el patrimonio artístico español en 1939: ¿cambio de rumbo en la política cultural republicana?1 Rebeca Saavedra Arias Universidad de Cantabria Durante la Guerra Civil española los diferentes gobiernos republicanos pusieron en marcha y desarrollaron una política de protección y conservación del Tesoro Artístico Nacional de gran calado. No sólo las medidas de protección sino también los métodos desarrollados por los técnicos para conservar y restaurar las obras sirvieron como ejemplo tanto para los especialistas de los museos como para los propietarios de colecciones privadas durante la Segunda Guerra Mundial. Las iniciativas fueron innovadoras y en la mayoría de los casos dieron lugar a buenos resultados, gracias a lo cual, finalizada la contienda, las principales obras de arte de titularidad pública se encontraban en perfectas condiciones. La protección del Patrimonio Artístico2 por parte de las autoridades republicanas3 está unida a la política cultural desarrollada por la República entre 1931 y 1933, que, a su vez, era el resultado de la materialización práctica del concepto que de la función de la cultura4 manejaban las diferentes familias políticas y sindicales de la izquierda. A la altura de 1930 todavía existía en España una enorme barrera cultural que separaba a la mayoría de los españoles, campesinos y obreros industriales, de un grupo selecto de individuos pertenecientes a los estratos más elevados de las clases medias y altas. Las tasas de analfabetismo eran muy elevadas, especialmente, entre la población femenina. En esta España de fuertes contrastes convivían imaginarios colectivos5 sustancialmente diferentes, lo que implica una interpretación del mundo y la sociedad distinta, e incluso incompatible. Como consecuencia de esto, maduraron discursos culturales diferentes, con significados propios, que dieron lugar a diferentes actitudes y respuestas ante el problema cultural antes, durante y después de la guerra. Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, la mayor parte del mundo intelectual la apoyó. El nuevo régimen se asentaba en un potente sustrato cultural que había modelado a buena parte de la esfera intelectual y la 1 elite científico– cultural española. Las raíces del discurso republicano las hallamos en las diferentes visiones de las Generaciones del 98, del 14 y del 27, en el pensamiento krausista,6 en los principios y el sistema educativo característico de la ILE (Institución Libre de Enseñanza),7 en la comunidad estudiantil de la Residencia de Estudiantes y en su análoga de Señoritas,8 en las concepciones positivistas, etc. Los republicanos concebían la cultura como el eje vertebrador de la sociedad, de hecho, su objetivo era convertir a España en un Estado moderno, homogéneo y liberal a través de la expansión de la educación y la cultura. Por eso, cuando se produce el alzamiento militar que desemboca en la guerra, ese objetivo esencial de la política reformadora del primer bienio no desaparece sino que se transforma. La política cultural se pone al servicio de las necesidades de la República y del esfuerzo bélico, gracias a que la mayoría de los intelectuales y artistas se posicionan con el Frente Popular y colaboran en la guerra cultural y propagandística para amplificar la voz y el apoyo de la comunidad nacional e internacional para con la causa frentepopulista. Además, es importante recordar que, durante la guerra, el mundo artístico desempeñó un papel importante como catalizador y transmisor de los valores, principios y símbolos de la sociedad española. Los principales problemas a los que se enfrentaron las autoridades republicanas en los primeros meses de la guerra para salvaguardar la riqueza artística fueron la destrucción del patrimonio artístico de la Iglesia y la incautación indiscriminada de las colecciones privadas de arte por parte de las organizaciones obreras. El 23 de julio de 1936 para tratar de solucionar estos problemas se crea por iniciativa de la Alianza de Intelectuales Antifascistas9 la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico. Posteriormente, una vez se hubo estabilizado la situación, el Ministerio de Instrucción Pública,10 a cuya cabeza estaba Jesús Hernández, y Josep Renau como Director General de Bellas Artes, crea el 5 de abril de 1937 la Junta Central del Tesoro Artístico con sus Juntas Delegadas Provinciales y sus Subjuntas Locales correspondientes. Desde el inicio de la guerra hasta el decreto de 9 de abril de 1938 el conjunto de Bienes de la República y la administración del Patrimonio Artístico Nacional habían estado bajo la jurisdicción del MIP. La política cultural republicana había estado encaminada a concienciar a la población de la necesidad de proteger el Patrimonio Artístico Nacional como un bien común de los españoles, ya no sólo por su enorme valor material, incalculable, sino sobre todo por su importante valor cultural. Para inculcar estas ideas, pero también