1 PODER JUDICIAL DEL ESTADO DE QUERÉTARO Magistrado Jorge Herrera Solorio Presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura M. en H. Rosa Martínez Pérez Encargada del Archivo Histórico del Poder Judicial de Querétaro E D I T O R I A L 5 de Mayo y Pasteur Norte, Centro Histórico, Santiago de Querétaro, Qro., México C. P. 76000. Teléfonos (442) 212-7783, 212-0749, 212-8303, ext. 254. (Fax Oficialía Mayor del TSJ 224 1484). Correos electrónicos: archivo.historico@yahoo.com / ahpjq@yahoo. com.mx/ historicojudicial@gmail.com Colaboradores de la gaceta: C.P. Edgar Pérez Pedraza, Director de Acceso a la Información; D. G. Elías Sánchez, Auxiliar de Comunicación Social, Ing. Javier Pacheco y Juan Carlos Moreno, de Informática; L.D.G. Myriam Frías, Auxiliar del AHPJQ. Imagen de portada: Exterior de la celda que ocupó Jesús Arriaga, alias “Chucho el Roto”, en San Juan de Ulúa, Veracruz. Fotografía: Víctor Manuel Serrano Camacho, diciembre 2009. Capitulación de la Fortaleza de San Juan de Ulúa, la última trinchera española en el México independiente Presentamos aquí la introducción al Cuaderno Conmemorativo número 48, Capitulación de la Fortaleza de San Juan de Ulúa, editado en 1985 por la Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, preparado a su vez por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM) y la Unidad de Historia y Cultura Naval de la Secretaría de Marina. El autor del contenido es el Vicealmirante I.M.N. Mario Lavalle Argudín, con la colaboración de Gloria Marín Plascencia. Con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821 se consumó la guerra de Independencia y se proclamó la soberanía de la nación mexicana. Sin embargo, quedaban bajo el dominio español, la plaza de Veracruz y la poderosa fortaleza de San Juan de Ulúa que España necesitaba retener a toda costa para tratar de recuperar sus dominios perdidos. (continúa en la página 3) 2 Estos últimos reductos españoles en el territorio nacional fueron una constante preocupación tanto política como militar para el gobierno del país, ya que había la necesidad de consolidarse como nación totalmente independiente. La Armada Nacional jugó el papel principal, ya que, mediante un heroico y efectivo bloqueo, obligó a capitular a las fuerzas españolas establecidas en San Juan de Ulúa, el 23 de noviembre de 1825, con lo que México se consolidó definitivamente como nación totalmente libre y soberana. CONTENIDO EL HIMNO NACIONAL MEXICANO, ODA A LOS VALORES DECIMONÓNICOS Segunda parte Por: Rosa Martínez Pérez 4 LOS REGISTROS NOTARIALES DE LA CIUDAD DE QUERÉTARO, ORGANIZADOS BAJO EL PRINCIPIO DE PROCEDENCIA Y EL ORDEN ORIGINAL Segunda parte Por: Rita Ferrusca Beltrán 15 CABALLERO, ¿USA USTED CORBATA? Y, ¿SABE DE DÓNDE PROVIENE SU USO Y NOMBRE? 20 Por: Myriam Frías Jiménez 33 EL HIMNO NACIONAL MEXICANO, ODA A LOS VALORES DECIMONÓNICOS Segunda parte Rosa Martínez Pérez AHPJQ Iturbide nació en la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, en 1783, de familia española y acomodada. Su padre José Joaquín de Iturbide había nacido en Pamplona, España, y su madre, Josefa de Aramburu, en lo que hoy es el Estado de Michoacán.1 Realizó sus primeros estudios en el Seminario de esa ciudad, para luego dedicarse a la actividad agrícola, incorporándose con 17 años de edad2 al Ejército como alférez del Regimiento Provincial de Valladolid.3 En 1805 contrajo matrimonio con la joven Ana María Huarte, oriunda también de Valladolid, quien sería su compañera de toda la vida hasta la muerte de Iturbide.4 En 1808 Iturbide se hallaba en la Ciudad de México. La noche del 15 de septiembre –exactamente dos años antes del levantamiento crucial en el pueblo de Dolores-, los españoles se levantaron en una “revolución […] alentados por los oidores, y a cuyo frente se puso el rico propietario