña y carecía de agua; apenas si tenían para tomar. Se concretó el maestro de agronomía a hacer lo que se pudo en algunos cultivos y nada más. ¿Qué más? A la vista de todo esto, y de todos los problemas de miseria, aislamiento y marginación con que nos encontraríamos más tarde 41 en toda aquella zona montañosa de Oaxaca, y de tantas otras del país, los misioneros nos preguntábamos si para solucionar tanto problema no se necesitaría algo más que buena voluntad de un grupo de maestros. La Misión y los maestros luchan contra costumbres, contra defectos de diversos órdenes que tienen tras de sí siglos enteros; se encuentran a la gente viviendo en chozas sucias y desarregladas, en asquerosa promiscuidad con animales; los andrajos cayéndoseles, llenos de parásitos, y, como consecuencia, una gran cantidad de gente que padece, que necesita medicinas; para acabar con todo eso había mucho entusiasmo, espíritu de servicio y buena voluntad; pero ni siquiera medicinas suficientes, ni con qué adquirirlas. Si las campañas sociales nunca deben ser a base de discursos líricos, menos deben ser en donde ni siquiera entendían lo que decíamos. No obstante, la Trabajadora Social y los maestros tomaron a pecho su labor e hicieron algo que quizá no pueda ser objeto de ostentación pero sí de gran mérito; barrieron, rasparon, removieron pisos y techos de las chozas y, ayudados por unos cuantos indígenas a quienes se logró sacudir de su ancestral indiferencia, abrieron los pozos de aprovisionamiento de agua. En esta forma se trabajó constantemente. A los niños y niñas de la escuela se les peinó y despiojó repetidas veces. Los festivales, a los que hubimos de llevar casi a la fuerza a la gente en las primeras ocasiones, fueron después centro de atrac42 ción. El día que logramos arrancar una sonrisa a esa gente que no sabe reír, consideramos como definitivamente dominado el medio. Hasta logramos que algunas mujeres nos ayudaran, alegrándonos esto bastante; para comprender este triunfo se necesita haber visto a las mujeres correr cuando ven a un mestizo. ¡Cuánto lograba una Misión; sí señor! Para la realización de fiestas, la Misión dejó en Coatlán un magnífico teatro rústico aprovechando una antigua capilla. Sencillísimo, pero de gran belleza, y hemos tenido el placer de ver cómo lo cuidan. No desperdiciamos ninguna oportunidad para hacer diversas campañas, principalmente higiénicas y antialcohólicas; logramos que durante el Instituto, y muy a pesar de la costumbre de hacerlo, no se embriagara un solo vecino. Claramente recuerdo a Ponciano López, director de la Escuela del pueblo: era el tipo de maestro que se necesitaba para esa zona; tenaz en lo que se propone, entusiasta, con gran espíritu de servicio y con temperamento de líder. Transformó mucho a la gente y nos ayudó muy bien en los trabajos. Y atienda usted a lo que sigue, porque es muy importante: considerando el nivel cultural del grupo de maestros y tomando en cuenta sus necesidades, mi plan de trabajo se concentró en 43 rísticas étnicas, sociales y económicas, idénticas, la labor tuvo aspectos completamente semejantes en todos los pueblos. El primer problema que atacamos en forma efectiva fue el del mejoramiento de los hogares. La totalidad de los maestros nos convertimos en auxiliares de la Trabajadora Social, y usando procedimientos de convencimiento en algunos casos y de imposición en otros pudimos ver la transformación casi total de las casas de los diversos poblados. Se comprende que el mejoramiento que se efectuó fue bastante humilde, pero siempre en forma apreciable. En cada habitación, aparte del blanqueo y apertura de ventanas, se acondicionó el fogón y se preparó un lugar especial para los animales. Por todo lo que le expliqué a usted anteriormente de los deportes, procuramos en todos los pueblos dejar campos deportivos. Y recuerde que eran como treinta pueblos. Y también espacios acondicionados para teatro, espacios pequeños, no crea usted otra cosa, pero funcionales y que las comunidades sentían suyos. La circunstancia de que Oaxaca es por excelencia rico en materia musical, originó un trabajo intenso del profesor de música, ya con los alumnos de las escuelas, ya con las rudimentarias asociaciones musicales. Aprovechando la abundancia de frutas, pudo el Profesor de industrias hacer un buen trabajo, principalmente con los maes46 tros, pues no fue posible hacer trabajos de éstos con los indígenas, por su natural desconfianza y apatía. Trabajos industriales de otra naturaleza, a excepción de algo de curtiduría, no se hicieron porque sencillamente no había con qué, ni cómo. Y desde luego, sin excepción, todos los misioneros verificamos labores del orden netamente escolar, principalmente yo, pues era mi obligación, y me aproveché de todas las visitas para hacer reafirmaciones de todo lo aprendido de lengua, cálculo, historia y de tantas otras cosas... tantas. 47 yer, después de que se fue usted, recordé algo más. Estuve pensando toda la noche, y decidí dárselo por escrito. Ya está publicado por ahí, pero vale la pena que lo vea usted, y me pregunte algo más, si lo desea. En Coatlán sucedió algo que durante toda mi vida, y ahora de viejo quizás más que nunca, me ha hecho reflexionar hasta extremos que considero útiles. Voy a leer a usted esto: es un apunte terrible. Es probable que en ninguna parte del mundo la democracia sea tan fríamente efectiva... Si nosotros pudiéramos aplicarla de esa manera a todos, a todos, desde el presidente de la República hasta nosotros mismos, tenga usted por seguro que seríamos otro pueblo. Pero claro que esa justicia puede no ser tan terrible como lo sucedido en Coatlán, aunque sí puede serlo de manera muy parecida, y si otra cosa no hubiera, bastaría con aplicarnos a nosotros mismos esta enseñanza. Escúcheme usted, por favor: "Cierta noche un lamento ascendió hasta la entrada misma de nuestra choza. Abrí la puerta y, al hacerlo, se anegó el recinto de luna y de sollozos. Allí delante de mí, cubriéndose la cara con las manos y dejando escurrir entre los dedos lágrimas copiosas y atropellada expresión de sufrimiento, estaba María, la mujer del 48 presidente, acompañada por un "topile" que pretendía calmarla, que consiguió callarla hasta dejar tan sólo en su garganta un hipar intermitente. — ¿Por qué llora esta mujer? — Padrecito, jefecito: le van a pegar a su marido. — ¿Quién le va a pegar? — Todos: los Principales y Mayores. Dice la mujer que bajes a la plaza; que su marido no resistirá los golpes porque está viejo y carcomido; que mejor le peguen a ella; que bajes pronto, que bajes a salvarlo tú que eres el gobierno... "Me vestí como pude y bajé corriendo al centro de la aldea. La luz rojiza de cuatro enormes fogatas, el plenilunio y las sombras, empastaban fantasmagóricamente las siluetas acuclilladas, los muros encalados y el contorno de los techos piramidales. "En el centro del grupo, enhiesto, el poste de la infamia, y atado a él, lamiéndolo, José de Jesús Magdaieno, presidente electo de la comunidad indígena. A poca distancia, sobre el suelo, una camisa blanca, un sombrero negro con gruesa toquilla dorada y un bastón de mando cuyos extremos de plata brillaban en la arena. Al lado opuesto, un haz de varas... "Al notar mi presencia enmudecieron y sólo quedó flotando en el ambiente el crepitar de los leños y el olor de la resina. 