para lavar la maltrecha imagen de la República ante la opinión pública internacional, se llevó a cabo una ingente labor propagandística que se centró en la difusión de toda la labor realizada para la protección, conservación, fomento y difusión del arte y la cultura. A pesar de todos los logros conseguidos, la tarea no había sido nada fácil, la crudeza de la guerra y la inadecuación de algunas decisiones11 habían puesto en peligro en varias ocasiones parte del Tesoro Artístico. El Gobierno había pro2 tegido estatuas y monumentos, recogido y almacenado las obras e incluso había evacuado una selección de las piezas más importantes desde Madrid a Valencia y después desde Valencia a Cataluña, con el fin de no perder su control directo en ningún momento. Esta última decisión fue especialmente controvertida, y suscitó aún más polémica, ya que muchos entendieron que el Gobierno quería mantener el control del Patrimonio Artístico para usarlo como activo económico. Sin embargo, a pesar de haber indicios claros de la participación en el mercado negro de obras de arte de algunos funcionarios y cargos públicos de ambas retaguardias, cabe señalar, que a lo largo de la guerra, las autoridades competentes trataron de frenarlo, si bien, con escaso éxito en ambos casos.12 Cuando en abril de 1938 el Gobierno Negrín decide que el conjunto del Tesoro Artístico Nacional pase a manos del Ministerio de Hacienda todas las alarmas se disparan.13 La actitud, que era incomprensible si se tiene en cuenta toda la labor realizada por los responsables del MIP desde julio de 1936, provocó que la inquietud de sus antiguos responsables y de las autoridades museales europeas por el futuro del patrimonio se incrementase notablemente. Unos días antes, Miguel Hernández y Josep Renau salían del Gobierno siendo sustituidos por Segundo Blanco y Francesc Galí, respectivamente. ¿Cuál era el objetivo de esta medida? La respuesta aún hoy es una incógnita. A mediados de 1938 el curso de los acontecimientos bélicos dejaba cada vez más claro que la balanza se estaba inclinando a favor de los sublevados, la presión ejercida por las tropas de Franco era cada vez más fuerte y el frente republicano comenzaba a desmoronarse sin remedio ante el avance de las tropas enemigas.14 El gabinete de Gobierno se enfrentaba a la inminente división de la retaguardia republicana, la situación era realmente grave, ya que el Patrimonio Artístico evacuado a Valencia corría el peligro de caer en manos del enemigo, del pueblo, de los soldados o de ser destruido en el fragor de la batalla. La posibilidad de perder el control sobre el grueso de los bienes artísticos atormentaba a buena parte de los miembros del Gobierno,15 pues a estas alturas de la guerra y después de haber destinado una considerable cantidad de recursos materiales y personales para protegerlo de su destrucción supondría un fracaso imperdonable, amén de una pérdida irreemplazable para la herencia cultural mundial. El ejecutivo finalmente decide trasladar de nuevo las obras a Cataluña, donde había fijado su residencia desde mayo del 37, para almacenarlas en un lugar más seguro y cercano a la frontera francesa. Los castillos de Perelada y Figueras se convirtieron en almacenes improvisados, así como las minas de talco de La Vajol. A finales de 1938, el juego de fuerzas estaba ya totalmente desequilibrado entre los bandos beligerantes, ya que mientras los nacionales avanzaban rápidamente, los republicanos se replegaban lo más lentamente que podían para dar tiempo a que la población civil evacuara el país. Ante esta situación el pintor profranquista, José María Sert, se pone en contacto con el Secretario General de las Naciones Unidas, Joseph A. Avenol, con el 3 fin de gestionar la salida de España bajo su supervisión de los Bienes Artísticos almacenados en Cataluña. Ante la negativa a actuar de la Sociedad de Naciones la preocupación por la suerte de los bienes artísticos españoles entre los dirigentes de los museos extranjeros comienza a acrecentarse hasta tal punto que se decide crear una asociación internacional, desvinculada de la Sociedad de Naciones y de los gobiernos estatales de los países donde se encontraban los museos participantes, que gestionase la salida de España de su Tesoro Nacional, con el fin de evitar daños irreparables sobre el mismo. Los participantes, por tanto, intervenían exclusivamente a título personal. Dicha asociación recibió el nombre de «Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles», entre sus miembros se nombró presidente al francés D. David-Weill,16 Presidente del Conseil des Musées Nationaux, miembro del Institut de France y de la Académie des Meaux-Arts y Vicepresidente de la Union Centrale des Arts Décoratifs. La gravedad de los acontecimientos obligó a las autoridades republicanas a contemplar la eventualidad de una intervención extranjera, puesto que eran conscientes de que no se podrían asegurar su protección