Historia de España 1 Historia de España 2 LA RIOJA CONVOCATORIA JUNIO 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A Resumen Aunque no se indica quién es el autor del texto, es evidente que forma parte de la obra de un historiador musulmán —«la iglesia de Santiago es como la Qaaba para nosotros»—; la Qaaba es el cubo de piedra negra de carácter sagrado situado en la Gran Mezquita de La Meca, al que los musulmanes tienen la obligación de acudir en peregrinación al menos una vez en la vida. El fragmento seleccionado constituye una fuente primaria de carácter histórico. Procede de Al-Bayan al-Mugrib, una importante historia del Magreb y de la Península Ibérica escrita por un cronista de los siglos XIII y XIV, Ben Idzari. En él se narra la aceifa más famosa de Almanzor, realizada en 997 contra Santiago de Compostela. El caudillo cordobés llegó a la ciudad, que había sido abandonada por sus habitantes, el miércoles 10 de agosto. Durante los dos días siguientes a su llegada la saqueó y redujo a escombros sus edificios. Respetó, sin embargo, el sepulcro del apóstol Santiago, que también era venerado por los musulmanes, y colocó una guardia para impedir que sufriera daño alguno. En los días siguientes sus tropas de dedicaron al pillaje en las comarcas vecinas hasta alcanzar la península de San Mankas, a orillas del océano Atlántico; era el punto más extremo alcanzado por los musulmanes hasta entonces. Circunstancias históricas y marco cronológico El texto hace referencia a la época de mayor poder del islam sobre la Península Ibérica, que transcurrió durante el califato de Córdoba, instaurado en 929 por Abd al-Rahman IIII. El nuevo califa restauró la unidad del Estado islámico, muy dañada durante la última fase del emirato independiente (756-929), y estableció su hegemonía sobre los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica, que se convirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir campañas de saqueo o aceifas. Fue también una época de esplendor artístico e intelectual, que se extendió durante el reinado de su hijo Al-Hakam II (961-976), quien mantuvo la cohesión interna y el poder del califato. En los años siguientes, el poder pasó a manos de Muhammad Ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (el Victorioso, 940-1002). Almanzor era miembro de una familia de terratenientes de origen yemení que había llegado a la Península con las primeras oleadas de invasión a principios del siglo VIII. Se formó en Córdoba y se relacionó con los círculos de palacio hasta convertirse en administrador de la sultana Subh, esposa de Al-Hakam II. A la muerte de este, Almanzor encabezó una brillante campaña militar contra los cristianos y fue nombrado visir y tutor de su sucesor, Hisham II (965-1013). Posteriormente, derrotó a Galib, el general de mayor prestigio en al-Ándalus que, aliado a los cristianos, © Oxford University Press España, S. A. cuestionaba su legitimidad. Establecido su predominio, relegó al califa y se hizo con el control de la Administración y el Ejército —cuyo tamaño aumentó considerablemente mediante el reclutamiento de mercenarios—, e impuso una dictadura militar y la defensa de la ortodoxia religiosa, de la que son ejemplos la depuración de la biblioteca del califa y la ampliación de la mezquita de Córdoba. Él y sus dos hijos, que ocuparon el poder después de su muerte, son conocidos como los amiríes. Almanzor aumentó la presión sobre los reinos cristianos del norte. Contra ellos emprendió numerosas expediciones de saqueo (aceifas), y les exigió además contribuciones y sometimiento. Durante su gobierno, emprendió más de cincuenta aceifas. Su objetivo era conseguir el botín necesario para sufragar los gastos que suponía el mantenimiento de su ejército y reducir el déficit fiscal del califato, así como aumentar su prestigio y acallar a quienes criticaban la falta de legitimidad de su poder. Bajo el mandato de Almanzor fue habitual que se emprendiesen dos aceifas al año, aunque se llegaron a alcanzar hasta cinco en ese período de tiempo. Entre sus principales campañas destacan la de 981 contra León y la de 985 contra Cataluña, aunque la de mayor resonancia fue la que emprendió en 997 contra Santiago de Compostela, narrada en el texto. Según la tradición cristiana, castellanos y leoneses unidos derrotaron al caudillo cordobés en Calatañazor (1000); sin embargo, la realidad histórica indica que esta batalla fue una victoria más de Almanzor. En la última de sus expediciones se internó en La Rioja y destruyó el monasterio de San Millán de la Cogolla. Al retirarse enfermó y murió en Medinaceli. En los años siguientes, su hijo y sucesor Abd alMalik emprendió nuevas aceifas contra los reinos cristianos. El segundo de los hijos de Almanzor, Abd al-Rahman Sanchuelo, provocó una rebelión en Córdoba al pretender suplantar al califa. Se inicio entonces un proceso de descomposición interna en el que los reyes de León y Pamplona intervinieron a favor de uno u otro bando y, tras la desaparición del califato (1031), iniciaron el avance hacia el sur. Definición de términos Islam. Religión monoteísta predicada por Mahoma en Arabia central (siglo VII), con la que el profeta unió a todos los árabes en una comunidad de fe (umma). Islam significa en árabe «sumisión» (a Dios), y muslim, de donde deriva la palabra musulmán, «quien se somete». Se basa en las enseñanzas recogidas en el Corán, el libro sagrado que contiene la palabra revelada por Dios a Mahoma. También se fundamenta en un conjunto de tradiciones sobre los dichos y hechos del profeta, la Sunna. Historia de España 3 LA RIOJA Mahoma es considerado el último y más perfecto de los mensajeros de Dios, grupo en el que los musulmanes incluyen además a Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús, a quien no consideran Hijo de Dios. En la actualidad, el islam es la segunda religión más numerosa del mundo. Es mayoritaria en Próximo Oriente, Asia Central, el sur de Asia y el norte y este de África. El credo musulmán contiene cinco dogmas: la profesión de fe, la oración, el ayuno (mes del Ramadán), la limosna y la peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida. La moral islámica se rige por la sharia, ley divina del islam, que se basa en el Corán, la Sunna y el consenso. Sus dos principales corrientes son los sunnitas y los chiitas. Los primeros, «gentes de la tradición», defienden que Mahoma no tiene sucesor; los segundos reclaman la legitimidad de los descendientes de Alí, yerno de Mahoma, cuyo asesinato dio paso a la dinastía de los omeyas. A la muerte de Mahoma (632), y desde su núcleo central en Arabia, sus sucesores, los califas o líderes político-religiosos de los creyentes, establecieron un inmenso imperio que se extendía hasta el Indo, por el este, e incluía Egipto, el norte de África y la Península Ibérica por el oeste. La religión y la cultura islámicas se mantienen presentes en muchas de estas regiones, aunque no así su unidad política. El islam posee un extraordinario legado cultural tanto en el campo de las ciencias como en de la filosofía y las artes. En el caso de España, el islam mantuvo su presencia política durante siete siglos (VIII-XV). Alcanzó sus