EL ÚLTIMO AMIGO DE DIOS

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El último amigo de Dios
La tragedia cátara
La hoguera de Montsègur
Fernando Sáez Aldana
2013
El último amigo de Dios
A los mártires del puro amor cristiano.
“Dentro de setecientos años reverdecerá el laurel”
(Guilhem Bélibaste, el último perfecto cátaro, quemado en 1321 en
el castillo de Villerouge-Termenès)
“Es pas estonant que lo mond nos asire (1 Jo 3.13), ja que
tenguèt en asir Nòstre Senhor e que lo secutèt aital coma sos
apòstols. E nosautres, sèm secutats en causa de sa Lei, que
seguissèm fermament”
(No es extraño que el mundo os aborrezca (1 Jn 3:13), ya que ha aborrecido a
Nuestro Señor y lo ha perseguido, a Él como a sus apóstoles. Y nosotros somos
perseguidos por amor a su ley, que observamos firmemente)
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Índice
Pág.
• Introducción…………………………………………. 4
• Parte Primera. LA ORTODOXIA…………………… 6
o Vida y mito de Jesús de Nazaret…………………. 7
o Origen del cristianismo……………………………16
o Triunfo del cristianismo………………………….. 21
o El dogma católico……………………………….. 25
• Parte Segunda. LA DISIDENCIA……………………33
o Las herejías medievales…………………………...33
o Las doctrinas dualistas…………………………..35
o El catarismo…………………………………...40
• Parte Tercera. LA REPRESIÓN…………………… 59
o La predicación………………………………….60
o La Cruzada……………………………………63
o La Inquisición………………………………….68
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Introducción
“Hay dos Iglesias: la una huye y perdona, la otra posee y despelleja. La que
huye y perdona mantiene el recto camino de los apóstoles; no miente ni engaña. Y
esa Iglesia que posee y despelleja, es la Iglesia romana.”
(Pèire Autier, perfecto cátaro quemado en 1310)
A mediados del siglo XII el sureste de Francia era un mosaico de
estados feudales independientes del trono capeto, entre los que
destacaba el condado de Tolosa, conocidos hoy como Occitania o
Languedoc. Más refinada y tolerante que la del norte y recelosa de la
corrompida Iglesia católica romana, la sociedad occitana permitió el
arraigo de la religión de los “buenos hombres”, una disidencia
cristiana, condenada como herejía por Roma, que pretendía el
regreso a la pobreza evangélica a través del ascetismo, la predicación
y el trabajo del que vivían. La secta, cuyos seguidores fueron
denominados maniqueos, cátaros o albigenses, fue la última gran
religión dualista al reconocer dos principios: del Bien o Dios
celestial, creador del espíritu invisible, y del Mal o Satán, el demiurgo
creador del mundo visible y de la carne corruptible de la cual los
espíritus de los ángeles caídos atrapados han de liberarse para
regresar al Padre celestial. Además del juramento, pilar básico del
sistema feudal, los cátaros rechazaban los principales dogmas
católicos, la autoridad papal y los sacramentos (sólo administraban
uno, el consolament, que permitía el regreso al cielo de la “chispa
divina” encarcelada en el cuerpo tras la muerte).
A finales de aquel siglo el auge de la herejía en Occitania resultó tan
intolerable para el autoritario papa Inocencio III, que promovió la
única Cruzada lanzada contra cristianos en Europa. Durante veinte
años el sureste francés fue escenario de una brutal campaña de
represión y conquista por un ejército de barones comandado por
legados papales que arrasó ciudades a sangre y fuego y cuyo
resultado fue la anexión del territorio a la corona de Francia, pero
no la erradicación de la herejía, que tras la guerra continuaba más
viva que nunca. Para acabar con ella por otros métodos, el papado
creó la Inquisición, un régimen de terror más sutil y efectivo que
detuvo, interrogó, estigmatizó, desterró, encarceló, torturó y quemó
en la hoguera a multitud de “hombres buenos” y a sus simpatizantes
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
o protectores. Acorralada, la iglesia cátara se refugió en el castillo de
Montségur hasta su caída en 1244 con la quema de 200 “perfectos”
o creyentes consagrados. Cada vez más perseguidos, diezmados o
exiliados en Lombardía y Aragón, los “amigos de Dios” se fueron
extinguiendo en la clandestinidad y en 1321 fue quemado el último
perfecto cátaro conocido.
Estructurada en tres partes (La doctrina oficial católica, la disidencia
cátara y la implacable represión de ésta por aquélla), el presente
trabajo pretende ofrecer una visión necesariamente compendiada del
origen, implantación, auge y trágico fin de una Iglesia cristiana
heterodoxa cuyos creyentes fueron exterminados por la intolerancia
de la Católica romana. El inusitado interés actual por el catarismo
obedece sin duda al recuerdo imborrable de aquella inmensa
tragedia ocho siglos después, pero también a la fascinación que
ejercen ciertoe mitos y leyendas en torno al tesoro presuntamente
evacuado de Montségur antes de su rendición, que se ha pretendido
relacionar con el fabuloso Grial medieval. Y, desde luego, a la
vigente ausencia de respuesta a uno de los mayores enigmas
planteados por el pensamiento occidental: ¿de dónde procede el
Mal?, que la religión de “los buenos cristianos” trató de resolver.
Toulouse, marzo de 2002
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Parte Primera. LA ORTODOXIA
Extra Ecclesiam nulla salus
(“Fuera de la Iglesia no hay salvación”, dogma católico)
Credo quia absurdum
(“Creo porque es absurdo”. Tertuliano, apologista cristiano)
En aras de la verdad, la palabra ortodoxia (del griego ὀρθόδοξια:
doctrina correcta) debiera ir aquí entrecomillada, pues se refiere
exclusivamente a la católica. Es decir, al conjunto de creencias,
dogmas y prácticas admitidas por la Iglesia Católica Apostólica
Romana, que es la religión cristiana más numerosa del mundo,
seguida de la Iglesia Ortodoxa (todas pretenden serlo) y las Iglesias
Protestantes que agrupan a los creyentes luteranos, anglicanos,
calvinistas, metodistas, bautistas y otros.
El nebuloso personaje histórico al que conocemos como Jesús de
Nazaret, posteriormente divinizado como Cristo (“ungido”), no
fundó ninguna iglesia, instituyó ningún sacramento ni proclamó
dogma alguno. Pero, durante los tres siglos posteriores a su
ejecución por los romanos por un delito de rebelión, los inventores
de la religión cristiano-católica forjaron una serie de verdades
incontestables supuestamente reveladas por Dios que no ha dejado
de crecer hasta la edad contemporánea. Desde la Trinidad o la
Resurrección proclamadas en el concilio de Nicea (325) hasta la
Inmaculada Concepción de María (Pío IX, 1854) o la Asunción de la
Virgen al cielo en cuerpo y alma (Pío XII, 1950), la jerarquía católica
ha ido incrementando el catálogo de reconocimientos que los fieles
han de creer a pies juntillas y sin discusión, dado que la Constitución
Dogmática Pastor Æternus, publicada por el papa Pío IX el 18 de julio
de 1870, promulgó también la infalibilidad papal en asuntos de Fe.
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Una fe que obliga al fiel a creer ciegamente en cosas tan increíbles
como el parto de una virgen1, la resurrección de su hijo muerto que
también lo era de un Dios trino y el ascenso directo de ambos al
cielo. Pues el hombre es un pecador congénito que sólo a través de
esa fe, que exige el acatamiento sin discusión de la ortodoxia católica
y la completa sumisión a su jerarquía, podrá alcanzar la salvación en
la otra vida. A partir del siglo IV, cuando el cristianismo se impuso
como religión imperial y los cristianos pasaron de perseguidos a
perseguidores, la intolerancia hacia quienes no se sometían a la fe
oficial provocaría un sin fin de expediciones bélicas contra los
infieles (las Cruzadas), despiadadas persecuciones a los disidentes
(los herejes), pogromos exterminadores de los “matadores de
Cristo” (los judíos) y la instauración de un régimen de terror basado
en la excomunión o muerte social, la prisión, la tortura y la muerte
en la hoguera (la Inquisición).
Vida y mito de Jesús de Nazaret
Los documentos históricos que hacen referencia a un tal Jesús
(Yeshúa, en hebreo) son tan pobres y escasos que se ha llegado a
dudar de su existencia real.
En verdad resulta sorprendente que ni un solo escritor, historiador,
cronista, ensayista o poeta contemporáneo suyo se haya referido ni
de pasada a aquel predicador que obraba milagros, arrastraba
multitudes y provocaba graves altercados hasta que fue juzgado y
ejecutado para resucitar y ascender al cielo. Y que el impacto social
histórico de un personaje tan relevante como el que describen los
cuatro evangelistas “oficiales” sea prácticamente nulo.
De hecho, las únicas referencias históricas a la existencia de Jesús
realizadas por un autor no cristiano datan de los años 90 del siglo I.
Son dos y fueron escritas por el mismo autor, el historiador judío
Yosef bar Mattityahu (“José hijo de Matías”) hoy conocido por su
nombre romano, Titus Flavius Iosephus (Flavio Josefo en español).
1
La lista de otras deidades nacidas de una virgen durante el solsticio de invierno en
religiones precristianas es interminable: Horus, Mitra, Attis, Dionisio, Krishna,
Heracles, Zoroastro, Vyasa…
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El último amigo de Dios
Nacido en Jerusalén hacia 37 d.C., este fariseo de esmerada
educación estuvo al frente de la rebelión judía contra los romanos
del año 66, pero cuando fue llevado prisionero a Roma obtuvo el
favor del emperador Vespasiano y acabó escribiendo varias obras
sobre la historia de su pueblo. Es en una de éstas, “Antigüedades
judías”, un voluminoso tratado sobre costumbres judía escrito hacia
el 93, en la que Josefo menciona en dos ocasiones a Yeshúa.
La primera referencia, contenida en el tomo 18, dice que “Por aquel
tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que se le puede llamar
hombre). Fue autor de hechos asombrosos, y maestro para quienes
reciben con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y griegos. (Él
era el Mesías). Y cuando Pilatos, debido a una acusación hecha por
nuestros dirigentes, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían
amado no dejaron de hacerlo. (Él se les apareció al tercer día, vivo
otra vez, tal como los profetas habían anunciado de Él, además de
muchas otras cosas maravillosas). Y hasta hoy los cristianos,
llamados así por él, no han desaparecido”.
En esta alusión a Jesús, conocida como “el Testimonio Flaviano”,
resultan inaceptables las frases encerradas entre paréntesis, dado que
Flavio Josefo fue un judío religioso nunca convertido al cristianismo
y, por tanto, no pudo identificar al Mesías en Jesús era el Mesías,
anunciar su resurrección o insinuar su divinidad. Por ello, los
expertos sostienen que el texto, como tantos otros en la
protohistoria del cristianismo, evangelios incluidos, fue manipulado
por algún autor cristiano que habría añadido dichas frases
posteriormente. Sin embargo, el “Testimonio” hace clara referencia
a la existencia de un hombre llamado Jesús en la Palestina gobernada
por el prefecto romano Pontius Pilatus (entre 26 y 36 d.C.) que obró
prodigios, atrajo gentíos, murió ajusticiado en la cruz y dejó
seguidores denominados “cristianos”.
La segunda alusión figura en el tomo vigésimo de la misma obra,
donde narra la muerte de Jacob (o Santiago, pero no el apóstol
supuestamente enterrado en Compostela sino el hermano de Jesús
de igual nombre) en el año 62: “Mientras tanto subió al pontificado
Anás. Era feroz y muy audaz. Pensando que había llegado el
momento oportuno, porque Festo (el prefecto romano) había
muerto y Albino aún no había llegado, reunió al Sanedrín y llevó
ante él al hermano de Jesús, que es llamado Mesías, de nombre
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El último amigo de Dios
Santiago, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley, y
los entregó para que fueran apedreados”. De nuevo el historiador
judío afirma que existió un hombre llamado Jesús al que algunos
consideraban el Mesías y que tenía un hermano llamado Yaakov
(Jacob, Santiago), coincidiendo con textos neotestamentarios como
Marcos 6,3 y Gálatas 1,19).
A pesar de su brevedad, ambas citas de Flavio Josefo se consideran
hoy día la indiscutible demostración histórica de la existencia de
Jesús de Nazaret. La tesis vendría reforzada por otra alusión, si bien
indirecta, efectuada por el historiador y político romano Cornelius
Tacitus (Tácito, hacia 55 – 120 d.C.), autor de una historia de Roma
en 18 volúmenes conocida como “los Anales”, que abarca desde la
muerte del emperador Augusto (14 d.C.) hasta la de Nerón (68 d.C.).
Lamentablemente, la parte que se ocupa de los años 29 al 32, en los
que transcurrió la detención, proceso y ejecución de Jesús (fue
crucificado en el año 30) se perdió, pero al tratar de la persecución
de Nerón a los cristianos, Tácito narra que aquel cruel emperador
“sometió a torturas refinadas a los cristianos, un grupo odiado por
sus horribles crímenes. Su nombre viene de Cristo, quien bajo el
reinado de Tiberio fue ejecutado por el procurador Poncio Pilatos.
Sofocada momentáneamente, la nociva superstición volvió a
difundirse no sólo en Judea, su país de origen, sino también en
Roma, a donde confluyen todas las atrocidades de todo el mundo.
Primero, los inculpados que confesaban; después, denunciados por
éstos, una inmensa multitud, todos fueron convictos, no tanto por el
crimen de incendio sino por el odio del género humano”. Una vez
más, un historiador “independiente” se refiere a un hombre natural
de Judea que fue ejecutado en la cruz cuando Tiberio era emperador
y Poncio Pilatos procurador en aquel territorio.
Se conservan obras de otros dos autores romanos, Plinio el Joven y
Suetonio, que incluyen referencias a los cristianos o seguidores de
Cristo pero no a éste, por lo que no pueden considerarse fuentes
históricas de su existencia real.
En cuanto a los textos del llamado Nuevo Testamento (los cuatro
evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las epístolas o cartas
escritas por o atribuidas a Pablo de Tarso y otros autores y el
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El último amigo de Dios
Apocalipsis), reflejo escrito de una “tradición revelada”, no pueden
considerarse biografías documentadas o testimonios fidedignos
sobre la vida y obra de Jesús de Nazaret al carecer del mínimo rigor
histórico.
Por lo que respecta al otro pilar básico sobre el que se asienta toda
investigación histórica rigurosa, la arqueología, no existe ningún
resto relacionado con la figura histórica de Jesucristo. Los presuntos
restos del paso de Jesús por la historia, convertidas por la Iglesia en
piadosas reliquias veneradas en medio mundo, sólo pueden
considerarse objetos tan inverosímiles como legendarios, cuando no
fraudulentos o fruto de la superchería:
- El más famoso de todos, el supuesto sudario conocido como
“Sábana Santa de Turín”, fue sometido en 1998 a la prueba del
Carbono-14, que demostró la pertenencia del tejido al siglo
XIV.
- Del Santo Grial, mítico vaso o plato utilizado por Cristo en la
última cena y luego por José de Arimatea para recoger sangre
del crucificado, existen pretendientes como el cáliz de
Antioquía (Nueva York), el vaso de Nanteos (Gales), el cáliz
de Ardagh (Irlanda), el Achatschale (Viena) y el cáliz de la
catedral de Valencia (España), utilizado en eucaristías
celebradas por Juan Pablo II y Benedicto XVI en sus visitas a
esta ciudad.
- Lignum crucis (madera de la cruz): cada uno de los presuntos
fragmentos de la “vera cruz” descubierta milagrosamente por
Santa Elena en Jerusalén hacia 350. Se veneran docenas y el
fragmento más grande, procedente del brazo izquierdo de la
cruz, se expone en el monasterio español de Santo Toribio de
Liébana.
- Lanza sagrada o de Longinos: se veneran la Lanza del Vaticano,
prodigiosamente descubierta en el siglo VI, La lanza de
Etschmiadzin (Armenia), desenterrada en el siglo XI por un
caballero de la primera cruzada y Lanza Hofburg (Viena),
entre otras.
- Corona de espinas: existen más de 700 supuestas reliquias; (San)
Luis IX construyó la Sainte Chapelle para custodiar la
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“auténtica” corona de espinas de Cristo (además de un trozo
de la cruz, la punta de la lanza y la esponja) al emperador de
Bizancio Balduino II por la ingente suma de 135.000 libras,
más del doble de lo que costó la maravillosa iglesia y más de la
mitad del PIB de la Francia de la época (ca. 1240).
- En cuanto al Santo Prepucio, durante las Cruzadas aparecieron
hasta catorce reliquias de la única parte corporal que Jesucristo
habría dejado en la tierra2.
¿Quién fue realmente “Jesús de Nazaret”? Desde su creación como
pueblo con identidad propia y asentado en un territorio, hace más
de 3.000 años, hasta su práctica desaparición de Palestina tras el
catastrófico fracaso de la rebelión antirromana capitaneada por Bar
Kojbá (135 d.C.), el pueblo judío, hebreo o israelita vivió escasos y
relativamente breves períodos de libertad. A la dominación asiria (721 a.C.) siguió la babilónica, que supuso la destrucción del primer
templo (-587) y el exilio; posteriormente fueron sometidos por el
imperio persa de Ciro y Darío hasta el siglo IV a. C., cuando
Palestina cayó en manos del macedonio Alejandro Magno y durante
el siguiente siglo y medio permaneció bajo la órbita grecoptolemaica, hasta que los seleúcidas tomaron el relevo. Tras el breve
paréntesis macabeo-asmoneo, las legiones de Pompeyo
conquistaron Jerusalén en el -63 a. C., dando así comienzo una
dominación romana sobre Judea que perduraría durante siete siglos
(cuatro bajo el poder de Roma y los tres siguientes de Bizancio),
aunque tras la destrucción del segundo templo de Jerusalén por Tito
(70 d.C.) y sobre todo después de la rebelión de 132-135 la
población judía fue aniquilada o dispersada. Esta dispersión o
diáspora mantuvo al pueblo judío repartido por todo el mundo
hasta 19 siglos después, cuando la polémica creación del Estado de
Israel les devolvió parte de su solar ancestral incluida la mítica
capital, Jerusalén.
En el judaísmo antiguo, el concepto de mesías (del hebreo mashiaj
= ungido, untado) es de índole mágico-religiosa. La tradición
2
El posible regreso del prepucio al cuerpo en la resurrección fue causa de controversia
teológica. La última reliquia conocida, que se sacaba en procesión en la localidad
italiana de Calcata en la festividad de la Circuncisión (1 de enero) fue robada en 1983.
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paleotestamentaria sostiene que entre los santones o predicadores
judíos surgiría un líder liberador del “pueblo escogido por Dios”,
sometido bajo el opresor de turno: babilonios, egipcios y, en el año
748 a.u.c3., los romanos. La unción con ungüento o aceite mágico
(khrisma, en griego) convirtió en un gran rey al humilde pastor David,
a cuya estirpe debía pertenecer el esperado mesías liberador de Israel.
Los jesusistas helenizantes liderados por Pablo consideraron que
Jesús era ese mesías y comenzaron a llamarse cristianos o seguidores
de Cristo (khristós = el ungido). Jesucristo, por tanto, es la unión de
las palabras griegas Ιησους (Iesous, del hebreo Yeshúa) y Χριστος
(Khristós) cuyo significado es “Yeshúa el ungido”.
El estado actual de las investigaciones sobre la posible existencia del
personaje conocido como Jesucristo puede resumirse del
esquemático siguiente modo:
- Hacia -5 a. C nació en alguna aldea de Galilea un judío llamado
Yeshúa, hijo del constructor (tekton) Yosef y de Miriam, que
tuvieron al menos cuatro hijos (Jacobo, Simón, José y JudasTomás) y dos hijas más. Dicha aldea no pudo ser Nazaret
porque no se han hallado restos arqueológicos que acrediten la
existencia de esta localidad en el año 748 a.u.c. La localización
de la cuna de Jesús en Belén por algunos evangelistas (Mateo,
Lucas) se considera una manipulación para reafirmar su
ascendencia davídica y, por tanto, su firme candidatura a
mesías.
- La aldea natal de Jesús estaba muy cerca de Séforis, la ciudad
restaurada por Herodes Antipas como capital de Galilea
3
El año 0 de la era romana fue el de la fundación de Roma y las fechas posteriores se
databan de acuerdo con el calendario juliano o tiempo transcurrido desde entonces (“ab
urbe condita” = desde la fundación de la ciudad). Así continuó siendo durante los
primeros siglos del cristianismo hasta que en el año 525 el papa Juan I encargó al monje
escita Dionisio el Exiguo establecer una nueva datación a partir de inicio de la vida
terrena de Jesús, el Salvador, sustituyendo la numeración utilizada por emperadores
paganos. Así, con cinco siglos de retraso, nació la era cristiana, pero Dionisio se
equivocó en varios años al fechar el reinado de Herodes, de modo que Jesucristo no
nació en 753 a.u.c., como calculó, sino entre cinco y siete años antes. Por lo tanto, Jesús
de Nazaret posiblemente vino al mundo en el -5 A.D. (Anno Domini), o,
modernamente, d.C (después de Cristo). Respecto a la fecha de nacimiento, nada se
sabe al respecto y la elección del 25 de diciembre obedece a la necesidad de cristianizar
la fiesta romana de la Saturnalia.
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El último amigo de Dios
(Autocratis), posible cuna de los suegros de José, Joaquín y
Ana. La pujanza de la reconstrucción de la ciudad proporcionó
mucho trabajo a los constructores y, como ayudante de su
padre, Jesús obtuvo el máximo grado profesional de su oficio,
“maestro”, como lo llaman con frecuencia los evangelios.
- Rondando los 40 años, Jesús abandonó su trabajo y a su
familia (incluidos la esposa e hijos que seguramente tuvo) para
seguir a un predicador escatológico pariente lejano suyo, Juan
llamado el Bautista porque purificaba a sus conversos
mediante abluciones en aguas del Jordán para procurarles la
salvación ante el inminente fin de los tiempos y simultáneo
advenimiento del “reino de Dios”. Cuando Juan desapareció,
Jesús se puso a predicar por su cuenta, creando su propia secta
como santón de tendencia apocalíptica, reforzado por sus
dotes de chamán o curandero.
- Judío íntegro y respetuoso de su religión, predicó a gentes
sencillas en aldeas alejadas de las ciudades la inminente venida
de un reino de Dios liberador del pueblo judío sometido al
yugo de Roma. El incumplimiento de sus promesas lo abocó
al fracaso en las aldeas y a radicalizarse entrando con sus más
fieles seguidores (quienes, como Simón = Pedro, iban
armados4) en Jerusalén, donde provocó un grave altercado de
orden público en el lugar más sagrado, el Templo, durante la
fiesta más sagrada, la Pascua. Las autoridades religiosas judías
(el “establishment”), temerosas de la represión romana, que
acabaría efectivamente destruyendo por completo Jerusalén
treinta años más tarde como respuesta a la resistencia anti
romana5, se adelantaron denunciando al alborotador ante el
gobernador romano.
- Los romanos eran muy tolerantes con las creencias religiosas
de los pueblos conquistados para su Imperio, pero implacables
con cualquier conato de alteración del orden público y sobre
todo de insurrección política, que castigaban con la muerte.
Para el gobernador Poncio Pilato, Jesús fue ante todo un
4
«No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino
espada (Mt. 10, 34)
5
Tras la destrucción de Jerusalén (70 d.C.), el emperador Tito rechazó con sarcasmo la
corona de la victoria que le ofrecía el Senado porque “no hay mérito en derrotar a un
pueblo abandonado por su propio Dios”.
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El último amigo de Dios
rebelde que amenazaba el poder de Roma con sus
pretensiones de convertirse en “rey de los judíos”, dignidad
que sólo Roma podía designar en la persona de reyezuelos
títeres como Herodes.
- Así, como un rebelde político, Jesús fue condenando a morir
en el patíbulo romano destinado a los delincuentes, la “cruz”
(formada realmente por un madero horizontal sobre otro
vertical, como una “T”). Sucedió en la Pascua del año 784
a.u.c. (36 de la era cristiana) y el crucificado contaba 42 ó 43
años.
Desde una perspectiva ajena a los dogmas católicos e independiente
de las manipulaciones que la figura de Jesús ha sufrido desde pocos
años después de su ejecución hasta la actualidad, puede trazarse el
siguiente perfil del siempre nebuloso personaje histórico: Yeshúa fue
uno de los muchos santones o predicadores-profetas judíos de tipo
apocalíptico-escatológico (“el fin se acerca”) que animaban a sus
seguidores a dejarlo todo, como hizo él mismo, para esperar la
inminente llegada del “reino de Dios”, o liberación del siempre
sometido pueblo escogido por Él.
