10-13 TD 45_Maquetación 1 01/08/12 18:10 Página 10 ENTREVISTA Pepe Limeño “Un pegapases no corta cuatro orejas una tarde en Sevilla” “Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.” Paco Aguado, Figuras del siglo XX Texto: José Ignacio de la Serna Miró Fotos: Arjona C uando empezó la guerra civil mi padre fue llamado a filas para servir en el frente y mi madre, a punto de dar a luz, se fue a vivir al viejo matadero porque mi abuelo trabajaba de conserje. Allí nací yo, el 19 de septiembre de 1936. Mi madre, Concha, fue una gran aficionada a los toros. De niña se levantaba a escondidas de noche para torear a los becerros de media sangre que llegaban a Sanlúcar desde Doñana. Tenía tanta afición, que incluso llegó a estar anunciada en una becerrada, pero mi abuelo no la dejó. Mi padre también quiso ser torero, aunque apenas toreó alguna novillada sin caballos. Influenciado por el ambiente familiar nació mi afición a los toros. Y alentado por los gitanos matarifes de Sanlúcar, gente entrañable, empecé a querer ser torero. Algunas veces, los gitanos se dejaban llevar por un extraño presentimiento y no se les ocurría otra cosa que, aún en pañales, pasarme por el lomo de los becerros, impregnándome de su olor y de babas, creyendo que de este modo sería torero. Pregunta | Curioso ritual… Respuesta | Al cumplir doce años me sacaron del colegio para trabajar en el negocio familiar, en el Café Martínez. Tenía teléfono y estaba abierto las veinticuatros horas. Pero el negocio quebró, y como yo era el único de mis hermanos con edad de trabajar, tuve que arrimar el hombro. No me importó. No hubiera sido un buen estudiante. En el café lo pasaba bien. La gente se reunía para hablar de toros, de galgos, de flamenco y de gallos de pelea. Aunque de toros sabían poco. Aquellos aficionados solo veían uno o dos festejos al año, porque aquí se daban pocas cosas. Eran tiempos de mucha pobreza y no 10 10-13 TD 45_Maquetación 1 01/08/12 18:11 Página 11 había dinero para desplazarse a ver una corrida. Sin caballos solo toreé seis o siete novilladas. La primera en 1950, en El Puerto de Santa María, aunque un año antes lo hice en público, vestido de corto, en la plaza de El Pino, de Sanlúcar. Cuando debuté con picadores, con dieciséis años, no había hecho un tentadero en toda mi vida. Poco ambiente taurino había en Sanlúcar… En aquella época no había toreros, ni siquiera gente del toro y como además tampoco existían escuelas taurinas, ni televisión ni videos ni nada, no tenías de quien aprender. Si un chaval quería ser torero no tenía más remedio que inventar su propio toreo; de ahí que antes hubiera tanta variedad de estilos. Cada uno tenía su personalidad. Lo único que existía era el cine del pueblo, donde vi la película Currito de la Cruz. Me impresionó una barbaridad. Los quince muletazos de Pepín Martín Vázquez aún los tengo metidos en la cabeza. Vi la película muchas veces. Difícil comienzo. Entrenaba con simples aficionados mayores que yo y ahora me doy cuenta de que no sabían ni torear de salón. Pero eran como dioses para mí. Lo poco que aprendí fue en el matadero y toreando de noche en la marisma. Pero más que a torear aprendí a defenderme. Porque eso no era torear, era pegar un pase aquí y otro allá, evitando oleadas o medias arrancadas. Mi primer capote me lo cosió mi madre, utilizando un viejo toldo del Café Martínez. ¿Qué recuerda del debut con caballos, en 1952? Que maté un verdadero corridón de toros, de Antonio de la Cova. Entonces no existía el guarismo y en una novillada se podían lidiar toros con cuajo y edad, incluso tuertos, porque lo del desecho de tientas y cerrados que ponía en los carteles era cierto. Esa tarde estuve digno, pero no pasó nada. Mi debut fue precipitado y tuve que volver a torear alguna novillada sin caballos, para aprender el oficio. Luego continué trabajando en el bar, de noche, y al terminar, sin acostarme, me iba a torear de salón a la orilla del mar. Poco después toreé un festival en Córdoba, organizado por