cuentos hispanoamericanos

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CUENTOS
HISPANOAMERICANOS
LECTURA FÁCIL
Agrupación Juvenil Xonaca, A.C.
2015
CUENTOS HISPANOAMERICANOS
Lectura Fácil
Puebla, México – 2015
Primera Edición
Portada: Gabriel García Vázquez / Lina Rebeca Alférez
Ilustraciones interiores: Uriel López Castro / Benjamín López
D.R. © 2015, Agrupación Juvenil Xonaca, A.C.
127 Oriente 1828 – 1, Los Héroes, Puebla, Puebla
agrupacionjuvenilxonaca@gmail.com
“Este material se realizó con recursos del Programa de
Coinversión Social operado por la Secretaría de Desarrollo
Social. Sin embargo, la ´SEDESOL´ no necesariamente
comparte los puntos de vista expresados por los autores del
presente trabajo”
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NOVELAS
EJEMPLARES
Miguel de Cervantes Saavedra
LECTURA FÁCIL
El Celoso
Extremeño
EL CELOSO EXTREMEÑO
Hace algunos años un hidalgo,
nacido de padres nobles, salió de Extremadura
y viajó por España, Italia y Flandes.
El hidalgo se llamaba Felipe de Carrizales
y durante muchos años estuvo de viaje en viaje
Después de muchas aventuras
y muertos ya sus padres y gastado su dinero,
Felipe fue a vivir a la gran ciudad de Sevilla.
Hidalgo
era
una
persona
noble que
era dueño
de muchas
tierras en
España
Pero Felipe ya no tenía dinero
Indias
así que decidió viajar a las Indias,
nombre
con el que refugio y salvación de los desesperados de España.
se llamaba
a
las
colonias El viaje en el mar fue tan bueno
que
que llegaron sin problemas al puerto de Cartagena.
España
tenía en el
continente
americano Felipe durante el viaje decidió
cambiar su forma de vida:
ahorraría su dinero
y sería más cuidadoso en su trato con las mujeres.
Felipe tenía 48 años cuando llegó a las Indias
y permaneció ahí durante 20 años,
tiempo en que hizo una gran fortuna.
Felipe dejó el Pirú cuando ya era rico,
donde alcanzó gran fortuna,
y regresó a España
trayendo consigo muchas barras de oro y plata.
Felipe desembarcó en Sanlúcar.
Luego llegó a Sevilla.
Cuando Felipe regresó era tan rico como viejo.
Enseguida buscó a sus amigos,
pero ya todos estaban muertos.
Sus parientes ya no vivían tampoco.
Felipe pensaba en
qué haría con sus barras de oro y plata,
pues eran una llamada a los ladrones.
A Felipe le parecía que, conforme a los años que tenía,
le sobraba dinero para pasar los años de su vejez
en paz y tranquilidad.
Sin embargo, Felipe quería tener
a quien dejar su dinero cuando muriera.
Y con esta idea veía que todavía tenía vida por delante
y le parecía que aún podía casarse.
Pero de pronto sentía gran miedo,
pues Felipe era el hombre más celoso del mundo.
aún sin estar casado.
Cuando Felipe se imaginaba casado
de inmediato le comenzaban los celos,
y le cansaban las sospechas
y le sobresaltaban las imaginaciones.
Celoso es
una
persona
que sufre
de celos,
(es decir,
de
sospechas
de que su
esposa(o)
lo engaña
con
otra
persona)
De modo que Felipe, con los celos en mente,
decidió mejor no casarse.
Sin embargo, Felipe un día pasó por una calle
y cuando levantó los ojos
vio en una ventana a una doncella,
como de 13 a 14 años de edad,
que era tan hermosa
que de inmediato Felipe se enamoró.
Doncella
es
una
mujer que
no se ha
casado
Felipe pensaba:
FELIPE.- Esta muchacha es hermosa
y, según la facha de la casa, no debe de ser rica.
Debo casarme con la doncella
y encerrarla y la haré a mis mañas.
Y con esto no tendrá otra condición
que lo que le enseñaré.
Y no soy tan viejo
que pueda perder la esperanza de tener hijos
que me hereden.
Así que Felipe después de algunos días
habló con los padres de la doncella,
quien se llamaba Leonora,
y supo que eran pobres, pero nobles.
De inmediato Felipe les dijo
que quería casarse con Leonora
y, les dijo también, que era un hombre rico.
Felipe les suplicó que le diesen por mujer a su hija.
Los padres le pidieron tiempo para decidirse.
Se despidieron, pues,
y descubrieron que era verdad lo que cada uno dijo.
Así que Leonora quedó por esposa de Felipe.
Pero Felipe sintió de pronto grandes celos
y empezó sin causa alguna a temblar
y a tener mayores cuidados
de los que nunca había tenido.
Y la primera muestra
que Felipe dio de su condición celosa
fue no dejar que ningún sastre tomara la medida
a su esposa de los muchos vestidos
que pensaba hacerle.
Y así Felipe estuvo mirando qué otra mujer
tendría un cuerpo parecido al de Leonora
Entonces encontró a una mujer pobre,
a cuya medida hizo la ropa,
y luego la probó en Leonora
y vio que le quedaba bien
y por aquella medida hizo los demás vestidos,
La segunda señal que Felipe dio de sus celos
fue que no quiso juntarse con su esposa
hasta que tuviera su casa aparte.
Así que Felipe compró una casa,
que tenía jardín con muchos naranjos,
en un barrio principal de la ciudad,
Luego Felipe cerró todas las ventanas
que miraban a la calle
y les dio vista al cielo,
e hizo lo mismo con todas las otras ventanas de la casa.
En el portal de la calle,
que en Sevilla llaman casapuerta,
hizo una caballeriza para una mula,
y encima un pajar y cuarto
Sastre es
una
persona
cuyo oficio
es cortar
tela
y
hacer
vestidos
donde estuviese el cuidador
que fue un negro viejo
También Felipe levantó las paredes de las azoteas
de tal manera que el que entraba en la casa
sólo podía ver hacia el cielo por línea recta,
sin que pudiera verse otra cosa.
Herrar esFelipe compró finos muebles para adornar
hacer una
marca conY también compró 4 esclavas blancas,
un
metal
caliente eny las herró en el rostro,
una
y compró a otras 2 negras.
persona o
animal
la casa,
Felipe se puso de acuerdo con un despensero
para que le trajese y comprase la comida,
bajo la condición de que no entrara a la casa.
Felipe hizo llave maestra para toda la casa,
y se fue a casa de sus suegros
y pidió a su mujer,
que se la entregaron no con pocas lágrimas,
porque les pareció que la llevaban a la sepultura.
Así que Leonora les pidió la bendición a sus padres,
se despidió y acompañada de sus esclavas y criadas,
tomada de la mano de su marido,
se fue a su casa.
Sermón
es
un Después
regaño
de que llegaron
Felipe les hizo un sermón a todas,
encargándoles el cuidado de Leonora.
Pero sobre todo les encargó
que nunca dejaran entrar a nadie a la casa.
Y Felipe nombró de ama de llaves
a una mujer de mucha prudencia y gravedad
para que mandara a las esclavas
y a otras 2 doncellas de la misma edad de Leonora.
Pero Felipe les prometió que las trataría bien
y les regalaría a todas de manera
que no sufrieran su encierro.
Las criadas y esclavas, a su vez,
le prometieron que obedecerían sus indicaciones
con buen ánimo.
Y la nueva esposa, Leonora,
bajó la cabeza y dijo
que no tenía otra voluntad
que la de su esposo a quien siempre obedecería.
Y así Felipe, dentro de su casa, pasaba el tiempo
con Leonora, con sus doncellas y sus esclavas.
Leonora andaba y se entretenía con sus criadas,
y aún dio con su sencillez en hacer muñecas
y otras niñerías,
que mostraban la ternura e inocencia de sus años.
De modo que Felipe estaba satisfecho,
pues le parecía que eligió la mejor vida
que se pudo imaginar.
Y creía que ninguna razón podría
arruinar su tranquilidad y felicidad.
Y así sólo se preocupaba por traer regalos a su esposa
Todas las mañanas Felipe salía de casa,
casi siempre a pie,
y dejaba cerradas las puertas,
la de la calle y la de la casa,
y entre las 2 quedaba el esclavo negro,
que era el portero.
Así Felipe se iba a sus negocios,
que eran pocos,
y en poco tiempo regresaba a casa.
Luego se encerraba
y se divertía en dar regalos a Leonora.
Felipe y Leonora, junto con sus criadas y esclavas,
vivieron encerrados durante 1 año
y nunca entró un hombre adentro de la casa.
Nunca se vio cárcel mejor custodiada,
ni monjas más protegidas.
Sin embargo, Felipe,
a pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar
que sus celos se volvieran realidad.
Sucedió así:
Hay en Sevilla un tipo de gente ociosa y floja,
a quien les llaman gente de barrio.
Pues uno de esos galanes, llamado Loaysa,
vio la casa de Felipe,
y como siempre estaba cerrada,
quiso saber quién vivía adentro.
Entonces Loaysa preguntó
y supo la historia de Felipe y Leonora:
Supo la condición celosa del viejo
y acerca de la hermosura de Leonora,
que vivía encerrada lejos de otro hombre
que no fuera Felipe.
Al conocer la historia,
Loaysa quiso saber si sería posible
que fuera primer hombre en entrar a la casa de Felipe.
Así Loaysa hizo un plan,
con ayuda de 2 de sus amigos,
para entrar a la casa de Felipe
e intentar enamorar a Leonora.
Su plan fue el siguiente:
Loaysa se puso unos vestidos
tan rotos y remendados,
que ningún pobre en toda la ciudad
los traía peores.
Remendar
es poner
un arreglo
de tela a la
ropa
También se rasuró su barba
y se cubrió un ojo con un parche
Del mismo modo, Loaysa se vendó una pierna
Tullido es
y, sosteniéndose con 2 muletas,
cuando
una
se convirtió en un pobre tullido
persona no
puede
de modo que el más verdadero estropeado
mover una
parte de su no se le igualaba.
cuerpo
Con ese disfraz, Loaysa se ponía cada noche
a la puerta de la casa de Felipe
que ya estaba cerrada
y donde estaba el portero negro,
cuyo nombre era Luis,
encerrado entre la puerta de la casa
y la puerta de la calle.
Luego Loaysa sacaba una guitarra grasienta
y sin algunas cuerdas,
y, como sabía algo de música,
empezaba a tocar y cantar algunas canciones.
Loaysa cantaba con tanta gracia,
que las personas que pasaban por la calle
se ponían a escucharlo.
Y siempre, en tanto que cantaba,
estaba rodeado de muchachos.
Luis, el negro, alzaba los oídos
por entre las puertas,
y diera un brazo por abrir la puerta
y escuchar a gusto a Loaysa,
pues tal es la inclinación
que los negros tienen a ser músicos.
Y cuando Loaysa quería
que se fueran los que le escuchaban,
entonces dejaba de cantar,
recogía su guitarra
y se iba sujetándose a sus muletas.
4 o 5 veces Loaysa cantó afuera de la casa de Felipe
para que el negro Luis lo escuchara.