durante mucho más tiempo. Cuando se crea el Comité Internacional, las autoridades republicanas se mantiene al margen, al igual que el Gobierno de Burgos, no obstante, ninguno de los dos ejecutivos españoles vio con buenos ojos esta ingerencia extranjera. La situación acabará precipitando los hechos y el Gobierno de Negrín tendrá que dejar a un lado sus desconfianzas para poner a salvo las obras de arte. El 22 de enero de 1939 se desploma el frente y el Ejecutivo se ve obligado a ordenar la evacuación inmediata de Cataluña. El 26 cae Barcelona, el 28 las autoridades francesas abren la frontera a los civiles que se agolpaban ante ella y el 5 se permite el paso a todos aquellos soldados que pasen desarmados. Cerca de medio millón de republicanos españoles cruzan la frontera con Francia en medio del caos y las bajas temperaturas. Una representación del Comité Internacional viaja a Perpiñán y a Figueras, y entre el 2 y el 3 de febrero se llevan a cabo las difíciles negociaciones que darán lugar al conocido como «Acuerdo de Figueras». La discusión se centra en las exigencias del gobierno de la República que pedía insistentemente que se establecieran como condiciones sine qua non, para el traslado de las obras a Ginebra, la garantía de que el Patrimonio Artístico español, una vez saliera de España, no podría ser ni dañado ni enajenado, que se debía asegurar su custodia y que su devolución sería inmediatamente posterior al restablecimiento de la paz nacional.17 Inmediatamente después de la firma se inicia el traslado de las obras en medio del desconcierto reinante. Los convoyes con las obras debían utilizar las mismas carreteras que los civiles en su huida, el colapso era increíble, las carreteras nevadas estaban saturadas y el bombardeo enemigo no se detenía. Los nacionales no estaban dispuestos a parar su ofensiva, aunque el final de la guerra se acercaba inexorablemente y, a pesar 4 de que los altos mandos militares conocían de antemano el proceso de evacuación a través de Josep María Sert, la Legión Cóndor no dejó de bombardear toda la zona. Sólo el castillo de Perelada se libró de su hostigamiento. La evacuación entrañaba tantos riesgos que Negrín decidió suspenderla el 6 y 7 de diciembre, para reanudarla el 8, aunque las condiciones, en sustancia, no habían mejorado. Aunque las obras más importantes consiguieron cruzar la frontera de Figueres, Perelada y La Vajol18 soportaron daños, lo que provocó pérdidas considerables; además, la falta de previsión impidió evacuar todas las obras almacenadas y muchas fueron abandonadas en los depósitos, en los que, faltos de protección, se pudieron producir enajenaciones antes de que un atónito ejército franquista se hiciese con su control. Figueras fue bombardeado y el castillo sufrió una fuerte explosión que destruyó parte de los objetos que todavía permanecían allí almacenados;19 en Perelada20 la situación se descontroló. Una vez que las obras de arte consiguieron cruzar la frontera con Francia los camiones fueron puestos bajo la custodia de las autoridades aduaneras y un grupo de soldados franceses hasta que la caravana llegó a Ginebra. El traslado no fue fácil, se produjeron algunos incidentes aislados que podrían haber tenido consecuencias muy negativas. Por poner sólo un par de ejemplos, uno de los camiones fue desviado por equivocación a un campo de concentración y otros dos fueron localizados alejándose del punto de destino con todo el cargamento, no obstante, no se lamentaron ni daños graves ni pérdidas importantes. Durante el éxodo de la población civil y los soldados las autoridades aduaneras francesas localizaron varias obras de arte. El caos en el que se vivieron los últimos días de la guerra y la marea humana que atravesó la frontera no permite establecer qué parte de esas obras había sido sustraída de entre los bienes que habían abandonado los responsables republicanos ante la imposibilidad de evacuarlo todo y cuáles eran de propiedad privada o provenían de otros lugares. El 12 de febrero las obras de arte que había evacuado el Comité salían en tren de Perpiñán hacía Ginebra. A su llegada, el tren fue recibido por la prensa y las autoridades de Suiza en medio de una enorme expectación. El Secretario General de las Naciones Unidas, Joseph A. Avenol, se negó a hacerse cargo del conjunto y sólo consintió en permitir que las obras fueran almacenadas en los locales de la Sociedad de Naciones hasta que la situación se solucionara. El Gobierno de Burgos intentó impedir por todos los medios que la Sociedad de Naciones, a la que consideraban colaboradora de la Segunda República, se hiciese cargo directamente del control del Tesoro Nacional, aunque finalmente las obras fueron depositadas en las estancias ofrecidas por Avenol. Comenzaba así un largo contencioso entre los delegados del Gobierno de Franco, José María Sert y Eugenio D’Ors, y la delegación republicana, cuya cabeza visible era Timoteo Pérez