teresa de jesüs. - Hemeroteca Digital

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AÑO
NÚM. 143.
J E R E Z DE LA F R O N T E R A : 16 DE O C T U B R E DE 1882.
III.
REVISTA SEMANAL RELIGIOSA, CIENTÍFICA, LITERARIA, ARTÍSTICA, DE INTERESES LOCALES,
MODAS Y ANUNCIOS.
CON
Dirección y Administración,
Léalas, 12, pnncipal.
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LICENCIA
DE LA AUTORIDAD
<T)lRECTORA, C A R O L I N A
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SniABIO.
A la Santa Doctora Teresa de JesVis, en el tercer centenario de su
muerte, por Carolina de Soto y (^orro.—A. la seráfica Doctora
Santa Teresa de Jesús, (soneto) por María de los Dolores banderas.—A Santa Teresa de Jesús, (soneto) por S- Hidalgo.—Necrología: Santa Teresa de Jesús, por C. de S.—A la sublime Santa
Teresa de Jesús, (poesía) por Manuel Lagos y Romero.—Páginas
de la humanidad, (continuación), por Rosa Martínez de Lacosta.
—El ángel del consuelo, novela (continución), por Mercedes
Gutiérrez de Valle.—Miscelánea.—Sección religiosa.—Anuncios.
Á LA SANTA DOCTORA
TERESA DE JESÜS.
EN EL TERCER CENTENARIO DE SU MUERTE.
¡Dios te guarde, Teresa de Jesús!
La estrella precursora de la mañana destella transparente bajo el azul y oro de ese
firmamento que sirve de pórtico á la gloria.
Los sonrosados matices que anuncian el
nuevo dia comienzan á relucir por el Oriente
y al reñejo dulcísimo de la aurora desaparecen las nieblas de la noche, recobra su encanto el Universo y viste la tierra sus purpurinas galas.
El blando cefirillo cruza ligero figurando
el suave rumor que proyecta entre las ramas
el himno tiernísimo de la Naturaleza á su
Creador.
Y como armonizando en amoroso concierto, las aguas cristalinas del arroyo producen un murmurio delicioso retratando entre
sus linfas los purísimos cambiantes de la
luz.
Los pajarillos se estremecen de alegría al
primer anuncio del sol y vuelan presurosos
hacia el espacio como ansiando escuchar el
acento de los ángeles para trasmitir con delicados trinos sus inspiradas y celestes melodías.
Las flores de los pensiles entreabren sus
ECLESIÁSTICA.
DE SoTG Y C o R R O .
^
Horas de redacción, de 2 i
de la tarde.
pétalos brillantes de rocío y al susurro de
los vientos eleva.i sus corolas ávidas de r e coger el beso de las auras en cambio del tesoro de ambrosía que les regalan con su
aroma.
El pastor desterrando la pereza se cubre
con las pieles, apresta su ganado y entonando sus endechas se dirige hacia el verdoso
prado y sube contento como sus corderillos,
por lo más escabroso de los montes.
Las vírgenes del Señor derraman el incienso en los altares y levantan su espíritu
entre las acordes armonías del órgano y las
místicas notas de su garganta.
Todo, todo reunido parece que se confunde en una sola oración y en un cántico solo
para prestar su tributo de admiración á Dios
y bendecir á la naciente aurora.
Así el mundo entero se estremece hoy de
alegría al traer á su memoria tu recuerdo
que nace fulgurante como el rayo de sol entre las brumas.
La tierra solemniza el acontecimiento cubriéndose con sus más bellos colores.
El céfiro y el arroyuelo, las aves, las florecillas, los pastores y las vírgenes te saludan amorosos.
Y el músico te dedica los más cadenciosos
sones de su instrumento, el escultor la más
bella figura que producen sus cinceles, el
pintor la imagen mejor copiada de tu celeste
hermosura, y los poetas los más dulces preludios de su lira y el raudal de ternura y
sentimiento que brota de sus cantares.
Porque tú los inspiras con el influjo poderoso de tu saber inmenso y la sublime
grandeza de tu amor divino.
Porque no hay ser en el mundo que no se
sienta hoy poseído de infinito fervor y de
gracia misteriosa para ensalzarte y bendecirte.
ASTA REGIA.
La mano devastadora de los tiempos no
ha podido destruir tus obras que subsisten
como eterno monolito de tu sabiduría y como el dedo de Dios que nos enseña y encamina por los senderos de la luz.
No ha podido borrar tu nombre que nos
consuela y fortalece en las adversidades y
que se conserva intacto como la fe y embellecido por la aureola de los cielos.
Ni ha secado tu amor que vive encendido
en los corazones y que nos anuncia las dichas de la gloria por medio de la pureza y
la virtud.
