Legitimidad Democrática y Padrón Electoral Axel Callis R Una de las paradojas de nuestro sistema de inscripción voluntaria y de obligatoriedad del voto, es que es el único acto jurídico sin posibilidad de disolución. Así, los ciudadanos pueden cambiar de nacionalidad, nombre y apellido, incluso elegir su sexo; anular el matrimonio, pero borrarse de los registros electorales resulta jurídicamente imposible, salvo haber recibido una pena aflictiva: sólo los que comenten delitos son "cancelados" del registro electoral. Por otra parte, electoralmente ya no podemos enarbolar como a fines de los ochenta, nuestro alto sentido cívico y compararnos positivamente con aquellas democracias consolidadas (no obstante que algunas de ellas representaban con respecto a nuestro país una "baja" participación), pues en Chile existe un verdadero "sistema eufemístico" y legal que ocultan el número real de electores que deberían participar en cada elección. De esta forma, no es sólo el volumen y la precaria representatividad del padrón lo que esta en discusión, es también un discurso político hecho a la medida del elector inscrito, artificialmente "moderado" y que es el reflejo de este registro electoral. Desde sus características sociodemográficas se establece a priori su escasa renovación y apertura, lo cual neutraliza y le resta extensión al cúmulo de propuestas que deben ser vertidas en las campañas electorales, especialmente hacia los jóvenes. Así, se hace necesario instalar la inscripción automática y la despenalización del voto. Estas nuevas concepciones electorales nos permitirán fortalecer y legitimar nuestro sistema político como veremos más adelante. Un Padrón Sin Adolescencia Trece años cumplió nuestro padrón electoral y siempre - tres o cuatro días antes de la fecha de cierre de inscripciones en los registros electorales - opina tanto el Director de dicho servicio, como algún representante de la juventud sobre el desinterés creciente de los jóvenes por participar en las elecciones de turno. Es ya una costumbre que aparece en todos de medios, como un tema de agenda casi obligado en esas fechas. Y a parte de comprobar el fenómeno del desinterés, nadie repara en otros datos que subyacen bajo esta "noticia" y que de una u otra forma, van delineando el quehacer político en nuestro país. Según el INE la proyección para el año 2001 de población es de 15,4 millones, es decir el número de habitantes ha aumentado en 190 mil personas desde la estimación realizada para el año 2000 (15,2 millones). Entonces, si restamos de la población total estimada los menores de 18 años, nos quedará una cifra aproximada de 10,15 millones. Por lo tanto, si hubiese inscripción automática el nuevo padrón tendría que tener más de 10 millones de electores. Sin embargo, la realidad es otra y han quedado fuera del padrón 2.1 millones de potenciales electores. Pero revisemos un poco más las cifras de participación de las cuales muchos se sienten orgullosos ante la comunidad internacional: 1997 fue un año diferente, pues el voto válidamente emitido -aquel que se contabiliza- alcanzó los 5.7 millones, cifra menor a las registradas en anteriores y posteriores elecciones, que oscilan entre los 6, 2 hasta 7 millones de votos válidamente emitidos. Los nulos y blancos superaron ese año el millón de sufragios. De repetirse el fenómeno de 1997 el 2001, (ambas elecciones exclusivamente parlamentarias) estaríamos ante una situación que nos acercaría bastante a los estándares europeos y americanos de participación electoral, con la salvedad que en Chile el votar es obligatorio y existen sanciones a aquellos que no lo hacen. Simulemos una participación equivalente a 1997 en Diciembre, si se suma los 2.1 millones de potenciales electores que están fuera del padrón, más la abstención histórica (1.0 millones) y los nulos y blancos (1.3 millones) tenemos un total de no participantes de 4.4 millones de personas. Potenciales electores año 2001 10.150.000 Total de no participantes Inscritos Habilitados año 2001 8.050.000 4.400.000 Abstención histórica 13% 1.000.000 Votos Nulos y Blancos sobre la base del 97’ 1.300.000 Estaríamos en una situación que potencialmente el 44% de los electores no emite opinión válida o dicho de otra forma, con una participación real del 56%. Esta cifra claramente se acerca bastante a otros países de los cuales se enfatiza su poca participación, la que siempre supera o bordea el 50%. Si analizamos la elección del año pasado en Estados Unidos, sobre 197 millones censados (habilitados para votar) acudieron 109,2 millones, equivalentes al 55,3%, lo que demuestra un aumento sostenido desde la década de los ochenta, la cual bordeaba el 36%. Alemania en 1998, el censo de votantes arrojó 60.473.927 y total de votantes fue de 36.295.529, es decir un 60% de participación. En Francia el censo de habilitados para 1995 fue de 39.044.441 y el total de votantes alcanzó los 20.590.577, también más del 52% de electores. España censó el 2000 31.558.724 y un total de votantes de 18.664.055, lo que da un 60% de participación. Por último Italia en 1999, donde se censó a 47.489.843 de potenciales electores y el total de votantes llegó a los 35.507.675, es decir, más del 75% de votos. Por otra parte, sólo el Reino Unido ha marcado tendencias más bajas que el resto de