El último amigo de Dios La tragedia cátara La hoguera de Montsègur Fernando Sáez Aldana 2013 El último amigo de Dios A los mártires del puro amor cristiano. “Dentro de setecientos años reverdecerá el laurel” (Guilhem Bélibaste, el último perfecto cátaro, quemado en 1321 en el castillo de Villerouge-Termenès) “Es pas estonant que lo mond nos asire (1 Jo 3.13), ja que tenguèt en asir Nòstre Senhor e que lo secutèt aital coma sos apòstols. E nosautres, sèm secutats en causa de sa Lei, que seguissèm fermament” (No es extraño que el mundo os aborrezca (1 Jn 3:13), ya que ha aborrecido a Nuestro Señor y lo ha perseguido, a Él como a sus apóstoles. Y nosotros somos perseguidos por amor a su ley, que observamos firmemente) Fernando Sáez Aldana 2 El último amigo de Dios Índice Pág. • Introducción…………………………………………. 4 • Parte Primera. LA ORTODOXIA…………………… 6 o Vida y mito de Jesús de Nazaret…………………. 7 o Origen del cristianismo……………………………16 o Triunfo del cristianismo………………………….. 21 o El dogma católico……………………………….. 25 • Parte Segunda. LA DISIDENCIA……………………33 o Las herejías medievales…………………………...33 o Las doctrinas dualistas…………………………..35 o El catarismo…………………………………...40 • Parte Tercera. LA REPRESIÓN…………………… 59 o La predicación………………………………….60 o La Cruzada……………………………………63 o La Inquisición………………………………….68 Fernando Sáez Aldana 3 El último amigo de Dios Introducción “Hay dos Iglesias: la una huye y perdona, la otra posee y despelleja. La que huye y perdona mantiene el recto camino de los apóstoles; no miente ni engaña. Y esa Iglesia que posee y despelleja, es la Iglesia romana.” (Pèire Autier, perfecto cátaro quemado en 1310) A mediados del siglo XII el sureste de Francia era un mosaico de estados feudales independientes del trono capeto, entre los que destacaba el condado de Tolosa, conocidos hoy como Occitania o Languedoc. Más refinada y tolerante que la del norte y recelosa de la corrompida Iglesia católica romana, la sociedad occitana permitió el arraigo de la religión de los “buenos hombres”, una disidencia cristiana, condenada como herejía por Roma, que pretendía el regreso a la pobreza evangélica a través del ascetismo, la predicación y el trabajo del que vivían. La secta, cuyos seguidores fueron denominados maniqueos, cátaros o albigenses, fue la última gran religión dualista al reconocer dos principios: del Bien o Dios celestial, creador del espíritu invisible, y del Mal o Satán, el demiurgo creador del mundo visible y de la carne corruptible de la cual los espíritus de los ángeles caídos atrapados han de liberarse para regresar al Padre celestial. Además del juramento, pilar básico del sistema feudal, los cátaros rechazaban los principales dogmas católicos, la autoridad papal y los sacramentos (sólo administraban uno, el consolament, que permitía el regreso al cielo de la “chispa divina” encarcelada en el cuerpo tras la muerte). A finales de aquel siglo el auge de la herejía en Occitania resultó tan intolerable para el autoritario papa Inocencio III, que promovió la única Cruzada lanzada contra cristianos en Europa. Durante veinte años el sureste francés fue escenario de una brutal campaña de represión y conquista por un ejército de barones comandado por legados papales que arrasó ciudades a sangre y fuego y cuyo resultado fue la anexión del territorio a la corona de Francia, pero no la erradicación de la herejía, que tras la guerra continuaba más viva que nunca. Para acabar con ella por otros métodos, el papado creó la Inquisición, un régimen de terror más sutil y efectivo que detuvo, interrogó, estigmatizó, desterró, encarceló, torturó y quemó en la hoguera a multitud de “hombres buenos” y a sus simpatizantes Fernando Sáez Aldana 4 El último amigo de Dios o protectores. Acorralada, la iglesia cátara se refugió en el castillo de Montségur hasta su caída en 1244 con la quema de 200 “perfectos” o creyentes consagrados. Cada vez más perseguidos, diezmados o exiliados en Lombardía y Aragón, los “amigos de Dios” se fueron extinguiendo en la clandestinidad y en 1321 fue quemado el último perfecto cátaro conocido. Estructurada en tres partes (La doctrina oficial católica, la disidencia cátara y la implacable represión de ésta por aquélla), el presente trabajo pretende ofrecer una visión necesariamente compendiada del origen, implantación, auge y trágico fin de una Iglesia cristiana heterodoxa cuyos creyentes fueron exterminados por la intolerancia de la Católica romana. El inusitado interés actual por el catarismo obedece sin duda al recuerdo imborrable de aquella inmensa tragedia ocho siglos después, pero también a la fascinación que ejercen ciertoe mitos y leyendas en torno al tesoro presuntamente evacuado de Montségur antes de su rendición, que se ha pretendido relacionar con el fabuloso Grial medieval. Y, desde luego, a la vigente ausencia de respuesta a uno de los mayores enigmas planteados por el pensamiento occidental: ¿de dónde procede el Mal?, que la religión de “los buenos cristianos” trató de resolver. Toulouse, marzo de 2002 Fernando Sáez Aldana 5 El último amigo de Dios Parte Primera. LA ORTODOXIA Extra Ecclesiam nulla salus (“Fuera de la Iglesia no hay salvación”, dogma católico) Credo quia absurdum (“Creo porque es absurdo”. Tertuliano, apologista cristiano) En aras de la verdad, la palabra ortodoxia (del griego ὀρθόδοξια: doctrina correcta) debiera ir aquí entrecomillada, pues se refiere exclusivamente a la católica. Es decir, al conjunto de creencias, dogmas y prácticas admitidas por la Iglesia Católica Apostólica Romana, que es la religión cristiana más numerosa del mundo, seguida de la Iglesia Ortodoxa (todas pretenden serlo) y las Iglesias Protestantes que agrupan a los creyentes luteranos, anglicanos, calvinistas, metodistas, bautistas y otros. El nebuloso personaje histórico al que conocemos como Jesús de Nazaret, posteriormente divinizado como Cristo (“ungido”), no fundó ninguna iglesia, instituyó ningún sacramento ni proclamó dogma alguno. Pero, durante los tres siglos posteriores a su ejecución por los romanos por un delito de rebelión, los inventores de la religión cristiano-católica forjaron una serie de verdades incontestables supuestamente reveladas por Dios que no ha dejado de crecer hasta la edad contemporánea. Desde la Trinidad o la Resurrección proclamadas en el concilio de Nicea (325) hasta la Inmaculada Concepción de María (Pío IX, 1854) o la Asunción de la Virgen al cielo en cuerpo y alma (Pío XII, 1950), la jerarquía católica ha ido incrementando el catálogo de reconocimientos que los fieles han de creer a pies juntillas y sin discusión, dado que la Constitución Dogmática Pastor Æternus, publicada por el papa Pío IX el 18 de julio de 1870, promulgó también la infalibilidad papal en asuntos de Fe. Fernando Sáez Aldana 6 El último amigo de Dios Una fe que obliga al fiel a creer ciegamente en cosas tan increíbles como el parto de una virgen1, la resurrección de su hijo muerto que también lo era de un Dios trino y el ascenso directo de ambos al cielo. Pues el hombre es un pecador congénito que sólo a través de esa fe, que exige el acatamiento sin discusión de la ortodoxia católica y la completa sumisión a su jerarquía, podrá alcanzar la salvación en la otra vida. A partir del siglo IV, cuando el cristianismo se impuso como religión imperial y los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores, la intolerancia hacia quienes no se sometían a la fe oficial provocaría un sin fin de expediciones bélicas contra los infieles (las Cruzadas), despiadadas persecuciones a los disidentes (los herejes), pogromos exterminadores de los “matadores de Cristo” (los judíos) y la instauración de un régimen de terror basado en la excomunión o muerte social, la prisión, la tortura y la muerte en la hoguera (la Inquisición). Vida y mito de Jesús de Nazaret Los documentos históricos que hacen referencia a un tal Jesús (Yeshúa, en hebreo) son tan pobres y escasos que se ha llegado a dudar de su existencia real. En verdad resulta sorprendente que ni un solo escritor, historiador, cronista, ensayista o poeta contemporáneo suyo se haya referido ni de pasada a aquel predicador que obraba milagros, arrastraba multitudes y provocaba graves altercados hasta que fue juzgado y ejecutado para resucitar y ascender al cielo. Y que el impacto social histórico de un personaje tan relevante como el que describen los cuatro evangelistas “oficiales” sea prácticamente nulo. De hecho, las únicas referencias históricas a la existencia de Jesús realizadas por un autor no cristiano datan de los años 90 del siglo I. Son dos y fueron escritas por el mismo autor, el historiador judío Yosef bar Mattityahu (“José hijo de Matías”) hoy conocido por su nombre romano, Titus Flavius Iosephus (Flavio Josefo en español). 1 La lista de otras deidades nacidas de una virgen durante el solsticio de invierno en religiones precristianas es interminable: Horus, Mitra, Attis, Dionisio, Krishna, Heracles, Zoroastro, Vyasa… Fernando Sáez Aldana 7 El último amigo de Dios Nacido en Jerusalén hacia 37 d.C., este fariseo de esmerada educación estuvo al frente de la rebelión judía contra los romanos del año 66, pero cuando fue llevado prisionero a Roma obtuvo el favor del emperador Vespasiano y acabó escribiendo varias obras sobre la historia de su pueblo. Es en una de éstas, “Antigüedades judías”, un voluminoso tratado sobre costumbres judía escrito hacia el 93, en la que Josefo menciona en dos ocasiones a Yeshúa. La primera referencia, contenida en el tomo 18, dice que “Por aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que se le puede llamar hombre). Fue autor de hechos asombrosos, y maestro para quienes reciben con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y griegos. (Él era el Mesías). Y cuando Pilatos, debido a una acusación hecha por nuestros dirigentes, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. (Él se les apareció al tercer día, vivo otra vez, tal como los profetas habían anunciado de Él, además de muchas otras cosas maravillosas). Y hasta hoy los cristianos, llamados así por él, no han desaparecido”. En esta alusión a Jesús, conocida como “el Testimonio Flaviano”, resultan inaceptables las frases encerradas entre paréntesis, dado que Flavio Josefo fue un judío religioso nunca convertido al cristianismo y, por tanto, no pudo identificar al Mesías en Jesús era el Mesías, anunciar su resurrección o insinuar su divinidad. Por ello, los expertos sostienen que el texto, como tantos otros en la protohistoria del cristianismo, evangelios incluidos, fue manipulado por algún autor cristiano que habría añadido dichas frases posteriormente. Sin embargo, el “Testimonio” hace clara referencia a la existencia de un hombre llamado Jesús en la Palestina gobernada por el prefecto romano Pontius Pilatus (entre 26 y 36 d.C.) que obró prodigios, atrajo gentíos, murió ajusticiado en la cruz y dejó seguidores denominados “cristianos”. La segunda alusión figura en el tomo vigésimo de la misma obra, donde narra la muerte de Jacob (o Santiago, pero no el apóstol supuestamente enterrado en Compostela sino el hermano de Jesús de igual nombre) en el año 62: “Mientras tanto subió al pontificado Anás. Era feroz y muy audaz. Pensando que había llegado el momento oportuno, porque Festo (el prefecto romano) había muerto y Albino aún no había llegado, reunió al Sanedrín y llevó ante él al hermano de Jesús, que es llamado Mesías, de nombre Fernando Sáez Aldana 8 El último amigo de Dios Santiago, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley, y los entregó para que fueran apedreados”. De nuevo el historiador judío afirma que existió un hombre llamado Jesús al que algunos consideraban el Mesías y que tenía un hermano llamado Yaakov (Jacob, Santiago), coincidiendo con textos neotestamentarios como Marcos 6,3 y Gálatas 1,19). A pesar de su brevedad, ambas citas de Flavio Josefo se consideran hoy día la indiscutible demostración histórica de la existencia de Jesús de Nazaret. La tesis vendría reforzada por otra alusión, si bien indirecta, efectuada por el historiador y político romano Cornelius Tacitus (Tácito, hacia 55 – 120 d.C.), autor de una historia de Roma en 18 volúmenes conocida como “los Anales”, que abarca desde la muerte del emperador Augusto (14 d.C.) hasta la de Nerón (68 d.C.). Lamentablemente, la parte que se ocupa de los años 29 al 32, en los que transcurrió la detención, proceso y ejecución de Jesús (fue crucificado en el año 30) se perdió, pero al tratar de la persecución de Nerón a los cristianos, Tácito narra que aquel cruel emperador “sometió a torturas refinadas a los cristianos, un grupo odiado por sus horribles crímenes. Su nombre viene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio fue ejecutado por el procurador Poncio Pilatos. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición volvió a difundirse no sólo en Judea, su país de origen, sino también en Roma, a donde confluyen todas las atrocidades de todo el mundo. Primero, los inculpados que confesaban; después, denunciados por éstos, una inmensa multitud, todos fueron convictos, no tanto por el crimen de incendio sino por el odio del género humano”. Una vez más, un historiador “independiente” se refiere a un hombre natural de Judea que fue ejecutado en la cruz cuando Tiberio era emperador y Poncio Pilatos procurador en aquel territorio. Se conservan obras de otros dos autores romanos, Plinio el Joven y Suetonio, que incluyen referencias a los cristianos o seguidores de Cristo pero no a éste, por lo que no pueden considerarse fuentes históricas de su existencia real. En cuanto a los textos del llamado Nuevo Testamento (los cuatro evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las epístolas o cartas escritas por o atribuidas a Pablo de Tarso y otros autores y el Fernando Sáez Aldana 9 El último amigo de Dios Apocalipsis), reflejo escrito de una “tradición revelada”, no pueden considerarse biografías documentadas o testimonios fidedignos sobre la vida y obra de Jesús de Nazaret al carecer del mínimo rigor histórico. Por lo que respecta al otro pilar básico sobre el que se asienta toda investigación histórica rigurosa, la arqueología, no existe ningún resto relacionado con la figura histórica de Jesucristo. Los presuntos restos del paso de Jesús por la historia, convertidas por la Iglesia en piadosas reliquias veneradas en medio mundo, sólo pueden considerarse objetos tan inverosímiles como legendarios, cuando no fraudulentos o fruto de la superchería: - El más famoso de todos, el supuesto sudario conocido como “Sábana Santa de Turín”, fue sometido en 1998 a la prueba del Carbono-14, que demostró la pertenencia del tejido al siglo XIV. - Del Santo Grial, mítico vaso o plato utilizado por Cristo en la última cena y luego por José de Arimatea para recoger sangre del crucificado, existen pretendientes como el cáliz de Antioquía (Nueva York), el vaso de Nanteos (Gales), el cáliz de Ardagh (Irlanda), el Achatschale (Viena) y el cáliz de la catedral de Valencia (España), utilizado en eucaristías celebradas por Juan Pablo II y Benedicto XVI en sus visitas a esta ciudad. - Lignum crucis (madera de la cruz): cada uno de los presuntos fragmentos de la “vera cruz” descubierta milagrosamente por Santa Elena en Jerusalén hacia 350. Se veneran docenas y el fragmento más grande, procedente del brazo izquierdo de la cruz, se expone en el monasterio español de Santo Toribio de Liébana. - Lanza sagrada o de Longinos: se veneran la Lanza del Vaticano, prodigiosamente descubierta en el siglo VI, La lanza de Etschmiadzin (Armenia), desenterrada en el siglo XI por un caballero de la primera cruzada y Lanza Hofburg (Viena), entre otras. - Corona de espinas: existen más de 700 supuestas reliquias; (San) Luis IX construyó la Sainte Chapelle para custodiar la Fernando Sáez Aldana 10 El último amigo de Dios “auténtica” corona de espinas de Cristo (además de un trozo de la cruz, la punta de la lanza y la esponja) al emperador de Bizancio Balduino II por la ingente suma de 135.000 libras, más del doble de lo que costó la maravillosa iglesia y más de la mitad del PIB de la Francia de la época (ca. 1240). - En cuanto al Santo Prepucio, durante las Cruzadas aparecieron hasta catorce reliquias de la única parte corporal que Jesucristo habría dejado en la tierra2. ¿Quién fue realmente “Jesús de Nazaret”? Desde su creación como pueblo con identidad propia y asentado en un territorio, hace más de 3.000 años, hasta su práctica desaparición de Palestina tras el catastrófico fracaso de la rebelión antirromana capitaneada por Bar Kojbá (135 d.C.), el pueblo judío, hebreo o israelita vivió escasos y relativamente breves períodos de libertad. A la dominación asiria (721 a.C.) siguió la babilónica, que supuso la destrucción del primer templo (-587) y el exilio; posteriormente fueron sometidos por el imperio persa de Ciro y Darío hasta el siglo IV a. C., cuando Palestina cayó en manos del macedonio Alejandro Magno y durante el siguiente siglo y medio permaneció bajo la órbita grecoptolemaica, hasta que los seleúcidas tomaron el relevo. Tras el breve paréntesis macabeo-asmoneo, las legiones de Pompeyo conquistaron Jerusalén en el -63 a. C., dando así comienzo una dominación romana sobre Judea que perduraría durante siete siglos (cuatro bajo el poder de Roma y los tres siguientes de Bizancio), aunque tras la destrucción del segundo templo de Jerusalén por Tito (70 d.C.) y sobre todo después de la rebelión de 132-135 la población judía fue aniquilada o dispersada. Esta dispersión o diáspora mantuvo al pueblo judío repartido por todo el mundo hasta 19 siglos después, cuando la polémica creación del Estado de Israel les devolvió parte de su solar ancestral incluida la mítica capital, Jerusalén. En el judaísmo antiguo, el concepto de mesías (del hebreo mashiaj = ungido, untado) es de índole mágico-religiosa. La tradición 2 El posible regreso del prepucio al cuerpo en la resurrección fue causa de controversia teológica. La última reliquia conocida, que se sacaba en procesión en la localidad italiana de Calcata en la festividad de la Circuncisión (1 de enero) fue robada en 1983. Fernando Sáez Aldana 11 El último amigo de Dios paleotestamentaria sostiene que entre los santones o predicadores judíos surgiría un líder liberador del “pueblo escogido por Dios”, sometido bajo el opresor de turno: babilonios, egipcios y, en el año 748 a.u.c3., los romanos. La unción con ungüento o aceite mágico (khrisma, en griego) convirtió en un gran rey al humilde pastor David, a cuya estirpe debía pertenecer el esperado mesías liberador de Israel. Los jesusistas helenizantes liderados por Pablo consideraron que Jesús era ese mesías y comenzaron a llamarse cristianos o seguidores de Cristo (khristós = el ungido). Jesucristo, por tanto, es la unión de las palabras griegas Ιησους (Iesous, del hebreo Yeshúa) y Χριστος (Khristós) cuyo significado es “Yeshúa el ungido”. El estado actual de las investigaciones sobre la posible existencia del personaje conocido como Jesucristo puede resumirse del esquemático siguiente modo: - Hacia -5 a. C nació en alguna aldea de Galilea un judío llamado Yeshúa, hijo del constructor (tekton) Yosef y de Miriam, que tuvieron al menos cuatro hijos (Jacobo, Simón, José y JudasTomás) y dos hijas más. Dicha aldea no pudo ser Nazaret porque no se han hallado restos arqueológicos que acrediten la existencia de esta localidad en el año 748 a.u.c. La localización de la cuna de Jesús en Belén por algunos evangelistas (Mateo, Lucas) se considera una manipulación para reafirmar su ascendencia davídica y, por tanto, su firme candidatura a mesías. - La aldea natal de Jesús estaba muy cerca de Séforis, la ciudad restaurada por Herodes Antipas como capital de Galilea 3 El año 0 de la era romana fue el de la fundación de Roma y las fechas posteriores se databan de acuerdo con el calendario juliano o tiempo transcurrido desde entonces (“ab urbe condita” = desde la fundación de la ciudad). Así continuó siendo durante los primeros siglos del cristianismo hasta que en el año 525 el papa Juan I encargó al monje escita Dionisio el Exiguo establecer una nueva datación a partir de inicio de la vida terrena de Jesús, el Salvador, sustituyendo la numeración utilizada por emperadores paganos. Así, con cinco siglos de retraso, nació la era cristiana, pero Dionisio se equivocó en varios años al fechar el reinado de Herodes, de modo que Jesucristo no nació en 753 a.u.c., como calculó, sino entre cinco y siete años antes. Por lo tanto, Jesús de Nazaret posiblemente vino al mundo en el -5 A.D. (Anno Domini), o, modernamente, d.C (después de Cristo). Respecto a la fecha de nacimiento, nada se sabe al respecto y la elección del 25 de diciembre obedece a la necesidad de cristianizar la fiesta romana de la Saturnalia. Fernando Sáez Aldana 12 El último amigo de Dios (Autocratis), posible cuna de los suegros de José, Joaquín y Ana. La pujanza de la reconstrucción de la ciudad proporcionó mucho trabajo a los constructores y, como ayudante de su padre, Jesús obtuvo el máximo grado profesional de su oficio, “maestro”, como lo llaman con frecuencia los evangelios. - Rondando los 40 años, Jesús abandonó su trabajo y a su familia (incluidos la esposa e hijos que seguramente tuvo) para seguir a un predicador escatológico pariente lejano suyo, Juan llamado el Bautista porque purificaba a sus conversos mediante abluciones en aguas del Jordán para procurarles la salvación ante el inminente fin de los tiempos y simultáneo advenimiento del “reino de Dios”. Cuando Juan desapareció, Jesús se puso a predicar por su cuenta, creando su propia secta como santón de tendencia apocalíptica, reforzado por sus dotes de chamán o curandero. - Judío íntegro y respetuoso de su religión, predicó a gentes sencillas en aldeas alejadas de las ciudades la inminente venida de un reino de Dios liberador del pueblo judío sometido al yugo de Roma. El incumplimiento de sus promesas lo abocó al fracaso en las aldeas y a radicalizarse entrando con sus más fieles seguidores (quienes, como Simón = Pedro, iban armados4) en Jerusalén, donde provocó un grave altercado de orden público en el lugar más sagrado, el Templo, durante la fiesta más sagrada, la Pascua. Las autoridades religiosas judías (el “establishment”), temerosas de la represión romana, que acabaría efectivamente destruyendo por completo Jerusalén treinta años más tarde como respuesta a la resistencia anti romana5, se adelantaron denunciando al alborotador ante el gobernador romano. - Los romanos eran muy tolerantes con las creencias religiosas de los pueblos conquistados para su Imperio, pero implacables con cualquier conato de alteración del orden público y sobre todo de insurrección política, que castigaban con la muerte. Para el gobernador Poncio Pilato, Jesús fue ante todo un 4 «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada (Mt. 10, 34) 5 Tras la destrucción de Jerusalén (70 d.C.), el emperador Tito rechazó con sarcasmo la corona de la victoria que le ofrecía el Senado porque “no hay mérito en derrotar a un pueblo abandonado por su propio Dios”. Fernando Sáez Aldana 13 El último amigo de Dios rebelde que amenazaba el poder de Roma con sus pretensiones de convertirse en “rey de los judíos”, dignidad que sólo Roma podía designar en la persona de reyezuelos títeres como Herodes. - Así, como un rebelde político, Jesús fue condenando a morir en el patíbulo romano destinado a los delincuentes, la “cruz” (formada realmente por un madero horizontal sobre otro vertical, como una “T”). Sucedió en la Pascua del año 784 a.u.c. (36 de la era cristiana) y el crucificado contaba 42 ó 43 años. Desde una perspectiva ajena a los dogmas católicos e independiente de las manipulaciones que la figura de Jesús ha sufrido desde pocos años después de su ejecución hasta la actualidad, puede trazarse el siguiente perfil del siempre nebuloso personaje histórico: Yeshúa fue uno de los muchos santones o predicadores-profetas judíos de tipo apocalíptico-escatológico (“el fin se acerca”) que animaban a sus seguidores a dejarlo todo, como hizo él mismo, para esperar la inminente llegada del “reino de Dios”, o liberación del siempre sometido pueblo escogido por Él. Judío por los cuatro costados, fiel observador de la Torah 6 , Yeshúa/Jesús, a diferencia de otros profetas al uso, no fue ascético ni misógino (aceptaba invitaciones a banquetes como la del fariseo y arrumacos de rameras, como se narra en el evangelio de Lucas. Su discurso fue igualitarista, pobrista y escatológico: la anunciada llegada del reino de Dios era tan inminente que animaba irresponsablemente a sus fieles a abandonar toda actividad encaminada a una supervivencia carente de sentido. Sus dotes de chamán que curaba enfermos, expulsaba demonios y hasta resucitaba muertos lo hicieron muy popular entre los sencillos moradores de las aldeas donde predicaba. Una predicación que sólo iba dirigido al pueblo judío al que pretendía redimir, y no a la Humanidad entera como pretendió la reconstrucción paulina de los años posteriores a su muerte. 