mayores cotas de poder durante el califato de Córdoba (9291031) y a lo largo de los siglos siguientes fue retrocediendo ante la presión cristiana. En el siglo XIII solo quedaba un vestigio de la presencia musulmana en España, el reino nazarí de Ganada, que sobrevivió hasta su conquista por los Reyes Católicos en 1492. La vida cultural y artística en al-Ándalus alcanzó cotas muy altas. Su ciencia, su literatura y su arte se inspiraron en modelos árabes de Oriente, y su pensamiento, que fue reflejo de la cultura persa y grecorromana, tuvo una gran originalidad. La cultura andalusí ejerció una fuerte influencia en la Europa cristiana. En el campo de la literatura destacaron Ibn Hazm e Ibn Zaydun, y entre los filósofos, Avempace, Averroes y Maimónides. En cuanto a las manifestaciones artísticas, tuvieron un extraordinario esplendor las artes decorativas (artesanía, azulejo, cerámica, orfebrería, marfil) y la arquitectura (la mezquita de Córdoba, la ciudad palacio de Madinat al-Zahra, ambas de época omeya; la Giralda, de época almohade, y el palacio alcazaba de Granada o Alhambra —«la Roja»—, de época nazarí). Emirato. En la civilización musulmana, principado, territorio sobre el que ejerce su jurisdicción el emir. En la actualidad, algunos estados musulmanes tienen esta denominación. Durante los primeros años de la dominación musulmana en la Península Ibérica, se estableció un emirato sujeto a la autoridad del califato de Damasco, el emirato dependiente (711-756), que se convirtió © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 en independiente entre 756 y 929 bajo la dinastía de los omeyas de Córdoba. Durante el emirato dependiente ya se dieron muestras significativas de la tendencia a la disgregación que caracterizó tanto a este período como al que le siguió. Esta tendencia se debió a la heterogeneidad social y étnica de los conquistadores (árabes del norte o gaysíes, árabes del sur o yemeníes, bereberes, sirios, muladíes, mozárabes) y provocó que se sucediesen veinte emires (valíes) entre 714 y 756. Ese año, un superviviente de la familia omeya —desplazada del poder y masacrada por los abasíes (que trasladaron la capital del califato de Damasco a Bagdad)—, Abd al-Rahman I, instauró el emirato independiente tras derrotar al gobernador Yusuf al-Fihrí con apoyo de los sirios. Abd al-Rahman I convirtió la dignidad de emir en hereditaria, aunque a lo largo de su reinado tuvo que sofocar constantes rebeliones. Los desafíos al centralismo de Córdoba se repitieron durante los gobiernos de sus descendientes y se agudizaron en la fase final del emirato. Finalmente, Abd al-Rahman III, emir desde 912, logró imponer su autoridad en la Península e instauró el califato de Córdoba (929-1031). Mozárabes. Denominación que recibieron durante la época de la Reconquista los cristianos que quedaron bajo dominación musulmana. Dado que profesaban una «religión del Libro», es decir, basada en la Biblia y en la creencia en un solo Dios, las autoridades islámicas los respetaron y permitieron que gozaran de cierta autonomía y libertad de culto, así como de leyes y jueces propios. No obstante, debieron pagar ciertos impuestos, de los que estaban exentos los musulmanes, y no pudieron acceder a cargos de responsabilidad política ni hacer proselitismo de su religión o poseer esclavos musulmanes. Durante los siglos X y XI las condiciones de la población mozárabe en Ándalus empeoraron y se produjo un desplazamiento de estos hacia los reinos cristianos. Fueron un factor importante en el proceso de repoblación llevado a cabo por estos reinos y contribuyeron al enriquecimiento de su actividad mercantil y gremial. El legado cultural mozárabe es importante, tanto en el campo de la arquitectura religiosa como en el de la miniatura. Mudéjares. Denominación que recibieron los musulmanes que quedaron en la Península tras la caída del reino de Granada (1492), es decir, los antiguos habitantes de al-Ándalus («islámicos en tierra cristiana»). En principio su vida, posesiones y prácticas religiosas fueron respetadas, como había sucedido con las minorías musulmanas residentes en los reinos cristianos peninsulares. Posteriormente, en el año 1502, tras varias sublevaciones de mudéjares en Granada, se ordenó que todos los musulmanes de Castilla se convirtiesen al cristianismo o se marchasen al exilio; en 1525 se dictó en Aragón una medida similar. Los musulmanes conversos al cristianismo fueron llamados moriscos; los que permanecieron fieles a sus creencias decidieron emigrar a África. Entre 1609 y 1614, los moriscos también fueron expulsados de España. Historia de España 4 LA RIOJA Parias. Durante la Edad Media, nombre que recibieron las contribuciones o tributos que los reinos musulmanes pagaron a los cristianos. Normalmente se trataba de una contribución anual en reconocimiento de una situación de subordinación o vasallaje, lo que obligaba al perceptor a proteger, o no agredir, a quien realizaba los pagos. La entrega de parias fue consecuencia del debilitamiento del poder musulmán en la Península Ibérica tras la disolución del califato de Córdoba y la formación de los reinos de taifas en el siglo XI. Los monarcas cristianos, como Alfonso VI, recibieron grandes sumas por este concepto, lo que les permitió disponer de recursos importantes con los que financiaron sus campañas de expansión hacia el sur. Esta situación se mantuvo vigente en siglos posteriores, y especialmente entre los siglos XII y XIII. Mezquita de Córdoba. Templo de culto islámico y obra del arte califal que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984. Iniciada en 786 por Abd al-Rahman I sobre un antiguo templo visigodo, fue objeto de sucesivas ampliaciones a lo largo de la época del califato. Tras la toma de la ciudad por los cristianos (1236), la planta del edificio fue, en general, respetada, aunque sufrió algunas modificaciones (primitiva catedral gótica, Capilla Real, construida por orden de Enrique II, Capilla de Villaviciosa). En el siglo XVI se destruyó en parte para construir una catedral en su interior. Sus muros almenados y reforzados dan a su exterior el aspecto de una fortaleza. En la fachada norte se encuentra la Puerta del Perdón, construida en estilo mudéjar (siglo XIV). Junto a ella se alza una torre de 90 metros de altura erigida sobre el antiguo alminar. A través de la Puerta del Perdón se accede al llamado Patio de los Naranjos, rodeado de una galería porticada donde Averroes impartía doctrina. Al interior se accede a través de la Puerta de las Palmas. En el interior se encuentra una sala de oración con 850 columnas, que abren una sucesión de naves en sentido norte-sur. Las columnas son de mármol, muchas de ellas de origen romano o visigodo. Están rematadas por arcos dobles hechos con piedra blanca y roja. El mihrab se encuentra en el muro sur. Es de planta octogonal y está rematado por una bóveda de mármol en forma de concha marina. Muestra una profusa decoración en yeso y revestimientos de mosaico. En el centro de este espacio se levanta una catedral cristiana iniciada en el siglo XVI en estilo plateresco y concluida dos siglos después. Evolución política de al-Ándalus: de la conquista a los