UNA CARTOGRAFÍA DE LA SOCIEDAD

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LITORALES
ENERO 2013
UNA CARTOGRAFÍA DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Jacobo Henar Barriga.
Resumen: El poder de la masa dentro del sistema económico político globalizado, y el
enfermizo contagio de la excitación del sentido de pertenencia dentro de ésta, hacen
crecer las posibilidades de manipulación y arrastre por parte de la falsedad. Distinguir
esto se torna necesario para la crítica productiva contemporánea.
Palabras clave: masa, sujeto, degradación, involución, silencio, manipulación, mass
media, narcisismo de masas, modernidad, discurso, imagen, deshumanización,
indiferencia global, existencia autentica, experiencia vital, diferencia, arte, pensamiento
nómada.
”Lo social venció. Pero en ese punto de generalización, de saturación, en
el que no hay más que el grado cero de lo político, en ese punto de
referencia absoluta, de omnipresencia y de difracción en todos los
intersticios del espacio físico y mental, ¿en qué se convierte lo social
mismo? Es el signo de su fin: la energía de lo social se invierte, su
especificidad se pierde, su cualidad histórica y su idealidad se
desvanecen en provecho de una configuración en la que no solamente lo
político se volatilizó, sino en la que lo social mismo ya no tiene nombre.
Anónimo. LA MASA. LAS MASAS.”1
El desarrollo de la masa como sujeto sigue siendo en la actualidad una piedra angular
sobre la que se apoya el proyecto moderno. Una legítima premisa hegeliana destinada al
arraigamiento del sistema democrático en el mundo contemporáneo. Como señala
Baudrillard en su obra Cultura y Simulacro, “bombardeadas por estímulos, por
mensajes y por tests, las masas no son más que un yacimiento opaco, ciego, como esos
1
Baudrillard, Jean., Cultura y simulacro: la precesión de los simulacros; el efecto Beaubourg; a
la sombra de las mayorías silenciosas; el fin de lo social, Barcelona, Kairós, 1987, pp. 125-126.
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montones de gas estelares que no se conocen más que a través del análisis de su
espectro luminoso –espectro de radiaciones equivalente a las estadísticas y a los
sondeos- pero justamente: ya no puede tratarse de expresión o representación,
escasamente de simulación de algo social para siempre inexpresable e inexpresado. Tal
es el sentido de su silencio. Pero ese silencio es paradójico –no es un silencio que no
habla, es un silencio que prohíbe que se hable en su nombre. Y en ese sentido, lejos de
ser una forma de alienación, es un arma absoluta”.2 Sin embargo, Baudrillard entiende
que las masas ya no son instancias a las que poder referirse, cree que ya no son sujeto y
que, por lo tanto, ya no pueden estar alienadas, convirtiéndose así en el fin de las
esperanzas revolucionarias. Mientras que Sloterdijk no entiende la pérdida del referente
como extra-masa sino que ve la merma referencial desde la masa como sujeto
degradado que ha involucionado hacia la falacia por la construida linealidad hegeliana
del devenir histórico.
Precisamente el poder de la masa dentro de este sistema y el enfermizo contagio de la
excitación del sentido de pertenencia dentro de ésta hacen crecer las posibilidades de
manipulación y arrastre por parte de la falsedad. Distinguir esto se torna necesario para
la crítica productiva.
Cuando se produce el ascenso de las masas a la categoría de sujeto se origina el colapso
de la visión romántico-racional del sujeto democrático consciente de sus deseos.3 Sin
embargo, en la actualidad, la perversión de la gregarización de las masas, parafraseando
a Nietzsche, es mucho mayor ya que se pierde el propio referente masivo. “Ahora se es
masa sin ver a los otros”, 4 es decir, desde la propia individualidad se puede estar
anulado particularmente. Los medios de comunicación se encargan de extender con
mayor peligrosidad el pensamiento masivo ente los individuos. Como ya no es necesaria
2
Ibíd., pág. 129.
“… en el seno de la masa, los individuos excitados no componen lo que la mitología de la
discusión denomina un público; ellos, antes al contrario, se concentran en un punto donde se
forman hombres sin perfiles, confluyen a un lugar donde todo por sí mismo se revela como lo
más denso [am schwärzesten]. Este ímpetu hacia el tumulto humano revela que en la escena
original de la formación del yo colectivo existe un exceso de material humano, así como que la
noble idea de desarrollar la masa como sujeto ha quedado saboteada a priori por esta plétora
humana.”, en SLOTERDIJK, P., El desprecio de las masas. Ensayo sobre las luchas culturales
de la sociedad moderna, Valencia, Pre-Textos, 2002, pág. 13.