6 «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir» (Mt 5, 17). Fernando Sáez Aldana 14 El último amigo de Dios La ejecución de Jesús en la cruz fue, por tanto, el cumplimiento de una sentencia romana, no judía. El mito de los judíos como responsables de la muerte de Jesucristo (“asesinos del hijo de Dios”), alentado desde el principio por textos como el evangelio de Mateo7, son la base y causa fundamentales del antisemistismo que a lo largo de los dos milenios siguientes se ha cebado con las comunidades judías mediante el odio, la discriminación social, las expulsiones, la marginación en guetos, las profanaciones de tumbas, los pogromos, la persecución inquisitorial y, en fin, la “solución final de la cuestión judía” o sea el monstruoso genocidio nazi de la Shoah (= catástrofe, “Holocausto”). Cuando Jesús fue detenido, sus discípulos lo abandonaron y se escondieron en sus casas hasta que “todo se hubo consumado”. Como el de cualquier ajusticiado, su cadáver posiblemente fue arrojado por los romanos a una fosa común, y “así, la vida del Jesús histórico acabó en el más rotundo fracaso, incomprendido y abandonado por sus familiares, paisanos, seguidores y discípulos, entregado como un facineroso a las autoridades romanas y ejecutado del modo más oprobioso, como un bandido cualquiera” (J. Mosterín). Origen del cristianismo Tras la ejecución de su líder, los principales discípulos de Jesús (los “doce apóstoles”, evocación de las doce tribus de Israel) no se resignaron a aceptar el fracaso que suponía su muerte en la cruz y durante semanas aguardaron la prometida inminente parusía o “segunda venida” del maestro del que habían renegado en los momentos difíciles. Resulta desconcertante que, una vez resucitado, el hijo de Dios no se presentara ante los sumos Sacerdotes, el gobernador Pilatos o la multitud que pidió su crucifixión, prodigio que hubiese significado el triunfo incontestable de su misión 7 Probablemente escrito hacia 90 d.C. por autores anónimos, el texto conocido como “Evangelio de San Mateo” cargó las tintas sobre los judíos en el proceso y ejecución de Jesús, tratando de suavizar la responsabilidad romana por temor a sus represalias contra las comunidades judeocristianas extrapalestinas, tras la brutal represión de la rebelión de los antirromanos zelotes y sicarios en el año 70 que acabó con la destrucción de Jerusalén y de la teocracia judía. Fernando Sáez Aldana 15 El último amigo de Dios terrenal. Por el contrario, los autores de los evangelios relatan apariciones casi furtivas del resucitado. La secta judía creada por Jesús, los jesusitas, fue una de las muchas tendencias que entonces pululaban en la provincia romana de Palestina, algunas ortodoxas (saduceos, fariseos, rabínicos) y otras más heterodoxas (esenios, bautistas, sicarios, zelotes) aunque todas respetuosas de la vieja Ley hebraica, con diferencias en cuanto a interpretaciones y modos de cumplirla. Pronto hubo dos comunidades de jesusitas, los que permanecieron en Jerusalén y los de la diáspora o helenistas, que se propagaron rápidamente hacia ciudades costeras del Mediterráneo oriental situadas en regiones próximas a Palestina como Asia Menor (actuales Turquía y Siria), el norte de África (actual Egipto) y Grecia. Las tensiones entre ambas facciones condujeron al primer enfrentamiento entre estos paleocristianos en fecha tan temprana como el año 49 d.C8. Fue en el seno de estas tensiones donde emergió la figura del auténtico ideólogo fundador de la religión cristiana: el judío y ciudadano romano Saulo Paulus, futuro San Pablo, apóstol de los gentiles. Nacido en el primer decenio d.C en Tarso de Cilicia (actual Turquía), inició su carrera persiguiendo jesusitas helenizantes hasta que en 39 d.C una probable crisis epiléptica 9 que lo arrojó del caballo cambió su vida al convertirse no sólo en defensor de la secta judeocristiana sino en el inventor del cristianismo. Dejando de lado la figura histórica de Jesús, al que no conoció, Pablo fue el principal promotor del proceso de deificación, glorificación y mitificación de Jesucristo como hijo de Dios hecho hombre para salvar a la Humanidad de las consecuencias del pecado original con su pasión, muerte y resurrección. Impulsado por el entusiasmo característico de los conversos, este predicador 8 El abandono de su actividad laboral ante la inminente llegada del reino de Dios arruinó a los jesusitas jerosolimitanos, que pasaron a sobrevivir de colectas entre las comunidades de la diáspora para auxiliar a los “pobres de Jerusalén”. Los jesusitas de la metrópoli, además , exigían la circuncisión de los paganos periféricos convertidos a la nueva religión (que a partir de entonces comenzaron a llamarse “cristianos”). 9 Existen varias teorías médicas sobre el ataque que descabalgó a Saulo camino de Damasco. La más conocida es el ataque de epilepsia en el lóbulo temporal, cuyo cortejo sintomático (pérdida de conciencia con caída al suelo, audición de voces o sonidos, rigidez, visión de luz cegadora) encaja en la narración de los Hechos de los Apóstoles (cap.9). Otra posible enfermedad padecida por San Pablo es la sífilis. Fernando Sáez Aldana 16 El último amigo de Dios infatigable, cuyas cartas serían los primeros textos canónicos del Nuevo Testamento, convirtió a Jesucristo en el protagonista divino del drama cósmico de la redención universal. La predicación de las especulaciones cristológicas paulinas se dirigieron sobre todo a los gentiles (paganos) llamados “temerosos de Dios”, reticentes a circuncidarse para poder ingresar en la secta cristiana. El triunfo de las tesis paulinas se debió en buena parte a su habilidad para eludir este doloroso requisito exigido por los judeocristianos de Jerusalén, pero sobre todo a la traumática desaparición de estos, entre los que se encontraban los seguidores directos de Jesús, tras la destrucción del año 70. A partir de entonces, el cristianismo de la diáspora fue hegemónico y se propagó con rapidez una vez salvado el obstáculo de la circuncisión para acceder a la nueva y atractiva religión que prometía la resurrección a una vida eterna con la salvación gratuita garantizada, no ya por las buenas obras, la conducta virtuosa o el cumplimiento de la ley, sino por la mera profesión de fe. Además, y diferencia de otros cultos, el cristianismo no exigía desembolsos para realizar sacrificios y sus ritos eran sencillos e igualmente “baratos”. La teoría de la salvación formulada por Pablo (y revalidada tres siglos después por otro fanático converso ex maniqueo, Agustín de Hipona) es tan sencilla como ajena a la razón. Según la mítica narración del Génesis, los padres de la Humanidad Adán y Eva, tentada ésta por el demonio transformado en serpiente, habrían desobedecido a su Dios creador al probar la fruta prohibida del árbol del Bien y del Mal plantado en el Edén, donde vivían libres de preocupaciones y fatigas. Tal desobediencia era una ofensa a Dios, es decir, un pecado, que sería transmitido a todos sus descendientes 10 , pecadores congénitos reos de muerte y condenación eterna. Aunque este “pecado original” transmisible queda perdonado al recibir el sacramento del Bautismo, la salvación definitiva del ser humano, o lo que es lo mismo, el acceso al cielo en la vida eterna tras la resurrección del día del Juicio Final, sólo es posible por la gracia, que es un don (“qui salvandos salvas gratis”) concedido por 10 Con excepción de María, la madre de Jesús, cuya Inmaculada Concepción fue proclamada dogma de fe por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 . Fernando Sáez Aldana 17 El último amigo de Dios Dios a todo el que crea en Él, después de haber enviado al mundo a su hijo para redimirlo con su muerte. En su obra “El espejismo de Dios”, Richard Dawkins ofrece una versión desenfadada pero acertada de esta absurda teoría que califica de “locura”: «Dios se encarnó como el hombre Jesús para que fuera torturado y ejecutado como expiación de un pecado simbólico heredado de Adán. Desde que san Pablo expuso su repelente doctrina, se ha adorado a Jesús como el redentor de nuestros pecados. Si Dios quería perdonarnos, ¿por qué no hacerlo sin tener que ser ajusticiado en pago? ¿A quién trataba de impresionar este Dios? Puede que a sí mismo, juez, jurado y víctima de la ejecución. Así que, para impresionarse a sí mismo, ¿provocó Jesús que lo torturaran y ejecutaran, como chivo expiatorio, por un pecado simbólico cometido por un personaje inexistente? » Angustiado por la idea de su desaparición, el ser humano siempre ha ansiado la inmortalidad. Pero, como sabe que no es posible eludir lo único cierto que le deparará la vida, su final, se ha inventado el renacimiento a una segunda vida -ya infinita y espantosa (infierno) o dichosa (cielo) según el comportamiento en la primera- como medio de burlar a la muerte para siempre. El mito de la resurrección, trasunto de ciclos naturales estacionales como el agrícola o diarios como la puesta y salida del sol, es el núcleo de la antropología de la religión en todas las sociedades. En todas las culturas antiguas, la facultad de un dios muerto (Osiris de Egipto, Tammuz de Sumeria, Attis de Frigia, Adonis en Grecia, Baldur en Escandinavia, Krishna en India, Lugh de los celtas, etc ) para resucitar por sí mismos era la máxima demostración de su divinidad. Todas las religiones han sido productos elaborados por la invención del ser humano, y la cristiana no podía ser menos. Posiblemente fue en Antioquía donde, como reacción de sus decepcionados seguidores ante un fracaso inaceptable, se fraguó la leyenda de la resurrección de Jesús en los años inmediatos a su muerte en la cruz. Entusiasmado ante la idea, Pablo, que no mostró interés alguno por el Jesús anterior a su muerte sino por el resucitado, haría suya una historia que acabaría narrada de modo Fernando Sáez Aldana 18 El último amigo de Dios extrañamente contradictorio en los cuatro evangelios canónicos, ninguno de los cuales escenifica el momento de la resurrección sino sólo un sepulcro vacío y esporádicas apariciones privadas del resucitado. En todo caso, la promesa de la misma resurrección en cuerpo y alma, válida para todos los creyentes, es uno de los dogmas fundamentales de la religión católica. Otra de las elaboraciones teológicas del autoproclamado “apóstol” Pablo fue la Eucaristía, rito fundamental de la misa católica, como repetición del presunto sacrificio expiatorio de Jesús en el patíbulo para redimir a la Humanidad. Él, que no fue invitado a la última cena, es quien, con su brillante capacidad especulativa, describe con todo detalle no sólo qué sino por y para qué se celebró. Por lo que respecta al canon oficialmente consagrado por la Iglesia como las “Sagradas Escrituras”, además de los 46 libros del Antiguo testamento y los 27 del Nuevo, se conocen más de cien textos apócrifos (atribuidos a autores sagrados pero no incluidos en el canon bíblico oficial ). Más de la mitad son del Nuevo Testamento, entre “evangelios” (unos 30) 11 , “hechos” de los apóstoles (9), Epístolas (9) y Apocalipsis (10). Los evangelios apócrifos, escritos entre los siglos II a IV d.C, narran ciclos de la vida de Jesús como su natividad e infancia (Santiago, Pseudo Mateo, Pseudo Tomás, Historia de José) o su Pasión y resurrección (Pedro, Nicodemo, Bartolomé, evangelios gnósticos). Otros (los “asuncionistas”) se centran el la figura de María (Libros de San Juan evangelista y de Juan, obispo de Tesalónica). Fue en el Concilio de Trento (1546) cuando la Iglesia Católica cerró definitivamente el canon de los textos tanto veterotestamentarios como neotestamentarios que componen oficialmente la nómina de libros “inspirados” o Biblia. En la selección de los cuatro evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan, por orden cronológico) desempeñó un papel fundamental uno de los primeros apologistas cristianos, Ireneo (130-202 d.c), obispo de Lugdunum (Lyon), quien 11 En 2006 National Geographic difunció un papiro con la traducción al copto del “Evangelio de Judas” (texto gnóstico escrito en el siglo II), encontrado en el desierto egipcio, que muestra a Judas como el discípulo preferido de Jesús, por quien se sacrificó desempeñando el papel de traidor para liberarlo de su cárcel corporal por medio de la muerte liberadora de su espíritu. Fernando Sáez Aldana 19 El último amigo de Dios justificó la existencia de cuatro evangelios por analogía con los puntos cardinales. El primero de ellos (conocido como “Marcos”12) fue escrito hacia el año 70 d.C, entre 10 y 20 años después de las primeras cartas (“epístolas”) de Pablo; “Mateo”y “Marcos”, entre el 80 y el 90, y “Juan”, hacia el año 100. Los tres primeros se conocen como “sinópticos” por su semejanza narrativa de hechos concretos, mientras que el de Juan es más simbólico, abstracto y emotivo, está influido por las teorías gnósticas (el “Logos” de Filón de Alejandría)13 y contiene la primera mención a la divinidad de Jesús. Los evangelios canónicos, sobre todo los sinópticos, son recopilaciones de tradiciones orales que fueron filtradas al trasladarlas a textos de aluvión desjudeificados y adaptadas para que cuadraran las profecías del Antiguo Testamento. La sistemática manipulación culpa a los judíos y exculpa a los romanos de la trágica muerte de Iesous (fueron escritos en griego). Durante los siglos II y III hubo muchos intentos de imponer la lista definitiva de libros escritos tras la muerte de Jesús que estuviesen inspirados por Dios. En la primera mitad del siglo II, el rico Marción de Sínope la redujo a un texto expurgado de Lucas y las cartas de Pablo; influido por el gnosticismo, defendió su concepción dualista de un Dios cruel (el del Antiguo Testamento) y otro bueno (el del Nuevo). Al ser rechazado fundó su propia secta marcionista, por lo que fue uno de los primeros heresiarcas cristianos. Unos años más tarde el sirio Taciano, otro apologista cristiano influido por el gnosticismo (adepto a la idea platónica de la materia como principio del mal y obra de un creador enemigo de Dios o Demiurgo), intentó sin éxito unificar los cuatro evangelios en un solo texto conocido como Diatessaron (“a través de cuatro”). 12 Se desconoce la autoría de los cuatro textos. La teoría de las dos fuentes considera a Mateo y Lucas inspirados en Marcos y en la llamada fuente Q (quelle = fuente, en alemán) o protoevangelio Q, recopilación anónima de dichos de Jesús y otras historias. 13 El evangelio de Juan, que no pudo ser obra del homónimo discípulo de Jesús, fue el único reconocido por los cátaros. “El libro”, como antonomásticamente denominaban al texto, se utilizaba en la administración del consolamentum, o sacramento único de la religión cátara, colocándolo sobre la cabeza del consolado en el momento de recibir el “bautismo por el Espíritu”. Fernando Sáez Aldana 20 El último amigo de Dios Fue en el Sínodo de Laodicea (363 d.C) donde se fijó el canon neotestamentario católico prácticamente definitivo14 y se prohibió la lectura en los templos de textos apócrifos. A partir del papa Gregorio el Grande (San Gregorio Magno), que inventó el Purgatorio en el 604, la Iglesia considera que Dios es el autor de todos los textos de la Biblia. El triunfo del cristianismo Tras el final de las guerras civiles de la república de Roma, el primer emperador Caius Iulius Caesar Augustus (Octavio Augusto) inauguró dos siglos y medio de paz de fronteras adentro, coincidiendo con la máxima extensión territorial de Roma. La “pax augusta” o “pax romana” convirtió al imperio en un vasto espacio de estabilidad, prosperidad y tranquilidad cuyos habitantes se sentían orgullosos de pertenecer a él. La ciudad de Roma no sólo era la capital del imperio sino (caput mundi) del mundo civilizado. La pujante urbe cosmopolita ejerció una fuerte atracción en todos los pueblos que fue conquistando en torno al mar Mediterráneo hasta convertirlo en el Mare Nostrum. Los judíos, ribereños de este inmenso lago interior del imperio, no fueron una excepción, y la nueva secta de los cristianos, una más de las religiones mistéricas procedentes de Oriente que prometían la inmortalidad y la salvación, encontró en Roma un extraordinario medio de difusión. Sin embargo, y a pesar de la tradicional tolerancia religiosa romana, los primeros cristianos, unos fanáticos que condenaban a las demás religiones, no fueron bien vistos desde el principio. El lastre de su fundación por un rebelde anti romano ajusticiado en el patíbulo, unido a su desgajamiento del tronco judío, impopular pero respetado, les granjeó el aborrecimiento de los romanos como secta de seguidores de “una superstición reciente y maléfica” (Suetonio). Cuando Nerón los acusó de causar el gran incendio de Roma (64 d.C) fueron sañudamente perseguidos. La represión fue tan 14 Lo componen 27 textos: los evangelios de Marcos, Mateos, Lucas y Juan, el Apocalipsis, los Hechos de los apóstoles, quince epístolas de Pablo, dos de Pedro, tres de Juan y una de Judas. Fernando Sáez Aldana 21 El último amigo de Dios efectiva15 que hasta el siglo II no se vuelve a tener noticia de una comunidad cristiana romana. Según la tradición católica, durante su cruel reinado se habrían producido las ejecuciones de los apóstoles Pedro y Pablo, aunque históricamente no se hayan demostrado. Hasta casi dos siglos después de la de Nerón no se produjo la segunda persecución organizada contra cristianos en Roma. El emperador Decio (249-51 d.C) decretó la supresión del cristianismo respetando a quienes aceptaran ofrecer sacrificios al emperador y persiguiendo a los resistentes; cuando un nuevo brote de peste antonina diezmó la ciudad (hasta 5.000 muertos diarios), los cristianos fueron utilizados de nuevo como chivo expiatorio y reprimidos con crueldad. Poco después Valeriano (257-260) prohibió el culto cristiano, confiscó sus bienes y promulgó de nuevo una feroz represión16. Tras casi medio siglo de vuelta a la tolerancia, Diocleciano desencadenó entre 303 y 305 d.C la tercera gran persecución de los cristianos por considerar su intolerancia una amenaza para la unidad del imperio, aunque el instigador posiblemente su sucesor, Galerio, que atacó tanto al maniqueísmo como al cristianismo. Por lo tanto, durante tres siglos, la persecución de los cristianos se extendió durante sólo ocho años, en cuatro períodos de aproximadamente dos cada uno. Cinco días antes de morir, el emperador Galerio abandonó su empeño de que “los cristianos, que 15 “Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos. El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilatos (…) Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego por las indicaciones que estos dieron, toda una ingente muchedumbre quedaron convictos, no tanto del crimen de incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces eran quemados al caer el día a guisa de luminarias nocturnas. Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o guiando él mismo su coche”.(Anales de Tácito) 16 “Los obispos, presbíteros y diáconos deben ser inmediatamente ejecutados; los senadores, nobles y caballeros, perdida su dignidad, deben ser privados de sus bienes, y si aún así continúan siendo cristianos, sufran la pena capital. Las matronas, despojadas de sus bienes, sean desterradas. Los cesarianos [libertos del césar] que antes o ahora hayan profesado la fe, confiscados sus bienes, y con el registro [marca de metal] al cuello, sean enviados a servir a los dominios estatales.» (Carta 80 de Cipriano a Suceso) Fernando Sáez Aldana 22 El último amigo de Dios habían abandonado la religión de sus ancestros, se reintegrasen a la razón y al buen sentido”, y promulgó el llamado Edicto de Tolerancia de Nicomedia (311), que otorgó al cristianismo el estatus de religión autorizada, permitiéndoles “reconstituirse, así como sus lugares de culto, siempre que no hagan nada en contra del orden público”. Siete décadas después de este reconocimiento histórico, la nueva religio licita alcanzaría su triunfo definitivo al ser declarada por el emperador Teodosio el Grande religión oficial del imperio por el edicto de Tesalónica (380 d.C). Éste, conocido como Cunctos Populos, dispuso «que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos (…) Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial». Así pues, en el mismo instante de la proclamación de la fe católica como la verdadera, nació la intolerancia que anatemizaba a los heterodoxos o disidentes convirtiéndolos automáticamente en reos de castigo. En un solo día17 los cristianos pasaron de ser perseguidos a perseguidores, y no durante ocho años sino per saecula saeculorum. Sin embargo no fue el hispano Teodosio (último emperador conjunto de Oriente y Occidente) el artífice de la fijación de la doctrina dogmática fundamental de la nueva Iglesia, sino su antecesor Constantino I o el Grande. En una época en que el poder imperial era compartido por varios césares y augustos, el ambicioso Constantino fue eliminando a todos sus rivales hasta convertirse en emperador único. A uno de ellos, el augusto Majencio, lo venció el 28 de octubre de 312 en la batalla del Puente Milvio, a las afueras de Roma. La leyenda pretende que, la víspera del enfrentamiento, Constantino tuvo una visión (quizás un halo solar) que interpretó como el monograma simbólico de Cristo o crismón, formado por 17 “El tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto”, o sea, el 28 de febrero de 380. Fernando Sáez Aldana 23 El último amigo de Dios las dos primeras letras de la palabra griega χριστóς (Cristo) ji/chi (χ)– ro (ρ) superpuestas: 18 . La visión se habría acompañado de la audición de una frase en griego: "ἐν τούτῳ νίκα", (en toutōi nika, “con esto vencerás”). Constantino venció a su rival y a partir de entonces el emperador adoptó el símbolo como amuleto mágico de la buena suerte en los escudos y estandartes (lábaros) de su ejército. Tras eliminar al último de sus rivales, su cuñado el emperador de Occidente Licinio -al que mandó asesinar como a su primogénito Crispo y a su esposa Fausta- Constantino alcanzó el poder absoluto (pontifex maximus) y trasladó la capital del imperio a Bizancio (actual Istanbul), rebautizada primero como Nova Roma y, tras su muerte, Konstantinoupolis (“Ciudad de Constantino” = Constantinopla). En principio, el edicto de Milán (313) significó el reconocimiento de la libertad religiosa en el imperio, pero a partir de entonces la política de Constantino se encaminó a favorecer a la minoritaria religión cristiana (calculada en un 10-14% de la población del imperio) sobre las demás. Además de devolverles sus bienes confiscados en los malos tiempos, los cristianos comenzaron a acceder con preferencia a los altos cargos políticos, funcionariales y militares, los clérigos fueron eximidos de obligaciones civiles, fiscales y militares y los obispos fueron remunerados como los altos magistrados. Estos privilegios provocaron numerosas conversiones interesadas y prácticas generalizadas de corrupción incontrolada. El emperador financió la construcción de grandes templos cristianos, sobre todo en Roma (Letrán, Vaticano, San Pablo, Santa Cruz)) y en Jerusalén, donde la madre del emperador, la fantasiosa ex concubina de su padre Elena (Santa Elena), “descubrió” milagrosamente, bajo los templos paganos que derruyó, santos lugares y extraordinarias reliquias relacionadas con la pasión de Cristo tres siglos después de su muerte19. 18 Para otros el signo fue un estaurograma o cruz latina con su brazo vertical en forma de “P”. 