reinos de taifas (711-1031) La conquista musulmana de la Península Ibérica tuvo lugar a principios del siglo VIII. Fue un proceso relativamente breve (711-715) debido a la fragilidad del reino visigodo de Toledo, minado por la crisis interna. En 710 don Rodrigo, duque de la Bética, había sido elegido rey de los visigodos. Los partidarios del anterior monarca, Witiza, no aceptaron su elección y pidieron ayuda a los musulmanes del norte de © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 África. A finales del siglo VII, el califato omeya de Damasco dominaba el Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental y el norte de África. El califa Al Walid había puesto al frente de la región de Egipto y Túnez (Ifriquiya) a Musa Ibn Nuzayr. En 711 uno de sus fieles, Tariq ben Ziyad, gobernador de Tánger, desembarcó en Tarifa. Rodrigo, que se encontraba sofocando una sublevación de los vascones, acudió a su encuentro y fue vencido y muerto en la batalla de Guadalete (actual provincia de Cádiz). Seguidamente, Tariq tomó Toledo y prosiguió su avance hacia el norte. En 712 desembarcó Musa Ibn Nuzayr con un contingente de 18 000 soldados; se unió a Tariq y ambos sometieron el norte de la Península Ibérica. El sucesor de Musa, Abd-al-Aziz, conquistó el sur peninsular. En algunos casos llegó a pactos con los señores locales, como el que estableció con el conde visigodo Teodomiro, gracias al cual este pudo mantener el control sobre la región murciana a cambio de reconocer a las nuevas autoridades. Las tropas islámicas (dirigidas por árabes, pero formadas en un alto porcentaje por bereberes, es decir, norteafricanos) no pretendieron ocupar todo el territorio, al que llamaron al-Ándalus, sino controlar tan solo los puntos clave estableciendo guarniciones militares. Tras sobrepasar el valle del Ebro, los musulmanes avanzaron hacia el sur del reino franco y fueron derrotados en la batalla de Poitiers (732). Como consecuencia, se vieron obligados a admitir los Pirineos como frontera natural con el reino franco. Las Islas Baleares, que hasta entonces pertenecían al Imperio bizantino, no fueron ocupadas hasta el siglo X, pese a que sufrieron incursiones islámicas desde el siglo VIII. El desarrollo político de al-Ándalus en los trescientos años siguientes se divide en tres fases: 쐌 El emirato dependiente (711-756). El poder político en alÁndalus fue asumido por un valí (gobernador), dependiente del califato de Damasco, a menudo elegido desde Kairuán (en el actual Túnez). Entre los años 711 y 756 se sucedieron diferentes valís. Para someter las áreas conquistadas, los califas ordenaron el territorio en coras (de menor tamaño que las antiguas provincias romanas). Impusieron tributos a la población, repartieron las tierras entre sus guerreros y nombraron gobernadores árabes. La capital de al-Ándalus se estableció en Córdoba para controlar el valle del Guadalquivir. Crearon tres áreas en las fronteras del territorio conquistado, en torno a Mérida, Toledo y Zaragoza, que se denominaron marcas (en árabe tagr) Inferior, Media y Superior, respectivamente. Los musulmanes apenas prestaron atención a las tierras de la Meseta septentrional ni a los pueblos montañeses del norte y los Pirineos, rebeldes y poco romanizados. 쐌 Emirato independiente (756-929). La mayoría de los omeyas fueron asesinados en una guerra civil; el clan abasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad (Irak). Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I, se trasladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) independiente del califato de Bagdad (756). Abd al-Rahman I convirtió su poder personal en una dinastía, pues designó heredero en vida a un hijo suyo, estableciendo así un sistema sucesorio que se mantuvo durante los dos siglos Historia de España 5 LA RIOJA siguientes. A partir del año 879, sin embargo, fue evidente la crisis del poder del emirato cordobés, pues se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia (como la de Umar ibn Hafsun en la actual Andalucía). Para hacerles frente, los emires se rodearon de un ejército personal de mercenarios, generalmente esclavos liberados traídos de muy lejos (eslavos en su mayoría), y consiguieron prestigio y recursos económicos a través de las aceifas, campañas de saqueo en las tierras cristianas del norte. 쐌 Califato de Córdoba (929-1031). Abd al-Rahman I, emir desde 912, se proclamó califa en Córdoba (929), convirtiéndose en líder político y religioso de los musulmanes de al-Ándalus. Restauró la unidad del Estado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica, pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir aceifas. A nivel internacional, Abd al-Rahman III intentó que la cultura andalusí liderara el mundo islámico promoviendo el desarrollo artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio construi- CONVOCATORIA JUNIO 2009 da desde 936 en las afueras de Córdoba y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976). Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II, el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (El Victorioso). Él y sus dos hijos, que le sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes; fueron los auténticos gobernantes del califato cordobés entre los años 976 y 1009. Almanzor controló la Administración y el Ejército, imponiendo una dictadura militar, la defensa de la ortodoxia religiosa y expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. Tras la muerte de Almanzor (1002), uno de sus hijos pretendió ser nombrado sucesor del califa Hisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes. Por último, en el año 1031, una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato. Opción B Resumen El texto está compuesto por dos fragmentos del «Manifiesto y Programa» que se aprobó en la primera asamblea del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), celebrada el 20 de julio de 1879, tres meses después de su fundación (2 de mayo) en una fonda de la madrileña calle de Tetuán. Se trata de una fuente primaria de carácter histórico-político. Fue redactado por el líder histórico del socialismo español, Pablo Iglesias (1850-1925). En el manifiesto se explican los objetivos últimos del nuevo partido político y los medios con que sus fundadores pretendían alcanzarlos. Los objetivos del PSOE son tres: una sociedad sin clases o, lo que sus redactores consideran lo mismo, la emancipación de los trabajadores; la sustitución de la propiedad privada por otra de carácter social y el acceso al poder de la clase trabajadora. En cuanto a los medios que propugnan para alcanzar estos fines se pueden dividir en cinco grupos: 1. Libertades políticas (derecho de coalición, legalización de las huelgas, implantación del jurado); 2. Protección frente a la explotación laboral (reducción de jornada, prohibición del trabajo infantil, mejora de las condiciones laborales de las mujeres); 3. Mejora de las condiciones de vida y de la seguridad física de los obreros (legislación específica o «leyes protectoras de la vida y de la salud de los trabajadores», comisiones de vigilancia elegidas por los obreros, protección a las Cajas de Socorros Mutuos, reforma de las leyes