Rubio, Presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico, por el inventariado y control de las obras. Durante dos meses, las relaciones en Ginebra fueron realmente tensas pero al final, 5 tras haber realizado el inventario con resultados muy satisfactorios por las buenas condiciones en las que se encontraban las obras, el 30 de marzo el propio Avenol hacía entrega al marqués de Aycinena, representante del Gobierno de Franco, del Tesoro Artístico español. Ese mismo día caía Valencia, y apenas dos días antes lo había hecho Madrid. La guerra había acabado. El 9 de septiembre de 1939, tras la exitosa exposición que durante el verano se había organizado en Ginebra con las obras cumbres de la expedición, las piezas volvían a estar en Madrid. No obstante, las medidas para la recuperación de obras de arte expoliadas o incautadas continuaron durante varios años. Pero volvamos atrás. La mina de La Vajol no sufrió ningún daño; sin embargo, allí se almacenaban, junto a las obras de arte, lingotes de oro y plata, monedas, entre las que se contaban algunas de carácter histórico, joyas y todo tipo de objetos de gran valor. En los últimos días de la guerra, el Presidente de Gobierno, Juan Negrín, bajo cuya responsabilidad se encontraba tanto el contenedor como el contenido decide qué parte de los bienes ha de ser embalado en maletas y cajas y que todo ello salga hacia la Embajada española en París, amén de otros destinos internacionales, para poner a buen seguro una importante cantidad de activos económicos que permitieran organizar el exilio de los republicanos en caso de una victoria franquista. En marzo, cuando el final es ya cuestión de días, Negrín ordena que una parte de los bienes21 que estaban en Francia sean cargados en el yate Vita para trasladarlos a México, pues existía la posibilidad de que inmediatamente después de la derrota Francia reconociese al Gobierno de Franco, lo que implicaba que éste podía reclamar legalmente los bienes que las autoridades republicanas habían sacado del país. La elección del destino del barco no era casual, ya que México era uno de los pocos países que realmente se posicionaron oficialmente al lado de la República, que la habían ayudado y con el que se estaba negociando positivamente la llegada de buena parte de los exiliados. El hecho es que el barco, con bandera estadounidense, llegó cargado a Veracruz a finales de marzo del 39 y que nadie lo estaba esperando. El rector de la Universidad de Valencia, José Puche,22 había sido designado por Negrín para que se encargara de su recepción, almacenamiento y administración hasta que el Gobierno de la República se pudiese hacer cargo de él. Sin embargo, un retraso en su viaje le impidió llegar a tiempo. Ante el revuelo y la oleada de especulaciones creada por la prensa mexicana, se pide a Indalecio Prieto, ex ministro de Defensa, que se haga responsable de él hasta la llegada de Puche. Prieto obtuvo la autorización del presidente Lázaro Cárdenas, con el que mantenía una buena relación, y aunque en un principio parece que no tuvo interés de gestionarlo él mismo, pronto debió cambiar de opinión, dando lugar a un fuerte enfrentamiento con Negrín y sus partidarios. Una vez perdida la guerra, el poder económico era más importante que cualquier otro tipo de fuerza, y el valor 6 del cargamento, una vez convertido en dinero líquido, le situaría en una posición mucho más aventajada que la de sus rivales políticos. La maniobra de Prieto, en principio circunstancial, unió inexorablemente el destino de los exiliados a México pues es en este país donde tendrán sus sedes las dos organizaciones creadas para auxiliarlos, el SERE, creado por Negrín, y la JARE, fundada por Prieto con los fondos provenientes de la venta del cargamento del Vita. La evolución de los hechos corrió paralela a los enfrentamientos políticos entre Negrín y Prieto en la inmediata posguerra.23 Tras obtener la autorización de la Diputación permanente de las Cortes para gestionar los fondos del Vita a través de la recién creada JARE, la prioridad de Prieto se centró en convertir en dinero efectivo el cargamento del yate. El conjunto estaba formado por una serie de objetos de los que se desconoce la cuantía exacta. El principal problema al que nos enfrentamos al tratar este tema proviene precisamente de la inexistencia de un inventario oficial del conjunto. Se sabe que entre los objetos había piezas de indudable valor histórico-artístico, pero no se puede establecer con exactitud cuáles eran y por qué fueron a parar allí. Si se tiene en cuenta la política de protección del Patrimonio Artístico puesta en marcha durante la guerra, sólo se pueden comprender los acontecimientos si consideramos que dicha política no era tan transparente como parecía, lo que echaría, en cierta manera, por tierra todos los logros conseguidos durante la guerra para la salvaguarda del Patrimonio Artístico, si parte de las autoridades republicanas estaban