Judío por los cuatro costados, fiel observador de la Torah 6 ,
Yeshúa/Jesús, a diferencia de otros profetas al uso, no fue ascético
ni misógino (aceptaba invitaciones a banquetes como la del fariseo y
arrumacos de rameras, como se narra en el evangelio de Lucas. Su
discurso fue igualitarista, pobrista y escatológico: la anunciada
llegada del reino de Dios era tan inminente que animaba
irresponsablemente a sus fieles a abandonar toda actividad
encaminada a una supervivencia carente de sentido. Sus dotes de
chamán que curaba enfermos, expulsaba demonios y hasta
resucitaba muertos lo hicieron muy popular entre los sencillos
moradores de las aldeas donde predicaba. Una predicación que sólo
iba dirigido al pueblo judío al que pretendía redimir, y no a la
Humanidad entera como pretendió la reconstrucción paulina de los
años posteriores a su muerte.
6
«No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar, sino para cumplir» (Mt 5, 17).
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
La ejecución de Jesús en la cruz fue, por tanto, el cumplimiento de
una sentencia romana, no judía. El mito de los judíos como
responsables de la muerte de Jesucristo (“asesinos del hijo de
Dios”), alentado desde el principio por textos como el evangelio de
Mateo7, son la base y causa fundamentales del antisemistismo que a
lo largo de los dos milenios siguientes se ha cebado con las
comunidades judías mediante el odio, la discriminación social, las
expulsiones, la marginación en guetos, las profanaciones de tumbas,
los pogromos, la persecución inquisitorial y, en fin, la “solución final
de la cuestión judía” o sea el monstruoso genocidio nazi de la Shoah
(= catástrofe, “Holocausto”).
Cuando Jesús fue detenido, sus discípulos lo abandonaron y se
escondieron en sus casas hasta que “todo se hubo consumado”.
Como el de cualquier ajusticiado, su cadáver posiblemente fue
arrojado por los romanos a una fosa común, y “así, la vida del Jesús
histórico acabó en el más rotundo fracaso, incomprendido y
abandonado por sus familiares, paisanos, seguidores y discípulos,
entregado como un facineroso a las autoridades romanas y
ejecutado del modo más oprobioso, como un bandido cualquiera”
(J. Mosterín).
Origen del cristianismo
Tras la ejecución de su líder, los principales discípulos de Jesús (los
“doce apóstoles”, evocación de las doce tribus de Israel) no se
resignaron a aceptar el fracaso que suponía su muerte en la cruz y
durante semanas aguardaron la prometida inminente parusía o
“segunda venida” del maestro del que habían renegado en los
momentos difíciles. Resulta desconcertante que, una vez resucitado,
el hijo de Dios no se presentara ante los sumos Sacerdotes, el
gobernador Pilatos o la multitud que pidió su crucifixión, prodigio
que hubiese significado el triunfo incontestable de su misión
7
Probablemente escrito hacia 90 d.C. por autores anónimos, el texto conocido como
“Evangelio de San Mateo” cargó las tintas sobre los judíos en el proceso y ejecución de
Jesús, tratando de suavizar la responsabilidad romana por temor a sus represalias contra
las comunidades judeocristianas extrapalestinas, tras la brutal represión de la rebelión
de los antirromanos zelotes y sicarios en el año 70 que acabó con la destrucción de
Jerusalén y de la teocracia judía.
Fernando Sáez Aldana
15
El último amigo de Dios
terrenal. Por el contrario, los autores de los evangelios relatan
apariciones casi furtivas del resucitado.
La secta judía creada por Jesús, los jesusitas, fue una de las muchas
tendencias que entonces pululaban en la provincia romana de
Palestina, algunas ortodoxas (saduceos, fariseos, rabínicos) y otras
más heterodoxas (esenios, bautistas, sicarios, zelotes) aunque todas
respetuosas de la vieja Ley hebraica, con diferencias en cuanto a
interpretaciones y modos de cumplirla. Pronto hubo dos
comunidades de jesusitas, los que permanecieron en Jerusalén y los
de la diáspora o helenistas, que se propagaron rápidamente hacia
ciudades costeras del Mediterráneo oriental situadas en regiones
próximas a Palestina como Asia Menor (actuales Turquía y Siria), el
norte de África (actual Egipto) y Grecia. Las tensiones entre ambas
facciones condujeron al primer enfrentamiento entre estos
paleocristianos en fecha tan temprana como el año 49 d.C8.
Fue en el seno de estas tensiones donde emergió la figura del
auténtico ideólogo fundador de la religión cristiana: el judío y
ciudadano romano Saulo Paulus, futuro San Pablo, apóstol de los
gentiles. Nacido en el primer decenio d.C en Tarso de Cilicia (actual
Turquía), inició su carrera persiguiendo jesusitas helenizantes hasta
que en 39 d.C una probable crisis epiléptica 9 que lo arrojó del
caballo cambió su vida al convertirse no sólo en defensor de la secta
judeocristiana sino en el inventor del cristianismo.
Dejando de lado la figura histórica de Jesús, al que no conoció,
Pablo fue el principal promotor del proceso de deificación,
glorificación y mitificación de Jesucristo como hijo de Dios hecho
hombre para salvar a la Humanidad de las consecuencias del pecado
original con su pasión, muerte y resurrección. Impulsado por el
entusiasmo característico de los conversos, este predicador
8
El abandono de su actividad laboral ante la inminente llegada del reino de Dios arruinó
a los jesusitas jerosolimitanos, que pasaron a sobrevivir de colectas entre las
comunidades de la diáspora para auxiliar a los “pobres de Jerusalén”. Los jesusitas de la
metrópoli, además , exigían la circuncisión de los paganos periféricos convertidos a la
nueva religión (que a partir de entonces comenzaron a llamarse “cristianos”).
9
Existen varias teorías médicas sobre el ataque que descabalgó a Saulo camino de
Damasco. La más conocida es el ataque de epilepsia en el lóbulo temporal, cuyo cortejo
sintomático (pérdida de conciencia con caída al suelo, audición de voces o sonidos,
rigidez, visión de luz cegadora) encaja en la narración de los Hechos de los Apóstoles
(cap.9). Otra posible enfermedad padecida por San Pablo es la sífilis.
Fernando Sáez Aldana
16
El último amigo de Dios
infatigable, cuyas cartas serían los primeros textos canónicos del
Nuevo Testamento, convirtió a Jesucristo en el protagonista divino
del drama cósmico de la redención universal.
La predicación de las especulaciones cristológicas paulinas se
dirigieron sobre todo a los gentiles (paganos) llamados “temerosos
de Dios”, reticentes a circuncidarse para poder ingresar en la secta
cristiana. El triunfo de las tesis paulinas se debió en buena parte a su
habilidad para eludir este doloroso requisito exigido por los
judeocristianos de Jerusalén, pero sobre todo a la traumática
desaparición de estos, entre los que se encontraban los seguidores
directos de Jesús, tras la destrucción del año 70. A partir de
entonces, el cristianismo de la diáspora fue hegemónico y se
propagó con rapidez una vez salvado el obstáculo de la circuncisión
para acceder a la nueva y atractiva religión que prometía la
resurrección a una vida eterna con la salvación gratuita garantizada,
no ya por las buenas obras, la conducta virtuosa o el cumplimiento
de la ley, sino por la mera profesión de fe. Además, y diferencia de
otros cultos, el cristianismo no exigía desembolsos para realizar
sacrificios y sus ritos eran sencillos e igualmente “baratos”.
La teoría de la salvación formulada por Pablo (y revalidada tres
siglos después por otro fanático converso ex maniqueo, Agustín de
Hipona) es tan sencilla como ajena a la razón. Según la mítica
narración del Génesis, los padres de la Humanidad Adán y Eva,
tentada ésta por el demonio transformado en serpiente, habrían
desobedecido a su Dios creador al probar la fruta prohibida del
árbol del Bien y del Mal plantado en el Edén, donde vivían libres de
preocupaciones y fatigas. Tal desobediencia era una ofensa a Dios,
es decir, un pecado, que sería transmitido a todos sus
descendientes 10 , pecadores congénitos reos de muerte y
condenación eterna.
Aunque este “pecado original” transmisible queda perdonado al
recibir el sacramento del Bautismo, la salvación definitiva del ser
humano, o lo que es lo mismo, el acceso al cielo en la vida eterna
tras la resurrección del día del Juicio Final, sólo es posible por la
gracia, que es un don (“qui salvandos salvas gratis”) concedido por
10
Con excepción de María, la madre de Jesús, cuya Inmaculada Concepción fue
proclamada dogma de fe por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 .
Fernando Sáez Aldana
17
El último amigo de Dios
Dios a todo el que crea en Él, después de haber enviado al mundo a
su hijo para redimirlo con su muerte.
En su obra “El espejismo de Dios”, Richard Dawkins ofrece una
versión desenfadada pero acertada de esta absurda teoría que califica
de “locura”:
«Dios
se encarnó como el hombre Jesús para que fuera torturado y
ejecutado como expiación de un pecado simbólico heredado de Adán. Desde que
san Pablo expuso su repelente doctrina, se ha adorado a Jesús como el redentor
de nuestros pecados.
Si Dios quería perdonarnos, ¿por qué no hacerlo sin tener que ser
ajusticiado en pago? ¿A quién trataba de impresionar este Dios? Puede que a sí
mismo, juez, jurado y víctima de la ejecución.
Así que, para impresionarse a sí mismo, ¿provocó Jesús que lo torturaran
y ejecutaran, como chivo expiatorio, por un pecado simbólico cometido por un
personaje inexistente? »
Angustiado por la idea de su desaparición, el ser humano siempre ha
ansiado la inmortalidad. Pero, como sabe que no es posible eludir lo
único cierto que le deparará la vida, su final, se ha inventado el
renacimiento a una segunda vida -ya infinita y espantosa (infierno) o
dichosa (cielo) según el comportamiento en la primera- como medio
de burlar a la muerte para siempre. El mito de la resurrección,
trasunto de ciclos naturales estacionales como el agrícola o diarios
como la puesta y salida del sol, es el núcleo de la antropología de la
religión en todas las sociedades. En todas las culturas antiguas, la
facultad de un dios muerto (Osiris de Egipto, Tammuz de Sumeria,
Attis de Frigia, Adonis en Grecia, Baldur en Escandinavia, Krishna
en India, Lugh de los celtas, etc ) para resucitar por sí mismos era la
máxima demostración de su divinidad. Todas las religiones han sido
productos elaborados por la invención del ser humano, y la cristiana
no podía ser menos.
Posiblemente fue en Antioquía donde, como reacción de sus
decepcionados seguidores ante un fracaso inaceptable, se fraguó la
leyenda de la resurrección de Jesús en los años inmediatos a su
muerte en la cruz. Entusiasmado ante la idea, Pablo, que no mostró
interés alguno por el Jesús anterior a su muerte sino por el
resucitado, haría suya una historia que acabaría narrada de modo
Fernando Sáez Aldana
18
El último amigo de Dios
extrañamente contradictorio en los cuatro evangelios canónicos,
ninguno de los cuales escenifica el momento de la resurrección sino
sólo un sepulcro vacío y esporádicas apariciones privadas del
resucitado. En todo caso, la promesa de la misma resurrección en
cuerpo y alma, válida para todos los creyentes, es uno de los dogmas
fundamentales de la religión católica.
Otra de las elaboraciones teológicas del autoproclamado “apóstol”
Pablo fue la Eucaristía, rito fundamental de la misa católica, como
repetición del presunto sacrificio expiatorio de Jesús en el patíbulo
para redimir a la Humanidad. Él, que no fue invitado a la última
cena, es quien, con su brillante capacidad especulativa, describe con
todo detalle no sólo qué sino por y para qué se celebró.
Por lo que respecta al canon oficialmente consagrado por la Iglesia
como las “Sagradas Escrituras”, además de los 46 libros del Antiguo
testamento y los 27 del Nuevo, se conocen más de cien textos
apócrifos (atribuidos a autores sagrados pero no incluidos en el
canon bíblico oficial ). Más de la mitad son del Nuevo Testamento,
entre “evangelios” (unos 30) 11 , “hechos” de los apóstoles (9),
Epístolas (9) y Apocalipsis (10).
Los evangelios apócrifos, escritos entre los siglos II a IV d.C, narran
ciclos de la vida de Jesús como su natividad e infancia (Santiago,
Pseudo Mateo, Pseudo Tomás, Historia de José) o su Pasión y
resurrección (Pedro, Nicodemo, Bartolomé, evangelios gnósticos).
Otros (los “asuncionistas”) se centran el la figura de María (Libros
de San Juan evangelista y de Juan, obispo de Tesalónica).
Fue en el Concilio de Trento (1546) cuando la Iglesia Católica cerró
definitivamente el canon de los textos tanto veterotestamentarios
como neotestamentarios que componen oficialmente la nómina de
libros “inspirados” o Biblia. En la selección de los cuatro evangelios
canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan, por orden cronológico)
desempeñó un papel fundamental uno de los primeros apologistas
cristianos, Ireneo (130-202 d.c), obispo de Lugdunum (Lyon), quien
11
En 2006 National Geographic difunció un papiro con la traducción al copto del
“Evangelio de Judas” (texto gnóstico escrito en el siglo II), encontrado en el desierto
egipcio, que muestra a Judas como el discípulo preferido de Jesús, por quien se sacrificó
desempeñando el papel de traidor para liberarlo de su cárcel corporal por medio de la
muerte liberadora de su espíritu.
Fernando Sáez Aldana
19
El último amigo de Dios
justificó la existencia de cuatro evangelios por analogía con los
puntos cardinales.
El primero de ellos (conocido como “Marcos”12) fue escrito hacia el
año 70 d.C, entre 10 y 20 años después de las primeras cartas
(“epístolas”) de Pablo; “Mateo”y “Marcos”, entre el 80 y el 90, y
“Juan”, hacia el año 100. Los tres primeros se conocen como
“sinópticos” por su semejanza narrativa de hechos concretos,
mientras que el de Juan es más simbólico, abstracto y emotivo, está
influido por las teorías gnósticas (el “Logos” de Filón de
Alejandría)13 y contiene la primera mención a la divinidad de Jesús.
Los evangelios canónicos, sobre todo los sinópticos, son
recopilaciones de tradiciones orales que fueron filtradas al
trasladarlas a textos de aluvión desjudeificados y adaptadas para que
cuadraran las profecías del Antiguo Testamento. La sistemática
manipulación culpa a los judíos y exculpa a los romanos de la trágica
muerte de Iesous (fueron escritos en griego).
Durante los siglos II y III hubo muchos intentos de imponer la lista
definitiva de libros escritos tras la muerte de Jesús que estuviesen
inspirados por Dios.
En la primera mitad del siglo II, el rico Marción de Sínope la redujo
a un texto expurgado de Lucas y las cartas de Pablo; influido por el
gnosticismo, defendió su concepción dualista de un Dios cruel (el
del Antiguo Testamento) y otro bueno (el del Nuevo). Al ser
rechazado fundó su propia secta marcionista, por lo que fue uno de
los primeros heresiarcas cristianos.
Unos años más tarde el sirio Taciano, otro apologista cristiano
influido por el gnosticismo (adepto a la idea platónica de la materia
como principio del mal y obra de un creador enemigo de Dios o
Demiurgo), intentó sin éxito unificar los cuatro evangelios en un
solo texto conocido como Diatessaron (“a través de cuatro”).
12
Se desconoce la autoría de los cuatro textos. La teoría de las dos fuentes considera a
Mateo y Lucas inspirados en Marcos y en la llamada fuente Q (quelle = fuente, en
alemán) o protoevangelio Q, recopilación anónima de dichos de Jesús y otras historias.
13
El evangelio de Juan, que no pudo ser obra del homónimo discípulo de Jesús, fue el
único reconocido por los cátaros. “El libro”, como antonomásticamente denominaban al
texto, se utilizaba en la administración del consolamentum, o sacramento único de la
religión cátara, colocándolo sobre la cabeza del consolado en el momento de recibir el
“bautismo por el Espíritu”.
Fernando Sáez Aldana
20
El último amigo de Dios
Fue en el Sínodo de Laodicea (363 d.C) donde se fijó el canon
neotestamentario católico prácticamente definitivo14 y se prohibió la
lectura en los templos de textos apócrifos. A partir del papa
Gregorio el Grande (San Gregorio Magno), que inventó el
Purgatorio en el 604, la Iglesia considera que Dios es el autor de
todos los textos de la Biblia.
El triunfo del cristianismo
Tras el final de las guerras civiles de la república de Roma, el primer
emperador Caius Iulius Caesar Augustus (Octavio Augusto)
inauguró dos siglos y medio de paz de fronteras adentro,
coincidiendo con la máxima extensión territorial de Roma. La “pax
augusta” o “pax romana” convirtió al imperio en un vasto espacio
de estabilidad, prosperidad y tranquilidad cuyos habitantes se sentían
orgullosos de pertenecer a él.
La ciudad de Roma no sólo era la capital del imperio sino (caput
mundi) del mundo civilizado. La pujante urbe cosmopolita ejerció
una fuerte atracción en todos los pueblos que fue conquistando en
torno al mar Mediterráneo hasta convertirlo en el Mare Nostrum. Los
judíos, ribereños de este inmenso lago interior del imperio, no
fueron una excepción, y la nueva secta de los cristianos, una más de
las religiones mistéricas procedentes de Oriente que prometían la
inmortalidad y la salvación, encontró en Roma un extraordinario
medio de difusión. Sin embargo, y a pesar de la tradicional tolerancia
religiosa romana, los primeros cristianos, unos fanáticos que
condenaban a las demás religiones, no fueron bien vistos desde el
principio. El lastre de su fundación por un rebelde anti romano
ajusticiado en el patíbulo, unido a su desgajamiento del tronco judío,
impopular pero respetado, les granjeó el aborrecimiento de los
romanos como secta de seguidores de “una superstición reciente y
maléfica” (Suetonio).
Cuando Nerón los acusó de causar el gran incendio de Roma (64
d.C) fueron sañudamente perseguidos. La represión fue tan
14
Lo componen 27 textos: los evangelios de Marcos, Mateos, Lucas y Juan, el
Apocalipsis, los Hechos de los apóstoles, quince epístolas de Pablo, dos de Pedro, tres
de Juan y una de Judas.
Fernando Sáez Aldana
21
El último amigo de Dios
efectiva15 que hasta el siglo II no se vuelve a tener noticia de una
comunidad cristiana romana. Según la tradición católica, durante su
cruel reinado se habrían producido las ejecuciones de los apóstoles
Pedro y Pablo, aunque históricamente no se hayan demostrado.
Hasta casi dos siglos después de la de Nerón no se produjo la
segunda persecución organizada contra cristianos en Roma. El
emperador Decio (249-51 d.C) decretó la supresión del cristianismo
respetando a quienes aceptaran ofrecer sacrificios al emperador y
persiguiendo a los resistentes; cuando un nuevo brote de peste
antonina diezmó la ciudad (hasta 5.000 muertos diarios), los
cristianos fueron utilizados de nuevo como chivo expiatorio y
reprimidos con crueldad.
Poco después Valeriano (257-260) prohibió el culto cristiano,
confiscó sus bienes y promulgó de nuevo una feroz represión16.
Tras casi medio siglo de vuelta a la tolerancia, Diocleciano
desencadenó entre 303 y 305 d.C la tercera gran persecución de los
cristianos por considerar su intolerancia una amenaza para la unidad
del imperio, aunque el instigador posiblemente su sucesor, Galerio,
que atacó tanto al maniqueísmo como al cristianismo.
Por lo tanto, durante tres siglos, la persecución de los cristianos se
extendió durante sólo ocho años, en cuatro períodos de
aproximadamente dos cada uno. Cinco días antes de morir, el
emperador Galerio abandonó su empeño de que “los cristianos, que
15
“Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que,
aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos. El autor de este nombre,
Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilatos
(…) Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego por las
indicaciones que estos dieron, toda una ingente muchedumbre quedaron convictos, no
tanto del crimen de incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue
acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados
por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces eran quemados al caer el día a
guisa de luminarias nocturnas. Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios
jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe
o guiando él mismo su coche”.(Anales de Tácito)
16
“Los obispos, presbíteros y diáconos deben ser inmediatamente ejecutados; los
senadores, nobles y caballeros, perdida su dignidad, deben ser privados de sus bienes, y
si aún así continúan siendo cristianos, sufran la pena capital. Las matronas, despojadas
de sus bienes, sean desterradas. Los cesarianos [libertos del césar] que antes o ahora
hayan profesado la fe, confiscados sus bienes, y con el registro [marca de metal] al
cuello, sean enviados a servir a los dominios estatales.» (Carta 80 de Cipriano a
Suceso)
Fernando Sáez Aldana
22
El último amigo de Dios
habían abandonado la religión de sus ancestros, se reintegrasen a la razón y al
buen sentido”, y promulgó el llamado Edicto de Tolerancia de
Nicomedia (311), que otorgó al cristianismo el estatus de religión
autorizada, permitiéndoles “reconstituirse, así como sus lugares de culto,
siempre que no hagan nada en contra del orden público”. Siete décadas
después de este reconocimiento histórico, la nueva religio licita
alcanzaría su triunfo definitivo al ser declarada por el emperador
Teodosio el Grande religión oficial del imperio por el edicto de
Tesalónica (380 d.C). Éste, conocido como Cunctos Populos,
dispuso «que todos los pueblos que son gobernados por la administración de
nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los
romanos (…) Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica
creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el
concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el
nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás
los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus
lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la
venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que
adoptaremos siguiendo la voluntad celestial».
Así pues, en el mismo instante de la proclamación de la fe católica
como la verdadera, nació la intolerancia que anatemizaba a los
heterodoxos o disidentes convirtiéndolos automáticamente en reos
de castigo. En un solo día17 los cristianos pasaron de ser perseguidos
a perseguidores, y no durante ocho años sino per saecula saeculorum.
Sin embargo no fue el hispano Teodosio (último emperador
conjunto de Oriente y Occidente) el artífice de la fijación de la
doctrina dogmática fundamental de la nueva Iglesia, sino su
antecesor Constantino I o el Grande. En una época en que el poder
imperial era compartido por varios césares y augustos, el ambicioso
Constantino fue eliminando a todos sus rivales hasta convertirse en
emperador único. A uno de ellos, el augusto Majencio, lo venció el
28 de octubre de 312 en la batalla del Puente Milvio, a las afueras de
Roma. La leyenda pretende que, la víspera del enfrentamiento,
Constantino tuvo una visión (quizás un halo solar) que interpretó
como el monograma simbólico de Cristo o crismón, formado por
17
“El tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de
Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto”, o sea, el 28 de febrero de 380.
Fernando Sáez Aldana
23
El último amigo de Dios
las dos primeras letras de la palabra griega χριστóς (Cristo) ji/chi (χ)–
ro (ρ) superpuestas: 18 . La visión se habría acompañado de la
audición de una frase en griego: "ἐν τούτῳ νίκα", (en toutōi nika, “con
esto vencerás”). Constantino venció a su rival y a partir de entonces
el emperador adoptó el símbolo como amuleto mágico de la buena
suerte en los escudos y estandartes (lábaros) de su ejército.
Tras eliminar al último de sus rivales, su cuñado el emperador de
Occidente Licinio -al que mandó asesinar como a su primogénito
Crispo y a su esposa Fausta- Constantino alcanzó el poder absoluto
(pontifex maximus) y trasladó la capital del imperio a Bizancio (actual
Istanbul), rebautizada primero como Nova Roma y, tras su muerte,
Konstantinoupolis (“Ciudad de Constantino” = Constantinopla).
En principio, el edicto de Milán (313) significó el reconocimiento de
la libertad religiosa en el imperio, pero a partir de entonces la
política de Constantino se encaminó a favorecer a la minoritaria
religión cristiana (calculada en un 10-14% de la población del
imperio) sobre las demás. Además de devolverles sus bienes
confiscados en los malos tiempos, los cristianos comenzaron a
acceder con preferencia a los altos cargos políticos, funcionariales y
militares, los clérigos fueron eximidos de obligaciones civiles,
fiscales y militares y los obispos fueron remunerados como los altos
magistrados. Estos privilegios provocaron numerosas conversiones
interesadas y prácticas generalizadas de corrupción incontrolada. El
emperador financió la construcción de grandes templos cristianos,
sobre todo en Roma (Letrán, Vaticano, San Pablo, Santa Cruz)) y
en Jerusalén, donde la madre del emperador, la fantasiosa ex
concubina de su padre Elena (Santa Elena), “descubrió”
milagrosamente, bajo los templos paganos que derruyó, santos
lugares y extraordinarias reliquias relacionadas con la pasión de
Cristo tres siglos después de su muerte19.
18
Para otros el signo fue un estaurograma o cruz latina con su brazo vertical en forma
de “P”.
19
En 326 d.C la emperatriz madre hizo derribar el templo de Venus erigido por Adriano
en el Gólgota dos siglos antes en busca de la cruz de Jesucristo. Prodigiosamente
descubrió las tres y para identificarla utilizó un cadáver que resucitó al contacto con la
verdadera (Vera Cruz), de la que se extrajeron tantos lignum crucis o reliquias
repartidas por toda la Cristiandad que juntos “formarían varios bosques”.
