El 11 de Octubre EL CONCILIO VATICANO II CUMPLE CINCUENTA AÑOS Por Roberto Mayorga Introducción Un Concilio es una reunión eclesiástica en la que se discute sobre temas de importancia para la doctrina y la vida de la Iglesia. Si es una cita en la que se reunirán representantes de la Iglesia Universal, se le llama Concilio Ecuménico. A la muerte del Papa Pío XII, en 1958, los cardenales eligieron para sucederlo al Patriarca de Venecia, Angelo Giuseppe Roncalli, quien tomó el nombre de Juan XXIII. Ya mayor, se pensó que sería un Papa de transición. Su pontificado, que, en efecto, no duró sino cinco años, sería, no obstante su brevedad, uno de los más importantes en la Historia Contemporánea. Una de las razones más importantes para considerarlo así fue la convocatoria que hizo el Papa para celebrar el Concilio Vaticano II. El Papa Juan, hombre profundamente consciente de las necesidades y los problemas de su época, deseaba poner la Iglesia a la altura de los tiempos. Quería ponerla al día, lo cual él definía con una palabra italiana: El “aggiornamento” El Concilio Convocado en 1959, la fase de preparación para el Concilio duró tres años. Presentes ya en Roma los Padres Conciliares y las demás personas que deberían intervenir en la magna asamblea, el Papa Juan XXIII lo inauguró en la Basílica de San Pedro el 11 de Octubre de 1962, hace ahora cincuenta años. Quizá pocas personas anticiparon las consecuencias que tendría la iniciativa del Papa. La Iglesia nunca volvería a ser la misma. El Concilio Vaticano II se desarrolló en cuatro sesiones: 1962, 1963, 1964 y 1965. No fue convocado para responder a un problema concreto, sino que tuvo una finalidad pastoral, la cual, necesariamente, conllevó también un aspecto doctrinal. Terminada la primera sesión del Concilio se produjo la muerte de su promotor Juan XXIII, la cual acaeció al 3 de Junio de 1963. El 21 del mismo mes fue electo su sucesor, el Cardenal Giovanni Battista Montini, quien tomó el nombre de Paulo VI, quien lo conduciría hasta su clausura. Los documentos De los documentos emanados del Concilio, puede considerarse que el que más representaba el espíritu del mismo es la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, sobre la Iglesia en el mundo actual. A la misma se añadirían otras constituciones, tales como la Dogmática “Dei Verbum”, sobre la divina revelación, y la “Lumen Gentium”, sobre la Iglesia. Quizá uno de los efectos más interesantes del Concilio fue la importancia que cobró el papel de los laicos, el cual quedó recogido en el decreto “Apostolicam Actuositatem”. Los medios de comunicación social encontrarían su lugar en el decreto “Inter mirifica” Guatemala en el Concilio Vaticano II Guatemala estuvo representada en el Concilio Vaticano II por varios de sus pastores, encabezados por el Arzobispo Metropolitano, Monseñor Mariano Rossell y Arellano, quien sólo asistió a las dos primeras sesiones, pues falleció en 1964. Lo acompañaba su Obispo Coadjutor (con derecho a sucesión), Monseñor Mario Casariego, Arzobispo de Guatemala a partir de 1964. Estuvieron presentes también Don Fray Raymundo M. Martín, dominico, Obispo de la Verapaz; los italianos Constantino Luna y Pianegonda, Obispo de Zacapa, y Angelico Melotto, que lo era de Sololá. Fueron del número de los Padres Conciliares los obispos guatemaltecos Humberto Lara Mejía y Julio Gómez Flores. De todos los prelados que asistieron por Guatemala al Concilio, el más longevo fue Monseñor Luis Manresa y Formosa, S.J., Obispo de los Altos y después Rector de la Universidad Rafael Landívar, fallecido en Guatemala el 25 de Diciembre de 2010, a los noventa y cinco años de edad. El Vaticano II hoy Podría pensarse que, a los cincuenta años de su inauguración, el Concilio Vaticano II es un acontecimiento exclusivamente histórico. No es así: La vida de la Iglesia y sus relaciones con el mundo actual siguen construyéndose de acuerdo con las directrices que dejó trazada la magna asamblea convocada por el Beato Juan XXIII. Los encargos que el Concilio dejó encomendados a la Iglesia están lejos de haberse cumplido en su totalidad, por lo que la ancha vía conciliar es aún el camino por el que la andadura cristiana sigue dejando sus huellas cincuenta años después.