La disputa por las Islas Senkaku

Anuncio
La disputa por las Islas
Senkaku
Por Héctor Iván Hurtatis (*)
El resurgimiento de la disputa territorial
por las islas Senkaku entre la República
Popular China y Japón, genera en la
comunidad internacional un enorme
interés en tanto que estas potencias
asiáticas, han venido desarrollando una
peligrosa secuencia de tensiones que
pudiera derivar en un conflicto bélico de
profundas
repercusiones.
Los
acontecimientos
históricos
y
controversias jurídicas que rodean la
discusión, al parecer son apenas el
ámbito apenas superficial de estas
disputadas porciones terrestres en el
Mar Este Chino.
Por una parte, Japón sostiene que las
islas Senkaku son de su propiedad desde
1895 cuando después de la Guerra SinoJaponesa y acudiendo al principio de
tierras deshabitadas (terra nullius) las
islas fueron declaradas como parte
integral de su territorio, después de que
se demostrara que la dinastía Qing de
China no había ejercido control sobre las
mismas. Sin embargo y con la
terminación de la Segunda Guerra
Mundial, los Estados Unidos por medio
del Tratado de San Francisco en 1951,
obligaron a que Japón renunciara al
dominio de varios territorios, entre ellos
las Islas de Senkaku. Esta situación solo
duraría hasta 1971, cuando los
norteamericanos devolvieron estas islas
(entre otras como Okinawa) al gobierno
asiático cuando se consolidó un sistema
democrático y constitucional.
Otro importante argumento que se
deriva de la tesis japonesa, se basa en
que tanto China como Taiwán, nunca
reclamaron objeción a su soberanía
sobre las islas Senkaku por más de 76
años. Cuando la Comisión Económica
para Asia de la ONU confirmó la inmensa
riqueza en depósitos potenciales de
petróleo en las aguas circundantes de las
islas para la década de los setenta, la
posición de ambos países cambiaría en
orden de cuestionar el dominio japonés
sobre los territorios buscando un
reconocimiento soberano sobre estos.
Por otra parte, la República Popular
China sostiene que las islas Senkaku
(Diaoyu en chino) en su Mar del Este
fueron usurpadas de manera ilegal
después de la guerra Sino-Japonesa en
1895 y que su soberanía data desde
antes del siglo XV, en tanto que
comerciantes y pescadores chinos de las
regiones costeras del sureste de China las
usaban como marcador de navegación y
que estas eran administradas por la
entonces provincia de Taiwán.
Adicionalmente se alega que por medio
del Tratado de San Francisco, Japón
estaba en la obligación de devolver todos
los territorios cedidos a Japón, entre ellos
Taiwán y las Islas Senkaku que se
entregaron por medio del Tratado de
Shimonoseki en 1895. A pesar de lo
anterior, solamente se entregó a Taiwán,
mientras que el dominio de las islas
Senkaku/Diaoyu como se mencionó,
quedó en tutela de los norteamericanas,
por lo cual la Beijing considera que el
Tratado de San Francisco resulta
ilegítimo al estar firmado solamente por
Japón
y
ESTADOS
UNIDOS,
desconociendo así su rol con los Aliados
durante la II Guerra Mundial.
Por otra parte, cabe también señalar que
Taiwán en una menor medida (República
de China) busca un reconocimiento sobre
las islas, en tanto que los argumentos
históricos también le darían una parte de
dominio sobre estas. Valdría la pena
denotar el hecho curioso, por el cual
Taiwán
que
tiene
grandes
contradicciones políticas e históricas con
la República Popular China, encuentra en
esta discusión un punto en común frente
a las pretensiones japonesas sobre las
islas.
Si bien se presentaron algunas
esporádicas tensiones durante la última
década por eventos suscitados entre
barcos pesqueros y navíos militares entre
Beijing y Tokio, la situación se comenzó a
volver mucho más tensa desde el 2010
en consecuencia de un escalamiento en
las provocaciones de ambas partes por el
dominio territorial. Una de ellas se
presentó en el 2012 cuando Japón
compró a sus propietarios privados
nacionales algunas islas como forma para
expandir su influencia y control la
disputada área. Esta situación fue
considerada por Beijing como una grave
provocación, por lo cual ha venido
intensificando desde ese momento sus
ejercicios militares y navales durante
todo el 2013.
A nivel interno de ambos países, la
efervescencia de los sentimientos
nacionalistas no se han hecho esperar,
hasta tal punto que las para junio del año
pasado, en Beijing se presentaron
masivas protestas anti-japonesas como
rechazo a sus pretensiones. Las
manifestaciones fueron de tal magnitud,
que llevaron a que la embajada nipona
recomendara a sus nacionales el
resguardo como medio para protegerles,
en tanto que se están reabriendo heridas
que con el paso del tiempo, parecían
haberse cerrado de manera definitiva.
Varias conclusiones podrían derivarse de
lo anterior, una de ellas es que Beijing
demuestra creciente poderío tanto
económico como militar, asumiendo una
postura mucho más firme y retadora que
dificulta los acuerdos bilaterales de
explotación de los recursos naturales de
la zona existentes. Contrario a esto,
Japón difícilmente renunciará a su
soberanía sobre las islas, en tanto que es
un país que depende totalmente de la
importación petrolera para subsistir y
por ende busca preservarlas como
estrategia para proteger las potenciales
reservas del combustible que se
encuentran allí.
En igual sentido, es importante observar
el rol que tienen los Estados Unidos en
esta disputa, pues tanto Japón como
Estados Unidos tienen una alianza de
seguridad desde 1960, por lo cual se le
permite a los Estados Unidos tener bases
militares en Japón bajo el compromiso de
defender a su aliado ante cualquier
agresión
militar.
Aunque
dicha
disposición sigue vigente en la
actualidad, los Estados Unidos han
buscado el acercamiento y la resolución
diplomática
de
las
diferencias,
reconociendo el enorme riesgo que
implicaría intervenir dentro de un
conflicto entre estas dos potencias
asiáticas.
Habrá que esperar los alcances que
tengan estas tensiones en el transcurso
de este año, a pesar de la retórica
beligerante y el desarrollo de algunos
incidentes, debe recordarse que ambos
países tienen una economía muy
interdependiente, que se amplió gracias
a la crisis financiera del 2008 y que por
por lo cual, una posible confrontación
bélica tiene una limitada probabilidad
pero que sigue siendo una opción que
lamentablemente,
no
se
puede
descartar.
(*) Joven Investigador del Centro de
Estudios Políticos e Internacionales de las
Facultades de Ciencia Política y Gobierno
y de Relaciones Internacionales de la
Universidad del Rosario.
Descargar