Fernando Sáez Aldana
24
El último amigo de Dios
La figura del providencial emperador sería utilizada por el papado
cuatro siglos después de su muerte para perpetrar la monumental
estafa que proporcionó a la Iglesia Católica un inmenso patrimonio
que incluía territorios y ciudades enteras, incluida Roma y sus
alrededores: la llamada Donación de Constantino, un documento
redactado por orden del papa Esteban II en el siglo VIII con fecha
30 de marzo de 315 en la que el emperador, supuestamente de su
puño y letra, donaba al papa Silvestre I el gobierno de Roma. El
fraude convirtió al papa en un soberano temporal al frente de un
auténtico Estado independiente, los Estados Pontificios, hasta el
proceso de reunificación italiana que en 1870 arrebató por la fuerza
al papa Pío IX su Estado y su ciudad para convertirla en la capital
del reino de Italia 20.
El dogma católico
El afloramiento del cristianismo puso en evidencia sus disensiones
internas, origen del secular odium theologicum o furibundas discusiones
teológicas generadoras de violencia no sólo intelectual sino incluso
física que caracterizaron los primeros siglos de la nueva religión.
Preocupado por mantener a toda costa la unidad y cohesión internas
de un imperio cuyo poder detentaba como monarca absoluto, y
aconsejado por el obispo Osio de Córdoba, Constantino decidió
zanjar las controversias entre los cristianos recién legalizados
convocando a sus obispos a una reunión de cuyas discusiones y
acuerdos debía surgir una doctrina consensuada, es decir, una
ortodoxia dogmática sin fisuras. El resultado fue el primer concilio
“ecuménico” (universal) de la Iglesia católica, celebrado en la ciudad
de Nicea (actual Iznik, Turquía).
En el año 325, unos trescientos obispos, de los cuales sólo cuatro
procedían de Occidente y entre los que no se encontraba el de
Roma (el papa Silvestre I)21 fueron acogidos por el emperador cerca
de su palacio y tratados a cuerpo de rey hasta que logró imponer las
creencias oficiales por cuyo estricto cumplimiento debían velar que
20
Los pactos de Letrán, firmados en 1929 por Pío XI y Mussolini, reconocieron la
vigente jurisdicción papal sobre las 44 hectáreas de Ciudad del Vaticano, el país más
pequeño del mundo, cuyo jefe de Estado es el papa.
21
Durante cinco siglos los concilios orientales fueron convocados, dirigidos y
financiados por el emperador de Bizancio.
Fernando Sáez Aldana
25
El último amigo de Dios
los pastores de almas participantes. Las mayores y más apasionadas
discusiones (pro también las más baldías y sutiles o “bizantinas”)
debatieron la definición del dogma fundamental de la teología
católica: la (Santísima) Trinidad, inagotable fuente de disidencia y,
por tanto, de herejías.
Frente a las religiones politeístas de la Antigüedad (Egipto, Grecia,
Mesopotamia, India), las tres religiones abrahámicas (judaísmo,
islamismo y cristianismo) sólo reconocen un único Dios. Pero
mientras judíos y musulmanes identifican a ese ser supremo con una
única “persona” (Yahvé, Alá), los primitivos cristianos se
complicaron las cosas al distinguir “tres personas distintas, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, y un solo Dios verdadero”.
La idea de un dios uno pero trino no se encuentra en el Antiguo
Testamento ni en los mensajes de Jesús22 y su origen arranca de las
teorías gnósticas y neoplatónicas que distinguían entre un Dios
trascendente y espiritual y un creador del mundo material, demiurgo
o Logos, sede las formas e ideas que existe en Dios y actúa como
intermediario entre éste y el mundo, y que los primeros teólogos
cristianos acabaron identificando con el Hijo.
Las discusiones acerca de la ousía (“sustancia” o “naturaleza”) de las
tres personas (hypostáseis)trinitarias se convirtieron en una delirante
logomaquia en la que, frente a los defensores de un Padre e Hijo
formados por sustancias semejantes (homoioúsios), en Nicea acabó
imponiéndose la tesis de la homoousía: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo son tres personas distintas que comparten la misma sustancia
o esencia divina. La siguiente discusión, qué, quién y cómo era
Jesucristo, se zanjó reconociéndole dos naturalezas distintas,
humana y divina, pero una sola persona incluida en la Trinidad
(Dios Hijo) y, por tanto, compartiendo sustancia con Dios Padre y
Dios Espíritu Santo. Este auténtico galimatías trinitario, planteado
por los primeros grandes apologistas cristianos como Orestes y
Tertuliano, fue inmediatamente rebatido por otros teólogos entre
los que destacó el alejandrino Arrio (256-336), quien defendió que el
Logos o Hijo de Dios fue creado por el Padre (algo más adecuado a
la razón humana) y por tanto no puede ser homooúsios con él. Esta
hipótesis subordinacionista fue duramente condenada en el concilio
22
La única alusión evangélica “al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” (Mt. 28, 19) parece
una burda manipulación.
Fernando Sáez Aldana
26
El último amigo de Dios
de Nicea, y en consecuencia Arrio, que llegó a ser derribado de un
puñetazo por el obispo Nicolás de Bari en una acalorada discusión,
fue condenado como hereje. Aunque Constantino ordenó el
destierro de Arrio y la destrucción de sus obras, en los últimos
momentos de su vida fue bautizado por un clérigo arriano.
El primer concilio de Nicea fue un hito fundamental en la historia
de la Iglesia católica. De él surgió el llamado Credo Niceno,
compendio de los principales dogmas de la ortodoxia católica que,
completado en el segundo concilio ecuménico de Constantinopla
(381), es el que rezan en la actualidad los católicos en la misa23.
Además de aprobar el Credo por votación, Nicea I abrió las puertas
al culto a la virgen María y a las imágenes y fijó como domingo de
Resurrección24 el primero después de la luna llena tras el equinoccio
de primavera (en el hemisferio norte). El concilio se clausuró con un
fastuoso banquete con el que el emperador agasajó a los obispos
sumisos. Los que se opusieron a la homoosusía fueron
excomulgados y desterrados.
La tabla siguiente muestra los hechos más destacados de los ocho
primeros concilios ecuménicos de la Iglesia Católica, celebrados en
Oriente a los largo de cinco siglos.
23
El credo niceno-constantinopolitano reza: “Creo en un solo Dios, Padre
todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible/ Creo en
un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz/Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros
los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre./ Y por nuestra causa fue crucificado en
tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las
Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá
con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. /Creo en el Espíritu
Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el
Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. /Creo la
Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. /Confieso que hay un solo
bautismo para el perdón de los pecados. /Espero la resurrección de los muertos y la
vida del mundo futuro. /Amén.”
24
Cuatro años antes del concilio, aconsejado por los obispos cristianos, Constantino
había proclamado el antiguo “día del Sol” pagano como dies Dominicus (“día del
Señor”), de descanso obligatorio, con el fin de homologar ambas festividades en
beneficio de los intereses cristianos.
Fernando Sáez Aldana
27
El último amigo de Dios
Años
325
381
Concilio
Nicea I
Constantinopla I
431
Éfeso
451
Calcedonia
553
Constantinopla II
680-1
Constantinopla III
787
Nicea II
869-70
Constantinopla IV
Acuerdos adoptados
Credo niceno
Credo niceno-constantinopolitano
(divinidad del Espíritu Santo)
María, Theotokos
Doble naturaleza de Cristo
Doble naturaleza de Cristo, una
sola persona o hipóstasis
Unión hipostática de las dos
naturalezas
Doble energía y voluntad de
Cristo (humana subordinada)
Culto (“veneración”) a las
imágenes
Doble procesión del Espíritu
Santo (polémica del Filioque25)
Disidentes condenados
Arrianismo
Pneumatómacos
Anomeos y homeanos
Nestorianismo
Monofisismo
Filonestorianos
Los Tres Capítulos
Monotelismo
Iconoclastas
Cisma de Focio
El primer concilio de Nicea fue el primero de los ocho ecuménicos
celebrados en la Pars Orientalis del Imperio, donde más arraigado y
extendido estaba el cristianismo, durante los cinco siglos siguientes
al edicto de Milán. Convocados por los emperadores bizantinos y
con asistencia simbólica de la iglesia occidental (ningún papa asistió
a ninguno de ellos), fue en estos concilios “griegos” donde se
forjaron los principales dogmas católicos, tras interminables y
apasionadas disputas teológicas “bizantinas” que zanjaron
definitivamente la ortodoxia en materia trinitaria, cristológica y
mariana. El siguiente concilio ecuménico católico no se celebró
hasta 1123 (Primer Coniclio de Letrán), inaugurando la serie de
concilios “latinos”.
Aunque el corpus dogmático que define la ortodoxia católica no se
completó hasta 195026, tras el I Concilio de Constantinopla (381),
que amplió la consustancialidad divina al Espíritu Santo, las
creencias básicas quedaron fijadas definitivamente. La siguiente tabla
expone los dogmas fundamentales de la Iglesia Católica.
25
La distinta procedencia del Espíritu Santo entre el Credo oriental (“Del Padre”) y el
occidental (“Del Padre y del Hijo = Filioque) sentó las bases del Gran Cisma entre
ambas iglesias cristianas, consumado en 1054. La cláusula “filioque”, introducida en el
Primer Concilio de Toledo (397) aún se considera herético por la Iglesia Oriental.
26
El 1 de noviembre de ese año, “rodeado de 36 cardenales, 555 patriarcas, arzobispos
y obispos, de gran número de dignatarios eclesiásticos y de una muchedumbre
entusiasmada”, el papa Pío XII proclamó en el Vaticano como “dogma divinamente
revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso
de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
Fernando Sáez Aldana
28
El último amigo de Dios
Dogma
María, Madre de Dios
La Segunda Venida de Jesucristo para presidir el Juicio
Final
Jesucristo es verdadero Dios e hijo de Dios por
esencia.
Doble naturaleza de Cristo
Declaración
Concilio de Éfeso
Símbolo Quicumque o
Atanasiano
Año (Papa)
431 (San Clementino I)
s. V
Epístola dogmática
Resurrección de Jesucristo al tercer día
Cada naturaleza de Cristo posee voluntad y operación
físicas propias
XI Concilio de Toledo
III
Concilio
de
Constantinopla
449 (San León
Magno)
675 (Adeodato I)
681 (San Agatón)
Unicidad de Dios
Santísima Trinidad
El hombre consta de cuerpo y alma
Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la diestra
de Dios Padre”.
Existencia del Purgatorio
Las almas de los que mueren en gracia van al cielo y, en
pecado, al infierno.
Pedro Apóstol fue constituido por Cristo Señor,
príncipe de todos los apóstoles y cabeza visible de toda
la Iglesia.
La confesión sacramental de los pecados es necesaria
para la salvación
Transubstanciación del cuerpo y sangre de Cristo en la
Eucaristía
Inmolación incruenta de Cristo en la misa
Jesucristo instituyó los sacramentos
La muerte es consecuencia del pecado primitivo de
Adán
Propagación del pecado original por generación
Inmaculada Concepción de María
Conocimiento de Dios por la luz de la razón humana
Creación del mundo por Dios de la nada
La Iglesia fue fundada por Jesucristo
Infalibildad del Papa ex cathedra y de la Iglesia en
materia de fe y costumbres
plena y suprema potestad de jurisdicción sobre la
Iglesia universa
Existencia de Dios
Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo
Concilio IV de Letrán
1215 (Inocencio III)
II Concilio de Lyon
Constitución Benedictus
Deus
Concilio de Florencia
1274 (Gregorio X)
1336 (Benedicto XII)
Concilio de Trento
1555 (Julio III)
I
1445 (Eugenio IV)
1562 (Pío IV)
1563 (Pablo III)
Bula Ineffabilis Deus
Concilio Vaticano I
1854 (Pío IX)
1870 (Pío IX)
Bula
Munificenlissimus Deus
1950 (Pío XII)
La solemne proclamación conciliar de los dogmas católicos
finalizaban con la frase: “Si alguno negase (lo afirmado en la
declaración) o dijere (algo diferente o lo contrario)…. sea anatema”.
Esto es, excomulgado. Tal como se entiende hoy, la excomunión
católica es la pena eclesiástica más severa y significa la expulsión de
la vida de la Iglesia, concretada en la negación del acceso a sus
sacramentos. En la Edad Media, sin embargo, la excomunión
excedía el alcance espiritual de la exclusión y suponía la auténtica
Fernando Sáez Aldana
29
El último amigo de Dios
muerte social del anatemizado. Además de impedirle la salvación
que proporcionaban los sacramentos, el excomulgado era declarado
“maldito en la ciudad, maldito en los campos. Malditos sean su granero, sus
cosechas, sus hijos y el producto de sus tierras. Que ningún cristiano le dé los
buenos días, ningún sacerdote le diga la misa ni le dé los sacramentos. Sea
enterrado con los perros y de igual modo que hoy se apagan estos cirios que arrojo
de mi mano, la luz de su vida se extinga en la eternidad, a menos que se
arrepienta y satisfaga a la Iglesia de Dios enmendándose y haciendo penitencia".
Cuando la condena recaía sobre un noble o incluso un rey, sus
vasallos quedaban liberados del juramento de fidelidad y eran
igualmente excomulgados si continuaban obedeciendo a su antiguo
señor.
La base sobre la cual los papas fundamentaron no sólo su autoridad
espiritual sino el poder temporal 27 es la llamada “sucesión
apostólica”, en virtud de la cual el fundador de la Iglesia cristiana,
Jesucristo, nombró como sucesor a Simón Pedro, considerado el
primero de una lista de papas ininterrumpida hasta nuestros días. En
una fecha tan reciente como el 26 de junio de 1968, el papa Pablo
VI anunció que una excavación arqueológica realizada en el
subsuelo del Vaticano había identificado “de forma convincente” las
reliquias de San Pedro entre restos humanos de varias personas
datados en el siglo I. El descubrimiento, muy cuestionado por la
comunidad científica, ha sido el último argumento esgrimido por el
papado para legitimar su descendencia directa del “príncipe de los
apóstoles”, que según la tradición católica fue el primer papa por
designación expresa de Jesucristo.
La doctrina de la sucessio apostolica defiende que la Iglesia Católica es
la heredera directa de los apóstoles por la transmisión de la
ordenación de obispos en una cadena iniciada por los doce y
perpetuada hasta la actualidad. Esta teoría resultó básica para la
condena de herejes por los obispos, como depositarios de la
autoridad y legitimidad que les otorgaba la posesión de la verdad
cristiana originaria frente al “error” de las interpretaciones heréticas,
merecedoras de anatema.
27
El apogeo de la teocracia papal se dio con Inocencio III, el papa con mayor poder
político de la historia e instigador de la Cruzada contra la herejía cátara.
Fernando Sáez Aldana
30
El último amigo de Dios
La presunta “línea directa” de sucesión papal ininterrumpida desde
Simón Pedro28, pretendida por la tradición católica, fue el principal
argumento esgrimido por los papas bajomedievales para justificar la
teocracia de la que se consideraban los representantes de Dios como
auténtico gobernante del mundo a través de la persona de Jesucristo
(Vicarius Christi). La indiscutible autoridad que conferiría dicha
sucesión directa, además de por investigadores históricos
aconfesionales, ha sido cuestionada durante siglos por otras
confesiones cristianas no católicas y por diversas “herejías” o
disidencias.
Independientemente de las modernas investigaciones que
cuestionan esta supuesta sucesión apostólica (el sucesor del
ajusticiado Jesús al frente de la secta parece que fue su hermano
Jacobo 29 y no Pedro), los cátaros la rechazaban y por ello no
reconocían la autoridad del papa ni de la jerarquía católica. De
hecho, los presuntos sucesores directos de Simón Pedro durante los
dos primeros siglos del cristianismo son personajes de dudosa
existencia cuyos nombres aparecieron por primera vez en el año 354
formando el Catalogus Liberianus, carente de rigor histórico. Este
rechazo de la sucessio apostolica y por tanto de la autoridad papal `por
los cátaros fue uno de los principales motivos que impulsaron a los
“vicarios de Cristo” de la época a combatirlos hasta acabar con ellos.
Resumen
El judío Yeshúa fue un santón galileo de perfil escatológico
apocalíptico y dotes de curandero que fundó su secta y predicó la
inminente llegada del reino de Dios liberador de los judíos del yugo
romano. Su radicalización le llevó a alterar el orden público en
Jerusalén durante la Pascua y los romanos lo ejecutaron por
revoltoso en el patíbulo destinado a los delincuentes, la cruz. A
partir de este nebuloso personaje histórico, Pablo de Tarso,
desgajándola del judaísmo y tras liberar de la circuncisión a los
gentiles, inventó la religión que conocemos como cristianismo
28
El actual papa, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) hace el nº 265 de la lista oficial del
papado.
29
Este Yáaqov, Jacobo o Santiago hermano de Jesús es distinto del apóstol homónimo,
hijo del Zebedeo, presuntamente enterrado en Santiago de Compostela (España).
Fernando Sáez Aldana
31
El último amigo de Dios
atribuyendo a Jesucristo una divinidad hecha hombre para redimir a
la Humanidad de su pecado original mostrando el camino de la
salvación a través de la fe. Durante los tres siglos posteriores a la
crucifixión de Jesús los llamados padres de la Iglesia fueron
elaborando la ortodoxia o doctrina oficial a base de dogmas que
cristalizaron en el Credo que el emperador Constantino forzó a
consensuar a los obispos orientales cuando despenalizó la nueva
religión, que en el siglo IV se convirtió en la oficial del Imperio. En
sucesivos concilios ecuménicos fue completándose un ortodoxia
sustentada en la Trinidad, la doble naturaleza de Jesucristo, la
virginidad y maternidad de María, la institución de los sacramentos,
la pasión, muerte y resurrección de Cristo, la transubstanciación
eucarística y la existencia de una Iglesia “una, santa, católica y
apostólica”, la de Roma. Esta iglesia “verdadera” continúa presidida
por un papa en virtud de la sucesión apostólica, que nada más
instalarse en el poder pasó de perseguida a perseguidora de los
disidentes de la ortodoxia oficial, automáticamente calificados de
herejes y perseguidos hasta la abjuración o la muerte.
Fernando Sáez Aldana
32
El último amigo de Dios
Parte Segunda. LA DISIDENCIA
“Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno”
(I Juan, 5:16)
Las herejías medievales
Etimológicamente, herejía (del griego αἵρεσις = “haeresis”)
significa elección. Una elección referida al mundo de las ideas, por
lo que en el mundo moderno podría entenderse como “opinión”.
Aplicada al ámbito de la religión, cuando esta opinión difiere de la
doctrina oficial y sus dogmas, a los ojos de unos guardianes de la fe
tan celosos como intransigentes, se convierte automáticamente en
herejía. Visto así, una religión no es más que una herejía que acaba
imponiéndose sobre otras, una secta triunfante en definitiva.
Por lo que al cristianismo respecta, la existencia de la herejía es tan
antigua como la de su propia doctrina. Ya pocos años después de la
muerte de Jesús, Saulo de Tarso o San Pablo, el auténtico inventor
de esta religión, aseguraba (1 Cor. 11,19) que “es necesario que entre
vosotros haya disensiones (oportet haereses esse, en la traducción latina
de Vulgata), para que se ponga de manifiesto quiénes son de
probada virtud”.
Pero, a medida que la Iglesia romana crecía, se organizaba y se iba
configurando como la formidable estructura de poder e influencia
que llegaría a ser en el mundo occidental, la consideración de esta
variedad de especulaciones teológicas, reconocida por Pablo como
de utilidad para esclarecer la “verdad” por parte de los primeros
grandes teólogos cristianos se convirtió en intolerancia. En su obra
Adversus haereses (“Contra las herejías”), el apologeta y Padre de la
Iglesia San Ireneo (Ireneo de Lyon, 130 - c. 202) sentó las bases de
la lucha contra las herejías, consideradas como perversos errores
doctrinales sembradores de discordia y contrarios a una ortodoxia
heredada de los apóstoles cuyos sucesores y depositarios, los
obispos católicos, debían combatir por todos los medios, en aras de
la unidad espiritual de la Iglesia.
La lista de “herejías” o diferentes interpretaciones de la “verdad
revelada” durante los primeros siglos del cristianismo es
interminable. A continuación se ofrecen las más importantes:
Fernando Sáez Aldana
33
El último amigo de Dios
- Arrianismo: Jesucristo era Hijo de Dios, pero no Dios mismo.
- Docetismo (de δοκέω = parecer): el cuerpo de Cristo fue
aparente, no real, y por tanto no fue crucificado.
- Donatismo (de Donato, obispo de Cartago): rechazo de la
administración de los sacramentos por sacerdotes inmorales
- Adopcionismo: Jesucristo fue un ser humano adoptado por
Dios; opuesto al encarnacionismo: Jesucristo fue desde
siempre la Segunda Persona (Hijo) de Dios.
- Pelagianismo (del monje bretón Pelagio): la naturaleza del
hombre se basta para salvarse sin necesidad de la gracia
redentora. El pecado de los primero padres no se transmitió al
género humano.
- Dualismo: creencia de diversas herejías en dos principios
coeternos e igualmente poderosos, el Bien y el Mal.
- Sabelianismo: el Hijo sólo es una modalidad del Padre
- Gnosticismo: filosofía que defendía la supremacía del
conocimiento sobre la revelación. Influyó en varios
movimientos heterodoxos.
- Marcionismo: Marción, el primer gran hereje (siglo II),
distinguía entre el dios del Antiguo testamento y el del Nuevo
y negó que el Mesías del primero fuese Jesús.
- Maniqueismo: religión dualista elaborada por el persa Manes
(s. III).
- Monofisismo: desde el momento de la encarnación, la
naturaleza humana de Cristo fue absorbida por la divina, la
única que debe considerarse.
- Monotelismo: defendía la existencia de dos naturalezas en
Cristo pero con una sola voluntad.
- Nestorianismo: María es madre de Cristo-hombre pero no de
Dios
- Pneumatomaquia: negaba la naturaleza divina del Espíritu
Santo.
- Arrianismo: negaba que Padre e Hijo tuvieran la misma
naturaleza. Fue la religión nacional de los pueblos germánicos.
- Subordinacionismo: el Hijo está subordinado al Padre
- Etcétera.
Fernando Sáez Aldana
34
El último amigo de Dios
Las doctrinas dualistas
El pensamiento humano de todos los tiempos ha destacado una
serie de ideas opuestas elementales sobre las que se han basado las
corrientes filosóficas y las religiones más importantes. Estas parejas
de conceptos antitéticos son: bien/mal, cuerpo/alma,
espíritu/materia, cielo/tierra, ser/nada, salvación/condenación o
cielo/infierno, etc.
Se denomina dualista la doctrina que afirma la existencia de dos
principios supremos, independientes y antagónicos, el del Bien y el
del Mal, por cuya acción se explica el origen y evolución del mundo.
El principio del Bien es identificado con la Luz y el Espíritu y el del
Mal con las Tinieblas y la Materia. La materia es, pues, mala, y
principio del mal; fue creada por un demiurgo distinto del dios
bueno, o por el diablo.
Para Platón, la realidad está dividida en dos ámbitos totalmente
distintos: el conjunto de las cosas espacio-temporales, mutables y
abocadas a la muerte, al que da el nombre de Mundo Sensible, y el
conjunto de entidades no espaciales ni temporales, inmutables y
eternas, al que da el nombre de Mundo Inteligible o Mundo de las
Ideas. En correspondencia con este dualismo ontológico, Platón
defiende un claro dualismo antropológico: creerá que en el hombre
encontramos dos principios opuestos: el cuerpo que nos vincula con
la realidad material y pertenece al Mundo Sensible, y el alma que es
el principio inmaterial, divino e inmortal y que nos vincula con el
Mundo de las Ideas.
Las visiones dualistas del universo y su creación posiblemente son
tan antiguas como el pensamiento humano. Las más conocidas y
mejor estudiadas son: el dualismo iranio, zoroastrismo o mazdeísmo,
que es el más antiguo (entre el I y II milenios A.C.), el dualismo
órfico de la Grecia antigua, el platónico, el gnóstico, el maniqueísmo
(s. III D.C.) y, como antecedente más próximo al catarismo, el
bogomilismo (s. X D.C.)
El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas filosóficoreligiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres
primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un
Fernando Sáez Aldana
35
El último amigo de Dios
pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto
prestigio entre los primeros apologistas e intelectuales cristianos. En
efecto, puede hablarse de un gnosticismo pagano y de un
gnosticismo cristiano, aunque el más significativo pensamiento
gnóstico se alcanzó como rama heterodoxa del cristianismo
primitivo. Precisamente se extendió por el Imperio Romano durante
los tres primeros siglos de nuestra era, coincidiendo con la
expansión de la nueva religión cristiana.Una de las creencias básicas
del gnosticismo era que la materia era mala y por tanto el mundo
empírico, “sensible” y material es igualmente malo, mientras que
solamente lo espiritual es bueno. Los gnósticos distinguían el Dios
supremo, espíritu puro y bien absoluto, de un mundo cuya creación
por éste negaban por imposibilidad de que algo tan bueno como
Dios fuese la causa de algo tan malo como el mundo material. La
creación de este mundo visible la atribuyeron a un dios secundario,
el demiurgo de Platón o Yahvé/Jehová de los judíos.Para los
gnósticos, la salvación consiste en escapar del cuerpo material donde
el espíritu, chispa desprendida de la divinidad, se encuentra
prisionero, para reunirse definitivamente con lo divino. En
consecuencia rechazaban la idea de una resurrección que volvería a
encarcelar al espíritu en una cárcel de carne y defendían el
conocimiento (gnosis) como única vía de salvación. Por la misma
razón, algunos cristianos gnósticos de los primeros siglos
practicaban el ascetismo y rechazaban la idea de Jesucristo como
divinidad hecha hombre, por lo que negaban que poseyese un
cuerpo real sino sólo en apariencia (doketaí, en griego). Esta opinión,
conocida como docetismo, fue como ya se ha dicho una de las
primeras herejías de la cristiandad.