49 "Cuando manifesté deseo de hablarles, Bartolo Nepomuceno, el ágil primer síndico, acostumbrado a ser nuestra 'lengua' en fiestas y reuniones, saltó de la penumbra para colocarse a mi lado, dispuesto a desempeñar su importante papel. — ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué van a azotar al presidente? Silencio... ¿Qué ha hecho el presidente para ser tratado en esta forma, sin respeto a sus canas y a su autoridad? Silencio y brillar de los cigarros... — ¿Qué pasa? "De pronto sucedió lo inaudito: de entre los principales que se distinguían por estar sentados en taburetillos de junco, colocados en sitio preferente de la escena, se levantó con lentitud uno de ellos, quien en castellano inteligible me dijo: — Cuando llegaste a Coatlán, ordenaste que nadie bebiera mezcal, ni aguardiente, y cuando el capitán de la danza, Marcelino Rendón, tomó sus tragos y llegó hasta la escuela diciendo disparates, el presidente pegó a Marcelino, y como anteayer el presidente llegó borracho y sin su vara, el pueblo le va pegar al presidente. 50 "Así, tal como se oye: el pueblo le va a pegar al presidente. No al juez, ni al responsable del orden, ni alguno en particular, sino el pueblo ofendido, la comunidad indígena, la nación escarnecida". 51 or Dios, ¿qué andamos buscando afuera, para traerlo además todo mal? Nosotros tenemos grandes pedagogos, tan grandes como cualquiera que Ud. me pueda presentar de la parte del mundo que sea, y le diré porqué: nombre usted un educador importante, el que sea de la historia de la Pedagogía, e inmediatamente dirá usted dos cosas más: un tiempo y un país determinados. Pues bien, ninguno es mexicano. Sin embargo, por decir sólo algo que me tocó vivir, la escuela mexicana jamás ha sido tan auténtica y trascendente como cuando aplicó las doctrinas de José Vasconcelos, Torres Quintero, Ignacio Ramírez, Rafael Ramírez, por nombrar algunos. Y todos coinciden en que la escuela debe ser una parte vital, esencial del motor de la comunidad, además de su función natural educativa. Y de esto nadie me podrá contradecir jamás, porque fueron las doctrinas que yo apliqué en el CREFAL y que tanto bien han hecho en la mitad del mundo. ¿En dónde están ahora? Recordando a Sor Juana le diré que ni siquiera se acuerdan de olvidarlos: nuestros pedagogos, los que de verdad nos enseñan de acuerdo con nuestra circunstancia, han sido relegados por afanes personalistas de importancia y de poder. Ante la carencia de genio, al menos de talento; ante la importancia o la incapacidad para ser maestros de categoría nacional, se olvida a los que sí lo son y se importan las cascaras y el bagazo, porque ni siquiera las doctrinas, 52 de Francia o de Estados Unidos, donde sus pedagogías podrían ser excelentes, pero están totalmente fuera de nuestra realidad. Tampoco vaya usted a pensar que desprecio a los grandes maestros de la Pedagogía, no, desde luego que no. Los valores universales, y esto lo sabemos todos, no se sujetan a tiempo y espacio. Lo que digo, es nada más lo que digo: hemos hecho, han hecho algunos, que la escuela y la pedagogía mexicanas, de tan grande valor universal, sean olvidadas y despreciadas por nuestro canibalismo pedagógico. Lo que voy a decir a usted puede sonar pedante en demasía, pero ya es historia y puede fácilmente comprobarse: después de la gran explosión educativa de la escuela rural y las misiones culturales, fue durante mi período como Director General de Educación Primaria cuando la educación conoció otro momento climático, y nada más. Algo se hizo en los tiempos del presidente López Mateos, pero fuera del libro de texto gratuito, el mismo magisterio habla de las reformas a las reformas de la reforma educativa. Se lo voy a contar a usted, porque mi pensamiento no es retorno al pasado, sino el pasado como base para el presente y el porvenir. ¡Qué gran idea y tan original! El problema es que estas perogrulladas se olvidan y se cae en el pozo de la ineficacia y el daño a una o varias generaciones. 53 Yo, salido de las filas de la escuela rural, de las brigadas de misiones culturales, y de las responsabilidades administrativas de la provincia, me daba cuenta de que caíamos en un bache después de las luchas en los tiempos de Tata Lázaro y la educación socialista. Lo más horrendo del bache era la posibilidad de una corrupción desatada, como ya se comenzaba a dar en algunas áreas de la administración pública y de los sindicatos. Por eso, acompañado de amigos y compañeros de ideales, en 1944 nos lanzamos al rescate, y lo logramos. Fue una lucha dura, difícil, a veces incomprendida; pero finalmente victoriosa. Fueron casi siete años de mantener vigentes los principios de la escuela íntimamente unida a la comunidad para formar hombres nuevos. Porque nuestra acción fue acertada y provechosa, todos tuvimos una proyección más amplia, desde el propio señor Jaime Torres Bodet, hasta mi humilde persona, sobre cuya responsabilidad cayó la repetida representación de mi país y su doctrina educativa. Hasta los años cincuenta la escuela vivió su realidad: higiene, salud, alimentación, ambiente familiar y moral; ¡por Dios, no sólo la cuestión económica revierte a la escuela! Es cierto que teníamos los textos y las doctrinas de ahora con respecto a la educación de adultos, pero hacíamos algo mejor; educábamos para vivir en el medio, y después enseñábamos a leer y calcular. Hicimos la 54 En el Palacio de La Moneda, Santiago, Chile. 55 primera gran campaña de alfabetización con muy buenos resultados... el problema vino cuando otros con menos talento y mayores ambiciones quisieron repetirla. Dígame usted, ¿cómo puede un maestro enseñar higiene y salubridad a sus alumnos, si su hogar es la suciedad misma? En aquellos primeros tiempos la casa del maestro urbano era un modelo de orden y limpieza, y realmente nuestra lucha era por hacer que el maestro rural, tan identificado con su comunidad, no albergara en su casa perros, gallinas y a veces otros animales que la hacían sucia y maloliente. Y casi siempre lo conseguíamos; también en el campo la casa del maestro es una extensión educativa de la escuela. Recuerdo ahora dos ideales que sostuvieron en gran parte nuestra obra educativa de entonces: "Los maestros mexicanos deben ser los maestros de la democracia, de la libertad y de la paz". "En tanto los principios fundamentales de la cultura no sean patrimonio de todos los mexicanos, seremos un país semicolonial, de agricultura atrasada, con altos índices de mortalidad infantil, con una gran corrupción y con la vergüenza de llevar visibles todas las otras lacras resultado, precisamente, de la falta de cultura". Y trabajábamos; pero vino el desastre después de nosotros, y vea usted hasta dónde ha caído el sistema. ¿Cómo trabajábamos? Con los soldados y los capitanes; es decir, con el maestro de grupo y con el inspector escolar. No pueden 56 separarse, ni marchar juntos llevando diferente paso. Yo fui inspector escolar y director federal en dos o tres estados, y sé lo que le estoy diciendo: en cuanto el inspector y el maestro de grupo no están de acuerdo, o ni siquiera se conocen, ya no se alcanzará jamás adecuadamente una meta educativa cualquiera. Pero estoy generalizando demasiado, hablo sólo de la educación primaria. Creo que de los maestros de grupo ya me he ocupado; le diré dos o tres cosas de los inspectores: Los señores inspectores, porque