LECTURAS TERRITORIALES EN CLAVE DE PAZ DEPARTAMENTO DE CAQUETÁ Autores: Víctor Barrera y Andrés Aponte 2 1. INTRODUCCIÓN Considerado uno de los territorios donde mayor influencia ha tenido las FARC, el departamento de Caquetá es una región estratégica para la implementación de los acuerdos de paz que, eventualmente, el Gobierno Nacional firme con esta guerrilla. Así se evidencia en los ejercicios de priorización territorial que diversas organizaciones han elaborado. De acuerdo al conjunto de indicadores desarrollado por la Fundación Paz y Reconciliación y publicado en un reciente informe, los 16 municipios de este departamento evidencian distintos niveles de riesgo que llaman la atención acerca de la necesidad de tener en cuenta una atención especial en un escenario de posacuerdo (PARES, 2015). Con una metodología distinta, la priorización realizada por Naciones Unidas identificó 14 de estos 16 municipios (NN.UU., 2014). Conscientes de esta situación, en este documento se presentan los resultados de una lectura territorial que tiene como propósito identificar las posibilidades y desafíos que existen en el departamento de Caquetá de acuerdo a tres dimensiones que se consideran claves vistas desde una perspectiva histórica. En este sentido, el documento sigue la misma estructura sugerida en la presentación general. Luego de una breve caracterización del departamento (sección 2), se describen los procesos históricos de ocupación territorial y se destacan tres efectos principales según el tipo de configuración socioespacial a los que dieron lugar en el departamento (sección 3). Posteriormente, se presenta una narrativa del conflicto armado en el Caquetá en dos momentos: el de su origen y expansión y el de sus principales impactos y afectaciones territoriales (sección 4). En la siguiente sección, se presenta un análisis de las principales expresiones organizativas y los patrones de movilización social (sección 5) y, posteriormente, un balance del desarrollo de los procesos políticos y electorales (sección 6). Para finalizar, se presentan los principales hallazgos de las tres dimensiones estudiadas en clave de los riesgos que éstos suponen para la implementación de acuerdos de paz y se ofrecen algunas ideas para mitigarlo (sección 7). 3 2. ALGUNOS ASPECTOS BÁSICOS El departamento del Caquetá se ubica en el sur occidente colombiano, siendo Florencia su capital. Su jurisdicción territorial inicia en el piedemonte andino y termina en los escarpes de Araracuara, en plena selva amazónica de modo que en este departamento confluyen la región andina, el piedemonte amazónico y una parte del piedemonte orinoquense. Limita al sur con el Amazonas, al oriente con el Guaviare y el Vaupés, al noroccidente con el Huila y el Cauca, al nororiente con el Meta y al occidente con el Putumayo. El departamento tiene una extensión de 88.965 kilómetros cuadrados y ocupa el 7.8% del territorio nacional y el 22.9% del área que Colombia aporta a la gran cuenca Amazónica. No obstante, la mayoría de la población se encuentra asentada en la denominada parte del piedemonte amazónico, concentrándose así la dinámica sociopolítica y económica en este lugar; y teniendo como eje de comunicación la vía denominada “Marginal de la Selva”, que comunica los departamento del Meta, Caquetá y Putumayo con el Ecuador. Su territorio se encuentra atravesado por importantes cuencas fluviales (el Ajajú o Apaporis, el Yarí, el Caguán y el Orteguaza), que en su mayoría desembocan en el río Caquetá, y el cual termina delimitando el departamento con el sur (Amazonas).El departamento está conformado por dieciséis municipios que se han fundado en diversas oleadas de colonización, muchas de ellas tuvieron como génesis los desplazamientos y desarraigos producto de la Violencia y el fracaso de las reformas agrarias en el mundo andino. Si bien, inicialmente estaba habitado por poblaciones indígenas, hoy en día la mayoría de sus pobladores son de origen mestizo. No obstante todavía cuenta con unos pocos caseríos indígenas en las márgenes de los grandes ríos. Su ubicación geoestratégica lo ha convertido en un cruce de caminos de los conflictos y violencias que ha padecido el país, ya que ha sido un nodo entre las zonas de frontera, y el centro del país. 4 De acuerdo a estas características de geografía física, pero también ligados a los procesos de ocupación territorial y la intervención de los colonos y la sociedad que se describen la siguiente sección, se pueden distinguir cuatro subregiones que se georreferencian en el siguiente mapa y se caracterizan en el cuadro que le sigue. Mapa 1. Subregiones del departamento del Caquetá. Fuente: Vásquez (2015). 3. CONFIGURACIÓN SOCIOESPACIAL 5 En esta sección se presenta, de manera sucinta, el proceso histórico de ocupación territorial que ha tenido lugar en el departamento de Caquetá y sus principales implicaciones en la configuración socioespacial de este territorio, especialmente en relación con la subregionalización presentada en la sección anterior. En términos generales, se insiste en cinco puntos claves: • El poblamiento del departamento de Caquetá ha sido el resultado de la convergencia de distintos tipos de colonización (misionera, empresarial, espontánea y armada) que se han desarrollado desde finales del siglo XIX pero que adquirieron un mayor vigor desde mediados del siglo XX tal y como se evidencia en el crecimiento demográfico sostenido que tuvo lugar a partir de la década de 1950 (ver gráfica 1). • Dichos procesos de poblamiento han sido el resultado tanto del reiterado aplazamiento de la resolución del problema agrario como de La Violencia partidista de los cincuenta en las zonas andinas del país que derivó en la expulsión de campesinos hacia regiones como el Caquetá que, a su vez, han reproducido las mismas problemáticas de sus lugares de origen alentando nuevos ciclos de colonización que reproducen la misma lógica de ocupación-concentración-expulsión a nuevos territorios caracterizado por una secular deficiencia de presencia estatal; lógica que sigue vigente en algunos de los municipios del departamento. • La densificación demográfica que el departamento evidenció desde la década de 1950, en gran parte motivado por la llegada de campesinos tolimenses y huilense que huían de la violencia partidista, definió las identidades políticas y regionales que caracterizan al departamento (colonos liberales y comunistas al norte y conservadores al sur). Esta distribución poblacional tuvo profundas consecuencias para e desenlace del conflicto armado. • Estos ciclos de colonización han estado acompañados por la competencia entre dos modelos de desarrollo (ganadero versus agrícola) entre los que si bien existen puntos intersección o complementariedad, se ha terminado por imponer la ganadería extensiva 6 con consecuencias ambientales significativas para el departamento comprometiendo la posibilidad de que modelos de agricultura campesina a gran escala puedan tener lugar en la región. • Estos ciclos de colonización le han permitido a las FARC insertarse con éxito en algunas comunidades y lugares del departamento (particularmente al norte) lo cual ha derivado en la imposición de órdenes sociales parcialmente legítimos por las garantías y la regulación que ha ejercido este grupo armado en situaciones en los que la autoridad estatal además de deficitaria ha priorizado el componente militar sobre el civil. En lo que se sigue, se describen los procesos históricos detrás de estos cinco puntos claves. Para este propósito, la narrativa se divide en tres períodos temporales. El primero, que va desde finales del siglo XIX hasta la década de 1950, cuando el dominio indirecto que ejercía los capuchinos estuvo sucedido por ciclos de colonización alentados por la actividad cauchera que derivó en una mayor integración del departamento y sentó las bases de una economía ganadera y de una élite política liberal provenientes del Huila que, posteriormente, se consolidaría como el intermediario entre la región y la nación. El segundo, que va de 1950 hasta mediados de 1980, donde la superposición de colonizaciones (dirigida, espontánea y armada) dio lugar a una mayor densificación demográfica y una mayor integración política, territorial y económica del departamento al país. Y el tercer período en el que se evidencia la consolidación del modelo ganadero y la conformación de una estructura agraria multimodal con profundas implicaciones en materia ambiental. 3.1. Los inicios del poblamiento: auge cauchero El inicio del poblamiento “moderno” de lo que actualmente se conoce como el departamento de Caquetá, se inició durante los últimos años del siglo XIX y se prolongó hasta mediados hasta mediados del siglo XX. Inicialmente esta zona fue administrada y controlada por los misioneros capuchinos, quienes tuvieron la labor de civilizar a los pobladores aborígenes (Ciro, 2008; Ciro, 2013 y Vázquez, 2015). Luego, con la introducción de la explotación cauchera, se empezó a consolidar una mayor ocupación del territorio obligando al Estado ya no sólo a delegar el control de este territorio a un tercero, sino a insertar la maquinaria estatal por los 7 avances de las empresas peruanas, la Casa Arana y la Guerra con el Perú (1932-1933). De esta manera, se fueron configurando puntas de colonización empresarial y campesina, teniendo como nodo la geopolítica del caucho que dominó la cuenca amazónica a comienzos del siglo XX (Ciro, 2008; Ciro 2013, Ariza, Ramírez y Vega, 1998). La importancia de la introducción de la economía cauchera en el departamento del Caquetá, radicó en que puso en marcha un proceso de civilización de amplios territorios selváticos, aceleró el poblamiento del territorio y contribuyó a sentar las bases iniciales del modelo ganadero toda vez que muchos de los colonos que adquirieron sus tierras en el proceso de adjudicación de baldíos durante los años veinte y treinta aprovecharon la bonanza para establecer fincas ganaderas encaminadas a abastecer de carne y queso a la población flotante que se reunía en los puntos estratégicos de acopio y comercio (González, Ramón y Torrijos, 2003, p. 42; Sinchi, 2000; Domínguez, 2005; Ciro, 2008). Las trochas ganaderas desarrollaron una mayor comunicación entre el piedemonte y el interior del país, posibilitando una mayor presencia del Estado que terminó por materializarse en la creación de diferentes unidades administrativas. Para 1912 se elevó la categoría administrativa del Caquetá a comisaría y se establecieron cuatro corregimientos al interior de la misma, situación que evidenciaba una presencia temprana pero precaria de algunas instituciones estatales (Artunduaga, 1987; González, 1998; Ciro, 2008). Este proceso se acentuó para la década de 1930 cuando el conflicto con el Perú incentivó una respuesta del Estado con un impacto local significativo. Por una parte, se generó un despliegue de autoridades estatales producto de los cambios en la legislación que elevaron, de nuevo, el estatus administrativo de esta región. Por la otra, con el fin de desplazar tropas se construyeron nuevos caminos que, una vez la confrontación bélica dejó de ser una amenaza para el país, se constituyeron en nuevos ejes de poblamiento e interacción con otras regiones del país, especialmente el piedemonte Sur y la región del Caguán (Ciro, 2008). Como resultado de estas dinámicas, durante la mitad del siglo XX el hato ganadero creció de manera lenta pero sostenida y sentó las bases de una elite liberal proveniente del Huila que, posteriormente, terminaría por acaparar tierras y el monopolio de la intermediación política. 