CUENTOS HISPANOAMERICANOS LECTURA FÁCIL Agrupación Juvenil Xonaca, A.C. 2015 CUENTOS HISPANOAMERICANOS Lectura Fácil Puebla, México – 2015 Primera Edición Portada: Gabriel García Vázquez / Lina Rebeca Alférez Ilustraciones interiores: Uriel López Castro / Benjamín López D.R. © 2015, Agrupación Juvenil Xonaca, A.C. 127 Oriente 1828 – 1, Los Héroes, Puebla, Puebla agrupacionjuvenilxonaca@gmail.com “Este material se realizó con recursos del Programa de Coinversión Social operado por la Secretaría de Desarrollo Social. Sin embargo, la ´SEDESOL´ no necesariamente comparte los puntos de vista expresados por los autores del presente trabajo” Este material puede descargarse gratuitamente en www.agrupacionjuvenilxonaca.org.mx NOVELAS EJEMPLARES Miguel de Cervantes Saavedra LECTURA FÁCIL El Celoso Extremeño EL CELOSO EXTREMEÑO Hace algunos años un hidalgo, nacido de padres nobles, salió de Extremadura y viajó por España, Italia y Flandes. El hidalgo se llamaba Felipe de Carrizales y durante muchos años estuvo de viaje en viaje Después de muchas aventuras y muertos ya sus padres y gastado su dinero, Felipe fue a vivir a la gran ciudad de Sevilla. Hidalgo era una persona noble que era dueño de muchas tierras en España Pero Felipe ya no tenía dinero Indias así que decidió viajar a las Indias, nombre con el que refugio y salvación de los desesperados de España. se llamaba a las colonias El viaje en el mar fue tan bueno que que llegaron sin problemas al puerto de Cartagena. España tenía en el continente americano Felipe durante el viaje decidió cambiar su forma de vida: ahorraría su dinero y sería más cuidadoso en su trato con las mujeres. Felipe tenía 48 años cuando llegó a las Indias y permaneció ahí durante 20 años, tiempo en que hizo una gran fortuna. Felipe dejó el Pirú cuando ya era rico, donde alcanzó gran fortuna, y regresó a España trayendo consigo muchas barras de oro y plata. Felipe desembarcó en Sanlúcar. Luego llegó a Sevilla. Cuando Felipe regresó era tan rico como viejo. Enseguida buscó a sus amigos, pero ya todos estaban muertos. Sus parientes ya no vivían tampoco. Felipe pensaba en qué haría con sus barras de oro y plata, pues eran una llamada a los ladrones. A Felipe le parecía que, conforme a los años que tenía, le sobraba dinero para pasar los años de su vejez en paz y tranquilidad. Sin embargo, Felipe quería tener a quien dejar su dinero cuando muriera. Y con esta idea veía que todavía tenía vida por delante y le parecía que aún podía casarse. Pero de pronto sentía gran miedo, pues Felipe era el hombre más celoso del mundo. aún sin estar casado. Cuando Felipe se imaginaba casado de inmediato le comenzaban los celos, y le cansaban las sospechas y le sobresaltaban las imaginaciones. Celoso es una persona que sufre de celos, (es decir, de sospechas de que su esposa(o) lo engaña con otra persona) De modo que Felipe, con los celos en mente, decidió mejor no casarse. Sin embargo, Felipe un día pasó por una calle y cuando levantó los ojos vio en una ventana a una doncella, como de 13 a 14 años de edad, que era tan hermosa que de inmediato Felipe se enamoró. Doncella es una mujer que no se ha casado Felipe pensaba: FELIPE.- Esta muchacha es hermosa y, según la facha de la casa, no debe de ser rica. Debo casarme con la doncella y encerrarla y la haré a mis mañas. Y con esto no tendrá otra condición que lo que le enseñaré. Y no soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden. Así que Felipe después de algunos días habló con los padres de la doncella, quien se llamaba Leonora, y supo que eran pobres, pero nobles. De inmediato Felipe les dijo que quería casarse con Leonora y, les dijo también, que era un hombre rico. Felipe les suplicó que le diesen por mujer a su hija. Los padres le pidieron tiempo para decidirse. Se despidieron, pues, y descubrieron que era verdad lo que cada uno dijo. Así que Leonora quedó por esposa de Felipe. Pero Felipe sintió de pronto grandes celos y empezó sin causa alguna a temblar y a tener mayores cuidados de los que nunca había tenido. Y la primera muestra que Felipe dio de su condición celosa fue no dejar que ningún sastre tomara la medida a su esposa de los muchos vestidos que pensaba hacerle. Y así Felipe estuvo mirando qué otra mujer tendría un cuerpo parecido al de Leonora Entonces encontró a una mujer pobre, a cuya medida hizo la ropa, y luego la probó en Leonora y vio que le quedaba bien y por aquella medida hizo los demás vestidos, La segunda señal que Felipe dio de sus celos fue que no quiso juntarse con su esposa hasta que tuviera su casa aparte. Así que Felipe compró una casa, que tenía jardín con muchos naranjos, en un barrio principal de la ciudad, Luego Felipe cerró todas las ventanas que miraban a la calle y les dio vista al cielo, e hizo lo mismo con todas las otras ventanas de la casa. En el portal de la calle, que en Sevilla llaman casapuerta, hizo una caballeriza para una mula, y encima un pajar y cuarto Sastre es una persona cuyo oficio es cortar tela y hacer vestidos donde estuviese el cuidador que fue un negro viejo También Felipe levantó las paredes de las azoteas de tal manera que el que entraba en la casa sólo podía ver hacia el cielo por línea recta, sin que pudiera verse otra cosa. Herrar esFelipe compró finos muebles para adornar hacer una marca conY también compró 4 esclavas blancas, un metal caliente eny las herró en el rostro, una y compró a otras 2 negras. persona o animal la casa, Felipe se puso de acuerdo con un despensero para que le trajese y comprase la comida, bajo la condición de que no entrara a la casa. Felipe hizo llave maestra para toda la casa, y se fue a casa de sus suegros y pidió a su mujer, que se la entregaron no con pocas lágrimas, porque les pareció que la llevaban a la sepultura. Así que Leonora les pidió la bendición a sus padres, se despidió y acompañada de sus esclavas y criadas, tomada de la mano de su marido, se fue a su casa. Sermón es un Después regaño de que llegaron Felipe les hizo un sermón a todas, encargándoles el cuidado de Leonora. Pero sobre todo les encargó que nunca dejaran entrar a nadie a la casa. Y Felipe nombró de ama de llaves a una mujer de mucha prudencia y gravedad para que mandara a las esclavas y a otras 2 doncellas de la misma edad de Leonora. Pero Felipe les prometió que las trataría bien y les regalaría a todas de manera que no sufrieran su encierro. Las criadas y esclavas, a su vez, le prometieron que obedecerían sus indicaciones con buen ánimo. Y la nueva esposa, Leonora, bajó la cabeza y dijo que no tenía otra voluntad que la de su esposo a quien siempre obedecería. Y así Felipe, dentro de su casa, pasaba el tiempo con Leonora, con sus doncellas y sus esclavas. Leonora andaba y se entretenía con sus criadas, y aún dio con su sencillez en hacer muñecas y otras niñerías, que mostraban la ternura e inocencia de sus años. De modo que Felipe estaba satisfecho, pues le parecía que eligió la mejor vida que se pudo imaginar. Y creía que ninguna razón podría arruinar su tranquilidad y felicidad. Y así sólo se preocupaba por traer regalos a su esposa Todas las mañanas Felipe salía de casa, casi siempre a pie, y dejaba cerradas las puertas, la de la calle y la de la casa, y entre las 2 quedaba el esclavo negro, que era el portero. Así Felipe se iba a sus negocios, que eran pocos, y en poco tiempo regresaba a casa. Luego se encerraba y se divertía en dar regalos a Leonora. Felipe y Leonora, junto con sus criadas y esclavas, vivieron encerrados durante 1 año y nunca entró un hombre adentro de la casa. Nunca se vio cárcel mejor custodiada, ni monjas más protegidas. Sin embargo, Felipe, a pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar que sus celos se volvieran realidad. Sucedió así: Hay en Sevilla un tipo de gente ociosa y floja, a quien les llaman gente de barrio. Pues uno de esos galanes, llamado Loaysa, vio la casa de Felipe, y como siempre estaba cerrada, quiso saber quién vivía adentro. Entonces Loaysa preguntó y supo la historia de Felipe y Leonora: Supo la condición celosa del viejo y acerca de la hermosura de Leonora, que vivía encerrada lejos de otro hombre que no fuera Felipe. Al conocer la historia, Loaysa quiso saber si sería posible que fuera primer hombre en entrar a la casa de Felipe. Así Loaysa hizo un plan, con ayuda de 2 de sus amigos, para entrar a la casa de Felipe e intentar enamorar a Leonora. Su plan fue el siguiente: Loaysa se puso unos vestidos tan rotos y remendados, que ningún pobre en toda la ciudad los traía peores. Remendar es poner un arreglo de tela a la ropa También se rasuró su barba y se cubrió un ojo con un parche Del mismo modo, Loaysa se vendó una pierna Tullido es y, sosteniéndose con 2 muletas, cuando una se convirtió en un pobre tullido persona no puede de modo que el más verdadero estropeado mover una parte de su no se le igualaba. cuerpo Con ese disfraz, Loaysa se ponía cada noche a la puerta de la casa de Felipe que ya estaba cerrada y donde estaba el portero negro, cuyo nombre era Luis, encerrado entre la puerta de la casa y la puerta de la calle. Luego Loaysa sacaba una guitarra grasienta y sin algunas cuerdas, y, como sabía algo de música, empezaba a tocar y cantar algunas canciones. Loaysa cantaba con tanta gracia, que las personas que pasaban por la calle se ponían a escucharlo. Y siempre, en tanto que cantaba, estaba rodeado de muchachos. Luis, el negro, alzaba los oídos por entre las puertas, y diera un brazo por abrir la puerta y escuchar a gusto a Loaysa, pues tal es la inclinación que los negros tienen a ser músicos. Y cuando Loaysa quería que se fueran los que le escuchaban, entonces dejaba de cantar, recogía su guitarra y se iba sujetándose a sus muletas. 