indudablemente eran unos señores, llevaban un diario, ¡diario!, de inspección, donde además de los problemas técnicos, o sea educativos, que les correspondían, llevaban un registro minucioso de lo que observaban en los órdenes social y económico, y de la solución que inmediatamente tomaban en cuanto a higiene, alimentación, moralidad... ¡vaya si influían en la comunidad y eran apreciados y hasta queridos! Pero no es el tema. Tenían también que rendir un informe anual, donde estaban resumidos sus trabajos: visitas, juicios sobre la labor educativa de cada maestro, ¡la demostración escolar en los grupos!, y les pedíamos que hicieran, y lo hacían muy bien por cierto, con plan anual de trabajo... ¡imagínese! Y les dábamos capacitación constantemente: cómo organizar el trabajo escolar en toda la zona y en cada una de las escuelas, y les planteábamos una pregunta: ¿cómo puede mejorar su trabajo? Los inspectores 57 debían saber más y tener mayor experiencia que sus maestros sobre organización escolar, control de asistencia, trabajo con varios grupos a la vez, medida del aprovechamiento escolar, y sobre la enseñanza de lo que entonces denominábamos asignaturas, como lengua nacional, cálculo, civismo, geografía y, señor mío, ¡sabían redactar sin faltas de ortografía! ¡Oh, aquellos centros de cooperación pedagógica y las juntas de inspectores escolares, donde se trabajaba de verdad, y tomaban parte desde el Secretario de Educación hasta el más humilde maestro rural! ¡Y para no perder tiempo trabajábamos sábados y domingos! Y no le digo más. En un tiempo, al igual que quince años, o veinte antes, trabajábamos de acuerdo con los lineamientos de documentos exactos, como el de Organización Escolar, el de Parcelas Escolares, la ley federal de estadísticas, la del ahorro escolar, y otros... Aquella Agenda del Maestro, y algo de lo más importante: el Reglamento de las Condiciones Generales de Trabajo de los trabajadores de la SEP, implantado desde 1946, y todavía inexplicablemente en vigencia. Sí, volver a los orígenes. Apegarnos a nuestra tradición, a nuestros valores. Rescatar a nuestros pedagogos y seguir sus enseñanzas. ¡Se necesita tanta humildad y carácter, que solamente un alma grande y geniosa como la de un auténtico maestro podrá hacerlo! ¡Ahí está nuestra salvación! 58 ueno, pues démosle ese objetivo: tratar de corregir el error y de no volver a caer en él, para beneficio de todos, especialmente ahora que, según parece, se está repitiendo el fenómeno en las escuelas secundarias y en algunos casos de los niveles superiores. Le diré a usted la historia como yo la entiendo, porque no la viví directamente, pues ya estaba en otros círculos, y, de veras, espero que sea para bien de todos... Sí, todo nace del momento en que hubo más demanda de la que era posible atender. Entonces se improvisó a personas que atendieran a grupos de niños en las comunidades rurales, y pronto fueron tantas, que hubo necesidad de darles capacitación pedagógica, pues estaban causando cada vez más daño. Lo que sucedió en realidad fue que la Secretaría perdió el control de la base magisterial primero, y después la de los inspectores. Fue también entonces cuando se perdió una verdad sustancial: el ejercicio magisterial está sujeto a dos condiciones: vocación, en primer lugar y necesidades sociales, en segundo... En semejante ambiente, y con el pretexto de salvaguardar los derechos de sus agremiados, el sindicato de maestros ni podía ni tenía voluntad para quedar incólume, y recibió su parte. Es una vergüenza que las plazas de maestro y de director tuvieran precio, que los cambios de adscripción se cotizaran según la demanda, y que se lograran protección y ascensos por favoritismos casi nunca sanos. Personas ajenas, o al menos no directamente 59 responsables en la educación, comenzaron a inmiscuirse en las cuestiones administrativas: señores gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales y comisarios ejidales, amigos y compadres, y desde luego los valores entendidos dentro de la Secretaría... Tanta suciedad debía quedar fuera de la educación, precisamente por su naturaleza misma. Pero me falta decir a usted algo que me ha dolido desde hace tiempo, que me ha causado una gran pena y tristeza. No sé si usted y las nuevas generaciones podrán comprenderme, ¡y quedan ya tan pocos que sienten lo que yo siento! Pero hay que decirlo: hay en la administración de la educación muchas personas entreguistas, admiradoras del extranjero, "presta nombres" de la educación... ¡Oh, deje usted que sean corruptos profesionales en eterna colusión y con la ganancia ilícita, que con ser reprobable, es igualmente pública y se reconoce al extremo de luchar contra ella llevando como bandera la divisa de un gobierno federal "la renovación moral"! Deje usted eso: al fin y al cabo la ropa sucia se lava en casa. ¿Qué hace usted cuando funcionarios de alta y baja responsabilidad administrativa dentro de la Secretaría de Educación imponen criterios pedagógicos del extranjero porque admiran al extranjero; que desprecian al maestro por ignorante y lo comparan desventajosamente con el extranjero, sin hacer nada por remediar 60 esa situación. Funcionarios que desprecian —¡y no quisieran contaminarse o ensuciarse!— a los mexicanos de las clases económica y educativamente débiles, y dicen con toda la boca que sólo sirven para que se vayan a ser explotados a los Estados Unidos. ¡Administradores de la educación! Yo, que no tengo conciencia de haber odiado o de haber guardado rencores, sí he sentido un enojo muy grande ante estas personas, y los he despreciado. Me enferma tener que hablarles. A mí, luchador de una escuela nacionalista, soldado raso de la escuela rural mexicana, difusor internacional de las ideas pedagógicas de mexicanos ilustres, ¿cómo me podrán dejar impasible esos traidores, menospreciadores de nuestros valores, entreguistas al extranjero explotador? Mi enojo hacia ellos es mayor, porque son los únicos que han logrado despertar en mí sentimientos bajos... 61 62 lguna vez le confié a usted que mi orgullo era más grande, el hijo más hermoso que mi inteligencia y mi corazón concibieron durante mi vida no tan corta, fue, ¡es!, el CREFAL; pero no sé si a usted le interese cómo caí en esa empresa y cómo una vez más la visión de un gran hombre me ayudó de tan grande manera. Pero no, por ahora no le aburriré a usted con mi charla. No hace mucho estaba revisando mis papeles y me encontré con lo referente a la fundación del CREFAL, publicado ya dos o tres veces y que por allí anda. Yo le di dos o tres toques a una transcripción mecanografiada, para dejarla más sobre el tema, y es la que me ofrezco a traerle mañana, para que la lea, ¿Le parece bien...? Mientras tanto, diré a usted que, como comprenderá, de ninguna manera fue una empresa sencilla, ni fácil. Desde antes de nacer el CREFAL ya teníamos enemigos; unos por envidias, otros por ambición, algunos por franco deseo de sacar provecho material. Pero a todos ellos fuimos venciendo, poco a poco, uno a uno, y gracias inicialmente a los protectores de la fundación... déjeme nombrar en primer lugar a don Jaime Torres Bodet, hombre de todo punto de vista admirable y hasta ahora, no sé por qué intereses, poco a poco ignorado. Poeta desde luego ya consagrado, pero todavía no reconocido como el gran educador que en la 63 Lectura del acta de inauguración del CREFAL. 