2-2010 Inconstitucionalidad. Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador a las quince horas y nueve minutos del día catorce de abril de dos mil diez. Analizada la demanda presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), contenida en el Decreto Legislativo n° 190, de 20-XII-2006, publicado en el Diario Oficial n° 13, Tomo 347 de 22-I-2007; se hacen las siguientes consideraciones: I. Los motivos de inconstitucionalidad alegados son: 1. A. Violación al principio de igualdad en la formulación de la ley –art. 3 de la Cn.–, por ausencia de razonabilidad de la diferenciación orgánica jurisdiccional y procedimental que constituye el objeto esencial de la ley. Así, en relación con el art. 3 de la Cn., los pretensores señalan que la Constitución prohíbe la diferenciación arbitraria, carente de motivos razonables surgidos de la realidad o concretamente comprensibles –sentencia de 15-III-2006 pronunciada en el proceso de Inc. 102005–; asimismo para que la diferenciación sea compatible con el principio de igualdad debe superar el test de razonabilidad –sentencia de 8-XI-2004 pronunciada en el proceso de Inc. 22002– o que el tribunal verifique, la existencia de razones suficientes que demuestren la necesidad de tratamiento distinto y su adecuación con el fin perseguido. Asimismo, citan jurisprudencia de este Tribunal en relación con el alcance del test de razonabilidad, concluyendo que la razonabilidad de una medida legislativa diferenciadora debe fundarse en información empírica, fáctica o en estudios técnicos según su área, sin perjuicio de añadir razones de oportunidad esenciales a la libre configuración legislativa que demuestren que la diferenciación es necesaria y racionalmente determinada por el fin que pretende. Advierten que tal tesis puede entenderse incompatible con los referidos precedentes, en los que se ha rechazado una supuesta exigencia constitucional de estudios previos como condiciones de validez de una ley y que reducen el examen de constitucionalidad a cuestiones eminentemente técnicas y no derivables de la Constitución –sentencias de 2-VII-1998 y de 25III-2009, pronunciadas en los procesos de Inc. 5-93 y 2-2009, respectivamente–. Sin embargo, sostienen que este caso está fuera del alcance de tales precedentes, pues la posibilidad del examen de razonabilidad de una medida legislativa diferenciadora en datos fácticos o de la realidad, ha sido admitida por este Tribunal, de modo que no imponer esa exigencia al emisor de la norma sería retroceder en la comprensión del test de razonabilidad. Además, al ser los estudios técnicos expectativas razonables de los ciudadanos, se plantea la 1 exigencia de datos de la realidad que confirmen la necesidad de la medida diferenciadora y su adecuación con el fin perseguido sin perjuicio de la forma externa de esos datos. Con base en lo anterior, agregan que la terminología usada por este Tribunal en los precedentes exhibe un purismo terminológico, pues, como ya se ha dicho, los estudios técnicos pueden remitir a investigaciones académicas o científicas en debida forma, pero no son derivables de la Constitución; no obstante ello, no se puede renunciar al control de razonabilidad que exige cuentas de la información empírica utilizada para justificar la diferenciación. En ese sentido, manifiestan que la condición de validez de la medida diferenciadora impugnada es la compatibilidad con el principio de igualdad como parámetro objetivo de constitucionalidad. Lo que ocurre es que la Sala ha abierto una vía para que el test de razonabilidad de la diferenciación no se conforme con justificaciones voluntarias del legislador, pues exige un nexo con el mundo entre la ley impugnada y su propósito. Asimismo, indican que el control de constitucionalidad debe ser operativo más allá de lo evidente para estimular un debate sobre las decisiones de la mayoría que afecten derechos fundamentales. El control de la “justificación de la ley” incentiva a que los poderes públicos justifiquen las razones de sus actos, lo que incentiva la racionalidad de las decisiones legislativas, que no podrán sustentarse sólo en la autoridad que da sus votos y en las mayorías. El principio democrático –siguen– en lo referente a legislación, exige cierta racionalidad con posibilidad de ser controlada por los ciudadanos; se trata de conjugar este principio –pues ningún