Entonces Loaysa llegó una noche a la puerta,
según su costumbre, y empezó a tocar su guitarra
y cuando Loaysa sintió
que el negro Luis ya estaba atento
se acercó a la puerta
y dijo con voz baja:
LOAYSA.- ¿Será posible, Luis, que me des un poco de
agua? Tengo sed y no puedo cantar?
Y el negro Luis le respondió:
NEGRO LUIS.- No puedo, pues no tengo la llave de la
puerta, ni hay agujero por donde pueda pasarla.
Enseguida Loaysa le preguntó:
LOAYSA.- Pues, ¿quién tiene la llave?
El negro Luis le dijo:
NEGRO LUIS.- La llave la tiene mi amo Felipe,
que es el hombre más celoso del mundo.
Y si supiera que habló con alguien, me mataría.
Pero, ¿quién eres que me pides el agua?
Loaysa para engañarlo le dijo:
LOAYSA.- Soy un pobre hombre lastimado
de una pierna que gano mi vida
pidiendo limosna a la buena gente.
Y también enseño a tocar la guitarra
a algunos negros y a otra gente pobre.
Y ya tengo a 3 negros,
a quienes les doy clases de guitarra
de modo que pueden cantar y tocar
en cualquier baile y en cualquier taberna,
y me pagan muy bien por las clases.
Luego el negro Luis le respondió:
NEGRO LUIS.- Yo te pagaría muy bien
la clase de guitarra, pero no es posible
a causa de que mi amo,
pues cuando sale por la mañana,
cierra la puerta de la calle
y cuando regresa
la cierra de nuevo
y yo me quedo encerrado entre las 2 puertas.
Pero Loaysa le dijo:
LOAYSA.- ¡Por Dios!, Luis.
Si me abres la puerta yo te daré clase
y en menos de 15 días tocarás la guitarra
que podrás tocarla sin vergüenza
en cualquier esquina.
Porque oí que eres muy hábil
y según escucho tu voz, debes de cantar muy bien.
Además soy muy buen maestro.
A esto suspiró el negro y dijo:
NEGRO LUIS.- ¿De qué sirve todo eso,
pues no sé cómo meterte en casa?
Loaysa le dijo:
LOAYSA.- Buen remedio: toma las llaves de tu amo,
y yo te daré un pedazo de cera,
donde las imprimirás de manera
que queden señaladas las guardas en la cera;
Luego un cerrajero, amigo mío, que haga las llaves
y así podré entrar de noche
y enseñarte a tocar la guitarra.
Pues sería gran lástima
que se pierda una voz como la tuya
sólo por no tocar la guitarra.
Quiero que sepas, amigo Luis,
que aún la mejor voz del mundo
pierde de su belleza
cuando no se acompaña con el instrumento,
ora sea de guitarra de órganos o de arpa.
Pero el instrumento que más conviene a tu voz
es el instrumento de la guitarra.
El negro Luis le dijo:
NEGRO LUIS.- Bien me parece eso,
pero no puede ser,
pues nunca tengo las llaves en mis manos
ni mi amo las suelta de la mano de día,
y de noche duermen debajo de su almohada.
Loaysa no se rindió y le dijo:
LOAYSA.- Pues hay que hacer otra cosa, Luis,
si es que tienes ganas de ser músico,
que si no la tienes
no hay razón para que me canse en aconsejarte.
Y el negro Luis le respondió:
NEGRO LUIS.- ¡Si tengo ganas!
Y tantas que ninguna cosa dejaré de hacer,
a fin de ser músico.
Entonces Loaysa le dijo:
LOAYSA.- Pues si así es,
yo te daré unas tenazas y un martillo
con que de noche quites los clavos de la cerradura
con mucha facilidad,
y luego volveremos a poner la chapa,
de modo que no se vea que fue desclavada.
Así podré entrar a darte clase de guitarra.
Así que el negro Luis le dijo:
NEGRO LUIS.- Venga ese martillo y tenazas
que yo quitaré la chapa
y le volveré a cubrir
y a tapar con barro.
Mi amo duerme tan lejos de esta puerta,
que será milagro, o gran desgracia nuestra,
si oye los golpes cuando quite la chapa.
Loaysa le respondió:
LOAYSA.- Pues en 2 días tendrás
todo lo necesario para poner en marcha
nuestro plan.
Y no comas cosas flemosas,
pues dañan mucho la voz.
El negro Luis le dijo:
NEGRO LUIS.- Pero no dejes de venir a cantar
en las noches que ya me comen los dedos
por verlos puestos en la guitarra.
Después de que hablaron,
Loaysa cantó una canción
que dejó al negro tan contento y satisfecho
que ya no veía la hora de abrir la puerta.
2 días después Loaysa le dio los instrumentos
y el negro Luis probó sus fuerzas
y, casi sin poner alguna,
se rompieron los clavos de la chapa.
Así el negro Luis, con la cerradura en las manos:
abrió la puerta
y Loaysa pudo entrar.
El negro Luis quedó sorprendido
cuando vio a Loaysa con sus 2 muletas
y tan sucio y con su pierna lastimada.
No llevaba Loaysa el parche en el ojo,
por no ser necesario,
y, después que entró,
abrazó al negro Luis y le besó en el rostro.
Luego le puso una gran botella de vino en las manos
y una caja de conserva y otras cosas dulces.
Enseguida Loaysa dejó las muletas,
como si no tuviera mal alguno,
y empezó a tocar canciones.
Loaysa le dijo al negro Luis:
LOAYSA.- Te diré, hermano Luis,
que mi cojera y lesión no nace de enfermedad,
pero sí de industria,
pues así gano de comer pidiendo limosna
y de mi música.
El negro Luis le respondió:
NEGRO LUIS.- Ayúdame a poner de nuevo
la chapa a su lugar para que no se vea que se quitó.
Entonces Loaysa sacó los clavos
y pusieron la cerradura tan bien como estaba antes,
con lo que quedó contentísimo el negro Luis.
Enseguida Loaysa se subió al cuarto
que tenía el negro Luis en el pajar.
Y se acomodó lo mejor que pudo.
Luego Loaysa sacó su guitarra y la tocó.
El pobre negro Luis al escucharlo
quedó fuera de sí.
Embriagar Después de tocar un rato,
es muchoLoaysa le dio de beber vino
beber vino
al negro Luis
que quedó embriagado.
De inmediato Loaysa le ordenó al negro Luis
que tomara clase
y, como el pobre negro estaba embriagado
no podía ni sostener la guitarra.
Pese a eso, Loaysa le hizo creer
que ya sabía tocar por lo menos 2 canciones
y el negro Luis se lo creyó.
En toda la noche el negro Luis no hizo otra cosa
que tocar mal una guitarra
que ni siquiera tenía todas las cuerdas.
Después de la clase
Loaysa y el negro Luis durmieron lo poco
que de la noche les quedaba.
A las 6 de la mañana,
bajó Felipe y abrió la puerta de la casa
y también la de la calle,
y estuvo esperando al despensero,
que llegó en poco tiempo,
Luego Felipe se volvió a ir
y llamó al negro Luis
para que bajara a tomar cebada para la mula.
Así el negro Luis bajó
y la tomó. Entonces se fue Felipe
dejando cerradas las 2 puertas.
Apenas salió Felipe de la casa
cuando el negro Luis tomó la guitarra
y empezó a tocar de tal manera
que todas las criadas le oyeron,
y desde la puerta de la casa le preguntaron:
CRIADAS.- ¿Qué es esto, Luis?
¿De cuándo acá tienes guitarra?
El negro Luis les respondió:
NEGRO LUIS.- La guitarra me la dio
el mejor músico que hay en el mundo
que en menos de 6 días
me enseñará más de 6,000 canciones
Entonces el ama de llaves le dijo:
AMA DE LLAVES.- Y ¿dónde está ese músico?
A lo que el negro Luis le respondió:
NEGRO LUIS.- No está muy lejos de aquí.
Y si no fuera por miedo a mi amo Felipe,
se los presentaría.
Entonces ustedes podrían verlo.
El ama de llaves le dijo luego:
AMA DE LLAVES.- En esta casa nunca entró
otro hombre que el amo Felipe.
Además no podemos verlo
pues la casa no tiene ventanas a la calle.
Pero me muero por oír una buena voz
que después de que nos encerramos en la casa
no hemos oído ni aún el canto de los pájaros.
En tanto que el negro Luis hablaba
con el ama de llaves, Loaysa los escuchaba.
Luego se fueron las criadas,
pero el negro Luis les prometió
que cuando menos pensaran
las llamaría a oír una muy buena voz.
Sin embargo, el negro Luis temía
que su amo volviera
y lo viera hablando con las criadas.
Así que las dejó
y se fue a su cuarto.
Al poco tiempo Felipe regresó
y, cerró las puertas, según su costumbre,
y se encerró en la casa.
Aquel mismo día, el negro Luis le dijo a una criada
que aquella noche, después de dormido su amo,
todas bajaran para oír la voz del músico.
Cuando llegó la medianoche,
las criadas bajaron
y llamaron al negro Luis,
que bajó de su cuarto junto con Loaysa,
quien ahora llevaba la guitarra con todas sus cuerdas.
Antes de empezar, el negro Luis preguntó
acerca de quiénes bajaron.
Las criadas respondieron que todas
menos Leonora, que dormía con Felipe.
Esto le pesó a Loaysa,
pero, con todo eso, tocó la guitarra
pues quiso dar principio a su plan
y dejó sorprendido al negro Luis
y a todas las criadas que lo escuchaban.
Luego las criadas le pidieron al negro Luis
que les dijera el nombre del músico.
El negro Luis les dijo que era un hombre pobre,
pero el más galán y gentil
que había en toda Sevilla.
Así que las criadas le rogaron al negro Luis
que dejara que lo vieran
y le preguntaron de qué modo hizo
para meterlo en la casa.
Por último las criadas le rogaron a Loaysa
que regresará otra noche,
pues harían que Leonora bajara a escucharle,
a pesar del ligero sueño de su esposo Felipe,
cuya ligereza no nacía de sus muchos años,
sino de sus muchos celos.
A lo cual Loaysa dijo
que si querían oírlo sin sobresalto de su amo, Felipe,
entonces les daría unos polvos
para que los echaran en el vino,
pues harían que Felipe durmiera con pesado sueño
y más tiempo del normal.
El ama de llaves dijo:
AMA DE LLAVES.- Si eso fuera verdad,
qué buena suerte tendríamos.
No serían polvos de sueño para Felipe
sino polvos de vida para todas nosotras
y para la pobre de mi señora Leonora,
su mujer, que no la deja a sol ni a sombra,
ni la pierde de vista un solo momento.
¡Ay, señor mío de mi alma,
traiga esos polvos:
así Dios le dé todo el bien que desea!
Vaya y no tarde: tráigalos, señor mío,
que yo me ofrezco a mezclarlos en el vino
para que el viejo Felipe duerma 3 días con sus noches,
que otros tantos tendríamos nosotras de gloria.
A lo que Loaysa les respondió:
LOAYSA.- Pues yo los traeré
y los polvos no hacen mal
ni daño a quien los toma.
Sólo provocan sueño profundo.