En el catarismo coexistieron dos interpretaciones o tendencias
dualistas: moderada y absoluta. Para la primera, asentada en
Lombardía, y de acuerdo con lo explicado en la Cena Secreta,
Satanás fue el hijo mayor de Dios que, por rebelarse contra él, fue
expulsado del cielo con un tercio de los ángeles para, con el permiso
divino, organizar la materia terrenal creando el mundo visible y
habitándolo con cuerpos de barro en los que encerró a los ángeles.
El cuerpo humano, por tanto, es diabólico, mientras que el alma y el
espíritu o semen angelicum son de origen divino y regresarán a su
origen celestial. La economía de la salvación cátara se organiza en
Fernando Sáez Aldana
36
El último amigo de Dios
torno al conocimiento de esta situación al modo de escapar de ella.
Para el catarismo absoluto, implantado en Occitania, los principios
del Bien y del Mal son increados y por tanto coeternos. Por tanto,
Lucifer no era una criatura divina y por tanto originalmente buena
pero cuyo libre albedrío le permitió escoger el Mal sino tan increada
y coeterna como el Dios celestial, pues su infinita bondad le impedía
proporcionar a sus criaturas la posibilidad de practicar una maldad
de la que en última instancia sería responsable.
Manes
En el siglo III surgió y se extendió por todas partes una nueva
religión basada en las ideas del gnosticismo: el maniqueísmo. Este
nombre proviene de su fundador, Mani o Manes, de origen persa,
que vivió entre 216 y 276. En su juventud perteneció a la secta de
los elkasaítas. A raíz de una revelación de su “ángel gemelo” a través
de la cual Dios le designaba como su nuevo profeta, a los 25 años
comenzó a predicar por su cuenta. Logró muchos adeptos en India,
Egipto y su Mesopotamia natal, donde gozó de la protección del
emperador Shapur pero cayó en desgracia cuando Bahram I, de
credo mazdeísta, lo sucedió en el trono. Encarcelado, seguramente
fue asesinado y según sus discípulos subió a los cielos. Para el
maniqueísmo hay una eterna lucha entre dos principios opuestos e
irreductibles, el bien y el mal, asociados a la luz y a las tinieblas, y
Dios es el creador de todo lo bueno mientras Satanás lo es de todo
lo malo. Algunos maniqueos llegaron a distinguir entre el Dios
malo del Antiguo Testamento y el bueno del Nuevo
Testamento.Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de
Dios mientras que su cuerpo pertenece al demonio. En el hombre,
el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia
corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto
ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada.
Desprecian por eso la materia, su propio cuerpo incluido.
Existían dos clases de maniqueos: los perfectos o elegidos y los
pecadores o creyentes. Los perfectos eran vegetarianos y
renunciaban al sexo y la reproducción. Carecían de vivienda y creían
que al morir se reintegraban en la Luz divina. Los oyentes podían
casarse, procuraban los vegetales a los perfectos y tras su muerte se
Fernando Sáez Aldana
37
El último amigo de Dios
reencarnarían hasta renacer en un perfecto, lo que les garantizaba el
regreso a la luz. La luz se identifica con el espíritu y el bien, la
tiniebla con la materia y el mal. La salvación exige la separación del
espíritu y la materia, de la luz y las tinieblas.
En una época del cristianismo tan temprana como el siglo II, el
heresiarca Marción, adepto de Pablo, reparaba en el contraste que
existía entre el castigador Dios Creador del Antiguo Testamento y el
Dios del perdón y el amor que predica el nuevo Testamento, y
después de preguntarse cómo un Dios perfecto y todopoderoso
puedo crear un mundo imperfecto y lleno de sufrimiento, dolor y
enfermedad concluyó que debía de haber dos dioses distintos. El
marcionismo influyó en dos disidencias cristianas desarrolladas en el
Imperio de Oriente: el paulicianismo y el bogomilismo, antecedente
directo del catarismo.
La secta pauliciana (que recibe su nombre de un desconocido Pablo)
surgió en el siglo VII en Armenia, una tierra abonada para la
disidencia en la que ya había prendido el monofisismo dos siglos
antes. Para los paulicianos existían un Dios malo, creador y
gobernante del mundo presente, y otro bueno, que lo sería del
futuro. Rechazaban la encarnación de Dios en Jesús hombre, el
Antiguo Testamento, el purgatorio, la invocación de los Santos y la
Trinidad, el bautismo de los niños y demás sacramentos y la
jerarquía dela Iglesia. El patriarca católico armenio los acusó entre
otras cosas de adorar al sol (zoroastrismo), exponer a sus muertos
en los tejados y negar el culto a las imágenes, y cuando
protagonizaron una rebelión militar fueron aplastados por el
emperador bizantino Basilio I. Los paulicianos se dispersaron y
algunos se dirigieron a los Balcanes, donde contactaron con otra
secta doctrinalmente afín: los bogomilos.
Fernando Sáez Aldana
38
El último amigo de Dios
Bogomilismo
Alrededor del año 950 surgió en Bulgaria la enigmática figura de un
predicador llamado Bogomil (Amigo de Dios), que en pleno
dominio de la iglesia cristiana oriental bizantina predicó el mensaje
evangélico bajo un prisma dualista y gnóstico, cuyos seguidores
fueron duramente perseguidos. La base social del bogomilismo, que
arraigó con fuerza en los Balcanes, fue la rebelión campesina contra
el creciente poder feudal, pero su teología emana de herejías
anteriores como el maniqueísmo y el paulicianismo. El bogomilo fue
un dualismo mitigado: el Dios bueno tuvo dos hijos, Jesús y
Satanael. Éste se rebeló contra su padre y, expulsado del cielo, creó
el mundo y a los primeros cuerpos humanos, Adán y Eva, en los
que introdujo las almas que Dios le concedió para vivificarlos.
Cuando sus descendientes se pervirtieron en exceso, Dios envió a
Jesús al mundo para recordar las leyes morales y mostrar el camino
de la salvación. Otra corriente bogomila, la iglesia de Dragovitsa, en
cambio, defendía un dualismo absoluto: Dios y el diablo sería
principios eternos y las almas eran ángeles del dios bueno arrancadas
del cielo e introducidas en túnicas de piel o “cuerpos del olvido”.
La corriente mitigada del bogomilismo originó las iglesias italianas,
como la de Concorezzo, mientras la corriente absoluta derivó en el
catarismo a partir del año 1167. Aquel año un obispo de la iglesia
bogomila de Constantinopla llamado Nicetas llegó hasta tierras del
Languedoc para presidir una reunión de las dspersas iglesias cátaras
en Saint-Félix-de-Caraman, muy cerca de Tolosa. En aquel
trascendental acontecimiento histórico para el catarismo, el
heresiarca bizantino efectuó numerosas ordenaciones impartiendo
masivamente el sacramento del consolamentum y organizó la iglesia
cátara occitana en cuatro diócesis: Albi, Tolosa, Agen (Arán, para
algunos) y Carcasona. Aunque el catarismo ya estaba implantado
con fuerza en la región, el “concilio” de Saint-Félix se considera
fundacional de la religión cátara, que perduraría hasta su completo
exterminio, siglo y medio más tarde.
Fernando Sáez Aldana
39
El último amigo de Dios
El catarismo
Parece que ya San Agustín (354-430) utilizó el término para referirse
a un secta maniquea norteafricana cuyos adeptos se consideraban a
sí mismo “puros” (catharoi). Pero el inicio oficial de la denominación
hay que fecharlo en 1163, cuando un monje benedictino renano
llamado Eckbert de Schönau llamó en un sermón “cátaros” a los
herejes alemanes. Sin embargo, hasta medio siglo después no se
encuentra la palabra “cátaro” fuera del territorio germano. Hacia
1200 un autor anónimo escribió De haeresi catharorum in
Lombardia. El inquisidor dominico Moneta de Cremona, que
conoció personalmente a su fundador Domingo de Guzmán,
escribió hacia 1240 Adversus catharos et valdenses en cinco volúmenes.
El teólogo y poeta Alain de Lille, conocido como “Doctor
universalis”, escribió entre 1190 y 1200 el tratado Contra haereticos,
donde refuta tanto a cátaros como a valdenses, judíos y
musulmanes. En esta obra, también conocida como De fide católica
(De la fe católica), de Lille, fallecido en 1202 en la abadía de Cîteaux,
propuso tres posibles etimologías del término “cátaro”.
• La primera y menos plausible relaciona “cathari” con “casti”,
“porque se hacen castos y justos”.
• La segunda propone que proviene de “catha” = flujo, en
griego y significaría “fluidos por sus vicios”. Errónea
interpretación de la raíz “cathar”, que origina tanto “catarsis”
= liberación, purga, como “catharos” = puro, que es la
etimología más aceptada hoy en día. De Lille confundio
“catharos” con “katarroos” = flujo, que a través del latino
“catarrhus” origina el flujo de las vías nasales30.
• La tercera es una clara calumnia, extendida durante mucho
tiempo para desprestigiar a los “buenos cristianos”, según la
cual el origen del término es “catus” = gato, “porque, según
dicen, besan el trasero de un gato”. Este gesto obsceno se
consideraba en la Edad media un acto de adoración al diablo y
fue una de las falsas acusaciones que los cátaros debieron
soportar domingo tras domingo desde los púlpitos para
desacreditarlos. En el norte de Alemania el diablo se
30
“Catarro” en castellano (N.E.)
Fernando Sáez Aldana
40
El último amigo de Dios
encarnaba en los gatos negros (todavía acarreadores de la mala
suerte en la superstición popular), por lo que acusar a los
cátaros renanos de “cátaros” era sinónimo de seguidores del
demonio.
Lo cierto es que los ya irremediablemente conocidos por la Historia
como cátaros jamás se denominaron de este modo a sí mismos, sino
“buenos hombres” o “buenos cristianos”. Sin embargo, la
generalización del apelativo “cátaros” es relativamente reciente.
Durante siglos, los cátaros fueron denominados “albigenses”. Así
los denominaba todavía el estudioso del catarismo Napoleon Peyrat
en 1870. Para encontrar el origen de esta nueva denominación
errónea hay que remontarse a los tiempos de la tragedia, cuando se
estableció la sinonimia entre cátaros y habitantes de Albi, ciudad
donde la presencia de “herejes” no fue precisamente significativa.
Sin embargo, la expedición religioso-militar de 1209-1229 contra el
Languedoc hereje permanece en los libros de historia como la
“cruzada albigense” o “contra los albigenses”.
Fue la obra del francés Charles Schmidt “Histoire et doctrine de la secte
des cathares pu albigeois” (1849) la que popularizó la denominación,
lanzada por Eckbert de Schönau siete siglos antes, que finalmente se
ha consolidado en una literatura sobre el tema, a menudo seducida
por la “pureza” de los buenos cristianos.
Además de “cátaros”, los que se denominaban a sí mismos “buenos
cristianos” o “verdaderos cristianos” recibieron otras calificaciones,
en su mayoría erróneas, por asimilación a otras disidencias,
corrientes o sectas: el III Concilio de Letrán (1179) se refiere a ellos
como publícanos y patarinos; en Flandes se llamaron piphles; en
alusión a los bogomilos, les denominaron bougres; y a finales del
siglo XII se les comenzó a denominar “albigenses” por creerse,
equivocadamente, que eran originarios o predominaban en la ciudad
de Albi.
¿De dónde procede el Mal?
Fernando Sáez Aldana
41
El último amigo de Dios
“De todas las piruetas que, desde hace unos tres mil años, por diversión o por
necesidad, practica el pensamiento occidental, conciliar la existencia del mal con
la de Dios es sin duda el ejercicio de alta acrobacia intelectual más admirable y
más peligroso” (Michel Roquebert)
Desde el llamado “milagro griego” o nacimiento de la filosofía hace
varios milenios, el ser humano no ha dejado de abordar
racionalmente cuestiones acerca de su propia naturaleza y del
mundo que lo rodea, tratando de alcanzar el conocimiento de las
cosas que le más le preocupan e importan. Ello implica la necesidad
de obtener respuestas a difíciles preguntas acerca de su origen, su
existencia y su destino. Abandonando la oscuridad reinante en el
mundo del misticismo, la superstición y el mito, el hombre
emprendió un día la difícil senda de la búsqueda de soluciones a los
problemas más trascendentales de su existencia, guiado por la tenue
luz de su limitada razón, en pos de la Verdad como deslumbrante
meta. Razón que, con el tiempo, acabaría dándose de bruces contra
el pétreo dogmatismo de la Iglesia católica: "Omne verum, a quocumque
dicatur, a Spiritu Sancto est"(Tomás de Aquino)31.
Una de esas eternas preguntas sin respuesta que se ha formulado la
Humanidad para tratar de comprender lo que sucede a su alrededor,
en este caso las peores cosas, tiene por objeto conocer el origen del
Mal. Un Mal ejercido sobre el hombre desde el principio de los
tiempos en forma de calamidades naturales como epidemias,
terremotos, huracanes, inundaciones o sequía, pero también por el
hombre sobre el hombre a través del odio, la intolerancia, la guerra,
la violencia y el crimen. Dicho ejercicio del mal es intemporal,
constante y universal. Todos los días y en cualquier lugar del mundo
hay seres humanos sufriendo daños ocasionados por catástrofes
naturales o enfermedades, o como consecuencia de actos criminales
cometidos por personas malvadas. Para los creyentes en un Dios
definido como Ser Supremo omnisciente, bondadoso, omnipresente
y omnipotente, la cotidiana experiencia del Mal siempre ha
significado una desconcertante contradicción. Si Dios es el creador
31
“Toda la verdad, la diga quien la diga, proviene del Espíritu Santo”
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
de todo, si Dios todo lo sabe y lo puede todo, y si Dios es justo y
bueno ¿cómo puede permitir tanto injusto reparto de males y bienes,
tanta atrocidad, tanto sufrimiento, tanta maldad?
Ya en la Antigüedad, cuatro siglos antes del surgimiento del
cristianismo, el filósofo Platón razonó que, si Dios debe ser
considerado por esencia bueno, nada bueno es nocivo ni puede ser
la causa de algo malo. Dado que el mal es malo, en ese bien
supremo al que llamamos Dios no puede estar su origen. Para
Platón, por tanto, hay que buscar otra causa de los males que afligen
al hombre distinta de Dios. La lógica, por tanto, es la responsable de
la primera aparición en la historia del pensamiento occidental de una
teoría dualista para explicar la coexistencia del bien y del mal en el
mundo.
Sin embargo, Yahvé o Jehová, el Dios Judío del Antiguo
Testamento, sin dejar de ser “bueno” como se asegura en
numerosos pasajes de los distintos libros que componen la Biblia, es
también un Dios orgulloso y en ocasiones colérico, violento,
justiciero, vengativo y cruel. Pero estas aparentes muestras de
maldad no son sino acciones de castigo contra los pecadores, es
decir, los enemigos del propio Yahvé o de su pueblo elegido. Pues,
como se expondrá más adelante, el mito fundador de la concepción
judeocristiana del origen del mal es la desobediencia divina cometida
por Adán y Eva en el Edén que el cristianismo forjó como pilar
básico de su edificio dogmático convirtiéndola en el “pecado
original” (San Agustín, concilio de Cartago, 418).
La evidencia de la contradicción Dios/Mal ha sacudido conciencias
en todas las épocas. Al fin y al cabo, “No puede el buen árbol dar
malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mateo 7:17-20)
En el siglo IV, el apologista cristiano Lactancio reflexionó sobre el
asunto de esta manera:
“O bien Dios quiere suprimir los males pero no puede, o bien puede
pero no quiere; o bien ni quiere ni puede, o bien quiere y puede.
Si quiere pero no puede, es impotente, lo cual no puede convenir a
Dios
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Si puede pero no quiere, es celoso, lo cual es igualmente ajeno a
Dios
Si no quiere ni puede, es a la vez impotente y celoso, y por lo tanto
no es Dios
Si quiere y puede, lo cual conviene sólo a Dios, ¿cuál es pues el
origen de los males, o por qué no los suprime”
(De ira Dei = Sobre la ira de Dios)
Giovanni di Lugio, obispo cátaro de Desenzano (Italia) entre 1250
y 1260, está considerado el único “teólogo” cátaro de relieve, capaz
de sostener una discusión con los mejores teólogos católicos de su
tiempo. Se le atribuye la autoría del escrito cátaro más importante
que ha llegado a nosotros, el Libro de los dos principios (ca. 1240),
descubierto en 1939, especie de esbozo de “escolástica” del
dualismo absoluto defendido por el catarismo más radical.
Su razonamiento acerca del origen del mal incluye la refutación del
principio del libre albedrío:
O bien no hay más que un principio, o bien hay varios.
Si no hay más que un principio, éste debe ser o bueno o malo.
No puede ser malo, puesto que el mal sólo puede proceder del mal, y Dios,
principio único, es, por el contrario, infinitamente bueno.
Si el principio primero es bueno, ¿cuál es entonces la causa primera del mal:
Dios, o bien su criatura?
Es imposible que sea Dios, porque el bien sólo puede proceder del bien.
Es imposible asimismo que sea su criatura. Ya sea por simple determinismo,
porque Dios no pudo crearla de una naturaleza tal que se viera condenada a
hacer necesariamente el mal, y a corromper toda la creación; ya sea por libre
albedrío, porque sabiendo Dios, por omnisciencia, que la criatura haría mal uso
de su libre albedrío y que el reino celestial quedaría corrompido,
O bien no se lo habría dado, y el mal jamás habría existido,
O bien la criatura, habiéndolo recibido, no habría podido hacer más que lo que
Dios sabría que haría, lo cual destruye la noción misma del libre albedrío.
Es lógicamente imposible que un ser posea al mismo tiempo el poder de hacer
una cosa (el bien) y su contrario (el mal). Para la existencia de efectos contrarios
es preciso que haya causas contrarias.
Es imposible que el mal tenga por causa la elección de la criatura, porque esto
significaría que eligió lo que, al no tener todavía causa, evidentemente no existía.
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
Expresado de otro modo (Roquebert):
Dios querría suprimir el mal pero no puede, luego no es
omnipotente.
Dios podría suprimir el mal pero no quiere: habita en él el malvado
deseo de hacer sufrir a sus criaturas; por lo tanto no es infinitamente
bueno.
Dios no quiere ni puede suprimir el mal: ni infinitamente bueno ni
omnipotente, este Dios es una contradicción de términos. Luego no
existe.
Por último, Dios, infinitamente bueno, quiere suprimir el mal y,
dado que es omnipotente, puede suprimirlo. Entonces, ¿por qué no
lo suprime?
Pero la discusión sobre la incompatibilidad de Dios con el Mal no se
agotó en la Edad Media han persistido hasta nuestros días, reavivada
con ocasión de trágicos acontecimientos provocados por la peor
maldad humana:
“Es difícil, es imposible creer que el dios bueno, el “Padre”,
participara en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no
tuvo parte en ella, que éste procede de un dios sin escrúpulos, de un
dios tarado. La bondad no crea: carece de imaginación; y ésta es
necesaria para fabricar un mundo, por más chapuza que sea. Un
acto o una obra pueden surgir, como mucho, de la mezcla de la
bondad y de la maldad. O un universo. En todo caso, partiendo del
nuestro, es mucho más sencillo remontarse a un dios dudoso que a
un dios honorable. Decididamente, el dios bueno no estaba
preparado para crear: lo posee todo, menos la omnipotencia”
(E. Cioran: El aciago demiurgo)
“Después de Auschwitz, podemos afirmar, más decididamente que
nunca, que una divinidad todopoderosa, o bien no sería toda buena,
o bien seguiría siendo enteramente incognoscible. Pero si Dios debe
ser inteligible (y nosotros estamos obligados a creerlo), entonces es
preciso que su bondad sea compatible con la existencia del mal, y
esto sólo es así si no es todopoderoso. Sólo entonces podemos
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El último amigo de Dios
mantener que es cognoscible y bueno, a pesar del mal que hay en el
mundo.”
(Hans Jonas: El concepto de Dios después de Auschwitz)
“Cuando surge el horror, si el señor es omnipotente, o bien no es
todo sabiduría, o bien no es todo bondad. Si el señor es omnisciente
y si es caritativo, hay que creer que es impotente.”
(André Glucksmann: La tercera muerte de Dios)
“Existe Auschwitz, por lo tanto Dios no puede existir”
(Primo Lévi)
La Iglesia católica ha tratado de dar respuesta a este dilema
argumentando que Dios concedió tanto a sus ángeles como a las
criaturas humanas el libre albedrío y con él la posibilidad de crear y
escoger el mal, aunque ningún mal preexistente les incite a ello. Pero
esta teoría no encaja con el concepto de un Dios omnisciente que, al
crearlo todo, debería conocer todos los futuros posibles, incluyendo
que sus criaturas inventasen o escogieran la maldad, con lo que,
indirectamente, Dios sería también el creador del Mal, algo
incompatible con su presunta bondad infinita.
Ante este callejón metafísico sin salida, el rechazo al origen divino
del Mal es el origen de una corriente de pensamiento filosóficoreligioso dualista, el gnosticismo, del que participan las disidencias
cristianas que fueron anatemizadas por Roma bajo la etiqueta
común de “maniqueísmo”. Tras el dualismo iranio (zoroastrismo o
Mazdeísmo), el dualismo platónico, el gnosticismo, el bogomilismo
y el maniqueísmo, el catarismo fue la última gran religión dualista de
la historia.
La Iglesia siempre ha defendido que el diablo fue un ángel bueno
creado por Dios del que renegó por orgullo. Ya el primer concilio
de Braga (561) anatemizó a quienes afirmaban que el demonio era
“principio y sustancia del mal” y desde entonces la Iglesia ha
asociado la caída de los ángeles rebeldes con la expulsión del Edén
de los padres de la Humanidad por haber cometido el mismo
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
pecado: querer “ser como Dios”, si bien Adán y Eva lo hicieron por
instigación del demonio. El vigente Catecismo de la Iglesia Católica
(1991) reafirma la vieja doctrina paleotestamentaria del origen del
mal, amasada en sucesivos concilios medievales: tentados por el líder
de los ángeles caídos, nuestros inmortales primeros padres
desobedecieron a su creador por lo que fueron condenados a una
vida plagada de penalidades y finita. Aprovechando la nebulosa
historia de Jesús de Nazaret, líder de una secta judía ajusticiado por
sedición contra la Roma ocupadora, la soterología cristiana
desarrollada a partir de Saulo de Tarso establece que Dios envió a la
tierra a su Hijo, que era él mismo bajo otra persona, para redimir a la
Humanidad con su pasión y muerte de tan solo dos días de duración
antes de regresar al cielo tras dejar en tierra una formidable
institución fuera de cuyo sometimiento a través de la Fe estipulada
en sus dogmas no habría salvación posible.
Para los cátaros, la historia habría sido bien distinta. Uno de los
escasos textos considerados como “cátaros” 32 , la Cena secreta o
Interrogatio Johannis, explica su versión del mito de la caída. La obrita
narra una ficticia conversación entre Jesús y Juan durante una cena
en la que conocemos el origen del mundo y del mal por las
respuestas a las preguntas que el bien amado discípulo formula a su
maestro. Radicalmente distinto al Génesis, la Cena sitúa la caída de
Satán antes de la creación, que es obra suya y no de Dios, y el
pecado original es el de la carne. El caos original, formado por los
cuatro elementos, sí fue creado por Dios, pero la organización del
mundo visible fue obra de Satanás. Cuando éste se rebeló contra
Dios, fue expulsado del cielo arrastrando con su cola a la tercera
parte de los ángeles. Mientras caía, Satán se arrepintió y Dios se
apiadó de él permitiéndole hacer lo que quisiera con el caos durante
siete días, durante los cuales, reconvertido en demiurgo, organizó la
materia creando el mundo. A continuación, Satanás planeó crear al
hombre para que le sirviera; creó con barro dos cuerpos de varón y
hembra “a su semejanza” (por lo que la cara del hombre refleja la
cara del diablo) y encerró en ellos a dos ángeles que “lloraron
mucho viéndose recubiertos con un envoltorio mortal y formas
32
Sólo conocemos los textos cátaros por los registros de los interrogatorios de la
Inquisición, con el sesgo que encierra su descripción de una de las partes, implacable
perseguidora de la otra.
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El último amigo de Dios
diferentes” (por lo que antes eran asexuados). Este encierro de un
espíritu en una prisión corporal obra del diablo, mortal y
sexualmente diversa, es la esencia de la antropología cátara.