don Gabriel del Yermo. El Virrey se había negado a reconocer a la Junta de Sevilla y estaba empeñado en convocar una especie de congreso que lo invistiese de facultades para gobernar la Nueva España durante la ausencia de Fernando VII.”5 Al ser puesto en prisión el virrey Iturrigaray, Iturbide ofreció sus servicios al Gobierno que emanó del motín de Yermo.6 4 Y aun cuando Iturbide servía al gobierno de España, se vio implicado, en cierta forma, dentro de la conspiración que encabezó en 1809 en Valladolid José Mariano Michelena, otro militar nacido allí, perteneciente a otra distinguida familia michoacana. Michelena estuvo envuelto en el movimiento de Independencia desde sus inicios, ésta fue la primera vez, y uno de los conjurados era su hermano, José Nicolás Michelena.7 No obstante Iturbide se negó a participar en el movimiento organizado por el cura Miguel Hidalgo en 1810, y con verdadero celo, se dedicó a combatir a los insurgentes durante varios años. En 1814 se encontraba al mando de las provincias de Guanajuato y Valladolid, así como del Ejército del Norte.8 Para entonces, Iturbide ya ostentaba el grado de teniente coronel, el cual se había ganado merced a la captura que realizó del rebelde Albino García,9 quien en 1812 había tenido un feroz encuentro con las tropas del Rey, de acuerdo al teniente Manuel María de Bocanegra, de la Tercera Compañía de la Guarnición de Silao. En su momento, estos soldados realistas “socorrieron, toda esta guarnición, a Guanajuato cuando fue asaltado por el rebelde Alvino [sic] García, haciendo huir a la numerosa gavilla”.10 El excesivo rigor de Iturbide como teniente coronel sobre las mencionadas provincias generó protestas por parte de algunos miembros influyentes de la sociedad, por lo que las autoridades españolas lo depusieron de su cargo.11 Inclusive, en 1816, a finales del periodo de gobierno del virrey Félix María Calleja (1813-1816), éste formó causa a Iturbide, acusado de lucrar con los convoyes aunque después lo declaró expedito para seguir mandando el Ejército del Norte,12 al haber resultado absuelto, mas Iturbide rechazó la posición.13 5 De esta manera, a lo largo de su brillante carrera militar, Iturbide no fue inmune a crearse enemistades, tanto entre los insurgentes como entre los realistas. Es probable que en parte esto influyera en la promulgación de la ley que lo proscribía de volver a poner un pie en México luego de su destierro años más tarde, y que sería la causa directa de su muerte. Acaso también, estas circunstancias le valieran la ambigüedad que con respecto a él generó la estrofa que le menciona en la composición del Himno Nacional Mexicano. En 1820 se restituyó la controversial Constitución de Cádiz, sustentada sobre bases liberales, y la cual tenía entre sus disposiciones más extremas algunas restricciones que impedían el poder absoluto del Rey, moderándolo a través del control de las Cortes. La nueva Constitución amenazaba de igual forma los privilegios de ciertos grupos influyentes, como la aristocracia y el clero. Los españoles residentes en México estaban unos a favor de ésta y otros en contra. Este periodo en la vida de Iturbide fue su punto decisivo, que determinó su paso a las filas en favor de la Independencia, una postura que se había ido gestando en él desde hacía pocos años. En ese año se preparó la conspiración de la Profesa, llamada así por tener lugar en una casa profesa de los jesuitas, de la cual era director el canónigo Monteagudo, en la Ciudad de México. El objetivo era impedir la publicación de la Constitución de Cádiz, al declarar que el Rey carecía de libertad y que mientras la recobraba, la Nueva España seguiría en manos del virrey Apodaca, quien regiría el territorio con base en las Leyes de Indias.14 Los miembros del Plan de la Profesa, personajes