8 3.2. Superposición de colonizaciones y consolidación del modelo ganadero Este primer ciclo de poblamiento que se desplegó durante la primera mitad del siglo XX se dinamizó durante la década de 1950 en adelante resultado de la superposición de tres tipos colonizaciones que, finalmente, derivaron en una mayor densificación demográfica del Caquetá. Gráfica 1. Fuente: Dane. Elaboración propia En primer lugar, una colonización armada (hacia el noroccidente del departamento) de campesinos provenientes de las regiones de Villarica y el oriente de Sumapaz que huían de la ofensiva militar declarada por el presidente Gustavo Rojas Pinilla. Se trató del fenómeno conocido como las “columnas en marcha”, la migración de poblaciones campesinas coordinadas y acompañadas por las autodefensas campesinas que encontrarían en la zona de El Pato y Balsillas (municipio de San Vicente del Caguán) un lugar idóneo para asentarse: las 9 condiciones climáticas y la fertilidad del suelo emulaban las condiciones de sus lugares de origen y les permitieron impulsar con éxito una economía campesina. Las identidades políticas de los colonos recién asentados, afiliados al partido comunista, le valieron una profunda estigmatización que, posteriormente, se reflejaría en una oleada de represión estatal en el marco de las denominadas Repúblicas Independientes que finalmente daría lugar a la creación de las FARC en 1964. En segundo lugar, durante esta misma década arribaron al departamento nuevos contingentes campesinos provenientes del Tolima y Huila que huían de la violencia partidista. De esta forma, se una colonización espontánea que finalmente la imprimiría una geografía política particular al departamento. Al sur llegaron los migrantes conservadores, mientras que al norte lo hicieron los liberales y comunistas. En tercer lugar, durante la década de 1950 pero con especial énfasis durante las décadas de 1960 y 1970 se pusieron en marcha varios programas estatales de colonización dirigida por medio de la Caja Agraria y el Incora. A cargo de esta última institución, se pusieron en marcha los proyectos “Caquetá 1” y “Caquetá 2”, considerados en su momento el modelo de colonización dirigida más importante del país e incluso de América Latina. El primero se ejecutó entre 1963 y 1971 y se concentró en la titulación de tierras y la construcción de infraestructura vial. El segundo proyecto, desarrollado en dos fases (1972-1976 y 1976-1980), buscó enmendar, parcialmente, algunas de las falencias del anterior al implementar medidas relacionadas con la promoción de desarrollo social, especialmente en el ámbito de salud y educación (Brucher, 1974; Sinchi, 2000). A pesar que ambos proyectos contribuyeron positivamente en la titulación de tierras y la promoción de actividades económicas como la ganadería tuvo profundos impactos ambientales y sociales. En cuanto a los impactos ambientales, se produjo una transformación significativa del paisaje resultado de la tala de bosques y la civilización de tierras ganadas a la selva amazónica. El INCORA restringió la titulación de tierra únicamente a aquellos colonos que hubiesen desmontado las dos terceras partes de sus baldíos y destinó el 75% de los créditos al desarrollo de la ganadería desincentivando otras actividades agrícolas. Además, en el 10 marco de la Revolución Verde, la productividad agrícola a la cual se destinaron el 25% restante de esos créditos so orientó hacia los monocultivos, la aplicación de tecnologías no tradicionales y el uso intensivo de agroquímicos que, además del daño ambiental, fueron insostenibles de cara a las precarias condiciones materiales de los colonos (Sinchi, 2000). En cuanto a los impactos sociales, los incentivos ofrecidos por ambos programas fueron aprovechados por los sectores mejor posicionados que tenían mayor influencia política. En este sentido, las elites solventes provenientes del Huila que se habían asentado décadas atrás en el marco de la bonanza cauchera aprovecharon la masiva titulación para acaparar las mejores tierras y manipularon la provisión de bienes públicos como, por ejemplo, el diseño de las vías que se construyeron durante esta época con el ánimo de valorizar sus propiedades (Ciro, 2008). Eventualmente, estas dinámicas agotaron el modelo de colonización dirigida promovida por el Estado resultado de La configuración de nuevos frentes de colonización espontánea hacia la zona central y sur del departamento que, finalmente, terminaron por desbordar la iniciativa estatal. Como anotan Uribe y Ferro (2004), “El campesino-colono, sin la posibilidad de acceder a nuevos créditos y en muchos casos agobiado por éstos, se vio obligado a vender su parcela, con lo que se generó un doble problema: la apertura de nuevos frentes de colonización cada vez más distantes y con menos posibilidades de acceso, y el avance del latifundio que reprodujo de esta manera las mismas formas de concentración de la tierra del interior del país”. 3.3. Agotamiento del modelo de colonización dirigida Este último período es la prolongación de las dinámicas descritas anteriormente (consolidación de la ganadería extensiva y frentes de colonización espontánea) en un nuevo contexto marcado por la irrupción de los cultivos de coca. Las líneas de continuidad respecto al período anterior se evidencia en el crecimiento sostenido de la ganadería, la mayoría de ella concentrada en el norte del departamento (ver gráfica) y la apertura de nuevo frentes de colonización hacia el centro y sur del Caquetá agenciados por colonos que no encontraron posibilidades de asentarse en los lugares donde en principio había 11 llegado en razón del acaparamiento de tierras de una elite agraria , en su mayoría liberal, que ya daba visos de consolidación. Los nuevos frentes de colonización tuvieron impactos demográficos diferenciados al interior del departamento. Entre 1973 y 1985, gran parte de la explosión del crecimiento demográfico en Morelia (251%), Curillo (200%) y Solano (207%) están relacionadas con estas dinámicas. Posteriormente, entre 1985 y 1993, fueron los municipios de Valparaiso (228%), Cartagena del Chairá (209%), Milán (146%) y San José de la Fragua (154%) los registraron las tasas más altas de crecimiento demográfico (ver siguiente gráfica) A pesar de estas líneas de continuidad respecto al período anterior, desde finales de la década de 1970 la introducción de los cultivos de coca y la llegada de grandes narcotraficantes impactaron profundamente el proceso de configuración socioespacial. 12 La llegada de estos nuevos actores, además de profundizar la tendencia hacia la concentración de tierras, fueron quienes introdujeron el cultivo en la región buscando construir en ella una infraestructura que cubriera todos los eslabones de la cadena productiva lo cual incluía el procesamiento (instalando laboratorios) y su comercialización (con pistas clandestinas) (Ciro, 2013; Vásquez, 2015). Con su arribo no tardó mucho para que estos sectores entraran en contradicción con la guerrilla, situación que explica la conformación de los primeros grupos paramilitares en la región. No obstante, el fracaso de esta iniciativa fue evidente y la hegemonía de las Farc se hizo sentir para los próximos años, regulando, controlando y monopolizando los diversos eslabones de la economía de la droga (Vázquez, 2015). El otro revés del asunto fueron las Farc, quienes consolidaron su presencia territorial en amplios espacios del nivel regional. En algunas ocasiones estableciendo unos lazos fuertes con las comunidades; y en otros, sobre todo en el piedemonte y el sur, actuando más como ejército de ocupación, extrayendo importantes recursos materiales a través de prácticas como el secuestro y “boleteo”; así como afectando e “influyendo” de forma determinada la vida política local y regional. En los lugares donde pudo insertarse en la vida comunitaria, un mecanismo crucial fue su gradual y monopolizadora regulación sobre la economía de la coca (cultivos, procesamiento y comercialización), que le valió no solo legitimidad política frente a los campesinos cocaleros sino que también les sirvió para ampliar sus bases sociales, al dirigir y controlar los diversos eslabones de la coca y los procesos de colonización en las áreas de frontera agrícola en donde se sembraba (Ramírez, 2011; Vázquez, 2015; González, Bolívar y Vázquez, 2003 y Ferro y Uribe, 2002). De lo anterior hay varios puntos a destacar que ayudan a entender el presente del departamento del Caquetá. Primero, la tendencia al alza de censos poblacionales: lejos de normalizarse o descender, la población en el Caquetá continuó con su alto crecimiento hasta mediados del 2000 (Gráfica 1), cuando se estanca por cuenta de las políticas contrainsurgente de la administración Uribe. 13 Segundo, paralelo al desarrollo del cultivo de coca en algunos lugares del departamento y la intensificación de la violencia que se experimentó durante las décadas de 1990 y 2000, el modelo ganadero, fundamentalmente de carácter intensivo, se profundizó en el departamento, algunas veces, jalonado precisamente por este cultivo ilícito: muchos colonos cocaleros invirtieron los excedentes de capital en esta actividad y, algunos de ellos, se han convirtieron en ganaderos con medianas propiedades. Dicha consolidación se evidencia en el crecimiento del hato ganadero que si bien ha disminuido en años recientes sigue siendo significativo y, particularmente, circunscrito territorialmente en el municipio de San Vicente del Caguán que desde el 2001 ha representado casi la mitad de todo el inventario bovino del Caquetá. 14 Tercero, esta misma diferenciación explica el carácter desigual de la estructura agraria- su multimodalidad-, pero también la heterogeneidad en el carácter y tipo de propiedad. Por un lado, están unas reconocidas por la normatividad- tituladas y escrituradas-; y por el otro, otras informales, sin ningún tipo de reconocimiento legal, salvo el de la comunidad y por parte de la guerrilla. La anterior idea se confirma con el fortalecimiento hasta el presente del uso pecuario, en el piedemonte, teniendo como nodo a la zona de San Vicente del Caguán. En este lugar, la economía ganadera ha inducido la concentración de la tierra. Entre 1988 y el 2008, el porcentaje de predios menores de 50 hectáreas se redujo en 5%, y el número de hectáreas que ocupaban disminuyó en un 12%, mientras que los predios mayores de 500 hectáreas aumentaron, tanto en cantidad como número de hectáreas ocupadas, con un 24% y 53% respectivamente (Vázquez, 2015). En este orden de ideas la estructura agraria en el Caquetá se caracteriza, si bien por su multimodalidad, por una preponderancia también de grandes extensiones. En el 2008, el 54,25% de los predios tenían menos de 50 hectáreas y ocupaba el 5,58%; el 31,91% era de mediana propiedad y ocupaba el16,8% ; y el latifundio suma el 13,83% y ocupa el 77,54 %. Si bien 465 del total de los predios tienen entre 20 y 50 hectáreas, es evidente un proceso de concentración de la tierra, a la cual, posiblemente, han contribuido las denominadas haciendas de los neoganaderos, que han comprado antiguas haciendas y, como en otras partes 15 del país, ese proceso ha implicado una concentración y valorización de la tierra como resultado de la compra masiva (Vázquez, 2015). Tabla 2. Distribución de la Tierra en el Caquetá según rango de tamaños, 2008. Tipo de Rangos de propiedad Tamaño (ha) Microfundio Menos de 1 1 -5 Minifundio 5 -10 10-20 20-50 Mediana 50-100 propiedad 100-200 200-500 Latifundio 500-1000 1000-2000 + de 2000 Mejoras Total Número de Departamental predios (%) Superficie hectáreas Área departamental 4730 1983 2135 4538 11854 9441 4235 1062 139 99 101 6052 46189 430,5 5426,1 15687,9 62637,9 409152,7 644082,9 551429,3 297861,1 89499,7 130456,7 6 643907,5 s.i. 8850574,3 0,01 0,06 0,18 0,71 4,62 7,28 6,23 3,37 1,01 1,47 75,06 s.i. 99.99 10,24 4,29 4,62 9,44 25,66 20,44 9,17 2,30 0,30 0,21 0,22 13,10 100 Fuente: IGAC (2010) Elaboración propia. Tomado de Vázquez, 2015. 4. DINÁMICA DEL CONFLICTO ARMADO Para entender las dinámicas territoriales del conflicto armado en el departamento del Caquetá, es vital partir de dos presupuestos que, no solo ayudan a matizar ciertos lugares comunes sobre la interpretación del conflicto armado colombiano sino que también resaltan su complejidad y heterogeneidad: (1) que el conflicto armado no se distribuye de forma homogénea en el espacio y tiempo y, (2) que los actores armados no se insertan en espacios vacíos (González, Bolívar y Vásquez, 2003 y Vásquez, 2015a; 2015b). En este orden, la adopción de una óptica territorial permite dilucidar la naturaleza y la expresión del conflicto armado en esta zona del país, con el objeto de explicar las formas de inserción, desenlaces y niveles de afectación diferenciados del conflicto armado. Ya que estas 16 variaciones deben ser tenidas en cuenta para enfrentar los posibles retos que se aproximan con el post-conflicto y concretar la llamada Paz Territorial. De acuerdo a una mirada panorámica en perspectiva territorial, el primer elemento que salta a la vista es que los niveles de afectación han sido diferenciados en los municipios del departamento. Como se observa en la siguiente gráfica, los municipios más afectados han sido, en su orden: San Vicente del Caguán, Florencia, Cartagena del Chairá, Montañita y Puerto Rico. En estos cinco municipios, se concentraron el 70% (955) del total de hechos de conflicto (acciones bélicas e infracciones al DIH) (1349 hechos) registrados en todo el departamento entre 1990 y 2015. Visto por modalidad, la distribución territorial cambia aunque se mantienen los mismos municipios. De acuerdo a las infracciones al DIH, Cartagena del Chairá ha sido el municipio más afectado, seguido por Florencia y San Vicente del Caguán. Por hechos de acciones bélicas, esto es, la confrontación estrictamente militar, San Vicente del Caguán ha sido el municipio que cuenta con mayores registros seguido de Florencia y Puerto Rico. Como veremos más adelante, esta distribución diferenciada da cuenta de desafíos diferenciados en relación con una eventual implementación de acuerdos de paz. 17 Ahora, de acuerdo a las tendencias temporales del conflicto armado, la violencia asociada a éste y sus consecuencias para la población del Caquetá se puede dividir, de acuerdo a los datos estadísticos, en tres momentos: (1) entre 1990 y 1997, donde tuvo lugar un estancamiento del conflicto y más expresiones asociadas a la violencia política por poder local; (2) entre 2000 y 2006, cuando tuvieron lugar los diálogos del Caguán y, luego, como resultado de su fracaso, se adelantó una ofensiva militar (Seguridad Democrática) contra las Farc con graves consecuencias para los DD.HH de los habitantes; y, (3) y entre 2006 y 2015, cuando se produce la reactivación de esta guerrilla ante el agotamiento de la Seguridad Democrática, para luego mostrar un evidente descenso a partir de los diálogos de la Habana (Gráfica 3). Gráfica 3. 