francisco herrero

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blas de otero
SU INTIMO SECRETO
El soneto es el rey de los decires.
Hermoso como un príncipe encantado,
como una banda azul, cuadriculado
para que dentro de él ardas, delires.
Es preciso que bogues raudo y gires
entre sus olas y su muelle alzado:
quede tu pensamiento destrozado
cuando te lances de cabeza y vires.
Yo tengo en cada mano un buen soneto,
como dos remos de marfil y oro.
Yo conozco su íntimo secreto.
poemas de
Es un silencio pronunciando a coro
por un labio desnudo, blanco, inquieto
y otro labio sereno, abril, sonoro.
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blas de otero
MADEMOISELLE ISABEL
MADEMOISELLE Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésa, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en ésa.
Princesa de mi infancia: tú, princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le... le..., oh Isabel,
Isabel..., tu jardín tiembla en la mesa.
De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa
poemas de
rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
–mademoiselle Isabel– y de mi cielo.
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blas de otero
CUERPO TUYO
ESA TIERRA con luz es cielo mío.
Alba de Dios, estremecidamente
subirá por mi sangre. Y un relente
de llama, me dará tu escalofrío.
Puente de dos columnas, y yo río.
Tú, río derrumbado, y yo su puente
abrazando, cercando su corriente
de luz, de amor, de sangre en desvarío.
Ahora, brisa en la brisa. Seda suave.
Ahora, puerta plegada, frágil llave.
Muro de luz. Leve, sellado, ileso.
poemas de
Luego, fronda de Dios y sima mía.
Ahora. Luego. Por tanto. Sí, por eso
deseada y sin sombra todavía.
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blas de otero
CIEGAMENTE
PORQUE quiero tu cuerpo ciegamente.
Porque deseo tu belleza plena.
Porque busco ese horror, esa cadena
mortal, que arrastra inconsolablemente.
Inconsolablemente. Diente a diente,
voy bebiendo tu amor, tu noche llena.
Diente a diente, Señor, y vena a vena
vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.
Porque quiero tu cuerpo y lo persigo
a través de la sangre y de la nada.
Porque busco tu noche toda entera.
poemas de
Porque quiero morir, vivir contigo
esta horrible tristeza enamorada
que abrazarás, oh Dios, cuando yo muera.
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LEJOS
Cuánto Bilbao en la memoria. Días
colegiales. Atardeceres grises,
lluviosos. Reprimidas alegrías,
furtivo cine, cacahuet, anises.
Alta terraza, procesión de jueves
santo, de viernes santo, santo, santo.
Por Pagasarri las últimas nieves
y por Archanda helechos hechos llanto.
Vieja Bilbao, antigua plaza Nueva,
Barrencalle Barrena, soportales
junto al Nervión: mi villa despiadada
poemas de
y beata. (La virgen de la Cueva,
que llueva, llueva, llueva.) Barrizales
del alma niña y tierna y destrozada.
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1923
Llueve en Bilbao y llueve llueve llueve
livianamente, emborronado el aire,
las oscuras fachadas y las débiles
lomas de Archanda, mansamente llueve
sobre mi infancia colegial e inerme
(jugando con los chicos de la calle
reconcentrada y tímidamente).
Por Pagasarri trepan los pinares.
Llueve en la noche triste de noviembre,
el viento roza y moja los cristales,
y, entresoñando, escucho... Llueve llueve
poemas de
en mi villa de olvido memorable
–mademoiselle Isabel–, pálida frente
de niño absorto entre los soportales...
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SECUENCIA
La historia de mi vida es un panfleto
lanzado en medio de la plaza roja,
es un triciclo trágico, que arroja
llamas: de pronto, se extasía, quieto.
La historia de mi vida es un soneto
encabalgado, con la rima coja,
y, sin embargo, salta, ríe, moja
las rimas en maravilloso seto.
Escucho un disco del Caribe, canta
un guajiro rasgando la garganta,
incendiando la décima española.
poemas de
La historia de mi vida canta, cuenta
una secuencia en blanco y negro, inventa
rumor de mar en rauda caracola.
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blas de otero
ES A LA INMENSA mayoría, fronda
de turbias frentes y sufrientes pechos,
a los que luchan contra Dios, deshechos
de un solo golpe en su tiniebla honda.
A ti, a ti, y a ti, tapia redonda
de un sol con sed, famélicos barbechos,
a todos, oh sí, a todos van, derechos,
estos poemas hechos carne y ronda.
Oídlos cual al mar. Muerden la mano
de quien la pasa por su hirviente lomo.
Restalla al margen su bramar cercano
poemas de
y se derrumban como un mar de plomo.
¡Ay, ese ángel fieramente humano
corre a salvaros, y no sabe cómo!
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HOMBRE
LUCHANDO, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
poemas de
Esto es ser hombre horror a manos llenas.
Ser –y no ser– eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
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ULTIMA NOCHE EN CUBA
Ultima noche en Cuba. Brava suerte
la mía: el mar rodea el horizonte
destrozado: cantábrico es el monte.
hirsuto el cielo: alrededor la muerte.
Vida brava la mía: cierzo fuerte,
tenaz llovizna, pésimo horizonte:
no me pesa el amor, pésame el monte
del desamor: alrededor la muerte.
Doy señales de vida al enemigo
y sigo halando infatigablemente,
acercando a la tierra el horizonte.
poemas de
Ultima etapa que acometo y sigo,
sigo, sigo subiendo airadamente
hacia la luz suavísima del monte.
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CUANDO DIGO
Cuando digo esperanza digo es cierto.
Cuando hablo de alba hablo del día.
Cuando pronuncio sombra, velaría
las letras de mi patria, como a un muerto.
Cuando escribo aire libre, mar abierto,
traduzco libertad (hipocresía
política), traduzco economía
en castellano, en plata, en oro injerto.
Cuando digo a la inmensa mayoría
digo luego, mañana nos veremos.
Hoy me enseñan a andar y ver y oír.
poemas de
Y ellos ven, oyen la palabra mía
andar sobre sus pasos. Llegaremos.
Es todo cuanto tengo que decir.
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CAMINOS
Después de tanto andar, paré en el centro
de la vida: miraba los caminos
largos, atrás; los soles diamantinos,
las lunas plateadas, la luz dentro.
poemas de
Paré y miré. Saliéronme al encuentro
los días y los años: cien destinos
unidos por mis pasos peregrinos,
embridados y ahondados desde adentro.
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Cobré más libertad en la llanura,
más libertad sobre la nieve pura,
más libertad bajo el otoño grave.
Y me eché a caminar, ahondando el paso
hacia la luz dorada del ocaso,
mientras cantaba, levemente, un ave.
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