4
Ibíd., pág. 17.
3
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la reunión para la anulación del pensamiento individual, el mensaje se transmite sin
límite y a mayor velocidad, no sólo el gregarismo crece, además desaparece el aspecto
social de la masa. Asimismo, “no es extraño que estas masas privadas de la capacidad
de reunirse en calidad de posibles congregaciones ante fenómenos contemporáneos
hayan perdido con el paso del tiempo la conciencia de su potencia política”,5 aunque
todavía actúan con la fuerza contagiosa de la pasividad, el motivo y la fe se diluyen en
el mar de lo impersonal. En la actualidad la masa ha superado la época en la que todavía
tenía posibilidad de reunirse.
En la práctica, las masas desarrollan su propia forma de idealismo e imponen de vez en
cuando su voluntad de ensalzamiento del héroe sin hacerla objeto de discusión. Con el
modo mediático de la veneración al héroe, entramos en un régimen afectivo en el que se
desarrolla un narcisismo de masas. El mecanismo de identificación se relaciona así con
la regresión de los espectadores para producir partidarios suficientemente embotados.
Hablamos del culto a Dios reclamado por la religión o al genio reclamado por la
burguesía, donde se torna fundamental la anulación del pensamiento individual, lo que
genera una masa de pensamiento simplificado y horizontal que permite a sus héroes
retroceder a una época en la que gritar todavía servía para algo, la vulgaridad otorga el
carisma necesario al líder. Aquí “se asienta la continuidad funcional existente entre el
culto al líder de las masas encaminadas a la descarga durante la primera mitad de
nuestro siglo y el culto al estrellato de las masas ansiosas de entretenimiento que surge
en su segunda mitad”.6
De esta manera, lo mecanismos de actuación de unos y otros son tan similares que
alguien involucrado apenas podría llegar a sospechar lo que sucede. Así la impotencia
caótica de muchos se transforma en desamparo organizado de una mayoría que se deja
dominar tanto por totalitarismos como por mass media. Hitler, por ejemplo, no surgió
como una figura mesiánica para la masa, sino que fue el catalizador de ésta. “En todo
momento adoptó el mandato imperativo de la vulgaridad. No alcanzó el poder gracia a
5
6
Ibíd., pág. 18.
Ibíd., pág. 25.
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algún tipo de aptitudes excepcionales, sino merced a su inequívoca grosería y a su
manifiesta trivialidad”.7
Hobbes, apunta Sloterdijk, contribuyó a sentar las bases, que todavía hoy siguen en pie,
del igualitarismo político antropológico, “esa convicción de la condición psicológica
igualitaria del hombre en la que la Edad Moderna política ha encontrado uno de sus
pilares”.8 Así, mediante la aniquilación teórica de la nobleza, se empezó a defender que
todo ser humano es movido por el miedo, es más, que el miedo funciona como motor
universal. “El imperativo de mantenerse en el centro constituye la implícita regla
superior del estar-en-el-mundo en tanto que ciudadano, súbdito y ser humano”.9
Spinoza, por otro lado, es entendido por nuestro autor, como “el descubridor filosófico
de la masa” y como el “primer antropólogo de la democracia moderna en la medida en
que es el primero en plantear la cuestión de cómo es posible el autogobierno de la
multitud en vista del hecho de que ésta –él la llama, siguiendo a la tradición, vulgussiempre tiende a las representaciones sensibles, imágenes y sensaciones, imaginaciones,
así como a deseos tales cual la cólera, la envidia y los celos y, en esa medida, es ajena a
la comprensión racional”.10 Para él, la democracia es ese orden social hábil para cubrir
las necesidades de la multitud apelando a similitudes racionales efectivas. Para ello se
necesita sustituir el discurso, incapaz de inferir lo suficiente en la masa, por la imagen.
Algo que sigue influyendo en la actualidad en los pensamientos sobre el “poder
unificador y orientador de los mitos en la democracia fundada sobre cimientos
nacionales”.