18 Fuente: Banco datos de Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario y Violencia Política- Cinep. 4.1. 1990-1997. El conflicto amado, entre la paz nacional y la disputa por el control de la política local A finales de los años 80 y comienzos de la década del 90, los resultados del frustrado intento de apertura política y la violencia desatada desde diferentes lados contra el oficialismo liberal y la Unión Patriótica (UP) tuvieron sus repercusiones en el plano político regional: el turbayismo vio en la UP una amenaza al status quo y reaccionó virulentamente para contener su ascenso, abriendo, así, un nuevo ciclo de violencia política, al resultar asesinados militantes y políticos de ambos bandos(Carroll, 2011; Vázquez, 2015 y Ciro, 2013). En efecto, desde 1987 inició una serie de asesinatos contra líderes y miembros del Partido Liberal que provocaron la protesta del liberalismo oficial que amenazó con retirarse de los comicios electorales de ese momento (Mojica, 2000; Ciro, 2012 y 2013). Y en el caso de la UP, la situación fue más crítica ya que entre 1986 y 1993 fueron asesinados 23 de sus miembros (Romero, 2013 y Vázquez, 2015). De ahí que este movimiento político se hallaba casi desaparecida para mediados de los noventa: en el caso del Partido Liberal en cabeza del turbayismo, a pesar de los golpes que recibió se terminó consolidando su dominio regional; y el Partido Conservador mostraba un franco retroceso incluso en la denominada Costa Azul (Vásquez, 2015; Carroll, 2011; Ciro, 2012 y 2013). 19 No obstante, para estos años (1990-1997), a pesar de estas expresiones de violencia política en lo local y regional, la intensidad del conflicto armado fue baja en comparación con toda la serie histórica, salvo ciertas coyunturas ligadas a los intentos fallidos de paz al final de la década de 1990 y las conversaciones de Caracas-Tlaxcala. Tal es el caso del pico registrado para los años de 1990 y 1991, el cual estuvo relacionado con el deterioro de la negociación que el gobierno de Barco había heredado de su antecesor y el asalto a Casa Verde (sede del secretariado de las Farc), la declaratoria de la estrategia de Guerra Integral y la consiguiente respuesta de esta guerrilla (Vásquez, 2015 y Vásquez, Restrepo y Vargas, 2011). Luego, desciende nuevamente durante la administración Samper (1994-1997) por dos tazones. Primero, porque estaba teniendo lugar un reacomodamiento de las Farc en el marco de su VIII Conferencia. Y, segundo, porque la Fuerza Pública padecía de una “parálisis”, producto de la crisis de gobernabilidad ocasionada por el escándalo del denominado proceso 8000. En efecto, en estos tres años se alcanzó uno de los menores niveles de intensidad del conflicto para la serie en el departamento.; situación que fue el preludio para el escalamiento del conflicto en varias zonas del Caquetá como resultado de la preparación de los diálogos y los comienzos de la entrada en vigencia de la zona de distensión. No en vano, podemos ver un ascenso no sólo en las acciones bélicas sino también en la tasa de secuestros (Gráfica 3 y 4). 4.2. 1998-2006. Paz y guerra: del fracaso de los diálogos a la intervención directa del Estado para recuperar el territorio por la vía militar. Este aumento en la intensidad del conflicto armado preludió lo que posteriormente fue el establecimiento de la Zona de Distensión como un acuerdo fundamental entre el Gobierno nacional y las FARC para desarrollar los diálogos de paz durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002). En total fueron cinco los municipios desmilitarizados, entre ellos San Vicente del Caguán en el departamento de Caquetá. Aunque uno de los efectos inmediatos de esta medida fue la disminución de la violencia asociada al conflicto en razón del control que ejercieron en éstos las FARC, también es cierto que la intensidad del conflicto armado se trasladó a los municipios aledaños por varias razones (Vicepresidencia, 2007; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011; Vásquez, 2015). 20 En primera instancia, por una cuestión estratégica de la guerrilla, ya que ésta utilizó la ZD como plataforma para construir desde allí sus corredores militares, en función de sus objetivos de expansión militar y territorial en amplias zonas del territorio nacional. Para ese entonces, configuraron el corredor que iba desde el Caguán hasta el Pacífico, pasando por los departamentos de Huila, Tolima, Cauca y el Valle del Cauca. Igualmente, crearon el corredor que iba desde el sur de Caquetá hasta el pacífico Nariñense, pasando por la bota caucana y el Valle del Patía. Sumados a estos dos corredores, construyeron otro que buscó asegurar su tránsito entre los llanos del Yarí, el medio y bajo Caguán y el río Guaviare, con el objeto de neutralizar el cerrojo que los paramilitares y la Fuerza Fuerza Pública habían construido alrededor de la ZD. En segundo lugar, por la avanzada paramilitar. Aunque estos grupo ya tenían una presencia ocasional en el norte del departamento, en otras regiones del Caquetá como el sur avanzaron de manera sostenida aprovechando la ventana de oportunidad que representó algunas medidas impopulares desarrolladas por las FARC como fueron la campaña de saboteo a las elecciones locales de 1997 y la extracción de recursos al notablato regional y local y la generalización del secuestro, sobre todo en la zona de influencia de Florencia que terminaron por superar el umbral de tolerancia de este sector de la sociedad (Vásquez, Bolívar, González, 2003; Vázquez, 2015; Vargas, 2003; Vicepresidencia, 2007; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011). Gráfica 4. 21 Fuente: Cnmh. Elaboración propia. Sin embargo, la incursión e inserción paramilitar no sólo tuvo lugar en la zona de influencia de Florencia, igualmente hizo presencia en la subregión sur, específicamente en los municipios de Morelia, Doncello y Belén de los Andaquíes. En esta zona del departamento se constituyó en el epicentro del paramilitarismo en el departamento, sobre todo cuando sus actividades se intensificaron a partir de finales del 2002, bajo el propósito de construir un corredor de seguridad sobre el río Orteguaza-Alto Caquetá y controlar también la interconexión entre el Bajo y Medio Caguán (Vargas, 2003; Vásquez, 2015) bajo diversos propósitos: (1)contener la movilidad y las acciones de la guerrilla por fuera de la ZD,(2) como parte de su pretensión de monopolizar todos los eslabones de la economía de la coca, desde los cultivos hasta su comercialización pasando por el procesamiento de pasta básica (Vásquez, 2015). En esta dirección, se entiende la disputa territorial que emergió entre paramilitares y Farc, para evitar que tanto uno como el otro se adentraran y alteraran las formas de control territorial que tenían en sus áreas de presencia. Así, para estos años, los paramilitares hacían presencia y se extendían desde el Bajo y Medio Putumayo pasando por el sur del departamento del Caquetá en dirección sur-norte para ejercer presión sobre el Caguán, donde se enfrentaban a las Farc, que operaba en sentido contrario y avanzando desde la región del Caguán; en sentido norte-sur (Gráfica 3 y 5) (Vázquez, 2015). De ahí que no deba extrañar los picos registrados en las infracciones al DIH así como el ascenso de los desplazamientos forzados (Gráfica 3 y 5). Gráfica 5. 22 Fuente: Ocha-Onu. Elaboración propia. Ahora bien, vale aclarar que la ZD no inclinó de forma definitoria la balanza militar en favor de las Farc, y esto se explica por varios factores. Primero, el paquete de ayuda militar (Plan Colombia) que recibió el Estado colombiano le permitió una mayor capacidad de reacción a la Fuerza Pública. Segundo, la concentración de tropas por parte de las Farc, en esta zona, con el fin de salvaguardar a sus comandantes, les restó movilidad militar (Vázquez, 2015, González, Bolívar y Vázquez, 2003; Vicepresidencia, 2003). Y tercero, en el ámbito político las relaciones entre esta guerrilla y los poderes regionales y locales oscilaron entre la cooperación y el conflicto lo que también les representó esfuerzos y minó su credibilidad. Respecto a este último punto las Farc no solo buscaron generar un vacío total de autoridades estatales, sino que también masacraron a la familia política regional de mayor importancia (los Turbay Cote) (Vicepresidencia, 2007, Vázquez, 2015; Ciro, 2013). Más vale aclarar que no todo fue confrontación. A medida que pasó el tiempo, surgieron formas de cooperación y se sellaron ciertos acuerdos para asegurar la gobernabilidad. Si bien al inicio algunas administraciones locales se mostraron desconfiadas, asumiendo algunas veces posturas de confrontación con la guerrilla y exigiendo al Estado mayor claridad, en aspectos relacionados con la seguridad, justicia, bienestar y desarrollo, con el paso del tiempo emergieron y se construyeron unos mínimos de confianza que permitieron reglas claras de 23 juego, en materia de convivencia, temas sociales, etc., como lo ilustra el caso de San Vicente del Caguán (Vásquez, 2015). Lo interesante de este asunto es que las relaciones entre población civil y Farc variaron no solo de acuerdo a los pobladores sino también al espacio. Por ejemplo, en las zonas marginales de Florencia se desarrollaron una serie de procesos organizativos con jóvenes de las zonas más marginadas de la capital; caso aparte fue su labor en las partes rurales del departamento, en las cuales estas continuaron “fortaleciendo” los procesos organizativos y de algunas expresiones y demandas de estos dirigidos a presionar al Estado por medio de las Juntas de Acción Comunal (Jac) (Vázquez, 2015). Dicha labor, se dio sobre todo en los frentes activos de colonización (Caquetania, Las Delicias, La Cristalina, La Sombra, Los Pozos y San Juan de Losada) (Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011 y Vásquez, 2015). Además, la guerrilla aprovechó su presencia en estas zonas apartadas para construir vías que le resultaron de utilidad en dos dimensiones: por un lado, las utilizó para movilizar sus estructuras armadas y mejorar los diferentes momentos de la cadena productiva de las economías regionales de la coca (Vicepresidencia, 2003; Bedoya, 2008; Vásquez, 2015); así como le sirvieron para ganar mayor legitimidad de los pobladores locales al asumir ciertas funciones típicas del Estado, pues no sólo estaba colaborando con los procesos organizativos, sino que también acompañaba, de paso, con una mayor integración a la vida regional de estos habitantes de espacios marginales. En este orden de ideas, los aspectos señalados anteriormente permiten entender la escogencia de esta guerrilla de los 5 municipios para la ZD, pues en ellos no sólo tenía un control territorial garantizado sino que también les permitía aceitar su relación con los pobladores insertos en esta área. Por otro lado, el fin de la ZD, llegó después de varias vicisitudes. A inicios del año 2002 con el secuestro del senador Eduardo Gechem Turbay, se rompió el proceso de negociación y se acabó con la ZD.. Dicha situación inauguró un punto de inflexión en el departamento y en las dinámicas del conflicto armado, por cuenta de la retoma del Ejército, la consiguiente respuesta 24 por parte de la guerrilla y los comienzos de la incursión de los grupos paramilitares (Gráfica, 3 y 5) (El Heraldo marzo 6 de 2002, página 6; VáSquez, 2015). Esta tendencia se afirmó con la llegada de Álvaro Uribe (2002), pues el clima adverso frente una salida negociada del conflicto, y su posterior reelección (2006), le dieron rienda suelta a su estrategia de derrota militar de la guerrilla y recuperación del territorio por medios coercitivos. En este sentido, se entiende la implementación de la política de Seguridad Democrática (Plan Patriota y Plan Consolidación), y que ésta tuviera como uno de sus focos el departamento de Caquetá. Debido a que esta estrategia se ideó con el fin de golpear a los comandantes de las Farc, insertarse en sus bastiones históricos, quebrar sus corredores estratégicos de movilidad y erosionar las bases sociales que habían construido en estos territorios (Bedoya, 2008; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011 y Vásquez, 2015). Por eso no debe extrañar, que