Introducción El concepto de delito que podemos definir como “La forma más grave de desviación social, y que supondría la infracción de las normas penales, sociales y/o culturales” (Rodriguez Vidales, 1996), ha sido muy estudiado desde tiempos remotos con el fin de llegar a conocer las causas que se esconden detrás de él y darle una solución. A lo largo de la historia se han desarrollado diferentes teorías sobre la delincuencia desde disciplinas como la psicología (Freud, Friedlander, Alexander y Staub…), la sociología (Durkheim, Merton, Sutherland…) o la biología (Quay, Eysenck, Robins…) que han ido formando el conjunto de las llamadas Teorías Clásicas. Sin embargo en la actualidad y sobre todo desde la rama de las ciencias sociales y jurídicas se atiende a otras teorías explicativas surgidas fundamentalmente a partir de los años 90. Estas teorías son reconceptualizadas por la profesora Estrella Romeu en el año 2000, en dos grandes grupos: El primero de ellos más minoritario y de carácter reduccionista que basa la delincuencia en causas innatas o neuropsicológicas. A él pertenecen la Teoría General del Crimen (Hirschi y Gottfredson), Teoría de la Delincuencia Persistente y Moderada (Moffitt) o la Teoría de la delincuencia basada en las personalidades antisociales (Lykken) entre otras. Y un segundo grupo, mayoritario, en el que prevalecen las explicaciones ambientalistas: Teoría de la Interacción (Thornberry), Teoría de la Acumulación de Carencias Psicosociales (Sampson y Laub), Modelo de Desarrollo Social (Catalano y Hawkins)…Es en este grupo en el que vamos a basar nuestro trabajo teniendo en cuenta los estudios encontrados sobre menores infractores y delincuencia juvenil. De este modo vamos a ver la delincuencia juvenil, que es un término que engloba a cualquier menor de 18 años que haya cometido una infracción de acuerdo con las normas establecidas en el marco social y judicial, desde un punto de vista social. Así según señalan Bueno, A. y Moya, C. (1998), la delincuencia juvenil supone un fracaso del proceso de socialización que se puede deber al deterioro de agentes sociales (familia, grupo de iguales, escuela, medios de comunicación), o bien a las contradicciones en la comunicación de unos agentes con otros, o a las contradicciones dentro de un mismo agente socializador en sus transmisiones. Esta perspectiva remarca la importancia del origen social de la delincuencia, destacando el papel de los factores psicosociales (carencias de recursos y habilidades, de afecto, educativas, económicas, creación de circunstancias desfavorecidas, de estigmatización que producen frustración individual y colectiva, etc). Así como la relevancia de los agentes socializadores entre los que destacan los medios de comunicación de masas, que contribuyen especialmente a difundir un modelo de consumo con unas aspiraciones económicas y sociales solo al alcance de una minoría. La esencia de estas teorías ambientalistas las recoge Uceda i Maza, F. (Valencia; 2006) mediante una frase de Gibbens “Las reglas a partir de las cuales se define la desviación y los contextos en los que se aplican, están diseñados por los ricos para los pobres, por los hombres para las mujeres, por los mayores para los jóvenes, y por las mayorías para las minorías”. Perfil delictivo Aunque no existe un claro perfil de los sujetos que pasan por el Juzgado de Menores, vamos a revisar algunos estudios que arrojan datos interesantes sobre las características de los menores infractores. En primer lugar analizaremos un estudio llevado a cabo por el Equipo Técnico de Menores, número 2, de los juzgados de Madrid en 1989. Con una muestra de 426 sujetos, el 81% de los casos eran varones, la mayoría de ellos de 15 (43%) y 14 años (34%). Entre los delitos más frecuentes se encontraban los hurtos, amenazas e insultos, daños, agresiones sin lesiones, apropiaciones indebidas, resistencia a la autoridad y tráfico de droga blanda. Si nos fijamos en los factores psicosociales vemos que a nivel psicológico la capacidad intelectual y la madurez perceptiva están por debajo de la media, y en cuanto a rasgos de personalidad presentan mayor labilidad emocional, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y baja autoestima. En cuanto al entorno familiar la mayoría provienen de familias completas, sin embargo tanto en éstas como en las incompletas el funcionamiento es inadecuado. Suelen haber problemas económicos y antecedentes delictivos, así como escasez de recursos personales para enfrentarse a situaciones de estrés. En lo que se refiere al contexto social que rodea al menor infractor, el 54% viven en zonas conflictivas y marginales con un alto nivel de pobreza, un bajo nivel cultural y un alto índice de analfabetismo. No es de extrañar que en el ámbito educativo estos sujetos muestren altas tasas de fracaso escolar, y que más del 41% de ellos ni siquiera estén escolarizados, aunque en las pruebas de inteligencia se demuestre una capacidad acorde con la media. De estos datos el Equipo Técnico de Menores concluye que las causas de la delincuencia no se deben a factores genéticos o a características patológicas del individuo, sino más bien a la suma de diversas variables poco adaptativas como modelos educativos inapropiados, fracaso escolar, marginación, falta de recursos económicos, personales… El peso de los factores sociales en la delincuencia se ha visto reafirmado en los últimos años con la llegada de la crisis y el aumento del paro y la precariedad, que ha aumentado la población de menores que cometen actos delictivos. La importancia del contexto social también la podemos observar en el estudio de Francesc Xavier Uceda i Maza llevado a cabo en Burjassot entre el 2001 y el 2003, en el que se destacan principalmente dos factores, que son: la procedencia del/la menor dentro del contexto urbano y la situación educativa. En lo respectivo a la procedencia se compararon los datos del “Barrio de las 613 viviendas”, de marcado carácter marginal, con los del resto del municipio. Así se constató que el 70% de las medidas judiciales de todo Burjassot correspondían a este barrio, con una población de 179 jóvenes de entre 14 y 18 años, frente a los 1843 del resto del pueblo. Por otro lado en cuanto a la educación, encontraron que de los 26 menores del barrio adscritos al programa de medidas judiciales, solo 6 poseen graduado escolar o certificado, 7 habían iniciado ciclos formativos y 13 no presentan nada, es decir, ni certificado ni ciclo formativo. Además todos ellos presentaban condiciones de absentismo escolar, inadaptación, abandono y fracaso escolar. Estas circunstancias muestran cómo la delincuencia juvenil está marcada por un contexto de vulnerabilidad y marginación, en el que los menores antes de ser infractores han sido menores excluidos por la sociedad. Por tanto ante la alarma social que se genera al abrir el debate sobre la delincuencia juvenil deberíamos preguntarnos ¿Se están llevando a cabo medidas de reeducación y reinserción social que protejan a los menores? ¿O se está culpabilizando y castigando al individuo como único responsable de sus actos? Bibliografía Uceda i Maza, F. (2006). Menores Infractores: Construyendo un perfil e investigando la aplicación de la Ley de Responsabilidad del Menor en el municipio de Burjassot. Valencia. Urra, J. y Clemente, M. (2000). Psicología Jurídica del Menor. Madrid: Fundación Universidad-Empresa.