PREGÓN DE LA FERIA DE ARDALES 2009 Pregonero: SALVADOR GUTIÉRREZ GARCÍA Ardales, 3 de septiembre de 2009 A mis padres. A mi esposa, a mis hijos y mis nietos, a las personas que quiero, y en especial a todos los emigrantes que, como yo mismo, se vieron en la necesidad de tener que dejar su pueblo. PREGÓN DE LA FERIA DE ARDALES 2009 Pregonero: Salvador Gutiérrez García Alcalde, concejalas y concejales, ciudadanas y ciudadanos de Ardales, amigas y amigos: buenas noches o “bona nit”, como decimos en nuestro pueblo hermano y, ante todo, muy buena Feria! Si no me equivoco, éste es el tercer pregón de feria desde que se instauró en nuestra población dicho acto, hecho que se ha consolidado como una tradición y que nos reúne para darle más solemnidad y brillo si cabe, al inicio de la fiesta mayor: La Feria de Ardales. Nuestro Alcalde, Juan Calderón, ha querido que el pregonero de este año sea yo, un ciudadano de a pie con doble gentilicio, puesto que soy ardaleño y blanenc a partes iguales, y en cuanto puedo ejerzo como tal. Un honor inmerecido que agradezco de veras, Alcalde. Una distinción que me honra con el privilegio de poderme dirigir a mis conciudadanos y amigos con un encargo tan agradable como el de anunciar y desearles una feliz Feria a todos. Inmerecido honor, repito, porque no ostento ningún otro mérito que el de haber nacido en la calle del Carril, 21, en el seno de la familia de José y de Paquita “la bailaora”. En uno de aquellos años oscuros siguientes a la Guerra Civil que, a la sazón, tanto en Ardales como en el resto de los pueblos de la España de posguerra, las estrecheces eran tan mayúsculas que, en la cotidiana práctica, no había diferencia alguna entre el Sur o el Norte peninsular... Y, sin embargo, y a pesar de la penuria general de los mayores, habían otros mundos, otros universos reservados a las inocencias infantiles. Mis paraísos perdidos se encontraban en los cuentos de mi abuela Dolores, en la escuela con Doña Emilia, en la calle “el cuerno” con Don José y en los baños del río Turón: en aquellos veranos que, a pleno sol, salíamos del agua arrugados como pasas para ir a robar fruta y saciar así el hambre de tanto desgaste vital. El mundo de los juegos: los había para todos los gustos, para todas las estaciones del año y, además, eran gratis. Recuerdo “el jolluelo”, “el palitroque”, “el singe...” El universo de las emociones aparecía en asomar septiembre con los carromatos de la feria: pasábamos las horas viendo montar “las volaoras”, la noria, las barcas, los caballitos... El dinero que teníamos “ahorrao”, el de la “rebuzca” y lo poco que nos daban nuestros padres, lo invertíamos en ilusión..., en aquellas taquillas de colorines chillones que, mediante el pago correspondiente, nos abrían las puertas del cielo en un éxtasis corto y, sin embargo, perdurable en la memoria de un niño... Para acabar yendo de romería con la economía “desmayá” a la ermita de Villaverde. * Compartí escuela, juego e infancia con el Paulino, el Cipriano, “el Lolo”, los hijos de Juan Moral, los de Martos, con mi primo “el Blanquillo”, con “el Trespico” y otros más... A la escuela iba cuando podía, porque había que “pintar garbanzos”, escardar e ir a por leña... Lo que hacía el mayor de una casa cuando el padre, para buscarse la vida, pasaba largas “temporás” fuera del pueblo. * En octubre, el rosario: de “madrugá”, las mujeres y los niños andábamos en silencio por las calles del pueblo rezando. En la Pascua, cantábamos villancicos para poder pillar algún “mantecaillo”. El día de los Santos Inocentes, para reírnos, les poníamos a los mayores, sin que se dieran cuenta, algún monigote colgado en la “esparda”. Después venía Carnaval, con “los cascarones” llenos de papelillos. La Semana Santa, “los hornazos”, las procesiones y las saetas en medio del persistente olor a cera quemada y el explosivo retumbe de los tambores en