El transcurso de los siglos no ha sido
bastante á desmoronar el magnífico monumento de tu grandeza.
Naciste para vivir eternamente y el mundo
te admira, te venera y se enaltece con tus
alabanzas.
Los primeros efluvios de la purísima llama que ardió en tu pecho se revelaron en
tu alma con el afán de padecer y el deseo del
martirio, y sufriste el dolor con la sonrisa
en los labios, y cruzaste errante peregrina
con los pies desnudos por el calvario de la
tierra, y el mundo te parecía estrecho para
esparcir la fe y fundaste nuevos templos
donde cimentar y fortalecer la religión.
Elevaste tus ojos á la altura, ansiosa de
buscar el purísimo consuelo de la gracia y
al divino explendor que descubrió tu vista
bajaste la mirada temerosa no juzgándote
digna de tan inmensa ventura.
Y aumentaste los trabajos, las privaciones
y los cilicios, pero en tu conciencia no existía la más ligera mancha del pecado, porque
tu alma se hallaba purificada con la virtud,
como el oro por el crisol.
Y tuviste arrobamientos, éxtasis y apariciones que te acercaron al Esposo y que el
mundo juzgó como visiones, procurando el
espíritu maligno confundirte sin conseguir
la ofuscación de tu inocencia, porque una
fuerza interior te sostenía y una voz misteriosa te gritaba: No temas, hija, yo soy; no
te abandonaré.
La infinita ventura de gozar de la presencia de Dios era tan grande, que no sentías
las llagas que laceraban tus miembros ni
las punzantes espinas que desgarraban tu
corazón, y lágrimas de dulzura descendían
por tus mejillas como los raudales de caridad y de ternura que brotaban de tu pecho.
Mas al fin el cuerpo fatigado, cansada la
materia, se rindió conmovida bajo el domi-
nio de la ley, y entre rayos de amor y de
alegría suprema, exclamaste inñamada como
lámpara bendita: Venid, Señor, venid, amado Esposo; ya en fin, llegó la hora, y voy á
salir de este destierro. Y tu espíritu se desprendió de sus endebles ligaduras para volar
al solio de la luz eterna donde el Padre
amoroso te aguardaba.
Desde entonces el aroma suavísimo de tu
alma se difundió por la tierra, y las auras y
las flores bebieron de tu fragancia, y los
músicos parlerillos y los tiernos trovadores
se inspiraron en tus cantares, y los artistas
y los sabios se engrandecieron con el estudio de tus obras, y la virgen y el sacerdote
elevaron sus más fervientes votos, aumentando sus virtudes con tu ejemplo, y el
mundo, todo se enorgullece con tu memoria
y te proclama con efusión Madre, Doctora y
Santa.
Por eso la Naturaleza entera regocijada
en este día se adorna con sus encantos y te
envía su amante salutación como si de nuevo hubieras venido á morar en este suelo.
Por eso los labios se entreabren y se mueven
temblorosos como si hubieran besado tus
vestiduras. Por eso todos los corazones conmovidos se sienten arder en sacro fuego como si los hubieras tocado con tu mano.
Pero sí, tú estás con nosotros, tu sabiduría nos enseña, tu santidad nos fortifica y tu
amor nos engrandece.
Porque tú eres la mujer sublime, la dulce
bienhechora y la escogida del Señor para el
mantenimiento de la fe en el mundo y la sagrada revelación de las maravillas de la
gloria.
Escucha mujer piadosa los acentos tiernísimos que te envío y acoge mi canto como
ofi-enda de férvida admiración.
Escucha mi humilde voz y derrama en mi
pecho que te adora los tesoros de tu ternura.
Inspírame con tu gracia y lleguen á tí mis
ecos en este día como sentida plegaria.
¡Teresa de Jesús, tus hijos te saludan cariñosos!
¡Yo también te saludo y te bendigo!
CAROLINA DE SOTO Y CORRO.
Jerez ; 15 de Octubre de 1882.
ASTA
Á LA SERÁFICA DOCTORA
S A N T A T E R E S A DE J E S Ú S .
Sol refulgente de la patria mia
Que hoy tu entrada en el cielo conmemora!
¡Salve, salve, Seráfica Doctora,
La luz que esparces y á la gloria guía!
Dame para cantarte en este día
Esa tu inspiración que me enamora;
Y hasta el solio en que estás llegue en buen hora
La humilde ofrenda que mi amor te envía.
¡Tú, que asentaste en sólidos pilares
De santa abnegación, la fe más pura
Cultivada en la cima del Carmelo!
¡Vuelve tus ojos á los patrios lares;
Y pues los cubre hoy la niebla oscura.
Con tu potente mano rasga el velo!
M."
DE LOS
DOLORES
LANDERAS.
Jerez : 15 Octubre 1882.