el departamento de Caquetá y varios de sus espacios subregionales se tornaron en territorios en disputa. Por un lado, el Estado ingresó y fortaleció la presencia de la Fuerza Pública en el piedemonte. En respuesta, la guerrilla optó por replegarse a la zona montañosa (El Pato y Balsillas), los llanos de Yarí, el medio y bajo Caguán y el medio y bajo Caquetá, desde donde asediaba el piedemonte. De ahí, se explica no sólo el recrudecimiento de las acciones militares, al intensificarse los combates en las zonas rurales, entre guerrilla-Estado (Vicepresidencia, 2007; Vásquez, 2015); sino que también la población civil terminó siendo la gran afectada. Sobre todo por parte de la Fuerza Pública, quien en su estrategia de recuperación militar del territorio, se constituyó en el principal infractor del DIH. Hecho que se vio agravado, aún más, por la insistencia del presidente Uribe por los resultados de los operativos y los incentivos a los miembros del Ejército por guerrilleros muertos. Detrás de esta apuesta militar había dos percepciones diametralmente opuestas: lo que para el centro del país eran buenos resultados, al tener apostados militares por “todo” el territorio caqueteño; para la gente local fue todo un desastre ya que sus intercambios regionales, lazos comerciales, su movilidad y hasta la misma integridad de los pobladores se vieron afectados por la política de recuperación militar. Durante este subperíodo se generaron procesos de éxodos masivos de los habitantes rurales a la capital (Florencia), a otras zonas del país (Bedoya 25 2008 y Vásquez, 2015) o a áreas más apartadas del departamento para evadir el cerco militar. Y de esta forma se profundizó la incesante expansión de la frontera agraria en la selva amazónica. Mirando retrospectivamente, no hay duda que el Estado logró recuperar ciertos espacios y zonas donde de la guerrilla hacía presencia, extraía recursos e interfería en la vida política (como el piedemonte); además, aunque parcialmente, logró adentrase en algunas zonas de retaguardia (2004-2005) que les eran vetadas (como en la zona de la cordillera y en el medio y bajo Caguán), con el objeto de tomar el control sobre el río Caguán y los diferentes corredores de movilidad entre la llanura selvática, el piedemonte y el área de la cordillera que tenía la guerrilla (Reyes, 2009; Vargas, 2003; Vicepresidencia, 2004; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011). No obstante, lo que se produjo fue una marginalización de la guerra (Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011) ya que la guerrilla decidió replegarse y cambiar su estrategia. En respuesta a la iniciativa militar la guerrilla, inicialmente, aumentó su accionar con el objeto de retener y dispersar la acción de la Fuerza Pública contra sus principales. Al inicio, su acción se supeditó a aislar al departamento (por medio de paros armados) y mandó prácticamente al exilio a buena parte de la clase política del Caquetá (Vásquez, 2015). Esta postura perduró por un par de años más, aproximadamente hasta el 2007, dedicándose a vetar el proselitismo político en sus zonas de influencia, y asediando la supuesta zona asegurada por el Estado colombiano: el piedemonte. De esta forma, exiliaron a varios concejales de diferentes municipios en la capital (Florencia), asesinaron a otros más en Puerto Rico, así como continuaron con sus ofensivas militares y los decretos de paros armados para torpedear la movilidad de los habitantes y los intercambios económicos intrarregionales. (El Tiempo, 22 de mayo de 2005: 1 y 32 y El Tiempo, 25 de mayo de 2005: 1 y 3). Para el 2006, en el marco del Plan Patriota, el Estado se logró controlar los cursos medios de los ríos Guayabero, Caguán y Yarí (Bedoya, 2008; Conferencia, 2004; 2006), poniendo de manifiesto el continuo retroceso de las Farc en el departamento. No en vano, el Frente 14 se había reducido a casi a la mitad de sus efectivos; y también las Farc, por cuenta de la ofensiva y las bajas sufridas en sus diferentes frentes, tuvo la obligación de crear y fusionar varios de sus frentes no solamente en la parte de la cordillera sino en la llanura amazónica (Reyes, 2009; 26 Vásquez, 2015). En lugares tales como la Serranía de Chibiriquete, situada en la parte más oriental del departamento del Caquetá (Bedoya, 2008 y Vásquez, 2015). Pero esto no fue todo, la intervención directa del Estado las obligó a dejar de lado la confrontación directa, ahora privilegiando las acciones más pequeñas y atomizadas (Vázquez, 2015 y Vázquez, Vargas y Restrepo, 2011). Mostrando esta vez su capacidad de reacomodamiento a la Seguridad Democrática y al Plan Patriota, como lo referenciamos atrás (Vázquez, 2015; Granada, Restrepo y Vargas, 2009). En suma, lo que señala Vásquez (2015), permite retratar las dinámicas del conflicto armado y las disputas territoriales que tuvieron lugar, durante este período, luego de la iniciativa estatal por recuperar militarmente el territorio: lo que significó la recuperación de la seguridad a nivel nacional representó para los habitantes del Caquetá el aumento de la inseguridad y la vulneración de sus derechos humanos”. 4.3. Agotamiento de la Seguridad Democrática 2006-2011 Para la segunda administración de Álvaro Uribe (2006-2010), la Política de Seguridad Democrática empezó a mostrar su agotamiento en tanto que las Farc habían logrado adaptarse a las nuevo balance estratégico de la guerra (Granada, Restrepo y Aponte 2009; Ávila, 2009; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2001). En el ámbito regional habían evadido de forma exitosa la presencia de las tropas; además, durante estos años consolidaron las fronteras como nuevas retaguardias estratégicas políticas y militares; de igual forma se fortalecieron en la Amazonía oriental y el pacifico nariñense y caucano; y se mantenía a la ofensiva en las zonas circundantes al macizo del nevado del Huila, especialmente en el norte del Cauca y sur de Tolima (Vázquez, 2010 y 2015). Además, la lógica militar del Estado se materializó en resultados negativos en materia de DD.HH en las regiones donde la guerrilla se retiró tras su repliegue táctico, como en el Caquetá (Restrepo, Granada y Vargas, 2009; Vásquez, 2015). Evidencia del primer punto es que las Farc no cesaron su asedio sobre las partes más integradas del departamento y esta seguía teniendo injerencia y ejerciendo cierta influencia 27 sobre ciertos asuntos políticos, económicos y sociales en sus zonas de influencia. En este orden, continuaban con la realización de retenes, regulaban los diversos eslabones de la coca, así como controlaban la movilidad de los habitantes y seguían realizando actividades extorsivas y prácticas de secuestro en el piedemonte (Vázquez, 2015; El Espectador, 14 de diciembre de 2008: 6 y 7). No obstante, los registros no volvieron a alcanzar los mismos niveles que en años anteriores (Gráfica 4). En cuanto a los paramilitares, si bien su presencia no se puede comparar con el de otras regiones del país como la Costa Caribe o el Magdalena Medio, su accionar militar y violento fue significativo en las subregiones del piedemonte central y sur del departamento, replicando las mismas estrategias que aplicaron en otras zonas a donde se expandieron. Además, lograron tener una influencia significativa en la política regional, por medio del Bloque Central Bolívar (Bcb) al entablar una serie de acuerdos con los políticos locales y regionales (Vásquez, 2015; Ciro, 2013) que de todos modos nunca tuvieron las magnitudes de Córdoba, Sucre o Cesar. El caso más emblemático fue el de Luis Fernando Almario y a su ahijado político, Juan Carlos Claros, a quienes se les comprobó su participación en el asesinato de Diego Turbay Cote, perpetrado por la Farc (2000), así como por la promoción de grupos paramilitares, haber pactado con ellos para recibir apoyo político y acordar el apoyo financiero y electoral (Vázquez, 2015; Vásquez, Vargas y Restrepo, 2011, Vásquez, 2013 y Ciro 2013). En síntesis, la política pública de recuperación militar del territorio, implementada durante los ocho años del gobierno de Uribe, partió del errado supuesto de que la violencia y la existencia de grupos armados no estatales había emergido por “un problema de carencia de Estado, la cual genera un vacío, que a su vez, facilita el crimen organizado y dificulta la protección efectiva a los derechos de propiedad” (Granada, Restrepo y Vargas, 2009; Vásquez, 2015). Pero lo evidencia caqueteña confirma la existencia de una soberanía fragmentada, donde el Estado y las Farc ejercen simultáneamente autoridad y gobierno sobre el mismo territorio (Vásquez, 2015); en relación al tipo de población presente, el grado de integración a la vida nacional, entre otros factores. 28 Con la llegada de la administración de Juan M. Santos, el gobierno y las Farc decidieron emprender una ronda de diálogos en medio del fuego. Esta situación, al lado del rearme paramilitar, ha implicado graves consecuencias en la seguridad de la población del Caquetá, al afectar gravemente sus DD.HH. No obstante, como veremos, también se ha dado un descenso histórico del conflicto, no solo a nivel regional sino también nacional. En relación al primer punto, para los años de 2010 y 2011, incursionaron las denominadas Bacrim en los municipios del sur (Belén de los Andaquíes, Albania, San José de Fragua y Valparaíso), al igual que en otras zonas del territorio nacional. Acá su accionar se caracterizó por varias violaciones a los DD.HH como forma de diputarle el control del territorio y sobre algunos eslabones de la economía de la coca a los frentes 15 y 49 de las Farc ( Revista Semana, Una radiografía de las llamada BACRIM”, Marzo 31, 2011). También las Farc incurrieron en la intimidación de la población civil en la parte norte del departamento (San Vicente del Caguán, Puerto Rico, el Doncello y Paujil), al cometer varias violaciones a los DD.HH., sobre todo buscando regular el comportamiento y movilidad de los habitantes de sus áreas de influencia, restringiendo la incorporación de la población a programas del Gobierno (como Familias en Acción), sembrando minas antipersonal como estrategia de contención de la erradicación de cultivos, ejerciendo actos de extorsión y el cobro de vacunas a comerciantes y ganaderos y, finalmente, obstaculizaron el ejercicio electoral a través de presiones sobre la población con el fin de evitar el apoyo a ciertos candidatos (El Tiempo, Las Farc atacan a Puerto Rico Caquetá, Julio 14, 2011 y El Espectador, “Durante la tregua de las Farc se han registrado 57 acciones violentas”, Enero 18, 2013). En el marco de estas acciones, algunos habitantes han estado en situación de riesgo, esencialmente líderes de organizaciones sociales e integrantes de comités de derechos humanos, delegados y representantes comunitarios, además de víctimas que han entrado en procesos con la Ley 1448 del 2011. Y esta postura de las FARC se entiende y se enmarca como forma de contención a la estrategia del Estado de llevar a cabo el Plan Nacional de Consolidación Territorial (Pnct), bajo tres líneas de acción: recuperación de la institucionalización en el territorio, integración económica 29 y participación ciudadana y fortalecimiento gubernamental. Ante esta situación, las Farc han emprendido una serie de acciones con el fin de ejercer contención ante la avanzada estatal. En esa medida se ha reactivado el Frente 3 y el Frente 49 para enfrentar los operativos de la Fuerza Pública (El Espectador, Marzo 26, 2015). A pesar de todas estas vicisitudes, es innegable que el conflicto armado, luego de los diálogos emprendidos en la Habana, no solo ha descendido de forma importante en el departamento sino también a nivel nacional . Y todo parece indicar, que los últimos meses se ha dado un nuevo cese al fuego entre el gobierno y las Farc dicha tendencia se ha acentuado antes de la firma de los acuerdos (El Espectador, enero 20, 2016). Síntesis Lo primero que se puede señalar de este breve recuento es que durante la serie temporal considerada fue mayor el número de acciones contra la población civil que los enfrentamientos directos entre los grupos en contienda: se cometieron 863 infracciones al DIH y 663 acciones bélicas. De esas infracciones al DIH, el 56% fueron cometidas por la Fuerza Pública, el 39% por las Farc y el 5% por los paramilitares; mientras que las acciones bélicas enfrentaron casi exclusivamente a la Farc con la Fuerza pública. Sin embargo, a pesar de haber sido menor en materia de hechos, las acciones bélicas registran un mayor número de víctimas en el Caquetá que el total de víctimas por infracciones al DIH. En este departamento, el total de combatientes muertos y heridos fue de 1616 y, en cambio, el número de víctimas del DIH fue casi la mitad. Lo anterior se explica en razón de que este departamento ha sido un escenario nacional de confrontación armada que, al lado de una menor presencia paramilitar, ha implicado