ámbito puede sustraerse a la concepción de la mayoría– con el principio de constitucionalidad o de defensa de la posición del individuo frente la mayoría –pues ningún ámbito puede quedar tampoco al arbitrio de la política–. En relación con lo expuesto, señalan un déficit de racionalidad que acompaña a todo pronóstico legislativo con un alto margen de incertidumbre y un elemento valorativo por ser una elección política legislativa; asimismo, afirman que el control de estos pronósticos deriva de un imperativo de racionalidad encaminado a optimizar la calidad de las decisiones políticas. Por otra parte –afirman–, la resistencia normativa de los derechos fundamentales y los principios constitucionales se traducen en un deber de fundamentar las decisiones de los poderes públicos que los afectan. De acuerdo con los demandantes, existe un derecho que pudiera llamarse derecho a la argumentación que implica que los derechos imponen una carga de justificación sobre las restricciones que se les impongan. En ese sentido, consideran que, si el Juez constitucional no lleva a cabo este control, es fácil que se restrinjan derechos constitucionales en mayor grado del justificable, alegando que sin la restricción se producirían consecuencias perjudiciales. Las leyes deben contener razones sobre la necesidad de las medidas aplicadas, incluyendo aspectos de la realidad regulada. El uso del test de razonabilidad ante medidas legislativas diferenciadoras –indicaron– es un instrumento de control de racionalidad legislativa, si ésta se entiende referida a la capacidad 2 de la ley de mantener una interacción que es coherente con los datos que constituyen un sector de la realidad social y los datos jurídicos sobre los cuales incide. El control de justificación constitucional –afirman– equivale al test de razonabilidad cuando se invoca una violación al principio de igualdad y se orienta a verificar que la decisión del legislador se basa en una apreciación objetiva y justificable de la información que ha utilizado, a fin de prever los efectos de la medida adoptada y evitar la infracción al derecho fundamental. Esto implica corroborar que las decisiones legislativas se han basado en información objetiva y que no haya sido desvirtuada por los resultados de las medidas aplicadas, que acrediten su carácter contraproducente. B. Sobre el objeto de control y la confrontación normativa, los pretensores transcriben el art. 1 de la LECODREC y manifiestan que dicha disposición establece claramente el objeto fundamental y el sentido de la normativa, y que su núcleo o contenido esencial radica en la configuración de una competencia procesal diferenciada de la común, supuestamente dedicada a una modalidad particular de delitos. Un tribunal especializado –señalan– se separa del régimen de los tribunales comunes. La nota esencial de una competencia especializada es el tratamiento diferenciado, con base en pretendidas peculiaridades que lo diversifican respecto de una competencia ordinaria. El objeto de la ley es dar un trato desigual a un subconjunto de fenómenos delictivos, por medio del establecimiento de órganos jurisdiccionales distintos de los comunes –art. 3 LECODREC– y el diseño de un procedimiento penal diverso al del proceso penal ordinario –arts. 19 al 23 LECODREC–. Si la diferenciación no está justificada, la ley es inconstitucional. Los pretensores trancriben los considerandos de la ley impugnada y manifiestan que es la fuente de información para rastrear la justificación objetiva de la diferenciación orgánica jurisdiccional y de procedimiento que la misma contiene. En ese sentido explican que, para aplicar el test de razonabilidad sobre la medida legislativa diferenciadora, debemos centrarnos en el Considerando II de la ley impugnada, pues la estructura es incompleta o remitida a supuestas premisas implícitas. El conector “en consecuencia” utilizado en el referido considerando carece de función lógica. Aunque se admitiera la primera parte del enunciado, no hay justificación de porqué la caracterización criminológica establecida obliga a la diferenciación de procedimiento y de órganos de enjuicicamiento. Agregan que, respecto de lo anterior hay dos premisas implícitas en el razonamiento legislativo expuesto: (i) los jueces comunes y el procedimiento ordinario son insuficientes para lograr un enjuiciamiento rápido y eficaz de los delitos, y (ii) que el procedimiento especializado y sus jueces permitirán lograr un enjuiciamiento más rápido y eficaz de estos delitos. El primero es un diagnóstico del funcionamiento de la jurisdcción ordinaria y el segundo un pronóstico sobre las perspectivas de mayor celeridad y eficacia de la jurisdicción especializada. Ambos puntos de partida, requieren datos fácticos. 