19 En 326 d.C la emperatriz madre hizo derribar el templo de Venus erigido por Adriano en el Gólgota dos siglos antes en busca de la cruz de Jesucristo. Prodigiosamente descubrió las tres y para identificarla utilizó un cadáver que resucitó al contacto con la verdadera (Vera Cruz), de la que se extrajeron tantos lignum crucis o reliquias repartidas por toda la Cristiandad que juntos “formarían varios bosques”. Fernando Sáez Aldana 24 El último amigo de Dios La figura del providencial emperador sería utilizada por el papado cuatro siglos después de su muerte para perpetrar la monumental estafa que proporcionó a la Iglesia Católica un inmenso patrimonio que incluía territorios y ciudades enteras, incluida Roma y sus alrededores: la llamada Donación de Constantino, un documento redactado por orden del papa Esteban II en el siglo VIII con fecha 30 de marzo de 315 en la que el emperador, supuestamente de su puño y letra, donaba al papa Silvestre I el gobierno de Roma. El fraude convirtió al papa en un soberano temporal al frente de un auténtico Estado independiente, los Estados Pontificios, hasta el proceso de reunificación italiana que en 1870 arrebató por la fuerza al papa Pío IX su Estado y su ciudad para convertirla en la capital del reino de Italia 20. El dogma católico El afloramiento del cristianismo puso en evidencia sus disensiones internas, origen del secular odium theologicum o furibundas discusiones teológicas generadoras de violencia no sólo intelectual sino incluso física que caracterizaron los primeros siglos de la nueva religión. Preocupado por mantener a toda costa la unidad y cohesión internas de un imperio cuyo poder detentaba como monarca absoluto, y aconsejado por el obispo Osio de Córdoba, Constantino decidió zanjar las controversias entre los cristianos recién legalizados convocando a sus obispos a una reunión de cuyas discusiones y acuerdos debía surgir una doctrina consensuada, es decir, una ortodoxia dogmática sin fisuras. El resultado fue el primer concilio “ecuménico” (universal) de la Iglesia católica, celebrado en la ciudad de Nicea (actual Iznik, Turquía). En el año 325, unos trescientos obispos, de los cuales sólo cuatro procedían de Occidente y entre los que no se encontraba el de Roma (el papa Silvestre I)21 fueron acogidos por el emperador cerca de su palacio y tratados a cuerpo de rey hasta que logró imponer las creencias oficiales por cuyo estricto cumplimiento debían velar que 20 Los pactos de Letrán, firmados en 1929 por Pío XI y Mussolini, reconocieron la vigente jurisdicción papal sobre las 44 hectáreas de Ciudad del Vaticano, el país más pequeño del mundo, cuyo jefe de Estado es el papa. 21 Durante cinco siglos los concilios orientales fueron convocados, dirigidos y financiados por el emperador de Bizancio. Fernando Sáez Aldana 25 El último amigo de Dios los pastores de almas participantes. Las mayores y más apasionadas discusiones (pro también las más baldías y sutiles o “bizantinas”) debatieron la definición del dogma fundamental de la teología católica: la (Santísima) Trinidad, inagotable fuente de disidencia y, por tanto, de herejías. Frente a las religiones politeístas de la Antigüedad (Egipto, Grecia, Mesopotamia, India), las tres religiones abrahámicas (judaísmo, islamismo y cristianismo) sólo reconocen un único Dios. Pero mientras judíos y musulmanes identifican a ese ser supremo con una única “persona” (Yahvé, Alá), los primitivos cristianos se complicaron las cosas al distinguir “tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y un solo Dios verdadero”. La idea de un dios uno pero trino no se encuentra en el Antiguo Testamento ni en los mensajes de Jesús22 y su origen arranca de las teorías gnósticas y neoplatónicas que distinguían entre un Dios trascendente y espiritual y un creador del mundo material, demiurgo o Logos, sede las formas e ideas que existe en Dios y actúa como intermediario entre éste y el mundo, y que los primeros teólogos cristianos acabaron identificando con el Hijo. Las discusiones acerca de la ousía (“sustancia” o “naturaleza”) de las tres personas (hypostáseis)trinitarias se convirtieron en una delirante logomaquia en la que, frente a los defensores de un Padre e Hijo formados por sustancias semejantes (homoioúsios), en Nicea acabó imponiéndose la tesis de la homoousía: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas distintas que comparten la misma sustancia o esencia divina. La siguiente discusión, qué, quién y cómo era Jesucristo, se zanjó reconociéndole dos naturalezas distintas, humana y divina, pero una sola persona incluida en la Trinidad (Dios Hijo) y, por tanto, compartiendo sustancia con Dios Padre y Dios Espíritu Santo. Este auténtico galimatías trinitario, planteado por los primeros grandes apologistas cristianos como Orestes y Tertuliano, fue inmediatamente rebatido por otros teólogos entre los que destacó el alejandrino Arrio (256-336), quien defendió que el Logos o Hijo de Dios fue creado por el Padre (algo más adecuado a la razón humana) y por tanto no puede ser homooúsios con él. Esta hipótesis subordinacionista fue duramente condenada en el concilio 22 La única alusión evangélica “al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” (Mt. 28, 19) parece una burda manipulación. Fernando Sáez Aldana 26 El último amigo de Dios de Nicea, y en consecuencia Arrio, que llegó a ser derribado de un puñetazo por el obispo Nicolás de Bari en una acalorada discusión, fue condenado como hereje. Aunque Constantino ordenó el destierro de Arrio y la destrucción de sus obras, en los últimos momentos de su vida fue bautizado por un clérigo arriano. El primer concilio de Nicea fue un hito fundamental en la historia de la Iglesia católica. De él surgió el llamado Credo Niceno, compendio de los principales dogmas de la ortodoxia católica que, completado en el segundo concilio ecuménico de Constantinopla (381), es el que rezan en la actualidad los católicos en la misa23. Además de aprobar el Credo por votación, Nicea I abrió las puertas al culto a la virgen María y a las imágenes y fijó como domingo de Resurrección24 el primero después de la luna llena tras el equinoccio de primavera (en el hemisferio norte). El concilio se clausuró con un fastuoso banquete con el que el emperador agasajó a los obispos sumisos. Los que se opusieron a la homoosusía fueron excomulgados y desterrados. La tabla siguiente muestra los hechos más destacados de los ocho primeros concilios ecuménicos de la Iglesia Católica, celebrados en Oriente a los largo de cinco siglos. 23 El credo niceno-constantinopolitano reza: “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible/ Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz/Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre./ Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. /Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. /Creo la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. /Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. /Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. /Amén.” 24 Cuatro años antes del concilio, aconsejado por los obispos cristianos, Constantino había proclamado el antiguo “día del Sol” pagano como dies Dominicus (“día del Señor”), de descanso obligatorio, con el fin de homologar ambas festividades en beneficio de los intereses cristianos. Fernando Sáez Aldana 27 El último amigo de Dios Años 325 381 Concilio Nicea I Constantinopla I 431 Éfeso 451 Calcedonia 553 Constantinopla II 680-1 Constantinopla III 787 Nicea II 869-70 Constantinopla IV Acuerdos adoptados Credo niceno Credo niceno-constantinopolitano (divinidad del Espíritu Santo) María, Theotokos Doble naturaleza de Cristo Doble naturaleza de Cristo, una sola persona o hipóstasis Unión hipostática de las dos naturalezas Doble energía y voluntad de Cristo (humana subordinada) Culto (“veneración”) a las imágenes Doble procesión del Espíritu Santo (polémica del Filioque25) Disidentes condenados Arrianismo Pneumatómacos Anomeos y homeanos Nestorianismo Monofisismo Filonestorianos Los Tres Capítulos Monotelismo Iconoclastas Cisma de Focio El primer concilio de Nicea fue el primero de los ocho ecuménicos celebrados en la Pars Orientalis del Imperio, donde más arraigado y extendido estaba el cristianismo, durante los cinco siglos siguientes al edicto de Milán. Convocados por los emperadores bizantinos y con asistencia simbólica de la iglesia occidental (ningún papa asistió a ninguno de ellos), fue en estos concilios “griegos” donde se forjaron los principales dogmas católicos, tras interminables y apasionadas disputas teológicas “bizantinas” que zanjaron definitivamente la ortodoxia en materia trinitaria, cristológica y mariana. El siguiente concilio ecuménico católico no se celebró hasta 1123 (Primer Coniclio de Letrán), inaugurando la serie de concilios “latinos”. Aunque el corpus dogmático que define la ortodoxia católica no se completó hasta 195026, tras el I Concilio de Constantinopla (381), que amplió la consustancialidad divina al Espíritu Santo, las creencias básicas quedaron fijadas definitivamente. La siguiente tabla expone los dogmas fundamentales de la Iglesia Católica. 25 La distinta procedencia del Espíritu Santo entre el Credo oriental (“Del Padre”) y el occidental (“Del Padre y del Hijo = Filioque) sentó las bases del Gran Cisma entre ambas iglesias cristianas, consumado en 1054. La cláusula “filioque”, introducida en el Primer Concilio de Toledo (397) aún se considera herético por la Iglesia Oriental. 26 El 1 de noviembre de ese año, “rodeado de 36 cardenales, 555 patriarcas, arzobispos y obispos, de gran número de dignatarios eclesiásticos y de una muchedumbre entusiasmada”, el papa Pío XII proclamó en el Vaticano como “dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Fernando Sáez Aldana 28 El último amigo de Dios Dogma María, Madre de Dios La Segunda Venida de Jesucristo para presidir el Juicio Final Jesucristo es verdadero Dios e hijo de Dios por esencia. Doble naturaleza de Cristo Declaración Concilio de Éfeso Símbolo Quicumque o Atanasiano Año (Papa) 431 (San Clementino I) s. V Epístola dogmática Resurrección de Jesucristo al tercer día Cada naturaleza de Cristo posee voluntad y operación físicas propias XI Concilio de Toledo III Concilio de Constantinopla 449 (San León Magno) 675 (Adeodato I) 681 (San Agatón) Unicidad de Dios Santísima Trinidad El hombre consta de cuerpo y alma Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre”. Existencia del Purgatorio Las almas de los que mueren en gracia van al cielo y, en pecado, al infierno. Pedro Apóstol fue constituido por Cristo Señor, príncipe de todos los apóstoles y cabeza visible de toda la Iglesia. La confesión sacramental de los pecados es necesaria para la salvación Transubstanciación del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía Inmolación incruenta de Cristo en la misa Jesucristo instituyó los sacramentos La muerte es consecuencia del pecado primitivo de Adán Propagación del pecado original por generación Inmaculada Concepción de María Conocimiento de Dios por la luz de la razón humana Creación del mundo por Dios de la nada La Iglesia fue fundada por Jesucristo Infalibildad del Papa ex cathedra y de la Iglesia en materia de fe y costumbres plena y suprema potestad de jurisdicción sobre la Iglesia universa Existencia de Dios Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo Concilio IV de Letrán 1215 (Inocencio III) II Concilio de Lyon Constitución Benedictus Deus Concilio de Florencia 1274 (Gregorio X) 1336 (Benedicto XII) Concilio de Trento 1555 (Julio III) I 1445 (Eugenio IV) 1562 (Pío IV) 1563 (Pablo III) Bula Ineffabilis Deus Concilio Vaticano I 1854 (Pío IX) 1870 (Pío IX) Bula Munificenlissimus Deus 1950 (Pío XII) La solemne proclamación conciliar de los dogmas católicos finalizaban con la frase: “Si alguno negase (lo afirmado en la declaración) o dijere (algo diferente o lo contrario)…. sea anatema”. Esto es, excomulgado. Tal como se entiende hoy, la excomunión católica es la pena eclesiástica más severa y significa la expulsión de la vida de la Iglesia, concretada en la negación del acceso a sus sacramentos. En la Edad Media, sin embargo, la excomunión excedía el alcance espiritual de la exclusión y suponía la auténtica Fernando Sáez Aldana 29 El último amigo de Dios muerte social del anatemizado. Además de impedirle la salvación que proporcionaban los sacramentos, el excomulgado era declarado “maldito en la ciudad, maldito en los campos. Malditos sean su granero, sus cosechas, sus hijos y el producto de sus tierras. Que ningún cristiano le dé los buenos días, ningún sacerdote le diga la misa ni le dé los sacramentos. Sea enterrado con los perros y de igual modo que hoy se apagan estos cirios que arrojo de mi mano, la luz de su vida se extinga en la eternidad, a menos que se arrepienta y satisfaga a la Iglesia de Dios enmendándose y haciendo penitencia". Cuando la condena recaía sobre un noble o incluso un rey, sus vasallos quedaban liberados del juramento de fidelidad y eran igualmente excomulgados si continuaban obedeciendo a su antiguo señor. La base sobre la cual los papas fundamentaron no sólo su autoridad espiritual sino el poder temporal 27 es la llamada “sucesión apostólica”, en virtud de la cual el fundador de la Iglesia cristiana, Jesucristo, nombró como sucesor a Simón Pedro, considerado el primero de una lista de papas ininterrumpida hasta nuestros días. En una fecha tan reciente como el 26 de junio de 1968, el papa Pablo VI anunció que una excavación arqueológica realizada en el subsuelo del Vaticano había identificado “de forma convincente” las reliquias de San Pedro entre restos humanos de varias personas datados en el siglo I. El descubrimiento, muy cuestionado por la comunidad científica, ha sido el último argumento esgrimido por el papado para legitimar su descendencia directa del “príncipe de los apóstoles”, que según la tradición católica fue el primer papa por designación expresa de Jesucristo. La doctrina de la sucessio apostolica defiende que la Iglesia Católica es la heredera directa de los apóstoles por la transmisión de la ordenación de obispos en una cadena iniciada por los doce y perpetuada hasta la actualidad. Esta teoría resultó básica para la condena de herejes por los obispos, como depositarios de la autoridad y legitimidad que les otorgaba la posesión de la verdad cristiana originaria frente al “error” de las interpretaciones heréticas, merecedoras de anatema. 27 El apogeo de la teocracia papal se dio con Inocencio III, el papa con mayor poder político de la historia e instigador de la Cruzada contra la herejía cátara. Fernando Sáez Aldana 30 El último amigo de Dios La presunta “línea directa” de sucesión papal ininterrumpida desde Simón Pedro28, pretendida por la tradición católica, fue el principal argumento esgrimido por los papas bajomedievales para justificar la teocracia de la que se consideraban los representantes de Dios como auténtico gobernante del mundo a través de la persona de Jesucristo (Vicarius Christi). La indiscutible autoridad que conferiría dicha sucesión directa, además de por investigadores históricos aconfesionales, ha sido cuestionada durante siglos por otras confesiones cristianas no católicas y por diversas “herejías” o disidencias. Independientemente de las modernas investigaciones que cuestionan esta supuesta sucesión apostólica (el sucesor del ajusticiado Jesús al frente de la secta parece que fue su hermano Jacobo 29 y no Pedro), los cátaros la rechazaban y por ello no reconocían la autoridad del papa ni de la jerarquía católica. De hecho, los presuntos sucesores directos de Simón Pedro durante los dos primeros siglos del cristianismo son personajes de dudosa existencia cuyos nombres aparecieron por primera vez en el año 354 formando el Catalogus Liberianus, carente de rigor histórico. Este rechazo de la sucessio apostolica y por tanto de la autoridad papal `por los cátaros fue uno de los principales motivos que impulsaron a los “vicarios de Cristo” de la época a combatirlos hasta acabar con ellos. Resumen El judío Yeshúa fue un santón galileo de perfil escatológico apocalíptico y dotes de curandero que fundó su secta y predicó la inminente llegada del reino de Dios liberador de los judíos del yugo romano. Su radicalización le llevó a alterar el orden público en Jerusalén durante la Pascua y los romanos lo ejecutaron por revoltoso en el patíbulo destinado a los delincuentes, la cruz. A partir de este nebuloso personaje histórico, Pablo de Tarso, desgajándola del judaísmo y tras liberar de la circuncisión a los gentiles, inventó la religión que conocemos como cristianismo 28 El actual papa, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) hace el nº 265 de la lista oficial del papado. 29 Este Yáaqov, Jacobo o Santiago hermano de Jesús es distinto del apóstol homónimo, hijo del Zebedeo, presuntamente enterrado en Santiago de Compostela (España). Fernando Sáez Aldana 31 El último amigo de Dios atribuyendo a Jesucristo una divinidad hecha hombre para redimir a la Humanidad de su pecado original mostrando el camino de la salvación a través de la fe. Durante los tres siglos posteriores a la crucifixión de Jesús los llamados padres de la Iglesia fueron elaborando la ortodoxia o doctrina oficial a base de dogmas que cristalizaron en el Credo que el emperador Constantino forzó a consensuar a los obispos orientales cuando despenalizó la nueva religión, que en el siglo IV se convirtió en la oficial del Imperio. En sucesivos concilios ecuménicos fue completándose un ortodoxia sustentada en la Trinidad, la doble naturaleza de Jesucristo, la virginidad y maternidad de María, la institución de los sacramentos, la pasión, muerte y resurrección de Cristo, la transubstanciación eucarística y la existencia de una Iglesia “una, santa, católica y apostólica”, la de Roma. Esta iglesia “verdadera” continúa presidida por un papa en virtud de la sucesión apostólica, que nada más instalarse en el poder pasó de perseguida a perseguidora de los disidentes de la ortodoxia oficial, automáticamente calificados de herejes y perseguidos hasta la abjuración o la muerte. Fernando Sáez Aldana 32 El último amigo de Dios Parte Segunda. LA DISIDENCIA “Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno” (I Juan, 5:16) Las herejías medievales Etimológicamente, herejía (del griego αἵρεσις = “haeresis”) significa elección. Una elección referida al mundo de las ideas, por lo que en el mundo moderno podría entenderse como “opinión”. Aplicada al ámbito de la religión, cuando esta opinión difiere de la doctrina oficial y sus dogmas, a los ojos de unos guardianes de la fe tan celosos como intransigentes, se convierte automáticamente en herejía. Visto así, una religión no es más que una herejía que acaba imponiéndose sobre otras, una secta triunfante en definitiva. Por lo que al cristianismo respecta, la existencia de la herejía es tan antigua como la de su propia doctrina. Ya pocos años después de la muerte de Jesús, Saulo de Tarso o San Pablo, el auténtico inventor de esta religión, aseguraba (1 Cor. 11,19) que “es necesario que entre vosotros haya disensiones (oportet haereses esse, en la traducción latina de Vulgata), para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud”. Pero, a medida que la Iglesia romana crecía, se organizaba y se iba configurando como la formidable estructura de poder e influencia que llegaría a ser en el mundo occidental, la consideración de esta variedad de especulaciones teológicas, reconocida por Pablo como de utilidad para esclarecer la “verdad” por parte de los primeros grandes teólogos cristianos se convirtió en intolerancia. En su obra Adversus haereses (“Contra las herejías”), el apologeta y Padre de la Iglesia San Ireneo (Ireneo de Lyon, 130 - c. 202) sentó las bases de la lucha contra las herejías, consideradas como perversos errores doctrinales sembradores de discordia y contrarios a una ortodoxia heredada de los apóstoles cuyos sucesores y depositarios, los obispos católicos, debían combatir por todos los medios, en aras de la unidad espiritual de la Iglesia. La lista de “herejías” o diferentes interpretaciones de la “verdad revelada” durante los primeros siglos del cristianismo es interminable. A continuación se ofrecen las más importantes: Fernando Sáez Aldana 33 El último amigo de Dios - Arrianismo: Jesucristo era Hijo de Dios, pero no Dios mismo. - Docetismo (de δοκέω = parecer): el cuerpo de Cristo fue aparente, no real, y por tanto no fue crucificado. - Donatismo (de Donato, obispo de Cartago): rechazo de la administración de los sacramentos por sacerdotes inmorales - Adopcionismo: Jesucristo fue un ser humano adoptado por Dios; opuesto al encarnacionismo: Jesucristo fue desde siempre la Segunda Persona (Hijo) de Dios. - Pelagianismo (del monje bretón Pelagio): la naturaleza del hombre se basta para salvarse sin necesidad de la gracia redentora. El pecado de los primero padres no se transmitió al género humano. - Dualismo: creencia de diversas herejías en dos principios coeternos e igualmente poderosos, el Bien y el Mal. - Sabelianismo: el Hijo sólo es una modalidad del Padre - Gnosticismo: filosofía que defendía la supremacía del conocimiento sobre la revelación. Influyó en varios movimientos heterodoxos. - Marcionismo: Marción, el primer gran hereje (siglo II), distinguía entre el dios del Antiguo testamento y el del Nuevo y negó que el Mesías del primero fuese Jesús. - Maniqueismo: religión dualista elaborada por el persa Manes (s. III). - Monofisismo: desde el momento de la encarnación, la naturaleza humana de Cristo fue absorbida por la divina, la única que debe considerarse. - Monotelismo: defendía la existencia de dos naturalezas en Cristo pero con una sola voluntad. - Nestorianismo: María es madre de Cristo-hombre pero no de Dios - Pneumatomaquia: negaba la naturaleza divina del Espíritu Santo. - Arrianismo: negaba que Padre e Hijo tuvieran la misma naturaleza. Fue la religión nacional de los pueblos germánicos. - Subordinacionismo: el Hijo está subordinado al Padre - Etcétera. Fernando Sáez Aldana 34 El último amigo de Dios Las doctrinas dualistas El pensamiento humano de todos los tiempos ha destacado una serie de ideas opuestas elementales sobre las que se han basado las corrientes filosóficas y las religiones más importantes. Estas parejas de conceptos antitéticos son: bien/mal, cuerpo/alma, espíritu/materia, cielo/tierra, ser/nada, salvación/condenación o cielo/infierno, etc. Se denomina dualista la doctrina que afirma la existencia de dos principios supremos, independientes y antagónicos, el del Bien y el del Mal, por cuya acción se explica el origen y evolución del mundo. El principio del Bien es identificado con la Luz y el Espíritu y el del Mal con las Tinieblas y la Materia. La materia es, pues, mala, y principio del mal; fue creada por un demiurgo distinto del dios bueno, o por el diablo. Para Platón, la realidad está dividida en dos ámbitos totalmente distintos: el conjunto de las cosas espacio-temporales, mutables y abocadas a la muerte, al que da el nombre de Mundo Sensible, y el conjunto de entidades no espaciales ni temporales, inmutables y eternas, al que da el nombre de Mundo Inteligible o Mundo de las Ideas. En correspondencia con este dualismo ontológico, Platón defiende un claro dualismo antropológico: creerá que en el hombre encontramos dos principios opuestos: el cuerpo que nos vincula con la realidad material y pertenece al Mundo Sensible, y el alma que es el principio inmaterial, divino e inmortal y que nos vincula con el Mundo de las Ideas. Las visiones dualistas del universo y su creación posiblemente son tan antiguas como el pensamiento humano. Las más conocidas y mejor estudiadas son: el dualismo iranio, zoroastrismo o mazdeísmo, que es el más antiguo (entre el I y II milenios A.C.), el dualismo órfico de la Grecia antigua, el platónico, el gnóstico, el maniqueísmo (s. III D.C.) y, como antecedente más próximo al catarismo, el bogomilismo (s. X D.C.) El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas filosóficoreligiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un Fernando Sáez Aldana 35 El último amigo de Dios pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los primeros apologistas e intelectuales cristianos. En efecto, puede hablarse de un gnosticismo pagano y de un gnosticismo cristiano, aunque el más significativo pensamiento gnóstico se alcanzó como rama heterodoxa del cristianismo primitivo. Precisamente se extendió por el Imperio Romano durante los tres primeros siglos de nuestra era, coincidiendo con la expansión de la nueva religión cristiana.Una de las creencias básicas del gnosticismo era que la materia era mala y por tanto el mundo empírico, “sensible” y material es igualmente malo, mientras que solamente lo espiritual es bueno. Los gnósticos distinguían el Dios supremo, espíritu puro y bien absoluto, de un mundo cuya creación por éste negaban por imposibilidad de que algo tan bueno como Dios fuese la causa de algo tan malo como el mundo material. La creación de este mundo visible la atribuyeron a un dios secundario, el demiurgo de Platón o Yahvé/Jehová de los judíos.Para los gnósticos, la salvación consiste en escapar del cuerpo material donde el espíritu, chispa desprendida de la divinidad, se encuentra prisionero, para reunirse definitivamente con lo divino. En consecuencia rechazaban la idea de una resurrección que volvería a encarcelar al espíritu en una cárcel de carne y defendían el conocimiento (gnosis) como única vía de salvación. Por la misma razón, algunos cristianos gnósticos de los primeros siglos practicaban el ascetismo y rechazaban la idea de Jesucristo como divinidad hecha hombre, por lo que negaban que poseyese un cuerpo real sino sólo en apariencia (doketaí, en griego). Esta opinión, conocida como docetismo, fue como ya se ha dicho una de las primeras herejías de la cristiandad. En el catarismo coexistieron dos interpretaciones o tendencias dualistas: moderada y absoluta. Para la primera, asentada en Lombardía, y de acuerdo con lo explicado en la Cena Secreta, Satanás fue el hijo mayor de Dios que, por rebelarse contra él, fue expulsado del cielo con un tercio de los ángeles para, con el permiso divino, organizar la materia terrenal creando el mundo visible y habitándolo con cuerpos de barro en los que encerró a los ángeles. El cuerpo humano, por tanto, es diabólico, mientras que el alma y el espíritu o semen angelicum son de origen divino y regresarán a su origen celestial. La economía de la salvación cátara se organiza en Fernando Sáez Aldana 36 El último amigo de Dios torno al conocimiento de esta situación al modo de escapar de ella. Para el catarismo absoluto, implantado en Occitania, los principios del Bien y del Mal son increados y por tanto coeternos. Por tanto, Lucifer no era una criatura divina y por tanto originalmente buena pero cuyo libre albedrío le permitió escoger el Mal sino tan increada y coeterna como el Dios celestial, pues su infinita bondad le impedía proporcionar a sus criaturas la posibilidad de practicar una maldad de la que en última instancia sería responsable. Manes En el siglo III surgió y se extendió por todas partes una nueva religión basada en las ideas del gnosticismo: el maniqueísmo. Este nombre proviene de su fundador, Mani o Manes, de origen persa, que vivió entre 216 y 276. En su juventud perteneció a la secta de los elkasaítas. A raíz de una revelación de su “ángel gemelo” a través de la cual Dios le designaba como su nuevo profeta, a los 25 años comenzó a predicar por su cuenta. Logró muchos adeptos en India, Egipto y su Mesopotamia natal, donde gozó de la protección del emperador Shapur pero cayó en desgracia cuando Bahram I, de credo mazdeísta, lo sucedió en el trono. Encarcelado, seguramente fue asesinado y según sus discípulos subió a los cielos. Para el maniqueísmo hay una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, asociados a la luz y a las tinieblas, y Dios es el creador de todo lo bueno mientras Satanás lo es de todo lo malo. Algunos maniqueos llegaron a distinguir entre el Dios malo del Antiguo Testamento y el bueno del Nuevo Testamento.Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios mientras que su cuerpo pertenece al demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, su propio cuerpo incluido. Existían dos clases de maniqueos: los perfectos o elegidos y los pecadores o creyentes. Los perfectos eran vegetarianos y renunciaban al sexo y la reproducción. Carecían de vivienda y creían que al morir se reintegraban en la Luz divina. Los oyentes podían casarse, procuraban los vegetales a los perfectos y tras su muerte se Fernando Sáez Aldana 37 El último amigo de Dios reencarnarían hasta renacer en un perfecto, lo que les garantizaba el regreso a la luz. La luz se identifica con el espíritu y el bien, la tiniebla con la materia y el mal. La salvación exige la separación del espíritu y la materia, de la luz y las tinieblas. En una época del cristianismo tan temprana como el siglo II, el heresiarca Marción, adepto de Pablo, reparaba en el contraste que existía entre el castigador Dios Creador del Antiguo Testamento y el Dios del perdón y el amor que predica el nuevo Testamento, y después de preguntarse cómo un Dios perfecto y todopoderoso puedo crear un mundo imperfecto y lleno de sufrimiento, dolor y enfermedad concluyó que debía de haber dos dioses distintos. El marcionismo influyó en dos disidencias cristianas desarrolladas en el Imperio de Oriente: el paulicianismo y el bogomilismo, antecedente directo del catarismo. La secta pauliciana (que recibe su nombre de un desconocido Pablo) surgió en el siglo VII en Armenia, una tierra abonada para la disidencia en la que ya había prendido el monofisismo dos siglos antes. Para los paulicianos existían un Dios malo, creador y gobernante del mundo presente, y otro bueno, que lo sería del futuro. Rechazaban la encarnación de Dios en Jesús hombre, el Antiguo Testamento, el purgatorio, la invocación de los Santos y la Trinidad, el bautismo de los niños y demás sacramentos y la jerarquía dela Iglesia. El patriarca católico armenio los acusó entre otras cosas de adorar al sol (zoroastrismo), exponer a sus muertos en los tejados y negar el culto a las imágenes, y cuando protagonizaron una rebelión militar fueron aplastados por el emperador bizantino Basilio I. Los paulicianos se dispersaron y algunos se dirigieron a los Balcanes, donde contactaron con otra secta doctrinalmente afín: los bogomilos. Fernando Sáez Aldana 38 El último amigo de Dios Bogomilismo Alrededor del año 950 surgió en Bulgaria la enigmática figura de un predicador llamado Bogomil (Amigo de Dios), que en pleno dominio de la iglesia cristiana oriental bizantina predicó el mensaje evangélico bajo un prisma dualista y gnóstico, cuyos seguidores fueron duramente perseguidos. La base social del bogomilismo, que arraigó con fuerza en los Balcanes, fue la rebelión campesina contra el creciente poder feudal, pero su teología emana de herejías anteriores como el maniqueísmo y el paulicianismo. El bogomilo fue un dualismo mitigado: el Dios bueno tuvo dos hijos, Jesús y Satanael. Éste se rebeló contra su padre y, expulsado del cielo, creó el mundo y a los primeros cuerpos humanos, Adán y Eva, en los que introdujo las almas que Dios le concedió para vivificarlos. Cuando sus descendientes se pervirtieron en exceso, Dios envió a Jesús al mundo para recordar las leyes morales y mostrar el camino de la salvación. Otra corriente bogomila, la iglesia de Dragovitsa, en cambio, defendía un dualismo absoluto: Dios y el diablo sería principios eternos y las almas eran ángeles del dios bueno arrancadas del cielo e introducidas en túnicas de piel o “cuerpos del olvido”. La corriente mitigada del bogomilismo originó las iglesias italianas, como la de Concorezzo, mientras la corriente absoluta derivó en el catarismo a partir del año 1167. Aquel año un obispo de la iglesia bogomila de Constantinopla llamado Nicetas llegó hasta tierras del Languedoc para presidir una reunión de las dspersas iglesias cátaras en Saint-Félix-de-Caraman, muy cerca de Tolosa. En aquel trascendental acontecimiento histórico para el catarismo, el heresiarca bizantino efectuó numerosas ordenaciones impartiendo masivamente el sacramento del consolamentum y organizó la iglesia cátara occitana en cuatro diócesis: Albi, Tolosa, Agen (Arán, para algunos) y Carcasona. Aunque el catarismo ya estaba implantado con fuerza en la región, el “concilio” de Saint-Félix se considera fundacional de la religión cátara, que perduraría hasta su completo exterminio, siglo y medio más tarde. Fernando Sáez Aldana 39 El último amigo de Dios El catarismo Parece que ya San Agustín (354-430) utilizó el término para referirse a un secta maniquea norteafricana cuyos adeptos se consideraban a sí mismo “puros” (catharoi). Pero el inicio oficial de la denominación hay que fecharlo en 1163, cuando un monje benedictino renano llamado Eckbert de Schönau llamó en un sermón “cátaros” a los herejes alemanes. Sin embargo, hasta medio siglo después no se encuentra la palabra “cátaro” fuera del territorio germano. Hacia 1200 un autor anónimo escribió De haeresi catharorum in Lombardia. El inquisidor dominico Moneta de Cremona, que conoció personalmente a su fundador Domingo de Guzmán, escribió hacia 1240 Adversus catharos et valdenses en cinco volúmenes. El teólogo y poeta Alain de Lille, conocido como “Doctor universalis”, escribió entre 1190 y 1200 el tratado Contra haereticos, donde refuta tanto a cátaros como a valdenses, judíos y musulmanes. En esta obra, también conocida como De fide católica (De la fe católica), de Lille, fallecido en 1202 en la abadía de Cîteaux, propuso tres posibles etimologías del término “cátaro”. • La primera y menos plausible relaciona “cathari” con “casti”, “porque se hacen castos y justos”. • La segunda propone que proviene de “catha” = flujo, en griego y significaría “fluidos por sus vicios”. Errónea interpretación de la raíz “cathar”, que origina tanto “catarsis” = liberación, purga, como “catharos” = puro, que es la etimología más aceptada hoy en día. De Lille confundio “catharos” con “katarroos” = flujo, que a través del latino “catarrhus” origina el flujo de las vías nasales30. • La tercera es una clara calumnia, extendida durante mucho tiempo para desprestigiar a los “buenos cristianos”, según la cual el origen del término es “catus” = gato, “porque, según dicen, besan el trasero de un gato”. Este gesto obsceno se consideraba en la Edad media un acto de adoración al diablo y fue una de las falsas acusaciones que los cátaros debieron soportar domingo tras domingo desde los púlpitos para desacreditarlos. En el norte de Alemania el diablo se 30 “Catarro” en castellano (N.E.) Fernando Sáez Aldana 40 El último amigo de Dios encarnaba en los gatos negros (todavía acarreadores de la mala suerte en la superstición popular), por lo que acusar a los cátaros renanos de “cátaros” era sinónimo de seguidores del demonio. Lo cierto es que los ya irremediablemente conocidos por la Historia como cátaros jamás se denominaron de este modo a sí mismos, sino “buenos hombres” o “buenos cristianos”. Sin embargo, la generalización del apelativo “cátaros” es relativamente reciente. Durante siglos, los cátaros fueron denominados “albigenses”. Así los denominaba todavía el estudioso del catarismo Napoleon Peyrat en 1870. Para encontrar el origen de esta nueva denominación errónea hay que remontarse a los tiempos de la tragedia, cuando se estableció la sinonimia entre cátaros y habitantes de Albi, ciudad donde la presencia de “herejes” no fue precisamente significativa. Sin embargo, la expedición religioso-militar de 1209-1229 contra el Languedoc hereje permanece en los libros de historia como la “cruzada albigense” o “contra los albigenses”. Fue la obra del francés Charles Schmidt “Histoire et doctrine de la secte des cathares pu albigeois” (1849) la que popularizó la denominación, lanzada por Eckbert de Schönau siete siglos antes, que finalmente se ha consolidado en una literatura sobre el tema, a menudo seducida por la “pureza” de los buenos cristianos. Además de “cátaros”, los que se denominaban a sí mismos “buenos cristianos” o “verdaderos cristianos” recibieron otras calificaciones, en su mayoría erróneas, por asimilación a otras disidencias, corrientes o sectas: el III Concilio de Letrán (1179) se refiere a ellos como publícanos y patarinos; en Flandes se llamaron piphles; en alusión a los bogomilos, les denominaron bougres; y a finales del siglo XII se les comenzó a denominar “albigenses” por creerse, equivocadamente, que eran originarios o predominaban en la ciudad de Albi. ¿De dónde procede el Mal? Fernando Sáez Aldana 41 El último amigo de Dios “De todas las piruetas que, desde hace unos tres mil años, por diversión o por necesidad, practica el pensamiento occidental, conciliar la existencia del mal con la de Dios es sin duda el ejercicio de alta acrobacia intelectual más admirable y más peligroso” (Michel Roquebert) Desde el llamado “milagro griego” o nacimiento de la filosofía hace varios milenios, el ser humano no ha dejado de abordar racionalmente cuestiones acerca de su propia naturaleza y del mundo que lo rodea, tratando de alcanzar el conocimiento de las cosas que le más le preocupan e importan. Ello implica la necesidad de obtener respuestas a difíciles preguntas acerca de su origen, su existencia y su destino. Abandonando la oscuridad reinante en el mundo del misticismo, la superstición y el mito, el hombre emprendió un día la difícil senda de la búsqueda de soluciones a los problemas más trascendentales de su existencia, guiado por la tenue luz de su limitada razón, en pos de la Verdad como deslumbrante meta. Razón que, con el tiempo, acabaría dándose de bruces contra el pétreo dogmatismo de la Iglesia católica: "Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est"(Tomás de Aquino)31. Una de esas eternas preguntas sin respuesta que se ha formulado la Humanidad para tratar de comprender lo que sucede a su alrededor, en este caso las peores cosas, tiene por objeto conocer el origen del Mal. Un Mal ejercido sobre el hombre desde el principio de los tiempos en forma de calamidades naturales como epidemias, terremotos, huracanes, inundaciones o sequía, pero también por el hombre sobre el hombre a través del odio, la intolerancia, la guerra, la violencia y el crimen. Dicho ejercicio del mal es intemporal, constante y universal. Todos los días y en cualquier lugar del mundo hay seres humanos sufriendo daños ocasionados por catástrofes naturales o enfermedades, o como consecuencia de actos criminales cometidos por personas malvadas. Para los creyentes en un Dios definido como Ser Supremo omnisciente, bondadoso, omnipresente y omnipotente, la cotidiana experiencia del Mal siempre ha significado una desconcertante contradicción. Si Dios es el creador 31 “Toda la verdad, la diga quien la diga, proviene del Espíritu Santo” Fernando Sáez Aldana 42 El último amigo de Dios de todo, si Dios todo lo sabe y lo puede todo, y si Dios es justo y bueno ¿cómo puede permitir tanto injusto reparto de males y bienes, tanta atrocidad, tanto sufrimiento, tanta maldad? Ya en la Antigüedad, cuatro siglos antes del surgimiento del cristianismo, el filósofo Platón razonó que, si Dios debe ser considerado por esencia bueno, nada bueno es nocivo ni puede ser la causa de algo malo. Dado que el mal es malo, en ese bien supremo al que llamamos Dios no puede estar su origen. Para Platón, por tanto, hay que buscar otra causa de los males que afligen al hombre distinta de Dios. La lógica, por tanto, es la responsable de la primera aparición en la historia del pensamiento occidental de una teoría dualista para explicar la coexistencia del bien y del mal en el mundo. Sin embargo, Yahvé o Jehová, el Dios Judío del Antiguo Testamento, sin dejar de ser “bueno” como se asegura en numerosos pasajes de los distintos libros que componen la Biblia, es también un Dios orgulloso y en ocasiones colérico, violento, justiciero, vengativo y cruel. Pero estas aparentes muestras de maldad no son sino acciones de castigo contra los pecadores, es decir, los enemigos del propio Yahvé o de su pueblo elegido. Pues, como se expondrá más adelante, el mito fundador de la concepción judeocristiana del origen del mal es la desobediencia divina cometida por Adán y Eva en el Edén que el cristianismo forjó como pilar básico de su edificio dogmático convirtiéndola en el “pecado original” (San Agustín, concilio de Cartago, 418). La evidencia de la contradicción Dios/Mal ha sacudido conciencias en todas las épocas. Al fin y al cabo, “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mateo 7:17-20) En el siglo IV, el apologista cristiano Lactancio reflexionó sobre el asunto de esta manera: “O bien Dios quiere suprimir los males pero no puede, o bien puede pero no quiere; o bien ni quiere ni puede, o bien quiere y puede. Si quiere pero no puede, es impotente, lo cual no puede convenir a Dios Fernando Sáez Aldana 43 El último amigo de Dios Si puede pero no quiere, es celoso, lo cual es igualmente ajeno a Dios Si no quiere ni puede, es a la vez impotente y celoso, y por lo tanto no es Dios Si quiere y puede, lo cual conviene sólo a Dios, ¿cuál es pues el origen de los males, o por qué no los suprime” (De ira Dei = Sobre la ira de Dios) Giovanni di Lugio, obispo cátaro de Desenzano (Italia) entre 1250 y 1260, está considerado el único “teólogo” cátaro de relieve, capaz de sostener una discusión con los mejores teólogos católicos de su tiempo. Se le atribuye la autoría del escrito cátaro más importante que ha llegado a nosotros, el Libro de los dos principios (ca. 1240), descubierto en 1939, especie de esbozo de “escolástica” del dualismo absoluto defendido por el catarismo más radical. Su razonamiento acerca del origen del mal incluye la refutación del principio del libre albedrío: O bien no hay más que un principio, o bien hay varios. Si no hay más que un principio, éste debe ser o bueno o malo. No puede ser malo, puesto que el mal sólo puede proceder del mal, y Dios, principio único, es, por el contrario, infinitamente bueno. Si el principio primero es bueno, ¿cuál es entonces la causa primera del mal: Dios, o bien su criatura? Es imposible que sea Dios, porque el bien sólo puede proceder del bien. Es imposible asimismo que sea su criatura. Ya sea por simple determinismo, porque Dios no pudo crearla de una naturaleza tal que se viera condenada a hacer necesariamente el mal, y a corromper toda la creación; ya sea por libre albedrío, porque sabiendo Dios, por omnisciencia, que la criatura haría mal uso de su libre albedrío y que el reino celestial quedaría corrompido, O bien no se lo habría dado, y el mal jamás habría existido, O bien la criatura, habiéndolo recibido, no habría podido hacer más que lo que Dios sabría que haría, lo cual destruye la noción misma del libre albedrío. Es lógicamente imposible que un ser posea al mismo tiempo el poder de hacer una cosa (el bien) y su contrario (el mal). Para la existencia de efectos contrarios es preciso que haya causas contrarias. Es imposible que el mal tenga por causa la elección de la criatura, porque esto significaría que eligió lo que, al no tener todavía causa, evidentemente no existía. Fernando Sáez Aldana 44 El último amigo de Dios Expresado de otro modo (Roquebert): Dios querría suprimir el mal pero no puede, luego no es omnipotente. Dios podría suprimir el mal pero no quiere: habita en él el malvado deseo de hacer sufrir a sus criaturas; por lo tanto no es infinitamente bueno. Dios no quiere ni puede suprimir el mal: ni infinitamente bueno ni omnipotente, este Dios es una contradicción de términos. Luego no existe. Por último, Dios, infinitamente bueno, quiere suprimir el mal y, dado que es omnipotente, puede suprimirlo. Entonces, ¿por qué no lo suprime? Pero la discusión sobre la incompatibilidad de Dios con el Mal no se agotó en la Edad Media han persistido hasta nuestros días, reavivada con ocasión de trágicos acontecimientos provocados por la peor maldad humana: “Es difícil, es imposible creer que el dios bueno, el “Padre”, participara en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no tuvo parte en ella, que éste procede de un dios sin escrúpulos, de un dios tarado. La bondad no crea: carece de imaginación; y ésta es necesaria para fabricar un mundo, por más chapuza que sea. Un acto o una obra pueden surgir, como mucho, de la mezcla de la bondad y de la maldad. O un universo. En todo caso, partiendo del nuestro, es mucho más sencillo remontarse a un dios dudoso que a un dios honorable. Decididamente, el dios bueno no estaba preparado para crear: lo posee todo, menos la omnipotencia” (E. Cioran: El aciago demiurgo) “Después de Auschwitz, podemos afirmar, más decididamente que nunca, que una divinidad todopoderosa, o bien no sería toda buena, o bien seguiría siendo enteramente incognoscible. Pero si Dios debe ser inteligible (y nosotros estamos obligados a creerlo), entonces es preciso que su bondad sea compatible con la existencia del mal, y esto sólo es así si no es todopoderoso. Sólo entonces podemos Fernando Sáez Aldana 45 El último amigo de Dios mantener que es cognoscible y bueno, a pesar del mal que hay en el mundo.” (Hans Jonas: El concepto de Dios después de Auschwitz) “Cuando surge el horror, si el señor es omnipotente, o bien no es todo sabiduría, o bien no es todo bondad. Si el señor es omnisciente y si es caritativo, hay que creer que es impotente.” (André Glucksmann: La tercera muerte de Dios) “Existe Auschwitz, por lo tanto Dios no puede existir” (Primo Lévi) La Iglesia católica ha tratado de dar respuesta a este dilema argumentando que Dios concedió tanto a sus ángeles como a las criaturas humanas el libre albedrío y con él la posibilidad de crear y escoger el mal, aunque ningún mal preexistente les incite a ello. Pero esta teoría no encaja con el concepto de un Dios omnisciente que, al crearlo todo, debería conocer todos los futuros posibles, incluyendo que sus criaturas inventasen o escogieran la maldad, con lo que, indirectamente, Dios sería también el creador del Mal, algo incompatible con su presunta bondad infinita. Ante este callejón metafísico sin salida, el rechazo al origen divino del Mal es el origen de una corriente de pensamiento filosóficoreligioso dualista, el gnosticismo, del que participan las disidencias cristianas que fueron anatemizadas por Roma bajo la etiqueta común de “maniqueísmo”. Tras el dualismo iranio (zoroastrismo o Mazdeísmo), el dualismo platónico, el gnosticismo, el bogomilismo y el maniqueísmo, el catarismo fue la última gran religión dualista de la historia. La Iglesia siempre ha defendido que el diablo fue un ángel bueno creado por Dios del que renegó por orgullo. Ya el primer concilio de Braga (561) anatemizó a quienes afirmaban que el demonio era “principio y sustancia del mal” y desde entonces la Iglesia ha asociado la caída de los ángeles rebeldes con la expulsión del Edén de los padres de la Humanidad por haber cometido el mismo Fernando Sáez Aldana 46 El último amigo de Dios pecado: querer “ser como Dios”, si bien Adán y Eva lo hicieron por instigación del demonio. El vigente Catecismo de la Iglesia Católica (1991) reafirma la vieja doctrina paleotestamentaria del origen del mal, amasada en sucesivos concilios medievales: tentados por el líder de los ángeles caídos, nuestros inmortales primeros padres desobedecieron a su creador por lo que fueron condenados a una vida plagada de penalidades y finita. Aprovechando la nebulosa historia de Jesús de Nazaret, líder de una secta judía ajusticiado por sedición contra la Roma ocupadora, la soterología cristiana desarrollada a partir de Saulo de Tarso establece que Dios envió a la tierra a su Hijo, que era él mismo bajo otra persona, para redimir a la Humanidad con su pasión y muerte de tan solo dos días de duración antes de regresar al cielo tras dejar en tierra una formidable institución fuera de cuyo sometimiento a través de la Fe estipulada en sus dogmas no habría salvación posible. Para los cátaros, la historia habría sido bien distinta. Uno de los escasos textos considerados como “cátaros” 32 , la Cena secreta o Interrogatio Johannis, explica su versión del mito de la caída. La obrita narra una ficticia conversación entre Jesús y Juan durante una cena en la que conocemos el origen del mundo y del mal por las respuestas a las preguntas que el bien amado discípulo formula a su maestro. Radicalmente distinto al Génesis, la Cena sitúa la caída de Satán antes de la creación, que es obra suya y no de Dios, y el pecado original es el de la carne. El caos original, formado por los cuatro elementos, sí fue creado por Dios, pero la organización del mundo visible fue obra de Satanás. Cuando éste se rebeló contra Dios, fue expulsado del cielo arrastrando con su cola a la tercera parte de los ángeles. Mientras caía, Satán se arrepintió y Dios se apiadó de él permitiéndole hacer lo que quisiera con el caos durante siete días, durante los cuales, reconvertido en demiurgo, organizó la materia creando el mundo. A continuación, Satanás planeó crear al hombre para que le sirviera; creó con barro dos cuerpos de varón y hembra “a su semejanza” (por lo que la cara del hombre refleja la cara del diablo) y encerró en ellos a dos ángeles que “lloraron mucho viéndose recubiertos con un envoltorio mortal y formas 32 Sólo conocemos los textos cátaros por los registros de los interrogatorios de la Inquisición, con el sesgo que encierra su descripción de una de las partes, implacable perseguidora de la otra. Fernando Sáez Aldana 47 El último amigo de Dios diferentes” (por lo que antes eran asexuados). Este encierro de un espíritu en una prisión corporal obra del diablo, mortal y sexualmente diversa, es la esencia de la antropología cátara. Para que esta diabólica obra material perdurase era necesario que aquellos dos seres se reprodujeran, para lo cual el diablo “plantó un paraíso y puso en él a los hombres”. De un escupitajo creó una serpiente en la que se introdujo y con cuya cola sació su apetito con Eva. Esta desfloración de la primera mujer por la serpiente define el carácter diabólico del coito. Luego extendió su concupiscencia sobre la cabeza de Adán y ambos se unieron con lujuria procreando así hijos del diablo hasta la consumación de los siglos. La creación de nuevos “envoltorios mortales” sirvió para el encarcelamiento corporal de los espíritus rebelados: “espíritus caídos de los cielos entran en los cuerpos de barro de las mujeres y reciben la carne de la concupiscencia; el espíritu nace del espíritu, y la carne de la carne. Así es como el reino de Satanás se cumple en este mundo”. Para que no añorasen su procedencia divina y aspirasen al regreso al Padre celestial, el mundo visible se convirtió en un “reino del olvido”. El objetivo de la venida a la tierra del eón Jesús fue recordar a los espíritus cautivos su origen y mostrarles el camino para regresar a él: alejarse de la obra del diablo, es decir, de los bienes y de su propio cuerpo a través de un ascetismo extremo e incluso combatiéndola renunciando a la reproducción de nuevas cárceles de espíritus. Esta creencia del regreso del “alma” humana al paraíso celestial del que proviene chocaba frontalmente con la ortodoxia católica: el alma de cada hombre nace con su cuerpo y debe ganarse el paraíso que jamás ha conocido. El Ritual occitano cátaro resume esta creencia fundamental en la siguiente invocación a Dios: “Oh señor, no tengas piedad de la carne nacida de la corrupción, juzga y condena sus vicios pero ten piedad del espíritu encarcelado”. Para los cátaros, dicho regreso del espíritu al Padre celestial sólo era posible habiendo recibido el consolament y manteniendo las condiciones que éste sacramento único imponía en el momento de morir. De no ser así, el espíritu volvería a ser encarcelado en otro cuerpo hasta siete veces antes de su definitiva liberación. Estas creencias explican el extremadamente austero estilo de vida de los perfectos cátaros: vegetarianos, castos, continentes, pobres y dispuestos a entregar su cuerpo diabólico a las llamas para liberar la Fernando Sáez Aldana 48 El último amigo de Dios chispa divina que encierra y permitir su regreso al buen Dios del que procede. El gran experto en catarismo Michel Roquebert ha resumido de forma magistral quienes eran los cátaros: “Aquel que (en torno a 1200) llegue a Montesquieu-Lauragais (y éste es sólo un ejemplo entre un centenar) y necesite que le recosan un zapato, tiene muchas posibilidades de toparse con una clase de remendón un poco especial. El hombre viste un sayal negro, igual que los otros dos o tres que trabajan a su lado. Todos llevan además barba y el pelo crecido, al contrario de la moda del cabello corto y cara rasurada de la época en Languedoc, de lo que pronto se burlarían los cruzados venidos del Norte. De pronto un aldeano entra en el establecimiento. Para sorpresa del forastero, hace tres genuflexiones seguidas ante el primer obrero diciéndole en cada una de ellas: “¡Señor, bendecidme!” y añadiendo en la tercera: “Rogad a Dios para que haga de mí un buen cristiano y me conduzca a buen fin”. A lo que el remendón responde: “¡Que se ruegue a Dios para que haga de vos un buen cristiano y os conduzca a buen fin!”