64 Secretaría de Educación, después de Vasconcelos, hemos tenido. En ese tiempo don Jaime era un educador internacional, de enorme prestigio: ocupaba la Secretaría General de la UNESCO. Quiero recordar en segundo lugar al licenciado Manuel Gual Vidal, quien si para la mayoría es ahora un desconocido, no deberá serlo jamás para el Centro, pues desde su puesto lo protegió y le dio mucho para que se consolidara y creciera, desde el puesto de Secretario de Educación Pública, que entonces ocupaba. Y claro, quien dio su aprobación y en nombre de México aceptó la responsabilidad, aunque de educador no tuviera nada, el entonces presidente del país, licenciado Miguel Alemán Valdés... Pero no, le decía, no fueron aquéllos los que representaron un peligro para el Centro; fueron las cuestiones ideológicas. Nosotros no tratamos con adolescentes ni con jóvenes, sino con hombres ya profesionales, plenamente concientes de la realidad de sus respectivos países y de América en general, y de alguna manera ya bajo el peso de la responsabilidad ante su patria. Por lo tanto, su posición ideológica tenía que ser sólida, y desde luego juzgaban que era la universal y adecuada para la salvación del mundo... y el CREFAL el trampolín. No. Si nosotros hubiéramos aceptado una de esas posiciones ideológicas, o más de una, el Centro hubiera explotado. Teníamos que permanecer independientes, dentro, eso sí, de nuestra propia ideología: la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Usted no tiene idea de los actos de espionaje, 65 de las intrigas, de los discursos cargados de veneno, de las informaciones injuriosas y de las críticas despiadadas, que en contra del Centro y de mí mismo se tejieron en todos los niveles. Nuestra salvación estuvo en la convicción y prácticas de la auténtica democracia. Sí, amigo mío, vencimos a aquellos extremistas, pero su mordedura y su veneno dejaron en nosotros huellas profundas y dolorosas, cuyo recuerdo todavía duele. Para que usted vea que las cosas no han cambiado mucho, hablemos por ejemplo del indigenismo. Todavía no nacía el Centro, y ya nos estaban señalando como especialistas en asuntos indigenistas. Eso era muy peligroso. Tuvimos que aclarar y mantener firmemente nuestra posición: consideramos que en las comunidades nacionales, como en la comunidad mundial, todos los hombres tienen idéntica dignidad e iguales derechos individuales y sociales. Y para tranquilizar la conciencia de los gringos y de algunos europeos, añadimos que todos los hombres estaban hechos a la imagen y semejanza de Dios. ¿Y el asunto indígena? Quedaba por lo tanto comprendido, aunque no exclusivamente. Dígame, treinta años después, ¿no sigue lo mismo en cuanto se emprende una acción educativa en la América que habla español...? En todo caso, a los cinco años, gracias a la evaluación que las Naciones Unidas quisieron hacer del CREFAL, demostramos nues66 Discurso dirigido a una generación más del CREFAL, al término de sus estudios. 67 tra verdad. No pudieron escoger mejor forma de evaluarnos: fueron al trabajo de nuestros egresados, y encontraron, además de un cariño por el Centro y de una relación muy estrecha con él, lo recuerdo más o menos bien, que nuestros graduados trabajaban ya en el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública en el Proyecto Piloto de Uribia, en la Guajira, Colombia; en el Programa de Granjas Comunales para Campesinos, y el de Orientación para Maestros Rurales en el Perú; en los programas para la región de Ancud, en Chiloé, de Chile; en la Escuela Normal Interamericana de Rubio, Venezuela; en el Proyecto La Mina, Uruguay; en los que han llegado hasta las misteriosas y profundas selvas de Bolivia y Brasil; en los que ya influían con sus conceptos y formas de trabajo desde Dujailah, en Iraq; en la misión ejemplar del Río Coco, Nicaragua; y en todos aquéllos que se trasladaban de un país a otro como expertos internacionales... Grandioso, a pesar de todo y de todos. Sí, nuestros egresados se enfrentarían a gigantescos obstáculos, pero nosotros no preparábamos pigmeos. Iban dispuestos a convertirse en freno de todo despotismo. Eran hombres, y mujeres, llamados a ser consuelo y exigencia, escuela y castigo, realidad y sueño, y dispuestos a morir, sí, así como lo oye, dispuestos a morir para unir lo que otros dividen... Lo que entonces ignorábamos todos es que los enemigos del CREFAL y de las instituciones que como nosotros tenían el ideal democrático, se preparaban para vencernos en el Canal de Panamá y Estados Unidos, desde cuyos militares saldrían los más temibles dictadores que América haya conocido jamás. Ya sé que esta plática no es un discurso oficial, pero quiero que usted diga, si lo llega a decir alguna vez, que nada hubiera sido posible en el CREFAL sin la entrega amorosa de maestros, empleados, administradores y servidores. Todos fuimos educadores porque todos enseñamos y dimos comprensión... 69 Alumnos en las instalaciones del CREFAL. orría el mes de junio de 1950, cuando cierta gélida tarde de un día empleado en visitar las escuelas franciscanas, que realizaban admirable labor social entre los indígenas de las comunidades aledañas a la bella ciudad de Bolivia, la austral Potosí, al llegar a mi posada me entregaron un cablegrama en que la UNESCO me ofrecía la dirección de un plantel que habría de fundar en México por decisión de la Conferencia General del citado Organismo, como parte de un ambicioso plan que intentaba establecer una red mundial de centros destinados a capacitar personal eficiente para las tareas de la educación fundamental en las "zonas obscuras" de los distintos continentes. "Yo trabajaba entonces con las Naciones Unidas, formando parte de la Primera Misión de Asistencia Técnica a la América Latina, y aunque me complacía servir a una nación con tantas o más carencias que la nuestra y a pesar también de las arraigaduras manifestaciones de afecto que me prodigaban maestros y vecinos de ciudades y aldeas donde desarrollaba mi labor, decidí aceptar la oferta. "El Ministro Gual Vidal, de grata memoria, me esperaba con impaciencia, puesto que yo debería intervenir en la solución de problemas diversos conectados con el deseo conjunto de la UNESCO 71 El General Lázaro Cárdenas, el Lic. Manuel Cual Vidal, Ministro de Educación Pública y el Profr. Lucas Ortiz. 