de inquilinato y desahucios); 4. Igualdad social (justicia gratuita, servicio militar obligatorio y universal); 5. Fomento de la educación (escuelas gratuitas en los niveles de primera y segunda enseñan© Oxford University Press España, S. A. za, escuelas profesionales laicas). Por último, en el manifiesto se defiende la nacionalización de los medios de producción (transporte, minas, bosques, «etc., etc.») y su control por el proletariado. Circunstancias históricas y marco cronológico El movimiento obrero surgió a lo largo del siglo XIX en España como consecuencia del radical proceso de transformación que supuso el desarrollo de la Revolución Industrial y el proceso de urbanización. Los cambios económicos provocaron la aparición de una clase proletaria compuesta por trabajadores del campo poco cualificados que se concentraron en las ciudades o en las regiones de mayor desarrollo industrial (Cataluña, País Vasco) en busca de trabajo. El manifiesto fundacional del PSOE refleja a través de sus reivindicaciones las durísimas condiciones de vida a las que estaba condenada esta clase social en el último cuarto del siglo XIX. Las jornadas solían ser de doce horas («de sol a sol» en el campo). Los ingresos eran muy escasos (abundaba al destajismo), lo que obligaba a trabajar a todos los miembros de la unidad familiar; mujeres y niños cobraban un salario menor que los varones adultos o solo recibían, a cambio de su trabajo, alimentación, hospedaje y vestido. En muchas ocasiones, los jornales regresaban inmediatamente a los patronos debido al sistema de cantinas, que obligaba a los trabajadores a aprovisionarse en los centros que imponían las empresas. Cuando perdían su puesto de trabajo (lo que ocurría con frecuencia), los trabajadores caían generalmente en la marginación y en la pobreza; cualquier contratiempo (una enfermedad, la vejez o la muerte de algún Historia de España 6 LA RIOJA miembro de la familia) implicaba acabar en la miseria o en la delincuencia, ya que no existía ningún tipo de protección social. Los barrios populares carecían de infraestructuras (agua corriente, condiciones higiénicas). Las casas, casi siempre de alquiler, eran pequeñas y mal ventiladas. El hacinamiento extendía las enfermedades (como la tuberculosis) e incrementaba las ya altísimas tasas de mortalidad (especialmente la infantil). En este contexto surgió el movimiento obrero en España. Se asentó firmemente en la segunda mitad del siglo, especialmente tras la implantación en el país de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional, fundada en 1864. La división entre los partidarios de Bakunin y de Marx en el seno de la AIT tuvo su reflejo en España. Los anarquistas eligieron la acción directa mediante la convocatoria de huelgas y la creación de sindicatos o sociedades de resistencia estables y organizadas. Los socialistas, favorables al marxismo, combinaron la acción directa y la política, aunque dieron preferencia a esta última. Inicialmente, el movimiento anarquista tuvo una mayor implantación en España: a través de la Federación Regional Española (FRE, 18701874) y, posteriormente, de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE, 1881-1888) ganó numerosos adeptos en Cataluña y Andalucía. El movimiento se dividió pronto entre quienes eran partidarios de los sindicatos legales y quienes propugnaban la «propaganda de los hechos», es decir, el terrorismo. Los partidarios del marxismo tuvieron una menor influencia en esos años y un origen humilde. En 1872, un pequeño grupo de obreros de Madrid que había sido expulsado de la FRE, liderado por Pablo Iglesias, creó una célula socialista de inspiración marxista. En 1873 este grupo se incorporó a una sociedad de socorro mutuo para tipógrafos, la Asociación General del Arte de Imprimir. Los miembros de la asociación, a la que se sumaron algunos intelectuales y profesionales de otros oficios, se reunieron a lo largo de los años siguientes en varios cafés y tabernas de Madrid. Entablaron relación con Karl Marx y Friedrich Engels, y con el líder socialista francés Jules Guesde. A través de esa vía, el grupo recibió diferentes materiales y documentación, que influyeron en la orientación ideológica del primer socialismo español (guesdismo); también se les instó a que se organizasen como un partido socialista. Finalmente, el 2 mayo de 1879 se decidió la formación de un partido obrero de ideología marxista, el Partido Socialista Obrero Español. El 20 julio tuvo lugar su primera asamblea, en la cual se aprobó un «Manifiesto y Programa», redactado por el líder de la nueva formación, Pablo Iglesias, al que pertenecen los dos fragmentos del texto comentado. Poco después, se crearon grupos en Barcelona, Guadalajara, Valencia, Castellón, Tarragona y Zaragoza, y, a mediados de la década de 1880, Facundo Perezagua inició la implantación del PSOE en Vizcaya. El PSOE, además, fundó su propio periódico, El Socialista (1886), y participó en la creación de la Segunda Internacional (1889), la asociación de trabajadores liderada por los socialdemócratas. La promulgación de la Ley de Asociaciones en 1887, durante el Gobierno Largo de Sagasta, permitió la constitución de © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 un sindicato afín al PSOE, la Unión General de Trabajadores (UGT) un año después. La UGT se nutrió de obreros cualificados y urbanos que, a su vez, formaban parte de las sociedades de oficio. Estas constituían federaciones nacionales que se unían, por profesiones, en el seno del sindicato socialista, dotado de una dirección más centralizada que la anarquista; los miembros de la UGT empleaban además unas tácticas mucho más moderadas. La UGT era independiente, aunque estaba subordinada al PSOE, con la que compartía dirigentes, siguiendo el modelo socialdemócrata alemán. Aunque intentó arraigarse en Barcelona, estableció su sede definitivamente en Madrid en 1899. A lo largo de la última década del siglo XIX, los núcleos fundamentales de la UGT fueron dos: 쐌 Las sociedades de oficio madrileñas, aglutinadas en torno a la Casa del Pueblo (su domicilio y centro social) entre 1898 y 1899, donde los tipógrafos atrajeron y organizaron a trabajadores de otras actividades (construcción, madera, metalurgia y alimentación). 