La_universidad_p_blica_y_la_empresa.

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La universidad pública y la empresa: ethos científico, cultura académica y ética empresarial1
Henning Jensen-Pennington2
El ethos científico y la cultura académica
La ciencia y la tecnología constituyen elementos centrales de la sociedad moderna; su desenvolvimiento y la aplicación de sus resultados están
estrechamente ligados al desarrollo social y al crecimiento económico, a tal
grado que representan factores claves de su posibilidad. Tan profunda es la
imbricación de la ciencia y la tecnología con el desarrollo social y el crecimiento económico que no pocas personas ven en ellas el motivo básico de
que la Revolución Industrial se llevara a cabo en Europa y no en otras latitudes.
En las culturas orientales, islámicas y americanas precolombinas, se dio
también un avance del conocimiento sistemático, en muchos casos sorprendentemente sutil y más sofisticado que la ciencia europea en sus inicios. No
obstante, en esos contextos culturales la historia de la relación ciencia/sociedad siguió derroteros muy diferentes a los que conocemos en Occidente.
1
Ponencia presentada en el panel sobre enseñanza e investigación sobre responsabilidad social empresarial
en el seminario “Las nuevas relaciones universidad-empresa en Iberoamérica: hacia un desarrollo integral y
de cohesión social”, organizado por Fondo España-PNUD, Fundación Carolina y la Red Iberoamericana de
Universidades por la Responsabilidad Social Empresarial (RedUNIRSE). Casa de América, Madrid 13 y 14 de
enero de 2009.
2
Ph. D. Vicerrector de Investigación de la Universidad de Costa Rica.
Sin duda, ha de ser posible indicar una serie amplia de factores que hicieron que la relación mencionada adquiriera aquí una Gestalt particular y de
naturaleza muy específica, determinante de una forma del conocimiento y de
una dinámica de su propagación que son tributarias de una razón instrumental cuya hora de nacimiento Adorno y Horkheimer sitúan en el momento de
emergencia de la cultura griega. Lo decisivo parece ser que la sociedad occidental sistematizó el método científico, pero sobre todo en que desarrolló
una institución cultural – ahora una de sus más antiguas – que se especializó
en facilitar la búsqueda del conocimiento, su desarrollo acumulativo y su diseminación.
Esta institución cultural – la universidad – tiene, por supuesto, sus antecedentes dentro y fuera de Europa; no puede afirmarse que su desarrollo
haya sido lineal o progresivo, más bien lo contrario es cierto: la universidad
cayó en descrédito en los siglos XVII y XVIII, y ello condujo a que las academias y sociedades científicas la sustituyeran como espacios de crecimiento,
conservación y transferencia del conocimiento.
Gracias a los impulsos renovadores de Humboldt en Alemania y de los
estudiantes de Córdoba en Argentina, la universidad decimonónica se transformó en una institución cultural autónoma y esta autonomía se convirtió, a
su vez, en una condición social y política de grandes consecuencias. Como lo
expresara Humboldt, la libertad de la investigación y de la docencia debía ser
condición constitutiva de la institución universitaria, porque sólo en un espacio autónomo puede darse la búsqueda desinteresada de la verdad y el desarrollo generoso del conocimiento. A la sociedad debía interesarle la garantía
de esa libertad, cuyos resultados serían, en última instancia, de su propio
provecho. Habermas recuerda que precisamente esta condición de autonomía facilitó el impulso vigoroso de la industria alemana en el siglo XIX. Al
convertirse la ciencia y la tecnología en importantes fuerzas productivas de la
sociedad industrial y al instaurarse el ideal de racionalidad metódica de las
ciencias empíricas, la investigación universitaria nutrió de manera incalculable el desarrollo de la industria y ello contribuyó al esplendor y al éxito internacionalmente incomparable de la universidad alemana del siglo XIX. La universidad promovió una intensa autoconsciencia corporativa en los científicos,
atrajo la promoción del Estado y obtuvo un gran reconocimiento por parte de
la sociedad.