El Pipo, a beneficio de la iglesia de Santa Marina, y formé un lío tremendo a un toro tuerto. Al Pipo entonces no lo conocía nadie. Me llevé el trofeo al triunfador y cuando fui a recoger el premio me dijeron que ni había premio ni nada, que todo se lo había llevado El Pipo. Ahí empecé yo a ver un poco cómo funcionaba esto. ¿Quién le ayudó a dar los primeros pasos? Nadie, estaba totalmente solo. Con tantas limitaciones a mi alrededor y sin oportunida- ”¿ D e qué tuve yo la culpa? De ser tan tímido y confiado” des pensaba que nunca llegaría a ser torero. Es más, creía que nunca saldría de Sanlúcar de Barrameda. Una tarde pegué un petardo muy gordo y mi padre se enfadó mucho conmigo, creo que sin razón, porque el hombre pensaba que yo era la única salvación de la familia. Pero yo toreaba solo porque me gustaba. Lloré mucho. Pero mi madre siempre estaba a mi lado. ¡Tenía una entereza! Era una mujer excepcional, dura y con una fuerte personalidad. Sacó adelante a diez hijos. A su manera, era muy buena aficionada, aunque apenas había visto una corrida de toros. Poseía un concepto del toreo chapado a la antigua. Ha muerto recientemente, con noventa y cuatro años… (Limeño quiebra la voz, y se emociona). Por favor, siga… Era muy taurina, y en los últimos años no se perdía una corrida en televisión. Me reía mucho con ella. ¡Soltaba cada disparate! Pero, en el fondo, todo tenía sentido. Decía muchas verdades. A mi madre la he querido con locura, con auténtica devoción. Volvamos a su vida profesional. Por fortuna, unos señores de Sanlúcar creyeron en mí y pidieron un préstamo de cin- cuenta mil pesetas para ayudarme. Con una parte del dinero me fui a Madrid, a una pensión de la calle Toledo. En la pensión Hontanares me enamoré de una señora guapísima, mayor que yo. Se llamaba Juanita. Era un monumento de mujer. Pero ahí tampoco tenía nada que hacer (risas). Era la ‘querida’ de un joven chatarrero que la mantenía. Juanita me quería con locura. Estaba tan enamorado que hacía conmigo lo que quería. Una vez me puso la cabeza llena de rulos y nos fuimos a un bar. ¡Las que me formaba Juanita! En Madrid me hice amigo del matador de toros César Girón, y en la Casa de Campo fui aprendiendo algo de la técnica del toreo, junto a los profesionales. De Madrid marché a Salamanca, para hacer los primeros tentaderos de mi vida, como aficionado y de tapia. Para no ‘orientar’ a los muchachos que andaban como nosotros buscando oportunidades, nos tirábamos en marcha del tren antes de llegar a nuestro destino. ¡Con la cantidad de ganaderías que hay en Cádiz…! Pero es que yo era un auténtico desconocido y no tenía relación con nadie del toro. Eran otros tiempos y el campo no se hacía como ahora. Además, yo era muy tímido. Total, que volví a Sanlúcar y me contrataron para torear en Ceuta. Entonces apareció en escena un tal Bragueli, un tunante bueno, de Sevilla. Le faltaba una pierna y aseguraba haber sido banderillero de Manolete. El tío se orientó del dinerito y al olor de las cincuenta mil pesetas quiso apoderarme. Se vino a Ceuta conmigo y de regreso a Algeciras en barco me convenció de que mi nombre, Pepe Martínez, no decía nada en los carteles. A un banderillero muy viejo de Sevilla, Emilio Boja Panaderito, se le ocurrió la idea; imagino que acordándose de José Gárate Limeño, que ha- 11 10-13 TD 45_Maquetación 1 01/08/12 18:11 Página 12 ENTREVISTA bía formado pareja con Joselito El Gallo en la cuadrilla de niños toreros sevillanos. Aunque ya había debutado con caballos, la primera vez que actué con ese sobrenombre fue en una novillada sin picadores en Camas, en el debut de Curro Romero, en 1954. Bragueli, que apoderaba a Curro, montó la novillada con el dinero de mis ‘ponedores’. Toreamos mano a mano. ¿Cómo toreaba Romero? No tenía nada que ver con lo que fue después. Toreaba de valiente, de rodillas, imitando a Chamaco. Muchos pases en cadena y tremendista. Esa era su mentalidad. Pero se le veía el aire… Toreé muy poco esos años, hasta que en 1956 tuve un