3 Con base en lo anterior, explican que para que un procedimiento penal modificado sea idóneo para logar más celeridad, depende de los cambios concretos aplicados y, en el caso que nos ocupa, del texto de la ley surge que el sistema de plazos de un procedimiento judicializado –arts. 17 y 18 LECODREC– conserva el tiempo máximo de investigación que en el procedimiento común es de instrucción formal, mantiene la posibilidad de prórroga e incluso extiende en al menos tres meses más el período entre el dictamen fiscal y la audiencia preliminar. Igual conclusión –añaden– merece la diferenciación orgánica jurisdiccional, pues si bien la concentración competencial en un subconjunto de criminalidad parece adecuada para elevar la calidad de las decisiones judiciales, ello no se relaciona directamente con el tiempo para decidir; dicha exclusividad competencial nada predispone sobre el sentido condenatorio o absolutorio de los fallos que se dictan y depende de una auténtica delimitación de los criterios para fijar esa competencia, lo que también se incumple en este caso –art. 1 incs. 2° y 3° LECODREC–. La exigencia de razonabilidad de las medidas legales diferenciadoras puede evitar el recurso al instrumento penal para conseguir efectos puramente simbólicos y que la legislación penal responda a iniciativas coyunturales condicionadas más por la rentabilidad electoral que por la necesidad real de intervención penal. 2. Los demandantes también consideran que existe una violación del derecho al juez natural –art. 15 de la Cn. –, por ausencia de establecimiento previo por la ley del juez competente, debido al uso de términos vagos, excesivamente abiertos, indeterminados o indeterminables en la definición de los tipos de delitos cuyo juzgamiento constituye el objeto esencial de la ley. A. Así, sobre el parámetro de control, los demandantes relacionan los elementos que tal derecho exige en cuanto a su contenido citados en la sentencia de 21-V-2002 pronunciada en el proceso de Amp. 237-200. Exponen que en el segundo elemento mencionado en dicho precedente, –que el juez haya sido investido de jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador del proceso judicial– parece claro que la competencia establecida previamente por la ley es una manifestación del principio de legalidad y una derivación del principio de seguridad jurídica. De este modo, la determinación legal del juez competente permite que el justiciable sepa a qué atenerse en relación con el órgano jurisdiccional que decidirá su caso. La formulación lingüística del criterio de competencia –siguen– debe favorecer una previsibilidad razonable del juez encargado del asunto. La ley sólo establece o determina el juez competente si es posible identificar con un razonable nivel de objetividad y de forma precisa al órgano jurisdiccional que deberá conocer y decidir sobre cierto asunto, lo que remite a la calidad del lenguaje utilizado por la ley para fijar los criterios de competencia, pues si dichos criterios permiten tanto la inclusión como la exclusión de casos dentro de la 4 competencia de un órgano judicial, la determinación de éste se deslegaliza y se somete a la voluntad antojadiza de un indefinido conjunto de factores extralegales. En relación con lo expuesto, citan la sentencia de 1-IV-2004, pronunciada en el proceso de Inc. 52-2003 e indican que este criterio es pertinente porque la configuración de los tipos delictivos no sólo opera como supuesto de hecho para la sanción penal, sino que también es utilizada en la ley como criterio de competencia objetiva, es decir; como parámetro para establecer o determinar el órgano competente para el enjuiciamiento de tales delitos. Desde esta perspectiva –señalan–, los vicios de oscuridad, incertidumbre, vaguedad o excesiva apertura de las modalidades delictivas utilizadas como criterios de competencia se trasladan de la incertidumbre sobre la licitud del comportamiento hacia la incertidumbre sobre la definición del juez