4 o 5 veces Loaysa cantó afuera de la casa de Felipe para que el negro Luis lo escuchara. Entonces Loaysa llegó una noche a la puerta, según su costumbre, y empezó a tocar su guitarra y cuando Loaysa sintió que el negro Luis ya estaba atento se acercó a la puerta y dijo con voz baja: LOAYSA.- ¿Será posible, Luis, que me des un poco de agua? Tengo sed y no puedo cantar? Y el negro Luis le respondió: NEGRO LUIS.- No puedo, pues no tengo la llave de la puerta, ni hay agujero por donde pueda pasarla. Enseguida Loaysa le preguntó: LOAYSA.- Pues, ¿quién tiene la llave? El negro Luis le dijo: NEGRO LUIS.- La llave la tiene mi amo Felipe, que es el hombre más celoso del mundo. Y si supiera que habló con alguien, me mataría. Pero, ¿quién eres que me pides el agua? Loaysa para engañarlo le dijo: LOAYSA.- Soy un pobre hombre lastimado de una pierna que gano mi vida pidiendo limosna a la buena gente. Y también enseño a tocar la guitarra a algunos negros y a otra gente pobre. Y ya tengo a 3 negros, a quienes les doy clases de guitarra de modo que pueden cantar y tocar en cualquier baile y en cualquier taberna, y me pagan muy bien por las clases. Luego el negro Luis le respondió: NEGRO LUIS.- Yo te pagaría muy bien la clase de guitarra, pero no es posible a causa de que mi amo, pues cuando sale por la mañana, cierra la puerta de la calle y cuando regresa la cierra de nuevo y yo me quedo encerrado entre las 2 puertas. Pero Loaysa le dijo: LOAYSA.- ¡Por Dios!, Luis. Si me abres la puerta yo te daré clase y en menos de 15 días tocarás la guitarra que podrás tocarla sin vergüenza en cualquier esquina. Porque oí que eres muy hábil y según escucho tu voz, debes de cantar muy bien. Además soy muy buen maestro. A esto suspiró el negro y dijo: NEGRO LUIS.- ¿De qué sirve todo eso, pues no sé cómo meterte en casa? Loaysa le dijo: LOAYSA.- Buen remedio: toma las llaves de tu amo, y yo te daré un pedazo de cera, donde las imprimirás de manera que queden señaladas las guardas en la cera; Luego un cerrajero, amigo mío, que haga las llaves y así podré entrar de noche y enseñarte a tocar la guitarra. Pues sería gran lástima que se pierda una voz como la tuya sólo por no tocar la guitarra. Quiero que sepas, amigo Luis, que aún la mejor voz del mundo pierde de su belleza cuando no se acompaña con el instrumento, ora sea de guitarra de órganos o de arpa. Pero el instrumento que más conviene a tu voz es el instrumento de la guitarra. El negro Luis le dijo: NEGRO LUIS.- Bien me parece eso, pero no puede ser, pues nunca tengo las llaves en mis manos ni mi amo las suelta de la mano de día, y de noche duermen debajo de su almohada. Loaysa no se rindió y le dijo: LOAYSA.- Pues hay que hacer otra cosa, Luis, si es que tienes ganas de ser músico, que si no la tienes no hay razón para que me canse en aconsejarte. Y el negro Luis le respondió: NEGRO LUIS.- ¡Si tengo ganas! Y tantas que ninguna cosa dejaré de hacer, a fin de ser músico. Entonces Loaysa le dijo: LOAYSA.- Pues si así es, yo te daré unas tenazas y un martillo con que de noche quites los clavos de la cerradura con mucha facilidad, y luego volveremos a poner la chapa, de modo que no se vea que fue desclavada. Así podré entrar a darte clase de guitarra. Así que el negro Luis le dijo: NEGRO LUIS.- Venga ese martillo y tenazas que yo quitaré la chapa y le volveré a cubrir y a tapar con barro. Mi amo duerme tan lejos de esta puerta, que será milagro, o gran desgracia nuestra, si oye los golpes cuando quite la chapa. Loaysa le respondió: LOAYSA.- Pues en 2 días tendrás todo lo necesario para poner en marcha nuestro plan. Y no comas cosas flemosas, pues dañan mucho la voz. El negro Luis le dijo: NEGRO LUIS.- Pero no dejes de venir a cantar en las noches que ya me comen los dedos por verlos puestos en la guitarra. Después de que hablaron, Loaysa cantó una canción que dejó al negro tan contento y satisfecho que ya no veía la hora de abrir la puerta. 2 días después Loaysa le dio los instrumentos y el negro Luis probó sus fuerzas y, casi sin poner alguna, se rompieron los clavos de la chapa. Así el negro Luis, con la cerradura en las manos: abrió la puerta y Loaysa pudo entrar. El negro Luis quedó sorprendido cuando vio a Loaysa con sus 2 muletas y tan sucio y con su pierna lastimada. No llevaba Loaysa el parche en el ojo, por no ser necesario, y, después que entró, abrazó al negro Luis y le besó en el rostro. Luego le puso una gran botella de vino en las manos y una caja de conserva y otras cosas dulces. Enseguida Loaysa dejó las muletas, como si no tuviera mal alguno, y empezó a tocar canciones. Loaysa le dijo al negro Luis: LOAYSA.- Te diré, hermano Luis, que mi cojera y lesión no nace de enfermedad, pero sí de industria, pues así gano de comer pidiendo limosna y de mi música. El negro Luis le respondió: NEGRO LUIS.- Ayúdame a poner de nuevo la chapa a su lugar para que no se vea que se quitó. Entonces Loaysa sacó los clavos y pusieron la cerradura tan bien como estaba antes, con lo que quedó contentísimo el negro Luis. Enseguida Loaysa se subió al cuarto que tenía el negro Luis en el pajar. Y se acomodó lo mejor que pudo. Luego Loaysa sacó su guitarra y la tocó. El pobre negro Luis al escucharlo quedó fuera de sí. Embriagar Después de tocar un rato, es muchoLoaysa le dio de beber vino beber vino al negro Luis que quedó embriagado. De inmediato Loaysa le ordenó al negro Luis que tomara clase y, como el pobre negro estaba embriagado no podía ni sostener la guitarra. Pese a eso, Loaysa le hizo creer que ya sabía tocar por lo menos 2 canciones y el negro Luis se lo creyó. En toda la noche el negro Luis no hizo otra cosa que tocar mal una guitarra que ni siquiera tenía todas las cuerdas. Después de la clase Loaysa y el negro Luis durmieron lo poco que de la noche les quedaba. A las 6 de la mañana, bajó Felipe y abrió la puerta de la casa y también la de la calle, y estuvo esperando al despensero, que llegó en poco tiempo, Luego Felipe se volvió a ir y llamó al negro Luis para que bajara a tomar cebada para la mula. Así el negro Luis bajó y la tomó. Entonces se fue Felipe dejando cerradas las 2 puertas. Apenas salió Felipe de la casa cuando el negro Luis tomó la guitarra y empezó a tocar de tal manera que todas las criadas le oyeron, y desde la puerta de la casa le preguntaron: CRIADAS.- ¿Qué es esto, Luis? ¿De cuándo acá tienes guitarra? El negro Luis les respondió: NEGRO LUIS.- La guitarra me la dio el mejor músico que hay en el mundo que en menos de 6 días me enseñará más de 6,000 canciones Entonces el ama de llaves le dijo: AMA DE LLAVES.- Y ¿dónde está ese músico? A lo que el negro Luis le respondió: NEGRO LUIS.- No está muy lejos de aquí. Y si no fuera por miedo a mi amo Felipe, se los presentaría. Entonces ustedes podrían verlo. El ama de llaves le dijo luego: AMA DE LLAVES.- En esta casa nunca entró otro hombre que el amo Felipe. Además no podemos verlo pues la casa no tiene ventanas a la calle. Pero me muero por oír una buena voz que después de que nos encerramos en la casa no hemos oído ni aún el canto de los pájaros. En tanto que el negro Luis hablaba con el ama de llaves, Loaysa los escuchaba. Luego se fueron las criadas, pero el negro Luis les prometió que cuando menos pensaran las llamaría a oír una muy buena voz. Sin embargo, el negro Luis temía que su amo volviera y lo viera hablando con las criadas. Así que las dejó y se fue a su cuarto. Al poco tiempo Felipe regresó y, cerró las puertas, según su costumbre, y se encerró en la casa. Aquel mismo día, el negro Luis le dijo a una criada que aquella noche, después de dormido su amo, todas bajaran para oír la voz del músico. Cuando llegó la medianoche, las criadas bajaron y llamaron al negro Luis, que bajó de su cuarto junto con Loaysa, quien ahora llevaba la guitarra con todas sus cuerdas. Antes de empezar, el negro Luis preguntó acerca de quiénes bajaron. Las criadas respondieron que todas menos Leonora, que dormía con Felipe. Esto le pesó a Loaysa, pero, con todo eso, tocó la guitarra pues quiso dar principio a su plan y dejó sorprendido al negro Luis y a todas las criadas que lo escuchaban. Luego las criadas le pidieron al negro Luis que les dijera el nombre del músico. El negro Luis les dijo que era un hombre pobre, pero el más galán y gentil que había en toda Sevilla. Así que las criadas le rogaron al negro Luis que dejara que lo vieran y le preguntaron de qué modo hizo para meterlo en la casa. Por último las criadas le rogaron a Loaysa que regresará otra noche, pues harían que Leonora bajara a escucharle, a pesar del ligero sueño de su esposo Felipe, cuya ligereza no nacía de sus muchos años, sino de sus muchos celos. A lo cual Loaysa dijo que si querían oírlo sin sobresalto de su amo, Felipe, entonces les daría unos polvos para que los echaran en el vino, pues harían que Felipe durmiera con pesado sueño y más tiempo del normal. El ama de llaves dijo: AMA DE LLAVES.- Si eso fuera verdad, qué buena suerte tendríamos. No serían polvos de sueño para Felipe sino polvos de vida para todas nosotras y para la pobre de mi señora Leonora, su mujer, que no la deja a sol ni a sombra, ni la pierde de vista un solo momento. ¡Ay, señor mío de mi alma, traiga esos polvos: así Dios le dé todo el bien que desea! Vaya y no tarde: tráigalos, señor mío, que yo me ofrezco a mezclarlos en el vino para que el viejo Felipe duerma 3 días con sus noches, que otros tantos tendríamos nosotras de gloria. A lo que Loaysa les respondió: LOAYSA.