. Después los dos hombres intercambian un beso furtivo en la boca, y entonces ya pueden hablar de negocios. Hay docenas de casas-taller como ésta dentro de un extenso cuadrilátero comprendido entre Tolosa, Albi, Carcasona y Foix. Además de zapateros, hay también tejedores, sombrereros, toneleros, herreros, molineros, artesanos del cuero, hebilleros, barberos y médicos. Algunas están regentadas por mujeres, en su mayoría tejedoras, costureras o panaderas. La nobleza local proporciona una buena pate de estos artesanos de ambos sexos cuya alta cuna les hubiera evitado el trabajo manual. Es posible que nuestro viajero fuera invitado por el hombre que parece dirigir la zapatería, que es el mayor de edad, a compartir la colación del grupo. Entonces, antes de sentarse, el anfitrión se colocaría una servilleta sobre el hombro izquierdo, murmuraría un Pater, cogería una hogaza, la envolvería con la servilleta y empezaría a cortar la parte que sobresaliera, colocando las rebanadas sobre la mesa. A continuación, ofrecerá una rebanada a cada comensal, que la tomará diciendo: “Bendecidme, señor” y el otro responderá: Fernando Sáez Aldana 49 El último amigo de Dios “¡Qué Dios os bendiga!”. La comida será frugal: quizá pastel de pescado acompañado de nabos hervidos y algunas nueces para terminar; nada de carne ni de lo que pueda haber sido preparado con grasa (salvo aceite vegetal), huevos, leche o mantequilla, como el queso. El vino estará muy aguado. Antes de cada bocado, o al levantar el vaso, cada comensal recita en voz baja: “Bendecidme, Señor”. Terminada la comida, el más anciano preguntará al viajero si quiere “recibir la paz”. En ese caso, el otro le besará de través en la boca y todos intercambiarán un beso, después recogerán cuidadosamente en una servilleta los trozos de pan no consumidos. El viajero habrá comprendido sin duda que el taller de zapatería es, de hecho, una comunidad religiosa, pero no perteneciente a la Iglesia Católica romana, aunque reciten el Pater y bendigan el pan. Los hombres se llaman así mismos “buenos cristianos” y así los llaman en el pueblo. También los llaman los “hombres buenos” (o “buenas mujeres”) y los “amigos de Dios”. Pero algunos, entre ellos el cura, los tachan de herejes. Este extraño clero de hombres y mujeres calificados por los historiadores como perfectos y perfectas predican a los simples fieles o creyentes, administran el consolamentum (sacramento único cátaro) a los moribundos y efectúan ordenaciones; sus casas, abiertas a las pequeñas comunidades diseminadas por ciudades y pueblos, crean una relación nueva entre el hombre y la Iglesia, que no es Universal sino una multitud de iglesias autónomas desprovistas de un canon normativo prevalente y con una base doctrinal común. El catarismo es la religión de la simplicidad. Al final de una larga y durísima preparación, perfectos y perfectas se consagran a una vida mucho más severa que las reglas monásticas. A las promesas de pobreza, continencia, castidad33, no matar, no jurar, no mentir, no perjudicar al prójimo y demás virtudes cristianas, se añaden los compromisos de no comer ningún alimento procedente del coito34, renunciar al lujo y vivir del trabajo de sus manos, rasgo 33 Al considerar el cuerpo una cárcel del espíritu rechazaban la procreación que suponía condenar a más espíritus a permanecer encerrados en una prisión de materia corrupta que impedía su liberación y regreso a la Luz divina de la que procedían. 34 Su extremo rechazo de la unión carnal les prohibía comer cualquier alimento que procediese de ella, por lo que los cátaros eran vegetarianos estrictos. El consumo de Fernando Sáez Aldana 50 El último amigo de Dios más original de la iglesia cátara. Pues en la sociedad medieval, el trabajo se consideraba infamante y era propio de los laboratores, mientras los guerreros (bellatores) y el clero (oratores) no trabajaban nunca. Los cátaros valoraban la actividad manual por fidelidad a los apóstoles y no practicaban la mendicidad. De este modo, las “casas de herejes” para la Inquisición eran al mismo tiempo pequeños conventos y talleres artesanos donde se ganaba la salvación viviendo del fruto del trabajo y se mantenía la fe de los creyentes por la predicación, se acogía a los enfermos para velar sus últimos instantes y se educaba espiritual y profesionalmente a los niños confiados por sus padres a los “buenos hombres” y “buenas mujeres”, En resumen, un perfecto es a la vez regular y secular, artesano, monje y cura de parroquia que no vive encerrado sino que sale a predicar donde lo llamen, o en la plaza pública, y acude a la cabecera del enfermo que no puede moverse. Al frente de cada casa hay un anciano o una priora, y por encima de estos estaban los diáconos, que tenían varias casas bajo su autoridad. El diácono visitaba una vez al mes cada comunidad, donde realizaba el ritual del apparelhament o confesión colectiva cuyas penitencias consistían e ayunos y plegarias. Por encima de los diáconos estaba el obispo, asistido por dos coadjutores, el hijo mayor y el hijo menor. Cuando muere, el hijo mayor le sucede, el hijo menor pasa a mayor y se elige un nuevo hijo menor entre los diáconos. En torno a este clero (desprovisto de sedes, templos, riquezas y hasta de ropajes o atributos distintivos) gravita la masa de simples fieles, los “creyentes de los herejes” para la Inquisición. No están sometidos a las obligaciones de los perfectos (pueden casarse, comer carne, etc.) pero son creyentes por sincera adhesión a la fe sencilla y ejemplar de los buenos hombres y ellos mismos se imponen el deber de saludar a los perfectos y perfectas con la triple genuflexión acompañada de la petición de bendición (el melhorament, un rito interpretado por la represión como “adoración” sacrílega, cuando se adoraba no a la persona sino al Espíritu que albergaba). También se pescado se debía a la creencia de que los peces surgían por generación espontánea en el agua. Además, creían en la reencarnación o metempsicosis, que incluía a los animales de sangre caliente, otra razón para no matarlos. Un método utilizado por la Inquisición para descubrir herejes consistía en ordenar a los sospechosos que mataran un ave, a lo que se negaban. Fernando Sáez Aldana 51 El último amigo de Dios comprometen a asistir a la predicación, en una casa cátara u otro lugar, y a veces comparten la comida de los perfectos, consumen el pan que han bendecido (el pan “supersubstancial” de la “santa oración”, el padrenuestro o Pater) e intercambian el beso de paz, llamado simplemente “la Paz” ( o caretas, caridad en occitano). Como deber supremo, si no han sentido en su vida la vocación de entrar en religión, deben recibir el sacramento en su lecho de muerte para optar a la salvación. Los cátaros sólo practicaban este sacramento, que sustituía a todos los católicos salvo el de la eucaristía en la que se negaban a creer. Es a la vez bautismo, confirmación, penitencia, ordenación, matrimonio (en un sentido místico) y extremaunción. Se trata del consolament, que en occitano significa “consolación”. Se llama así porque es la recepción del Paráclito, el espíritu Santo consolador, cuya infusión se opera por imposición del libro (El evangelio de Juan, único aceptado) y las manos del oficiante sobre la cabeza del recipiendario. El creyente sólo podía recibirlo en dos ocasiones: para entrar en religión (convertirse en perfecto) y para morir35. Liturgia y sentido del sacramentos son idénticos en ambos casos: es el bautismo espiritual o bautismo de Espíritu y fuego, por referencia a las lenguas de fuego a través de las cuales los apóstoles recibieron al Paráclito en Pentecostés. Este bautismo cátaro, contrapuesto al bautismo por el agua católico y al que los inquisidores denominaban hereticatio, sólo podía recibirse voluntariamente por adultos tras superar un riguroso noviciado aderezado con varias cuaresmas, por lo que condenaban el bautismo de los recién nacidos. En cualquiera de las dos circunstancias, el consolament obligaba del mismo modo a observar la regla: castidad estricta, negación del juramento 36 (un atentado al pilar fundamental de la sociedad medieval, basada en el juramento de vasallaje) y una vida 35 Durante la represión se instituyó la convenenza o garantía de administración del consolament al herido en trance de muerte, incapacitado para solicitarlo y recitar el Pater, curioso antecedente de la actual “voluntad anticipada”. 36 Además de pacifistas (renunciaban a la violencia incluso en legítima defensa), los cátaros rechazaban la mentira, la ira, el juramento, los actos de justicia y el testimonio ante los tribunales; los conflictos debían resolverse amistosamente o por arbitraje, conductas utilizadas por la Inquisición para descubrirlos. Fernando Sáez Aldana 52 El último amigo de Dios rigurosamente ascética37. El enfermo terminal consolado podía dejar de alimentarse para acelerar su final y por tanto su salvación. Este ayuno místico o endura (ayuno, en occitano) contribuyó a forjar la leyenda negra cátara al considerarlo un suicidio ritual. La Iglesia romana y su Inquisición distinguieron dos categorías de herejes. El simple creyente, que no ha recibido el consolament, era más un cómplice que un hereje. Pero todo consolado, por ordenación o estando moribundo, era un hereje consumado, un “hereje completo” (hereticus perfectus) o perfecto, adjetivo que no indica perfección moral o espiritual y que los cátaros nunca utilizaron para sí. En cuanto a religión de naturaleza gnóstica, para el catarismo no basta creer, sobre todo hay que comprender, conocer, para acceder a la vida eterna; por el Espíritu y el conocimiento (gnosis) el hombre alcanzará al fin la luz, la libertad, la salvación en definitiva, librándose de la materia. Como religión dualista, cree en la existencia de dos principios, el del Bien y el del Mal, coeternos e increados ambos (catarismo absoluto) o procedente el segundo del primero (catarismo mitigado). El Dios del Antiguo Testamento no sería el mismo dios paternal y bondadoso del Nuevo, sino sólo el demiurgo u organizador de la materia preexistente, identificado con el ángel caído, Lucifer, que habría arrastrado a una legión de ángeles (eones o chispas de la divinidad) a la Tierra (un “infierno profundo” para los cátaros) , encerrándolas en cárceles de materia, los cuerpos. Para los cátaros, que se sentían ajenos al mundo hasta el extrañamiento, sólo una rigurosa ascesis y la infusión consoladora del Espíritu Santo permitiría a los espíritus abandonar sus cuerpos en el momento de la muerte y regresar al Dios espiritual del que forman parte. De no conseguirlo, el espíritu regresaría al mundo visible reencarnándose a la espera de otra oportunidad de liberación. Esta es la razón por la que los cátaros rara vez abjuraban de su fe y asumían el martirio que liberaría su espíritu de entre las cenizas de la tenebrosa cárcel corporal de la que al fin podían escapar. Desprovistos de templos, palacios episcopales, dogmas, riquezas, imágenes, ritos y festividades, los cátaros practicaron una sencilla liturgia. Incluso los “obispos” vestían una sencilla túnica oscura con 37 Los perfectos y perfectas practicaban tres cuaresmas anuales y entre ellas ayunaban a pan y agua tres días por semana. Fernando Sáez Aldana 53 El último amigo de Dios un cordel de lino ciñendo la cintura y practicaban sus sencillos rituales en las mismas casas donde trabajaban, vivían, enseñaban y ayudaban a quien se lo solicitara, llevando estrictamente a la práctica la regla monástica benedicitina “ora et labora” pero viviendo en comunidad. Su literatura sagrada se limitaba al evangelio de Juan (el libro) y repetían una y otra vez unas pocas y sencillas fórmulas y oraciones, entre las que destacan dos, dirigidas ambas al Dios celestial: el latino Pater o padrenuestro y la transmitida en occitano que comienza con estas palabras: “Payre saint, Dieu dreyturier dels bons sperits, qui anc no falhist, ni mentist, ni errest ni duptest, per paor de mort a prendre al mon del Dieu estranh -car nos no em del mon, ni-l mon no es de nosdona nos a conoiscer so que to conoyshes e amar so que tu amas.”38 La oración cátara por antonomasia, el Pater, era igual que el padrenuestro católico salvo una diferencia: en lugar del “panen nostrum quotidianum” (nuestro pan diario), los cátaros le pedían a 38 La oración completa en castellano reza así: “Padre santo, dios justo de los buenos espíritus, tú que nunca te engañaste, ni mentiste, ni erraste, ni dudaste, por miedo a que tomáramos la muerte en el mundo del dios ajeno –puesto que no somos de este mundo y el mundo no es nuestro- haznos conocer lo que tú conoces y amar lo que tú amas. Fariseos seductores, permanecéis a la puerta del reino e impedís entrar a quienes quisieran entrar, mientras que vosotros no lo queréis; por eso ruego al Padre santo de los buenos espíritus que tiene el poder de salvar a las almas y, por el mérito de los buenos hace granar y florecer; y a causa de los buenos da vida a los malos- y así lo hará mientras haya buenos en este mundo, hasta que no haya ya ninguno de mis “pequeños” (aquí se citan las palabras del propio dios) quienes son de los siete reinos y bajaron antaño del paraíso, cuando Lucifer les arrancó de allí con el pretexto de que Dios les engañaba al haberles permitido sólo el bien; de modo que el Diablo era muy falso, pues les prometía el bien y el mal: y dijo que les daría mujeres que les gustarían mucho, que les daría el mando de los unos sobre los otros, y que los habría que serían reyes, condes o emperadores, y que con un pájaro podrían tomar otro, y con una bestia, otra bestia. Todos lo que se le sometieran bajarían abajo y tendrían el poder de hacer el mal y el bien, como Dios en lo alto; y mucho más les valía (decía el Diablo) estar abajo, donde podrían hacer el mal y el bien, que arriba, donde Dios sólo les permitía el Bien. Y entonces subieron a un cielo de cristal y tantos como se elevaron, tantos cayeron y perecieron; y Dios bajó del cielo con doce apóstoles y se puso a la sombra de Santa María.” Fernando Sáez Aldana 54 El último amigo de Dios Dios un “panem nostrum supersubstancialem”, un pan sobresubstancial que una exégesis del siglo XIII identificaba con la caridad, que “está por encima de todas las otras substancias, o sea visitación, espíritu, vida, alma corazón y cuerpo, que son soportadas por dicho pan”. Los llamados “documentos cátaros” son un puñado de textos descubiertos en las últimas décadas, cuyo conocimiento ha arrojado alguna luz sobre las creencias y descreimientos de una religión de la que hasta hace poco sólo se tenían noticias escritas por los registros de sus perseguidores y sus cronistas. Los más difundidos son: La Cena Secreta (Interrogatio Johannis). Se trata de un Evangelio Apócrifo de origen Bogomílico (dualismo mitigado) que se cree circulaba dentro de la Iglesia Cátara. La traducción al Latín del texto original Búlgaro consta del s. XIII. Se tiene constancia de dos versiones, la Versión de Viena y la Versión de Carcasona. El Libro de los Dos Principios (Liber de Doubus principiis). Se considera que este libro, que pretende ser un compendio de la doctrina de la Iglesia Cátara, fue escrito por Giovanni de Lugio hacia mediados del s. XIII. Encontrado en Florencia a principios del siglo XX y fue publicado por vez primera en 1939. Los tres Rituales. El llamado “ritual occitano de Lyon” es el documento cátaro más por el momento y fue copiado junto a una traducción occitana del Nuevo Testamento y traducido al Francés en el siglo XX. El llamado “ritual latino” fue copiado también a continuación del “Libro de los Dos Principios” y su texto coincide con el de Lyon. El “ritual occitano de Dublín” fue descubierto en 1960 en la Biblioteca del Trinity College de Dublín y publicado el mismo año. El tratado anónimo. Se trata de un texto incluido en la refutación de Durán de Huesca (valdense convertido) que escribió el “Liber antiheresis”. Fue publicado en el año 1961. En el capítulo de los descreimientos, para el catarismo Jesucristo no es hijo de Dios, sino un eón (ángel) enviado al mundo por él como Fernando Sáez Aldana 55 El último amigo de Dios hijo adoptivo para revelarles que el dios al que adoran es Satán; no reconocen al Cristo muerto en la cruz, cuyo culto rechazan por ser un instrumento de tortura y no un símbolo de salvación sino del diablo, y aceptan un Cristo solar, cósmico, representado por la cruz de brazos iguales inscritos en el disco solar. La Virgen sería otro ángel descendido del cielo como vehículo de la encarnación de Cristo en la tierra (a través de su oreja), atravesando su cuerpo sin tomar su sustancia. La única coincidencia con la ortodoxia católica respecto a Jesucristo es que Dios es caridad y por amor lo envió al mundo, pero no para redimir a la Humanidad con una pasión y muerte que negaban sino para señalar el camino de la salvación a través del conocimiento. Misión en la que habría sido acompañado por el Espiritu Santo, su auténtico revelador, cuya figura prevalece sobre la del mensajero. Fundamentalmente cristianos, los cátaros rechazaban a la Iglesia Católica (a la que llamaban alcahueta, “ramera del Apocalipsis” e “iglesia de lobos”) y especialmente al clero, al que consideraban corrompido y alejado del ideal evangélico de pobreza, trabajo y predicación que ellos practicaban39. Se consideraron descendientes de la primitiva Iglesia de los apóstoles, la auténtica Gleisa de Dio que oponían a la falsa iglesia romana. Rechazaban la autoridad del Papa, negaban la sucesión apostólica y también los sacramentos católicos, especialmente la transustanciación eucarística, así como el culto a la cruz, mero instrumento de tortura para ellos. También negaban los milagros, el purgatorio y el infierno, la resurrección de la carne y el Juicio Final. Para los cátaros, el fin del mundo llegaría con el regreso de todos los espíritus cautivos al Padre celestial, incluidos los ángeles rebeldes con Satán a la cabeza. Y cuando ello suceda, según predicó el último “amigo de Dios” Guillaume Bélibaste antes de su martirio en la hoguera, “el trigo nacerá, crecerá y florecerá sin llevar grano, las viñas darán sarmientos sin uva y los árboles tendrán hojas y flores, pero no darán frutos”. Pues, al no existir más cuerpos a los que alimentar, las flores serían eternas. 39 “La malvada Iglesia romana no es perseguida por el bien ni por la justicia que pueda haber en ella; al contrario, ella persigue y da muerte a quienes no quieren consentir sus pecados y felonías. No huye de ciudad en ciudad, sino que domina ciudades, burgos y regiones y se sienta majestuosa en las pompas de este mundo: es temida por barones, reyes y emperadores. No es una oveja entre lobos sino un lobo entre las ovejas” (Ritual de Dublín). Fernando Sáez Aldana 56 El último amigo de Dios La simplicidad de la religión cátara, el ejemplo de su vida intachable dedicada al trabajo y la predicación y su sencillez y honestidad en oposición al lujo y la corrupción de la Iglesia Católica ( a la que tachaban también de “cueva de ladrones”) explican su amplia difusión y profunda implantación en un país caracterizado por la tolerancia y una cultura refinada. El catarismo no sólo gozó de la tolerancia sino incluso de la simpatía de la nobleza rural y de la oligarquía urbana occitanas, de la que también se nutrieron sus casas de perfectos y perfectas. Cuando el nuevo obispo de Tolosa Fulko, escandalizado por la libertad de que gozaban los herejes, reprochó a un tagarote católico que no los expulsaran, éste contestó: “¡No podemos! Nos hemos criado con ellos, tenemos parientes entre ellos y les vemos vivir de forma honrada!”