la barriga... El mes de mayo “La Cruz”: en muchas esquinas se ponían altares a cual más bonito, adornados con algallombas y con flores del Ventorrillo o del río. San Isidro, los dulces de Joseito “el Dulcero” y los botellines de agua “colorá” de la “del Lorito”, que sabían a gloria. La feria de los cochinos debajo del puente viejo, donde se compraban y vendían animales de todo tipo y especie. El día de Año Nuevo las mocitas y mocitos jugaban al “salerito”. Cantaban haciendo un corro a la vez que se pasaban cántaros unos a otros. * “El día de Año Nuevo por la mañana bautizaron a Cristo... Manuel se llama”. * Otra de las vivencias entrañables que aún recuerdo, fue mi primera comunión: el trajecito de marinero, el librito de nácar, el recordatorio hecho en Málaga y los churros de “tío Grillito”. Con mi abuelo Paco y mi tío Antonio, íbamos a los granaillos a por higos y almendras, y de “madrugá” a por chumbos. Hubo algún año que se me atascaron. En casa de mi abuela Dolores se celebraban bodas (les dejábamos la casa para que hiciesen el banquete): mientras se servían dos o tres rondas de dulces con sus copas de aguardiente, se cantaban verdiales y ¡Vivan los novios..! * “De las dos que están bailando la que lleva el delantal es la novia de mi hermano pronto será mi cuñá” * ¿Os acordáis de Dieguito Rios? Además de haber sido un personaje peculiar, fue el censo ambulante ardaleño: en una ocasión, yendo resuelto desde Ardales a Peñarrubia con viento de cara, al girarse en mitad del camino para prender un cigarrillo, sin atinar en ello, desanduvo lo andado y regresó al mismo lugar de partida. Cuando llegó a la esquina de los herreros preguntó a “Frascorrillo” ¿Tú también estás en Peñarrubia..? Otro recuerdo imborrable fue cuando “la inglesa” se tiró por el Desfiladero de los Gaitanes abrazada a su perrilla. Cuando la trajeron metida en una caja en el carromato de mi primo Cristóbal, se oían los cabezazos que iba pegando contra la madera. Aquella noche..., unos cuantos niños entramos en el cementerio y nos atrevimos a tocar el cuerpo de corcho inerte y frío que yacía sobre la mesa de autopsias. También recuerdo que pasaba temporadas en Peñarrubia con mi tía Isabel: en una de las veces que estuve probé a cantar en una coral, pero lamentablemente, me tuvieron que echar por carecer del suficiente oído musical; fue una lástima, siempre entendí que allí se malogró una parte importante de mi carrera como futuro cantante. De muy pequeño descubrí (como dicen ahora), mi capacidad de gestión. Empecé vendiendo molletes con Encarnación “la casillera” (ella siempre me tuvo dicho que yo tenía mucha mano para el negocio). Estuve nueve meses de camarero con “el Feo Roso” y tres temporadas en Osuna recogiendo aceitunas. En una de las contratas, precisamente, mi padre se dio cuenta de que la dueña de la finca donde trabajábamos, una marquesa, nos quitaba 2 o 3 kilos de aceitunas de cada cuartilla. Cuando lo denunciamos no nos quedó más remedio que dejar la labor y venirnos a media “temporá”. En el regreso hacía un frío de muerte, pasamos la noche en La Roda de Andalucía, tuvimos suerte que los ferroviarios nos “arrecogiesen” en una de aquellas casetas imposibles de guardagujas, tan parecidas a las de los cuentos de mi abuela Dolores. * En el año 60, mi padre, igual que hicieron otros, se fue hacia el Norte en busca de su hermano Blas y de su mujer Anita que vivían en Blanes. Pasado un tiempo, cuando tuvo “un boquete” donde meternos, nos mandó llamar. Vendimos la casilla y nos fuimos “tos pa Blanes”. Mi tío Salvador nos llevó hasta “el Chorro”. Aquella distancia fue muy dura, “to” el camino llorando... Aquel mismo día, del pueblo salieron otros paisanos: los Patrocinio, los Trabuco y algunos más que no recuerdo; pero, fue subir al tren y todo cambió: “to er camino comiendo”. El viaje hasta Barcelona duró casi un día y medio. Mi padre nos