competente, en forma tan abierta que su aplicación dependa de una decisión libre y arbitraria de los jueces. En este caso, la ley pierde su función de garantía en relación con el derecho al juez natural y se convierte en un artificio para poner en manos de los órganos de persecución penal la elección del juez en cada caso. B. En cuanto al objeto de control y la confrontación normativa, los pretensores exponen que el art 1 de la ley impugnada fija los criterios de competencia de los tribunales especializados. La infracción al derecho al juez natural –prosiguen– consiste en que las categorías de delitos contempladas en la ley impugnada se definen mediante elementos con escasa o nula capacidad de connotación o designación, es decir, que no permiten establecer con suficiente precisión las propiedades que deben reunir los hechos para formar parte de esta clase de delitos. Aunque se pretende establecer un subconjunto de hechos delictivos como objeto de la competencia de los tribunales especializados, la formulación lingüística de las modalidades delictivas usadas como criterios de competencia permite tanto la inclusión como la exclusión de un supuesto fáctico. Los demandantes consideran que la definición de “grupo estructurado” utilizada por la LECODREC para los delitos de crimen organizado –cantidad de personas que lo integran, duración del grupo entre otros– difuminan la pretendida frontera entre crimen organizado y cualquier otro delito cometido bajo una modalidad codelincuencial o concurrencia de una pluralidad de sujetos activos. El único caso excluido con certeza es el del delincuente individual; cualquier otra actividad delictiva con un formato cooperativo o plural puede estar tanto fuera como dentro de la competencia especializada. Algo similar ocurre con los delitos de realización compleja –opinan–, con la agravante de que en este criterio de competencia los elementos de la decisión no son acumulados y basta uno de ellos para habilitar la competencia especializada. Respecto de los dos primeros elementos de criterio, la consecuencia es la misma que respecto del crimen organizado, el único caso excluido con certeza es el del delincuente individual con una víctima igualmente individual. 5 Hay que hacer notar –indican– que la distinción o selección objetiva de estos casos se manifiesta en la enunciación de los supuestos elementos definitorios de la categoría, pues de lo contrario, sería suficiente con la lista de los tipos delictivos, sin necesidad de simular un criterio de competencia. Finalmente –indican–, el tercero de estos criterios definitorios “alarma o conmoción social” es un supuesto de indeterminación de significado del vocablo que, en conjunto con los anteriores, puede llegar a incluir dentro de la competencia especializada el único caso excluido en los anteriores criterios, es decir, el del delincuente individual con una víctima solitaria si se considera que causa alarma social. Por tanto, nada está determinado en la ley impugnada respecto del juez competente. 3. A. Violación al derecho a la protección jurisdiccional en la conservación y defensa de los derechos y al contenido de la potestad jurisdiccional, en su manifestación de protección de los derechos fundamentales –arts. 2 y 172 de la Cn.–, al permitir que sea el Fiscal el que autorice el desarrollo de operaciones encubiertas. Sobre el derecho a la protección en la conservación y defensa de los demás derechos los demandantes citan la sentencia de 2-IX-2005 dictada en el proceso de Inc. 36-2004 y la identificación de la protección de los derechos fundamentales como parte esencial del alcance de la potestad jurisdiccional hecha por este Tribunal en la sentencia de 23-III-2001 pronunciada en el proceso de Inc. 8-97, finalmente citan las sentencias de 23-XI-1995 y 23-I1996, pronunciadas en los procesos de Habeas Corpus 9-E-95 y 2-B-96 respectivamente. B. Al referirse al objeto de control y a la confrontación normativa transcriben el art. 5 de la ley impugnada y manifiestan que las operaciones encubiertas no son simples actos de investigación, sino que comprenden una variedad de intervenciones de distinta intensidad sobre derechos como la intimidad, la no autoincriminación, el secreto de las comunicaciones, la autodeterminación informativa, entre otras. La protección de todos estos derechos, exige la mediación de una autorización judicial previa a esta modalidad de investigación, que pondere los derechos en juego y determine el alcance de la restricción derivada de la protección de otros bienes constitucionales. Cuando se pretende restringir derechos –añadieron– se debe acudir al Juez y únicamente este puede emitir la autorización correspondiente. Hay supuestos excepcionales en los que el fiscal podrá autorizar el uso de la técnica especial de investigación limitando derechos fundamentales, pero siempre sujeto a la inmediata convalidación del juez. 4. A. Violación del derecho a la presunción de inocencia –art. 12 de la Cn.