Á SANTA TERESA DE JESÜS
EN EL T E R C E R C E N T E N A R I O DE SU
MUERTE.
SONETO.
Bajó del cielo rayo misterioso
É iluminó su mente peregrina,
Y á raudales vertiendo su doctrina
Fué el iris de la fe más poderoso.
Su corazón sublime y generoso,
.\unque sentido de mundana espina,
Al dolor de la vida no se inclina,
Sino al poder de Dios, su ídolo hermoso.
En su retiro tierna y arrobada
Su espíritu Sutil ve por doquiera
Que lleva el pensamiento y la mirada,
Esa perspicua y milagrosa esfera,
Que le llama incesante á su morada.
Do la corona de su Dios le espera.
S.
HIDALGO.
Cádiz : 1882.
NECROLOGÍA.
SANTA TERESA DE JESÜS.
Nació Santa Teresa de Jesús en la ciudad de
Ávila el 12 de Marzo de 1515.
Sus padres, personas cristianas y de noble estirpe, fueron Alonso Sánchez de Cepeda y D.» Beatriz
de Ahumada, siendo Teresa la menor de tres hijos
que tuvieron.
Desde sus más tiernos años demostró la niña tan
grande capacidad, viveza y elevación de sentimientos, que sus padres pusieron un especial cuidado
en el esmero de su educación, siendo la más dulce
REGIA.
inclinación de aquélla una profunda devoción á la
Santísima Virgen.
Sus primeros ejercicios fueron la lectura espiritual de los libros piadosos, y en ello tomó tan grande gusto, que impresionada vivamente á la vez que
otro hermanito suyo, llamado Rodrigo, al que también gustaban las cosas santas, decidieron j u n t a mente, siendo Teresa de siete años y el niño de
diez, marchar en secreto al África á ser martirizados por los moros; pero habiéndolos encontrado en
el camino un tío suyo, los recogió volviéndolos á
su casa.
Desde entonces, entregada la niña en continua
oración, se la escuchaba repetir con frecuencia:
¡Para siempre, para siempre, para siempre'. Y
ambos hermanos, deseosos de la oración y el recogimiento, fabricaron unas celditas en la huerta de
su casa, preludio de los conventos, que más tarde
habia de fundar la Santa.
Pero estos piadosos ejercicios se interrumpieron
cuando murió su madre, teniendo Teresa doce años,
pues la lectura de novelas y otros libros la enfriaron hasta el extremo de apetecer las galas y los
goces de la vida; mas habiéndose apercibido su
padre, puso fácil remedio, metiéndola de seglar en
un convento de Agustinas.
Allí volvieron todas sus antiguas y santas inclinaciones, y rogó con tanto fervor á la Virgen que
la tomara por hija, que aquella dulce Madre fué su
más tierna protectora.
Una grave enfermedad que tuvo, obligó á su
padre á sacarla del convento, y algo restablecida,
la mandó á una aldea, encontrando cerca de allí á
un ermitaño, pariente suyo, con cuyo trato se encendió más en ella el deseo de abrazar el estado
religioso.
Habiendo conseguido difícilmente el permiso de
su padre, que se oponía, y contando ya veinte años,
hizo su entrada en el convento de las Carmelitas
de Ávila, el 2 de Noviembre de 1535, y al año siguiente profesó, dedicándose por completo y con
grande ardor á los ejercicios m á s penosos y á las
mayores penitencias.
E s t a clase de vida tan austera en su delicada
complexión, la ocasionaron enfermedades y dolores
tan violentos, que alteraron para siempre su salud.
Viéndola en este estado, y no siendo en aquel
tiempo forzosa la clausura de las monjas, llevóla el
padre á su casa, con el fin de atenderla; mas allí,
el día de la Asunción, le atacó un síncope tan fuerte, que estuvo en un desmayo por espacio de
cuatro días, teniéndola todos por muerta, y estos
ataques le repitieron durante tres años, hasta que
se encomendó devotamente al patriarca San José,
por lo cual hizo luego cuanto pudo por extender el
culto de este Santo.
Sobrevino la muerte de su padre al cabo de pocos
años, por lo que tuvo que hacer varias salidas del
convento, y descuidóse un tanto en sus devociones;
mas habiéndose fijado un día en una lámina que
ASTA REGIA.
representaba al Señor en el paso de los azotes, se
fortaleció su alma por completo.
No juzgándose digna de las gracias que recibiera
y de los favores que le concedía el cielo, llegó á temer que fueran ilusiones de su fantasía, viéndose á
la vez mortificada por aquellos que la calificaron de
extravagante, ilusoria y embustera, hasta que habiendo consultado con un sabio confesor de la Compañía de Jesús, resolvió con sus claros consejos la
verdad de sus incerdumbres, y halló la más inmensa dicha en las mortificaciones.