Todas las criadas le suplicaron
que trajera pronto los polvos
y, quedaron en hacer un agujero a la puerta
y de traer a Leonora para que lo viera y oyera.
Luego las criadas se despidieron
y el negro Luis, aunque era casi de mañana,
quiso tomar clase, la cual le dio Loaysa,
y le hizo creer que era el mejor de sus alumnos,
aun cuando el pobre no sabía
ni lo supo jamás, tocar una canción.
La noche vino y las criadas acudieron
a escuchar la guitarra.
También estaba la inocente Leonora,
con miedo de que despertara Felipe, su esposo.
En realidad no quería ir,
pero las criadas le dijeron maravillas
acerca de la suavidad de la música
que convencieron a Leonora
para hacer lo que no tenía hacer.
Lo primero que las criadas hicieron
fue agujerar la puerta para ver al músico,
el cual ya no estaba con ropa de pobre.
Loaysa era joven y de buen parecer,
y, como había pasado tanto tiempo
en que todas sólo veían a Felipe,
sucedió que cuando vieron a Loaysa
les pareció que veían a un ángel.
Se ponía una criada en el agujero para verlo
y luego otra.
Y, después que todas le hubieron visto,
tomó Loaysa la guitarra,
y cantó aquella noche
que las dejó sorprendidas a todas.
Así todas las criadas le suplicaron al negro Luis
que les dijera cómo podía entrar Loaysa a la casa
para oírlo y verlo más cerca,
y sin el sobresalto de estar tan apartadas de su señor,
que podía de pronto sorprenderlas.
Pero Leonora no estuvo de acuerdo
y dijo que no se hiciera tal cosa
pues le pesaría en el alma
que corriera peligro su honra.
A lo que el ama de llaves le respondió:
AMA DE LLAVES- ¿Qué honra?
Quédese encerrada con su Matusalén
y déjenos a las criadas disfrutar como podamos.
Cuanto más, que este músico parece tan honrado
que no pondrá en peligro nuestra honra.
Al escucharlas hablar,
Loaysa les dijo:
LOAYSA.- Yo, señoras mías,
vine aquí con intención
de servirles con el alma y con la vida
al ver que sufren encerradas.
Entonces Leonora le respondió:
LEONORA.- Si así es,
¿qué medio se dará para que entre a la casa?
A lo que Loaysa dijo:
LOAYSA.- Bueno, deben de copiar en cera
la llave de la puerta de la casa,
que en mañana la duplicaré,
para así entrar.
Las criadas dijeron:
CRIADAS.- Al copiar esa llave,
se copian las de toda la casa,
pues es llave maestra.
Luego Leonora advirtió:
LEONORA.- Es verdad,
pero el músico primero debe jurar
que cuando entre a la casa
sólo tocará y cantará cuando se le ordene.
También deberá estar encerrado
en donde le indiquemos.
Loaysa sin pensarlo le dijo:
LOAYSA.- Juro por vida de mi padre.
Luego una de las esclavas dijo:
ESCLAVA.- Mire, señor, que no se le olvide
aquello de los polvos,
que es lo más importante de todo.
Con esto terminó la plática de aquella noche,
y todos quedaron muy contentos del concierto.
Cuando las criadas y Leonora se retiraron
Loaysa llamó en aquellas horas,
que eran 2 después de la medianoche,
a sus amigos.
Loaysa les habló y les dio cuenta del término
en que estaba su plan,
y les pidió que trajeran los polvos u otra cosa,
para que el viejo Felipe durmiera.
También Loaysa les dijo lo de la llave maestra.
Sus amigos le dijeron que los polvos,
o un ungüento, lo llevarían la siguiente noche,
de tal modo que, untado el ungüento en las sienes,
causaba un sueño profundo
del que no se podía despertar en 2 días.
Y para despertar era necesario
lavarse todo el cuerpo con vinagre.
También sus amigos le dijeron
que les diera la llave en cera,
que la duplicarían con facilidad.
Con esto sus amigos se despidieron y se fueron.
Y Loaysa y el negro Luis durmieron
lo poco que de la noche les quedaba,
Loaysa esperaba con gran deseo
que otra vez fuera de noche,
para que le llevaran la llave maestra.
Al día siguiente, cuando era de noche,
todas las criadas de la casa bajaron
para ver al señor músico.
Pero Leonora no bajó,
Sien
es
Cada una
de las dos
partes
laterales
de
la
cabeza
situadas
entre
la
frente, la
oreja y la
mejilla.
y, cuando Loaysa preguntó por Leonora,
las criadas le respondieron
que estaba acostada con Felipe, su esposo,
pues cerraba con llave la puerta del cuarto donde dormía
y después de cerrar la puerta,
Felipe ponía la llave debajo de su almohada.
Sin embargo, Leonora les dijo que,
después de que Felipe se durmiera,
enseguida tomaría la llave maestra
y la copiaría en cera,
que ya llevaba preparada y blanda.
Así que Loaysa fue con sus amigos
y le dieron una botella de ungüento
que provocaba sueño profundo.
Loaysa tomó la botella
y les dijo que esperaran un poco
para que les diera la muestra de la llave.
Luego Loaysa regresó con las criadas
y le dijo al ama de llaves,
que era la que más quería ver al músico,
que le llevara el ungüento a Leonora
para que lo untara a su esposo
con tal cuidado que no lo sintiera
y que enseguida el viejo Felipe se dormiría.
Entonces el ama de llaves llevó el ungüento a Leonora
que tomó el ungüento
y respondió a la ama de llaves
que de ninguna manera podía tomar la llave a su esposo,
pues no la tenía debajo de la almohada,
como solía, sino entre los 2 colchones
y casi debajo de la mitad de su cuerpo.
Pero Leonora le pidió que le dijera a Loaysa
que si el ungüento llevaba a Felipe
a un sueño profundo,
entonces sacarían la llave
y no sería necesario copiarla en cera.
Así Leonora fue hacia Felipe temblando y paso a paso
y casi despedir el aliento de la boca,
Leonora llegó a untar las sienes del celoso esposo,
y también le untó las fosas de las narices
y cuando lo untaba
le parecía que se movía:
Leonora se quedó quieta,
pues le parecía que Felipe despertaba.
En efecto, como mejor pudo,
Leonora le untó el ungüento en todos los lugares
que fue lo mismo que embalsamarlo para la tumba.
El ungüento en poco tiempo funcionó
pues Felipe empezó a dar grandes ronquidos.
Embalsam
ar
es
inyectar
ciertos
líquidos a
los
cuerpos
muertos
Felipe duerme y da grandes ronquidos
Y Leonora, aún insegura de lo que veía,
se acercó a Felipe y lo movió un poco,
y luego más, y luego otro poquito más,
para ver si despertaba
y a tanto se atrevió
que lo movió de una parte a otra
sin que Felipe despertara.
Como Leonora vio que no despertaba Felipe
enseguida se fue a la puerta
y, con voz no tan baja
llamó al ama de llaves,
que la estaba esperando, y le dijo:
LEONORA.- Felipe duerme más que un muerto.
Luego Leonora volvió a la cama,
metió la mano por entre los colchones
y sacó la llave,
sin que el viejo Felipe despertara.
Leonora tomó la llave en sus manos,
y empezó a dar saltos de alegría,
y, sin esperar más tiempo, abrió la puerta
y le dio la llave a la ama de llaves,
que recibió la llave con la mayor alegría del mundo.
Entonces Leonora mandó al ama de llaves
a que fuera a abrir a Loaysa
y que lo llevara a los corredores.
El ama de llaves de inmediato fue con las criadas
y les mostró la llave que traía.
Las criadas tuvieron tanta alegría
que cargaron al ama de llaves
y decían: ''¡Viva, viva!''.
Y las criadas se emocionaron más
cuando el ama de llaves les dijo
que no había necesidad de duplicar la llave,
pues el viejo Felipe dormía un sueño profundo.
Enseguida el ama de llaves abrió la puerta,
y, teniéndola entreabierta, llamó a Loaysa,
que escuchó todo por el agujero de la puerta.
Entonces Loaysa llegó a la puerta
y quiso meterse de golpe.
Pero el ama de llaves le puso la mano en su pecho
y le pidió que prometiera que les guardaría su honor.
Loaysa así lo prometió.
Entonces el ama de llave lo metió a la casa
y luego todas las criadas lo rodearon.
De inmediato una criada fue a avisarle a Leonora
que el músico había entrado a la casa.
Leonora supervisaba
que su esposo en verdad durmiera
y, cuando la criada le dijo
que Loaysa ya subía,
Leonora se alegró y se asustó
y preguntó si el Loaysa juró que respetaría su honor.
La criada le respondió que sí.
En esto, las criadas,
y Loaysa en medio, llegaron con Leonora,
y el negro Luis los alumbraba con la lámpara.
Y cuando Loaysa vio a Leonora
hizo muestras de arrojársele a los pies
para besarle las manos.
Leonora en silencio y por señas le hizo levantarse
y todas las criadas estaban como mudas,
sin atreverse a hablar,
pues temían que Felipe las oyera.
Pero Loaysa les dijo que bien podían hablar alto,
pues el ungüento con que estaba untado su amo
tenía tal virtud que, fuera de quitar la vida,
ponía a un hombre como muerto.
A lo que Leonora dijo:
LEONORA.- Así lo creo
que si así no fuera,
Felipe ya hubiera despertado 20 veces,
según lo hacen de sueño ligero sus muchos celos,
pero, después de que le unté, ronca como un animal.
Luego les dijo:
LEONORA.- Vamos, pero quédese aquí la esclava
Guiomar para vigilar y nos avise si Felipe despierta.
Así que se quedó la esclava Guiomar
mientras que los demás se fueron a la sala,
donde pusieron a Loaysa en medio
y se sentaron todas alrededor.
Luego el ama de llaves tomó la guitarra,
que el negro Luis tenía en sus manos,
y se la dio a Loaysa,
suplicándole que la tocara
y que cantara.
Loaysa estaba tocando y cantando
cuando la esclava Guiomar llegó llena de miedo
y, con voz entre ronca y baja, dijo:
GUIOMAR.- ¡El amo despertó!
Al escucharla, todas las criadas se quedaron
pasmadas y temerosas y cada una huyó
a esconderse por los desvanes
y rincones de la casa,
y dejaron solo a Loaysa.
Enseguida Loaysa dejó la guitarra y el canto,
lleno de angustia, pues no sabía dónde esconderse.
Leonora torcía sus hermosas manos
y el ama de llaves se golpeaba el rostro.
En fin, todo era confusión, sobresalto y miedo.
Pero el ama de llaves,
que era más astuta,
dio orden de que Loaysa se escondiera en su cuarto
y que Leonora se quedará en la sala,
pues no faltaría excusa
que dar a su amo si las encontraba allí.
De inmediato Loaysa se escondió
y el ama de llaves se puso atenta a escuchar
si su amo venía;
y, no sintiendo rumor alguno, cobró ánimo,
y poco a poco, paso a paso,
se fue hasta llegar al cuarto donde Felipe dormía.
Y el ama de llaves oyó que Felipe roncaba
y, segura de que Felipe dormía,
volvió corriendo con Leonora
para decirle del sueño de su esposo.