- Pues yo los traeré y los polvos no hacen mal ni daño a quien los toma. Sólo provocan sueño profundo. Todas las criadas le suplicaron que trajera pronto los polvos y, quedaron en hacer un agujero a la puerta y de traer a Leonora para que lo viera y oyera. Luego las criadas se despidieron y el negro Luis, aunque era casi de mañana, quiso tomar clase, la cual le dio Loaysa, y le hizo creer que era el mejor de sus alumnos, aun cuando el pobre no sabía ni lo supo jamás, tocar una canción. La noche vino y las criadas acudieron a escuchar la guitarra. También estaba la inocente Leonora, con miedo de que despertara Felipe, su esposo. En realidad no quería ir, pero las criadas le dijeron maravillas acerca de la suavidad de la música que convencieron a Leonora para hacer lo que no tenía hacer. Lo primero que las criadas hicieron fue agujerar la puerta para ver al músico, el cual ya no estaba con ropa de pobre. Loaysa era joven y de buen parecer, y, como había pasado tanto tiempo en que todas sólo veían a Felipe, sucedió que cuando vieron a Loaysa les pareció que veían a un ángel. Se ponía una criada en el agujero para verlo y luego otra. Y, después que todas le hubieron visto, tomó Loaysa la guitarra, y cantó aquella noche que las dejó sorprendidas a todas. Así todas las criadas le suplicaron al negro Luis que les dijera cómo podía entrar Loaysa a la casa para oírlo y verlo más cerca, y sin el sobresalto de estar tan apartadas de su señor, que podía de pronto sorprenderlas. Pero Leonora no estuvo de acuerdo y dijo que no se hiciera tal cosa pues le pesaría en el alma que corriera peligro su honra. A lo que el ama de llaves le respondió: AMA DE LLAVES- ¿Qué honra? Quédese encerrada con su Matusalén y déjenos a las criadas disfrutar como podamos. Cuanto más, que este músico parece tan honrado que no pondrá en peligro nuestra honra. Al escucharlas hablar, Loaysa les dijo: LOAYSA.- Yo, señoras mías, vine aquí con intención de servirles con el alma y con la vida al ver que sufren encerradas. Entonces Leonora le respondió: LEONORA.- Si así es, ¿qué medio se dará para que entre a la casa? A lo que Loaysa dijo: LOAYSA.- Bueno, deben de copiar en cera la llave de la puerta de la casa, que en mañana la duplicaré, para así entrar. Las criadas dijeron: CRIADAS.- Al copiar esa llave, se copian las de toda la casa, pues es llave maestra. Luego Leonora advirtió: LEONORA.- Es verdad, pero el músico primero debe jurar que cuando entre a la casa sólo tocará y cantará cuando se le ordene. También deberá estar encerrado en donde le indiquemos. Loaysa sin pensarlo le dijo: LOAYSA.- Juro por vida de mi padre. Luego una de las esclavas dijo: ESCLAVA.- Mire, señor, que no se le olvide aquello de los polvos, que es lo más importante de todo. Con esto terminó la plática de aquella noche, y todos quedaron muy contentos del concierto. Cuando las criadas y Leonora se retiraron Loaysa llamó en aquellas horas, que eran 2 después de la medianoche, a sus amigos. Loaysa les habló y les dio cuenta del término en que estaba su plan, y les pidió que trajeran los polvos u otra cosa, para que el viejo Felipe durmiera. También Loaysa les dijo lo de la llave maestra. Sus amigos le dijeron que los polvos, o un ungüento, lo llevarían la siguiente noche, de tal modo que, untado el ungüento en las sienes, causaba un sueño profundo del que no se podía despertar en 2 días. Y para despertar era necesario lavarse todo el cuerpo con vinagre. También sus amigos le dijeron que les diera la llave en cera, que la duplicarían con facilidad. Con esto sus amigos se despidieron y se fueron. Y Loaysa y el negro Luis durmieron lo poco que de la noche les quedaba, Loaysa esperaba con gran deseo que otra vez fuera de noche, para que le llevaran la llave maestra. Al día siguiente, cuando era de noche, todas las criadas de la casa bajaron para ver al señor músico. Pero Leonora no bajó, Sien es Cada una de las dos partes laterales de la cabeza situadas entre la frente, la oreja y la mejilla. y, cuando Loaysa preguntó por Leonora, las criadas le respondieron que estaba acostada con Felipe, su esposo, pues cerraba con llave la puerta del cuarto donde dormía y después de cerrar la puerta, Felipe ponía la llave debajo de su almohada. Sin embargo, Leonora les dijo que, después de que Felipe se durmiera, enseguida tomaría la llave maestra y la copiaría en cera, que ya llevaba preparada y blanda. Así que Loaysa fue con sus amigos y le dieron una botella de ungüento que provocaba sueño profundo. Loaysa tomó la botella y les dijo que esperaran un poco para que les diera la muestra de la llave. Luego Loaysa regresó con las criadas y le dijo al ama de llaves, que era la que más quería ver al músico, que le llevara el ungüento a Leonora para que lo untara a su esposo con tal cuidado que no lo sintiera y que enseguida el viejo Felipe se dormiría. Entonces el ama de llaves llevó el ungüento a Leonora que tomó el ungüento y respondió a la ama de llaves que de ninguna manera podía tomar la llave a su esposo, pues no la tenía debajo de la almohada, como solía, sino entre los 2 colchones y casi debajo de la mitad de su cuerpo. Pero Leonora le pidió que le dijera a Loaysa que si el ungüento llevaba a Felipe a un sueño profundo, entonces sacarían la llave y no sería necesario copiarla en cera. Así Leonora fue hacia Felipe temblando y paso a paso y casi despedir el aliento de la boca, Leonora llegó a untar las sienes del celoso esposo, y también le untó las fosas de las narices y cuando lo untaba le parecía que se movía: Leonora se quedó quieta, pues le parecía que Felipe despertaba. En efecto, como mejor pudo, Leonora le untó el ungüento en todos los lugares que fue lo mismo que embalsamarlo para la tumba. El ungüento en poco tiempo funcionó pues Felipe empezó a dar grandes ronquidos. Embalsam ar es inyectar ciertos líquidos a los cuerpos muertos Felipe duerme y da grandes ronquidos Y Leonora, aún insegura de lo que veía, se acercó a Felipe y lo movió un poco, y luego más, y luego otro poquito más, para ver si despertaba y a tanto se atrevió que lo movió de una parte a otra sin que Felipe despertara. Como Leonora vio que no despertaba Felipe enseguida se fue a la puerta y, con voz no tan baja llamó al ama de llaves, que la estaba esperando, y le dijo: LEONORA.- Felipe duerme más que un muerto. Luego Leonora volvió a la cama, metió la mano por entre los colchones y sacó la llave, sin que el viejo Felipe despertara. Leonora tomó la llave en sus manos, y empezó a dar saltos de alegría, y, sin esperar más tiempo, abrió la puerta y le dio la llave a la ama de llaves, que recibió la llave con la mayor alegría del mundo. Entonces Leonora mandó al ama de llaves a que fuera a abrir a Loaysa y que lo llevara a los corredores. El ama de llaves de inmediato fue con las criadas y les mostró la llave que traía. Las criadas tuvieron tanta alegría que cargaron al ama de llaves y decían: ''¡Viva, viva!''. Y las criadas se emocionaron más cuando el ama de llaves les dijo que no había necesidad de duplicar la llave, pues el viejo Felipe dormía un sueño profundo. Enseguida el ama de llaves abrió la puerta, y, teniéndola entreabierta, llamó a Loaysa, que escuchó todo por el agujero de la puerta. Entonces Loaysa llegó a la puerta y quiso meterse de golpe. Pero el ama de llaves le puso la mano en su pecho y le pidió que prometiera que les guardaría su honor. Loaysa así lo prometió. Entonces el ama de llave lo metió a la casa y luego todas las criadas lo rodearon. De inmediato una criada fue a avisarle a Leonora que el músico había entrado a la casa. Leonora supervisaba que su esposo en verdad durmiera y, cuando la criada le dijo que Loaysa ya subía, Leonora se alegró y se asustó y preguntó si el Loaysa juró que respetaría su honor. La criada le respondió que sí. En esto, las criadas, y Loaysa en medio, llegaron con Leonora, y el negro Luis los alumbraba con la lámpara. Y cuando Loaysa vio a Leonora hizo muestras de arrojársele a los pies para besarle las manos. Leonora en silencio y por señas le hizo levantarse y todas las criadas estaban como mudas, sin atreverse a hablar, pues temían que Felipe las oyera. Pero Loaysa les dijo que bien podían hablar alto, pues el ungüento con que estaba untado su amo tenía tal virtud que, fuera de quitar la vida, ponía a un hombre como muerto. A lo que Leonora dijo: LEONORA.- Así lo creo que si así no fuera, Felipe ya hubiera despertado 20 veces, según lo hacen de sueño ligero sus muchos celos, pero, después de que le unté, ronca como un animal. Luego les dijo: LEONORA.- Vamos, pero quédese aquí la esclava Guiomar para vigilar y nos avise si Felipe despierta. Así que se quedó la esclava Guiomar mientras que los demás se fueron a la sala, donde pusieron a Loaysa en medio y se sentaron todas alrededor. Luego el ama de llaves tomó la guitarra, que el negro Luis tenía en sus manos, y se la dio a Loaysa, suplicándole que la tocara y que cantara. Loaysa estaba tocando y cantando cuando la esclava Guiomar llegó llena de miedo y, con voz entre ronca y baja, dijo: GUIOMAR.