72 y el gobierno mexicano en el sentido de dar rápida cima al singular proyecto educativo; por lo cual, desde mi regreso al país, me vi envuelto en ocupaciones disímbolas: entrevistas con funcionarios nacionales e internacionales, consultas con expertos, redacción de programas tentativos, ajuste de presupuestos, indagación sobre personal, despliegue de propaganda y mil cosas más; pero sobre todo, trasladarme de un lado a otro buscando el sitio adecuado para instalar la escuela, lugar que debería reunir condiciones difíciles de conjugar, tales como ser sano, de buen clima, con mercado provisto de artículos alimenticios y otros de consumo ordinario; buenas comunicaciones por ferrocarril, carretera, avión, telégrafo, teléfono y correo; presentar en lo posible aspectos de la vida urbana y rural, dentro de una zona accesible para efecto de estudio práctico; lejos de la capital de la República, pero lo suficientemente cerca de una ciudad que contara con universidad y, en fin, un lugar donde los habitantes recibieran al Centro con simpatía, llevada hasta el grado de alojar en sus propios hogares, si fuese necesario, a los profesores que llegaran a capacitarse en la metodología de enseñar a vivir mejor a los grupos marginados. Además, el gobierno pretendía encontrar instalaciones erigidas, pues levantarlas significaba retraso en la ejecución de planes especificados ya en convenios estatuidos. "Se investigaron sitios en los estados de Morelos, México, Puebla, Querétaro, Guanajuato y Michoacán, pronunciándose la 73 comisión designada al efecto por la región comprendida entre Morelia y Pátzcuaro. "La proposición fue recibida por la UNESCO con beneplácito, y en la misma comunicación sugería que se hiciera lo posible por fijar la sede en la propia ciudad de Pátzcuaro, por lo que hubo de negociar la compra o el alquiler de alguno de los hoteles, únicos inmuebles que podrían servir de momento; pero mis gestiones fracasaron, y cuando desalentado me aprestaba a poner los ojos en otro rumbo, recibí un breve recado del General Cárdenas, pidiéndome que lo entrevistara en su casa de Jiquilpan, dos días después, a las cuatro de la tarde. "Me acompañaron a Jiquilpan mis inolvidables amigos Enrique Aguilar González y Enrique García Gallegos, a la sazón diputado y director de Educación, respectivamente. "Apenas instalados en la sala de la casa se presentó don Lázaro, sonriente, irradiando cordialidad, actitud que abrió puerta franca a una conversación. Y el diálogo se engarzó de esta manera: — Me han informado que la UNESCO pretende abrir en México una escuela para maestros destinados a la educación indígena, y que tú serás el director, ¿Qué puedes decirme al respecto sin cometer indiscreción? — Lo que le han dicho a usted es cierto, menos en un aspecto: que el plantel no será exclusivo para la capacitación de magisterio 75 indigenista, sino que recibirá profesores de distintas ramas para adiestrarlos en la metodología de la educación fundamental a efecto de que puedan ofrecer adecuadamente los conocimientos de sus profesiones al desarrollo económico y social de los hombres y de los pueblos marginados, indígenas o no. — ¿Existe ya algún programa de estudios? Propiamente sí, aunque en líneas generales. — Convérsame algo sobre el programa. Durante cierto tiempo los estudiantes —maestros, trabajadoras sociales, médicos, enfermeros, agrónomos, extensionistas agrícolas, antropólogos, especialistas en recreación, bajo la guía de expertos nacionales e internacionales, examinarán los principios de educación de base en lo concerniente a conservación de la salud, mejoramiento de la economía, dignificación del hogar, aprovechamiento del tiempo libre y promoción de la cultura. Habrá laboratorios y talleres para investigaciones y evaluaciones, así como para producir textos, carteles, filminas, películas y grabaciones. La vida de profesores y estudiantes se regirá por las normas de convivencia proclamadas por las Naciones Unidas, especialmente durante la permanencia de ellos en las comunidades de una zona de influencia que habrá de señalarse. Los métodos de adiestramiento serán activos y democráticos. 76 — ¿Los estudiantes serán mexicanos? — No exclusivamente, puesto que vendrán de todos los países de América Latina. — Supe que estuviste en Pátzcuaro tratando de encontrar un local para el Centro. — Sí señor. "Aquí le manifesté las razones que nos movían para buscar asiento en la cabecera natural de la región lacustre. "No llegó a interrumpirme; pero mientras yo ponía en mis palabras alternativamente matices de entusiasmo y de abatimiento, él dejó de mirarnos para fijar sus ojos en un punto indeterminado fuera del portal, hasta que de pronto, después de una pausa breve a la terminación de mi relato, de manera lenta, como si temiera que la expresión rápida fuera a traicionar su obediente serenidad, fue hablando a voces como para sí y otras como para nosotros, de esta manera: como saben, en Pátzcuaro tengo una casa, casa que ha sido mi refugio en días placenteros y en ratos amargos; en ella he gozado tramos felices de mi existencia, primero al lado de mi esposa; después, ya juntos, al de ella y de mi hijo. Allí tomé las determinaciones más trascendentales de mi actuación como gobernante, luego de afirmar ideas sobre la mesa de trabajo o paseando solitario bajo los olivos que planté con estas 77 manos. ¡Cuántos pensamientos salieron de esa finca prácticamente convertidos en realidades! Por todo esto creo no tener derecho a disfrutar la Eréndira como bien privado, sino que debo entregarla para una obra de beneficio colectivo: escuela o centro de salud; por lo que si ahora se presenta la oportunidad de servir a los pueblos de América, gustoso la aprovecho, pidiéndote la ofrezcas al gobierno, en mi nombre, en caso de que resulte utilizable de acuerdo con los planes; yo tan sólo necesito pocos días para retirar mis pertenencias". Una vez encontrado asiento a la institución que habría de preparar dirigentes de alto nivel destinados a conducir la educación fundamental en este Continente, recibí instrucciones en el sentido de trasladarme a Montevideo, donde a la sazón se realizaba un seminario sobre educación rural patrocinado por la Organización de los Estados Americanos y al cual asistían personas invitadas por la UNESCO para integrar un comité consultivo sobre múltiples aspectos conectados con la vida incipiente del nuevo plantel que funcionaría en Pátzcuaro. Don Manuel Bergson, Lourenco Filho y don Guillermo Nannetti, distinguidos educadores, brasileño el primero y colombiano el segundo, formaron parte del grupo consejero, que hubo de ocuparse en precisar mejores objetivos, planes, programas, calendarios, características del personal docente y de alumnos, nombre que llevaría el Centro y países que serían invitados a enviar estudiantes al primer curso. El nombre 78 SISSBSSHSB; escogido fue Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina, y los países seleccionados: Bolivia, Perú, Ecuador, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Haití y México. Se me pidió visitara estas naciones, permaneciendo en cada una de ellas el tiempo suficiente para entrevistar funcionarios, rectores de universidades, gerentes de periódicos y de estaciones de radio, con miras a sensibilizar la opinión oficial y la pública de manera favorable al proyecto. En la ciudad de Montevideo, al clausurarse el seminario sobre educación rural, el magisterio del Continente, sabedor del gesto singular del michoacano, con voz saturada de emoción prorrumpió en vivas estentóreos a Lázaro Cárdenas y a México, vítores a los que no pude unir mi grito porque la garganta se me había secado. Cuando se acercaba el 9 de mayo de 1952, los maestros, alumnos y empleados del CREFAL nos preparábamos para celebrar dignamente el primer aniversario de la fundación del Centro. Pocos días antes, alguien informó a los alumnos sobre la presencia del General en su pequeñísimo departamento que había conservado para él; en uno de los ángulos del predio. Sin pensarlo mucho, un grupo de la alegre comunidad internacional decidió ir a invitarlo para que asistiera a la fiesta; se anunciaron y fueron recibidos inmediatamente, pero su gestión no tuvo éxito ya que 79 don Lázaro se disculpó alegando compromisos contraídos con pueblos de la tierra caliente michoacana, para donde saldría la noche de ese mismo día. Al caer la tarde el General me llamó por teléfono rogándome que, si me era posible, fuera a verlo inmediatamente. Después de los saludos me narró el tono de la entrevista con los estudiantes, que yo conocía ya por boca de ellos, y agregó: te suplico intervengas ante los profesores para que no se molesten por mi negativa, so pretexto de un viaje que, como verás, haré de todos modos; pero la verdad es ésta: no deseo se llegue a pensar que cedí la Eréndira para sentarme a recibir aplausos. 