LEY NATURAL, LEY ESENCIAL Y LEY PERSONAL Estudio sobre la índole, jerarquía y fin de estas "leyes" humanas J. F. SELLÉS RESUMEN: en este trabajo estudia la ‘ley natural’ como común disposición de la persona humana –acto de ser–. La puerta abierta de la persona humana para conocer la naturaleza humana es la sindéresis. Este artículo distingue también entre la ‘ley natural’ y la ‘ley esencia’, es decir, la ley de la esencia human, la perfección que cada persona otorga a su naturaleza humana mediante los hábitos intelectuales y las virtudes de la voluntad. Superior esta ‘ley esencial’ es la ‘ley personal’, la ley divina para cada persona humana. Palabras clave: naturaleza humana, esencia humana, acto de ser humano. ABSTRACT: This paper studies the human ‘natural law’ as the common disposition of the human person –act of being–. The open door of human person who access to his human nature is the sintheresis. The article distinguishes also between the ‘natural law’ and the ‘essential law’. Last one is the perfection that the each human person gives to the human nature across the virtues and habits. Superior to this ‘essential law’ is the ‘personal law’, the divine law for each one human person. Key words: human nature, human essence, personal act of being. Planteamiento 1 Si se admite la distinción real entre acto de ser y esencia en el hombre, lo primero a preguntar es en cual de esos dos ámbitos radica la ley natural. Si se responde que en el acto de ser personal, entonces la distinción entre cada hombre y la humanidad radicará en que cada quién es inferior a la humanidad, una concreción de ella según ese decir aristotélico: “esta carne y estos huesos”. Según esa concepción, cada persona estará en función de la especie humana, y no a la inversa. De ese modo, hablar de dignidad humana será equivalente a reconocer la índole de la naturaleza humana. En cambio, si se responde que la ley natural forma parte −como su nombre indica−, de la naturaleza humana, y que ésta se puede describir con relación a la esencia humana, entonces, al ser ésta inferior al acto de ser personal, habrá que mantener que cada persona es superior a la naturaleza humana, a lo común de los hombres, por eso subordina lo específico de dicha naturaleza a sus requerimientos personales. En ese caso, se verá a cada persona como superior a la especie humana o como fin de ella. También se podrá comprender por qué cada quién es capaz de continuar la ley natural o, también, de conculcarla, porque lo superior gobierna y dirige (para bien o para mal) lo inferior. 1 Este texto está publicado en inglés bajo el título “Natural Law, Essential Law and Personal Law. A Study on the Nature, Hierarchy and Aim of these Human "Laws"”, in Natural Law: Historical, Systematic and Juridical Approaches, A.N. García, J.M. Torralba, (eds.), Cambridge, Cambridge Scholars Publishing, 2008, 349-360. 1 En este trabajo se acepta la siguiente jerarquía: la “ley natural”, que es propia de la naturaleza humana, es inferior a la esencia humana, a la que sirve y está subordinada. Y ésta es inferior al acto de ser personal humano, al que sirve y está supeditada. ¿Por qué se puede continuar o conculcar la ley natural? Sencillamente porque cada persona humana no se reduce a la naturaleza humana 2. La naturaleza humana no es ninguna persona (la humanidad no es ningún sujeto personal). De otro modo: ninguna persona se reduce a la naturaleza humana. La naturaleza humana es para, o se dualiza con, la esencia humana. La esencia humana es para, o se dualiza con, la persona humana. La persona humana es para, o se dualiza con, el Dios personal. De modo que si la persona humana sin Dios es incomprensible, también lo serán la esencia y la naturaleza humanas. Por eso, un derecho natural etsi Deus non daretur, no es tal. 1. ¿Qué es la “ley natural” humana? Para Tomás de Aquino la ley natural es el modo de ser de la naturaleza humana. El término “naturaleza” indica principio de operaciones. La ley natural no designa la naturaleza humana estáticamente tomada, sino su inclinación3, o en su actuación. Se trata de una pauta inherente en la naturaleza humana 4, a la que se considera inmutable 5, debido a ha sido impresa en nosotros por Dios 6. Mediante la ley natural el hombre