La cultura de masas sigue necesitando, hoy en día, argucias cuyo objetivo primordial
sea llamar la atención sobre aquello exento de interés. A la trivialidad que anuncia en el
futuro Spinoza, se unen los factores de poder e idealismo que suscitarán la atención en
la política moderna. Constituyendo de esta manera un movimiento reflexivo en el
devenir histórico en el que el nuevo sujeto significante reclama la atención como centro
de acción de auténtica humanidad y, por lo tanto, constituyendo un constante asalto a lo
ensalzado en tiempos anteriores. Además, siguiendo a Hegel, esta inversión se da
7
Ibíd., pág. 26.
Ibíd., pág. 42.
9
Ibíd., pág. 43.
10
Ibíd., pp. 43-44.
8
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también en el momento en el que la masa de los siervos deja de ser objeto de desprecio
cuando toma el poder apoyándose en el trabajo y en el dominio de la dimensión material
de la existencia. Lo que recuerda a Said en su libro El mundo, el texto y el crítico11 al
hablar de la responsabilidad de los técnicos (clase intelectual) en el mundo
contemporáneo. Sin embargo, en este caso concreto que nos ocupa, Sloterdijk entiende
que la responsabilidad alcanza el grado de universal y que su esencia se halla pervertida:
“la tesis fundamental de la igualdad de todos aparece ahora como la irrupción vulgar de
lo exento de interés a «la luz de la opinión pública». Quien ha trabajado, tiene derecho a
exhibirse”.12
La degradación y la distorsión política de la esencia humana intimidada es el motivo
atacado por Marx sin concesiones. Para el filósofo alemán, “las mayorías en las
sociedades de clases tradicionales pueden ser objeto de desprecio o deshumanización en
un doble sentido: en el plano político, bajo el orden de un dominio deformador cuyo
resultado no es otro que el hombre servil, oprimido bajo el sistema; y en el plano social,
bajo el sistema de un trabajo vaciado de sentido que tiene como consecuencia el
psiquismo proletario”.13 No obstante, las visiones revolucionarias del siglo XIX no son
suficientemente amplias como para abarcar el objeto de desprecio humano que supone
la situación en un sistema de comunicaciones vulgarizadas e interactivas en la actual
cultura de masas.
Aquella forma de lo despreciable que se origina de la cautividad de las mayorías en el
sistema de trabajo alienado centra el interés de la doctrina marxista en la ilusión de la ira
de clase auto-liberadora, la cual sólo podía surgir de un profundo empobrecimiento.
Para la realización total del ser humano se necesita un proceso laboral de máxima
satisfacción productiva en el que se consumiera su propio producto sin límites ni
restricciones. Así, “el consumo del todo por el todo es la última idea de la filosofía
clásica”,14 algo que en el maoísmo se responde con la inspiración de la verdad por las
masas y la correspondiente restitución en ellas. Aunque, a pesar de ello, las fuerzas
pragmáticas del movimiento laboral, que poco a poco también se fortalecen, aprecian
11
Said, E., El mundo, el texto y el crítico, Barcelona, Debate, 2004.
12
Sloterdijk, P., op. cit., pág. 50.
13
Ibíd., pág. 52.
Ibíd., pág. 54.
14
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progresivamente las pequeñas mejoras para el trabajador como un éxito del proyecto de
formación de las masas. Sin embargo, Nietzsche se encargará de recordar que “la
ingenuidad socialdemócrata no puede resolver el problema del conflicto entre la
verticalidad y la horizontalidad en la lucha por el reconocimiento. Es más, la
autocondescendencia, aparentemente libre de desprecio del último hombre, pasa a ser
definida por Nietzsche de plano como la quintaesencia de lo que es despreciable en
términos objetivos.15
La vulgarización normalizada en el entender del ser humano provoca que aquellos que
son impulsados por motivos nobles sean objeto del desprecio de la masa, la cual
permanece indiferente ante los estímulos que están fuera de los valores establecidos en
el centro, demasiado complaciente de la autosatisfacción carente de exigencia y, por lo
tanto, sin posibilidad de autodesprecio. De esta manera Nietzsche, en Así habló
Zaratustra, 16 trata de despreciables a los que en un primer momento se atrevieron a
despreciar al hombre noble en cuya esencia queda patente la irracionalidad de sus
afectos. Así, “el principio nietzscheano del resentimiento, entendido como refugio de
los débiles en el desprecio moralizador de los fuertes, no es sino la expresión lógica de
esta inversión”. 17 Esta descripción del comportamiento de las masas en la sociedad
contemporánea se realiza, desde la perspectiva nietzscheana, analizando la disposición
psíquica de los individuos que se conciben moralmente irreprochables, hasta entenderla
en términos de conjunto de mecanismos reactivos y detractivos orientados a la
antiverticalidad. Además, las disputas en torno a la transformación de valores otorgan
dinamismo al aspecto público de las sociedades modernas, de manera que cuanto mayor
es la modernización inherente a la cultura de masas, mayor es su violencia. Por ello, este
15
Ibíd., pág. 55.