Sin embargo, el ama de llaves no quiso
perder la oportunidad,
que la suerte le ofrecía de disfrutar,
antes que todas,
del concierto de Loaysa.
Así que le dijo a Leonora
que esperara en la sala,
en tanto que iba a llamar a Loaysa.
Luego el ama de llaves se fue
y entró al cuarto donde Loaysa estaba,
no menos confuso que pensativo,
y esperaba las noticias de lo que hacía el viejo Felipe.
Loaysa se lamentaba acerca
de la falsedad del ungüento,
y se quejaba del poco cuidado que tuvo
en no hacer primero una prueba en otro
antes de hacerla en Felipe.
En esto, el ama de llaves llegó
y le aseguró que el viejo Felipe dormía profundo.
Así que Loaysa se tranquilizó
y estuvo atento a las muchas palabras amorosas
que el ama de llaves le dijo.
Anzuelo
es
un Entonces Loaysa entendió
metal que del ama de llaves
sirve para
pescar
pero Loaysa se propuso el
las malas intenciones
ponerla por anzuelo
para atrapar a Leonora.
Y, mientras Loaysa y el ama de llaves platicaban,
las demás criadas,
que estaban escondidas por toda la casa,
una de aquí y otra de allí, volvieron a ver
si era verdad que Felipe despertó.
Pero las criadas vieron
que todo estaba en silencio.
Luego llegaron a la sala donde dejaron a Leonora
que les dijo que Felipe dormía un sueño profundo.
Enseguida las criadas le preguntaron a Leonora
por Loaysa y por el ama de llaves.
Leonora les dijo dónde estaban
y todas las criadas, con el mismo silencio,
llegaron a escuchar por entre las puertas
lo que Loaysa y el ama de llaves hablaban.
Todas las criadas escuchaban la plática,
pero el negro Luis no,
pues así como oyó que su amo despertó,
el negro Luis se abrazó con su guitarra
y se fue a esconder en su cuarto,
y, cubierto con la manta de su pobre cama,
sudaba y trasudaba de miedo;
y, con todo eso,
no dejaba de tentar las cuerdas de la guitarra:
Al ama de llaves no le gustó lo que Loaysa pedía.
Pero, a fuerza de cumplir el deseo
que ya se le había apoderado del alma
y de los huesos y médulas del cuerpo,
el ama de llaves le prometió hasta lo imposible.
Entonces el ama de llaves salió
a hablar con Leonora
y, como vio su puerta rodeada de todas las criadas,
les dijo que se regresaran a sus cuartos,
que otra noche habría lugar para disfrutar del músico
con menos o sin ningún sobresalto
que ya aquella noche la angustia
les echó a perder el gusto.
Bien entendieron todas las criadas
que el ama de llaves se quería quedar sola,
pero tuvieron que obedecerla,
pues las mandaba a todas.
Así que se fueron las criadas
y el ama de llaves fue a la sala
a convencer a Leonora
para que fuera al cuarto con Loaysa.
El ama de llaves le hablaba acerca de Loaysa:
le hablaba de su gentileza y su valor,
Donaire
es
la de su donaire y sus muchas gracias.
gracia en
la forma de También le dijo que cuánto más gusto
hablar
le serían los abrazos del amante joven
que los del esposo viejo.
El ama de llaves le aseguraba
que guardaría el secreto y la duración del deleite,
y le dijo a Leonora otras cosa semejantes.
En fin, el ama de llaves tanto dijo
que Leonora se rindió,
Leonora se engañó
y Leonora se perdió,
dando en tierra con todas las prevenciones
del celoso Felipe,
que dormía el sueño de la muerte de su honra.
Así el ama de llaves tomó por la mano a Leonora
y, casi por fuerza, con los ojos llenos de lágrimas,
la llevó a donde Loaysa estaba.
Luego el ama de llaves les echó la bendición
y cerró tras sí la puerta
y los dejó encerrados.
Luego el ama de llaves se puso a vigilar
afuera del cuarto hasta que se quedó dormida.
Así que Loaysa y Leonora se quedaron
solos en el cuarto.
Loaysa quiso seducir a Leonora.
Pero, con todo esto, Loaysa y sus palabras
no lograron convencer a Leonora.
Y Loaysa se cansó en balde,
y no pudo convencer a Leonora.
Sin embargo, después de horas de hablar
Loaysa y Leonora se quedaron dormidos juntos.
Sin embargo, a pesar del ungüento,
Felipe despertó, y, como tenía de costumbre,
tocó la cama por todas partes;
y, al no encontrar a su querida Leonora,
saltó de la cama despavorido y sorprendido,
con más ligereza que sus muchos años prometían.
Y cuando Felipe no encontró a su esposa en el cuarto
y vio la puerta abierta
y vio que le faltaba la llave de entre los colchones,
Felipe pensó que perdería el juicio.
Pero, después de recuperarse un poco,
Felipe salió al corredor,
y, andando paso a paso para no ser sentido,
llegó a la sala donde el ama de llaves dormía.
Felipe al verla sola, sin Leonora,
enseguida fue al cuarto del ama de llaves,
y, abriendo la puerta en silencio,
vio lo que nunca quisiera haber visto:
vio a Leonora en brazos de Loaysa,
durmiendo tan a sueño suelto
Seducir es
engañar a
una
persona
para
obtener un
beneficio
como si obrara la virtud del ungüento.
Felipe se quedó sin aliento
y con la amarga vista de lo que miraba.
A Felipe la voz se le pegó a la garganta,
los brazos se le cayeron de desmayo,
y quedó hecho una estatua de mármol frío,
y, aunque estaba lleno de ira,
pudo tanto el dolor,
que no le dejó tomar aliento.
Y, con todo eso, Felipe quería tomar venganza
contra aquella grande traición,
pero necesitaba de armas para vengarse.
Así que Felipe volvió a su cuarto
a tomar un cuchillo
y así matar a Leonora y a Loaysa
y aún matar a toda la gente de su casa.
Con esta decisión honrosa y necesaria,
Felipe volvió con el mismo silencio a su cuarto,
donde se le apretó el corazón de tanto dolor
y angustia que se desmayó sobre su cama.
En esto llegó el día
y Loaysa y Leonora amanecieron abrazados.
Al despertar Leonora vio tan entrado el día,
y maldijo su descuido
y el de la maldita ama de llaves.
Luego Leonora y el ama de llaves,
con sobresaltados pasos,
fueron a donde estaba Felipe,
suplicando entre dientes,
que le hallaran todavía roncando;
y, cuando Leonora y el ama de llaves vieron a Felipe
encima de la cama,
creyeron que todavía dormía,
y con gran alegría se abrazaron las 2.
Enseguida Leonora fue con su esposo,
y, sujetándole de un brazo,
lo movió de un lado a otro,
por ver si despertaba
sin necesidad de lavarle con vinagre,
como decían que era necesario
para que despertara.
Pero con el movimiento Felipe volvió
de su desmayo y dio un profundo suspiro
y dijo con una voz lamentable y triste:
FELIPE.- ¡Desdichado de mí, y a qué triste final
me trae mi suerte!
Leonora no entendió bien lo que dijo su esposo
pero, como le vio despierto y que hablaba,
se admiró de ver que el efecto del ungüento
no duraba tanto como decían.
Luego Leonora llegó con Felipe
y abrazándole le dijo:
LEONORA.- ¿Qué tienes, señor mío, que me parece
que te quejas?
Cuando el desdichado Felipe oyó
la voz de Leonora,
abrió los ojos lleno de sorpresa
y la vio con grande cuidado, sin mover pestaña,
Y la estuvo mirando una largo tiempo
hasta que le dijo:
FELIPE.- Dame el placer, señora,
de que de inmediato llames a tus padres,
pues siento no sé qué en el corazón
que me da grandísimo cansancio,
y temo que pronto moriré
y quiero ver a tus padres antes de morir.
Leonora le respondió
que haría lo que la mandaba.
Así que ordenó al negro Luis
que pronto fuera a llamar a sus padres.
En esto, en poco tiempo los padres de Leonora llegaron
y se sorprendieron y alarmaron
cuando vieron la puerta de la calle y la de la casa abiertas
y la casa toda en silencio y sola.
Los padres de Leonora fueron al cuarto de Felipe
y lo encontraron
con los ojos siempre fijos en Leonora,
a la cual sujetaba de las manos,
al tiempo que los 2 derramaban muchas lágrimas.
Así como los padres entraron, Felipe dijo:
FELIPE.- Siéntense aquí
y todos los demás salgan afuera del cuarto
y sólo se queden Leonora y el ama de llaves.
Así lo hicieron y quedaron en el cuarto
los padres, Leonora, el ama de llaves y Felipe.
Enseguida Felipe, sin esperar que otro hablara,
con voz tranquila
y después de limpiarse las lágrimas de los ojos,
dijo de esta manera:
FELIPE.- Bien seguro estoy,
padres y señores míos,
que no será necesario traer testigos
para que me crean una verdad que quiero decirles.
Digo, pues, señores, que en esta madrugada
encontré a mi esposa, Leonora,
en los brazos de un joven gallardo,
quien ahora está encerrado
en el cuarto del ama de llaves.
Gallardo
es
una
persona
valiente
Apenas Felipe dijo estas últimas palabras
cuando a Leonora se le cubrió el corazón,
y cayó desmayada en las mismas rodillas de Felipe.
También el ama de llaves perdió el color
y a las gargantas de los padres de Leonora
se les atravesó un nudo
que no les dejaba hablar palabra.
Pero Felipe también les dijo:
FELIPE.- La venganza que tomaré a esta afrenta
Afrenta
es
lano es la que suele tomarse,
ofensa
pues soy el más culpable de esta traición
que sufre
ya que no pueden compararse mis 80 años
una
persona
a los 15 de Leonora.
Yo fui el que, como el gusano de seda,
me fabriqué la casa donde moriré
Notario es y a ti no te culpo, ¡oh niña mal aconsejada!
la persona
que hace Y así, quiero que venga pronto un notario
los
para hacer de nuevo mi testamento,
testamento
s
en el que mandaré doblar la dote a Leonora
y le pediré que,
Dote es eldespués de mi muerte que será pronto,
dinero que
se case con aquel joven,
aporta una
mujer
ala quien nunca le hice ningún mal.
matrimonio
No quiso la mala ama de llaves
esperar a los regaños
que pensó que le darían los padres de Leonora
y así, se salió del cuarto
y fue a decirle a Loaysa todo lo que pasaba,
y le aconsejó que de inmediato
se fuera de la casa.
También le dijo el ama de llaves a Loaysa
que le avisaría con el negro Luis
lo que sucediera, pues ya no había puertas
ni llaves que lo impidieran.
El padre de Leonora de inmediato llamó al notario,
amigo suyo, el cual llegó
cuando Leonora ya había despertado
Así Felipe hizo su testamento
de la manera que había dicho,
sin mencionar la traición de Leonora,
pero si mencionaba y le pedía
y le suplicaba que se casara,
si acaso él muriera,
con aquel joven con el que la encontró abrazada.
Cuando Leonora oyó esto,
se arrojó a los pies de Felipe
y, saltándole el corazón en el pecho, le dijo:
LEONORA.- Vive muchos años, mi amado.