gran éxito en la plaza de toros madrileña de Vistalegre. Conseguí meter la cabeza en un certamen para novilleros organizado por los hermanos Lozano. Después de la primera novillada me repitieron cinco veces seguidas. Fui el triunfador del ciclo. De Vistalegre salí con máximo ambiente. Dos años más tarde, después de torear en Barcelona, donde triunfé, y en Sevilla, hice mi presentación en Las Ventas el 12 de julio de 1959. Esa tarde corté dos orejas y abrí la Puerta Grande, con novillos de Higinio Luis Severino. En la repetición un novillo me echó los testículos fuera. Ese año hice el paseo en Madrid en seis ocasiones. La temporada siguiente, antes de tomar la alternativa estaba a la cabeza del escalafón, con veinte novilladas toreadas. ¿Qué le vieron en Vistalegre para llamar tanto la atención? Sinceridad, nada más. Porque apenas sabía torear, pero expresaba lo que sentía y eso llegaba a la gente. El 29 de junio de 1960 tomó la alternativa en Sevilla, de manos de Jaime Ostos y con el testimonio de Curro Romero. Los toros fueron de Eusebia Galache. Ese día se acabó el papel. Hoy, en esa fecha no van ni los acomodadores. Mi intención era terminar la temporada como novillero, aprovechando el tirón que tenía. Pero mi apoderado se negó. Me convenció asegurándome que después de la alternativa había firmadas veinte corridas. José Gómez Sevillano nunca debió aparecer en mi vida. Apoderaba a Diego Puerta, que ya era figura y ese año quedó triunfador de la Feria de Abril, por su histórica faena al toro Escobero, de Miura. Pero a Puerta aquello le sentó como un tiro. Como ya está muerto no quiero hablar mal. Pero Puerta tenía lo suyo… Se portó mal conmigo. En mi carrera me pusieron muchas zancadillas y sufrí muchas injusticias. ¿Cómo fue aquella tarde? La corrida de Galache fue la más mala del mundo, por mansa y por el peligro de algu- 12 nos toros, pero logré cortar una oreja. La empresa quiso repetirme el siguiente 18 de julio, pero nos peleamos. Cuando mi mozo de espadas fue a liquidar el dinero pactado, 150 mil pesetas, nos dieron la mitad. Sevillano me había engañado. Luego, de las veinte corridas, nada de nada. Para colmo, a los pocos días me dejó. Decía que Puerta le había obligado. Por cierto, la tarde de mi alternativa no se presentó. Puerta toreaba en Segovia y prefirió irse con él. En pleno mes de julio, después de ser el primero del escalafón y de tomar la alternativa en Sevilla, me quedé sin apoderado y sin una corrida a la vista. Fue un parón horroroso. ”A pesar de abrir cuatro veces la Puerta del Príncipe, no volvieron a contratarme en Madrid” En el 62 confirmó la alternativa en Madrid, con toros de Antonio Pérez, de manos de Puerta y en presencia de Paco Camino. Después de seis paseíllos en esta plaza como matador de toros, en 1965 toreó su última corrida en Las Ventas. Pero antes de confirmar un toro me partió la clavícula en Barcelona. Cometí el error de seguir toreando, infiltrado, con la clavícula rota, y arrastré la lesión durante toda mi carrera. En el 64, un toro de Coimbra me atravesó la barriga de lado a lado en Madrid. Por unas cosas o por otras, no tenía suerte. Todo era a la contra. Al año siguiente maté mi primera corrida de Miura en Sevilla. No corté nada, pero realicé sin lugar a dudas mi mejor faena en la Maestranza. Cañabate me hizo una crónica tremenda en ABC. Después transcurrieron tres largos años, sin apenas contratos, y me vine abajo. Me aburrí. Hasta que llegó la Feria de Abril de 1968. Esa tarde formé un alboroto con la de Miura. Corté tres orejas y salí a hombros por la Puerta del Príncipe. El 12 de octubre volví a salir a hombros, esta vez con tres orejas de toros Juan Valderrama. Esa temporada me pegaron una cornada muy fuerte en Barcelona. Porque me han pegado los toros, para ir ‘pasando’, aunque nunca lo acusé. Y no considero que haya sido un torero valiente. Pero a la fuerza ahorcan. Además de la cornada, ese año también triunfé en Barcelona, la célebre tarde en que Andrés Hernando indultó al