. Otro factor singular favoreció la expansión de la religión cátara: la poesía trovadoresca. Aunque no ha podido probarse la relación directa entre trovadores y catarismo, hay síntomas de indudable simpatía, mezclada con elementos políticos de afirmación occitana frente al norte. El punto de concomitancia más claro de los trovadores con el catarismo lo hallamos en la revalorización de la mujer. Para los cátaros la desigualdad de sexos era producto únicamente de la materia y en la transmigración se pasaba indistintamente a cuerpo de hombre o de mujer (aunque algunos parece exigían un cuerpo de hombre para la última reencarnación). En una época en la que se consideraba a la mujer inferior al varón40, la creyente cátara no sólo fue menos discriminada sino que desempeñó un papel equiparable al del hombre. Gozó de una mayor emancipación social y sexual, tenía el mismo acceso al “clero” convirtiéndose en “buena mujer” o perfecta y una vez revestida podía predicar y administrar el consolament a moribundos. Esta tolerancia y la protección que la población occitana dispensó a la minoría cátara sería fatal para su destino cuando los señores del Norte, azuzados por el papa Inocencio III, cosieron la cruz a sus 40 En un debate teológico en el castillo de Foix, la célebre Esclarmonde, hermana del conde, rebatía con habilidad las tesis católicas cuando el dominico Esteban de Minia le respondió “¡Señora, callad y volved a vuestra rueca!, pues no tenéis la palabra en esta asamblea”. Fernando Sáez Aldana 57 El último amigo de Dios ropajes y se dirigieron Ródano abajo dispuestos a erradicar la herejía y, de paso, conquistar militarmente el país que la había acogido. Resumen El catarismo fue un religión cristiana disidente que floreció especialmente en el sureste de Francia desde mediados del siglo XII hasta el primer tercio del XIV. Tratando de dar respuesta al origen de un Mal incompatible con el buen Dios, creían en la existencia de dos principios, del Bien y del Mal, coeternos e increados (dualismo absoluto) que relacionan con el Dios del Nuevo testamento, creador del mundo espiritual y con el del Génesis, que tras crear la materia sensible encargó su organización (la creación) a un demiurgo. Éste no es otro que Satán, el ángel rebelde que arrastró a la “tierra del olvido” a sus seguidores confinándolos en cuerpos materiales. Mediante una rigurosa ascesis, los “hombres buenos” o perfectos y perfectas cátaros se apartaron todo lo posible de la carne y de todo lo material por diabólico e impuro: eran vegetarianos estrictos, ayunaban con frecuencia, no poseían nada, vivían de su trabajo y se abstenían del sexo. Pacifistas, rechazaban el juramento, abjuraron de la rica Iglesia de Roma por haberse apartado de la pobreza evangélica, carecían de templos y sólo reconocían un sacramento polivalente, el consolament, que se recibía para convertirse en perfecto o antes de morir y garantizaba el regreso del espíritu al Padre celestial tras liberarse de su prisión corporal. Fernando Sáez Aldana 58 El último amigo de Dios Parte Tercera. LA REPRESIÓN “El que en mí no permaneciere será echado fuera, como un sarmiento, y se secará, y le cogerán, y le tirarán al fuego, y arderá” (Juan, 15:6) “La religión mata” (Christopher Hitchens) Como se ha expuesto, la historia de la disidencia cristiana es tan antigua como la de la religión misma. Nada más desaparecer Jesús comenzaron las distintas interpretaciones sobre su naturaleza, su misión, su mensaje y su legado, que dieron lugar a distintas facciones, consideradas como necesarias por Pablo, “a fin de que destaquen los de probada virtud”. Durante los tres primeros siglos de cristianismo, esas diferencias, fruto de especulaciones teológicas tan complicadas e incomprensibles como la trinitaria, se saldaron con rechazos y condenas espirituales por parte de los grandes apologetas cristianos, que lograban imponer sus tesis sobre las de sus opositores. A partir de la adopción del cristianismo como única religión legítima del imperio romano por Teodosio el Grande (380), el cristianismo pasó de sufrir persecuciones a religión intolerante de las demás creencias e implacable perseguidora de sus creyentes. El paganismo fue considerado delito de alta traición contra el Estado, los paganos duramente perseguidos y sus templos destruidos, muchas veces a manos de chusmas cristianas pobristas, azuzadas por los obispos. Liquidado el paganismo y clausuradas las escuelas de filosofía41, la intolerancia cristiana se concentró en la lucha contra otras las otras religiones no cristianas (judaísmo y, a partir del siglo VII, el mahometismo) pero, sobre todo, contra la propia disidencia cristiana, condenada como “herejía”. La definición de la ortodoxia en los sucesivos concilios ecuménicos “griegos” redujo notablemente la conflictividad teológica en las últimas décadas del 41 En 529 el emperador Justiniano cerró la escuela de Atenas, fundada un milenio antes por Platón. La filosofía tuvo que refugiarse en Persia y Occidente no volvería a saber de Aristóteles hasta seis siglos después, gracias a filósofos árabes de la España musulmana, como Averroes. Fernando Sáez Aldana 59 El último amigo de Dios primer milenio. Pero, una vez superados los terrores del año 1000, y paralelamente al proceso de transformación del Occidente cristiano en los ámbitos social, económico y religioso, la disidencia resurgió con fuerza en la Europa plenomedieval y especialmente en el sureste de Francia. Aunque no fueron estrictamente sucesivas sino que se fueron superponiendo, en la guerra declarada por la Iglesia Católica contra la disidencia cátara pueden diferenciarse tres etapas marcadas por sendas estrategias: el intento de disuasión, la “guerra santa” y un régimen de terror de corte policial. Es decir la predicación, la Cruzada y la Inquisición. Primera fase: La predicación “Donde no valga la (Domingo de Guzmán) predicación, prevalecerá la estaca” En la segunda mitad del siglo XII reinaron nueve papas. El rápido recambio no permitía desarrollar políticas a largo plazo y, en lo tocante al catarismo, la religión de los “buenos hombres” alcanzó en este período su máxima expansión y penetración en la tolerante sociedad occitana. Durante las décadas anteriores a la elección del joven Lotario di Segni como Inocencio III, sin embargo, la herejía fue identificada, condenada y castigada, aunque sin la severidad que le aguardaría en los terribles años de la persecución. Fue un tiempo en que los cátaros vivían y profesaban su religión a la luz del día e incluso participaban en controversias teológicas organizadas en conferencias y debates, donde participaban católicos por un lado y cátaros u otros disidentes (como los valdenses o pobres de Lyon) por otro, y en los que se defendían y refutaban dogmas y creencias. Fue en una de estas conferencias (Lombers, 1165) donde los “buenos hombres” fueron declarados oficialmente “herejes” por los obispos católicos. Durante aquellos años el método escogido por los papas para combatir la herejía en Languedoc fue nombrar a obispos y abades como legados plenipotenciarios y enviarlos a las tierras “infectadas” por la herejía pertrechados con una de las armas más temibles de la época: la excomunión y el interdicto. Fernando Sáez Aldana 60 El último amigo de Dios El monje cisterciense Bernardo de Claraval (San Bernardo), ardiente promotor de la segunda Cruzada, fue uno de los primeros que intentaron combatir la herejía cátara en el Languedoc mediante la predicación. Aunque obtuvo algún éxito en Tolosa y Albi comparando a los herejes con “las raposas que destrozan las viñas”, fue abucheado en Verfeil y acabó abandonando su empresa. En 1178 el legado Pedro de Pavía entabló un debate con dos herejes en Tolosa que fueron excomulgados pero dejados luego en libertad. En 1203 el incansable Inocencio envió a Pedro de Castelnau, cuyo asesinato cinco años después sería el pretexto del papa para lanzar la Cruzada. El año siguiente presenció una disputa entre católicos y herejes que aún pudieron salvar la vida a pesar de no abjurar. En 1206 los legados papales estaban desmoralizados por el fracaso de su misión. Siendo una minoría, los cátaros impregnaban la sociedad occitana en la que se encontraban perfectamente integrados y donde eran respetados. Llevaban una vida virtuosa, no se metían con nadie, ayudaban a la gente y, al contrario que el clero católico, vivían de su trabajo con humildad y pobreza. A punto de volverse a Roma para dimitir, los legados pontificios se encontraron providencialmente con dos clérigos españoles, el obispo de Osma Diego de Acebes y su asistente, el clérigo Domingo de Guzmán. A su paso por Languedoc, el futuro Santo Domingo entró en contacto con la herejía y decidió consagrar su vida a combatirla. En 1207 fundó en Prouille el primer convento con un puñado de mujeres piadosas. El mismo año participó en una disputa teológica pública en Montreal que duró dos semanas durante las cuales los bandos católicos y cátaros defendieron sus tesis ortodoxas y “heréticas”, respectivamente. Eran tiempos en los que los disidentes podían volver a sus casas finalizada la discusión sin ser detenidos o perseguidos. En plena cruzada, Domingo reclutó clérigos en Tolosa con la misión de “predicar la verdad evangélica a pie, pobre y religiosamente”. Su plan de combatir a los cátaros en su propio terreno con sus mismas armas fue aprobado por Inocencio III y así surgió la “orden de los predicadores”, los dominicos, una congregación religiosa concebida para convencer a los disidentes por la predicación pero que pocos años después se convertirían en sus principales perseguidores al ordenarles el papa Gregorio IX hacerse cargo de la Inquisición pontificia instituida con la bula Fernando Sáez Aldana 61 El último amigo de Dios Excommunicamus (1321). Entre los inquisidores dominicos destacan las figuras del francés Bernardo Guidoni y el catalán Nicolau Aymerich, autores de sendos “manuales de inquisidores”, el castellano Tomás de Torquemada y los germanos Heinrich Kraemer y Johann Sprenger, autores del terrorífico Malleus Maleficarum (Martillo de brujas, 1486) utilizado para quemar vivas a millares de mujeres acusadas de entenderse con el demonio. En su “Directorium Inquisitorum”, Aymerich afirmaba cosas como ésta: “Aunque según la jurisprudencia de la inquisición antigua era preciso que concurrieran al menos dos indicios para fallar la tortura, en la actual España no es menester este requisito, siendo la tortura enteramente arbitraria y pudiendo los jueces mandarla en todos aquellos casos que les pareciere oportuna (…) Si perseverare negativo el reo aplicado a cuestión de tormento se le pondrá poner varias veces, teniendo el juez inquisidor la precaución de declarar que el tormento está empezado, pero no concluido”42. El bienintencionado Domingo de Guzmán no pudo ni sospechar el grado de envilecimiento moral que alcanzarían sus monjes dominicos en el futuro. El asesinato del legado papal Pierre de Castelnau a principios de 1208 cuando se disponía a cruzar el Ródano, de cuya instigación fue acusado inmediatamente el conde Raimundo VI de Tolosa, agotó la paciencia del papa Inocencio III, que hizo del crimen el casus belli que necesitaba para lanzar una Cruzada sobre una región “infestada de herejes” que ofreció como botín a los conquistadores. 42 Esta artería legal de la “interrupción” del suplicio permitía a los verdugos burlar la norma que impedía torturar de nuevo al sospechoso que no confesara. Fernando Sáez Aldana 62 El último amigo de Dios Segunda fase: La Cruzada (1209 – 1229) “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24). “Matadlos a todos, que el Señor reconocerá a los suyos” (Arnaldo Amalric, abad de Cîteaux y jefe espiritual de la Cruzada) Entre 1095 y 1291 la teocracia papal impulsó expediciones militares con el propósito de conquistar para la cristiandad la “tierra santa” donde transcurrió la vida y muerte de Jesucristo, en poder de los turcos desde la incorporación del actual Israel al imperio selyúcida tras la conquista de Jerusalén en 1076. La caída de los “santos lugares” en manos musulmanas conmocionó a Occidente y durante los dos siglos siguientes se sucederían hasta ocho intentos de recuperarlos por la fuerza de las armas. Predicadas por los papas y capitaneadas por nobles e incluso reyes, las Cruzadas o guerras santas cristianas reclutaban grandes ejércitos de soldados y mercenarios que al grito de “Dios lo quiere” tomaban la cruz (literalmente cosida a su vestido) y se entregaban a matanzas, saqueos y pillajes con la indulgencia o perdón de sus pecados como recompensa. El único éxito notable de todas las campañas se alcanzó en julio de 1099, con la conquista de Jerusalén por las tropas de Godofredo de Bouillon tras una carnicería de judíos y musulmanes que no respetó mujeres ni niños. Para abrir boca, de camino hacia su objetivo, los ejércitos procedentes del norte de Europa perpetraban matanzas de judíos, los “asesinos de Cristo”, allí por donde pasaban. Pero, además de estas cruzadas contra judíos y musulmanes por el control de Palestina, los papas impulsaron guerras santas en territorio europeo, bien contra paganos (cruzada báltica de los caballeros teutones), musulmanes (guerra de reconquista española) o herejes. La más importante y terrible de éstas fue lanzada contra los cátaros, duró un cuarto de siglo y ha pasado a la historia como “cruzada albigense”.43 43 La última “cruzada” del Occidente cristiano fue la guerra civil española (1936-39), declarada guerra santa por los obispos del bando nacionalista como respuesta a la Fernando Sáez Aldana 63 El último amigo de Dios Aunque no está demostrado que lo ordenara el conde de Tolosa, el asesinato del legado papal Pierre de Castelnau el 15 de enero de 1208 cuando trataba de vadear el Ródano en Saint-Gilles fue el pretexto que Inocencio III necesitaba para convocar la Cruzada contra la herejía en Occitania. Furioso, el papa anatemizó a Raimundo VI y ofreció sus tierras como “presa” a los cruzados que las conquistaran44. Tras meses presionando a Felipe II Augusto, más ocupado en su interminable conflicto con el rey de Inglaterra que preocupado por la herejía en el condado de Tolosa, el monarca capeto acabó permitiendo que nobles tan poderosos como el duque de Borgoña, el senescal de Anjou o los condes de Nevers y Auxerre tomaran la cruz y organizaran militarmente la cruzada. En un segundo plano, participaron desconocidos barones de la nobleza menor como Simon de Montfort, de la Isla de Francia, conde de Leicester e inminente verdugo del Languedoc. Por su parte, el abad cisterciense Arnaud Amalric, como legado papal, fue el “jefe espiritual” de la Cruzada. Junto a él, un estado mayor episcopal formado por el arzobispo de Burdeos y los obispos de Béziers, Cahors, Limoges, Agen y Bazas. Los habituales incentivos papales por participar en una cruzada consistían en la indulgencia o remisión de los pecado, la protección apostólica de los bienes del cruzado durante su ausencia, la moratoria en el pago de intereses y otros, a cambio de permanecer alistado al menos cuarenta días (la “cuarentena”). Pero, a diferencia de las cruzadas enviadas a Oriente Próximo, la albigense (denominada por Inocencio con el cínico eufemismo “Negotium pax et fidei”: Asunto de Paz y Fe) iba a permitir el desalojo de los señores feudales de sus castillos y la conquista de sus territorios, ofrecidos por el papa al rey como premio por el persecución religiosa del Frente Popular, sobre todo tras el “fusilamiento” de la imagen de Cristo en el Cerro de los Ángeles, situado cerca de Madrid. 44 “Despojad a los herejes de sus tierras. La fe ha desaparecido, la paz ha muerto, la peste herética y la cólera guerrera han cobrado nuevo aliento. Os prometo la remisión de vuestros pecados a fin de que pongáis coto a tan grandes peligros. Poned todo vuestro empeño en destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspirará. Con más firmeza todavía que a los sarracenos, puesto que son más peligrosos, combatid a los herejes con mano dura.” (Carta de Inocencio III al clero y la nobleza de Languedoc, fechada el 9 de marzo de 1208.) Fernando Sáez Aldana 64 El último amigo de Dios exterminio de la herejía. Así, la cruzada contra los cátaros se movilizó gracias a dos grandes objetivos, religioso y político-militar. La eliminación de la herejía, principal motivo para el promotor Inocencio III, fue el pretexto para una guerra que el rey francés autorizó con desgana pero al cabo de la cual le permitió incorporar para siempre a la corona de Francia los vastos territorios del Languedoc45, acabando con su autonomía feudal y también con el sueño de un gran reino de Aragón extendido a ambos lados de los Pirineos. El más extenso e importante fue el condado de Tolosa, gobernado por la dinastía de los Saint-Gilles, que se incorporó al reino de Francia a la muerte del conde Raimundo VII en virtud del tratado de Meaux-Paris. Su padre, Raimundo VI, se debatió entre la fidelidad al papa y la defensa de sus vasallos, muchos de ellos cátaros, y fue excomulgado. Su cuñado, Pedro II el Católico de Aragón, murió en la batalla de Muret luchando contra el ejército cruzado. Se desconoce el número de participantes en la cruzada. La cifra de 100.000 puede ser exagerada pero fueron muchos los miles de cruzados, de procedencias bien distintas. En la cúspide militar destacaban los caballeros armados montados, bellatores profesionales con su séquito de mozos de cuadra, infantes y arqueros, muchos bregados en la Cuarta cruzada (1202-04), a las órdenes de los grandes señores del norte. Por debajo de estos se encontraban las bandas de mercenarios (routiers), tropa de choque formada por bandoleros montados o a pie, motivados por la orgía de pillaje y masacre características de las cruzadas. En el nivel inferior del variopinto ejército estaba la chusma de ribaldos (ribauds) en busca de aventura y rapiña, con su “rey”, el jefe de la banda que negociaba asuntos como el despojo de los cadáveres o el pago a las prostitutas. Todos unidos por la misma cruz cosida a los lujosos trajes, los uniformes de los soldados o los harapos de la gentuza. Un impresionante ejército ávido de botín, sangre y fuego con la impunidad que otorgaban la bendición papal y el cielo asegurado en caso de muerte. A finales de junio, la siniestra caravana comenzó el descenso por la orilla izquierda del gran Ródano, que utilizaron para transportar la 45 Incluían el condado de Tolosa y los vizcondados de Foix, Béziers, Albi y Carcasona. Fernando Sáez Aldana 65 El último amigo de Dios intendencia en barcazas46. Un espectáculo aterrador que provocó el abandono de las pequeñas localidades por donde pasaba la mortífera comitiva. Tras pasar de largo por Montpellier por indicación de Inocencio III, debido a la probada fidelidad de la ciudad, el 20 de julio el ejército acampó a orillas del Orb ante las murallas de Béziers, ciudad de unos 20.000 habitantes, donde la minoría cátara convivía sin problemas con una población católica que pocos años antes había expulsado al legado papal, dispuesto ahora a tomarse la revancha. El obispo de la ciudad había entregado al legado una lista con 224 nombres de cátaros probados en la ciudad y el mando militar envió a la ciudad un ultimátum: o los entregaba o toda la ciudad correría su suerte. Confiados en sus defensas e ignorantes de la furia destructiva de los sitiadores, los biterrois se negaron a entregarlos. El 22 de julio, festividad de Santa María Magdalena, una imprudente escaramuza de los sitiados abrió inesperadamente las puertas de la ciudad a los cruzados, que penetraron en tromba sorprendiendo a la aterrorizada población. Antes de comenzar la carnicería, los jefes militares preguntaron al abad Amalric cómo distinguirían a los herejes de los que no lo eran, a lo que el legado contestó con la espantosa frase que resume la brutalidad del fanatismo intolerante del catolicismo de la época: “Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”. Dicho y hecho, todos los moradores de la ciudad fueron brutalmente asesinados47, varios miles de hombres mujeres y niños en el interior de la iglesia dedicada a la santa protectora de aquél trágico día, María Magdalena, violando el tradicional asilo en sagrado 48 . Tras el baño se sangre la cuidad fue incendiada y el satisfecho legado papal Arnau informó a su amo romano de que “casi veinte mil habitantes de la ciudad fueron pasados a cuchillo, sin importar edad ni sexo. La venganza divina ha sido majestuosa”. Sólo acababa de comenzar, del modo más brutal imaginable, uno de los capítulos más trágicos de la historia universal de la infamia. 46 La expedición recorrió los 370 km que separan Lyon de Béziers en el increíble plazo de tres semanas y media, apremiados por la cuarentena. 47 Matar a entre 15.000 y 20.000 personas una tras otra y en una sola mañana en la época anterior a la pólvora requería una furia tan bestial que supera toda imaginación. 48 Establecido en la Francia medieval por el Concilio de Orleans (511), el asilo en sagrado protegía a los refugiados en iglesias o monasterios, incluso si eran ladrones o asesinos. Una bula de 1059 amplió la sacralidad de iglesias y cementerios hasta los 30 pasos de distancia (la sacraria o sagrera). Fernando Sáez Aldana 66 El último amigo de Dios La noticia de la espantosa masacre de Béziers se propagó en la región con rapidez y camino de su siguiente objetivo, Carcasona, los cruzados se encontraron los pueblos abandonados por sus aterrorizados habitantes. Aunque no son las que pueden admirarse en la actualidad49, las murallas de Carcasona ya eran impresionantes en el siglo XII. Una semana después de la aniquilación de Béziers, el ejército invasor puso sitio a la ciudad, feudo del joven vizconde Ramón Roger Trencavel, vasallo del rey de Aragón Pedro II, quien lo era a su vez del mismísimo Inocencio III. El rey aragonés trató de mediar para que Trencavel entregara la ciudad a cambio de su libertad y la de los diez hombres que escogiera pero el vizconde lo rechazó y comenzó el ataque. Más por la falta de agua que en pleno agosto hizo estragos entre la inmensa población hacinada intramuros –de 25.000 a 40.000 personas-, el vizconde acabó capitulando y, en contra de lo pactado, murió dos meses después en las mazmorras de su propio castillo, supuestamente envenenado. Entre los asaltantes destacó por su arrojo Simón de Montfort, que tras la caída de Carcasona fue nombrado nuevo vizconde de Béziers y Carcasona y se convirtió de hecho en el caudillo militar de la Cruzada que a partir de ese momento actuó como un ejército de ocupación dispuesto a conquistar un territorio a base de terror, sangre y fuego. Durante los nueve años que acaudilló la Cruzada, Montfort quemó más cátaros que la Inquisición en todo el siglo siguiente. La lista de las masacres y atrocidades ordenadas por “el verdugo del Languedoc” es larga pero destacan algunas que aun permanecen vivas en la memoria del país que conquistó para el rey de Francia. Además de la matanza de Béziers, que fue la peor de todas, envió a la hoguera a 140 perfectos tras la toma de Minerve el 22 de julio de 2010. En Lavaur, además de quemar a más de doscientos, hizo estrangular a ochenta faidits al romperse el patíbulo donde iban a ahorcarlos y, tras violarla salvajemente, arrojaron a la dama Giraude y a su hija a un pozo donde las cubrieron de piedras hasta que dejaron de oír sus lamentos. En Bram eligió a cien hombres a los 49 La doble muralla de 3 kilómetros reforzada con 53 torres que protege la antigua Cité es una controvertida recreación realizada por el arquitecto Viollet-le-Duc a mediados del siglo XIX. Fernando Sáez Aldana 67 El último amigo de Dios que les sacaron los ojos y cortaron la nariz, las orejas y el labio superior y los envió a errar por la región, guiados por uno al que dejaron tuerto. En la batalla de Muret (1213), en la que pereció el rey Pedro II de Aragón “el Católico”, héroe de la decisiva batalla de las Navas de Tolosa en la reconquista de la España musulmana, los cruzados cometieron una carnicería con los tolosanos derrotados, persiguiéndolos mientras huían y rematando a los heridos con varios miles de bajas. Durante la segunda ofensiva de la Cruzada, encabezada por el heredero del rey Felipe II “Augusto”y futuro Luis VIII, todos los hombres, mujeres y niños de Marmande, unos siete mil habitantes, fueron degollados emulando la masacre de Béziers. Fue como si durante aquella atroz campaña de exterminio, patrocinada por el vicario de Jesucristo, el quinto mandamiento católico (“No matarás”) hubiera desaparecido del Decálogo. Tercera fase: La Inquisición (1231 – 1321) Tras veinte años de brutal actividad bélica, la llamada “cruzada albigense” logró sentenciar la desaparición del condado de Tolosa como gran señorío feudal autónomo y su incorporación a la corona de Francia de acuerdo con el tratado de Meaux-París (1229). Pero, a pesar de este éxito de la campaña político-militar, la Cruzada fracasó en su teórico objetivo principal: la erradicación de la herejía cátara. A pesar de las conquistas, de las masacres y de las hogueras, el catarismo continuaba más vivo que nunca. Ante la evidencia de que la guerra no era la solución, la Iglesia Católica cambió radicalmente su estrategia antiherética creando un eficaz sistema de detección, investigación50, procesamiento y castigo individual del hereje basado en el terror, la delación, el juicio sin garantías y la tortura, modélica para las policías políticas de las más atroces dictaduras de la historia como la Cheka o la Gestapo: la Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium, conocida como la Inquisición. Aunque para la leyenda negra la inquisición por antonomasia es la española, esta siniestra institución nació tres siglos antes en el sur de Francia, precisamente para combatir la “ herética pravedad” cátara. 