Habló también de sus dudas con San Francisco
de Borja, que llegó por entonces á Avila, y aquel
grande santo hizole ver que se hallaba verdaderamente inspirada por el Espíritu Santo, y llena de
profundo reconocimiento se dedicó á las dulzuras
de la contemplación y á la mayor limpieza de su
alma.
Entonces fué cuando le vino aquel rapto en que
le pareció escuchar por vez primera que le hablaba
el Señor y le decía que en adelante su conversación
sólo habría de ser con ángeles.
Habiendo perdido á su confesor, tomó á otro,
muy sabio y virtuoso, también de la Compañía de
Jesús, llamado el P. Baltasar Alvarez, que la incitó á seguir por el camino de la perfección.
Se repitieron sus éxtasis, sus raptos y sus divinas visiones; mas tan incrédulo se hallaba el mundo que dudaron de la verdad, y hasta personas religiosas hubo que creyéndola ilusa ó poseída intentaron delatarla al Santo Tribunal y exorcisarla,
mas todo este martirio de la Santa no sirvió más
que para atestiguar su virtud y para que la voz del
Señor la consolara ofreciéndole su amparo.
No sabiendo Teresa cómo manifestar al cielo su
gratitud, pensó en la reforma de la religión, y desde aquella hora no tuvo instante de descanso hasta
hallar los medios de comenzar sus fundaciones,
siendo la primera, á pesar de los inconvenientes, de
las sátiras, y de las trabas que se opusieron á su
obra, el convento de San José, en el cual se instaló
con cuatro doncellas virtuosísimas, el día 24 de
Agosto de 1562.
Tantos progresos hizo la sagrada semilla que
difundió por la tierra, que aumentándose considerablemente el número de sus hijas se vio obligada
á continuar la reforma y multiplicar las fundaciones, llegando en menos de doce años á establecer
los conventos de Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba, Segovia. Veas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la
Serena, Palencia, Soria, Burgos y Granada.
No se limitaron aquí sus fundaciones y reformas,
que también las llevó hasta las instituciones de los
frailes, siendo entre otras reglamentada con su
grande celo y fervor, la de los Carmelitas descalzos.
Su ilustración y su ciencia la llevaron hasta lo
sublime y prueba quedó de ello en el fecundo raudal de sus hermosos escritos que admiraron por
sus maravillosas enseñanzas.
Después de la historia de su vida que por orden
de sus confesores escribiera,' compuso el Tratado
de la perfección y la historia de las Fundaciones
de sus conventos. Siguió después el Castillo del alma, y á este precioso libro el tratado de Los Pensamientos del amor de Dios sobre el Cántico de los
Cánticos, de cuya admirable obra, sólo pudo conservarse un trozo que se encontró en la celda de
una monja; y después escribió El camino de la
perfección; Instrucciones sobre la oración mental;
Meditaciones para después de la Comunión; y una
interesante y bellísima Colección de Cartas. Todas
estas obras fueron fiel testimonio de su talento y
de la grandiosa virtud que atesoraba su alma, á la
vez que modelos de belleza por su estilo y erudición.
Muchas y extraordinarias apariciones é infinitas
palabras de consuelo le concedió el Señor, pues se
hallaba su pecho tan abrasado en el amor del cielo
que era su mayor afán las oraciones, la penitencia
y la hermosa propagación de la fe, siendo su más
ardiente anhelo y su mejor divisa ó padecer ó
morir.
Entre sus frecuentes arrobamientos cuando Jesús se le mostraba, quedó en una ocasión tan grande claridad en torno de ella que vio á su lado á un
Serafín hermoso con un dardo de fuego que le atravesaba el corazón, imagen del amor divino en que
se ardía su alma.
Varios fueron los Santos que tuvieron la dicha
de conocer á Santa Teresa y de apreciar sus méritos y virtudes, siendo entre otros San Francisco de
Borja, San Juan de la Cruz, San Pedro Alcántara
y San Luis Beltrán.
Habiendo llegado ya la Santa á la edad de sesenta y siete años y sintiendo que su salud desfallecía por momentos y su cuerpo se debilitaba, encomendó á todas sus hijas la observancia de las
reglas, el amor á Nuestro Señor y á la Santísima
Virgen, y la particular devoción á San José; y llena
de dolores, sintiéndose morir, llegó á la ciudad de
Alba, donde dispuesta con la mayor alegría, preparó cristianamente su alma confesando y comulgando y fija la mirada en la imagen de Jesús, llamó
ardorosamente al Esposo amado y repitiendo muchas veces: Yo soy hija de la Iglesia, entregó su
espíritu á Dios con dulzura y mansedumbre, el 4
de Octubre de 1582. Fué el año en que se enmendaron los tiempos quitando los diez días que andaban de sobra y adelantados, y así el día siguiente
se contaron 15 de Octubre.