“Lo que puedo amar en el hombre, hermanos míos, es que es una transición y un acabamiento.
También en vosotros hay muchas cosas que me hacen amar y esperar. Lo que me hace esperar,
hombres superiores, es que habéis despreciado. Pues los grandes despreciadores son también los
grandes veneradores. Habéis desesperado, lo cual os honra. Pues no habéis aprendido cómo
podríais someteros, no habéis aprendido las prudencias ruines. Hoy día los pequeños se han
hecho amos; todos ellos predican la resignación y la prudencia, y la constancia, y las
contemplaciones y el largo etcétera de las virtudes ruines. Lo que se asemeja a la mujer y al
lacayo y lo que es de su raza y, sobre todo, la intriga populachera: esto quiere ahora llegar a
hacerse el dueño de todos los destinos humanos…”, NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra,
Madrid, LIBSA, 2000, pp. 284-285.
17
SLOTERDIJK, P., op. cit., pág. 57.
16
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tipo de desprecio, del que Nietzsche parte para defender el autocrecimiento de la
minoría entregada creativamente a sus obras frente al ideal sociodemócrata de la plena
satisfacción para todos, entra, en el panorama social desde abajo, como desprecio
ofensivo a las elites a cargo de nuevas masas flexibles que imponen su vulgaridad vital
como patrón de comportamiento obligatorio y, sobre todo, excluyente con los que las
desprecian. Aunque no se debe olvidar que también se introduce como “desprecio hacia
las masas y a su lenguaje en expansión a cargo de los últimos elitistas, quienes,
sabiendo que sus objetivos son despreciados por la masa, empiezan a sospechar que la
ascendente cultura de masas está acabando de manera definitiva con todo lo que es
objeto de su interés”.18
Por su parte, Heidegger, que señala que la sustancia del hombre no es el espíritu sino la
existencia, distingue entre aquellos que se encuentran en la vulgaridad de las
conspiraciones y los que ascienden hasta la autenticidad del pensar del ser. Y es que el
Dasein bajo la apariencia de “Se”, desde el aspecto más impersonal de la existencia,
incluye a todos los individuos bajo el manto del desprecio. Los otros se insertan en
nuestra vida de manera irreversible, impidiendo que podamos descubrir nuestra propia
existencia. “Esta situación de des-apropiación [Ent-Eignung] se anticipa a todo posible
movimiento encaminado a la autenticidad y propiedad. A la luz de estas premisas, lo
despreciable tiene que aparecer de manera necesaria como un rasgo [Existential] que
determina al Dasein como tal, en tanto que, desde el principio, no puede ser otra cosa
que un ser-con [Mitsein] decaído entre otros seres a su vez también decaídos. En el símismo del “Se”, el otro-vulgar tiene prioridad respecto al sí-mismo «auténtico» que en
un plano virtual podría alcanzar la nobleza”.19 No obstante, aunque en principio parezca
imposible para el ser humano vivir de una manera no despreciable, el proyecto
filosófico de Heiddeger va dirigido a la consecución de una existencia auténtica que
desplace al individuo a lo no despreciable. Eso sí, hay que tener en cuenta que este
proyecto es concretamente eso, un proyecto en el que lo vocacional por alcanzar esa
aristocracia del ser no cuenta con la virtud de la objetividad absoluta, la única que
garantizaría la plenitud existencial verdadera. Pero es de rigor pensar que este hecho no
18
19
Ibíd., pág. 58.
Ibíd., pág. 61.
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debe desviar la atención depositada en esta declaración de intenciones que posiblemente
ayudaría a todo ser humano a un entendimiento más pleno de lo que debe suponer la
experiencia vital.