pertenecientes a lo más selecto de la sociedad de la capital novohispana, eligieron a Iturbide como líder de la empresa, debido a su 6 historial militar: era ”jefe ya acreditado”.15 Con todo, su prestigio se había visto empañado por realizar actividades que muchos calificarían de poco éticas, sin que de forma clara y unánime quedase en entredicho, a más de decirse que llevaba una vida desordenada, de manera que entre acusaciones y murmuraciones la estrella del militar aún brillaba. De él dice Luis González que era “hombre valiente, cruel, parrandero y simpático, que siempre fue feliz en la guerra”.16 Dentro de esta combinación de características personales, encontraron los conspiradores de La Profesa el individuo idóneo para la consecución de sus planes. Además, el Plan de la Profesa era apoyado por el virrey Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito. En este contexto, Apodaca nombró a Iturbide Comandante del Ejército del Sur, con lo que a la postre se definirían al menos dos corrientes dentro del grupo independentista: un grupo duro, el que iniciaron Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama y otros, y por otra parte, un grupo emanado de los realistas, quienes no deseaban ver afectadas sus prebendas por causa de la controversial carta magna de Cádiz, pero reprobaban los métodos violentos de los “rebeldes”, como por ejemplo el caso mencionado en un documento de 1816 que refiere la muerte de dos dependientes de una tienda en el asalto a la alhóndiga de Granaditas, donde además de soldados, se refugiaban familias guanajuatenses, y que dio por resultado final la muerte de unas trescientas personas: No pudo verificarse esta satisfacción [de un pago de dos mil pesos] en aquel tiempo, porque habiendo hecho su explosión el movimiento revolucionario que aún lamentamos, ambos dependientes fueron inhumanamente sacrificados en el asesinato de Granaditas.17 7 En estos términos, Iturbide buscó suprimir de algún modo el liderazgo del caudillo insurgente Vicente Guerrero, primero al tratar de vencerlo en el campo de batalla, lo que no logró. Después al intentar atraerlo a sus filas, convenciéndolo de que unidos lograrían un fin común de manera más fácil que cada uno por su parte. Luego de lograr la adhesión de Guerrero, no sin dificultad, después de su encuentro con él en Acatempan, un pequeño pueblo situado en lo que hoy es el Estado de Guerrero, Iturbide proclamó el 24 de febrero de 1821 el Plan de Iguala, el cual se sustentaba sobre tres bases: religión, independencia y unión: […] cuyos artículos esenciales se referían a la conservación de la religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de ninguna otra; a la absoluta independencia del país, estableciéndose en él una monarquía moderada y llamándose al trono a Fernando VII, a los infantes sus hermanos o a algún otro príncipe de casa reinante, a quien eligiese el Congreso; y, por último, a la unión entre europeos y americanos.18 Estos tres puntos fueron a su vez simbolizados en cada uno de los colores del pabellón nacional que Iturbide adoptó para la causa mexicana: tres franjas diagonales en blanco, verde y rojo. El blanco representaba la pureza de la religión católica, el verde era símbolo de las fuerzas insurgentes, y por último el color rojo representaba a los españoles luchando por la causa independentista. Es esta bandera la que la estrofa del Himno Nacional pone de relieve: De Iturbide la sacra bandera ¡Mexicanos, valientes seguid! El Plan de Iguala, fundamento del pabellón tricolor, fue distribuido por todo el territorio mas no fue motivo de gusto para todos. El pueblo y el Ejército lo aprobaron con entusiasmo, no así el 8 Virrey Apodaca junto con muchas autoridades y súbditos españoles en la Ciudad de México. Sin embargo, el torrente independentista no se podía ya