Pero la autonomía se encontraba contenida ya, por lo menos in nuce,
en la idea primigenia de la universidad. Al fundarse la Universidad de Bolonia
como una iniciativa no eclesiástica, la autonomía le permitió a sus juristas
glosar los textos del derecho civil – no canónico -; es decir, interpretar el Derecho Romano con adecuación a los tiempos. Algunas décadas después de la
fundación de la Universidad de Bolonia en 1088, Federico I – conocido como
Barbarroja - estableció la autonomía estudiantil relativa a su potestad de
organizarse a la manera de los oficios. Ambos tipos de autonomía – la de los
maestros
y
la
de
los
estudiantes
–
fueron
concebidos
como
complementarios, aunque es obvio que no podemos equipararlos con el
sentido de liberad posterior de la sociedad burguesa. De todas maneras, la
autonomía se encuentra en el núcleo que define la sustancia de la
universidad como institución cultural.
Otra característica de implicaciones de gran alcance lo fue – y es – la
circulación libre de maestros y estudiantes de una universitas magistrorum et
scholarum a otra.
En suma, la idea de la universidad corresponde a una comunidad libre
de docentes y estudiantes; libre en varios sentidos: autonomía de poderes
políticos, vocación universal del conocimiento y movilidad académica – y
muchas veces emigración transfronteriza - de sus miembros. Tener una
universidad se convirtió en factor de reputación, de manera que su desarrollo
o decadencia constituyeron indicadores de la constitución política, social,
económica e intelectual de la ciudad o Estado-Nación respectivos.
Las grandes crisis políticas europeas – entre ellas, por ejemplo, la
Reforma – significaron guerras y sufrimientos colectivos de imposible
legitimación; pero la reacción social ante estas crisis condujo a la liberación
de enormes potenciales creativos, cuya gestación y desarrollo se debieron a
la contribución de grandes humanistas de diferentes épocas, asentados en
muchas universiades del continente europeo.
La re-fundación de la Universidad Federico Guillermo de Berlín por
Guillermo de Humboldt en 1809 constituyó una reacción creativa ante el
fracaso de la política napoleónica y la frustración de las expectativas cifradas
en ella. Humboldt reinterpretó la autonomía universitaria en términos de
„unidad de investigación y docencia“ (Einheit von Forschung und Lehre), la
libertad de la docencia con respecto a privilegios de clases y gremios, y
rescató así la sustancia de la vieja idea de la universidad dentro de nuevos
contextos políticos, sociales y económicos, pero sobre todo en un momento
de gran auge de las humanidades y de consolidación de la ciencia empírica.
Pero la renovación de la idea de universidad tuvo en Humboldt un propósito
eminentemente ético: la reconstrucción de la política a partir del espíritu de
la universidad.
Nótese que he utilizado la expresión “idea de la universidad”, la cual
contrasta, como es evidente, con su situación fáctica o con las dificultades de
su concreción histórica. De estas dificultades el siglo XX ofrece – lamentablemente – muchos ejemplos, las cuales van desde la Gleichschaltung en la
Alemania nazi hasta la intervención militar y el asesinato en América Latina.
La historia de la universidad no sucede en un vacío; su idea como torre de
marfil ha sido una imagen ideológica, quizá un desiderátum o bien una estrategia defensiva, más que una situación fáctica. En cualquier caso, la fantasía
de una torre de marfil no refleja las múltiples interacciones reales de la universidad con su sociedad, a lo largo de los siglos; de la autonomía universitaria tampoco puede derivarse, sin importantes distorsiones, la imputación a la
universidad de alejamiento social y desinterés político. Por el contrario, la
autonomía es condición de posibilidad del compromiso social – en términos
amplios – de la universidad. Entre las expresiones “autonomía universitaria”
y “torre de marfil” existe una relación de recíproca irreductibilidad.
Si la autonomía universitaria no obstaculiza, sino más bien constituye
el punto de partida de sus más significativas contribuciones a la sociedad y
es, a la vez, el motivo para repensar y redefinir el papel de la política en el
ámbito social general, ¿cuáles son las características del ethos científico y de
la ética universitaria?