corruptas o si la decisión se tomó a raíz de la caótica situación reinante y ante la inminente derrota de la República se consideró necesario que primara el interés económico y práctico sobre el valor cultural y artístico de las piezas. Lo cierto es que el patrimonio artístico que transportaba el Vita fue vendido en el mercado negro de obras de arte, pues legalmente hubiera sido imposible, y en otros casos fragmentado para separar los metales preciosos de las gemas, y de ese modo liquidarlo más fácilmente. México fue uno de los países que mayor número de exiliados admitió. La política inmigratoria de Lázaro Cárdenas y su solidaridad con la causa republicana favorecieron la llegada de muchos españoles. La emigración que llegó a México se caracterizó por un elevado componente de intelectuales y artistas en comparación con la proporción que se asentó en otros países, entre ellos se encontraban José Renau, Ramón Gaya, Kati Horna, Wenceslao Roces, José Bergamín, etc., algunos de los cuales habían participado directamente en la protección y conservación del Patrimonio Artístico durante la guerra. ¿Cuál fue su actitud ante la desaparición de las obras de arte del Vita? Lo cierto es que no se sabe. Muchos de ellos, como gran parte de los integrantes del exilio, continuaron con su ocupación anterior a 1936 y participaron en las instituciones culturales del exilio con la esperanza de mantener viva la llama cultural24 de la República. De hecho, su actividad se puede 7 considerar como «la continuación de la experiencia educativa y cultural iniciada en España por la República»,25 pero hasta el momento no he encontrado referencias respecto a cuál fue su actitud ante la desaparición de las obras de arte del Vita. Esto nos lleva a plantearnos qué sucedió en unos pocos meses para que las mismas personas que cuidaron del Patrimonio se desentendieran, en cierto modo, de él. La respuesta parece simple, pero es posible que no lo sea tanto. La derrota y el exilio, la necesidad de ponerse a salvo, de escapar del desastre y evitar la guerra que se avecinaba, de recuperar una vida normal, quizás, demostró a muchos que había llegado el momento de ser prácticos y de dejar a un lado la lucha. No obstante, existen otras posibilidades, puede que la causa de la falta de interés provenga de la división política reinante, en un momento que tuvo que ser caótico y ciertamente difícil, en el que posicionarse o tratar de sacar adelante iniciativas propias en un país extranjero y sin falta de apoyo político parece un tanto difícil. Los graves daños que provocó el enfrentamiento político desgraciadamente no afectaron solamente al Patrimonio Artístico sino también a algunos exiliados que vieron cómo los traslados a México se retrasaban constantemente por la falta de coordinación entre el SERE y la JARE. México es, por tanto, clave para entender la etapa final de la enorme labor de protección del Patrimonio Artístico que puso en marcha la administración republicana durante la guerra. La existencia de obras de arte en el cargamento del Vita y la actitud tomada por parte de los exiliados ante esta cuestión nos hace plantearnos si existió realmente un cambio de rumbo en la política republicana de protección del Patrimonio Artístico o si los hechos fueron fruto de las caóticas circunstancias que se vivieron en 1939. Esta comunicación deja abiertos algunos frentes porque intenta plantear nuevas enfoques y abrir «algunos caminos para investigaciones futuras mediante hipótesis y sugerencias que, más que encontrar respuestas, pretende iniciar las preguntas y la enumeración de los problemas».26 notas El siguiente texto es fruto de las investigaciones realizadas en el marco del Programa de FPU del Ministerio de Educación (España) del que soy beneficiaria desde 2008. El presente texto ampliado y matizado fue publicado con el mismo título en Tzintzun Revista de Estudios Históricos del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia, Michoacán, México), número 50, julio-diciembre 2009. 2 La Ley del Patrimonio Histórico-Artístico decía en su artículo 1º que «Están sujetos a esta Ley, que 1 cumplimenta lo dispuesto por el artículo 45 de la Constitución y el artículo 18 de la Ley de 10 de Diciembre de 1931, cuantos inmuebles y objetos muebles de interés artístico, arqueológico, paleontológico o histórico haya en España de antigüedad no menor a un siglo; también aquellos que sin esta antigüedad tengan un valor artístico o histórico indiscutible, exceptuando, naturalmente, las 8 obras de autores contemporáneos; los inmuebles y muebles así definidos constituyen el Patrimonio histórico-artístico nacional». Con el término «republicanas» me refiero a todas aquellas familias político-sociales que apoyaron al Gobierno republicano legalmente establecido como resultado de las elecciones generales del 36 cuando estalla la Guerra Civil española. Durante la guerra y la dictadura entre los franquistas se generaliza el uso de términos generales, que engloban a sectores muy diferentes, para designar al enemigo. «Durante la Guerra Civil, el término «republicanas» amplía su significado, de forma que bajo dicha denominación se esconde la pluralidad política existente en el bando republicano. En ella caben tanto militantes de formaciones políticas y sindicales como simpatizantes de la República [...] las «republicanas» pronto pasan a ser concebidas como «rojas»», véase al respecto MORENO SECO, Mónica, «Republicanas y República en la guerra civil: encuentros y desencuentros», Ayer, n.