estaba esperando en la Estación de Francia y allí mismo cogimos el tren “pá” Blanes. Era domingo, 9 de Abril del 61, fecha para mi imborrable. * Las locomotoras ya no andaban a vapor, ni eran de madera los vagones; pero, mi tren, orillaba cansino los arenales del Maresme bañados por una mediterránea refulgente que, se me antojó domesticada; ante mis ojos de imberbe, apareció el mar de una manera tan natural que a pesar de no haberlo visto nunca, supe que era el elemento líquido con el que iba a convivir en mi nueva y recién estrenada identidad y, por tanto, me convencí a mi mismo de que, en adelante, todo me saldría bien si me arrimaba a su vera. * Empecé a trabajar el martes siguiente de mi llegada en la Pastelería Santa Anna (mi padre me buscó el curro). El encargado, un andaluz de Jaén llegado a Catalunya hacía 20 años, me trató bien. Allí empecé hablar en catalán y a conocer aquella bendita tierra: los primeros baños de mar, los primeros bikinis, los primeros besos con las extranjeras... y, en invierno, el baile en “els Terrassans”, con las miradas inquisidoras de las madres de las mocitas colgando de lo más alto. En mi trabajo de aprendiz de pastelero, tuve una experiencia que de alguna manera me marcó y, a la vez, me enseñó a ir por la vida: en un momento determinado saltó la noticia de que faltaba dinero en la caja, todos los ojos miraron hacia el aprendiz andaluz y, sin embargo, el ladrón, fue tan tonto que robó el día que yo no estaba. * Cuando tuvimos casa propia, vino mi abuela Dolores. Mi primo “el Blanquillo” también estuvo en casa parando, y recuerdo que un día yendo de paseo, se arrancó diciendo: “Primo, te voy a presentar a una muchacha de Ardales que tú no conoces”, con sólo mirarla me dije “ésta es pa mí” (era Carmen Mora, mi esposa). Fue tan a primera vista que a los quince días ya le estaba pidiendo la mano a mi suegro. * En el 68 murió mi abuela Dolores (su recuerdo aún sigue vivo) fue mi primera vuelta al pueblo, en mi retina adulta quedó grabado un Ardales de tonalidades oscuras diferente al que yo había dejado de niño; sólo estuve lo justo y regresé al tercer día. En el camino de vuelta comprendí que en nada había cambiado mi pueblo, sino que era yo quien cambiaba. “Ara que tinc vint anys Ara que encara tinc força Que no tinc l’ànima morta I em sento bullir la sang” * Hice “la mili” en el 69, en el 71 abrí mi primera tienda y en el 72 me casé. El viaje de bodas fueron nuestras primeras vacaciones: fuimos de Barcelona a Sevilla con un “mini” de alquiler y pasamos por El Saucejo para llegar hasta Ardales, visitamos a la familia, los amigos y recogimos los regalos de boda. * Hasta el 78 no volví al pueblo (vinimos de vacaciones para la feria) y, desde entonces, cuando llega septiembre, emprendo el viaje de regreso a los orígenes. Recuerdo que mis hijos siempre repetían la misma cantinela: “al papa le cambia el acento cuando pasa el Ebro”. Fueron años entrañables aquellos: menudas juergas organizábamos en la romería, “to er mundo pasaba por allí”. * En el 79 formé parte de la junta directiva del Club Hockey Blanes, mis hijos Salva y Javi, en la temporada 84/85, fueron campeones de España y Catalunya (alevines) y en la 86/87 de España y Catalunya (infantiles). En la 87/88, 4º clasificados de España (juveniles) y en la 91/92 campeones de España y 2º de Catalunya (junior). Del 92 al 98 ostenté el cargo de presidente de la entidad. La escuela de hockey fue el reto más importante y prolífero del mandato, de allí salieron verdaderas figuras para esta especialidad deportiva. * Los primeros alcaldes democráticos de mis dos pueblos han sido hasta la fecha: Mª. Dolors Oms, Felix Bota, Ramon Ramos, Josep Marigó y Josep Trias, en Blanes. Y en Ardales: Manolo Domínguez, Antonio Palomino, Mari Palomino, Manolo Jiménez, Salvador Pendón y Juan Calderón. * En este punto, me gustaría hacer un sentido homenaje