- ¡El amo despertó! Al escucharla, todas las criadas se quedaron pasmadas y temerosas y cada una huyó a esconderse por los desvanes y rincones de la casa, y dejaron solo a Loaysa. Enseguida Loaysa dejó la guitarra y el canto, lleno de angustia, pues no sabía dónde esconderse. Leonora torcía sus hermosas manos y el ama de llaves se golpeaba el rostro. En fin, todo era confusión, sobresalto y miedo. Pero el ama de llaves, que era más astuta, dio orden de que Loaysa se escondiera en su cuarto y que Leonora se quedará en la sala, pues no faltaría excusa que dar a su amo si las encontraba allí. De inmediato Loaysa se escondió y el ama de llaves se puso atenta a escuchar si su amo venía; y, no sintiendo rumor alguno, cobró ánimo, y poco a poco, paso a paso, se fue hasta llegar al cuarto donde Felipe dormía. Y el ama de llaves oyó que Felipe roncaba y, segura de que Felipe dormía, volvió corriendo con Leonora para decirle del sueño de su esposo. Sin embargo, el ama de llaves no quiso perder la oportunidad, que la suerte le ofrecía de disfrutar, antes que todas, del concierto de Loaysa. Así que le dijo a Leonora que esperara en la sala, en tanto que iba a llamar a Loaysa. Luego el ama de llaves se fue y entró al cuarto donde Loaysa estaba, no menos confuso que pensativo, y esperaba las noticias de lo que hacía el viejo Felipe. Loaysa se lamentaba acerca de la falsedad del ungüento, y se quejaba del poco cuidado que tuvo en no hacer primero una prueba en otro antes de hacerla en Felipe. En esto, el ama de llaves llegó y le aseguró que el viejo Felipe dormía profundo. Así que Loaysa se tranquilizó y estuvo atento a las muchas palabras amorosas que el ama de llaves le dijo. Anzuelo es un Entonces Loaysa entendió metal que del ama de llaves sirve para pescar pero Loaysa se propuso el las malas intenciones ponerla por anzuelo para atrapar a Leonora. Y, mientras Loaysa y el ama de llaves platicaban, las demás criadas, que estaban escondidas por toda la casa, una de aquí y otra de allí, volvieron a ver si era verdad que Felipe despertó. Pero las criadas vieron que todo estaba en silencio. Luego llegaron a la sala donde dejaron a Leonora que les dijo que Felipe dormía un sueño profundo. Enseguida las criadas le preguntaron a Leonora por Loaysa y por el ama de llaves. Leonora les dijo dónde estaban y todas las criadas, con el mismo silencio, llegaron a escuchar por entre las puertas lo que Loaysa y el ama de llaves hablaban. Todas las criadas escuchaban la plática, pero el negro Luis no, pues así como oyó que su amo despertó, el negro Luis se abrazó con su guitarra y se fue a esconder en su cuarto, y, cubierto con la manta de su pobre cama, sudaba y trasudaba de miedo; y, con todo eso, no dejaba de tentar las cuerdas de la guitarra: Al ama de llaves no le gustó lo que Loaysa pedía. Pero, a fuerza de cumplir el deseo que ya se le había apoderado del alma y de los huesos y médulas del cuerpo, el ama de llaves le prometió hasta lo imposible. Entonces el ama de llaves salió a hablar con Leonora y, como vio su puerta rodeada de todas las criadas, les dijo que se regresaran a sus cuartos, que otra noche habría lugar para disfrutar del músico con menos o sin ningún sobresalto que ya aquella noche la angustia les echó a perder el gusto. Bien entendieron todas las criadas que el ama de llaves se quería quedar sola, pero tuvieron que obedecerla, pues las mandaba a todas. Así que se fueron las criadas y el ama de llaves fue a la sala a convencer a Leonora para que fuera al cuarto con Loaysa. El ama de llaves le hablaba acerca de Loaysa: le hablaba de su gentileza y su valor, Donaire es la de su donaire y sus muchas gracias. gracia en la forma de También le dijo que cuánto más gusto hablar le serían los abrazos del amante joven que los del esposo viejo. El ama de llaves le aseguraba que guardaría el secreto y la duración del deleite, y le dijo a Leonora otras cosa semejantes. En fin, el ama de llaves tanto dijo que Leonora se rindió, Leonora se engañó y Leonora se perdió, dando en tierra con todas las prevenciones del celoso Felipe, que dormía el sueño de la muerte de su honra. Así el ama de llaves tomó por la mano a Leonora y, casi por fuerza, con los ojos llenos de lágrimas, la llevó a donde Loaysa estaba. Luego el ama de llaves les echó la bendición y cerró tras sí la puerta y los dejó encerrados. Luego el ama de llaves se puso a vigilar afuera del cuarto hasta que se quedó dormida. Así que Loaysa y Leonora se quedaron solos en el cuarto. Loaysa quiso seducir a Leonora. Pero, con todo esto, Loaysa y sus palabras no lograron convencer a Leonora. Y Loaysa se cansó en balde, y no pudo convencer a Leonora. Sin embargo, después de horas de hablar Loaysa y Leonora se quedaron dormidos juntos. Sin embargo, a pesar del ungüento, Felipe despertó, y, como tenía de costumbre, tocó la cama por todas partes; y, al no encontrar a su querida Leonora, saltó de la cama despavorido y sorprendido, con más ligereza que sus muchos años prometían. Y cuando Felipe no encontró a su esposa en el cuarto y vio la puerta abierta y vio que le faltaba la llave de entre los colchones, Felipe pensó que perdería el juicio. Pero, después de recuperarse un poco, Felipe salió al corredor, y, andando paso a paso para no ser sentido, llegó a la sala donde el ama de llaves dormía. Felipe al verla sola, sin Leonora, enseguida fue al cuarto del ama de llaves, y, abriendo la puerta en silencio, vio lo que nunca quisiera haber visto: vio a Leonora en brazos de Loaysa, durmiendo tan a sueño suelto Seducir es engañar a una persona para obtener un beneficio como si obrara la virtud del ungüento. Felipe se quedó sin aliento y con la amarga vista de lo que miraba. A Felipe la voz se le pegó a la garganta, los brazos se le cayeron de desmayo, y quedó hecho una estatua de mármol frío, y, aunque estaba lleno de ira, pudo tanto el dolor, que no le dejó tomar aliento. Y, con todo eso, Felipe quería tomar venganza contra aquella grande traición, pero necesitaba de armas para vengarse. Así que Felipe volvió a su cuarto a tomar un cuchillo y así matar a Leonora y a Loaysa y aún matar a toda la gente de su casa. Con esta decisión honrosa y necesaria, Felipe volvió con el mismo silencio a su cuarto, donde se le apretó el corazón de tanto dolor y angustia que se desmayó sobre su cama. En esto llegó el día y Loaysa y Leonora amanecieron abrazados. Al despertar Leonora vio tan entrado el día, y maldijo su descuido y el de la maldita ama de llaves. Luego Leonora y el ama de llaves, con sobresaltados pasos, fueron a donde estaba Felipe, suplicando entre dientes, que le hallaran todavía roncando; y, cuando Leonora y el ama de llaves vieron a Felipe encima de la cama, creyeron que todavía dormía, y con gran alegría se abrazaron las 2. Enseguida Leonora fue con su esposo, y, sujetándole de un brazo, lo movió de un lado a otro, por ver si despertaba sin necesidad de lavarle con vinagre, como decían que era necesario para que despertara. Pero con el movimiento Felipe volvió de su desmayo y dio un profundo suspiro y dijo con una voz lamentable y triste: FELIPE.- ¡Desdichado de mí, y a qué triste final me trae mi suerte! Leonora no entendió bien lo que dijo su esposo pero, como le vio despierto y que hablaba, se admiró de ver que el efecto del ungüento no duraba tanto como decían. Luego Leonora llegó con Felipe y abrazándole le dijo: LEONORA.- ¿Qué tienes, señor mío, que me parece que te quejas? Cuando el desdichado Felipe oyó la voz de Leonora, abrió los ojos lleno de sorpresa y la vio con grande cuidado, sin mover pestaña, Y la estuvo mirando una largo tiempo hasta que le dijo: FELIPE.- Dame el placer, señora, de que de inmediato llames a tus padres, pues siento no sé qué en el corazón que me da grandísimo cansancio, y temo que pronto moriré y quiero ver a tus padres antes de morir. Leonora le respondió que haría lo que la mandaba. Así que ordenó al negro Luis que pronto fuera a llamar a sus padres. En esto, en poco tiempo los padres de Leonora llegaron y se sorprendieron y alarmaron cuando vieron la puerta de la calle y la de la casa abiertas y la casa toda en silencio y sola. Los padres de Leonora fueron al cuarto de Felipe y lo encontraron con los ojos siempre fijos en Leonora, a la cual sujetaba de las manos, al tiempo que los 2 derramaban muchas lágrimas. Así como los padres entraron, Felipe dijo: FELIPE.- Siéntense aquí y todos los demás salgan afuera del cuarto y sólo se queden Leonora y el ama de llaves. Así lo hicieron y quedaron en el cuarto los padres, Leonora, el ama de llaves y Felipe. Enseguida Felipe, sin esperar que otro hablara, con voz tranquila y después de limpiarse las lágrimas de los ojos, dijo de esta manera: FELIPE.- Bien seguro estoy, padres y señores míos, que no será necesario traer testigos para que me crean una verdad que quiero decirles. Digo, pues, señores, que en esta madrugada encontré a mi esposa, Leonora, en los brazos de un joven gallardo, quien ahora está encerrado en el cuarto del ama de llaves. Gallardo es una persona valiente Apenas Felipe dijo estas últimas palabras cuando a Leonora se le cubrió el corazón, y cayó desmayada en las mismas rodillas de Felipe. También el ama de llaves perdió el color y a las gargantas de los padres de Leonora se les atravesó un nudo que no les dejaba hablar palabra. Pero Felipe también les dijo: FELIPE.- La venganza que tomaré a esta afrenta Afrenta es lano es la que suele tomarse, ofensa pues soy el más culpable de esta traición que sufre ya que no pueden compararse mis 80 años una persona a los 15 de Leonora. Yo fui el que, como el gusano de seda, me fabriqué la casa donde moriré Notario es y a ti no te culpo, ¡oh niña mal aconsejada! la persona que hace Y así, quiero que venga pronto un notario los para hacer de nuevo mi testamento, testamento s en el que mandaré doblar la dote a Leonora y le pediré que, Dote es eldespués de mi muerte que será pronto, dinero que se case con aquel joven, aporta una mujer ala quien nunca le hice ningún mal. matrimonio No quiso la mala ama de llaves esperar a los regaños que pensó que le darían los padres de Leonora y así, se salió del cuarto y fue a decirle a Loaysa todo lo que pasaba, y le aconsejó que de inmediato se fuera de la casa. También le dijo el ama de llaves a Loaysa que le avisaría con el negro Luis lo que sucediera, pues ya no había puertas ni llaves que lo impidieran. El padre de Leonora de inmediato llamó al notario, amigo suyo, el cual llegó cuando Leonora ya había despertado Así Felipe hizo su testamento de la manera que había dicho, sin mencionar la traición de Leonora, pero si mencionaba y le pedía y le suplicaba que se casara, si acaso él muriera, con aquel joven con el que la encontró abrazada. Cuando Leonora oyó esto, se arrojó a los pies de Felipe y, saltándole el corazón en el pecho, le dijo: LEONORA.