A la muerte de la sublime Doctora Santa Teresa
de Jesús, sucedieron muchos portentosos milagros,
siendo de los más admirables, la blanca y celestial
paloma que en el momento de espirar se estuvo
cerniendo sobre su cabeza, la alegría y la perfecta
hermosura que se observó en su rostro y la grandiosa y divina claridad que resplandeció en torno
de ella, asi como el fragante olor que se exhaló de
su sagrado cuerpo.
C. DE S.
ASTA REGIA.
A LA SUBLIME
La campana de la iglesia dejó escuchar
diez metálicas vibraciones.
Florencio se levantó.
Sus amigos le miraron atentamente.
Astro que brilla en los cíelos
Estaba
pálido... con esa palidez nerviosa
con luz refulgente y pura,
flor de célica hermosura
que denota una lucha intensa.
que viertes fragante olor;
—Voy á cometer una falta imperdonable,
Dame inspiración bendita,
—dijo.—Voy
á hacer desgraciado un corapara que en amor deshecho,
zón
que
ha
tenido
la debilidad de creerme...
te cante mi amante pecho
Vosotros que me habéis precipitado, seréis
con fe y con sublime ardor.
los culpables...
Fuiste para el bien divino
Y se dirigió al lugar de la cita.
por el Señor destinada,
Entonces recordó el sueño de la noche any de gloria coronada
con esplendor celestial.
terior; entonces las dulces y tranquilas hoMas sufriste del averno
ras de su pasada existencia; entonces las
las horribles tentaciones,
puras oraciones del niño, las santas caricias
y con santas oraciones
de la madre y los tiernos cuidados de la este alejaste de su mal.
posa.
Fuiste la fuente sagrada
La lucha empezaba fuerte y gigante.
que en la cumbre del Carmelo
—¡Pobre Elena!—murmuró.—La amo porderramó el dulce consuelo
que
es buena y hermosa; pero no puedo hade la hermosa religión.
cerla
feliz... Estoy ligado á otra mujer...
Y fuiste para los hombres
cual faro de bienandanza
Triste esposa mía... ¡qué desgraciada la he
que divisa en lontananza
hecho también!
la barquilla sin timón.
En este instante, como ángel de luz, cruzó
entre las verdes ramas la bella imagen de
¡Oh venerable Doctora!
¡oh mujer humilde y fuerte!
Elena.
¡en mi pobre pecho vierte
Florencio vaciló como la débil hoja del
tu ternura y tu piedad!
jazmín
sacudida por el soplo de agitada
¡Coróname de virtudes,
brisa.
y cual pobre peregrino,
haz que siga yo el camino
Allí estaba su amor infinito... mas allá...
que conduce á la verdad!
en la aldea de sus mayores, su deber mancillado, y en lo profundo de su alma la santa
Alumbra mi entendimiento
voz de la conciencia llamándolo ajuicio.
con tu ciencia bienhechora;
dame ¡oh santa fundadora!
El bien y el mal luchaban cual loco torbeun rayo de tu saber.
llino en la cabeza del infeliz Florencio.
Derrama sobre mi frente
La tentación le sonreía.
de tu luz pura un destello,
La virtud lo llamaba.
y en mi alma imprime el sello
El remordimiento se levantaba imponente
de tu infinito poder.
en su angustiado pecho.
Deja que ensalce, Teresa,
La tiniebla cegó la luz... pero la luz voltu nombre puro y bendito,
vió
á surgir entre las tinieblas.
tu amor hacia lo infinito,
Florencio hizo un esfuerzo supremo y
tu ciencia y tu caridad.
Deja que á tus pies de hinojos
apartó las ramas que lo separaban de Elena.
coloque esta humilde ofrenda,
¡Quién sabe si en aquel momento el rayo
¡y abre á mis ojos la senda
de la alegría brilló esplendoroso en la frente
de la augusta eternidad!
de su ángel tutelar! ¡Quién sabe si la sonM. LAGOS Y ROMERO.
risa del cielo vino á caer como gota de vivificante rocío sobre su cansado espíritu para alzarlo del lodo en que yacía!
PÁGINAS DE LA HUMANIDAD.
Algo debió aparecer en su mirada, pues la
joven lo miró sorprendida.
(Continuación.)
—¡Elena!—la dijo Florencio.—Perdón paLas horas sucedieron á las horas entre la ra un desgraciado... No soy libre... cometí
alegre algazara de la campestre fiesta.
el delito de engañarla, mas me arrepiento ds
ASTA REGIA.
mi culpa... El brillo de vuestra virtud no
debe empanarlo mi aliento envenenado. Dadme una palabra de conmiseración y marcharé tranquilo. Olvidadme, pero no maldecidme.