Para que esta diabólica obra material perdurase era necesario que
aquellos dos seres se reprodujeran, para lo cual el diablo “plantó un
paraíso y puso en él a los hombres”. De un escupitajo creó una
serpiente en la que se introdujo y con cuya cola sació su apetito con
Eva. Esta desfloración de la primera mujer por la serpiente define el
carácter diabólico del coito. Luego extendió su concupiscencia sobre
la cabeza de Adán y ambos se unieron con lujuria procreando así
hijos del diablo hasta la consumación de los siglos. La creación de
nuevos “envoltorios mortales” sirvió para el encarcelamiento
corporal de los espíritus rebelados: “espíritus caídos de los cielos
entran en los cuerpos de barro de las mujeres y reciben la carne de la
concupiscencia; el espíritu nace del espíritu, y la carne de la carne.
Así es como el reino de Satanás se cumple en este mundo”. Para que
no añorasen su procedencia divina y aspirasen al regreso al Padre
celestial, el mundo visible se convirtió en un “reino del olvido”. El
objetivo de la venida a la tierra del eón Jesús fue recordar a los
espíritus cautivos su origen y mostrarles el camino para regresar a él:
alejarse de la obra del diablo, es decir, de los bienes y de su propio
cuerpo a través de un ascetismo extremo e incluso combatiéndola
renunciando a la reproducción de nuevas cárceles de espíritus. Esta
creencia del regreso del “alma” humana al paraíso celestial del que
proviene chocaba frontalmente con la ortodoxia católica: el alma de
cada hombre nace con su cuerpo y debe ganarse el paraíso que
jamás ha conocido. El Ritual occitano cátaro resume esta creencia
fundamental en la siguiente invocación a Dios: “Oh señor, no
tengas piedad de la carne nacida de la corrupción, juzga y condena
sus vicios pero ten piedad del espíritu encarcelado”. Para los cátaros,
dicho regreso del espíritu al Padre celestial sólo era posible habiendo
recibido el consolament y manteniendo las condiciones que éste
sacramento único imponía en el momento de morir. De no ser así,
el espíritu volvería a ser encarcelado en otro cuerpo hasta siete veces
antes de su definitiva liberación.
Estas creencias explican el extremadamente austero estilo de vida de
los perfectos cátaros: vegetarianos, castos, continentes, pobres y
dispuestos a entregar su cuerpo diabólico a las llamas para liberar la
Fernando Sáez Aldana
48
El último amigo de Dios
chispa divina que encierra y permitir su regreso al buen Dios del que
procede.
El gran experto en catarismo Michel Roquebert ha resumido de
forma magistral quienes eran los cátaros:
“Aquel que (en torno a 1200) llegue a Montesquieu-Lauragais (y éste
es sólo un ejemplo entre un centenar) y necesite que le recosan un
zapato, tiene muchas posibilidades de toparse con una clase de
remendón un poco especial. El hombre viste un sayal negro, igual
que los otros dos o tres que trabajan a su lado. Todos llevan además
barba y el pelo crecido, al contrario de la moda del cabello corto y
cara rasurada de la época en Languedoc, de lo que pronto se
burlarían los cruzados venidos del Norte. De pronto un aldeano
entra en el establecimiento. Para sorpresa del forastero, hace tres
genuflexiones seguidas ante el primer obrero diciéndole en cada una
de ellas: “¡Señor, bendecidme!” y añadiendo en la tercera: “Rogad a
Dios para que haga de mí un buen cristiano y me conduzca a buen
fin”. A lo que el remendón responde: “¡Que se ruegue a Dios para
que haga de vos un buen cristiano y os conduzca a buen fin!”.
Después los dos hombres intercambian un beso furtivo en la boca, y
entonces ya pueden hablar de negocios.
Hay docenas de casas-taller como ésta dentro de un extenso
cuadrilátero comprendido entre Tolosa, Albi, Carcasona y Foix.
Además de zapateros, hay también tejedores, sombrereros,
toneleros, herreros, molineros, artesanos del cuero, hebilleros,
barberos y médicos. Algunas están regentadas por mujeres, en su
mayoría tejedoras, costureras o panaderas. La nobleza local
proporciona una buena pate de estos artesanos de ambos sexos cuya
alta cuna les hubiera evitado el trabajo manual.
Es posible que nuestro viajero fuera invitado por el hombre que
parece dirigir la zapatería, que es el mayor de edad, a compartir la
colación del grupo. Entonces, antes de sentarse, el anfitrión se
colocaría una servilleta sobre el hombro izquierdo, murmuraría un
Pater, cogería una hogaza, la envolvería con la servilleta y empezaría
a cortar la parte que sobresaliera, colocando las rebanadas sobre la
mesa. A continuación, ofrecerá una rebanada a cada comensal, que
la tomará diciendo: “Bendecidme, señor” y el otro responderá:
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El último amigo de Dios
“¡Qué Dios os bendiga!”. La comida será frugal: quizá pastel de
pescado acompañado de nabos hervidos y algunas nueces para
terminar; nada de carne ni de lo que pueda haber sido preparado
con grasa (salvo aceite vegetal), huevos, leche o mantequilla, como el
queso. El vino estará muy aguado. Antes de cada bocado, o al
levantar el vaso, cada comensal recita en voz baja: “Bendecidme,
Señor”. Terminada la comida, el más anciano preguntará al viajero si
quiere “recibir la paz”. En ese caso, el otro le besará de través en la
boca y todos intercambiarán un beso, después recogerán
cuidadosamente en una servilleta los trozos de pan no consumidos.
El viajero habrá comprendido sin duda que el taller de zapatería es,
de hecho, una comunidad religiosa, pero no perteneciente a la
Iglesia Católica romana, aunque reciten el Pater y bendigan el pan.
Los hombres se llaman así mismos “buenos cristianos” y así los
llaman en el pueblo. También los llaman los “hombres buenos” (o
“buenas mujeres”) y los “amigos de Dios”. Pero algunos, entre ellos
el cura, los tachan de herejes.
Este extraño clero de hombres y mujeres calificados por los
historiadores como perfectos y perfectas predican a los simples
fieles o creyentes, administran el consolamentum (sacramento único
cátaro) a los moribundos y efectúan ordenaciones; sus casas, abiertas
a las pequeñas comunidades diseminadas por ciudades y pueblos,
crean una relación nueva entre el hombre y la Iglesia, que no es
Universal sino una multitud de iglesias autónomas desprovistas de
un canon normativo prevalente y con una base doctrinal común. El
catarismo es la religión de la simplicidad.
Al final de una larga y durísima preparación, perfectos y perfectas se
consagran a una vida mucho más severa que las reglas monásticas. A
las promesas de pobreza, continencia, castidad33, no matar, no jurar,
no mentir, no perjudicar al prójimo y demás virtudes cristianas, se
añaden los compromisos de no comer ningún alimento procedente
del coito34, renunciar al lujo y vivir del trabajo de sus manos, rasgo
33
Al considerar el cuerpo una cárcel del espíritu rechazaban la procreación que suponía
condenar a más espíritus a permanecer encerrados en una prisión de materia corrupta
que impedía su liberación y regreso a la Luz divina de la que procedían.
34
Su extremo rechazo de la unión carnal les prohibía comer cualquier alimento que
procediese de ella, por lo que los cátaros eran vegetarianos estrictos. El consumo de
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El último amigo de Dios
más original de la iglesia cátara. Pues en la sociedad medieval, el
trabajo se consideraba infamante y era propio de los laboratores,
mientras los guerreros (bellatores) y el clero (oratores) no trabajaban
nunca. Los cátaros valoraban la actividad manual por fidelidad a los
apóstoles y no practicaban la mendicidad. De este modo, las “casas
de herejes” para la Inquisición eran al mismo tiempo pequeños
conventos y talleres artesanos donde se ganaba la salvación viviendo
del fruto del trabajo y se mantenía la fe de los creyentes por la
predicación, se acogía a los enfermos para velar sus últimos instantes
y se educaba espiritual y profesionalmente a los niños confiados por
sus padres a los “buenos hombres” y “buenas mujeres”, En
resumen, un perfecto es a la vez regular y secular, artesano, monje y
cura de parroquia que no vive encerrado sino que sale a predicar
donde lo llamen, o en la plaza pública, y acude a la cabecera del
enfermo que no puede moverse.
Al frente de cada casa hay un anciano o una priora, y por encima de
estos estaban los diáconos, que tenían varias casas bajo su autoridad.
El diácono visitaba una vez al mes cada comunidad, donde realizaba
el ritual del apparelhament o confesión colectiva cuyas penitencias
consistían e ayunos y plegarias. Por encima de los diáconos estaba el
obispo, asistido por dos coadjutores, el hijo mayor y el hijo menor.
Cuando muere, el hijo mayor le sucede, el hijo menor pasa a mayor
y se elige un nuevo hijo menor entre los diáconos.
En torno a este clero (desprovisto de sedes, templos, riquezas y
hasta de ropajes o atributos distintivos) gravita la masa de simples
fieles, los “creyentes de los herejes” para la Inquisición. No están
sometidos a las obligaciones de los perfectos (pueden casarse, comer
carne, etc.) pero son creyentes por sincera adhesión a la fe sencilla y
ejemplar de los buenos hombres y ellos mismos se imponen el deber
de saludar a los perfectos y perfectas con la triple genuflexión
acompañada de la petición de bendición (el melhorament, un rito
interpretado por la represión como “adoración” sacrílega, cuando se
adoraba no a la persona sino al Espíritu que albergaba). También se
pescado se debía a la creencia de que los peces surgían por generación espontánea en el
agua. Además, creían en la reencarnación o metempsicosis, que incluía a los animales
de sangre caliente, otra razón para no matarlos. Un método utilizado por la Inquisición
para descubrir herejes consistía en ordenar a los sospechosos que mataran un ave, a lo
que se negaban.
Fernando Sáez Aldana
51
El último amigo de Dios
comprometen a asistir a la predicación, en una casa cátara u otro
lugar, y a veces comparten la comida de los perfectos, consumen el
pan que han bendecido (el pan “supersubstancial” de la “santa
oración”, el padrenuestro o Pater) e intercambian el beso de paz,
llamado simplemente “la Paz” ( o caretas, caridad en occitano).
Como deber supremo, si no han sentido en su vida la vocación de
entrar en religión, deben recibir el sacramento en su lecho de muerte
para optar a la salvación.
Los cátaros sólo practicaban este sacramento, que sustituía a todos
los católicos salvo el de la eucaristía en la que se negaban a creer. Es
a la vez bautismo, confirmación, penitencia, ordenación,
matrimonio (en un sentido místico) y extremaunción. Se trata del
consolament, que en occitano significa “consolación”. Se llama así
porque es la recepción del Paráclito, el espíritu Santo consolador,
cuya infusión se opera por imposición del libro (El evangelio de
Juan, único aceptado) y las manos del oficiante sobre la cabeza del
recipiendario. El creyente sólo podía recibirlo en dos ocasiones: para
entrar en religión (convertirse en perfecto) y para morir35. Liturgia y
sentido del sacramentos son idénticos en ambos casos: es el bautismo
espiritual o bautismo de Espíritu y fuego, por referencia a las lenguas de
fuego a través de las cuales los apóstoles recibieron al Paráclito en
Pentecostés. Este bautismo cátaro, contrapuesto al bautismo por el
agua católico y al que los inquisidores denominaban hereticatio, sólo
podía recibirse voluntariamente por adultos tras superar un riguroso
noviciado aderezado con varias cuaresmas, por lo que condenaban
el bautismo de los recién nacidos.
En cualquiera de las dos circunstancias, el consolament obligaba del
mismo modo a observar la regla: castidad estricta, negación del
juramento 36 (un atentado al pilar fundamental de la sociedad
medieval, basada en el juramento de vasallaje) y una vida
35
Durante la represión se instituyó la convenenza o garantía de administración del
consolament al herido en trance de muerte, incapacitado para solicitarlo y recitar el
Pater, curioso antecedente de la actual “voluntad anticipada”.
36
Además de pacifistas (renunciaban a la violencia incluso en legítima defensa), los
cátaros rechazaban la mentira, la ira, el juramento, los actos de justicia y el testimonio
ante los tribunales; los conflictos debían resolverse amistosamente o por arbitraje,
conductas utilizadas por la Inquisición para descubrirlos.
Fernando Sáez Aldana
52
El último amigo de Dios
rigurosamente ascética37. El enfermo terminal consolado podía dejar
de alimentarse para acelerar su final y por tanto su salvación. Este
ayuno místico o endura (ayuno, en occitano) contribuyó a forjar la
leyenda negra cátara al considerarlo un suicidio ritual.
La Iglesia romana y su Inquisición distinguieron dos categorías de
herejes. El simple creyente, que no ha recibido el consolament, era más
un cómplice que un hereje. Pero todo consolado, por ordenación o
estando moribundo, era un hereje consumado, un “hereje
completo” (hereticus perfectus) o perfecto, adjetivo que no indica
perfección moral o espiritual y que los cátaros nunca utilizaron para
sí.
En cuanto a religión de naturaleza gnóstica, para el catarismo no
basta creer, sobre todo hay que comprender, conocer, para acceder a
la vida eterna; por el Espíritu y el conocimiento (gnosis) el hombre
alcanzará al fin la luz, la libertad, la salvación en definitiva,
librándose de la materia. Como religión dualista, cree en la existencia
de dos principios, el del Bien y el del Mal, coeternos e increados
ambos (catarismo absoluto) o procedente el segundo del primero
(catarismo mitigado). El Dios del Antiguo Testamento no sería el
mismo dios paternal y bondadoso del Nuevo, sino sólo el demiurgo
u organizador de la materia preexistente, identificado con el ángel
caído, Lucifer, que habría arrastrado a una legión de ángeles (eones
o chispas de la divinidad) a la Tierra (un “infierno profundo” para
los cátaros) , encerrándolas en cárceles de materia, los cuerpos. Para
los cátaros, que se sentían ajenos al mundo hasta el extrañamiento,
sólo una rigurosa ascesis y la infusión consoladora del Espíritu
Santo permitiría a los espíritus abandonar sus cuerpos en el
momento de la muerte y regresar al Dios espiritual del que forman
parte. De no conseguirlo, el espíritu regresaría al mundo visible
reencarnándose a la espera de otra oportunidad de liberación. Esta
es la razón por la que los cátaros rara vez abjuraban de su fe y
asumían el martirio que liberaría su espíritu de entre las cenizas de la
tenebrosa cárcel corporal de la que al fin podían escapar.
Desprovistos de templos, palacios episcopales, dogmas, riquezas,
imágenes, ritos y festividades, los cátaros practicaron una sencilla
liturgia. Incluso los “obispos” vestían una sencilla túnica oscura con
37
Los perfectos y perfectas practicaban tres cuaresmas anuales y entre ellas ayunaban a
pan y agua tres días por semana.
Fernando Sáez Aldana
53
El último amigo de Dios
un cordel de lino ciñendo la cintura y practicaban sus sencillos
rituales en las mismas casas donde trabajaban, vivían, enseñaban y
ayudaban a quien se lo solicitara, llevando estrictamente a la práctica
la regla monástica benedicitina “ora et labora” pero viviendo en
comunidad. Su literatura sagrada se limitaba al evangelio de Juan (el
libro) y repetían una y otra vez unas pocas y sencillas fórmulas y
oraciones, entre las que destacan dos, dirigidas ambas al Dios
celestial: el latino Pater o padrenuestro y la transmitida en occitano
que comienza con estas palabras: “Payre saint, Dieu dreyturier dels bons
sperits, qui anc no falhist, ni mentist, ni errest ni duptest, per paor de mort a
prendre al mon del Dieu estranh -car nos no em del mon, ni-l mon no es de nosdona nos a conoiscer so que to conoyshes e amar so que tu amas.”38
La oración cátara por antonomasia, el Pater, era igual que el
padrenuestro católico salvo una diferencia: en lugar del “panen
nostrum quotidianum” (nuestro pan diario), los cátaros le pedían a
38
La oración completa en castellano reza así: “Padre santo, dios justo de los buenos
espíritus, tú que nunca te engañaste, ni mentiste, ni erraste, ni dudaste, por miedo a que
tomáramos la muerte en el mundo del dios ajeno –puesto que no somos de este mundo y
el mundo no es nuestro- haznos conocer lo que tú conoces y amar lo que tú amas.
Fariseos seductores, permanecéis a la puerta del reino e impedís entrar a quienes
quisieran entrar, mientras que vosotros no lo queréis; por eso ruego al Padre santo de los
buenos espíritus que tiene el poder de salvar a las almas y, por el mérito de los buenos
hace granar y florecer; y a causa de los buenos da vida a los malos- y así lo hará
mientras haya buenos en este mundo, hasta que no haya ya ninguno de mis “pequeños”
(aquí se citan las palabras del propio dios) quienes son de los siete reinos y bajaron
antaño del paraíso, cuando Lucifer les arrancó de allí con el pretexto de que Dios les
engañaba al haberles permitido sólo el bien; de modo que el Diablo era muy falso, pues
les prometía el bien y el mal: y dijo que les daría mujeres que les gustarían mucho, que
les daría el mando de los unos sobre los otros, y que los habría que serían reyes, condes
o emperadores, y que con un pájaro podrían tomar otro, y con una bestia, otra bestia.
Todos lo que se le sometieran bajarían abajo y tendrían el poder de hacer el mal y el
bien, como Dios en lo alto; y mucho más les valía (decía el Diablo) estar abajo, donde
podrían hacer el mal y el bien, que arriba, donde Dios sólo les permitía el Bien.
Y entonces subieron a un cielo de cristal y tantos como se elevaron, tantos cayeron y
perecieron; y Dios bajó del cielo con doce apóstoles y se puso a la sombra de Santa
María.”
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El último amigo de Dios
Dios un “panem nostrum supersubstancialem”, un pan
sobresubstancial que una exégesis del siglo XIII identificaba con la
caridad, que “está por encima de todas las otras substancias, o sea
visitación, espíritu, vida, alma corazón y cuerpo, que son soportadas
por dicho pan”.
Los llamados “documentos cátaros” son un puñado de textos
descubiertos en las últimas décadas, cuyo conocimiento ha arrojado
alguna luz sobre las creencias y descreimientos de una religión de la
que hasta hace poco sólo se tenían noticias escritas por los registros
de sus perseguidores y sus cronistas. Los más difundidos son:
La Cena Secreta (Interrogatio Johannis). Se trata de un Evangelio
Apócrifo de origen Bogomílico (dualismo mitigado) que se cree
circulaba dentro de la Iglesia Cátara. La traducción al Latín del texto
original Búlgaro consta del s. XIII. Se tiene constancia de dos
versiones, la Versión de Viena y la Versión de Carcasona.
El Libro de los Dos Principios (Liber de Doubus principiis). Se
considera que este libro, que pretende ser un compendio de la
doctrina de la Iglesia Cátara, fue escrito por Giovanni de Lugio
hacia mediados del s. XIII. Encontrado en Florencia a principios del
siglo XX y fue publicado por vez primera en 1939.
Los tres Rituales. El llamado “ritual occitano de Lyon” es el
documento cátaro más por el momento y fue copiado junto a una
traducción occitana del Nuevo Testamento y traducido al Francés
en el siglo XX. El llamado “ritual latino” fue copiado también a
continuación del “Libro de los Dos Principios” y su texto coincide
con el de Lyon.
El “ritual occitano de Dublín” fue descubierto en 1960 en la
Biblioteca del Trinity College de Dublín y publicado el mismo año.
El tratado anónimo. Se trata de un texto incluido en la refutación de
Durán de Huesca (valdense convertido) que escribió el “Liber
antiheresis”. Fue publicado en el año 1961.
En el capítulo de los descreimientos, para el catarismo Jesucristo no
es hijo de Dios, sino un eón (ángel) enviado al mundo por él como
Fernando Sáez Aldana
55
El último amigo de Dios
hijo adoptivo para revelarles que el dios al que adoran es Satán; no
reconocen al Cristo muerto en la cruz, cuyo culto rechazan por ser
un instrumento de tortura y no un símbolo de salvación sino del
diablo, y aceptan un Cristo solar, cósmico, representado por la cruz
de brazos iguales inscritos en el disco solar. La Virgen sería otro
ángel descendido del cielo como vehículo de la encarnación de
Cristo en la tierra (a través de su oreja), atravesando su cuerpo sin
tomar su sustancia.
La única coincidencia con la ortodoxia católica respecto a Jesucristo
es que Dios es caridad y por amor lo envió al mundo, pero no para
redimir a la Humanidad con una pasión y muerte que negaban sino
para señalar el camino de la salvación a través del conocimiento.
Misión en la que habría sido acompañado por el Espiritu Santo, su
auténtico revelador, cuya figura prevalece sobre la del mensajero.
Fundamentalmente cristianos, los cátaros rechazaban a la Iglesia
Católica (a la que llamaban alcahueta, “ramera del Apocalipsis” e
“iglesia de lobos”) y especialmente al clero, al que consideraban
corrompido y alejado del ideal evangélico de pobreza, trabajo y
predicación que ellos practicaban39. Se consideraron descendientes
de la primitiva Iglesia de los apóstoles, la auténtica Gleisa de Dio que
oponían a la falsa iglesia romana. Rechazaban la autoridad del Papa,
negaban la sucesión apostólica y también los sacramentos católicos,
especialmente la transustanciación eucarística, así como el culto a la
cruz, mero instrumento de tortura para ellos. También negaban los
milagros, el purgatorio y el infierno, la resurrección de la carne y el
Juicio Final. Para los cátaros, el fin del mundo llegaría con el regreso
de todos los espíritus cautivos al Padre celestial, incluidos los ángeles
rebeldes con Satán a la cabeza. Y cuando ello suceda, según predicó
el último “amigo de Dios” Guillaume Bélibaste antes de su martirio
en la hoguera, “el trigo nacerá, crecerá y florecerá sin llevar grano,
las viñas darán sarmientos sin uva y los árboles tendrán hojas y
flores, pero no darán frutos”. Pues, al no existir más cuerpos a los
que alimentar, las flores serían eternas.
39
“La malvada Iglesia romana no es perseguida por el bien ni por la justicia que pueda
haber en ella; al contrario, ella persigue y da muerte a quienes no quieren consentir sus
pecados y felonías. No huye de ciudad en ciudad, sino que domina ciudades, burgos y
regiones y se sienta majestuosa en las pompas de este mundo: es temida por barones,
reyes y emperadores. No es una oveja entre lobos sino un lobo entre las ovejas” (Ritual
de Dublín).
Fernando Sáez Aldana
56
El último amigo de Dios
La simplicidad de la religión cátara, el ejemplo de su vida intachable
dedicada al trabajo y la predicación y su sencillez y honestidad en
oposición al lujo y la corrupción de la Iglesia Católica ( a la que
tachaban también de “cueva de ladrones”) explican su amplia
difusión y profunda implantación en un país caracterizado por la
tolerancia y una cultura refinada. El catarismo no sólo gozó de la
tolerancia sino incluso de la simpatía de la nobleza rural y de la
oligarquía urbana occitanas, de la que también se nutrieron sus casas
de perfectos y perfectas. Cuando el nuevo obispo de Tolosa Fulko,
escandalizado por la libertad de que gozaban los herejes, reprochó a
un tagarote católico que no los expulsaran, éste contestó: “¡No
podemos! Nos hemos criado con ellos, tenemos parientes entre ellos
y les vemos vivir de forma honrada!”.
Otro factor singular favoreció la expansión de la religión cátara: la
poesía trovadoresca. Aunque no ha podido probarse la relación
directa entre trovadores y catarismo, hay síntomas de indudable
simpatía, mezclada con elementos políticos de afirmación occitana
frente al norte. El punto de concomitancia más claro de los
trovadores con el catarismo lo hallamos en la revalorización de la
mujer. Para los cátaros la desigualdad de sexos era producto
únicamente de la materia y en la transmigración se pasaba
indistintamente a cuerpo de hombre o de mujer (aunque algunos
parece exigían un cuerpo de hombre para la última reencarnación).
En una época en la que se consideraba a la mujer inferior al varón40,
la creyente cátara no sólo fue menos discriminada sino que
desempeñó un papel equiparable al del hombre. Gozó de una mayor
emancipación social y sexual, tenía el mismo acceso al “clero”
convirtiéndose en “buena mujer” o perfecta y una vez revestida
podía predicar y administrar el consolament a moribundos.
Esta tolerancia y la protección que la población occitana dispensó a
la minoría cátara sería fatal para su destino cuando los señores del
Norte, azuzados por el papa Inocencio III, cosieron la cruz a sus
40
En un debate teológico en el castillo de Foix, la célebre Esclarmonde, hermana del
conde, rebatía con habilidad las tesis católicas cuando el dominico Esteban de Minia le
respondió “¡Señora, callad y volved a vuestra rueca!, pues no tenéis la palabra en esta
asamblea”.
Fernando Sáez Aldana
57
El último amigo de Dios
ropajes y se dirigieron Ródano abajo dispuestos a erradicar la herejía
y, de paso, conquistar militarmente el país que la había acogido.