Ciencia, sociedad del conocimiento y cultura epistémica
Los estudios de sociología de la ciencia de Robert K. Merton3 identificaron algunos rasgos característicos del ethos científico, los cuales han sido
agrupados por Ziman4 (ídem) con el acrónimo CUDOS, por las siglas inglesas
de los siguientes conceptos:
o Sentido de comunidad (communalism), o sea la ciencia como
emprendimiento colectivo de una comunidad de investigadores,
con la cual se identifica el científico individual.
o Universalismo: la ciencia como sistema abierto y el conocimiento
como bien de acceso universal.
o Desinterés: objetividad ante la propia producción intelectual.
o Originalidad: reconocimiento y valoración de ideas originales, no
de sus reproducciones o derivaciones.
o Escepticismo (scepticism): todas las contribuciones científicas
son sometidas a contrastación crítica, con igual rigor metodológico, sin importar el renombre de su autor.
Es evidente que este código de conducta del ethos científico constituye
una idea orientadora; también es innegable que este código difiere de principios reguladores propios de otras esferas sociales, como por ejemplo la producción y el mercado. Howitt5 ha señalado que el mercado no provee incen3
Merton, Robert K. The Sociology of Science: Theoretical and Empirical Investigations. Chicago, IL: University
of Chicago Press, 1979.
4
Ziman, John. Prometheus Bound: Science in a Dynamic “Steady State”. New York: Cambridge University
Press, 1994.
5
Howitt, Peter. “The Economics of Science and the Future of Universities”. The 16th Timlin Lecture, February
16, 2000. University of Saskatchewan, Saskatoon.
http://www.econ.brown.edu/fac/Peter_Howitt/publication/Timlin.pdf. Accedido en enero, 2009.
tivos para compartir, mientras que la diseminación de ideas y resultados es
parte sustancial de la investigación científica y motor primordial de su desarrollo. Muchas declaraciones internacionales, entre ellas las de Berlin, Bethesda y Budapest, apoyadas por centenares de universidades y academias y
fundaciones científicas de todo el mundo, promueven el acceso libre a la información y el conocimiento como principio básico para facilitar el desarrollo
socioeconómico y lograr mayores niveles de inclusión social, así como mecanismo para salvar la brecha tecno-científica entre naciones ricas y pobres y, al
mismo tiempo, superar los desequilibrios internos.
Al contrario del libre acceso a la información y al conocimiento que
promulga el ethos científico, el régimen empresarial y mercantil ha establecido el sistema de patentes como incentivo – muchas veces muy poderoso –
para innovar y compartir. La patente obliga a comunicar la idea y ofrece, como compensación, el monopolio sobre el objeto y las ganancias que este implica (Howitt, op. cit.).
El conocimiento científico y la universidad como institución cultural se
encuentran, entonces, en una relación cambiante entre su autonomía, por un
lado, y, por otro lado, su alojamiento e incrustación en procesos de producción material. A esto hace referencia el concepto de “sociedad del conocimiento” en su acepción económica, al entender al conocimiento como una
fuerza productiva que sustituye al capital, al trabajo y a los recursos materiales como factores generadores de riqueza. No cabe duda de que la “sociedad
del conocimiento y la información” no es una realidad universal; es más bien
una forma específica del conocimiento en la cual se da un movimiento ex-
pansivo que tiene pretensiones sociales universales. Este movimiento incluye
infraestructuras de información y transformaciones de la organización económica y financiera. Knorr Cetina6 argumenta que “… la sociedad del conocimiento no es simplemente una sociedad con más conocimiento y tecnología,
y de las consecuencias económicas y sociales de estos factores. También es
una sociedad impregnada por estructuras de conocimiento, o sea el conjunto
de arreglos, procesos y principios que sirven al conocimiento y lo despliegan
mediante su articulación.” (pp. 361-362). Esta autora denomina “cultura epistémica” a ese conjunto de estructuras del conocimiento, o sea los procesos
interiorizados de la creación de conocimiento; el conjunto de prácticas, arreglos y mecanismos que, debido a que se encuentran ligados entre sí por necesidad, afinidad y coincidencia histórica, determinan la manera en que conocemos lo que conocemos. “Las culturas epistémicas son culturas de creación y justificación del conocimiento.” (p. 363).