Cuando uno llega a este punto parece que únicamente le quedaría el camino del zen para
avanzar: una íntima forma de vida con la que combatir desde lo más profundo del ser el
simulacro que supone todo lo que nos rodea. Pero, incluso para la práctica del zen, el ser
humano necesita un apoyo tradicional y contextual que lo preforme. Lo peor de todo es
que ni siquiera en oriente quedarán espacios donde practicar esta vivencia existencial,
ya que todo el que pretenda “llamar la atención sobre la existencia de problemas
relacionados con el respeto y el desprecio en el marco de las sociedades actuales es, si
todo sucede como de costumbre, ninguneado a través de un acto reflejo mediáticomasivo casi infalible, como si el simple hecho de mencionar esta cuestión abriera de
inmediato una herida en la conjura universal de silencio y ya la simple evocación de
esta situación embarazosa se sintiera como una ofensa necesitada de revancha”.20 Ya en
el prólogo de El Anticristo, Nietzsche comenta: “Este libro pertenece a los menos. Tal
vez no viva aún ninguno de ellos. Es posible que sean los que comprendan mi
Zaratustra. ¿Cómo iba a permitirme ser confundido con aquellos a quien ya hoy se les
presta oídos? (…) Es preciso estar entrenado en vivir en las montañas, en ver por debajo
de uno mismo la mezquina charlatanería actual de la política y el egoísmo de los
pueblos”.21
Sin embargo, una vez se sigue los provocadores pasos de Nietzsche en la sociedad
contemporánea, cómo se corrige el error, señalado por Fichte, que se origina por la
ineludible propensión del sujeto a olvidarse de su auto-actividad y productividad
originarias, y la disposición del mismo a comprenderse como una cosa más entre las
cosas y como una víctima de poderes ajenos. Lo que sí parece claro es que hay que
luchar contra esa tendencia universalizada que entiende la vida, la historia y el mundo,
como un devenir inevitablemente dado y no construido. Sólo luchando con alto grado
de conciencia contra la falacia de que el mundo es un terreno vulgar, en el que las
cuestiones tradicionalmente trascendentales pierden su sentido, puede el ser humano
discernir que el fracaso filosófico ha radicado siempre en el problema que la sociedad
20
21
Ibíd., pág. 63.
Nietzsche, F., El Anticristo, Madrid, LIBSA, 2000, pág. 287.
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moderna presenta como inherente a su naturaleza, el conflicto existente entre
horizontalidad y verticalidad. La opresión de las estructuras verticales ha llevado a un
desmedido ensalzamiento de la mediocridad horizontal.
Nuestra sociedad se ha levantado sobre la negación de la diferencia antropológica, y las
luchas culturales en el seno de las sociedades modernas han sido algo más que simples
reflejos semánticos de los conflictos sociales. Asimismo, estas luchas no pueden ser
reducidas a proyecciones culturales de una guerra civil universal entre los acérrimos
defensores de la idea de libertad y los de la idea de igualdad, una contienda que ha
supuesto el hecho más conflictivo del siglo XX.
Coincidiendo en líneas generales con lo anterior, Sloterdijk parece cometer un error de
base en este sentido. Si existe un afán de disolución y aplanamiento que impone la
eliminación de lo noble, y que, por lo tanto, da prioridad a la democracia frente al arte,
¿cómo se puede defender que Duchamp aboga en su arte por una eliminación cómoda
del talento? Se podría llegar a aceptar que Warhol se desplazase desde el talento
artístico hacia el capitalismo democrático –aunque esto despertaría serias reticencias
respecto al sentido direccional e intencional del artista y del mercado del arte-, pero no
queda la menor duda de que el dadaísmo de Duchamp22 está plenamente justificado en
el momento de su aparición en la primera década del siglo XX. En este momento
histórico se demanda algo muy distinto a la democratización del arte.23 El movimiento
dadá pretende señalar cuál es el papel del artista que hasta ese momento se estaba
dedicando a representar la naturaleza. Precisamente son los artistas como Duchamp los
22
"… Duchamp cambió la naturaleza del arte de una cuestión de morfología a una de función.