detener. Así como el pueblo español había utilizado todos sus recursos, a través de guerrillas, de milicias formadas por campesinos, estudiantes, y otros grupos sociales, para liberarse del yugo francés pocos años atrás, ahora el pueblo mexicano se había desatado y era punto menos que imposible volver a meterlo al redil. Señala José María Roa Bárcena: “Aunque la Gaceta callaba los triunfos de Iturbide, eran sabidos y causaban honda sensación en la ciudad […]”19 Los realistas, insatisfechos con el desempeño de Apodaca para controlar el movimiento insurgente y los pasos seguidos por Iturbide, le destituyeron del cargo. Por vía de mientras, fue aceptado el mariscal Pedro Francisco Novella, aunque no por todos los sectores de la sociedad ni tampoco en la totalidad del territorio en disputa. Además, sólo tenía bajo su mando a una quinta parte de los soldados al servicio del gobierno, el resto se habían pasado al bando contrario. Al final, Novella tampoco fue capaz de retornar las cosas a su estado anterior. No mucho después fue enviado el suplente oficial del depuesto Apodaca, el sevillano Juan O’Donojú, cuyo sobrenombre podría muy bien ser “El Breve”, dado que prestó juramento el 3 de agosto de 1821 en el puerto de Veracruz, unas pocas semanas más tarde dejó de ser el jefe político supremo de la Nueva España y falleció el 8 de octubre de ese mismo año. O’Donojú, de forma inteligente, comprendió lo insalvable de la situación, y prefirió dar libre curso a las ansias de independencia de los mexicanos y evitar mayor derramamiento de sangre. Esta postura provocó algunas disensiones por parte de Novella y otros españoles, 9 quienes estaban convencidos de que la situación aún tenía remedio. De hecho, el último reducto español en México, atrincherado en el fuerte de San Juan de Ulúa frente a las costas del puerto Veracruz, soportó el asedio hasta finales de 1825. No obstante, O’Donojú sostuvo su opinión y el 24 de agosto de 1821 se reunió en la villa de Córdoba (que hoy forma parte del Estado de Veracruz) con las fuerzas realistas de Iturbide y el ejército insurgente de Vicente Guerrero. Allí firmaron los conocidos “Tratados de Córdoba”, que legitimaban la propuesta del Plan de Iguala y hacían efectiva la independencia de México. Con ello, se ponía fin a la sangrienta guerra civil que durante más de diez años había mermado la economía del territorio y diezmado a las familias novohispanas. El 27 de septiembre de 1821 Iturbide, a la cabeza de su numeroso ejército, ingresó de manera triunfal en la capital mexicana, que se vistió de gala para recibir al caudillo. Al día siguiente se constituyó una Junta Provisional Gubernativa, presidida por Iturbide. Pocos meses después ese gobierno se tornaría en una versión monárquica. El 21 de mayo de 1822 Iturbide fue coronado como el Emperador, Agustín I. Y tan pronto como nació el Imperio Mexicano, surgieron las fuerzas antagónicas que lo llevarían a la abdicación en marzo de 1823. La estrella del líder se apagaba, y las cosas irían, a partir de entonces, de mal en peor. Se vio obligado a retirarse con su familia a Veracruz, para de allí embarcarse Europa. Para entonces, el Congreso había declarado la nulidad del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Iturbide fijó su residencia primero en Italia y después en Inglaterra, pero desde allá, se mantenía informado de las circunstancias en el país. 10 Entre tanto, el Congreso en México lo declaró traidor y fuera de la Ley el 28 de abril de 1824, y si regresaba sería ejecutado sin demora. De esto, Iturbide no llegó a enterarse, y confiado se embarcó de vuelta a México en mayo de 1824. Para este momento, aún favorecer con la opinión o las palabras a Iturbide ya era ilegal. Incluso después de su muerte las expresiones públicas a su favor eran penadas.20 Así las