No estás obligado a creerme ninguna palabra
de las que te diga,
pero tienes que saber que
sólo te he ofendido con el pensamiento.
Y Leonora empezó a disculparse
pero no pudo mover la lengua
y volvió a desmayarse.
Felipe ya no volvió a hablar del tema
y por la razón que sea,
el dolor le apretó de tal manera
que Felipe murió después de 70 días.
De esa manera Leonora quedó viuda, llorosa y rica.
Y Loaysa esperaba casarse con Leonora,
como Felipe indicó en su testamento,
pero Leonora no quiso casarse
y 1 semana después de la muerte de Felipe,
se encerró de monja en un monasterio.
Así Loaysa despechado se fue a vivir a las Indias.
Los padres de Leonora se quedaron muy tristes,
pero se consolaron con el dinero
que Felipe les dejó en su testamento.
El Licenciado
Vidriera
EL LICENCIADO VIDRIERA
Paseaban 2 estudiantes varones
por las orillas del río Tormes
cuando encontraron a un muchacho,
Tormes
es
el
nombre de
un río en
España
de hasta 11 años de edad y vestido de labrador,
que dormía debajo de un árbol.
Enseguida los estudiantes mandaron a un criado
a que despertara al muchacho.
Cuando el muchacho despertó
los estudiantes le preguntaron de adónde era
y por qué dormía solo debajo del árbol.
Labrador
es
una
persona
que trabaja
de
campesino
El muchacho respondió
que el nombre de su tierra lo olvidó,
pero que iba a la ciudad de Salamanca
a buscar un amo a quien servir,
a cambio de que le diera estudio.
Luego los 2 estudiantes le preguntaron si sabía leer
y el muchacho respondió que sí
y que también sabía escribir.
Ante esa respuesta los 2 estudiantes decidieron
llevarse al muchacho a Salamanca.
Y los 2 estudiantes le dieron escuela al muchacho
de la manera que se usa dar en aquella universidad
a los criados que sirven.
El muchacho dijo
que se llamaba Tomás Rodaja.
Al escuchar su nombre, los 2 estudiantes supieron
por el nombre y por el vestido,
que Tomás debía de ser hijo de algún labrador pobre.
A pocos días de llegar a Salamanca
los 2 estudiantes le pusieron ropa negra a Tomás
quien a las pocas semanas dio muestras
de tener un raro ingenio,
y servía a los 2 estudiantes con tanta fidelidad,
puntualidad y diligencia
que, distrayéndose sólo en sus estudios,
parecía que sólo se ocupaba en servirlos.
Y, como el buen servir del siervo mueve
la voluntad del señor a tratarle bien,
ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos,
sino su compañero.
Después de 8 años, Tomás estudió leyes
y se hizo famoso en la universidad,
por su buen ingenio y notable habilidad,
así que toda la gente lo estimaba y quería.
Sucedió que llegó el tiempo
que los 2 estudiantes acabaron sus estudios
y volvieron a su hogar,
Los 2 estudiantes se llevaron a Tomás algunos días.
Pero Tomás deseaba volver a sus estudios
y a Salamanca así
que pidió a sus amos permiso para volver.
Los 2 estudiantes le dieron permiso
y le dieron dinero suficiente
para que pudiera comer durante 3 años.
Enseguida Tomás llegó a Salamanca,
donde fue bien recibido por sus amigos.
Y Tomás siguió sus estudios hasta
graduarse como licenciado en leyes.
Sin embargo, en aquellos días
una mujer rica llegó a Salamanca.
Tomás fue a visitarla
y la mujer rica de inmediato se enamoró de Tomás.
La mujer rica le confesó su amor a Tomás,
y le ofreció su dote.
Pero a Tomás le interesaban más los libros
que las mujeres y no correspondió al amor
de la mujer rica.
La mujer rica al verse rechazada
y, a su parecer, aborrecida
y al ver que por medios ordinarios y comunes
no podía conquistar el amor de Tomás,
entonces decidió buscar otros modos,
a su parecer más eficaces y bastantes
para que Tomás la amara.
Y así, aconsejada por una hechicera,
Membrillo la mujer rica le dio de comer
es el fruto
de
un unos membrillos mágicos
arbusto
a Tomás
pues la mujer rica creía que le daba cosa
que obligaría a Tomás a amarla.
Pero en realidad los membrillos no eran mágicos
pues sólo eran veneno.
Así que cuando Tomás comió el membrillo
de inmediato empezó convulsionar
y se quedó dormido muchas horas.
Cuando Tomás despertó
estaba como atontado,
y hablaba de manera confusa y tartamuda.
6 meses Tomás estuvo en la cama,
en los cuales se secó y se puso,
como suele decirse, en los huesos,
y mostraba tener confundidos todos los sentidos.
Y, aunque a Tomás le hicieron los remedios posibles,
sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo,
pero no de la mente: pues Tomás quedó sano,
y loco de la más extraña locura
que entre las locuras hasta entonces se había visto.
Tomás se imaginaba que su cuerpo
era todo hecho de vidrio, y con esta idea,
cuando alguna persona se le acercaba,
Tomás gritaba y suplicaba,
con palabras y razones concertadas,
que no se le acercaran,
pues lo quebrarían.
Tomás decía que su cuerpo, de pies a cabeza,
era todo de vidrio.
Para demostrarle que su cuerpo no era de vidrio,
Convulsio
nar
es
cuando el
cuerpo de
se mueve
de forma
violenta
muchas personas, sin escuchar sus suplicas,
se acercaron y lo abrazaron
para que viera que no se quebraba.
Pero Tomás se echaba en el suelo dando mil gritos,
y luego le tomaba un desmayo
del cual no volvía en sí hasta después de 4 horas.
Y cuando volvía
de nuevo pedía que no lo tocaran
pues se quebraría.
Así Tomás decía que le hablaran desde lejos
y que le preguntaran lo que quisieran
pues a todo les respondería con gran inteligencia
debido a que era hombre de vidrio y no de carne.
Algunas personas quisieron ver
si era verdad lo que decía,
y así le hicieron muchas preguntas difíciles
a las que Tomás respondió con gran ingenio.
Tomás pidió que le dieran alguna funda
donde pusiera aquel vaso quebradizo de su cuerpo,
pues pensaba
que si usaba algún vestido estrecho
su cuerpo se quebraría.
Y así le dieron una ropa parda
y una camisa muy ancha,
que Tomás se puso con mucho cuidado
y se sujetó con una cuerda de algodón.
Tomás no quiso ponerse zapatos
y para que le dieran de comer sin acercarse
Tomás ordenó que pusieran en la punta de una vara
un recipiente con fruta.
No quería comer ni carne ni pescado
y sólo bebía agua con sus manos
en las fuentes o en los ríos.
También Tomás cuando caminaba por las calles
iba a la mitad de la calle y miraba a los tejados
con miedo y cuidado de que no le cayera
alguna teja encima y le quebrara su cuerpo de vidrio.
Tejado es
el techo de
una casa
construido
con tejas
Tomás en los veranos dormía
en el campo al cielo abierto
y los inviernos se metía en algún hotel
y se enterraba hasta la garganta en el pajar,
pues decía que aquélla era la cama más segura cama
que los hombres de vidrio podían tener.
Cuando llovía, Tomás temblaba
y se salía al campo y no entraba en poblado
hasta que terminaba la lluvia.
Los amigos de Tomás lo tuvieron encerrado
mucho tiempo, pero al ver que su locura continuaba,
entonces decidieron dejar
que anduviera libre.
Así Tomás salió por la ciudad
y causaba admiración a todos los
Pajar
es
el
lugar
donde se
guarda la
paja
que lo conocieron antes.
Un día se le acercaron los muchachos,
pero Tomás los alejaba con una vara
y les suplicaba que no se acercaran,
para que no se quebrara
pues por ser hombre de vidrio era muy quebradizo.
Los muchachos sin escuchar las suplicas de Tomás,
le empezaron a tirar trapos
y aún piedras para ver si era de vidrio.
Pero Tomás daba tantos gritos
que movía a los hombres
a que regañaran y castigaran
a los muchachos para que no le tiraran piedras.
Las noticias de su locura y de sus respuestas
y de su ingenio se conoció por toda Castilla.
Y la fama de Tomás llegó hasta un príncipe
que estaba en la Corte.
Así el príncipe le encargó a un amigo suyo,
que estaba en Salamanca,
que trajera a Tomás
Así el amigo fue con Tomás y le dijo:
AMIGO.- Sepa el señor licenciado Vidriera,
que era el nombre con el que la gente llamaba a Tomás,
que un gran príncipe de la Corte le quiere ver.
Así que Tomás fue enviado a la Corte:
lo pusieron en unos cestos de paja,
y entre paja pusieron algunos vidrios,
para que Tomás viera
que como vaso de vidrio le llevaban.
Tomás llegó a Valladolid.
Entró de noche
y lo llevaron a la casa del Príncipe
donde fue muy bien recibido.
Tomás decía tales cosas
que ninguno pudiera creer otra cosa
sino que era uno de los más sanos del mundo.
Pero Tomás daba tan claras señales de su locura:
los grandes gritos que daba
cuando le tocaban o se le acercaban,
la ropa que usaba,
lo escaso de su comida,
el modo con que bebía,
el querer dormir al cielo abierto en el verano
y el invierno en los pajares,
que nadie dudaba acerca de su locura.
2 años o poco más Tomás duró en esta enfermedad,
hasta que un religioso,
que tenía gracia y ciencia particular en sanar locos,
lo curó y sanó
y así Tomás ya no estuvo loco.
Y cuando Tomás ya no estuvo loco,
el religioso le cambió la ropa
y lo vistió muy elegante.
Tomás volvió a la Corte
y dio tantas muestras de estar sano
como las había dado de loco.
Así que Tomás pensó que podría beneficiarse
de la fama que hizo cuando estuvo loco
y de su profesión: así que se hizo llamar
el licenciado Rueda.
Así Tomás volvió a la Corte
con el nombre de licenciado Rueda,
pero apenas entró
cuando fue reconocido por los muchachos.
Pero como le vieron con otra ropa de la que solía usar,
no se le acercaron ni le hicieron preguntas,
pero los muchachos lo seguían
y decían unos a otros:
MUCHACHOS.- ¿Éste no es el loco Vidriera?
¡A fe que es! Ya no es loco. Pero puede ser loco
bien vestido como mal vestido. Vamos a preguntarle algo
y salgamos de la confusión.
Tomás oía todo esto, pero no decía nada.
Así Tomás iba más confundido
y más corrido que cuando estaba loco.
Luego de que lo vieron los muchachos,
también los hombres vieron
que Tomás parecía ya no estar loco.
Entonces, antes que Tomás llegara
al patio de los Consejos,
llevaba tras de sí más de 200 personas de todas edades.
Tomás llegó al patio,
seguido por la multitud,
y la gente lo rodeó.
Tomás al ver tanta confusión en la gente
alzó la voz y dijo:
TOMÁS.- Señores, yo soy el licenciado Vidriera,
pero no el loco:
ahora soy el licenciado Rueda.
Sucesos y desgracias me volvieron loco,
pero ya sané de esa enfermedad.
Por las cosas que dicen
que dije cuando era loco,
pueden imaginar las que diré
y haré ahora que estoy sano.