La aprehensión de estas estructuras fue uno de los objetivos de un
análisis conducido por Arellano y Jensen7, al estudiar simultáneamente los
elementos ontológicos y metodológicos comprometidos con el conocimiento
de la organización científica universitaria. Los mapas generados por este tipo
de estudio permiten captar la organización de las relaciones heterogéneas de
propiedades científico-técnicas y sociales contenidas en la actividad concreta
de la investigación científica. Este tipo de análisis es útil para conocer comunidades investigativas, pero también para acercarnos a lo que Knorr Cetina
6
Knorr Cetina, Karin. Culture in global knowledge societies: knowledge cultures and epistemic cultures.
INTERDISCIPLINARY SCIENCE REVIEWS, 2007, VOL. 32, NO. 4
7
Arellano Hernández, Antonio y Jensen Pennington, Henning. Mapeando las redes de investigación en ciencias básicas en la Universidad de Costa Rica. CONVERGENCIA. Revista de Ciencias Sociales. Núm. 42, septiembre-diciembre 2006, pp. 181-213.
denomina las maquinarias de la construcción de conocimiento y a los diferentes mundos de vida orientados hacia el conocimiento.
Ciencia y desarrollo
Desde hace aproximadamente dos décadas, la universidad pública se
encuentra expuesta a la presión de acrecentar sus propias rentas para aliviar
la carga financiera que representa para la hacienda estatal. Con este fin, pero, en general, como incentivo para el desarrollo de recursos en ciencia y
tecnología en el sector público, muchos países en vías de desarrollo han implantado políticas y promulgado leyes para estimular el involucramiento de
las universidades públicas en procesos empresariales. En el caso particular de
Costa Rica, al cual haré referencia en lo que sigue, la Ley de Promoción del
Desarrollo Científico y Tecnológico (número 7169) del año 1990, estableció,
en su artículo 94, que “Las instituciones de educación superior universitaria
estatal quedan habilitadas y autorizadas para la venta de servicios ligados a
los proyectos de investigación, desarrollo tecnológico, consultorías y cursos
especiales. Para mejorar y agilizar la venta de bienes y servicios, dichas instituciones quedan habilitadas y autorizadas para crear fundaciones y empresas
auxiliares.”
Aunque la citada ley dice expresamente que la vinculación comercial
con el sector externo debe realizarse dentro del contexto de procesos y productos científicos y tecnológicos, en la Universidad de Costa Rica – cuyo caso
ahora expondré - de facto estas actividades se extienden también a asesorías, consultorías y proyectos productivos.
La vinculación remunerada con el sector externo es entendida8
“…como el conjunto de relaciones entre las instituciones de educación superior con los sectores público, privado y social, a través de instrumentos legales apropiados, para conocer y ofrecer los frutos del quehacer universitario; el
vehículo para poner al alcance de la sociedad la prestación de servicios universitarios…”9 (Memoria Congreso Iberoamericano y del Caribe de Extensión
Universitaria EUNA. 1999). Las universidades cumplen así, en forma complementaria al rol educativo tradicional, un papel fundamental en la incorporación e intermediación del conocimiento. Dentro de este contexto, la vinculación remunerada consiste en “cualquier acuerdo formal o informal…, en el
cual los recursos son compartidos y utilizados por las partes para llevar a cabo una actividad académica, científica, técnica y de negocios”. Este tipo de
vinculación se lleva a cabo en asocio con el sector empresarial, para afrontar
los retos que plantea la competitividad estructural del país al insertarse en la
economía global del conocimiento, con instituciones del sector público, para
mejorar su gestión política –administrativa, incrementar la capacidad productiva e innovadora y en general, la calidad de los servicios públicos que inciden en el bienestar general de la población; con organizaciones de la sociedad civil, como insumo necesario para fijar sus objetivos y cumplir con las
metas específicas dentro de sus ámbitos de acción; con otras instancias académicas, para acrecentar el acervo de conocimiento y con público en general, para mejorar sus capacidades personales.