50 “Inquisición” proviene del latín “inquire”: indagar, hacer luz en algún asunto. Fernando Sáez Aldana 68 El último amigo de Dios La lucha contra la disidencia había existido dese el mismo siglo IV en que se consolidó la ortodoxia católica, pero el fuerte rebrote de las doctrinas consideradas heréticas en el segundo milenio alarmaron al papado hasta la creación de un instrumento específico para combatir con eficacia la “peste” de las desviaciones dogmáticas. Sobre todo, el catarismo del Languedoc jugó un papel esencial en el proceso de conversión de la sociedad europea en una sociedad de la persecución entre los siglos XI y XIII, que explica el nacimiento de una institución expresamente creada para perseguir y reprimir. El germen del futuro “Santo Oficio” fue la decretal Ad abolendam del papa Lucio III (1184), que determinó anatema perpetuo contra quienes “se atreven a sentir o enseñar algo distinto de lo que la sacrosanta Iglesia Romana predica y observa” y contra sus defensores y encubridores. En esta “carta magna” inquisitorial se señala claramente a los colectivos considerados heréticos –con los cátaros a la cabeza- , fija la frecuencia de las búsquedas de herejes por los obispos en sus territorios (directas o por delación bajo juramento) y diseña ya el procedimiento inquisitorial y las penas correspondientes al delito de herejía según la condición de cada persona y su estamento social, entregando al brazo secular al quien no abjurase del “error”. En 1199, el belicoso Inocencio III decretó en la bula “Vergentis in senium” que los herejes y sus protectores cometían un crimen de “lesa majestad Divina”, es decir, contra el Papa, la Iglesia y se fe. La primera etapa de la Inquisición occitana se denomina “episcopal” por ser cada obispo el responsable de la investigación en su diócesis. Como este sistema no lograba el objetivo, por medio de otra bula papal, Excommunicamus (1231), Gregorio IX centralizó la lucha contra la herejía, confiándosela a la órdenes mendicante de los dominicos.51 Otro papa, Inocencio IV, aplicó una vuelta de tuerca más en el exterminio sistemático de los disidentes al legitimar la tortura como medio de confesión en la bula Ad extirpanda (1252) y establecer formalmente la quema de herejes vivos como castigo. 51 Además del protoinquisidor Domingo de Guzmán, los dominicos destacaron durante tres siglos como celosos ejecutores del encargo papal de la represión antiherética, por lo que fueron llamados “Domini canes” (los perros del Señor). Fernando Sáez Aldana 69 El último amigo de Dios La muerte en la hoguera La experiencia común del intenso dolor que produce el calor excesivo aplicado sobre la piel ha inducido al malvado ser humano a utilizarlo como método de tortura y asesinato desde los tiempos prehistóricos hasta nuestros días. El libro más antiguo, la Biblia, ya narra la condena a muerte por una “quema” que según el Talmud consistía en verter plomo derretido en la garganta del condenado. En una de sus campañas de conquista, Julio César documentó la costumbre celta del “hombre de mimbre”, un método cruel de ejecución destinado a delincuentes como ladrones consistente en introducir a la víctima en una especie de escultura hueca confeccionada con ramas inflamables a la que prendían fuego. La Roma imperial también utilizaría el fuego para destruir a sus enemigos. Entre las atrocidades que se le atribuyen al emperador Nerón (37-68) destaca la quema de reos en cruces y picotas prendidas a modo de antorchas humanas que iluminarían sus no menos crueles espectáculos nocturnos. En el año 258, Lorenzo, uno de los siete diáconos de Roma, fue quemado vivo en una parrilla cerca del Campo de verano. Según la tradición, en medio del martirio, exclamó: Assum est, inqüit, versa et manduca (“Asado está, parece, da la vuelta y come”). Convencido de que la unidad de su imperio dependía de la de su fe, Justiniano I llamado el Grande (483-465) persiguió tanto el paganismo como la disidencia religiosa llegando a ejecutar en Constantinopla y ante su presencia a herejes maniqueos. Ya en la Alta Edad media, la Iglesia Católica instituyó la muerte en la hoguera como castigo oficial de la herejía. La justificación se buscó en un capítulo evangélico que contiene una metáfora vitícola: “Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego, y arden “ (Juan, 15:6). Según el historiador experto en Inquisición Henry C. Lea, a los primeros quemados por herejía (siglos XII y XIII) no se les estrangulaba antes de prenderles fuego, como haría más tarde la Inquisición española, ni se les colgaba del cuello un saco de pólvora que al ser alcanzado por las llamas explotaba, gestos “compasivos” que acortaban aunque de forma tan atroz el sufrimiento del Fernando Sáez Aldana 70 El último amigo de Dios condenado. Se procuraba ejecutar en días festivos, para reunir al mayor número posible de espectadores del escarmiento. Los reos eran atados a postes tan largos que permitieran exponer el cuerpo por encima del material combustible, aunque a veces se amontonaba en torno a él paja mezclada con leña hasta la barbilla. Salvo si se trataba de relapsos, cuya condena era irrevocable, los herejes podían librarse del tormento hasta el último instante si se retractaban ante los clérigos, quienes daban la orden de comenzar la quema a los verdugos si la abjuración no se producía. Para evitar que restos de los quemados pudiesen convertirse en reliquias venerables, procuraban que sus cuerpos se consumieran por completo52. Las razones por las que la iglesia romana escogió el tormento del fuego como “pena natural” para eliminar a los enemigos de su fe se desconocen con certeza, pero se han invocado las siguientes: - Efecto “purificador” del fuego. En aquellos oscuros años la herejía era comparable a una enfermedad contagiosa tan devastadora como la peste. Y aunque se desconocía la naturaleza de la infección (no se haría hasta el siglo XIX), se practicaba la combustión como medida higiénica de “desinfección”. - El fuego como puerta de entrada del infierno. Los herejes que acababan en la hoguera se habían negado a abjurar o habían reincidido después de hacerlo (relapsos), lo que les hacía directamente merecedores del fuego eterno en el que se creía consistía el infierno. De este modo, las llamaradas de la pira constituían la perfecta antesala del averno. - La iglesia romana rechazaba el derramamiento de sangre en el castigo a sus enemigos. Por eso preconizó el empleo de tormentos incruentos y la muerte por asfixia o quemadura que proporciona el fuego sin derramar una sola gota. - Condena a maldición eterna. La completa eliminación física del cuerpo del condenado, garantizada por su combustión, 52 Cuando se extinguió el fuego, los verdugos de Juan Huss (Constanza, 1415) cogieron su cadáver semicalcinado, lo despedazaron, arrojaron los despojos a una nueva hoguera y arrojaron las cenizas resultantes al río. Fernando Sáez Aldana 71 El último amigo de Dios le privaba de la esperanza de resurrección el día del Juicio Final. Respecto a las causas de la muerte en la hoguera, no resultan tan obvias como pudiera parecer. A este respecto, las narraciones sobre horribles agonías incluso durante horas de los condenados amarrados al poste clavado en una pila de leña carecen de credibilidad científica. La acción directa de la llama sobre la piel humana produce su completa destrucción en cuestión de segundos. En estas quemaduras totales, denominadas médicamente de tercer grado, la eliminación de la piel completa (dermis y epidermis) incluye sus terminaciones nerviosas o receptores del dolor, por lo que la parte de superficie corporal afectada permanece indolora. Paradójicamente, resulta mucho más dolorosa una quemadura de primer grado como la producida al tocar una fuente de calor intenso, donde la piel afectada sólo sufre un enrojecimiento pasajero. De hecho, algunos condenados a morir en la hoguera eran compasivamente matados antes de prenderles fuego, generalmente por estrangulamiento a mano o con cuerda, con el fin de evitarles el suplicio. Sin embargo, el manual de inquisidores de Eymerich recomienda quemarlos vivos, “pero antes se tomará la precaución de sacarles (= cortarles) la lengua, o ponerles una mordaza, para que con sus blasfemias no escandalicen a los circunstantes” Otro mito relacionado con la combustión humana es la presunta prolongación del sufrimiento si la leña apiñada a sus pies estaba húmeda o verde todavía, como ejercicio de ensañamiento. En realidad de lo que morían realmente muchos quemados era de asfixia por aspiración del humo, precisamente más abundante cuando el combustible tarda en arder. Esto era así sobre todo en ejecuciones colectivas, cuando la leña apiñada formaba montículos en cuya cumbre eran clavados los postes a los que ataban a los infelices. Al iniciar el fuego en la base de la acumulación de leña y ramaje, para cuando las llamas alcanzaban el cuerpo de las víctimas éstas ya habían perecido asfixiadas, sobre todo si habían seguido el piadoso consejo de aspirar el humo con todas sus fuerzas para ahogarse en él cuanto antes. Estremece imaginar siquiera la Fernando Sáez Aldana 72 El último amigo de Dios magnitud de la gigantesca fogata a la que se arrojaron los más de doscientos perfectos cátaros tras la caída de Montségur (16 de marzo de 1244). Las primeras combustiones de herejes documentadas en Francia se produjeron en 1022 (Orleans, Toulouse, Arras). En 1077 el obispo de Cambrai quemó a un cura acusado de hereje. La reforma gregoriana apaciguó el fuego casi medio siglo pero en 1120 en Soissons una chusma asaltó la prisión episcopal y linchó a los presos sospechosos de herejía y en 1135 se encendieron más hogueras en Lieja, Treves y Utrecht. El predicador disidente Pierre de Bruis quemaba cruces públicamente por considerarlas un instrumento de tortura indigno de veneración hasta que una multitud enfurecida arrojó al estaurocáustico a su propia pira de crucifijos, donde ardió con ellos a fuego lento. En 1143 se encendieron hogueras en Colonia, en 1145 en Lieja y en 1163 en Colonia y Besançon. El emperador Federico II sancionó el uso de la hoguera como pena capital a petición de las autoridades eclesiásticas, que los inquisidores formalizaban utilizando en sus documentos condenatorios la expresión eufemística animadversio debita. Aunque ya durante la Cruzada (1209-1229) fueron quemados vivos cientos de perfectos y perfectas cátaros fueron quemados vivos en diversas localidades, el Concilio de Tolosa de 1229 sistematizó la pena de fuego, reservada en muchos casos para los herejes “pertinaces” (los que se negaban a abjurar) y, en todos los casos, para los “relapsos” (reincidentes en la herejía tras haber abjurado). La pena de hoguera continuó vigente en Europa durante varios siglos después del extermino cátaro. Ilustres quemados posteriores al catarismo fueron Jan Hus (1415), Miguel Servet (1511) y Giordano Bruno (1600). El celo incendiario de los primeros inquisidores llegó a extremos como desenterrar cadáveres de acusados de herejía post-mortem y lanzar sus restos a la hoguera o quemar herejes moribundos. El 5 de agosto de 1234 el obispo dominico de Tolosa Raymond de Fauga, haciéndose pasar por cátaro, obtuvo una confesión herética de una acaudalada dama que agonizaba en su lecho y solicitó el consolament para tener un buen final. Como la anciana estaba Fernando Sáez Aldana 73 El último amigo de Dios demasiado débil para moverse por su propio pie, la ataron a la cama, que bajaron por la escalera a la calle. Raymond encabezó la procesión hasta un campo que había detrás de las puertas de la ciudad, donde se había encendido una hoguera. La noticia del espectáculo se difundió por todo Tolosa y una gran multitud pudo contemplar cómo una mujer apenas consciente, a unas horas de fallecer de muerte natural, era arrojada a las llamas. «Una vez hecho esto —señaló un testigo—, el obispo, junto con los monjes y sus sirvientes, regresaron al refectorio y, tras dar gracias al Señor y Santo Domingo, dieron buena cuenta de la comida con talante animoso.» Se preguntará al acusado si en algún lugar ha visto o conocido a uno o más herejes, sabiendo o creyendo que eran tales por su nombre o reputación: dónde los ha visto, cuántas veces, con quién y cuándo [...] si ha tenido algún trato familiar con ellos, cuándo y cómo, y quién los presentó [...] si ha recibido en su propia casa a uno o más herejes y, en ese caso, quiénes y qué eran; quién los llevó allí; cuántas veces se quedaron en casa del acusado; qué visitas recibieron; con quién se marcharon, y dónde fueron [...] si hizo adoración ante ellos, o vio que otras personas los adoraran o les hicieran reverencia al modo hereje [...] si les dio la bienvenida, o vio que alguna otra persona lo hiciera, a la manera de los herejes [...] si estuvo presente en la iniciación de alguno de ellos y, en ese caso, cuál fue la forma de iniciación; cuál era el nombre del hereje o los herejes; quién estaba presente en la ceremonia y dónde estaba la casa en que yacía la persona enferma [...] si la persona iniciada hizo algún legado a los herejes, en cuyo caso qué y cuánto, y quién redactó el documento; si se hizo adoración ante el hereje que realizó la iniciación; si la persona sucumbió a su enfermedad y, en ese caso, dónde la enterraron; quién llevó allá al hereje o los herejes y quién los acompañó al salir.53 El anterior extracto, entresacado de un interrogatorio mucho más extenso, da fe de la paralizante minuciosidad de la Inquisición, constituida expresamente para destruir a los cátaros. A continuación se citó a cientos, miles de personas para que testificaran ante los inquisidores y sus escribanos. Las preguntas eran reiterativas, concebidas para crear en la persona interrogada dudas sobre qué sabía exactamente el inquisidor y quién se lo había contado. A una persona sospechosa de simpatizar con los cátaros no siempre se le informaba de las acusaciones que pendían sobre su cabeza; si se le 53 De Practica Inquisitionis, de Bernard Gui, citado en Massacre at Montségur, de Zoé Oldenbourg (pp. 307-308). Fernando Sáez Aldana 74 El último amigo de Dios avisaba del peligro, no tenia derecho a saber quiénes eran sus acusadores, y si osaba buscar ayuda legal exterior, también se acusaba a su desafortunado abogado de ser cómplice de herejía. Fuera cual fuese el veredicto del inquisidor —que ejercía las funciones de fiscal, juez y jurado—, no cabía recurso alguno. Además, antes de que se dictara la sentencia, se podía prolongar indefinidamente, sin explicaciones, la detención de cualquier persona para seguir interrogándola. No era tanto un sistema judicial como una máquina de crear inquietud. El mismo año del fin de la campaña militar de la Cruzada (1229) el nuevo cardenal-legado de Tolosa Roman de Saint-Ange inició su caza de herejes publicando un reglamento entre cuyas normas destacan las siguientes: - En cada parroquia, un sacerdote asistido por laicos de confianza debían visitar las vivienda sospechosas de ocultar herejes y, en su caso, los capturaban y entregaban a la justicia epsicopal. A quienes los hubieran asilado se les quemaba la casa y las tierras. - Todo varón mayor de 14 años y toda mujer mayor de 12 debía jurar fidelidad a la fe católica y prometer buscar y denunciar a los herejes. Un censo parroquial garantizaba la prestación del juramento. - Todas las personas con uso de razón debían acudir a la misa dominical y confesarse y comulgar al menos tres veces al año. Quienes escaparan a este férreo sistema de control ejercido desde el púlpito eran sospechosos de herejía. - Quienes abjuraban de la herejía voluntariamente debían cambiar de residencia y llevar cruces cosidas en la ropa y no podían ejercer ciertas profesiones como médico u oficial. Los que lo hacían por miedo eran encarcelados y sus bienes confiscados. El inquisitor hereticae pravitatis (inquisidor de depravación herética) rompió los lazos de confianza que mantenían unida la sociedad civil. Informar sobre el vecino de uno llegó a ser no sólo un deber sino también una estrategia de supervivencia. Durante cien años, desde 1233, el inquisidor fue un elemento espantoso de la vida en el Languedoc, y su llegada a ciudades y pueblos, la ocasión para contemplar exhibiciones degradantes de hundimiento moral. En Fernando Sáez Aldana 75 El último amigo de Dios teoría no se podía castigar a nadie si no hablaba; el inquisidor no podía actuar si no mediaba una denuncia. En la práctica, ninguna comunidad, en especial las ciudades medievales tiranizadas por rivalidades, poseía la necesaria cohesión sin fisuras para combatir el poder de un tribunal sigiloso. El inquisidor llegaba a la ciudad y consultaba a los clérigos. Se requería a todos los hombres de más de catorce años y a las mujeres de más de doce que hicieran profesión de fe ortodoxa; los que no lo hacían eran los primeros en ser interrogados. En su sermón inaugural, el inquisidor invitaba a las personas de la zona a pensar bien en sus actividades pasadas y presentes y a que se presentaran a la semana siguiente para hacer declaraciones confidenciales. Tras su período de gracia de siete días, los pecadores que no se hubieran denunciado a sí mismos recibirían una citación judicial. Los renuentes corrían peligro de recibir un castigo severo, desde la pérdida de propiedades hasta la pérdida de la vida. Aparte del crimen de ser un perfecto, merecedor de la pena capital, entre los delitos se incluían dar cobijo a los perfectos, «adorarlos» (realizar el saludo del melioramentum) o, simplemente, no denunciar a la Iglesia casos de herejía. Las pruebas de verdadera abjuración del error se hallaban en el número de personas a las que los pecadores arrepentidos estaban dispuestos a traicionar. La Inquisición quería nombres... elaborar un inventario de la red del catarismo que había sobrevivido a la cruzada. Naturalmente, los poco escrupulosos comparecieron enseguida para informar contra sus enemigos personales, tanto si eran credentes (creyentes) como si no. Esta lista inicial al menos le sirvió al inquisidor como base para crear un clima de miedo. Después se citaba a los denunciados, que a veces eran encarcelados y siempre intimidados para que dieran más nombres. La investigación se ampliaba, se detenía a cátaros y católicos por igual... y sólo el inquisidor sabía qué acusaciones habían sido corroboradas. Para condenar a un individuo que negara cualquier relación con la herejía el inquisidor precisaba el testimonio de al menos dos testigos. A menudo la gente se abandonaba a la merced del tribunal admitiendo transgresiones de poca importancia —por ejemplo, haber dado un trozo de pan a un perfecto— en un pasado lejano, con la esperanza de que acciones herejes más recientes quedarían así en Fernando Sáez Aldana 76 El último amigo de Dios cierto modo disimuladas. Cuando se les presionaba, como de costumbre, para que dieran nombres, los astutos creyentes recitaban una larga lista de fallecidos, con lo que cumplían con su obligación de señalar a tantas personas como fuera posible al tiempo que salvaban a los vivos del castigo. Los inquisidores tenían una respuesta a esa táctica. Desenterraban y quemaban a los muertos. Ante la estupefacción de familiares y amigos, los cementerios quedaron patas arriba, y se acarrearon cadáveres en descomposición por las calles mientras los sacerdotes gritaban: «Qui aytal fara, aytal pendra» (El que haga lo mismo sufrirá el mismo destino). Esas hogueras macabras eran sólo el principio. Si el cadáver en llamas era muy conocido por haber albergado a un perfecto, destruían su casa, con independencia de quién estuviera ocupándola. Según fuera la gravedad de la sentencia post mortem, el inquisidor desheredaba a algunos descendientes del condenado y les embargaba sus propiedades y castillos para financiar las investigaciones. A otros los encarcelaban, les obligaban a llevar grandes cruces amarillas cosidas en la ropa como signo de su infamia familiar o les imponían duras penitencias. Y algunos hablaban, pese a estar todavía afligidos por las indignidades cometidas en los cuerpos y almas de sus parientes difuntos. Los archivos de la Inquisición empezaron a llenarse de nombres de vivos. Su celo excesivo atrajo el odio a los dominicos. En Albi, casi mataron a palos al inquisidor Amoldo Catalán cuando se puso a desenterrar cadáveres. Los hombres armados del obispo tuvieron que intervenir para impedir que los ciudadanos lo arrojaran, inconsciente, al río Tarn. En la cercana población fortificada de Cordes los enfurecidos aldeanos mataron a dos agentes del inquisidor tirándolos a un pozo. En Moissac, un centro de peregrinación junto al Garona donde los inquisidores Pierre Seila y Guillaume Arnold lograron quemar en la hoguera a doscientas diez personas vivas, monjes cistercienses compasivos ocultaron a algunos herejes. Aunque esos tribunales papales se atenían a las costumbres legales inmisericordes de la época, eran considerados algo nuevo y malévolo, algo cuya finalidad era transformar un agotado Languedoc en una tierra de renegados y colaboracionistas. Nadie estaba seguro a menos que hiciera daño a sus vecinos. La investigación inquisitorial se caracterizó por acciones policiales sin precedentes Fernando Sáez Aldana 77 El último amigo de Dios como la redada del 8 de septiembre de 1309, cuando los soldados acordonaron la célebre aldea de Montaillou (la “tierra prometida del error” para Le Roy Ladurie 54 ) y el inquisidor Godefroi d’Ablis detuvo a todos sus habitantes e interrogó a los mayores de doce años. Las penas impuestas por los inquisidores eran de gravedad variable. Los simples creyentes cátaros que se convertían espontáneamente eran castigados con multas, obligación de peregrinar 55 o flagelaciones públicas durante la misa dominical. Si su confesión y abjuración habían sido forzadas se condenaba al reo a penas como llevar de por vida cruces amarillas cosidas en el pecho y la espalda, a las que se añadía un segundo brazo transversal si había cometido perjurio. Los así estigmatizados sufrían una reprobación social que dificultaba en extremo su subsistencia. Inocencio III dispuso que además de estas penas les fueran confiscados los bienes de los herejes por haber incurrido en un crimen de lesa majestad. Si los acusados de herejía se negaban a confesar, abjurar o denunciar a correligionarios, eran torturados. La confesión arrancada en el potro requería una ulterior confirmación y el silencio equivalía a asentimiento. Si el hereje mostraba arrepentimiento tras haber sido condenado o abjuraba caso de ser perfecto se le condenaba al “muro” o prisión en sórdidas mazmorras sin otro alimento que “el pan del dolor y el agua de la aflicción”. Había tres modalidades de murus: el largus era un calabozo convencional provisto de catre donde el preso podía moverse, el strictus consistía en una celda minúscula sin ventanas donde el reo permanecía encadenado a la pared de pies y manos y el strictissimus o emparedamiento significaba el enterramiento en vida. Si el hereje “revestido” (perfecto) se negaba a abjurar, lo que sucedía en casi todos los casos, o si reincidía en la herejía tras haber abjurado (relapso) era “relajado al brazo secular”, o sea entregado a la autoridad civil para ser quemado en la hoguera, un acto tan piadoso para la Iglesia que concedía indulgencias a quienes 54 Su obra “Montaillou, village occitan” se considera imprescinidble para entender no sólo el fenómeno cátaro sino la vida en la occitania bajomedieval. 