Elena palideció primero, enrojeció después, y llevándose ambas manos á la frente,
murmuró con apagado acento:
—Gracias por su confesión... Yo le perdono con toda el alma... Adiós para siempre!...
Florencio cerró los ojos casi desvanecido.
Cuando los abrió había desaparecido Elena, y le rodeaban sus amigos, que todo lo
habían escuchado ocultos tras unas matas.
Su conducta no dejó de causar efecto, y la
fiesta campestre concluyó triste y pesada.
Cuando el hombre se levanta sobre su esfera común, lo domina todo, todo lo fascina
y lo encadena á sus obras.
Las horas que siguieron á aquel día fueron todas de dulce quietud para el joven.
Pero ¡ah! su pasado extravío había producido frutos de dolor.
Al volver á su aldea se encontró solo y
desamparado.
Aquella lágrima cristalizada que vio en
sueños en los ojos de su desdichada esposa,
fué la última que le hizo verter su ingratitud.
Entre él y Elena flotaba el cadáver de una
mártir.
Su felicidad era imposible.
¡Qué pequeño se mostró durante su vida
de vicios y escándalos!
¡Qué grande cuando venciéndose ú sí mismo midió la fuerza divina de su espíritu con
la fuerza también poderosa do sus pasiones!
Entonces fué el verdadero héroe, y las
palmas de su valeroso vencimiento fueron
las más grandes que |)ued(in recogerse en el
campo do las humanas luchas.
Grandeza para el corazón y tranquilidad
para la conciencia; es decir, la luz de la gracia imperando sobre la tenebrosa tiniebla del
abismo.
IV.
Así como retumba la voz de la tempestad
en las concavidades délos montes, asimismo
resuena la voz de Dios sobre la liumana criatura.
Nace en ella el pecado... se sustenta el crimen... Pero ¡Á quién le es dado penetrar en
los profundos misterios de su corazón?
Seres habrá sobre la tierra que asomen á
sus labios la sonrisa del placer, y sin embargo, viertan en su pecho el cáliz de la
amargura.
¿Quién escucha el llanto del culpable?
La noche lo oculta con sus sombras... el
antifaz de la hipocresía lo oculta ante la curiosa mirada del mundo; pero sin embargo,
Dios lo oye, Dios lo ve. Dios lo impone como
ley de su justicia.
Há diez y nueve siglos que la sangre del
Señor cayó sobre la ciudad deicida.
El mismo pueblo judío .se dictó su terrible
sentencia.
«Caiga su sangre—dijo—sobre nosotros y
sobre los hijos de nuestros hijos.»
Y en efecto; desde el día tremendo en que
en el monte de las Calaveras ó Gólgota se
terminó la tragedia divina, esa raza proscrita vaga por la tierra cual perdida caravana en los dilatados arenales del desierto.
No es una fábula su terrible destino. E s critores sagrados y jirofanos lo han atestiguado; el viajero lo ve y observa en sus investigaciones profundas.
Hasta el árabe rechaza al judío, que tiene
sus barrios apartados donde vivir; pero ni
aun así puede estar tranquilo, |)orque es
echado á veces como perro leproso.
ROSA MARTÍNEZ
DE L A C O S T A .
(Se concluirá.)
EL ÁNGEL DEL CONSUELO
POR MERCEDES GUTIÉRREZ DE VALLE.
(Continunciún.)
Elvira vaciló, lloró; un momento, el egoísmo y el
amor triunfaron; pero el delíer, la abnegación, levantaron en su alma su poderoso eco... ¡Es preciso!... murmuró mirando al cielo con resignación.
Dos horas después, almorzaba con Clemencia,
que estaba amable como siempre: un criado vino á
decirles, que acababa de llegar un carruaje, y el
conductor preguntaba por la señorita de Azcoitia.
Clemencia la miró interrogándola: Elvira contestó grave y sencillamente:
—Sí, es mi coche... y dijo al criado:—haga V. el
favor de ayudar al cochero á colocar mi equipaje.
—¡Cómo!—esclamó Clemencia tratando de disimular su alegría;—¿se marcha \:i
—Si V. no dispone otra cosa, sí.
—Sin esperar al regreso de mi tia...
—Me despediré escribiéndola...
—Veo que es V. inexorable... A pesar de todo,
debía esperar á que mi tía volviese.
A S T A REGIA.
—¡A pesar de todo!... repitió Elvira ¡oh! no necesita V. recordar que debo marcharme...
Media hora después, Elvira salía de la quinta;
sus ojos empañados contemplaron hasta perderse
de vista aquella mansión encantadora.
¡Qué diferente era aquel viaje, al que diez días
antes había hecho con Carlota!