una mayor regularidad del conflicto en comparación con otras regiones, donde la presencia paramilitar se ha dirigido más a atacar indiscriminadamente a la población civil, a quien considera la base social de las guerrillas-, que a confrontar militarmente a la guerrilla. Así mismo, estas modalidades de violencia diferenciadas por autor expresan sus distintas relaciones con la población civil en el territorio, pues la forma de ejercer violencia varia en la 30 medida en que sean territorios en disputa o territorios con mayor control y hegemonía de algunos de los grupos armados. En este sentido es importante tener en cuenta que las responsabilidad de los diferentes actores varían en función del municipio y el grado de control que tenían sobre él. De esta forma, se explica por qué en Cartagena del Chairá, una zona donde las FARC han logrado construir un orden contraestatal efectivo, sea precisamente la Fuerza Pública la mayor responsable de victimización de los civiles. De acuerdo a los registros de la base de datos de conflicto armado del CINEP, entre 1990 y 2015, este actor –la Fuerza Pública- fue el responsable del 96% de todos los hechos de infracciones al DIH en este municipio. Una situación diametralmente opuesta a lo ocurrido en la capital del departamento, Florencia, donde han sido las FARC el actor a quien se le atribuyen la mayoría de las infracciones al DIH. Del total de las infracciones cometidas en este municipio entre 1990 y 2015 esta guerrilla ha sido la responsable del 53% de este tipo de victimización seguida de los paramilitares a quienes se le atribuye el 28%. Entre estos dos polos, se puede ubicar el municipio de San Vicente del Caguán donde si bien las FARC han logrado un control importante en algunas zonas rurales, el avance de la Fuerza Pública y las condiciones sociopolíticas del casco urbano han limitado los dominios territoriales de esta guerrilla en el municipio. Como correlato, si bien la Fuerza Pública ha sido el actor que en mayor proporción ha cometido infracciones el DIH entre 1990 y 2015 (58%) a las FARC se le atribuye un 32%. Esta distribución de la violencia ejercida en contra de la población civil, es una medida aproximada que permite ilustrar de qué forma los niveles de control territorial y social de los distintos actores armados incide en su comportamiento violento. Aunque, como se advirtió, ésta no ha sido una situación constante en el tiempo, es importante tenerla en cuenta al momento de pensar los posibles escenarios de la transición el departamento como lo hacemos en la sección final de este documento. En suma, las cifras y el análisis cuantitativo de la violencia en general y de la violencia directamente asociada al conflicto permiten afirmar que este ha sido de baja intensidad y 31 prolongado en el tiempo, con múltiples actores que han tenido capacidad de adaptación en sus lógicas y repertorios de violencia. Esos cambios se explican en relación con los contextos políticos y con las transformaciones estratégicas de la guerra y la paz. Sin embargo, como hemos insistido, esas trasformaciones temporales del conflicto y la vulneración a los derechos humanos tienen también una distribución geográfica desigual, lo cual es central si se pretende diseñar estrategias diferenciadas que tengan en cuenta esa geografía de la violencia en Caquetá 5. ORGANIZACIONES SOCIALES Y MOVILIZACIÓN Al igual que en otras zonas del país, la presencia de organizaciones sociales en el departamento del Caquetá no solo es heterogénea, sino que también sus capacidades organizativas dependen según la división urbano/rural y de sus identidades políticas. En este sentido, los objetivos planteados por una organización X difieren de una organización Y, en relación no sólo a su área de influencia sino también con los contextos concretos (si es una zona de colonización, si la zona está afectada por el conflicto armado, capacidades productivas de la tierra, etc.). En este orden de ideas, una asociación de caucheros no tiene los mismos objetivos que una de víctimas, o de una organización para el desarrollo comunitario o de asociaciones campesinas productivas. No obstante, a pesar de esta evidente diversidad (Tabla 3), es perceptible que a lo largo de la historia del departamento algunas asociaciones u organizaciones sociales han logrado emprender acciones colectivas sostenidas en distintos niveles, demandando no sólo una mayor injerencia en la toma de decisiones del poder central sino también reclamando una mayor integración a la vida nacional. Tal es el caso ilustrado por María Clemencia Ramírez con las marchas cocaleras de 1997 o las iniciativas locales de organización en torno a proyectos productivos, que han servido de plataforma para instaurar reglas y normas para el desarrollo “normal” de la vida comunitaria en medio de la violencia y la incertidumbre (Ramírez, 2001; Vázquez, 2015). En el caso del Caquetá, algunas de estas expresiones organizativas se han anclado en casos concretos así como experiencias y tradiciones históricas particulares. Tal es el caso de las Juntas de Acción Comunal (Jac), las cuales tienen un predominio en el escenario regional debido a 32 que estas han sido las instancias básicas de coordinación entre los pobladores locales y de negociación colectiva con los grupos armados y los poderes políticos locales. Y en gran parte, esta capacidad y fortaleza se explica por los vínculos de reciprocidad y solidaridad heredados de procesos compartidos de colonización, la economía ganadera y una conexión vial interveredal derivada de los dos anteriores procesos, los cuales han terminado por sentar en el tiempo, las bases simbólicas y materiales de estas dinámicas organizativas. En este sentido, las Jac han permitido establecer normas comunitarias, cobrar impuestos, proporcionar bienes públicos básicos (puestos de salud, escuelas y carreteras) y erigirse como las depositarias por ley consuetudinaria de atribuciones como darle legitimidad a la posesión de predios rurales, resolver conflictos vecinales, etc. Ahora bien, contrario a otras zonas de colonización, y de acuerdo a las características descritas en la sección sobre configuración territorial, algunos cambios relacionados con los legados de la zona de despeje y algunos impulsos desde la municipalidad, le ha permitido a diversas experiencias organizativas, entre esas las Jac, resolver con éxito los problemas básicos de acción colectiva y, de esa forma, sostenerse en el tiempo y promover y mantener organizaciones de segundo y tercer nivel desde las cuales proyectan sus normas y actividades a un ámbito territorial más amplio y de acuerdo a las coyunturas regionales y nacionales. Tal es el caso de asociaciones que aglomeran diversas experiencias locales para trabajar temas de sostenibilidad, desarrollo rural, aspectos técnicos y productivos, en coyunturas nacionales de paz, en temas ambientales o en materia de cultivos ilícitos (Tabla 3). No en vano, podemos observar que hay ciertas coyunturas cruciales que nos ayudan a entender no solo la dinámica organizativa sino también los tiempos de movilización y sus repertorios para hacer sentir no solo en el ámbito regional sino también nacional, las demandas de los pobladores caqueteños. Por ejemplo, durante los diálogos de la Uribe, a inicios de los años ochenta, la movilización experimentó un repunte, para descender y mantenerse más o menos estable durante toda la década del noventa. Luego, esta experimentó un nuevo repunte a mediados del 2000, cuando estaba agotándose la política de Seguridad Democrática, para finalmente dinamizarse con los diálogos de la Habana, en donde nuevamente se llamó la 33 atención sobre las problemáticas locales, ligadas al acceso de la tierra, el reconocimiento de dinámicas endógenas de organización, las políticas antidrogas, etc. Gráfica 6 Fuente: Base de Datos de Luchas Sociales en Colombia Cinep. Elaboración propia. Además, queda en evidencia que tanto los procesos organizativos así como los repertorios de movilización en la historia del Caquetá (1975-2013), han estado ligados en su mayoría a demandas ligadas a posesión y “legalización” de la tierra, no en vano el 40% del total de las movilizaciones estuvieron asociados a predios urbanos y rurales. Así mismo, para completar el cuadro quienes más se movilizaron fueron las organizaciones sociales por medio de marchas, invasiones y bloqueos. Situación que muestra no solo la vitalidad de estas sino también su capacidad de organización y coordinación. Gráfica 7 34 Fuente: Base de Datos de Luchas Sociales en Colombia Cinep (2013). Elaboración propia. Por otro lado, los avances de las diversas expresiones organizativas en el Caquetá no solo se han limitado al ámbito de acción colectiva, la organización y coordinación de labores en común. También los capitales acumulados les han sido útiles para incidir en la vida política local y regional. Gracias a las organizaciones de segundo y tercer nivel, las Jac han podido movilizar agendas más amplias que la resolución micro local de necesidades y tener una mayor capacidad de incidencia política, a tal punto que su apoyo resultó fundamental en la elección de Domingo Emilio Pérez, como alcalde de San Vicente del Caguán (2011-2015) y de varios representantes al concejo en los comicios de 2010; hechos que son de gran trascendencia toda vez que rompieron con el dominio histórico que había tenido el partido liberal en este municipio. Ahora, esto no quiere decir que las Jac dominen todo el horizonte en el Caquetá; todo lo contrario lo que evidencia este escenario regional es la existencia de un amplio número y oferta de organizaciones sociales, que van desde asociaciones, pasando por gremios, organizaciones de base, fundaciones, entre otras expresiones. Que no solo han surgido dentro de contextos violentos, sino que también hacen evidente su capacidad de resistencia, adaptación y de proposición para las problemáticas contextuales del Caquetá: tales como subsanar la pobreza, 35 las deficiencias estatales, posturas “reactivas” frente a la políticas del gobierno central, pedidos de mayor integración, reconocimiento de resguardos étnicos, etc. (Tabla 3 y Gráfica 7). De ahí que no deba extrañar que los pobladores rurales y urbanos caqueteños hayan encontrado dentro de estas diversas formas organizativas uno de los principales recursos para incidir y demandar reconocimiento por parte del Estado. De ahí, la imperiosa necesidad no sólo de fortalecer su estructura interna, sino también integrarlas al diseño de las políticas públicas y tenerlas como grandes aliadas para el postconflicto (Vázquez, 2015; Fip, 2015). Y es que las diversas organizaciones sociales del departamento del Caquetá no sólo han adelantado acciones reivindicativas. Al lado de esa faceta “reactiva”, también hay demandas incluyentes para que se reconozcan sus tradiciones organizativas, políticas e ideológicas propias. En este sentido, no solo son un interlocutor válido en el departamento, sino que pueden servir como una bisagra para que el Estado consolide la presencia de su maquinaria, apalancándose en los acumulados y la legitimidad que éstas han ganado. Y es que sus logros son evidentes. Por ejemplo, en el caso de San Vicente del Caguán, se puede remarcar la experiencia, a partir del movimiento y la organización social, que logró el reconocimiento “legal” de la Zona de Reserva Campesina del Pato, luego de que en 1997 varias Jac, posteriormente reunidas en la Asociación de Colonos del Pato (Amcop), entraran a negociar el tema de la tenencia de tierras en el sector Balsillas, para que fueran repartidas entre unas 110 familias cerca de 8 mil hectáreas (Fip, 2015). Otro caso significativo es el de la Coordinadora Departamental de Organizaciones Sociales, Ambientales y Campesinas de Caquetá (Coordosac), que es la instancia de coordinación y movilización más importante del departamento, la cual ha realizado demandas colectivas por infraestructura vial, cobertura en salud, educación (Fip, 2015). También se puede señalar la experiencia de la Unión de Organizaciones Sociales, Campesinas, Ambientales y de Derechos Humanos de San Vicente del Caguán (Unios), que al aglomerar diversas experiencias organizativas no solo es una de las organizaciones más fuertes del departamento, sino que también ha desempeñado un importante rol en temas relacionados con la salida negociada del conflicto, y recientemente ha tomado la bandera contra la explotación minera y la entrada de inversión extranjera a la región. Así mismo, apoyó la elección como 36 alcalde de Domingo Pérez, en San Vicente del Caguán, mostrándoles a otras experiencias organizativas que el campo político es un ámbito que si bien presentan enormes barreras para su entrada es posible si se logra una acción colectiva sostenida y así prescindir de las maquinarias de las elites políticas locales (Vázquez, 2015; Fip, 2015 y Ciro, 2013). Organizaciones sociales, agremiaciones