- Vive muchos años, mi amado. No estás obligado a creerme ninguna palabra de las que te diga, pero tienes que saber que sólo te he ofendido con el pensamiento. Y Leonora empezó a disculparse pero no pudo mover la lengua y volvió a desmayarse. Felipe ya no volvió a hablar del tema y por la razón que sea, el dolor le apretó de tal manera que Felipe murió después de 70 días. De esa manera Leonora quedó viuda, llorosa y rica. Y Loaysa esperaba casarse con Leonora, como Felipe indicó en su testamento, pero Leonora no quiso casarse y 1 semana después de la muerte de Felipe, se encerró de monja en un monasterio. Así Loaysa despechado se fue a vivir a las Indias. Los padres de Leonora se quedaron muy tristes, pero se consolaron con el dinero que Felipe les dejó en su testamento. El Licenciado Vidriera EL LICENCIADO VIDRIERA Paseaban 2 estudiantes varones por las orillas del río Tormes cuando encontraron a un muchacho, Tormes es el nombre de un río en España de hasta 11 años de edad y vestido de labrador, que dormía debajo de un árbol. Enseguida los estudiantes mandaron a un criado a que despertara al muchacho. Cuando el muchacho despertó los estudiantes le preguntaron de adónde era y por qué dormía solo debajo del árbol. Labrador es una persona que trabaja de campesino El muchacho respondió que el nombre de su tierra lo olvidó, pero que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, a cambio de que le diera estudio. Luego los 2 estudiantes le preguntaron si sabía leer y el muchacho respondió que sí y que también sabía escribir. Ante esa respuesta los 2 estudiantes decidieron llevarse al muchacho a Salamanca. Y los 2 estudiantes le dieron escuela al muchacho de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven. El muchacho dijo que se llamaba Tomás Rodaja. Al escuchar su nombre, los 2 estudiantes supieron por el nombre y por el vestido, que Tomás debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días de llegar a Salamanca los 2 estudiantes le pusieron ropa negra a Tomás quien a las pocas semanas dio muestras de tener un raro ingenio, y servía a los 2 estudiantes con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia que, distrayéndose sólo en sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y, como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero. Después de 8 años, Tomás estudió leyes y se hizo famoso en la universidad, por su buen ingenio y notable habilidad, así que toda la gente lo estimaba y quería. Sucedió que llegó el tiempo que los 2 estudiantes acabaron sus estudios y volvieron a su hogar, Los 2 estudiantes se llevaron a Tomás algunos días. Pero Tomás deseaba volver a sus estudios y a Salamanca así que pidió a sus amos permiso para volver. Los 2 estudiantes le dieron permiso y le dieron dinero suficiente para que pudiera comer durante 3 años. Enseguida Tomás llegó a Salamanca, donde fue bien recibido por sus amigos. Y Tomás siguió sus estudios hasta graduarse como licenciado en leyes. Sin embargo, en aquellos días una mujer rica llegó a Salamanca. Tomás fue a visitarla y la mujer rica de inmediato se enamoró de Tomás. La mujer rica le confesó su amor a Tomás, y le ofreció su dote. Pero a Tomás le interesaban más los libros que las mujeres y no correspondió al amor de la mujer rica. La mujer rica al verse rechazada y, a su parecer, aborrecida y al ver que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar el amor de Tomás, entonces decidió buscar otros modos, a su parecer más eficaces y bastantes para que Tomás la amara. Y así, aconsejada por una hechicera, Membrillo la mujer rica le dio de comer es el fruto de un unos membrillos mágicos arbusto a Tomás pues la mujer rica creía que le daba cosa que obligaría a Tomás a amarla. Pero en realidad los membrillos no eran mágicos pues sólo eran veneno. Así que cuando Tomás comió el membrillo de inmediato empezó convulsionar y se quedó dormido muchas horas. Cuando Tomás despertó estaba como atontado, y hablaba de manera confusa y tartamuda. 6 meses Tomás estuvo en la cama, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener confundidos todos los sentidos. Y, aunque a Tomás le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de la mente: pues Tomás quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Tomás se imaginaba que su cuerpo era todo hecho de vidrio, y con esta idea, cuando alguna persona se le acercaba, Tomás gritaba y suplicaba, con palabras y razones concertadas, que no se le acercaran, pues lo quebrarían. Tomás decía que su cuerpo, de pies a cabeza, era todo de vidrio. Para demostrarle que su cuerpo no era de vidrio, Convulsio nar es cuando el cuerpo de se mueve de forma violenta muchas personas, sin escuchar sus suplicas, se acercaron y lo abrazaron para que viera que no se quebraba. Pero Tomás se echaba en el suelo dando mil gritos, y luego le tomaba un desmayo del cual no volvía en sí hasta después de 4 horas. Y cuando volvía de nuevo pedía que no lo tocaran pues se quebraría. Así Tomás decía que le hablaran desde lejos y que le preguntaran lo que quisieran pues a todo les respondería con gran inteligencia debido a que era hombre de vidrio y no de carne. Algunas personas quisieron ver si era verdad lo que decía, y así le hicieron muchas preguntas difíciles a las que Tomás respondió con gran ingenio. Tomás pidió que le dieran alguna funda donde pusiera aquel vaso quebradizo de su cuerpo, pues pensaba que si usaba algún vestido estrecho su cuerpo se quebraría. Y así le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha, que Tomás se puso con mucho cuidado y se sujetó con una cuerda de algodón. Tomás no quiso ponerse zapatos y para que le dieran de comer sin acercarse Tomás ordenó que pusieran en la punta de una vara un recipiente con fruta. No quería comer ni carne ni pescado y sólo bebía agua con sus manos en las fuentes o en los ríos. También Tomás cuando caminaba por las calles iba a la mitad de la calle y miraba a los tejados con miedo y cuidado de que no le cayera alguna teja encima y le quebrara su cuerpo de vidrio. Tejado es el techo de una casa construido con tejas Tomás en los veranos dormía en el campo al cielo abierto y los inviernos se metía en algún hotel y se enterraba hasta la garganta en el pajar, pues decía que aquélla era la cama más segura cama que los hombres de vidrio podían tener. Cuando llovía, Tomás temblaba y se salía al campo y no entraba en poblado hasta que terminaba la lluvia. Los amigos de Tomás lo tuvieron encerrado mucho tiempo, pero al ver que su locura continuaba, entonces decidieron dejar que anduviera libre. Así Tomás salió por la ciudad y causaba admiración a todos los Pajar es el lugar donde se guarda la paja que lo conocieron antes. Un día se le acercaron los muchachos, pero Tomás los alejaba con una vara y les suplicaba que no se acercaran, para que no se quebrara pues por ser hombre de vidrio era muy quebradizo. Los muchachos sin escuchar las suplicas de Tomás, le empezaron a tirar trapos y aún piedras para ver si era de vidrio. Pero Tomás daba tantos gritos que movía a los hombres a que regañaran y castigaran a los muchachos para que no le tiraran piedras. Las noticias de su locura y de sus respuestas y de su ingenio se conoció por toda Castilla. Y la fama de Tomás llegó hasta un príncipe que estaba en la Corte. Así el príncipe le encargó a un amigo suyo, que estaba en Salamanca, que trajera a Tomás Así el amigo fue con Tomás y le dijo: AMIGO.- Sepa el señor licenciado Vidriera, que era el nombre con el que la gente llamaba a Tomás, que un gran príncipe de la Corte le quiere ver. Así que Tomás fue enviado a la Corte: lo pusieron en unos cestos de paja, y entre paja pusieron algunos vidrios, para que Tomás viera que como vaso de vidrio le llevaban. Tomás llegó a Valladolid. Entró de noche y lo llevaron a la casa del Príncipe donde fue muy bien recibido. Tomás decía tales cosas que ninguno pudiera creer otra cosa sino que era uno de los más sanos del mundo. Pero Tomás daba tan claras señales de su locura: los grandes gritos que daba cuando le tocaban o se le acercaban, la ropa que usaba, lo escaso de su comida, el modo con que bebía, el querer dormir al cielo abierto en el verano y el invierno en los pajares, que nadie dudaba acerca de su locura. 2 años o poco más Tomás duró en esta enfermedad, hasta que un religioso, que tenía gracia y ciencia particular en sanar locos, lo curó y sanó y así Tomás ya no estuvo loco. Y cuando Tomás ya no estuvo loco, el religioso le cambió la ropa y lo vistió muy elegante. Tomás volvió a la Corte y dio tantas muestras de estar sano como las había dado de loco. Así que Tomás pensó que podría beneficiarse de la fama que hizo cuando estuvo loco y de su profesión: así que se hizo llamar el licenciado Rueda. Así Tomás volvió a la Corte con el nombre de licenciado Rueda, pero apenas entró cuando fue reconocido por los muchachos. Pero como le vieron con otra ropa de la que solía usar, no se le acercaron ni le hicieron preguntas, pero los muchachos lo seguían y decían unos a otros: MUCHACHOS.- ¿Éste no es el loco Vidriera? ¡A fe que es! Ya no es loco. Pero puede ser loco bien vestido como mal vestido. Vamos a preguntarle algo y salgamos de la confusión. Tomás oía todo esto, pero no decía nada. Así Tomás iba más confundido y más corrido que cuando estaba loco. Luego de que lo vieron los muchachos, también los hombres vieron que Tomás parecía ya no estar loco. Entonces, antes que Tomás llegara al patio de los Consejos, llevaba tras de sí más de 200 personas de todas edades. Tomás llegó al patio, seguido por la multitud, y la gente lo rodeó. Tomás al ver tanta confusión en la gente alzó la voz y dijo: TOMÁS.