Apoyado el brazo sobre la ventanilla, absorta en
los recuerdos de aquellos diez días de tan diferentes
sensaciones, en su alma empezaba una de esas luchas, uno de esos dolores sin nombre; dolores para
los que son pálidas todas las descripciones.
Los hombres ignoran lo que es el sufrimiento en
la mujer: no poseen ni el sentimiento delicado de
sus afectos, ni la exquisita sensibilidad de su alma;
ellos dan espansión á un dolor, y lo disminuyen comunicándolo; la mujer lo reconcentra, lo oculta y á
semejanza del fuego que se alimenta bajo la ceniza,
su calor es más intenso que el que ha vivido al aire
libre.
En nada de esto pensaba Elvira: sufría por Carlos, por su amor á Clemencia... sufría porque sentía
sobre sus labios el contacto abrasador de sus labios... y ¡ay! aquel recuerdo tan sólo le hacía desear
morir!...
Se apretó las sienes que le latían violentamente;
una idea tenaz se apoderó de su cerebro; las palabras que Clemencia le refiriera atribuyéndolas á su
primo, se clavaron en su corazón con caracteres
de fuego.
—¡Me desprecia!... gimió dolorosamente, y se
dejó caer en el fondo del carruaje como una masa
inerte: la campiña, las casas que empezaban á aparecer, el sol que entrando por la portezuela la bañaba, nada veía, nada sintió.
Elvira salió del largo paroxismo de su dolor al
sentir detenerse el carruaje.
Descendió lenta y tristemente del coche, y contra
su costumbre, no tuvo para los que la rodeaban ni
una mirada, ni una palabra.
La anciana Gertrudis le tendió los brazos.
—Hija mía!... ¡oh! qué pálida vienes!...
Elvira quiso sonreír y la sonrisa se apagó en sus
labios.
—¡Vienes enferma!... volvió á exlamar Gertrudis.
—¡Oh, no! pero deseo estar sola. Si viene alguien
di que no puedo recibir.
Y subió lentamente la escalera, dejando á la anciana consternada.
—¡Dios mío!... murmuró, si será posible que la
amistad de doña Carlota sea tan funesta á la hija
como á la madre... ¡oh, qué tendrá!...
CAPÍTULO XL
Habrían pasado seis días.
Una tarde, Elvira se hallaba orando en la ermita
del consuelo.
Poco después, una pobre mujer penetró en la
capilla.
Arrodillóse ante la Virgen, y en breve copioso
llanto brotó de sus ojos.
Elvira miraba compasivamente á la pobre mujer,
olvidando sus propios dolores; esta parecía no haber reparado en la joven, que la oyó murmurar entre sollozos:
—¡Madre del Consuelo!... Muéstrate piadosa como siempre: mi marido está enfermo... mis niños
hambrientos... ¡Ay, Madre mía!... Si no nos socorres ¿qué va á ser de nosotros?
Elvira sintió en su alma una inmensa piedad.
Salió de la ermita ocultándose entre los árboles.
De allí á poco, la anciana salió de la capilla. Elvira la siguió sin ser vista.
Se detuvo en la puerta de una humilde casa; tres
criaturas harapientas, descoloridas, se agruparon á
su alrededor, exclamando:
— ¡Madre!... ¡Madre!... ¿Nos traes pan?...
Un gemido sordo y prolongado contestó á aquella
exclamación.
—¡Hijos de mi alma!... Sabed que vuestro abuelo
está enfermo... que mañana nos arrojan de esta
casa... ¡oh!... no he encontrado quien me dé un
pedazo de pan para acallar vuestra hambre!
Elvira oyó desde una puerta inmediata donde se
había ocultado aquellas desgarradoras palabras, y
se alejó de allí, murmurando:
—Gracias, Dios mío... porque me proporcionas
lágrimas que enjugar!...
(Se continuará.)
MXSGBLÁNEAx
D e s p u é s de la s o l e m n e fiesta r e l i giosa celebrada en honor de nuestro Santo
Patrono San Dionisio, tuvo lugar el día 9
en el Excmo. Ayuntamiento el acto conmovedor y por demás meritorio de la adjudicación de premios en metálico á varios pobres
que por su honradez y virtudes los merecieron.
El señor D. Gumersindo Fernández leyó
una sentida y brillante Memoria relativa á
tan glorioso acto.
Hechos de esta naturaleza enaltecen á los
pueblos y honran en alto grado á los Municipios que los realizan.
Nuestro querido amigo y compañero en los trabajos periodísticos, el ilustrado
Doctor en medicina D. José'M.' Escudero y
Franco, ha recibido una atenta y expresiva
comunicación del señor Alcalde en la cual
le participa la entusiasta acogida que el
Excmo. Ayuntamiento ha hecho de la notable Memoria sobre los medios de combatir
y estirpar la viruela, escrita por el señor
Escudero. También como justo premio á
tan digno trabajo, el Ayuntamiento ha decidido hacer una edición para su mayor publicidad.