8
Lo siguiente se basa en Guillén, Roberto: La vinculación remunerada con el “sector externo”. Fundación de
la Universidad de Costa Rica para la Investigación (FUNDEVI), 2008.
9
Memoria del Congreso Iberoamericano y del Caribe de Extensión Universitaria, EUNA, 1999.
Por otro lado, la vinculación se da en forma de investigación y desarrollo (investigación con financiamiento complementario, investigación contratada, producción y venta de bienes de base tecnológica, empresa en incubación y transferencia de conocimientos por licenciamiento); transferencia de
conocimientos (educación continua y capacitación); servicios científicos y
tecnológicos (asesorías y consultorías, servicios de laboratorio y servicios
técnicos).
Dentro de esta amplia gama de actividades de vinculación con el sector
externo, que no se agota en lo mencionado, sino que debe añadirse todo el
programa de acción social (extensión), la Universidad de Costa Rica ha creado
instancias de investigación “mixtas” (universidad/Estado), cátedras sobre la
relación en la universidad y la empresa (organizadas por ambas instancias),
fondos concursables para estimular la vinculación con sectores sociales y
empresariales, premios a la responsabilidad social empresarial (que se han
convertido en reconocimientos a nivel nacional) y una instancia adscrita a la
Vicerrectoría de Investigación dedicada a la gestión del conocimiento innovador (PROINNOVA).
En la actualidad, más de 2.000 actividades de vinculación remunerada
con el sector externo son llevadas a cabo por las universidades públicas costarricenses. De todas las actividades que se llevan a cabo en conjunto con
empresas del sector productivo privado, alrededor del 43% corresponden a
investigación o desarrollo tecnológico; con el sector público, las actividades
más desarrolladas (55%) son asesorías y consultorías, capacitaciones, educación continua, talleres y cursos.
Una preocupación que ha sido articulada a lo largo de los años, es que
la vinculación remunerada puede desvirtuarse en una fuente de beneficios
económicos personales. Los datos, sin embargo, no apoyan esta visión, ya
que, en el caso de la Universidad de Costa Rica, el gasto en servicios personales de los fondos provenientes del vínculo externo no supera el 11% de la
partida correspondiente, mientras que el monto mayor se dedica a servicios
no personales, adquisición de materiales y equipos tecnológicos.
Los estudios mencionados – redes de investigación como parte de una
cultura epistémica y las actividades de vinculación remunerada con el sector
externo – son importantes para conocer y planificar estratégicamente el
desarrollo científico y tecnológico, en un sentido muy específico, cual es el de
incidir en políticas nacionales que permitan aprovechar los altos índices de
inversión extranjera directa y la transferencia de tecnología en el campo de la
producción y la manufactura, en el cual Costa Rica muestra índices altos en el
contexto de América Latina.10
Sin embargo, las posibilidades de derrames científicos y tecnológicos, o
sea el mejoramiento de las premisas de desarrollo nacional basadas en el conocimiento, son limitadas, debido a baja capacidad de absorción local o bien
a la existencia de una brecha muy grande entre productores extranjeros y
nacionales. En los casos de Costa Rica y México, Paus y Gallagher (op. cit.)
han demostrado que los gobiernos no han desarrollado estrategias coherentes para desarrollar las capacidades tecnológicas, superar las deficiencias del
10
Paus, Eva A. y Gallagher, Kevin P. “Missing Links: Foreign Investment and Industrial
Development in Costa Rica and Mexico”. St Comp Int Dev (2008) 43:53–80, p. 55.
mercado y apoyar la integración de los productores nacionales en redes globales de producción.
