ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO INTRODUCCIÓN Nos hemos reunido para tener un momento de oración personal y comunitaria. Dentro de las prisas que asaltan nuestro día a día, queremos hacer un pequeño parón para estar un ratito más de cerca con el Señor. Tratemos de buscar en lo más profundo de nuestro ser esa quietud, que nos ayude a vaciar nuestra mente y nuestro corazón de todo obstáculo y que pueda impedir que ahora sea el Señor el centro y único protagonista de este encuentro que vamos a compartir. En este día somos invitados a orar ante el Señor por todos aquellos que han sido llamados a la vida sacerdotal y religiosa, por todos aquellos que están en un proceso de discernimiento vocacional y por todos los hombres y mujeres del mundo para que descubran cuál es la vocación a la que Dios les llama. Por eso vamos a dejar unos momentos de silencio para disponer todo nuestro ser. (Se deja una música de fondo que se utilizará para diferentes momentos de la oración para que cada uno en unos minutos de silencio se ponga en presencia de Dios) Vamos comenzar con la exposición del Santísimo que presidirá nuestra oración y mientras cantamos: CANTO INICIAL DE ADORACIÓN: No adoréis a nadie a nadie. ACTO DE FE Y ADORACIÓN AL SANTÍSIMO Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí, delante mío, bajo las especie del Pan Eucarístico; Tú, el Verbo eterno del Padre, engendrado desde todos los siglos y encarnado luego en las entrañas de la Virgen Madre, Jesucristo Redentor y Rey. Creo, realmente, que estás presente en la verdad inefable de Tu Divinidad y de Tu Humanidad. Jesús, eres el mismo de Belén, el divino Niño que aceptara por mí, la pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret, que por mi amor abrazó las fatigas y la obediencia. Eres el Divino Maestro, aquel que vino para enseñarme las dulces verdades de la fe, a traer el gran mandamiento del amor: Tu mandamiento. Creo realmente que eres el Salvador Misericordioso, el que te inclinas sobre todas mis miserias con infinita comprensión y conmovedora bondad, pronto siempre a perdonar, a curar, a renovar. Eres la Víctima Santa, inmolada para gloria del Padre y bien de todas las almas. Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el Huerto de Getsemaní; quien por mí sufrió la condenación de tribunales humanos, la dolorosísima flagelación, la cruel y humillante coronación de espinas, el martirio cruel de la crucifixión. Eres quien quiso agonizar y morir por mí. Creo realmente que Tú eres Jesús Resucitado, el vencedor de la muerte, del pecado y del infierno. Quien está deseoso de comunicarme los tesoros de la vida divina que posees en toda su plenitud. Jesús mío, Te encuentras aquí, presente en la Forma Consagrada, Santa, con un Corazón desbordante de ternura, un Corazón que ama infinitamente. Que me ama sin condiciones, tal y como yo soy. Porque Tú eres mi Dios y Señor. SALMO DE ALABANZA: BENDITO SEA DIOS. ¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor, que nos bendecido en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales y celestiales!. En Cristo Dios nos eligió antes de que creara el mundo para estar en su presencia santos e irreprochables ante Él por el amor. En su amor nos destinó de antemano para ser hijos suyos en Jesucristo y por medio de Él. Así lo quiso y le pareció bien sacar alabanzas de esta gracia tan grande que nos hacía en el Bien Amado. En él y por su sangre fuimos rescatados y se nos dio el perdón de los pecados, fruto de su generosidad inmensa que se derramó sobre nosotros. Ahora nos has dado a conocer, mediante dones de sabiduría e inteligencia, este proyecto tuyo. Pues Dios quiso reunir en Él, cuando llegara la plenitud de los tiempos, tanto a los seres celestiales como a los terrenales. En Cristo fuimos elegidos nosotros: Aquel que dispone de todas las cosas y las somete a su voluntad, decidido que fuéramos pueblo suyo, y lleváramos la espera del Mesías, con el fin de que sea alabanza su Gloria. Bendito seas Señor, por todas las maravillas que has creado y nos hablan de tu inmensa ternura, de tu gran cariño hacia todos los hombre y mujeres de la tierra. Bendito seas Señor, por la gente buena que te hace presente, por la risa de los niños y la gente feliz. Bendito seas por los que creen en un mundo Nuevo y justo; por los que sueñan y no se avergüenzan de ello y por los que aman a los demás y lo manifiestan. Bendito seas por los que creen que la violencia no es camino; por los que aman la paz a fuerza de tratar de construirla y por los que han sufrido y sufren tratando de no odiar. Bendito seas por habernos dado señales de tu amor; por acompañarnos siempre en todos los momentos de nuestra vida, especialmente los más difíciles y porque podemos contar contigo en cualquier necesidad. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén PALABRA DE DIOS: Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL (Texto del Papa Benedicto XVI en su libro Orar) Pienso que es importante estar atentos a los gestos del Señor en nuestro camino. Él nos habla a través de acontecimientos, a través de personas, a través de encuentros; y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús en una relación personal con Él; no debemos limitarnos a saber quién es Jesús a través de los demás o de los libros, sino que debemos vivir una relación cada vez más profunda de amistad personal en la que podamos comenzar a descubrir lo que Él nos pide. Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibilidades: por una parte valentía; y, por otra, humildad, confianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, de las familias. ¿Qué quiere el Señor de mí?. Ciertamente, sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me ayudará. ACCIÓN DE GRACIAS. Contemplo mi vida sembrada de alegrías y dolores y comprendo que todo en ella ha sido amor. Todo, oh mi Dios, porque de Tu Corazón amante no puede salir nada que no sea gracia y amor. Por todo repetimos, R/: Te doy gracias, Dios mío. Por las alegrías que me has permitido gozar, así como por los dolores y las pruebas con que has sembrado mi camino, R/. Por todo lo que has hecho en mí y por mí, y por todo lo que todavía querrás hacer en el futuro, R/. Sobre todo, por haberme llamado al conocimiento de Tu Amor y pedirme que me entregue a él con todas mis energías, R/. Por la posesión de Tu amor que te hace mío y a mí me hace Tuyo, R/. Por las personas que se entregan a la construcción del Reino, R/. Por aquellos que están en proceso de discernimiento vocacional, R/. ORACIÓN DEL SACERDOTE Y BENDICIÓN Señor Jesús: Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. Confiamos en tu amor y en misericordia para con todos los hombres. Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que Tú eres. Aumenta nuestra FE para que por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, logremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. CANTO FINAL (mientras de guarda el Santísimo de nuevo en el sagrario): Jesús es Señor.