–, al permitir la incorporación por lectura de las diligencias policiales en general, con lo que se “transvasa” la investigación al contradictorio, se escritura la vista pública y, en definitiva, se vacía el contenido de la garantía de “prueba en juicio” como requisito indispensable de una condena respetuosa del estado de inocencia de la persona. 6 En relación con la presunción de inocencia y los significados que posee, los demandantes citan lo manifestado por este Tribunal en la sentencia de 12-IV-2007 pronunciada en el proceso de Inc. 28-2006 y señalan que dentro de su dimensión como regla relativa a la prueba y en concordancia con el texto de la Constitución, la prueba de la culpabilidad indispensable para destruir el estado de inocencia de una persona debe realizarse un juicio público. Dicha manifestación concreta de la presunción de inocencia tiene repercusiones trascendentales en el diseño del proceso penal, al obligar al legislador a asegurarse de respetar dos dicotomías esenciales: la separación entre instrucción y juicio, y entre actos de investigación y actos de prueba. La presunción de inocencia exige que sólo constituya prueba en sentido estricto y como razones fácticas integrables a la fundamentación de la sentencia definitiva, el resultado de la actividad desarrollada en el acto del juicio oral, de la vista pública o de la fase contradictoria del proceso. En consecuencia, la instrucción sólo tiene sentido por su carácter preparatorio del juicio público, mediante la identificación de las fuentes de prueba que serán utilizadas en la vista pública oral. La instrucción no puede ser “oralizada” y el juicio oral no debe ser “sumarizado”. La investigación identifica las fuentes de información que serán sometidas a contradicción durante la vista pública y es sólo en ésta donde se practica la prueba. B. Sobre el objeto de control y la confrontación normativa citan el contenido del art. 6 inc. 3° de la LECODREC y explican que la remisión que hace esta norma es hacia el art. 244 incs. 2° y 3° del Código Procesal Penal, donde se regula con carácter general la documentación de las diligencias policiales. En ese sentido, la habilitación para incorporar por lectura las actas e informes policiales es una habilitación incondicional y plena; es decir, todas las actas policiales elaboradas durante la investigación del procedimiento especializado pueden ser incorporadas por lectura en la vista oral y esto se opone a la manifestación de la presunción de inocencia que consiste en que la prueba de la culpabilidad de una persona debe practicarse en la vista pública, con contradicción directa de las fuentes de prueba y debate oral. La presunción de inocencia, en su manifestación de exigencia de prueba en juicio – afirman–, admite ciertas excepciones a la incorporación de diligencias policiales al debate de la vista oral y son los casos en los que la fuente de prueba es indisponible –anticipos de prueba, prueba pre constituida, actos urgentes y los de prueba sobre la prueba– . El carácter excepcional de estas admisiones radica en su compatibilidad con la Constitución. 5. A. Violación al derecho a la igualdad procesal y del derecho de defensa –art. 3 y 12 de la Cn.