Este cambio -de la apariencia a la concepción- fue el principio del arte moderno y el principio
del arte conceptual. Todo arte (después de Duchamp) es conceptual (en su naturaleza) porque el
arte sólo existe conceptualmente", G. BATTCOCK (ed.), La idea como arte. Documentos sobre
arte conceptual, Barcelona, Gustavo Gili, 1977, pág. 66.
23
“A lo largo del siglo XIX el arte se había convertido en un enclave crítico cada vez más
enajenado de la sociedad y que incluso fetichizaba su propia distancia respecto a ella. En los
inicios del siglo XX, vanguardias revolucionarias com el surrealismo habían intentado demoler
la separación resultante entre el arte y la vida mediante actos espectaculares de voluntad
estética. Pero sus gestos fueron inútiles: ninguna emancipación brotaba de la destrucción de las
formas o de la sublimación de los significados, ni tampoco habría sido posible transfigurar la
vida por la sola absorción del arte, pues para eso se requería la apropiación concomitante de los
recursos también de la ciencia y la moralidad y el juego recíproco de los tres para animar el
mundo vivencial”, ANDERSON, P., Los orígenes de la posmodernidad, Barcelona, Anagrama,
2000, pp. 55-56.
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que reclaman un cambio esencial24 en la figura del creador. Así, el talento debe llevar a
la interpretación genial de la naturaleza, a una verdadera creación antropológica que se
desmarque de las limitaciones convencionales decimonónicas. Y es que fue el uso
sistemático de la fotografía el que confirmó que los avances técnicos se encargarían de
la representación fiel de lo que nos rodea. Por ello, quien quiera exponer un urinaro no
debería dedicarse a pintar sobre un lienzo este urinario, la hermenéutica y el azar serán
los factores vivenciales que el artista se encargará de conjugar en la obra. En este
sentido, parece ser que ha pesado mucho sobre Sloterdijk el progresivo decrecimiento
del nivel creativo en el transcurrir de la historia del arte desde la aparición de las
primeras vanguardias artísticas y los desmedidos aplausos de Baudrillard hacia la obra
de Warhol.
Es por ello comprensible, que el hecho de que la masa deslegitime aquellas diferencias
que dejan translucir posibles limitaciones lleve a Sloterdijk a una “justificada”
desconfianza sobre todo lo que pueda propiciar este proyecto de desarrollo de la masa
como sujeto excluyente; no obstante debería tener en cuenta que la exclusión totalitaria
que en la democratización absoluta es oportunamente criticada, adquiere, en ocasiones,
un doble sentido que le lleva a poner en el mismo espacio de naufragio al pensamiento
débil25 y al pensamiento de la diferencia.26 Aunque no se le puede quitar la razón a la
24
Merleau-Ponty dice que los signos organizados tienen su propio sentido inmanente que no se
deriva del "yo pienso" sino del "yo pongo". Concibe el cuerpo como el ámbito mediante el que
la conciencia entra en relación con el mundo, estableciendo así una conexión lógica, no causal,
entre lo físico y lo mental, y que además defenderá el comportamiento como respuesta a un
estímulo pero que exige una determinada situación y el paso a la percepción. En la percepción
nos encontramos intencionalmente dirigidos a un mundo, estamos imbuidos en la experiencia,
algo que siempre posee un sentido y que debe ser interpretado. El lenguaje tiene un papel
central en la percepción y en la consideración del cuerpo, es el medio más importante para
contactar desde el cuerpo con el cuerpo de los otros y la expresión ocupa un puesto esencial en
el análisis de la realidad y de nuestro contacto con ella. La verdadera comunicación exige
mantener, contra toda apariencia, un cierto tipo de silencio y relacionar el lenguaje con la
política ya que el mundo de la intersubjetividad posee un importante componente político que
no debe pasar inadvertido. Cree que una de las tareas más relevantes de la filosofía y el arte es
analizar la ambigüedad, así el cuerpo y el mundo están siempre en divergencia que da lugar a la
ambigüedad permitiendo explicar cómo el lenguaje verdadero siempre debe fundamentarse en el
silencio, y haciendo posible plantear cómo el cuerpo, el lenguaje y la sociedad se articulan en la
experiencia vivida de un sujeto que nunca puede alcanzar la claridad absoluta. Con su peculiar
existencialismo hace una política de silencio ante la duda, y cree que el sujeto se ha de
relacionar mediante el lenguaje verdadero en el mundo, siempre que tenga algo útil que decir.