cosas, llegó Iturbide con su esposa e hijos al puerto de Soto la Marina, en el actual Estado de Tamaulipas el 14 de julio, donde fue aprehendido. El Congreso de Tamaulipas lo sentenció a la pena capital. Se le trasladó al cercano pueblo de Padilla, donde fue fusilado por un pelotón el 19 de julio.21 Así acabó la turbulenta vida de un líder que emergió de la etapa más crítica de la historia indiana. Su vida se vinculó curiosamente a la de Santa Anna, más allá de las estrofas del Himno. Santa Anna había proclamado el 1º. de febrero de 1823 el Plan de Casa Mata en contra del Emperador, con el objetivo de derrocarlo y reinstalar el Congreso, luego de lo cual abdicaría Iturbide. Luego, en 1833, siendo ya presidente Santa Anna, investido de facultades extraordinarias, mandó por decreto de 3 de noviembre que sus cenizas fueran conducidas a México y conservadas en la urna destinada a los primeros héroes de la Independencia. El decreto quedó sin cumplir, hasta que en agosto de 1838, gobernando Anastasio Bustamante, obtuvo del Congreso nuevo decreto, confirmatorio del anterior. Los restos de Iturbide fueron trasladados a México y sepultados con magnífica pompa en un sepulcro que se erigió en la capilla de la Catedral dedicada a San Felipe de Jesús. Las letras de oro con el nombre de Iturbide, que figuraban en uno de los muros del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, fueron desprendidas por iniciativa aprobada el 5 de octubre de 1921 por una mayoría de 77 diputados y 5 en contra.22 11 Al igual que Santa Anna, Iturbide levantó encontradas opiniones en vida y después de su muerte. Por ejemplo, en contraste con las medidas destinadas a borrarlo del imaginario colectivo de héroes mexicanos, el conservador José María Roa Bárcena le llama “el héroe de Iguala”, que murió “cristianamente, después de recomendar a los mexicanos el amor a la patria y la observancia de la religión”.23 Sin embargo, dentro del paisaje pintado por la composición patriótica de Francisco González Bocanegra, Iturbide encontró una mención menos generosa que la dedicada a Santa Anna: Si a la lid contra hueste enemiga Nos convoca la trompa guerrera, De Iturbide la sacra bandera ¡Mexicanos, valientes seguid! La estrofa, aunque es corta, invita a los mexicanos a seguir la bandera de Iturbide: aquella que es el antecedente de la actual, como ya se mencionó antes, con tres franjas diagonales en blanco, verde y rojo, la bandera de las Tres Garantías. Resaltan en comparación las dos estrofas en alusión a Santa Anna, que abundan en elogios para quien fuera llamado Alteza Serenísima. Y ello no era gratuito, apenas sería la debida muestra de respeto hacia el Presidente de la República que había convocado a ese concurso para la composición del Himno Nacional. La estrofa de Iturbide sólo manifiesta que él propuso la “sacra bandera”. No hace referencia a sus dotes como militar, a sus cualidades de líder, o a la gloria de su entrada en la Ciudad de México en 1821. Y a pesar de esto, existe otra estrofa que trae a Iturbide a la memoria, sin mencionarlo, al referirse a la bandera de nuevo: Y de Iguala la enseña querida, 12 A su espada sangrienta enlazada, De laurel inmortal coronada Formará de su fosa la cruz. El Plan de Iguala lleva el sello de Agustín de Iturbide, la bandera tricolor también. Queda claro entonces la relación invisible entre esta estrofa y el depuesto primer emperador de México. Aún más sorprendente puede resultar el que Santa Anna e Iturbide son los únicos dos personajes mencionados por nombre. “La Patria”, “sus hijos”, “el enemigo”, “el guerrero”, junto con otras figuras del lenguaje, pueden referirse de manera amplia a unos u otros sujetos, en circunstancias indefinidas dentro del caótico primer medio siglo del México independiente. CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO NÚMERO _____________________ 1. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa-Calpe, 1966 [1926], tomo XXVIII (segunda parte), p. 2276. 2. Diccionario Porrúa. Historia, Biografía y Geografía de México, México, Editorial Porrúa, 1976, tomo I, p. 1090, cuarta edición. 3. Idem. 4. Enciclopedia de México, México, Enciclopedia de México, 1977, tomo 7, p. 47. 5. Roa Bárcena, José María [1827-1908]. Catecismo elemental de la historia de México, México, Instituto Nacional de Bellas Artes/ Dirección General de Publicaciones y Medios de la Secretaría de Educación Pública/ Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana de la Secretaría de Gobernación, 1986 [1862], p. 140. 6. Diccionario Porrúa, op. cit., p. 1090. 13 7. “ Bicentenario de la Conspiración de Valladolid”, en México 2010, Bicentenario Independencia/ Centenario Revolución, Gobierno Federal, en: http://www.bicentenario.gob.mx/valladolid/index.php? option=com_content&view=article&id=62:jose-mariano-michelena&catid=43: biografias&Itemid=37 8. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, op. cit., p. 2277. 9. Enciclopedia de México, op.cit., p. 727. 10. Archivo Histórico del Poder Judicial de Querétaro, Grupo Documental de la Administración Indiana, Documentos en orden cronológico, documento 32c 01, 20 noviembre 1816, foja 1 v. 11. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, op. cit., p. 2277. 12. Roa Bárcena, op. cit., p. 187. 13. Enciclopedia de México, op.cit., p. 727. 14. Roa Bárcena, op. cit., p. 196. 15. Idem. 16. González, Luis, “El periodo formativo”, en Historia mínima de México, México, El Colegio de México, 1997, p. 95. 17. AHPJQ, GDAI, Documentos en orden cronológico, documento 08cri 026, 22 diciembre 1815. 18. Roa Bárcena, op. cit., p. 198. 19. Ibid., p. 204. 20. Poco después del fusilamiento de Iturbide, se dio el caso en la ciudad de Querétaro de que unos hombres fueron encarcelados por “[aclamar] con vivas a Iturbide y expresando que muriera este Cabildo”, aunque ellos se defendieron, aclarando que gritaban estas consignas no en referencia a Iturbide, sino a algunos de sus camaradas. Martínez, Rosa, “El nacimiento del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro”, en Crónica Judicial, época II, 2007, número 5, año 2, Querétaro, TSJ, pp. 44-45. 21. Diccionario Porrúa, op. cit., p. 1091. 22. Idem. 23. Roa Bárcena, op. cit., p. 233. 14 LOS REGISTROS NOTARIALES DE LA CIUDAD DE QUERÉTARO, ORGANIZADOS BAJO EL PRINCIPIO DE PROCEDENCIA Y EL ORDEN ORIGINAL (Segunda parte) Rita Ferrusca Beltrán Archivo Histórico de Querétaro 2. ESCRIBANOS Y NOTARIOS Los escribanos ejercían sus funciones en las cortes reales y en los ayuntamientos de las provincias de los reinos de Castilla y de ultramar. Los notarios fungían en las jurisdicciones eclesiásticas, pero ambos cargos tenían las facultades de legalizar los documentos, el escribano con un signo, y el notario con un refrendo. El signo del escribano daba fe de la veracidad del acto en cuestión, asentado en el papel. Cada uno de estos empleados tenía su propio signo, con diseños diferentes para cada uno. No había ningún signo igual. Los testimonios eran las escrituras que solicitaban las personas involucradas de forma directa en los trámites correspondientes, se trataba de copias fieles de sus originales, cuya fe pública daba legalidad al documento, mediante el signo del escribano, y aparecía éste al final del testimonio de la escritura solicitada con la leyenda: “Testimonio de Verdad”, como es el caso del signo número uno, donde después de la palabra “testimonio” el escribano dibujaba su signo y enseguida terminaba la frase “de verdad”, como aparece en este ejemplo. 