- Señores, yo soy el licenciado Vidriera, pero no el loco: ahora soy el licenciado Rueda. Sucesos y desgracias me volvieron loco, pero ya sané de esa enfermedad. Por las cosas que dicen que dije cuando era loco, pueden imaginar las que diré y haré ahora que estoy sano. Yo soy graduado en leyes por Salamanca, en donde estudié con pobreza. Así que he venido a la Corte a ganar la vida, pero si no me dejan, entonces habré venido a ganar la muerte. Por amor de Dios que no hagan que el seguirme sea perseguirme, y que lo que gané por loco, que es el comer, lo pierda por sano. Lo que antes me preguntaban en las plazas, ahora pregúntenmelo en mi casa, y verán que si loco respondía bien, ahora sano les responderé mejor. Todas las personas lo escucharon y lo dejaron algunos. Así Tomás volvió a su casa seguido por menos gente. Al día siguiente Tomás salió y fue lo mismo; hizo otro sermón y no sirvió de nada. Tomás perdía mucho y no ganaba nada y, viéndose morir de hambre, dejó la Corte y volvió a Flandes, donde pensaba vivir de las fuerzas de su brazo, pues no podía vivir de las de su ingenio. Luego Tomás se metió de soldado en donde alcanzó fama de prudente y valiente. Rinconete y Cortadillo RINCONETE Y CORTADILLO En la venta del Molinillo, que está en los fines de los famosos campos de Alcudia, un día de los calurosos del verano, se encontraron 2 muchachos de hasta 14 a 15 años de edad. Uno ni otro eran de buena gracia, pues iban muy mal vestidos y maltratados. Estaban los 2 muchachos quemados por el sol y con las manos no muy limpias. Un muchacho tenía una media espada y el otro un cuchillo, que los suelen llamar vaqueros. Venta era una casa en medio del camino que hospedaba a los viajeros Cobertizo Los 2 muchachos salieron a caminar a un cobertizo es una parte dely se sentaron uno enfrente del otro. tejado queEl muchacho que parecía de más edad sirve para que lasdijo al más pequeño: personas se cubran de la lluvia RINCONETE.- ¿De qué tierra eres, gentilhombre, y a dónde vas? A lo que el otro muchacho respondió: CORTADILLO.- Mi tierra, señor no la sé ni tampoco sé para dónde camino. Así que Rinconete le dijo: RINCONETE.- Pues en verdad que no parece que hayas salido del cielo, y veo que éste no es lugar para permanecer, pues por fuerza hay que seguir adelante. A lo que el otro muchacho dijo: CORTADILLO.- Así es, pero yo dije verdad pues mi tierra no es mía, pues no tengo ahí más de un padre, que no me quiere por hijo, y una madrastra que me trata como a extraño. El camino que llevo es la aventura y busco llegar a donde encuentre a quien me dé lo necesario para pasar esta miserable vida. Después de escucharlo, Rinconete preguntó: RINCONETE.- Y ¿sabes algún oficio? Y el menor respondió: CORTADILLO.- No sé otro oficio que correr y saltar como una liebre y corto de tijera muy delicado. Mi padre, por la misericordia del cielo, es sastre y calcetero, y me enseñó a cortar antiparas, que por su propio nombre se suelen llamar polainas. Y las cortó tan bien, que en verdad me podría examinar de maestro, pero la suerte me tiene arrinconado. Luego Rinconete le confesó a Cortadillo: RINCONETE.- Te quiero descubrí mi verdadero oficio pues imagino que la suerte nos juntó aquí, y pienso que seremos verdaderos amigos desde este día hasta el último día de nuestra vida. Yo, señor, soy natural de la Fuenfrida, Mi nombre es Pedro del Rincón. Mi padre es persona de calidad, Bulero era pues es ministro de la Santa Cruzada: una quiero decir que es bulero. persona encargada Algunos días ayudé a mi padre en el oficio, de recibir y le aprendí de manera las limosnas que vencería en echar las bulas de las personas al más experto bulero. Pero un día gusté más al dinero de las bulas que a las mismas bulas y huí con el dinero a Madrid, donde con las comodidades en pocos días se acabó el dinero. Pero el encargado del dinero me persiguió hasta atraparme. Aquellos señores al ver mi poca edad, me azotaron las espaldas por un rato, y me dejaron ir bajo la condición de que me fuera de la Corte durante 4 años. Así que a prisa me fui de Madrid. Tomé mis pertenencias y, sobre todo, saqué estos naipes con los cuales gano mi vida en los mesones y ventas que hay desde Madrid hasta aquí. Con esto voy seguro de no morir de hambre, pues, aunque llegue a una finca, no falta quien juegue un rato. Arriero es Y de esto podemos vivir los 2: una persona juguemos y veamos si cae alguno que trabaja con de estos arrieros que aquí hay. bestias de Quiero decir que jugaremos los 2, carga como si fuese de verdad que si algún arriero quiere jugar, entonces será el que pague las apuestas. A lo que el muchacho menor le dijo: CORTADILLO.- Sea en buena hora y en pago de que me contó su vida, con que me obligo a que yo le descubra la mía: Nací en un lugar entre Salamanca y Medina del Campo. Mi padre es sastre y me enseñó su oficio, y de cortar sastres, con mi buen ingenio, pasé a cortar bolsas, es decir, a robar. Me desagradó la vida pobre de la aldea y el trato de mi madrastra. Así que dejé mi pueblo y vine a Toledo a ejercitar mi oficio, con el que gano mi comida. Pues no hay bolsa tan escondida que mis dedos no visiten ni mis tijeras no corten, aunque la estén cuidando. Y, en 4 meses que estuve en aquella ciudad, nunca fui atrapado. Sin embargo, hace 8 días una persona me acusó ante el Corregidor que quiso verme, así que salí de la ciudad con gran prisa. Luego Rinconete le respondió: RINCONETE.- Eso se borre y, pues ya que nos conocemos, confesemos que no tenemos dinero ni aun zapatos. A lo que el otro muchacho dijo: CORTADILLO.- Sea así. Mi nombre es Diego Cortado y, pues nuestra amistad, señor Rincón, sea por siempre. Y, después de levantarse Diego Cortado abrazó a Rincón y Rincón a Diego y luego se pusieron a jugar a las cartas. En ese momento un arriero salió al portal y al verlos jugar también pidió jugar. Entonces los 3 jugaron y en menos de media hora los 2 muchachos le ganaron su dinero. Pero el arriero pensó que por ser muchachos no se defenderían, así que quiso quitarles el dinero. Sin embargo, Rinconete tomó su media espada y Cortadillo tomó su cuchillo y el arriero hubiera muerto si antes no salieran sus amigos. De pronto una tropa de caminantes a caballo pasaron por el camino y al ver la pelea del arriero con los 2 muchachos, los calmaron y les dijeron que si acaso iban a Sevilla, entonces que se fueran con la tropa. Rinconete dijo: RINCONETE.- Allá vamos y les serviremos en todo cuanto nos manden. Y, sin más detenerse, los 2 muchachos saltaron delante de las mulas y se fueron con la tropa de caminantes, dejando al arriero agraviado y enojado. En esto, Cortadillo y Rinconete se dieron tan buena maña en servir a los caminantes, que en el camino no robaron nada a sus amos para no perder la ocasión tan buena del viaje a Sevilla. Al estar cerca de la ciudad los 2 muchachos se despidieron de los caminantes y se fueron a ver la ciudad de Sevilla. Los 2 muchachos llegaron al centro de la ciudad y, al ver a otros muchachos que cargaban bultos, también se dedicaron al oficio. Así al otro día los 2 muchachos ya eran carga-bultos. Por las mañanas debían de ir a la Carnicería y a la plaza de San Salvador. Luego los días de pescado, a la Pescadería y a la Costanilla. También todas las tardes debían ir al río y los jueves a la Feria. De manera que los 2 muchachos estuvieron todo el día cargando bultos. En la tarde cuando Rinconete volvió se encontró a Cortadillo en el mismo puesto. Cortadillo se acercó a Rinconete y le preguntó cómo le fue. Rinconete abrió la mano y mostró unas monedas. Cortadillo, a su vez, metió su mano en su pecho y sacó una bolsa y dijo: CORTADILLO.- Con ésta me pagó un estudiante. Guárdala por lo que puede suceder. Y cuando Cortadillo le dio la bolsa a Rinconete, el estudiante volvió sudando y con angustia de muerte. Cuando el estudiante vio a Cortadillo le dijo si acaso vio una bolsa con 15 escudos de oro y con 3 reales y otros tantos maravedís. También el estudiante le preguntó a Cortadillo si tomó la bolsa cuando lo acompañó a cargar bultos. A lo que, sin alterarse, Cortadillo le respondió: CORTADILLO.- Lo que puedo decir de esa bolsa es que debe de estar perdida. A lo que el estudiante dijo: ESTUDIANTE.- ¡Eso es, pecador de mí que la debí de poner en mal lugar, pues me la robaron! A lo que Cortadillo le dijo que luego aparecería la bolsa. Con esto el estudiante se consoló algo y se despidió de Cortadillo. Luego Cortadillo vino con Rinconete, que todo lo vio un poco apartado. Pero también otro cargador vio todo y se acercó a Cortadillo y Rinconete y les dijo: CARGADOR.- -Díganme, señores galanes: ¿son de mala entrada, o no? Pero Rinconete respondió: RINCONETE.- No entendemos esa razón, señor galán. Entonces el cargador les dijo de nuevo: CARGADOR.- -¿No lo entienden? Quiero decir, señores, si son ladrones. Pero no sé para qué les pregunto esto, pues ya sé que lo son. Cofradía Pero díganme: es un gremio de ¿No fueron a la cofradía personas dedicadas a la misma Luego Rinconete reclamó: profesión u oficio del señor Monipodio? RINCONETE.- ¿Los ladrones pagan por robar en esta tierra, señor galán? Y el cargador le aclaró: CARGADOR.- Si no se paga, por lo menos regístrense ante el señor Monipodio, que es su padre, su maestro y su amparo. Y así, les aconsejo que vengan conmigo a darle obediencia, o si no, no se atrevan a robar sin su protección, que les costará caro. El menor de los muchachos dijo: CORTADILLO.- Yo pensé que el robar era oficio libre, Pero, pues si así es, y en cada tierra hay su costumbre, guardemos nosotros la costumbre de Sevilla Y así, puedes guiarnos a donde está ese Señor que dices, que ya me imagino, según lo que escucho, que es un hombre muy calificado y generoso, y hábil en el oficio de robar. A esto el cargador les comentó: CARGADOR.