25
Frente a la filosofía del simulacro sin diferencia de Baudrillard, tanto en Deleuze como en
Derrida el simulacro (literalmente para Deleuze, en Derrida no tiene cabida este término) es una
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hora de afirmar que la indiferencia diferenciada es el misterio formal de la masa y de la
cultura que organiza una zona media de alcance total.
Bien cierto es que “la cultura de masas presupone el fracaso de todo intento de hacer de
uno alguien interesante, lo que significa hacerse mejor que los otros. Y esto lo hace de
manera legítima, habida cuenta de que su dogma determina que sólo nos podemos
distinguir de los demás bajo la condición de que nuestros modos de distinguirnos no
supongan ninguna distinción real. Masa obliga”.27 De esta forma, el mercado del arte
ensalza de manera incomprensible, sobre todo hoy, a unos y empuja a otros a la sombra
de lo no vendible. Entendiendo que la sociedad contemporánea tiene que distribuir sus
espacios desde premisas igualitarias, debe presuponer que los competidores parten de
condiciones semejantes y dar a entender que la distinción entre vencedores y vencidos
no es evidencia ni germen de ninguna distinción esencial, sino una simple lista de
distinción que constantemente es susceptible de cambio.
Mas esta estructura necesita de un constante esfuerzo por la compensación de las partes
en lucha, puesto que esta sociedad de masas subjetivadas no resistiría las tensiones
envidiosas endógenas impulsadas por la reivindicación de sus derechos y absorbidas por
una encarnizada competitividad. Esta indiferencia global, sin embargo, la sufren
fuerza hiperactiva vinculada inevitablemente al eterno retorno de la diferencia entendida desde
la voluntad de poder.
26
El pensamiento de la diferencia exige practicar lo que denomina un "pensamiento nómada"
frente a la perspectiva que se apoya en la identidad y que fundamenta un "pensamiento
sedentario". La presencia de la diferencia atraviesa los tres conjuntos que permiten estructurar la
obra de Deleuze: una teoría del sujeto, del ser y de la sociedad. En un primer momento estudia
la constitución de subjetividad a través del problema de la representación llegando a la
conclusión de que el sujeto es diferencia y expresión. Este intento de sentar la diferencia en el
propio sujeto lleva a Deleuze a proponer una ontología de la diferencia, reconoce el valor de
Nietzsche y lo considera el verdadero filósofo de la diferencia, el "pensador nómada" que
destaca el valor de la repetición y del eterno retorno como creciente producción de diferencias
nuevas. Tras haber sentado nuevas bases de comprensión del sujeto, de la realidad y del sentido,
Deleuze practica una crítica de la sociedad capitalista apoyándose en Freud, Marx y Nietzsche.
Así, defiende que el deseo es el objeto fundamental de análisis: el ser humano se caracteriza por
el deseo, pero al mismo tiempo en la sociedad el deseo tiene un papel fundamental, por lo que
diferentes formas de sociedad tratan de forma distinta el deseo. La sociedad capitalista
contemporánea anula la creación de deseos, originando las enfermedades mentales,
especialmente la esquizofrenia, enfermedad de nuestro tiempo. Para poder mantenerse, la
sociedad anula la producción de deseos y hace que quienes viven en ello sean enfermos
mentales. Esta perspectiva se completa con la propuesta de una nueva teoría del individuo que
propone un nuevo sentido de la individualidad como expresión y la creación de signos y
símbolos nuevos.
27
Sloterdijk, P., op. cit., pág. 91.
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únicamente aquellas personas que conforman la excepción a la regla y que como toda
excepción nunca podrán ser sustituidas por la norma. Y es esta característica esencial la
que promueve el odio hacia lo verdaderamente distinto y la que, proporcionalmente,
alimenta la desesperación de las masas frente a, por decirlo siguiendo a Nietzsche,
aquellos que viven como verdaderos creadores, como genios que viven artísticamente
en la diferencia única e irrepetible.
Bibliografía
AndersoN, P., Los orígenes de la posmodernidad, Barcelona, Anagrama, 2000
Baudrillard, J., Cultura y simulacro: la precesión de los simulacros; el efecto
Beaubourg; a la sombra de las mayorías silenciosas; el fin de lo social, Barcelona,
Kairós, 1987.
Battcock, G., (ed.), La idea como arte. Documentos sobre arte conceptual, Barcelona,
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