a la persona que tiene más mérito en esta historia, se trata de mi amigo Pedro Corrales, “el de Villaverde”, “el Sargento”; sin él, pienso que yo no estaría aquí “dandoos la murga”. Su máxima ilusión ha consistido en lograr un perfecto encaje para el hermanamiento de nuestros dos pueblos, Ardales y Blanes, que tuvo lugar durante el mandato como alcaldes de Mª Dolors Oms y Antonio Palomino. * En el 2002 con los alcaldes Ramón Ramos y Salvador Pendón, se hizo la inauguración de la Casa de Ardales. Por tal motivo, en la Plaça dels dies Feiners de Blanes, se organizó un gran festival en el que colaboraron todas las entidades culturales y recreativas de ambos pueblos. * La Casa de Ardales ha organizado los viajes por San Isidro y ha prestado su ayuda en el intercambio escolar, fruto de la buena gestión de Salvador Pont como responsable d’ensenyament. Cuando visitan Blanes los estudiantes ardaleños y se interesan por las costumbres de quienes tuvimos que emigrar, les contamos que, el Día de Andalucía, lo celebramos desayunando café con leche y pan con aceite, por supuesto de Ardales. Les hacemos saber que desde la Casa de Ardales, se difunde nuestro ancestral patrimonio histórico artístico: la cueva de Ardales o de Doña Trinidad, con su Arte Rupestre Paleolítico; las ruinas de Bobastro, con el Alcázar y la Iglesia Mozárabe. El puente Romano, la fortaleza medieval, la herencia cultural de Al-Andalus y la figura épica de un antepasado tan significativo como Omar Ben Hafsun, que hizo inexpugnable Bobastro frente al temible poder de los Omeya de Córdoba. * Desde Ardales también se piensa en catalán, tengo noticia de que en las pasadas Elecciones Europeas, un grupo de ardaleños votó a Convergencia i Unió y que “los culés” ardaleños, salieron a celebrar las tres copas del “Barça” por las calles del pueblo. * En el Teatro de Blanes, la Casa de Ardales en colaboración con la Diputación de Málaga, ha programado espectáculos con artistas de renombre internacional: Mayte Martín (de orígenes ardaleños), Manuel Poveda, El Arcángel, Calixto Sánchez, Luisa Palicio..., además del montaje teatral enteramente ardaleño “A mil kilómetros” que obtuvo un éxito rotundo. * La correspondencia en el ámbito institucional y cultural ha sido recíproca, Blanes no ha dejado de hacer aportaciones en este sentido: han visitado Ardales el grup de teatre “El Mirall”, l’escola de dansa Esclat, La Casa de Andalucía de Blanes, La Coral Polifònica, L’Esbart Joaquim Ruyra y la Colla Gegantera de Blanes (que aún tenemos en la memoria). * Y para terminar, quiero decir que a pesar de haber tenido que dejar mi pueblo, igual que hicieron otros, en busca de mejor futuro; allí donde estuviere, siempre me sentí orgulloso de haber nacido precisamente aquí, en Ardales... Sostengo lo dicho, porque sé que en “tó er mundo”, no existe un lugar comparable al de mis ancestros más remotos... * En mi caso particular, han sido 48 años salpicados de ausencias y de regresos que, en ocasiones, me han hecho sentir como el “passeggiero” nacido de la prosa literaria de Josep Pla: aquél que se evadía, se esfumaba..., reaparecía y, finalmente, volvía a alejarse..., empujado como una pluma por el viento. A veces me sentía, y no tengo por qué negarlo, atrapado en aquella sensación indescriptible que ataca al emigrante, mezcla tal vez de nostalgia y de ausencias infinitas (un sentimiento que había que sobrellevar como buenamente se podía). No obstante, gracias al paso del tiempo que todo lo cura, ahora, me encuentro de veras feliz al ver el cambio experimentado por nuestros dos pueblos y, por supuesto, el de nuestras respectivas vidas. * ¡Ardaleños..! Blanencs..! Os deseo los mejores augurios para el devenir. Un abrazo a todas y a todos, y como decimos en nuestro pueblo hermano: Bona Festa Major..! ¡Ha sido un placer..! ¡Viva Ardales, viva la Virgen de Villaverde! Blanes, 30.07.2009