Yo soy graduado en leyes por Salamanca,
en donde estudié con pobreza.
Así que he venido a la Corte a ganar la vida,
pero si no me dejan,
entonces habré venido a ganar la muerte.
Por amor de Dios que no hagan
que el seguirme sea perseguirme,
y que lo que gané por loco,
que es el comer, lo pierda por sano.
Lo que antes me preguntaban en las plazas,
ahora pregúntenmelo en mi casa,
y verán que si loco respondía bien,
ahora sano les responderé mejor.
Todas las personas lo escucharon
y lo dejaron algunos.
Así Tomás volvió a su casa
seguido por menos gente.
Al día siguiente Tomás salió
y fue lo mismo; hizo otro sermón
y no sirvió de nada.
Tomás perdía mucho y no ganaba nada
y, viéndose morir de hambre,
dejó la Corte y volvió a Flandes,
donde pensaba vivir de las fuerzas de su brazo,
pues no podía vivir de las de su ingenio.
Luego Tomás se metió de soldado
en donde alcanzó fama de prudente y valiente.
Rinconete
y Cortadillo
RINCONETE Y CORTADILLO
En la venta del Molinillo,
que está en los fines de los famosos campos de Alcudia,
un día de los calurosos del verano,
se encontraron 2 muchachos
de hasta 14 a 15 años de edad.
Uno ni otro eran de buena gracia,
pues iban muy mal vestidos y maltratados.
Estaban los 2 muchachos quemados por el sol
y con las manos no muy limpias.
Un muchacho tenía una media espada
y el otro un cuchillo, que los suelen llamar vaqueros.
Venta era
una casa
en medio
del camino
que
hospedaba
a
los
viajeros
Cobertizo Los 2 muchachos salieron a caminar a un cobertizo
es
una
parte dely se sentaron uno enfrente del otro.
tejado queEl muchacho que parecía de más edad
sirve para
que
lasdijo al más pequeño:
personas
se cubran
de la lluvia RINCONETE.- ¿De qué tierra eres, gentilhombre,
y a dónde vas?
A lo que el otro muchacho respondió:
CORTADILLO.- Mi tierra, señor no la sé ni tampoco sé
para dónde camino.
Así que Rinconete le dijo:
RINCONETE.- Pues en verdad que no parece
que hayas salido del cielo,
y veo que éste no es lugar para permanecer,
pues por fuerza hay que seguir adelante.
A lo que el otro muchacho dijo:
CORTADILLO.- Así es, pero yo dije verdad
pues mi tierra no es mía,
pues no tengo ahí más de un padre,
que no me quiere por hijo,
y una madrastra que me trata como a extraño.
El camino que llevo es la aventura
y busco llegar a donde encuentre
a quien me dé lo necesario
para pasar esta miserable vida.
Después de escucharlo, Rinconete preguntó:
RINCONETE.- Y ¿sabes algún oficio?
Y el menor respondió:
CORTADILLO.- No sé otro oficio que correr y saltar
como una liebre y corto de tijera muy delicado.
Mi padre, por la misericordia del cielo,
es sastre y calcetero,
y me enseñó a cortar antiparas,
que por su propio nombre
se suelen llamar polainas.
Y las cortó tan bien,
que en verdad me podría examinar de maestro,
pero la suerte me tiene arrinconado.
Luego Rinconete le confesó a Cortadillo:
RINCONETE.- Te quiero descubrí mi verdadero oficio
pues imagino que la suerte nos juntó aquí,
y pienso que seremos verdaderos amigos
desde este día hasta el último día de nuestra vida.
Yo, señor, soy natural de la Fuenfrida,
Mi nombre es Pedro del Rincón.
Mi padre es persona de calidad,
Bulero era pues es ministro de la Santa Cruzada:
una
quiero decir que es bulero.
persona
encargada Algunos días ayudé a mi padre en el oficio,
de recibir
y le aprendí de manera
las
limosnas que vencería en echar las bulas
de
las
personas al más experto bulero.
Pero un día gusté más al dinero de las bulas
que a las mismas bulas
y huí con el dinero a Madrid,
donde con las comodidades
en pocos días se acabó el dinero.
Pero el encargado del dinero me persiguió
hasta atraparme.
Aquellos señores al ver mi poca edad,
me azotaron las espaldas por un rato,
y me dejaron ir bajo la condición
de que me fuera de la Corte durante 4 años.
Así que a prisa me fui de Madrid.
Tomé mis pertenencias
y, sobre todo, saqué estos naipes
con los cuales gano mi vida en los mesones
y ventas que hay desde Madrid hasta aquí.
Con esto voy seguro de no morir de hambre,
pues, aunque llegue a una finca,
no falta quien juegue un rato.
Arriero es
Y de esto podemos vivir los 2:
una
persona
juguemos y veamos si cae alguno
que trabaja
con
de estos arrieros que aquí hay.
bestias de
Quiero decir que jugaremos los 2,
carga
como si fuese de verdad
que si algún arriero quiere jugar,
entonces será el que pague las apuestas.
A lo que el muchacho menor le dijo:
CORTADILLO.- Sea en buena hora
y en pago de que me contó su vida,
con que me obligo a que yo le descubra la mía:
Nací en un lugar entre Salamanca y Medina del Campo.
Mi padre es sastre y me enseñó su oficio,
y de cortar sastres, con mi buen ingenio,
pasé a cortar bolsas, es decir, a robar.
Me desagradó la vida pobre de la aldea
y el trato de mi madrastra.
Así que dejé mi pueblo
y vine a Toledo a ejercitar mi oficio,
con el que gano mi comida.
Pues no hay bolsa tan escondida
que mis dedos no visiten ni mis tijeras no corten,
aunque la estén cuidando.
Y, en 4 meses que estuve en aquella ciudad,
nunca fui atrapado.
Sin embargo, hace 8 días una persona me acusó
ante el Corregidor que quiso verme,
así que salí de la ciudad con gran prisa.
Luego Rinconete le respondió:
RINCONETE.- Eso se borre
y, pues ya que nos conocemos,
confesemos que no tenemos dinero ni aun zapatos.
A lo que el otro muchacho dijo:
CORTADILLO.- Sea así. Mi nombre es Diego Cortado
y, pues nuestra amistad, señor Rincón,
sea por siempre.
Y, después de levantarse
Diego Cortado abrazó a Rincón
y Rincón a Diego y luego se pusieron
a jugar a las cartas.
En ese momento un arriero salió al portal
y al verlos jugar también pidió jugar.
Entonces los 3 jugaron y en menos de media hora
los 2 muchachos le ganaron su dinero.
Pero el arriero pensó
que por ser muchachos no se defenderían,
así que quiso quitarles el dinero.
Sin embargo, Rinconete tomó su media espada
y Cortadillo tomó su cuchillo
y el arriero hubiera muerto
si antes no salieran sus amigos.
De pronto una tropa de caminantes a caballo
pasaron por el camino y al ver la pelea del arriero
con los 2 muchachos, los calmaron
y les dijeron que si acaso iban a Sevilla,
entonces que se fueran con la tropa.
Rinconete dijo:
RINCONETE.- Allá vamos
y les serviremos en todo cuanto nos manden.
Y, sin más detenerse,
los 2 muchachos saltaron delante de las mulas
y se fueron con la tropa de caminantes,
dejando al arriero agraviado y enojado.
En esto, Cortadillo y Rinconete se dieron
tan buena maña en servir a los caminantes,
que en el camino no robaron nada a sus amos
para no perder la ocasión tan buena del viaje a Sevilla.
Al estar cerca de la ciudad los 2 muchachos
se despidieron de los caminantes
y se fueron a ver la ciudad de Sevilla.
Los 2 muchachos llegaron al centro de la ciudad
y, al ver a otros muchachos que cargaban bultos,
también se dedicaron al oficio.
Así al otro día los 2 muchachos ya eran carga-bultos.
Por las mañanas debían de ir a la Carnicería
y a la plaza de San Salvador.
Luego los días de pescado, a la Pescadería
y a la Costanilla.
También todas las tardes debían ir al río
y los jueves a la Feria.
De manera que los 2 muchachos estuvieron todo el día
cargando bultos.
En la tarde cuando Rinconete volvió
se encontró a Cortadillo en el mismo puesto.
Cortadillo se acercó a Rinconete
y le preguntó cómo le fue.
Rinconete abrió la mano y mostró unas monedas.
Cortadillo, a su vez, metió su mano en su pecho
y sacó una bolsa y dijo:
CORTADILLO.- Con ésta me pagó un estudiante.
Guárdala por lo que puede suceder.
Y cuando Cortadillo le dio la bolsa a Rinconete,
el estudiante volvió sudando
y con angustia de muerte.
Cuando el estudiante vio a Cortadillo
le dijo si acaso vio una bolsa con 15 escudos de oro
y con 3 reales y otros tantos maravedís.
También el estudiante le preguntó a Cortadillo
si tomó la bolsa cuando lo acompañó a cargar bultos.
A lo que, sin alterarse, Cortadillo le respondió:
CORTADILLO.- Lo que puedo decir de esa bolsa
es que debe de estar perdida.
A lo que el estudiante dijo:
ESTUDIANTE.- ¡Eso es, pecador de mí
que la debí de poner en mal lugar, pues me la robaron!
A lo que Cortadillo le dijo
que luego aparecería la bolsa.
Con esto el estudiante se consoló algo
y se despidió de Cortadillo.
Luego Cortadillo vino con Rinconete,
que todo lo vio un poco apartado.
Pero también otro cargador vio todo
y se acercó a Cortadillo y Rinconete
y les dijo:
CARGADOR.- -Díganme, señores galanes:
¿son de mala entrada, o no?
Pero Rinconete respondió:
RINCONETE.- No entendemos esa razón, señor galán.
Entonces el cargador les dijo de nuevo:
CARGADOR.- -¿No lo entienden? Quiero decir,
señores, si son ladrones.
Pero no sé para qué les pregunto esto,
pues ya sé que lo son.
Cofradía Pero díganme:
es
un
gremio de ¿No fueron a la cofradía
personas
dedicadas
a la misma
Luego Rinconete reclamó:
profesión u
oficio
del señor Monipodio?
RINCONETE.- ¿Los ladrones pagan por robar en esta
tierra, señor galán?
Y el cargador le aclaró:
CARGADOR.- Si no se paga,
por lo menos regístrense ante el señor Monipodio,
que es su padre, su maestro y su amparo.
Y así, les aconsejo que vengan conmigo
a darle obediencia, o si no,
no se atrevan a robar sin su protección,
que les costará caro.
El menor de los muchachos dijo:
CORTADILLO.- Yo pensé que el robar era oficio libre,
Pero, pues si así es,
y en cada tierra hay su costumbre,
guardemos nosotros la costumbre de Sevilla
Y así, puedes guiarnos
a donde está ese Señor que dices,
que ya me imagino, según lo que escucho,
que es un hombre muy calificado y generoso,
y hábil en el oficio de robar.
A esto el cargador les comentó:
CARGADOR.- Ya desde aquí se ve su casa.
Esperen en la puerta,
que entraré a ver si está desocupado,
porque es la hora cuando Monipodio suele dar audiencia.