y fundaciones en el Caquetá Nombre Área de Labor presencia e incidencia Organización de afro El Doncello Representa a la población organizada descendientes del afro descendiente entre las personas en municipio El situación de desplazamiento. Doncello Asociación Martin Puerto Rico Representa a población afro Luther King descendiente del área rural y urbana, con el fin de generar acciones para el mejoramiento de sus condiciones de vida y de representación en la toma de decisiones. Asociación Tío Tom Puerto Rico Represente a la población afro descendiente con el fin de mejorar sus condiciones de vida y de representación en la toma de decisiones. Asociación Puerto Rico Represente a la población afro Construyendo descendiente con el fin de mejorar sus Territorio condiciones de vida y de representación en la toma de decisiones. Asociación de San Vicente del Busca el reconocimiento de la Negritudes de San Caguán población afrocolombiana y su Vicente del Caguán inclusión en la toma de decisiones a (Anesan) nivel municipal y departamental. Comité de Paneleros Doncello Gremio creado para la búsqueda de vías de asistencia técnica y se promueven alianzas y gestión de proyectos en pro de la actividad. Comité de Caucheros Doncello Tiene el objetivo buscar vías de asistencia técnica y promoción de alianzas y gestión proyectos en pro de la actividad en el municipio. Grupo Asociativo de Florencia Asociación creada con el objeto de San Juan producir productos agrícolas orgánicos. Asociación de Puerto Rico Asociación que promueve el desarrollo Ganaderos de Puerto y productividad de la actividad pecuaria. Rico (Asoganado) 37 Asociación de Caucheros de Tres esquinas del Caguán Asociación de Reforestadores y Cultivadores de Caucho del Caquetá (Asoheca) Asociación de Productores de Cacao, Maderables y Frutales de la zona norte del Departamento del Caquetá (Acamafrut) Asociación the Wala (Asothewala) Fundación Picachos Plataforma Juventudes de Asociación de Jóvenes de Rio Negro (Asojorio) San Vicente del Asociación creada para el Caguán fortalecimiento y desarrollo del gremio cauchero en el municipio. Albania, Belén de Asociación que se encarga de fortalecer los Andaquíes, al gremio cauchero en el departamento, Cartagena del a través del fomento de estrategias para Chaira, Curillo, El el manejo de la cadena productiva y el Doncello, El del desarrollo de actividades que Paujil, Florencia, mejoren la calidad de vida de las Milán, La familias cultivadoras de caucho. Montañita, Morelia, Puerto Rico, San José del Fragua, San Vicente del Caguán, Solita y Valparaíso Florencia, La Asociación que presta asistencia técnica Montañita, Solita, agropecuaria y promueve las alianzas Curillo, Paujil, El para el desarrollo de cadenas Doncello, productivas de carácter agrícola y Valparaíso, Belén pecuario. de los Andaquíes, San Vicente del Caguán, Solano, San José del Fragua, Milán, Puerto Rico Puerto Rico Asociación que tiene como objetivo la lucha por los derechos de los grupos indígenas y por el reconocimiento de su cultura y prácticas ancestrales. Florencia Trabaja en el acompañamiento, atención y seguimiento psicosocial a los niños y adolescentes, involucrados en pandillas o víctimas de abuso sexual, para su inclusión en la sociedad El Doncello Representa a la población joven organizada del municipio del Doncello, entre los que se incluyen víctimas en situación de desplazamiento. Puerto Rico Esta asociación busca desarrollar y brindar ofertas recreativas, audiovisuales, culturales y artísticas a la juventud como una apuesta para la paz. 38 Red de jóvenes San Vicente del Organización conformada por constructores de paz Caguán diferentes organizaciones juveniles, la (Red Compaz) cual está encaminada a adelantar relacionadas con el reconocimiento y respeto del derecho a la objeción de conciencia, el arte, las comunicaciones y la cultura; para promover la protección de este sector de la población frente a las problemáticas que genera el conflicto armado. Asociación para la El Doncello Asociación encargada de coordinar y Gestión Integral de la ejecutar políticas, planes y programas Mujer de El Doncello que contribuyan al logro de relaciones (Asomujer) de equidad e igualdad de oportunidades, con un especial énfasis en los DD.HH. Red de Mujeres Puerto Rico Organización de mujeres que adelanta Lideresas Gestoras de acciones en pro de la construcción de Paz y Desarrollo de paz y desarrollo local. Puerto Rico Mesa Municipal de El Doncello Espacio de participación para las Víctimas víctimas del municipio, en la cual se adoptan decisiones de política pública y se procura la gestión para las garantías de sus derechos. Asociación de Futuro Puerto Rico Organización enfocada a las víctimas (Asodefuturo) del conflicto, la cual se encarga de adelantar acciones tendientes a la formación en derechos y a la promoción del ejercicio de derechos. Mesa Municipal de San Vicente del Espacio conformado con el objeto de Víctimas Caguán fomentar la participación de las víctimas y el ejercicio e sus derechos. Observatorio Sur Caquetá Esta entidad promueve la defensa de los colombiano de derechos humanos y la aplicación del Derechos Humanos y derecho internacional humanitario, para Violencia (Absurdh) hace eso labores de trabaja en la investigación, sistematización y registro de hechos de violencia, así como en la divulgación, defensa y promoción de los DDHH y DIH en la región. Cámara de Comercio Caquetá Institución que promueve el desarrollo de Caquetá del departamento. Fundación Natura Caquetá Organización que aporta a la conservación, uso y manejo de la biodiversidad para generar beneficios sociales, económicos y ambientales, en el marco del desarrollo humano 39 sostenible. Fundación Red Caquetá Desarrollo y Paz del Caquetá (Red Caquetá Paz) Asociación de El Doncello Discapacitados Fundación Promover Fundación Esperanza Vida Secretariado Diocesano Pastoral Social El Doncello y El Doncello Fundación que busca generar espacios para la recuperación de la confianza, convivencia ciudadana y la construcción colectiva y cotidiana de la paz. Representa a la población discapacitada organizada, entre los que se incluyen víctimas en situación de desplazamiento. Tiene como objeto trabajar por el mejoramiento de la calidad de vida y el progreso psicosocial, económico, cultural y ambiental de la población en general. Trabaja en la construcción de posibilidades de educación en valores para niños, niñas y adolescentes y población vulnerable. Ayuda a las comunidades vulnerables, a través de asistencia humanitaria, acompañamiento en formación de derechos y autogestión. Florencia, La de Montañita, Paujil, El Doncello, Puerto Rico y Milán. Findifuturo Puerto Rico Asociación de personas en condición de discapacidad que elaboran y venden productos de aseo, generando empleo para sus asociados, lo que redunda en la mejora de sus condiciones de vida. Asociación Puerto Rico Organización encaminada a defender Campesina para el los DD.HH y la preservación del medio desarrollo sostenible ambiente. del medio ambiente y los derechos humanos del Municipio de Puerto Rico (Asocamcap) Unión de San Vicente del Es la confederación de organizaciones Organizaciones Caguán sociales, campesinas, ambientales y de Sociales, Campesinas, DD.HH. Ambientales y de Derechos Humanos de San Vicente del Caguán (Unios) Fundación del San Vicente del Organización eclesiástica que brinda Vicariato para la Caguán atención, protección y capacitación a la Pastoral Social población vulnerable y promueve la 40 (Funvipas) defensa de los derechos humanos de la población víctima del conflicto. Mercado Campesino de San Vicente del Caguán (Mercasan) Corporación Instituto Politécnico Sur colombiano (Inposurc) Fundación Río Caguán Asociación Ambiental del Bajo Pato y Lozada (Asabpl) Asociación Municipal de Colonos de la Zona de Reserva Campesina del Pato Balsillas (Amcop) Programa de Desarrollo y Paz del Huila y piedemonte Amazónico (Huipaz) Asociación Colonos del (Amcop) de Pato San Vicente del Asociación campesina que comercializa Caguán los productos en el casco urbano. San Vicente del Institución de capacitación y formación Caguán en perforación sísmica y extracción petrolera. San Vicente del Tiene como objeto propósito trabajar Caguán en pro de la cuenca al río Caguán y demás recursos naturales del municipio. San Vicente del Proceso organizativo de base, que Caguán trabaja en pro de la defensa del medio ambiente y el respeto de la autonomía del territorio, bajo la figura de Zona de Reserva Campesina. San Vicente del Esta asociación se creó como solución a Caguán los conflictos de usos del suelo que se vivían en la región, facilitando la creación de planes y tecnologías de aprovechamiento racional de los recursos naturales, el impulso de empresas campesinas de economía solidaria para el aprovechamiento forestal y proyectos viables de comercialización, así como la creación de un espacio de trabajo conjunto entre las instituciones y las organizaciones de la comunidad, para la definición de políticas de inversión y desarrollo. Caquetá Tiene como objeto contribuir a la consolidación de alternativas frente a la pobreza y los efectos de la violencia en la región, en procura de una salida política al conflicto armado interno. San Vicente del Aglomera diversas Juntas de Acción Caguán comunal para el reconocimiento de la Zona de Reserva Campesina. Plataforma Sur de San Vicente del Procesos Sociales Caguán, Belén de los Andaquíes, Solita, Curillo, Cartagena del Chaira, La Montañita y Es una organización donde convergen diversas organizaciones y procesos sociales con el objeto de una construcción de agendas comunes para alcanzar el desarrollo integral como salida al conflicto y a la desigualdad. 41 Solano. Coordinadora Caquetá Departamental de Organizaciones Sociales, Ambientales y Campesinas de Caquetá (Coordosac) Instancia de coordinación y movilización de diversas organizaciones de base, la cual ha llevado demandas y reivindicaciones en temas relacionados con la infraestructura vial, cobertura en salud, educación Por otro lado, un punto a resaltar, y que complejiza y supone un gran reto para estas iniciativas sociales así como al mismo Estado, son los siguientes factores. Por el lado del Estado, este tiene la imperiosa necesidad de generar y construir confianza entre las organizaciones sociales y sus instituciones y funcionarios, ya que como resaltamos atrás uno de los corolarios de la política gubernamental durante el gobierno de Uribe Vélez, así como en hechos pasados, han terminado por aumenta la brecha entre las comunidades y las instituciones estatales. Además del trágico deceso de la UP que se experimentó a finales de la década de 1980 y principio de 1990, la responsabilidad de la Fuerza Pública en materia de victimización de civiles, la excesiva militarización de la presencia estatal y la fuerte estigmatización de muchas organizaciones sociales han contribuido a esta situación. Esta percepción no solo pierde vista los matices que hay en el tipo relación que la población civil establece con los grupos armados ilegales, que puede ir desde la colaboración, el acomodamiento pragmático, el control por medio de las armas; sino que también, se desconoce de paso, su capacidad de agencia. Es decir, se olvida que muchas veces estas negocian, se adaptan o resisten al orden de un grupo armado. De acuerdo a las ideas esgrimidas anteriormente, se entiende que hayan emergido en el plano regional y del Caquetá, por parte de las organizaciones sociales, una postura o una demanda de independencia frente al Estado nacional, así como cierto radicalismo en sus proyectos políticos. Pero también, por el lado del Estado, esto ha significado su no reconocimiento como interlocutor válido y legítimo lo cual ha terminado por configurar una intervención estatal informada por una lógica contrainsurgente que supedita la acción social a la lógica militar (Vázquez, 2015; Fip, 2015). 42 De ahí tiene asidero la idea de que uno de los mayores retos del Estado sea integrarlas a su maquinaria debido a las desconfianza mutuas construidas a lo largo del tiempo por cuenta del conflicto armado. Además, una cuestión necesaria para la anterior apuesta es no partir de su idealización, de verla como “una fuerza universal para el bien”, pues la llamada sociedad civil es más heterogenea y contradictoria de lo que se cree. Y sobre todo en escenarios postconflicto, en donde los legados de la violencia armada pueden redundar en una sociedad civil dividida y atravesada por la desconfianza. No obstante, a pesar de las dificultades y retos señalados atrás, también vale insistir que es imprescindible aprovechar la existencia de destrezas y habilidades a nivel de las bases sociales ya que son un componente estratégico para asegurar una adecuada implementación de los acuerdos y potenciar la construcción de paz, sobre todo después de la evidencia expuesta atrás en donde se señalaron sus logros en medio de un ambiente polarizado no solo políticamente sino enmarcada en un conflicto armado. 