- Ya desde aquí se ve su casa. Esperen en la puerta, que entraré a ver si está desocupado, porque es la hora cuando Monipodio suele dar audiencia. Y el cargador se adelantó un poco. Luego entró en una casa de mala apariencia en tanto que los 2 muchachos se quedaron esperando a la puerta. Después de un rato, el cargador salió y los llamó. Los 2 muchachos entraron a la casa y el cargador les mandó esperar en un pequeño patio ladrillado. Los 2 muchachos miraban a la casa, en tanto que bajaba el señor Monipodio, y, viendo que tardaba, Rinconete se atrevió a entrar en una sala baja, de 2 pequeñas salas que estaban en el patio. Estando en esto, 2 jóvenes entraron en la casa. No tenían más de 20 años cada uno y vestían como estudiantes. De poco en poco otras personas entraron a la casa y empezaron a pasear por el patio. No tardó mucho, cuando entraron 2 viejos dignos de ser respetados. Después entró una vieja, En poco tiempo hasta 14 personas, de diferentes trajes y oficios, se juntaron en el patio. Todas las personas que entraron ponían los ojos en Rinconete y Cortadillo, pues no los conocían. Y les preguntaron si eran de la cofradía. Rinconete respondió que sí. En esto el señor Monipodio bajó. Parecía de 45 años de edad. Era alto de cuerpo y moreno de rostro, cejijunto y barbinegro, con los ojos hundidos. Monipodio representaba al más rústico bárbaro del mundo. Bajó con el Cargador que los presentó ante Monipodio y dijo: CARGADOR.- Éstos son los dos buenos muchachos que le dije, mi señor Monipodio. Verá que son dignos de entrar en nuestra cofradía. Y el señor le dijo: MONIPODIO.- Eso haré de muy buena gana. Luego les preguntó su nombre a los 2 muchachos. Rincón dijo su nombre y Cortado también dijo su nombre. MONIPODIO.- Pues, de aquí en adelante quiero y es mi voluntad que Rincón se llame Rinconete. Y el nombre de Cortado sea Cortadillo, que son nombres que representan su edad y su oficio. Luego todos las personas integrantes de la cofradía votaron a favor de aceptar a los 2 muchachos en la cofradía. Y a una voz lo confirmaron todos los presentes, para que Monipodio les concediera y permitiera gozar de la protección de la cofradía. Monipodio respondió que, por darles gusto a todos, desde aquel momento a los 2 muchachos se les concedía entrar a la cofradía. Pero también Monipodio les advirtió que estimaran mucho la cofradía, pues debían cumplir sus reglas, como no pagar dinero del primer robo que hicieran, no hacer oficios menores en todo aquel año, y otras cosas que los 2 muchachos aceptaron. Estando en esto, un joven entró corriendo y dijo: JOVEN.- El policía de los vagabundos viene caminando a esta casa. A lo que Monipodio dijo: MONIPODIO.- Nadie se alborote que es amigo y nunca viene por nuestro daño. Tranquilos que yo saldré a hablar. Todas las personas se calmaron, que ya estaban algo sobresaltados, y Monipodio salió a la puerta, donde encontró al policía, con quien estuvo hablando un rato, y luego Monipodio volvió a entrar y preguntó: MONIPODIO.- ¿Quién trabajó hoy en la plaza de San Salvador? Y el Cargador respondió la pregunta: CARGADOR.- Yo trabajé en la plaza. A lo que Monipodio dijo: MONIPODIO.- Pues ¿cómo no se me dijo acerca de una bolsa que se robó esta mañana en aquella plaza? El Cargador luego respondió: CARGADOR.- Es verdad que hoy faltó esa bolsa, pero yo no la tomé ni puedo imaginar quién la tomó. Monipodio furioso gritó: MONIPODIO.- ¡No hay trampas conmigo! ¡La bolsa aparecerá, pues la pide el policía, que es amigo y nos hace mil ayudas al año! De inmediato el Cargador juró que no sabía nada de la bolsa. Enseguida Monipodio empezó a enojarse de manera que parecía que lanzaba fuego vivo por los ojos y decía: MONIPODIO.- ¡Nadie se burle con quebrantar la más mínima regla de nuestra cofradía, que le costará la vida! Digan quién robó la bolsa y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré entero la parte que le toca y pondré lo demás de mi casa; pues de todas maneras el policía se llevará la bolsa. El Cargador de nuevo juró que no tenía la bolsa y que no la había tomado ni la había visto con sus ojos. Esa respuesta puso más fuego a la ira de Monipodio. Y toda la junta se alborotó al ver que se rompían las reglas de la cofradía. Rinconete al ver tanto alboroto le pareció bien en calmar a Monipodio, que reventaba de enojo. Así, después de hablarlo con su amigo Cortadillo Rinconete sacó la bolsa y dijo: RINCONETE.- Mis señores, aquí está la bolsa, sin faltarle nada que hoy mi camarada Cortadillo la robó. Al ver la bolsa, Monipodio dijo: MONIPODIO.- Cortadillo el Bueno, que con este renombre será conocido de aquí en adelante, La bolsa se la llevará el policía que es propiedad de un sacerdote, pariente suyo. Luego el policía se fue y Monipodio terminó la reunión: MONIPODIO.- Lo que se hará es que todos se vayan a sus puestos, y nadie me visite hasta el domingo, que nos juntaremos en este mismo lugar y se repartirá todo lo robado, sin agraviar a nadie. A Rinconete y a Cortadillo el Bueno se les dio por distrito, hasta el domingo, desde la Torre del Oro, por afuera de la ciudad, hasta el postigo del Alcázar, donde se puede trabajar a sentadillas con sus naipes. Entonces Rinconete y Cortadillo le besaron las manos a Monipodio y se ofrecieron a hacer su oficio bien, con todo cuidado. Luego Monipodio sacó un papel doblado, donde estaba la lista de los integrantes de la cofradía, y dijo a Rinconete que pusiera su nombre y el de Cortadillo. Enseguida Monipodio abrazó a Rinconete y a Cortadillo, y, echándoles su bendición, los despidió y les encargó que nunca tuvieran casa fija, pues así convenía a la salud de la cofradía. Así a los 2 muchachos se les enseñaron sus puestos, y les recordaron que no faltaran el domingo Postigo es la puerta no principal de una ciudad a la junta de la cofradía. Con esto, Rinconete y Cortadillo se quedaron admirados de lo que habían visto. Rinconete pensó que se exageraba la fama de la justicia que había en aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivía gente tan malvada. Así que Rinconete se propuso aconsejar a Cortadillo para que no duraran mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y sucia. Pero, con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca experiencia, Rinconete pasó algunos meses en la cofradía meses en los cuales le sucedieron cosas que piden más larga escritura. Y así se deja para otra ocasión contar la vida y milagros de Rinconete que vivió con su maestro Monipodio. El Casamiento Engañoso EL CASAMIENTO ENGAÑOSO Un soldado salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid afuera de la Puerta del Campo. El soldado usaba su espada de báculo y tenía sus piernas flacas y amarillo su rostro. Era evidente que el soldado, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado mucho en 20 días. Báculo es un palo que llevan en la mano para sostenerse quienes están débiles o viejos El soldado iba tropezando como convaleciente Convaleci y, al entrar por la puerta de la ciudad, ente es vio que venía un amigo suyo una persona ena quien no veía en más de 6 meses. descanso para recuperar Cuando el amigo lo vio le dijo al soldado: las fuerzas perdidas por una enfermeda PERALTA.- ¿Qué es esto, señor alférez d ¿Es posible que estés en esta tierra? Campuzano? ¡Yo pensaba que estabas en Flandes, A lo cual Campuzano respondió: CAMPUZANO.- El que me vea, señor Peralta, responde que estoy en esta tierra. Buba esA las otras preguntas no tengo respuesta, un Tumor pues apenas salgo de aquel hospital blando, comúnmen de sudar 14 cargas de bubas te doloroso y con pus con que me enfermó una mujer que escogí por esposa, cuando no debí escogerla de esposa. Y su amigo respondió: PERALTA.-¿Así que se casó, señor? Campuzano respondió: CAMPUZANO.- Sí, señor - Luego su amigo le dijo: PERALTA.- Sería por amor, pero el matrimonio por amor después trae al arrepentimiento. Y Campuzano respondió: CAMPUZANO.- No puedo decir si fue por amor, pero sí fue por dolores, pues de mi casamiento saqué muchos dolores en el cuerpo y en el alma. A lo que Peralta respondió: PERALTA.- Quiero que venga conmigo a mi casa y allí haremos penitencia juntos. Y Campuzano fue a la casa de Peralta. Una vez en la casa, Campuzano contó la historia de su matrimonio: CAMPUZANO.- Pues un día que acabé de comer en aquel hotel de la Solana, donde vivía, de pronto entraron 2 mujeres de gentil parecer junto con 2 criadas: una mujer se puso a hablar con un capitán, junto a una ventana, Penitencia es el arrepentimi ento que se tiene de una mala acción y la otra mujer se sentó en una silla junto a mí. La mujer usaba un manto que no dejaba ver su rostro y, aunque le supliqué que por cortesía me dejara ver su rostro, la mujer no aceptó y nunca se quitó el manto. Así se me encendió el deseo de verla. Y me aumentó el interés cuando la mujer sacó una mano blanca que usaba muy buenas joyas. Con todo esto, le pedí que me mostrara su rostro a lo que la mujer respondió: ESTEFANÍA.- No seas inoportuno: casa tengo, Inoportun o es hacer Dile a un criado que me siga algo fuera de tiempo que, aunque yo soy más honrada de lo que parece, todavía dejaré que veas mi rostro si eres tan discreto como gallardo. Así Campuzano le besó las manos por la promesa de ver su rostro, en pago de lo cual Campuzano le prometió que le daría montones de oro. Luego de que las 2 mujeres se fueron un criado de Campuzano las siguió para ver donde vivía la mujer que usaba el manto. Y Campuzano le contó a Peralta: CAMPUZANO.