Resumen
El catarismo fue un religión cristiana disidente que floreció
especialmente en el sureste de Francia desde mediados del siglo XII
hasta el primer tercio del XIV. Tratando de dar respuesta al origen
de un Mal incompatible con el buen Dios, creían en la existencia de
dos principios, del Bien y del Mal, coeternos e increados (dualismo
absoluto) que relacionan con el Dios del Nuevo testamento, creador
del mundo espiritual y con el del Génesis, que tras crear la materia
sensible encargó su organización (la creación) a un demiurgo. Éste
no es otro que Satán, el ángel rebelde que arrastró a la “tierra del
olvido” a sus seguidores confinándolos en cuerpos materiales.
Mediante una rigurosa ascesis, los “hombres buenos” o perfectos y
perfectas cátaros se apartaron todo lo posible de la carne y de todo
lo material por diabólico e impuro: eran vegetarianos estrictos,
ayunaban con frecuencia, no poseían nada, vivían de su trabajo y se
abstenían del sexo. Pacifistas, rechazaban el juramento, abjuraron de
la rica Iglesia de Roma por haberse apartado de la pobreza
evangélica, carecían de templos y sólo reconocían un sacramento
polivalente, el consolament, que se recibía para convertirse en perfecto
o antes de morir y garantizaba el regreso del espíritu al Padre
celestial tras liberarse de su prisión corporal.
Fernando Sáez Aldana
58
El último amigo de Dios
Parte Tercera. LA REPRESIÓN
“El que en mí no permaneciere será echado fuera, como un
sarmiento, y se secará, y le cogerán, y le tirarán al fuego, y
arderá” (Juan, 15:6)
“La religión mata” (Christopher Hitchens)
Como se ha expuesto, la historia de la disidencia cristiana es tan
antigua como la de la religión misma. Nada más desaparecer Jesús
comenzaron las distintas interpretaciones sobre su naturaleza, su
misión, su mensaje y su legado, que dieron lugar a distintas
facciones, consideradas como necesarias por Pablo, “a fin de que
destaquen los de probada virtud”.
Durante los tres primeros siglos de cristianismo, esas diferencias,
fruto de especulaciones teológicas tan complicadas e
incomprensibles como la trinitaria, se saldaron con rechazos y
condenas espirituales por parte de los grandes apologetas cristianos,
que lograban imponer sus tesis sobre las de sus opositores.
A partir de la adopción del cristianismo como única religión legítima
del imperio romano por Teodosio el Grande (380), el cristianismo
pasó de sufrir persecuciones a religión intolerante de las demás
creencias e implacable perseguidora de sus creyentes. El paganismo
fue considerado delito de alta traición contra el Estado, los paganos
duramente perseguidos y sus templos destruidos, muchas veces a
manos de chusmas cristianas pobristas, azuzadas por los obispos.
Liquidado el paganismo y clausuradas las escuelas de filosofía41, la
intolerancia cristiana se concentró en la lucha contra otras las otras
religiones no cristianas (judaísmo y, a partir del siglo VII, el
mahometismo) pero, sobre todo, contra la propia disidencia
cristiana, condenada como “herejía”. La definición de la ortodoxia
en los sucesivos concilios ecuménicos “griegos” redujo
notablemente la conflictividad teológica en las últimas décadas del
41
En 529 el emperador Justiniano cerró la escuela de Atenas, fundada un milenio antes
por Platón. La filosofía tuvo que refugiarse en Persia y Occidente no volvería a saber de
Aristóteles hasta seis siglos después, gracias a filósofos árabes de la España musulmana,
como Averroes.
Fernando Sáez Aldana
59
El último amigo de Dios
primer milenio. Pero, una vez superados los terrores del año 1000, y
paralelamente al proceso de transformación del Occidente cristiano
en los ámbitos social, económico y religioso, la disidencia resurgió
con fuerza en la Europa plenomedieval y especialmente en el sureste
de Francia.
Aunque no fueron estrictamente sucesivas sino que se fueron
superponiendo, en la guerra declarada por la Iglesia Católica contra
la disidencia cátara pueden diferenciarse tres etapas marcadas por
sendas estrategias: el intento de disuasión, la “guerra santa” y un
régimen de terror de corte policial. Es decir la predicación, la
Cruzada y la Inquisición.
Primera fase: La predicación
“Donde no valga la
(Domingo de Guzmán)
predicación,
prevalecerá
la
estaca”
En la segunda mitad del siglo XII reinaron nueve papas. El rápido
recambio no permitía desarrollar políticas a largo plazo y, en lo
tocante al catarismo, la religión de los “buenos hombres” alcanzó en
este período su máxima expansión y penetración en la tolerante
sociedad occitana. Durante las décadas anteriores a la elección del
joven Lotario di Segni como Inocencio III, sin embargo, la herejía
fue identificada, condenada y castigada, aunque sin la severidad que
le aguardaría en los terribles años de la persecución.
Fue un tiempo en que los cátaros vivían y profesaban su religión a la
luz del día e incluso participaban en controversias teológicas
organizadas en conferencias y debates, donde participaban católicos
por un lado y cátaros u otros disidentes (como los valdenses o
pobres de Lyon) por otro, y en los que se defendían y refutaban
dogmas y creencias. Fue en una de estas conferencias (Lombers,
1165) donde los “buenos hombres” fueron declarados oficialmente
“herejes” por los obispos católicos.
Durante aquellos años el método escogido por los papas para
combatir la herejía en Languedoc fue nombrar a obispos y abades
como legados plenipotenciarios y enviarlos a las tierras “infectadas”
por la herejía pertrechados con una de las armas más temibles de la
época: la excomunión y el interdicto.
Fernando Sáez Aldana
60
El último amigo de Dios
El monje cisterciense Bernardo de Claraval (San Bernardo), ardiente
promotor de la segunda Cruzada, fue uno de los primeros que
intentaron combatir la herejía cátara en el Languedoc mediante la
predicación. Aunque obtuvo algún éxito en Tolosa y Albi
comparando a los herejes con “las raposas que destrozan las viñas”,
fue abucheado en Verfeil y acabó abandonando su empresa.
En 1178 el legado Pedro de Pavía entabló un debate con dos herejes
en Tolosa que fueron excomulgados pero dejados luego en libertad.
En 1203 el incansable Inocencio envió a Pedro de Castelnau, cuyo
asesinato cinco años después sería el pretexto del papa para lanzar la
Cruzada. El año siguiente presenció una disputa entre católicos y
herejes que aún pudieron salvar la vida a pesar de no abjurar.
En 1206 los legados papales estaban desmoralizados por el fracaso
de su misión. Siendo una minoría, los cátaros impregnaban la
sociedad occitana en la que se encontraban perfectamente
integrados y donde eran respetados. Llevaban una vida virtuosa, no
se metían con nadie, ayudaban a la gente y, al contrario que el clero
católico, vivían de su trabajo con humildad y pobreza. A punto de
volverse a Roma para dimitir, los legados pontificios se encontraron
providencialmente con dos clérigos españoles, el obispo de Osma
Diego de Acebes y su asistente, el clérigo Domingo de Guzmán. A
su paso por Languedoc, el futuro Santo Domingo entró en contacto
con la herejía y decidió consagrar su vida a combatirla.
En 1207 fundó en Prouille el primer convento con un puñado de
mujeres piadosas. El mismo año participó en una disputa teológica
pública en Montreal que duró dos semanas durante las cuales los
bandos católicos y cátaros defendieron sus tesis ortodoxas y
“heréticas”, respectivamente. Eran tiempos en los que los disidentes
podían volver a sus casas finalizada la discusión sin ser detenidos o
perseguidos. En plena cruzada, Domingo reclutó clérigos en Tolosa
con la misión de “predicar la verdad evangélica a pie, pobre y
religiosamente”. Su plan de combatir a los cátaros en su propio
terreno con sus mismas armas fue aprobado por Inocencio III y así
surgió la “orden de los predicadores”, los dominicos, una
congregación religiosa concebida para convencer a los disidentes
por la predicación pero que pocos años después se convertirían en
sus principales perseguidores al ordenarles el papa Gregorio IX
hacerse cargo de la Inquisición pontificia instituida con la bula
Fernando Sáez Aldana
61
El último amigo de Dios
Excommunicamus (1321). Entre los inquisidores dominicos destacan
las figuras del francés Bernardo Guidoni y el catalán Nicolau
Aymerich, autores de sendos “manuales de inquisidores”, el
castellano Tomás de Torquemada y los germanos Heinrich Kraemer
y Johann Sprenger, autores del terrorífico Malleus Maleficarum
(Martillo de brujas, 1486) utilizado para quemar vivas a millares de
mujeres acusadas de entenderse con el demonio.
En su “Directorium Inquisitorum”, Aymerich afirmaba cosas como
ésta: “Aunque según la jurisprudencia de la inquisición antigua era
preciso que concurrieran al menos dos indicios para fallar la tortura,
en la actual España no es menester este requisito, siendo la tortura
enteramente arbitraria y pudiendo los jueces mandarla en todos
aquellos casos que les pareciere oportuna (…) Si perseverare
negativo el reo aplicado a cuestión de tormento se le pondrá poner
varias veces, teniendo el juez inquisidor la precaución de declarar
que el tormento está empezado, pero no concluido”42. El bienintencionado
Domingo de Guzmán no pudo ni sospechar el grado de
envilecimiento moral que alcanzarían sus monjes dominicos en el
futuro.
El asesinato del legado papal Pierre de Castelnau a principios de
1208 cuando se disponía a cruzar el Ródano, de cuya instigación fue
acusado inmediatamente el conde Raimundo VI de Tolosa, agotó la
paciencia del papa Inocencio III, que hizo del crimen el casus belli
que necesitaba para lanzar una Cruzada sobre una región “infestada
de herejes” que ofreció como botín a los conquistadores.
42
Esta artería legal de la “interrupción” del suplicio permitía a los verdugos burlar la
norma que impedía torturar de nuevo al sospechoso que no confesara.
Fernando Sáez Aldana
62
El último amigo de Dios
Segunda fase: La Cruzada (1209 – 1229)
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame” (Mateo 16:24).
“Matadlos a todos, que el Señor reconocerá a los suyos”
(Arnaldo Amalric, abad de Cîteaux y jefe espiritual de la Cruzada)
Entre 1095 y 1291 la teocracia papal impulsó expediciones militares
con el propósito de conquistar para la cristiandad la “tierra santa”
donde transcurrió la vida y muerte de Jesucristo, en poder de los
turcos desde la incorporación del actual Israel al imperio selyúcida
tras la conquista de Jerusalén en 1076. La caída de los “santos
lugares” en manos musulmanas conmocionó a Occidente y durante
los dos siglos siguientes se sucederían hasta ocho intentos de
recuperarlos por la fuerza de las armas.
Predicadas por los papas y capitaneadas por nobles e incluso reyes,
las Cruzadas o guerras santas cristianas reclutaban grandes ejércitos
de soldados y mercenarios que al grito de “Dios lo quiere” tomaban
la cruz (literalmente cosida a su vestido) y se entregaban a matanzas,
saqueos y pillajes con la indulgencia o perdón de sus pecados como
recompensa. El único éxito notable de todas las campañas se
alcanzó en julio de 1099, con la conquista de Jerusalén por las tropas
de Godofredo de Bouillon tras una carnicería de judíos y
musulmanes que no respetó mujeres ni niños.
Para abrir boca, de camino hacia su objetivo, los ejércitos
procedentes del norte de Europa perpetraban matanzas de judíos,
los “asesinos de Cristo”, allí por donde pasaban.
Pero, además de estas cruzadas contra judíos y musulmanes por el
control de Palestina, los papas impulsaron guerras santas en
territorio europeo, bien contra paganos (cruzada báltica de los
caballeros teutones), musulmanes (guerra de reconquista española) o
herejes. La más importante y terrible de éstas fue lanzada contra los
cátaros, duró un cuarto de siglo y ha pasado a la historia como
“cruzada albigense”.43
43
La última “cruzada” del Occidente cristiano fue la guerra civil española (1936-39),
declarada guerra santa por los obispos del bando nacionalista como respuesta a la
Fernando Sáez Aldana
63
El último amigo de Dios
Aunque no está demostrado que lo ordenara el conde de Tolosa, el
asesinato del legado papal Pierre de Castelnau el 15 de enero de
1208 cuando trataba de vadear el Ródano en Saint-Gilles fue el
pretexto que Inocencio III necesitaba para convocar la Cruzada
contra la herejía en Occitania. Furioso, el papa anatemizó a
Raimundo VI y ofreció sus tierras como “presa” a los cruzados que
las conquistaran44.
Tras meses presionando a Felipe II Augusto, más ocupado en su
interminable conflicto con el rey de Inglaterra que preocupado por
la herejía en el condado de Tolosa, el monarca capeto acabó
permitiendo que nobles tan poderosos como el duque de Borgoña,
el senescal de Anjou o los condes de Nevers y Auxerre tomaran la
cruz y organizaran militarmente la cruzada. En un segundo plano,
participaron desconocidos barones de la nobleza menor como
Simon de Montfort, de la Isla de Francia, conde de Leicester e
inminente verdugo del Languedoc. Por su parte, el abad cisterciense
Arnaud Amalric, como legado papal, fue el “jefe espiritual” de la
Cruzada. Junto a él, un estado mayor episcopal formado por el
arzobispo de Burdeos y los obispos de Béziers, Cahors, Limoges,
Agen y Bazas.
Los habituales incentivos papales por participar en una cruzada
consistían en la indulgencia o remisión de los pecado, la protección
apostólica de los bienes del cruzado durante su ausencia, la
moratoria en el pago de intereses y otros, a cambio de permanecer
alistado al menos cuarenta días (la “cuarentena”).
Pero, a diferencia de las cruzadas enviadas a Oriente Próximo, la
albigense (denominada por Inocencio con el cínico eufemismo
“Negotium pax et fidei”: Asunto de Paz y Fe) iba a permitir el desalojo
de los señores feudales de sus castillos y la conquista de sus
territorios, ofrecidos por el papa al rey como premio por el
persecución religiosa del Frente Popular, sobre todo tras el “fusilamiento” de la imagen
de Cristo en el Cerro de los Ángeles, situado cerca de Madrid.
44
“Despojad a los herejes de sus tierras. La fe ha desaparecido, la paz ha muerto, la
peste herética y la cólera guerrera han cobrado nuevo aliento. Os prometo la remisión de
vuestros pecados a fin de que pongáis coto a tan grandes peligros. Poned todo vuestro
empeño en destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspirará. Con más
firmeza todavía que a los sarracenos, puesto que son más peligrosos, combatid a los
herejes con mano dura.” (Carta de Inocencio III al clero y la nobleza de Languedoc,
fechada el 9 de marzo de 1208.)
Fernando Sáez Aldana
64
El último amigo de Dios
exterminio de la herejía. Así, la cruzada contra los cátaros se
movilizó gracias a dos grandes objetivos, religioso y político-militar.
La eliminación de la herejía, principal motivo para el promotor
Inocencio III, fue el pretexto para una guerra que el rey francés
autorizó con desgana pero al cabo de la cual le permitió incorporar
para siempre a la corona de Francia los vastos territorios del
Languedoc45, acabando con su autonomía feudal y también con el
sueño de un gran reino de Aragón extendido a ambos lados de los
Pirineos. El más extenso e importante fue el condado de Tolosa,
gobernado por la dinastía de los Saint-Gilles, que se incorporó al
reino de Francia a la muerte del conde Raimundo VII en virtud del
tratado de Meaux-Paris. Su padre, Raimundo VI, se debatió entre la
fidelidad al papa y la defensa de sus vasallos, muchos de ellos
cátaros, y fue excomulgado. Su cuñado, Pedro II el Católico de
Aragón, murió en la batalla de Muret luchando contra el ejército
cruzado.
Se desconoce el número de participantes en la cruzada. La cifra de
100.000 puede ser exagerada pero fueron muchos los miles de
cruzados, de procedencias bien distintas. En la cúspide militar
destacaban los caballeros armados montados, bellatores profesionales
con su séquito de mozos de cuadra, infantes y arqueros, muchos
bregados en la Cuarta cruzada (1202-04), a las órdenes de los
grandes señores del norte.
Por debajo de estos se encontraban las bandas de mercenarios
(routiers), tropa de choque formada por bandoleros montados o a
pie, motivados por la orgía de pillaje y masacre características de las
cruzadas. En el nivel inferior del variopinto ejército estaba la
chusma de ribaldos (ribauds) en busca de aventura y rapiña, con su
“rey”, el jefe de la banda que negociaba asuntos como el despojo de
los cadáveres o el pago a las prostitutas. Todos unidos por la misma
cruz cosida a los lujosos trajes, los uniformes de los soldados o los
harapos de la gentuza. Un impresionante ejército ávido de botín,
sangre y fuego con la impunidad que otorgaban la bendición papal y
el cielo asegurado en caso de muerte.
A finales de junio, la siniestra caravana comenzó el descenso por la
orilla izquierda del gran Ródano, que utilizaron para transportar la
45
Incluían el condado de Tolosa y los vizcondados de Foix, Béziers, Albi y Carcasona.
Fernando Sáez Aldana
65
El último amigo de Dios
intendencia en barcazas46. Un espectáculo aterrador que provocó el
abandono de las pequeñas localidades por donde pasaba la mortífera
comitiva.
Tras pasar de largo por Montpellier por indicación de Inocencio III,
debido a la probada fidelidad de la ciudad, el 20 de julio el ejército
acampó a orillas del Orb ante las murallas de Béziers, ciudad de
unos 20.000 habitantes, donde la minoría cátara convivía sin
problemas con una población católica que pocos años antes había
expulsado al legado papal, dispuesto ahora a tomarse la revancha. El
obispo de la ciudad había entregado al legado una lista con 224
nombres de cátaros probados en la ciudad y el mando militar envió
a la ciudad un ultimátum: o los entregaba o toda la ciudad correría
su suerte. Confiados en sus defensas e ignorantes de la furia
destructiva de los sitiadores, los biterrois se negaron a entregarlos. El
22 de julio, festividad de Santa María Magdalena, una imprudente
escaramuza de los sitiados abrió inesperadamente las puertas de la
ciudad a los cruzados, que penetraron en tromba sorprendiendo a la
aterrorizada población. Antes de comenzar la carnicería, los jefes
militares preguntaron al abad Amalric cómo distinguirían a los
herejes de los que no lo eran, a lo que el legado contestó con la
espantosa frase que resume la brutalidad del fanatismo intolerante
del catolicismo de la época: “Matadlos a todos, que Dios reconocerá
a los suyos”. Dicho y hecho, todos los moradores de la ciudad
fueron brutalmente asesinados47, varios miles de hombres mujeres y
niños en el interior de la iglesia dedicada a la santa protectora de
aquél trágico día, María Magdalena, violando el tradicional asilo en
sagrado 48 . Tras el baño se sangre la cuidad fue incendiada y el
satisfecho legado papal Arnau informó a su amo romano de que
“casi veinte mil habitantes de la ciudad fueron pasados a cuchillo,
sin importar edad ni sexo. La venganza divina ha sido majestuosa”.
Sólo acababa de comenzar, del modo más brutal imaginable, uno de
los capítulos más trágicos de la historia universal de la infamia.
46
La expedición recorrió los 370 km que separan Lyon de Béziers en el increíble plazo
de tres semanas y media, apremiados por la cuarentena.
47
Matar a entre 15.000 y 20.000 personas una tras otra y en una sola mañana en la
época anterior a la pólvora requería una furia tan bestial que supera toda imaginación.
48
Establecido en la Francia medieval por el Concilio de Orleans (511), el asilo en
sagrado protegía a los refugiados en iglesias o monasterios, incluso si eran ladrones o
asesinos. Una bula de 1059 amplió la sacralidad de iglesias y cementerios hasta los 30
pasos de distancia (la sacraria o sagrera).
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El último amigo de Dios
La noticia de la espantosa masacre de Béziers se propagó en la
región con rapidez y camino de su siguiente objetivo, Carcasona, los
cruzados se encontraron los pueblos abandonados por sus
aterrorizados habitantes. Aunque no son las que pueden admirarse
en la actualidad49, las murallas de Carcasona ya eran impresionantes
en el siglo XII. Una semana después de la aniquilación de Béziers, el
ejército invasor puso sitio a la ciudad, feudo del joven vizconde
Ramón Roger Trencavel, vasallo del rey de Aragón Pedro II, quien
lo era a su vez del mismísimo Inocencio III. El rey aragonés trató de
mediar para que Trencavel entregara la ciudad a cambio de su
libertad y la de los diez hombres que escogiera pero el vizconde lo
rechazó y comenzó el ataque. Más por la falta de agua que en pleno
agosto hizo estragos entre la inmensa población hacinada
intramuros –de 25.000 a 40.000 personas-, el vizconde acabó
capitulando y, en contra de lo pactado, murió dos meses después en
las mazmorras de su propio castillo, supuestamente envenenado.
Entre los asaltantes destacó por su arrojo Simón de Montfort, que
tras la caída de Carcasona fue nombrado nuevo vizconde de Béziers
y Carcasona y se convirtió de hecho en el caudillo militar de la
Cruzada que a partir de ese momento actuó como un ejército de
ocupación dispuesto a conquistar un territorio a base de terror,
sangre y fuego.
Durante los nueve años que acaudilló la Cruzada, Montfort quemó
más cátaros que la Inquisición en todo el siglo siguiente. La lista de
las masacres y atrocidades ordenadas por “el verdugo del
Languedoc” es larga pero destacan algunas que aun permanecen
vivas en la memoria del país que conquistó para el rey de Francia.
Además de la matanza de Béziers, que fue la peor de todas, envió a
la hoguera a 140 perfectos tras la toma de Minerve el 22 de julio de
2010. En Lavaur, además de quemar a más de doscientos, hizo
estrangular a ochenta faidits al romperse el patíbulo donde iban a
ahorcarlos y, tras violarla salvajemente, arrojaron a la dama Giraude
y a su hija a un pozo donde las cubrieron de piedras hasta que
dejaron de oír sus lamentos. En Bram eligió a cien hombres a los
49
La doble muralla de 3 kilómetros reforzada con 53 torres que protege la antigua Cité
es una controvertida recreación realizada por el arquitecto Viollet-le-Duc a mediados
del siglo XIX.
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El último amigo de Dios
que les sacaron los ojos y cortaron la nariz, las orejas y el labio
superior y los envió a errar por la región, guiados por uno al que
dejaron tuerto. En la batalla de Muret (1213), en la que pereció el rey
Pedro II de Aragón “el Católico”, héroe de la decisiva batalla de las
Navas de Tolosa en la reconquista de la España musulmana, los
cruzados cometieron una carnicería con los tolosanos derrotados,
persiguiéndolos mientras huían y rematando a los heridos con varios
miles de bajas. Durante la segunda ofensiva de la Cruzada,
encabezada por el heredero del rey Felipe II “Augusto”y futuro Luis
VIII, todos los hombres, mujeres y niños de Marmande, unos siete
mil habitantes, fueron degollados emulando la masacre de Béziers.
Fue como si durante aquella atroz campaña de exterminio,
patrocinada por el vicario de Jesucristo, el quinto mandamiento
católico (“No matarás”) hubiera desaparecido del Decálogo.
Tercera fase: La Inquisición (1231 – 1321)
Tras veinte años de brutal actividad bélica, la llamada “cruzada
albigense” logró sentenciar la desaparición del condado de Tolosa
como gran señorío feudal autónomo y su incorporación a la corona
de Francia de acuerdo con el tratado de Meaux-París (1229). Pero, a
pesar de este éxito de la campaña político-militar, la Cruzada fracasó
en su teórico objetivo principal: la erradicación de la herejía cátara.
A pesar de las conquistas, de las masacres y de las hogueras, el
catarismo continuaba más vivo que nunca. Ante la evidencia de que
la guerra no era la solución, la Iglesia Católica cambió radicalmente
su estrategia antiherética creando un eficaz sistema de detección,
investigación50, procesamiento y castigo individual del hereje basado
en el terror, la delación, el juicio sin garantías y la tortura, modélica
para las policías políticas de las más atroces dictaduras de la historia
como la Cheka o la Gestapo: la Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum
Officium, conocida como la Inquisición.
Aunque para la leyenda negra la inquisición por antonomasia es la
española, esta siniestra institución nació tres siglos antes en el sur de
Francia, precisamente para combatir la “ herética pravedad” cátara.
50
“Inquisición” proviene del latín “inquire”: indagar, hacer luz en algún asunto.
Fernando Sáez Aldana
68
El último amigo de Dios
La lucha contra la disidencia había existido dese el mismo siglo IV
en que se consolidó la ortodoxia católica, pero el fuerte rebrote de
las doctrinas consideradas heréticas en el segundo milenio alarmaron
al papado hasta la creación de un instrumento específico para
combatir con eficacia la “peste” de las desviaciones dogmáticas.
Sobre todo, el catarismo del Languedoc jugó un papel esencial en el
proceso de conversión de la sociedad europea en una sociedad de la
persecución entre los siglos XI y XIII, que explica el nacimiento de
una institución expresamente creada para perseguir y reprimir.