El tema de la relación entre inversión extranjera y desarrollo de una
economía basada en el conocimiento es de suma importancia y por esta razón expondré con mayor amplitud, a continuación, las principales ideas y hallazgos de Paus y Gallagher. Según estos autores, una de las expectativas más
sobresaliente cifradas en la inversión extranjera directa es que ella tendrá un
impacto positivo en la estructura del empleo, el comercio internacional y la
hacienda pública, pero sobre todo en promover el desarrollo de una sociedad
del conocimiento. Sin embargo, la evidencia empírica no confirma estas expectativas; por el contrario, ellas son frustradas debido a la brecha tecnológica y a la limitada capacidad de absorción de la parte de la economía receptora.
Muchos autores, señalan Paus y Gallagher, establecen una equivalencia entre la atracción de inversión extranjera directa y éxito en la política de
desarrollo. Esta visión ignora que la inversión no se traduce automáticamente en capacidad de producir derrames tecnológicos; para determinar si ello
realmente acontece debe observarse un impacto duradero en los elementos
de conocimiento que estén presentes en la base tecnológica y administrativa
de los países receptores. Ya que las políticas de apertura económica y la
atracción de inversión extranjera directa no garantizan el éxito en el desarrollo socioeconómico, los autores argumentan a favor de una mayor colaboración entre el sector gubernamental y el privado, al cual debe añadirse la participación de la sociedad civil y al sector académico como parte de un estrato
autónomo de cara al Estado. Esta colaboración ha de conducir a una sincronía que pueda generar interacciones positivas entre inversión extranjera y
capacidad de absorción.
En el caso de Costa Rica, Paus y Gallagher señalan que el derrame tecnológico no ha sido suficiente, entre otras razones, porque las corporaciones
de alta tecnología adquieren sus insumos más importantes de la red global
propia de la compañía y no de la producción local. Este es un señalamiento
de gran importancia. Si la producción mundial se encuentra distribuida globalmente, en todos sus elementos, incluyendo suministros, administración y
producción, entonces a esta circunstancia enredada debe corresponderle una
responsabilidad social global.
La ciudadanía está acostumbrada a pensar en responsabilidad social
empresarial en términos locales y no globales, a pesar de que el impacto de
la actividad empresarial es universal, sobre todo el de las empresas transnacionales y del capital financiero.
En todo esto, los principios de la cultura epistémica pueden constituirse en valores orientadores – tomando en consideración también la necesidad
de responder proactivamente ante la actual crisis económica global -, sobre
todo aquellos principios como el de crítica autorrelfexiva y ética del escepticismo – en última instancia, ética del discurso -, los cuales, transportados a la
esfera de la colaboración científica internacional, se traducen en la definición
conjunta de proyectos y sus objetivos, así como aprovechamiento recíproco
de resultados y beneficios, con especial atención al desarrollo interno de masa crítica y capacidades investigativas.
En suma, la universidad como entidad cultural que tiene a su cargo el
desarrollo de una cultura epistémica, puede cumplir mejor, de manera más
eficiente y profunda este encargo desde una posición de autonomía institucional. Esta autonomía no ha implicado aislamiento de cara al entorno social,
sino una oportunidad de desarrollo de conocimientos con potencial de aprovechamiento general.
La vinculación remunerada con el sector productivo puede concebirse
como un proceso que otorga beneficios financieros y económicos, con el
riesgo de una privatización del conocimiento público. Sin embargo, en tanto
la universidad aplique principios propios del ethos científico y de una cultura
académica, entre ellos los valores de la relevancia científica, la pertinencia
social y la rentabilidad académica, dentro de un modelo de comunidad abierta, cuyos resultados y productos son de libre acceso, puede ella apoyar el
proceso de inserción en la producción global. Este apoyo puede darse mediante la promoción de capacidades de absorción de conocimiento y tecnología de alta intensidad, además de la estimulación de políticas estatales que
permitan sacar provecho, de manera socialmente responsable y solidaria, de
ese potencial tecnológico.
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