puede distinguir el bien del mal, la virtud del vicio 7. Para Tomás de Aquino dicha ley, a la que pertenecen los preceptos más comunes, es conocida por todos los hombres 8, y respecto de ella nadie se puede equivocar 9. Por eso la compara a los primeros principios especulativos 10. Pero no conviene olvidar que la naturaleza humana está herida desde el inicio por esa realidad a la que la doctrina de la Iglesia denomina pecado original. Además, la naturaleza humana tampoco es inmune a los pecados personales que se han dado, y profusamente, a lo largo del curso histórico. En este sentido, hoy se 2 “Por ser el hombre una persona, no está sujeto a las leyes de la naturaleza, sino que sobresale por encima de ellas y goza de una libertad radical. Por eso, su presencia en el mundo a través de su naturaleza es inventiva. El hombre saca de sí, da de sí, aporta”, POLO, L., Ética: hacia una versión moderna de temas clásicos, Madrid, Aedos, 1996, 90. 3 “Inclinatio naturae pertinet ad praecepta legis naturalis”, S. Th., II-II, q. 79, a. 2, ad 2. Sobre este tema y autor, cfr. MESA POSADA, C.A., “La ley natural en Santo Tomás. Fundamentos metafísicos y propiedades”, Universidad de La Sabana, Chía [Colombia], 1998, 154 pp. CASTAÑO, S. R., “Consideraciones ontológicas sobre la ley natural en Tomás de Aquino”, Sapientia 54 (1999) 351366, etc. 4 “Lex naturalis est lex indita homini”, S. Th., I-II, q. 106, a. 1, ad 2. 5 “Et sic quantum ad prima principia legis naturae, lex naturae est omnino immutabilis”, S. Th., I-II, q. 94, a. 5 co. Cfr. también: S. Th. I-II, q. 97, a. 1, ad 1; S. Th. I-II, q. 97, a. 3, ad 1. 6 “Est autem duplex regula humanae vitae; prima quidem est lex naturalis a Deo mentibus hominum impressa, per quam naturaliter homo intelligit quid est bonum ex similitudine divinae bonitatis”, Super Iob, cap. 23. Cfr. también: Super Sent., lib. 4, d. 24, q. 1, a. 1, qc. 1 co. 7 “Lumen rationis naturalis, quo discernimus quid sit bonum et malum, quod pertinet ad naturalem legem, nihil aliud sit quam impressio divini luminis in nobis. Unde patet quod lex naturalis nihil aliud est quam participatio legis aeternae in rationali creatura”, S. Th., I-II, q. 91 a. 2 co. Cfr. asimismo: Catena in Lc., cap. 6, lec. 7; Super Rom., cap. 7, lec. 2. 8 “Ad legem naturalem pertinent primo quidem quaedam praecepta communissima, quae sunt omnibus nota”, S. Th., I-II, q. 94, a. 6 co. 9 “Lex naturalis inquantum continet praecepta communia, quae nunquam fallunt, dispensationem recipere non potest”, S. Th. I-II, q. 97, a. 4, ad 3. Cfr. también: S. Th., I-II, q. 94, a. 6 co. 10 Cfr. S. Th., I-II, q. 91 a. 3 co. 2 discute si la naturaleza humana admite defectos con el tiempo 11 y, consecuentemente, si dicha ley admite o no variaciones 12. Para el de Aquino lo que ha cambiado a lo largo de la historia de la humanidad (en buena medida para mal) es el conocimiento de la ley natural, pues se ha ido produciendo un progresivo oscurecimiento debido las culpas personales 13. Aunque mucho nos podríamos detener en los temas atendidos por Tomás de Aquino respecto de la ley natural, vamos a centrarnos a continuación en dos puntos que, tras él, quedan menos claros. a) La sindéresis: el método cognoscitivo de le ley natural Tomás de Aquino sostiene que la ley natural no es asunto de la voluntad, sino de la razón14. Pero no se trata de la razón como potencia, sino de un hábito innato 15 superior a la razón al que denomina “razón natural”, es decir, la sindéresis 16, de la cual dependen tanto el obrar de la voluntad como el de la inteligencia 17. De este hábito dispone naturalmente todo hombre, aunque no use de él 18. Además, este hábito ilumina y activa la naturaleza humana 19. Por ser innato, co- 11 “A principio generis humani indita est mentibus hominum lex naturalis, per quam homines Deo subjecti essent: postmodum vero invalescente consuetudine peccatorum, lex naturalis adeo tenebrata est in pluribus, ut iam non videretur ad regimen humani generis sufficere”, Super Sent., lib. 3 d. 1 q. 1 a. 4 co. 12 Cfr. CARPINTERO, F., “La mutabilidad de la ley natural en Tomás de Aquino”, Rivista Internazionale di Filosofia del Diritto, 77 (2000) 470-530; BELMANS, T. G., “L'immutabilité de la loi naturelle selon s. Thomas d'Aquin”, Revue Thomiste, 87 (1987) 23-44; HALL, R. B., “The Alterability of Natural Law”, The New Scholasticism, 55 (1981) 474-483. 