80 ueno, mire usted, las condecoraciones son algo que uno generalmente no espera, y que cuando se atreve a soñar que las obtendrá, acaba por tener una desilusión. Ponga usted por caso el de la "Medalla Altamirano" que nuestro país otorga a todo maestro que ha dedicado cincuenta o más años de su vida al magisterio. A ella se llega por suma de años, sin que importe si el maestro que los acumula fue bueno o malo en el aula, o si su labor tiene mucho mérito o ninguno. Y está bien, porque dedicar cincuenta años a una actividad, es ya de por si loable, y digno de aplauso. Sin embargo, ya usted ve, más de algún maestro con sus muy bien contados años y tanto con pleno derecho, no recibe la "Medalla Altamirano", ¿Por qué...? Pues ahora sí que, como decía aquella canción de nuestra madurez: "por múltiples razones", entre las que están desde luego, los trámites burocráticos. Y sí, hasta las condecoraciones que normalmente deberían llegar, a veces no llegan. De ahí que cuando se me otorgó la "Altamirano" me sentí tan a gusto, tan contento y tan realizado, como cuando por primera vez el más aventajado de mis alumnos en la primaria, cincuenta años antes, me dio las gracias y se fue corriendo, apenado de su propia emoción, sin importarle la que había despertado en mí. Todo es muy diferente cuando se recibe un sobre con escudos desconocidos y raros diseños, y uno lo abre para leer cosas como 82 ésta: "Tengo el gusto de dirigirme a usted para hacer de su conocimiento que el Consejo de la Orden de Rubén Darío ha acordado conceder a usted la Condecoración de la misma, en testimonio a sus virtudes interamericanistas, a sus capacidades de educador, y de su devoción a Nicaragua", y firma un señor Rene, que se apellida... Rene Schick, ministro de Educación Pública de Nicaragua. Después ese mismo señor añadirá que la condecoración me fue concedida también por mis "grandes méritos y virtudes personales". Y sí, allá por principios de los años 60 recibí la Orden de "Rubén Darío", en grado de Gran Oficial. Enormemente satisfactorio, desde luego, pero no tanto; al menos no tanto para mí como el reconocimiento de los paisanos. Por aquello de que nadie es profeta en su tierra, digo. Como el más alto reconocimiento que la ciudad de Morelia otorga a los michoacanos distinguidos. Yo recibí en 1973 la presea "Generalísimo Morelos" correspondiente a ese año. No me gustó mucho compartirla, y menos por las razones que desde entonces se dieron, totalmente políticas y oportunistas; pero eso lo digo ahora, entonces me sentí en extremo orgulloso y complacido. Marco Antonio Aguilar Cortés, firmaba el oficio en que se me daba la noticia, y agregaba: "la vida de usted, dedicada por entero a la niñez mexicana, fue analizada por los integrantes de este ayuntamiento, confirmando la opinión prevaleciente en nuestro país de que ella es del todo relevante y merecedora del público reconocimiento y 83 del estímulo de las autoridades de la sociedad. Además, se ha considerado su producción literaria, de manera especial aquélla que con todo cariño ha dedicado a nuestra ciudad". Cualquiera se siente orgulloso y satisfecho de que le digan palabras como éstas, y más si tiene la conciencia de merecerlas. Por eso, cuando me dedicaron el primer reconocimiento a mi labor, allá en el tiempo de las Misiones Culturales, y me dijeron cosas hermosas, yo no me levanté a negar que las mereciera, ¿por qué?, sí que las merecía y las merezco: había trabajado, he trabajado duramente, y el tiempo ha demostrado que con provecho. Además, ya estoy viejo y la modestia cuando es falsa o fingida hace ver a los viejos falsos y mentirosos; es en cambio tan hermosa en el joven brillante o en la jovencita discreta. "Romance de mi Ciudad", ¡pero no! Le prometo a usted que mañana o pasado, si tenemos tiempo, le diré algo de mis romances. Déjeme ahora solazarme en el recuerdo de los momentos gloriosos, porque son agradables y porque hacen también que uno busque en la memoria las acciones y las ideas, ¡sobre todo las ideas que engendraron y empujaron la realización de esas acciones!, que hicieron finalmente llegar un reconocimiento, un homenaje. Mis paisanos me hicieron otro, en el Teatro Ocampo de Morelia, muy bonito y emotivo. Creo que ya le hablé de él, ¿o no? Todo mundo estaba ahí. Mi amigo de toda una vida, mi hermano y compañero de tantas y tantas empresas pedagógicas, Isidro Castillo... Sí, estima de la moral administrativa; por eso a los ochenta años de edad puedo tener la frente alta y, aunque ya medio ciego, puedo mirar de frente, y por eso tengo pleno derecho a despreciar a los corruptos y corrompidos del magisterio, y de toda la administración pública, porque son precisamente la negación de mi ejemplo como hombre, y de nuestras enseñanzas como maestros. Sí, señor. yer, ¿o no fue ayer? Bueno, no importa cuándo, sino que después de estarles contando cosas de los homenajes y honores que me han hecho, venían a mi memoria muchos nombres y actitudes que se me pasaban al estar con usted, y repasándolas me decía: tengo que decírselo, porque si no, no estarán completos mis recuerdos; y luego me decía: total ¿ya para qué? De todos modos, sí quiero que apunte por ahí el nombre del ingeniero Gilberto Garza Falcón, actual director del CREFAL, mi bien amada institución, la que fundé cuando él seguramente era apenas un niño de primaria, y que no sabía que comenzaba a prepararse para ser mi sucesor; pero que ahora lo comprende y ha tenido la delicadeza de estar al frente y ser portavoz del CREFAL en el homenaje de Morelia, en el teatro Ocampo, y cuando me impusieron la Presea Vasco de Quiroga, al cumplir Pátzcuaro 450 años de tener el título de ciudad. Este homenaje en Pátzcuaro verdaderamente me sorprendió. Vea usted, le he dicho y repetido que estoy conciente de merecer reconocimientos, homenajes y demás, pero eso de ser comparado con Vasco de Quiroga verdaderamente queda fuera de toda proporción. Y es entonces cuando uno duda de la sinceridad de algunos oradores; nada más duda, porque, efectivamente, bien puede suceder que lo que tengan sea una culpable falta de información, o una simple ausencia de discreción. 