Y el cargador se adelantó un poco.
Luego entró en una casa de mala apariencia
en tanto que los 2 muchachos se quedaron
esperando a la puerta.
Después de un rato, el cargador salió
y los llamó.
Los 2 muchachos entraron a la casa
y el cargador les mandó esperar
en un pequeño patio ladrillado.
Los 2 muchachos miraban a la casa,
en tanto que bajaba el señor Monipodio,
y, viendo que tardaba,
Rinconete se atrevió a entrar en una sala baja,
de 2 pequeñas salas que estaban en el patio.
Estando en esto, 2 jóvenes entraron en la casa.
No tenían más de 20 años cada uno
y vestían como estudiantes.
De poco en poco otras personas entraron a la casa
y empezaron a pasear por el patio.
No tardó mucho,
cuando entraron 2 viejos dignos de ser respetados.
Después entró una vieja,
En poco tiempo hasta 14 personas,
de diferentes trajes y oficios,
se juntaron en el patio.
Todas las personas que entraron
ponían los ojos en Rinconete y Cortadillo,
pues no los conocían.
Y les preguntaron si eran de la cofradía.
Rinconete respondió que sí.
En esto el señor Monipodio bajó.
Parecía de 45 años de edad.
Era alto de cuerpo y moreno de rostro,
cejijunto y barbinegro, con los ojos hundidos.
Monipodio representaba
al más rústico bárbaro del mundo.
Bajó con el Cargador
que los presentó ante Monipodio y dijo:
CARGADOR.- Éstos son los dos buenos muchachos
que le dije, mi señor Monipodio.
Verá que son dignos de entrar en nuestra cofradía.
Y el señor le dijo:
MONIPODIO.- Eso haré de muy buena gana.
Luego les preguntó su nombre a los 2 muchachos.
Rincón dijo su nombre
y Cortado también dijo su nombre.
MONIPODIO.- Pues, de aquí en adelante
quiero y es mi voluntad que Rincón
se llame Rinconete.
Y el nombre de Cortado sea Cortadillo,
que son nombres
que representan su edad y su oficio.
Luego todos las personas integrantes de la cofradía
votaron a favor de aceptar
a los 2 muchachos en la cofradía.
Y a una voz lo confirmaron todos los presentes,
para que Monipodio les concediera
y permitiera gozar de la protección de la cofradía.
Monipodio respondió que,
por darles gusto a todos,
desde aquel momento a los 2 muchachos
se les concedía entrar a la cofradía.
Pero también Monipodio les advirtió
que estimaran mucho la cofradía,
pues debían cumplir sus reglas,
como no pagar dinero del primer robo que hicieran,
no hacer oficios menores en todo aquel año,
y otras cosas que los 2 muchachos aceptaron.
Estando en esto, un joven entró corriendo
y dijo:
JOVEN.- El policía de los vagabundos viene
caminando a esta casa.
A lo que Monipodio dijo:
MONIPODIO.- Nadie se alborote
que es amigo y nunca viene por nuestro daño.
Tranquilos que yo saldré a hablar.
Todas las personas se calmaron,
que ya estaban algo sobresaltados,
y Monipodio salió a la puerta,
donde encontró al policía,
con quien estuvo hablando un rato,
y luego Monipodio volvió a entrar y preguntó:
MONIPODIO.- ¿Quién trabajó hoy en la plaza de San
Salvador?
Y el Cargador respondió la pregunta:
CARGADOR.- Yo trabajé en la plaza.
A lo que Monipodio dijo:
MONIPODIO.- Pues ¿cómo no se me dijo acerca
de una bolsa que se robó esta mañana en aquella plaza?
El Cargador luego respondió:
CARGADOR.- Es verdad que hoy faltó esa bolsa,
pero yo no la tomé ni puedo imaginar quién la tomó.
Monipodio furioso gritó:
MONIPODIO.- ¡No hay trampas conmigo!
¡La bolsa aparecerá, pues la pide el policía,
que es amigo y nos hace mil ayudas al año!
De inmediato el Cargador juró
que no sabía nada de la bolsa.
Enseguida Monipodio empezó a enojarse
de manera que parecía
que lanzaba fuego vivo por los ojos y decía:
MONIPODIO.- ¡Nadie se burle con quebrantar
la más mínima regla de nuestra cofradía,
que le costará la vida!
Digan quién robó la bolsa
y si se encubre por no pagar los derechos,
yo le daré entero la parte que le toca
y pondré lo demás de mi casa;
pues de todas maneras el policía se llevará la bolsa.
El Cargador de nuevo juró que no tenía la bolsa
y que no la había tomado
ni la había visto con sus ojos.
Esa respuesta puso más fuego
a la ira de Monipodio.
Y toda la junta se alborotó al ver
que se rompían las reglas de la cofradía.
Rinconete al ver tanto alboroto
le pareció bien en calmar a Monipodio,
que reventaba de enojo.
Así, después de hablarlo con su amigo Cortadillo
Rinconete sacó la bolsa y dijo:
RINCONETE.- Mis señores,
aquí está la bolsa, sin faltarle nada
que hoy mi camarada Cortadillo la robó.
Al ver la bolsa, Monipodio dijo:
MONIPODIO.- Cortadillo el Bueno,
que con este renombre será conocido
de aquí en adelante,
La bolsa se la llevará el policía
que es propiedad de un sacerdote, pariente suyo.
Luego el policía se fue y Monipodio terminó la reunión:
MONIPODIO.- Lo que se hará
es que todos se vayan a sus puestos,
y nadie me visite hasta el domingo,
que nos juntaremos en este mismo lugar
y se repartirá todo lo robado,
sin agraviar a nadie.
A Rinconete
y a Cortadillo el Bueno se les dio por distrito,
hasta el domingo, desde la Torre del Oro,
por afuera de la ciudad,
hasta el postigo del Alcázar,
donde se puede trabajar
a sentadillas con sus naipes.
Entonces Rinconete y Cortadillo le besaron las manos
a Monipodio y se ofrecieron a hacer su oficio
bien, con todo cuidado.
Luego Monipodio sacó un papel doblado,
donde estaba la lista de los integrantes de la cofradía,
y dijo a Rinconete que pusiera su nombre
y el de Cortadillo.
Enseguida Monipodio abrazó a Rinconete
y a Cortadillo, y, echándoles su bendición,
los despidió y les encargó
que nunca tuvieran casa fija,
pues así convenía a la salud de la cofradía.
Así a los 2 muchachos se les enseñaron sus puestos,
y les recordaron que no faltaran el domingo
Postigo es
la puerta
no
principal
de
una
ciudad
a la junta de la cofradía.
Con esto, Rinconete y Cortadillo se quedaron
admirados de lo que habían visto.
Rinconete pensó que se exageraba
la fama de la justicia
que había en aquella tan famosa ciudad de Sevilla,
pues casi al descubierto vivía
gente tan malvada.
Así que Rinconete se propuso aconsejar
a Cortadillo para que no duraran mucho
en aquella vida tan perdida y tan mala,
tan inquieta y tan libre y sucia.
Pero, con todo esto, llevado de sus pocos años
y de su poca experiencia,
Rinconete pasó algunos meses en la cofradía
meses en los cuales le sucedieron cosas
que piden más larga escritura.
Y así se deja para otra ocasión
contar la vida y milagros de Rinconete
que vivió con su maestro Monipodio.
El Casamiento
Engañoso
EL CASAMIENTO ENGAÑOSO
Un soldado salía del Hospital de la Resurrección,
que está en Valladolid afuera de la Puerta del Campo.
El soldado usaba su espada de báculo
y tenía sus piernas flacas
y amarillo su rostro.
Era evidente que el soldado,
aunque no era el tiempo muy caluroso,
debía de haber sudado mucho en 20 días.
Báculo es
un
palo
que llevan
en la mano
para
sostenerse
quienes
están
débiles o
viejos
El soldado iba tropezando como convaleciente
Convaleci y, al entrar por la puerta de la ciudad,
ente
es
vio que venía un amigo suyo
una
persona ena quien no veía en más de 6 meses.
descanso
para
recuperar
Cuando el amigo lo vio le dijo al soldado:
las fuerzas
perdidas
por
una
enfermeda PERALTA.- ¿Qué es esto, señor alférez
d
¿Es posible que estés en esta tierra?
Campuzano?
¡Yo pensaba que estabas en Flandes,
A lo cual Campuzano respondió:
CAMPUZANO.- El que me vea, señor Peralta,
responde que estoy en esta tierra.
Buba
esA las otras preguntas no tengo respuesta,
un Tumor
pues apenas salgo de aquel hospital
blando,
comúnmen de sudar 14 cargas de bubas
te doloroso
y con pus con que me enfermó una mujer
que escogí por esposa,
cuando no debí escogerla de esposa.
Y su amigo respondió:
PERALTA.-¿Así que se casó, señor?
Campuzano respondió:
CAMPUZANO.- Sí, señor -
Luego su amigo le dijo:
PERALTA.- Sería por amor,
pero el matrimonio por amor
después trae al arrepentimiento.
Y Campuzano respondió:
CAMPUZANO.- No puedo decir si fue por amor,
pero sí fue por dolores,
pues de mi casamiento saqué muchos dolores
en el cuerpo y en el alma.
A lo que Peralta respondió:
PERALTA.- Quiero que venga conmigo a mi casa
y allí haremos penitencia juntos.
Y Campuzano fue a la casa de Peralta.
Una vez en la casa, Campuzano contó
la historia de su matrimonio:
CAMPUZANO.- Pues un día que acabé de comer
en aquel hotel de la Solana, donde vivía,
de pronto entraron 2 mujeres de gentil parecer
junto con 2 criadas:
una mujer se puso a hablar con un capitán,
junto a una ventana,
Penitencia
es
el
arrepentimi
ento que
se tiene de
una mala
acción
y la otra mujer se sentó en una silla junto a mí.
La mujer usaba un manto
que no dejaba ver su rostro
y, aunque le supliqué que por cortesía
me dejara ver su rostro,
la mujer no aceptó y nunca se quitó el manto.
Así se me encendió el deseo de verla.
Y me aumentó el interés
cuando la mujer sacó una mano blanca
que usaba muy buenas joyas.
Con todo esto, le pedí que me mostrara su rostro
a lo que la mujer respondió:
ESTEFANÍA.- No seas inoportuno: casa tengo,
Inoportun
o es hacer Dile a un criado que me siga
algo fuera
de tiempo que, aunque yo soy más honrada
de lo que parece,
todavía dejaré que veas mi rostro
si eres tan discreto como gallardo.
Así Campuzano le besó las manos
por la promesa de ver su rostro,
en pago de lo cual Campuzano le prometió
que le daría montones de oro.
Luego de que las 2 mujeres se fueron
un criado de Campuzano las siguió
para ver donde vivía la mujer que usaba el manto.
Y Campuzano le contó a Peralta:
CAMPUZANO.- Yo quedé enamorado
de las manos blancas que vi
y deseaba ver el rostro que ocultaba el manto.
Al día siguiente, mi criado me llevó a la casa de la mujer.
Luego entré a la casa, que estaba muy bien decorada,
y vi a una mujer de hasta 30 años,
a quien conocí por las manos.