13 “Lex naturalis obscurari incipiebat propter exuberantiam peccatorum”, S. Th. I-II, q. 98, a. 6 co. Cfr. también: S. Th., I-II, q. 100, a. 5, ad 1; Super Rom., cap. 7, lec. 1; S. Th. III, q. 61, a. 3, ad 2. 14 “Lex naturalis est aliquid per rationem constitutum, sicut etiam propositio est quoddam opus rationis”, S. Th., I-II, q. 94, a. 1 co. 15 “Praecepta legis naturalis quandoque considerantur in actu a ratione, quandoque autem sunt in ea habitualiter tantum, secundum hunc modum potest dici quod lex naturalis sit habitus. Sicut etiam principia indemonstrabilia in speculativis non sunt ipse habitus principiorum, sed sunt principia quorum est habitus”, S. Th., I-II, q. 94, a. 1 co. Cfr. también: Ibid., ad 3. 16 “Synderesis dicitur lex intellectus nostri, inquantum est habitus continens praecepta legis naturalis, quae sunt prima principia operum humanorum”, S. Th. I-II, q. 94, a. 1, ad 2. Cfr. asimismo: Super Sent., lib. 2, d. 24, q. 2, a. 4 co. También para pensadores actuales “el conocimiento de la ley natural corre a cargo de la sindéresis”, POLO, L., Antropología trascendental, II. La esencia de la persona humana, Pamplona, Eunsa, 2003, 185. Cfr. respecto de este tema: ELTON, M., “Gnoseología de la ley natural”, Sapientia, 53 (1998) 175-194. 17 “Omnis operatio, rationis et voluntatis derivatur in nobis ab eo quod est secundum naturam, ut supra habitum est, nam omnis ratiocinatio derivatur a principiis naturaliter notis, et omnis appetitus eorum quae sunt ad finem, derivatur a naturali appetitu ultimi finis. Et sic etiam oportet quod prima directio actuum nostrorum ad finem, fiat per legem naturalem”, S. Th. I-II, q. 91, a. 2, ad 2. 18 “Eo quod habitualiter inest, quandoque aliquis uti non potest propter aliquod impedimentum, sicut homo non potest uti habitu scientiae propter somnum. Et similiter puer non potest uti habitu intellectus principiorum, vel etiam lege naturali, quae ei habitualiter inest, propter defectum aetatis”, S. Th., I-II, q. 94 a. 1 ad 4. 19 Cfr. mi trabajo: “La sindéresis o razón natural como la apertura cognoscitiva de la persona humana a su propia naturaleza. Una propuesta desde Tomás de Aquino”, Revista Española de Filosofía Medieval, 10 (2003), 321-333. 3 noce directamente lo nativo, la ley natural 20. Pero eso no indica que no pueda conocer asimismo lo adquirido por cada quién en la naturaleza y esencia humanas, pues es claro que, si bien la persona humana no inventa las potencias humanas, en cambio, la progresiva formación de éstas depende de ella. Conocer la ley natural es conocer el modo de ser de las potencias humanas 21. En efecto, las potencias humanas no las puede conocer la razón por abstracción, porque abstraer es universalizar, y ninguna potencia se conoce en su disposición concreta universalizando. Nuestras potencias orgánicas e inorgánicas, en su estado actual, cambiante, las conoce la sindéresis. Por una parte, la sindéresis conoce nuestro cuerpo, sus potencias o facultades que constituyen nuestra vida recibida (de nuestros padres) 22. Por otra, arroja luz sobre, y perfecciona a, nuestra inteligencia y voluntad (no recibidos de nuestros padres, puesto que son potencias espirituales, sino que dependen de cada persona humana), siendo de entrada potencias pasivas cuyo desarrollo mediante los hábitos adquiridos y las virtudes conforma nuestra vida añadida, a la que se puede llamar esencia humana. La falta de desarrollo debido en ellas conforma los vicios. Con todo, como las diversas facultades humanas son jerárquicas entre sí, la sindéresis no las ilumina a todas por igual, sino a unas más que a otras. Por eso, hay que notar a cuáles de ellas cuesta más atravesar de sentido y, asimismo, descubrir cuál es la superior, que será a su vez la más universal. Si se alcanza eso, se dirá que en ella radica en mayor medida la ley natural que en las demás, pues dicha ley se caracteriza precisamente por ser universal a la naturaleza humana. En cuanto a las potencias con soporte orgánico, éstas pueden ser iluminadas por la sindéresis, pero hasta cierto punto, porque el órgano de estas ofrece un límite a su inteligibilidad, asunto que no acaece en