º 60, 2005 (4), p. 172. 4 Sobre la cultura en el siglo XX se puede consultar a SCHORSKE, Carl E., Viena Fin- de-Siècle. Política y Cultura, Barcelona, GG Arte, 1981; MUÑOZ DARDE, Verónica, «Sociología de la estética y sociología del poder (La distinción de Pierre Bourdieu)», Cuadernos de Ciencia Política y Sociología, 1986, pp. 64-71; BOURDIEU, Pierre, La distinción. Criterio y clases sociales del gusto, Madrid, Taurus Humanidades, 1991; MOSSE, George L., La cultura europea del siglo XX. Barcelona, Ariel, 1997; ELLIOT, T. S., La unidad de la cultura europea. Notas para la definición de la cultura, Madrid, Encuentro, 2003. Sobre la cultura en la España durante la Edad de Plata véanse ABELLA, Rafael, La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España Republicana, Barcelona, Planeta, 1975; ABELLA, Rafael, La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España Nacional, Barcelona, Planeta, 1978; MAINER, José Carlos, La Edad de Plata (1902-1939). Ensayo de interpretación de un proceso cultura, Madrid, Cátedra, 1986; FUSI, Juan Pablo, Un siglo de España. La cultura. Madrid, Marcial Pons, 1999; MANZINI, Shirley, Las modernas de Madrid, Barcelona, Península, 2001; AGUADO, Ana y RAMOS, María Dolores, La modernización de España (1917-1939). Cultura y vida cotidiana, Madrid, Síntesis, 2002; URÍA, Jorge (ed.), La cultura popular en la España contemporánea. Doce estudios, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003; HOLGUÍN, Sandie, República de ciudadanos. Cultura e identidad nacional en la España republicana, Barcelona, Crítica, 2003; MAINER, José Carlos, Años de vísperas. La vida de la cultura en España (1931-1939), Madrid, Espasa, 2006; RIBAGORDA, Álvaro, Caminos de la modernidad. Espacios e instituciones culturales de la Edad de Plata (1898-1936), Madrid, Biblioteca Nueva/ Fundación Ortega y Gasset, 2009. 5 Existen diferentes modos de entender la realidad que permiten que los hechos individuales y colectivos puedan ser aprehendidos y comprendidos por el conjunto de la sociedad. Un discurso social es «[...] una estructura específica de sentencias, términos y categorías, histórica, social e institucionalmente establecida, que opera como un auténtico sistema constituyente de significados mediante el cual los significados son construidos y las prácticas culturales organizadas y mediante el cual, por consiguiente, las personas representan y comprenden su mundo, incluyendo quiénes son y como se relacionan con los demás. [...] Si a ello unimos, asimismo, que todo discurso contiene o entraña una concepción general de la sociedad, un imaginario social, ello implica que posee la capacidad de proyectarse y de encarnarse en prácticas y de operar como un principio estructurante de las relaciones e instituciones sociales». Véase en CABRERA, Miguel Ángel: Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Madrid, Frónesis, Cátedra Universitat de València, 2001, pp. 52-53. Sobre los imaginarios colectivos consúltese también BERIAIN, Josetxo, «Imaginario social, politeísmo y modernidades múltiples», Revista Anthropos. Huellas del conocimiento, n.º 198, 2003, pp. 54-78 y MAFFESOLI, Michel, «El imaginario social», Revista Anthropos. Huellas del conocimiento, n.º 198, 2003, pp. 149-153. 3 9 CAPELLÁN DE MIGUEL, Gonzalo, «Krausismo y Neotomismo en la cultura de fin de siglo», en SUÁREZ CORTINA, Manuel (ed.), La cultura española en la Restauración (I Encuentro de Historia de la Restauración), Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1999, pp. 417-448 y CAPELLÁN DE MIGUEL, Gonzalo, La España armónica. El proyecto del Krausismo español para una sociedad en conflicto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006. 7 MOLERO PINTADO, Antonio, La Institución Libre de Enseñanza. Un proyecto de reforma pedagógica, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000; RIBAGORDA ESTEBAN, Álvaro, Caminos de la modernidad. Espacios e instituciones culturales de la Edad de Plata (1898-1936). Madrid, Biblioteca Nueva/Fundación Ortega y Gasset, 2009 y del mismo autor La Residencia de Estudiantes. Pedagogía, cultura y proyecto social (1910-1939). Juan Pablo Fusi Aizpurúa (dir.). Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid. 8 PÉREZ-VILLANUEVA TOVAR, Isabel, La Residencia de Estudiantes, Madrid, Centro de Publicaciones, Ministerio Educación y Ciencia, 1990. 