La mujer no era muy hermosa,
pero al verla supe que me podía enamorar.
Una vez en la casa hablé palabras
de amor con la mujer.
Pero la mujer, que se llamaba Estefanía de Caicedo,
estaba acostumbrada a oír
semejantes palabras de amor,
y me escuchaba sin creerse mis palabras.
Durante 4 días la visité en su casa
y le hablé con palabras de amor.
En el tiempo que Campuzano visitó a Estefanía
siempre encontró la casa sola
sin que se vieran parientes fingidos
ni amigos verdaderos.
A Estefanía le servía una criada.
Después de varias visitas, Campuzano apuró a Estefanía
a que le diera respuesta a su amor.
Pero Estefanía le respondió:
ESTEFANÍA.- Señor, yo he sido pecadora,
y aun ahora lo soy, pero no de manera
que los vecinos me murmuren ni los extraños me noten.
Menaje
son
los Ni de mis padres ni de otro pariente heredé hacienda,
muebles
y con todo esto el menaje de mi casa vale
de
una
casa
2,500 escudos, y éstos en cosas que,
puestas en venta, lo que se tarden en venderse
se tardarán en convertirse en dinero.
Con esta hacienda busco esposo a quien entregarme
y a quien tener obediencia,
y a quien servirle.
También quiero decirle que busco esposo
que me proteja, me mande y me honre,
y no galán que me sirva y me insulte.
Señor Campuzano, si acepta el dote que se le ofrece,
aquí estoy sujeta a todo aquello que órdenes.
Al escuchar la propuesta
Campuzano ya no tenía juicio
y se imaginaba dueño del menaje,
que ya planeaba convertir en dinero.
De modo que le dijo a Estefanía:
CAMPUZANO.- Soy venturoso
y bien afortunado en haberme dado el cielo,
casi por milagro, tal compañera,
para hacerla dueña de mi voluntad y de mi hacienda,
que no es tan poca que no valga,
como aquella cadena que llevaba al cuello
y con otras joyas que tenía en casa.
Así con esas joyas
y con la venta de algunas galas de soldado
tengo más de 2,000 mil ducados,
que juntos con los 2,500 suyos,
es dinero suficiente para retirarnos a vivir a una aldea
para llevar una vida alegre y descansada.
Entonces, en aquella vez se acordó el matrimonio.
Y 4 días después se casaron Campuzano y Estefanía
Después de la boda Campuzano se mudó
a la casa de Estefanía.
Así Campuzano puso en un baúl su magnífica cadena
junto con otras 3 o 4 cadenas,
si no tan grandes, sí de mejor hechura,
y junto con otros 3 o 4 cintillos de diversos materiales.
Al llegar a la casa, Campuzano le entregó
hasta 400 reales a Estefanía,
para que se pagaran los gastos de la casa.
Entonces Campuzano disfrutó del matrimonio:
pisó ricas alfombras,
se alumbró con candeleros de plata;
almorzaba en la cama,
se levantaba a las 11 y comía a las 12.
El rato que doña Estefanía faltaba de su lado
era debido a que estaba en la cocina
preparando guisados que le despertaran el gusto
y le avivaran el apetito.
Campuzano disfrutaba los deleites del matrimonio.
Candelero
es
un
utensilio
que sirve
para
sostener
una vela
Sin embargo, después unos días
una mañana, que aún estaba con Campuzano
con Estefanía en la cama,
llamaron con grandes golpes a la puerta de la calle.
Se asomó la criada a la ventana
y, quitándose al momento, dijo:
CRIADA.- ¡Oh! ¿Han visto y cómo llegó más pronto
de lo que escribió el otro día?
A lo que Campuzano preguntó:
CAMPUZANO.- ¿Quién es la que llegó?''
Y la criada le dijo:
CRIADA.- ¿Quién? Es mi señora doña Clementa Bueso,
y viene con ella el señor don Lope Meléndez de
Almendárez, con otros 2 criados,
y Hortigosa, el ama de llaves que llevó consigo.
Y de inmediato Estefanía dijo:
ESTEFANÍA.- ¡Corre, criada, y ábreles!
Y Estefanía le dijo a Campuzano:
ESTEFANÍA.- Señor, por mi amor
que no te alteres
ni respondas por mí a ninguna palabra
que contra mí oigas.
A lo que Campuzano desconcertado respondió:
CAMPUZANO.- Pues ¿quién ha de decir palabra
que te ofenda, y más estando yo presente?
Dime: ¿quién es esta gente?
que me parece que te alteró su llegada.
Sin embargo su esposa sólo dijo:
ESTAFANÍA.- No tengo tiempo de responder.
Pero quiero que sepas que todo lo que aquí pase
es fingido y que después sabrás la razón.
Y, aunque Campuzano quiso responderle,
no le dio lugar la señora doña Clementa Bueso,
que entró en la sala,
vestida de verde y usando muchas joyas de oro,
y sombrero con plumas verdes
y cubierta la mitad del rostro con un delgado velo.
Luego entró a la casa el señor
don Lope Meléndez de Almendárez,
también vestido con ricas ropas.
El ama de llaves Hortigosa fue la primera que habló,
diciendo:
AMA DE LLAVES.- ¡Jesús! ¿Qué es esto?
¿Ocupada la cama de mi señora doña Clementa,
y ocupada por un hombre?
¡Milagros veo hoy en esta casa!
¡A fe que la señora doña Estefanía
se ha ido del pie a la mano
confiada en la amistad de mi señora!
Enseguida doña Clementa dijo:
DOÑA CLEMENTA.- Pero yo tengo la culpa.
¡Que jamás aprendo a evitar las malas amigas!
A todo lo cual respondió doña Estefanía:
ESTEFANÍA.- No reciba pesar,
mi señora doña Clementa Bueso,
y entienda que no sin misterio ve
lo que ve en esta su casa:
que, cuando lo sepa,
quedaré sin culpa
y usted sin ninguna queja.
En tanto que Estefanía hablaba con las visitas,
Campuzano se arregló
y tomándolo de la mano,
Estefanía lo llevó a otro cuarto
y le dijo que aquella su amiga, doña Clementa,
quería engañar a aquel don Lope con quien venía,
pues pretendía casarse.
Y el engaño era darle a entender
que aquella casa era todo suya.
Y que después de la boda
doña Clementa le diría la verdad a don Lope,
confiada en el grande amor
con que don Lope la amaba.
También le dijo Estefanía a Campuzano
que después de la boda
le devolvería su casa.
Pues Estefanía pensaba que no era malo
que una mujer buscara un esposo honrado,
aun cuando sea mediante engaño.
Campuzano le respondió
que era demasiada amistad lo que quería hacer
y que primero pensara bien su plan
pues después podría necesitar
de la justicia para recuperar su casa.
Pero Estefanía respondió con tantas razones
que la obligaban a ayudar a doña Clementa
que Campuzano de mala gana aceptó irse de la casa,
pues Estefanía le aseguró
que sólo 8 días duraría el engaño,
tiempo en el que vivirían
en otra casa de una amiga suya.
Después de que Campuzano y Estefanía se arreglaron,
se despidieron de la señora doña Clementa Bueso
y del señor don Lope Meléndez de Almendárez,
y se fueron de la casa.
Estefanía se detuvo en casa de una amiga suya,
y, antes que entraran,
estuvieron las 2 amigas hablando.
Luego de un rato salió una criada
y le dijo a Campuzano que entrara.
Los llevaron a un cuarto pequeño
donde había 2 camas tan juntas
que parecían 1
Campuzano y Estefanía vivieron 6 días en esa casa.
Pero a toda hora había fiesta en la casa
y Campuzano le decía a Estefanía
que había sido una mala idea el dejar su casa.
Un día Estefanía salió a ver a doña Clementa
y Campuzano iba y venía por la casa
hasta que la dueña de la casa
le preguntó la causa del que peleara con Estefanía.
Campuzano le contó la historia
del engaño de doña Clementa.
Y le dijo que era el esposo de Estefanía
y la dote que dio y la simplicidad
que Estefanía había hecho en dejar su casa
a doña Clementa,
aunque fuera con tan sana intención
como era alcanzar tan principal esposo como don Lope.
Entonces la dueña de la casa
empezó a decir:
DUEÑA DE LA CASA.- ¡Jesús!
Señor Campuzano, ¡viva la verdad y muera la mentira!
La verdad es que doña Clementa Bueso
es la verdadera dueña de la casa
y de la hacienda que Estefanía dio de dote matrimonial.
La mentira es todo cuanto le dijo Estefanía:
pues Estefanía no tiene casa ni hacienda
ni otro vestido del que trae puesto.
Cuando doña Clementa fue a visitar unos parientes suyos
a la ciudad de Plasencia,
dejó a Estefanía a cuidar su casa,
pues en verdad son grandes amigas.
Aunque, no hay que culpar a la señora Estefanía
pues con el engaño supo ganarse
a un buen esposo, señor Campuzano.
Después de escuchar la verdad
Campuzano en principio se desesperó,
pero luego recordó que era cristiano
y que el mayor pecado de los hombres
era el de la desesperación,
por ser pecado de demonios.
Así que cuando Campuzano se calmó
tomó su capa y espada
y salió a buscar a Estefanía,
con la intención de darle un ejemplar castigo,
pero la suerte ordenó
que no la encontrara en ningún lugar.
Entonces Campuzano volvió a la casa.
Al verlo, la dueña de la casa le dijo
que Estefanía ya sabía que la buscaba
debido a que conocía la verdad.
Así que Estefanía le preguntó a la dueña de la casa
que cuál cara había puesto Campuzano
al conocer la verdad
a lo que la dueña de la casa le respondió
que muy mala, y que, a su parecer,
Campuzano tenía mala intención
y con peor determinación fue a buscarla.
Luego dijo la dueña de la casa que Estefanía huyó
y se llevó todo lo que había en el baúl.
Enseguida Campuzano fue a ver el baúl
y lo encontró abierto y vacío.
Estefanía se llevó todas las cadenas,
pero en realidad las cadenas no valían nada
pues eran falsas y corrientes.
Días después Campuzano supo
que Estefanía se escapó con un amigo.
Campuzano no quiso buscarla.
Sin embargo, siempre la encuentra
aun sin buscarla
y a donde sea que va,
Campuzano lleva su afrenta siempre presente,
pues a los pocos días se le empezaron
a pelar las cejas y las pestañas
y poco a poco se le cayeron los cabellos
hasta que se hizo calvo,
debido a que Estefanía lo contagió de una enfermedad.
Así Campuzano quedó pelón
pues no tenía barbas que peinar
ni dinero que gastar.
Campuzano sufrió una enfermedad que lo dejó
calvo
Calvo es
una
persona
sin cabello
en
la
cabeza
La enfermedad de Campuzano avanzó
al igual que su pobreza,
y, como la pobreza atropella a la honra,
y a unos lleva a la horca y a otros al hospital,
por no gastar los vestidos en curarse,
que lo habrían de cubrir y honrar en salud,
llegó al tiempo en que se dan los sudores
en el Hospital de la Resurrección,
y entró y tomó 40 sudores.
Los médicos dicen que Campuzano quedará sano
si guarda reposo.
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