las dos espirituales (inteligencia y voluntad). Por eso, de las sensibles se conoce más el estado activo de la facultad que el soporte orgánico de ésta. Como se ha dicho, la sindéresis no es la ley natural, sino el método cognoscitivo de ella. Es un hábito innato que depende de la persona. Como no cabe admitir ningún defecto nativo en el acto de ser personal 23, tampoco hay que aceptar que se dé una ignorancia o falta de conocimiento natural en la sindéresis. Ahora bien, la sindéresis no es un hábito fijo o detenido, sino susceptible de crecimiento o de mengua. Su desarrollo o su obturación dependen de la persona y, por tanto, son libres y responsables. b) ¿Cómo discernir entre ley natural y leyes positivas? 20 “Homo inter cetera animalia rationem finis cognoscit, et proportionem operis ad finem; ideo naturalis conceptio ei indita, qua dirigatur ad operandum convenienter, lex naturalis vel jus naturale dicitur”, Super Sent., lib. 4, d. 33, q. 1, a. 1 co. 21 “Reliquit enim Deus prius hominem in libertate arbitrii, in lege naturali, ut sic vires naturae suae cognosceret”, S. Th., III, q. 1, a. 5 co. 22 Es imposible que el cuerpo humano, sus funciones y sus potencias, se conozcan de modo racional, pues la razón para conocer parte de la abstracción, mediante la cual se conoce qué sea un cuerpo humano en universal, pero no mi cuerpo en concreto, su estado actual y el de sus funciones y facultades. Pero no menos claro es que eso lo conocemos constantemente de modo natural y que en virtud de ello actuamos en consecuencia. Ese conocimiento es propio de la sindéresis, cuyo conocer no es abstractivo, universalizante, judicativo o racionalizante, sino directo sobre la propia naturaleza humana, que es inferior a este conocer. 23 Recuérdese que el pecado original es vulnum naturae, no vulnum personae. La culpa de un supuesto defecto constitutivo en el acto de ser personal humano sería debida al Creador, asunto inadmisible. 4 La distinción entre la ley natural y las leyes positivas radica en que la primera es universal, mientras que las demás son generales 24. La generalización es el objeto propio de una vía operativa de la razón, de corte formal, que se desentiende progresivamente de conocer el contenido o índole real de las realidades intramundanas 25, vía que no es saturable 26. En cambio, lo universal es real. Ahora bien, caben dos universalizaciones: las propias de la realidad física, y las de la naturaleza humana. Las primeras son conocidas por una vía operativa de la razón que descubre la índole concausal de la realidad física 27. La segunda, como se ha indicado, es conocida por la sindéresis, que −conviene insistir− no es un acto o hábito adquirido de la razón, sino un hábito innato superior a la razón y capaz de conocer y activar a esa potencia. La persona humana es quién dispone de dicho hábito, y también, de la naturaleza y esencia humanas. La esencia y naturaleza humanas son del ámbito del disponer. Pero se trata de un disponer que es indisponible 28. De otro modo: la persona debe disponer según su esencia y naturaleza, no de ellas. Se dispone según ellas en la medida en que el ejercicio de su actividad redunda sobre ellas y las perfecciona. Se dispone de ellas si no se tiene en cuenta ese perfeccionamiento. Disponer según la naturaleza y esencia humanas es ético. Disponer de ellas es contrario a la ética. El derecho y las costumbres culturales son manifestaciones externas de la esencia humana. Éstos son éticos si son formas derivadas de las normas éticas; en caso contrario, no lo son. ¿Cuál es el fin de la razón? La verdad, en su uso teórico; la verosimilitud, en su uso práctico. En la medida en que alcanza esos fines se adquieren hábitos, teóricos o prácticos respectivamente, aunque de diverso modo: los primeros, con un solo acto; los segundos, con repetición y rectificación de ellos 29. De manera que si la sindéresis promueva hábitos en la inteligencia, dispone según su naturaleza. Y lo mismo cabe decir de las virtudes respecto de la voluntad. Además, las virtudes crecen en la medida en que se mejora el trato con las demás personas. De forma pareja, cabe decir que en las demás potencias de la naturaleza humana será de ley natural disponer según ellas; no lo será disponer de ellas. 