쐌 Las sociedades obreras de metalúrgicos y mineros en el norte de España: en Vizcaya surgieron las agrupaciones de obreros del metal y mineros del hierro a partir de la huelga de 1890, que resultó un éxito. En Asturias, los socialistas organizaron también (1897) a los mineros del carbón. En sus primeros tiempos, el PSOE rechazó toda colaboración con los partidos políticos burgueses. Su influencia se limitaba, a principios del siglo XX, a las zonas donde se estaba produciendo un mayor desarrollo industrial. Desde 1890, organizó manifestaciones pacíficas cada Primero de Mayo para reivindicar la jornada de trabajo de ocho horas. También obtuvo algunas concejalías. El partido mantuvo su aislamiento político hasta 1909, cuando se integró en una coalición republicano-socialista gracias a la cual su líder, Pablo Iglesias, obtuvo un acta de diputado en las elecciones celebradas un año después. Era la primera vez que el movimiento obrero lograba representación en las Cortes. En años posteriores, aumentó su peso electoral y político. En la década de 1930 fue uno de los partidos clave en las políticas reformistas de la Segunda República y durante la dictadura franquista, se mantuvo en el exilio bajo el liderazgo de Rodolfo Llopis. En los años setenta se abrió paso una nueva generación de dirigentes, que tras la instauración de la democracia lograron una victoria de dimensiones históricas y se mantuvieron en el poder durante catorce años (19821996). En 2004 el PSOE se convirtió de nuevo en la fuerza mayoritaria y su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, fue elegido presidente del Gobierno. Definición de términos Alfonso XII. Rey de España (1857-1885). Hijo de Isabel II, partió al exilio junto con su madre. La reina le cedió sus derechos dinásticos en 1870. La renuncia al trono de Amadeo I, el estallido de la Tercera Guerra Carlista (18721876) y la inestabilidad vivida en la Primera República aumentaron las opciones de una Restauración de la dinastía borbónica. En 1873 Isabel II ratificó a Antonio Historia de España 7 LA RIOJA Cánovas del Castillo como jefe del partido alfonsino y le encomendó la educación del príncipe. El político conservador dispuso su ingreso en la Academia Militar de Sandhurst e intensificó su campaña a favor del acceso al trono de don Alfonso. Para ello contó con el apoyo de un sector del Ejército y de los grupos de interés cubanos, que desde hacía un año financiaban la causa alfonsina. En diciembre de 1874 don Alfonso hizo público el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas. En él se postulaba como monarca legítimo frente a los carlistas y proponía una monarquía constitucional que superase la fase de inestabilidad política experimentada durante el Sexenio Democrático. El manifiesto fue hecho público en España a finales de ese mismo mes. El día 29 el general Martínez Campos inició un pronunciamiento en Sagunto que provocó la caída del régimen republicano y el inicio del período histórico conocido como la Restauración. El nuevo monarca llegó a Barcelona el 9 de enero de 1875 y cinco días después hizo su entrada triunfal en Madrid. Durante el reinado de Alfonso XII se derrotó definitivamente a los carlistas y se puso fin a la primera Guerra de Cuba. Se estableció además un nuevo sistema político, inspirado por Cánovas. Se basaba en la Constitución de 1876, que establecía la soberanía compartida entre el monarca y el Parlamento, y en la alternancia en el poder de dos grandes partidos, el Conservador y el Liberal. Un año después de la muerte de su primera esposa, María de las Mercedes de Orleans, Alfonso XII contrajo matrimonio con María Cristina de Habsburgo (1879). La temprana muerte del monarca provocó una crisis política que se superó con el pacto de El Pardo (1885), por el cual se oficializó el turno de partidos entre los partidos Conservador y Liberal. Su hijo póstumo (1886) reinó entre 1902 y 1931 con el nombre de Alfonso XIII. Guerra de Cuba. Conflicto armado iniciado en 1895 tras una sublevación independentista en Cuba y que concluyó en 1898 con la pérdida de los últimos restos del imperio colonial español. Precedió al conflicto la división interna en la isla entre los partidarios de las reformas sociales y de un mayor grado de independencia con respecto a la metrópoli y los burócratas, comerciantes y azucareros españoles, que se oponían a cualquier tipo de reforma. Síntomas del malestar existente fueron la primera Guerra de Cuba (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879) y las rebeliones de 1883 y 1885. Además, Estados Unidos fue un factor de peso en el aumento de la tensión. La isla exportaba a este país el 90 % de su producción de azúcar y tabaco y la presión estadounidense aumentó progresivamente. La guerra estalló en febrero de 1895 con el llamado Grito de Baire. Poco después se proclamó el Manifiesto de Montecristi, redactado por José Martí y Máximo Gómez, líderes civil y militar de la rebelión, respectivamente. Un año después estalló la rebelión en Filipinas, sofocada en 1897, aunque rebrotó a principios de 1898. España envió a Cuba un gran contingente de tropas, cuya actuación se vio condicionada por la falta de medios y las enfer© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 medades tropicales. El general Valeriano Weyler, jefe militar de la isla, desarrolló una política de gran dureza que provocó una campaña en la prensa estadounidense a favor de la intervención militar. El asesinato en 1897 del entonces presidente del Gobierno, Antonio Cánovas, provocó el regreso al poder de Sagasta, líder de los liberales, y un cambio en la política seguida hasta el momento. Se relevó a Weyler y se ofreció la concesión de la autonomía a Cuba. En febrero de 1898 tuvo lugar la voladura del Maine, un acorazado estadounidense fondeado en el puerto de La Habana, en el que murieron 250 marinos norteamericanos. Aunque la causa de la explosión fue accidental, la prensa y el Gobierno estadounidenses culparon a España y propusieron comprar la isla. Ante la negativa de Sagasta, Estados Unidos declaró la guerra a España en abril. Tras las derrotas en los enfrentamientos navales de Cavite, frente a Manila, y Santiago de Cuba (mayojulio de 1898), prácticamente cesó la resistencia. El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el cual España reconocía la independencia de Cuba y cedía a Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam, en las Marianas, y Filipinas. Crisis agraria finisecular. Proceso recesivo y de cambio registrado en la agricultura española en los últimos años del siglo XIX. El fenómeno se enmarca en la crisis que afectó a las economías occidentales, iniciada a mediados de la década de 1870, y se manifestó en el descenso del precio de los productos agrícolas, provocado por la revolución de los transportes (fin de la época de la navegación a vela) y por un exceso de oferta, que fue, a su vez, consecuencia de un aumento de la productividad. A estos factores se añadieron otras circunstancias que agravaron la crisis, como la plaga de la filoxera en Francia. Consecuencia de esta negativa coyuntura económica fue el auge del proteccionismo en el ámbito internacional para salvaguardar los mercados nacionales. La economía española gozó de un período de auge durante los primeros años de la Restauración. En el sector agrícola predominaba la llamada trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo), que ocupaba gran parte de la superficie cultivada. La crisis de la filoxera en Francia multiplicó las exportaciones de vino al país galo y propició un aumento considerable de la superficie de cultivo de la vid. A principios de los años ochenta, España lideraba la producción mundial de vino. Sin embargo, a medida que transcurría la década, se hicieron sentir los efectos de la crisis. Se produjo un descenso en el precio del trigo, que se extendió al arroz. A las regiones periféricas de la Península les resultaba más barato importar trigo por mar desde Estados Unidos o Rusia que adquirirlo en las regiones del interior, y estas perdieron buena parte de esos mercados. Al mismo tiempo, la plaga