9 La Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura nació como sección española de la Asociación Internacional de Escritores Antifascistas. Esta había sido creada en 1935 por un grupo de intelectuales europeos que habían asistido en 1934 en Moscú al I Congreso de Escritores Soviéticos. 10 De ahora en adelante MIP. 11 Durante la guerra se produjeron situaciones que pusieron en peligro la herencia artística española, por ejemplo, el bombardeo del Museo del Prado por la aviación nacional, la voladura del Alcázar de Toledo, el uso de los depósitos de las obras de arte evacuadas como residencia de alguna de las principales autoridades republicanas, el bombardeo sistemático del convoy que trasladaba las obras de arte hacía Francia, otra vez, a manos de la aviación nacional, etc. 12 El mercado negro de obras de arte durante la Guerra Civil apenas ha sido estudiado, de hecho, existe un importante vacío historiográfico sobre la cuestión. Sin embargo, para una primera toma de contacto con el tema se pueden consultar las siguientes obras ÁLVAREZ LOPERA, José, La política de bienes culturales del gobierno republicano durante la Guerra Civil española, Ministerio de Cultura, 1982, Vol. I, p. 133; ALTED VIGIL, Alicia, Política del Nuevo Estado sobre el Patrimonio Cultural y la Educación durante la Guerra Civil española, Ministerio de Cultura, 1984, pp. 99-102; TRAPIELLO, Andrés, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), Barcelona, Planeta, 1994, p. 259; MARTORELL LINARES, Miguel, «España y el expolio nazi de obras de arte», Ayer, n.º 55, 2004 (3), pp. 151-173; FELICIANO, Héctor, El Museo desaparecido. La conspiración nazi para robar las obras maestras del arte mundial, Madrid, Imago Mundi, 2005; FERNÁNDEZ PARDO, Francisco, Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español (1936-2007). Desde la Guerra Civil a nuestros días, Vol. IV, Madrid, 2007, p. 71; COLORADO CASTELLARY, Arturo, Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra Civil, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 75-80, 204-205. 13 Azaña anota lo siguiente en referencia a la jornada del 19 de noviembre de 1938: «Por la tarde Besteiro. Cuatro horas de conversación. [...] Estaba muy alarmado por el paso a Hacienda del Tesoro Artístico. Le explico lo que hay sobre eso. Asiente a mi pensamiento de que es más valioso que la República». Véase en JULIÁ, Santos (ed.), Manuel Azaña. Obras Completas. Vol. VI. Julio de 1936-agosto de 1940, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, pp. 601-602. 14 Para un conocimiento más preciso de la evolución militar de la contienda ir a JACKSON, Gabriel, La República española y la Guerra Civil. Barcelona, Crítica, 1976; BRENAN, Gerald, El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil, Barcelona, Ibérica de Ediciones y Publicaciones, 1978; MORADIELLOS, Enrique, La perfidia de Albión. El gobier6 10 no británico y la guerra civil española, Madrid, Siglo Veintiuno de España, 1996; PRESTON, Paul, La República asediada. Hostilidad internacional y conflictos internos durante la Guerra Civil, Barcelona, Península, 2001; PRESTON, Paul, La guerra civil española, Barcelona, Círculo de Lectores, 2006. 15 Azaña relata en su Crónica abreviada de quince días. Carta a Ángel Osorio: «En Perelada estuvimos ocho o nueve días. El castillo, intacto, estaba atestado de obras de arte, propiedad de Mateu, y del Estado. Yo no vivía, pensando que todo aquello iba a arder.»; «Repetidamente le llamé la atención a Negrín. «El Museo del Prado –le dije en una ocasión–, es más importante para España que la República y la monarquía juntas». «No estoy lejos de pensar así», me respondió. «Pues calcule usted qué sería si los cuadros desapareciesen o se averiasen gravemente». «Sí: un gran bochorno». «Tendría usted que pegarse un tiro», le repliqué [...] De la verdadera situación de todo ello no me enteré hasta que residí en Perelada. Debajo de nuestro comedor estaban los Velázquez. En un edificio anejo, otro gran depósito. Cada vez que bombardeaban en las cercanías, me desesperaba. Temía que mi destino me hubiese llevado a ver convertido el museo en una hoguera. Era más de cuanto podía soportarse. El del tiro hubiera sido yo». Véase en JULIÁ, Santos (ed.), Manuel Azaña. Obras Completas. Vol. VI. Julio de 1936-agosto de 1940, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, pp. 617 y 627-208 respectivamente. 16 Véase en COLORADO CASTELLARY, Arturo, op. cit., p. 108. 17 Véase en COLORADO CASTELLARY, Arturo, op. cit., pp. 151-153. 18 El pueblo y la mina de talco de La Vajol se encontraban en el itinerario de retirada del ejército republicano, lo que entrañaba un peligro incontrolable. Véase DI FEBO, Giuliana, «Un espacio de la memoria: el paso de la frontera francesa de los exiliados españoles. La despedida del presidente Azaña», en ALTED VIGIL, Alicia y AZNAR SOLER, Manuel (eds.), Literatura y cultura del exilio español de 1939 en Francia, Salamanca, AEMIC-GEXEL, 1998, p. 475. 