2. ¿Qué es la “ley esencial” humana? La verdad o sentido de las potencias orgánicas e inorgánicas en su estado de naturaleza es lo que se puede llamar “ley natural”. Pero iluminar progresivamente 24 “Las leyes son cognitivamente del orden de la generalización”, POLO, L., Antropología trascendental, II., ed. cit., 278. Y en otros lugares añade: “una ley, es decir, cualquier regla, es un modo de pensar homogeneizante”, Curso de teoría del conocimiento, III, Pamplona, Eunsa, 1988, 316; “el hallazgo de leyes es, cognitivamente, del orden de la generalización”, Ibid., 388-9; “la ley rige entre la idea general y su determinación”, Ibid., III, 407. Cfr. asimismo: El orden predicamental, Cuadernos de Anuario Filosófico, n 182, Pamplona, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, 2005, 87 ss. 25 Cfr. POLO, L., Curso de teoría del conocimiento, III, Pamplona, Eunsa, 2ª ed., 1999. 26 “La generalización no es saturable, por lo que la formulación de leyes no puede agotarse”, POLO, L., Antropología trascendental, II, ed., cit., 278. Y en otra parte insiste; “como la generalización pertenece a un ámbito no saturable, la posibilidad de formular leyes generales no puede considerarse agotada alguna vez”, Curso de teoría del conocimiento, III, ed. cit., 389. 27 El universal no es “lógico con fundamento in re”, sino real, y equivale a la causa formal, el “unum in multis”. 28 Cfr. URABAYEN, J., “La esencia del hombre como disponer indisponible”, Anuario Filosófico, 1996 (29/2), 1051-1059. 29 Por eso Tomás de Aquino dice que la ley natural tiene que ver con la rectitud de la razón: “lex naturalis est secundum quam ratio recta est”, Super Sent., lib. 2, d. 42, q. 2, a. 5 co. 5 a unas y otras −sobre todo a las inorgánicas− es favorecer su crecimiento y a dónde éste apunta, que es a la perfección de esas potencias. A ese nuevo estado de dichas potencias ya no conviene llamarlo estado de naturaleza o “ley natural”, sino más bien desarrollo perfectivo de ésta o “ley esencial”, puesto que "esencia" denota perfección. La esencia humana no es la naturaleza humana, sino el perfeccionamiento de ésta. Como las potencias inorgánicas son susceptibles de un crecimiento irrestricto, cualquier determinismo moral es inaceptable 30. Si la sindéresis activa a la inteligencia y a la voluntad, lo hará en todos sus usos. Por eso, aunque es ordinario admitir que la ley natural constituya el norte de la razón práctica 31, de la voluntad 32 (sobre todo de sus virtudes 33), o de la conjunción de estos elementos, a saber, la ética 34, es claro que de la ley natural también dependerá el uso regulativo de las demás vías operativas de la razón siempre que se proceda en ellas adquiriendo hábitos racionales. Por lo demás −como se ha indicado−, la sindéresis también conoce las potencias orgánicas. En cuanto a las facultades inorgánicas, la más perfeccionable no es la razón, sino la voluntad. En efecto, la inteligencia −según el decir de Tomás de Aquino− es una facultad de medios. Está más bien orientada a conocer las realidades intramundanas, porque cuenta con el límite cognoscitivo del que parte: la abstracción. Eso indica que está limitada para conocer la totalidad de lo real, pues no puede alcanzar de modo directo lo que realmente no es sensible. En cambio, la voluntad está nativamente abierta a todo bien. Efectivamente, de entre los trascendentales metafísicos clásicos (ser, verdad, bien, belleza…), la sindéresis sólo alcanza a conocer uno de ellos, el bien (los demás son conocidos por hábitos superiores a la sindéresis) 35, y lo hace al iluminar la voluntad y notar que esta potencia está abierta, no sólo a todos los bienes mediales (voluntas ut ratio), sino también al bien último sin restricción (voluntas ut natura). Si la sindéresis perfecciona más a la voluntad que a la razón, habrá que sostener −frente al planteamiento tradicional− que las virtudes más altas de esta potencia (justicia y amistad) son superiores a los hábitos adquiridos más altos de la inteligencia, tanto teóricos (ciencia), como prácticos (prudencia). Asimismo, que la voluntad es más universal que la inteligencia porque es intención de otro real, y los otros reales son de todo tipo −sensibles e inmateriales−. En cambio, la inteli30 “La ley moral no es racionalmente determinista; si sólo se pueden hacer las cosas como dice la ley moral, no puede crecer la capacidad de hacer”, POLO, L., Ética, ed. cit., 120. 