Colecciones Carlos Eraña El pobre zapatero El pobre zapatero del mercadillo 4º Curso del mercadillo Lorena F., Alba, Gloria, Noelia 1 Érase una vez un hombre llamado Pedro que era zapatero, de estatura baja, flaco, tenía la nariz chata, de ojos verdes, pelo pelirrojo, siempre vestía con pantalones vaqueros y camisetas viejas. 16 1 Tenía una mujer y dos hijos, la mujer era baja, gordita, nariz larga, los ojos negros, el pelo castaño, se llamaba Rosa y le gustaba coser. por toda la región y los zapatos Pedro fueron los que más se vendían, amplió el negocio, sus hijos pudieron estudiar e incluso ir a la universidad, y de mayores montaron una industria de zapatos, baratos, suaves, ligeros y que no apretaban porque comprendieron que hacer felices a otros era lo más importante, así lo aprendieron de sus padres. 2 15 Se levantó cogió las herramientas e hizo unos zapatos de piel con sus correspondientes cuatro con treinta y siete centímetros de tacón, ni más ni menos. Pedro llevó los zapatos a la señora María, se los puso y comenzó a andar sin problemas, ya no tenía dolores y contó la verdad a su marido. A partir de entonces la fama de Pedro se extendió 14 Sus dos hijos se llamaban Manuel e Isabel. Manuel era bajito, delgado, ojos marrones, nariz chata, pelo moreno y tenía 8 años. Isabel era alta, delgada, ojos marrones claritos, nariz larga y el pelo rubio. El puesto de zapatos de Pedro era con un toldo 3 verde con rayas blancas, estaba sujeto por cuatro palos de madera y un cartel que decía: Zapatos Pedro un sueño y en ese sueño encontró la solución: un mago le decía que los zapatos de la señora María debían tener cuatro con treinta y siete cm. exactos de tacón. 4 13 pues ésta continuaba con sus dolores. Su mujer y sus hijos le animaban diciendo que pronto encontraría la solución, que para eso era el mejor zapatero del mundo. Fue tanta la preocupación del zapatero que no dormía, tenía pesadillas, hasta que un día, mejor una noche, tuvo 12 Pero un día fueron al mercadillo, llegaron a su sitio para montar el puesto y no lo tenía porque el puesto tenía un cartel que decía: Este puesto está embargado por no pagar. Entonces sus hijos y su mujer estaban tristes y empezaron a llorar, el zapatero fue al 5 ayuntamiento con dos perras para pagar pero no tenía bastante. Allí, un hombre alto, delgado, de ojos oscuros, nariz larga y bien vestido, 6 dinero ya que las ventas eran escasas. Además el empleado del Ayuntamiento descubriría que su mujer continuaba con molestias en los pies y denunciaría al zapatero. El Pobre zapatero estaba muy preocupado, hacía nuevos zapatos que retocaba una y otra vez, se los llevaba a María, sin saberlo su marido, pero no encontraba la solución, 11 dolores porque le daba lastima de la familia de Pedro y este pagó los zapatos y 500 euros más pero a Pedro le contó la verdad. Con este dinero, Pedro tendría para pagar los impuestos, a los ayuntamientos de los pueblos en donde instala su puesto ambulante, durante tres meses, pero ¿qué pasaría después? Pues se le terminaría el que se le veía preocupado, al oír al zapatero sintió algo de alivio y sonrió diciendo: si a mi mujer le hace usted unos zapatos para que pueda andar sin dolores, pues tiene problemas en los pies, yo le pagaré los impuestos para que le dejen instalar el puesto. El zapatero le dijo: yo le haré a su señora los zapatos más cómodos, ligeros y bonitos de toda la región y ambos quedaron 10 7 para encontrarse al día siguiente en casa del zapatero. Al siguiente día el señor alto fue con su mujer a casa del zapatero. Era su señora una mujer guapa, de cara suave, ojos azules, pelo castaño claro y a la cual se le notaba al andar un ligero vaivén del cuerpo como pareciendo que no quería apoyar los pies en el suelo. Pedro, el zapatero pobre, tomó las medidas a la señora y le hizo los zapatos más bonitos jamás vistos. Ahora sólo faltaba que aquella señora anduviera bien con ellos, no le hicieran daño y así poder caminar, pero aquello no ocurrió. Los zapatos eran muy bonitos pero no servía, a pesar de ello María, que así se llamaba la señora, le dijo a su marido que ya no tenía 8 9