de la filoxera se extendió a España y provocó una reducción dramática de la superficie dedicada al viñedo. Como consecuencia de la crisis, se constituyeron organizaciones Historia de España 8 LA RIOJA para la defensa del sector (Liga Agraria) y se produjo un aumento de las presiones para imponer una política proteccionista (arancel de 1891). Además, se extendió la miseria en el ámbito rural y se redujeron los márgenes de beneficio de los pequeños y medianos agricultores. Aumentó la conflictividad social (protestas en Castilla a mediados de la década de los ochenta, episodios de violencia en Andalucía impulsados por la Mano Negra) y se inició un proceso de emigración masiva, tanto interior (hacia las ciudades) como transoceánica (hacia América del Sur). Además del proteccionismo, se reclamaron reformas en el ámbito rural, bien para aumentar la productividad, como las propuestas por Joaquín Costa, o bien para atacar las deficiencias de la estructura de la propiedad (latifundismo). A partir de la década de 1890 se procedió a una progresiva reconversión de la producción agrícola, que se prolongó en los primeros años del siglo XX. Se favoreció la especialización, la reducción de costes, la mecanización, el incremento de la productividad y el fomento de cultivos como los hortícolas, los frutales o el alcornoque para la obtención de corcho. También se introdujeron el tabaco o la remolacha azucarera para compensar la pérdida de las colonias. Estos productos se destinaron en gran parte a la exportación. Además, el efecto de la política proteccionista se hizo notar en los sectores tradicionales de la agricultura española (trigo, vid, olivo), que entraron en un proceso de recuperación. Sin embargo, esta «reconversión» agrícola fue insuficiente debido a varios factores. En primer lugar, por la debilidad de los gobiernos de la Restauración, carentes de un programa de reforma agraria y lastrados por el endeudamiento público y los intereses de sus «amigos políticos». No se desarrolló el crédito agrícola; tampoco se promulgó una legislación que sirviera de cobertura a los pequeños y medianos agricultores, que a menudo perdieron sus propiedades por no poder hacer frente a la hipoteca de sus tierras. También fueron factores negativos las guerras en Cuba, primero, y en África después, así como el cierre de algunos mercados exteriores provocado por las políticas proteccionistas implantadas en otros países. Sagasta. Práxedes Mateo Sagasta fue un político español (1825-1903). Miembro del Partido Progresista, fue diputado tras la Revolución de 1854 y, en años posteriores, se convirtió en uno de sus dirigentes. Partidario del llamado retraimiento (inasistencia a las Cortes) de los progresistas en la década de 1860, secundó al general Prim en sus sucesivos pronunciamientos. Desempeñó un importante papel en la Revolución de 1868 y fue ministro de Gobernación en el Gobierno provisional. Muerto el general Prim, lideró la facción moderada del Partido Progresista frente a Ruiz Zorrilla y formó el Partido Constitucionalista. Encabezó el Gobierno (18711872), pero dimitió al no poder justificar un fondo de 2 000 000 de reales de finalidad poco clara. Tras el pronunciamiento de Pavía en enero de 1874, fue ministro © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 de Estado y Gobernación y encabezó el último Gobierno republicano antes de la Restauración de los Borbones. Aceptó la Constitución de 1876 y se convirtió, con Cánovas del Castillo, en uno de los puntales del sistema político de la Restauración. En 1880 formó el Partido Liberal Fusionista —después, Partido Liberal—. En 1881 le fue encomendada la formación de Gobierno, lo que dio inicio a la alternancia en el poder con los conservadores. Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, acordó con Cánovas, entonces presidente del ejecutivo, su retorno al poder (Pacto de El Pardo), oficializando el llamado «turno» de partidos. Desde ese momento hasta 1890 encabezó el llamado Gobierno Largo, durante el cual se produjo una importante democratización del régimen —Ley de Asociaciones, Ley del Jurado, implantación del sufragio general masculino—, neutralizada por el caciquismo y la corrupción electoral. Posteriormente, presidió el Gobierno en los períodos 1892-1895 y 1897-1899. Durante el segundo de estos mandatos, tuvo que afrontar el desenlace de la crisis cubana y la pérdida de las últimas colonias. En los primeros años del siglo XX, encabezó el Gobierno por última vez (1901-1902). Bajo su mandato, inició su reinado Alfonso XIII. Catalanismo. Doctrina y movimiento político surgido en el último cuarto del siglo XIX que defendía la personalidad política y cultural de Cataluña, y reclamaba la instauración del autogobierno en la región. Entre los factores que propiciaron el desarrollo del catalanismo destacan el movimiento cultural conocido como Renaixença («Renacimiento»), surgido a mediados del siglo XIX; la defensa de la realidad histórica plural de España, suprimida en el siglo XVIII por el centralismo borbónico; y la influencia de las élites sociales y políticas catalanas, que reclamaban un mayor peso político de Cataluña en el conjunto de España. Los orígenes del catalanismo político se sitúan en el Sexenio Democrático, cuando los federalistas reivindicaron una Cataluña integrada en un conjunto de estados españoles asociados libremente. Durante la Restauración, Valentí Almirall fundó el Centre Catalá (1882) con el objetivo de aglutinar a todos los catalanistas. Sin embargo, otros intelectuales, como Joan Mañé i Flaquer o Jacint Verdaguer, eran partidarios de un nacionalismo tradicionalista, rural y antiliberal. La Unió Catalanista (1891) intentó unificar todas las tendencias en torno a la burguesía nacionalista, ilustrada y conservadora, y promovió las Bases de Manresa en 1892, un documento que recogía el primer programa explícito de catalanismo. Sin embargo, hasta 1901 no se formó el primer gran partido catalanista, la Lliga Regionalista, liderada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. Su objetivo era lograr cierto grado de autonomía administrativa para Cataluña a cambio de colaboración con la monarquía. El político conservador Antonio Maura trató de materializar esa voluntad de entendimiento promoviendo una Ley de Administración Local, que no llegó a aprobarse. Episodios como el asalto por oficiales del Ejército de la Historia de España 9 LA RIOJA revista Cu-Cut y La Veu de Catalunya, el periódico de la Lliga (1905), y la promulgación de la Ley de Jurisdicciones (1906), por la que los delitos contra la patria y el Ejército serían juzgados por tribunales militares, alejó la posibilidad de colaboración. En los años siguientes, los dirigentes catalanistas presionaron con eficacia a los gobiernos centrales y lograron el establecimiento de la Mancomunidad de Cataluña (1914), una unión administrativa de las cuatro provincias catalanas que fue presidida por Prat de la Riba. Durante la llamada crisis de 1917, la Lliga encabezó la protesta de los parlamentarios que reclamaban una democratización del sistema y la concesión de un estatuto de autonomía, aunque también colaboró en los gobiernos de Alfonso XIII