31 Cfr. RHONHEIMER, M., “Ley natural y razón práctica. Una visión tomista de la autonomía moral”, Pamplona, Eunsa, 2000; ROUSSEAU, F., “Loi naturelle et dynamisme de la raison pratique de l'homme”, Laval Théologique et Philosophique, 33 (1976) 165-188. 32 Cfr. CLARKE, D. M., “Natural Law and Dynamics of the Will”, Philosophical Studies, (Ireland) 27 (1980) 40-54. 33 “Omnes actus virtutum sunt de lege naturali, dictat enim hoc naturaliter unicuique propria ratio, ut virtuose agat. Sed si loquamur de actibus virtuosis secundum seipsos, prout scilicet in propriis speciebus considerantur, sic non omnes actus virtuosi sunt de lege naturae”, S. Th., I-II, q. 94 a. 3 co. 34 Cfr. CVEK, P. P., “Thomas Aquinas, Natural Law, and Environmental Ethics”, Vera Lex, 1 (2000) 5-18; HAAKONSSEN, K., “Divine/Natural Law Theories in Ethics” D. Garber (ed.), The Cambridge History of Seventeenth Century Philosophy (Cambridge University Press, New York, 1998); HALL, P. M., Narrative and the Natural Law: An Interpretation of Thomistic Ethics, University of Notre Dame Press, Notre Dame [Indiana], 1994, VII; PETERSON, J., “Natural Law, End, and Virtue in Aquinas”, Journal of Philosophical Research, 24 (1999) 397-413. 35 Cfr. mi trabajo: “El método cognoscitivo de los trascendentales”, Actas del Congreso Internacional sobre Tomás de Aquino, Pamplona, Universidad de Navarra, 2005 (en prensa). En ese trabajo se sostiene que el bien trascendental es tema de la sindéresis; el ser, de un hábito innato superior, el de los primeros principios; y la verdad, de la refluencia del habito innato más alto, la sabiduría, en el hábito de los primeros principios. 6 gencia carece de ideas respecto de las realidades extramentales que no se pueden abstraer. Si la alteridad queda referida a personas, se habla de justicia; pero si en vez de mero otro, se capta a los demás como “otro yo” se habla de amistad. Ni la justicia ni la amistad son posibles sin la sindéresis, pero en la amistad se emplea más a fondo la actividad de este hábito que en la justicia, porque a la sindéresis se la puede describir como el yo 36. Si la sindéresis se emplea más a fondo en la voluntad que en la inteligencia, ¿por qué Tomás de Aquino (y entre otros) enseña que nuestro conocer es superior a nuestro querer? Para responder esta cuestión hay que retomar lo ya indicado: porque por encima de las dos potencias superiores existen hábitos innatos que son cognoscitivos, no volitivos (en ese sentido se puede justificar el intelectualismo tomista). Y por encima de esos hábitos está la persona humana, que también es cognoscente y, además, amante. 3. ¿Qué es la “ley personal” humana? La naturaleza humana es universal; común a todos los hombres. La esencia humana, no es tan común, pues es el perfeccionamiento de la naturaleza humana. Es claro que ese perfeccionamiento en humanidad es superior en unos hombres e inferior en otros, dependiendo de los hábitos y virtudes adquiridas. Esa mejora conforma lo que se suelen llamar “tipos” humanos, que agrupan o describen a un conjunto de hombres bajo unas características más afines. En cambio, cada persona humana no es común a ninguna otra, sino una novedad radical. Por eso la “ley personal” es la verdad o sentido personal de cada quién. La ley natural es del orden de la necesidad. En cambio, la ley personal es del orden de la libertad. La ley esencial es el rendimiento en libertad que alcanzan las potencias humanas, en especial, las superiores por el beneficio que les otorga la persona. Como es claro que la libertad es superior a la necesidad, hay que subordinar ésta a aquélla. Esa supeditación no indica conculcación o incumplimiento de la ley natural, sino favor y protección personal hacia ella. La actuación ética humana nace de la libertad personal y a ella sirve. La libertad es una característica trascendental del acto de ser humano 37 y, como tal, es raíz y fin de la ética, que radica en la esencia humana. Como la ética es el desarrollo perfectivo de la ley natural, dicha ley debe ser puesta al servicio de la persona humana a través de la ética, no en contra