El germen del futuro “Santo Oficio” fue la decretal Ad abolendam del
papa Lucio III (1184), que determinó anatema perpetuo contra
quienes “se atreven a sentir o enseñar algo distinto de lo que la sacrosanta
Iglesia Romana predica y observa” y contra sus defensores y
encubridores. En esta “carta magna” inquisitorial se señala
claramente a los colectivos considerados heréticos –con los cátaros a
la cabeza- , fija la frecuencia de las búsquedas de herejes por los
obispos en sus territorios (directas o por delación bajo juramento) y
diseña ya el procedimiento inquisitorial y las penas correspondientes
al delito de herejía según la condición de cada persona y su
estamento social, entregando al brazo secular al quien no abjurase
del “error”.
En 1199, el belicoso Inocencio III decretó en la bula “Vergentis in senium”
que los herejes y sus protectores cometían un crimen de “lesa majestad
Divina”, es decir, contra el Papa, la Iglesia y se fe.
La primera etapa de la Inquisición occitana se denomina
“episcopal” por ser cada obispo el responsable de la investigación en
su diócesis. Como este sistema no lograba el objetivo, por medio de
otra bula papal, Excommunicamus (1231), Gregorio IX centralizó la
lucha contra la herejía, confiándosela a la órdenes mendicante de los
dominicos.51
Otro papa, Inocencio IV, aplicó una vuelta de tuerca más en el
exterminio sistemático de los disidentes al legitimar la tortura como
medio de confesión en la bula Ad extirpanda (1252) y establecer
formalmente la quema de herejes vivos como castigo.
51
Además del protoinquisidor Domingo de Guzmán, los dominicos destacaron durante
tres siglos como celosos ejecutores del encargo papal de la represión antiherética, por lo
que fueron llamados “Domini canes” (los perros del Señor).
Fernando Sáez Aldana
69
El último amigo de Dios
La muerte en la hoguera
La experiencia común del intenso dolor que produce el calor
excesivo aplicado sobre la piel ha inducido al malvado ser humano a
utilizarlo como método de tortura y asesinato desde los tiempos
prehistóricos hasta nuestros días. El libro más antiguo, la Biblia, ya
narra la condena a muerte por una “quema” que según el Talmud
consistía en verter plomo derretido en la garganta del condenado.
En una de sus campañas de conquista, Julio César documentó la
costumbre celta del “hombre de mimbre”, un método cruel de
ejecución destinado a delincuentes como ladrones consistente en
introducir a la víctima en una especie de escultura hueca
confeccionada con ramas inflamables a la que prendían fuego.
La Roma imperial también utilizaría el fuego para destruir a sus
enemigos. Entre las atrocidades que se le atribuyen al emperador
Nerón (37-68) destaca la quema de reos en cruces y picotas
prendidas a modo de antorchas humanas que iluminarían sus no
menos crueles espectáculos nocturnos.
En el año 258, Lorenzo, uno de los siete diáconos de Roma, fue
quemado vivo en una parrilla cerca del Campo de verano. Según la
tradición, en medio del martirio, exclamó: Assum est, inqüit, versa et
manduca (“Asado está, parece, da la vuelta y come”).
Convencido de que la unidad de su imperio dependía de la de su fe,
Justiniano I llamado el Grande (483-465) persiguió tanto el
paganismo como la disidencia religiosa llegando a ejecutar en
Constantinopla y ante su presencia a herejes maniqueos.
Ya en la Alta Edad media, la Iglesia Católica instituyó la muerte en la
hoguera como castigo oficial de la herejía. La justificación se buscó
en un capítulo evangélico que contiene una metáfora vitícola: “Si
alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y
se seca; luego los recogen, los echan al fuego, y arden “ (Juan, 15:6).
Según el historiador experto en Inquisición Henry C. Lea, a los
primeros quemados por herejía (siglos XII y XIII) no se les
estrangulaba antes de prenderles fuego, como haría más tarde la
Inquisición española, ni se les colgaba del cuello un saco de pólvora
que al ser alcanzado por las llamas explotaba, gestos “compasivos”
que acortaban aunque de forma tan atroz el sufrimiento del
Fernando Sáez Aldana
70
El último amigo de Dios
condenado. Se procuraba ejecutar en días festivos, para reunir al
mayor número posible de espectadores del escarmiento. Los reos
eran atados a postes tan largos que permitieran exponer el cuerpo
por encima del material combustible, aunque a veces se amontonaba
en torno a él paja mezclada con leña hasta la barbilla. Salvo si se
trataba de relapsos, cuya condena era irrevocable, los herejes podían
librarse del tormento hasta el último instante si se retractaban ante
los clérigos, quienes daban la orden de comenzar la quema a los
verdugos si la abjuración no se producía. Para evitar que restos de
los quemados pudiesen convertirse en reliquias venerables,
procuraban que sus cuerpos se consumieran por completo52.
Las razones por las que la iglesia romana escogió el tormento del
fuego como “pena natural” para eliminar a los enemigos de su fe se
desconocen con certeza, pero se han invocado las siguientes:
- Efecto “purificador” del fuego. En aquellos oscuros años la
herejía era comparable a una enfermedad contagiosa tan
devastadora como la peste. Y aunque se desconocía la
naturaleza de la infección (no se haría hasta el siglo XIX),
se practicaba la combustión como medida higiénica de
“desinfección”.
- El fuego como puerta de entrada del infierno. Los herejes
que acababan en la hoguera se habían negado a abjurar o
habían reincidido después de hacerlo (relapsos), lo que les
hacía directamente merecedores del fuego eterno en el que
se creía consistía el infierno. De este modo, las llamaradas
de la pira constituían la perfecta antesala del averno.
- La iglesia romana rechazaba el derramamiento de sangre en
el castigo a sus enemigos. Por eso preconizó el empleo de
tormentos incruentos y la muerte por asfixia o quemadura
que proporciona el fuego sin derramar una sola gota.
- Condena a maldición eterna. La completa eliminación física
del cuerpo del condenado, garantizada por su combustión,
52
Cuando se extinguió el fuego, los verdugos de Juan Huss (Constanza, 1415) cogieron
su cadáver semicalcinado, lo despedazaron, arrojaron los despojos a una nueva hoguera
y arrojaron las cenizas resultantes al río.
Fernando Sáez Aldana
71
El último amigo de Dios
le privaba de la esperanza de resurrección el día del Juicio
Final.
Respecto a las causas de la muerte en la hoguera, no resultan tan
obvias como pudiera parecer. A este respecto, las narraciones sobre
horribles agonías incluso durante horas de los condenados
amarrados al poste clavado en una pila de leña carecen de
credibilidad científica.
La acción directa de la llama sobre la piel humana produce su
completa destrucción en cuestión de segundos. En estas
quemaduras totales, denominadas médicamente de tercer grado, la
eliminación de la piel completa (dermis y epidermis) incluye sus
terminaciones nerviosas o receptores del dolor, por lo que la parte
de
superficie
corporal
afectada
permanece
indolora.
Paradójicamente, resulta mucho más dolorosa una quemadura de
primer grado como la producida al tocar una fuente de calor
intenso, donde la piel afectada sólo sufre un enrojecimiento
pasajero.
De hecho, algunos condenados a morir en la hoguera eran
compasivamente matados antes de prenderles fuego, generalmente
por estrangulamiento a mano o con cuerda, con el fin de evitarles el
suplicio. Sin embargo, el manual de inquisidores de Eymerich
recomienda quemarlos vivos, “pero antes se tomará la precaución de
sacarles (= cortarles) la lengua, o ponerles una mordaza, para que con sus
blasfemias no escandalicen a los circunstantes”
Otro mito relacionado con la combustión humana es la presunta
prolongación del sufrimiento si la leña apiñada a sus pies estaba
húmeda o verde todavía, como ejercicio de ensañamiento. En
realidad de lo que morían realmente muchos quemados era de
asfixia por aspiración del humo, precisamente más abundante
cuando el combustible tarda en arder. Esto era así sobre todo en
ejecuciones colectivas, cuando la leña apiñada formaba montículos
en cuya cumbre eran clavados los postes a los que ataban a los
infelices. Al iniciar el fuego en la base de la acumulación de leña y
ramaje, para cuando las llamas alcanzaban el cuerpo de las víctimas
éstas ya habían perecido asfixiadas, sobre todo si habían seguido el
piadoso consejo de aspirar el humo con todas sus fuerzas para
ahogarse en él cuanto antes. Estremece imaginar siquiera la
Fernando Sáez Aldana
72
El último amigo de Dios
magnitud de la gigantesca fogata a la que se arrojaron los más de
doscientos perfectos cátaros tras la caída de Montségur (16 de
marzo de 1244).
Las primeras combustiones de herejes documentadas en Francia se
produjeron en 1022 (Orleans, Toulouse, Arras). En 1077 el obispo
de Cambrai quemó a un cura acusado de hereje. La reforma
gregoriana apaciguó el fuego casi medio siglo pero en 1120 en
Soissons una chusma asaltó la prisión episcopal y linchó a los presos
sospechosos de herejía y en 1135 se encendieron más hogueras en
Lieja, Treves y Utrecht. El predicador disidente Pierre de Bruis
quemaba cruces públicamente por considerarlas un instrumento de
tortura indigno de veneración hasta que una multitud enfurecida
arrojó al estaurocáustico a su propia pira de crucifijos, donde ardió
con ellos a fuego lento. En 1143 se encendieron hogueras en
Colonia, en 1145 en Lieja y en 1163 en Colonia y Besançon.
El emperador Federico II sancionó el uso de la hoguera como pena
capital a petición de las autoridades eclesiásticas, que los
inquisidores formalizaban utilizando en sus documentos
condenatorios la expresión eufemística animadversio debita.
Aunque ya durante la Cruzada (1209-1229) fueron quemados vivos
cientos de perfectos y perfectas cátaros fueron quemados vivos en
diversas localidades, el Concilio de Tolosa de 1229 sistematizó la
pena de fuego, reservada en muchos casos para los herejes
“pertinaces” (los que se negaban a abjurar) y, en todos los casos,
para los “relapsos” (reincidentes en la herejía tras haber abjurado).
La pena de hoguera continuó vigente en Europa durante varios
siglos después del extermino cátaro. Ilustres quemados posteriores
al catarismo fueron Jan Hus (1415), Miguel Servet (1511) y
Giordano Bruno (1600).
El celo incendiario de los primeros inquisidores llegó a extremos
como desenterrar cadáveres de acusados de herejía post-mortem y
lanzar sus restos a la hoguera o quemar herejes moribundos. El 5 de
agosto de 1234 el obispo dominico de Tolosa Raymond de Fauga,
haciéndose pasar por cátaro, obtuvo una confesión herética de una
acaudalada dama que agonizaba en su lecho y solicitó el
consolament para tener un buen final. Como la anciana estaba
Fernando Sáez Aldana
73
El último amigo de Dios
demasiado débil para moverse por su propio pie, la ataron a la cama,
que bajaron por la escalera a la calle. Raymond encabezó la
procesión hasta un campo que había detrás de las puertas de la
ciudad, donde se había encendido una hoguera. La noticia del espectáculo se difundió por todo Tolosa y una gran multitud pudo
contemplar cómo una mujer apenas consciente, a unas horas de
fallecer de muerte natural, era arrojada a las llamas.
«Una vez hecho esto —señaló un testigo—, el obispo, junto con
los monjes y sus sirvientes, regresaron al refectorio y, tras dar gracias
al Señor y Santo Domingo, dieron buena cuenta de la comida con
talante animoso.»
Se preguntará al acusado si en algún lugar ha visto o conocido a uno o
más herejes, sabiendo o creyendo que eran tales por su nombre o reputación:
dónde los ha visto, cuántas veces, con quién y cuándo [...] si ha tenido algún
trato familiar con ellos, cuándo y cómo, y quién los presentó [...] si ha
recibido en su propia casa a uno o más herejes y, en ese caso, quiénes y qué
eran; quién los llevó allí; cuántas veces se quedaron en casa del acusado; qué
visitas recibieron; con quién se marcharon, y dónde fueron [...] si hizo
adoración ante ellos, o vio que otras personas los adoraran o les hicieran
reverencia al modo hereje [...] si les dio la bienvenida, o vio que alguna otra
persona lo hiciera, a la manera de los herejes [...] si estuvo presente en la
iniciación de alguno de ellos y, en ese caso, cuál fue la forma de iniciación;
cuál era el nombre del hereje o los herejes; quién estaba presente en la
ceremonia y dónde estaba la casa en que yacía la persona enferma [...] si la
persona iniciada hizo algún legado a los herejes, en cuyo caso qué y cuánto, y
quién redactó el documento; si se hizo adoración ante el hereje que realizó la
iniciación; si la persona sucumbió a su enfermedad y, en ese caso, dónde la
enterraron; quién llevó allá al hereje o los herejes y quién los acompañó al
salir.53
El anterior extracto, entresacado de un interrogatorio mucho más
extenso, da fe de la paralizante minuciosidad de la Inquisición,
constituida expresamente para destruir a los cátaros. A continuación
se citó a cientos, miles de personas para que testificaran ante los
inquisidores y sus escribanos. Las preguntas eran reiterativas,
concebidas para crear en la persona interrogada dudas sobre qué
sabía exactamente el inquisidor y quién se lo había contado. A una
persona sospechosa de simpatizar con los cátaros no siempre se le
informaba de las acusaciones que pendían sobre su cabeza; si se le
53
De Practica Inquisitionis, de Bernard Gui, citado en Massacre at Montségur, de Zoé
Oldenbourg (pp. 307-308).
Fernando Sáez Aldana
74
El último amigo de Dios
avisaba del peligro, no tenia derecho a saber quiénes eran sus
acusadores, y si osaba buscar ayuda legal exterior, también se
acusaba a su desafortunado abogado de ser cómplice de herejía.
Fuera cual fuese el veredicto del inquisidor —que ejercía las
funciones de fiscal, juez y jurado—, no cabía recurso alguno.
Además, antes de que se dictara la sentencia, se podía prolongar
indefinidamente, sin explicaciones, la detención de cualquier
persona para seguir interrogándola. No era tanto un sistema judicial
como una máquina de crear inquietud.
El mismo año del fin de la campaña militar de la Cruzada (1229) el
nuevo cardenal-legado de Tolosa Roman de Saint-Ange inició su
caza de herejes publicando un reglamento entre cuyas normas
destacan las siguientes:
- En cada parroquia, un sacerdote asistido por laicos de
confianza debían visitar las vivienda sospechosas de ocultar
herejes y, en su caso, los capturaban y entregaban a la
justicia epsicopal. A quienes los hubieran asilado se les
quemaba la casa y las tierras.
- Todo varón mayor de 14 años y toda mujer mayor de 12
debía jurar fidelidad a la fe católica y prometer buscar y
denunciar a los herejes. Un censo parroquial garantizaba la
prestación del juramento.
- Todas las personas con uso de razón debían acudir a la
misa dominical y confesarse y comulgar al menos tres veces
al año. Quienes escaparan a este férreo sistema de control
ejercido desde el púlpito eran sospechosos de herejía.
- Quienes abjuraban de la herejía voluntariamente debían
cambiar de residencia y llevar cruces cosidas en la ropa y no
podían ejercer ciertas profesiones como médico u oficial.
Los que lo hacían por miedo eran encarcelados y sus bienes
confiscados.
El inquisitor hereticae pravitatis (inquisidor de depravación herética)
rompió los lazos de confianza que mantenían unida la sociedad civil.
Informar sobre el vecino de uno llegó a ser no sólo un deber sino
también una estrategia de supervivencia. Durante cien años, desde
1233, el inquisidor fue un elemento espantoso de la vida en el
Languedoc, y su llegada a ciudades y pueblos, la ocasión para
contemplar exhibiciones degradantes de hundimiento moral. En
Fernando Sáez Aldana
75
El último amigo de Dios
teoría no se podía castigar a nadie si no hablaba; el inquisidor no
podía actuar si no mediaba una denuncia. En la práctica, ninguna
comunidad, en especial las ciudades medievales tiranizadas por
rivalidades, poseía la necesaria cohesión sin fisuras para combatir el
poder de un tribunal sigiloso.
El inquisidor llegaba a la ciudad y consultaba a los clérigos. Se
requería a todos los hombres de más de catorce años y a las mujeres
de más de doce que hicieran profesión de fe ortodoxa; los que no lo
hacían eran los primeros en ser interrogados. En su sermón
inaugural, el inquisidor invitaba a las personas de la zona a pensar
bien en sus actividades pasadas y presentes y a que se presentaran a
la semana siguiente para hacer declaraciones confidenciales. Tras su
período de gracia de siete días, los pecadores que no se hubieran
denunciado a sí mismos recibirían una citación judicial. Los
renuentes corrían peligro de recibir un castigo severo, desde la
pérdida de propiedades hasta la pérdida de la vida. Aparte del
crimen de ser un perfecto, merecedor de la pena capital, entre los
delitos se incluían dar cobijo a los perfectos, «adorarlos» (realizar el
saludo del melioramentum) o, simplemente, no denunciar a la Iglesia
casos de herejía. Las pruebas de verdadera abjuración del error se
hallaban en el número de personas a las que los pecadores arrepentidos estaban dispuestos a traicionar. La Inquisición quería nombres...
elaborar un inventario de la red del catarismo que había sobrevivido
a la cruzada.
Naturalmente, los poco escrupulosos comparecieron enseguida
para informar contra sus enemigos personales, tanto si eran credentes
(creyentes) como si no. Esta lista inicial al menos le sirvió al
inquisidor como base para crear un clima de miedo. Después se
citaba a los denunciados, que a veces eran encarcelados y siempre
intimidados para que dieran más nombres. La investigación se
ampliaba, se detenía a cátaros y católicos por igual... y sólo el
inquisidor sabía qué acusaciones habían sido corroboradas. Para
condenar a un individuo que negara cualquier relación con la herejía
el inquisidor precisaba el testimonio de al menos dos testigos.
A menudo la gente se abandonaba a la merced del tribunal admitiendo transgresiones de poca importancia —por ejemplo, haber
dado un trozo de pan a un perfecto— en un pasado lejano, con la
esperanza de que acciones herejes más recientes quedarían así en
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
cierto modo disimuladas. Cuando se les presionaba, como de
costumbre, para que dieran nombres, los astutos creyentes recitaban
una larga lista de fallecidos, con lo que cumplían con su obligación
de señalar a tantas personas como fuera posible al tiempo que
salvaban a los vivos del castigo.
Los inquisidores tenían una respuesta a esa táctica. Desenterraban
y quemaban a los muertos. Ante la estupefacción de familiares y
amigos, los cementerios quedaron patas arriba, y se acarrearon
cadáveres en descomposición por las calles mientras los sacerdotes
gritaban: «Qui aytal fara, aytal pendra» (El que haga lo mismo sufrirá el
mismo destino). Esas hogueras macabras eran sólo el principio. Si el
cadáver en llamas era muy conocido por haber albergado a un
perfecto, destruían su casa, con independencia de quién estuviera
ocupándola. Según fuera la gravedad de la sentencia post mortem, el
inquisidor desheredaba a algunos descendientes del condenado y les
embargaba sus propiedades y castillos para financiar las
investigaciones. A otros los encarcelaban, les obligaban a llevar
grandes cruces amarillas cosidas en la ropa como signo de su
infamia familiar o les imponían duras penitencias. Y algunos
hablaban, pese a estar todavía afligidos por las indignidades cometidas en los cuerpos y almas de sus parientes difuntos. Los archivos
de la Inquisición empezaron a llenarse de nombres de vivos.
Su celo excesivo atrajo el odio a los dominicos. En Albi, casi
mataron a palos al inquisidor Amoldo Catalán cuando se puso a
desenterrar cadáveres. Los hombres armados del obispo tuvieron
que intervenir para impedir que los ciudadanos lo arrojaran,
inconsciente, al río Tarn. En la cercana población fortificada de
Cordes los enfurecidos aldeanos mataron a dos agentes del
inquisidor tirándolos a un pozo. En Moissac, un centro de
peregrinación junto al Garona donde los inquisidores Pierre Seila y
Guillaume Arnold lograron quemar en la hoguera a doscientas diez
personas vivas, monjes cistercienses compasivos ocultaron a algunos
herejes. Aunque esos tribunales papales se atenían a las costumbres
legales inmisericordes de la época, eran considerados algo nuevo y
malévolo, algo cuya finalidad era transformar un agotado Languedoc
en una tierra de renegados y colaboracionistas. Nadie estaba seguro
a menos que hiciera daño a sus vecinos. La investigación
inquisitorial se caracterizó por acciones policiales sin precedentes
Fernando Sáez Aldana
77
El último amigo de Dios
como la redada del 8 de septiembre de 1309, cuando los soldados
acordonaron la célebre aldea de Montaillou (la “tierra prometida del
error” para Le Roy Ladurie 54 ) y el inquisidor Godefroi d’Ablis
detuvo a todos sus habitantes e interrogó a los mayores de doce
años.
Las penas impuestas por los inquisidores eran de gravedad variable.
Los simples creyentes cátaros que se convertían espontáneamente
eran castigados con multas, obligación de peregrinar 55 o
flagelaciones públicas durante la misa dominical. Si su confesión y
abjuración habían sido forzadas se condenaba al reo a penas como
llevar de por vida cruces amarillas cosidas en el pecho y la espalda, a
las que se añadía un segundo brazo transversal si había cometido
perjurio. Los así estigmatizados sufrían una reprobación social que
dificultaba en extremo su subsistencia. Inocencio III dispuso que
además de estas penas les fueran confiscados los bienes de los
herejes por haber incurrido en un crimen de lesa majestad.
Si los acusados de herejía se negaban a confesar, abjurar o denunciar
a correligionarios, eran torturados. La confesión arrancada en el
potro requería una ulterior confirmación y el silencio equivalía a
asentimiento. Si el hereje mostraba arrepentimiento tras haber sido
condenado o abjuraba caso de ser perfecto se le condenaba al
“muro” o prisión en sórdidas mazmorras sin otro alimento que “el
pan del dolor y el agua de la aflicción”. Había tres modalidades de
murus: el largus era un calabozo convencional provisto de catre donde
el preso podía moverse, el strictus consistía en una celda minúscula
sin ventanas donde el reo permanecía encadenado a la pared de pies
y manos y el strictissimus o emparedamiento significaba el
enterramiento en vida.
Si el hereje “revestido” (perfecto) se negaba a abjurar, lo que sucedía
en casi todos los casos, o si reincidía en la herejía tras haber
abjurado (relapso) era “relajado al brazo secular”, o sea entregado a
la autoridad civil para ser quemado en la hoguera, un acto tan
piadoso para la Iglesia que concedía indulgencias a quienes
54
Su obra “Montaillou, village occitan” se considera imprescinidble para entender no
sólo el fenómeno cátaro sino la vida en la occitania bajomedieval.
55
Las peregrinaciones cortas eran a diversas localidades de Francia y las largas a Roma,
Santiago de Compostela, Canterbury o Colonia, cuyo certificado de realización debían
presentar al inquisidor a su vuelta.
Fernando Sáez Aldana
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El último amigo de Dios
aportaran leña al patíbulo.56Las dos modalidades de quema eran: a
gran fuego, que acortaba el suplicio, y a fuego lento, que lo
prolongaba.
Montségur
La implacable persecución a muerte y el consiguiente acorralamiento
al que fueron sometidos los cátaros, cuya plena integración en la
tolerante sociedad occitana que los acogió era una de sus señas de
identidad, terminó obligándolos a pasar a la clandestinidad o a
buscar un refugio seguro donde continuar viviendo en comunidad.
En la época medieval esto sólo era posible en el interior de un
recinto amurallado, más inexpugnable cuanto más alto e inaccesible.
A principios del siglo XIII todavía no existía la artillería y la
conquista de un castillo o una ciudad fortificada sólo se conseguía
tras prolongados asedios que muchas veces terminaban con la
rendición de los sitiados por hambre y sed o epidemia sin abrir un
solo boquete en la muralla.
El repliegue cátaro en castillos para ponerse a salvo de la represión
ha originado una leyenda sobre los “castillos cátaros” que
actualmente constituye el plato fuerte del tinglado de promoción
turística montado en los escenarios de la tragedia cátara, repartidos
en distintos departamentos de las regiones de Languedoc-Roussillon
y Midi Pyrenées. La promoción de rutas cátaras jalonadas de
castillos de visita pagada cuyas localidades próximas ofrecen al
visitante libros, exposiciones, souvenirs y hasta menús cátaros,
consideraciones comerciales aparte, no deja de sorprender por la
profunda huella dejada por sucesos ocurridos en un territorio (el
“país cátaro” de las guías y reclamos turísticos) donde el último
perfecto cátaro fue quemado hace siete siglos.