19 Sobre la voladura del castillo de Figueres existen esclarecedores testimonios en BOTELLA PASTOR, Virgilio, Entre memorias. Las finanzas del Gobierno Republicano español en el exilio, Sevilla, Renacimiento, 2002, pp. 95-98. 20 Sobre los acontecimientos de Perelada véase JULIÁ, Santos (ed.), Manuel Azaña. Obras Completas. Vol. VI. Julio de 1936-agosto de 1940, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, pp. 628-629. 21 Entre los bienes que transportaba el Vita se «Incluía, además, objetos religiosos de gran valor histórico y intrínseco: custodias, ropas, reliquias del patrimonio real, el joyero de la Capilla Real, el «célebre» clavo de Cristo, objetos históricos de la catedral de Tortosa y de Toledo, el manto de las cincuenta mil perlas; una colección de relojes, otra de monedas, un ejemplar de una edición del Quijote en hojas de corcho, objetos de culto que pertenecieron al papa Luna, cuadros, valores realizables, etc. Como para enloquecer a cualquiera. Todo esto había sido sacado de España poco a poco, de contrabando, durante la guerra, fundamentalmente por el aviador Pedro Tonda, en viajes aéreos dispuestos por el Ministerio de Hacienda, es decir, a fin de cuentas, por Negrín –que como ya se dijo en el capítulo anterior, en silencio trataba de organizar el exilio. Buena parte de todo ello había salido también al final de la contienda, durante la caída de Cataluña: lo procedente de la Caja de Reparaciones estuvo depositado en el castillo de Figueras [...]». En MATESANZ, José Antonio, Las raíces del exilio. México ante la guerra civil española, México DF, El Colegio de México, UNAM, 2000, p. 340. 22 Sobre José Puche véanse BARATAS DÍAZ, Alfredo, «El exilio científico español de 1939. Diáspora y reconstrucción de una comunidad científica», en ALTED VIGIL, Alicia y LLUSIA, Manuel (dir.), La cultura del exilio republicano español de 1939, Vol. I. Actas del Congreso 11 Internacional celebrado en el marco del Congreso Plural: Sesenta años después (Madrid-AlcaláToledo, diciembre de 1999). Madrid, UNED, 2003, pp. 709 y 711; y HERNÁNDEZ DE LEÓN-PORTILLA, Ascensión, España desde México. Vida y testimonios de transterrados, Madrid, Algaba Ediciones, 2004, pp. 285-300. 23 Me remito a las siguientes obras para un conocimiento más profundo de todo lo relacionado con los hechos acaecidos en torno al cargamento del yate Vita: Quinta entrevista realizada a Don Amaro del Rosal en el domicilio de Elena Aub, en Diego de León 46, 29/09/1981, Madrid, PHO/10/ESP.19, Archivo de la Palabra, México, Centro Documental de la Memoria Histórica, Salamanca; PÉREZ MONFORT, Ricardo, «El escandaloso caso del yate Vita y el espionaje franquista en México», Eslabones, n.º 2, Revista de Estudios Regionales. Espionaje e Historia diplomática (julio/diciembre 1991) México, Sociedad de Estudios Regionales A.C.; DEL ROSAL, Amaro, «Desgarrón en el exilio español. El tesoro del Vita. ¡Es hora de rendir cuentas!», Historia 16, n.º 95, 1984, pp. 11-24; CAUDET, Francisco, Hipótesis sobre el exilio republicano de 1939, Madrid, Fundación Universitaria española, 1997; MATESANZ, José Antonio, op. cit.; BOTELLA PASTOR, Virgilio, Entre memorias. Las finanzas del Gobierno Republicano español en el exilio, Sevilla, Renacimiento, 2002; ABDÓN, Mateos, De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México. Indalecio Prieto y Lázaro Cárdenas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005; ROMERO SAMPER, Milagrosa, La oposición durante el franquismo: 3. El exilio republicano, Madrid, Encuentro, 2005; HERRERÍN LÓPEZ, Ángel, El dinero del exilio. Indalecio Prieto y las pugnas de posguerra (1939-1947), Madrid, Siglo XXI, 2007; COLORADO CASTELLARY, Arturo, op. cit.; MATEOS, Abdón, La batalla de México. El final de la Guerra Civil y la ayuda a los refugiados, Madrid, Alianza, 2009. 24 «Aquellos intelectuales que, durante la guerra y después de ella, luchamos unidos a la causa de nuestro pueblo, luchando con ella por la viva cultura española, nos reunimos, nos juntamos para defenderla. [...] Nosotros queremos, os decía, salvar la auténtica cultura tradicional y nueva de España; su verdadera fisonomía espiritual. [...]». Ir a BERGAMÍN, José, «Las cosas claras», Revista Taller, n.º 8-9, enero-febrero de 1940, pp. 53-54, en HENARES CUELLAR, Ignacio, LÓPEZ GUZMÁN, Rafael, SUÁREZ MOLINA, María Teresa y TOLOSA SÁNCHEZ, María Guadalupe, Exilio y creación. Los artistas y los críticos españoles en México (19361939), Granada, EUG, 2005, p. 169. 25 DREYFUS-ARMAND, Geneviéve, El exilio de los republicanos españoles en Francia. De la Guerra Civil a la muerte de Franco, Barcelona, Crítica, 2000, p. 95. 26 Frase tomada de LIDA, Clara E., «Enfoques comparativos sobre los exilios en México: España y Argentina en el siglo XX», en YANKELEVICH, Pablo (coord.), México, país refugio. La experiencia de los exiliados en el siglo XX, México DF, CONACULTA. INAH, 2002, pp. 205206. 12