1 Signo número 1 15 Este signo se localiza en el protocolo número uno de Felipe de Suasnávar, pero le pertenecía al escribano Francisco Dionisio Rodríguez que, además, de escribir su firma (que correspondía a su nombre completo) dibujaba su rúbrica (es decir, lo que hoy conocemos como firma). Ambas se colocaban debajo de la leyenda “Testimonio de Verdad”. Y posteriormente, debajo de la firma y rúbrica escribía el tipo de nombramiento o la escribanía que ocupaba, que para este caso, era Escribano Real y Público, como lo indica la siguiente imagen. El siguiente ejemplo, signo número 2, corresponde a otro testimonio y se refiere a una carta poder que otorgó María Rosa de Vistareal y Terreros, ante el escribano Luis Jerónimo del Río2. Signo número 2 16 Aquí nuevamente el signo se encuentra en medio de la frase: “Testimonio de Verdad” aunque el escribano no aclara el tipo de escribanía que ocupaba. Este testimonio también se localiza en el protocolo de Felipe de Suásnavar. Los signos 1 y 2 ejemplifican las acciones de los escribanos dentro de los límites jurisdiccionales de las ciudades, villas o pueblos. Los notarios, llamados también secretarios, participaban en la legalidad del documento de una forma diferente a los escribanos, en las jurisdicciones eclesiásticas. No existía un signo propio para cada secretario, sino que la veracidad del acto era mediante un sello que pertenecía al clero regular o secular, según el caso, como se muestra en el siguiente ejemplo: Joseph Barba, Prepósito de la Compañía de Jesús de esta Provincia de Nueva España… doy licencia y facultad al Padre Juan de Dios de Pruneda [Rector] del Seminario de San Francisco Xavier de Querétaro, para que pueda vender el trapiche de lanas y la tenería…, y con su procedido se engruesen las rentas de dicho Seminario porque me consta ser esto en su evidente utilidad. En fe de lo cual doy la presente, firmada de mi nombre, sellada con el sello de nuestra Compañía y refrendada de mi Secretario. En Celaya a ocho de abril de mil setecientos treinta y tres años.3 Sello número 1 de instituciones religiosas 17 Con este ejemplo se muestran tres elementos para legalizar el acto como eran la firma de un alto funcionario de la Compañía de Jesús, que era el Prepósito Joseph Barba. El sello de la Compañía de Jesús y el Refrendo del Secretario, constituían una especie de confirmación de lo arriba escrito u ordenado para concluir la legalización o aprobación del documento. Otro ejemplo es la licencia y poder que otorgó Andrés Xavier García, Provincial de la Compañía de Jesús, al padre Pedro Rivas de Castañeda, el 31 de marzo de 1738, para fundar una capellanía de 4,000 pesos a favor de los colegiales de San Ildefonso. 4 Sello número 2 de instituciones religiosas 18 Al final del documento indica que la escritura fue “Dada en México, firmada de mi nombre, sellada con el sello de mi oficio y refrendada de mi secretario....” 5 El escribano, de acuerdo a la tercera ley de Las Siete Partidas, se define como: …ome que es sabidor de servir; e son dos maneras dellos. Los unos que escriven los privilegios e las cartas, e los actos de casa del Rey, e los otros que son los Escrivanos publicos, que escriven las cartas de las vendidas, e de las compras, e los pleytos, e las posturas que los omes ponen entre si en las cibdades, e en las villas.6 CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO NÚMERO __________________ 1. AHEQ, Fondo Notarías, Sección Querétaro, Serie 16: Felipe de Suásnavar, Subserie: Protocolos 1, f. 5 r. 2. AHEQ, Fondo Notarías, Sección Querétaro, Serie 16: Felipe de Suásnavar, Subserie: Protocolos 6. 3. AHEQ, Fondo Notarías, Sección Querétaro, Serie Felipe de Suásnavar, 1730, Subserie Protocolos, 1, f.157r. Las negritas son mías. 4. AHEQ, Fondo Notarías, Sección Querétaro, Serie Felipe de Suásnavar, 1750, Subserie Protocolos, 1, f. 48r. 5. Las negritas son mías. 6. Pérez Fernández del Castillo, 1983, p. 22 19 20