–, al excluir las posibilidades de intervención de la defensa técnica durante la etapa de investigación, lo que origina una ventaja irrazonable en la acusación. Sobre este aspecto, los demandantes manifiestan que el derecho a la igualdad implica que los derechos, cargas y responsabilidades que nacen de la realización de un proceso, se distribuyan entre las partes sin discriminación entre ellas, de tal manera que el resultado del proceso no se vea condicionado por privilegios a favor de cualquiera de los intervinientes. El 7 legislador y el Juez deben evitar esta diferenciación. En relación con ello, citan la sentencia de 28-V-2001 pronunciada en el proceso de Inc. 4-99. B. Al referirse al objeto de control y a la confrontación normativa, consideran que los arts. 16 y 18 de la ley impugnada diseñan un esquema procesal de citación directa, sin instrucción formal, con investigación autónoma a cargo del fiscal, lo que en principio podría estimarse como un avance procesal penal en la normativa salvadoreña. Sin embargo, aunque no se trata de un rasgo esencial de los modelos de citación directa, las disposiciones señaladas excluyen a la defensa de la etapa de investigación del delito. Si se toman en cuenta que el fiscal no tiene un plazo para investigar, ya que el plazo legal entra en juego sólo si el imputado está detenido –señalan– , la ventaja para la acusación se incrementa cuando en el procedimiento judicializado se impide al defensor toda actividad de control sobre el rumbo de la investigación. No se trata simplemente de que se impide al defensor la intervención durante la realización de las diligencias de investigación; se trata de que se ha excluido cualquier actividad de control sobre el desarrollo de las pesquisas, su mera consulta, el acceso a sus resultados progresivos, la proposición de ampliaciones, etc. La investigación fiscal –aseveran– es inmune a todas estas manifestaciones legítimas de la defensa técnica y la ley hace a un lado al defensor durante la etapa preparatoria del dictamen fiscal y retarda su intervención hasta el momento de la fase intermedia, cuando el tiempo de preparación de la defensa es objetivamente menor que el que dispuso el fiscal para investigar, de lo cual se deriva una desigualdad procesal a favor de la fiscalía que posee multitud de posibilidades comprendidas en la función de dirección de la investigación y disposición de medios para alcanzar resultados, la ausencia general de un plazo para realizar la investigación y exclusión de la defensa durante su desarrollo. Dejando de un lado las ficciones normativas es claro que el fiscal investiga para acusar y es justo que alguien investigue para defender. El término de comparación de la desigualdad procesal denunciada –señalan– deriva de lo regulado por el proceso penal común respecto de la presentación voluntaria, el derecho a la asistencia a ciertos actos de investigación, la facultad de proponer pesquisas y la disponibilidad de apoyo judicial concomitante a la investigación –arts. 236, 268, 271 y 273 Código Procesal Penal–, en los que sin afectar la eficacia de la investigación se permite que la defensa comience su trabajo desde el primer momento de la judicialización del caso. En el proceso ordinario no se retrasa al defensor para darle una ventaja ilegítima a la fiscalía, sino que se procura genuina equivalencia de armas procesales. Las restricciones a la efectividad inicial de la igualdad procesal –argumentan–, son admisibles siempre que obedezcan a un fundamento objetivo y razonable constitucionalmente amparable o cuando el defensor abusa de sus derechos o actúa antijurídicamente. Pero para conjurar esos riesgos no es necesario excluir a la defensa de la etapa de investigación. 6. Así, los motivos de inconstitucionalidad alegados pueden sintetizarse en: (i) violación al principio de igualdad en la formulación de la ley –art. 3 de la Cn; (ii) violación del 8 derecho al juez natural –art. 15 de la Cn. –; (iii) violación al derecho a la protección jurisdiccional en la conservación y defensa de los derechos y al contenido de la potestad jurisdiccional –arts. 2 y 172 de la Cn.–; (iv) violación a la presunción de inocencia –art. 12 de la Cn.–; y (v) violación al derecho a la igualdad procesal y del derecho de defensa –art. 3 y 12 de la Cn.–. De acuerdo con los pretensores, los primeros tres por inconstitucionalidad de la ley en su totalidad y los últimos dos por inconstitucionalidades parciales. II. No obstante la pretensión ha sido planteada adecuadamente, deben hacerse ciertas precisiones en cuanto al planteamiento de la vulneración al derecho a la protección jurisdiccional en la conservación y defensa de los derechos y al contenido de la potestad jurisdiccional, en su manifestación de protección de los derechos fundamentales –arts. 2 y 172 de la Cn.–, al permitir que sea el Fiscal el que autorice el desarrollo de operaciones encubiertas. El derecho a la protección en la conservación y defensa del resto de derechos –Art. 2 Inc. 1° Cn.