Los nombres de Aguilar, Peyrepertuse, Termes, Puivert, Puilaurens,
Lastours, Quéribus, Roquefixade y Villerouge-Termenés, entre
otros, figuran en todas las guías como fortalezas cátaras en las que
los buenos cristianos se refugiaron huyendo de la persecución,
56
Una estadística de la actividad inquisitorial de Bernard Gui entre 1308 y 1322 detalló
40 quemados vivos, 67 desenterrados quemados, 300 encarcelados, 21 ex encarcelados
exhumados, 138 condenados a llevar cruces, 16 peregrinaciones, 1 destierro y 36
prófugos.
Fernando Sáez Aldana
79
El último amigo de Dios
primero de los guerreros y de los inquisidores después, empeñados
en aniquilarlos.
En realidad, los cátaros no construyeron ningún castillo. A lo sumo
buscaron refugio en alguno, compartiendo el funesto destino de
otros perseguidos y desheredados como los faidits57 que les prestaban
protección armada. De hecho, la proliferación de castillos erigidos
en emplazamientos inverosímiles (las “ciudadelas del vértigo”) a lo
largo de una línea paralela a los Pirineos cumplió una misión
defensiva mientras la frontera con el gran reino del sur, Aragón
primero y España después, se mantuvo al norte de la cadena axial
pirenaica. Cuando según lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos
(1659), la frontera entre Francia y España se trasladó al sur
siguiendo –salvo alguna excepciones- la línea divisoria de aguas de la
cordillera, los castillos perdieron su interés estratégico y fueron
abandonados hasta el actual estado de ruina en el que hoy pueden
ser visitados, previo pago de un billete.
Pero si tanto en la historia como en la leyenda de los buenos
hombres hay un castillo cátaro por antonomasia, es Montségur.
Dominando el Pays d’Olmes a 1.207 metros de altitud sobre la cima
de un imponente peñón rocoso (“pog” en occitano), el “monte
seguro”, a cuya sombra se acurruca hoy el caserío del pueblecito
homónimo, el castillo de Montségur simboliza hasta el mito la
tragedia de los pacíficos practicantes de una religión brutalmente
exterminada por la intolerancia de otra.
En el “concilio” de Mirepoix (1206), que reunió a seiscientos
perfectos, los cátaros pidieron al señor creyente Raimon de Pereille
que restaurase el ruinoso castro de Montségur para instalar un
centro de difusión religiosa. La altura de su emplazamiento, en la
cumbre de una pequeña montaña rodeada de barrancos rocosos casi
verticales y sólo difícilmente accesible desde la cara suroeste,
convirtieron a la nueva construcción en una fortaleza prácticamente
inexpugnable. A lo largo de los años, en torno al castillo fue
creciendo una pequeña aldea dotada de sus propias defensas donde
llegaron a vivir entre cuatrocientas y quinientas personas entre
perfectos de ambos sexos, familias de artesanos creyentes y una
57
Señores y nobles desposeídos de sus fortalezas y tierras por la Cruzada que siguieron
combatiendo a sus depredadores en un extraño destino compartido con el de los cátaros,
a los que en muchos casos protegieron contra sus perseguidores.
Fernando Sáez Aldana
80
El último amigo de Dios
guarnición defensiva a las órdenes del faidit Pierre Roger, antiguo
coseñor de Mirepoix y yerno de Pereille.
La firma del tratado de paz de 1229 constituía una grave amenaza
para la iglesia cátara que el obispo de la iglesia de Tolosa Guilhabert
de Castres supo entrever. Esta gran figura del catarismo abandonó
entonces la sede de Saint-Paul-Cap-de-Joux y durante tres años erró
clandestinamente por distintos lugares de la región hasta que en
1232, al frente de una comitiva formada por una veintena de
perfectos escoltados por tres caballeros, solicitó asilo en Montségur
a Raimon de Pereille, que acababa de instalarse con su familia, para
convertir el lugar en “sede y cabeza” de la iglesia cátara. Así fue y,
durante los doce años anteriores a su decapitación, la montaña
segura se convirtió en un centro espiritual estratégico desde el que
los perfectos descendían a ejercer su ministerio y al que acudían
creyentes en peregrinación. Ni la avanzadilla militar que aquel
mismo año pretendió llevarse a varios prefectos, ni un desganado
asedio por tropas del conde de Tolosa en 1241 consiguieron
doblegar la impunidad con la que Montségur actuaba desde el
comienzo de la cruzada en 1209. Dicha impunidad, antes que a su
pretendida inexpugnabilidad, parece que se debió a la indefinición
de su dependencia en la compleja situación feudal de un territorio
fronterizo entre los condados de Foix y Tolosa, lo que, posibles
simpatías aparte, desincentivaba a sus respectivos señores para
emprender una ardua conquista.
Tuvo que ser la enérgica Blanca de Castilla, regente de Francia hasta
la mayoría de edad de su hijo Luis, futuro (San) Luis IX, quien
determinó “cortarle la cabeza al dragón” con ocasión del concilio
celebrado en Béziers en 1243. Los sangrientos acontecimientos de
Avignonet protagonizados el año anterior por un grupo armado
descendido de Montségur firmaron la sentencia de destrucción de la
“sinagoga de Satán”.
Debido a los muchos y graves excesos que cometían en el
desempeño de su trabajo, los occitanos aborrecían a los inquisidores
y el odio acumulado durante años desembocó en los trágicos
sucesos de Avignonet. En mayo de 1242, un tribunal dirigido por el
dominico Guillermo Arnaut y el franciscano Esteban de SaintThibéry al frente de una numerosa comitiva recalaron en esta
población, situada a unos 40 km al sureste de Toulouse y 70 al norte
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El último amigo de Dios
de Montségur. Para su desgracia, se alojaron en el castillo de
Raymond de Alfaro, bailío de Raimundo VII y simpatizante de los
cátaros, que envió recado de la visita a Pierre-Roger de Mirepoix. El
defensor de Montségur reunió una nutrida tropa armada de
seguidores y el 26 de mayo partió hacia Avignonet. Dos días
después, gracias a la complicidad del interior del castillo, tres
caballeros y doce sargentos ascendieron al caer la noche por la torre
del homenaje hasta los aposentos de los inquisidores, a quienes
sorprendieron durmiendo. Además de ellos, fueron asesinados a
hachazos otros seis religiosos, dos ujieres y el secretario del tribunal.
A la carnicería siguió la destrucción de todos los archivos y
documentos que encontraron. El odio de la población hacia la
Inquisición era comparable al que provocaría la Gestapo de la
ocupación nazi ocho siglos después, y la noticia de la matanza fue
recibida con alborozo en toda la región. Pero los sucesos de
Avignonet marcaron a hierro y sangre el principio del fin del
emblemático “mont sûr” de la iglesia de los buenos cristianos.
Apoyado por el obispo de Albi y el arzobispo de Narbona, el
senescal de Carcasona Hugo de Arcis fue el encargado de reclutar
un ejército de varios miles de soldados que en mayo de 1243 sitiaron
Montségur lo largo de tres kilómetros en torno a la base del pog. En
el interior del inexpugnable castrum convivían dos comunidades. La
religiosa estaba formada por 211 perfectos y perfectas bajo la
autoridad espiritual de Bertrán Marty, obispo de la iglesia cátara de
Tolosa, y la laica, estimada en unas 160 personas entre familiares y
sirvientes de Ramón de Pereille, señor de Montségur, y de su yerno
y jefe militar Pedro Roger de Mirepoix, caballeros, sargentos y otros
defensores. La permeabilidad del cerco permitió subir y bajar al
castrum sin mucha dificultad durante los primeros seis meses del
asedio. Por Navidad, dos perfectos se descolgaron por uno de los
barrancos llevando consigo el mítico tesoro cátaro para ponerlo a
buen recaudo en una spulga (cueva) perdida en el Sabarthés.
La fantasiosa imaginación de generaciones de autores ha especulado
con la naturaleza de este tesoro cuya existencia y evacuación están
documentadas, pero no así su contenido, lo que ha dado pie a
diversas conjeturas, algunas disparatadas. Oro, plata y monedas,
textos inéditos de manes o Platón, libros secretos cátaros,
documentos políticos comprometedores e incluso el Santo Grial son
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El último amigo de Dios
algunas de las suposiciones que han originado una de las leyendas
medievales más fascinantes. La teoría del Grial es la que más
literatura fantástica ha originado en los últimos años. Pero no se
trataría de la mítica copa de la Última Cena en la que se recogió la
sangre del costado de Jesucristo crucificado, sino de una piedra
preciosa de origen bien singular.
Según la leyenda, el ángel Lucifer lucía sobre su cabeza una corona
con una gran esmeralda incrustada, que a su caída y conversión en
Príncipe de las Tinieblas se desprendió cuando descendía a la
Tierra 58 , transformándose en el Grial, un objeto dotado de un
inmenso poder que habría ido a parar a manos de los cátaros. Con el
fin de recuperarlo, un ejército del mismo Lucifer se dirigió a
Montsègur, pero una paloma blanca lo recogió del castillo y lo llevó
al monte Tábor, donde era custodiado por la dama Esclaramunda.
El investigador y arqueólogo alemán Otto Rahn, expulsado de las
filas de las SS nazis, estaba convencido de que los cátaros de
Montsègur custodiaban el Santo Grial en busca del tesoro de los
cátaros y su Grial, que habría despertado el interés de Hitler por su
fabuloso potencial esotérico, del que pensaba servirse para sus
objetivos bélicos.
Lo más probable es que el “tesoro” estuviese constituido por lo que
quedaba de caja que sufragaba la intendencia, es decir, los víveres,
utensilios y sueldos de los defensores del castillo, junto con las
últimas noticias e instrucciones a los exiliados occitanos de
Lombardía, en particular a los de Cremona. Es posible que también
se llevaran ejemplares del “libro” –el evangelio de San Juan-, algunos
textos sagrados del rito cátaro escritos en occitano, y poco más.
Lo más extraordinario de este capítulo trascendental de la epopeya
cátara, sin embargo, fue su desenlace. Tras diez meses de un asedio
que resultaba tan duro para los atacantes como para los defensores,
la impaciencia de aquéllos por tomar Montségur debía de ser grande.
El ejército asaltante era una réplica a pequeña escala de la cruzada de
1209, con su misma bicefalia (un jefe militar y otro religioso) y los
mismos objetivos: acabar con un foco de resistencia política a la
expansión del reino de Francia y de disidencia opuesta a la fe
católica y su jerarquía romana, respectivamente. Pero, además de un
58
En el Parzival de Wolfram von Eschenbach, la esmeralda desprendida de la corona de
Lucifer es el lapsit exillis o “piedra caída del cielo”.
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El último amigo de Dios
número considerable de belicosos faidits resentidos y de una notable
comunidad de perfectos y creyentes cátaros con su jerarquía, la
fortaleza daba cobijo a los asesinos de Avignonet. Así que a la
Historia no le hubiera extrañado que una plaza como Montségur
acabase con una masacre a lo Montfort. Sin embargo, y a pesar de
que ni la situación de los asediados era desesperada hasta el límite ni
los asediadores estaban en condiciones de llevar a cabo el asalto
definitivo, el 1 de marzo ambas partes acordaron la rendición con
una sorprendente tregua de quince días antes de la entrega. Al cabo
de ese plazo, los laicos podrían abandonar su refugio beneficiándose
de una amnistía que alcanzaba incluso al comando de Avignonet.
Por su parte, la comunidad cátara tendría la oportunidad de abjurar;
los que se negaran serían arrojados a la hoguera. No sólo no
abjuraría ninguno sino que tres días antes de su entrega veintiún
creyentes pidieron ser consolados, lo que les condenaba a las llamas
sin remisión.
Resulta imposible conocer las razones por las que aquella inusual
tregua fue solicitada y concedida. Tampoco podrá saberse en qué
emplearon los moradores de Montségur aquellas dos semanas, las
últimas de la vida de la mayoría de ellos. Lo que sí está
documentado es que la noche anterior a la tragedia, la del 15 al 16 de
marzo, cuatro perfectos cátaros se descolgaron por las paredes del
pog y huyeron en la oscuridad burlando el cerco por caminos que
conocían muy bien. Se conoce incluso la identidad de tres fugitivos
(Amiel Aicart, Peytavi Laurent y un tal Hugues) pero no la del
cuarto. Seguramente nunca podrá saberse cuál era su misión ni si se
llevaron algo del último santuario cátaro para ponerlo a salvo, ni de
qué se trataba en tal caso. La evacuación del tesoro dos meses antes
permite suponer que, o no evacuaron ningún objeto y sólo
pretendían salvaguardar un puñado de buenos hombres que
mantuviesen viva su fe, o se llevaron condigo algún texto o
documento escrito con la tranquilidad proporcionada por una tregua
que sería su verdadera razón de ser.
Nada más clarear, aquel frío miércoles 16 de marzo de 1244 los
alrededor de 400 moradores de Montségur descendieron en silencio
hasta la pradera situada a los pies de la montaña para entregarse “a la
Iglesia y al Rey”. Un ejército comandado por el senescal Hugo de
Arcis y el arzobispo Pedro Amiel los aguardaba junto a un gran
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El último amigo de Dios
cercado de madera repleto de ramas y leña apiladas en su interior.
Una vez separados los laicos de los religiosos, el arzobispo conminó
a estos a abjurar. Ninguno lo hizo y, de un modo inusualmente
sumario y expeditivo, sin detenciones, interrogatorios inquisitoriales
ni dictado de sentencias, entre 205 y 215 perfectas y perfectos según
las fuentes se arrojaron o fueron arrojados a la gigantesca hoguera
que tan trágicamente puso fin a la “sede y cabeza” de la iglesia cátara,
finalmente descabezada por la invencible coalición del monarca
francés y el papa romano. En ese mismo “prat dels cremats” (prado
de los quemados) una estela erigida en 1960 con la inscripción “Als
catars, als mártir del pur amor crestian” recuerda al visitante el escenario
de la tragedia.
De acuerdo con lo establecido, castrum y castillo fueron arrasados
por haber cobijado herejes. El actual castillo en ruinas fue edificado
años después y, como otros tantos del prepirineo francés,
abandonado tres siglos después, cuando desapareció su interés
estratégico defensivo.
Tras la caída de Montségur, y a pesar de la intensa actividad policial
de la Inquisición, de las detenciones, encarcelaciones, ejecuciones y
partidas al exilio, el catarismo continuaría vivo, fundamentalmente
en Languedoc y Lombardía, principal destino de la mayoría de los
exiliados, aunque otros escaparon del acoso inquisitorial al vecino
reino de Aragón-Cataluña y, en menor medida, al de Castilla
siguiendo el llamado camino francés que conducía a los peregrinos
de Centroeuropa hasta Compostela. Sin alcanzar su categoría de
“cabeza y sede” de la iglesia cátara, tras el desalojo de Montségur
otras fortalezas como Puylarens y Quéribus acogieron a buenos
hombres. La conquista de éste último, en 1255, se considera la
última acción militar de la conquista francesa de Occitania. A partir
de entonces los cátaros no dispondrían de más refugios seguros.
En 1252 la represión papal se endurecería con la promulgación por
Inocencio IV de la bula Ad extirpanda, que legalizaba el empleo de la
tortura en los interrogatorios a los sospechosos de herejía,
coincidiendo con la vuelta de los dominicos a la Inquisición.
De la fuerte implantación de los buenos hombres en el norte de
Italia dan buena cuenta los horrores que la represión provocó en
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El último amigo de Dios
aquellas tierras. En 1269 la inquisición lombarda envió veintiocho
carretas a la hoguera en Plasencia. En 1276, remedando el asedio a
Montségur, los señores della Scala y el obispo de Verona pusieron
sitio a Sirmione, fortaleza a orillas del lago Garda donde se refugiaba
una numerosa comunidad cátara. Tras su rendición, el holocausto de
Montségur se repetiría en 1278 con la quema colectiva de 200
cátaros en la Arena de Verona, hoy reconvertida en escenario
operístico para multitudes de turistas.
El siglo XIV comenzó con un renacimiento de la predicación cátara
en Languedoc con el regreso de perfectos tan decididos como los
hermanos Autier, pero también con un recrudecimiento de la
represión a manos de inquisidores tan encarnizados e hiperactivos
como Bernardo Gui, nombrado inquisidor de Tolosa en 1307 y
autor del célebre manual para inquisidores Practice Inquisitionis
hæreticae pravitatis, que en un solo día (23 de abril de 1312) dictó 225
sentencias, o tan profesionales como Jacques Fournier, futuro papa
Benedicto XII, cuyos minuciosos interrogatorios constituyen un
excepcional documento histórico.
El último gran predicador cátaro, Pierre Autier, fue detenido,
interrogado, encarcelado durante diez meses y finalmente arrastrado
por los inquisidores hasta la fachada de la catedral de Saint-Étienne,
donde fue quemado vivo tras negársele pronunciar un último
sermón con el que el infatigable predicador esperaba convertir a
todo el que lo escuchara.
Del régimen de terror implantado en el Languedoc da muestra la
redada efectuada el 8 de septiembre de 1309 contra la aldea de
Montaillou, la “tierra prometida del error” (Le Roy Ladurie), cuya
población entera, creyentes cátaros en su mayoría, fue detenida por
un ejercito que acordonó el pueblo. Instalado en la casa de Pierre
Clergue, el mujeriego cura del pueblo que moriría sin sentencia en
prisión años más tarde, el inquisidor Jofre de Ablis interrogó a todos
los mayores de 12 años que aguardaban su turno en el castillo,
retenidos por Jaime de Polignac, guardián de la temible prisión de
Carcasona. Años después (1329) el antiguo rector de Montaillou fue
finalmente declarado hereje y sus restos fueron desenterrados y
quemados.
El último capítulo conocido del catarismo occitano tuvo un
protagonista singular: Guillermo Belibaste, el último perfecto.
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El último amigo de Dios
La biografía de Guillermo Bélibaste parece más bien el argumento
inverosímil de una novela de aventuras. En los primeros años de su
edad adulta, Guillaume fue pastor en la accidentada meseta de
Corbiéres hasta que en otoño de 1306 una discusión con otro pator
al que causó la muerte cambió radicalmente su vida. Fugitivo de la
justicia, se encontró con otros prófugos que se ocultaban en las
montañas. Uno de los cuales, Philippe d'Alayrac, reconoció en el
arrepentido pastor un prometedor neófito y lo inició en la religión
de los buenos hombres hasta que recibió el consolament que
expiaba su culpa.
En 1309 Bélibaste y D'Alayrac fueron detenidos como sospechosos
de herejía y encerrados en el “muro” (prisión) de Carcasona, de la
que logaron escapar huyendo a Cataluña. Cuando al año siguiente
D'Alayrac se aventuró al norte en una misión de misericordia, fue
capturado y arrojado a la hoguera dejando sólo a Bélibaste para
confortar a los refugiados que habían abandonado Montaillou, Axles-Thermes y otras ciudades de Sabartés huyendo de los
inquisidores. Los exiliados erraban por el reino de Aragón para
despistar a la inquisición aragonesa y, para disipar sospechas,
Bélibaste se hacía pasar por hombre casado compartiendo vivienda
con Raymonda Piquier, cuyo marido había desaparecido en la
confusión de detenciones en su país. Acabaron siendo amantes y,
pese a incumplir la promesa hecha en el consolamentum, Bélibaste
mantuvo las apariencias de celibato durante casi una década, y sus
indulgentes seguidores fingieron ignorar la verdadera relación entre
el perfecto y su ama de llaves. En 1319 Bélibaste intimidó al pastor
Pierre Maury, un soltero empedernido de Montaillou, para que se
casara con Raymonda. El perfecto celebró una rápida ceremonia de
boda —otra innovación en una fe que no tenía ese sacramento—, y
Pierre y Raymonda fueron a vivir juntos. Pero una semana después
Bélibaste los liberó de sus promesas y volvió a compartir techo con
Raymonda, que le dio un hijo cuya paternidad fue reconocida por
Maury.
Pese a tales debilidades, Bélibaste trabajó con ahínco para consolidar
su grey y sus sermones se recordaban años después de su muerte.
El cátaro predicaba de manera conmovedora e infundía respeto.
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Jamás vaciló en su idea de que el mundo estaba gobernado por
poderes malignos y que cuatro demonios —el rey de Francia, el
Papa, el inquisidor de Carcasona y el obispo de Pamiers— eran
especialmente activos en impedir que la gente encontrara la verdadera salvación.
Finalmente aquella comunidad errante se instaló en Morella y San
Mateo, al sur de Tarragona, donde vivieron en paz hasta que un día
de 1317, un tal Arnaud Sicre, oriundo de Ax-les-Thermes, dio por
pretendida casualidad con sus exiliados compatriotas. Aunque
aseguró que su madre fue una destacada creyente que acabó
quemada en la hoguera por la Inquisición y con sus bienes
confiscados, el recién llegado ignoraba las costumbres básicas de los
cátaros. Pero fue aceptado en la comunidad y pronto alcanzó el
nivel de los demás en su conocimiento de la religión de los buenos
cristianos. Muchos meses después Arnaud se había integrado
plenamente y sólo lamentaba que sus parientes cátaros que vivían en
las montañas al norte de Andorra, entre ellos su rica tía y su bella
hermana soltera, viviesen privadas del alivio espiritual que él recibía
en Cataluña. Al final, Bélibaste dio instrucciones a Arnaud de que
fuera por ellas al Languedoc. Una benefactora rica siempre sería
bienvenida.
Tras varios meses de ausencia, Arnaud regresó solo porque su tía
Alazais estaba muy enferma y ansiaba ser bendecida por un buen
cristiano antes de morir, al que sabría recompensar generosamente.
Desoyendo las advertencias de sus compañeros, Bélibaste decidió
entonces regresar a la tierra de la que había huido doce años,
asegurando que sería una ausencia corta y beneficiosa para la
comunidad. En la primavera de 1321, Guillaume Bélibaste, Arnaud
Sicre y otros dos emprendieron el viaje al norte, camino de su tierra.
Al cabo de una semana, el pequeño grupo de Sant Mateu había
llegado a una posesión aislada de los condes de Foix, un pequeño
valle montañoso en la falda sur de los Pirineos, cerca de Andorra. La
primera noche durmieron en Castellbó; la segunda, en el pueblo de
Tirvia. A la madrugada siguiente, un pelotón armado derribó la
puerta y los detuvo. Arnaud Sicre había dado el soplo a la
Inquisición. En realidad Sicre era un agente al servicio del obispo
Fournier, el inquisidor de Pamiers, quien además de una generosa
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gratificación, ofreció al traidor recuperar los bienes confiscados a su
madre hereje. Guillaume Bélibaste, el último perfecto del
Languedoc, fue conducido encadenado a través de los Pirineos. En
Pamiers, se negó al obispo Fournier el placer de encender el fuego.
El Papa, tras decidir que Bélibaste era nativo de Corbiéres, ordenó
que lo juzgara el arzobispo de Narbona. Una mañana de otoño de
1321, el impetuoso pastor de rebaños fue conducido al patio del
castillo de Villerouge-Termenés, donde fue atado a un poste clavado
en un montón de paja, troncos y sarmientos. Las llamas acabaron
con el último perfecto del Languedoc. El último buen cristiano. El
último hombre bueno. El último amigo de Dios. Mientras era
conducido a la hoguera, Bélibaste proclamó una enigmática profecía:
“Dentro de siete siglos reverdecerá el laurel”. Al igual que la túnica
corporal que liberó su espíritu camino del Payre saint dels bons sperits,
el misterio de su significado fue pasto de las llamas.
En 1329 fueron quemados los últimos creyentes cátaros de los que
se tiene noticia. Sus cenizas pusieron fin al siglo y medio de
existencia de una iglesia cátara que, si la sangre de los mártires fuese
en verdad la semilla de las iglesias, tendría que haberse convertido
en la religión dominante en toda Europa.
Resumen
La Iglesia de Roma inició la lucha contra la “herejía” cátara en el
país de Oc a mediados del siglo XII mediante el envío de legados
papales que predicaron la vuelta al redil católico sin éxito, dado el
arraigo de un religión atractiva a los ojos del pueblo y la protección
que le dispensó la nobleza. La fundación de una orden de
predicadores (los dominicos) que pretendieron combatir a los
herejes con sus armas tampoco dio resultado y el acceso al papado
del enérgico Inocencio III significó la hostilidad abierta contra los
herejes y sus protectores. El asesinato de su legado desencadenó en
1209 la única cruzada lanzada contra cristianos y en Europa.
Durante veinte años un ejército de nobles franceses del norte
acaudillado militarmente por Simón de Montfort arrasó a sangre y
fuego la región perpetrando masacres civiles y quemas de herejes
con la bendición papal. Al final de la guerra, que supondría la
desposesión de los nobles y la anexión de Occitania al reino de
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Francia, el catarismo seguía más vivo que nunca y la Iglesia puso en
marcha un sistema represivo mucho más eficaz, basado en la
denuncia anónima bajo la amenaza, el encausamiento civil masivo, la
tortura y penas como muerte social, prisión y hoguera: la
Inquisición. Con la ejecución en 1321 del último perfecto cátaro
conocido, la religión de los llamados “amigos de Dios” desapareció
para siempre de la tierra en la que floreció.
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Foto: Pachús Martínez
El autor junto a la estela conmemorativa de la hoguera de Montsègur en el
Prat dels cremats, el 11 de julio de 2011.
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