87 Pero mire usted, he traído para que lo vea, y atienda con cuánto orgullo se lo muestro, este hermoso documento. Yo quisiera tenerlo en marcos de oro y plata, pero no puedo. ¿Qué le parece? ¡Soy indio boliviano! ¿No es hermoso? Aquí está la fecha: 12 de mayo de 1950. "El personal docente, alumnos y campesinos del Núcleo Escolar Campesino y Normal Warisata, como un recuerdo de esta Pakarina del Nuevo Indio Boliviano al señor Lucas Ortiz..." Vea, también he traído una narracioncita de cómo fue este negocio; la escribí poco tiempo después. Sí, sí, véala: "Don Eduardo Arce Laureiro, por entonces director de Educación Campesina, me llevó a conocer la Escuela Normal de Warisata, a poco más de cien kilómetros de La Paz. Fue el director quien primero se adelantó para saludarnos, siguiéndolo todos los del grupo, con leve tocamiento de manos. A continuación el propio director dijo un discurso; otro más fue pronunciado por el representante de los normalistas, y un niño recitó, con cierta dificultad, algunas frases. "En seguida se abrió por completo la cortina inefable que me hacía adivinar, mejor que sentir, plenitud, la emoción despertada porque un maestro, desde una plataforma, impuso silencio levantando sus brazos, en movimiento que asimismo tuvo la virtud de hacer brotar de un centenar de bocas, cual chorro de rumores el remanso matutino, una canción nuestra, legítima mía, canto del maestro y del campesino mexicanos, voz de la revolución trocada en himno: el Corrido del Agrarista. 88 'Marchemos agraristas a los campos a sembrar la semilla del progreso... No queremos ya más luchas entre hermanos, olvidemos los rencores, compañeros; que se llenen de trigo los graneros, y que surja la ansiada redención...' "Al terminar el coro, llegó hasta mí un grupo de nativos, principales todos ellos, según lo manifestaban sus insignias, y uno, en castellano balbuceante pero entero, me habló así: 'Mucho gusto que hayas venido a Warisata. Aquí te queremos. Queremos también a México, mira —y me señalaba un edificio inconcluso, adornado con grecas y cabezas de serpientes—, nosotros construimos el 'Pabellón México', entre todos los comuneros. Ahora, e hizo una pausa, queremos le digas a tu Presidente Lázaro Cárdenas que no nos olvide; que nos ayude; que sufrimos cárcel...' Me tocaron las manos y con el mismo paso ceremonioso como llegaron, volvieron a buscar sitio, sin dar acción a que yo hablara. "En realidad tampoco hubiera podido decirles nada. "Fue así como mi silencio vino a ser la única, elocuente respuesta a la insólita encomienda que me hicieron allá en el otro hemisferio del mundo, aquel día cuando el tiempo y la distancia fueron borrados por el prestigio universal de un hombre íntegro. 89 "Terminando la gira fui a ver a don Lázaro para darle el recado de aquellos sus lejanos adictos. Como siempre, me recibió con amabilidad; su cara se fue iluminando con leve sonrisa mientras me escuchaba, y luego contestó de esta manera: — ¿Y no les aclaraste que ya no soy el Presidente de la República? — No señor, ni hubo tiempo para hacerlo, ni me hubiera resultado fácil. Recuerde que durante su administración fueron enviados a Bolivia técnicos mexicanos a levantar una presa y a organizar y ayudar a dirigir inicialmente la explotación petrolera. Para los indígenas estos mensajes patentes son actuales; están allí proclamando el interés de usted por servir al pueblo, al pueblo de ellos... — ¿Dices que en Warisata funciona una escuela normal? — Sí señor. — Pues mira, tú tienes las llaves de los estantes donde guardo todavía mis libros allá en Pátzcuaro; ábrelos, escoge todos aquéllos que puedan servir a los estudiantes de la normal y se los mandas, juntamente con una carta en que les digas, a fin de que ellos lo informen a sus padres y amigos, que hace ya varios años dejé de ser el Presidente de México y que yo no puedo hacer ahora nada importante en su favor; que el envío de esos libros lo tomen como 90 pobre correspondencia al afecto que me profesan sin conocerme. ¡Cómo me gustaría poder saludarlos algún día...!" "He traído estos otros documentos... Comenzamos por éste. No importa. Como salgan. Vea nada más los subrayados para que no perdamos mucho tiempo. Vamos a ver: éste es de Rene Mahen, director general de la UNESCO: 'Expresarle mi gratitud por los excelentes servicios que ha rendido a la UNESCO. El CREFAL ha rendido magníficos resultados a América Latina y ha servido de orientación a otros centros regionales. En esa labor le corresponde a usted un gran mérito que me complazco en reconocer y agradecer'. Y en esta otra mire usted lo que Mahen afirma: 'Su nombre va unido a la obra realizada por el CREFAL. Entre las instituciones creadas por la UNESCO, una de las más humanas y socialmente útiles ha sido la del CREFAL'. "Y esto que me escribió Guitón, cuando fue director del Departamento de Educación Escolar, de la misma UNESCO. A todos ellos, bueno a casi todos, porque cambiaron varias veces, yo les conocí. ¿Qué dice Guitón? 'Creo que para Ud. representará en estos momentos una gran satisfacción pensar que en todos los países de América Latina está actuando ya con eficacia, en beneficio de los sectores más necesitados de ayuda, un núcleo de personal dirigente de educación de la comunidad, formado en ese Centro, bajo la dirección e influencia suyas. Por toda esa labor reciba mi felicitación y mi reconocimiento'. 91 "Realmente es difícil encontrar mejor recompensa para un educador como usted". ¿Quién dice eso? Ah, sí: toda la división educativa de la UNESCO. ¿No es satisfactorio un reconocimiento así de grande? Blat Gimeno, Vicente Lema, Valissy, Jonquiéres, Jiménez, los principales de esa división..." Jesús Bailen Ardila, secretario general de la Sociedad Colombiana de Especialistas en Educación Fundamental: "Su próxima ausencia del CREFAL, tan infausta nueva, lamentamos de corazón su retiro y con pesar registramos la irreparable pérdida". Y por el estilo ésta de Adalberto Rodríguez, del ministerio de Trabajo y Previsión Social de la República de Panamá: "Sólo hombres como usted pueden cristalizar el deseo de toda la mancomunidad latinoamericana". ¡Ah, mire usted esto. Quién sabe cómo se vendría! Mi nombramiento como miembro de The National Geographic Society. Y esto. Quise traerlo porque era un plan muy interesante, y a mí me complacía mucho. Esto se haría cuando yo iba a cumplir 72 años. Sí, me agradaba mucho. "Encuentro de la Juventud con los profesionales forjadores del México de Hoy". No se realizó. Me dicen que mi nombre fue seleccionado, con otros muchos de todo el país, por una comisión juvenil, y que a mí, como a todos los otros, nos consideraron "como un sólido valor profesional en nuestro país y ejemplo para las nuevas generaciones". Esa confrontación debería 92 resultar interesante, pero el encuentro con todos los demás considerados "forjadores del México de hoy", todavía más interesante e importante. Los hombres que nosotros forjamos serán los que salven al país, y esos hombres quizás no estén como ahora se dice "en la cúpula del poder", pero sí donde se lucha y se trabaja y se sueña y se entrega uno todos los días por los demás... 93 o quiero hablar mucho ni con profundidad de mi amistad con el señor general Cárdenas. Me honré con ella, claro está. Y fue el más grande hombre que traté en mi vida. Mucho le debemos todos a ese hombre; todos, no sólo los mexicanos ni sólo por la expropiación petrolera. Su pensamiento y su acción todavía no son valorados completamente, ni se ha descubierto hasta dónde llega su influencia, por otra parte, tan dentro de la tradición mexicana. Sí, lo conocí cuando era joven, pero ya con el grado de coronel y con una personalidad a la vez atrayente y distante. Lo vi y traté en Morelia y én Uruapan, especialmente en el hogar de los señores Ceja, don/jesús y la señora Lolita, allá por 1920, 1921. Era él un oficial con mando de tropa y su nombre ya pesaba en el ejército. Me distinguió con su amistad, y durante muchos años nos mantuvimos más o menos cercanos. No sé que hubiera sido del CREFAL sin don Lázaro, por ejemplo. Y la educación socialista, la educación de la Revolución... qué gran viraje, y cuánto fue nuestro esfuerzo por mantenerla en aquel rumbo, con matices que no pusieron sobre aviso a la reacción. Sólo quiero agregar para usted que si mi pensamiento pedagógico estuvo dirigido por los grandes pedagogos mexicanos, mi pensamiento político se perfiló para la Revolución según la entendía don Lázaro... 