6. DIMENSIÓN POLÍTICA Y ESTATAL En este último apartado se aborda la dimensión política en relación con las dinámicas del conflicto armado y la violencia política como factores que afectan la gobernabilidad, la calidad de la democracia regional y el ejercicio de una ciudadanía efectiva. Esta sección se divide en dos apartados. En el primero de ellos se hace un recuento del proceso de formación histórica del Estado en el departamento con el ánimo de demostrar por qué y cómo las lógicas de integración que se han promovido desde el centro del país no han sido consistentes con las realidades locales del departamento. En el segundo apartado, se analiza el comportamiento de la democracia local y qué tan abierta ha sido la disputa electoral. La intención de este apartado es demostrar que si bien la hegemonía histórica del Partido Liberal en el departamento se ha deteriorado y se evidencia una mayor competencia electoral a nivel local esto no ha significado una verdadera apertura 43 política. En este sentido, a pesar del impacto local de transformaciones y reformas del orden nacional como la elección popular de alcaldes a finales de la década de 1980 y la reforma electoral de 2003, no han tenido lugar una verdadera renovación de las elites políticas locales pues éstas han logrado reinventarse en nuevos movimientos políticos que limitan el acceso al poder de fuerzas políticas alternativas. 6.1. La formación de Estado en Caquetá: de la delegación a la intervención militar directa. En la historia del Caquetá, la relación de los pobladores con el poder central ha estado atravesada por distintos tiempos, relacionados con la forma de intervención del Estado y sus discursos y prácticas de desarrollo: de la postura civilizadora de las misiones católicas se pasó a las prácticas extractivitas (caucho) y, posteriormente la implementación del modelo ganadero. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XX, bajo el Frente Nacional, se implementó una intervención reformista y paternalista por medio de una colonización dirigida que, como se advirtió en la primera sección de este documento terminó siendo desbordada por otras dinámicas de colonización: espontánea, violenta y cocalera que hizo que las instituciones estatales no necesariamente estuvieran ausente pero sí a destiempo respecto a las dinámicas y demandas de una comunidad en constante movimiento. Un modalidad que se profundizó durante la década de 1980 hasta el presente cuando, no obstante, el Estado cambió su forma de intervención adoptando una idea de “normalización y recuperación militar” del territorio, por cuenta de la convergencia entre una economía ilegal y el orden guerrillero (Vázquez, 2015; Ciro, 2013; Ciro 2008; Gómez y Ramírez, 2015 y Espinosa, 2016). En este orden de ideas, el departamento del Caquetá retrata de manera acertada la presencia diferenciada del Estado en el espacio y tiempo (González, Bolívar y Vásquez, 2003 y Vázquez, 2015), ya que en algunas ocasiones el Estado colombiano no tuvo ningún tipo de capacidad o interés de hacer presencia en ciertas zonas del Caquetá y en otros lo hizo de manera indirecta o por medio de una serie de “arreglos” con las élites regionales y locales. Este proceso se expresó en las diferentes legislaciones y cambios de estatus que el Estado realizó a través de sus leyes sobre el actual territorio del Caquetá: desde su instauración como comisaria en medio del auge cauchero, pasando por su elevación de categoría de territorio nacional a intendencia en medio de la violencia de los años 50; y, luego, su posterior departamentalización resultado de la 44 consolidación de una élite política liberal con base materiales en la ganadería y bien conectada con el gobierno de Julio César Turbay quien consideró que elevar el estatus político administrativo de esta región era urgente para garantizar el orden público en una zona donde se desarrollaba precisamente lo que se conoció como la guerra del Caquetá. Por eso no debe extrañar que su presencia, históricamente, no haya sido homogénea en el territorio. Desde el inicio del poblamiento, en la zona del piedemonte, el Estado sí tuvo un papel importante al incentivar e intentar dirigir un proceso de colonización; además, con las alianzas y acuerdos tejidos con las élites locales apuntaló su presencia en esta zona del país, al delegar en las élites regionales y locales- inicialmente huilenses- el monopolio de la intermediación e integración (sobre todo en el Partido Liberal, así como en el Conservador en el sur del departamento), el modelo desarrollo regional, entre otras cosas (Ciro, 2013, Gómez y Ramírez, 2015 y Vásquez, 2015). Lo anterior no quiere decir que las relaciones entre Estado y élites hayan sido del todo armónicas. Éstas también han pasado por momentos de tensión y oposición. Pero sin duda alguna éstas sí contrastan de forma tajante con las relaciones conflictivas y antagónicas que se han configurado, históricamente, con los pobladores de las zonas de colonización y con la población campesina cocalera, en donde no solo no hay una falta de reconocimiento e inclusión de sus formas organizativas a la matriz del Estado, sino que también de las formas y modos de producción, y apropiación territorial. De ahí se explica que esta escisión haya terminado generando y definiendo la convergencia territorial entre las Farc y la colonización cocalera (Vázquez, 2015 y Ciro, 2013). En este sentido, las tensiones y coyunturas críticas por las que atravesó el departamento, por cuenta de la renuencia del Estado a reconocer los procesos organizativos locales y regionales endógenos, así como por su manera de intervenir en el territorio- recuperación militar-, terminaron por derivar en ciclos violentos que afectaron no solo a las bases guerrilleras sino también a la población en general por efecto de la misma estigmatización de los habitantes; 45 hecho enmarcado en imaginarios y representaciones que aglutinan a todo poblador como una extensión del orden guerrillero. Estas relaciones antagónicas emergieron entre 1984 y 1988, con el fallido intento de construir un plan de desarrollo participativo para estabilizar el proceso colonizador en medio del proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla; también se pueden señalar las marchas cocaleras (1996), cuando se produjeron las multitudinarias acciones colectivas en respuesta al tratamiento punitivo y de criminalización que el Estado dio a la problemática de los cultivos de uso ilícito en varios lugares del sur del país (Ramírez, 2001; Ferro y Uribe, 2002; González, Bolívar y Vázquez, 2003 y Vázquez, 2015), así como los recientes paros agrarios por cuenta de la política antidrogas y la poca intervención del Estado central para mejorar la situación del campo colombiano (La Nación, “Marchas campesinas comienza en Caquetá”, Octubre 8, 2012). Por otro lado, vale advertir que la presencia diferenciada del Estado no solo se evidencia en la diversidad y particularidad de relaciones que éste ha establecido con las élites políticas regionales y locales y los mismos pobladores, sino también en materia de su capacidad para satisfacer demandas, prestar servicios e implementar planes de desarrollo. De ahí que la presencia de la maquinaria no solo sea precaria en algunos lugares, sino que ésta tampoco tiene un importante musculo para recaudar impuestos y desplegar apropiadamente sus planes de desarrollo y políticas públicas (Tabla 4); ni tampoco para garantizar la satisfacción de necesidades básicas como viviendo, educación etc. (Tabla 5). Tabla 4 Índice de desempeño integral por municipios del Caquetá Municipio Índice Clasificación Puesto Puesto Nacional Departamental Florencia 79.9 Satisfactorio 97 1 Solano 74.9 Satisfactorio 236 2 Solita 74.6 Satisfactorio 256 3 46 San José 74.4 Satisfactorio 258 4 71.4 Satisfactorio 372 5 70.6 Satisfactorio 399 6 El Doncello 67.4 Medio 502 7 Cartagena de Chairá 65.3 Medio 573 8 Morelia 64.2 Medio 603 9 Curillo 64.0 Medio 608 10 La Montañita 63.5 Medio 624 11 Paujil 62.1 Medio 653 12 Puerto Rico 59.9 Bajo 704 13 Milán 59.1 Bajo 719 14 Valparaíso 56.3 Bajo 773 15 Albania 53.7 Bajo 838 16 De la Fragua San Vicente del Caguán Belén de Los Andaquíes Fuente: DNP (2012). Elaboración propia. Tabla 5 NBI por municipios en Caquetá Municipio 2005 Albania 35.03% Belén De Los Andaquíes 47.83 % Cartagena Del Chairá 50.68 % Curillo 47.42 % El Doncello 41.17% Florencia 26.84% La Montañita 64.00 % Milán 60.34 % Morelia 40.27% Puerto Rico 46.85% El Paujil 54.34 % San Vicente Del Caguán 53.80 % Solano S.I Solita 52.87 % San José Del Fragua 49.65 % Valparaíso 46.94% 2012 35.03% 47.83 % 51.57 % 44.58 % 42.34% 26.85% 65.29 % 60.77 % 40.27% 46.20% 54.22 % 53.98 % 100,00% 52.87 % 49.72 % 46.94 % 47 Fuente: Ocha-Onu. Elaboración propia. Respecto al tema de la tributación hay varios aspectos a resaltar. Primero que sus limitaciones a nivel municipal se deben a que la medición del desempeño integral1 evidencia que ningún municipio tiene una calificación sobresaliente, es decir “aquellos municipios que cumplen todas o casi todas las metas de sus planes de desarrollo, los bienes y servicios producidos son generados con alta eficiencia y tienen la mayor capacidad de gestión administrativa y fiscal (Dnp, 2012). Sin embargo, seis municipios (Florencia, Solano, Solita, San José de la Fragua, San Vicente del Caguán y Belén de los Andaquíes) presentan un desempeño integral satisfactorio, que significa que estos cumplen considerablemente buena parte de las metas de sus planes de desarrollo y la mayoría de los bienes y servicios son producidos con niveles aceptables de eficiencia, gracias a unas finanzas que permiten unas capacidades administrativas importantes” (Ibíd.). Tercero, cinco municipios (El Doncello, Cartagena del Chairá, Morelia, Curilo, La Montañita y Paujil) tuvieron un desempeño integral clasificado como medio, es decir estos cumplen parcialmente sus planes de desarrollo y la eficiencia en la producción de bienes y servicios está en la mitad. Así mismo, han desarrollado a medias su capacidad administrativa y fiscal (Ibíd.). Y finalmente cuatro de los 16 municipios quedan clasificados como bajo, lo que quiere decir que cumplen parte de sus planes de desarrollo pero la eficiencia en la producción de bienes y servicios es baja, al igual que su capacidad administrativa y fiscal es baja (Ibíd.). Este está compuesto por los siguientes elementos: eficacia, eficiencia, cumplimiento de las regulaciones legales y gestión administrativa y fiscal, que permiten evaluar la gestión pública territorial (Dnp, 2012). 1 48 De lo anterior también se puede tener idea del estado de las finanzas de los gobiernos territoriales, su sostenibilidad financiera, su capacidad de generar rentas propias y su nivel de dependencia de las transferencias nacionales (Ibíd.).En este orden, se puede remarcar que ninguno de los municipios del Caquetá está clasificado en el rango superior, lo que equivale a que ninguno de estos es solvente. Solo dos de ellos son sostenibles y 13 de los 16 están calificados como vulnerables, lo que significa que apenas mantienen un nivel de equilibrio relativo en su balance fiscal, por lo cual dependen de las transferencias. Por último, dos municipios del departamento tienen una clasificación de riesgo, lo que representa insuficiencias para generar recursos propios, haciéndolos altamente dependientes de las transferencias nacionales. En esta dirección, esta sección apunta a sostener que no todos los males y la presencia del Estado en Caquetá y su relación con los pobladores locales- tanto en zonas integradas como en zonas de frontera-, con las élites locales y regionales y los grupos armados se explican bajo la dicotomía presencia o ausencia del Estado. Pues esta idea parte del supuesto de que los conflictos en el Caquetá, y en buena parte del territorio nacional, se relacionan con la ausencia de Estado (Conferencia Episcopal, 2004 y 2006; Sinchi, 2007). Es este sentido, se trata más bien de analizar con detalle las vicisitudes de la política local, sus prácticas y las relaciones fluidas que los actores políticos establecen con los grupos armados y el Estado. Pues el anterior prisma permite visibilizar y mostrar que la formación del Estado en Caquetá se trata de un proceso de construcción estatal entrelazado con la conformación de la clase política regional, que se va tejiendo en una trama de interacciones fluidas en la que intervienen los actores políticos, grupos armados y las adaptaciones que, en el ámbito regional, se hacen de los diseños y de las transformaciones institucionales realizadas a escala nacional (Ciro, 2013 y Vásquez, 2015). Por eso, más que la dicotomía entre ausencia o presencia del Estado, es necesario reexaminar las relaciones que históricamente se han dado entre el Estado y la sociedad regional del Caquetá. El cual muestra un patrón dual, así cuando se trata de políticas estatales progresistas que socavan los intereses de las élites regionales se produce una reacción o resistencia de esas élites 49 a la política del Estado central, pero también se observa que, al mismo tiempo que se oponen, las élites locales encuentran las vías, acuerdos y arreglos para adaptarse a la nueva situación y poner a su favor dichos objetivos reformistas del Estado, como parece ser el caso de los proyectos de colonización dirigida y de fomento de los años 60 y 70 (Vásquez,2013 y 2015). 