55 Las peregrinaciones cortas eran a diversas localidades de Francia y las largas a Roma, Santiago de Compostela, Canterbury o Colonia, cuyo certificado de realización debían presentar al inquisidor a su vuelta. Fernando Sáez Aldana 78 El último amigo de Dios aportaran leña al patíbulo.56Las dos modalidades de quema eran: a gran fuego, que acortaba el suplicio, y a fuego lento, que lo prolongaba. Montségur La implacable persecución a muerte y el consiguiente acorralamiento al que fueron sometidos los cátaros, cuya plena integración en la tolerante sociedad occitana que los acogió era una de sus señas de identidad, terminó obligándolos a pasar a la clandestinidad o a buscar un refugio seguro donde continuar viviendo en comunidad. En la época medieval esto sólo era posible en el interior de un recinto amurallado, más inexpugnable cuanto más alto e inaccesible. A principios del siglo XIII todavía no existía la artillería y la conquista de un castillo o una ciudad fortificada sólo se conseguía tras prolongados asedios que muchas veces terminaban con la rendición de los sitiados por hambre y sed o epidemia sin abrir un solo boquete en la muralla. El repliegue cátaro en castillos para ponerse a salvo de la represión ha originado una leyenda sobre los “castillos cátaros” que actualmente constituye el plato fuerte del tinglado de promoción turística montado en los escenarios de la tragedia cátara, repartidos en distintos departamentos de las regiones de Languedoc-Roussillon y Midi Pyrenées. La promoción de rutas cátaras jalonadas de castillos de visita pagada cuyas localidades próximas ofrecen al visitante libros, exposiciones, souvenirs y hasta menús cátaros, consideraciones comerciales aparte, no deja de sorprender por la profunda huella dejada por sucesos ocurridos en un territorio (el “país cátaro” de las guías y reclamos turísticos) donde el último perfecto cátaro fue quemado hace siete siglos. Los nombres de Aguilar, Peyrepertuse, Termes, Puivert, Puilaurens, Lastours, Quéribus, Roquefixade y Villerouge-Termenés, entre otros, figuran en todas las guías como fortalezas cátaras en las que los buenos cristianos se refugiaron huyendo de la persecución, 56 Una estadística de la actividad inquisitorial de Bernard Gui entre 1308 y 1322 detalló 40 quemados vivos, 67 desenterrados quemados, 300 encarcelados, 21 ex encarcelados exhumados, 138 condenados a llevar cruces, 16 peregrinaciones, 1 destierro y 36 prófugos. Fernando Sáez Aldana 79 El último amigo de Dios primero de los guerreros y de los inquisidores después, empeñados en aniquilarlos. En realidad, los cátaros no construyeron ningún castillo. A lo sumo buscaron refugio en alguno, compartiendo el funesto destino de otros perseguidos y desheredados como los faidits57 que les prestaban protección armada. De hecho, la proliferación de castillos erigidos en emplazamientos inverosímiles (las “ciudadelas del vértigo”) a lo largo de una línea paralela a los Pirineos cumplió una misión defensiva mientras la frontera con el gran reino del sur, Aragón primero y España después, se mantuvo al norte de la cadena axial pirenaica. Cuando según lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos (1659), la frontera entre Francia y España se trasladó al sur siguiendo –salvo alguna excepciones- la línea divisoria de aguas de la cordillera, los castillos perdieron su interés estratégico y fueron abandonados hasta el actual estado de ruina en el que hoy pueden ser visitados, previo pago de un billete. Pero si tanto en la historia como en la leyenda de los buenos hombres hay un castillo cátaro por antonomasia, es Montségur. Dominando el Pays d’Olmes a 1.207 metros de altitud sobre la cima de un imponente peñón rocoso (“pog” en occitano), el “monte seguro”, a cuya sombra se acurruca hoy el caserío del pueblecito homónimo, el castillo de Montségur simboliza hasta el mito la tragedia de los pacíficos practicantes de una religión brutalmente exterminada por la intolerancia de otra. En el “concilio” de Mirepoix (1206), que reunió a seiscientos perfectos, los cátaros pidieron al señor creyente Raimon de Pereille que restaurase el ruinoso castro de Montségur para instalar un centro de difusión religiosa. La altura de su emplazamiento, en la cumbre de una pequeña montaña rodeada de barrancos rocosos casi verticales y sólo difícilmente accesible desde la cara suroeste, convirtieron a la nueva construcción en una fortaleza prácticamente inexpugnable. A lo largo de los años, en torno al castillo fue creciendo una pequeña aldea dotada de sus propias defensas donde llegaron a vivir entre cuatrocientas y quinientas personas entre perfectos de ambos sexos, familias de artesanos creyentes y una 57 Señores y nobles desposeídos de sus fortalezas y tierras por la Cruzada que siguieron combatiendo a sus depredadores en un extraño destino compartido con el de los cátaros, a los que en muchos casos protegieron contra sus perseguidores. Fernando Sáez Aldana 80 El último amigo de Dios guarnición defensiva a las órdenes del faidit Pierre Roger, antiguo coseñor de Mirepoix y yerno de Pereille. La firma del tratado de paz de 1229 constituía una grave amenaza para la iglesia cátara que el obispo de la iglesia de Tolosa Guilhabert de Castres supo entrever. Esta gran figura del catarismo abandonó entonces la sede de Saint-Paul-Cap-de-Joux y durante tres años erró clandestinamente por distintos lugares de la región hasta que en 1232, al frente de una comitiva formada por una veintena de perfectos escoltados por tres caballeros, solicitó asilo en Montségur a Raimon de Pereille, que acababa de instalarse con su familia, para convertir el lugar en “sede y cabeza” de la iglesia cátara. Así fue y, durante los doce años anteriores a su decapitación, la montaña segura se convirtió en un centro espiritual estratégico desde el que los perfectos descendían a ejercer su ministerio y al que acudían creyentes en peregrinación. Ni la avanzadilla militar que aquel mismo año pretendió llevarse a varios prefectos, ni un desganado asedio por tropas del conde de Tolosa en 1241 consiguieron doblegar la impunidad con la que Montségur actuaba desde el comienzo de la cruzada en 1209. Dicha impunidad, antes que a su pretendida inexpugnabilidad, parece que se debió a la indefinición de su dependencia en la compleja situación feudal de un territorio fronterizo entre los condados de Foix y Tolosa, lo que, posibles simpatías aparte, desincentivaba a sus respectivos señores para emprender una ardua conquista. Tuvo que ser la enérgica Blanca de Castilla, regente de Francia hasta la mayoría de edad de su hijo Luis, futuro (San) Luis IX, quien determinó “cortarle la cabeza al dragón” con ocasión del concilio celebrado en Béziers en 1243. Los sangrientos acontecimientos de Avignonet protagonizados el año anterior por un grupo armado descendido de Montségur firmaron la sentencia de destrucción de la “sinagoga de Satán”. Debido a los muchos y graves excesos que cometían en el desempeño de su trabajo, los occitanos aborrecían a los inquisidores y el odio acumulado durante años desembocó en los trágicos sucesos de Avignonet. En mayo de 1242, un tribunal dirigido por el dominico Guillermo Arnaut y el franciscano Esteban de SaintThibéry al frente de una numerosa comitiva recalaron en esta población, situada a unos 40 km al sureste de Toulouse y 70 al norte Fernando Sáez Aldana 81 El último amigo de Dios de Montségur. Para su desgracia, se alojaron en el castillo de Raymond de Alfaro, bailío de Raimundo VII y simpatizante de los cátaros, que envió recado de la visita a Pierre-Roger de Mirepoix. El defensor de Montségur reunió una nutrida tropa armada de seguidores y el 26 de mayo partió hacia Avignonet. Dos días después, gracias a la complicidad del interior del castillo, tres caballeros y doce sargentos ascendieron al caer la noche por la torre del homenaje hasta los aposentos de los inquisidores, a quienes sorprendieron durmiendo. Además de ellos, fueron asesinados a hachazos otros seis religiosos, dos ujieres y el secretario del tribunal. A la carnicería siguió la destrucción de todos los archivos y documentos que encontraron. El odio de la población hacia la Inquisición era comparable al que provocaría la Gestapo de la ocupación nazi ocho siglos después, y la noticia de la matanza fue recibida con alborozo en toda la región. Pero los sucesos de Avignonet marcaron a hierro y sangre el principio del fin del emblemático “mont sûr” de la iglesia de los buenos cristianos. Apoyado por el obispo de Albi y el arzobispo de Narbona, el senescal de Carcasona Hugo de Arcis fue el encargado de reclutar un ejército de varios miles de soldados que en mayo de 1243 sitiaron Montségur lo largo de tres kilómetros en torno a la base del pog. En el interior del inexpugnable castrum convivían dos comunidades. La religiosa estaba formada por 211 perfectos y perfectas bajo la autoridad espiritual de Bertrán Marty, obispo de la iglesia cátara de Tolosa, y la laica, estimada en unas 160 personas entre familiares y sirvientes de Ramón de Pereille, señor de Montségur, y de su yerno y jefe militar Pedro Roger de Mirepoix, caballeros, sargentos y otros defensores. La permeabilidad del cerco permitió subir y bajar al castrum sin mucha dificultad durante los primeros seis meses del asedio. Por Navidad, dos perfectos se descolgaron por uno de los barrancos llevando consigo el mítico tesoro cátaro para ponerlo a buen recaudo en una spulga (cueva) perdida en el Sabarthés. La fantasiosa imaginación de generaciones de autores ha especulado con la naturaleza de este tesoro cuya existencia y evacuación están documentadas, pero no así su contenido, lo que ha dado pie a diversas conjeturas, algunas disparatadas. Oro, plata y monedas, textos inéditos de manes o Platón, libros secretos cátaros, documentos políticos comprometedores e incluso el Santo Grial son Fernando Sáez Aldana 82 El último amigo de Dios algunas de las suposiciones que han originado una de las leyendas medievales más fascinantes. La teoría del Grial es la que más literatura fantástica ha originado en los últimos años. Pero no se trataría de la mítica copa de la Última Cena en la que se recogió la sangre del costado de Jesucristo crucificado, sino de una piedra preciosa de origen bien singular. Según la leyenda, el ángel Lucifer lucía sobre su cabeza una corona con una gran esmeralda incrustada, que a su caída y conversión en Príncipe de las Tinieblas se desprendió cuando descendía a la Tierra 58 , transformándose en el Grial, un objeto dotado de un inmenso poder que habría ido a parar a manos de los cátaros. Con el fin de recuperarlo, un ejército del mismo Lucifer se dirigió a Montsègur, pero una paloma blanca lo recogió del castillo y lo llevó al monte Tábor, donde era custodiado por la dama Esclaramunda. El investigador y arqueólogo alemán Otto Rahn, expulsado de las filas de las SS nazis, estaba convencido de que los cátaros de Montsègur custodiaban el Santo Grial en busca del tesoro de los cátaros y su Grial, que habría despertado el interés de Hitler por su fabuloso potencial esotérico, del que pensaba servirse para sus objetivos bélicos. Lo más probable es que el “tesoro” estuviese constituido por lo que quedaba de caja que sufragaba la intendencia, es decir, los víveres, utensilios y sueldos de los defensores del castillo, junto con las últimas noticias e instrucciones a los exiliados occitanos de Lombardía, en particular a los de Cremona. Es posible que también se llevaran ejemplares del “libro” –el evangelio de San Juan-, algunos textos sagrados del rito cátaro escritos en occitano, y poco más. Lo más extraordinario de este capítulo trascendental de la epopeya cátara, sin embargo, fue su desenlace. Tras diez meses de un asedio que resultaba tan duro para los atacantes como para los defensores, la impaciencia de aquéllos por tomar Montségur debía de ser grande. El ejército asaltante era una réplica a pequeña escala de la cruzada de 1209, con su misma bicefalia (un jefe militar y otro religioso) y los mismos objetivos: acabar con un foco de resistencia política a la expansión del reino de Francia y de disidencia opuesta a la fe católica y su jerarquía romana, respectivamente. Pero, además de un 58 En el Parzival de Wolfram von Eschenbach, la esmeralda desprendida de la corona de Lucifer es el lapsit exillis o “piedra caída del cielo”. Fernando Sáez Aldana 83 El último amigo de Dios número considerable de belicosos faidits resentidos y de una notable comunidad de perfectos y creyentes cátaros con su jerarquía, la fortaleza daba cobijo a los asesinos de Avignonet. Así que a la Historia no le hubiera extrañado que una plaza como Montségur acabase con una masacre a lo Montfort. Sin embargo, y a pesar de que ni la situación de los asediados era desesperada hasta el límite ni los asediadores estaban en condiciones de llevar a cabo el asalto definitivo, el 1 de marzo ambas partes acordaron la rendición con una sorprendente tregua de quince días antes de la entrega. Al cabo de ese plazo, los laicos podrían abandonar su refugio beneficiándose de una amnistía que alcanzaba incluso al comando de Avignonet. Por su parte, la comunidad cátara tendría la oportunidad de abjurar; los que se negaran serían arrojados a la hoguera. No sólo no abjuraría ninguno sino que tres días antes de su entrega veintiún creyentes pidieron ser consolados, lo que les condenaba a las llamas sin remisión. Resulta imposible conocer las razones por las que aquella inusual tregua fue solicitada y concedida. Tampoco podrá saberse en qué emplearon los moradores de Montségur aquellas dos semanas, las últimas de la vida de la mayoría de ellos. Lo que sí está documentado es que la noche anterior a la tragedia, la del 15 al 16 de marzo, cuatro perfectos cátaros se descolgaron por las paredes del pog y huyeron en la oscuridad burlando el cerco por caminos que conocían muy bien. Se conoce incluso la identidad de tres fugitivos (Amiel Aicart, Peytavi Laurent y un tal Hugues) pero no la del cuarto. Seguramente nunca podrá saberse cuál era su misión ni si se llevaron algo del último santuario cátaro para ponerlo a salvo, ni de qué se trataba en tal caso. La evacuación del tesoro dos meses antes permite suponer que, o no evacuaron ningún objeto y sólo pretendían salvaguardar un puñado de buenos hombres que mantuviesen viva su fe, o se llevaron condigo algún texto o documento escrito con la tranquilidad proporcionada por una tregua que sería su verdadera razón de ser. Nada más clarear, aquel frío miércoles 16 de marzo de 1244 los alrededor de 400 moradores de Montségur descendieron en silencio hasta la pradera situada a los pies de la montaña para entregarse “a la Iglesia y al Rey”. Un ejército comandado por el senescal Hugo de Arcis y el arzobispo Pedro Amiel los aguardaba junto a un gran Fernando Sáez Aldana 84 El último amigo de Dios cercado de madera repleto de ramas y leña apiladas en su interior. Una vez separados los laicos de los religiosos, el arzobispo conminó a estos a abjurar. Ninguno lo hizo y, de un modo inusualmente sumario y expeditivo, sin detenciones, interrogatorios inquisitoriales ni dictado de sentencias, entre 205 y 215 perfectas y perfectos según las fuentes se arrojaron o fueron arrojados a la gigantesca hoguera que tan trágicamente puso fin a la “sede y cabeza” de la iglesia cátara, finalmente descabezada por la invencible coalición del monarca francés y el papa romano. En ese mismo “prat dels cremats” (prado de los quemados) una estela erigida en 1960 con la inscripción “Als catars, als mártir del pur amor crestian” recuerda al visitante el escenario de la tragedia. De acuerdo con lo establecido, castrum y castillo fueron arrasados por haber cobijado herejes. El actual castillo en ruinas fue edificado años después y, como otros tantos del prepirineo francés, abandonado tres siglos después, cuando desapareció su interés estratégico defensivo. Tras la caída de Montségur, y a pesar de la intensa actividad policial de la Inquisición, de las detenciones, encarcelaciones, ejecuciones y partidas al exilio, el catarismo continuaría vivo, fundamentalmente en Languedoc y Lombardía, principal destino de la mayoría de los exiliados, aunque otros escaparon del acoso inquisitorial al vecino reino de Aragón-Cataluña y, en menor medida, al de Castilla siguiendo el llamado camino francés que conducía a los peregrinos de Centroeuropa hasta Compostela. Sin alcanzar su categoría de “cabeza y sede” de la iglesia cátara, tras el desalojo de Montségur otras fortalezas como Puylarens y Quéribus acogieron a buenos hombres. La conquista de éste último, en 1255, se considera la última acción militar de la conquista francesa de Occitania. A partir de entonces los cátaros no dispondrían de más refugios seguros. En 1252 la represión papal se endurecería con la promulgación por Inocencio IV de la bula Ad extirpanda, que legalizaba el empleo de la tortura en los interrogatorios a los sospechosos de herejía, coincidiendo con la vuelta de los dominicos a la Inquisición. De la fuerte implantación de los buenos hombres en el norte de Italia dan buena cuenta los horrores que la represión provocó en Fernando Sáez Aldana 85 El último amigo de Dios aquellas tierras. En 1269 la inquisición lombarda envió veintiocho carretas a la hoguera en Plasencia. En 1276, remedando el asedio a Montségur, los señores della Scala y el obispo de Verona pusieron sitio a Sirmione, fortaleza a orillas del lago Garda donde se refugiaba una numerosa comunidad cátara. Tras su rendición, el holocausto de Montségur se repetiría en 1278 con la quema colectiva de 200 cátaros en la Arena de Verona, hoy reconvertida en escenario operístico para multitudes de turistas. El siglo XIV comenzó con un renacimiento de la predicación cátara en Languedoc con el regreso de perfectos tan decididos como los hermanos Autier, pero también con un recrudecimiento de la represión a manos de inquisidores tan encarnizados e hiperactivos como Bernardo Gui, nombrado inquisidor de Tolosa en 1307 y autor del célebre manual para inquisidores Practice Inquisitionis hæreticae pravitatis, que en un solo día (23 de abril de 1312) dictó 225 sentencias, o tan profesionales como Jacques Fournier, futuro papa Benedicto XII, cuyos minuciosos interrogatorios constituyen un excepcional documento histórico. El último gran predicador cátaro, Pierre Autier, fue detenido, interrogado, encarcelado durante diez meses y finalmente arrastrado por los inquisidores hasta la fachada de la catedral de Saint-Étienne, donde fue quemado vivo tras negársele pronunciar un último sermón con el que el infatigable predicador esperaba convertir a todo el que lo escuchara. Del régimen de terror implantado en el Languedoc da muestra la redada efectuada el 8 de septiembre de 1309 contra la aldea de Montaillou, la “tierra prometida del error” (Le Roy Ladurie), cuya población entera, creyentes cátaros en su mayoría, fue detenida por un ejercito que acordonó el pueblo. Instalado en la casa de Pierre Clergue, el mujeriego cura del pueblo que moriría sin sentencia en prisión años más tarde, el inquisidor Jofre de Ablis interrogó a todos los mayores de 12 años que aguardaban su turno en el castillo, retenidos por Jaime de Polignac, guardián de la temible prisión de Carcasona. Años después (1329) el antiguo rector de Montaillou fue finalmente declarado hereje y sus restos fueron desenterrados y quemados. El último capítulo conocido del catarismo occitano tuvo un protagonista singular: Guillermo Belibaste, el último perfecto. Fernando Sáez Aldana 86 El último amigo de Dios La biografía de Guillermo Bélibaste parece más bien el argumento inverosímil de una novela de aventuras. En los primeros años de su edad adulta, Guillaume fue pastor en la accidentada meseta de Corbiéres hasta que en otoño de 1306 una discusión con otro pator al que causó la muerte cambió radicalmente su vida. Fugitivo de la justicia, se encontró con otros prófugos que se ocultaban en las montañas. Uno de los cuales, Philippe d'Alayrac, reconoció en el arrepentido pastor un prometedor neófito y lo inició en la religión de los buenos hombres hasta que recibió el consolament que expiaba su culpa. En 1309 Bélibaste y D'Alayrac fueron detenidos como sospechosos de herejía y encerrados en el “muro” (prisión) de Carcasona, de la que logaron escapar huyendo a Cataluña. Cuando al año siguiente D'Alayrac se aventuró al norte en una misión de misericordia, fue capturado y arrojado a la hoguera dejando sólo a Bélibaste para confortar a los refugiados que habían abandonado Montaillou, Axles-Thermes y otras ciudades de Sabartés huyendo de los inquisidores. Los exiliados erraban por el reino de Aragón para despistar a la inquisición aragonesa y, para disipar sospechas, Bélibaste se hacía pasar por hombre casado compartiendo vivienda con Raymonda Piquier, cuyo marido había desaparecido en la confusión de detenciones en su país. Acabaron siendo amantes y, pese a incumplir la promesa hecha en el consolamentum, Bélibaste mantuvo las apariencias de celibato durante casi una década, y sus indulgentes seguidores fingieron ignorar la verdadera relación entre el perfecto y su ama de llaves. En 1319 Bélibaste intimidó al pastor Pierre Maury, un soltero empedernido de Montaillou, para que se casara con Raymonda. El perfecto celebró una rápida ceremonia de boda —otra innovación en una fe que no tenía ese sacramento—, y Pierre y Raymonda fueron a vivir juntos. Pero una semana después Bélibaste los liberó de sus promesas y volvió a compartir techo con Raymonda, que le dio un hijo cuya paternidad fue reconocida por Maury. Pese a tales debilidades, Bélibaste trabajó con ahínco para consolidar su grey y sus sermones se recordaban años después de su muerte. El cátaro predicaba de manera conmovedora e infundía respeto. Fernando Sáez Aldana 87 El último amigo de Dios Jamás vaciló en su idea de que el mundo estaba gobernado por poderes malignos y que cuatro demonios —el rey de Francia, el Papa, el inquisidor de Carcasona y el obispo de Pamiers— eran especialmente activos en impedir que la gente encontrara la verdadera salvación. Finalmente aquella comunidad errante se instaló en Morella y San Mateo, al sur de Tarragona, donde vivieron en paz hasta que un día de 1317, un tal Arnaud Sicre, oriundo de Ax-les-Thermes, dio por pretendida casualidad con sus exiliados compatriotas. Aunque aseguró que su madre fue una destacada creyente que acabó quemada en la hoguera por la Inquisición y con sus bienes confiscados, el recién llegado ignoraba las costumbres básicas de los cátaros. Pero fue aceptado en la comunidad y pronto alcanzó el nivel de los demás en su conocimiento de la religión de los buenos cristianos. Muchos meses después Arnaud se había integrado plenamente y sólo lamentaba que sus parientes cátaros que vivían en las montañas al norte de Andorra, entre ellos su rica tía y su bella hermana soltera, viviesen privadas del alivio espiritual que él recibía en Cataluña. Al final, Bélibaste dio instrucciones a Arnaud de que fuera por ellas al Languedoc. Una benefactora rica siempre sería bienvenida. Tras varios meses de ausencia, Arnaud regresó solo porque su tía Alazais estaba muy enferma y ansiaba ser bendecida por un buen cristiano antes de morir, al que sabría recompensar generosamente. Desoyendo las advertencias de sus compañeros, Bélibaste decidió entonces regresar a la tierra de la que había huido doce años, asegurando que sería una ausencia corta y beneficiosa para la comunidad. En la primavera de 1321, Guillaume Bélibaste, Arnaud Sicre y otros dos emprendieron el viaje al norte, camino de su tierra. Al cabo de una semana, el pequeño grupo de Sant Mateu había llegado a una posesión aislada de los condes de Foix, un pequeño valle montañoso en la falda sur de los Pirineos, cerca de Andorra. La primera noche durmieron en Castellbó; la segunda, en el pueblo de Tirvia. A la madrugada siguiente, un pelotón armado derribó la puerta y los detuvo. Arnaud Sicre había dado el soplo a la Inquisición. En realidad Sicre era un agente al servicio del obispo Fournier, el inquisidor de Pamiers, quien además de una generosa Fernando Sáez Aldana 88 El último amigo de Dios gratificación, ofreció al traidor recuperar los bienes confiscados a su madre hereje. Guillaume Bélibaste, el último perfecto del Languedoc, fue conducido encadenado a través de los Pirineos. En Pamiers, se negó al obispo Fournier el placer de encender el fuego. El Papa, tras decidir que Bélibaste era nativo de Corbiéres, ordenó que lo juzgara el arzobispo de Narbona. Una mañana de otoño de 1321, el impetuoso pastor de rebaños fue conducido al patio del castillo de Villerouge-Termenés, donde fue atado a un poste clavado en un montón de paja, troncos y sarmientos. Las llamas acabaron con el último perfecto del Languedoc. El último buen cristiano. El último hombre bueno. El último amigo de Dios. Mientras era conducido a la hoguera, Bélibaste proclamó una enigmática profecía: “Dentro de siete siglos reverdecerá el laurel”. Al igual que la túnica corporal que liberó su espíritu camino del Payre saint dels bons sperits, el misterio de su significado fue pasto de las llamas. En 1329 fueron quemados los últimos creyentes cátaros de los que se tiene noticia. Sus cenizas pusieron fin al siglo y medio de existencia de una iglesia cátara que, si la sangre de los mártires fuese en verdad la semilla de las iglesias, tendría que haberse convertido en la religión dominante en toda Europa. Resumen La Iglesia de Roma inició la lucha contra la “herejía” cátara en el país de Oc a mediados del siglo XII mediante el envío de legados papales que predicaron la vuelta al redil católico sin éxito, dado el arraigo de un religión atractiva a los ojos del pueblo y la protección que le dispensó la nobleza. La fundación de una orden de predicadores (los dominicos) que pretendieron combatir a los herejes con sus armas tampoco dio resultado y el acceso al papado del enérgico Inocencio III significó la hostilidad abierta contra los herejes y sus protectores. El asesinato de su legado desencadenó en 1209 la única cruzada lanzada contra cristianos y en Europa. Durante veinte años un ejército de nobles franceses del norte acaudillado militarmente por Simón de Montfort arrasó a sangre y fuego la región perpetrando masacres civiles y quemas de herejes con la bendición papal. Al final de la guerra, que supondría la desposesión de los nobles y la anexión de Occitania al reino de Fernando Sáez Aldana 89 El último amigo de Dios Francia, el catarismo seguía más vivo que nunca y la Iglesia puso en marcha un sistema represivo mucho más eficaz, basado en la denuncia anónima bajo la amenaza, el encausamiento civil masivo, la tortura y penas como muerte social, prisión y hoguera: la Inquisición. Con la ejecución en 1321 del último perfecto cátaro conocido, la religión de los llamados “amigos de Dios” desapareció para siempre de la tierra en la que floreció. Fernando Sáez Aldana 90 El último amigo de Dios Foto: Pachús Martínez El autor junto a la estela conmemorativa de la hoguera de Montsègur en el Prat dels cremats, el 11 de julio de 2011. Fernando Sáez Aldana 91