Europa en participación electoral, si examinamos el siguiente gráfico podremos además observar los promedios europeos comunitarios desde el año 1979 a 1999*. Porcentaje de Participación Reino Unido y UE: Unión Europea *Cifras del Departamento Electoral del Parlamento Europeo De esta forma, el tema no es tan sólo el porcentaje de personas que votan efectivamente en una elección del total habilitado, sino una mayor proporcionalidad de edad y territorial, que tendría esta media del 50% con respecto a todos los ciudadanos potenciales de votar. Así, en algunos eventos pueden escrutar menos personas, pero la composición etárea es simétrica con respecto a toda la población electora según los estudios del Parlamento Europeo. Por el contrario, en Chile nos podríamos encontrar en Diciembre próximo con una participación real, excluidos nulos y blancos, de alrededor de 6 millones de votos válidos, con la salvedad que esa cifra equivalente al 60% real de potenciales inscritos, no representa simétricamente a la población del país mayor de 18 años. ¿Cuántos son los potenciales inscritos que no están en el padrón? La tarea no es sencilla, pues según el INE sólo podemos hablar de estimaciones, pero si revisamos las mayores brechas entre inscritos y población, encontramos lo siguiente: Población INE Estimación % de inscritos sobre el total 18-19 años Inscritos padrón 18-19 años Hombres 259.955 30.138 11,5% Mujeres 251.040 21.424 8,5% Total 511.621 51.562 10% En resumen, solo el 10% de ese tramo está inscrito en los registros electorales. Si revisamos otros tramos podremos dimensionar sutilmente los alcances de estas brechas. Población INE Estimación 20-24 años Inscritos padrón 20-24 años % de inscritos sobre el total Hombres 606.134 180.053 29,1% Mujeres 591.040 140.308 23,6% 1.197.174 320.361 26,7% Total Un poco más de un cuarto de este importante conglomerado estaría representado en el padrón electoral, es decir un 26,7% del total de jóvenes de 20 a 24 años de edad. Población INE Estimación 25-29 años Inscritos padrón 25-29 años Hombres 609.474 378.266 62% Mujeres 600.480 360.851 60% 1.209.954 739.117 61,1% Total % de inscritos sobre el total En este tramo de 25 a 29 años, están básicamente aquellos electores que se inscribieron para votar en las presidenciales de 1993 y Municipales de 1996, lo que representa esta alza al 61,1% del potencial de inscritos. Total Población INE Estimación 18-29 años Inscritos padrón 18-29 años 2.918.749 1.111.040 % de inscritos sobre el total 38,1% Como se observa en la tabla anterior, sólo el 38,1% de todos los jóvenes están inscritos en los registros electorales, lo que se traduce en que el tramo alcanza a un 13,8% del padrón, 22 puntos porcentuales menos que en 1988. Según la Tercera Encuesta Nacional sobre Juventud 2001, el "desencanto" de los jóvenes con la política es una consecuencia de la mala evaluación que estos hacen de los actores políticos. El 77,9% de los entrevistados cree que los políticos se preocupan poco por los jóvenes y la cifra aumenta a 84,3% cuando señalan que los partidos no representan sus inquietudes. Tanto en la última encuesta sobre juventud y en los análisis de nuestros estudios coinciden que sólo el 38 por ciento de los jóvenes entre 18 y 29 años está inscrito. Además la encuesta señala que el 61% de ellos volvería a inscribirse. Pero repara en un detalle: la disposición a re inscribirse, disminuye entre los jóvenes de más edad, es decir los que llevan más tiempo inscritos, Los que se ubican preferentemente en el nivel socioeconómico medio y bajo, y en los de sectores rurales. Esto porque se trata de segmentos "donde la experiencia político-electoral puede haber resultado decepcionante". La Legitimidad Los cuestionamientos que subyacen tras estos números tienen directa relación con el discurso político que puede levantarse durante las campañas, por el contrario, en los países de la Europa comunitaria, como vimos en los ejemplos anteriores, los políticos europeos no manejan datos claves a la hora de las proposiciones de campaña, pues ignoran fehacientemente: • • • • Cuánta gente va ha votar. La composición etárea y de género de los electores que finalmente acudirán a las urnas. La distribución de participación dentro del país. El real potencial de candidatos "marginales". En Chile estos datos prácticamente se pueden deducir de la composición etárea y regional del padrón y, por lo tanto, se puede amoldar en un discurso más acotado y dentro de los límites dados por el mismo padrón. De esta forma, no es necesario elaborar propuestas transversales a "todos" los potenciales electores, pues al final por la escasa renovación e inscripción, la legitimidad de nuestro sistema esta dada más por una cantidad global que por una legitimidad equivalente y proporcional a todos los ciudadanos de nuestro país. En resumen, los candidatos saben que los jóvenes no están en los registros electorales, por lo tanto sus propuestas y por ende sus discursos, dicen poco o nada sobre ese segmento. Por el contrario, lo jóvenes no se sienten llamados a legitimar ni avalar candidatos que no interpelan sus aspiraciones o inquietudes, produciéndose un franco circulo vicioso entre marginación y ausencia programática, que solo puede romperse con la inscripción automática y la despenalización del voto.