- Yo quedé enamorado de las manos blancas que vi y deseaba ver el rostro que ocultaba el manto. Al día siguiente, mi criado me llevó a la casa de la mujer. Luego entré a la casa, que estaba muy bien decorada, y vi a una mujer de hasta 30 años, a quien conocí por las manos. La mujer no era muy hermosa, pero al verla supe que me podía enamorar. Una vez en la casa hablé palabras de amor con la mujer. Pero la mujer, que se llamaba Estefanía de Caicedo, estaba acostumbrada a oír semejantes palabras de amor, y me escuchaba sin creerse mis palabras. Durante 4 días la visité en su casa y le hablé con palabras de amor. En el tiempo que Campuzano visitó a Estefanía siempre encontró la casa sola sin que se vieran parientes fingidos ni amigos verdaderos. A Estefanía le servía una criada. Después de varias visitas, Campuzano apuró a Estefanía a que le diera respuesta a su amor. Pero Estefanía le respondió: ESTEFANÍA.- Señor, yo he sido pecadora, y aun ahora lo soy, pero no de manera que los vecinos me murmuren ni los extraños me noten. Menaje son los Ni de mis padres ni de otro pariente heredé hacienda, muebles y con todo esto el menaje de mi casa vale de una casa 2,500 escudos, y éstos en cosas que, puestas en venta, lo que se tarden en venderse se tardarán en convertirse en dinero. Con esta hacienda busco esposo a quien entregarme y a quien tener obediencia, y a quien servirle. También quiero decirle que busco esposo que me proteja, me mande y me honre, y no galán que me sirva y me insulte. Señor Campuzano, si acepta el dote que se le ofrece, aquí estoy sujeta a todo aquello que órdenes. Al escuchar la propuesta Campuzano ya no tenía juicio y se imaginaba dueño del menaje, que ya planeaba convertir en dinero. De modo que le dijo a Estefanía: CAMPUZANO.- Soy venturoso y bien afortunado en haberme dado el cielo, casi por milagro, tal compañera, para hacerla dueña de mi voluntad y de mi hacienda, que no es tan poca que no valga, como aquella cadena que llevaba al cuello y con otras joyas que tenía en casa. Así con esas joyas y con la venta de algunas galas de soldado tengo más de 2,000 mil ducados, que juntos con los 2,500 suyos, es dinero suficiente para retirarnos a vivir a una aldea para llevar una vida alegre y descansada. Entonces, en aquella vez se acordó el matrimonio. Y 4 días después se casaron Campuzano y Estefanía Después de la boda Campuzano se mudó a la casa de Estefanía. Así Campuzano puso en un baúl su magnífica cadena junto con otras 3 o 4 cadenas, si no tan grandes, sí de mejor hechura, y junto con otros 3 o 4 cintillos de diversos materiales. Al llegar a la casa, Campuzano le entregó hasta 400 reales a Estefanía, para que se pagaran los gastos de la casa. Entonces Campuzano disfrutó del matrimonio: pisó ricas alfombras, se alumbró con candeleros de plata; almorzaba en la cama, se levantaba a las 11 y comía a las 12. El rato que doña Estefanía faltaba de su lado era debido a que estaba en la cocina preparando guisados que le despertaran el gusto y le avivaran el apetito. Campuzano disfrutaba los deleites del matrimonio. Candelero es un utensilio que sirve para sostener una vela Sin embargo, después unos días una mañana, que aún estaba con Campuzano con Estefanía en la cama, llamaron con grandes golpes a la puerta de la calle. Se asomó la criada a la ventana y, quitándose al momento, dijo: CRIADA.- ¡Oh! ¿Han visto y cómo llegó más pronto de lo que escribió el otro día? A lo que Campuzano preguntó: CAMPUZANO.- ¿Quién es la que llegó?'' Y la criada le dijo: CRIADA.- ¿Quién? Es mi señora doña Clementa Bueso, y viene con ella el señor don Lope Meléndez de Almendárez, con otros 2 criados, y Hortigosa, el ama de llaves que llevó consigo. Y de inmediato Estefanía dijo: ESTEFANÍA.- ¡Corre, criada, y ábreles! Y Estefanía le dijo a Campuzano: ESTEFANÍA.- Señor, por mi amor que no te alteres ni respondas por mí a ninguna palabra que contra mí oigas. A lo que Campuzano desconcertado respondió: CAMPUZANO.- Pues ¿quién ha de decir palabra que te ofenda, y más estando yo presente? Dime: ¿quién es esta gente? que me parece que te alteró su llegada. Sin embargo su esposa sólo dijo: ESTAFANÍA.- No tengo tiempo de responder. Pero quiero que sepas que todo lo que aquí pase es fingido y que después sabrás la razón. Y, aunque Campuzano quiso responderle, no le dio lugar la señora doña Clementa Bueso, que entró en la sala, vestida de verde y usando muchas joyas de oro, y sombrero con plumas verdes y cubierta la mitad del rostro con un delgado velo. Luego entró a la casa el señor don Lope Meléndez de Almendárez, también vestido con ricas ropas. El ama de llaves Hortigosa fue la primera que habló, diciendo: AMA DE LLAVES.- ¡Jesús! ¿Qué es esto? ¿Ocupada la cama de mi señora doña Clementa, y ocupada por un hombre? ¡Milagros veo hoy en esta casa! ¡A fe que la señora doña Estefanía se ha ido del pie a la mano confiada en la amistad de mi señora! Enseguida doña Clementa dijo: DOÑA CLEMENTA.- Pero yo tengo la culpa. ¡Que jamás aprendo a evitar las malas amigas! A todo lo cual respondió doña Estefanía: ESTEFANÍA.- No reciba pesar, mi señora doña Clementa Bueso, y entienda que no sin misterio ve lo que ve en esta su casa: que, cuando lo sepa, quedaré sin culpa y usted sin ninguna queja. En tanto que Estefanía hablaba con las visitas, Campuzano se arregló y tomándolo de la mano, Estefanía lo llevó a otro cuarto y le dijo que aquella su amiga, doña Clementa, quería engañar a aquel don Lope con quien venía, pues pretendía casarse. Y el engaño era darle a entender que aquella casa era todo suya. Y que después de la boda doña Clementa le diría la verdad a don Lope, confiada en el grande amor con que don Lope la amaba. También le dijo Estefanía a Campuzano que después de la boda le devolvería su casa. Pues Estefanía pensaba que no era malo que una mujer buscara un esposo honrado, aun cuando sea mediante engaño. Campuzano le respondió que era demasiada amistad lo que quería hacer y que primero pensara bien su plan pues después podría necesitar de la justicia para recuperar su casa. Pero Estefanía respondió con tantas razones que la obligaban a ayudar a doña Clementa que Campuzano de mala gana aceptó irse de la casa, pues Estefanía le aseguró que sólo 8 días duraría el engaño, tiempo en el que vivirían en otra casa de una amiga suya. Después de que Campuzano y Estefanía se arreglaron, se despidieron de la señora doña Clementa Bueso y del señor don Lope Meléndez de Almendárez, y se fueron de la casa. Estefanía se detuvo en casa de una amiga suya, y, antes que entraran, estuvieron las 2 amigas hablando. Luego de un rato salió una criada y le dijo a Campuzano que entrara. Los llevaron a un cuarto pequeño donde había 2 camas tan juntas que parecían 1 Campuzano y Estefanía vivieron 6 días en esa casa. Pero a toda hora había fiesta en la casa y Campuzano le decía a Estefanía que había sido una mala idea el dejar su casa. Un día Estefanía salió a ver a doña Clementa y Campuzano iba y venía por la casa hasta que la dueña de la casa le preguntó la causa del que peleara con Estefanía. Campuzano le contó la historia del engaño de doña Clementa. Y le dijo que era el esposo de Estefanía y la dote que dio y la simplicidad que Estefanía había hecho en dejar su casa a doña Clementa, aunque fuera con tan sana intención como era alcanzar tan principal esposo como don Lope. Entonces la dueña de la casa empezó a decir: DUEÑA DE LA CASA.- ¡Jesús! Señor Campuzano, ¡viva la verdad y muera la mentira! La verdad es que doña Clementa Bueso es la verdadera dueña de la casa y de la hacienda que Estefanía dio de dote matrimonial. La mentira es todo cuanto le dijo Estefanía: pues Estefanía no tiene casa ni hacienda ni otro vestido del que trae puesto. Cuando doña Clementa fue a visitar unos parientes suyos a la ciudad de Plasencia, dejó a Estefanía a cuidar su casa, pues en verdad son grandes amigas. Aunque, no hay que culpar a la señora Estefanía pues con el engaño supo ganarse a un buen esposo, señor Campuzano. Después de escuchar la verdad Campuzano en principio se desesperó, pero luego recordó que era cristiano y que el mayor pecado de los hombres era el de la desesperación, por ser pecado de demonios. Así que cuando Campuzano se calmó tomó su capa y espada y salió a buscar a Estefanía, con la intención de darle un ejemplar castigo, pero la suerte ordenó que no la encontrara en ningún lugar. Entonces Campuzano volvió a la casa. Al verlo, la dueña de la casa le dijo que Estefanía ya sabía que la buscaba debido a que conocía la verdad. Así que Estefanía le preguntó a la dueña de la casa que cuál cara había puesto Campuzano al conocer la verdad a lo que la dueña de la casa le respondió que muy mala, y que, a su parecer, Campuzano tenía mala intención y con peor determinación fue a buscarla. Luego dijo la dueña de la casa que Estefanía huyó y se llevó todo lo que había en el baúl. Enseguida Campuzano fue a ver el baúl y lo encontró abierto y vacío. Estefanía se llevó todas las cadenas, pero en realidad las cadenas no valían nada pues eran falsas y corrientes. Días después Campuzano supo que Estefanía se escapó con un amigo. Campuzano no quiso buscarla. Sin embargo, siempre la encuentra aun sin buscarla y a donde sea que va, Campuzano lleva su afrenta siempre presente, pues a los pocos días se le empezaron a pelar las cejas y las pestañas y poco a poco se le cayeron los cabellos hasta que se hizo calvo, debido a que Estefanía lo contagió de una enfermedad. Así Campuzano quedó pelón pues no tenía barbas que peinar ni dinero que gastar. Campuzano sufrió una enfermedad que lo dejó calvo Calvo es una persona sin cabello en la cabeza La enfermedad de Campuzano avanzó al igual que su pobreza, y, como la pobreza atropella a la honra, y a unos lleva a la horca y a otros al hospital, por no gastar los vestidos en curarse, que lo habrían de cubrir y honrar en salud, llegó al tiempo en que se dan los sudores en el Hospital de la Resurrección, y entró y tomó 40 sudores. Los médicos dicen que Campuzano quedará sano si guarda reposo.