durante los años siguientes. En las décadas de 1920 y 1930, la Lliga perdió el monopolio del catalanismo, que se diversificó y evolucionó hacia el nacionalismo. Turnismo. Nombre con el que es conocido el proceso de alternancia en el poder de los partidos Liberal y Conservador instaurado durante la Restauración y que se mantuvo vigente hasta el golpe de Estado del general Primo de Rivera (1923). Su implantación se debió al deseo de Antonio Cánovas del Castillo, principal impulsor y teórico del nuevo régimen político, de alcanzar la estabilidad política tras la fase de incertidumbre vivida durante el Sexenio Democrático (1868-1874). Su proyecto consistió en la consolidación de un sistema de alternancia pacífica en el poder (turno) de dos grandes partidos, el Partido Conservador, dirigido por él, y el Partido Liberal, a cuyo frente se situó Práxedes Mateo Sagasta. Las formaciones contrarias al régimen (carlistas, republicanos) quedaron excluidas. El sistema entró en funcionamiento en 1881, cuando, tras seis años de gobiernos conservadores, el rey encomendó a Sagasta, líder entonces del Partido Liberal Fusionista, la formación de Gobierno. Tras la prematura muerte de Alfonso XII (1885), su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada del que sería Alfonso XIII (que nació en mayo de 1886), asumió la regencia. Cánovas, jefe del Gobierno cuando falleció el rey, acordó con Sagasta cederle el poder durante los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo). De esta forma, los partidos conservador y liberal se turnaron en el Gobierno hasta el golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923. El régimen de la Restauración El pronunciamiento protagonizado en Sagunto por el general Martínez Campos en diciembre de 1874 acabó definitivamente con el régimen republicano, vigente desde febrero de 1873, y permitió el regreso de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII. De esta forma, se abría en España una nueva etapa histórica, conocida como la Restauración. El joven monarca instauró un sistema político con el que se trató de cerrar el ciclo de inestabilidad que había caracterizado a la historia española desde el acceso al poder de los gobiernos de corte liberal. El artífice de este sistema fue Antonio Cánovas del Castillo, un político de © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 amplia experiencia, que había sido miembro de la Unión Liberal de O’Donnell y que durante el Sexenio Democrático encabezó la facción de los moderados partidarios de la legitimidad borbónica encarnada en el hijo de Isabel II. En diciembre de 1874, poco antes del golpe de Martínez Campos, Cánovas había hecho firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst (nombre de la academia militar británica donde estudiaba el heredero al trono), documento en el que se trazaban las líneas básicas de su programa político. El objetivo de Cánovas era consolidar una monarquía constitucional basada en la alternancia pacífica en el Gobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda —sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—, que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrección o al pronunciamiento para acceder al poder, como había ocurrido en tantas ocasiones durante el reinado de Isabel II. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o antinacionales quedaron excluidos, en primer lugar por una cuestión de principios y, además, porque el funcionamiento del sistema político, manipulado desde el poder, impedía de manera fraudulenta la participación de las formaciones contrarias al sistema. Los pilares sobre los que se sustentó el sistema político de la Restauración fueron la pacificación del país, la promulgación de una nueva Constitución y la formación de los dos grandes partidos sobre los que se articularía la acción de gobierno. En lo que respecta a la pacificación del país, en el momento en que Alfonso XII accedió al trono estaban en curso la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y la primera Guerra de Cuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos constituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presidido por Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemas que los habían provocado. Los carlistas habían sido neutralizados como fuerza militar, pero la supresión de los fueros e instituciones vascas (1876) fue una de las causas del posterior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo, pese a que el País Vasco conservó su autonomía fiscal gracias a la concesión de los conciertos económicos en 1878. En cuanto a la guerra de Cuba, la paz de El Zanjón de 1878 tuvo un carácter provisional; el conflicto rebrotó en 1895 y desembocó en la guerra con Estados Unidos y la independencia de la isla en 1898. La Constitución de 1876 fue otro de los pilares del sistema político de la Restauración. Inspirada en la Ley Fundamental moderada de 1845, permaneció en vigor hasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. El texto constitucional establecía un modelo de Estado centralista en el que el rey y las Cortes compartían la soberanía. El catolicismo era la región oficial, aunque se mantenía la tolerancia hacia otros cultos y la declaración de derechos de la Constitución de 1869. En la práctica, no existía una clara división de poderes, y el rey tenía un predominio indiscutible sobre el Parlamento. El monarca era el mando supremo del Ejército, elegía el Gobierno y tenía autoridad para disolver las Cortes. Asimismo, podía vetar los proyectos de ley y ejercer la iniciativa legislativa. En definitiva, era el árbitro del Historia de España 10 LA RIOJA sistema. El Gobierno necesitaba de la doble confianza del rey y de las Cortes. La Constitución de 1876 estableció además unas Cortes bicamerales. El Congreso fue elegido por sufragio censitario hasta 1890; a partir de ese año se instauró el sufragio universal o, más precisamente, general masculino. En cuanto al Senado, parte de sus miembros eran elegidos por la Corona, lo que garantizaba la presencia de oligarquías, y el resto por las corporaciones y los mayores contribuyentes. El juego de partidos de la Restauración se articuló en torno a dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador, situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llamado inicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquierda liberal. El primero fue liderado por Cánovas hasta su muerte en 1897, y posteriormente por Francisco Silvela. Agrupó a liberales moderados, antiguos miembros de la Unión Liberal, ex progresistas (como Romero Robledo) y algunos tradicionalistas (Pidal). El líder del Partido Liberal fue Práxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igual que Cánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalista durante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobierno cuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En el Partido Liberal se integraron antiguos progresistas y demócratas del Sexenio Democrático como Montero Ríos, Moret o Martos. Algunos republicanos moderados, como Castelar, se acercaron a él pero sin ingresar en sus filas. Ni el Partido Liberal Conservador ni el Partido Liberal eran organizaciones de masas sino partidos de notables. Las diferencias ideológicas entre ambos eran escasas y su composición social e intereses, prácticamente idénticos. Su fortaleza no dependía tanto de la cohesión interna de sus miembros como de la influencia de su líder y su capacidad para mantener unidas las distintas facciones del partido. Mientras vivieron sus fundadores no hubo problemas graves de cohesión interna, aunque con el cambio de siglo afloraron con frecuencia. Hasta 1923, ambas fuerzas se alternaron en el poder, en lo que se conoció como el turno de partidos, mecanismo que en última instancia era activado por el monarca, no por la voluntad popular. El turno de partidos se inauguró en 1881, cuando Alfonso XII encomendó la formación de Gobierno a Sagasta, en lugar de a Cánovas, y se oficializó tras la muerte del monarca en 1885. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada de quien sería Alfonso XIII, asumió la regencia. Cánovas, presidente del Gobierno en aquel momento, acordó con Sagasta cederle el poder durante los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo). El mecanismo de funcionamiento del turno de partidos era el siguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en las Cortes. De no ser así, el monarca obtenía de estas el decreto de disolución y promovía la celebración de unas elecciones a la medida para el candidato favorecido por él. Este procedimiento fue una fuente constante de corrupción y supuso una perversión de la vida política española. A finales del siglo XIX, la sociedad española era fundamentalmente agraria, con una población urbana relativamente © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 escasa y una opinión pública poco desarrollada. Al mismo tiempo el Estado era débil. Ambos factores propiciaron la aparición del caciquismo, gracias al cual una minoría pudo controlar la vida política y los mecanismos del poder del Estado. El caciquismo fue más eficaz en las zonas rurales que en las urbanas, donde la opinión pública y los votos eran más difíciles de controlar. Una vez que el rey impulsaba la celebración de nuevas elecciones, se ponían en marcha los mecanismos de falseamiento del voto. Los partidos del turno contaban con una red de clientes o «amigos políticos» que les prestaban su apoyo a cambio de cargos, concesiones o privilegios. Estos «amigos políticos», que por razones familiares o por tener propiedades controlaban determinadas comarcas o circunscripciones, movilizaban a sus clientes para obtener los votos necesarios en su zona. Para ello se compraba o presionaba a los electores y a los poderes locales (jueces, gobernadores, guardias civiles), se falseaban las listas electorales o se manipulaban los resultados. En su conjunto, estas prácticas fraudulentas recibieron la denominación de «pucherazo». El proceso se controlaba desde el Ministerio de la Gobernación, institución que administraba el «encasillado», sistema por el que conservadores y liberales decidían, antes de las elecciones, qué cargos debían corresponder al partido del Gobierno y cuáles a la oposición. Este sistema restó legitimidad al régimen de la Restauración y provocó las críticas de un sector creciente de la sociedad. Pese a las deficiencias del sistema de turno de partidos, conservadores y liberales tomaron decisiones importantes. En primer lugar se impulsaron una serie de medidas liberalizadoras, especialmente durante el llamado Parlamento Largo (1885-1890), dominado por los liberales. Se aprobaron la libertad de prensa e imprenta, la de cátedra y la de asociación (Ley de Asociaciones de 1887), que propició la aparición de los sindicatos, como la UGT (1888). También se promulgó la Ley del Jurado (1888), que permitía a la sociedad participar en la administración de Justicia, y el Código Civil (1889), y se instauró el sufragio general masculino (1890). Por otra parte, se realizaron algunos esfuerzos por acercarse a los problemas sociales y a la condición obrera. Ese fue el objetivo de la Comisión de Reformas Sociales, precedente del Instituto de Reformas Sociales (1903), que daría lugar, posteriormente, a la constitución del Ministerio de Trabajo. En el ámbito económico, destacó el debate entre los partidarios del proteccionismo y del librecambismo, que se saldó con la adopción de medidas proteccionistas para proteger los intereses de las industrias catalana y vasca, de la minería asturiana y de los productores de cereal castellanos. Fuera del sistema se desenvolvían las formaciones antidinásticas. Los carlistas, derrotados en 1876, se dividieron entre quienes eran partidarios y opuestos a colaborar con el régimen. En el otro lado del espectro político, los republicanos ejercieron una gran influencia en los mayores núcleos urbanos, pero mantuvieron la división que les caracterizó durante el Sexenio Democrático entre los posibilistas de Emilio Castelar, los radicales de Manuel Ruiz Zorrilla y los federales de Francisco Pi i Margall. Historia de España 11 LA RIOJA A la existencia de estas fuerzas hay que añadir el surgimiento de dos movimientos políticos opuestos al sistema canovista, el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. El movimiento obrero se dividió en dos tendencias: el socialismo (fundación del PSOE en 1879 y de la UGT en 1888) y el anarquismo, escindido entre quienes estaban a favor de la acción legal y quienes eran partidarios de la «propaganda de los hechos», es decir, del terrorismo. Estos últimos llevaron a cabo en la década de 1890 numerosos atentados; el propio Cánovas fue asesinado en 1897 por un anarquista italiano. En lo que respecta a los nacionalismos periféricos, los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. En el primer caso se produjo un largo proceso de formación del catalanismo político en las décadas de 1880 y 1890, período en el que tuvieron lugar acontecimientos importantes, como la formación del Centre Catalá de Valentí Almirall (1882) y de la Unión Catalanista (1891), la publicación de las Bases de Manresa (1892) —el primer programa político © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 explícito del catalanismo— y la constitución de la Lliga Regionalista (1901). En el País Vasco, Sabino Arana fundó el Bizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido Nacionalista Vasco (PNV). En Valencia y Galicia también se desarrollaron movimientos regionalistas. Aunque eran evidentes las carencias del sistema, el edificio político de la Restauración canovista se sostuvo sin graves problemas mientras vivieron sus dos principales líderes. La crisis provocada por el desastre del 98 dio origen al regeneracionismo, y desde los propios partidos del turno, con nuevos líderes y bajo el arbitrio de Alfonso XIII, que accedió al trono en 1902, se intentaron emprender reformas que regenerasen el sistema político y modernizasen la sociedad española. Sin embargo, la Constitución de 1876 impulsada por Cánovas y buena parte de las lacras de su sistema político se mantuvieron vigentes, bajo una presión creciente de republicanos, nacionalistas y el movimiento obrero, hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923. Historia de España 12