de ella 38. ¿Para qué de la persona humana, si ésta es superior a la naturaleza humana y a su perfeccionamiento esencial? Para que la libertad personal que cada persona es no choque con inconvenientes a la hora de manifestarse cada persona a través de la naturaleza y esencia humanas. Ahora bien, si esa libertad, trascendental, activa, de la que depende cualquier activación posterior de lo potencial humano, fuera arbitraria, espontánea, al 36 Cfr. mi trabajo “En torno a la distinción real entre la persona y el yo en el hombre”, en L. POLO, El yo, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 170, Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2004, 13-38. Cfr. asimismo: MOLINA, F., “El yo y la sindéresis”, Studia Poliana, 2001 (3), 35-60. 37 Cfr. POLO, Antropología trascendental, I. La persona humana, Pamplona, Eunsa, 2ª ed., 2003, 229 ss., La libertad trascendental, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 178, Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2005. 38 Por eso las leyes morales no son empíricas ni indiferentes para la persona humana: “Son leyes que, si se quiere, expresan un deber ser, porque no son leyes empíricas. Pero este carácter de la normatividad moral no atenúa su importancia. Aunque se conculquen, las normas éticas obligan. Por obligatorias, son existentes (en modo alguno irreales); rigen el vector de finalización del sujeto no específicamente finalizado”, POLO, L., Ética, ed. cit., 58. 7 margen de cualquier norte o sentido, el libertinaje quedaría justificado. A nadie se le escapa que nuestra cultura está plagada de primorosos discursos en defensa de la libertad, pero rara vez se vincula y subordina ésta a una instancia humana superior. Son defensas de la libertad entendida ésta en solitario. Sin embargo, una libertad personal al margen de la propia verdad o sentido personal que cada persona humana es no es tal. Tampoco es tal separada de la persona humana como ser donal. Con otras palabras: una libertad al margen del conocer y del amar personales, superiores a ella y característicos de cada persona humana, no es una libertad personal. Tampoco es una libertad coexistente, porque la apertura personal lo es respecto de personas distintas. Conclusión: la ley personal como fin de la ley natural y esencial La libertad personal humana es la actividad del espíritu, o acto de ser personal humano, pero también de la esencia y naturaleza humanas. Es atemática, no porque le falte un tema en sí misma, sino porque sus temas son superiores a ella y le vienen dados; es decir, se los encuentra, no los inventa. En efecto, sus temas son la verdad o sentido personal humanos y el amar personal. Pero esa verdad y amor personales no culminan desde sí, es decir, son proyecto, no un invento personal propio. De otro modo: más que decir de ellos que son, es mejor decir que serán, porque mientras vivimos no acabamos de ser la persona cognoscente y amante que estamos llamados a ser. La persona humana existe como proyecto. Tal proyecto no es consumado ni consumable desde sí, ni tampoco desde las demás personas creadas, porque ninguna de ellas sabe enteramente la verdad de su ser. Nadie es, como persona, un invento de sus manos. La clave de su sentido personal reside en el Creador. Si la persona humana no existiera, la ley natural humana sería fin en sí. Pero si existe, el fin de la ley natural es su personalización por parte de cada persona, es decir, su esencialización. La clave de la personalización de la ley natural en cada quién radica en el descubrimiento por parte de cada persona de su fin personal propio. No existen dos personas iguales, ni tampoco dos fines personales iguales. Si cada quién no descubre su fin, no sabrá como conducirse con su esencia y naturaleza humanas. Por el contrario, la mejor disposición de ellas depende de que su personalización se ajuste al fin personal propio de cada quién. El fin personal completo de persona humana, la vocación, sólo la conoce el Creador. Orientar la búsqueda del propio sentido personal hacia el Creador es el método más adecuado para no perder el sentido personal, y con él, el de la naturaleza y esencia humanas. Juan Fernando Sellés Departamento de Filosofía Universidad de Navarra e. mail: jfselles@unav.es 8