–, se ha instaurado con la finalidad de darle vida a todas las categorías jurídicas subjetivas integrantes de la esfera jurídica del individuo, al poder válidamente reclamar frente a actos particulares y estatales que atenten contra la conservación, mantenimiento, defensa y titularidad de tales categorías. Y es que, en efecto, tal disposición constitucional obliga al Estado salvadoreño a dar protección jurisdiccional integral a todos sus miembros, frente a actos arbitrarios e ilegales que afecten la esfera jurídica de los mismos, y a través del proceso –también creado constitucionalmente– diseñado con tal finalidad. Así, los demandantes alegan también una vulneración autónoma e independiente al art. 172 de la Cn. –contenido de la potestad jurisdiccional, en su manifestación de protección de los derechos fundamentales–. En ese sentido, debe aclararse que ambas disposiciones se encuentran directamente vinculadas. Así, de dicho vínculo se deriva o manifiesta la protección jurisdiccional de todos los derechos, en todos los grados de conocimiento. III. Con base en lo expuesto y en virtud de lo prescrito en el art. 6 ord. 3° y 18 de la L. Pr. Cn., esta Sala resuelve: 1. Admítese la demanda de inconstitucionalidad presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), por la supuesta violación al principio de igualdad en la formulación de la ley –art. 3 de la Cn.–, por ausencia de razonabilidad de la diferenciación orgánica jurisdiccional y procedimental que constituye el objeto esencial de la ley. 2. Admítese la demanda de inconstitucionalidad presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), por la supuesta violación del derecho al juez natural – 9 art. 15 de la Cn. –, por ausencia de establecimiento previo por la ley del juez competente –art. 1 LECODREC–. 3. Admítese la demanda de inconstitucionalidad presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), por la supuesta violación al derecho a la protección jurisdiccional en la conservación y defensa de los derechos –arts. 2 y 172 de la Cn.–, al permitir que sea el Fiscal el que autorice el desarrollo de operaciones encubiertas –art. 5 LECODREC– 4. Admítese la demanda de inconstitucionalidad presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), por la supuesta violación del derecho a la presunción de inocencia –art. 12 de la Cn.–, al permitir la incorporación por lectura de las diligencias policiales en general a la vista pública con lo que se vacía el contenido de la garantía de “prueba en juicio” como requisito indispensable de una condena respetuosa del estado de inocencia de la persona –art. 6 inc. 3° LECODREC–. 5. Admítese la demanda de inconstitucionalidad presentada por los ciudadanos Miguel Ángel Flores Durel, Lidia María Elena Ferman Flores y Roberto Carlos Ferman, mediante la cual solicita se declare la inconstitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja (LECODREC), por la supuesta violación al derecho a la igualdad procesal y del derecho de defensa –art. 3 y 12 de la Cn.–, al excluir las posibilidades de intervención de la defensa técnica durante la etapa de investigación, lo que origina una ventaja irrazonable en la acusación –arts. 16 y 18 LECODREC–. 6. Rinda informe la Asamblea Legislativa, de conformidad al artículo 7 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, en el plazo de diez días hábiles contados a partir de la notificación de la presente resolución, mediante el cual justifiquen la constitucionalidad de la Ley contra el Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja, por la supuesta vulneración a: (i) principio de igualdad en la formulación de la ley –art. 3 de la Cn.–; (ii) derecho al juez natural –art. 15 de la Cn. –; (iii) derecho a la protección jurisdiccional en la conservación y defensa de los derechos –arts. 2 y 172 de la Cn.–; (iv) derecho a la presunción de inocencia –art. 12 de la Cn.–: y (v) derecho a la igualdad procesal y del derecho de defensa –art. 3 y 12 de la Cn.–. 7. Tome nota la Secretaría de este tribunal del lugar señalado por las demandantes para recibir los actos procesales de comunicación. 8. Notifíquese. ---J. B. JAIME--- J. N. CASTANEDA S.---E. S. BLANCO R.---R. E. GONZÁLEZ B.--PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---E. SOCORRO C.---RUBRICADAS. 10