toro Potrico, de Pablo Romero. ¿Le sorprendió el éxito? Todo lo contrario. Yo confiaba en mí. Cuando me ponían triunfaba, pero solo toreaba en este rincón. No salía de aquí. No me dejaban. Resulta incomprensible que después de triunfar a lo grande en Sevilla con toros de Miura, no lo contrataran, por ejemplo, en las ferias del norte: Pamplona, Bilbao, Logroño… pero sobre todo en Madrid. Pues no sé por qué coño no me contrataban. De matador de toros nunca toreé en la feria de San Isidro. Esto del toro ha sido siempre para unos pocos privilegiados, ayer y hoy. Los triunfos de Sevilla me supieron a gloria, 10-13 TD 45_Maquetación 1 01/08/12 18:11 Página 13 bilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…! Fue entonces cuando se negó a matar la de Miura. Esa tarde se consagró Paco Ruiz Miguel. Entró en el cartel en mi lugar y cortó un rabo. Canorea me dejó, y con él se esfumaron las treinta corridas de toros que tenía firmadas, abriendo plaza a El Cordobés. Al poco tiempo toreábamos juntos en Sanlúcar y había tanta expectación que me presionaron para torear. Me llamó su banderillero de confianza, Paquito Ruiz, para decirme que Benítez quería hablar conmigo. “Hombre, Pepe, la que has liado, que Manolo quiere arreglar esto y torear contigo; mira que tenéis muchas corridas juntos, déjalo estar y torea”. Ese día El Cordobés le dio mil pesetas a mi hijo mayor, José Luis, que desgraciadamente se mató en un accidente de trafico… Perdoné a Benítez y la corrida se celebró con éxito. Pero después, y eso es lo que no le perdono, no cumplió su palabra. Ya no toreamos juntos nunca más. La putada fue doble. pero no sirvieron de nada. Bueno, para matar otra vez la de Miura al año siguiente. Y le corté nada menos que cuatro orejas, y otras cuatro en la feria del 70. En total fueron cuatro salidas consecutivas por la Puerta del Príncipe, con catorce orejas. Y toreando por derecho, sin pegar un rodillazo. Un pegapases no corta cuatro orejas una tarde en Sevilla. ¿Habrá una explicación? En Madrid, sí. El empresario, don Livinio Stuyck, se había peleado con Diodoro Canorea, quien después de los triunfos del 68 me firmó una exclusiva por tres años. De modo que de aquel enfrentamiento entre dos empresarios tan importantes el único perjudicado fui yo. Injustamente. Porque yo no tenía nada que ver en esa historia. Eran cosas personales de ellos. Y mira que a Madrid nunca fui con pretensiones: ni económicas, ni de ganaderías ni nada. Oye, ni me llamaron. ¿Lo puedes entender? Hasta que Limeño estalló en la Feria de Abril de 1971… Esa feria me anunciaron dos tardes, una con El Cordobés y José Luis Parada y la segunda con toros de Miura. La primera tarde, El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía. Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio. Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsa- Joder… A partir de ahí se acabó mi carrera. Seguí toreando donde pude, pero ya nada. En 1980 don Pedro Balañá me propuso una pequeña exclusiva para torear alguna corrida otra vez con El Cordobés. Pero cuando llegó el momento, después de anunciar públicamente mi reaparición, Benítez decidió a última hora no reaparecer; y sin él Balañá se quitó de en medio; y yo me vi anunciado en Sevilla una sola tarde y con la de Miura. ¡Un paquete de dos pares de cojones! Tenía 44 años. No sabía qué hacer. Ya me había quitado una vez y ahora no podía pegar ese petardo. Por eso la maté. Hubo toros con setecientos kilos. Estuve digno, pero no triunfé. El 16 de agosto toreé en el Puerto de Santa María mi última corrida, con mi paisano El Mangui, al que una semana antes le di la alternativa en el mismo ruedo. ¡Qué carrera más dura e ingrata! Esa es la palabra. Ingrata. Sin embargo, lo que he conseguido en el toreo no está al alcance de cualquiera. ¿Me preguntas de qué tuve yo la culpa? De ser tan confiado. Pero es mi manera de ser y eso no se puede cambiar. Por aquí abajo lo llaman ‘inocentón’. En Sanlúcar lo adoran… En Sanlúcar me dicen cosas bonitas. 13