6.2. Democracia local e identidades políticas Una de las dimensiones fundamentales en relación con la implementación de los acuerdos de La Habana tiene que ver con la posibilidad que habría para que nuevas fuerzas políticas entren en escena y logren acceder al poder a nivel. En este apartado, se analiza de manera general el comportamiento de la democracia local a partir de una dimensión minimalista: qué tan competidas han sido las elecciones a las alcaldías de los 16 municipios del departamento desde 1988 hasta 2015 y qué tipo de fuerzas políticas han accedido al ejecutivo municipal durante este período de tiempo. Aunque se trata de un indicador aproximado que no agota las múltiples dimensiones de la democracia, este análisis ofrece un panorama pertinente en una región que, como anotamos en secciones previas, la presión armada sobre la clase política local y el pleno ejercicio de los derechos políticos básicos en razón de la violencia han sido una constante. En cuanto al primer factor, los niveles de competencia electoral, se empleó un indicador simple: observar el margen de victoria que el ganador de cada contienda electoral obtuvo respecto al candidatos que obtuvo el segundo lugar. Detrás de este indicador hay un supuesto relacionado con uno de los principios básicos de la democracia: certeza en las reglas de juego e incertidumbre en los resultados. En este sentido, en lugares donde existe un amplio margen de maniobra se puede asumir que este principio no se cumple y, por lo tanto, al menos desde la dimensión procedimental, la democracia es de muy baja calidad. Sin embargo, como veremos, en contextos como el Caquetá, este indicador se puede interpretar de acuerdo a las afectaciones del conflicto armado que ha padecido esta región. 50 El siguiente cuadro presenta la evolución de la competencia electoral en cada una de las nueve contiendas para la elección de alcaldes en los 16 municipios del departamento. En términos generales, se observa que si bien hay unos picos importantes, es decir, que el ganador obtuvo un enorme ventaja respecto a quien obtuvo el segundo lugar, en todos los municipios se observa una disminución. Esto, al menos en términos generales, estaría hablando que, actualmente, las elecciones para alcaldía son mucho más reñidas que hace quince años. Sin embargo, para el año de 1997 es notable el pico en municipios como La Montañita, Solano y San Vicente del Caguán resultado, precisamente, de la operación de sabotaje que desplegaron las FARC para impedir el desarrollo normal de los comicios electorales lo cual condujo a que se presentaran candidatos únicos en muchos municipios pero, sobre todo, porque la mayoría de los aspirantes renunciaron y los pobladores no fueron a depositar su voto por temor a represalias por parte de esta guerrilla. Esta dinámica explica, además, que no se hayan podido realizar elecciones en varios municipios lo cual se expresa en la gráfica en casos como Cartagena del Chairá, Solita y Valparaíso. 51 Ahora bien, aunque se ha tratado de elecciones locales muy poco competidas en la medida que la oferta partidista ha estado dramáticamente limitada en razón de la presión de las guerrillas y el desenlace del conflicto armado en el departamento, algunos observadores han insistido en la idea según la cual las FARC han presionado para que candidatos con los que simpatizan resulten favorecidos. Sin embargo, al observar el tipo de partidos que han respaldado a los ganadores en cada una de las elecciones para alcaldía que se han desarrollado desde 1988 hasta 2015 en los 16 municipios, las fuerzas tradicionales tanto “históricas” (v.g. liberal y conservador) como “nuevas” (v.g. cambio radical, partido de la U, etc.) han dominado los ejecutivos municipales, y tan sólo el 17% de estas alcaldías han quedado en manos de fuerzas políticas alternativas (v.g. partido verde) o de izquierda. En este sentido, al menos en relación con el cargo político más importante del orden municipal, se puede decir que la presencia y presión de las FARC si bien ha afectado las dinámicas y el desarrollo normal de las elecciones no ha producido una transformación sustantiva del paisaje partidista en el departamento y, más bien al contrario, pudo haber perpetuado el dominio de elites políticas locales respaldas por partidos que se alejan de contar con una visión genuinamente reformista. 52 7. CONCLUSIONES, DESAFÍOS Y RECOMENDACIONES En este documento ofrecimos un panorama general históricamente informado sobre tres dimensiones que consideramos claves para tener en cuenta al momento de la implementación de un eventual acuerdo de paz que logren firmar el Gobierno Nacional y las FARC en La Habana: las afectaciones territoriales y dinámicas del conflicto armado; las fortalezas y debilidades de las organizaciones sociales y comunitarias; y la infraestructura estatal y la calidad de la democracia local. En esta última sección retomamos los principales hallazgos del análisis de cada una de estas dimensiones, describimos qué tipos de riesgos implican y ofrecemos algunas rutas de acción que eventualmente podrían ayudar a mitigarlos. 7.1. Sobre el desenlace e impactos del conflicto armado Entre los principales hallazgos sobre los cuales es importante insistir tiene que con la distribución desigual de la intensidad del conflicto armado en función de los niveles de control territorial y social que han ejercido los diferentes grupos armados en disputa al interior del departamento. Aunque sin duda existen diferencias en cuanto a su naturaleza y la forma en que ejercen ese tipo de dominios, el punto clave a destacar es que de ninguna forma se puede desconocer las capacidades que, en distintos niveles y municipios, las FARC han obtenido configurándose como un actor político y social relevante que más allá de instrumentalizar a la población civil se ha constituido en una autoridad que, como tal, le ha permitido a las comunidades negociar muchas de las normas que han buscado imponer, particularmente, en aquellos territorios que se asumen santuarios de esta guerrilla. En otras palabras, contrario a lo que se supone, en los lugares donde esta guerrilla ha ejercido un control social y comunitario histórico, las comunidades han desarrollado capacidades y creado canales de negociación para evitar que el grupo armado imponga normas a su antojo. 53 Experiencias como las regiones de El Pato en San Vicente del Caguán o Remolino del Caguán en Cartagena del Chairá ejemplifican esta situación. El desafío que se desprende de lo anterior tiene que ver, precisamente, en cómo poner en marcha mecanismos de regulación civilistas y democráticos en lugares donde las FARC han sido un actor político y social una vez esta guerrilla se desmovilice. En este sentido, valdría la pena tener en cuenta dos rutas de acción. En primer lugar, pensar en diseños transicionales que les permita a las comunidades, eventuales desmovilizados de la guerrilla y autoridades del Estado generar espacios de diálogo acerca del tipo de regulaciones que deben permanecer y las instancias y autoridades idóneas para garantizar el cumplimiento de las mismas. 7.2. Sobre la situación de las organizaciones sociales Como se describió en la sección correspondiente, en el departamento de Caquetá existe un capital social importante materializado en distintos tipos de organizaciones sociales y comunitarias de muy diverso perfil que se han creado y fortalecido a pesar de la persistencia del conflicto armado y del estigma que recae sobre ellas. En este sentido, al igual que en muchas otras regiones de colonización, las Juntas de Acción Comunal constituyen el eslabón primario de coordinación entre los pobladores rurales. Desde estas instancias han promovido organizaciones de segundo y tercer nivel y han logrado negociar colectivamente con los grupos armados ilegales. Sin embargo, se trata de organizaciones que no necesariamente establecen puentes de diálogo entre ellas lo cual minimiza su capacidad de impacto e incidencia. A su vez, son instancias que no han logrado traducir su capital social en capital electoral y político que les permita acceder a las instancias de decisión y, además, se han acostumbrado a actuar al margen de las autoridades del Estado en razón del estigma y el señalamiento constante resultado de una presencia excesivamente militar de las instituciones estatales. 54 Aquí el tema fundamental tiene que ver con la disminución de las brechas entre comunidades y Estado pues, de lo contrario, la infraestructura social que se ha construido en el departamento y las potencialidades que representa se desaprovecharían o, peor aún, competirían y podrían socavar los esfuerzos de construir una nueva institucionalidad. Por lo tanto, urge la posibilidad de encontrar mecanismos que articulen las capacidades de las organizaciones sociales y comunitarias con las instituciones del Estado local y nacional. En este sentido, se podrían dar pequeños pasos que podrían tener una gran trascendencia para que las nuevas instituciones ganen en legitimidad y estén informadas por el conocimiento local que han acumulado los pobladores rurales. Asuntos como las cartas de colonos en los que las Juntas de Acción Comunal reconoce la posesión de tierras, sus linderos, actividades y tiempo de residencia en la vereda, son una fuente fundamental al momento de clarificar los tírulo de propiedad sobre la tierra. Más en un contexto donde el Estado ha sido incapaz de cumplir cabalmente con esta labor. Sin embargo, el gran riesgo que se corre es, precisamente, la seguridad de los líderes comunitarios y sociales del departamento. A pesar que en La Habana las conversaciones avanzan, en el departamento han proliferado panfletos y amenazas que comprometen su integridad física. 7.3. Sobre la democracia y la política local La presión armada por parte de las FARC en contra de candidatos, elites locales y pobladores ha limitado el ejercicio pleno de los derechos políticos en el departamento de Caquetá contrasta con la persistencia de un personal político afiliado a los partidos políticos tradicionales. En este sentido, la posibilidad de profundizar la democracia local durante la implementación de los acuerdos de La Habana enfrenta un desafío doble. Primero, cómo evitar que se presenten revanchismos agenciados por una clase política tradicional que ha resistido la violencia de la guerrilla y que no estaría dispuesta a perder espacios políticos por parte de fuerzas alternativas sean o no parte de un eventual movimiento político compuesto por ex miembros de las FARC. Segundo, cómo garantizar que las FARC, una vez convertidos 55 en nuevos jugadores políticos se adecúen a las reglas democráticas y acepten el paso de la certidumbre de las armas a la incertidumbre del juego político. Una posible ruta para mitigar ambos riesgos podría ser la implementación de laboratorios de democracia como un espacio que conduzca a la reconciliación política en el departamento. Estos laboratorios consistirían en arreglos locales transitorios que bran espacios de deliberación entre comunidades, organizaciones sociales, clase política local y ex miembros de la guerrilla comprometidos con el proceso de desmovilización para que, con base en recursos políticos y de inversión pública ampliado, pueden determinar asunto de interés general en cada uno de los municipios. Concebidos de esta forma, estos laboratorios cumplirían con dos propósitos. Primero, acercar a enemigos que si bien lo han sido durante mucho tiempo su cercanía y conocimiento mutuo podría dar lugar a nuevas formas de relacionamiento y a desarrollar una concepción de la política como un juego de suma positiva donde lo que algunos ganan no construye la pérdida para otros. Segundo, ayudaría a desarrollar destrezas deliberativas y de negociación entre agentes que no necesariamente están acostumbrados a realizar pactos con quienes consideran competidores reales o potenciales. BIBLIOGRAFÍA Ariza, E., Ramírez, M. C. y Vega, L. (1998). Atlas cultural de la Amazonía colombiana: la construcción del territorio en el siglo xx. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Artunduaga, F. (1987). Historia general del Caquetá. Florencia: Concejo Municipal de El Doncello. Bedoya, J. (2008). En las trincheras del Plan Patriota. Bogotá: Intermedio. Brucher, W. (1974). 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