94 orelia. Como usted bien sabe, yo nací en Taretan, allá por el mes de febrero de 1904, y a esa villa o pueblo he vuelto siempre, para descansar en la casa de mis padres de todo lo que significa el ajetreo del trabajo y la contaminación de todo tipo de relaciones. En Taretan nos reunimos toda la familia: tres generaciones de Ortiz, de los que me siento grandemente orgulloso. Y con el recuerdo de mi madre y de mi padre y de mi abuelo y de mis tías... pero es Morelia la ciudad de mi destino. La hermosa, señorial y plena de historia Morelia. Ahí estudié, ahí amé por primera vez, conocí a hombres como Lázaro Cárdenas, Francisco Múgica, Isaac Amaga, y de ahí salí a la gran aventura pedagógica que se inició en Coalcomán y Uruapan, y pienso que todavía no acaba. Quiere usted conocer algo del amor que tengo por Morelia. Lea aquella trilogía de romances que le dediqué cuando en 1941 se cumplieron 400 años de su fundación, y con los cuales triunfé en los Juegos Florales que para esa conmemoración se organizaron. Sí, en Morelia me hice, y de ahí salí con Enrique Aguilar González, con Enrique García Gallegos, Con Miguel Leal, con Isidro Castillo... salí, salimos a una intensa, a veces terrible lucha para ser maestros, o intentar serlo como lo perfilé cuando el homenaje a Isidro en la Piedad... y creo que sobre una columna de sufrimientos y otra de intensa preparación académica, llegamos a serlo: 95 "Pienso que el maestro mexicano debe cumplir su misión plenamente convencido del privilegio y la responsabilidad que representa ser formador de la niñez, de la juventud y del adulto, especialmente en esta época de cambios acelerados, que exige constante revisión de los valores científicos, culturales y éticos, dentro del marco de una educación que rebasa los objetivos locales para hacerse cada día más universal. "Posición tan importante obliga a nuestros educadores a poseer, como base insoslayable, una sólida cultura técnica y humanística, además de una filosofía social que les permita ofrecer a sus discípulos, al mismo tiempo que ios conocimientos fundamentales, luces primarias de equidad, justicia y libertad, luces de las que en todo su esplendor deben disfrutar los individuos y las naciones. "El maestro mexicano debe ser optimista, bondadoso, de ánimo recto e íntegro en el pensar y el obrar, franco, decidido, valiente, impermeable al soborno y razonador frente a la estulticia, en cualquiera de sus formas. "Aunque también será incansable luchador en la reivindicación de sus derechos. Apóstol, si como apóstol se entiende al apasionado propagador de una doctrina; pero apóstol con pan, vestido, casa y oportunidades de mejoría cultural para él y para sus hijos. "El maestro mexicano debe vivir con dignidad y por la dignidad". ¿Mi nombre completo? Lucas Ortiz Benítez. ¿Por qué...? 96 ROMANCE DE MI CIUDAD Romance de mi ciudad bañado con agua zarca, para endulzarte, en los patios, reventaron las granadas. En la Iglesia de San Diego se bautiza la alborada y por bolo distribuyen cantos de paz las campanas. Puñados de niebla joven sobre los lirios de gasa; floripondios que vacían blancuras en la mañana; sabor hay de gelatinas por calles recién regadas; el sol entra en mi ciudad rodando por La Calzada. Portales donde se esconden el amor en raya de agua de papel con filo de oro y dos palomitas castas, El Profr. L. Ortiz en el "Callejón del Romance" en la Ciudad de Morelia. 98 olor de fruta de horno junto a las ollas de horchata, requiebros del membrillate a la desnuda cocada. Rosa plegaria de piedra que levanta entre dos plazas secular clamor del hombre trocado en torres ufanas; contra los ágiles muros héroes forjaron la Patria, los muros fueron el yunque y los martillos las balas. Plaza de Armas rumorosa en noches de serenata, cuando vueltas y más vueltas dan mis garbosas paisanas, regando luengos adioses para envolver al que pasa. En la miel de los buñuelos prendida quedó mi infancia y quedó mi juventud de respaldo en una banca, latiendo en un corazón grabado con mi navaja, entre corona de espinas y flechas atravesadas... Por el Jardín de las Rosas todas las rejas son blandas, porque estudiantes, sin libros, fácilmente las apartan. La pila de San José tiene las huellas grabadas de labios de normalistas que bebieron en sus aguas querencias de tiempos mozos y nubiles esperanzas. Se eleva San .Agustín y San Francisco se baja; los dos esconden la gula en las mangas de su saya. Subió la Santa María a ver la ciudad amada y en la loma se quedó para siempre a contemplarla. Cestas con fruta le llevan, en agosto, las muchachas. Añoso bosque de fresnos donde la virtud naufraga: el portero celestial en jardinero se cambia, el santo planta los lirios y Satanás los arranca... En la Plaza de Carrillo la feria nunca se acaba; el corazón y la muerte se enamoran en las "tablas"; mientras la muerte se ríe el corazón se desangra. Móvil pista de colores, fijos pegasos de infancia en que los charros se suben para aniñarse del alma, charros de tierra caliente que su valor aquilatan, perdiendo la vida a locas porque en las cuerdas del arpa vibre un corrido que diga, junto a sus nombres, su fama. Callecita de Pichel, por allá en la Soterraña, tus gallos, gola de iris, clausuraron sus gargantas porque otros gallos implumes despertaron a las damas. ¡Ah, ciudad de mis recuerdos! ¡Oh, capital michoacana! Si se murieran las rosas otras rosas te quedaran: las rosas de tus mujeres de carne guadalupana, que rezan a San Antonio y besan en las ventanas. Cuatro centurias te miran llevar tres nombres de gloria: Guayangareo, por el indio; Valladolid, por Mendoza, y Morelia por Morelos. ¡Tres tiempos de nuestra historia! Y no obstante tu innegable prestancia de gran señora, tercias rebozo de "guarí" y de corales te adornas... Y es por esto que del pueblo recojo rimas de ronda para cantarte, Morelia, en tricolores estrofas, y exprimo rojos grangenos de mi cariño en la copa al brindar porque tu vida, nicolaíta y soñadora, se imprima en el patrio almíbar con oros de pepitoria... Atentamente Fernando López Alaniz Morelia-Tacámbaro 1985 DIRECTORIO SEE M i c h o a c á n Profr, Filiberto Vargas Tentory Secretario de Educación en el Estado Lic. Juan Carlos Mendoza Subsecretario de Píaneación Educativa CP. Ángel Andrés Mondragón Ruiz Subsecretario de Administración Profr. Isaías Ruiz Albaro Subsecretario de Educación Básica Profr. Alfredo Esquivel Avila Subsecretario de Educación Media y Formación Magisterial Dra. Otila Mayes Olloqui Coordinadora General de Unidades Sectoriales de Servicios Educativos y Concertación Social Profr. Eleazar García Viveros Coordinador General de Educación Extraescolar y Cultural Mtro. Fernando López Alaniz Coordinador de Ediciones y Publicaciones CREFAL Profr. Mario Aguilera Dorantes Director General Lic. Fidel Cárdenas Correa Director Administrativo Lic. Alicia Silva Escamilla Directora de Capacitación e Investigación Lic. María Antonieta Madrigal Arroyo Directora de Socialización de la Información