Damos á nuestro amigo, muy particular-
8
ASTA REGIA.
mente, la más merecida enhorabuena, y á
la vez toda la redacción de ASTA REGIA lo
felicita desde sus columnas.
H e m o s tenido e l g u s t o de recibir
un precioso opúsculo que con el titulo de
Páginas gaditanas acaba de dar á la publicidad el ilustrado y erudito señor, distinguido amigo nuestro, D. Servando Arbolí,
dignidad de Capellán mayor de San Fernando en la Catedral de Sevilla.
Dicho trabajo impreso en un elegante folleto, se halla precedido de una carta del
Excmo. é limo. Sr. Obispo de Barcelona, y
contiene un juicioso examen critico que el
señor Arbolí hace de su tío el sabio orador
sagrado y eminente señor, Obispo de Cádiz,
D. Juan José Arbolí, y el sermón panegírico
de los Santos mártires patronos de Cádiz,
San Servando y San Germán, predicado por
dicho memorable Obispo en 1827.
Enviamos las más espresivas gracias á
D. Servando Arbolí por su galantería al remitirnos el expresado folleto, á la vez cjue
nuestra más sincera enhorabuena por la mteresante reunión de tan bellísimos como excelentes trabajos.
L a e m p r e s a del ilustrado p e r i ó d i c o
de modas París-Charmant, afanosa por expresarnos su consideración, ofrece un número de su interesante revista á aquellos de
los suscritores de ASTA REGIA que bien directamente ó por nuestra mediación deseen
pedirlo, probando que son abonados nuestros y remitiendo la dirección de su domicilio.
Del interés, belleza y utilidad de la expresada revista, podrán enterarse mejor por el
anuncio que en el correspondiente lugar insertamos.
SEGGXON R)ei,XGXOSA<
S a n t o s d e l C a l e n d a r i o (para la presente semana).
Lunes 16.—San Galo, abad.
Martes 17.—Santa Eduvigis, duquesa de Polonia.
Miércoles 18.—San Lucas, evangelista.
Jueves 19.—San Pedro Alcántara.
Viernes 20.—San Feliciano, obispo.
Sábado 21.—Santa Úrsula y San Hilarión, abad.
Doniingo 22.—Santa María Salomé, viuda.
Jubileo Circular.
Días 10, 17 y 18.—Sn San Lucas.
Días 19, 20 y 21.—KK. de Madre de Dios.
Día 22.—San .Inan de los Caballeros.
CULTOS.
Con motivo de celebrarse el día 18 de este ines al
Santo Evangelista San Lucas en la parroquia de que
es titular, estará el santo .hdjileo circular los días 16,
17 y 18, los dos primeros días por las almas del señor Marqués del Mérito y su esposa Sra. D.» Angeles
Garvey (q. e, p. d.), y el último día en sufragio del
alma del Sr. D. Pedro Zurita (q. D. h.). El 17, á las
cuatro y media de la tarde, se cantarán, como de costumbre, solemnes vísperas, y el 18 á las diez será la
función matutina, con misa también solemne y pane-
gírico del Santo, que predicará un Padre de la Compañía de Jesús. Por la tarde á las cuatro y media se
cantarán segundas vísperas, y acto seguido se sacará en procesión á Su Divina Majestad por el interior
del templo, terminándose con bendición y reserva.—
La Santidad del Papa Sr. Pío VI concedió indulgencia
plenaria y remisión de todos sus pecados perpetuamente á todos los fieles que habiendo confesado y
comulgado visitasen la iglesia parroquial de San Lucas, rogando por los fines de Nuestra Santa Madre la
Iglesia, desde las primeras vísperas hasta puesto el
sol del día siguiente.
El 19 por la noche, después del santo rosario, ejercicios del Patriarca San José en dicha parroquia.
—Hoy es el último día del solemne triduo que para
solemnizar el tercer centenario de la gloriosa muerte
de Santa Teresa de Jesús, se viene celebrando en la
iglesia del Carmen á las cinco y media de la tarde,
con sermón á cargo del Sr. D. Francisco de P. Fedriani, presbítero de Cádiz.
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si se remite libranza,) la suma de
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la suscriciüH de
(seis meses ó un año), « la edición
(indicar si la edición es en negro ó iluminada).
Sra. D.'
Habitando cu
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13 »
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7 »
L DOCTOR EN MEDICINA Y CIRUGÍA D. VITALIO
de Coloma, ha trasladado su domicilio á la calle
E
de las Cruces, núm. 1.
Imprenta de «El Guadalete,» á cargo de D. Tomás Bueno.
Galle Compás, núm. 2.
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